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política criminal todas las actividades dirigidas o coordinadas por el Estado para

identificar la problemática delictiva y para adoptar medidas tendentes a minimizar los


efectos de la criminalidad. En otras palabras, se trata de la formulación de políticas
públicas para el control de la criminalidad por parte del Estado.

Partiendo de esta idea, planear el sistema de justicia penal, no supone únicamente un


marco normativo en función de cifras, tiene que ver además con calidad de vida, se
apoya en la educación, la salud, la nutrición, el trabajo, la vivienda, el salario, la
recreación, entre otros, es muchos más que la policía, los tribunales y las cárceles; se
trata de investigar, juzgar y sancionar, pero también de desarrollar al pueblo. En este
sentido, la política criminal debe ser considerada como una sección de la política social
del Estado.

A
es una resultante de una serie de ideas que se venían incubando desde la lejana antigüedad, pero sin
emerger de una forma lógicamente estructurada. Es la adaptación de esas ideas y su adopción a las
circunstancias contemporáneas, envolviéndolas con concepciones de hoy, y dándoles una unidad doctrinal.
Vamos a recorrer sumariamente la historia de las ideas de defensa social para darnos cuenta del aporte
nuevo de la Nueva Defensa Social, sobre todo. Veremos que la historia está tachonada de estas inquietudes
sociales, pero sin que se haya formado hasta ahora una unidad de doctrina.
Se entiende por defensa, a todo aquello que sirve para obstaculizar la acción de un adversario y
a toda aquella protección adoptada frente a un daño o a un peligro. Ampliando el concepto al
conjunto de la sociedad bajo la óptica criminológica, sería toda acción ejecutada en forma
individual o conjunta, para escudar a un pueblo de cualquier agresión delictiva.-

B
El Pesimismo Criminológico media como un puente entre la criminología alternativa y el realismo
criminológico: Concibe a la sociedad como carente de un funcionalismo estable [supone una negación a un
consenso de valores sociales] y a los problemas sociales como inmodificables; siendo cualquier modificación
de ellos sólo en cuanto a una funcionalidad ideológica. Por eso, el pesimismo criminológico no plantea
soluciones a la problemática criminal, sino sólo nuevas alternativas al funcionalismo ideológico de la
estructura social. Los problemas sociales tales como la criminalidad siempre seguirían existiendo. Esta
tendencia de pensamiento parece ser más afín y conveniente al Estado neoliberal que, a diferencia del
radicalismo del totalitarismo, ejerce una práctica de control ideológicamente más indirecta que directa, al
ser la aceptación del orden más forzada a través de las técnicas de control de la subjetividad, pero en cuanto
a control penal directo refiere, la utilidad punitiva formal tiende a reaccionar empíricamente contra un
problema “incurable”. Ahí la intervención favorable del realismo criminológico como práctica política en
materia de política criminal.

C
La denominación “Política Criminal Alternativa”: Parte de ser una tendencia de pensamiento criminológico
de carácter reflexivo para proponer reformas político-sociales y generar un escape del estancamiento
provocado por la imposición ideológica de un control social evasivo de soluciones efectivas al problema
criminal, que tiene como consecuencia lógica el alza de la actividad delictiva, con lo cual intensifica su
represión directa –es más barato invertir en reprimir que en prevenir el delito-, cuya tendencia represora se
orienta hacia un Modelo Autoritario de Política Criminal, ya que la reacción formal se concentra en el
Ejecutivo a través de la instancia policial y -en algunos casos- militar80 . Bajo esta dinámica, la política
criminal alternativa busca las reformas políticas y sociales propugnando un garantismo penal y una
restructuración de la dinámica social que permita el ejercicio de la libertad individual como método
preventivo y terapéutico del fenómeno criminal
D
No es fácil definir al Abolicionismo, y no sólo por las diferentes tradiciones intelectuales que se
reconocen como tales, sino porque el Abolicionismo es al mismo tiempo un movimiento
social además de una perspectiva teórica. Desde el punto de vista del primero, no caben dudas
de la existencia de grupos que tienen como metas la abolición del sistema carcelario y la presión
contra el sistema penal
que el Abolicionismo es “una perspectiva estructurada sobre analogías y metáforas y sobre
ejemplos históricos y etnológicos. 
Sumado a estas consideraciones previas, debemos también distinguir entre el
Abolicionismo en sentido restringido y otro de carácter más amplio. El primero
de éstos se refiere a la abolición de un aspecto específico o determinado del
sistema penal (abolición de la pena de muerte o abolición de la cárcel por ejemplo)
y hablamos del segundo cuando:
No sólo una parte del sistema de justicia penal, sino el sistema en su conjunto es
considerado como un problema social en sí mismo

E
El Derecho penal mínimo implicaría, en sustancia, concebir al derecho penal como la última
alternativa (ultima ratio) a la que debería apelar una sociedad para resolver los conflictos sociales;
esa última alternativa, a su vez, debería contemplar, desde el punto de vista procesal y
constitucional, el respeto más estricto a los derechos y garantías de los particulares; debería
también restringirse en sus fines a la prevención especial, tendiendo a la reintegración e inclusión
social de los perseguidos y condenados;  delimitar el horizonte de proyección de las penas y
castigos institucionales; sostener la previsibilidad y controlabilidad de los actos del Estado a partir
de concebir las funciones jurisdiccionales como acotantes del poder punitivo; y articular la mayor
cantidad posible de alternativas a la pena de prisión, especialmente estrategias de negociación,
mediación y otros dispositivos de justicia restaurativa y/o transicional.
En última instancia, el Derecho penal mínimo encuentra su razón de ser en la evitación de la
venganza privada y pública, que no es otra cosa que la guerra de todos contra todos, una
especulación que puede conducir a pensar al derecho penal como la protección del más débil
contra el fuerte, antes que como una superestructura formal destinada a reproducir las relaciones
de poder y dominación, que debe ser legitimada únicamente mientras la estructura injusta de las
sociedades imperiales y la relación de fuerzas sociales desfavorable no indique que ha llegado la
hora de la abolición del sistema penal.
Por “garantismo” se entiende, por consiguiente, un modelo de derecho dirigido a la garantía de los derechos
subjetivos. Según los distintos tipos de derechos en sostén de los cuales se prevén las “garantías”, es decir
las técnicas idóneas para asegurar su efectiva tutela o satisfacción, distinguiremos diversos tipos de
garantismo. Hablaremos, por lo tanto, de garantismo propietario para diseñar el sistema de garantías
colocadas en protección del derecho de propiedad y de los demás derechos patrimoniales; de garantismo
liberal, y específicamente penal, para designar las técnicas dispuestas en defensa de los derechos de
libertad, primero entre todos la libertad personal, contra las intervenciones punitivas arbitrarias de tipo
policial o judicial; de garantismo social para designar el conjunto de las garantías encaminadas a satisfacer
los derechos sociales, como los derechos a la salud, a la educación, al trabajo y similares; de garantismo civil
para designar las garantías puestas en tutela de los derechos civiles de autonomía negocial, pero también los
límites impuestos al ejercicio de tales derechos en tutela de los derechos de los trabajadores o de los
consumidores, o bien en protección del ambiente y de la competencia; y, por último, de garantismo
internacional para designar el conjunto de las garantías, lamentablemente ausentes casi por completo,
previstas en tutela de la paz y de los derechos fundamentales establecidos en las diversas cartas,
declaraciones, pactos y convenciones de derecho internacional.

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