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REFLEXIÓN AL SERMÓN 9 DE SAN AGUSTÍN

Nombre: Joseph E. Acevedo R.


Cédula: 8-846-1098
Fecha: viernes 6 de noviembre del 2020.

Existe un motivo por el que los primeros tres mandamientos tienen que ver con nuestra
relación con Dios, mientras que los últimos siete rigen nuestra relación con el prójimo.
El motivo es que simplemente no podemos amar a nuestro prójimo ni no amamos a
Dios en primer lugar. Una correcta relación con nuestro prójimo es tan solo el resultado
de una correcta relación con Dios.

Si no veo al otro en relación con Dios, es decir, como perteneciente a Él, no pasará
mucho tiempo antes de que comience a amarlo principalmente por lo que él hace por
mí. Sólo cuando lo veo desde el punto de vista de Dios puedo amar a mi prójimo por su
bien, y no por mi propio bien, porque Dios amó a cada una de las personas que existen
por su bien.

El amor que le tenemos al prójimo es meramente una extensión o una expresión de


nuestro amor a Dios. Si un ateo ama verdadera y genuinamente a su prójimo por su bien
-algo que yo no puedo juzgar con ninguna certeza, de uno u otro modo-, podría decirse
que ese "ateo" ama a Dios sin saberlo explícitamente, del mismo modo que "el que dice:
«Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede amar a Dios, a
quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?" (1 Jn 4, 20).

Tenemos una deuda para con nuestros padres, una deuda que no podremos cancelar por
completo. Sin embargo, estamos obligados a pagar esa deuda en la mayor medida que
podamos y eso se logra honrándolos. Honrar, para los judíos, significa 'glorificar'.
Estamos llamados a glorificar a nuestros padres, que se sentirán glorificados por
nuestros éxitos, porque nuestros éxitos se proyectan en ellos.

Las buenas calificaciones, un trabajo bien pagado y la prosperidad material son "éxitos"
hablando en forma relativa, pero uno puede alcanzar muchos logros en estas áreas y
terminar siendo un fracaso moral. Eso sí que deshonra a los padres. El éxito humano
tiene más que ver con la integridad del hombre, que es un logro moral. Los santos son
un ejemplo de lo que significa tener un éxito genuino.

Un mentiroso es una persona en la que no se puede confiar. Es alguien que lleva una
división dentro de él, es decir, un grado de desintegración. La mentira es una violación
inmediata de la "integridad"; dado que existe una separación entre lo que aparece en las
palabras del mentiroso y lo que está en su mente. ¿Por qué meditación? El motivo es
que la mente piensa, pero el espíritu medita y cuando un mentiroso piensa cual es la
mejor manera de modelar su mentira, su espíritu está abierto a las mejores sugerencias.
Sin embargo, el espíritu está abierto al espíritu y no a la carne. El espíritu del mentiroso
no está abierto a Dios, quien es Espíritu y Verdad, sino que al espíritu a quien Cristo se
refiere como el "padre de la mentira" (Jn 8, 44), a quien las Sagradas Escrituras se
refieren como a la más astuta de todas las creaturas de Dios (Gn 3, 1).

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