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Administrador, Gerente Da Revista, AlvaroPelaez
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ÁLVARO PELÁEZ
Resumen: Este trabajo considera las observaciones de Rudolf Carnap sobre el problema de los
límites de la ciencia y su demarcación de los problemas metafísicos desde el Aufbau y otros
ensayos que utilizan las herramientas conceptuales de esa obra. Ello mostrará que su crítica a
la metafísica en este periodo corresponde a lo que podríamos llamar una crítica episte-
mológica, a diferencia de su más conocida crítica sintáctica de 1932. Dicha crítica arroja el
resultado que, según Carnap, los límites de la ciencia, esto es, los límites del conocimiento
empírico, no coinciden con los límites de la vida. Que una vez respondidas, al menos en
principio, todas las preguntas sobre la naturaleza del mundo empírico, queda un vasto número
de cuestiones que acosan al hombre y que la ciencia no roza ni siquiera tangencialmente.
1. Introducción
¡Si las fuerzas vitales son lo suficientemente
fuertes, entonces no deben temer al espíritu!
(Goethe)
Der Logische Aufbau der Welt 2 (La construcción lógica del mundo, en adelante
Aufbau), la gran obra maestra de Rudolf Carnap, escrita en el periodo 1922-1925 y
publicada en 1928, ha recibido en años recientes una justa reivindicación como
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ción realizada por Thomas Mormann, Eduardo Rueda y Álvaro Peláez, publicada en
Signos Filosóficos, 11, v. VI, 2004.
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2. El sistema de constitución
Debe ser dicho ante todo que, de acuerdo con Carnap, el sistema de
constitución no ofrece contenidos acerca de nuevos conocimientos que puedan
ser usados para resolver los problemas filosóficos, sino antes bien, proporciona
un modelo de sistema de constitución unitario de todos los conceptos, que
permite plantear con propiedad el orden de problemas que enfrentamos y de allí
buscarles una solución apropiada. Este modelo general de constitución de los
conceptos (u objetos) tiene, para Carnap, la forma de una escalera en la que los
distintos niveles son constituidos desde los escalafones anteriores. Veamos qué
significa esto.
De acuerdo con Carnap, el objetivo de las investigaciones contenidas en
el Aufbau es “...desarrollar un sistema lógico-epistemológico de los objetos o de
los conceptos, llamado ‘sistema de constitución’ ” (Carnap 1988: 3). En este ob-
jetivo ya se expresa lo que quizás fue la característica más importante del proyecto
del Aufbau, a saber, la utilización, con fines epistemológicos, de los desarrollos en
la lógica formal que confluyeron en la obra de Whitehead y Russell 7 . En efecto,
llevando adelante un proyecto ya iniciado por Cassirer en 1910 8 , la tarea de
Carnap es explícito acerca del valor epistemológico que tiene para él la nueva lógica. En el
prólogo a la primera edición dice: “Desde un punto de vista histórico, es comprensible
que por ahora la nueva lógica sólo haya llamado la atención de un círculo reducido de
matemáticos y de lógicos. Sólo unos cuantos vislumbran su extraordinaria importancia
para toda la filosofía. Apenas comienza a apreciarse su valor para este campo tan vasto”
(Carnap, 1988, p. VI). En la segunda edición, en tanto, al ubicar filosóficamente su
proyecto como una síntesis entre empirismo y racionalismo, dice Carnap: “Por la in-
fluencia de Gottlob Frege, …, se me aclaró, por un lado, la fundamental importancia que
tienen las matemáticas para la construcción de un sistema de conocimiento; pero por otro
lado, también se me aclaró el carácter puramente lógico-formal de las matemáticas” (Ibíd.:
p. X).
8 Me refiero, por supuesto, al proyecto desarrollado en su monumental Substanzbegriff
und Funktionbegriff, en donde Cassirer se propone mostrar que la lógica tiene valor episte-
mológico no sólo en relación a las matemáticas, como intentaban probar los logicistas,
sino también en relación a la ciencia empírica.
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Carnap en este libro es mostrar cómo los distintos dominios de objetos que
componen un mundo, pueden ser constituidos mediante la utilización de dos
expedientes formales de la lógica de Principia Mathematica, a saber, clase y
relación 9 . En virtud de esta generalidad, la teoría de la constitución es
independiente del género concreto de objetos sobre los cuales se erija dicho
sistema del mundo, pudiendo comenzarse desde los objetos de la psique propia o
desde los objetos físicos. Su propósito más general es mostrar la posibilidad de
constituir un mundo de una manera puramente formal.
En el Aufbau, Carnap, debido a sus intereses no sólo en el orden lógico
sino también epistemológico de los objetos, ejemplifica 10 la teoría de la constitución
con un sistema que toma por base la serie de las vivencias elementales (Elementar-
erlebnisse) de un sujeto. Estas vivencias elementales, que constituyen experiencias glo-
bales e indivisibles de un sujeto, son sometidas a las categorías de clase y relación
a través de un procedimiento formal complejo que Carnap llama cuasianálisis 11 , y
mediante el cual se constituyen los diferentes géneros de objetos: los objetos de la
psique propia, los objetos físicos, los objetos de la psique ajena, y los objetos cul-
9 Es fácil advertir que estos expedientes constituyen los sustitutos formales de las
viejas categorías kantianas, las cuales no sólo han sido formalizadas sino también despro-
vistas de su carácter de necesidad y universalidad. A pesar de esa formalización, el rol de
las categorías formales, al igual que en la filosofía trascendental, consiste en ser principios
generales de la síntesis de la variedad contenida en la experiencia, en orden a constituir
objetos.
10 Al hablar de “ejemplificar” la teoría de la constitución, queremos dejar clara la dife-
rencia que existe entre la “teoría de la constitución” misma, esto es, la elucidación de la
estructura formal aplicable a cualquier dominio de objetos, y el “sistema de constitución”,
esto es, la aplicación concreta de esa estructura formal a la reconstrucción de nuestro
proceso de constitución de los objetos.
11 El cuasianálisis es el procedimiento mediante el cual se constituyen los objetos como
unidades sintéticas de las experiencias elementales (las cuales son unidades indivisibles).
No obstante, dicho procedimiento no está restringido a esa aplicación específica. Como se
expresa en el título de un trabajo anterior al Aufbau, el cuasianálisis es un método para
ordenar conjuntos no-homogéneos por medio de la teoría de relaciones, lo que muestra
su carácter esencialmente abstracto. Véase Carnap (1922/23).
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turales, es decir, la totalidad de los objetos que componen el mundo (en este caso,
nuestro mundo).
Ahora bien, como apuntábamos hace un momento, esto último no es
más que un ejemplo del modo en que operaría la teoría de la constitución, y no
posee ningún estatus especial para Carnap, pues de lo contrario se seguiría la idea
absurda de que el sistema de constitución tendría la tarea no sólo de explicitar la
forma de un sistema sino también la producción de sus contenidos. Esto último,
como Carnap lo enfatiza una y otra vez, es la propia tarea de la ciencia, la que
tiene por fin constituir y comprobar empíricamente las propiedades de los ob-
jetos. La teoría de la constitución sólo propone una reconstrucción racional del pro-
ceso por el cual la ciencia se dota de sus propios objetos y los verifica en la expe-
riencia.
Por lo tanto, la teoría de la constitución, la cual hace abstracción de todo
contenido del conocimiento, ocupándose exclusivamente del marco formal que
posibilita la constitución de los diferentes dominios de objetos que componen un
mundo, extrae la conclusión de que todo aquello que es constituible desde el punto
de vista de las reglas formales que constituyen las condiciones de posibilidad de la
formación de los objetos dentro de un marco, es de lo que está formado dicho
mundo, y la pregunta de si hay algo más allá de lo determinable desde nuestro
marco conceptual, carece de sentido, o es, para usar la terminología del ensayo de
1929 que examinaremos más adelante, una pseudopregunta.
Por otro lado, cuando la teoría de la constitución refiere sus principios
generales a la formación y desarrollo del mundo de la cognición empírica, el cual
indiscutiblemente comienza con la experiencia, extrae la conclusión particular de
que dicho sistema de constitución refiere todos sus contenidos en última instancia
a lo dado en la experiencia, pues todos los dominios de objetos que componen su
edificio, no son más que clases, relaciones, clases de clases, y clases de relaciones,
de lo dado en la experiencia. La naturaleza sensorial del conocimiento humano
define así, el orden de cosas que compondrá nuestro sistema del mundo.
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aquí es lo que Carnap llama en el Aufbau, una confusión de esferas. Una esfera de objetos
consiste en la clase de todos los objetos que están emparentados entre sí, y dos o
más objetos tienen parentesco de esfera si hay un lugar de un argumento en una
función proposicional en la cual los dos nombres de objetos son argumentos
permisibles. Por ejemplo, si consideramos la función proposicional “....es una
ciudad de Alemania”, la cual designa el concepto “ciudad de Alemania”, tenemos
que “Berlín” y “Hamburgo” son argumentos permisibles de la función y por ende
pertenecen a una misma esfera de objetos, “París” es un argumento permisible,
pero que hace a la proposición en cuestión falsa, en tanto “La luna” es un argu-
mento inpermisible pues convierte a la proposición en una serie de palabras que
no tiene sentido 12 .
Ahora bien, la confusión de esferas es la causa más habitual de la producción
de pseudoenunciados, tanto en el lenguaje ordinario como en partes importantes
de la filosofía. Según Carnap, cuando se cometen este tipo de equívocos, el resul-
tado lo constituyen lo que podemos llamar “pseudopreguntas”.
Tomemos el ejemplo que Carnap da en su (1929a): “Dije una vez a un
niño: ‘¿porqué has hecho un ruido tal que ha provocado que tu hermano se
despierte? El dormir le hacía bien. Ahora ya está hecho.’ El niño responde: ‘¿Y
donde está ahora el dormir?’ El niño piensa consecuentemente: allí había algo y
ahora ha desaparecido; entonces, ¿dónde está eso ahora?” (Carnap 1929a: 150).
El sentido común está plagado de situaciones como la anterior, donde el error
consiste en tomar como cosa algo que no es cosa sino, en este caso, un estado. El
uso del lenguaje conduce a este tipo de reificaciones que, vistas más de cerca, se
revelan como un sinsentido flagrante. La pregunta “¿y donde está ahora el
dormir?” no es más que una pseudopregunta, pues el signo “dormir”, en refe-
rencia a la pregunta por el dónde, se toma como un signo para cosa cuando no lo
es, produciéndose una confusión de esferas. Sólo tiene sentido preguntar por el
dónde respecto de cosas pero no respecto de estados.
Russell, la que fue concebida para variables y constantes lógicas, a conceptos extra-lógicos.
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13 Estos puntos, así como otros de profundo interés fueron desarrollados por Carnap
en su tesis doctoral de 1922. Véase Carnap (1922). Para un estudio sobre este trabajo, en
especial conexión con el espacio intuitivo véase mi 2006.
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bilidad de un camino que une cada uno de los conceptos que lo conforman, pero
aquí se trata de un camino lógico. La teoría de la constitución, tal como la esbo-
zamos en nuestra sección anterior, busca proporcionar el orden y conexión de
todos los conceptos dentro de un marco, y por lo tanto suministra las coor-
denadas mediante las cuales ubicamos un objeto ya constituido dentro del sis-
tema. Si, como decíamos antes, nos atenemos a nuestro sistema del mundo, aquél
que consiste en un dominio de objetos constituidos desde la experiencia y por la
utilización de reglas estrictamente formales, entonces obtenemos el criterio de
que si un objeto no ha sido constituido de esta manera o no es susceptible de
hacerlo, entonces este objeto no existe como un objeto que pertenece a nuestro
marco conceptual.
Así ocurre con el concepto de Dios o sus sustitutos metafísicos. Si un
metafísico o teólogo afirman la existencia de Dios, entonces requerimos la
reducción a impresiones sensoriales, es decir, pedimos que se defina el término
apelando a rasgos perceptibles.
Frente a esto pueden, según Carnap, ocurrir tres cosas. En primer lugar,
que se proporcione dicha definición, y por ende el juicio es entregado a la ciencia
para su confirmación. Por ejemplo, puede definirse “Dios” como “la fuerza que
dirige las estrellas en su órbita”, pero sucede con este caso que a pesar de que la
ciencia encuentra tal fuerza, es decir, la gravitación, no tiene porqué suponer que
proviene de una entidad superior y omnipotente. En segundo lugar, algo por lo
que la metafísica ha optado desde antaño, es declarar al término indefinible, lo
cual conduce a que según nuestro criterio desechemos tal objeto como carente de
sentido. En tercer lugar, y quizás ésta tercera vía sea aún más perniciosa, muy a
menudo los metafísicos parecen dar una definición pero en realidad no la dan.
Definen “Dios” como “el origen del mundo”, “la idea absoluta”, “el principio del
bien”, o “el ser necesario incondicionado”, pero lo que hacen no es más que
suplantar una palabra sin sentido por otras, pues es imposible, para cada uno de
los candidatos, ser retrotraído a afirmaciones que se refieren a la percepción.
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4. Ciencia y vida
Ahora bien, al inicio de nuestra sección anterior señalábamos que, según
Carnap, la ciencia no tiene límites, que no hay pregunta que en principio no
pueda ser respondida por ella. Pero también allí hicimos al pasar la salvedad de
que esto es posible únicamente dentro de las propias dimensiones del cono-
cimiento científico-empírico. Pero como el propio Carnap afirma,
La orgullosa tesis de que para la ciencia no hay pregunta que en principio no pueda
resolver, es del todo compatible con la humilde intelección de que, una vez resueltas
todas las preguntas, no por eso se resuelven todas las tareas que nos impone la vida
(Carnap 1988: 344).
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Un niño quiere comer más pastel; pero naturalmente también desea luego sentirse
bien y no padecer dolores; el conocimiento natural enseña una conexión causal,
pero se plantea un conflicto de valores entre los que hay que decidir. El cono-
cimiento teórico no puede decidir hacia que lado orientarse, sino sólo enseñar las
condiciones del contexto de elección. No puede decidir sobre eso, por cual de los
dos caminos posibles se irá (Carnap 1929b: 2) 14 .
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Por ejemplo, para la constitución de los valores éticos, podrían tomarse las viven-
cias de la conciencia moral, las vivencias del sentido del deber o de la responsa-
bilidad y otras parecidas; para los valores estéticos, las vivencias del gusto estético o
de otras actitudes que se tienen al contemplar el arte, o las vivencias de la creación
artística (Carnap 1988: 271).
15 En este punto existe una fuerte conexión entre el pensamiento de Carnap y algunas
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pueblo; además se echa mano de ciertos documentos, tales como escritos, imá-
genes, edificios, etc. Por lo tanto, el conocimiento de dicho objeto cultural se
hace a través de sus manifestaciones psíquicas y físicas. Esto no significa, en la
perspectiva de Carnap, que los objetos culturales son meros complejos de objetos
psíquicos o físicos. Antes bien, en su opinión, los objetos culturales, como cuales-
quiera otro género de objetos dentro del sistema de constitución, poseen inde-
pendencia epistemológica, esto es, pertenecen a esferas de objetos totalmente dife-
rentes (en el sentido definido en la página 66).
Esta esfera de objetos culturales, constituida dentro del sistema del mun-
do, es el dominio de las ciencias de la cultura, las cuales nos informan de su exis-
tencia, propiedades y relaciones.
Así, cuando decimos que la ciencia nos enseña las condiciones iniciales y
las posibles consecuencias que se siguen de los cursos de acción, no sólo nos
referimos a la información que nos proporciona la ciencia empírica, sino también
las que nos viene de las ciencias de la cultura. Para retomar el propio ejemplo de
Carnap, la ciencia nos enseña no sólo que si presionamos el cuello de un sujeto
durante un lapso de tiempo este morirá, sino también que la sociedad en la que
vivimos considera a tal hecho como malo. Pero aquí se encuentra el límite de
lo que la ciencia enseña, pues la fuente última de la acción radica en la esfera
subjetiva, algo donde el mundo de las determinaciones objetivas parece perder
sentido.
Como es posible apreciar, existen ciertas semejanzas entre este modo de
ver la cuestión de los límites de la ciencia y la propia perspectiva de Kant. En
efecto, en el prólogo a la segunda edición de la Crítica de la razón pura, Kant
reconoce el anhelo de la metafísica por adentrarse más allá de los límites de la
experiencia en busca de lo incondicionado, pero critica a aquellos metafísicos que
ignorando los verdaderos límites de la razón especulativa, han querido obtener
dicho conocimiento valiéndose únicamente de conceptos. Esta extensión indis-
criminada del ámbito de la razón especulativa tiene, según Kant, el resultado
negativo de que amenaza con suprimir el uso práctico de la razón, la cual “se ve
inevitablemente obligada a ir más allá de los límites de la sensibilidad” (B XXV) y
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posee las herramientas necesarias para conocer los objetos que se ubican más allá
de esos límites. Por ello dice Kant en un pasaje famoso:
Tuve, pues, que suprimir el saber, para dejar sitio a la fe, y el dogmatismo de la
metafísica, es decir, el prejuicio de que se puede avanzar en ella sin una crítica de la
razón pura, constituye la verdadera fuente de toda incredulidad, siempre muy
dogmática, que se opone a la moralidad (B XXX).
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La solución del problema del carácter vidente del poeta sólo la consigue quien
reconoce que no hay fórmula que encierre la verdad, que todo dogma religioso y
toda fórmula científica sobre el tramado del mundo no es más que un símbolo de
algo que no puede agotar ningún mito, ningún dogma, ningún concepto, y que no
puede expresarse tal y como es en sí. La vida es como el árbol de Igdrasil, el fresno
cósmico, en cuyas últimas ramificaciones está este hombre individual -¿cómo
podría ubicar con su mirada el todo? Y si todo es imagen y símbolo de algo que
nunca ha sido totalmente expresado, es evidente que el artista que habla sólo en
símbolos e imágenes, echa mano del lenguaje más apropiado (Dilthey, 1953, p. 9).
17 Los empiristas lógicos caracterizaron su propia corriente filosófica como una “con-
cepción científica del mundo” en oposición expresa a la idea de una “visión del mundo”, que
es lo que caracterizaría a las teorías metafísicas y al arte. Véase especialmente, Neurath, O.,
Hahn, H. y R. Carnap (1929).
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Cad. Hist. Fil. Ci., Campinas, Série 3, v. 15, n. 1, p. 59-77, jan.-jun. 2005.