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1948, justo después de que Gaitán fue asesinado.

Un grupo de 300 familias liberales de Rioblanco y sus alrededores llegaron en 1949 a la


finca El Davis, propiedad de Gerardo Loaiza, un campesino que empezó a organizar la
resistencia a las balas y machetes de los conservadores. En 1950 llegó Isauro Yosa,
conocido como ‘Mayor Líster’, a la cabeza de otras 100 familias, de filiación comunista,
quienes también estaban huyendo de la violencia en su contra. Pedro Antonio Marín,
quien luego sería conocido con los alias de ‘Manuel Marulanda Vélez’ y ‘Tirofijo’, era
primo de Gerardo Loaiza y llegó desde el Valle. Él también encontró refugio en este grupo
de personas a las que luego comandaría para conformar las Farc.
Antes del ataque del Ejército a El Davis, en 1952, los grupos que conformaban la
resistencia estaban profundamente distanciados. Las diferencias ideológicas entre los
liberales y los comunistas no facilitaban la convivencia y el campamento se dividió en dos,
como lo señala Alfredo Molano en su libro “A lomo de mula”. Por un lado, el grupo
comandado por Gerardo Loaiza y Jesús María Oviedo, ‘Mariachi’, se trataba de
hacendados propietarios de fincas; mientras que, por el otro, quienes llegaron con el
‘Mayor Líster’ eran campesinos sin tierra, jornaleros y recolectores de café, influenciados
por la ideología comunista. Mientras que, para los liberales era el individualismo la
filosofía que había que defender, los comunistas le apuntaban al colectivismo.
Pedro Antonio Marín, quien luego sería el máximo comandante de las Farc, se fue con los
comunistas.
Así quedó zanjada la división entre los ‘limpios’, es decir, los liberales, y los ‘comunes’, el
grupo de los comunistas.

Cuando el general Rojas Pinilla llegó al poder en 1953 utilizó la división entre ‘limpios’ y
‘comunes’ para atacar a la guerrilla comunista. La ‘pacificación’ propuesta por Rojas fue
acogida por quienes habían empuñado las armas como guerrillas liberales, como Gerardo
Loaiza y Leopoldo García, ‘Peligro’, quienes se desmovilizaron en Rioblanco a través de
una amnistía otorgada por decreto en 1954.
El nuevo gobierno se apoyó de los liberales ‘limpios’ para combatir a los comunistas,
ofreciéndoles una recompensa por cada líder comunista asesinado. Mientras que Loaiza y
los demás liberales entregaban las armas y se convertían en colaboradores del Ejército, los
‘comunes’ se fueron de El Davis y organizaron su resistencia entre Planadas y Riochiquito,
Cauca.
La información recogida en la región por el Centro Nacional de Memoria Histórica señala
que alias ‘Mariachi’, quien en un principio hizo parte del grupo de los comunistas y luego
pasó a comandar, junto a Loaiza, a los ‘limpios’, sería sucedido años después por Ernesto
Caleño, conocido como ‘Canario’, en el grupo de ‘limpios’. ‘Tirofijo’ y ‘Canario’ eran
amigos cuando ambos hacían parte de las guerrillas liberales. El hijo de ‘Canario’, y quien
lleva su mismo nombre, Ernesto Caleño, recuerda que un grupo de liberales fue hasta el
Valle a buscar a Marulanda para traerlo a El Davis. En ese grupo, afirma Caleño, estaba su
padre. Cuando ‘Tirofijo’ se fue con los comunistas, esa amistad se volvió una guerra que
dividió al sur del Tolima durante años.

Nacen las Farc


Por esa época, las columnas guerrilleras de filiación comunista que se habían dispersado
por varios sitios de Tolima, Huila y Cauca empezaron a encontrarse en la vereda Gaitania,
del municipio de Planadas. Allí, el movimiento guerrillero empezó a organizarse, en la zona
que bautizaron como ‘Marquetalia’.
Después de que el Ejército emprendiera, con apoyo de Estados Unidos, la Operación
Soberanía, un bombardeo e invasión de cerca de 16.000 efectivos del Ejército sobre
Marquetalia, en mayo de 1964, los ‘comunes’ respondieron con la creación del Bloque Sur,
desde Riochiquito, Cauca.

Un testimonio recogido por los investigadores del CNMH señala que un suboficial del
Ejército les dijo a los habitantes de esa vereda que “si la familia tenía tres hijos, debía
aportar dos para

El epicentro de la presencia de las autodefensas anticomunistas en el sur del Tolima era


Puerto Saldaña. Allí se ubicó el grupo comandado por ‘Canario’, aunque también hacía
presencia en otras veredas como El Espejo y La Ocasión. Todos estos grupos estuvieron
conformados por campesinos de la región que habían participado en la ‘guerra vieja’, la de
la época de La Violencia, muchos de los cuales habitaron en El Davis, o por sus
descendientes.

Desde el cañón del río Atá

La información sobre lo que pasó en la región entre principios de los 70 y mediados de los
80 es escasa. En 1983, los grupos de autodefensas anticomunistas dieron un paso más hacia
la organización militar. En una zona conocida como Dos Aguas, entre el río Atá y el
Saldaña, se conformó el grupo Rojo Atá, que empezó a convocar a familias de campesinos
que se sintieran agredidos por las Farc para que se armaran. De acuerdo con una sentencia
del Tribunal Superior de Bogotá parte del proceso de Justicia y Paz contra John Fredy
Rubio Sierra, el Rojo Atá llegó a tener en sus filas a 600 personas, entre combatientes y
colaboradores, en las zonas rurales de Planadas, Ataco y Rioblanco, la retaguardia de las
Farc.
El Rojo Atá se dividió en dos grupos, uno de los cuales estaba bajo el mando de ‘Canario’ y
se ubicó en Puerto Saldaña.
Rubio Sierra, conocido como ‘Urabá’, quien participó de la creación de grupos de
autodefensa en el sur del Tolima, dijo durante su versión libre de Justicia y Paz que el Rojo
Atá se dividió en dos grupos, uno de los cuales estaba bajo el mando de ‘Canario’ y se
ubicó en Puerto Saldaña. Otros postulados, excombatientes del Bloque Tolima, afirmaron
durante su audiencia que no todos los que hicieron parte del Rojo Atá andaban
uniformados, no tenían una estructura militar y estaban pobremente armados. Su fuente de
financiación, dijeron, eran los cultivos de susbistencia de sus integrantes.
Guillermo Alfonso Jaramillo, quien fue gobernador del departamento a finales de los 80, le
dijo a los investigadores del CNMH que a la región llegó un coronel del Ejército de
apellido Torres, desde el Magdalena Medio.

Aprender a Convivir
Durante el gobierno de César Gaviria, entre 1990 y 1994, se creó un marco legal para que
las autodefensas continuaran funcionando para detener el avance de las Farc, a través de lo
que se conoció como Cooperativas de Seguridad Convivir, que vieron la luz con la
expedición del Decreto - Ley 356 del 11 de febrero de 1994.
Ese decreto significó la formalización del apoyo estatal, pues empezaron a recibir armas de
uso privativo de las fuerzas militares. El Rojo Atá se acogió a esta norma y se transformó
en Convivir. Su zona de influencia siguió siendo el corregimiento de Puerto Saldaña, en
Rioblanco, Bilbao y La Estrella, en Planadas, y Paujil, Santiago Pérez y Campohermoso, en
Ataco.

Dentro de la Casa Castaño

Un parágrafo dentro del artículo 39 del decreto que permitió la conformación de las
Convivir fue declarado inexequible por la Corte Constitucional en 1997. Así, las Convivir
perdieron el manto de legalidad con el que se armó y entrenó a los grupos paramilitares.
Los hombres armados que vieron el ejercicio de su violencia declarado ilegal, buscaron
apoyos fuera de la región.
‘Víctor’ le dijo a Castaño que el sur del Tolima era la cuna de la guerrilla y que su
importancia era estratégica para ese grupo. Por eso, Castaño acogió a los hombres del sur
del Tolima bajo la sombrilla de su aparato paramilitar.
En 1999, Gustavo Avilés González, conocido como ‘Zorro’ o ‘Víctor’, viajó a Urabá a
establecer contacto con Carlos Castaño, según pudo establecer el Tribunal Superior de
Bogotá en la sentencia condenatoria del Bloque Tolima. Una vez allí, ‘Víctor’ le dijo a
Castaño que el sur del Tolima era la cuna de la guerrilla y que su importancia era
estratégica para ese grupo.

Entre dos aguas

El control que ejercían los grupos armados en esta región se podía sentir en el territorio.
Para ir a Herrera, un poblado ubicado a 35 km del casco urbano de Rioblanco, hay que
pasar por la inspección de Puerto Saldaña. Casi toda la zona estaba bajo el control de la
guerrilla, pero en el puerto, como le dicen en la zona a la inspección, los jefes eran otros.
Los herrerunos preferían salir por la carretera que lleva a Planadas para evitar pasar por ahí,
aunque eso significara varias horas más de viaje.
La distancia que hay entre Herrera y Rioblanco no se mide en kilómetros sino en
padrenuestros.
Ni siquiera los funcionarios de la Alcaldía de Rioblanco pasaban por Puerto Saldaña sin
temor.

Chénier Hernández

Muchas personas que no lograban superar el retén de los paramilitares terminaba en las
aguas del ‘el abuelo’, como le dicen al Saldaña. Un habitante de la región le contó al
CNMH que cuando los hombres de ‘Terraspo’ amenazaban a alguien de asesinarlo y
echarlo al río, le decían que lo iban a mandar a hablar con ‘el Abuelo’.
Cuando los hombres de ‘Terraspo’ amenazaban a alguien de asesinarlo y echarlo al río, le
decían que lo iban a mandar a hablar con ‘el Abuelo’.
Arancelio Guerrero cuenta que volvió a ver a ‘Terraspo’ en el 2016 en el cementerio de
Puerto Saldaña. El excomandante estaba acompañado de funcionarios de la Fiscalía para
sacar unos cadáveres de sus tumbas para su reconocimiento, como parte de su proceso de
Justicia y Paz. En la Alcaldía de Rioblanco, dice Arancelio, ‘Terraspo’ entregó las cédulas
de sus víctimas a sus familiares, pues tenía por costumbre guardarlas cuando asesinaba a
alguien.
Los paramilitares no eran los únicos. En la Vuelta del Buey, una curva que hay saliendo
desde Puerto Saldaña hacia el sur, la guerrilla hacía su retén. Ahí también identificaban a
quienes vinieran del Puerto y, acusación mediante, lo siguiente que había que hacer era
identificar el cadáver. Vivir en uno u otro pueblo era llevar una marca en la frente que le
servía al grupo contrario para apuntar sus balas.
Los conductores de la Cooperativa de Transportadores de Rioblanco, Cootransrío, recorren
diariamente los caminos por donde los grupos armados hacían sus retenes y asesinaban
personas acusándolas de colaboradores del enemigo.
Los guerrilleros habían disfrutado durante muchos años de un estado de excepción en el
que ellos reemplazaban al Estado en casi todos los aspectos. Las Farc cobraba impuestos
para la guerra, que se conocen como ‘vacunas’ y se trataban más bien de extorsiones,
controlaban el ingreso de personas a la región a través de los retenes en la carretera, y
llegaron incluso a reemplazar al aparato judicial.
Los comandantes de la guerrilla hacían procesos civiles como divorcios, separaciones de
bienes, e incluso castigaban a los hombres que golpeaban a sus esposas. La rapidez con la
que proferían sentencias, que a veces eran de muerte, superaba con creces a la capacidad de
actuar de la justicia ordinaria.

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