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Teoría de la Comunicación y de la información Curso 2011-2012.

Prof: María Lamuedra

Tema 6: La producción del consentimiento. Esfera Pública, hegemonía,


modernidad y post-modernidad:

- Breve repaso al desarrollo social, económico, político y comunicativo de la -


Modernidad y Post-modernidad.
- Breve repaso al desarrollo de los medios en este marco conceptual.

1. La Modernidad a grandes rasgos

La sociedad de masas y los medios de comunicación sociales son parte de las


transformaciones que ocurren en la Modernidad, y para entenderlos en contexto, es
necesario que señalemos algunos de los principales cambios que acontecen en este
periodo:

Habermas denomina Proyecto de la Modernidad (1992), a aquel que en virtud del uso
de la razón, desea progresar hacia una sociedad más justa y educada. El hombre
quiere librarse de sus cadenas de mito, arbitrariedad, religión y tradiciones y para ello,
idea y pone en funcionamiento formas de pensamiento y desarrollo social racionales. La
Ciencia y la Tecnología se van a configurar como los motores del desarrollo, del progreso,
que se entiende como algo positivo, y ligado a una cadena imparable de causas y
consecuencias (pensamiento lineal). La modernidad trae aparejada la idea de proyecto, es
decir de proyección hacia el futuro y de progreso humano infinito.

Desarrollo económico, pensamiento liberal y (pensamiento colectivo): Las


revoluciones tecnológicas hacen posible las revoluciones industriales y en este entorno
comienza a legitimarse el “ánimo de lucro” y la obtención de beneficio, que la tradición
católica había asimilado al pecado de la avaricia. Adam Smith, con gran influencia de la
filosofía moral de la época, teoriza que es posible armonizar los intereses individuales y
los nacionales puesto que la búsqueda de beneficio propio termina revirtiendo en la
sociedad. Este principio queda como base del pensamiento liberal (ahora bien, Smith se
manifiesta tozudamente en contra del monopolio y de la avaricia). Esta idea ha de
enmarcarse en los esfuerzos de pensadores de la época en imaginar configuraciones
sociales y políticas ideales, como Tomás Moro, que imagina una sociedad sin dinero y la
sitúa, como no podía ser de otro modo, en una isla que llama Utopia. Este pensamiento
político moral es también la semilla de las utopías colectivistas, de las que el comunismo
es la que ha tenido mayor influencia, y que han servido de marco de referencia a las
constantes luchas por los derechos laborales que han salpicado el siglo.

Configuración de los Estados: La creación de la opinión pública y el desarrollo del


pensamiento político moral va incidiendo en la democratización paulatina del Parlamento
inglés, que luego se extenderá a otros países. Al mismo tiempo, el Estado, mediante las
instituciones educativas comienza a ganar influencia a las familias, en la educación y
adoctrinamiento de las nuevas generaciones, en los valores, de nuevo, humanísticos e
ilustrados. A ello, se sumarán los medios de comunicación y la industria cultural, que
como instituciones sociales servirán también como mecanismos de vertebración y control.

Clases sociales e igualdad. La burguesía o clase media es precisamente la que


cuestiona la supremacía de la nobleza y aristocracia, y apuesta progresivamente por la
igualdad de oportunidades entre distintas clases sociales (y luego, entre géneros).
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Cambios en las familias. Desde el siglo XVIII se producen una serie de cambios que
provocan la transición desde una familia “extendida” en entornos rurales a una de corte
“patriarcal”, más nuclear, urbana y basada en la noción de amor romántico.

El amor romántico no es igualitario porque está vinculado al sistema patriarcal de


prevalencia del hombre, y de hecho exige más a la mujer que al hombre. No obstante,
requiere cierto igualitarismo dado que los cónyuges se perciben como compañeros en un
proyecto común, una vez, claro está, que el hombre ha sido satisfactoriamente
“encarrilado” por la mujer1.

A tal proyecto vital emprendido por el matrimonio patriarcal y basado en el amor romántico
se refiere extensamente Anthony Giddens, que lo relaciona precisamente con un proceso
de modernización emprendido por la burguesía del siglo XVIII y XIX al que ya hemos
aludido. Esta clase deja atrás el matrimonio de conveniencia para aplicar a la unión
conyugal las ideas humanistas que reivindican el individualismo, la libertad de elección y
las emociones humanas. También las posibilidades de mejora mediante el esfuerzo y la
educación, en esta idea de proyecto que implica trabajar constantemente para lograr un
objetivo futuro conscientemente planteado.

El amor romántico, unido al éxodo campo rural va resquebrajando la familia extensa a


favor de la familia nuclear de la actualidad. Aquellos entornos locales, a menudo rurales,
en los que existía escasa comunicación con el ámbito estatal, ceden protagonismo a
espacios urbanos mejor conectados entre sí. Y que en aquellos entornos rurales la familia,
en un sentido amplio que abarca varias generaciones de hermanos y primos, tenía gran
centralidad mientras en los nuevos ámbitos urbanos la familia se hace más nuclear.

En este nuevo contexto de familias nucleares en entornos urbanos se generan nuevas


necesidades comunicativas, que se satisfacen un ámbito menos inmediato, es decir
mediante las nuevas instituciones nacionales de participación, el sistema educativo y los
medios de comunicación que están siendo creados (Beck et al, 1994).

Desarrollo de la “sociedad de masas”: El desarrollo y abaratamiento de la prensa


periódica satisface esas nuevas necesidades comunicativas. El texto de Habermas sobre
el nacimiento de la prensa política en Inglaterra que vamos a leer como lectura obligatoria
desarrolla este punto. También resulta relevante que la proliferación de los folletines en
los que se exponen las nuevas ideas sobre el amor romántico coincide con el desarrollo
de la prensa como medio de masas, que es precisamente donde se publicaban. Los
folletines también son contemporáneos del nacimiento de la publicidad, que permite
abaratar los costes de la prensa, y aumentar sus tiradas. Y consecuentemente, contribuye
a mejorar las ventas de los diversos productos que se anuncian y activar, así la economía.

Familia nuclear burguesa, vertebración política, pensamiento racional y moral, prensa


escrita, y circulación masiva de folletines y melodramas son algunos de los factores que
inciden en la modernización de las sociedades europeas del siglo XVIII y XIX, que se
constituirán en democracias. En el espíritu y también en la actividad y el desarrollo de la
modernidad siempre habrá una tensión entre el ilusionante proyecto de la modernidad
como liberador e iluminativo y el uso instrumental de la tecnología y el orden social para
lograr: mayor desarrollo o máximo beneficio.

1
Giddens, A., La Transformación de la Intimidad: Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas,
2000, página 50.
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2. El incierto ¿camino? de la postmodernidad

El siglo XX ha sido un periodo de muchas luces, pero también de muchas sombras: la


extensión de la educación y cierta justicia social entre amplias capas sociales en el mundo
occidental se ha alternado con dos guerras mundiales y otras atrocidades. Tras un
periodo de reflexión hacia finales de la década de los sesenta, una serie de voces
comienzan a dudar del éxito del binomio razón-progreso, y se produce una crisis general
de los valores cívicos asociados a lo moderno. A esta crisis contribuyen ciertos cambios
en el sistema productivo, que acrecientan el poder de las empresas, ahora globalizadas,
con respecto a los trabajadores, ciudadanos e incluso los estados-nación. A este nuevo
periodo, que muchos dirían de crisis de lo moderno se le llama Post-Modernidad.

Desde finales de los años 602 comienzan a cuestionarse algunos de los pilares del modelo
de desarrollo moderno basado en los principios ilustrados de racionalidad y fe en el
progreso humano ligado al tecnológico. Esto sucede por varios sets de razones y nuevos
cambios que motivan una crisis general de los valores y las instituciones modernas. A
continuación esquematizamos brevemente algunos elementos incluidos en este proceso
de cambio:

Estructura socio-económica. La crisis del petróleo de 1973 precipita un cambio de


modelo económico. Hasta ese momento había imperado el modelo de crecimiento
denominado “fordkeysienista”, que permitió cierta mejora progresiva de condiciones
laborales y sociales y que hizo posible que amplios sectores de la población de los países
occidentales engrosasen las filas de la clase media. Poco a poco sin embargo, va
ganando terreno un contexto globalizado en que las grandes empresas acumulan mayor
poder, con respecto a los trabajadores. Ahora, por ejemplo, pueden deslocalizar la
producción para abaratar costes lo cual les otorga gran capacidad para maniobrar frente a
los sindicatos y otras instituciones representativas, como los partidos políticos. (Harvey,
1991: 124-150). En este orden de cosas a los trabajadores se les exigen más
conocimientos, mientras disminuyen las contraprestaciones y el trabajo se precariza.

Además, la acuciante necesidad de consumo constante del sistema, que ha alcanzado


una desorbitada capacidad de producción, acorta la vida media de los productos y de los
ciclos e impulsa un cambio tecnológico constante, que requiere un reciclaje continuo de
conocimientos por parte de los trabajadores. Todo esto, a su vez, genera una sensación
de aceleración temporal, desorden, y caos. Consecuentemente muchas personas
experimentan en sus propias carnes la idea post-moderna de que el progreso tecnológico
no está vinculado necesariamente a un progreso humano de mejoría de la sociedad y de
las condiciones de los trabajadores, sino que, muy al contrario, el futuro se percibe como
crecientemente incierto.

Crisis de las instituciones y valores modernos. Los estados-nación se encuentran mal


equipados para negociar con las cada vez más poderosas grandes empresas
globalizadas, y por otra parte, el propio concepto de lo público peligra ante los enormes
esfuerzos sostenidos de privatización, que afecta a las suministradoras de energía, los
transportes, y crecientemente incluso la Sanidad y la Educación. Lo post-moderno refleja,
en parte, la crisis de lo moderno y eso se nota en que tanto sus valores, – educación,
meritocracia, esfuerzo, respeto o cordialidad – como sus instituciones políticas y
comunicativas pierden legitimidad. Y la pierden, porque no cumplen las expectativas: la
educación y la meritocracia no conlleva necesariamente la ascensión social, la política
2
A pesar del amplio debate acerca de cómo periodizar el tránsito de lo moderno a los post-moderno existe
cierto consenso en que a finales de los 60 se produjeron ciertos cambios y movimientos. Ver por ejemplo,
Jameson (1991: 322-331) y Fowler (1997: 75) .
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democrática no conlleva necesariamente la participación ciudadana en un contexto en el


que los ámbitos de decisión están cada vez más alejados de su alcance, tanto que incluso
los Estados se encuentran condicionados ante las grandes corporaciones
transnacionales.

Crisis de la cultura elitista moderna. A su vez, se deshace cierto elitismo cultural que,
según Martín Barbero (1987: 40-43), había permitido establecer distinciones en una
sociedad democrática en la que todos los ciudadanos pueden participar de la política. Es
decir, en una comunidad en la que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos
políticos, las distinciones entre clases sociales se realizan de otras maneras. 3 Una de ella
es establecer diferencias “culturales”. “Lo culturalmente legítimo” sería cierta literatura,
pintura, escultura y artes escénicas que no gozan del favor popular porque resultan
difíciles a los no iniciados, como ejemplifican las corrientes vanguardistas en la pintura. A
primera vista es difícil que a alguien que no sepa algo de pintura aprecie un cuadro de la
época cubista de Picasso. De la “cultura elevada” se margina a formatos favorecidos por
clases populares o por el género femenino, como el melodrama (Bourdieu: 1986, 34-60).

Familia. Durante este periodo se profundiza en la igualdad entre géneros y el matrimonio


conyugal cede espacio a lo que se conocen como “ relaciones” y que Giddens (2000)
llama amor confluyente. Éstas requieren de intimidad y comunicación entre los cónyuges,
lo cual a su vez, sólo puede hacerse sobre una base de igualdad y de trabajo constante
por parte de ambos. Si la relación ‘no funciona’ se rompe y consecuentemente se dan
más tipos de familias: por ejemplo, monoparentales, de segundas nupcias etc.

Mayor necesidad de reflexividad: Por otra parte, lo post-moderno profundiza en algunos


valores modernos e ilustrados como la reflexividad, el diálogo y la negociación. Estos tres
principios sirven para valorar y enjuiciar cuestiones morales, que son especialmente
necesarios ante deslegitimación de las instituciones de la modernidad democrática, como
la política o la prensa, y de los valores cívicos4.

Este es el contexto socio-económico en que nos encontramos ahora, en el que se aprecia


la inseguridad en el futuro, una falta de instancias – religiosas, morales etc. – que
legitimen el orden social, cierta desconfianza hacia los valores modernos y cívicos así
como cierta incredulidad y escepticismo general.

Crisis de legitimación: Si ni la Religión, ni el Estado, ni la Educación ni la Ciencia


pueden, por sí mismas, ofrecer un sustento personal y social sobre el que construir un
sistema de valores ¿Qué puede? Podríamos argumentar que, de nuevo, la economía, el
mercado, el consumo constante parecen haber llenado los huecos dejados por las
instituciones y su régimen de valores que en otros tiempos han sido hegemónicas.

Crisis epistemológica: Parte de la crisis de legitimación ha sido posible por el descrédito


de la Educación y la Enseñanza como espacios de autoridad. El paradigma positivista y
objetivista de la Ciencia se ha desvanecido, y el hermenéutico, que lo ha sustituido no
puede ofrecer las mismas pretensiones de generalización e imparcialidad. Puesto que no
hay realidad externa a nosotros no es posible ningún conocimiento objetivo. La Ciencia es
parte de la construcción de la realidad. La única salida a este problema que no termine en
actitudes relativistas o nihilistas es añadir al paradigma hermeneútico una visión
comprometida con la sociedad: honesta, crítica y muy importante, basada en
metodologías de investigación rigurosas, transparentes y en la que las consideraciones
éticas son parte fundamental de la investigación.

3
Para saber más de cómo distintas clases sociales han llevado a cabo diversas estrategias para distinguirse de
otras, el libro clásico de referencia es el de Pierre Bourdieu, que aparece en bibliografia.
4
Esta es la tesis que Beck, Giddens y Lash (1997) mantienen en su obra conjunta, aunque prefieren utilizar el
término modernidad reflexiva a post-modernidad.
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3. Algunos apuntes sobre el desarrollo histórico de los medios y los debates


académicos en torno a ellos.

A partir de 1880 surgen nuevos medios cuantitativa y cualitativamente distintos a los del
S. XIX que constituyen el origen de la información propia del siglo XX. Poco a poco
evolucionan los panfletos partidistas en los que los propietarios de los medios abogaban
por sus intereses, y que - cómo documenta Habermas (1961) van creando un espacio
público de discusión que beneficia el proceso de democratización. No obstante, desde sus
inicios, el poder de la prensa y de la opinión pública ha generado una mezcla de
preocupación y esperanza entre intelectuales y críticos.

Antes de que los periódicos circulasen nacionalmente ya los críticos de la época temían
su poder al considerarlos órganos de partidos políticos (Roussau,1750) o de intereses
privados inspirados por el ánimo de lucro (Marx, 1842 o Bücher, 1893/1901:2006, en
Splichal, 2007: 240-242). Durante décadas, el debate académico entre estos y otros
autores, se planteó cómo los medios son un poderoso vehículo social y cómo deben estar
al servicio de la sociedad. No obstante, la estructura de la propiedad de la prensa se
consolidó como privada, y hasta el nacimiento de la radio y luego de la televisión, este
ideal de medios de comunicación orientados hacia la democracia no trató de ser aplicado
mediante medidas de regulación y también, con el nacimiento de las corporaciones
públicas de radiotelevisión. (Ibidem)

En torno a 1880 los distintos países occidentales organizan su estructura informativa en


torno a las agencias nacionales de noticias que mantienen estrechas relaciones con los
gobiernos y surten de información a los periódicos. Bajo ese predominio de las agencias,
todos los medios atienden a los mismos temas. El nacimiento de las agencias de noticias
provocó algunos cambios en la información: el establecimiento de la red telegráfica
mundial dio como resultado la ubicuidad informativa y la tendencia a la uniformidad propia
de la información del S. XX.

Se desarrolla entonces (en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX) la llamada
prensa de masas en EE.UU. y algunos países de Europa: aumentan espectacularmente
su tirada, incluyen muchas páginas de publicidad, se establecen en grandes edificios y
obtienen unos beneficios insospechados hasta entonces, abandonan las viejas fórmulas y
se atribuyen nuevas funciones en la sociedad del siglo XX: son bienes de uso y consumo,
se venden a bajo precio y ofrecen a sus lectores un producto atractivo y bien acabado. Su
presencia reiterada en la sociedad los convierte en instrumentos de gran influencia y ese
exceso de poder les va a permitir provocar manipulaciones de todo tipo. Surge en este
contexto la prensa amarilla. En contraposición, se desarrolló también una prensa muy
documentada y seria para élites, que representaban en España El Imparcial (1867) y El
Liberal.

En el periodo de entreguerras surgieron totalitarismos en distintos países occidentales


(nazismo alemán, fascismo italiano, comunismo ruso etc...) Durante la Primera Guerra
Mundial, no obstante, todos los Estados, incluyendo a los demócratas pusieron a punto
sus estrategias de propaganda frente al conflicto que se avecinaba.

Entre los vencedores de la Primera Guerra Mundial se alzó la teoría de que los medios
debían cumplir una función social de servicio público. En el caso de la BBC, un referente
del periodismo mundial, durante los años 20 el mayor enfásis estaba en la pesada
responsabilidad de las corporaciones públicas de radio como asistentes de un nuevo y
potente motor social. La noción de responsabilidad no necesariamente implicaba
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imparcialidad e independencia editorial. Esto se vió claro como el cristal en Gran Bretaña
la huelga general de 1926, cuando la BBC, entonces el único medio que podría cubrir la
huelga estaba constantemente bajo la presión constante del gobierno. El primer director
de la BBC, John Reith consiguió , no obstante, mantener la independencia editorial y
conseguir una BBC con financiación estable para que así siguiese siendo, y eso fue
posible porque en ese momento ya se reconocía que las corporaciones públicas debían
ser independientes tanto del control del gobierno como del mercado. (Mäntymäky,
20010:75)

Sin embargo, fué la Segunda Guerra Mundial la que marcó en punto de inflexión para las
noticias de Radiotelevisión de Servicio Público e independencia (Briggs and Burke,
2002:217-218). En Gran Bretaña todas las restricciones sobre los servicio informativos
fueron levantadas y por primera vez la radio tuvo una ventaja competitiva sobre la prensa
porque las noticias eran más inmediatas. El rol de la radio cambió durante la guerra para
convertirse en un instrumento vital de información pública y entretenimiento. La BBC se
ganó una reputación de credibilidad en tiempos de enorme propaganda y su modelo
general influyó en las radiotelevisiones públicas de toda Europa. En los debates
académicos sobre la profesión periodística, los 60 y los 70 se consideran como la cima del
periodismo profesional en general. Según Hallin (2006), el periodo entre la segunda
guerra mundial y 1980 son un resultado de condiciones históricas específicas. La
economía de las empresas periodísticas y las corporaciones de servicio público eran
bastante estables si las comparamos con las de hoy en día, y hubo un periodo de relativo
consenso político centrado en la Sociedad del Bienestar en Europa y el New Deal en
EEUU. (en Mäntymäki, 2010; 75-76)

Desde 1945 a 1970 se vive una etapa de expansión económica que repercute en el
desarrollo del sector informativo. Los Estados defienden la libertad de expresión y, al
mismo tiempo, establecen normas de control de unos medios. Paralelamente, se
convierten en dueño de diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión públicas (Gran
Bretaña había sido pionera). El negocio informativo irá creciendo y las empresas de
información aumentan su poder. Esto favorece la concentración de los medios (cada vez
menos empresas son dueñas de más medios), a pesar del control de los Estados que
promulgan leyes antimonopolio.

En el año 70 se inicia una crisis que da entrada a la sociedad de información en la que


estamos inmersos. El desarrollo de las nuevas tecnologías afecta a todos los medios de
comunicación. Hay un claro predominio de las agencias y cadenas de televisión
americanas. Se produce la privatización de algunos medios públicos, que quedan en
manos de grandes grupos empresariales

Desde los años 80 se han intensificado los procesos de concentración empresarial,


aunque al mismo tiempo se hayan multiplicado los soportes (radio, televisión, Internet,
prensa gratuita) y se hayan fragmentado las audiencias. Hallin (2006) resumió la
evolución del periodismo desde los años 80 de la siguiente forma: "los periodistas han
perdido independencia en las redacciones de noticias cada vez más dominadas por la
lógica del mercado y han perdido prestigio en la sociedad". Datos empíricos sobre Gran
Bretaña y Suecia compilados por Witschge and Nygren (2009) identifican una tendencia
hacia la de-profesionalización del periodismo que conlleva una pérdida de autonomía, un
creciente énfasis en habilidades tecnológicas, unos sindicatos debilitados y unos códigos
éticos desdibujados. Trataremos esto con detenimiento en el tema 5 con especial atención
al caso español. Desde los años 80 también se advierten un giro pro-mercado en las
instituciones europeas, y en el que la cuestión de cómo los medios de comunicación han
de servir a la democracia por encima del mercado y el Estado, ha cedido espacio a la
preocupación porque los medios de radiotelevisión públicos compitan deslealmente con
los privados.
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4. Dos conceptos teóricos centrales y sus raíces históricas: Esfera Pública y


Hegemonía

4.1 . La Esfera Pública

Para iniciar un camino que busque respuestas, vayamos (de la mano de Habermas, 1987)
la Inglaterra del siglo XVIII, pionera en la Industrialización, dónde comienzan a encajar las
transformaciones estructurales que hemos glosado brevemente, y que dan lugar a una
sociedad mucho más "mediada" de lo que era la sociedad rural, en la que nuevas
instituciones como la enseñanza, los medios y el parlamento cobran una creciente
influencia en las dinámicas sociales.

En 1688 se implanta una monarquía constitucional en Inglaterra y ello produce un


liberalismo político, en el que determinados sectores socio-económicos apelan al
raciocinio del público para conseguir influencia en las decisiones estatales. En ese
proceso lenta y paulatinamente una asamblea de estamentos termina transformándose en
un Parlamento moderno. Además, en ese proceso surge una Esfera Pública en la que
las personas debaten racionalmente, con independencia de su clase social, sobre
cuestiones morales. Las primeras discusiones públicas que tuvieron lugar en Inglaterra
eran en salones de té y trataban sobre literatura, sobre las cuestiones morales que
presentaban los best-sellers de la época. Luego, tomaron protagonismo las discusiones
en cafés sobre las cuestiones políticas que circulaban en los periódicos, que eran
partidarios, tenían la finalidad de promover la visión de sus dueños. De este modo,
insistimos, el debate que se realiza en la Esfera Pública permite la formación de una
Opinión Pública sobre diferentes cuestiones de índole pública, lo cual va a favorecer el
proceso de democratización del Parlamento. Estos debates ocurren fundamentalmente
entre la clase burguesa y esta esfera pública, por ende también se denomina Esfera
Pública Burguesa. Este concepto ha promovido un ingente trabajo académico sobre el
mismo, y lo largo del curso incorporaremos algunas mejoras y desarrollos que diversos
teóricos han realizado.

4.2 La hegemonía, de Antonio Gramsci

Imaginemos a un filósofo italiano, fundador del partido comunista italiano, Antonio


Gramsci, en una cárcel italiana de los años veinte (O’Donnell: 2007:19). Tras el fracaso
del comunismo y la victoria del capitalismo se pregunta de qué manera un sistema
cómplice, cómo mínimo, de situaciones sociales injustas y denunciables puede contar
con la apreciación popular de tantos ciudadanos en tantos países del mundo. Volviendo a
Gramsci, imaginaos la Europa de los años 20, las migraciones campo-ciudad, las “masas
desarraigadas”, las inagotables horas en fábricas, dónde el trabajo pierde cierto
significado comunitario, los espacios naturales antes idílicos ahora están contaminados, y
la alienación que esto provocaba. Todo esto estaba causado, por el capitalismo, y sin
embargo, esa es la opción que parece haber ganado la batalla a las utopías que movieron
la sociedad de la época. ¿Por qué?

Y esta reflexión no la realiza cualquiera, sino el dirigente de los consejos obreros


turineses, el polemista del comité central partidario, el teórico de la revolución socialista,
que participó de esa gran pasión colectiva del siglo XX que conmovió a millones de
hombres y mujeres, entre ellos a parte de lo más relevante de la intelectualidad.

La conclusión a la que llega es que tal hegemonía no se basa fundamentalmente en el


uso de la fuerza bruta sino que las clases dirigentes negocian y consiguen el consenso de
la sociedad para su proyecto. El consentimiento intelectual y cultural se consigue
mediante alianzas tácticas con grupos intermediarios y también mediante la puesta en
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circulación de discursos afines en los productos de la cultura popular consumidos


diariamente por la población (ibid: 20), principalmente en los medios de comunicación. De
este modo, en las noticias, viñetas de humor, y folletines que aparecían en los periódicos
de tirada masiva de la época, las clases dirigentes - que ha conseguido la alianza de los
que elaboran estas narrativas- ponen en circulación discursos y mensajes que benefician
a su proyecto.

De este modo, la hegemonía que la clase dirigente logra no es estable sino que debe ser
negociada constantemente: en primer lugar ha de mantener la alianza de las clases
intermedias, para lo que está dispuesto a hacer las concesiones que sean necesarias, y
en segundo, los medios de comunicación y la industria cultural debe estar nutrida de
discursos afines que contrarresten y ganen la batalla a los discursos disidentes y
alternativos a los que no se puede prohibir circular. El modelo de propaganda,
desarrollado por Herman y Chomsky y que estudiaremos en este curso desarrolla y
concreta- en gran medida- estas ideas.

Hoy, a pesar de la comodidad vital en la que estamos instalados los que estamos
presentes, también hay grandes problemas de injusticia social; con el 1% del dinero que
se ha destinado a salvar el sistema financiero se acabaría con el hambre que hoy afecta a
más población que nunca, a más de 925 millones de personas en el mundo (según la
FAO septiembre de 2010). Al iniciarse la presente recesión mundial, entre junio y
septiembre de 2008, cientos de artículos de opinión y editoriales se dedicaron a ensalzar
los valores de la socialdemocracia frente a los del capitalismo tardío. Sin embargo, tras
salvar a los bancos en quiebra con dinero público, (aunque éstos no estén devolviendo
ese dinero a la economía real, cómo prometieron) esa misma socialdemocracia parece
hoy más en juego. También podemos preguntarnos por qué las medidas de reforma
laboral y recorte social y salarial que el gobierno socialista ha aplicado recientemente no
han tenido mayor respuesta social ¿Por qué? Hoy cabe que nos preguntemos lo mismo
que Gramsci en los años 20, y que pensemos ¿tiene la comunicación mediada algo qué
ver? ¿el qué? ¿cómo?

En Teoría. de la Información vamos a profundizar en las teorías de índole diversa,


generadas en diferentes momentos históricos y bajo circunstancias socio-económica
diversas, y que nos pueden ayudar a responder preguntas tan relevantes como las
anteriores. De este modo procuraremos usar elementos teóricos para intentar comprender
mejor nuestra “realidad mediática” o el estado de la esfera pública actual.

Notas bibliográficas

Bourdieu, Pierre (1986) Distinction, London : Routledge.Brown

Beck, U., Giddens, A. y Lash, Scott (1994) Reflexive Modernization: Politics, Tradition and
Aesthetics in the Modern Social Order, Londres: Polity. Páginas 84-107.

Giddens, A., La Transformación de la Intimidad: Sexualidad, amor y erotismo en las


sociedades modernas, 2000,

Habermas, Jürgen(1981) "Historia y crítica de la opinión pública: la transformación


estructural de la vida pública". Editorial Gustavo Gili, Barcelona.
Habermas, Jürgen (1992) ‘Further Reflexions on the Public Sphere’ in, Calhoun, Craig (ed)
Habermas and The Public Sphere, Massachusetts:The Mitt Press.

Harvey, David (1990) The Condition of PostModernity, Cambridge y Oxford. Blackwell.


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Hallin, D,C (2006) " The Passing of the 'High Modernism" of American Journalism
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Splichal, (2007), Does History Matter? Grasping the Idea of Public Service Media at Its
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Gregory Ferrel Lowe and Jo Bardoel (eds). Göteborg. Suecia
O’Donnell, H. (2007) “Noticias y Ciudadanía: El telespectador, el poder y el debate
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Mäntymäky, (2010) Journalistic Authority Meets Public Participation. Re-Reading Reith in


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Witschge and Nygren (2009) Journalism: A profession under pressure? Journal of Media
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