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04-017-169

Sistemas Económicos (Rieznik)


16 copias DEL FEUDALISMO
AL CAPITALISMO
Astarita, Carlos; “La conciencia de clase” En Del CAMBIO SOCIAL Y POLÍTICO
feudalismo al capitalismo. Cambio social en Castilla y EN CASTILLA Y EUROPA OCCIDENTAL,
Europa Occidental, 1250-1520. Valencia, 2005. Pags 173 1250-1520

a 198
Carlos Astarita

UNIVERSITAT DE VALENCIA
1/16
UNIVERSIDAD DE GRANADA
2005
ÍNDICE

Introducción 9

LOS CABALLEROS VILLANOS . 29

CATEGORÍAS DEL ESTADO ... 67


Esra ¡mbticucirin110 puede ser rl'producida, ni towf ni pmúafmeJI/1',
ni registmda t:/1, o trmHmitida pm; 1111 sÍSU'IIl(l de rtTIIperución de il({ormodrin,
EL ESTADO FEUDAL .. 85
en ninguna forma ni por ningún medio. ya .w•a.fátmru:cdnico,Jútm¡ufmico,
electrónico, ¡wrfo/O('OJÚa o por cualquit•r 0/rt>, sin el permiso prc\'io de la editorial. PROCURADORES PECHEROS .. 113

LA INDUSTRIA RURAL A DOMICILIO . 145

LA CONCIENCIA DE CLASE .. 173

EL INTERCAMBIO .. 199

@ Carlos Astarita, 2005 SICILIA, TOSCANA Y CASTILLA . 213


11~
De !<1 presente edición:
Puhlicacions rk la Universitat de Y<IICncia y Editorial Universidad de Grarnda, 2005 DOCUMENTOS Y BIBLIOGRAFÍA .............. 235
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2/16
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172 CARLOS ASTARITA

Liberados de esa prisión conceptual por la riyueza del objeto real en su LA CONCIENCIA DE CLASE
facticidad, constatamos que es la dinámica feudal la que crea el nuevo siste-
ma por una causalidad que hunde sus raíces en relaciones de propiedad y de
apropiación de! excedente. Ese mismo núcleo problemático permite compren-
der la crisis de autosubsistencia campesina, que, sumada a factores exógenos
como la peste. dio una mortalidad catastrófica. La explicación remite a los
fundamentos del modo de producciún. El_ nuevo régimen económico sur~ía
eittonces en compatibilidad genético-estructural con el régimen dominante,
y c-¡~1-CJi()..~lParecía el sujeto d_e la transformación_. ~~a coinpatibilidad fue tam-
hié~~-~~·-c-~íliSa-uc-~laWCompatibilidad. Ant~ el empr~~~U!lOCapi_táliSül·se·al1ría
la.. a!lcr-lllltlv~a-ac la áCC!On para llbCfa;;e -Se "t-;:-,dO-Ci -¡;;;tramado sÜcior)olítié:o
y socíóCC(úiülfíl~_Q~(¡~U~Gj~~~l}ügiil:iii:desanD.iíO. El movir~1iento ele la ~st¡yc­
lura y el movimiento del sujeto no sOJ!_RUes dos p~IZ1ridadéSque ~;;;~~~~Y~n
mulU~uncrliC-~VOf--Ci-C{)!it-f;rio: ~nt;~~en-cldrulilli de"la !E.ifil~ida UcU.Il~-tliáCI(m
óil'f~Túariii Col1 roles protagónicos diferenciados en escenas diferenciadas.
CQ~--~-1 ~~Ü~~Q_<J~__l<:!___~~~-~~~~~-iQ!~_:__ !~~--~-()_1_~-~L~lSJ_ll_~S de .la lucha_d_~ __c_lase~~ se INTRODUCCIÓN
resuelven en condiciones cualitativamente distintas, en lucha política-~AhOra
todo_:- ~e--a¡ fílTIC- ·rhl·--so 1á'j)()~: -Ja: C{)ri:e_¡ UCT(S ~1~-J ~ -i'il~iU CfZflli-dC-~dUses-, _-s-¡ ,]0--úliñ-
Indagar acerca de una posible ~'~J-ncTcncia de el as~ del campesino medie-
b ¡él~~e-~~~- .!JTé un S_~~-'! ~I~~-~~9_4~_Ú l~ties ~ La l~i stól·i ~1- e-s -e¡- p¿ -¡a·-
~~l~~~ ~¡k ~;¿;s~- val supone delimitar. entre las ideas que l)U:CdC-i-i-í"rñpregnar su mentalidad: \
tricta necesidad y Jc la más aleatoria contingencia. Es la negación del inde-
aquellas que hacen referencia a CÓ!J)Q_~-~-~~e_~~~~~~--~:~!t~c_i_<,H}_gs ~e explota-
terminismo irracional y de la determinación teleológica. No es ésta una
ción, sus sentimientos de id~-'-~~~~3-~-~.L~9J~-~t.iy~~-~-V_QPQ:?i9ión a otras clases y el
premisa teórica, sino una fón.nula que conceptúa las divergentes trayecto-
despliegue de esta conciencia en el c_~!_lliS:JQ__soci.ai que a su vez promueve.
rias históricas.
Pero un análisis de este tipo tropieza con tales dificultades, que puede chm-
En Inglaterra, los acumuladores capitalistas que se rebelaron en 1381
dicar su plausibilidad como programa de estudio.
terminaron por obtener sus reivindicaciones en la centuria siguiente. Ingla-
En principio, no deja de asombrar la débil respuesta campesina ante el
terra lograba así una posición excepcional en la marcha al capitalismo, y
señor en comparaciórl--t.=-~-~ g;;d~~JC Ofg~ii1iZaciÜn, autonomía ideológica y
ello se habría debido al resultado del conflicto, sin incidencia de una crisis
de la clase dominante.¡¡r, Un círculo de explicaciones políticas, que en cierto espíritu comhativo que históricamente exhibió e! proletariado moderno. Los
momento se imaginaron, deberían abandonarse: los señores ingleses no su- ejemplos de enfrentamientos entre señores y campesinos, desde el siglo IX
frieron pérdidas con la prolongada guerra con Francia ni se empobrecieron hasta la segunda mitad del XIV, indican que no hubo nada que pueda ser
con la guerra entre los York y los Lancaster (Thomson. 1995, pp. 70-71 ). En catalogado como un connicto político abierto, y el antagonismo social sólo
Castilla, por el contrario. la derrota de los empresarios del paño llevó a un se muestra en el estudio particular.' Esto tiene su trascendencia para com-
prolongado bloqueo del desarrollo capitalista. Una vez más, comprobamos prender la estructuración de [a sociedad, si consideramos qufa fase depri-
que la riqueza de las situaciones reales disuelve la rigidez del esquema. mida del conflicto, que permite gravosas obligaciones tributarias, fue el punto
de apoyo de Arquímedes para el proceso acumulativo feudal y la reproduc-
01
' !-lada 1520, cuando los conHmeros de Castilla eran derrotados, empresarios del paño in· ción ampliada de la clase dominante.!. Desde que la implantación del señorío
gleses habían logrado una considerable acumulación de riquents, ver Cornwall, 1964-1965. se torna irreversible, los campesinos fueron sometidos con escasa posibili~
Se han discutidn los alcm~t:es de 1381 en el desarrollo de Inglaterra. En especial. si e! aumen-
dad de respucsla. asistiéndose a un cambio de orientación con respecto a los
to de_ la l_ibertad carnp.!,'_hl.!!.<.t y_ll~ Jg~ arren1at~_lit;n!ys __ capi_ta!ist.<ts Gtl_~l :;iglo xv fueron ¡'esliltri-
do dcJaJucha de clases, tesis tradici{mai marxista,~) fueron resultado d~ fucrl.as económica~.
Aquí seguirnos la primera explicación. Pero aun rechazándola en su forma más contundente.
3/16
Por ejemplo, Valdeún Baruque. 1990. En e! sistema csc!avi~ta se presenta una situa-
1
dehe admitirse que 1381 no detuvo la marcha hacia mejores condiciones de acumulaci<ín ca-
pitalista. Entre 1330 y 1500 cayó la servidumbre, mejoraron las condiciones de comercia- ción parcialmente similar. I'Íd., 1--Iindess. y HirsL 1979, pp. ! lJ y ss.; Vida! Naquet, 1977,
lización para el campesino y crecieron !as áreas lexti!cs. Ver Britne!l. 1996, pp. 202 y ss. p. 26.
174 CARLOS ASTARJTA LA CONCIENCIA DE CLASE
175

recunentes movimientos sociales que se dieron entre los siglos v y VJI. 2 La velar una preocupación compartida por los científicos sociales ante la resig-
uniforme consistencia de este renujo de la lucha de clases nos inhibe atri- nada pasividad de una clase social que se identifica, en diversos contextos,
buirlo a circunstancias aleatorias o a una particular sedimentación cultural. por la imposición tributaria qu~ pesa sohre su tierra de trabajo.
Si la dependencia personal pareciera ser un modus vivendi tolerable, la Un pequeño artículo de R~-.Yn~t Pastor sobre consenso y coerción en la so-
esfera de h}_representación social se impone a la atención historiográfica. ciedad medieval expone la coniplejidad del prohlema. La premisa de Mauricc
Rodney ~n afirn:!ª---~--~.L~~~-!~mo campesino no alcanzaba un cuestio- Godelier de que el consentimiento de los dominados a su dominación es la
namiento del STStema, conducta que sólo se- modifica con la sublevación fuerza más fuetie del poder, es sometida al juicio de sus propias investigacio-
ingT~~~l!~9~~-e-Sta fue Í~1pulsada por los yeomen, acumuladon-;~ nes (Pastor de Togneri, 1980; 1985). El resultado es una ten~ión entre docu-
en sentido capitalista, cuYOS Objetivos contradecían los fundamentos del feu-
LI!e)1tOs que sólo ex~H2en...el rechazo campesino al dominio señorial y una
dalismo.3 Sostiene que el campesino ha interiorízado los valores de la clase
dominante, adoptando de hecho la categoría de consenso, entendida como
a~Ji!adón del ~p·~~s.~Q..!~-q~~i~ -~i-~:2. h~!ij~~,lcO-tiseJlso, surgiría un estado de
g~erra p-;rmanentc, que !~~ilú!l.!~!~!~·-····---·-···-·
----.----------- la r~Producción- social.
coparticipación en representaciones que inducen a una adhesión de volunta- ' ..

des.4 Los medievalistas participan de esta perspectiva propiciada por Hilton. 5


Persuadido del rudimentario nivel intelectual del campesino, el investiga··
LAS EVIDENCIAS PRAGMÁTICAS
dor moderno suele desconfiar de la competencia del subalterno precapitalista
para autodefinirse en oposición al sistema. Este postulado fue admitido por
una generación de medievalistas, cautivados por el dinamismo de las clases Los testimonios sobre comunidades campesinas en concejos castellanos
urbanas frente a la inmutable tradicióñ del mundo rural (paradigmáticamente, de la Baja Edad Media permiten expresar un fundado escepticismo sohre la
Romero, 1967). opinión historiográfica prevaleciente: los moderados reclamos de las comu-
En la interpretación de Hilton se... reconoce una afinidad con el conocido nidades, con su adhesión al sistema, no emanaron del campesino tipo some-
modelo antropológico de James C. Scout (1976) (basado en el sudeste asiático tido, sino de la elite social aldeana con un rol asignado en el sistema recauda-
contemporáneo), que re.Ja_c_~2.!!'!!~.~onciencia social (una especie de «econo- torio y en la domesticación del conflicto. 6 Nada indica que los vecinos de la
mía m01·ah>) c9_11_IQ~ f~l14~~~~ntos d~ l!~l1~ m~idad doméstica limitada a ohjeti- aldea, gravados con tributos, participaran de la co.smovisión de sus reprC··
vos de consumo f.i.siológiGQ~ originando una ética de subsistenciª q]J<;.SHúa sentantes y, por el contrario, Jos enfrentamientos sectoriales fueron frecuen-
en-~f~~ro cte-¡a·;
!~.~~gill!i..¡;:ª!'DP~Sinu.~, El enfrentamh";nto co~tra el régimen
_'"
imperante______ se daba_gmmQq se alteraban los niveles d~. r~pr.0Ql!CC"i6ñ.
sólo ·--··-·-·-·-
No se apeló a este último ejemplo para indiferenciar en una abstracta
tes en la sociabilidad comunal.
Esto nos impone el primero de los escollos cognitivos. En la medida en
que la conciencia del campesino medio no está representada por la aristocra-
sociedad preindustriallas cualidades del campesino medieval, sino para re- cia comunitaria, esta búsqueda se complica :-;i se debe renunciar a las fuentes
discursivas más acabadas y regulares que nos han llegado de las comunida-
2 Un ejemplo de la resistencia en el norte hispánico, Rodríguez, 1984, doc. 4, a. l 046. des. No tenemos hoy más que recortes de la expresión verbal del campesino
Independientemente del criterio con que se entiendan las asambleas por la «Paz de Dios» medio, poco confiahlcs además, como manifestación de su verdadera subje-
(respuestas pnpúlares ante los señores o lucha entre elites) los testimonios sobre reacción de tividad, tanto por la mediación del escriha como por los condicionamientos
los campesinos son escasos en el panorama europeo, cfr. Fossier, 1984, l, p. 207. Con res-
pecto a las cartas de franquicia de los siglos Xll y Xlll (que merecen un tratamiento particular) del que declara, 7 aunque son, para nuestro propósito, más aprovechables
no representan un cambio en la naturalez¡¡ de la explotación. Sobre Jns movimientos del siglo que las descripciones que sólo proporcionan un estereotipo de su mentali-
val VI!, Astarita, 2000. dad (Martin, 1996, p. 345). Otro tipo de testimonios nos acercan un poco
1
· Hilton, 1978; 1988a; t988h. Para Castilla, Lacreu, 1998, subraya el cambio del con-
flicto entre la segunda mitad del siglo xv y principios del XVI.
-' Hi!ton, 1978b a pesar de que en ciertas circunstancias el campesino pudo haber desa-
6
n·ol!ado tma conciencia de clase (p. 14), << ••. the ruling ideas of medieval pcasants seem to Ver Capítulo 4. Este aspecto que estudié basándome en documentos tardo medieval e:-.,
ha ve been the ideas of the rulers of society as trausmíted to them in innumerable sermons puede verse en otros períodos, por ejemplo. Rodrígue.~:, !984, doc. !7a. ! 149, en el fuero

conflicto los mejores del concejo concurran al cabildo a deliberar aceren4/16


about the duties and the charactcristic sins of the various order of society» (p. 16). También, dado a Nocedas de Cabrera por el abad Pedro de Montes (tít. 9) se establece que en ca:.o de
Hilton 1988c, p. 18. de su"' derechos.
5 Por ejemplo, Barros, l 990. p. 43; Saavedra, 1996. 7 Luis Lópczy del SerQuijano, 1991, doc. 160. año 1489, p. 601.
CARLOS ASTr\R!TA LA CONCIENCIA DE CLASE 177
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más al objeto de estudio. Se refieren a sublevaciones o a reacciones por nor- la aristocracia comunal. 11 Pero también disponemos de otros testimonios
mas abusivas.~ Sin embargo, aun no siendo totalmente desechables, deben que no sólo dan cuenta del repudio al «mal uso>>, sino al que se ha estableci-
tomarse con precaución, ya que en circunstancias de conflicto, los ánimos do con regularidad, como el diezmo, eludido por comunidades que ocultan
exaltados pueden llevar a confundir lo que sólo fue una fluctuación episódica sus rendimientos cosechando de noche y enfrentan a los recaudadores. 1 ~ El
con la conducta habitual. Una consideración similar sugieren algunos tex- desplazamiento físico por los términos para no pagar era una acción habi-
tos, como el Tratado de los J>ensamientos l'ariobles, de autor anónímo de tual de similar contenido. u Esta negativa a satisfacer tributos y diezmos
finales del siglo XV, que en nombre de los labradores instituye un K .. duro podía acompañarse de otras modalidades contestatarias en aquellos conce-
requisitorio contra el régimen señorial» (Pérez, 1995, p. 95). Por ello, tal jos rurales que desconocían las iglesias parroquiales al haber adoptado una
vez convenga aclarar que sería tan f~ícil mostrar una conciencia radicalmen- ermita propia y una organización juramentada. 14 Una manifestaciún parale-
te contestataria por testimonios excepcionales como lo es abogar por el con- la, pero de distinto alcance en cuanto impugna la discriminación estatutaria,
formismo de una masa indiferenciada por las expresiones más corrientes de proviene del archivo de la catedral de León en el siglo xv, cuando se denun-
las aristocracias aldeanas. cia que en algunos lugares los legos quieren que los clérigos paguen con
Pero si en el plano verbal la conciencia del subalterno se nos ofrece como ellos presionando a los eclesiásticos con no pagar ofrendas y limosnas. 15
un cuarto oscuro que impide discernir sobre su subjetividad, los registros de Hay indicaciones en este testimonio de que se trata de un enfl·entamicnto
su conduela social pueden decir mucho acerca de la conciencia en su forma alentado por señores laicos, enfrentamientos que nos muestran a los domi-
práctica. Ello significa considerar las respuestas que desarrolla el agente nantes utilizando la lucha de clases para conquistar posiciones en la compe-
social no sólo como conciencia discursiva, sino a través de una serie de tencia feudal, aunque también son consistentes los indicios de una oposi-
comportamientos creativos, que configuran un complejo de acciones signi- ción específicamente plebeya. ji, Si éstas parecen ser pruebas convincentes
ficativas ante el marco de su desenvolvimiento. de la existencia de un rechazo que va más allá de una reacción contra agra-
Comencemos por revisar qué es lo que emerge de nuestro fichero docu- vios irritantes, no son de menor entidad las que surgen de las invasiones
mental castellano leonés sobre el ágrafo que encuentra en el comportamien- sobre espacios señoriales mediante desplazamientos de los límites de las
tcnencias. 17 La tierra, objeto en que se expresaba el desconocimiento de la
to cotidiano su universo expresivo.
propiedad impuesta, podía sufrir también las manifestaciones violentas del
Los testimonios afloran de manera dispersa y en pequefías cantidades,
descontento aldeano, como un lugar que en 1414 fue quemado,<< ... porque
como es esperable: los dominantes dejaron pocos registros sobre sus labra-
non queryan los que allí mora van obedecer a Ávila et a los caballeros ... ». 1 ~
dores. Pero no interesa tanto la excepcionalidad corno la COI\junción de si ..
Una hostilidad abierta o larvada entre las clases impregnaba la atmósfera
tuaciones de campesinos poco inclinados a consentir el papel que se les
social de los concejos con una tensa convivcncia. 1<J
asigna como sostenes del organismo social. Un primer atributo de lo que
puede ser considerada una subcultura específica está dado por incidentes de 11
Dt: Colnll'nares. ! 969, p. 436; Ubicto A1teta, 1961, docs. 54, 1 17, 1 1S. 120. 124; Sáez.
rechazo al señorío con sus obligaciones adheridas. 9 Es consustancial a esta 1956, doc. 1!7.
actitud la no aceptación de las rentas y, posiblemente, el desconocimiento 12 Martín. 1982, doc. !53. afio !255.
1
del sefíor y de las rentas dcha ser considerado como una única acción parti- -' S;ícz. 1953. Apéndice, doc. 27. afio 1 373: Ubieto Arieta. 1959, Ordcnanzu:, de Riaza.
ley 13a: Olmos Hergucdas. 1998. Ordcnan/.<IS de Cuéllar, ley !46.
cularmente antinobiliaria. 1° Constituye éste un punto analíticamente delica- 11
· Oceja GonJ.alo, 1986. doc. 392, afio 1293.
do, porque muchos documentos indican la negativa del campesino a hacerse l'i Áh'are1. Álvarcz. 1995, doc. 3436, afio 1426. pp. 207 y 210.
cargo de exacciones ilegítimamente situadas fuera del «Uso y costumbre», ¡¡, Ídem, p. 207. Tal ve'!. puede relacionarse con esto lo indicado en un doclllllCnto ante-

reclamación que se encontraba por lo general apoyada por los miembros de rior, l, afio 136!. pOI' el cual sabemos que el cabildo se quejaba del deterioro de las rentas y
pensiones:« ... cotidie dcterius et tardibus soluehantur penssiones perillos t1ui arremlac!ioncc;
et po:--.sessiones a dicto capitulu ad firman tenebant. .. » (p. 27).
17
Del Ser Quijano, 191)5, doc. 63. año 14?17: Jel SerQuijano. 1987, doc. 62, afio 14RI.
0 Del Ser ()ui_jtulo. 1005, doc ..N: i'v·lontcrin Tejada, l 997. ¡x Luis Lúpcz y del Ser Quijano, 1Y90, doc. 76. p. 33 l.
19
" Pued(' observarse en distintas situaciones. Rodrigue/.. 19X4. docs. 4, 87 y lN: r:ranco Chacón Uúmo. Monedero. 199X. doc. 29, carta de avenencia de !os caballeros y escu-
Silva 1996. Apl'ndice documentaL p. 107.
1
" Vil lar García. 1990. doc. 22Y: Dfazdt: Durana. I9X4. Apéndice, p. 236: Martín Fuer-
5/16
deros. que representaban mediante el poder señorial, para defenderse contra posible,; agre-
siones de lo:--. aldc<utos {heridas. muertes, ele.); doc. 46. sobre una aldea que no quiere obede-
te<.. 19l)S. doc. 4. cer al concejo.
178 CARLOS A.STAR!TA LA CONC!ENC!A DE rt.ASE 179

El señor, cuyos intereses interferían sobre variados aspectos de la exis~ de los educados reclamos de las elJtes aldeanas, se presentan como distintas
tencia comunitaria, desencadenaba calculadas respuestas críticas, como mues- versiones de un único comportamiento trasgresor.
tran los moradores de Potes en 1505, organizados para boicotear la taberna La mera continuidad del «mal uso>r no transformaba, por otra parte, las
del monasterio de Santo Toribio de Liébana: ni los hombres consumían ni acciones del señor en prácticas aceptadas. En los deslindes de tierras
las mujeres vendían ni tampoco autorizaban que los «foráneos» la proveye- concejiles de la Baja Edad Media, los comunales suelen permanecer durante
ran, conflicto que es una prolongación del uso ilegítimo que los del concejo muchos años apropiados por señores o caballeros sin que el campesino olvi-
habían hecho de la dehesa y del prado señoriaJ.2° de sus derechos, y cuando la oportunidad se presentaba con la presencia de
Una de las expresiones más contundentes de que los campesinos eran una autoridad enviada por la corona, el testigo extraía del fondo de la memoria
imperfectos observantes de las normas se encuentra en un señorío particular colectiva los argumentos acusatorios contra el apropiador, aun cuando éste
de Á vil a, donde, a causa de haberse establecido que los solteros no tributa~ pretendiera legitimarlo por <.:costumbre inmemorial». 2sTumpoco sorneterse
ban, «muchos» rehusaban casarse. 21 Rechazar un sacramento y una nueva a una determinada jurisdicción, como hicieron tributurios ele Tolosa hacía
unidad de percepción indica que el campesino se representaba su situación mediados del siglo xv aceptando el señorío urbano, para defenderse de los
en términos críticos más vastos que una simple conciencia de reproducción señores de la comarca, es sinónimo de consentir la dependencia sot:ial, como
fisiológica. Tenemos también el derecho de preguntarnos cuántas veces esta esos mismos tributarios demuestran negándose a cumplir las gabelas que les
actitud se habrá repetido sin haber dejado huellas en los documentos. El exigen ~us protectores.26 El malhechor feudal, por otra parte, podía encon~
repertorio de medios a los que el campesino apelaba para expresar sus sen~ trar la decidida resistencia de los labradores cuando aparecía por la aldea,
timientos era variado, y se materializaba en una gama de conductas contracul~ como experimentaron los caballeros del duque de Alba hacia 1450Y
turales recreadas y redefinidas de acuerdo con las circunstancias. Algunas, Ante una recursiva conducta disidente, las violentas insurrecciones «de
como la murmuración acusatoria, parecen provenir de tiempos antiguos y labradores a voz de común» 211 se pueden apreciar mucho menos como furores
reiterarse a través de las distintas épocas inscribiéndose en una conducta súbitos que como una expansión en la ~upcrficie de una conciencia crítica
recurrente que no presenta sesgos conformistas. 22 Los subalternos desplega~ subterránea. L,os campesinos sublevados simplemente no cumplen con las
ban un rosario de alternativas para alcanzar ventajas ocasionales, y ciertas disposiciones que se les imponían, utilizan a su antojo las tierras que el se~
actitudes, como el despoblamiento, podían combinarse con una deliberada ñor se había reservado, y en todo sentido actúan como sí hubieran encontra-
manipulación de las disensiones entre Jos dominantes. 23 En un espacio so~ do las condiciones originarias de libertad que buscan en su vida cotidiana. 2''
cial donde no «hay hombre sin señor», el fraccionamiento jurisdiccional No es el momento de abundar sobre una encuesta digna de ser continua-
ofrecía un margen de maniobras para mejorar circunstancialmente la situa~ da pero, desde ya, nos asiste el derecho a desconfiar de expresiones de sumi-
ción. 1.¡ Surgían así estrategias de inconfundible contenido popular que, lejos sión logradas bajo presión coactiva. 10 Aun la más ostentosa aceptación hacia

25 Luis López y del Ser Quijano, 1991, doc. 166, a1ln 1489, PP- 620--621; doc. 158. p
211
Álvarez LJopis, BJasco Campos y García de Cortázar. 1994. doc 536. 588; del ScrQuijano, 1998; Bonilla de la Sierra, doc. 26, año 1496, pp. !28 y ss.
21 2" Lema Pueyo y Tapia Rubio. ! 996, doc. ! O, a. 1450, P- 23.
Btasco, !933, p. 420.
2" Bartolomé He n-ero, 1995, apéndice, pp. 333, 344; Vives, 1963, Concilio de Mérida, 27 Vaca y Bonilla, 1989, docs. 14!, 142 y !43_ En este enfrentamiento nuu:re tt!l campesino
2
año 666, can. XV. ~ Rosell, 1953, Crónica de A(fón.w XI, p. 197.
2
23 De Lera Maíllo e/ al., 1998, doc. 102, afio 1343, p. 95; Rodríguez, 1984, doc. 29. afio ~ Pujo! y Alonso, 1920, en el Fuero de Sahagún se sostenía que si alguno cofl<tse del
1165, el obispo había dado !a villa de Toldanos a un caballero y !os vecinos la despoblaron monte del monasterio aun tan sola una rama que sea puesto en la cárcel (p. 1 19). Cuandu
con apoyo del conde Pedro Alfonso reclamando la heredad como propia. Se Ucga a un acucr· estalla la rebelión, no sólo los campesinos dejan de pagar los tributos (p. 245), sino también
do relativamente favorable para los campesinos. Pereda Llcrena, 1984, dncs. 312 y 313. año parecen usar !as ticrrus libremente. Lo dice la crónica refiriéndose a los humildes artesano.~
1295, en un contlictn entre el concejo y el cabildo de la catcdrnl se inluye que los vecinos («personas muy hiles»). segttramente de tipn ruraL y agrega.« ... e ya si alguno les reprehcndic~e
obtenían ventajas. desde no pagar hnsta la utilización del agua. de los exs:esos sobredichos o les contradixcse, dununentc respondiendo dc¡;ían: de parle del
2
'' \1artín Fuertes, 1998, muchos son los testimonios sobre moradores que se niegnn a diablo fue e vino quien donó a los monjes poseer tal heredad ... » (p. J56). El vínculo de esta
tributar alegacdo que no pertenecen ala jurisdicción, docs_ 140, !57. 172 (siglo XIV). Ídem, conducta en la rebelión con comportamientos usu;tles se muestra en Luis López y dd Ser

6/16
en doc. 205 año ! 364, íos momdores de Villadango.s se reconocen alfoceros de la ciudad de Quijano, 1991. doc. 186, <tño 1490, p. 759. Similar conducta para otros períodm. Lucas
León diclendo que « ... estauan muy pobres por muchos agrauios ... )> (p. 281) que les hiciera Álvurez, 1986, doc. 46, año 933.
su sei'íor, Pedro Álvarez Osorio. .w En Rodríguez, 1984, doc. 87, año 127t.l, pp. 259-261.
180 CAHLOS ASTAR!TA
LA CONCIENCIA DE CLASE 181

el señor se daba en un marco de simulación ante lo inevitable, incluyendo LA TEORÍA SOBRE CONCIENCIA DE CLASE
dramatizaciones con un cálculo de conveniencias prosaicas~ y, en algún 1

caso, la ceremonia de subordinación se confunde con la sanción degradante Rodney Hilton y James Scott, autores que nos abrieron la revisión del
como represalia por la muerte de un miembro de la comunidad sefíorial.-12 problema, participan del mismo clima cultural, el de los historiadores mar-
Los aldeanos que colaboraban con el señor podían sufrir diversas situacio- xistas ingleses. Comparten con los miembros de la escuela dos premisas
nes que gravaban con una costosa incomodidad la ventaja potencial de su sobre e! tema: 1) la conciencia de clase es peculiar de la sociedad industrial;
conducta: desde las agresiones colectivamente concertadas, hasta los jui- 2) otorgan a la experiencia un rol metodológico central para comprender el
cios peyorativos, el «lenguaje de clase» perturbaba la convivencia vecinal.:n fenómeno. Cuando Hilton defme la conciencia del campesino medieval, como
Estas evidencias, todas ellas extraídas de situaciones geográficamente conciencia negativa, la contrapone implícitamente a la conciencia de clase
restringidas, expresan un hecho generaL La copla inglesa que se recitaba en del obrero capitalista.-H Por otro lado, esta cualidad del campesino la esta-
la revuelta de 1381, «Cuando Adán cavaba y Eva hilaba, ¿quién era el se- blece describiendo situaciones en las que éste rechaza los agravios señoria-
ñor?>>, impresiona tanto por su radicalidad subversiva como por su ÍITadiación les y aspira a conservaf las costumbres heredadas, y sobre esta base actúan
en alemán, holandés, sueco y lenguas eslavas (Burke, 1991, pp. 99-100). los ideólogos de la clase dominante otorgando una forma precisa a la acep-
Con espíritu aristotélico, podemos ver en el campesino español de nuestros tación del sistema. En el relato ele Hilton, el campesino se acerca a una con-
documentos a todos los campesinos medievales con respuestas sociales que ciencia de clase en determinados momentos, cuando siente la injusticia del
nos orientan hacia una conciencia crítica disidente. señor que eleva las rentas y degrada su estatuto social, con lo cual, la parcial
Los testimonios del esquema subjetivo del agente no explican, sin em- superación del conformismo habitual obedece a un mecanismo puramente
bargo. la naturaleza de una conciencia, que aun exhibiendo propiedades vivencia!. Eric Hobsbawrn mantiene el mismo principio metodológico e in-
antisistémicas, no se plasmó ni en una acción colectiva regular ni en mo- dica que la conciencia de clase aparece con el proletariado moderno por
vinüentos francamente políticos. Llegar a la teoda desde la evidencia empírica experimentación directa (Hobsbawm, 1987, p. 35). Por su parte, Edward P.
es el paso que nos aguarda en este recorrido para responder a esta cuestión. Thompson dotó a la historia con !as virtudes artísticas del lengw\je para
exponer esta tesis en múltiples situaciones del proletariado en formación.
para lograr el resultado más refinado en esta línea de reflexión. Su obra al-
11
Harrios Garda, Luis Corral y Riauo Pérez, ! 996, doc. 23, a. 1432, cuamJo Juan Sánchez
canzó un justificado reconocimiento académico. y por su carácter modélico,
de !:1 Adrada. en mHnbn:- de don Alvaro de Luna toma posesión de unos alijares. al llegar al en tanto constituye una acabada expresión de la escuela de historiadores
lu~ar llamado lns M ijares. retine a los vecinos y les exige que respeten la propiedad señorial. marxistas ingleses, impone un examen de su aspecto sustancial.-')
E~stos cumplen con e! rito 1k submdinación poniendo la carta de concesión real en sus cabe-
Apelando a una descripción de alta complejidad. que disimula su matriz
tas. declaran obedecer. he..;an !a mano derecha del representante sefiorial y afirman que tes
cotnplacía ser sm vasallos (p. 54). Est<l dnunati?.ación e.,; posterior al acto de fuerw donde el teórica, Thompson establece que la clase obrera inglesa se constituye entre
sefíor imponía su propiedad junto con el símbolo de In justicia. la horca. Pero no puede leerse 1790 y 1830, cuando desarrolla su conciencia de clase, entendida como la
cqc acto como nna acept:.IÓÓII voluntaria. Los aldeanos de El Colmenar llegan a un acuerdo conciencia de una identidad de intereses entre diferentes grupos de la pobla-
con el re¡11escntante de don Alvaro de Luna por el cual podían llevar sus animales <.l los ali-
ción trabajadora y contra los intereses de otras clases. La sobreexp!otación
j;¡re!>. pacto que se establece"·· porque i;CSt'n debates» (ídem, doe. 25. p. 66). Garda Luj{w,
199(1, el tributario podía reverenciar al abad o al clérigo de misa besándole la mano, pero no del período contribuía a la «transparencia del proceso de explotación y a la
co1no recmHKilllicn!o de señorío sino"·. por ganar quarenta días de penl(in ... )> (p. 94). cohesión social y cultural de los explotados» de lo que se desprende que e!
· ·' Lk Lera ~vl:líllo. e1 ol. l99B, doc. 307. al\o 14!)2, pp. 276-277. sanción impuesta a los
1
verdadero rostro del sistema es descubierto por el obrero mismo experimen-
IIHll":ldures dt f'ul'"lltdcarncro por la muel"tc de un fraile en el contexto de un largo eonf!kto
en! re el concejo y ellnon:¡slelio
tando !as condiciones de vida, proceso autoconstituyente que se condensa
;< ('asado Quintanilla. JYYcl. doc~. 1 JO y 112, en 1495 fue asesinado el representante de

lus tributarios de A\·ila. B;trlolomé Hcrrem, 1!)95. p. J24, al clérigo de la iglesia de Santa
M;1ría de la Puebla farcipresl:llgo de Pedraza) le habían vqucbado los ojos» y dos de sus .\.1 Hilton. 197Ho. pp. 171-172, la COIICiencia de clnse negativa consistía en adoptar la
agre-.ores ¡.mzaban de la proteccilln \"(.'CÍilal. Luis Lópe;. y del ser Quijano. 1991. doc. 160,
definición de clase de los enemigos y no la propia.
afio 14H9. dice tlll testigo ,, _que le diH-ra su padre que por estos mojones antiguos ;;olíamos
¡:.uardar e vulnos malo,~ dc.l pueblo. por g.an·JI" g.r,u.;ias con los se!\ ores, hi¡jcron que. se pusie-
7/16
y; Thompsull. 1989. Los comentarios a su obra influyeron en distinta medida para este
aniilisi~. Entre los m<Ís destacados. Anderson, ! 985. Caín:;-:os López. 1989: Eley, 1994: SeweiL
ran los 1\\ojones nuevos ... » (p. 60J)_
!994: Meiksins Wood, !994: Palmer. 19114: Giddens, 1994.
182 CARLOS ASTARJTA LA CONC!FNC!A DE CLASE 183

en «que la clase obrera se hizo a sí misma tanto como la hicieron otros». 36 contrarsc implícita en cualquier tipo de acción) sujeta en primera instancia
La conciencia surge por experimentación, en la confrontación entre lastra- al grado de visibilidad de las relaciones sociales, con lo cual experimentar la
diciones y la forma como viven los individuos, siendo el conflicto parte de explotación no necesariamente debe traducirse en conciencia de clase. Con
esas condiciones de existencia. Esta formulación coincide en muchos as- esto se quiere expresar que la conciencia de clase es un problema cognitivo
pectos con la de conciencia espontánea o inmanente. relacional entre inteligibilidad de la realidad y capacidad reflexiva del agcn~
La notable reconstrucción histórica de Thompson es, simultáneamente, te, posibilidad perceptiva que supera lo meramente vivencia! y, por consi-
una fuente que nos libera del inexpresivo relato institucional y una británica guiente, las condiciones en que se desenvuelve la actividad práctico-intelec-
subestimación del asunto teorético implicado en la conciencia de clase. Si tual del individuo son las condiciones de aprehensión situacional en la
logramos sustraernos por un momento de su fascinante naJTación, aflora el conciencia. En la existencia social, el grado de visibilidad de la estructura es
aspecto problemático del concepto de experiencia como único mediador entre doblemente Jo que las relaciones de producción habilitan cornprender y lo
ser y conciencia. La objeción se resume en que la situación de vida no nece~ que limitan en la comprensión, obteniéndose una noción de sujeto inmerso
sariamente se elabora como conocimiento real, salvo que se parta del su- en una reflexión limitada, que es una impugnación de su sobrcJimensión
puesto de que la realidad, con su desarrollo contradictorio, está fijada espe- omnisciente, criterio este último que está muy cerca de su opuesto, el de la
culannente en la conciencia. Pero no tratamos aquí de autómatas con reflejos causalidad mecánica de las relaciones sociales <<produciendo)) la conciencia
precisos, sino de hombres que, por ejemplo, durante siglos «experimenta- de clase en algún nivel subracional o sensorial (cualquiera de las dos opcio~
ron» el amanecer y la puesta del sol invirtiendo en su representación el ver- nes puede ser aplicable al patrón analítico de Thompson y de la escuela de
dadero movimiento planetario. Ellos no se engañaban: el sol escondía en su historiadores marxistas ingleses). Como expresión del funcionamiento so-
movimiento sensible su movimiento real, únicamente comprendido en un cial en la subjetividad de los agentes, el conflicto es consustancial a esta par-
plano gnoseológico diferenciado. 37 La comparación sólo en apariencia nos ticular actividad cognitiva, pero, al igual que la mera experimentación exis-
aleja de las ciencias sociales; Marx justifica todavía hoy su trabajo teórico tencial, no la produce por sí mismo en un sentido acumulable más que bajo
en esta dialéctica de lo real. la condición de su elaboración reflexiva. El combate singular Je una comu-
Recordemos entonces lo que Thompson descuida. Si la conciencia de nidad campesina aislada contra su seil.or, la recursiva circularidad de con-
clase es el conocimiento de la situación que ocupa la clase en el interior de flictos reprimidos o la extenuante mutilación seüorial de las libres condicio-
las relaciones sociales de producción, ello está sujeto tanto a las posibilida- nes de existencia, pueden constituir otras tantas determinaciones que fijen
des de lectura que ofrecen las relaciones sociales, como a la capacidad de un curso subjetivo opuesto a la conciencia de clase. El juicio epistemológico
los lectores.jK Por consiguiente, la relación entre la forma como se presentan las condenatorio sobre la experiencia como exclusiva mediación entre ser y
relaciones sociales y la posibilidad de actividad cognitiva del agente acerca conciencia se fundamenta en estas consideraciones.
del funcionamiento social adquiere una importancia decisiva en la resolu- La inspiración de esta crítica se encuehtra en la metodología y el desa-
ción del problema. En este senliclo, la conciencia de clase es definible como rrollo político-sociológico de Georg Luckács, que distingue entre concien-
conciencia intelectual (aunque no se exprese sólo verbalmente, y puede en- cia de clase real y conciencia de clase atribuida, refiriéndose con esta ültima
expresión a la que los trabajadores tendrían si pudieran comprender por com-
36
pleto su situación (Lukács, 1968, pp. 60 y ss.). En el capitalismo, la concien-
Thompson. !989, pp. 204 y 208. El mismo criterio utiliza Hobshawm, 1979, pp. 373
y ss., aunque con una no coincidencin cronológica, ya que sitúa la formación de la concienciu cia de situación real no surge por experimentación directa debido a la no
de !a clase obrera inglesa especialmente entre 1815 y 1848. transparencia de la explotación en una sociedad donde el salario aparece
37
El ejemplo ha sido tomado de Rosenthal, 1969, p. 275. como pago del trabajo y la ganancia como fruto de los medios de produc-
JH Esto implica una delimitación del problema. Encontrar en cada desviación de !a con-
ción.19 Esta resolución, que remite el problema de la conciencia de clase en
ducta «oficiah1 un indicio de conciencia de clase revela un empleo abusivo y distorsiona el
concepto. El campesino puede tener una cantidad de ideas extravagantes según la OftOdoxia
eclesiástica, como preferir tos milagros de un brujo o de un perro, y esto es una elección muy
39
irritante para la dignidad de! santo, pero ninguna de esas creencias son percepciones del Ya en las versiones del cnpilalismo medieval se constata que la exp!O!ación no c.-.
funcionamiento social. Es oportuno aclarar que la herejía, como movimiento de disidencia 8/16
necesariamente percibida como tal, ver Brm:ker, 1968, p. 354, a fuma que la explicación más
fundamentalmente espiritual, que no pertenece a la conciencia social de un sector definido, aceptable para la moderada ac!itud de los ciompi durante la revolución de 137K .:s que el
puede ser obviada en este análisis. popolo minuto admitía el capitalismo, a pesar de su carácter no equitativo.
184 CARLOS ASTARITA !.!\CONCIENCIA DE CLASE 85

!a sociedad capitalista a la divergencia entre la forma como se presenta la Efectivamenle, las condiciones en que opera la actividad cognitiva del
relación social y su contenido real y, por lo tanto no apreciable como posibi- campesino, en el sentido de su capacidad para descifrar el funcionamiento
lidad inmediata, descifra situaciones empírico-problemáticas que el modelo social, son a su vez instituidas por su actividad práctico-intelectual como
de conciencia directamente experimentada no puede resolver, como el de la organizador de su «empresa» y de tos nexos con otras unidades de produc-
«cxcepcíonalidad>> de la clase obrera nortea1nericana. Sólo es una anomalía ción, emergiendo, en estas condiciones, una conciencia de autonomía ema-
si por tal se considera la debilidad de la acción socialista programada, o más nada de la acción autosubsistente de la unidad productiva. En el sistema
bien, las sucesivas represiones y derrotas de los partidos socialista y comu- feudal, el poder superior, aun cuando se empeña en controlar la producción,
nista.·111 Lo histórico-contingente no establece más que una relación mediada sólo adquiere una incidencia puramente epidérmica. Este hecho, que se fun-·
con la causalidad estructural. damcnta en la disposici6n de las relaciones sociales, convierte el trab~\io
Lukács consideraba que las sociedades precapitalistas presentan una campesino en una propiedad cualitativa inherente del sujeto, que controla
menor interdependencia entre sus partes y es por esto que la relación de los desde la regulación del ciclo productivo, hasta la distribución de tareas de
diversos grupos con el todo no puede tomar en su conciencia una forma los miembros de la casa. La subjetividad no es pasivamente contemplativa
económica, asumiendo las luchas de Jos oprimidos modos religioso natura- ante el proceso laboral, sino dinámicamente educada en dirigir la reproduc-
les o jurídico estatales. En concordancia con la mayor laxitud de la cohesión ción social, de la que conoce sus mecanismos íntimos, lo que establece una
económica, las formas jurídicas, que constituyen las estratificaciones esta- vinculación orgánica entre la actividad y el producto del trabajo. Esta forma
mentales, penetran constitutivamente en las relaciones económicas con el de trabajo es radicalmente alterada con la producción mecanizada capitalista,
resultado de que en estas sociedades no hay categorías económicas puras. que descompone el proceso laboral en operaciones parciales, transfonnán-
Las bondades que este enfoque proporciona para resolver la conciencia dose la actividad productiva en una función especial. y con ello desaparece
de clase son nuestro punto de partida aprovechable, no tanto por un segui- el producto unitario como objeto del proceso de trab<~jo.-<~ La racionalización
miento puntual, como por 1a perspectiva de comprender la conciencia en del capitalismo avanza mediante una apropiación de saberes. anulando las
referencia a la estructura c6sica de la sociedad capitalista. Si en esta ú!lima facultades racionales del trabajador, su peculiaridad humana, como resulta-
la explotación de clases no es una evidencia sino que aparece como una do del dominio del trabajo muerto (el capital) sobre el trabajo vivo, aspecto
relación contractual libre en la que aparentemente el obrero recibe mediante acerca del cual tuvieron pleno discernimiento los intelectuales orgánicos del
su salario la totalidad de lo producido por su trab~yo, y con este fundamento movimiento obrero, empeñados en el más ambicioso emprcndimiento so-
los ideólogos pueden disimular lo disimulable, en el modo de producción cial-gnoseológico que haya tenido en la historia cualquier sector subalter--
feudal. por el contrario, la explotación es explícita, y nadie se molesta por no Y Con el capitalismo, los marcos culturales y la variedad de matices ideo-
negarla, sino por justificarla. A ello se destina la imagen funcional de los
tres órdenes, y el conjunto de operaciones ideológicas de los dominantes
11 Lukúc:;, !Y6i:\, pp. (_)()y ss. La superior pericia que requieren las faenas agrícola\ con
(discursos verbales o no verbales, sanciones normativas) iluminan esa visi-
re\pccto a los oficios mecánicos fue indicada por Smitli. 1987, pp. 1D y 124.
bilidad. En un aspecto central, la sociedad medieval se revela como el rever- 12 Algunas precisiones pueden agregarse sobre esto: 1) La racionalidad capi!<1lista es
so de las consideraciones de Lukács, en el sentido de que las prácticas jurí- tanto la negación de la facultad raciona! del proletariado en el proceso de trabajo. cnrno la
dicas e ideológico-políticas están inextricablemente unidas a la categoría prolctarización de los atributos racionales de! intelectuaL 2) En el fcudali~IHO, lo que se
económica de la explotación no para ocultarla, sino para exhibirla como el presenta como producci\Ín tr<ldicional con pocas alteraciones, se basa en la acliYidad r!uida y
cambiante del trabajador individua!. En e! capitalismo. por e! contrario. la constante muta-
derecho de unos pocos a disponer del plustrab<Uo de la mayoría. Sin embar-
ción técnica se realiza a costa de !a rijaci<in repl'litiva de la actividad individua!. 3) En el
go, 1<1 apreciación subjetiva es una facultad históricamente diferenciada, no sistellla cmporativo mte:-;anal urbano del feudalismo se da un dob!c proceso contradictorio
sú!o por la forma de la objetividad. sino también por la situación del agente. con relación altl'ahajo_ Por un lado. la actividad scmiartística del artesano presupone t'l do-
minio de una destreza laboral sin intennediaci(Jn mecánica. como propiedad intransrcrib!c
del maestro artesano. Por otro lado, el don1inio externo de! capital cOillcrciat sobre el pmcc~o
¡n 1-lobshawnl, ! YB7, p. 45. que considera que !;¡s forma<. más elelllentct!e<. de conciencia productivo comienza a scparur las distintas fases de la producción de! produclo. negcíndo!c al
de clase entre !os obreros modernos tienden a constituirse cspontánc;_HlH.'ntc. indica la artesano e! principio de rclaci<in unitaria con el objeto de su trabajo. 4) Por último. si bien el
«cxn•pcionalidad" norteamericana. Son excepciones como ésta l;_\s que deberían inducir a 9/16
proceso de producción capitalista es por un lado la negación úc la actividad cognitiva. orrct·e
rcv'1sar la tesis sohre la inmediato. de la COIH..:icncia de clase. Ver sobre el caso cstadounidcn- !ambién. y contradictoriamente, !a posib'didad de reconocimiento de la explotación. por e!
\C un rcsu111en de estudios en Poai, !9l)0. hecho de que e! trabajador objetiva su fueu_a de trabajo separándola de su personalidad y la
186 CARLOS ASTM~ITA LA CONCIENCIA DE CLASE JX7

lógico-políticos comienzan a jugar un papel creciente, que se contrapone a sencia externa. En las reglamentaciones aldeanas, como cristalización nor-
la menor variabilidad de las condiciones cognitivas del campesino medie- mativa de la capacidad autónoma del campesino, se manifiestan estas cuali-
val. Desde otro punto de vista, durante mucho tiempo, las ideas que embe- dades, con lo cual, una conciencia para sí, en el alcance limitado de concien-
llecían el mundo tradicional perdido fueron la romántica respuesta ético- cia de la individualidad, puede considerarse un producto ((natural» de las
idealista ante una realidad de relaciones cósicas que degradaba la subjetividad bases sociales. En cada acto de la vida del campesino se revela esta repre~
del proletariado. 43 sentación conceptual, y el rechazo a la lransferencia de plustrabajo que le
De manera inevitable, el campesino ve entonces la explotación como exige el señor tiene su paralelo empírico en la aspiración a consolidar el
relación real, como sustracción periódica de una parte de su trabajo (vivo individualismo de su propiedad y la exclusividad de los derechos de su al~
corno corvea u objetivado en el excedente), y, en la medida en que no sólo dea sobre los comunalcs.-'-'i La misma unidad de producción se encuentra
puede reconocer su situación de inferioridad, sino también el mecanismo afectada por este principio, y la familia termina constituyendo un ambivalente
que la genera, una conciencia crítica disidente deviene entonces como con- reducto de cohesión y desgarradores conflictos.~ 6 La regla del comunismo
secuencia previsible de la inteligibilidad que ofrece la estructura que él pro~ vulgar, que se constituye como la generalización de la propiedad privada, es
duce en su aspecto celular básico. Si el campesino prescinde del señor cuan- el supuesto de esta conciencia de ser para sí.'17 El campesino, al que las condi-
do determina los modos concretos de su actividad, no se presenta ninguna ciones sociales le enseñaron a dirigir su unidad de producción, está en situa-
condición para que lo fije en su conciencia como una necesidad de su exis- ción de reproducir conceptualmente la negación del seüor que aprendió en
tencia, sino como un factor que perturba la disponibilidad del producto ob- su vida práctica reflexiva, y esta forma que adopta la conciencia campesina
tenido, y esta conciencia de rechazo se actualiza cada vez que el señor ex- como (re)establecimiento de la propiedad individual envuelve también los
trae parte del producto, con lo cual la actividad cognitiva sobre las relaciones vínculos con otras unidades de producción. El comunismo individualista es
sociales se despliega junto con el antagonismo social. Aun determinados entonces tanto la conciencia antiseñorial, como la conciencia competitiva
instrumentos, como el homo y el molino, eran componentes orgánicos de la en el seno de la comunidad, dualidad que responde a un único criterio de ex~
unidad doméstica, que el señor monopoliza como imposición carente de clusión hacia todo factor que altere el ritmo autónomo de la unidad productiva.
toda funcionalidad económica que se inscriba en la lógica campesina. 4 -' Un apetito de bienes materiales, derivado del espírilll egoísta de ese «CO-
Esta autonomía práctico-intelectual supera, en verdad, los marcos de la munismo grosero~>, como rechazo de ser para otro, emana como el ohjelivo
relación entre señor y campesino estableciendo un esquema de percepción fácticamente alcanzable de moJo parcial. Como sistema de representación,
que informa el campo relacional de cada unidad doméstica. Los rasgos de que se inscribe en la lógica del funcionamiento social, esle esquema es tanto
competencia individual en comunidades que, stricto sensu, no estaban con- una idea fuerza que suhyace en la conducta reproductiva del campesino,
figuradas por individuos como tales sino por representantes de unidades de como una ambivalencia que preserva el aislacionismo y potencia la oposición
producción domésticas (Toubert, 1960, p. 445) se comhinan con modalida- de intereses, irreductibles por naturalezá, con el señor, con el correspon-
des cooperativas impuestas por necesidades organizativas. Esta oscilación, diente desenvolvimiento colectivo trasgresor. La rebelión contra e! sistema
vinculada con la dualidad posesión individual-propiedad comunitaria, esta-
blece un marco de actividades productivas con exclusión de cualquier pre-
-' 5 Por ejemplo, Luis Lúpez y del ser Quijano, 19!J 1, doc. 186, p. 764. E'>tos conflidos
son numerosos, por ejemplo, Ubieto Artela, 1959, docs. J()_ 13. 17, 19 y 41.
~f> Olmos Herguedas, 1998, Ordenanzas de Cuéllar, ley 162, p. 377, sobre el derecho de
vende como una mercancía, y por esta escisión entre objetividad y subjetividad, la situación labrar tierras comunes, díec que los hijos del labrador que lwbú1 muenu no permitían .~u
resulta susceptible de conciencia; sobre Cilio úllimo, Lukács, 1968. p. 186. usufructo a sus madres quednmlo pobres y desheredadas. Esto se inscribe en una cunducta
-tJ Una expresión de estas ideas se relaciona con el tema que vamos a tratar aquí. Consi.~­ general, como se ve en la ley !96 sobre disputas entre poseedores de tierras, « . p(Hqlte cada
te en el estudio de Thnnics, 1920, (l." ed. 1887), que contraponía la Gemeimchajf como uno quiere entrar al otro la parte que puede, dizicndo que es suyo» (p. 409)
ámbito de una cooperación idílica entre sus miembros a la competencia egoísta de la socie- ~ 7 El concepto ,,comunismo vulgar>> está tomado del que mafa Marx. ver Cmnu, 1965.
dad capitalista. p. 600. El criterio reaparece en Marx, 1999, por su aislamiento cll'<unpcsinado francés de!
-'" Muchos testimonios que hablan de absorción de propiedades campesinas por Jos se- siglo XJX constituía una bolsa de patatas (p. 130). Estas ehtboraciones se cnrn:spondcn con
ñores muestran los molinos comunales. Además, Rivera Garretas, !985, doc. 1!4, año 1224, 10/16
las de Guriévich, 1983. pp. 64 y ss. sobre que la naturaleza no representa un mero vínculo
p. 332. Pereda Llerena, 1984, doc. 355, año 1301, construcción de un molino comunal impe- sujeto-objeto, sino una cu<1lidad de la persona, aunque aquí no se acuerda con su nt'gaciún del
dida por el cabildo de la catedral. concepto de propil~d:ld.
188 CARLOS ASTAI~ITA
LA CONCIENCIA DE CLASF UN

subyace como una potencialidad contenida en el individualismo, aunque su del sujeto como parte de sus condiciones heredadas y. por lo tanto, la explo-
concreción estará condicionada por la situación histórica. En el conflicto sur- tación pasa a ser un derecho estamental inherente de la persona, cualquiera
gen tendencias de asociación que se resuelven como un sumatorio de fuerzas que sea su naluraleza. 4 s Por consiguiente. la coacción no aparece como un
particulares de la comunidad, y aun en los momentos de solidaridad im- derecho objetivo del estado, sino como prerrogativa natural de la persona
puesta ante situaciones álgidas, la individuación persiste como la trama in- que lo encarna como una esfera privada de la soberanía política, con lo cual
declinable de la conducta campesina. El estatuto de esta apreciación puede el trabajo concreto que el campesino brinda a su señor adquiere !a forma de
evaluarse comparativamente con la conciencia de clase del obrero moderno, servicio personal hacia la figura tangible del estado en la aldea. En estas
que se concreta como unidad de clase y no en la forma de nexo intraclase, el condiciones, el nexo social no se fija en la conciencia del oprimido como
signo típico de las solidaridades del campesino medievaL Cuando la lucha algo común a la clase, sino como fenómeno individualizado, no percibiendo
de clases no es má" que una suma contingente de voluntades, la simple agre~ la explotación como relación universal, sino como una perturbación de su
gaci(m de conciencias críticas niega la conciencia de grupo, y toda unidad mundo particular. Ello se observa incluso en el más elevado nivel de protcs~
de clase queda afectada por una irremediable exterioridad, apareciendo como la insurrecciona], que se realiza clásicamente en la forma de disidencia sin~
fenómeno circunstancial no orgánico. gularizada y geográficamente restringida, forma que señala el carácter no
Es por esto también que cuando la ilusión de liberarse de la presencia clasista que aJopta en la conciencia la relación objetiva de clases. Aquí hay
señorial se expresa mediante el lenguaje de una religión ecuménica (como una cletcnninación, una base material, para que el campesino conciba que su
regresión a la pobreza evangélica) el estadio de felicidad de los antepasados universo termina en los límites de su posesión, y la relación conflictiva re~
adopta un contenido que lrasciende la individuación para adquirir la conno- currente que mantiene con otros campesinos se orienta en el mismo sentido.
tación de una abstracta generalidad comunitaria que se sitúa en las antípo- De nuevo. la co111paración con el sistema capitalista puede servir de guía
das de la conciencia campesina. El ideal de vida apostólica. que proclama el teórica. La cosificación que impregna las relaciones sociales del capitalis~
desprendimiento absoluto convirtiendo la miseria en una virtud, anula la mo, si bien implica que la explolaciúnno aparezca como una evidencia, con
identidad campesina corno sujeto social en la misma medida en que la limos- su radical despersonalización del funcionamiento social. permite que el ac-
na. que obtiene el vagabundo como forma Jc vida, se enfrenta a la estabili~ ceso intelectual a la condición de explotado se concrete con abstracción del
dad reproductiva del tenente. aunque los sentimientos anticclesiásticos. por sujeto individual. sin consideración de las relaciones singulares establecí~
inorgünícos que sean. introducen una potencial mediación antisistémica. das por el capital. En el feudalismo. por el contrario, si por un lado la ena-
Secundariamente. es posible advertir que un aspecto cuestionable de la jenación del trabajo es percibida en su inmediatez es también indiscernible
teoría de Scott es creer que un objetivo económico de valores de consumo se de su carácter personal izado. La conciencia tiene así un determinante objeti-
traduce en un mero objetivo de supervivencia fisiológica. Nada impide que vo en la medida en 4ue emerge como la representación Je un nexo de subor~
el campesino aspire a obtener acumulaciones propias y a mejorar sus condi- dinaciún a la voluntad individual del señor. El campesino, que se impregna
ciones de vida m<Ís all<í de lo indispensable. como muestran los segmentos de una conciencia crítica de oposición al señor particular, en la imposibili-
superiores de las comunidades. El presupuesto de que el campesino actúa dad de transformar esa representación singular en representación de un co~
súlo ante el agravamiento de sus condiciones de existencia. mientras acepta lectivo, no transmuta la oposición en conciencia de clase. Es por ello que la
que el recaudador se lleve sólo una parte de lo que produjo, es una seria conciencia crítica individualizada da lugar a una reflexión limitada en su
suhcstinwci(m de la inteligencia que el agente social ha dejado traslucir en
su actividad. Rodne_y llilton y muchos medievalistas participan de esta in-
4 x Como exp1esa el Fuero de Salwglm, en Rodríguez, !9H4. doc. 10, año IOX5. {JO¡
1\."rprclación que Scott ha sistcmali?.ado.
,, Islas cunsududine~ et fonls pcr V\llunt:l!nn 1\hhali:-. el co!legio fratnnn dedi ego ,\Uefonsu~
Se deduce cnt<mces que si un débil reconocimiento de la identidad grupal, imperatur h~Jminihw, Sancti Facundi per qno:-. :-.ervianl ci sicul Dominu~ in submis:,ione et
derivado de la orientación individualista, acompaña al sentimiento antise- humilitate plen~L Et il!i defend:ml cos el alllent ut suos homincs ... >> (r. 39). El señor es siem-
fiori;:d del campesino. la conciencia de clase se afirma como contenido crítico pre local y se le debe agradar en lú!IIJa pcrso11ali;.ada, ver Mufio;r, y Romero. 1847. Pueru de
Santa Cristina dad<J por AlfllllS\l IX de l..eón en 1212: « ... Et si l1omo. vel n1ulie1 de Sancta
disidente y se diluye en connotaciones no clasistas. Este aspecto se enrique-
ce analíticamente cuando se considera que el privilegio señorial a vincularse 11/16
Christina. volucrit dan: pro :minw su a aliquam hercditalcnl. det eam huic Ordini de Calatra\ a.
et non ad aliam partcm,, (p. 22()). Ídem, p. JJ8. 1\llünso VIII ordena en 1207 que lo:. V\.:L'inm
el trah[üo <üeno cs. por su propia naturaleza. una prerrogativa intransferible de Toledo sólo pueden donar o vendc1 sus bicnc:-. a la iglesia de Sauta María de Toledo.
190 CARLOS ASTAR!TA LA CONCIENCIA DE CLA.'>r: 191

alcance, generando una aclitud inconformista contestataria, como si fuera clita en diferentes escenarios cortesanos, las cohesiones de los linajes, Jos
una modalidad adolescente e ingenua de la lucha de clases, y en estas condi- vínculos de amistad que se establecían en la crianza y la coparticipación en
ciones, el tributario no accede a la autoconciencia, a su verdadero reconoci- valores culturales comunes. Estas prácticas de sociabilidad necesariamente
miento. Su fuerza social permanece en estado fragmentado e intrínsecamen- ampliaban los horizontes de la percepción nobiliaria en una dirección
te contradictorio, afirmándose como conciencia crítica y negándose como antitética a la localizada vida espiritual campesina. Los contenidos de la
conciencia cognitiva de la totalidad, como fuerza intelectual con potenciali- retórica erudita o de la narrativa convencional coadyuvaban en esta realiza-
dad estructurante de una clase «nacional»; su conciencia social se establece ción, que tiene como entramado subyacente la densidad de! consenso yue
como conciencia escindida. Por lo tanto, aquí no tiene lugar el concepto recubre el accionar de los miembros de la clase dominante. La afirmación
marxista de falsa conciencia en el sentido en que se da en el obrero del introduce dos problemas que se tratarán a continuación como un requisito
sistema capitalista, como percepción de una relación laboral en términos de
para complementar este desarrollo y, aun cuando requieran una elaboración
intercambio contractual. La falsa conciencia del obrero capitalista en este
detallada, sólo se resolverán de manera sumaria y con cierto esquematismo.
aspecto es un producto de la cosificación de las relaciones sociales siendo la
realidad la que engaña al individuo, una realidad que oculta, como un sol
que no permite ver en su presentación fenoménica el contenido de la explota-
EL PROBLEMA DEL CONSENSO
ción, aunque se la experimente. En el feudalismo, esta conciencia, que se da
como conciencia de lo real en su aspecto limitado o inmediato, se expresó
Esta categoría supone, en versiones conservadoras o revolucionarias, un
históricamente en que los campesinos no reaccionaban siguiendo un interés
sentido unitario: acatamiento por la mayoría de una dominación que es con-
general, sino motivaciones específicas que afectaban a posiciones de cada
siderada legítima (Weber) o aceptación del marco normativo por interioriza-
comunidad y aprovechando debilidades coyunturales de los dominantes. Es
por eso que el panorama de los conflictos exhibe una extrema fragmenta- ción no traumática de condiciones externas (Durkheim), o bien un instru-
ción, estallando como explosiones incidentales y configurándose una indi- mento de hegemonía de clase como dirección cultural de la burguesía y
viduación de la lucha de clases que se tradujo en una alteración circunstan- subordinación ideológica de las classi subalterni (Gramsci). Pero de ningu-
ciada en el balance de fuerzas antagónicas con cambios limitados en el monto na manera se trata de una categoría universal, sino de una forma de manipu-
del excedente, que no afectaba a la clase dominante corno tal. Sólo a través lación social generada por el poder para operar en determinadas condicio-
de renovadas perspectivas intelectuales, que puedan llegar por agentes exó- nes. 50 Su aplicación descansa en la posibilidad de la cohesión social, de
genos, separados de la lógica campesina, es esperable una modificación de generar una integración de Jos dominados al sistema ideológico de los do-
este campo cognitivo. minantes y, como tal, se despliega paradigmáticamenle con la igualdad jurí-
Esta forma parcial y personalizada de resistencia del oprimido resalta dica, específica de la sociedad moderna, cuyo fundamento es la relación de
con nitidez si se la contrapone a la colaboración colectiva de los opresores propiedad en el mercado. Sobre esta base, el diplomado en sociología de la
en situaciones de peligro revelándose un interés de clase señorial que supera empresa se permite concebir proyectos de colaboración entre clases, que
el rasgo general de la individuación.~'~ Si bien sólo puede apelarse aquí a un anuncia con pretencioso lenguaje técnico como influjo de expectntivas de
mero enunciado, no está de más indicar que entre los factores que configu- rol compartidas entre diversos actores. 51
ran esta conciencia de clase de los señores, la cual se expresó usualmente en
la forma de conciencia estamental, debería mencionarse la movilidad física
50
de los nobles, sus alianzas y la fidelidad de vasallaje, su convivencia heteró- En este punto nos separamos de una tradición del análisis soda! que cree que todas las
clases dominantes en la historia han obtenido el consentimiento de los cxplutados. y de lo
que se trata es de establecer las diferentes formas de ese consentimientn, ver AnJcrson. 19H l.
pp. 5! y SS.
4
<_¡ En López de Ayala, ! 991. Crónico de Enri<¡ue 1!, cap. V, !a represión que efectúa Pero SJ Se expresa con ello que es una categoría omnipresente en el sistema capitalista. Snbre
Ferrrández de Ve lasco contra los habitantes de Paredes de Nav;1s en 137!, que en una suble- esto, Roseherry, 1989, pp. 46 y ss. critica con razón a los bienintencionados escriture.~ socia-

12/16
vación por las rentas habían matado a su señor, Felipe de Castro. Lo mismo pasa entre el listas que rechazan e! conccp10 de hegemonía/con!'.enso aplicado a la clase obrera y otro~
sector dirigente de los municipios, usualmente fraccionado, pero que cuando ve amenazada grupos subalternos en la uctuulidad por temor a que la descripción dd fenómeno disminuya
su posición estah!ecc la solidaridad de clase; ver del Val Yaldivieso, ! 994a, p. 46. las energías revolucionarias.
192 CARLOS ASTAR!TA LA CONCIENCIA DE CLASE 193

La sociedad feudal. en sentido coHlrario, con su clase estamental dominan- fuerzas impropias de su subjetividad. En consecuencia, la ideología domi-
te y su Jiscrimirwción institucionalizada, es, en principio, el impedimento de nante no es !a ideología que domina los comportamientos de todos los sec-
esta posibilidad. lo que lirnila en teoría el consenso a una esfera socialmente tores sociales sino la que domina la conducta de la clase estamental domi-
restringida que no trascendía más allá del estrato superior aldeano. 5 2 El cam- nante, en primer término, y de los sectores o clases vinculados a el! a por
pesino. segregado por los dominantes. respondía volviendo la espalda a una dependencias no degradantes en segundo lugar, o. en última instancia, por
sociabilidad en la que sólo participaba como espectador. Se puede evaluar tributarios enriquecidos ligados a los mecanismos del poder. En el funda-
esta indiferencia si observamos comparativamente el grado de compromiso mento de este principio se encuentra la ya postulada debilidad de la cohe-
que los pobres ostentaron en la antigua sociedad clásica en concordancia sión social de esta formación económica.
con una riqueza y un patronazgo que los dirigentes ofrecían a la plebe como Oc ninguna manera se desconocen los esfuerzos por infundir una ideolo-
apoyo de su carrera política (Finley, 1986, pp. 39 y ss.). En el sistema feudal gía de obediencia y resignación mediante la procesión o el sermón ad .Hutas,
la clase dominante comenzó desde la temprana Edad Media su progresiva
que recordaba las obligaciones sociales. 5 4 Pero no siempre alcanza la habili-
separación de las comunidades de hase. Si en un período determinado se dad del orador para convencer al auditorio, y es analíticamente arriesgado
consumaba una integración entre jerarquías posicionadas de manera des-
confundir en un solo hecho social el contenido del discurso y su asimila-
igual, pero regidas por el principio de la reciprocidad, ese principio desapa-
ción. Teniendo en cuenta las habilidades escénicas de muchos predicadores,
rece con la transformación de la sociedad de e status en sociedad de clases.
un público masivo tampoco es un indicio seguro para medir los efectos rea-
EslO se manifiesta en la metamorfosis del banquete en el tributo de posada y
les Je un discurso que puede encerrar una clave de interpretación contradic-
se objetiva en la diferenciación de clasc-estamcnta!. 5·1
torht. En la asignación allaburatur de un lugar como sostén de guerreros y
Desde el momento en que el consenso implica compartir determinadas
eclesiásticos está contenida la posibilidad de reconstruir la armoniosa dis-
pautas que proporciona la clase dominante, el despliegue de una ideología
posición funcionalista de los tres órdenes en oposición binaria. Si esta posi-
l1egemón ica es obstruido por un fundamento de segregación, como lo mues-
bilidad de resignificación de contenidos. derivada de la ambivalencia signifi-
tra la cultura nobiliaria; por consiguiente, los <ímhitos de pertenencia donde
cante, Jebe tomarse como una mera hipótesis, se encuentra por el contrario
el individuo adquiere distintos grados de reconocimiento, como la caballe-
ría. la iglesia o la corporación artesanaL son esencialmente !imilados. En un teneno analítico más fmne en los restringidos efectos de las constricciones
sentido opue:-.to a esas esferas. el tributario campesino está por principio espirituales. La cxcomuni(m, el castigo psíquico espiritual más severo que
excluido de cualquier valor compartido con segmentos t..lotados de algún podía esperarse, era insuficiente para lograr el cobro de los tributos y, con-
privilegio y sujeto a una invariable retórica de descalificación por parte de trariando su objetivo, podía constituir un refugio para «non cumplir dere-
los señores, exclusión que se revela teológicamente en e! sentido penitencial cho». Ante un desprecio tan radical por los mandamientos de la «Sancta
con el que es entendida su actividad cotidiana y apenas corregida por parti- Eg!csia» sólo la prenda y aun la prisión ejecutada por e! brazo secular po-
55
cipar en un parentesco espiritual uni versal. El subalterno, que es oslcnsib!e- dían erigirse como proccdimicnlos eficaces para asegurar el plustrabajo.
mcntc separado de un mundo cultural, no puede interiorizar como suyas las El significado de esta acción es inseparable de un decurso propio de la reli-
representaciones que Jo configuran, y que, por el contrario, se erigen en giosidad del pueblo rural, subsumido sólo de manera tangencial en un rito
6
litúrgíco hacia el que consagraba una indiferencia difícil de erradicar.-'

':' La a'-.itnilaciún de la elite aldeana ;tia ideologí:r dominante se cnnstata en su cont.!ucta


ante la recaudación .Y d conflicto, y se cx¡HeS;t en las demandas de hir.l;l!guía. Puede verse en -;.t La ¡mJcesión: Díaz de Durana. 1984. Apéndice, pp. 203, 2!3: Marlín LúJ.ato. 1932,
Pan..lo de (iuevar;¡ y Va!dés, 19Y6, pp. 2YJ-J.15. También. Chacón GúnKz l'vlonedero. l99R. pp. 324-325. E! sennón: Barreiro Somot.a, !977, pp. 33-34; Guriévich. 1997, pp. 144 y ss.
doc. 179 -''i Martín. Vi !lar García y Marcos Rodríguez. 1977, doc. 4!9, a. !289.
Los lirK'anlicnto~ de es!l' planteo en \VicJ.,;!¡;un. 1996 y da Graca. 1996. El entr:unado ·' 6 Oiordmw. !983, e~tudia la pervivcncia de 1mícticas paganas populares e indica las
1
'

descriptivo y conccptu:tll'n el que se desarrollan nuestras el:tboraciones suputK' lllla toma de dificulwdes que tenía la iglesia para que se asistiera a la nlisa dominical (p. 32 y ss.). Esto
di"tatKÍ<t con respecto a !a premisa Je Gmlelier, 1990, pp. 1X7 y ss. y p. 1tJS. cuando aftnna parece no haber cambiado en la plena Edad Media. ver Muí"\oz y Romero, 1847, Concilio de
que lodo poder o¡m.:"ivo duradero debe tener la forma de un intercambio. y que el sistema de Coyanz.a. afín !050, tít. VL pp. 2 !0-2! l. Para e! tardo medioevo, Luis López. !993. p. 187:
dominio debe tener un servicio que presta el dominante legitimándolo y logr:mdo el cottsen- 13/16
Martín Ce<l. !991, p. 385. En la época modernn l<ts actitudes poco controlables por la iglesia
timiento de los dominados. continuaron. Ver Camp<lgne. 2002. para España.
194 CARLOS ASTARITA LA CONCIENCIA DE CL\SI:: 195

Entre el conjunto de operaciones ideológicas realizadas por la clase de EL PROBLEMA TEÓRICO DE LA CONDUCTA REPRODUCTIVA
poder sólo parece haber tenido una influencia efectiva en la conciencia cam-
pesina la que atañe a la preparación para la vida del más alJá, como lo mues- La carencia (o la debilidad) de consenso por parte de Jos tributarios ac-
tran las donaciones pro múma, y aquí estamos ante una creencia general tualiza el escollo que encontró Reyna Pastor para desplegar las consecuen-
sobre el pasaje a otra forma de vida. 57 Sin desmerecer la literatura popular cias que surgían de sus investigaciones y que se resume en preguntas de
sobre el otro mundo, que instaura el miedo metafísico en el donante poten- orden teorético: ¿Significa su ausencia la pura militarización cotidiana? Si
cial (Guriévich, 1990), ni subestimar una ética que se ajusta al perdón antes ello fuera efectivamente así, ¿cómo se adquiría una conducta reproductiva
que al comportamiento, advirtamos que la religión antropocéntrica de sal- de parte de los campesinos?
vación presenta una matriz que supera el marco cronológico y conceptual En verdad, la violencia justiciera del señor era una amenaza que pendía
del cristianismo. En el imaginario de toda sociedad los espíritus de los muertos sobre los campesinos, aunque habitualmente era más invocada que efectiva-
siempre tuvieron que an·eglar las deudas por sus faltas y fueron acreedores mente realizada. El señor feudal no era un víllicus conduciendo diariamente
de sus virtudes. Pero no se trata solamente de tradiciones, sino de las posibi- al esclavo al trabajo ni tampoco se asimila al comandante de un campo de
lidades de resignificar los contenidos oficiales sobre el tránsito hacia la nue- prisioneros. La respuesta a este problema, es decir, la adopción de una con-
va vida. Sentencias como las que indican las ventajas de un camello sobre ducta reproductiva en ausencia de militarización total y de legitimación acep-
un rico para entrar al reino de los cielos, o que los últimos serán los prime- tada, debería buscarse en la forma de articulación socia! que se daba entre
ros, son oportunidades de devolución a largo plazo de los agravios sufridos, los colectivos de explotadores y de explotados.
ideas que podían ser alentadas por la misma literatura popular cuando ad- En la medida en que cada comunidad campesina constituía un mundo
vertía que los justos gozarían de la placentera visión del eterno suplicio de económico y cultural relativamente autónomo, la intervención del señor en
los impíos. Sin negar la objetiva funcionalidad seilorial de la donación post la aldea era puntual, localizada en el momento de realizarse el excedente. Es
allí cuando los mecanismos represivos se ponían en tensión comprometien··
obitum, interesa subrayar que este tipo de conducta no expresa necesaria-
do la movilización de fuerzas externas e internas de la comunidad, circuns-
mente una asimilación pasiva de la ideología dominante ni tiene que estar
tancia que se fundamenta en la referida debilidad de la cohesión social. Este
exenta de connotaciones antisistémicas. La condición intelectual que presu-
criterio, el de la falta de cohesión social, que subyace en la totalidat.l Je este
pone la actividad del campesino como organizador de su reproducción so-
análisis, fue oportunamente destacado por Lukács como signo distintivo de
cial permite suponer que su cabeza no era un recipiente vacío que se podía
las formaciones precapitalistas debido a la escasa circulación mercantil. La
llenar con cualquier tipo de ideas.
debilidad de la economía monetaria constituye, sin embargo, una sola de las
El problema que se guiere enfatizar es gue la posibilidad del consenso se
variables que se deben tomar en cuenta, y posiblemente no sea la fundamcn~
encuentra, si no impugnada en su totalidad, sí fuertemente restringida. La
tal (en la época en que Lukács escribió, hacia 1920, era un eje ordenador de!
ideología dominante sólo se infiltraba como una luz tenue entre los resqui- estudio histórico evolutivo). La exigua inte'gración social más bien se expli-
cios de la cultura popular. El subalterno ostenta en su vida una serie de ca por los fundamentos de reproducción relativamente autónomos de cada
inorgánicas conductas críticas hacia la esfera sociopolítica y sociocultural célula hásica, la unidad doméstica, y su magnitud potenciada, la comuni-
que se le impone: la indiferencia, la desconfianza, el sabotaje o la sumisa dad; o lo que es lo mismo, la autarquía relativa de las esferas sociales se
dramatización que esconde la hostilidad, representan el sustrato subjetivo deduce del modo de producción, siendo el modo de circulación, o la falta de
disidente al que llegan selectivamente algunas pautas de la clase dominante. economía monetaria, una de sus cualidudes derivadas.
Desde el momento en que la injerencia del scilor sobre la comunidad se
concreta como intervención temporal y espacial acotada, el comportamien-
to reproductivo inercial se logra por sí mismo y sus fundamentos están en
las necesidades de la vida comunitaria. En su autarquía, la comunidad tonw-
57
Es un rasgo que cruzaha todas las clases y estamentos medievales. Una confesión ba decisiones de convivencia con una disciplina cotidiana alentada y con-
sígnificmiva del recuerdo de pequeñas contravenciones y pecados puede leerse en Martín
trolada por el seilor. 5 x Despojado el campesino de derechos políticos, con-
14/16
Fernández de NavalTete el al., 1861, p. 407. Este problemu se toma por su exccpcionalidad;
recordemos que junto con las donaciones pro animnlas transferencias forzadas (por juicios o
deudas) eran numcrosísimas. 5
~ Entre muchos otros ejemplos, BmTio~ García, Luis Corral y Riano Pérez, 1996, doc. 7,
196 CARLOS ;\STA!~ ITA LA CONCIENCIA DE CLASI: 197

servaba una esfera de independencia organizacional que se comprende por CONSIDERACIONES FINALES
la disposición de la propiedad. Las ordenanzas aldeanas tardío medievales
son un enunciado de reglas, en buena medida surgidas de las fuerzas comu- ,_Este análisis, sobre la causa estructural de la conciencia social campesi-
nitarias. destinadas a establecer un comportamiento no disruptivo y que na, -responde a un arquetipo, el CaJJ1pesino me~io tributario; que se presenta
actuaban sobre los individuos en su colidianeidad con el objeto de lograr con mayor precisión en documentos tardo medievales (debido al aumento
una convivencia razonable sobre la base de una moral comunitaria que sur- de la escritura), período en que el esquema comienza a sufrir interferencias
gía de las prácticas consuetudinarias, y con ello se producían también las que. sin anularlo. lo despliegan sobre otros planos. Se reformula entonces la
precondiciones del excedente señorial. Esta disciplina social permite que el lucha campesina y se expresa así la JobJe:.~_Q.!!~~~-~~~i~.'l.~i§!~.Q.l_Ícay~cJj9-q:ó.nica
control del trabajo llegue hasta la existencia privada del iiH.lividuo, algo muy de !a conciencia soc_iy!_..?2.'}!~Ai!-L~.-~l_l1li.G.Ym;. pmc.cso.s.. coustructi vos-por- i nc i-
comprensible en la medida en que la observación reproductivista de cada dcÍl¿:¡·a-JCüü:C)S-SCCiores y_ de transitorias crlliis. de...hegemonía, Tanto en ln-
domus era el cimiento del trabajo social. La vigilancia del señor descansaba glat~~~~·IJg·¡~~;;J-C~~~J5zQ.:J2~JJ~~J!:!~l~~!_sJ~~yi~-~~~~-~I()~-
sobre esta fuerza de policía interna, y es por ello que se permitía una presen- d~~or agentes imp~_!:8~~1na ló~ic~l de acunmlación capit~tlista. El
cia ocasional o meramente representada en símbolos como la horca o la mercado de tierras o de manufactu1:USTe rC\·Cia·-a¡ éiúpresarlo Capitalísta la
picota. En definitiva. la reproducción social presupone una militarización fuerza anónima del capital dinero y la conexión de su empresa con la econo-
restringida que se apoya en la autonomía relativa de las comunidades y se mía de la formación social en la que ,..;;e encuentra, y su conciencia crítica
corresponde con la debilidad del consenso de los tributarios. adopta la forma de conciencia general/Las contradicciones en que se encuen-
Sólo por un equívoco esta afirmación puede ser tildada de paradójica. Las tra inmerso el sujeto, intercedidas por el poder impersonal del mercado, le
más elevadas expresiones de violencia y consenso se despliegan antitética- muestran Jc manera inmediata yue su porvenir está ligado al cucstionamiento
mente como formas complementarias en el interior de un único campo de in-

de una estructura de clases] de una totalidad, que se interpone en su camino
teracción social. y rigen tanto los vínculos de los miembros de la clase do- de acumulador, y la lucha económica tiene entonces abierto el ca!llino para
minante feudal como las relaciones entre clases Je la sociedad moderna. transformarse en comba! e político revolucionario. 60 Este factor se combina
En términos de ecuación, diríamos que altos grados de consenso se corres pon~ con agravamientos coyunturales de las condiciones impuestas y con fisuras
den con las más crueles reacciones de violencia en un medio de elevada inter- emergentes entre las distintas fracciones de las clases dominantes (que inclu~
dependencia entre sus miembros, constituyendo la historia contemporánea yen apoyos circunstanciales a las comunidades) por donde los campesinos
una dramática ilustración sobre la materia. En la antinómica relación medieval encuentran otras condiciones para expresarse abiertamente en oposición al
entre señor y campesino, por el contrario, la debilidad del contacto social sistema seílorial. 61 La interferencia de la fijación conc_~pt~1_al _antisistémica
reduce el campo de conflicto, y el antagonismo social sólo se actualiza como , re~~~~~~~ cat_r~p~·~fñQ.ii1tl:tltm:.io ~~Oi~I?·~;g~~~··p;.o-g~unáti~; total del
hecho puntual. 59 La compulsión extraeconómica, un requisito de la articulación • acumulador capital isla de !a comunidad, en tanto fenómeno que puede trans-
del sistema feudal, cuya necesidad es recordada en cada instrucción sobre fori·n¡ll·Tú··-C"lúl.iiJi\l! llt)-c!aSi~ta ci~l campesino en cualidad clasista atribuida,
recaudaciones, suele velar esta correlación entre violencia y consenso. aun en el modo restringido de coyuntura revolucionaria, es una situación
que requiere otro estudio.
Se desprende de esto que el concepto de determinación no se agota en la
afio 139.1. cuando Enrique 111 concede el privilegio de vill:l a El Colmenar de las Ferrerías
con la racultad de ell'gir dos akaldn anuales, les otorga también el derecho de tener los relación binaria marxista de base y superestructura, antinomia que no pasa
instrumentos esenci:1ks de la justicia: horca. c<Írcel. cepo y cadena. de ser una premisa del análisis social. Si la concieucia de clase real es la
w La historia del capitalismo moderno entrafi:1 al mismo tien1po e! surgimiento de l:ts
desigual comprensión del posicionamiento en el funcionamiento social, cuya
g;1rantías individuales en su mús elevada expre~ión y del genocidio como recurso extremo de
la ludw de clases. procedimiento que es posible con un sofisticado nivel tecnológico. La
debilidad del contacto entre las dos clases fundamentnles del feudalismo sülo cst{¡ negado
parcialmente por los enfrentamientos recurrentes de la Baja Edad Media pnr los espacios w Sobre Castilla. Pérez. 1977: Astaríta, !992. Sobre Juglalerra, Hi!to!l, !978a. indica
productivos, y es allí, además. donde los combates campesinos reconocieron una mayor can- (p. 230) que !os movimientus más intensos de !a Baja Edad Media se diemn en !as úreas con
tidad de éxitos. Estos conflictos expresan la lucha entre sefiore<, y campesino~ por el control
del proceso productivo, con lo cual la lucha de ci<1ses se inscribe en b lógica económica del
comcn:io y producción manufacturera n1ral.
15/16
Martín Rodríguez, 1990. pp. 21-39: Cabrera y Moros. 199!; Boone. 1991. pp. 843-
modo de producción. en el sentido teórico indicado por Wickham. 1994, p. 71. 844.
198 CARLOS ASTAR!TA

determinación fija Jos límites de la variabilidad empírica de la conciencia, y EL INTERCAMBIO


como tal pasa a ser un momento del proceso histórico dialéctico que justifi~
ca su estudio desde una totalidad jerarquizada{· Ía conciencia de clase se
configura como una parte especializada de la at:tiVidad práctico intelectual
conflictiva del grupo, y debe diferenciarse en .su aprehensión metodológica
de cualquier otra rama de la evolución cu!turaj.(Í2 Fue la materia de este aná-
lisis, que se desplegó como un diálogo entre' dos vertientes de la tradición
analitica social marxista, la empírica fenomenológica inglesa y la teórica
hegeliana centroeuropea.

El intercambio desigual en la historia ha sido tratado bajo dos modelos


fundamentales: el «circulacionista}}, defendido por Wallerstein ( 1979a;
1979b), Gunder Frank ( 1979) y Braude1 ( 1984), para quienes la transferen-
cia de valor de áreas periféricas a centrales por intercambio de no equiva-
lentes fue la causa de desarrollo y subdesarro11o; y el endógeno, de Brenner
(1977) o Laclau (1971), que niega la incidencia comercial en la evolución
capitalista. Tomando un espacio limitado, Castilla, en el presente artículo se
estudiará el comercio en el feudalismo y durante la primera transición al
capitalismo, analizando el funcionamiento del valor mercantil por un lado,
y el vínculo entre intercambio y reproducción económico-social por otro,
con el objetivo de redefinir el carácter de la asimetría. En este estudio se
expondrá parcialmente la teoría que surge de un estudio extenso sobre el
tema (Astarita, 1992).

l. EL INTERCAMBIO EN EL SISTEMA FEUDAL

Los bienes de prestigio

En el siglo XIII el comercio externo de Castilla presenta tres característi~


cas centrales: a) lmportación de manufacturas, espccialmenle de textiles
galo-flamencos destinados al consumo señorial. h) Exportación de produc-
tos primarios o semi-elaborados, como el hierro. e) Balanza comercial
deficitaria para Castilla, tanto por sobrevaluación de los textiles como por la
gran cantidad de compras realizadas. J

1
62 Gaibrois de Ballesteros, 1922-1928. Apéndice documental, en !293-!2lM hl!ho una
Puede ver8e por ejemplo en Burke, 1993, un modelo de estudio sobre una rama parti-
cular de la cuhura cuyas determinaciones pasan por un lugar cua!ítatlvamcntc diferenciado
importación por cerca de un millón de m<lravedíes, y una exportación 16/16
por unos ~:¡en mil
maravedíes en puertos del norte. Aspectos de este comercio en Cortes, l. pp. 57. 62. 64, 103,
del que aquí se ha tratado.
! 94,2! 8, 225, 278, 318 y 349; Castro, 1921, pp. 9 y ss.; 1922, pp. 271 y ss.; 1923. pp. 35 y ss.

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