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Ártico
en el
L
Por Roberto Piorno
a última vez que los tripulantes del Erebus y
el Terror fueron vistos con vida fue en agosto
de 1845. Dos barcos balleneros que cazaban
cetáceos en el Ártico avistaron a los dos buques
que navegaban, guiados por el capitán de la
Marina Real británica John Franklin (1786–
1847), en busca del Paso del Noroeste, una vía
a través del Ártico americano que permitiera
cubrir el trayecto entre el Atlántico y el Pacífico, evitando así el
largo rodeo que implicaba doblar el cabo de Hornos y el cabo
de Buena Esperanza, en el extremo sur de América y África
respectivamente. Desde entonces nadie volvió a tener noticias
del destino de los barcos de Franklin ni de la suerte de sus
tripulantes, engullidos misteriosamente por la nada helada que
impera en las hostiles aguas del Ártico.
Tras nueve años de incesante búsqueda de supervivientes o de
pistas sobre lo sucedido a Franklin y sus hombres, el gobierno
británico dio oficialmente por muertos a los 129 infelices que se
esfumaron sin dejar huella, enterrando con ellos el sueño inglés
por el más ansiado descubrimiento geográfico del siglo XIX. De
las múltiples expediciones de rescate fletadas por el almirantazgo
británico, la liderada por John Rae, un curtido explorador esco-
cés, se topó en 1854 con las primeras evidencias de lo sucedido.
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HISTORIA
Rae recabó información de primera mano gracias al testimonio británico, convencida de que su marido seguía con vida. Estaba
de los inuits que aseguraban –ofreciendo objetos personales equivocada, pero sin evidencias materiales que corroboraran
rescatados del hielo como prueba– que todos los miembros la muerte de Franklin y sus hombres, no se daría por vencida.
de la tripulación del Erebus y del Terrorr habían fallecido. Más Así, el viaje maldito del Terror y el Erebus en pos de una de
escalofriante aún: habían recurrido al canibalismo en un las últimas fronteras geográficas aún por explorar, se convirtió
desesperado intento por salvar sus vidas. Inglaterra dio por bue- en leyenda. Nadie sabe con certeza, ni aún hoy, qué ocurrió
no el informe y recompensó con 10,000 libras a Rae. Se cerraba exactamente a partir de agosto de 1845 con los integrantes de la
así el “expediente” Franklin, al cual el gobierno británico había travesía. El desenlace se parece más a un cuento de terror que a
dedicado ingentes recursos para su resolución. una crónica de exploración fallida. Y aunque la arqueología ha
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espués de 168 años de su hundimiento, la se fotografiaron vestigios en excelente estado de con-
Arctic Research Foundation localizó los res- servación, identificando los distintos compartimentos
tos del HMS Terrorr La clave del hallazgo fue del buque, así como de objetos como latas de comida,
el testimonio de un cazador inuit, Sammy botellas de vino, anclas, cañones o la campana de la
Kogvik, que aseguraba haber visto hacía siete años, embarcación. Todo estaba aparentemente en su sitio,
mientras navegaba, un mástil de madera sobresa- por lo que era evidente que los tripulantes abando-
liendo por encima del hielo en la bahía Terror, en la naron la nave precipitadamente sólo llevando consigo
isla del Rey Guillermo. Aunque en un segundo intento VESTIGIOS HUNDIDOS. La campana del Ere- lo esencial para sobrevivir. Al día de hoy la excavación
por desplazarse al lugar del hallazgo, el mastil había bus fue encontrada en el siglo XX en el fondo por el barco (enormemente compleja debido a las
marino. En relieve se lee la fecha 1845.
desaparecido. Se trataba de un territorio práctica- hostiles condiciones del clima y del terreno) aún no ha
mente virgen e inexplorado, pero los científicos de la dieron con partes del naufragio, que se hallaban a comenzado. De momento este proyecto, así como el
ARF estaban convencidos de que la pista de Kogvik era unos 21 m de profundidad. Es altamente probable que del Erebus, ubicado dos años antes, se encuentran en
correcta, por lo que persistieron hasta encontrar un el mástil permaneciera a la vista durante más de 150 espera de un estudio exhaustivo que arroje nueva luz
paso navegable para penetrar en la bahía. Finalmente años, no obstante, al tratarse de un lugar inaccesible sobre el trágico final de la expedición.
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Barrow no era militar, sino científico, un
avezado explorador que había participado
en importantes expediciones en Sudá-
frica. Permaneció cuatro décadas en el
cargo, y organizó decenas de viajes a las
aguas polares. Estaba convencido de que
la conquista del Paso del Noroeste sería
un paseo triunfal para la Royal Navy, y
que la empresa se lograría en sólo un
puñado de meses.
No tardaría en comprobar hasta qué
punto estaba equivocado: sucesivas expe-
diciones lideradas por exploradores de la
MASACRE. El pintor W. Thomas Smith talla de Edward Parry, John Ross (cuya tra-
muestra la agonía de los miembros de la vesía por el Ártico fue una heroica odisea
expedición Franklin tratando de sobrevivir.
de supervivencia, ésta, sin embargo, con
final feliz) o George Back, demostraron
con toques “fantacientíficos” la suerte corrida por Franklin y que el hielo que cubría las aguas del Ártico americano era un
su tripulación, reviviendo en todo el mundo el interés por una obstáculo insuperable para los buques ingleses. Una y otra vez
tragedia marítima sólo comparable, en cuanto a su repercusión chocaban contra el muro de icebergs. Sin embargo, ninguna
histórica y mediática, con el hundimiento del Titanic. expedición fue en balde. Para 1845, el año de la fatídica travesía
El HMS Erebus y el HMS Terror se hicieron a la mar el 19 de de Franklin, buena parte del Ártico canadiense había sido ya
mayo de 1845. Pero, en realidad, la historia de esta legendaria navegado, explorado y oportunamente cartografiado.
marcha arranca varias décadas antes. La exploración del Paso del
Noroeste y la conquista del Polo Norte se habían convertido en Una expedición de época
una obsesión para Inglaterra, casi una cuestión de Estado. Para En ningún modo el Erebus y el Terrorr se dirigían, pues, a aguas
satisfacer ambos objetivos la Marina Real británica otorgó plenos ignotas. Pero el invierno ártico era un desafío extraordinario para
poderes a John Barrow, segundo secretario del almirantazgo. cualquier embarcación, por moderna que fuera y bien pertrechada
de marcas en los huesos producidos a causa del escorbuto, mal provocado por el
déficit de consumo de alimentos frescos que,
canibalismo entre los últimos supervivientes. Barrow no podía ocultar su decepción: era
un octogenario con su jubilación en puerta
y quería a cualquier precio la conquista del Paso del Noroes-
te para Inglaterra. Sin rendirse, optó por organizar una nueva
expedición, en 1845, con todos los medios tecnológicos y los
recursos necesarios para lograr de una vez por todas el objetivo.
John Franklin era el último en una lista de nombres ilustres,
candidatos a liderar la azaña. Las opciones prioritarias para Barrow
eran Edward Parry y James Clark Ross, hijo de John Ross, quien
había participado en la exploración ártica de su padre y que se
había distinguido como un magnífico oficial y descubridor carto-
grafiando la Antártida. Pero ambos respondieron negativamente
a la oferta. Parry no quería, ni por lo más remoto, regresar al
Ártico, y Ross había prometido a su mujer que las expediciones
al extremo sur y al extremo norte eran cosa del pasado.
Finalmente Barrow se decidió por John Franklin sin el menor
entusiasmo, pero obligado por las circunstancias. Pese a los recelos
del segundo secretario del almirantazgo, Franklin era un explo-
rador experto, aunque sin grandes éxitos en su haber, y conocía
CONGELADO. Arqueólogos localizaron bien las aguas del Ártico. Había participado en dos expediciones
en aguas canadienses las ruinas de a esa región, la segunda en 1819 en calidad de comandante en
los barcos de la expedición Franklin.
jefe, y pudo descubrir en carne propia la extraordinaria hostilidad
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HISTORIA
Mal tiempo
Sólo los más supersticiosos repararían en Un antihéroe maldito
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la siniestra premonición que arrastraba el ien puede ser John Franklin el marino más buscado en la historia de la navegación. Casi una veintena
viaje a través del nombre de los dos barcos de expediciones fueron organizadas para dar con su paradero, en un empeño de rescate e investi-
que componían la flotilla: el HMS Terror gación de lo ocurrido sin precedentes. Nacido en la localidad inglesa de Spilsby, en 1786, Franklin se
y el HMS Erebus (Erebus es el dios griego enamoró del mar a bordo de un buque mercante. Con apenas
de la oscuridad). Se trataba de dos buques 14 años decidió, con el consentimiento paterno, enrolarse en la Royal
de guerra perfectamente adaptados a sus Navy y dedicar su vida a surcar los océanos. Su primera expedición fue
nuevas funciones, con la proa revestida de a bordo del HMS Investigatorr para cartografiar la costa de Australia.
hierro para enfrentarse al hielo, calefacción Poco después participó en las guerras napoleónicas, llegando a tomar
en los camarotes y, gracias a la previsión de parte en la batalla de Trafalgar en 1805. Trece años más tarde tomó
Franklin, dotados de calderas de locomo- parte en su primera incursión al Ártico, en calidad de teniente, a las
toras para poder navegar a vapor en caso órdenes de John Ross, uno de los grandes de la exploración británica.
de que los vientos no fueran benéficos. Luego obtuvo su primera capitanía y llevó a su expedición ártica en el
Las dos naves contaban con toda clase de noroeste de Canadá al desastre: murieron 11 de los 20 miembros de
comodidades a bordo. Estaban preparadas la tripulación, la mayoría por hambre. Se sobrepuso a los rumores de
para cualquier contratiempo y enfrentarse, canibalismo que rodearon a su accidentada empresa, y desde entonces
JOHN FRANKLIN
en el peor de los escenarios, a uno o más vivió obsesionado porr el Paso del Noroeste. Su esposa intentó por to-
inviernos encallados entre los hielos del dos los medios que renunciara a viajar al Ártico, pero no tuvo éxito. Nombrado caballero del Imperio británico
Ártico. La expedición zarpó finalmente por el rey, en 1818, fue algunos años gobernador de Tasmania, antes de acometer en 1845 la trágica aventura
del puerto de Greenhithe, en Inglaterra, la que le costaría la vida a él y a todos sus hombres, y que lo convertiría en leyenda.
mañana del 19 de mayo, compuesta por
134 hombres al mando de John Franklin.
Francis Crozier y James Fitzjames eran los capitanes a cargo expedicionaria y, tanto o más importante, encontró una nota
del Terror y el Erebus respectivamente. Tras hacer escala en escrita por Crozier y Fitzjames acerca de los movimientos de los
las Orcadas y en Groenlandia, donde se prescindió de cinco barcos y de su tripulación previos a su trágico final. Sabemos que
tripulantes, quedando el número en 129, llegaron en agosto a Franklin y sus hombres pasaron el invierno de 1845-46 en la isla
la bahía de Baffin, donde atracaron en espera de mejores con- Beechey, donde al parecer murieron los tres primeros tripulantes.
diciones meterológicas para adentrarse en el accidentado Paso En septiembre de 1846 ambos buques quedaron definitivamente
del Noroeste. Justo ahí fueron avistados por última vez. Nunca atrapados entre los hielos en las proximidades de la isla del Rey
más se volvió a tener noticia de ellos. Guillermo. Ahí terminó el viaje por mar.
En 1857, el explorador irlandés Leopold McClintock comandó Nueve meses después, el 11 de junio de 1847, y siempre según
una expedición cuyos fondos habían sido obtenidos gracias a la información recogida en la nota, John Franklin habría fallecido.
la obstinación de Jane Franklin, quien se negaba a asumir las El calvario, no obstante, apenas empezaba. Los tripulantes del
tesis del gobierno británico que daban a su marido por muerto. Erebus y el Terrorr pasaron los siguientes dos inviernos a bordo
FOTOS: GETTY IMAGES
McClintock regresó con las peores noticias: a lo largo de su ex- de los buques, atrapados en el hielo hasta que finalmente, en
pedición en la isla del Rey Guillermo, donde se concentraba toda abril de 1848, por razones que no conocemos, Crozier tomó
la búsqueda y cuyas temperaturas nunca superan los 10 grados una fatídica decisión. El testimonio de los inuits con los que se
bajo cero, rescató del hielo los primeros cadáveres de la misión entrevistó John Rae en 1854, fue corroborado por el contenido
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CATASTRÓFICA EXPEDICIÓN. Fotograma
de la serie The Terror. (Der.) Banderas en
el Museo Marítimo Nacional de Londres
recuerdan a la tripulación perdida. Varios
objetos de este suceso son exhibidos ahí.
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