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Los Samaritanos Rechazan A Jesú1
Los Samaritanos Rechazan A Jesú1
El primer hombre,
escriba y experto en la Ley (Mateo 8:19),
era impulsivo y tenía un concepto muy superficial de
lo que era servir a Cristo.
Pensaba en la gloria, pero no se daba cuenta de que
tendría que sacrificarse y sufrir por la causa del
Maestro.
Carecía de espíritu de abnegación.
El segundo
ya era discípulo (Mateo 8:21),
pero no tenía sentido de urgencia en su consagración.
No debemos imaginarnos que su padre ya hubiese
muerto, ni tampoco que estuviera a punto de morir.
Es probable que el hombre haya querido decir: “Te
seguiré después que mi padre haya fallecido.”
La respuesta de Jesús parece indicar que los
espiritualmente muertos se pueden dedicar a sepultar
a los físicamente muertos.
El creyente no debe permitir que nada ni nadie se
interponga entre él y su Dios. Jesús había expresado
este mismo principio cuando dijo: “El que ama a padre
o madre más que a mí, no es digno de mí” (Mateo
10:37). La obra de Cristo es urgente; no debemos
demorarla, ni permitir que otras cosas tengan
prioridad en nuestra vida.
El tercer hombre
se caracterizaba por su distracción.
La respuesta del Señor indica que era como el
agricultor que mira atrás mientras arara, por lo que le
salen torcidos los surcos.
Dejaba que su mente divagara, pensando en los
problemas a los que la gente tendría que enfrentarse
debido a su ausencia.
Quería servir a Cristo, pero también quería aferrarse a
su vida vieja. La mente dividida y la distracción
vuelven inservible al hombre. “No es apto para el reino
de Dios.”
Tampoco es apto el discípulo que es incapaz de
separarse del mundo y de abandonar a sus viejos
amigos mundanos que rechazan al Señor.