Está en la página 1de 5

EL PERDON

Es un gozo saludarle amigo o amiga que escuchas, mi nombre es


Eduardo Hernández, de la congregación Reino de Dios en Caracas
Venezuela. Quiero tomar unos minutos de tu valioso tiempo para
hablarte de algo muy importante como lo es el perdón. Les relataré una
breve historia de reflexión.

Leonardo da Vinci fue un hombre extraordinario en la historia. Fue un


ingenioso inventor, un notable ingeniero y un diestro pintor. Justo antes
de iniciar su renombrada obra de arte “La última cena” tuvo una
violenta discusión con uno de sus colegas pintores.

Da Vinci estaba tan furioso y enojado que quiso vengarse de su


adversario retratando a Judas Iscariote con el rostro de su enemigo. De
esa manera, pensaba Da Vinci, que ese otro pintor sería despreciado por
generaciones.

Tomó los pinceles y lo primero que hizo fue pintar la cara de Judas
Iscariote. Para todos era obvio que el Judas Iscariote pintado por Da
Vinci era idéntico al pintor con quien tuvo la pelea. Pero luego sucedió
algo inesperado. Cuando le tocó pintar el rostro de Cristo, no le salía lo
que él tenía en mente. Varias veces tuvo que borrar lo que había hecho
para hacerlo nuevamente, pero por más empeño que ponía, no lograba
plasmar lo que quería. Parecía como si hubiera una fuerza sobrenatural
que estaba afectando negativamente su reconocida destreza para la
pintura.

Mientras meditaba en lo que podría estar pasando, llegó a la conclusión


de que la razón para no poder pintar el rostro de Cristo era porque
había pintado el rostro de su colega pintor en la figura de Judas
Iscariote. Arrepentido por lo que había hecho, borró el rostro de Judas
Iscariote, y comenzó a pintar una vez más el rostro de Cristo. Esta vez
logró lo que quería. Había quedado plasmado para la posteridad esa
formidable obra de arte.

No se puede retratar el carácter de Cristo cuando el corazón está lleno


de odio y rencor contra alguien que nos ha causado algún daño. El
mejor y único remedio para el rencor es el perdón y esto es justamente
una característica de la vida auténticamente cristiana.

Al hablar del perdón, pensemos primero en la definición del perdón. En


lo secular, perdón hace referencia a la acción de perdonar o ser
perdonado. Veamos que nos dice la Palabra de Dios sobre el perdón:

⮚ En Éxodo 34:9 leemos: “Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en


tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo
de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y
tómanos por tu heredad.”

⮚ Mateo 6:12 nos dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también


nosotros perdonamos a nuestros deudores."

⮚ Efesios 4:32 nos dice: “Antes sed benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os
perdonó a vosotros en Cristo.” 

⮚ En Lucas 6:37 nos dice: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no


condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados.” 

La falta de perdón es como una cárcel que atrapa a sus víctimas. El perdón es
equivalente a abrir el cerrojo de esa cárcel. Cuando perdonamos
quedamos en libertad. El mejor favor que podemos hacernos nosotros
mismos es perdonar.

Perdón entonces tiene que ver con remover obstáculos que impiden
comunión, con enviar tan lejos una ofensa, para que no estorbe la
comunión, con recibir el favor inmerecido de que una falta no cause una
división y con quedar libre de la prisión que es la falta de perdón. Con esto
en mente pasemos a tratar el asunto de la descripción del perdón.

Perdón entonces tiene que ver con remover obstáculos que impiden
comunión, con enviar tan lejos una ofensa, para que no estorbe la comunión,
con recibir el favor inmerecido de que una falta no cause una división y con
quedar libre de la prisión que es la falta de perdón. Con esto en mente
pasemos a tratar el asunto de la descripción del perdón.

En primer lugar, es obligatorio. En Marcos 11:25 nos dice: “Y cuando estéis


orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro
Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.”

El verbo perdonar está conjugado en tiempo presente, modo imperativo, voz


activa. Esto significa que perdonar es una orden válida en todo instante. No
es cuestión de que perdono si quiero perdonar o si no quiero perdonar no
perdono. Tampoco es cuestión de que perdonaré cuando sienta que debo
perdonar, pero como ahora no siento perdonar no perdono. Nada de eso. El
perdón es una obligación. Es una orden. Si no estamos perdonando estamos
en pecado.

Segundo, el perdón es incondicional. Colosenses 2:13 dice: “Y a vosotros,


estando muertos en pecados y en la incircunsición de vuestra carne, os dio
vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.”

El hombre no está jamás en su mejor momento cuando Dios le alcanza con su


perdón. El texto dice que el hombre estaba muerto en pecados y en la
incircunsición de su carne. Es decir en un estado miserable. Sin embargo,
Dios vino a él y le perdonó. Dios no puso condiciones para otorgar el perdón.
Dios no dijo: Si dejas de pecar te perdono, o si me prometes que nunca más
vas a pecar te perdono. Nada de esto. Dios simplemente perdonó sin poner
ningún tipo de condición. Así debe ser nuestro perdón a otros. Jamás diga a
quien le ofendió: Te perdonaré si prometes que nunca más me vas a volver a
ofender.
Tercero, el perdón es completo. Jeremías 33:8 dice: “Y los limpiaré de toda
su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados que
contra mí pecaron, y que contra mí se rebelaron.”

El perdón de Dios es absoluto. El texto dice: Yo los limpiaré de toda su


maldad. Yo perdonaré todos sus pecados. Así debe ser nuestro perdón a
otros. Jamás diga: Te perdono por esto, pero por aquello otro que me hiciste,
no te perdonaré jamás.

Cuarto, el perdón es persistente. Mateo 18:21-22 dice: “Entonces se le


acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que
peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino
aun hasta setenta veces siete.”

En la época de Jesús enseñaban que se debe perdonar hasta tres veces.


Pedro pensó que estaba siendo generoso, estando dispuesto a perdonar
hasta siete veces. Quizá esperaba las felicitaciones de Jesús. Pero Jesús puso
las cosas en su verdadera dimensión cuando dijo: No te digo hasta siete, sino
aun hasta setenta veces siete. Esto no significa que debemos contar las veces
que alguien nos ofende y perdonar hasta que llegue al número setenta veces
siete. Lo que está diciendo Jesús es que debemos perdonar siempre que nos
ofendan, el perdón es persistente.

Por último, en quinto lugar, el perdón es permanente. En Salmo 103:12 nos


dice: “ Cuánto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros
nuestras rebeliones.”

Cuando Dios nos perdona, su perdón es permanente. Dios en realidad olvida


las ofensas que ha perdonado. El ser humano no siempre está en capacidad
de olvidar las ofensas que recibe, pero lo que sí puede hacer es un
compromiso delante de Dios, para nunca jamás hacer referencia a una
ofensa perdonada, para reclamar o buscar venganza del ofensor. Si
pusiéramos esto en práctica, habría, por ejemplo, menos motivos para pelear
entre esposos. Porque algunas parejas discuten y se sacan el historial, que tu
me hiciste esto y aquello, pero recuerda que tu también me hiciste aquello,
pero yo te pedí perdón y tu me perdonantes, etc etc etc, una persona que
actúa así, aun no ha entendido que el perdón es permanente.

¿Tiene Usted algo en contra de alguien que le ha hecho algún mal?


Reciba un buen consejo. Hoy mismo perdone a esa persona. Si puede
hablar con esa persona para decirle que le perdona, seria excelente.
Lamentablemente no siempre es posible, porque se dan casos cuando
los que nos ofenden no nos quieren ver ni de lejos. Pero aún en casos
así, perdone. Es el mejor favor que puede hacerse a Usted mismo.

También podría gustarte