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Queremos que ese compromiso concreto que debemos asumir en la institución, sea parte de nuestro proyecto

de vida, reafirmar que el ser militante de la ACA es aceptar y hacer propio un proyecto de vida que queremos
ayudar a concretar

 El Joven militante de Acción Católica: 

1. Tiende decididamente a la Santidad en lo cotidiano

Un día fui a visitar a un anciano al hospital. Él estaba viviendo sus últimos días; no lo decía, pero se notaba ni
bien uno entraba en la habitación. Es como dicen, se percibía en el aire. Lo visité durante dos días hasta que
falleció.

En una de las variadas conversaciones con él, me transmitió algunas de sus dudas. No eran preguntas directas,
sino reflexiones que él se hacía, y que uno bien podría planteárselas, pero sin la claridad de un hombre que ha
recorrido más de ochenta años y con más de media docena de nietos.

Entre sus pequeñas grandes reflexiones se cuestionaba por las cosas que podría haber hecho y no hizo, en las
que debería haber puesto más énfasis, ser más intransigente; en otras ser más compasivo, más reflexivo.

Estas cuestiones con el tiempo me fueron marcando, sin proponérmelo, lentamente revolucionaron mi ser.
¿Sería demasiado tarde? Todavía sigo remando hacia la mitad de mi vida. Aquel anciano se lo preguntaba y no
llegaba a encontrar la respuesta. Y yo que aún soy joven ¿Será demasiado tarde? ¿Tarde para qué?
¿Demasiado?

Sin lugar a dudas uno de los tesoros que nosotros los jóvenes no sabemos aprovechar es el tiempo.

Jesús con sus queridos apóstoles estuvo poco tiempo, y los hizo nacer de nuevo ¡¡Y solo estuvo tres años con
ellos!!

Nosotros si queremos podemos hacer que Jesús está más tiempo con nosotros, en nuestra pequeña barca. Los
apóstoles en este aspecto eran unos incrédulos, como nosotros hoy día, cuestionaban todo lo que Jesús les
decía

La barca en la que estamos subidos es la Acción Católica; el mar, lo que nos rodea; y nuestro rumbo la Santidad

El Papa Francisco nos dice que“¡todos podemos ser santos!”

La santidad es un don, es el rostro más bello de la Iglesia: es redescubrirse en comunión con Dios, en la
plenitud de su vida y de su amor. Se entiende, entonces, que la santidad no es un privilegio solo de algunos: la
santidad es un don que se ofrece a todos, nadie está excluido, por eso constituye el carácter distintivo de todo
cristiano.

Y para ser santos, no es necesario por fuerza ser obispos, sacerdotes o religiosos. Entonces, ¿qué es la
santidad? No es “cerrar los ojos y poner caras” sino vivir “con amor” y ofrecer “el testimonio cristiano en las
ocupaciones de todos los días donde estamos llamados a convertirnos en santos. Y cada uno en las condiciones
y en el estado de vida en el que se encuentra”.

 Allí donde trabajas puedes ser santo. Dios te da la gracia de ser santo. Dios se comunica contigo. Allí donde
trabajas. En cualquier lugar se puede ser santo si nos abrimos a esa gracia que trabaja en nosotros y nos lleva a
la santidad”.

Es decir, prosiguió el Santo Padre, “cada estado de vida lleva a la santidad, ¡siempre! En tu casa, en la calle, en
el trabajo, en la Iglesia. En cualquier momento y estado de vida que tengas está abierto el camino a la santidad.
No se cansen de seguir este camino” porque “es Dios quien te da la gracia. Lo único que te pide el Señor es
que estemos en comunión con el Señor y al servicio de los hermanos”

Además, el Santo Padre pidió a todos hacer “examen de conciencia” y responder en silencio cómo se ha
respondido a la llamada del Señor a la santidad.

2.  Asume con plenitud la espiritualidad laical: oración, vida sacramental y dirección espiritual

Como militantes de la Acción Católica muchas veces hemos escuchado hablar de espiritualidad laical, de que es
distinta a otras, de que tiene una proyección más profunda en nuestros ambientes. Pero no sabemos
exactamente que quiere decir laicos. Y nos encontramos con una respuesta que se opone decididamente a lo
que nosotros deberíamos tender: Laico es sinónimo de lo que no es religioso, de lo que está alejado de la
religión, lo contrario.

Entonces, ¿Cómo entender la espiritualidad laical?

Encontramos que un laico está bautizado y no pertenece al orden religioso, ni estado religioso reconocido en la
Iglesia. En resumen, es un tipo como vos y yo, pero que por el bautismo tiene una vocación distinta, una misión
especial en este mundo

Los apóstoles que habían recibido el Espíritu Santo en Pentecostés, estaban preparados para eso, igual que
nosotros, con las mismas armas; los tiempos eran otros, claro está. Ellos fueron enviados a proclamar la Buena
Nueva a todo el mundo, nosotros a nuestras familias, nuestra sociedad… Ellos tenían todo por hacer, pero eran
muy pocos… Tenían la responsabilidad de comenzar algo nuevo. Aquel Maestro que ya no estaba con ellos les
había dejado sus enseñanzas, que las recordaban apenas.

Pero como Jesús vio de antemano nuestras debilidades, y nos dejó algunas herramientas, que si no las usamos
seguido perdemos la práctica: la oración, los sacramentos, la dirección espiritual…

En la Homilía de Juan Pablo II durante la misa de beatificación de Pier Giorgio Frassati dijo que su secreto hay
que buscarlo en la oración, en la perseverante adoración, incluso nocturna del Santísimo Sacramento, en su
sed de la Palabra de Dios, en la serena aceptación de las dificultades de la vida, incluida la familiar, en la
castidad vivida como disciplina alegre y sin compromisos, en la predilección diaria del silencio y la “normalidad
de la vida”. Precisamente en estos factores nos ha hecho descubrir la fuente profunda de su vitalidad
espiritual. 

3. Da testimonio comprometido, siendo protagonista en su ambiente

Cuantas veces te has encontrado frente a una encrucijada que complicaba aún más tus diarias decisiones: ser
de Cristo o ser de la tierra; sal en la tierra o un insípido. Y aparecía nuevamente esa frase: “Ahora bien, puesto
que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” Esta frase tiene un impulso tajante, ¿no? y en
cierta medida, desolador.

Tomar la posta, de aquel hombre que deambulaba por Judea hace dos mil años, es bastante difícil, complicado;
quema como hierro al rojo vivo. Pero así y todo un grupo de personas que acompañaron a este Hombre, tomó
ese desafío. En un principio hubo preguntas que quedaron sin respuestas, pero se fueron disipando a medida
que transcurría el tiempo.

Primero Jesús tuvo que ganarse la confianza de estos rudos marineros y pescadores; pues como trabajadores
que eran conocían poco de palabras, pero más de hechos.

Estos novatos compañeros de Jesús, lo siguieron sin preocuparse por qué comer o vestir. Pero como
pecadores, hombres terrenales que se debían a su tiempo, aún no habían madurado el mensaje de la Buena
Nueva en sus corazones, y caían en pozos de soledad. Entonces cuando se acercó el final inevitable, lo
traicionaron, lo vendieron como un esclavo, a la corrupta facción de políticos…

Hoy, en nuestra sociedad, en nuestro tiempo, hay muchos que apostaron, y apuestan por Jesús; que sabiendo
por las pruebas que deberán pasar se arriesgan igual. No ajenos a esta situación y queriéndolo imitar, muchos
jóvenes de nuestra amada institución también, han entregado sus vidas por los demás. A algunos los
conocemos por su nombre… a otros no. Cristo cuando estuvo entre nosotros hizo mucho ruido, porque los
hombres de aquella sociedad estaban sordos al nuevo mensaje, estaban tuertos y con corazón duro.

La meta que buscamos todos es la santidad; pero como este camino es largo, sinuoso, y con inesperados
contratiempos, no lo podemos caminar solos. Muchas veces los obstáculos que se nos presentan, exigen al
límite nuestras fuerzas físicas, nuestro temperamento, y así y todo no los podemos esquivar. Es que por eso
este pequeño gran Hombre nos dejó a Alguien para que nos ayudara y no estemos solos, inclusive pondrá en
nuestras bocas que decir en el momento oportuno

Podríamos estar días enteros buscando ejemplos de santidad cotidiana, y encontraríamos muchos, y que es
muy posible, y que los caminos para conseguirla son numerosos y muy variados. Comenzando por ser testigos
en nuestros ambientes como nos exhorta la Acción Católica, es una manera muy hermosa. Un ejemplo de esto
es nuestro querido beato Pier Giorgio Frassati, que supo hacer de las adversidades de la vida un camino de
alegría que lo condujera a Cristo. ¿No te parece que hay demasiada coincidencia entre nosotros y aquel
pequeño grupo de pescadores? Tal vez no seamos pescadores, ni tengamos redes, pero si tenemos algo
irreemplazable: los planos y la libertad que Él nos da, que es el Amor.

4.  Se ocupa de su formación integral

 Desde pequeños somos instruidos en muy variados temas. Desde aquellos que nos enseñan a comportarnos
en el entorno social que imparten nuestras familias, hasta los que la sociedad nos enseña. Se habla entonces de
una educación general, lo suficientemente amplia como para que comprendamos nuestro ambiente y nos
integremos a la sociedad.

Y así comenzamos con la educación formal. Escuela y estudios superiores. Adquirimos así conocimientos de
toda índole y especie.

Por otro lado hay algo en nuestro interior que pide ser alimentado, socorrido, aliviado. Nuestra “otra parte” a
la que llamamos espiritual necesita de algún otro tipo de instrucción.

Así nos encontramos frente a otra formación, que la sociedad no nos aporta, y que solamente la Iglesia como
Madre y Educadora fundamental nos acerca.

El camino, que en un principio era claro, con el paso del tiempo descubrimos que se hace cada vez más difícil
de distinguir. Necesitamos de ayuda para poder continuar, y recurrimos, entonces, a los que nos precedieron
en el camino que nosotros empezamos a recorrer: los Padres de la Iglesia que nos dicen: […] “En el descubrir y
vivir la propia vocación y misión, los fieles laicos han de ser formados para vivir aquella unidad con la que está
marcado su mismo ser de miembros de la Iglesia y de ciudadanos de la sociedad humana” […]

No solo los documentos de la Iglesia nos exhortan a completar nuestra formación; entre tantos caminos que se
pueden elegir, el de nuestra institución es uno de los más apreciados, uno de los que más y mejor capacita a
sus miembros en un proceso formativo integral; de tal forma que somos irreemplazables colaboradores del
Dios Educador, por medio de nuestra inserción en el mundo, como integrantes de una Iglesia viva.

Es que por eso los militantes están llamados y comprometidos con el mismo fin apostólico de la Iglesia, a
educar en la fe y mostrar el camino de la perfección cristiana. 

 
5. Tiene apertura a la unidad, con profundo sentido eclesial

 Habían transcurrido casi tres días y no pasaba nada. Las promesas se diluían lentamente, casi sin pensarlo. Un
grupo de hombres balbuceaba los anuncios que se les estaban por venir. Temerosos de correr la misma suerte
que aquel que había sido condenado días previos a la pascua judía.

Pero las tinieblas de la duda pronto se disiparon, pues el fuego del Espíritu Santo se posó sobre ellos

La confirmación de los discípulos en la tarea apostólica era contundente. Ante aquella tamaña entrega en la
cruz por amor, no había otra forma de responder que con la misma moneda.

Había que amar con la misma intensidad, con la misma convicción. La Buena Nueva era esa: Amar al prójimo.

Este fruto que ahora se veía maduro era consecuencia de la unidad con la que habían vivido estos años. Y se
reflejaba en las cosas cotidianas, de tal manera que los que los veían quedaban asombrados, pues vivían como
si tuvieran una sola alma, un solo corazón.

Esa unidad con Cristo era la que ahora los llevaba por caminos distintos, por oriente y occidente. Ese pacto
secreto unía a los hombres con Dios en un acto de amor.

Desde aquellos momentos la Iglesia había quedado instituida. Los pequeños pescadores tenían un reto
inimaginable. Cada uno con su carisma aportaría lo suyo para sacar adelante esta empresa.

Nosotros en estos tiempos tenemos muchas “empresas” que llevar adelante, y en cada obstáculo que
encontramos allí estará Cristo para ayudarnos, y nos preguntará “¿Pedro, tú me amas?” La respuesta que
demos será la que nos guíe en nuestro andar diario.

Como militantes han elegido vivir para la Iglesia y para la totalidad de su misión dedicados con un vínculo
directo a la comunidad diocesana para hacer que todos redescubran el valor de la fe que se vive en comunión,
y para hacer de cada comunidad cristiana una familia con todos sus hijos.

6.  Vive la mística institucional con alegría y pasión

 Si buscamos en el diccionario la palabra mística tiene varios significados: parte de la teología que trata de la
vida espiritual y contemplativa y del conocimiento y dirección de los espíritus; misterio o razón oculta de una
cosa.

Nosotros utilizamos el término mística para expresar el “estilo propio”, el “espíritu” de la Acción Católica.

Por tanto, la mística de la Acción Católica esta expresada por sus notas y características propias que conforman
ese “estilo propio”, ese “espíritu”, el ambiente donde los laicos a través de una decisión personal y libre se
comprometen a vivir su vocación laical asumiendo responsablemente los asuntos temporales y la vida eclesial
en comunión con los pastores, ofreciendo su orgánica y sistemática colaboración  para la implantación del
Reino de Dios.

El 14 de mayo de 1922 Pier Giorgio se inscribe al círculo “Milites Mariae” de la Sociedad de la Juventud Católica
(Rama Masculina de la Acción Católica Italiana) en su parroquia de Turín.

El “lema” de la JAC era: “oración, acción, sacrificio”. Tres palabras que resumen el compromiso cotidiano de sus
miembros. Pier Giorgio encuentra en ellas el espejo de su modo de ser, un auténtico programa de vida.

Es un hombre de oración, en continuo diálogo con Dios en las liturgias comunitarias, en las adoraciones
nocturnas.
Es un hombre de acción, que comprendió verdaderamente que seremos juzgados por aquello que hemos
testimoniado del Evangelio en palabras y obras, y que es fiel a su tarea.

Es un hombre de sacrificio, que no teme la renuncia de algo si esto le permitirá servir a Dios y  a sus hermanos.
De manera particular, si se trata de hacer el bien a sus hermanos pobres.

Pier Giorgio vive la experiencia de la Acción Católica con intensidad. Se siente unido a sus compañeros por los
mismos ideales, los mismos sueños, el mismo compromiso.

Pier Giorgio cree fuertemente en el asociarse. Él mismo es socio de muchas organizaciones, y se compromete
para su difusión.

De la Juventud Católica aprende la importancia de la dimensión nacional. Los grandes encuentros lo


entusiasman, y si puede participa. Ama estrechar relaciones con los jóvenes de regiones lejanas. La fe es una
unión más fuerte que cualquier distancia.

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