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Jean Clavreul **
La existencia de un vocabulario técnico y especializa- empresa voluptuosa tanto respecto de las mujeres
do obstaculiza la relación médico-paciente. No habría como de los hombres, libres o esclavos” dice el jura-
que exagerar su importancia, ya que los enfermos mento de Hipócrates. Y el Código de deontología va
aprenden rápidamente ese vocabulario, a pesar de la todavía más lejos puesto que dice: “El médico no
resistencia del cuerpo médico a difundirlo y a expli- debe inmiscuirse en los asuntos de familia” (Art. 37).
carlo. Los médicos tienen sólidas razones para man- La desaparición del “médico de familia” no es por
tener esa distancia, en su preocupación de conservar consiguiente solo una consecuencia de la evolución
un carácter esotérico para su haber. Piensan que sus de las costumbres y de la tecnología médica. Ella
enfermos y el público en general, incluso si pueden emana del discurso médico y sería hipócrita afligirse
aprehender algunas palabras, algunos conceptos, por ello. La toma de distancia del médico no es solo
solo pueden hacer un uso inadecuado de los mismos una obligación de discreción, pues es a menudo la
por no conocer las articulaciones. El vocabulario no familia que, por sí misma, solicita al médico intervenir
es el lenguaje, cada lenguaje tiene leyes que le son en sus asuntos. La obligación de reserva solo surge
propias, y que no se poseen simplemente porque se del mismo discurso médico. La autoridad del médico
haya adquirido algunas migajas del argot. Desde y su independencia moral no dejarían de resultar
Hipócrates a nuestros días, la posición del cuerpo afectadas si él consintiera en entrar en otras razones
médico ha sido constante sobre ese punto. El latín y que las exclusivamente médicas. también él lo hace
la lengua de Diafoirus precedieron al vocabulario téc- cada vez menos.
nico de nuestra época. No parece entonces posible Lo que fundamenta la relación médico-pacien-
decir con H. Peguinot: “Durante veinticinco siglos, te es la exclusión de las posiciones subjetivas de uno
médicos y enfermos han hablado el mismo lenguaje”. y otro. Lo que resta de subjetividad, en uno y otro, no
Enfermos y médicos tienen apenas el mismo constituye más que franjas, y tales franjas son siem-
vocabulario con seguridad no el mismo lenguaje pre sospechosas: en el enfermo, de hacer intervenir
salvo si el enfermo es también médico e incluso en sentimientos como el pudor, el temor, la angustia, etc.
ese caso, el problema se plantea de otra manera, que lo conducen a rehusar los exámenes y los trata-
pues se afirma corrientemente que el médico es muy mientos médicos; en el médico de lesionar la objetivi-
mal juez de su propio caso. dad necesaria en el diagnóstico y la toma en conside-
No se cita más que como excepciones admira- ración solamente de los imperativos terapéuticos en
bles los casos en que los médicos hicieron la lucida las decisiones a adoptar.
constatación de la enfermedad que los afectaba. La La puesta a distancia del enfermo es lo que hizo
posición de enfermo no permite en absoluto la desub- posibles las teorías ontológicas que prevalecieron
jetivación, que implica la adopción del discurso médico. hasta el siglo XVIII. No existía interés en el enfermo
Cuando un médico juzga con lucidez su propio sino en el ser de la enfermedad. Las nuevas necesi-
caso, es a justo título que se lo considera una proe- dades del examen clínico en el siglo XIX, constituye-
za; se trata de una proeza subjetiva y no técnica. ron un problema y Foucault estima que la invención
Lo que ordena la relación médico-enfermo, es del estetoscopio por Laennec está ligada en parte a
el distanciamiento médico con respecto a su enfermo. ese esfuerzo de distanciamiento. Actualmente, la mul-
Ella es efecto del discurso médico más todavía que tiplicación de exámenes de todo tipo vuelve cada vez
su causa. menos importante el encuentro médico-paciente. En
Sin embargo, esta toma de distancia es cons- los grandes servicios, la visita al lecho del enfermo
tantemente reafirmada: “Yo me prohibiré [...] toda pierde su importancia en provecho del examen del
* Tomado de: Jean Clavreul. L’ordre médical. Editions du Senil, París 1978.
** Miembro de la Escuela Freudiana de París.
2 CUADERNOS MÉDICO SOCIALES Nº 7 - MARZO DE 1979
veniente de un descubrimiento de origen extranjero o médico. Tomado sin receta, o gracias al juego de
de un grupo médico particularmente célebre. Es por- recetas dadas por varios médicos, el medicamento
que está presentado bajo tal padrinazgo que es acep- sirve a los toxicómanos. El más antiguo de los medi-
tado y deseado. Debe también ser reputado como camentos, la triaca, debía sus principales efectos a
peligroso para ser considerado activo. P. Benoit7 ha los opiáceos. Todos los medicamentos llamados psi-
justamente mostrado que por el uso del medicamen- cotrópicos, ese refugio para los fracasos de la medi-
to, el médico prueba que tiene el poder de dar la cina, tienen el mismo destino de servir tanto para la
muerte, y por consiguiente, la vida. Es preferible tam- intoxicación del enfermo como para su alivio. Son
bién que sea raro, caro, de mal gusto, doloroso. En portadores de la función de objeto “a”. Están verdade-
esas condiciones gusta más y la palabra placebo ramente “en el lugar de” aquello que no puede ser
adquiere una doble significación debida a una cierta dado. Se necesita siempre más para obtener el efec-
ambigüedad significante: reemplaza al medicamento, to que una pequeña dosis no ha podido obtener.
como lo quiere la etimología y gusta al enfermo. Lo Sufren también a menudo la vocación del objeto “a”,
más importante es que sea llevado por el discurso. de terminar en la basura. No solamente los psicotró-
Esto es lo que sabía el charlatán que, sobre la plaza picos sino todos los medicamentos que tuvieron
pública, elogiaba los méritos de su droga y también el sobre todo por función procurar un bienestar espera-
curandero, que dejaba entender la existencia de un do en otra parte. El fantástico montón de medicamen-
discurso místico, como lo señala también P. Benoit. tos que esperan en la farmacia familiar antes de ser
El medicamento tiene en primer lugar un efec- arrojados a la basura procede de esta función del
to placebo. Es decir que todo medicamento, incluso objeto “a” de ser objeto de rechazo.
biológicamente inactivo, puede traer remisión y cura El médico no puede y sobre todo no quiere
en una proporción apreciable de casos que puede saber nada del efecto placebo. No quiere ver allí más
sobrepasar el 20 %. Todos los médicos lo saben, y los que el efecto charlatanesco de la sugestión, de pro-
“investigadores” en sus experimentos sobre un nuevo cedimientos extracientíficos, indignos de él. Le suce-
medicamento, no dejan de tenerlo en cuenta. Pero es de a veces servirse de ellos, a falta de un tratamien-
para eliminar una causa de error en la apreciación de to eficaz, pero no se vanagloria de ello y sobre todo
la eficacia del medicamento y no para intentar com- no en los congresos médicos. Incluso si su honesti-
prender qué hay allí. Existe un ejemplo particularmen- dad le hace decir a su enfermo que la medicina no
te sorprendente de que la existencia de un hecho puede prácticamente nada y que la enfermedad evo-
indiscutido es enteramente inabordable por el discur- lucionará por sí sola en un sentido favorable o desfa-
so científico. Multiplicar las experiencias concernien- vorable, no dejará por ello de dar una pequeña lista
tes al efecto placebo confirmaría el hecho sin enseñar de medicamentos. Y como el rito debe ser observado
nada más. En el mejor de los casos el médico consi- hasta el fin, el enfermo los comprará, los tomará y la
dera que el medicamento constituye la promesa de Seguridad Social los reembolsará.
un “plus de goce” para su enfermo, una promesa de No más que el dinero, el medicamento no fun-
curación. El no sabe, ni puede saber que el placebo, damenta la relación médico-paciente, pero uno y otro
es ya un “plus de goce” para el enfermo porque esto constituyen un lastre para un acto que necesita que
es algo que se le debe y que se le restituye bajo la un cierto ritual sea respetado, donde la ficción de la
forma banalizada de un comprimido del que se sabe relación se traduce por la ficción de un intercambio:
solamente que es portador de un producto químico billete contra receta. Sin duda los billetes tienen de
de nombre complicado que el enfermo ignora y que el hecho una eficacia para la billetera del médico y los
médico y el farmacéutico conocen apenas mejor. Es medicamentos la tienen para la enfermedad del
su mismo misterio que le confiere el estatuto de obje- paciente, pero es sobre todo el principio de su inter-
to “a” y asegura su eficacia en tanto que placebo. cambio el que debe ser afirmado. Es por ese medio
En psicoanálisis, el objeto no es el de la tradi- que los dos participantes se garantizan el uno al otro
ción filosófica, opuesto al sujeto, sino lo que se liga a que el acto se ha efectuado. Un acto que se dice fun-
él en la fantasía, como objeto (inconsciente) de su damentado sobre la confianza.
goce. Lacan lo llama objeto “a”. El objeto es deduci- Pierre Guicheney8, que ha consagrado su tesis
ble en la medida del psicoanálisis de cada uno. Por lo a la confianza dice justamente “La diferencia entre la
tanto, es la trama misma del acto psicoanalítico. confianza y la credulidad parece residir principalmen-
El medicamento conserva ante el público su te en la calidad de aquél al que se dirige el acto de fe.
función de objeto sospechoso porque está mancillado Lo que implica, creemos, que el sujeto no es capaz de
con su rol ambiguo en relación al disfrute esperado. hacer la diferencia entre ambos. El criterio utilizado
No existe el medicamento que no pueda servir de será generalmente un criterio cultural , es decir su
objeto toxicomaníaco. Prohibido sin receta, controla- relatividad. El enfermo iroqués tiene, en su brujo, una
do, reglamentado el medicamento está en el orden confianza que un parisino considerará como una señal
también la regla que debe seguir el médico, de pres- este siglo, ha enmascarado el hecho de que, el hom-
cribir lo que es necesario. La norma a la cual debe bre del que ella se ocupa, no es lo que él es (más o
acceder el enfermo es una norma natural, aquella por menos enfermo o disminuido) sino el hombre tal como
la cual un organismo sano se mantiene en ese esta- debe ser (el sollen de Kelsen). Mens sana in corpore
do. La norma que aplica el médico es la de un orden sano. El médico no se ocupa del enfermo sino en la
jurídico, que es una ética resultante del discurso medida en que él es, en sí mismo, portador de ese
médico. Una y otra se unen y se confunden en la ideal, de ese sollen. Si no, no pertenece a su jurisdic-
prescripción ordenada por el médico, seguida por el ción porque no es “razonable”. Incumbe al psiquiatra.
enfermo. Asegurar el orden del organismo, es la fina- La discusión del médico con el enfermo no
lidad del orden médico que puede ser llevado a con- puede considerarse como la discusión de dos indivi-
trarrestar al primero durante un tiempo, e incluso de duos que tengan tal vez una opinión personal sobre
manera continua. Es porque el orden médico es soli- los ideales de la sociedad. Se presume que ellos
dario con una idea precisa de la normalidad que él comparten un ideal humanista común. Se entiende
excluye que se vive con ciertas afecciones crónicas, que su “relación” será regulada por esa convención
ciertas invalideces, ciertas taras, hereditarias o no, y implícita. El “mal” médico, como el “mal” enfermo
todavía más, que se muera cuando sería posible vivir. serán caracterizados como débiles para llevar a cabo
La impotencia de la medicina, casi total hasta lo que hace falta para alcanzar ese ideal.