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Sus padres eran Hermann Einstein y Pauline Koch. Albert cursó sus estudios primarios en una
escuela católica; un periodo difícil que sobrellevaría gracias a las clases de violín que le daría su
madre y a la introducción al álgebra que le descubriría su tío Jacob.
Einstein era excelente en matemáticas y física pero no se interesaba por las otras materias,
comenzó a estudiar matemáticas a la edad de 12 años. Se interesó por el álgebra y la geometría y
a los 15 años, sin tutor ni guía, comenzó el estudio del cálculo infinitesimal. Otro de sus tíos
incentivó sus intereses científicos en su adolescencia proporcionándole libros de ciencia. Según
relata el propio Einstein en su autobiografía, de la lectura de estos libros de divulgación científica
nacería un constante cuestionamiento de las afirmaciones de la religión; un libre pensamiento
decidido que fue asociado a otras formas de rechazo hacia el Estado y la autoridad. Obtuvo el
título de bachiller alemán en 1896, a la edad de 16 años. Ese mismo año renunció a su ciudadanía
alemana e inició los trámites para convertirse en ciudadano suizo. Poco después el joven Einstein
ingresó en el Instituto Politécnico de Zúrich, ingresando en la Escuela de orientación matemática y
científica con la idea de estudiar física.
Tras graduarse, siendo el único de su promoción que no consiguió el grado de maestro, Einstein no
pudo encontrar un trabajo en la Universidad, aparentemente, por la irritación que causaba entre
sus profesores. El padre de un compañero de clase le ayudó a encontrar un trabajo en la Oficina de
Patentes Suiza en 1902. Su personalidad le causó también problemas con el director de la Oficina
quien le enseñó a "expresarse correctamente". En 1904, consiguió un trabajo permanente en la
Oficina de patentes, poco después finalizó su doctorado presentando una tesis titulada: Una nueva
determinación de las dimensiones moleculares. En 1905 escribió cuatro artículos fundamentales
sobre la física de pequeña y gran escala. En ellos explicaba el movimiento browniano, el efecto
fotoeléctrico y desarrollaba la relatividad especial y la equivalencia masa-energía.
Tras la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933, las expresiones de odio por Einstein alcanzaron
niveles elevados. Algunos físicos nazis, incluyendo físicos tan notables como los premios Nobel de
Física Johannes Stark y Philipp Lenard, intentaron desacreditar sus teorías. Los físicos que
enseñaban la Teoría de la Relatividad como por ejemplo, Werner Heisenberg, eran incluidos en
listas negras políticas. Einstein abandonó Alemania en 1933 con destino a Estados Unidos, donde
se instaló en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y se nacionalizó estadounidense en
1940. Durante sus últimos años trabajó por integrar en una misma teoría las cuatro Fuerzas
Fundamentales, tarea aún inconclusa. Einstein murió en Princeton, New Jersey, el 18 de abril de
1955.
Biografía de Antoine Lavoisier (1743 - 1794)
Primeros años
Antoine Lavoisier nació el 26 de agosto de 1743 en París, Francia, en el seno de una familia
acomodada. Su padre, Jean Antoine Lavoisier, era abogado y su madre, Emile Punctis, era hija de
una familia de juristas.
Por desgracia, su infancia estuvo marcada por la muerte de su madre cuando él apenas tenía cinco
años. Aun así, su padre dedicó esfuerzos a que el joven Antoine enfocara su educación en el
derecho, para así seguir con el legado de su padre. Fue por ello que Antoine recibió una educación
de primer nivel en el Collège Mazarino, también conocido como Colegio de las Cuatro Naciones,
una institución privada fundada en 1661.
En esta escuela, donde estuvo durante 9 años, Antoine recibió una magnífica educación en
humanidades y ciencias, permitiéndole así acceder a la facultad de derecho de París. Se graduó y
se convirtió en abogado en 1764, aunque todo había sido por petición de su padre.
Y a pesar de haberse convertido en abogado, movido por una voluntad científica enorme, Antoine
Lavoisier, con 21 años, tenía muy claro que quería orientar su vida profesional a la investigación
científica. Por ello, realizó cursos de botánica, de química, de física, de matemáticas, de
astronomía y de mineralogía con reputados científicos de la época; algo que le permitió dar sus
primeros pasos en el mundo científico.
Vida profesional
Cuando todavía tenía 21 años, en 1764, Antoine Lavoisier presentó un proyecto para alumbrar la
ciudad de París que le hizo ganar un premio al mejor estudio. Lavoisier trabaja jornadas completas
como recaudador de impuestos, pero aun así dedicaba seis horas al día a la ciencia. Ya desde muy
joven, se volcó en cuerpo y alma a su pasión.
Durante este tiempo, sus estudios, proyectos (especialmente para proveer de luz a las grandes
ciudades) reuniones con otros científicos, informes (en 1765 redactó uno muy importante sobre el
yeso y sus transformaciones para blanquear las casas) e incluso viajes (en 1767 viajó a los Vosgos,
una cadena montañosa de Francia, para elaborar un mapa geológico) hicieron que, con tan solo 25
años, en 1768, fuera elegido miembro de la Academia de Ciencias de Francia.
Con 28 años, en 1771, se casó con Marie-Anne Pierrette Paulze, hija de uno de los copropietarios
de la concesión gubernamental para la recaudación de impuestos en la que trabajaba Lavoisier. Su
esposa se interesó enormemente por la ciencia y contribuyó a que su marido pudiera instalar un
laboratorio bien equipado para realizar experimentos.
Fue precisamente durante la década de 1770 que Lavoisier hizo sus más importantes progresos
científicos. Descubrió la naturaleza química de la combustión, argumentando que esta se debía a
la combinación de los materiales con un componente del aire al que llamó oxígeno.
Presentó, junto a otros químicos, un sistema de nomenclatura química racional, describió los
elementos químicos como sustancias que no pueden ser descompuestas en sustancias más
simples (detalló un total de 55), realizó estudios sobre la fermentación alcohólica, hizo los
primeros experimentos de estequiometría (las relaciones cuantitativas entre los reactivos y
productos de una reacción química), estudió el papel de los gases en la respiración animal
(concluyendo que la respiración es una oxidación similar a la combustión del carbón), asentó uno
de los principios fundamentales de la termodinámica (la cantidad de calor necesaria para
descomponer una sustancia es igual a la cantidad de calor liberada durante la formación de esta
sustancia a partir de sus elementos constituyentes) e incluso desarrolló un sistema de ecuaciones
químicas universal.
Por desgracia para Lavoisier, estalló la Revolución Francesa y los aristócratas y recaudadores de
impuestos pasaron a ser considerados enemigos del pueblo. Antoine Lavoisier era ambas cosas. Y
a pesar de ser un admirado científico y de ser uno de los pocos liberales que había intentado
reformar el sistema tributario desde dentro, la enemistad con el revolucionario Jean-Paul Marat,
hizo que su destino estuviera marcado.
Jean-Paul Marat era un médico francés cuyo sueño era formar parte de la Academia de Ciencias de
París, pero no fue aceptado. En ese momento, nació en él un profundo rencor que se convirtió en
odio hacia Antoine Lavoisier, uno de los miembros de la comisión que habían negado su ingreso en
la sociedad.
En 1793, en plena época de “El Terror” y pese a que Marat había sido asesinado, Lavoisier fue
tildado de traidor al Estado y un tribunal revolucionario lo condenó a muerte en un juicio de unas
pocas horas, con el presidente del tribunal pronunciando una frase que quedó para la posteridad:
“La república no precisa ni científicos ni químicos, no se puede detener la acción de la justicia”.
Pese a los intentos de importantes figuras científicas de la época para lograr su liberación,
Lavoisier fue guillotinado el 8 de mayo de 1794, a la edad de 50 años, poniendo así fin, de manera
injusta, cruel y prematura, a la vida de uno de los mayores químicos de todos los tiempos.
Joseph-Louis Lagrange, aclamado físico, matemático y astrónomo italiano, al día siguiente del
asesinato de Lavoisier, dijo: “Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero quizá ni en un
siglo aparecerá otra que se le pueda comparar”. No hay mejor forma de rendir homenaje a uno de
los más relevantes científicos de la historia no solo de la Química, sino de la ciencia en general.
A pesar de ser falsamente condenado y asesinado a los 50 años, Antoine Lavoisier pudo dejar tras
de sí un legado imborrable que sigue vigente a día de hoy. Dicen que la ciencia son científicos a
hombros de gigantes. Y en lo que se refiere a Química, Lavoisier es uno de los gigantes. Veamos
cuáles son sus más importantes contribuciones.
Antoine Lavoisier fue el primer científico de la historia en postular y demostrar que la materia
puede cambiar, pero su masa sigue siendo la misma. A través de sus experimentos, anunció
correctamente que la materia ni se crea ni se destruye. Solo se transforma. Este es uno de los
pilares científicos más sólidos que existen.
Publicado en 1789, “Tratado elemental de química” es un libro de Antoine Lavoisier que marca, sin
lugar a dudas, un punto de inflexión en la historia de la Química. A lo largo de 580 páginas,
Lavoisier establece los fundamentos de esta ciencia, hablando sobre los elementos químicos y su
naturaleza y estableciendo las teorías que marcarían el futuro de la Química.
3. La nomenclatura química
Lavoisier asentó los fundamentos de la química moderna incorporando lo que se conoció como
“tabla de sustancias simples”, aquellas que no pueden dividirse en otras más simples y que sería la
precursora de la tabla periódica de los elementos químicos que todos conocemos.
4. La combustión y la respiración
(Angers, 1754 - id., 1826) Químico francés. Emigrado a España, fue profesor en Segovia y en
Salamanca y dirigió en Madrid un laboratorio que le hizo construir Carlos IV. Miembro de la
Academia de Ciencias francesa, llevó a cabo numerosos trabajos de análisis de cuerpos
compuestos y estableció la ley de las proporciones definidas.
Regresó a su patria en 1780, hasta que años más tarde fue llamado por Carlos IV y designado, en
1785, profesor de química del Real Colegio o Academia Militar para Oficiales y Caballeros Cadetes
de Artillería, instalada en el alcázar de Segovia desde 1763. Desde 1799 hasta 1806 dirigió el
laboratorio que el rey le hizo construir en Madrid. Éste era el resultado de la fusión de sendos
laboratorios dependientes de los ministerios de Estado y de Hacienda, dirigidos hasta entonces,
respectivamente, por Pedro Gutiérrez Bueno y Francisco Chavaneau.
En 1798 había contraído matrimonio con una compatriota, la aristócrata Ana Rosa de Chatelain
D’Aubigne, refugiada en España a raíz de la persecución de la aristocracia que instauró la
Convención (1792-1795), y con ella regresó a Francia a fines de 1806, cansado y posiblemente
enfermo. Allí se enteró, en 1808, del saqueo de su laboratorio durante el levantamiento popular
producido en Madrid contra el invasor francés, así como de la pérdida de su empleo.
Tras una breve estancia en París fijó su residencia en su región natal, concretamente en el pueblo
de Craon. Fueron años de penuria económica y, al mismo tiempo, de importantes logros
científicos: en 1808 descubrió el azúcar de uva o glucosa, después de que Napoleón invitara a
todos los químicos franceses a buscar una nueva sustancia que remediara la escasez de
edulcorantes causada por la guerra. Sin embargo, ya en España Proust había anticipado este
descubrimiento (1799), e incluso había publicado en Madrid su obra Ensayo sobre el azúcar de uva
(1806). Para la investigación y producción de dicha sustancia recibió, en 1810, una subvención que
no terminó de remediar su maltrecha situación económica.
Las reiteradas negativas del gobierno español de Fernando VII ante la petición por parte de Proust
de una pensión o al menos de algunas compensaciones, así como algunos problemas familiares,
aumentaron aún más la natural introversión del sabio francés, que vivió aislado en su casa de
Craon hasta finales de 1817. Poco antes, en 1816, había tenido lugar el primer reconocimiento
oficial de sus méritos científicos al ser nombrado académico de número de la Academia de
Ciencias de París. Sin embargo, la muerte de su esposa, ocurrida al año siguiente, hizo que Proust
se retirara de forma definitiva a su ciudad natal y viviera el resto de sus días en total aislamiento,
ni siquiera perturbado por sus nombramientos como caballero de la Legión de Honor (1819),
miembro de la Real Academia de Ciencias de Nápoles (1819) y miembro asociado no residente de
la Real Academia de Medicina de París (1820).
Joseph Louis Proust fue uno de los más relevantes químicos de su época. Entre sus aportaciones a
la química sobresale, además del descubrimiento de la glucosa, el establecimiento la ley de las
proporciones definidas que lleva su nombre y que le supuso una famosa y larga controversia
(1801-1807) con su compatriota Claude Berthollet. La ley de las proporciones definidas establece
que, cuando varios elementos se combinan para formar un determinado compuesto, lo hacen en
una relación de pesos fija. Así, por ejemplo, 1,11 gramos de hidrógeno siempre se combinan con
8,89 gramos de oxígeno para formar 10 gramos de agua. Si aumentamos la cantidad de oxígeno y
no la de hidrógeno, se obtiene la misma cantidad de agua: el exceso de oxígeno queda sin
reaccionar.
En la reacción descrita, al hidrógeno se le llama reactivo limitante de la reacción porque ésta deja
de producirse cuando se agota esa sustancia. Con la ley de las proporciones definidas, Proust
demostró que cada compuesto contiene sus elementos en unas proporciones fijas,
independientemente del modo en que se prepare el compuesto. Por ejemplo, el cloruro de sodio
(NaCl) se puede obtener haciendo reaccionar hidróxido de sodio con ácido clorhídrico (NaOH +
HCI) o, por el contrario, tratando carbonato de sodio con ácido clorhídrico (NaCO3 + HCI).
Comprobamos que en ambos casos llegamos a un compuesto que contiene un 39,33 % de sodio y
un 60,66 % de cloro.
Publicó, además, los dos volúmenes de los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia
durante su estancia en esta ciudad, y años más tarde, en 1799, participó en la redacción de los
Anales de ciencias naturales junto a Cristiano Herrgen, Domingo García Fernández y Antonio José
Cavanilles. Por su parte, las investigaciones que Proust llevó a cabo en Francia aparecieron
plasmadas no sólo en revistas especializadas, como Journal de Physique, Annales de Chimie et de
Physique o Memoirs du Musée d’Histoire Naturelle, sino también en los volúmenes titulados
Mémoire sur le sucre de raisin (1808), Recueil des mémoires relatifs à la poudre à canou (1815),
Sur l’existence vraisemblable du mercure dans les eaux de l’Océan (1821) y Essai sur une des
causes qui peuvent amener la formation du calcul (1824).
JOHN DALTON
John Dalton nació el 6 de septiembre de 1766 y falleció en 1844, fue un químico y físico británico,
que desarrolló la teoría atómica en la que se basa la ciencia física moderna. Fue educado en una
escuela de su ciudad natal, en donde comenzó a enseñar a la edad de 12 años. En 1781 se trasladó
a Kendal, donde dirigió una escuela con su primo y su hermano mayor. Se fue a Manchester en
1793 y allí pasó el resto de su vida como profesor, primero en el New College y más tarde como
tutor privado. En 1787 Dalton comenzó una serie de estudios meteorológicos que continuó
durante 57 años, acumulando unas 200.000 observaciones y medidas sobre el clima en el área de
Manchester. El interés de Dalton por la meteorología le llevó a estudiar un gran número de
fenómenos así como los instrumentos necesarios para medirlos. Fue el primero en probar la teoría
de que la lluvia se produce por una disminución de la temperatura, y no por un cambio de presión
atmosférica. Su contribución más importante a la ciencia fue su teoría de que la materia está
compuesta por átomos de diferentes masas que se combinan en proporciones sencillas para
formar compuestos. Esta teoría, que Dalton formuló por primera vez en 1803, es la piedra angular
de la ciencia física moderna. Dalton fue elegido miembro de la Real Sociedad de Londres en 1822 y
cuatro años más tarde se le concedió la medalla de oro de esta sociedad. En 1830 se convirtió en
uno de los ocho socios extranjeros de la Academia de Ciencias Francesa.