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Ricardo Andrés Flórez Jiménez

Informe de lectura Los caníbales de Michel de Montaigne

Este ensayo busca mostrar que “nada hay en esta nación [la Francia Antártica o Brasil] que sea
bárbaro y salvaje (…), sino que cada cual llama «barbarie» a aquello a lo que no está
acostumbrado”. Junto a este propósito —aunque usar esta terminología sea un poco procústeo
para un texto que no es meramente argumentativo— el autor busca desarrollar la ironía en el
término “bárbaro” adjudicado a los indígenas para mostrar que los “verdaderos” bárbaros son los
europeos.

En una primera instancia, Michel de Montaigne refuta dos teorías sobre las tierras del Nuevo
Mundo. La primera menciona que estas tierras son las de Atlántida, una isla que era más grande
que Asia y África juntas, la cual se encontraba al frente del estrecho de Gibraltar. El autor afirma
que el Nuevo Mundo no puede ser esta isla ya que las nuevas tierras se encuentran muy alejadas
y tendría que haber ocurrido una colosal inundación para que se encontrasen allí si fueran
Atlántida. La segunda menciona que se trata de una tierra descubierta por los cartaginenses,
quienes habían navegado más allá del estrecho de Gibraltar, donde descubrieron una tierra fértil.
Esta teoría es descartada por una conclusión a la cual había arribado anteriormente el autor, esto
es, que las tierras del Nuevo Mundo no son una isla sino tierra firme, probablemente unida a la
India Oriental por un lado, o separada de esta por un estrecho. Se trata, entonces, de algo distinto,
no documentado por sus antepasados.

Tras concluir esta suerte de excurso, Montaigne presenta a la persona, un hombre “simple y
burdo”, de quien recoge testimonios sobre el Nuevo Mundo. Nos da un par de razones para
confiar en el testimonio de este testigo: las personas simples son incapaces de forjar y volver
verosímiles falsas invenciones, además que este le ha presentado a marineros y mercaderes que
había conocido en su viaje al Nuevo Mundo.

Así, se da inicio al argumento propiamente dicho del ensayo, el cual mencionamos al principio
del informe. El autor afirma que llamamos bárbaro a aquello a lo que no estamos acostumbrados,
ya que no tenemos otro punto de vista para la verdad que el ejemplo y la idea de las opiniones y
los usos del país donde nos encontramos. Inmediatamente después de esto, Montaigne muestra
un uso distinto de los términos “bárbaro/salvaje”, el cual sí le parece adecuado para describir a
los habitantes del Nuevo Mundo. Desarrolla aquí un argumento por analogía: “Ellos son salvajes
como llamamos «salvajes» a los frutos que la naturaleza ha producido de suyo y por su curso
ordinario (…)”. Salvaje es entendido, entonces, como natural o “naturaleza original”. ¿Y qué hay
mejor que las obras de la naturaleza o la fortuna, según Platón? Estas naciones del Nuevo Mundo
son, según Montaigne, tan bárbaras porque han sido poco moldeadas por el espíritu humano y
están muy próximas a su naturaleza original. Carecen de instituciones, contratos, comercio,
letras, etc.

El autor continúa desarrollando este argumento por analogía al describir los usos y costumbres
de las naciones del Nuevo Mundo, en lo cual se detiene bastante 1. Así, afirma que viven en una
región muy agradable, con pocos enfermos, en la cual todos tienen los recursos necesarios para
sobrevivir. Además, que sus dos únicos preceptos (¿morales?) consisten en: valor contra sus
enemigos y amistad hacia sus esposas. Luego, volviendo sobre el “valor contra sus enemigos”,
comenta sobre las guerras que se dan en las naciones del Nuevo Mundo. Al detenerse en este
punto, nos habla de la práctica de canibalismo que realizan los vencedores sobre quienes
aprisionan. Sin embargo, Montaigne no se escandaliza sobremanera como sus contemporáneos
frente a tal acto, por una serie de razones: quienes lo realizan, lo hacen para demostrar una
extrema venganza frente a los vencidos, no para alimentarse; los ancestros de los europeos, como
los estoicos, habían comentado sobre esta práctica de una manera no tan negativa; y, finalmente,
esta se funda en que en las guerras de las naciones del Nuevo Mundo hay un profundo celo por el
valor. Este último punto implica que los prisioneros que van a ser canibalizados mantienen su
valía hasta sus últimos instantes teniendo una actitud alegre y altanera frente a sus captores.

En contraposición a la “naturaleza salvaje” de las gentes del Nuevo Mundo, el autor menciona la
barbarie de sus coetáneos. “No me enoja que señalemos el bárbaro horror que hay en tal acción
[del canibalismo], pero sí que juzguemos bien acerca de sus faltas y estemos tan ciegos para las
nuestras”. Según él, hay más barbarie en desgarrar, con tormentos y torturas, un cuerpo aún con
sensibilidad, hacer que lo muerdan los perros y lo despedacen, etc., todas prácticas realizadas por
vecinos y conciudadanos, y lo que es peor, bajo el pretexto de piedad y religión. En conclusión,
podemos llamar a estas gentes bárbaras frente a las reglas de la razón (aunque Montaigne
1
En todo caso, para esta sección de su ensayo es poco verídico que se remita solo a su testigo. Muchas de sus
descripciones concuerdan con los relatos de López de Gómara o con los de Bartolomé de Las Casas, como afirma
Juan Durán Luzio en ‘Bartolomé de Las Casas y Michel de Montaigne: Escritura y Lectura Del Nuevo Mundo’,
Revista Chilena de Literatura, no. 37 (1991): 7–24.
menciona también muestras del razonamiento y juicio de los indígenas), pero no con respecto a
los europeos (sí mismos), quienes los superan en toda clase de barbarie.

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