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Doralisa

El geólogo Morris Scitovsky estudiaba los lavaderos de oro de


Maybur, cuando su esposa conoció a Doralisa en aquél su
campamento de Shindol, Litta, como así la llamaban a aquella
excepcional gacela, era un capullo de dieciséis años, más linda que
las flores del vergel y más luminosa que las estrellas, su lejano
ancestro europeo se delataba en aquél su tinte de melancolía y
nostalgia que hacían de ella una flor exótica.
La campiña exhuverante y próvida había hecho de Litta una mujer
especial, alegre, rebosaba en ella la felicidad; en su voz argentada
había el trino de las alondras y la ansiedad romántica de las gacelas,
en su cara los tintes de perla y capulí le dieron un tono especial y en
sus labios exquisitos afloraba la sonrisa como aurora crepuscular, en
los hoyuelos de las mejillas se perdían las miradas de los
admiradores y el cáliz de su boca siempre en dádiva era una
incitación irresistible, el cuerpo grácil era juncal, en el busto los senos
llenos, eran ensoñadores y por los flancos una línea sensual
encendía el deseo haciendo delirar a los mancebos, pero lo que más
embellecía a Litta no eran tanto sus formas impecables, sin aquella
su alegría natural y fragancia erótica que hacía de ella una odalisca
turbadora..
La mujer de Scitovsky que cobijara a Doralisa fue a pasar con ella
una temporada en Cachicadán, en aquellas fuentes termales, Litta
conoció a César Vallejo y a Tarnawiesqui, mientras el uno le recitaba
endechas el otro hacía tintinear las esterlinas.
En lima en chacra alta, se instalaban los Scitovsky y con ellas Litta,
tras las huellas de aquél astro, Vallejo se instaló también en la
vecindad, el asedio del uno y la evasiva de la otra mantenían la lírica
del romance hasta que en mayo de 1923 Litta decidió asistir a una
festividad de Shindol, Vallejo se las compuso para emprender la
jornada, Demócrito Brún, amigo de Vallejo y señor feudal de los lares
de huarasácape y sus contornos facilitó el hospedaje y la movilidad,
y el jolgorio en Shindol fue apoteósico y gloriosa la fiesta.
En las noches la luminaria de la cohetería y en el día los paseos en
el campo hacían ensoñador y virgiliana la estadía romántica y
novelesca, aquella fiesta marcó época y Litta celebridad, la musa
popular cantó a ésta belleza y la bautizó de nuevo con el nombre de
"la heraldos negros", y en verdad que aquella Litta, tenía de los
heraldos negros el encanto melancólico que sublima y anega en una
nostalgia metafísica pero que insta y alienta y "encabrita todas las
ansias y todos los motivos".
Años más tarde se casó Litta con un comerciante principal, un señor
de la banca capitalina celebró un trueque con el comerciante, pero
Litta se rebeló y repudió a su consorte, la zalamería de Litta tenía en
ascuas al vecindario, envuelta en un proceso judicial por celos y
rivalidades dejó el lugar y llevó su hermosura a otros lares donde su
belleza encontró un altar y su vocación romántica el escenario
ensoñado para amar y ser amada, no antes deslumbró a la justicia.

APU CÓNDOR Tradición oral del Valle del Colca

En la parte baja del valle, por el lado de Choqo, hay unos cerros
que dicen, son el padre y la madre de los cóndores. Y estos
cóndores, al salir de esa dirección, se posan en la cruz de cóndor,
que es el lugar donde descansan. Igualmente el Inca, al estar yendo
a Cabana, también descansó ahí. Asimismo, hoy al salir de abajo,
descansan ahí. En el lenguaje de los cóndores hay esta costumbre.
Hay un cóndor que es el que coge una oveja. Pero este cóndor no
lo come al instante, le comunica a otro cóndor para que venga. Este
cóndor que baja es grande, da vueltas; el cóndor que ha cogido a la
oveja, cuida; y el que viene a ver se regresa. Entonces este último
trae al Apu Cóndor, su otro nombre es Mallku, también se le dice
Apuchin. Él tiene, en el cuello, una chalina blanca. A este es al que
le trae, y este cóndor es el que inicia a comer los ojos —de los dos
lados—, más el corazón. Nada más eso come. Hecho esto, se va. Y
recién el resto de los cóndores comen amontonándose. Pero
tampoco entran a comer de frente. Ni ese Apu Cóndor come de
frente. Antes, abre sus alas y mira al sol. Igual que el cura en la
misa, mira al alto, así. Ahí el cóndor reza un rato. Una vez que ha
terminado de rezar, recién come el corazón y los ojos. Asimismo,
algunos cóndores al lado del ganado muerto, dan vueltas, como
soldados en fila, uno tras otro. Cuando concluyen de dar vueltas,
recién llega el Apu Cóndor Apuchin, de cuello blanco. Si es una
oveja, igual que una oveja bala ese cóndor: «baa» dice. Si es una
llama, también igual que una llama gime. ¿Pero para qué llora?
Llora así, para que al año siguiente |nazca igual. Antes de comer
apela al Hanaq Pacha Inti Taita.

Parece que da su agradecimiento para que ese ganado se reponga


igual. Si come un burro, igual que un burro rebuzna; si come un
toro, igual que el toro brama. Así es, la vida de los cerro.

LA SUEGRA QUE, DE PESAR, SE TRANSFORMÓ EN


CARACHUPA

Tradición oral cashinahua

Tener una suegra es una cosa. Ahora, tener una suegra


desdentada es otra... puede provocar situaciones bien mortificantes
como lo va a demostrar este cuento. Un hombre, pues, tenía una
suegra bien viejecita, a la que no le quedaba un solo diente. Esto
era bien cargante porque toda vez que su yerno sembraba una
chacra de maíz, la viejecilla vivía pendiente del momento en que las
mazorcas se llenasen con granos de leche, deliciosamente tiernos y
casi líquidos, ideales para su boca donde no quedaba ya un solo
diente. Entonces, voraz en su apetito nunca satisfecho, arrasaba
con el sembrío. De esta suerte, el yerno se encontraba siempre sin
maíz maduro y —lo que era peor todavía— en el penoso trance de
mendigar continuamente nuevos granos donde sus familiares para
poder resembrar maíz. Sin embargo, un día la paciencia se le
agotó. Poniéndose de acuerdo con su mujer, decidieron sembrar
esta vez, un campo de maíz solo para ellos dos. Por fin podrían
comer maíz en su punto debido y guardar semillas. Pero ¡qué poco
conocían la sagacidad de la suegra! No en vano había vivido tanto
tiempo; no se la podía burlar tan fácilmente. En efecto,
inmediatamente supo que había pedido semillas a un pariente y eso
significaba, ¡una nueva chacra de maíz! Él no pudo negar el hecho.
Desesperado, resolvió entonces engañarla, falseándole cuando le
preguntara por el estado de crecimiento de la planta. El maíz ya
estaba de buena altura y comenzaba a florecer. Su suegra, con su
hambre impaciente, le preguntó: —Yerno, ¿ya brotó el maíz? —No.
Apenas acaba de germinar —le hizo decir a su esposa. Cuando las
mazorcas tiernas se hubieron cargado de granos lechosos, que
apasionaban a la vieja, él le hizo creer: —Está por brotar.

Por último, las mazorcas maduraron y las plantas empezaron


a secarse, ¡al fin iban a cosechar su propio verdadero maíz! Esa
noche, la suegra, extrañada por la excesiva demora, preguntó
vivamente a su yerno cómo andaba la cosa y cuándo podría ir a la
chacra para darse un atracón a su regalado gusto, según su
costumbre. —Todavía algunos días de paciencia, suegra. La
horrible viejecilla rio a toda encía pensando en el suculento festín
que no tardaría en proporcionarse. Soñó con esto toda la noche.
¡Su estómago irradiaba bienestar adelantadamente! Al día
siguiente, se sintió tan robustecida que empuñó su bastón y se
encaminó, a paso tan vivo como se lo permitían sus años, hacia la
chacra. Quería constatar con sus propios ojos la aparición de las
mazorcas. Y, ¿quién sabe?, de repente podría descubrir alguna que
le sirviera de entremés mientras esperaba las otras, ya con
conocimiento de causa. Su hija y su yerno estaban en la chacra,
ocupados en cosechar maíz de granos duros. De una sola ojeada,
la vieja desdentada vio cómo y cuánto había sido engañada.
Concibió una cólera sin límites contra su yerno y su hija, cómplice
de sus mentiras. Rechazó todo consuelo y toda compensación; se
negó a regresar a casa con ellos y se quedó en el campo llorando
amargamente. Deshecha en llanto, rasguñaba el suelo con la punta
de su bastón. A fin de marcar mejor su cólera y su aflicción, se
había recubierto la cabeza y la espalda con la pampanilla que había
traído para encerrar una eventual primera cosecha de choclo tierno.
Cuando cayó la noche se puso en marcha, siempre raspando la
tierra delante de ella. La pampanilla, que llevaba sobre el dorso,
gradualmente se transformó en caparazón y ella se convirtió en
carachupa. ¿Saben?, esos extraños animales de aspecto
envejecido que constantemente escarban el suelo para descubrir
gusanos tiernos y deglutirlos en su rara boca desdentada… Al día
siguiente, su yerno y su hija, inquietos por no haberla visto regresar,
fueron en su búsqueda. Siguieron las huellas y comprendieron que
la suegra, enconada contra ellos, se había transformado en
carachupa. Incluso descubrieron la madriguera que se había hecho
en el bosque, no lejos de allí.

MINISTERIO DE EDUCACIÓN

Dirección de Educación Secundaria

Antología literaria

El sabio lequecho

Se dice que en nuestra comunidad había un sabio muy inteligente,


de cabeza plana y pies rosados. Este sabio vestía un poncho de
color plomo y volaba alegre de arriba hacia abajo. El sabio
anunciaba lo que iba a suceder en la comunidad mediante su canto.
Este personaje cantaba “liw, liw, liw”. Unas personas atendían sus
anuncios y otras no los tomaban en cuenta. En la comunidad vivían
dos personas: uno de ellos era un anciano y el otro un joven.
Hacían sus chacras siguiendo su buen criterio y sembraban papas y
otros productos. Llegada la cosecha, el anciano obtenía una gran
producción de papas, mientras que el joven, al escarbar,
encontraba pocos productos y de mala calidad. Entonces, el joven
agricultor fue a la casa del anciano a preguntarle: “¿Por qué mi
chacra no produce bien cada año?”. El anciano le respondió:
“Escúchame, yo trabajo la chacra obedeciendo al sabio que vive en
esta comunidad. Ese sabio se llama el lequecho. Cuando hace su
nido en las partes altas, dentro del nido hay bastante pasto, sus
huevos son de color verde oscuro brilloso y tienen grandes puntos
negros: quiere decir que va a ser buen año y lluvioso. En las
ocasiones en que hace su nido en las partes bajas

donde se estanca el agua quiere decir que será un año seco. Si


dentro de su nido pone pequeñas piedrecillas, quiere decir que va a
ser año de granizada. Cuando dentro de su nido pone el pasto
llamado ch’ihi va a ser un año de helada. Además, sus huevos son
de color plomo gris y con pequeños puntos negros. Todo esto hay
que observar con mucha atención y de acuerdo a eso debemos
trabajar nuestra chacra”. Al escuchar el consejo, el joven se puso
muy contento y dijo: “Ahora ya no voy a ser pobre”. Desde ese día,
él y toda la gente escuchan el canto del lequecho y lo interpretan
para hacer todas sus cosas y solucionar sus problemas. Para
cultivar la chacra miran la forma como el lequecho ha puesto sus
huevos. De este modo obedecen al sabio de la comunidad.

El cuento de las almas

Hace mucho tiempo en el pueblo de Chunas, los niños y niñas


tenían mucho miedo de caminar en las noches, sus abuelitas les
habían contado que las almas andaban a esas horas. “A partir de la
medianoche ya no salgan, ya no caminen, les decían”. Por este
motivo todos dormían antes de que llegara la medianoche. Un niño
de nombre Pedro quería conocer las almas, esperó la llegada de la
medianoche y, mientras todos los niños y niñas dormían, salió de su
casa a caminar. Andaba por la espalda de su casa, cuando de
improviso aparecieron muchas almas blancas brillando. No podía
hablar de la impresión y del susto. Las almas le dijeron: “¡No hables
nada!, solo para ti nos has visto. Seremos buenos contigo si tú no
avisas a nadie, si haces lo contrario ¡morirás! Vendremos para
llevarte lejos, hasta el infierno”. A partir de esa noche Pedro vivía en
silencio, sin contar a nadie que había visto a las almas, aunque
también se sentía alegre por haberlas conocido.
Directora General de Educación Básica Alternativa, Intercultural
Bilingüe y de Servicios Educativos en el Ámbito Rural Elena Antonia
Burga Cabrera

RELATOS INDÍGENAS ANDINOS Y AMAZÓNICOS Coordinador


de la recopilación Ricardo Gonzales Estalla

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