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El documento resume las interpretaciones de varios Padres de la Iglesia sobre el episodio bíblico de la zarza ardiente. Explican que la zarza representaba el cuerpo de Cristo y su corona de espinas. También que Dios se reveló a Moisés a través del ángel y del fuego en la zarza, prefigurando la Trinidad. Finalmente, analizan el significado del nombre divino "Yo Soy el que Soy" y cómo indica la inmutabilidad de Dios.
El documento resume las interpretaciones de varios Padres de la Iglesia sobre el episodio bíblico de la zarza ardiente. Explican que la zarza representaba el cuerpo de Cristo y su corona de espinas. También que Dios se reveló a Moisés a través del ángel y del fuego en la zarza, prefigurando la Trinidad. Finalmente, analizan el significado del nombre divino "Yo Soy el que Soy" y cómo indica la inmutabilidad de Dios.
El documento resume las interpretaciones de varios Padres de la Iglesia sobre el episodio bíblico de la zarza ardiente. Explican que la zarza representaba el cuerpo de Cristo y su corona de espinas. También que Dios se reveló a Moisés a través del ángel y del fuego en la zarza, prefigurando la Trinidad. Finalmente, analizan el significado del nombre divino "Yo Soy el que Soy" y cómo indica la inmutabilidad de Dios.
I TEOLOGÍA - PATROLOGÍA - INFORME IV LA ZARZA ARDIENDO Ex 3, 1-14 En este texto Moisés rechazó los honores de Egipto y eligió vivir en la privación (Efrén). Pero con frecuencia los Padres se preguntan quien era el ángel del Señor. Por ello, se dice que “quien apareció en la zarza que ardía era el Verbo de Dios. La zarza indemne prefiguraba al cuerpo que el Hijo asumió” (Prudencio). Pero mas adelante se dice que la Trinidad se apareció ante Moisés; el ángel esta constituido por una serie de propiedades que Dios crea y asume temporalmente para hacerse visible ante los ojos de Moisés” (Agustín) y a esta visión “se le llama ángel cuando habla externamente, mientras que se le llama Señor cuando toca el corazón de quien escucha” (Paterio). Pero también, “la espinosa zarza tiene su equivalente en la corona de espinas de Cristo” (Clemente de Alejandría) es decir, que el texto ya está haciendo una prefiguración del Hijo de Dios que se hace hombre por medio de la virgen María; pero atendiendo a la referencia de la zarza con la corona de espina Cesáreo de Arles dirá: “ la zarza espinosa es el resultado del castigo por el pecado: “de la tierra brotarán espinas y abrojos” había dicho Dios. El fuego es el Espíritu Santo; las espinas son los judíos”. De tal manera que la zarza representa los más rastrero que hay en nosotros, y aún así Dios es capaz de iluminar incluso lo mas oscuro que hay de nuestro lado. Por eso, San Ambrosio comenta que “también Moisés, al pasar las riadas mundanas, tuvo una gran visión y dijo: “voy a acercarme y comprobar esta visión”; si hubiese estado inmerso en la visión del cuerpo y en lo placeres lúbricos de este mundo, no habría visto tan grandes misterios.” Ahora bien, el nombre que Dios revela a Moisés como el suyo propio constituye uno de los grandes misterios del Antiguo Testamento. Es propicio para la contemplación de Dios y su naturaleza. Y a esto dirá Orígenes “Dios Padre, como existencia, es la fuente de todo ser, mientas que todo cuanto es racional participa del Hijo”, pero mas adelante San Agustín comenta “El nombre “Yo soy el que soy” describe correctamente la esencia de Dios” y por eso se afirma que “Él, que es, no tiene principio ni fin” (Crisóstomo), pero sigue comentando San Agustín diciendo que la afirmación “yo soy el que soy” indica que es inmutable. Así, pues, magnifica y divinamente nuestro Dios dijo a su siervo: “Yo soy el que soy, y dirás a los hijos de Israel: El que es me envío a vosotros”. Él es verdaderamente porque es inmutable. Todo cambio o mudanza hace no ser a lo que era. Por tanto, Aquel es verdaderamente el que es inmutable, y las demás cosas que por Él han sido hechas, de Él han recibido el ser, según su modo o medida. Finalmente, la expresión “El que es” significa quien es siempre y sin principio, el que es en el sentido más verdadero y exacto de la palabra” (Juan Crisóstomo)