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HISTORIA UNIVERSAL

Edad Contemporánea
Volumen IV

Antonio Fernández
Catedrático de Historia Contemporánea
De la Universidad Complutense de Madrid

Vicens Vives
Barcelona, 1996

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INDICE

Capitulo 1: El despegue demográfico del siglo XIX


Capitulo 2: La revolución industrial
Capitulo 3: Las revoluciones atlánticas
Capitulo 4: El imperio napoleónico
Capitulo 5: La Europa de los congresos
Capitulo 6: Los movimientos liberales de 1830
Capitulo 7: Las revoluciones democráticas de 1848
Capitulo 8: El segundo imperio francés
Capitulo 9: Iberoamerica en el siglo XIX
Capitulo 10: Unificaciones de Italia y Alemania
Capitulo 11: La cuestión de Oriente
Capitulo 12: Segunda fase de la Industrialización
Capitulo 13: El movimiento obrero
Capitulo 14: Potencias europeas de la era industrial
Capitulo 15: Formación de los Imperios Coloniales
Capitulo 16: Modernización de la Rusia Zarista
Capitulo 17: Occidentalización del Japón: el Meiji
Capitulo 18: Desarrollo de los Estados Unidos
Capitulo 19: Los Sistemas Bismarckianos
Capitulo 20: Movimientos Culturales del Siglo XIX
Capitulo 21: La Primera Guerra Mundial y el Tratado de Versalles
Capitulo 22: La Revolución Soviética - La URSS
Capitulo 23: Las democracias Occidentales en el periodo de entreguerras
Capitulo 24: El Fascismo Italiano
Capitulo 25: La Gran Depresión de 1929
Capitulo 26: El nazismo
Capitulo 27: Evolución de las Relaciones Internacionales
Capitulo 28: La Segunda Guerra Mundial
Capitulo 29: La Guerra Fría
Capitulo 30: Las Democracias Occidentales
Capitulo 31: Los Regímenes Comunistas
Capitulo 32: La Revolución China - El Japón de Posguerra
Capitulo 33: Instituciones Supranacionales
Capitulo 34: La Descolonización - El Tercer Mundo
Capitulo 35: Revolución y Populismo en Iberoamérica
Capitulo 36: La Iglesia del Concilio Vaticano II
Capitulo 37: La Revolución Científica
Capitulo 38: La Transformación del Arte
Capitulo 39: La Perestroika y las Revoluciones del Este

PRÓLOGO
Se imponen algunas aclaraciones sobre el contenido de esta síntesis. Son, al tiempo, una declaración de
propósitos. Concebida para la docencia universitaria, la ausencia de la historia española no responde a ningún
criterio, simplemente se atiene a la división de materias establecida en las Facultades, aunque este divorcio a la hora
de escribir un compendio de la época contemporánea haya suscitado dudas en el autor. El proyecto de elaborar otra
síntesis de parecidas dimensiones sobre la contemporaneidad española es, por tanto, un compromiso personal.
Porque Europa ha pilotado los destinos del mundo, pero también porque se imparte una disciplina de países
afroasiáticos, no se ha esquivado, siguiendo una tradición casi deteriorada en rutina, la visión eurocéntrica, si bien no
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se ha descuidado la atención a los procesos de dimensiones planetarias, como la descolonización, o a las potencias
mundiales extraeuropeas.
Al efectuar el listado de temas del sumarlo se ha optado por el tratamiento detenido de los que requieren
atención preferente, rehuyendo el estudio de naciones pequeñas, cuya influencia no rebasa sus fronteras, e incluso,
con un poco de dolor, capítulos tan interesantes como la Italia postunitaria, la Alemania de Weimar, etc. No puede
el estudiante universitario reducirse a la consulta de un libro único, y sobre este supuesto se ha preferido facilitar
información de más amplios vuelos en las grandes cuestiones a costa de remitir a otras síntesis o, mejor todavía, a
oportunas monografías para la temática marginal.
No es ocioso insistir en el carácter problemático del conocimiento histórico, en su esfuerzo tenaz de
aproximación para iluminar las estructuras sociales o discernir los factores confluentes en un acontecimiento. Indicar
el camino que han recorrido los historiadores, con sus posiciones contrastadas, sus debates no siempre académicos, su
pugnaz constancia para resistir presiones o para descubrir deformaciones calculadas o inconscientes en la
documentación, ha sido preocupación presente en la redacción de este libro: en muchas páginas se encontrarán
«estados de la Cuestión», puntos que no han conquistado unanimidades, asuntos que mantienen, todavía sus puertas
entreabiertas, en todos los temas se han incluido documentos que no esperan una lectura repetitivo de paráfrasis sino
su valoración crítica, y en los repertorios bibliográficos perspectivas diversas, cuya consulta revelará la múltiple
aportación de generaciones de investigadores. No se busque una narración lineal, sin problemas, porque no es eso la
historia ni el legado de los maestros que a veces consagraron su trabajo a aclarar una sola cuestión.
A manera de test se ha insertado en varios temas del siglo XX un «Informe». Constituye cada uno la
aproximación a una encrucijada de nuestro tiempo, a un punto debatido, o insuficientemente estudiado por
dificultades de acceso a la documentación. En alguno la aproximación puede resultar espinosa, pero todos los oficios
tienen sus riesgos, y no es leal eludirlos. Si la experiencia docente lo aconsejara se aumentaría el número de estos
«Informes» en futuras ediciones.

EL AUTOR

CAPITULO I: El DESPEGUE DEMOGRAFICO DEL SIGLO XIX


1. ACTUALIDAD DE LA DEMOGRAFÍA HISTORICA
El crecimiento vertiginoso de la población del globo en los dos últimos siglos, que ha pasado de 750 millones
de habitantes a 3.000 millones entre mediados del siglo XVIII y el XX, y los cálculos prospectivos que estiman que
volverá a doblarse para el año 2000 han convertido el estudio de la población en cuestión básica que preocupa a
políticos, sociólogos y economistas, y el de su evolución en una rama nueva, de enorme interés, de la ciencia histórica.
La concesión con la revolución industrial parece indudable. Sin el incremento de la producción de alimentos
conseguidos por la revolución agraria y el de artículos en los procesos fabriles de la industrialización no hubiera sido
posible tan espectacular expansión del censo de la especie humana. Otros fenómenos peculiares de la
contemporaneidad como la revolución del transporte, la proyección multicontinental de los imperios coloniales, los
movimientos de masas a los que apelan ideologías como el fascismo, han de inscribirse en circunstancias generadas
por el estallido de los índices demográficos.
De «explosión blanca» hablan demógrafos e historiadores; la europeización del mundo quizá no hubiera sido
posible sin ella. Para valorar todas sus aplicaciones se han creado organismos internacionales, entre ellos la Comisión
Internacional de Demografía Histórica, que convoca periódicamente coloquios en los que se analizan los índices de
natalidad, mortalidad y nupcialidad, el porcentaje de población activa, el de las escalas de edad, la intensidad de las
migraciones, las causas que alteran estos índices, entendiendo que en estos datos se agazapan múltiples aspectos de la
vida de las sociedades. Pierre George ha afirmado que los datos de la demografía, como los de la meteorología, han
de ser consultados todos los días, Jean Bodin consideraba que la población de un país constituía el dato número para
cualquier tarea de organización; el rumano Stefan Popescu escribe que la población será siempre el elemento más
importante que determina el desarrollo de la sociedad. Esta disciplina polivalente es cultivada con entusiasmo de
catecúmenos por sus maestros.
No se trata, empero, de una preocupación reciente. Desde Platón y Aristóteles a Campanella, Tomás Moro y
Hobbes, hasta Montesquieu, Adam Schmidt, Sismondi y Proudhon, múltiples pensadores que no fueron
estrictamente demógrafos resaltaron la trascendencia del estudio de los efectivos humanos. A partir del siglo XVIII
los gobiernos efectúan recuentos de dimensiones nacionales, presuponiendo que del capital humano depende la
riqueza de la nación, y organismos diversos registran inscripciones detalladas de todos los ciudadanos; el cúmulo y
fiabilidad de los datos y el perfeccionamiento de las técnicas de la era estadística proporcionan al historiador-
demógrafo un aparato del que no disponía en otras épocas. En 1701 se efectúa en Islandia un recuento de la
población y en los años siguientes lo disponen algunas regiones de Francia; en 1790 se publica un censo en los

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Estados Unidos, en 1801 en Inglaterra y Francia, casi inmediatamente en Bélgica, Austria, Estados Pontificios, Reino
de Piamonte, Rusia y algunos Estados alemanes.
La figura más destacada del pensamiento demográfico en el periodo de aparición de los primeros censos
nacionales es el inglés Malthus. La primera edición de su Ensayo sobre la población (1798) se desenvuelve con
planteamientos teóricos y constituye una réplica a otro Ensayo, de William Godwin, el cual sostenía que con la
supresión de la guerra, la enfermedad y los vicios de gobierno la población crecería ininterrumpidamente hasta una
época remota, cuando el hombre habría dominado su apetito sexual y se detendrá el crecimiento. Por el contrario,
Malthus contemplaba el aumento de la población con aprensión por considerar que era más rápido que el de la
producción de alimentos, pero, convencido de la insuficiencia de los materiales sobre los que había elaborado su
escrito, decidió efectuar una búsqueda más detenida de datos viajando a Noruega, Suiza y Rusia. En la edición de
1803 los incorpora, así como los suministrados por el censo inglés de 1801; el «Ensayo» se convierte en una obra
científica, dotada del aparato matemático que reclamaban las afirmaciones teóricas. Sin interrumpir el acopio de
datos, las sucesivas ediciones sufren modificaciones importantes, y en 1824 escribe para la Enciclopedia Británica el
artículo «Población». Frente a las previsiones optimistas de Godwin y Condorect sobre el perfeccionamiento moral
del hombre que desembocará en el autocontrol del crecimiento de la especie, Malthus cree que el equilibrio entre
subsistencias y población no depende del hombre, aquéllas crecen en progresión aritmética mientras ésta lo hace en
progresión geométrica; el horizonte de la humanidad es el hambre. Datos ingleses respaldan la gráfica de crecimiento
aritmético de los recursos alimentarlos; datos de Estados Unidos y consideraciones basadas en la edad temprana de
los matrimonios y el alargamiento de la media acreditan la progresión geométrica de la población. En una de sus
páginas más famosas y severas, al poner el ejemplo de una granja, habla de la avaricia de la tierra; mientras el número
de los hombres aumenta sin límite, la superficie cultivada no podrá hacerlo ni los rendimientos cuando se agote el
suelo. Sus conclusiones sociales están teñidas de un áspero reaccionarismo: «No tienen los ricos obligación de
proveer a los pobres de ocupación y pan, y en consecuencia los pobres, por la naturaleza misma de las cosas, no
tienen ningún derecho a pedirlo», su oposición a cualquier forma de asistencia pública la justifica con el vaticinio del
cataclismo que espera a los pueblos si no encuentran frenos a su expansión: «el pueblo debe aprender que su felicidad
depende de su propio trabajo y de su propia prudencia.
Prescindiendo de este aspecto de su obra, sus planteamientos estadísticos ejercieron influencia durante todo el
siglo XIX.
El pensamiento liberal, con Say, Ricardo y Stuart Mill, desarrolla ampliamente la reflexión malthusiana;
incluso un autor católico como Chateaubriand, que afirma que los Estados perecen por el número excesivo de
hombres (El Genio del Cristianismo), se inclina al control en colisión con la Iglesia, que predicaba como ideal
familiar la prole numerosa. Los pensadores socialistas toman asimismo a Malthus como referencia, para rechazar sus
premisas sociales; Proudhon, Engels y Marx entienden que el hambre procede del reparto injusto antes que de la
escasez de la naturaleza. Con mayor vehemencia los nacionalistas, como el alemán Friedrich List o el francés Arsene
Dumont, expresan su rechazo de los frenos al crecimiento demo gráfico, actitud explicable en el caso de los
pensadores franceses, que vivían en un país debilitado por sus bajas tasas de natalidad; la «Revue de Deux Mondes» y
su cronista Léonce de Lavergne mantienen enhiesta la bandera populacionista, la derrota, de 1870 parece darles la
razón, el pueblo francés se ha debilitado frente al alemán, que disfruta de una natalidad vigorosa. Las posiciones
divergentes ante los postulados malthusianos retratan, en última instancia, la preocupación constante por el tema de
la población a lo largo del siglo XIX, si bien se inspiren en presupuestos no demográficos, como la vocación
expansivo que se encuentra en la médula del nacionalismo. Menos difusión tuvieron estudios más renovadores
metodológicamente, con cálculos matemáticos, como el del estadístico belga Quetelet, quien reflexionando sobre las
«leyes» de Malthus emitió una fórmula media según la cual la evolución demográfica progresa a ritmo acelerado
hasta un punto en que comienza a disminuir, porque la suma de obstáculos que se oponen al crecimiento ilimitado se
incremento en proporción a la velocidad de crecimiento. La «ley» de Quetelet ha sido formulada con más complejo
aparato matemático en la curva logística de Verhulst-Pearl-Redd, que mide el crecimiento de los obstáculos en
proporción igual a la relación entre la población idónea y la población suplementaria.
En la segunda mitad del siglo XIX aparecen estudios científicos de demografía histórica, en los que se
estudian las epidemias, la calidad o falta de calidad del urbanismo o la dimensión de las familias a partir de los
registros parroquiales. Algunos de los grandes historiadores del siglo XX, Simiand, Labrousse, Goubert, han
estudiado la relación alimentación-población, o analizado lo que se ha nominado “demografía social diferencial”,
tratando de establecer los diversos niveles de vida según las clases. Aunque Italia e Inglaterra han aportado algunos
científicos de renombre, es Francia, como, en tantas otras ramas de la historiografía, la que ha enriquecido la
literatura de esta especialidad con los nombres de Louis Henry, Reinhard, Armengaud, Guillaume, Dupâquier, etc.
A la relación crisis económica-crisis demográfica se ha prestado preferente atención en los últimos años. Pierre
Goubert propuso en 1960 una fórmula, la de definir como crisis la que provoca la duplicación del balance anual de
fallecimientos, aunque su duración suele reducirse a unas pocas semanas. Meuvret, en un trabajo de 1946, ha
relacionado las crisis demográficas con las de subsistencias. Más recientemente Dupâquier ha construido una escala
para medir la intensidad (crisis menores, grandes crisis, catástrofes) con una fórmula que ha sido modificada para
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otras naciones por Hollingsworth. Al igual que en historia política se ha pasado de los ambiciosos estudios generales
a los regionales y comarcales, en los que es posible la recogida exhaustiva de datos y, por tanto, una relativa seguridad
en los resultados.

2. FUENTES
Con la era estadística los inventarios de datos que identifican y cuantifican a los ciudadanos se han
multiplicado, y por añadidura la renovación de los métodos ha incorporado al acervo del historiador documentación
diversa que suministra información social pero que en vigencia de una historiografía narrativa, poco propensa a
efectuar medidas, era considerada carente de interés. Es precisamente la demografía histórica la que mejor responde a
los procedimientos de las series y la historiografía cuantitativa. Guillaume y Poussou clasifican las fuentes
demográficas, en cuatro categorías:
- fuentes no demográficas susceptibles de utilización estadística: papeles de impuestos, genealogías, relaciones
de ciudadanos para un servicio, libros de registro industrial o comercial, etc.;
- censos. Pueden ser municipales, comarcales, nacionales. El recuento de la población, inicialmente, se limitaba
a la relación nominal de los individuos inscritos, pero los censos nacionales recogen datos que permiten análisis más
finos: fecha y lugar de nacimiento, profesión, estado matrimonial, número de hijos, religión, vivienda;
- los registros parroquiales, en los que se anotan actos fundamentales de la vida religiosa, cuales son bautismo,
circuncisión, matrimonio, constituyen para la mayoría de los trabajos la fuente más rica;
- documentos diversos de índole administrativa o literaria: sermones, libros de piedad, levas militares,
correspondencia, diarios de funcionarios. Esta categoría suministra con frecuencia información muy rica de índole
cualitativa, para trabajos de historia social.
Hasta que los gobiernos estatales asumieron la tarea de efectuar censos los registros parroquiales jugaron el
papel de un verdadero registro civil, y a su trabajo han consagrado los maestros de la demografía histórica sus
mayores esfuerzos. Inicialmente se extraía de ellos los sucesos interesantes o noticias biográficas de personalidades,
posteriormente se construyeron, con sus datos, curvas de larga duración que señalaban el movimiento de bautismos,
matrimonios y defunciones. Finalmente se introdujeron métodos, que se basaban en la utilización de fichas
individuales para reconstruir las familias o los grupos, con los que se ha recogido información específicamente
demográfica: nacimientos ilegítimos, dimensión de las familias, tasas de fecundidad, edad del matrimonio, mortalidad
infantil, y se ha podido reconstruir la dimensión de grupos sociales o profesionales. El inconveniente de la duración
del trabajo y los gastos que requería el estudio de una parroquia fue superado por Luis Henry y sus colaboradores
mediante la formulación de encuestas por sondeo, similares a las usadas por los sociólogos, que establecen
conclusiones sobre datos parciales que se consideran suficientemente representativos.
El siglo XIX ha dejado para los historiadores otro tipo de fuentes, como los registros civiles o los cenaos
nacionales. El código civil napoleónico prescribe que en el acta de matrimonio se recoja nombre, edad, profesión,
lugares de nacimiento y domicilio de los cónyuges y de sus padres, anotaciones que por sí solas facilitan la
reconstrucción de las familias. El censo inglés de 1801 consigna el número de casas, personas y su profesión. Al lado
de estos recuentos estadísticos nacionales otras fuentes administrativas, como las de reclutamiento en el ejército,
sanitarias (libros de hospitales), policiales, encuestas agrícolas, suministran información para el conocimiento de la
población.

3. CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN EUROPEA


Contemplado en conjunto, el crecimiento de la población europea entre comienzos del siglo XVIII y las
vísperas de la Primera Guerra Mundial presenta proporciones dramáticas: de 110 a 450 millones. Se trata de una
expansión sin precedentes, puesto que las de los siglos X, XI, XII y XVI son de ritmos más lentos y no presentan los
cambios cualitativos esenciales que pueden detectarse en la era industrial. Este crecimiento constituye uno de los
hechos capitales de la historia de los dos últimos siglos; la emigración de los europeos a otros continentes hizo surgir
“nuevas Europas”.
La progresión constante es acusada, a pesar de la intensa sangría migratoria. Europa tiene, en 1750, entre 120
y 140 millones de habitantes, en 1800 alrededor de 187 millones, en 1850 ha alcanzado 266 millones, en 1900 ha
rebasado los cuatro centenares de millones. Crecen deprisa los continentes que reciben población europea –las dos
Américas, Australia-, más despacio los otros. En Europa el aumento es general, con la excepción de Irlanda, durante
el XIX nación todavía dependiente y sometida a terroríficas hambrunas que detonan sus pulsaciones migratorias,
pero los porcentajes de aumento son dispares.
Entre 1800 y 1910 Dinamarca, Finlandia y Gran Bretaña triplican su población; Bélgica, Holanda, Alemania
y Austria-Hungría contabilizan un censo que excede el doble; Italia, Portugal y Suiza lo duplican; España y Francia
quedan bastante por debajo de estos índices. Si nos limitamos estrictamente a las lindes cronológicas de la centuria
1800-1900, cuatro naciones ofrecen un interés particular:
Rusia pasa de 40 a 100 millones
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Las Islas Británicas, de 16 a 41,5 millones
Alemania, de 23 a 56,4 millones
Italia, de 18 a 32,5 millones.

El caso inglés es notable porque su incremento, superior a media europea, se produce a pesar de la salida de
17 millones de emigrantes. Aumenta la población de los países con cambio social (Rusia -emancipación de los
siervos-), con revolución económica temprana (Inglaterra -revolución industrial-), con proceso político fundamental
(Alemania e Italia -consiguen su unidad nacional-). Por otra parte, detrás de estas cifras escuetas, se agazapan
procesos sociopolíticos importantes. El incremento de población posibilita en Rusia su expansión territorial, que
culmina en la colonización de Siberia; es la base de su paneslavismo, de sus reivindicaciones sobre el espacio
balcánico; se convierte en un factor más de tensiones internas, mientras mantiene una estructura agrícola arcaica. En
Inglaterra permite la formación de un imperio dilatado, que suaviza las posibles tensiones interiores que el aumento
de población en un territorio limitado hubiera despertado. En Alemania provee de mano de obra abundante una
industrialización que se efectuó de modo rápido y, ya en el siglo XX, es un argumento de expansión para los
pangermanistas. En Italia, que llega tarde al reparto colonial del mundo, el argumento demográfico se esgrimirá por
los nacionalistas para formular la necesidad de colonias. Muchos rasgos específicos de algunas naciones no pueden
explicarse prescindiendo de los procesos demográficos, aunque debemos evitar la tentación simplificadora de otorgar
al factor población una importancia exclusiva.
A escala europea este crecimiento no es continuo a lo largo del siglo. Podemos distinguir cuatro fases:
1º Hasta 1820. Es una fase de alza, a pesar de las guerras napoleónicas; se produce un impulso demográfico
de compensación y, desde 1814, la población aumenta en casi todas las naciones.
2º 1820-1850. Tendencia a la parálisis e incluso, a la contracción, por la crisis económica. Es época de
precios bajos y de agudas crisis agrícolas. Ya en los últimos años comienza la expansión, quizás como uno de los
efectos de la revolución industrial.
3º 1850-1880. Fase de prosperidad y de cambios sociales, como la liberación de los siervos rusos. El
incremento de la población es notable.
4º 1880-1914. Hasta 1896, aproximadamente, algunas crisis agrícolas y la intensidad de la emigración, frenan
el avance; luego continúa de forma lenta, por el descenso de la natalidad y el consiguiente envejecimiento de la
población.
El crecimiento desigual originó profundos cambios en cuanto a la importancia relativa de las naciones. La
población de Gran Bretaña suponía en 1800 el 5,8% de la europea, en 1900 había ascendido al 9,2 por 100; en
contraposición, Francia descendió del 14,3 al 10,1; la proximidad de las curvas de las dos potencias vaticinaba la
inmediata superioridad inglesa, que se produce en 1910. El noroeste de Europa presentaba, cuando estalla la guerra
de 1914, densidades muy superiores al resto: 259 habitantes por kilómetro cuadrado en Bélgica, 239 en Inglaterra y
Gales, 171 en Holanda, frente a los espacios semivacíos del este de Europa, Rusia sólo tiene 26 habitantes por
kilómetro cuadrado, y sobre todo de los países escandinavos (12 en Suecia, 8 en Finlandia y 7 en Noruega). En las
zonas más pobladas la agricultura tuvo que responder a las exigencias de una demanda cada vez más alta de productos
alimenticios. Holanda se lanzó al rescate de tierras al mar, y en la provincia de Groninga al drenaje de turberas, en
Francia e Irlanda se transformaron en fértiles los campos incultos; en Schleswig y Holstein los terrenos pantanosos se
incorporaron al área de trabajo de los campesinos.

4. FACTORES DE LA REVOLUCIÓN DEMOGRAFICA


El factor clave del crecimiento de la población europea parece ser el descenso muy acusado de la mortalidad,
descenso que se percibe ya en los primeros años del siglo. Los dos países de los que poseemos datos más fiables son
Inglaterra, cuyo índice de mortalidad en 1800 y 1900 es respectivamente 26,9 % y 18,2 % y Francia, cuyos índices
se reducen de 27,7 % a 20.1 %. Los progresos en la medicina y en la higiene son las causas fundamentales, aunque
no únicas, de este descenso.
Los jalones claves en la medicina científica se señalan en la invención de la vacuna contra la viruela por el
inglés Jenner (1796), que inicia la era de la medicina preventiva y la lucha final contra una enfermedad epidémica
temible, el conocimiento de los agentes provocadores de las enfermedades, con el nacimiento de la microbiología
(Pasteur, Koch), y la introducción en la cirugía de la anestesia parcial (1846) y la antisepsia (1867). La higiene
experimenta una renovación no menor, con el abastecimiento de agua potable a las ciudades, los servicios de limpieza
en las calles y la generalización del aseo personal (ropa interior, jabón, etc.).
Pero subsisten como frenos obstáculos ancestrales, sin los cuales el crecimiento numérico de los europeos
hubiera sido mucho más rápido. ¿Cuáles son estos frenos?
- La mortalidad infantil sigue siendo muy elevada, aunque comienza a descender en el último cuarto de siglo.
Quizás contribuyó la falta de higiene alimentaria; el único medio que se conocía era prolongar la lactancia materna.
En los hospicios la mortalidad de los hijos naturales fue mucho mayor; un autor francés ha asegurado que sólo el 10
% alcanzaba los 20 años.
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- Últimas hambrunas. Fue terrible el hambre de Irlanda en 1846-1848, que provocó salidas en masa hacia
Estados Unidos. La de la India en 1900- 1901 hizo desaparecer 115 de la población. Un año de escasez de cereales,
o de epidemia de la patata, podía provocar todavía un cataclismo.
- Epidemias. Son menos temibles que en siglos anteriores, pero se ha afirmado equivocadamente su
desaparición en la Edad contemporánea. El cólera llega a Europa y se convierte en el enemigo número 1. La
revolución en el transporte contribuyó a hacer más rápida la difusión del vibrión colérico, que en cuatro ocasiones
arrasó al continente europeo. En 1832, primera epidemia de cólera, murieron de su embate sólo en Paris 18.000
personas. Sus últimos coletazos, en Rusia en los últimos años del siglo, provocaron decenas de miles de víctimas.
- Guerras. Al mismo tiempo que los progresos médicos permiten salvar un mayor número de heridos, los
progresos bélicos provocan un mayor número de víctimas. En ocasiones guerra y epidemia se alían y suman sus
víctimas; es el caso de la mortífera de 1870 en Francia.
Para los sectores obreros fue un factor adicional, que mantuvo alta la mortalidad, la mala calidad de vida, las
condiciones difíciles de trabajo y la alimentación insuficiente. De aquí que se haya hablado de desigualdad ante la
muerte»; existe una mortalidad diferencial, de cada clase social.
Las tasas de mortalidad constituyen un baremo del nivel de vida entre las distintas clases, pero también entre
las naciones. En vísperas de la guerra mundial las tasas más altas correspondían al este de Europa y al sur (el 29 por
mil en Rusia, cifras un poco inferiores en Rumania, Hungría, Servía, el 22.8 por mil en España, el 20.4 por mil en
Portugal e Italia). Mientras, en el noroeste de Europa los índices eran particularmente bajos: 13.2 por mil en
Dinamarca, 14.1 por mil en Inglaterra, 16.5 por mil en Alemania.
El freno decisivo que impidió que el crecimiento vegetativo de la población del globo adquiriera un ritmo
desbocado fue el descenso de la natalidad, más tardío que el de la mortalidad. La tasa inglesa pasa de un 37.7 por mil
a un 29.9 entre 1800 y 1900; en Francia el descenso es más acusado, de un 32.9 por mil a un 22.4 por mil, que la
convierte en el único país europeo que no asegura de manera constante el reemplazo de su población. Las tasas de
natalidad ofrecen una relación estrecha con las de nupcialidad en un continente donde casi la totalidad de los hijos
nacen de parejas que han establecido el vínculo matrimonial, pero otros factores inciden en ella: edad de casamiento,
situación económica, familiar y general, promedio de esperanza de vida de la pareja, mentalidad con respecto a la
dimensión idónea de la prole, migraciones temporales, etc. Así, en Irlanda, la tasa de natalidad sufrió una dramática
caída después de la hambruna de 1846 a 1850, que provoca la gran oleada migratoria y desequilibra la proporción
hombres-mujeres. En general, con excepción de Francia, tras el descenso de principios del XIX, provocado por la
contumacia de los episodios bélicos del período napoleónico, se produce una recuperación y un posterior descenso
muy lento hasta 1875 o 1880. Es en los dos últimos decenios cuando la débil cota de los nacimientos frena el
irresistible impulso del crecimiento vegetativo en las naciones europeas, si bien en Europa oriental aunque las cifras
son inseguras, parece que se mantuvo una natalidad alta que compensaba tasas de mortalidad superiores a la media
del continente.

5. SOBRE LAS CRISIS DEMOGRAFICAS CONTEMPORANEAS


Conocemos satisfactoriamente las crisis demográficas de la Edad Moderna. La demografía del Antiguo
Régimen se encuentra sacudida por catástrofes cíclicas de índole varia; la enfermedad, obviamente, pone fechas a las
alzas de mortalidad; las epidemias del hambre han jugado un papel no menor que las de la salud, como se comprueba
en los trabajos de Meuvret; las guerras han comenzado a ser estudiadas desde este ángulo de las repercusiones
poblacionales. Epidemias, hambres, guerras, pueden provocar cada una y con mayor intensidad cuando confluyen
catástrofes que se señalan con claridad en la evolución y estructura de la población. No es necesario detallar que en el
siglo XIX la guerra continúa jugando su papel al incidir directamente en las tasas de mortalidad e indirectamente en
las de nupcialidad y natalidad, pero ¿subsiste la trascendencia de los dos primeros factores? A nuestro juicio ha de
responderse afirmativamente y en este supuesto las hemos enumerado como frenos de la explosión demográfica.

A pesar de los progresos de la agricultura no desaparece la amenaza del hambre; la que se inicia en Irlanda en
1845 despuebla la isla; la continental de 1847 dibuja la coyuntura propicia para la gran convulsión revolucionaria de
1848. En la península ibérica se han medido crisis agrarias con un ritmo decenal: 1817, 1827, 1837, etc. Con mayor
envergadura mantienen su asedio los embates epidémicos. En general, no ofrecen las dimensiones de las del Antiguo
Régimen, aunque el cólera de 1834 se cobra en España, según Hauser, 300.000 víctimas mortales, y la epidemia de
gripe que asoló al mundo en 1918, tras la Primera Guerra Mundial, provocó una mortalidad de muchos millones,
muy superior a la de las armas. Pero las hace temibles su difusión más rápida, que la revolución del transporte
propicia.
No obstante, no debiera limitarse el análisis de una epidemia al del balance matemático de su mortalidad y
morbilidad. Al tiempo que crisis sanitarias y demográficas lo son sociales, y en cuanto tales permiten al historiador el
conocimiento de las estructuras de la sociedad y de los resortes de lucha contra la enfermedad. En síntesis, pueden
detectarse varios tipos de repercusiones:
- demográficas. Cota de víctimas, índices de mortalidad;
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- desigualdad social. Un estudio sobre la peste de Marsella en 1720 (Corriere, Courdurie y Rebuffat) muestra
su preferencia por los sectores humildes; lo mismo, o con mayor motivo, podría afirmarse del cólera en el siglo XIX,
que se ensaña con las clases bajas y elige para sus cuarteles las viviendas insalubres y los barrios de ínfimas
condiciones urbanísticas. De ahí que al repetirse el mapa en la siguiente invasión sea posible conocer las diferencias
de calidad de vida según los barrios y según los grupos sociales, escalafonados por la desigual potencia del ataque,
- económicas. Se producen, en primer lugar, gastos en la lucha contra la enfermedad y han de habilitarse
remedios para sostenerla, que van desde la dedicación de fondos públicos a la movilización de la caridad ciudadana.
Por añadidura, la perturbación de las comunicaciones incide en la del comercio, provocando el colapso en la
actividad;
- psicológicas. Son momentos de tensión, en los que a la reacción de huida de los pudientes -otra nota de
desigualdad- ha de añadirse la proliferación de pícaros, los remedios milagrosos, la tendencia a buscar culpables de la
calamidad, tendencia que convirtió, según los lugares, en víctimas inocentes de las iras populares a médicos,
panaderos o frailes;
- políticas. La prensa denuncia la falta de previsión de las autoridades; los debates entre los partidos se
incrementan. Las grietas de un régimen débil o titubeante aumentan ante un problema para el que no encuentra
soluciones.
En resumen, no ha de afirmarse la inexistencia de crisis en la era industrial ni minusvalorar sus dimensiones;
no debe olvidarse que, además de los aspectos cuantitativos, el historiador puede escudriñar algunos cualitativos que
le permiten conocer la capacidad de reacción, o por el contrario la débil organización de una colectividad, y
finalmente constatar cómo, en el siglo en que la igualdad se ha convertido en estandarte de las ideologías liberal y
democrática, cualquier embate epidémico transluce que las diferencias entre los ciudadanos mantienen sus distancias.

6. LAS MIGRACIONES. DEL CAMPO A LA CIUDAD


El siglo XIX protagoniza intensos desplazamientos de la población, en relación con dos procesos: la
revolución industrial, que provoca el trasvase del campo a las ciudades, en primer lugar, y que permite, por la
innovación de los transportes, los traslados intra e intercontinentales, y el colonialismo, que estimula la ocupación de
nuevas tierras en otros continentes menos poblados y menos desarrollados.
Nos encontramos, en primer lugar, con una disminución de la población rural. Refleja el paso de una
economía predominantemente agrícola a una economía predominantemente industrial. La industria, concentrada en
las ciudades, reclama una mano de obra abundante; el artesonado rural no puede resistir la competencia de las
fábricas; los artesanos se constituyen en los primeros emigrantes. Más tarde, la revolución agrícola permite, al
introducir en el trabajo de la tierra las máquinas, reducir el número de los campesinos, cuyos excedentes pasan a
engrosar las masas de obreros industriales urbanos. En el ritmo de abandono de los campos influyen factores
geográficos, jurídicos políticos. Las montañas, más pobres, se vacían antes que las llanuras; las regiones de pequeños
propietarios retienen con más fuerza a los campesinos que las de grandes propietarios, en las que el campesino es
simplemente un bracero que desea buscar una nueva vida; en ocasiones, una decisión política retiene o incluso atrae a
los campesinos, es el caso de la colonización de las Landas francesas. El ritmo es irregular, una crisis agraria lo
acelera, como ocurrió en el hambre irlandesa de los arios 40.
Los ferrocarriles ejercieron una fuerte influencia en estos desplazamientos. Por una parte, facilitaban los
retornos estacionases; por otra, suscitaron un impacto psicológico, una fiebre de viajes, que debilitó las tradiciones de
apego a la tierra. Y multiplicaron los puntos de destino. Sin ferrocarriles los campos hubieran podido retener más
eficazmente a sus habitantes.
La ubicación urbana de la población constituye un fenómeno visible de las revoluciones demográfica e
industrial. Volveremos, en la lección siguiente, a referirnos a este proceso, pero adelantaremos algunos datos. En
1800, en Europa veintitrés ciudades superaban los cien mil habitantes; en 1900, son 135 ciudades. El destino de las
capitales de los estados modernos era la conversión en megalópolis, en Rusia, San Petersburgo terminó dejando
rezagada a Moscú y vio cómo su población se triplicaba a lo largo de la centuria; mayor fue el crecimiento porcentual
de Londres, París y Viena, y todavía más acusado, al pasar de capital de un reino a un imperio pluriestatal, el de
Berlín, que se incremento en un 872 por cien.
En 1800 Gran Bretaña sólo tenía una gran ciudad, Londres, con un millón de habitantes aproximadamente;
otras seis oscilaban entre los cincuenta y cien mil: Edimburgo, Liverpool, Glasgow, Manchester, Birmingham y
Bristol. En 1850 nueve ciudades superan los cien mil y 18 se sitúan entre los cincuenta y cien mil. En 1910 son
cuarenta y seis las ciudades británicas con más de cien mil habitantes y Londres se ha elevado hasta los 4.5 misiones.
En Francia, aparte de París, sólo Lyon y Marsella rebasan los 100 mil habitantes al iniciarse el siglo XIX; en los años
que preceden a la Primera Guerra Mundial son dieciséis. La misma cifra presentan Alemania y Austria a principios de
la centuria: Berlín, Viena y Hamburgo son las tres que rebasan los cien mil. A partir de 1850 la industrialización
alemana se señala por un prodigioso impulso de la urbanización: en 1900, 73 ciudades alemanas y 3 austriacas
superan los 50.000 habitantes; el salto de las enclavadas en el Ruhr es general. La mayoría de las que hoy
consideramos ciudades con un censo megapolitano inician su expansión a partir de 1800. Algunas tenían ya ciertas
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dimensiones, como Amsterdam, que va a pasar de 200.000 a 500.000 habitantes, o Lisboa, de 180 a 356 mil, o
Amberes, de 62 a 273 mil. Pero otras podían ser consideradas a principios del siglo como aglomeraciones menores, y
en 1900 son grandes concentraciones; tal es el caso de Atenas, que en 1800 no tenía más que 12 mil habitantes y en
1900 alcanza los 273 mil, crecimiento de ritmo rapidísimo que no podría explicarse sin analizar el proceso político
de una nación que conquista la libertad y concentra el aparato del nuevo Estado en la urbe que guarda los fastos de
su cultura antigua; Budapest, antes de ostentar su calidad de capital estatal, ofrece un crecimiento igualmente
espectacular: de 54 a 732 mil habitantes; Munich, que pasa de residencia de príncipe elector a capital del reino de
Baviera, crece desde 40 a 500 mil habitantes. No es necesario insistir con ejemplos. Son a veces procesos políticos,
como la capitalidad de una nueva nación independiente, otras relacionados con la revolución industrial, los que
explican esta transferencia de población, pero en definitiva el vector urbano refleja un proceso continuo e intenso con
dos polos: la población de Europa abandona los campos y prefiere vivir en las ciudades.

7. LAS MIGRACIONES INTERCONTINENTALES


Entre 1800 y 1930 abandonan el continente europeo unos 40 millones de personas; es un proceso de
expatriación sin precedentes en la historia. Inglaterra, con 17 millones de emigrantes, encabeza la tabla de países
proveedores de hombres; Italia, con nueve, y Alemania, con seis millones, la siguen en importancia. De los países
receptores ocupa el primer lugar, con amplia ventaja, Estados Unidos, a donde llegan, desde los primeros años del
siglo XIX hasta el año 1922, 38 millones de inmigrantes, a los que hay que sumar los que pasan desde el Canadá. El
colosal despliegue territorial y económico de los Estados Unidos se basa en esta constante aportación de europeos.
Canadá, Australia, América del Sur y Siberia son zonas a donde los inmigrantes acceden en número notable.
La lengua señala en muchos casos las líneas de desplazamiento. Ingleses e irlandeses prefieren emigrar a
América del Norte: portugueses y españoles lo hacen casi en su totalidad a América del Sur.
Las causas son diversas. Se ha señalado como espoleta la noción de presión demográfica: emigran los
habitantes de países superpoblados, como Inglaterra o Alemania, y concretamente los de regiones y zonas cuya
densidad de población, en relación con el número de puestos de trabajo o de nivel de producción de alimentos, es
excesiva. Pero parecen influir no sólo las circunstancias del país emisor, sino también las del país receptor.
Indudablemente, las motivaciones económicas han jugado en todo momento un papel decisivo. Las masas
rurales y artesanos, agobiadas en los momentos de crisis, han intentado buscar una nueva vida lejos de su patria. H.
Jerome ha demostrado la influencia de los ciclos económicos sobre la emigración a los Estados Unidos. En el flujo de
europeos hacia otros continentes ha actuado unas veces una crisis agrícola europea, como la de 1847, otras veces, una
circunstancia excepcional, como los hallazgos de oro en California, en Australia o en África del Sur.
La situación geográfica es otro factor clave. Los rusos emigran hacia Siberia; los italianos hacia América; los
países marítimos del oeste europeo, Portugal, España, Inglaterra, encuentran muchos estímulos para lanzarse a través
del océano.
Los factores políticos no deben ser olvidados. Algunos estados pusieron trabas a la emigración de sus
hombres; otros, ansiosos de establecer un imperio colonial, la estimularon. A finales del siglo salían 300.000 ingleses
cada año, hacia las colonias. Los habitantes de Alsacia-Lorena, que en 1871 optaron por la nacionalidad francesa, al
ser ocupados estos territorios por Alemania, se trasladaron en masa a Argelia. En cambio no han influido apenas los
motivos religiosos, con la excepción de los judíos de Europa central, que, al ser perseguidos, pasaron a Inglaterra y
después a los Estados Unidos, para constituir la poderosa comunidad judía norteamericana.
Las consecuencias parecen haber sido en general positivas para los países de inmigrantes. Para los países
europeos no han sido visibles más que en casos especiales. Irlanda tenía en 1835 ocho millones de habitantes; entre
1845-50 perdió casi dos millones, de los cuales más de la mitad emigraron a Norteamérica. Al ser los emigrantes
jóvenes y varones, se produce un envejecimiento de la población y una superpoblación femenina, doble obstáculo en
los años siguientes para la recuperación demográfica del país. Para Irlanda la emigración fue una sangría; en cambio
para Inglaterra constituyó la base de su poder mundial.
La intensidad de la emigración europea fue creciente a lo largo del siglo. Proceso poco acusado hasta 1845,
comenzó a adquirir volumen a partir de las crisis económicas y políticas de los años 1846 a 1848, aumentó
notablemente desde 1880, cuando se intensifica la emigración alemana y se reparte el continente africano, y adquiere
un volumen espectacular en los primeros años del siglo XX, hasta 1914. La Primera Guerra Mundial pone un freno
casi definitivo a esta difusión europea por todos los continentes.

DOCUMENTOS
1. EVOLUCIÓN DE LA TASA DE MORTALIDAD EN SUECIA
Obsérvese en el gráfico la disminución en dos tercios de la tasa de mortalidad y si se ha producido alguna
aceleración desde 1850. Efectúese una periodización basándose en la presencia frecuente o infrecuente de crisis de
sobre mortalidad y en el ritmo del descenso. ¿Qué enfermedades provocan sucesivamente las crisis? Repárese en un
rasgo peculiar de Suecia: ¿existe sobre mortalidad bélica de las dos grandes contiendas?

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2. EVOLUCIÓN DE LAS DENSIDADES DE LOS CONDADOS INGLESES ENTRE 1789 Y 1815
La tasa de crecimiento es más fuerte en 14 condados; ocho de ellos son mineros y manufactureros del norte de
Inglaterra; tres son vecinos de Londres. Todavía no se ha producido despoblamiento de los condados agrícolas.
Efectúese un estudio de estos procesos y coméntense utilizando un mapa de la Inglaterra actual como referencia.

3. POBLACIÓN Y TRABAJO EN FRANCIA EN EL SIGLO XIX


Dibújense las gráficas correspondientes y señálese si es más rápido el crecimiento de la población activa que el
de la población total, los ritmos en la incorporación del hombre y la mujer, y en qué medida el sector primario
provee de efectivos a los otros dos. Conclusión: ¿se percibe el impacto de la industrialización?
- Población activa
Población Población activa Tasa de actividad
(en millares) (en millares) ( en millares)
- Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total Hombres Mujeres Total
1856 18.023 18.155 36.178 9.840 4.376 14.216 546 241 393
1861 18.645 18.741 37.386 10.252 4.568 14.820 550 243 396
1872 17.983 18.120 36.103 9.389 5.292 14.686 522 294 407
1881 18.656 18.749 37.405 11.156 5.388 16.544 598 287 442
1891 18.932 19.201 38.133 11.137 5.191 16.328 588 270 428
1901 18.917 19.745 38.451 12.913 6.822 19.735 682 349 513
1911 19.254 19.938 39.192 13.212 7.719 20.931 686 387 534

Reparto en sectores

Importancia relativa (%)


Efectivos (en millares)
Tasa de actividad (en millares)
- Primario Secundario Terciario Primario Secundario Terciario
1851 8.319 4.000 3.418 53 25 22
1881 7.890 4.444 4.210 48 27 25
1901 8.244 6.163 5.328 42 31 27
1911 8.855 6.338 5.528 43 30 27
1921 9.024 6.662 6.034 41 31 28
Fuente: L´industrialisation en Europe…

CAPITULO II: LA REVOLUCION INDUSTRIAL


I. LOS SECTORES

1. EL CONCEPTO DE REVOLUCIÓN INDUSTRIAL


A mediados del siglo XVIII se inicia en Inglaterra y se difunde posteriormente a otras naciones europeas una
transformación profunda de las técnicas de trabajo que de forma inmediata repercute en la economía y la sociedad.
Esta metamorfosis constituye el cambio más importante en la vida humana desde el período neolítico; se pasa del
viejo mundo rural al de las ciudades tentaculares, del trabajo manual a la máquina, del taller a la fábrica. Los
campesinos abandonan los campos y se trasladan a trabajar a las ciudades; el artesonado tradicional se extingue
paulatinamente; la nueva organización del trabajo provoca la aparición de profesionales, promotores, ingenieros, una
élite burguesa que suplanta a los nobles terratenientes en sus puestos de protagonismo, al tiempo que en las
concentraciones industriales se forma un proletariado, clase social que se define por su trabajo con máquinas de las
que no son propietarios. Todo se transforma: trabajo, mentalidad, sociedad, aunque inicialmente llamara la atención
de los testigos la máquina y las formas de energía que la movían. Al respecto, escribe Cipolla: «Desde un punto de
vista estrictamente técnico y económico, la Revolución Industrial puede definirse como el proceso por medio del cual
la sociedad obtuvo el control de amplias fuentes de energía inanimada. Sin embargo, tal definición no da una idea lo
bastante clara de la envergadura del fenómeno, pues no permite poner de manifiesto ni sus remotos orígenes ni sus
consecuencias económicas, culturales, sociales y políticas». No se trata de un fenómeno brusco, como pudiera sugerir
el término revolución, sino de un largo proceso al que; se ha aplicado, tomado del lenguaje político, un apelativo
poco adecuado, aunque ofrezca la ventaja de sugerir la intensidad de la transformación. Ni se circunscribe el cambio
al proceso de la producción fabril, puesto que se inician cambios paralelos en la agricultura, demografía y sociedad.
Pero aun siendo discutibles los dos términos -revolución, industrial- es indudable la trascendencia de un impulso que

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constituye la base del mundo contemporáneo; cualquier acontecimiento de los dos últimos siglos ofrece relación,
directa o indirecta, con él.
Una corriente historiográfica ha prestado atención preferente a los datos cuantitativos; Deane y Mitchel en
Inglaterra y el Instituto de Ciencias Económicas Aplicadas en Francia han elaborado series completas de la población,
producción, comercio. En otros estudios se ha atendido a rasgos definitorios, como el uso de fuerza motriz en la
fabricación o el montaje de factorías, que en realidad ya se conocían en el período anterior. Al proceder al análisis de
los aspectos sociales, algunos historiadores han indicado efectos beneficiosos en conjunto, a largo plazo, mientras
otros han destacado los negativos. Se trata de un fenómeno de excesiva envergadura y complejidad como para ser
definido o dibujado con rasgos sencillos. De cualquier manera parece que los cambios decisivos son cualitativos; así la
nueva estructura de la sociedad es más importante que el hecho de que esa sociedad se apoye en una base demográfica
más amplia. La esencia de la sociedad industrial es que evoluciona de modo continuo; cada cambio suscita la
necesidad de otro, es un proceso dinámico; como escribió Whitehead, el hombre «había inventado el método de
inventar».
La expresión Revolución Industrial se comienza a utilizar en Francia en los primeros años del siglo XIX,
quizá para significar que la transformación de la vieja Inglaterra ofrecía dimensiones parangonables a las que en el
orden político habían convulsionado a Francia desde 1789. En algunas publicaciones no se dejó de señalar que se
trataba de un cambio más pacífico: «dichosa y apacible revolución que no tiene nada en común con las que han
ensangrentado al mundo» (Annales des Arts et Manufactures, 1815). Algunos años después Blanqui insistía en el
carácter tranquilo de un cambio que han provocado dos máquinas, «en lo sucesivo inmortales, la de vapor y la de
hilar». Este enfoque estrictamente técnico es superado por-Engels, quien en 1845, en su Situación de la clase
trabajadora en Inglaterra, consolida el término incluyendo en él un primer análisis social. Sorprendentemente, en el
Manifiesto de 1848, escrito conjuntamente por Marx y Engels, no se alude en ningún párrafo a este término, pero
veinte años más tarde en el libro I de El Capital Marx lo describe con amplitud, resaltando como aspecto negativo la
descalificación del obrero, su conversión en simple fuerza de trabajo. Arnold Toynbee, padre del historiador del siglo
XX, populariza la expresión en sus Conferencias sobre la Revolución Industrial en Inglaterra (1884) pero es inexacto
atribuirle, como se ha hecho por un biógrafo, su invención. Los historiadores del siglo XIX hablan de un proceso
fundamentalmente técnico: producción, progreso; a finales de la centuria comienzan a prestar atención prioritaria a
los efectos sociales. La obra del francés Paul Mantoux, La Revolución Industrial (1906), ofrece una síntesis entre los
procesos técnicos y las repercusiones sociales, cuáles son horarios y salarios de los obreros. En 1948 se edita un libro
ya clásico, el de Ashton, que atiende con detenimiento la importancia de la serie de inventos para analizar, a
continuación, el contexto demográfico, financiero, ideológico, y rechazar la visión catastrofista de una época de
agobio para las masas populares. Ashton ha demostrado la importancia de considerar procesos diversos, y a partir de
su obra se han estudiado la acumulación de capital, la mano de obra, la dimensión de las empresas, la formación del
mercado interior y exterior, la revolución agrícola. Se trata de un proceso global, en el que deben observarse múltiples
variables.
La noción de crecimiento preocupó especialmente a los economistas. El punto de partida («take-off»),
despegue o impulso inicial, lo encontramos en el norteamericano Rostow; al alcanzar cierto nivel de desarrollo
comienza una etapa de crecimiento constante. Rostow considera que toda sociedad pasa por cinco etapas sucesivas:
sociedad tradicional, precondiciones de despegue, despegue, camino hacia la madurez y era de consumo masivo. Este
modelo, un tanto petrificado, ha sido criticado por algunos historiadores, especialmente por Deane, quien ha negado
que puedan confirmarse en todos los casos las medidas que Rostow considera imprescindibles para el despegue;
Pierre Vilar señala diferentes modelos según los países, negando el modelo único, y en esta línea Tom Kemp ha
precisado las variantes nacionales.
Con el crecimiento de la literatura histórica y económica el tema ha ido revelando la diversidad de sus
vertientes y la compleja relación entre las mismas. La revolución industrial parece ser un proceso de cambio constante
y crecimiento continuo, en el que intervienen técnicas (máquinas), descubrimientos teóricos (ciencia), capitales y
transformaciones sociales, acompañado por una renovación de la agricultura, que permite el desplazamiento de
excedentes de la mano de obra campesina a las ciudades.

2. ALGUNAS CUESTIONES
La primera controversia se suscitó en torno al dilema de un proceso súbito o paulatino. El punto de vista
tradicional concebía la industrialización como un estallido revolucionario, simular a un proceso político; así sostiene
H. de B. Gibbons en 1896: «El cambio fue a menudo violento. Las grandes invenciones se realizaron en un tiempo
relativamente breve. En poco más de veinte años se aplicaron los grandes inventos de Watt, Arkwright y Bulton».
Beard, en los primeros años de nuestro siglo, describe una Inglaterra bucólica, sobre la que se abate un cambio
fulminante: «Inesperadamente, casi como un rayo que se desprende del ciclo, fue conducida a la violenta tormenta de
la Revolución Industrial». Por el contrario, Ashley, en 1912, objetaba que aunque se produjeron cambios a gran
escala y con asombrosa rapidez, fueron preparados en un período largo.

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En el supuesto de un proceso abierto, que todavía continúa, y al que se han ido incorporando sucesivamente
muchas naciones, no se han producido debates en torno a la fecha final, que en última instancia señalaría el engarce
con lo que se ha denominado segunda revolución industrial, pero sí en cuanto a la que señalaría el inicio, 1780 para
Nef y Ashton, 1740 para Deane y Cole; de los argumentos que aportan se concluye que no es posible fijar una fecha
concreta, y que las elegidas dependen de las variables que midan o del invento que estimen que se convierte en
detonador del proceso. Hartwell, al introducir una serie de trabajos sobre las causas, plantea la serie de cuestiones a
las que hay que dar respuesta:
1º cronología de la revolución industrial. Fechas aproximadas que enmarcan el proceso en Inglaterra y las que
señalan su difusión;
2º gráficas de crecimiento, que señalan sector y ritmos;
3º historia de los inventos, analizando la trascendencia que implica el progreso tecnológico, el cual, para
Samuel Lilley, fue más un efecto que una causa;
4º cambios en la organización del comercio e industria, describiendo en qué medida el mercado se desenvuelve
con pautas más racionales. Al papel de la demanda se han dedicado estudios específicos, es una vertiente analizada
escrupulosamente en la obra de F. Crouzet;
5º acumulación de capital, igualmente estudiado por Crouzet;
6º capital humano, correlación entre las revoluciones demográfica e industrial;
7º cambios en la estructura de la economía, en la que desempeñan función creciente los sectores secundario y
terciario.
A esta relación habría que añadir todavía un análisis del papel que juegan ciertas materias primas y, sobre
todo, las nuevas fuentes de energía. No es casualidad que sea Inglaterra el solar del cambio. En una nación sin carbón,
por ejemplo, hubiera fallado uno de los resortes fundamentales de la revolución. Y aún esta serie de cuestiones nos
permitiría exclusivamente un conocimiento de los orígenes pero no de las repercusiones, enumeradas en la obra de
Speed, que omite, por el contrario, el panorama de preguntas que presenta Hartwell. Desde los años 40 se han
multiplicado los estudios sectoriales regionales, pero sólo los que han afrontado la totalidad del proceso han
permitido su comprensión, como La revolución industrial de Ashton (1948), La primera revolución industrial de
Phyllis Deane (1965), Orígenes de la Revolución Industrial de Flinn (1966). O la aportación de Landes a la
Historia Económica de Europa, de Cambridge (1965).

3. EL PAPEL DE LA AGRICULTURA
Se ha convertido en un tópico la correlación entre las revoluciones industrial y agrícola, desde algunos
estudios del siglo XIX que subrayan el paralelismo entre las profundas transformaciones que han experimentado los
dos sectores. La mayoría de los autores consideran que para la revolución industrial fue imprescindible una
revolución previa en la agricultura, a pesar de que Mantoux presentó objeciones a cualquier planteamiento simple
basado en la relación de causa a efecto, arguyendo que si en Inglaterra son agricultores los primeros batallones de
obreros, en el caso de Francia la masa de campesinos permanece atada a la tierra mientras se produce la
industrialización. No obstante, la tesis de la revolución agraria previa reaparece con frecuencia y tiene destacados
defensores; Bairoch, abogado máximo de esta postura, calcula que el 80 % de la población activa se dedicaba a la
agricultura y que al incrementarse la productividad en el campo se produjeron dos resultados inmediatos: un aumento
en la producción de alimentos, lo cual posibilitó la revolución demográfica, y la transferencia de una parte de los
campesinos, parados por el uso de las máquinas en el laboreo de la tierra, a la industria. Además, algunos empresarios,
en la primeras fases de la industrialización, son los antiguos agricultores, que han reunido capitales y proporcionan
los fondos imprescindibles para la instalación de las fábricas. El campo sería, en la explicación de Bairoch, el
proveedor de alimentos, de mano de obra y de parte de los capitales. Posteriormente el mismo historiador ha
considerado que el campesino necesitaba, para la modernización de las labores, utillaje de hierro, que estimuló, como
mercado, la industria siderúrgica; con la demanda de metal de los aperos agrarios se destruiría el «mito del ferrocarril,
la tesis de que el transporte jugó el papel clave en el impulso a la industria siderúrgica. Quizá Bairoch ha ido
demasiado lejos en su entusiasmo por el protagonismo que la agricultura jugó en la gran transformación; otros
autores han rebajado su papel. Crouzet cree que este esquema bairochiano no se puede aplicar en Dinamarca y
Holanda y que, incluso en Inglaterra, la agricultura no ha podido suministrar ni los hombres ni los capitales
necesarios. En el Congreso de historiadores de la economía del año 1969 parece reducirse el protagonismo agrario,
aún sin negar que la modernización del trabajo del campo fue un factor importante en la industrialización. Un punto
clave en cuanto a los orígenes ha de dilucidarlo la cronología: ¿se inicia primero la revolución industrial o la agraria?
Bairoch sostiene la precedencia de ésta en cincuenta o setenta y cinco años en 1700 en Inglaterra ya pueden
encontrarse la mayoría de las innovaciones de la técnica agronómico. Por el contrario, Cafagna sostiene que la
revolución industrial es anterior y que espoleó las hasta entonces lentas modificaciones en el laboreo de la tierra en
Inglaterra, más claramente todavía en Francia los cambios en la situación jurídica del campesino que propicia la
revolución política producen la transformación del campo sin éxodo, sin desplazamiento de mano de obra a las
ciudades, por lo que puede hablarse de industrialización sin aportación humana ni financiera del sector rural. Por otra
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parte, los primeros instrumentos agrarios se fabricaron de madera y difícilmente pueden desmontar el pretendido
«mito del ferrocarril. Fohlen matiza con mucha prudencia el papel de la agricultura, en Inglaterra, tras los
cerramientos de parcelas, contribuye a la aceleración del proceso; en otras naciones, en las que los cambios jurídicos
estabilizaron al campesino, como en Francia y Prusia, es posible que incluso lo frenaran. Podemos concluir que se
trata de dos revoluciones paralelas, entre las que si una no es desencadenante de la otra difícil sería negar alguna
interrelación.
Los rasgos de la revolución agrícola son bien conocidos:
- gradual sustitución del barbecho por el sistema de rotación de cultivos, lo que permite el aumento inmediato
del volumen de las cosechas;
- introducción de nuevos cultivos -trébol, forrajes diversos, maíz- y un artículo que revolucionará la dicta
popular, la patata;
- selección de semillas y cambios en la cría de ganado, lo que permitió el incremento del peso y la consiguiente
abundancia de carne y leche;
- aparición de nuevo instrumental agrícola, partiendo de más complejos tipos de arado, guadañas,
sembradoras, hasta desembocar en máquinas segadoras y trilladoras, y las que desplazan la tracción animal;
- ampliación de tierras cultivables con la utilización de abonos o simplemente con los avances de la ingeniero,
que permite la desecación de zonas pantanosas.
La Sociedad de las Artes Inglesa ofrecía premios a los nuevos inventos descubrimientos, como la sustitución
del buey por el caballo como animal de tiro, la de la cebada y la avena por el trigo, procedimientos empíricos de
engorde del ganado, etc. Pronto se produjo la especialización comarcal; las regiones del este y sur de Inglaterra dieron
preferencia al cultivo de gramíneas, las centrales al ganado vacuno y caballar. Una dicta mejor, a base de trigo, patatas
y carne, fue la repercusión inmediata de la agricultura tecnificada.
En Inglaterra contribuyeron a la modernización del campo los cerramientos. Se puso valla a las parcelas; esto
obligó a concentrarlas porque no se podía introducir la herramienta moderna en las excesivamente pequeñas. Muchos
pequeños propietarios se arruinaron, mientras los grandes ensanchaban sus propiedades, tecnificaban el trabajo y
conseguían aumentar los rendimientos.

4. LA INDUSTRIA DEL ALGODÓN


La lana constituyó durante muchos siglos la materia prima de los tejidos ingleses; con la revolución industrial
queda desplazada por la importancia creciente del algodón. En las primeras fases de la industrialización es el sector-
palanca, el que provoca el crecimiento. ¿Por qué posee el algodón esta importancia básica?

CUADRO 1
PRODUCCIÓN DE HILADOS DE ALGODÓN (1830-1870)
(Valor en millones de libras esterlinas)

Años Gran Bretaña Estados Unidos Francia Alemania


1830 250 77 68 16
1840 454 135 116 26
1850 588 288 140 46
1860 1140 390 226 140
1870 1101 400 220 147
Fuente: RIOUX, p.92

En primer lugar por su abundancia; la producción americana y la de Egipto y la India llegó a ser enorme y, a
lo largo del siglo XIX, algunas comarcas europeas iniciaron su cultivo. Es una materia prima barata y que puede
satisfacer las exigencias de una demanda en auge. Además se tarta de un sector tecnificado precozmente. La
revolución industrial se basa en la mecanización del trabajo, y, precisamente, en la industria textil se aplicaron las
primeras innovaciones técnicas. Era imprescindible, para atender una demanda alta, trabajarlo con rapidez. A
mediados del siglo XVIII, un carpintero-tejedor, Hargreaves, inventó un torno movido a mano, que permitía la
hilatura de ocho hilos a un tiempo. Arkwright sustituyó el torno por una máquina giratoria, movida por el agua, y
constituida por dos rodillos. Pero el hilo se rompía con frecuencia y el proceso de fabricación se detenía. Se
necesitaba un hilo más fuerte; es la aportación de un tejedor llamado Crompton.
Por tratarse de una materia prima que había de importarse, en Inglaterra, se produjo una cierta concentración
geográfica en la Baja Escocia y el Lancashire, para abaratar el transporte. Manchester, donde protestantes franceses y
holandeses constituían una mano de obra experta, se convirtió pronto en la capital de la nueva industria. Durante el
siglo XVIII Londres fue el puerto de exportación. Luego el primer lugar fue ocupado por Liverpool, donde se
instalaron grandes compañías de comercio transoceánico. En el algodón se resumen todos los rasgos de la primera
revolución industrial.
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- materia prima abundante y barata;
- concentración de la producción en una región reducida;
- renovación continúa de las técnicas: el vapor como fuente de energía, y procedimientos standard de
fabricación en cadena, desde 1830;
- importancia del comercio y del mercado como estímulos para la industrialización. Inglaterra comienza a
comprar trigo y a vender tejidos de algodón;
- necesidad de capitales. Las compañías de Liverpool transportaban a América esclavos (en el siglo XVIII) y
tejidos y volvían con algodón. Los beneficios permitieron invertir grandes sumas en aumentar el volumen de las
industrias;
- finalmente, el crecimiento continuo, que hemos señalado como rasgo característico de la revolución
industrial, es evidente en la industria algodonera. Uno de los grandes especialistas, Deane, calcula que el valor de las
exportaciones en 1780 era de tres a cuatro veces el de 1760, y que en 1810 los índices de 1780 se hablan
multiplicado, otra vez, por diez. Alrededor del año 1800 la industria algodonero daba trabajo a 100.000 personas en
las fábricas de hilados y a 250.000 en las de tejidos, y su valor alcanzaba el 40 % del total de las exportaciones
inglesas.
A partir de 1830, cuando el ferrocarril señala una nueva fase en la revolución industrial, el crecimiento se
mitiga, pero no se detiene; la industria algodonera británica, que estaba duplicando su volumen cada decenio, se
multiplica por cuatro entre 1830 y 1870, es decir, su ritmo de aumento se reduce a la mitad.

5. LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA
El segundo gran sector de crecimiento lo constituyen la hulla y el hierro. Desde los primeros años del siglo
XVIII comienza a escasear la madera, hasta entonces el combustible casi exclusivo. Cuando Darby consigue producir
acero utilizando carbón como combustible y Cort inventa un nuevo procedimiento de forja, batiendo el hierro
fundido con varillas para eliminar las escorias, una nueva fuente de energía se convierte en otra palanca de la
revolución industrial. El carbón se impone, es más barato, más abundante, posee una mayor potencia calorífica; los
centros industriales empiezan a establecerse en las cercanías de las minas. Por otra parte, los aperos de labranza, las
máquinas de todos los tipos, los ralles de las vías férreas, se construyen de hierro. Nace la industria siderúrgica. El
hierro se convierte en un elemento imprescindible, en el “pan de la industria”, como se llegó a llamar. La producción
de las fundiciones inglesas, en un siglo (de 1750 a 1850), se multiplica por 100. La siderurgia releva al algodón
como motor del crecimiento.
Los cambios tecnológicos en la metalurgia cubren uno de los capítulos más interesantes de la
industrialización. El vapor, que se aplica primero en el sector textil y más adelante en el transporte, se experimenta
como fuente de energía con mayor insistencia en el trabajo del hierro y el acero. Al igual que en el algodón los
pequeños logros anónimos influyen tanto en el impulso al sector como los inventos principales, y son pequeñas
conquistas obtenidas en hornos domésticos de maestros herreros las que empíricamente sentaron las bases para la
combinación de mineral y combustible. La primera preocupación fue economizar éste; en el sur de Gales cambios en
el soplo y tamaño del horno disminuyeron a menos de la mitad el consumo de carbón por tonelada de hierro antes de
1850; el soplo caliente de Nielson, que se utiliza en Escocia en 1829, ahorra un tercio si se utiliza coque, dos tercios
si se emplea carbón. Para economizar metal se ensayaron cambios en la forma y lechos de los hornos, y, en efecto,
Joseph Hall consiguió reducir las escorias de casi la mitad del lingote a un 8 %. La demanda en aumento requería
hornos mayores, y éstos, por su parte, nuevas instalaciones, como plataformas elevadas para la carga, o ralles para el
transporte. El martillo de vapor puso en manos del obrero de la fragua una enorme energía; su creación, en 1839, por
Nasmyth y su utilización por vez primera por Bourdon de Le Creusot provocó debates sobre la auténtica paternidad
del procedimiento. El aumento espectacular de la producción puede seguirse en el cuadro:

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PRODUCCIÓN DE LINGOTES DE FUNDICIÓN DE GRAN BRETAÑA
(En toneladas)
1740 17.350
1788 68.300
1796 125.079
1806 258.206
1825 581.367
1830 678.417
1835 940.000
1839 1.248.781
1848 1.998.568
1852 2.701.000
Fuente: D. S. LANDES. Cambridge

En un siglo largo la producción la producción se multiplica por más de 150; la de 1848, próxima a los dos
millones de toneladas, es superior a la del resto del mundo.
Las innovaciones técnicas culminan en 1856, cuando Bessemer fabrica un convertidor, aparato que insufla en
el hierro fundido aire para obtener un acero más flexible, si bien en vida del inventor hubo de conocer algunos
fracasos y ser modificado.
La supremacía británica se señala también en el consumo de hulla:

CUADRO 2: PRODUCCIÓN DE HULLA (1790-1913)


(en millones de toneladas)
Años Gran Bretaña Estados Unidos Alemania Francia
1790 6 - 0.3 0.8
1800 10 - 1 1
1820 12.5 - 1.5 1.1
1830 16 - 1.7 2
1840 30 2.1 3.5 3
1850 49 7 6.7 5
1860 80 13 17 8
1870 110 30 26 13
1880 149 83 47 19
1890 184 143 70 26
1900 230 245 100 33
1913 290 510 190 40
Fuente: RIOUX, p.92

Los índices de producción de hierro fundido y acero señalan la jerarquía de las potencias industriales: la
supremacía de Inglaterra, la industrialización de Alemania, el crecimiento rápido de los Estados Unidos y el más
lento de Francia. Las naciones que retrasan el inicio de su industrialización, como Italia, Japón y Rusia, mantienen
unos índices de producción de hierro y acero muy bajos, hasta que acometen su modernización. Un consumo de
hierro pequeño equivale a una red de ferrocarriles pequeña y a un transporte y comercialización arcaicos. Los índices
siderúrgicos constituyen, por lo tanto, un termómetro del nivel de industrialización de un país.

6. LA ERA DEL RAÍL


En la industrialización de Inglaterra nos encontramos con nuevas materias primas: algodón, hierro; también
con nuevas fuentes de energía: la hulla, y, más importante, el vapor. A Watt debemos la construcción de las primeras
máquinas de vapor, invento que transformará el trabajo y la vida de los hombres. El vapor se aplicó primero a la
industria textil. Sin embargo, sus innovaciones más trascendentes se consiguen en el transporte. En el mar los barcos
de vapor terminan desplazando a los veleros. Pero la hegemonía de los vapores en el transporte oceánico tardó en
producirse y su repercusión en otros sectores industriales fue menos intensa que la de los ferrocarriles.
En la expansión de los ferrocarriles podemos estudiar tres vertientes: técnica, financiera e industrial.
- técnica. La construcción de la primera locomotora significa una gran conquista de la ingeniería. En 1813
Hedley efectúa algunos experimentos para transmitir la fuerza del vapor, mediante una máquina, al arrastre de
mercancías por raíles, y consigue trasladar cargas a 8 Km. de distancia. Stephenson dedicó 10 años a aumentar la
potencia de este tipo de máquinas, ayudado, a partir de 1823, por su hijo Robert, quien hizo el diseño definitivo de
las primeras locomotoras. En 1825 circuló entre Stockton y Darlington (13 km) el primer tren minero, y en 1830 el
primero de pasajeros entre Manchester y Liverpool. La «Fusée», primera locomotora, significaba entonces un
prodigio por la estructura de su caldera y sus procedimientos para avivar la combustión. Inglaterra se lanza ya desde
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los arios 30 a la construcción de su red ferroviaria; Bélgica, Francia, Alemania, España, la inician en los años 40. En
los años 50 los tramos cortos se convierten en líneas que atraviesan las naciones.
- financiera. Los grandes beneficios obtenidos en la industria inglesa del algodón y en la agricultura corrían el
riesgo de no poder ser invertidos totalmente. Hacia 1830 unos sesenta millones, de libras esterlinas (cálculo de Jens),
aproximadamente los beneficios de un año, presionaban en el mercado en busca de inversiones. Las posibilidades de
invertir en la industria textil y en la del hierro parecían colmadas. Los experimentos de Stephenson canalizaron este
dinero hacia la construcción de vías férreas. En veinte años los capitalistas ingleses consiguieron construir una red
completa de comunicaciones y obtener beneficios e incrementar sus capitales. Además el ferrocarril permitió obtener
mayores ganancias en la agricultura porque permitió la especialización de las regiones -una región podía dedicarse a
un solo producto y consagrarse a su venta. Sin embargo, en otros países la construcción excesivamente rápida de la
red ferroviaria resultó ruinosa, porque al no haberse alcanzado un nivel de industrialización suficiente la explotación
de los ferrocarriles no fue rentable, los gastos superaban a los ingresos.
- industrial La industria siderúrgica encontró en este campo su posibilidad de expansión. Hacia 1830, al
iniciarse la red inglesa, el consumo de hierro y acero aumentó. Hacia 1850 la siderurgia inglesa tenía una potencia
que desbordaba la capacidad de consumo nacional. Una parte de su producción se destinó a los Estados Unidos, la
India y algunos países europeos. Raíles, locomotoras, vagones, vigas para las estaciones, las necesidades eran casi
inagotables.
La expresión «era del raíl» no es exagerada.

II. DIFUSION Y REPERCUSIONES

7. EL MODELO INGLÉS
Historiadores y economistas coinciden en otorgar particular atención a Inglaterra, y no sólo por su entidad de
cuna de la revolución industrial, sino porque las circunstancias en que se desenvuelve son especialmente originales,
como ha resumido Hartwell: «De todos los ejemplos históricos de crecimiento ninguno es más importante o
interesante que la revolución industrial en Inglaterra: fue la primera revolución industrial; nos dejó el primer ejemplo
de crecimiento económico moderno; fue un crecimiento culminado fundamentalmente sin ayuda exterior; un
crecimiento en el contexto de una economía de libre empresa; un crecimiento acompañado por una revolución social
y política que se realizaron con insignificante violencia; fue el modelo de crecimiento para otras economías,
estimulándolas con el ejemplo, con la exportación de hombres y capitales, y por medio del comercio». En la Isla se
concedió, en fecha muy temprana, importancia a la recogida de datos estadísticos, lo que ha permitido medir con
cierta seguridad el ritmo de su desarrollo y constatar que a lo largo del siglo XVIII se produce un aumento constante
de los índices, pero también comprobar que es en la segunda mitad de la centuria cuando adquiere gran celeridad. Así
la población de Inglaterra, que se incrementa en sólo 300.000 almas en los primeros cincuenta años, lo hace en 3
millones en los diez lustros siguientes; las exportaciones se duplican en el primer período y se triplican en el segundo;
las importaciones se incrementan en un cincuenta por cien y en un cuatrocientos por cien respectivamente. Es
innegable que la economía inglesa crece continuamente entre 1700 y 1750, pero las cifras demuestran que es a partir
de esta última fecha cuando puede hablarse de despegue, en el sentido definido por Rostow de economía que
adquiere suficiente velocidad de desarrollo para seguir «volando».
De que estaban viviendo un periodo asombroso de crecimiento fueron conscientes la mayoría de los
pensadores ingleses. Malthus escribe algunas páginas ponderando el crecimiento económico, aunque luego se alarme
ante la explosión demográfica. Adam Smith, con un prisma más optimista, anota: «En Gran Bretaña la recompensa
real del trabajo, cómo hemos mostrado ya, la cantidad real de necesidades y lujos que se han proporcionado al
trabajador se han incrementado notablemente durante la presente centuria». Algunos autores (Young, Colquhoun...)
se han esforzado en precisar con cifras el proceso:

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ESTRUCTURA DE LA RENTA NACIONAL
(Porcentajes)

1770 1812 1831


Inglaterra y Gales Reino Unido Reino Unido
(según Young) (según Colquhoun) (según Pehrer)
Agricultura 45 27 28
Manufacturas - - -
Lana 4 4.5 3
Cuero 3 3 3
Lino, vidrio - - -
Cerámica 1.5 4.5 -
Algodón y seda 1.5 6 7
Otros 11 12 19
Sectores mixtos 21 23 22
Comercio 13 20 15
(Fuente: Philip DEANE: The Evidence of Early British National Incone Estimates.)

El análisis de la tabla es sugestivo, contemplemos varios de sus datos. Es evidente la pérdida porcentual de la
agricultura, que en 1770 ocupa todavía el puesto clave de sector más fuerte. En contraste con el incremento débil de
la lana, que termina retrocediendo en cifras relativas, el aumento espectacular del algodón señala la irrupción de una
materia prima básica de la industrialización; en conjunto el despegue del sector textil se percibe sin dificultad. La
gráfica del comercio, con su cota alta de 1812, puede desorientar, pero traduce la coyuntura de la guerra napoleónica
-a pesar del bloqueo-, porque se incluyen en ese epígrafe las entradas y salidas de materiales, bélicos y no bélicos; en
definitiva, en períodos de guerra abierta se restringe, el consumo interior para consagrar la producción a una empresa
que desborda las fronteras nacionales. Aunque la tabla sea poco minuciosa en la enumeración de las partidas es claro
que la producción (algodón, seda y otros sectores), con el impulso de tejidos y siderurgia, se convierte en el
acelerador de la revolución.
Para evitar una exposición larga, y quizá reiterativa, veamos en esquema los factores que confluyen en el
cambio cualitativo del desarrollo de la Isla.
a) Crecimiento de la población. Se ha discutido mucho la relación entre población e industria. ¿Fue el
aumento demográfico el que suscitó la industrialización? Irlanda y la India conocieron este aumento de población sin
un paralelo proceso de industrialización; en otros países europeos la industrialización se efectuó con un escaso
incremento del número de habitantes. Parecen ser procesos diferentes, pero entre ellos, al menos en el caso inglés,
existe una relación.
b) Revolución agrícola. Hemos indicado que el papel de estímulo de la agricultura se ha rebajado, pero no
anulado. Las excelentes cosechas entre 1740 y 1780 suscitaron un ambiente de optimismo y expansión y unos
excedentes de dinero; algunos propietarios agrícolas comienzan a invertir su dinero en nuevos negocios y contagian a
otros propietarios. La revolución industrial exige, imprescindiblemente, unas tasas de inversión innecesarias en la
sociedad preindustrial.
c) La producción en gran escala reclama nuevas materias primas: algodón, hierro. Y nuevas fuentes de energía,
para mover las máquinas: carbón, vapor. Las Industrias textil y siderúrgica son, por este orden cronológico, las dos
palancas de la industrialización inglesa.
d) Innovaciones técnicas constantes. Las universidades escocesas, Edimburgo, Glasgow, se convierten en
pioneras de las aplicaciones prácticas de la ciencia. Por la lista de las patentes puede seguirse la asombrosa creación de
instrumentos. La máquina de vapor, de Watt, constituye, sin duda alguna, uno de los inventos que más ha influido en
la vida del hombre.
e) Impacto de los ferrocarriles. La construcción de la red es el mayor campo de inversión de capitales, suscita
la expansión de la industria siderúrgica, permite la especialización agrícola de las distintas comarcas, fomenta el
comercio. La era de los trenes señala, por si sola, un capitulo de la primera revolución industrial.
f) Estos cambios en la producción están acompañados por cambios en las finanzas -movimientos de capitales-
y en la sociedad, a los que luego nos referiremos.
Hacia 1850 empiezan a perder fuerza los ritmos expansivos de estos procesos. En ese momento la supremacía
inglesa era aplastante. Su producción de carbón había llegado a los 56 millones de tm, la de hierro a 2.2, su renta
nacional se aproximaba a los 600 millones de libras esterlinas, más del doble que en 1800. Poseía la red más densa de
ferrocarriles, la primera marina del mundo, las técnicas más avanzadas en todos los campos.

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Si la vertiente económica nos es suficientemente conocida y susceptible de medir con cifras fidedignas las
repercusiones sociales resultan menos accesibles si se pretende afrontarlas con datos matemáticos, que reforzarían los
múltiples testimonios literarios; es más fácil conocer la renta nacional y la participación de los distintos sectores
productivos en ella que el reparto de esa renta a los habitantes y clases. No obstante, aun sin la precisión del capítulo
económico, estamos en condiciones de afirmar a partir de las estadísticas disponibles que las diferencias de posición
se incrementaron. A finales del siglo XVIII el 92 % de las familias inglesas se repartía el 63 % de la renta nacional;
para 1803 Colquhoun calcula que el 92 % se reparte el 56 %, lo que supone que el 8 % de potentados ha
aumentado sustancialmente sus ingresos con la revolución industrial. Deane afirma que los ricos se han convertido en
más ricos, y los pobres, al menos relativamente, se han vuelto más pobres. Las estadísticas, aún sin la minuciosidad de
los escritos que relatan las tensiones sociales de la revolución, nos acercan a un fenómeno complejo, en el cual no
todo se resume en índices de crecimiento.

8. LA INDUSTRIALIZACIÓN EN EL CONTINENTE
En los primeros años del siglo XIX las naciones europeas de la mitad occidental del continente asumen la
forma de civilización que Inglaterra ha ensayado, y, salvo las barreras lingüísticas, parece adaptarse un tipo uniforme
de sociedad que se apoya en máquinas, innovaciones tecnológicas y producción en gran escala; tan sólo Portugal,
España, Italia, Dinamarca y el este de Europa no se incorporan plenamente al cambio gigantesco que experimenta la
vida en el vicio continente. ¿Qué factores provocan la difusión del modelo industrial? ¿Por qué lo siguen unas
naciones mientras otras se aferran a las fórmulas seculares de la sociedad agraria?
La proximidad geográfica a Inglaterra constituye un factor de primer orden, que explica la inmediata
recepción en Francia y Bélgica y a continuación en Holanda y norte de Alemania. El ejemplo norteamericano
presenta la peculiaridad de su distancia física, superada por la intensidad del tráfico oceánico y la estrecha relación
entre la metrópoli y sus ex colonias, mantenida además por la influencia incesante de masas de emigrantes que buscan
fortuna en los vastos espacios de la joven nación americana. La difusión de las nuevas técnicas depende casi
enteramente del contacto personal. Visitantes extranjeros contemplan admirados en Gran Bretaña los prodigios de las
máquinas y la organización de los circuitos de producción; ingenieros y artesanos británicos son reclutados por sus
conocimientos especializados en las empresas continentales más innovadoras. Tengamos en cuenta que en los
primeros 75 años de ensayos industriales todavía no se ha producido una revolución del transporte de dimensiones
continentales y oceánicas, de ahí que la cercanía de Inglaterra facilite el contacto intenso y el flujo humano. En
contraposición, en la segunda mitad de la centuria novecentista, cuando Inglaterra ha perdido su supremacía
indiscutible, se ha producido ya con la revolución del transporte una intercomunicación constante de ensayos e ideas;
es la oportunidad para otras naciones de menor relación con Inglaterra, como Suiza, o Suecia, poco distante en
kilómetros pero alejada de los principales ejes del comercio internacional; y es también el momento del original
ensayo japonés.
La extensión del mercado constituye otro factor que Rostow llamaría precondición de despegue. Los países
débilmente articulados, como Portugal y España, de comunicaciones escasas, no disponen de la fuerza de succión de
la demanda que impulsa a la producción en gran volumen. En parte, la dimensión del mercado viene dada por una
población numerosa, pero ésta, por sí sola, no es un indicador de mercado potencial para la industria, como de-
muestra Rusia, imperio con enorme población pero sin articular, que retrasa el inicio de la industrialización más de
un siglo con respecto a Inglaterra.
Los niveles educativos desempeñan un papel notable ante procesos que exigen imaginación y capacidad de
adaptación. Cameron, en un coloquio internacional sobre la industrialización europea, se atrevió a afirmar: «Las
lecturas estimulan la imaginación y hacen a la población más receptiva a la novedad y el cambio. Existe una conexión
estrecha entre literatura y mercado... ». Con la proliferación de periódicos y revistas científicas se encontraban en
ventaja los pueblos cultos, en cuanto disponían de minorías ilustradas y más aún en la medida que las masas
populares podían entender el sentido de la revolución e incorporarse a ella; Rusia, Portugal, España, el sur de Italia,
las naciones centro y sureuropeas del Este, encontraron en este requisito de la educación popular un obstáculo, y es
demostrativa la coincidencia de los bajos niveles de alfabetización e industrialización.
El arcaísmo de la agricultura ha de considerarse otro obstáculo antidifusor; podría citarse una vez más el caso
ruso, español o meridional italiano, pero incluso en una nación que afrontó la industrialización, como Francia, en
tanto que se mantuvo una agricultura tradicional se frenó el ritmo de modernización en el sector secundario.
La industrialización francesa está influida por dos circunstancias: su retraso con respecto a la de Inglaterra y el
freno que supone la conmoción política de la Revolución. Numerosos estudios nos permiten precisar en qué medida
Francia se ha rezagado a partir de 1700. La industria de la lana, sector clave antes de la irrupción del algodón, crece a
lo largo del siglo en Inglaterra en un 150 % según cálculos meticulosos de Deane, mientras en Francia, hasta 1789,
como ha mostrado Pierre Leon, lo hace tan solo en un 60 %, lo que supone un ritmo de menos de la mitad. La
industria del algodón se expansiona muy rápidamente en Francia (Marczewski), pero en 1786, con mayor población,
importa 11 millones de libras frente a los 18 millones de Inglaterra. Los índices de producción franceses continúan
siendo altos, pero si se calculan «per capita» su debilidad relativa es manifiesta. “Inglaterra estaba más urbanizada,
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más industrializada, más inserta en el comercio internacional... La diferencia fundamental entre las dos economías, sin
embargo, ha de buscarse en el campo de la tecnología” (Crouzet). No obstante, si la comparación se realiza con
cualquier otra nación, se comprueba que Francia es un país avanzado, relativamente rico, cuya cultura constituía un
modelo para la mayoría de los pueblos. Pero la estructura política del Antiguo Régimen impedía una transformación
en profundidad: el crecimiento se caracteriza por su ritmo lento y por la ausencia de cambios cualitativos. La
Revolución, en sus primeras fases, no iba a. crear condiciones más propicias, en cuanto que actuó como fuerza
desintegradora de la economía, provocando bruscos saltos de la inflación a la deflación -con la consiguiente falta de
confianza en los mecanismos del mercado-, escasez de artículos e incluso cambios radicales en el sistema monetario.
La inestabilidad política inclina a muchos autores a considerar que hasta 1815, pasada la convulsión de los períodos
revolucionario y napoleónico, con sus guerras, no puede fecharse el inicio de la industrialización; no obstante,
estudios más recientes (Dunham, Cameron) resaltan la trascendencia de las medidas revolucionarias en el desmontaje
de la sociedad feudal y, por tanto, su eficacia para el inicio de la revolución económica.
Además de estos dos factores básicos: retraso con respecto a Inglaterra e inestabilidad política, otros han de
señalarse como obstáculos para la revolución industrial en Francia. Sin duda la debilidad demográfica ha de
considerarse determinante. La tasa de natalidad descendió más rápidamente que en otras naciones, mientras se
compensaba con el alargamiento de la longevidad; el resultado fue una población más vieja y que, siendo en 1800
junto con Rusia la más nutrida de Europa, es rebasada en sus valores absolutos a mediados de siglo por Alemania y a
principios del XX por Inglaterra. Tan sólo en un 42 % crece la población de Francia en el siglo de la
industrialización, frente a la multiplicación por 2.6 en Gran Bretaña, 2.4 en Alemania, 2.8 en Bélgica y Holanda.
Al peso retardatario de la agricultura nos hemos referido ya. Antes de la revolución la gran propiedad
nobiliario no se inclinaba a reformas tecnológicas, que podrían ser la espoleta para las jurídicas; después, los cambios
decretados por los gobiernos de la Revolución provocaron la fijación del campesino en el agro y desalentaron la
migración de mano de obra que se observa en Inglaterra hacia las ciudades. Durante la primera mitad del siglo XIX la
economía francesa es esencialmente agraria y no se produce, al menos de forma acusada, un cambio en la estructura,
con la creciente participación de los sectores secundario y terciario.
La escasez de algunos recursos naturales constituye otro obstáculo. Deficitaria en hierro hasta que se pudieron
explotar los yacimientos de la Lorena, tenía que invertir en materias primas y energía un porcentaje alto de sus gastos
en importaciones.
A pesar de estos inconvenientes la industrialización en Francia se inicia y consolida a lo largo del siglo XIX, y
en todo momento debe considerársela como una de las potencias de la nueva era. La adopción del sistema métrico
decimal (1790), la fundación de la Escuela Politécnica (1794) y del Conservatorio de Artes y Oficios y de la Escuela
Normal (1798) fueron disposiciones de los gobiernos de la Revolución que impulsaron la enseñanza y la
investigación, y propiciaron el clima intelectual necesario para la revolución tecnológica.
A mediados del siglo XVIII empresarios que viajan a Inglaterra para visitar las fábricas introducen las técnicas
con el asesoramiento de algunos inventores británicos, como John Kay, que enseña a los tejedores franceses la
fabricación y uso de lanzaderas. Por esos años existe en Bourges una colonia inglesa formada por familias que
atraviesan el Canal para explotar un mercado nuevo. El sector siderúrgico se encontraba estrangulado por la escasez
de carbón, pero en los años 80, antes de la Revolución, se construyen los altos hornos de Le Creusot, con patrocinio
real, aunque hasta 1840 no se eleva significativamente el número de altos hornos. El boom de los ferrocarriles a
mediados del siglo XIX señala el momento clave del despegue de la siderurgia. La ley de 1842 establecía ventajas
para las empresas constructoras; el Estado aportaba el terreno y la infraestructura, los Rothschild y otros banqueros
franceses y extranjeros proporcionaron los capitales. A pesar del apoyo estatal, en 1848 Francia sólo disponía de
1.800 kms de vías, mas a partir de 1850 el ferrocarril se convierte en el impulso clave para la expansión de la
siderurgia. Aun anotando su retraso cronológico y sus factores de debilidad, la industrialización francesa repite en
líneas generales la británica.
Con menor intensidad el modelo inglés se repite en Alemania, pero la fragmentación política de los Estados
germánicos impide hablar de un proceso de industrialización unitario; habría que distinguir entre los Estados
occidentales, con fuertes vínculos con Francia, y los del Este, especialmente Prusia, más alejada de cualquier
influencia exterior, y habría que distinguir con mayor motivo los Estados del Norte y los del Sur. En líneas generales
podría decirse que la industrialización del Ruhr sigue el tipo británico; las minas y la siderurgia constituyen sectores
vertebrales, capitales franceses y belgas aportan el aparato financiero, patentes y técnicos ingleses los innovan. En las
comarcas orientales se siguen las pautas de lo que se ha denominado modelo prusiano; la industria no devora a la
agricultura; al este del Elba la producción de trigo debía permitir la autoalimentación en caso de guerra, y al mismo
tiempo se respetaban los intereses de los nobles terratenientes. Sajonia permanece como estado productor de bienes
de consumo. Varios factores presiden la industrialización germana. En primer lugar, una demografía galopante, que
pasa de 23 a 56 millones durante el siglo XIX; se señala aquí una diferencia con Francia. En segundo lugar, para
orillar los inconvenientes de la fragmentación política, la formación de un gran mercado, el Zollverein, unión
aduanera constituida en 1834, a la que sucesivamente se van adhiriendo la mayoría de los Estados bajo la égida

19
prusiana. Por último, el ferrocarril juega, una vez más, un papel motor al expansionar la producción de carbón, hierro
y acero. En 1850 Alemania disponía de 6.000 km de vía férrea frente a los 3.300 de Francia.
Los cuatro Estados del sur de Alemania, Baviera, Wurtemberg, Baden y Hesse-Darmstadt, ofrecen
particularidades que invitan a desconfiar de un modelo global en el caso germano. Los cuatro Estados presentan una
situación continental, con sus accesos hacia el Sur cerrados por la barrera de los Alpes y una tendencia de las líneas
comerciales hacia las cuencas fluviales del Rin y el Danubio. La Influencia de Gran Bretaña es débil, el progreso
técnico se difunde lentamente; la primera máquina de vapor para uso industrial no se instala en Baviera hasta 1822,
en Baden hasta 1830, en Würtemberg en 1840. El liberalismo vigoroso de sus Constituciones no se corresponde en
el plano económico, puesto que persiste después de la época napoleónica el sistema corporativo y no se implanta la
libertad total de trabajo hasta 1860. Los recursos energéticos son escasos; sólo Baviera dispone de riquezas mineras
en el Palatinado, pero por sus reservas limitadas se ve obligada a importar carbón. En contraste con Prusia, en la
agricultura predomina una estructura de pequeños y medianos propietarios. En resumen, los Estados del sur dibujan
un modelo de industrialización diferente, que retrasa notablemente su incorporación plena a los países industriales. El
despegue se produce en la segunda mitad del XIX. Se puede certificar entonces la actividad de gigantes de la
industria, como la fábrica de maquinaria Cramer-Klett en Nuremberg, suministradora de los ferrocarriles, las de
Karlsruhe y Esslingen, la BASF (Badische Anilin und Soda-Fabrik) de Ludwigshafen.
El modelo prusiano de combinar regiones industriales y agrícolas se repite en el Imperio austrohúngaro; la
región de Bohemia-Moravia-Silesia, rica en carbón, se convierte en el centro industrial proveedor del gran mercado de
Viena, mientras Hungría se mantiene como estado agrícola y proveedor de materias primas, lo que se convirtió en
otro motivo de denuncia de los nacionalistas húngaros.
Inglaterra señala las pautas del desarrollo industrial al continente, pero cada nación adopta una posición
diferente o presenta problemas y posibilidades particulares. España y Rusia inician su industrialización con retraso;
otras naciones que la ensayan precozmente, como Bélgica, se encuentran limitadas por sus dimensiones geográficas y
humanas. Sin duda son, junto con Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos las potencias industriales del siglo
XIX. Durante algún tiempo la Isla disfrutó de una supremacía incontestable. Con tono solemne escribe Hobsbawn:
«Hay un momento en la historia universal en que Gran Bretaña puede ser descrita como el único taller del mundo, su
único importador y exportador masivo, su único transportista, su único poder imperialista ... ». Al pionero solitario
pronto le acompañaron tres gigantes, cuyos índices primero se acercaron y luego en bastantes casos rebasaron las
cotas desafiantes que Londres había alcanzado.

9. UNA SOCIEDAD DINÁMICA


Con la industrialización aparecen nuevos grupos sociales; empresarios y banqueros como elementos
innovadores, obreros industriales como mano de obra. Es una sociedad más compleja. Pero sobre todo es una
sociedad de estructura nueva, más dinámica.
La sociedad preindustrial está constituida por estamentos, grupos cerrados, determinados en gran medida por
el nacimiento. Dos de estos grupos, la nobleza y el clero, poseen derechos superiores a los otros estamentos: exención
de impuestos, monopolio desiertas funciones -gobierno, administración de justicia-, disfrutan de su propio estatuto
jurídico, no se les pueden aplicar las leyes generales. Se concibe a la sociedad como un organismo en el que cada
miembro o cada estamento tiene una función reservada: gobernar o trabajar. Las clases elevadas se reservan funciones
no manuales, mientras los oficios artesanos son ejercidos por clases bajas; el trabajo manual es considerado como un
signo de pertenencia a los grupos sociales inferiores; la honra social se cifra no en el trabajo sino en el ocio.
La sociedad industrial es la denominada de clases. La forman grupos abiertos, determinados
fundamentalmente por la fortuna. El dinero es fuente de poder, la consecución de fortuna supone el ascenso de clase.
La ley es igual para todos, según la formulación de Juan Jacobo Rousseau. Ninguna función es monopolio de grupo;
el hombre con capacidad puede acceder a cualquier cargo o responsabilidad. En el gobierno colaboran los hombres
salidos de las universidades; los negocios son administrados por empresarios audaces e imaginativos; el trabajo es
ensalzado; es la hora de las clases medias, que apelan no a su cuna sino a su fortuna o a su capacidad.
La igualdad de los hombres se redujo al ámbito de los principios teóricos, a la igualdad ante la ley. De hecho
subsistieron grandes diferencias de fortuna y cultura entre las clases medias -en las que se integran hombres de
empresa, títulos universitarios y altos funcionarios del Estado- y las clases bajas: campesinado y obreros. El
artesanado, frente a la competencia de las fábricas, casi desaparece. Aunque estas diferencias son evidentes, el
nacimiento, en teoría al menos, no ata al individuo, que tiene la posibilidad de elevarse de puesto en la sociedad.

10. PROBLEMAS SOCIALES DE LA INDUSTRIALIZACIÓN


Algunos autores han considerado que era inevitable una fase de miseria de las masas en los primeros
momentos de la industrialización. Hay un período de construcción de fábricas y de máquinas, que requiere
acumulación de capital, y ésta no es posible sin una reducción drástica del consumo. La capacidad de ahorro se
orientaría no hacia el consumo sino hacia la Inversión. Otros investigadores niegan que inevitablemente la
industrialización deba apoyarse sobre la pobreza popular. El caso de los Estados Unidos, en donde escaseaba la mano
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de obra, es un ejemplo de industrialización con salarios altos. En cualquier caso es indudable que la industrialización
generó problemas nuevos.
Entre las empresas industriales se suscitó la competencia por los mercados; para conquistarlos era necesario
abaratar la producción, renovar la maquinaria, ampliar el volumen de las fábricas. La acumulación de capital es
imprescindible para conseguir estos objetivos. En tal circunstancia suponía ventaja para una empresa pagar salarios
bajos, lo que no le resultaba difícil porque las máquinas habían provocado paro y sobraba la mano de obra. Eden,
discípulo de Adam Smith, escribía a finales del siglo XVIII: «El hombre que no puede ofrecer más que su trabajo...
está condenado por la naturaleza a encontrarse casi completamente a merced del que lo emplea». En esta situación los
abusos fueron múltiples. En las fábricas de hilados de Manchester se multaba el ir sucio, el silbar durante el trabajo;
el obrero enfermo que no podía encontrar sustituto debía pagar seis chelines al día por «pérdida de energía
mecánica». Los salarios no sólo eran insuficientes, sino que, por añadidura, no eran fijos, se podían elevar o reducir.
Problema más agobiante que el de los salarlos bajos fue el de los horarios excesivos. En teoría el trabajo con
máquinas resultaba más cómodo. Pero las jornadas de 16 y 17 horas de pie eran extenuantes. En la industria sedera
francesa las jóvenes trabajaban de 5 de la mañana a 10 u 11 de la noche, con breves interrupciones para comer. «Dos
años de este régimen de trabajo bastaban para destrozar la salud y la belleza de la joven», dice un informe médico. P.
Mantoux dedicó en su estudio de la revolución industrial atención a estos problemas.
La búsqueda de mano de obra barata provocó el trabajo de mujeres y niños, que percibían salarios más bajos.
En los hospicios y parroquias se alquilaba a los niños para poder atender gastos. La falta de horas de sueño, los
trabajos inapropiados -niños y mujeres en las minas-, la falta de condiciones higiénicas de los pabellones fabriles
hicieron estragos, y los gobiernos, ante la presión de las asociaciones obreras, hubieron de legislar para proteger a las
mujeres y los niños y reducir los horarios.

11. UNA CIVILIZACIÓN DE CIUDADES


EL XIX es un siglo de crecimiento urbano; la población se desplaza a las urbes y se forman ciudades
tentaculares. La aglomeración está provocada por la convergencia de varios fenómenos:
- las fábricas exigen una mano de obra abundante. Alrededor de ellas proliferan las viviendas y los barrios
obreros.
- la red ferroviaria localiza en las ciudades las estaciones y los servicios de distribución. En países nuevos,
como Estados Unidos y Rusia, el ferrocarril hace nacer las ciudades. De la misma forma crecen los puertos, que son
el centro del tráfico marítimo: Hong Kong, Singapur, Shanghai, Buenos Aires, replican a Londres, Rotterdam o
Marsella.
- en la ciudad encuentran su sede los banqueros. Los capitales estimulan el desarrollo de la ciudad y su región.
- la afluencia de campesinos en busca de trabajo a las ciudades provoca un efecto multiplicador, el crecimiento
de la población terciaria de comerciantes y empleados.
La fábrica y la gran ciudad constituyen el símbolo de la revolución industrial. En estas metrópolis los
problemas son difíciles de resolver: de iluminación (gas, más tarde electricidad), abastecimiento, comunicaciones. En
contraste con los barrios distinguidos de la administración y la banca, los barrios obreros presentan masas humanas
hacinadas, sin las debidas condiciones de salubridad y servicios.
La industria es el motor del crecimiento urbano. Leeds, el viejo centro lanero inglés, era mayor que
Manchester, pero en 1775, a los pocos años de iniciarse la industrialización, Manchester, con 30.000 habitantes, la
duplicaba. Londres alcanza los cuatro millones en 1880. París, con medio millón de habitantes en 1800 tiene dos
millones en 1879. Estas dimensiones hubieran sido inimaginables antes de la industrialización.

12. ASPECTOS FINANCIEROS DE LA INDUSTRIALIZACION


Los estudios sobre el desarrollo económico centran su atención en la acumulación de capital. Antes de la
revolución Industrial los talleres se desenvolvían con pocos instrumentos y poco dinero. Hubo algunos sectores con
un volumen mayor, como la fabricación de barcos o la extracción de minerales, pero los barcos eran de madera y las
minas poco profundas; el trabajo tenía una participación mayor que el capital. Un rasgo importante de la revolución
Industrial es la importancia creciente del capital en la producción. La fábrica exige grandes inversiones, que sólo una
banca modernizada y un nuevo tipo de empresas pueden afrontar. Rostow ha calculado que la inversión se elevó
hasta un 10 % del producto nacional.
La industria en expansión exige dos clases de capital: el fijo -inversión en edificios y maquinaria- y el variable -
inversión en stocks de materias primas y mercancías. El primero depende de préstamos a plazo muy largo o de la
constitución de un capital social mediante títulos de propiedad, denominados acciones, para afrontar los gastos de
inversión surge la Sociedad Anónima, cuyo capital procede del ahorro de múltiples particulares que compran
acciones. Para afrontar los gastos variables, mientras no se expende la mercancía, es suficiente con préstamos a plazo
corto; Ashton ha demostrado la multiplicación de las letras de cambio en la economía del siglo XVIII.
Nos encontramos, en suma, con dos instituciones características de las finanzas industriales: la Sociedad
Anónima para reunir los capitales que la inversión fija exige, y la Banca, que facilita préstamos a corto plazo para los
21
gastos de producción anteriores a la expedición de las mercancías. «Puede también decirse que el desarrollo del
industrialismo no podría ser entendido sin examinar el papel de los bancos» (Tom Kemp); en condiciones históricas
diversas los bancos ejercieron funciones diferentes para satisfacer las necesidades de desarrollo de cada nación.
Las necesidades de capitales se señalan en todas las ramas de la industrialización. Se ha calculado una inversión
de 8 millones de libras en la industria del algodón inglesa en los últimos veinte arios del siglo XVIII, y de 11
millones en los altos hornos que se instalaron en Inglaterra a principios del siglo XIX.
¿De dónde procedían los capitales que Inglaterra consiguió reunir? Es una cuestión de difícil precisión. Una
parte se debió a capitales agrícolas, la venta de los alimentos en años prósperos. Otra, seguramente mayor, a
beneficios del comercio de ultramar; algunos historiadores afirman que el comercio de esclavos proporcionó una
parte sustancial de estos beneficios. Ya en plena expansión industrial las ganancias que atraía un sector innovador
contribuían a acelerar las siguientes innovaciones; así Darby pudo ofrecer el dinero de su invento a la empresa
Coalbrookdale; los comerciantes de Liverpool crearon los sistemas de navegación interior que permitieron la
industria de la sal de Merseyside. Inglaterra fue la pionera en el desarrollo de las prácticas bancarias y dominó el
mercado financiero mundial hasta la guerra de 1914. El crédito público fue asistido con la creación del Banco de
Inglaterra en 1694; las finanzas privadas, con el surgimiento de numerosos bancos provinciales. En 1750 sólo
existían unas pocas entidades, concentradas casi exclusivamente en Londres; en 1800 ya se pueden enumerar
alrededor de cuatrocientas; en el segundo cuarto del siglo XIX la actividad bancaria se centraliza en la City
londinense. Los progresos en las comunicaciones permiten intensificar la labor de intermediarios o de dispensadores
de crédito: ferrocarril, telégrafo, conexiones por cable entre los centros financieros internacionales, se incorporan a los
medios de trabajo de unas instituciones que se basan en la afluencia de los intercambios.
En Francia durante algún tiempo se intentó el desarrollo industrial a base del sistema bancario tradicional, de
capitales familiares, pero Napoleón comprendió la importancia de un sistema nuevo y con el asesoramiento de
algunos prestigiosos inversores parisinos funda en 1800 el banco de Francia. En el reinado de Luis Felipe (1830-
1848) la alta banca juega el papel impulsor en la financiación de los ferrocarriles y el comercio exterior. Se crean
nueve bancos departamentales (Marsella, Lyon, etc.), de emisión como el de Francia, pero cuyos billetes no pueden
circular fuera de su departamento de origen. La crisis de 1847 provoca el hundimiento de algunas entidades, incluso
de la Caja fundada por Jean Lafitte. En esos años todavía la mayoría de las transacciones francesas se efectuaba con
dinero en metálico, mientras en Gran Bretaña se había impuesto el pagaré y la letra de cambio. Tom Kemp afirma
que, Francia carecía de bancos en la primera mitad del siglo XIX, aunque ésta no sea la causa de su retraso industrial.
Napoleón III, consciente de la importancia del sector para el engrandecimiento económico de Francia, apoya la
iniciativa de los hermanos Emilio e Isaac Pereire para la creación de un banco de inversión denominado Crédit
Mobilier. En esos años los Rothschild y Pereire acumulan fondos que les permiten invertir en el desarrollo
ferroviario de otras naciones, entre ellas España, y establecer las bases financieras de la expansión colonial
En Alemania, hasta la creación del Zollverein, la estructura e importancia de la banca dependía de las
necesidades de cada estado. Fue importante la actividad de banqueros en el Rin y los puertos del Norte. La
transformación se produce en 1850, con la fundación del Banco- Germánico, según el modelo del Crédit Mobiller
francés.
La revolución industrial es impensable sin esta estructuración de las finanzas. Y si en un aspecto sus símbolos
son la máquina, la fábrica, el vapor y el tren, en otro lo son las Sociedades Anónimas, los Bancos y la Bolsa. Los
banqueros jugaron un papel necesario en el desarrollo del sistema capitalista y su influencia desborda el campo de la
economía en bastantes casos. Los distintos modelos bancarios se correlacionan con los distintos modelos de
industrialización: en cada caso particular respondieron a las necesidades, a los servicios que la colectividad
demandaba de ellos.

DOCUMENTOS
1. FERROCARRIL Y REVOLUCION INDUSTRIAL
Compárese en la primera tabla el desarrollo de Europa y los Estados Unidos. Basándose en la segunda
efectúese una clasificación en grupos de las naciones industriales.

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Desarrollo mundial de las líneas férreas (1850-1913) (en km)
Países y continentes 1850 1870 1900 1913
Europa........................................ 23.500 104.000 282.000 359.000
Reino Unido................................ 10.500 24.500 33.000 38.000
Alemania..................................... 6.000 19.500 43.000 61.000
Francia......................................... 3.000 17.500 36.500 49.500
Rusia............................................ 1.000 10.500 50.000 65.000
América del Norte........................ 14.800 90.000 357.000 457.000
América Central y del Sur........... - 3.000 42.000 107.000
Asia.............................................. - 8.400 60.000 108.000
África........................................... - 1.800 20.000 44.000
Oceanía........................................ 40 1.800 24.000 35.000
Índice de desarrollo de los ferrocarriles (1840-1910)
Países 1840 1860 1880 1900 1910
Alemania 1,1 21 54 70 75
Bélgica 6,6 30 60 88 102
España - 6 23 40 58
Estados Unidos 2,9 19 53 105 122
Francia 1,2 18 44 77 87
Italia 0,8 6 23 38 38
Japón - - 0,2 11 14
Reino Unido 7.2 44 66 69 69
Rusia - 1 10 21 24
Suecia - 3 32 61 76
Suiza - 28 63 79 88
Fuente: P. Bairoch: Niveles de desarrollo

2. PETICIÓN DE UN HILADOR DE ALGODÓN DE MANCHESTER


A través de este documento de 1818 ordénense los siguientes puntos: situación del trabajo antes de la
industrialización, palancas de la revolución industrial (que se recojan en el texto), repercusiones sociales.

Cuando la hilatura del algodón estaba en la infancia, y antes de que se pusieran en uso los terribles ingenios
para suprimir la necesidad del trabajo humano, llamados máquinas a vapor, existía un gran número de los que
entonces se llamaban pequeños maestros: hombres que con un pequeño capital podían procurarse alguna máquina, y
emplear un puñado de hombres (digamos hasta veinte o treinta), adultos o jóvenes, el producto de cuyo trabajo
llegaba al mercado central de Manchester para ser puesto en manos de los corredores... Éstos lo vendían a los
tenderos, de modo que el maestro- hilador podía estarse en su casa, y trabajar él mismo, y vigilar a sus trabajadores.
El algodón entonces era siempre entregado a domicilio, crudo como estaba en la bala, a las mujeres de los hiladores,
que lo escaldaban, lo repulían y dejaban a punto para la hilatura, y podían ganar ocho, diez o doce chelines a la
semana, aun cocinando y atendiendo a la familia. Pero en la actualidad nadie está empleado así, porque el algodón es
abierto por una máquina accionada a vapor, llamada el «diablo»; por lo que las mujeres de los hiladores están
desocupadas, a menos que vayan a la fábrica durante todo el día por pocos chelines, cuatro o cinco a la semana, a la
par que los muchachos. En otro tiempo, si un hombre no conseguía ponerse de acuerdo con el patrono, le plantaba, y
podía hacerse aceptar en otra parte. Pero pocos años han cambiado el aspecto de las cosas. Han entrado en uso
máquinas de vapor y para adquirirlas y para construir edificios suficientes para contenerlas junto con seiscientos o
setecientos brazos, se requieren grandes capitales. La fuerza-vapor produce un artículo más comerciable (aunque no
mejor) que el que el pequeño maestro era capaz de producir al mismo precio: la consecuencia fue la ruina de este
último y el capitalista venido de la nada se gozó de su caída, porque era el único obstáculo existente entre él y el
control absoluto de la mano de obra...
Diversas contiendas acerca de la calidad del trabajo surgieron luego entre trabajadores y patronos. Los
primeros eran pagados según el número de madejas o metros de hilo producidos por cierta cantidad de algodón cosa
que debía ser probada por un inspector, cuyo interés le obligaba a tomar parte por el patrono y decir que el material
era más crudo de lo que en realidad era. Si un trabajador no estaba dispuesto a ceder, debía citar al empresario ante
un magistrado; pero todo el cuerpo de magistrados del distrito, con la excepción de alguna persona digna, estaba
formado por gentiles- hombres nacidos de la misma cepa que los patronos de las hilanderas. En general, el
empresario se limitaba a mandar a su superintendente a responder a tales citaciones, teniendo a menos el encontrarse
con su esclavo. La decisión del magistrado era generalmente favorable al patrono, basándose tan sólo en las
declaraciones de su superintendente; y el obrero no se atrevía a recurrir a la apelación a causa de los gastos...

23
Estas desdichas para la mano de obra son el fruto del terrible monopolio existente en los distritos en los que
la riqueza y el poder se han concentrado en las manos de unos pocos que, en el orgullo de sus corazones, se creen los
dueños del universo.
En V. Castronovo: La revolución industrial

CAPITULO III: LAS REVOLUCIONES ATLÁNTICAS

I. LA REVUELTA DE LA AMERICA INGLESA

1. EL TEMA DE LAS REVOLUCIONES


Entre 1770 y 1850 una serie de revoluciones sacude a las viejas monarquías europeas y provoca el nacimiento
en América de nuevas naciones. Es un período que ha sido denominado era de las revoluciones y por los ámbitos
geográficos en que se desarrolla adjetivado como de las revoluciones atlánticas. Las convulsiones políticas que
coinciden cronológicamente con el período de la primera revolución industrial afectan sucesivamente a las colonias
inglesas de Norteamérica, Irlanda, los Países Bajos, Francia, Polonia, las colonias españolas de América, para volver a
reproducirse en un segundo y tercer impulsos (1830 y 1848) en las naciones del occidente europeo. Se ha
considerado que el «modelo» se realiza en Francia; ya durante la revolución francesa Barnave entreveía que se
relacionaba con las otras convulsiones europeas y los estudios de los historiadores han ido señalando las relaciones
profundas que conectan las revoluciones del Viejo Mundo con las del Nuevo. Confluyen a generar esta gigantesca
transformación procesos diversos:
- estructura arcaica de la sociedad, en la cual aristocracias inmóviles que se apoyan en la posesión de la tierra se
convierten en un freno para la intensificación del tráfico comercial y el desarrollo industrial;
- cadena de crisis económicas, con alzas de precios en la Norteamérica de 1770 o malas cosechas en la Europa
de los años 80;
- la filosofía de las luces, que pone en cuestión la desigualdad de los hombres por el nacimiento y la
concentración de poder de las monarquías europeas.
En Roma en 1957 y en París en 1960 se discutió si se trataba de movimientos dispersos o si influía la
revolución americana en la francesa y ésta en las europeas posteriores. No pareciéndonos oportuno entrar en la
exposición de los debates podemos concluir que existen una serie de diferencias pero también elementos comunes e
interinfluencias, y que todas las revoluciones derivan de una línea de pensamiento.
En el caso concreto de la revolución norteamericana, de la que nos ocuparemos en primer lugar, se ha pasado
de interpretarla como una revolución política -sublevación contra la Metrópoli- a subrayar sus aspectos sociales, el
papel de los comerciantes (Schlesinger), los conflictos de clase (Jameson), las diferencias entre las colonias, con más
acusado predominio de la aristocracia en el Sur (Tolles). El simposio organizado en 1971 ha contribuido a un
conocimiento más completo de la revolución americana. El regreso a posturas tradicionales estuvo representado por
Bernard Bailyn, quien negando que la raíz fuese el descontento económico o las tensiones de clase ofreciesen una
dimensión relevante volvió a subrayar que el alzamiento de los colonos fue «una respuesta a actos de poder juzgados
arbitrarios. Quizás haya de encontrarse una síntesis y definirla como el proceso lógico de una creciente autonomía
económica y política. El rasgo original estriba en que, a diferencia de los posteriores movimientos anticolonialistas,
son los mismos emigrantes europeos los que luchan por la autodeterminación; así se explica que muchos
permanezcan leales a la Metrópoli, por ejemplo Galloway, speaker de las primeras Asambleas de colonos, quien hubo
de emigrar a Inglaterra al surgir el nuevo Estado. No existe duda de que en los Estados Unidos se produjo una
«revuelta de los privilegiados; son los notables los que dirigen la emancipación y durante cincuenta años la capa
política permaneció homogénea, como demuestra la serie de los primeros presidentes: Washington, héroe militar de
la guerra; John Adams, tenaz portavoz de la fracción independentista en el Congreso; Jefferson, redactor de la
declaración de independencia; Madison, principal artífice de la Constitución. Esta continuidad contrasta con los
cambios constantes de grupos sociales e ideológicos que protagonizan cada fase de la revolución en Francia.
El carácter moderado del proceso se debió en gran parte a que las colonias disfrutaban ya de una experiencia
de autogobierno, exigida por la distancia. Los colonos se consideraban británicos; el rey conservaba toda su
autoridad, el Tesoro de la Metrópoli supervisaba la recepción de los impuestos y una Cámara de Comercio en
Londres los programas económicos, no obstante los gobernadores de cada colonia aceptaban las decisiones de las
Asambleas locales, cuyos miembros crecían cada año en influencia. Sólo los cristianos tenían derecho de voto, y en
algunas colonias se reservaba a los protestantes, pero en todas partes se requería la calidad de propietario; en
consecuencia el hábito del autogobierno se restringe al grupo de colonos definido por su capacidad económica.
Al Norte, las cuatro colonias de Nueva Inglaterra (Massachusetts, Connecticut, New Hampshire y Rhode
Island) poseían un cierto desarrollo con sus industrias derivadas del pescado y sus astilleros, un extenso comercio

24
marítimo canalizado en Boston, y una recepción más intensa de la ilustración europea en sus universidades de
Harvard y Yale. Las cuatro colonias del Centro (Nueva Jersey, Nueva York, Delaware y Pensilvania) presentaban
mayor complejidad étnica -holandeses, suecos y alemanes superaban en conjunto el número de ingleses-; sus ciudades,
Nueva York y Filadelfia, eran centros de exportación de trigo y madera. En el Sur (Virginia, Maryland, Georgia y las
dos Carolinas), opulentos plantadores, dueños de los dominios del tabaco, arroz y algodón, formaban una casta
aristocrática. Dentro de cada grupo las diferencias son también claras; así Pensilvania con la prepotencia de sus
propietarios ofrecía una estructura social próxima a las colonias del sur. Superando estas diferencias las trece colonias
sostenían la necesidad de una estructura federal.

2. LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
El choque entre Inglaterra y sus colonias americanas se produjo tras una cadena de conflictos de intereses que
enervaron a los colonos más aún por la cuestión de principio de que la Metrópoli tomaba decisiones sin contar con
ellos que por los perjuicios indudables que les irrogaban los decretos de Londres. Durante la guerra de los siete años
(que cierra el tratado de París, 1763) las colonias habían incrementado el comercio de contrabando con las Antillas
francesas y españolas, y el gobierno británico pensó en gravar estos beneficios excepcionales para enjugar la deuda
provocada por los gastos de la contienda. Se impusieron tarifas aduaneras a la melaza, vino, café, índigo, ron, contra
las que protestaron los colonos, que no tenían representación en el Parlamento de Londres ni deseaban enviar
delegados que se encontrarían en inferioridad numérica. Esta fricción se agravó cuando el gobierno inglés, deseando
reservar los territorios entre los Apalaches y el Mississippi para nuevos inmigrantes y colonos canadienses, puso
obstáculos a la expansión hacia el Oeste. En 1765 la ley del timbre, impuesto sobre periódicos, licencias, publicidad,
etc., provocó ya la cuestión de si Londres tenía jurisdicción para orientar la vida económica de las colonias. Por esos
días escribe Samuel Adams: «Si se tasa nuestro comercio, ¿por qué no nuestras tierras, todo lo que poseemos, todo lo
que utilizamos?». Los centros comerciales, Boston, Nueva York, Filadelfia, boicotean las mercancías inglesas, lo que
inclina a Londres a suprimir el impuesto. Pero al año siguiente nuevas tarifas se establecen sobre el papel, vidrio,
plomo y té. La técnica del boicot es aconsejada por Franklin, en sus «papeles», publicados por la Universidad de
Yale, se puede comprobar que esperaba que las colonias aprendieran a depender exclusivamente de sus productos,
pero más todavía que se generara un estado de opinión, que la evolución de los espíritus siguiera a la de las
estadísticas comerciales».
Durante años Londres adoptó una postura de apaciguamiento, pero la crisis económica le inclinó a conceder a
la Compañía inglesa de las Indias el monopolio del té en las colonias. En respuesta, el 16 de diciembre de 1773,
algunos hombres, disfrazados de pieles rojas, asaltaron los barcos anclados en el puerto de Boston y destruyeron el
cargamento de té. La Corona y el Parlamento reaccionaron aprobando las denominadas por los colonos «leyes
intolerables»: el puerto de Boston fue clausurado, las asambleas municipales de Massachusetts tendrían que solicitar
permiso para celebrar sus sesiones, el ejército podría entrar en los edificios. En respuesta, un Congreso continental,
formado por representantes de todos los colonos, se reunió en Filadelfia en septiembre de 1774. El boicot a las
mercancías británicas se hizo más eficaz; el enfrentamiento armado se veía acercarse y muchos sectores de los colonos,
habituados a manejar el fusil en un territorio indómito, lo deseaban. Cerca de Boston, en las aldeas de Lexington y
Concord, donde los colonos habían establecido depósitos de municiones, las tropas reales, que intentaban detener a
los dirigentes Samuel Adams y John Hancock y confiscar las armas, sufrieron la primera derrota y hubieron de
replegarse. El segundo Congreso, celebrado en Filadelfia en mayo de 1775, acordó la formación de un ejército
continental para cuya jefatura se llamó a George Washington. El monarca, Jorge III, replicó declarando en estado de
rebelión a las colonias. Todavía confiaban algunos sectores en evitar la ruptura con Londres y se esforzaban en
distinguir los excesos del Parlamento de la figura del rey, que debía ser respetada. Pero el folleto del escritor inglés
Thomas Paine, El sentido común, mostraba en sus afirmaciones, «los ingleses y los americanos son iguales», «Jorge
III es un tirano», cómo los principios de la filosofía ilustrada empezaban a convertirse en guía de la revuelta.
Un año después, en mayo de 1776, el III Congreso, señalando el predominio de los radicales, establecía por
unanimidad que las colonias debían formar un Estado independiente. El 4 de julio adopta la famosa declaración
elaborada por Thomas Jefferson:
“Consideramos evidentes las siguientes verdades: que todos los hombres fueron, creados iguales; que
recibieron de su creador ciertos derechos inalienables; que entre ellos se cuentan los derechos a la vida, a la libertad y
a la búsqueda de la felicidad; que, para asegurar esos derechos fueron implantados gobiernos entre los hombres, y que
su poder jurídico se deriva de la aprobación de los gobernados...”
En los preámbulos se utilizan categorías de derecho natural para justificar racionalmente el hecho de la
separación de un poder que se ejerce sin el consentimiento de los ciudadanos. Un tercio de los colonos
norteamericanos y los canadienses permanecieron leales a la Corona, los otros dos tercios, aún sin coincidir en los
objetivos, encontraron en los padres fundadores, Samuel y John Adams, Thomas Jefferson, George Washington,
Franklin, John Hancock, los guías iluminados que los conducirían hacia la tierra prometida de un país libre.
La guerra ofrece la extraña peculiaridad de que fue defensiva por ambos bandos. Inglaterra mantenía el
dominio del mar, pero su marina no; podía controlar totalmente los 1.500 kms de costa y mucho menos acometer
25
desembarcos de gran envergadura y penetrar tierra adentro. Los colonos se adaptaron con facilidad a la guerra de
guerrillas, pero sufrían escasez de armas y municiones y disponían de pocos oficiales, y todavía menos de estrategas.
Sólo el genio militar de Washington y la ayuda del francés La Fayette, el polaco Kosciusko y el alemán Von Steuben,
entre otros, permitió la formación de un Estado Mayor. La ayuda internacional, de Francia y España, se prometió
pronto, pero tardó dos años en llegar. Los franceses esperaban consolidar sus intereses comerciales con el acceso a las
aguas pesqueras del Norte y el control del Mississippi, imprescindible para la penetración hacia el Oeste, requisito
planteado también por España, y los colonos se resistían a cualquier hipoteca europea. Los efectivos humanos
también escaseaban. Tomando como referencia su potencia demográfica los colonos deberían haber podido movilizar
100.000 hombres, y con 35.000 quizás hubieran resuelto militarmente el conflicto, pero nunca rebasaron la cifra de
20,000 y en la decisiva batalla de Yorktown lucharon menos de 3.000 (además de los franceses). La poca simpatía
con que las minorías holandesa, alemana, las tribus indias y los colonos próximos a la frontera canadiense miraban el
conflicto restaron potencialidad a los insurgentes. Tanto como los éxitos militares contribuyeron al éxito final el
creciente respaldo de las potencias europeas y los sectores de opinión que en Inglaterra apoyaban la independencia de
las colonias. No debe regatearse valor a Washington pero no carece de fundamento la opinión de que su estrategia se
centraba en evitar batallas para no perder la guerra. Guerra defensiva, por tanto, por ambas partes, aunque el tiempo
jugaba en contra de la Metrópoli, que necesitaba acontecimientos decisivos.
Hasta 1777 los ingleses sostuvieron la iniciativa de las operaciones, pero el intento de cercar Nueva Inglaterra
partiendo de Canadá terminó en el fracaso de Saratoga, donde capituló el ejército de Burgoyne. La victoria de los
colonos repercutió en su reconocimiento diplomático por Francia y el compromiso de apoyo hasta alcanzar la
libertad y la independencia absoluta, la gestión ante el Rey de España para que reconociera también la independencia
del nuevo Estado americano, y la intensificación de remesas de material desde el norte de Europa, lo que provocó la
declaración de guerra de Inglaterra a los Países Bajos. Para los ingleses Saratoga constituyó una dolorosa revelación; a
partir de ese momento tendrían que pensar en las escasas posibilidades de obtener la victoria. Fracasado el intento de
obtener la penetración por el Norte, el ejército inglés emprendió una expedición al Sur. Pero en el estuario de
Yorktown (Virginia) quedó cercado por los colonos y el ejército de La Fayette el cuerpo expedicionario que
comandaba Cornwallis; tras varios meses de asedio, en octubre de 1781 Cornwallis se rindió. En el plano militar la
guerra había terminado, aunque en el plano político no se firmó hasta 1873 el tratado de Versalles, que fijaba las
fronteras norteamericanas, sus derechos de pesca en Terranova y Nueva Escocia, y el reconocimiento de las deudas
entre los dos países.

3. EL NACIMIENTO DE UNA NACIÓN


La primera preocupación de los dirigentes fue la transformación en hechos de las ideas de los filósofos, Locke,
Montesquieu y Rousseau, según las cuales la sociedad política debía montarse sobre un pacto. Todos los Estados se
otorgaron Constituciones, a veces precedidas por una declaración de derechos. En bastantes aspectos se siguió el
modelo de régimen parlamentario británico. La primera Constitución fue la de Virginia (junio de 1776), que
combina la formulación de los derechos fundamentales, libertad, propiedad, con garantías personales, como
intervención de los jueces en las detenciones, al tiempo que monta los pilares del nuevo régimen: separación de
poderes, cargos por elección popular, etc. Es la declaración más amplia y que mayor eco obtuvo. A lo largo de la
guerra otros Estados se otorgan Constituciones similares. Obtenida la independencia el problema básico consistía en
coordinar la multiplicidad de estados e instaurar instituciones comunes. La heterogeneidad de las Cartas constituía un
inconveniente inicial, mientras Pensilvania se había otorgado una Constitución democrática, con sistema unicameral,
base electoral casi universal y Consejo de censores, embrión de lo que constituiría el Tribunal de garantías
constitucionales, en Massachusetts, bajo la influencia de John Adams, casi se reproducía el sistema británico, con dos
cámaras, gobernador y exigencias de elevada renta para entrar en la categoría de elegible, aunque la de elector abarcaba
a la mayoría de la población. Frente a la desconfianza general que despertaba el poder ejecutivo, John Adams sostenía
que era imprescindible reforzar alguna institución decisorio. Ante la multiplicación de los centros de autoridad y el
sistema de recurrir para cualquier acuerdo a la convocatoria de Asambleas, la extrema debilidad del poder central se
estaba convirtiendo en un obstáculo, incluso en el terreno económico. Las decisiones del Congreso confederal
establecido durante la guerra tenían que ser discutidas posteriormente en cada Estado, y así Rhode Island vetó un
impuesto sobre las importaciones y Nueva York paralizó una propuesta de tarifas. En esta situación Virginia
propuso una Convención de representantes de los Estados. Salvo Rhode Island, hostil a ceder en su capacidad de
veto, los Estados enviaron las figuras más ilustres, Franklin por Pensilvania, Hamilton por Nueva York, Madison por
Virginia, y bajo la dirección de Washington elaboraron una Constitución, que privaba en gran parte a los Estados de
su independencia y por extensión reducía la prepotencia de Asambleas en las que prevalecían las élites locales. Se trata
de un paso decisivo hacia la democracia, tan revolucionario como el inicio de la emancipación. Esta Carta de 1787
establece la soberanía popular, el equilibrio entre los derechos de los Estados y la autoridad federal y la separación
entre los tres poderes (Presidente, Congreso, Tribunal Supremo). Con la división del Congreso en dos Cámaras se
podía reservar una de ellas para la representación territorial, ya que mientras en la Cámara de Representantes el
número de escaños sería proporcional a los habitantes, al Senado enviaba cada Estado dos delegados. Fue este punto
26
el más debatido; los Estados populosos, Virginia, Pensilvania, Massachusetts, querían que las dos Cámaras estuviesen
formadas por un número de representantes proporcional al de la población, pero el apoyo de Nueva York a los
Estados pequeños facilitó el compromiso. El Congreso regularía el comercio interior y exterior y el valor de la
moneda, reclutaría un ejército, declararía la guerra y podría “formular cuántas leyes sean necesarias y apropiadas”.
Desde los primeros momentos se suscitó la cuestión de la esclavitud. A ella no se aplicaba la pomposa
afirmación de que todos los hombres fueron creados iguales; los delegados del Sur sostuvieron la tesis de que se
trataba de propiedades y como tales debían ser garantizadas por los poderes públicos. Evitando la palabra esclavo, se
consideró que cinco equivaldrían a tres hombres libres a la hora de contabilizar la base demográfica de la
representación.
Decisión clave fue la fórmula de elección del Presidente. Si se establecía su designación en el Congreso sus
poderes quedarían limitados y sentenciada la responsabilidad parlamentaria de los gabinetes, pero se impusieron
quienes deseaban un régimen presidencialista, con la fórmula de que votaría un colegio de electores, cuyos
componentes serían elegidos en cada Estado por sufragio universal o por el legislativo. Los poderes presidenciales
eran amplísimos, casi propios de un régimen monárquico; disfrutaba de autoridad para vetar leyes del Congreso,
firmar tratados, mantener un gabinete de asesores, no obstante se introducían cláusulas por las que se podían anular
sus vetos e incluso expulsarle del cargo en casos de impeachment, convicto de traición o corrupción.
El entramado era incomparablemente más fuerte que el de la antigua Confederación, pero el Código
constitucional, al tiempo que establecía el contrapeso de poderes, trataba de conjugar los federales con los estatales,
estableciendo garantías para los Estados, como el derecho de un gobierno republicano, la integridad territorial y la de
no podérseles privar de la representación igualitaria en el Senado. Por medio de enmiendas podía revisarse algún
artículo o introducir una disposición no prevista. Los representantes no tienen poderes inherentes, son meros agentes
del pueblo; la aportación norteamericana estriba en la aplicación del criterio mayoritario, articulando la conclusión
jeffersoniana de “la aprobación de los gobernados” como fuente del poder. La aceptación de la Constitución por los
distintos Estados fue lenta, pero un año después estaba sancionada y Nueva York convertida en capital provisional de
la joven nación.

4. IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN AMERICANA


Con la consolidación del nuevo Estado federal americano se inicia una época de intensas conmociones
políticas en ambas orillas del Atlántico. Se había comprobado en primer lugar que una serie de principios abstractos
elaborados por los filósofos se podían plasmar en instituciones reales, que articulaban la sociedad. Por otra parte, los
padres de la independencia se convirtieron en figuras míticas; las estancias de Franklin y Jefferson en París estuvieron
rodeadas por una aureola de devoción mesiánica, que también prestigiaba a los «americanistas», como La Fayette, que
había contribuido al éxito militar de la revolución. Algunos pensadores vaticinaban que se había terminado la era de
las colonias; así apostrofaba el abate Raynal a las metrópolis: «he ahí lo que el destino ha sentenciado sobre vuestras
colonias: o vosotros renunciáis a ellas, o ellas renunciarán a vosotros».
La sublevación de Irlanda contra Inglaterra ofrece concesión directa con los acontecimientos del Nuevo
Continente. La guerra afectó gravemente a la economía irlandesa al cesar las exportaciones hacia América, y las
revueltas campesinas se convirtieron en el exponente social de la crisis. Por otra parte, al amenazar los franceses con
una invasión de la isla, los ingleses, que tenían sus efectivos en las costas de Norteamérica, se vieron obligados a
armar milicias voluntarias en las que tuvieron que admitir católicos. Así surgió el programa reinvindicador de los
irlandeses: derecho de voto también para los católicos y Parlamento elegido, peticiones que al ser rechazadas en el
Parlamento de Dublín fueron asumidas por una organización clandestina, los Irlandeses Unidos. En la misma
Inglaterra el sector radical de los whigs se convirtió en defensor de los insurgentes americanos y elaboró un programa
en el que pedía sufragio universal, voto secreto, representación por distritos proporcional a la población. Del choque
de los grupos se desembocó en revueltas en Londres (1780), y Pitt prometió reformas, que luego fueron olvidadas.
En las Provincias Unidas de los Países Bajos, mientras el partido orangista solicitaba acrecentar las
prerrogativas del estatúder, Guillermo V, que gobernaba todas las provincias, y el partido de los regentes se inclinaba
por mantener la organización tradicional, el partido patriota, admirador de los hombres de la independencia
americana, solicitaba elecciones y sumisión del estatúder al poder legislativo. Ante la cerrazón de Guillermo V, con el
apoyo de los regentes los patriotas consiguieron destituir al estatúder, pero la intervención de Prusia y de una flota
inglesa repusieron a Guillermo V e hicieron fracasar la revolución.
Los belgas, sometidos al imperio austríaco, pensaron que era el momento de intentar un nuevo orden.
Claramente se trataba de una revuelta de los privilegiados, pues eran aristócratas los que se oponían a las medidas
reformistas del emperador José II. No obstante, el movimiento encontró apoyo popular cuando José II, con su afán
centralizador, decidió suprimir las instituciones tradicionales belgas. La carestía del año 1788 y la coincidencia con el
estallido revolucionario en Francia provocaron la salida del país, en 1789, de las tropas austríacas. La declaración de
independencia de la provincia de Flandes sigue casi literalmente la de los Estados Unidos. A la muerte de José II la
división entre los grupos políticos belgas hizo posible que las tropas austríacas volvieran a ocupar el país.

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También en Suiza se inició un movimiento de protesta contra la desigualdad entre los cantones. En Ginebra
ocuparon el poder los revolucionarios, pero la ayuda de Piamonte y otros aliados restableció la situación y provocó el
exilio de los jefes demócratas suizos.
Aunque la serie de convulsiones europeas que preceden a la revolución francesa se salda con fracasos, por todo
el continente se vive la atmósfera de la revolución. Se traducen los libros de Rousseau y las Constituciones de los
Estados americanos, la prensa divulga las nuevas ideas y los acontecimientos recientes; los emigrados llevan su
evangelio revolucionario a los países vecinos, y, en concreto, son holandeses y belgas los que acaban de convencer a
los revolucionarios franceses de la necesidad de transformar violentamente el orden establecido.

II. LA REVOLUCIÓN FRANCESA

5. EL TEMA EN LA HISTORIOGRAFÍA
Uno de los máximos especialistas, Albert Soboul, ha vaticinado que la historia de la revolución francesa nunca
será acabada ni escrita totalmente; cada generación, a medida que se modifica la metodología histórica, plantea nuevas
preguntas y enfoques. Ningún acontecimiento ha merecido tantos libros ni tan plurales maneras de entenderlo.
La mayoría de los contemporáneos retuvieron del proceso, sobre todo, su vertiente tremendista: incendios,
terror, guillotina, y nos han transmitido relatos pasionales en los que la indagación de los elementos desencadenantes
no iba más allá de la teoría del complot; y así las Memorias del abate Barruel reducen el complejo de causas a un
complot masónico, y Maistre y Bonald atribuyen a los libros subversivos el desarbolamiento de la monarquía de los
Borbones. No superaron los planteamientos polémicas los autores de las primeras décadas del XIX, puesto que en los
diez volúmenes que Thiers publica a partir de 1823, si bien se introduce el manejo de la documentación e incluso la
encuesta oral a los supervivientes, predomina la intención política de desacreditar a la monarquía absolutista. Los
historiadores románticos, con Lamartine, Michelet y Carlyle como figuras descollantes, inician los enfoques
colectivos al colocar al pueblo en el primer plano del proceso; Michelet afirma que el pueblo es el único héroe y,
desdeñando los datos económicos que se le aparecen en la documentación, se limita a una visión sentimental; por sus
encendidas páginas resuenan gritos de libertad.
En 1856 Tocqueville, que veinte años antes había publicado un estudio social de la democracia
norteamericana, afronta el primer trabajo realmente explicativo, al formular hipótesis que luego debe confirmar con la
consulta de los registros de las comunas y los cahiers. Así aparecen los grupos sociales enfrentados, excesivamente
homogéneos para los actuales métodos de la Sociología. En ese momento puede comenzar a valorarse el análisis
penetrante de un contemporáneo de la Revolución, Barnave, que en vez de situar al Terror como clave de los
acontecimientos, tal fuera la estimación de Barruel, Chateaubriand y De Maistre, había retratado la revolución como
el choque de grupos sociales calificados por su base económica: frente a la aristocracia terrateniente la difusión del
comercio y la industria han impulsado al pueblo a la creación de nuevas leyes políticas. Al iniciarse el último cuarto
de siglo Taine (1876) elabora una síntesis de sólido apoyo documental; su minuciosidad en la investigación de los
detalles es similar a la de Zola en el campo de la novelística, pero las ondas de la obra de Darwin afectan su versión
de determinismo y pesimismo, y el 89 aparece como un proceso fatal, inevitable, mientras su ideología conservadora
le inclina a fustigar el papel de los jacobinos. Se mueve en estas últimas décadas del siglo XIX la publicística en un
plano precientífico, con documentos y deseo de objetividad, pero en el que falta un planteamiento de la naturaleza
del conocimiento histórico; no obstante la creación, con motivo del centenario, de la «Sociedad de Historia de la
Revolución francesa» y la aparición de los trabajos de Aulard y de la revista La Révolution francaise, que éste dirige,
suscitan la aparición de estudios con metodología científica.
En 1901 el filósofo y parlamentario socialista Jaurés publica el primer volumen de su Historia socialista de la
Revolución francesa, en la que se resaltan los aspectos económicos y sociales, sin desdeñar la influencia decisiva que
en todo proceso revolucionario desempeñan las ideas. Más depurados son los métodos de Albert Mathiez, admirador
de Robespierre y los jacobinos, por lo que se le ha denominado «Taine de la izquierdas a Mathiez debernos el más
penetrante análisis hasta ese momento de las diversas fases del proceso revolucionario y la demostración de la
importancia de los parámetros económicos: «la vida cara es el Terror», escribe. Si el pueblo de Michelet era
simplemente un colectivo heroico, en Mathiez aparece como la gran fuerza movilizada por los antagonismos, turbada
por la cuestión de las subsistencias.
Con Sagnac, y más aún con Georges Lefebvre, su sucesor en La Sorbona en 1937, los nuevos métodos de
investigación permiten la elaboración de síntesis integradoras de enfoques sociales, económicos y políticos. La tesis de
Lefebvre sobre Los campesinos del Norte durante la Revolución desmonta definitivamente la concepción de un
proceso urbano, o parisino; sin la revolución en los campos la trayectoria hubiera sido diferente o se hubiera
interrumpida, «para los campesinos fue esencialmente una revolución social». Tras la publicación de su originalísimo
estudio sobre La Grande Peur de 1789, Lefebvre afronta para la colección Peuples et Civilisations la elaboración de
una síntesis, en la que aparecen ensambladas varias revoluciones, en cuanto que cada clase social se define por
problemas específicos y, en consecuencia, se mueve por objetivos diferentes.

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Mientras, desde la derecha, Gaxotte (1928) continúa presentando la revolución como una interrupción
lamentable de la historia de Francia, otros grandes maestros completan científicamente los trabajos de Lefebvre. La
raíz económica encuentra su intérprete estelar en Labrousse, quien con una precisión estadística admirable demuestra
que el estallido revolucionario coincide con la cota de máximos precios y que las crisis agraria y de abastecimiento
han de ser también consideradas en la génesis del gran acontecimiento. Los problemas populares y más en concreto
los del cuarto Estado, las clases marginadas, ocupan la investigación de Soboul, autor asimismo de una de las síntesis
más completas, y el entramado de causas la de Godechot. El Bicentenario, en 1989, motivó la convocatoria de
Congresos Internacionales en diversas universidades europeas y en especial en La Sorbona parisina, generando un
verdadero aluvión de estudios, si bien desde el punto de vista de la interpretación podrían ordenarse en dos
corrientes: la revisionista, inclinada hacia la versión de la revolución política, y la denominada jacobina o
revolucionaria partidaria de una exégesis social. La primera había sido iniciada por Cobban en una conferencia en la
Universidad de Londres en 1954. Cobban no negaba la existencia de una revolución pero la centraba en la lucha por
el poder, no en la transformación social de Francia. El revisionismo encontró su intérprete estelar en Francois Furet,
quien relativizó la importancia del factor agraria sosteniendo que la crisis económica simplemente se yuxtapuso a la
política, defendiendo la tesis de las élites, de una revolución que sólo movilizaría a las minorías, con lo que
descalificaba el papel de los movimientos populares estudiados por Soboul. La escuela denominada jacobina tiene su
apóstol en Vovelle, sucesor de Soboul en la cátedra de La Sorbona. Concibiendo la revolución como una ruptura
social, puso al servicio de su exégesis trabajos elaborados con criterios estadísticos. Otros autores, Hirsch y Maurice
Agulhon por ejemplo, han dedicado estudios refutatorios al reduccionismo de Furet.
Hemos de concluir que el tema parece inagotable y que cada generación de historiadores se plantea nuevas
preguntas o ensaya diferentes respuestas. Todos los lectores podrían encontrar en esta enorme cosecha historiográfica
los enfoques que prefieran. Desde el punto de vista ideológico, los contrarrevolucionarios pueden leer a Gaxotte, los
liberales a Thiers, los radicales a Aulard, los socialistas a Jaurés, los comunistas a Lefebvre o Soboul; desde el punto
de vista temático, los historiadores se han visto condicionados por la época en que vivieron, y así Thiers o Michelet
han escrito historias políticas de la Revolución, Labrousse ha destacado los fenómenos económicos, Soboul los
sociales. Esta copiosa literatura traduce los cambios en las concepciones historiográficas, de tal manera que la
Revolución Francesa además de un tema es un campo de laboratorio para los cambios que experimenta la propia
ciencia de la Historia.

6. LA CUESTIÓN DE LOS ORÍGENES


¿Cuál es el factor desencadenante de la revolución? ¿Son las ideas de los filósofos; o juegan un papel
preponderante los desajustes sociales, los problemas económicos, o simplemente el juego de las fuerzas y las
contradicciones políticas? Estos cuatro factores han sido los que han centrado la atención, pero no puede olvidarse
algún otro, como el demográfico, las tensiones derivadas del crecimiento de la población francesa que pasa en
cincuenta años de 18 a 26 millones, en 1789, presentando así una pirámide con predominio de los jóvenes deseosos
de cambios. Veamos de manera sintética los aspectos fundamentales.
a) Ideas. Crane Brinton ha asegurado que todas las revoluciones se inician en las mentes o en las páginas de los
libros, basándose en la tradición que hace de los filósofos ilustrados franceses los padres de los acontecimientos
revolucionarios. En efecto, la separación de poderes que sostiene Montesquieu como eje de un Estado moderno y la
doctrina de la soberanía nacional de Rousseau aparecen inevitablemente en los textos programáticos y desmontan los
presupuestos en los que se apoyaban las monarquías absolutas, pero a diferencia de juristas, literatos o filósofos los
historiadores han de calibrar en qué medida las ideas influyen en los hechos, o, como planteó Lefebvre, los procesos
económicos y los acontecimientos políticos en las ideas, ya que no debe aceptarse que sean simple material de
gabinete. Con respecto al influjo de Montesquieu, Mathiez ha mitigado su originalidad precisando que son corrientes
políticas del siglo, como el Despotismo Ilustrado, las que suscitan sus reflexiones. En otro sentido, ha de indagarse en
los canales de difusión de la filosofía de las «luces», ya que la influencia de las ideas depende más de su propagación
que de su bondad intrínseca, y sobre este supuesto Furet ha señalado el papel protagonista de los oradores,
frecuentemente intelectuales, capaces de dirigirse al pueblo y hablar en su nombre, en contraste con el ejercicio del
poder en las cámaras reales; se ha pasado de la palabra del poder al poder de la palabra, resume el historiador francés.
b) Desajustes sociales. El planteamiento de Barnave de transferencia del poder de la clase terrateniente a las
nuevas clases del comercio y la industria sigue siendo válido. La sociedad estamental montada sobre la desigualdad de
funciones y derechos, con privilegios de clero y nobleza, no podía satisfacer los requerimientos de un pueblo
dinámico. En los «cuadernos de quejas» que redacta cada grupo ante la convocatoria de los Estados Generales se
recogen los intereses enfrentados. En el siguiente apartado analizaremos los desajustes sociales, que presiden enfoques
como los de Jaurés, Lefebvre, Soboul, Guerin, dispares en contenido pero coincidentes en señalar que la revolución
significa la extinción de los residuos feudales en Francia.
c) Problemas económicos. La mala cosecha de 1788 provoca el alza de los precios del grano y el pan, mientras
el hundimiento de los del vino arruina a los pequeños agricultores de Burdeos, Borgoña y regiones del Loira. La
carestía del pan en París abruma a peones y jornaleros. Completando las gráficas de precios dibujadas por Labrousse,
29
con dientes de sierra (alzas súbitas) desde 1780 y el máximo de siglo en 1789, Godechot ha anotado disturbios en
los mercados, con saqueos en Valenciennes, Dunkerque, Rouen, a lo largo del mes de mayo de 1789, y negativas de
los campesinos al pago del diezmo. A esta crisis coyuntural de subsistencias ha de añadirse la estructural del Estado
francés, dotado de un sistema impositivo anacrónico, que sitúa los ingresos muy por debajo de los gastos; el Compte
du Tressor señala, para 1788, 629 millones de libras como gastos y 503 como ingresos. Los dispendios de la Corte -
36 millones- y el costo de la ayuda a los independentistas norteamericanos -dos mil millones y medio de libras- son
factores agravantes de una situación que agobia sucesivamente a los hacendistas (Turgot, Neeker, etc.) En 1788 el
déficit alcanza el 20% del presupuesto y se comprueba la imposibilidad de superarlo sin nuevas figuras impositivas
que se imputen a los estamentos exentos, pero tal intento provoca su oposición enérgica. Es la denominada «re-
vuelta de los privilegiados», considerada como la primera fase de la revolución. Confluyen así los desajustes
estructurales de la Hacienda en cuyas obligaciones no participan las clases adineradas, con la elevación del precio del
pan, que según cálculo de Labrousse absorbía la mitad del presupuesto de una familia popular. Casualmente
coinciden el día de la toma de la Bastilla y el de la cota más alta del siglo en el precio del pan; el hambre empuja a las
masas a posturas exasperadas. Lo vaticina un mes antes, en junio, el adjunto al comandante de las tropas de la región
parisina: «hay motivos para temer que el hambre agrave los disturbios y que finalmente las cosas lleguen a un punto
en que las masas no tengan más solución que defenderse».
d) Crisis política. Ni la filosofía de las luces ni el hambre del pueblo hubieran probablemente desembocado en
el derribo de la monarquía de no haber coincidido con una larga crisis política, en la que se ha producido el divorcio
de los cuerpos aristocráticos y el trono. Las reformas de los déspotas ilustrados a lo largo del siglo XVIII y los
intentos de revolución fiscal que ensayó Luis XV habían suscitado una profunda inquietud en los sectores afectados;
la alianza trono-aristocracia era ya sólo un recuerdo cuando un monarca débil, Luis XVI, complica la soledad de la
monarquía con las limitaciones de su persona. Por otra parte, la estructura administrativa del Estado resultaba
inapropiada y acuciaba adaptarla a una sociedad más compleja. ¿Podía acometerse la modernización con un monarca
solitario, que no reunía los Estados Generales, la única asamblea nacional, y gobernaba con sus consejeros, como los
reyes del siglo XVII? El clamor por la convocatoria de los Estados Generales, inexcusable si se deseaba la
implantación de nuevos impuestos, define la atmósfera de los primeros momentos de la revolución.

7. CRISIS DE LA SOCIEDAD FRANCESA


Las tensiones en el seno de una sociedad de estructura feudal, inadecuada para la modernización del Estado o
para el despegue de la economía, y especialmente los problemas de lo que constituye la base demográfica de esa
sociedad, el campesinado, ocupan un lugar axial en la génesis y el desarrollo de la revolución francesa. En otro
modelo feudal, el prusiano, la aristocracia terrateniente y la monarquía concedieron desde arriba medidas como la
abolición de la servidumbre, que sirvieron de espitas para evitar la explosión revolucionaria; frente a la prusiana, la vía
francesa se caracteriza por la obtención de medidas transformadores tras una lucha de cuatro años, desde abajo, por la
presión de las masas populares.
Así pues, las contradicciones sociales han de buscarse, en primer lugar, en el campo. De una población de 26
millones de habitantes sólo dos viven en las ciudades, y únicamente París, con 600.4000 vecinos, supera los 100.000
habitantes, y cuatro, Marsella, Burdeos, Lyon y Nantes, los 60.000. De la población rural más de veinte millones de
personas son campesinos, sobre cuya relación jurídica con la tierra no es fácil trazar un cuadro sencillo. Predomina el
campesino propietario en las regiones de bosques y las montañas, pero dispone de un escaso porcentaje de
propiedades en las tierras de trigo y pastoreo al Norte y el Oeste. En 1789 la nobleza y el clero poseen del 30 al 40
% del suelo cultivado. Del resto, una parte es propiedad de los burgueses, que viven en las ciudades. Sólo una minoría
de campesinos, alrededor de dos millones, disfruta de propiedades suficientemente grandes para vivir con sus
familias. Este sector del campesinado adoptará ante la revolución posturas más reticentes. Difieren sin duda las
aspiraciones de labriegos propietarios y braceros, pero más todavía las de siervos y campesinos libres. A pesar de las
medidas que se adoptaron a lo largo del siglo XVIII la situación de los siervos es, en vísperas de la revolución,
insostenible, fuera de las tierras reales no tienen derecho, a no ser que paguen una elevada tasa, a transmitir en
herencia sus pertenencias a sus hijos; su adscripción a la gleba les obliga a permanecer en las propiedades del señor.
Los campesinos libres sin propiedad, braceros, constituyen una masa cada vez más numerosa en la medida en
que la crisis económica proletariza a los niveles de renta inferiores que no pueden afrontarla. Todos los campesinos -
siervos y libres- se hallan sujetos a cargas onerosas: impuestos reales, en los que a la tradicional talla, de la que están
exentos clero y nobleza, se han añadido, tras las guerras del último siglo, la captación, la décima y la veinteava de los
productos, y prestaciones personales, por ej. trabajos para transportes militares y conservación de caminos; impuestos
eclesiásticos, como el diezmo, entre la doceava y quinceava parte de la cosecha, pagadero a la Iglesia o a los señores
que han comprado el derecho de percepción, amén de otras cargas como la primicia y tasas de altar; impuestos
señoriales, los más elevados e impopulares, que han de satisfacerse al señor en su calidad de propietario eminente de
las tierras de una demarcación territorial (señorío) y administrador delegado de la justicia, de donde derivan
obligaciones como rentas o censos que satisfacen por el trabajo de la tierra, corveas o tareas personales con que han
de proveer de mano de obra gratuita al señor, y finalmente tasas por el uso de lo que constituyen monopolios
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señoriales (molino, horno, caza). A esta serie de gravámenes que convierten al campesino en máquina de trabajo para
que los señores obtengan beneficios de la tierra ha de añadirse los pagos excepcionales, como los derechos de
laudemio, debidos en herencias o compra-ventas. Lejos de suavizarse este sistema de recaudación acumulativo, la
subida de precios excitó a los señores a extorsionar más intensamente al campesinado, que se vio prensado entre
apremios, exigencia rigurosa del diezmo y agobios por el crecimiento rápido de las familias. Se explica fácilmente la
resistencia al pago de los diezmos y derechos señoriales.
La situación social de las ciudades resulta más complicada y difícil de conocer. A lo largo del siglo XVIII se
agravan las condiciones de vida de las masas populares urbanas, Labrousse ha estimado que el coste de la vida
aumentó en un 45 % entre 1771 y 1789 mientras los salarios sólo lo hicieron en una media del 17 %, por lo que se
puede deducir que existían sectores sociales crecientemente descontentos, en potencia masa proclive a la revolución.
Como el poder adquisitivo se orientaba hacia los alimentos, y las súbitas oscilaciones, especialmente de los cereales,
podían hacerlos inaccesibles, parece lógica la teoría de que el hambre fue uno de los motores de la revolución. Los
contrastes de fortuna dentro de las ciudades constituyen otro argumento para quienes postulan una profunda
transformación social. Conocemos bien la estructura de París, por un estudio sobre el año 1749, cuya situación es
probablemente similar a la del año 1789. Por los contratos matrimoniales se comprueba la presencia de grandes
fortunas, con un tercio de dotes que superan las 5.000 libras. En la capital convivían, por tanto, familias con grandes
fortunas y una extensa masa de desheredados que sobrepasaba el medio millón de personas.
Sieyés, en su famoso folleto de 1789 ¿Qué es el Tercer Estado?, afirma: «todo cuanto no sea el Tercer Estado
no puede considerarse como la nación». La clase activa de la revolución, la burguesía, es su núcleo preponderante.
Pero lo que en realidad unía al Tercer Estado era la oposición a los privilegios, puesto que las diferencias de fortuna e
influencia dentro de este estamento eran evidentes. En París y en los centros urbanos se localizaba el sector más
importante de las profesiones liberales: funcionarios, abogados, profesores; en Toulouse, Le Havre y Rennes era
numerosa la burguesía de rentistas; en los puertos de Burdeos, Nantes y La Rochelle, comerciantes que se lucraban
del comercio con el Caribe; la burguesía de las finanzas, los, empresarios y banqueros, ejercían una mayor influencia
por su hábito de mecenazgo, de protección a escritores y artistas. Grupo heterogéneo, preparado e impaciente por
desalojar a los aristócratas de sus centros de poder.

8. INICIOS DE LA REVOLUCIÓN
Lefebvre señala tres fases revolucionarias en los primeros momentos del proceso: aristocrática, burguesa y
popular. La primera, también denominada revuelta de los privilegiados, no es otra cosa que la oposición de los dos
estamentos superiores a las medidas con las que varios hacendistas, Turgot, Necker, Calonne, Brienne, intentaron
remediar el déficit creciente del Estado francés. Desde 1783 Calonne hizo frente a las dificultades económicas
mediante préstamos de particulares a la Corona, pero, tuvo, finalmente, que reconocer que era indispensable una
reforma del sistema fiscal y propuso el establecimiento de la subvención territorial, que habrían de abonar las
propiedades agrarias según su extensión, y el rescate de los derechos señoriales percibidos por la Iglesia. La primera
asamblea de notables que habría de aprobar estas propuestas, reunida en Versalles en febrero y marzo de 1787,
desechó casi la totalidad de las medidas fiscales y posteriormente, ante el intento de Brienne de que se aprobara al
menos la subvención territorial, La Fayette lanzó por vez primera la idea de convocar una Asamblea nacional, los
Estados Generales del Reino. La asamblea de notables de Versalles, integrada por príncipes, grandes nobles, prelados,
consejeros del rey y magistrados municipales, señala con la petición de convocatoria de los Estados Generales para
acometer la reforma fiscal el verdadero inicio de la revolución. Brienne intentó hacer aprobar las reformas en una
asamblea de París, pero el grupo denominado patriota o nacional, en el que figuraban Condorcet, Danton, Barnave,
La Fayette, Mirabeau; boicotearon todos los acuerdos y consiguieron la convocatoria de los Estados Generales, que
no se habían reunido desde la remota fecha de 1614. El partido patriota aprovecha las sociedades que se habían ido
formando, logias masónicas, sociedades económicas, salones, tertulias de café, para difundir sus ideas e imprimir
miles de panfletos y los primeros periódicos revolucionarios.
El reglamento electoral no fijaba fecha única para la convocatoria de la elección, que dependía de los
organismos locales, y esta circunstancia, aliada a la propaganda propia de una consulta al pueblo contribuyó a
intensificar la atmósfera revolucionaria hasta el punto de que Lefebvre ha afirmado que sin reunión de los Estados
Generales no hubiera estallado la revolución, al menos en ese año. Los representantes del Tercer Estado eran elegidos
en asambleas que al mismo tiempo redactaban sus “cuadernos de quejas” (cahiers de doléances); y de manera similar
nobleza y clero elaboran los suyos, documentación que nos permite conocer los problemas y aspiraciones de cada
estamento en los momentos alborales de la revolución.
No faltan coincidencias en el conjunto de los cahiers; así comprobamos cómo burguesía y nobleza sostienen la
necesidad de una monarquía constitucional y de la reforma de la administración estatal, mas a la hora de establecer
medidas concretas cada grupo social presenta intereses específicos. Los cuadernos de clero y nobleza se aferran a los
privilegios, pero piden el fin del despilfarro, la regulación de las aduanas interiores y de un sistema unitario de pesos y
medidas, libertad de prensa, reunión periódica de los Estados Generales. Los del Tercer Estado van más lejos al
añadir a la solicitud de las libertades de expresión, reunión y comercio la igualdad de los tres estamentos y la
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abolición del diezmo, la jurisdicción y el monopolio de caza. Los jornaleros de Reims, Troyes, Marsella y Lyon
muestran su preocupación por precios y salarios. Más radicales son algunos cuadernos de campesinos, que piden la
su- presión de cargas e impuestos, pero además se señalan las diferencias entre los braceros sin tierra, obsesionados
por acceder a la propiedad, y los campesinos propietarios, celosos .de reafirmar sus derechos contra cualquier
veleidad de revolución agraria. Las elecciones se celebran en la primavera de 1789; se elige a l.139 diputados y se
redactan 40.000 cuadernos, que nos permiten conocer bien la Francia prerrevolucionaria.
La reunión de los Estados Generales se abre en Versalles el 5 de mayo, presidida por Luis XVI. Los
seiscientos diputados del estado llano igualaban, en número a los de la nobleza y clero, de ahí que se inclinaran por la
reunión en una sola sala y por la votación por individuos, mientras los privilegiados deseaban deliberar por separado
y emitir el voto por estamento, disensión que traduce dos concepciones diferentes de la sociedad -estamentos o
individuos-. Mientras nobleza y clero se reúnen en dos salas reservadas, los diputados del estado llano deliberan en la
gran sala que pronto llamaron «nacional» y exigen que se verifiquen los poderes de los diputados en sesión conjunta.
Los problemas de reglamento consumieron todo, el mes de mayo sin que se discutiera ningún tema, pero en las
deliberaciones del estado llano algunos diputados, Barnave, Mounier, Sieyés, radicalizan a sus compañeros y tratan de
conseguir que se les unan diputados progresistas de los otros estamentos. Por fin Sieyés decide romper con la
legalidad y propone que se considere rebeldes a los que no acudan a la Asamblea del Tercer Estado; el 17 de junto la
reunión se adjudica el nombre de Asamblea Nacional. Tres días después, al encontrar la cámara cerrada y el anuncio
de que Luis XVI presidiría una reunión real, los diputados se trasladan al Juego de Pelota y Mounier propone la
fórmula del juramento: «allí donde se encuentran sus miembros reunidos está la Asamblea Nacional; todos los
miembros de esta asamblea prestarán en este mismo instante solemne juramento de no separarse jamás y de reunirse
cuando así lo exigieran las circunstancias hasta que la constitución del Reino sea establecida... ». En las sesiones
siguientes algunos miembros del clero se unen a los de la burguesía y, finalmente, representantes de clero y nobleza
deciden aceptar la asamblea conjunta para la elaboración de una constitución. Ese día, 27 de junio, comienza la
Asamblea Constituyente, primer período del proceso revolucionario.

9. REVUELTAS POPULARES
Tras la protesta de los privilegiados y la rebeldía de la burguesía los movimientos populares configuran el
tercer plano de la revolución. Ya desde agosto de 1788 las malas cosechas en el campo y los rumores en los centros
urbanos movilizan muchedumbres inquietas. Rudé ha clasificado esta dinámica popular en revueltas políticas, del
hambre y laborales, según estén generadas por las extrañas noticias en tomo a la convocatoria de los Estados
Generales, los problemas de los alimentos o la presión por la elevación de los salarios. En realidad no se trata de
movilizaciones diferentes, ya que la crisis económica se funde con la política, y la prueba es que a los aristócratas que
defienden sus privilegios se les acusa a un tiempo de complot contra la nación y acaparamiento de las provisiones
para vencer, por el hambre, al pueblo. Hambre y miedo son para Godechot las dos coordenadas de la primavera de
1789, pero el miedo -precisa Lefebvre- no es cobardía, provoca una reacción defensiva que estalla en las jornadas de
julio y la leva en masa para oponerse a los movimientos de tropas pretendidamente extranjeras. De los relatos de los
diferentes testigos se pueden vislumbrar los componentes emocionales, los rumores y temores que preceden a la
convulsión del verano; un observador escribe al ministro de Asuntos Extranjeros que todos los días llegan tropas a los
alrededores de París; el librero Hardy anota en su «Diario» que los príncipes acaparan grano intencionadamente.
Por los archivos policiales disponemos de datos minuciosos sobre las revueltas de abril. En el suburbio de San
Antonio sólo se asalta los negocios que venden alimentos, aunque en un par de casos se produzcan manifestaciones
contra fabricantes, acusados de rebajar los salarios.
La insurrección de París el 14 de julio constituye el acontecimiento central de la dinámica popular en la
primera fase de la resolución; su impacto en la opinión se deduce de la multiplicidad de testimonios, desde relatos de
los asaltantes y defensores de la Bastilla hasta las cartas que escriben los habitantes de París aquellas jornadas o los
comentarios de los diputados, de segunda mano, porque se encuentran; todos en Versalles y se limitan a glosar las
noticias que reciben, o la proliferación de hojas y periódicos a partir del día 15. Desde la última semana de junio el
pan ha subido de 9 a 15 sous (sueldos) las cuatro libras, el 12 de julio llega a París la noticia de la destitución de
Necker y al día siguiente el pueblo busca, afanosamente, armas, temiendo un golpe contrarrevolucionario del
monarca. La milicia ciudadana o Guardia Nacional reclutada por el Ayuntamiento provisional tanto para prevenir la
reacción de Versalles como el desorden de los pobres, carecía de armamento y resultaba indispensable disponer de los
fusiles de los inválidos y de los cartuchos trasladados desde el Arsenal a la cárcel real de la Bastilla. Besenval,
comandante de la plaza, se queja en sus «Memorias» de que los soldados favorecieron la entrada de la muchedumbre
en los Inválidos y no tuvo otra opción que retirar la guarnición de la capital. La mañana del 14 de julio otra multitud
más inquieta, con gritos de pan y pólvora, se dirige a la Bastilla, y aprovechando los titubeos del gobernador De
Launey, quien tras el primer tiroteo ordena la bajada del puente levadizo, irrumpe en la fortaleza y asesina al
gobernador y a varios oficiales. La toma de la Bastilla es un símbolo, el pueblo ha ocupado un bastión real, París se
ha perdido para la monarquía. Rudé ha estudiado la composición social de los asaltantes y ha demostrado que
predominan los vecinos del barrio obrero de San Antonio y profesionalmente los artesanos: carpinteros y ebanistas,
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cerrajeros, zapateros, etc., pero no faltan militares y ex-militares; sin embargo, no intervienen las futuras figuras de la
revolución, como Desmoulins y el nuevo comandante de la fortaleza, Danton, que llegaron cuando ya había sido
tomada.
En el verano las revueltas se multiplican por varias regiones de Francia; es el «Gran Miedo» estudiado por
Lefebvre. Se rumorea que los aristócratas reclutan bandidos y los campesinos se apresuran a organizarse en grupos
armados. Excitados, al no encontrar a los presuntos bandoleros, se revuelven contra los señores e incendian los
castillos, en los que se guardaban las listas de inscripción de rentas y obligaciones feudales. En la jornada del 4 de
agosto, cuando la Asamblea decide la abolición de tales obligaciones, influyen las noticias de los incendios. El 5 de
octubre otra subida del pan provoca una marcha de iracundas mujeres sobre Versalles, lo que motiva el regreso del
Rey y la Asamblea Nacional a París.
Estas movilizaciones populares se repiten intermitentemente a lo largo de los años de la revolución e impiden
en unas ocasiones la vuelta atrás y en otras radicalizan los programas al situar en centros de decisión a los exaltados:
- en la primavera y verano de 1791 se suscita un extenso movimiento salarial, cuyo portavoz fue el Amigo del
Pueblo, de Marat, carpinteros, sombrereros y tipógrafos exigen el establecimiento del salario mínimo; una asamblea
de obreros que representa a 80.000 asociados es declarada ilegal al aprobarse la ley Le Chapelier, que prohíbe las
asociaciones obreras;
- con la guerra y la inflación se desata una oleada de revueltas en 1792, las más extensas en tomo a Chartres.
El movimiento comienza entre los pobres, leñadores, y herreros del bosque de Conches y el valle del Eure. Las
bandas fijan precios del pan y de los cereales, y posteriormente de otros artículos. En 1792 los sans-culottes o
desharrapados de París pla- nean el asalto a las Tullerías, que desmonta la monarquía; en 1794 las exigencias
desorbitadas de salarios por encima de la evolución de los precios contribuyen a la reacción en pro de una revolución
ordenada y al derrocamiento de Robespierre y los jacobinos.
Son muchos los momentos y decisiva su influencia en la orientación de los acontecimientos, comprobación
que obliga a revisar la tesis tradicional de un proceso monopolizado y acaparado por la burguesía. Los estudios de
Soboul sobre los «sans-culottes» y de George Rudé sobre el conjunto de los movimientos de masas y la composición
social de algunos aportan a la historiografía de la revolución el papel del cuarto Estado, de los artesanos, pobres y
parados.

10. LOS GRUPOS POLÍTICOS


Los revolucionarios conciben la transformación de Francia de diferentes maneras. En la Asamblea
Constituyente ejercen una influencia fuerte los constitucionales, dirigidos por Mirabeau y La Fayette, partidarios de
una monarquía moderada por una constitución. Un sector de la aristocracia se integra en este grupo.
Los girondinos representan el sector moderado de los republicanos, su figura destacada es Brissot; sus
primeros miembros, diputados del departamento de la Gironda (de ahí su nombre), proceden de la alta burguesía que
ha intervenido en el comercio oceánico, en Burdeos y Nantes. Son partidarios de realizar la revolución por medio de
la ley, desaprueban el terror y defienden la propiedad. «Mi Dios es la ley», dice Isnart. Se inclinan a dar importancia
a las provincias frente a París y creen que las ideas revolucionarias poseen un valor universal, la revolución se
extenderá fuera de Francia.
Los jacobinos, cuya base social es la burguesía media y las clases populares, piensan en soluciones
extraordinarias; la revolución se realizará sin reparar en medios. Prefieren los hechos a las teorías. Son centralistas; la
revolución se hará desde París, cuyo Ayuntamiento controlan. Están dispuestos a limitar la propiedad privada y la
libertad individual. Su figura más representativa es Robespierre. A su derecha se desgajará un núcleo en torno a
Danton y Camilo Desmoulins.
Un sector más exaltado, los demócratas, defienden, por medio de Carnot, el sufragio universal y la asunción
directa de la soberanía por el pueblo. En relación con ellos, pero actuando preferentemente en la calle, en vez de en
las Asambleas, se desenvuelve el grupo de Marat.

11. OBRA DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE


Frente a un grupo de diputados conservadores que propugnaba la represión de los alzamientos campesinos, la
mayoría de la Asamblea Nacional estimó que la cuestión agraria constituía la primera urgencia en la tarea de
renovación de la sociedad francesa, y en un clima de elevada tensión emocional aprobó en la noche del 4 al 5 de
agosto la supresión de los privilegios estamentales -jurisdicciones señoriales, venta de cargos, derechos de caza- y del
diezmo, y articuló en decretos, ya con reticencias de algunos sectores pasado el clímax revolucionario de aquella
noche, la igualdad de derechos, la accesibilidad universal a los empleos y la obligación de todos al pago de los
impuestos. La fiebre transformadora culmina el 26 de agosto con la “Declaración de derechos del hombre y del
ciudadano”, en la que implícitamente se rechaza la monarquía aristocrática y se definen como principios
fundamentales la libertad, la propiedad, la igualdad y la resistencia a la opresión. «Catecismo del orden nuevo» se ha
llamado a este documento solemne y trascendental. La exaltación de los derechos del individuo y de manera reiterada
la libertad -de pensamiento, de palabra y prensa, de trabajo, de propiedad- recorren vibrantes esta proclama
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grandilocuente, pero bien pronto los legisladores de la Constituyente introdujeron trabas, que en el fondo son
transgresiones disimuladas de su propia filosofía. La libertad fue a veces invocada precisamente para recortarla; se
abolió la esclavitud en Francia pero se mantuvo en las colonias, donde el esclavo era considerado simplemente una
propiedad y, por tanto, derecho sagrado de los plantadores; la ley Le Chapelier, invocando la libertad de trabajo,
prohíbe la asociación de los obreros. Más paladina es la conculcación de la igualdad. La más elemental, el derecho
político del voto, se restringe a una minoría, los ciudadanos activos, “verdaderos accionistas de la gran empresa
social” según Sieyés, quienes han de pagar una contribución directa igual o mayor que tres días de salario. Estos
habrían de elegir en Asambleas primarias a los electores, uno por cada cien ciudadanos, a los que se exigía
contribución equivalente a diez días de haberes. Por tanto, la tesis ilustrada de la igualdad de los hombres venía
matizada en el campo de la vida política por el factor decisorio de la desigualdad de las fortunas. Se ha interpretado
esta incongruencia como el deseo de la Asamblea de no desenvolver su legislación en el terreno de las ideas abstractas,
antes bien aplicarla a una sociedad concreta que debía ser previa y escrupulosamente examinada.
Pero no se resume la vida política en el cenáculo de la Asamblea, nota distintiva de la nueva era es la
politización de la calle frente al monopolio de cámaras y antecámaras que definió el Antiguo Régimen. En teatros,
cafés y clubes se discute, y dos de éstos juegan un papel político de gran influencia; el club de los jacobinos, que
cuenta entre sus oradores a Mirabeau, La Fayette y Robespierre, y el club de los «Cordeliers» (franciscanos), fundado
por Danton y dominado por la oratoria apasionada de Marat y Desmoulins. En la calle resuena la voz de los
periódicos; los más célebres, L’ Ami du Peuple de Marat, Les Révolutions de France et de Brabant de Desmoulins,
Le Patriote Francais de Brissot y Journal des Debats del club de los jacobinos de París. Nueva era, para la prensa, a
partir de la toma de la Bastilla se calcula que nacía en Francia un promedio de un periódico diario y los más
populares alcanzan hasta 16.000 ejemplares; nueva era para los periodistas, que en pocas jornadas pueden convertirse
en figuras nacionales; en 1791 se publican 150 periódicos en París. Contra la reducción clase política-clase adinerada,
Marat y Desmoulins escriben con vehemencia, considerándola una deformación absurda del principio rousseauniano
de la soberanía nacional.
A pesar de sus titubeos, la obra de la Constituyente fue inmensa. El nuevo código penal abolió la tortura; se
subastaron bienes nacionales, sustraídos principalmente de propiedades de la Iglesia, con el objetivo de incrementar el
número de propietarios; se reformó la tributación y creó una nueva moneda, el asignado; se unificó el mercado
interior con la supresión de aduanas y peajes.
La obra de la revolución produjo inevitables fricciones con la Iglesia, lo que abría a los contrarrevolucionarios
algunas posibilidades de acción. La cuestión religiosa era la desembocadura de procesos económicos, como la
conversión de parte de los bienes eclesiásticos en nacionales o la abolición del diezmo; sociales, como la supresión de
privilegios, y principalmente políticos, al intentar los nuevos poderes menoscabar su independencia o al proclamar la
supresión de una religión oficial del Estado. Tras decidir la extinción del clero regular, con excepción de las órdenes
de enseñanza y caridad, en julio de 1790 se votó la «Constitución civil del clero», que establecía la elección de
obispos y párrocos por procedimientos similares a los funcionarios civiles, y en decreto posterior (noviembre) les
obligaba al juramento de la Constitución. Esta última disposición provocó la división del clero; una minoría,
solamente siete obispos, entre ellos Talleyrand, aceptaron el juramento; el resto, con la casi totalidad de los sacerdotes
del Norte, el Oeste y la Alsacia, constituyó el clero denominado refractarios, al que se le prohibió la administración
de los sacramentos. Las tensiones con el Papa Pío VI no eran tan peligrosas para la revolución como la actuación
clandestina de muchos sacerdotes y el apoyo de los pueblos, que empezaron a ver aspectos injustos en la nueva era.
La Constitución de 1791 es un ensayo de monarquía liberal, en un momento en que los diputados no se
atrevían a afrontar la responsabilidad, de apoyar el poder ejecutivo en otra forma de Estado, pero a diferencia de la
monarquía del viejo régimen, que aglutina potestad ejecutiva y legislativa -recuérdese el lema «si lo quiere el rey, lo
quiere la ley»- en diversas formas, leyes, ordenanzas, edictos, reglamentos, con la Constitución el monarca está
limitado y el poder legislativo reside en la Asamblea elegida por la nación soberana, instaurando así la división de
poderes propugnada por Montesquieu. Todos los poderes emanan de la nación.
Aplicando la idea girondina de descentralizar la Administración se crean 83 departamentos; los ayuntamientos
incrementan sus atribuciones; los jueces son nombrados y pagados por el Estado, con lo que se pone fin a las justicias
señoriales y a la venta de cargos por el rey.
En el orden económico impera la filosofía básica del liberalismo: libertad de comercio, producción, cultivo,
trabajo. Pero fue en este campo donde surgieron los problemas más difíciles. El lanzamiento de papel moneda, el
asignado, en cantidades excesivas, para afrontar los gastos estatales, provocó un proceso inflacionista y graves
conmociones sociales.
El año 91 es crítico en la consolidación del nuevo régimen. Aristócratas y refractarios dentro, emigrados fuera,
tratan por todos los medios de desarbolarlo; con la crisis, los obreros aumentan su presión. Amenazada por ambos
extremos, por los nostálgicos del orden antiguo y por los extremistas sociales que gritan que la revolución ha sido
secuestrada, la burguesía no se presenta como un grupo coherente. Los sectores moderados, con Mirabeau al frente,
creen llegado el momento de devolver algunas atribuciones al rey y frenar un movinúento del cuarto Estado, que
consideran amenazador. La muerte de Mirabeau, en abril, sitúa al frente del sector temeroso de la amenaza demócrata
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a un triunvirato, Barnave, Du Port, Lameth, que se aproximan a La Fayette y piensan crear una cámara alta y disolver
los clubes. Pero Robespierre maniobra con extraordinaria habilidad al frente de la izquierda. El monarca,
desconcertado en aquella vorágine de fuerzas hostiles, incomprensibles para él, huye de París (20 de junio) pero es
detenido en Varennes; y aunque, obligado a regresar, reconoce la autoridad de la Asamblea, se descubre la proclama
en que afirma que, con ayuda de potencias exteriores, recuperaría su poder absoluto. Es el anuncio del fin de la
monarquía. Para Aulard es un periódico de extrema izquierda, Le Mercure National, el primer órgano que sostiene
públicamente la causa republicana. Con la disolución de la Asamblea Constituyente y la convocatoria de elecciones
finaliza el primer período de la revolución. La suerte de las reformas y la orientación de la nueva Asamblea dependerá
de la consulta electoral.

12. ASAMBLEA LEGISLATIVA (OCTUBRE 1791-AGOSTO 1792)


En la composición de la nueva Asamblea dominan todavía los propietarios y el sector legalista de la burguesía,
los abogados. La mayoría de los diputados son jóvenes. En su composición política pueden distinguirse cuatro
tendencias: la derecha, partidaria de una monarquía limitada, con dos grupos, lamethistas y lafayettistas (264
diputados); la izquierda, en su mayor parte girondinos, dirigida por Brissot y Condorect (136 diputados); la extrema
izquierda, dirigida por Carnot, que pide el sufragio universal (número minoritario e indeterminado de diputados): y
el centro, mayoritario, con 345 diputados, independientes y constitucionales, hombres notables vinculados a la
revolución, pero sin opiniones precisas, basculando entre los conservadores y los exaltados.
La Asamblea decide enfrentarse con los enemigos de la revolución y decreta el secuestro de los bienes de los
emigrados y la deportación del clero refractario. El choque con el monarca desacreditado tras su fuga lo consideran
los brissotinos inevitables La crisis económica es grave, la cosecha de 1791 ha sido escasa, y las revueltas en ciudades
y campos adquieren nuevamente auge. En esas circunstancias todos llevan un doble juego; la izquierda parlamentaria
somete al rey decretos y decisiones para descubrir su oposición a la revolución; el monarca apoya a los candidatos
más exaltados, por ejemplo a la alcaldía de París, suponiendo que «el exceso de mal», comenta la reina María
Antonieta, es el que menos dura y la revolución lanzada por la pendiente se devorará a si misma. No es, por tanto,
extraño que todos descaran la guerra con las potencias europeas, movilizadas contra el contagio de los
acontecimientos franceses y conmocionadas por la detención de Varennes. La guerra fundirá la causa revolucionaria
con la causa nacional. Únicamente Robespierre, en el club de los jacobinos, la teme, porque en sus previsiones
reforzaría la posición de Luis XVI. La Fayette encuentra en ella la posibilidad de conseguir el control del ejército.
Los girondinos, con su mesianismo, hablan de “cruzada de libertad universal” (Brissot), de conducir «a los pueblos
europeos en una guerra contra los reyes» (Isnard), y confían en desenmascarar la doblez del rey. Brissot llega a decir:
«La única calamidad que hay que temer es que no haya guerra».
La declaración de guerra en abril de 1792 puso en evidencia la descomposición del ejército francés, que sufrió
una serie de reveses; la reducción de los efectivos, la pérdida de la disciplina y la remoción de los cuadros de mandos
no podían por menos de reflejarse en el campo de batalla. Pero el entusiasmo patriótico aumenta sin cesar y Rouget
de Lisle sabe traducirlo y canalizarlo hacia los enemigos de la revolución en su «Canto de guerra para el ejército del
Rhin», luego denominado «La Marsellesa» y convertido en himno de la revolución. Un imprudente manifiesto del
duque de Brunswick, en julio de 1792, que amenaza con destruir París si se ejerce violencia sobre Luis XVI, provoca
la insurrección popular del 10 de agosto de 1792. En septiembre los prusianos son detenidos en Valmy y una
convención decreta la abolición de la monarquía y el establecimiento de la República, cuyo año I se inicia ese mes.
Con el Trono queda desplazada la nobleza liberal y la alta burguesía, las cuales, bajo directrices de La Fayette y el
triunvirato habían intentado encauzar la revolución. El giro de la guerra no ocultaba la rivalidad creciente entre las
alas moderadas y exaltadas; pero la victoria no ha sido conseguida por los girondinos, los protagonistas son los
ciudadanos pasivos, que siguen las consignas de Robespierre.

13. FASE EXALTADA DE LA REVOLUCIÓN


La insurrección del 10 de agosto de 1792 señala la entrada en escena de los «sans-culottes», que esperan de la
revolución, además de la igualdad jurídica, la solución de sus problemas económicos. Consideran enemigos no sólo a
los aristócratas sino también a los burgueses ricos. La igualdad, no cumplida -como hemos visto- en la legislación de
la Asamblea Constituyente, es enarbolada ahora como una aspiración irrenunciable. Se exigirá en primer lugar en el
campo económico en un documento que reclama de la República la distribución de artículos de primera necesidad
para todos; Jacques Roux le da una formulación más teórica: “la libertad no es más que un fantasma vano, cuando el
rico por el monopolio ejerce el derecho de vida y muerte sobre sus semejantes”. La propiedad, sagrada para la
Asamblea Constituyente, se limita y se afirma que la de granos, carne y vino ha de orientarse hacia el disfrute social,
sin que se pueda argüir la sacralidad de un derecho imprescindible. Los derechos al trabajo, la asistencia y la
instrucción definen asimismo aspiraciones hasta el momento no atendidas. La fuerza con que se subraya la soberanía
del pueblo se manifiesta en el control y revocabilidad de los representantes elegidos. En esta filosofía rabiosamente
popular, en la que la omnipotencia de los derechos individuales queda diluida en las responsabilidades sociales, se
hace apología de la denuncia y la insurrección. En conjunto, puede hablarse de un período enteramente nuevo; otros
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son los protagonistas, otros los ideales, diferentes los principios teóricos que informan la política. Es el período en
que se reparten armas al pueblo y se convocan elecciones por sufragio universal, con lo que desaparece la distinción
entre ciudadanos activos y pasivos.
En la nueva Asamblea, denominada Convención, los girondinos, con Brissot, Roland, Vergniaud, constituyen
la derecha; los montañeses, que se apoyan en los sans-culottes, con Robespierre, Marat, Danton, Saint-Just, Carnot, la
izquierda.
La guerra continúa, la crisis económica se agrava, la tensión política aumenta. Por temor a las masas de
desharrapados, los girondinos están dispuestos a adoptar medidas que frenen el desplazamiento hacia la izquierda de
la revolución. Pero son los montañeses los que consiguen imponerse.
Se crean tribunales extraordinarios, el más importante el Comité de salud pública. Y comienzan los grandes
procesos. Primero el rey, en cuya vista actúa como fiscal Robespierre; Luis XVI es condenado a muerte. Después le
toca su turno a otros miembros de la familia real. Más tarde la Convención juzga a los girondinos. Finalmente, bajo
la dictadura de Robespierre, son eliminados los miembros más moderados de la montaña, como Danton y
Desmoulins.
La mayor amenaza para la revolución la constituye el levantamiento campesino de la Vendée. El motivo
inmediato fue la leva de 300.000 hombres para continuar la guerra, pero no tuvieron menor influencia la escasez de
alimentos y la protesta campesina por las medidas religiosas anticlericales de las asambleas parisinas; los sacerdotes
refractarios, que se han negado a jurar la constitución, encienden los ánimos de los campesinos del Anjou y Poltou.
Otras zonas del campo francés, la Bretaña, la Provenza y el Sudoeste, se unen al levantan-dento durante el verano de
1793. Para dominarlo, los montañeses necesitan el apoyo de las masas de las ciudades, a las que tienen que hacer una
serie de concesiones. La acentuación revolucionaria del momento se señala por varias decisiones:
- leva en masa. Corresponde a la mentalidad revolucionaria de los desharrapados; es la nación en armas.
Presentada a los jacobinos, fue aceptada la idea por la Comuna parisina, pero el Comité de Salud Pública se mostró
receloso; ¿cómo armar y abastecer un ejército tan numeroso? Robespierre llegó a declarar que era una medida inútil.
Pero bajo la presión de los delegados de las asambleas populares la Convención y el Comité aceptaron la propuesta.
Todos los jóvenes solteros de 18 a 25 años se convierten en soldados.
- economía dirigida. Se señala un precio máximo a los granos y harinas (ley del «máximum general»). Al
mismo tiempo se tasan los salarios. Y se establecen penas durísimas para los especuladores.
- terror. Se aprueba la ley de sospechosos; las condenas a muerte se convierten en algo normal. De los 1.500
detenidos de las prisiones parisinas en octubre de 1793 se pasa a más de 4.500 en diciembre.
La reacción contra los exaltados se aprovecha de los conflictos que ha suscitado la ley del máximo general.
Establecía ésta un tope de un 3 % de alza para los precios y de un 50 % para los salarios. Sin embargo, los salarios
habían desbordado con mucho su tope. Cuando se decidió suprimirlo también para los precios se produjeron
disturbios en los mercados. Hébert, partidario de abolir la propiedad privada, fue detenido con sus seguidores y
ejecutado, las sociedades de sans-culottes fueron clausuradas. La hostilidad popular y la confusión contribuyeron a
que los dirigentes jacobinos pudieran ser detenidos. Es el golpe de estado termidoriano. Robespierre, Saint-Just y 84
de sus partidarios, son ejecutados al día siguiente (10 de Termidor - 28 de julio de 1794).

14. REACCIÓN TERMIDORIANA


La Convención termidoriana es un período de reacción contra la política exaltada de los jacobinos y una
vuelta, en muchos aspectos, a las posturas templadas de los primeros momentos de la revolución o a medidas
propuestas por los girondinos. Así, frente a la concentración del poder en la fase del Terror se multiplicaba, por
consejo de Cambon, el número de Comités hasta dieciséis, y mientras el de Salvación Pública ve reducidas sus
atribuciones a la guerra y a la diplomacia el de Seguridad General asume las funciones de policía y el de Finanzas la
responsabilidad de los precios, salarios y emisión de moneda. El abandono del Terror como instrumento
revolucionario es la nota sobresaliente; las prisiones se abren, se absuelve incluso a los acusados convictos que
confiesan no haber tenido propósitos contrarrevolucionarios. En noviembre se decreta el cierre de los clubes
jacobinos y las sociedades de sans-culottes.
En la vida social los salones vuelven a dictar la moda y los pantalones y blusa de los sans-culottes dejan de ser
un símbolo de ciudadanía; se prohíbe el tuteo y en el tratamiento los títulos de monsieur y madame sustituyen a los
de ciudadano y ciudadana. Son detalles en sí mismos poco definidores, pero que anuncian la orientación que se va a
dar a la política y el peso de sectores sociales que no son precisamente artesanos y desharrapados.
Desechando el ensayo de democracia popular, el poder vuelve a las clases adineradas, que exigen y consiguen
que sólo la propiedad confiera calidad de ciudadano activo. La reserva del coto de la política y el poder para los
acaudalados está claramente expresada en el discurso preliminar de Boissy d’Anglas a los debates del proyecto de
Constitución (junio de 1795):
«Hemos de ser gobernados por los mejores: los mejores son los más instruidos y los más interesados en
mantener las leyes. Con muy pocas excepciones, hallaréis hombres de esta clase entre aquellos que poseen una
propiedad.
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»... El hombre sin propiedad tiene necesidad de hacer un esfuerzo constante de virtud para interesarse por un
orden que nada le conserva.»
La Constitución del año III (1795) está concebida para evitar cualquier exceso revolucionario, al tiempo que
garantiza los intereses de la burguesía opulenta frente a las peticiones de justicia social del cuarto estado. Para alejar
eventuales amenazas de Dictadura, como la de Robespierre, se articulan los poderes públicos con la más severa
exigencia de separación. Se fortalece la independencia de los jueces. El poder legislativo se atribuye a dos cámaras
(Consejo de los ancianos y Consejo de los quinientos) con el propósito de que la primera frene las impaciencias de la
cámara baja, que ha de renovar sus miembros anualmente por tercios, previsión que impide un cambio drástico de la
situación política tras una consulta electoral. El poder ejecutivo radica en un Directorio de cinco miembros,
nombrados por los ancianos según doble lista presentada por los quinientos. El derecho de sufragio se adscribe al
pago de una contribución, con lo que nuevamente se produce la dualidad entre ciudadanos activos y pasivos. La
declaración de derechos del ciudadano señala un retraso evidente en comparación con la de 1789; así se rechaza la
afirmación de que los ciudadanos “permanecen libres e iguales en sus derechos”. Por el contrario, el derecho de
propiedad, enunciado lacónicamente en los textos del 89 y el 91, se explicita como “el derecho de gozar y disponer
de los bienes, de las rentas, del fruto del trabajo y de la industria”, sin que ningún apéndice haga referencia a las
obligaciones sociales de los propietarios.
El paralelismo de termidorianos y girandinos es claro en principios como la descentralización y el rechazo del
terror, pero en otros los hombres del 95 desbordan en su vuelta atrás las posturas de la Gironda y se sitúan en los
primeros momentos de la revolución, repitiendo las palabras e ideas de los constitucionales y la aristocracia liberal.
Ha pasado definitivamente la fase de los movimientos populares y las presiones de los sans-culottes. La revolución
inicia una era de orden, perdida con la desaparición de sus figuras, Robespierre, Danton, Marat, su terrible grandeza.
La burguesía francesa empieza a considerar la estabilidad como el valor supremo de la sociedad política; pero la
vuelta atrás no suele ser posible y las previsiones constitucionales para impedir otra Dictadura, el gobierno de un
hombre solo, no se cumplirían.

15. CONSECUENCIAS DEL PROCESO REVOLUCIONARIO


Las consecuencias sobre la sociedad francesa fueron profundas, aunque algunas se han exagerado. Por ejemplo,
la nobleza no fue destruida. De las 30.000 personas ejecutadas durante el Terror sólo conocemos el origen social de
unas 14.000, de las cuales alrededor de mil son nobles. Podemos calcular, por lo tanto, en unos dos mil los nobles
ejecutados y aproximadamente 16.000 los aristócratas exiliados, de un censo de 350.000. Las transferencias de pro-
piedad fueron importantes, pero menores de lo que se pensó. Sólo se vendieron las propiedades de los emigrados, y
Lefevbre calcula que la cuarta parte de las fincas subastadas fueron nuevamente adquiridas por aristócratas.
Mayores dimensiones tuvieron las pérdidas en el patrimonio de la Iglesia. Muchas de sus propiedades fueron
adquiridas por la alta burguesía. La supresión del diezmo tuvo inmediatos efectos económicos para la Iglesia y para
los campesinos.
Las clases adineradas aprovecharon la coyuntura para ampliar sus propiedades. Lefebvre ha señalado que el 8
% de los burgueses adquirió el 62 % de la tierra comprada por la burguesía, y el 9 % de los campesinos el 61 % de
la adquirida en conjunto por el campesinado. ¿Qué podemos deducir de estos porcentajes? Que los braceros
continuaron, en su inmensa mayoría, sin propiedad, y que aumentaron las suyas los campesinos propietarios y los
burgueses adinerados. Pero no debemos concluir que no se alteró la estructura de la sociedad francesa. La abolición
de los privilegios, la supresión de las justicias señoriales, la unificación de los impuestos significaron cambios
profundos, aunque se mantuviera relativamente estable el régimen de propiedad.
En la vida política nace una nueva Europa, con constituciones que limitan el poder de los soberanos, con
división de poderes, elecciones, partidos, publicidad en la vida política, periódicos. La herencia de estos seis años de
historia de Francia se percibe en toda la historia contemporánea de Occidente.

DOCUMENTOS
1. COMENTARIOS DE JEFFERSON SOBRE LA CONSTITUCION NORTEAMERICANA
Tras la lectura, subrayar y glosar los siguientes puntos: rasgos fundamentales de la Constitución, puntos que
debieran haberse incluido, defectos, según Jefferson. Puede contraponerse planteamiento federal a no federal. ¿Qué
postulados de la ideología liberal se consignan en esta Carta Magna del pueblo americano?

«Virginia insistirá en anexar una declaración de derechos a la nueva Constitución, es decir, un documento en
el que el gobierno declare: 1º la libertad religiosa; 2º la libertad de prensa; 3º que el juicio por jurados se mantendrá
en todos los casos; 4º que no habrá monopolios en el comercio; 5º que no habrá ejército permanente.
Hay solamente dos enmiendas que deseo sean aceptadas: 1. Una declaración de derechos, que interesa de tal
modo a todos que me imagino que será aprobada. La primera enmienda propuesta por Massachusetts responde en
cierto grado a ese fin, pero no del todo. Hará demasiado en algunos casos y demasiado poco en otros. Atará al
Gobierno Federal en algunos casos en que debiera tener libertad y no le coartará en otros en que la restricción sería
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justa. La segunda enmienda que me parece esencial es la restauración del principio de rotación obligatoria,
particularmente para el Senado y la Presidencia, pero sobre todo para la última. La reelegibilidad hace del presidente
un funcionario vitalicio y los desastres inseparables de una monarquía electiva hacen que sea preferible, si no
podemos desandar ese paso, que sigamos adelante y nos refugiemos en una monarquía hereditaria. Pero al presente no
tengo esperanza alguna de que sea corregido ese artículo de la Constitución, porque veo que apenas ha provocado
objeciones en América. Y si no se hace esa corrección inmediatamente, no se hará nunca, de seguro. El desarrollo
natural de las cosas hará que la libertad vaya cediendo mientras el gobierno gana terreno. Hasta ahora nuestros
espíritus son libres. Nuestro celo dormita solamente por la confianza ilimitada que tenemos todos en la persona a
quien todos consideramos como nuestro presidente. Quizá puedan sucederle personalidades inferiores que nos
despierten al peligro a que nos han conducido sus méritos.
Os felicito por la adhesión de vuestro Estado a la nueva constitución federal. Ésta es la última de que he
tenido noticia, pero a diario espero saber que mi propio Estado ha seguido el buen ejemplo, y supongo que ha
decidido ya hacerlo así. A nuestro gobierno era necesario fortalecerle, pero debemos tener cuidado de no pasarnos de
un extremo al otro y no fortalecerle demasiado. Confieso que me adhiero a la opinión de los que creen que es
necesaria una declaración de derechos. Entiendo también que el abandono total del principio de rotación en los
cargos de presidente y senador terminará en abuso. Pero confío en que nuestros compatriotas mostrarán durante
mucho tiempo bastante virtud y buen sentido para corregir los abusos. Podemos jactarnos seguramente de haber
dado al mundo el bello ejemplo de un gobierno reformado únicamente por el razonamiento, sin derramamiento de
sangre. Pero el mundo está demasiado oprimido para aprovechar ese ejemplo. En este lado del Atlántico la sangre del
pueblo se ha convertido en bien hereditario, y los que se enriquecen con él no lo abandonarán fácilmente.
Decís que me han presentado ante vos como un antifederalista y me preguntáis si eso es justo. No soy
federalista, porque nunca he sometido el sistema total de mis opiniones a la doctrina de partido o de hombre alguno
en religión, en filosofía, en política ni en ningún asunto en que fuera capaz de pensar por mí mismo. Semejante
sometimiento es la última degradación de un ser libre y moral. Si no pudiera ir al cielo más que perteneciendo a un
partido, no iría en absoluto. Por lo tanto, no pertenezco al partido de los federalistas. Pero estoy mucho más lejos del
de los anti-federalistas. Aprobé desde el primer momento la mayor parte de los puntos de la nueva Constitución: la
consolidación del gobierno, la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial; la subdivisión del legislativo, el
arreglo feliz de los intereses entre los Estados grandes y pequeños mediante la diferente manera de votar en las
diferentes asambleas; el voto por personas en vez de por Estados, el derecho calificado al veto de las leyes concedido
al ejecutivo, aunque yo hubiese preferido que se hubiera otorgado ese derecho también al judicial, como en Nueva
York, y la facultad de fijar impuestos. Al principio pensé que esta última podía haberse limitado. Pero una pequeña
reflexión me convenció pronto de que no debía serio. Lo que desaprobé desde el primer momento también fue la
falta de una declaración de derechos, para defender la libertad tanto contra la rama legislativa como la ejecutiva del
gobierno, es decir, para asegurar la libertad religiosa, la libertad de prensa, la libertad contra los monopolios, la
libertad contra el encarcelamiento ilegal, la libertad contra un ejército permanente, y el juicio por jurados en todos los
casos determinables por las leyes del país. Desaprobé también la reelegibilidad perpetua del Presidente. Me adhiero,
pues, a esos puntos de desaprobación.
Con respecto a la declaración de derechos, supongo que la mayoría de los Estados Unidos son de mi opinión,
pues entiendo que todos los antifederalistas y una proporción muy respetable de los federalistas piensan que debería
agregarse ahora esa declaración. La parte ilustrada de Europa nos ha concedido el mayor crédito por haber inventado
el instrumento de seguridad para los derechos del pueblo y se ha sorprendido no poco al vernos dejarlo de lado tan
pronto.»

2. VERSIÓN DE UNA FIGURA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA


Es la tesis de la revolución evitable. Coméntese y justifíquese. ¿A qué período de la revolución se refiere el
texto? Resáltense algunos aspectos definitorios de la gran transformación. «Cahiers», Tercer Estado, crisis de
subsistencias, etc. Esta página puede servir de apoyo para contraponer en un esquema la estructura del Antiguo
Régimen y el nuevo orden.

«Los comunes, de una parte, y de otra los órdenes privilegiados, llegaban para hacerse la guerra y sus querellas
comienzan sobre las formas de deliberación. La nobleza y el clero, reunidos con la doble intención de arrancar
cuantas conquistas pudieran al Trono y de ceder lo menos posible ante el pueblo, se aferraban con fuerza a las
fórmulas de 1614. Estas fórmulas, que otorgaban a cada orden el derecho de deliberar por separado y de oponer su
voto negativo a las propuestas de los otros dos órdenes, les garantizaban la conservación de sus privilegios y les
proporcionaban un medio, haciendo valer ante el rey la utilidad de su voto, de obtener ventajosas concesiones. Los
comunes, que, sin ideas fijas, se proponían nada menos que debilitar los privilegios y recuperar lo que los órdenes
superiores habían usurpado, defendían vigorosamente la deliberación por cabeza, y como en estas dos fórmulas de
deliberación los unos veían su medio de conservación, los otros su esperanza de progreso, como los primeros tenían a

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su favor el uso establecido los otros la razón natural, era imposible que los debates tuviesen término si no se resolvían
por intercesión del gobierno o por el poder del pueblo.
Tal era la situación de estos dos poderes, de los cuales uno acababa de nacer y el otro se disponía a morir.
Varias provincias hablan experimentado ya una larga agitación, cuando las asambleas de distrito y la
composición de los «cahiers» admiraron a todos los espíritus, inspiraron a las diferentes clases pretensiones
contrarias, llenaron al Tercer Estado de esperanzas y le dieron el sentimiento de su fuerza.
Causas naturales o sociales habían producido al mismo tiempo una gran escasez de subsistencias y provocado,
en muchas ciudades, motines populares.
En fin, la capital, cuya inmensa población debía desempeñar sobre los acontecimientos tan decisiva influencia,
agitada por las elecciones y por los diferentes escritos con que todos los partidos la habían inundado, se encontraba
todavía recelosa...
Si el gobierno, cortando los debates que se suscitaron entre los órdenes, hubiera acudido en apoyo de los
comunes antes de que hubieran comprendido toda su fuerza: si, desde los primeros días, su influencia hubiese
impedido a los órdenes a deliberar en común, es probable que la hubiera adquirido decisiva sobre las resoluciones;
que, conforme a la disposición que reinaba entonces entre los diputados, el trabajo se hubiera completado en menos
tiempo; que, previniendo las violentas convulsiones a las que los sucesos que siguieron entregaron al reino, el trabajo
de la Asamblea no hubiera estado determinado en todo su curso por la atmósfera inflamada del pueblo en estado de
revolución; que los antiguos elementos del cuerpo social, trabajando de acuerdo para conseguir una nueva fórmula, no
se hubieran dividido con odios abiertos ni esgrimido su fuerza, y el resultado del trabajo hubiese sido una transacción
entre los diversos partidos, un acuerdo nuevo sobre lo que existía antes que un rechazo total.»
BARNAVE: Introduction á la révolution francaise.

3. LA VOZ DE LOS «SANS-CULOTTES»


Marat, con la contundencia que le caracteriza, rechaza las limitaciones de la revolución. Coméntense las
reformas que enumera y por qué las considera pasos tímidos o innecesarios. Señálese la serie de problemas populares
que se incluyen en esta página de periódico.

«... ¿es necesario probar que la mayoría son ilusorios? ¿Y que desde luego la abolición de todos los privilegios
que proclama la divisa de la medalla proyectada es bien real cuando implica, como así ocurre, el rechazo de los
derechos señoriales, el rechazo de las banalidades y el rechazo de los derechos feudales sobre la tierra?
En cuanto a la abolición de la mano muerta y de los otros derechos feudales que pesaban sobre las personas,
deben necesariamente caer con la promulgación de la ley fundamental que establecerá la libertad del individuo.
Con respecto a la abolición de los derechos de caza, cotos, palomares, diezmos señoriales, etc., abusos
lamentables, deben caer también con la promulgación de la ley fundamental que asegurará a cada ciudadano el
disfrute apacible de su propiedad y fijará el reparto proporcional de los impuestos.
Una vez establecida la libertad civil, ¿no se convierten las justicias señoriales en un privilegio tan inútil como
oneroso? El sacrificio de su abolición se reduce por tanto a nada.
En resumen, casi todos estos privilegios particulares caerán necesariamente por la promulgación de leyes
generales que deben revocarlos: ¿por qué pues hacerlos objeto entretanto de disposiciones concretas?
...Si se considera que la mayor parte de las reformas anunciadas no pueden tener más que un efecto lejano, que
ninguna va a aliviar inmediatamente la miseria del pueblo y los males del Estado, si se considera que es pan lo que los
desgraciados necesitan ahora, si se considera el deterioro de los bienes de la tierra que ha seguido a la supresión de los
privilegios de caza, si se considera la pérdida de un tiempo precioso en debates interminables sobre estas conquistas
particulares, que retrasan la gran obra de la Constitución, único medio de recuperar la paz, la confianza, el crédito, de
establecer la seguridad y la libertad, de cimentar la felicidad pública, se lamentará que los Estados Generales hayan
sacrificado a pequeños asuntos el tiempo destinado a los grandes temas.»
MARAT: L’Ami du peuple, 21 septiembre 1789.

CAPITULO IV: El IMPERIO NAPOLEÓNICO


1. NAPOLEÓN Y LA HISTORIA
La figura de Napoleón ocupa una época de la historia de Francia y Europa. Desde una perspectiva consolida
la revolución y convierte en definitivas sus conquistas; desde otra, la traiciona e inicia la Restauración, la vuelta en
algunos aspectos a la preeminencia monárquico-aristocrática en el control del poder y la vida social. Figura cimera de
la historia de la guerra, hombre de Estado de excepcional clarividencia, que contempla el continente europeo como
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un conjunto unitario, ha atraído la atención de los historiadores y ha provocado versiones con frecuencia apasionadas.
Para unos fue «el hombre del siglo», en él se anticipa todo el XIX; para otros, «el ogro de Córcega»
(Chateaubriand), un déspota ambicioso; para todos, «el dios de la guerra». Guizot le compara a Carlomagno y afirma
que reúne los rasgos del hombre grande: la comprensión de las necesidades de su tiempo y la capacidad para
movilizar las fuerzas sociales hacia la consecución de los ideales de una época.
Las controversias se iniciaron en vida de Napoleón. Sobre las publicaciones oficiales, Le Moniteur y Bulletin
de la Grande Armée, se montó una historiografía oficial apologético, cuyos exponentes más divulgados fueron los
libros de Lacretelle y Lermontey; pero al producirse su caída aparecieron libelos mordaces, como el de
Chateaubriand, o relatos críticos, como el de Madame de Stael. La leyenda napoleónica es fomentada por la
publicación de los denominados Evangelios de Santa Elena que relatan en tono sentimental la grandeza y los
sufrimientos del Emperador en su último destierro y dibujan el halo del héroe romántico, que inspira las plumas de
Stendhal, Musset, Lamartine, Victor Hugo. Los elogios, en un tono más mesurado, predominan en las obras que se
publican a mediados de siglo. Thiers consagra diecisiete años, con un trabajo disminuido por su actividad política, a
los veinte volúmenes de la Historia del Consulado y el Imperio, en los que desmenuza los detalles de la historia
militar y diplomática de la era napoleónica. Con la instauración del segundo Imperio, al ordenar Napoleón III la
búsqueda de documentos con el propósito de cimentar la gloria de su antecesor, se publican las memorias de
Massena, Mannont, Grouchy, y miles de documentos se ponen a disposición de los investigadores, pero al tiempo
que se inunda de propaganda napoleónica la vida oficial francesa los oponentes políticos del nuevo Emperador
utilizan la masa documental acumulada para escribir obras hostiles a los Bonaparte; así Edgar Quinet, quien acusa a
Napoleón de la destrucción de la revolución, o Lanfrey, que redacta un catálogo de crímenes y errores. Michelet
evoluciona desde una postura de simpatía, cuando lo retrata en su Historia de la revolución como el hombre de la
continuidad, a otra de repulsa, negándole genio e inteligencia, cuando lo presenta en su Historia del siglo XIX como
el enemigo taimado de la Revolución. Más encarnizados son los juicios de Hipólito Taine, basados en considerarlo
un fruto de la Revolución que el historiador positivista califica de nefasta para Francia. Para Taine Napoleón es un
condotiero renacentista, un aventurero sin patria.
En los años finiseculares el impulso de los nacionalismos contribuye a suscitar admiración por la gloria
nacional francesa y otra vez la publicistica abunda en libros laudatorios, y en esta línea Lévy redacta su Napoleón
íntimo, presentándolo como modelo de sencillez y humanidad; y Masson consagra 20 volúmenes a destacar la
estatura de un gran hombre rodeado por familiares mediocres y ambiciosos. Se produce por entonces, con el estudio
de Bourgeois sobre la política exterior, una renovación de los temas, con su original enfoque de señalar el Este
mediterráneo y Egipto como meta última de la expansión napoleónica, mientras Albert Sorel fuerza sus conclusiones
para deducir que Napoleón busca en Europa las fronteras naturales.
En 1931 publica un historiador vinculado políticamente a la extrema derecha, a «Acción Francesa», Jaeques
Bainville, la más bella y famosa biografía del Napoleón. En sus páginas el Emperador es el artífice de la grandeza de
Francia, el símbolo de la gloria. Sin aportar nuevos documentos, basándose en las obras de Sorel, Thiers y alguna
otra, canta al hombre que ha cerrado la revolución e implantado el orden. Sus elogios, «se escapa siempre de las
páginas en que se le quiere encerrar», adquieren a veces tono de culto. Para Bainville Napoleón es «el aventurero
legendario, el emperador de máscara romana, el dios de las batallas, el hombre que enseña a los hombres que todo
puede ocurrir y que las posibilidades son indefinidas, el demiurgo político y guerrero». Más matizados, incluyendo
titubeos y errores, son los juicios de Hanotaux en la serie de artículos que publicó en la Revue de Deux Mondes
(1925-1926), mientras vuelve a la desmesura Madelin en sus 16 tomos sobre el Consulado y el Imperio, alabando al
Emperador que puso fin a la revolución, “obra de un puñado de miserables”.
Con la obra de Aulard (1911) una línea se aparta de las controversias e inicia los estudios basados en
documentación, que culminan en la gran síntesis de Lefebvre, quien en su Napoleón (1935) demuestra que la
revolución había sido obra de una minoría que sólo podía sostenerse por una dictadura, y, por otra parte, introduce
los motivos económicos en las campanas napoleónicas, más ampliamente desarrollados en la tesis de Francois
Crouzet, Economía británica y desarrollo continental, que Lefebvre dirige. Godechot, Duroselle, Fugier, han ido
iluminando parcelas diversas del período napoleónico mediante una sólida base documental y las exigencias
metodológicas de la historiografía actual, pero no han cesado las visiones contrapuestas, como puede comprobarse
con el cotejo de los estudios de Latreille y Soboul; para el primero las instituciones napoleónicas fueron el modelo de
una nueva organización estatal, para el segundo el entramado de una dictadura que trata de disfrazarse con la
solemnidad de cámaras y tribunales subordinados. Tema como el de la revolución, inagotable. Ni siquiera las
premisas fundamentales están definitivamente resueltas. ¿Fue Napoleón el destructor o el continuador de la
revolución? Como destructor lo han presentado Michelet, Quinet, Lanfrey; como continuador, tesis más probable,
aunque valorándolo de manera contrapuesta, Thiers, Taine, Aulard, Lefebvre, Soboul. Quizás acertaba Bainville al
afirmar que este gigante se escapa de las páginas en las que se le quiere encerrar.

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2. EL CONSULADO
El Directorio de cinco miembros constituido después del golpe termidoriano de 1794 tiene que hacer frente a
una doble oposición: los realistas, que consideran que la revolución ha terminado y los Borbones deben ocupar
nuevamente el trono francés, y los jacobinos, que creen que la revolución ha sido traicionada y deben defenderla.
Los realistas se apoyan en un nuevo levantamiento en La Vendée y en la conquista de un alto número de
asientos de diputados. Los jacobinos obtienen también resultados favorables en las elecciones. El Directorio somete
militarmente el levantamiento de La Vendée y anula los resultados electorales. La burguesía francesa, deseosa de
estabilidad, se apoya en los generales, de los cuales el más prestigioso tras sus campañas en Italia y Egipto, Bonaparte,
es nombrado comandante de las tropas parisinas. Tras un verano catastrófico, con derrotas militares en el exterior y
conspiraciones constantes en el interior, se produce el golpe de Estado de 18 Brumario (9 noviembre de 1799), que
coloca al frente del poder ejecutivo a tres cónsules: Bonaparte, Sieyés y Ducos. Se inicia la carrera política de
Bonaparte, cuyas atribuciones son superiores a los otros dos cónsules. Primer cónsul, consulado vitalicio, imperio,
serán los tres jalones que señalen la conversión de un hombre todavía poco conocido en Francia en la clave de una
etapa de la historia europea.
¿Duraría el consulado? ¿O sería interrumpido por un nuevo golpe de Estado? Bonaparte va a cerrar el período
de rupturas traumáticas e inaugurar un período de estabilidad política y de autoridad personal ilimitada.
El nuevo régimen se articula en la Constitución del año VIII ( 1800). Sieyés lo resumió: «la autoridad viene
de arriba y la confianza de abajo». A diferencia de las constituciones precedentes, la Consular carece de declaración
de derechos; el distanciamiento con la Francia de 1789, cuyo primer texto trascendental es una Declaración de
derechos del hombre, es evidente. De la misma manera se olvida la división de poderes; el primer cónsul acumula
poderes ejecutivos y legislativos, los otros dos cónsules quedan relegados a funciones consultivas. Se establece el
sufragio universal, pero Sieyés consigue hacerlo ineficaz mediante el sistema de listas de notabilidades. Los
ciudadanos deben elegir a los notables del municipio, los cuales eligen a los del departamento, quienes a su vez eligen
a los notables nacionales; es un procedimiento indirecto, de aplicación complicada, por lo cual en 1802 se sustituye
por los colegios electorales; los ciudadanos votaban en las asambleas populares a los componentes de estos colegios,
en cuyo seno se desenvolvían las posteriores elecciones.
La Constitución era breve y dejaba amplio margen a la interpretación. Sobre las tres Asambleas -Cuerpo
consultivo, Senado y Tribunado-, y sobre la administración local, dirigida por prefectos, puede ejercer una influencia
decisiva el primer cónsul.
La acentuación del poder personal culmina en la designación de Bonaparte como cónsul vitalicio, tras un
senado-consulto, en el que el pueblo francés agradece a Bonaparte la firma de la paz de Amiens con Inglaterra
(1802). La Constitución sufre varias modificaciones. Bonaparte puede designar a su sucesor, se eleva su presupuesto
de gastos de medio millón a seis millones de francos, convoca o aplaza la reunión de los órganos legislativos,

3. EL IMPERIO: MITO Y CONTRADICCIÓN


La carrera política de Napoleón culmina en el fastuoso rito de su coronación Imperial. Los contemporáneos
percibieron en el revolucionario que ciñe una corona la contradicción de la fusión de dos modelos políticos
teóricamente contrarios; el Imperio era lo opuesto a la República, aunque el artículo 1º de la nueva Constitución
afirma alegremente: «El gobierno de la República se confía a un emperador; sus bases doctrinales suponían la
continuidad con la realeza borbónica y la ruptura con la República revolucionaria. ¿Se explica este paso audaz y
extraño simplemente por apetencias de poder personal ilimitado? ¿O por la conjunción de determinadas
circunstancias políticas? Tengamos en cuenta que de la misma manera que la paz con Inglaterra ha desembocado en el
consulado vitalicio, el imperio aparece unido a la reanudación de las hostilidades con la isla, pero a este parámetro
internacional ha de añadir- se la delicada situación interna de Francia en un momento en que muchos consideraban
clausurado el largo proceso de la revolución del 89. A principios de 1804 pensaba Bonaparte que exigencias de
prestigio ante los reyes europeos no podían cubrirse por un cónsul, aunque fuera vitalicio; en el terreno diplomático
el título consular presentaba cierto aire de inferioridad en el trato con familias reales e incluso con embajadores de
rancio linaje. Por consiguiente, la nación que aspiraba a ser dueña del continente tendría que estar dirigida por una
institución que históricamente llevaba implícita una misión hegemónico. Por otra parte, en el orden interno, tras las
oscilaciones del proceso de la revolución, era imprescindible la estabilidad, y las conspiraciones de los realistas no
hicieron más que acelerar esta necesidad. Para el historiador español Jesús Pabón no es tan profunda la antinomia
República-imperio si se contempla con los presupuestos de la política internacional: para que la República perdure
en Francia ha de implantarse en Europa y el Imperio viene a ser el cuadro de implantación de la República en todas
las naciones europeas. O, dicho de otra manera, el Imperio supone la afirmación de la supremacía francesa y, más aún,
de sus responsabilidades continentales, aunque lo que implante fuera de las fronteras no sean precisamente repúblicas,
sino monarquías familiares. Olvidando peligrosamente los sentimientos nacionales, Napoleón exclama: «Europa es
una provincia del mundo y una guerra entre europeos es una guerra civil». Con esta concepción de unidad continental
Francia ha de asumir inexorablemente la misión de cabeza, que en otros siglos desempeñaron Alemania, España o la
Francia de Carlomagno.
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Acontecimiento desencadenante de la decisión fue la conspiración de los realistas. Estimando innecesaria una
nueva Vendée, pues era suficiente la desaparición física del Cónsul, urden el golpe de Estado varios generales,
Cadoudal, Pichegru, Moreau, pero es descubierto por la policía y detenidos los principales participantes. De los
interrogatorios se deduce que esperan la llegada a Francia de un príncipe Borbón, y suponiendo se trate del príncipe
de Enghien, que vivía en Baden, a varios kilómetros de la frontera francesa, Bonaparte ordena su secuestro, juicio
sumarísimo y ejecución, con el objeto de atemorizar a los realistas. La gravísima violación de la soberanía germana y
el asesinato de Estado produjeron emoción en Europa. La represión fue el pretexto para reforzar la policía y las
atribuciones de su jefe Fouché, quien para proporcionar mayor solidez a las bases del régimen comenzó a aconsejar a
Bo- naparte la conveniencia de convertirlo en hereditario.
El proceso hacia la proclamación imperial pasa, en ordenación de Latreille, por dos fases: política y religiosa.
En los primeros meses de 1804 aduladores como el tribuno Curée o asambleas devotas piden al Primer Cónsul que
convierta su obra en inmortal. El Consejo de Estado hace suya la propuesta y el Senado elabora un proyecto de
Constitución, que proclama a Napoleón Bonaparte “Emperador de los franceses”. El senadoconsulto de mayo ratifica
con 3.5 millones de votos positivos este nombramiento y su transmisión hereditaria en la descendencia del
Emperador.
Pero el principio jacobino de la investidura popular no pareció suficiente refrendo a un monarca de extracción
burguesa y se iniciaron las gestiones, en principio difíciles, para que el Papa Pío VII coronase solemnemente a
Napoleón. De esta manera no quedaría duda de que la consagración pontificia otorgaría legítima supremacía
continental al Emperador francés frente al Emperador de Austria, Francisco II, simple lazo de unión de varias
nacionalidades centroeuropeas. Que la consagración se efectuase en París y no, como era tradición, en Reims
expresaba que, aun reivindicando la sucesión moral de Carlomagno, se trataba de un Imperio de nuevo cuño, nacido
de la revolución, apoyado por el pueblo. Con promesas y amenazas el Pontífice fue convencido de un paso que, se le
aseguraba, aportaría notables ventajosa la Iglesia. Y Napoleón fue coronado el 2 de diciembre de 1804. Canciones,
pinturas, discursos, teatro, se pusieron al servicio de una desenfrenada propaganda Imperial. La evolución del régimen
de la nación hacia el despotismo personal se había efectuado con el simulacro del res peto a la soberanía popular; el
plebiscito era el sistema en el que se expresaba la voz del pueblo, pero difícilmente la de los disidentes.
El artículo 53 de la Constitución del año XII convierte al Emperador en garante de las conquistas de la
revolución: igualdad de derechos, libertad política y civil, integridad del territorio, carácter irrevocable de las ventas
de bienes nacionales. La herencia revolucionaria se respeta, pero el modelo político se decanta definitivamente del
lado de la autoridad.

4. LA GOBERNACION DE FRANCIA
La estructura de gobierno que Napoleón monta en Francia respeta los principios teóricos de la revolución,
pero los atenúa al servicio de la concentración de poder y por otra parte contribuye al resurgimiento de algunos
valores sociales de la monarquía, como si su misión consistiera en la síntesis del régimen antiguo y el nuevo. Según
Ponteil, trató de «aristocratizar la sociedad», construyendo una nueva jerarquía que se apoyase en los méritos
personales y los servicios al Estado y no en el nacimiento. Con la creación de senadurías territoriales dotadas de
elevadas remuneraciones para los servidores del Emperador y con el reglamento de la familia imperial se dan los
primeros pasos hacia la creación de la nueva nobleza, cuyo estatuto se publica en marzo de 1809: príncipes,
miembros de la familia y grandes signatarios reciben títulos transmisibles por vía hereditaria, ministros, secretarios y
consejeros de Estado son condes vitalicios; presidentes de Cortes de justicia, obispos y alcaldes de ciudades grandes,
barones; los miembros de la Legión de Honor, caballeros. A las acusaciones de que se traiciona la igualdad de la
revolución, Napoleón replica que esta pirámide de títulos constituye el mejor procedimiento para desarraigar la clase
nobiliaria borbónica, y, en efecto, Bergeron, historiador de la sociedad de la época, estima que la nobleza imperial
nació de la hostilidad hacia la del Antiguo Régimen, al menos la no atribución de privilegios fiscales a los títulos
señala una diferencia fundamental con la sociedad de órdenes extinguida en 1789.
Teóricamente no queda abolido el dogma rousseauniano de la soberanía nacional, que constituía la esencia
misma de la revolución en el dominio político, ni existe inconveniente para mantener el sufragio universal pero, en
realidad, el poder “viene de arriba”, como subraya Sieyés en 1800, y al pueblo sólo se le pide su confianza en esa
manifestación de democracia controlada del plebiscito. Todos los ciudadanos son invitados a contestar
afirmativamente a las consultas plebiscitarias, todos intervienen para elegir a los miembros de las asambleas
cantonales, que a su vez elegirán, entre candidatos a los que se exige «alto nivel de renta», a los miembros vitalicios de
los colegios electorales, quienes votarán -tras esta serie de filtros- simplemente a aspirantes entre los que ha de elegir
el Senado o el Gobierno. Sólo hombres ricos y dóciles pueden llegar a sentarse en una cámara y ninguna relación
tendrá su escaño con las inclinaciones de los ciudadanos.
El poder legislativo terminó convirtiéndose en una fachada. Las sesiones de la cámara baja se acortan
paulatinamente (más de dos meses en 1805, cinco semanas en 1811) y sus tres comisiones (legislativa,
administración y finanzas) están formadas por funcionarios dóciles. El Senado, único órgano que conserva ciertas
atribuciones, entre ellas el examen de la constitucionalidad de las disposiciones, se aristocratiza y corrompe con
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prebendas generosas a todos sus miembros, y, por otra parte, al suprimirse el tribunado en 1807 se vuelve inviable la
presentación de un recurso de inconstitucionalidad y el gobierno puede emitir reglamentos sin el menor obstáculo
jurídico. El Consejo de Estado prepara la obra codificadora del Consulado, pero posteriormente es marginado. De
manera similar pierden atribuciones los ministros, de nuevo, funcionalmente, secretarios de despacho que nada
pueden decidir sin el refrendo del Emperador. Las personalidades fuertes, como Talleyrand o Fouché, son
reemplazadas por hombres oscuros y devotos, como Champagny y Savary. Los prefectos, casi omnipotentes en los
departamentos, obedecen totalmente al ministro del Interior. «Las ideas generales» deben partir del centro», escribe
Luciano Bonaparte, y remacha en las «Instrucciones generales de 1812 Montalivet: «Es necesario que en el centro se
sepa todo lo que se hace». La correspondencia de los prefectos con el ministerio, a donde han de consultar cualquier
decisión aunque en la prefectura sean auténticos procónsules, constituye una fuente histórica de primera magnitud
para examinar de cerca el funcionamiento de la maquinaria burocrática.
La justicia se adaptó a las tendencias autoritarias del sistema. En 1808, 68 magistrados son destituidos, 94
dimiten. Bajo el emperador se completa la elaboración del código civil, iniciada bajo el Consulado. Pero si en algunos
aspectos esta codificación señala líneas del derecho europeo del siglo XIX, en otros suponía la vuelta al Antiguo
Régimen, cuando el rey era fuente de derecho. La palabra corte sustituye a la palabra tribunal, la instrucción de los
procesos se hace secreta, se crean jurisdicciones especiales, se endurecen las sanciones penales, al par que aumentan los
poderes de la policía. Se ha llamado a Napoleón inventor de la «alta policía»; cuerpos de élite constituyen una
extensa guardia personal; se confeccionan fichas de funcionarios y personalidades, con el pretexto de poseer una
estadística moral del imperio; la represión policial se escapa al control judicial y es posible la detención arbitraria, si
bien las cifras de presos, en 1814, fueron inferiores en doscientos a 1 con respecto a las del período del Terror
jacobino.
El control de la prensa constituyó otro objetivo del régimen. Bonaparte tras la paz de Amiens, intentó orientar
la línea informativa de los grandes diarios parisinos, colaborando en Le Moniteur, y, al fracasar, a partir de 1805
inicia una sistemática labor de reducción, hasta el número de 13, que aún le parecía excesivo. «Es necesario imprimir
poco y lo menos será mejor», dice al príncipe Eugenio. Todavía en 1806 Le Moniteur proclamaba: «La libertad de
prensa es la primera conquista del siglo. El Emperador desea conservarla. Pero en 1807 se empieza a hablar de
censura, que se restablece en 1810. En agosto de este año se decreta que no habrá más que un periódico por
departamento, y cuatro en París; se suprimen 97 de las 157 imprentas parisinas y se impone a impresores y libreros
un juramento; son medidas destinadas a impedir cualquier publicación que incline a los ciudadanos a olvidar sus
deberes hacia el soberano y el Estado. Los teatros son vigilados a veces de manera mezquina, mediante la censura de
los textos de las obras, la supervisión financiera y la reducción de su número a ocho en París. Latreille subraya que
estas medidas fueron organizadas por viejos revolucionarios, como Fouché y Roederer.
Las relaciones con la Iglesia Católica constituyen un capítulo clave, no exento de contradicciones. Tras la
firma de un Concordato es la única institución religiosa cuyo culto se permite. Pero este reconocimiento oficial no
fue obstáculo para que algunos colaboradores, como Bernier, convertido en obispo de Orleans, intentaran robustecer
la autoridad imperial predicando a los ciudadanos una moral cívica apoyada en el respeto, la obediencia y la fidelidad,
llegando a la tronolatría en jaculatorias hiperbólicas: «Napoleón, Emperador nuestro, imagen de Dios y depositario
de su poder sobre la tierra ... ». El «Catecismo para uso de todas las iglesias del Imperio francés», que recogía un
muestrario de obligaciones cívico-religiosas, suscitó reservas entre los obispos, que se resistieron a colaborar en esta
labor contumaz de adoctrinamiento de los espíritus.

5. LA SOCIEDAD FRANCESA
Nadie, entre los historiadores actuales, ha rechazado la tesis de Bergeron de que Napoleón ataca con la
creación de la nobleza imperial los residuos de privilegio del viejo estamento aristocrático; no obstante , esta
constatación no es incompatible con la de que en conjunto la sociedad del imperio se caracteriza por la recuperación
de la preeminencia de los notables –aristocracia, alto clero y alta burguesía-, que en la fase exaltada de la revolución
habían visto arrollado se status por el ímpetu igualitario del cuarto Estado.
Se asiste en primer lugar a la restitución de la propiedad agraria de la nobleza. Varias disposiciones levantan el
secuestro sobre los bienes de los emigrados, excepto los bosques útiles para la defensa nacional –la madera constituye
la base de la marina de guerra-. En principio se exceptuaba a los emigrados cuya fortuna excedía los 100.000 francos,
pero esta cláusula no fue aplicada, y ante la inquietud de los revolucionarios Napoleón llegó a confesar a Roederer
que había cometido el error de devolver su poder económico entero a los borbónicos en vez de poner un límite de
6.000 reales de renta, como aconsejaba la prudencia. En conjunto se ha evaluado que la nobleza recupera un cuarto
del patrimonio perdido por confiscaciones y ventas. Resulta demostrativo que en una encuesta ordenada bajo el
Consulado para conocer los mayores contribuyentes por impuesto territorial sean nobles los que encabezan la
mayoría de los departamentos. La Fayette es uno de los que reconstituye su patrimonio. Al mismo tiempo se
consolida la adquisición de propiedades agrarias por la alta burguesía, lo que contribuye a la reconstitución de
grandes dominios.

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Pero no es la tierra la única fuente de riqueza en una época de rápido desarrollo; con el impulso demográfico y
la concentración de la población en ciudades se potencian los beneficios de la propiedad inmobiliaria. El comercio,
cuyos centros impulsores son los puertos, es el generador de las mayores fortunas, que en bastantes casos sobrepasan
el millón de francos e incluso el millón y medio. Se puede comprobar con sorpresa que la Revolución ha contribuido
a incrementar las fortunas de finales del Antiguo Régimen; así los Perier con la compra de bienes de emigrados
controlan las minas de Anzin; los Dietrich y Wendel dominan las forjas; en la Banca se refuerza la prepotencia de los
Malet o Hottinguer. Aunque no faltan nuevos apellidos en el coto de los plutócratas preponderan los que antes de
1789 figuraban en los protocolos notariales como hombres fuertes del comercio y de la industria y en la encuesta de
1810 reaparece toda la gran burguesía de negocios del Antiguo Régimen.
La máxima novedad estriba en el grupo denominado notables. Napoleón se resistió a aceptar que la credencial
para ingresar en él fuese la fortuna, «no se puede hacer un título de la riqueza», dice, pero la dinámica social
desbordó sus previsiones y el dinero se convirtió en criterio esencial para participar en la vida política. Se ha
comprobado que la mayoría de los rechazos de propuestas de ennoblecimiento se basan en fortuna insuficiente, y en
otros casos en falta de notoriedad o no ejercicio de función pública. Con la reforma del año X los miembros de los
colegios de Departamento debían ser elegidos con carácter vitalicio entre los 600 mayores contribuyentes, cuyas listas
nos permiten conocer las familias y grupos que desde entonces dominaron en la vida política de Francia a lo largo de
un siglo. En París, en 1811, el número mayor corresponde a propietarios y rentistas (cerca de 250), comerciantes
(72) y altos funcionarios (54), seguidos de notarios (22) y banqueros (15). Jean Tulard ha resumido la composición
de esta clase hegemónica, nueva y vieja a un tiempo, nueva por su papel, vieja por su composición: «¿Qué es un
notable bajo el Imperio? Un propietario (muy frecuentemente un antiguo noble), un rentista, un gran negociante, un
hombre de leyes, muy frecuentemente notario o abogado, cuyas rentas inmobiliarias son generalmente superiores a los
3.000 francos». El propósito de Napoleón es ante todo la estabilidad de su régimen, de ahí que se incline a los
títulos y apellidos que la historia ha probado que perduran, y en segundo lugar el prestigio, de ahí la creación de la
Legión de Honor y los nuevos títulos nobiliarios, no tan sólo para retribuir servicios sino para modelar una clase que
no desmerezca en lustre de las que pueden exhibir las potencias enemigas.
Las clases populares, obreros, artesanos, pequeños propietarios agrícolas, son marginadas de la vida política
pero ha de desecharse la vieja tesis de una fase miserable para ellas. El Consulado y el Imperio se inscriben entre dos
depresiones, la de 1798 y la de 1817, fecha a partir de la cual se inicia una tendencia a la baja; es un cielo de precios
altos pero en correlación también de salarios altos en una coyuntura económica favorable, a la que se suma el
estímulo de las guerras sobre sectores industriales básicos. Por añadidura, las levas de hombres para la «Grande
Armée» entre obreros y campesinos provocan escasez de mano de obra y contribuyen a evitar el paro y a sostener el
poder adquisitivo de los salarios. Con la inflexión de la coyuntura después de 1817 campesinos y obreros pudieron
creer que el Imperio había sido una edad de oro y en estos sectores medró la leyenda napoleónica.
Pero esta óptica de fase expansivo ha de matizarse, de la misma manera que ha de corregirse el de sociedad
abierta en la que el ascenso se puede conseguir por méritos personales. La expansión fue interrumpida por crisis
económicas de diverso signo, que Bouvier ha clasificado en agrícolas (1811-12), industriales (1810-11) y de
deflación ligada a la guerra (1812-1815); con respecto a la movilidad social, se citan casos como el de Murat o
Massena, pero son ejemplos excepcionales de ascenso y siempre ligados al ejército, única bandera de promoción social
para los ciudadanos carentes de fortuna. Ni se puede sostener que fuera una sociedad de ósmosis fácil, con pasos
frecuentes o matrimonios intergrupo, antes bien, la jerarquía que Napoleón estableció en nueve categorías fue una
estructura rígida, sin dinámica interna. Regreso al orden en beneficio de los notables, recuperación de la preeminencia
nobiliaria, afirmación de la alta burguesía, jerarquización inflexible, son rasgos definitorios.

6. DEMOGRAFÍA Y GUERRA
Para los designios napoleónicos constituyó un instrumento básico la potencia demográfica de Francia, el
Estado más populoso de Europa; 28 millones de habitantes en 1789, 29 millones en 1800, 30.3 en 1815 (P.
Goubert y J. Dupáquier), mientras España no excedía mucho, al estallar la revolución, los diez millones e Inglaterra
no los alcanzaba. El Emperador, espoleado por exigencias militares de levas sucesivas, estimula las tendencias
populacionistas, exaltando a los padres de familia, excluyendo del Senado a los solteros, etc., y consigue elevar la
nupcialidad tras la flexión que experimenta en los primeros años del siglo. Pero las curvas de natalidad no siguen a las
de nupcialidad, ya que caen paulatinamente desde índices del 37 por 1.000 del postrer decenio del Antiguo Régimen
hasta el 32 por 1.000 de los últimos años imperiales, llamando en particular la atención de los demógrafos su
hundimiento a partir de 1810, único caso en Europa. Tal contracción de los nacimientos preocupó a unos dirigentes
que necesitaban mantener la altura de las conscripciones cuando se enfrentaban a cotas de mortalidad elevadas por la
conjunción de epidemias, hambres y guerras. Aunque una transformación de la dieta con la inclusión del maíz y la
patata ha hecho pensar en una revolución alimentaria, de las investigaciones efectuadas hasta el momento se
desprende que todavía las hombrunas jugaron un papel determinante en las tasas de mortalidad, al menos en algunas
regiones de Francia; por ejemplo, en el Var es perceptible la correlación precio de trigo-estadística de fallecidos:

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Año Muertos Precio trigo
1810 8.517 33.08 francos
1811 9.262 42.86
1812 10.742 42.99

A pesar de estos frenos la población de Francia crece en más de un millón de habitantes durante los dos
lustros napoleónicos, lo que suscita la pregunta: ¿cuál es el impacto demográfico de la serie de campañas de la Grande
Armée en un momento en que la guerra se basa en grandes batallas de destrucción? A mediados del siglo XIX un
oscuro investigador, Puillet, utilizando como baremo el excedente femenino efectuó un cálculo sorprendentemente
exacto, de 1.300.000 a 1.400.000 muertos; posteriormente diversos autores (Taine, Lavisse) lo elevaron hasta
1.700.000, y algún antropólogo incluso a 4 y 5 millones. Hacia 1930 Meynier, utilizando un fichero de oficiales
heridos y muertos en campaña y estableciendo un índice multiplicador reduce la cifra hasta 427.500. Sólo en los
arios 50 se empieza a utilizar el censo de 1815, que proporciona unas cifras de algo más de 800.000 pérdidas, tan
baja en estimación de los historiadores que han utilizado otras fuentes que se ha llegado a pensar que se trataba de
una cuestión insoluble. Basándose en datos parciales Houdaille ha estimado algo menos del millón de muertos, pero
habría que añadir los desaparecidos, con los que -según Pierre Goubert- podrían calibrarse las pérdidas de guerra
entre 1792 y 1815 en 1.300.000, es decir, la cifra inicialmente calculada por Puillet, lo que supone una media de
60.000 muertos por año.
Se puede concluir que para Francia las campañas contra las potencias europeas supusieron una sangría enorme
de hombres, pero no hasta el punto de debilitar su potencia demográfica, ya que la población aumenta y los
historiadores sospechan que tampoco se puede imputar a los grupos biológicamente activos, los que se enrolan en los
ejércitos, la casi totalidad de las pérdidas.

7. EL GENIO DEL ARTE MILITAR


Napoleón es una figura cumbre en la historia universal de la guerra. Heredero de la revolución también en esta
faceta, rompe con los métodos clásicos del asedio y el control del espacio para inaugurar la guerra de masas y
movimiento que había preconizado el Comité de Salud Pública en el período álgido de la Convención. En vez del
soldado mercenario que lucha por dinero, utilizará al patriota en armas, como se consideraba desde Carnot a quienes
luchaban por Francia frente a las potencias europeas: este monopolio del entusiasmo patriótico lo pierde en España,
donde son los franceses los invasores y el pueblo español en armas el que resiste, de ahí el fracaso napoleónico. A
diferencia de los estrategas del siglo XVIII, como Federico II, que concentran sus efectivos en la toma de ciudades,
Bonaparte inaugura en sus campañas de Italia operaciones que buscan la destrucción del ejército enemigo, para él la
toma de plazas supone una pérdida de tiempo, un esfuerzo inútil, ya que la destrucción de la fuerza del adversario
entrega luego sin lucha todas las plazas. Pero concebida su teoría militar para áreas geográficas limitadas, en las
llanuras del Po y sus encuadres montañosos durante las campañas de 1796 y 1800, se mostró escasamente eficaz en
los vastos espacios del Este europeo; por ejemplo la rapidez de movimientos poco decide, antes de la motorización de
las divisiones, en las inmensas estepas rusas.
Su teoría de la guerra se encierra en una serie de principios muy sencillos:
a) Concentración de fuerzas en un punto. Ha de provocarse la superioridad numérica en algún lugar
fundamental del campo; Napoleón asegura que muchos generales se perdían por atender en el frente a demasiados
puntos. Con la acumulación de elementos puede abrirse una brecha y romper el equilibrio o destruir el centro de
gravedad del adversario.
b) Movilidad. La guerra es una actividad ofensiva y de movimientos, y por consiguiente la fuerza de un
ejército, como la energía en física, se evalúa en función de su número y de su capacidad para acudir en el menor
tiempo posible al punto preciso. Jugando con las palabras, Napoleón asegura que basa sus triunfos en las piernas de
sus soldados. En este aspecto Napoleón nació antes de tiempo, antes de que la industria pusiera a su disposición las
máquinas y las unidades motorizadas, que constituyen la base de todos los planteamientos estratégicos en el siglo
XX, en las dos guerras mundiales. Pero la movilidad de las unidades ha de ir acompañada por el secreto de las
operaciones, de ahí la intensa actividad nocturna de la Grande Armée en vísperas de las grandes batallas, para
sorprender al amanecer a un adversario desconcertado.
c) División del ejército. Ya desde la batalla de Marengo (1800) Bonaparte utiliza unidades grandes, los
cuerpos de ejército formados por dos a tres divisiones, con las que es posible la concentración para romper o la
dispersión para envolver. Generalmente ordena su dispositivo con una primera línea (ejército activo),
fundamentalmente de infantería, y tras ella una poderosa formación de artillería, caballería y las reservas de la Guardia
Imperial. La preparación artillera suele constituir la primera fase de la batalla y la caballería ha de protagonizar la
última, la persecución del enemigo, sin la cual se pierden los frutos de la victoria; la obsesión por el postcombate, o
por su en realidad última fase, puede considerarse el elemento decisivo de la doctrina napoleónica. La preocupación

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por concentrar en un punto la máxima potencia de fuego exige una participación cada vez más intensa de la artillería
(batallas de Wagram, Firedland y Borodino).
Frente a ejércitos superiores en número, Napoleón obtiene victorias ininterrumpidas, que se deben más que a
los principios teóricos a maniobras tácticas, a su capacidad para realizar sobre el campo lo que ha previsto antes sobre
los planos. Dos tácticas pueden distinguirse en la serie de sus batallas:
a) Maniobra de líneas envolventes (ej. Ulm, 20 de octubre de 1805). El denominado ejército pasivo se sitúa
en un lugar fácil de defender, donde sea casi imposible la ruptura, mientras el activo se mueve rápidamente durante la
noche y corta las líneas de comunicación del enemigo. El efecto psicológico del corte, aparte de la interrupción de los
abastecimientos, es decisivo.
b) Maniobra de líneas interiores (Austerlitz, 2 diciembre de 1805). En ella radica la verdadera genialidad del
gran general francés, que la adopta cuando no dispone de superioridad numérica. Hasta Napoleón se considera
posición óptima la del ejército envolvente; con él se comprueba que puede resultar fatal porque alarga las filas en un
gran espacio de terreno, mientras que el ejército en posición central concentra efectivos en un punto y los traslada sin
dificultad de un ala a otra.

8. COALICIONES Y CAMPAÑAS. EL FRACASO DE ESPAÑA


La política exterior de Napoleón presenta una triple dirección: la rivalidad con Inglaterra, el deseo de
entendimiento con Rusia y la alianza y unión con Austria. En la lucha por la hegemonía europea Inglaterra es el
enemigo inevitable; con Rusia ha de entenderse para no sostener al mismo tiempo guerras con una potencia marítima
(Inglaterra) y otra continental (Rusia); Austria es la historia, el matrimonio con una princesa austríaca legitima el
título de emperador para un advenedizo en las familias reales europeas.
La constitución del imperio napoleónico se inicia con las campañas contra la tercera coalición (1804-1806).
En 1803 se rompe la paz de Amiens; Inglaterra y Francia se encuentran por entonces con una grave crisis financiera.
En la formación de la coalición se entremezclan motivaciones políticas y económicas: deseo inglés de controlar las
rutas oceánicas, ambición rusa de intervenir en Europa, decepción de Austria que busca la preponderancia en Italia y
Alemania. A la guerra empujan las aristocracias europeas del Antiguo Régimen, que siguen viendo en Francia la
nación revolucionaria.
La campaña de 1805 ofrece interés particular desde el punto de vista militar. Es el año de la gran derrota
napoleónica en Trafalgar, que señala la supremacía marítima de Inglaterra, y de las grandes victorias continentales
francesas en Ulm y Austerlitz. Las operaciones militares se desarrollan mientras Francia sufre la angustia económica
de las quiebras de muchos negocios y el paro, reflejados en la recesión de las exportaciones.
En 1806 Napoleón se consagra a un intenso trabajo de organización. Holanda, hasta entonces República
bátava, se transforma en reino hereditario, confiado a Luis Bonaparte. En Alemania propone una nueva
confederación, de la que el emperador será el protector.
En el otoño de 1806 comienza la guerra contra la cuarta coalición. Un avance fulgurante y la batalla de Jena
derrumban al ejército prusiano. Prusia es ocupada hasta el Vístula y las condiciones de armisticio son duras. A
continuación, Napoleón, para doblegar a Inglaterra, declara las islas británicas en estado de bloqueo; ningún país
continental podrá comerciar con ellas. La campaña de invierno contra Rusia, a través de Polonia, es especialmente
penosa; se anuncian las dificultades que tendrá el ejército francés en 1812. Los polacos esperan de Napoleón la
resurrección de su nacionalidad, pero la aristocracia teme una emancipación de los campesinos, y por otra parte
Napoleón sueña con entenderse con el zar ruso, Alejandro I. Tras vencer a los rusos en Friedland, la paz de Tilsit
(1807), entre Alejandro y Napoleón, es la cumbre del poderío napoleónico. «La obra de Tilsit regirá los destinos del
mundo. Había la obra de Tilsit, la amistad de Tilsit y hasta el estilo de Tilsit, en que se explayaron de corazón a
corazón los dos soberanos. También existió, y sólo por parte de Napoleón, la embriaguez de Tilsit», escribe
Bairiville.
Tilsit somete Europa a Napoleón, únicamente Londres resiste: al año siguiente se inicia el primer fracaso con
la guerra de España. El bloqueo contra Inglaterra sólo podría ser eficaz sin fisuras, y este supuesto le lleva a
introducir en España, aliada por el tratado de Fontainebleau, varios cuerpos de ejército que teóricamente invadirían
Portugal. Pero que provocan, al secuestrar en Bayona a la familia real española, un alzamiento nacional. A este paso
temerario contribuye el desconocimiento de la realidad española, incluso el de la geografía peninsular: André Fugier
afirma que era el país que el Emperador peor conocía, sobre el que menos había leído.
Tras el alzamiento español, en Madrid el 2 de mayo y en otros puntos inmediatamente, Asturias, Sevilla, se
produce el fracaso del plan de conquista de la península, especialmente por la derrota de Bailén (19 julio de 1808).
Napoleón decide en el otoño intervenir directamente con sus mejores generales y trasladar al sur la Grande Armée,
pero esta circunstancia contribuye a la formación en Europa de la 5º coalición, y ha de regresar a Francia. España se
convierte en un problema insuperable:
- la nación en armas perturba todas las reglas de la estrategia napoleónica; el objetivo básico de la destrucción
carece aquí de sentido, porque se enfrenta a un pueblo, no a un ejército.

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- la táctica de hostigamiento de las Guerrillas -que se apoya en una orografía montañosa- convierte la
península en un gigante campo de pesadilla, donde ninguna estrategia, ninguna táctica es posible ensayar.
- la intervención inglesa impide el control del mar por los franceses, que no disponen de otro puerto que
Barcelona, intermitentemente Valencia y Lisboa, y no llegan a tomar Cádiz; y por otra parte Wellington amenaza por
los valles fluviales con el corte transversal (Oeste-Este) de las comunicaciones.
En 1810 y 1811 el ejército francés, comandado por Soult, llega a ocupar casi toda la península, pero siempre
es precaria la continuidad de sus líneas de abastecimiento. En los años 1809 y 1810 Napoleón obtiene contra la 5º'
coalición éxitos militares como Wagram, y diplomáticos, como su matrimonio con María Luisa de Austria, tras su
entrada en Viena. Otra vez el continente está bajo su dominio, pero pierde la alianza rusa, mientras Inglaterra
incrementa su acoso marítimo y España desgasta incesantemente la potencialidad terrestre del coloso. España
constituyó e primer error de Napoleón, Wellington lo comprendió: «Si la fuerza de España dura, Europa se ha
salvado».

9. EL BLOQUEO
La confrontación bélica entre el gigante terrestre, Francia, y oceánico, Inglaterra, se traslada al campo
económico ante la evidencia de que ninguno de ellos consigue éxitos decisivos; Trafalgar no ha hundido a Napoleón
ni Austerlitz instalado su definitivo predominio La marina británica obstaculiza desde 1805 las comunicaciones
marítimas para los franceses; la respuesta será contrabloqueo que impida la conexión económica de la Isla con el
continente y a la proclama del gobierno de Londres declarando a todos los puertos europeos en situación de bloqueo
para admitir o remitir mercancías a Francia, replica el decreto de Berlín de 21 de noviembre de 1806, en el que el
Emperador anuncia que «las Islas Británicas se encuentran en estado de bloqueo: todo comercio o correspondencia
con ellas quedan prohibidos. Indiscutible es la supremacía inglesa en el mar: destrucción de las flotas francesas;
multiplicación de la marina de guerra con enorme consumo de madera sueca y noruega y de calidades especiales como
la madera curva monopolizada por la Royal Navy (50 barcos en 1803, 240 en 1814); bombardeo de Copenhague en
1807 cuando se rumorea que va a pasarse con barcos a Napoleón. Entretanto, Francia somete a secuestro todas las
mercancías que desde Holanda hasta la costa danesa pudieran ser enviadas a las Islas.
Bloqueo marítimo y bloqueo continental, respectivamente, cada potencia intenta asfixiar a la otra en el medio
que controla. Después de Tilsit Inglaterra vive horas dramáticas. En sus relaciones con Europa del Norte las
exportaciones y la importación de hierro, cobre, madera, alquitrán, se reducen a un tercio, pero más grave es el
deterioro de sus relaciones con los Estados Unidos, abogados de la libertad de los mares, tras la ley de embargo
solicitada por el presidente Jefferson, que la deja sin una de sus fuentes de algodón y sin el más importante cliente de
sus productos manufacturados. Se ha dicho que la angustia inglesa por sus aprovisionamientos y el crecimiento de su
deuda sólo encontraron salida con el levantamiento español, que creó fisuras en el bloqueo continental y permitió un
mayor aprovisionamiento de lana, remedio al hambre de algodón, y comunicaciones comerciales abiertas con la
América hispana, pero Francois Crouzet ha mostrado que la situación fue mucho más compleja y que a la apertura de
las Américas del Sur y Central ha de añadirse la constatación de que el comercio inglés nunca estuvo en situación de
estrangulamiento total, puesto que se compensó la clausura de la Europa atlántica con el tráfico mediterráneo desde
bases diversas (Messina, Malta), Canadá no dejó de remitir cereales, y por otra parte el progreso de la agricultura por
la extensión de los cultivos permitió aminorar la dependencia de la Isla en trigo.
La estrategia napoleánica de bloqueo se basó en dos puntos: asfixia de Inglaterra y subordinación de la
economía continental a las necesidades de Francia. Algún economista francés, por ejemplo Coquebert, jefe de la
sección de Estadística, soñaba con la unificación del continente tras la supresión de cualquier barrera aduanera entre
Estados de obediencia imperial, pero Napoleón, con una visión menos amplia, procuró afianzar la dominación
política con la económica montando un sistema de intercambios en el que las naciones europeas proporcionarían
abastecimientos y materias primas y comprarían mercancías francesas.
Para Francia, los efectos del bloqueo fueron gravísimos:
- ruina de los puertos; Burdeos vio desaparecer de sus muelles las mercancías americanas (azúcar y algodón),
los barcos de Marsella redujeron su actividad a navegación de cabotaje,
- hambre de algodón, sin que tentativas como la del cultivo en Nápoles pudieran evitar la parálisis de la
industria textil;
- quiebra de los propietarios agrícolas que no pueden exportar sus excedentes en años de buenas cosechas -
como vemos, situación inversa a la de Inglaterra- ni pagar los impuestos.
Y, por otra parte, las fisuras en el bloqueo fueron constantes; Napoleón se encontró con el mismo
inconveniente de sus campañas militares: la distancia. Las comunicaciones por mar eran más rápidas, en cien días se
transportaba un cargamento desde la India mientras por tierra sólo se avanzaba 35 km diarios. El alzamiento español
fue fatídico; Napoleón necesitaba la lana de las ovejas merinas, el algodón de Motril y las manufacturas de Barcelona,
y sólo de éstas pudo disponer. La longitud de las costas permitió a los ingleses encontrar para el contrabando puntos
sin vigilancia y así la flota inglesa, al tomar las islas Jónicas, abrió una comunicación con el continente a través de
Grecia.
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La lucha económica debilitó a los dos colosos; la crisis del año 1811 fue el momento de máxima gravedad.
Para Francia una crisis alimentaria -el precio del pan en las ciudades dobló-, tras varios años agrícolas favorables,
repercutió en la actividad industrial. Veinte mil obreros quedan sin trabajo en París; de las 1.700 hilaturas de
algodón sólo trabajan 300; el paro adquiere en pocos, meses vastas proporciones y el dinero escasea. Al mismo
tiempo suspende pagos la banca Desmedt de Amsterdam y se multiplican las ruinas en Holanda y Alemania. Pero no
es mejor la situación de Inglaterra, con el peso oneroso de la deuda pública, el cierre total de Holanda y los estuarios
alemanes al tráfico británico, la pérdida del mercado norteamericano (“segunda guerra de independencia”, se le llamó
con ironía), y el marasmo en el tráfico de mercancías que provoca en el Nuevo Continente el inicio de la
emancipación de las colonias españolas. Se imponía aceptar que el bloqueo no podía ser total; Napoleón consintió en
la venta clandestina de vinos a Inglaterra para evitar la ruina de los viticultores franceses; Londres dejó de preocuparse
por el destino de las remesas de sus productos industriales, aunque se dirigieran al mismo París.
A Napoleón le faltó tiempo y sólo pudo efectuar ensayos, como la sustitución del azúcar americano por el de
remolacha de la Silesia. André Fugier cree que la aventura del bloqueo fue anacrónico por anticipación. Exigía
estructuras sociales y técnicas de comunicaciones que todavía no habían nacido, suponía una unificación del
continente más profunda que lo que había forjado el imperio. La crisis de 1811 convence a Napoleón de la
imposibilidad de una victoria económica y, por consiguiente, de la necesidad de acometer un esfuerzo militar
decisivo. Y de este supuesto nace su error máximo, tras la ruptura con el zar la campaña de Rusia de 1812 cubriría el
primer capítulo.

10. EL SISTEMA CONTINENTAL


Los territorios dominados militarmente fueron encuadrados en una especie de sistema federal, bajo la égida de
Francia. En algunos se instauraron dinastías familiares: José Bonaparte en Nápoles, después en España, Luis en
Holanda, Jerónimo en Westfalia, Murat en el gran ducado de Berg, después en Nápoles. Teóricamente eran
independientes, pero en la práctica Napoleón intervenía en sus asuntos; disfrutaban de una soberanía limitada. Otros
territorios tenían un estatuto especial, con gobernadores generales, por ejemplo Borghese en Piamonte y Liguria. El
sistema funcionó deficientemente. A menudo los familiares desobedecían a Napoleón y se identificaban con los
pueblos que gobernaban.
Más allá de estos reinos vasallos integraban el mapa napoleónico estados protegidos y aliados: Confederación
Helvética, Confederación del Rin, gran ducado de Varsovia.
Napoleón soñó a veces con una posible unificación política. Pero posiblemente fueron más trascendentales las
medidas de índole social que se aplicaron. Francia impuso su modelo extraído de la Revolución: abolición del
feudalismo, supresión del diezmo, venta de bienes eclesiásticos, elaboración de códigos civiles.
La transformación política y social fue de diferentes grados en cada estado. Así en Baviera fueron suprimidas
sin indemnización, en 1808, la servidumbre y las cargas personales de los campesinos. En otro estado alemán,
Wurtemberg, el rey se limitó a abolir la servidumbre, pero mantuvo el diezmo, rentas y corveas. Lo mismo ocurrió en
el gran ducado de Varsovia, donde Napoleón no se atrevió a restaurar la nacionalidad polaca por temor a la
enemistad rusa; en 1807 el emperador decretó que los campesinos dejaban de estar atados a la gleba, pero si deseaban
trabajar la tierra habrían de satisfacerse los diezmos y los derechos señoriales, incluída la corvea (trabajo sin
remuneración). En general, en ninguna parte el campesino accedió a la propiedad de la tierra.

11. LA DERROTA
La invasión de Rusia es decidida en la primavera de 1811, pero antes ha de asegurarse Napoleón la sumisión
total de Prusia y el apoyo austríaco; de ahí los lentos preparativos que desembocan en el cruce del Niemen el 24 de
junio de 1812 por un ejército majestuoso de 400.000 soldados más 200.000 de reserva y los apoyos de contingentes
polacos e italianos y una poderosa artillería. Los rusos hablan previsto ensayar la guerra de desgaste de España, como
consigna el zar Alejandro I en escrito confidencial al rey de Prusia: «El sistema que ha dado a Wellington la victoria,
agotando a los ejércitos franceses, es el que estoy resuelto a seguir»; no obstante, la situación de partida no era idónea,
con solamente 120.000 hombres irregularmente abastecidos en Lituania, al mando de Barclay de Tolly, y algo menos
de 100.000 al sur del Niemen, frente de la responsabilidad del príncipe de Bragation mientras se reclutaban en el
interior cosacos y milicianos para los que no se disponía de equipo de campaña. En esta situación de inferioridad era
esencial evitar el choque frontal con la Grande Armée, táctica adoptada por Barclay a pesar de las críticas duras
recibidas a causa del incendio por los propios rusos de miles de kilómetros cuadrados. El historiador ruso Tarlé ha
calificado como necesidad dolorosa más que elección deliberada este repliegue.
Casi tres meses dura el avance desde el Niemen hasta Moscú, a donde llega el invasor el 14 de septiembre.
Tres notas señala Latreille:
- rapidez. En las cinco primeras semanas se avanza 450 km; tras una pausa, la progresión hasta Moscú se
continúa a ritmo poco usual
- coste extremadamente elevado de la penetración. Dificultades de avituallamiento, pérdida de miles de
caballos, agua malsana que siembra la disentería entre los hombres.
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- ausencia de choques militares importantes hasta la batalla de Borodino, el 7 de septiembre. Los esfuerzos de
Napoleón por envolver al ejército de Barclay fueron infructuosos en espacios inmensos que permitían retiradas
indefinidas. En Borodino, a orillas del Moscova, destroza al ejército de Kutusov, que intenta fijar una barrera ante la
capital, pero los franceses tienen 20.000 heridos y pierden bastantes generales y oficiales.
Tras Borodino, Napoleón entra en Moscú en el momento en que un incendio estalla simultáneamente en
todos sus barrios, incluso en el Kremlin. Cinco semanas permanece en la capital rusa esperando inútilmente la
rendición, asombrado porque la «barbarie escita» llegue hasta el punto de destrozar sus tesoros históricos; mientras,
el ejército de Kutusov, al suroeste de la capital, se reagrupa y refuerza peligrosamente con contingentes cosacos. Al
llegar las dificultades de abastecimiento a un punto crítico, el Emperador francés ordena el regreso, el 19 de octubre,
con largos convoyes de heridos. El frío y la nieve dificultan las comunicaciones de la Grande Armée, a la que hostiga
sin cesar Kutusov, sin presentar combate, mientras los cosacos cortan los caminos más viables. El calvario se prolonga
hasta que a primeros de diciembre llegan a Vilna las ruinas de lo que había sido un gran ejército.
En pocos meses Napoleón lo rehace, pero las potencias europeas están ahora dispuestas a unirse frente al que
consideran una amenaza continental. En 1813, al tiempo que españoles e ingleses casi expulsan de la península
ibérica a los franceses, los rusos reciben en Centroeuropa el refuerzo sueco y en agosto el de Austria, Francia está sola.
El 16 de octubre se inicia la batalla de Leipzig o de las Naciones, que dura cuatro días. Ante la escasez de municiones
y el número de enemigos, medio millón de soldados pertenecientes a diez naciones, Napoleón ha de ordenar la
retirada, que se convierte en desastre al ser destruidos los puentes del Elba.
Tres gigantescos ejércitos aliados avanzan por Francia en los primeros meses de 1814; a ellos se suma el
desembarco inglés en Burdeos. Tras una solicitud del Senado, Napoleón abdica en el mes de abril y es recluido con
guarnición en la isla de Elba. Aún protagonizará un episodio de la historia francesa, tras su huida y la restauración del
título en el denominado imperio de los cien días, episodio que se cierra definitivamente en la derrota de Waterloo
(18 y 19 de junio de 1815). Su entrega a los ingleses y su destierro a la Isla de Santa Elena forman parte de la
biografía napoleónica, y de la leyenda, pero ya poca entidad tienen para la historia. El fin del primer imperio francés
es el fin de una era de la historia europea.

12. LA HERENCIA DE NAPOLEÓN


No es fácil, a pesar de su nutrida bibliografía, trazar un balance de la época napoleónica en Francia y Europa.
Un catastro de más de 5.000 municipios, que Napoleón ordenó, permitiría un conocimiento parcial de los cambios
que se produjeron en la propiedad agraria, pero no se ha acometido todavía su estudio. Quizás han sido más intensas
que las de Francia las transformaciones sociales y económicas en la mayoría de los países sometidos al influjo
Imperial. En el Norte de Italia la aristocracia transfirió parte de sus propiedades a manos de la burguesía, que mostró
mayor dinamismo, por ejemplo en el cultivo del arroz, pero continuó predominando la gran propiedad y apenas
cambió el status de los campesinos; en Nápoles aumentaron los latifundios y no se modificaron las estructuras
sociales; por el contrario, en Dalmacia la abolición del feudalismo fue posible por una decidida reforma agraria; en
Westfalia y Baviera se repartieron las tierras comunales y se fomentó una dinámica social mientras al Este del Elba
subsistían los latifundios aristocráticos. Sin duda los estados alemanes fueron sacudidos por la oleada revolucionaria
exportada por los ejércitos de Napoleón, pero su evolución ofrece pocos rasgos comunes, con un panorama que va
desde el mantenimiento de los privilegios de los junkers en Prusia hasta la pérdida de la mayoría de las propiedades
aristocráticas en Wurtemberg. En los países menos afectados por la expansión revolucionaria la nobleza mantuvo
prácticamente incólumes sus privilegios, comprobación que nos invita a no desdeñar la trascendencia del impacto
napoleónico en bastantes Estados europeos.
En conjunto, la herencia del imperio fue ambivalente en el orden interno e internacional. En Francia, los
notables recuperan su influjo, pero es más discutible que recuperen sus privilegios, ya que la nobleza imperial no
disfrutaba, como hemos señalado, de exenciones fiscales. La articulación del Estado francés del siglo XIX se basa
esencialmente en la obra constitucional de los primeros años del siglo: administración por prefectos, codificación
legislativa, sistema fiscal basado en la capacidad económica del contribuyente, Concordato con la Iglesia, que ha
renunciado a la devolución de sus propiedades, organización de la Universidad. Mientras algunos principios de la
revolución se amortiguaban en Francia, se exportaban con todo su vigor reformador a los estados de la constelación
imperial. La modernización administrativa y la abolición de la servidumbre se convirtieron en dos principios
universales, y los estados excepcionalmente no influidos, como Rusia, se descuelgan de la marcha de la historia.
Alguna vez se ha considerado a Napoleón el último déspota ilustrado, el hombre que concentra en sus manos
un poder ilimitado para proceder a reformas, y en efecto, el refuerzo del poder central y la modernización de la
administración habían caracterizado a las monarquías del siglo XVIII. Pero, por otra parte, Napoleón es un hijo de la
Revolución, que mantuvo el principio de la libertad de los campesinos y la igualdad civil, aun mostrando al mismo
tiempo que no era incompatible con la prepotencia social de los notables. Con el Consulado y el Imperio se reordena
la revolución, que sin el lastre de sus elementos quiméricos adquiere vigencia. Si el elemento de referencia es el
pasado, Napoleón prolonga la revolución; pero si se analiza su obra desde el futuro, su peso es mucho mayor. Con la
abolición de los particularismos estatales en Italia y Alemania, la defensa de una nueva ordenación social sin esta-
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mentos y sin siervos y el principio de la unidad administrativa, civil y económica puso los fundamentos de los
nacionalismos, una de las fuerzas claves del siglo XIX.

DOCUMENTOS
1. TALLEYRAND ACONSEJA A NAPOLEÓN LA ORIENTACIÓN DE LA POLÍTICA
EXTERIOR
Dibújese un diagrama de la política internacional, según la descripción de Talleyrand. Cuando se haya
estudiado la Europa de los Congresos compárese esta situación internacional con la de 1815.
Strasburgo. 25 vendimiario, año XIV (17de octubre de 1805).

«Señor:
Existen hoy en Europa cuatro grandes potencias, porque en este rango no sitúo a Prusia. Parece grande a la
opinión porque uno de sus monarcas hizo grandes cosas y porque hay el hábito de confundir a Federico II con el
Estado que él encumbró, pero con un territorio fragmentado, abierto por todas partes, un suelo generalmente ingrato,
una población de diez millones de habitantes tan sólo, escasa industria y capitales, no es verdaderamente más que una
potencia de segundo orden.
A la cabeza de las grandes potencias se encuentra Francia, más fuerte que cualquiera de las otras, capaz de
resistir incluso a todas juntas, única potencia completa porque reúne en justa proporción los dos factores de grandeza
que se hallan desigualmente repartidos entre las otras, a saber, la riqueza y los hombres.
De las tres potencias que se reparten con ella la influencia en Europa, dos son sus rivales y enemigos naturales.
La tercera, separada de ella por espacios inmensos, no es directamente enemiga suya, pero lo es indirectamente como
enemiga natural de sus más antiguos aliados.
Austria e Inglaterra serán rivales de Francia en tanto sean aliados naturales y se necesiten mutuamente.
Mientras Austria no se encuentre en situación de rivalidad con Rusia, le resultará fácil a Inglaterra unirlos en
una alianza común.
Mientras los rusos se encuentren en contacto con el imperio otomano y mediten la expansión será forzoso
considerarlos como sus enemigos.
Es evidente que de tal sistema de relaciones entre los grandes Estados surgirán causas constantes de guerra,
que las paces no serán más que sueños y que la efusión de sangre humana no se interrumpirá...
Pero estas causas cesarán, y con ellas las guerras que provocan, si al sistema de relaciones actual se le sustituye
por otro, que, basándose en el principio de entendimiento entre Francia y Austria, separe los intereses de Austria de
los de Inglaterra, los ponga en oposición con los de Rusia y, con esta oposición, garantice al Imperio otomano.
Tales son en la situación presente de Europa, las condiciones del problema para alcanzar una paz que merezca
este nombre, es decir, una paz duradera.»
LATREILLE: Talleyrand: Cartas inéditas a Napoleón, pp. 172-173.

2. LA CAMPAÑA DE RUSIA VISTA POR UN OFICIAL RUSO


Coméntese a través de este texto la doctrina militar napoleónica y los factores que en Rusia la hicieron
fracasar.

“La ofensiva francesa:


8 de agosto. Henos aquí sobre el camino de Moscú y los franceses son dueños de Smolensko, y nos persiguen
con tanta rapidez como audacia. No tenemos tiempo de reposar...
9 de agosto. Dorgabusch. Corremos como desdichados. Una especie de terror pánico se ha apoderado de todo
el mundo. El valor se ha perdido y nuestra marcha parece una procesión fúnebre. Mi corazón está destrozado.
Abandonamos estas comarcas ricas y pródigas al furor de un enemigo que no economiza crueldad, según se cuenta.
Del 28 hasta el 1 de septiembre. Hemos corrido como insensatos, tan pronto a la derecha como a la izquierda.
Henos ya, por fin, ante las murallas de Moscú. ¡He aquí esta soberbia capital, madre de la Patria, antigua residencia
de los Zares y de los grandes de Rusia! ¡Qué sentimiento de pena, de rabia, saber Moscú en poder de Napoleón!
Lágrimas amargas fluyen de mis ojos. Iré a ver esta ciudad que pronto será pasto de las llamas ¡Triunfan los perros
franceses ¡Qué fuegos de alegría en sus vivacs! ¡Qué acentos de alegría en sus campos! Pero paciencia, veremos quién
pagará los platos rotos.
17 de septiembre. Se habla de armisticio. Sería cruel. Nuestra divisa debiera ser o exterminarlos o perecer,
porque es una hidra, que renacerá pronto o tarde, si se le deja solamente una cabeza...
Napoleón (creía) que proclamando la libertad entre nosotros, tendría al pueblo con él, pero se equivocó
porque no conoce el amor del campesino por su Dios, inseparable del que siente por su dueño. Napoléón no olvidará
nunca la manera que nosotros encontramos para vencerle, y que se parece a la de los salvajes. Si pasa el invierno
acantonado y sus tropas se toman tiempo para reposar, es el comienzo de nuestra gloria y prosperidad. Espero que
los rumores de paz y armisticio sean falsos. Un país que, como el nuestro, se encuentra en un estado virginal o
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primitivo, es difícil de domar o subyugar. Napoleón ha cometido un gran error al penetrar hasta el centro de Rusia.
Todo el mundo empieza a percibir y comprender la sagacidad de esta retirada, tan protestada...
La retirada francesa:
... 11 de octubre: Moscú ha sido recuperado. Los fugitivos nos han vuelto la espalda, los perseguimos. El
tiempo parece secundar nuestros esfuerzos porque el frío es riguroso y la nieve cubre ya las llanuras.
12 y 13 de octubre. Continuamos la persecución, pero aparentemente el frío los ha estimulado porque no
podemos alcanzarlos. Por todas partes se ve a desdichados, transidos de frío, medio muertos de hambre, implorar
socorro.
19 de octubre. Los horrores que nos rodean estremecen nuestra humanidad y harían estremecer al hombre más
frío y más cruel. Quien se imagine un ejército entero en derrota, en el más afrentoso desorden, alimentándose con los
caballos y Dios sabe qué, huyendo y atacado durante las noches, sin posibilidad de reposo ni avituallamiento, no se
hará más que una débil idea de en lo que se ha convertido el ejército destrozado de Bonaparte.
24 de octubre. ¡Cuánta miserias ¡Cuánto horror! Esta retirada parece una caza de liebres. Se manifiesta el
enojo de la Providencia y su mano castiga a los bandidos. ¡Oh, Kutusov! ¡Oh, Barclayl ;Cuánta injusticia se os ha
hecho¡ ¡Qué terrible desgracia que Moscú haya ardido! ¡Que Moscú, que Petersburgo, que todas las ciudades de
Rusia ardan, pero que la patria se salve!”
LATREILLE: Diario de campaña de Boris Uxkall, oficial ruso, pp. 309-310.

CAPITULO V: LA EUROPA DE LOS CONGRESOS


1. EUROPA EN 1814
Las conmociones de la Revolución francesa y la trashumancia continental de los ejércitos en las guerras
napoleónicas terminan suscitando un ansia generalizada de paz y estabilidad. En octubre de 1814 el conde de Saint-
Simon escribe en su opúsculo De la reorganización de la sociedad europea: «La creación de un poder general
investido de una fuerza capaz de reprimir la ambición de los pueblos y de los reyes puede establecer en Europa un
orden de cosas apacible y estable», añadiendo que los espíritus preparados por la fatiga de revoluciones y guerras»
están ávidos de un nuevo orden. Franz von Baader, profesor de Baviera, contrapone a los gritos que según él
acogieron el último retorno de Napoleón a Francia: «¡Abajo el rey, abajo los sacerdotes, abajo la religión!», los
opuestos de exaltación de religión y reyes -altar y trono son consignas unidas en los documentos conservadores de la
época que calificarán el nuevo período de la paz. Se impone la vuelta atrás, el arrumbamiento de los principios
revolucionarios; «la edad de oro del género humano no está detrás de nosotros, está delante», pontifica Saint-Simon.
La derrota de Napoleón hace ver la necesidad de replantear la vida internacional sobre bases muy diferentes,
incluso contrarias, a las que habían inspirado a la Europa revolucionaria, dirigida por Francia. A la dirección de una
sola potencia sustituirá la dirección de varias, los vencedores de Napoleón. Estas naciones vencedoras desean someter
la vida internacional a un derecho que no sea el de la fuerza, para lo que han de implantar un sistema de seguridad
colectiva. Hostiles a la etapa histórica que Europa acaba de vivir, se inspiran en el Antiguo Régimen y se oponen a la
soberanía nacional; su obra significa la lucha contra el mapa y las ideas de la Revolución Francesa.
Muchos grupos sociales se van a sentir amenazados por la restauración del antiguo orden. Los campesinos
conservan ciertas ventajas materiales, por la supresión de los derechos feudales, pero miran con recelo la recuperación
del poder de los señores. Los comerciantes e industriales desconfían de una política fiscal que exime a nobles y
clérigos y les convierte a ellos en la base de la recaudación del erario público. Los intelectuales se oponen a la
prepotencia de nobleza y clero. Muchos funcionarios de los regímenes revolucionarios se quedan sin trabajo. Sectores
de estos grupos se adscriben al liberalismo político que postulara necesidad de instituciones y la libertad de prensa y
reunión. Otra fuerza formidable, el nacionalismo, reivindica la independencia para países que no han constituido su
nacionalidad. Se produce un choque entre las fuerzas ligadas al Antiguo Régimen y las nuevas fuerzas, surgidas de la
revolución industrial. Aparentemente 1814 señala el triunfo de la tradición.
En el orden de las ideas una serie de pensadores propugnan la supresión definitiva de las constituciones y la
exaltación del poder ilimitado de los reyes. Así, escribe el suizo Ludwig von Haller: «Los reyes legítimos son
restaurados en sus tronos, lo mismo que restauraremos en su puesto a la ciencia legítima, la que sirve al soberano
señor, y de cuya verdad da fe el universo.» En Francia De Maistre niega que el hombre tenga poder para crear una
constitución, la sociedad política es de origen divino. En Baviera el círculo de la Tabla Redonda, en torno a Górres,
apoyado por el rey Luis I, sustenta las mismas ideas. Se produce, en resumen, una restauración intelectual, al lado de
la restauración política.
Uno de los mejores conocedores del período, Guido de Ruggiero, afirma que los estados absolutistas que
fundan la Santa Alianza colocaron a la religión como base de un consorcio de Estados, sin reconocer que la religión
en Europa, en la Edad Moderna, no había sido en ningún momento base de unión internacional. Frente a la

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Declaración de los Derechos del Hombre, texto clave de la revolución un intento de defensa de los Derechos de Dios
constituiría la base de la tradición.

2. LAS POTENCIAS DE LA RESTAURACIÓN


El nuevo orden europeo vendría definido por cinco potencias, las cuatro vencedoras de Napoleón -Gran
Bretaña, Rusia, Austria y Prusia- y la misma Francia, incorporada al cónclave de grandes por las hábiles maniobras de
su ministro de Asuntos Exteriores, Talleyrand. Esta dirección colegiada configura el sistema de la Pentarquía. De las
cinco potencias rectoras de la vida internacional, dos eran monarquías absolutas -Rusia y Austria.
El imperio ruso, gobernado por el zar Alejandro I, presentaba la fisonomía más pura de modelo del Antiguo
Régimen. Con sus 45 millones de habitantes ostentaba el rango de primera potencia demográfica del continente. Por
el mantenimiento de la servidumbre del campesinado aparecía como una sociedad inmóvil, ajena a cualquier cambio.
Aureolada por su prestigio en la derrota napoleónica de 1812, el viejo imperio de las estepas mostraba una decidida
vocación europeísta y al mismo tiempo de fagocito, de ocupación de nuevos territorios para su población en
expansión, política que fue servida por un extraordinario equipo de diplomáticos, con Nesselrode, ministro imperial
de Asuntos Extranjeros, al frente. Los vastos espacios asiáticos, mal comunicados, se ofrecían como un horizonte
prometedor, para su apetito expansivo, pero en los primeros decenios de la centuria no representaban una meta
inmediata. ¿Se extendería hacia Europa Central? En ese espacio geopolítico chocaría con el Imperio Austriaco. Hacia
el Sur, el debilitado imperio turco constituía una presa más que un obstáculo, y a este vector meridional respondió la
comparecencia rusa en la Cuestión de Oriente, el reparto de la herencia imperial otomana. En el Báltico, las
reinvidaciones sobre Polonia continuaban la vieja política de Pedro el Grande.
Segundo modelo absoluto: Austria. En 1804, ante el avance de los ejércitos napoleónicos, Francisco II
renunció al título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y asumió el de Emperador de Austria. El
nuevo imperio no era en realidad otra cosa que el conjunto de territorios gobernados por la casa de Habsburgo. En
1867 Hungría reclamó la asociación con el Emperador, pasando el Estado imperial a denominarse Austria-Hungría o
monarquía dual. Su nota fundamental, la heterogeneidad étnica: alemanes en la actual Austria, checos en Bohemia y
Moravia, húngaros en los valles medios del Danubio y el Tisza, rumanos en Transilvania, polacos en otras regiones.
Para mantener cohesionada esta babel de pueblos su máximo estadista, Metternich, mantuvo intacta la ilimitada
autoridad del Emperador y un régimen centralista y aristocrático, opuesto a todas las revoluciones.
Gran Bretaña representaba el contramodelo de las anteriores. Poseía un régimen parlamentario, con
protagonismo de los terratenientes, y no necesitaba imitar el modelo político francés de la revolución pero menos
todavía las pautas de las monarquías absolutas de Viena y San Petersburgo. De la experiencia napoleónica habla
extraído algunas lecciones claras; la más importante, la necesidad del control de los mares para mantener su
proyección sobre otros continentes. Además, en el bloqueo napoleónico contra la Isla había experimentado el peligro
del aislamiento y aprendido la conveniencia de participar en las cuestiones continentales. Su titular de Asuntos
Exteriores, Castlereagh, era un europeísta convencido, como se lee en las «Instrucciones» a sus embajadores.
Aparentemente, Prusia era el miembro menos importante de la Pentarquía. Pero por entonces se iniciaría su
crecimiento, hasta convertirse en el reino que forjaría la unidad de Alemania algunos decenios más tarde. Al
reconocerle el papel de gendarme, que impedirla otra tentación «napoleónica» en Centroeuropa, las otras potencias le
entregaron territorios en el Oeste, en su condición de centinela del Rhin frente a Francia, y en el Este, en tierras
polacas, para vigilar el expansionismo ruso. Con esta doble función de centinela creció su papel internacional y su
influencia sobre los restantes Estados alemanes, despertando recelos en Austria.
La nación vencida, Francia, haría valer su situación geográfica y su riqueza intelectual para ser respetada y
desempeñar un papel activo en la nueva situación. En años posteriores se convertiría en asilo de las ideas de la
revolución y de los estados europeos que luchaban por la libertad de los pueblos, pero por el momento Talleyrand
conseguiría simplemente que fuera oída en el cónclave de grandes, en un momento en que se instalaba en París el
régimen político que definía de forma más perfecta los ideales de la Restauración.

3. LOS TRATADOS DE PAZ


En año y medio, de mayo de 1814 a noviembre de 1815, las potencias vencedoras se reúnen en tres ocasiones
para tratar del planteamiento inmediato de las cuestiones de paz y en una cuarta -tercera cronológicamente-, para
instaurar un nuevo sistema de ordenación internacional, que recibirá el nombre de Santa Alianza. Debemos
distinguir, por tanto, cuatro esfuerzos diplomáticos: primera paz de París, Congreso de Viena, segunda paz de París y
Santa Alianza.
Dos cuestiones de fondo debían ser dilucidadas: el trato a la Francia vencida y los principios que regularían la
suerte de las naciones liberadas del dominio francés.
La Primera Paz de París se firma el 30 de mayo de 1814. Dos meses antes, el 30 de marzo, los ejércitos ruso y
prusiano habían entrado en París y ocupado Montmartre. Vencido Napoleón, había que decidir la titularidad del
trono francés. Varias posibilidades se ofrecían: una regencia de María Luisa o del propio Napoleón, que abdicaría en
su hijo, postura que en principio defendió Metternich, quizás obsesionado en mantener en tronos europeos la
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presencia de la familia real austríaca; el regreso de los Borbones, defendido por Castlereagh, o, incluso, la instauración
de nueva dinastía con la entronización de Bernadotte, el mariscal napoleónico, rey de Francia, posibilidad en la que
pensó Alejandro I. Finalmente el zar ruso apoyó la postura inglesa de devolver el trono a los Borbones, pero el
recuerdo sentimental de Tilsit le inclinó al trato generoso hacia su antiguo aliado de 1807. A Napoleón se le impuso
la abdicación y el retiro al pequeño reino de la isla de Elba, para él creado, mientras el trono francés era ocupado por
el Borbón Luis XVIII. En el orden territorial el tratado de paz estipulaba el retorno de Francia a las fronteras de
1792, con algunas ganancias: Saboya, Avignon, zona del valle del Mosa y sur del lago de Ginebra. Suponía un trato
benévolo para Francia, a la que ni siquiera se le exigían compensaciones económicas. Por otra parte, para prevenir
cualquier futura veleidad expansionista de los franceses, se creaba una barrera oriental: engrandecimiento de Holanda,
territorios italianos del Norte para Austria, independencia de Suiza, libre navegación por el Rhin. Los acuerdos se
completaron en Londres con el arreglo del contencioso anglo-holandés.
En septiembre se reúne en Viena el Congreso de potencias, que había de estudiar con más detenimiento el
replanteamiento de la vida europea. Tres figuras dominan sus reuniones: el zar ruso Alejandro I, el canciller austríaco
Metternich, y el ministro francés Talleyrand. Alejandro I acude al Congreso rodeado de un extraordinario equipo de
diplomáticos, pero actúa personalmente, prescindiendo de su ministro de Asuntos Exteriores, Nesselrode; la
intervención directa del zar en las discusiones planteó en algunos momentos delicados problemas diplomáticos a sus
interlocutores. Aunque Alejandro I se ufanaba de ser el artífice de una nueva Europa, las decisiones del Congreso
estuvieron determinadas en gran medida por Metternich, apasionado partidario del Antiguo Régimen y defensor del
protagonismo continental de Austria. Talleyrand consigue sentar el principio del respeto a Francia en Europa y de la
titularidad de los Borbones al trono francés. No obstante, ha de ponerse en cuestión el juicio que expresa en sus
Memorias de que esta conversión de Francia de vencida en aliada se deba exclusivamente a su habilidad; antes bien, es
la alta política inglesa, pilotada por Castlereagh, que necesita el apoyo francés, el factor explicativo. En enero de 1815
Castlereagh y Metternich proponen a Talleyrand para frenar a Rusia y Prusia la formación de una Triple Alianza que
promoverla la movilización de 50.000 hombres por cada uno de los firmantes y el compromiso de no firmar la paz
por separado. Este episodio de inversión de alianzas nos ilustra sobre la compleja situación diplomática legada a
Europa por los designios napoleónicos. Talleyrand escribe al rey en tonos ditirámbicos: «La coalición se ha disuelto
para siempre; Francia no se encuentra ya aislada en Europa. Su Majestad será en realidad el alma y jefe de esta liga.»
Los historiadores franceses han juzgado con severidad este entusiasmo que omitía, ante la posibilidad de nuevos
conflictos continentales, el estado de postración del pueblo francés.
En principio se formó un comité de cuatro potencias. Rusia, Austria, Prusia e Inglaterra, que se convirtió en el
comité de los cinco cuando se admitió a Francia, y de los ocho, al intervenir en algunos asuntos España, Portugal y
Suecia. La remodelación del mapa europeo se estudiaba en las reuniones generales, mientras una serie de comités se
ocupaba de temas concretos: asuntos suizos, navegación e internacionalización de los grandes ríos, abolición del
comercio de esclavos. En este último punto, Inglaterra, que se había enriquecido con la venta en el siglo XVIII, es
ahora la adelantada en la abolición de la esclavitud y la prohibición internacional del comercio esclavista. Las
reuniones del Congreso fueron interrumpidas por el regreso de Napoleón a Francia y el Imperio de los 100 días,
clausurado definitivamente en Waterloo.
Tras la última aventura napoleónica se elabora un nuevo documento diplomático; es la Segunda Paz de París,
firmada el 20 de noviembre de 1815. Las condiciones son mucho más duras para Francia, especialmente por parte de
Prusia, cuyos soldados cometen pillajes en suelo francés, provocando la indignación de Castlereagh, y cuyo gobierno
desearía desmembrar a Francia absorbiendo la Alsacia y la Lorena, pretensiones territoriales que son enérgicamente
rechazadas por Austria. En el orden territorial queda casi indefensa por el Norte, Nordeste y Este. Se transfiere el
Sarre a Prusia. Ha de pagar una indemnización de 700 millones de francos, y su territorio estará ocupado durante
tres años por un ejército de 150.000 hombres. Se le reclama la devolución inmediata de los tesoros artísticos que los
generales napoleónicos habían sustraído de algunas naciones, entre otras España. La ocupación militar de los
departamentos del Nordeste fue menos larga de los cinco años previstos, por la regularidad de los pagos franceses,
pero no dejó de despertar resentimientos por los atropellos de los cosacos rusos y los soldados prusianos. Muchos
franceses comparan con nostalgia la grandeza del imperio, napoleónico con la humillación nacional de la ocupación
provocada por su derrota, y rehuyendo el análisis objetivo de las causas atribuyen al nuevo régimen borbónico la
responsabilidad de la pérdida del papel de gran nación que hasta entonces habían jugado. Este desvío del pueblo
hacia el mito de Napoleón no fue previsto por las potencias de la Cuádruple Alianza, que no tenían otro objetivo que
borrar su herencia.

4. LA SANTA ALIANZA
El 26 de septiembre de 1815, dos meses antes de la Segunda Paz de París, firman con el zar ruso los
emperadores Francisco I de Austria y Federico III de Prusia, bajo la invocación a la Santísima Trinidad, un acuerdo
solemne que se bautiza a sí mismo como «Santa Alianza». A la idea inicial de establecer un mecanismo de
cooperación permanente entre los cuatro vencedores de Napoleón propuesta por Castlereagh sucede este pacto
político-religioso concebido por Alejandro I; frente a las cuestiones concretas atendidas en los tratados de paz, la
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Alianza de soberanos desenvuelve su texto en proclamas idealistas, un tanto vagas en ocasiones. Que la iniciativa fuera
del zar ruso ofrece pocas dudas; que estuviera inspirado por la viuda de un diplomático ruso, la baronesa de
Krüdener, a cuyas veladas de sermones asistió Alejandro en París, influencia que destacan algunos testigos y que la
baronesa desvía argumentando que “sólo el Señor había sido el inspirador”, resulta más discutible; pero en cualquier
caso constituye una de las claves de la Europa de la Restauración.
La iniciativa de Alejandro I de elaborar un documento que colocase la política internacional bajo directrices
morales emanadas del Evangelio es testimoniada muchos años después por Metternich, el único estadista que supo
comprender que aquel articulado similar a un catecismo ético era susceptible de interpretaciones políticas, y
abandonando su recurso de centrar la lucha contra la revolución en publicistas y panfletos contrarrevolucionarios
comprendió que podría hacer del acuerdo de los tres emperadores una Carta del absolutismo monárquico. Para el
Estado multinacional austríaco suponía una garantía la solidaridad de otros emperadores en la tarea de sujetar a los
pueblos a sus soberanos naturales y de intervenir, si preciso fuera, en defensa del orden. Las modificaciones que
Metternich introdujo en el artículo II para subrayar con más claridad el principio de «ayudarse recíprocamente» y el
de «no considerarse todos más que como miembros de una misma nación cristiana», se orientaron a obstaculizar la
utilización del pacto en una empresa cristiana contra Turquía, como temía Gentz, secretario del Congreso y
colaborador íntimo del canciller austríaco, quien previsoramente notificó al gobierno de Estambul que no se
preparaba una nueva Cruzada, y a reforzar los poderes imperiales contra las fuerzas nacionales internas, objetivo en el
que podían coincidir Alejandro I y Francisco I, pero menos comprensiblemente el emperador prusiano. A pesar de la
vaguedad de la redacción el robustecimiento de la monarquía al servicio de la paz puede entreverse en expresiones
como «importancia de la felicidad de las naciones durante excesivo tiempo agitadas», y de manera más clara en los
deberes de los soberanos de proteger la religión, la paz y la justicia (artículo 1º).
Este extraño documento provocó recelos dentro de los mismos pueblos directamente afectados, hasta el punto
de que los signatarios tuvieron que dar explicaciones aclaratorias, pero con mayor fuerza despertó suspicacias en otras
potencias. La opinión pública británica, afecta al principio de no intervención de Castlereagh, criticó la posibilidad de
intervención en los países en revolución; el papa Pío VII motejó al texto de deísta y no representativo de la verdadera
religión; los intelectuales europeos, todavía esperanzados en el futuro de las ideas liberales, lo acusaron de
reaccionario, de «Santa Alianza de los reyes contra los pueblos». No carecían de fundamento los temores porque en
los años sucesivos el denominado impropiamente sistema Metternich se convirtió en un refuerzo mutuo de los
monarcas absolutistas, y así en 1823 Francia, convertida en soldado de la Santa Alianza, interviene en España en
ejecución del acuerdo de Verona para restablecer la soberanía ilimitada de Fernando VII. Anteriormente el zar había
propuesto la intervención en las colonias españolas de América, en aquel momento en lucha contra su metrópoli,
pero Inglaterra había impedido que se concretase en medidas militares.
En la actualidad se otorga por los historiadores menos valor a este documento, que desplaza de los centros de
decisión a Inglaterra, resaltando, en cambio, la trascendencia de la Cuádruple Alianza, que ligaba a Inglaterra, Rusia,
Austria y Prusia contra Francia durante veinte años y comprometía a los signatarios a sostener en el trono francés a
Luis XVIII. Con la Cuádruple Alianza es Londres el árbitro máximo de la vida internacional en el decenio que sigue
a la derrota de Napoleón, no el enigmático zar ni el habilísimo canciller de Viena.

5. EL NUEVO MAPA DE EUROPA


El intento de las grandes potencias de reducir el número de estados europeos se inspira en un propósito de
racionalización: hacer estados viables, fuertes, que impidan la eventualidad de un nuevo designio napoleónico de
hegemonía. El acuerdo fue difícil. Dos puntos centran los debates: Polonia y Sajonia. Polonia se mantiene dividida;
Sajonia, con riquezas mineras y acusada de lealtad a Napoleón, es reclamada por Prusia para integrarla en su
territorio estatal. La preocupación mayor de Metternich es impedir que al mismo tiempo pase Polonia a Rusia y
Sajonia a Prusia. La cuestión polaca suscitó el entendimiento de los otros tres grandes contra Rusia; esta entente se
debilitó al discutirse la cuestión sajona. El zar hizo de Polonia condición sine qua non de cualquier acuerdo,
apoyándose en la presencia de 200.000 soldados rusos entre el Vístula y el Oder y el control de Varsovia, la primera
ciudad alzada contra Moscú ante la exhortación de Napóleón. Para convencer a los ingleses prometió dotar a Polonia
de una Constitución liberal, lo que estaba muy lejos de aceptar para Rusia, y se atrajo a los prusianos prometiéndoles
la anexión total de Sajonia. Metternich se opuso a este reparto, coincidiendo con Talleyrand, quien en las
instrucciones que le había entregado a Luis XVIII tenía consignados como objetivos básicos: «Que Polonia entera no
pase a la soberanía de Rusia. Que Prusia no adquiera el reino de Sajonia, al menos en su totalidad, ni Mayenza.» En
algunos momentos se abordó la ruptura del Congreso y la guerra entre los aliados. En las tensiones se retratan las
rivalidades entre las potencias:
-Entre Inglaterra y Rusia se debate la supremacía mundial en dos ámbitos diferentes. Inglaterra necesita la
supremacía marítima, para lo cual es imprescindible el equilibrio en el continente; por el contrario, Rusia, que sueña
con la supremacía continental, desea el equilibrio de las potencias marítimas.

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- Entre Austria y Rusia aparece la sombra del conflicto balcánico; en los Balcanes encuentran su ámbito de
expansión los dos imperios. Polonia, en gran parte en manos de Rusia, pero también con un sector controlado por
Austria, y un tercero por Prusia, es otro motivo de desconfianzas.
- Entre Austria y Prusia surge la disyuntiva del futuro de Alemania. Una Prusia poderosa puede amalgamar a
los estados alemanes, pero Austria prefiere la división, sobre la que se sustenta su hegemonía.
En el reajuste territorial las cuatro grandes potencias obtienen ventajas indudables. Inglaterra, la más
beneficiada, consigue bases para el control del mar del Norte, del Mediterráneo, del camino oceánico de las Indias y
de las Antillas. En el mar del Norte el soberano inglés lo es también del estado alemán de Hannover, y su posesión de
las islas Heligoland le añade una base estratégica frente al continente. En el Mediterráneo, Malta y las islas Jónicas
completan el dispositivo que se inicia en Gibraltar. Sobre la ruta de las Indias posee El Cabo y Ceilán, cedidos por el
rey de Holanda. En las Antillas refuerza sus posesiones insulares. Las rutas oceánicas están vigiladas por los ingleses
con más eficacia a partir de 1814.
Rusia retiene Finlandia, tomada a Suecia, la Besarabia, tomada a Turquía, y los dos tercios de Polonia; su
avance hacia Europa occidental es claro.
Prusia no conserva más que una parte de sus antiguos territorios polacos (Dantzing y el ducado de Posen),
pero obtiene la Pomerania sueca, parte de Sajonia, y en el oeste de Alemania zonas de la Renania, el Ruhr y la orilla
izquierda del Rhin.
Austria pierde territorios alejados, del norte, Bélgica, a cambio de su engrandecimiento con territorios
cercanos, que puede controlar: el reino lombardo-véneto, en el norte de Italia, e indirectamente los ducados de Parma,
Módena y Toscana, entregados a príncipes austríacos.
En compensación de otras pérdidas a Suecia se une Noruega.
Si la consolidación o el engrandecimiento territorial de las grandes potencias parece ser una primera nota de la
remodelación del mapa europeo, la constitución de estados-tapones, para elevar barreras frente a Francia, puede
considerarse como la segunda preocupación. La Prusia renana es una de estas barreras; los Países Bajos, con la unión
de Holanda y Bélgica, se conciben como la barrera del Nordeste, el engrandecimiento del Piamonte con la Saboya y
el frente marítimo de Génova permite levantar la barrera del Sudeste. Una comparación del mapa político europeo
antes de Napoleón y en 1814 hace posible constatar el contraste entre los pequeños estados antiguos y los nuevos,
comparativamente mayores y más fuertes, en torno a Francia.
Este mapa europeo deja planteadas cuestiones que reaparecen en varias ocasiones, durante el siglo; son a veces
naciones que desean estar separadas, como Bélgica de Holanda, o constituirse en entidades nacionales independientes
sobre los girones que los Congresos han consentido, como es el caso de Polonia. Otras veces son naciones, ahora
separadas, que anhelaban unirse. Especialmente complicada es la situación política de Italia, dividida en varios reinos
y ducados, y en la que Inglaterra consigue, para compensar la presencia austríaca en el Norte, la reinstalación de los
Borbones en el Sur, en el reino de Nápoles; y la de Alemania, formada por una federación de 39 estados, cuyos
sueños unitarios están vigilados y reprimidos por Austria. Es una Europa artificial, hostil a las revoluciones y a los
nacionalismos.

6. PRINCIPIOS TEÓRICOS DE LA RESTAURACIÓN Y LOS CONGRESOS


Las grandes potencias no se limitan a dibujar un nuevo mapa de Europa; en el ámbito de la teoría política
formulan los principios que se consideran como la ortodoxia, la definición del verdadero ordena frente a los excesos
y desviaciones que se han introducido en la etapa revolucionaria. Los más claros son los siguientes:
-Legitimismo. La paz no es posible si al frente de los Estados no se encuentran sus soberanos legítimos. La
legitimidad se refiere en primer lugar al titular, como formula Talleyrand, quien consigue la aceptación de los
Borbones para el trono francés. Se refiere en segundo lugar al ejercicio; el rey legítimo no debe estar frenado por una
constitución, su poder es de origen divino. A partir de esta formulación la soberanía nacional es considerada como
una usurpación, como una herejía política. Talleyrand coloca a la historia como principio legitimador; las dinastías
legítimas gobiernan durante siglos; los soberanos ilegítimos -como Napoleón- se asientan en la fuerza, no en el
derecho, y su duración es tan breve como sus triunfos.
-Responsabilidad internacional de las potencias. La vida internacional debe estar dirigida por las grandes
potencias, ya que existe una relación directa entre el poder de una nación y su papel en el orden colectivo. Ninguno
de los políticos de los congresos es aislacionista; Castlereagh era un europeísta convencido, lo mismo que Alejandro I.
-Congresos. Los conflictos se discutirán en Congresos, con lo que se suprimirá la guerra como árbitro en las
disputas. Es un principio que ha tenido una repercusión enorme en la vida internacional contemporánea, aunque ni
congresos ni asambleas internacionales hayan evitado el recurso a la guerra.
-Intervención. El orden o el desorden de un país no es una situación meramente interior, sino una dimensión
que afecta, por su capacidad de contagio, a sus vecinos. De aquí que sea lícita y conveniente la intervención de las
potencias para restaurar a un soberano que ha sido ilegítimamente despojado de sus atributos -es el caso de la
intervención de los cien mil hijos de San Luis en España para reponer en la plenitud absoluta a Fernando VII.

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Estos postulados teóricos se plasman en varios congresos. El de Aquisgrán (1815), el de Troppau (1820), el
de Laibach (1 82 1) y el de Verona (1 822) se enfrentaron con diversas situaciones revolucionarias en Italia, en
Alemania, España. El estatuto territorial de 1815 no estaba amenazado; así pues, lo q se defiende es un programa
teórico, de principios políticos. Sólo Inglaterra opuso a la noción de acción colectiva, al intervencionismo acordado
en congresos para defender los poderes legítimos. En 1823, al desautorizar Gran Bretaña la política de intervención
en España, la solidaridad entre las potencias europeas se rompe definitivamente.
Las fuerzas continuistas, que enlazan con la tradición que la revolución interrumpida, son fundamentalmente:
las monarquías, absolutistas, conservadoras, «gobierno y ningún cambio» -ordena Francisco I de Austria-; la Iglesia,
que recupera su influencia temporal en Francia y los estados católicos inspira los libros de los teóricos; los
terratenientes, que aun no conseguían el restablecimiento del feudalismo ven confirmada, por ejemplo en Prusia,
prepotencia social; el ansia de paz en los pueblos, que se hace derivar con facilidad en recelo hacia las revoluciones.
Son fuerzas que coinciden en su vocación de homeostasia, de restauración del equilibrio, del orden. En colisión faltan
fuerzas de cambio: crecimiento de la población, con influjo en la movilidad social y en el desarrollo urbano, máximo
debilitador de las estructuras agrarias; industrialización, que afecta e impulsa a todo el noroeste y parte del norte
europeo; ideologías nacionalistas y liberales, y pronto irrupción de los primeros textos socialistas.
Frente a la Europa de la revolución los políticos de la Restauración se proponen volver a 1789, a las vísperas
de los procesos que modificaron el mapa y las ideas del Viejo Continente. Pero la Restauración no es, no podía ser,
integral. No lo es en el orden territorial, unos estados se engrandecen, otros crean como barreras para una Francia
eventualmente peligrosa. No lo es en el orden político, ya que los soberanos se ven obligados a conceder
constituciones y cartas otorgadas, que aunque reafirman la soberanía real la limitan bajo el imperio de la ley. Y no es
posible suprimir algunas transformaciones sociales y jurídicas de las revoluciones, como los impuestos universales, sin
exenciones, de estamentos privilegiados, y la igualdad ante la ley. El sistema Restauración -según el historiador
francés René Remond- aparece así como un compromiso entre los grupos políticos ultras, que no aceptan ningún
cambio, ninguna de las innovaciones o de las ideas de la revolución, y los liberales, defensores de todas las
innovaciones o de las ideas revolucionarias. En realidad ese compromiso no significa el equilibrio; el peso de los
congresos se vuelca ostensiblemente hacia la tradición y se opone a la revolución.

7. DOCTRINARIOS DE LA RESTAURACIÓN
Algunos pensadores denuncian los vicios del siglo y exaltan la tradición; es otro plano en el que también
puede estudiarse la lucha de la Europa de 1814 contra la de 1789. El político whig inglés y notable intelectual
Edmond Burke había criticado en los últimos años del siglo XVIII los desórdenes de la Revolución francesa, pero sin
abjurar del valor de la libertad, conquistada para los británicos por la revolución de 1688. En contraposición, los
doctrinarios de la Restauración, Von Haller, Friedrich Schlegel, el noble saboyano José de Maistre, el vizconde de
Bonald, la primera etapa de la obra de Lammenais (Ensayo sobre la indiferencia en materia religiosa) recogen la
hostilidad contra los principios liberales.
La exaltación de la autoridad es una constante en la obra de Bonald: «Reconozco en política una autoridad
indiscutible, que es la de la Historia, y en materia religiosa una autoridad infalible, que es la de la Iglesia». En cuanto
instituciones históricas, Iglesia y monarquía se conciben como los baluartes frente al espíritu de las revoluciones; la
alianza trono-altar procede de la naturaleza misma de la sociedad, edificada por la historia.
La Revolución francesa, en explicación de De Maistre, es una expiación querida por Dios, quien gobierna
providencialmente el mundo. El Estado lo establece sobre bases teocráticas; la obediencia al legítimo soberano es un
deber religioso. En contraposición, las constituciones son obra de los hombres, que han osado rectificar los designios
de Dios. «Jamás se ha podido imaginar que pueda (el hombre) crear un árbol: ¿cómo ha podido, entonces, imaginarse
que tuviese poder para crear una constitución?» De Maistre moteja de abstractos los documentos políticos de las
luces; no existen para él derechos del hombre, porque no existen hombres sino enmarcados en circunstancias
nacionales: «He visto en mi vida franceses, italianos, rusos, etc., pero en cuanto al hombre, declaro no haberlo
encontrado. »
En la vida social y política el orden es exaltado como el valor absoluto, y la jerarquía se convierte en la espina
dorsal de cualquier sociedad. El orden se opone al progreso, en el que los pensadores de la Restauración: encuentran
más peligros que ventajas. Para De Maistre, en su libro Sobre el Papado (1819), el Romano Pontífice posee una
magistratura universal y, por tanto, el poder temporal ha de subordinarse al espiritual, llevando así a su conclusión
ultramontano la premisa enarbolada por los reyes de la Restauración de que el poder procede de Dios.
El suizo Ludwig von Haller dedica páginas reiterativas a desmontar el dogma de la soberanía nacional. El
soberano es el depositario de un derecho, no de una delegación, y administra la cosa pública como su propio negocio,
sin otro límite que el de los otros propietarios. Nos encontramos con el más paladino sincretismo de filosofía
absolutista y valores burgueses sacralizados; el soberano debe respetar la propiedad, los súbditos deben respetar el
poder, puesto que es otra forma de propiedad.
En otros pensadores sólo una fase de sus escritos puede adscribirse a la filosofía de la Restauración. Es el caso
de Chateaubriand, en 1830 adherido al liberalismo y detractor del trono absolutista de los Borbones, pero en algunas
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fases exaltador de un catolicismo tradicional escasamente conjugable con los principios revolucionarios. O más
claramente el de Lammenais, uno de los fundadores del catolicismo social, pero en sus primeros años pensador de
raigambre teocrática al señalar como única fuente de certeza la religión católica y aplicarla al campo político para
rechazar cuanto constituye las coordenadas del parlamentarismo: sufragio, partidos. «El mundo es víctima de la
multiplicidad de opiniones; cada cual sólo quiere creer en él mismo y sólo se obedece a sí mismo. Restableced la
autoridad y todo el orden renacerá de nuevo.» Son líneas de Lammenais que podría suscribir Metternich. Más dificil
es la adscripción a la Restauración, desde nuestra perspectiva actual, de Hegel, con su exaltación del Estado, o de
Ranke, con sus páginas sobre el poder, pero interpretaciones coetáneas interesadas fueron utilizadas para sostener con
estas citas de autoridad los peligros de la revolución y de la disolución de la autoridad.
Tradición, orden, defensa de las instituciones del Antiguo Régimen -realeza, Iglesia-, apelación al papel de la
aristocracia, subordinación jerárquica de los restantes grupos sociales a los estamentos del privilegio, son postulados
con los que algunos pensadores se esforzaron en cimentar intelectualmente la Europa restaurada.

8. EL RÉGIMEN DE CARTA OTORGADA


En los regímenes políticos de 1814 podríamos distinguir tres modelos diferentes: el régimen parlamentario
inglés, en el que el monarca está limitado por un parlamento representativo; el régimen absolutista ruso, en el que el
monarca no tiene ninguna limitación, y el régimen de Carta otorgada francés, en el que el monarca se autolimita en el
ejercicio de sus funciones sin abdicar por ello de la plenitud de su soberanía. El régimen inglés y el ruso los
encontramos ya en el Antiguo Régimen, el inglés como pionero de innovaciones y el ruso como ejemplo acabado de
la monarquía tradicional; la novedad radica en el régimen francés de Carta otorgada. Luis XVIII, la víspera de su
entrada en París, promete, en la declaración de Saint-Ouen, dotar a Francia de un régimen representativo.
La Carta, a diferencia de la Constitución, es concedida graciosamente por el monarca. Se discute su contenido,
en cuatro sesiones, por una comisión mixta escogida por el rey. Su base doctrinal es la negación de la soberanía
nacional, dogma fundamental del liberalismo. Sus 79 artículos no son, sin embargo, una exposición de doctrina
absolutista, sitio que reflejan influencias del parlamentarismo inglés y concesiones a ideas de los constitucionales de
1789. Sin proclamar solemnemente los derechos del hombre -ahora, más modestamente, se regulan sólo los derechos
de los franceses-, la Carta reconoce los principios de libertad, igualdad y propiedad, aunque prevé que la libertad de
prensa podría ser restringida por leyes para reprimir los abusos. Se proclama la religión católica como credo oficial
del Estado, pero se garantiza la libertad religiosa y la práctica de los diferentes cultos.
No existe separación explícita de los poderes, la autoridad no viene de abajo, del pueblo, sino de arriba, de
Dios, y en consecuencia el rey acumula la del ejecutivo y su proyección sobre el legislativo e incluso sobre el judicial,
puesto que aun reconociendo la independencia de los jueces se ejerce la justicia en nombre del rey y se le reservan los
tradicionales privilegios de gracia. Royer Collard explicaba que el día que la Cámara pudiera rechazar los ministros
del rey señalaría el fin de la Carta y de la realeza. Durante algunos años el gabinete ministerial estuvo interferido por
un consejo de príncipes de sangre y ministros de Estado, pero la complejidad creciente de la Administración derivó
en el aumento de las responsabilidades y capacidad de decisión de los titulares de las carteras. Si Luis XVIII por su
indolencia se desentendió de las tareas del Estado, Carlos X, tras la desaparición de Villele, asumió las de jefe del
gobierno, hasta que la práctica le demostró los inconvenientes de una consagración cotidiana del monarca a tareas
administrativas. El rey se presenta como figura sagrada, a la que no se puede exigir responsabilidad, aunque los
ministros pueden ser acusados, por traición o corrupción, por los diputados y juzgados por los pares.
Las Cámaras legislativas son dos. La Cámara de los Pares, nombrada por el rey, ocupada por los aristócratas,
cuyo asiento es hereditario, era superior en dignidad, pero menor su influencia en la calle; su voz se perdía en el aire,
como testimonia Polignac. Al no ser públicas sus sesiones, resumidas con tacañería en Le Moniteur, los pares apenas
eran conocidos por el conjunto del pueblo. El deseo del monarca de recompensar los servicios a la corona hizo crecer
su número desde 210 en 1815 hasta 384 en vísperas de la revolución de 1830, crecimiento que provocó ironías
como la de llamarle «Hospital de los Inválidos del Gobierno». En la Cámara de diputados se sientan los
representantes elegidos por los Departamentos, más de la mitad eran funcionarios y grandes propietarios y
banqueros; otro análisis ha permitido comprobar que el 41% de sus efectivos correspondía a la antigua nobleza y el
10 % a la nobleza imperial. De esta composición se deduce la prepotencia de la aristocracia tradicional, su entrada en
nuevas actividades financieras y su asociación a la burguesía plutocrática y administrativa. No obstante, el nivel de las
sesiones fue elevado y Thiers escribe que la Carta ha transformado el foro político en salón de gentes honestas.
Se trata de un régimen que pretende combinar el poder real, sin debilitarlo, y la consulta a la nación. Las
elecciones, la independencia de los jueces, la Cámara baja, constituían novedades con respecto a la Francia del
Antiguo Régimen, pero el artículo 14 permitía al monarca hacer «los reglamentos y ordenanzas necesarios para la
ejecución de las leyes y para la seguridad del Estado». En caso de crisis el monarca podía hacer uso de sus poderes
excepcionales. Lo mismo que el sistema internacional de la Restauración, el sistema político de Carta otorgada se
inclina en última instancia, aunque, con ciertas concesiones, por la tradición.

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DOCUMENTOS
1. CARTA OTORGADA DE 1814
Elegimos gran parte del preámbulo y algunos artículos. Selecciónense aquellos aspectos que señalan la
preeminencia del poder real, en contra de los postulados del liberalismo, y los puntos que matizan la vuelta atrás. Es
aconsejable tomar como referencia los textos revolucionarios franceses para comprender el viraje que supone la
Restauración.

“La Divina Providencia, volviéndonos a llamar a nuestros Estados después de una larga ausencia, nos ha
impuesto grandes obligaciones. La primera necesidad de nuestros súbditos es la paz. Nos estamos ocupando de ella
sin descanso, y esta paz, tan necesaria para Francia como para el resto de Europa, está firmada. El estado actual del
Reino requería una Carta Constitucional; la habíamos prometido y la publicarnos. Nos hemos considerado que
aunque en Francia la autoridad resida completamente en la persona del Rey, nuestros predecesores no habían vacilado
nunca en modificar su ejercicio a tenor de la evolución de los tiempos...
A ejemplo de los Reyes que nos precedieron, nos hemos podido apreciar los efectos del progreso siempre
creciente de la Ilustración, las nuevas relaciones que este progreso ha introducido en la sociedad, la dirección marcada
a los espíritus desde hace medio siglo y las graves alteraciones que se derivaron de ello. Hemos reconocido que el
deseo de nuestros súbditos por una Carta Constitucional era expresión de una necesidad real, pero al acceder a este
deseo, nos hemos tomado todas las precauciones necesarias para que tal Carta fuera digna de Nos y del pueblo al que
estamos orgullosos de mandar. Hombres sabios, procedentes de los primeros cuerpos del Estado, se han reunido con
comisarios de nuestro Consejo para trabajar en esta importante obra.
Al mismo tiempo que reconocemos que una Constitución libre y monárquica debe llenar las esperanzas de la
Europa Ilustrada, nos hemos debido recordar también que nuestro primer deber hacia nuestros pueblos era el de
conservar, para su propio interés, los derechos y las prerrogativas de nuestra Corona. Hemos esperado que, instruidos
por la experiencia, estén convencidas de que sólo la autoridad suprema puede dar a las instituciones por ella
establecidas la fuerza, la permanencia y la majestad de las que ella misma está revestida; que así, cuando la sabiduría
de los Reyes está de acuerdo libremente con el deseo de los pueblos, una Carta Constitucional puede tener larga vida,
pero que cuando la violencia arranca concesiones a la debilidad del Gobierno, la libertad pública está tan en peligro
como el mismo Trono. Hemos buscado, en fin, los principios de la Carta Constitucional en el carácter francés y en
los monumentos venerables de los pasados siglos. Así, hemos visto en la renovación de la dignidad de Par una
institución verdaderamente nacional, que debe enlazar todos los recuerdos con todas las esperanzas, uniendo los
tiempos antiguos a los modernos.
Firme en nuestras intenciones, con conciencia segura, Nos nos comprometemos ante la Asamblea que nos
escucha a ser fieles a esta Carta Constitucional, reservándonos jurar su mantenimiento, con renovada solemnidad,
ante el altar de Aquel que pesa en la misma balanza a los Reyes y a las naciones.
En virtud de lo cual, Nos, voluntariamente y por el libre ejercicio de nuestra autoridad real, hemos acordado y
acordamos conceder y otorgar a nuestros súbditos, tanto por Nos como por nuestros sucesores y para siempre, esta
Carta Constitucional.
Art. 1º Los franceses son iguales ante la ley, cualesquiera que sean sus títulos y rangos.
Art. 13. La persona del Rey es inviolable y sagrada. Sus ministros son responsables. Sólo al Rey corresponde
el poder ejecutivo.
Art. 14. El Rey es el jefe supremo del Estado, manda las fuerzas de tierra y mar, declara la guerra, hace los
tratados de paz, alianza y comercio, nombra a todos los empleados de la administración pública, redacta los
reglamentos y ordenanzas necesarios para la ejecución de las leyes y la seguridad del Estado.
Art. 15. El poder legislativo se ejerce colectivamente por el Rey, la Cámara de los Pares y la Cámara de los
Diputados de los departamentos.
Art. 17. La proposición de ley es llevada, según decisión del Rey, a la Cámara de los Pares o a la de los
Diputados, excepto la ley del Impuesto, que debe ser necesariamente llevada a la Cámara de los Diputados.
Art. 27 El nombramiento de los Pares de Francia corresponde al Rey. Su número es ilimitado, puede variar el
Rey las dignidades, nombrarlos de por vida o transformarlos en hereditarios según su voluntad.
Art. 46. Ninguna enmienda puede ser hecha a una ley si no ha sido propuesta y consentida por el Rey...”

2. FRANCIA SE INCORPORA AL DIRECTORIO EUROPEO: PROTOCOLO FINAL


Ordénense sucesivamente los siguientes aspectos: relaciones, internacionales, ideas del sistema de la
Restauración, situación (ocupación del territorio francés, referencias a otros acuerdos, significación de esta
incorporación de Francia al nuevo orden), identificación de los signatarios.

“Protocolo de la conferencia del 15 de noviembre de 1818


Los ministros de Austria, Francia, Gran Bretaña, Prusia y Rusia, después del intercambio de las ratificaciones
de la convención firmada el 9 de octubre, en relación con la evacuación de las tropas extranjeras que se encuentran en
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territorio francés y después de haber dirigido, tanto a una parte como a otra, las notas cuya copia se adjunta aquí, se
han reunido en conferencia para considerar las relaciones que, en el actual estado de cosas, deben establecerse entre
Francia y las potencias que firmaron el tratado de paz del 20 de noviembre de 1815, relaciones que al mismo tiempo
que garantizan a Francia el lugar que le corresponde en el sistema de Europa, la unirán estrechamente a los designios
pacíficos y benévolos que comparten todos los soberanos, consolidando de ese modo la tranquilidad general.
Después de haber profundizado detenidamente los principios conservadores de los grandes intereses que
constituyen el orden de cosas restablecido en Europa, bajo los auspicios de la Providencia Divina, mediante el
Tratado de París del 30 de mayo de 1814, el Congreso de Viena y el Tratado de Paz de 1815, las Cortes firmantes
de la siguiente acta han reconocido por unanimidad y declaran en consecuencia:
1º Que se hallan firmemente decididas a no apartarse, ni en sus relaciones mutuas ni en las que les unen a los
demás estados, del principio de unión íntima que ha presidido hasta ahora sus relaciones e intereses comunes, unión
que se ha hecho más fuerte e indisoluble por los lazos de fraternidad cristiana que los soberanos han creado entre
ellos;
2º Que el objetivo de esta unión, tanto más real y duradera cuanto que no se debe a ningún interés aislado, ni
a ningún arreglo momentáneo, no puede ser otro que el mantenimiento de la paz general, basado en el respeto
religioso de los compromisos consignados en los tratados y del conjunto de derechos que de ellos se derivan;
3º Que Francia, asociada a las demás potencias mediante la restauración del poder monárquico, legítimo y
constitucional, se compromete a cooperar de ahora en adelante en el mantenimiento y la consolidación de un sistema
que ha dado la paz a Europa y que es el único capaz de garantizar su duración;
4º Que si, para lograr con más facilidad el propósito arriba mencionado, las potencias que han participado en
el presente acto juzgasen necesario celebrar reuniones particulares, entre los augustos soberanos o entre sus ministros
y plenipotenciarios respectivos, para tratar en común sobre sus propios intereses, siempre que estén relacionadas con
el objeto de sus actuales deliberaciones, la fecha y el lugar de estas reuniones serán, cada vez, determinadas
previamente por medio de comunicaciones diplomáticas, y que, en caso de que esas reuniones tratasen asuntos
especialmente relacionados con los intereses de los demás Estados de Europa, no tendrán lugar más que después de
una invitación formal por parte de los Estados a los que afectan dichos asuntos y bajo la reserva e ilícita de su
derecho de participar directamente o mediante sus plenipotenciarios;
5º Que las resoluciones consignadas en la presente acta serán dadas a conocer a todas las Cortes europeas
mediante la declaración que se adjunta, la cual se considerará sancionada por el protocolo y formando parte de él.
Realizado en cinco ejemplares e intercambiado recíprocamente en original entre los gabinetes firmantes.
Aix-la-Chapelle, 15 de noviembre de 1818.
Firmado: Richelieu, Metternich, Castlereagh, Wellington, Bernstorff, Nesselrode, Capo d'Istria, Hardenberg.”

CAPITULO VI: LOS MOVIMIENTOS LIBERALES DE 1830


I. BASES DE LAS REVOLUCIONES

1. EL LIBERALISMO
Los movimientos liberales constituyen la primera oleada de asaltos al Antiguo Régimen, cuya pervivencia han
procurado las grandes potencias en 1815. La ideología liberal se expresa en los discursos de los políticos, en las
páginas de los, periódicos, en los escritos de los filósofos; existe una era liberal en Europa, superada en algunos
aspectos por sus insuficiencias, incluso por sus contradicciones. ¿En qué consiste esta ideología, que sirve de base a la
serie de movimientos revolucionarios europeos de 1830?
El liberalismo es una filosofía política orientada hacia la salvaguardia de la libertad del individuo, justificación
última de la sociedad política. Esta libertad individual no puede depender de la decisión exclusiva del rey, que tendría
facultad de revocarla; el titular último del poder es el pueblo. El poder popular, o la soberanía nacional, que es la
expresión utilizada, implica la limitación de las facultades de los reyes, mediante constituciones, en las cuales se
consignan las garantías de los ciudadanos y la división de los poderes, que nunca deben estar concentrados. En 1830
Thiers, en un artículo famoso, formula el principio de que el rey reina, pero no gobierna. El derecho a legislar
corresponde únicamente a los parlamentos y los ciudadanos no están obligados a cumplir más que lo que las leyes
disponen, conforme a la interpretación que de ellas hacen jueces independientes.
Los Parlamentos -no ya las salas de los palacios reales o las mansiones de la grandeza aristocrática- se
convierten en el eje de la vida política. En ellos se busca la síntesis de las ideologías, la solución de los problemas
generales; en ellos se sientan los dirigentes de las diversas corrientes, pero convertidos en representantes de la nación.
Su papel fue evolucionando desde el control de los gobiernos, función más olvidada, hasta la participación indirecta
en la gestión gubernamental en cuanto que los gabinetes han de estar formados por miembros de la opción
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mayoritaria y contar con la confianza de la Cámara, ante la que son responsables. No es menos esencial la función
jurídica, el ordenamiento normativo que articula la vida social en leyes de validez universal dentro de un determinado
territorio, sin reconocimiento de privilegios individuales en su obediencia y sanción.
Todo tiende a limitar cualquier exceso de poder. Los ciudadanos no constituyen un conjunto homogéneo sino
que se agrupan en partidos, cuyos líderes pueden acceder, tras el resultado de las elecciones, a los Parlamentos. Los
pueblos continentales poseían escasa experiencia del funcionamiento de los partidos, para los que en principio sólo
encontraban un antecedente en el funcionamiento de los clubes de la Revolución francesa, pero pronto se forja- ron
estos grupos de orientaciones divergentes -reaccionarios, moderados, independientes, revolucionarios- que convierten
la vida política en un juego de tensiones, propaganda y sucesión de programas y gestiones de gobierno. Con el mismo
propósito de impedir concentraciones de poder postula el liberalismo las autonomías provinciales y municipales, en
merma de la jurisdicción de los poderes centrales.
Finalmente, la libertad del individuo está garantizada, frente a cualquier abuso, por una serie de derechos que
regulan todos los códigos: integridad personal y familiar, libertad religiosa y de industria, protección de la propiedad.
Y un derecho imprescindible de tipo social, libertad de prensa, proclama de todas las revoluciones, porque sólo
mediante la concurrencia de una prensa libre se pueden expresar los partidos y decidir en elecciones los ciudadanos
entre las varias opciones que se les ofrecen. Un texto de Benjamín Constant, de su obra De la libertad de los antiguos
comparada a la de los modernos, ofrece uno de los resúmenes más claros de lo que es el liberalismo político:
«La libertad es el derecho que cada uno tiene a estar sometido sólo a las leyes, de no ser detenido, encarcelado
ni condenado a muerte o molestado, en cualquier forma que sea, por el capricho de uno o más individuos. Es el
derecho que todos tienen a expresar su opinión, a seguir sus inclinaciones, a trasladarse de un lugar a otro, a asociarse.
Es, finalmente, el derecho a influir sobre la marcha del Estado, bien sea nombrando todos o parte de los funcionario
bien aconsejando o preguntando, o mediante las peticiones que la autoridad esté más o menos en la obligación de
tomar en consideración.»
Otra manera de restringir el poder estriba en limitar su actuación al campo estricto de la política, postulando
su no intervención en las actividades económicas y sociales; es la doctrina del laissez faire, laissez passer. Nos
encontramos aquí con una de las insuficiencias del liberalismo, cuya concepción del estado-gendarme, que sólo
interviene en los casos de flagrante delito, centra sus funciones en el mantenimiento de la libertad individual y
descuida el ámbito de la justicia social.
El liberalismo aparecerá así como un movimiento inoperante para enfrentarse a las contradicciones y
problemas de la revolución industrial -otras ideologías más revolucionarias surgen como banderas ante los problemas
sociales- y, por otra parte, por su negación de la soberanía real y su exigencia de consignar en textos escritos los
derechos ciudadanos, es considerado como ideología subversiva por los monarcas de la Restauración. El liberalismo
comporta la destrucción del antiguo orden político, en este sentido es revolucionario; despreocupado de las
estructuras sociales, se convierte en ideología de una clase, la burguesía, en este sentido es conservador. René Remond
ha reflejado esta ambivalencia: «Una vez y otra, revolucionario y conservador, subversivo y conformista. Los mismos
hombres pasarán de la oposición al poder, los mismos partidos del combate contra el régimen a la defensa de las
instituciones.»
El temor a la revolución social inclina a los liberales a interpretar en sentido restrictivo la soberanía nacional,
con la negación del sufragio universal; sólo poseen derecho de voto los grupos con un determinado nivel de riqueza o
de cultura, la burguesía del dinero y del talento. Constitución escrita, monarquía limitada, elecciones y partidos
políticos, sufragio censatario, descentralización, igualdad jurídica y desigualdad social son rasgos que perfilan las
sociedades políticas del liberalismo europeo.

2. EL NACIONALISMO
La Restauración había sofocado en 1815 las ansias nacionales de los pueblos; hacia 1830 los anhelos de
independencia nacional rebrotan y constituyen otra base de los procesos revolucionarios, en los que estallan la
rebeldía de los patriotas italianos contra el despotismo austríaco, la de los polacos contra el rigor autocrático del zar
ruso Nicolás I, la actividad de los revolucionarios de la «Joven Alemania», y la de los patriotas belgas, que reclaman
la separación de Holanda. Varias obras de los años 30 hablan de nacionalidad y nacionalismo. El concepto es
confuso, parece tratarse de un sentimiento, más que de una doctrina racionalmente elaborada. En todos los pueblos
europeos, y con mayor fuerza en los oprimidos, se suscita la conciencia de pertenecer a una comunidad ligada por una
herencia común de lenguaje y cultura, unida por vínculos de sangre y en una especial relación con el suelo de la patria;
cultura, raza o grupo étnico, ámbito territorial, confluyen en la idea de nación.
El término nación proviene del latín «nasci» y etimológicamente se refiere a grupo humano, a conjunto de
hombres nacidos en el mismo lugar. En la Biblia (Jacob) aparece la contraposición entre el pueblo judío y las
naciones de gentiles. Todavía en el siglo XVIII se mantiene la identificación entre pueblo y nación hasta que en la
Revolución Francesa los oradores de la Asamblea Nacional la invocan como síntesis de la voluntad popular, pero
también de las fronteras naturales, la historia y el idioma peculiar de un pueblo. Desde entonces las vibrantes

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exaltaciones de la soberanía se vinculan a la existencia de Estados coincidentes con fronteras étnicas o lingüísticas.
Varios elementos integran la nación en el pensamiento de los revolucionarios del segundo tercio del siglo XIX:
- Autodeterminación Política. El gobierno que dirige al grupo étnico ha de estar libre de cualquier instancia
exterior. En 1851 lo expuso claramente Mancini, ministro y jurista italiano: «Las nacionalidades que no posean un
gobierno surgido de su propia vida interna y que estén sujetas a leyes que les hayan sido impuestas desde el exterior se
han convertido en medios para los propósitos de los otros».
- Peculiaridad cultural y lingüística. La creencia de que el pueblo se identifica en una lengua, más que en un
conjunto de rasgos anatómicos, fue subrayada por Herder al afirmar que la obra creadora sólo puede realizarse en el
«propio lenguaje».
- Pureza étnica. En los teóricos más exaltados se propende a rechazar la fusión de pueblos con argumentos
biológicos de pérdida de fuerza o mesiánicos de superioridad, o pueblo elegido». Esta vertiente, la más peligrosa del
nacionalismo, fue criticada por Renán (Qu' est-ce qu'une nation?, 1882), cuando habla de «falacia racial».
El nacionalismo constituyó una fuerza formidable durante la centuria, pero después de la gran convulsión de
1848 perdió sus rasgos revolucionarios y comenzaron a primar sus limitaciones, su oposición a las ideologías y
corrientes internacionalistas. Ya en 1849 Stuart Mill se lamenta de que hace a los hombres indiferentes a los
derechos de cualquier «porción de la especie humana, salvo de aquella que tiene el mismo nombre y habla la misma
lengua que ellos». En 1862 lord Acton, en su ensayo Nationality, llama la atención sobre sus peligrosas
implicaciones. Pero en 1848 todavía el romanticismo mantiene enhiestas sus banderas y los pueblos identifican
nacionalismo con futuro de libertad, con supervivencia de la cultura legada por la historia. Los teóricos, a veces,
subrayan alguno de los rasgos aminorando los restantes. Así el nacionalismo se apoya en rasgos raciales en los escritos
del conde de Gobineau, otros pensadores prefieren basarse en rasgos culturales, así Mazzini y Gioberti en Italia, o
Mieckiewicz en Polonia; otros en la lengua, que se considera, durante el romanticismo, como creación y expresión del
genio popular. Lo más frecuente, en las figuras destacadas del nacionalismo, es la apelación a todo tipo de referencias
étnicas, culturales y lingüísticas. Los historiadores no están ajenos al movimiento. Michelet, cuando habla de nación,
piensa en Fran- cia y hace un canto a la independencia de las naciones: «Matar a un hombre es un crimen. Pero ¿qué
es matar a una nación? ¿Cómo calificar este enorme crimen?» Lammenais, en Palabras de un creyente, efectúa una
denuncia de los «opresores de las naciones». La Historia de los girondinos de Lamartine se lee en Dublín, Atenas,
Budapest.
Uno de los centros del nacionalismo es París, que se convierte en la capital de los exiliados; allí acuden el
italiano Mazzini y el ruso Herzen. Pero las formulaciones teóricas más completas surgen en las universidades
alemanas. Herder es el iniciador de la idea de «Volkstum», nación-pueblo, grupo histórico, frente al Estado, que
puede ser una creación artificial. Los filósofos románticos e idealistas alemanes contribuyen a generar en el ánimo de
sus compatriotas un sentimiento de patria unitaria. En Berlín había redactado Fichte, en el invierno de 1807- 1808,
sus Discursos a la nación alemana, para incitar a la lucha contra Napoleón. Esta actitud de rebeldía permanece viva en
las sociedades secretas de los años 20; la Joven Alemania y la Joven Italia levantan la bandera del nacionalismo frente
a las decisiones conservadoras de la Santa Alianza.

3. PROBLEMAS SOCIALES
Las aspiraciones liberales y nacionales habían prendido sólo en una minoría instruida. Pero las revoluciones se
expanden en una atmósfera de descontento popular, alimentado por los problemas sociales que suscita la revolución
industrial, salarios bajos por ejemplo, más graves en una coyuntura de crisis. Los movimientos de masas, cuando no
existen partidos políticos capaces de suscitarles, sólo pueden explicarse en circunstancias económicas difíciles. En
1848 la revolución está precedida por un intenso movimiento social; en 1830 la nota social es menos evidente, pero
la crisis económica, como una de las raíces del proceso revolucionario, ha sido reconocida por todos los historiadores
y demostrada, con autoridad indiscutible, por Ernest Labrousse. En julio de 1830 estalla la revolución en París. Unos
meses antes, el 2 de enero, recogía un periódico el siguiente suelto: «El prematuro rigor invernal, el precio elevado del
pan, la falta de trabajo y la miseria de las clases inferiores de la sociedad han producido en las clases superiores una
simpatía y una piedad generosas». Nos encontramos con la clásica crisis de subsistencias. Al lado de la agrícola
aparece además, como fenómeno relacionado con la industrialización, la crisis financiera.
Desde 1821 a 1825 se efectúan grandes inversiones en ferrocarriles, en la construcción de barcos de vapor
para la navegación fluvial, en instalaciones metalúrgicas y en modernas hilaturas de algodón en el alto Rhin y el norte
de F'rancia. En 1825 estalla una crisis financiera en Londres, las inversiones no son rentables, muchas empresas
quiebran, el paro obrero se convierte en secuela inevitable del hundimiento de la actividad industrial. Pero en estos
años parece ser más grave la crisis agraria. En 1826 se produce una crisis de la patata, alimento popular y básico del
siglo XIX. Al año siguiente la crisis afecta a los cereales, su precio aumenta en un cincuenta por ciento. La crisis
continúa en los años siguientes; las revueltas en el campo son especialmente intensas en julio de 1829; en Paris se
crean talleres de caridad, en los que las autoridades intentan proporcionar trabajo a los parados. A las crisis
económicas provocadas por cosechas deficientes se denomina de tipo antiguo, a las provocadas por pánico financiero
o hundimiento industrial se denomina de tipo moderno. Según Labrousse, las crisis que actúan de detonante en 1830
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y 1848 vienen a ser el cruce de los dos tipos, aunque en el primer año tienen mayor peso los problemas agrícolas y en
el segundo los industriales y financieros.
No debemos olvidar una última vertiente de los problemas, la conciencia que de ellos se tiene. En este sentido
la revolución de 1848 señala una diferencia notable con respecto a la de 1830; pensadores más lúcidos, un esquema
conceptual más coherente sobre las causas de una crisis económica y las contradicciones del sistema capitalista,
figuras de mayor impacto popular al frente de las masas urbanas.

II. LAS CONVULSIONES DE 1830

4. LA REVOLUCIÓN FRANCESA DE 1830


El modelo político de la monarquía borbónica en Francia, definido por la Carta Otorgada, presentaba con
relación a las constituciones de la época revolucionaria evidentes limitaciones, la más palmaria la de proceder la Carta
de una concesión unilateral del monarca sin menoscabo de su autoridad: «Toda la autoridad en Francia reside en la
persona del rey.» Ni siquiera se trataba de un pacto bilateral monarca-pueblo; de su lectura no podría deducirse el
reconocimiento de la soberanía nacional, y al subir al trono francés Carlos X incluso los constitucionalistas más
moderados, los denominados doctrinarios -Royer Collard, De Broglie-, temieron una involución hacia fórmulas
autoritarias. En efecto, la monarquía de Carlos X significa, con respecto a la de Luis XVIII, una regresión espoleada
en ciega marcha hacia atrás por las tensiones sociales que tuvieron su ápice en 1827.
En agosto de 1829 se anuncia la formación de un nuevo gobierno presidido por el príncipe Jules de Polignac,
cuyos componentes parecían seleccionados para herir a la opinión pública. Polignac, antiguo emigrado de tiempos de
la revolución, encarnaba la imagen de la corte borbónica del siglo XVIII y la oposición a cuanto había significado el
89 y Napoleón. Algunos periódicos encabezan la protesta; el Journal du Commerce invita a los ciudadanos a formar
asociaciones con el fin de rechazar los impuestos; Le National, órgano recién nacido, apoyado por Talleyrand, lanza
en sibilinos editoriales la posibilidad de sustituir la dinastía por la de Orleans. Pronto se plantea una cuestión
constitucional; la Carta atribuye al monarca la designación de los ministros, pero no pueden gobernar sin el
consentimiento de las Cámaras, de las que depende la aprobación de los impuestos. En la respuesta al discurso del
trono, Ro- yer Collard resalta que la Carta consagra el derecho del país a intervenir en los asuntos públicos, y ante la
advertencia gubernamental de que los diputados atentan contra derechos de la Corona, una mayoría de 221 frente a
181 replica apoyando el texto de Royer Collard, que presentaba a Francia como una monarquía constitucional. En
mayo el monarca disuelve la Cámara y retrasa la convocatoria de elecciones a la espera de que un éxito militar del
Cuerpo expedicionario en Argel fortalezca su autoridad, pero la victoria se retrasó hasta julio, excesivamente tarde
para influir en el electorado, y por otra parte privó al trono de los 37.000 hombres enviados a África. El rey trató de
influir en los electores mientras todos los grupos de la oposición se unían para conseguir la reelección de los 221
diputados de la protesta; los resultados fueron decepcionantes para el gobierno: en la nueva Cámara se sentaría casi la
totalidad de los diputados rebeldes y sólo la mitad de los gubernamentales. ¿Podría mantener Carlos X sus apetencias
de gobierno personal con una Cámara que estaba integrada por 270 diputados independientes frente a 145
borbónicos? El gobierno aconsejó al monarca que, interpretando extensivamente el artículo 14 de la Carta,
suspendiese el régimen constitucional y gobernase por decreto, declarando nulas las elecciones y estableciendo en lo
sucesivo un nuevo procedimiento de acceso a la Cámara baja (testimonio de Guernon-Ranville, ministro de
Instrucción). Eran peticiones que sintonizaban perfectamente con las inclinaciones del autoritario rey; el 25 de julio,
en Saint-Cloud, firmó las Ordenanzas que suspendían la libertad de prensa, disolvían la Cámara de diputados,
establecen un nuevo régimen electoral que reducía el censo a la categoría de grandes propietarios y fijaba para
septiembre las nuevas elecciones. De la simple enumeración no se deduce la decisión con que se había regresado al
absolutismo puro y simple; la redacción tajante de los artículos es más expresiva, por ejemplo el 28 del nuevo
reglamento electoral consigna que «ninguna enmienda podrá ser hecha en una ley, en la Cámara, si no ha sido
propuesta o consentida por Nos». La vuelta a la concentración de poderes en el rey, frente a la división que postula el
liberalismo, es evidente.
La insurrección de París los días 27, 28 y 29 de julio desemboca en el destronamiento de Carlos X. El primer
acto está protagonizado por un grupo de periodistas que el lunes 26 de julio se reúnen en la redacción de Le
National para elaborar una proclama en protesta por la supresión de la libertad de Prensa; encargada a Thiers y a
otros dos periodistas, se convierte en un documento más ambicioso, en el que se denuncia el golpe de Estado
efectuado por un monarca violador de las leyes: “El régimen legal está, por tanto, interrumpido, el de la fuerza ha
comenzado”.La mayoría de los diputados, en el rigor del verano, se encontraban fuera de París; un grupo se reúne en
casa de Laborde, pero en las primeras horas no se atreve a redactar una protesta. Al día siguiente la agitación ha
pasado de los cenáculos de periodistas y políticos a la calle. La guarnición de París, comandada por Marmont, viejo
mariscal del ejército napoleónico, dispone de fuerzas limitadas: 11.500 hombres, de ellos dos regimientos de lanceros
y coraceros, y 12 piezas de artillería; pero en el momento en que llegaran a la capital los efectivos de la casa militar
del rey en Saint-Cloud y Versalles podría elevarse a 26.000 soldados y 36 piezas artilleras, por lo que para los líderes
insurgentes resultaba apremiante el éxito del levantamiento popular en horas.
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El miércoles 28, la jornada de «las tres gloriosas» que Delacroix elige para representar en su famoso cuadro La
Libertad guiando al pueblo, el ímpetu de las masas movilizadas es tan fuerte que Marmont informa que no se trata ya
de una insurrección parcial: “Desde el momento en que la población entera tomaba parte en la revolución, no existía
otro recurso para restablecer el orden que las negociaciones” (Memorias del Duque de Ragusa), y concluye que el
número de tropas es insuficiente. Pero el monarca no quiere parlamentar y ordena a Marmont que concentre sus
fuerzas entre las plazas de las Victorias y Vendôme y las Tullerías, maniobra que en las primeras horas del día 29 es
desbordada; el pueblo entra en las Tullerías y París está en manos de los insurgentes. El tributo humano de los
combates en las calles ha sido elevado; un contemporáneo, Meniere, calculó 700 muertos por parte de los
insurgentes, los historiadores actuales James Rule y Charles Tilly lo elevan a 2.000.
En el momento de la victoria se movilizan los monárquicos; se teme a la República, sinónimo de terror:
Thiers redacta una proclama sobre la fidelidad del duque de Orleans, Luis Felipe, a la nación; otra de los diputados
asegura a los franceses el respeto a la ley y una serie de garantías de libertad: restablecimiento de la guardia nacional
con nombramiento electivo de los oficiales, intervención de los ciudadanos en la formación de las administraciones
departamentales y municipales, jurado para delitos de prensa, responsabilidad de los ministros. Tras nombrar al
duque de Orleans lugarteniente general del reino, el 7 de agosto, una gran mayoría de los diputados presentes en la
capital elige a Luis Felipe de Orleans nuevo rey. Se trata de un acontecimiento definitorio; el monarca recibe su
titularidad no de un designio divino ni de una herencia histórica depositada en su familia, sino simplemente de la
voluntad de los representantes del pueblo en el ejercicio pleno de la soberanía nacional. Rule y Tilly matizan que
antes que rey de Francia Luis Felipe es rey de los franceses, su poder depende del depósito de confianza que los
ciudadanos le han otorgado.
París no es un foco aislado ni la culminación de un proceso, sino el comienzo de una larga cadena de
conflictos en Francia hasta 1832. Casi al mismo tiempo que en París las turbas gritan en Amiens: ¡abajo Carlos XI!.
Un mes después, los disturbios de Moissac adquieren dimensiones sociales con la petición de rebaja de los impuestos,
y en mayo de 1831 en Burdeos, con mayor claridad al pedirse la destrucción de las máquinas que generan paro. En
junio de 1832, en Auch, se solicita la rebaja del precio del grano. La gráfica de los disturbios señala dos cotas
destacadas en julio de 1830 y junio de 1832, esta segunda de mayores dimensiones pero sin las relevantes
consecuencias políticas del verano del año 30.
Los acontecimientos de julio en París fueron interpretados por los contemporáneos de diferentes maneras. Los
soberanos europeos más conservadores contemplan con horror al “rey de las barricadas”. Algunos políticos, como
Laffitte, y periódicos, como Le Patriote, estiman que la revolución no ha terminado, que Francia debe contribuir con
su nuevo monarca a apoyar las revoluciones liberales y nacionales de los otros pueblos europeos. Los políticos
hostiles a los aires revolucionarios, como el banquero Casimir Perier y el historiador Guizot, creen que las jornadas
de julio no han sido una revolución, sino la resistencia a un golpe de Estado de Carlos X, que ha quebrantado la
Carta otorgada.
Durante dos años Francia sigue una orientación revolucionaria, de apoyo a otros procesos similares en otros
países, y de medidas radicales en el interior, como el proceso a los ministros de Carlos X. El ministerio Laffitte apoyó
la democratización de la guardia nacional, cuyos miembros elegían a sus jefes, y permitió la agitación anticlerical en
las provincias. Pero no fue capaz de solucionar la crisis económica, agravada por la revolución. El hundimiento de la
economía, el desorden en los campos y la epidemia de cólera contribuyeron al gran pánico de 1832. Se produce por
esta causa la aparición de gabinetes más conservadores, Perier, Guizot, que inician la represión contra la prensa,
proclaman el estado de sitio en París y señalan el distanciamiento del régimen orleanista con respecto a la revolución.
Este viraje explica la nueva oleada revolucionaria, años más tarde, contra el rey al que los revolucionarios entronizan
en 1830.

5. ANATOMÍA SOCIAL DE LA REVOLUCIÓN


No resulta fácil -no lo fue para los contemporáneos- la disección de los elementos medulares de la conmoción
del año 30 en Francia. De lo expuesto se deduce la confluencia de dos fundamentales:
- político; confrontación entre un monarca de apetencias absolutistas y un pueblo movilizado por la filosofía
liberal de participación popular y no concentración del poder.
- social; reivindicaciones de pleno empleo y salario suficiente por parte de las masas proletarias. Las barricadas
del año 1827 en las calles Saint- Denis y Saint-Martin, barrios obreros de París, aún levantándose al grito de «¡Viva
la Carta!», habían constituido una insurrección social; de ahí que la clase media, deseosa de orden, no interviniera o
incluso apoyara a los soldados, y el movimiento no tuviera mayor alcance.
Por el contrario, en 1830 se produce la conjunción clases medias-proletariado, pero una vez derribada la
monarquía borbónica se comprueba que los objetivos son diferentes, y de ahí las perturbaciones sociales de los años
siguientes hasta el viraje autoritario de 1832. Con razón estima Newman: «En julio de 1830, los trabajadores
parisinos combatieron con pleno convencimiento por la causa de una Carta liberal que, es necesario subrayarlo, no les
concedía nada». Aquí estriba la contradicción de la revolución de 1830: para la burguesía liberal el destronamiento
de Carlos X suponía el final de la revolución, para el proletariado sólo el principio. Mas en las jornadas exultantes de
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julio nadie reparaba en intereses contradictorios; todos los grupos de la sociedad francesa intervinieron con mayor o
menor protagonismo en la lucha contra un monarca aborrecido:
a) diputados liberales. Los dirigentes de la revuelta son políticos hostiles a una versión restringida de la Carta;
como consigna un testigo, Cuvillier-Fleury (Diario íntimo), el pueblo deja a los «sabios» la tarea, de reorganizar el
Estado, y Luis Blanc resalta que el 27 de julio se produjo la alianza entre los liberales y el pueblo. El grupo reunido
en casa de Laffitte se erigió en jefe de la resistencia al pedir al ejército que abandonara la causa borbónica.
b) periodistas. La prensa se había convertido en púlpito de la conciencia popular; de Le Constitutionnel se
lanzaban más de 20.000 ejemplares; en los días de la insurrección tres periódicos liberales, Le National, Le Globe y
Le Temps, mantuvieron encendido el entusiasmo de los revolucionarios. La primera proclama, como hemos visto, es
redactada por periodistas; políticos como Thiers deben su influencia a disponer de un órgano de prensa.
Probablemente es 1830 el primer acontecimiento histórico en el que la prensa juega papel de protagonista, ya que en
1789 todavía el influjo de la letra impresa fue menor que el de la palabra en los clubes.
c) estudiantes. Su número fue reducido. A pesar de, que la nueva monarquía les encomia los testigos de los
acontecimientos apenas les mencionan, y la Comisión de recompensas nacionales de la Revolución cita sólo tres
muertos y siete heridos en una lista de más de 1.500 vícti- mas. Newman calcula que de los 8.000 ciudadanos que
combatieron activamente en las barricadas no más de dos o tres centenares eran estudiantes. Ni siquiera la Escuela
Politécnica, considerada un foco revolucionario, aportó un contingente estimable.
d) obreros. Sus líderes habían asistido, despertando sospechas de la policía, en 1825 a los cursos de teoría
política impartidos en el Conservatorio de Artes y Oficios, entre cuyos profesores figuraba Antoine Jay, redactor de
Le Constitutionnel y admirador del modelo norteamericano de separación de poderes. Más peligrosos parecieron los
cursos del Ateneo, de los que los informes policíacos denunciaban “las doctrinas más impías y más republicanas”.
Estos obreros-estudiantes, al producirse en París una grave penuria de empleo por la crisis de la construcción,
“difunden la corrupción”, según el boletín de la policía, en tertulias de café, y conducen a sus compañeros a las
barricadas en noviembre de 1827 y en julio de 1830.
e) republicanos. Su participación constituye uno de los problemas historiográficos. En los primeros momentos
aparecen unidos a los monárquicos pero pronto surgieron los recelos. Grupos de estudiantes y periodistas de extrema
izquierda, dirigidos por el doctor Raspail y Charles Teste, intentaron organizar comunas clandestinas como células
de una futura insurrección republicana y democrática, pero carecieron de fuerza, como se deduce, entre otros
indicadores, de la escasa tirada de sus órganos de prensa: La Tribune, 500 ejemplares; La Révolution, 200.
Coalición de fuerzas sociales tan heterogéneas ha de presentar inevitablemente contradicciones. No ofrece
relevancia la simbiosis republicanismo-monarquismo porque la postura de los republicanos en julio fue simplemente
oportunista; a pesar de las afirmaciones de Fabre, director de La Tribune, de que las ideas republicanas habían
ganado el corazón de los franceses no creían que ése fuera su momento ni su revolución. Más sorprendente resulta la
alianza burguesía liberal-proletariado si consideramos los intereses divergentes de las dos clases. Mientras los liberales
-como los patronos- apoyan la introducción de máquinas en la industria, los obreros temen la tecnología generadora
de paro y llegan a adoptar posiciones mecanoclastas; los liberales se aferran a la ley Le Chapelier que prohibe las
coaliciones obreras, en clara colisión con una de las peticiones básicas de los trabajadores; la burguesía es partidaria
de la inmigración de trabajadores extranjeros, que el proletariado contemplaba con recelo como competidores de bajo
salario; los impuestos indirectos, que gravan el consumo, son predicados en las publicaciones liberales mientras los
escritos sociales, en defensa de las masas obreras, postulan la imposición directa sobre las fortunas; finalmente, los
propietarios se inclinan por precios y beneficios altos y los proletarios alzan bandera por el descenso de los precios.
Son demasiadas las contradicciones como para no resultar sorprendente la alianza. Paul Mantoux, en su trabajo sobre
la revolución industrial, subrayó, refiriéndose a 1830: «Los patronos supieron utilizar el descontento popular... y lo
movilizaron, una vez más, en provecho suyo». La magia de las palabras, libertad, soberanía nacional, en la prensa o en
la facundia de tribunos como Foy, Thiers, Laffitte, Odilon Barrot, consiguió el prodigio de que se olvidaran todas las
diferencias y se contemplara exclusivamente el enemigo común: un monarca rodeado de aristócratas reaccionarios.

6. LA INDEPENDENCIA DE BÉLGICA
Si el movimiento francés de julio puede considerarse el paradigma de la dimensión liberal en 1830, la
revolución belga constituye una muestra de la vertiente nacional. La unión de Bélgica a Holanda, decidida en la
remodelación del mapa europeo por el Congreso de Viena en 1815 con la finalidad de crear un Estado tapón frente
al expansionismo francés, no había sido aceptada por los belgas; la Iglesia había aconsejado el voto en contra cuando
se so- metió la Constitución de los Países Bajos a consulta de una comisión mixta de notables, porque establecía la
igualdad de las religiones. A pesar de la oposición belga, Guillermo I impuso el texto constitucional de agosto de
1815, que en realidad subordinaba Bélgica a Holanda. La simbiosis de los dos Estados era problemática, las
diferencias profundas. Profesando los belgas el catolicismo y los holandeses el protestantismo, la religión constituía
una barrera; el idioma se convirtió en otro escollo, pues si inicialmente no hubo problemas para que los belgas se
expresaran en francés y los holandeses en neerlandés, a partir de 1823 el rey decretó que éste sería el idioma oficial
para la administración y la justicia, al tiempo que ordenaba su implantación gradual en las escuelas secundarias;
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Bélgica, que había iniciado precozmente su desarrollo, precisaba un período de protección para su industria, en tanto
que los holandeses, con hábitos seculares de comerciantes, se inclinaban por la política librecambista. Todo les
separaba, religión, lengua, economía. Y aunque en el Parlamento el número de diputados belgas era igual al holandés
sólo uno de los ministros era belga; los nacionalistas argumentaban que Bélgica más que unida estaba sometida. Dos
temas se convierten en bandera de rebeldía: la libertad de prensa, exigida por los belgas y negada por Guillermo I
mediante decreto que establece penas de dos a cinco años de prisión para quienes critiquen al rey o menosprecien sus
órdenes, y la libertad de enseñanza, la cual reclamaba la Iglesia Católica para obstaculizar la asimilación a su credo
que el gobierno holandés intentaba conseguir por medio de los programas escolares.
Las noticias de París estimulan a la población irritada por el dominio holandés. La representación de la ópera
La Muette de Portici que escenifica la lucha de los napolitanos por su independencia contra los españoles, provocó la
noche del 25 de agosto los primeros desmanes, con el asalto al periódico gubernamental El Nacional. Los insurgentes
piden la autonomía, pero algunos sectores de la burguesía belga se ponen al lado de las autoridades para restablecer el
orden; esta división anima a Guillermo I a enviar un cuerpo de seis mil soldados a Bruselas para reprimir la rebelión.
La entrada del cuerpo expedicionario de soldados considerados extranjeros provoca el levantamiento de la nación.
Varias ciudades se mantuvieron leales al poder: Gante, Amberes, Ostende, Malinas; en la mayoría, burguesía y clases
populares se lanzan con entusiasmo a la lucha contra la tiranía: Bruselas, Lieja, Verviers, Brujas... La Junta de Defensa
que en los primeros días del levantamiento se había formado en Bruselas se transforma en gobierno provisional,
declara la independencia el 4 de octubre y solicita el apoyo francés.
El conflicto se internacionaliza; las dos Europas políticas toman postura ante la revolución. Prusia muestra su
intención de enviar ayuda amada a Guillermo I; el zar Nicolás I prepara un ejército de 60.000 hombres; Austria, en
ese momento preocupada por los acontecimientos de Italia, no se encuentra en condiciones de intervenir, pero sus
notas diplomáticas expresan con energía su postura favorable al status de 1815 y a los derechos legítimos del rey de
Holanda. Francia se convierte en el apoyo de los belgas; una nota de Luis Felipe declara que no intervendrá si no lo
hacen las otras potencias, advirtiendo a las potencias absolutistas contra alguna eventual aventura militar en los Países
Bajos. La posición inglesa es incómoda; como potencia clave de los tratados de 1815 ha participado en la formación
del Reino de los Países Bajos, pero por rivalidad comercial con los holandeses y consciente de la importancia del
puerto de Amberes para el tráfico de sus mercancías, mira con simpatía el movimiento belga; por otra parte, algunos
documentos diplomáticos translucen su recelo ante una posible anexión de Bélgica por Francia, propiciada por la
identidad idiomática y religiosa. La situación internacional favorece a los belgas. El zar ruso, el más dispuesto a
prestar la ayuda requerida por Guillermo I, se ve retenido por el levantamiento polaco, mientras que la ayuda del
ejército francés y la marina británica son eficaces en el rechazo de los holandeses.
Ante el peligro de un conflicto general europeo y a instancias de Talleyrand, embajador francés en Londres, se
reúnen en la capital británica las cinco potencias del sistema de la pentarquía. Su primer objetivo es la consecución
del final de las hostilidades entre belgas y holandeses; el segundo, establecer un régimen político, lo que luego
derivará en el reconocimiento de la independencia de Bélgica con la condición de que sea un Estado neutral
perpetuamente. Más que de una conferencia se trata de una serie de conversaciones que no se rematan hasta 1838.
Las cuestiones que hubo de dilucidar eran extraordinariamente arduas, tales como las fronteras belgas -de cuyo
territorio quedan excluidos Luxemburgo y Limburgo-las deudas de los Países Bajos, de las que habría de pagar
Bruselas el 16/31, la población, a la que durante dos años se permitía el cambio de domicilio con transferencias de
propiedad de un país a otro, el levantamiento de los secuestros ejecutados por los motivos políticos. Lo que se
denominó el tratado de los 24 artículos no fue aceptado por los holandeses hasta que en noviembre de 1832 las
tropas francesas rindieron Amberes y al ejército holandés que la ocupaba.
Los belgas no esperaron a que finalizara la confrontación armada ni a la laboriosa articulación diplomática de
un tratado con respaldo internacional; un congreso convocado en Bruselas con poderes constituyentes se inclina por
la monarquía y elige a Leopoldo de Sajonia-Coburgo como primer soberano. Es el segundo caso en que un monarca
de 1830 recibe sus poderes de un parlamento que representa a la nación.
La Constitución belga de 1831 ha sido considerada como la expresión más clara de la ideología liberal que
nutre los movimientos de los años 30. Hasta ese momento la española de Cádiz, de 1812, había inspirado las
reflexiones de los constitucionalistas liberales europeos, pero abolida por la involución autocrática de Fernando VII
el código belga nace como nuevo modelo de monarquía constitucional: soberanía nacional, monarca que debe su
poder al pueblo y a su juramento de la Constitución, cuerpo legislativo compuesto por dos cámaras elegidas,
independencia judicial, clero pagado por el Estado, declaración de derechos del ciudadano en seguimiento de los
principios de 1789. Aunque no podía ser calificada de texto democrático, ya que no recoge, por ejemplo, el sufragio
universal, era susceptible de ser reformada e introducir más amplias cotas de participación popular. Al año siguiente,
Inglaterra aprueba una reforma parlamentaria que ensancha la base electoral, mas, a pesar del interés que despertó, fue
la Constitución de Bélgica la que con mayor detenimiento se estudió en Alemania, Italia y los países escandinavos.

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7. LA IMPOSIBLE REVOLUCIÓN POLACA
Desgajada territorialmente por el Congreso de Viena, con Posnania y Pomerania incorporadas a Prusia, y
sometido a la soberanía del zar ruso, el reino de Polonia conservaba empero una cierta autonomía con administración
y ejército propios, respeto total a su lengua nacional y un texto constitucional que había establecido la emancipación
personal de los campesinos en 1815. En muchos aspectos la férula rusa era más suave que la austríaca o prusiana en
sus demarcaciones respectivas, y el zar intentaba una modernización de la estructura estatal que en Rusia rechazaba
drásticamente; pensemos, por ejemplo, que la servidumbre del campesinado no es abolida en Rusia hasta 1861.
En 1830 el viejo reino báltico presentaba un extraño cuadro de arcaísmos y modernidad. Todavía el 80 % de
su población era campesina, mas la modificación de su estatuto jurídico no había sido acompañada de una
reestructuración del régimen de la propiedad; 4.000 grandes propietarios nobles eran los dueños de los dominios; el
descenso de los precios en el ciclo a la baja que enmarca la Europa postnapoleónica había proletarizado a los
pequeños y medios propietarios. Por otra parte, se produce en la década de los veinte una enorme expansión de la
producción agraria, especialmente en el cultivo de la patata, por entonces artículo básico de la dieta popular, y de la
ganadería, que con la misma fuerza permite una revolución alimentarla, pero el progreso técnico aprovecha casi
exclusivamente a una minoría. Mientras la nobleza terrateniente es hostil a cualquier reforma, como se comprueba en
la encuesta ordenada por el príncipe Czartoriski, y los campesinos se inquietan por su situación prolongada de
miseria, otro mundo está naciendo:
- las ciudades crecen; Varsovia pasa de 80.000 a 140.000 habitantes en pocos años. En ella viven grandes
comerciantes extranjeros que saben aprovechar su ubicación en el Báltico, en los suburbios aparecen las primeras
constelaciones industriales.
- la industria del algodón concentra las principales firmas en Varsovia y Lodz. Al tiempo que la lana se
deprime por la concurrencia extranjera, el lino se convierte en otro sector en expansión. A partir de 1826 se
desarrolla la industria azucarera, en la que la nobleza invierte los capitales acumulados en la agricultura.
- una nueva clase, social comienza a controlar la vida polaca. En la «inteligencia», probablemente en 1830 no
más de seis o siete mil personas, se inscriben los cuadros superiores de la administración, los profesores de liceos y
universidades, otras profesiones liberales y artistas. La procedencia es doble: en la «inteligencia» se incluyen algunos
sectores de clases medias promocionados por estudios universitarios y, sobre todo, miembros de la nobleza
empobrecida.
De las 30.000 familias nobles censadas solamente las cuatro mil que basaban su poder económico en la
propiedad agrícola se sentían ligadas a la permanencia del mundo de los grandes dominios agrarios. Las noticias del
julio parisino conmocionan a los grupos inquietos, y, mientras los terratenientes se inclinan por el mantenimiento de
la situación de dependencia, los pequeños nobles, los altos funcionarios y los profesionales liberales preparan la
revolución.
Los polacos aprovechan la movilización del ejército ruso en dirección a Bélgica para iniciar su levantamiento.
En noviembre de 1830 se produce la insurrección popular de los patriotas y la instalación de un gobierno provisional
en Varsovia, presidido por Chlopicki, antiguo general napoleónico. El zar ruso Nicolás I rehúye discutir cualquier
estatuto, la Dieta proclama la independencia. En septiembre de 1831 Varsovia cae en manos rusas. La ayuda francesa
no llega. La represión es severa; se disuelve la Dieta, se cierra la universidad, se suprimen las moderadas concesiones
de autonomía. Muchos polacos emigran, 4.800 familias entran en Francia, donde se constituye la Sociedad
Democrática Polaca, que redacta proclamas en nombre de la patria contra los privilegios nobiliarios. Desde el punto
de vista social la insurrección polaca del año 1830 aparece como obra de una minoría, a diferencia de Francia o
Bélgica. No se moviliza el campesinado ni los núcleos de obrerismo industrial, se oponen egoístamente los
terratenientes; tan sólo intelectuales, funcionarios y nobles empobrecidos tratan de emancipar a la patria. Poco había
madurado todavía la sociedad polaca para afrontar la reacción del coloso ruso.

8. FRACASOS REVOLUCIONARIOS EN ITALIA Y ALEMANIA


Aunque en el complejo mapa italiano diseñado en el Congreso de Viena sobresale la presencia austríaca en
Lombardía y Venecia como obstáculo para la unidad, para los liberales italianos constituía, a partir de 1815, un
problema previo la erradicación de los regímenes absolutistas instalados en otros Estados, puesto que la
administración de Viena, como la de Moscú en Varsovia, se mostró moderada con el fin de evitar agitaciones. Por el
contrario, en el Piamonte el rey Victor Emmanuel I, inspirándose en ideas de J. de Maistre, estima que revolución y
traición son sinónimos; en Nápoles, Fernando IV suprime la constitución liberal que se había otorgado a Sicilla; en
Módena, el duque reprime cruelmente los movimientos subversivos; en los Estados Pontificios, el cardenal Rivarola
demuestra que era posible sobrepasar en la vuelta atrás a todos los Estados y restablece la justicia feudal, la
Inquisición, los ghettos judíos, suprimiendo los códigos civil y penal de inspiración francesa. Frente a este espectro
político regresivo los liberales italianos desenvuelven sus reivindicaciones en los planos literario, apelando a los temas
románticos de la libertad, político, reclamando constituciones, y económico, argumentando que sólo la creación de
un vasto mercado peninsular permitiría la modernización de Italia. Los escritos de Pecchio y Ressi, el periódico El

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Conciliador y las sociedades secretas, especialmente los carbonarios, mantienen viva el ansia de un Estado unitario y
liberal.
Los movimientos revolucionarios de los años 1820 y 1821 consiguen la elaboración de constituciones en
Nápoles y el Piamonte, pero la situación internacional hacía imposible el éxito de la empresa; las potencias de la
Santa Alianza acuerdan la intervención en el Congreso de Laybach y el ejército austríaco restablece el Antiguo
Régimen. Por añadidura, los movimientos se circunscriben a las clases dirigentes, que no consiguen el apoyo de la
población urbana -situación, como vemos, inversa a la de los movimientos populares franceses, carentes del apoyo de
la burguesía liberal hasta después de 1827- y aminoran la cohesión de las insurrecciones las diferencias entre los
moderados, que se conformarían con introducir en Nápoles y Piamonte la Carta otorgada francesa, y los radicales,
que se inspiran en la Constitución española de Cádiz, basada en el dogma de la soberanía nacional.
La revolución parisina de 1830 reenciende las esperanzas de los círculos liberales. Desencadenada la
insurrección. por el carbonario Ciro Menotti en Módena, inmediatamente se extiende a los Estados del centro de
Italia y se establecen gobiernos provisionales en Módena, Bolonia y Parma. En febrero de 1831 se constituye en las
ciudades de los Estados Pontificios las “Provincias Unidas italianas”, pero el viejo espíritu de las comunas subsiste, y
cada ciudad o cada ducado mantienen su soberanía, como lo demuestra Bolonia al rechazar como intromisión en los
asuntos internos la propuesta de unidad formulada por Módena. Sin objetivos sociales claros que movilicen el apoyo
popular y con la visión estrecha de anteponer los intereses particulares, el ejército austríaco no encuentra excesivas
dificultades en sofocar el movimiento insurreccional. Los soberanos de Parma y Módena ocupan nuevamente sus
asientos ducales con plenitud de ejercicio, la política pontificio se vuelve más hermética, los regímenes absolutistas se
fortalecen y se desata la represión. Pero permanece vivo un sentimiento nacionalista, que se refleja en las ediciones del
Dante, en las obras de Manzoni y Leopardi, en el movimiento de la «Joven Italia», en el ambiente romántico en el
que se exaltan las glorias del pasado italiano.
La situación política de Alemania después de 1815 ofrece bastantes paralelismos con la de Italia. Dividida,
con regímenes absolutistas en la mayoría de los Estados, el ansia de la unidad nacional y la previa instalación de
modelos constitucionales constituyen los dos objetivos de las fuerzas renovadoras. Entre 1814 y 1820 se aprueban
constituciones en los estados del Sur: Nassau, Baviera, Baden, Hesse-Darmstadt; sus textos significan un compromiso
del progreso con la tradición, ya que se reserva la Cámara alta para la nobleza de rango y los signatarios eclesiásticos,
carecen las Cámaras del derecho de iniciativa y de la facultad de votar el presupuesto, y los ministros son únicamente
responsables ante los soberanos. El modelo ofrece bastantes similitudes con el francés de Carta Otorgada, pero en
cualquier caso suponía una innovación si se comparaba con Austria, donde Metternich mantenía férreamente la
omnipotencia imperial, o con los Estados del Norte de Alemania. Tres aspectos pueden distinguirse en los
movimientos de 1830:
- constitucional. En los estados del Centro y Norte se producen disturbios en petición de constituciones
similares a las de los estados del Sur: en Brunswick es expulsado el soberano Carlos II; en Hannover encabeza la
agitación la universidad de Gotinga y se consigue la Constitución de 1833; en Sajonia acusan de mal gobierno a los
Wettin y se obliga al gobierno a la redacción de un texto constitucional; en Hesse-Kassel se establece una cámara
única -con lo que se elimina la prepotencia política de la nobleza- y el derecho de iniciativa legal y de impugnación
del gobierno.
- nacional. Las noticias de la insurrección polaca producen un vasto movimiento de solidaridad. Augusto
Wirth redacta su llamamiento «a los amigos de los pueblos», donde al tiempo que simpatiza con la lucha de Polonia
por su libertad se pide para Alemania una república federal.
- social. Mientras los burgueses se contentan con las conquistas políticas las masas populares aspiran a la
mejora del nivel de vida y a la supresión de los derechos feudales en el campo. En Hesse el dramaturgo Büchner
intenta provocar una revuelta de los pobres.
Las diferencias en las fuerzas movilizadas, entre la burguesía y las masas populares por un lado, entre los
liberales moderados y radicales dentro de algunos estados, entre los partidarios de la unidad nacional y los
constitucionales que aspiran únicamente a modernizar el modelo político de su Estado, permitieron la recuperación
de los gobiernos. Así en Hesse-Kassel, que se había dado la Constitución más avanzada, el Príncipe consiguió eludir
su implantación. En la llamada fiesta de Hambach, Wirth proclamó ante 30.000 asistentes que Alemania no podía
esperar nada de sus soberanos y que su suerte estaba ligada a la de Polonia, Hungría y Bélgica. Tras este
acontecimiento comenzó el viraje en Prusia, con arrestos y restricción de la libertad de prensa y reunión. Al fracasar,
en abril de 1833, un intento de ocupar la ciudad de Francfort, sede del Bundestag, se intensifica la represión.
Metternich convoca varias conferencias en Viena, donde se organiza la represión contra las universidades, la prensa y
las cámaras estatales. Como en Italia, los movimientos del 30 en Alemania fracasan, pero queda el impulso de las
fuerzas progresistas que se preparan para un segundo asalto. La formación del Zollverein, unión aduanera de los
Estados del Norte, es por el momento el único paso en el camino de la unidad.

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9. ALGUNAS DEDUCCIONES DE LOS MOVIMIENTOS DE 1830
En el orden internacional, tras los acontecimientos de 1830, se ha producido un cambio fundamental. El
sistema de la pentarquía, basado en el rectorado de la vida internacional por cinco grandes potencias, se ha cuarteado
Metternich, que ya no puede apelar a Francia o a Inglaterra, consigue la unión sagrada de los tres soberanos
conservadores, Austria, Prusia y Rusia. No hace más que evidenciar esta alianza la contraposición entre dos grupos de
naciones, las liberales, en cuya estructura política se introduce la participación popular, y las conservadoras, fieles a la
tradición de plena potestad de los monarcas.
La frustración inclina a los protagonistas a reflexionar sobre los motivos; todos comprenden la
interdependencia de los factores constitucional, nacional y social, por lo que en el futuro han de prestar más atención
al último. El caso polaco resulta aleccionador. La cuestión agraria debe incluirse en cualquier programa de
independencia, y tras esta constatación la Sociedad Democrática Polaca elabora un programa de acción en el que
incluye el reparto gratuito de parcelas el primer día de la liberación nacional.
Las revoluciones se han iniciado como fenómenos estrictamente urbanos; París, Bruselas, Varsovia son los
centros focales. El pueblo de las grandes ciudades ha decidido la victoria; la muchedumbre armada ha asaltado el
Louvre y las Tullerías. En la siguiente pulsación intentará acompañarse esta movilización urbana con la rural.
Los objetivos políticos han sido moderados; se cifra en monarquías constitucionales el cuadro de una más
amplia participación popular; ninguno de los movimientos nacionales desemboca en la proclamación de la república;
en Francia se ha producido simplemente un cambio de monarca, en Bélgica la independencia se simboliza en la
elección de un titular para el trono, en Brunswick y Hesse Electoral se opta por la solución monárquica, y con ciertos
cambios se adopta la misma resolución en Sajonia; a Hannover se envía un virrey, el duque de Cambridge, lo que una
vez más refleja que no se plantea la posibilidad de la república. Los sectores izquierdistas consideran que este
planteamiento ha aminorado la radicalidad de los objetivos; el programa parisino en el momento de ocupar el
Ayuntamiento durante las tres jornadas gloriosas incluía como básicos la soberanía del pueblo y el sufragio universal,
principios luego rebajados. En Polonia el único cambio inmediato fue el establecimiento de la libertad de prensa; de
ahí que Engels llame a la insurrección polaca una revolución conservadora.
Los movimientos han suscitado la cuestión del derecho de intervención, que hasta el momento constituía uno
de los pilares de los regímenes conservadores de la Santa Alianza., En algunos sectores, tanto revolucionarios como
conservadores, se tenía una conflagración continental. En vísperas de la insurrección polaca de noviembre de 1830,
Grabowski, secretario de estado del reino de Polonia, residente en San Petersburgo, escribía a Lubecki, ministro de
Finanzas de Varsovia: «A pesar del interés de tantos hombres por conservar el estado de paz, a pesar de la solicitud
de todos los gobiernos por el futuro, los sucesos se complican tan singularmente que será un verdadero milagro, un
favor de la Providencia, si se escapa a una guerra general». Entre los revolucionarios la solidaridad se produce más
por iniciativa individual, como prueban los voluntarios franceses, belgas e italianos que participan en la re- vuelta de
Varsovia, que por resolución de gobiernos. Sin embargo, las influencias de unos movimientos en otros parecen
incontestables; los acontecimientos franceses influyen en todos los continentales e incluso en la pugna por la reforma
electoral en Gran Bretaña; lospolacos estimulan a húngaros y checos, y la insurrección de Varsovia se toma como
modelo en los levantamientos de Módena, Parma y Bolonia, en febrero de 1831.
La segunda pulsación, la de 1848, dispone de las lecciones de este gran ensayo general. Sus objetivos
limitados, sus fracasos, el, apoyo mutuo entre las grandes potencias, constituyen un capital de experiencias para los
revolucionarios que intentan subvertir el orden europeo dieciocho años después de las tres jornadas gloriosas
parisinas de 1830.

DOCUMENTOS
PROCLAMACIÓN DE LOS DIPUTADOS FRANCESES
Deben identificarse los acontecimientos reseñados en el relato de Berard, comentar los personajes e
instituciones y desarrollar, con más amplitud, los principios revolucionarios del 30 que los diputados consignan.
Compárese el contenido ideológico con el de la Carta otorgada de 1814.

“¡Franceses! Francia es libre. El poder absoluto ha arriado su bandera, la heroica población de París la ha
abatido. París ha hecho triunfar con las armas la causa sagrada de la libertad que había triunfado vanamente en las
elecciones. Un poder usurpador de nuestros derechos, perturbador de nuestro reposo, amenazador para la libertad y
el orden; volveremos al disfrute del orden y la libertad. Ni llanto por los derechos perdidos, ni más barreras entre
nosotros y los derechos que todavía nos faltan,
Un gobierno que, sin engaños, nos garantice estos bienes es hoy la primera necesidad de la patria. ¡Francesesl
Los diputados que se encuentran ya en París se han reunido y, a la espera de la reunión regular de la Cámara, han
invitado a un francés que nunca ha combatido más que para Francia, el duque de Orleans, a ejercer las funciones de
lugarteniente general del reino. (...)

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El duque de Orleans es devoto de la causa nacional y constitucional. Siempre ha defendido sus intereses y
profesado sus principios. Respetará nuestros derechos, porque él encontrará en nosotros la defensa de los suyos.
Aseguremos con las leyes las garantías necesarias para hacer la libertad fuerte y duradera:
-restablecimiento de la guardia nacional con intervención de los guardias nacionales en la elección de los
oficiales;
-intervención de los ciudadanos en la formación de las administraciones departamentales y municipales;
-jurado para los delitos de prensa;
-responsabilidad legalmente establecida de los ministros y agentes secundarios de la Administración;
-estado de los militares regulado por la ley;
-reelección de los diputados promovidos al ejercicio de funciones públicas;
-daremos a nuestras instituciones, de acuerdo con el jefe del Estado, el desarrollo que requieran.
Franceses, el duque de Orleans ha hablado y su lenguaje es el que conviene a un país libre: las Cámaras se
reunirán, ha prometido, y buscarán los medios para asegurar el reino de las leyes y el mantenimiento de los derechos
de la nación. La Carta será, en adelante, una realidad.”
BERARD: «Recuerdos históricos sobre la revolución de 1830». En BERTIER DE SAUVIGNY: La
revolución de 1830 en Francia.

CAPITULO VII: LAS REVOLUCIONES DEMOCRATICAS DE 1848


1. CARACTER PECULIAR DE LOS MOVIMIENTOS DE 1848
De las revoluciones de 1830 sólo queda un testigo, Bélgica, Independiente y con una constitución liberal. En
Francia el viraje conservador de la monarquía orleanista a partir de 1832 supone una traición para la revolución que
ha llevado al trono a Luis Felipe; en Italia los austríacos mantienen su presencia; en Alemania se posponen los sueños
unitarios y en muchos estados los soberanos gobiernan con un régimen prácticamente absolutista; en Polonia los
rusos han suprimido todas las libertades. En 1848 la revolución intenta su segundo asalto. Las similitudes con 1830
son muchas, aspiraciones liberales y nacionales, problemas económicos y sociales como detonante. Pero las
diferencias son también importantes y es necesario precisarlas. En síntesis podemos señalar como raíces del 48 ideas
políticas democráticas, problemas económicos y convulsiones sociales.
Los ideales democráticos
La democracia decimonónica se define en oposición al Antiguo Régimen: también como una superación de las
limitaciones del liberalismo, al que prolonga y completa. La relación liberalismo-democracia es indiscutible, pero los
movimientos liberales de 1830 no deben ser confundidos con los democráticos de 1848. René Remond, que ha
precisado con claridad las diferencias, escribe: «Estamos tentados hoy frecuentemente a no ver en la democracia nada
más que el desarrollo de la idea liberal, mientras que en el siglo XIX aparece sobre todo como una ruptura con el
orden y la sociedad del liberalismo».
A diferencia del liberalismo el movimiento democrático de 1848 reivindica la abolición del sufragio censatario
y el establecimiento del derecho de voto para todos los ciudadanos; no existe democracia sin sufragio universal. En el
mismo sentido prefiere hablarse de soberanía popular, en vez de soberanía nacional ya que la palabra nación parece
referirse a una entidad colectiva y la soberanía no es ejercida, en la práctica, nada más que por una minoría, mientras
que la palabra pueblo subraya la totalidad de los individuos; el pueblo, del que habla Michelet y al que invocan los
revolucionarios de 1848, es el conjunto de los ciudadanos, no una abstracción jurídica. El régimen de libertades es
más rigurosamente expresado en los textos democráticos; la libertad de prensa no supone sólo la exención de la
censura, sino también la independización del control financiero del periódico. En el orden social se lucha por la
reducción de las desigualdades y se acusa al liberalismo de predicar una igualdad estrictamente jurídica, ante la ley,
mientras permanece impasible ante los contrastes sociales de riqueza-pobreza, cultura-analfabetismo. Si el liberalismo
se ha inclinado por la monarquía como forma de gobierno la democracia considera a la república como forma
política más idónea para el ejercicio del sufragio universal, la soberanía popular y la garantía de las libertades.
La crisis económica
La angustia económica del año 1847 tomo dimensiones europeas y en ella se pueden distinguir tres vertientes:
agrícola, industrial y bursátil.
-agrícola. Las cosechas deficitarias de 1845-1847 se inscriben en las crisis decenales que sufre, por el ritmo de
las oscilaciones climáticas, la agricultura europea durante el siglo XIX. En 1846 una enfermedad de la patata,
provoca problemas de subsistencias en varias naciones, en 1847 son los cereales los que sufren los rigores de la sequía
y el calor. Carestía, disturbios, sobremortalidad constituyen los tres parámetros de la crisis alimentaria. Los precios
agrícolas suben, de 1845 a 1847, en un 50 %, en mayo de 1847 el precio del pan en París y Lille es el doble del
estimado como soportable por las masas. La cólera popular se manifiesta en asaltos a panaderías de varias ciudades:
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los medios de comunicación contribuyen a difundir la protesta con mayor capacidad de contagio que en 1789 o en
1830. Remi Gossez ha dibujado, a partir de los informes de la policía, el mapa de los disturbios, que coincide
significativamente con el de la penuria alimentaria. En 1846 se producen levantamientos de siervos en Galitzia contra
los grandes propietarios polacos, en la primavera de 1847 se suceden los motines en Escocia, Bruselas, Berlín, Viena,
Lombardía, Toscana. El hambre favorece la difusión de enfermedades y epidemias (cólera, tifus). En Bélgica la
hambruna eleva la sobremortalidad mientras en las provincias valonas de Hainaut y Lieja, de mejor nivel de vida, se
mantienen los índices; el tifus se ceba en las masas famélicas y produce 16.000 víctimas en Silesia; en París la tasa de
mortalidad se eleva de un 24.2 por 1.000 (en 1842) a un 29.3 por 1.000 (en 1847). Las revueltas de las
subsistencias crean el ambiente propicio para una insurrección general contra los gobiernos.
-industrial. Tras varios años de prosperidad, y probablemente de superproducción, algunas fábricas, en primer
lugar las textiles, quiebran, debido a la insuficiencia de sus ventas. Dejan de construirse los ferrocarriles, lo cual, sólo
en Francia, provoca, al arrastrar a otros sectores, 750.000 parados. Ya en 1845 pasan apuros los especuladores en
acciones ferroviarias, porque la caída de los valores es indicador de la fase depresiva, pero más grave es en ese
momento el hundimiento de la metalurgia, desarrollada exageradamente para proveer a la demanda voraz de las
empresas ferroviarias. Los obreros culpan a las máquinas de su situación y se producen destrucciones de maquinaria
textil. En enero de 1847 en Manchester hay más de 3.000 parados. En Bélgica, en ese momento en período de
expansión industrial, los obreros, que combinan el trabajo en la Industria con el laboreo de la tierra, no son capaces
de remontar la escasez de la cosecha y adquirir los alimentos que ese año no recogen; las viejas industrias de
estructura artesanal, como la del lino, desaparecen.
-bursátil. Las dificultades de venta provocan el hundimiento de las acciones de las sociedades; los bancos no
pueden hacer frente a las demandas de crédito; los fondos de los tesoros estatales se han destinado a comprar en el
exterior masivamente productos agrícolas y se ven impotentes para sostener a las sociedades de crédito.
Algunos historiadores han considerado que la raíz de la crisis económica es agrícola; la subida de precios de
los alimentos provoca el descenso de venta de los productos industriales, la ruina y el paro. Otros conceden mayor
importancia a los aspectos financieros; la inversión ruinosa en ferrocarriles y la falta de liquidez bancaria arrastran a la
agricultura. En general, se inclinan por otorgar a la crisis económica un papel relativo en el mecanismo de la
revolución; las revoluciones de 1848 son revoluciones de éste, no revoluciones de masas; esto explica la posibilidad
de contraofensiva de las fuerzas del Antiguo Régimen. Labrousse dice que otros años hubo crisis económica, pero no
revolución; la crisis económica agrava, acompaña, pero no provoca la revolución. Jacques Droz ha precisado,
sutilmente, que si la causa de la revolución fuese económica hubiera estallado en 1847 y no en 1848.
Convulsiones sociales
Los problemas de pauperismo y paro creados por las máquinas han provocado inquietud en las masas obreras
y reflexiones en los intelectuales. Desde 1830 surgen en Francia grupos organizados de obreros, embrión de futuros
sindicatos, con periódicos como el Journal des Ouvriers y Le Peuple, y, episódicamente, estallidos de violencia, como
los de Lyon en 1834. En los suburbios de las ciudades aparecen médicos de humildes, primer sector intelectual que
toma conciencia del problema; es el caso del prestigioso Raspail. Los primeros pensadores socialistas escriben sus
obras en torno al 48: Cabet su utopía del Viaje a Icaria; Pierre Leroux habla del socialismo como la religión de la
humanidad; otros socialistas, Louis Blanc y Blanqui, intervienen directamente en los acontecimientos. En algunos
momentos, por su actividad periodística, Proudhon es la voz que más se escucha. El socialismo premarxista presta a
la revolución del 48 un aparato intelectual del que careció la del 30.
No está totalmente resuelta la interrelación marxismo-48. Mayor influjo en la convulsión europea de este año
tuvo el socialismo utópico que el científico, y los diversos estudios que se han dedicado al papel de Marx (Peter
Amann, Cornu, Gerhard Becker, Samuel Bernstein, Fernando Claudin) ponen de relieve el intenso impacto que en su
pensamiento desempeñó el 48, pero es más difícil sostener la tesis inversa de que en la revolución actuaran sus ideas.
Marx, tras su matrimonio con Jenny Westphalen, reside en París desde 1843 hasta que, en enero de 1845, el
ministro del interior francés ordena su expulsión por sus contactos con los líderes de la Liga comunista, Leroux,
Blanc, Bakunin, y se traslada a Bruselas. El primer Congreso de la Liga Democrática comunista que se celebra en
Londres, en junio de 1847, encarga a Marx y Engels la redacción de un manifiesto que se distribuirá por toda
Europa. El llamado “Manifiesto comunista” aparece en Londres, sin los nombres de sus autores, en febrero de 1848,
unos días antes del estallido revolucionario en Francia. Al consolidarse la revolución Marx acude a París, en el mes de
marzo, pero pronto se traslada a Alemania, y a partir de junio colabora incesantemente en una revista que en ese
momento aparece, la Nueva Gaceta Renana con artículos en los que reflexiona sobre los procesos que está viviendo
Europa, mientras Engels dedica una serie de artículos a los acontecimientos de febrero en París. Posteriormente
consagrará Marx tres libros a los procesos del 48: El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Las luchas de clases en Francia
y Revolución y contrarrevolución en Alemania. El viraje conservador que experimenta Francia le sitúa en una
posición más crítica con respecto a la burguesía. Si en el Manifiesto todavía la considera como una clase
revolucionaria y parece translucirse la idea de que la primera fase de la revolución podría iniciada la clase burguesa, la
frustración radicaliza sus posturas y comienza a describirla como clase contrarrevolucionaria. La derrota sufrida por
el proletariado le inclina a pensar en la dictadura del proletariado -vaticinada ya en el Manifiesto-; el destino de las
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revoluciones nacionales –escribe- queda supeditado a las revoluciones proletarias. En Londres, convencido de que el
48 ha fracasado, prevé una nueva y más avanzada etapa de la revolución.
El aparato intelectual del 48 y las reflexiones que suscita constituyen una vertiente de gran interés. Confluyen
en París una serie de observadores excepcionales: Tocqueville, Michelet, Guizot, que aplican a sus observaciones su
oficio de historiadores; Marx, Proudhon, Blanqui, Raspail, Arago, que enfocan sus planteamientos desde su atalaya
social. En Viena galvanizan las conciencias poetas y escritores durante veinte años; en Rumania organizan los
primeros círculos revolucionarios estudiantes que siguen sus cursos universitarios en París; los intelectuales checos,
como el poeta Jan Kóllar o el historiador Palacky, encuentran audiencia entre los jóvenes; en Italia Mazzini es
considerado como el modelo de conspirador romántico. Las ideas liberales son predicadas por Camphausen,
banquero de Colonia; Odilon Barrot, que adquiere renombre como parlamentario en el 48; Lamartine, conocido por
su dimensión literaria; Gustavo Struve, republicano alemán opuesto a cualquier compromiso con fuerzas moderadas;
Lajos Kossuth, el «Mazzini húngaro»... Es en Europa la era de las arengas, de los escritos subversivos, de los círculos
clandestinos. La efervescencia de las ideas, aparato como hemos indicado inexcusable en un proceso revolucionario,
constituye otra coordenada clave de esta encrucijada histórica.
Marx, desde una perspectiva revolucionaria, y Tocqueville, desde una perspectiva conservadora, interpretan el
48 como un enfrentamiento de clases. Los historiadores actuales no lo ven tan claro. Rudé señala una situación social
complicada, con obreros en las fuerzas conservadoras y propietarios en las revolucionarias. Remi Gossez demuestra
que no existe en el 48 división de clases; en la Guardia Nacional se integran obreros al lado de propietarios e
inquilinos en contra de tenderos, comerciantes y terratenientes, más bien que en contra de dueños de fábricas.
Podríamos concluir que en el año 1848 se produce una intensa convulsión social, pero en la que no es fácil
trazar un esquema sencillo, de enfrentamiento de clases, y en la que los historiadores discrepan incluso a la hora de
señalar a los protagonistas de la revolución: Namier habla de una revolución de intelectuales, Cuvillier del despertar
de la conciencia obrera, Jean Baby reduce la dimensión social para subrayar los movimientos nacionalistas.

2. LOS GRUPOS SOCIALES ANTE LA REVOLUCIÓN


En 1848 la revolución asume proporciones continentales. Francia, Italia, Alemania, Austria, Hungría,
Bohemia, se ven sacudidas por la convulsión; Dinamarca, Rumania, Polonia, Irlanda las experimentan de menor
intensidad; incluso España, considerada inmune antes de los estudios de los últimos años, es el escenario de motines
que sin duda se relacionan con la fase álgida; Inglaterra, no se enfrenta a un proceso de transformación política pero
la agitación cartista muestra que las alteraciones sociales también afectan a la sociedad británica. Sólo Rusia, con su
autocracia y su campesinado sometido a servidumbre, aparece como un mundo alejado e inmóvil. De la vastedad del
mapa revolucionario y de la heterogeneidad de situaciones políticas y sociales se deduce que no es fácil la formulación
de actitudes unánimes; no podían ser idénticas las posturas de la burguesía británica, en rápido proceso pacífico de
acceso al poder, y la alemana, necesitada de la articulación del Estado nacional como fundamento de un mercado
moderno. De todas maneras, conviene definir la actitud predominante de las diferentes clases para evitar la
simplificación de algunas versiones que presentan la revolución del 48 como un movimiento urbano de clases medias.
Efectivamente, en la mayoría de los países son las clases medias las conductoras del proceso. Sus móviles son
primordialmente políticos y podrían resumirse en el deseo de asumir la hegemonía desplazando el histórico
protagonismo de las clases aristocráticas, de ahí que donde no exista este móvil, como en Inglaterra y Bélgica,
naciones en las cuales la casi totalidad de las clases medias posee el derecho de voto, se muestren reacias a la aventura
de dinamizar el modelo de poder. En otros casos su participación tiene raíces económicas; durante la crisis los
hombres de negocios se muestran proclives a criticar la pasividad de los gobiernos. Lógicamente no falta la
combinación de premisas políticas y económicas; tal ocurre con las burguesías alemana e italiana, a quienes la
necesidad de suprimir la multiplicidad de barreras para el tráfico comercial les lleva a apoyar las ideas nacionalistas de
unificación.
El sector más politizado de las clases medias es el de los profesionales: abogados, médicos, periodistas,
profesores. Se ha generalizado con cierta precipitación su protagonismo, pero en la mayoría de las naciones no puede
discutirse. En Francia su papel fue esencial. En Alemania y Austria las universidades fueron cenáculos de la
subversión, como lo prueba la intromisión de la policía, la prohibición de las asociaciones estudiantiles y la expulsión
de algunos profesores, como el historiador Gervinus. La carrera de derecho se convirtió en un factor dinamizador de
primer orden; en la década de 1840 el número de estudiantes de derecho en las universidades de Prusia creció en casi
un tercio. No menor fue el papel de los periodistas, especialmente en Francia, donde ya en 1830 se habían convertido
en protagonistas; la rigidez de la censura y el tesón por suprimirla sugieren que en algunas naciones todos los
sectores, y especialmente los órganos del poder, reconocían su influjo. Anotemos la actuación en febrero de 1848 en
París de L’Atelier y los artículos de Luis Blanc en diversas publicaciones.
Sin duda en el 48 la participación de las clases populares urbanas adquiere una dimensión superior a la del 30,
pero conviene matizarla. Se trata de un modelo de dinámica popular intermedio entre el de 1789 -papel secundario
de las masas en la sociedad preindustrial- y el de la Comuna de 1871 -protagonismo del proletariado en la sociedad
industrial-. Sería prematuro hablar a mediados del siglo XIX en Francia de movilización del proletariado; la
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mecanización sólo se había aplicado a las industrias del algodón y de la lana; la metalurgia se encontraba en un
acelerado proceso de transformación, pero todavía la mitad de la producción se obtenía en pequeñas factorías
tradicionales. París, Berlín y Viena poseían barrios obreros, mas predominaba la pequeña empresa, en la que es difícil
una movilización de dimensiones políticas. Ni siquiera en el campo de las ideas se ha producido una concienciación
suficiente. Con clarividencia precisa Rude que dos factores determinaron que las multitudes de 1848 no fuesen
idénticas a las de 1789: “Uno de ellos fue el comienzo (pero sólo el comienzo) de la industria moderna; el otro, la
difusión de las ideas socialistas o casi socialistas entre la población obrera e industrial”. Reparemos en los dos
matices: sólo comienzo de la industrialización, ideas casi socialistas; no ha llegado todavía la hora del proletariado.
Debemos observar que, a diferencia de 1789, los muy pobres, los desharrapados, no intervienen en los
acontecimientos. En las barricadas de París y Viena, cuyos participantes conocemos mejor, esta categoría social del
parado o el marginado apenas aparece. En contraposición, es relevante la aportación del artesanado, en el movimiento
de febrero en París lo ha constatado Louis Chevalier; en Marsella, Seweil; en Berlín, Paul Noyes. Es una
comprobación interesante, porque quizá tendríamos que deducir que en las fuerzas que apoyan la revolución hay
algunos componentes conservadores, o al menos de tendencia ambivalente entre la defensa de los intereses gremiales y
el apoyo a la renovación social. Probablemente los artesanos defendían su antiguo nivel de vida deteriorado por la
competencia de la industria.
Permanece todavía confuso el papel del campesinado en los movimientos del 48, pero su participación en
algunos capítulos nos debe inclinar a poner interrogantes a la catalogación de una revolución exclusivamente urbana.
En Sicilia, en el sur de la península y en. el valle del Po, los campesinos italianos viven sometidos a un duro estatus y
muchos emigran hacia las regiones industriales; en el imperio de los Augsburgo perdura un sistema feudal y la
autoridad de los propietarios se extiende a derechos sobre las personas; en Prusia se ha abolido la servidumbre en
1807 pero no ha cambiado sustancialmente el nivel de vida de los hombres del campo. Resulta difícil sostener la
ausencia de un factor rural en una convulsión que hunde sus raíces en una crisis agrícola. ¿Permanecieron impasibles
los campesinos ante los cambios que podía prometerles la revolución? En algunos casos, Irlanda, Hungría, el
campesinado debe ser incluido en las mesnadas de la revolución; en otros, es tema que debe ser indagado. Los
movimientos franceses son los mejor conocidos, por los estudios de Soboul. Tocqueville y Marx anotaron la
importancia de las deudas hipotecarias como factor de movilización de los campesinos abrumados por los usureros;
en los disturbios de febrero y marzo en algunos cantones de los Pirineos destacaron los ataques contra los
prestamistas. En conjunto, más importante que la movilización, en el año 48, parece ser la toma de conciencia; de ahí
que más debamos calificarlo un punto de partida, ya que los campesinos se incorporan entre 1848 y 1851 a las bases
sociales de la izquierda. El juicio de Soboul: «a la adhesión de los grandes propietarios al partido del Orden
respondía, en posición antagónica, la adscripción de pequeños campesinos y obreros agrícolas a la democracia social»,
resume nítidamente este viraje del campesinado hacia la dinámica política.

3. LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO EN FRANCIA


Los contemporáneos tuvieron la impresión de un acontecimiento imprevisto. Tocqueville, en un discurso el
día 27 de enero, un mes antes de las jornadas revolucionarias, afirma que las clases obreras están tranquilas. Los
periódicos testifican de manera similar, “nunca hubo una revolución tan rápida, tan imprevista” (Le National). Sin
embargo, no es fácil aceptar hoy este carácter inopinado; los presagios de ruina del régimen de Luis Felipe eran
muchos y un observador avispado podía leer en ellos. El fundamental era el aislamiento de la monarquía del año 30.
Las clases e instituciones sostenedoras del trono eludían el contacto con un monarca para ellos de origen espúreo. La
práctica totalidad de la aristocracia habla permanecido distanciada de un rey que lo era por proclamación armada del
pueblo; los signatarios eclesiásticos se quejaban de las limitaciones que en el campo de la educación la monarquía de
julio había establecido para evitar el predominio de los centros religiosos, y algunos obispos no se recataban en
proclamar su preferencia por la derrocada monarquía borbónica, el ejército, desmoralizado por el olvido de sus
sacrificios en Argelia y por el carácter interminable de la lucha social, había vuelto la espalda a Luis Felipe. No le eran
más proclives las fuerzas de la revolución de 1830. Por ejemplo, abundan los testimonios sobre la hostilidad de la
Guardia Nacional, y únicamente pequeñas unidades de las Guardias Municipales permanecían leales. Stearns estima,
probablemente sin exageración, que Luis Felipe había llegado a ser el monarca más solitario de la historia de Francia.
En contraposición, la implantación de los republicanos se había reforzado en los últimos años, con el grupo de los
«radicales» en la Cámara (Ledru-Rollin, Arago, Hipólito Carnot), el control de periódicos de gran difusión, como el
liberal Le National y el socialista La Réforme, o revistas literarias como la Revue Indépendante, que dirigía George
Sand, y la proliferación de asociaciones, círculos y escuelas en el barrio Latino. Monarca solitario y oposición
poderosa constituían dos coordenadas demasiado visibles como para considerar imprevisible la revolución.
Los acontecimientos se sucedieron al mismo ritmo vertiginoso que los del año 1830. Para el 22 de febrero
solicitan los republicanos permiso de celebración de un banquete en un restaurante de los Campos Elíseos, que iría
seguido de manifestación; Guizot lo prohibe. No obstante, la manifestación se produce, y se repite el 23, ya con el
pueblo en la calle; los guardias nacionales se niegan a disparar y a mediodía el rey acepta la dimisión de Guizot. Pero
la muchedumbre, lejos de aplacarse, se dirige en manifestación hacia su ministerio, el de Asuntos Exteriores, en el
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bulevard de los Capuchinos. Los primeros disparos de las fuerzas del orden y los primeros muertos constituyen la
señal para el levantamiento de barricadas en diversos barrios de la capital. En la noche del 23 al 24 los insurgentes se
han hecho dueños de parte del recinto urbano, y el 24 asaltan las Tullerías. Luis Felipe abdica. Las masas obreras han
jugado un papel clave y han salido de sus barrios, a los que se había delimitado la geografía de otros movimientos
subversivos, ya que aparte de los tradicionales de San Martín y de San Antonio se han adueñado de La Cité y el
barrio Latino y extendido su control hasta Montmartre y Gentilly. El número de obreros armados y de guardias
nacionales que les apoyaron debió de llegar a 100.000; al menos ése fue el número de fusiles confiscados
posteriormente. La presión popular impidió además una solución tibia tras la abdicación del monarca, como la
Regencia del conde de París, o el mantenimiento de la Cámara controlada por los monárquicos.
En la composición del gobierno provisional se vislumbra el compromiso entre los diversos vectores de la
revolución: republicanos moderados o liberales (Lamartine y su grupo de Le National -Arago, Marie, Marrast),
demócratas o republicanos exaltados (Ledru-Rollin) y socialistas (Luis Blanc, Albert). Presidido por Lamartine,
verdadero hombre fuerte, elabora un programa político- social: proclamación de la República, sufragio universal,
abolición de la esclavitud en las colonias, libertad de prensa y reunión, supresión de la pena de muerte. Las
disposiciones sociales se reflejan en las ideas de los socialistas, apoyadas por los demócratas: derecho al trabajo,
libertad de huelga, limitación de la jornada laboral a 10 horas, creación de talleres nacionales, en los que se de trabajo
a los parados. Un ambiente exultante de libertad se vuelve a respirar en la nación; Michelet ocupa otra vez su silla en
el Colegio de Francia, Marx regresa de Bruselas, abren de nuevo los clubes políticos, como describe Flaubert. Pero en
las semanas siguientes la presión social se hace más fuerte: 145 clubes exigen medidas más revolucionarias, 171
periódicos apoyan las manifestaciones en la calle, los talleres sociales son simplemente centros de propaganda
política. En esta vorágine de gobierno heterogéneo y de presión constante de centros extragubernamentales cuatro
problemas pueden destacarse:
- diplomático. A los protagonistas del primer éxito revolucionario en el continente se les exige la definición de
sus objetivos internacionales. En el Manifiesto a Europa Lamartine, aún empleando la mesura del lenguaje
diplomático («la República Francesa desea entrar en la familia de los gobiernos instituidos como una potencia
normal, y no como un fenómeno perturbador») no deja lugar a dudas sobre su oposición a los regímenes absolutistas,
al denunciar los tratados de 1815, y su apoyo a los movimientos nacionales, entre los que cita con gran entusiasmo
de los círculos revolucionarios, a los italianos.
- financiero. Muchos bancos e industrias han cerrado. Inicialmente el gobierno Lamartine actúa sobre la
demanda mediante el lanzamiento de billetes de curso forzoso -medida inflacionaria- y un aumento del 45 % de los
impuestos directos con el fin de suprimir los de los artículos de primera necesidad y bajar sus precios.
- político. Ha de conseguirse a un tiempo establecer la legitimidad y la naturaleza del nuevo régimen. Tras la
proclamación del sufragio universal, el 2 de marzo, se convocan elecciones para una Asamblea Constituyente. Ledru-
Rollin, ministro del Interior, otorga amplios poderes a los nuevos prefectos de los departamentos, de los que reclama
un activismo apostó- lico: «Sus poderes son ilimitados. Agentes del gobierno revolucionario, ustedes son
revolucionarios también». De la redacción de los boletines de propaganda se encarga en un gabinete del ministerio la
escritora George Sand; el adoctrinamiento cubre la primera fase de los objetivos internos del nuevo gobierno.
- social. Aquí surgen las primeras tensiones, al reclamar Luis Blanc el establecimiento de un ministerio de
Trabajo y la creación de talleres nacionales para erradicar el paro. De momento se crea la denominada Comisión del
Luxemburgo -por el palacio donde se reunía-, y se establece el salario de dos francos para los días de trabajo y de
franco y medio para los días sin actividad laboral. Pronto la crisis obligará a moderar medidas tan generosas.
Las elecciones de abril constituyen el gran test para calibrar las fuerzas del nuevo régimen. La mayoría, más de
500 escaños, es para los republicanos moderados de Lamartine y el periódico Le National; los monárquicos obtienen
300 al unirse orleanistas y legitimismas borbónicos; la izquierda de demócratas y socialistas tan sólo reúne 80
diputados, y son derrotadas muchas de sus figuras, como Blanqui, Cabet, Raspail. Francia ha votado la República
liberal, sin revolución social ni reacción monárquica. Pero se puede comprobar que la monarquía mantiene raíces
vivas; en provincias se ha elegido a los notables, propietarios que han medrado en el Antiguo Régimen, incluso se ha
producido alguna continuidad en la clase política; 165 diputados lo han sido con la monarquía de julio. Si en la
reaparición de los realistas se entrevé la no del todo estabilizada base política de la República, la derrota electoral de
la izquierda va a incrementar las tensiones sociales.

4. DE LA REPUBLICA SOCIAL AL ORDEN BONAPARTISTA


La República había nacido con una fuerte preocupación social y con presencia en el gobierno provisional de
dos socialistas; las elecciones de abril constituyen un resultado adverso para la República social, especialmente en el
campo, y en consecuencia la política gubernamental experimenta, dirigida por Lamartine, una evolución hacia
posiciones más conservadoras. Lamartine elabora un proyecto de construcciones de ferrocarriles para solucionar el
paro y para alejar de París a los obreros ferroviarios, que se habían significado en las jornadas de febrero, y en
segundo lugar prepara la disolución de los talleres nacionales, ruinosos y centros de propaganda revolucionaria. Estas
dos medidas provocan la insurrección obrera de junio. En París se pueden distinguir dos sectores en lucha, el este,
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obrero, contra el oeste, burgués. El ministro de la guerra, Cavaignac, se convierte en el dirigente de la represión, tras
cuatro jornadas de lucha: 4.000 deportados, 1 1.000 detenidos, varios miles de muertos y heridos.
Tras las jornadas de junio se inicia la reacción: disolución de los talleres nacionales, suspensión del programa
de ferrocarriles, control de los clubes y la prensa, comisión de encuesta contra los autores de revueltas. Cavaignae
gobierna dictatorialmente hasta el mes de diciembre, en que se aprueba una Constitución autoritaria, que otorga
fuertes poderes al presidente de la República y de cuyo preámbulo ha desaparecido el derecho al trabajo.
Los dos siguientes pasos de la vida política francesa señalan de forma clara la evolución hacia posiciones
conservadoras. En primer lugar, en las elecciones para la Asamblea legislativa triunfa el partido del Orden, en cuyo
programa se defienden la propiedad, el orden, la religión, se niega el derecho de asociación y se propugna el
restablecimiento de la guillotina para perseguir la violencia. Seignobos ha señalado dos zonas políticas en Francia: el
Centro y los Alpes son los bastiones de los revolucionarios, el Norte y el Oeste los de los conservadores; hay dos
concepciones de la República y dos Francias políticas.
El segundo paso es la elección del presidente. Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, triunfa sobre los otros
candidatos, en parte por el apoyo de los monárquicos. Se camina hacia una República conservadora. En mayo de
1850 se suprime el sufragio universal. Las leyes sobre los clubes, la prensa y la universidad acentúan el control por las
autoridades. En 1852 se planteaba el problema de la reelección, que la Constitución impedía. Bonaparte intenta la
revisión de la Constitución por la Asamblea; al no conseguirlo decide atraerse al pueblo, con la promesa del
restablecimiento del sufragio universal, y al ejército. Su discurso de Dijon es inquietante: a la Asamblea que pone
obstáculos se contrapone el pueblo. Se presagia el golpe de Estado. El 2 de diciembre de 1851, aniversario de la
batalla de Austerlitz, Bonaparte firma dos decretos, disolución de la Asamblea y restablecimiento del sufragio
universal. La resistencia de los asambleístas se vence con detenciones, la resistencia popular con cuatrocientos muertos
en los bulevares.
El desenlace de la revolución del 48 en Francia no puede ser más paradójico. De una república social se ha
pasado a una monarquía autoritaria, de una revolución a una reacción conservadora, de un movimiento que se había
iniciado contra el escaso respeto de la monarquía de Luis Felipe por la Constitución a un régimen que se inicia
suspendiendo la Asamblea, depositaria de la soberanía nacional. El miedo a la revolución social arrojó a la burguesía
francesa en brazos de la reacción.

5. GUERRA Y REVOLUCIÓN EN ITALIA


Desde 1831, fecha en que sube al trono de Piamonte Carlos Alberto de Saboya, que despierta esperanzas
pronto desvanecidas, los patriotas italianos sueñan con la unidad política que el Congreso de Viena de 1815 les ha
denegado. Desde 1846 es Papa, con el nombre de Pío IX, el cardenal Mastal Ferretti, cuya fama de conciliador y
liberal, frente al candidato de los austríacos cardenal Lambruschini, le convierte en figura nacional. Los
acontecimientos del 48 en Francia provocan una honda emoción en toda la península; ¿ha llegado el momento de
enfrentarse a Austria y construir la nación italiana? No obstante el febrero parisino, y más todavía la revolución
vienesa de marzo, no hacen otra cosa que espolear un proceso hacia la independencia y la unidad que ya era muy
intenso en 1847. En este año Pío IX ha introducido en los Estados Pontificios moderadas medidas de reforma:
amnistía para delitos políticos, establecimiento de una Consulta que recogería los deseos de la población, estudio para
la construcción de vías férreas, luz de gas en Roma, etc.; en noviembre Pío IX, Carlos Alberto y Leopoldo II de
Toscana firman los preliminares de una unión aduanera y los dos últimos disponen la libertad de prensa. La oleada
constitucional se extiende de un Estado a otro; el rey de Cerdeña establece una Constitución con sufragio censatario;
en enero de 1848 la anuncia Fernando, rey de las Dos Sicilias, y los soberanos de Parma y Piamonte las prometen en
los primeros días de febrero. Pero la oleada liberal es eclipsada por la expectativa nacional que enciende la revolución
vienesa de marzo. Dos fases pueden distinguirse en el movimiento nacional italiano; la primera, de índole federal,
cuenta con el apoyo de los soberanos, la segunda, de índole democrática, despierta recelos en los poderes establecidos,
y de las disensiones se aprovecharán los austríacos para abortar el movimiento.
La táctica del paso a paso en tomo a Pío IX es sustituida en marzo de 1848 por la insurrección antiaustríaca
apoyada por Piamonte. Los estados austríacos, Lombardía y Véneto, se ven sacudidos por el alzamiento patriótico;
en Milán, tras los combates de los llamados cinco días (18 a 23 de marzo) el mariscal Radetzky se ve obligado a
evacuar las tropas, en Venecia, Manin proclama la República. De la solución neogüelfa de realizar la unidad en torno
al Papa se pasa rápidamente a la solución piamontesa; sólo el apoyo de Piamonte podría alejar definitivamente el
peligro austríaco. En otro tema insistiremos en la guerra del 48, fase inicial del proceso unificador, pero
consignaremos aquí únicamente que la solución moderada se manifiesta imposible por la defección de los soberanos.
Primero es el Papa quien, alegando razones humanitarias, se opone a la guerra contra los austríacos; luego titubea el
duque de Toscana; finalmente, el rey Fernando II de Nápoles disuelve el Parlamento en mayo e inicia una serie de
medidas represivas. No puede extrañar que las dificultades políticas susciten en seguida dificultades militares ante la
recuperación del potencial austríaco. Tras la derrota de Custozza, el rey Carlos Alberto ordena el abandono de la
guerra y los austríacos entran en Milán.

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Es la oportunidad de los radicales, que sueñan en conseguir la unidad para Italia al margen de los príncipes. A
partir del otoño de 1848, siguiendo postulados sobre los que había escrito Mazzini, se producen insurrecciones
populares en Venecia, Florencia y Roma, de donde huye el Pontífice. Pero sin el concurso del ejército piamontés y
ante los fracasos revolucionarios europeos el reflujo es inevitable; el ejército francés de Oudinot desaloja de Roma a
las tropas de Mazzini y repone al Papa; Venecia es nuevamente ocupada en agosto de 1849 tras sufrir los estragos de
un bombardeo de la flota austríaca y de una epidemia de cólera.
El fracaso ha mostrado a los italianos muchas lecciones. La principal es que no se conseguirá la unidad por un
acuerdo entre los príncipes, porque éstos han comprendido que la Italia unida exigirá un modelo político liberal que
limite sus poderes; ni podrán los patriotas contar con apoyo europeo, ni será posible la expulsión de los austríacos sin
el concurso de Piamonte. Son lecciones que aplicará Cavour cuando un nuevo monarca sustituya en el reino del
Norte al titubeante y contradictorio Carlos Alberto.

6. EL 48 ALEMAN
El movimiento alemán es más complicado; se combinan en él dos procesos distintos: la revolución liberal en el
marco de los Estados y el alzamiento nacional, de signo democrático-unitario. Lo mismo que en Francia, la crisis de
la patata 1846 y la bancarrota de los ferrocarriles perfilan una situación difícil; en 1847 se producen en Berlín las
típicas sublevaciones del hambre. En Baden se pide una Constitución -a lo que el rey prusiano Federico Guillermo
replica que no permitirá «una hoja de papel»- y un Parlamento, que la unificación política de los Estados alemanes.
Las jornadas de marzo señalan el inicio del 48 en Alemania. Se producen revueltas campesinas, provocadas
por la crisis económica; casi al mismo tiempo, revueltas en las capitales del sur, en las que se pide libertad de prensa,
formación de guardias nacionales y asambleas formadas tras elecciones unos días después, la revolución berlinesa
consigue que el monarca convoque por sufragio universal una Asamblea constituyente. La victoria de la revolución en
Berlín provoca nuevas revueltas y nuevas concesiones de los soberanos en Sajonia, Baviera y Hannover.
Con el compromiso de no tomar decisiones contra los monarcas se acuerda la celebración de una Asamblea en
Francfort, en la que se reúnen representantes de los distintos estados alemanes. En el Parlamento de Francfort se
aprecian claramente las diferencias entre los liberales, dirigidos por Gagern, partidarios de monarquías reformadas y
de asambleas que no se reunirán de forma periódica, y los demócratas, partidarios de una República federal; en los
demócratas se inserta un ala izquierda de programa socialista. Más que por reformas interiores, en las que no se llega
a un acuerdo entre liberales y demócratas, el Parlamento de Franefort se significa por su nacionalismo exacerbado, en
el que se solicita que se integren en una gran Alemania no sólo comarcas como el Tirol y la Bohemia, sino lo que
llaman bastiones avanzados, Alsacia, Suiza y Holanda.
Más revolucionaria resulta la Asamblea nacional prusiana, que reclama una sola cámara, soberanía popular y
proyectos de ley para liberar a los campesinos; estos últimos provocan la oposición de los terratenientes y la
constitución de un «Junker Parlament» o parlamento de propietarios. El programa social de la asamblea prusiana y
sus intentos de ayuda a la Viena sublevada contra su emperador deciden a Federico Guillermo a reprimir la
revolución en Prusia. El ministro del Interior Von Manteuffel proclama el estado de excepción y se disuelve la
Asamblea, aunque el monarca otorga una Constitución relativamente abierta, cuya vigencia será breve.
El Parlamento de Francfort no ha conseguido la unificación, el prusiano ha fracasado en su intento de
establecer un modelo político constitucional; los soberanos absolutistas se apoyan mutuamente para frustrar la
revolución -Sajonia pide ayuda a Prusia, los movimientos republicanos de Renania y Alemania central y meridional
son disueltos por el ejército prusiano-. La reacción se generaliza en todos los estados alemanes: disolución de las
Cámaras, arrestos. Alemania vuelve a su situación de principios del año 1848.

7. ENTRECRUCE DE NACIONALISMOS: EJEMPLO MODÉLICO DE AUSTRIA-HUNGRÍA


El nacionalismo, bandera de todos los movimientos revolucionarios del 48, constituía la gran fuerza
unificadora en Italia y Alemania o podía ser signo de independencia para irlandeses o rumanos, pero en la encrucijada
de nacionalidades que conformaba el mosaico lingüístico y étnico del imperio austro- húngaro de los Augsburgo las
reivindicaciones y ansias de índole nacional jugaron en algunos momentos una función de ruptura entre las fuerzas
revolucionarias y en otros derivaron hacia la defensa del status imperial. El tema es extraordinariamente complejo y
resulta conveniente detenerse en su análisis, porque el rompecabezas de fronteras y etnias de Centroeuropa resurge en
cada encrucijada de la historia continental.
El 48 ofrece en Viena una vertiente democrática similar al febrero francés. Esta fase política no ofrece
problemas de comprensión, mas hemos de exponerla siquiera de forma sumaria. Los acontecimientos de París
movilizan a todos los sectores disconformes con el centralismo autoritario de la corte vienesa. El discurso de Kossuth
en la Dieta húngara pidiendo la descentralización y sus mítines en Viena a muchedumbres que acuden a oírle
muestran que el tema de la remodelación del estado imperial constituía preocupación popular. A lo largo del mes de
marzo, durante el primero de los tres impulsos -con julio y octubre- de los acontecimientos, estallan revueltas en
Hungría, Bohemia y norte de Italia, al tiempo que en Viena piden reformas tres fuerzas:

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a) la clase media liberal, que espera de la revolución el protagonismo y solicita la conversión de la Guardia
Cívica en Guardia Nacional y la dimisión de Metternich;
b) la izquierda democrática, formada por estudiantes, muchos de origen artesano, que han sido víctimas de la
represión, y se organizan en clubes y se expresan en periódicos radicales, en los que atacan el poder de la Iglesia y el
Ejército;
c) obreros, en general no atentos a demandas políticas pero movilizados por el odio al rico y la exigencia de
un abastecimiento barato para la ciudad.
La Corte se divide, mientras Metternich y el príncipe de Windischgräetz, gobernador de Bohemia, postulan la
represión, el Consejo Imperial se inclina a otorgar algunas concesiones. La presión popular obtiene del gobierno
varias medidas liberalizadoras: Constitución liberal en las provincias alemanas de Austria, Bohemia, Moravia y
Galicia, garantías de libertad civil, Parlamento con dos Cámaras y sufragio censatario; pero los estudiantes
demócratas exigen el sufragio universal y la cámara única. El triunfo de los radicales obliga al emperador a abandonar
Viena el 17 de mayo y establecer su residencia en Innsbruck. Hasta ese momento el proceso es similar al francés,
salvo en la caída de la monarquía, limitada aquí a un ostracismo que aleja al titular del trono imperial del ejercicio
incluso simbólico de su hasta entonces ilimitada autoridad.
Mucho más complejo es el problema nacional, que terminará frustrando la revolución en el viejo imperio
centroeuropeo, en cuyo entramado pueden señalarse:
- Multiplicidad de pueblos, alemanes, húngaros, checos, croatas, serbios, rumanos, polacos, italianos, etc. Tal
conglomerado étnico implica diversidad de lenguas y culturas, y recelos mutuos; y así los polacos y eslovacos temen a
los checos, los croatas y serbios a los húngaros, éstos a los austríacos, etc., hasta el punto de que algunas minorías
étnicas prefieren el mantenimiento de la autoridad imperial antes que el nacimiento de la dominación del pueblo
rival.
- Instituciones anacrónicas para la era del liberalismo: perduran gobernadores omnipotentes, como delegados
del emperador, y varias Dietas, especie de parlamentos deliberantes sin potestad legislativa pero símbolos de la
prepotencia social de ciertos grupos que tienen en ellos sus representantes.
- Fronteras mal delimitadas, que no señalan la demarcación geográfica de las etnias, y en algunos casos, como
en el norte de Italia, recientes, establecidas por el Congreso del año 1815.
- Dos peligros exteriores que provocan reacciones centrípetas: Alemania y Rusia. Así los eslavos ante la
posibilidad de ser absorbidos por el Estado zarista apoyarán durante la revolución la autoridad de los Augsburgo.
- Diferencias entre los revolucionarios, y en no pocos casos contradicciones: por ejemplo, los húngaros luchan
por su independencia, pero no están dispuestos a que la consigan las minorías étnicas que viven en Hungría.
El movimiento nacionalista húngaro
Este movimiento se inicia en marzo con la discusión en su Dieta de una propuesta de Kossuth para asumir la
autonomía, al tener noticias de que en Viena se ha producido la dimisión de Metternich, pero el territorio no se
circunscribiría al reino de San Esteban, sino que incluiría áreas eslavas de Croacia, Eslavonia y la Transilvania
habitada por rumanos. El día 15 se establece el Estado húngaro, con capital en Budapest; la Dieta se convierte en
Parlamento, que se cubrirá por sufragio restringido, con responsabilidad ministerial ante la Cámara; pero no se ha
oído a las Dietas de Croacia y Transilvania, y aquélla se opone a la inclusión en el nuevo Estado. Las medidas del
gobierno húngaro, en el que Kossuth, héroe nacional, ocupa la cartera de Finanzas, son las características del 48:
abolición de la censura de prensa, implantación de una Guardia Nacional, libertad de cultos, abolición de la
servidumbre, de la jurisdicción y de todo derecho feudal en el campo; no obstante, los grupos radicales, tras una
sublevación de jóvenes en Budapest, se hacen con el control del Comité local y son dueños de la situación.
Inmediatamente estallan las resistencias antihúngaras. El gobernador de Croacia, barón Jelacic, ordena a los oficiales
croatas ignoren al gobierno húngaro; serbios y rumanos expresan su oposición a Budapest y su lealtad a la dinastía de
los Augsburgo. Kossuth pide una leva de 200.000 hombres para salvar a la nación húngara; el gobierno imperial sólo
espera el momento del ataque, aprovechándose de los problemas internos de Budapest. En septiembre Jelacic invade
Hungría y los sectores moderados abandonan al gobierno y a Kossuth, que, nombrado presidente, galvaniza a sus
compatriotas para que resistan.
El movimiento nacionalista bohemio
En Bohemia, el movimiento nacionalista no encuentra apoyo en todos los sectores de la sociedad: la nobleza,
de origen alemán, es leal a los Augsburgo; los campesinos ansían la abolición de los derechos feudales, y
especialmente la servidumbre, pero ignoran qué sea una nación; tan sólo un pequeño número de intelectuales de
Praga, entre los que destaca el historiador Palacky, pide la igualdad de las lenguas checa y alemana. Los
acontecimientos de marzo en Viena y Budapest provocan la proclamación del Estado autónomo checo, que incluye a
Bohemia, Moravia y la Silesia austríaca, pero no se trata del nacimiento de una nación, como en el caso húngaro, sino
simplemente de autonomía, que es aceptada por Viena al mismo tiempo que reconoce la paridad oficial de las
lenguas. A pesar de que no se han roto los lazos con el Imperio, surgen centros de resistencia anticheca; los dirigentes
de Praga no les han consultado a la hora de presentar sus reivindicaciones. Pero más peso tiene la presión alemana; en
ese momento el Parlamento de Francfort prepara la unificación de los Estados alemanes, entre los que considera a
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Bohemia. Ante el doble peligro de absorción alemana de los Estados de etnia germánica y rusa de los de etnia eslava,
Palacky reafirma su lealtad al imperio augsburgo y convoca un Congreso austroeslavo para el mes de junio. Un
manifiesto de Palacky promete el respeto por todos los pueblos, pero las tensiones entre polacos, eslovacos, alemanes
y checos, radicalizan las posturas y el Congreso proclama la República checa. Windischgräetz sitúa la artillería
alrededor de Praga, bombardea la ciudad e implanta la ley marcial. El fracaso, tras sus múltiples titubeos y
contradicciones, de la revolución en Bohemia significa el reflujo en todo el imperio. La Corte Imperial ha podido
comprobar que es posible la victoria sin concesiones; la militar de Custozza sobre los italianos, en julio, termina de
reforzar las posiciones de los partidarios del viejo orden.
Los frenos a la revolución en Austria
A las victorias de las fuerzas militares Imperiales han de añadirse otros dos factores como frenos a la
revolución en Austria: las fricciones sociales y los desacuerdos entre las fuerzas políticas de la Asamblea que se abre
en Viena el 22 de julio. En proceso paralelo al francés, las clases medias vienesas observan con creciente recelo las
demandas de los trabajadores, y en agosto, mientras varios manifiestos de intelectuales piden el retorno del
emperador a Viena, ante la parálisis de las obras públicas las organizaciones obreras incluyen en sus protestas el
rechazo no ya del viejo régimen absolutista sino, por añadidura, de la orientación conservadora que está
experimentando la revolución. A la Asamblea de los territorios del Imperio, convocada tras una consulta electoral, no
asisten italianos ni húngaros, y pronto se comprueba el peso conservador de los propietarios elegidos en bastantes
regiones por los campesinos; a las ausencias y a la presencia de grupos no revolucionarios se ha de sumar la
complejidad de los objetivos de los asistentes; por ejemplo, los checos solicitan una federación. Pero la derrota de la
revolución no vendrá de la inoperancia de la Asamblea, sino de las disensiones en torno a la cuestión húngara; los
radicales vieneses apoyan la autonomía e incluso la eventualidad de la independencia, los liberales moderados se
inclinan por un imperio unido, los nacionalistas eslavos por la restauración de la autoridad del emperador. Los
radicales, verdaderos depositarlos de los ideales constitucionales y nacionales de la revolución, contaban todavía en
octubre con una serie de apoyos: Guardia Nacional, obreros, estudiantes de la Universidad, húngaros, campesinos,
pero desde el punto de vista militar poco significaban los 18.000 guardias nacionales frente a los 70.000 soldados de
que dispone Windischgräetz, nombrado general en jefe del ejército imperial. Calculando que la revolución se ha
debilitado por la falta de solidaridad entre sus elementos, Windischgräetz pone sitio a Viena el día 23 de octubre y el
31, tras bombardearla, la ocupa. Los revolucionarios sufren 3.000 muertos, las tropas imperiales 1.300; el combate
ha sido breve pero sangriento. La entrada en Viena de Windischgräetz señala el final de la revolución en Austria. Se
disuelve la Guardia Nacional, se restablece la censura y veinticinco dirigentes revolucionarios son condenados a
muerte.
Sólo Hungría resiste, dirigida por Kossuth, pero la solidaridad entre los monarcas no constitucionales
aumenta el drama de los pueblos en armas: el zar ruso envía en junio de 1849 un ejército de cien mil hombres a
Hungría y treinta mil a Transilvania: la tenaza se convierte en irresistible. Kossuth huye. Los austríacos ejecutan a
trece generales, miles de húngaros son condenados a largas penas de prisión; a los soldados nacidos en Hungría se les
disemina en unidades lejos de su patria; el país es colocado bajo la ley marcial.
La compleja estructura del imperio austro-húngaro ha propiciado la reposición de la institución imperial
vienesa como elemento de soldadura de piezas tan heterogéneas; la multiplicidad de fuerzas constitucionales y
nacionales y sus objetivos contradictorios se han mostrado como el elemento clave de su debilidad.

8. FACTORES DE FRACASO
Aparentemente los movimientos del 48 se han frustrado en todas partes. Han afectado especialmente a países
con un problema nacional, Italia, Alemania, Hungría, Bohemia, o gobernados de manera autocrática, Austria, o con
una intensa tradición revolucionaria que choca con monarquías titubeantes, Francia. A otros países les ha afectado
menos, pero las ondas de la gran convulsión llegan a todas partes. En España Narváez supo prevenirla, pero, a pesar
de todo, se producen en marzo y mayo movimientos en varias ciudades, sobre los que testifican Balmes, Donoso
Cortés, Alcalá Galiano, Pastor Díaz, Andrés Borrego.
La convulsión del 48 fracasa por diversos motivos:
- El fundamental, para Stearns, es la contradicción entre los objetivos moderados de la burguesía, que se
satisfacen con la modernización del Estado, y el proletariado, que reclama la modificación de las estructuras
productivas; el caso francés, con la involución del proceso revolucionario, resulta paradigmático. “Con raras
excepciones, ninguno de los hombres que asumió el control de los gobiernos revolucionarios había sido nunca un
revolucionario” (Stearns). Ésta fue la tragedia -así la llaman varios historiadores- del 48. La clase media liberal se
desentendía de problemas como el desempleo; de ahí los desórdenes de las clases trabajadoras durante la fase activa
de la revolución.
- La situación económica mejora en el año 1848 con buenas cosechas y descenso del paro. Los campesinos,
satisfechos por la abolición de la servidumbre y el feudalismo, temen que una revolución de mayor alcance les prive
de la propiedad.

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- Entre los monarcas absolutistas se produce la solidaridad en momentos decisivos: los rusos intervienen en
Hungría, el ejército prusiano en varios estados alemanes. El viraje francés hacia una república conservadora tiene el
mismo efecto; los soldados franceses reponen al Papa en Roma.
- Generales aristocráticos, Radetzky, Windischgräetz, unidos a la monarquía absoluta y a los sectores
privilegiados, controlan el ejército.
- La insolidaridad entre los revolucionarios de los distintos países contrasta con la actitud que toman los
monarcas absolutistas. Por ejemplo, los húngaros no apoyan a los checos. Más graves parecen las contradicciones en
el alcance de los principios revolucionarios, como las disensiones de liberales y demócratas en Alemania, o las
tendencias encontradas entre los húngaros, Kossuth, que pide la independencia, y Deak, que se conforma con
autonomía y reformas. Estas contradicciones se señalan en algunos programas nacionalistas; los húngaros exigen para
ellos la autonomía mientras rehúsan concederla a croatas y rumanos.
No obstante, el nacionalismo, a pesar de que generó choques entre fuerzas revolucionarias, constituyó en otros
casos la gran amalgama. Muchos líderes liberales se movilizaron exclusivamente por su sentimiento nacional. Así se
explica la persistencia de la revolución en Italia y Hungría, donde los enemigos de la nación unida o de la nación
independiente anheladas eran claros. Bien entendieron el potencial revolucionario del nacionalismo los políticos
absolutistas que se ocuparon de apagar todos los focos; tras la ocupación de Hungría los dirigentes de Viena
sometieron a Croacia, que había permanecido leal al imperio, a la misma ley marcial que maniataba al pueblo húngaro
rebelde.

9. EL LEGADO DEL 48
Sin embargo, el balance no es de fracaso total. En Francia Luis Napoleón restablece el sufragio universal,
reivindicación básica de los demócratas; en Italia el Piamonte se configura como un reino constitucional y liberal, en
torno al cual se efectuará la unificación; en Alemania se comprende que es Prusia, y no Austria, albacea del
ordenamiento del Congreso del año 1815, el único Estado que puede conseguir la unidad.
Las lecciones son muchas en el ámbito social. Los trabajadores han descubierto que no obtendrán ventajas de
una revolución protagonizada por la burguesía y se impone contar con las propias fuerzas; en esta constatación del
48 se hunden los orígenes de la Primera Internacional obrera. Los artesanos desisten de su esperanza de conseguir un
alto en la mecanización. Los sectores conservadores de las clases medias se vuelven más herméticos ante el peligro
proletario; el discurso de Donoso Cortés sobre la Dictadura -señalando su preferencia por la que procede de arriba
sobre la que irrumpe de abajo- se desenvuelve en esta línea de recelo. Paradójicamente, si reparamos que la
historiografía descuidó este sector, son, en muchas partes, los campesinos los más satisfechos, al menos donde se ha
abolido la servidumbre o los derechos feudales.
El 48 constituye la última revolución romántica, quizá la plenitud del Romanticismo experimentado en el
campo real de una revolución. Ya no confiarán tan ingenuamente los revolucionarios en la fuerza de las barricadas, ni
los gobiernos concederán efecto de Apocalipsis al sufragio universal; en lo sucesivo todos, gobernantes y oposición,
actuarán con mayor realismo.
Han sido vencidos los actores: proletarios de París y Viena, diputados de los Parlamentos de Prusia y Austria,
periodistas y abogados de las grandes ciudades. Pero subsiste la fuerza que les impulsó. Los pueblos que no han
conseguido su ideadle constituir estado nacional reafirman sus rasgos peculiares, a la espera de otra circunstancia
histórica más propicia, como subraya en sus conclusiones sobre el 48 Jean Sigmann: “En el transcurso de luchas
implacables, los rasgos de los pueblos se acentuaron: el espíritu de contradicción germánico, la inercia checa, la
brutalidad magiar, la resolución croata, el misticismo polaco.” Con una observación aparentemente intrascendente
capta Sigmann el espíritu original, el pulso, de la gran convulsión: “Revoluciones de otra duración y de otra
envergadura marcarán el siglo XX. No tendrán, sin embargo, ni la espontaneidad ni el candor del 48.”

DOCUMENTOS
1. UN MANIFIESTO ELECTORAL DE 1849
Puede entreverar la sinuosa trayectoria del proceso revolucionario del 48 en Francia. Han de subrayarse las
expresiones ideológicas definidoras del 48, ordenar los problemas internos de Francia y distinguir las afirmaciones
que implican la continuación de la revolución de las que suponen la vuelta atrás.

“... Porque los enemigos de la República creen que pueden confiar en ese candidato.
¿Por qué los demás representantes han sido excluidos de semejantes listas?
Porque han aclamado a la República con la firme voluntad de mantenerla;
Porque han votado la Constitución a pesar de la resistencia de los monárquicos;
Porque han resistido a la reacción;
Porque no han vendido su conciencia al poder, como ocurría bajo la Monarquía;
Porque no han pedido ni obtenido cargos para ellos, ni para sus parientes o amigos;

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Porque aunque no se han unido a los que han fatigado a la Asamblea con sus discursos, han votado casi
siempre con unanimidad y en favor de todas las instituciones populares;
Porque han votado a favor del sufragio universal, que reconoce el mismo derecho para todos;
Porque han votado contra el restablecimiento de ese poder aristocrático y disuelto que recibía el nombre de
título nobiliario;
Porque acaban de reducir los salarios importantes y han prometido reducir otros que son verdaderamente
escandalosos;
Porque reducen el presupuesto en 150 millones, a pesar de los esfuerzos de los ministros y los reaccionados;
Porque han reconocido abusos en la administración, sinecuras inventadas por la monarquía para crearse
favoritos y apoyos; porque han luchado contra ello y lucharán todavía más, pues no han obtenido todo lo que pedían;
Porque han votado por la reforma postal y por la reducción del impuesto sobre la sal;
Porque han planteado la necesidad de suprimir el impuesto sobre la bebida y están dispuestos a solicitarlo a la
Asamblea legislativa;
Porque han votado en contra de los 600.000 francos de gastos de representación asignados al Presidente de la
República, lo cual, sumado a los 600.000 francos de sueldo concedídos por la Constitución y los 600.000 francos
para el mantenimiento de su casa, alcanza la cifra total de 1.800.000 francos, únicamente para ese funcionario;
Porque han votado contra los 1.200.000 francos solicitados para restablecer al Papa sobre su trono temporal;
Porque acaban de aumentar el sueldo de los maestros, de los cuales se preocupa muy poco el partido Thiers-
Falloux, ya que pretende que, mediante la instrucción, han desmoralizado a Francia y que eran más adecuados los
hermanos de San Juan de Dios;
Porque, en cambio, han gravado con impuestos los bienes de manos muertas y los de los conventos;
Porque han votado por todas las mejoras graduales y sin sacudidas, propuestas en favor del pueblo;
Y, finalmente, porque desean mantener lo que existe y lucharán a ultranza contra todos los que quisieran
arrancarnos la República, pues únicamente ella puede mejorar el destino de las poblaciones.”
VOILLIARD: Documentos... pp. 196-197.

2. DEMANDAS DEL PUEBLO HÚNGARO


Antes de comentarlas ordénense las demandas con el siguiente criterio: 1. Principios generales definidores del
48 europeo. 2. Peticiones específicas del nacionalismo húngaro. 3. Algún postulado que se repita en todos los
movimientos revolucionarios.

“Demandas del pueblo húngaro


1. Libertad de la prensa. Abolición de la censura.
2. Un ministerio responsable con su sede en la capital.
3. Un parlamento anual en Budapest.
4. Igualdad política y religiosa ante la ley.
5. Una guardia nacional.
6. impuestos pagados por todos.
7. Abolición de la servidumbre de la gleba.
8. Sistema de jurado.
9. Un banco nacional
10. La constitución jurada por los militares, que no se estacionen soldados húngaros en el extranjero, y
abandonen nuestro suelo los soldados extranjeros.
11. La liberación de presos políticos.
12. Unión con Transilvania.”
JONES: The 1848 Revolutions, p. 74.

CAPITULO VIII: EL SEGUNDO IMPERIO FRANCES


1. NAPOLEÓN III
La revolución francesa de 1848 inicia con Luis Napoleón una fase descendente, de apartamiento de los ideales
con que había nacido, fase que culmina, con la dictadura, en la apoteosis del poder de un hombre. Luis Bonaparte,
que ha dado un golpe de Estado el 2 de diciembre de 1851 para ser reelegido presidente de la República, se proclama
emperador el 2 de diciembre de 1852. Los símbolos hablan de una restauración. La fecha del 2 de diciembre es el
aniversario de Austerlitz, el número III indica que se guarda el orden de la dinastía Bonaparte, el propio emperador
dice tomar como modelo las instituciones que no desaparecen. El antiguo revolucionario, que había pasado años
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desterrado, afiliado a los carbonarios, que había intervenido en el movimiento revolucionario de 1830 en Italia, se
convierte en un símbolo de autoridad.
Los contemporáneos, en general, le han tratado desconsideradamente. Marx, en El 18 Brumario, le presenta
como un monstruo de ignominia; Zola insiste en su carácter introvertido, «el enigma de la esfinge», y en otra ocasión
habla de su «inteligencia media»; Guizot aseguraba que era un iluso, «hace intervenir su imaginación en los negocios
del mundo». Otros llegan en sus juicios al insulto, así Thiers y Jules Favre.
Sus ideas intentó exponerlas en una obra oficiosa, de 1859, El Emperador e Italia, en la que habla del derecho
de los pueblos a disponer de ellos mismos y construir estados nacionales. Los propios contemporáneos dudaron de la
sinceridad de sus escritos. Una sistematización de sus ideas nos muestra la contradicción entre su política exterior, al
servicio de ideales revolucionarios, y su política interior, claramente reaccionaria.
- Lucha contra la obra de la Santa Alianza, contra los Congresos y la idea de un consorcio de grandes
potencias para dirigir la vida internacional.
- Apoya a los movimientos nacionalistas, a los patriotas italianos y alemanes, a los polacos que odian la
ocupación rusa. En la literatura francesa de esos años se dice que Francia tiene la misión de redención de los pueblos.
- En política interior actúa de forma severa, con restricción de las libertades en beneficio de su acumulación de
autoridad.
- En materia económica, influido por los liberales ingleses, se inclina por el intercambio en un país
tradicionalmente proteccionista.
Estas contradicciones se reflejan también en la trayectoria política del imperio francés. Seignobos ha hablado
de dos imperios, autoritario y liberal, con la cesura en el año 1859; otros historiadores posteriores consideran que
sólo es liberal el último año del imperio (1870); el inglés Thompson estima que no se puede buscar cesura o fases en
un hombre titubeante, al que llama «Hamlet de la historia francesa». Vaussard (Historia de la Italia moderna) ha
llegado a considerarle un precursor de Mussolini por su autoridad usurpada, su política de prestigio exterior y su
recelo de las asambleas.
Este hombre contradictorio, para sus contemporáneos y para los historiadores, es el eje de la política europea
durante veinte años críticos, en los que se consuma la unificación de Italia y Alemania. Es, por tanto, la referencia
imprescindible en la Europa de los años 50 a 70.

2. EL RÉGIMEN POLÍTICO
Aunque se formula el principio de conjugar autoridad y democracia, predominan los órganos de poder. Los
poderes del emperador se definen de manera reiterativa en todos los órdenes; la división que preconiza el
pensamiento liberal desde Montesquieu en la práctica desaparece. Los ministros no deben hacer nada sin
consentimiento, ni tienen el derecho de dimisión; en los consejos no se toman decisiones, sólo se formulan
planteamientos, y es el ministro del ramo el que luego efectúa el examen con el emperador, único que puede decidir.
Zola, en Su Excelencia Eugenio Rougon, critica estos gabinetes dóciles y semimudos. Aunque los ministros disfrutan
sueldos elevados y Napoleón los cubre de condecoraciones, el trato es despectivo; de los asuntos de los otros
departamentos se enteran por la lectura de la gaceta, El Monitor. Algunos ministros autoritarios, como Rouher,
Fould o Baroche, apoyan esta personalización del poder ejecutivo. La acumulación de atribuciones militares,
diplomáticas, administrativas en el emperador es impresionante, pero más definitorio resulta su intrusión en el poder
legislativo, con capacidad para elaborar reglamentos y decretos y reserva de iniciativa única en la tramitación de las
leyes. Tres privilegios redondean esta plétora de autoridad: potestad de declarar el estado de sitio, iniciativa de
enmiendas a la constitución, responsabilidad ministerial ante el emperador exclusivamente.
Instituciones sumisas completan la maquinaria estatal: Consejo de Estado, Cuerpo Legislativo (Cámara de
diputados), Senado. La existencia de la primera, en un inusual sistema tricameral, implica la erosión de la función de
las otras dos. Los consejeros, de cuarenta a cincuenta, nombrados y revocables por el emperador, constituían una
especie de inspectores de toda la trama legal y la vida política; según Rouher, el Consejo «ve todo, examina todo». Su
misión más importante radica en el estudio pericial de las leyes, que seguían un camino más largo que en los países de
Europa occidental. El emperador emitía un proyecto de ley, un ministerio lo proponía y el Consejo de Estado
formulaba el primer dictamen; tras el pronunciamiento favorable del emperador se enviaba al Cuerpo Legislativo,
donde una Comisión de siete miembros proponía las enmiendas pertinentes, que nuevamente habrían de ser
examinadas por el Consejo de Estado; tras este doble examen se devolvía al Cuerpo Legislativo, el Senado juzgaba la
constitucionalidad de la ley y el jefe del Estado la promulgaba si lo estimaba conveniente. El Consejo mantenía así un
control sobre el legislativo, Rouher aclara que su función era intermedia entre los poderes ejecutivo y legislativo. A
pesar de la docilidad de los consejeros se convirtió en una máquina paralizadora del ritmo legislativo y Napoleón se
impacientaba: «¡Siempre hay algunos textos que oponerme». Victor Hugo, en Napoléon le Petit, precisa que sus
componentes eran juristas puros, no oradores ni políticos, a los que faltaba la vivacidad del contacto con la opinión
pública.
El Senado está formado por algunos miembros de derecho: cardenales, mariscales, príncipes; el resto es,
nombrado con carácter vitalicio por el emperador, que por otra parte adoptó la precaución de poder aumentar su
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número para el caso de una posición discorde con sus deseos. Su misión se reducía al examen de la constitucionalidad
de las leyes y recursos de amparo de los particulares; su reglamento lo reducía a una institución poco más que
honorífica: las sesiones sólo duraban tres meses y no eran públicas, la validez de sus decisiones dependía del refrendo
imperial.
El Cuerpo Legislativo constituye un ejemplo acabado de cómo se puede invalidar el sufragio universal. Hemos
indicado que sus trámites están fiscalizados por el Consejo de Estado. Aunque sus miembros eran elegidos por voto
de todos los ciudadanos franceses, su reducido número -270- aminoraba la importancia de la representación de los
distritos; el presidente y vicepresidentes eran nombrados por el emperador, la prensa no podía informar sobre el
contenido de las sesiones. Sin independencia en su ejercicio y sin concesión con la opinión tan sólo mantenía cierto
control del gasto público, no obstante el emperador podía fácilmente eludirlo por su potestad de transferir mediante
decretos partidas de un capítulo a otro y por la exigencia de que la Cámara aprobara o rechazara el presupuesto en
bloque, sin discutir la distribución de las partidas. Aunque alguna vez intentaron presionar, en general los diputa- dos
sestearon sin complicarse, lo que les granjeó la crítica de los intelectuales: «reptiles», les increpó Montalembert;
«domésticos», Victor Hugo.
Esta pletórica concentración de autoridad no podía ser contrarrestada por las dos fórmulas que, según
Napoleón, demostraban que Francia cumplía los requisitos de la democracia: el plebiscito y las elecciones para el
Cuerpo Legislativo por sufragio universal. En cuanto a la consulta referendaria, sólo con muchas dudas puede
adscribirse a los signos de la democracia si tenemos en cuenta que -como más claramente se comprueba en regímenes
del siglo XX- se formulan cuestiones simplificadas o por contra preguntas que no pueden saldarse con el dilema de la
respuesta afirmativa o negativa, y por otra parte el no encuadramiento de la masa del pueblo en organizaciones
políticas permite orientar fácilmente las inclinaciones ciudadanas. En cuanto a las elecciones, si bien la edad requerida
de 21 años era inferior a lo usual en la época, la presentación de una candidatura oficial y la amenaza a los que hacían
propaganda de otros candidatos la convertía en una bambalina. La prueba es que los partidos fueron marginados
precisamente porque su funcionamiento podría, sacar al pueblo francés de su dócil pasividad. Es dudoso que se
pueda denominar democracia a un sistema que en vez de articular desarticula, aunque se le adjetive de autoritario,
apellido que implica que el pueblo delega por renuncia temporal a su función. René Remond precisa lo que tiene de
original el intento napoleónico: “Existe, por tanto, un tipo de democracia plebiscitario, antiparlamentaria, antiliberal,
que asocia autoridad y fundamento popular, que es, a su manera, una forma de democracia. En Francia se manifestó
con el régimen bonapartista del primer y segundo Imperio, y sus opositores, legitimistas u orleanistas, no le perdonan
que sea a la vez un régimen popular y autoritario.”

3. PRIMERA ETAPA, EL IMPERIO AUTORITARIO


El Imperio es, en el orden interno, la contrarrevolución, y ha de afianzarse por medio de medidas de fuerza.
En prisión o exilio hay más de seis mil revolucionarios del 48. Pueden cerrarse discrecionalmente cabarets o
periódicos. Fortoul suprime la inamovilidad de los profesores de universidad. Un sector del catolicismo francés, cuyo
órgano más importante de prensa es L' Univers, apoya al régimen, con elogios ditirámbicos al soberano, «el hombre
de la derecha de Dios». Otro sector, en torno al periódico Le Correspondant, y con figuras tan prestigiosas como el
obispo Dupanloup y el seglar belga Montalembert, critica, por el contrario, esta alianza de Trono y Altar.
Los antiguos partidos se esfuerzan en sobrevivir en estado de hibernación; pero no definen en principio nada
que pueda denominarse oposición. Napoleón ha sabido orillar a monárquicos y republicanos. Los legitimistas,
nostálgicos de la vieja monarquía sacral de los Borbones, en su mayoría grandes propietarios católicos, se escinden en
puros, que se abstienen de intervenir en las convocatorias electorales, y activos, en torno a Falloux, que participan en
la vida municipal. Los orleanistas, uncidos a los principios de la revolución de 1830, disponen de una minoría
influyente en salones y academias, pero se niegan a cualquier aproximación a los legitimistas con vistas a reforzar los
principios monárquicos. Los republicanos se encuentran al principio divididos y con sus dirigentes en el exilio, donde
producen una literatura clandestina, de la que es primaria Napoléon le Petit de Victor Hugo; pero en una fase
posterior acuden a los envites de las elecciones y comprueban que su influencia es creciente.
La correa transmisora de la autoridad imperial es en el departamento el prefecto, auténtico virrey. En las
elecciones elige al candidato del gobierno el único que puede efectuar propaganda mediante carteles y boletines;
imparte consignas a los campesinos, a los que promete a cambio de su voto, que apenas es secreto, mejoras en los
caminos o en otros servicios locales; marca la orientación de los periódicos, que pueden ser suspendidos tras tres
advertencias administrativas.
Para los descontentos, el único camino es la abstención en las convocatorias electorales; en las de 1852 no
vota mucho más de la mitad del censo. En las de 1857 los republicanos presentan batalla y, aunque sólo obtienen
cinco diputados, medio millón de votos de respaldo alarman al gobierno. También concurren legitimistas,
atrincherados en algunos departamentos del Oeste y del Sur, pero la amenaza, entiende el régimen, estriba en el
ascenso republicano y en la consecución de escaños para personalidades tan fuertes como Émile Ollivier y Jules Favre.
Un enigmático suceso señala una encrucijada en la historia del Segundo Imperio. El 14 de enero de 1858 un
revolucionario italiano, Felice Orsini, arroja una bomba sobre el cortejo Imperial y, aunque Napoleón III y su esposa
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Eugenia de Montijo salen indemnes, el atentado provoca 150 víctimas entre muertos y heridos. Este acontecimiento
se ha interpretado de diversas maneras. En principio se supuso que Orsini intentaba suscitar una situación
revolucionaria en Francia para favorecer la revolución en Italia, pero no ha faltado la versión de que los propios
servicios de seguridad franceses habían preparado un pseudoatentado para endurecer las medidas de control de la
sociedad francesa, en ebullición tras la resurrección de la oposición en las elecciones del año anterior. De cualquier
modo, el gabinete se mostró partidario de la reacción autoritaria; se suprimieron varios diarios, se centralizó la
responsabilidad de los prefectos bajo un equipo de cinco mariscales, y el general Espinasse, nombrado ministro del
Interior, se ocupó de aplicar una ley general de Seguridad de drástico articulado. Pero tras un sexenio de ejercicio
imperial no parecía aconsejable la dureza, y en agosto de 1859 se promulga la amnistía.
El giro hacia la liberalización no es proceso de un año, ha de contemplarse la orientación del régimen en un
período más largo, entre 1858 y 1863. Al deterioro interno de un Estado monolítico contribuyen varias causas:
enfermedad del emperador (lithiasis), nueva generación que no se identifica con las alusiones altisonantes al pasado,
nuevas corrientes de pensamiento (positivismo). La pérdida de prestigio dentro de la nación se enmarca en
circunstancias internacionales hostiles: el fracaso de la expedición a México, el hambre de algodón que provoca la
guerra de Secesión, la irritación de los medios proteccionistas ante los tratados con Inglaterra, el descontento de los
católicos por el avance revolucionario en Italia, con amenaza para los intereses temporales del Papa. En las elecciones
se hace visible matemáticamente este deterioro.

4. DECLIVE Y LIBERALIZACIÓN
El declive se detecta en los resultados electorales, el fracaso de la política social y la imposibilidad de llevar a la
práctica las reformas educativa y militar.
El ascenso de los republicanos en las convocatorias electorales es constante: en 1857 han conseguido cinco
escaños, en 1863 son 17 sus diputados, en 1869, veinticinco. A las elecciones de 1863 acuden, además de
republicanos y legitimistas, los orleanistas, convencidos ya de que se pueden obtener ventajas dentro de las reglas de
juego del régimen. El fracaso del gobierno es claro; el número de electores ha triplicado, ha pasado de 665 mil a cerca
de dos millones, y por otra parte disminuye la abstención; sin embargo, los gubernamentales no avanzan y la
oposición triplica sus votos populares y triunfa claramente en las grandes ciudades; así en París el 63 % de los votos
respalda a los candidatos republicanos. Tras las leyes liberalizadoras de la prensa en 1868, las elecciones del año
siguiente, con más intensa propaganda electoral -el nuevo diario La Lanterne llega a los 120.000 ejemplares-,
suponen para el gobierno la pérdida de un millón de votos. En el nuevo Cuerpo legislativo por vez primera la
oposición unida puede situar en dificultades al gabinete y los diputados bonapartistas se dividen entre los partidarios
de mantener el régimen autoritario y los dispuestos a apoyar su evolución hacia un modelo parlamentario auténtico.
No son menores las frustraciones en los temas sociales. Napoleón, remembrando su pasado de conspirador
romántico y sus contactos con fuerzas proletarias, cree que con posturas paternalistas obtendrá para su régimen el
apoyo del obrerismo, más al conceder el derecho de huelga y reunión se desatan oleadas de huelgas en 1864, 1865 y
1867, que cuartean las tesis oficiales de que en Francia nunca ocurre nada grave, al tiempo que el blanquismo resurge
con fuerza a la búsqueda de nuevas conquistas para el asociacionismo obrero.
El fracaso de Victor Duruy en Instrucción Pública, al intentar convertir en obligatoria la enseñanza primaria,
y el de la reforma militar, que preveía un servicio de siete años con posibilidad de rescate, termina de desacreditar la
gestión del ejecutivo.
El Cuerpo Legislativo de 1869 consigue derribar al gabinete de Rouher; de esta manera se llega a la fórmula
de gobierno de transición, pero lo definitorio es la comprobación de que la Cámara se ha liberado de la tutela
Imperial. Un nuevo gabinete de coalición bonapartistas-republicanos es presidido por el republicano Émile Ollivier.
Desde ese momento los ministros pasan a ser responsables ante la Asamblea. El emperador se inclina ya
decididamente por apoyar la política de reformas, pero al mismo tiempo necesita reforzar su autoridad; el plebiscito
que convoca para el 8 de mayo de 1870 en demanda de apoyo popular a las reformas se formula de forma ambigua y
consolida la autoridad del emperador. Entretanto, Ollivier continúa con un amplio programa reformista
(restablecimiento del proteccionismo, descentralización administrativa, libertad de enseñanza superior), destinado a
atraerse a los hombres de negocios. Este ensayo de colaboración de autócrata envejecido y político dinámico -aunque
criticado como tránsfuga del republicanismo- es cortado por la guerra de 1870 contra Prusia. Claramente
comprendió Ollivier, con sus deseos desesperados de paz, que la guerra era el final. Y así fue.

5. POLÍTICA INTERNACIONAL
El Segundo Imperio no definió una política exterior de líneas claras, ya que si bien se ha subrayado que en el
ámbito internacional Napoleón III actúa como un revolucionario, como un hombre del 48, en contraposición a su
tendencia autoritaria en el interior, no resulta exenta de contradicciones su comparecencia en los grandes conflictos
internacionales. Su deseo de prestigio, «Francia debe llevar sobre sus hombros el manto de la gloria», le lleva a pilotar
una política internacional intervencionista. Algunos comentaristas han puesto de manifiesto un objetivo prioritario,
sin que coincidan en su definición, para unos es el sueño de unificar Italia (apoyo revolucionario a los
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nacionalismos), para otros el deseo de anexionarse la orilla izquierda del Rhin (expansionismo); en cualquier caso la
personalidad pacifista e impresionable de Luis Bonaparte, que, a diferencia del primer Napoleón, odiaba la guerra,
limita sus ambiciones de gran potencia y señala una diferencia fundamental con la figura mítica del fundador de la
dinastía. Sus hábitos de conspirador, que le inclinan a las negociaciones personales y misteriosas, de espaldas a sus
ministros, contribuyen también a dibujar una política internacional incoherente.
Si acaso, de Napoleón I heredó una lección clara: el peligro del enfrentamiento con Inglaterra; de ahí su
aproximación comercial y sus intentos de entendimiento político con Londres. En numerosas obras se han señalado
las contradicciones de sus líneas: revolucionario que sigue la senda girondina de la exportación de sus ideales, católico
que apoya al Papa, francés que respeta a Inglaterra. En Italia chocan sus deseos de apoyar a los nacionalistas con su
talante católico de sostenedor del Papa Pío IX, que termina convirtiéndose en obstáculo para la unificación.
Sus intervenciones exteriores son de dos tipos:
a) Coloniales. Su deseo de grandeza impulsa expediciones coloniales: en África es el momento en que
Faidherbe conquista el Senegal y pone las bases de la expansión francesa a partir de la costa occidental. En la
conquista de Argelia se profundiza hacia el interior, y sobre todo se inicia una obra de transformación material, tras
ser sometida la Kabilia en 1857, con la construcción de ferrocarriles, los trabajos de irrigación y la introducción del
cultivo de plantas nuevas. A partir de 1860, y tras la lectura de publicaciones o contactos con círculos
saintsimonianos, el emperador empieza a concebir Argelia como el área donde Francia puede desplegar una misión
civilizadora. Un discurso en Argel define la nueva orientación, en ese momento extraordinariamente liberal: «Nuestro
primer deber es ocuparnos de la felicidad de tres millones de árabes que la suerte de las armas ha conseguido hacer
pasar a nuestro dominio... Elevar a los árabes a la dignidad de hombres libres, expandir sobre ellos la instrucción
respetando su religión, mejorar su existencia... tal es nuestra misión». La idea de protectora- do, con gobierno
confiado a los grandes jefes musulmanes, si no muy madura en sus planteamientos teóricos, al menos parece clara en
su inspiración.
En Extremo Oriente se inicia la penetración, junto con otras potencias, en China y el Sudeste Asiático. Con el
pretexto de defender a los misioneros católicos amenazados, los marinos franceses ocupan Saigón (1859) y después
toda la Cochinchina; posteriormente ponen bajo la protección de Francia Camboya y exploran Laos, con vistas a
penetrar en el inmenso mercado chino. Al mismo ideal de prestigio responde el apoyo a la construcción del canal de
Suez, obra del ingeniero francés Lesseps, y a cuya inauguración se dedica un boato que re- cuerda las solemnidades de
la Roma Imperial.
La intervención en México, para colocar en su trono, con el título de emperador al príncipe Maximiliano -
aunque la expedición se inicia para obligar a Benito Juárez al pago de la deuda que había contraído con Francia,
Inglaterra y España-, responde al deseo de comparecencia en los asuntos mundiales, pero también a motivaciones
económicas ante la eventualidad de la construcción de un nuevo canal interoceánico.
b) Apoyos a los movimientos nacionales y lucha contra la obra de la Santa Alianza. De estas intervenciones
tratamos en otros temas. La guerra de Crimea (1854-1856), en la que Francia e Inglaterra, en auxilio de Turquía, se
enfrentan a Rusia, es la lucha contra las potencias claves de la Santa Alianza. La guerra contra Austria (1859) supone
el apoyo a los patriotas italianos, que se afanan por la consecución de un estado nacional, frente a la obra territorial
del Congreso de Viena.
La soledad internacional de Napoleón tras estos conflictos la comprendió bien Bismarck. Napoleón se ha
enemistado con Inglaterra y España en su expedición a México; con Rusia en la guerra de Crimea; con Austria en su
guerra del 59; con los italianos, incluso, porque tras apoyarles les ha abandonado; con los países nórdicos, Suecia,
Noruega, Dinamarca, porque ha paralizado en la guerra de los ducados daneses a las tropas que hubieran auxiliado a
Dinamarca.
Al estallar la guerra entre Francia y Prusia en 1870, por la rivalidad suscitada en torno a la candidatura para el
trono español, vacante tras el destronamiento de Isabel II, Francia no obtiene ningún apoyo. Aislada
diplomáticamente e inferior en potencia militar, las sucesivas derrotas, de Mac Mahon en Alsacia, de Bazaine en
Metz, y la definitiva de Sedán, demuestran que los sueños de gloria napoleónicos se apoyan sobre cimientos más
efímeros que los del primer Napoleón. Y el estallido de la Comuna mientras avanzan los prusianos exhibe
dramáticamente el fracaso de la política social del régimen.
Napoleón, prisionero, dimite. Francia está vencida y sola. Es la desembocadura de un régimen de grandeza que
ha intentado ser, otra vez, el ordenador de la vida europea.

6. LOS CIMIENTOS DE UNA GRAN POTENCIA


En repetidas ocasiones se ha identificado bonapartismo con prosperidad, intentando mostrar que si en el
orden político se instaura un modelo autoritario y en el internacional el intervencionismo lleva aparejadas inevitables
contradicciones, en el orden económico Napoleón III impulsó la economía francesa con el propósito de cimentar una
gran potencia, aunque el desarrollo ofrezca también algunos puntos débiles.
La coyuntura era favorable, como ha demostrado Labrousse, para la expansión de la economía francesa. El oro
de California provoca un aumento de la masa monetaria y precios altos para los productos agrícolas, lo cual, según
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los estudios de Lévy-Leboyer, fue beneficioso para Francia. Son momentos de euforia de los beneficios y de
formación de capitales que permiten a los grandes banqueros franceses, los Pereire, los Rothschild, exportar sus
fondos a otras naciones.
Los indicadores de aumento de la producción son inequívocos. Estableciendo un índice 100 en 1890 se
constata como en los inicios del imperio la cota es baja y en el último año se alcanza en algunos sectores, como la
agricultura y la construcción, un nivel que los regímenes posteriores no supieron mantener. Así el índice de la
producción agrícola es de 64 en 1853 y de 114 en 1869, el de la construcción de 50 y 105, respectivamente; la
producción industrial pasa de índice 51 a 78, las exportaciones se multiplican por dos y medio (índices 25 y 66).
Sector clave y definitorio es el de los ferrocarriles; Francia vive con plenitud su era del raíl. El punto de
partida es una situación insatisfactoria. La monarquía de julio se había entretenido en debates bizantinos sobre si la
construcción de líneas debía depender de compañías privadas o ser impulsada por el Estado, dudas que consiguieron
que en 1852 sólo existieran 3.000 km construidos, que dependían de 24 compañías diferentes, de capitales
insuficientes, y con una red sin concesión en bastantes casos entre estaciones próximas. En 1870 existen ya 18.000
km de líneas, y desde 1858 se puede hablar de una red nacional, es decir, de la posibilidad de enlazar desde todas las
estaciones en vez de las 42 redes antes en funcionamiento. Desde el punto de vista financiero el régimen apoya la
concentración; seis grandes compañías explotan la totalidad de las líneas, y los dos grandes de la Banca, los
Rothschild, que controlan las Compañías del Norte y la París-Orleans, y los Pereire, que dominan la Compañía del
Mediodía, encuentran en el ferrocarril un campo de inversión, de beneficios y de estímulo para el desarrollo de las
industrias subsidiarias. El tren produjo en Francia los ventajosos efectos que ya Inglaterra había comprobado: fin de
las penurias alimentarias locales, baja de algunos precios al consumidor -por ejemplo la tonelada de carbón-,
especialización de las regiones agrícolas y, por tanto, paso de agricultura de subsistencia a comercial, estímulo para los
capitales acumulados, desarrollo del comercio exterior. El Estado no quiso financiar los ferrocarriles pero apoyó con
todo tipo de privilegios a las compañías que se consagraron a la construcción y explotación de la red.
El Segundo Imperio es la fase de expansión de la gran industria, especialmente en el sector químico y en el
siderúrgico, estimulado por la demanda de los ferrocarriles y la marina mercante. Es precisamente la siderurgia la que
aparece como una industria moderna, de fuerte concentración financiera y producción elevada; Le Creusot emplea
cerca de 10.000 obreros y su producción alcanza un valor de 14 millones de francos en inmensas concentraciones
fabriles. No menos rápido es el crecimiento de la industria carbonífera, que pasa de 5 a más de 13 millones de
toneladas tratadas, e incluso de los sectores tradicionales, como la construcción, que vive su edad de oro, y los tejidos
de algodón, y en general la industria textil, que se especializa en centros como Roubaix, Reims, Sedám Lyon. De
todas formas, en un examen de conjunto no faltan sombras, las regiones se desarrollan de forma desigual y mientras
declinan los textiles del Oeste se modernizan los del Este y el Norte; Markovitch sostiene que el Segundo Imperio es
un período de ralentización del crecimiento industrial, con tasas de crecimiento anual de cerca del 4 % en los
primeros años 50 y de poco más del 1 % al acercarse 1870.
Para los financieros constituyó sin duda una coyuntura óptima, con peticiones de empréstitos por parte del
gobierno, posibilidad de invertir en la industria y los ferrocarriles y sobre todo con una ilimitada demanda de
capitales en el exterior. Francia se convierte en un país exportador de capitales y sus firmas, como el «Crédit
Mobilier», aparecen en negocios de muchos países. Más de la mitad de los fondos exportados corresponden a
préstamos a gobiernos (Italia, España, Portugal, Austria-Hungría, México, Estados Unidos): otro capítulo
importante lo cubre la financiación de los ferrocarriles (en España, Portugal, Suiza, península italiana); la
construcción del canal de Suez absorbió también parte de estos excedentes de dinero que no hubieran encontrado
empleo fácil dentro de la metrópoli.
Algunas empresas de colonización interior constituyeron experiencias nuevas en la historia europea por su
envergadura; así la desecación y repoblación forestal de las Landas, que pasó de ser una comarca infértil a inmensa
área resinera y maderera.
No faltaron al régimen argumentos para hablar de grandeza cuando contemplaba algunos aspectos de la vida
económica, pero los historiadores, con elementos de observación menos interesados, han señalado fallas en este
aparente gigante. Nos hemos referido a algunas contradicciones de la expansión industrial, como el desigual
desarrollo regional con el empobrecimiento relativo del Oeste. Las consecuencias de la salida de capital son
complejas; para los inversores sin duda fueron positivas, pero más dudosa es la conclusión si se anteponen los
intereses nacionales, ya que en algunos momentos faltó capacidad de financiación interior, como en el Alto Loira,
cuyas necesidades no pudieron ser atendidas. Los comerciantes se quejaban de la alta tasa de interés y el gobernador
del Banco de Francia lo explicaba por las demandas apremiantes de dinero desde todos los sectores. «Período de
dinero abundante, el Segundo Imperio ha sido a menudo período de dinero caro», opina Alain Plessis.
El estancamiento demográfico constituye uno de los factores de debilidad. La población pasó de los 36
millones a los 38,5, al incorporar Saboya y Niza, y volvió a situarse en la cota de los 36 al perder Alsacia-Lorena y
contabilizar las bajas de la guerra francoprusiana y la Comuna. Esta estabilidad contrasta con el poderoso impulso de
los pueblos vecinos y preocupó a algunos contemporáneos, como Prévost-Paradol y Gobineau. No puede achacarse
este preocupante fenómeno a la emigración, en estos años no desdeñable pero compensada por la inmigración, sino
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más bien a la caída en las tasas de natalidad y a la alta mortalidad, sobre la que inciden la guerra de Crimea, algunas
crisis de subsistencias y diversas epidemias, especialmente graves las de cólera (145.000 víctimas en 1854).

7. LA SOCIEDAD DEL SEGUNDO IMPERIO


Con el impulso económico la sociedad experimenta cambios intensos, pero de ordenamiento un tanto
complejo. En sus aspectos externos se vuelve a la prominencia de valores aristocráticos; entre los colaboradores del
emperador destacan algunos títulos y la remuneración por los servicios se salda en otros casos con la concesión de
una dignidad nobiliario. El boato de la vida en la Corte, al que se sentía, inclinada la muy conservadora emperatriz
Eugenia de Montijo, y las solemnidades sociales en París (ópera, paseos, bailes, carrozas), pueden hacernos pensar en
una restauración, en la vuelta a los privilegios y a su ostentación; pero sólo las formas permitirían asegurar que el
Segundo Imperio es el regreso a una sociedad de notables de cuna. Aunque se vuelve a signos aristocráticos la nota
esencial de la sociedad napoleónica es la afirmación de la supremacía de la alta burguesía, que L'homme definía con
tres notas: trabaja, dedica su vida a actividades excepcionalmente remuneradas, dispone de grandes rentas. Los dos
primeros criterios -aclara G. Dupeux- la distinguían de la aristocracia terrateniente; el tercero, de la pequeña y
mediana burguesía.
En el plano social el Segundo Imperio aparece como una continuación del período orleanista. La alta Banca,
con el barón de Rothsehild, los Perier y Davillier entre las familias que han hecho su fortuna en provincias, o
israelitas como los Eichtal y los Fould, o de origen suizo como los Mallet, confirma su prepotencia. De espaldas a la
industria incrementan sus capitales en compañías de seguros, construcción de inmuebles y trazado de líneas
ferroviarias. Pero desde 1852 el «Crédit Mobilier», fundado por los hermanos Pereire, orienta su actividad al apoyo
de cualquier inversión industrial; a partir de ese momento el crédito, según expresión de L'homme, se convierte en
«industria motriz».
El aumento de tamaño de las empresas y el del número de obreros empleados es constante. El censo de 1851
clasifica como mano de obra empleada en la gran industria a la de empresas que agruparan más de diez obreros; este
criterio traducía sin proponérselo las proporciones escuálidas de los establecimientos, y aun con baremo tan poco
exigente sólo millón y medio de franceses trabajaban en la «gran industria mientras tres millones lo hacían en
pequeños talleres. Con la concentración financiera, técnica y geográfica que los economistas imperiales procuran se
registran en los últimos años empresas como los Wendel, que ocupan a más de 9.000 obreros, o las fábricas
Schneider, con 10.000 en 1870. Un colaborador de Proudhon, Duchêne, demostró que por los vínculos entre las
sociedades solamente 183 personas manejaban la vida económica, y unos pocos (Morny, los Percire, Rothschild,
Talabot) retenían el control último. La formación de esta oligarquía, que se benefició de los proyectos ambiciosos de
Napoleón III, provocó denuncias de los pequeños comerciantes e industriales, más inclinados al liberalismo puro, sin
estímulos estatales, y de los intelectuales ganados por las fórmulas de renovación de los socialistas.
Se puede resumir que la prosperidad económica de los años 1850 a 1870 -que se interrumpe con la crisis de
1873- favoreció especialmente a una minoría de hombres de empresa que se orientaron tempranamente hacia
actividades especulativas- y sólo en una fase tardía se ocuparon de la producción industrial. Más que de la aristocracia
es la era de la gran burguesía, aunque el tono de la vida social se marque por las pautas de comportamiento
tradicionales de la nobleza. En las zonas rurales la influencia de los nobles descendió de manera drástica; con la
prepotencia de los prefectos los campesinos se acostumbraron a dirigirse a la administración y dejaron de seguir las
consignas de los linajudos caciques locales. De todas formas sería aventurado afirmar que la aristocracia quedó
desplazada; muchos nobles consiguieron integrarse en el nuevo sistema y obtener puestos en la administración o
encaminarse en el mundo de los negocios; en 1869 eran nobles el 45 % de los generales, el 34 % de los miembros
del Consejo de Estado, el 34,5 % de los del Cuerpo Legislativo. Quizá sería más exacto afirmar que el Segundo
Imperio fue un período de prepotencia de la gran burguesía, y que al mismo tiempo permitió la recuperación social
de los sectores de la nobleza capaces de apoyar al régimen y aceptar los valores que imponía una economía en
expansión.
Símbolo del centralismo imperial fue la cirujía transformadora a que se sometió a la capital. Bajo la dirección
de Haussmann, superintendente de París, se procedió al trazado de interminables avenidas rectilíneas bordeadas de
árboles, lo que exigió la demolición de algunos barrios de calles estrechas y casas vetustas. Dos grandes ejes, uno a lo
largo de los Campos Elíseos y el Sena, otro transversal, de la Cité a las estaciones ferroviarias por el bulevard
Sebastopol, orientan la expansión. Parques de estilo inglés, los bosques de Bolonia y Vincennes, permitieron la unión
de urbe y naturaleza que por entonces soñaban algunos grandes urbanistas. Edificios como la ópera, la Escuela
Politécnica, la de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional, los Halles (mercados centrales), las estaciones, resumen una
época de intensificación de los servicios y de los centros de esparcimiento, al tiempo que el suministro de agua
potable y los sistemas de cloacas cambiaron la faz de una metrópoli hasta entonces sucia. Una ciudad de vastos
espacios se convierte en la capital de Europa. Los móviles de Napoleón para dedicar tanta atención a París son tan
complejos corno toda su política. En primer lugar, con las obras públicas se lucha contra el paro, el veinte por ciento
de la mano de obra parisina se empleó en la construcción, y aumentó el número y la importancia de arquitectos e
ingenieros; por otra parte, los grandes espacios y las anchas avenidas permiten más eficazmente el mantenimiento del
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orden, la disolución de manifestaciones; el deseo de emulación de Londres lo confirma varias veces el emperador. Al
margen de los deseos imperiales, había unas necesidades demográficas y los problemas planteados por la red
ferroviaria, que requería la construcción de más de una estación en el recinto urbano.
París fue el orgullo del régimen, pero también argumento para sus detractores. Muchas de las expropiaciones
se realizaron de forma coactiva e incluso ilegal; los gastos alcanzaron tal dimensión que no pudieron terminarse las
obras sin gravosas hipotecas; los especuladores poco escrupulosos medraron mientras muchas familias del centro, de
la Isla de la Cité, tenían que abandonar sus mansiones para instalarse en barrios de peores viviendas, más alejados y
caros. Es sintomático que la oposición al emperador no tuviera su centro en las barriadas obreras, cuyos moradores
eran en gran parte inmigrantes que agradecían las nuevas posibilidades de empleo, sino en barrios pequeño-
burgueses, como Belleville, a donde se habían retirado los anteriores inquilinos de los barrios antiguos. Por su
grandeza y por sus fallos la transformación de París constituye un símbolo de la sociedad y la política del Segundo
Imperio.

8. EL MODELO BONAPARTISTA
El bonapartismo ha planteado complejos problemas de interpretación. Para los intelectuales prevalecían los
rasgos negativos y durante un siglo se presentó como la encarnación del autoritarismo que obstruye el debate libre e
implanta el dominio del poder militar y de la burocracia. El régimen abundó en propagandistas pero careció de
teóricos profundos que supieran encontrar sus líneas-eje y en consecuencia todavía hoy las versiones de los
historiadores propenden a resaltar algunos rasgos, pero se sienten incapaces de aprehender en conjunto su significado.
Incluso las más contradictorias encuentran argumentos en un personaje y un régimen contradictorios. Theodor
Zeldin ha llamado la atención sobre las divergencias entre los escritos de un hombre y sus obras cuando llegó el
momento, con el título imperial, de aplicarlas en el terreno real de la política: «Una lectura atenta de sus libros revela
contradicciones sobre casi todos los asuntos. Sobre el papel, era republicano, enemigo de la nobleza, proteccionista,
convencido de la inutilidad de las colonias y partidario de la enseñanza laica. En llegando al poder, proclama el
Imperio, otorga títulos ducales, firma tratados de libre-cambio con Inglaterra y muchos otros países, funda un
imperio en Extremo Oriente y aprueba la ley Falloux, de espíritu clerical». Ante la barahúnda de versiones opuestas
procede que las ordenemos, en torno a tres puntos: conexión con la revolución, conexión con el primer imperio,
evolución hacia un modelo liberal.
a) ¿Traicionó Napoleón III la revolución del 48? La versión de Marx es categórica; la burguesía francesa, para
salvarse de la amenaza proletaria, se inclina a la dictadura de un hombre; en definitiva, se anticiparía la situación
social y política que explicaría en el siglo XX los movimientos fascistas. Guizot sostiene la tesis opuesta de que
Napoleón III encarna a un tiempo la gloria nacional y la garantía de las conquistas de la revolución, al afirmar los
principios de orden y autoridad. El bonapartismo para Guizot es un sistema político que consigue colocar en el
centro a un jefe y detrás de él a la nación entera, reconciliando democracia y autoridad, y abriendo las puertas a los
hombres de talento, a diferencia del realismo que coloca a los individuos de los grupos privilegiados tradicionales.
Probablemente habrá que encontrar una síntesis que defina en qué aspectos el imperio prolonga la revolución y en
qué aspectos la traiciona.
b) ¿Fue una resurrección del imperio fundado por el primer Napoleón, o se trata de un sistema radicalmente
diferente? Tocqueville calificó negativamente a los dos imperios, en su estimación fases de auge de los arribistas, de
los mediocres propensos al halago. Fisher en sus lecciones de Oxford, en 1908, afirmaba: «El Primer y Segundo
Imperio napoleónicos se inspiraban, en gran medida, en los mismos principios, se apoyaban en las mismas fuerzas
intelectuales y sociales, solicitaban las mismas vanidades.» No obstante, otros autores con un análisis de estas fuerzas
sociales han enumerado bastantes diferencias, y ya hemos indicado alguna, como la opuesta actitud ante la guerra del
primer Napoleón y su sobrino. Si existen rasgos comunes, desde luego no es una mimesis lo que Napoleón III
implanta.
c) Rasgo original del Segundo Imperio es su proceso de liberalización a medida que las dificultades aumentan,
en clara diferenciación con la evolución usual de los regímenes autoritarios, que suelen endurecerse ante los embates
externos e internos. A veces se ha entendido que es una manifestación corrompida de orleanismo: nace de una
revolución y sin desengancharse totalmente de ella se orienta hacia posturas de autoridad; otras, que el Imperio es
solamente una forma extraña de republicanismo presidencialista, y en esta línea el comunista Jacques Duclos ha
establecido un paralelismo entre Napoleón III y De Gaulle. Para André Siegfried el bonapartismo del nuevo
Napoleón es inauténtico, su régimen era clerical, aristocrático, reaccionario, y la evolución hacia formas
parlamentarias alrededor de 1870 supone una contradicción con su verdadero carácter.
Después de la caída del Segundo Imperio los bonapartistas se dispersan; pero en la Tercera República, en
1873, contribuyen con sus votos, unidos a los de los legitimistas, a desplazar a Thiers e instalar a Mac Mahon,
entendiendo que éste simbolizaba una República monárquica o una monarquía sin corona ni trono. Mas no debe
aplicarse esta evolución posterior al modelo que instaló Luis Napoleón, en búsqueda casi obsesiva del punto medio,
sin vincularse a los monárquicos y sin alejarse excesivamente de la base del pueblo que le habla votado. En algún
aspecto se trata de una primera muestra de populismo, movimiento de tanta envergadura en el siglo XX, un intento
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imposible de unir coordenadas tan heterogéneas como la base popular, el crecimiento económico y la autoridad
unipersonal. Quizá Duclos no erraba cuando veía a Napoleón III como un De Gaulle del siglo XIX.

DOCUMENTOS
1. IDEOLOGÍA Y PROGRAMA DE LUIS NAPOLEÓN: EL DISCURSO DE BURDEOS
El Príncipe Presidente se detiene en Burdeos del 8 al 10 de octubre de 1852. Defínase, a través de este
discurso, su modelo político y algunos principios de su programa en política interior y exterior y su vinculación de
propósitos, y diferencias, con el Primer Imperio. Repárese en el lenguaje y en el tono propio de un discurso.

“Señores:
La invitación de la Cámara y el Tribunal de Comercio de Burdeos, que he aceptado sin dudar me ha
proporcionado la ocasión de agradecer a vuestra ciudad su acogida cordial, su hospitalidad llena de magnanimidad, y
estoy además seguro de que al final de mi estancia me comunicaréis las impresiones de este contacto.
La finalidad de este viaje, bien lo sabéis, era conocer por mi mismo las bellas provincias del Sur y ahondar en
sus problemas y necesidades. A veces se consigue un resultado más completo.
En efecto, os lo digo con una franqueza alejada tanto del orgullo como de la falsa modestia; ninguna
población me ha testimoniado de manera más directa, más espontánea, más unánime, la voluntad de franquearme sus
preocupaciones por el futuro, consolidando al mismo tiempo un poder que le resulta grato. Es un pueblo que conoce,
en esta hora, las esperanzas intensas que le sostienen y los peligros que le amenazan. Sabe que en 1852 la sociedad
corría hacia su perdición porque cada partido se consolaba del naufragio general con la esperanza de izar su bandera
sobre las ruinas de las que esperaba salir. Me complace haber salvado el barco enarbolando tan sólo la bandera de
Francia.
Cansado por teorías absurdas, el pueblo se ha convencido de que los pretendidos reformadores no eran más
que soñadores, que manifestaban contradicciones, desproporción entre los medios y resultados prometidos.
Hoy, Francia me rodea con su simpatía porque no pertenezco a la familia de los ideólogos. Para conseguir la
felicidad del país no es necesario aplicar nuevos sistemas sino transmitir, ante todo, confianza en el presente,
seguridad en el porvenir. He aquí por qué Francia parece querer volver al Imperio.
Existe, empero, un temor al que debo responder. Por espíritu desconfiado, algunas personas se dicen: «el
Imperio es la guerra»; yó les aseguro: «el Imperio es la paz». Es la paz porque Francia la desea, y cuando Francia se
encuentra satisfecha el mundo está tranquilo. La gloria se transmite por título de herencia pero no la guerra. ¿Acaso
los príncipes que se honraban con ser nietos de Luis XIV han recomenzado sus contiendas?
La guerra no se hace por placer, se hace por necesidad, y en estas épocas, de transición en las que por todas
partes, al lado de tantos elementos de prosperidad, germinan tantas causas de muerte, se puede decir con verdad:
desgraciado el primero que iniciara en Europa una lucha cuyas consecuencias serían incalculables.
Sin embargo, creo, como el Emperador, que hay conquistas que hacer. Deseo, como él deseó, conquistar la
concordia de los partidos disidentes y reconducir en la corriente del gran río del pueblo las desviaciones hostiles que
a nadie favorecen.
Deseo conquistar para la religión, la moral, el bienestar, a la parte todavía numerosa de la población, que, en
medio de un país de fe y creencias, apenas conoce los preceptos de Cristo; y a los que en la tierra más fértil del
mundo apenas pueden disfrutar de los productos de primera necesidad.
Tenemos inmensos territorios incultos que roturar, rutas que ensanchar, puertos que abrir, ríos que hacer
navegables, canales que terminar, red de ferrocarriles que completar. Tenemos, frente a Marsella, un vasto reino que
debe asimilarse a Francia. Tenemos que aproximar nuestros puertos del oeste al continente americano con unas
comunicaciones rápidas que todavía no conseguimos. Por todas partes encontramos ruinas que reconstruir, falsos
dioses que abatir, verdades que hacer triunfar.
Así es como comprendo el imperio, si el Imperio debe ser restablecido. Estas son las conquistas sobre las que
medito. Vosotros, quienes me rodeais, que queréis como yo el bien de nuestra patria, sois mis soldados.”
«Le Moniteur Universel. 12 octubre 1852», en VOILLIARD: Documentos de Historia T. II, pp. 10-12.

CAPITULO IX: IBEROAMERICA EN EL SIGLO XIX


1. LA INDEPENDENCIA

1. LAS CAUSAS DE LA EMANCIPACIÓN


Con la emancipación de los territorios americanos durante el reinado de Femando VII, España deja de ser un
imperio mundial y se reduce su papel internacional al de pequeña potencia, al tiempo que surge en el centro y sur de
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América una constelación de jóvenes naciones. El proceso ha sido interpretado de diferentes maneras: un episodio
más de la revolución atlántica, que se inicia en la independencia de los Estados Unidos (Whitaker); aplicación en
América de las ideas de la ilustración europea (Griffin); despegue natural de un continente, en un proceso
determinado por la geografía -era impensable un estado moderno, con vías de comunicación, con un océano en
medio- (Badía Malagrida); madurez histórica de unas provincias (Ricardo Levene), resultado de una situación
concreta de la política internacional, en la que primero los ingleses y luego los franceses apoyan la separación
(Analola Borges); guerra civil entre españoles (Pierre Chaunu). El tema ha suscitado una bibliografía riquísima, en la
que durante más de un siglo predominaron los aspectos militares (estudios de Mariano Torrente, Bartolomé Mitre,
etc.), después los diplomáticos y políticos (Levene, Ravignani, Belaúnde) y posteriormente los sociales y económicos
(Mancisidor Ortiz, Pierre Vilar).
A medida que los estudios han abierto nuevos enfoques, el tema en vez de aclararse se ha complicado,
recientemente, Chaunu ha rechazado el esquema interpretativo tradicional -basado en los abusos de la administración
española y en las influencias de la revolución norteamericana- por considerarlo imitado de la independencia de los
Estados Unidos y ha propuesto un nuevo esquema más complejo, en el que se presta atención a los grupos sociales,
de donde se deducen diferentes tipos de emancipación. Se ha hablado de causas internas, como la postergación de los
criollos, y de causas externas, como el impacto de las revoluciones francesa y norteamericana. Nos limitamos a
recoger tres tipos de raíces independentistas: intelectual, social y económica.
Ideas de la Ilustración
Los escritos de Feijoo, Campomanes y Jovellanos, por no necesitar traducción, se difundieron mucho más que
los libros de Rousseau o Voltaire. Las actitudes intelectuales de crítica y libertad prendieron en una minoría, como se
puede comprobar en los más prestigiosos periódicos hispanoamericanos, El Mercurio de México, La Gaceta de Lima,
El Mercurio Peruano. En los años previos a la independencia aparecen infinidad de escritos en los que se afirma que
el hombre nace libre y que los gobiernos que no están basados en el consentimiento popular son tiranías; el recuerdo
de Rousseau, de Montesquieu y del texto independentista norteamericano es tan literal que hay que suponer que con
cierta frecuencia se leían. Españoles y portugueses prohibieron la difusión de la literatura de los «filósofos», pero ha
podido comprobarse que a finales del siglo XVIII eran muchos los americanos familiarizados con esta publicistica
política. El escritor de Nueva Granada, Antonio Nariño, y el padre de la sublevación venezolana, Francisco de
Miranda, fueron profundos conocedores del pensamiento de Montesquieu y Rousseau. El norteamericano Crane
Brinton, en una obra ya clásica, Anatomía de la Revolución, ha precisado la importancia de los orígenes intelectuales
en los procesos revolucionarios:
«Las ideas forman siempre una parte de la situación prerrevolucionaria. Y no vayamos más lejos. Sin ideas no
hay revolución. Pero esto no quiere decir que las ideas causen las revoluciones ... »
Criollismo
Un factor social parece jugar un papel más importante que el intelectual. En la sociedad colonial ocupaban el
puesto protagonista los criollos, descendientes de españoles, blancos nacidos en América. Era una minoría rica e
instruida, que controlaba el comercio y la industria, pero a la que el centralismo español mantenía apartada de la
administración, ya que todos los cargos eran designados y enviados desde España. En los criollos se había formado
una conciencia de grupo marginado que se hipervaloraba a sí mismo. La legislación, en algunos ámbitos, establecía
diferencias entre «españoles europeos» «y españoles americanos»; de antagonismo nos habla el marqués de Varinas,
Vaticinios de la pérdida de las Indias y Mano de Relox, y Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias secretas de
América, quienes describen la separación en conventos y colegios.
Régimen mercantil monopolista
España monopolizaba el comercio con sus posesiones americanas, pero, según Celso Furtado, el escaso
desarrollo industrial español le imposibilitaba para abastecer de productos manufacturados el mercado americano. La
revolución industrial y la potencia marítima inglesa tendrían que haber derivado en un régimen de puertos abiertos,
incompatible con el sistema monopolístico. El sistema comercial montado por España resultaba un anacronismo y un
freno para el desarrollo del continente.
Los signos de descontento se pueden percibir desde 1790, cuando, en Bogotá, Nariño traduce la Declaración
de los derechos del hombre, pero es Trafalgar (1805), golpe de gracia para las comunicaciones españolas y dominio
del mar para los ingleses, el acontecimiento que provoca, de hecho, la casi separación de la península y el continente
americano. La Europa de las guerras napoleónicas, ávida de productos tropicales, no está dispuesta a asistir a una
marginación de las Indias. En 1806 los ingleses conquistan por sorpresa Buenos Aires, que es reconquistada con una
expedición desde Montevideo.
La guerra de independencia intensifica en principio la comunicación con las Indias, gracias a la alianza inglesa;
esta observación del profesor de Harvard, Donghi, invierte la teoría tradicional de que es la guerra la que interrumpe
las comunicaciones con América. Sin embargo, los acontecimientos bélicos terminan impidiendo no sólo las
comunicaciones, sino incluso el gobierno de América desde España, cuando los ejércitos franceses ocupan buena
parte del suelo peninsular. Según un estudio de Analola Borges, Napoleón envió primero emisarios a Hispanoamérica
para que fuera aceptado el cambio de dinastía pero al aparecer Juntas leales a Fernando VII cambió su proyecto y se
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limitó a estimular a los españoles de América hacia la independencia, presentándose como el libertador y
distribuyendo por todo el continente agentes que prometían la libertad de comercio y de industria y la abolición de
los monopolios. Sus frutos fueron más bien exiguos; la Junta de Caracas manifiesta que la situación de España es
desesperada y que su fin es «salvar los restos de aquella noble y generosa Nación».

2. LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA
En 1809 se producen varios movimientos criollos que derivan hacia la rebelión abierta mientras surgen Juntas
de apoyo a Fernando VII. En 1810 los españoles pierden Andalucía; el único territorio controlado por los patriotas
es Cádiz; ha caído en manos francesas Sevilla, sede de la Junta Central. La pérdida de Sevilla va a estimular la
revolución colonial: Cabildos abiertos reemplazan en América a las autoridades peninsulares: Caracas en abril, Buenos
Aires en mayo, Bogotá en julio, Santiago de Chile en septiembre, ven surgir órganos de gobierno independientes,
dirigidos por las élites criollas, abogados, funcionarios, comerciantes. Sólo en Perú resiste el virrey Abascal.
Los centros de la Independencia son México, Caracas y Buenos Aires. En el primero aparecen como base
social del levantamiento los indios y mestizos y como dirigente el bajo clero con un programa de redención social, lo
que despierta el recelo y el apartamiento de los criollos, muchos de ellos grandes hacendados. En Caracas dirige el
alzamiento un sector intelectual del criollismo, cuya cabeza es Francisco de Miranda, pero no se suman los
propietarios de cacao del litoral, que permanecen leales al rey. En Buenos Aires las diferencias sociales están más
mitigadas y el criollismo ofrece un apoyo más compacto a la independencia.
Aunque estos gobiernos locales actúan como independientes y mantienen agentes diplomáticos en el
extranjero, no declaran formalmente la independencia hasta fecha tardía, en México en 1813, en el Río de la Plata en
el congreso de Tucumán de 1816. La excepción fue Caracas (181l). El retraso se ha explicado por distintas
circunstancias. Inglaterra era aliada de España en la lucha contra Napoleón y no parecía conveniente el
enfrentamiento abierto con un aliado de la gran potencia industrial y marítima. En México los criollos recelaban del
mal disciplinado ejército indio de Hidalgo. En el Río de la Plata surgieron discordias entre grupos, los partidarios del
caudillo oriental Artigas y los más exaltados de Buenos Aires. En general la independencia era sólo una palabra con la
que se demostraba el no reconocimiento de las autoridades españolas más que un pronunciamiento legal sobre la
separación de la patria peninsular.
La declaración de independencia de Caracas (5 de julio de 1811) no sólo es más temprana sino también más
doctrinal. Las otras naciones hispánicas se limitan a consignar el hecho físico de la separación; la junta de Caracas
aprovecha para dar a conocer su filosofía política, los ideales por los que lucha:
«Los imprescriptibles derechos que tienen los pueblos para destruir todo pacto, convenio o asociación que no
llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos.»
Más adelante se consigna el pleno poder de Venezuela:
«Para darse la forma de gobierno que sea conforme a la voluntad de su pueblo.»
En la declaración se recogen frases que recuerdan las de la independencia de los Estados Unidos. Es posible
que Jefferson haya influido en los redactores de Caracas, pero más probablemente se recogen escritos del irlandés
William Burke, cuya resonancia entre los patriotas venezolanos la sugiere el hecho de que antes de publicarse sus
obras en libros se recogían en páginas sueltas en la Gaceta de Caracas. Expresiones de Burke, «el pueblo es en todos
tiempos el verdadero y legítimo soberano», debieron de calar en el pensamiento de los intelectuales caraqueños e
inspirar su formulación de la soberanía nacional.

3. DESARROLLO DE LA GUERRA INDEPENDENTISTA


Durante la guerra contra Napoleón, España se encuentra imposibilitada para reforzar militarmente a sus
gobernantes de los territorios americanos, puede considerarse esta etapa -1810, comienzo de la lucha abierta, 1814,
retirada francesa de la península- como la primera de la independencia de Hispanoamérica.
En México, el cura Hidalgo organiza en el norte un ejército de campesinos indios y mestizos; el movimiento
ofrece un motivo de protesta social contra los grandes propietarios. Un ejército de 80.000 hombres se acerca a
México, pero es derrotado por el general Trujillo. La retirada es fatal para Hidalgo. La sublevación campesina se
continúa, ahora desde el Sur, por otro cura rural, Morelos, quien en 1812 elabora un programa revolucionario de
división dela gran propiedad y supresión de las diferencias entre pobres y ricos. A la derrota de Morelos contribuye
decisivamente la oposición que levantan frente a su programa los potentados criollos.
En el Sur del continente encontramos dos posturas sociales diferentes. En el Río de la Plata se emancipa a los
indios del tributo y se declara la igualdad jurídica de blancos, indios y mestizos; en julio de 1811 las tropas enviadas
por el virrey del Perú vencen a las enviadas desde Buenos Aires en Huaqui. En la zona alejada de Buenos Aires se
incorpora a los indios, pero en la zona más próxima, la Banda oriental, la postura de los criollos y su líder Artigas es
más prudente en materia social. Nos encontrarnos por tanto con dos centros de resistencia antiespañola, cuya actitud
frente a los indios es radicalmente diferente. Las concepciones políticas dentro de Buenos Aires son también
opuestas: el coronel Saavedra piensa en una monarquía conservadora, Mariano Moreno en una República
revolucionaria, como la francesa. Los morenistas son derrotados. Las divergencias en el programa social y las
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concepciones políticas contrapuestas frenan durante algún tiempo la actividad militar del Río de la Plata, hasta que
aparece una figura de relieve, San Martín, que impulsará la actividad bélica.
En Caracas se destaca como figura de la independencia Simón Bolívar, que desplaza pronto a Miranda. Los
españoles se aprovechan de los conflictos sociales, desórdenes en las plantaciones y rebeliones de negros y mulatos en
la isla Margarita y la costa de Cumaná, para sofocar militarmente el alzamiento. Bolívar se ve obligado a huir.
Con el regreso de Fernando VII a España comienza la segunda fase de la independencia. En 1815 se envía
desde la península la expedición de Morillo, que consigue el control desde Caracas a Nueva Granada, enlazando en el
norte de la América meridional la costa atlántica y la pacífica; nada queda del alzamiento independentista en esta
zona. Pero varios procesos confluyen a revigorizar la independencia: los realistas han de armar cada vez más soldados
plebeyos y jefes criollos; ha pasado el tiempo en que sólo los españoles podían hacer carrera en el ejército; el gobierno
británico no tiene que guardar ya una postura ambigua de prudencia ante su aliado y empieza a apoyar abiertamente a
los sublevados; en España la restauración del absolutismo plantea demasiados problemas y divisiones entre los
españoles. La marcha de los acontecimientos, la situación internacional y los problemas interiores de España
favorecen a los insurgentes. En México un oficial criollo, Agustín de Iturbide, pacta el plan de Iguala (1821) por el
que Fernando VII designaría a un infante español para el trono mexicano. Fernando no acepta este acuerdo, pero
prácticamente México era ya independiente, con el apoyo de Guatemala, cuando Iturbide entra en la capital y se
proclama emperador. Comienzan en esta segunda fase las grandes campañas de San Martín en el Sur y de Bolívar en
el Norte. La campaña de los Andes de San Martln (1817, Chacabuco, Maipú) provoca la independencia del Perú, en
la fase anterior el gran bastión realista.
Bolívar, que sueña con una gran confederación de Estados en el norte, apoya su nuevo intento emancipador en
dos premisas: desde el punto de vista social corta sus lazos con los grandes propietarios de Caracas y se apoya en el
pueblo, y desde el punto de vista militar se desentiende del Litoral venezolano, que controla Morillo, y avanza hacia
el sur, por los Andes (Boyacá).
El alzamiento de Riego en la península deja otra vez aisladas a las fuerzas españolas en América. En 1821 la
batalla de Carabobo abre a Bolívar las puertas de una Caracas desierta. La unión de las dos campañas de los Andes, la
de Bolívar y la de San Martín, culmina diplomáticamente en la entrevista de Guayaquil, en julio de 1822.
Comienza el último período, el hundimiento militar de España. En agosto de 1824 la batalla de Junín permite
un gran avance del ejército de Bolívar. En diciembre, en un paraje aislado de los Andes, se da la última batalla; en
Ayacucho, Sucre, lugarteniente de Bolívar, derrota al virrey La Serna. La guerra de la independencia de la América
española ha terminado, aunque España tarda muchos años en reconocer a las jóvenes naciones.

CAPITULO X: UNIFICACIONES DE ITALIA Y ALEMANIA


CONCIENCIA UNIFICADORA y «MODELOS» DE ITALIA
Desde el Renacimiento los italianos mantienen vivo el sueño unitario; en ningún momento desaparece del
horizonte el de la consecución de una nación italiana que suelde los pequeños Estados y recupere el papel
hegemónico y la grandeza del período romano. En el siglo XVIII el movimiento de las luces, al iniciar programas
reformistas y desvelar los inconvenientes de la fragmentación política los arcaísmos económicos y el peso social de
grupos retrógrados, estimula a los intelectuales a la exaltación de las ventajas de la unidad. El ideal de nación es
elaborado de manera más clara en el período napoleónico primero al efectuarse la transferencia de los programas
revolucionarios franceses en los que se canta al tema de la nación y posteriormente al reaccionar contra los aspectos
más irritantes del dominio extranjero como las conscripciones de jóvenes italianos para la «Grande Armée» y la
persecución del clero católico, al que se intenta encuadrar en el funcionariado como se ha efectuado en Francia. Pero
tras la derrota napoleónica el triunfo de los puntos de vista de Austria, uno de los vencedores de Napoleón, impide la
realización de la nación italiana y confirma su división en estados múltiples. El ideal unitario se expresa desde 1815 a
1848 en tres planos: literario, los escritores románticos cantan la grandeza perdida de la patria italiana; político, las
sociedades secretas, sobre todo los .Carbonarios», movimiento ambivalente con reivindicaciones retrógradas pero que
es instrumentalización por la burguesía, de fuerte implantación en el reino de Nápoles, solicitan la redacción de cartas
constitucionales; económico, sólo un vasto mercado permitirá el inicio de la revolución industrial. Frente a este triple
impulso pueden distinguirse tres obstáculos: la división territorial consagrada por el Congreso de Viena, la presencia
austriaca en el norte y centro de la península y la cuestión romana (un Estado que se resistirá a ser absorbido en el
proceso de unificación).
Es en el ámbito literario donde se encuentran las primeras expresiones de unidad y los escritores los que
consiguen mayor audiencia popular; la idea de patria italiana se canta líricamente en los versos de Leopardi, las
novelas de Manzoni y los dramas de Nicolini; la tristeza por la grandeza perdida recibe una base documental cuando
César Cantú escribe su Historia Universal en 35 volúmenes. Años después, en la música de Verdi encontrarán los
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italianos simbolizados sus ideales; el grito de «¡Viva Verdi!» se convierte en equivalente de «Viva Italia.», y el coro
de prisioneros hebreos de su ópera Nabuco se interpreta como himno de libertad. Del sentimiento nostálgico se pasa
pronto alas elaboraciones intelectuales de escritores políticos, y en ese momento se comprueba la disparidad de los
planteamientos; los poetas se habían limitado a cantar a la patria, pero al descender los pensadores a concretar el
«modelo nacional, se comprueba la heterogeneidad ideológica de los postulados de la unificación, que van desde los
neogüelfos, que pretenden articular la nación italiana en tomo al Papa, hasta los ideales revolucionarios y
republicanos de Mazzini. La corriente neogüelfa tiene su primer formulador en el abate Gioberti, quien en Del
primado moral y civil de los italianos (1843) sostiene la existencia de una raza italiana, unida por la sangre, la
religión y el idioma, y propugna, en razón de los destinatarios de su obra, la aproximación de todos los italianos en
tomo al Papa, mientras ocultaba sus más íntimos pensamientos, en los que recelaba de la política pontificia, como
expone en obras posteriores. Este libro declamatorio y confuso, en el que se ensalza el papel del Piamonte pero se
intenta conjugar con la presidencia del Pontífice, provocó una convulsión en la opinión pública italiana; los grupos
moderados, con Cesare Balbo y Massimo d'Azeglio, estimaban un peligro la acentuación del papel temporal del
papado y preferían reducirlo a simple guía espiritual. Las páginas de Gioberti sirvieron simplemente de revulsivo; el
48 probaría que el Papa no podía ser el dirigente político del proceso unitario y el controvertido abate abandonará
sus posiciones para aproximarse no alas que había sostenido en los años 30, más proclives a Mazzini, pero sí al
menos alas de los llamados moderados. El silencio más significativo del libro de Gioberti es el referido a la presencia
austriaca; obsesionado por la potencia francesa, no puede hallarse en sus páginas ni una sola reflexión sobre el
obstáculo austriaco, que constituye por el contrario el eje del libro de Cesare Balbo, Esperanzas de Italia (1844).
Balbo ve en la presencia austriaca el único problema y espera que, al desmembrarse el imperio turco, Austria se
expansione hacia Oriente y en aras del equilibrio europeo ceda la Lombardía a Piamonte; hasta ese momento los
estados italianos deben prepararse con una liga aduanera y la creación de una red de ferrocarriles. Aparte de la
dependencia de un suceso exterior, sobre el que ironizaron los grupos de izquierda, el aspecto menos moderno del
libro de Balbo es su rechazo de regímenes constitucionales y su preferencia por modelos consultivos establecidos por
los soberanos, lo que obtuvo el beneplácito del monarca piamontés Carlos Alberto.
Más realista y avanzado resulta el planteamiento de Masslmo d'Azeglio, aristócrata, amigo y ministro de
Carlos Alberto de Piamonte; en su Programa para una opinión nacional (1846) considera que la erradicación de la
presencia austriaca sólo se conseguirá por la fuerza de las armas, mas al tiempo que la preparación militar postula la
infraestructura de una federación itálica con la uniformación del sistema de pesos y medidas, ley de prensa, guardia
cívica, elecciones para consejeros comunales y provinciales. Nada espera d'Azeglio de Europa, punto de vista que
influye en Carlos Alberto. En la inevitabilidad de una guerra antiaustriaca dirigida por Piamonte concuerdan todos
los revolucionarios antes del 48; la gran convulsión de este año somete a prueba todas las teorías, será el momento de
comprobar el potencial militar de Viena.
El modelo de Italia que sostiene Giuseppe Mazzini, personaje romántico, paradigma del conspirador, difiere
esencialmente de los anteriores, a los que precede en el tiempo de su formulación. Mazzini considera que los dos
principales obstáculos para la unificación son la resistencia de los soberanos y los particularismos locales, y que sólo
la República, conquistada por un vasto movimiento popular, los superará. El primer paso será la educación; el último,
la insurrección: .La educación por medio de la palabra y los libros, dará a veinte millones de italianos conciencia de su
nacionalidad, de manera que la insurrección los encuentre en pie contra sus opresores.. Así se conseguiría la .tercera
Roma.; tras la de los césares y la de los Papas, la .Roma de los pueblos., meta de indudable raigambre romántica. La
insurrección como procedimiento unificador fue intentada varias veces, con repetidos fracasos, en los años 30.
Todavía en 1870 soñaba Mazzini en encender la revolución en Sicilia, zona descontenta por su marginación y sus
graves problemas sociales.
En conjunto se pueden distinguir tres modelos italianos en la gran corriente intelectual del «Risorgimento.,
que suministrará el aparato conceptual del proceso unitario:
- neogüelfo, unificación en torno al Papa (Giobertl)
- moderado (Balbo, d'Azeglio y finalmente Cavour), preparación de una Infraestructura económica y
culminación de la unidad en tomo al Piamonte, que dirigirá la oposición a Austria y constituirá una monarquía
constitucional o al menos parlamentaria;
-revolucionario, postulado por Mazzini, quIen predica la insurrección popular contra los soberanos y el
establecimiento de la República.
Aparte de esta constelación de políticos de tendencia dispar. ¿Qué papel juega la monarquía saboyana? La
figura de Carlos Alberto ha sido muy discutida, ha tratado de aclararse sI fue un Instrumento o un obstáculo para la
unificación. Sabemos que deseaba realizar la unidad sin ayudas exteriores, “.Italia fará da se”.. Conservamos su
Diario, en cuyas páginas se puede comprobar su miedo a la revolución, su deseo de prohibir palabras como liberal o
constitución, sus simpatías por los gobiernos conservadores, Incluso por el austriaco. Es un hombre que desea
real1zar la revolución nacional sin una revolución liberal. Para la marcha del proceso unificador fue una fortuna su
abdicación en su hijo Víctor Manuel, que sintonizaba mejor con el movimiento patriótico.

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Al lado de las ideas, los intereses. Los comerciantes y fabricantes de los estados del norte son conscientes de la
necesidad de la unidad, sin ella no puede articularse un mercado de dimensiones nacionales ni construirse una
infraestructura viaria. Para acometer la industrialización habrían de abatirse las barreras aduaneras y enlazarse las
líneas de ferrocarril: incluso el protagonista de la unificación, Cavour, forja su concepción de una Italia unida tras un
estudio sobre los ferrocarriles en Piamonte, en el que concluye su Imposible rentabilidad de Do articularse en una red
más extensa. A partir de 1839 se celebran anualmente Congresos de Ciencias Aplicadas, que convocan a economistas,
comerciantes e industriales de todos los estados Italianos; en el de Florencia de 1841 se sugiere el montaje de una
exposición con productos de toda Italia, y en su clausura Ridolft subraya la solidaridad económica de los estados. En
ese momento muchos sectores, estimando la división política mayor obstáculo que la triturada orografía peninsular,
propugnan un "Zollverein Italiano" (unión aduanera), pero la mayoría de los gobiernos se muestran hostiles porque
entienden que la unificación económica sería el primer paso para la unificación política. Que por algunos soberanos
se prohibiera la asistencia de sus súbditos a estos Congresos es la prueba más significativa de la dimensión política
que Implicaban.

2. MAPA PREUNITARIO
El Congreso de Viena deja a Italia dividida en siete Estados: en el norte el reino de Piamonte, engradecido con
Niza, Saboya y Genova, como un Estado tapón frente a Francia, y el reino lombardo-veneto como bloque de
penetración de los austriacos; en el centro, los ducados de Parma, Modena y Toscana, regidos por príncipes
austriacos, y los Estados Pontificios con las Marcas; al sur el reino de las Dos Sicilias, en cuyo trono se ha repuesto a
los Borbones. Son siete zonas diferentes política y económicamente. La consecuencia principal de esta fragmentación
es la preponderancia austriaca, La unificación del Veneto con la Lombardia permite el control de la rica comarca
agrícola del Po; la administración austriaca nombra un virrey sin poder y designa los miembros de las asambleas; en
los tronos de Italia central se coloca a los archiduques austriacos Fernando en Toscana y Francisco en Módena, ya la
ex emperatriz María Luisa en Panna, soberanos a través de los cuales se impone la tutela austriaca; en el norte de los
Estados Pontificios se mantienen guarniciones imperiales; con el rey de Nápoles se firma en 1815 un tratado de
alianza; sólo el reino de Piamonte se encuentra libre de ataduras militares o diplomáticas con Viena. A la
fragmentación política ha de añadirse la que suponen los diversos grados de desarrollo económico. El Piamonte se
halla, en vísperas de la unificación, más industrializado; exporta -tejidos de seda y lino, dispone de canales de riego,
su agricultura se encuentra más modernizada: Lombardía-Véneto constituye otra zona industrial, con seda en
Cremona, lana en Milán y cristal en Venecia, y agrícola, con vinos en su cresta apenínica y en el Véneto y Padua. Los
Estados Pontificios separan económica, geográfica y políticamente la Italia del Norte de la del Sur, más pobre, menos
poblada y desarrollada.
El interés de Austria se cifra en mantener el status del Congreso del año 1815. el mosaico de estados. Los
Estados Pontificios se erigen como segundo obstáculo para la unificación; son durante algún tiempo en este tema dos
aliados naturales, y se explica la alarma de Metternich cuando el nuevo Papa. Pío IX, en 1847 inicia una política
liberal que podría derivar en apartamiento de Viena y apoyo a los patriotas italianos, política que pronto fue
interrumpida. El motor de la unificación lo constituye el reino del Piamonte, engrandecido territorialmente con una
fachada marítima desde 1815, la que le ha proporcionado, en contra de los deseos de sus habitantes, la antigua
república genovesa.
Piamonte posee, además, la única dinastía de estirpe italiana, los Saboya. puesto que los restantes monarcas
son de origen austriaco o francés y difícilmente aglutinarían un impulso nacional; un ejército, no muy organizado en
el reinado de Carlos Alberto pero con posibilidades de modernización, y una flota no desdeñable; una infraestructura
de transportes, y una Constitución liberal. Políticamente pueden distinguirse en el Piamonte cuatro partes: Saboya, la
zona más orientada hacia Francia, es el reducto conservador de la monarquía y el de más fuerte implantación católica;
Piamonte, con la capital, Turín, es el centro, en el que predominan los partidarios de la monarquía constitucional y
en el que puede vislumbrarse la potencia de fuerzas anticlericales, hasta el punto de que el ministro de Justicia
Siccardi hace aprobar en 1848 leyes contrarias a la Iglesia; Génova, capital de comerciantes, la avanza- da republicana,
la izquierda, más atenta a los proyectos de Mazzini o alas proclamas exaltadas de Garibaldi; Cerdeña, isla poco
poblada y sin industria, constituye un lastre, una zona apolítica. Las disparidades políticas dentro de un estado
pueden orientarnos sobre las grandes diferencias que existían en la concepción política de los diversos estados
italianos. Alfredo Oriani (1892) puso de relieve esta diversidad: .La idea piamontesa no podía ser la idea italiana...
debía convertirse en nacional y popular con Garibaldi, unitaria con Mazzini, monárquica con Cavour, más prudente
con Víctor Manuel y más aventurera en Napoleón III.- Anzilotti, un discípulo del gran historiador Gaetano
Salmevini, propuso, frente a su maestro, que hace de la burguesía piamontesa el eje de la unificación, el estudio de
cada estado italiano porque cree que el movimiento nacionalista .Risorgimento- es una abstracción.
No plantea problemas el protagonismo de Piamonte en la empresa unitaria, pero resulta más difícil el análisis
social de los grupos que la llevaron acabo. Gramsci escribe entre 1929 y 1935 sus reflexiones sobre el .Risorgimento-
, en las que trata de distinguir, lo mismo que Lefebvre para la Revolución Francesa, el papel dé cada grupo social:
aristócratas, burgueses, campesinos.
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En los cursos que dedican las universidades de Turín y Roma al tema de la unificación, los grandes maestros,
Franco Valsecchi y Ghisalberti, han vuelto a otorgar relieve a los aspectos intelectuales y diplomáticos; las ideas y el
apoyo internacional juegan un papel clave en el proceso unificador.

3. CAVOUR
En Camilo Benso, conde de Cavour, se une su sentimiento monárquico, de apego a la monarquía piamontesa,
con su conocimiento de la estructura eco- nómica de Italia; es, sin duda, la figura máxima del «Risorgimento» desde
el punto de vista político. Ya durante su vida aparecieron varias biografías; disponemos de sus discursos
parlamentarios, escritos personales y periódicos; han estudiado su personalidad italianos, como Bianchi, y extranjeros,
como Treitscke; entre ellos se pueden encontrar apologistas, como Adolfo Omodeo, que le apellida «el más humano
de los espíritus», e historiadores hostiles, como Mack Smith, que le considera carente de ideas políticas y presenta a
Garibaldi como el héroe del «Risorgimento». Aún sin caer en los excesos simplificadores de las hagiografías parece
indiscutible el protagonismo del político piamontés; en otro aspecto no es desdeñable su aportación de escritor en la
elaboración de un pensamiento nacional, especialmente con el periódico n Risorgimento, que fundó y dirigió. Aparte
de ella, la actividad de Cavour puede resumirse en tres ámbitos: político, económico y diplomático; en los tres su
papel es relevante.
En el ámbito político Cavour hace del Piamonte un Estado moderno, liberal, con las funciones claves de
elaboración normativa y control atribuidas al Parlamento, lo que produjo fricciones con el monarca Víctor Manuel
II, aunque la tradición no documentada la haya soslayado y hable de relaciones idílicas. Debemos matizar que su
concepción del Estado liberal tenia todas las limitaciones del pensamiento conservador; el Parlamento que apoyarla
su programa de modernización era elegido por un electorado no superior al 2 % de la población y el rey mantenía
atribuciones que los políticos progresistas rechazaban. Pero de ese binomio Cavour-mayoría parlamentaria procede el
programa del Piamonte constitucional: nuevo código, cuerpo de funcionarios, marina de guerra anclada en La
Especia, laicización del Estado -aspecto que le granjeó enemistad de los sectores clericales- con disolución de las
órdenes religiosas contemplativas y nacionalización de sus bienes.. El Piamorite se convierte así en el estado
protagonista de la empresa unificadora y en la imagen de la futura Italia, al ofrecer refugio en Turín a todos los
exiliados políticos e incluso indemnizar a los patriotas lombardos y venecianos que han visto sus bienes confiscados
por los austriacos. El último paso consiste en otorgarles ciudadanía, con lo que se les abren las puertas de la
administración, universidad, ejército piamontés. ,"
En el orden económico, ante la falta de capitales en Piamonte. Cavour no duda en recurrir a la Banca
extranjera para crear una infraestructura ferroviaria y una red de canales. Los Rothschild y diversas firmas británicas
aparecen en un vasto programa de expansión, cuyos resultados espectaculares pueden medirse por las cifras de tráfico
del puerto de Génova y por los índices de producción de la industria textil.
En el dominio diplomático, frente a la «Italia fará da se», axioma de Carlos Alberto. Cavour piensa que debe
situarse la cuestión italiana en un contexto europeo; la intervención piamontesa en la guerra de Crimea se inspira en
este objetivo de consecución de apoyo de las grandes potencias, ven concreto de Francia, a la causa piamontesa en su
inevitable enfrentamiento con Austria. Para esta intervención debió vencer una fuerte resistencia parlamentaria, ya que
ni el pueblo ni los diputados entendían la necesidad de comparecer en un conflicto extraño; pero el cuerpo
expedicionario de 15.000 soldados y los 2.600 muertos constituyeron el gran argumento para presentar el problema
italiano en la conferencia de Paris que pone fin a la guerra, mientras por canales diplomáticos secretos consigue
Cavour la promesa de Napoleón III de apoyar a los patriotas italianos.
No menos relevante fue su papel en la atracción de políticos de tendencias dispares: el centro derecha de
D'Azzeglio, el centro izquierda de Ratazzi; y posteriormente de los republicanos, el veneciano Manin, el lombardo
Pallavicino, el siciliano La Farina. En apoyo de los exiliados obtuvo éxitos tan sorprendentes como la fundación en
Paris de la .Sociedad nacional italiana» por Manin, que acepta en ese momento el papel directriz que jugará la
monarquía piamontesa, bajo el lema «Italia con el rey sardo». Garibaldi es la contrafigura, el revolucionario de
barricada, capaz de arrastrar a las masas con su oratoria apasionada, el defensor del carácter republicano del futuro
Estado. Inmensamente popular, por su biografía de revolucionario en Uruguay, por su valor, incluso por sus defectos
-rudeza, improvisación-, no desempeñó un papel parangonable al de Cavour, no tenía su preparación ni su cultura;
por la carencia de escritos, ya que se limitó a utilizar como arma política su oratoria, su auténtico perfil se ha
difuminado. En varios momentos el choque entre el político y el aventurero romántico fue inevitable. Los mármoles
y bronces que los italianos consagraron a Garibaldi contrastan con la valoración de los historiadores, atentos casi
exclusivamente al protagonismo de Cavour.

4. FASES DE LA UNIFICACIÓN

La guerra del 48
Se ha señalado alguna vez, no muy correctamente, los movimientos revolucionarios de 1820-21 y 1831 como
antecedentes de la gran convulsión nacionalista que desembocará en la Italia unida. El primero, la insurrección del
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general Pepe en el reino de las Dos Sicllias y la proclamación de una constitución en Piamonte tras la rebelión de la
guarnición de Alejandría y del coronel Santa-Rosa, frustrados por la intervención de las potencias de la Santa Alianza
en apoyo a los monarcas, no debe considerarse precursor del «Risorgimento» en cuanto que a diferencia de Francia
los insurrectos carecen de respaldo popular y tienen objetivos diferentes, como hemos indicado (v. tema
Revoluciones liberales de 1830). y los movimientos revolucionarios de la Italia central en 1831, desencadenados por
Ciro Mentí en Módena, han de interpretarse como palingénesis de las comunas antes que metas nacionales del
«Risorgimento»; al año siguiente Mazzini funda la «Joven Italia» precisamente porque hasta entonces no se había
perfilado el objetivo nacionalista.
En 1847 Metternich ordena la ocupación de Ferrara por las tropas austriacas, como prevención ante la
política libera! del Vaticano; Carlos Alberto puede argüir la defensa del Papa, los austriacos se han convertido en
enemigos.
En marzo de 1848 el levantamiento de los milaneses contra los austriacos (los «cinco días de Milán., 18 a 23
de marzo) desencadena la insurrección general; Manin proclama la República en Venecia, en Módena y Parma
movimientos populares obligan a huir a los soberanos. No obstante, la intervención del ejército piamontés se retrasa;
a los titubeos de Carlos Alberto contribuye su talante conservador, receloso de que el movimiento derive en una
oleada revolucionaria, y la presión diplomática de Francia, que se opone en ese momento a la unión de Piamonte y
Lombardía, solicitada por una Asamblea, ante el temor de que surja un Estado fuerte en la otra vertiente de los Alpes.
Pero la cruzada antiaustriaca es incontenible. Mazzini disuelve la «Joven Italia, para fundar la «Asociación nacional
italiana. y colaborar sin condiciones con todos los patriotas; Garibaldi regresa de su exilio americano y ofrece su
espada a Carlos Alberto; de Toscana y Nápoles se envían cuerpos expedicionarios. La presión social sobre el
titubeante monarca es inmensa, y el ejército de Piamonte inicia el intento de expulsión de los austriacos de la
península.
La victoria de Goito, en julio, galvaniza a los patriotas; de mayo a julio se incorporan a Piamonte,
sucesivamente, Plasencia, Milán, Parma, Módena, Venecia; Carlos Alberto es aclamado como rey de Italia Pero las
dificultades militares comienzan y las alianzas se muestran débiles, puesto que los príncipes entienden que poco
provecho obtendrían de un triunfo de Carlos Alberto. Pronto se comprueba la deficiente preparación del ejército
piamontés; una comisión investigadora posterior comprueba que los mandos superiores carecían de mapas de
Lombardía, no habían estudiado las fortificaciones austriacas, se disponía de escasos víveres y equipo médico, y de
pocos caballos para el arrastre de la artillería. Y, por otra parte, el general austriaco Radetzky, conocedor de la
doctrina napoleónica de la concentración de fuerzas y la rapidez, demuestra ser un gran militar .A finales de julio
vence a los piamonteses en Custozza, obliga a Carlos Alberto a firmar un armisticio y entra en Milán. Los lombardos
se sienten traicionados. Fracasada la solución piamontesa se intentará la republicana.
Mientras, se ha producido una revolución en Roma, que obliga a huir al Papa Pío IX, y Mazziní proclama la
República, dirigida por un triunvirato. Algunos políticos piamonteses consiguen que Carlos Alberto intervenga en el
centro de Italia y denuncie el armisticio, pero la derrota de Novara le inclina a abdicar en su hijo Víctor Manuel. A lo
largo de 1849 la represión se abate sobre Italia. Las ciudades lombardas son ocupadas una a una por el ejército
austriaco; a continuación se repone a Leopoldo IL. En su trono de Toscana; en Nápoles Fernando II no titubea en
bombardear Messina. Sólo Venecia y Roma resisten como centros de la revolución; pero la situación internacional se
manifiesta contraria a estos focos. Tropas francesas ocupan Roma (junio de 1849) y al año siguiente puede regresar
el Pontífice, quien inicia una política conservadora, asustadiza frente al movimiento italiano, como ha puesto de
relieve el estudio clásico de Aubert sobre el pontificado de Pío IX. Al pedirle Víctor Manuel II que le conceda el
gobierno efectivo de Las Marcas, permaneciendo el Papa como soberano nominal, y que otorgue a los ciudadanos de
Roma los mismos derechos que disfrutan los del Piamonte, el Papa se opone. Más tarde, en la encíclica Nullus certi
(1860), denunciará .los atentados sacrílegos cometidos contra la soberanía de la Iglesia romana... Venecia, último
bastión revolucionario, asediada por el bombardeo de la flota austriaca, el hambre y los embates de una epidemia de
cólera, se ha rendido el 26 de agosto de 1849.
El 48 se cierra con un fracaso para las aspiraciones de los nacionalistas. Se ha mostrado imposible la solución
federal, la unión de los príncipes, y la solución republicana, que suscita hostilidades internacionales. Cavour,
consciente de la necesidad del apoyo de una potencia extranjera, determina la intervención del Piamonte en la guerra
de Crimea.

Guerra de la Lombardía (1859)


En la entrevista secreta de Plombieres entre Napoleón III y Cavour se acuerda el apoyo francés a la
unificación de Italia. Desde el punto de vista militar, ha señalado Liddell Hart una extraordinaria movilidad de las
tropas piamontesas en la guerra que estalla en 1859, lo cual demuestra una modernización de la red de transportes y
una conciencia más progresiva de la ciencia militar en los italianos. En Magenta y Soljerino son vencidas las tropas
austriacas, que pierden Lombardía. Pero antes de ser ocupado el Véneto Napoleón III firma el armisticio de
Vilafranca con Austria, sin conocimiento de los italianos. Esta extraña reacción del emperador francés ha intentado
ser explicada de diversas maneras; por sentimientos humanitarios, ante el alto número de victimas de las batallas; por
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presión de los católicos franceses, que ven peligrar el poder temporal del Papa; por un avance de las tropas prusianas
hacia el Rhin. En cualquier caso es una más de las imprevisibles reacciones de un monarca titubeante, que provoca, en
esta ocasión, la desesperación de Cavour y el odio de los italianos hacia un aliado que les ha abandonado en el
momento crítico.

Las incorporaciones de 1860


Cavour comprende el peligro que amenaza en ese momento al proyecto unitario; Napoleón impedirá la
extinción de los Estados Pontificios; los austriacos permanecen acantonados en Venecia; existe el peligro de
entendimiento entre Francia y Austria si prosigue la presión militar piamontesa sobre la península, especialmente
porque en Vilafranca se ha acordado que ocupen nuevamente los tronos los soberanos de los.'ducados. Existe otro
procedimiento, los movimientos populares, y así se ha hablado de que Cavour los apoya. Berstein y Milza estiman
que en la incorporación de la Italia central más influjo que la presión popular juega la minoría que convoca asambleas
constituyentes, cuyo primer acto es votar por unanimidad la unión, con Piamonte. Pero subsiste el obstáculo francés.
Sólo cuando el Emperador: al que se promete y entrega Saboya y Niza, firma el reconocimiento de la pérdida del
poder temporal del Papa se produce la anexión de las provincias pontificias de la Romaña y las legaciones; a
continuación, varios plebiscitos confirman la unión con Piamonte de Parma, Módena y Toscana.
El paso siguiente, el Sur, aparece más difícil; Garibaldi organiza un ejército de filibusteros, los .mil camisas
rojas., que recluta entre los exiliados refugiados en Turín, entre los que hay una fuerte participación de intelectuales,
médicos, periodistas, abogados. La expedición sale de Génova en una flota, bajo la ficción de la ignorancia de las
autoridades de Turín, cuando en toda Europa se conocían los preparativos. En Sicilia y Nápoles ha de enfrentarse a
un ejército regular y apenas encuentra apoyo en la población. Tras la ocupación, Garibaldi se resiste a unir el reino
meridional al Piamonte, considerándolo una medida prematura, ya que desea esperar a la proclamación en Roma de
Víctor Manuel como rey de Italia. Cavour obtiene permiso de Napoleón para atravesar los Estados Pontificios y
envía un ejército piamontés al Sur. Garibaldi se ve precisado a aceptar la solución de la anexión a Turín.
Finalmente, en febrero de 1861, se reúne en Turín un parlamento, al que acuden diputados de todas las
regiones italianas colocadas bajo la autoridad de la monarquía sarda; en él se proclama a Víctor Manuel Rey de Italia
por la gracia de Dios y la voluntad de la nación., aunque todavía faltaba por incorporar el Véneto y Roma. Ese año
muere Cavour y el proceso unificador va a experimentar una interrupción.

Las últimas anexiones


Nuevamente Napoleón III se erige el: el mayor obstáculo, se opone a la declaración de Roma como capital del
reino y refuerza su guarnición en torno al Papa.
Cuando estalla en 1866 la guerra entre Prusia y Austria los italianos aprovechan para abrir un frente en el Sur.
En el conflicto interviene no ya el ejército piamontés sino el ejército italiano, que posee escuadra y unas dimensiones
mayores. Sin embargo, es derrotado por los austriacos en Custozza y en la batalla naval de Lissa. No tienen estos
tropiezos reflejo en la guerra; el triunfo prusiano provoca la entrega de Venecia al reino de Italia.
Sólo Roma permanece como Estado no integrado; al estallar la guerra francoprusiana en 1870 las puertas de
Roma se abren para los italianos; el general Cadorna entra en la Ciudad Eterna violando los compromisos que han
asumido ante los franceses y después de que éstos la hubieran abandonado. Víctor Manuel, antes de instalar la
capital, pide al Parlamento que vote la «ley de garantías., que regula el estatuto de la Santa Sede, por el cual se
reconoce al Papa la calidad de soberano en el territorio del Vaticano, la inviolabilidad de la persona del pontífice y la
garantía de libre acceso para los concilios. Pío IX, en la encíclica Ubinos, rechaza estas garantías y excomulga a los
que considera «expoliadores. de la Santa Sede.
La unificación provoca inmediatos efectos positivos: unidad del sistema arancelario, del código penal, de la
moneda. Pero ofrece asimismo vertientes negativas. En primer lugar, el desequilibrio entre un Norte industrial y un
Sur deprimido; al ponerse en contacto dos zonas de diferente grado de desarrollo la más atrasada se deprime todavía
más y se convierte en simple proveedora de mano de obra; es el problema eterno del Sur italiano. Por otra parte, se
señala en ese momento el divorcio entre la clase intelectual, que ha inspirado el «Risorgimento». y las masas urbanas
y rurales, que sólo esperan una mejora de sus niveles de vida -la misma expectativa frustrada de las revoluciones de
1848. y la violenta solución de la cuestión romana aparta a muchos católicos de la Italia laica. Finalmente, se hace
evidente el contraste entre el mito de la patria grande, que el «Risorgimento» ha predicado, y la realidad de la nación
débil, que llega tarde a la industrialización y al reparto imperialista del mundo; esta frustración calará profundamente
en el ánimo de algunos sectores, que se inclinarán en el siglo XX hacia reivindicaciones nacionales violentas.

II. UNIFICACIÓN DE ALEMANIA

5. RAÍCES DE LA UNIFICACIÓN
La cuestión alemana había constituido en 1815 uno de los más delicados problemas que en la configuración
del mapa europeo hubo de afrontar el Congreso de Viena; recordemos como las opciones en tomo a Sajonia llegaron
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a amenazar la solidaridad de los vencedores de Napoleón. La confederación germánica aprobada en Viena queda
formada por 39 Estados, de los cuales dos. Austria y Prusia, aparecen como los más poderosos. Austria, con la
incorporación de Salzburgo y el Tirol, es el Estado hegemónico en el Sur e Inicia su proyección hacia los espacios
danubiano e italiano. pero subsisten otros tres grandes Estados: Baviera, ampliada territorialmente, Württemberg y el
gran ducado de Baden. En el Norte Prusia ostenta una primacía indiscutible y un extenso territorio, si bien haya de
enfrentarse al problema de la comunicación con las provincias occidentales de Renania y Westfalia. En el centro, un
mosaico de pequeños Estados. La fragmentación política presentaba la dificultad de dotar a la confederación de
instituciones comunes; una dieta federal presidida por el emperador de Austria constituye Inicialmente el único
órgano comunitario. Austria se esfuerza por mantener el statu qua, que la beneficia y le permite regentar un Imperio
multinacional con Hungría. Bohemia y territorios en Italia. Frente al inmovilismo austriaco el sentimiento unitario se
apoya en raíces económicas e intelectuales.

Raíces económicas
En el orden económico la fragmentación territorial se traduce en la ruptura de la unión aduanera que había
implantado Napoleón; de nuevo(los particularismos y las trabas al libre comercio provocan la invasión de productos
ingleses, más competitivos, en el espacio germánico. En los años veinte Prusia intenta recuperar las ventajas de la
fluidez de los intercambios fimando, tras vencer las suspicacias de varios Estados, acuerdos aduaneros con Hesse-
Darmstadt, Baviera, Württemberg, proceso que culmina en 1834 al constituir- se el «Zollverein», unión aduanera de
los Estados del Norte de Alemania y algunos del Sur, con territorios de 25 Estados, en los que viven 26 millones de
habitantes. Aunque faltan los del noroeste, fuertemente basculados hacia Inglaterra, y las ciudades comerciales de La
Hansa, se iniciaba una etapa de enomes posibilidades para la industria. Esta integración es considerada como el
primer paso unificador; Prusia se hace con la hegemonía; la población de la zona aumenta rápidamente, se
industrializa el Ruhr, los fabricantes comprueban las ventajas de la unificación. Austria mira con recelo el ascenso del
papel prusiano y suscita un órgano rival, la Unión Tributaria, que no con- sigue convertirse en competencia peligrosa
para los mercados del «Zollverein».
Inmediato fue el impacto en los medios de transporte; la red de carreteras prusiana se multiplicó en veinte
años por cuatro y el Rhin se convirtió en una estratégica vía fluvial para la navegación de los barcos de vapor. Pero ya
en Inglaterra se estaban comprobando las ventajas del ferrocarril y el economista Federico List, de la universidad de
Ubinga, apóstol del nuevo medio de transporte, escribe sobre su trascendencia para el bienestar la democratización de
la sociedad y la unificación de Alemania. En 1835 se inaugura la línea férrea Nühremberg-Fürth; en los años 40 se
suscita una verdadera fiebre del tren, hasta el punto de que el crecimiento de la red es el más rápido de Europa hasta
1848, si bien los particularismos estatales presten a su entramado una configuración anárquica. Pero se enlazan el
Norte y el Sur alemanes, y encuentran fácil salida los tejidos de Sajonia o los productos de la concentración textil y
siderúrgica de Renania y Westfalia. Al no reparar en los obstáculos políticos de las fronteras estatales, el ferrocarril
contribuye a la unificación con tanta fuerza como las arengas de los filósofos.
Que los lazos económicos derivaban en lazos políticos, claramente lo comprendió Austria. En 1862, al
fimarse el tratado comercial entre Prusia y Francia, intentó explotar el descontento que despertó en los medios
proteccionistas de Baviera y Württemberg para invitar a acuerdos comerciales a los Estados de Alemania del Sur,
pero los hombres de negocios no estaban dispuestos a romper el .Zollverein». Esta constatación constituyó un arma
para Bismarck, que en varias ocasiones amenazó cuando se hostigaba la posición hegemónica de Prusia. Tras la firma
del tratado francoprusiano denunció el «Zollverein» y se mostró dispuesto a renovarlo con los Estados que aceptasen
el tratado; todos se sometieron.
La historiografia sobre la unificación de Alemania ha ido concediendo creciente importancia a estos factores
económicos; desde la obra de Benaerts sobre los orígenes de la industria alemana, publicada en 1933, hasta la de
Boehme, publicada en 1966, se ha ido clarificando el papel que han jugado los medios de la industria y el comercio
con su librecambismo, barredor de todo impedimento para el libre tráfico. De la obra de Boehme se desprende que
Bismarck fue el agente de poderosos intereses que afectan a los terratenientes del Este y a los industriales del Oeste, y
en definitiva la unificación debería entenderse como una secuencia casi inexorable de la revolución industrial. Esta
óptica ha desplazado a la tradicional, representada por Treitschke, quien consideraba la unidad alemana como un
capítulo de la vida de Bismarck.

Raíces intelectuales
En el plano de las ideas el filósofo romántico Fichte es la referencia inevitable cuando se indaga en los
orígenes del nacionalismo alemán, y sus Discursos a la nación alemana (1807-1808), pronunciados en la universidad
de Berlín para incitar a la resistencia contra los ejércitos napoleónicos, el punto de partida. Si en los Discursos
identifica nacionalidad prusiana y alemana, en su obra anterior, Estado comercial cerrado, se inclina por el
nacionalismo económico y por el papel rector del Estado, anticipando los doctrinas de List. Puede entenderse el
entusiasmo de Fichte por la libertad como una expresión más del valor medular del romanticismo, pero el auditorio
al que se dirige es siempre el pueblo alemán; expresiones como .la superioridad de Alemania es un articulo de fe" o
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afirmaciones de que su misión es fundar el «verdadero Imperio del derecho, como el mundo jamás ha visto" permiten
adscribirlo a la corriente nacionalista, de cuyos mitos grandilocuentes es uno de los pioneros.
Sobre el concepto de Alemania o Estado alemán reflexionan otros filósofos, y entre ellos destaca la figura
estelar de Hegel. Los franceses vieron en él un apologista del absolutismo prusiano, o al menos el inspirador del
autoritarismo bismarckiano, pero una nueva lectura de sus Principios de la filosofía del derecho, y especialmente la
que ha efectuado Eric Weil, pone de relieve los aspectos mas progresivos de su pensamiento, y J. D'Hondt ha
demostrado su independencia y su personalidad de defensor de las víctimas de la arbitrariedad. En cualquier caso, su
versión del Estado como el condicionante de una comunidad de hombres libres, la instancia que permanece por
encima de los intereses privados, influyó en pensadores y políticos para reafirmar la necesidad histórica del Estado
alemán. Tres jóvenes hegelíanos, en 1848, echan mano de las ideas de Hegel y de los filósofos románticos para
enarbolar la bandera de Alemania. El historiador Ranke y Droysen buscan en el pasado recuerdos que fundamenten
un futuro unitario. El poeta Heine pone su producción al servicio de la exaltación de su patria; Herwegt, en una
explosión de nacionalismo, exclama: .Tú eres el pueblo en quien confía el mundo... tú sabes conquistar la tierra".
En las universidades, estudiantes y profesores hablan de Alemania y de los modelos políticos que
eventualmente puede adoptar: los conservadores prefieren una confederación que respete los derechos de los
soberanos; los liberales un Estado federal con un emperador a cabeza y dinastías en cada Estado, con sus poderes
recortados; los demócratas desean borrar los vestigios de la vieja Alemania. Un periódico de Mannheim, el Deutsche
Zeitung, se dirige a toda la nación alemana.
Hemos estudiado ya las repercusiones de las revoluciones, de 1830 y 1848 en Alemania: El 48 deja, a pesar de
su fracaso, una huella intensa en la vida alemana:
-Recelos de los soberanos. En Prusia el viraje conservador tras la disolución de la Asamblea hace perder al rey
el favor popular .Los reyes temen la aparición de constituciones, los pueblos las desean.
-Fricciones entre Austria y Prusia, más violentas que tras la constitución del Zollverein. La rivalidad se hace
más enconada cuando los soberanos de Hesse piden ayuda contra la presión de sus súbditos. Por Hesse pasaban las
vías de comunicación de Prusia con sus territorios del Rhin, por lo que ésta apoya las peticiones de reforma
populares mientras Austria apoya a los soberanos. Prusiana de dar marcha atrás, es la humillación de Olmutz, que
deja en los prusianos un deseo de revancha.
-Divisiones internas entre conservadores y liberales. Esta polarización desplaza a los liberales hacia posiciones
cada vez más exigentes.
En el otoño de 1859 se constituye, a imitación de la «Sociedad nacional italiana», el movimiento denominado
«Deutscher Nationalverein» «<Asociación nacional alemana»), cuyo objetivo es la unificación económica y política
de Alemania bajo la égida de Prusia. Aunque no llegó a adquirir las dimensiones de un partido de masas, antes bien
no pasó de ser una asociación de intelectuales y propietarios, fue en los años anteriores ala subida al poder de
Bismarck la punta de lanza en la lucha contra Austria, estado reaccionario al que había que desterrar del mundo
germánico. No siendo decisivo su influjo real en el proceso unitario, constituye el ejemplo más claro de las ideas que
espoleaban alrededor de 1860 alas minorías:
-.necesidad de subordinar las exigencias políticas de los partidos a la gran tarea común de la unificación de
Alemania»,
-«necesidad de que la Dieta federal alemana sea reemplazada por un gobierno central de Alemania, firme,
fuerte y estable, y de que sea convocada una Asamblea nacional alemana.
-.deber de todo alemán de sostener en la medida de sus fuerzas al gobierno prusiano».
En este año de 1859 Engels presenta a Napoleón III, en su libro Rhin y Po, como un enemigo apostado en la
frontera renana, y Lasalle, en La guerra de Italia y el deber de Prusia, impetra un nuevo Federico II, un monarca que
destruya la hegemonía de Austria y articule una gran nación en Alemania. Que empresarios y pensadores sociales
coincidan nos hace entrever la fuerza con que se vivían en Alemania los ideales de la unidad en el momento en que
Austria se encontraba enfangada en los problemas del norte de Italia.

6. BISMARK
Bismarck llena por sí solo un período de la historia de su Pals y de Europa; se ha hablado, se habla, de la era
de Bismarck. Sus biógrafos nos recuerdan su corpulencia de gigante y su inmensa resistencia física. Se ha dicho que
con él comienza una etapa caracterizada por la «primacía de la fuerza», pero Benedetto Croce ha subrayado que más
bien es una mezcla de la política antigua, fuerza y autoridad, con las conquistas liberales en economía y técnica. El
más conocido de sus biógrafos, Eyck, ha llegado a concluir que en Bismarck no hay pensamiento político sino
objetivos inmediatos, aserción que ha sido criticada por otros historiadores. Se ha intentado demostrar que siempre
pensó más en Prusia que en Alemania (Schnabel); se ha hablado de su bonapartismo (Gollwitzer) pero otros autores
han señalado sus profundas diferencias con Napoleón III, ya que poseyó autoridad pero no pensó nunca en reforzarla
con el apoyo popular, con un sistema prebiscitario (Allan Mitchel). Windelband le ha presentado como un «gran
arquitecto de la paz», pero Lange ha subrayado que se trata de una paz armada.

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Divinizado por los historiadores alemanes, y cuestionado por historiadores de otras naciones, que encuentran
en su personalidad las raíces de las líneas autoritarias y antidemocráticas de la historia alemana en el siglo XX, no
deja su personalidad y su obra de suscitar estudios. Una exposición en Berlín en 1992 multiplicó la curiosidad
popular pero también la de los historiadores profesionales. Sin embargo, la monografía casi definitiva había aparecido
dos años antes. Nos referimos al monumental estudio de Otto Pflanze. Frente a otros especialistas Pflanze sostiene
que Bismarck nunca fue un absolutista y que evolucionó desde posiciones antidemocráticas en su juventud hasta la
defensa de los principios liberales en su madurez. Si tomamos como indicador de su popularidad los títulos que
acumuló y los grados universitarios que le otorgaron las más importantes universidades germanas (Gottinga,
Erlangen, Tubinga, Jena) así como los nombramientos de ciudadano ilustre por Berlín, Hamburgo, Bremen, Stutgart,
etc., o los monumentos construidos en su memoria, o los nombres de calles y plazas con que se le honró, debemos
concluir que fue un emblema de la historia alemana contemporánea. La calidad literaria de sus cartas, discursos y
colaboraciones de prensa lo muestran como un experto en el manejo del idioma alemán. Frente a otros autores,
Pflanze destaca su vasta cultura, con predilección por Schiller, en menor grado por Goethe y desdén por el
pesimismo de Schopenhauer. En algún momento confesó su fascinación por el sistema parlamentario británico,
aunque creía que la práctica resultaba menos perfecta que la teoría, y en el parlamento aclaró que tal sistema era
posible en un país con dos grandes partidos, pero no en Alemania, donde contendían seis o siete partidos en el coso
de las «res publica».
Lo indudable es su genio político, puesto primero al servicio de la primacía de Prusia, más tarde a la
consecución de la unificación de Alemania, luego al servicio de una Alemania entera, para implantar un nuevo sistema
de equilibrio europeo, que, a diferencia del directorio del Congreso de Viena, supone la existencia de bloques que se
contrapesan.
La primera aportación de Bismarck a la unificación es su éxito en el aislamiento de Austria. Utilizando su
pasado diplomático de embajador en San Petersburgo, consigue atraerse al zar ruso, separando de esta manera a las
dos potencias sobre cuyo entendimiento se había mantenido vivó el espíritu de la Santa Alianza.
Su llegada al poder, en 1862, fue recibida con recelo incluso por el emperador Guillermo I. que le encarga la
jefatura del gobierno, Por su pasado político se le podía situar en la extrema derecha, pero tras las primeras semanas
de gestión, en las que consigue aminorar la resistencia del Parlamento a algunos proyectos de ley con procedimientos
expeditivos, sin omitir las amenazas, muestra una mayor moderación, que nace de un conocimiento maduro de la
situación internacional. Según el trabajo de Eyck. y en contra del tópico de sus apologistas, no poseía gran cultura,
pero sí cualidades excepcionales de estadista. que Renouvin resume en unas líneas: «vigorosa franqueza, no
entorpecida por ninguna tradición, doctrina o simpatía preconcebida; aptitud de discernir los intereses en juego y
valorar las fuerzas en presencia; habilidad para iniciar y ocuparse de varios asuntos al mismo tiempo; finura de
observación psicológica, que le permitía adivinar el estado de espíritu del adversario y darse cuenta de su punto flaco;
clarividencia y perspicacia en las previsiones a largo plazo (a tres años vista, pues consideraba muy inciertos los
cálculos a mayor plazo), y audacia, que le impulsaba a emplearse a fondo cuando la ocasión le parecía favorable». Un
retrato preciso del protagonista de la vida europea entre 1860 v 1890.

7. EL INICIO DE LA UNIFICACIÓN

Guerra de los ducados


Los ducados del sur de Dinamarca. Schleswig. Holstein y Lauenburgo, excepto en su zona limítrofe con el
estado danés eran de población alemana, pero estaban gobernados por los príncipes daneses. En 1815 se había
confiado al rey de Dinamarca la administración de los tres ducados. Pronto se planteó el problema sucesorio. El rey
Federico VII no tenia hijos; su heredero. Cristián de Gluksburgo, era primo suyo por línea femenina; en Dinamarca
se aceptaba esta línea pero no en los ducados, donde existía la ley sálíca, y, en consecuencia, los derechos pasaban al
príncipe alemán Frederick de Augustemburgo. Era la ocasión propicia para que los partidarios de la unión de los
ducados a Alemania planteasen la cuestión.
Bismarck movió las piezas con una maestría insuperable. Afrontaba un peligro internacional, pues la
incorporación de los ducados a Alemania suponía una alteración del estatuto territorial del Congreso de Viena. Para
la empresa necesitaba el apoyo austriaco y vencer la resistencia interior en Prusia, donde se negaron los fondos para
las operaciones. En noviembre de 1863 muere el monarca danés: tropas de Hannover y Sajonia entran en el Holstein
y apoyan la candidatura de Frederick de Augustemburgo, pero Bismarck no estaba dispuesto a admitir la formación
de un Estado alemán independiente en el norte de Prusia, el cual podría formar una liga política con Austria; por otra
parte, deseaba implicar al ejército austriaco en una eventual guerra con Dinamarca; en efecto, Viena no pudo dejar de
compartir la declaración prusiana de apoyo a la población alemana de los ducados. En enero de 1864 las dos
potencias envían un ultimátum a Copenhague y estalla la guerra. Las diferencias entre Londres y París dejaron aislado
al gobierno danés, que sin la ayuda internacional que esperaba de los garantes del estatuto territorial europeo de 1815
hubo de firmar la paz en Viena en octubre de 1864. Finalizadas las operaciones no se veía la solución política;
¿incorporaría Berlín el Schleswig?, ¿Reconocería los derechos del príncipe de Augustemburgo? Bismarck puso
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condiciones inaceptables para esta segunda eventualidad, y finalmente se llegó a un compromiso temporal. Por el
tratado de Gastein (agosto de 1865) Prusia recibe la administración de Schleswig y el puerto de Kiel, y Austria la del
Holstein, pero las cláusulas por las que se integraba a los dos ducados en el ,Zollverein, permitirían a Prusia sucesivas
maniobras de marginación de Austria a medida que la unión aduanera adquiriera articulación política. Se trataba, por
lo tanto, de un paréntesis, de un arreglo provisional, mientras la rivalidad entre las dos potencias germánicas se hace
evidente.

Guerra austro-prusiana (1866)


Prusia procura colocar en mala posición diplomática a Austria dentro de Alemania. Su propaganda nacional
no puede ser suscrita por Austria, que todavía sueña con impedir la unificación. El «Zollverein» ha creado intereses
materiales comunes: ferrocarril, equipo mecanizado; Bismarck, para presionar a algunos Estados, llegó a amenazar con
la supresión del «Zollverein». La propuesta prusiana de instalar un Parlamento alemán al que se acceda por sufragio
universal es otro paso que Austria no puede compartir, con su régimen imperial y aristocrático.
En el orden internacional la diplomacia bismarckiana supo moverse con la misma precisión. Rusia prefiere, en
caso de guerra, el triunfo prusiano, por- que tiene planteado el conflicto en el espacio balcánico con Austria; Gran
Bretaña adopta una postura pasiva porque en ese momento su preocupación es el expansionismo de Napoleón III;
Napoleón, que en teoría debería mostrarse receloso de una Prusia excesivamente fuerte al otro lado del Rhin,
antepone la cuestión del Véneto, calculando que si los austriacos lo pierden los italianos, momentáneamente, se
desentenderán del estado papal de Roma. Viena comprendió su soledad y solicitó el arbitraje del emperador francés,
ofreciéndole el Véneto para que lo entregara a los italianos, pero éstos no podían admitir el procedimiento porque la
gestión intermediaria de Francia les ataría las manos en la reivindicación de Roma, y en consecuencia prefirieron abrir
un segundo frente en el Sur y recuperarlo por la fuerza de las armas; y aunque la participación italiana exhibió su
escasa potencia militar, al menos distrajo tropas austriacas y suscitó cierta solidaridad internacional para con los
prusianos.
La guerra dura sólo siete semanas. A pesar de que los austriacos vencen a los italianos, en tierra en Custozza, y
en la batalla naval de Ussa, pronto se comprueba su inferioridad militar ante los prusianos. Desde el punto de vista
estratégico, señala Liddell Hart, lo más llamativo es el extraordinario despliegue del ejército prusiano, sobre la ruta de
Berlín a Praga, lo que hubiera su- puesto un peligro, con la baja relación de tropas-espacio, de haberse enfrentado a
un enemigo de la misma movilidad. Pero Moltke demostró su genio incluso en lo acertado de sus previsiones sobre el
escaso dinamismo de los austriacos. En el fondo el mariscal prusiano no hace otra cosa que adaptar las teorías de
Clausewitz sobre cerco del enemigo a las técnicas de la ciencia moderna y aprovechar la superioridad en la red de
comunicaciones, ferrocarriles, telégrafo. El generalísimo austriaco Benedek se limitó a concentrar suicidamente sus
efectivos, «como un erizo que se hiciese una bola» (Liddell Hart), despreciando las ventajas que Napoleón Bonaparte
había mostrado en la posición central y manteniendo una línea estática que facilitó las maniobras envolventes del
ejército prusiano. El fusil de retrocarga frente al fusil de carga delantera señala otra ventaja de armamento para las
tropas de Moltke. En la batalla de Sadowa, con gran sorpresa para las potencias europeas, se derrumba el ejército
austriacó. Sus bajas han sido triples que las prusianas, a pesar de que éstas han elegido el papel de atacante, que
implica sacrificios humanos. Definitivamente la superioridad prusiana, tanto por el genio de su estado mayor cuanto
por su infraestructura viaria, su armamento moderno y su potencial demográfico, es la de una gran potencia militar.
En el plano político Bismarck aprovechó la victoria para dividir a los partidos; a los liberales ya los
conservadores, que se habían opuesto a la «guerra fraternal». y dio rápidos pasos para la unificación alemana, En
agosto se firma un tratado de alianza entre 21 Estados y nace la Confederación de Alemania: del Norte, a la que se
adhieren Sajonia y Hesse-Darmstadt; una ley electoral prescribe el sufragio universal para el futuro Reichstag
(Parlamento alemán), y con el nombre de «proyecto de Putbus» se presenta un borrador de Constitución, elaborado
por Lothar Bucher bajo las directrices del canciller prusiano, Para evitar que los estados del Sur, cuya integración
futura se preveía, recelaran de una excesiva centralización prusiana, se crea una segunda Cámara, el Bundesrat, que
representa a los diferentes .Estados y en la que sólo 17 de los 43 miembros son prusianos, lo cual suponía una
representación muy inferior a la que le correspondía por sus dimensiones demográficas. No obstante, la supremacía
prusiana es incontestable; el rey de Prusia es presidente de la Confederación y en su nombre puede declarar la guerra
y dirigir el ejército,

8. LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA DE 1870


Una nueva guerra, ahora con Francia, permite la consumación de la unificación. En el conflicto Prusia tiene
ventajas diplomáticas, porque Napoleón III carece de aliados, superioridad militar y mayor cohesión interior, ya que
en el régimen del segundo imperio ha ido creciendo la oposición.
La candidatura Hohenzollem al trono español es el pretexto. Ante la pro- testa francesa, que está dispuesta a
impedir que un alemán ocupe el trono de España, el monarca prusiano retira la candidatura Hohenzollem, pero los
franceses cometen el error diplomático de insistir en que se comprometan en lo sucesivo a no tolerar otro candidato
alemán. Es una torpeza del ministro de Asuntos Exteriores francés, Gramont. El rey prusiano estaba en el balneario
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de Ems; con un telegrama se notifica a Bismarck la presión francesa. Bismarck resume el telegrama para entregarlo a
la prensa; esta versión, hábilmente deformada por el canciller, convierte el intercambio de notas en un enredo de
ultimátums. El famoso telegrama de Ems provoca la guerra del 70.
Al estudiar los orígenes de la guerra del 70 los historiadores se han dividido sobre si fue deseada por Bismarck
o si se vio arrastrado por los acontecimientos, tesis ésta que dejaría sin explicar las manipulaciones en el telegrama de
Ems. La tesis de la solución bélica, sostenida por Lord en un trabajo sobre documentos alemanes, no ha convencido a
Geuss, quien afirma que Bismarck intentaba limitarse a una presión fuerte sobre Napoleón para culminar
pacíficamente la unificación de Alemania. Dittrich ha señalado la ausencia de objetivos expansivos en los dos
estadistas, ni Napoleón tenía reivindicaciones en la orilla izquierda del Rhin ni Bismarck consideraba imprescindible
la fuerza para integrar a los Estados alemanes del Sur. La cuestión no está zanjada. Es indudable que Bismarck chocó
con Moltke porque deseaba una guerra rápida con el menor índice posible de destrucciones, incluso propugnó el
bombardeo de París para acelerar su rendición; por el contrario, el generalísimo prusiano prefería la guerra larga de
debilitamiento de una potencia que en lo sucesivo, como en el pasado, sería enemiga. Tras la guerra, el alcance de las
anexiones, Alsacia y Lorena, vuelve a dividir a Bismarck y al Estado Mayor, dominado por generales expansionistas.
Pero la moderación del canciller en algunos momentos no prueba que la guerra no entrara dentro de sus previsiones
como un medio de conseguir la unidad de Alemania; en definitiva, era el medio que había utilizado contra Austria.
No puede, por tanto, juzgarse temeraria la opinión de Renouvin: no cabe duda de que fue Bismarck quien quiso la
guerra, el 13 de julio de 1870; y quien, obligando a Guillermo I,- tomó la iniciativa encaminada a provocarla..
París declara la guerra a Berlín el 19 de julio. La superioridad prusiana es total, mayor rapidez, más
ferrocarriles, más hombres en el frente (en pocos días 440.000 prusianos frente a 300.000 franceses), más artillería,
superiores reservas demográficas por la aportación de los Estados alemanes. Pero el elemento decisivo estriba en la
superioridad de la estrategia prusiana. Se trata de una guerra similar a la del 66; los prusianos no titubearon en
extender sus líneas a lo largo de centenares de kilómetros. La movilización francesa fue desastrosa; los reservistas
tardaron días en incorporarse y las primeras unida- des se encontraron paralizadas por falta de transportes y
suministros. Mientras tres ejércitos alemanes penetran hacia Francia, dos ejércitos franceses aguardan inmóviles,
incurriendo en el mismo error que los austriacos en la guerra anterior.
Definidor de dos concepciones bélicas diferentes es el encuentro en Metz del grueso de las fuerzas alemanas
con el ejército francés de Bazaine. En el choque las pérdidas alemanas fueron superiores, pero mientras Bazaine se
resguardaba en las fortificaciones de Metz los alemanes viraron y se incorporaron al tercer ejército, contribuyendo así
a la victoria de Sedán, donde Mac- Mahon se vio obligado a rendirse, con 82.000 hombres, el 2 de septiembre, y el
emperador fue hecho prisionero de guerra. Con un ejército francés bloqueado en Metz y el otro cautivo, los alemanes
tuvieron el camino libre hacia París. Pero la capital resistió el asedio varios meses y el gobierno de defensa nacional,
recurriendo a nuevas levas, trastornó los cálculos de los invasores. La victoria alemana fue ya inevitable, pero los
tratadistas militares sacaron lecciones engañosas de Sedán, al observar exclusivamente .la victoria fulgurante y no los
cuatro meses posteriores. Liddell Hart precisa que fue un engaño creer que las guerras futuras se decidirían con
rapidez; la última fase, las reservas, la capacidad de resistencia, tenían que ser consideradas en los cálculos. Pero en el
caso de la guerra franco-prusiana la resistencia sólo consiguió demorar unas semanas el hundimiento francés y la
proclamación del imperio alemán, simbólicamente en Versalles, como una institución supranacional europea, en
enero de 1871. Prusia ha conseguido convertir la constelación de estados en una unidad política, un Estado federal
de múltiples soberanos bajo la autoridad imperial.
Los resultados de tres guerras victoriosas son evidentes. El rey de Prusia pasa a ser emperador de Alemania; el
ejército prusiano constituye una formidable máquina militar, por su armamento y por la categoría de los estrategas de
su Estado Mayor; una red de transportes densa y una industria estimulada por el crecimiento del mercado exterior
anuncian la aparición de otra gran potencia. El artífice de esta nación, Bismarck, va a jugar a partir de 1870 papel
protagonista en el concierto continental, durante los veinte años que se han titulado «Europa de Bismarck».

DOCUMENTOS
I. INSTRUCCIONES DE MAZZINI A LOS MIEMBROS DE LA JOVEN ITALIA
¿Cuáles son los principios básicos del nacionalismo italiano según este documento? ¿Cuál la extensión
geográfica de Italia? ¿Cuáles sus señas de identidad?

“Libertad -Igualdad -Humanidad -Independencia -Unidad


La Joven Italia es una hermandad de italianos que creen en una ley de Progreso y Deber, y que están
convencidos de que Italia está destinada a convertirse en una sola nación, convencidos también que posee la fuerza
suficiente dentro de sí para llegar a estar unida, ya que el malogro de sus esfuerzos anteriores se atribuye no a la
debilidad sino a la mala dirección de los elementos revolucionarios dentro del país, que el secreto de la fuerza se
encuentra en la constancia y la unidad del esfuerzo. Entran en esta asociación con la intención firme de consagrar el
pensamiento y la acción para la gran meta de reconstituir -Italia como una nación independiente y soberana de
hombres libres e iguales.
100
Sección 2
Por Italia entendemos: I. Italia continental y peninsular limitada, en el norte por el círculo alto de los Alpes,
en el sur por el mar, en el oeste por las desembocaduras del Varo, ven el este por Trieste. 2. Las islas demostradas
como italianas por la lengua de sus habitantes, y destinadas, bajo una organización adminisrativa especial, a formar
parte de la unidad política italiana.
Por nación entendemos la universalidad de los italianos unidos por común y gobernados por las mismas
leyes.”
En KERTESZ. Incluido por JONES: The 1848..., pp. 71-72.

2. CARTA DEL DOCTOR PANTALEONI A CAVOUR


Impacto. Procúrese fechar con la mayor aproximación posible este documento. ¿Trasluce diferentes posturas
ante la unificación? Coméntese el status político con los datos geográficos que se consignan. Análisis de las
circunstancias internacionales del proceso unificador que se anotan.

“Yo entiendo que nada detendrá a Garibaldi, siendo como es dueño de tal ejército como el suyo. y que
marchará sobre el continente napolitano. Suponer que el ejército napolitano, aunque la bandera se haya cambiado en
tricolor, esté en condiciones de resistirle, es un vano sueño. Garibaldi tomará Nápoles, tomará las Marcas y la
Umbría, amenazará a Roma, se comprometerá con Francia y la causa italiana, de manos del Gobierno pasará a las de
la revolución, si el Gobierno del rey se limita a permanecer impávido mirando, en vez de proceder a apoderarse de un
movimiento que no puede detener o que, por lo menos, no se decidirá a desviar .¿Qué puede hacerse para evitar
semejante ruina? Si el movimiento de Garibaldi sobre Nápoles es inevitable, como creo, se precisará entonces, ya
valiéndose de voluntarios, ya utilizando tropas regulares, apoderarse del Estado romano, impidiendo con ello una
marcha de Garibaldi sobre Roma, y favoreciendo sin comprometerse la empresa de Nápoles, hasta llegar ese
movimiento e impedir que se convierta en mazziniano... Podría acaso pensarse que es más expeditivo dejar que el
destino del Estado romano se cumpla entre las manos de Garibaldi, pero se debe considerar entonces que el Gobierno
del rey perdería toda iniciativa y todo el favor de las poblaciones. En este caso, los destinos de Italia dependerían
directamente de aquel egregio guerrero, cuya cabeza. Desgraciadamente, es demasiado insegura en política, y hasta
podría suponerse que pensaría en atacar a los franceses en Roma si éstos decidiesen permanecer en ella. ¡Ay del
Gobierno del rey si abandona la iniciativa o si en la opinión pública se abre paso a la creencia de que la bandera de la
independencia está vinculada en otro partido o confiada a otros hombres! El simple rumor de que el ministerio
piamontés y el conde de Cavour van más despacio que el barón Ricasoli o que Garibaldi en la emancipación de las
provincias romanas, ha producido aquí un efecto bien siniestro: y yo que estimaría que traicionaba la confianza que
usted me demuestra si se le ocultase."
En A. PANZINI: Cavour

3. JUICIOS SOBRE BISMARCK


Comparando las dos cartas del jurista Rudolf von IheIing, escritas antes y después de la batalla de Sadowa, se
descubre un radical cambio de postura en la valoración de la figura de Bismarck. Tangencialmente pueden
comentarse las notas sobre la situación internacional las posiciones titubeantes de un alemán ante Austria, o las
comparaciones con los unificadores de Italia.
a) Escribe el 10 de mayo de 1866 a J. Glaser:

“Estoy seguro de que jamás guerra alguna se ha maquinado de forma tan descarada, con una ligereza tan
escandalosa como la que Bismarck está preparando contra Austria. Mis más íntimos sentimientos se han visto
sublevados por esta violación de los más elementales principios del derecho y la moral. Dios es testigo de que no
tengo demasiadas simpatías hacia Austria; es más, siempre he pasado por uno de sus adversarios -quiero decir
adversario de su sistema político, no del pueblo austriaco al que aprecio sinceramente Soy partidario convencido de la
influencia prusiana en Alemania del Norte, a pesar de que tengo mis reservas sobre el actual sistema político de
Prusia. Pero antes preferiría cortarme una mano que tomar parte en una operación tan repugnante como la que la
política prusiana está emprendiendo contra Austria -hecho que por su insondable perfidia violenta a todo ser humano
honesto-. Nos preguntamos llenos de estupor: ¿Es posible que lo que todo el mundo entiende por groseras mentiras,
se proclame como verdad entre nosotros? Entonces ¿Es Austria quien ataca a Prusia? Hasta una criatura sabría darse
cuenta que lo que ocurre es precisamente lo contrario... Lo más lamentable es que, una vez emprendida la guerra, los
principios se han de enfrentar los intereses. ¿A qué país desearíamos ver triunfador, a Austria o a Prusia? No podemos
elegir; nos vemos obligados a tomar partido por la mala causa, ya que no podemos permitir que Austria se inmiscuya
en los asuntos alemanes. Aquí todo el mundo detesta esta guerra y nadie piensa en que el resultado de este conflicto
sea lo que deba- mas ansiar. Vamos a enfrentarnos alemanes contra alemanes, es decir, una Guerra civil.”

b) Escribe el 19 de agosto a B. Winscheid:


101
“Mi querido amigo, qué dicha poder vivir en esta época y ser testigos de este giro histórico no comparable a
nada de la historia de Alemania de los últimos diez siglos. Durante años he envidiado a los italianos por haber lo-
grado en tan poco tiempo lo que parecía prometer un largo futuro de espera; he soñado con un Cavour alemán o un
Garibaldi, Mesías de mi país, y mira por donde acaba de aparecer en la persona de Bismarck, al que tanto se ha
criticado. ¿Será posible que podamos soñar, que podamos ver convertido lo imposible en real? Lo mismo que vos,
temi esta guerra, ya que consideraba mejor preparada militarmente a Austria que a Prusia. Pero, ¿se ha visto alguna
vez, a través de la historia, un triunfo tal de la inteligencia y el valor moral sobre la fuerza bruta? Hay algo que, en
verdad,-es digno de admirar en el espíritu que anima a nuestra pequeña Prusia, ese espíritu que nos levanta del estado
de postración, impotencia y abyección para conseguir dar al nombre alemán en Europa un vigor y un resplandor
desconocidos desde hacía mil años. Inclino mi cabeza ante el genio de Bismarck que ha llevado hasta la cima una obra
maestra de capacidad política y de acción, difícil de hallar igual en la Historia. De qué manera ha sabido entretejer los
hilos de esta gran trama de modo que ninguno se rompiera! ¡Con qué sabiduría y precisión ha sabido emplear todos
esos engranajes -su rey. Napoleón, su ejército. la Administración, Austria y sus fuerzas. Una obra maestra de genio!
Le he disculpado todo lo que haya hecho hasta ahora, e incluso podría decir que estoy plenamente convencido de que
era preciso que actuara como lo hizo. Lo que para nosotros, los profanos, parecía arrogancia criminal. ha resultado
ser a fin de cuentas el único camino viable para conseguir el fin ansiado. Es uno de los más grandes hombres del
siglo. Es algo de un valor infinito haber tenido la suerte de vivir en su tiempo. Un hombre de acción de su talla, y de
una acción nada aventurada, sino absolutamente reflexiva y prudente en todos los aspectos tanto política como
moralmente, vale por un centenar de hombres llenos de principios liberales y de una estéril honestidad.”
En DROZ: La formación pp. 241-243.

CAPITULO XI: LA CUESTIÓN DE ORIENTE


1. QUÉ ES LA CUESTIÓN DE ORIENTE
Así se denomina el más complicado problema de política internacional de la Edad Contemporánea hasta
1914, al comparecer las grandes potencias en el espacio geopolítico del imperio turco y suscitarse conflictos de
intereses entre ellas. Esta encrucijada diplomática está provocada por la debilidad y desmembramiento del imperio; la
gran potencia del siglo XVI ha pasado a ser en el XIX, en expresión del zar Nicolás I, el hombre enfermo de
Europa». Sobre sus territorios balcánicos se proyecta el expansionismo de dos potencias, Austria-Hungría V Rusia,
por motivos:
- étnicos. En el espacio turco hay población germánica y eslava
- económicos. Los Balcanes constituyen el puente de salida para los productos rusos y austriacos. La
construcción del ferrocarril a Salónica ya Constantinopla refuerza el interés de Viena por dominar este espacio vital.
- estratégicos. Implica el dominio del Mediterráneo oriental, cuya importancia crece con el canal de Suez. La
presencia de Inglaterra en los conflictos se explica por el valor estratégico de las zonas en litigio. Tengamos en cuenta
la importancia del espacio mediterráneo en la ruta de la India; esta consideración es determinante de la política
exterior británica y en particular provoca la intervención en la guerra de Crimea, con el fin de yugular un avance ruso
hacia las rutas marítimas y terrestres del imperio turco.
El engranaje de las relaciones internacionales se complica por el miedo de las potencias de Europa occidental a
Rusia. En algunos casos se sostiene a Turquía por recelo a que su hundimiento provoque un agigantamiento de la
Rusia europea y un imperialismo más vigoroso sustituya al decadente.

2. SITUACIÓN DEL IMPERIO TURCO


La complejidad tiene su base en la propia situación del imperio, que podríamos resumir en cinco problemas:
Problema religioso
En un imperio musulmán, muchos de sus súbditos son cristianos, en su mayoría ortodoxos. Las diferencias
religiosas tienen una fachada política. Los «raiyeh» cristianos no hacen el servicio militar, el ejército está formado
exclusivamente por musulmanes; en compensación, los musulmanes disfrutan de mayores derechos políticos, son los
únicos ciudadanos plenos, con monopolio de los puestos de gobierno, y están exentos de algunos impuestos. Existe
además una minoría judía, integrada en el «raya» (rebaño), es decir, en las clases que pagan impuestos y carecen de
ciertos derechos civiles. Estos grupos religiosos conviven separados, cada uno con sus tribunales y leyes, con lo que se
estructura un Estado sin la unificación jurídica que predica desde fuistes del XVIII la revolución liberal. Por
añadidura, siguiendo las pautas del lslam de convergencia de las autoridades políticas y religiosas, los dirigentes del
clero de los grupos -imanes, ulemas, patriarcas, rabinos- son responsables de su pueblo y, en consecuencia, gozan de
una autoridad desconocida en Occidente. En este terreno religioso el contexto internacional supone otra

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complicación. Los católicos obedecen al Papa y se encuentran bajo la protección política de Francia; los litigios entre
europeos y súbditos turcos se dirimen en presencia de observadores extranjeros.
Problema geográfico
El solar del imperio se extiende por tres continentes. Europa, Asia y África. Con zonas de montaña casi
impenetrables y un mar que controlan los ingleses, la autoridad del sultán es en muchas regiones teórica. El pachá o
gobernador de Egipto dispone de más barcos y tanta fuerza militar como el propio sultán. Es casi imposible
modernizar las comunicaciones en un territorio tan vasto y complicado. Desde los años 60 el desarrollo económico
de Egipto genera otro factor de distanciamiento; la producción de algodón, al interrumpirse las remesas
norteamericanas, se multiplica por cuatro; los proyectos y más tarde la construcción del canal suscitan intereses de las
grandes potencias. Antes de establecerse el protectorado británico Egipto es, en realidad, un territorio totalmente
autónomo de la autoridad del sultán.
Problema étnico
Pueblos distintos, griegos, búlgaros, serbios, húngaros, se distribuyen caprichosamente por SUS regiones
europeas y se concentran en las tierras más ricas. Al surgir de la desmembración del imperio varias entidades
nacionales, esta dispersión étnica plantea transferencias de población y suscita incluso persecuciones de los grupos
minoritarios.
Sin resolver ninguno de estos problemas cuyas raíces son centenarias, en el momento decisivo, hacia 1870,
otros dos problemas internos han agravado, por el inmovilismo de la política de los sultanes, la situación del imperio.
Problema político
A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX se repiten los choques entre los reformistas e inmovilistas y se
alternan las fases de modernización con las de reacción, en un proceso que ofrece bastantes similitudes con el zarismo
ruso. El Hatt del año 1856 constituye una disposición tan trascendental como la de la abolición de los siervos en
Rusia: suprime la autoridad civil de las jerarquías religiosas, establece la igualdad ante la ley, abre para todas las
religiones el acceso a los cargos públicos y el ejército, prohíbe la tortura. Con su aplicación, en los años siguientes,
Turquía se vuelve permeable a la influencia occidental, la prensa se desarrolla y se convierte en factor principal de
modernización, se traduce la literatura política occidental. Pero estas medidas son refrenadas por el asustadizo sultán
Abd-al-Aziz (1861-1876), que se esfuerza en mantener resortes de autoridad en sus manos mientras los visires
occidentales o nuevos turcos, como Fuad y Mehmed Ali, se inclinan por las reformas europeizantes. A pesar del Hatt
de 1856 los cristianos se encuentran marginados de los puestos políticos, en explicación de los visires por su falta de
preparación.
En Londres, en 1864, se publica el periódico turco Hurriet (Libertad). Como en los otros países europeos las
ideas liberales han ganado a muchos turcos y el absolutismo real se ve como un anacronismo. Un Consejo de Estado,
con participación de musulmanes y cristianos, estudia nuevas medidas de reforma. Pero la política de modernización
provoca finalmente el choque entre el sultán y los "jóvenes turcos", intelectuales occidentalizados que desean una
Constitución, aunque casi ninguno acepta la igualdad política de las dos religiones. Un ministro reformista, Midhat
Pasha, da un golpe de Estado, depone al sultán y entroniza a Abdul Hamid II. Con el cambio de soberano se aprueba
la Constitución de 1876, en la que se recogen las libertades de conciencia, educación y prensa, y se implanta el
régimen parlamentario. En efecto, el Parlamento de 1877 acomete nuevas medidas de transformación. Pero se
produce otra vez el choque con el monarca, que considera diabólica la ciencia occidental, y otra fase de oscurantismo
y de persecución de los modernistas se abate sobre el imperio turco hasta 1909.
Problema económico
Se han acometido reformas militares sin una paralela reforma de la Hacienda; los gastos del ejército provocan
la bancarrota. Se amplía la marina, bajo la dirección inglesa; el ejército es numeroso, 416.000 hombres, más de
250.000 de reserva, pero con pocos mandos, paga irregular y dificultades para los ascensos. Ni siquiera los visires
reformadores parecen haber comprendido la necesidad de una economía moderna para hacer posible la
modernización del país. Los dispendios del sultán -palacios, harén- no constituyen tampoco un modelo de
modernidad.
Ante la insuficiencia de la recaudación se recurre a empréstitos extranjeros. El primero, durante la guerra de
Crimea, es un préstamo inglés, al 6 %. En 1875 existían ya 3 empréstitos con un total de 185 millones de libras. Los
acreedores eran principalmente ingleses y franceses, y para garantizar el pago hubo que concederles sucesivas fuentes
de ingresos: tributo egipcio, aduana siria, arbitrios de Constantinopla, monopolios del tabaco, sal y timbre, corderos
de Rumelia y los archipiélagos. Se trataba de un círculo vicioso, la recaudación fiscal se hacía más exigua y se
precisaban nuevos empréstitos.

3. UN ANTECEDENTE: LA INDEPENDENCIA DE GRECIA


El primer capítulo en el nacimiento de nuevas naciones sobre territorios del viejo imperio otomano lo escribe
Grecia en los años 20; la sublevación señala algunos rasgos de lo que constituirá la cuestión de Oriente, por ejemplo
la presencia rusa en el espacio balcánico, y, por otra parte, constituye un movimiento nacional que anticipa la
convulsión de 1830, un estimulo para belgas y polacos. Entre los griegos pueden distinguirse en ese movimiento tres
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grupos: los campesinos o aplicaros, en torno a su Iglesia, a sus popes, abrumados por la presión fiscal y por una
distribución de la propiedad agraria que reserva los dos tercios de las tierras para la minoría turca; los comerciantes
de las islas disponen de una flota mercante, lo que les permite un más intenso contacto con Occidente y la posesión
de fortunas, pero se quejan de una administración caprichosa; y los emigrantes, familias ilustres que han huido a
ciudades europeas y organizan sociedades secretas.
Turquía estaba gobernada por Mahmud II, pero poseía más poder militar, o al menos naval. el pachá de
Egipto Mehemet Ali; el pachá de Albania. Alí de Tebelén, administraba los territorios europeos. En 1820 el pachá
albanés se niega a pagar los impuestos al sultán, y al enviar Mahmud II una expedición. Alí de Tebelén estimula la
sublevación de los griegos, en la que participan los campesinos en torno al obispo Germanos y los emigrados, que
entran desde Rusia, a través de Rumania, mandados por Alejandro Ipsilanti. El retraso del ejército de emigrados,
retenido algunas semanas por los rumanos, provoca la derrota de la sublevación y una matanza de griegos. El zar ruso
Alejandro I amenaza con la intervención y las tropas turcas se retiran de Grecia. En la asamblea de Epidauro [1822)
los griegos deciden ir a la guerra por su independencia. La situación internacional diseña muy claramente lo que va a
ser la cuestión de Oriente: Rusia desea el éxito de la insurrección, de la que espera ventajas económicas y políticas;
Austria se inquieta ante la influencia rusa en los Balcanes; Inglaterra ve con recelo la amenaza que supone el avance
ruso hacia el Mediterráneo para sus comunicaciones con la India.
La guerra estalla en 1822. Los griegos, armados por el zar, resisten épicamente; en las Termópilas es
derrotado el ejército turco; en Missolonghi, detenido otro; en el mar las flotas de las islas vencen en Chios. Estos
triunfos fa- miliares provocan un chorro de poesía en Europa: Lamartine, Victor Hugo, lord Byron. cantan el
heroísmo griego. Militares de distintos países acuden a organizar el ejército heleno: el italiano Santarosa, el
norteamericano Washington, el inglés Cochrane, el francés Fabvrier. El sultán se ve precisado a pedir al pachá de
Egipto ayuda con la que puede vencer a los griegos. Una nueva matanza provoca la intervención directa de las
potencias. El nuevo zar. Nicolás I, convoca una conferencia internacional en San Petersburgo. La escuadra turca es
destrozada por la anglofrancesa en la rada de Navarino, mientras los rusos penetran en los Balcanes.
En el tratado de Andrianópolis (1828) Turquía reconoce la independencia de Grecia. Rusia aparece como la
potencia que obtiene ventajas más sustanciales del declive turco: protectorado sobre Moldavia y Valaquia, puerto de
Poti, preferencias comerciales, libertad de navegación por los estrechos.

4. EL MOVIMIENTO NACIONALISTA EN LOS PRINCIPADOS RUMANOS


En el 48 las dos potencias más interesadas en la desintegración del imperio turco. Austria y Rusia, son
también los dos bastiones contrarrevolucionarios que se oponen a los movimientos nacionalistas. Esta significación
de los dos imperios impidió que la gran convulsión de 1848 pudiera afectar decisiva- mente al imperio otomano,
excepto el intento nacionalista de los principados rumanos. El territorio de estos principados estaba dividido entre
tres imperios: Besarabia pertenecía al imperio ruso; Transilvania, Bucovina y el banato de Temesvar estaban
integrados en el imperio austro-húngaro; Moldavia y Valaquia eran territorios del imperio turco, aunque sobre ellos
se había establecido un protectorado ruso que limitaba la soberanía turca.
En Moldavia y Valaquia gobernaba, en nombre del sultán, un príncipe rumano y una asamblea. El sentimiento
nacionalista estaba fomentado por los estudiantes que salían de las universidades del extranjero y en el campo por
grupos revolucionarios que intentaban suprimir las relaciones feudales; este carácter de emancipación campesina había
tenido el levantamiento de 1821 en Valaquia. Las ondas del 48 movilizan a los rumanos; en las tres zonas se
produce, simultáneamente, un alzamiento popular. Con el ansia nacional de liberarse del yugo extraño, del dominio
otomano y en otras regiones ruso y austriaco, se entremezcla un amplio programa de transformación social:
sustitución de los boyardos, príncipes locales, por personalidades de extracción burguesa, que forman un gobierno
provisional; supresión de la servidumbre e inicio de reforma agraria con entrega de la tierra a los campesinos;
programa de desarrollo industrial; libertad de prensa y reunión. Aunque existe un grupo dirigente –Balcescu,
Radulescu, etc.- se trata de un movimiento de masas populares casi espontáneo. Turquía no parece encontrarse en
condiciones de impedir la formación de un Estado independiente, pero lo hace el ejército ruso, que entra en Bucarest
y derriba al gobierno provisional. Nos encontramos aquí con una de las más extrañas paradojas de este confuso
tablero diplomático de la cuestión de Oriente. Ante la marea revolucionaria del 48 el zar Nicolás I, autócrata que
apoya a los gobiernos absolutistas contra las peticiones populares, considerándose último bastión de la Santa Alianza,
estima que de- be tratar de mantener el imperio turco en vez de contribuir a derribarlo.
No obstante, el 48 ha dejado profundamente convulsionada a la sociedad romana. En Transilvania los
austriacos aceptan la supresión definitiva de la servidumbre; en Moldavia y Valaquia los intelectuales, estudiantes y
comerciantes ocupan resortes que antes habían monopolizado los boyardos; los exiliados difunden por Europa las
reivindicaciones romanas; es el caso de Balcescu, amigo del revolucionario italiano Mazzini, que muere en Palermo.

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5. LA GUERRA DE CRIMEA (1854-1856)
En 1848 Rusia no desea hundir el imperio turco; en el siguiente episodio, la guerra de Crimea, Inglaterra y
Francia contribuyen a consolidarlo frente al expansionismo ruso; Rusia ha adoptado una posición inversa a la del 48,
pero las potencias europeas consideran ya más peligrosa la expansión rusa.
En principio inclinan a Rusia a la guerra contra Turquía móviles económicos, religiosos y políticos; la
prohibición de salida del trigo rumano por los es- trechos turcos, la protección a los cristianos del imperio, que el
tratado de Kainardji había encomendado al zar ruso, y las fricciones que provoca la intervención rusa en Moldavia y
Valaquia, son argumentos para el conflicto; pero no parece ser decisivo el factor económico ni el religioso, ya que tras
el ultimátum el zar obtiene garantías para los ortodoxos; a la guerra va Rusia fundamentalmente por motivos
políticos, por el deseo de hundir el imperio del sur y poder realizar con el engrandecimiento territorial la misión
sagrada que Nicolás I creía tener en Europa.
A la pretensión de Rusia se oponen Inglaterra y Francia. Inglaterra tiene por entonces motivos de enemistad
económica con Rusia, que ha fijado derechos altos a los tejidos de algodón británico, a diferencia de Turquía, que es
un buen comprador; pero son más decisivos los estratégicos, de control del espacio mediterráneo y la ruta de las
Indias, si bien los numerosos estudios que se han dedicado al tema hayan puesto de relieve que se trataba de un
espejismo, que el avance ruso no amenazaba todavía las rutas inglesas; el estudio clásico de Temperley, Crimea,
desvela los factores psicológicos, el humor belicoso del electorado al tener noticias exageradas por la prensa de una
masacre de europeos occidentales producida en el sur de Rusia. Se ha atribuido la decisión británica a los informes
alarmistas del embajador británico en Constantinopla, Stratford, pero un estudio de Seton-Watson demuestra que
era diplomático de talante pacifista. En cualquier caso, y aunque pudiera existir un exceso de suspicacia británica
sobre el expansionismo ruso, el móvil estratégico parece el decisivo para la intervención.
Los móviles franceses son oscuros, como toda la política de Napoleón III, pero parecen predominar los
ideales de prestigio y de lucha contra la potencia de la Santa Alianza, -quiero la paz, pero haciendo causa común con
Inglaterra, dice el emperador francés. A las dos potencias europeas se suma el reino de Piamonte, apoyo simbólico,
que parece constituir un frente internacional de la revolución contra la reacción.
Desde el punto de vista militar la guerra ofrece escaso interés. Aunque la inferioridad rusa se hizo pronto
evidente también por parte inglesa y francesa se condujo de manera bastante desordenada; Liddell Hart la moteja de -
una de las campañas peor dirigidas de la historia moderna, sólo produjo enseñanzas negativas para la ciencia militar,
ejemplos de lo que no debe hacerse. Los rusos se mueven en formaciones densas que no tienen en cuenta el progreso
de las armas de fuego. En el único hecho de armas destacable, la toma de Sebastopol, por el ejército anglo-francés, los
ingleses desembarcan suficientes caballos para el transporte de tropas, pero no para el de víveres y munición, y al
prolongarse el asedio las dificultades de avituallamiento se convirtieron en un agobio; se había contado con el apoyo
de la artillería naval y sólo al iniciar- se las operaciones se supo la escasa profundidad de las aguas litorales, que
impedía la aproximación de los barcos y anulaba sus cañones. Los hospitales de campaña fueron insuficientes. Mas
caótica fue la organización logística rusa; dos tercios de los hombres murieron en el camino por enfermedad o por
hambre.
En contraposición a tan defectuosa campaña, cuidadosamente ocultada en los partes de guerra de los
corresponsales, el tratado de paz constituye una brillante muestra de diplomacia.
Ya en 1854 se redactan en Viena los cuatro puntos que posteriormente aceptará el nuevo zar, Alejandro II, y
que constituyen la base de la paz de Paris: neutralización del mar Negro y libre navegación por los estrechos, libre
navegación en las bocas del Danubio, vigilada por una comisión internacional, autonomía de los principados de
Moldavia y Valaquia, garantías de respeto en Turquía para los súbditos ortodoxos. En la guerra se ha comprobado la
inferioridad militar de Rusia por su insuficiente industrialización, comprobación que va a resultar trascendental para
Rusia, al acometer su inestable modernización con la emancipación de los siervos y el impulso a su industria. Turquía
pierde el control, al menos directo, de algunos territorios; pero consigue sobrevivir por la ayuda de Inglaterra y
Francia.
No obstante, el tratado de Paris significa otro capítulo importante de la desmembración del imperio turco, al
establecer la autonomía de Moldavia y Valaquia. Se prevé la consulta a la población de los dos principados sobre la
posibilidad de su unión; dos asambleas, en lassy y Bucarest, se pronuncian en 1857 sobre la fusión en un solo Estado
que se llamará Rumania, pero las potencias limitan este acuerdo al año siguiente, estableciendo una Constitución
provisional, con un príncipe, un gobierno y una Asamblea en cada principado, y como instituciones comunes una
Comisión central de elaboración de leyes y un Tribunal de Casación. El Estado se llamaría Principados Unidos de
Moldavia y Valaquia, y en teoría continuaría adscrito a Constantinopla. No se trata todavía de la independencia,
pero se inició una dinámica de fusión; al desbordar los romanos la Constitución provisional, los dos principados
eligen en 1859, el mismo príncipe, Alejandro I, y tres años después establecen una sola Asamblea nacional y un solo
gobierno. Que este proceso se efectuase sin ninguna objeción de Constantinopla es una muestra evidente de la escasa
fuerza del sultán.

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6. LOS CONFLICTOS BALCÁNICOS A PARTIR DE 1875
La dominación turca en el espacio balcánico es cada vez más precaria. Los problemas que plantea el
anacronismo del imperio son especialmente graves en Bulgaria y Bosnia.
Bulgaria está dividida en dos zonas; al norte de los Balcanes la influencia rusa es mayor; al sur una eventual
sublevación es más difícil porque la presencia militar turca es más efectiva, las comunicaciones con el corazón del
imperio son más fáciles. y porque es región de gran complicación étnica, donde viven turcos, griegos, serbios y
albaneses. La población siente rencor por los turcos, en quien ve tan sólo unos recaudadores de impuestos. En 1864
el establecimiento de las colonias circasianas, labriegos turcos huidos de Rusia, supone un nuevo agravio para los
búlgaros. Pero el deseo de independencia está frenado por la prosperidad económica de muchos campesinos y por
una burguesía, los chorbadjis, que teme la guerra y prefiere esperar la desintegración turca, al tiempo Que desconfía
de los rusos.
En Bosnia una minoría de musulmanes, los begs, terratenientes ferozmente conservadores, que con sus
dependientes constituye un tercio de la población, oprime de manera extrema a los campesinos cristianos. Alrededor
de 1850 Mahmud II había destruido la autoridad feudal de los begs, pero en los nuevos consejos siempre había
mayoría de musulmanes. La mala cosecha del año 1874 provoca las primeras rebeliones campesinas antiturcas. En el
caso de Bosnia complicaba el cuadro político la presión austriaca, orientada a con- seguir el dominio de la región
como apoyo para su estrecha faja dálmata y lugar de paso inevitable del ferrocarril que enlazaría Viena y
Constantinopla con un ramal a Salónica.
Las dos potencias, cuya tensión en los Balcanes en 1914 conduce a la Primera Guerra Mundial, están ya
presentes en dos áreas en 1875, Rusia en Bulgaria, Austria en Bosnia.
La insurrección contra los turcos la inician, en un año de hambre, 1875, Bosnia y Herzegovia en agosto. Ante
la represión salvaje dos Estados ya desgajados del imperio, Serbia y Montenegro, declaran la guerra a1imperio,
mientras los búlgaros se alzan (1876). Las potencias titubean ante el nuevo conflicto balcánico. En Rusia discuten
los que desean 1r a la guerra solos (Ignatiet) y los que consideran indispensable, tras la experiencia de la guerra de
Crimea, el apoyo de otras potencias (Gortchakot); en Inglaterra los liberales con Gladstone son partidarios de la
intervención, los conservadores con Disraelino; en Austria-Hungria desearían limitarse a salvaguardar el tráfico por la
ruta de Salónica. Finalmente, tras obtener promesas de neutralidad de Austria e Inglaterra, los rusos avanzan solos
(1877) atraviesan Rumania, son detenidos algunos meses en Flevna y llegan hasta la llanura de Andrtanópolis. Este
avance ruso hasta la ruta de Constantinopla desbordaba la pretensión inicial de apoyo a los sublevados. Inglaterra y
Austria se alarman, el austriaco Andrassy formula una protesta, los ingleses envían su escuadra a los estrechos.
Turquía y Rusia firman la suspensión de las hostilidades.
El tratado de San Estéfano (marzo de 1878) consagraba la preponderancia.
-Anexión por Rusia de las ciudades de Kars. Bayazid y Batum en la parte asiática del imperio turco, y de la
región de la Dobrudja en la europea.
-Aumentos territoriales de Serbia y Montenegrc
-Independencia de Rumania, cuyos principados ya eran autónomos.
-Constitución de la Gran Bulgaria, que se extendería desde el Danubio al mar Egeo, englobando la Rumelia y
gran parte de Macedonia.
Londres y Viena no pueden aceptar este arreglo ruso de la cuestión de Oriente; Viena teme que la inminente
autonomía de Bosnia-Herzegovina le cierre el camino de los Balcanes hacia el sur. Inglaterra llama a los reservistas.
El Congreso de Berlín Julio de 1878) reduce las anexiones rusas y las de Serbia y Montenegro, se divide la
Gran Bulgaria en dos principados (Bulgaria y Rumelia), se producen algunos intercambios territoriales (Rumania
cede a Rusia la Besarabia meridional a cambio de la Dobrudja), y se encarga a Austria la administración de Bosnia-
Herzegovina. Inglaterra ha impedido una vez más, en el Congreso de Berlín, el hundimiento del imperio turco; Rusia
ha alcanzado ventajas, pero menores que en el tratado de San Estéfano; Austria es la gran vencedora, ya que se abre
un pasillo de penetración en los Balcanes sin haber tomado ninguna iniciativa bélica.

7. SITUACIÓN DE LOS BALCANES A FIN DE SIGLO


A partir de los acontecimientos de los años 70 Turquía deja de ser el mayor obstáculo para las aspiraciones
nacionalistas de los pueblos balcánicos. Des- pues del tratado de Berlín, el ejército ruso se retira, pero los turcos no
ocupan los territorios abandonados, carecen de fuerza suficiente. Cuando en 1885 las dos Bulgarias se declaran
unidas, Turquía no interviene.
Por el contrario la influencia austriaca crece de forma notable. En la política interior de Serbia la gestión
gubernamental de Milano Obrenovich se orienta hacia el entendimiento con Austria, lo mismo que la política
rumana de Carol de Hohenzollem. Es sintomático que las sublevaciones de .109 últimos años del siglo no sean
antiturcas, los bosnios se alzan contra los austriacos, los polacos contra búlgaros y rusos. El problema de Albania es
otro ejemplo de la nueva situación Internacional. En el tratado de San Estéfano se había reconocido la existencia de
un principado albano, parte de cuyo territorio se había repartido entre estados vecinos, Montenegro, Serbia y
Bulgaria. La protesta nacionalista de los albanos culmina en una insurrección; los turcos no llegan a movilizar las
106
tropas, los austriacos aumentan su influencia en la zona, mientras los comerciantes austro-húngaros van ganando los
puertos del Egeo frente a los ingleses.
Dentro de lo que consideran su solar territorial, los turcos actúan todavía con dureza. Aprovechando la
orientación de la política rusa hacia Extremo Oriente tras la colonización de Siberia, Abdul Hamid II desencadena las
masacres armenias que provocan 250.000 víctimas entre los años 50 y 90, y las masacres macedonias de 1896. Son
los últimos estertores.
El desenlace del rompecabezas del imperio turco, después de una serie de conflictos, se resume en:
-el debilitamiento definitivo y la reducción territorial del imperio turco:
-la influencia rusa en la, zona oriental, cuya cuña de penetración es una Bulgaria engrandecida;
-la influencia austriaca en la zona occidental, cuya cuña es una Bosnia recelosa del avance del nuevo imperio.
Cuando Austria incorpore a su territorio a Bosnia-Herzegovina, el conflicto balcánico se reencenderá, en el
siglo XX, pero ya sin papel turco; ahora se debate entre los imperios austro-húngaro y ruso un conflicto que llevará a
Europa a la guerra de 1914.

DOCUMENTOS
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE GRECIA (15-27 DE ENERO DE 1822)
Coméntense los términos y expresiones sobre la idea de nación. A través de esta proclama pueden entreverse
algunos de los rasgos diferenciales que separan a griegos y turcos; señálense y redáctese un comentario.

“La nación griega toma por testigos al cielo y la tierra de que, a pesar del yugo espantoso de los Otomanos
que amenazaban con aniquilarla, existe todavía.
Después de haber rechazado la violencia -únicamente gracias ala valentía de sus hijos, declara hoy ante Dios y
ante los hombres, mediante el Órgano de sus representantes legítimos reunidos en congreso nacional, su
independencia política.
Esta guerra es una guerra nacional y sagrada; su único objetivo es la restauración de la nación y su
reintegración en los derechos de propiedad, de honor y de vida que comparten los pueblos civilizados.
¿Deberían ser los griegos los únicos europeos apartados, como si fueran indignos, de esos derechos que Dios
ha establecido para todos los hombres? ¿O bien estaban condenados por su naturaleza a una esclavización eterna que
perpetuaba en su país la expoliación y las masacres? La fuerza brutal de unas cuantas hordas de bárbaros que, sin que
se les hubiera provocado, vinieron, precedidas por la matanza y seguidas por el espíritu de destrucción, a establecerse
entre nosotros, ¿podría ser legalizada en algún momento por el derecho de 1os habitantes de Europa?
Partiendo de estos principios y convencidos de nuestros derechos, sólo queremos, sólo reclamamos nuestra
reintegración a la asociación europea, ya que nuestra religión, nuestras costumbres y nuestra posición nos invitan a
unirnos a la gran familia de los cristianos. Caminamos de común acuerdo hacia nuestra liberación, con la firme
resolución de obtenerla o de sepultar para siempre nuestras desgracias bajo una ruina digna de nuestro origen.”
En VOILLIARD: Documentos... págs. 213-214.

CAPITULO XII: SEGUNDA FASE DE LA INDUSTRIALIZACIÓN


I. TEÓRICOS DEL LIBERALISMO ECONÓMICO
Durante la primera fase de la revolución industrial el liberalismo político define un modelo de estado; una
teoría similar trata de definir un modelo de economía. Se considera a Adam Smith, con su obra La riqueza de las
naciones (1776), como el fundador del liberalismo económico y el iniciador del período de los llamados economistas
clásicos. El propósito de Smith, como el de los fisiócratas y los mercantilistas, era descubrir el procedimiento de
enriquecer al Estado, como demuestra su titulo, pero llega al convencimiento de que es condición previa el
enriquecimiento de los individuos. y éste es el meollo de su obra: Cuando uno trabaja para sí mismo sirve a la
sociedad con más eficacia que si trabaja para el interés social", es su axioma de la armonía entre el interés particular y
el general.
Adam Smith es el gran panegirista de la libertad económica; para él es inútil la intervención del Estado, que
habían predicado los mercantilistas: el orden, se establece por sí mismo, por el juego de la oferta y la demanda. Si un
producto es solicitado, sube el precio y se favorece su elaboración, con lo que todo vendedor es retribuido según la
importancia de los servicios que presta: la actividad concurrente garantiza el orden, la justicia y el progreso de la
sociedad.
El gran problema de los economistas de esta época era aclarar la teoría del valor; ¿procede el valor del trabajo?
Adam Smith, como los autores de su tiempo, distingue valor de uso" y «valor de cambio:
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«Las cosas que tienen valor de uso tienen, a menudo, muy poco o ningún valor de cambio; por el contrario,
las cosas que tienen mayor valor de cambio tienen con frecuencia poco valor de uso. Nada es más útil que el agua;
pero no se puede comprar casi nada con, ella. Por el contrario, un diamante casi no tiene valor de uso, pero sirve para
cambiarlo por una gran cantidad de bienes.»
A partir de La riqueza de las naciones se habla del progreso económico, que su autor centra en la acumulación
de fondos o riquezas. El ahorro se convierte en la base del crecimiento; lo que se ahorra, o, lo que es lo mismo, no se
consume, se invierte, es decir, deja de utilizarse en uso improductivo para emplearse en un trabajo productivo.
Los economistas del siglo XX han criticado este pensamiento del escritor escocés, pero su influjo fue
constante.
En la escuela inglesa destaca la figura de David Ricardo, con su obra Principios de economía política (1817),
que se separa en bastantes puntos de la de Adam Smith. Influencia grande en otros pensadores, incluso en Marx, tuvo
su doctrina del salario, que -en opinión de Ricardo- se mantendría siempre con un m1nimo de subsistencia. y. de
subir el salario nominal, no lo haría el real, por la elevación del precio de los artículos. Por el contrario, pronostica
con el tiempo una tendencia descendente, debida al aumento del, número de obreros ya la competencia entre ellos.
Describe, así, en términos de estructura económica, la situación trágica del obrerismo en su época.
En la escuela clásica francesa destaca Juan Bautista Say, que publica en 1803 Su tratado de economía política.
La reacción contra la escuela clásica se inicia en Sismondi, con Nuevos principios de economía política (1819), obra
que critica las doctrinas de Ricardo. Puede ocurrir, dice Sismondi, que no coincidan la riqueza individual y colectiva,
que la riqueza esté mal distribuida; sobre el régimen de libertad postulado por Smith replica que la libertad de
derecho no implica la libertad de hecho, puesto que al concertarse un trabajo las dos partes no están en la misma
situación.

2. POSTULADOS ECONÓMICOS DEL LIBERALISMO


La llamada doctrina del laissez faire llena una etapa del pensamiento y de la actividad económica. En su base
se esconde una glorificación de la libertad: el mercado se regula por libre concurrencia, el trabajador elige libremente
su trabajo, la mano de obra se desplaza libremente, el contrato de trabajo es un acuerdo libre entre patronos y
obreros. El papel del Estado se reduce a defender la libertad de una actividad económica autónoma de cualquier
regulación política. Los críticos de la escuela clásica distinguieron, como Sismondi, entre la libertad teórica y la real,
que suponía igualdad.
Las leyes de mercado, basadas en el juego de la oferta y la demanda, son la mano invisible que rige el mundo
económico ya la larga equilibran la producción y el consumo de los diversos artículos. Toda barrera artificial, incluso
entre las naciones, que dificulte las leyes de- mercado, debe ser abolida; se postula el incremento del comercio
internacional, principio que casa perfectamente con las necesidades de las potencias industriales.
Se considera factor imprescindible del desarrollo la acumulación de capital, al que se exalta como rector y
benefactor de la sociedad. Adam Smith escribe: «La industriosidad de la sociedad sólo puede aumentar en
proporción al aumento de su capital.» De esta forma la doctrina del beneficio ilimitado queda canonizada. El
pensamiento liberal centra su preocupación en la trilogía ganancia, ahorro, capital. El interés individual y el social
coinciden siempre, asegura Adam Smith; más lejos llega Malthus cuando condena la asistencia a los desvalidos por
ser perjudicial para la sociedad: la felicidad general no seria posible «si el principio motor de la conducta fuera la
benevolencia»,
La ideología del liberalismo económico favoreció el proceso de industrialización, la creación de mercados
mundiales, la acumulación de capitales, el surgimiento de empresas gigantescas, dimensiones todas que se reflejan en
la segunda fase de la revolución industrial; pero separó la ética de la economía y se despreocupó de los problemas
sociales de la industrialización.

3. LA ERA DEL GRAN CAPITALISMO


En el último tercio del siglo XIX la industria mecanizada europea se ha convertido en una fuerza capaz de
conquistar el mundo. Los productos de las grandes potencias industriales llegan a todas partes, apoyados en la
revolución de los transportes y elaborados en un proceso en el que se integran gran- des empresas, nuevos
procedimientos de fabricación y revolucionarias innovaciones tecnológicas. Es la era del mercado mundial.
El aumento de la producción de la industria mundial entre 1870 y 1900 se señala en todas las ramas. La
producción de hierro se triplica, pasa de los 12 millones de Tm a 37; la de carbón se multiplica por tres veces y
media, de 220 acerca de los 800 millones de Tm; el número de husos de algodón se duplica en el conjunto europeo y
excede este índice en Estados Unidos, Alemania, Italia y Rusia. Al mismo tiempo-aumentan las inversiones de
capitales fuera de los paises en los que se ha acumulado; el caso inglés es el más perceptible. Inglaterra había invertido
en el exterior, en 1855, unos 200 millones de libras; en 1875 esta cifra se había elevado a 1.050 millones, en 1885 a
más de 1.500 y en 1900 a 2.400 millones. Se forma un mercado mundial, en el que ciertas potencias suministran
productos industriales y otros países, como Australia y Argentina, colocan sus productos agrícolas. De esta manera se
llega a una situación de precios mundiales; un país no puede calcular con medidas nacionales los precios de coste
108
porque podría no encontrar mercado fuera, e incluso dentro, de sus fronteras, por lo cual las naciones que no se
encuentran ala cabeza en el desarrollo de sus industrias han de volver al proteccionismo y abandonar el
librecambismo, filosofía económica de la primera revolución industrial. Esta fase de crecimiento se apoya en la
abundancia de metales preciosos; Schnerb afirma que si el siglo XIX es el del carbón: y el hierro, con no menor
motivo puede ser llamado el siglo del oro y de la plata. El comercio mundial necesita instrumentos de cambio y las
monedas se apoyan fundamentalmente en el oro; el aumento de sus reservas permitió la fluidez del intercambio
internacional. Entre 1800 y 1860 el stock de oro se multiplica por 22, y en 1914 por 63, con respecto a principios
del siglo XIX. El aumento de la plata es similar. En 1848 se descubre oro en California. Miles de hombres llegan en
avalancha al nuevo El dorado; surge una sociedad de buscadores que vive en pueblos de madera, se estimula la
construcción de barcos, se hace urgente la construcción del ferrocarril. Luego es Australia, continente casi vacío,
donde en Nueva Gales del Sur, en Bathurst, en 1849, un pastor descubre el preciado metal. Más tarde Alaska y
África del Sur, aportan una nueva riada amarilla.
No sólo aumenta la circulación de moneda sino también la de los nuevos instrumentos financieros de la
revolución industrial; créditos bancarios, acciones de sociedades anónimas, seguros. En la Bolsa de Paris se negocian
valores en 1830 por un monto de 4.850 millones de francos, en 1900 se alcanzan los 87.000 millones.
En esta nueva era económica ya no pilotan la economía las empresas de dimensión local o nacional; la empresa
capitalista experimenta un crecimiento gigantesco. La expansión fabril y comercial de etapas anteriores había sido
impulsada por pequeñas sociedades. Desde 1840 se había demostrado la necesidad de las sociedades por acciones en
el impulso de servicios públicos, como ferrocarriles, puertos, suministros de agua y gas; los socios de estas empresas
tenían una responsabilidad limitada, es decir, no habrían de cubrir con su riqueza personal una eventual ruina,
simplemente perdían todo valor sus acciones. Las empresas tienen cada vez mayor número de accionistas y necesitan
disponer de un capital más elevado. En los últimos años del siglo surgen asociaciones de empresas, en cuyo seno se
toman acuerdos sobre precios y producción, con lo que se camina en algunos sectores hacia un sistema de
monopolio, bien diferente de la libre concurrencia que había postulado el liberalismo. En 1882 Rockefeller funda la
Standard Oil, que monopoliza el petróleo; al año siguiente las compañías de acero de Inglaterra, Alemania y Bélgica
llegan aun convenio sobre el lanzamiento de acciones al mercado; los fabricantes de armamento, los Armstrong,
Krupp, etc., acuerdan repartirse el mercado internacional: en 1886 Nobel establece el primer trust internacional, el
.Dynamite Trust Ltd.». Estas asociaciones de empresas son de dos tipos: los .Kartell» suponen un acuerdo sobre los
precios entre las fábricas de un mismo producto; los Konzern» significan una integración mayor, una fusión de varias
sociedades por acciones con la finalidad de desembocar en el monopolio de un sector. En una primera fase se
produce la denominada integración horizontal, acuerdo o fusión de empresas del mismo sector económico; luego
aparecen ejemplos de integración vertical, en la que una misma empresa crea sus filiales para controlar todas las fases
de una actividad; por ejemplo, Rockefeller no se limita a monopolizar el petróleo, sino que funda empresas de
autobuses, de transportes, circuitos de venta. La potencia de estos .trusts» llegó a ser mayor que la de algunos
gobiernos y la legislación de las potencias industriales, especialmente la de Estados Unidos, se orientó hacia su
prohibición.
Esta sociedad tiene un arquetipo, el hombre de empresa, a veces un advenedizo de la fortuna, que, desde una
posición humilde, con la audacia y la intuición como armas, se convierte en el fundador y motor de los monopolios.
Rockefeller es el gigante del petróleo, Carnegie del acero, Morgan de la Banca, tres hombres y tres sectores básicos de
la industrialización norteamericana. Otros nombres se han convertido en clásicos de las diversas actividades
económicas: Ritz en la hosteleria, Hearst en el periodismo, Poulenc en los productos farmacéuticos, Astor en las
inversiones inmobiliarias, Cointreau y Pernod en los licores. Las dimensiones universales que adquiere la producción
industrial provocan que a las antiguas ferias como lugares de intercambio sustituyan las exposiciones internacionales y
la actividad en las ciudades que gobiernan mundialmente un producto: los precios y producción del algodón se
regulan en Liverpool, la seda en Milán, los cereales en Amberes y Chicago, Londres y Nueva York son centros
neurálgicos de toda clase de inversiones. Un gran trust que tuviese su casa matriz en Londres, Nueva York, Paris o
Berlín estaba en condiciones de decidir acontecimientos en otros continentes y burlar la legislación de los países
afectados; había nacido una nueva forma de poder, casi desconocida para el hombre de la calle, preocupante para
políticos y juristas.

4. EL PROGRESO DE LAS COMUNICACIONES


Los principales complejos ferroviarios europeos quedaron terminados hacia 1870; los ferrocarriles constituyen
un agente de transformación mucho más poderoso que las máquinas textiles. Son, en primer lugar, un campo de
inversiones. Inglaterra suministró vías, material rodante, diseños de trazados, capital para la construcción de la red de
muchos países; la quinta parte de sus inversiones en el extranjero correspondía a las efectuadas en los ferrocarriles de
América del Norte; también eran cuantiosas sus inversiones en los de la India, América del Sur y Oriente Próximo.
En la red del viejo continente, tuneles, como el de San Gotardo y el Simplón, y largos recorridos, hasta Salónica.
Constantinopla, Vladivostok, proporcionaron posibilidades y dimensiones nuevas al comercio internacional; el
estimulo para el intercambio fue decisivo. En cuanto al consumo de hierro y acero suscitado por la construcción de
109
las líneas puede leerse en los índices de las grandes potencias, proveedoras no sólo de sus propias necesidades, sino
también del material que se precisaba en los países menos industrializados. El ferrocarril fue la palanca de la
supremacía económica de algunas naciones. Con la derrota de 1870 Francia hubo de contribuir a la expansión
formidable de Alemania en los diez años siguientes. Un economista alemán escribía: «Puede decirse que con las
indemnizaciones de guerra, Francia nos ha construido las principales redes ferroviarias.»
En esta fase el barco de vapor desplaza definitivamente al de vela. Hasta 1870 resultaba demasiado caro el
buque de hierro; Inglaterra disponía de un tonelaje de veleros en la producción de 4.5 al con respecto al de vapores.
En la década del 70 las innovaciones en los motores de vapor vencen a la vela en la marina mercante; el motor de
triple expansión, se utilizó en el «Aberdeen» en 1881, la eficiencia de la maquinaria permitía aumentar la carga y la
velocidad. No influyen menos en innovar los transportes fluviales y oceánicos, los canales: el «Ship canal» de
Manchester, el canal nuevo de Rotterdam, el canal de Riel, y especialmente las travesías ístmicas de Suez y Panamá,
que potenciaron el Mediterráneo y el Caribe como centros neurálgicos de las Comunicaciones marítimas. Para los
transportes de Europa a Asia se utilizaba la vía de El Cabo o una combinación de navegación y carretera por
Alejandría-El Nilo- Suez-Bombay, lo que suponía un total de 80 horas para la travesía egipcia, más un mes la
mediterránea e indica, duración mucho más breve que la de tres meses que suponía el viaje de Londres a Bombay por
El Cabo. Lesseps, antiguo cónsul en Alejandría, realiza el proyecto de canal ístmico en Suez, afrontando constantes
problemas financieros que obligaron al lanzamiento de sucesivas emisiones de acciones y empréstitos. La creación de
una red mundial de transportes continentales y oceánicos provoca dos efectos claros: el hundimiento de los precios y
la división internacional del trabajo, basada en un bloque de naciones industriales europeas y un distante anillo de
productores de materias primas. Inglaterra, Francia, Alemania proveen de productos siderúrgicos, maquillaría,
capitales, mientras las praderas norteamericanas y canadienses, la India, China, Australia, aportan alimentos o
materiales en bruto; ésta es la situación hacia 1880.
En la máquina de vapor había hallado el siglo XIX el instrumento de su revolución del transporte, pero sus
posibilidades de perfeccionamiento técnico parecían agotadas, sus rendimientos, limitados. Se hacía necesario
encontrar un motor que funcionase con un combustible líquido, o con una mezcla de aire y gas. El primer diseño de
un motor de explosión se atribuye a Huyghens, quien había descubierto que la expansión de gases provocada por la
combustión de pólvora dentro de un cilindro producía energía mecánica. En los años 80 se investiga en un motor que
impulse el movimiento de un vehículo por carretera; en 1883 el conde Dion y el mecánico Bouton utilizaron un
motor a vapor, pero en 1885 se emplean en estos vehículos los primeros motores movidos por derivados del
petróleo, la nueva fuente de energía que lentamente, junto a la electricidad, desplaza al carbón y al vapor. El primer
automóvil lo construye en Mannheim Carl Benz, con un motor de gas en el que se inyectaba vapor de gasolina. En
los años 90 Forest crea el motor de cuatro cilindros, dota de inyector al carburador y de bujía al encendido; Michelín
fabrica los primeros neumáticos para el nuevo vehículo; Renault la marcha directa. Al comenzar el siglo XX ya hay
algunas fábricas de automóviles. En la segunda revolución industrial su papel es similar al del ferrocarril en la
primera, aun- que se impone de manera más lenta, por tratarse de un sistema de transporte individual que exige
capacidad económica en el comprador. El automóvil su- pone un nuevo estímulo para la industria siderúrgica,
reclama una nueva red de comunicaciones, intensifica los transportes terrestres, se convierte en campo de inversión
para los capitales de principios de siglo. Los grandes del automóvil, los Ford. Chrysler, Benz, Citroen, se convierten
en los ídolos de Norteamérica y Europa.
Otro vehículo revoluciona el transporte. Desde finales del siglo XVIII los hombres pueden elevarse en globos
de aire caliente o gas, pero su propulsión, por medios mecánicos, impedía que se considerara un sistema de transporte
útil para viajes y comercio. La aplicación de motores y la conversión de globos en dirigibles la acomete el conde
Zeppelin en 1896, en talleres que aplican tres motores a inflables gigantescos, que se utilizan militarmente, con
resultados negativos, en la primera contienda mundial, y en el transporte, hasta que una serie de catástrofes aconsejan
su abandono. El futuro es de otro aparato. Los hemanos Orville y Wilbur Wright, mecánicos de bicicletas, diseñaron
un sistema de alerones para la flexión independiente de las alas de los aviones, el motor y la hélice, y consiguieron
efectuar en diciembre de 1903 un vuelo controlado, de doce segundos; en 1908 ya pudieron recorrer 112 millas en
tres horas. La aviación abre horizontes nuevos a los hombres.
El progreso de las comunicaciones no se limita al invento de nuevos apara- tos de transporte de cargas o de
hombres, sino también a la creación de procedimientos de transmisión de noticias; el telégrafo. el teléfono y la radio
significan un impulso tan fuerte para la creación del mercado mundial, que caracteriza el gran capitalismo, como
otros instrumentos artificiales, la Unión Postal, el sistema métrico, que dieron unas bases unitarias para las
transacciones internacionales, Morse, el escocés Bell, Hertz y Marconi, con sus innovaciones técnicas permitieron
regular precios, intercambios y ventas a nivel mundial en el campo de la economía y revolucionaron los sistemas de
información de la prensa y los gobiernos.

5. INNOVACIONES TECNOLÓGICAS
La cadena de inventos de la segunda fase de la industrialización se apoya en avances y descubrimientos
científicos. Sobre la naturaleza del calor y la conversión de una forma de energía en otra la termodinámica efectúa
110
investigaciones y formula leyes, que posibilitan la fabricación de las nuevas máquinas. Los estudios sobre la
electricidad, palanca fundamental de la segunda revolución industrial, son constantes. Faraday había investigado sobre
las relaciones entre electricidad y magnetismo y puso las bases para todos los sistemas de producción y distribución
de corrientes eléctricas, así como de la electroquímica; Maxwell expresó las ideas de Faraday en términos matemáticos
y dedujo la velocidad de las ondas electromagnéticas. Hertz, preocupado por hallar un sistema de telégrafos sin hilos
que permitiera comunicar las dos orillas del Atlántico, descubrió en la atmósfera las ondas que transmiten el sonido,
ondas cuya existencia había deducido Maxwell. Al mismo tiempo que las investigaciones sobre la electricidad y sus
propiedades los físicos dedicaron creciente atención a la naturaleza de la luz. El experimento Michelson, llevado a
cabo en 1887, permitió comprobar que la velocidad de la luz era independiente del movimiento del foco,
sorprendente observación que desembocaría en la teoría de la relatividad de Einstein, uno de cuyos postulados es la
consideración de la velocidad de la luz como una constante del universo. El descubrimiento, en 1895, por Roentgen
de los rayos X supuso un paso importante no sólo para la medicina, sino también para el análisis de la estructura
atómica de los cristales. Los progresos de la química constituyen otro fundamento de las innovaciones de la segunda
revolución industrial. En la química orgánica se estudia una amplia gama de sustancias y se sintetizan otras.
Estos descubrimientos repercuten inmediatamente en el desarrollo de tres sectores industriales: la industria
eléctrica, la química y la del metal.
En la industria eléctrica supone el primer paso la fabricación de generado- res, con imanes en el inicio de los
experimentos, luego con baterías que proporcionaban una corriente continua. En la exposición de París de 1881 se
exhiben generadores de corriente alterna. A la producción en gran escala se llega en los años 80, cuando Edison
culmina sus experimentos. Para el sector del alumbrado el encendido de la primera bombilla eléctrica por Edison en
1879 fue el inicio de un sector que competiría y vencería, no sin grandes resistencias, al alumbrado de gas. Al año
siguiente Edison fabricaba cinco mil bombillas por mes. El motor eléctrico se aplica a la tracción por estos mismos
años. El primer ferrocarril eléctrico fue probado en Berlín en 1879 y el primer metro londinense se construye entre
1887-1890; a continuación se electrifica en Estados Unidos la línea de Baltimore a Ohio. A finales de siglo circula
por las calles de Londres una flota de taxímetros con motores eléctricos, pero en este campo del transporte individual
la electricidad no pudo vencer al petróleo; sí, en cambio, se impuso en el transporte colectivo; en los años 90 los
tranvías de las grandes ciudades se electrifican, con lo que desaparecen los tranvías de mulas. El telégrafo, el teléfono
y la radio se ofrecen como campos prometedores para la industria de la electricidad.
En la industria química las aplicaciones de los efectos químicos de la electricidad permitieron la fabricación de
sosa, aprovechada en las técnicas de blanqueado; en las empresas tintoreras las necesidades de ácido sulfúrico
provocaron la instalación de plantas industriales en muchos lugares del mundo; la producción de fosfatos, nitratos y
carbonatos modificó las posibilidades de la agricultura. La industria de los colorantes, que hasta mediados de siglo
utilizaba exclusivamente tintes, de origen natural, comienza a disponer de productos artificiales, desde que en 1856
William Perkin descubre la malveína, primer tinte de anilina. En pocos años se dispuso de una amplia gama de
productos sintéticos; en 1897 se colocó en el mercado añil sintético, que arruinó de manera inmediata las
plantaciones de índigo de la India. Otro sector fundamental lo constituyen los explosivos. En la década de 1860
Nobel inventa la dinamita, mediante una mezcla de nitroglicerina y una sustancia mineral de- nominada Kieselguhr.
Su introducción en el campo de la minería adquirió, gran volumen, pero menor que la revolución que supuso para las
técnicas mi- litares, lo que proporcionó recursos financieros casi ilimitados.
En la industria del metal supone una gran novedad la utilización del aluminio, conocido ya, pero cuyas
propiedades no podían ser eficazmente utilizadas anteriormente. Algo similar ocurrió con el cobre, en el que
consiguieron obtenerse formas más puras mediante procedimientos electrolíticos, lo que permitió el progreso de
múltiples aparatos de la industria eléctrica. La demanda de níquel se incrementa con un nuevo proceso de trabajo
denominado Orford. La capacidad del zinc para Impedir la oxidación del hierro le convierte en otro metal solicitado.
Ninguno de estos metales consiguió desplazar al hierro, que continúa siendo el «pan de la industria», gracias a
constantes innovaciones como la conversión del hierro en acero iniciado por Bessemer, o el procedimiento Siemens-
Martín, ideado con la misma finalidad; o el invento de Gilchrist Thomas de rayar el convertidor con una sustancia
básica, que permitió aprovechar los yacimientos que tenían mucho fósforo, como los de Lorena; gracias a este nuevo
procedimiento los alemanes dispusieron, desde 1871, de unos yacimientos que les proporcionaban hierro y abonos
fosfatados.
Las aplicaciones del hierro, que en la primera revolución industrial se circunscriben al campo de los
ferrocarriles, encuentran ahora otros dos ámbitos, la construcción y el armamento. La posibilidad de doblar y
ensamblar vigas de hierro revolucionó técnicamente a la arquitectura ya la ingeniería; Eiffel, con la construcción de la
torre parisina (1889) y la del puente de aporto, culminó unas técnicas que se habían iniciado en las cubiertas de las
estaciones ferroviarias. El acero aumenta la potencia de las armas; la artillería y los navíos acorazados, el fusil y los
cascos, las granadas, todo exige hierro; la siderurgia se expansiona no ya por inversiones en ferrocarriles, sino por la
aparición de grandes empresas de armamentos. El submarino, cuyos primeros experimentos se deben a los españoles
Monturiol e Isaac Peral, exige un blindaje perfecto de acero y aparatos de alta precisión, desde el periscopio y el
torpedo a instrumentos de medida exactos.
111
Si el rasgo esencial de la revolución industrial es la creación de instrumentos, como se la definió en una
ocasión, en el último tercio del siglo XIX, aliado de un capitalismo mundial, que adopta formas financieras, de trust
y explotación de capitales, se produce, con el cambio y crecimiento continuos con que hemos caracterizado a la
primera, una segunda revolución industrial, en la que la electricidad, el motor de explosión, el petróleo y las
industrias químicas constituyen algunas de las palancas fundamentales.

6. LAS CRISIS DEL CAPITALISMO


Las innovaciones constantes no suponen un camino de progreso sin escollos, el desarrollo del capitalismo
industrial está acompañado por una gran inestabilidad, a periodos de prosperidad suceden otros de depresión y paro.
Los economistas se han esforzado por medir estas oscilaciones y por encontrarles alguna explicación. El francés
Juglar midió periodos de unos 8 años, denominados «ciclos mayores»: a una fase de expansión sucede otra de
liquidación de los fenómenos que la habían provocado; el norteamericano Kitchin estableció oscilaciones de 3,5 años,
denominadas «ciclos menores»; el ruso Kondratieff ha señalado oleadas de unos 50 años que comprenden una fase
de alza y otra de baja, denominadas en conjunto «ciclo largo». Las causas de estas oscilaciones han sido discutidas
repetidas veces. El economista norteamericano Schumpeter, apoyándose en los ciclos Kondratieff, ha señalado una
fase económica que correspondería a la primera revolución industrial y al vapor (1789-1848), una segunda apoyada
en el ferrocarril y el acero (1848-1896) y una tercera en el automóvil, la electricidad y las industrias químicas (a
partir de 1896).
En medio de las oscilaciones que ha estudiado Juglar se señalan unas crestas; la noción de crisis económica
estaría definida por el punto superior de inversión que señala el paso de la expansión hacia la depresión. La
integración internacional, con la industrialización. el patrón oro, etc., tiende a provocar la coincidencia de las crisis en
todos los países industriales a un tiempo; son crisis mundiales. En el siglo XIX se han señalado en los años 1825,
1836. 1847, 1866, 1873, 1882 y 1890.
La crisis de 1873 coincide cronológicamente con los fenómenos que distinguen a la segunda revolución
industrial, Las causas han podido ser diversas: disminución de la producción de oro, baja de precios, superproducción
y paro, invasión de los productos agrícolas de los países nuevos, Paradójicamente esta crisis afecta más a los países
más desarrollados y menos a los que se encuentran en una coyuntura ya problemática; en este sentido resulta
aleccionador comparar las repercusiones de 1873 en Francia y Alemania. La crisis se inicia en Viena por la escasa
rentabilidad de los ferrocarriles y de las inversiones inmobiliarias; al aumentar los costes algunas empresas se arruinan;
el mismo proceso se repite inmediatamente en Alemania, numerosos bancos quiebran como consecuencia de
inversiones imprudentes, La crisis dura hasta 1879; las dificultades de los ferrocarriles repercuten en las industrias de
hierro, la producción de fundición desciende en dos años en un 27 %; se extiende después al sector textil, bajan los
salarios, el paro aumenta. Por el contrario, Francia, que vive agobiada por las indemnizaciones de guerra que ha de
pagar a Alemania, es poco sensible a la contracción de la coyuntura internacional; de aquí que Maurice Flamant y
Jeanne Singer-Kerel hablen de la crisis de 1873 o el reverso de una victoria».
Estas sacudidas, verdaderos cataclismos económico-sociales, se repiten a lo largo de los siglos XIX y XX. ¿Son
inherentes al sistema económico del capitalismo? Lo indiscutible es su realidad periódica, su carácter de compañeras
de la industrialización.

DOCUMENTOS
DEFENSA DEL TRATADO DE COMERCIO FRANCO-BRITÁNICO DE 1860
Identificar qué ideología económica recoge el texto y razonarlo con frases del discurso. Anotar los productos
que deben ser rebajados y comentar su importancia en el comercio internacional de esos años. Comparar, subrayando
las coincidencias, las posiciones francesa e inglesa.

“Francia se compromete a reducir los derechos sobre la hulla y sobre el coque inglés a partir del 10 de julio de
1860; sobre el hierro en barras y el hierro colado, así como sobre el acero, a partir del 10 de octubre de 1860; sobre
las herramientas y máquinas a partir del 1.0 de diciembre de 1860; sobre los hilos y tejidos de lino, de cáñamo, entre
ellos supongo, el yute, y los que inciden directamente sobre varios sectores importantes, a partir del 10 de junio de
l861.
He aquí la primera concesión importante hecha por Francia. El 10 de octubre de 1861.. Francia se
compromete a reducir los derechos ya suprimir todas las prohibiciones sobre todos los productos británicos
mencionados en una lista especial, de manera que ninguno de los derechos sobre estos productos sobrepasará el 30%
ad valorem La lista especial abarca todas las ramas de la industria británica, los hilos y tejidos de lino, de cáñamo, de
miraguano, de lana, de seda y de algodón; los objetos de piel, de cuero, de cortezas, lozas y porcelanas... Los derechos
serán recaudados, a partir de entonces, según el método de apreciación actualmente en vigor en las aduanas inglesas,
es decir, el importador declarará el valor y la aduana de Francia podrá apropiarse el articulo pagando el precio
declarado, más el 10%. Debo decir que el hecho de que el gobierno francés haya aceptado introducir en su legislación
comercial semejante disposición, la cual nos lleva a descartar toda sospecha y garantizar la ejecución escrupulosa del
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tratado, demuestra claramente su liberalismo sincero. Existe, por otra parte, otra cláusula y es que el máximo de 30%
será reducido, dentro de tres años, al 25%... Este límite del 30%, al que Francia se somete al abandonar el sistema de
la prohibición absoluta, es precisamente la regla que había sido adoptada por el Parlamento británico cuando M.
Huskisson era ministro de comercio y empezó a modificar de forma notoria nuestra legislación comercial. Pero...
existe una diferencia entre los dos casos: en Inglaterra, en muchos casos, la puesta en práctica del principio era tal que
los derechos percibidos eran bastante superiores al 30 %: por el contrario, según los términos del tratado actual,
Francia nos garantiza que el máximo recaudado será realmente el 30% y que, según el tipo de producto, en bastantes
casos, los derechos se mantendrán bastante inferiores a esa tasa, incluso para los objetos manufacturados.
Me referiré ahora a las cláusulas inglesas. Inglaterra se compromete, salvo durante un período excepcional y
determinado en lo que concierne únicamente a dos o tres artículos, a abolir inmediata y totalmente, cualquier tipo de
derecho sobre los objetos manufacturados. De esa forma, los objetos manufacturados no sobrepasarán la tarifa
británica. Se compromete a reducir el actual derecho sobre el aguardiente, que actualmente está a 15 chelines por
galón, y equipararlo al de las colonias, es decir a 8 chelines 2 peniques. Inglaterra se compromete a reducir el derecho
sobre el vino, de alrededor 5 chelines 10 peniques, a 3 chelines por galón. Además, se compromete a cambiar, a partir
del 10 de abril de 1861, el impuesto único por un impuesto proporcional que tendrá en cuenta la graduación del
vino, es decir la cantidad de alcohol que contiene... Las dos partes se reservan el derecho a gravar con nuevos
impuestos cualquier artículo extranjero, en caso de que los artículos similares de la producción indígena fueran
gravados con los mismos impuestos. Igualmente consienten en tratarse mutuamente como a las naciones más
favorecidas. Todos los artículos del Tratado serán ejecutoríos durante un período de diez años: existirá además la
siguiente cláusula: una vez transcurridos los diez años, tanto por una parte como por otra, se avisará si se desea revisar
el Tratado.
Expuesto en la Cámara de los Comunes. El 10 de febrero de 1860.”
En NOUSHI: Le commentaire ..,págs.138-139.

CAPITULO XIII: EL MOVIMIENTO OBRERO


I. NACIMIENTO DEL SINDICALISMO
Nos hemos referido a los problemas sociales que plantea la introducción de máquinas en los procesos de
producción; plétora de mano de obra con salarios bajos y paro, horarios excesivos, trabajo de mujeres y niños,
fábricas que carecen de higiene y medidas de seguridad, hacinamiento de masas en los suburbios de las grandes
ciudades industriales, en casas sin ventilación y sin servicios. Mientras el trabajo artesanal o gremial de la época
preindustrial constituye una actividad directa, que refleja la pericia o la delicadeza del artesano, en el trabajo
industrial se produce una deshumanización, los objetos están determinados de antemano, son todos iguales, ni el
manejo de la máquina requiere una especial pericia o experiencia. El paso de la manufactura a la máquina estuvo
inevitablemente acompañado de la prolongación de la jornada laboral y de la descalificación del obrero, que no tiene
posibilidad de ascender, como en los históricos gremios de oficios, ni de modificar el resultado de su actividad o
participar en la vida de la empresa, al desaparecer los vínculos personales del pequeño taller. Contra esta situación la
movilización del proletariado inglés adopta desde finales del siglo XVIII tres formas que suelen aparecer
entrecruzadas. La corriente radical, dirigida por Place, canaliza la acción en tomo a un programa esencialmente
político. Partiendo del utilitarismo de Bentham acepta las ventajas de la economía clásica y no se plantea la
posibilidad de contestar el capitalismo, antes bien prefiere la alianza con la burguesía liberal para conseguir que la
intervención del Estado corte los abusos. El sindicalismo, segunda corriente, se apoya en asociaciones espontáneas de
defensa obrera con el fin de propugnar una actividad de resistencia a los patronos mediante la lucha económica; la
huelga será el arma usual para impedir reducciones salariales. En sentido estricto los sindicalistas no exhiben
preocupaciones ideológicas y se limitan a elaborar respuestas a las necesidades cotidianas del proletariado. La tercera
corriente, el socialismo, elabora un aparato teórico, rechaza las leyes del liberalismo económico («laissez faire») y
propugna una transformación esencial de la sociedad industrial, que impida la explotación, con lo que rebasan las
posiciones radicales, que no cuestionan el modelo social, y las sindicalistas, apegadas a la resolución de los problemas
inmediatos.
En las primeras fases de la industrialización, conscientes los obreros del empeoramiento de su situación,
centraron su protesta en las máquinas, con reacciones mecanoclastas de destrucción e incendio de unos instrumentos
que producían tan sorprendentes consecuencias en sus vidas. Los gobernantes reaccionaron con disposiciones legales
de extraordinaria dureza, en las que se les prohibía hablar de cuestiones profesionales y se llegaba a la condena a
muerte de los que atentaran contra las máquinas. Wolfgang Abendroth cita algunas leyes inglesas en las que se prevé
la posibilidad de la pena capital por destrucciones exclusivamente materiales; así una ley de 1769 y otra de 1811. El
discurso de lord Byron oponiéndose a estas disposiciones no impidió que, en enero de 1813, 18 dirigentes obreros
113
fueran ejecutados en York. Paulatinamente los obreros comenzaron a distinguir entre la máquina y el uso que de ella
se hacía y derivaron sus esfuerzos en orden a conseguir su asociación o sindicación, para presionar solidariamente por
la mejora de las condiciones laborales.
Inglaterra, solar de la revolución industrial, lo fue asimismo de las primeras luchas obreras. En las
Combination Laws (leyes sobre asociaciones) se identifica a las tentativas de asociación sindical con grupos políticos,
sediciosos y antigubernamentales. Efectivamente, algunas asociaciones obreras, estimuladas por el partido radical y su
dirigente Cobbet, formulaban reclamaciones con planteamientos políticos, pero la dirección más seguida por los
obreros británicos fue la sindicalista. Así aparecieron en la clandestinidad algunas sociedades, las trade-unions.
Un antiguo obrero, Francis Place, consiguió del Parlamento la abolición de las «Combination Lawso y la
aprobación de una nueva ley (1824) que otorgaba la libertad de asociación. La ley fue seguida por una oleada de
huelgas que provocó modificaciones, como la del complot, por la que se prohibía el acuerdo entre dos asociaciones
distintas. A partir de 1825 se multiplicaron en Inglaterra los sindicatos locales por oficios, sin ninguna relación entre
ellos, incluso con sentimientos de competencia que ponían en peligro la vida de estos sindicatos, hasta que en 1829
surge en la industria textil la idea de unir todos los sindicatos locales; el secretario del sindicato de Manchester, John
Doherty organiza la Unión General del Reino Unido, en la que se federan los hiladores de Inglaterra, Escocia e
Irlanda. El intento no obtuvo frutos granados por la falta de conciencia solidaria de los obreros, que se resistían a
satisfacer las cotizaciones ya aceptar disciplinadamente las decisiones de la .Unión Generalo. Doherty insistió en la
idea y pasó a postular la asociación de todos los oficios en una gran central sindical, sin distinción de oficios; así se
constituyó en 1831 la .National Association for the Protection of Labouro, con 100.000 miembros y un semanario,
La voz del pueblo, que lanzaba 30.000 ejemplares.
Un industrial lanero de New-Lanark, Roberto Owen, sentó las bases de lo que se ha denominado socialismo
utópico, al menos así le consideraron los autores marxistas, aunque para otro sector, los fabianos, sea un reformador
moderado que elaboró una ciencia de la sociedad comunitaria, y para algunos el fundador del movimiento
cooperativista. Creador en- su fábrica de alojamientos para obreros, con jardines, economatos, comedores y escuelas,
su fama en vida fue muy superior a la de Godwin, Saint-Simon y Fourier, reducida a cenáculos intelectuales en el caso
de aquellos ya círculos de iniciados en el de éste. En el Congreso de Aquisgrán, Owen expuso sus proyectos de
solución de la cuestión social ante los dirigentes de las grandes potencias. Tras una experiencia frustrada en
Norteamérica, Owen regresa a Inglaterra y se convierte en guía del movimiento obrero. El postulado de Bentham, «la
mayor dicha para el mayor número», no podrá alcanzarse, afirma, más que en un sistema de propiedad colectiva, que
implica la transformación de la empresa y la intervención protectora del Estado, al cual compete la legislación
(higiene en las fábricas. jornada laboral, empleo de niños. ley de pobres, etc.). Sus libros. Nueva visión de la sociedad
(1814). Inlonne al condado de Lanark (1815-1821), parecen por el estilo la predicación de un reformador religioso.
En "New Harmony" en Estados Unidos, ensayó infructuosamente un modelo de propiedad común de suelo y
talleres y de explotación colectiva de la tierra con remuneración única. Más trascendencia que este intento utópico
tuvo su colaboración en Inglaterra con Doherty en la campaña por las ocho horas, y. a pesar de su preferencia por la
pequeña cooperativa, su colaboración en la integración de los pequeños sindicatos en .la "Great Trade Union", que
en pocas semanas alcanzó los 500.000 miembros, lo que alarmó al gobierno y provocó su ilegalización. .

2. EL MOVIMIENTO CARTISTA
En los años 30 la miseria de las masas obreras desvía a las asociaciones obreras de las reivindicaciones
laborales del sindicalismo para apoyar objetivos políticos, hasta aquel momento programa de minorías y del partido
radical. La reforma electoral de 1832 ha de inscrtbirse en esta presión popular por la democratización de la vida
política; no obstante, y aunque alguna vez se ha comparado al movimiento cartista, catalizador de la presión sobre el
poder, como el mayor intento revolucionario anterior a la Comuna, sus objetivos se limitaban ala humanización del
rostro del capitalismo; O'Connor, uno de los líderes más prestigiosos, se inclinaba hacia la economía clásica y
aseguraba que coincidían los intereses del capital y el obrero, puesto que los obreros no pueden ser todos capitalistas.
No obstante, recaban los cartistas la intervención del Estado con una legislación protectora en la cuestión social, al
tiempo que enarbolan la bandera de la democratización política. Ya en 1831, durante la campaña sobre la reforma
electoral, Lovett reclama el sufragio universal, argumentando que la clase obrera produce toda la riqueza del país y
sólo goza de una parte ínfima.
El cartismo nace de la decepción de las masas obreras por la insuficiente apertura que supone la ley electoral
de 1832. En 1836 un grupo de artesanos londinenses, encabezados por William Lovett y Henry Hethertngton,
desencadenan una campaña de agitación en pro del sufragio universal. Junto con Francis Place redactan en 1838 la
Carta del Pueblo, que incluye reivindicaciones políticas: sufragio universal masculino, renovación anual-del
parlamento, escrutinio secreto, inmunidad parlamentaria, circunscripciones electorales iguales. Al movimiento se
suma una tendencia más dura, que no duda en convocar mitines y huelgas de carácter violento; a su frente se colocan
el periodista irlandés A´Connor y el demócrata A'Brien. La agitación culmina con la reunión en Londres, en 1839, de
una convención cartista que se llamó .parlamento del Pueblo.. Los moderados y extremistas se enfrentan en cuanto a
la táctica a seguir .Unos proponen retirar el dinero de los bancos, otros la huelga general y si preciso fuera el recurso a
114
la fuerza física. Una asociación concebida para coordinar la agitación a escala nacional, la .National Charter
Association., es controlada por A'Connor, pero el Parlamento rechaza en 1842 el sufragio universal. Este año señala
una cesura en la historia del cartismo, con la conciencia del fracaso de un esfuerzo apoyado exclusivamente sobre los
obreros, aunque coincidiendo con la crisis de los años 1847 y 1848 todavía se intenta una campaña de nútines que el
gobierno corta enérgicamente.
A'Brien es el primer elaborador de la doctrina cartista. Abogado de ascendencia irlandesa, educado en la
Universidad de Dublin, orador apasionado, ejerció una actividad incansable con la palabra y la pluma. Considerando
que el único camino realista es la lucha por la igualdad política a él invita a las Trade-Unions.; puesto que la ley
perpetúa la esclavitud ha de lucharse por el acceso al parlamento que las vota. En algún escrito ataca al derecho de
propiedad, para concluir que su erradicación no se conseguirá con luchas económicas sino con el control del
Parlamento tras la conquista del sufragio universal. El rechazo de las núserias urbanas remata con una apelación
nostálgica al regreso a la agricultura. A'Brien propone la nacionalización de la tierra; el Estado la arrendará al mejor
postor y determinará el tamaño de las granjas y las parcelas y la distribución de los cultivos.
Tras la oleada revolucionaria del 48 los líderes cartistas, que ven disminuir el número de, sus seguidores,
radicalizan su doctrina. Ernest Jones, periodista, formidable organizador y propagandista, relacionado con Marx,
elabora para la convención cartista de 1851 un programa democrático: .La Carta, pero no sólo la Carta. La libertad
ha de apoyarse en conquistas políticas y económicas, sin pan no existe la libertad. Jones, ganado por algunas ideas del
marxismo, rechaza el liberalismo económico. La libertad será conquistada por los trabajadores; por lo tanto, la
primera tarea es el desarrollo de la conciencia de clase.
Los bastiones del movimiento estuvieron en los distritos industriales del nordeste (Sheffield, Bradford) y
noroeste (Manchester), los Midlands (Birminghan. Leicester) y Escocia. Más que entre los obreros de las grandes
fábricas sus seguidores fueron reclutados en residuos de los viejos oficios, en talleres donde subsistia el trabajo
manual. Para Bedarida las diferencias sobre la táctica, que se convirtieron en querellas personales, esterilizaron el
movimiento: los medios aparecían como más importantes que los fines. En la década de los 50 la prosperidad del
periodo cenital de la era victoriana extinguió el cartismo: más que la coyuntura económica fue la reducción del
artesanado la que desmontó uno de sus pilares.

3. EL ANARQUISMO
El anarquismo, que supone el rechazo en bloque del proceso de industrialización y parece mirar con nostalgia
hacia un mundo agrario, de pequeñas células de población, es un movimiento de escasa coherencia doctrinal, en el
que caben desde predicadores de la violencia hasta apóstoles de la no violencia. En su recinto se ha intentado
encuadrar a figuras tan dispares como Tolstoi y Sorel, y, en nuestros días, se ha calificado con el sello anarquista a
todo movimiento de .contestación», de rechazo total, ya revoluciones del tercer mundo, .el proletariado en harapos».
Centrando sus actividades en un sindicalismo puro, apartado de la vida política, el anarquismo constituye un intento
original, de enorme influencia en algunos países y momentos, y distinguible de otros sindicalismos que se orientaron
hacia la política, como el laborismo británico, y del socialismo científico, que se apoyó en postulados de mayor rigor
intelectual, y con el que chocó ya en el seno de la IInternacional. Entre sus pensadores se ha destacado al inglés
William Godwin, al alemán Max Stimer, al francés Proudhon y al ruso Bakunin, pero no deben ser olvidados
Tolstoi, Eliseo Reclus y el príncipe Kropotkin. Aunque la influencia intelectual de Proudhon fue profunda, la figura
que mayor papel jugó en los movimientos sociales del XIX fue el aristócrata ruso Mijail Bakunin.
Bakunin abandona la carrera militar y Rusia para instalarse en Berlín, donde estudia a Fichte ya Hegel. La
revolución de 1848 le sorprende en Praga; detenido por los austríacos es enviado a su país y desterrado a Siberia, de
donde huye para vivir sucesivamente en Londres, Italia, Lyony Ginebra. Sus choques con Marx en la I Internacional
señalan las irreconciliables diferencias de ideas y talante entre los dos pensadores.
En los escritos anarquistas, y Bakunin no es excepción, encontramos una vertiente moral, en la que se exalta la
libertad del individuo, concebida socialmente, .sólo soy verdaderamente libre, cuando todos los seres humanos que
me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres» (Bakunin): se formula un ateísmo radical, que rechaza a la
Iglesia como institución pero admite en la sociedad la pluralidad de cultos, estimando que la religión es un reducto
de la conciencia, y se ensalza, como instrumento del cambio social, la educación popular. Este ideal educativo inspira
la actividad: de muchos anarquistas, que difundieron sus ideas por medio de la propaganda oral en un apostolado di-
recto entre masas analfabetas.
Desde el punto de vista político tres ideas destacan en el pensamiento de Bakunin: la eliminación del Estado,
instrumento siempre represivo: la desaparición de los ejércitos, innecesarios al desaparecer los Estados, y la creencia
en la revolución campesina, hecha desde abajo, por las masas, de manera espontánea. Estos tres postulados coinciden
en el rechazo de todo poder, de toda autoridad: el poder tiene para Bakunin una naturaleza demoníaca.
Su sociedad nueva, sin Estado, sin poderes institucionales, se montará sobre comunas autónomas, pequeñas
células en régimen de autogestión, que elegirán por sufragio universal de hombres y mujeres a sus autoridades y que
podrán federarse o separarse libremente de otras células similares, hasta constituir regiones y naciones, pero
manteniendo en todo momento su capacidad de abandonar la federación en que se han integrado, Dentro de estas
115
comunas la propiedad será colectiva; la supresión paulatina de la propiedad privada debe iniciarse por la supresión
también progresiva del derecho de herencia. El ideal del anarquismo parece ser una sociedad de hombres
absolutamente libres, que no obedecen más que a su razón. Su ponderación de las pequeñas células autónomas se
sitúa en contra de los resultados de la revolución industrial, en la que se producen grandes concentraciones de
población, y donde resulta imposible este ejercicio constante de la soberanía por la base popular.
Al llamado anarco-colectivismo de Bakunin, que supone la colectivización de los instrumentos de trabajo, el
capital y la tierra, pero no de los frutos, a cada uno según su trabajo», sucede el anarco-comunismo, de Kropotkini
Eliseo Reclus, Dumartheray, Paul Brousse, que predican la necesidad de colectivizar no sólo los instrumentos sino
también los productos, argumentando que en una economía industrial es imposible determinar la parte de trabajo de
cada uno y en consecuencia la riqueza acumulada pertenece a todos. Las diferencias son todavía más acusadas en
cuanto a los métodos de la revolución, desde los que prefieren pasos paulatinos hasta los que en los congresos de
Friburgo (1877) y Londres (1881) aplaudían el terrorismo, al que denomina- propaganda del hecho».

4. LOS SOCIALISTAS UTÓPICOS


A diferencia de Inglaterra, más industrializada y con masas obreras, Francia, con un proletariado menos
numeroso pero una intelectualidad más sensible a las ideas políticas ya los cambios históricos, proporciona a los
movimientos sociales no un sindicalismo temprano sino una serie de pensadores que reflexionaron sobre las
contradicciones de la industrialización y formula- ron soluciones ideales, o incluso intentaron experiencias de
conformación de nuevos arquetipos de sociedad, Aliado de la queja por las injusticias presentes encontramos en
Saint-Simon, en Fourier, en Louis Blanc, en Blanqui, en Cabet proyectos de ciudad futura. Se denomina a estos
pensadores socialistas utópicos.
El socialismo utópico se propaga en un periodo de transición, antes de la consolidación de grandes estructuras
industriales, y antes por tanto de que la clase obrera constituya un todo homogéneo, aunque se vea afectada por un
mismo complejo de problemas. No existen demasiados elementos comunes entre los pensadores; en general prefieren
la evolución a la revolución y los medios pacíficos a los violentos. Frente a la hostilidad de las clases predican la
concordia; en muchos párrafos suenan los recuerdos rousseaunianos de la bondad innata del hombre. No centran el
cambio social en la capacidad revolucionaria del proletariado sino en el convencimiento progresivo y la aceptación
por la burguesía de esa necesidad de cambio. Parecen prestar más atención a los proyectos que a los medios por los
que puedan llegar a realizarse. Labrousse les llama socialistas conceptuales, porque a veces parecen conformarse con
Idear una sociedad perfecta sin reparar en los medios para alcanzarla ni en los problemas que podrían impedir su
nacimiento. o candorosamente esperan, como Fourier, que una vez experimentado su modelo será seguido sin
titubeos por todos los pueblos. El utopista tiene vocación de profeta, de mesías. Limitado a organizar una pequeña
sociedad fraternal, no proyecta sistemas institucionales ni reflexiona sobre las fuerzas sociales que eventualmente
podrían inclinarse a apoyar la transformación. Los socialistas posteriores critican a los utópicos con algún desdén.
Marx: les dedica párrafos muy duros en el .Manifiesto» de 1848, acusándolos de sustituir la realidad social por las
creaciones fantásticas de su propio ingenio.
Saint-Simon, noble liberal que combatió aliado de los insurgentes americanos, se convierte en uno de los más
sinceros abogados de la industrialización, .la sociedad entera se basa en la industria... fuente de todas las riquezas y de
toda prosperidad», postura que le granjeó inicialmente la simpatía de los empresarios; pero pronto se evidenciaron las
discrepancias, ya que el industrialismo saint-simoniano postula .el bienestar para el mayor número posible», antes que
el beneficio del propietario, evangelio de la nueva clase industrial. Saint-Simon rechaza las doctrinas igualitarias de un
Babeuf, la sociedad debe estar regida por élites, pero no son éstas las aristocracias tradicionales sino un grupo selecto
de hombres preparados; al pensador francés se le considera precursor de los gobiernos de técnicos. En todo caso su
objetivo último es la reforma social, la mejora de .la clase más pobre».
Fourier ensayó un modelo de sociedad denominado falansterio, poblaciones formadas por 1.620 habitantes,
en los que se combinarían hombres y mujeres de diversos caracteres. El trabajo se convertiría en un placer porque
dependería del gusto de cada uno, y aún seria más grata la posibilidad de cambiar de actividad varias veces al día. Los
escritos de Fourier son abstrusos, a veces contradictorios. Subsiste en el falansterio la propiedad privada y el derecho
de herencia, y resulta imprescindible el capital, capital que buscó con desesperación para montar sus poblaciones
utópicas; empero son comunes los instrumentos básicos de producción. Los beneficios de la explotación se reparten
en tres partes desiguales; en proporción de cinco al trabajo manual, cuatro al capital accionista y tres a los
conocimientos teóricos. Fourier asegura que en el falansterio ha desaparecido el capitalista parásito, que vive del
trabajo de los demás, pero no explica su tarea salvo en la aportación de los recursos financieros. La ruptura con el
capitalismo es más que dudosa, el pensador esperaba ayuda de capitalistas para instalar su sociedad perfecta. En
Francia. Estados Unidos, Rusia e Inglaterra llegaron a funcionar algunas poblaciones falansterianas pero terminaron
fracasando en su mayoría.
En la misma línea de poblaciones ideales ha de situarse el pensamiento de Cabet. En 1842 publica su Viaje a
Italia, en el que describe un modelo con ideas tomadas de Platón y Tomás Moro; su sociedad es más revolucIonaria
que el falansterio, reguladas las instituciones por sufragio universal y con una asamblea popular. Tras una fase de
116
transición se llegará en la sociedad cabetiana a la supresión de la propiedad individual, con la socialización de las
materias primas y medios de producción, la inexistencia de comercio especulativo, puesto que los productos se
depositan en grandes almacenes públicos, el nombramiento de los funcionarios por concurso y el reparto de la
riqueza creada por las máquinas.
De mayor envergadura es la figura de Proudhon (también encajable en el anarquismo), pero habría que
distinguir su obra anterior y posterior al 48. La libertad y la igualdad han de conquistarse sin el sacrificio de ninguna
de las dos. Sus apelaciones a la solidaridad se resuelven en el campo político en el federalismo, en el campo social en
el mutualismo.
Los talleres sociales propugnados por Louis Blanc fueron, como hemos visto, notas distintivas del 48 francés.
En esta línea activista, de realizaciones inmediatas, destaca la personalidad de Adolfo Blanqui, influido por los
carbonaríos y las sociedades secretas. Su concepción de la insurrección como medio único de transformación social le
enajenó el apoyo de los obreros parisinos, que veían los inconvenientes de la revolución por las armas. Sus arengas
tienen los tonos vibrantes del romanticismo; su clima vital es el de las conjuras.
Ni los falansterios de Fouríer, ni los talleres sociales de Blanc, clausurados por la involución del 48 francés, ni
las conspiraciones románticas de Blanqui, permitían un conocimiento cabal de la cuestión social. Otros pensadores
dotados de mayor preparación económica y filosófica iban a ejercer una influencia más honda y duradera.

5. EL MARXISMO
El pensamiento socialista alcanza su cumbre en la obra de Karl Marx, esfuerzo ingente para iluminar, sobré
presupuestos filosóficos y postulados de la economía política, la sociedad industrial y, a partir de ella, sentar las bases
de una ciencia general del desarrollo humano. Muchos campos del saber, filosofía, historia, economía, política,
modifican sus fundamentos tras el análisis del pensador alemán, quien pasó gran parte de su vida alejado de su patria,
en Paris, Bruselas, Londres, atento a los acontecimientos ya los fenómenos profundos que informaban la dinámica
social de su época. Su influencia en el mundo contemporáneo difícilmente puede ser exagerada. El ruso Plejanov ha
intentado periodizar la formación de su pensamiento, señalando una etapa hegeliana, otra feuerbachiana y una tercera
de revisión de sus «maestros», pero los máximos conocedores actuales del marxismo, como Lefebvre y Althuser,
aseguran que la asimilación del idealismo y del tnaterialismo alemanes fue desde el principio critica, que los gérmenes
del materialismo dialéctico pueden encontrarse en las obras de juventud, así en su tesis doctoral sobre los
materialistas griegos (Demócrito y Epicuro), y que los postulados del marxismo de madurez están presentes en las
obras de juventud. Éstas, descubiertas en su mayoría en el último medio siglo, han sido minimizadas por algunos
autores, mientras otros ven en ellas un Marx más humanista, menos duro con las contradicciones del capitalismo
industrial. Las obras de juventud (La cuestión día, La Sagrada Familia, Manuscritos económico filosóficos., Tesis
sobre Feuerbach) son esencialmente filosóficas; las de madurez, que culminan en El Capital, son económicas y
científicas. Pero no hay cesura ni siquiera en los contenidos. Henry Lefebvre estima que los temas filosóficos
juveniles pasan a las obras científicas y en éstas adquieren un sentido nuevo, ligándose al conocimiento científico de la
historia, de la economía política y de los acontecimientos contemporáneos (por ejemplo. en El 18 brumario de Luis
Bonaparte). En el camino hacia la obra por la que es universalmente conocido. El Capital, cuya primera parte se
publica en 1867, sobresalen tres obras: Miseria de la filosofía (1847). Trabajo asalariado y capital (1848) y el
Manifiesto Comunista (1848). La residencia en Londres, con los fondos documentales y estadísticos del British
Museum, le permite la consulta de los datos sobre los que construye su disección anatómica del capitalismo.
La filosofía no es para Marx un sistema teórico, una abstracción estéril; ha de buscarse la relación exacta entre
la teoría y la práctica, entre el pensamiento y la acción. La praxis es la teoría de la acción. La realidad es fuente y
criterio de verdad del conocimiento. En su undécima tesis sobre Feuerbach sentencia: los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo», y en efecto el marxismo
ofrece una relación con la acción política. El axioma de que sólo la práctica permite verificar la teoría se recoge en
otra de sus tesis sobre Feuerbach: .La cuestión de saber si el pensamiento humano puede alcanzar una verdad objetiva
no es una cuestión teórica sino práctica. Es en la práctica en donde el hombre debe demostrar la verdad, es decir la
realidad, la potencia, la precisión de su pensamiento». Toda teoría lo es de una experiencia práctica y toda práctica
corresponde a una teoría. La aplicación del método dialéctico supone la segunda gran revolución en la elucidación del
papel de la filosofía. El axioma fundamental de la lógica es la identidad de cada cosa consigo misma; el de la
dialéctica -el otro método de razonamiento utilizado por los griegos- se basa en que cada cosa lleva en sí su propia
contradicción. Cuando en la naturaleza o en la sociedad no ocurre nada no hay contradicción; recíprocamente cuando
no hay contradicción no ocurre nada. La contradicción no es, por tanto, absurdo sino movimiento (devenir). El
método marxista se afana en comprender el movimiento de las cosas; aplicado a las sociedades humanas consiste la
dialéctica en el estudio de las contradicciones que engendran la historia. Mientras en la filosofía clásica la dialéctica es
disputa de ideas, en el marxismo es discusión de fuerzas, conflicto de poderes. Marx lo aplica al capitalismo
industrial; su doctrina es la descripción dialéctica de las contradicciones generadas por el capitalismo.

117
Más que las ideas filosóficas y económicas nos interesan aquí las que han ejercido una influencia real en los
acontecimientos políticos o han informado las actitudes del proletariado en los conflictos sociales. ya ellas nos vamos
a ceñir .
a) Interpretación materialista de la historia. Aplicando el método dialéctico Marx encontró las raíces de los
fenómenos sociales en las relaciones de producción entre los hombres. Los hechos históricos son relaciones, no nube
de anécdotas. y el primer hecho en la vida del hombre es la satisfacción de sus necesidades materiales. Sobre este
supuesto Marx formula tres tesis fundamentales:
- el ser social determina la conciencia social El ser social está constituido por las condiciones materiales. No
son las grandes ideas ni los héroes el motor de la historia; es lo material y colectivo, las condiciones materiales las que
determinan la forma y el desarrollo de la conciencia de los hombres; «no es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino el ser social lo que determina su conciencia». Todas las ideas y sistemas sólo pueden
comprenderse cuando se han comprendido las condiciones materiales de la época;
- correspondencia entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Al cambiar las fuerzas cambian
las relaciones de producción y todas las relaciones sociales. .El molino de mano crea la sociedad de los señores
feudales, el molino de vapor la sociedad de los capitalistas industriales»;
- relación dialéctica entre la base económica (infraestructura) y la ideo- logiajurídico-política
(superestructura). Las dos tienen carácter histórico, aparecen en una determinada época y desaparecen al final de la
misma. -Así a lo largo de los siglos una base económica determinada es sustituida por otra y con ella desaparece la
vieja superestructura ideológica, engendrándose otra. Por ser una relación dialéctica a su vez la superestructura influye
sobre la base económica; pero en términos absolutos el papel determinante lo desempeña la economía. La
superestructura, el conjunto de ideas e instituciones, depende del modo de producción.
b) Lucha de clases. La clase es un concepto y un hecho social. Los acontecimientos históricos están
condicionados por grupos sociales; el materialismo histórico muestra que si los individuos pueden ser desinteresados
los grupos sociales no lo son, porque de la defensa de sus intereses depende su supervivencia como tales grupos. El
protagonismo de la historia no lo juegan los individuos sino las clases, que vienen definidas por la división social del
trabajo; los individuos que se encuentran en las mismas condiciones de existencia, en un mismo nivel en la
organización de la producción, pertenecen a una clase. Les une una idéntica relación con los medios de producción:
unos son propietarios, otros no. La hostilidad de las clases es un fenómeno histórico. En el Manifiesto Marx y Engels
afirman que tras la ruptura de la comunidad primitiva la explotación y la tensión entre las clases ha sido una
constante. La lucha de clases es una realidad, pero además constituye un factor de progreso, una palanca
revolucionaria, la única que puede desmontar las estructuras de dominio, la que en la sociedad industrial permitirá la
emancipación del proletariado. Engels describe tres formas de lucha: económica, que se centra en reformas parciales
(salarios, viviendas), política, que implica la pugna por el poder, en la que se pueden combinar armas Legales
(parlamentarias, elecciones) e ilegales (insurrección), e ideológica (la lucha se hace consciente al adquirir el
proletariado conciencia de clase). La lucha de clases no constituye un ideal, se profetiza su desaparición futura, pero
hasta su extinción «se enfrentan como enemigos en la concurrencia. (La ideología alemana).
c) Dictadura del proletariado. Se trata de uno de los conceptos más discutidos y divergentemente
interpretados del pensamiento marxista. La expresión no se utiliza en el Manifiesto, aparece en una carta a
Weydemeyer y se relaciona con la experiencia frustrada de la convulsión del 48. El Estado es la más importante
institución de la superestructura de una sociedad. Al surgir para frenar los antagonismos Engels lo considera como
maquinaria represiva: «el moderno Estado representativo es el instrumento de que se sirve el capital para explotar
trabajo asalariado». Todas las formas del Estado burgués se basan en la dictadura de la burguesía; el paso del
capitalismo al comunismo se hará de distintas formas pero basándose siempre en la dictadura del proletariado. Para
los ideólogos de la burguesía la revolución es contingente, algo impuesto por un grupo; para los marxistas,
ineluctable, el fruto del proceso histórico. Para Marx la dictadura del proletariado es la palanca para llevar a cabo las
transformaciones tras la conquista del poder; pero se trataría de una fase transitoria. «Período de transición hacia la
total supresión de las clases», escribe a Weydemeyer en 1852.
d) Sociedad sin clases. El comunismo implica la desaparición de las clases, cuando se ha cumplido el lema: .De
cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades. En la situación de autogobierno de los productores
desaparecerían las tensiones sociales, se reconciliarían la ciudad y el campo, el hombre consigo mismo en un trabajo
ennoblecedor, los trabajos intelectuales y manuales. La supresión de las clases significa que, una vez colectivizados, la
relación con los medios de producción sería la misma para todos los individuos.
e) Plusvalía. La noción de plusvalía constituye uno de los aspectos centrales de El Capital, su mayor
aportación para el conocimiento de la esencia del capitalismo. Como a todos los economistas de su siglo a Marx
preocupa la noción de valor. Toda mercancía exige un gasto de energía por parte de los trabajadores; Marx rechaza
identificar el valor con la demanda, que depende de la solicitud de los privilegiados; el valor de una mercancía
depende del trabajo realizado para su producción. Pero existe una mercancía muy peculiar: la fuerza de trabajo
«arbeitskraft») del obrero, a la que también se aplica la ley del valor. En Salario, precio y ganancia (1865) explica que
la fuerza de trabajo se mide por su coste de producción, por la labor que ha sido necesaria para producir los
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alimentos, vestidos, habitación del obrero. El capitalista compra esta fuerza de trabajo, pero la capacidad de trabajo es
extensible y el empresario la emplea más horas de las que necesita para compensar el coste. La diferencia entre el
precio a que compra la fuerza de trabajo y el precio a que la vende es la plusvalía. Toda plusvalía es la materialización
de un trabajo no pagado. Si el obrero recibiese por su trabajo exactamente el valor de las mercancías por él
producidas no se comprendería el desarrollo del capitalismo. En resumen, la plusvalía es una fuente de beneficio que
por acumulación origina los capitales. Marx utiliza algunas fórmulas; la más expresiva, D -M -D +.d (dinero -
mercancía -dinero + un suplemento), muestra que el incremento de valor obtenido en el final del proceso no puede
proceder de la mercancía; si se cambian equivalentes no se produce plusvalía. Por ello el aumento del valor procede
del proceso productivo' de la obtención de un rendimiento de la fuerza de trabajo por encima de su coste. A esta
plusvalía absoluta, que se basa en el aumento de la jornada laboral, sucede, al modernizarse los instrumentos y
máquinas, la plusvalía relativa, mediante la reducción del número de horas necesario para compensar el coste de la
fuerza de trabajo.
Buena parte de los autores marxistas han exagerado el perfil determinista de algunos postulados de Marx. Sin
embargo, son numerosos los textos en los que exalta, frente a Feuerbach, la capacidad del hombre para modificar su
destino. Más frecuentemente se ha petrificado el pensamiento de Marx, que no debería desprenderse de la situación
histórica en que fue formulado. Al respecto escribe Lefebvre que hay que leer a Marx sin aceptar verdades absolutas
sino más bien análisis momentáneos que explican las leyes de la evolución social. Mircea Eliade ha señalado otras
limitaciones, como su visión eurocéntrica, sus formulaciones basadas exclusivamente en el análisis de la sociedad
industrial europea, con total olvido de lo que podrían aportar otras civilizaciones. No podía ser de otra manera, Marx
es un pensador europeo. Pero lo que quizá no puede reprocharse al filósofo de Tréveris debe recordarse, en cambio,
cuando de su pensamiento intenta hacerse la .Biblia» que informe la marcha de la humanidad del futuro.

6. LA I INTERNACIONAL
La toma de conciencia de los problemas comunes que afligían al proletariado en todas las naciones
industriales suscita la necesidad de una organización que encauce la movilización del obrerismo europeo, pero en los
orígenes de la primera asociación internacional de obreros influyen además algunas circunstancias concretas,
principalmente el fracaso del 48, que separa al obrerismo francés del republicanismo y multiplica los exiliados
políticos. Un motín celebrado en Londres en julio de 1863, en solidaridad con los insurrectos polacos que se han
alzado contra el yugo ruso, propicia el encuentro de obreros franceses e ingleses, y tras esta experiencia un francés
residente en Londres, Tolain, propone para el año siguiente un congreso internacional de proletarios. ¿Cuál fue la
fuerza decisiva en la realización de este encuentro? Habitualmente se ha considerado protagonistas a los sindicalistas
británicos, los dirigentes de las .trade-unions»; los franceses reivindican la paternidad, y se ha planteado la posibilidad
de que la Corte imperial de Napoleón III financiara su viaje y provocara el acercamiento del proletariado de las dos
naciones; Boris Nicolaievski ha publicado documentos en su opinión probatorios de que la masonería fue la auténtica
promotora de la Internacional; menos convincente es la teoría que otorga la paternidad de la iniciativa a Marx, quien
asiste a la asamblea fundacional, pero en actitud pasiva y silenciosa, que no rompe hasta que comienza a actuar en la
subcomisión elaboradora de los Estatutos. En realidad, parece ser que la coincidencia de intereses agrupó a dirigentes
de diferentes naciones. y un comité que actúa desde el verano de 1863 prepara la histórica asamblea.
El 28 de septiembre de 1864 se reúnen en el Saint-Martlns Hall tradeunionistas británicos. proudhonianos
franceses, miembros de la Asociación de trabajadores alemanes, emigrados polacos, húngaros, italianos, alemanes,
Tolain solicita la convocatoria de sucesivos Congresos. La asamblea elige un comité provisional formado por 21
ingleses, 10 alemanes -entre ellos Marx-, 9 franceses, 6 italianos, 2 suizos y 2 polacos. En cuanto a la extracción
social, aunque en su mayoría obreros, hay también abogados, políticos y filántropos. Desde el punto de vista
ideológico se distinguen marxistas. proudhonianos, cartistas, tradeunionistas y socialistas de todas las tendencias.
En octubre un subcomité elabora los estatutos y una declaración de principios; es en ese momento cuando
Marx adquiere influencia, para algunos de sus correligionarios excesiva. Marx subraya dos ideas: que la emancipación
será obra de los propios trabajadores y que la clase obrera no puede ser indiferente a la toma del poder político. Se
acuerda que se celebrará un congreso anual y que el Consejo General radicará en Londres.
El pluralismo de objetivos y de grupos obstaculizó el funcionamiento de la asociación internacional. En
Francia los internacionalistas se implantaron en torno a tres núcleos: París. Lyon y Caen. En París jugaron algún
papel los estudiantes de medicina, al igual que ocurriría en España al fundarse el partido socialista. En Bélgica los
primeros núcleos se articularon a partir de sociedades mutualistas. La nación que contempló una difusión más rápida
fue Suiza; en el Congreso de 1866 están representadas 15 secciones suizas frente a 4 secciones francesas y tres
alemanas. En Alemania las organizaciones lasallianas, cuyos defectuosos planteamientos doctrinales fueron criticados
por Marx, obstaculizaron la implantación, hasta que un discípulo de Marx. Liebknecht, fundó con Bebella Unión de
asociaciones obreras, que celebró un Congreso en Nuremberg en 1868, donde se pronunciaron a favor de las ideas de
la Internacional. El número total de miembros no es fácil de conocer; en su apogeo hubo en Inglaterra unos 50.000
miembros, número exiguo en comparación con los 800.000 tradeunionistas. Los conflictos ideológicos constituyeron
la traba más fuerte para la consolidación continental de la nueva organización. Los tradeunionistas conflaban casi
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exclusivamente en los medios de presión tradicionales, como la huelga; los proudhonianos se inclinaban por la
evolución pacífica y gradual y rechazaban los procedimientos violentos; Marx pugnó incansablemente por la vía
política, por la constitución de un partido político distinto, diferente a los partidos burgueses; los anarquistas
rechazaban la vía parlamentaria e incluso la actuación política.
Al no celebrarse el Congreso previsto para Bruselas en 1865 se sustituyó por una Conferencia en Londres. El
Congreso de Ginebra de 1866, controlado por los proudhonianos, se inclinó por el fomento del mutualismo, por la
prioridad a las organizaciones de ayuda mutua. Al año siguiente se produce en el Congreso de Lausana el choque de
Marx con los proudhonianos franceses. Más radical es el de Bruselas de 1868. que se declara partidario de la
apropiación colectiva de suelo, minas, bosques y medios de transporte. El respaldo a las huelgas provocó la
persecución de los internacionalistas en algunos países. La guerra francoprusiana de 1870 supuso una crisis de
conciencia, al solidarizarse parte del proletariado con las opciones de sus respectivas naciones antes que con los
intereses generales del proletariado, a pesar de que los internacionalistas parisinos publicaron una proclama en la que
llaman a la guerra absurdo criminal. La Comuna incrementa el recelo de los gobiernos y las persecuciones. Pero no
son las presiones externas sino las disensiones internas las que cuartean la I Internacional. Los choques entre
anarquistas y socialistas marxistas fueron creciendo en violencia, hasta que el Congreso de La Haya de 1872 acuerda
la expulsión de la A.I.T. de los anarquistas, quienes convocan otro congreso en Saint-Imier para rechazar los
postulados del marxismo.

7. CONFRONTACIÓN MARX-BAKUNIN
La rivalidad entre Marx y Bakunin, que tanto influyó en el fracaso de la I Internacional, tenía una base
personal; se ha hablado de la gennanofobia de Bakunin y de la rusofobia de Marx, sin más argumento que anécdotas
escasa- mente probatorias; los contrastes de carácter entre dos personalidades fuertes han sido testificados por
muchos, entre otros por el español Anselmo Lorenzo, uno de los fundadores del anarquismo hispano. No debemos
detenernos, pese a estas referencias, en el choque personal; marxismo y bakunínísmo estaban separados por
inconjugables diferencias ideológicas.
-Diferente concepción de la historia. Marx concibe la historia como un proceso de fuerzas suprapersonales,
sus piezas son las clases; Bakunin centra su atención en el hombre concreto, al que considera capaz de vencer las
fuerzas de la historia, Bakunin es más individualista.
-La revolución social ha de prepararse, con una primera fase de toma de conciencia, y será protagonizada por
los obreros industriales, afirma Marx. Las acciones individuales, los actos espontáneos y aislados, pueden crear una
situación revolucionaria, asegura Bakunin, quien, por otra parte, considera a los campesinos como las masas
revolucionarias en potencia. El bakuninismo se difundió más por los países de base agraria e insuficiente
industrialización como España y Rusia.
-Postulado de Marx es la dictadura del proletariado, conquista del poder; la oposición de Bakunin a toda
forma de poder le lleva a rechazar de plano la dictadura del proletariado. A sí mismos los anarquistas se llaman
«socialistas antiautoritarios".
-La aceptación por los marxistas del juego político, interviniendo en elecciones y parlamentos, les separa
radicalmente de los anarquistas, que abominan de la política, no llegan a fundar partidos sino sindicatos, y no
participan en el juego electoral ni en la vida parlamentaria, lo que les restó influencia.
Frente a la Asociación Internacional controlada por Marx, Bakunin funda la Alianza Internacional en Ginebra.

8. LA EXPERIENCIA DE «LA COMUNA»


Uno de los movimientos sociales más originales del siglo XIX es la Comuna parisina del año 1871; un
intento de gobierno obrero que refleja problemas agudizados por la guerra francoprusiana. La derrota de Sedán
produjo la huida del gobierno francés a Versalles; en septiembre de 1870 Paris queda en manos de unos comités de
distrito, con un comité central; que tiene bajo sus órdenes a los 66.000 hombres de la guardia nacional y unos
servicios de vigilancia. Este comité reclama una comuna directamente elegida por el pueblo y rechaza la autoridad del
gobierno de Versalles. En enero de 1871 llegan los prusianos a las puertas de Paris; Bismarck exige la convocatoria de
elecciones para cubrir el vacío de autoridad dejado por la caída de Napoleón III. De las elecciones sale en Paris una
Asamblea comunal, que organiza 10 comisiones, equivalentes a los ministerios: comisión de finanzas, de
subsistencias, de trabajo, de justicia, etc. En la Asamblea hay grupos distintos: jacobinos, blanquistas, proudhonianos,
bakuninistas. Se intenta organizar, como ha estudiado Charles Rihs, un nuevo modelo político, en el que todos los
poderes son de procedencia directamente popular.
La «Declaración al pueblo francés», fechada el 19 de abril, pide autonomía para todas las comunas que se
constituyan en ciudades y departamentos, derechos ilimitados de reunión y prensa, enseñanza gratuita y obligatoria,
supresión del trabajo nocturno. Los talleres abandonados por los dueños son dirigidos por comités obreros en
régimen de autogestión, se requisan los pisos vacantes, se decreta -redacción de Courbet-, la liberalización del arte.
Las tropas del gobierno de Thiers avanzan hacia Paris. Mac Mahon con un ejército de 170.000 hombres ha
de entablar duras batallas, durante los meses de abril y mayo, para entrar en la capital. Por ambas partes se utilizan
120
rehenes y se fusila a prisioneros. Tras vencer la resistencia, la represión, dirigida por el general Gallifet, es durísima;
en Paris, el número de fusilados asciende a varios miles.
La repercusión de la Comuna es enorme. En muchos países se culpa a la Internacional y se persigue a las
asociaciones obreras, a las que se las considera enemigas de la paz pública. En España, tras larga discusión en el
Congreso, en el que Sagasta las llama asociaciones de criminales, se las prohibe. La sección francesa de la
Internacional desaparece.
De su contenido se deducen muchas similitudes con el anarquismo; por ejemplo; el régimen de autogestión en
las fábricas, o la autonomía de la Comuna con respecto a cualquier poder político exterior. Sin embargo, también los
socialistas la aplauden; Marx la considera como un modelo de fase transitoria de dictadura del proletariado.
¿Contribuyó la Comuna al hundimiento de la I Internacional? En algunos países, en concreto en Francia, no se
puede discutir su incidencia directa en la extinción del asociacionismo obrero, pero a escala internacional, ya que los
Congresos continuaron hasta 1876, más parece haber influido en la disolución las pugnas internas entre autoritarios
o marxistas y antiautoritarios o anarquistas.

9. EL SOCIALISMO DESPUÉS DE MARX


Tras el fracaso de la I Internacional los movimientos obreros vuelven a fundamentarse en organizaciones y
partidos nacionales. En Francia, el país en que el obrerismo resulta más afectado por la experiencia de la Comuna
parisina, se pueden distinguir tres corrientes: el posibilismo de Paul Brousse, un bakuninista no ortodoxo, que postula
avances aislados, paso a paso, sin un plan preciso; el blanquismo, que, a la muerte de Blanqui, es encabezado por
Veuillant, se considera heredero de la democracia directa de la Comuna; y el socialismo, con una rama encabezada
por Guesde, conocedor muy imperfecto del pensamiento de Marx, y que se plantea metas inmediatas más que
remotas, y otra rama, encabezada por Jaurés, un gran intelectual. El socialismo francés es moderado, acepta desde el
principio los procedimientos legales. Pero encuentra en Jaurés una gran capacidad de síntesis, en la que se incorporan,
como medios para la edificación de una sociedad socialista, además de elecciones y discursos parlamentarios huelgas y
golpes revolucionarios.
El pensamiento de Marx es reinterpretado en distintos países. El checo Kautsky, principal redactor del
programa de Erfurt (1891), en el que se vulgarizan las tesis de Marx, tiende posteriormente a subrayar los aspectos
evolucionistas de la doctrina marxista ya marginar sus aspectos revolucionarios, rechazando toda táctica
insurreccional. La postura que preconiza el reformismo frente a la revolución tiene su figura más representativa en
Bernstein, quien publica en 1899 Las premisas del socialismo y la misión de la social democracia, obra que revisa
muchas de las tesis de Marx, con gran escándalo de otros grupos. Fundamentalmente Bernstein considera que no se
ha producido una agravación de las condiciones sociales, como había previsto Marx, y que, por lo tanto el
capitalismo no camina hacia su ruina sino hacia su consolidación; es menester que el socialismo se apoye teóricamente
en. estas nuevas condiciones.
El ala izquierda del socialismo alemán está dirigida por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, quienes critican
duramente el reformismo, pero son a su vez criticados por Lenin y otros socialistas rusos por revisar algunas de las
tesis centrales de Marx.
Como vemos, la interpretación de Marx se convierte en un problema central para todos los socialistas. Por
otra parte al movimiento obrero se le plantea el dilema de su internacionalismo-nacionalismo, anteponiendo o la
conciencia de clase o el patriotismo.

10. LA II INTERNACIONAL
Hacia 1875 se había disuelto la I Internacional; catorce años después se reconstruye (II), y en sus Congresos
se plantean temas que desbordan las preocupaciones iniciales del proletariado. La influencia de Marx, que muere en
1883, y la de Engels, es constante en todo el período anterior a la Primera Guerra Mundial. En julio de 1889 se
convocan en París dos Congresos para conmemorar el centenario de la toma de la Bastilla; el primero promovido por
los posibilistas y tradeunionistas ingleses; el segundo animado por guesdistas y anarquistas, a los que se unieron los
socialdemócratas alemanes. En éste se destaca la presencia de figuras influyentes, los dos yernos de Marx (Longuet y
Lafargue), Veuillant, los alemanes Liebknecht y Bernstein, el italiano Costa, el austriaco Adler, el español Pablo
Iglesias, y se estudian conquistas inmediatas, como la del sufragio universal en las naciones que todavía no lo habían
establecido. Nota diferencial de la II Internacional, nacida en el congreso parisino, es el respeto por las diferentes
opciones de los partidos nacionales, entendiendo la organización como una federación que, a diferencia de la I
Internacional, no impone acuerdos y acepta la pluralidad de tácticas. No obstante, los sucesivos Congresos, el de
Zurich de 1893 y el de Londres de 1896, acuerdan prohibir la participación de los delegados que no reconozcan la
necesidad de la acción política, con lo que los anarquistas quedan excluidos y seguirán una vía alejada de los
socialismos. En el Congreso de Londres son tumultuosos los debates entre los anarquistas, como Malatesta, y los
socialdemócratas alemanes, encabezados por Bebel, que aseguran que únicamente el régimen parlamentario permitirá
un día el acceso de los obreros al poder. La coyuntura expansiva de la economía internacional a partir de 1895

121
fortalece las opciones socialdemócratas al demostrar, como ya en sus últimos años intentó hacer ver Engels, que la
revolución proletaria y la ruina del capitalismo profetizada por Marx retrasaban indefinidamente su llegada.
Para los nuevos internacionalistas el socialismo ha superado su etapa romántica y ha de tomar postura ante los
nuevos problemas que agobian al mundo, que no pueden resumirse, como en la primera revolución industrial, en la
explotación del proletariado en las fábricas. Tres grandes cuestiones se van a debatir hasta 1914: colaboración con
fuerzas burguesas, cuestión colonial, peligro de guerra.
Los revisionistas reclamaban la posibilidad de la colaboración con partidos burgueses, tema de inaplazable
decisión en algunas naciones. En Francia, A. Millerand entra en el gabinete de Waldeck Rousseau; en Italia, Turati
hace votar dos programas, uno mínimo, que deja un resquicio para la participación en responsabilidades
gubernamentales, y otro máximo. Guesde propone la condena de los mínisterialistas, pero Kautsky y el belga
VantlerVelde proponen una moción que condenando el revisionismo acepte la posibilidad de la entrada de un
socialista en un gabinete burgués como expediente excepcional.
El debate continuó hasta que en Dresde se condenó el revisionismo, lo que no impidió que en algunas
naciones, y sobre todo en Francia, se intensificara la inclinación a participar en los cuadros de la democracia
representativa.
La cuestión colonial introdujo un tema de enorme envergadura en los Congresos de este período. En el de
París de 1900 el ingeniero holandés K 01 señaló la posibilidad de que los países europeos contribuyeran al progreso
de los colonizados; la mayoría se limitó a oponer principios abstractos en contra del racismo ya favor de la igualdad
de razas. La oposición a la expoliación colonial fue creciendo en la mayoría de los partidos socialistas hasta que el
Congreso de Stuttgart (1907), tras un debate tenso y una votación de resultados apretados, proclamó el deber de
combatir la explotación colonial bajo todas sus formas.
Ante la tensión internacional provocada por la política de bloques se suscitó la cuestión de la guerra y la paz.
Temas como la huelga general para impedir un eventual conflicto o las llamadas a la deserción de los soldados se
debatieron en los Congresos de los primeros años de siglo; el de Basilea de 1912 elaboró un emotivo llamamiento en
pro de la paz, tras una oración impresionante de Jaurés sobre los horrores de la guerra.
En vísperas de la conflagración de 1914 se pueden detectar en el socialismo europeo tres tendencias: la
centrista, representada por Kautsky, conserva el vocabulario marxista, pero al considerar inexorable el proceso que
conduce a la revolución se esteriliza en una actitud expectante; la revisionista, imperante en los partidos de Alemania.
Francia e Italia, confía en la vía parlamentaria; la izquierdista, liderada por Rosa Luxemburgo en Alemania y los
bolcheviques en Rusia, reafirma su fe en la vía insurreccional y en la huelga general para colapsar el mundo
capitalista. Esas diferencias doctrinales y tácticas estallan cuando una guerra mundial en 1914 rompe definitivamente
la solidaridad y lleva a su casi extinción los principios de la II Internacional.

DOCUMENTOS
I. EFECTIVOS SINDICALES EN INGLATERRA
Hacer una periodización, comentando los datos más llamativos del gráfico.

2. CONCEPTOS DE MARX
En estas páginas recoge Marx algunas de sus explicaciones sobre mercancía salario, fuerza de trabajo,
alienación. Subráyense las expresiones más significativas.
“Lo que en realidad venden los obreros al capitalismo por dinero es su fuerza de trabajo. El capitalista compra
esta fuerza de trabajo por un día, una semana, un mes, etc. Y. una vez comprada, la consume, haciendo que los
obreros trabajen durante el tiempo estipulado. Con el mismo dinero con que les compró su fuerza de trabajo, por

122
ejemplo, con los dos marcos, el capitalista podía haber comprado dos libras de azúcar o una determinada cantidad de
otra mercancía cualquiera. Los dos marcos con ]os que compra dos libras de azúcar son el precio de las dos libras de
azúcar .Los dos marcos con los que compra doce horas de uso de la fuerza de trabajo son el precio de un trabajo de
doce horas. La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía, ni más ni menos que el azúcar. Aquélla se mide con el reloj;
ésta, con la balanza.
Los obreros cambian su mercancía, la fuerza de trabajo, por la mercancía del capitalista, por el dinero, y este
cambio se realiza guardando una determinada proporción: tanto dinero por tantas horas de uso de la fuerza de
trabajo. Por tejer durante doce horas, dos marcos. y estos dos marcos, ¿no representan todas las demás mercancías
que pueden adquirirse por la misma cantidad de dinero? En realidad, el obrero ha cambiado su mercancía, la fuerza
de trabajo, por otras mercancías de todo género, y siempre en una determinada proporción. Al entregar dos marcos,
el capitalista le entrega, a cambio de su jornada de trabajo, la cantidad correspondiente de carne, de ropa, de leña, de
luz, etc. Por tanto, los dos marcos expresan la proporción en que la fuerza de trabajo se cambia por otras mercancías,
o sea el valor del cambio de la fuerza de trabajo. Ahora bien, el valor de cambio de una mercancía, expresado en
dinero, es precisamente su precio. Por consiguiente, el salario no es más que un nombre especial con que se designa el
precio de la fuerza de trabajo, o lo que suele llamarse precio del trabajo, el nombre especial de esa peculiar mercancía
que sólo toma cuerpo en la carne y la sangre del hombre.
Tomemos un obrero cualquiera, por ejemplo, un tejedor. El capitalista le suministra el telar y el hilo. El
tejedor se pone a trabajar y el hilo se con- vierte en lienzo. El capitalista se adueña del lienzo y lo vende en veinte
marcos, por ejemplo. ¿Acaso el salario del tejedor representa una parte del lienzo, de los veinte marcos, del producto
de su trabajo? Nada de eso. El tejedor recibe su salario mucho antes de venderse el lienzo, tal vez mucho antes de que
haya acabado el tejido. Por tanto, el capitalista no paga este salario del dinero que ha de obtener del lienzo, sino de
un fondo de dinero que tiene en reserva. Las mercancías entregadas al tejedor a cambio de la suya, de la fuerza de
trabajo, no son productos de su trabajo, del mismo modo que no lo son el telar y el hilo que el burgués le ha
suministrado. Podría ocurrir que el burgués no encontrase ningún comprador para su lienzo. Podría ocurrir también
que no se reembolsase con el producto de su venta ni el salario pagado, y puede ocurrir también que lo venda muy
ventajosamente, en comparación con el salario del tejedor. Al tejedor, todo esto le tiene sin cuidado. El capitalista,
con una parte de la fortuna de que dispone, de su capital, compra la fuerza de trabajo del tejedor, exactamente lo
mismo que con otra parte de la fortuna ha comprado las materias primas -el hilo- y el instrumento de trabajo -el
telar-. Una vez hechas estas compras, entre las que figura la de la fuerza de trabajo necesaria para elaborar el lienzo, el
capitalista produce ya con materias primas e instrumentos de trabajo de su exclusiva pertenencia. Entre los
instrumentos de trabajo va incluido también, naturalmente, nuestro buen tejedor, que participa en el producto o en el
precio del producto en la misma medida que el telar; es decir, absolutamente en nada.
Por tanto, el salario no es la parte del obrero en la mercancía por él producida. El salario es la parte de la
mercancía ya existente, Con la que el capitalista compra una determinada cantidad de fuerza de trabajo productiva.
La fuerza de trabajo es, pues, una mercancía que su propietario, el obrero asalariado, vende al capital. ¿Para
qué la vende? Para vivir.
Ahora bien, la fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la
manifestación misma de-su vida, y esta actividad vital tiene que venderla a otro para asegurarse los medios de vida
necesarios. Es decir, que su actividad vital no es para él más que un medio para poder existir. Trabaja para vivir. El
obrero ni siquiera considera el trabajo parte de su vida; para él es más bien un sacrificio de su vida. Es una mercancía
que ha adjudicado a un tercero. Por eso el producto de su actividad no es tampoco el fin de esta actividad.”
Karl MARX: Trabajo asalariado y capital Madrid, R. Aguilera, 1968, págs. 24-26.

3. CARTA DE F. ENGELS A T. CUNO SOBRE BAKUNIN


Se pueden leer, expresadas con claridad, algunas de las diferencias fundamentales entre Marx y Bakunin.
Coméntense.

“(Londres, 24 de enero de 1872) «...Bakunin, que hasta 1868 había intrigado contra la Internacional, ingresó
en ella después del fracaso sufrido en Berna, en el Congreso de la Paz, e inmediatamente se puso a conspirar desde
dentro contra el Consejo General. Bakunin tiene una teoría original, que es una mescolanza de proudhonismo y
comunismo. Por cierto, el punto básico de su proudhonismo es la idea de que el mal más grave, con el que hay que
acabar, no es el capital, no es, por tanto, el antagonismo de clase que el desarrollo social crea entre los capitalistas y
los obreros asalariados, sino el Estado. Mientras la gran masa de obreros socialdemócratas comparten nuestro punto
de vista de que el poder del Estado no es más que una organización adoptada por las clases dominantes -los
terratenientes y los capitalistas- para proteger sus privilegios sociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador
capital, que el capitalista posee su capital únicamente por obra y gracia del Estado. y puesto que el Estado es, por
tanto, el mal principal, hay que acabar ante todo con él, y entonces el capital hincará el pico por sí solo. Nosotros, en
cambio, sostenemos lo contrario: acabad con el capital, que es la concentración de todos los medios de producción en
manos de unos pocos, y el Estado se derrumbará por sí solo. La diferencia entre los dos puntos de vista es
123
fundamental: la abolición del Estado sin una revolución social previa es un absurdo: la abolición del capital es
precisamente la revolución social e implica un cambio en todo el modo de producción. Pero como para Bakunin el
Estado representa el mal principal, no se debe hacer nada que pueda mantener la existencia del Estado, tanto si es una
república, como una monarquía o cualquier otra forma de Estado. De aquí, la necesidad de abstenerse por completo
de toda política. Cualquier actividad política, sobre todo la participación en las elecciones, es una traición a los
principios. Hay que hacer propaganda, desacreditar al Estado, organizarse: y cuando se haya conquistado a todos los
obreros, es decir, a la mayoría, se liquidan todos los organismos estatales, se suprime el Estado y se le sustituye por la
organización de la Internacional. Este gran acto, que marca el comienzo del reino milenario, se llama liquidación
social.
Todo esto suena a algo muy radical, y es tan sencillo que puede ser aprendido de memoria en cinco minutos.
He aquí la razón de que la teoría bakuninista haya encontrado tan pronto una acogida favorable en Italia y en España
entre los jóvenes abogados y doctores y otros doctrinarios. Pero las masas obreras jamás aceptarán la idea de que los
asuntos públicos de sus respectivos países no son a la vez sus propios asuntos; los obreros son políticos activos por
naturaleza, y quien les proponga abandonar la política se verá Tarde, o temprano, abandonado por ellos. Predicar a
los obreros la abstención política en todas las circunstancias equivale a ponerlos en manos de los curas o de los
republicanos burgueses.
La Internacional, según Bakunin, no ha sido creada para la lucha política, sino para ocupar el lugar de la vieja
organización del Estado tan pronto como se lleve a cabo la liquidación social, y por eso debe parecerse lo más posible
a la sociedad futura, tal como la concibe el ideal bakuninista. En esta sociedad, no habrá, ante todo, autoridad alguna,
pues la autoridad, que equivale al Estado, es el mal absoluto.”
M. BAKUNIN: La libertad. México, Grijalbo, 1972, p. 11.

CAPITULO XIV: POTENCIAS EUROPEAS DE LA ERA INDUSTRIAL


I LA TERCERA REPÚBLICA FRANCESA

1. ESTUDIOS SOBRE LA III REPÚBLICA


La derrota en la guerra contra Prusia provoca la caída del Segundo Imperio. Comienza en 1870 una época
extraordinariamente confusa de problemas, de escándalos, de paradojas políticas.
No obstante, no nos resulta demasiado difícil penetrar en los problemas del periodo, iluminados por la
excelente escuela histórica francesa y, ocasionalmente, por historiadores extranjeros. La Tercera República no tiene su
Tocqueville, ni su Michelet, testigos excepcionales de la Francia de mediados de siglo, y Taíne, que por entonces vive,
está más atento a otras épocas. Disponemos, relativamente, de pocas memorias; Thiers deja a la posteridad sólo
documentos mientras consagra su actividad intelectual a desentrañar la realidad histórica de épocas anteriores;
memorias detalladas de políticos del momento son, de las que se conservan, muy contadas (Freycinet. Combes,
Caíllaux). Los fondos documentales están dispersos, por ejemplo .el affaire Dreyfus, en los fondos Ochs.
Sólo un historiador de primera magnitud, entre los contemporáneos, se plantea la necesidad de elaborar una
historia de conjunto del periodo, Seignobos. Los demás han prestado atención a episodios aislados: Jules Favre ala
guerra, Lissagaray a la Comuna, Zevaes a los socialistas. Los historiadores posteriores efectúan relatos con escasa base
documental, es lo que ocurre con el estudio sobre La Tercera República de Bainville.
Después de la Segunda Guerra Mundial se acometen estudios monográficos con mayor rigor científico. René
Remond estudia la derecha francesa, Jacques Neré la crisis industrial de 1882 y el movimiento boulangista, P.
Combe el nivel de vida, Morazé la burguesía, Manevy la prensa. Este esfuerzo de reconstrucción de un período no
demasiado alejado de los historiadores vivos es un modelo de aproximaciones sucesivas, de enfoques nuevos, de rigor.
En los años 70 la República está dirigida por la derecha, en los años 80 por un centro-derecha, en los años 90 por el
centro; tras los grandes escándalos, de Panamá y Dreyfus, los radicales presiden la fase izquierdista,

2. UNA REPÚBLICA DE MONÁRQUICOS (1871-1879)


El gobierno de Thiers
La República se proclama el 4 de septiembre de 1870, pero hay que esperar a 1879 para que deje de ser una
República sin republicanos. En febrero de 1871 son elegidos para la Asamblea 400 monárquicos y 200 republicanos;
por el pacto de Burdeos se establece un compromiso, para decidir ulteriormente el régimen constitucional y encargar
provisionalmente a Thiers, vencedor de la Comuna y símbolo de la burguesía conservadora, del poder ejecutivo. Los
problemas son graves; un ejército prusiano de ocupación, amputaciones territoriales -Alsacia y Lorena son entregadas
a Alemania-, indemnización de guerra, 175.000 muertos, 400.000 prisioneros.

124
En estos meses iniciales de la nueva experiencia republicana el espectro político aparece complejo y confuso, y
en ocasiones se encuentran más próximas fuerzas republicanas y monárquicas que éstas o aquéllas entre si. En la
extrema derecha los legitimistas se apoyan en el Syllabus para rechazar el liberalismo y proponen una sociedad
jerarquizada con cuerpos intermedios; el manifiesto del conde de Chambord, en el que evoca la monarquía de
derecho divino, es un documento estrictamente absolutista; pero otro sector en torno a la revista Le Correspondant y
con figuras como De Broglie, Decazes y Fallous, más moderado, se limita a resaltar la necesidad del orden para la
consecución de la libertad. En el centro se dan la mano algunos grupos bonapartistas y los republícanos
conservadores. En la izquierda el republicanismo histórico, comandado por Jules Ferry y JulesFavre, desecha
cualquier posibilidad de restauración monárquica, y más a la izquierda el grupo de los radicales con Gambetta
presenta un programa laico y social que escandaliza a una sociedad deseosa de paz y orden.
En tal confusión de fuerzas y en esta situación paradójica de una república con un Parlamento de mayoría
monárquica no es la menor sorpresa la atribución de la máxima responsabilidad a Adolfo Thiers, «que nunca había
sido republicano» (Zeldin). Sin duda en aquel momento su cuniculum era una garantía de capacidad ante la gravedad
de los problemas que agobiaban a Francia; con sólo 33 años Thiers había jugado un papel clave en la instauración de
la monarquía de Luis Felípe en 1830, ya los 35 se encontraba desempeñando la cartera del Interior, a los 36 era
miembro de la Academia de Francia y nuevamente en la elección de Luis Napoleón para la presidencia y en la derrota
de los comuneros es el hombre clave. Su horror a la revolución y al socialismo y su amor al orden le definían como
un bonapartista, o al menos como un monárquico constitucional; «por nacimiento pertenezco al pueblo, por
educación soy aristócrata; no siento ninguna simpatía por la burguesía o por los sistemas que le dan el poder», así se
retrata en una de las miles de páginas que dejó escritas. Su gestión se basa, por tanto, en disposiciones de coyuntura
pero se opuso a medidas en profundidad que se orientaran hacia modificaciones de la sociedad francesa; por ejemplo,
prefirió incrementar el nivel de los impuestos antes que acceder a introducir el impuesto sobre la renta, que supondría
un gravamen para las grandes fortunas. Acumula todos los poderes, pero los ejerce bajo el control de la Asamblea. Su
preocupación se centra en acelerar la evacuación alemana, para lo que anticipa el pago de la indemnización de 5
millones de francos, y en acometer la reorganización del país: reforma financiera, con aumento de impuestos y
empréstitos, y reforma del ejército, con la disolución de la guardia nacional-propensa a apoyar revoluciones- y el
establecimiento, por ley de mayo de 1872, del servicio obligatorio.
Thiers, símbolo de la derecha, es derribado precisamente por la derecha, encabezada por De Broglie. Con el
final de la evacuación alemana deja de ser el hombre imprescindible; se le acusa de permitir el ascenso de un sector
exaltado del republicanismo, los radicales. Cuando Thiers apoya la definición definitiva del régimen como República,
los monárquicos se sienten traicionados, denuncian el pacto de Burdeos y provocan su caída.
Presidencia de Mac-Mahon
Elegido presidente de la República Mac-Mahon, militar legitimista partidario del regreso de la monarquía,
con De Broglie como jefe de gobierno, los monárquicos preparan el regreso de la dinastía de Orleans. La
acumulación de atribuciones en el presidente hace pensar en un trono; el presidente, elegido por siete años, puede
prorrogar las sesiones de las cámaras, disolver la de diputados con la conformidad del Senado, nombrar los ministros,
etcétera. El Senado acumula funciones excesivas, que perfilan un régimen aristocrático. La división de los
monárquicos, entre legitimistas y orleanistas, permite el triunfo de los republicanos en 1875, y el consiguiente voto
de leyes constitucionales que confirman el carácter republicano de las instituciones. Los republicanos, dirigidos por
Gambetta, se hacen dueños de la Cámara baja y más tarde del Senado. En 1879 Mac-Mahon dimite y comienzan a
gobernar los auténticos republicanos.

3. LAS INSTITUCIONES
La Constitución de la Tercera República (1875) ha sido la de mayor longevidad en la historia de Francia,
probablemente, como ocurrió con la española de 1876, por su ambigüedad, por su carencia de principios
categóricamente definidos, lo que permitía interpretaciones no coincidentes por las sucesivas situaciones políticas.
Obra de compromiso entre republicanos y monárquicos, éstos esperaban que pudiera abrir el camino a la restauración
del Trono sin necesidad de derribar todo el edificio constitucional. Compuesta por tres leyes y 34 artículos, suponía
en extensión solamente un tercio de la Constitución de 1848 y la décima parte de la de 1795. Por su laconismo, que
exigía constantes desarrollos en las leyes ordinarias, un comentarista contemporáneo, Helie (1880), llegó a afirmar
que se trataba de una Constitución casi no escrita. No obstante se entrevé que la libertad es su principio medular, tras
el periodo napoleónico que la había colocado a merced de las veleidades del poder. Las reuniones, anteriormente
limitadas a grupos no mayores de veinte personas ya la concesión del permiso de la policía, son paulatinamente
liberadas de trabas; la fundación de asociaciones y la abolición de la censura de prensa pautan una época menos
autoritaria; los derechos individuales se expresan con énfasis para impedir prisiones sin juicio o interrogatorios
prolongados.. Con su sistema electoral, un diputado por cada 100.000 habitantes, no se pudo evitar la sobre
representación de las regiones poco pobladas, pero en todo caso las sucesivas modificaciones se hacían con el intento
de equilibrar la relación demografía parlamentarios.

125
En un clima de mayor libertad la propaganda jugó un papel decisivo en las elecciones, y, de manera especial el
cartel; en 1889 el general Boulanger colocó 1.300.000 en Paris mientras su adversario sólo medio millón, según un
cálculo estimativo de la época. Una ley de 1914 puso límites a este empapelamiento propagandístico de las fachadas.
La Cámara de diputados se componía de 533 miembros, por tanto se trataba de un cuerpo relativamente
pequeño en relación con otros periodos. A diferencia de los gobiernos, de escasa estabilidad -hubo 108 gabinetes
entre 1870 y 1940, con una duración media de ocho meses- la de los diputados fue excepcional y tras cualquier
consulta electoral se podía comprobar la veteranía de buena parte de los legisladores. A pesar de que existió una
preocupación social -y abundante legislación- las clases bajas no tenían portavoces en la Cámara; en 1881 se sentaba
en el parlamento un solo obrero y ningún campesino, frente a 120 abogados, 108 propietarios, 85 altos funcionarios.
60 médicos y farmacéuticos. 44 banqueros e industriales, 20 periodistas. Evidente es la prepotencia política de la alta
burguesía y de los intelectuales.
El Senado se concibió como un contrapeso a los intereses urbanos, ya que sus trescientos miembros
representaban a los consejos municipales rurales y eran elegidos por ellos, y las ciudades no disponían más que de una
representación mínima con lo que el principio de basar en la potencia demográfica la representación de los distritos
en la Cámara de diputados se conculcaba sin ningún remordimiento en la Cámara alta; este poder -establecido por los
monárquicos- de los notables rurales, muchos de ellos de ascendencia aristocrática. fue denunciado inútilmente por
los republicanos, que intentaron la abolición del sistema electoral de los senadores. En el siglo XX el Senado, ya
refugio de políticos cansados por los tensos debates de la Cámara baja, se convirtió en el bastión del republicanismo
conservador. El presidente acumulaba, como hemos indicado, numerosas prerrogativas reforzadas por la larga
duración de su mandato. En general se eligió para el
Puesto a figuras de segunda fila (Grevy, Sadi Carnot), mientras las personalidades estelares ejercían la política
activa en el Parlamento o en los gabinetes

4. LA CONSOLIDACIÓN DE LA REPÚBLICA
A partir de 19-79 la dirección política pasa de la aristocracia católica y monárquica a la burguesía, que intenta
construir un régimen conservador en materia social y liberal en el plano político. Los republicanos se dividen en
oportunistas y radicales. En la extrema izquierda los radicales de Clemenceau defienden un programa revolucionario:
supresión del Senado, separación de la Iglesia y el Estado, reducción de la jornada de trabajo. Es un período bajo la
presidencia de Grevy, de extraordinaria inestabilidad, en el que una República temerosa de la exaltación de los
radicales sólo permite la alternancia de gabinetes oportunistas. Waddington, Freycinet, Ferry, Freycinet, varias veces
jefe de gobierno, aplicó su profesión de ingeniero a sus programas de obras públicas y en particular a la expansión de
los ferrocarriles. Cuya red se amplió en más de 7.000 km. El tren se convirtió de nuevo en campo de inversiones y los
17.000 km de vías de 1870 eran ya 39.000 en 1910, Gambetta abandonó sus posiciones radicales de los primeros
años y se integró en el oportunismo, afirmando que el compromiso es la esencia de la política. Orador poco
académico en cuanto a la perfección formal de sus discursos, de los que -decía- preparaba tan sólo la primera y última
frases, cautivaba a las muchedumbres por su sinceridad y su simpatía. Su abandono del radicalismo le granjeó
enemistades; Naquet le acusaba de moderado poco sincero. y su insegura ubicación política y su temprana muerte le
impidieron ejercer una obra de gobierno para la que, sin duda, estaba dotado. La figura más influyente de estos años
es Jules Ferry. Atraído por el positivismo de Comte intentó aminorar la influencia de la Iglesia en la enseñanza
cuestión que presenta en los últimos años de siglo perfiles de confrontación y que estallará cuando los radicales
accedan al poder. Bajo la dirección de Feny se efectúa una obra de reformas. Profundas, pero con ritmo prudente. Se
seculariza el Estado y la vida social, con la ley del divorcio y de la escuela laica. La instrucción primaria se convierte
en obligatoria y gratuita. Una serie de leyes organiza las libertades públicas, de reunión, de prensa sindical. En otro
ámbito Ferry es un nacionalista que entiende que el papel de Francia en Europa debe ser el de gran potencia, para lo
que es indispensable que asuma responsabilidades en el mundo: bajo su inspiración se consolida la doctrina
imperialista y la formación territorial del imperio francés.
La gran crisis económica del año 1882 constituye el mayor contratiempo para la gestión de los oportunistas.
Se produce en ese año el crac de la Unión General de Bancos, lo cual arruina a muchos terratenientes y aristócratas:
una depresión de la industria textil provoca un aumento del paro: el trigo inicia un decenio de cosechas raquíticas: la
filoxera afecta gravemente a los viñedos franceses, con lo que se pierden muchos mercados de vinos y se contraen las
exportaciones.
Con la caída de Ferry en 1885 se inicia un periodo de crisis, que ponen en peligro la supervivencia del
régimen republicano.
En primer lugar .la crisis económica; la concurrencia de productos agrícolas americanos y australianos arruina
a muchos agricultores; las plantas textiles tradicionales, como el lino y la seda, no pueden resistir la competencia del
algodón. Luego, los primeros escándalos; el de las condecoraciones, cuando se descubre que el yerno del presidente
Grevy Wilson, ha recibido dinero por promover recompensas. Finalmente, el peligro mayor, el movimiento
boulanglsta. En los momentos más delicados la República estuvo amenazada por la derecha por el boulangtsmo y por
la izquierda por el socialismo.
126
Rasgo acusado de la República de los oportunistas fue la intensidad de la legislación social, aunque con
sorprendente olvido algunos historiadores hayan sostenido lo contrario:
-Indemnización a los obreros víctimas de accidente de trabajo (1898), sin que se requiriera, como hasta
entonces, la demostración de que fuera provocado por negligencia del patrón.
-Limitación de la jornada de trabajo de las mujeres y los jóvenes menores de dieciocho años a diez horas por
día y prohibición del trabajo a menores de 13 años (1892), ley que culminaba una larga lucha. Otra de 1900 limita
el horario de trabajo -según la actividad- para los hombres.
-Semi implantación del salario mínimo. En 1892 el Senado lo bloqueó, pero tres años después de manera
indirecta, con apoyos a las quejas de los obreros, se consiguió fijar unos niveles de retribución que los patronos
debían respetar o afrontar multas.
-Creación (1891) del Consejo Superior de Trabajo, que asumía el papel de asesor del ministerio y actuaba de
instancia arbitral en los conflictos sociales.
-Derecho de retiro; se propuso en 1901 y se aprobó en 1910, con modificaciones a causa de las vehementes
protestas del Senado y de los recelos de patronos y obreros.

5. LA REPÚBLICA EN CRISIS. EL «AFFAIRE DREYFUS»


El movimiento con que el general Boulanger llegó a amenazar la existencia de la República resulta difícil de
interpretar. Inicialmente aparece como una protesta contra la inoperancia de los gabinetes oportunistas; Jean-Marie
Mayeur llega a calificarlo de extrema izquierda; pero pronto deriva hacia fórmulas antiparlamentarias, por lo que no
parece plausible la interpretación de Theodore Zeldin, que lo considera un movimiento de reforma social para hacer
frente a la crisis económica por medio de una revisión de la Constitución, y cuyos elementos, desaparecido el general,
constituirían uno de los componentes del socialismo. El boulangismo parece más un movimiento contra la República
que en favor de la revisión de la República; puede juzgarse como una resurrección del bonapartismo, y así lo
entendieron los franceses al negarle su apoyo, en cuanto que con medios legales intenta destruir el Parlamento e
instaurar una dictadura cesarista. Una doble crisis permite su ascenso:
-económica. Hemos aludido a la de 1882. Malas cosechas de cereales obligan al gobierno a la importación de
trigo; la filoxera arruina los viñedos y ha de recurrirse a la compra de caldos españoles y de otros países. Los años 80
son difíciles, especialmente para los pequeños propietarios rurales. El último gran embate del cólera agrava la
situación de los sectores humildes; el paro en París se sitúa en cotas extremas (14 de millón de parados);
-política. En las elecciones de 1885 los oportunistas pierden la mitad de sus escaños y se sitúan en alrededor
de doscientos diputados, mientras los radicales surgen hasta 170 y los conservadores pasan de 90 a 180. En vez de
un partido fuerte, la derecha, el centro y la izquierda ofrecen similar potencia, con lo que las alianzas y las rupturas
convierten el Parlamento en una máquina de funcionamiento precario; ante cada proyecto de ley se moviliza la
búsqueda de apoyos, y en tal circunstancia cunde el descrédito del sistema parlamentario.
Boulanger había sido ministro de la guerra en un gabinete Freycinet y se recordaba, como ejemplo de eficacia,
su reforma técnica del ejército. Por sus denuncias se convierte en figura popular y en torno a él se agrupan fuerzas
que rechazan la República de los oportunistas: radicales disidentes, que desean revisar la constitución; nacionalistas,
como la «Liga de los patriotas», que se entusiasman con sus llamadas al revanchismo, al desquite contra Alemania ya
la recuperación de los territorios perdidos; gran parte de los realistas, que, decididos a derribar la República, sufragan
con seis a ocho millones de francos la campaña boulangista. En las elecciones de 1889 se presenta como candidato; la
campaña se efectúa con un despliegue de impacto popular: fotografías, desfiles, canciones. En su discurso de Tours
anuncia que no busca la Restauración, no han servido a Francia ni la República ni la Monarquía; sus enemigos ven en
él un nuevo Luis Bonaparte. Aunque triunfa en París no se decide, como algunos partidarios deseaban, al golpe de
Estado. El éxito de la izquierda en otros departamentos electorales lo empuja al suicidio y su movimiento se
desarticula.
Tras la amenaza boulangista estalla el escándalo del canal de Panamá. La construcción del canal fracasa, por
desbordamientos y deslizamientos de tierras pero con sobornos en el Parlamento se consigue un empréstito especial.
La ruina de la Compañía fundada por Lesseps en 1889 descubre los sobornos, la prensa de extrema derecha denuncia
el entendimient0, entre parlamentarios y hombres de negocio. Un ex ministro, Baihaut, es acusado; se inculpa
también a Lesseps y Eiffel. Algunos políticos quedan desplazados, otros surgen para cubrir sus puestos, entonces
inician su carrera política Poincaré y Delcassé; en las elecciones de 1893 el electorado se desplaza hacia la izquierda.
Al año siguiente es asesinado en un atentado anarquista el presidente Sadi Carnot.
El asunto Dreyfus constituye el escándalo más resonante de la III República y provoca un cambio de la
situación política, aunque algunos notables historiadores, como Duroselle, entiendan que se ha magnificado su
trascendencia y que se trató de una pseudo revolución de élite en la que las masas no llegaron a interesarse; no
obstante, es innegable que del choque de fuerzas políticas que convergen en este suceso va a salir una República
diferente. Los hechos son bien conocidos. Tras la alianza con Rusia el Estado Mayor francés cambia sus planes de
guerra y su material artillero, lo que provoca una intensificación del espionaje alemán. En septiembre de 1894 se
encuentra en la papelera del agregado militar germano, Schwarzkoppen, un documento que de- muestra que se han
127
vendido secretos bélicos a los alemanes, y el ministro de la Guerra, tras el examen pericial de la escritura, inculpa a
Dreyfus, capitán de origen judío que sirve en la Oficina de espionaje y contraespionaje, al que se juzga y condena en
un penal de la Isla del Diablo, en la Guayana francesa. Dos años después el nuevo jefe de Estadística. Picquart,
descubre otro documento con similar escritura al que sirvió para la acusación contra Dreyfus y de él se desprende la
culpabilidad de otro oficial, Esterhazy. Se pide la revisión del proceso, pero el Estado Mayor, deseoso de salvar el
honor del tribunal militar, falsifica pruebas contra Dreyfus, y se llega a encarcelar a Picquart. El 30 de enero de 1898
Zola publica en L'Aurore su artículo, yo acuso», en el que sostiene la inocencia de Dreyfus y acusa al Estado Mayor.
Aunque se condena a Zola, al descubrirse que el coronel Henry ha suministrado al ministro de la Guerra pruebas
falsificadas contra Dreyfus y producirse el suicidio del coronel arrecia la marea revisionista. Un nuevo proceso aplica
a Dreyfus circunstancias atenuantes y rebaja la condena, pero ninguno de los dos grupos en que se ha dividido el país
se siente satisfecho. y finalmente un tercer proceso lo absuelve.
El país se ha polarizado políticamente. Los dreyfusistas invocan los principios de 1789, los derechos del
hombre y la justicia individual; los antidreyfusistas anteponen el orden y la razón de Estado. La derecha, con
Drumont, que publica en 1896 La Francia judía, trata de descubrir un complot judeomasónico contra la grandeza de
la patria; la izquierda, con Clemenceau y los radica- les, hostiga a la República moderada, a la que considera
corrompida. Incluso los intelectuales se dividen, Zola y Marcel Proust defienden la inocencia manchada, Julio Veme,
por el contrario, redacta artículos sobre la trascendencia de mantener limpio el honor del ejército. El "affaire
Dreyfus" da el poder ala izquierda y desencadena una vigorosa acción anticlerical, por la actitud ambigua de la Iglesia
durante los procesos, al menos la de la jerarquía, ya que muchos dirigentes católicos han hecho oír su voz en defensa
de la justicia.
La estimación de los grupos sociales ha sufrido una conmoción. Los intelectuales adquieren conciencia de su
papel público; la Magistratura es mirada con suspicacia; el ejército se considera como institución poco inclinada ala
democracia y cuyo patriotismo se apoya en valores dudosos, y en consecuencia casi todos los partidos proclaman la
necesidad de su reforma con vistas a su inserción más auténtica en la sociedad.

6. LA REPÚBLICA RADICAL
Desde 1899 el bloque de las izquierdas, nacido del asunto Dreyfus, gobierna Francia. El partido radical se
apoya en capas sociales de creciente dimensión demográfica, si nos atenemos a los censos, y de fuerte influencia
social, cuales son los intelectuales con título universitario, los pequeños y medianos empresarios y los pequeños
propietarios rurales. En su programa se entremezclan principios de filosofía política liberal, formulados con tonos de
exigencia democrática (defensa del individuo, apología de las libertades, igualdad), cierta exaltación nacionalista, de la
que es máximo representante Clemenceau, y, como rasgo destacable, el reconocimiento de que el liberalismo ha sido
inoperante ante la cuestión social y es necesario el intervencionismo del Estado. Al respecto son expresivas las páginas
que Léon Bourgeois consagra a denunciar la pasividad del «laissez-faire», que ha contribuido a exasperar la lucha de
clases. El control del Ejército mediante la necesaria reforma militar, y el desmontaje de la influencia social de la
Iglesia, punto en el que coinciden con los socialistas, completan su programa electoral y orientan su gestión
gubernamental.
En el período comprendido entre 1899 y 1914 se pueden destacar dos fases: la denominada de los ministerios
largos Waldeck Rousseau, Combes, Glemenceau) y la de los ministerios cortos (Briand, Caillaux, Poincaré, Waldeck
Rousseau es el iniciador de la reforma militar y el programador de la lucha contra las congregaciones religiosas,
restringiendo su número y actividades con disposiciones legales que son completadas por el gabinete Combes.
Clemenceau es el autor de la política de solidaridad social haciendo aprobar leyes sobre limitaciones horarias de
trabajo (8 horas), accidentes y pensiones, con las que pretende frenar al sindicalismo revolucionario.
La colaboración de los socialistas en el gobierno provoca divisiones internas, entre intransigentes (Guesde,
Vaillant), opuestos a compartir responsabilidades en el ejecutivo, y participacionistas (Briand, Jaurés). Cuando el
Congreso de Arnsterdam prohíbe a los socialistas la participación en un gobierno burgués, Briand rompe con el
partido.
En la etapa de ministerios cortos, ante la inexistencia de un partido suficientemente fuerte para gobernar sólo,
se producen frecuentes cambios en el ejecutivo, con lo que el centro de las decisiones políticas se ubica en el
parlamento, en un período de graves dificultades exteriores, que absorben la gestión de Caillaux y obligan a Poincaré
a acercarse de nuevo al ejército, revisan- do las reformas de comienzos del período.
Desde 1870 la Tercera República ha recorrido una curiosa senda política, que se inicia con su control por
monárquicos y aristócratas, pasa por un largo período en el que la alta burguesía lleva los asuntos públicos en medio
de crisis y escándalos y culmina en su conducción por republicanos exaltados y socialistas, portavoces de las nuevas
capas sociales.

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II GRAN BRETAÑA

7. PERFILES CONTRADICTORIOS DE LA INGLATERRA DECIMONÓNICA


Desde 1837 a 1901 la reina Victoria ocupa el trono de Gran Bretaña. Es una época de expansión y
prosperidad para la entonces primera potencia del mundo, pero no faltan contrastes y problemas en la vida británica.
Los historiadores ingleses clásicos, Macauly, Trevelyan, presentaron a su país como modelo de democracia
parlamentaria, en el que la nota distintiva seria la ausencia de violencia; por ejemplo, Inglaterra es uno de los pocos
países que no sufre la conmoción de 1848. Esta serenidad se explicaba por las reformas hechas a tiempo, que
evitarían la causa de las revoluciones, y por el carácter flemático de los habitantes, que les inclinaría a debatir
verbalmente en las cámaras lo que otros pueblos disputaban en las barricadas. Esta imagen plácida está hoy en
revisión. Según Namier, Inglaterra no es estrictamente una democracia liberal, tardó en constituirse un engranaje de
verdaderos partidos, en las elecciones tenia más importancia la influencia personal que el programa o la ideología;
según Bagehot, el Parlamento fue durante bastante tiempo un Órgano de control y de intereses antes que un órgano
legislativo.
Desde el punto de vista económico el cambio de enfoque ha sido similar. De una Inglaterra ”taller del
mundo", en la que se estudiaban sobre todo fenómenos expansivos (Young, Halevy), se pasa a estudiar los problemas
sociales de la industrialización, señalados ya por los historiadores de fin de siglo, como Toynbee (padre) y
Hammond, cuya imagen terrible de la sociedad industrial ha sido revisada y criticada posteriormente por Clapham y
Ashtori.
Esta historiografía revisionista no ha desmontado el cuadro clásico de Inglaterra como modelo de sistema
político liberal y de potencia industrial por excelencia, pero lo ha enriquecido con el conocimiento de problemas,
antes arrinconados. Dos son las bases del apogeo inglés: una prosperidad económica con redes mundiales, y una vida
política regulada por el Parlamento y el juego alternante de dos partidos en el gobierno.
En contraste, perturban el funcionamiento del imperio algunos factores de inestabilidad, que Bedarida resume
en la cuestión obrera -con sus aglomeraciones urbanas, sectores sociales de ingresos precarios, presión sindical,
agitación cartista en demanda del sufragio universal- y la cuestión de Irlanda, que socava la integridad moral del
pueblo británico y erosiona la unanimidad de sus partidos. Según los fenómenos que se contemplen, Inglaterra es en
el siglo XIX un modelo de prosperidad y energía o, como denuncia Bernard Shaw en pygmalion, un monstruo de
hipocresía y conformismo.
Por otra parte, podríamos interrogarnos sobre la idoneidad de encuadrar un período histórico con las fechas
de inicio y término de un reinado, si bien en este caso la longeva reina permita abarcar casi en su totalidad el de
máximo desarrollo de la potencialidad de la nación. Algunas efemérides anteriores aconsejarían iniciar el estudio sin
esperar a la entronización de Victoria, así en 1830 el primer ferrocarril o en 1832 la primera ley electoral señalan dos
procesos trascendentales, y la elección de 1914 como final parecería más idónea que la de 1901, pero otros años no
son menos significativos, como 1896 (lanzamiento del Daily Mail e inicio de la circulación automovilística). Además
de las lindes cronológicas es conveniente aclarar que no se trata de un periodo homogéneo de expansión, antes bien
pueden señalarse fases de ritmos y rasgos diferentes. Hasta 1850 pierde influencia la aristocracia; de 1850 a 1875 es
la era del equilibrio y del optimismo; desde 1875 se entra en una edad más problemática, en la que la hegemonía
británica en el mundo comienza a ser amenazada.

8. «TALLER DEL MUNDO»


El impulso que Inglaterra experimenta durante la era victoriana la convierte en la potencia económica por
excelencia de la era industrial; en su supremacía se basa el orgullo británico, el complejo de insularidad, la creencia en
su destino hegemónica. Shelburne escribe: «preferimos el comercio a las posesiones»; en la Exposición. Universal de
Londres (1851) se exhibe la apoteosis de la técnica, la religión de 1a industria. El despegue precoz, el hecho de haber
sido cuna de la primera revolución industrial, aporta a la isla una ventaja indudable en la carrera del desarrollo y de la
competencia con otras potencias europeas; la filosofía del librecambio, postulada por los economistas de la escuela de
Manchester, contribuye a suprimir cualquier traba a los intercambios, como señalan la abolición de las Actas de
Navegación y la firma de tratados de comercio, con Francia en los años 60, con España en los años 80, lo que le
permite importar trigo a bajo precio, sostener una política de pan barato y colocar sus productos textiles y
metalúrgicos en el extranjero. Sobre estos dos pivotes; desarrollo precoz de la industria y comercio sin barreras, se
asienta la Inglaterra compradora de alimentos y vendedora de artículos industriales; pero no debemos olvidar otros
factores de superioridad, como la modernidad de su organización financiera, con una extensa red bancaria, poderosas
sociedades anónimas y la generalización del uso del cheque como forma de pago.
Los años 50 constituyen una década dorada. Los ferrocarriles, que habían cuadruplicado sus líneas desde
1840 hasta alcanzar las 6.000 millas, reciben nuevo impulso; se introduce el telégrafo eléctrico; aumentan las
exportaciones textiles; la flota mercante británica representa los tres cuartos del tonelaje mundial. En todos los
órdenes ocupa el primer puesto. Las innovaciones técnicas, como el procedimiento Bessemer en 1855, o el Thomas-
Gilchrist en 1878, colocan a la siderurgia británica en condiciones de inundar el mundo con sus productos.
129
Si bien la industria, principalmente en sus ramas siderúrgica y textil, constituye la base del poderío de la Isla,
no es menos notable la adaptación de la agricultura, que se especializa en algunas regiones (este de Inglaterra,
Escocia) en la producción de lana y carne; su tecnificación permite la reducción de la mano de obra campesina y un
notable éxodo rural, con lo que tras proveer a la industria todavía puede aportar un alto capital demográfico para la
constitución de un imperio mundial. En los escritos de los economistas británicos se encuentra con frecuencia la
descripción de una potencia dueña del mundo. El liberal Jevons escribe, en 1866, este texto antológico:
«Actualmente las cinco partes del mundo son nuestros tributarios voluntarios. Las llanuras de América del
Norte y Rusia, he aquí nuestros campos de trigo; Chicago, Odessa son nuestros graneros; Canadá y los países
bálticos, nuestras selvas. Australia custodia nuestros rebaños de carneros; América del Sur los de bueyes; Perú nos
envía su plata, California y Australia su oro. Los chinos cultivan el té para nosotros, y de las Indias occidentales y
orientales afluyen nuestro café, nuestro azúcar, nuestras especies. Francia y España son nuestros viñedos, el
Mediterráneo nuestro huerto; el algodón, que antes recogíamos de Estados Unidos, nos llega ahora de todas las
regiones cálidas del mundo».
La expansión parece amenazada a veces por alguna de las crisis cíclicas del industrialismo. En 1857 el exceso
de negocios produce quiebras, en los años 60 la guerra americana crea problemas de aprovisionamiento de algodón
en, la industria textil, la crisis del año 1866 adquiere dimensiones internacionales. Pero el país responde con ingenio
y audacia a estos desafíos. El algodón americano es sustituido por el algodón indio, con el que se inician enormes
inversiones en el sur de Asia; la crisis del 66 se olvida con la fabulosa expansión del tráfico marítimo permitida por la
inauguración del canal de Suez, tres años después. La guerra francoprusiana de 1870 es un momento crítico de
suspensión de exportaciones, pero, al terminar, las compañías y bancos ingleses se lanzan sobre el continente; la
especulación es tan intensa que desemboca en la crisis de mayo de 1873, de la que se sale no sin dificultad. El des-
censo de los precios agrícolas, provocado por la llegada de cereales americanos a Europa y Argentina, supone un gran
negocio para un país que compra, cada vez más, sus alimentos.
No obstante, el último cuarto del XIX señala ya algunas dificultades. La competencia de Estados Unidos y
Alemania obliga a hablar de un «prímusinter pares» antes que de una potencia monopolística en los principales
sectores. La formación de un mercado mundial, propiciado por la revolución en el transporte marítimo, supuso la
colocación en los mercados europeos de productos americanos a bajo precio, y aunque la agricultura británica resistió
el embate mejor que la continental, su situación a finales de siglo era problemática; entonces se pusieron en evidencia
los arcaísmos. Entre 1875 y 1894 la tasa de crecimiento fue sólo de un 1.5 %, la que suponía un descenso del nivel
de vida al quedar por debajo del crecimiento de la población. El economista Alfred Marshall, ante una Comisión real,
habló de triple crisis: «una depresión de los precios, una depresión de las tasas de interés, una depresión de la
producción». No debe considerarse, por ello, el período victoriano como una fase única de expansión y supremacía;
la plenitud de los años 50 a 70 no ofrece los mismos rasgos seguros en los años siguientes.

9. MODERNIZACIÓN POLÍTICA
Los teóricos británicos, y no sólo ellos, presentan a Inglaterra como el país por excelencia de la libertad; Stuart
MilI en El gobierno representativo insiste en que un sistema tan delicado de fuerzas compensadas sólo podía
funcionar en una sociedad libre. Algunos rasgos dibujan este sistema:
- peso creciente de la Cámara de los Comunes, mientras la de los Lores, refugio de los notables, pierde papel
político.
-gobierno de gabinete o equipo, con un primer ministro que procura reforzarse.
-oposición con papel político reconocido, especie de gabinete en la sombra.
-bipartidismo, que resume el binomio gobierno-oposición. Los intentos de tercer partido no llegaron a cuajar
definitivamente.
-Monarquía concebida, según la tradición whig, como primera servidora de la nación antes que soberana; no
obstante, desempeña una insustituible función simbólica, como cabeza del Estado y la sociedad sin merma de su
peculiar función política de engranaje.
Los partidos tory y whig, a partir de la subida al trono de la reina Victoria, en 1837, se llaman conservador y
liberal. Peel al frente de los conservadores y Palmerstonde los liberales presiden el primer periodo del reinado.
Inicialmente, los partidos carecen de cohesión y los diputados actúan más bien como representantes de sus distritos;
en 1845, George Hudson, rey de los ferrocarriles, decía a sus electores: «Porque tengo fortuna y soy independiente
vengo a pedir vuestros votos para ser vuestro representante en el Parlamento», paulatinamente se pasa del individuo al
colectivo, y candidatos y diputados se presentan como copartícipes de tendencias políticas determinadas que dan a
conocer a sus electores. Narnier estima que hasta 1867 no puede hablarse de organización partidaria.
El primero en acometer la modernización de su estructura es, tras la desaparición de Peel (1845), el partido
conservador. Punto de partida es la fundación de la Unión Nacional de Asociaciones Conservadoras (1867), que
fomenta la federación de las organizaciones locales y la convocatoria anual de asambleas de delegados. Un líder
brillante, Disraeli, se convierte en el alma del conservadurismo británico. Desde su juventud había demostrado
sensibilidad por los problemas sociales de la industrialización; su novela Sybil es una denuncia del trabajo de los
130
niños en las minas. Esta sensibilidad le inclina a concebir el conservador como un partido interclasista, en el que
quepan todos los sectores sociales del reino, rechazando los proyectos de una organización al servicio de los intereses
de las minorías plutocráticas. En algunos momentos Disraeli aparece a la izquierda del espectro ideológico, así en
discusiones parlamentarias sobre la cuestión social, mientras en otros, por ejemplo, al discutirse de las coro laws, no
tiene recato en presentarse como el defensor de los intereses de la aristocracia terrateniente, ambivalencia que se
encuentra con frecuencia en la historia inglesa. No obstante, convenció a su partido de la necesidad de reformas, le
inclinó al librecambismo, exaltó la importancia del imperio y se atrajo una clientela urbana.
Gladstone, diputado desde los 22 años, era, un reformista nato, experto en economía, hombre de profunda fe
religiosa. Es la figura máxima del partido liberal. Orador de verbo poderoso, parecía, con sus invocaciones a los
grandes valores abstractos (Bien, Dicha, Justicia, Verdad), un predicador más que un político; hombre virtuoso en
una época de exaltación de las virtudes, entendía la política como la expresión más alta de la moralidad. Pero el
partido liberal dependió menos en su crecimiento de la personalidad poderosa que el conservador; su impulso
procedió preferentemente de movimientos populares. En Birrninghan, Harris organizó el partido por barrios y diseñó
el modelo. Los ciudadanos disponían de dos votos para decidir tres asientos; Harris elaboró en cada barrio listas de
dos nombres (AB, AC, BC), y con el slogan «vota como te digan, conquistó para los liberales el ayuntamiento de
Birrninghan. En pocos años se impulsaron los servicios: baños públicos, bibliotecas públicas, pavimentación de calles.
La eficacia en la administración local llevó a los liberales al triunfo en las elecciones parlamentarias.
Antes de examinar el problema electoral, en el que más claramente se refleja la evolución hacia la democracia
plena, veamos en esquema la alternancia de las gestiones gubernamentales desde 1850:
- Periodo de los liberales; primero con Palmerston y luego con Gladstone. A mediados de siglo todavía
Inglaterra mantiene estructuras políticas dieciochescas. Los lores están presentes en los ministerios e influyen desde su
Cámara alta en la de los Comunes, cuyos miembros no gozan siquiera de inmunidad parlamentaria. La nobleza
mantiene sus grandes propiedades en el campo. Se está todavía muy lejos del sufragio universal.
-En 1867 iniciación de una serie de reformas por Disraeli. El partido conservador revisa su programa en todos
los campos.
-En 1868 continuación de esas reformas por los liberales, que triunfan en las elecciones. Entre ellas destaca el
reconocimiento de los sindica- tos, la estipulación del escrutinio secreto en las elecciones, y una ley de enseñanza
primaria pública y gratuita, aunque sólo se construyen es- cuelas estatales donde faltan las privadas, a las que el
Estado subvenciona. En los procedimientos legales se establece el abogado de oficio. Algunas medidas provocan el
choque de los liberales con la Iglesia anglicana: disposiciones para separar los ámbitos religioso y político, supresión
de la exigencia de ser anglicano para figurar como docente en Oxford y Cambridge, ley Forster (1870), que establece
la escuela interconfesional.
- A partir de 1874 retornan los conservadores al poder; el enfrentamiento con la Iglesia y la grave crisis
económica de 1873 han desgastado al partido liberal. En un decenio de gobierno Disraeli impulsa la expansión del
imperio y la presencia de Inglaterra en la política europea; promueve una legislación social que reglamenta el trabajo
de mujeres y niños, y robustece el poder de los ayuntamientos, que pueden expropiar y conservar o ampliar los
espacios verdes de los recintos urbanos.
-Después de un fugaz regreso de los liberales en 1884, Inglaterra inicia en 1886 una etapa de dificultades
económicas y sociales, bajo los conservadores, que se mantienen en el gobierno hasta 1906, con nuevas figuras
políticas, como Salisbury y Chamberlain,
A través de esta serie de peripecias se pueden vislumbrar cambios, mas no muy profundos, en la composición
de la élite política. En los primeros años del reinado es numerosa la presencia en las Cámaras de la nobleza
terrateniente; luego pierde potencia en favor de la burguesía de negocios de las ciudades. Según Bateman, en 1868
cuatrocientos siete diputados son terratenientes con propiedades de más de 800 ha, en 1886 se han reducido a 332
(con el aumento del número pe escaños desciende del 61 % al 48 %, ha perdido el control del Parlamento). Pero en
todo caso el diputado debía ser rico, educado en una «high school», participante en los círculos de la buena sociedad
londinense. The Economist, en 1864, vaticina; «Inglaterra será gobernada por tan sólo los hijos de los Pares y
hombres dotados con 20.000 libras anuales de renta». Aunque no era la fórmula general de los Individuos de la clase
política, aristocracia y burguesía financiera constituyen los dos módulos sociales, y hasta 1874 no entran los primeros
diputados obreros en la Cámara de los Comunes.

10. EL PROBLEMA ELECTORAL


El régimen político inglés, con su equilibrio de poderes, había sido idealizado por los filósofos ilustrados
franceses, especialmente por Montesquieu, pero el ejercicio de la soberanía por el pueblo, como había estipulado
Rousseau y habían intentado los revolucionarios franceses del 1789, era una realidad muy alejada de la vida británica.
A principios de siglo los grandes propietarios y los obispos ocupan la Cámara de los Lores y poseen mayoría en la de
los Comunes, cuyo reparto de asientos no correspondía a la auténtica situación social; frente a 186 asientos para los
condados sólo disponía de 5 la universidad. Las circunscripciones electorales resultaban anacrónicas. Mil quinientos
electores de 51 burgos enviaban a la Cámara de los Comunes 100 diputados. En muchos de estos distritos o burgos
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había poca población o estaban prácticamente deshabitados, y mantenían, no obstante, una representación que
numéricamente no les correspondía; en cambio. Manchester y Birminghan no eran considerados burgos. Era necesaria
una reforma, que incluso apoyaba un sector de los tories, dirigido por Canning; los tories reformadores desplazan a
los tories intransigentes. En 1827 el 42 % de los diputados son hombres de paja, designados en los burgos cerrados
por las élites locales y en los denominados burgos podridos, de muy escasa población, por un señor influyente.
Se imponía una reforma que ampliara la base electoral e imposibilitara la existencia de diputados designados:
Macaulay escribe sobre su necesidad inaplazable. La reforma de 1832 es muy moderada, pero dobla el número de
electores, que asciende a 800.000. Se exige el pago de una renta para poseer derecho de voto: es un cuerpo electoral
de propietarios, por lo tanto, pero los asientos de diputado se reparten de otra manera: 56 de los burgos podridos
pierden sus asientos y 30 son reducidos a un diputado, mientras se conceden 143 asientos para las ciudades nuevas.
De esta manera la Cámara de los Comunes deja de ser un monopolio de los terratenientes para convertirse en el
órgano en el que se oye la voz de las ciudades y la industria. La resistencia a la reforma exhibe el temor de los grupos
elitistas a la pérdida de sus privilegios. Primero boicotearon el proyecto de ley los tories, luego se rechazó en la
Cámara de los Lores, resistencia que fue doblegada por el monarca con la amenaza de multiplicar el número de Pares.
Aunque se intentó aplicar de forma tibia, un gobierno whig presidido por lord Grey le dio una lectura profunda, que
inclina a Hobsbawn a hablar de situación revolucionaria.
Una nueva reforma electoral es propugnada en 1867 por Disraeli: algunos de los ministros conservadores se
oponen a este viraje del partido: lord Derby, uno de ellos, la llama «salto en el vacío». Disraeli se ve precisado a
buscar el apoyo de los liberales en la Cámara de los Comunes, para que la ley sea aprobada. La ley electoral de 1867
amplia el derecho de voto fundamentalmente a las ciudades, donde califica como elector la posesión de una casa o el
pago de un alquiler; los obreros cualificados, que pueden probar la residencia, adquieren derecho a voto. Por otra
parte, se redistribuyen los distritos, concediendo más asientos a las ciudades industriales y a los condados muy
poblados. La reforma desplaza decisivamente a los grandes propietarios y amplía no sólo el número sino también la
base social del electorado; sin embargo continúan sin derecho de voto los pequeños propietarios rurales y los
braceros.
Se han propuesto explicaciones diversas a la aparente incongruencia de que sean los conservadores los que
impulsan la ampliación del censo electoral: creencia de Disraeli de que los obreros ingleses son conservadores,
iniciativa de Gladstone aceptada por Disraeli, presión social tenaz. Este impulso democrático se complementa con la
ley del voto secreto (1872), que dificulta el control del electorado rural por los señores.
La reforma electoral de 1884-1885, propugnada por Gladstone, concede el voto a los campesinos, con los
que el cuerpo electoral pasa de 3 a 5 millones. El derecho de voto se adscribía aun domicilio, por lo que, en teoría,
los que poseían varios podían votar varias veces. No obstante, no se trata todavía del sufragio universal: casi dos
millones de ciudadanos carecen de tan elemental derecho de participación política, la ley rehúsa conceder voto a los
hijos que viven con sus padres ya los criados. El voto femenino, del que ya se habla, pero no se sanciona, es un paso
que dieron primero Australia y Nueva Zelanda. Inglaterra; en su avance hacia la democracia, fue a la zaga de las
colonias con autogobierno.

11. EL PROBLEMA DE IRLANDA


Irlanda conquistada por Cromwell en el siglo XVII, se convierte durante la segunda mitad del siglo XIX y el
primer cuarto del XX en el más grave problema para los ingleses. La dominación inglesa en la isla se apoyaba
legalmente en el Acta de Unión (1800), que había suprimido toda autonomía y la había sustituido por el derecho de
enviar diputados a la Cámara de los Comunes. La Iglesia anglicana era la única oficial, y los irlandeses, católicos,
habían de pagarle el diezmo. Los grandes propietarios eran ingleses que disfrutaban de derechos omnímodos en los
arrendamientos, mientras una importante población de colonos británicos y protestantes se habían establecido en
tierras del Norte, en el Ulster. Se trataba de un problema complejo en el que se unian motivos de protesta sociales,
religiosos y políticos. Otras diferencias, en la lengua y el carácter, contribuían a separar más a los dos pueblos.
El sentimiento autonomista irlandés se alimentaba del recuerdo de los agravios cometidos en la época de
Cromwell, y se encendía con la defensa de la religión católica y de su lengua nacional gaélica; las crisis de los años 40,
y especialmente las hambres de 1845, que obligaron a casi la mitad de los irlandesesa emigrar a los Estados Unidos,
convirtieron la situación irlandesa en un verdadero polvorín. .Talón de Aquiles del Reino Unido», .Polonia de las
islas Británicas», se le llamó.
En 1857 se crea en Paris una sociedad republicana, “Fenier”; los afenios reclaman la independencia de Irlanda.
Un levantamiento en 1867 obliga al gobierno inglés a desestatificar la iglesia anglicana, que deja de ser un centro de
recepción de impuestos, lo que alivia la situación económica de los campesinos irlandeses. Pero las crisis económicas
de los años 70 vuelven a provocar una situación dramática en un país que seguía siendo rural; la Inglaterra de
industria poderosa mantenía a Irlanda como un simple proveedor, sin desarrollo industrial. Los irlandeses encuentran
un líder en Pamell, terrateniente protestante nacido en Irlanda, quien dirige la lucha por la autonomía compartidas
armadas en el campo y con obstrucción parlamentaria en la Cámara de los Comunes.

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Gladstone es el político inglés del XIX más comprensivo y abierto hacia el problema. Sus primeras reformas
se orientaron a reducir el papel de la Iglesia anglicana, ya proponer reformas agrarias parciales; la más conocida
disposición legal es la de las tres F (renta honesta, protección legal del arrendamiento e indemnización. al
arrendatario saliente). Pero el problema continúa, los irlandeses desean la autonomia. Varios atentados y la reunión
de una Convención nacional en Dublin conduce a Parnell a prisión Gladstone entabla conversaciones con el líder
irlandés; por el. Pacto de Kilmaiham se anulan las deudas de los 100.000 agricultores que tenían sus pagos atrasados,
se indemniza a los propietarios con fondos del tesoro y se concede la libertad a Parnell.
El gobierno conservador de Salisbury intentó concederle a Irlanda un estatuto similar al del Canadá, con un
Parlamento elegido y un gobierno provincial, pero las negociaciones secretas se supieron antes de tiempo y estalló un
gran escándalo político; el partido conservador prefirió presentarse ante la opinión como el de la unión anglo-
irlandesa y se desató la cólera contra los “incendiarios” y “terroristas” y .mutiladores de ganado. El problema de
Irlanda se presentaba como una simple cuestión de desorden y crímenes de una minoría de exaltados.
En 1886 Gladstone se decide abiertamente a otorgar la autonomía (Home Rule). Pero su proyecto de leyes
derrotado en el Parlamento y provoca la escisión de los liberales y la derrota electoral del partido. Hasta 1914 no se
aprueba el estatuto de autonomía, tarde ya, cuando un movimiento, el de los Sinn- feiner, reivindica la independencia
total.

12. LA SOCIEDAD VICTORIANA


Nota relevante de la Gran Bretaña victoriana es su excepcional dinamismo demográfico. Desde principios de
siglo hasta el año 1841 la población inglesa apenas ha aumentado, pero entre 1848 y 1911 pasa de 27 a 42.5
millones, a pesar del freno que suponen los 17 millones de emigrantes. Es precisamente al remansarse el caudal
emigratorio, en el primer decenio del siglo XX, cuando este crecimiento acelera su ritmo. Al tiempo que se
multiplican sus efectivos humanos se detecta el trasvase de la población rural hacia las concentraciones urbanas;
Liverpool y Birminghan pasan de los 100.000 habitantes a una cifra que desborda el medio millón; el Londres de
1800, con 1 millón de habitantes, se convierte en una metrópoli de 2.4 millones en 1850 y con sus arrabales alcanza
los 6.5 millones en 1901. En ese momento no admite discusión su posición de primer puerto del mundo; sus barrios
se especializan; la City es el corazón bancario del imperio, Whitehall el de los ministerios y centros de la
administración; los contrastes de lujo y pobreza, señalados por los críticos de la sociedad industrial, pueden
comprobarse con un paseo que lleve de las opulentas mansiones del West End a las barracas del East End, cuya
miseria queda plasmada en los grabados de Gustavo Doré.
En el «taller del mundo» y cenáculo de la democracia liberal existe la misma estratificación social, con agudas
desigualdades, que en cualquier otro país europeo menos evolucionado; de ahí que haya que matizar los juicios
entusiásticos que sobre el modelo inglés se formularon por muchos contemporáneos. Según el análisis que se realizó
en 1867, de los más de veinte millones de ingleses sólo 7.500 superan la renta anual de las 5.000 libras, que les
permite ubicarse en el coto exigente e influyente de los notables; 42.000 disfrutan de ingresos entre las 1.000 y
5.000. y 150.000 entre las 300 y 1.000, nivel que define a las clases medias, frente a 6.5 millones de individuos que
no llegan a las 100 libras de ingresos anuales; es decir, en el siglo de las clases medias no conforman éstas el núcleo
medular en términos cuantitativos de la sociedad, sino que constituyen una minoría, encabezada por familias de
recursos opulentos y apoyada en masas obreras de ingresos muy inferiores.
Cuando se habla de la opulencia victoriana, de las mansiones fastuosas y el tren de vida aristocrática, debe
precisarse que se trata de esa minoría de 7.500 familias que disfrutan de rentas superiores a las 5.000 libras, que viven
en mansiones deslumbrantes en el campo y disponen de un servicio doméstico que no suele bajar de las 24 personas.
¿Esta cúpula social está formada por familias de linaje aristocrático o se integran en ella las familias burguesas
enriquecidas en las actividades financieras de la era industrial? En principio se puede afirmar que la nobleza en
Inglaterra conservó mejor que en el continente su tradicional papel de grupo rector precisamente porque no
constituyó una casta cerrada; en ella podían ingresar los niveles superiores de la burguesía por su riqueza, por
matrimonio o por el estudio en ciertos colegios que a principios de siglo habían estado reservados para la nobleza:
Winchester, Eton, Harrow, o universidades, Oxford, Cambridge, cuyos estudios abrían las puertas del nivel dirigente
de la sociedad británica, o incluso por el ingreso en los herméticos clubes londinenses. La fusión nobleza-burguesía
financiera fue casi total y permitió la pervivencia de valores aristocráticos que en otras sociedades se extinguieron más
de prisa; la etiqueta de la alta sociedad estaba calcada literalmente de la severa del siglo XVIII; todavía en 1893 la
«Etiqueta de la Buena Sociedad, exigía que la mujer se cambiase varias veces al día de vestido para concurrir a los
actos de la vida familiar y social
En un escalón inferior las restantes clases medias, muy numerosas porque más de la mitad de la población
inglesa vive en ciudades y el sector de servicios crece, presenta una gran diversidad: comerciantes, funcionarios,
profesiones liberales.
En las clases bajas los obreros especializados forman una casta superior, a la que se reconoce primero el
derecho de voto y cuyas asociaciones se autorizan antes que los sindicatos. El proletariado, de gran dimensión en una
nación tan industrializada, vive con agobios hasta mediados de siglo; los fenómenos de pauperización inclinaron a
133
Marx a prever que la revolución social que destruiría el capitalismo se iniciaría en Inglaterra. Pero el pauperismo
decrece en la segunda mitad de siglo por el aumento de los salarios y del nivel de vida que conquista la expansión
económica, y por la salida de la emigración para los sectores en situación más precaria. El obrerismo inglés señala al
europeo procedimientos de asociación, como la «Federación socia! Democrática, y la «Sociedad fabiana., que
culminan en los años 90 en el movimiento laborista, del que saldrá un nuevo partido político. Lo que se ha llamado
el espíritu victoriano se caracteriza por el orgullo nacional, un espíritu religioso puritano y el conformismo burgués.
El orgullo nacional se basa en la seguridad de pertenecer aun pueblo privilegiado, cuyas grandezas canta Rudyard
Kipling; el puritanismo religioso se refleja en ciertas actitudes de la Iglesia anglicana, hostil a! liberalismo ya las
costumbres desenfadadas del siglo, mientras otros sectores se aproximan al catolicismo y algunas figuras, como el
cardenal Newman, se convierten: el conformismo burgués hace del culto al dinero ya la austeridad de vida dos
ideales, que contrastan con la distinción de la aristocracia en los viejos castillos rurales.
Esta sociedad de contrastes, entre el campo y la ciudad, entre la riqueza opulenta de los aristócratas y los
problemas de las clases bajas, y su fachada benévola, que trata de ocultar los contrastes, recibe críticas feroces de
escritores dotados de una extraordinaria capacidad de ironía, como Matthew Arnold, crítico mordiente del brillante
período medio del victorianismo; Oscar Wilde, fustigador incansable de la hipocresía puritana; Bemard Shaw,
demoledor, mediante sus paradojas sorprendentes, de la propiedad, la familia, la religión, el matrimonio, o H. G.
Wells, nostálgico de una sociedad libre, sin las trabas con que los convencionalismos encorsetan al individuo. No es
la menor de las virtudes inglesas esta capacidad para autoanalizarse y para percibir la endeblez de los valores en que se
apoyaba la primera potencia mundial,

III. LA ALEMANIA DE BISMARCK

13. CONSTITUCIÓN DEL IMPERIO ALEMÁN


El 18 de enero de 1871, antes de la finalización de la guerra francoprusiana, durante el asedio de Paris, se
proclama en Versalles el Imperio alemán, acontecimiento que supone la aparición de otro gigante en el continente
europeo. Como resulta prácticamente inevitable en estos procesos de simbiosis nacional la nueva potencia nace con
problemas delicados:
-étnicos. Más de diez millones de alemanes quedan fuera de las fronteras del Imperio, mientras cinco millones
de súbditos del emperador Guillermo I pertenecen a otras etnias: polacos, daneses del Schleswig, alsaciano-loreneses,
y constituyen minorías nostálgicas que anhelan su reintegración a las naciones a las que corresponde su identidad
lingüística y cultural.
-políticos. Los diferentes Estados conservan sus asambleas, legislación, tradiciones, y ha de encontrarse el
sistema de engranarlos en una entidad política común; los ciudadanos se sienten bávaros, prusianos, renanos, sajones,
y sólo tras un largo periodo podrían Integrar este sentimiento en el de alemanes.
-religiosos. Otro factor de diversidad; los protestantes constituyen el 60 % de la población, pero el
catolicismo es mayoritario en Baviera y Renania, y ofrece una fuerte implantación en Posnania, Silesia, Baden,
Estados en los que el componente religioso incrementa el recelo ante la hegemonía de la Prusia luterana, mientras por
otra parte las iglesias evangélicas, más autónomas, desconfían de la lealtad de los católicos, que prestan obediencia
aun poder extranjero. La doble confesionalidad implica dos mentalidades y dos éticas. No se formó un partido
protestante, pero sí católico; no obstante, aquellos promovieron un movimiento denominado «Lucha por la
civilización» «Kulturkampf»), que suponía una política de enfrentamiento con los obispos católicos y en el fondo la
creencia de que renanos, bávaros, alsacianos, polacos, eran enemigos del imperio.
-sociales. En los Estados al este del E Iba subsisten en los grandes dominios agrícolas tradiciones feudales en
cuanto a la dependencia de los campesinos con respecto a los señores, mientras en la Alemania central y meridional
predomina la pequeña explotación familiar y en el oeste (Westfalia, Renania) y Berlín el capitalismo industrial ha
propiciado la aparición de una sociedad urbana con un fuerte componente obrerista; de tal disparidad social derivará
la dificultad para el Parlamento de legislar con alcance general y en el orden político la aparición de fuerzas y
partidos de implantación regional.
El carácter fundamental del Imperio estriba en la coexistencia de las nuevas instituciones, emperador, canciller,
parlamento, con las anteriores de los Estados, que conservan sus soberanos, gobiernos y Cámaras legislativas.
La Constitución imperial, aprobada en abril de 1871, supone un compromiso entre unificación y federación, y
entre el principio monárquico y la soberanía del pueblo. El articulado insiste ((n la estructura federal al concebir el
Imperio como la unión de los veintidós Estados monárquicos y los senados de tres ciudades libres, estipulando que
delegan en el Reich algunas de sus atribuciones. Asuntos Exteriores. Ejército, ferrocarriles y correos, moneda,
legislación de Prensa, y mantienen su plena soberanía en instrucción, obras públicas, justicia, al tiempo que el
funcionamiento de sus instituciones de gobierno. Pero el principio teórico federal, evidente en la separación de los
ámbitos de jurisdicción imperial y estatal, yen la fórmula de la delegación por parte de los Estados, que son quienes
transfieren competencias al Imperio y no a la inversa, no puede ocultar el hecho de la supremacía de Prusia, con los
dos tercios del territorio y la mitad de la población (24 de los 46 millones de habitantes). Los prusianos envían al
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Reichstag los dos tercios de los diputados y, aun sin tener mayoría, están en condiciones de paralizar cualquier
votación en el Consejo federal, el Bundesrat. La administración federal está a cargo de los ministerios prusianos, ya
medida que asume funciones el Imperio, es el ministro prusiano, como ocurre con la cartera de Asuntos Exteriores, el
que adquiere, de hecho, la categoría de ministro imperial, no prevista en la Constitución alemana.
Aunque se establece el sufragio universal no se puede hablar de democracia porque las circunscripciones
electorales otorgan ventajas a los terratenientes, ni de parlamentarismo. ya que el canciller sólo es responsable ante el
emperador y el Reichstag no puede derribarlo. Nos encontrarnos con un Estado teóricamente federal, pero con la
prepotencia de uno de los Estados federados. Prusia; teóricamente democrático, pero con la preeminencia de los
grandes propietarios; con una monarquía constitucional que funciona, caso excepcional, sin control parlamentario.
Las concesiones al liberalismo y la democracia no pueden ocultar el carácter autoritario y centralizador del modelo
político alemán.
Derivan, en gran parte, estas antinomias de la perduración de estructuras políticas preindustriales en los
Estados, en los que la Cámara Alta o de los señores estaba formada por nobles escogidos por los soberanos, y la
Cámara Baja o Landtag se elegía por sufragio censitario o por una peculiar aplicación del sufragio universal. Así, en
Prusia los ciudadanos son clasificados en tres categorías, cada una de las cuales pagaba el mismo monto de impuestos;
de esta manera los más acaudalados contribuyentes proveían de los dos tercios de los diputados, mientras el resto de
la población, incluida en la tercera clase, disponía de un tercio de la representación; era un sistema que aseguraba la
preeminencia de los terratenientes y la alta burguesía.
El poder legislativo del Imperio reside en dos Cámaras, el Reichstag o Parlamento, elegido por sufragio
universal, y el Bundesrat o Cámara de los Re- presentantes de los Estados -designados por los soberanos-, que podía
vetar las leyes del Reichstag. La relación entre las dos Asambleas, cuyos diputados eran elegidos por procedimientos
tan diferentes, presentó en los primeros años perfiles problemáticos.
Por la persistencia de instituciones estatales y la diversidad de sistemas electorales y situaciones sociales se
explica que no existiera en 1871 ningún partido político de implantación en toda Alemania y que el nacimiento
posterior de múltiples partidos, y dentro de ellos de tendencias, hiciera imposible la transferencia del sistema inglés.
Pero la creación del Reichstag imperial y el sufragio universal propiciaron la organización de fuerzas de alcance
nacional. Cuatro grupos pueden distinguirse:
a) Conservadores. Su base social radica en la aristocracia latifundista, los junkers, militaristas, nacionalistas
prusianos, recelosos de que la gran Alemania contribuyera al debilitamiento de su prepotencia social, preocupación
que no se cumplió porque, tras la crisis de 1873, es visible el aumento de la clientela conservadora. Su programa se
resume en el apoyo a las prerrogativas del emperador y privilegios nobiliarios. y en la identificación con la Iglesia
evangélica. Gracias a la ley de las tres clase6 controlan el Landtag de Prusia; gracias a su influencia sobre el
campesinado, al que organizan en grupos en el momento de depositar los votos en las urnas, disponen de casi la
cuarta parte de los escaños del Reichstag. Un grupo minoritario, más moderado, apoya sin reservas la política
unificadora de Bismarck; lo componen altos funcionarios y magnates de la industria, precisamente los beneficiarios
del engrandecimiento territorial de Alemania.
b) Liberales. Con más de la mitad de los escaños controlan el primer Reichstag; su clientela electoral
comprende desde la burguesía terrateniente y cuadros de la industria hasta grupos intelectuales, pequeños
funcionarios, empleados, parte del campesinado. Pronto se escinde en un ala derecha (liberales-nacionales), que se
inclina hacia los conservadores y simpatiza con su política de orden público frente a la movilización del proletariado
por los socialistas, y una izquierda (progresistas), dirigida por Eugen Richter y Bamberger, que defiende un programa
democrático: régimen parlamentario auténtico, supresión de la ley de clases para los landtag de los Estados, reforma
fiscal, régimen de libertades cívicas, programa que forzosamente tenía que desembocar en el choque con Bismarck.
c) Católicos. Nota peculiar del espectro político germano es la aparición en 1871 de un fuerte partido
católico, el partido del Centro (Zentrum), como defensa contra la Prusia luterana. Lógicamente se implanta en los
Estados de población católica; socialmente su clientela corresponde a las auténticas clases medias -propietarios
agrícolas, pequeños empresarios- ya los obreros católicos. En sus documentos pueden leerse las primeras
formulaciones de pensamiento social católico, postulador de la intervención del Estado en los conflictos. A pesar de
que se presentó como partido de masas dependía del apoyo de la Iglesia y de la Prensa, y terminó por estar dirigido
por grandes burgueses y aristócratas católicos, con lo que se anticipa la antinomia usual en la historia del catolicismo
social de programas progresistas en la letra y fuerte conservadurismo de los dirigentes.
d) Socialdemócratas. Se organizan con un programa revolucionario inspirado en Bebel y Liebknecht, que se
aleja de las posturas moderadas de Lasalle. La ley de excepción de 1878 les excluyó varios años de la vida política,
pero el partido continuó su actividad clandestina y, a pesar de las discrepancias entre los radicales, partidarios de la
acción revolucionaria, y los moderados, inclinados a la lucha legal dentro de las instituciones, el partido acumuló
sucesivos éxitos electorales, pasando del medio millón de votos de 1877 y 1884 al millón y medio de 1890. Con el
programa de Erfurt (1891) se convierte en un partido de masas. Con Kaustky comienza a preferir los métodos
pacíficos, «un partido revolucionario pero que no hace revoluciones».

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En las elecciones sucesivas los partidos de derecha fueron perdiendo, paulatinamente, votos; los liberales y el
«Zentrum» se mantuvieron en un 23 % y en un 15% respectivamente, y los socialdemócratas (SPD), a pesar de que
no consiguieron el apoyo de los sindicatos ya pesar de sus divergencias internas, fueron elevándose desde un 2 aun 39
%. En veinte años se debilita la prepotencia de los «junkers» y se señala la presión, cada vez más fuerte, de las masas
obreras.

14. POLÍTICA INTERIOR DE BISMARCK


El autentico talante de Bismarck era el de un junker prusiano, hostil al liberalismo y que, como se refleja en
sus discursos, y después en sus Memorias, redactadas tras su apartamiento de la política, sentía aversión por el
Parlamento y las dilaciones de las discusiones en las Cámaras. Tuvo, no obstante, el buen sentido de respetar
instituciones y posturas políticas en las que no creía, se ha hablado de las guerras preventivas» de Bismarck en su
gobernación de Alemania. Los enfrentamientos para impedir el auge de fuerzas que consideraba hostiles se centraron
en los católicos y en los socialdemócratas.
La hostilidad de Bismarck al partido del Centro y la Iglesia católica prusiana estaba provocada por su temor a
una alianza interna-externa; entreveía la posibilidad de un entendimiento entre los católicos prusianos y Austria,
Francia, los polacos y el partido guelfo alemán. Por sus ideas religiosas los católicos prusianos, según Bismarck,
podían olvidar su patriotismo y entenderse con potencias extranjeras. Su política la basó en la separación de la Iglesia
y el Estado, lo que no veía que ocurriera en los países mayoritariamente católicos y en la separación de la Iglesia de la
enseñanza. La resistencia de los católicos provocó el encarcelamiento y proceso de algunos obispos. A partir del
ascenso al solio pontificio de León XIII, excelente diplomático, la situación mejoró y las tensiones se suavizaron.
La enemistad de Bismarck hacia los socialdemócratas se había fraguado en la negativa de Bebel y Liebknecht
en 1870 a votar loS créditos militares para continuar la guerra contra Francia y en su apoyo a la Comuna parisina;
estos dos hechos convencieron al Canciller de que el socialismo constituía una doctrina perniciosa que minaba los
cimientos de la sociedad y el Estado»; en el fondo el internacionalismo no parecía precisamente un elemento de
cohesión en la etapa de mitos pangermánicos. El éxito electoral de los socialistas en 1877 y su formidable
organización propagandística, con periódicos y octavillas, inquietó a los grandes industriales ya Bismarck. El atentado
contra el emperador, en mayo de 1877, proporcionó al Canciller el pretexto que buscaba para proponer una ley de
excepción, pero el Reichstag la rechazó. Otro atentado, en junio de 1878, inclinó a Guillermo I a la disolución del
Parlamento, y tras una campaña violenta contra los promotores de desórdenes los conservadores salieron reforzados,
lo que permitió la adopción de la ley de excepción de octubre de 1878, que se renovó cada dos años hasta 1890. Con
su aplicación se podía acosar a los grupos socialistas, secuestrar sus periódicos, prohibir sus reuniones, asignar
residencia obligatoria a sus seguidores. A pesar de la persecución los socialistas mantuvieron su actividad clandestina
y aumentaron su clientela electoral.
Pero en la denuncia de los abusos en las fábricas se oían ya otras voces, como la del obispo de Maguncia,
Ketteler, y la de diversas organizaciones católicas. Bismarck, pensando en frenar a los socialdemócratas con una
política social realizada desde el gobierno y en calmar a los liberales y Zentrum», alarmados por la ley de excepción,
elaboró una legislación paternalista, con tres leyes sobre enfermedad, accidentes y ancianidad, que demostrarían a los
obreros el papel protector de los desheredados que el Estado podía jugar .En aquel momento se trataba de leyes
únicas en Europa; la de seguros de accidente preveía el pago de pensiones a los inválidos, la de la vejez señalaba el
retiro a los setenta años y habría de base en las cotizaciones a partes, iguales de empresarios y obreros. Sus enemigos
le acusaron de caminar hacia un .socialismo de Estado», pero lo cierto es que Bismarck se limitó a medidas aisladas y
se resistió a las más progresivas, como la del descanso dominical y la limitación de los horarios de trabajo. Los
obreros no aceptaban de buen grado las cotizaciones que mermaban sus ingresos; las condiciones de salubridad y
seguridad en los talleres no mejoraron durante la gestión del Canciller; ninguna reforma en la ley de contratos reforzó
la seguridad en el empleo. El descontento se plasma en el volumen creciente de los movimientos huelguísticos; en el
año 1889 400.000 trabajadores participaron en 110 huelgas; la de los mineros del Ruhr sobrecogió a los
contemporáneos por el número de huelguistas, su duración y su dramatismo (ametrallamiento). La intervención del
ejército y la petición de mediación del emperador muestran el desbordamiento de Bismarck y el gobierno.
No menos complejo fue el problema de las minorías nacionales. La cuestión polaca ofrecía mayores
dimensiones; tres millones de polacos distribuidos por Posnania, la Alta Silesia y algunas regiones de Prusia
occidental, se oponían al Estado alemán invocando recuerdos históricos y diferencias étnicas (eslavos), lingüísticas,
religiosas (católicos) y sociales (campesinos frente a gran- des propietarios prusianos). Dirigidos por una élite de
terratenientes y clero, sus peticiones en ninguna forma podían ser consideradas maximalistas, ya que se limitaban a
solicitar un estatuto que les permitiera cierta autonomía; pero Bismarck, viendo en ellos separatistas, intensificó la
germanización, prohibiendo la lengua polaca y tomando medidas represivas contra el clero católico polaco. Se intentó
vender tierras parceladas de los grandes propietarios polacos para construir comunidades agrícolas germanas, pero la
nobleza polaca se adelantó, fundó un Banco y compró la mayoría de los lotes.
Similar política se adoptó con respecto a los 200.000 daneses del Schleswig. Medidas como la sustitución de
los funcionarios nativos por alemanes, la persecución de periódicos daneses, la obligatoriedad de la lengua alemana,
136
provocaron la resistencia y la reclamación del plebiscito previsto en el Tratado de Praga de 1866, pero la protesta
danesa tuvo un alcance más limitado que la polaca. En Alsacia y Lorena millón y medio de ciudadanos franceses, tras
la derrota en la guerra de 1870, pasaron a depender de la autoridad imperial. Algunas medidas de atracción, como la
elección de diputados para el Reichstag o la creación de lazos económicos, no terminaron de integrar a la población
en el Imperio; menos todavía lo consiguió la posterior política de represión, dirigida por el príncipe de Hohenlohe a
partir de 1885, con disolución de asociaciones francesas y secuestro de periódicos. El sentimiento pro francés se
mantuvo encendido y constituía un problema vivo cuando estalló la Primera Guerra Mundial.
En 1890 el nuevo emperador, Guillermo II, le abandona cuando Bismarck choca con el Reichstag, que
deseaba suavizar una ley antisocialista. En sus Memorias refleja su rencor hacia el joven emperador que ha provocado
su dimisión.

15. EL DESARROLLO ECONÓMICO


Alemania se convierte en este periodo en una gran potencia industrial, aprovechando una serie de factores
favorables: la unificación del mercado nacional, especie de “Zollverein" ampliado, además de estimular los
intercambios comerciales, incrementa la inversión en un momento de optimismo; la unificación se produce en una
coyuntura de expansión mundial, aunque el cambio de tendencia esté ya próximo; la indemnización de 5 mil millones
de francos oro que tiene que pagar el gobierno francés libera capitales y permite la concesión generosa de pensiones
que potencian el consumo; Alsacia y Lorena aportan una potente industria algodonera y recursos minerales. Alemania
salda sus deudas y el Estado se lanza a la construcción de ferrocarriles, el más potente incentivo para la expansión
siderúrgica. Resulta espectacular el desarrollo de los bancos, veintitrés instituciones nuevas aparecen en los primeros
años; las sociedades por acciones pasan de 276 a 928 entre 1870 y 1873. Expansión, optimismo, fiebre inversora,
desarrollo acelerado constituyen las líneas maestras de esta fase auroral del Imperio.
El exceso de especulación, fomentado por el dinero fácil al cobrar las indemnizaciones de guerra, desembocó
en la crisis de 1873. Escribía L'Egalité algunos años después este comentario revanchístico sobre el pago en francos
del monto de la indemnización: .Si Francia no ha estado en peligro de ruina por pagarlos, Alemania, en cambio,
estuvo a dos pasos del desastre al cobrarlos". Se repitió en Berlín el agio que había conturbado en otras fechas a
Londres o Nueva York. El descenso de los beneficios produjo el de los valores y finalmente el hundimiento de las
cotizaciones; aparte de los errores, de la in- versión especulativa en sectores que no podían en aquel momento
proporcionar rentabilidad, la crisis de la Bolsa señala a escala internacional el paso de una fase de expansión a otra de
contracción que duraría más de veinte años.
A pesar de esta interrupción y de otras depresiones cíclicas, en los años siguientes el empresaríado alemán
respondió con extraordinario talento; para hacer frente al desafió las empresas se unieron y concentraron; mientras
desaparecían las pequeñas y medianas, aumentaba el número y dimensión de los Kartells: Gelsenkirchen controla el
carbón; Thyssen, la siderurgia; Badis. che Anilin, la industria química. De estos oligopolios juzgó Emil Kirdef que
eran hijos de los malos días, es decir, habían sido el procedimiento para sal- var la crisis, y proporcionaron el modelo
a EEUU y Japón; el austriaco Klein- wachter señalaba entre sus ventajas la de evitar la superproducción.
No desaparecen los grandes dominios agrarios gobernados por los junkers; más que por cambios de estructura
de la propiedad la agricultura alemana destaca por sus audaces innovaciones técnicas, por su pronta mecanización y
lautilízación de abonos químicos, con lo que se convierte en la más moderna de Europa, a pesar de que en un proceso
paralelo al inglés, ante la absorción de brazos y capitales por la industria, Alemania termina por encontrarse en la
necesidad de importar parte de sus alimentos. La industria se convierte en la palanca de la potencia germana, al
disponer de depósitos inagotables de carbón, hierro y una abundante mano de obra, 50 millones de habitantes en
1850. En la década de los 80 la extracción de carbón pasó de 6 a 10 millones de Tn, la producción de hierro casi se
duplicó, la de acero se triplicó.
A partir de 1890 el desarrollo cobra un ritmo más rápido. Alemania se convierte en la tercera Potencia
mundial en carbón, en la segunda en acero, con una producción doble que Inglaterra, y en la primera en la industria
química y eléctrica. Su organización científica -laboratorios- su estructura bancaria -concesión de créditos sin
garantía-, la programación gubernamental de vías férreas, puertos, canales, la expansión de las finanzas y el comercio
exterior, señalan las medidas de un coloso. Esta expansión económica suscita sueños de expansión imperialista.
Alemania, aunque ha llegado tarde al reparto europeo del mundo, no deja de formar un imperio colonial. Pero los
hombres de negocios alemanes creen que no ocupa el lugar que le corresponde; en tomo a este coloso se desatan en el
siglo XX tensiones y conflictos que afectan al mundo entero.

DOCUMENTOS
I. “YO ACUSO” CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
El lenguaje es muy característico, con sus expresiones solemnes, de todos los documentos que reflejan
conflictos políticos o sociales. Señálense algunas frases. Coméntese el papel de las instituciones en el caso Dreyfus, a
través de este artículo: intelectuales, ejército, presidencia de la República, prensa.

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“Lo repito con una certeza aún más vehemente: la verdad ha emprendido su marcha y nada la detendrá. Hasta
hoy no se había puesto realmente en marcha el caso, ya que hasta hoy no estaban claras las posturas: por una parte,
los culpables, que no quieren que se aclaren las cosas: por otra, los justicieros que darán su vida por esclarecer el
asunto. Cuando se esconde bajo tierra la verdad, ésta se acumula, adquiere una fuerza explosiva tan importante, que el
día que estalla, lo arrastra todo consigo. Ya se verá más adelante si no se acaba de preparar el más estrepitoso de los
desastres. Pero esta carta es larga, señor Presidente, y ha llegado el momento de concluir.
Acuso al general Mercier de haberse hecho cómplice, aunque sólo sea por falta de entereza, de una de las
mayores iniquidades del siglo.
Acuso al general Billot de haber tenido entre sus manos las pruebas irrefutables de la inocencia de Dreyfus y
de haberlas camuflado, de haberse hecho culpable de ese crimen de lesa humanidad y de lesa justicia, con un
propósito político y para no comprometer al estado mayor.
Acuso al general de Boisdeffre y al general Gonse de haberse hecho cómplices del mismo crimen, uno de ellos
sin duda por pasión clerical, el otro quizá por esa conciencia de casta que hace de las oficinas de la guerra el arca
santa inatacable.
Acuso al general de Pellieux y al comandante Ravary de haber realizado, una investigación alevosa, con ello
quiero decir una investigación de una parcialidad monstruosa, de la que poseemos, gracias al informe del segundo, un
monumento imperecedero de ingenua audacia:
Acuso a los tres expertos en escritura, los señores Belhomme, Varinard y Couard, de haber proporcionado
informes falsos y fraudulentos, amenos que un examen médico los considere enfermos de la vista y del juicio.
Acuso a las oficinas de guerra de haber mantenido en la prensa, en particular en L'Éclairy en L'Écho de Parls,
una campaña abominable, para desorientar a la opinión y encubrir su falta.
Acuso, por último, al primer consejo de guerra de haber violado el derecho, condenando a un acusado
basándose en un documento que se ha mantenido secreto, y acuso al segundo consejo de guerra de haber encubierto
dicha ilegalidad, por orden, cometiendo a su vez el delito jurídico de absolver a sabiendas a un culpable.
Al realizar estas acusaciones no ignoro la existencia de los artículos 30 y 31 de la ley sobre la prensa del 29 de
julio de 1881, que castigan los delitos de difamación, y me expongo a ello voluntariamente.
En cuanto a las personas a las que acuso, no las conozco, no las he visto nunca no siento por ellas ni rencor ni
odio. No son para mí más que entidades, seres creadores de maldad social, y el acto que realizo aquí no es más que
un medio revolucionario para adelantar la explosión de la verdad y la justicia. No tengo más que un interés, el de la
luz, en nombre de la humanidad, que tanto ha sufrido y que tiene derecho a la felicidad. Mi protesta acalorada no es
más que el grito de mi alma. Por tanto, ¡que se atrevan a hacerme comparecer en la Audiencia y que la investigación
se lleve acabo a plena luz!
Estaré esperando. Le transmito, señor presidente, mi más respetuoso saludo.”
Émile ZoLA (publicado en L'Aurore de Clemenceau, el 13 de enero de l898).

2. GLADSTONE y LA CUESTIÓN DEL «DOME RULE» PARA IRLANDA (1886)


¿Qué vertientes del problema se recogen en este discurso en el Parlamento? ¿Se deduce la división de los
diputados antes de la votación?

“...¿Cómo se plantea la cuestión irlandesa? ¿Han pensado mis honorables colegas que iban a entrar en conflicto
con una nación? ¿Qué trabas poner a la reivindicación de una nación cuando ésta no es exagerada ni peligrosa?
Existen multitud, creo que incluso millones y millones de personas... que consideran que la reivindicación (irlandesa)
no es disparatada ni peligrosa. En nuestra opinión, sólo puede plantearse una cuestión: está relacionada con el
momento y las circunstancias en las que se debe dar una respuesta afirmativa. Pues se dará, estamos seguros.
Darla libremente y con dignidad, recibiendo testimonios de gratitud y reconocimiento; o darla bajo coacción,
con resentimiento, y un resentimiento renovado a cada paso realizado por la vía escogida de ese modo. Se trata, para
nosotros, de una diferencia fundamental y es esa razón esencial la que nos hizo actuar en el pasado y nos hace actuar
en la actualidad.
En mi opinión, este es uno de los momentos dichosos de nuestra historia, una de las ocasiones que pueden
sobrevenir y eclipsarse, pero que se vuelven a presentar raras veces y, en ese último caso, lo hacen después de un largo
intervalo de tiempo ven circunstancias que nadie puede prever…
Los católicos romanos consiguieron su emancipación después de veintinueve años de desprecio atroz de
promesas solemnes, se emanciparon lentamente, a disgusto, no por una voluntad positiva sino a causa de un terror
abyecto, método de legislación que da todos los frutos y consecuencias que de ordinario le acompañan... La
representación de Irlanda ha sido reformada por completo; y. lo digo con gratitud, se le ha concedido la libertad a
Irlanda, con arreglo a las medidas de reforma del año pasado, adoptando una actitud liberal y con los brazos abiertos;
la concesión de esta libertad era el último acto requerido para garantizar a Irlanda el éxito de su último esfuerzo,
Hemos dado a Irlanda una voz; por tanto, todos debemos prestarle atención un instante. Todos debemos escuchar,
desde los dos lados, desde los dos partidos, tal como están, divididos con respecto a esta cuestión, divididos, temo,
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por un abismo casi infranqueable. No subestimamos ni despreciamos las fuerzas a las que nos enfrentamos. Las he
descrito... Ustedes tienen el poder, tienen la riqueza, tienen los altos cargos, tienen los puestos elevados, tienen la
organización. ¿Qué tenemos nosotros? Creemos tener el corazón del pueblo; creemos y sabemos que tenemos la
promesa de la cosecha del porvenir...
Irlanda espera su respuesta, con esperanza y casi suplicando... Solicita que se olvide el pasado yeso nos interesa
aún más a nosotros que a ella. ..
Lo que queremos es hallar de nuevo las tradiciones que nos guían en todos los aspectos, salvo en lo que
respecta a nuestras relaciones con Irlanda. Acogemos favorablemente su petición de olvidar el pasado. Nos pide
también nuestra bendición para el futuro; y esta bendición para el futuro, si no me equivoco, será una bendición para
nosotros y nuestro honor más que una bendición para ella, su felicidad, su prosperidad y su paz. Ese es su ruego.
Reflexionen, se lo suplico, reflexionen a fondo, reflexionen con juicio, reflexionen, no piensen en el presente sino en
los años venideros, antes de rechazar la propuesta de ley.
La ley es votada. La Cámara se divide: Sí: 311; No: 341; Mayoría contra el proyecto: 30.”
En VOILLIARD: Documentos pp. 69-71.

3. EL PROGRAMA DEL PARTIDO CONSERVADOR EN ALEMANIA


Comentar los puntos sobresalientes y, en alguno de ellos, contrastarlo con las posturas de los partidos más
avanzados.
1. Queremos conservar y reforzar las ideas cristianas en el pueblo y el Estado, y consideramos que su práctica
en la legislación es la base de cualquier sano desarrollo. El Estado y la Iglesia son dos instituciones queridas por Dios,
y su colaboración mutua es la condición previa para el sanea- miento de nuestra vida nacional. Por una parte,
reconocemos al Estado el derecho, en virtud de su soberanía, de regular sus relaciones con la Iglesia; por la otra, no
queremos violentar las conciencias, y por consiguiente no queremos que la legislación estatal se inmiscuya en el
terreno de la vida interna de la Iglesia. Por ello, defendemos el derecho legítimo de la Iglesia Evangélica a regular con
toda independencia su organización interior. Consideramos que la escuela cristiana confesional es el fundamento de
la educación del pueblo y la más importante garantía contra la creciente depravación de las masas y contra la
disolución en aumento de todos los lazos sociales. Combatimos la influencia judía, que ejerce por todas partes su
presión disolvente sobre nuestra vida nacional. Reclamamos para el pueblo cristiano autoridades cristianas, y para los
alumnos cristianos, maestros cristianos.
2. Queremos reforzar y consumar en un sentido nacional la unidad conseguida por nuestra patria, basándonos
en la Constitución del Reich. Queremos que dentro de esta unidad queden preservados la legítima independencia y
los caracteres propios de los diferentes Estados y grupos de nuestro pueblo. Queremos conservar en las provincias,
términos y comunas la autonomía administrativa, cimentada no sobre el sufragio universal, sirio en los grupos
naturales y cuerpos orgánicos de la población.
3. Queremos que la monarquía de derecho divino prevalezca, y combatir, cualquier esfuerzo que pretenda
debilitar o limitar la monarquía en beneficio de un Gobierno parlamentario.
4. Esperamos que el nuevo código civil lleve la impronta de los conceptos jurídicos nacionales alemanes.
5. Nos pronunciamos en favor del ahorro en todos los gastos del Reich y de los Estados, a fin de mantener la
prosperidad del país y de no sobrecargar al pueblo con impuestos.
6. Vemos en la fuerza militar del pueblo alemán una condición indispensable para asegurar el poderío de la
nación y mantener la paz.
7. Apoyaremos la continuación de una política colonial lógica y consecuente, bajo la protección del Imperio.
8. Nos basamos en el mensaje del soberano del 17 de noviembre de 1881, que definió los principios del
cristianismo práctico en la legislación social... De la misma forma que hemos actuado para conseguir una mejora de la
condición de los trabajadores -lo cual entraña una pesada carga para los patronos-, así consideramos como uno de los
deberes más perentorios de la política social el reforzamiento de las clases medias en la ciudad y en el campo, y la
desaparición de los privilegios del gran capital financiero. Re- clamamos una eficaz intervención del Estado contra
toda búsqueda de beneficio que perjudique a la comunidad...
9. Queremos una legislación sobre la herencia y la familia, que asegure la conservación de un campesinado
poderoso. Con este fin, consideramos que es deseable una legislación sobre las pequeñas propiedades territoriales, y la
transformación de las deudas hipotecarias, que pesan sobre la pro- piedad territoríal, en rentas amortizables.
10. Respecto a la agricultura, que sufre las condiciones desfavorables que presenta el mercado mundial, el
régimen monetario, internacional y nuestra evolución económica interior, consideramos que se debe mantener una
protección aduanera, tal como existe, e incluso preparar una protección mucho más eficaz aún...
11. En cuanto a la industria, consideramos que es preciso conservar la protección aduanera impuesta por la
competencia extranjera y, si es posible, reforzarla.
12. Referente al artesanado, se muestran especialmente necesarios la creación de certificados de aptitud, el
reforzamiento de las corporaciones y la fundación de asociaciones cooperativas. Hay que proteger el comercio y la

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industria por medio de la limitación y vigilancia de la venta ambulante y de la venta a crédito, y por la prohibición de
los mercados ambulantes...
13. Hay que someter las actividades de la bolsa a una eficaz vigilancia de parte del Estado...
14. Aquellos miembros de la social-democracia y del anarquismo cuyos actos hostiles a la patria y subversivos,
hacen peligrar amplios sectores de nuestro pueblo, deben ser combatidos como enemigos del orden público.
15. Una prensa sin escrúpulos, que socava al Estado, la Iglesia y la sociedad, debe reprimirse vigorosamente.
Defensa del cristianismo, de la monarquía y de la patria; protección y estímulo a toda actividad honesta;
salvaguardia de toda legitima autoridad, éstos son los principios esenciales que el partido conservador alemán lleva
escritos en su estandarte.
8 diciembre 1892.”
En Pierre GUIU-EN: El Imperio alemán. pp. 215-217.

CAPITULO XV: FORMACION DE LOS IMPERIOS COLONIALES


1. TEORÍAS SOBRE EL IMPERIALISMO
La palabra imperialismo comienza a utilizarse hacia 1840, en una fase en que la potencia industrial y
demográfica de algunas naciones europeas les impulsa a una proyección mundial. Este desbordamiento de Europa
hacia otros continentes y su impacto constituyen uno de los fenómenos claves de la historia contemporánea. El
término imperio, que pasó del lenguaje geográfico y político a convertirse en instrumento ideológico, designa
conjuntos políticos caracterizados por su amplitud territorial multicontinental y por su heterogeneidad, al abarcar
diversidad de naciones, razas y culturas. No se trata de un fenómeno nuevo, puesto que, desde el Renacimiento,
España, Portugal, Francia, Inglaterra, habían mostrado esta vocación difusora de civilización, pero con las
revoluciones industrial y demográfica adquiere perfiles que permiten hablar de un proceso diferente. Los imperios
preindustriales se basaban en la extracción de productos exóticos, compañías de navegación y monopolio comercial; a
partir de 1870 el expansionismo de las potencias europeas presenta rasgos cualitativamente distintos, como
extracción de materias primas para el trabajo de la industria, directrices gubernamentales, exportación de capitales y
hombres, conflictos derivados de la concurrencia de las grandes potencias en zonas estratégicas del planeta. Para las
nuevas potencias imperiales (Inglaterra y Francia fundamentalmente) las viejas (España, Portugal, Holanda) se
caracterizan por una serie de arcaísmos (esclavitud o trabajo forzado, proteccionismo dentro de los cánones del
mercantilismo, explotación deficiente, exploración sólo parcial). La novedosa concepción colonial, como gran
empresa nacional que transformará aun tiempo a la colonia ya la metrópoli, se forjó por la dinámica de los procesos
revolucionarios del XIX en los campos demográfico y económico, y no se aceptó sino tras una etapa de recelos;
Disraeli, auténtico pionero del imperio británico, exclamaba en 1852; antes de su conversión al credo imperialista:
.estas malditas colonias se independizarán dentro de unos años y no son más que una piedra de molino colgada a
nuestros cuellos». ¿Cuál es el motor de esta europeización del mundo, de la formación de imperios coloniales al
servicio de las grandes potencias industriales? Las diversas teorías han otorgado primacía a los factores económicos o
políticos.
Los contemporáneos, especialmente los políticos que pilotaron el proceso, como el francés Jules Feny,
intentaron subrayar su vertiente civilizadora; se habla de «misión», de derecho a .utilizar los recursos que nos ofrece
en todas partes la naturaleza»: Kipling canta con entusiasmo la supremacía del hombre blanco». Pero los
historiadores pronto señalaron móviles menos altruistas; Conant, en una obra de 1898, apunta por vez primera la
colocación de capitales; y el inglés Hobson, cuatro años después, en Imperialismo: a study, obra que provocó el
repudio académico hacia el autor, demuestra que la expansión no repercute en beneficio del conjunto del país sino de
una minoría, y que el desarrollo industrial hubiera resultado menos sectorial de no existir expansión colonial; por
tanto, el imperialismo no es un efecto del capitalismo, sino una distorsión provocada por sus beneficiarios, la
oligarquía omnipotente de industriales exportadores, y en otro orden la democracia degenera ante el impacto de
sentimientos chauvipistas y militaristas. La denuncia de Hobson escandalizó en un momento en que los pueblos
respaldaban el proyecto imperial. Los autores marxistas insisten en subrayar los aspectos financieros de inversión de
capitales como motor de la edificación de imperios coloniales: Kaustky, Otto Bauer, Rosa Luxemburgo aportaron
diversos argumentos y puntos de enfoque. La transformación del capital en capital financiero y la consiguiente
necesidad de las metrópolis de encontrar espacios cada vez más vastos para sus operaciones está más desarrollada en
la obra del austriaco Hilferding El capital financiero (1910), en la que se explica cómo se produce plusvalía en el
extranjero para revertir e incrementar los capitales nacionales. Las obras de Hobson y Hilferding influyeron en Lenin,
cuyo estudio, El imperialismo, estadio supremo del capitalismo, es el clásico de la explicación económica del
imperialismo. Ya en el prefacio al libro de Bujartn, La economía mundial y el imperialismo, afirma que sin estudiar la
naturaleza del imperialismo, es imposible comprender qué son la guerra y la política de hoy». Lo fundamental, en
140
explicación de Lenin, es que la libre competencia característica del capitalismo ha sido sustituida en esta fase mundial
por el monopolio, se exportan capitales en vez de mercancías y el mundo se ha repartido entre grandes asociaciones
capitalistas monopolistas y entre grandes potencias que les sirven de instrumento:
.El imperialismo es el capitalismo en aquella etapa de desarrollo en que se establece la dominación de los
monopolios y del capital financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación del capital; en que
empieza el reparto del mundo entre los trusts internacionales: en que ha culminado el reparto de todos los territorios
del planeta entre las más grandes potencias capitalistas.»
Esta línea exegética ha llegado hasta nuestros días (Bettelheim; con ciertas modificaciones en los
tercermundistas como Pierre Jalée, Poulantzas, etcétera}. Sin negar la importancia del factor económico otros
historiadores han subrayado la fuerza de factores diferentes, así William Langer, que desarrolla ideas de la obra de
Schumpeter Sociología del imperialismo (1919). Schumpeter cree que el imperialismo ha existido siempre y no por
motivaciones económicas, aunque éstas puedan entremezclarse con posturas xenófobas y agresivas, para concluir, en
una posición antipoda de Lenin, que «el capitalismo es, por naturaleza, antiimperialista, de aquí que no podamos
imputarle las tendencias imperialistas que actualmente existen». Si bien esta apología del capitalismo no encontró
muchos seguidores, de la controversia se desprende que en efecto existe una dimensión económica en la expansión,
pero no necesaria- mente constituye el motor único. Algunos autores han precisado que Gladstone vio al principio en
las colonias una carga, no un negocio, y que Prusia tuvo más interés en el Zollverein que en conquistar mercados
fuera de Europa. Raymond Aron se ha resistido a aceptar determinismos en las conductas diplomático-estratégicas y
afirma que los Estados buscan alternativamente poder, gloria, expansión territorial, misionerismo religioso, al tiempo
que critica la tesis de Lenin, demostrando que Francia colocó más capitales en el extranjero que en sus colonias.
A las raíces del colonialismo francés se ha prestado particular atención. Se ha demostrado que en la conquista
de Túnez no hubo presión de los hombres de negocios (estudios de Brunschwig. Langer y David Landes). En el caso
de la construcción de Suez, para los franceses ofrecía mayor interés el aspecto estratégico que el estrictamente
comercial. De los debates se puede concluir la constante del factor económico, pero normalmente acompañado por
otros móviles, de prestigio para Francia era necesario recuperar el papel perdido tras la derrota de 1870-, de
filantropía a veces, de presión demográfica en algunos casos.
En la formación del imperio británico el estudio clásico de Hobson (1902) había señalado casi
exclusivamente factores económicos; la conocida frase de Chamberlain, «el imperio es el comercio», resumiría los
objetivos ingleses. Posteriormente otros autores han señalado la importancia del factor geográfico en la configuración
del imperio, así la obra, presidida por un determinismo moderado, del australiano Taylor. En los estudios más
recientes como el de George Bennet, se coloca como preocupación clave la protección de la ruta de las Indias, en la
que no sólo se encontraran vertientes económicas, sino también geopolíticas. Una gran potencia debe estar presente
en todos los puntos del globo y en el caso inglés se subordina cualquier otra consideración al control de las rutas del
mar, preocupación que es anterior a la revolución industrial y al gran capitalismo.
Quizás habría que distinguir entre imperialismo y colonización. Entonces se percibirían en ésta factores
psicológicos y políticos más difuminados en aquél; y probablemente habría que diferenciar el proceso del siglo XIX y
el del XX y diseñar una tipología de los diferentes modelos nacionales.

2. CAUSAS DE LA EXPANSIÓN COLONIAL


Se pueden señalar como motores de la expansión la demografía, la economía, la política y, finalmente,
aspectos culturales e ideológicos.
El crecimiento de la población europea provoca en muchos países una fuerte presión demográfica, que no
tiene otra salida que el intento de muchas familias de iniciar una nueva vida en otros continentes. Cuarenta millones
de europeos abandonan sus patrias desde comienzos del siglo XIX hasta 1930, plazo que podría reducirse a 1850-
1914; se trata de las migraciones más in- tensas de la historia. En los años 80 se alcanza la cifra de medio millón
anuales, en 1887 se llega a los ochocientos mil, es un proceso cada vez más acusado, en el que incide el progreso del
transporte -Leroy Beaulieu ha estudiado el papel decisivo que juegan los barcos de vapor- y fenómenos psicológicos
de imitación; América se convierte en un señuelo, en una palabra prometedora de fortunas rápidas. En los puertos se
señala la presencia de esta marea humana; las compañías transatlánticas hacen sus negocios con la afluencia de
viajeros.
Hemos hablado ya de este flujo migratorio, estimulado también por los países de recepción, y cuyas rutas
están determinadas en gran parte por la Identidad lingüística de las naciones de emigración e inmigración.
Los factores económicos han sido sobrevalorados, pero no pueden subestimarse. En otros continentes
encuentran Inglaterra. Francia, Alemania. Holanda, Bélgica, campos de inversión para sus capitales; construyen la red
de ferrocarriles, modernizan las instalaciones de los puertos, efectúan préstamos a los gobiernos que carecen de
fondos para iniciar el desarrollo; son los aspectos financieros de la expansión. La crisis económica de 1873 y el
cambio de Trend, con un descenso de los precios, inclina a las potencias al proteccionismo, con lo que se suscita la
necesidad de encontrar nuevos mercados que no estén protegidos por barreras aduaneras; expansión colonial y
proteccionismo suelen aparecer juntos. La búsqueda de materias primas para la industria contribuye a la aparición de
141
europeos en minas y plantaciones; los belgas encuentran en el Congo enormes riquezas mineras, los franceses se
abastecen de seda en el Extremo Oriente tras la ruina de su sericicultura a mediados de siglo, los ingleses buscan con
afán el algodón egipcio, especialmente preciso durante el .hambre de algodón, provocada por la guerra de secesión
norteamericana, los holandeses hacen de la Insulindia un imperio de industrias de extracción.
Los factores políticos, de prestigio, son muy claros en la expansión francesa, inspirada por el deseo de olvidar
la vergüenza de la derrota de 1870; las preocupaciones estratégicas determinan las líneas marítimas del imperio inglés
y están siempre presentes en el reparto de África. Para España la derrota del 98 señaló el inicio de una mayor
preocupación por África. La navegación a vapor exige disponer alrededor del mundo de depósitos de carbón donde
puedan avituallarse las flotas. Política y estrategia se dan la mano; un imperio es una red de comunicaciones con
múltiples bases de apoyo, cada conquista exige una conquista nueva; en ocasiones son los colonos los que reclaman la
continuación de la actividad colonizadora, los de Nueva Zelanda presionan sobre Londres para la adquisición de las
islas vecinas, los franceses de Argelia inducen a la conquista del sur de Marruecos. " .
Las razones ideológicas se aducen con frecuencia. evocando la historia; Gran Bretaña habla de sumisión
civilizadora, Italia recuerda nostálgicamente el imperio romano. España el siglo de oro. Los misioneros católicos y
protestantes se sienten llamados por la urgencia de la evangelización de los pueblos atrasados; escritores e
intelectuales hablan de la misión civilizadora de los blancos, que llevan a otros continentes su instrucción, su higiene,
la mejora del nivel de vida, la matemática europea, el estilo de la arquitectura, la ingeniería y los hospitales europeos.
Los grupos de presión son numerosos: Sociedades Geográficas en Francia, Italia y España; Sociedades
misioneras, utilizadas por Leopoldo II en la exploración del Congo; Asociaciones coloniales, Las resistencias también
lo son: oposiciones locales, movimientos nacionalistas, quejas por los abusos coloniales, ascenso de los partidos
socialistas, que consideran la colonización un despojo. Pero la superioridad técnica y militar de las potencias acelera
un proceso que parece irreversible.

3. MODALIDADES DE LA COLONIZACIÓN
Tres fases pueden distinguirse en la formación de una colonia: conquista, organización y explotación
económica.
La conquista no resulta difícil para países dotados de notables adelantos militares, que penetran en territorios
de pueblos sin armamento moderno ni organización. Al lado de las tropas europeas, y de tropas especiales (Legión
Extranjera), se utilizan cuerpos armados indígenas. El barco de vapor permite llevar tropas con relativa celeridad a
cualquier punto del globo y remontar los ríos hasta el interior de los continentes; Kitchener remonta el Nilo, Stanley
desciende por el Congo; los progresos en la navegación fueron un instrumento valioso para el descubrimiento y la
ocupación. Algunas potencias tienen fuerza suficiente para afrontar la tarea de ocupación militar en todas las partes
del mundo; ingleses, franceses y alemanes configuran un imperio pluricontinental. Otras potencias se limitan a
acantonarse en un sector geográfico determinado: los portugueses y belgas en África ecuatorial, los italianos en África
oriental, los rusos y japoneses en Extremo Oriente.
La organización de la colonia ocupada plantea diversos problemas administrativos. No pueden tomarse todas
las decisiones desde las metrópolis, por lo que se acumulan resortes y poderes en los gobernadores, verdaderos
procónsules. En algunos casos se resucita el sistema mercantilista de Compañías privilegiadas, una sociedad privada se
encarga de organizar la colonia y explotar sus recursos. Pero más frecuente es la implantación de la administración
estatal con modalidades varias, como la asociación, que mantiene los cuadros administrativos indígenas -así se hizo en
África negra-, y el protectorado, estatuto que en teoría respeta a las autoridades locales, cuya gestión se reduce a la
política interior, ln1entras las autoridades coloniales se hacen cargo de la política exterior y el ejército. Aunque el
protectorado supone, el respeto de la integridad del territorio ocupado, la diferencia entre colonia y protectorado en
la realidad no difirió apenas; los franceses en Indochina establecieron una colonia, la Cochinchina, y dos
protectorados, Annam y Camboya, sin que el estatuto de los indígenas fuera esencialmente diferente entre los
habitantes de uno y otros territorios. En las colonias de poblamiento blanco se intentan formas nuevas de
organización, como los dominios ingleses o la asimilación a departamentos por los franceses.
La explotación es la primera preocupación de los colonizadores. Se produce siempre una asimilación aduanera,
los productos entre la colonia y la metrópoli circulan libres de aranceles mientras tarifas proteccionistas mantienen
alejados productos de otras naciones. Pero el pacto colonial, no es una relación comercial entre iguales en un ámbito
de preferencias mutuas, la colonia se encuentra en una situación de inferioridad, de proveedora de materias primas -
minerales, productos de plantación: caucho, algodón, café- y compradora de los productos industriales de la
metrópoli; no se le permite industrializarse y se ve obligada a comprar transformados los mismos productos que ella
ha vendido a bajo precio en bruto, por ejemplo, la India vende algodón a Inglaterra y compra tejidos de algodón
ingleses. La extracción de productos es particularmente intensa cuando se organiza por medio de compañías privadas,
como la «Unión Minera del Alto Katanga», en el Congo.
La primera oleada colonizadora, que se inicia hacia 1876, tiene sus figuras en el inglés Disraeli, el francés
Ferry, el rey belga Leopoldo II. Las primeras fricciones territoriales hacen ver la necesidad de una regulación
internacional de la expansión colonial. La conferencia de Berlín de 1885 decide que sólo la ocupación efectiva, y no
142
únicamente la instalación en la costa, otorga derecho a la posesión de un territorio; esta decisión acelera la carrera
colonizadora con la entrada de Alemania, Italia y países no europeos. En 1914 el 60% de las tierras emergidas, y el
65% de la población mundial, la casi totalidad de África y Oceanía, V el Asia del Sur y Sudeste y Siberia, dependen
de Europa.

4. LA FORMACIÓN DEL IMPERIO BRITÁNICO


Inglaterra se anticipa a las restantes potencias en la toma de posiciones después de la desaparición del primer
imperio colonial francés y de la emancipación de la América española permanece como el único imperio colonial
europeo. Hacia 1850 dispone:
-de una cadena de escalas conquistadas en su mayoría a franceses, holandeses y españoles durante los siglos
XVIII y XIX: Malta. Corfú y las islas jónicas en el Mediterráneo; Gibraltar. Santa Elena. El Cabo, isla Mauricio.
Adén. Ceilán, en la ruta de las Indias; Singapur y Hong Kong en la ruta de China;
-establecimientos comerciales en la costa africana. Sierra Leona y Gambia, que en el siglo XVIII habían sido
centros de la trata de esclavos, ahora abolida;
-colonias de plantación, que suministran productos tropicales; Antillas, Honduras, Guayana;
-colonias de poblamiento blanco, destinadas, por sus condiciones climáticas, a absorber excedentes de
población emigrante: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, zona esta última inestable, de continuos
conflictos con los boers;
-una colonia de explotación típica, la India, administrada desde 1777 por la .Compañía de las Indias
orientales», y que juega un papel creciente en la economía británica, especialmente como proveedora de algodón.
Inglaterra se afana en controlar sus accesos, por esta razón ordena en 1875 Disraeli la compra de 176.000 acciones
del canal de Suez, y en aislarla de otras colonias europeas con Estados tapones, protectorados de Cachemira,
Beluchistán, Afganistán. Es por tanto la India el eje del imperio.
Algunos historiadores han señalado la guerra francoprusiana de 1870 como factor de impulso para la
configuración del imperio británico. Al constituirse el imperio alemán los ingleses se inclinarían como contrapeso a
postular una talasocracia, un poder oceánico; pero, probablemente, han de considerarse otros factores estratégicos
relacionados con la formación de un sistema mundial de comunicaciones, en el que inciden la apertura del canal de
Suez (1865) y el desarrollo del telégrafo (que se establece en Bombay en 1870. en Melbourne en 1872. en El Cabo
en 1879). Durante el invierno de 1881-1882 Seeley, en sus cursos de historia en Cambridge, sostiene que estas
nuevas vías de comunicación marítima y de noticias permiten forjar un imperio planetario capaz de rivalizar con los
que se asientan en un territorio continuo, como Estados Unidos o Rusia.
La crisis económica de 1882, en la que confluyen años de malas cosechas y la competencia de los productos
baratos que sitúan en los mercados los Estados Unidos y Alemania, obliga a muchos ingleses a buscar fortuna lejos
de la metrópoli. De 200.000 a 300.000 británicos salen todos los años, primero hacia los Estados Unidos, más tarde
preferentemente hacia las colonias, aunque no desaparezca la emigración hacia Norteamérica. Disraeli habla con
entusiasmo del imperio; Gladstone titubea, pero se ve obligado en muchos puntos a continuarla política de los
conservadores, quienes desde 1886 dan nuevo impulso, con Salisbury y Chamberlain, a la expansión imperial. Lord
Curzo exclama: «El Imperio Británico es, después de la Providencia, el bien más grande que ha habido en el mundo."
A principios del siglo XX Gran Bretaña dispone de un imperio de 33 millones de kilómetros cuadrados con
450 millones de habitantes, aproximadamente la cuarta parte de la población mundial. Los problemas de tan vastos
territorios llegan a ser un peso para sus finanzas y debilitan su posición internacional en Europa. Es el momento de
poner fin a la expansión y de frenar a Alemania, para lo cual rompe su tradicional aislamiento y se aproxima
diplomáticamente a Francia y Rusia. En todas partes ha podido construir la infraestructura ferroviaria y de puertos, o
efectuar trabajos de irrigación en la India y Egipto, puesto que capitales no faltan en la isla. Las colonias de
plantación han alcanzado su rendimiento máximo: algodón en la India y Egipto, yute en la India, té en Ceilán, hevea
en Malasia. Los territorios de población blanca, débilmente poblados, le envían excedentes de carne, trigo y lana. Las
minas de África del Sur. Australia y otros países ponen a su disposición oro y diamantes, estaño, cobre. En este
imperio, base de la potencia económica británica, pueden distinguirse dos tipos distintos de territorios: los dominios
y las colonias de explotación.
Los dominios eran zonas de poblamiento, es decir, las preferidas para instalarse de modo definitivo los
emigrados de Gran Bretaña. Disfrutaban de amplia autonomía y tenían instituciones de gobierno semejantes a las
inglesas: Parlamento, partidos políticos. Canadá, Australia. Nueva Zelanda y la Unión Sudafricana, pertenecen a este
grupo. En Canadá se trataba de retener a los inmigrantes que se proponían pasar a los Estados Unidos; para ello se
convirtió en uno de los graneros del mundo.
En Australia se procuró evitar la inmigración amarilla; en sus inmensos espacios desiertos empezaron a
aparecer granjas; el descubrimiento de minas de oro, las posibilidades de explotación de los rebaños de ovejas y de dar
otra vez popularidad en Inglaterra a los tejidos de lana atrajeron a hombres de la metrópoli, Hacia 1900, para evitar
con una oferta de mano de obra excesiva el descenso de los salarios, se procedió a frenar la inmigración. Nueva
Zelanda, que en todo momento prefirió permanecer como una entidad diferente de la australiana, destaca igualmente
143
por el elevado nivel de vida de sus habitantes y por la práctica de una democracia política y social avanzada, Son los
dos primeros Estados que otorgan el derecho de sufragio a la mujer. Los dominios eran casi totalmente libres en
política interior; sólo un gobernador general representaba al rey de Inglaterra. La política exterior estaba controlada
por la metrópoli, pero ésta trataba de armonizar los intereses de los dominios con los propios, por medio de las
Conferencias Imperiales que reunían 81 primer ministro inglés ya los de los distintos dominios. La estructura del
Imperio era, prácticamente, federal.
En la historia de los dominios África del Sur supone un capítulo complicado. Los descubrimientos mineros de
diamante y oro atraen a los ingleses desde sus posiciones costeras en El Cabo y Natal hacia el interior, donde viven
negros en las zonas más pobres, y blancos boers, descendientes de holandeses, en Orange y Transvaal; los boers son
agricultores puritanos, hostiles al capitalismo industrial. Los ingleses les bloquean al anexíonarse Basutolandia y
Swazilandia alrededor de 1880. D'israeli proclama la incorporación de los Estados boers, pero una revuelta obliga a
los británicos a abandonarlos. El cerco lo completa Cecil Rodees, que soñaba con una África británica «desde El
Cabo a El Cairo», al conquistar Bechuanalandia y Rhodesia. La guerra de los boers dura tres años (1899-1902). Con
la paz de Pretoria pierden su independencia pero conservan su lengua y obtienen promesas de cierta autonomía.
Las colonias de explotación, la India. África (con excepción de la Unión Sudafricana), suministran materias
primas y carecen de la autonomía política de los dominios. La India, con sus casi cinco millones de kilómetros
cuadrados y sus 300 millones de habitantes, es la más importante. Desde mediados de siglo se sustituye la
administración de .la Compañía de las Indias por la directa de la metrópoli. Suministra a Gran Bretaña algodón, yute,
trigo, aceites, té y algunos minerales, pero las hambres y la ruina del artesano indígena provocan un movimiento
nacionalista, del que es exponente la revuelta de los cipayos en 1859, que tardó dos años en ser dominada, en el sur
de la India. En 1877 la reina Victoria es proclamada emperatriz de las Indias. En 1885 nace un partido político
nacionalista, «el Congreso nacional indio», que solicita la conversión en Dominio, tomando como modelo el Canadá.
Inglaterra se resistió a aflojar el control de un territorio cuya economía suponía tanto para su industria, pero concedió
a jefes indígenas la administración local, lo que contribuyó a la prosperidad comercial de algunas ciudades, como
Bombay y Calcuta. A pesar de su calidad de colonia de explotación, que la mantiene en una situación especial de
dependencia, la presencia inglesa contribuyó de forma decisiva a la transformación de este heterogéneo subcontinente;
la administración unifica las disposiciones y regula la circulación de los productos comerciales; el inglés se convierte
en vínculo lingüístico frente a la babel de lenguas nativas; la aplicación de los códigos occidentales impacta en la
rígida estructura de castas; las ciudades crecen y en ellas una influyente burguesía de comerciantes y burócratas.

5. FORMACIÓN DEL IMPERIO FRANCÉS


De las potencias continentales Francia era la que poseía una mayor tradición expansionista junto con un
adecuado potencial económico, de ahí que no resulte sorprendente que sea la nación que configura otro imperio de
dimensiones mundiales, no obstante inferior al británico y carente de colonias de la importancia de la India o
Canadá. La comparación con Inglaterra puede ser clarificadora. Dos factores dé debilidad pueden distinguirse
inmediatamente:
-menor coherencia territorial. Frente a la perfecta trabazón de líneas oceánicas y puntos de apoyo del imperio
británico, con su línea medular de comunicaciones con la India, el imperio francés se presenta territorialmente
inconexo, con áreas tan marginales como el Sudeste Asiático. Se explica tal estructura inarticulada por las pérdidas
sufridas en la América del Norte y la India frente a los ingleses; la recuperación lenta a partir de 1830 y con más
vigor a partir del segundo imperio y su política de prestigio no permite soldar las comunicaciones con la perfección
de los británicos. El intento más ambicioso de control de centros neurálgicos del comercio internacional, la
construcción del canal de Suez por el ingeniero Lesseps, se salda con el fracaso de su caída en la esfera del imperio
rival.
-menor potencial demográfico. El descenso temprano de la natalidad constituyó una contrariedad; sólo
21.000 franceses abandonan la metrópoli camino de las colonias en el año cenital de 1800, para descender hasta los
5.000 de 1900, cifras bien exiguas si se las compara con loS 200 o 300.000 británicos que proveen continuamente
de efectivos humanos a las administraciones coloniales.
Pero no faltan factores de impulso:
-en las sociedades geográficas -la de París se fundó en 1821 y se mantuvo aletargada hasta que en los años 70
se topó con el objetivo nuevo de apoyar los proyectos imperialistas- se encuentran formulaciones doctrinales sobre la
misión civilizadora de Francia, Grupos de universitarios, Periodistas, hombres de negocios refuerzan las tendencias
centrífugas y encuentran un líder intelectual en Leroy-Beaulieu, abogados de la expansión como Emil Levasseur o
Paul Charmes, y prensa que identifica la grandeza de Francia con los kilómetros que controla en ultramar como
puede comprobarse en el Joumal des Débats o la influyente Revue de Deux Mondes.
-la lengua francesa se consideró durante bastantes años un instrumento imprescindible para todas las clases
cultas del mundo; en Rusia la aristocracia dominaba el francés como una segunda lengua materna.
-la capacidad de las finanzas francesas, desde que a mediados de siglo había contribuido a la construcción de
la red ferroviaria de varias naciones europeas, se encontraba sólidamente cimentada en una moneda sólida; los
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capitales galos en los Balcanes y en América Latina, o su papel en la industrialización de Rusia, como ha estudiado
René Girault, constituyen pruebas de la potencialidad financiera de Francia.
La derrota en la guerra de 1870 galvaniza los sentimientos nostálgicos de grandeza de los franceses; la pérdida
de territorios en su cuerpo nacional redobla el deseo de compensarlos con adquisiciones de tierras en otros
continentes. Jules Feny se convierte en propulsor y teórico de la expansión; sus escritos denotan que ha calibrado las
posibilidades que abre la fortaleza financiera de Francia:
.La política colonial se impone en primer lugar en las naciones que deben recurrir a la emigración, ya por ser
pobre su población, ya por ser excesiva. Pero también se impone en las que tienen o bien superabundancia de
capitales o bien un excedente de productos; ésta es la forma moderna actual más extendida y más fecunda. Francia,
que siempre ha estado sobrante de capitales y ha exportado cantidades considerables de él al extranjero..., tiene
particular interés en considerar la cuestión colonial bajo este punto de vista.»
En los últimos años del siglo otros políticos, Hanotaux, Delcassé, mantienen en vigor la política colonial; en
1894 se crea el ministerio de Colonias, aunque de él no dependen las posesiones en el África mediterránea. Este
espacio norafricano, Sáhara-África negra, Indochina y Madagascar, configuran las cuatro áreas de actuación colonial.
Argelia presenta la particularidad de su administración temprana, a partir de 1830, y de la superposición de
dos sociedades diferentes. Alternativamente se la sometió a un régimen militar y civil; en vísperas de la Primera
Guerra Mundial vivían en ella 800.000 colonos de origen europea la inmigración francesa se sumó la de otras
naciones mediterráneas-; en 1912 se extendió el servicio militar obligatorio a los jóvenes musulmanes. Su producción
de vinos se incrementó de manera espectacular en los dos últimos decenios del siglo XIX, compensando en parte las
pérdidas de los viñedos franceses causadas por la filoxera.
La penetración en Túnez deriva de la compleja situación internacional a finales de los años 70. Francia la
consideraba la «llave de Argelia., Gran Bretaña una costa con puertos estratégicos, Italia área de expansión para su
demografía galopante. A partir de 1878 Gran Bretaña estimula a Francia a la ocupación, para conseguir el
reconocimiento de su ocupación de Suez y de Chipre; y Alemania para que no se objete su política de germanización
de Alsacia. A pesar de este apoyo internacional se duda, y los hombres de negocios no se entusiasman ante la
eventualidad de la intervención. Finalmente, con dos expediciones se ocupa militarmente el territorio, aunque los
franceses presentan la empresa como una tutela: «El protectorado en Tunicia, he aquí nuestro objetivo; no veo otro.
No deseamos el engrandecimiento territorial, (Mattei). Si se comparara el tratado de El Bardo (1881) y la
convención de la Marsa (1883), se comprueba que los dirigentes franceses pasan de la tutela a la administración
indirecta, ya que en el documento de 1883 se insta al rey a «proceder a las reformas administrativas, judiciales y
financieras que el gobierno francés juzgue útiles.. No está clara para los franceses la diferencia entre protectorado y
colonia; aplicando la teoría de la tutela, los ingleses patrocinaban la asunción de responsabilidades por las
administraciones indígenas, pero los franceses más bien parecían subrayar que se respetarían los intereses
internacionales preexistentes, en el caso de Túnez los italianos.
Como luego indicaremos, Francia comparece en el reparto de África; en una primera fase con posiciones
litorales en Gabón, Costa de Marfil, Senegal; luego penetrando por los valles de los ríos y procediendo a la conquista
de áreas más extensas y profundas en Guinea, Senegal y Dahomey.
En el área indochina la penetración tuvo tanto de exploración como de conquista. Durante el Segundo
Imperio se ocupa la rica y poco poblada región del delta del río Mekong, Cochinchina, y Camboya, en ese momento
residuo de lo que había sido el brillante imperio de los «Khmers» durante la República, las regiones del norte, .más
influidas por China, la expedición poco eficaz de Garnier, la de 1883 convierte a Annam en protectorado, pero el
almirante Courbet ha de bloquear los puertos chinos para conseguir que el imperio asiático reconozca el dominio
francés en un área de tradicional influencia de Pekín. A finales de los años 80 se comienza la ocupación de las
regiones interiores, Laos, que culmina con la entrega de una serie de territorios por Siam en 1907. Con el control de
cinco territorios, la colonia de Cochinchina y los protectorados de Annam, Tonkín, Camboya y Laos, se configura la
Unión Indochina dirigida por el gobernador general Doumer. La transformación de los territorios fue débil en
Camboya y Laos, pero en Cochinchina y Tonkín, es decir, las zonas fluviales y deltaicas, se multiplicó tras
ambiciosos trabajos de drenaje la producción de arroz; posteriormente, cerca de Saigón, se inició la plantación de
heveas, para la obtención de caucho, y en el norte extracciones de carbón, estafio y zinc, que se exportan por el puerto
de Haiphong. Las riquezas de aquel extremo del mundo compensaron pronto el esfuerzo de Francia por controlarlo.
En Madagascarlos franceses se sirvieron de otro de los conquistadores excepcionales de la era industrial,
Gallieni, que repite las páginas brillantes de Faidherbe y Brazza en el continente. Hacia 1880 la isla parecía que iba a
caer bajo la influencia de Inglaterra, alo qué contribuían los misioneros protestantes establecidos desde principios de
siglo. Con el pretexto de proteger al pueblo sekalava del oeste, tradicionalmente francófilo, Francia ocupa la bahía de
Diego Suárez en 1885, y posteriormente Gallieni, con una política de ocupación lenta y progresiva, en la que juega
más papel la diplomacia que la fuerza militar: el resto de la isla. En una segunda fase escuelas, vías de ferrocarril,
carreteras, trabajos portuarios hacen realidad su slogan: .La promoción económica es la única que justifica la
colonización.»

145
Más lento fue el establecimiento del protectorado en Marruecos, donde actuó otro colonizador de genio,
lyautey, discípulo de Gallieni; sólo un largo proceso bélico, en el que hubo de aunar sus esfuerzos con el de España,
permitió consolidar la presencia de Francia, cuando, había transcurrido el primer cuarto del siglo XX.

6. OTRAS EXPERIENCIAS COLONIZADORAS


Sin duda la configuración de dos imperios mundiales, británico y francés, ocupa el capítulo principal de la
colonización decimonónica; no obstante, otras potencias consiguieron territorios sin acometer, porque no llegaron a
tiempo o carecían de fuerza suficiente, un intento de imperio multicontinental. Veamos las líneas fundamentales de
las colonizaciones belga, holandesa y alemana.
Bélgica no se afanó en la ocupación de colonias y no obstante se anexionó el Congo en 1908 con lo que
multiplicaba su territorio y sus riquezas. Pero no se trata de una empresa nacional sino de una empresa privada
pilotada por el rey Leopoldo, que formó una compañía para la explotación del territorio, absorbió la mayoría de las
acciones y cedió a su muerte sus derechos al pueblo belga. Permanecen en la sombra todavía muchos aspectos de la
personalidad de Leopoldo y de esta gigantesca transferencia. En algún momento se reveló como un notable
diplomático al negociar con los franceses las fronteras con el Congo francés. Varias compañías disfrutaron diversas
concesiones en este inmenso y riquísimo espacio, pero sus archivos permanecen todavía sellados. A partir de 1908 el
ministro de Colonias Renkin redujo paulatinamente el ámbito de las compañías y aumentó la participación en la
explotación directa del Estado.
Holanda, al igual que Portugal, puede apoyarse en posesiones ocupadas en la edad moderna. Dos notas
peculiares deben resaltarse en la colonización de la Insulindia holandesa: en primer lugar un rápido e inteligente
proceso de sustitución de producciones, al promover la de los artículos de plantación tradicionales, azúcar, café, nuez
moscada, índigo, que o no se consideraban o se encontraban con fuertes competidores, por los que exigía la nueva era
industrial: quinina, caucho, petróleo; y en segundo lugar por una auténtica explosión demográfica que le permitió
disponer de inagotable mano de obra (la población de Java era de 19 millones de habitantes en 1880. 28 millones en
1900 y 34 millones en 1920). Ante la proximidad de imperialismos competidores, los franceses en Indochina, los
ingleses en Malasia y Birmania, los holandeses procedieron a la ocupación de las islas y zonas todavía independientes;
la guerra con el sultán musulmán Atjih, del norte de Sumatra, duró veinticinco años, tras la cual el general Van Heutz
se convirtió en gobernador general. Siguiendo los métodos de Gallieni, aunque con menos generosidad, la metrópoli
aprobó subvenciones para mejorar el nivel de vida de los indígenas.
Alemania comparece tarde en el reparto del mundo; no obstante, los comerciantes de ciudades bálticas.
Lubeck. Bremen y sobre todo Hamburgo, ayudados por los ingleses, intervienen en algunas expediciones. A mediados
de siglo estos comerciantes reclaman la creación de colonias alemanas para sus estados y ligas. Thas la unificación
surgen los escritos de algunos teóricos colonialistas, como Ernst von Weber. Fabbri o el periodista Hugo Zoeller, y
siguiendo las tesis del economista List se forma en Hamburgo una asociación colonial (.Kolonialverein.) en 1882. En
la conversión de Bismarck al credo colonialista podrían incidir razones económicas, como la comprobación de que
sin imperio no era posible la política proteccionista que en los primeros años los políticos alemanes implantaron, y de
política interior, ya que, según Schramm, Alemania necesitaba tras la unificación encontrar un nuevo ideal nacional.
Más recientemente Brunschwig ha rechazado estas motivaciones, basándose en que hasta 1883 el canciller es hostil a
cualquier proceso expansionista; en el Congreso de Berlín de 1878 pudo ser árbitro entre las potencias precisamente
porque no tenía reivindicaciones territoriales que formular. Su conversión ha de fecharse en los prolegómenos del
Congreso de Berlín de 1884-1885, en el que se va a regular la cuestión del Congo y en conjunto el reparto de África;
razones de política internacional definitivamente le inclinarían a presentar a Alemania en la panoplia de las potencias
imperiales. En todo momento el canciller prefirió contratar la explotación con compañías privadas que comprometer
al Estado; pero el fracaso de este sistema, más típico del mercantilismo, fue total; al caer Bismarck en 1890 las dos
grandes compañías africanas habían renunciado a sus derechos y el gobierno se encontró en la tesitura de asumir la
administración directa de las colonias. A pesar de su potencia industrial, Alemania, por falta de tiempo y resolución,
no ocupó una posición preponderante en el reparto colonial del mundo.

7. EL REPARTO DE ÁFRICA
Mientras América se emancipa y Asia presenta zonas de colonización bien delimitadas -los ingleses en el sur,
los franceses en el sudeste-, África es en el siglo XIX el continente en el que confluyen, de forma confusa, las
apetencias de todas las potencias colonizadoras; es el continente del reparto, no exento de tensiones y choques. En
África comparecen ingleses y franceses, superpotencias del imperialismo, pero también belgas, alemanes, italianos,
portugueses y españoles. En 1880 era un continente desconocido, en el que los europeos ocupaban únicamente una
serie de posiciones costeras; en 1914 está totalmente repartido entre las potencias europeas y sólo subsisten dos
estados independientes: Liberia y Etiopía. En la complicada historia del reparto podemos encontrar algunas líneas
maestras:
-Ocupación inicial de la costa. Desde las posiciones costeras se penetra hacia el interior. El objetivo ideal sería
alcanzar la costa opuesta y formar un imperio continuo, ambición que sólo estuvo a punto de conseguir Inglaterra.
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-Aspecto legal: ¿es el descubrimiento o la ocupación efectiva la que otorga derecho de explotar un territorio?
conferencia de Berlín de 1885 se inclina por la ocupación, lo que acelera el ritmo de la colonización y la aparición
apresurada en el mapa africano de los países que todavía no habían iniciado la formación de un imperio.
-Penetración por los valles de los ríos. Con la ocupación del valle se considerará que se tiene derecho a la
ocupación de la cuenca entera ya la formación de una colonia sobre ella. Es el caso del Nilo, del Níger y del Congo.
-La ocupación es paulatina, casi lenta; al principio no se piensa en colonias, sino en factorías, en bases costeras
de aprovechamiento. La doctrina imperialista es tardía, empírica, se forma tras la ocupación real de las primeras
colonias.
-Aunque hubo problemas complicados, como el del Congo, la clave de la ocupación africana está en Egipto y
el valle del Nilo. Su defensa por Inglaterra y su asedio por Francia son la base de todos los planteamientos; la mayor
parte de las penetraciones, lo mismo las de la costa atlántica que indica, se efectúan con el horizonte último del Nilo.
La costa mediterránea parece ser una zona reservada a Francia hasta la aparición de los ingleses en Suez. Los
franceses han iniciado la ocupación de la costa argelina en 1830, bajo Carlos x. Hemos dibujado ya el proceso de
ocupación de Argelia y Túnez. La presencia de los ingleses en Suez se produce cuando, en 1878, Egipto no puede
pagar los intereses de las acciones inglesas y francesas del canal y se ve obligado a confiar la gestión de sus finanzas
alas dos potencias europeas. Ya desde 1875 el jedive Ismail no pudo hacer frente a los intereses de la deuda; el
gobierno inglés le compró por los cien millones de francos que adeudaba las acciones que poseía, pero en los años
siguiente el incumplimiento de los pagos provocó la implantación de un régimen: de condominio anglofrancés, con el
inglés Wilson como ministro de Finanzas de Egipto y el francés Bligniéres ministro de Trabajos Públicos. La deuda
asumida era tan alta que los europeos impusieron la reducción a la mitad de la paga de los soldados e incrementaron
las tasas y las prestaciones personales de los campesinos. Nada tiene de extraño que este régimen opresor provocara
un estallido de xenofobia. El coronel Arabi Pachá organizó un partido nacionalista y provocó una matanza de
europeos en Alejandría en julio de 1882. Era el pretexto que los ingleses esperaban para ordenar el desembarco de
Wolseley y la ocupación militar del país. La división del Parlamento francés, entre los gambettistas que consideraban
la intervención un paso insuficiente y los conservadores que la juzgaban peligrosa, paralizó cualquier decisión del
gabinete Freycinet. En algún momento se intentó jugar la carta internacional, pero Bismarck se inhibió del problema:
«La regulación del porvenir de Egipto no ofrece interés directo para Alemania.» Con la parálisis francesa y la
neutralidad germana los ingleses pudieron iniciar la penetración en esta zona crucial del nordeste africano. Los
ataques de los sudaneses obligan posteriormente a los ingleses a avanzar hacia el sur, a lo largo del valle del Nilo.
Durante veinticinco años lord Cromer, el cónsul inglés, gobernó Egipto con un estatuto provisional de protectorado,
mientras Francia, consciente ya de las consecuencias de su pasividad, se esfuerza en. Trasladar el problema a
instancias internacionales.
En las costas occidentales tres ríos señalan la penetración de tres países: por el Congo se expansionan los
belgas, que heredan los derechos de la sociedad internacional -presidida por el rey Leopoldo II- que ha explorado la
zona; los franceses remontan el Senegal, por medio de Faidherbe; los ingleses el Níger, dirigidos por Goldie. Las
cuencas del Senegal y el Niger no plantean problemas; no ocurre lo mismo con el Congo, en cuya orilla derecha se ha
establecido el francés Brazza, y en cuya desembocadura los portugueses han instalado el enclave de Cabinda. La
complejidad de la colonización en el Congo provoca la convocatoria del Congreso de Berlín (1885), en el que se
determina la existencia de un Estado libre del Congo -en realidad controlado por los belgas-, se delimita la zona
francesa, en la orilla derecha. y se dibuja otra zona que quedará bajo control internacional. Después del Congreso la
mayor actividad en la costa oeste es la francesa; con la penetración hacia el interior se empieza a pensar en la unión
con la costa mediterránea y en la constitución de un África occidental francesa.
En la costa oriental no existían grandes estados en tierra firme, ni un comercio intenso, a excepción del marfil,
transportado por esclavos. Inglaterra no deseaba establecer en Zanzíbar un protectorado británico. Pero la presencia
alemana, representada por la Compañía alemana del África oriental, incita a los ingleses a defender sus bases ya
declarar que los puertos de Mombassa y Zanzíbar son vitales para las comunicaciones con la India, Salisbury y
Bismarck se dividen en 1886 la tierra firme, el norte para los ingleses, el sur para los alemanes.
Es la hora de los italianos, espoleados por las ansias colonizadoras de Frahcesco Crispi; desde Massawa en el
mar Rojo se expansionan hacia Eritrea y posteriormente hacia Etiopía, lo que provoca el recelo inglés ante la
aproximación al valle del Nilo. Se obliga a los italianos a detenerse, aunque se les reconoce, como compensación, la
posesión de parte del territorio somalí.
Los últimos capítulos de la ocupación africana se localizan en el valle del Nilo. Los franceses, con apoyo ruso
exigen en el abandono del valle por los ingleses, mientras penetran desde el Sahara occidental hasta el Chad, camino
del alto Nilo. En 1895 Grey avisa a los franceses de que un avance hasta el Nilo será considerado inamistoso.
Todavía existía una zona sin ocupar, el Sudán. Los ingleses la invaden para ayudar a los italianos, derrotados en
Etiopía. Los franceses avanzan hacia el Sudán desde el oeste, los ingleses desde el norte y el sur. En Fachoda se
encuentran los ejércitos de Marchand y Kitchener. La retirada del francés Marchand permite el control del valle del
Nilo exclusivamente por los ingleses y la constitución de un imperio casi continuo, norte- sur, como soñaba Cecil
Rhodes, de El Cairo a El Cabo, únicamente interrumpido por el África oriental alemana.
147
En un espacio de tiempo históricamente insignificante África ha sido repartida; los ingleses se han llevado la
parte del león y han conseguido controlar las zonas más preciadas, el valle del Nilo con su algodón y el sur del
continente con su oro y diamantes, dos zonas que tienen además el valor estratégico de apoyos en las dos rutas de la
India. Francia ha constituido un imperio sólido en la zona occidental. Los belgas han podido reservarse una colonia
de inmensas riquezas. Los portugueses han establecido dos colonias en la costa atlántica e índica, Angola y
Mozambique, pero no han podido unirlas por rutas terrestres, porque los ingleses los frenan en Rodesia; es un
conflicto similar al de Fachoda, el cruce de un imperio que intenta extenderse de oeste a este con otro que lo hace de
norte a sur .

8. CONSECUENCIAS DE LA COLONIZACIÓN
Las repercusiones del proceso son inmensas en la metrópoli y las colonias. Se puede hablar de europeización
del mundo, y Miege dice gráficamente que nace una nueva geografía. El salto experimentado por los países
colonizados supone una aceleración de siglos. El impacto de Europa se deja sentir en primer lugar en las costas,
donde se construyen puertos con instalaciones modernas; más tarde en el interior, al que se accede por Vías férreas.
Surge una nueva estructura de las comunicaciones. En todas partes se intentó fomentar un cultivo básico, por ejemplo
el caucho en Indochina, el cacao en Nigeria, el café en Tangantka. La producción aumentó. En Argelia los Viñedos
se multiplicaron por cuatro entre 1881 y 1895; Indochina exportaba en 1900 un millón de Tn de arroz. Las
colonias compran productos a la metrópoli; la economía de mercado suscita la necesidad del papel moneda con lo
que la economía monetaria se yuxtapone a la de subsistencia, característica del período precolonial.
En el orden demográfico se consiguen las primeras victorias contra las enfermedades tropicales, se instalan
hospitales y se aplican terapéuticas europeas; pero, al mismo tiempo, el progreso de las comunicaciones permite una
difusión más rápida de las epidemias, y el contacto con los europeos provocó en algunas sociedades una disminución
de la población, como en Nuevas Hébrida, donde se redujo al 20% desde principios del siglo XIX. En general el
descenso de la mortalidad, con mantenimiento de una natalidad alta, permitió el incremento de la población.
Las sociedades indígenas experimentaron transformaciones profundas. La vida urbana rompió las estructuras
tribales. Una burguesía de negociantes y funcionarios se instaló en los niveles más altos de la escala social. Incluso en
el campo se produjeron cambios, con la introducción de nuevas plantas y la extensión de la agricultura comercial y la
moneda.
En el orden intelectual misioneros, escuelas, edición de periódicos produjeron un retroceso del analfabetismo.
Pero, por otra parte, el impacto de la cultura occidental hizo perder su identidad a las culturas indígenas, perturbó
sus creencias y tradiciones. Este drama de la aculturación explica que los movimientos nacionalistas hayan levantado
como bandera en la descolonización la recuperación de la cultura nacional.
Es indudable que pueden hallarse bastantes aportaciones positivas, pero en el conjunto predominan las
negativas; las viejas civilizaciones fueron destruidas, sus lenguas desplazadas, la industrialización prohibida, en algunas
zonas se produjo la segregación racial, el mantenimiento de los indígenas en empleos inferiores y barrios apartados.
Desde el punto de vista político se produce en África la balcanización, las fronteras no guardan ninguna
relación con el mapa étnico y viejas civilizaciones ven parcelado su solar por la confluencia de los dominios europeos,
y las viejas lenguas se enfrentan al desafío lingüístico -a veces plural- de los vencedores. En ocasiones tribus y pueblos
son espectadores atónitos de las rivalidades de las potencias; franceses e ingleses en Egipto y Sudán, ingleses y
alemanes en África Austral, franceses e italianos en Etiopía, ingleses y rusos en Asia Central.
Por el contrario, las potencias europeas sin otro sacrificio que el riesgo de lo desconocido obtienen ventajas
indudables. En el orden demográfico las colonias de poblamiento se constituyeron en zonas de descarga que podían
resolver los excedentes de mano de obra en una crisis económica, como en las pulsaciones inglesas de los años
difíciles, o brindar asilo a las víctimas de las crisis políticas, como los franceses que huyen a Argelia tras la represión
de junio de 1848 o los alsacianos que prefieren no vivir bajo yugo germánico tras la guerra de 1870; pero aunque
África pasó en un siglo de 135.000 europeos a cuatro millones y por todas partes nacieron sociedades blancas la
emigración -en la mayoría de los casos- apenas alivió la tensión demográfica de los países emisores, puesto que el
destino preferente de los emigrantes fueron las naciones jóvenes que habían sido en la edad moderna colonias, como
los Estados Unidos o el cono sur de la América meridional. En el orden económico las rentas del capital invertido en
ultramar incrementaron las posibilidades del capitalismo europeo; Gran Bretaña obtuvo rentas de 35 millones de
libras esterlinas en 1870, más de cien millones en 1900, casi doscientos millones en 1913: una riada de beneficios
colma todas las expectativas y algunas colonias se convierten en los mejores clientes de las potencias industriales:
Argelia, de Francia; la India, de Inglaterra. La obtención barata de materias primas constituye otro capítulo
fundamental: caucho, algodón, fosfatos, lanas; el segundo impulso en la industrialización europea se vio estimulado
por esta ampliación del área de suministros. No obstante, no deben exagerarse las ventajas, porque si es cierto que la
formación de los Imperios coloniales posibilitó la consolidación de la segunda fase de la revolución Industrial, la del
capitalismo financiero, las metrópolis obtuvieron sus materias primas y colocaron sus productos en sus colonias
solamente en un porcentaje; en 1914 las colonias francesas proveían a su metrópoli únicamente de la décima parte de
sus necesidades en materias primas Industriales.
148
DOCUMENTOS
I. DOS POSTURAS SOBRE EL EJÉRCITO COLONIAL
A pesar de que los móviles colonizadores de todas las potencias se apoyan en similares impulsos no es difícil
detectar algunas diferencias. Compárense estas páginas:

“a) No hay que olvidar que cualquier nación que desee colonizar debe evitar .siempre que sea posible, emplear
parte del ejército metropolitano para la defensa de sus colonias. Las tropas que sirven en las colonias deben estar
compuestas por dos elementos: en primer lugar, un elemento indígena como los turcos o los espahís de Argelia, los
regimientos anamitas del Ton- km, los laptots del Senegal; en segundo lugar, europeos reclutados median- te
alistamiento voluntario, el cual se consigue ofreciendo salarios elevados... En cualquier nación, y en particular en
Francia, existen tres o cuatro docenas de millares de hombres que no sienten ninguna afición por la vida civil. De ese
modo, la formación del ejército colonial no disminuye la población joven de la madre patria; por el contrario, ésta se
libra de su sector más agitado, más inestable. .Hacen falta tropas indígenas profesionales y consentidoras, unidas a la
metrópoli por lazos de interés muy sólidos, muy estrechos, muy visibles. Deben ser, en el sentido más estricto del
término, mercenarios... Se les debe asegurar, a partir de los 55 años, alguna pequeña pensión, algún pequeño empleo
o, cuando el país lo permita, alguna dotación de tierra, para garantizar tanto su existencia como su fidelidad. Un
ejército colonial debe reclutarse, tanto en el caso del elemento indígena como en el del europeo, mediante
alistamiento de larga duración y formar un cuerpo profesional de mercenarios: es una condición imprescindible para
la seguridad de la potencia colonizadora.”
(LEROY-BEAULIEU, 1902)

b) “Los antiguos soldados, curtidos por la disciplina, adquieren en el servicio hábitos de orden, regularidad,
amor al trabajo, que conservan en la vida privada. Han adoptado la costumbre, una vez acabado su servicio, de
establecerse cerca de las bases, donde pueden ser observados por el Blanco y es menos probable que pierdan las
buenas costumbres que había adquirido. En las proximidades de algunos puestos importantes, existen actualmente
auténticos pueblos de antiguos militares que viven en chozas bien construidas. a menudo de ladrillo. Estos pueblos
prestan un inapreciable servicio en lo que concierne al abastecimiento del personal. Los hombres que en ellos viven le
han tomado gusto al bienestar, por lo que sienten la necesidad de trabajar con el fin de procurarse los recursos
suficientes para satisfacer sus nuevas necesidades. Su ejemplo llama la atención de los indígenas que los rodean.”
DESCHAMPS: Sobre el Congo belga.

2. DISCURSO DE CLEMENCEAU SOBRE LA EXPEDICIÓN A EGIPTO


Cámara de diputados 29 de julio de 1882.

“Búsquense datos sobre la cámara de diputados en ese momento de la III República, y sobre el autor del
discurso (consúltese G. MONNERVILLE: Clemenceau. París. Fayard, 1968). Reflexiónese sobre la situación
internacional con base en los consigados en el discurso. Puede asimismo analizarse la estructura de un discurso
parlamentario, los recursos oratorios, el ambiente. Cuadro esquemático sobre el problema egipcio, señalando sus
componentes. Téngase en cuenta que ha sido tomado el discurso de un periódico y no del diario oficial de sesiones.
No se pueden adoptar más que dos actitudes, no se pueden seguir más que dos políticas: la intervención o la
abstención. Sé perfectamente que el gobierno ha inventado otra; pero como todavía no ha recibido ningún apelativo,
ruego que no sea apadrinada por el Parlamento (risas). ¿Es eso la paz? No, porque se envían tropas. ¿Es la guerra?
No, porque no se luchará. Es un término medio que no tiene las ventajas de ninguna de las dos políticas, pero si los
inconvenientes. (Aplausos.) (...).
¿No les parece que hay que pensar en el día en que todo se solucione? Detrás de los ejércitos es necesario
percibir a los diplomáticos preparando los resultados, y no puedo evitar sentir cierta extrañeza ante el hecho que se
deduce de los documentos comunicados, según el cual Europa desea reservar su libertad de acción y se niega a
comprometer su responsabilidad, tanto en calidad de mandataria como de mandante. (Movimiento.) Si otros
reservan de ese modo su libertad, quizá seria conveniente que Francia, que es una potencia continental, no insular,
reservase también la suya. No se trata de una política de miedo, sino de una política de prudencia, de sensatez. (¡Muy
bien! ¡Muy bien!)
El gobierno propone separar la cuestión de la protección del canal de la cuestión egipcia. Eso es una novedad.
Cuando en la conferencia ustedes propusieron dar un mandato a Turquía, dicho mandato fue especificado; se hacía
referencia a estos tres puntos: libertad de circulación en el canal, pago de la deuda, protección de la vida y los bienes
de los europeos. Son ustedes y Europa los que han reconocido que esas tres cuestiones no forman más que una y
constituyen el restablecimiento del statu quo ante. El señor presidente del Consejo acaba de reconocer ante la
tribunal que el canal no se halla amenazado ( ). Por tanto, está claro que no se quieren ustedes lanzar a una
expedición militar, .sino a una semiexpedición para la protección del canal, el cual no se halla amenazado, y que, sin
149
dar razones suficientes, separan el tema de la protección del canal de la cuestión egipcia. Ahora bien, si se pudiese
establecer dicha distinción, diría que la defensa del canal se realiza en El Cairo y es por ello que Inglaterra se dirige
hacia El Cairo, Inglaterra se ha comprometido gradualmente, como en un encadenamiento En consecuencia, afirmo
que si ustedes ponen los pies en Egipto, serán arrastrados a pesar suyo, sea cual sea la confianza que yo tenga en su
sinceridad, en su rectitud, como ha sido arrastrada Inglaterra, (...)
Se ha dicho que la política de abstención, de reserva, es humillante para la nación; no acepto esta opinión
(¡Muy bien ¡Muy bien/); pero, ¿se imaginan ustedes política más humillante que la que consiste en enviar soldados
para vigilar, para defender el canal, pero limitándose a un cierto perímetro, y todo ello por cuenta de Inglaterra?
Afirmo que esa es la política de humillación por excelencia. (Aplausos) (...).
Pero se nos dice: ¡No comprendéis cuál es nuestra intención! Vamos a Suez para estar ahí el día que se lleve a
cabo el ajuste de cuentas». Pues bien, es ese día el que más temo. Ustedes no hacen más que retrasar el conflicto o,
mejor dicho, concretan una fecha. Ese día se encontrarán en una posición peligrosa, tanto respecto de Inglaterra
como de Europa (...).
En efecto, Turquía va a Egipto; pero ¿qué va a hacer ahí? ¡Eso es lo que ustedes no saben! Se nos dice que es
para restablecer el orden, pero ¿qué orden? Existe el orden egipcio, el orden de Inglaterra, el orden de Turquía y el
orden europeo. (¡Muy bien! ¡Muy bien!) En esas condiciones, pedir que nos comprometamos es una política
inadmisible; seria un enorme peligro para nosotros. ¡Cómo! Admitirán ustedes que las potencias van a aislar a cada
una de las tropas instaladas en el canal de Suez; habrá un piquete italiano, un piquete alemán, un piquete inglés al
lado de un piquete francés, y el día que se lleve a cabo el arreglo, cuando las susceptibilidades nacionales se exciten,
cuando las tropas se hallen cerca unas de otras, ¡imaginen cuál será el peligro! (Aplausos en diversos bancos.) En
verdad, diriase que en algún lugar -no sé dónde- existe una mano hábil que se dedica a ir preparando una explosión
en Europa. (¡Muy bien (¡Muy bien!) .
Pues bien, en condiciones semejantes, no les daré a ustedes el mandato que reclaman. No porque lleve a la
guerra, a veces hay que saberse resignar a la guerra, sino porque ustedes no saben, porque no existe un sólo
diplomático en Europa que pueda saber lo que se nos prepara y adónde vamos. (Aplausos)
En Le Temps, 31 de julio de 1882.”
En BRUNET-PLESSIS: Explications..., págs. 249-251.

CAPITULO XVI: MODERNIZACION DE LA RUSIA ZARISTA


1. LA SOCIEDAD RUSA BAJO LOS ZARES
El imperio ruso, gobernado autocráticamente por los zares, permanece durante la primera mitad del siglo XIX
ajeno a los cambios económicos y sociales de la revolución industrial. Es un país de base rural; el censo de 1812
contabiliza 36 millones de campesinos, en su casi totalidad siervos, para un total de 40 millones de habitantes; la
servidumbre es, por tanto, el rasgo definitorio de la sociedad rusa.
Los zares concentran todos los poderes, deciden la paz y la guerra, decretan las leyes, designan ministros y
colaboradores, poseen autoridad religiosa el zar es la cabeza de la Iglesia, prerrogativa heredada de la civilización
bizantina-. Pedro el Grande había reemplazado al patriarca, débil réplica de papa ortodoxo, por el Santo Sínodo,
órgano bucrocrático de más fácil control, dirigido por un procurador general. Possochkov, en el Libro de la pobreza
y la riqueza, escribe: «Dios es dueño del mundo; el zar es dueño de su país». Bajo los primeros Romanov habían
existido «Estados generales», asamblea formada por agentes del rey y funcionarios, y por representantes de los
servicios locales, con un papel puramente deliberativo. A diferencia de los monarcas occidentales el zar no tiene
limitaciones parlamentarias o constitucionales, gobierna por medio de la Okrana (policía) y una burocracia compleja.
Los intentos liberalizadores iniciados bajo Alejandro I, por sus consejeros La Harpe y Speransky, fueron
interrumpidos por la invasión napoleónica, que fortaleció la tendencia contraria, la de la concentración de autoridad;
con Nicolás I tales intentos se olvidaron definitivamente, este zar simboliza de manera perfecta el modelo de
monarca despótico.
En contraste con Occidente conservan los linajes todo su esplendor. Los más antiguos se distinguen con el
titulo de príncipe; los nuevos, en recompensa de servicios al zar o méritos militares, reciben el de barón o conde. Las
familias aristocráticas de mayor abolengo tienen palacio en San Petersburgo y su distinción y lujos riman con la
pompa de las solemnidades zaristas. A diferencia de Alejandro I, que prefería viajar, Nicolás I fomentó las fiestas en
la capital y gustaba de congregar una cohorte de nobles en el Palacio de Invierno, especialmente en la festividad de
salutación del nuevo año, el 1de enero. El marqués de Custine, en su viaje a Rusia, se quedó deslumbrado por los
esplendores de la corte rusa: «He visto el Congreso de Viena, pero no recuerdo ninguna reunión que pueda igualar a
las del Palacio de Invierno. Durante algún tiempo Moscú, convertida en gran ciudad provinciana, conservó huellas de
su pasada grandeza porque las familias nobiliarias poseían propiedades en sus alrededores y pasaban alguna
150
temporada en la antigua capital, pero hacia 1830 han vendido sus palacios a comerciantes; Puchkin anota con tristeza
el abandono de los jardines de las casas de los boyardos. En las ciudades provincianas reside la nobleza terrateniente,
que prefiere pasar en sus mansiones urbanas, situadas en una misma calle, denominada de la nobleza, los meses de
invierno. Notable es la presencia aristocrática en Kiev.
A la nobleza se reservan todos los puestos de oficiales en el ejército y funcionarios en la administración, y el
monopolio de la propiedad de la tierra; la actividad cultural, literaria y artística depende de su mecenazgo. Nos
encontramos con las fórmulas .de privilegio estamental típicas del Antiguo Régimen, en una época en que en los
otros países europeos el ascenso de la burguesía había trastocado los fundamentos del linaje como privilegio. En
Rusia los nobles no sólo poseen tierras sino también siervos, hasta el punto de que a veces su fortuna se mide por el
número de sus «almas, más que por el de sus deciatinas (I deciatina = 1,1 hectárea). El censo de 1834 señala unos
14.000 señores con la propiedad de más de mil almas cada uno; la concentración de la propiedad de siervos es
enorme; algunos casos, espectaculares. El príncipe Nicolás Youssupov poseía 250.000 has. diseminadas en 17
gobiernos o provincias, y pobladas por más de 17.000 almas masculinas; las rentas campesinas, la explotación de
fábricas en Moscú y Ucrania, y las pesquerías de los ríos del mar Negro le reportaban ingresos de I millón de rublos
de oro por año, que doblaría con créditos gubernamentales. El hetman de Ucrania, príncipe Razumovski, poseía
140.000 almas, y con sus familias rebasaba la cifra de 300.000 siervos.
En esta sociedad aristocrática no queda sitio para la burguesía, «en Rusia no hay burguesía, escribió madame
de Stael. La ausencia del tercer estado es, con la prepotencia nobiliaria y la servidumbre campesina, el tercer rasgo de
la sociedad rusa. Sólo en Polonia nos encontramos con clases medias de una cierta significación. Sin industria y con
algunas profesiones liberales reservadas a los descendientes de nobles no era posible la formación de una burguesía
sólida. Las grandes distancias hacían inevitable la existencia de intermediarios en las transacciones, y en los puertos
aparecen firmas comerciales, pero aquellos no hacen fortuna y éstas no pueden competir con los comerciantes
extranjeros; hay momentos en que en Odessa y Taganrog, los puertos comerciales del mar Negro, no hay ninguna
firma rusa en las actividades de exportación.
La derrota en la guerra de Crimea provoca una conmoción nacional; los rusos son conscientes de que su
inferioridad militar la ha provocado la no industrialización, carecen de ferrocarriles para el traslado de tropas, y su
estructura social, muchos siervos se niegan a ir a combatir. Los novelistas ponen de relieve los fallos de esta sociedad
anacrónica, por ejemplo Turguenev en Padres e hijos o Pisemskij en Mil almas. El nuevo zar, Alejandro II, reconoce
la necesidad perentoria de dos medidas, la emancipación de los siervos y la industrialización; la segunda no es posible
sin la primera.

2. SITUACIÓN DE LOS SIERVOS


Con los cambios políticos que se producen en Rusia a mediados del siglo XV, concentración de los feudos
bajo la autoridad de Moscú, se intenta frenar la emigración hacia las estepas meridionales y el consiguiente
despoblamiento de las regiones centrales encomendando a los señores la administración del trabajo y residencia de los
campesinos, hasta entonces libres. Esta subordinación se reglamenta por Boris Godunov en 1597. Con los déspotas
ilustrados del siglo XVIII, Pedro I y Catalina la Grande, las obligaciones del campesino hacia el señor crecen. En el
siglo XIX, salvo un pequeño número de campesinos libres, los campesinos siervos constituyen la mayoría de la
población rural; sus categorías y obligaciones son de diversos tipos:
-siervos domésticos, algunos sometidos a señores viciosos o caprichosos, otros mejor tratados, algunos incluso
medran o se enriquecen. En algunas familias, por vanidad, el número de siervos domésticos había sobrepasado los
límites de lo razonable;
-siervos sometidos a la corvea (trabajo no remunerado). Es el grupo más desgraciado; trabajan tres días por
semana para el señor en sus tierras y han de efectuar como censo o renta una serie de faenas para él, como construir
carros de madera, reparar o ampliar su mansión, mientras la mujer está obligada a hilar cierta cantidad de lana
durante el invierno;
-campesinos que pagan una renta (obrok). Algunos de ellos se encontraban en situación privilegiada, eran
siervos de derecho pero no de hecho cuando el señor les permitía trasladarse a trabajar en un oficio a la ciudad -es el
caso de los carpinteros de San Petersburgo y Moscú- mientras su familia trabajaba la tierra y satisfacía el obrok.
Más que en una precaria situación económica, el drama de la servidumbre radica en la indignidad de su estado,
en su ignorancia total, en su hundimiento espiritual y físico. Casi ninguno sabe leer y los señores se cuidan de impedir
la salida de esta situación. Boris Youssupov hace cerrar una escuela y escribe a su intendente: «Sé, por experiencia,
que saber leer o escribir no es de ninguna utilidad para los campesinos. Querría que mis súbditos transmitiesen a sus
hijos únicamente las reglas de la buena moral.» En 1845 Zenaida Archangelskaia, acusada de crueldad con una
doméstica, replica: «Dios ha creado aparte señores y siervos, a éstos los ha dotado de una naturaleza particular, capaz
de soportar las más pesadas cargas. De esta diferencia natural entre señores y siervos resulta que estos últimos, para
realizar trabajos materiales, pueden sufrir castigos corporales.»
Los derechos de los señores son casi ilimitados. Como delegados del zar en la administración de la justicia
(justicia señorial), están autorizados a administrar castigos corporales (Código de 1833) -hasta 15 bastonazos y 40
151
latigazos- para mantener el orden y la autoridad, con tal de que no pongan en riesgo la vida o produzcan
mutilaciones. La potestad de confinamiento les permite arrestos de cuatro meses de cárcel, y el más temible de
destierro a Siberia, que afectaba a toda la familia, ya que esposa e hijos debían acompañar al siervo, o podía romperla
cuando el señor ejercía su derecho de retención de los hijos mayores de cinco años y las hijas mayores de diez. Los
señores ven- den o hipotecan a sus siervos y todavía en los primeros años del siglo -después se prohibió- se leían en la
Gaceta de Moscú anuncios en los que, conjuntamente, se ofrecía la adquisición de siervos y muebles. El derecho más
terrible era el de cambiar las listas de recluta militar .El servicio duraba 25 años, se partía adolescente y se regresaba
viejo; el pueblo consideraba la recluta como una condena a muerte en vida. El anarquista Kropotkin describe la salida
de un servidor de su casa para el ejército: «Se postraba ante mis padres, su madre y sus hermanas exhalaban lamentos
como en un entierro.» Para el siervo díscolo la amenaza de incluirle en la próxima leva constituía un correctivo
bastante eficaz.
Algunos grupos religiosos firmaron protestas contra la servidumbre; así, el Dukhoborsty y el Molokane (o
bebedores de leche en los días prohibidos por los ortodoxos), el cual dejó de pagar sus impuestos para forzar alas
autoridades, y se iniciaron los levantamientos de campesinos; los primeros documentados, en 1819, en las colonias
militares de Novgorod, en las que el agricultor partía al trabajo a redoble de tambor. Según la documentación más
reciente, estudiada en Moscú por un departamento especializado, el Gossizdat, los levantamientos crecieron en
número y violencia hasta alcanzar, entre 1844 y 1849, la cifra de 650. Las quejas eran siempre las mismas: severidad
excesiva, actos de brutalidad, abusos de las jóvenes; en cambio, aparece con menos frecuencia la reclamación de tierra
o el rechazo de la corvea. Otra reacción colectiva era la fuga, desaparecían pueblos enteros hacia el Cáucaso; en algún
caso la gobernación de Kurks frenó éxodos de veinte mil campesinos. La situación del campesinado era insostenible y
su inquietud constituía un cáncer para el Imperio.
En varias ocasiones se había estudiado la posibilidad de la liberación pero se complicaba con un problema
económico, no podía decretarse la libertad sin acompañarla de la entrega de tierra, que, por otra parte, el campesino
consideraba suya aunque aceptara el pago de rentas al señor. Nicolás I, a pesar de las insuficiencias de su educación
política, consideraba la servidumbre como el oprobio de su reinado y encargó, en 1847, a Kiselev y Speransky un
proyecto de emancipación muy tímido, pero la obstrucción nobiliaria y las revoluciones de 1848 en el continente
europeo le desengañaron de sus veleidades reformistas. El desastre de la guerra de Crimea (1854-1856) abrió los ojos
a señores y campesinos. El barón de Von Haxthausen escribía: «La servidumbre se ha convertido en un hecho contra
la naturaleza y pronto será imposible mantenerla.» Cuando grandes motines de siervos retienen las tropas necesarias
para detener a los ejércitos francés e inglés, Alejandro II declara: «Más vale abolir la servidumbre desde arriba que
esperar a que comience a abolirse desde abajo»; es el primer anuncio de su propósito, en su discurso a la nobleza de
Moscú el 30 de marzo de 1856. Decide que examine el problema un comité secreto, presidido por el príncipe Orlov;
todavía la nobleza intenta frenar el proceso, pero surgen fisuras, por ejemplo el memorándum del terrateniente
Koshelyov de 1858, que afirma que la servidumbre destruye la moral de los propietarios, y sobre todo salta la noticia
a las páginas de la prensa, lo que provoca el entusiasmo de los revolucionarios que viven en el exilio y que no regatean
en ese momento su aplauso al nuevo zar.

3. EMANCIPACIÓN
El ukasse o decreto de 19 de febrero de 1861, que dispone la abolición de la servidumbre, es un documento
trascendental, un paso decisivo para hacer de Rusia un país moderno. Fija, en primer lugar, para el campesinado un
nuevo estatuto jurídico, que supone la extinción de todo dominio de los pomeshchiks (propietarios con siervos) y la
adquisición por los campesinos de derechos personales: propiedad, libertad para contraer matrimonio, suscribir
contratos y obligaciones, realizar actividades comerciales e industriales, abandonar su lugar de residencia, etc. Además
de la libertad jurídica reciben un lote de tierra, con la obligación de entregar al señor el exceso si trabajaban una
parcela que sobrepasase la extensión máxima fijada en el decreto, y la del señor de completarla si la familia campesina
no disponía de la porción mínima. Los campesinos emancipados son agrupados en aldeas (mir), integradas en
unidades más amplias (volost). Cada aldea tiene una asamblea, en la que se resuelven las cuestiones cotidianas; un
consejo de ancianos regenta el Volost. Al señor se le compraba la tierra o se le compensaba con un préstamo de
redención que el campesino habría de reembolsar con sus intereses durante 49 años. Una serie de cláusulas restrictivas
aminoran la eficacia del decreto; los siervos domésticos se emancipan sin tierra, lo que les obligó, en la mayoría de los
casos, a suplicar a los señores que les mantuvieran en sus casas, y durante dos años el campesino continúa sujeto a
corveas y censos, período transitorio en el que deben concluirse acuerdos bajo el control de .árbitros de paz» elegidos
entre los nobles.
El decreto emancipador no solucionó los problemas de los campesinos. La redacción de la ley permitía
abusos; los lotes que se entregaban eran excesivamente pequeños, y, en la mayoría de los casos, el agricultor tenía que
devolver una parte de las tierras que habitualmente trabajaba. El precio que se fijó a la tierra fue excesivo; el
historiador soviético Lyashchenko ha calculado que siendo su valor de mercado de menos de 650 millones de rublos
los campesinos pagaron 876 millones. Además, se hacía responsable a la aldea, el mir, del reintegro de los préstamos,

152
con lo que los lazos que ataban al campesino al señor fueron sustituidos por vínculos a la aldea; era todavía una
libertad precaria.
La mayor parte de los campesinos no sabían leer y no podían entender aquellas disposiciones legales abstrusas,
pero comprendían que en bastantes casos tenían que abandonar parte de la tierra que trabajaban y seguir pagando
rentas. Los popes les leían y explicaban la ley, pero deformándola. En muchas regiones se habló de engaño, de
traición a los deseos del zar, y se produjeron levantamientos dirigidos por usurpadores, condenados a muerte y
mitificados. En Vorozneh se enfrentaron al gobernador -no queremos más señor», y la tropa intervino, con la energía
casi olvidada del reinado de Nicolás I. Más tarde inventaron los campesinos una segunda y verdadera emancipación,
que señalaban para el 19 de febrero de 1863. En las revueltas gritan que -morirán por Dios y por el zar».
Aunque el ukasse de emancipación no solucionó, por sus propias insuficiencias, la situación económica de los
campesinos, el cambio en su condición jurídica, es esencial. Desaparecen las trabas para la, creación de escuelas ya
partir de 1880 se multiplican las parroquiales. La posibilidad de vender la cosecha hace entrar al campesinado en un
mundo para ellos desconocido, el comercio y la moneda. Unos, con escasa capacidad de adaptación, se empobrecen;
otros se enriquecen (kulaks); en la correspondencia de Tolstoi se habla de que -los individuos más inteligentes, los
más capaces, llegan a apropiarse de la tierra ya sujetar a 6tros campesinos a la condición de jornaleros». Pero ahora
podían buscar mejor fortuna en otras tierras; su horizonte son las tierras de colonización, primero las estepas
meridionales, insuficientemente explotadas, más tarde tierras de Siberia. En Rusia la emigración es, a diferencia de los
países europeos, interior, hacia las tierras y espacios de los alrededores. El hambre del año 1891 y el transiberiano
vigorizaron la marcha hacia el Este.

4. DEBATE SOBRE LOS COMIENZOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN


Abolición de la servidumbre y despegue industrial aparecen en la Rusia del XIX como dos procesos paralelos,
pero ¿no existía ningún nivel de industrialización antes de 1861? Los historiadores soviéticos se han esforzado en
aclarar el punto de partida y admiten la importancia de la política económica de Pedro el Grande en el siglo XVIII;
sin embargo, al margen de que se discute su magnitud, está caracterizada por el dirigismo estatal del Despotismo
Ilustrado y es dudoso que vaya acompañada de algún cambio social, como el surgimiento de una clase de empresarios.
En cualquier caso, ¿se produjo una parálisis a partir de 1800, que apartaría a Rusia de las pautas del occidente
europeo? La teoría de la parálisis, sustentada en las obras ya clásicas de Florinsky, ha sido combatida por otros
historiadores, como Strumilin, Rozhova y, sobre todo, Yatsunsky, quien en su ponencia en la primera conferencia
internacional de Historia económica (Paris, 1960) demostró el comienzo de la mecanización en factorías y el
incremento del trabajo libre en pequeñas empresas capitalistas. Cada vez disponemos de más datos que impiden
defender la hipótesis de la parálisis total; por ejemplo, en la feria anual de Nijni-Novgorod, donde se reunían los
comerciantes de toda Rusia, el valor de los cambios se alzaba a 28 millones de rubios en 1829 ya 103 en 1859. El
número de empresas de tejidos de lana era en 1804 de 157 y en 1860 de 706, y el de tejidos de algodón de 199 y
1.200 respectivamente, datos estadísticos que muestran, además del incremento de la producción, el desplazamiento
de la lana por el algodón, uno de los signos de la revolución industrial, si bien aun ritmo mucho más lento que en
Inglaterra. Proceso paralelo supone el incremento de la población urbana, un 6.6 Ojoen 1811 y un 10010 en 1863.
Factores de impulso en este período que precede a la emancipación fueron, fundamentalmente:
-la exportación de los granos del Sur, que se especializa y aumenta la di manda de productos industriales a
otras zonas;
-la industrialización del oeste europeo, que permitió a Rusia beneficiarse de técnicas y maquinaria. Strumilin
ha demostrado la influencia del ciclo internacional sobre la prosperidad de Rusia a partir de 1830.
Ahora bien, si parece innegable que existe una cierta expansión industrial entre 1800 y 1860, de la que son
testimonios el incremento de los cambios comerciales, el desplazamiento de la lana por el algodón, el aumento de
empresas y obreros, y el desarrollo -débil todavía- de la urbanización, otros factores delinean para Rusia una
situación diferente a la de Inglaterra, Bélgica o Prusia. El Estado juega un papel pasivo el incluso frena este desarrollo,
como lo demuestra que el director del transporte, Tol, se opusiera a la introducción del ferrocarril en 1830. Sin duda
el crecimiento continuo de la producción, que hemos señalado como característica de la revolución industrial, no se
inicia hasta después de la emancipación. Pocos historiadores atribuyen, como Blackwell, importancia decisiva a este
período para la subsecuente industrialización, la mayoría hace hincapié más en los signos de arcaísmos que en los de
progreso. Roger Portal ha argüido que los avances no son revolucionarios, la mecanización sólo hace progresos en los
tejidos de algodón y en el azúcar de remolacha; Gerschenkron subraya la discontinuidad del crecimiento y la
despreocupación de la Intelligentsia» por los fenómenos de la vida económica. A la hora de dilucidar cuál es el
auténtico freno las explicaciones divergen; Baykov cree que son las vastas distancias y el clima duro, Tom Kemp
discute sus argumentaciones y vuelve a sostener la tesis tradicional de la servidumbre como corsé que impide el
desarrollo de Rusia.
Los historiadores de la economía parecen haberse obsesionado con el examen de aspectos parciales de la
evolución rusa. Quizá sean historiadores políticos los que se han elevado para buscar la explicación del retraso en una
serie compleja de factores, y no en uno solo. Así, René Girault y Marc Ferro estiman que Rusia se quedó rezagada, y
153
la guerra de Crimea constituyó el despertar de su sueño de grandeza, por tres factores fundamentales: la pasividad del
Estado en materia económica, la insuficiencia de un mercado nacional -con islas» como Nijni-Novgorod y Kharkov-
y el estado arcaico de la sociedad zarista. Teniendo en cuenta que los procesos de cambio social son más lentos, se
deduce que el atraso se debía, sobre todo, a una estructura anacrónica de la sociedad y, en concreto; a la permanencia
del campesinado en la servidumbre.

5. LA INDUSTRIALIZACIÓN
El ukasse de Alejandro II jugó un papel de estimulo innegable; a partir de 1861 Rusia se industrializa y sigue
una evolución parecida, en el orden económico, a la de las potencias occidentales. Podemos resaltar algunos puntos
peculiares de la industrialización rusa:
-Intervención del Estado, en contraposición a su actitud en la etapa precedente. Es la tesis del economista
norteamericano Gerschenkron. En Rusia no existió un adecuado plantel de empresarios y el mercado ejerció poca
presión. La industrialización toma la forma de varios aguijonazos asociados a fuertes inversiones gubernamentales.
-No abundan las grandes fábricas: más bien se produjo una penetración entre las estructuras capitalistas y la
producción artesana en pequeña escala (v. Lenin: El desarrollo del capitalismo en Rusia) .
-Papel esencial del ferrocarril. El motivo impulsor fue de naturaleza administrativa y estratégica, la mayor
parte del capital es estatal, en las primeras fases. El ferrocarril contribuyó a mantener la importancia de Moscú como
red de confluencia. Las importaciones de equipo y maquinaria ferroviaria exigieron una cantidad creciente de
exportaciones y deudas, lo que obligó a vender los cereales, y se dio la paradoja de que Rusia fue un gran exportador
de granos y al mismo tiempo se encontraba indefensa ante un año de mala cosecha y tenía un índice de consumo de
alimentos «per capita» muy bajo.
La pérdida de la prepotencia de los empresarios tradicionales se detecta en el declive de la industria nobiliaria,
centrada en los tejidos de lana y la metalurgia del Ural. Los fabricantes de prendas de lana vendían uniformes al
ejército y utilizaban como mano de obra siervos o campesinos redimidos; a partir de la emancipación el número de
obreros empleados no cesa de disminuir. La metalurgia del Ural intentó mantenerse utilizando técnicas tradicionales,
por ejemplo carbón de madera como fuente de energía; sus propietarios, grandes terratenientes, poseían millones de
deciatinas de bosques y no les movía ala innovación ni siquiera el incentivo del beneficio. Anclados en la nostalgia de
una sociedad desaparecida retrasaron veinte años -calcula Barel- la industrialización masiva de Rusia y el paso ala
mecanización. De esta forma, cuando se construye la red ferroviaria, la metalurgia rusa no se encuentra en
condiciones de suministrar locomotoras, raíles, vagones, que han de ser importados en un porcentaje muy elevado.
Esta clase residual del pasado, que en Rusia conservaba todavía un notable influjo, constituyó un freno poderoso y su
papel fue bien diferente del que jugó el empresariado de las potencias que iniciaron la primera revolución industrial.
El mantenimiento del poder nobiliario en la vida económica, aunque declina de manera lenta, provocó algunas
notas originales de la industrialización en Rusia. El artesanado, allí denominado pequeña industria kústara, no sólo
no desapareció sino que incluso aumentó. En la peletería de Arzamas, en la guarnicionería y cordonería de Kimry, en
la cristalería, fue la forma de producción, ya finales del siglo XIX, en numerosas regiones, eran más numerosos los
kústaros que los obreros de fábrica. De la misma manera, y en fenómeno similar al del Japón meiji la manufactura
tradicional, destruida en Occidente de forma brutal ante el embate de la gran industria, coexiste con ésta, pese a la
persistencia de elementos tradicionales, la expansión de los sectores modernos repite el modelo clásico de
industrialización, Cinco son las palancas de la transformación:
-la Banca. En el momento de la emancipación no existía una infraestructura bancaria; el capital de las escasas
sociedades anónimas existentes resultaba exiguo. En 1860 se crea un Banco del Estado para ayudar a los
terratenientes, que van a verse afectados por la supresión de la servidumbre. El primer Banco moderno, con depósitos
de particulares, se crea en San Petersburgo en 1864; dos años más tarde setenta y siete negociantes moscovitas fundan
el Banco de Comercio de Moscú, y en 1870 pasan de doscientas las sociedades de crédito. A partir de 1880 el Banco
de Rusia instala sucursales en las ciudades importantes;
-el ferrocarril. En 1857 se crea una Gran Sociedad de ferrocarriles, cuyo consejo de administración está
integrado por aristócratas rusos, pero cuyos capitales tienen apellidos europeos: Pereire, Hope, Mallet. Además de
una corta red en tomo a San Petersburgo, se inicia la más importante, con centro en Moscú, hacia el Norte (Iaroslav),
el Este (Nijni-Novgorod y Riazan) y el Sur (Voronezh y Kursk). Las líneas meridionales se prolongan en la década
siguiente para enlazar con las regiones agrícolas los puertos del Sur. En 1885 se inaugura una línea de gran
importancia económica, la que une las regiones carboníferas del Donetz con las de hierro de Krivoi Rog, en Ucrania.
A partir de 1890 el aumento del kilometraje es más espectacular, el programa de desarrollo de Sergei Witte, el
«Colbert ruso», se basa en el ferrocarril y la industria pesada. La red pasa de 30.000 a 53.000 kms. El proyecto más
ambicioso, el Transiberiano, se inicia en 1891, con él los inmensos espacios de Siberia se abren para los colonos:
-los textiles. Por desgracia para las previsiones de los consejeros económicos del zar la emancipación coincidió
con la escasez de algodón provoca da por la guerra civil norteamericana, circunstancia que retrasó el inicio de la
expansión. A partir de 1865 el aumento es continuo, en veinte años se multiplica por cinco; algodón y lino se
modernizan con la utilización de máquinas mientras lana y seda apenas innovan sus procedimientos;
154
-la metalurgia, a pesar de la rémora de los Urales, encontró otros hogares para su modernización. El
descubrimiento, al norte de Crimea y del mar de Azov, de enormes yacimientos de hierro y carbón, próximos los
unos a los otros, transformó la región del Donetz, antes agrícola y pastoral, en un poderoso emporio Industrial; el
petróleo. Su hallazgo en el macizo del Bakú, en cuyas prospecciones invirtieron los Rothschild, constituyó una
fortuna; Rusia tenia carbón, fuente de energía de la primera revolución industrial, y petróleo, base de la segunda, del
que carecía en cambio Inglaterra. Esto le permitió quemar etapas y acelerar su desarrollo. En 12 años aumentó la
producción de nafta catorce veces; a fin de siglo, con casi 6.000 empresas, ocupaba el primer lugar en la producción
mundial.
Aun con el peso de bastantes arcaísmos y contradicciones es indudable que el Imperio experimenta una
transformación en el orden económico y que el momento de despegue coincide con el de la transformación de su
sociedad, tras la abolición de la servidumbre. En 1913 Rusia no es ya un país agrario. Lenin lo vio con claridad; por
el contrario, pensadores menos atentos a los procesos socioeconómicos, por ejemplo los narodniki o populistas,
hablaban de la «Santa Rusia» como de un país que debía conservar sus tradiciones y no ser «contaminado» por
Occidente.
Uno de los especialistas en historia rusa de este período final de siglo, Von Laue, suministra una original
explicación del proceso de industrialización en un país que la inicia cuando otras potencias están ya comenzando la
segunda revolución industrial. Von Laue sugiere que la tributación alta forzó la venta de los productos agrícolas; es
decir, el campesino, para saldar sus obligaciones con el Estado, se veía obligado a reducir su consumo y vender un
excedente mayor de sus cosechas. De esta manera el país disponía, por contracción del consumo, de mayores bienes
agrícolas para la exportación, con lo que podía equilibrar la balanza de pagos, compensando la entrada de productos
industriales, necesarios para el despegue. La industrialización se conseguiría, en resumen, con el sacrificio y la
austeridad obligada de los campesinos rusos.

6. MANTENIMIENTO DE LA AUTOCRACIA
No se acompaña a los dos trascendentales procesos de la emancipación de los siervos y de la industrialización
de similares medidas de modernización en el campo político; es ésta la gran contradicción del zarismo. En la Rusia
del siglo XIX no se puede hablar de constituciones, partidos políticos, elecciones para un Parlamento, son ausencias
definidoras. Algunas medidas de aperturismo político, de alejamiento del modelo autocrático, se adoptan, pero de
forma titubeante y precaria; a los periodos de reforma suceden otros de reacción.
Nicolás I había encarnado una política reaccionaria, nada quería saber de la filosofía y la ciencia sin Dios del
Oeste. En su reinado se controlaba todo: universidades, súbditos, periódicos. En contraposición se ha presentado a
Alejandro II (1855-1881) como un líberal que inicia una era de aperturismo. En realidad nunca pensó en abandonar
su poder autocrátifo; su propósito fundamental consistían en regenerar el zarismo con el fin de reforzarlo. Un
examen de sus colaboradores permite afirmar que en ningún momento el zar se propuso ensayar un sistema político
más moderno. Miliutin y Lanskoy, dos de los principales inspiradores de la emancipación y las primeras medidas
reformistas, fueron apartados de la Corte cuando se les acusó de excesivamente liberales; el ministro de instrucción,
Kovalevski, partidario de la autonomía universitaria y opuesto a las medidas restrictivas tras las perturbaciones de
1861, fue sustituido por el almirante Putiatin, y en 1866 se coloca en este puesto clave al conde A. Tolstoi, símbolo
del oscurantismo. No obstante no fueron insignificantes las decisiones aperturistas de los primeros años.
En 1862 el zar introduce la reforma judicial, con normas parecidas a las europeas. El procedimiento oral y
público sustituye al escrito y secreto; se establecen varias instancias, con posibilidades de recurso de apelación. En el
campo jueces de paz, designados por tres años por la duma municipal en cada volost, y que pueden imponer como
penas máximas 300 rublos de multa o prisión de un año, suponen un gran progreso con respecto a la justicia feudal
de los señores; a escala de provincia se crean tribunales con varias innovaciones: inamovilidad de los jueces, resolución
de la culpabilidad o inocencia en materia criminal por un jurado elegido en listas, intervención de abogados. En teoría
el tercer poder escapa a la servidumbre del ejecutivo. La supresión de las penas corporales forma parte de la
europeización de los procedimientos.
En la administración se da un paso importante con la creación de asambleas locales, los Semstvo, de distrito y
de provincia, cuyas atribuciones se extendían a trabajos públicos, escuelas, iglesias, hospitales, policía local, impuestos,
designación de jueces de paz. Para su composición se dividía a los electores en tres categorías según su riqueza, con lo
que la nobleza quedaba sobrerrepresentada y en los semstvos provinciales el campesinado no llegaba a ocupar más de
la décima parte de los asientos. Esta representación desigual de los grupos sociales se reforzaba con una serie de
medidas precautorias; las sesiones eran cortas, las presidía el mariscal de la nobleza del distrito, se prohibía la
publicidad y se supervisaban los acuerdos por el gobernador. A pesar de tales trabas los círculos liberales supieron
aprovecharlas para, desde ellas, entablar la lucha con la poderosa burocracia y la policía del Estado, por lo que en el
periodo de reacción absolutista se limitó bastante la competencia de los semstvos. Se confiaba que la creación de
asambleas comerciales culminase con una gran asamblea nacional, un parlamento, solicitado ya en 1862 por la
nobleza de Tver. Los estamentos de Moscú, Novgorod. Tula y San Petersburgo se limitaron a suplicar la creación de
una asamblea nobiliaria nacional, pero el zar no respondió a las peticiones, y cuando el Semstvo de Moscú le pide la
155
convocatoria de un Parlamento, replica: «El derecho de iniciativa me compete exclusivamente a mí, y está
indisolublemente ligado con el poder autocrático que me ha confiado Dios. Nadie está autorizado para presentarme
peticiones que afecten a los intereses y necesidades generales del Estado.»
También en la política universitaria se refleja la insuficiencia de las reformas. Se abolió el uniforme de
estudiante, se suprimió el adiestramiento militar, se generalizó la costumbre de reuniones estudiantiles y aparecieron
periódicos manuscritos, redactados por universitarios. El acto decisivo consistió en abrir las puertas de la universidad
a todos los sectores sociales; con lo que aumentó el número de estudiantes y apareció lo que se llamó «proletariado
del pensamiento», jóvenes de extracción humilde que llegaban de provincias lejanas y dormían donde podían. Las
quejas de los profesores conservadores y, posteriormente, las críticas políticas del sector estudiantil, y su apoyo moral
al levantamiento polaco de 1863 -un réquiem en San Petersburgo por los muertos en los desórdenes de Varsovia-,
aconsejaron al zar la supresión de algunas de las medidas de apertura, con el establecimiento de limitaciones de
número, la prohibición de «toda reunión sin el permiso de los superiores» y la reducción de la exención de tasas a
dos estudiantes por gobernación, lo que excluía a los muchachos de clases bajas. Nuevos desórdenes en Moscú
provocaron la detención de los delegados estudiantiles.
El atentado contra el zar del estudiante Karakozov, en abril de 1866 frenó decisivamente los deseos
reformistas de Alejandro II. La censura de libros y periódicos, que se había hecho más flexible en los años anteriores,
volvió a actuar con rigor. En poco tiempo las publicaciones más prestigiosas, El Contemporáneo y La palabra rusa, se
convierten en una sombra. Los escritores recurren a procedimientos curiosos para exponer ideas que podían ser
consideradas subversivas; cadenas de criptogramas, o, con frecuencia, el truco de la denuncia, que consistía en
denunciar un artículo extranjero como erróneo e incluirlo íntegro. ~
La marcha atrás provoca la aparición de conspiraciones y se inicia un círculo de represión gubernamental y
terrorismo de los descontentos, que culmina en el atentado del año 1881, en el que muere el zar. Desde ese momento
la reacción fue brutal. Su piloto es Pobiedonostsev, procurador general del Santo Sínodo y consejero íntimo del
nuevo zar, Alejandro III. Hombre de vasta cultura, profesor de universidad, pero con una concepción del mundo que
excluye toda posibilidad de progreso, considera que las amenazas para Rusia son la democracia y los partidos
políticos, a los cuales aún sin formar parte del modelo zarista considera «la gran vergüenza de nuestra época», y por
ende la prensa libre, la escuela moderna, que arranca al niño de su medio y pretende destruir la fe religiosa de las
masas, y el régimen parlamentario, engendro que intenta funcionar a base de una mayoría que constantemente
cambia. Tan aberrante concepción de la vida colectiva rima con la de un monarca que renuncia ahora a toda veleidad
aperturista. Destituye al conde Ignatiev, ministro del Interior, que había propuesto un Sobor, especie de Estados
generales. Se proclama un «estado de seguridad reforzada» en muchas provincias. Se toman represalias contra la
prensa, entre 1883 y 1885 desaparecen 9 de los 14 periódicos importantes. Se refuerza la censura, con la prohibición
de obras de Tolstoi, Renán, Ibsen, Victor Hugo.
Especialmente duras son las medidas étnicas. Rusia estaba integrada por una serie de pueblos diferentes. Se
intensifica la rusificación imponiendo a los otros pueblos el idioma y cultura rusos; se presiona sobre los polacos para
que abandonen el catolicismo y se conviertan a la ortodoxia. El problema más triste es el de los judíos, bestias negras
para el gobierno. Se les confina en «ghettos», a los que se llama «territorios reservados», se les excluye de la región de
Moscú y de la capital y sólo se acepta un pequeño porcentaje de judíos en los establecimientos de enseñanza
secundaria y superior: Los éxodos provocan la indignación de los liberales.

7. VALOR TESTIMONIAL DE LA NOVELÍSTICA


Coincide con el reinado de Alejandro II una enorme floración de la novela; en la segunda mitad del siglo XIX
dos generaciones de escritores singulares conquistan para la lengua rusa su máxima capacidad expresiva. Pero no es la
calidad literaria lo que atrae el interés del historiador, ya que la música con el grupo de los cinco y Tchaikovski se
sitúa en un nivel muy próximo, sino la sensibilidad social de los grandes escritores que testifican sobre los procesos
que informan la vida rusa. Es el campesino, con su sufrimiento y sus esperanzas de redención, el protagonista de la
parte más importante de la narrativa. Ya antes de la emancipación el drama de los campesinos sometidos a
servidumbre encuentra a sus pintores más fieles en los novelistas; algunos relatos de Gógol, los Relatos de un
cazador, de Turguenev -minucioso cuadro de la vida en el campo-, y las primeras novelas de Dostoyevski permiten
hablar del nacimiento del realismo antes que en Europa occidental, y en algún caso, como la novela Mil almas, de
Pisemskij (1858), y Padres e hijos, de Turguenev (que se publica en folletines en. 1862. pero cuyo material de
trabajo se reúne antes del ukasse de 19 de febrero), de literatura política, en el sentido de que configuran auténticos
«informes» sobre la situación del campo ruso. Se decía de estas insólitas novelas que descuidaban el argumento, que
las descripciones resultaban premiosas o que interrumpían el ritmo de la acción con interminables divagaciones
filosóficas, y es que no de otra forma podría construir quien deseaba servirse de una novela para trazar un cuadro que
desbordaba la anécdota de unos personajes o para defender principios doctrinales abstractos. No obstante, sería
pretensión excesiva buscar en las novelas evangelios de redención social. La mayoría de los escritores procedían de
clases altas; algunos eran terratenientes, así Turguenev y Tolstoi, otros pertenecían a la reducida clase de la burguesía
opulenta, como Dostoyevski, hijo de un médico que compró dos pueblos con sus habitantes e ingresó en la clase de
156
los terratenientes. Y en consecuencia, aunque las descripciones trazan un cuadro incomparable de la sociedad rusa, no
todos eran revolucionarios. Gógol era un reaccionario, aunque el zar no lo entendiera así, y Bielinski lo llamó
«profeta del látigo» porque se mostraba partidario de azotar a los siervos; las ideas políticas de Dostoyevski, tras
unos primeros devaneos nihilistas, llegaron a ser de un conservadurismo hermético, especialmente sus arengas de
Diario de un escritor. Turguenev es un liberal moderado, partidario de la aproximación a Occidente, a diferencia del
eslavófllo Dostoyevski, pero muchas de sus novelas critican o ironizan sobre las posturas revolucionarias. Para
encontrar la apología de la revolución hay que introducirse en Tolstoi, con su misticismo híbrido de cristianismo y
anarquismo. o mejor aún en los críticos, presididos por Bielinski, en los exiliados, como Herzen, o en escritores más
jóvenes, más conscientes de las contradicciones que se habían gestado en la sociedad rusa, como el Gorki de 1900.
A partir de la emancipación y la etapa liberal de Alejandro II, con la suavización de la censura, las grandes
novelas se suceden casi cada año. Desde la aparición de la primera parte de Guerra y Paz, de Tolstoi, en 1865, en
quince años nacen la segunda parte de Guerra y Paz y Ana Karenina, las cuatro novelas más importantes de
Dostoyevski, que culmina su arte en Los hemlanos Karamazov, y las novelas sociales de Turguenev, además de la
producción de novelistas menores desde el punto de vista literario, pero de primera fila desde el punto de vista
historiográfico, como Saltykov-Schedrin con Los señores Golovliev. La trayectoria histórica de Rusia puede seguirse,
por ejemplo, a través de la obra de Turguenev: en Padres e hijos (1862) describe la situación del campo antes de la
emancipación y la aparición de los primeros nihilistas; en Humo (1867) la decepción por los resultados deficientes
de la emancipación y el desconcierto tras la represión del 63, en Tierras vírgenes (1877) las posturas radicales del
nihilismo y la exasperación de los revolucionarios.
En conjunto la literatura nos proporciona dos niveles de información. En primer lugar descripciones de la vida
rusa, que a veces se detienen en la captación de una serie de detalles, así el jugoso relato de Chéjov. Los campesinos
(1877), estampa de la vida en un pueblo, o el Eugenio Onieguin, de Puschkin, que se sirve de un viaje por carretera
para describir postas, tipos, paisajes, anticipo del viaje en tren que relata ToIstoi en Ana Karenina, pero a veces tras
estas descripciones se esconde una transformación honda de la vida colectiva, por ejemplo las reformas judiciales de
1864 se perciben en Crimen y castigo, de Dostoyevski, y en otros procesos famosos, como el de Dimitri Karamasov
en Los hem1anos... y el de Catiusha Maslov en Resurrección, de Tolstoi.
En un nivel más profundo encontramos el análisis de los grupos sociales e incluso de las estructuras. Cuando
el noble protagonista de Mi vida, de Chéjov, es denunciado por trabajar como obrero y ser considerada por su clase
su conducta como impropia de su condición, se trasluce la escala de valores del bloque hegemónico. Tolstoi utiliza su
Amanecer de un terrateniente para defender con pasión a los campesinos, con argumentos que van a aprovechar los
narodniki. La Iglesia rusa puede ser conocida de manera penetrante a través de Los clérigos, de Leskov; Confesión, de
Tolstoi; Los hermanos Karamazov, de Dostoyevski, y otras obras. Los funcionarios son criticados por Gógol y
Chéjov con diferente enfoque y argumentación.
Tras el plano descriptivo y el plano estructural el examen de conjunto permite la aproximación al aspecto
dinámico de la sociedad rusa, a su evolución, a sus fuerzas, al sentido de sus transformaciones, con una seguridad que
hace de la novelística rusa una fuente de primera magnitud para el conocimiento de la Rusia del XIX.

8. MOVIMIENTOS DE OPOSICIÓN AL ZARISMO


En los últimos años del siglo se pueden distinguir cuatro corrientes de oposición política a la autocracia
zarista:
-una corriente liberal moderada, formada por grandes burgueses y propietarios, que desearla un efectivo
funcionamiento de los semstvos, dirigidos por ellos. Es una forma de revuelta de los privilegiados;
-liberales de tipo occidental, intelectuales inclinados hacia la democracia, deseosos de la apertura de un
parlamento y temerosos del agravamiento del problema obrero y campesino;
-una corriente revolucionaria denominada populismo, que se vuelve al mundo rural y basa su programa en la
entrega de tierra a los campesinos:
-otra corriente revolucionaria proyectada hacia el mundo urbano e industrial, el socialismo marxista,
introducido por Plejanov, que prepara la revolución social,
Los populistas no desean para Rusia el desarrollo occidental; frente al capitalismo industrial prefieren la
modernización de una agricultura en la que coexistirían formas colectivas y familiares de propiedad y una sociedad
agraria que conservaría las tradiciones y valores populares. Esta sacralización del campo no les impide estimar que la
autocracia es la gran enemiga y postulan por todos los medios la revolución contra el zarismo. El iniciador de esta
marcha hacia el pueblo», cuya primera base social la constituyeron jóvenes estudiantes que iban a convivir con los
campesinos, fue Herzen, exiliado la mayor parte de su vida, admirador en el París del 48 de Blanqui, y después de
Proudhon, crítico del zarísmo en Londres, autor de la proclama a los soldados en la guerra de Crimea, en la que
incita a la sedición, defendéis al zar y no al pueblo», cuya difusión han probado los papeles de la policía y la
reproducción por Mazzini en L 'Italia del poporo. Herzen acomete en el periódico por él fundado, El Kolokol, uno
de los más completos estudios sobre la emancipación y fue el primero en señalar las contradicciones de una reforma
incompleta. Más conocido dentro de Rusia fue Chernyshevski, cuya novela ¿Qué hacer?- decía un crítico-' leían los
157
jóvenes de rodillas. Chernyshevski proclama la lucha de clases como arma revolucionaría y considera que la
instalación del socialismo en Rusia es menos dolorosa que en el Occidente europeo porque existe una tradición
colectivista frente a la individualista occidental. En Nechaev, coautor con Bakunin del Catecismo del revolucionario,
encontramos el tono destructor de los nihilistas: .El revolucionario es un hombre que ha roto todos los lazos que le
unen a la sociedad... Todo en él está absorbido por una sola idea, una sola pasión, la revolución».
El grupo de los nihilistas se caracteriza porque considera que el sector social revolucionario no es el
campesinado sino la .Inteligencia», profesores, estudiantes, médicos, abogados, incluso nobles cultos, cuantos ejercen
una función critica y pueden desmontar los mitos. Pisarev resumía el objetivo de este movimiento: .Multiplicar los
hombres que piensan, he aquí el alfa y el omega de todo desarrollo social».
En relación con estas ideologías revolucionarías se formaron organizaciones terroristas, como «Zernlia y
Volia» (Tierra y libertad) y «Narodnaya Volia» (Libertad del pueblo). Tenian sus programas; por ejemplo, el de
.Zemlia y Volia» de 1876 propugnaba la entrega de la tierra a los campesinos, la autodeterminación de las aldeas y la
separación en partes del Imperio ruso según los deseos locales. Pero lo que les distingue es el método. Disponen de
servicios de propaganda, manifestaciones, huelgas, para crear un ambiente de agitación que debilite al zarismo, y en
último término considerarán arma revolucionaria el terrorismo. El atentado mortal contra el zar Alejandro II, el 1 de
marzo de 1881, demostró su capacidad operativa.
El socialismo marxista es introducido en Rusia por Plejanov, que se separa del grupo «Narodnaya Volia»
precisamente por sus métodos terroristas. Frente a los populistas Plejanov estima que la clase revolucionaria es el
proletariado industrial: frente a las organizaciones terroristas afirma que la violencia individual no ofrece ninguna
eficacia -la sucesión de Alejandro II por Alejandro III parecía darle la razón-. En todo caso la cohesión ideológica de
los socialistas rusos en el XIX, antes de Lenin, es mínima. Un grupo, los social revolucionarios, se considera heredero
de Herzen y Bakunin, e insiste en la personalidad original del pueblo ruso, que seguirá vías revolucionarias propias.
Los verdaderos seguidores de Marx. los socialdemócratas, reflejan después del congreso de Minsk de 1898 en su seno
varias corrientes: la marxista legal de Struve, que considera inevitable una fase burguesa antes de la revolución
proletaria, los economistas con Prokovitch, quienes consideran que la lucha política la hará la burguesía liberal
mientras la lucha económica correrá a cargo de la clase obrera, etc. Con todos estos grupos polemizará Lenin, quien
sostiene la posibilidad de la revolución en Rusia sin fase burguesa, mediante el apoyo de intelectuales y campesinos al
proletariado.

9. INTERPRETACIONES SOBRE LOS PROCESOS SOCIOPOLÍTICOS DE LA RUSIA


CONTEMPORÁNEA
Los cambios que experimenta Rusia entre 1861 y 1917 no tienen parangón en la historia contemporánea; un
imperio autocrático se convierte en una federación de repúblicas socialistas, un pueblo de campesinos encuadrados
por una aristocracia terrateniente en gran potencia industrial, Con un numeroso proletariado Como grupo social
básico. Tan profunda transformación ha suscitado el interés de los historiadores soviéticos y occidentales por
encontrar las líneas maestras explicativas.
Para Yves Barel el subdesarrollo de Rusia no es total, existen factores progresivos; comparando Japón, Rusia y
China se comprueba que China fue humillada por las potencias occidentales, mientras Japón y Rusia resisten la
penetración; ¿en qué consiste la diferencia? Barel precisa que China es un mundo agrario puro, Japón y Rusia poseen
ciudades y, por lo tanto, existe una interpenetración ciudad-campo, industria-agricultura. Estos factores de progreso
explican que los resultados de la guerra de Crimea no sean los de sumisión al vencedor de la guerra del opio.
Gerschenkron estima que la servidumbre impidió la industrialización, ya partir de 1861, al desaparecer esta
traba social, el Estado no acometió una transformación continua sino que lo hizo a «tirones», únicamente cuando las
necesidades militares lo reclamaban. De ser cierta la tesis de Gerschenkron de relación industria-ejército habría que
concluir, ante las sucesivas derrotas del ejército ruso, que el zarismo fracasó de forma total.
Lenin y Trotski han examinado con atención las peculiaridades sociales del desarrollo ruso. Lenin, en El
desarrollo del capitalismo, demuestra con estadísticas de los zemstvos que se está produciendo la proletarización del
campo y el nacimiento de una clase minoritaria de hacendados ricos. Por otra parte, en 1917 Rusia ya no es un país
agrario, como creían los narodniki, sino industrial. Será posible así la revolución mediante la alianza de un
proletariado galvanizado por la doctrina de la lucha de clases y un campesinado empobrecido y dispuesto a romper
con el régimen del zar. Trotski, al responder {«Sobre los rasgos específicos del desarrollo histórico de Rusia») al
sociólogo e historiador Pokrovski, considera factor fundamental la debilidad de la burguesía, lo que convirtió a Rusia
en negocio para los capitales extranjeros y deterioró la imagen del zar como padre de todas las Rusias.
Las explicaciones económicas y sociales han puesto de relieve algunos de los factores que confluyen en la
originalidad de la historia del imperio zarista pero no han arrumbado la interpretación política. Seton Watson habla
de modernización parcial; existe un desarrollo económico, militar, cultural, sin que al mismo tiempo se acometa la
obra de modernización del Estado, el paso de una autocracia a una democracia constitucional. El profesor español
Emilio de Figueroa ha puesto a la Rusia del XIX como ejemplo de un país que cambia en el orden económico sin
hacerlo en el orden social -de forma completa- y político, a la inversa que las jóvenes naciones africanas del XX, que
158
han cambiado en el orden político pero no en el económico. La modernización de un país ha de afrontarse en todos
los órdenes, ha de transformar la economía, la política, la cultura, la técnica. El zarismo autocrático fue, con sus
medidas tímidas y sectoriales, la barrera que impidió el desarrollo total. Tolstoi, en 1901, escribía que la autocracia
permitía oprimir al pueblo, pero no gobernarlo. La clave de las revoluciones del siglo XX debe buscarse en la
paradoja de un país que cambia socialmente -desaparecen los siervos y aparece un proletariado industrial- y
económicamente -fábricas, desarrollo-, y no lo hace políticamente. El zarismo autocrático demostró que la
modernización no podía acometerse parcialmente, sólo en ciertos campos.

DOCUMENTOS
EL DESPEGUE INDUSTRIAL DE RUSIA
Utilizando las tablas dibújense las gráficas, y compárense las tendencias y ritmos de crecimiento de algodón,
hierro y ferrocarril, relacionando las tres y señalando las peculiaridades de cada una. (Falta)

CAPITULO XVII: OCCIDENTALIZACION DEL JAPON: EL MEIJI


1. ORIGINALIDAD DE LA MODERNIZACIÓN JAPONESA
El Japón contemporáneo constituye un caso único en la historia universal. Vieja civilización oriental, no
titubea en aceptar los cánones de la civilización de Occidente; nación que se engancha con retraso en la revolución
industrial, la asume con ritmo acelerado y consigue convertirse en potencia económica de dimensiones mundiales,
imperialismo que se circunscribe al mundo asiático, configura en una zona no gravitacional del planeta un inmenso
dominio oceánico en tomo a su archipiélago metropolitano, sin plantearse el control de otros mares del modelo
inglés o la presencia pluricontinental francesa; En todos los órdenes, ya se estudie su modernización política, su
despegue económico o su expansión imperialista, nos encontramos con procesos originales, singulares. Antes de
analizarlos resaltemos los rasgos definitorios de la transformación nipona:
Peculiar combinación de revolución y tradición. El proceso modernizador es en muchos aspectos
revolucionario, pero se presenta como un regreso a la tradición perdida; en ningún momento se plantea la posibilidad
de un modelo republicano, sino la restauración del poder sacral de los emperadores; con criterios de historia europea
podría afirmarse que se intenta yuxtaponer el centralismo monárquico del despotismo ilustrado a las instituciones del
liberalismo burgués (Parlamento. partidos. Constitución).
Revolución desde arriba: Son las viejas fuerzas sociales, daimios. Samuráis, las que instauran el nuevo orden
sin que se produzca una intervención de las bases populares, proceso que difiere de la sustitución de clase hegemónica
de la Francia de 1789 o la Rusia de 1917. y asimismo de todas las revoluciones asiáticas del siglo XX, como China,
donde la dinastía manchú cae junto con la aristocracia que la arropa, o los movimientos nacionalistas de la India, que
no cuentan con los príncipes para la erradicación del dominio colonial. El caso japonés no admite comparación,
constituye un modelo exclusivo. Quizá no le corresponda el término revolución, puesto que no hubo como en
Occidente masas en la calle. No rodaron cabezas -resaltan algunos historiadores-, aunque la Intensidad de los
procesos permite aplicarlo.
Quema de etapas. Lo que en Occidente constituye el proceso de un siglo, en Japón se experimenta en pocos
años, en el orden político -la Constitución se elabora cuando todavía no se han configurado partidos políticos
plenamente organizados- y en el económico.
Resistencia a la pérdida de la personalidad nipona, a la absorción. El proceso se inicia con un entusiasmo
apasionado por la revolución industrial europea en sus aspectos materiales: las calles se llenan de hombres con
sombreros o trajes, líneas férreas y telegráficas recorren los campos, la arquitectura europea se repite en los nuevos
edificios; Fukuzawa describe en Condiciones del mundo occidental (1866) un mundo deslumbrante de parlamentos,
universidades, bancos, museos, barcos de vapor. Incluso la religión, que encuentra un mecanismo de penetración
fortísimo en los misioneros, se difunde con rapidez; en 1890 se acerca a 100.000 el número de cristianos. Pero en un
movimiento pendular pronto los japoneses frenan la intensidad de la occidentalización y se afanan en circunscribirla
a los aspectos técnicos mientras predican la superioridad de la espiritualidad nipona, de ahí que Hall afirme que es
más precisa la ex- presión modernización que occidentalización.
Aun con estos matices de mantenimiento de una estructura política no plenamente democrática, de una
revolución sin desplazamiento de las tradicionales clases hegemónicas, o de reticencias en el campo de los valores a la
occidentalización ilimitada, el paso de una sociedad feudal y rural, dominada por trescientas familias de daimios, sin
industria ni comercio, a un estado moderno, con cámaras, partidos, ferrocarriles, periódicos, constituye un proceso de
envergadura asombrosa.

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2. EL DESAFÍO OCCIDENTAL
Un largo período de guerras civiles se cierra a finales del siglo XVI con la constitución de un régimen feudal
centralizado, en cuya cúspide se encuentran los guerreros (samurais) y los grandes señores (daimios), encabezados por
una familia poderosa, los Tokugawa. en la que recae el cargo de shogún o jefe militar y político supremo. Mientras
los emperadores viven relegados en su exilio dorado de Kyoto los Tokugawa refuerzan sus instrumentos de dominio;
su gobierno, denominado Bakufu (campamento) y cuyo órgano ejecutivo es el consejo de los cinco ancianos (Rojú)
se apoya en una poderosa infraestructura económica -sus rentas de arroz alcanzan el tercio de la producción total- el
control estricto de los daimios, que han de habitar uno de cada dos años en la capital (Edo) y dejar en residencia,
como rehenes. el otro año a su familia, y el aislamiento total de Occidente; tan sólo por el puerto de Nagasaki se
produce un tímido intercambio comercial con los holandeses, El Japón vive una interminable era feudal; es un mundo
alejado y hermético a cualquier contacto exterior. Algunos factores de transformación, como la conversión de los
samurais en una élite intelectual; la aparición de una economía monetaria al articularse un mercado nacional que
provoca el enriquecimiento de algunos mercaderes y campesinos y el empobrecimiento relativo de los guerreros, e
incluso intermitentes gérmenes occidentales, especialmente en el campo militar, con la recepción de armas y libros de
estrategia, no conmueven esta sociedad inmóvil, ajena a la evolución del mundo. El carácter insular se refuerza con
defensas costeras, ningún buque extranjero puede acercarse a los puertos.
Durante la primera mitad del siglo XIX americanos: ingleses y rusos intentan repetidas expediciones hacia el
archipiélago, con la esperanza de que se produzca la apertura de algunos puertos al comercio oceánico, mientras los
holandeses aconsejan a los Tokugawa que efectúen alguna concesión. Ya a finales del siglo XVIII se había producido
el contacto de rusos y japoneses en la isla septentrional de Hokkaidcr, con gran alanila de los señores feudales,
temerosos de que pudiera iniciarse el desmoronamiento de la estructura inmóvil amparadora de sus privilegios. Los
ingleses intensifican sus intentos durante las guerras napoleónicas, ya partir de 1820 aumenta el número de sus
balleneros en las aguas septentrionales del Pacífico, pero el estallido de la guerra del Opio (1839) desvía su presión
hacia China. Son los norteamericanos los que van a conseguir la apertura. En su interés por Japón confluían una serie
de móviles comerciales, como la necesidad de puertos de abastecimiento y de carga de carbón, la rivalidad con otras
potencias y el sentimiento de que era moralmente defendible obligar a una nación cerrada a admitir los avances de la
civilización. En julio de 1853 el almirante Perry penetra con una flota en la bahía de Tokio y exige el derecho de
presentar una carta del presidente al emperador y la apertura de algún puerto al comercio. La noticia de la llegada de
los norteamericanos produjo consternación en Edo; los samurais creían que podrian expulsar a los extranjeros, pero el
Bakufu, consciente de su inferioridad militar y de la vulnerabilidad de sus defensas costeras ante la potencia de fuego
de los .barcos negros», se inclina por instigación de Abe Masajiro, jefe del Consejo de ancianos, a poner fin a la
política aislacionista. A pesar de que el gobierno se dividió en dos tendencias, la más conservadora partidaria de
resistir a los extranjeros, cuando Perry regresó en 1854 obtuvo la apertura de dos puertos (tratado de Kanagawa)
poniendo fin a seis siglos de cierre insular. Posteriormente el almirante ruso Putíatine obtiene nuevas concesiones y el
cónsul norteamericano Harris impone un tratado comercial, que se amplía en 1854, en el denominado tratado de las
cinco naciones, a holandeses, rusos, ingleses y franceses. Las compensaciones para los japoneses son escasas; viven una
situación de humillación parecida ala de los denominados tratados desiguales que ha de suscribir por esos años
China.
Esta cuña cada vez más amplia provoca profundas repercusiones internas. Algunos señores feudales,
concretamente las familias Chóshú y Satsuma, instaladas en la periferia del país, se sienten vinculadas a la corte
imperial de K voto v sueñan con la restauración del papel protagónico de los emperadores; el pensamiento joi, ala vez
nacionalista y exaltador del emperador, se difunde; la escuela de Mito afirma que la personalidad del Japón se resume
en su dinastía única; muchos piensan que el emperador puede convertirse en el elemento de unión de cuantos se
oponen al Bakufu. Tras la primera visita de Peny, del año 1853, el Bakufu consulta la decisión al emperador ya los
daimios, rompiendo así los hábitos de dos siglos y medio de gobierno omnipotente.
No dejan de aumentar las dificultades para el gobierno Tokugawa. Los comerciantes occidentales se instalan
en Yokohama y ven crecer sus negocios; algunos nacionalistas provocan asesinatos de occidentales, lo que no hace
más que fortalecer la presión y penetración de las potencias industriales. La relación oro/plata, de 6 a 1, provoca la
desorganización monetaria; el oro japonés es más barato que el europeo y los comerciantes organizan un verdadero
tráfico de metales preciosos. En estas circunstancias de crisis la corte aparece como la única esperanza de rechazo de
los occidentales, mientras los feudos luchan entre sí. El intento de expulsión de los blancos termina en un fracaso
cuando una flota internacional destruye las defensas del estrecho de Shimonosheki y exige una indemnización de tres
millones de dólares, que sólo puede pagarse abriendo las aduanas. Finalmente, en enero de 1868, las fuerzas unidas
de los dos feudos más fuertes, Choshú y Satsuma, se apoderan del palacio imperial y proclaman la restauración del
poder de los emperadores en la figura de Mutsuhito, de 14 años. Luego conquistan la capital de los Tokugawa, Edo
(Tokyo), cuyo ejército capitula. Con Mutsuhito el Japón comienza una era crucial de su historia.

160
3. EL MEIJI
El Mefji o gobierno iluminado (de Mei, luz) supone fundamentalmente dos principios: el restablecimiento de
la autoridad de los emperadores y la occidentalización del país. Se pone fin a la época feudal, de autoridad de los
señores, y se acomete la primera experiencia en la que un país no occidental adopta las técnicas de la revolución
industrial.
El emperador MutSuhito, que alcanza las máximas responsabilidades en plena adolescencia, es una figura
extraordinaria, casi desconocida. No parece ser un autócrata, casi nunca decidía por sí solo; en apariencia concibe el
ejercicio del poder ilimitado que disfrutó como el de un árbitro que dirimía las tensiones e impulsaba la
modernización del pais. Todo el poder se centraliza alrededor del emperador; en su nombre se orienta la política
exterior y se suprimen las instituciones feudales en el interior. Se abandona la política de xenofobia y se traslada la
capital de Kyoto (capital del oeste) a Tokyo (capital del este).
El rescripto imperial de 1868 traduce este modelo original de absolutismo democrático: «Acabamos de
asumir la sucesión al trono imperial, y el Imperio está sometido actualmente a una reforma total. Ejercemos el poder
de decidir de modo supremo y exclusivo a la vez en materias civiles y militares. La dignidad y felicidad de la nación
condiciona la ejecución de los deberes de Nuestra alta función; constantemente y sin descanso consagraremos a ella
nuestros pensamientos.» Aunque tal concentración de poder, cuyo fundamento doctrinal ha de buscarse en la
tradición confuciana, ahora renovada en una verdadera religión de estado (Shintoísmo), difiere esencialmente de los
modelos políticos del liberalismo decimonónico en Occidente, las restantes instituciones recuerdan más las
contemporáneas del extranjero que las tradicionales japonesas. En el mismo año 1868, en que se inicia el Meiji, se
establece un Consejo político supremo (Dakojan), órgano asesor de dificil comparación con las piezas usuales del
liberalismo, un poder legislativo con dos cámaras, un ejecutivo de seis ministros, y un consejo de asuntos jurídicos, en
et que reside el poder judicial. La división de funciones se establece y trata de concordarse con el ejercicio ilimitado
del poder por el monarca.
A desmontar la estructura feudal se consagran los mayores esfuerzos. Los feudos son reemplazados por
departamentos (ken). En realidad, los daimios, al ceder su feudo, renunciaban a una autoridad por entonces nominal
ya sus deudas, de las que se hace cargo el gobierno. Su puesto es ocupado en la administración por prefectos,
representantes, del poder central. Asimismo desaparecen los privilegios personales y las restricciones profesionales,
que reservaban para determinadas clases los cargos y carreras; es un proceso de desmontaje de monopolios
estamentales que los países europeos han acometido en décadas anteriores. En el orden jurídico se decreta la igualdad
de los ciudadanos, los plebeyos adquieren el derecho a tener apellidos completos, se prepara un registro civil.
Constituidos los órganos de la administración central, el gobierno estimuló la democratización de la vida en
los ámbitos local y provincial mediante Asambleas consultivas (kaigi); en las de aldea los notables encontraron un
procedimiento para conservar su antiguo rango; de esta manera no opusieron excesivos reparos a la colaboración en
las medidas modernizadoras y en bastantes casos consiguieron extender su influencia al ser elegidos para las
asambleas de distrito y de prefectura. Las asambleas sólo tenian facultad de discusión y no podían convertirse en
obstáculos para las reformas decretadas por el Dakojan, pero jugaron un papel importante en la difusión de las ideas
reformistas, en la politización de las bases populares e incluso en los apoyos a medidas tan discutidas como reformas
en la propiedad de la tierra o en el sistema impositivo.
El paso decisivo para impedir una recuperación del poder Tokugawa radicaba en el control del poder militar;
la caída del shogunato había sido provocada por las unidades de voluntarios integradas en Chóshu que habían
incorporado las técnicas bélicas de Occidente. Al año de régimen se crea un Departamento de Guerra dirigido por
Omura, genio militar de Chóshu, que fundó escuelas militares y organizó arsenales, pero no consiguió la aprobación
del reclutamiento universal. Un viaje de otro dirígente, Yamagata, por Europa introduce los principios fundamentales
del sistema militar prusiano. Con instructores franceses, y luego alemanes, se organiza un ejército nuevo cuyos
mandos no son de extracción obligadamente nobiliaria. Este ejército imperial único, creado por Yamagata, implica la
unificación de los ejércitos feudales, el paso de la mesnada señorial al ejército nacional. Desde 1873 se establece el
servicio militar obligatorio. Se presentó como una forma de promoción, pero el pueblo lo aceptó de mala gana. El
servicio en filas duraba tres años en activo y cuatro en la reserva; para algunos sectores no resultaba difícil eludirlo
con un sistema de dispensas o mediante la redención de 270 yens. Todos los varones de 21 años se inscribían en los
registros de reclutamiento, pero se introducían bastantes excepciones, a favor de jefes de familia, funcionarios y
profesionales. Aun sin ser inicialmente popular, la ley de reclutamiento obligatorio de 1873 constituyó una de las
más profundas reformas de la era Meiji al desplazar el protagonismo de los samurais, movilizar a la juventud
campesina y contribuir a la abolición de las barreras de clase.
Un país en transformación reclama inexorablemente capitales movilizables y una reforma fiscal que ponga a
disposición del Estado recursos suficientes. Al iniciarse el Meiji los ingresos estatales constituyen sólo la tercera parte
de las necesidades de inversión, y la mitad de los mismos proceden de empréstitos semiforzados de comerciantes y
mercaderes. Aunque el gobierno japonés recurrió en un primer momento a empréstitos extranjeros, como el de cerca
de un millón de libras esterlinas que se gestionó en Londres para construir el ferrocarril Tokyo-Yokohama, los
hacendistas nipones entre la deuda exterior y la inflación por emisión de papel moneda prefirieron, un tanto
161
heterodoxamente para el pensamiento económico del siglo, la emisión y la limitación, al máximo, de las entradas de
capital extranjero. En 1871 Okuma establece una nueva moneda, el yen, dividido en 100 sen y cuya cotización se fija
a la par con el dólar mexicano; durante varios años el sistema decimal se limita al sistema monetario. Por otra parte
resultaba imprescindible el aumento de la recaudación fiscal, en sus cuatro quintas partes procedente de
contribuciones imputables a bienes raíces, para lo que se hizo precisa la elaboración de un catastro y la movilización
de la producción agraria con el levantamiento de las prohibiciones feudales sobre la venta de tierras. Iniciando una
diferencia clara respecto al sistema fiscal del Bakufu, el Meiji fijó la base de los impuestos en moneda, lo que estimulo
al campesinado ala comercialización de las cosechas.

4. LA CONSTITUCIÓN DE 1889
Contemplada con los presupuestos del pensamiento democrático europeo la Constitución del año 1889
aparece vinculada a las posiciones más conservadoras del liberalismo e incluso en conexión con los estados
Impermeables -como el ruso-, por lo que hubo contemporáneos y posteriormente historiadores que la motejaron de
reaccionaria, pero enmarcándola en la tradición feudal y en la sociedad japonesa de los años 80 constituye un
capítulo más de la renovación del Meiji y en definitiva un ejemplo de su sincretismo de tradición- revolución. En los
veinte primeros años de la nueva era el sistema había funcionado de forma empírica, mas los japoneses, con el hábito
profundo del inmovilismo de los tres siglos de shogunato, añoraban la estabilidad, casi Imposible en medio de loS
cambios incesantes. La necesidad de un código constitucional respondía a este hábito ancestral y por otra parte ala de
justificar la madurez política ante los gobiernos occidentales, que permitiera el levantamiento de los derechos de
extraterritorialidad impuestos en los tratados, los cuales sustraían a los ciudadanos europeos de la jurisdicción nipona.
La promesa imperial de crear un Parlamento provocó la primera experiencia de partido político, al fundar en
1881 Itagaki el de la Libertad, con una fuerte participación de samurais, apoyo de los propietarios rurales y
programas directamente inspirados en el radicalismo francés. Al año siguiente Okuma funda el de la Reforma y el
Progreso, en el que se encuadran las clientelas urbanas de intelectuales, estudiantes y hombres de negocios. El primer
intento de fundar un partido oficial terminó en fracaso y el gobierno se consagró a debilitar a la oposición
provocando su enfrentamiento y endureciendo las leyes sobre reuniones. De esta manera Japón va a disponer de
código constitucional cuando todavía no dispone de partidos políticos, porque los grupos de opinión, que no otra
cosa eran, fundados por Itagaki y Okuma, no pudieron vencer los obstáculos gubernamentales y tuvieron una vida
precaria. En 1884 se publicó la lista de 500 personajes que tendrían acceso a la Cámara alta, anticipación
constitucional significativa porque condicionaba la estructura del Parlamento y reservaba para los antiguos daimios
un papel político.
Desaparecidos los prohombres de la primera hora del Meiji, dos figuras van a decidir los destinos de la
nación, Ito, al que se encarga la redacción de la Constitución y preside el Consejo privado -verdadero ministerio- y
Yamagata, partidario de modernizar el Japón a través de las reformas militares, y que obtuvo una compensación
decisiva en la lucha por el poder contra su rival Ito, el permiso para los ministros de Ejército y Marina de acceso
directo al emperador con independencia del Consejo. Ito realizó un viaje de año y medio por Europa, donde se
detuvo en Alemania y Austria, para impregnarse de las teorías constitucionales vigentes. La formación del primer
gabinete ministerial en Tokio supone una innovación en las estructuras japonesas y responde a una traducción de las
fórmulas occidentales.
La Constitución se encontraba redactada en 1888, pero su texto permaneció secreto mientras se discutía en el
Consejo privado, y no fue publicada hasta febrero de 1889. Se trata de un código mucho más asistemático y ambiguo
que los europeos. La mayor preocupación de sus redactores había sido la salvaguardia de las prerrogativas imperiales,
y con este espíritu la Constitución se promulga como una concesión del emperador, dentro de la línea doctrinal de
Cartas otorgadas, con el corolario de que al tratarse de una dádiva imperial no puede ser criticada ni enmendada sino
a propuesta del mismo emperador. El Parlamento se compone de dos cámaras, la Cámara de los Pares, en la que se
sientan cinco estratos de la nobleza calificados por su fortuna y por su lealtad, y personalidades del mundo oficial
designadas por el emperador, y la Cámara de diputados, compuesta por miembros elegidos por sufragio censitario;
sólo los hombres mayores de veinticinco años que acreditan un año de residencia y pagan más de 15 yens de
impuestos directos disfrutan de la categoría de elector, con lo que el cuerpo electoral se reduce a 450.000 personas,
poco más de un 1% de la población y el 6 % del censo masculino mayor de edad, equivalente a lo que en el antiguo
régimen había supuesto la clase de los samurais proceso con una simplificación de las clases; daimios y cortesanos son
nombrados nobles (vieja y nueva nobleza), los samurais clasificados como pequeña nobleza, y los demás ciudadanos
integrados en el nivel de los ciudadanos comunes, incluidos los eta o parias. Al año siguiente se autoriza: a todos los
ciudadanos al uso de apellidos y la libertad de residencia y oficio. Con la creación de las prefecturas los daimios
pierden todo su poder local; pero a los políticos reformistas les iba a resultar más difícil desembarazarse de los
samurais. Suponían aproximadamente el 6 % de la población masculina y constituían una clase de notables que había
monopolizado el poder militar, la autoridad política y la influencia intelectual. Colectivamente poseían apreciables
fortunas transmisibles, por herencia, aunque individualmente algunos vivian en condiciones de austeridad e incluso de
pobreza. Tres disposiciones dislocaron su prepotencia: decreto de igualdad ante la ley (1871), servicio militar
162
universal (1873), prohibición de llevar el sable (1876), hasta entonces distintivo de su estatuto privilegiado. Por otra
parte, algunos decretos económicos, como la reducción de sus rentas ala mitad en 1869, y su conversión en salario,
todavía inferior, en 1876, terminaron de descabalgar a los viejos guerreros de los grupos sociales influyentes. A pesar
de todo, la cuantía de las pensiones constituía una carga casi insoportable para el Estado; casi medio millón de
familias nobiliarias percibían pagos que exigieron un gran esfuerzo fiscal; empero, el procedimiento de emitir
obligaciones y entregarlas como sustitución de las pensiones permitió ir reduciendo el problema, porque los intereses
se contraían cada año aun ritmo rápido ante el procedimiento inflacionario con que se acometió la modernización del
país, con criterios occidentales resulta llamativo que loS reformistas afrontaran el cambio social respetando a la
nobleza antigua ya los guerreros, pero solo así se consiguió su colaboración; la experiencia nipona carece del
dramatismo de la francesa o de la rusa precisamente porque se incorporaron en la nueva estructura las viejas clases
privilegiadas. Muchos samurais, gracias a su educación, se integraron en los cuadros del ejército, la marina, la policía;
otros se convirtieron en opulentos hombres de negocios, o en profesionales; para los menos afortunados se previeron
«ayudas a los ex samurais., y el proyecto de colonización de Hokkaido se inspiró en el deseo de ofrecerles una tierra
de promisión, una empresa no exenta de emoción y aventura. Pero los más irreductibles se levantaron contra el estado
meiji; la última y más violenta revuelta de samurais tuvo lugar en 1877 en los dominios de Satsuma, dirigida por
Saigó; el gobierno de Tokyo tuvo que enviar 40.000 hombres e invertir seis meses en duros combates; finalmente el
nuevo ejército nacional con armamento moderno se demostró superior a los viejos guerreros, que cifraban la ciencia
militar en el dominio de las artes de la esgrima.
En el año clave de 1873, la denominada reforma agraria se ha considerado alguna vez, quizá con exageración,
una medida similar a la de la emancipación de los siervos rusos. En varios aspectos modifica el sistema Tokugawa:
-el impuesto se paga por el individuo, y no por la aldea, sobre el valor amillarado de la tierra, en vez de
contabilizarlo sobre el valor de la cosecha:
- se admite e incluso se incita al pago fiscal en moneda, el destinatario y no es el daimio, es el Estado:
-se revisan los títulos de propiedad y se conceden a los campesinos que han pagado impuestos bajo los
Tokugawa, dejando únicamente zonas de bosque o montaña para daimios, instituciones budistas y samurais de alto
rango.
La reforma supone la supresión del feudalismo en el campo y entraña un impacto sobre la producción y la
abolición de obligaciones personales del campesinado, pero su alcance fue relativo; al suprimirse las trabas en la
enajenación de las tierras se produjo una transferencia continua de las plantaciones de arroz a los ricos terratenientes,
y así mientras en el año 1873 el 25 % de las tierras de cultivo es trabajado por arrendatarios en 1890 se ha elevado al
40 %.
En las costumbres los cambios no cesan. A partir de 1872 la chaqueta es obligatoria en las ceremonias
oficiales. Después se establece el corte de cabello occidental. En la alimentación se generaliza la carne, a pesar de las
prohibiciones budistas, argumentando que la estatura superior de los ingleses, que tanto admiraba a los nipones, se
debía a su alimentación cárnica. Se prohíbe el tatuaje, la desnudez y los pies descalzos por las calles de Tokyo. Los
cambios de costumbres no son simples anécdotas, como los consideró Pierre Loti. Mutel ha puesto de relieve que
implican un cambio de valores; por ejemplo a los samuráis, al no afeitarse la cabeza dejándose coleta, y al no llevar los
dos sables, no se les puede reconocer externamente como miembros de un grupo social prestigioso. El traje occidental
va a caracterizar a un grupo nuevo, culto, de reformistas europeizados; es la imagen de una nueva sociedad.
En 1873 se adopta el calendario gregoriano. Esto supone cambiar ciertas fechas, relevantes, hasta entonces
referidas a la agricultura. Al francés Boissonade se encarga la redacción del Código penal, de Instrucción criminal, con
abolición de la tortura, y el anteproyecto del Código civil.
En la vida religiosa se señala un doble movimiento de hostilidad hacia las religiones extranjeras y de tolerancia
con respecto al cristianismo, por ser el credo de los europeos, mientras el budismo recibe criticas y ataques, por
considerarle un obstáculo para las reformas que el país necesita. El shintoísmo será el culto cívico, del Estado, ya sus
sacerdotes se les considera funcionarios.
No escapa a los nuevos dirigentes la importancia que tiene la educación para un estado moderno. La elevación
del nivel de las masas se considera imprescindible para la obra de modernización; en 1868 el 40% de los japoneses
no sabe leer, porcentaje que es probablemente mucho más alto lejos de los centros urbanos. La industria, el ejército y
la marina tenían necesidad de mano de obra cualificada, capaz de comprender las complejidades de los aparatos y
técnica occidentales. En 1871 se crea el ministerio de Instrucción pública, que decreta la educación obligatoria. La
aplicación de esta medida exigía la construcción de millares de escuelas y la formación de decenas de miles de
maestros. Al ser mucho más baja la instrucción de las niñas que la de los niños se afrontó la escolarización acelerada
de la población femenina. En las aulas se aplican los métodos de Pestalozzi y luego los de Herbart. En 1877 se funda
la Universidad de Tokio, que corona el sistema educativo. Por otra parte, es espectacular la difusión de periódicos, lo
que refleja una cultura de masas. El Ashi (Sol naciente), fundado en 1870), se convierte en uno de los mayores diario
del mundo. El papel de la prensa y los periodistas en la modernización es capital. En 1876 un periodista escribe: «En
estos tiempos de crisis nacional, ¿por qué los individuos de tal Estado deberán permanecer tanto tiempo sumisos aun
gobierno tiránico? Mi respuesta es: prueba el filo del Sable del Pueblo en el cuello de estos ministros prevaricadores y
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de esos funcionarios canallas o La crítica política y la exigencia pública de responsabilidad a los gobernantes hubieran
sido impensables en otro momento.

6. LA INDUSTRIALIZACIÓN
El proceso de industrialización de Japón ofrece una serie de rasgos tan sorprendentes que desde el primer
momento suscitó la atención dé los occidentales, en particular en cuanto a su despegue, a su take off, según la
terminología de Rostow. Se han señalado algunas semejanzas con Rusia: fecha tardía en el inicio del proceso,
dirección estatal bajo una monarquía absoluta, medidas de transformación social paralelas alas de modernización del
aparato económico. Pero quizá son más profundas las diferencias: el desmontaje del feudalismo es más auténtico en
Japón, donde la pérdida de poder de los daimios no es comparable con la retención de resortes por la nobleza rusa; la
democratización política, con Parlamento, constitución y partidos, ofrece notas que en Rusia son carencias; el capital
extranjero constituye en el imperio moscovita la base de la financiación mientras el archipiélago nipón se desarrolla
esencialmente con sus propios recursos. Incluso en rasgos aparentemente comunes, por ejemplo, calificación de la
agricultura como proveedora de los primeros excedentes, la semejanza resulta forzada; puesto que en efecto, como
hemos visto, los campesinos rusos mantienen con su austeridad las exportaciones necesarias para importar
maquinaria, pero no puede compararse la modernización del campo con la del japonés; en el archipiélago la superficie
de los arrozales pasa en las dos últimas décadas del siglo de dos a tres millones de hectáreas mientras se duplica la
producción (de 26 a 50 millones de koku»).
Igual que el ruso ya diferencia del inglés, el modelo japonés se caracteriza por el protagonismo del Estado, que
promueve el desarrollo enviando expertos a Europa para estudiar los métodos extranjeros e invita a técnicos
europeos, importa máquinas que son distribuidas por las provincias para que los japoneses conozcan su
funcionamiento, crea escuelas profesionales y profesores volantes, redistribuye la renta nacional para apoyar a las
empresas más audaces. Se puede hablar de capitalismo de Estado, aunque en una segunda fase el sector público se
margine en favor del sector privado, transfiriendo alas grandes firmas la propiedad de las empresas que hasta ese
momento había controlado; también en este aspecto de intervención estatal en beneficio de los particulares resulta
peculiar el modelo japonés. No existe ningún sector en el que el gobierno meiji no funde empresas: textiles, seda,
papel, vidrio, maquinaria, astilleros, ferrocarriles y telégrafos, minas; en esta etapa el Japón carece del cuadro de
empresarios capaces de iniciativas tan diversas, pero a partir de 1882, a medida que se encuentran técnicos y hombres
de empresa, se procede a la transferencia de la propiedad y la gestión. En cinco direcciones dirige el gobierno su
esfuerzo:
Industrias estratégicas, especialmente armas. Sus centros se establecen en Tokyo y Osaka. Por razones de
seguridad se prescindió en este sector de técnicos extranjeros.
Transportes. Se otorga prioridad a los marítimos porque los ferrocarriles, por la estructura de islas y
montañas, son excesivamente caros y además por razones obvias insuficientes para articular un mercado nacional. El
telégrafo se expansiona antes que el ferrocarril por su interés político y menor coste. No obstante, la historia de los
ferrocarriles japoneses es la más representativa de las fases del desarrollo: el ferrocarril Edo (Tokyo)-Yokohama fue
encargado por el Bakufu a una empresa norteamericana; el gobierno imperial se desligó del compromiso y recurrió
sucesivamente a empresas británicas. En 1872 se inaugura el trayecto Tokyo- Tokahama, de 28 kilómetros.. A partir
de ese año la explotación de las líneas queda en manos exclusivas del Estado, pero en 1884 ya 130 kilómetros eran
explotados por compañías privadas frente a 300 kilómetros estatales, tendencia que continuó hasta que a principios
de siglo la administración privada doblaba en número de kilómetros a la pública; las sucesivas contiendas bélicas
aconsejaron al Estado la recuperación del control de un medio de tanta trascendencia logística. En conjunto, podrían
distinguirse tres fases: autoritarismo institucional, liberalización en beneficio de la propiedad privada, regreso al
control estatal.
Industria pesada. Minas. Construcción. La industria pesada obtuvo atención preferente por su importancia
militar; en 1901 se crea la fundición nacional de hierro de Yawata.
Textil. Primero se intentó impulsar los tejidos de lana, pero no tenían justificación económica, y el algodón
los desplazó lentamente, En todo momento se mantuvo la importancia del trabajo artesanal de la seda.
Puesta en explotación de Hokkaido (Yeso) dirigida, para preservarla de los rusos. El, despegue industrial, se
apoya en un crecimiento demográfico notable; el Japón tiene 37 millones de habitantes en 1880 y 50 millones en
vísperas de la primera Guerra Mundial.. No obstante. Leroy-Beaulieu ha subrayado que a veces faltó mano de obra
porque los campesinos no se trasladaban de buena gana a los centros industriales, a un nuevo tipo de trabajo.
Los salarios fueron bajos, lo que permitió la acumulación de capital. El Estado apoyó sin reservas todas las
iniciativas de programa industrial. Los empresarios demostraron una fuerte tendencia a la innovación. Son tres
factores que hay que considerar a la hora de elucidar los componentes de la rápida industrialización del Japón.
Pronto se produjo el paso a la fase de capitalismo financiero, de grandes empresas y firmas gigantescas, que en
Europa tardó un siglo en cristalizar, desde los inicios de la revolución industrial en Inglaterra. Japón supo fusionar en
una sola las dos fases de la revolución industrial europea; sin duda la experiencia occidental le ayudó a quemar etapas.
Aparecen a finales de siglo los nombres de los oligopolios, Mitsui, Mitsubishi, Sumitomo, Yasuda. Pero se trata de
164
oligopolios semicompetitivos, que nunca llegan a controlar totalmente el mercado o la producción en un sector. No
pueden compararse a los reyes del acero o del petróleo en los Estados Unidos, les separa además la ayuda que el
Estado prestó a los industriales japoneses, apoyo que no aparece en la carrera de los gigantes norteamericanos.
Nota esencial de la industrialización nipona es su mimetismo tecnológico. El proceso de imitación de
Occidente se desarrolló en gran escala. Los sabios fueron seleccionados por su erudición y su especialidad y enviados
al país más oportuno. Los japoneses se esforzaron en asimilar lo mejor de cada país industrializado. Viajaron a
Inglaterra a estudiar la navegación, a Francia para aprender los métodos de la administración, a Alemania para
inspirarse en su arte militar y su medicina. a los Estados Unidos para repetir sus métodos comerciales. Con expresión
gráfica ha escrito Reischauer que el mundo era para ellos una vasta escuela. Por otra parte el gobierno contrató los
servicios de innumerables profesores y técnicos occidentales. a los que ofreció altas remuneraciones. No se dudó en
destinar al máximo los recursos, limitados, a esta labor de adoctrinamiento; en este sentido el Japón ha sido un caso
único. Al abrirse el país a la influencia exterior, centenares de misioneros, principalmente de origen americano,
enseñaron gratuitamente la lengua inglesa, lo que supuso una ventaja notable para la recepción de la ciencia y técnica
industriales. Pronto, con su extraordinaria capacidad de captación, fueron científicos japoneses los que pudieron
aportar innovaciones y descubrimientos, en la medicina, en el campo fisicomatemático clásico, en la biología, en la
física nuclear, y en las técnicas de aplicación a las fuerzas armadas, con trabajos sobre explosivos, armamento ligero o
calderas para barcos. Tras una etapa de «usurpación, de técnicas y saberes, los japoneses se convierten en
protagonistas de su propia historia.

7. NACIMIENTO DEL IMPERIALISMO JAPONÉS


Al iniciar tarde su proceso de desarrollo, Japón puede adoptar una postura de contemplación de las
experiencias occidentales para tratar de aprovecharlas; este mimetismo, evidente en el campo de la tecnología, más
reticente en el de la organización política, podemos encontrarlo asimismo en la proyección expansiva de Japón sobre
áreas geográficas alejadas de su cuerpo nacional. También en el proyecto de configuración de un imperio comienza
tarde, pero su posición marginal con respecto a Europa le permite el control de vastos espacios todavía no sometidos
a la férula de las potencias del Viejo Continente. La tendencia centrífuga constituía una novedad en la historia
japonesa, la única tentativa se remontaba al siglo XVI (Era Hideyoshi). ¿Existen motivaciones, al margen del
«ejemplo» inglés o francés, para este impulso? Pueden entreverse algunas:
Geográficas. El carácter insular, más acusado que el inglés por su fragmentación de archipiélago, exige a
Tokio, como a Londres, cuando abandona su aislamiento una relación continua que fácilmente deriva en actitudes de
dominio.
Demográficas. Falta suelo para una población en expansión, el «espacio vital, es una experiencia antes que una
doctrina.
Estratégicas. Con el control de bases remotas resulta más fácil la defensa de la metrópoli; recordemos que en
el programa talasocrático inglés se puede hallar también este planteamiento.
Económicas. Lanzado por el camino de la industrialización. Japón, que carece de fuentes de energía y no
dispone de suficientes materias primas, adopta la misma postura de búsqueda que las potencias occidentales
-Psicológicas. El gobierno encuentra en esta gran tarea el argumento propicio para desarrollar el orgullo
nacional, y hace suya la concepción europea según la cual las grandes naciones pueden ejercer la tutela sobre las más
débiles y beneficiarse de sus recursos.
El primer ensayo se acomete en 1876, cuando se obliga a Corea a firmar un tratado y abrir sus puertos al
comercio; reparemos que se repite el procedimiento que ha utilizado el almirante Perry con Japón. y precisamente es
Corea el lugar de confrontación con otro imperio asiático. Al estallar en el verano de 1894 una revuelta. Japón y
China envían aun tiempo tropas de intervención y estalla la guerra. Ante la sorpresa del mundo entero el ejército
japonés arrolla al chino y la flota de Pekín es destruida. Por el tratado de Shimonosheki. China tiene que ceder a
Japón Formosa, las islas de Pescadores y la península de Liao- Tung, satisfacer una indemnización de guerra, que
proveyó de recursos financieros a la industrialización nipona en el periodo final del siglo. y reconocer la
independencia de Corea, mientras en la esfera comercial otorga a los japoneses los mismos privilegios que a los
europeos. En la opinión pública de las naciones occidentales puede entreverse una cierta satisfacción por el éxito del
que consideran alumno, pero los gobiernos lo miden con más prudente recelo. y los de Rusia. Francia y Alemania
Obligan ala restitución de Liao- Tung. Este repliegue deja en Tokyo un sentimiento de humillación. Tres años
después Rusia efectúa una progresión sobre territorio chino y se reserva la península devuelta por Japón: el choque en
Manchuria o Corea con Moscú parece cuestión de tiempo.
Ante esa eventualidad, Japón precisa de un aliado occidental; Gran Bretaña, deseosa de frenar la expansión
rusa en Extremo Oriente, se aviene a desempeñar este papel y firma el tratado de 1902, el primero que se negocia en
pie de igualdad entre una potencia blanca y otra amarilla. El 7 de febrero de 1904 los japoneses, sin declaración de
guerra, atacan el puerto de Port Arthur; en el inicio de esta conflagración influyen los grandes trusts nipones, con
intereses en la industria de armamento. Las fuerzas rusas son muy superiores pero se encuentran con dos factores de
debilidad: en primer lugar, una vez más las comunicaciones deficientes paralizan el despliegue de su potencial, a lo
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largo de una vía única de ferrocarril de varios miles de kilómetros; por otra parte, la autocracia zarista suscita en el
interior una dura oposición a la guerra; se repiten así, con otra escala, los mismos inconvenientes de la guerra de
Crimea de mediados del siglo XIX. Tras bloquear la flota rusa en Liao-Tung, los japoneses avanzan por Manchuria.
Rusia se ve obligada a enviar su flota del Báltico, que ha de efectuar un periplo interminable a lo largo de las costas
de África y del Pacífico; la batalla de Tsushima -en la que es derrotada la flota báltica- muestra la capacidad de los
modernos navíos japoneses. Por el tratado de Portsmouth, elaborado con el arbitraje norteamericano, Rusia reconoce
los intereses japoneses en Corea y cede Port Arthur, el ferrocarril de Manchuria meridional y el sur de la isla de
Sajalin a cambio de una modesta compensación.
Eliminada la competencia rusa y china, Japón procede a la anexión discreta de la península coreana ya la
explotación económica de Formosa (minas, ferrocarriles, plantaciones agrícolas, escuelas). Se pudo comprobar
entonces que el imperialismo asiático, con su policía omnipotente, no era más benévolo que el europeo. Cuando
muere, en 1912, el emperador Meiji, Japón, aliado de Inglaterra, dueño de los océanos asiáticos, es ya un gigante
industrial y militar al que mira con suspicacia Estados Unidos.

DOCUMENTOS
UN INTELECTUAL JAPONÉS, FUKUZAWA YUKICHI, EN LA INGLATERRA VICTORIANA
Puede realizarse un esquema con las innovaciones que la imitación de un modelo liberal europeo supone para
las tradiciones niponas.

“Cuando preguntaba lo que era una ley electoral y qué clase de institución era un Parlamento, me respondían
solamente con una sonrisa. Significando, sin duda, que se suponía que ningún ser dotado de inteligencia respondería
a tal pregunta. Para mí eran, sin embargo, las cosas más difíciles de comprender. Con esta ocasión aprendí que
existían diferentes partidos políticos -uno liberal y otro conservador- y que estaban continuamente combatiéndose,
según se decía. Durante algún tiempo no pude llegar a entender las razones por las cuales se combatían, ni qué
significaba la expresión «combatirse». Me decían que éste y aquél eran enemigos en la Cámara, pero podía observar a
esos presuntos enemigos que comían y bebían en la misma mesa, y no lograba entenderlo. Me costó mucho tiempo y
mucha reflexión antes de poder tener una vista de conjunto de esos hechos misteriosos separados unos de otros.”
En MUIEL: El fin del shogunato p. 44.

CAPITULO XVIII: DESARROLLO DE LOS ESTADOS UNIDOS


1. EXPANSIÓN DEMOGRÁFICA
Aunque el factor más influyente es la alta natalidad de una población joven, el crecimiento vertiginoso de los
Estados Unidos, desde las 13 colonias hasta el litoral pacífico, no hubiera sido posible sin la constante aportación de
población europea. En 1790 no llegaba a los cuatro millones de habitantes, en 1830 a los trece millones, en 1870
alcanzaba los 40 millones y en 1900 los 75. Es un aumento demográfico fantástico. Recordemos que Europa
multiplica su población por un 2.5 durante el siglo XIX, los Estados Unidos la multiplican por más de 15. Hasta el
final de las guerras napoleónicas Europa retuvo sus contingentes humanos en un período en que la supervivencia de
las naciones reclamaba el esfuerzo militar de los ciudadanos, pero a partir de 1815 la corriente migratoria a través del
océano se intensificó no obstante las difíciles condiciones en que se efectuaba; todavía en 1860 se utilizaban barcos
de vela que tardaban de uno a tres meses en travesías amenazadas por enfermedades contagiosas. Pero los relatos de
algunos viajeros, la correspondencia de los primeros inmigrantes y la propaganda de las compañías estimuló la
curiosidad por el Nuevo Mundo. No fue factor desdeñable la rebaja constante en los pasajes debida a la competencia
de las líneas comerciales: entre 1815 y 1840 el precio del viaje entre los puertos irlandeses y Quebec se redujo a
1/10 y el de Liverpool a Nueva York pasó de dieciséis libras a tres. Inglaterra e Irlanda constituyeron para la joven
nación las grandes reservas humanas que constantemente le remitían oleadas de emigrantes: los alemanes afluyeron de
forma más irregular .Reinhard y Armengaud afirnan que se forma un mundo anglosajón y que por pobreza
demográfica no había surgido anteriormente otro mundo latino. Es decir, para los Estados Unidos fue una fortuna
que coincidiera la constitución de su solar nacional con la revolución demográfica europea: en los siglos anteriores, de
alta mortalidad, el viejo continente no se encontraba en condiciones de transferir masas humanas, como lo estaba en
la centuria decimonónica. Las revoluciones demográfica e industrial inglesas, y en menor medida europeas,
posibilitaron este veloz despliegue por un continente semivacío.
La primera oleada inmigratoria se inicia hacia 1840. En veinte años la población pasa de 17 millones de
habitantes a 32. La mayoría de los inmigrantes eran británicos, presbitertanos del Ulster, católicos irlandeses y
algunos alemanes. Se trataba de personas pobres, pero audaces, quienes después de instalarse en la costa Este se
lanzaron a la conquista de las nuevas tierras, hacia el Oeste. La mayoría eran jóvenes y prolíficos, estaban habituados
166
a vivir en el campo o en pequeños núcleos de población y se adaptaron con facilidad a la vida rural en las nuevas
tierras. Algunos se quedaron en la costa de Nueva Inglaterra y otras comarcas del Este, donde las ciudades crecieron
de forma sorprendente. Nueva York alcanzó los 700.000 habitantes, Boston y Filadelfia sobrepasaban los 100.000.
Para los Estados Unidos constituyó una fortuna la sencilla asimilación de estos dos núcleos de nuevos habitantes,
campesinos y duros pioneros, buscadores de nuevos horizontes, en el Oeste; comerciantes y hombres de negocios en
el Este. Se forma en el Nuevo Mundo una sociedad original, sin aristócratas, exclusivamente de burgueses y
campesinos.
La guerra de secesión, interrumpió durante varios años la inmigración al tiempo que provocó, con sus
pérdidas (500.000 muertos), en su mayoría jóvenes, una recesión demográfica. Pero a partir de 1865 se produce la
segunda pulsación demográfica, con la que en 1880 la población norteamericana alcanza el medio centenar de
millones. El aumento ha desbordado el millón anual, en 15 años la población ha aumentado en 19 millones. El
centro de gravedad demográfica deja ahora de ser el Este, al incrementarse las migraciones interiores hacia el Ohio, la
región central y más tarde Texas y California. Las llegadas se producían al ritmo de la evolución económica,
aumentaban en los períodos de prosperidad y se reducían en los de crisis; este ritmo se percibe también en las
migraciones internas.
La distribución geográfica dependía de los orígenes étnicos. Dos tercios de los irlandeses se establecieron en
las zonas costeras del nordeste, desde Nueva York a Boston; un tercio de los alemanes en el valle del Mississippi; la
mitad de los noruegos en Wisconsin; el 70 % de los holandeses en los estados que bordean los grandes lagos; sólo
los ingleses se diseminaron por áreas diversas. Contribuían a esta localización las líneas marítimas -de Irlanda a
Boston y Nueva York, de Le Havre y Hamburgo a Nueva Orleans- y la necesidad de los inmigrantes de ayuda y
trabajo en los primeros momentos, lo que les inclinaba a buscar la vecindad de sus compatriotas. Más que una fusión
total se produjo así un mosaico étnico en el que los grupos mantenían cierta personalidad, lo que no dejó de influir
en la sociedad y la política.
Hacia 1880 la inmigración se intensifica, y aunque en 1890 los Estados Unídos son «un mundo acabado», se
ha alcanzado el océano y no queda tierra libre disponíble, no se interrumpe la afluencia de europeos, con lo que en
los últimos veinte años del siglo los Estados Unidos aumentan en veinticinco millones la cota de su población.
Notas peculiares de la génesis del pueblo americano son el predominio de la población masculina, la
aportación negra, que en el porcentaje del total no deja de decrecer -un millón en 1800 a casi 9 millones en 1900- y
la evicción de la población india, relegada a reservas tras una guerra cruel.. En principio cada Estado actuó en la
cuestión india de forma diferente; en 1826 se les transfirió al oeste del Mississippi, pero la marcha de los pioneros
continuó desplazándolos. Los apaches y comanches del Sur (de Texas a Arizona) y los navajos del centro fueron
vencidos primero; los sioux al Nordeste, de la zona reservada (lowa, Dakota, Nebraska) mantuvieron la resistencia
contra el hombre blanco hasta la batalla de Wounded Knee (1890).

2. EXPANSIÓN TERRITORIAL
La extensión de la soberanía americana hacia el Oeste no obedeció a un plan preconcebido. La expansión
territorial -que puede seguirse en el mapa- se efectuó por diversos procedimientos:
-La compra -como la Luisiana (1803)-, o la conquista disfrazada posteriormente con una compra obligada,
sistema utilizado en la anexión de la Florida, ocupada en una campaña y disimulada esta ocupación con la entrega de
cinco millones de dólares a España (1819). La adquisición de Alaska a los rusos por 7 millones fue el último
capítulo (1867).
-La guerra. El ejemplo más claro es el de Texas. Territorio ambicionado por los plantadores sudistas, a la
búsqueda de nuevas tierras algodoneras, se produjo una lenta colonización por población anglosajona. Cuando en
1835 solicitó su incorporación a la Unión, el presidente Jackson no la admitió; el Norte recelaba admitir un estado
esclavista enorme. Diez años después, un presidente sudista, Polk, piensa no sólo en Texas sino también en
California, para alcanzar el Pacífico. Esta proyección sobre los territorios del Sur provoca la guerra con México. Por
el tratado de Guadalupe-Hidalgo, México se ve obligado a ceder Texas, la parte continental de California y Nuevo
México.
El poblamiento. Zonas semivacías, muchas de ellas, ocupadas por población india,, a la que se expulsa, se
convierten con la llegada de los colonos en nuevos Estados de la Unión. Así se integra Oregón (1859). El paradigma
de este procedimiento es la colonización de Utah por los mormones.
La marcha de colonos hacia el Oeste estuvo fomentada por descubrimientos de riquezas, sobre todo por el
oro de California a mediados de siglo, que provocó verdaderas oleadas humanas y el nacimiento de poblados mineros
en pocas horas, En otros casos una geografía grandiosa, de bosques, como ocurre en el Noroeste, fue atractivo
suficiente. Pero la penetración no hubiera podido ser tan rápida sin ferrocarril, compañero habitual de los pioneros,
Tres grandes líneas transcontinentales atravesaron el territorio de los Estados Unidos. Al norte, la Northern Pacific»
unió Chicago con el puerto pacífico de Astoria; en el centro, la Kansas Pacific» unió Chicago con Sacramento y San
Francisco; en el sector meridional la .Southern Pacific» tenía un ramal a Los Ángeles.

167
En el centro del continente Omaha y Kansas City se convirtieron en dos grandes enlaces de las líneas que
partían de Chicago. La influencia del ferrocarril en la explotación del Oeste fue decisiva, como se deduce si tenemos
en cuenta que el centro del continente permanecía, en extensas comarcas, vacío.
La apropiación de tierras se convierte en un rasgo peculiar del mundo americano. El titulo de propiedad se
obtiene por un precio muy bajo o incluso sin pago alguno; así se forma en los estados del Oeste una sociedad de
granjeros, que rotura tierras y estabula grandes rebaños; incluso los estados se delimitan por líneas rectas, sobre
paralelos y meridianos, a la manera de enormes parcelas.
Estos avances no contribuyen a formar un país homogéneo; las divergencias entre el Norte y el Sur no dejan
de acusarse. En el Norte. Nueva Inglaterra se convierte en una poderosa región industrial; en el Sur, la economía se
centra cada vez más en el cultivo y exportación de algodón, y Nueva Orleans en el puerto que da la réplica a Nueva:
York. Los estados del Sur, con esclavos, procuran mantener la mitad de los miembros en el Senado, para lo que se
preocupan de que ingresen en la Unión tantos estados esclavistas como no esclavistas;
La marcha hacia el Oeste es un acontecimiento básico en la génesis de la nacionalidad estadounidense. Un
historiador, Turner, ha afirmado que es un rasgo clave. La existencia de tierra libre al Oeste explicarla, según Turner,
el individualismo, ya que el hombre en las nuevas tierras habría de hacer frente en solitario a situaciones muy diversas;
contribuiría a la democracia, cuyas ideas provienen del Oeste; forjarla un carácter americano; sería una válvula de
seguridad para el excedente de población, con lo que se evitaron tensiones similares a las de la industrialización
europea. La tesis de Turner ha sido discutida y refutada en algunos de sus pilares. Pero es indudable que el ideal de
frontera está presente en la historia americana. Cuando lleguen al Pacífico los americanos buscarán nuevas fronteras
en el ejercicio de ideales imperialistas; en época reciente el presidente Kennedy lanzó su programa de la nueva
frontera» para definir el papel de los Estados Unidos en el mundo.

3. LA DEMOCRACIA JACKSONIANA
Hasta la presidencia de Jackson en 1829 el entramado político norteamericano se apoya sobre frágiles bases:
la Constitución de 1787, a la que sucesivamente hubo que añadir enmiendas; el prestigio de los padres de la
independencia (Washington, Jefferson), que ocupan las primeras presidencias; dos partidos -conservador y
republicano- que son en realidad grupos de notables y que toman las decisiones en comités controlados por los
industriales del Norte o los plantadores del Sur. Desde el primer momento se enfrentan dos concepciones de la nueva
nación: la que: otorga la primacía de las decisiones a cada estado y la que antepone a los particularismos estatales los
intereses nacionales interpretados por un régimen presidencialista y centralista. En Europa se conoce el modelo
norteamericano a través de la obra de Tocqueville, Democracia en América (1831), cuya versión de Estados Unidos
como modelo democrático silencia sus limitaciones y está influida por el proceso de modernización de la vida
política que la gestión de Jackson supuso.
Con el general Jackson llega a la presidencia un hombre del Oeste; los intereses de los pioneros, de los
hombres de la frontera, irrumpen en los programas gubernamentales, hasta entonces orientados por los industriales y
plantadores. Un movimiento de reforma popular da lugar al nacimiento del partido demócrata, bajo la inspiración
del senador Van Buren. Paso decisivo, tras incluirlo en sus Constituciones los nuevos estados, es con el
establecimiento del sufragio universal masculino la extinción del voto censitario reservado a los propietarios. Para
destruir el monopolio del Banco Nacional, que defiende los intereses del Este, Jackson lo suprime y apoya a los
bancos locales. En el orden cultural el impulso a escuelas y periódicos contribuye a incrementar la participación de
los ciudadanos.
Tras romper la prepotencia de los estados industriales, Jackson se enfrenta a los privilegios económicos de los
estados del Sur. Los algodoneros eran partidarios del librecambismo, de vender su algodón, solicitado por las
potencias de la revolución industrial, sin trabas arancelarias; Jackson defiende una tarifa alta. La llamada «tarifa de las
abominaciones, se había establecido antes de la llegada de Jackson a la presidencia, pero es ahora cuando se produce
la declaración de nulidad por una convención de sudistas y un intento de secesión por parte de Carolina del Sur. Una
nueva tarifa, en 1832, estuvo apunto de provocar una guerra de secesión. Jackson combinó la energía y la prudencia;
amenazó con enviar a Carolina del Sur el ejército federal pero al mismo tiempo dispuso una reducción de los
derechos.
¿Fue Jackson realmente un demócrata, el fundador de la democracia en Estados Unidos? Así lo considera
Claude O. Bowers, para quien es un paladín de la democracia, en la línea de Jefferson. Arthur M. Schlesinger, afirma,
que su soporte fueron las clases media y trabajadora de las ciudades, con las que intentó frenar la omnipotencia de los
hombres de negocios. Otros historiadores, como Bray Hammond, creen que Jacksoh no fue un auténtico demócrata
sino un afirmador del poder de la nueva clase capitalista; pero es difícil hilvanar esta consideración de plutócrata con
su inmensa popularidad. Marvin Meyers estima que su presidencia se basó en la persuasión. Del conjunto de estudios
se deduce que Jackson representó un -ideal, el regreso utópico alas viejas virtudes, más que un programa coherente de
transformación. En cualquier caso su periodo es clave en la constitución del modelo político norteamericano.

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4. INICIOS DE LA INDUSTRIALIZACIÓN
Niveau ha señalado tres frenos principales a la industrialización de los Estados Unidos inmediatamente
después de la independencia: el dominio económico de la antigua metrópoli, la escasez de mano de obra y la ausencia
de vías de comunicación, Inglaterra, antes de la independencia. se había esforzado por limitar el desarrollo industrial
de sus colonias de Nueva Inglaterra, su política tendía a hacer de estos territorios una fuente de aprovisionamiento de
materias primas. Con la independencia desapareció este freno, pero durante varias décadas la joven nación no estuvo
en condiciones de competir con los artículos de su antigua metrópoli. Los obstáculos se fueron venciendo; el
incremento de la población fue muy rápido, con lo que la mano de obra, si no sobreabundó como en Europa, por lo
que la revolución industrial se efectuó con menores problemas sociales, sí fue suficiente para permitir el crecimiento.
Las vias de comunicación se construyeron con cierta rapidez. A estos tres frenos hay que añadir otros dos: la
importancia de una tradición artesanal orientada al consumo local y los altos costes de fabricación por el nivel de los
salarios y de las tasas de beneficio. Para desplazar al artesanado y abaratar los costes se imponía un drástico
incremento de la productividad, objetivo en el que confluyeron las innovaciones técnicas y los sistemas de
organización del trabajo.
Lo mismo que otros países, los Estados Unidos se beneficiaron de las técnicas inglesas. Un inmigrante,
Samuel Slater, fabricó en 1789, a partir del modelo de Arkwright, la primera máquina de hilar algodón; Oliver Evans
inventó una máquina de vapor de alta presión; Fulton contribuyó a la construcción de los primeros barcos de vapor.
Pero en el crecimiento industrial más que los inventos aislados, muchos de ellos inspirados en técnicas europeas,
influyó la aplicación temprana de la división del trabajo, iniciada ya por Oliver Evans en 1782. En 1800 en
Conecticut se construyeron armas con piezas standard, intercambiables. Las reparaciones resultaban así muy sencillas,
pero también la producción, porque cada sector fabricaba únicamente una pieza y la última sección procedía al
montaje. El proceso de producción en cadena permitió una extraordinaria expansión de la industria americana. Esta
técnica de especialización del trabajo se aplicó primero en industrias de armamento, sobre las que actuaba una
constante demanda del gobierno; luego se extendió el sistema a otros sectores.
La expansión fabril, tras una crisis de cuatro años, puede fecharse hacia 1820. Un arancel proteccionista,
establecido en 1816, permitió en aquel año la expansión de empresas textiles y de calzados de Massachusetts. Los
estudios monográficos de empresas y las estadísticas industriales de algunos estados (Connecticut. Nueva Jersey,
Nueva York, Pensilvania, Rhode Island) permiten comprobar en esta década una expansión espectacular. En 1860
los Estados Unidos se han colocado en el segundo lugar del mundo por sus índices de fabricación. El ciclo de
desarrollo se distingue por su ritmo acelerado. El papel de motor lo juegan sucesivamente las industrias textil y
siderúrgica.
En los tejidos el millón de husos de algodón de 1830 se ha multiplicado por cinco en 1860. y las factorías se
han concentrado, en vísperas de la guerra civil, en Nueva Inglaterra. El telar mecánico de Lowelly la máquina de coser
inventada por Elias Howe en 1846 contribuyeron al aumento de la productividad. En esta etapa todavía
predominaba la producción de paño basto y los tejidos de calidad fina se importaban de Inglaterra; no obstante, la
acumulación de capitales y el impulso suscitado por la demanda de maquinaria textil constituyen dos procesos claves
del papel que el algodón jugó en la industrialización norteamericana. Ante el ritmo expansivo de la demanda la lana
experimento un proceso de aumento paralelo al del tejido algodonero, incluso con su localización en Nueva
Inglaterra, lo que distingue el modelo estadounidense del inglés, en el que se produce el desplazamiento progresivo de
la lana. La industria del hierro, localizada en principio en el estado minero de Pensilvania, y luego en Massachusetts y
Nueva York, fue estimulada por la construcción de los ferrocarriles. La primera línea se puso en servicio en 1830,
muy pocos meses después de la primera línea inglesa. La financiación se afrontó primero con inversiones extranjeras,
luego fue aumentando la participación del ahorro privado norteamericano. Entre 1850-1860 la línea se triplica, hasta
alcanzar los 50.000 kilómetros. En esta etapa la construcción ferroviaria absorbe parte importante de la producción
de hierro.
La guerra de Secesión provocó una recesión en los años 60. Pero la reconstrucción tras la paz supuso otro
campo de inversión.

5. EL PROBLEMA DE LA ESCLAVITUD
Causa fundamental de la guerra de Secesión, elemento de discordia entre Norte y Sur y amenaza para la
existencia de Norteamérica como nación, el problema negro es para el historiador del siglo XIX elemento
inesquivable en el análisis del desarrollo americano. Sólo en fecha reciente algunos estudios han intentado despojar el
tema de su carga emocional; el sueco Myrdal, con la aplicación de los métodos sociológicos, ha contribuido a los
planteamientos no pasionales. Punto de debate común a la última historiográfica sobre el tema es el de la rentabilidad
del esclavo; aunque no faltan las tesis negativas, de los datos aportados por Kenneth M. Stampp se deduce que la
persistencia del sistema esclavista se debió a que constituía la base de la economía de los Estados algodoneros. Ante la
demanda creciente de la industria europea la producción de algodón se duplica cada diez años; en 1860 supone los
dos tercios del valor de las exportaciones de los Estados Unidos. Para atender a una producción expansiva no deja de
crecer el número de esclavos negros, tres millones en 1850, cerca de cuatro millones en 1860, ni de aumentar su valor
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en el mercado, por los que se llega apagar en el caso de los mejores trabajadores, 2.000 dólares. Algunos estados.
Georgia. Carolina del Sur. Tennesse. Mississippi, obtienen todos sus ingresos de la venta de algodón y compran los
productos industriales; por añadidura, los más poderosos plantadores de las viejas tierras venden a los más recientes
Estados algodoneros, como Alabama y Texas, esclavos jóvenes que proporcionaban sustanciosas ganancias, ya que su
coste se había reducido a la manutención. Los sudistas creen en una civilización basada en el trabajo agricola por
medio de brazos esclavos ya su defensa teórica consagran los más dogmáticos argumentos de filosofia social, desde las
necesidades de la economía a la afirmación de que el clima del Sur sólo permite el trabajo negro o la de que los
negros sólo trabajan bajo la compulsión de la carencia de libertad. Con razón escribe Stampp que no era simplemente
una institución económica, la esclavitud «formaba parte de un modelo social pervertido».
Si la faceta económica se nos aparece con paladina claridad, la vertiente política resulta más sutil y compleja.
Ya en 1787 se había planteado la cuestión de la abolición, pero los constituyentes no tomaron ninguna decisión y
sobre el supuesto de que la esclavitud constituía una forma de propiedad establecieron en la Constitución que cada
Estado decidiría las formas de armonizar los intereses de los propietarios y los derechos humanos que el texto
constitucional tan solemnemente proclama. Los fundadores confiaban en que la cuestión se decidiría por una toma
progresiva de conciencia, y en 1807 se decreta la prohibición de la trata, pero la marcha de la economía tuvo más
fuerza que las normas legales. En 1830 se firma un compromiso, por el que la línea Mason-Dixon delimita los
Estados en los que .la esclavitud está abolida, al Norte, de los que la mantienen, al Sur. Mas, ¿qué ocurriría con los
nuevos Estados incorporados ala Unión por la marcha hacia el Oeste? Una verdadera carrera de esclavistas y
abolicionistas se produjo en algunos Estados, para in- tentar incrementar el bando propio. La esclavitud se convertía
en el motivo fundamental de disensión en la formación territorial de los Estados Unidos. Cuando en 1854, a
propósito de la introducción de la esclavitud en Kansas se decidió en el Congreso que estas cuestiones las decidiesen
los habitantes de los nuevos Estados, colonos del Norte y del Sur se precipitaron sobre Kansas con el propósito unos
de establecer la esclavitud, otros de abolirla, e incluso se llegó a una guerra civil localizada.
En el Norte, aunque subsistían leyes discriminatorias para los negros, que les privaban de derechos políticos,
la inexistencia de plantaciones algodoneras y el humanitarismo de los textos programáticos de la nación confluyeron
en suscitar un movimiento de repulsa, que se manifestaba principalmente en la resistencia a la entrega de los esclavos
huidos del Sur. El más activo fundador del movimiento abolicionista fue Garrison director del periódico de Boston
El Liberador y promotor de la «Arnerican Anti-Slavery Soeiety». Un negro libre, Frederick Douglas, se erigió en otro
fustigador de las miserias de la esclavitud. Como la Constitución dejaba entrever y una ley de 1850 precisaba la
obligación de entregar al propietario los esclavos huidos, éstos sólo se encontraban seguros cuando podían pasar a
Canadá. Los abolicionistas crearon líneas de refugios que llevaban a los esclavos al país vecino; uno de estos refugios
fue la casa de la escritora Harriet Beecher Stowe, cuya novela La cabaña del Tío Tom acabó de galvanizar las
conciencias, a pesar de que formula un planteamiento sentimental del problema; se conserva gran parte de la
correspondencia que la novela suscitó y por ella sabemos de la irritación en el Norte por la persecución de los
fugitivos y en el Sur por lo que consideran ataques a sus intereses.

6. LA GUERRA DE SECESIÓN (1861-1865)


Momento clave en la consolidación de la nación norteamericana es la guerra de Secesión; muchos
historiadores la han considerado un conflicto inevitable, dados los intereses contrapuestos entre los Estados del
Norte y del Sur, La esclavitud de los negros es la cuestión más grave, pero el enfrentamiento debe encuadrarse de
forma más amplia; se contraponen dos economías, dos formas de vida y dos concepciones del Estado federal.
El Norte, incapaz de vencer la concurrencia de los productos industriales europeos, se protege con tarifas
aduaneras, a cuyo abrigo Nueva Inglaterra disfruta del monopolio del mercado nacional. Por el contrario, los
plantadores del Sur, que venden sus mayores partidas de algodón en el Lancashire inglés, disponen de liquidez y de
crédito en los Bancos y adquieren muebles o vestidos lujosos en Europa, de cuya ostentación hacen su modo de vivir
aristocrático, pero su costo está recargado por las tarifas norteñas. Una vez más el conflicto entre proteccionistas y
librecambistas enfrenta a dos grupos de intereses; de la confrontación económica a las tensiones psicológicas el
camino es rápido, de ahí que Randall haya matizado que la palabra que explica la guerra no es esclavitud, ni derechos
de los Estados, ni oposición de civilizaciones, sino fanatismo, fanatismo por ambas partes.
En el terreno estrictamente jurídico la cuestión era complicada. ¿Constituían los Estados Unidos un Estado
federal indivisible en el que los intereses del conjunto debían prevalecer sobre los de cada miembro, o una simple
yuxtaposición de entidades soberanas con capacidad para romper en un momento sus vínculos? En las elecciones
presidenciales de 1860, entre otros candidatos, se presentan el demócrata Breckinridge como defensor de los intereses
esclavistas y el republicano Abraham Lincoln, encarnación de los pioneros del Oeste y ardiente apóstol de la
abolición. En algunos estudios, por ejemplo los de Beard, se ha resaltado el apoyo del Oeste, el Norte solo quizá no
hubiera vencido con claridad en la guerra. Lincoln, hasta entonces poco conocido en las esferas políticas, es el
hombre que une frente al Sur agrario. A su triunfo contribuyó la división de los votos demócratas entre Stephen
Douglas y Breckinridge. Un mes después de su elección, en diciembre de 1860, Carolina del Sur proclama que la
Unión ha sido disuelta; en dos meses más la siguen Georgia, Florida, Mississipi, Alabama, Luisiana, Texas, Carolina
170
del Norte, Tennesse y Arkansas, así como la zona oriental de Virginia. Los once Estados forman una confederación y
designan presidente a Jefferson Davis y capital a Richmond. Aunque hubo sectores de la política y la prensa norteña
partidarios de dejar a los sureños partir en paz, Lincoln proclamó como su primer deber de presidente el
mantenimiento de la Unión.
La guerra civil ofrece bastantes novedades militares. Se utiliza el fusil de ánima rayada que se carga por la
culata, lo que suponía entonces un progreso notable; juegan un papel clave los ferrocarriles, para el transporte de
tropas, lo que se convierte en una ventaja para el Norte, con una red más densa; y se recurre a la guerra total, de
destrucción del adversario, como la campaña de Sheffilan a través del Sur, más dura y cruda que la tradicional guerra
de movimientos, y que supone, además, la movilización de millones de ciudadanos. Los 19 Estados del Norte, sin
esclavos, tenían una población de unos 19 millones de habitantes, frente a los II Estados secesionistas, con 5.5
millones de blancos y 3.5 millones de negros. Cuatro Estados esclavistas -Missouri, Kentucky, Delaware y Maryland-
, con 2.5 millones de blancos, permanecieron fieles a la unión, lo que significó importantes ventajas estratégicas para
el Norte, pero muchos de sus habitantes acudieron a combatir como voluntarios al lado de los esclavistas. Si la
superior potencia demográfica del Norte era evidente, más aplastante resultaba su superioridad industrial, con
variedad de recursos y una de las grandes zonas marítimas del mundo, la costa de Nueva Inglaterra, por lo que se
explica su supremacía naval. Parecía fácil, con el control del mar cortar el comercio del Sur y asfixiarlo. Sin embargo,
la guerra dura cuatro años; ninguno de los contendientes estaba preparado para el conflicto y el Sur tuvo tiempo para
improvisar cultivos alimentarlos e industriales esenciales. Además los negros permanecían ajenos a la guerra, no se
produjo un levantamiento que quizás hubiera hundido al Sur. Así se explica la duración del conflicto y la
consiguiente amplitud de las destrucciones y las secuelas de resentimiento y odio.
Se pueden distinguir dos teatros de operaciones. Al Este, entre los Apalaches y el mar la zona de contacto
Norte-Sur es una banda estrecha de valles y bosques; cercanas están las dos capitales. Washington, la de la Unión, y
Richmond, la de la Confederación. La posición de Washington es particularmente expuesta, con líneas de ferrocarril
que pueden ser cortadas: en esa zona centran sus esfuerzos los confederados. Al oeste de los Apalaches la frontera
esta en parte determinada por el río Ohio; sus grandes afluentes, el Tennessee y el Cumberland, constituyen vias de
penetración hacia el Sur. En esta zona abierta las ventajas son grandes para los ejércitos de la Unión.
Los esfuerzos iniciales por decidir de manera rápida la guerra se convierten en un fracaso. El general nordista
Mac Clelan era hombre lento, que no pudo rematar el asedio de Richmonll. El general sudista Robert Lee poseía una
mayor visión estratégica y soñaba con desbordar Washington por el Norte. Confiaba en conseguir el apoyo del
Estado Sclavista Maryland, precariamente leal a la Unión, pero la precipitación de la operación se saldó con un
fracaso y la deserción de numerosos soldados fatigados.
En el Oeste, donde la guerra hubiera podido ser conducida con mayor capacidad de penetración por los
unionistas, no se realizaron empresas decisivas, lo que refleja la desorientación de sus estrategas en cuanto a la
importancia de los ferrocarriles ya las posibilidades de penetración por los valles de los ríos. Para lo que disponían de
una importante flota fluvial. En el mar los barcos de la Unión intentan establecer un bloqueo del Sur, pero nunca lo
consiguieron del todo, porque un viejo barco sudista, el Merrimac, reforzado con planchas de hierro, se convirtió en
un arma de guerra casi invencible,
Con la sustitución de Mac Clellan por nuevos generales. Grant, Shennan y Sheridan, los unionistas efectúan
planteamientos estratégicos de mayor inteligencia: fundamentalmente se busca el control de varios puntos vulnerables,
nudos de comunicación del valle del Mississipi. Una flotilla, remontando el brazo principal del Mississipi, toma
Nueva Orleáns, el gran puerto de exportación del algodón, lo que perturbó gravemente el comercio exterior pe los
confederados.
En el verano de 1863 el Norte se encuentra en una situación de prosperidad económica: exporta granos a
Europa y sus fábricas, en todo momento bien provistas de hierro, producen al máximo. El año anterior se ha
cumplido una promesa electoral de los republicanos a los pioneros del Noroeste. la ley de «Homestead», que
concede gratuitamente tierras federales, con la que se impulsa la colonización interior con 15.000 explotaciones
nuevas. Por el contrario, el Sur padece todos los sufrimientos de la guerra. Su economía era casi de monocultivo,
centrada en varios productos básicos, el más importante el algodón -además tabaco, azúcar-, y su industria estaba
poco desarrollada. Ahora no vende ni recoge algodón, carece de alimentos básicos y experimenta una peligrosa
escasez de hierro. En los transportes ferroviarios su situación llega a ser dramática, al no poder reparar las vías ni
reemplazar el material deteriorado, con lo que no puede avituallar a las ciudades, superpobladas por los refugiados, ni
a los ejércitos del frente. Todavía hace un esfuerzo decisivo, la expedición de Lee a Pensilvania, que sólo sirve para
comprobar la tenacidad del Norte. Para no aumentar la resistencia Lee procura evitar todo pillaje, pero esta
preocupación limita la velocidad de sus movimientos. En Gettysburg es derrotado ya duras penas puede salvar su
ejército. Gettysburg es la batalla más mortífera de la guerra; el ejército nordista, de 93.000 hombres, pierde 23.000;
los confederados, 28.000 de los 70.000 que constituían la totalidad de sus efectivos. Pocos días después, en el mismo
mes de julio de 1863, Grant y Sherman toman Vicksburgo, la gran fortaleza del Mississipi, lo que supone una
pérdida decisiva para los sudistas en el Oeste.

171
Desde el invierno de 1864 el Sur vive una auténtica agonía. Lee llega a armar a negros, a los que promete la
libertad, con lo que los confederados adoptan la decisión contradictoria de luchar por evitar aquello que precisamente
conceden. Las marchas de Sherman, desde la costa hacia el interior de los Estados confederados, provocan
destrucciones y pérdidas decisivas. En marzo de 1865 se produce el asalto a Richmond. El gobierno confederado,
presidido por Jefferson Davis, huye. En la aldea de Appotamox, los dos generalísimos, Grant por el Norte, Lee por el
Sur, firman el armisticio, con el que los Estados confederados vuelven a la obediencia de Washington y aceptan la
abolición. Cinco días después, el 14 de abril de 1865, el presidente Lincoln, campeón de la libertad de los negros;
muere asesinado. Es la última víctima de una guerra que ha provocado medio millón de muertos y centenares de miles
de heridos y mutilados.

7. LOS PROBLEMAS DE LA RECONSTRUCCIÓN


El período que sigue a la guerra civil es crítico en la forja de la personalidad nacional de los Estados Unidos;
la contienda ha dejado una herencia de odios y cuestiones acuciantes cuya resolución es difícil. Aparte de los morales,
la división de las conciencias, la mezcla de aversión y desprecio que los hombres del Sur experimentan por los
yanquis norteños, podrían distinguirse tres tipos de problemas: la incorporación política de los Estados del Sur ala
Unión, la integración social de los negros y la recuperación de los destrozos económicos provocados por las
operaciones bélicas.
El recelo de los Estado del Norte hacia los del Sur se había puesto de manifiesto y durante la guerra, al
oponerse el Congreso a la amnistía prometida por Lincoln a aquellos Estados en los que el 10 % de los electores de
1860 restasen un juramento de fidelidad a la Unión; cuando en 1864 Arkansas y Luisiana solicitaron este beneficio,
el Congreso, considerando excesivamente liberal la propuesta de Lincoln, exigió el 50 % de juramentos de electores y
la exclusión de los rebeldes que hubiesen participado en hechos de armas. El choque entre el Presidente y el Congreso
se produjo con Andrew Johnson, vicepresidente con Lincoln y sucesor suyo en la presidencia. Jonson, estimando que
aplicaba ideas de su predecesor, amnistió a los confederados que prestaban el juramento, y se organizaron gobiernos
provisionales en algunos Estados que reunirían convenciones para aceptar la emancipación de los esclavos y las
deudas de guerra. Pero el Congreso, considerando al Sur como una provincia conquistada, estableció que el retorno
ala federación debería ser decidido por ley y debatido en el Parlamento. Este disentimiento entre el presidente y los
congresistas inició los primeros roces graves entre el poder ejecutivo y el legislativo.
Abolida la esclavitud, la situación de los negros no deja de ser precaria. La enmienda XIII a la Constitución es
categórica en cuanto a la supresión legal de la esclavitud: «No existirá, en toda la extensión de los Estados Unidos o
en ningún lugar sometido a su jurisdicción, ni esclavitud ni servidumbre forzada, salvo por castigo de un Crimen del
que el culpable habrá sido declarado con- victo», pero la norma constitucional no soluciona la inserción del negro en
la sociedad norteamericana. Otras enmiendas, la 14, que prohíbe limitar los privilegios de los ciudadanos, y la 15,
más directa, que establece que los Estados rebeldes consignarán en sus constituciones el voto de los negros, no
consiguen tampoco eliminar la discriminación. La Oficina de Liberados, creada por Lincoln, actuó durante 17 años
para integrar a los ex esclavos en la vida civil, Johnson permitió que los Estados del Sur promulgasen «códigos
negros», que con subterfugios como el de la exclusión de los analfabetos o el del requerimiento del derecho de voto
en dos generaciones precedentes, anulan los derechos políticos de los antiguos esclavos. Pero nuevamente el
Congreso, receloso de que el Sur recuperase caracteres diferenciales, invalidó la decisión presidencial e intentó la
destitución por el procedimiento denominado «impeachment». Una cuestión de gran importancia se plantea. Según
la Constitución de 1787 los Estados del Sur estaban representados en el Congreso en proporción a su población
blanca, más 315 de lo que le correspondería por el número de sus esclavos. Abolida la esclavitud, la representación de
los II Estados ex confederados debía pasar de 61 a 70, resultado paradójico e inadmisible para el Norte, pero si se
excluía a los negros la representación del Sur pasaría de 61 a 45. El Congreso decidió que el Sur sólo podría calcular
su representación contabilizando a los negros en el caso de que éstos tuviesen efectivamente derecho de voto.
El rechazo de los negros en el Sur se refleja en la proliferación de asociaciones ultraderechistas -«Camisas
Rojas», «Ligas Blancas», «Clubes del Fusil,-, de las cuales la más importante es el Ku Klux Klan, que se organiza en
1866 e intenta, con sus prácticas terroristas, expulsar de los territorios meridionales a los negros; el método de la
intimidación se sobrepone con frecuencia a las normas legales. En 1869 el sector radical del Norte lleva a la
presidencia al general Grant; el Congreso decreta la abolición de los «Códigos negros», pero paulatinamente la
incorporación política del Sur deja olvidado el problema racial, hasta el punto de que los negros abandonan al
partido republicano y vuelven sus ojos hacia el partido demócrata. Por otra parte, la abolición no ha sacado a los
antiguos esclavos de su miseria; igual que los siervos rusos esperaban recibir una parcela de tierra y ganados, pero de
hecho la abolición no fue acompañada de ninguna medida de distribución de bienes y muchos negros libres tuvieron
que solicitar trabajo a sus antiguos dueños en condiciones poco equitativas.
Durante bastantes años la miseria del Sur perduró con trazos dramáticos; los plantadores se arruinan,
empresarios del Norte compran a bajo precio las plantaciones que se venden y hacen negocios al amparo del ejército
de ocupación. Con la crisis internacional de 1873, en la que se produce un hundimiento de los precios agrícolas, el
descontento del Sur aumenta. Se produce entonces un cambio de política: se evacua el ejército de vigilancia y se
172
permite a los Estados sureños seguir su propia política con respecto al problema negro; las enmiendas de la
Constitución se interpretan casuisticamente. En 1.878 la producción de algodón ha alcanzado ya los niveles de
preguerra, pero la baja de los precios en casi un 50 % y la del trigo en un tercio en el último cuarto de siglo
prolongan una situación de pauperismo agrario que persiste hasta la Segunda Guerra Mundial. Lo que ha sido
denominado Nuevo Sur es un área que se industrializa pero aun ritmo menos intenso que Nueva Inglaterra; un cierto
retraso económico, una sociedad más conservadora, más fuertemente nostálgica del pasado, y un intenso sentimiento
de discriminación hacia el negro van a señalar los perfiles de unos Estados que mantienen con orgullo sus rasgos
diferenciales.

8. EL DESPEGUE DE UNA GRAN POTENCIA


En el período que va del final de la guerra civil al estallido de la Primera Guerra Mundial los Estados Unidos
se convierten en la primera potencia industrial y agrícola del mundo. Un factor fundamental de despegue es el
rapidísimo aumento de la población, que con el aporte de la inmigración europea se triplica entre 1860 y 1910; la
mano de obra y los capitales llegan en el momento oportuno del extranjero. No menor papel jugaron las
innovaciones constantes en la maquinaría y el desarrollo de nuevas fuentes de energía, aplicadas al motor de
combustión interna; el país posee o suscita los elementos que definen la segunda revolución industrial. Es la era de los
gigantes de la industria, de los Rockefeller. Morgan. Carnegie. Ford, Vanderbilt. El influjo de la guerra de Secesión
en el despegue no está claro; desde luego fue para la industria un factor de estímulo, en la producción y los
transportes. Pero es tras su término cuando la expansión adquiere un ritmo decidido. Así la red férrea sólo presentaba
una trama densa en el Este; a partir de 1865 la construcción avanza hasta alcanzar casi 70.000 kms en 1870; la
inversión no selectiva en el ferrocarril contribuye a la crisis de 1873, pero inmediatamente se vuelve a la fiebre
constructiva y en 1900 los Estados Unidos poseen alrededor de los 300.000 kms de vías férreas.
La red ferroviaria supone una enorme ventaja para las regiones del Centro y el Oeste, que pueden transportar
sus productos hasta la costa atlántica y remitirlos a Europa. La expansión se señala por un extraordinario crecimiento
de la ganadería, en ranchos inmensos, sobre la que se monta una industria de la carne con sus centros en Chicago y
Kansas City. De la misma manera es posible trasladar el trigo desde las planicies de Oregón, a 500 millas del mar,
hasta la costa Este, y con la navegación a vapor colocarlo en los mercados europeos a unos precios que provocan una
crisis aguda en la agricultura no competitiva del viejo continente. El cultivo es extensivo; apenas se conoce en
Norteamérica el bracero sin tierras ni el sistema de arriendos; son los propietarios los que explotan directamente sus
posesiones con el criterio capitalista de la máxima rentabilidad. El comercio de exportación alcanza cifras de vértigo;
en el quinquenio 1875 a 1880 los ganaderos norteamericanos venden más de medio millón de cabezas de ganado
vacuno, cerca de un millón de ganado lanar, y algo más de 300.000 cerdos, además de varios centenares de millones
de libras de carne fresca, en conservas y mantecas. El primer capítulo en la conquista comercial del mundo lo escribe,
por tanto, el campo. La agricultura:
- se mecaniza, en parte por la escasez de brazos, con una intensidad desconocida en Europa;
- se especializa, en regiones exclusivamente dedicadas al trigo, o al maíz, al algodón:
- se desplaza hacia el Oeste
-aumenta su producción hasta producir la mitad del algodón mundial, los dos tercios de maíz, los tres quintos
del trigo.
La expansión industrial se apoya en los enormes yacimientos de carbón, especialmente los de Pensilvania, y de
petróleo (Apalaches, California, Texas), que le convierten en una potencia mundial energética, cuando los europeos,
con excepción de Rusia, carecen de esta fuente motriz de la segunda revolución industrial. Sus recursos mineros,
hierros del lago Superior, cobre de Michigan y Montana, plata de Nevada y Colorado, compensan el descenso de oro
de California, hasta que el descubrimiento de los yacimientos auríferos de Alaska (1893) provoca una nueva «fiebre
del oro.
La concentración industrial esa un tiempo geográfica (en el Nordeste}, técnica (fábricas cada vez mayores) y
financiera (trusts).
A esta etapa de desarrollo continuo y veloz llama el economista norteamericano Rostow marcha hacia la
madurez, previa al estadio definidor del super-capitalismo o era del consumo en masa. Rostow cree que en la rápida
expansión de la economía norteamericana no participaron sólo factores económicos sino también factores políticos e
internacionales que la distinguen de la misma fase de la expansión de Rusia: «La marcha hacia madurez aconteció en
los Estados Unidos, después de la guerra civil, en un ambiente de relativa libertad política -a excepción del Sur-, en
una sociedad estrechamente vinculada con la economía internacional, en una época de paz y, por lo general, con
crecientes niveles de consumo por persona. En Rusia acaeció durante las tres décadas posteriores a 1928, en una
economía prácticamente cerrada, con un horizonte de guerra y de preparativos bélicos, que no disminuyó la difusión
de la tecnología, pero que sí limitó el aumento del consumo; y ocurrió con algo más de 10 millones de miembros de
las fuerzas de trabajo ocupados con regularidad en trabajos forzados hasta hace pocos años.»

173
9. LA DEMOCRACIA CONTROLADA
Todavía a finales del siglo XIX la vida política norteamericana mostraba un grado elevado de inmadurez. Si se
entiende por democracia la posibilidad de elegir entre varias opciones gubernamentales y de controlar posteriormente
la honestidad con que se aplican los programas electorales ha de pensarse que en los Estados Unidos persistían
elementos de desviación de los deseos populares por causas diversas: ..
-ausencia de ideologías, lo que reduce los programas de los partidos a manifiestos coyunturalistas a la caza de
votos. Así puede explicarse la composición bifacial del partido demócrata, cuyo electorado del Sur es ferozmente
reaccionario, mientras de sus bases industriales del Norte proceden los sectores más liberales. O contradicciones entre
el mundo rural y urbano, evidentes en el partido populista, fundado en 1890, que canaliza las quejas del campo en su
programa (nacionalización de los ferrocarriles, telégrafo y teléfono, prohibición de las propiedades territoriales para
los extranjeros, elección de senadores por sufragio universal) sin que, en cambio, encuentre atención en los sectores
obreros.
-intervenciones de los barones de la industria y las finanzas, quienes consideran la política como un
instrumento más de expansión de los negocios y llenan los Rabinetes de Cleveland v McKinlev-
-limitaciones en el ejercicio de voto de los negros y de grupos marginados, como los pobres blancos.
-escaso control en bastantes zonas de la limpieza del proceso electoral; así informa Wharton: Las urnas se
llenaban de votos, se falseaban los resultados y se valían de mil argucias para anular los votos de la oposición
No parece exagerado el juicio de los historiadores de que las dos grandes formaciones políticas, republicanos y
demócratas, son, a partir de 1876; máquinas electorales que funcionan como empresas atentas a un mercado de tipo
particular, el de los votos de los ciudadanos. El partido republicano, más unido pero con menor atractivo popular,
controló el Senado y triunfó durante cuarenta años en las elecciones presidenciales (excepto los dos periodos de
Cleveland) entre 1865 y 1913; los demócratas, que aglutinan los sectores sociales descontentos; obreros del
Nordeste, inmigrantes, se hicieron fuertes en la Cámara de Representantes.
Del examen de los debates políticos en las Cámaras se desprende la ausencia de los grandes problemas
nacionales, la reducción de muchas confrontaciones a rivalidades personales y el monopolio de temas que atañen
directa mente al mundo de los negocios, como la gestión de las finanzas públicas y la elevación de las tarifas
aduaneras.

10. NACIMIENTO DEL IMPERIALISMO: EL 98


La proyección de los Estados Unidos fuera del continente americano se había iniciado a mediados del siglo
con su penetración en el recinto cerrado del mundo japonés. En 1898 se enfrenta a España y retiene -de diversos
modos- las posesiones españolas. Cuba, Puerto Rico y Filipinas, en litigio. Parece anunciarse ya la era de las
responsabilidades mundiales. Esta política expansiva está suscitada por los hombres de negocios americanos, que
proyectan su campo de acción hacia otros Continentes, en los que buscan mercados o suministros de materias primas.
A McKiruey le sostienen algunos de los más poderosos trust, que al tiempo que los resortes de la economía controlan
los grandes diarios.
La guerra contra España, en 1898, es un momento clave, ya que en ella se exhibe la superioridad militar de la
nueva potencia sobre una vieja nación europea. ¿Cuáles son las causas de este conflicto, en el que sé produce el primer
enfrentamiento directo con una nación del Viejo Continente? En un trabajo de Foner se han sistematizado tres tipos
de motivaciones como desencadenantes de la intervención norteamericana en el problema cubano:
Humanitarias, de ayuda a los cubanos, sobre las que se ironizó en Europa; el Times londinense consideraba
que estas alegaciones filantrópicas que enarbolaban premisas de la doctrina de Monroe, constituían un disfraz;
incluso dentro de los Estados Unidos The People, órgano del Partido Socialista, afinaba que la invocación a la
libertad de Cuba parecía un ardid burdo.

Económicas, como resaltaba el Tribune de Nueva York: «La guerra en que hemos intervenido ha sido
eminentemente una guerra económica provocada por fuerzas comerciales, financieras e industriales», y Hobsor: el
economista inglés, en su estudio sobre el imperialismo (1902) acusa; los Rockefeller, Morgan y asociados, en contra
de los historiadores americanos que aseguran que en ese momento no necesitaban las empresa estadounidenses el
mercado cubano.
Psicológicas; una atmósfera de histeria bélica fue suscitada por las informaciones deformadas del World de
Pulitzer v el Joumal de Hearts. Wiljinson, en 1932, acusó a la prensa amarilla de no reparar en medios para
conquistar el mercado de las noticias; y, en efecto, frente a los 200.000 ejemplares diarios de los periódicos no
intervensionistas, los belicistas alcanzaron tiradas de 800.000 ejemplares en las semanas de tensión y el millón al
iniciarse el conflicto. Norden (Así se hacen las guerras) acusa al corresponsal de Hearts en La Habana, Remington,
de la invención de noticias que engendraron en el pueblo norteamericano una profunda aversión antiespañola.
La superioridad militar norteamericana en las batallas de Cavite y Santiago sentenció la suerte de la
conflagración. En el Tratado de París predomina la postura radical del secretario de Estado Hay, partidario de que
todas las posesiones españolas. Cuba. Puerto Rico. Filipinas, pasen a depender, con diversos estatutos, de los Estados
174
Unidos. En ese momento se inicia una etapa de expansión extracontinental. No faltan sectores que se oponen a las
cláusulas de la Paz ya cualquier aventura mundial, encabezados por el ex-presidente Cleveland, el líder sindicalista
Gompers, el potentado Carnegie, el escritor Mark Wain, pero las ventajas económicas de la expansión tenían más
fuerza y la filosofia del destino manifiesto, de las responsabilidades mundiales del pueblo americano, las imbuyó de
un ropaje idealista. En 1899 Hay hace suya la teoria de la «Puerta abierta., que con el argumento de oponerse a.
cualquier discriminación comercial en China abre el continente asiático para los productos americanos.
Se han dado diferentes explicaciones de esta expansión extracontinental. Fohlen asegura que hay que descartar
la económica, de necesidad de mercados: en 1898 el mercado interior. Gigantesco, ofrecía posibilidades de expansión
sin necesidad de aventuras exteriores. Los medios financieros eran reticentes ante empresas bélicas, aunque es más
dudoso que lo fueran todas las empresas industriales.
En la tesis de Turner de considerar a la frontera como médula de la historia estadounidense cabria relacionar
el final de la ocupación del, territorio continental, en 1890, con la aparición de un deseo de proyección más lejana: el
imperialismo seria la nueva frontera. No faltan por entonces escritores que sostienen un cierto darwinismo
internacional, como Josiah Strong, quien considera que el hecho de haber ocupado un continente de mar a mar es
prueba de la superioridad del pueblo americano y que una nueva etapa exige de sus conciudadanos llevar a todo el
globo la doctrina verdadera del protestantismo, de la democracia y de la libre empresa, un contralmirante de Marina,
Alfred Mahan, descubre hacia 1885 la importancia de poseer el control de los océanos; al finalizarse la ocupación
continental, en 1890, considera llegado el momento de sistematizar sus ideas en un libro de enorme repercusión. La
influencia del poder marítimo en la historia; los Estados Unidos, con un inmenso territorio terrestre, necesitan poseer
bases navales estratégicamente situadas a lo largo de las rutas comerciales. Estas ideas fueron apoyadas por políticos
relevantes, como Henry Cabot Lodge, e influyeron en Teodoro Roosevelt, subsecretario de Marina en 1897, luego
presidente de los Estados Unidos y representante de la política dura, del «gran bastón», en los problemas
internacionales. Roosevelt creía que las naciones civilizadas debían controlar a las más atrasadas. Sus intervenciones
en Venezuela y en el Caribe fueron el preludio de la conquista de Panamá y del control del canal por Norteamérica
durante el siglo XX.

DOCUMENTOS
ESTADOS UNIDOS: ORIGEN DE LOS INMIGRANTES

Fuente: J. GUIGUET: Aspects de la civilisatioñ amérícaine. París, Colin, p. 11

2. ESCLAVITUD y ALGODÓN. CIFRAS


Correlacionar y comentar las tendencias de las dos tablas. Dibujar las gráficas de la producción de algodón y
la de esclavos en el Sur.

175
LA CUESTIÓN DE LA ESCLAVITUD
Aumento del número de esclavos en el Sur.
NORTE- ESTE CENTRO -NORTE SUR
Esclavos Negros Esclavos Negros Esclavos Negros
1800 36370 83066 135 635 857097 918336
1810 27081 102237 3304 6934 1160977 1268237
1820 18001 110724 11329 18260 1508692 1642672
1830 2780 125214 25879 41543 1980384 2161885
1840 765 142324 58604 89347 2427986 2641977
1850 236 149762 87422 1356007 3116629 3352198
1860 18 156001 114948 1842390 3838765 4097111

...comparado con el aumento de la producción de algodón


(Cifras en balas; 1 bala = 226.7 kg).
1790 3000 1830 732000
1800 73000 1840 1348000
1810 178000 1850 2136000
1820 335000 1861 4491000

Fuente: U.S. Bureau of fue Census, HistoricalStatistics of the United States, Colonial Times to 1957,
WashIngton D. C. pp. 12, 301.
En ARTAUD-KASPI: Histoire des ÉtatsUnis. p. 99.

3. ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD
Dos documentos, el primero privado, el segundo público, que nos permiten conocer la postura de Lincoln y
alguno de los problemas a que hubo de enfrentarse.

a) Carta de Lincoln a un amigo


“Por temperamento, soy contrario a la esclavitud; si ésta no es una in- justicia, es que la injusticia no existe en
el mundo. No recuerdo ninguna época de mi vida en que haya pensado o sentido de modo diferente, y, sin embargo,
nunca he creído que la Presidencia me concediera un derecho ilimitado para obrar ejecutivamente de acuerdo con este
sentimiento y esta idea. En mi juramento, prometí mantener la Constitución, apoyarla y protegerla con todas mis
fuerzas. No podía ocupar este cargo sin hacer este juramento; tampoco podía pensar en prestar el juramento para
subir al poder y violar aquél por el ejercicio de éste. Comprendí que este juramento me prohibía prácticamente obrar
en tiempo de paz por lo que se refería a la cuestión moral de la esclavitud con arreglo a mi juicio abstracto.
¿Debíamos perder la nación para proteger la Constitución?
Según la ley natural, deben defenderse el cuerpo y los miembros; sin embargo, a menudo se amputa un
miembro para salvar el cuerpo; pero lo que nunca podrá ser prudente es entregar el cuerpo para salvar un miembro.
Yo creo que medidas en un tiempo anticonstitucionales, pueden transformarse en leyes cuando son imprescindibles
para salvar a la nación. Justa o falsa, acepté esta posición y hoy soy partidario de ella... Cuando en mayo y junio de
1862 hice juiciosos y sucesivos llamamientos a los Estados fronterizos en favor de la emancipación gradual, creía que
sólo esta medida podía impedir aún el que la liberación tuviera que hacerse por las armas. Ellos rehusaron mi
proposición y entonces me vi obligado a decidir la alternativa que se me proponía: perder la unión, y con ella la
Constitución. o arreglar con mano firme el problema de los negros. Elegí este camino. Al elegirlo, esperaba ganar más
que perder.”

b) Borrador del Acta de Emancipación


“Yo, Abraham Lincoln. Presidente de los Estados Unidos de América y comandante en jefe del Ejército y la
Marina, declaro que la guerra se prosigue con el fin de restablecer prácticamente las relaciones constitucionales entre
la Unión y cada uno de los Estados. Que tengo el proyecto de recomendar una vez más al próximo Congreso la
adopción de medidas prácticas en forma de una ayuda pecuniaria, que podrá ser libremente aceptada o rechazada. a
todos los llamados Estados esclavistas, cuya población no se halle en rebeldía contra los Estados Unidos; que los
Estados podrán adoptar voluntariamente la inmediata o gradual abolición de la esclavitud dentro de sus respectivos
límites; y que se continuará el ensayo de colonizar a los descendientes de africanos, con su consentimiento, en este u
otro continente. obteniendo previamente la venia de los Gobiernos respectivos.
Que el 10 de enero de 1863 toda persona tenida como esclavo en cualquier Estado o territorio cuya
población se halle en rebeldía contra los Estados Unidos, será libre desde entonces y para siempre... El 10 de enero,
indicará el Ejecutivo, por medio de una proclama, los Estados o parte de Estados cuya población se halle en rebeldía
contra los Estados Unidos.”
En E. LUDWIG: Lincoln.
176
CAPITULO XIX: LOS SISTEMAS BISMARCKIANOS
1. LA SITUACIÓN INTERNACIONAL EN LOS AÑOS 70
A partir de 1871, tras la derrota francesa en la guerra con Prusia y la proclamación, unos meses antes, del
imperio alemán, el canciller Bismarck se convierte en el árbitro de Europa y las relaciones internacionales siguen sus
directrices, ¿Se limitó a defender los intereses de Prusia? ¿O formuló planteamientos de mayor envergadura y fue el
«gran arquitecto de la paz»? ¿O seria más exacto añadir que lo fue de la paz armada? Dejando a un lado los debates
interpretativos sobre la figura del político alemán, es indudable que hasta 1890 se resolvieron los conflictos mediante
habilísimas maniobras diplomáticas concebidas en Berlín y, en cambio, en los primeros años del siglo XX, las
tensiones estallan y se suceden los hitos que conducen a la gran contienda de 1914, Es, por tanto, interesante analizar
las relaciones internacionales del último tercio del XIX, y este análisis ha de tener como foco la personalidad del
canciller germano.
El predominio de las grandes potencias se mantiene invariable desde 1815: Gran Bretaña, Rusia, Alemania
(antes Prusia), Austria-Hungría y Francia protagonizan Congresos y conflictos. Gran Bretaña, potencia hegemónica
en el mar, retiene el control de las vías oceánicas y vigila el equilibrio continental, procurando impedir el nacimiento
de otra potencia terrestre «napoleónica»; la Rusia zarista, que ha encontrado en los inmensos espacios siberianos un
campo de expansión demográfica y económica, se considera guardiana del orden en el plano ideológico y procura
ampliar su salida hacia el mar Negro y los estrechos, objetivo que explica su comparecencia en la cuestión balcánica;
Austria-Hungría, convertida en imperio dual desde 1867, contempla cómo la unidad alemana se ha hecho
sucesivamente contra ella y sin ella y, en consecuencia, entiende que su única dirección de engrandecimiento se
encuentra en el sur; Francia, vencida en la guerra, se afana otra vez, como en 1815, en no perder su estatuto de gran
potencia y se orientará hacia la expansión colonial. Este cuadro de cuatro potencias nos presenta el escenario crucial:
las ambiciones de Viena y San Petersburgo confluyen en el espacio danubiano; los penúltimos -y los últimos-
episodios de la cuestión de Oriente reflejan este antagonismo. La Alemania imperial goza del prestigio de su victoria
en 1871 y aparece como una gran potencia económica y territorial, que controla los ejes del continente. Se han
elaborado índices de potencialidad basados en la población, producción de carbón, acero y trigo, y volumen de
comercio total, según los cuales Gran Bretaña posee hacia 1871 un potencial equivalente a casi el doble del alemán;
en 1900 Alemania, que ha pasado del cuarto puesto al segundo, se le ha acercado, y en 1914 ha rebasado claramente
a aquélla.
Para los diplomáticos de los decenios finales del XIX la noción de seguridad se apoya en fronteras fácilmente
defendibles: el territorio ocupado es el fundamento del Estado. Pero también deben contabilizarse los recursos
naturales y humanos. Después de las unificaciones italiana y alemana el mapa político de Europa se ha simplificado.
El ideal que se sostiene en los Congresos internacionales es el mantenimiento del equilibrio, sobre el supuesto de que
el Viejo Continente ha encontrado ya su isostasia; frente a este desideratum estático, los designios expansivos de
austriacos y rusos surgen como factor de perturbación.
Sea para mantener el estatuto territorial de 1871, sea para defender la comparecencia en el reparto de la
herencia del imperio turco o para conquistar posiciones coloniales fuera de Europa, las grandes potencias se afanan
en incrementar su fuerza militar .El ejército alemán pasa de 400.000 a 500.000 hombres y dispone de reservas
instruidas que le permitirían hacia 1885 poner en pie de guerra 1,8 millones de soldados; Francia instaura el servicio
militar obligatorio mediante las leyes de 1872 y 1873; el servicio en filas dura en Rusia cinco años.. La carrera de
armamentos se acelera y adquiere importancia el espionaje militar, prueba de ello es el asunto Dreyfus. Gran Bretaña
mantiene como objetivo prioritario la supremacía naval y a partir de 1889 define el principio del Two Power
Estándar, según el cual la flota británica debería equivaler a la suma de las dos marinas extranjeras más fuertes (en ese
momento las de Francia y Rusia).
Después de una larga etapa de liberalismo económico, la mayoría de las naciones europeas regresan al
proteccionismo en las relaciones comerciales. Sucesivamente España, Rusia. Italia. Austria-Hungría, Suiza, más tarde
Alemania y Francia, establecen tarifas aduaneras protectoras de sus propios productos frente a la competencia
extranjera; sólo Gran Bretaña y los Países Bajos sostienen el libre flujo de las mercancías. Las causas de este viraje que
dura hasta 1914 son el cambio de la tendencia de la economía mundial, que pasa de una fase de prosperidad a otra de
contracción, y el desarrollo del transporte marítimo, que permite la afluencia a los mercados europeos de productos
agrícolas de otros continentes a bajo precio. La crisis económica de 1873 es el aldabonazo que señala un período de
dificultades.
De este panorama conviene retener algunos rasgos principales:
-Existe un deseo de equilibrio y de mantenimiento de la situación territorial del continente europeo.
Existe un foco de perturbación en los Balcanes, donde las apetencias expansivas de Rusia y Austria-Hungría,
alteran la unánime defensa del orden geopolítico de 1871.
177
-La carrera de armamentos no se detiene, aunque el objetivo sea la paz y el potencial militar se incrementa de
año en año.
-El conflicto comercial en una coyuntura depresiva se añade a las tensiones balcánicas ya los recelos del
potencial militar de los vecinos. Esta pugna económica lleva a la resurrección del proteccionismo, que terminará en
prácticas de dumping o guerra de precios.

2. OBJETIVOS DE BISMARCK
Hasta 1871 la política exterior del canciller prusiano ha sido ofensiva; es conocida su expresión, por el hierro
y por la sangre», para indicar que no se detendrá en medios. Conseguida la unidad de Alemania pasa a ser defensiva,
mantenedora del orden político y territorial del continente, y sus esfuerzos se orientan a evitar cualquier cambio en
Europa que pudiera afectar a la posición ventajosa del joven Imperio. De aquí que no carezcan de fundamento las
tesis de que Bismarck como canciller imperial es un pacifista, el máximo arquitecto de la paz» en su tiempo. Pero las
complejidades propias de las relaciones internacionales le obligaran a complicadas maniobras diplomáticas que a
veces bordean la guerra. Para la consolidación del mapa político continental el objetivo primero será el aislamiento de
Francia. La nación vencida ha sufrido una amputación territorial importante con la pérdida de Alsacia y Lorena, y en
consecuencia debe impedirse su alianza con otras potencias y vigilar su recuperación militar para obstaculizar
cualquier actitud revanchista. A pesar de algunas oscilaciones la política exterior de Bismarck tendrá en todo
momento como referencia principal el aislamiento de París, sin perjuicio de alternar una política dura (1871- 1875)
y otra conciliadora (1877 -1885), para volver a la tirantez (1886-1889). Frente al Estado Mayor germano, que
deseaba prolongar la ocupación del territorio francés, Bismarck prefería el rápido pago de las indemnizaciones de
guerra y la consiguiente evacuación, porque la ocupación despertaba la simpatía internacional por el vencido. Al
sobrevenir en 1873 la caída de Thiers, Bismarck recela del ascenso de Mac Mahon, por sus tendencias monárquicas y
su catolicismo, entendiendo que la restauración monárquica en Francia facilitaría a París una política de alianzas.
Aislamiento de Francia, por tanto; éste será el objetivo primero y permanente. Nación recién llegada, Alemania, al
concierto de las naciones, y necesitada de prestigio, ha de asumir iniciativas de árbitro. Si en otro tiempo fue Viena,
en 1815, La sede de los Congresos, bajo la batuta de Metternich, y más tarde Paris, en 1830 y 1848, el foco de los
acontecimientos continentales, y en los años siguientes Napoleón III el piloto de la política europea, en estos años
Bismarck convierte a Berlín en el centro de las grandes asambleas (Congreso de Berlín en 1878 sobre la cuestión
balcánica, Conferencia de Berlín de 1884- 1885 sobre el reparto de África).
Para aislar a Francia y hacer de Berlín centro de gravedad de la vida internacional, Bismarck procede a elaborar
complicadas construcciones diplomáticas, que en seguida examinaremos. Pabón afirma que Bismarck trata de evitar la
conjunción de un gran poder marítimo (Gran Bretaña) con un gran poder continental (Rusia), que con la presunta
enemistad francesa forjaría un círculo terrible en torno a Alemania. Es una forma sencilla de dibujar un programa,
quizás esquemática en exceso, o formulada a partir de la evolución de los acontecimientos en el período
posbismarckiano, cuando la nación aislada, Francia, y las dos separadas, Gran Bretaña y Rusia, se unen en la Triple
Entente. Lo asombroso es que, sin tener nada que ofrecer, Bismarck consiguió mantener a Francia aislada; a
Inglaterra, amiga; a las probables antagonistas mutuas, Austria-Hungría y Rusia, aliadas. Pero esta laboriosa
construcción diplomática tuvo su precio: Francia derivó su energía a la consolidación de un imperio colonial,
Inglaterra disfrutó cómodamente de su supremacía oceánica e imperial, Austria-Hungría y Rusia terminaron
rompiendo y enfrentándose. Tras la caída de Bismarck en 1890 su obra se desmoronó. Que fuera incapacidad de sus
sucesores o simplemente el reconocimiento de que las acrobacias diplomáticas no pueden enmascarar las
contradicciones más que por un período corto, es un dilema que ha merecido diversas respuestas.

3. PRIMER SISTEMA BISMARCKIANO


A la primera construcción diplomática de Bismarck se ha denominado también sistema de los Tres
Emperadores, porque el eje será la alianza Berlin-Viena-San Petersburgo. El primer paso, que supone el cambio de las
posiciones de dos decenios, es la alianza entre Austria y Alemania. Hasta 1871 Austria ha sido el principal obstáculo
para la unificación germana y contempla con aprensión creciente el engrandecimiento de Prusia. En mayo de 1871,
recién concluido el conflicto franco-prusiano y firmado el tratado de Frankfurt, el canciller austrohúngaro Beust,
comprendiendo que debe aceptar la existencia de Alemania y conseguir su apoyo para mantener la armonía con
Rusia, inicia la aproximación a Bismarck, y en la larga entrevista de ese verán Gastein se sientan las bases para la
alianza. La posterior sustitución de Beust por Andrassy no cambiará este entendimiento, que constituirá uno de los
ejes de las relaciones internacionales hasta 1914. Bismarck propone en Gastein el mantenimiento de la situación
política del continente y una acción coordinada contra la Internacional, cuyo peligro se ha hecho patente en la
Comuna parisina; Beust, por su parte, recaba el apoyo de Berlín para el avance hacia el sudeste europeo, en el
momento en que se está estudiando la prolongación de la Vía férrea que permitiría la salida de la red austriaca en
dirección ala costa. Rusia había solicitado discutir el estatuto del Danubio en 1870; ahora Gortchakov comprende
que puede Ir más lejos y plantear la cuestión de la Besarabia, que le ha sido seccionada en el tratado de París, en
1856, como consecuencia de la guerra de Crimea.
178
La reunión de los tres Emperadores, Guillermo I (Alemania), Francisco Jose {Austria-Hungría) y Alejandro II
(Rusia), en Berlín en septiembre de 1872, abre extensas entrevistas entre Andrassy y Gortchakov, con el apoyo de
Bismarck, que culminarán en el acuerdo político y militar de 1873, denominado de los Tres Emperadores, A él se ha
llegado tras constatar que existe coincidencia en el objetivo social de frenar la revolución obrera; que persisten
nacionalidades descontentas (polacos, checos), peligrosas para los imperios; que la tendencia expansionista rusa hacia
el espacio danubiano sólo es factible si se cuenta con la aquiesciencia de Berlín. Las diferencias que pudieran
obstaculizar el acuerdo, como las religiosas entre la católica Austria y la luterana Prusia, o las territoriales en la región
del Danubio entre Austria y Rusia, fueron en ese momento menos fuertes que los intereses comunes. El acuerdo se
completó con la convención militar firmada entre Rusia y Alemania, que preveía la ayuda de un ejército de 200.000
hombres en el caso de un ataque por otra potencia europea; alianza, por tanto, estrictamente defensiva. A
continuación Alejandro II visita Viena y firma una convención de cuatro puntos que prevé las consultas entre los dos
soberanos en caso de amenaza de una tercera potencia. El sistema era precario; los tres gobiernos obedecían a móviles
diferentes. Alemania, al aproximarse a Rusia, busca desanimar cualquier conato de revanchismo francés; Rusia rubrica
el acuerdo exclusivamente para evitar una aproximación estrecha Berlín-Viena y posibilitar su expansión balcánica;
Austria-Hungría para satisfacer a Bismarck y tener las espaldas cubiertas en su avance hacia el sur.
La escasa coherencia del sistema se descubre en la falsa alarma de 1875. Ciertas medidas de recuperación
militar de Francia, acompañadas de una belicista campaña de prensa, generan la tensión franco-alemana e inmediatos
sondeos de los dirigentes, Decazes y Bismarck, para conocer la posición de las potencias. Disraeli, partidario de la
estabilidad y la paz en el continente, aconseja moderación a Bismarck; Alejandro II acude, acompañado de
Gortchakov, a Berlín, para impedir que Bismarck inicie una guerra preventiva, aclarando que el acuerdo de los Tres
Emperadores, meramente defensivo, no comprometía a San Petersburgo y que Moscú no admitiría el aplastamiento
de Francia, actitud que inclinará a Bismarck a modificar su política frente a Paris -puesto que no ha podido impedir
la resurrección militar de Francia es preferible iniciar una cierta distensión- y frente al régimen zarista, reconociendo
la precariedad de la alianza de los emperadores.
Más grave para el sistema va a ser el conflicto balcánico que ya hemos examinado en la Cuestión de Oriente.
Recordemos que después de consagrar el tratado de San Estéfano (marzo de l878) la preponderancia rusa en los
Balcanes, el Congreso de Berlín (julio de 1878) la reduce sensiblemente, dividiendo la Gran Bulgaria en dos partes y
asignando la meridional, Rumelia, a la autoridad administrativa del sultán turco; reconociendo la administración
provisional de Bosnia-Herzegovina por Viena y su derecho a mantener guarniciones en el. Sandjak de Novi-Bazar
sobre la ruta, de Salónica; aceptando el derecho de expansión griega por la Tesalia y la posesión de la Dobrudja por
Rumania, entre otras cláusulas, que en conjunto reflejan el propósito inglés y alemán de impedir.1a supremacía rusa
en aquel espacio estratégico. La hostilidad rusa hacia los austriacos, que han conseguido posiciones claves, aumenta.
La alianza de los tres emperadores queda herida, y Bismarck se ve precisado a montar otro mecanismo diplomático.

4. SEGUNDO SISTEMA BISMARCKIANO


Cronológicamente, el nuevo sistema de alianzas se apoya en tres acuerdos: tratado austroalemán (1879),
acuerdo secreto austro-germano-ruso (1881), Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungría e Italia (1882).
Si en el primer sistema bismarckiano se ha concedido igualdad de trato a Viena y San Petersburgo, Berlín opta
ahora por la alianza austríaca, y el tratado austroalemán que se firma en octubre de 1879 traduce de manera literal,
sin perífrasis, el entendimiento antiruso de las dos potencias. Tras las tensiones balcánicas, Andrassy reclama que el
texto se oriente contra Rusia, a pesar de la oposición del emperador Guillermo I, quien recordando su amistad
personal con Alejandro II intenta evitar la firma, y ante la amenaza de dimisión del canciller y su gabinete se ve
precisado a aceptarlo. El acuerdo prevé la asistencia militar en caso de ataque ruso y solamente la neutralidad
benévola en el supuesto de conflicto con otra potencia. La ruptura con el sistema de los Tres Emperadores no puede
ser más frontal. En principio Bismarck había solicitado un tratado general de alianza pero Andrassy no estaba
dispuesto a comprometerse en un posible choque franco-alemán ni deseaba que en París se leyera la alianza Viena-
Berlín como una amenaza.
En ese momento la soledad de Rusia es total, y el nuevo canciller, Giers, que sustituye a Gortchakov, inicia las
primeras gestiones para retomar al seno de una entente con austriacos y alemanes. Con el asesinato de Alejandro II y
la subida al trono zarista del ultra conservador Alejandro III. Bismarck comprende que es más fácil rehacer una Santa
Alianza del orden para luchar contra los peligros del terrorismo y del socialismo. De esta manera, por deseo de
alemanes y rusos, se firma un nuevo tratado germano-austro-ruso en Berlín en junio de 1881. ¿Se ha reconstituido la
Alianza de los tres Emperadores, del año 1873? La situación es diferente y el tratado es menos ambicioso en sus
cláusulas. No se trata de una alianza militar; los tres consignatarios se comprometen a una neutralidad benévola en
caso de ataque de una cuarta potencia; Berlín piensa en París y San Petersburgo en Londres. Por otra parte, aceptan
subordinar cualquier modificación del estatuto territorial balcánico a un acuerdo común lo que pone teóricamente en
manos de Bismarck el cierre de la expansión de sus aliados. Un protocolo adicional precisa que Austria-Hungría
podría anexionarse Bosnia-Herzegovina, mientras los objetivos rusos quedan más difusos. Otra limitación, que recoge
las dificultades de elaboración, es que el tratado se firma por sólo tres años. No es, por tanto, una segunda alianza de
179
los Tres Emperadores. Viena tiene motivos para sentirse satisfecha, ya que se reconoce su orientación balcánica;
Rusia, por el contrario, se vería obligada a dirigir su expansión hacia Asia. Certeramente señala Girault: «Este sistema
no podía verdaderamente funcionar más que si Austria-Hungría y Rusia buscasen su expansión en zonas diferentes»,
y no es lo que va a ocurrir.
El último eslabón en la cadena de alianzas que prepara Bismarck es el tratado secreto germano-austro-italiano
de mayo de 1882, signado en Viena. Parecía difícil que Italia pudiera aproximarse a Austria; en el orden territorial,
Roma reclama todavía territorios irredentos, en el orden religioso la tensión de la República italiana con la Santa
Sede podría provocar problemas con la católica Austria. Son los conflictos con París los que finalmente inclinan a los
italianos a este entendimiento poco antes impensable. En Túnez creía Italia tener un campo de expansión colonial,
cuando inesperadamente es ocupada por los franceses; en la región marsellesa viven 50.000 italianos, que compiten
salarialmente con los obreros franceses y son hostilizados. La opinión pública italiana comprende que es en Berlín
donde puede encontrar un aliado. A esta coincidencia de enemistad hacia Francia se añade un aspecto ideológico; el
rey Humberto, que ha subido al trono en 1878, estima menos importante la recuperación de las tierras irredentas que
la lucha contra anarquistas y socialistas, y por tanto conviene la aproximación a los imperios centrales, símbolo del
orden. Así, se desemboca en el tratado secreto de la Triple Alianza entre Alemania. Austria-Hungría e Italia.
Alemania e Italia se ayudarían en caso de que una de ellas fuera atacada por Francia; los tres estados se deberían
asistencia mutua en caso de ataque por otras dos potencias, y neutralidad benévola si cualquiera de ellos decidiera, en
una acción preventiva, iniciar un ataque contra otra nación. De la lectura de las cláusulas se deduce que Austria se ha
negado a comprometerse en una alianza antifrancesa y que Italia ha conseguido salir de su aislamiento. La alianza se
firma por cinco años pero se renueva sucesivamente hasta 1915, siendo uno de los ejes del sistema diplomático
europeo hasta la Primera Guerra Mundial.

En 1882 Bismarck ve cumplidos todos sus objetivos. Francia se encuentra aislada: el estatuto territorial de
Europa, garantizado por renuncias recíprocas austriacas, italianas y rusas; el carácter defensivo de los acuerdos
responde al designio bismarckiano de paz europea; los imperios coinciden en su calidad de gendarmes del orden.

5. EL COMPONENTE COLONIAL
El canciller germano concentró su atención en el equilibrio del continente, cuando las restantes grandes
potencias orientaban su actividad hacia la formación de un imperio colonial. ¿Descuidó Bismarck este aspecto
definidor de su época? Aquí nos interesa tocarlo sólo de manera sumaria, en cuanto componente del papel que
Alemania debía desempeñar, según la concepción del canciller. Inicialmente Bismarck se declaró reacio a las empresas
coloniales porque Alemania no disponía de un potencial naval para controlarlas. Por otra parte, mientras otras
potencias consideraban la actividad colonizadora como una espita para aliviar su presión demográfica, Bismarck
contemplaba con re- celo las migraciones y consideraba que una población numerosa en la metrópoli era
indispensable para mantener el papel de grande. Las ventajas económicas tampoco eran tan evidentes como para
sumergirse en una empresa de enorme costo. Y, sobre todo amistad con Inglaterra, requisito inesquivable para la

180
organización diplomática del continente, podía enfriarse si surgían tensiones coloniales extrae o as con Londres. No
obstante, no podía ignorar las peticiones que desde los años 60, comerciantes de Hamburgo y Bremen, formulaban
para realizar empresas en ultramar.
A finales de los años 70 la crisis económica, las tensiones sociales y una presión mayor de algunos sectores,
con la publicación del libro de Fabri ¿Necesita Alemania colonias?, y el nacimiento de algunas asociaciones (la
Sociedad Colonial, por ejemplo), inclinaron al canciller a revisar su postura, aunque señalando de antemano que
debería tratarse de una expansión limitada y que no supusiera compromisos financieros para el Estado.
Cuatro zonas resumen la actividad colonizadora alemana: en el golfo de Guinea se regularizan las factorías de
comerciantes hanseáticos con el protectorado de Togo y Camerún; en el sudoeste africano se proyecta la explotación
de minas de cobre; en África oriental, por iniciativa del publicista Cail Peters, se recorren las regiones situadas frente
a la isla de Zanzíbar; en Oceanía, tras una viva competencia con norteamericanos e ingleses, se proclama la soberanía
sobre el nordeste de Nueva Guinea y el archipiélago de Nueva Bretaña, al que se denominará de «las Bismarck», y
posteriormente sobre las Marshall y las Carolinas, aunque en éstas se aceptó el arbitraje del Papa, que confirmó la
soberanía española.
En 1884-18851a Conferencia de Berlín define los derechos a la colonización y regula los dominios sobre las
cuencas de los grandes ríos, y en especial sobre la del Congo. En ese momento; Bismarck se erige en árbitro de las
grandes cuestiones de la colonización. Pero la intensa actividad colonizadora germana de los años 84 y 85 había
producido el enfriamiento de las relaciones con Londres y la aproximación Londres-París, y el canciller decide
paralizar el proceso, que no se reanudaría hasta los años noventa, tras su desaparición política. Se comprueba, por
tanto, cómo el sistema internacional bismarckiano se circunscribe en una óptica continental, y que la expansión
mundial es desechada en el momento en Que amenaza acabar con la soledad francesa.

6. FISURAS y RUINA DEL SISTEMA DIPLOMÁTICO DE BISMARCK


El andamiaje diplomático montado por Bismarck era excesivamente complejo y algunos de los signatarios de
las alianzas montadas por Berlín tenían intereses encontrados; tales eran los casos de Rusia y Austria-Hungría en los
Balcanes, y en menor medida de Italia y Austria-Hungría en el Adriático. La preeminencia austriaca en los Balcanes,
después del Congreso de Berlín de 1878, tenía que provocar la inquietud rusa. Viena penetra sucesivamente en
Bosnia, Serbia y Bulgaria. Austria-Hungría había obtenido la administración provisional de Bosnia-Herzegovina, y
pronto, ya pesar de los sentimientos populares eslavófilos del pueblo serbio, las autoridades de Belgrado firmaron
acuerdos con las vienesas para el libre paso de mercancías y la construcción de las vías férreas necesarias para el enlace
con Constantinopla y Salónica. En 1882, el príncipe Milán Obrenovch obtiene el reconocimiento del titulo de rey. y
Serbia se convierte en un reino protegido por Austria-Hungría. En 1886 se ofrece la corona de Bulgaria a Fernando
de Sajonia-Coburgo, considerado un vasallo de Austria, y el dictador Stambulov orienta decididamente al país hacia
el entendimiento Con las monarquías centrales. Rusia pierde todo apoyo en los Balcanes; el sistema de los Tres
Emperadores está sirviendo los intereses de Austria-Hungría.
En marzo de 1887 se cumplía el plazo de Vigencia de la Triple Alianza, y un mes antes se procede a su
renovación, ahora con un carácter más ofensivo y con algunas concesiones a Italia, que la Vinculan más fuertemente a
sus aliados: compromiso alemán de ayuda militar en caso de un conflicto con Francia en el norte de África,
compromiso austriaco de ofrecer compensaciones si se modificaba el statu qua de los Balcanes en beneficio de Viena.
Así se va dibujando la situación diplomática de los primeros años del siglo XX, hasta 1914; mientras Roma se ancla
en el eje Berlín-Viena-San Petersburgo se desengancha progresivamente de sus antiguos aliados.
Todavía efectúa Bismarck un último intento de afirmación de la alianza rusa. Al no poderse renovar el tratado
de los Tres Emperadores, ante la incompatibilidad de intereses de Viena y San Petersburgo. Bismarck firma en
secreto el denominado tratado de reaseguro de 1887, que estipula la neutralidad rusa si Francia ataca a Alemania y la
neutralidad alemana si Austria-Hungría ataca a Rusia. y el apoyo diplomático de Berlín a Rusia en la cuestión
búlgara. La fragilidad del acuerdo, o sus escasos beneficios para los intereses zaristas, que casi al mismo tiempo
contemplan impotentes su ruptura con Bulgaria, anuncia el final del sistema bismarckiano.
Es el momento de recapitular las grandes directrices de la política internacional del «canciller de hierro».
Bismarck ha apoyado su obra diplomática en tres pilares:
-Alianza con las potencias de la Tríplice (Austria-Hungría e Italia). La amistad con Viena supone un
auténtico viraje; la incorporación de Roma, el aplazamiento de las reivindicaciones territoriales italianas. Fue un
acuerdo firme, pero en la Primera Guerra Mundial Italia no apoyará a los imperios centrales y terminará uniéndose a
los aliados precisamente por sus viejas aspiraciones adriáticas;
-Armonía con Londres. Era indispensable; el costo, una política colonial prudente. Esta concordancia se
rompe en el momento en que el engrandecimiento económico de Alemania le convierte en rival de Gran Bretaña;
-Amistad con Rusia. Aquí reside la gran contradicción, no se podía ser a un tiempo socio de Viena y San
Petersburgo. El genio de Bismarck brilla en sus maniobras para mantener vigente el tratado de los Tres Emperadores,
pero ya en los últimos años se estrechan las relaciones financieras entre Rusia y Francia, y en 1891, un año después

181
de la caída de Bismarck, se firma la entente cordial franco-rusa. En ese momento se puede decir que se ha venido
abajo todo el entramado bismarckiano.
La obra de Bismarck ofrece dos vertientes en resumen de René Girault: la geopolítica y la ideológica. En
cuanto a la primera, Alemania se esfuerza en impedir la guerra en dos frentes, la conjunción del enemigo tradicional,
Francia, con el imperio de los zares; su mayor problema es la colisión de intereses balcánicos entre Austria-Hungría y
Rusia. Desde el punto de vista ideológico Berlín es símbolo de la ideología conservadora, monárquica, defensora del
orden; en contraposición, la III República francesa representaría el nuevo orden, el laicismo, los peligros de la
revolución. Lo mismo que Metternich en los primeros decenios del siglo XIX, el canciller prusiano se esforzó en
presentar a Francia como la gran amenaza para Europa, aunque en el fondo sus posturas se inspiraran en intereses
nacionales.

DOCUMENTOS
1. TRATADO ENTRE AUSTRIA-HUNGRÍA. ALEMANIA y RUSIA (BERLÍN. 18 DE JUNIO DE
1881)
Coméntese sus principales cláusulas, destacando las diferencias con el, tratado de los Tres Emperadores de
1873. Inténtese distinguir algunos de los artículos inspirados por los intereses de Austria y alguno inspirado por
Rusia. Aspecto clave: importancia de los Balcanes.

“Las Cortes de Austria-Hungría, Alemania y Rusia, animadas del común deseo de consolidar la paz general
mediante un entendimiento destinado a asegurar la posición defensiva de sus respectivos Estados, han llegado aun
acuerdo sobre algunos problemas que afectan más especialmente a sus intereses recíprocos (...). /
Con este fin han convenido los artículos siguientes:
Artículo 1: En el caso de que una de las altas partes contratantes llegara a encontrarse en guerra con una cuarta
gran potencia, las otras dos mantendrán con respecto a ella una neutralidad benévola dedicando su atención a la
localización del conflicto.
Esta estipulación se aplicará igualmente en caso de guerra entre una de las tres potencias y Turquía, aunque
solamente si se hubiera establecido un acuerdo previo entre las tres Cortes acerca de los resultados de tal guerra.
En el caso especial de que una de ellas obtuviera de una de sus dos aliadas una ayuda más positiva, el valor
obligatorio del presente artículo conservará todo su rigor para la tercera.
Artículo 2: Rusia, de acuerdo con Alemania, declara su firme resolución de respetar los intereses que resultan
de la nueva posición asegurada a Austria-Hungría por el tratado de Berlín.
Las tres Cortes, deseosas de evitar todo desacuerdo entre ellas, se comprometen a tener en cuenta sus intereses
respectivos en la península de los Balcanes. Se comprometen además a que no puedan llevarse a cabo nuevas
modificaciones en el statu qua territorial de la Turquía europea, sino en virtud de un común acuerdo entre ellas.
Con objeto de facilitar el acuerdo previsto por el presente artículo, acuerdo cuyas modalidades es imposible
prever anticipadamente en su integridad, las tres Cortes dejan constancia desde ahora, en el protocolo anejo a este
tratado, de aquellos puntos sobre los que ha sido establecido ya un acuerdo de principio.
Artículo 3: Las tres Cortes reconocen el carácter europeo y mutuamente obligatorio del principio del cierre de
los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, fundado en el derecho de gentes, confirmado por los tratados y
resumido por la declaración del segundo plenipotenciario de Rusia en la sesión del 12 de julio del Congreso de
Berlín (protocolo 19).
Vigilarán en común para que Turquía no haga excepción a esta regla en favor de los intereses de un gobierno
cualquiera, prestando para operaciones militares de una potencia beligerante la parte de su Imperio que forman los
estrechos.
En caso de infracción, o para prevenirla si es que llegara a ser previsible, las tres Cortes advertirán a Turquía
que en tal caso, seria considerada como puesta en estado de guerra frente a la parte perjudicada y privada desde
entonces de los beneficios de seguridad garantizados por el tratado de Berlín a su statu qua territorial.
Artículo 4: El presente tratado estará en vigor durante tres años a contar del día del cambio de las
ratificaciones.
Artículo 5: Las altas partes contratantes se prometen mutuamente el secreto sobre el contenido y sobre la
existencia del presente tratado así como sobre el protocolo anejo al mismo.
Artículo 6: Las convenciones secretas concluidas entre Austria-Hungría y Rusia y entre Alemania y Rusia en
1873 quedan sustituidas por el presente tratado.
Artículo 7: Las ratificaciones del presente tratado y del protocolo anejo al mismo se intercambiarán en Berlín
dentro de quince días, o antes si fuera posible.
En fe de lo cual los respectivos plenipotenciarios han firmado el presente tratado y han puesto en él el sello de
sus armas.
Hecho en Berlín, el décimo octavo día del mes de junio de mil ochocientos ochenta v uno.”
SZÉCHÉNYl -VÜN BISMARCK -SABURÜF
182
2. POLÍTICA COLONIAL DE BISMARCK
Discurso pronunciado en el Reichstag el 26 de junio de 1884. Debe hacerse un comentario sobre la fecha,
cuando Berlín es el centro de la vida internacional pero no se ha celebrado todavía el Congreso donde se definen 108
principios teóricos del reparto colonial. ¿Cuál es en esta fecha la motivación básica bismarckiana en la política
colonial? Indíquese si también en este capítulo se define la política alemana por la confrontación o al menos la
diferenciación con la francesa.

“Alemania no se propone imitar la política francesa, sino sólo apoyar y proteger a sus comerciantes. No seria
político por nuestra parte ocupar territorios en los que no tenemos interés alguno para ofrecer un estimulo ficticio a
la emigración alemana.
No tenemos funcionarios suficientemente experimentados como para establecer un sistema colonial de este
género. Obrar así nos costaría demasíado caro y sería una molesta carga para nuestras fuerzas navales (...). Creo que el
deber del Imperio estriba en extender su protección a las empresas lejanas fundadas por súbditos del Imperio, y no
sólo a sus factorías, sino también a los territorios que puedan adquirir; me opongo absolutamente a la creación de
colonias según un plan que considero negativo y que consiste en adquirir un territorio y colocar en él una guarnición
y funcionarios y luego invitar a las gentes a que vayan a vivir en él. No creo que se puedan crear colonias
artificialmente.
Otra cosa es saber si es un deber para el gobierno imperial conceder su protección cuando la piden los
súbditos embarcados en empresas coloniales en las que buena parte de la población alemana puede encontrar una
salida natural. Se ha hablado de los gastos que el Tesoro debería sufrir para realizar esta idea. Tengo intención de no
gastar absolutamente nada en esto, sino de abandonar las colonias en cuestión a la energía de los negociantes que las
han fundado-
(...) Mi intención, conforme a la de S. M. el Emperador, es dejar la responsabilidad total de la fundación y
desarrollo material de la colonia a la actividad y al espíritu de empresa de nuestros conciudadanos que van a
comerciar allende los mares. Me interesa menos servirme de la forma cómo se anexionan las provincias de ultramar,
que conceden franquicias semejantes a las licencias reales inglesas... Esencialmente, es preciso dejar a los interesados el
cuidado de gobernar y, respecto a los europeos, no dejarles más que la posibilidad de una jurisdicción europea, con la
mayor protección posible, sin vernos obligados a mantener guarniciones en esos lugares. Asimismo, pienso que habría
suficiente con un único representante de la autoridad imperial, que podría denominarse cónsul o ministro residente y
que estaría encargado de recoger las quejas. Las diferencias que pudieran surgir entre los comerciantes se arreglarían
ante nuestros tribunales marítimos o comerciales de Bremen o Hamburgo o ante cualquier otro, nuestra intención no
es crear provincias, sino acoger bajo nuestra protección a las empresas comerciales ya otras empresas para que, en su
pleno desarrollo, lleguen a adquirir la soberanía; una soberanía comercial, en suma, respaldada por el imperio alemán
y bajo su protección. La protegeremos contra los ataques de sus vecinos inmediatos como contra las vejaciones
provenientes de otras naciones europeas.
Esperamos que el árbol crecerá por la actividad de los jardineros que lo planten. Si no es así, querrá decir que
el plan era malo. El perjuicio no afectará al imperio, pues los créditos que reclamamos no tienen importancia.
Incumbirá a los empresarios, que se habrán equivocado (...).
La diferencia es, pues, la siguiente: en el sistema que denomino, francés», el gobierno pretende, cada vez,
juzgar si la empresa es buena y permite confiar en su desarrollo. En nuestro sistema, dejamos la alternativa al
comercio, al particular, y si vemos que la cosa marcha, aumenta y prospera, y solicita la protección del imperio,
entonces les damos el apoyo pedido. No vemos cómo podríamos, por derecho, negamos a ello.”
P. GUILlEN: El imperio alemán, 1871-1898.

3. TRATADO DE LA TRIPLE ALIANZA (VIENA. 20 DE MAYO DE 1882)


¿En qué medida este tratado supone una revisión del primer sistema bismarckiano? ¿Qué obstáculos ha tenido
que salvar una maniobra de Bismarck, que hace posible la aproximación de Austria-Hungría e Italia? Señálese en qué
artículos concretos se percibe el peligro francés como motivo de las aproximaciones diplomáticas. Destacar los
puntos centrales del tratado y señalar semejanzas y diferencias con los principales tratados estudiados en la lección y
cuyo texto se incluye.

“Sus Majestades:
-El Emperador de Austria, Rey de Bohemia, etc. .y Rey Apostólico de Hungría.
-El Emperador de Alemania. Rey de Prusia, y -El Rey de Italia,
animados por el deseo de aumentar las garantías de la paz general, de fortificar el principio monárquico y de
asegurar con ello mismo el mantenimiento intacto del orden socia! y político en sus Estados respectivos, han
acordado la conclusión de un tratado que, en virtud de su naturaleza esencialmente conservadora y defensiva, no
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persigue otro fin que el de precaverles contra los peligros que pudieran amenazar la seguridad de sus Estados y la
tranquilidad de Europa.
A tal efecto, SS. MM, han nombrado, a saber:
-S. M. el Emperador de Austria. Rey de Bohemia, etc., y Rey Apostólico de Hungría, a! conde Gustav
Kálnoky .general, su ministro de la Casa Imperial v de los Asuntos Exteriores.
-S. M. el Emperador de Alemania, Rey de Prusia, al príncipe Heinrich VII Von Reuss, ayudante general de
campo, su embajador extraordinario y plenipotenciario cerca de S. M. Imperial y Real Apostólica.
-S. M. el Rey de Italia, al conde Carlo-Félix -Niccolo de Robilant, teniente general, su embajador
extraordinario y ministro plenipotenciario cerca de S. M. Imperial y Real Apostólica.
Los cuales, previstos de plenos poderes que han sido hallados en buena y debida forma, han convenido los
siguientes artículos:
Artículo 1: Las altas partes contratantes se prometen recíprocamente paz y amistad, y no entrarán en alianza o
compromiso alguno dirigido contra cualquiera de sus Estados.
Las altas partes contratantes se comprometen a proceder aun intercambio de ideas acerca de las cuestiones
políticas y económicas de carácter general que pudieran sobrevenir, prometiéndose además mutuo apoyo dentro del
límite de sus propios intereses.
Artículo 2: En caso de que Italia, sin mediar provocación directa por su parte, fuese atacada por Francia por
cualquier motivo, las otras dos partes contratantes estarán dispuestas aprestar a la parte atacada socorro y ayuda con
todas sus fuerzas.
La misma obligación incumbirá a Italia en caso de una agresión no directamente provocada de Francia contra
Alemania.
Articulo 3: Si una o dos de las altas partes contratantes, sin provocación
directa por su parte, llegasen a ser atacadas ya encontrarse empeñadas en una guerra con dos o más grandes
Potencias no firmantes del presente tratado el casus foedelis se presentará simultáneamente para todas las altas partes
contratantes.
Artículo 4: En caso de que una gran potencia no firmante del presente tratado amenazase la seguridad de los
Estados de una de las altas partes contratantes y, en razón de ello, la parte amenazada se viese forzada a hacer la
guerra, las otras dos se obligan a observar con respecto a su aliada una neutralidad benévola. Cada una de las altas
partes contratantes se reserva, en tal caso, la facultad de tomar parte en la guerra si lo estimase oportuno, para hacer
causa común con su aliada.
Artículo 5: Si la paz de una de las altas partes contratantes viniese a ser amenazada en las circunstancias
previstas por los artículos anteriores, las altas partes contratantes se pondrán de acuerdo en tiempo útil acerca de las
medidas militares a adoptar con miras a una eventual cooperación.
Para todo caso de participación común en una guerra, las altas partes contratantes se comprometen, desde
ahora mismo, a no concluir ni armisticio, ni paz, ni tratado sino de común acuerdo entre las tres.
Artículo 6: Las altas partes contratantes se prometen recíprocamente el secreto tanto sobre el contenido como
sobre la existencia del presente tratado.
Artículo 7: El presente tratado se mantendrá en vigor durante el espacio de cinco años, a partir del día del
intercambio de ratificaciones.
Artículo 8: Las ratificaciones del presente tratado serán intercambiadas en Viena en el plazo de tres semanas, o
antes si fuese posible.
En fe de lo cual, los plenipotenciarios respectivos han firmado el presente tratado, poniendo en él el sello con
sus armas:
Hecho en Viena el día veinte del mes de mayo del año mil ochocientos ochenta v dos. .
KÁLNOKY
HEINRICH VII VüN REUSS -RÜBILA

Declaración ministerial:
El Gobierno Real italiano declara que las estipulaciones del tratado secreto concluido el 20 de mayo de 1882
entre Italia. Austria-Hungría y Alemania no podrán en ningún caso, según ha sido previamente convenido, ser
consideradas como dirigidas contra Inglaterra.
En fe de lo cual ha sido redactada la presente declaración ministerial, que deberá permanecer igualmente
secreta, al objeto de ser intercambiada por declaraciones idénticas del Gobierno Imperial y Real de Austria-Hungría.
y del Gobierno Imperial de Alemania.
Roma. 22 mayo 1882. El ministro de Asuntos Extranjeros. MANCINI
(Las declaraciones idénticas del Gobierno austrohúngaro, y del Gobierno alemán fueron intercambiadas en 28
de mayo de 1882)

184
4. EL OCASO DE LA POLÍTICA DE BISMARCK
Léase atentamente las líneas que siguen y dígase si la dimisión de Bismarck pudo influir en la historia
posterior y en qué sentido.
Durante veinte años. Bismarck había seguido una política exterior que tenía por objeto mantener a Francia
aislada y preservar la alianza alemana con Austria-Hungría y Rusia al mismo tiempo. A medida que estos años iban
pasando, parecía que se las iba arreglando para superar, unas tras otra, todas las dificultades y crisis que ponían en
peligro estos objetivos y que había conseguido llevar a buen término lo esencial de su política. Esto ha generado
incluso una deformación entre los historiadores, que lo alaban demasiado y lo comparan favorablemente con el curso
que tomó la política exterior alemana después de 1890, cuando Guillermo II aceptó su dimisión como canciller del
Reich.
Pero esta comparación no es más que una simplificación inexacta, porque en realidad Bismarck no fue capaz
de hacer una política que afrontara la situación internacional. Tuvo cada vez más dificultades. así que no tuvo más
remedio que ir multiplicando las soluciones: el Pacto de .Los Tres Emperadores, la Dúplice Alianza, la renovación
del Pacto de los Tres Emperadores, la Triple Alianza y el Tratado de Seguridad. Todas ellas eran soluciones a corto
plazo, que no eliminaban las dificultades de fondo: se limitaban a poner a Alemania a cubierto de las consecuencias
inmediatas de las dificultades a que antes hemos aludido y acarreaban al mismo tiempo nuevas dificultades que
provenían de los resentimientos no solucionados que su política generada en las potencias que se oponían a él. El
resentimiento francés no fue eliminado durante su gobierno y generó continuas dificultades. Rusia estaba muy
descontenta de la diplomacia alemana. Austria creía que Alemania tenía la estricta obligación de apoyarla en los
Balcanes. Finalmente, era inevitable que Gran Bretaña se alarmase ante el auge del colonialismo alemán. El sistema
bismarckiano tenía un equilibrio inestable y hubiese llegado al colapso de todos modos, aunque su artífice hubiese
permanecido en su puesto después de 1890.
Y además, la opinión pública alemana (que compartía el emperador Guillermo II) se mostraba cada vez más
opuesta a la alianza con Rusia, que era la clave de bóveda de toda la política bismarckiana. Muchos alemanes veían en
Rusia el enemigo natural de su patria y pensaban que era la mayor amenaza a su propia seguridad, la única potencia
continental capaz de derrotar al Reich. Algunos sectores tenían motivos especiales para mostrarse hostiles a los rusos:
estos sectores comprendían tanto a los Junker, que temían por sus posesiones en la Prusia Oriental como a los
socialdemócratas y sindicalistas que veían en Rusia el símbolo de la opresión de las clases proletarias.
Guillermo II creía que un entendimiento permanente entre Alemania y Rusia era imposible y constituía una
peligrosa ilusión: Pensaba que Alemania tenía que aliarse completamente con Austria-Hungría y que el
establecimiento de buenas relaciones con Gran Bretaña hasta que esto fuese más factible. Uno de sus primeros actos
fue la negativa a renovar el Tratado de Seguridad. Esta negativa señaló el principio de un período de profundos
cambios en la situación europea. En este periodo, Alemania se encontró de pronto frente a las mismas potencias cuya
alianza había intentado evitar Bismarck.

CAPITULO XX: MOVIMIENTOS CULTURALES DEL SIGLO XIX


1. EL ROMANTICISMO
Se había llamado al XVIII el siglo de las .luces y la razón; el XIX comienza con un movimiento cultural en el
que se exalta el instinto frente a la razón y el desequilibrio frente a la armonía. En la era de las revoluciones se buscan
nuevos ideales y se desprecia la vida prosaica, monótona. El epíteto de "romántico" es utilizado por el alemán
Schlegel, para definir un estado de espíritu y, sobre todo, la oposición a las formas del arte precedente, al que se llama
clásico. En principio, el nuevo movimiento cultural se difunde bajo los gobiernos de la Restauración, es el
Romanticismo tradicionalista y cristiano; pero se convierte luego en la ideología de los revolucionarios. No se trata
exclusivamente de un movimiento cultural, con manifestaciones en la literatura, la pintura o la música, sino de unos
ideales que se enarbolan en los círculos políticos y que tienen un momento de influjo más intenso en la revolución de
1830. ¿Notas distintivas del Romanticismo? Movimiento complejo, de direcciones divergentes, que hace de la
libertad y el individualismo bandera, no es fácilmente identificable por rasgos concretos, a los que se pueden
encontrar en todos los casos excepciones. Incluso sus figuras no encajan bien en las definiciones que se han intentado;
¿es Beethoven un músico romántico?, ¿Debe aceptarse que representen un mismo movimiento Chateaubriand y Víctor
Hugo?, ¿Se puede llamar románticos a los lakistas escoceses, ya un Shelley, un Keats, o hay que esperar a que Víctor
Hugo estrene sus dramas para que se pueda aplicar el titulo de romántico aun artista? ¿Cuándo comienza? La lucha
contra el racionalismo la inicia Kliliger con su tragedia Sturm und Drang en 1773, pero muchos autores no creen que
exista romanticismo antes de 1820. ¿Cuándo termina? Se ha señalado una nueva sensibilidad hacia 1850, inicios del
realismo, pero la música todavía proporciona genios románticos de la talla de Brahms o Wagner, treinta años

185
después. No es propio de una síntesis histórica debatir los problemas de caracterización o cronología que presenta un
movimiento cultural tan complejo; no obstante, indicaremos algunas notas peculiares.
-Individualismo. La exaltación de los sentimientos implica la del conocimiento irracional. En contradicción
con el racionalismo, que busca fórmulas universalmente válidas, el hombre romántico hace primar las fórmulas
individuales y se abandona a las emociones violentas, que rompen toda normativa moral o social. De esta forma, con
frecuencia, el romántico es un solitario que reconstruye el mundo a su manera. En la poesía aparece como tema la
intimidad, el sentimiento amoroso. Esta exaltación del yo se vive con cierta angustia porque el artista o el político no
disponen de autoridades de referencia, se atienen a sus propios ideales. .Con la exaltación de la personalidad
individual se manifiesta la repulsa hacia la autoridad, la tradición, la norma.
-Ansia de libertad. En todos los órdenes y en todos los campos la libertad es tema y palabra cotidiana. Larra
escribe: «Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia.
He aquí la divisa de la época.» La libertad del artista desemboca en obras de libre inspiración, en las que las viejas
reglas -las unidades en el teatro, la métrica tradicional, el imperio del dibujo en pintura- son consideradas arbitrios
injustificados. En el orden político los códigos legales garantizan la libertad del ciudadano y su derecho a intervenir
en el gobierno-, por procedimientos más o menos indirectos: el liberalismo se apoya, por tanto, en una de las
vertientes del romanticismo. Se canta a los pueblos que luchan por su libertad: así la guerra de los griegos por su
independencia contra los turcos provoca un chorro de lirismo en Europa, en Lamartine, Víctor Hugo, lord Byron,
que acude a Grecia. En las barricadas o en el destierro el hombre romántico parece encontrar los momentos que dan
sentido a su vida.
-El descubrimiento del paisaje, la exaltación patética de la naturaleza, es otro plano, tras el descubrimiento de
la intimidad. Idealista siempre, el romántico contempla la naturaleza desde ángulos subjetivos, sentimentaliza el
paisaje, o lo ve con una intensa perturbación interior. «Sentimientos que despierta en el alma la agradable
contemplación de la naturaleza», titula Beethoven el primer tiempo de su «sinfonía pastoral»: sería este subjetivismo,
esta interiorización, uno de los puntos de partida. Como un trasunto de las psicologías, turbadas, es clara la
preferencia por los paisajes atormentados, ásperos: no son infrecuentes en la escenografía de la dramaturgía de la
época los despeñaderos, los ríos impetuosos, las tormentas, o parajes sepulcrales como ámbito donde se deshilvanan
los conflictos, llene algo de panteísta la concepción del paisaje, parece pretender el artista la fusión con una naturaleza
que rima con su pathos.
-La exaltación del pueblo y de la nacionalidad se encuentra en los eruditos, que consideran que muchos
géneros literarios y obras anónimas son creaciones colectivas, en los poetas, que exaltan géneros populares, como el
romancero español y los cantares de gesta, en los dramaturgos, que buscan en la Edad Media los temas, en los
historiadores, que también vuelven los ojos a los siglos medievales para encontrar las raíces de la personalidad
nacional, en los filósofos, que invocan a la nación, como Fichte en su célebre llamamiento a la nación alemana. De la
gestación de los nacionalismos del siglo XIX no está ausente el Romanticismo. Wolf estudia las raíces populares del
Romancero y de la literatura oral, los dramaturgos españoles, el duque de Rivas, García Gutiérrez, Hartzembush,
cultivan los temas y leyendas del medioevo; Wagner encuentra en los mitos de la épica germánica inspiración para sus
óperas grandiosas; la tragedia del pueblo polaco oprimido está presente en el piano de Chopin.
Individualismo, irracionalismo, libertad, paisajes patéticos, exaltación del pueblo, son perfiles de este
movimiento cultural. Entre todas es posiblemente la libertad la idea medular «Libertad en el arte, libertad en la
sociedad; ahí está el doble objetivo., escribe Víctor Hugo en el prólogo de su Hemanl A esta meta de libertad no se
arribó sin duras batallas. La publicación en 1820 de las Meditaciones poéticas de Lamartine fue criticada; La
matanza de Scio de Delacroix (1823) conmovió a los helenófilos, pero indignó a los partidarios de la pintura
académica. Hasta los estrenos de los dramas Cromwell y Hemani de Víctor Hugo no consiguen triunfar los
partidarios de la nueva sensibilidad.

2. EL ARTE ROMÁNTICO
En dos manifestaciones artísticas se refleja principalmente, aparte de la 1iteratura, el nuevo estilo: en la pintura
y en la música. En España ya había roto con la pintura neoclásica, de dibujo y perfiles nítidos, parca en color y en
movimiento, el arte genial de Goya, cuya técnica de muchas y cuyas composiciones dinámicas trazan el camino de la
pintura europea hasta el siglo XX. En Francia, al finalizar las guerras napoleónicas, comienza a conocerse la pintura
inglesa y llama poderosamente la atención la técnica de iluminación y el sentimiento de los paisajes de Constable.
Pero el arte académico, dirigido por Ingres, deploraba estas innovaciones y los jóvenes pintores revolucionarios, como
Gericault, han de exponer en salones no oficiales. La barca de Medusa, de Gericault (1819), recoge un hecho real, el
naufragio de 150 colonos franceses que se dirigen al Senegal; el movimiento de los cuerpos dramáticamente
retorcidos y el patetismo de la composición entusiasmaron y escandalizaron; se anunciaba un arte nuevo, a cuyas
cimas lo conduciría Eugenio Delacroix.
A los veinte años pinta Delacroix la Barca de Dante (1823), con un mar borrascoso -paisaje ya romántico- y
desnudos indefinidos en medio de manchas de color; en 1830. La libertad guiando al pueblo, cuadro que exalta al
movimiento revolucionario de este año. Su pintura es un mundo poblado de formas humanas en movimiento, que
186
retratan en sus gestos crispados, o de arenga, su agitación interior. Color en manchas, luz, composición dinámica,
paisaje turbulento, las obras de Delacroix son aun tiempo símbolo y cumbre de la pintura romántica. Académico a los
35 años, funda un periódico, Journal, en el que recoge sus ideales artísticos y los de su época.
El mismo dinamismo se percibe en La partida de los voluntarios o La Marsellesa, del Arco de la Estrella de
Paris, obra esculpida durante tres años por Francois Rude. El énfasis dramático de los gestos es el habitual de las
creaciones revolucionarias.
De tal manera se identifica la música con el espíritu del romanticismo que la perduración del estilo,
prácticamente hasta el final de la centuria, es mucho más dilatada que en otras manifestaciones artísticas. El punto de
partida está en Beethoven; su música dramática, que; tanto contrasta con la de Haydn o Mozart, es un reflejo de su
alma, una especie de confesión. El arte musical se transforma en sus géneros y en su espíritu, pero es una figura
demasiado grande la de) músico de Bonn para poder ser encuadrada, es más bien el puente entre dos épocas, la unión
entre el clasicismo y el romanticismo.
El piano es el instrumento predilecto de los músicos románticos, con lo que se desplaza al violín, protagonista
instrumental del siglo XVIII; al piano está dedicada: la, casi entera obra de Chopin y lo más hondo de Schumann. En
los nocturnos y preludios chopinianos encontramos esa atmósfera de misterio, característica del estilo, en sus
«polonesas» el dolor colectivo de su pueblo. En los «líderes» de Schuman parecen resucitar las confesiones íntimas
de Beethoven. La enfermedad y la muerte joven del músico polaco y la locura de Schumann constituyen otras notas
biográficas habituales en esta época turbada.
La gran orquesta sinfónica, con una mayor importancia de los instrumentos de viento, en perjuicio del
protagonismo de la cuerda, señala el capítulo grandioso de la música romántica, frente al intimista del piano. El
mismo Schumann, el francés Berlíoz, Mendelssohn, representan este culto a la riqueza sonora de la gran orquesta.
Este camino será recorrido y llevado a sus cimas más altas en los músicos de otra generación posterior, Brahms y
Wagner. En muchos casos los compositores alternan el culto al piano ya la gran orquesta, por ejemplo Listz, uno de
los mejores pianistas del siglo y autor por otra parte de grandes composiciones orquestales, como los «preludios».
Si el romanticismo es la expresión del alma del artista ningún arte como la música sirve para expresar todas las
fluctuaciones; en algunos momentos se considera romanticismo y música como la misma cosa. En sus escritos
Schumann postula esta identificación y esta, calificación de la música como arte del sentimiento.

3. EL IDEALISMO FILOSÓFICO
La filosofía de Fichte, que intenta deducir el mundo del Yo, se movía dentro de los presupuestos del
Romanticismo; de sus postulados parte Schelling cuando publica el ensayo Del yo como principio de la filosofía.
Fichte con su llamamiento a la nación alemana, Schelling con su preocupación por la naturaleza, colocan al
pensamiento filosófico en el ambiente romántico alemán de finales del siglo XVIII y principios del XIX. El gran
sistematizador del idealismo postkantiano, y una de las mentes filosóficas más precIaras de la historia, es Hegel.
Para Hegel la filosofía no es sentimiento o intuición mística, sino pensamiento lógico, ciencia de lo Absoluto,
Hegel es el filósofo de la razón. Para él la lógica, ciencia del pensamiento, es también ciencia de la realidad, porque el
pensamiento es el único principio que gobierna la realidad. En la Historia se refleja lo Absoluto, y la forma que
adopta no es ni la acción moral, ni el sentimiento, ni el arte, sino el concepto.
La lógica hegeliana ha tenido una influencia determinante en el siglo XIX, en concreto en la obra de Marx.
Hegel asegura que a la lógica tradicional se le escapa la concreción de lo real, ya que los conceptos se forman sobre
rasgos comunes de los individuos, de los que se desprecian los rasgos particulares. Según el principio de identidad
cada concepto permanece igual a sí mismo. Hegel utiliza en cambio el principio de contradicción. Es la lógica de lo
concreto, que afirma que A, (tesis) y .no A. (antitesis) no se excluyen sino que se reúnen como momentos de la
síntesis.
Tras la muerte del filósofo en Berlín (1831) sus discípulos se separan en dos tendencias, una ortodoxa y
conservadora, otra liberal y critica, que no sigue literalmente la obra del maestro, sino que la interpreta de manera
dinámica. Es esta postura la denominada izquierda hegeliana, con los hermanos Bruno y Edgar Bauer y Ludwig
Feuerbach como figuras destacadas.

4. EL POSITIVISMO FILOSÓFICO
La preocupación por las ideas como constructoras de la realidad había presidido la filosofía de la primera
mitad de siglo. En la segunda mitad cambia la vertiente del panorama filosófico. Reivindicar el valor de las ciencias
particulares contra las construcciones metafísicas de los idealistas y el valor de la experiencia contra el apriorismo es
la meta del movimiento denominado Positivismo. Esta corriente no afecta sólo ala filosofía sino a otras
manifestaciones culturales, ya que fundamenta el saber científico. Ya su vez está apoyada la escuela filosófica en los
avances de las ciencias naturales, especialmente la doctrina de 1a evolución de las especies de Darwin y la ley de la
conservación de la energía de Meyer. El método con el que Darwin había explicado el origen del organismo humano,
¿no servirla para explicar la naturaleza espiritual del hombre y todas sus manifestaciones, como el lenguaje, la moral,
la vida social? El positivismo parte de la experiencia, para elevarse, luego a una visión unitaria y universalista de la
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realidad. Las ciencias de la Naturaleza deben tener un espíritu filosófico y la filosofía debe estar impregnada del
espíritu de las ciencias de la naturaleza. El positivismo, más que una doctrina, ha sido un método, que considera la
experiencia como única fuente del saber.
En Francia destaca la figura de Augusto Comte, en cuyas obras más Importantes, Curso de filosofía positiva y
Sistema de política positiva desarrolla la doctrina de los tres estadios. La humanidad, según Comte, pasa por tres
estadios: el teológico, en el que los hombres, bajo el dominio de la fantasía, buscan la explicación de los fenómenos
de la Naturaleza en el arbitrio de seres sobrenaturales; el metafísico, en el que prevalece la razón y se explican los
hechos naturales por fuerzas misteriosas, y el positivo, en el cual el conocimiento se basa exclusivamente en la
experiencia, que trata de constatar relaciones de semejanza y sucesión entre los fenómenos. Para el pensador francés
cada ciencia, la matemática, la biología, la sociología, la química, pasa de manera similar por los tres estadios. A la
sociología dedica especial atención, por considerarla la ciencia universal de la sociedad humana.
En Inglaterra Spencer escribe su obra en la atmósfera de indagación suscitada por el evolucionismo. Pero para
él el principio evolutivo vale sólo para sistematizar los fenómenos de la experiencia, más allá existe lo Incognoscible,
donde la ciencia se encuentra con la religión.
En Italia, aliado del positivismo filosófico, se expande un positivismo científico, defendido por biólogos,
psicólogos, médicos. De menor rigor intelectual, de ideas más confusas, contribuye no obstante, como el positivismo,
en general, en todos los países, a estimular la investigación como palanca del progreso científico.

5. EL REALISMO
Alrededor de 1850 la postura idealista de los románticos ha sido sustituida por una observación detenida de
la sociedad. Hauser señala ese cambio de postura ya en 1830, y efectivamente en los años 30 algunos escritores
prefieren la descripción de los ambientes sociales antes que la defensa de ideales abstractos, como la libertad; pero la
generalización de esa postura realista, paralela a la exaltación de la experiencia por los científicos y filósofos
positivistas, no se produce hasta los años 50. De manera similar los literatos intentan, a base de una observación
meticulosa, proporcionarnos una visión exacta de la vida. En general propenden a dibujar ambientes humildes,
proletarios y campesinos, presentándonos su rostro doliente, «el lado feo de la vida», aunque no falte la exaltación de
los ideales burgueses de comodidad y riqueza. De un Bécquer, que hace de su monólogo interior el argumento de sus
versos, a un Galdós, que interroga a Mesonero Romanos sobre los secretos de la historia madrileña y escruta los
ambientes populares, para retratar las viviendas, las fondas, los mercados, se percibe una clara evolución en la
concepción de la misión del escritor; el yo romántico de Bécquer deja su sitio a los cuadros sociales galdosianos.
Si la poesía había sido el vehículo para expresar el lirismo intenso de los literatos románticos, se señala ahora
una clara preferencia por la novela; género más idóneo para perfilar ambientes y tipos humanos. Las grandes
creaciones literarias del siglo XIX, la novelística de Stendhal, Balzac, Dickens, Tolstoi, Dostoievski, Turguenev, y en
España la de Galdós, Valera, Pereda, «Clarín», responden al deseo de captar cuadros sociales veraces sobre los que el
autor se pronuncia, ante sus problemas o sus paradojas.
Las novelas de Stendhal son crónicas políticas: Rojo y negro refleja la sociedad francesa de la Restauración, La
Cartuja de Pam1a la situación de Europa bajo la Santa Alianza. Ya no es la novela histórica una evasión hacia épocas
remotas, postura romántica, como la había concebido Walter Scott, sino crónica política, cuadro real
contemporáneo. Es la misma concepción, acaso todavía más clara, de los Episodios Nacionales de Galdós. Es el
propósito de Tackerayal escribir La feria de las vanidades 0848), narración sin héroe, porque, según dice en una carta
su autor, la novela debe «producir. en la mayor medida posible, una impresión de realidad, en contraposición a la
tragedia o al poema, que pueden tener un carácter heroico». A la pintura descriptiva Balzac sabe añadir, al retratar la
sociedad francesa de su tiempo, una sátira irónica, recurso que muestra la banalidad de los valores burgueses. Hauser
lo considera como el ejemplo más penetrante de la misión de la literatura realista: «Probablemente no hay otro
ejemplo en toda la historia del arte que muestre más claramente que el servicio que un artista presta al progreso no
depende tanto de sus convicciones y simpatías personales como de la fuerza con que represente los problemas y las
contradicciones de la realidad social.» El título de una de las novelas de Dickens. Tiempos difíciles (1854), es
suficientemente expresivo de su intención de captar a una sociedad agobiada de problemas. En Dickens, uno de los
grandes humoristas de la literatura inglesa, la critica de la sociedad se convierte en la novela misma; en Los papeles
del club Pickwick la ironía inteligente de un escritor que se presentaba con esta obra magistral al público británico no
puede enmascarar la violencia de su sátira.
¿Es el realismo el estilo característico de la sociedad industrial burguesa? Algunos historiadores de la literatura
así lo han sostenido; los temas urbanos, los ambientes de clases medias, los problemas sociales de la industrialización
parecen abonar esta calificación. El realismo plasmaría a la burguesía ya los problemas provocados por la
industrialización, de los que serian más conscientes los escritores, fieles a su papel de intelectuales, que los sectores
plutocráticos de empresarios y comerciantes. Pero la novelística rusa, una de las más elevadas manifestaciones de la
literatura social, no puede ser encajada en este mundo urbano. Es más bien la Rusia rural, el atraso de los campesinos,
sus sueños de redención, el motivo inspirador de los escritores que conquistan para la lengua rusa su máxima
capacidad de expresividad y belleza. Se ha intentado justificar esta excepción por la peculiaridad de Rusia, por su
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atraso social. Es cierta esta originalidad de su historia nacional, pero no debe olvidarse que en los escritores rusos ha
existido siempre una mayor sensibilidad social, fundamento del realismo, que se manifiesta muy pronto en las
primeras novelas de Tolstoi y, con mayor violencia, en la obra de Gógol. Cuando se publica Pobres gentes (1854) de
Dostoievski, un poeta exclama: « ¡Ha surgido un nuevo Gógol!»
En la novela rusa los problemas sociales ocupan un espacio mucho mayor; por su juventud y por la ausencia
en Rusia de experiencias revolucionarias, en medio de los tonos oscuros, con los que se pinta la situación dramática
de los campesinos, o la soledad del individuo, atormentado por la responsabilidad de sus actos, se pueden vislumbrar
tonos triunfales, optimismo en el futuro de Rusia y de la Humanidad. Con Dostoievski y Tolstoi la novela
psicológica alcanza su mayor profundidad. Dostoievski descubre la ambivalencia de los sentimientos, la posible unión
del amor y el odio, de la felicidad y el sufrimiento, que ya habían sido experimentados por Pedro, uno de los
protagonistas de Guerra y Paz, la fabulosa novela de Tolstoi. En la obra maestra de Dostoievski, Los hermanos
Karamazovi el protagonista. Alioschá, escucha de su hermano Mitia una reveladora confesión cuando se niega a huir
de la policía: .¿y qué me importa a mí trabajar en las minas por espacio de veinte años, con el pico, buscando un filón?
...A eso no le temo en absoluto; otra cosa es lo que ahora me espanta: ¡el que pueda abandonarme ese hombre
resucitado! Puedo encontrarme también allí, en las minas, debajo de tierra, a mi lado, con otro presidiario y asesino,
con un corazón humano. y unirme a él, porque allí también se puede vivir: y amar y padecer Dostoievski ha
introducido en la novela rusa un elemento patético, que desde entonces acá la caracteriza: el amor a los humildes y
miserables. En su obra hay un elemento irracional, revalorizado por el progreso de la filosofía y la medicina; es el
novelista de lo subconsciente por antonomasia:: ni sus personajes ni su mundo son lo que realmente nos revelan los
sentidos. En la novelística española sobresalen algunos ejemplos de realismo. Galdós en Fortunata y Jacinta retrata no
dos personajes femeninos, sino dos clases sociales, con sus viviendas, su lenguaje, su mentalidad, al tiempo que
efectúa una exploración por los ambientes y por las raíces históricas del comercio madrileño, en Miau los cesantes,
agobiados por el drama del hambre y la necesidad de mantener un «status» social, trazan un cuadro duro de las
paradojas de la administración. No obstante constituir la obra de Galdós un cuadro, en amplitud, incomparable sobre
la sociedad española de la segunda mitad de siglo, es posible que la cumbre de la novelística española contemporánea
y el más completo cuadro social haya que buscarlo en La Regenta de Leopoldo Alas. “Clarín”

6. LA PINTURA REALISTA
Con la misma ambición que la literatura, el arte pictórico comienza a plasmar la vida cotidiana ya mostrar
preferencia por los ambientes humildes, desprovistos de todo heroísmo; a los luchadores de Delacroix suceden 1as
mujeres sencillas que ahechan la harina. los rústicos labriegos que trabajan el campo, los paisajes reales -no ya
imaginarios, subjetivos-, que encontramos en las obras de Courbet, Millet y Daumier. No difiere mucho la técnica de
la romántica: color en manchas que desplazan la importancia del dibujo, amor a la naturaleza, a las luces,
composiciones dinámicas; es la temática la que claramente señala una cesura en la evolución del arte pictórico.
Courbet aparece sumergido en la vida política de la época; en la Comuna, redacta decretos sobre la misión del
arte. En su teoría sobre la pintura está presente su compromiso de activo revolucionario, postulando la defensa de las
clases humildes frente a la explotación de los poderosos. Por fortuna su arte es más libre que sus principios teóricos, a
pesar de lo cual sus primeras obras. Sobremesa en Ornans. Los picapedreros, en los que se atreve a resaltar su
predilección por una pintura antiburguesa, anticonvencional, escandalizan y provocan polémicas, que arrecian cuando
pinta Un entierro en Ornans. No obstante, en sus cuadros no aparece su violencia revolucionaria, sino simplemente
una ternura por los pobres, por los oficios humildes, por la expresividad de los rostros de seres vencidos por la vida.
Estos valores expresivos no deben hacer olvidar los estrictamente pictóricos, en los que sabe resaltar, con una
pincelada suelta, los tonos cálidos sobre fondos oscuros y los contrastes de luces y sombras. En sus obras con figuras
coloca a éstas en primer plano, para intensificar su comunicación con el espectador; en sus paisajes su pincel intenso
capta la realidad visual, anticipa lo que va a ser obsesión del impresionismo-
De familia campesina. Millet muestra preferencia por los temas rurales: El Ángelus, Las espigadoras. Sus
campesinos son masas que destacan sobre llanuras desoladas, en las que parece enterrarse, sin apenas frutos, el
esfuerzo. Tras una breve estancia en Paris se establece en Barbizón, sede de una escuela de extraordinarios paisajistas.
La luminosidad de sus horizontes no debe desviarnos del calor humano con el que están captados sus labriegos,
fatigados, abatidos a veces, pero contemplados siempre como figuras dignas.
Daumier, quizás el más grande dibujante de su época, como demuestra en sus caricaturas, prescinde del dibujo
en sus cuadros para representar con manchas un mundo alucinante, de figuras deformadas, en el que encontrarán
materia de inspiración, en el siglo XX, los expresionistas. Su obra más famosa, El vagón de tercera, señala, como en
sus compañeros de escuela, la sensibilidad por los humildes, por un mundo silencioso y resignado.

7. EL NATURALISMO
No es fácil distinguir realismo y naturalismo, aunque se haya reservado esta denominación para definir una
forma extrema de realismo que incide en los aspectos más desagradables de la vida y en los sectores más bajos de la
sociedad. Los ambientes sórdidos, de degradación, escrutados con minuciosidad, con una técnica de microscopio,
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distinguirían al naturalismo. Con este criterio se ha considerado a Dostoievski un novelista naturalista mientras se le
adscribe en otros casos, simplemente a la novelística social; habría que distinguir obras, e incluso pasajes, para
deslindar lo que corresponde al realismo y lo que desemboca en el naturalismo. Son imprecisos, por tanto, los limites,
pero es indudable que hacia 1870. por influencia del, determinismo de Talle, que afirma que «la virtud y el vicio son
productos como el vitriolo y el azúcar»'y la difusión de las doctrinas darwinistas, aparece una escuela literaria que
concibe de manera fatalista la vida del hombre, al que se considera un simple producto del ambiente. Zola es la figura
más representativa. En España la nueva escuela está representada principalmente por la Pardo Bazán, por una parte de
la obra de Leopoldo Alas y por Blasco Ibáñez.
En La novela experimental (1880) Zola describe el sistema que debe seguir el escritor, recogiendo materiales y
notas con toda precisión, antes de decidirse a escribir el argumento. En una conferencia sobre Balzac compara la
labor del escritor a la del cirujano o el químico, capaz de efectuar disecciones y de establecer relaciones de causa-
efecto. Lo mismo Zola que los hermanos Goncourt conciben la novela como un experimento; Edmundo Goncourt
declara que intenta acabar con la trama argumental; Zola no repara en utilizar todos los recursos de hipérboles y
efectos literarios para provocar una fuerte respuesta emocional.
En las veinte novelas que forman la serie Rougon- Macquart. Zola describe La historia del Segundo Imperio,
pero no se limita a presentar cuadros sociales y políticos, sino que se esfuerza en establecer la influencia de la herencia
en los actos del hombre, en su apetito de placeres, en sus vicios.
Seguidor de Zola, Guy de Maupassant, que firma con su maestro y otros cuatro escritores un manifiesto
(1880), en el que los naturalistas declaran sus principios, denota amargura, incluso cinismo, cuando traza sus cuadros
breves; «Maestro del encanto efímero, del instante revelador y del accidente cruel., le considera Thorlby. En relación
con los maestros naturalistas, Daudet comenzó a practicar su método de tomar notas de cuanto oía y veía y de trazar
con la documentación cuadros de la guerra o de los barrios pobres.
Una nueva escuela, los simbolistas, pone fin a este experimento del análisis científico como camino de la
inspiración.

8. EL IMPRESIONISMO
Lo veíamos llegar, desde las luces románticas y la mancha de los realistas; el impresionismo parece ser tanto un
movimiento artístico, fundamentalmente pictórico, como evolución natural de la técnica de los grandes maestros
(encontramos una etapa impresionista en Velázquez, y técnicas impresionistas en los maestros barrocos holandeses,
Rembrandt; Frans Hals). Fiel a la reproducción óptica de la realidad, este movimiento culmina un afán de toda la
pintura occidental desde el Renacimiento, afán que se muestra en la ilusión por captar la luz real de Fiero della
Francesca en el siglo XV y de Leonardo da Bici en el XVI. A pesar de que aparece como meta de una evolución,
prefigurada en los paisajistas ingleses Constable y Tumer, fue difícil su triunfo en unas circunstancias en que el gusto
estaba trazado por la dictadura de la Academia y las exposiciones oficiales. En .1863, en el salón de los pintores
rechazados. Manet expone su Dejeuner sur Z'herbe, que se considera el Manifiesto del nuevo estilo. En la primera
exposición (.1874), el periodista Leroy, que burlonamente da nombre al movimiento, llama a esa pintura I (la
afirmación de la ignorancia y la negación de lo bello y lo verdadero». En la exposición de la Rue Le Peletier, dos años
después, el crítico de Le Figaro considera que tras el incendio de la Ópera la exposición constituye la segunda
desgracia para la calle. Sólo la exposición de .1877 señala un cambio en la sensibilidad y una aceptación inicial del
nuevo estilo.
El impresionismo se basa en una técnica estudiadísima, en la que cada pintor aporta alguna innovación: Manet
suprime el claroscuro convencional, Renoir conquista efectos ondulantes de la luz, Monet incorpora su teoría del
color fragmentado. Señalemos algunos principios de esta técnica:
Captación de la luz. Vibrante, destructora de las formas: es un arte fiel a las leyes ópticas. De Monet decía
Cézanne: no es más que un ojo. ¡Pero qué ojo!.. Los objetos sólo se ven por la luz que incide sobre ellos; los colores
son formas o divisiones de luz. El pintor tiene en su paleta unos pigmentos; si el físico es capaz en el laboratorio de
descomponer la luz en colores, el pintor puede recomponer mediante colores la sensación visual de luz.
Teoría de los colores. Las teorías de físicos del XIX como Rood y Chevreul eran conocidas por los pintores;
Los colores son clasificados en primarios (amarillo. rojo y azul) y comp1ementarios (violeta, verde y naranja,
respectivamente). Con la asociación de dos colores primarios se obtiene el complementario, el tercero, así la unión de
amarillo y rojo produce el naranja, pero el pintor no los une, sino que coloca manchas próximas de colores primarios
para obtener el efecto cromático deseado. Por otra parte cada color parece difundir, óptimamente, a su alrededor, su
complementario.
Pincelada de manchas. El dibujo desaparece; las vibraciones de la atmósfera se captan mejor con una técnica
de toques yuxtapuestos, en vírgulas en Monet, en puntos en Seurat, largos y llameantes en Van Gogh.
Apariencias sucesivas. Un mismo tema es pintado repetidas veces sir más cambio que matices de iluminación,
de intensidad solar o de espesor de la neblina. Así pinta Monet cinco veces la Catedral de Ruan.

190
Tónico de aire libre. Es necesario limpiar de barro los colores y hallar un correctivo de la composición
demasiado mecánica y de la pose del estudio. Por eso exclama Manet: .Cuando entro en mi taller me parece entrar en
una tumba.
Los primeros impresionistas, Manet, Monet, Vegas, Renoir, Sisley, Pissarro, se afanan en captar los brillos de
la luz, en el agua, en las hojas sucias de un estanque {Ninfeas, de Monet), entre los árboles (Le moulin de la Galette,
de Renoir), en caballos a galope o en las faldas de las bailarinas (Degas). Más tarde los post-impresionistas, como
Toulouse-Lautrec y Van Gogh, recuperan el dibujo, roto en trazos nerviosos. Finalmente los denominados
simbolistas o revisionistas, Cézanne y Gauguin, consideran que el impresionismo se detiene en un nivel estrictamente
sensorial y tratan de encontrar nuevas metas para la pintura, las formas esenciales del universo (Cézanne) o los
colores esenciales (Gauguin).
En España, Sorolla es el representante más destacado de este movimiento. La luz intensa de Valencia,
reflejándose en las velas blancas o en los cuerpos desnudos y mojados de los niños, en la playa, muestra la misma
preocupación por el realismo luminoso.
En la escultura Rodin, con la superficie rugosa y la multiplicación de ángulos (El pensador), trata de llevar a
los volúmenes la vibración lumínica que antes han conquistado los pintores.
No es ajeno el arte musical a esta tentación del paisaje cambiante y dinámico. En Vebussyy Ravel
encontramos las descripciones del mar, de las nubes, de los sonidos naturales, captados mediante sonidos sueltos,
especie de manchas sonoras, que contrastan con la línea melódica del romanticismo.
Algunas páginas literarias, por ejemplo, la descripción de la huerta valenciana en La barraca de Blasco Ibáñez,
plasman la misma preocupación por la variabilidad de la luminosidad.
Movimiento característico del último cuarto de siglo, poético y científico a un tiempo, el impresionismo es
rápidamente desplazado por los nuevos movimientos culturales de los primeros años del siglo xx.

DOCUMENTOS
I. EL ROMANTICISMO, SEGÚN BAUDELAIRE
Comentar rasgos del Romanticismo: individualismo, subjetivismo, etc.
“El romanticismo no se encuentra precisamente en la elección de los te- mas, ni en la verdad exacta, sino en la
manera de sentir.
Lo han buscado fuera y es dentro donde puede encontrarse. Para mí el romanticismo es la expresión más
reciente, más actual de la belleza.
Hay tantas formas de belleza como maneras tradicionales de buscar la felicidad.
Quien pronuncia la palabra romanticismo dice arte moderno -es decir intimidad. Espiritualidad, color,
aspiración hacia lo infinito, expresado por todos los medios de que disponen las artes-. Se deduce de aquí que existe
una contradicción evidente entre el romanticismo y las obras de sus principales sectarios.
¿Es sorprendente que el color juegue un papel importante en el arte moderno? El romanticismo es hijo del
Norte, y el Norte es colorista. Juegos y hechicerías son hijos de la bruma. Inglaterra, patria de coloristas exasperados.
Flandes, la mitad de Francia, están sumergidos en la niebla; Venecia se baña en lagunas. En cuanto a los pintores
españoles son antes maestros de contrastes que coloristas.”
BAUDELAIRE: Salón de 1846.

2. EL SENTIMIENTO EN LA MÚSICA
Sentimiento en el creador y sentimiento en el oyente, que en este caso es otro compositor. Relaciónese esta
página con alguna de las afinaciones de Baudelaire en el documento anterior (Berlioz se refiere a la sonata, Claro de
Luna.).
“Hay una obra de Beethoven conocida bajo el nombre de sonata en .ut. sostenido menor; el adagio, es una de
esas poesías que no es posible pintar con palabras; sus métodos de ejecución son muy sencillos: la mano izquierda
expone suavemente amplios acordes de un carácter solemnemente triste y cuya duración permite a las vibraciones del
piano apagarse gradualmente sobre cada uno de ellos; encima, los dedos inferiores de la mano derecha arpegian un
dibujo de acompañamiento obstinado, cuya forma no varia casi desde el primero hasta el último compás, mientras
que los otros dedos tocan una especie de lamento, eflorescencia melódica, triste armonía. Un día, hace siete u ocho
años, a M. Liszt, Ejecutando este «adagio, en un pequeño círculo del que yo formaba parte, se le ocurrió
desnaturalizarlo, según el uso adoptado entonces para hacerse aplaudir de un público elegante: en lugar de esas largas
gamas de los bajos, y de esas voces moribundas en lo alto, en lugar de esa severa uniformidad en el ritmo y
movimiento de que acabo de hablar, colocó los «tremoli., apresuró y retardó el compás, perturbando de esta manera
con acentos apasionados la calma de esa melancolía, y haciendo rugir el trueno en un cielo sin nubes que ensombreció
solamente la salida del sol. Yo sufrí cruelmente, lo confieso, más aún que cuando oía bordar sobre el gran monólogo
de «Freischütz, a nuestras pobres cantantes; porque a este sufrir se unía la pena de ver a un artista caer en las
extravagancias que no caen de ordinario más que los mediocres. Pero, ¿qué hacer? M. Liszt era entonces como esos
chicos que sin quejarse se levantan solos después de una caída, queriendo hacerla pasar inadvertida y molestándose si
191
se les tiende la mano. Por último reaccionó valientemente; y ahora, después, no es la fama lo que él persigue, sino ésta
la que lo sigue a él; se han cambiado los papeles. Volvamos a nuestra sonata. Últimamente uno de esos hombres de
corazón bien puesto y espíritu progresista, que los artistas tan rara vez encuentran, reunió algunos amigos,
contándome yo entre ellos. M. Liszt llegó por la noche, y se discutía ya sobre el valor de un trozo de Weber, que en
el público, sea a causa de lo mediocre de la ejecución, o por cualquier otro motivo, tuvo mala aceptación en un
reciente concierto; se sentó al piano para responder a su modo a los antagonistas de Weber. Este argumento no tuvo
réplica, y todos se vieron obligados a confesar que era una obra genial, que había quedado en la incógnita. Cuando
estaba para terminar, la lámpara que daba luz al apartamento parecía próxima a extinguirse; uno de nosotros se
apresuró a reanimarla.
-No hagáis nada -dije yo-; si el maestro nos quiere tocar el «adagio, en “ut” sostenido, de Beethoven, esta
media luz le vendrá muy bien.
-Encantado -dijo M. Liszt-, pero apagad completamente la luz y extinguid el fuego para que la oscuridad sea
completa.
Y, en medio de esas tinieblas, después de un instante de recogimiento, la gran elegía, la misma que en otra
ocasión había desfigurado de manera tan extraña, se elevó envuelta en su simplicidad excelsa; ni una nota, ni un solo
acento fueron añadidos a las expresiones y notas del autor; estábamos escuchando la gran voz de Beethoven, evocada
por el pianista como si fuera su sombra. En silencio nos estremecíamos., anonadados de respeto, de religioso temor,
de admiración, de dolor poético; y sin las bienhechoras lágrimas que vinieron a nuestro auxilio, yo creo que nos
hubiéramos ahogado. Este fue el estilo, el único digno de él, que empleó en los cuatro conciertos que acaba de dar.
Una gran parte de su auditorio ignoraba la existencia de estas obras de maravilla; por cierto que el trío en si bemol
entero, el «adagio, del de re, y la sonata en la con violín, han venido a demostrarnos que el ilustre compositor estaba
muy lejos de haber vaciado en la orquesta todos los tesoros de su genio. Pero no es ésta la última palabra; ésta hay
que bus- carla en las sonatas para piano. Probablemente no está lejos el día en que esas obras, que dejan muy atrás de
ellas todo, lo que hay de más avanzado en el arte, puedan ser comprendidas, si no por la multitud, cuando menos por
un público de escogidos. Habría que hacer la prueba; si no tiene éxito, se volverá a hacer más tarde...
Las grandes sonatas de Beethoven servirán de escala métrica para calcular el desarrollo de nuestra inteligencia
musical.”

3. CARTA DE VAN GOGH A SU HERMANO THEO


Anotar los principios estéticos de Van Gogh. ¿Son algunos de ellos esenciales en el movimiento impresionista?
¿Hay alguno que rebase el impresionismo y anticipe una concepción más esencial, menos de impresión momentánea o
representativa?

“...Dile a Serret queestion desesperado si mis figuras fuesen buenas, dile que no las quiero académicamente
correctas, dile que quiero decir que si se fotografiara a un hombre que cava, ciertamente no cavaría. Dile que
encuentro admirables las figuras de Miguel Angel, aunque las piernas sean decididamente demasiado largas, las
caderas y las nalgas demasiado anchas. Dile que a mis ojos Millet y Lhermitte son por eso los verdaderos pintores,
por- que no pintan las cosas tal como son, según un análisis minucioso y seco, sino como ellos, Millet, Lhermitte,
Miguel Angel, las sienten.
Dile que mi gran deseo es aprender a hacer tales inexactitudes, tales anomalías, tales modificaciones, tales
cambios de la realidad, que resulten, si, mentiras si se quiere, pero más verdaderas que la verdad literal.
Expresar al campesino en su acción, es, lo repito, una figura esencial- mente moderna, el corazón del arte
moderno mismo, lo que ni los griegos, ni el Renacimiento, ni los antiguos holandeses hicieron...
...Es seguro que se puede llegar estudiando las leyes de los colores a darse cuenta de por qué nos parece bello
lo que nos parece bello, en lugar de tener una fe instintiva en los grandes maestros, y es muy necesario actualmente
cuando se piensa cuán terriblemente arbitrarios y superficiales son los juicios.
(...) Por el momento. mi paleta se deshiela y la rudeza del principio ha desaparecido. A menudo me rompo
todavía la cabeza al comenzar pero con todo, los colores se siguen como por sí mismos, y al tomar un color como
punto de partida, me viene claramente al espíritu lo que debe ser quitado y cómo se puede llegar a poner allí vida...
(1883).
...El color por sí mismo expresa algo, no es posible prescindir de él, hay que sacarle provecho; lo que hace
bello, verdaderamente bello, es también verdadero. (...)
Pero que se trate de la figura. O del paisaje, siempre ha habido, entre los pintores, una tendencia a convencer a
las gentes de que un cuadro era algo distinto de la representación de la naturaleza como se la verla en un espejo, algo
distinto de una imitación, es decir que es una recreación.”

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CAPITULO XXI: LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y EL TRATADO
DE VERSALLES

1. CHOQUES ENTRE LOS IMPERIALISMOS


En los treinta últimos años del siglo XIX Europa vive una época de paz no exenta de tensiones; es el periodo
que los historiadores han bautizado de la paz armada». Bismarck había demostrado su gigantesca talla diplomática al
conseguir al mismo tiempo formar un bloque en torno a Alemania, la Triple Alianza, e impedir la formación de un
bloque de adversarios. Pero tras su ostracismo Rusia y Francia se aproximan; los intereses rusos colisionan con los
alemanes en la cuestión de Oriente, en la que Alemania apoya a Austria, y el nacionalismo francés reivindica Alsacia y
Lorena, territorios en los que Alemania intenta en vano programas de germanización, así se firma en 1893 el sistema
dual, la alianza franco-rusa.
Desde 1900 la expansión de las grandes potencias multiplica en diferentes lugares los motivos de fricción, al
mismo tiempo que dos potencias no europeas, Estados Unidos y Japón, se trazan metas imperiales. En algunas zonas
se señalan de forma más intensa estas fricciones.
En Persia rusos e ingleses procuran colocar sus capitales en la construcción de los ferrocarriles; a la rivalidad
financiera se añadía la estratégica, un ferrocarril que llegase al golfo pérsico pondría en manos de los rusos una vía de
penetración que amenazaría la seguridad de la India. En 1907 se llega a un acuerdo mediante el reparto de zonas de
influencia, el norte para los rusos, el sur para los ingleses.
En Asia Menor, Turquía concede la construcción de una red ferroviaria al .Deutsche Bank». La penetración
financiera alemana suponía una contrariedad para los capitales franceses, que tenían fuertes intereses en la zona; la red
ferroviaria era considerada una amenaza militar por los rusos, que en lo sucesivo habrían de calcular una mayor
capacidad de transporte al ejército turco, y por los ingleses, que la juzgaban una amenaza similar a la de los
ferrocarriles persas sobre la ruta de la India.
En Etiopía, que había defendido su independencia contra los italianos, los franceses obtienen la concesión del
ferrocarril de Djibuti a Addis-Abbeba; los ingleses tratan de evitar que la parte occidental del país caiga bajo el
control de otra potencia; los italianos, incapaces militarmente, procuran también obtener ventajas económicas. En
1906 los tres estados europeos llegan aun acuerdo y se reparten Etiopía en zonas de influencia económica.
Estos tres focos de fricción financiera y estratégica no presentaron en ningún momento peligro de conflicto
bélico, pero la amenaza de las armas se entrevió, en cambio, en otros momentos. Desde 1904 a 1914 estallan cuatro
crisis violentas:
-primera crisis marroquí (1904-1906)
-crisis bosniaca (1908-1909):
-segunda crisis marroquí (1911)
-guerras balcánicas (1912-1913).
Marruecos es un ámbito de fricciones entre imperialismos; los conflictos balcánicos presentan una mayor
complejidad y de las tensiones que generan se derivará directamente hacia la guerra general en el verano de 1914.
La penetración de Francia en Marruecos se efectuó de la manera clásica: ofrecimiento al sultán de ayuda
técnica y asistencia militar. Inglaterra por razones estratégicas y España por poseer intereses en la zona miraban con
recelo las iniciativas francesas. En 1904 Delcassé consiguió el alejamiento de Inglaterra a cambio de reconocerle una
libertad absoluta en Egipto y reservó una pequeña parte de Marruecos para España. Por el momento Alemania
permanecía apartada de la zona, pero en 1905, en la visita de Guillermo II a Tánger, el emperador se erige en
protector de la independencia de Marruecos, lo que provoca una gran crisis internacional. El canciller alemán Bülow,
al internacionalizar el problema marroquí, esperaba obtener ventajas o, en el peor de los casos, un medio de presión
para frenar a Francia en otros lugares. En la conferencia de Algeciras en 1906 se acuerda mantener la independencia
de Marruecos, pero también la prepotencia francesa en la zona, postura que apoyaron Inglaterra, Rusia e Italia.
Las repercusiones internacionales del conflicto marroquí fueron grandes. En 1904 Francia e Inglaterra habían
firmado un tratado de amistad, la Entente cordial»: para la política inglesa suponía el abandono de la tradicional
inhibición en los asuntos del continente. En 1905 Inglaterra entrevé por vez primera la posibilidad del estallido de
una guerra, provocada por la agresiva política exterior de Alemania. Esta posibilidad borra todas las diferencias
existentes entre las otras potencias y en 1907 se firma la Triple Entente (Gran Bretaña. Francia y Rusia), el bloque
mundial más poderoso, ya que suponía la suma de tres imperios gigantescos.
En 1911 estalla la segunda crisis marroquí. Alemania acusa a Francia de sobrepasar en su acción los límites
que le fijaba el Acta de Algeciras y de no respetar el principio de «puerta abierta» para todos en las actividades
económicas. En la actitud alemana influían móviles económicos, de política interior (elecciones) y de política
internacional, ya que probablemente se proponía romper la Entente. El envío de un buque de guerra germano al
puerto de Agadir va seguido de la exigencia de una compensación. Francia, apoyada por Inglaterra, se resiste a ceder
el sur de Marruecos o todo el Congo francés. Finalmente, Caillaux acepta la cesión de una parte de la zona francesa

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del Congo, a cambio de una total libertad para Francia en Marruecos. El acuerdo exacerba el nacionalismo en
Francia, donde se reprocha a Caillaux firmar tratados bajo amenaza, y en Alemania, donde se estima que la
compensación ha sido insuficiente.

2. EL EMBROLLO DE LOS BALCANES


Los últimos episodios de la cuestión de Oriente van a conducir a Europa a un conflicto general. Aun
tratándose de un problema de gran complejidad, sus raíces, en los primeros años del siglo XX, pueden reducirse a
dos: el aumento de los intereses austriacos en la zona balcánica y la rivalidad entre Serbia y Austria.
Para Austria, potencia sin colonias y sin salida marítima, desde la pérdida de sus territorios italianos, es vital la
penetración económica en los Balcanes. Bancos austriacos, franceses, alemanes y rusos contribuyen a la construcción
de la red ferroviaria, pero los excedentes de capitales austriacos son inferiores a los de las otras potencias; Austria
cifra sus metas en la participación en el comercio de los estados del sur, concretamente en la venta de sus excedentes
agrícolas. El historiador Hallgarten empequeñece el enfoque al sostener que este comercio balcánico suponía un
negocio solamente para algunos terratenientes húngaros; Hugo Hantsch ha demostrado que a escala nacional era
esencial para la nivelación de la balanza de pagos austriaca. Durante algunos años Austria y Rusia se entienden y los
zares acceden a mantener el imperio turco, lo que supone un, viraje de la política rusa, mientras Alemania organiza el
ejército turco e incrementa su penetración financiera. Parecía haberse resuelto la cuestión de Oriente sin proceder a la
liquidación del imperio turco. Pero la rivalidad serbio-austriaca volvió a envenenar la situación internacional.
Los monarcas serbios de finales de siglo, Milano y Alejandro Obrenovitch, habían mantenido una política de
amistad y cierta subordinación a Austria, en contra del partido radical y el ejército, que postulaban actitudes
nacionalistas, forzosamente austrófobas. En este periodo la relación comercial entre los dos países es intensa. En
1903 un golpe de Estado y el asesinato de los monarcas se resuelve en el acceso al trono de los Karageorgevitch, con
Pedro I, y el gobierno de los radicales. Hasta entonces Serbia recibía su material ferroviario de Austria, ese año lo
solicita a firmas francesas (Creuzot-Schneider). Austria busca entonces el mercado italiano y Serbia la acusa de haber
impedido, por motivos egoístas, el desarrollo de su industria. En esas circunstancias de declive de su prestigio
internacional, la monarquía austro-húngara necesitaba una prueba de fuerza, para recuperarse. Una Serbia hostil
cerraba la salida de los productos austriacos hacia el sudeste y cortaba el ferrocarril que los austriacos habían
construido a través del Sandjak hasta Salónica, la principal vía de comunicación Norte-Sur a través del espacio
balcánico. El problema se agrava al presentar los rusos un proyecto de ferrocarril transversal que incrementaría la
circulación de mercancías rusas e italianas, entre el mar Negro y el Adriático.
En las Memorias de Aehrenthal, el ambicioso ministro de Asuntos Exteriores austriaco, se consigna que la
única salida para Austria es la incorporación de Bosnia-Herzegovina. A mediados de 1908 el partido Joven Turco,
que se proponía implantar reformas constitucionales y modernizar el imperio para poder enfrentarse a las potencias
europeas, derroca al sultán Abdul Hamid y asume el poder en Constantinopla. Era el momento que Aehrenthal
esperaba. Sondeó la postura de sus aliados, Alemania e Italia, y realizó un intenso trabajo diplomático hacia los rusos.
Continúa la polémica sobre si el ministro ruso Isvolky dio en una entrevista luz verde a la ocupación o si era una
conversación académica. En octubre de 1908 los austriacos invaden y ocupan Bosnia-Herzegovina, que son
incorporadas como provincias al imperio. Se llega al borde de la guerra, pero Francia no apoya a Rusia y Alemania
presiona para impedir el conflicto. La situación internacional se descompuso de forma irreversible. Los jóvenes turcos
comenzaron a boicotear las mercancías austriacas, los rusos manifestaron su rencor por el imperialismo de Austria-
Hungría, los serbios exhibieron desde entonces una hostilidad implacable. De la crisis de 1908 se podían deducir
algunas lecciones: el deseo de poder de Austria, la posibilidad de las grandes potencias de evitar la guerra en una
crisis, la importancia europea de los problemas balcánicos, la debilidad del imperio otomano.
Turquía había aceptado en 1908 la renuncia a Bosnia-Herzegovina a cambio de una compensación monetaria.
Tres años después Italia que considera que debe comparecer en el reparto del viejo imperio otomano, reclama Libia e
inicia una guerra; después de la ocupación de la provincia africana extiende las operaciones militares a las islas del
Egeo, en la primavera de 1912. ¿Ha llegado el momento del hundimiento del imperio turco? En esa ocasión Serbia,
Bulgaria y Grecia, forman una Liga balcánica, y con ayuda rusa derrotan al ejército turco (primera guerra balcánica).
Turquía (paz de Lausana) cede a Italia Libia y las islas del Dodecaneso; reconoce la independencia de Albania
(tratado de Londres) y queda reducida a la región de Constantinopla y los Estrechos, mientras los Estados balcánicos
se reparten el resto de la parte continental y las islas
El hundimiento turco no supone el final de las tensiones. En 1913 estalla la guerra entre-los vencedores
(segunda guerra balcánica) .En el choque entre serbios y búlgaros los griegos apoyan a aquellos y los turcos
reemprenden el combate; En el Tratado de Bucarest, Bulgaria es la gran perdedora; devuelve Andrinópolis a los
turcos, cede el sur de la Dobrudja a Rumania y .la mayor parte de Macedonia a serbios y griegos. Turquía mantiene
en Europa sólo 26.000 km cuadrados.
¿Cuál es él balance de esta serie de conflictos?
-Serbia se ha engrandecido y supone un obstáculo para las comunicaciones austriacas por la ruta de Salónica.
El enfrentamiento entre las dos naciones parece inevitable.
194
-Italia y Austria, a pesar de estar unidas en la Triple Alianza, añaden como motivo de enemistad, a sus viejas
disputas en el litoral norte del Adriático, su rivalidad por controlar Albania.
-Rusia observa con alarma la posibilidad de que Austria pueda vencer a Serbia y convertirse en la gran
potencia balcánica. En esa eventualidad, no dudarla en ir a la guerra, en apoyo de Serbia; precisamente esta situación
provoca el conflicto europeo de 1914.
A comienzos del año 1914 la paz parece precaria

3. LAS CAUSAS DEL CONFLICTO


Ante la eventualidad de un conflicto en el espacio balcánico, los bloques de potencias se consolidan; los
Estados mayores fijan los detalles de la cooperación militar; Francia provee con nuevos créditos a la aceleración de
los ferrocarriles estratégicos rusos; una convención naval entre Francia y Gran Bretaña se distribuye la tarea de las
respectivas flotas, Pero los Balcanes constituyen sólo la zona neurálgica de un mundo en bloques y con tensiones
entre las grandes potencias. Los motivos de rivalidad entre éstas son de índole territorial, económica y psicológica.

a) Rivalidades territoriales
Entre Francia y Alemania perdura el contencioso de Alsacia y Lorena. El nacionalismo francés no deja de
reivindicar los territorios; los alemanes adoptan medidas de germanización que provocan incidentes con la población.
En Saveme se enfrentan los militares germanos y la población alsaciana. La «Ligue pour la défense de l'Alsace-
Lorraine» mantuvo encendidos los sentimientos franceses.
Polonia continuaba dividida; En Galitzia la administración austriaca era conciliadora; en cambio en la Phisia
polaca se había intentado borrar el nacionalismo polaco con la instalación de colonos germanos. como ya hemos
visto. y en la Rusia polaca se procuraba fomentar intereses entre los polacos para que se uniesen definitivamente al
Estado ruso. Las fuerzas nacionalistas polacas, en torno al socialista Pilsudski, se habían refugiado en Galitzia, y
reivindicaban la resurrección de Polonia. Este era otro motivo de desconfianza de los rusos hacia los austriacos.
En el espacio balcánico se producen asesinatos y torturas entre las diferentes etnias y religiones, especialmente
en Macedonia; los gobiernos viven en un estado de inseguridad que les obliga a mantener efectivos importantes sobre
las armas. El trazado de fronteras enfrentaba a Albania y Grecia. El gobierno de Atenas trataba de conservar el Epiro
norte, cuya población era en su mayoría de lengua griega, pero una comisión de delimitación la adjudicó a Albania.
El destino de las islas turcas del mar Egeo suscitó tensiones entre turcos y griegos, bajo la mirada ambiciosa de
los italianos. Por añadidura, se despierta otra vez la cuestión de los estrechos. Los alemanes arman al ejército turco y
modernizan sus fortificaciones; el gobierno ruso mira con inquietud la presencia alemana; su preocupación aumenta
al ver la guarnición del Bósforo en manos de un militar alemán.
La inseguridad dé las fronteras en unas zonas, las reivindicaciones nacionalistas en otras, son elementos que
deben ser considerados en la tensa situación internacional del año 1914.

b) Rivalidades económicas
Hasta finales del XIX la supremacía industrial inglesa parecía incontestable, era el principal proveedor de las
potencias continentales; pero desde principios de siglo el rápido desarrollo de la industria alemana la había
convertido en un competidor temible. En 1913 Francia adquiría tantos productos alemanes como ingleses; en Bélgica
las importaciones alemanas conquistan el primer puesto, incluso en Amberes, feudo tradicional de los ingleses; los
holandeses prefieren decididamente los productos germanos y Rotterdam se convierte en un puerto de salida para, el
comercio alemán; en Rusia las importaciones alemanas llegan a cuadruplicar alas inglesas. Alemania había
conquistado muchos mercados aprovechando su situación geográfica central en el continente y estableciendo una
flexible organización en su sistema de créditos.
En cambio, en los mercados financieros. Londres y París siguieron siendo los dos centros mundiales de
distribución de capitales. Alemania no pudo competir en la colocación de su dinero fuera de sus fronteras, pero supo
orientarlo hacia la inversión interior. En los primeros meses de 1914 los movimientos internacionales de capitales
provocaron ásperos debates. En Rusia la industrialización se había efectuado con dinero francés y belga, pero la
presencia de las finanzas alemanas es cada vez más fuerte. Cuando las fábricas Putiloff, las mayores productoras de
material de guerra, que estaban sostenidas por la Creusot francesa, necesitaron aumentar su capital, apareció una
oferta de la Krupp alemana, que fue obstaculizada por una decisión del gobierno ruso. Que en algunos casos las
finanzas orientaban la política, lo prueba la posición de Francia en los Balcanes; eh la crisis bosniana de 1908 Francia
no apoya a Rusia porque en esos momentos los estados balcánicos y Turquía constituyen un buen cliente para los
capitales y artículos ferroviarios franceses; en 1914 ha descendido la cifra de inversiones francesas en Turquía, por lo
que a Francia le resulta más fácil el apoyo decidido a Rusia frente al imperio turco. No debe exagerarse esta
influencia de los negocios en la política, que en el caso de los Balcanes no se refleja en la documentación. Pero
tampoco debe ser desdeñada y en algunos otros casos puede ser comprobada documentalmente.

195
c) Rivalidades psicológicas
El gran historiador francés Renouvín señala entre las fuerzas profundas los estados de ánimo colectivos,
producidos por distintas circunstancias. La política de armamentos fue un resultado de la tensión, pero a su vez
contribuyó luego a agravarla. Alemania aumentó, de 1913 a 1914, su ejército, de 621.000 hombres a 820.000.
Austria-Hungría había aumentado sus efectivos de 100.000 a 160.000, en vísperas de la primera guerra balcánica, y
estudiaba su ampliación. En Francia una ley fijó el servicio militar activo en tres años y elevó el ejército a 750.000
hombres. Rusia llega a disponer, en 1914, de 1.800.000 soldados. Eran fuerzas excesivas para la paz.
Para que la opinión pública y los parlamentarios acepten el aumento de las cargas militares, los estados
mayores se ven obligados a insistir en el peligro de guerra. La prensa se hace eco del riesgo y abunda en invocaciones
patrióticas, especialmente en Alemania, donde las asociaciones germanistas glorifican la idea de la guerra .La hora
solemne de ajustar las cuentas está próxima. En Francia y Gran Bretaña la opinión pública reflejó actitudes más
pacifistas. En Italia se sentía más inquietud por los problemas interiores. Pero la actitud pasiva de las masas obligaba
a los gobiernos a insistir en el peligro internacional.

4. LA CRISIS DE JULIO DE 1914


La tensión internacional máxima puede ser detectada. a través de los documentos. a finales de 1913;
estimando el Estado Mayor alemán que posee superioridad militar se siente tentado a aprovecharla. Pero en los
primeros meses de 1914 se multiplican los llamamientos pacifistas; el 12 de junio el embajador francés en Berlín
informa que no existe ningún peligro bélico contra Francia. Nada hacía presagiar que un acontecimiento dramático,
el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero de Austria-Hungría, por un estudiante bosnio en Sarajevo,
el 28 de junio, iba a poner en ebullición todos los elementos de tensión y desembocar en un conflicto europeo. La
reacción de las potencias en este episodio luctuoso está determinada fundamentalmente por los problemas de los diez
años anteriores.
El gobierno austrohúngaro vio en el atentado una prueba del peligro que para el imperio representaba el
nacionalismo serbio y trató de yugularlo. Pero la presión sobre Serbia, a la que se acusa de «complicidad indirecta, en
el magnicidio, implicaba la probabilidad de la guerra con Rusia y ante tal eventualidad necesitaba el apoyo alemán,
que fue prometido por el gobierno de
Berlín, en el entendimiento, probablemente, de que se trataría de un conflicto localizado. La gestión del apoyo
alemán explica que el ultimátum de Viena, porque como tal debe considerarse la exigencia de que participe en la
investigación la policía austriaca, se retrase tres semanas; ante su rechazo el gobierno imperial declara la guerra a
Serbia. Tres días antes Rusia había advertido que no permanecería impasible. El 29 de julio los austriacos dan el paso
gravísimo del bombardeo de Belgrado, el gobierno de Moscú procede a una movilización parcial y Francia e
Inglaterra advierten que no serán neutrales. En esas horas decisivas se intuye que la guerra austro-serbia va a derivar
en una guerra austro-rusa, y ésta ofrece claras perspectivas de ampliarse a un enfrentamiento de bloques.
La jornada del día 30 es decisiva. A media tarde, sin conocimiento de Francia, Rusia moviliza sus tropas y
Alemania advierte que no tolerará «la continuación de las medidas militares rusas»; en cinco días más todos los
ejércitos se encontrarán en situación de guerra. Los hechos se suceden como una secuencia fatal; el 1 de agosto
Guillermo II declara la guerra a Rusia, el 2 intima a Bélgica para que suspenda su estatuto de neutralidad y conceda
paso a sus ejércitos, y el 3 declara la guerra a Francia; el 4 las tropas alemanas inician la operación «Francia, con la
invasión de Bélgica, lo que provoca la declaración de guerra de Inglaterra.
En esta trágica tramoya, ¿cuál fue el acontecimiento decisivo? Es indudable que las operaciones militares
fueron iniciadas por los alemanes, pero es mucho más difícil medir el grado de responsabilidad que pudieron jugar en
la marcha de los acontecimientos la decisión austriaca de ir a la guerra contra Serbia, o el alcance del apoyo alemán en
los primeros días de julio, o la imprudencia de la movilización rusa. Quizás entendió Moscú que la guerra era ya
inevitable y que la movilización y transporte de su numeroso ejército iba a ser más lenta que las del alemán. El tema
de la responsabilidad de la guerra va a sentenciarse en Versalles por los políticos, pero el debate entre los
historiadores ha sido mucho más duradero.

5. CONTENDIENTES
Se enfrentan en los comienzos del conflicto Rusia, Francia, Inglaterra, Serbia y Bélgica con Alemania y
Austria-Hungría. Italia, al no satisfacer Viena sus reivindicaciones adriáticas, se proclama neutral. Rumania, Bulgaria
y Grecia son solicitadas por los dos campos y esperan un momento propicio para decidirse. Turquía se Identifica sin
titubeos con Alemania, a la que le ligan en los últimos años lazos estrechos, pero no se atreve a entrar en el conflicto
inmediatamente. Es la primera guerra en la que participan casi simultáneamente las principales potencias del mundo.
Los beligerantes son potencias industriales, que se ven precisadas a llama a la población rural para incrementar el
número de sus soldados o para ocupar los puestos vacíos en las fábricas; de esta forma el déficit alimentarlo llega a
ser grave y los contendientes dependen del abastecimiento exterior, al tiempo que se moviliza .a mujeres para el
transporte y el trabajo en las fábricas e incluso se solicita mano de obra en los países neutrales.

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La Entente dispone de una enorme superioridad en población, 238 millones de hombres frente a los 120
millones de las potencias centrales, pero esta proporción de 2 al queda bastante reducida en cuanto a sus
posibilidades de movilización porque frente a los territorios contiguos de Alemania y Austria han de distribuir sus
divisiones por zonas geográficas distanciadas y discontinuas; por añadidura, la potencia de máximas reservas
demográficas, Rusia, carece de suficiente oficialidad y armamento, y Francia, que ha de soportar el peso de la lucha
en las primeras fases, se ve incapaz de aumentar el número de sus divisiones. Inglaterra no ha establecido el servicio
militar obligatorio y sólo puede alinear inicialmente cinco divisiones de infantería, número insignificante frente alas
87 alemanas y las 37 francesas. Los imperios centrales se han preparado con mayor meticulosidad para la guerra. Las
tropas alemanas son disciplinadas, están bien provistas de artillería pesada y de armas automáticas. El Estado Mayor
alemán tiene en su cartera desde 1905 el llamado plan "Schlieffen", el cual, previendo la lentitud de la movilización
rusa, dispone un ataque rápido en el oeste para atender en una fase posterior el frente este; es el que va a aplicar
Moltke. En principio, el potencial militar de la Entente es más débil, pero lo compensa su superioridad naval.
Aunque la flota rusa va a jugar un papel pasivo, encerrada en el Báltico y el mar Negro, las facilidades de acceso de
ingleses y franceses a las grandes rutas marítimas son mayores que las de las potencias centroeuropeas, y una
contabilización del potencial marítimo señala una notable ventaja de efectivos de aquellos. La Gran Flota británica
del mar del Norte, la que puede intervenir en las operaciones decisivas, supera ala alemana-32 grandes unidades
frente a 23-; en el Mediterráneo, Alemania ha realizado progresos pero los franceses tienen en él la práctica totalidad
de su flota. En caso de guerra larga, los astilleros británicos ofrecen una capacidad de producción muy superior a los
alemanes, y en otro aspecto sólo las rutas del mar aseguran el avituallamiento de materias primas y alimentos a largo
plazo; esta inferioridad marítima fue el talón de Aquiles de Alemania, que se encontró a los pocos meses en una
situación de bloqueo.
Guerra de países industriales y de alto nivel de tecnificación, va a caracterizarse por sus innovaciones en el
armamento: Los alemanes poseen fusiles de disparo continuo y automático; la ametralladora va a cambiar los sistemas
de combate en 1915; los gases asfixiantes, utilizados por los alemanes este mismo año, parecen un arma decisiva, pero
las potencias de la Entente la neutralizan con la producción rapidísima de máscaras antigás. Aparecen los primeros
aviones, pero todavía juegan un papel más importante, especialmente en misiones de observación, los dirigibles como
los Zeppelin» germanos. En el mar los submarinos llegan a desempeñar misiones claves, más que en combates en las
tareas de bloqueo. Los primeros tanques carecen todavía de maniobrabilidad, pero en contraposición los camiones
para traslado de tropas de infantería y armas revolucionan las tácticas', mediante la posibilidad de efectuar maniobras
envolventes a una velocidad hasta entonces impensable.

6. DIMENSIONES NUEVAS EN LA GUERRA


La guerra del 14 se significa por su duración; desde las guerras napoleónicas sólo los conflictos coloniales o
las guerras civiles se habían sostenido durante un período tan largo, pero el enfrentamiento entre naciones europeas
había sido mucho más breve. Su extensión geográfica señala una novedad mayor; es una guerra continental, que
termina siendo mundial; las metrópolis arrastran al esfuerzo bélico a las colonias. La movilización alcanza grados
hasta entonces desconocidos; millones de hombres combaten en frentes de centenares de kilómetros de longitud.
Aparte de la grandeza de sus dimensiones, otros dos aspectos sobresalen; la guerra económica y la movilización
psicológica.
La guerra obliga a los beligerantes a movilizar todas sus fuerzas económicas.En principio se había calculado
una guerra corta y ningún país estaba preparado para un esfuerzo sostenido. Luego la realidad de la prolongación del
conflicto obligó a los gobiernos a improvisar una organización en gran escala para la fabricación de municiones y
material de guerra, después a preocuparse de las necesidades de la población civil -alimentos, combustible, ropas,
reparación de viviendas. De esta forma los Estados comenzaron a controlar ya dirigir la vida económica en un grado
hasta entonces desconocido; no sólo eran los responsables de la marcha de las operaciones militares, sino también los
planificadores de la producción industrial y los organizadores del abastecimiento de las ciudades y los campos. y en
otro aspecto los estrategas sueñan con perturbar esta estructura del adversario, preparan y asestan golpes en sus
comunicaciones y en sus sistemas de producción. Una investigación iniciada por la fundación Camegie en 1919
demostró que cada uno de los Estados beligerantes había planificado las producciones industrial y agrícola, el
comercio, los transportes terrestres y marítimos, el reclutamiento de mano de obra, la organización del trabajo, la
legislación social, el avituallamiento de alimentos y materias primas, la política demográfica y financiera, la reparación
de las destrucciones, las cuestiones de higiene, incluso el género de vida en las zonas industriales esenciales. Este
intervencionismo estatal fue iniciado por Alemania, amenazada por el bloqueo, en agosto de 1914. Con el plan
Rathenau de control de la vida económica, el gobierno monta oficinas encargadas del aprovisionamiento de las
materias primas y del reparto de los alimentos y la distribución de mano de obra. Para Rusia supuso una tragedia
desde el punto de vista económico el estallido del conflicto. Sus máquinas y repuestos procedían de Alemania y otras
importaciones de Francia e Inglaterra; con la carencia de repuestos muchas máquinas dejan de trabajar, el cierre de los
Dardanelos y el Bósforo convierte en una aventura la recepción de productos ingleses y franceses; en la primavera de
1915 el enemigo ocupa los yacimientos polacos de hulla y mineral de hierro; la insuficiencia de su red ferroviaria es
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tal que, en un país agrícola, las ciudades carecen de alimentos. La administración zarista no fue capaz de establecer
una movilización de sus recursos nacionales.
El bloqueo, o interrupción de los suministros del enemigo, perjudicó de manera especial a los imperios
centrales. Aunque hubo fisuras, en los años 1917 y 1918 la escasez de alimentos en Alemania llegó a ser muy grave,
lo que explica la insistencia germana en obtener de Rusia, para firmar la paz, las cosechas de Ucrania. La réplica
alemana al bloqueo, la guerra submarina, fue creciendo en intensidad; en 1915 Alemania sólo disponía de 30
submarinos, en enero de 1917 tenía 154.

7. LA GUERRA DE MOVIMIENTOS (1914)


El Estado Mayor alemán aplica el plan Schlieffen, elaborado quince años antes, que centraba el objetivo
fundamental del ataque en la invasión de Francia a través de Bélgica, con lo que se desbordaban las defensas francesas
del Norte. El fundamento del plan era la rapidez; previendo la lentitud de movilización del ejército ruso concentraba
todos sus efectivos en el frente occidental, al que se dirigieron 78 divisiones, que en seis semanas destrozarían, según
los cálculos alemanes, las líneas francesas, y se podría en una segunda fase atender al frente ruso; en seis meses la
guerra habría terminado. El primer mes de combates pareció demostrar la exactitud de los cálculos germanos. El
envolvimiento estratégico se realizó de forma perfecta; la cuña que Moltke introduce en Francia empuja a los ingleses
hacia Mons ya los franceses hacia Charleroi; el gobierno galo abandona Paris. El 2 de septiembre las vanguardias
alemanas llegan a Senlis. a 25 kilómetros de la capital francesa. Pero Joffre ha aprendido la lección de la batalla de las
fronteras; ha sido sorprendido por la velocidad del avance, pero éste no ha podido realizarse sin dejar puntos débiles.
El ala derecha alemana tiene que ofrecer alguna fisura, algún fallo en sus comunicaciones; Joffre en los primeros días
de septiembre no ha detectado todavía ese punto, pero audazmente, debilitando los flancos, especialmente el de la
Lorena, concentra sus tropas en torno a Paris. El 4 de septiembre comprueba que la situación del ejército alemán en
el Mame es precaria, y el 5 por la tarde comienza la gran batalla; el 10 cede el frente alemán, pero no se produce la
desbandada porque llegan a tiempo refuerzos de la Lorena; durante tres semanas los intentos de ruptura de uno y
otro ejército son infructuosos; el frente se estabiliza, el plan Schlieffen. de movimientos en profundidad, ha fracasado
y Moltke es sustituido por Falkenhayn como generalísimo alemán.
Como alternativa al avance en punta hacia Paris, los alemanes inician las batallas de Flandes, la carrera hacia el
mar, ocupando sucesivamente Iprés. Gante y Brujas. Aseguran así sus comunicaciones a través de las llanuras belgas,
pero a cambio de renunciar al hundimiento de Francia. Un frente de 800 kilómetros, desde la costa del canal de la
Mancha a la frontera Suiza, señala la situación de los ejércitos.
El Mame supone, además, otro fallo del plan Schlieffen; los rusos han colocado su ejército en el frente este
antes de que se haya hundido el ejército francés. En la Prusia oriental inician la ofensiva sin haber cubierto su
dispositivo, lo que provoca la derrota en Tannenberg y los lagos Masurios, pero el sacrificio ruso contribuye al éxito
francés en el Mame, ya que Moltke ha tenido que retirar cuatro divisiones del frente principal. Los triunfos germanos
en Prusiario son en realidad tales, y además están compensados por las derrotas austriacas en Galitzia y los Balcanes.
Los titubeos de Moltke, que ha dirigido las operaciones desde Luxemburgo y no ha querido correr riesgos,
aminoraron las posibilidades operativas de la máquina de guerra alemana, que en cambio en el frente prusiano actuó
de manera más audaz, dirigida por Hindemburg y su lugarteniente Ludendorff. Para los franceses fue una fortuna
disponer de Joffre, que tomó decisiones arriesgadas, aprendió de los fracasos y decidió jugar la carta suprema en el
lugar y el día precisos.
En agosto el Japón declara la guerra a Alemania y en pocos días ocupa sus posesiones en China y el Pacífico;
Turquía entra en la guerra como aliado de Alemania en noviembre, y bombardea los puertos rusos de Odessa y
SebastopoI. A finales de 1914 se vislumbra que la guerra va a ser larga.

8. LA GUERRA DE POSICIONES (1915-1916)


Una lección ha dejado el año 14: si un ejército tiene tiempo para organizar una posición defensiva montar
alambradas, excavar trincheras, disponer campos minados, ningún enemigo puede desbordarlo. La instalación de un
campo defensivo continuo va a convertirse en 1915 en el objetivo de los contendientes. Se excavan kilómetros de
fosos, se protegen con sacos terreros, se refuerzan con casetas de cemento, y los ejércitos parecen iniciar una especie
de guerra de todos, en Jaque sobre los soldados de primera línea se acumulan todas las incomodidades y peligros. Las
armas defensivas, especialmente la ametralladora, se manifiestan más operativas que las ofensivas. En 1915 aparecen
los gases asfixiantes y los lanzallamas, yen 1918 los primeros tanques, pero ninguna de las nuevas armas va a resultar
decisiva para destrozar los sistemas de trincheras. La artillería, que debería iniciar la ruptura, se muestra ineficaz y
sólo las armas de tiro curvo, escasamente desarrolladas, suponen una amenaza no decisiva.
1915 supone, por lo tanto, un cambio radical en la manera de realizar la guerra; a la estrategia de movimientos
sucede la estrategia de posiciones. Pero en este año todavía un frente, el oriental, mantiene los sistemas de lucha del
inicio de la guerra; su inmensidad permite intentar la perforación. Los estrategas alemanes ven en el formidable
entramado de trinchera del frente francés una ventaja; ya que no romperlo pueden, en cambio, sostenerlo con pocas
tropas y reforzar con los restantes efectivos el frente. Se inician las ofensivas de Lituania, Galitzia y el Vistula, que
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provocan el repliegue ruso hasta el Beresina, con la pérdida de millón y medio de hombres, casi la mitad de sus
combatientes. Pero los imperios centrales no consiguen empujarlo a una paz por separado. Un nuevo frente, el
italiano, que alinea 37 divisiones en el Carso-Isonzo, contribuye a que no se desmorone totalmente la resistencia rusa.
Italia entra en la guerra en el mes de mayo, tras sopesar las ventajas territoriales que le ofrecen los aliados. Es la
ocasión, inspirándose en lo que el jefe del gobierno Salandra denomina «egoísmo sagrado» de Italia, para obligar a
Austria-Hungría a abandonar los territorios de población italiana.
En el Oeste una ofensiva francesa en Champagne provoca terribles pérdidas; Joffre se ve obligado a anunciar
un largo periodo de posiciones defensivas. A pesar de la estabilización de los frentes la campaña de 1915 presenta un
saldo favorable a los imperios centrales, cuyas tropas ocupan Bélgica, el nordeste de Francia, Polonia, Lituania,
Serbia. Pero a finales de año parece imposible romper los frentes y los Estados Mayores van a estudiar y realizar,
durante el año 1916, campañas de desgaste. Nuevos beligerantes amplían las dimensiones del conflicto y el número
de frentes. Bulgaria apoya a los centrales (otoño de 1915), Rumania a las potencias de la Entente (agosto de 1916).
La estrategia de desgaste se aplica en los tres momentos claves del año 1916: Verdún, el Somme y Luck.
Verdún se convierte en el gran cementerio del conflicto. Falkenhayn explica en una memoria dirigida al emperador
que ha elegido ese punto no para vencer a los franceses sino para obligarles a concentrar en él sucesivamente todas sus
reservas y diezmarlas. El procedimiento se basa en bombardeos continuos y asaltos incesantes. La ofensiva contra
Verdún comienza en febrero de 1916. Pétain se hace cargo del mando francés y resiste con tenacidad; hasta junio
cada punto perdido es reconquistado inmediatamente; en esos meses han muerto 240.000 alemanes y 275.000
franceses; es el «infierno de Verdún». Con la llegada del verano 20 divisiones ale- manas intentan la ruptura. Pero es
demasiado tarde; el ejército francés dispone ya de efectivos, dirigidos por Foch, para iniciar una ofensiva en el
Somme, sobre un frente de 70 km. Los alemanes han de retirar divisiones de Verdún; Foch no pretende sólo el
desgaste; la amplitud del frente le ofrece huecos, que obligarán a repliegues parciales del enemigo; el debilitamiento
no se limita a destrucciones humanas, sino a la generación de desequilibrios tácticos. Empero, después de tres meses
de hostigamientos los francobritánicos han de detener la ofensiva. Coincidiendo con el empuje aliado del Somme en
junio, cuatro cuerpos del ejército ruso dirigidos por Brusilov presionan en la región de Luck; la resurrección del
ejército ruso constituye la gran sorpresa del año 16, no obstante a pesar de la reconquista de Bucovina y parte de
Galitzia y de los cerca de 400.000 prisioneros austroalemanes, el frente se estabiliza sin resultados decisivos.

9. 1917. EL AÑO CRUCIAL


Aunque a finales de 1916 el nuevo generalísimo francés, Nivelle, intenta con fortuna una nueva táctica, los
asaltos audaces que proporcionan pequeñas ventajas de posición, el año se cierra con una situación de equilibrio
implica el mantenimiento de las conquistas territoriales de loS imperios centrales. La ruptura del equilibrio a favor de
la Entente se produce en el ano 1917 con la intervención de loS Estados Unidos en el conflicto, lo que comienza la
reiterada rusa tras la revolución y el cansancio general, que disminuye la combatividad de los ejércitos
Al estallar la guerra el presidente Wilson apeló a sus conciudadanos para que observasen una postura estricta
de neutralidad. Pero la guerra submarina hizo virar la política exterior con rapidez. El gobierno estadounidense había
reclamado la libertad de los mares y presionó sobre el alemán, cuyas operaciones submarinas lesionaban gravemente
los intereses comerciales norteamericanos y, en consecuencia, al declarar el 1 de enero de 1917 el gobierno de Berlin
que el transporte de mercancías por los neutrales seria considerado como operación bélica, Norteamérica rompió sus
relaciones diplomáticas con Alemania. El viraje está provocado en gran parte por razones financieras; compañías
estadounidenses, como la Banca Morgan, efectuaban ventas y préstamos a compañías inglesas o francesas; no
obstante, del examen de la documentación y de la prensa y de los titubeos del presidente se deduce que no fue éste el
elemento desencadenante de la intervención. Razones de prestigio influyeron más en la declaración de guerra del
Congreso el 2 de abril, los americanos no podían admitir que Alemania hubiera roto sus promesas del año 16 de
respetar a los neutrales. Un gesto diplomático imprudente, el telegrama Zimmerman, en el que los alemanes ofrecían
a México su apoyo para recuperar los territorios perdidos ante el expansionismo de la potencia del Norte, espolearon
a los estados del centro y el oeste, más reticentes que los del este a embarcarse en una aventura europea.
La intervención norteamericana supone una decisiva aportación militar por sus inmensas reservas demográficas
e industriales, pero no de manera inmediata, ya que son precisos varios meses para establecer el servicio obligatorio,
instruir las unidades y proveerlas de armamento, y trasladarlas a Europa, burlando la vigilancia submarina. De manera
inmediata la aportación es financiera, al acordarse anticipos de Estado a Estado por una cantidad de diez mil
millones de dólares; el refuerzo de la flota americana hace más eficaz el bloqueo de los estados centrales y más intensa
la remesa de mercancías v materias primas a los países aliados; en el orden moral, la Entente encuentra un respaldo
con la intervención de un neutral que no reclama compensaciones; en el orden internacional el peso del gigante del
Norte arrastra a la América Latina al incremento de sus remesas de materias primas ya la utilización de sus flotas
mercantes para el transporte, aparte de la intervención, poco más , le simbólica, de algunas repúblicas, como Bolivia,
Perú, Uruguay y Brasil, le declaran la guerra a las potencias centrales.

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En Rusia, la revolución de octubre supone el triunfo de los pacifistas; tras duras negociaciones se firma en
febrero de 1918 la paz de Bres-Lotovsk, pero la retirada rusa no significa la desaparición del frente oriental, ya que
los alemanes han de mantener un ejército de vigilancia de un millón de hombres.
El cansancio de los combatientes se percibe en todos los países. En Francia los soldados intentan dirigirse a
París y Pétain ha de restaurar la disciplina con gran energia. Una consecuencia de la paz con Rusia es la mayor
presión alemana sobre el frente italiano, donde obtiene la victoria de Caporetto. Pero en general, es año de
decepciones estratégicas. Fracasa Nivelle al intentar desestabilizar las líneas alemanas; fracasa él Estado Mayor
germano al procurar la retirada de los mercantes neutrales con la amenaza de sus torpedos. La apelación razonada del
Papa Benedicto XV a la paz no es escuchada. Pero cada vez es más fuerte la resistencia interior, el cansancio de
muchos sectores sociales por los sacrificios de una guerra que no entienden.

10. EL RETORNO A LAS GRANDES OFENSIVAS


Los primeros meses del año 18 pudieron ser decisivos; Ludendorff lo vio con claridad. La defección rusa
permitió concentrar en el frente occidental 192 divisiones, el dispositivo más numeroso de toda la guerra; pero con
tiempo límite de acción hasta julio, cuando entrarían en combate los efectivos norteamericanos. El Estado Mayor
alemán, que posee 500 batallas y algunos aviones, comete un error tremendo; no percibe la trascendencia de los
carros de combate y su fabricación sufre un retraso de varios meses. En marzo, Ludendorff consigue abrir una brecha
de 80 km en la Picardía, entre los ingleses, que se repliegan hacia los puertos del noroeste, y los franceses, que
intentan cubrir el camino de París. Con este planteamiento estratégico se retorna a las ofensivas móviles de la primera
fase del conflicto. Los alemanes consiguen ahora la ruptura, pero no una penetración decisiva. En el mes de julio se
produce el giro de los acontecimientos. Todavía el día 8 Ludendorff cree en la posibilidad de la victoria y prepara un
asalto sobre el Mame. Foch, convertido en general jefe conjunto de .los ejércitos franceses e ingleses, decide, por
consejo de Pétain, una maniobra defensiva-ofensiva, que consiste en ceder en una primera línea y resistir en la
segunda mientras se efectúa una maniobra envolvente por un ala. En la segunda batalla del Mame los alemanes
avanzan hasta Reims, pero están apunto de ser envueltos; la lección es clara: no pueden penetrar en Francia, aun en el
caso de que rompieran las líneas enemigas, porque el cerco por el ala convertiría el avance en una catástrofe; Alemania
pierde cualquier esperanza de victoria. y en ese momento llegan a los campos de batalla las unidades norteamericanas.
Foch estima que debe pasar ala ofensiva, basándose en la superioridad de material; su procedimiento serán los
ataques simultáneos repetidos. El 8 de agosto, con gran cantidad de carros de asalto, ataca en Montdidier y avanza
hasta la línea SigfIido, de Douai a San Quintin; en una semana los alemanes pierden el terreno que han tardado en
conquistar tres meses. Foch es el primer sorprendido de la debilidad de las líneas enemigas y modifica sus
estimaciones de que el ataque decisivo se produciría con la llegada del invierno. En septiembre Hindenburg y
Ludendorff declaran imposible la resistencia; la ofensiva francesa y americana en la Champaña y las penetraciones
inglesas en la línea SigfIido, mientras el frente del sur se desmorona con la petición búlgara de armisticio, anuncian el
fin. Quedan todavía divisiones germanas en Ucrania, pero retirarlas supondría perder abastecimientos alimentarios
imprescindibles. El 11 de noviembre se firma el armisticio, en el bosque de Compiegne. Dos días antes ha huido
Guillermo II y se ha proclamado la República en Berlín.
¿Cuál fue la verdadera causa del hundimiento inesperado de Alemania? ¿Económica? Todavía disponía de
municiones y el abastecimiento no estaba vitalmente perturbado. ¿Moral? Los nacionalistas exaltados hablaron de la
«puñalada por la espalda», la agitación de los socialistas y los consejos de obreros y soldados en Renania habrían
debilitado la resistencia Interior, pero no parece que hayan influido en la marcha de las operaciones en el frente. La
causa es, seguramente, militar. Ludendorff intentó llevar al frente 600.000 hombres más, pero tenia que sacarlos de
las fábricas de armas, las posibilidades estaban agotadas, mientras' los Estados Unidos preparaban un millón de
soldados para su transporte a Europa.

11. LAS PÉRDIDAS DE LA GUERRA


El largo conflicto ha provocado terribles pérdidas demográficas. Alrededor de 10 millones de hombres han
muerto. Alemania ha perdido 1.000.000, lo que supone el 12 % de sus hombres entre los 15 y los 50 años; Francia
ha perdido 1.400.000, el Reino Unido casi 750.000. Con respecto a Rusia, se han calculado cerca de 3 millones, a
los que habría que añadir los muertos en la guerra civil, que posiblemente duplicaron a los de la guerra europea. A
estas pérdidas, de intenso reflejo demográfico, porque afectaron especialmente a los jóvenes y provocaron una
superpoblación femenina relativa, habría que añadir las varios millones de heridos y mutilados.
Muchas familias quedan sin padres; el elevado número de huérfanos fue una preocupación para los gobiernos-
Las destrucciones materiales no fueron menos intensas; en este aspecto Francia fue el país más afectado. Tres
millones de hectáreas quedaron devastadas, la red ferroviaria interrumpida, los puentes y miles de construcciones
destruidos. El coste de la guerra ha supuesto para Francia el 30 % de su riqueza nacional, para Alemania el 22 %,
para Inglaterra el 32 %, para Italia el 26 %, para los Estados Unidos el 9 %.. -
Las transformaciones sociales son intensas. La incorporación de la mujer a una serie de trabajos, hasta
entonces monopolio masculino, se acelera; el éxodo rural hacia las ciudades es más rápido; aliado de millones de
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familias empobrecidas han aparecido nuevos ricos, fabricantes de armas o especuladores que han amasado fortunas.
El tipo humano del antiguo combatiente, nostálgico del peligro, incapaz de reintegrarse a la vida normal, va a
constituir la base de movimientos hipernacionalistas y revanchistas.

12. ELABORACIÓN DEL TRATADO


En una serie de tratados, Versalles, Saint-Germain, Neuilly, Trianón y sevres se dirimen los problemas legados
por la guerra; en el más importante de todos ellos, Versalles se afronta el problema alemán y los temas básicos de la
reconstrucción de Europa. Es un momento culminante de la historia contemporánea, en el que se remodela el mapa
europeo, debate la responsabilidad del conflicto, discute el monto de las reparaciones, ponen las bases de una nueva
diplomacia internacional e intenta evitar con la desmilitarización de las potencias agresivas una nueva conflagración
Los gobiernos y los Estados Mayores han publicado su documentación sobre la guerra y el tratado de paz; las
memorias de los protagonistas y colaboradores (Tardieu, Lansing, Lloyd George, Aldovrandi-Marescotti,
Scheidemann, Hymans)constituyen otra fuente básica para comprender este periodo. La ausencia, explicable por la
revolución y la retirada del conflicto, de Rusia, reduce el número de figuras claves a cuatro, el francés Clemenceau, el
inglés Lloyd George, el norteamericano Wilson y el italiano Orlando.
Las sesiones de trabajo se inician el 18 de enero de 1919 y durante su primera fase, hasta el 24 de marzo, en
ausencia de los líderes de los países vencedores son dirigidas por el denominado Consejo de los diez, que recopila la
información elaborada por comisiones. El procedimiento es lento y la experiencia aconseja un cambio de método,
con intervención de los ministros de Asuntos Exteriores y un Consejo de los cuatro -los arriba citados- que rubrica
los acuerdos. La postura diplomática, orientada a evitar la repetición de la guerra, la representan Wilson y Lloyd
George. La influencia de Wilson, aunque trabajos históricos recientes hayan intentado reducirla, es enorme. Aparte
de patrocinar la Sociedad de Naciones, es el autor de la teoría de los territorios nacionales, que intenta colocar a cada
grupo étnico en un solar nacional. Lloyd George, abogado brillante y flexible, reforzó la opción del no hundimiento
de Alemania. En contraposición a esta postura blanda, franceses e italianos son partidarios del trato severo al vencido.
El equipo francés, en el que se integran expertos tan destacados como el historiador Lavisse y el geógrafo
Demangeon, aportó los más completos estudios técnicos, pero los sufrimientos de la guerra en su propio territorio le
inclinaron a las decisiones drásticas. Un memorándum de 3 de diciembre solicitaba como puntos innegociables la
fijación de unas fronteras seguras en el oeste alemán y una Polonia fuerte, como Estado tapón, en la frontera oriental.
Aunque Clemenceau, que a sus 78 años recordaba las tristezas de la anterior invasión alemana, la de 1870, ha sido
presentado como el apóstol de la revancha, en sus memorias, Grandezas y mi- serias de una victoria, relata sus
continuas cesiones para evitar la ruptura de la alianza; más inflexible fue la postura de Foch, que-reclamaba la
creación de estados autónomos en la orilla izquierda del Rin para eliminar definitivamente la vecindad del imperio
alemán. En la legación italiana no decide Orlando sino el ministro de Asuntos Exteriores, Sonnino, nacionalista
ardiente.
El 28 de junio se firma en Versalles el extenso documento, que consta de más de 400 artículos agrupados en
15 apartados.

13. TRAZADO DE UN NUEVO MAPA EUROPEO


La modificación del mapa político de Europa es el aspecto más visible de la obra de reajuste continental que
Versalles significa. Tres imperios desaparecen del Viejo Continente: el ruso, el alemán y el austrohúngaro; frente a la
concepción imperial de la autoridad supranacional ha llegado la hora del triunfo de las antiguas minorías nacionales;
así surgen naciones nuevas como Polonia, Yugoslavia. Hungría (separada de Austria), Checoslovaquia y los Estados
bálticos. Aplicando la doctrina Wilson se sostiene que cada pueblo debe disponer de un solar nacional, afirmación
que muy pronto va a ser deformada en el sentido, de requerir territorio suficiente. lo que las ideologías fascistas
denominarán espacio vital, para los pueblos prolíficos, y por otra parte el entrecruzamiento étnico obligará a
desplazamientos demográficos no exentos de violencias. Es por lo tanto el primer punto en el que el idealismo del
presidente norteamericano choca con la realidad de un continente cuya complejidad se le escapa. Para la delimitación
de las fronteras se aplicarán criterios demográficos, conjugados con tradiciones históricas y en algunos casos con
estimaciones económicas (por ejemplo, no interrupción de una línea férrea). La cuestión alemana es la más ardua.
¿Qué trato se va a otorgar a Alemania? ¿Qué sanciones, qué garantías para el futuro, qué desmembramientos
territoriales se van a decidir? Estos puntos suscitaron debates y diferencias entre los aliados. El punto crucial se
centraba en la ocupación francesa de la orilla izquierda del Rhin. Los políticos y generales franceses -Clemenceau, e-
la consideraban imprescindible para dificultar una nueva invasión; Lloyd George prefería la garantía militar, la
reducción del ejército alemán, y consulto a sus colegas de la metrópoli y de la Commonwealth; hubo unanimidad en
la estimación de que la ocupación de una zona de alto valor industrial disminuía las posibilidades económicas de
Alemania y fomentaría el revanchismo (testimonio de Churchill). Se decidió la división en tres zonas, en cada una de
las cuales la ocupación tendría una duración diferente. Las mayores discusiones se suscitaron en tomo al Sarre. Los
franceses aportaron argumentos históricos, económicos y estratégicos para su retención, pero americanos e ingleses no
deseaban «otra Alsacia-Lorena», otra reivindicación nacionalista. Entre las dos posturas se adoptó una solución de
201
compromiso; Francia no obtenía la propiedad definitiva pero sí su usufructo durante 15 años, una parte de la
producción del Sarre se destinaría al Tesoro francés. Un aspecto diplomático de gran importancia se refería a Austria.
Desmembrado el imperio, ¿podría unirse a Alemania? En Viena el partido socialista apoyaba esta pretensión;
americanos e ingleses aceptaron en principio la posibilidad, pero franceses e italianos se opusieron con energía. El
articulo 88 del Tratado de Versalles, confirmado por el 80 del de Saint-Germain, prohíbe a Austria enajenar su
soberanía y en consecuencia unirse a Alemania; son artículos que veinte años después conculca Hitler. Con toda
seguridad es Austria la potencia que sufre un trauma más intenso. Al perder sus territorios italianos pasa a ser nación
interior, sin salida al mar; la desmembración de Hungría la deja sin granero, con acuciantes' problemas para
autoabastecerse de cereales; Viena y su entorno se convierten en una concentración demográfica excesiva para las
nuevas dimensiones del Estado austriaco: se explica que a diferencia de la época de Bismarck los austriacos vieran en
la unión con Alemania la solución de su identidad.
A Francia se restituyen Alsacia y Lorena con general beneplácito, es el único punto de las fronteras
francoalemanas que no necesita ser discutido. En las reivindicaciones belgas encontramos un ejemplo de prelación de
las cuestiones económicas. Su solicitud de libertad de navegación en el bajo Escalda está inspirada por el deseo de
potenciar el comercio del puerto de Amberes; la incorporación de los cantones de Malmedy y Eupen a costa de
Alemania sólo puede justificarse, con aplicación de criterios étnicos, en el caso de Malmedy, cuya población era de
origen valón, pero la de Eupen la consiguió argumentando la conveniencia de no inutilizar la línea férrea que unía los
dos cantones y el deseo de explotar su eran selva en concepto de reparaciones por las destrucciones sufridas en
operaciones de guerra; sin mencionarla directamente, la explotación de las minas de zinc y plomo suponía otro móvil
en las peticiones de Bruselas.
Alemania tuvo que ceder a Polonia parte de la Prusia oriental y aceptar para Memel y Dantzig el estatuto de
ciudades libres.
La resurrección de la nacionalidad polaca planteó bastantes problemas. En París se había constituido un
gobierno, con Dmowski, el músico Paderewski, y Pilsudski, figura fuerte. El acceso al mar promesa de Wilson, se
consiguió a través del pasillo de Dantzig, pero dejó planteada una dificultad para Alemania, el aislamiento de la
Prusia oriental. El trazado de las fronteras polacas hacía surgir interrogantes continuos; se decidió integrar en Polonia
las zonas en las que los dos tercios de la población fuesen polacos, pero en algunos casos no era fácil esta
determinación, sí ocurrió en la Alta Silesia, reclamada por los alemanes con argumentos históricos y económicos -la
necesitan para pagar las reparaciones- pero integrada en Polonia, por razones demográficas. La región de Teschen
provoca disputas entre polacos y checos; Polonia invoca el principio de la nacionalidad, el 55 % de la población es
polaca: Checoslovaquia el derecho histórico, siempre ha sido zona integrada en los Estados centroeuropeos; detrás se
esconden intereses económicos, el control de un ferrocarril y la cuenca hullera del Ostrava.
En el Adriático se conceden a Italia: Trieste, partes de Istria y Dalmacia con población italiana y el valle del
alto Adigio, en el que viven también 200.000 habitantes de lengua alemana. Pero los italianos reivindican además
Fiume, que disputan a los yugoslavos. y lo ocupan mediante una expedición del nacionalista D'Annunzio, aunque se
les obliga a abandonarlo.

14. EL DEBATE SOBRE LA RESPONSABILIDAD DEL CONFLICTO


El artículo 231 del tratado atribuye la responsabilidad del conflicto a Alemania y sus aliados. No se trata de
una cláusula estrictamente moral, sino que en ella se basa la legalidad de las reparaciones que Alemania ha de
satisfacer. Esta declaración de responsabilidad unilateral provocó apasionadas protestas de la legación germana y en
ella concentró sus últimos intentos de redacción menos acusadora; la política revanchista nazi hará años después de
este articulo un tema fundamental de agravio. ¿Fue realmente Alemania la única culpable? (Incluimos en los
documentos un estudio sobre esta debatida cuestión historiográfica, pero anticipamos ahora un breve resumen.) La
delegación ale- mana publicó un memorándum rechazando la culpabilidad exclusiva y una comisión de encuesta, con
participación de historiadores, cuya labor fue interferida por los políticos, comenzó a trabajar a partir de noviembre
de 1919. Frente a las tesis alemanas, que, en el caso de Hans von Delbrück, llegan a defender la inocencia total y
achacan el estallido bélico a las apetencias francesas en Alsacia-Lorena y rusas en Constantinopla, los historiadores
galos, con Pierre Renouvin a la cabeza, insisten en responsabilizar a las potencias centrales, aunque con matices que
no exoneran de manera total a sus adversarios.
En los años 50 la historiografía se plantea la relación entre las dos guerras mundiales y se suscitan encuentros
entre profesores franceses y alemanes, como el de Mayence en octubre de 1951, con equipos dirigidos,
respectivamente, por Renouvin y Ritter. Del conjunto de comunicaciones se desprende que los pueblos no deseaban
la guerra pero los círculos militares alemanes estaban más dispuestos a arrostrar la eventualidad de un conflicto que
los franceses. En 1961 el historiador alemán Fischer publica el primero de sus dos estudios sobre los orígenes del
conflicto (Los objetivos de guerra de la Alemania imperial), en el que demuestra la política agresiva del canciller
Bethmann-Hollweg y cómo ésta es apoyada por intelectuales -Meinecke, Max y Alfred Weber- e industriales -
Rathenau-. Otros colegas alemanes replicaron inmediatamente, así Ritter, Zechlin y Erdmann, quienes sostienen la
moderación del canciller y su capitulación progresiva ante acontecimientos que otorgaban la decisión suprema a los
202
militares. En respuesta, Fischer constituyó en Hamburgo un grupo de trabajo para estudiar la política exterior
alemana de preguerra. En su segundo libro, La guerra de las ilusiones (1969) muestra la conexión entre la política
exterior e interior de Alemania: la guerra es una salvaguardia contra el peligro socialista, un modo de frenar en el
interior la amenaza de la revolución proletaria. A pesar de que con Fischer la escuela alemana ha pasado a aceptar la
responsabilidad de su país, los historiadores franceses la matizan en el sentido de implicar en las resoluciones trágicas
de julio de 1914 a los políticos austriacos, sin olvidar el trasfondo revanchista de la política exterior de Poincaré ni el
expansionista de Salandra. El trabajo de los historiadores no ha descargado de responsabilidad a Alemania, pero ha
demostrado que la redacción sin matices del artículo 231 de Versalles ofrece más visos de castigo del vencido que de
resolución acorde con la realidad de los acontecimientos.

15. LA CUESTIÓN DE LAS REPARACIONES


No menos intenso que el debate de las, cláusulas morales de la responsabilidad fue en las sesiones de la
conferencia el de las reparaciones, al establecer categóricamente los artículos 232 y 233 del tratado que Alemania
pague los daños. Aunque la evaluación de éstos ha de ser establecida posteriormente por una comisión, se discuten
los principios teóricos que han de informar los cálculos y se efectúa una primera estimación del monto general, que
debería basarse en la capacidad de pago de Alemania. Como respaldo del saldo de la deuda alemana se adoptan una
serie de medidas:
-secuestro de los bienes privados alemanes en el extranjero;
-apertura del canal de Riel en tiempo de paz para todos los navíos e internacionalización de las grandes vías
fluviales alemanas;
-cesión de los barcos mercantes superiores a 1.600 tm;
-obligación para Alemania de aplicar a las potencias aliadas el estatuto comercial de nación más favorecida, y
en contraposición renuncia, por su parte a la reparación de todos los daños que hubiera sufrido en bienes públicos o
privados.
En las categorías de bienes que se deben indemnizar se incluyen, además de las destrucciones materiales, las
pensiones a las víctimas del conflicto.
El punto más delicado estribaba en el cálculo de la capacidad de pago de Alemania, ya que sobrepasarla
convertiría en irreal cualquier decisión. Un equipo de economistas ingleses calculó esta capacidad en 470 millones de
marcos oro; los franceses, más severos, en 800 millones; los norteamericanos lo reducen a 120 millones y amplían el
plazo en el que se ha de satisfacer; por su parte, un equipo de economistas y juristas alemanes señalaron el techo de
sus posibilidades en 100 millones. Provisionalmente se fijó un monto de 220 millones de marcos oro, cantidad que
pareció excesivamente elevada no sólo a los alemanes sino también al economista inglés Keynes, asesor en la
conferencia, lo que provocó su protesta y la de los Estados Unidos. En este punto los franceses fueron intransigentes;
«Alemania pagará», aseguró Clemenceau. Lo cierto es que no se tuvo en cuenta la disminución de las posibilidades
alemanas al ocupar sus zonas industriales, sus minas y gran parte de su flota, y la cantidad definitiva establecida por
una comisión especial en 1921 hubo de ser reducida (examinaremos en otro tema los problemas económicos
derivados de la guerra).
La misma impresión de dureza produjeron en el ánimo de los alemanes las cláusulas penales, en las que se
definen los «crímenes de guerra» o se requiere la deportación del emperador Guillermo II, refugiado en Holanda, y
de quien Lloyd George dice: «hombre responsable del mayor crimen de la historia». Es la primera vez que se intenta
introducir en el derecho internacional la noción de crimen contra la humanidad.
Las cláusulas militares dejan a Alemania prácticamente indefensa. Foch, poco sospechoso de blandura ante el
enemigo vencido, había calculado que podría permitirse, sin ningún peligro, un ejército de 200.000 soldados, pero el
tope se establece en 100.000, con un número limitado de oficiales, lo que impide una movilización amplia, y, tras
abolir el servicio obligatorio, un tiempo de permanencia en filas para el voluntariado de doce años, con lo que se evita
la preparación militar de sucesivas promociones de reclutas. A las limitaciones en las tropas ha de añadirse las del
armamento, mucho más drásticas; las secciones de artillería quedan desarmadas y con sólo 288 piezas de artillería
ligera y 1.900 ametralladoras; los 100.000 fusiles que se autorizan para la infantería suponen estrictamente la
asignación de uno por soldado, sin que pueda cubrirse cualquier anomalía. Se prohíbe la artillería pesada, aviación y
carros de asalto; las armas que han probado su carácter decisorio quedan vedadas para el ejército germano. La flota se
reduce a 36 navíos y se acuerda que los astilleros no podrán construir unidades nuevas salvo para reponer otra
desguazada.
En correlación con la dureza de la guerra se redacta la dureza del tratado; los alemanes se consideraron
injustamente agobiados por este articulado de cláusulas draconianas, pero los políticos aliados, y no sólo los
franceses, no eran totalmente libres en sus decisiones; los pueblos que habían sufrido la potencia de las nuevas armas
de destrucción no estaban en aquel momento dispuestos para aceptar medidas de distensión. La atmósfera de odio
que se acumuló en Europa tras cuatro años de conflicto dictó el estilo y el contenido del tratado. En teoría, muchas
de sus estipulaciones perduraron veinte años, pero las denuncias del solemne acuerdo internacional comenzaron
mucho antes; el Senado norteamericano se negó a ratificarlo cinco meses después; en 1924 y 1925 se revisaron las
203
cláusulas de las reparaciones; a partir de 1933 la agresiva política hitleriana arrincona sucesivamente todos los
compromisos. Versalles no sólo es el cierre de una etapa de la historia continental; en sus actitudes y problemas está
implicada la historia posterior, y en ella, como capítulo dramático, el estallido de otra conflagración universal.

DOCUMENTOS
I. LA BATALLA DEL MARNE. EL PAPEL DE JOFFRE y EL DE GALLIENI, SEGÚN EL
GENERAL GAMELIN
La descripción puede seguirse sobre un plano de la gran batalla. Las tácticas alemana y francesa se recogen con
precisión. Tras su comentario puede calibrarse el papel de cada militar y la perspectiva con que, años después, la
juzga el que había sido jefe de la 3.a oficina del Estado Mayor de Joffre.

“Por mi parte, siempre he tenido la impresión no sólo de que, tanto uno como otro, en todo momento,
cumplieron enteramente con su deber, sino también de que sus juicios siempre fueron exactos, si nos remitimos al
punto de vista en que cada uno de ellos estaba situado.
Lo único que hacia y que podía hacer el general Gallieni, gobernador de Paris mientras el ala derecha alemana
se dirigía hacia nuestra capital, era defenderla con todos sus medios y con, todas las fuerzas que le tenía a su
disposición. Pero, en cuanto vio al primer ejército alemán deslizarse ante él, dirigirse hacia el sur y más tarde hacia el
sudeste, comprendió la función que podía desempeñar el cuerpo de ejército Maunoury, actuando en su flanco.
El general Joffre, comandante en jefe, observaba e intentaba no perder de vista el conjunto del frente.
Para el 25 de agosto había decidido el movimiento general de repliegue de nuestra ala izquierda y, si fuese
necesario, de nuestro centro, mientras que la derecha resistiría; mientras tanto, él intentaría organizar algunas fuerzas
sobre el flanco exterior de los alemanes con el fin de responder, en cuanto fuera posible, al envolvimiento mediante
el, contraenvolvimiento {...) Es lógico que el deslizamiento del ala derecha alemana fuese percibido en primer lugar
por el gobierno militar de Paris y por el ejército inglés, ya que se estaba efectuando ante sus ojos.
En cuanto al general Joffre, cuando supo cuál era la orientación progresiva del ala derecha alemana, pensó
realmente en utilizar el cuerpo de ejército Maunoury para actuar sobre su flanco. Pero el momento en que podía
pasar a la contraofensiva dependía, evidentemente, de los acontecimientos que se desarrollaban en las diversas partes
de la línea de batalla. En particular, necesitaba tener en cuenta, antes que nada, por una parte la ejecución de los
movimientos de circunvalación de las fuerzas que había tomado de su derecha para llevarlas hacia su centro y su
izquierda; por otra; las condiciones de colaboración del ejército inglés.”

2. LOS CATORCE PUNTOS DE WILSON


Incluyen propuestas sobre los grandes problemas internacionales. Ordénense las causas de entrada en la guerra,
los reajustes territoriales, las afirmaciones de índole económica. Especial atención merecen los juicios del presidente
norteamericano sobre Polonia, el imperio turco y Austria-Hungría. ¿En qué medida el nuevo mapa europeo de 1919
responde a estas propuestas?

“Entramos en esta guerra porque se produjeron violaciones del derecho que nos afectaban en lo más vivo y
que hacían la vida imposible a nuestro pueblo, a menos que fuesen reparadas y que el mundo impidiese de una vez
por todas su regreso.
Por tanto, lo que exigimos en esta guerra no es nada particular para nosotros mismos. Lo que deseamos es que
el mundo se convierta en un lugar seguro donde todos puedan vivir, un lugar posible especialmente para aquellas
naciones que, como la nuestra, aman la paz, para las naciones que desean vivir libremente su propia vida, decidir sus
propias instituciones y estar seguras de que las demás naciones las tratarán con justicia y lealtad, en lugar de estar
expuestas a la violencia ya las agresiones egoístas de antaño. Todos los pueblos del mundo; en efecto, se solidarizan
en lo que se refiere a ese interés supremo y, en cuanto a nosotros, vemos con claridad que si no se hace justicia con
los demás, tampoco podrá hacerse con nosotros mismos.
Por tanto, nuestro programa es, en realidad, el programa de la paz del mundo, y este programa, en nuestra
opinión el único posible, es el siguiente:
1.0 Convenios de paz negociados a plena luz, después de lo cual no habrá más alianzas particulares y secretas
de ningún tipo entre las naciones, y la diplomacia procederá siempre de forma franca ya la vista de todo el mundo.
2.0 Libertad absoluta de navegación por mar, fuera de las aguas territoriales; tanto en tiempo de paz como en
tiempo de guerra, salvo en caso de que los mares estuviesen cerrados, por completo o en parte, por una acción
internacional que intentase hacer aplicar acuerdos internacionales..
3.0 Supresión, en la medida de lo posible, de todas las barreras económicas y adopción de condiciones
comerciales idénticas para todas las naciones que admitan la paz y se asocien para salvaguardarla.
4.0 Garantías mutuas adecuadas para reducir los armamentos de cada país al minimum compatible con la
seguridad interior.

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5.0 Intercambio debatido libremente, dentro de una perspectiva amplia y absolutamente imparcial, de todas
las reivindicaciones coloniales, basado en la observación estricta del principio según el cual, para solucionar estas
cuestiones de soberanía, los intereses de las poblaciones en juego tendrán la misma importancia que las
reivindicaciones justas del gobierno cuya función deberá definirse.
6.0 Evacuación de todo el territorio ruso y solución de todas las cuestiones referentes a Rusia, que garantice
una cooperación óptima y lo más libre posible entre todas las naciones del mundo, con el fin de dar a Rusia la
libertad, sin trabas nI obstáculos de decidir, con plena independencia, su propio desarrollo político y su organización
nacional; que le garantice también una sincera y cálida acogida en la sociedad de las naciones libres, con instituciones
de su propia elección, e incluso, más que una acogida, cualquier tipo de ayuda que pueda necesitar y desear. El trato
que den a Rusia sus naciones hermanas durante los meses venideros mostrará su buena voluntad, su comprensión de
las necesidades de Rusia, olvidando sus propios intereses, en definitiva, su simpatía inteligente y generosa.
7.0 Es necesario que Bélgica, espero que todo el mundo esté de acuerdo, sea evacuada y restaurada, sin que
exista ningún intento de reducir el disfrute de su soberanía a la que tiene el mismo derecho que las demás naciones
libres. Ningún otro acto aislado sería tan apropiado como éste para que las naciones recuperen su confianza en las
leyes que ellas mismas han establecido y fijado para regir sus relaciones recíprocas. Sin este acto reparador, todo el
armazón del derecho internacional y todo su valor se desmoronarían para siempre.
8.0 Todo el territorio francés deberá ser liberado y las regiones invadidas deberán ser restauradas; el perjuicio
causado a Francia por parte de Prusia en 1871 en lo que concierne a Alsacia-Lorena, perjuicio que perturbó la paz
del mundo durante casi cincuenta años, deberá ser reparado con el fin de (que pueda garantizarse nuevamente la Paz
en interés de todos.
9.0 Se llevará a cabo una rectificación de las fronteras italianas de acuerdo con los elementos, claramente
perceptibles, del principio de las nacionalidades.
10.0 Se concederá lo más pronto posible a los pueblos de Austria-Hungría la posibilidad de un desarrollo
autónomo, ya que deseamos que se proteja y se garantice su espacio entre las demás naciones.
11.0 Rumania, Serbia y Montenegro deberán ser evacuadas; los territorios ocupados deberán ser restaurados; a
Serbia deberá garantizársele un acceso libre al mar: las relaciones entre los estados balcánicos deberán estar
determinadas por un intercambio amistoso de opiniones basado en sus elementos comunes tradicionales y nacionales,
históricamente establecidos; deberán darse garantías internacionales de independencia política, económica y de
integridad territorial en favor de esos diferentes estados.
12.0 En las regiones turcas del Imperio Otomano actual se deberán garantizar la soberanía y la seguridad; pero
a las demás naciones que se hallan en la actualidad bajo dominación turca, se les deberá garantizar una seguridad
absoluta de existencia y la posibilidad plena de desarrollarse de forma autónoma, sin ser molestadas en modo alguno:
en cuanto a los Dardanelos, deberán mantenerse abiertos como lugar de paso libre para los navíos y el comercio de
todas las naciones bajo la protección de las garantías internacionales.
13.0 Deberá crearse un Estado polaco independiente, que comprenderá los territorios habitados por
poblaciones indiscutiblemente polacas alas que se deberá garantizar un acceso libre al mar; su independencia política
y económica, así como su integridad territorial, deberán garantizarse mediante un acuerdo internacional.
14:0 Es necesario constituir, en virtud de convenciones formales, una asociación general de naciones cuyo
objetivo será ofrecer garantías mutuas de independencia política y de integridad territorial, tanto a los pequeños
como a los grandes estados.”
Mensaje del presidente Wilson al Senado. 8 de enero de 1918.

3. VERSALLES. ARTÍCULOS SOBRE LAS REPARACIONES


“Art. 231. Los gobiernos aliados y asociados declaran y Alemania reconoce que Alemania y sus aliados son
responsables, por haberlos causado, de todos los daños sufridos por los gobiernos aliados y asociados y sus habitantes
a consecuencia de la guerra, a la que les ha conducido la agresión de Alemania y sus aliados.
Art. 232. Los gobiernos aliados y asociados exigen, y Alemania se compromete, que sean reparados todos los
daños causados a la población civil de las potencias aliadas y asociadas y de sus bienes.
Art. 233. La cuantía de estos danos, por cuya reparación debe pagar Alemania, será fijada por una comisión
interaliada, que tomará el titulo de comisión de reparaciones.”
Tratado de Versalles. Parte VIII. Reparaciones.

INFORME
LA POLÉMICA SOBRE LA RESPONSABILIDAD DE LA GUERRA
Tema trascendental, que incide en la cuestión de las reparaciones, y que ha sido tratado infinidad de veces con
enfoques políticos o históricos. La comparación de un libro anterior a la Segunda Guerra Mundial y otro posterior
permite comprobar cómo los nuevos métodos historiográficos exigen múltiples matizaciones. Cfr. el del director de
la Biblioteca y Museo de la Gran Guerra, Camille Bloch: Les causes de la guerre mondiale. Précis historique. París, P.
Hartmann, 1933, y el de Jacques Droz: Les causes de la Premiere GueITe mondiale. Paris, Ed. du Seuil {col. Points)
205
1973. Mientras el libro de Droz recoge las diferentes versiones Bloch se limita a sostener la tesis tradicional de la
responsabilidad alemana, alegando la agresividad de las altas esferas, los planes del estado mayor germano contra la
neutralidad belga, el conocimiento previo por Berlín del texto del ultimátum austriaco a Serbia y el rechazo de las
propuestas pacíficas de la Entente, que intentaban impedir la conflagración. Esta posición fue sostenida con valentía
por algunos alemanes durante e inmediatamente después del conflicto. El jurista Schücking critica en 1917 algunas
cláusulas del ultimátum de Viena {condiciones 5.a y 6.a), que atentaban contra la soberanía de Belgrado. La
responsabilidad germana se acepta en un trabajo del socialista Kautsky, el conde Montgelas y el profesor Walter
Schücking, al publicar en 1919 cuatro volúmenes de documentos: Die deutschen Dokumente zum Kriegsausbruch
Documentos alemanes sobre el origen de la guerra). Pero el artículo 231 del tratado de Versalles provocó una intensa
emoción; la delegación alemana publicó un memorándum rechazando la culpabilidad exclusiva. En noviembre de
1919 se formó una comisión de encuesta -germana, que actuó hasta agosto de 1932. En ella trabajaron hombres
como Günther Sass, que olvidaban sistemáticamente los documentos desfavorables para Alemania. Hans von
Delbrück llega a defender la inocencia completa y acusa a Francia de que desea conquistar Alsacia.
En Francia, el gran maestro, Renouvin, publicó en 1925 su libro Les origines immédiates de la guerra; en el
que se concluye la responsabilidad de Alemania de manera mitigada; la movilización rusa se produce en el momento
en que las potencias centrales habían renuncíado a negociar. Jules Isaac en vez de responsabilidad unilateral de
Alemania prefiere hablar de responsabilidad desigualmente compartida, y cree que la movilización rusa hizo la guerra
inevitable. Renouvin ha replicado: Francia no pudo; evitar el conflicto, intervino para evitar el hundimiento de Rusia
y la prepotencia continental de Alemania.
Algunos historiadores han considerado que el artículo 231 de Versalles no hace a Alemania responsable moral
de la guerra sino que únicamente constata el inicio de las operaciones militares.
Algunos autores americanos han intentado exonerar a Alemania. Barnes. (The genesis of the World War,
1926) afirma, sin apoyo documental, que el rey de Serbia conocía el atentado; S. B. Fay denuncia a Austria y
convierte a los alemanes en inocentes victimas de sus aliados. Más científico es el estudio de Bemadotte E. Schmitt,
en el que se apoya la tesis francesa de que Alemania ha empujado a Austria al ultimátum y de que la movilización
rusa no jugó papel decisivo sobre el curso de los acontecimientos.
La tesis marxista de enfrentamiento de imperialismos, sostenida por Lenin en 1916, que deriva en repartir las
responsabilidades entre las potencias capitalistas, ha levantado vivas objeciones, como la de Jacques Freymond y la de
Raymond Aron, quienes demuestran que conflictos imperialistas se dieron antes en África, sin que derivaran en
guerra universal. Jean Bouvier afirma que la confrontación de imperios genera choques, pero elude guerras de estas
proporciones.
En octubre de 1951, en Mayence, se celebraron encuentros entre profesores franceses y alemanes, presididos
respectivamente por Renouvin y Ritter. Conclusión: los documentos no permiten asegurar en ningún pueblo ni
gobierno una voluntad deliberada de guerra; los pueblos alemán y francés no querían la guerra, pero en Alemania los
círculos militares estaban más dispuestos que en Francia a aceptar la eventualidad de un conflicto.
Una bomba historiográfica. El alemán Fischer, de la Universidad de Hamburgo, publica Griff nach der
Weltmacht (Los objetivos de guerra de la Alemania imperial). Dusseldorf. 1961. libro en el que acepta totalmente la
responsabilidad alemana. Se basa en el programa de paz que el canciller Bethmann-Hollweg elaboró el 9 de
septiembre de 1914, antes del final de la batalla del Mame. En él subraya cinco temas:
-Constitución de una «Mitteleuropa., destinada a dar a Alemania la hegemonía económica sobre el continente.
-Colocación de Francia bajo dependencia de Alemania; cesión del hierro lorenés, indemnización,
desmantelamiento de las fortificaciones de Dunquerke. -Transformación de Bélgica en un estado vasallo.
-Constitución de un vasto dominio africano, con centro en el Congo Belga. -Estados tapones entre Alemania y
Rusia.
A continuación demuestra que este programa no es exclusivamente pensamiento del canciller sino también de
los dirigentes políticos y militares y los industriales. Un programa anexionísta de 1915 lo apoyan historiadores, como
Meinecke y Alfred y Max Weber, e industriales, como Walter Rathenau. No fue por otra parte un programa
ocasional, sino postura que se mantuvo.
La reacción contra Fischer en Alemania ha sido enorme. Gerard Ritter niega que Bethmann-Hollweg pueda
ser un precursor de Hitler. Egmont Zechlin, colega de Fischer en Hamburgo, estima que el documento del 9 de
septiembre de 1914 es obra de circunstancias, para impresionar al adversario; pero el canciller buscó en todo
momento una paz de compromiso. Kárl Dietrich Erdmann obtuvo autorización para estudiar los carnets de Karl
Riezler, periodista confidente del canciller alemán, y concluye que Bethmann-Hollweg fue un gran hombre, sin
ribetes de belicismo.
Fischer continuó trabajando con un amplío equipo, centrando su atención en el periodo anterior a la guerra.
Un trabajo de Geiss provocó emoción; según él, los proyectos expansivos de Alemania implicaban traslados de
población, con lo que serian antecedentes del nazismo. Concluye que Austria fue empujada por Alemania no contra
Serbia sino contra Rusia, y que Bethmann-Hollweg dejó conscientemente que Rusia fuera la primera en decretar la
movilización con el fin de poderle achacar la responsabilidad; las conversaciones entre Viena y San Petersburgo
206
parecían desembocar en un freno para el estallido, pero, a pesar de esto, Berlín envió el ultimátum a Rusia.
Conclusiones: Rusia., Francia, Inglaterra, procuraron impedir la guerra, Austria no la deseaba, pero Alemania la
quiso.
En 1969 publica Fischer su segundo gran libro, La guerra de las ilusiones. Tres conclusiones principales: la
guerra es para el gobierno alemán una salvaguardia contra el peligro socialista interior; la guerra estimula una
situación económica cada vez más difícil; existen muchos testimonios de que Alemania está decidida a una guerra
preventiva, que destruya el cerco de la Triple Entente.
A pesar de la dura acusación del historiador alemán los historiadores franceses introducen varias matizaciones.
Así J. Droz cree que también hubo responsabilidad por parte del gobierno austriaco y que habría que estudiar más a
fondo la actitud de otros hombres de estado, como Poincaré y Salandra. Responsabilidad alemana, sin duda, pero
quizá no exclusiva.

CAPITULO XXII: LA REVOLUCIÓN SOVIÉTICA - LA URSS


LA REVOLUCION SOVIÉTICA
1. UN IMPERIO EN CRISIS
El proceso revolucionario que convulsiona Rusia desde los primeros años de siglo y que culmina en 1917 es
un acontecimiento crucial que marca la historia europea y mundial de nuestro tiempo. Quizás no exagera uno de sus
máximos estudiosos, el historiador británico E. H. Carr, cuando lo califica como el acontecimiento más importante
del siglo XX, y desde luego podría considerarse de trascendencia comparable a la Revolución Francesa de 1789,
punto de partida de todos los procesos políticos contemporáneos. Comprender la revolución rusa exige remontarse
algunos años de su fecha crítica, 1917, y examinar los problemas estructurales de la Rusia zarista, enmarcándolos en
su contexto: la inadaptabilidad de un modelo político autocrático para encauzar el crecimiento y la industrialización
de un coloso. El inmovilismo político de los Romanov se había convertido en una losa que impedía cualquier
proceso de modernización y se había generalizado la conciencia de que el fin de la dinastía constituía la única salida.
En 1904 un despacho del embajador francés sobre la situación interior resumía .Todas las clases de la sociedad rusa
están en efervescencia». Dibujaban el cuadro de este enorme imperio esclerotizado cuatro problemas, que
examinaremos brevemente: nacional, económico, militar v político.
a) Problema nacional
En un territorio inmenso, que se extendía por 22 millones de kilómetros cuadrados en dos continentes,
convivían más de 150 pueblos, que hablaban múltiples lenguas y profesaban diversas religiones. La población crecía a
ritmo rápido y según el censo de 1897 alcanzaba los 125 millones de habitantes, aunque ante los errores de los
recuentos algunos autores la elevan a 140 millones. El núcleo central, en torno a Moscú, que correspondía al grupo
étnico de los grandes rusos, configurador de la entidad histórica del Estado, era el de mayores dimensiones, con un
total de 55 millones de habitantes (censo de 1897). Lo seguían los ucranianos o pequeños rusos, algo más de 22
millones, y con censos más reducidos los bielorrusos o rusos blancos, los eslavos bálticos, los polacos, etc. Aunque
diferenciados en lengua y cultura, étnicamente los pueblos de esta corona central eran todos eslavos. En las regiones
periféricas vivían pueblos inmigrados o absorbidos en el proceso de expansión imperial del zarismo, como los
rumanos de Besarabia, griegos del mar Negro, alemanes del Volga medio. Mayores problemas de asimilación se
planteaban con los musulmanes que poblaban las regiones meridionales europeas y asiáticas, y desde el punto de vista
social con la integración de los judíos, alrededor de cinco millones según los cálculos censales, muchos más según
algunos demógrafos, a los que se sometió a crueles progroms. Para mantener cohesionado este cuerpo desmesurado el
zarismo se propuso la rusificación de las minorías y sólo aceptaba para puestos de responsabilidad rusos o eslavos
que conocieran la lengua rusa, formándose así élites locales tan alejadas de los intereses de la población como los
ingleses en la India, en opinión de Trotski.
b) Crisis económica
Si la diversidad étnica representaba una falla estructural del imperio la crisis económica que azotó a la
población en los primeros años del siglo debe ser considerada de carácter cultural. Porque a pesar de lo tardío de la
industrialización la producción creció vertiginosamente en los 15 años que precedieron a la revolución. Las
estadísticas demuestran que entre 1900 y 1910 casi se duplicó la superficie dedicada al trigo y la patata, y el índice
industrial 63 de 1900 era de 86 en 1910 y continuó subiendo hasta el 100 de 1913. Pero al mismo tiempo crecía la
población y el reparto desigual de la renta contribuyó a que en los años de bonanza el pueblo no percibiera ninguna
mejora en tanto que recibía directamente el azote de cualquier recesión. Fue lo que ocurrió entre 1900 y 1903, crisis
en la cual convergieron el paro generado por el final de las obras del transiberiano, la competitividad de los productos

207
alemanes y las malas cosechas de 1900 y 1901. El crack de la bolsa de San Petersburgo y el aumento de los
levantamientos en la campo fueron los dos signos más destacados de una coyuntura negativa.
c) Derrota militar
La guerra contra Japón se convierte en otro detonador. Iniciar un conflicto impopular en medio de la aguda
crisis social y económica que vivía el imperio sugiere la escasa prudencia de los rectores del régimen. Sólo Witte es
consciente de las funestas consecuencias que puede suponer esta empresa; los demás consideran la guerra como una
gran baza para el zarismo. El ministro del Interior. Plebe, se inclina por «una guerra corta y victoriosa». La
confrontación se prevé inminente cuando Moscú obtiene de Pekín, a cambio de ayuda financiera, concesiones en el
transmanchuriano, para evitar un largo rodeo en los accesos del Transiberiano a Vladivostok, y posteriormente la
cesión de la bahía de Port Arthur. El clan coreano» que rodeaba a Nicolás II consideraba que este avance hacia la
costa pacífica sólo era el primer paso para la penetración en Corea, zona de influencia nipona. Súbitamente, sin
declaración de guerra; en febrero de 1904 Japón inicia las operaciones, cuyas incidencias militares se resumen en una
cadena de triunfos, en abril en el combate naval de Port Arthur, en agosto en la batalla de Mukden, en enero de 1905
al conseguir la rendición de Port Arthur y en mayo en la batalla naval de Tsuchima, donde es destrozada la flota
penosa y lenta- mente trasladada por los rusos desde el Báltico. La paz de Portsmouth cierra el conflicto; pero ha
durado lo suficiente para poner de relieve que el Transiberiano no constituye una vía de comunicación para
necesidades bélicas, que el material ruso es anticuado, que el ejército está al mandado. Como en el siglo XIX, en la
guerra de Crimea, se han revelado las anacrónicas estructuras políticas y militares, pero lo asombroso para los
observadores en esta ocasión es la indiferencia inicial del pueblo ruso: ni siquiera se producen manifestaciones contra
las levas o los impuestos de guerra. Este silencio es prueba, en definitiva, de la soledad del régimen y las fuerzas
revolucionarias van a intentar el asalto a la fortaleza zarista.
d) La contradicción política
El mayor obstáculo para la modernización de Rusia estribaba en la personalización del poder. Mientras Italia
y España habían generado una clase funcionarial que permitía la actividad del Estado en tareas de complejidad
creciente, en Rusia todo dependía del monarca, ya su imagen y semejanza en la vida comarcal y regional nobles de
educación arcaica decidían de forma arbitraria. La guerra ruso-japonesa exhibió a los ojos de todos la incapacidad del
zarismo. Autocracia y revolución industrial parecían términos incompatibles. No existían partidos políticos.
Elecciones, parlamento, libertad de prensa, y el zar había prohibido que se pronunciara en su presencia la palabra
Constitución. Faltaban por tanto todas las instituciones políticas definidoras de la modernidad, lo cual fue más
decisivo que la incapacidad o capacidad personal del zar Nicolás II. Quizás exagera Trotski cuando lo retrata como
un semi imbécil movido únicamente por necesidades fisiológicas; otras semblanzas hablan de su honestidad y sus
buenas intenciones, lo que le distanciaría de su predecesor Alejandro III. Pero en todo caso carecía de preparación
para afrontar los desafíos del siglo, cuya complejidad no comprendía en absoluto. Con la apelación a la represión
severa para abortar cualquier conato de protesta la situación se degradaba de un año para otro.

2. PRIMER ENSAYO: LA REVOLUCIÓN DE 1905


La revolución del año 1905 constituye el ensayo general para la del año 1917, incluso en sus pulsaciones
repetidas y separadas por meses de tranquilidad relativa. Al producirse en 1904 algunos actos terroristas de los S.R.
(Social-revolucionarios o eseritas). Plehve adopta una postura de extrema dureza, «persiguió a la sedición con los ojos
inyectados en sangre», escribe Trotski con su intenso estilo. Su asesinato el 28 de julio y su sustitución por un
hombre más liberal. Sviatopolsk-Mirski, inicia un intento de acercamiento entre autoridades y pueblo, con el indulto
de exiliados de Siberia y medidas de tolerancia hacia la prensa. Pero el zar frena las disposiciones aperturistas. En
noviembre de 1904 la asamblea de zemstvos pide libertad de pensamiento y representación popular en el legislativo;
aunque no se pronuncia la palabra prohibida Constitución. Nicolás II rechaza las peticiones. Inmediatamente se
inicia una campaña constitucional, acompañada en el mes de diciembre por huelgas en Bakú. Moscú y San
Petersburgo; un escrito de los trabajadores de San Petersburgo al zar describe sus sufrimientos y solicita el derecho de
huelga y la jornada de ocho horas, para concluir: «Se ha llegado al limite de nuestra paciencia.»
La primera fase de la revolución de 1905 se inicia con una huelga de 140.000 obreros el 7 de enero. El
domingo 9 (calendario ruso), una marcha pacífica hacia palacio en demanda de asamblea constituyente elegida por
sufragio universal es disuelta con disparos de la tropa durante todo el día» (Trotski); la terrible jornada ha dejado de
200 a 300 muertos y de 1.000 a 2.000 heridos. El domingo rojo» inicia la revolución; se ha cambiado la visión del
zar benefactor, mal informado, por la de un tirano contra el que se dirige el odio popular. Una oleada de huelgas
sacude a Rusia. Los fines son fundamentalmente políticos, en solidaridad con los obreros de San Petersburgo. El
gobernador de la capital, general Trepov, efectúa detenciones en masa, mientras se radicalizan las peticiones de
cambio; los zemstvos piden una Constitución, los obreros aumento de salario y representación obrera. Al llegar las
noticias de la derrota militar de Mukden ante Japón aumentan las peticiones de modernización del régimen; en abril
el Congreso de la Unión Liberal solicita Monarquía constitucional con dos cámaras; el zar, una vez más, lo rechaza.
Un hecho galvaniza a los descontentos: la rebelión del acorazado Potemkin; es más un motín que una revolución,

208
refleja el descontento de la marinería contra los jefes por los desastres navales de la guerra, pero se interpreta como
otro signo de la atmósfera de contestación.
Tras el paréntesis del verano, reducido a presiones huelguísticas, en octubre la ebullición revolucionaria
alcanza su ápice. En los manifiestos se comprueba que las fuerzas de oposición no tienen fines coincidentes; la
burguesía busca libertades políticas, los obreros la jornada de ocho horas, los campesinos la ocupación de las tierras
de los grandes propietarios. A partir del 20 de octubre una huelga de ferrocarriles paraliza a Rusia y se forma una
asamblea de delegados, el soviet, para coordinarla. El paro es total, no hay comida, los precios se disparan, la bolsa se
hunde, en varias ciudades se forman barricadas. El 29 consiguen los revoltosos el control de Odessa. Por fin, ante la
presión popular, el 30 el zar nombra primer ministro a Witte, el más liberal de sus colaboradores, y un manifiesto
imperial anuncia libertades cívicas y la elección de una Duma. Se trata de un documento ambiguo, que silencia el
tema de la Constitución, pero que en todo caso supone un retroceso de la autocracia.
Tras este primer triunfo se produce la división de las fuerzas antizaristas. El soviet convoca nuevas huelgas,
pero la burguesía se opone, arguyendo la delicada situación económica. Los sectores moderados, el ala derecha de los
liberales -incluso la izquierda, que propugna el parlamentarismo occidental como salida- y el ala derecha de los
eseritas se manifiestan dispuestos a colaborar con el zarismo, mientras los eseritas de izquierda y los bolcheviques
anuncian que no participarán en elecciones para una Duma sin auténtico poder. Aprovechando las divergencias, la
respuesta del zar va a ser rápida y brutal. A finales de noviembre se detiene a los líderes de la Unión Campesina y
unos días después se proclama la ley marcial en seis gobiernos: el soviet de San Petersburgo llama a la huelga, pero
son detenidos sus miembros. En Moscú se vuelve alas fabricadas, la artillería se encarga de destruirlas y de aislar los
barrios obreros. El embajador francés. Dompard, escribe: En ninguna época los arrestos han sido más numerosos ni
más arbitrarios; las prisiones desbordan de detenidos.»
La revolución de 1905 ha terminado. La ley electoral promulgada en febrero de 1906 demuestra que no se ha
avanzado; un sistema de curias con procedimiento indirecto aleja la posibilidad del sufragio universal, los diputados
deben prestar juramento de fidelidad a Su Majestad, Emperador y Autócrata de Rusia», el zar tiene derecho de veto
por un año y nombrará la mitad de los miembros de una segunda cámara que tendrá el mismo poder que la Duma.
Ha quedado, empero, la lección de que el desmontaje del zarismo exige unanimidad de propósitos en la burguesía y
el proletariado, aunque el sector más radical de las fuerzas obreras, liderado por los bolcheviques, comienza a diseñar
las líneas de la auténtica y exclusiva revolución proletaria.

3. DESCOMPOSICIÓN DEL ZARISMO


La reposición del absolutismo demuestra la total falta de visión política del zar y su incomprensión del
sentido de la historia en los primeros años del siglo XX. A Witte, que inicia tímidas reformas en censura, formación
de asociaciones y libertad de reunión, le mantiene como primer ministro porque necesita un empréstito francés y
Paris lo apoya, pero firmado el empréstito, ocho días antes de la reunión de la Duma, es sustituido por un
funcionario sumiso y mediocre, Goremkin, quien hace públicas las “leyes del imperio”: el zar es sagrado e inviolable;
sólo él posee la iniciativa de las leyes, nombra y revoca a los ministros, puede disolver la Duma y legislar cuanto
requieran las circunstancias durante las vacaciones parlamentarias. Es un programa de regreso puro al absolutismo. La
respuesta al discurso del trono presenta un modelo de democracia occidental: responsabilidad ministerial ante la
Duma, supresión del-Consejo del Imperio, ley agraria, supresión de la pena de muerte, amplia amnistía política. La
confrontación absolutismo/ liberalismo se resuelve -no podía ser de otra manera- con la disolución de la Duma.
El último intento de modernización, bastante confuso, es acometido por Stolypin. Gran propietario que se
había distinguido por sus represiones en las revueltas del campesinado, convencido no obstante de la necesidad de
una reforma agraria, para frenar la revolución en los campos crea una clase de propietarios mediante la conversión de
la propiedad comunal en privada. Los repartos de las tradicionales explotaciones colectivas del mir suponían la
ruptura de la tendencia comunal, tan fuerte en la historia rusa, y en definitiva orientaban la estructura agraria en
sentido capitalista, de fomento de la propiedad rentable y fortalecimiento del kulak. Las tensiones profundas que esta
dicotomía de clases opulentas y miserables genera en el campo ruso es contemplada por Lenin (El desarrollo del
capitalismo en Rusia) como una situación prerrevolucionaria. En nueve años se crearon más de dos millones de
propietarios y se separaron 14 millones de deciatinas de las tierras comunales del mir, lo que aumentó las tensiones
entre la burguesía Tural y la masa campesina.
En febrero de 1907 se convocan elecciones para la segunda Duma, cuya composición supone un
desplazamiento a la izquierda con respecto a la anterior, porque Lenin convence a los bolcheviques de que participen
en las elecciones. El programa legislativo que contemplaba proposiciones tan radicales como la afirmación de que la
tierra pertenece al pueblo en conjunto, o que las propiedades del Estado, la corona y la Iglesia tendrán que ser
nacionalizadas, o que deberían conducir la reforma agraria comités elegidos por sufragio universal, provocó la
acusación de que los diputados conspiraban contra el zar y la Duma fue disuelta y detenidos los diputados
socialdemócratas.
Con una Duma sin apenas poder y que se elige por una base electoral que no supone más del I % del censo,
con una administración corrompida, con restricciones a la libertad de prensa, a la que se exige autocensura, mientras
209
se rechaza el derecho de huelga y se controla a las universidades, el zarismo es una barrera para cualquier evolución.
Su carácter anacrónico se destaca más si se comprueba el gran fermento intelectual que emerge del pueblo reprimido,
con figuras literarias de la altura de Gorki y Maiakovski, filósofos como Nicolás Berdiaeff, músicos como Stravinski,
pintores como Kandinski y Malevitch; la mayoría de los intelectuales y artistas emigrarán porque aun sintiendo
fuertemente sus raíces rusas no encuentran en el clima del zarismo decadente el estimulo que permita la creación
libre.
Los cambios sociales son percibidos por los líderes revolucionarios. Trotski anota que en vísperas de la
revolución un millón de campesinos han vendido sus tierras, lo que supone cinco millones de seres proletarizados. La
población urbana aumenta, lo cual significa un refuerzo de los efectivos del proletariado. El partido socialdemócrata
se ha dividido en dos sectores: los mencheviques estiman que es necesaria una fase burguesa en la revolución y, en
consecuencia, ha de esperarse a un mayor grado de desarrollo del capitalismo ruso; los bolcheviques consideran
posible el salto-, la revolución proletaria sin fase burguesa. Desde 1905 los bolcheviques actúan solos; en 1912
lanzan un nuevo diario, Pravda (La Verdad), en cuyas páginas se hace balance de las contradicciones del zarismo V
se difunden las consignas de la revolución.

4. APARATO INTELECTUAL DE LA REVOLUCIÓN: EL LENINISMO


La revolución soviética no se hubiera producido o hubiera sido radicalmente diferente sin el aparato teórico y
el genio táctico de Vladimir Ilich Ulianov (.Lenin.), protagonista indiscutible del proceso. Había nacido en una
pequeña idea. a orillas del Volga. La detención de su hermano Alejandro, cuando Vladimir tenía 17 años, le
convenció de que había pasado el tiempo de las acciones individuales y llegado el de las acciones de masas. Expulsado
de la universidad de Kazán, ha de estudiar Derecho por libre en la de San Petersburgo. Más que sus clases
universitarias son sus contactos con marxistas rusos y no rusos -en Ginebra conoce a Plejanov. Lafargue y
Liebknecht- los que van a definir su formación. Tras un destierro en Slberia, se ve obligado a residir en Suiza; en el
exilio prepara la destrucción del zarismo: en 1901 funda la revista Iskra, al año siguiente escribe el famoso folleto
¿Qué hacer? continúa sus escritos en Finlandia, y en 1912 funda Pravda. Cuando estalla la guerra Lenin se instala en
Suiza, comprendiendo que se acerca el gran momento del desmontaje del Estado absoluto. Durante la contienda
escribe dos obras fundamentales: El Imperialismo, estadio supremo del capitalismo (1916) y El estado y la
Revolución (191 7).
Lenin personifica el revolucionario profesional, tan frecuente en Rusia, definido por Arvon, entra en la
subversión como se entra en una orden religiosa». Considerando a los narodniki como los románticos de la
revolución, redacta un libro contra ellos y se consagra a elaborar una técnica científica; luego nos referiremos a su
escrito El arte de la insurrección, que programa cada paso en las vísperas de Octubre. El concepto marxista de praxis,
de permanente ligazón entre el pensamiento y la acción, encuentra su ejemplificación más elevada en un personaje que
veló en todo momento por la unión de los imperativos políticos y las conclusiones filosóficas; su actividad de escritor
produce asombro por sus dimensiones, pero más todavía por la oportunidad, puesto que no deja de redactar .tesis»
en la víspera de un acontecimiento o al día siguiente. Su concepción de la dialéctica, recogida en los -Cuadernos
filosóficos, no coincide exactamente con la de Marx y Engels. Lenin, que ha conocido tarde el pensamiento de Hegel,
con el que reconoce su deuda pero del que cree que tiene miedo a sacar deducciones porque el idealismo es sólo un
manto que oculta el materialismo, reprocha la tendencia fatalista de algunos marxistas y devuelve a la dialéctica su
naturaleza de lucha, de álgebra de la revolución» (Herzen). La obra de Marx inspira su pensamiento, pero considera
que sus ideas se han elaborado en otras circunstancias históricas: “No consideramos las teorías de Marx como algo
definitivo e intangible” Marx ha conocido el capitalismo en el marco de la Europa de la primera revolución
industrial, en la que los aspectos financieros son poco decisorios frente a los técnicos. Veamos en qué puntos se
puede resumir la aportación teórica de Lenin al catecismo de la revolución.
1) El Imperialismo
La noción de imperialismo le obsesiona; 1914 es una inmensa frustración. Soñando con convertir la guerra
imperialista en guerra civil espera que el proletariado descubra que tiene un mismo enemigo en todas las naciones,
pero los socialistas pacifistas, como Kaustky y Bernstein, le decepcionan; otros incluso anteponen sus intereses
nacionales a los de clase, y en conjunto el proletariado alemán supone una decepción más amarga. En abril de 1916
termina la redacción de su obra El imperialismo, que sigue en muchas de sus páginas los trabajos precedentes de
Hobson y Hilferding. Para Marx la clase revolucionaria seria el proletariado de Un país industrializado. Pero el paso
del capitalismo industrial al capitalismo financiero supone el final de la libre concurrencia, ante la organización de los
monopolios; el capitalismo financiero descubre la fecundidad del dinero, y en lugar de exportar mercancías exporta
capitales. El mundo se ha repartido en zonas de influencia. Mientras se monta este pillaje organizado a escala
mundial, el proletariado de los países ricos se aprovecha en parte de los beneficios, aun capitalismo podrido
corresponde un proletariado corrompido. Por lo tanto, el punto de ruptura se encuentra en un país donde el poder
del capital financiero y la miseria de las masas alcancen una tensión extrema; la revolución la iniciará el proletariado
no corrompido de un país pobre, en fase de industrialización. La tesis de Lenin sobre el imperialismo desemboca en

210
la afirmación de Rusia como patria de la revolución proletaria, por lo que alguna vez se ha definido: .el leninismo es
el marxismo de la época del imperialismo».
2) Aportación de los intelectuales
El manifiesto comunista de 1848 proclama una confianza total en el movimiento espontáneo de la clase
obrera porque recoge los ecos de la gran insurrección continental, pero en algún párrafo se introduce la noción de
dirección: «Los comunistas constituyen la fracción más resuelta», escribe Marx. En esta línea rechaza Lenin la idea de
algunos socialistas europeos de que los obreros sin colaboración alguna podrán efectuar la revolución; y frente a los
mencheviques niega el levantamiento espontáneo de las masas y la postura de satisfacerse con guiar a posteriori el
movimiento. En Rusia existe una «inteligensia, que puede movilizar y adoctrinar al pueblo apático. En vísperas del
Congreso de 1903 escribe en Iskra que no concibe un movimiento revolucionario sin una organización de dirigentes,
y más tarde traduce al ruso la obra de Beatriz y Sidney Webb sobre el tradeunionismo: La historia de todos los países
certifica que, abandonada solamente a sus fuerzas, la clase obrera no puede llegar más que a la conciencia
tradeunionista..
3) Papel del partido
Marx y Engels habían hablado del proletariado en general, pero la revolución debe prepararse Con la
minuciosidad de una guerra, y por lo tanto exige un Estado Mayor; la influencia de Clausewitz en este y otros puntos
sobre Lenin es directa. Mientras los obreros sostienen la lucha económica contra el zarismo (huelgas), un grupo
pequeño, muy disciplinado, de revolucionarios profesionales, prepara en la clandestinidad la lucha política. En ¿Qué
hacer? insiste en la importancia de la disciplina y desarrolla su pensamiento en cuatro puntos: I, no hay revolución sin
una organización de dirigentes; 2, cuanto más numerosa sea la masa, más necesaria es la organización; 3, esta minoría
rectora debe componerse de hombres cuya actividad principal sea la revolución; 4, en un país autocrático la
organización debe ser restrictiva en el número de participantes, con el fin de poder operar en la clandestinidad.
4) El Estado
Considerado como una máquina represiva que perpetúa las injusticias, ¿debe desaparecer tras la revolución? A
pesar de dedicar a este tema una obra capital no queda definitivamente claro el pensamiento de Lenin. La nueva
realidad en Rusia son los soviets, todo el poder debe radicar en ellos. Puede existir una forma de Parlamento, pero
compuesta por diputados de obreros, y de la misma manera las instituciones occidentales pueden ser sustituidas por
comisiones de especialistas. El Estado reducirá paulatinamente sus funciones hasta quedar convertido en una simple
maquinaria administrativa, sin poder.
5) Dictadura del proletariado
El proletariado, que es una clase despojada, una especie de anticlase, no puede recuperar su dignidad nada más
que suprimiendo la noción misma de clase; Lenin adapta la concepción de Marx a la circunstancia de Rusia. El
control del poder por el proletariado es, por tanto, una fase transitoria; su misión es destruir la democracia burguesa,
en el fondo dictadura enmascarada porque permite la explotación de una clase por otra. En el caso ruso la noción de
la transitoriedad de la dictadura del proletariado derivará -aunque quizá Lenin no lo previó- en dictadura del partido.
6) ¿El socialismo en un solo país?
Marx y Engels se habían pronunciado por la revolución mundial, su llamamiento no tenía fronteras
nacionales. En cambio, Lenin acepta que durante cierto tiempo se dé la revolución en uno sólo o en varios países. En
1916 escribe que no es posible que el socialismo venza simultáneamente en todos los países; en estos textos se apoyó
Stalin para su polémica con Trotski.
En definitiva. Lenin explica en el orden teórico la posibilidad de la revolución en Rusia por las nuevas
circunstancias creadas por el imperialismo. Los grandes principios y las consignas prácticas que permitirán en un
momento dado, en unas circunstancias muy concretas, el triunfo de la revolución se deben a Lenin, a su capacidad
para sintetizar la teoría y la realidad.

5. LA CAÍDA DEL ZARISMO. FEBRERO


La diferencia fundamental entre 1917 y 1905 radica en que aquella fecha supone para el pueblo ruso no ya el
eco de una guerra lejana por la que siente una indiferencia estoica sino una contienda que provoca sufrimientos de
dimensiones hasta entonces desconocidas. La gran guerra es un cataclismo, y en medida proporcional las frustraciones
militares y los problemas económicos vuelven a ser los movilizadotes del antizarismo. Repasemos las ondas que
provoca en Rusia.
-Movilización enorme de hombres; hasta 1917 son 13,5 millones de jóvenes, en su mayoría campesinos, los
que han sido sacados de sus hogares y transportados a los frentes.
-Ingentes pérdidas humanas. Según el informe que eleva la Duma al emperador a principios de 1915, se han
perdido más de 4 millones de soldados, entre muertos, heridos y prisioneros. Esta carnicería está provocada por la
dramática inferioridad en armamento, sin ametralladoras, con regimientos que han de batirse a la bayoneta contra la
artillería alemana.
-Aislamiento de Rusia, que sólo tiene abiertas las rutas del océano Pacífico, y hasta enero de 1915 la de
Suecia. El hundimiento del comercio es inmediato; en algunos productos es imposible el aprovisionamiento.
211
-Colapso de la industria, en la que falta mano de obra. a pesar de que se utiliza la femenina, materias primas y
repuestos. La devaluación del rublo encarece las importaciones.
-Desorganización del transporte. El ferrocarril no podía atender la demanda acuciante del ejército; las líneas
Karkov-Sebastopol y Moscú-Petrogrado se ven sobrecargadas, cualquier avería o retraso multiplica la perturbación.
Aunque se procede a la construcción de nuevas vías, la pérdida de territorios occidentales provoca interrupciones de
las líneas. Una vez más, ahora con trazos más acusados, se muestran los fallos de infraestructura del imperio para
acometer una empresa exterior de la gravedad de una guerra.
La contienda suscita, además, tomas de posturas divergentes entre las fuerzas revolucionarias que esperan la
caída del zarismo. Entre los defensistas, que propugnan una tregua Con el emperador, partiendo del supuesto de que
la primera urgencia es la defensa de la patria, se encuentran viejos revolucionarios, como el marxista Plejanov y el
anarquista Kropotkin. Por el contrario, los internacionalistas entienden que se ha producido la gran ocasión para
apelar a la solidaridad de la clase obrera, que es victima de las decisiones de los gobiernos de las naciones; en estos
términos se expresan Martov y Trotski. Más directo es Lenin, quien cree que la guerra es el gran regalo para la
revolución; su postura es derrotista, ha de lucharse por la derrota, porque ésta provocará la caída del autócrata. El
manifiesto de ZimmeIWá.ld (7 de octubre de 1915) acusa a los capitalistas de beneficiarios del conflicto y moteja de
mentiras cualquier llamada a los sentimientos de defensa de la nación o de la democracia.
La guerra es, por tanto, una situación limite, la mejor atmósfera para la revolución. En el caso de Rusia, la
derrota, tras las ofensivas de Hindemburg, multiplica el potencial revolucionario; las cartas de los soldados, que
incluyen quejas contra el zar, son un género de literatura subversiva; «sin saberlo, los rusos comenzaban a gobernarse
a sí mismos», escribe Marc Ferro. En esta circunstancia excepcional las penosas figuras del zar Nicolás II y la zarina
Alejandra de Hesse se convierten en otra baza para los que demandaban un cambio político. Trotski ironiza sobre el
Diario del emperador: «Paseo a pie, paseo en lancha. Más cuervos y más té. Todo lindando con la pura fisiología.»
Las cartas de la zarina, influida por un personaje estrambótico, Rasputín, en los días anteriores al destronamiento,
reflejan a una persona totalmente ajena a la realidad: «No debes dar pruebas de blandura, nombrar un gobierno
responsable, etc., hacer todo lo que ellos quieren. Son tu guerra y tu paz, tu honor y el de nuestra patria; no los de la
Duma, los que se ventilan.»
En esta situación de divorcio entre la monarquía rusa y los gravísimos problemas del pueblo, cinco días de
manifestaciones en la calle, provocadas por el desabastecimiento de la capital, van a producir el destronamiento. El
23 de febrero una manifestación de mujeres recorre las calles de San Petersburgo al grito de «Paz y pan», que
combinan con el de «Abajo la autocracia». Al día siguiente desfilan hacia el centro por la Avenida Nevski. El 25 los
bolcheviques comienzan a dirigir la huelga, que es seguida ya por 250.000 obreros, y los desfiles de la muchedumbre;
la policía intenta bloquear el paso en los puentes sobre el Neva, pero los cosacos se lo impiden. El domingo 26 hay
muertos y se produce el amotinamiento del regimiento Volinski; la revolución ha llegado a los cuarteles. El 27
confraternizan obreros y soldados, son liberados los presos políticos y se constituyen comités o soviets, que controlan
la ciudad. Las autoridades zaristas no han tenido en cuenta un hecho esencial; ante las necesidades de tropas en el
frente, la guarnición de la capital está formada por reclutas, poco propensos a disparar sobre la muchedumbre. El
soviet consigue formar destacamentos de obreros y soldados que ocupan el Banco del Estado, la fábrica monedas y
otros edificios públicos.
Un estallido de masas exasperadas por la escasez ha sorprendido a las autoridades zaristas, pero también a los
partidos revolucionarios, que no saben reaccionar .Mientras mencheviques y eseritas controlan el soviet, se forma un
gobierno provisional presidido por el príncipe Luov, con el historiador Miliukov en Asuntos Exteriores y Kerenski
en la cartera de Guerra. Los mencheviques sólo pretenden, según testimonio de Trotski, fieles a su concepción de que
es precisa una primera fase burguesa en la revolución, constituir la oposición en la futura Asamblea. Los bolcheviques
se encuentran en esas semanas, con sus príncipes jefes en el exilio, un tanto desconcertados ante la rapidez con que se
suceden los acontecimientos; Lenin juzgará más tarde que febrero ha sido la ocasión perdida.
Nicolás II abdica en el gran duque Miguel, pero éste, tras algunos titubeos, renuncia, a la expectativa de la que
decida la Asamblea Constituyente, que acaba de anunciar el gobierno provisional. El gobierno de Luov decide
continuar la guerra, con lo que frustra la máxima esperanza del pueblo ruso; mientras, el soviet ordena la constitución
de soviets en todos los centros neurálgicos del país, en los ferrocarriles, ciudades, telégrafos, cuarteles, aldeas
populosas. Millares de cartas, mensajes y telegramas son enviados al soviet de Petrogrado, a Kerenski y a la Duma,
escritos que constituyen auténticos cuadernos de quejas» de la revolución rusa. Los obreros piden el programa
mínimo de la socialdemocracia: jornada de ocho horas, seguridad en el empleo, formación de comités de fábricas. Las
reivindicaciones de los campesinos son más radicales: propiedad de la tierra que trabajan, distribución gratuita de
todas las grandes propiedades abandonadas; su rencor contra la administración es mucho más fuerte que contra los
grandes propietarios. Los soldados solicitan unánimemente el final de la guerra, que se conceda una pensión a sus es-
posas y una indemnización a los heridos y mutilados. La burguesía que se había adueñado del poder no está en
condiciones de atender esta lista de reivindicaciones de los obreros, campesinos, soldados, pueblos alógenos (que
pedían autonomía o la instalación de una república federal).

212
Trotski ha señalado los rasgos peculiares de esta revolución, cuyo control es monopolizado en su primera fase
por la burguesía, tal y como deseaban los sectores blandos antizaristas. El centro focal ha sido una sola ciudad, San
Petersburgo, con su censo de medio millón de obreros; es una constatación importante, gran lección para .Octubre»,
ya que se ha comprobado que no es menester desplegar grandes efectivos en múltiples centros del gran imperio; basta
con el control de la capital. El movimiento de febrero ha sido espontáneo, provocado por el hambre; el general
Deninkin lo reconoció: .ese día no hubo jefes»; en otra pulsación será necesario un Estado Mayor para que fuerzas
reaccionarias no recojan los frutos de la presión popular -es, recordemos- lo, la tesis de Lenin-. Trotski se pregunta
sobre esta paradoja: ¿cómo fue a parar el poder a la burguesía?, y responde que a los demócratas de febrero les
producían miedo sus propias bases. La gran originalidad de febrero radica en que produce una dualidad de poderes,
el proletario en el Soviet, con sus soldados y obreros elegidos por sus compañeros, el burgués, en el gobierno
provisional, que intenta implantar los principios del liberalismo occidental.
El papel de los bolcheviques, en minoría en el soviet de San Petersburgo, es confuso; Marc Ferro anota que
hubo contradicciones entre ellos. En la tarde del 27 de febrero querían instalar un gobierno revolucionario y superar
la fase de los soviets, pero en ausencia de los grandes dirigentes terminan inclinándose por la postura blanda de la
espera. Lenin llega a la capital el 3 de abril y critica esta actitud. En las Tesis de abril postula el paso a la segunda
etapa de la revolución, en laque el poder ha de ser conquistado por proletariado y campesinado, el rechazo de la
guerra y la no colaboración con el gobierno provisional y la Duma, En la conferencia del partido triunfa la postura de
Lenin y se adopta la consigna de .todo el poder para el soviet", Sobre el doble poder de febrero escriben Girault y
Ferro: .En febrero el gobierno y el soviet se mantienen en equilibrio: el primero tenía el poder sin la fuerza, el
segundo la fuerza sin el poder, "

6. INTERLUDIO MODERADO. JULIO


El régimen de febrero no pone fin a las tensiones; la continuación de la guerra agudiza las posturas divergentes
de las fuerzas políticas, divergencias que se refieren a la política exterior, la revolución, el modelo político. Veamos
las en síntesis:
La posición más conservadora es la de los «cadetes» (K.D), predican la continuación de la guerra hasta la
victoria, afirman que con la evicción de Nicolás II la revolución ha finalizado y desean instalar una república
parlamentaria de corte occidental.
Mencheviques y social-revolucionarios desean una paz sin anexiones, para lo cual es menester por el momento
sostener una guerra defensiva; creen que la revolución ha cubierto la primera fase, la dirigida por la burguesía, y piden
una Asamblea Constituyente, de la que esperan la instalación de un sistema político de socialismo democrático.
-Los bolcheviques propugnan la paz inmediata, a cualquier precio; afirman que la revolución ha comenzado,
pero no cubierto ninguna fase, piden el poder para los soviets y esperan la edificación de una sociedad socialista en
Rusia.
El incremento de los mítines de agitación, que en la capital siguen un itinerario conocido, desde los barrios
obreros a través de los puentes del Neva hasta el palacio de Taurida, suscita en los sectores conservadores la petición
de mayor energía en el gobierno para acabar con el desorden; los patronos recurren a los cierres, la prensa derechista
acusa a bolcheviques y anarquistas. Al anunciarse la iniciación de la ofensiva contra Finlandia, los soldados del primer
regimiento, que siguen las directrices bolcheviques, saben que se les enviará al frente Norte. Es una maniobra
gubernamental, una prueba de fuerza, en el fondo el intento de alejar de la capital a los regimientos de dudosa lealtad.
La ofensiva que Kerenski ordena sobre Galitzia fracasa; es la señal para el inicio de una insurrección popular en San
Petersburgo, el 3 de julio. Los bolcheviques titubean, los anarquistas confían en el éxito de la insurrección
espontánea. El día 4 el gobierno llama tropas leales del frente y al siguiente controlan la capital. La situación es
radicalmente diferente a febrero; quizá los choques que desde junio se habían producido entre anarquistas y
bolcheviques contribuyeron a que nadie frenara este inoportuno levantamiento popular. El fracaso de julio permite a
los sectores moderados controlar con más eficacia el proceso del postzarismo.
En primer lugar se produce el aislamiento de los bolcheviques. Kerenski los acusa de traidores a la nación ya la
revolución. Muchos dirigentes son detenidos, Kamenev, Trotski, Lunatcharski, mientras Lenin huye a Finlandia. La
represión en los barrios obreros de Viborg y Vassilevski se desata con dureza, para desmontar el potencial de los
bastiones bolcheviques. A continuación se inicia una campaña de desprestigio contra Lenin y el bolchevismo; Trotski
llama a julio, el mes de la gran calumnia.. Se le acusa de ser agente alemán, basándose en que ha sido el gobierno
alemán el que ha organizado su regreso a Rusia desde Suiza en el mes de abril y otorgado a su tren el privilegio de
extraterritorialidad; la acusación se completa intentando probar su venalidad, con la pretendida recepción de fondos
de origen extraño. Marc Ferro afirma que inicialmente hubo personalidades que creyeron en la traición de Lenin,
pero que luego el gobierno obró de mala fe, permitiendo denuncias calumniosas, como se comprueba por los
documentos alemanes de Katkov. Actualmente sabemos con toda seguridad que los bolcheviques, considerando que
no era el momento oportuno para el inicio de su revolución, se esforzaron en reducir las dimensiones de una
manifestación que se había iniciado espontáneamente. Trotski explica que en julio no se podía conservar el poder,
había unidades neutrales en la guarnición y la comunicación con las unidades del frente no era posible tras la
213
propaganda menchevique de que la guarnición de la capital no les quería relevar; por añadidura, era preferible esperar
el resultado de la ofensiva en el frente porque la derrota, que Se produjo finalmente -el 21 de agosto los alemanes
ocupan Riga-, dejaría al gobierno en precario. Trotski juzga que si en julio hubieran tomado el poder no hubieran
podido conservarlo. En la actualidad nos encontramos en condiciones de valorar otras circunstancias en las que no
reparó Trotski. El inicio de la ofensiva contra los alemanes coincide con la alianza de cuatro fuerzas
contrarrevolucionarias, o por lo menos contra bolcheviques:
-La burguesía. Los grandes empresarios se han movilizado. La fábrica Putilov, de 40.000 obreros, financia
periódicos y combate la propaganda bolchevique; Kutler, del K.D., presidente de las Sociedades Mineras del Ural y
con intereses metalúrgicos en el Donetz, encabeza una lista de empresarios que reúnen 4 millones de rublos para
frenar la revolución.
Ejército. Mientras los soldados participan en las manifestaciones contra la guerra, se han organizado ya
comités de oficiales; el generalísimo Alekseiev preside la Unión de Oficiales del Ejército y la Flota, el general
Lukomskij introduce como elemento patriótico voluntarios en los batallones.
-Kerenski sustituye a Luov en la presidencia del gobierno; su popularidad se puede leer en los millares de
testimonios que se guardan en los archivos. Se esfuerza por frenar la revolución, por salvaguardar la vida del zar y
situarse como árbitro entre los cadetes y la izquierda. De la futura asamblea espera el desplazamiento definitivo de los
soviets.
-Presión de los aliados, que consideran a los bolcheviques, por su pacifismo, un peligroso enemigo. Los
servicios secretos británicos utilizan al escritor Somerset Maughan para remitir notas de apoyo a Kerenski ya
Kornilov, cabeza visible del sector duro del ejército.
Kerenski se proponía instaurar una república parlamentaria que en un período de orden acordara las reformas
necesarias. En Moscú reúne una .Conferencia del Estado», en la que los diputados de los soviets pueden comprobar
que ellos no son los únicos representantes del país. A la conferencia acuden antiguos diputados de las cuatro Dumas
que entre 1906 y 1912 se habían constituido en Rusia, presidentes de los zemstvos, profesores de universidad,
oficiales del ejército. La derecha y los militares manifiestan su impaciencia, el desorden debe cesar Kornílov espera
instaurar una dictadura patriótica con la militarización de la retaguardia y establecer un Estado similar al que definían
por estos años los fascistas italianos: reacción, de defensa contra la revolución social, papel de iniciativa del gran
capital, apoyo en el ejército y la Iglesia. Esta .vocación de salvador de la patria es calificada por Trotski como uno de
los elementos de bonapartismo que surgen en el 17 ruso.
Varios manifiestos de Kornílov intentan forzar a Kerenski a adoptar posturas conservadoras, con el secreto
propósito de desembarazarse posteriormente del líder social-revolucionario. En el del 30 de julio, tras reclamar
disciplina en el frente y la retaguardia; habla de militarizar el país. A finales de agosto mueve su división hacia la
capital, mientras en muchas poblaciones los contrarrevolucionarios organizan batallones de voluntarios. La maniobra
de Kornilov estriba en hacer retroceder el frente, con lo cual San Petersburgo pasaría a ser zona de guerra y quedaría
bajo su autoridad. Los bolcheviques creen que la pérdida de Riga, de donde retiró prematuramente la artillería, ha
sido voluntaria, le convertirá en dictador». El7 de septiembre lanza un ultimátum, proclama la ley marcial en. San
Petersburgo y exige la formación de un, nuevo gobierno bajo su dirección. Kerenski replica con energía, le destituye
de sus cargos y apela al país: los telegrafistas rehúsan transmitir los cables del Estado Mayor korniloviano. El jefe del
gobierno provisional, después de haber con- seguido desplazar a los bolcheviques a la clandestinidad, ha descabezado
ala derecha con la detención de su militar más caracterizado.
No veía en ese momento Kerenski empero que se había producido otro fenómeno más profundo, la
resurrección de los soviets y la recuperación de los bolcheviques; lo comprendió luego, años más tarde, cuando
escribe: .Sin el putsch de Kornilov nunca habría habido Lenin.» La intensa movilización popular vuelve a convertir a
San Petersburgo en un baluarte bolchevique; en los cruces los obreros cavan zanjas, 25.000 se arman y organizan en
piquetes. Segunda consecuencia, que Lenin vio inmediatamente: Kerenski ha quedado aislado definitivamente de la
derecha, no podrá apelar a ella; sus apoyos son más endebles; la situación de julio se ha invertido, con el
debilitamiento de los moderados v el fortalecimiento de los bolcheviques.

7. LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE. OCTUBRE


Otro fenómeno se ha producido, sin él no se explicaría la intensidad de una revolución de veinticuatro horas
ni sus efectos de onda larga, Con el hundimiento de las instituciones zarístas ha nacido un embrión de estado
proletario. El llamamiento del soviet de Petrogrado en febrero ha cubierto a Rusia de comités y de centenares de
sindicatos, se han formado milicias obreras, millones de soldados se han emancipado. El soviet de Petrogrado se ha
erigido en cabeza de esta ebullición nacional. La atmósfera de asalto al poder es perceptible; ha llegado la hora de la
Violencia, tras seis meses de decepciones y la exasperación por el putsch de Kornilov; en los mítines se pide
«venganza», se reclama la revolución.
A lo largo del mes de septiembre Kerenski se afana en preparar el Parlamento, del que saldría el régimen
postzarísta. Pero carece de la posibilidad de apelar al ejército, tras la represión del golpe de Kornilov, y no podría,
como en julio, reprimir un levantamiento popular. El 7 de octubre se reúne el Preparlamento (llamado Consejo de la
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República). Kerenski presenta su programa: restaurar el potencial militar, establecer con los aliados las condiciones de
paz. Los bolcheviques abandonan la sesión; esta salida era el primer acto de la insurrección de octubre (Marc Ferro).
El nuevo gobierno Kerenski es más derechista, con cadetes, social-revolucionario de derechas, mencheviques que han
abandonado el partido.
El 9 de octubre Lenin llega a Petrogrado y al día siguiente, en una reunión del comité central bolchevique, se
decide por diez votos contra dos (Kámenev y ZinóViev) preparar la insurrección armada. Seis días después se crea en
el seno del soviet de Petrogrado un comité militar revolucionario, dirigido por Trotski. La capacidad de Lenin para
aislar al sector blando del bolchevismo, que duda de la conveniencia de la insurrección, como expresan en una carta
Kámenev y ZinóViev, y sus planteamientos tácticos le convierten en el protagonista máximo de octubre. Sus escritos
sobre los métodos de asalto al poder son constantes: «Los bolcheviques deben tomar el poder, «El marxismo y la
insurrección”. «La crisis ha madurado», etc. El 8 de octubre publica en Pravda .El arte de la insurrección, auténtico
catecismo del golpe de Estado. Sus reglas son meridianamente claras: I. Cuando se comienza, llegar hasta el final. 2.
Procurar la superioridad de, fuerza en el lugar y momento decisivos, postulado que revive la doctrina de Napoleón y
el pensamiento de Clausewitz. 3. Desde el comienzo, ataque; la defensa es la muerte. 4. Procurar la sorpresa cuando
el enemigo tiene las fuerzas dispersas. 5. Conseguir cada hora un pequeño éxito y mantener a todo precio la
superioridad moral. Lenin añade luego axiomas teóricos, como el que toma de Danton: audacia, luego audacia,
siempre audacia” o el de que todo se producirá con gran rapidez: .El éxito de la revolución rusa y de la revolución
mundial depende de dos o tres días de lucha”. Finalmente, sobre el plano de Petrogrado, diseña las líneas de la
ofensiva: ataque desde los barrios obreros; combinación de flota, obreros y unidades del ejército; ocupación urgente
de los puntos claves (teléfono, telégrafo, estaciones, puentes). Ya continuación aislamiento de la capital, para impedir
la llegada de fuerzas leales a Kerenski.
Lenin y Trotski sólo esperaban disponer de respaldo suficiente en la guarnición. El detonante fue la decisión
del gobierno de llevar varios regimientos al frente; muchos soldados comunican que están dispuestos a la primera
llamada del soviet. El día 23 Trotski consigue el apoyo de los comités de las tropas de la fortaleza Pedro y Pablo, .el
mecanismo insurreccional estaba dispuesto antes de disparar un tiro», anota. Esa noche el gobierno decide abrir
acciones judiciales contra el Comité Militar Revolucionario, prohibir los diarios bolcheviques y llamar fuerzas leales,
al mismo tiempo que ordena a los junkers de las academias militares que se preparen para el combate. En respuesta el
comité revolucionario ordena al crucero Aurora que no abandone el Neva y prepare lanchas de desembarco y
cañones. La noche del 24 de octubre Lenin se instala en el Instituto Smolny, sede del soviet de Petrogrado y del
comité central bolchevique, para dirigir las operaciones. El plan militar se centra en asegurar las comunicaciones entre
los marinos del Báltico y los obreros armados del barrio de Viborg. Las operaciones comienzan a las dos de la
madrugada del día 25 (7 de noviembre del calendario occidental), con la ocupación de estaciones, arsenales, servicios
de agua, central telefónica, Correos. No obstante, por algún error táctico se retrasó hasta la noche siguiente la toma
del Palacio de Invierno, donde se hizo preso al gobierno, aunque Kerenski consigue huir .Al gobierno le han fallado
sus resortes militares; no han llegado los refuerzos que Kerenski ha llamado, lo cual ha multiplicado el papel del
acorazado Aurora al servicio de la revolución.
La revolución se había hecho bajo la consigna de todo el poder para los soviets», pero realmente no van a ser
los soviets los que controlen la situación, sino uno de sus sectores, el más audaz y preparado: los bolcheviques. Desde
el día 26 en los barrios obreros algunas organizaciones condenan la toma del poder por un solo partido. Hay mítines
en las fábricas Arsenal, Putilov y en el puerto; se acusa de irresponsabilidad a los bolcheviques y otra vez se apartan
del compromiso los blandos. Pero la mayoría de los obreros ha visto quienes han protagonizado la revolución: Lenin
y Sverdlov con sus planteamientos teóricos, Trotski y Antonov Oseenko con su dirección táctica en las calles de la
ciudad. Lenin preside el primer gobierno de comisarios del pueblo, en el que son nombrados además, entre otros,
Trotski (Asuntos Exteriores), Rykov (Interior), Lutnacharski (Educación Nacional) y Stalin (Nacionalidades).

8. LA REVOLUCIÓN EN MOSCÚ y PROVINCIAS


¿Ha sido la del 25 de octubre la revolución de una ciudad? Al elaborar el plan de insurrección Lenin concede
importancia a la simultaneidad de varios focos; en su carta. Los bolcheviques deben tomar el poder, escribe sobre la
insurrección armada en Petrogado y Moscú.; pero los titubeos de los comités moscovitas, escépticos sobre el éxito de
la operación, inclinaron al comité de la capital a iniciar la insurrección solos. Trotski lamenta la falta de
simultaneidad, que provocó muchos problemas a la revolución en sus primeros días.
Sólo cuando a mediodía del 25 se recibieron noticias en Moscú del triunfo de la insurrección en Petrogrado
se convocó una reunión conjunta del Comité de Moscú, del comité provincial y el Buró regional, que deciden crear el
comité Militar Revolucionario. Mientras destacamentos de obreros y soldados ocupan los servicios públicos se
envían telegramas a todas las localidades de la región de Moscú con la orden de insurrección. La Guardia Roja
duplica sus efectivos y con el apoyo de los dvinkistas (soldados del V Regimiento, detenidos en la cárcel de Dvinsk),
disponen al final del día de 30.000 combatientes. Las fuerzas contrarrevolucionarias son menores en número, pero
controlan el centro de la ciudad. La Duma de Moscú ordena la resistencia y se constituye el Comité de Seguridad
Pública. Dos diferencias esenciales debemos señalar con respecto a la revolución en Petrogrado: no ha habido
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sorpresa, no se produce una ofensiva sostenida -como exigía Lenin-; por el contrario, las fuerzas revolucionarias se
entregan a disputas intestinas sobre cómo y quiénes deben tomar las decisiones. Así se pierden dos días, y los cadetes
se hacen fuertes en el Kremlin. El control de Moscú por los revolucionarios no se consigue hasta el 2 de noviembre, y
al costo de más de un millar de muertos.
La revolución había nacido en los dos grandes centros industriales en los que se encontraba concentrada la
mitad del censo laboral de la industria, pero para impedir la contrarrevolución era imprescindible el control de las
provincias, donde surgían Comités de Seguridad Pública y Comités de Salvación de la Patria, que en muchos lugares
aguijonearon los sentimientos nacionalistas como fuerza contra la revolución. Durante la primera semana el poder
soviético se estableció en 17 ciudades y en un mes en 28, en las que se encontraban incluidos todos los centros
industriales. La revolución fue muy rápida en la cuenca del Volga. En conjunto, antes del 20 de noviembre está
controlada la mitad septentrional de Rusia, con Petrogrado, Moscú, Voronezh, Kazán, Kronstadt, Nijni Novgorod.
Samara. Más difícil fue el de las regiones meridionales. En la región del Don los cosacos de Kaledin constituían la
más poderosa de las fuerzas contrarrevolucionarias; hasta el 24 de febrero las tropas soviéticas no consiguieron la
entrada en Rostov. En el Cáucaso la convivencia de más de treinta nacionalidades complicó los intentos de instalar la
nueva administración, y hasta marzo de 1918 no se consolida la nueva situación. En Siberia se contaba con las masas
campesinas, pero allí vivían 550.000 cosacos privilegiados y kulaks. Los soviets se instalaron lentamente y de modo
precario; muchas zonas del Imperio permanecían bajo las antiguas autoridades. A los cuatro meses de la revolución se
preveía que no se podría evitar la guerra civil. Siguiendo la lección de 1905 octubre había sido la revolución de una
ciudad, pero la toma del poder no era condición suficiente para su implantación en un imperio inmenso y
plurinacional.

9. FUERZAS DE OCTUBRE
Bettelheim precisa que el poder consiste en una relación de fuerzas y no en un objeto que se toma. El
proletariado, sin poseer un ejército en sentido estricto, ha alcanzado la capacidad militar decisiva. En julio todavía no
la poseía, de ahí que los bolcheviques intentaran frenar el levantamiento prematuro. ¿Cuáles son las fuerzas de la
revolución? Hemos indicado que el partido bolchevique la dirige, pero no es única. Examinémoslas.
No está muy claro el número de bolcheviques; se ha intentado deducir del tiraje de Pravda pero Trotski dice
que se leía en voz alta y su influjo era superior al que indica el registro de las linotipias, mientras en el frente
quedaban sin abrir paquetes de otros periódicos. La postura de los dirigentes, ante la insurrección, no era unánime.
Por las Actas de las sesiones del Comité Central confirmamos el papel clave de Lenin, algunos titubeos de Trotski y
Stalin, en contradicción con la narración de John Reed, que resalta el papel de Trotski, y la movilización en contra
del sector blando. Zinóviev y Kámenev no se limitan a votar a favor del retraso de la revolución; la declaración de
Kámenev ala revista Nóvaia Zihll, en la que intenta aproximarse a algunas posiciones mencheviques -necesidad de
fase burguesa-, fue considerada traición por Lenin y un paso en falso para la necesaria clandestinidad del Comité. A
pesar de esto el Comité Central no le expulsa y Kámenev está presente el 24 de octubre en el Smolni. Esta minoría
blanda propone después del 25 de octubre el acuerdo con los otros grupos revolucionarios, lo cual es considerado
por Trotski como renuncia al poder conquistado. En la sesión del 1 de noviembre Lenin sostiene la tesis de la no
colaboración y decide presentar como ultimátum el programa bolchevique.
Los comités de fábrica constituyeron otra palanca de la revolución. Los controlaban en algunos lugares los
bolcheviques, en otros los Anarcosindicalistas. Tras la caída del zarismo una resolución del soviet pide a los obreros
que vuelvan al trabajo pero invitándoles a formar estos comités. En vísperas de la revolución se reúne la primera
conferencia panrusa de comités de fábrica. Uno de los decretos de urgencia del nuevo régimen prevé el control de las
fábricas por los obreros. Más adelante, al nacionalizar la industria, en junio de 1918, se les encuadra en una
organización centralizada.
No nos es bien conocido el papel de los anarquistas, liemos indicado que una de sus figuras históricas, el
príncipe Kropotkin, en 1914 afirma que la guerra exige la defensa de la nación y del zar .Pero la mayoría se inclinan
por la revolución. Volin, el director de Golós Truda, manifiesta su recelo cuando los bolcheviques comienzan a
controlar a los soviets de Petrogrado y Moscú. Para los anarquistas los soviets eran organizaciones apolíticas, elegidas
por la base sin necesidad de campañas electorales ni listas de candidatos, y la idea de un parlamento les resultaba
aberrante, por lo que se oponen a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, cuando los bolcheviques
inicialmente la aceptaban. Los choques bolcheviques-anarquistas comienzan pronto; algunos círculos ácratas hablan
del tercer y último estadio de la revolución", donde empieza la autoridad termina la revolución" (Golós Trudá).
Nada más lejano de la disciplina militar exigida por Lenin que las posiciones antiautoritarias de los anarquistas. Las
fricciones son primero por la creación del Consejo de comisarios, luego por la Declaración de los derechos de los
pueblos de Rusia, que a los anarquistas parece un paso atrás en el internacionalismo proletario, posteriormente por
las limitaciones impuestas a los comités de fábrica y las declaraciones de Lenin en contra del control obrero, más
tarde por la firma del Tratado de Brest-Litovsk, rubricado por diplomáticos en sustitución de una paz universal
impuesta por los soldados. La utopía anarquista era incompatible con la lógica implacable de Lenin.

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El soviet será instrumento esencial; sólo los de Petrogrado y Moscú eran controlados por los bolcheviques, y
Lenin, confesaba, no se sentía cautivado por el fetichismo de sus posibilidades. Tras la derrota de Komilov se vuelve
a la consigna de todo el poder para los soviets», aunque se les encuadrará en una organización vertical, disciplinada,
lo mismo que a los comités de fábrica.
El papel militar de la Guardia Roja se ha encomiado en los estudios más recientes. Los bolcheviques tenían
desde 1905 una organización de propagan- da en algunos regimientos. Con su ayuda, antes de octubre en las grandes
ciudades los obreros comienzan a organizarse militarmente.. Así se forma la Guardia Roja, fundamental para evitar la
contrarrevolución. Trotski habla de 20.000 guardias rojos, Marc Ferro calcula que disponían de armas para 40.000,
pero realmente se reducían a 12.000. Junto con los guerrilleros campesinos constituyen el brazo armado de la
revolución hasta que en marzo de 1918, Trotski organiza el ejército rojo. Por las ordenanzas que dio el Estado
Mayor en Petrogrado lo conocemos bien: se trataba de un servicio revolucionario obligatorio para todos los obreros,
que formarían grupos armados en fábricas y talleres; la quinta parte se consagraría a esta actividad militar .Si así fuera,
el número de obreros rojos sería en Petrogrado de 80.000, como mínimo, pero aun no cumpliéndose las previsiones
de los organizadores, su papel en el control de los barrios industriales fue capital.
Tras el triunfo en Petrogrado era imprescindible el apoyo de las unidades claves del ejército. y con esta
finalidad se envían comisarios. La flota del Báltico puso sus barcos a disposición del Comité revolucionario el 24 de
octubre, tras destituir a los oficiales y Almirante. Es un acontecimiento decisivo, pero no lo es menos el resultado de
las luchas internas del XII Ejército, el más próximo a Petrogrado, que estuvo apunto de acudir a la capital para
apoyar al gobierno Kerenski; el comité lanza un número especial del Okopni Nabat (El rebato de las trincheras) y
consigue la inmovilización de las unidades, mientras los ferroviarios vigilan el movimiento en las líneas férreas. En el
frente Oeste se habían organizado muchas células bolcheviques y la insurrección coincidió con un congreso de
soldados; la guarnición de Minsk convirtió en parapeto frente a las fuerzas leales de Kerenski, que m tentaban
avanzar hacia Moscú. Los frentes alejados no jugaron papel directo; poco a poco los comités de Odesa, Kiev, Bakú,
reforzaron la revolución; los soldados, desmovilizados, se dispersaron por el país y se convirtieron en agentes de la
nueva situación.

10. LA CUESTIÓN NACIONAL


Cuestión delicada en un Estado multinacional, en el que de manera plural se hablaba del zar de todas las
Rusias. La revolución actúa sobre un complejo mosaico étnico; Brohat contabiliza que sobre 150 pueblos que
hablaban 160 lenguas. ¿Se desintegrará este mosaico de pueblos eslavos y etnias marginadas -como los fineses-, o
absorbidas -como los romanos de Besarabia, griegos del mar Negro, alemanes del Volga medio? Un testigo de la gran
convulsión que despierta la revolución llega a escribir: no existe va Rusia.
A los bolcheviques se les planteaba un problema teórico, el de compaginar el internacionalismo marxista con
los nacionalismos, en principio fuerza de origen burgués. Stalin fue el encargado de redactar un trabajo, en Viena, en
1912, en el que analiza las nacionalidades del imperio austrohúngaro. En 1934 toma forma definitiva en el libro El
marxismo y la cuestión nacional y colonial. Stalin propone la siguiente definición de nación: comunidad humana
estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y
de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura». Para Stalin la nación es una categoría histórica de una
determinada época, la del capitalismo ascensional. La causa nacionalista puede desviar al proletariado de las
cuestiones sociales, de la lucha de clases, hacia las cuestiones nacionales. A pesar de que la ideología nacionalista
puede ser limitadora, los bolcheviques afirman que la nación tiene derecho a organizarse sobre la base de la
autonomía, incluso a separarse, lo que no significa que deba hacerlo. En su estudio Stalin comprueba que las
peculiaridades éticas y nacionales pueden debilitar el internacionalismo proletario; el ejemplo de Austria, donde de un
solo partido socialdemócrata en 1897 se forman seis nacionales, que rompen los vínculos entre sí, al tiempo que se
fraccionan loS sindicatos, es claro. La conclusión de Stalin y los bolcheviques es que las naciones tienen derecho a la
autodeterminación, a darse instituciones o a conservar las suyas históricas, «pero esto no quiere decir que la
socialdemocracia no haya de hacer propaganda en contra de las instituciones nocivas de las naciones, en contra de las
reivindicaciones inadecuadas de las naciones». Considerando indeclinable la proposición de que el único medio de
lucha es el internacionalismo, se afirma en compensación que es precisa una ley general del Estado que postule
igualdad de derechos para idiomas, escuelas, etc.
El estallido nacional se produce con la revolución de febrero; polacos, fineses, lituanos, letones, algunos
grupos de georgianos piden la independencia política. El gobierno provisional difiere la solución del problema en su
declaración de 28 de septiembre, reconociendo el derecho de autodeterminación y remitiéndolo a bases que debería
aprobar la Asamblea Constituyente. En octubre Stalin es nombrado comisario de las nacionalidades; en el programa
bolchevique se afronta un planteamiento más amplio. El decreto sobre la paz habla del derecho de las naciones a
constituirse en Estado, pero esto se refiere tanto para las del exterior como para las del interior; de manera sinuosa se
arrojan los gérmenes de una revolución europea.
El problema más grave se presentaba en Finlandia, donde el Seim o Parlamento había proclamado la soberanía
de la nación. El soviet finlandés instala un poder paralelo y expresa su apoyo a la revolución de octubre, pero en
217
diciembre el gobierno de Petrogrado debe reconocer la independencia. Stalin cree que esta decisión era irremediable,
a pesar de que la libertad se concedía no a Finlandia sino a su burguesía: Menos problemas planteaba la
independencia de Polonia, que fue aceptada sin mayores inconvenientes. Por el contrario, Urania constituía una zona
geográfica clave, incluso desde el punto de vista militar; el camino del frente debía atravesar su territorio, su trigo era
imprescindible para el abastecimiento de Moscú y Petrogrado. Cuando la Rada ucraniana niega el derecho de paso,
tropas rusas la invaden v entran en Kiev en enero de 1918; pero la Rada llama a los alemanes, que instauran un
régimen reaccionario en una parte de su territorio. Al finalizar la guerra europea los soviéticos instauran nuevamente
un régimen; a los ucranianos, que durante meses habían tenido dos gobiernos y dos capitales, no se les escucha en
Versalles.
Estos ejemplos nos presentan la política titubeante de los soviéticos; aceptación de la independencia polaca,
resistencia a la finlandesa, oposición armada a la ucraniana. Según H. Carrére d'Encausse, Lenin procedió en la
cuestión de las nacionalidades en dos tiempos; primero, mediante una alianza bilateral, reconocía la soberanía; luego
acometía el proceso de reunificación con la pérdida de los atributos soberanos, como fuerzas militares o diplomacia
independiente. Sin embargo, esta política centripeta era radicalmente diferente de la zarista, porque iba acompañada
de medidas de desrusificación, como la regeneración de las culturas nacionales, el apoyo a las «inteligencias» no rusas,
la inyección de cuadros periféricos en el sistema institucional federal, la creación del estatuto de doble nacionalidad.
Fue el programa generoso que se mantuvo mientras duró la guerra civil, pero con menor claridad después de su
término, en 1920, momento en que se intenta, con la instalación de industrias periféricas, crear fuertes vínculos
económicos que debilitaran las tendencias centrífugas.

11. LA CUESTIÓN AGRARIA


El viejo problema, trascendental en el mundo ruso, de las estructuras agrarias reaparece en la revolución. No lo
ha solucionado el decreto de Alejandro II en 1861, lo ha complicado la política individualista de Stolypin, después
de la revolución de 1905. Lenin le ha prestado atención en su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, en el que
polemiza con los eseritas; para el dirigente bolchevique el reparto de lotes a las familias provoca una diferenciación
social, con familias pobres que han de alquilar los aperos y un pequeño número de familias ricas que dominan la
aldea. En el congreso de Estocolmo (1906) los bolcheviques proponen la confiscación de las grandes propiedades y
la abolición de la propiedad privada de la tierra. Tras la revolución de febrero los campesinos piden el reparto
gratuito de tierras, y el gobierno provisional se ve obligado a legislar prohibiendo las ocupaciones. En los meses que
preceden a la revolución de octubre se multiplican las asambleas de campesinos, en las que se acuerda la creación de
soviets de volost (distrito) y la fijación de precios máximos para el trigo y otros artículos, aparte de peticiones no
estrictamente agrarias, como la abolición de la pena de muerte. Los pomesciks, propietarios, comienzan a organizarse;
en Kornilov encuentran apoyo y esperanza. Los levantamientos campesinos del verano son sangrientos; Trotski, con
cifras, demuestra su violencia creciente. Su represión sirve ala dialéctica de la revolución: «reprimir con fuerzas
armadas al movimiento campesino era echar aceite al fuego. Los soldados, en la mayoría de los casos, se pasaban a los
campesinos. (Trotski).
Los revolucionarios de octubre se enfrentan aun problema exasperado por las violencias de los últimos meses.
Lenin creía en la nacionalización de la tierra para instaurar estructuras colectivas, los eseritas preferían que se
decidiera por las comunidades de campesinos la preeminencia de la explotación comunal o familiar. Dando pruebas
de su genio político Lenin olvidó su posición e incluyó en el Decreto sobre la tierra, de 26 de octubre, las 242
mociones de los soviets campesinos que los eseritas habían resumido en un decreto modelo.. El firmado por Lenin
estipula: .La gran propiedad agrícola es abolida sin indemnización. Pasa a los soviets de campesinos». Muchas
cuestiones quedaban sin aclarar. ¿Se debería proceder a la incautación de las propiedades de kulaks?; los eserítas se
oponían y en principio fueron respetados. ¿Qué dimensiones tendrían los lotes repartidos? En las granjas montadas
con financiación pública. ¿Administraría la producción el Estado o lo harían las comunas?
El campo se erigió, en los primeros momentos de la revolución, como el sector difícil. El Decreto de la tierra
no se aplicó; a principios de 1918 en Voronej, en una encuesta entre setenta soviets campesinos, se comprobó que
sólo cinco lo habían hecho. El descontento de los campesinos se mantuvo; se quejaban del desabastecimiento del
campo, no tenían cosas que comprar con sus rubios; los precios de los artículos manufacturados habían subido
mientras estaba severamente bloqueado el del trigo. En muchas aldeas se prefiere la propiedad privada, o ésta asociada
a la colectiva. Marc Ferro habla de guerra civil moral entre el campo y la ciudad. En algunas zonas se inicia la caza del
kulak; éstos huyen.
Lenin trata de dividir a los SR e insiste en sus propuestas sobre la socialización de la tierra, decidida por fin
en la Ley de 19 de febrero (fecha simbólica, que recuerda la emancipación de los siervos) de 1918. que transfiere las
decisiones a los soviets de aldea o prevé el predominio de la agricultura colectiva. Los movimientos de campesinos
pobres de ese verano demuestran que el régimen no ha solucionado el problema agrario. A diferencia de la posterior
revolución de Mao en China, la rusa del año 17 se desenvuelve más cómodamente en el ámbito y los problemas
urbanos y muestra cierta incapacidad para incorporar al campesinado, como clase, a los programas revolucionarios.

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12. DEBATES y VERSIONES SOBRE LA REVOLUCIÓN
Palanca de la revolución, el partido bolchevique debería ser de una disciplina monolítica; así lo concibe Lenin,
y así lo juzga Rabinowitch en las jornadas de julio y Robert Daniels en la preparación de octubre. A pesar de ello, las
diferencias entre los dirigentes son innegables; algunas son perceptibles en la preparación de la revolución, otras
estallan tras la muerte de Lenin en 1924.
El papel de las figuras en octubre termina convirtiéndose en tema de controversia. Es innegable el
protagonismo de Lenin, pero sus posiciones han dejado un punto poco claro, la creencia de que la revolución debería
iniciarse en Moscú; es, en el gran debate de 1924, acusación de Trotski. La documentación accesible a los
historiadores occidentales no la confirma. La carta de 1 de octubre de Lenin a los Comités Centrales de Moscú y
Petrogrado incluye una frase, en la que sugiere que puede iniciarse la revolución en Moscú, propuesta es discutida y
rechazada por el ala derecha del comité local (Rykov) y la izquierda del Buró regional (Bujarin). Pero quizá Lenin no
le dio importancia excesiva y lo que realmente deseaba era el comienzo en varios focos, pero nunca una posición
pasiva en, Petrogrado. Otros escritos leninistas de esos días no son compatibles con esa carta. Y el 10 de octubre, en
la sesión del Comité en Petrogrado, sus planes se centran en la insurrección en la capital.
Trotski fue atacado con pasión por sus antiguos correligionarios. En su autobiografía recuerda: a una señal de
la Pravda se desencadenó en todas partes, en todas las tribunas, en todas las columnas de los periódicos, la campaña
contra el trotskismo. Era un espectáculo majestuoso en su género. La calumnia parecía una erupción volcánica». El
papel de Trotski el 25 de octubre fue insustituible, pero la excomunión estalinista ha llegado a silenciarlo totalmente.
Una publicación oficial, Historia de la gran revolución socialista de octubre, por omitir el nombre del proscripto, cae
varias veces en el ridículo; por ejemplo, para no citarle omite la composición del primer consejo de comisarios del
pueblo y se detiene, en cambio, en enumerar nominalmente comités de importancia menor. Más discutible es el papel
de Stalin. Repasando las Actas del Comité Central se puede comprobar que no asiste a alguna reunión decisiva del
mes de octubre de 1917, lo que podría sugerir que tenía dudas sobre la conveniencia de la inminencia de la
insurrección; por otra parte, poco sabemos de sus actividades la noche decisiva, ignorancia inexplicable tras un largo
período es el que se le glorificó. Sin embargo, su intervención en la sesión del 21 de octubre, con un programa de
urgencia (guerra, tierra, nacionalidades, etc.), le otorga un protagonismo difícil de rebatir-
Las controversias entre los dirigentes se han contemplado desde diferentes puntos de vista. Hemos adjetivado
de blanda la postura de Kánlenev, de oposición, a la insurrección y, efectivamente, en algún documento parece
inclinar- se hacia las tesis mencheviques de la inexcusabilidad de la fase burguesa. Kámenev juzga arriesgada la
insurrección, pero no es sólo cuestión de riesgo; la dictadura de un solo partido repugna a sus convicciones, mientras
Lenin reivindica todo el poder, aunque haya de utilizar para conseguirlo métodos diferentes a los de los parlamentos
y democracias occidentales. Según esta perspectiva, Kámenev sería un demócrata; Lenin anticiparía, con su
imposición dentro y fuera del partido, la tendencia a la dictadura, qué sería extremada por Stalin.
El debate sobre la posibilidad del socialismo en un solo país o la revolución mundial cubrió muchas de las
páginas en que se criticaron Trotski y Stalin. Lenin no escribió que fuese posible el triunfo definitivo del socialismo
en un solo país; para él era una cuestión de opción transitoria. Stalin, en La revolución de octubre y la táctica de los
comunistas rusos, escribe que ha sido posible el triunfo en, sólo Rusia, pero la garantia definitiva exige el apoyo de
obreros de otros países y, por tanto, la exportación de la revolución. Seton Watson cree que, a pesar de la polémica,
eran casi coincidentes las posiciones de Trotskiy Stalin.
De las interpretaciones generales que se han dado sobre la trayectoria de la revolución bolchevique podemos
destacar cuatro:
-oficial estalinista, según la cual octubre fue una revolución socialista proletaria realizada por la clase obrera
bajo la dirección del partido guiado por Lenin y Stalin. Dos observaciones: sobre Trotski, silencio casi total; sobre el
desarrollo del proceso revolucionario, triunfalismo, subrayando la conversión de la Unión Soviética en gran potencia.
-trotskista: revolución traicionada tras la muerte de Lenin. El proletariado es vencido por las fuerzas de la
burocracia desatadas por Stalin.
-versión de la continuidad, sostenida en Estados Unidos por George F. Kennan, según la cual la Rusia zarista
y la soviética no presentan una ruptura histórica, ya que los puntos de continuidad son más importantes. Es la versión
alimentada por los exiliados. En Rusia nunca ha habido libertades políticas ni instituciones representativas; el zar
aristocrático fue reemplazado por el autócrata Stalin, sin que desaparecieran los poderes de la policía, los arrestos y
las deportaciones a Siberia.
-la revolución como accidente, hecho circunstancial. La toma del poder se consiguió, por .la disciplina
bolchevique (Fainsod), el vacío provocado por el gobierno provisional (Schapiro), un cúmulo de circunstancias, entre
ellas la guerra (Daniels).
Siguiendo a Miliukov, algún historiador occidental ha sostenido la tesis de la revolución como catástrofe, que
ha impedido la verdadera modernización de Rusia. En general no se niega, no puede negarse, que se trata de un gran
acontecimiento, que ha provocado incluso un impacto inmenso en la literatura: poemas de Pasternak y de
Maiakovski, novelas de Pasternak y Solojov. Llamamientos de Lunatcharski a los escritores. Ni puede negarse la
219
singular personalidad de los dirigentes revolucionarios, como han subrayado los grandes especialistas, Carr, Seton
Watson, Marc Ferro. Al igual que la revolución francesa de 1789, la rusa de 1917 constituirá, cuando se superen las
dificultades que hacen casi inaccesibles los archivos soviéticos, un tema clave de la historiografía contemporánea.

13. LA GUERRA CIVIL


Varios centros de resistencia surgen frente al régimen bolchevique. En algunos Estados, por ejemplo, Ucrania,
el movimiento separatista, que se apoya en la constitución federal, es intenso y decide entenderse con los alemanes al
margen de las decisiones del gobierno soviético. Oficiales y soldados que se sienten fieles a la herencia zarista
organizan el denominado ejército blanco. En Siberia occidental un cuerpo expedicionario de 30.000 soldados checos
y eslovacos, que se rinden en Vladivostock y obtienen permiso para regresar por ferrocarril, se insurreccionan y
consiguen desandar al ejército rojo en algunas localidades. Los eseritas de izquierda consideran una traición el tratado
de Brest-Litovsk y organizan grupos armados para reemprender la guerra contra Guillermo II. Estos movimientos
antisoviéticos se combaten entre ellos con la misma energía con que se oponen al nuevo régimen.
Esta situación de inseguridad, que culmina en el estallido de la guerra civil, obliga a una organización peculiar
de la economía, en la que los dirigentes bolcheviques se ven obligados a ir más lejos o más deprisa de lo que hubieran
deseado. Es el sistema denominado comunismo de guerra. Es preciso incrementar la producción en todos los órdenes.
En la industria se recurre a procedimientos como los sábados comunistas, en los que se trabaja gratuitamente durante
cinco horas. Lenin hace llamamientos aun nuevo tipo de heroísmo: «El heroísmo del trabajo creador, continuo y
asiduo; en todo Estado, es infinitamente más difícil que el heroísmo de la insurrección». En el campo la situación es
dramática. Son enviados obreros para ayudar a los campesinos pobres a luchar con los kulaks, los campesinos
acomodados, y requisar, arrestar, o ejecutar a los kulaks recalcitrantes. La dureza con que se implanta el comunismo
de guerra aumenta la oposición en torno a los SR de izquierda, que combaten la política agraria de Lenin y agrupan a
los descontentos. En julio de 1918 es asesinado el embajador alemán; es la señal para una verdadera insurrección, en
la que se unen la protesta por el abandono de la gran tarea nacional de la guerra con Alemania y las dificultades
interiores. Un destacamento de artillería bombardea el Kremlin, pero la revuelta es rápidamente reprimida. El 30 de
agosto un SR de derechas dispara y hiere gravemente a Lenin. Este atentado provoca una represión dura; ejecución de
SR. cuya rama izquierdista desaparece entre los que se incorporan a los bolcheviques y los que se suman a los
movimientos antisoviéticos, ejecución de antiguos ministros. Antes se había producido la de la familia imperial en
Ekaterinemburgo (16 de julio de 1918).
La guerra civil se inicia antes de la derrota alemana, durante el año 1918. Los ejércitos blancos ocupan las
zonas del Sur, las más ricas, mientras los bolcheviques organizan el ejército rojo. La derrota alemana y el estallido de
la revolución espartaquista hace nacer en el ánimo de los dirigentes bolcheviques la esperanza de la revolución
mundial. Revoluciones comunistas estallan en Alemania. Hungría. Austria. En 1919 se instalan soviets en Baviera y
Austria.
Mientras, se produce la intervención extranjera en la guerra civil; ingleses y franceses desembarcan tropas en
Odessa y en la Transcaucasia y montan el bloqueo alrededor de Rusia (nota de los aliados a los Estados neutrales, 25
de octubre de 1918). Pero no existe unanimidad. Clemenceau se pronunciaba por la intervención directa, Loyd
George titubeaba. La intervención internacional no se caracteriza por un enfrentamiento en batallas con el ejército
rojo, más bien se orienta hacia la ayuda financiera ya los servicios de retaguardia –transportes, seguridad de las vías
férreas- para fortalecer las zonas dominadas por los ejércitos blancos. Uno de sus generales, Denikin, en octubre de
1919, llega a amenazar a Tula, centro industrial del sur de Moscú; la situación es crítica, pero es vencido en Voronej
y ha de retirarse hacia el sur, perseguido por el ejército rojo. En enero de 1920 los aliados levantan el bloqueo. El
último peligro procede del barón de Wrangel, que reagrupa a las fuerzas de Denikin, mientras los polacos, que no
han aceptado como definitivas las fronteras fijadas en los tratados, lanzan una ofensiva sobre Kiev, coincidente con la
que Wrangellanza sobre el Donetz. Nuevamente el ejército rojo rechaza la doble ofensiva. A medida que los aliados
abandonan el suelo ruso los gobiernos hostiles a los soviets se desfondan. En 1921 el régimen bolchevique controla
todo el suelo de la URSS, aunque todavía hay revueltas en el Turquestán en 1922.
En este período crítico de consolidación del nuevo régimen se producen dos hechos importantes: en primer
lugar, la fundación de la Tercera Internacional, ala que Lenin asigna una función de mecanismo para la revolución
mundial, y, en segundo lugar, la organización de una fuerza militar formidable, el ejército rojo. En octubre de 1917
los bolcheviques disponían tan sólo de pequeños grupos armados, la Guardia Roja. Luego piensan democratizar el
ejército. Pero tras seis meses de experiencia en este sentido los resultados son desastrosos. Trotski restablece una
disciplina rigurosa, lucha enérgicamente contra las deserciones: dispone que en caso de deserción la familia ha de
pagar o sustituir al huido; en caso de traición de un oficial, el comisario, figura política que vigila a los militares, será
fusilado. Con su energía y sus grandes dotes de organizador. Trotski consigue que un ejército que en abril de 1918
tiene tan solo 150.000 hombres en enero de 1920 tenga tres millones, de los cuales 300.000 pertenecen al partido
bolchevique.
En el campo político se procede a la supresión de la oposición. Primero se persigue a los eserítas de izquierda,
que solicitan la formación de un gobierno de unión socialista. Luego llega su turno a los mencheviques. René Girault
220
calcula en dos millones el númef9 de arrestos. Finalmente son los anarquistas los perseguidos. En enero de 1918
Lenin ha publicado un decreto que establece tribunales especiales contra los crímenes de la prensa; cualquier crítica al
Partido se considera una manifestación contrarrevolucionaria.
La guerra civil ha contribuido a endurecer el régimen en todos los órdenes.

14. CONSTITUCIÓN DEL ESTADO SOVIÉTICO


La nueva Rusia ha perdido, tras los reajustes territoriales de los tratados de paz de 1919, 700.000 km
cuadrados y más de 28 millones de habitantes. Varios Estados se han instalado en girones del inmenso solar zarista;
Polonia consigue al fin su independencia y en las riberas bálticas surgen varias naciones: Lituania, Letonia, Estonia,
Finlandia, mientras en el Sur rumanos y turcos retienen zonas fronterizas. El nuevo Estado nacido de la Revolución
es menos extenso que el imperio y, por otra parte, se aleja del centralismo moscovita para montar una estructura
federal. Ucrania, Bielorrusia, Transcaucasia son nuevas repúblicas que se unen a Rusia a lo largo de los años 1920 y
1921, hasta que el Congreso de los soviets, de diciembre de 1922, acuerda la federación de las cuatro repúblicas.
La urgencia de la reconstrucción material retrasa el proceso de edificación política, apoyado durante años
exclusivamente en la Constitución provisional, y en la coyuntura bélica apenas aplicada, de 1918. En 1924 se aprueba
la nueva Constitución que configura un Estado cuya célula funcional se desea que continúe siendo el soviet. En 1927
los Estados federados son siete; unida- des menores dentro de la federación son las Repúblicas autónomas y los
territorios autónomos.
Tres órganos supremos regulan la vida del Estado soviético:
-el Congreso de los soviets, que se convoca anualmente y reúne a representantes de los soviets urbanos y de los
soviets de volost (grandes organizaciones agrícolas y fabriles de un distrito);
-el Comité Central o Soviet Supremo, equivalente a los parlamentos occidentales y configurado por dos
Cámaras: el Consejo de la Unión y el Congreso de las Nacionalidades; que reúne la representación de las diferentes
repúblicas federales y de las repúblicas y territorios autónomos; el Presidium o Consejo de Comisarios del Pueblo,
equivalente a un gobierno, cuyos miembros no tienen la misma categoría, ya que la jurisdicción de los Comisarios de
la Unión se extiende a toda la URSS y los Comisarios de las Repúblicas federadas se ocupan de la economía, trabajo,
agricultura, etc., de su demarcación respectiva.
Estructura federal, sufragio indirecto y soviets en sustitución de partidos son las tres notas peculiares del
Estado bolchevique, La Constitución de 1936 introduce algunas modificaciones; refuerza el carácter federal al igualar
las atribuciones de las dos Cámaras del Soviet Supremo, las elecciones de base se realizan por sufragio universal, se
sesiona la colectivización de los campos y se potencia el carácter de partido único, Esta última nota del Partido
Comunista como eje de la vida pública recogía una tendencia cada vez más acusa- da. El artículo 126 lo define: «Los
ciudadanos más conscientes y más activos de la clase obrera (...) se unen en el Partido Comunista, vanguardia de los
trabajadores». El Partido dispone de los resortes del poder, y el puesto de secretario ha llegado a ser más decisorio
que el de presidente del Presidium o el de presidente del Soviet Supremo. La Constitución soviética recoge la
consabida enumeración de derechos -igualdad ante la ley, seguridad individual, liberta- des de palabra y prensa-,
similares a los textos occidentales; pero en contra- dicción con los postulados ideológicos del marxismo-leninismo en
vez de sentenciar la desaparición del Estado mantiene sus mecanismos de decisión y coacción.
Esta compleja malla estatal trata de dar satisfacción a los múltiples grupos étnicos, frente a la antigua carta
política del imperio zarista, que había subordinado la multiplicidad de etnias, folklores y lenguas a la prepotencia
rusa y al centralismo de San Petersburgo y Moscú. Por otra parte, los soviets y el partido son las dos fuerzas de la
revolución de octubre y, en consecuencia, el motor del nuevo estado.

15. UNA ECONOMÍA DE PAZ: LA NEP


Las penurias de la guerra habían movilizado a la clase campesina contra el gobierno. A los destrozos del
conflicto se suma en 1920 una mala cosecha, que provoca el desabastecimiento de los centros urbanos; «el país en su
conjunto tenía frío y hambre, estaba enfermo, exhausto y exacerbado», ha escrito Chamberlain. La oposición de los
campesinos a la política de requisas se convirtió en furor cuando este procedimiento drástico de una economía de
guerra se prosiguió en medio de los rigores de la escasez. Un viejo revolucionarlo, Scholtz, empezó a publicar en
Pravda una serie de artículos en los que censuraba a los funcionarlos del partido, que habían perdido, decía, al igual
que los colaboradores del zarismo, el sentido de la camaradería hacia el pueblo. Los diligentes bolcheviques se
escindieron en dos grupos: una derecha, partidaria de soluciones moderadas, encabezada por el, años atrás, radical
Bukharln, y una izquierda, dirigida por Trotski, quien se inclina por el mantenimiento de la pureza de los principios
revolucionarlos. En el centro, Lenin y Stalin se decidieron por la primera postura y aceptaron la conveniencia de
imprimir un ritmo más lento a la instalación del comunismo en Rusia y de una etapa transitoria de respeto por la
propiedad privada y el libre intercambio de productos. La NEP (nueva política económica) sustituye ala severidad de
la economía de guerra, en la que se había extinguido el derecho privado de propiedad ante las urgencias colectivas.
La rebelión de los marinos de Kronstadt, que había desempeñado un papel primordial en los acontecimientos
de octubre, proporcionó a Lenin el argumento que esperaba para demostrar que era necearlo buscar un nuevo y más
221
cómodo camino para el proceso de la revolución. Entre las peticiones de los marineros y obreros de los astilleros de
Kronstadt destacaban las liberta- des de prensa, de reunión y asociación para los obreros, la abolición de los comités
de requisa, la posesión de la tierra y usufructo del ganado por los campesinos. La rebelión, en los primeros días de
marzo de 1921, influyó en los trabajos del X Congreso del P.C. y Lenin pudo en ese momento agrupar en torno a él
todas las tendencias.
La NEP supone el abandono del idearlo colectivista en economía y el retorno transitorio a formas de
capitalismo controlado, con el fin de estimular la producción. Se pone fin a las requisas y se sustituye el impuesto en
especie -la casi totalidad de la cosecha- por un impuesto en metálico, el campesino dispone libremente de sus tierras y
queda autorizado para comercializar sus productos. Un decreto de 17 de mayo de 1921 permite a los artesanos la
venta de sus artículos; en julio las empresas industriales de menos de veinte obreros son desnacionalizadas. En marzo
de 1922 una ley permite crear sociedades mixtas, cuyo capital procede en un 50 % de grupos financieros extranjeros.
El viraje es radical. ¿Se abandona el comunismo y se acepta el capitalismo como palanca inevitable para el desarrollo
de una nación atrasada? Los diligentes bolcheviques insisten en que se trata de una fase transitoria y excepcional, y
que en todo caso la privatización no afecta a los instrumentos básicos de la economía; Lenin escribe: «Mientras el
Estado controle los ferro- carriles, los otros medios de transporte, los Bancos y el comercio exterior, no existe ningún
temor a una resurrección del capitalismo.
Los resultados fueron inmediatos. En 1927 se alcanza el nivel de producción normal; se duplica la cosecha de
trigo y la extracción de petróleo, se triplica la del carbón y se multiplica por siete la producción de acero; el hambre
deja de ser un espectro cotidiano, se reabsorbe el paro y aumentan los salarios, mientras la contratación de técnicos
extranjeros proporciona un impulso acelerado a la modernización de la industria. La recuperación que los círculos
económicos contribuye a sacar al país del marasmo.
En correlación con la liberación de la economía, la vida cultural y artística se beneficia de una relativa libertad,
y en el arte se refugian las posibilidades de expresión que en la política están vedadas. En estos años el cine soviético
vive una auténtica edad de oro presidida por Eisenstein, autor de obras maestras, La huelga, El acorazado Potemkin,
Octubre, en las que se exaltan los ideales revolucionarios y los movimientos de masas.
Este «paso atrás» no deja de suscitar críticas de los revolucionarios puros, espoleadas por la enfermedad de
Lenin en 1922 y su muerte en enero de 1924, que hace estallar la lucha por la sucesión. Los trotskistas consideraron
la NEP una capitulación ante el capitalismo y deseaban la pluralidad de opciones dentro del partido; Stalin era, a
partir de la desaparición de Lenin, el abanderado de la disciplina rígida y el centralismo. En 1924 Trotski publica sus
Lecciones de octubre, en las que trata de demostrar la imposibilidad de la instauración del socialismo en un solo país,
fase que Stalin consideraba inevitable. El éxito de la NEP contribuye al desplazamiento y destierro de Trotski en
1927 va su exilio de Rusia dos años más tarde.

16. LA ERA DE LA PLANIFICACIÓN


Con la eliminación de Trotski, Stalin decide el paso a una nueva etapa en la edificación de un estado soviético.
A partir de 1928 los planes quinquenales suponen la fijación de directrices para la economía, solamente alcanzables
con el control de la industria y la colectivización de los campos. Se Vuelve a los ideales de dirigismo estatal de los
primeros momentos de la revolución.
En el primer plan quinquenal se procura la desaparición paulatina del sector privado. No sólo la gran
industria sino también la industria media y ligera empiezan a depender financiera y técnicamente del Estado; el
comercio se canaliza por medio de cooperativas y almacenes estatales; los beneficios se invierten en ampliar el tamaño
de las empresas. Gigantescas obras públicas son puestas en marcha por técnicos extranjeros; el ingeniero
norteamericano Cooper trabaja en presas, Henry Ford instala la fábrica de automóviles de Nijni- Novgorod, Clader
la de tractores de Stalingrado; mas el riesgo de espionaje industrial o de sabotajes inclina a los gobernantes a la
formación de técnicos rusos y paulatinamente desaparecen los extranjeros. No podía sostenerse el impulso sin una
participación entusiasta del conjunto de la clase obrera y para estimularla se recurrió a todos los procedimientos
competitivos y propagandísticos: creación de brigadas de choque formadas por los mejores trabajadores,
procedimientos stajanovistas de máximo rendimiento individual, desafíos entre brigadas y fábricas (emulación
socialista), trabajo gratuito en días de descanso, participación de los obreros en las discusiones sobre la marcha de las
empresas.
Al mismo tiempo se produce la colectivización del campo con el establecimiento de koljoses (granjas de
economía colectiva) y la pequeña propiedad agraria se reduce a un tercio tras un año de presión intensa de las
autoridades. La lucha contra los kulaks fue inmisericorde; la policía consideraba a los acaudalados propietarios
rurales como sospechosos de actitudes antisocialitas y procedía sin contemplaciones. De los cinco millones de kulaks
censados en 1927, tres millones desaparecieron, probablemente, trasladados a Siberia a la roturación de nuevas
tierras. La presión sobre los campesinos y la explotación de la tradicional fobia antikulak creó una atmósfera de
temor. En 19351a política rural se suavizó y se permitió a los campesinos de los koljoses disponer de un pequeño
patrimonio familiar.

222
Sobre la dureza con que se realizaron los planes, sobre todo en el campo pero también en la Industria, han
testificado, probablemente con rasgos exagerados, todos los exiliados del régimen soviético (por ej. Victor
Kravchenko, Yo escogí la libertad). El Inmenso despliegue de energías de un pueblo de docenas de millones de
habitantes se hizo de manera drástica: todos los recursos compulsivos se consideraron legítimos. Los resultados
fueron Inciertos: la producción Industrial aumentó en algunos sectores de forma espectacular, pero la agrícola se
deprimió, la vida política quedó sometida a un régimen policiaco y las tensiones Internas terminaron saliendo a la luz.

17. LA DICTADURA DE STALIN


Paradoja mayor de la revolución soviética: su desembocadura bonapartista. Un proceso que se había iniciado
para combatir el poder absoluto del zar terminaría desembocando en el absoluto poder de otro hombre, denominado
a veces el «zar rojo». Esta deriva, fuera consecuencia lógica de algunos postulados ideológicos del bolchevismo fuera
desviación espúrea de su credo originario, se erigió lógicamente en uno de los temas más debatidos entre los
historiadores. El proceso de concentración de poder es bien conocido. En 1922 se creó el puesto de secretario del
partido, confiado a Stalin, quien se encargaría de las nominaciones para los diferentes cargos. Si ya al frente de Pravda
había adquirido una gran influencia, desde ese momento colocaría a sus hombres de confianza en los puestos de
decisión. Pronto dependió de Stalin el orden del día del Politburó, el órgano colegiado dirigente, más eficaz y
decisorio que el excesivamente amplio Comité Central. Inmediatamente absorbió el Secretario la inspección
campesina y obrera (Rabkrin) y asumió la rectoría del Orgburó (comité de organización) y de otras comisiones del
partido. Lenin, incapacitado y enfermo, denunciaría ese poder excesivo. A su muerte en enero de 1924 sólo Trotski
tenía la posibilidad de oponerse aun poder tan concentrado, pero Stalin se atrajo hábilmente el apoyo de la vieja
guardia. En el XIV Congreso, diciembre de 1925. el enfrentamiento fue dramático. Stalin ya se encontraba en
condiciones de someter a la vieja guardia. Kámenev y Zinóviev. y más tarde a la derecha, representada por Bujarín,
mientras Trotski quedaba marginado primero en su destierro siberiano, más tarde en su exilio mexicano.
Eliminada cualquier disidencia se inició el culto a la personalidad. En su primera fase se extendió a todos los
miembros del Politburó, cuyos nombres se fijaron en calles, granjas, escuelas y fábricas. Pronto se concentraría en la
cúspide. Una antología denominada Stalin le atribuyó todos los méritos de la revolución, presentándolo como
máximo teorizador, vencedor en la guerra civil y guía infalible en la edificación del estado soviético.
La dictadura estalinista tuvo su fenómeno más enigmático ya un tiempo emblemático en las grandes purgas,
con las que eliminaría a la vieja guardia y cualquier posibilidad de disidencia. Su pretexto, el asesinato de Kirov,
secretario de organización del partido en Leningrado, en diciembre de 1934, en circunstancias nunca aclaradas. Se
sospechó de su inducción por Stalin, sospechas que aumentaron tras la denuncia de Kruschev en el XX Congreso
(1956) y el implacable retrato del dictador diseñado por el novelista Ribakov eri Los hijos del Arbat. En 1935
fueron detenidos Zinóviev y Kámenev, iniciándose la serie de los grandes procesos. Las circunstancias procesales, con
el reconocimiento por los acusados de todos los cargos, provocaron el asombro en Occidente. Leon Blum anotó que
no sólo habían confesado, sino que hemos asistido, por así decirlo. a una especie de exhibicionismo de la confesión».
La tesis más sugerente sobre este despliegue de acusaciones autoinculpatorias fue desarrollada en la novela de Arthur
Koestler Etcero y el infinito, obra maestra de 1939. Entre la tesis de la tortura física y la psicológica el escritor parece
decantarse por la segunda, pero la dialéctica de los dos instructores que sostienen respectivamente los métodos de la
persuasión y la violencia permite todo tipo de lecturas. Annie Kriegel, investigadora de los procesos, habla de
culpabilidad pedagógica; es decir, se procesa a personas que se convertirán en una advertencia para otras. Nos
moveríamos por tanto en los supuestos totalitarios del delito, no algo que se comete sino simple previsión imaginada
por el acusador. En 1989 una comisión especial nombrada por el Poliburó arrojó nueva luz sobre los procesos,
concluyendo que carecían de base las acusaciones y reivindicando la memoria de los condenados, entre ellos Bujarín.
Todas las esferas de la vida soviética quedaron afectadas en torno a los años 1935-1938 por los procesos,
pero quizás ninguna tanto como el ejército. Según una encuesta: realizada por el general Todorski durante la etapa
Kruschev, fueron arrestados y en gran parte asesinados los altos jefes y los comandantes de los distritos militares.
Tomando como fuente un informe de Vorochiloven 1938, se ha estimado que se vieron afectados más de 40.000
oficiales. El partido sufrió una tala similar, hasta el punto de que desapareció la vieja guardia revolucionaría. El
fenómeno de la represión terminarla extendiéndose al conjunto de la población, hasta alcanzar varios millones de
victimas. Se trata de otro _argumento clave en la investigación sobre el estalinismo (v. Informe al final del capítulo).
Bialer ha señalado entre las notas definitorias del estalinismo las siguientes: terror en masa, extinción del
partido como movimiento, modelo movilizativo de crecimiento económico al servicio de objetivos de poderío militar
fin del impulso revolucionario, dictadura personal. El terror fue omnipresente, ya que ningún grupo o individuo
pudo considerarse exento de sus tenazas. En el estado policiaco la policía política dispuso de poderes ilimitados
mientras perdía sus funciones el partido, reducido á clase burocrática con una finalidad meramente administrativa.
Disponemos de centenares de estudios e hipótesis sobre el estalinismo, pero quizás todavía no del trabajo
clave porque la apertura de los archivos soviéticos es reciente e incompleta. El filósofo Berdiaeven 1937 afirmaba que
se trataba de una forma de fascismo: «Stalin es un jefe y un dictador en el sentido fascista contemporáneo de la
palabra». Durante la guerra fría trataron de encontrarse aspectos positivos al estalinismo. Isaac Deutscher, biógrafo
223
de Trotski y Stalin, sostuvo que un líder indiscutible resultaba necesario en un país amenazado por una potencia
Industrial, la Alemania hitleriana. Trotski, el último «ejecutado» al ser asesinado en México en 1940, explicó que
sólo la desaparición de los viejos cuadros permitió el acceso de los arribistas, hombre dóciles alas directrices de un
dirigente ambicioso. Quizá las explicaciones hayan de ser más complejas que el desafió alemán o la ambición
personal. Probablemente razones ideológicas, «el socialismo en un solo país», y estratégicas, la necesidad de
anteponer el desarrollo de la industria pesada a la de bienes de consumo, confluyeron con una personalidad
egolátrica. La invasión alemana en la segunda guerra mundial demostraría que el objetivo de Stalin de convertir
aceleradamente a Rusia en una gran potencia había sido acertado; pero el precio pagado fue muy elevado. Tras la
etapa de denuncias de Kruschev, dentro de Rusia surgió una corriente revisionista, en parte apologista de Stalin,
como demandaban las conveniencias de la guerra fría; pero con la glasnost de los últimos años ochenta la
documentación contra Stalin resulta cada vez más comprometedora. La contabilidad de sus victimas aumenta, y se
arguye con más contundencia su carácter de régimen totalitario. Walter Laqueur, uno de los más prestigiosos
expertos en exégesis sobre el estalinismo, apunta su carácter dentro de las Ideologías contemporáneas y el precio que
pagó el pueblo soviético. «El estalinismo tuvo en común con otros movimientos totalitarios contemporáneos los
siguientes aspectos: provocó entusiasmo en sectores de la población, fue el acicate de la carrera profesional de una
generación, y tiene defensores mucho después de que los grandes líderes hayan desaparecido. Pero para el país en
general fue un desastre a pesar de la industrialización y de las victorias militares. La medida cabal del desastre salió a
la luz sólo después de la muerte de Stalin».

DOCUMENTOS
I. LENIN ANTE LA INSURRECCIÓN. CARTA AL COMITÉ CENTRAL BOLCHEVIQUE
Faltan pocas horas para el inicio de la revolución. Varios puntos a resaltar: Posición de Lenin, insistente,
repetidas veces afirmada. 2. Posición de otros sectores del partido. 3. Instituciones y apoyos de la revolución. 4.
Sectores contrarrevolucionarios.

“Camaradas: Escribo estas líneas el 24 por la tarde. La situación es crítica en extremo. Es claro como la luz del
día que hoy todo lo que sea aplazar la insurrección significará verdaderamente la muerte.
Poniendo en ello todas mis fuerzas, quiero convencer a los camaradas de que hoy todo está pendiente de un
hilo, de que en el orden del día figuran cuestiones que no pueden resolverse por medio de conferencias, ni de
congresos (aunque sean incluso congresos de los Soviets), sino únicamente por los pueblos, por las masas, por medio
de la lucha de las masas armadas.
La korniloviada inspirada por la burguesía, la destitución de Verjovski demuestran que no se puede esperar.
Es necesario, a todo trance, detener al gobierno esta tarde, esta noche, desarmando previamente a los cadetes (después
de vencerlos. si oponen resistencia), etc.
¡¡No se puede esperar II ¡¡Nos exponemos a perderlo todo!!
¿Qué se conseguirá con la toma inmediata del Poder? Proteger al Pueblo (no al Congreso, sino al pueblo, al
ejército ya los campesinos, en primer término) contra el gobierno kornilovista, que ha arrojado de su puesto a
Verjovski y ha urdido una seguida conspiración kornilovista.
¿Quién ha de hacerse cargo del Poden
Esto, ahora, no tiene importancia: que se haga cargo el Comité Militar Revolucionario «u otra institución, que
declare que sólo entregará el Poder a los verdaderos representantes de los intereses del pueblo, de los intereses del
ejército (inmediata propuesta de paz), de los intereses de los campesinos (inmediata toma de posesión de la tierra.
abolición de la propiedad privada), de los intereses de los hambrientos.
Es necesario que todos los distritos, todos los regimientos, todas las fuerzas sean inmediatamente movilizadas
y que envíen sin demora delegaciones al Comité Militar Revolucionario, al CC del Partido Bolchevique, exigiendo
insistentemente: no dejar en modo alguno el Poder en manos de Kerenski y Cía. hasta el 25; en modo alguno. Es
menester que la cosa se decida a todo trance esta tarde o esta noche.
La historia no perdonará ninguna dilación a los revolucionarios que hoy pueden triunfar (y que triunfarán hoy
con toda seguridad) y que mañana correrán el riesgo de perder mucho, tal vez de perderlo todo.
Si hoy nos adueñamos del Poder, no nos adueñamos de él contra los Soviets, sino para ellos.
La toma del Poder debe ser obra de la insurrección; su meta política se verá clara después de que hayamos
tomado el Poder.
Muardar a la votación incierta del 25 de octubre sería echarlo todo a perder, sería un puro formalismo; el
pueblo tiene el derecho y el deber de decidir estas cuestiones no mediante votación sino por la fuerza; tiene, en
momentos críticos de la revolución, el derecho y el deber de enseñar el camino a sus representantes, incluso a sus
mejores representantes, sin detenerse a esperar por ellos.
Así lo ha demostrado la historia de todas las revoluciones, y los revolucionarios cometerían el mayor de los
crímenes, si dejasen pasar el momento, sabiendo que de ellos depende la salvación de la revolución. la propuesta de
paz, la salvación de Petrogrado, la salida del hambre, la entrega de la tierra a los campesinos.
224
El gobierno vacila. ¡Hay que acabar con él, cueste lo que cueste! Demorar la acción equivaldría a la muerte.”
Escrito el 24 de octubre (6 de noviembre) de 1917. Publicado por vez primera en 1924.

2. ACTA DE LA REUNIÓN DEL COMITÉ CENTRAL DE LOS BOLCHEVIQUES DEL 10 DE


NOVIEMBRE DE 1917
En esta intensa sesión, a los seis días del golpe del 25 de octubre, se recogen los grupos sociales que han
apoyado la revolución, las dimensiones entre los partidos, los puntos del programa revolucionario, las tensiones
internas dentro del partido bolchevique, las figuras claves del proceso. Sistematícense estos puntos y coméntese
alguno en particular.
“Presentes: 12 miembros del Comité Central, 5 miembros de la comisión ejecutiva del Comité de Petrogrado,
1 miembro de la Organización Militar,
3 miembros del Gobierno no miembros del Comité Central, el camarada Riazanov -representante de los
sindicatos-, y el camarada Riazanov, en calidad de delegado ala Conferencia.
Orden del día;
Et camarada Kámenev presenta un informe sobre las conversaciones de los representantes de los partidos, del
Vikzhel, etc.
Las proposiciones han culminado en la creación de un organismo; el Gobierno es responsable ante él.
Comprende: 100 miembros del Comité Ejecutivo Central, 75 representantes campesinos, 80 representantes de la
flota, 100 representantes de las dumas municipales de Petrogrado y de Moscú, 15 representantes del Vikzhel, 20
representantes del Sindicato Nacional.
El camarada Riazanov destaca que sólo la primera parte de las conversaciones ha sido oficial.
El camarada Kámenev agrega que la delegación no tenía otro fin que el de conocer los puntos de vista de los
diferentes partidos.
El camarada Trotski estima que el informe no ha aclarado más que una sola cuestión: cómo quieren ahora los
partidos que no tomaron parte en la insurrección arrebatarles el poder a los que acaban de derrocarlos. La
insurrección habrá sido en vano si no obtenemos la mayoría; si se oponen a eso, está claro que rechazan nuestro
programa. Debemos obtener el 75 %. Está claro que no podemos conceder el derecho de recusación, como tampoco
cederemos cuando se trate de hacer nombrar a Lenin presidente; es inadmisible hacer una concesión en cuanto a esto.
Podemos admitir la representación de las dumas si se aseguran las elecciones en un plazo de una semana. Es en la
cuestión del programa donde debemos hacer una escisión con ellos; debemos explicar a las masas lo que queremos
realizar y que, para hacerlo, necesitamos un aparato ministerial.
El camarada Dzerzhinski estima que los delegados no han ejecutado las órdenes del Comité Central. El
Comité Central decidió firmemente que el Gobierno debía ser responsable ante el Comité Ejecutivo Central. Ayer
dijimos claramente que lo más importante para nosotros era el programa. Luego declaramos de manera precisa que
no admitimos el escamoteo de Lenin y de Trotski. No se ha observado nada de esto, y yo propongo que se plantee la
cuestión de confianza a la delegación, hacerla venir y enviar a otros camaradas en su lugar.
El camarada Kámenev da lectura a la decisión tomada en la reunión precedente y demuestra que la delegación
no ha examinado las candidaturas, no ha discutido al respecto y no ha hecho sino escuchar las opiniones de los
demás; no había por qué romper; por eso fue por lo que no pude más que escuchar y hacer mi informe al Comité
Central; si éste decide que hay que romper, ello es factible desde hoy mismo.
El camarada Dzerzhinski estima que es precisamente lo que 'se decidió ayer lo que ha sido ejecutado por la
delegación. No había una decisión que precisara que el Gobierno debiera ser constituido; es por eso por lo que la
delegación debe mandarse a buscar.
El camarada Rykovpropone que se pase a la siguiente cuestión.
El camarada Kámenev propone examinar primero las proposiciones y después la actitud de la delegación.
El camarada Uritski estima que el Comité Central estaba de manera formal a favor de "todo el poder para los
Soviets", es decir, que no puede ser cosa de integración. Protesta contra la representación de las Dumas y cree que los
bolcheviques deben ser obligatoriamente mayoritarios en el Comité Ejecutivo Central. Esto debe decretarse
definitivamente. Lo mismo en el misterio; debemos tener una mayoría segura. La siguiente cuestión es la de la
recusación; se cae de por sí que no debemos ceder ni en cuanto a Lenin ni en cuanto a Trotski, pues, en cierto
sentido, eso seria renunciar a nuestro programa; no hay que insistir en cuanto a los demás, pero Lenin debe quedar
como Presidente y Trotski como Ministro de Relaciones Exteriores. No podemos renunciar a nuestras decisiones.
Son nuestras reivindicaciones y no podemos sacrificarlas.
El camarada Lunacharski cree que el Comité Central no puede desdecirse en sus decisiones; tomamos una
decisión precisa, que era: la mayoría en el Comité Ejecutivo Central, la mayoría en el Gobierno y nuestro programa.
Era superfluo preguntaron, y la delegación podía decidir ella sola lo que había que contestar. Mas por otra parte
protesta contra las intervenciones que hablaban de un 75 % dado que semejante decisión no se ha tomado. Creo que
no hay que revisar la decisión.
Lenin considera que Kámenev debe renunciar ahora mismo a su política.
225
Se somete a votación la resolución sobre el ultimátum que debe presentarse.
El Comité Central decide: continuar las conversaciones.
Declarar que es nuestro programa el que tiene carácter de ultimátum.
I. I. Paz decretos
2. Tierra
3. Control obrero.
4. Abastecimiento.
5. Lucha encarnizada frente a la contrarrevolución {Kaledin, Kerenski).
El poder para los Soviets.
La fuente del poder es el Comité Ejecutivo Central, que puede ser ampliado.
Se pasa a votar por asunto:
I -por unanimidad;
2 -por unanimidad;
3- a favor, 8; en contra, 3;
4 -por unanimidad, 3 abstenciones;
5 -De aceptarse o rechazarse el ultimátum en un plazo de dos horas: a favor, 5, en contra, 4.

INFORME
CUANTIFICACIÓN DE LAS PURGAS ESTALINISTAS
Problema de imposible precisión en tanto no se produzca la apertura de los archivos de la N.K.V.D. sin
embargo planteamos el estado de la cuestión para señalar que es tema que ha de ser esclarecido por los historiadores
en el futuro. Testimonios sin cifras están al alcance de cualquier lector occidental interesado; el disCurso secreto de
Kruschev y varios discursos públicos en el XXII Congreso del Partido (octubre de 1961) constituyen viñetas de las
purgas; algunas victimas pudieron publicar sus relatos en Occidente (Memorias de Ivanov-Razurnnik de Margarete
Buber-Neuman, viuda de un miembro del Buró Político, relato del profesor Swianiewicz, estudioso de la
organización económica de los campos, de trabajo); las narraciones líterarias, como Archipiélago Gulag y Un día en
la vida de Iván Deniso- vich, de Solzhenitsyn y El cero y el infinito, de Koestler, están .confirmadas por testimonios
de exiliados, por ejemplo, el de Kravchenko, Yo escogí la libertad (Madrid, Nos, 1953), o el, más general de
Krivitski, Yofui agente de Stalin (Londres, 1940), o el del viejo trostkista Antón Ciliga, El enemigo ruso (Londres,
1940). Mayor interés historiográfico ofrece el estudio de Boris Suvarine, aparecido en ruso en 1939 (edición
reciente: Staline. Aper du historique du Bolchevisme, Paris, ed. Champ Libre, 1977). Son escasas las fuentes que
permitan una cuantificación, pero se dispone de alguna. Sobre ellas ha efectuado un espléndido estudio. Lorimer, La
población de la Unión Soviética. Historia y perspectiva. Ginebra, Sociedad de Naciones, 1964. 500 carpetas de los
Archivos del Partido en Smolensko fueron capturadas por los alemanes en 1941 y terminaron en poder de los
norteamericanos. En castellano disponemos de un estudio de conjunto, el de R. Conquest, El gran terror (Las purgas
stalinianas de los años treinta}, Barcelona, Caralt, 1974.
En el momento de los juicios las posiciones occidentales fueron contradictorias. En Estados Unidos una
comisión presidida por Dewey consideró que la actuación en los grandes procesos estaba falseada, pero un manifiesto
de intelectuales, encabezado por Granville Hicks, atacó a la comisión. En Inglaterra el Manchester Guardian ofreció
amplia información. Un periodista conocedor del ruso, Walter Duranty, consideró justos los juicios. Pero éstos no
constituyen más que una página de la gran purga, que afectó a millones de ciudadanos soviéticos.
Consignemos, en primer lugar, algunas cifras sobre detenidos. Por las Instrucciones Secretas de 8 de mayo de
1933 de Stalin-Molotov sabemos que había en las cárceles 800.000 presos, sin contar los de los campos y colonias
de trabajo. Para los años 1937-38 varios testimonios coinciden en contabilizar entre seis y ocho millones de presos
políticos. Sólo en Moscú existían 3.000 interrogadores. El físico Alexander Weissberg, que estuvo preso en la cárcel
de Kharkov de marzo de 1937 a febrero de 1939, estima que el 5.5 por ciento de la población de la región pasó por
la cárcel; en esta proporción coinciden otros testimonios, lo que supone, consultando el censo de 1939, un total de
8.5 millones de detenciones. Otros cálculos, el del yugoslavo Dedijer, y el de Uralov, funcionario del Partido, lo
rebajan a 7 millones. Teniendo en cuenta que parte de los detenidos eran miembros del Partido resulta útil comparar
los datos de dos Congresos: en el XVII (1934) tenia 2.817.000 afiliados, en el XVIII (1939) había descendido a
1.568.000: ala diferencia habria que sumar los miembros nuevos, unos cuatrocientos mil, y deducir las bajas por
razones diversas, desde fallecimientos hasta expulsiones que no iban acompañadas de detención, y quedaría una cifra
de cerca de un millón de miembros del Partido arrestados.
Sobre ejecuciones disponemos de bastantes datos parciales. Un escritor soviético (Ginzburg) ha afirmado que,
en la prisión de Lefortovo, en agosto de 1937, eran fusilados 70 hombres por día. Diversos testimonios calculan que
el número de ejecutados es de un 10% con respecto al de detenidos, lo que supondría entre 600 y 700.000: Uralov
lo rebaja a 500.000; un oficial de la N.K.V.D. (Petrov) lo eleva a dos millones, y Dedijer a tres millones. Conquest,
en la primera versión de su libro, la editada en castellano en 1974, se inclinaba por una cifra aproximada de un
millón.
226
Ante la disparidad de cifras es imprescindible recurrir a las fuentes estadísticas, como los censos de
trabajadores forzados organizados por la N.K; Y.D. o simplemente los censos oficiales de población. ..1
El cálculo de Conquest (o.c., p. 649), ofrece la fiabilidad relativa de lo provisional: 5 millones de encarcelados
hasta enero de 1937, 7 millones de detenidos entre enero de 1937 y diciembre de 1938; de ellos un millón de
ejecutados y dos millones de muertos en los campos. El estudio de Lorimer sobre la población permite afirnar que al
menos las cifras de detenidos pueden aceptarse como un indicador (calcula 6.790.000 en los campos de trabajo). Por
otra parte, la contabilización de Conquest nos ofrece otra partida: los fallecidos en los campos, en proporción doble a
la cifra de ejecutados El censo soviético de 1959 hace posible otra aproximación al tema. La proporción de 453
hombres por 547 mujeres en el grupo de los 30 a 34 años puede atribuirse a muertes de soldados jóvenes, menores
de veinte años, en la Primera Guerra Mundial. En el grupo de 35 a 39 la diferencia, sorprendente- mente, es todavía
mayor: 391 hombres para 609 mujeres, y aún más desigual para los grupos de 40-44, 45-49 y 50-54: 384 hombres
por 616 mujeres. Este desequilibrio de la pirámide sólo puede explicarse sobre la suposición de que la purga golpeó
sobre todo a los varones entre los treinta y cincuenta años de edad.
En los años 60 y70 se consideraron en Occidente estos cálculos como exagerados. Pero la glasnost y la
posibilidad de acceder a nueva documentación de archivo han demostrado que se habían quedado cortos. Robert
Conquestha elaborado una nueva versión con la incorporación de más datos y documentos: The Great Terror. A
Reassessment. Londres, Hutchinson, 1990, y está seguro de que ha de elevarse la cifra global de victimas, aunque no
aventura ningún resultado definitivo. Pero ha sido dentro de Rusia donde se han lanzado cifras que convierten la
dictadura estalinista casi en un genocidio. En octubre de 1988, en la reVista Neva de Leningrado un escritor
aseguraba que el número de arrestos había alcanzado los 16 millones, de los cuales entre 8 y 10 millones habían
perecido en los campos. El historiador comunista disidente Roy Medvedev en el órgano semioficial Argumenti i
Fakti lanzó la cifra de 40 millones de Victimas de Stalin, incluyendo entre ellas a los deportados durante la segunda
guerra mundial. De cinco a siete millones serian los condenados a los campos, de los cuales un millón fue fusilado
sumarisimamente y otros muchos murieron pronto en condiciones penosas. Aunque las cifras de Medvedev son
consideradas las más elevadas hasta el momento publicadas, vemos que no difieren de las primeras de Conquest, que
este autor estima han de ser incrementadas.

CAPITULO XXIII: LAS DEMOCRACIAS OCCIDENTALES EN EL


PERIODO DE ENTREGUERRAS
1. UN PERÍODO DIFÍCIL PARA LA DEMOCRACIA
Las potencias occidentales, Francia, Inglaterra, Estados Unidos, se consideran, a partir de los tratados de paz
de 1918-1919, custodios de una concepción de la sociedad política cuyo soberano es el pueblo. Elecciones que
permitan la alternancia en el ejercicio del poder, prensa libre, libertad de religión y pensamiento, igualdad ante la ley,
pluralismo político, sindicatos como sistema de organización del proletariado, derecho a circular libremente por el
territorio del país o por el extranjero, por encima de todo, la ausencia de terror» (Ebenstein) son algunos de los
parámetros que definen la concepción de la democracia en el siglo XX, mucho más compleja, en correlación con la
complejidad de la sociedad industrial, que las formas políticas sobre las que se había pronunciado con oratoria
solemne Pericles en la Atenas de veinticinco siglos antes. Los líderes de estas tres potencias son conscientes de que
ninguna ideología constituye la panacea para resolver todos los problemas, pero consideran que su sistema es el más
perfecto que los pueblos y la ciencia política han conseguido instaurar, creencia que puede resurnirse en la famosa
sentencia de Winston Churchill: La democracia es el peor de los sistemas de gobierno con excepción de todos los
demás».
Esta concepción política se ve amenazada por una serie de procesos que de alguna manera nacen o se refuerzan
con la tremenda convulsión de la guerra del 14 y sus secuelas. Las democracias del siglo XX no han sido más hostiles
a iniciar la mortífera aventura que los Estados autocráticos, no ha sido diferente el comportamiento de Francia y
Rusia. Esta constatación de que la proclamada soberanía del pueblo no ha impedido la catástrofe de la matanza
mutua de los pueblos suscita dudas en bastantes sectores sobre la bondad del sistema. Sólo Inglaterra demuestra una
confianza más sincera en las ventajas del pluralismo y la alternancia de opciones. En algunas naciones de la Europa
continental las tensiones sociales de postguerra adquieren tal virulencia que para evitar una lucha brutal los gobiernos
consideraron preferible limitar algunas libertades individuales; esto ocurre en la Francia y la Italia de la primera
postguerra. En Estados Unidos el pluralismo democrático más que una filosofía es un atavismo, el recuerdo de las
fases de ausencia de poder, en las que las conductas individuales no obedecen más que a la inspiración de los intereses
propios; con más exactitud antes que de un pluralismo auténtico debería hablarse en la gran nación americana de un
pluralismo consentido. Son años difíciles para la democracia porque no se cree de manera plena en ella.

227
Por otra parte, se llaman democracias sistemas políticos que no muestran las notas indicadas más arriba. En las
democracias marxistas no se consiente el pluralismo; los antagonismos sociales se solucionan por la profesión del
pueblo en una fe común, por la adopción de puntos de vista unánimes; a estas que se denominan «democracias
populares» se les debería llamar -opina George Burdeau- «monocracias populares». La captura de la palabra
democracia y el abuso de su aplicación contribuyen a la confusión y a la postre al descrédito. Aparte de esta crisis de
conciencia y de concepto, tres son los peligros para los regímenes democráticos:
-la fuerza interna de los movimientos proletarios con su filosofía de revolución social. El peligro de una nueva
«comuna, inclina a los gobiernos a reforzar el aparato estatal con detrimento de los derechos del ciudadano:
-el desafío de los fascismos, con su política internacional agresiva y sus formulaciones teóricas de desprecio de
la democracia. En el periodo de entreguerras es sin duda el enemigo mayor para la vigencia del sistema democrático:
-los recelos que suscita la revolución soviética y la III Internacional. ¿Se camina hacia una revolución mundial?
A pesar de estos peligros, mientras en varias naciones se instauran regimenes autocráticos, Francia, Inglaterra y
Estados Unidos no renuncian a sus instituciones ya su pluralismo.

2. FRANCIA: EL PRECIO DE LA VICTORIA


Sobre el solar francés se habían dirimido las batallas más sangrientas de la guerra del 14 y. en consecuencia, es
la nación que afronta la reconstrucción con heridas más profundas. Es la hora de contabilizar las pérdidas, que en el
plano demográfico son impresionantes: 1.400.000 muertos y desaparecidos, 2.800.000 heridos, de los cuales
600.000 han quedado inválidos y otros tantos ciegos; en todas las familias hay mutilados y huérfanos. Si a las
pérdidas de la guerra se suman 200.000 bajas civiles y el millón cuatrocientos mil que se calculan como contracción
de la natalidad. Francia ha experimentado una pérdida teórica de tres millones de personas, y tiene medio millón
menos de ciudadanos que en 1911. a pesar de la incorporación de Alsacia y Lorena. El impacto es todavía más
terrible desde el punto de vista cualitativo, al incidir especialmente en los jóvenes -un dramático diente se señala
durante cuarenta años en las pirámides de edad- y en los cuadros (universitarios, oficiales). La población es más vieja,
y más pasiva en el sentido laboral, ya que uno de cada diez ciudadanos activos se ha perdido, proporción superior a la
alemana.
No menos traumático es el balance material: 200.000 casas y 20.000 fábricas destruidas, la mitad de la red de
carreteras y vías férreas fuera de uso, la producción de trigo reducida en dos tercios con respecto a la de 1913, las
minas inundadas; la cabaña ganadera en vías de extinguirse; parte de las pérdidas son imputables a la retirada alemana,
y no a las batallas, comprobación que las hace más indignantes para los franceses. El déficit financiero agrava la
situación porque al Estado le faltan los fondos precisos para acometer la tarea ingente de la reconstrucción; mientras
París se ha endeudado con los Estados Unidos y con empresas particulares. Moscú se resiste a aceptar las deudas del
Estadozarista, en el que las inversiones francesas habían sido fundamentales.
Los efectos morales sobre la sociedad francesa, sobre sus ideas y costumbres, son lógicamente muy intensos..
Los antiguos combatientes se afanan, al comprobar las dificultades de reingreso en la vida civil, en mantener la
camaradería de las trincheras y surgen asociaciones de ex combatientes, proclives a considerar que la patria se
encuentra en deuda con ellos, clientela propicia para los predicadores del nacionalismo exaltado.
El mapa político europeo resulta en algunos aspectos amenazador. Con la revolución rusa ha perdido además
de un campo de inversiones el aliado que podía compensar con su presión oriental la amenaza alemana; el imperio
austro-húngaro se ha desmembrado y un mosaico inicialmente caótico de naciones ha nacido en Centroeuropa;
Francia se encuentra geopolíticamente sola ante Alemania, de ahí su dureza en los tratados de paz.
No obstante, no todo es negativo; ha recuperado Alsacia y Lorena, con sus yacimientos de potasio, hierro y
carbón; obtiene por quince años la explotación de las minas del Sarre y buena parte de las colonias alemanas (Togo,
Camerún}; se esperan las indemnizaciones que ha de satisfacer Berlín; se dispone de la posibilidad de navegación por
el Rhin; algunas fábricas se han modernizado y juegan un papel de acelerador, como ha señalado Alfred Sauvy.
En esta compleja situación de vuelta a la normalidad se pueden destacar tres problemas: debilitamiento
demográfico, reestructuración de la economía, tensiones sociales.
El debilitamiento demográfico condiciona la economía y se convierte en un factor retardatario de la
producción. La disminución de la mortalidad es más lenta que en otros países, en parte porque los graves problemas
de reconstrucción impiden idóneas condiciones de higiene y la mejora rápida del nivel de vida; En cambio la
natalidad se reduce drásticamente por causas muy diversas: fuerte proporción de jóvenes muertos en la contienda,
cambios de mentalidad con descrédito de la familia numerosa, declive del sentimiento religioso, emancipación de la
mujer. Las consecuencias inmediatas son el envejecimiento de la población y la necesidad de recurrir a la mano de
obra extranjera para afrontar la reconstrucción v el desarrollo.
-El Estado orienta sus esfuerzos hacia el desarrollo industrial, lo que exige una reestructuración fundamental,
con transferencias de mano de obra desde el sector agrícola. Hasta 1927 se adopta una política proteccionista, débil
en la agricultura, mucho más fuerte en la industria. Por otra parte se estimula con diversas medidas la concentración
industrial en la región parisina, en el norte, nordeste y Midi mediterráneo.

228
-Al regreso del frente esperaban las masas obreras una legislación social vigorosa que les compensara de su
fidelidad, expresada en la Unión sagrada, durante el conflicto, en la que se suman todas las fuerzas de la nación y se
aplazan las reivindicaciones, pero a pesar de que las tareas de reconstrucción y el debilitamiento demográfico alejan el
fantasma del paro la sociedad justa y fraterna en que se soñaba se redujo a algunas tímidas disposiciones, como la
jornada de ocho horas en la industria. Los obreros se afilian en masa a los sindicatos; la C.G.T., que en 1913 tiene
sindicados a 900.000 obreros, pasa de los dos millones en 1920. El ascenso de la combatividad proletaria se señala
en el número y amplitud de manifestaciones y huelgas, que culminan en mayo de 1920, cuando los ferroviarios
convocan una huelga general ilimitada para imponer la nacionalización de los ferrocarriles. De manera paralela se
produce el aumento de fuerza del Partido Socialista, pero ha de enfrentarse con la experiencia rusa y el nacimiento de
la III lnternacional.
La querella entre socialistas reformistas y revolucionarios se resuelve en diciembre de 1920 (Congreso de
Tours) con la separación del sector exaltado, que decide acatar las consignas de la III Internacional, y la formación
del partido Comunista Francés; esta escisión va a provocar la del sindicato al año siguiente (C.G.T. y C.G.T.U.,
Confederación General del Trabajo Unitaria).

3. TRAYECTORIA POLÍTICA
La prueba de la autenticidad democrática de Francia estriba en que, a diferencia de Alemania antes e Italia
después, que persiguen de manera sangrienta a los movimientos socialistas, afronta los problemas económicos y
sociales sin represión y sin suspender la vigencia constitucional ni el proceso electoral. La vida política pasa por las
fases siguientes: Bloque nacional (1919-1924), Cartel de las izquierdas (1924-1926).. Unión Nacional (1926-
1932). Nuevo Cartel (1932'-1936). Frente Popular (1936-1937). La alternancia de gabinetes de derechas e
izquierdas, y en algunos casos el recurso a gobiernos de concentración, muestra la normalidad de los cambios de
opción que caracteriza alas democracias.

Bloque Nacional (1919-1924)


En las elecciones parlamentarias de 1919 contribuyen a la victoria de las fuerzas conservadoras, agrupadas, el
Bloque Nacional (centro y derecha), la participación de héroes de la guerra en las candidaturas, el peligro bolchevique
y el prestigio de Clemenceau, «Padre de la Victoria, y artífice del bloque. Su programa tiene todavía visos de política
de guerra: nacionalismo intransigente, revanchismo contra Alemania, conservadurismo social, afirmación del
autoritarismo. De los 613 asientos de la Cámara, el Bloque Nacional conquista 433. Sin embargo, en la elección
presidencial de 1920 los diputados rechazan la candidatura de Clemenceau y se inclinan por Alejandro Millerand, un
antiguo socialista convertido en nacionalista.
Las movilizaciones sociales de los años 1919 y 1920 son consideradas por los gobiernos del Bloque como
intentos revolucionarios, por el temor de contagio de la revolución rusa, de ahí su dureza ante las huelgas:
intervención de tropas armadas para disolver las manifestaciones, mantenimiento de los ser- vicios públicos por
medio de voluntarios, propaganda en la prensa contra los «perturbadores bolcheviques.. Pero si esta severa postura
represiva podía significar un freno momentáneo a las tensiones sociales, nada solucionaba en el campo económico. La
obra financiera del Bloque Nacional ha sido muy discutida; el recurso al endeudamiento, mientras no se percibían las
reparaciones alemanas, legó a los gobiernos de los años 30 una situación deficitaria de difícil solución. En 1913 la
deuda exterior del Estado francés era casi inexistente; al terminar la contienda se elevaba a 35.000 millones de
francos. Más grave situación se dibuja en el sector interior: la deuda flotante, apoyada en bonos del Tesoro y de la
Defensa Nacional, reintegrables en pocos meses, se elevó a 65.000 millones de francos, pero tendió después ala
disminución; la deuda consolidada, perpetua o reembolsable a largo plazo, pasó en cuatro años a partir de diciembre
de 1918 de 72.000 a 160.000 millones de francos, lo que suponía más del doble de la renta nacional. La altura de las
cargas del Estado, especialmente las pensiones de guerra y la financiación de las zonas en reconstrucción, obligaban a
este recurso ya la emisión de moneda en gran escala, lo que alimentó la inflación y deterioró la cotización
internacional del franco. Se explica la postura de Francia ante el tema de las reparaciones, ya que los pagos alemanes
sacarían a Francia de una depresión a la que no se veía salida. Sólo un intenso esfuerzo fiscal podría conseguir un
relativo equilibrio de los presupuestos, pero en este campo se comprobó la dificultad de asunción de medidas
progresivas por un gobierno conservador; del impuesto general sobre la renta, establecido en .1914, se obtuvo un
porcentaje bajo de los recursos y el peso de la recaudación se busco en el aumento de los impuestos indirectos sobre
el consumo.
Otra preocupación de los gobiernos de postguerra fue la suavización del problema religioso, rompiendo con
las posturas que los radicales habían sostenido a principios de siglo. La comprobación de que durante la guerra la
católica Austria y la Alemania concordataria habían obtenido éxitos diplomáticos por sus relaciones con la Santa
Sede aconsejó este viraje, Yes Briand, antaño hostil a la omnipresencia eclesiástica, el que envía un embajador al
Vaticano en mayo de 1921, restableciendo las relaciones diplomáticas tras un largo proceso negociador, cuyo éxito se
debió a la buena voluntad de los pontífices Benedicto XV y Pío XI.

229
La impopularidad de los gobiernos del Bloque, por su incapacidad para encontrar salida a la crisis financiera y
por el desprestigio internacional en que había sumido a Francia la ocupación armada del Ruhr, con el propósito de
compensarse de los débitos de guerra alemanes, fue explotada por las izquierdas para obtener el triunfo en las
elecciones de mayo de 1924.

Cartel de las izquierdas (1924-1926)


La situación parlamentaria de 1924 parece clara; mayoría de radicales y socialistas, 328 escaños contra 226 de
los conservadores y centro-derecha, y 26 de los comunistas; pero la situación política es sumamente complicada. En
primer lugar el número de votos populares obtenidos por la derecha es mayor, 4.5 millones frente a 4.270.000, y
sólo la aplicación del sistema mayoritario, que premia a la lista más votada y por lo tanto a los partidos que
comparecen ante el electorado unidos, ha provocado la ganancia de escaños de la izquierda. Pero los radicales, que
habían formado un bloque de 250 diputados en 1906 y 1910 y de más de 250 en 1914, han descendido a 170;
problemas nuevos, los derivados de la guerra, han desviado el apoyo de parte de su clientela. Por tanto, no pueden
gobernar solos, necesitan el apoyo de los socialistas. El Congreso de la Internacional Socialista de Amsterdam, en
1904, había condenado cualquier coalición con partidos burgueses, pero la guerra destroza el internacionalismo
proletario y frente ala pretensión leninista de control universal del obrerismo las tendencias nacionales del socialismo
propician la colaboración, mas por otra parte el Partido Comunista se expresa con una intransigencia absoluta y acusa
de aburguesamiento a los socialistas, de ahí que éstos se vean precisados a acentuar su rigor doctrinal ya rechazar
reiteradamente la participación en los ministerios radicales. De esta manera van a gobernar en solitario los radicales
con apoyo parlamentario de los socialistas, no obstante: ¿hasta qué punto podría la izquierda proletaria solidarizarse
con el programa gubernamental? Mayoría por tanto, pero frágil, con un electorado cuantitativamente minoritario,
con partidos condicionados por la compleja situación de las fuerzas políticas.
La victoria del Cartel se traduce en un conflicto constitucional. El presidente Millerand se ha comprometido
durante la campaña con el Bloque Nacional y, en consecuencia, se ha convertido en hombre de una determinada
ubicación; la nueva mayoría de izquierdas le obliga a dimitir y eleva a la presidencia a un radical moderado, Gastón
Dumergue, quien encarga de la formación de gobierno al presidente del Partido Radical, Eduardo Herríot. Profesor
de la facultad de letras de Lyon, ciudad de la que hace su feudo político durante veinticinco años, hombre de vasta
cultura, escritor de bello estilo, orador grandilocuente, inicia su gestión con una serie de gestos simbólicos: amnistía,
traslado de las cenizas del socialista Jaures al Panteón, reconocimiento del derecho de sindicación de los funcionarios;
pero, presionado por los socialistas, adopta una serie de medidas que afectan a la Iglesia y enervan a los católicos,
como la creación de la escuela única y la expulsión de religiosos, y en el plano diplomático iniciativas que podrían
conducir a la supresión de la embajada ante el Vaticano. Más delicada resultaba la aplicación de su programa de
laicización en Alsacia-Lorena, que no había conocido la separación Iglesia-Estado ni la erradicación de las órdenes
religiosas y mantenía un régimen concordatario. A partir de 1919 varias veces se había prometido a sus habitantes el
respeto a su régimen, por lo que a partir de 1924 la política radical provoca un sentimiento autonomista.
No es, empero, la política laica la que debilita la gestión de Herriot, sino la financiera. La hostilidad de los
medios bancarios, inquietos ante las nacionalizaciones que postulan los socialistas, fue denominada «el muro del
dinero»; ante la negativa a aceptar aplazamientos en el pago de la deuda el gobierno se ve obligado a admitir la
inflación y la pérdida del poder del franco: 96 francos costaba una libra en enero de 1925, 243 en julio de 1926.
Pero la dolorosa experiencia inflacionista de Alemania suscitó en Francia un extenso movimiento de oposición, con el
grito de «no a la inflación». El cambio constante de los ministros de Hacienda, siete en un solo año, demuestra la
falta de soluciones. La perspectiva histórica permite afirmar que los responsables del ministerio de Hacienda en vez
de actuar sobre las causas de la espiral inflacionista lo hicieron sobre sus manifestaciones externas; la inflación no es
otra cosa que un exceso de demanda sobre la oferta de bienes disponible, y los esfuerzos gubernamentales deberían
haberse centrado en el incremento de la producción antes que en las limitaciones sobre la circulación de billetes de
banco. Es la crisis monetaria la que obliga a Herriot a dimitir, pero tampoco el gabinete Painlevé, con un notable
técnico al frente de la Hacienda, Caillaux, encontró la solución, Tres gabinetes Briand y el regreso de Herriot a la
presidencia del Consejo no son otra cosa que ensayos fracasados para salir de la precaria situación financiera.

Los moderados en el poder


Ni el Bloque de las derechas ni el Cartel de las izquierdas han conseguido sacar a Francia de la depresión de la
posguerra, ya lo largo de la crisis aguda de 1926 comienza a sonar el nombre de Poincaré como el único capaz de
encontrar una salida al túnel económico. En su gobierno de Unión Nacional se integran los líderes de todas las
fuerzas políticas, desde la derecha (Marln) y el centro (Barthou, Tardieu, Briand) hasta la izquierda, con los dos jefes
del Cartel Herriot y Painlevé, cuya participación no se produjo sin aguijones de conciencia (ver las memorias de
Herriot: Jadis). El programa de Poincaré, para cuya realización obtiene plenos poderes, se centra en la estabilización
del franco, que en julio de 1926 ha alcanzado su cota más baja (más de 246 francos por libra). La Comisión de
Expertos propone una estabilización rápida, que sitúe el franco en la cotización de 150 francos libra, por medio de
importantes créditos extranjeros y la movilización de las obligaciones alemanas del Plan Dawes; fortalecida la moneda
230
se reembolsarla una parte de la deuda a corto plazo y se consolidaría el resto; pero este respaldo de las finanzas
internacionales al franco no podría conseguirse sin ratificar el acuerdo Mellon-Beranguer, que regulaba el pago de las
deudas de guerra, Poincaré va a conseguir la estabilización por un camino distinto al propuesto por la Comisión,
porque temía que los créditos extranjeros se acompañaran de condiciones políticas. El procedimiento fue el equilibrio
presupuestario mediante una fortísima presión fiscales decir, el sacrificio de los franceses-, con la que se obtuvo una
cifra de 11 mil millones y medio de recursos adicionales, en vez de los 8 mil millones que reclamaban los expertos, y
se fundó una Caja de Amortización, que reforzó la confianza y consiguió la repatriación de los capitales
especulativos; el franco elevó su cotización, lo que perjudicaba las exportaciones, pero se trataba de una fase
imprescindible; a lo largo de los años 1927 y 1928 el Banco de Francia mantuvo el franco a 125 con respecto a la
libra, por me- dio de la compra de divisas. Fortalecida la moneda se solucionó el problema de la deuda
transfiriéndola a la Caja de Amortización, que se nutre de ingresos especiales (monopolios de tabaco, cerillas, lotería).
Las elecciones de 1928 son un triunfo para Poincaré, y apoyándose en él afronta el delicado paso de la
convertibilidad del franco o de su definición por su peso en oro, lo que significaba su depreciación y, por lo tanto,
una pérdida para sus titulares de aproximadamente un quinto de los préstamos patrióticos facilitados durante la
guerra. Era inevitable el sacrificio al menos transitorio de los franceses, y especialmente de algunos sectores sociales,
pero los resultados de la estabilización monetaria fueron inmediatos; afluencia de capitales extranjeros, impulso más
acelerado a la reconstrucción, incremento de la producción industrial, pleno empleo, balanza de pagos positiva.
La política exterior, que será atendida en el tema de las relaciones internacionales, pilotada por Briand escribe
algunas páginas brillantes, especialmente el proyecto que el eterno ministro de asuntos exteriores galo presenta en
septiembre de 1929 de una federación europea, que se iniciaría con el estable- cimiento de una serie de lazos
económicos y se consolidaría con la extensión del sistema de seguridad de Locarno a todas las naciones del Viejo
Continente.
El servicio militar, que en 1913 se había fijado en 3 años y en 1923 se veía reducido a 18 meses, se limita a
un año en 1928. Razones presupuestarias inciden en estas medidas que todavía permitían un contingente de 200.000
hombres frente a los 100.000 que autorizaba a Alemania el tratado de Versalles. Desde un punto de vista social fue
importante la ley Paul-Boncour de organización de la nación en tiempo de guerra, que terminaría con la distinción
entre combatientes y no combatientes e impediría el escándalo de los beneficios de guerra de la contienda del 14, al
introducir correctivos anuladores en los beneficios de ciertos sectores industriales. A pesar de que la obsesión de la
defensa nacional frente a Alemania ocupó tanto a los gabinetes como la fortaleza de la moneda, Francia no tuvo en el
Alto Estado Mayor estrategas con visión de futuro; el intento de mayor envergadura en el campo de la defensa, la
construcción de la Linea Maginot, adolecía de unos planteamientos arcaicos de guerra estática, cuya inutilidad se
comprobaría en 1940. La línea de fortificaciones cubría la orilla del Rhin, parte de la Lorena y se detenía en
Longuyon, dejando abierta la casi totalidad de la frontera belga, precisamente la zona por donde penetrarían las
unidades acorazadas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte se prestó escasa atención a la
mecanización del equipo y no se pensó en unidades de intervención inmediata, tan eficaces en caso de ataqué por
sorpresa.
En 1929 Poincaré dimite por razones de Salud y se inicia una serie de gobiernos moderados (centro-derecha):
Briand, Tardieu, Laval. Muchos de los líderes moderados han sido antiguos socialistas -así Briand, o Laval-, que
situados ahora en posiciones más conservadoras, y atentos a los intereses de los hombres de negocios, tratan de
combinar un programa social con el respeto por los grandes grupos de presión económica. El resultado es una
política paternalista de seguros sociales; indemnización en caso de calamidades agrícolas, gratuidad de la enseñanza
secundaria, que antes habían combatido, etc. La crisis de 1929 llega con retraso a Francia, pero en 1932 ya la onda
depresiva es evidente; se ha hundido la producción de acero y automóviles y él paro alcanza la cota de los 300.000.
Otra vez es la economía la que consume el capital político del centro.

Nuevo Cartel
Para las elecciones de 1932 se reconstruye el Cartel de la izquierda, a lo que contribuye la crisis económica;
327 diputados radicales y socialistas frente a 260 moderados señalan su triunfo y el desplazamiento del espectro
parlamentario de la derecha. Se retorna a la situación política de 1924, un gabinete del radical Herriot sostenido
parlamentariamente por los socialistas. Pero la inestabilidad gubernamental va a caracterizar este período, en primer
lugar por las diferencias entre radicales y socialistas, pero todavía más por la fuerza .de la derecha antiparlamentaria
de signo parafascista, propulsada a partir del acceso de Hitler al poder en Alemania'. Mientras los socialistas reclaman
la se- mana de 40 horas y la nacionalización de ferrocarriles, industria bélica y compañías de seguros, los radicales,
preocupados nuevamente por el déficit presupuestario, intentan la reducción de los gastos públicos. Se suceden
rápidamente varios ministerios radicales: Herriot, Paul-Boncour. Daladier..., cuya efímera duración contribuye al
descrédito del régimen parlamentario.
A imitación de nazis y fascistas italianos, la extrema derecha se organiza en Francia en células armadas de
estilo castrense, con disciplina. Encuadramiento, paradas y desfiles. Fundiendo la tradición de bonapartismo, del
bulangismo y del nacionalismo de preguerra, nombres como,.Cruz de Fuego» del coronel de la Rocque, en la que se
231
alistan antiguos combatientes. Juventudes Patrióticas. Solidaridad Francesa, muestran la proliferación de esta cruzada
contra la democracia. El escándalo Stavísky .personaje que aparece muerto en circunstancias sospechosas, tras el
descubrimiento de falsos bonos del Crédito Municipal de Bayona, con posible implicación de altos funcionarios,
provoca la dimisión del gobierno Daladier y el clímax de la ofensiva fascista. El6 de enero de 1934 señala una prueba
crucial para la democracia. A lo largo del mes de enero, Acción Francesa, movimiento de extrema derecha, aunque no
identificable todo él con el fascismo (de una de sus ramas se constituiría en 1935 el «Fascio» de Georges Valois),
intensifica sus demostraciones en la calle.
A la manifestación del 6 de febrero convocan Acción Francesa, las asociaciones de Antiguos Combatientes y
diversas organizaciones extremistas; ante el Parlamento se desenvolvió pacíficamente, pero la de Juventudes
Patrióticas ante el Ayuntamiento derivó en la típica insurrección callejera, tan conocida en los años revolucionarios de
la historia contemporánea francesa. La Plaza de la Concordia fue escenario de enfrentamientos de violencia
sangrienta, y Daladier, a pesar de obtener la confianza de la Cámara, dimite, exclusivamente por la presión de la calle.
¿Va a capitular la democracia, como en Italia? La C. G. T. convoca la huelga general. Con el apoyo sindical y el
parlamentario de los socialistas, los gabinetes radicales consiguen que Francia no siga en 1934 o 1935 el camino de
Italia o Alemania.

4. EL FRENTE POPULAR (1936-1938)


La unión de los partidos de izquierda y los sindicatos en un frente común fue provocada por la necesidad de
luchar contra los efectos sociales de la gran depresión.. y de manera más inmediata por la de presentar un dique a la
marea amenazadora del fascismo, en el orden internacional y en el interior. Existían, sin duda, diferencias entre
radicales, socialistas y comunistas, y la negativa del Partido Socialista a entrar en tos gabinetes radicales .lo probaba,
pero la gravedad de la situación exigía esta colaboración. El punto de partida ha de buscarse en la huelga general que
convoca la C.G.T. para el 12 de febrero de 1934, en respuesta al intento insurreccional fascista del 6 de febrero; el
Partido Socialista apoya la convocatoria; el Comunista y su sindicato, la C.G.T.U., se inhiben, pero celebran el éxito,
y el nuevo gabinete radical de Dumergue no adopta ninguna medida para mitigar el alcance de la huelga, ni siquiera
en los servicios públicos. El éxito de un movimiento iniciado por los socialistas y apoyado, al menos pasivamente, por
radicales y comunistas, suscita la conveniencia del esfuerzo mancomunado de la izquierda. Otro paso decisivo es la
decisión de Moscú, en mayo, anunciada en un articulo de Pravda, de apoyar la solidaridad de los partidos comunistas
hacia el resto de la izquierda proletaria y burguesa con el fin de frenar la ofensiva internacional del fascismo, lo que
explica el viraje del comunismo francés, hasta entonces hostil a cualquier alianza, y la firma de un pacto de acción en
julio entre comunistas y socialistas. Posteriormente Maurice Thorez, secretario general del Partido Comunista,
consigue extenderlo a los radicales, mientras Pierre Lava! firma en Moscú el pacto francó-soviético, con lo que se
anula .la tradicional actitud del Partido Comunista galo de oponerse a los créditos militares. El 14 de julio de 1935,
tras un grandioso desfile militar, los tres partidos prestan un juramento común
«Hacemos el juramento de permanecer unidos para defender la democracia, para desarmar y disolver las ligas
facciosas, para colocar nuestras libertades fuera del embate del fascismo. Juramos en esta jornada hacer revivir la
primera victoria de la República, defender las libertades democráticas conquistadas por el pueblo de Francia, dar pan
a los trabajadores, trabajo a la juventud, y al mundo, la gran paz humana.»
Poniendo en su primer punto la defensa de la democracia, los partidos de la izquierda señalan que, mientras
los problemas económicos constituyen un enemigo para la paz nacional, las tensiones internacionales, alimentadas
por los Estados fascistas, lo son para la paz del mundo.
En enero de 1936, al mismo tiempo que se inicia la campaña electoral que llevará al poder al Frente Popular
en España, se elabora en Francia el programa común. La lista de nacionalizaciones amplia presentada por la C.G.T. se
reduce ala de las industrias bélicas ya la reforma del. Banco de Francia. En marzo se unifican las dos grandes centrales
sindicales (C.G.T.y C.G.T.U.). Las elecciones del 26 de abril, en segunda vuelta el 3 de mayo, se saldan C°I: l el
triunfo de la coalición, 386 votos contra 222 moderados; el partido más fuerte es el socialista con 149 diputados,
pero se ha producido un notable ascenso de los comunistas, que conquistan 72 escaños en las listas comunes. Al
rehusar éstos su participación, el gobierno Blum se compone de socialistas, que ocupan los ministerios económicos y
sociales, y radicales.
El programa Blum se ocupa prioritariamente de la mejora del nivel de vida de la clase obrera, ya partir de ella
de iniciar la salida de la crisis mediante el aumento del poder adquisitivo popular. Capítulo importante lo cubren los
acuerdos Matignon entre representantes patronales y obreros, convenios colectivos que fijan el salario de cada sector
y las condiciones de trabajo, con salarios que aumentan entre el, 7 y el 15 % y semana de 40 horas. La oficina del
Trigo fija un precio mínimo garantizando su compra a los campesinos; es una medida estatal similar a la acometida
por el gobierno norteamericano. Las medidas socializantes se limitan a la nacionalización de las fábricas de
armamento, la modificación del estatuto del Banco de Francia -en cuyo Consejo general tienen mayoría los
representantes del gobierno- y la intervención en los ferrocarriles, de los cuales el Estado pasa a poseer el 51 % de las
acciones y; por lo tanto, la llave de su control. Pero el gobierno del Frente Popular se encontró con graves problemas:
-oleada de huelgas y ocupación de fábricas, con probable estimulo oculto de los comunistas:
232
-hostilidad de la patronal, que se reagrupa en el Consejo Nacional de la Patronal francesa:
-déficit presupuestario, inevitable ante la asunción de nuevas cargas por el Estado, y consiguiente inflación y
debilitamiento de la moneda;
-reconversión de las ligas parafascistas en partidos políticos; por ejemplo, la «Cruz de Fuego» pasa a ser el
Partido Social Francés;
-complejos problemas internacionales. Ante la eventual participación en la guerra española, el gobierno se
divide, y mientras los socialistas son partidarios de apoyar a la República, los radicales se oponen con energía a
cualquier veleidad intervencionista. La declaración de neutralidad belga provoca un problema logístico, pues se pasa
de la posibilidad de la intervención en territorio belga ante un peligro inminente al requisito de la consumación de
una invasión para intervenir .
Otros gabinetes, con la presidencia socialista de Blum o radical de Chautemps o Daladier, no encuentran
soluciones, mientras la situación internacional se deteriora. Cuando en plena guerra mundial la Asamblea Nacional
entrega a un hombre, el mariscal Pétain, el poder de revisar o redactar una nueva Constitución, la III República, cuya
constitución del año 1875 ha resistido todos los embates, desde guerras hasta crisis económicas y sociales, se
extingue.
La Francia de entreguerras sigue un camino bien diferente de sus vecinas, Alemania e Italia. No le faltaron
figuras clarividentes, como Georges Mandel, que desde 1933 denuncia el peligro hitleriano, o Paul Reynaud, tan
lúcido para explicar las razones de la gran depresión. Desde algunos sectores se critica en los últimos años 30 a la
democracia liberal como ineficaz; de la crisis económica se ha salido sólo en momentos breves, la población envejece
por la debilidad de la natalidad, la industria no se ha modernizado (persistencia de pequeñas empresas) al ritmo que
reclama la técnica , y sin embargo Francia se ha mantenido leal a la democracia debido a varios factores: el fascismo
nunca pasó de grupos de combate sin entidad, el comunismo actuó con inteligencia, sin hostigar excesivamente al
capitalismo franco; los republicanos radicales no dudaron en colaborar con los socialistas,, incluso en programas que
no compartían totalmente. La flexibilidad de los, partidos y de los dirigentes contribuyó a la persistencia de las
instituciones democráticas.

5. INGLATERRA: DIFICULTAD DE LA REESTRUCTURACIÓN


En teoría. Inglaterra debería haber salido fortalecida de la contienda al desaparecer su rival económico,
Alemania, pero si contemplamos este período de entreguerras desde su final, la historia de la antaño dueña del
mundo aparece como un enorme fracaso; en 1939 Alemania ha vuelto a ser una primerísima potencia e Inglaterra se
encuentra en graves dificultades. La desembocadura sorprendente de estos cuatro lustros ha sido resumida
magistralmente por Roland Marx: «Que veinte años después de una victoria clamorosa Inglaterra deba su
supervivencia a la protección de un débil espacio marítimo y al heroísmo de algunos millares de aviadores; que su
adversario de 1914-1918 haya conquistado una incontestable supremacía económica y conocido progresos
industriales asombrosos; que las esperanzas de la seguridad colectiva hayan desembocado en una derrota; que los
"buenos sentimientos" hayan primado sobre la eficacia; que se haya podido, en los años que han precedido
inmediatamente a la Segunda Guerra Mundial, poner una vez y otra en duda la capacidad de resistencia de una
nación dislocada por antagonismos sociales más vivos que antes de 1914; he aquí razones que corroboran el juicio
severo de hombres de todos los medios, y también de historiadores profesionales, sobre una era que los más
indulgentes observadores han descrito con los trazos de una indolencia irresponsable, como un "largo fin de semana".
Resultaría, empero, poco certero valorar a la potencia insular por sus dificultades de 1939, que derivan de su
problemática adecuación a algunos procesos de la segunda revolución industrial. Una nueva Inglaterra industrial nace
en el sur; los enfrentamientos sociales son menos tensos que en Francia; frente a los problemas manifiesta una fe
admirable en el parlamentarismo y no experimenta la congoja de los capítulos sombríos que enturbian la historia de
Alemania o Italia; se mantiene en el rango de las tres o cuatro máximas potencias mundiales. No es un período de
pasividad. Analicemos en primer lugar los problemas que la guerra lega y los que añade la nueva realidad mundial.
Las bases del poderío inglés en el siglo XIX han sido la riqueza hullera, su ventaja tecnológica, sus capitales
comerciales; las tres sufren un rudo golpe. La hulla es desplazada por el petróleo y la electricidad; otras tecnologías,
en Estados Unidos y Alemania, progresan a más rápido ritmo; Norteamérica inunda con sus capitales el continente
europeo, mientras la moneda británica se encuentra enferma. Con la industrialización de los Dominios y la ocupación
de muchos mercados por Estados Unidos y Japón, queda herida su posición de potencia exportadora de productos
industriales e importadora de alimentos y materias primas. Salarios altos, conquistados por las Trade Unions, y la
política de mantenimiento de la cotización elevada de la libra encarecen los productos británicos y dificultan su
exportación. En las cifras del paro se refleja de manera incontestable esta coyuntura difícil. Resquebrajados sus
pilares, Gran Bretaña ha de afrontar problemas similares a los franceses: pérdida de población, reestructuración
industrial, desafío sindical.
El tributo humano de Gran Bretaña a la guerra del 14 es muy inferior al de Francia: alrededor de 750.000
muertos, a los que han de sumarse las víctimas civiles, el descenso de la natalidad y la mortífera epidemia de gripe del
invierno de 1918-19, que añade 100.000 muertos, en gran parte provocados por el debilitamiento físico que genera
233
el conflicto con el desabastecimiento y las insuficiencias hospitalarias. Tampoco ha vivido la isla los destrozos
materiales de su aliado, no ha contemplado carnicerías como la del Mame, ni en su suelo han sufrido los soldados el
barro de las trincheras. A pesar de no ser escenario de las grandes batallas, los problemas son similares. El
debilitamiento demográfico, ante la pérdida de los grupos de edad jóvenes, frena la tendencia emigratoria exterior,
mientras se aviva la interior, con remesas humanas desde las zonas deprimidas hacia las que inician los programas de
reconstrucción, especialmente las ciudades; el gran Londres aumenta su población en un 27 % (contra el 4.7 % de
media nacional) en diez años y alcanza los 8 millones de almas, Birmingham rebasa el millón.
La afirmación de que Gran Bretaña conoció antes de la crisis de 1929 una expansión industrial muy limitada
ha de revisarse, porque frente a las antiguas industrias surgen las nuevas en zonas geográficas distintas. La electricidad
comienza a ser utilizada como fuente de energía alternativa, del 25 % en 191.2 pasa a significar el 66 % en 1930, lo
que indica una intensa renovación de la maquinaria; la capacidad de los altos hornos pasa de 11 a 12 millones de tm
y la de las acererías de 8 a 12 millones entre 1913 y 1927; en 192910S astilleros construyen la mitad de los barcos
del mundo y se está produciendo la concentración de la vieja industria algodonera y la más moderna industria
química. No debe repetirse, por tanto, el tópico de la parálisis, ni siquiera en las industrias tradicionales. si bien es
cierto que los problemas que afronta Inglaterra son graves en cuanto a fuentes de energía, al ser marginado el carbón
con el consiguiente paro en el sector minero, la industria metalúrgica aparece sobre equipada y los astilleros han de
orientar su producción hacia la marina mercante tras varios años de monopolio de la industria naval bélica.
El mapa industrial de Inglaterra se modifica; el sur toma la revancha sobre el norte. Aunque no se extinguen
los centros de la primera revolución industrial, los nuevos tienen su corazón en Birminghan, Nottingham, Coventry y
sobre todo el Gran Londres y la región de los Midlands, que se benefician de los sistemas de transporte de
electricidad y de la proximidad de los puertos a los que afluyen los petroleros, y en estas zonas antes rurales nacen las
nuevas industrias, electricidad, caucho, seda artificial, radio, o se construyen las fábricas inmensas de los gigantes del
automóvil (Morris, Austin, Ford), cuyas capitales serán Bitminghany Coventry.
El movimiento sindical adquiere una grandeza impresionante, a pesar de que los 8 millones de adheridos a las
Trade Unions en 1919 se reducen a 6 millones hacia 1926. Ante la crisis del sector los mineros -1.200.000 en
1919- protagonizan las mayores tensiones; beneficiarios de los más avanza- dos programas sociales en cuanto a
retribuciones, horarios y previsión, son al mismo tiempo las victimas directas de los programas de reestructuración
para abaratar los costes de producción, mantener la capacidad competitiva de los productos británicos y sustituir el
carbón como fuente de energía. En los años críticos, 1921 y 1926, la confrontación adquiere una envergadura
desconocida en el continente. En junio de 1921, en la industria textil y la minería; la falta de trabajo afecta a la mitad
del censo laboral; ante la convocatoria de una huelga general del transporte, el gobierno moviliza 75.000 reservistas
del cuerpo de voluntarios civiles, y los huelguistas son derrotados y han de aceptar descensos de salarios como medio
de aumentar los puestos de trabajo. En junio de 1926 las Trade Unions convocan nueva huelga general y paralizan el
país durante una semana, pero el gobierno de Baldwin alarma ala nación utilizándolas ondas de la BBC y recurre otra
vez a disposiciones militares y ala movilización de reservistas. Ante la reiterada presión sindical, el Parlamento vota en
1927 una ley que prohíbe las huelgas de solidaridad y prevé penas contra los dirigentes que utilicen fondos sindicales
para sostener huelgas ilegales.

6. LA VIDA POLÍTICA
En comparación con la imprecisa trayectoria ideológica de los partidos y de la precaria estabilidad
gubernamental de Francia, la vida política británica se caracteriza por la transparencia de sus mecanismos, que
contribuyen ala permanencia de los gabinetes; solamente cuatro primeros ministros y seis gobiernos tiene Gran
Bretaña entre 1919 y 1930. Al de coalición nacional de Lloyd George, recurso de emergencia ante la guerra, le
sucederá el primer gobierno laborista en 1924. al que apoyan los liberales, y en lo sucesivo se darán dos situaciones, o
triunfo de los laboristas o de los conservadores, obtenido éste por la división del electorado opuesto en dos
tendencias.
El partido conservador ha sabido amalgamar progresivamente sus sectores aristocráticos con aportaciones del
mundo de los negocios; el acceso a la jefatura del partido en 1911 de Bonar Law, empresario siderúrgico, es un
símbolo del sincretismo aristocracia-plutocracia, Aun tratándose de un partido disciplinado, conviven en él una
tendencia tradicional autoritaria, que mantiene las posturas nacionalistas de exaltación del genio británico, y otra más
democrática, que incorpora la herencia disraeliana del progreso social, Dispone de líderes brillantes: Stanley Baldwin,
que sacrifica parte de su fortuna al ceder sus bonos de guerra; Austin Chamberlain, premio Nobel de la Paz después
de la firma del acuerdo de Locarno; Neville Chamberlain, flnanciero prestigíoso; Winston Churchil, que procede de
sectores desgajados del partido liberal y compendia cualídades notables en todosl6sórdenes -naval, financiero,
literario, como requiere un siglo complejo de sus grandes hombres de Estado, Fuertemente vinculado a la monarquía,
es el partido preferido por la familia real, por la Iglesia anglicana y por los sectores del empresariado capitalista;
sostenedor del imperio, identifica la retención del UIster con la defensa de las tradiciones patrióticas y religiosas,
Implantado fuertemente en el campo y zonas de economía tradicional, no es un partido de clase, no carece de apoyos

234
en las ciudades y centros industriales, gracias a su sentido de la propaganda en la utilización de la radio y al control
de periódicos de gran tirada, como el Times y el Daily Maíz,
El partido liberal se dirige hacia su ocaso, por su dogmatismo y escasa capacidad para adaptarse a las nuevas
realidades y por sus divergencias entre los grupos de Lloyd George y d'Asquith, Tras las primeras derrotas electorales
sufre una intensa hemorragia de dirigentes, aunque mantiene su aureola de vencedor en la guerra y el apoyo de
muchas organizaciones patrióticas, Intentando mantenerse como una tercera fuerza, entre el conservadurismo y la
audacia social de los iabohstas, y presentando programas inteligentes, como la lucha contra el paro por medio de un
ambicioso proyecto de obras públicas, no sufrió tanto el desvío del electorado como el rigor de una ley concebida
para la existencia de sólo dos bloques, contra la que lucha incansable e inútilmente,
Los avances del partido laborista, un 31% de los votos en 1923, un 37.5 % en 1929, se deben a la confianza
que supo suscitar ya su excelente maquinaria electoral, sostenida con las Cajas de las Trade Unions. La política de
cambios graduales, propuesta por su líder Rarnsay MacDonald, frente a las Impaciencias de la revolución, no
significaba que se renunciara a una metamorfosis profunda de la sociedad, como se expresa en la propuesta de
Snowden en nombre del partido a los Comunes en 1923: “El esfuerzo legislativo debería orientarse hacia la
sustitución gradual del sistema capitalista por un orden industrial y social apoyado sobre la propiedad pública y el
control democrático de los instrumentos de producción y cambio” Los tránsfugas del liberalismo y sectores
progresistas de las clases medias vigorizaron sus cuadros.
La dinámica gubernamental muestra que por encima de los programas de los partidos imperó en Gran Bretaña
la continuidad, los cambios no traumáticos. El gabinete de coalición liberales-conservadores que presidió Lloyd
George en la guerra y postguerra desembocó en un callejón sin salida, al adoptar los dos partidos posturas diversas
ante los grandes problemas: Irlanda, movimientos huelguísticos desencadenados por los mineros y amplificados por
las Trade Unions, caída de exportaciones, urgencia de la reestructuración industrial, conflictos en Egipto y Oriente
Próximo.
Al romperse la coalición, las elecciones de 1922 otorgan la responsabilidad del ejecutivo a los conservadores;
primero Bonar Law, luego Baldwin. Para corresponder al apoyo de los grandes bancos y cadenas de prensa, Law
adopta una política reaccionaria, rebajando los impuestos directos y las cargas sobre los beneficios de las sociedades;
por el contrario Baldwin, obsesionado por fortalecer la libra, practica una postura de proteccionismo que le enajenó
el apoyo de los sectores económicos perjudicados, influyó en la derrota electoral de diciembre de 1923 y explica la
constricción y posteriores posturas inmovilístas del líder conservador .
En enero de 1924 alcanza por vez primera la responsabilidad del gobierno el partido laborista. Se trataba de
una situación nueva en el parlamentarismo inglés, ya que en vez de dos partidos en turno -o unidos en gabinetes de
salvación nacional, como ocurrió durante la guerra- ahora eran tres los partidos con respaldo popular. Lloyd George
propuso un pacto antilaborista, una coalición entre conservadores y liberales, pero Baldwin, respetuoso con la nueva
orientación del electorado, rehusó y aconsejó al rey Jorge V que encargase a MacDonald la formación del gabinete.
Aunque se trata sólo de un paréntesis, MacDonald se mostró como un político capaz, apasionado por la política
exterior, inspirado por una preocupación social, de la que es prueba su programa de construcción de casas baratas. Al
no disponer de suficiente apoyo parlamentario, una coalición de los votos liberales y conservadores le derriba, y las
elecciones de 1924 confirman, aun con el triunfo de los conservadores, la de separación definitiva de la escena
política inglesa del liberal, ahora barrido, como partido de turno, papel que hereda el laborismo.
A partir de 1924, Baldwin encabeza nuevamente el ejecutivo con un gabinete conservador. Es una etapa
claramente autoritaria ante los problemas sociales, incluso involucionista, y de gran estabilidad política, hasta el
punto de que las elecciones fueron convocadas cuando constitucionalmente era imprescindible, en 1929. Sólo podría
salirse del marasmo económico con un descenso de los precios de los artículos ingleses, para recuperar el papel de
potencia exportadora. Dos caminos se entreveían: el aumento de la productividad mediante una modernización
tecnológica o la reducción de los salarios. Como la primera posibilidad no podía conseguirse en un plazo corto,
Baldwin y su ministro Churchill se inclinaron por la segunda. La reducción de los salarios provocó un choque directo
con los sindicatos: en mayo de 1926 la huelga general fue seguida por 3.700.000 huelguistas. El gobierno la declaró
ilegal, por los procedimientos utilizados, y las Trade Unions dieron marcha atrás, con excepción de los mineros,
quienes permanecieron en paro durante siete meses. La victoria del gobierno fue pírrica, la producción descendió y en
1929 había en Inglaterra todavía un millón de parados.
A la crisis internacional de 1929 va a hacer frente el gobierno laborista de MacDonald. Los líberales han
recuperado algunos escaños a costa de los conservadores y, en consecuencia, MacDonald, aunque su apoyo
parlamentario es más sólido que el de 1924, necesita la colaboración liberal y forma gobierno con el ala derecha del
partido. Ante el caos de la economía internacional se limita en el interior a meros gestos de política social, como la
reducción de la jornada de los mineros, que había sido elevada de 7 a 8 horas en 1926, a 7.5 horas. La inacción
gubernamental provoca la repulsa de la izquierda del partido y la dimisión de Oswald Mosley de sus puestos. El
laborismo en plena crisis del sistema capitalista se limita, con prudencia, para su rama izquierda con cobardía, a
buscar soluciones momentáneas. Pero la involución de Baldwin y la tibieza de MacDonald probablemente
contribuyeron a apuntalar el parlamentarismo democrático inglés en una época de amenazas, como resume Ronald
235
Marx: .Una época que consolida la democracia, admite la clase obrera entre los grupos sociales responsables de la
vida nacional, escapa alas tentaciones de un sistema pluripartidista y de inestabilidad gubernamental y favorece los
progresos reales del bienestar.»
En las ondas del 29, que atendemos en otro tema, se pueden destacar tres aspectos:
Crisis económica, con subida vertical del paro y todos los indicadores habituales de una coyuntura depresiva.
Crisis política, con ruptura de los partidos, de los liberales en nacionales y gubernamentales, lo que
desconcierta a su electorado y termina de hundirlo; de los laboristas en nacionales y socialistas, aunque lo compensan
con la aportación de jóvenes líderes (Atlee, Stafford Cripps, Bevin, Bevan).
Crisis moral, con la irrupción de ligas fascistas, cuyo dirigente es el antiguo laborista Mosley, pero que no
llegan a adquirir las dimensiones del movimiento ultra francés.
Por intervención de Jorge V, en agosto de 1931 se procede a la formación de un gabinete de unión nacional,
presidido por MacDonald, y la participación de Baldwin como figura más influyente. Desde octubre de 1931 se abre
otra era conservadora que se confirma en las elecciones de 1935; gabinetes presididos en su primera etapa por
Baldwin y luego por Chamberlain han de afrontar el problema de la crisis dinástica, al morir Jorge V y abdicar
Eduardo VIII, la regulación definitiva de la cuestión irlandesa, y, sobre todo, los quede manera endémica plantean la
economía y la moneda. ,

7. EL PROBLEMA IRLANDÉS
Todavía en la postguerra, una vez más, la opinión pública británica tenía que enfrentarse al eterno problema
de Irlanda. Tras largas peripecias, el Home Rule o estatuto de autonomía había sido votado en 1912, pero la guerra
demoró su desarrollo y aplicación, y el movimiento nacionalista irlandés aprovechó el conflicto bélico para ocupar
posiciones estableciendo relaciones con los alemanes. La revuelta de Dublín en 1916 es reprimida por el ejército
británico yen 1918 el Home Rule puede considerarse un documento anacrónico, imposible de aplicar. En las
elecciones de este año el principal movimiento independentista, el Sinn-Fein (nosotros mismos.), obtiene 73
diputados para el Parlamento de Londres, pero galvanizados porque los tratados de paz están contribuyendo al
nacimiento de nuevas naciones, como Checoslovaquia o Yugoslavia, deciden no ocupar sus escaños y constituirse en
Parlamento nacional en Dublin, el Dail, que proclama la independencia. Había sonado la hora de las nacionalidades;
pero ni en Versalles ni en los otros tratados se atreve nadie a apoyar una reivindicación que significa la revisión del
estatuto territorial de una potencia vencedora, y, en este punto, Lloyd George se muestra in- transigente ante
cualquier sugerencia. No obtuvieron inicialmente más apoyo los independentistas en la colonia irlandesa de América
del Norte, concentra- da en Boston y en general en Nueva Inglaterra. El viaje de propaganda del joven profesor de
matemáticas, Eamon de Valera, héroe del Sinn Fein, apenas encontró respaldos.
Los irlandeses se deciden por la lucha armada y organizan un ejército, el I.R.A. (Irish Republican Army), bajo
las órdenes de Michael Collins, que sostiene una guerra de liberación con el ejército inglés durante dos años. Con la
convicción de que no habría una salida militar y ante el apoyo que los irlandeses empezaron a encontrar en sus
compatriotas de Estados Unidos y en países de la Commonwealth, Lloyd George se avino a negociar un acta que
preveía la partición de la isla; el Norte, Ulster, de mayoría anglicana, quedaría como provincia del Reino Unido; el
sur se desgajaría de la administración británica. Se convocan elecciones separadas en los dos sectores y en efecto los
resultados contradictorios retratan la diferente sensibilidad de las dos Irlandas: en el Sur 124 de los 128 diputados
pertenecen al Sinn Fein, en el Ulster sólo son seis frente a 40 unionistas, partidarios del mantenimiento de la unión
con la corona. De Valera negoció en Londres el tratado que se firma el 6 de diciembre de 1921, que convierte a
Irlanda en un dominio de la Commonwealth, con estatuto similar a Canadá o Australia. Al ratificarse en enero de
1922 en el Parlamento de Dublín, estalla la discordia; casi la mitad de los diputados estiman que no se ha conseguido
la independencia plena ni respetado la unidad nacional de la isla, por lo que debe continuar la resistencia armada. Los
intransigentes contaban con el apoyo de De Valera -primer presidente-, pero las elecciones de junio de 1922
respaldaron el tratado; los irlandeses se oponían mayoritariamente a la continuación de la guerra y los últimos
activistas depusieron las armas en abril de 1923.
Ha nacido en Europa otra nación independiente, al margen de la transformación que en el mapa político del
continente ha impreso el tratado de Versalles. El Estado Libre de Irlanda dispone de gobierno. Parlamento, ejército,
lengua oficial gaélica, todos los atributos que reclama la identidad nacional, pero subsiste el problema de la
separación de la provincia anglicana del norte y los lazos que la ligan a su antigua metrópoli dentro de la
Commonwealth, dos realidades para los irlandeses difíciles de compaginar, por lo que se producirá la salida de la
comunidad sajona en 1949.

8. EL PLANO INTELECTUAL
Si en el orden económico Inglaterra se enfrenta a problemas de reconversión y en el político no aporta al
parlamentarismo ninguna contribución que no hubiera ya ofrecido en el siglo anterior, en el plano intelectual
continúa siendo una primera potencia. No es propio de una síntesis detenerse en las letras o las artes, pero la simple
cita de figuras como Priestley, Aldoux Huxley, Virginia Woolf, T. S. Eliot, Orwell, etc, pone de manifiesto la
236
originalidad y altura de las letras inglesas. Algunos autores revolucionan por completo la concepción misma de la
narrativa, como el irlandés James Joyce; o anticipan en obras de literatura-ficción la meta absurda en que puede
desembocar la sociedad industrial, como Huxley y Orwell; otros se limitan a testimoniar sobre los problemas
contemporáneos con fórmulas tradicionales, como Somerset Maughan o Graham Greene. A diferencia de los
escritores victorianos, un Bernard Shaw o un Wells, Joyce en la narrativa, Eliot en la poesía o Prtestley en el género
dramático, bucean en estratos apenas conocidos del psiquismo y sus creaciones resultan extrañas incluso para los
sectores cultos de la sociedad. Quizá sólo generaciones futuras puedan valorar la aportación gigantesca y audaz de los
escritores británicos en una época cuyo sentido no ha sido definido todavía.
Junto con Estados Unidos, que importa la ciencia, y Alemania, Inglaterra aporta a nuestro siglo nombres
gloriosos en todas las ramas, desde la matemática, con Whitehead, a la física atómica, con Rutherford.
La cultura popular adquiere con la difusión de la enseñanza dimensiones nunca alcanzadas. El más ambicioso
intento de síntesis del saber lo afronta la Enciclopedia Británica, cuyas ediciones se renuevan sin cesar. Los periódicos
se colocan en tirajes que sólo pueden ser intentados por las grandes cadenas norteamericanas: el Daily Mail y el Ddlly
Express sobrepasan el millón y medio de ejemplares diarios, mientras el londinense Times, de contenido más serio, se
desenvuelve en torno a los 200.000 ejemplares alrededor de 1930. Antes que en otros países, los semanarios
consiguen forjar una masa de lectores devotos con técnicas de impresión más atractivas; el News of the World
alcanza la cifra de casi 3 millones y medio de ejemplares. Los magnates de la prensa, lord Beaverbrook, lord
Rothermere, sir Edward Hulton, forman parte del grupo de personajes de máxima influencia en Gran Bretaña.
Entre las muchas personalidades que Inglaterra ofrece a la civilización contemporánea, pocas tan completas
como Bertrand Russell, matemático, filósofo, educador, activista político, premio Nobel de Literatura en 1950. Por
sus páginas se dispersan miles de agudas reflexiones sobre nuestro tiempo: «es evidente que no puede haber paz
segura hasta que Alemania deje de ser castigada por salir derrotada en la guerra-; «después de la eliminación de la
guerra, el requisito más importante para la reconciliación del individuo y el ciudadano radica en la eliminación de la
superstición»; «en tiempo de guerra se utilizan falsas creencias para provocar el entusiasmo-;, «un segundo peligro: el
amor excesivo por la uniformidad-
Chaplin, Russell, Joyce, muchos nombres demuestran que la libre creación , que la democracia en el peor de
los casos no impide, es incluso en los períodos de crisis la más sólida justificación de la bondad del sistema social
basado en la libertad y en la pluralidad de las opciones. Inglaterra fue siempre leal a su tradición parlamentaría y no le
faltan argumentos, con nombres y apellidos, para acreditar que no siguió un camino equivocado.

9. LA AMÉRICA SATISFECHA DE LOS AÑOS VEINTE


La guerra mundial, para los Estados Unidos, no ha supuesto la experiencia de dolor y destrucción que los
franceses, los rusos o los países de la Europa central han vivido durante cuatro años. Los norteamericanos salen de
una guerra corta -para ellos-, lejana, que no han llegado a comprender. Por una parte no les ha dejado la secuela de
ruinas, por otra les ha abierto los mercados que habían monopolizado Francia e Inglaterra. La participación militar y
financiera en el conflicto les ha situado en una posición dominante. Muchos piensan que los meses de guerra en
Europa no han sido más que un paréntesis, y la campaña presidencial de 1920 es sostenida por los republicanos bajo
el slogan de «retorno a la normalidad. Con su triunfo se abre, hasta 1933, una nueva era de administraciones
republicanas (Harding, Coolidge, Hoover).
Dos palabras resumen el decenio: riqueza y aislamiento. En esta época se abraza el evangelio de la riqueza; la
prosperidad sin precedentes se desvía hacia una nueva moral aislacionista y hedonista, en la que se agazapa el deseo de
disfrutar sin compartir las riquezas que parecen llover sobre la nación. La economía asimila plenamente los avances
de la segunda revolución industrial y los índices de crecimiento son prodigiosos; entre 1922 y 1929 el producto
nacional bruto crece en un 50 %; la renta per cápita pasa de 553 a 716 dólares anuales, cifra para esos años casi
increíble. Son muchos los factores de este crecimiento vertiginoso, señalemos algunos:
-A diferencia de Inglaterra. Estados Unidos posee yacimientos petrolíferos en regiones extensas y poco
Pobladas; en progresión constante, la producción alcanza los 138 millones de toneladas en 1929.
La electricidad alimenta este año el 70 % de las fábricas, lo que espacia su emplazamiento, antes ligado más
estrechamente al carbón o al ferrocarril, y permite, con la modernización de las máquinas, la diversificación de los
procesos dentro de los talleres.
Procedimientos tayloristas de trabajo en cadena y standardización de los productos que repiten en gran escala
los prototipos; al automóvil lo aplica Ford, cuyo modelo T se ofrece al precio de 300 dólares en 1926. Pero no
tendría objetivo el incremento de la producción sin el paralelo del consumo, para lo que se inventan y potencian
procedimientos publicitarios hasta crear nuevos hábitos sociales basados en el consumo ilimitado.
Quebrantando su tradición principal de tierra de acogida, los americanos de los años veinte, sin los problemas
demográficos Que afectan a las naciones; occidentales, europeas, adoptan una política aislacionista, que se inicia con
decisiones políticas, como la no ratificación por el Senado, en marzo de 1920, del Tratado de Versalles, continúa
con la barrera a las mercancías mediante la tarifa proteccionista Fordney-Mac Cumber (1922) y culmina con la serie
de actas que restringen la inmigración. La ley de 1921 limita el contingente anual de inmigrantes para cada
237
nacionalidad al 2 por ciento del número de compatriotas establecidos en Estados Unidos en 1910, lo que permitiría
la entrada de 80.000 ingleses y 70.000 alemanes, pero sólo 40.000 italianos y 6.000 franceses y se prohibía la de
japoneses. En realidad, en 1922 las cuotas reales permitidas fueron muy inferiores, excepto para los italianos, a los
que se abrió las puertas de manera masiva considerando la situación política de la península mediterránea en el
momento en que cae sobre ella la dictadura fascista. La ley de 1924 reduce el contingente al 2% de los instalados en
1890 y fija un número total máximo de 162.000; la referencia a 1890 posibilitaba la entrada de ingleses, alemanes y
escandinavos, pero casi vedaba la afluencia de inmigrantes latinos. Algunos desórdenes en los barrios italianos de
Nueva York (Hoboken) incrementaron la xenofobia antiitaliana.
El aislacionismo ofrece también una vertiente moral, el rechazo de ideas procedentes de Europa que son
consideradas nocivas para la sociedad de la opulencia. Sectas violentas y racistas como el Ku-Klux-Klan se refuerzan
con nuevos adeptos; en algunos estados -Florida, Kentucky, Tennesse- se prohíbe la enseñanza del darwinismo; un
anticomunismo y antianarquismo feroces se esgrimen en instituciones y tribunales. El resonante proceso y condena de
Sacco y Vanzetti, acusados de un delito que no habían cometido y ejecutados a pesar de la movilización mundial en
su defensa, constituye el episodio más famoso de esta era xenófoba; Sacco y Vanzetti acumulaban en sus personas
dos delitos: ser anarquistas, ser italianos.
La ley seca cubre otro capítulo del aislamiento en el ámbito ético, puesto que se entendía como una conquista
de la sociedad virtuosa, alejada de los excesos europeos. Se introdujo la prohibición de bebidas alcohólicas en la
enmienda 18" de la Constitución en 1919 y se explicitó la serie, especificando marcas y procesos de fabricación, en
varias leyes de 1921. La opinión pública se dividió. Los partidarios del prohibicionismo se encontraban sobre todo
en medios rurales y protestantes, y geográficamente en las ciudades del nordeste. El balance fue negativo; millones de
multas, que suponen contravenciones, ingresaron en el Tesoro; el tráfico clandestino de alcohol alcanzó proporciones
inauditas y contribuyó a la aparición de la delincuencia organizada, que especulaba con el alcohol y el juego, y cuya
figura más representativa fue Al Capone.
Estas sombras, contradicciones en la euforia de la prosperidad, no pueden ocultar los índices de una etapa de
expansión, que pueden resumirse en tres capítulos: desarrollo industrial, concentración de empresas, expansión
bancaria y bursátil.
a) Desarrollo industrial. La guerra ha acelerado el progreso técnico y el mercado americano se ve invadido por
aparatos diversos, desde el coche hasta diferentes enseres domésticos. El parque automovilístico pasa de los lO
millones de vehículos en 1921 y se sitúa en los 26.5 millones en 1929, de ellos 23 millones de vehículos particulares,
uno por cada cinco habitantes, proporción altísima para ese año y que permitiría el traslado teórico de toda la
población norteamericana en coches de turismo. Ha nacido un fuerte competidor del tren, el medio de transporte que
ha forjado a los Estados Unidos, pero todavía las compañías ferroviarias, ante la mala calidad de las carreteras,
disfrutaron de años prósperos. La «Highway Federal Actividad, de 1921 dispuso la aceleración de la construcción de
una nueva red vial para el automóvil. La aviación se encuentra ensayando sus primeras líneas, aunque absorbe poco a
poco el tráfico de pasajeros, mientras el tren conserva el monopolio en el de mercancías. Las vías fluviales no pierden
importancia y se afrontan proyectos tan ambiciosos como la comunicación de, 1os Grandes Lagos del el Atlántico.
La producción industrial aumenta a ritmo rápido, como hemos indicado, pero de manera desigual en los
diferentes sectores; la siderurgia, el sector eléctrico, la construcción y las industrias químicas experimentan un tirón
constante; en contraposición, los sectores tradicionales, protagonistas de la primera revolución industrial, como las
construcciones navales, textiles y carbón sufren una crisis estructural semejante a la de Inglaterra. También la
agricultura, tras varios años difíciles, ha de afrontar una profunda reconversión; así surgen los belts, extensas regiones
consagradas a una producción agrícola determinada, aplicando las mismas técnicas de concentración y
standardización de la industria.
b) Concentración de empresas. Una de las bases de la competitividad mundial americana es la envergadura de
sus empresas, como la General Motors o la American Telegraph and Telephon. Los demócratas habían intentado
frenar la concentración, pero el triunfo republicano con la prensa y el dinero de las grandes firmas como apoyos dejó
la puerta abierta para un agigantamiento de las empresas, lo cual -prescindiendo de factores éticos y sociales- fue un
factor de poder y eficacia. En 1929 doscientas empresas poseían aproximadamente la mitad de la riqueza comercial y
la quinta parte del capital norteamericano. Es bien clara la concentración en una industria básica, la del automóvil; en
1903 estaban registrados 181 fabricantes, en 1926 solamente cuarenta y cuatro, y tres de ellos, Ford, General
Motorsy Chrysler, disfrutan de una posición de semimonopolio.
Expansión bancaria y bursátil. Durante años el sistema bancario había constituido uno de los puntos débiles
de la economía americana, de ahí la creación del Sistema Federal de Reserva para corregir su vulnerabilidad. Frente a
su número excesivo, más de 30.000 en 1921, el sector procede a la reducción ya la concentración, con las mismas
pautas organizativas que la industria. Desde la guerra, los valores en Bolsa experimentan subidas continuas. En
capítulo próximo comprobaremos que los cimientos sobre los que se apoyaba el sistema bursátil eran falsos y
provocaron el derrumbamiento de 1929, pero en un aspecto significó un éxito el papel de bancos en bolsa, en la
sujeción de los precios. A pesar de los poderosos stocks de oro que poseen los Estados Unidos no se produjo un

238
proceso inflacionario. lo que señala la ausencia de un problema que en cambio atosigó alas economías de Europa
occidental durante este decenio.
Hoover podrá anunciar en estos años de consumismo orgulloso, que pronto la maldición de la miseria será
definitivamente desterrada de USA. A principios de, 1929 muchos creían que se habían conseguido la meta de una
sociedad opulenta, dirigida por el beneficio y el consumo de bienes materiales. Unos meses después, en octubre, una
crisis profunda estalla y somete a interrogantes la viabilidad de este modelo social.
En el plano político los años veinte son de administración republicana. Su triunfo en las elecciones de 1920 se
debe tanto al sentimiento aislacionista que vive el pueblo norteamericano, hostil a los compromisos bélicos y
diplomáticos en que le ha embarcado el mesianismo idealista de Wilson, como al apoyo de los círculos industriales y
bancarios al republicano Harding. La gestión presidencial de Harding se señala por la connivencia con las grandes
empresas, en la que no faltan escándalos, como la retribución al secretario del Interior Fall de la cesión a las
compañías petrolíferas de terrenos reservados a la Marina. Tras la administración de Coolidge, la elección de Herbert
Hoover en 1928 supone el acceso a la Casa Blanca de un hombre de grandes cualidades y experiencia pero que no
supo o no pudo resolver el desafío de la crisis de 1929.
La prepotencia de los republicanos suscita una crisis en el partido demócrata, que se escinde en dos alas
rivales, una dirigida por Mac Adoo, que se apoya en los protestantes y las zonas rurales, y otra por Al Smith,
gobernador de Nueva York, y cuyas bases estaban en los católicos y los centros urbanos. Algunos sectores
descontentos se agrupan en el partido progresista, con lo que durante algún tiempo, al igual que Inglaterra, Estados
Unidos vivió la experiencia nueva de optar entre tres partidos. En las elecciones de 1924 el senador por Wisconsin
La Follete presentó un Programa que se centraba en la nacionalización de los recursos hidroeléctricos, la ayuda
financiera a los granjeros y subvenciones como inicio de reformas sociales; obtuvo casi cinco millones de votos frente
a los más de ocho del candidato demócrata y casi dieciséis del republicano Coolidge. El intento de tercer partido no
cuajó; probablemente hubiera provocado una alianza de los dos tradicionales para asfixiarlo.
El titulo que algunos americanos dan a los años de postguerra como «Nueva Era, no es precisamente certero,
puesto que ofrecen demasiadas analogías con los años de la reconstrucción que siguió a la guerra de secesión:
omnipotencia de los hombres de negocios, reacción puritana en la moral, estallidos de xenofobia. La frase de
Coolidge, «el que construye una fábrica construye un templo., resume el evangelio de la sociedad opulenta de los
Estados Unidos, pero puede ser aplicado a muchas otras fases de su joven historia. Algunos intelectuales, cumpliendo
su papel de críticos sociales, denunciaron las se- cuelas de la prosperidad, la intolerancia, la estandarización, la
anulación de la capacidad individual para corregir los procesos. Hemingway y Fitzgerald se establecieron en Europa;
otros permanecieron en Estados Unidos, como Mencken, quien desde las páginas del American Mercury denunció
con ironía las contradicciones de la sociedad satisfecha.

DOCUMENTOS
I. LÉON BLUM DENUNCIA LAS RIVALIDADES PERSONALES EN EL BLOQUE NACIONAL
Trácese el cuadro político de Francia a partir de los datos incluidos en este artículo. Deben buscarse datos
sobre los políticos aludidos.

“Lo cierto es que, desde el 6 de febrero, la Cámara de los riñones rotos» no ha recuperado su equilibrio, su
asiento. La verdad es que, con excepción de los grupos proletarios, la Cámara está siendo devastada por las envidias y
rencores de algunas personas, las rivalidades de los clanes, el enfrenta- miento de ambiciones al mismo tiempo
impacientes, desenfrenadas y atolondradas. El jefe de gobierno ya no puede confiar en nadie, y en sus amigos menos
que en ninguna otra persona.
La animosidad de Tardieu contra Flandin provoca el caos en el centro y a la derecha. El duelo de Daladier
contra Herriot divide a la izquierda. Tardieu derriba a Flandin porque no puede soportarlo. Flandin destruye a
Bouisson porque Tardieu y P. Reynaud la apoyan. Los llamamientos de Herriot, en vez de unir al conjunto de los
radicales, alejan a gran parte de ellos. , Según los escrutinios, que han enfrentado mutuamente a Flandin y Fernand
Bouisson, todos los grupos de la Cámara, con excepción de los grupos proletarios, se han dividido. Se ha hecho burla,
como ya es habitual, de la descomposición del grupo radical en tres partes, por cierto desiguales. Pero no es el único
caso de este estilo. Existen otros mejores. Aunque los dos textos de plenos poderes presentados por Flandin y
Bouisson fueran visiblemente idénticos, los dos escrutinios difieren por completo y la diferencia se hace sentir sobre
todo en el centro y la derecha. Un número apreciable de centristas y derechistas negaron el jueves a Flandin lo que
concederían el martes a Bouisson, la cual, desde una perspectiva mínimamente razonable, resulta increíble. Pero un
número considerable negó el martes a Bouisson la que había concedido el jueves a Flandin, la cual no es menos
extraordinario.
Me apresuro, por otra parte, a añadir que en el seno del grupo radical se manifiestan, cada vez de forma más
clara, otros fenómenos que de momento contribuyen quizás a crear más desorden, pero que no tienen en absoluto el
mismo interés e importancia que los que acabo de destacar.

239
Es posible que las rivalidades personales hayan servido de germen para ello, pero en la actualidad los jóvenes
radicales, jóvenes por el ardor, por la audacia ya menudo por la edad, ya no se agrupan únicamente en función de los
nombres: el resentimiento acumulado desde hace tres años despierta hoy un espíritu de independencia, podría decir
casi de rebelión. Los he oído en el transcurso de nuestras recientes reuniones. La catálisis se produce entre los "dos
radicalismos" y aportaría a la vida política del país un inicio de salud y claridad.
Léon BLUM: ¡Disolución/ ¡Disolución/ “
Le Populaire. 7 de junio de 1935 y Oeuvres, Albin Michel ed.

2. LÍNEAS DE LA POLÍTICA INTERNACIONAL SEGÚN EL SECRETARIO DE ESTADO


KELLOGG
En esta breve declaración pueden encontrarse posiciones ante la URSS, raíces ideológicas y planteamientos
estratégicos en la política internacional, y deducirse las líneas de la política exterior norteamericana.

“Los líderes bolcheviques han tenido ideas muy concretas respecto al papel que harán México y América
Latina en su programa para la revolución mundial. Han planteado como una de sus tareas fundamentales la
destrucción de lo que ellos llaman un Imperialismo Americano, como requisito previo para el éxito en el desarrollo
del trabajo revolucionario internacional en el Nuevo Mundo. Así, América Latina y México son considerados como
base para la actividad contra los EEUU. “

CAPITULO XXIV: EL FASCISMO ITALIANO


1. LA CUESTIÓN DE LOS ORÍGENES
El fascismo constituye la versión conservadora del Estado totalitario. En contraposición a las ideologías del
siglo XIX -democracia, liberalismo-, que hacen de la libertad del individuo objetivo fundamental, en el siglo XX se
materializan en varios países europeos filosofías políticas que anteponen la omnipotencia estatal a los derechos de los
ciudadanos Se ha escrito: “La esencia del fascismo es el totalitarismo” (Kogan), entendiendo por totalitarismo la su-
misión de todos los aspectos de la vida humana, incluso los intelectuales -ciencia, arte-, a la intervención del Estado.
¿Se trata de un arcaísmo, de un regreso hacia fórmulas de autoridad periclítadas durante siglos, o de un tributo
inevitable de la industrialización, de uno de sus corolarios negativos? Algún teórico interpreta que no se trata de una
ruptura con el siglo XIX, tal es el caso de Reinhard Künhl, quien considera liberalismo y fascismo como dos formas
de dominio burgués; en su tesis el liberalismo sería el instrumento ideológico de que se valió la burguesía para
desplazar a los estamentos privilegiados del absolutismo -aristocracia y monarquías- y el fascismo el instrumento de
freno de la revolución proletaria, y en este supuesto el liberalismo la antitesis del absolutismo y el fascismo la del
socialismo. No carece de seguidores la teoría del engranaje liberalismo /fascismo, pero la inmensa mayoría de los
historiadores y pensadores se inclinan por la versión de la ruptura, por la afirmación de que en las grandes naciones
europeas existe una tendencia que trata de defender el capitalismo como forma económica mientras rechaza el
liberalismo como forma política, y así niega el papel restringido del Estado -de simple gendarme-, que caracteriza al
siglo XIX, para otorgarle un papel protagonista de intervención ilimitada; estas tendencias rechazan el igualitarismo
democrático con la afirmación de la desigualdad de los seres humanos, el librecambismo con el arancel protector, el
pacifismo con el imperialismo expansionista. Son demasiados los contrastes como para aceptar la conexión; más bien
habría que entender que se trata de la corrupción de algunos aspectos de las ideologías burguesas del siglo XIX. A la
confusión ha contribuido la pretensión del fascismo de presentarse como una revolución cuando se trata de un
movimiento esencialmente conservador. Rocco, ministro de Justicia de Mussolini, lo reconoce, con uno de sus
crucigramas semánticos: .Si se me permite la antítesis, el fascismo es una revolución conservadora.. En conjunto se
han considerado como raíces del fascismo algunas versiones del nacionalismo decimonónico y los movimientos de
masas del siglo xx.
Con respecto a los nacionalismos, se han señalado ciertos fenómenos que muestran concomitancias
totalitarias; así para Alemania lo afirma Meinecke y para el conjunto de los movimientos revolucionarios de 1848
Namier. Según algunos autores, las figuras del Risorgimento italiano tendrían una inclinación, excesiva al uso de la
autoridad y la fuerza; Bertrand Russell y Hans Kohn lo han entrevisto en Mazzini; Franco Valsechi, en el Congreso
histórico tosca- no de 1959, en el abate Gioberti. De manera más amplia Denis Mack Smith, en su Historia de Italia,
encuentra vetas fascistas en el proceso de unificación, versión que levantó protestas a pesar de que muchos años antes
Gramsci había asegurado que el Risorgimento, habiendo carecido de fermento jacobino, se redujo a una revolución
pasiva (nótese la antinomia de los términos), y edificó un Estado elitista, «el régimen de los pachás, escondido tras la
fachada de un Estado liberal. En los imperialismos han anotado Hanna Arendt y Vermeil algunos rasgos prefascistas,
y desde este ángulo la penetración colonial británica o francesa ofrecerían la misma ambición expansiva que los
regímenes totalitarios. Incluso los países que llegan rezagados al reparto colonial del mundo, como Italia,
240
anticiparían, con el sueño de control del Adriático, la doctrina del «espacio vital. Otra vertiente se significaría en la
literatura ochocentista contra el parlamentarismo, que se remonta a la obra de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad
de las razas humanas. Y en general los movimientos «pan, que suscitan una misión nacional para un grupo étnico,
pangermanismo, paneslavismo, coincidirían en sus manifiestos expansivos y xenófobos con eslóganes fascistas.
La segunda raíz, 1os movimientos de masas en naciones populosas, constituyen un factor fundamental de la
mayoría de las interpretaciones. En la explicación del historiador alemán Gerhard Ritter, la voluntad popular se
expresa en Asambleas, pero cuando el número es grande se sustituye por el referéndum; un tercer sistema consiste en
transferir la voluntad popular aun hombre. Ritter encuentra algunos puntos de enlace del nazismo con la Revolución
francesa; su teoría ha sido criticada en los ejemplos que aduce, al señalar imprudentemente como antecesores de
Hitler a demagogos y césares como Danton y Lenin. Complementaria es la explicación del vacío, la de que nuevos
mitos cubren la pérdida de ciertos ideales, entre otros el de la religiosidad (según las teorías de Pareto y Sorel sobre la
violencia y el mito), aunque sea difícil identificar a Sorel como padre del fascismo, nutrido más claramente por
pensadores como Pareto y Mosca.
Hanna Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, subraya la presencia de las masas, de la muchedumbre, como
factor fundamental en el fascismo. Las masas desclasadas pueden ser hostiles a la industrialización. La propaganda
totalitaria las impele a actuar, les crea un mundo imaginario, presidido por la devoción ciega al jefe. Lo peculiar de la
masa es que se trata de una agregación de individuos carentes de cualquier forma de encuadramiento; los sindicatos,
los partidos, la conciencia de clase, son obstáculos para la instalación del totalitarismo, a no ser como correas de
transmisión estatal en vez de articulaciones populares. Hanna Arendt subraya que «los movimientos totalitarios son
organizaciones de masas de individuos atomizados y aislados», y precisa Germani que representan «el dominio de las
masas sobre las masas, expresión que hemos de entender en el sentido de que una parte del pueblo, movilizada, dirige,
tras un proceso de desclasamiento, al resto del pueblo, desmovilizado.
Mucho se ha insistido en la especial atmósfera de tensión que requiere la implantación del fascismo. Los
especialistas en psicología social, como Erich Fromm (El miedo a la libertad), señalan la necesidad para el hombre
masa de participar en algo que es superior a cada uno, algo grande, el mito, tendencia que sería facilitada por el
rompimiento de los lazos primarios en una sociedad dominada por enormes organizaciones; frente a fuerzas que no
se compren- den uno de los mecanismos de defensa es la «conformidad de autómata». Fromm ha facilitado una
explicación psicosocial más moderna de lo que Nietzsche y Scheler habían nominado «moral de los esclavos», cuya
postura permanente es el resentimiento. En este clima peculiar de hiperestesia todos los autores coinciden. Tasca
habla de «una atmósfera especial de embriaguez y excitación, de la cual no puede prescindir el fascismo». Salvemini
de la neurastenia de postguerra, el rumano Zevedei Barbu de las condiciones de inseguridad y tensión en que se
desarrolló el nazismo, el antropólogo norteamericano Robert Lowie del sentimiento de humillación y frustración;
otros autores del papel que juegan catástrofes colectivas cuyo responsable es difícil de conocer: inflación, paro.
En Italia una línea interpretativa ha sostenido la versión del fascismo como paréntesis, como interrupción de
la marcha de la historia italiana. Es la sostenida por Benedetto Croce, quien veinte años después de la extinción del
fascismo lo calificó como «un mal sueño que se ha disipado al primer rayo de sol; Otra línea lo considera como una
desembocadura lógica ante los problemas heredados del Risorgimento agigantados durante la guerra mundial, así lo
sostienen Giustino Fortunato y Fiero Gobetti. Los propios pensadores fascistas lo han explicado como una fase del
proceso mundial de sustitución de los sistemas de pluralidad de partidos por sistemas de partido único y de
detrímento del poder legislativo en beneficio del ejecutivo; así Volpe y Gentile coinciden en sus juicios despectivos
del parlamentarismo.
La tesis de la contrarrevolución preventiva, la de que se impidió una revolución comunista, ha tenido bastantes
apologistas, aunque parece ser mayor el peso de los detractores. Frente a la versión de Luigi Salvatorelli de que el
fascismo es la revolución del quinto estado, la pequeña burguesía, encadenada entre el capital y el proletariado,
Gaetano Salvetnini en sus lecciones de Harvard ha mostrado que el cuadro social que apoya al fascismo es mucho
más amplio, desde industriales y militares descontentos, pasando por pequeños burgueses, hasta obreros y campesinos
desclasados. Por otra parte, Salvemini ha precisado que el auge del fascismo se produjo en la fase descendente de la
presión social, en 1922, cuando se alejaba la posibilidad de la revolución. La misma postura de la revolución
improbable es sostenida por los comunistas; Gramsci ha lamentado que a diferencia de Rusia, donde la guerra
produjo la exasperación del pueblo y la evicción del zarismo, en Italia no existiese un partido bolchevique.
Si en un primer momento el fascismo se presentó como una revolución su carácter involutivo quedó bien
pronto de manifiesto. Pero lo definitorio no es tanto su carácter conservador como su fisonomía totalitaria, y los
rasgos comunes que presenta con el marxismo y los totalitarismos de izquierdas son múltiples; unos han sido
desarrollados por Hanna Arendt, otros por Friedrich y Brzezinski: conquista del poder mediante golpe de Estado,
control absoluto del gobierno, constitución de partido único, monopolio de la propaganda y limitación rigurosa de
todas las formas de expresión, procedimientos violentos, aparato militar poderoso.
2. LA DOCTRINA FASCISTA
No se debería hablar de doctrina en un movimiento que nunca pretendió poseer un sistema coherente de
ideas, como apuntó Duverger: No existe filosofía fascista, ni doctrina fascista; existen mitos.» y no se trata del juicio
241
peyorativo de un adversario, antes bien, ha sido en algunos momentos sentencia orgullosa de las figuras históricas del
fascismo: .Nosotros, los fascistas, no tenemos una doctrina preformulada, nuestra doctrina es la acción», pontifica
Mussolini en 1919; y Hitler, colocando el pragmatismo por encima de la teoría, desprecia la importancia de los
programas: Una vez que conquistemos el gobierno, el programa surgirá por sí mismo.» En todo caso, la falta de
encadenamiento lógico no nos exime de resaltar los rasgos definitorios.
a) Omnipotencia del Estado
Los individuos están totalmente subordinados al Estado, y en consecuencia no existe una legislación
amparadora de los derechos individuales, que quedan subsumidos en categorías abstractas: Patria, Nación, Estado. En
oposición a los democráticos, el Estado totalitario no tolera la separación de los poderes; en el orden político se
aniquila toda oposición; en el intelectual, el Estado disfruta del monopolio de la propaganda y la verdad. Las
directrices gubernamentales se convierten en dogmas sociales y se ponen al servicio de su ejecución todos los medios
compulsivos, ya que también la moral se convierte en un instrumento político. «Todo en el Estado, nada fuera del
Estado», escribe Mussolini.
b) Desigualdad de los hombres
Frente al dogma liberal de la igualdad de todos los hombres, que enraíza en la tradición bíblica, el fascismo no
titubea en sostener que los hombres son desiguales y en consecuencia que sólo una minoría predestinada debe
gobernar. Es la teoría de la élite como dirigente de las sociedades humanas, que desecha la herencia griega formulada
por Pericles y los sofistas de que todos los ciudadanos tienen una parcela de capacidad perfeccionable por la
experiencia para ocuparse de los asuntos públicos. Para los fascistas, la desigualdad es un hecho, pero más todavía un
ideal. La aplicación del criterio elitista implica el rechazo de los parlamentos, y de las elecciones, consideradas por
Mussolini como una «falacia democrática». Mussolini critica con dureza la ley de los números -esencia de las
elecciones-, y Hitler asegura que «es más fácil ver un camello pasar por el ojo de una aguja que descubrir un gran
hombre por medio de la elección».
La aplicación del dogma de la desigualdad del género humano tiene diversas derivaciones. En primer lugar,
una descalificación de la mujer, que al no poseer la misma capacidad que el hombre para el ejercicio de las armas se
convierte automáticamente en ciudadano de segunda categoría. Las mujeres, según el código fascista, deben reducir
sus funciones a las tres k as (kinder, küche, kirche -niños, cocina, iglesia). En el seno de la familia vive subordinada al
marido, el «jefe» en el modelo de sociedad jerarquizada, y se obstaculiza su inserción social con el criterio espartano
de que su papel debe ser preferentemente el de madre de futuros soldados.
Más dramáticas consecuencias tuvo la afirmación de la desigualdad de las razas humanas, que desembocó en el
exterminio de las inferiores y en el de los individuos tarados física o psíquicamente. Para los nazis será dogma la
superioridad de la raza aria, para los fascistas italianos la supremacía del pueblo de Italia. Los contrastes
superioridad-inferioridad se aplican en todos los ámbitos de la sociedad, como resume Ebenstein en un párrafo
difícilmente superable: «En el código fascista, los hombres son superiores a las mujeres, los soldados a los civiles, los
miembros del partido a los que no lo son, la propia nación a las demás, los fuertes a los débiles y (lo que quizás es
más importante para el punto de vista fascista) los vencedores en la guerra a los vencidos.»
c) Filosofía de la víctima propiciatoria
Así denomina Künhlla concepción maniquea que divide el mundo de manera simplista en amigos y enemigos
y que deriva en hostilidad contra éstos. Recogiendo el esquema de algunos mitos ancestrales el grupo interno, el que
entrama la sociedad, se contrapone al externo, que amalgama los peligros. El grupo interno está formado por el
partido, la nación y la raza propias. Buscando la máxima simplicidad, los fascismos descubren como enemigo
universal a los judíos, y en tomo a ellos se colocan, como creaciones suyas, el capitalismo, el marxismo y la
democracia. El antisemitismo respondía a una tradición anterior al siglo XX, a la que se añaden algunas variantes
xenófobas que colocan en el grupo externo a minorías como los gitanos, los negros, los homosexuales, los masones o
los trabajadores extranjeros. A estas minorías no se les puede aplicar la moral colectiva del grupo, y de ahí que la
violencia contra ellas no se considere delito sino un servicio al estado, con lo que se dispone de una válvula de escape
para las iras de las masas y se adormece el sentido moral del pueblo, al tiempo que se consigue insuflar en los
seguidores devotos un alegre complejo de superioridad. El ciudadano ve la conveniencia de ser verdugo en vez de
víctima; la ruptura con la tradición cristiana de la víctima como instrumento redentor es total.
d) Caudillaje
Partiendo del principio teórico de la élite dirigente, se desemboca en el dogma del líder carismático. Una gran
nación precisa encontrar un hombre excepcional, el superhombre sobre el que había teorizado Nietzsche, y cuando lo
encuentra deben seguirse sus instrucciones sin titubeos. Durante el régimen fascista una gran foto del Duce» con el
lema .Mussolini no se equivoca nunca» presidía las aulas de Italia. El «Duce» o el «Führer» son objeto de una latria
sin límites; se les presenta como genios, gigantes dotados de todos los poderes. En las concentraciones escenográficas
el caudillo carismático concentra las miradas y los aplausos; los gritos de la muchedumbre en la Piazza Venecia ante
el balcón de Mussolini o los congresos nazis de Nuremberg con Hitler como señor de los micrófonos, coinciden en
la atmósfera sacra! que establece una comunión hipnótica entre el guía y sus seguidores. OIWell, en su novela 1984,
describe con trazos hiperbólicos al «Gran Hermano», la autoridad que siempre acierta ya la que nadie puede replicar
242
.El modelo de conducta viene dictado por los hábitos de la milicia; disciplina, obediencia, fidelidad, son exaltadas
como virtudes supremas, y de manera preeminente han de tributarse al líder. El lema de los jóvenes fascistas era
«creer, obedecer, combatir», nueva trinidad que se inicia con un acto de fe; se debe creer por encima de todo en el
«Duce».
e) Nacionalismo exacerbado
Algunos autores han afirmado que el fascismo nace de la humillación de la derrota, o de una victoria de la que
no se ha obtenido provecho, y que sus mitos expresan la desorientación de los antiguos combatientes. Efectivamente
los ex combatientes franceses se oponían a las medidas democráticas, pero su influencia e incluso su radicalización
quedaron muy por debajo de la que consiguieron los sectores belicosos en Alemania, que habían sido vencidos. No
seria posible una revancha sin una invocación apasionada a la grandeza de la propia nación ultrajada, con lo que se
traslada al plano internacional el mismo planteamiento maniqueo amigos-enemigos que dibuja el cuadro interior del
país. La guerra se presenta como una actividad calificadora de los espíritus y de las naciones superiores: «Sólo la
guerra eleva todas las energías al máximo nivel de tensión e imprime el sello de la nobleza a los pueblos que tienen el
coraje de afrontarla» (Mussolini). El nacionalismo exultante encuentra su horizonte auténtico en el imperialismo; la
nación poderosa está llamada por la historia a forjarse un imperio ya subordinar a otros pueblos. La doctrina del
espacio vital, montada sobre el binomio gran pueblo-gran espacio, le suministra una apariencia de necesidad a la
proclamación de los ideales imperiales, que frecuentemente son presentados como una restauración o como una
recuperación; así Mussolini invoca los fastos del imperio romano corno el modelo que el pueblo italiano debe
reconquistar .
f) Código de conducta basado en la violencia
Frente a los enemigos interiores y exteriores, se justifica la ruptura de los medios normales de confrontación -
de ahí que la guerra: y la expansión imperialista se sitúen por encima del derecho internacional-. En el orden interno
los líderes aceptan la necesidad de la violencia militar y policíaca en gran escala ante la urgencia de los objetivos y, en
consecuencia, se dota a las fuerzas represivas de toda suerte de prerrogativas. Los campos de concentración nazis y la
Gestapo son inconcebibles en un estado democrático. La violencia contra las minorías o contra los disidentes ofrece,
por añadidura, la ventaja política de contribuir a la cohesión de la nueva élite y sus fuerzas, como agudamente ha
observado Künhl: «Los delitos cometidos colectivamente creaban entre los fascistas vínculos cuando menos tan
sólidos como los nacidos de intereses materiales comunes.»
g) Desconfianza en la razón
La tradición racionalista constituye uno de los legados decisivos de Grecia a Occidente. Al romper con esta
tradición, el fascismo exalta los elementos irracionales del ser humano, los instintos, la pasión, primando el
sentimiento elevado hasta el fanatismo antes que el análisis lógico. Frente al Estado democrático, en el que todo se
debe someter a discusión, el tabú, lo que no puede discutirse, caracteriza a los regímenes totalitarios.
Psicológicamente la existencia de estos tabúes traduce en el individuo y en la colectividad un sentimiento de
inseguridad que se trata de ocultar no ejerciendo la actividad de pensar.

3. PROCESOS DESENCADENANTES DEL FASCISMO EN ITALIA


Otto Bauer estima que el fascismo es el resultado de tres procesos sociales íntimamente relacionados: la guerra,
la crisis económica de postguerra -con sus tensiones sociales- y la merma de los beneficios de la clase capitalista. A
ellos habría que añadir un cuarto proceso, el de la descomposición del Estado liberal italiano, paralelo al hundimiento
más lento en Alemania de la República de Weimar que facilita el ascenso del nazismo. Examinemos cada uno de
estos cuatro procesos, en cuya encrucijada se destapan los movimientos autoritarios, de los que el fascismo es el de
mayor envergadura.
Son oficiales de la reserva, desmovilizados al terminar la conflagración, los que forman los primeros núcleos
del partido fascista. Estos oficiales, alrededor de 160.000, de los que escribe el comunista Togliatti: .Le han tomado
gusto al hecho de ser jefes, no saben ni quieren renunciar a ello, no tienen sitio en los ejércitos de efectivos más
reducidos de tiempos de paz y sueñan con conservar sus hábitos castrenses. Entre sus seguidores reclutan a jóvenes
que han admirado de la guerra precisamente su aspecto de vida emocionante y elementos desclasados que en unidades
paramilitares encuentran estímulo para sentirse útiles. Al tiempo que las primeras células fascistas, se constituyen
huestes de arditi, tropas de choque de la guerra, orgullosas de sus condecoraciones, resentidas porque la patria no les
ha compensado por sus heridas, deseosas de vestir uniforme y de dar y recibir órdenes. En estos sectores que
desprecian el tono cómodo de vida burgués hallan los fascistas colaboradores e inmediatamente seguidores. Las
circunstancias son propicias para el nacionalismo exacerbado. Las pérdidas en vidas humanas se acercan a los
700.000 muertos y los heridos sobrepasan el millón; las empresas industria- les del Norte han sido destruidas y la
infraestructura ferroviaria no ofrece posibilidades de utilización inmediata. En un clima angustiado no es difícil para
oradores violentos hacer ver que son los mismos dirigentes del Estado liberal los responsables de las destrucciones
bélicas y de la frustración colectiva postbélica.
Terminado el conflicto, las economías de los países contendientes se ven sacudidas por una rápida espiral
inflacionista que merma los ahorros de los pequeños comerciantes y artesanos y provoca en el proletariado constantes
243
reivindicaciones salariales. El pequeño burgués que contempla impotente la pérdida de su capacidad adquisitiva
observa con disgusto a los sindicatos que consiguen para los obreros insumisos mejoras relativas. La oleada de
huelgas de 1919 es denunciada por la prensa conservadora como agitación salvaje», y a este año y al siguiente se les
denomina los dos años rojos». Frente a la marea proletaria, la burguesía comienza a apoyar organizaciones irregulares,
que replican con violencia a la violencia. Una estadística del partido fascista en 1921, elaborada sobre la mitad de sus
miembros, muestra una participación elevada de estudiantes (13 %), agricultores (probablemente propietarios rurales,
12 %), empleados de empresas privadas (9.8 %) y comerciantes y artesa- nos (9.2 %), porcentajes que muestran un
predominio de jóvenes y sectores de las clases medias como mayoritarios. Es la misma base social que Broszat ha
encontrado en el nazismo alemán, con un porcentaje de empleados, artesa- nos, comerciantes y funcionarios estatales
doble que el que les correspondía por su significación demográfica. Son precisamente los grupos que en peores
condiciones se encuentran para remontar la crisis los que se encuadran en los movimientos que repudian la
democracia. Pero estos grupos no hubieran tenido fuerza suficiente sin el apoyo de los sectores plutocráticos.
Las pérdidas de beneficios de los terratenientes y capitalistas constituyen el tercer fenómeno generador del
fascismo. Con la guerra se han hipertrofiado algunos sectores industriales, que al perder los estímulos de 10&
pedidos bélicos se encuentran en dificultades. Este proceso culmina en el año 1921. Algunas firmas prominentes de
la industria y la banca se hunden; en junio, el Uoyd Mediterráneo, luego Ansaldo, más tarde los banqueros Perrone;
la producción de acero se reduce ala mitad y la Fiat, que todavía produce 15.000 vehículos en 1920, disminuye en
1921 en el mismo porcentaje sus índices de fabricación. Las apelaciones a la ayuda pública no pueden ser atendidas
en una coyuntura en la que se han hundido las exportaciones y el déficit de la balanza comercial es cada mes más
elevado. EI gran capital comienza a pensar que sólo un gobierno fuerte, que concentre en manos de un hombre de
hierro todo el poder, puede encontrar salida al marasmo. Ya escala local esta esperanza pronto se convierte en
realidad; en el año 1921 los terratenientes llaman a bandas fascistas, que fuertemente armadas ocupan pueblos y
destituyen a las autoridades, iniciando el proceso de descomposición del Estado.
Pero estas tres coordenadas favorecedoras del auge de un movimiento antidemocrático se vieron potenciadas
por los errores de las clases dirigentes, que contribuyeron a hundir el estado liberal desde dentro, aunque quizá de
forma menos clara que en la Alemania de los años 30. La inestabilidad gubernamental, ya muy acusada en la Italia de
preguerra, se convirtió en prueba de que el régimen era incapaz de integrar a las fuerzas políticas en una situación de
emergencia, Orlando, Nitti, Giolítti, Bonomi, Facta, se suceden en los gobiernos sin que ninguno ofrezca algún
cambio. Por otra parte existia un cierto acuerdo en la necesidad de proceder a una revisión constitucional, pues el
Estatuto de 1848 se había redactado para un estado completamente diferente de la Italia del siglo XX; pero tal
revisión se convirtió en otro motivo de enfrentamiento entre los partidos, que ni siquiera ofrecían cohesión interna
(excepto los conservadores de Salandra, titubeantes en sostener la legalidad):
- El bloque liberal, base de la mayoría de los gabinetes, se había dividido durante la guerra en una tendencia
intervencionista, encabezada por Nitti y sostenida por los centros financieros, y otra neutralista, dirigida por Giolitti,
quien desde 1915 se había retirado a su residencia del Piamonte, apartándose de la vida política activa pero
insistiendo en la necesidad de reformas democráticas que integrasen a las masas en la vida política del país, como
único freno de la revolución social.
- El partido popular italiano, fundado por Dom Sturzo en enero de l919 con el apoyo del papa Benedicto
XV, ha nacido como fuerza política católica de inspiración democristiana, pero tiene a su derecha un sector con-
servador escasamente compatible con los grupos que solicitaban reformas sociales, el del profesor Toniolo y el de
Sturzo.
- El partido socialista constituye en 1919 la primera fuerza política del país, con 177 diputados, el control de
muchos municipios y consejos provinciales y la conexión con la principal sindical. Pero la revolución bolchevique lo
ha dividido profundamente. La tendencia reformista encabezada por furati, con orientación socialdemócrata, es
desbordada en el Congreso de Bolonia de 1919 por los maximalistas con Serrati al frente, quienes, galvanizados por
la revolución rusa y soñando con explotar las tensiones de la guerra para iniciarla revolución social, consiguen la
creación de Consejos de obreros y soldados. Pero a diferencia de los bolcheviques rusos, los maximalistas demuestran
en la oleada de huelgas del verano de 1920 que son simplemente teóricos de la revolución incapaces de dirigirla. Así
surge a su izquierda un grupo alrededor de la revista de furín Ordine Nuovo, inclinado a las tesis leninistas de toma
del poder, con Gramsci, Tasca y Toglíatti, quienes fundan a principios de 1921 el partido comunista. Con tal
parcelación del elenco político no es posible la estabilidad de los gobiernos, ni siquiera del de Unión Nacional que
preside Giolitti (junio de 1920 a junio de 1921), con la participación de liberales y populares y la exclusión de los
socialistas; atacado por la extrema derecha, sin el apoyo leal de los liberales de Nitti y los populares de Sturzo,
hostigado por los hombres de negocios, que desconfían de sus proyectos fiscales. y por los partidos proletarios
impacientes, el viejo liberal es un solitario, el símbolo de que una nueva era social exige un nuevo orden político.

4. DE LOS COMIENZOS A LA «MARCHA SOBRE ROMA»


En Italia habían existido fascios antes de Mussolini. En las épocas de crisis, y sobre todo de incapacidad del
aparato estatal para mantener el orden, surgen en la sociedad organizaciones de ayuda mutua sobre una base primitiva
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de autodefensa, y este carácter tenían los piquetes de civiles armados en Sicilia a finales del siglo XIX. Las primeras
células propiamente fascistas aparecen en 1919, pero son difíciles de distinguir de otros grupos violentos, como clubs
de arditi, sindicalistas revolucionarios o blanquistas. A través del pontífice del futurismo, el poeta Marinetti, se
enlazan los grupos nacionalistas de preguerra con los de postguerra y se organizan las primeras secciones de asalto. Se
vive en un clima nacionalista hiperestesiado, como lo demuestra el incidente de Fiume. A pesar de que en Fiume
residía un alto porcentaje de población italiana, de la lectura de la prensa se desprende que en principio la
incorporación no era tema popular, pero en pocas semanas el irredentismo llena las páginas de los periódicos y
cuando D'Annunzio ocupa con secciones de voluntarios el puerto adriático -que tuvo que abandonar ante la presión
de las potencias de Versalles, se convierte en un héroe nacional. A la tensión nacionalista se suma la tensión social. En
marzo de 1919, en una sala milanesa, se reúnen con los grupos nacionalistas industriales y comerciantes y se decide
crear una organización nacional: los fascios italianos de combate. En el programa todavía se defendían ciertas
libertades, de prensa y asociación, y ambiguas medidas sociales como la participación de los obreros en los beneficios,
que alarmaron a algunos plutócratas, pero el espíritu versátil de Mussolini invirtió pronto el enunciado de los puntos
conflictivos.
Por entonces Benito Mussolini ha abandonado incluso el recuerdo de su pasado socialista, partido del que fue
expulsado al defender la entrada de Italia en la guerra. Herido en el año 17, continuó la lucha contra neutralistas y
derrotistas desde las páginas del diario que funda y dirige, el Popolo d'Italia. Autodidacta, con tremendas lagunas en
su formación entrevé en 1919 en el fascismo la posibilidad de unir sus tendencias anarcosindicalistas con su fervor
nacionalista y de medrar en política esgrimiendo su oratoria demagógica.
En las elecciones de 1921, mientras los socialistas pierden algunos escaños y el gobierno se mantiene con
dificultad, los fascistas consiguen treinta diputados; Giolitti, satisfecho, los considera un contrapeso frente a los
socialistas y los primeros diputados comunistas. Esta teoría del equilibrio adopta en la calle formas más violentas:
refriegas, actos de violencia, asesinatos. Mediante el apoyo de los ras» o caciques locales, como Farinacci e ltalo
Balbo, se consigue la implantación en algunas comarcas.
El medio de ascenso fascista es el escuadrismo, piquetes armados que frente al terror rojo siembran en
ciudades y aldeas el terror blanco. Su capacidad de actuación y el número de sus seguidores se incrementan con tanta
rapidez que no se explicaria sin el apoyo directo o indirecto de muchos sectores de la vida italiana. Giolitti confió en
desmontar los extremismos en dos fases; primero le ayudarían los fascistas a frenar a la extrema izquierda y luego
podría descargar el peso del Estado contra aquellos. Fue un error de cálculo, pero es mayor la responsabilidad de
Bonomi, ministro de la Guerra con Giolitti y su sucesor en la jefatura del gobierno, quien favoreció de manera más
decidida la actuación de las bandas armadas de Mussolini. En el valle del Po son los propietarios los que llaman y
subvencionan a los fascios para poner fin ala ocupación de tierras e iniciar una contrarreforma agraria. Las
expediciones punitivas, en las que se apalea a los obreros o se les humilla, son contempladas por la policía con
satisfecha benevolencia mientras los ministerios del Ejército y Marina extraen de sus presupuestos algunas partidas
con las que financian ajos grupos paramilitares e incluso les proveen de armas. Casi des- de todos los ámbitos les
llegan apoyos a los fascistas. Los industriales les remiten fondos, la policía tolera sus violencias, los jueces son
benévolos con sus delitos, el ejército les provee de armas, la prensa pide comprensión para su actividad. En noviembre
de 1921 se reúnen en Roma representantes de 2.200 fascios con más de 300.000 miembros y se funda el Partido
Nacional Fascista con el programa propuesto por Mussolini, ya claramente reaccionario: Estado fuerte,
expansionismo exterior, liberalismo absoluto o renuncia del Estado a toda intervención en la vida económica. Es un
programa que apoyan con fervor nacionalistas e industriales.
La técnica de ocupación violenta de los gobiernos locales adquiere envergadura en el verano de 1922. Il
Popoio del 15 de julio dice: .El fascismo italiano está empeñado actualmente en una serie de batallas decisivas que
implican depuraciones locales...» Cuando a finales de este mes cae el gabinete Facta y se intenta un gobierno de
coalición que restaure el orden, llega el momento de la responsabilidad de la Iglesia en la persistencia del caos. La
Curia se opone a la colaboración de los populistas con los socialistas declarando que no se puede llegar aun acuerdo
con hombres cuyo programa es la negación de toda fe religiosa, de todo fervor patriótico, de todo orden familiar».
Ante el vacío estatal y la violencia creciente del fascismo las organizaciones obreras ensayan un esquema de
resistencia, que se va a someter aprueba con la convocatoria de una huelga general en agosto. Con la huelga, se
perseguía detener la degradación de la situación y mostrar la potencia de las organizaciones proletarias, y por otra
parte conseguir la formación de un gobierno antifascista presidido por Turati. El fracaso es total. Al anunciarse, los
fascistas comunican que si el gobierno no lo impide movilizarán a los escuadristas para mantener en funcionamiento
los servicios de trenes, autobuses y correos. La huelga les permite sustituir al Estado en la lucha social. Desde el 2 de
agosto los fascios incendian las cooperativas y en algunos lugares obligan a punta de pistola a reemprender el trabajo;
en muchas ciudades controladas por los socialistas ocupan por las armas las instituciones locales, y así en Milán se
apoderan del ayuntamiento, en Livorno expulsan a los concejales socia- listas, en Génova queman el periódico
sindical n Lavoro. Sólo existe en esos momentos un poder en Italia; por eso escriben Bernsteiny Mi Iza que es
asombroso que Mussolini tardara tres meses todavía en arribar al poder. Esta lentitud se debió a su propósito de no
forzar el golpe de Estado y alcanzar la meta mediante una presión nacional, que le entregaría el gobierno por medios
245
legales. Fue un riesgo, porque todavía subsistían en Italia fuerzas que con un cambio de postura podrían haber
frenado la carrera del fascismo.
Tras la Ocupación de ayuntamientos y gobiernos provinciales, el último episodio es la "Marcha sobre Roma",
anunciada por Mussolini el 12 de octubre. Miles de camisas negras se reunieron en Nápoles; unos días después
ocuparon los centros de comunicación del Norte. El plan de hacer confluir sobre la capital en trenes miles de
escuadristas armados fue estudiado por un comité militar, en el que figuraban el general de Bono, Italo Balbo y
Bianchi, secretario general del Partido...Italia fue dividida en 12 zonas, cuyos puntos neurálgicos serían ocupados
antes de enviar hacia Roma tres columnas. Mussolini, el 24 de octubre, se expresó con claridad: «No esperamos
entrar en el gobierno por la puerta de servicio… queremos llegar a ser el Estado» El gobierno decide proclamar el
estado de excepción el 28 de octubre, pero el rey se niega a firmar el decreto, para evitar el derramamiento de sangre.
Dimite el gabinete y el rey pide a Mussolini que forme gobierno, el 30 de octubre. En los acontecimientos que se
producen entre el 12 de octubre y el 30 dos instituciones asumen una grave responsabilidad: el ejército y el monarca.
El general Emmanuele Pugliese, que mandaba los 28.000 hombres del distrito de Roma, proclamó que sus tropas
sólo obedecerían al rey y al gobierno; era una fuerza suficiente para impedir la marcha sobre la capital; pero un
estudio reciente de Giorgio Rochet ha demostrado que la obediencia era sólo formal, mientras se apoyaba a los
fascistas. La responsabilidad del rey Víctor Manuel III es enorme. En su actitud influyeron su desconfianza hacia el
gobierno Facta, el apoyo que su primo el duque de Aosta prestaba a los fascistas, con lo que podría convertirse en su
candidato para la corona, y la consulta que formuló alas autoridades militares, quienes le aconsejaron que no colocara
al ejército ante la prueba del choque con los fascios. En cualquier caso, como sostiene Tannenbaum, el rey reflejó su
tibieza hacia el régimen liberal, y el que pudiera negarse a firmar el decreto de excepción pone de relieve un fallo de la
Constitución.
Pero no son los únicos culpables. El jefe del partido conservador, Salandra, sirvió de intermediario para
conseguir la disolución del último gabinete parlamentario, y los centros financieros hicieron un esfuerzo decisivo para
que Mussolini fuese la única solución; la «Associazione Bancaria» entregó 20 millones de liras para financiar la
"marcha sobre Roma", y las Confederaciones de la Industria y la Agricultura comunicaron su rechazo ante un intento
de en- cargar la formación de gobierno a Salandra.
Mussolini forma el nuevo gabinete y hábilmente sólo nombra cuatro ministros fascistas. Mas lo decisivo es
que los fascios se convierten en una milicia voluntaria para la seguridad del Estado.

5. LA EXPERIENCIA GUBERNAMENTAL MUSSOLINIANA


Carente de un auténtico programa de gobierno, sin otro bagaje que su ansia de poder, Musolini va a demostrar
una astucia extraordinaria para hace evolucionar el sistema parlamentario italiano hacia un modelo de dictadura
personal. La práctica constitucional exigía el voto favorable de la Cámara, pero constituyendo los fascistas una
minoría de una treintena de diputados, resultaba imprescindible el apoyo de la derecha: En conjunto se pueden
distinguir dos fases en el proceso de sustitución de las estructuras democráticas hasta enero de 1925 se cubre una
etapa de dictadura solapada; desde esta fecha, de dictadura abierta.
El primer paso es la consecución de la ley de plenos poderes, a la que solamente se oponen socialistas y
comunistas, Dotado de atribuciones que ningún jefe de gobierno anterior había tenido, mientras se recrudecen las
violencias de las bandas fascistas Mussolini se consagra a la creación de órganos paralelos a los del Estado, como el
Gran Consejo del Fascismo, que puede tomar decisiones políticas y reduce al gobierno a un simple papel
administrativo; de manera similar la Milicia para la seguridad del Estado suplanta a la Guardia Real -disuelta en
enero de 1923-, y los comisarios políticos (.prefectos volantes»), reclutados entre los .ras», restan toda autoridad a
los prefectos provinciales, En un año Mussolini dispone de un Estado fascista paralelo. Aunque populares y liberales
se apartan recelosos y sus periódicos comienzan a criticar a Mussolini, votan muchos de sus diputados la nueva ley
electoral -ley Acerbo-, que prevé una sobrerrepresentación de la lista más votada (los 2/3 de asientos de la Cámara).
Se trata de un suicidio parlamentario, sola- mente explicable por la capacidad de convicción del líder fascista, que
ofrece a algunos partidos presentarse con una lista conjunta, y de esta manera, en las elecciones de enero de 1924 el
Listón, candidatura fascista en la que aparecen algunas personalidades liberales e independientes, obtiene .cinco de los
siete millones de votos y, en consecuencia, dispone de 374 de los 535 asientos del Parlamento, mientras los partidos
de oposición, que han cometido el error de presentarse con listas separadas, se reparten del tercio restante el número
de escaños proporcional al de votos populares, Los fascistas disponen ya de la mayoría suficiente para acometer
cualquier reforma constitucional, son los dueños del Parlamento, pero las irregularidades cometidas durante el
proceso electoral aumentan la resistencia antifascista.
Al abrirse las sesiones de la Cámara el diputado socialista Matteotti efectúa una crítica demoledora del
fascismo y de la gestión gubernamental de Mussolini, solicitando que se invalide la elección de los diputados del
Listón, y también otros oradores refuerzan la denuncia.. El eco es grande en toda Italia; el discurso de Matteotti
desata las lenguas, Unos días después el valeroso secretario del partido socialista, es raptado y asesinado; su cadáver
no apareció hasta dos meses después. La prensa publica artículos indignados contra el fascismo criminal; es vox
populi que el rapto ha sido organizado por escuadristas a las órdenes del general de Bono, director de la Seguridad
246
General. Una parte de los diputados no fascistas, que colaboraban con Mussolini, como Orlando V Albertini, se
apartan de él. Por Italia se extiende una oleada de indignación: la Iglesia y los populistas de Sturzo, liberales,
socialistas, universitarios, intelectuales y profesores que firman un manifiesto antifascista, presionan a la Corte para
que el monarca se pronuncie por la retirada de la con- fianza a Mussolini.
Los diputados de la oposición abandonan el Parlamento y se consagran a una campaña de denuncias contra la
impunidad con que se mueven los escuadristas y el silencio de la policía; remiten noticias a la prensa, estimulan el
celo de los magistrados, denuncian a los funcionarios que no cumplen con su deber de defensa de la legalidad. En las
indagaciones sobre el asesinato de Matteotti el partido socialista se erige en acusación privada y denuncia a de Bono,
al secretario del Interior Finzi al jefe del servicio de Prensa Rossi e incluso al mismo jefe del gabinete. Mussolini no
duda en hacer dimitir a de Bono y Finzi, y en detener a Rossi ya Dumini, jefe del comando secuestrador, pero las
declaraciones de los fascistas sacrificados comprometen a más altas instancias y el clamor público contra Mussolini
arrecia. En los últimos meses de 1924 parece que el rey va a dar el paso de enfrentarse al dictador; un grupo de
empresarios, presidido por el senador Conti, intenta convencerle para que se desenganche de Mussolini, pero el
monarca, quizá temeroso del regreso a la anarquía, o según los últimos estudios simpatizante de algunas fórmulas de
autoridad mussolinianas, deja transcurrir el tiempo pasivamente. La responsabilidad de Víctor Manuel hoy nos
parece indudable; rehúsa leer las revelaciones de Rossi que Bonomi le presenta, no aprovecha su designación de 53
senadores para colocar a antifascistas, y en definitiva se escuda en los acuerdos de las Cámaras para mantener su
pasividad. El error de los diputados no elegidos en el Listón probablemente fue llevar su lucha a la calle, el campo
favorito de los escuadristas.
El3 de enero de 1925 es una fecha clave en la Italia de Mussolini. Presionado por los activistas, en un discurso
ante el Parlamento se identifica con la violencia: Si el fascismo ha sido una asociación de malhechores, yo soy el jefe
de esta asociación de malhechores. Frente a los diputados hostiles dice que ha llegado el momento de gritar ¡basta! , y
promete a sus seguidores que aclarará la situación en 48 horas. El nuevo ministro de Justicia. Rocco, ordena la puerta
en libertad de todos los fascistas acusados de algún delito, mientras se persigue con encono cualquier opinión, verbal
o escrita, de critica a la autoridad del Estado.
Al mismo tiempo Mussolini prescinde de los extremistas de su partido. Cuando plantea un posible programa
de vuelta a la normalidad, los escuadristas, amenazan con un golpe de Estado y precipitan un estallido de violencia
durante el año 1925. Es su final. Mussolini coloca a la cabeza del partido al .ras, de Cremona. Roberto Farinacci, con
la misión de extirpar todas las tendencias disidentes, y otorga poderes excepcionales a los prefectos de las provincias.
Farinacci asume la defensa en el proceso a los asesinos de Matteotti y convierte la vista en un mitin. Mientras
Farinacci se consagra a confundir la legalidad con la ilegalidad, ensombreciendo los perfiles del derecho. Mussolini
enfrenta entre sí a las ramas no obedientes del fascio; contra los escuadristas, sector exaltado y demagógico, se lanzan
los sindicalistas, que soñaban con apoyarse en masas obreras, sector ya muy alejado de los deseos de Mussolini de
entendimiento con el gran capital. Del choque de ambos sectores sale robustecido el que encabezan Mussolini y
Farinacci.
El modelo estatal que Mussolini instaura se define por varias notas:
a) Régimen de dictadura personal
Aunque el rey conserva atribuciones como la posibilidad de revocación del primer ministro, la jefatura del
ejército y el nombramiento de los senadores, los nuevos órganos se orientan hacia la concentración de la autoridad en
el Duce, al que se le tributa un culto desmedido y se le canta como estadista genial, hombre histórico, encarnación
heroica de la nación. La Cámara de diputados, disminuida por la expulsión de la oposición, a la que considera
Mussolini una carga inútil, se convierte en registro de los deseos del Duce. El Gran Consejo fascista recibe el
privilegio de presentar a sufragio universal una lista única de 400 candidatos para ocupar los escaños parlamentarios.
El Duce acumula el titulo de jefe de gobierno, primer ministro, un número cada vez más elevado de ministerios,
secretario de Estado, caudillo del partido, y tras la aprobación de las leyes Rocco, la iniciativa exclusiva de las leyes y
la posibilidad de legislar por decreto.
b) Violencia e inseguridad jurídicas
La violencia se convierte en un medio legal contra los enemigos del Estado. La policía se refuerza y se
aumentan sus atribuciones. Las leyes contra los emigrados permiten confiscar sus bienes y anular su nacionalidad,
como se hizo contra el historiador Salvemini. Las que Rocco llamó «Leyes de defensa del Estado» y sus detractores
«leyes fascistisimas», suprimen los derechos individuales y justifican la opresión: se anulan los pasaportes para el
extranjero, se prohíben los partidos políticos y los sindicatos, se instituye el delito de opinión, que permite la
detención incontrolada por la policía y la acusación contra los que tienen intención de cometer actos subversivos, con
lo que se introduce la monstruosidad jurídica de calificar propósitos en vez de hechos. Un Tribunal especial de
defensa del Estado, cuyos miembros son nombrados por Mussolini, aumenta paulatinamente su jurisdicción tras
restaurar la pena de muerte. El general Appiarini, procurador general, llegó a afirmar que la justicia no era una
categoría abstracta, sino un fenómeno político, una función del Estado.
c) Monopolio de la propaganda

247
Los periódicos de la oposición son clausurados, así ocurrió con La aiustizia, órgano socialista, o suspendidos,
como lo fue La Stampa, que reapareció con el compromiso de no ocuparse de política; o se les impone un director y
una línea editorial determinada, como ocurrió con el Corriere della Sera. Las asociaciones han de comunicar sus
reglamentos y sus reuniones. En las universidades se produce una intensa remoción del profesorado. La nueva
doctrina se convierte en obligatoria en la enseñanza y los funcionarios han de jurar respeto y lealtad a las nuevas
instituciones.
d) Un solo partido
El partido fascista, que se había concebido como un antipartido, es decir como una fuerza que se identificaba
con la nación entera, terminó adoptando la forma de un verdadero partido político sin ningún contrapeso de fuerzas
rivales. Hasta 1922 era un pequeño grupo, pero con el triunfo el aumento de sus miembros fue tan espectacular que
el abogado Giurati recibió el encargo de depurarlo y redujo sus efectivos de 1 millón a 660.000, con la consiguiente
siembra de decepciones y enemistades; en los años 30 sólo podían ingresar los que habían militado en organizaciones
juveniles. A partir de estas variaciones sintetiza Mario Einaudi que el partido fascista fue primero coto de comba-
tientes, luego de oportunistas y finalmente de los ciudadanos perfectos del Estado. El partido tiene el monopolio de
la educación política de la juventud mediante la creación de los balillas, Mussolíni soñaba con uniformar a los
italianos, desde la infancia y en diversas instituciones -pequeños italianos vanguardistas, jóvenes fascistas, etc.- se
imparte instrucción paramilitar, adornada con la retórica más asimilable por los jóvenes, a los que se presenta un
horizonte risueño de aventura, de camarería, de vida al aire libre.
No sólo los jóvenes se encuadraron con cierto entusiasmo en estas novedosas células; el régimen exhibió una
notable capacidad para movilizar alas masas con el señuelo de sus mitos, una vez suprimida la crítica o simplemente
la información contradictoria. En teferéndumes y elecciones se refleja la paulatina y creciente docilidad política del
pueblo italiano. En 1929, en una consulta al pueblo, se recogen 8.5'millones de sí es y 136.000 no es; en 1934 diez
millones de respuestas afirmativas y sólo 15.000 negativas. El fascismo demostró que Con el control de la prensa y
de la enseñanza se puede conseguir un grado de uniformidad nunca soñado -ni deseado- en los regímenes
democráticos. La declaración de Fedéle, ministro de Instrucción: «El gobierno exige que toda escuela, en todos sus
grados, en toda su enseñanza, eduque a la juventud italiana para comprender al fascismo y vivir en el clima histórico
creado por los servicios fascistas», constituye un exponente de este régimen de monolitismo menta1.

6. LA POLÍTICA ECONÓMICA DEL FASCISMO


Es en el campo de la economía en el que las declaraciones y resoluciones de Mussolini resultan menos claras, a
menudo incluso contradictorias. Si en el orden político se puede regatear al fascismo la posesión de una ideología, en
el económico su pretensión de tercera vía, de oponerse a un tiempo al capitalismo y al socialismo, ofrece una mixtura
de elementos contradictorios toda- vía más confusa.. Frente a la libre concurrencia de las fuerzas económicas que
postula el liberalismo, se defiende la intervención estatal, pero frente a la preponderancia del sector público que
propugna el socialismo se sacraliza la propiedad privada, y así se desemboca en un sistema de intervención estatal en
defensa de la empresa privada. En el manifiesto de 1919 se defendían postulados claramente socializantes: supresión
de las sociedades anónimas, tributo punitivo sobre los beneficios de guerra, salario mínimo, participación de los
obreros en la dirección de las industrias, entrega de las tierras baldías a las cooperativas de campesinos; pero en 1921,
ya diputado. Mussolini hace un elogio del Estado manchesteriano, fórmula que explicitará durante la «Marcha sobre
Roma» como la de un Estado despojado de su capacidad de intervención y reducido a ser simple vigilante de la libre
confluencia capital-trabajo, en la línea de Adam Smith, y en efecto, la política económica de la primera etapa, hasta
1926, es de tono liberal no obstante, esta reducción de la misión del Estado resultaba incompatible con la definición
de Estado totalitario y en una segunda fase el intervencionismo será la nota predominante.
Sobre las relaciones régimen-industriales no existe todavía acuerdo entre los historiadores. La obra de Mario
Abrate y el estudio de De Felíce sobre Mussolíni rechazan la interpretación del fascismo como el rostro político del
capitalismo, y los trabajos de Piero Melograni demuestran que a los líderes de la industria solamente les atrajo el
programa liberal de la primera fase. Otro enfoque, el de Franco Catalano, pone de relieve los beneficios que los
grandes industriales obtuvieron del régimen. Desde luego existió apoyo de la industria y la banca, pero quizá no
identificación, y el fascismo se mostró más eficaz en domesticar el movimiento obrero que en conseguir la adhesión
del gran capital, puesto que las grandes empresas. Fiat Pirelli, no dependieron en ningún momento de las directrices
gubernamentales, e incluso se pueden citar circunstancias en que se opusieron a la creciente autoridad anómica de
Mussolíni, por ejemplo en el memorándum que le presentan en septiembre de 1924 Olivetti. Conti y Pirelli, entre
otros, solicitando la restauración de la ley y el orden y la depuración de las facciones turbulentas del fascismo. Quizá
sea certera la tesis de Sarti de considerar ala gran industria como uno de «aquellos grupos que menos cedieron y más
obtuvieron».
En la fase liberal, pilotada por De Stefani como ministro de Hacienda; se garantizó a los capitalistas el
abandono del proyecto de impuestos sobre beneficios de guerra y se estimó su inversión para el relanzamiento. Pero
no faltaron deseos de intervención, como el acuerdo Vidoni (1925), que suprimía los consejos obreros de fábrica,
con beneplácito de los dueños, pero al mismo tiempo sugería que los cierres empresariales deberían ser aceptados por
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el gobierno y se introducía la doctrina del arbitraje constructivo, por el que la autoridad política dirimía los
conflictos sociales y sus resoluciones, debían ser acatadas por las partes. Fueron arios de expansión pero en los que
subsistían puntos negros, como los elevados gastos para salvar a empresas en dificulta- des (Ansaldo, Ilva), y el inicio
a la inflación.
A partir de 1926 Volpi pilota la fase intervensionista, más concordante con la fisonomía del fascismo. En esta
segunda fase el Estado se considera como un deus ex machina que racionaliza los conflictos. En la Carta del Lavoro
(1927) se expresa que la economía debe subordinarse a los objetivos del régimen y al destino imperial de Italia. La
organización corporativista del trabajo, elaborada por Alfredo Rocco, se inspira en los gremios o corporaciones
medie- vales, en los que, se afirmaba, se habían armonizado los intereses de patronos y trabajadores. De la misma
manera el Estado corporativo suprimiría la lucha de clases, erigiéndose el Estado en árbitro dentro de instituciones
comunes.
El objetivo básico, al servicio de una política exterior expansionista, fue la autarquía y, por tanto, se declaró
primera meta el aumento de la producción, cuyos planes fueron bautizados con denominación bélica. La primera en
el tiempo fue la batalla del trigo» (1925), con la que se pretendía conseguir el autoabastecimiento y frenar el drenaje
de divisas, seguida por campañas de estimulo al maíz, el azúcar, la carne, los aceites. Promovida por el Comité del
Grano, una activa propaganda, en la que se presentaba a Mussolíni con el torso desnudo trabajando como agricultor,
movilizó a millones de italianos en una empresa cuyo resultado feliz se identificaba con el prestigio de la nación. La
producción se incrementó en un 50 % y se alcanzó la suficiencia alimentaría, pero en conjunto la batalla del trigo fue
antieconómica. Parte de lo que se ahorró en compra de cereales extranjeros se perdió por el descenso en las ventas de
otros productos, se abandonaron cultivos de huerta lucrativos y en el sur se antepuso el cereal a los pastos ya la
ganadería, cuyos fertilizantes hubieran enriquecido el suelo. La agricultura intensiva, más idónea para una población
en aumento rápido, provocado por la batalla de los nacimientos», fue olvidada.
La batalla de la lira», anunciada pomposamente por Mussolini en su discurso de Pesaro en agosto de 1926,
cubre el capítulo más claro de subordinación de la economía a la política, puesto que eran objetivos de prestigio
internacional los que movieron a Mussolini a establecer una cotización anómala- mente alta de la moneda. Para
frenar la inflación se constriñó el consumo ya continuación se estabilizó la moneda, que llegó a situarse, con orgullo
de Mussolini, en paridad con el franco francés. Pero las consecuencias económicas no fueron afortunadas. Los
clientes de Italia, que debían pagar al cambio precios altos, restringieron sus compras, la producción disminuyó y el
paro afectó a más de 400.000 obreros, precisamente en el momento en que la situación de la economía internacional,
antes de la crisis del 29, se encontraba en una coyuntura expansiva.
Más positiva fue la campaña de obras públicas, con la que se intentaba frenar el desempleo, pero los fondos
públicos se pusieron al servicio de las empresas privadas. Así ocurrió en la electrificación de parte de la red ferroviaria
y en la construcción de túneles en el inicio de las autoestradas, o en los planes urbanísticos de Roma -con una nueva
ciudad, de arquitectura grandilocuente, el E.U.R., concebida para la proyectada exposición de 1942. Con gran
publicidad se acometió la desecación de pantanos y marismas, la irrigación y la repoblación forestal. El ejemplo más
famoso es la desecación de los pantanos pontinos, cerca de Roma; tras la recuperación de la tierra se traje- ron
colonos del nordeste, y se construyeron ciudades como Latina y Sabaudia. Obsesionado por hacer de esta tarea un
escaparate de propaganda para los visitantes extranjeros, el régimen se olvidó de las zonas más alejadas de Roma.
Según un estudio de Mario Bandini, de los 2.6 millones de hectáreas en las que se inició alguna tarea de recuperación
sólo la décima parte mostró un aumento significativo en la producción y en el número de personas que la tierra podía
sostener.

7. ALGUNOS ASPECTOS CONTROVERTIDOS


Uno de los aspectos más discutidos del régimen mussoliniano es el de sus relaciones con los católicos.
Inicialmente la Iglesia ve en el fascismo un aliado contra los enemigos comunes: racionalismo, ateísmo, masonería y,
sobre todo, comunismo; y en consecuencia los católicos no se opusieron al rápido as- censo de Mussolini hacia la
jefatura del poder ejecutivo. A lo largo de 1923, mientras la derecha hermética se inclinaba hacia el fascismo, como la
Unione Nazionale», los «popolari» de Sturzo comenzaron a manifestar una oposición decidida al régimen.
Mussolini amenazó con lanzar a sus camisas negras contra los centros católicos y el Vaticano procedió a un cambio
de los dirigentes; Sturzo se exilió, pero pronto los nuevos dirigentes, Donati y Alcide De Gasperi, fueron
encarcelados. Estas fricciones no impidieron el entendimiento Mussolini-Santa Sede. La revista de los jesuitas La
Civitud Católica llegó a afirmar que por haber asumido el fascismo el programa del partido popular éste ya no era
necesario, y su director, el p. Rocca, tras el asesinato de Matteotti, insistía en que los fascistas eran un peligro menor
en comparación con los socialistas.
El Duce no era creyente, pero comprendió pronto el poder social de la Iglesia y procuró atraerse su
benevolencia con algunas concesiones en el orden religioso mientras perseguía cualquier actividad temporal, por
ejemplo de la Acción Católica. El nuevo Papa, Pío XI, era un ultraconservador desde sus tiempos de arzobispo de
Milán, y aunque en ciertos momentos criticó la violencia fascista en general contempló con 1ndulgencia la evolución
del régimen. En diciembre de 1926, tras una serie de atentados contra organizaciones católicas, exculpó a los
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responsables de haber incurrido en un error y aseguró que «la fe y la religión de los buenos católicos los convierten
en los mejores amigos y defensores del orden». El padre jesuita Tacchi Venturi, eminente historiador de las religiones
y uno de los diplomáticos que prepararon el tratado de Letrán, aseguraba que no veía ningún rasgo «neopagano» en
el fascismo. Otra organización, el Centro Nacional Italiano, en el que figuraban los católicos más ricos de Italia,
buscó la armonía con el régimen. La coexistencia Vaticano-fascismo culminó tras tres años de negociaciones en la
firma del tratado de Letrán (febrero de 1929). El acuerdo reconocía a la Santa Sede la soberanía sobre la ciudad del
Vaticano a cambio de su reconocimiento del reino de Italia y de Roma como su capital, con lo que se liquidaba el
contencioso abierto en el año 1870. Asimismo se admitía el carácter inviolable y sagrado del Papa, la libertad de
reunión de cónclaves y concilios y se añadía un anexo financiero, que otorgaba una indemnización a la Iglesia de 750
millones de liras y títulos de la renta cuyo interés podría garantizar los gastos de sostenimiento del Vaticano. Por otra
parte, en la vida civil la Iglesia recibía una serie de privilegios como el control de los matrimonios católicos y la
enseñanza obligatoria de la doctrina católica, lo que rompía con sesenta años de carácter laico del Estado.
Aparentemente el tratado suponía múltiples ventajas para la Iglesia y así lo reconoció el Papa, quien habló de
Mussolini como un hombre que la Providencia nos ha permitido encontrar»; no obstante, el capital político que el
régimen obtuvo con esta alianza no fue menor. A pesar de ciertos titubeos, como la encíclica de 1931 Non abbiamo
bisogno, en la que se critica el Estado totalitario, y de las fricciones que produjo la persecución política de la Acción
Católica, la postura predominante del Pontífice fue de freno a los católicos que se disponían a ofrecer resistencia a la
dictadura. Sin embargo, a nuestro juicio, el tema no ha encontrado todavía un trabajo definitivo.
Otro aspecto que exige estudios más detenidos es el de la legislación racial del fascismo. Hasta 1936.
Mussolini se desentendió de la política racista que desarrollaba el régimen nazi, pero en 1938, tras la aparición de un
«Manifiesto en defensa de la raza-, creó el Consejo Superior para la Demografía y la Raza, que inició una serie de
medidas discriminatorias contra los judíos: exclusión de la enseñanza y de la entrada en academias e instituciones
científicas; imposibilidad de acceso a la carrera militar ya la administración; persecuciones personales. Pero, a pesar
del tono melancólico con que De Sica mostró el tema de su película El Jardín de los Finzi Contúli, nada comparable
a la política nazi ocurrió en Italia; se multiplicaron las exenciones, como las de familiares de judíos muertos en la
guerra o mutilados, las de los inscritos en organizaciones fascistas antes de la Marcha sobre Roma, y ni el pueblo
italiano ni la administración colaboraron en la persecución. Las leyes quedaron en suspenso un año después y
debemos suponer que fueron más medidas de circunstancias que objetivo real del régimen.
Las relaciones del régimen con los intelectuales ofrecen un campo bastante complejo. Algunos, como Volpe y
Giovanni Gentile, apoyaron al régimen con sus libros y manifiestos; otros, los futuristas, con Marinetti, incluso lo
anticiparon, pues sus escritos de 1913, contienen ya claramente enunciados los exultantes dogmas del fascio. Pero en
general la actitud critica y racionalista ante un movimiento que rechazaba la razón como constructora de las
sociedades humanas malquistó a los intelectuales con el régimen y provocó el exilio de los más destacados: Fermi,
Gaetano Salvemini, Toscanini. Pero fueron bastantes los que titubearon, quizá porque les resultaba difícil deslindar la
gama ideológica de un movimiento verbalista. Incluso el director de orquesta Toscanini llegó a apoyar electoralmente
al fascismo ya aparecer en una lista conjunta de candidatos. Pirandello firmó el manifiesto de Bolonia de apoyo al
régimen, que había redactado Gentile, aunque posteriormente en su teatro mostrara un pesimismo poco acorde con el
triunfalismo del hiperbacionalismo. Benedetto Croce en un primer momento contempló con cierta esperanza el joven
movimiento, pero pronto se convirtió en uno de sus más valeros detractores y elaboró frente al manifiesto de Bolonia
el contramanifiesto de Nápoles. En conjunto, los mejores intelectuales tuvieron que exiliarse o recurrir a
procedimientos creativos sinuosos: como los poetas herméticos Ungaretti y Quasimodo (premio Nobel), o algunas
novelas de Alberto Moravia, o el recurso de los historiadores a sacar lecciones de tiempos lejanos, como Gaetano de
Sanctis, que en su Historia de los griegos muestra que la sociedad helena declina con la erosión de la libertad. Las
dificultades que tuvieron los intelectuales demuestran Que la apelación de Mussolini al pasado glorioso de Italia se
limitaba a los recuerdos heroicos del Imperio romano, pero olvidaba la tradición del Re nacimiento v el Barroco, la
Italia de la creación libre y del humanismo integral

DOCUMENTOS
IDEAS FUNDAMENTALES DEL FASCISMO
Apología de la guerra, repudio del internacionalismo, violencia, escuadrismo como forma de organización y
estilo de vida, modelo de superación de clases, antes que nada omnipotencia y omnipresencia del Estado, constituyen
algunos de los principios doctrinales que se consignan en estas páginas de Mussolini. Pueden ordenarse de manera
personal y comentar los más importantes.

“Ante todo, el fascismo, en lo que concierne, en general, al futuro y al desarrollo de la humanidad, y dejando
aparte toda consideración de política actual, no cree en la posibilidad ni en la utilidad de la paz perpetua. Por esa
razón, rechaza el pacifismo, el cual en el fondo esconde una renuncia a la lucha y una cobardía ante el sacrificio.
Únicamente la guerra lleva a su punto máximo de tensión todas las energías humanas e imprime un sello de nobleza a
los pueblos que poseen la valentía de enfrentarse a ella. Las restantes experiencias son sólo sucedáneos que no colocan
250
nunca al hombre frente a él mismo, ante la alternativa de la vida o la muerte. Es por ello que una doctrina que parta
del postulado previo de la paz es ajena al fascismo. Así como son ajenos al fascismo, aunque se hayan aceptado por lo
que puedan tener de útiles en ciertas situaciones políticas, todas las construcciones internacionales y societarias, las
cuales, como bien ha demostrado la historia, pueden disgregarse en el viento, en cuanto ciertos elementos
sentimentales, ideales o prácticos, agitan el corazón de los pueblos. Por otra parte, el fascismo transporta también
estas ideas antipacifistas a la vida de los individuos. La noble divisa de los escuadristas, me da igual», escrita sobre las
vendas de una herida, no sólo supone un acto de filosofía estoica o la síntesis de una doctrina política, sino que
muestra además la educación en el combate, la aceptación de los riesgos que éste supone; es un nuevo estilo de vida
italiano. Así pues, el fascista acepta y ama la vida; ignora el suicidio y lo considera una cobardía; concibe la vida como
un deber, una elevación, una conquista: la vida que debe ser elevada y plena. Vivida para sí mismo, pero sobre todo
para los demás, próximos y lejanos, presentes y futuros...
...Una concepción semejante de la vida lleva al fascismo a ser la negación absoluta de esa doctrina que
constituye la base del socialismo, llamada científica o marxista, la doctrina del materialismo histórico, según la cual la
historia de las civilizaciones humanas se explicaría únicamente a partir de la lucha de intereses entre los diferentes
grupos sociales y la evolución de los medios e instrumentos de producción. Nadie niega que las cuestiones
económicas -descubrimiento de materias primas, nuevos métodos de trabajo, inventos científicos, tengan su
importancia, pero es absurdo pretender que basten para explicar la historia humana, dejando de lado todos los demás
factores. El fascismo cree aún, y para siempre, en la santidad y el heroísmo, es decir en actos en los que no interviene
-ni poco ni mucho- ningún tipo de motivación económica. Este rechazo del materialismo histórico, según el cual los
hombres no serian más que comparsas de la historia, que aparecen o desaparecen de la superficie, mientras que las
auténticas fuerzas directoras se agitan y actúan en profundidad, trae consigo la negación de la lucha de clases,
irrevocable e irreparable, que es la filiación natural de esta concepción económica de la historia. Lo que se niega,
sobre todo, es que la lucha de clases sea el factor preponderante de las transformaciones sociales. Así pues, una vez
rechazadas las dos bases fundamentales de su doctrina, el socialismo no conserva más que la aspiración sentimental -
tan vieja como el mundo- a una vida social en la que se verían aliviados los sufrimientos y dolores más humildes. Pero
ahí el fascismo rechaza el concepto de felicidad económica que se realizaría, según un proceso socialista y de forma
casi automática, en un momento dado de la evolución económica, garantizando a todo el mundo e) máximo
bienestar. El fascismo niega que sea posible el concepto materialista de bienestar- y lo deja en manos de los
economistas de la primera mitad del siglo XVIII; es decir, niega la ecuación bienestar = felicidad, que harta que los
hombres se preocupasen de una sola cosa: hartarse y cebarse y, en consecuencia, los reduciría pura y sencillamente a la
vida vegetativa...
(...) La base de la doctrina fascista es la concepción del Estado, de su esencia, de sus deberes, de sus fines. Para
el fascismo el Estado es un absoluto, ante el cual el individuo y los grupos son lo relativo. Individuos y grupos son
.factibles- en la medida en que forman parte del Estado. El Estado liberal no dirige el funcionamiento y el desarrollo
material de las colectividades; se limita a acusar los resultados. El Estado fascista posee una conciencia y una voluntad
que hacen de él Un Estado ético-. En 1929, durante la primera asamblea quinquenal del régimen. declaré: Para el
fascismo, el Estado no es sólo el vigilante nocturno que se ocupa únicamente de la seguridad personal de los
ciudadanos; tampoco es una organización con fines puramente materiales, como el que consiste en garantizar un
cierto bienestar y una vida en común relativamente pacífica, lo cual podría realizar perfectamente un Consejo de
Administración; tampoco es una creación únicamente política, sin contacto con la realidad material y compleja de la
vida de los individuos y de los pueblos. El Estado, tal y como el fascismo lo concibe, es un hecho espiritual y moral,
pues lleva a cabo la organización política, jurídica y económica de la nación y porque una organización semejante es,
tanto en su génesis como en su desarrollo, una manifestación del espíritu. El Estado garantiza la seguridad interior y
exterior, pero también vigila y transmite el espíritu del pueblo, tal y como éste, en el transcurso de los siglos, se ha ido
formando a través de la lengua, las costumbres y la fe. El Estado no es sólo presente, sino también pasado y sobre
todo futuro. Es el Estado el que, sobrepasando los estrechos límites de la vida de los individuos, representa la
conciencia inmanente de la nación. Es el Estado el que enseña a los ciudadanos las virtudes civiles, el que los hace
conscientes de su misión y los incita a unirse: es él el que armoniza sus intereses mediante su justicia. Transmite las
conquistas del pensamiento, de las ciencias, del derecho, de la solidaridad humana. Conduce a los hombres, desde la
vida elemental de la tribu, hasta la más elevada expresión humana de poder, es decir, al Imperio. Confía a la
posteridad los nombres de aquellos que han muerto por integridad o por obediencia a las leyes; ofrece como ejemplo
y recomienda a las generaciones venideras a los caudillos que han ampliado su territorio ya los genios que la han
iluminado con su gloria. Cuando el sentido del Estado se debilita Y. dominan las tendencias separatistas y centrífugas
de individuos y grupos, las sociedades nacionales se encaminan hacia su decadencia...”
E. MUSSOLINI: La doctrina del fascismo. Milán. 1932.

251
CAPITULO XXV: LA GRAN DEPRESION DE 1929
1. DECLIVE DE LA HEGEMONÍA DE EUROPA
En todos los órdenes, en el político, militar o económico, la Primera Guerra Mundial deja como herencia la
pérdida de la hegemonía del continente europeo al tiempo que consolidan su categoría de grandes potencias Estados
Unidos y Japón, y así comprobamos cómo la flota inglesa comparte su función de custodia de los mares con marinas
que navegan bajo otros pabellones, los capitales inversores corresponden a firmas norteamericanas y el cetro mundial
de las finanzas se traslada de Londres a Nueva York. Se trata de tendencias perceptibles arítes de 1914 pero la
contienda las acelera. Algunas naciones se han enriquecido; en general, la coyuntura bélica ha sido favorable a los
neutrales, como los países escandinavos. Holanda o Suiza -en algún otro, tal es el caso de España, predomina la
postura especulativa del beneficio inmediato en "Vez de la modernización tecnológica, y resulta precaria la conquista
de mercados-. Para los dominios británicos. Canadá y Australia, se inicia una era de euforia exportadora; el Japón y
los Estados Unidos, especialmente éstos, alcanzan con sus tentáculos económicos a naciones de todos los continentes;
en contraposición, las del Viejo se encuentran endeudadas, con su aparato productivo desmantelado y graves
problemas demográficos. Los años de reconstrucción son casi inevitablemente de tensiones. Existe un paralelismo
entre la situación política y económica de Europa en el período de entreguerras; a la fase de Versalles, revanchista,
debeladora de la Alemania agresora, corresponde una economía insolidaria, de reclamaciones mutuas; a la de Locarno,
tratado que intenta organizar la vida internacional sobre relaciones de concordia, un ambiente generalizado de
euforia, hasta el punto de que en medio de la embriaguez de una producción en expansión continua se dice que no
volverán a generarse crisis económicas.
Los Estados Unidos se convierten en banqueros del mundo. Sus reservas de oro, que en 1913 eran de 1.750
millones de dólares frente a los 3.500 millones de Europa, ascienden a 3.000 millones en 1919, mientras Europa
apenas rebasa los 2.200 millones; deudores en 1914, con más capitales extranjeros invertidos en su territorio que
propios colocados fuera de sus fronteras, pasan a ser acreedores en 1919, duplicando su exportación de capitales y
reduciendo a la mitad la presencia en su estructura económica de dinero ajeno; la creación de filiales de sus
sociedades, la participación en empresas extranjeras, la multiplicación de sucursales bancarias, constituyen indicadores
de una economía poderosa y agresiva que se enquista en todos los continentes y muy especialmente en el europeo. La
declaración del presidente Coolidge en su mensaje al Congreso en 1928: «Nuestro nivel de vida, sobrepasando la
medida de lo necesario, se eleva a la esfera del lujo, resume el clima optimista con que contempla la economía el
coloso norteamericano.
No son las deudas de guerra el único factor explicativo de las posibilidades de cada nación, en realidad juegan
un papel complementario, meramente coyuntural. La potencia económica en la posguerra depende de los sectores
predominantes; existe un sector en declive: textil y diversos productos manufacturados; un segundo estacionario:
químico y metales, y un tercero en expansión: máquinas, material de transporte. Así se puede distinguir los países
favorecidos o perjudicados por las nuevas tendencias. Italia, Francia y en menor grado el Reino Unido y Bélgica, ante
la importancia en ellos del primer sector, se ven obligados a afrontar una reestructuración onerosa; en el otro extremo
los Estados Unidos, con su joven industria, especialmente del automóvil, se encuentran impulsados por la demanda
externa de los bienes hacia los que se habían orientado. Por otra parte, una estructura de trusts o al menos de empresa
grande resulta mucho más competitiva, y en este aspecto la ventaja norteamericana es notable; Alemania fue el primer
país europeo consciente de los beneficios de la concentración y racionalización y las introdujo en sus programas de
gobierno; en Francia algún magnate del automóvil, como Renault, que intentó conseguir la autosuficiencia, señaló la
necesidad de la gran empresa y los procedimientos estándar; Gran Bretaña ha aumentado durante la guerra la
producción de su algodón, siderurgia e industria naval, pero no ha modernizado los procedimientos. Ninguna nación
europea consigue dar alcance a los Estados Unidos. El geógrafo Albert Demangeon escribía en 1929, en un libro
publicado casi al tiempo del estallido de la gran crisis: "Todas estas observaciones nos hacen recordar que, en el
desequilibrio que amenaza con desposeer a Europa de su supremacía, los factores decisivos proceden de Estados
Unidos..
A pesar de la pérdida de hegemonía de Europa los años veinte son, en conjunto, de expansión para la
economía mundial; los indicadores son elocuentes: la producción mundial de acero bruto, que es de 71.1 millones de
tn en 1920 y se reduce bruscamente en 1921 amenos de 45, progresa a partir de 1922 hasta alcanzar los 120
millones de tn No obstante, en esta fase de crecimiento subsisten algunas debilidades: paro, barreras aduaneras,
descenso de los precios agrícolas, inflación. Veremos inmediatamente que ésta, al inclinar la inversión hacia valores
seguros pero improductivos (obras de arte, lingotes de oro), va a convertirse en un cáncer y, a la postre, al propiciar la
trashumancia de capitales especulativos, en el detonante de la gran depresión.

2. INDEMNIZACIONES Y DEUDAS DE GUERRA


El artículo 232 del Tratado de Versalles dispone que Alemania, responsable del conflicto, debe reparar todas
las pérdidas y daños, y remite el cálculo de sU monto y la fijación de las modalidades de pago a una Comisión
252
interaliada que no estarla ligada a «ninguna legislación, ningún código particular. Se guiaría por la justicia, la equidad
y la buena fe». La obligación de pago de Alemania se apoya en razones morales, su responsabilidad unilateral en el
desencadenamiento de la terrible conflagración. El tema se va a convertir en una de las grandes cuestiones de
posguerra, que desborda sus perfiles económicos para convertirse en un problema político y ético. Al parecer -según
MantoNX- la iniciativa de obligar al perdedor a la reparación fue de un delegado norteamericano. Norman Davis,
quien en abril de 1919 propone se declare a Alemania «responsable de los datos a los bienes ya las personas según la
fórmula adoptada». En la opinión pública francesa se produjo una rápida unanimidad, si la juzgamos a través de la
prensa, como ha analizado Miquel; nadie desea renunciar a las reparaciones íntegras, y aun considerándolas utópicas,
el gobierno adopta una postura inflexible de exigir el reembolso de los datos reales. La extrema dureza con que se
trata a Alemania, a la que se le requieren unos pagos superiores a su capacidad y sin tener en cuenta el estado de
postración de su aparato productivo, ha sido puesta de relieve por Keynes, consejero de la delegación inglesa en
Versalles, y autor clásico por excelencia en el tema. El gobierno alemán rechaza las estimaciones de la Comisión en
1920; sus peticiones en la conferencia de Londres (marzo de 1921) son desoídas. La indemnización global fijada, de
6.600 millones de libras esterlinas, habría de ser satisfecha en plazos anuales durante treinta a Francia y cincuenta a
Gran Bretaña, y un pago inicial de 1.000 millones (aproximadamente. 20.000 millones de marcos oro) que se haría
efectivo el 10 de mayo de 1921. Que la cantidad era excesiva para una Alemania destrozada lo demuestra que en la
fecha fijada sólo había reunido 8.000 millones de marcos. Ante la amenaza de ocupación del Ruhr, el canciller
germano Wirth, apoyado por todos los partidos del Reichstag, aceptó la evaluación de la Comisión interaliada. A
finales de este año el gobierno alemán invocó en favor de una moratoria la espiral inflacionista que aquejaba su
economía; los franceses, que esperaban afrontar la reconstrucción de las industrias del Norte con los efectos
germanos, presionan y surgen sus primeras fricciones con ingleses y americanos. La revisión del monto total la inicia
en 1922 una comisión del Congreso americano, con el deseo de influir en sus antiguos aliados para conceder a
Alemania un trato más benigno. Contemplado el tema con perspectiva histórica se debe concluir que tanto Alemania
como Francia exageraron el dramatismo del problema, la primera para obtener un trato más benévolo, la segunda
porque deseaba el hundimiento definitivo de su rival.
Entre 1920 y 1922 Alemania pagó con remesas de material y transferencias de liquido alrededor de 8.5 mil
millones de marcos -aunque según el cálculo del gobierno de Berlín la cantidad se pretendía tres veces superior-, lo
cual suponía alrededor de 3.000 millones de marcos anuales, un tercio de los gastos de un año de guerra, proporción
que inclina a Jean Valette a estimar que no podía provocar el colapso alemán. Primera conclusión por tanto,
exageración del problema incluso supervalorando el material remitido, por parte de Alemania. Posición parecida y
contraria es la del gobierno de Paris. Sus cálculos de daños se han basado en una serie de sumandos: destrucciones de
alojamientos y transportes, daños en selvas y campos, destrozos en fábricas y cálculo de la producción perdida en las
zonas industriales ocupadas o convertidas en campo de batalla. Pero Keynes ha puesto de relieve que este pasivo
debía ser compensado con un importante activo: las empresas industriales en zona no invadida se han beneficiado con
equipos modernos e incluso se han levantado nuevos establecimientos fabriles; la agricultura se ha modernizado; un
importante potencial inexistente en 1914 se ha introducido en los circuitos de la economía francesa, y en
consecuencia, en una evaluación de los daños sufridos por Francia, debería ordenarse en la columna del haber,
totalmente olvidada por los políticos y economistas galos. Segunda conclusión, que debemos a Keynes, contabilidad
parcial de los daños de guerra por parte de Francia.
Problema diferente es el de las deudas, planteado por vez primera en una nota del británico BaIfour. Las
potencias aliadas deben a Inglaterra 1.300 millones de libras, sin contar los 650 millones que le adeuda Rusia y los
1.450 que debe pagar Alemania como indemnización A su vez Gran Bretaña adeuda a Estados Unidos 850 millones
de libras, para cuyo pago precisa saldar la cuenta de sus países deudores. Incluir deudas e indemnizaciones en el
mismo contexto era contrario al criterio de franceses y norteamericanos.
Francia había contraído una deuda altísima con las empresas y el gobierno de los Estados Unidos, deuda que
habría de satisfacer en pago conjunto con Inglaterra. Esta situación de deudor aguijoneaba los sentimientos
nacionalistas galos; Poincaré comprobó que para pagarla habría de dedicarse a su extinción la mitad del presupuesto
estatal. Por eso se alegó la deuda exterior para extorsionar a Alemania. Con base en una insignificante diferencia de
entrega en madera, el 9 de enero de 1923 el ejército francés ocupa el Rhur. Alemania ordena la resistencia pasiva.
Aun así los franceses reconocieron más tarde que aquel año habían obtenido mil trescientos millones de francos. Pero
en Alemania la pérdida de los rendimientos de su más importante zona industria! provoca una inflación gigantesca. el
marco llega a perder todo valor. ¿Podía Alemania, en esa situación, continuar atendiendo sus obligaciones de pago a
los vencedores? Se imponía una revisión de las indemnizaciones de guerra.
Un comité presidido por el vicepresidente norteamericano Dawes inició el estudio deja capacidad real de pago
de Alemania, para estabilizar su moneda y relanzar su economía. Dawes, que poseía una larga carrera como hombre
de empresa, se sentía impresionado por el contraste entre el excelente utillaje y montaje industria! de Alemania y su
profunda depresión; habría de encontrarse el procedimiento para fortalecer la economía alemana y colocarla en
condiciones de pagar las deudas de guerra. EI denominado «plan Dawes» fue aceptado en agosto de 1924 por el
gobierno alemán, y un mes después por el francés, decisión en la que influyeron presiones del Banco de Inglaterra y la
253
Banca Morgan para conceder préstamos a Francia. el convencimiento de que Alemania no podría pagar íntegra su
deuda y las relaciones que en el plano privado se habían establecido entre industriales franceses v alemanes. Que
demostraban a los estadistas que era más fecunda la colaboración que la sanción. Rasgos del plan eran:
-concesión de un empréstito internacional a Alemania para relanzar su economía.
- reducción del total de la deuda y fijación de anualidades, en 1.000 millones de marcos desde el primer año, y
2.500 millones a partir del quinto, cuando ya la economía germana se encontrarla en mejor situación.
- establecimiento de un sistema de garantías, que ligaba el pago a ciertos recursos fiscales (azúcar, tabaco,
alcohol).
-imposición de una compañía única para los ferrocarriles alemanes.
El plan implicaba una amputación de la soberanía alemana; un agente general norteamericano y dos comisarios
vigilarían el funcionamiento del sistema. Hasta 1928 los pagos se efectuaron ya de manera normal, a pesar de lo cual
Alemania disponía de excedentes para relanzar su economía. Para 1929 se había previsto que un plan definitivo
reemplazaría al de 1924, lleva el nombre del presidente de la comisión americana y de la «General Electric» Young.
El monto de las reparaciones se reduce a un tercio del fijado en Londres en 1921 y según las anualidades previstas se
extinguiría en 1988, se restablecía la soberanía alemana y suprimía cualquier control internacional; por añadidura, en
caso de dificultades graves Alemania podría retrasar sus obligaciones sin medidas de represalia. El cálculo total de lo
pagado varia ostensiblemente según las estimaciones de la Comisión de las Reparaciones y la del gobierno del Reich,
pero casi todos los autores coinciden en negar que los pagos alemanes tuvieran un papel en la depresión de 1929 o en
la inflación alemana de los años 30.
En definitiva, las revisiones, al igual que la crisis de 1921, que afectó más a los vencedores que a Alemania,
hicieron ver que la economía, como la política europea, debía clausurar las heridas de la guerra y organizar un nuevo
modelo de convivencia internacional. Tras los acuerdos de Locarno la economía mundial entra en un rápido período
de expansión y los gigantes americanos, Ford, Rockefeller, hablan del final de la crisis, y de un mundo en prosperidad
definitiva.

3. LOS SIGNOS PRECURSORES DE LA DEPRESIÓN


Durante cuatro años la economía mundial vive en un ambiente de optimismo, apoyado, no obstante, sobre
dos procesos que no podían mantenerse de manera indefinida: la superproducción y la especulación.
La superproducción se considera unánimemente como la causante de la depresión que se inicia en el año 29.
Durante la guerra mundial los países de ultramar habían desarrollado ciertos sectores industriales con el fin de suplir
las importaciones europeas. Terminada la contienda, la producción industrial europea y la extra europea se suman, sin
que paralelamente aumente el consumo; este estado de sobreproducción general provoca un aumento continuo de los
stocks. En 1925 algunos productos básicos no son obtenidos en cantidad muy superior ala de preguerra, por ejemplo
el hierro y el carbón; en cambio otros, el petróleo, los instrumentos eléctricos, la seda artificial, señalan unos índices
mucho más elevados. De las estadísticas se deduce que el incremento de la producción europea hasta 1925 mantiene
un ritmo regular, pero no aumenta en relación con sus niveles de preguerra, son otros los continentes que se señalan
por la incorporación creciente de sus materias primas o de sus productos; desde 1925 Europa, ya recuperada,
incrementa su producción en una situación mundial de crecimiento continuo.
Al lado de la superproducción industrial debe tenerse en cuenta la agrícola, que viene provocada por una serie
de años de cosechas excepcionales, a partir de 1925. Según Nogaro, los precios pudieron sostenerse por medio de
acuerdos internacionales, pero al producirse la crisis financiera se rompieron estos convenios y afluyeron súbitamente
a los mercados los remanentes acumulados, con lo que se produjo un hundimiento ruinoso de los precios. Jacques
Neré no comparte esta tesis; documenta que algunos stocks siguieron aumentando, como es el caso del algodón, y
que la crisis es más bien de subconsumo relativo que de superproducción, la origina la mala distribución de la renta;
sus orígenes serian sociales más que económicos. En cualquier caso, sea que la producción agrícola mundial es
excesiva, como sostiene Nogaro, sea que la capacidad adquisitiva es débil y el consumo bajo, como explica Neré, los
remanentes agrícolas vienen a sumarse a los excedentes de productos industriales.
A pesar de este desfase entre producción y ventas las cotizaciones de los valores en bolsa no dejan de subir.
¿Cómo puede explicarse esta anomalía? ¿Cómo ascienden las cotizaciones de empresas que acumulan, sin vender, una
parte de su producción? Sólo existe una explicación: la inflación del crédito. Se reparten altos beneficios porque los
costos de la producción se afrontan a base de préstamos bancarios; pero era una situación artificial que no podía
mantenerse largo tiempo. La ola de especulación se inició con terrenos que permitían plusvalías en zonas de disfrute
de vacaciones y sol; en Florida el incremento de compra-venta de solares y edificios es notable en los años 1925-
1926. Los inversores, obsesionados por ganancias a corto plazo, colocan su dinero en sectores antes deprimidos -
ferrocarriles, servicios públicos-, de los que esperan en un periodo de expansión beneficios elevados. Buena parte de
las compras se efectúa a plazos, es decir, con el equivalente de dinero prestado. Capitales flotantes, en busca de mayor
lucro, pasan de Londres a Nueva York. El interés, según Robbins, subió de 3,32 a 8,62, en el periodo 1925- 1929.
Esto hizo difícil otros préstamos productivos; es un drenaje de capita- les, no hacia inversiones sino hacia préstamos
especulativos. El dinero de los Bancos respalda preferentemente a los brokers, los corredores de Bolsa. No es extraño
254
que se culpe de la depresión aun sistema bancario que orientaba sus fondos para respaldar a los especuladores en vez
de invertir en sectores realmente productivos.

4. LA CRISIS BURSÁTIL
Desde 1928 la industria de la construcción, en la que confluyen diversas industrias auxiliares, experimenta una
cierta contracción, no alarmante, pero se supone ya el primer signo de recesión. No obstante, la euforia alcista en la
Bolsa continúa de manera general. En septiembre de 1929 la tendencia general de la Bolsa de Nueva York orientada
hasta entonces al alza, se estabiliza e incluso parece amagar a la baja. No era otra cosa que el reflejo del descenso de
algunos precios, como los del acero y cobre, y la reducción de los beneficios en algunas empresas. Se procura vender
pero los especuladores todavía compran. En la última semana de octubre, inesperadamente, estalla una verdadera
explosión. Desde el día 21 la acumulación de órdenes de venta había hecho bajar los valores, pero esta tendencia
había sido detenida por las órdenes de compra de la Banca Morgan; nada hacía sospechar que la Bolsa se iba a hundir.
El 24 de octubre, «jueves negro», 13 millones de títulos son arrojados al mercado a bajo precio y no encuentran
comprador; el 29 son 16 millones de valores los que afluyen al mercado; el pánico ha provocado una fiebre de ventas;
en pocos días, según el índice de valores industriales del New York Times, las cotizaciones pierden 43 puntos,
anulando las ganancias de los doce meses precedentes. Pero no se trataba sólo de una semana crítica, las cotizaciones
continuaron bajando en los años siguientes. En principio no se pensó en una crisis duradera, incluso en el invierno se
percibe una pequeña mejora de la situación de la Bolsa, pero en la primavera de 1930 la Banca Morgan decide vender
las acciones que ha acumulado y se produce, ante el exceso de oferta, un nuevo pánico. El hundimiento de la Bolsa
provoca la ruina de millares de accionistas modestos. Las grandes empresas contemplan impotentes cómo desciende
de manera continua la cotización de sus valores, hasta 1932 la United States Steel, vio como sus índices descendían
de 250 a 22, la Chrysler de 135 a 5.
Para comprender lo sucedido es necesario analizar el sistema crediticio. Durante varios años las empresas se
habían expansionado, o simplemente sostenido, a base de fáciles créditos bancarios. Al iniciarse el pánico, o el deseo
de venta porque las acciones no producen beneficios, los Bancos tienen que aumentar su liquidez, para lo cual han de
vender sus títulos. La gente retira su dinero, los Bancos precisan convertir sus acciones en liquido. y contribuyen con
la venta de sus títulos a acelerar el descenso; es una especie de circulo infernal cerrado. No sólo los Bancos son
culpables del terremoto, lo es también la misma dinámica de la Bolsa. Cuando los valores subían los dividendos no
seguían el ascenso; al alcanzar un cierto nivel de disparidad de la cotización con los beneficios que producía la acción
comprada tenía que producirse un proceso contrario, el de desprenderse de las acciones poco rentables.
Se trata de una crisis de tipo nuevo. La de 1873 se había producido por la insuficiente rentabilidad de los
ferrocarriles y la siderurgia. En el siglo XX los motores de la expansión económica son el automóvil y el petróleo,
pero no es una fiebre de inversión en estos sectores la que provoca el caos, El "crack" del 29 parece ser un reflejo, y
una demostración de que la economía no puede apoyarse preferentemente en el dinero con el olvido de los
mecanismos de producción y consumo La crisis bursátil repercute en seguida en toda la economía norteamericana. Se
arruinan las empresas en situación frágil, por la restricción de créditos; otras no pueden resistir el descenso de los
precios; el paro se convierte en angustia nacional. La actitud del gobierno norteamericano fue contradictoria y, en el
mejor de los casos, debe calificarse como poco perspicaz. El presidente Hoover, en las semanas que siguieron al
hundimiento de la Bolsa neoyorquina, no dejó de hacer declaraciones optimistas, según él la prosperidad estaba «ala
vuelta de la esquina». Más tarde, ante la prolongación de la depresión, se reunió con los jefes de empresa, a los que
pidió que mantuvieran los salarios y el empleo, pero era más fácil desearlo que conseguirlo; las empresas en apuros no
estaban en condiciones de mantener un nivel de actividad normal. Hasta 1932 no se destinaron fondos federales de
cierta cuantía para socorrer a ferrocarriles y bancos; del problema del paro no pareció hacerse una cuestión esencial en
la Casa Blanca. La política agrícola fue igualmente contradictoria. Primero el gobierno adquirió los remanentes, pero
esto produjo una situación extraña; el agrario era el único sector rentable, de venta segura a precio sostenido; de esta
manera la producción aumentó ya mediados de 1931 el gobierno, incapaz de sostener este gasto inmenso, lanzó a la
venta sus stocks, con lo que se hundieron los precios y todo el sector del campo.

5. UNA CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL


Los Bancos fueron los más directamente afectados por la depresión; en 29 se produjeron 642 quiebras; en
1930, 1.345; en 1931, 2.298. Como el por 100 de la circulación monetaria se efectuaba en forma de cheques
bancarios, la quiebra de un Banco provocaba la parálisis de la actividad de sus clientes. Para afrontar la crisis los
Bancos americanos repatriaron capitales, esta forma se hundieron las instituciones de crédito austriacas y
posteriormente muchas de las alemanas. Se estaba produciendo la exportación de la crisis a los países europeos.
El retroceso de una economía que, como la norteamericana, tenía interese mundiales, no se reduce al ámbito
bancario. La contracción del comercio norteamericano es evidente e intensa: las exportaciones, entre 1929 y 1932,
descienden de 5.241 millones de dólares a 1.611 millones; las importaciones 1.300. En 1930 el Congreso aprueba la
tarifa Haelev-Smmot, que refuerza la protección aduanera.

255
La crisis del comercio internacional contribuye a aumentar el caos, “la crisis alimenta a la crisis". El volumen
de los cambios baja de forma ostensible partir de 1930 y alcanza su mínimo en 1932; en estos tres años se reducen e
un tercio las mercancías intercambiadas y en dos tercios su valor. Los remedios tradicionales, proteccionismo,
devaluación, no parecen eficaces de manera inmediata. Surge la desconfianza en las relaciones económicas
internacionales. Se recurre a acuerdos limitados entre dos países para equilibrar la balanza comercial y evitar el
movimiento de divisas. En algunos casos se recurre al dumping, a la conquista de mercados con precios de pérdida.
En 1939 todavía no habían encontrado los intercambios internacionales su ritmo de 1928
La producción industrial se desfonda; en 1932 era un 38% inferior a la de 1929. Ante las dificultades de
venta se produce el descenso drástico de los precios; las manufacturas bajan en un 30 %, las materias primas en un 50
%. El descenso de la producción es más fuerte en los países de más amplia expansión de crédito, como Estados
Unidos y Canadá, y en los que dependían de capitales extranjeros, como Polonia y Alemania; y más débil en países de
desarrollo lento, menos enraizado en la Banca, como Francia e Inglaterra.
La crisis comienza afectando a los países industrializados, pero pronto sacude también a los países agrícolas.
En primer lugar, no debemos olvidar que entre las raíces de la depresión ha de contabilizarse la superproducción
agraria. Pero además, por su misma estructura, el descenso de los precios agrícolas es más rápido que el de los
productos industriales. Las fábricas podían recurrir a reducir la producción ya prescindir de mano de obra; en el
campo, en cambio, al menos de manera inmediata, no es posible la reducción de la producción y la eliminación de
mano de obra. Al descender más de prisa los precios agrícolas, el campo ve reducido su poder adquisitivo y los países
agrarios de América latina y Europa sufren un deterioro de la relación de intercambio, reciben menos dinero por sus
productos del que han de pagar por los industriales. Así se produce una grave crisis en la India, y en el Brasil, por el
descenso de la cotización del café, y en Australia, por la baja de la lana. La crisis es mundial, aunque afecta de manera
más grave a los países de mayor desarrollo industrial y a los agrícolas que basan su economía en un solo producto.

6. EL IMPACTO EN EUROPA
Alemania es, con Estados Unidos, el país más gravemente afectado por la depresión. El índice de producción
industrial desciende casi a la mitad desde 1929 a 1932. Todos los sectores son afectados; la producción de acero se
reduce un tercio, la de las industrias mecánicas en un 40 % en dos años, los parados se cuentan por millones, hasta
alcanzar la terrible cota de los seis millones en 1932; ¿Cuál es la causa de este cataclismo? Se pensó que eran las
reparaciones las que mantenían en precario la estabilidad de la economía alemana, y en julio de 1932 la conferencia
de Lausana acordó suspender los pagos y anular el 90 % de la deuda, mas entonces se comprobó que no residía en las
anualidades de las reparaciones el mal ni, por tanto, en su suspensión la solución. El problema estribaba en la
dependencia de los capitales norteamericanos. Los bancos alemanes se habían habituado, ante la imposibilidad de
encontrarlos en el mercado interior. a solicitar capitales a los Bancos de Nueva York; se estima que en 1931 los
créditos ascendían ala cifra de 20.6 billones de marcos, otorgados a plazo corto y, por lo tanto, expuestos a los
avatares de cualquier oscilación de la coyuntura o del pánico de los inversores. Con la crisis los Bancos
norteamericanos, apremiados por sus accionistas y depositarios, se apresuraron a retirar fondos de Europa; esta
acción resulta demoledora para los Bancos alemanes. Cien millones de marcos abandonan Alemania a mediados de
julio de 1931, es una situación de desmantelamiento. Los Bancos privados no disponían de cobertura en divisas, por
lo cual cada retirada de fondos americana obligaba al Reichsbank a alimentarlos a costa de sus reservas, lo que
debilitaba el marco y hacía más costosa la devolución de los créditos. Es otro de los infernales círculos cerrados que
se produje- ron durante la depresión. Al rechazar el Reichstag las medidas económicas que el gobierno propuso, es
disuelto y se convoca consulta electoral, en la que se produce el ascenso del partido nacional-socialista de Hitler.
En mayo de 1931 el Kredit Anstalt de Viena, cuyo balance representaba el 70 % de los fondos bancarios
austriacos, suspende pagos. Por estos meses se habla de la unión aduanera de Austria y Alemania, pero los aliados
veían en ella el primer paso para la unificación política prohibida por el Tratado de Versalles. La retirada de fondos
norteamericanos había sumido en una grave situación las finanzas austriacas y alemanas.
De los grandes países europeos Francia es el menos sacudido por la depresión; no es tan intensa la reducción
de sus índices industriales ni alcanza las cotas de parados, que a su vez reflejan las de quiebras de empresas, de otras
potencias. Quizá su menor nivel de industrialización y su agricultura diversificada le permitieron luchar con mejor
eficacia. Sin embargo no deja de experimentar dificultades, especialmente tras la devaluación de la libra, que con-
vierte a los productos franceses en caros y escasamente competitivos. Aunque resiste los primeros meses luego se
producen quiebras bancarias y estallan escándalos que muestran la colusión entre políticos y hombres de negocios,
como la muerte misteriosa de Stawisky, director del Crédito Municipal de Bayona.
El Reino Unido es el menos afectado por la depresión, constatación que convierte en particularmente
interesante el análisis de su situación. Sus ventajas son de diversa índole. En primer lugar, no se encuentra sobre
equipada, como Estados Unidos y Alemania; la larga crisis de posguerra, de la que no había salido del todo, se vuelve
en 1929 factor suavizador; en segundo lugar, dispone de reservas de oro en sus dominios, con lo que evita el drenaje
que tanto afectó a Alemania; posee un imperio mundial que le permite un circuito comercial interior independiente
de la situación internacional. Pero su situación de privilegio depende, sobretodo, de la dinámica de precios que se
256
desata durante la crisis. La Gran Bretaña, exportadora de bienes de equipo e importadora de alimentos, se encuentra
con el descenso casi generalizado de los precios de sus importaciones, lo que permite a los industriales británicos
abaratar sus propios productos y mantener su competitividad, ya los consumido- res de la isla orientar su capacidad
adquisitiva hacia la compra de productos industriales ingleses en la medida que ahorran en gastos consultivos. Las
exportaciones caen, pero esta caída no es paralela a la de la producción, porque se ha incrementado la capacidad de
colocación en el mercado interior. Si el descenso del consumo es un signo fatídico del año 29, en el caso inglés la
peculiaridad se refleja precisamente en el mantenimiento de la capacidad de consumo popular; cuatro de cada cinco
ingleses conservan su nivel de renta anterior al año fatídico, los audaces programas sociales de apoyo a la
construcción y subsidio al paro permitieron que incluso el quinto restante gozara de una mínima capacidad de
demanda. Un gobierno de concentración, cuya formación significa que Gran Bretaña considera que vive una situación
excepcional pareja a la de una guerra, afrontó con energía el envite de la grave coyuntura.
Los sectores industriales británicos antiguos son renovados aprovechando el desafío. La Comisión de
reorganización de minas de carbón, creada en 1930, centró en el trabajo minero una de las formas de lucha contra el
paro; la producción se mantuvo, aunque la exportación bajó lentamente. En la siderurgia, tras una caída brusca de la
producción de acero, de 9.2 millones de toneladas en 1929 a 5.2 millones en 1931, se relanzó vigorosamente y
consiguió alcanzar los 13 millones de toneladas en 1937. Ante el hundimiento de la construcción naval el gobierno
propició la concentración en un pequeño número de empresas y astilleros. El sector automovilístico no fue
prácticamente llenado, ni el eléctrico, ni el de la construcción. Pero para salir relativamente indemne del gran desafío
el gobierno hubo de renunciar a algunas de sus tradiciones. Tras muchos titubeos hubo de abandonar el patrón oro y
devaluar la libra, y olvidando que durante un siglo había sido Inglaterra la campeona del librecambismo tuvo que
establecer una tarifa proteccionista, que gravaba con un 50% las importaciones de lujo, los instrumentos eléctricos y
los productos textiles. Derechos diferenciales dificultaron el acceso a la isla de productos extranjeros y se hizo más
ostentosa la situación de régimen cerrado en que Gran Bretaña vivió durante tres o cuatro años.
En 1933 se reúnen las grandes potencias en la conferencia de Londres para buscar soluciones ala reducción
del comercio internacional ya la crisis de los medios de pago, una vez que Gran Bretaña ha abandonado el patrón oro;
los países que se apoyaban en sus reservas de libras se encontraban con divisas depreciadas. Los problemas eran
internacionales, las soluciones también tenían que serlo, puesto que una decisión de una potencia, como la de Gran
Bretaña, y la que se entreveía de devaluación del dólar repercutía en todo el mundo. Washington accedió a acudir a
una conferencia internacional, advirtiendo que no consentirla en ella que se tratara la revisión de las deudas de guerra.
La conferencia se inauguró el 12 de junio; se aceptó una tregua aduanera y pasó a discutirse una tregua monetaria; en
este punto los norteamericanos, dispuestos a devaluar su moneda y estimando que los ingleses defendían una postura
egoísta, porque la libra ya devaluada les había situado en un nivel fuertemente competitivo, adoptaron una negativa
total. La dura nota de Roosevelt hizo abandonar cualquier esperanza de acuerdo. A partir de entonces cada nación
iba a ocuparse exclusivamente de sí misma. Los políticos que postulaban la autarquía económica, como los dirigentes
nazis en Alemania, disponían ya de un argumento irrefutable.

7 EL «NEW DEAL» DE ROOSEVELT


En 1933 los demócratas sustituyen a la administración republicana de Hover, tras el triunfo electoral del
presidente Franklin Delano Roosevelt. Su política económica, denominada del, New Deal., se centró en actuar de
forma enérgica sobre lo Que se consideraban causas de la depresión.
Sus primeras medidas fueron de orden financiero; era preciso salvar el sistema crediticio. La «Reconstruction
Finance Corporation», creada por Hoover para conceder préstamos a los Bancos, sólo había aumentado su
endeudamiento; Roosevelt utiliza el mismo organismo para ayudar a los Bancos .mediante una participación en su
capital. Luego procedió a la devaluación del dólar con el objetivo de provocar un aumento de los precios interiores,
ya que el descenso de los precios era una de las vertientes de la catástrofe. Una ley autoriza al presidente a acuñar
monedas de plata en cantidades ilimitadas. Se produce con estas dos medidas una inflación, pero se acepta como
medio de estimular la economía.
En el orden agrícola, ante la acumulación de excedentes, Roosevelt se decide a actuar sobre la producción; a
los agricultores se les invita a que consientan en reducir voluntariamente sus cosechas a cambio de una
indemnización, que se pagaría con la recaudación de un impuesto especial a los industriales que efectuaban las
primeras transformaciones del producto agrícola. El efecto inmediato de la reducción de las cosechas era la subida de
los precios, con lo que se contrarrestaba otro de los elementos depresivos. La reguladora legal de esta tarea fue la
AAA (Agriculture Adjustment Act). Los inconvenientes con que se encontró en su gestión no fueron leves. Los
agricultores que aceptaban cooperar recibían un doble beneficio: la indemnización y la subida de los precios. Pero los
que no aceptaban podían beneficiarse en mayor cuantía de la subida incrementando su cosecha, con lo que se
neutralizaría la política de freno de la superproducción. La ley Baukhead hizo obligatorias para los productores de
algodón las restricciones establecidas por la AAA, pero esto suponía un atentado contra la libertad empresarial. Por
otra parte la carestía de los alimentos agravaba los problemas sociales de las ciudades. La sequía y las malas cosechas
de 1934 a 1936 ayudaron a la administración a mantener en dimensiones moderadas la producción agraria.
257
En el terreno industrial Roosevelt estableció medidas revolucionarias. Se buscaba, asegurando un beneficio
razonable a la industria, aumentar los salarios, reducir las horas de trabajo y conseguir precios más altos, para
corregirlos descensos provocados por la depresión. Se establecieron unos códigos para cada industria.
Este intervencionismo estatal chocaba con la tradición americana de libre empresa, yen 1936 algunas de sus
disposiciones, como la AAA, fueron invalidadas por el Tribunal Supremo; es el final de lo que se ha llamado el
«primer New Deal». Desde el punto de vista social la ayuda a los parados, aparte de su humanitarismo, reforzó las
medidas de subidas de salarios. Se creaba una masa con un cierto poder de compra, única salida de una etapa en la
que por superproducción o por subconsumo se había generalizado la ruina. La política rooseveltiana rompe con una
tradición norteamericana de inhibición estatal en cuestiones económicas y representa, por otra parte, uno de los
procedimientos -subidas de precios y estimulo del consumo- con los que se luchó contra la depresión.
En un doble sentido repercute la gran depresión económica en el ámbito político: en el orden internacional
interrumpe la atmósfera de concordia abierta por Locarno, en las políticas nacionales reafIrma el intervencionismo
estatal y los gobiernos de autoridad.
En la vida política internacional se recrudecen los nacionalismos. La vuelta al proteccionismo, el resentimiento
que provoca en algunos Estados la comprobación de que otros salen con mayor facilidad del marasmo -es el caso de
Inglaterra- sin que les preocupe ayudar a los que se encuentran en peor situación, el fracaso de los intentos de
colaboración, como la conferencia de Londres de 1933, crean una atmósfera de hostilidad entre las grandes
potencias, que es aguijoneada por los movimientos nacionalistas, como el fascismo italiano y el nazismo alemán. La
depresión es el adiós a Locarno; comprobada la imposibilidad de instaurar una era de entendimiento, cada potencia
se desentenderá de los problemas colectivos.. El camino hacia la guerra comienza por una actitud de recelo e
insolidaridad, esta actitud se adopta durante los tres años de la gran depresión.
En el orden de la política interior se prroduce el descrédito de la democracia parlamentaria. El liberalismo,
que postulaba la inhibición del Estado en el campo económico, no puede defenderse, arguyen sus críticos con la
experiencia de los años de ruina. Al demostrarse la necesidad de la intervención estatal se refuerzan los gobiernos
autoritarios. En 1933, fuera de la América del Norte y la Europa occidental y del norte, no existen regímenes
liberales en el mundo. En contraposición se produce el ascenso de los sistemas totalitarios; el caso del nazismo
alemán puede considerarse paradigmático. Hitler asciende al poder en enero de 1933 aupado por los seis millones de
parados; existe un paralelismo asombroso entre el incremento del paro y el de los votos nazis en las elecciones, entre
1925 y 1932. Incluso en los países liberales se percibe un aumento de la influencia de los partidos fascistas; nunca
llega a ser fuerte el fascismo inglés, dirigido por Oswald Mosley, pero sí adquiere importancia el belga, encabezado
por Léon Degrelle. Grupos parafascistas obtienen éxitos electorales relativos, que les permiten comparecer en el
Parlamento, en Suiza, Dinamarca y Noruega.

8. OTRAS REPERCUSIONES DE LA CRISIS ECONÓMICA


La crisis repercute en diversas esferas de la vida social. En primer lugar en la demografía, El rápido desarrollo
de la población, perfil de la civilización industrial, se detiene, y en algunos casos se produce una regresión, En
realidad en Europa la crisis demográfica se inicia con la Primera Guerra Mundial, pero dentro de un período más
amplio los tres años de depresión económica y los años que la siguen se destacan por una agudización de las
tendencias con- tractivas, En Inglaterra, donde en el último decenio del siglo XIX el crecimiento demográfico había
sido de un 13 %, en los años 30 al 40 del siglo XX es solamente de un 4,5%; en Estados Unidos la población había
aumentado en 17 millones de habitantes en los años 20 y lo hace en 9 millones en los años 30. El número de
matrimonios no disminuye pero sí la natalidad; esta diferencia entre nupcialidad y natalidad puede imputarse a la
crisis, estiman Reinhard y Armengaud. En bastantes países la natalidad desciende por debajo de las curvas de
mortalidad, con lo que se produce un déficit en la renovación de la población.
En Inglaterra, Keynes y otros economistas consideran que el impulso demográfico se ha producido en la época
de la expansión industrial, y que, por tanto, habiéndose producido una parálisis de esa expansión debe paralelamente
frenarse el crecimiento de la población. En este ambiente de pesimismo las autoridades religiosas se resignan al
control de los nacimientos, como demuestra la conferencia anglicana de Lambeth (1930). Por el contrario, los países
totalitarios, temerosos de la repercusión que un descenso de la natalidad puede tener en su potencial militar,
estimulan los nacimientos. En Alemania se considera la restricción de la fecundidad un suicidio nacional: en Italia,
Mussolini inicia en 1927, la batalla de los nacimientos».
Los movimientos de población también son afectados. Se detiene la concentración urbana; una industria en
crisis no puede absorber más mano de obra. Se paraliza la emigración intercontinental; los Estados se oponen a
recibir bocas suplementarias de extranjeros. En este ambiente comienza en 1933 la expulsión de judíos en Alemania.
No todos los grupos sociales son heridos con la misma intensidad por la crisis. Incluso hay algunos sectores
que se benefician; el descenso de precios aumenta la capacidad adquisitiva de los grupos que mantienen su nivel de
ingresos o sus salarios, como ocurre con los propietarios de inmuebles, rentistas y funcionarios. Para la mayoría las
posibilidades adquisitivas disminuyen de manera inevitable. Las profesiones liberales se encuentran con una clientela
empobrecida. Los accionistas se arruinan. Los obreros viven la angustia del paro o, en el mejor de los casos, el
258
descenso drástico de los salarios. En algunos países, como Estados Unidos o Gran Bretaña, instituciones asistenciales
ponen remedios momentáneos a los problemas de los parados; en otros no existen o son insuficientes las
organizaciones de socorro, y la supervivencia es un milagro. Crouzet calcula que en Budapest en 1932 sólo reciben
asistencia un 18% de los que la necesitan, y en Varsovia el 8 % de los parados, y añade: .A menudo la familia ha
subsistido gracias a la solidaridad de sus miembros, alimentada por quienquiera que hubiese encontrado trabajo o
bien por los de- más parientes que seguían en el campo. Sólo la vida en común, reuniendo las ganancias a veces
irrisorias de todos, les ha impedido morir de hambre».
Entre las masas proletarias la hostilidad al capitalismo es universal, con lo que el incremento de los
movimientos obreros es significativo. El socialismo se aleja del comunismo y entra en el juego de la democracia
parlamentaria, para presionar desde dentro. En casi todos los países se fortalecen los sindicatos y los partidos
políticos de base proletaria.
En el orden intelectual se produce una crisis de conciencia de valores. Romain Rolland escribe a Gandhi que
es necesario un cambio profundo en la manera de vivir. La crítica de la ciencia que aparece en la filosofía de Marcels
de este momento. Influencia directa de la depresión se percibe en la literatura americana. La «generación perdida»,
realista, negativa, descarnada, tiene una influencia enorme sobre la sociedad americana y europea, a la vez que es
reflejo de esa sociedad y sus contradicciones. En esa atmósfera escribe Steineck sus novelas de protesta, que luego
abandonará, Erksine Caldwell sus cuentos negros sobre los pobres blancos, Herningway sus relatos sobre la derrota
del esfuerzo humano, Faulkner sus violentos temas del Sur, Dos Passos sus amargas criticas sociales.
La revisión del pensamiento económico se convierte en una necesidad. Keynes es el teórico clásico de la crisis
y sus remedios. En 1936 publica su Teoría general del empleo, interés y dinero. Las teorías neoclásicas consideraban
economía sana la de pleno empleo y equilibrio oferta-demanda, pero la crisis es un impacto, la economía capitalista se
encuentra con la ruina y el paro como resultado de la prosperidad. Algunos economistas pensaron que con una
reducción de los salarios podrían las empresas aumentar el nivel de empleo. La importancia mayor de Keynes en ese
momento fue demostrar la falacia de esta argumentación. Keynes alega que el nivel de empleo no depende del nivel de
los salarios, sino de otras variables, como la capacidad de consumo y la inversión. Un descenso de los salarios tiende a
deprimir el empleo y la actividad. El economista inglés entiende que la depresión se ha producido por una
disminución de la demanda, provocada por múltiples causas -saturación del mercado, aumento mínimo del consumo
de las clases ricas, una vez cubiertas sus necesidades, etc. Ha de actuarse sobre la demanda. Ha de provocarse un
aumento del empleo provocando una demanda efectiva. ¿Cómo? Keynes sugiere una serie de remedios o estímulos: en
primer lugar, lanzamiento a la circulación de dinero abundante, renunciando al patrón oro si es preciso; se le objetó la
inflación inmediata, pero Keynes replicó que no se produciría mientras existiera paro. En segundo, aumento de la
inversión pública, por medio de grandes obras, que implican puestos de trabajo y aumento del poder de compra de
los obreros. Posteriormente se han criticado las doctrinas de Keynes, pero en aquel momento su aplicación se reveló
eficaz en algunos países.

9. TEORÍAS EXPLICATIVAS
La rapidez con que se ha propagado este cataclismo económico ha planteado numerosas interrogantes,
referidas en primer lugar al hundimiento de la economía americana y en segundo a su difusión a escala mundial.
Varios autores, y entre ellos relevantes especialistas de historia económica, han dado versiones que en bastantes casos
no pasan de ser hipótesis; Galbraith, Shumpeter, Neré, Kindleberger, Schlesinger en su obra sobre Roosevelt, han
aportado un admirable esfuerzo intelectual para iluminar este extraño proceso de una economía en crecimiento
repentinamente hundida, pero la razón principal de la crisis, si es que existe una sola, no es conocida todavía, y en los
diversos trabajos se señala la superproducción o la especulación como desencadenantes para rebajar otros estudios su
importancia. Aun sin coincidir totalmente en su valoración, todos los especialistas señalan como una de las raíces de
la crisis la afluencia de capitales a los Estados Unidos y el desafortunado papel que desempeñó el Banco de Reserva
Federal al no adoptar medidas que frenaran este drenaje de capitales que infló la cartera de valores estadounidenses y
acumuló en Nueva York parte de las reservas bancarias londinenses; en 1929 asciende a dos mil millones de dólares
el total de capitales extranjeros que se cobijan en los Estados Unidos. Lord Robbins asegura que ésta fue la causa
única de la inflación de las cotizaciones; con abundancia de dinero la especulación era inexorable. La razón principal
de la afluencia fue la alta tasa de interés ofrecida por Norteamérica; hubiera sido suficiente su reducción para que los
capitales especulativos hubieran regresado a sus países de origen. En 1927 tres dirigentes europeos, Montagu
Norman, gobernador del Banco de Inglaterra; Charles Rist, delegado del Banco de Francia, y el doctor Schacht,
gobernador del Reichsbank, viajaron a Estados Unidos para obtener una reducción de las tasas de descuento, pero el
medio punto que se les concedió no fue suficiente incentivo para la salida de capitales y se convirtió en otro factor de
inflación al inyectar nuevas masas líquidas en los mecanismos especulativos. No obstante, no explica la dirección
única de los movimientos de dinero la duración de la crisis. Schumpeter cree que coinciden con la crisis bursátil
oscilaciones más amplias de la coyuntura, un ciclo Kondratleff de 15 años, un ciclo Juglar de 9 y un tercero más
corto Kitchin, pero la regularidad de los ciclos, a partir de la Primera Guerra Mundial, ha sido puesta en entredicho.
Kindleberger, en una obra de 1973, distingue entre crisis y depresión; esta segunda, de mayor duración y extensión
259
geográfica, no puede explicarse por los mecanismos de superproducción y baja de precios; en su versión, la depresión
internacional se debe a las posiciones nacionalistas de los grandes Estados, que actúan como empresas rivales en un
régimen de oligopolio; las devaluaciones de las monedas claves son reacciones proteccionistas frente a las agresiones
externas. Para Kindleberger, por tanto, la magnitud de la depresión dependió fundamentalmente de la estructura del
comercio internacional, en el que predominan abrumadoramente las grandes potencias, y de la política económica,
manifestación, en definitiva, de la política general.
Niveau señala factores coyunturales, refiriéndose a la crisis en Estados Unidos, y factores estructurales, que
explicarían la internacionalización de la depresión. Los factores coyunturales se resumen en una reacción en cadena:
1.2, quiebras bancarias que comprometen la capacidad de crédito y la confianza de los depositantes; 2.2, se favorece
el atesoramiento de oro y billetes, y se paraliza la inversión; 3.2, la baja de precios reduce el poder de compra de los
productores; 4.2, reacciones psicológicas de consumidores e inversores agravan la reducción de la actividad. La
inquietud y el pesimismo sustituyen ala euforia. Los factores estructurales se resumen en las dimensiones mundiales
de la economía americana y en sus exportaciones de capitales. Alemania y algunos países de América Central y del Sur
se vieron privados, con la repatriación de los capitales norteamericanos, de sus medios de financiación y tuvieron que
dejar de comprar las mercancías americanas. Es el primer paso para una perturbación universal de los intercambios
comerciales. Niveau concluye que el período de entreguerras es de transición entre el final del capitalismo del siglo
XIX y el capitalismo moderno nacido de la Segunda Guerra Mundial, adaptación que exige tiempo. 1929 señalaría
un desajuste en esa transformación del capitalismo.
En esta posición coincide con Neré, que concluye su libro con la tesis de que un gran acontecimiento
histórico, la Primera Guerra Mundial, y sus repercusiones sobre los mecanismos de producción y las corrientes
comerciales difuminanlos elementos constitutivos de las crisis ordinarias, como los movimientos de larga duración de
los precios o los ciclos Kondratieff (comprobamos que también Neré minimiza los factores coyunturales que
habiaseñalado Schumpeter).
Probablemente el cataclismo sólo puede entenderse si se atiende a procesos muy diversos; de ahí que nos
parezca interesante recoger lo que Galbraith llama «cinco causas íntimas o cinco puntos débiles» del
sistemaecon6mico vigente, en 1929, en Estados Unidos:
1° Pésima distribución de la renta. El 5% de los norteamericanos percibe la tercera parte de la renta nacional,
así se explica el elevado porcentaje de inversión en bienes suntuarios y la escasa capacidad de consumo popular.
2° Deficiente estructura de laS sociedades anónimas. En las empresas se había abierto las puertas «a un
número excepcionalmente alto de promotores, arribistas, sinvergüenzas, impostores», Galbraith habla de latrocinios
corporativos»; cada trust de inversión paga los dividendos de las compañías recién creadas y, por tanto, ha de
restringir su capacidad de inversión futura. Llega un momento en que al reducirse los beneficios se Viene abajo toda
la pirámide de empresas creadas irresponsablemente, ,
3° Ineficiencia en la estructura bancaria, con préstamos imprudentes, actitudes especulativas, alegre
multiplicación de entidades y unos mecanismos peligrosos; «cuando un Banco quebraba, los activos de los demás
quedaban inmovilizados mientras los depositantes, de cualquier parte que fuesen, sentían un irresistible deseo de
retirar su dinero». Ya antes de la depresión las quiebras bancarias constituían un espectáculo normal; en los seis
primeros meses de 1929 quebraron 346 Bancos de distintas localidades.
4° Inconveniente situación en la balanza de pagos. Durante la Primera Guerra Mundial Estados Unidos se
convierte en acreedor internacional; al mismo tiempo las exportaciones norteamericanas crecen a rápido ritmo y
muchas naciones han de remitir oro y divisas para saldar deudas y pagar las mercancías. Era una situación
insostenible, por- que las otras naciones no podían afrontar durante mucho tiempo los pagos en oro, y por lo tanto o
aumentaban sus exportaciones a Estados Unidos o reducían sus importaciones de artículos norteamericanos. Este
desequilibrio y esta prepotencia de Estados Unidos constituye un elemento clave en los orígenes de la depresión;
5° Incapacidad conceptual de la teoría económica en aquella situación nueva, lo que explica los remedios
tardíos e incluso erróneos que se aplicaron. Para los economistas clásicos era objetivo primordial el presupuesto
equilibrado y el Impedimento de cualquIer manifestación inflacionista. Tras la crisis Keynes propuso precisamente
como salida una posición beligerante de los gobiernos recurriendo a presupuestos deficitarios para estimular el
relanzamiento.
No nos confunda la pluralidad de procesos, la diversidad de teorías. La Gran Guerra había constituido un
acontecimiento sIn precedentes, y sus secuelas en el campo de la economía se presentaron a los ojos de los hombres
de los años veinte como algo desconocido; el capitalismo de dimensiones ecuménicas y la prosperidad tenían fallos.
La angustia de la crisis constituyó una severa advertencia. Neré concluye que la lección se aprovechó tras la segunda
contienda universal. La nueva posguerra sería la que demostrase la capacidad de adaptación del mundo y de las
personas. Diez años después de la paz de 1919, la crisis se hacía presente. Diez años después de la guerra de 1945,
reinaba la prosperidad. Las lecciones de la experiencia no habían sido Infructuosas.

260
DOCUMENTOS
I. DISCURSO INAUGURAL DE ROOSEVELT
Frente a Hoover, que ha basado su programa en la espera, Roosevelt presenta varios puntos para resolver la
crisis: En su discurso de toma de posesión, los plantea con nuevo énfasis. Trabajo, intervenciones gubernamentales,
en contra de la tradición norteamericana, elevación de los precios agrarios para incrementar la demanda de los
artículos industriales, medidas sociales de apoyo a las pequeñas empresas, son algunos de los puntos del New Deal.
Coméntense siguiendo el orden en que aquí se exponen.

“Nuestra más ardua tarea, la primera, es hacer que el pueblo vuelva al trabajo. No es un problema insoluble si
nos enfrentamos a él con prudencia y valentía.
Puede realizarse, en parte, mediante la contratación directa por parte del gobierno, actuando como en caso de
guerra pero, al mismo tiempo, llevando a cabo los trabajos más necesarios, a partir de estas personas contratadas, para
estimular y reorganizar la utilización de nuestros recursos naturales. Por otra parte, hay que reconocer con toda
franqueza que nuestros centros industriales están superpoblados y, promoviendo una nueva distribución a escala
nacional, esforzarnos por conseguir que la tierra sea utilizada de forma más adecuada y por parte de los más
capacitados.
Se contribuirá a dicha tarea realizando esfuerzos precisos por elevar el precio de los productos agrícolas y con
ellos el poder adquisitivo, que absorberá la producción de nuestras ciudades.
Se contribuirá también a ello poniendo término de una vez por todas a la tragedia de la desaparición creciente,
a causa de su caducidad, de nuestras pequeñas empresas y nuestras granjas.
Se contribuirá también a ello insistiendo para inducir a las administraciones federales, de Estados y locales, a
reducir enérgicamente sus gastos. Se contribuirá a ello unificando las actividades de ayuda que en la realidad adolecen
de dispersión, despilfarro e irregularidad. Se contribuirá a ello estableciendo un plan nacional y una vigilancia de
todas las formas de transporte y comunicación y de otras actividades que, sin lugar a dudas, cumplen una función de
servicio público.
(...) Es de esperar que el funcionamiento normal de los poderes ejecutivo y legislativo se encuentre totalmente
capacitado para llevar a cabo la tarea sin precedentes que nos espera. Pero podría ocurrir que la exigencia sin
precedentes de una acción urgente hiciese abandonar .de forma temporal, ese funcionamiento normal de la actuación
pública.”
En LJMOUZlN: Textes pp. 27-28.

2. DEVALUACIÓN DE LA LIBRA
Analícese la incidencia de la devaluación, y coméntese la particular posición de Inglaterra durante la crisis
mundial, señalando los factores que la favorecen, aunque no se hagan explícitos en este párrafo de las Memorias del
francés Reynaud.

“Ellos (los ingleses) creen en la catástrofe. Es la salvación.


Al igual que la acción de un bisturí en un flemón salva al enfermo, la caída de la libra salva a la economía
inglesa.
...En efecto, el hecho de que la libra se haya convertido de nuevo en una moneda barata hace que los
extranjeros vuelvan a comprarla y que los capitales vuelvan a afluir a la City. En cuanto al coste de la vida, empieza
por bajar durante tres años, debido a la importancia del movimiento de baja en el mundo entero, a continuación sube
lentamente, sin llegar a alcanzar nunca, hasta la guerra de 1939, el nivel récord de 1929 en libras-oro.
En lo que se refiere a los precios al por mayor, después de haber bajado ligeramente, mientras que en los
demás países se hunden, subirán un 20 % de 1933 a 1939.
Las exportaciones se hacen más fáciles y. por lo tanto, aumentan en más de una tercera parte entre 1932 y
1937. La economía inglesa se ha salvado. Inglaterra se ha curado.”
p REYNAUD: Mémoires.

3. EL PARO EN LAS GRANDES POTENCIAS INDUSTRIALES


El paro constituye el efecto más directo, en el aspecto social, de la gran depresión. Basándose en estas gráficas
puede indicarse el nivel de paro de cada potencia, las más y menos afectadas, las que se encontraron con este
problema pronto y las que resistieron y retrasaron la onda depresiva. Explíquense las causas.

261
En Maurice FLAMANT y J.
SINGER KEREL: Crisis y recesiones económicas.

CAPITULO XXVI: EL NAZISMO


1. PANORAMA DE CUESTIONES HISTORIOGRÁFICAS
Tras el agitado período de la República de Weimar el partido nacionalsocialista (nazi) alcanza el poder en
Alemania. El régimen totalitario que instaura, la enigmática figura de su caudillo, Hitler, y las tensiones
internacionales que provoca han suscitado la atención de los historiadores y convertido su estudio en fuente de
debates, por lo que nos parece conveniente la aproximación al tema con una breve exposición de las versiones y los
puntos más controvertidos.
En 1960 William Shirer publicó un cuadro general de la literatura sobre el nazismo, en el que se culminaban
treinta años de ensayos y análisis eruditos, panorámica que obtuvo un resonante éxito editorial, pero que dejó en los
historiadores la sensación de que se simplificaban las causas y los rasgos definitorios del nazismo. No se ha cerrado,
por tanto, un tema que debe enmarcarse en el fenómeno más amplio del totalitarismo y de los presupuestos no ya
nacionales de Alemania sino mundiales y de época. Los historiadores alemanes, con Gerhard Ritter, catedrático de
Friburgo, a la cabeza, se han esforzado en demostrar que no se trata de un proceso alemán sino de unas circunstancias
históricas que favorecieron el ascenso de los totalitarismos: «Los mismos ale- manes estaban más sorprendidos que
cualquier otro por la subida del partido nacionalsocialista», «en el momento del triunfo de Hitler muchos sintieron
que aquel sistema político les era extraño»; es la tesis del acontecimiento anómico, de la ruptura con la historia de
Alemania, que se sustentó en la obra colectiva El Tercer Reich (1955).
Frente a esta posición, que intenta presentar el nazismo como un cuerpo extraño, los historiadores sajones y
franceses estiman que sus raíces deben buscarse en la historia alemana, desde el expansionismo de la Hansa medieval,
pasando por la Reforma luterana, que constituye un debilitamiento de los vínculos con Occidente, hasta la ideología
de algunos pensadores románticos germanos y el militarismo prusiano en el XIX. La tesis de la continuidad histórica
puede encontrarse, con cierto tono de desprecio, en la obra literaria de Churchill, y con un enfoque más estrictamente
historiográfico en la del germanista francés Edmond Vermeil.
La versión de que el nacionalsocialismo es un producto alemán ha sido reforzada por los autores marxistas,
como Daniel Guerin y Georg Lukacs, que emparentan, respectivamente, el nazismo con el capitalismo monopolista y
con las ideologías antirracionales, pero sus tesis se desenvuelven en el terreno de las ideas, sin apoyatura documental,
siempre inexcusable en los estudios históricos. En esta línea resulta más interesante la aportación del norteamericano
Franz Neumann, quien demuestra que los grupos dominantes no perdieron sus posiciones, y concluye que el nazismo
fue la forma de defensa del gran capital frente ala presión obrera.
Una posición ecléctica es la sostenida por el historiador francés Jacques Droz, quien exonerando al
luteranismo de la acusación de sembrar la pasividad política del pueblo alemán, estima, en cambio, que ha de
indagarse en la estructura social de Alemania para entender el ascenso de Hitler. No se trata- ría de una tendencia
histórica germana, pero tampoco podría reducirse la explicación de los orígenes a los problemas de una época. Con
algunas diferencias se mueve en este eclecticismo el alemán Karl Dietrich Bracher, al analizar los múltiples
presupuestos sobre los que se instaura el movimiento nazi y demostrar que algunos de ellos son típicamente alemanes.

262
De estas cuatro líneas interpretativas, rupturista, continuista, economicista y ecléctica, subrayamos algunos
puntos especialmente debatidos:
¿Ofrecen cierto grado de identidad los fascismos europeos, hasta el punto de que se pueda trazar una tipología
continental del fascismo, como la realizada por Ernst Nolte o Poulantzas? Sin duda, existen -lo hemos apuntado ya-
elementos comunes, como el papel de los jóvenes y los militares, la crisis económica en los dos países, las
responsabilidades de los jefes de Estado (Hindenburg y, Víctor Manuel III), la exageración del peligro bolchevique,
pero no son menores las diferencias, expuestas por Chabod en sus lecciones de la Sorbona, por Meinecke en Die
deutsche Katastrophe, condenando a las fuerzas que han dirigido el proceso de transformación del germanismo en un
nacionalismo agresivo e imperialista. y por HannaArendt.
¿Quiénes son responsables del acceso de Hitler al poder? El historiador alemán Gerard Ritter considera que la
responsabilidad debe buscarse en la política internacional, en la humillación del Tratado de Versalles. John Snell le
ha replicado, poniendo de relieve factores internos de Alemania. Antes del acceso al poder los industriales alemanes
han comenzado a subvencionar al partido nazi que ha obtenido el 1,4 % de los votos en las elecciones libres y
democráticas de julio de 1932; si se añaden los votos comunistas se alcanza el 52 % de los sufragios, más de la mitad
de los alemanes son hostiles al régimen parlamentario de Weymar. Neumann ha anotado el elevado número de
jóvenes que ingresan en el nazismo; para ellos Versalles no es experiencia vital, sino mito, recuerdo histórico. El
americano Pinson ha rechazado la noción de revolución de la pequeña burguesía, en el caso alemán, afirmando que la
dictadura nazi se montó sobre la adhesión de millones de individuos de todas las clases.
Papel del ejército en el advenimiento del III Reich. Ritter ha afirmado su inocencia; los generales sabían,
basando sus estimaciones en la Primera Guerra Mundial, que Alemania no podía sostener una guerra general; el
Estado Mayor fue un elemento de moderación en el camino hacia la segunda guerra.. A las premisas de Ritter han
replicado Gordon A. Craig y Wheeler Bennet, demostrando el militarismo prusiano y alemán como una constante.
Dentro dt Alemania otros historiadores han documentado la responsabilidad de los generales en el advenimiento de
Hitler al poder; así se recoge en la obra colectiva, El Tercer Reich, dirigida por Schokking. Karl Bracher y Gerard
Schulz han estudiado las relaciones entre el nazismo y la Reichswehr, y Sauer ha podido probar que el control del
ejército por Hitler es un aspecto fundamental del nazismo.
La adhesión de los industriales alemanes constituye una de las controversias más apasionadas, iniciada con la
réplica de Ottavio Barié a la tesis del norteamericano Hallgarten de que la gran industria fue la base de sustentación
del nazismo. Barié intenta demostrar que no fue beneficiosa para aquélla su conversión en industria monopolística de
guerra. Pero la mayoría de los historiadores, Neumann, Schulz, Ramos Oliveira, sostienen la formación de un poder
bilateral nazismo gran industria. Diversos trabajos han demostrado que el primer año de régimen aportó alas más
poderosas empresas un incremento de la ganancia media de casi un 100 por 100:

Beneficio liquido
1932 1933
KOSCH 12.5% 23.7%
KRUPP 20.3% 35.3%
KLOCKNER 9.2% 20.8%

El Diario de Goebbels señala un giro de los dirigentes nazis en los primeros meses de 1933 hacia los
industriales; las vacilaciones fueron sustituidas pronto por la simpatía. En el proceso de Nuremberg se demostró
documentalmente el apoyo financiero a Hitler en la campaña presidencial por los magnates de la industria pesada
(Thyssen, Krupp, Vogler , Bosch, etcétera) La evidencia de esta asociación es cada día más difícil de rebatir.
El papel desempeñado por Hitler. Su personalidad, sobre la que insistiremos, ha sido enfocada desde todos
los ángulos, pero ¿es el nazismo una creación personal o más bien Hitler el símbolo de un movimiento social e
ideológico de gran amplitud? Las dos posiciones se han sostenido. Así, Allan Bullock achaca el antisemitismo como
ideología a Hitler, mientras Edmond Vermeil cree que es una actitud oportunista del dirigente nazi y que el
antisemitismo seria más actitud social que de una persona; Leon Poliakov también considera que el exterminio de los
judíos fue un medio para el ascenso de algunos grupos sociales. Una corriente interpretativa ha sostenido que Hitler
carece de ideología, y este vacío fue cubierto por una propaganda en estado puro, en el que los mitos expresados con
pasión fanática cubrirían la ausencia de racionalidad; es la tesis de Zeman, y la que antes, durante la vigencia del
Estado nazi, desarrolló Hermann Rauschning, La revolución del Nihilismo (1938). Sin afirmar que Hitler fuera un
ideólogo original, Eberhard Jaeckel piensa que ha compensado su falta de rigor conceptual con sus objetivos políticos
precisos; el führer seria uno de los grandes pragmáticos de la política, el hombre con visión para comprender cuáles
son las fuerzas colectivas en un momento dado y cómo puede encauzárselas. En cualquier caso no es Hitler una
figura aislada, y quizá la historia del nazismo hubiera sido diferente sin la capacidad organizadora de Goering y el
genio propagandístico de Goebbels.
Punto de ruptura con la democracia. El momento culminante es el incendio del Reichstag {Parlamento) la
noche del 27 al 28 de febrero de 1933; se acusó a los comunistas y se detuvo aun desequilibrado, Marinus Van der
263
Lubbe. El incendio fue el pretexto para solicitar el decreto de plenos poderes para Hitler y preparar las elecciones de
marzo. Con la apertura de los archivos del Document Center de Berlín se ha comprobado que el incendio no pudo
ser obra de una sola persona y que lo provocaron comandos nazis.
-El terrorífico descubrimiento de los campos de concentración en 1945 constituye la nota más siniestra del
régimen. Pero su trágica realidad no debe reducirse a una institución bélica, ni siquiera a un instrumento de lucha
contra los judíos. La tesis monumental de Olga Wormser-Migot demuestra que fue un instrumento clave del Estado
nazi, organizado primero por Goering y utilizado después por Himmler para colmar sus deseos de dominación
cuando los SS se hicieron cargo de la administración de los campos.
-La política exterior, por su trascendencia continental, ha sido tema de largas indagaciones. Lo mismo los
testimonios, el del inglés Eden o el del embajador ruso en Londres, Maiski, que los estudios sobre documentación
efectuados por historiadores (Beaumont, Weinberg, Alton Frye), coinciden subrayar las condiciones nefastas para la
diplomacia del ministro de Asuntos Exteriores Von Ribbentrop y en correlación con su carencia de objetivos las
contradicciones alemanas, que convirtieron la política europea en un crucigrama sin sentido.
Sobre otros temas la investigación está abierta en estos momentos y todavía existen fondos documentales sin
explorar.

2. PRECEDENTES IDEOLÓGICOS DEL NAZISMO


En los estudios que se realizaron sobre la experiencia nazi hasta 1945 se la consideraba secuela de
acontecimientos del siglo XX, como la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, la humillación de Versalles y
los problemas de paro y pobreza de la crisis de 1929, y por otra parte de la incapacidad de la República de Weimar
para resolver sus tensiones sociales desde la revuelta de los espartaquistas y los asesinatos de Karl Liebnetch y Rosa
Luxemburgo. En estos primeros estudios se pudo comprobar que la ideología nazi estaba precedida por una literatura
de pensadores tremendistas, apologistas de la catástrofe, o del nihilismo, en expresión de Rauschriing. Pero a partir
de 1945 los historiadores comenzaron a indagar en antecedentes más remotos y se descubrió en la filosofía y otros
campos del saber germanos del siglo XIX una línea de nacionalismo exacerbado que prefiguraba la fisonomía del
estado nacional social1sta. Dejando a un lado tesis un tanto peregrinas, como la de Von Sybel, que considera que ya
en los germanos de Tácito hay manifestaciones de pangermanismo, son los filósofos románticos, y especialmente
Fichte en sus Discursos a la nación alemana (1808), los que pueden considerarse iniciadores de la corriente
sentimental de exaltación de la entidad nacional germana, que se continua por historiadores de la segunda mitad del
XIX, como Von Treitschke, y novelistas como Dahn, en su narrativa cantor de la pureza de los godos frente a la
depravación de los romanos.
Si de algunos pensadores, como el filósofo Dilthey, seleccionaron los nacionalistas germanos únicamente
aquellos postulados en los que se combatían ciertos principios del liberal1smo, en otros, como Riehl -«Land und
Leuthe. (País y población)-, encontraban una permanente defensa de Ia sociedad jerarquizada y corporativa. Hltler
recqnoce la influencia sobre el de Von Polenz, exaltador del mito «Blut und Boden. (Sangre y tierra). El profesor de
Gotinga, Lagarde, en sus Escritos alemanes (1878-1881) propugna una Iglesia nacional y la formación geográfica de
una gran Alemania con el retroceso de las fronteras rusas, ejerciendo el derecho al espacio vital. Su discípulo
Langben, en un libro sobre Rembrandt (1890), insiste en la exaltación de la raza y el estado elitista.
Las doctrinas racistas, con su corolario más dramático, el antisemitismo. configuran otra línea en la que se
desenvuelven, además de los alemanes, pensadores de otras naciones, impregnados por las doctrinas evolucionistas de
DaIwin mal asimiladas; sus postulados de la selección natural y la lucha por la existencia son transferidos en libros
neodaIwinistas a las sociedades humanas, en las que, se afirma, triunfará el más 'fuerte. Con anterioridad a Darwin
publicó el francés Gobineau su ensayo Sobre la desigualdad de las razas flumanas, en el que se postula la superioridad
de la raza blanca, y dentro de ella los arios, y la inferioridad de negros y judíos. Años más tarde el inglés germanizado
Houston Stewart Chamberlain, yerno de Wagner, en Los fundamentos del siglo XIX (1899), considera a los arios
como única raza creadora e Identifica los periodos de decadencia con los de caos racial, en los que se funden las razas
superiores e inferiores. Sólo faltaba un paso, hacer a una de estas razas Inferiores responsable de todos los capítulos
negros de la historia.
La acusación a los judíos de conspiración mundial se introduce por vez primera en una obra de Retcliffe, pero
la divulga Dühring, al afirmar que la depravación es un rasgo judío; y aunque Engels replicó con el Antidühling, otros
escritores mantienen la antorcha antijudía, como el periodista Marr, fundador de la primera Liga antisemita, y
Paasch, que llega a proponer como única solución la muerte de todos los hebreos, o, si no fuera posible su extinción,
la deportación a Nueva Guinea. Los estremecedores programas de la solución final, pueden encontrarse muchos años
antes de la aparición de los dirigentes nazis.
En su intento de identificarse con el alma eterna de Alemania los teóricos del nacional socialismo se han
apoyado en citas de autoridad un tanto discutibles. Es el caso del gran músico Richard Wagner, con cuya familia
sostuvo una larga amistad Hitler y cuyas óperas gigantescas estimulaban los mitos de la grandeza histórica de
Alemania, pero que si en los últimos años de su vida se colocó en posturas de apasionado nacionalismo,
especialmente durante la guerra contra Francia en 1870, en otros episodios, por ejemplo su actividad de
264
revolucionario de 1848 en las barricadas de Dresde, aparece como un liberal convencido. Más dificil todavia es
convertir a Nietzsche en un antecedente del nazismo; su concepción del superhombre fue deformada en los textos
nazis, pero la mayoría de las ideas del gran pensador son incompatibles con la ideología nacionalsocialista;
A partir de Versalles los intelectuales alemanes aparecen ganados por la idea del revanchismo. Es el caso de
Spengler en su Decadencia de Occidente, obra en la que aplica a su interpretación de la historia universal criterios
darwinistas, exalta «la guerra como forma de vida superior» y las virtudes del jefe calismático, único freno para el
«animal de rapiña» que es el hombre. A la obra El segundo Reich de Arthur Moeller van der Bruck deben los nazis
gran parte de sus mitos: conspiración judía, espacio vital, desquite; el futuro Tercer Reich será el último baluarte de
la civilización occidental.
En los años 20, coincidiendo con la expansión del partido nazi, muchos intelectuales germanos enhebran sus
obras con los temas de la revancha, de la raza superior, del espacio vital; así el biólogo Günther, el geógrafo
Haushofer, el jurista Carl Schmitt. En esta atmósfera la novela de Hans Grimm, Pueblo sin espacio (1926), obtuvo
un éxito enorme ya mediados de los años treinta se habían lanzado más de medio millón de ejemplares. «La nación
blanca más limpia, más decente, más honrada, más eficiente, más industriosa de la tierra vive encerrada en unas
fronteras ya demasiado estrechas.» El novelista demuestra una notable capacidad de síntesis; difícilmente podrían
resumirse más ideas nazis en menos líneas.
En 1920 Hitler conoce a Alfred Rosenberg, quizás el pensador que influye de manera más directa en el autor
de Mein Kampj En El mito del siglo XX Rosenberg exalta la cruz gamada como símbolo de una nueva era -en
sustitución de la cruz de la era cristiana-, el nacimiento de «una nueva fe: el mito de la sangre», el sello nórdico como
signo de genio. En esta nueva historia y nueva religión las figuras culminantes de la Humanidad son Odin, Sigfrido,
Teodorico, Federico el Grande. Wagner... y, por supuesto, Hitler, todos ellos héroes de la raza nórdica. Durante la
Segunda Guerra Mundial propone convertir la catedral de Estrasburgo en un monumento a la guerra, y según
Collotti deseaba sustituir las estatuas de la Virgen por monumentos guerreros.
El dogma de la raza superior y la necesidad para el pueblo alemán de purificar su propia sangre antes de lavar
la humillación de Versalles y de ocupar el espacio que necesitaba un gran pueblo para salvar la civilización occidental,
agonizante en estimación de Spengler, iban a encontrar para convertirse en ejes inspiradores de la Alemania de los
años 30 un hombre y un partido.

3. PERSONALIDAD DE HITLER
En las primeras páginas de Mein Kampj Hitler considera un providencial capricho del destino su nacimiento
en Braunau del lnn, pequeña localidad austriaca próxima a la frontera alemana, en la zona de encuentro de los dos
Estados alemanes cuya unión era la gran tarea de las jóvenes generaciones, el Austria alemana tornará al seno de la
gran Patria germana», vaticina. Todavía subsisten numerosos interrogantes sobre episodios de la biografía del
dirigente nazi. Estudia en Linz y luego se traslada a Viena, donde es posible que para ganarse la vida tuviera que
recurrir a trabajar en oficios artesanales, pero fracasa en sus intentos de ingresar en la Academia de Bellas Artes, ni le
es posible el inicio de los de Arquitectura por no haber completado sus estudios de bachillerato. Tras otra estancia en
Linz, donde muere su madre, regresa a Viena; en la capital del Imperio Austro-húngaro se forjan sus ideas básicas,
especialmente su antisemitismo, que se inspira en escritos de Shoenerer, jefe del partido nacionalista pangermánico, y
en Karl Lueger, alcalde de Viena, que pontificaba contra el capitalismo comercial de los hebreos, En Salzburgo fue
declarado no apto para el ejército, documento que fue buscado afanosa e inútilmente por la Gestapo y publicado en
1956 por un historiador alemán, pero el estallido de la guerra europea le permite alistarse y es enviado como cabo al
frente del Somme. Aunque no sabemos que Hitler hubiera protagonizado ningún episodio de heroísmo, la guerra es
para él la referencia sacral, el periodo más memorable de mi vida».
La obsesión por la guerra y la derrota le inclinan a contemplar el mundo regido por la fuerza, como si de una
ley física se tratara: El mundo no pertenece más que a los fuertes que aplican soluciones totales, no pertenece a los
débiles con su media medida». La historia se concibe como una lucha de razas -contrapunto de la lucha de clases
marxista- y el progreso como dominio de los inferiores por los superiores: .Para que se desarrollase una cultura
superior fue necesario que existiesen individuos de inferior civilización, pues nadie, sino éstos, podían sustituir al
instrumento sin el cual el progreso era inconcebible.» La dualidad señores-esclavos, o instrumentos, es defendida por
Hitler con la aplicación de criterios pseudobiológicos.
La idea de que la misión histórica del triunfo de la raza superior exige un caudillo indiscutible se ve
claramente en sus respuestas al tribunal que le juzgaba por su intento de golpe de Estado de noviembre de 1923
«El hombre que nace para dictador lo es, no lo empujan a serio. No le hostigan, él se hostiga así mismo y con
ello no comete una impudicia. ¿Es acaso una falta de modestia en un trabajador el proponerse realizar el trabajo más
pesado? ¿Es acaso presunción en el hombre de frente despejada, en el pensador, el cavilar de día y de noche hasta
darle al mundo un invento? El hombre que se siente llamado a gobernar a un pueblo no tiene el derecho de decir: "si
me aceptan o me llaman, cooperaré'.. No, su deber es adelantarse.»
Su capacidad de arrastre, de orador de mitin, es reconocida universalmente. A pesar de que su tono de voz era
excesivamente agudo y de que introducía en sus períodos largos párrafos oscuros y mal pronunciados, la pasión
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inaudita de sus momentos álgidos, agigantada por los micrófonos, transmitía a las muchedumbres una especie de
sacudida eléctrica, algunas veces comparada a las artes de un brujo por su capacidad de fascinación del auditorio. Sin
duda, su extraordinaria sensibilidad para captar los sentimientos de las masas le ayudaba a encontrar el tono en cada
momento. Uno de SUS críticos, Otto Strasser, así lo reconoce: «Adolfo Hitler entra en una sala; olisquea el aire;
durante un minuto tantea, se abre paso, capta el ambiente; y de pronto estalla. Sus palabras van como flecha a su
blanco, tocada cada llaga en el punto sensible, liberando ala masa inconsciente, expresando sus aspiraciones más
íntimas, hablándole de lo que ella deseaba que le haplase.» un embajador francés habla de él como de «un poseído».
Sus oscilantes cambios de humor, su vanidad, sus indignaciones repentinas, muestran un actor excepcional, capaz de
dramatizar cualquier situación y de hacer de la representación histriónica un arma política. Su gran biógrafo, Bullock,
lo describe en un párrafo intenso: «Cuando Hitler era presa de la cólera, parecía perder todo control. Su rostro
aparecía amoratado e hinchado por la rabia, gritaba en forma estentórea, escupía un torrente de injurias, agitando
salvajemente sus brazos y golpeando la mesa o la pared con sus puños. De pronto, tan súbitamente como había
empezado, se calmaba, alisaba su cabellera, se arreglaba el cuello de la camisa y continuaba hablando con voz
normal.» Al servicio de este personaje patético se pusieron todos los avances técnicos de una sociedad industrial. En
el juicio de Nuremberg Albert Speer reconocía en su interrogatorio que sin tales avances no se hubiera podido
controlar de forma tan completa a un pueblo numeroso: «Con el empleo de medios técnicos tales como la radio y los
altavoces, ochenta millones de seres fueron privados de su independencia mental. Asi fue posible someterlos a la
voluntad de un solo hombre.»
La obra escrita de Hitler es reducidísima en comparación con la masa impresionante de sus discursos, pero la
identidad de principios es total, aunque su obra capital, Mein Kampf, fuera escrita diez años antes de alcanzar el
poder. El joven revolucionario, que lucha contra la República de Weimar, no se distingue del caudillo de la primera
potencia europea.
Sus ideas no eran originales pero sí la forma de engarzarlas, la habilidad con que unía y presentaba viejos
sueños germanos de grandeza. No se puede pensar que Bullock se ensañe con su biografiado cuando describe su
complacencia por las descripciones de los vejámenes que sufrían los judíos a manos de las SA «Indiferente al
sufrimiento de otros, carecía del sentimiento de piedad, era intolerante y lleno de desprecio por el ser humano común
y corriente. La piedad y el perdón eran para él trampas humanitarias y signos de debilidad.» Ni siquiera podrían
considerar estas líneas una crítica quienes siguieron su credo, ya que aspiraban a implantar una nueva ética, en la que
los valores seculares de compasión y de solidaridad serían sustituidos por los de dominio. Un párrafo de Hitler, en el
que se exhibe un darwinismo feroz, resume bien esta nueva moral:
Todo el trabajo de la naturaleza es una gran lucha entre la fortaleza y la debilidad, una eterna victoria de los
fuertes sobre los menos aptos. Solamente existiría la decadencia si esto no sucediera. Los Estados que ofenden esta
ley elemental caen en la decadencia. ..
»Toda la vida está resumida en tres tesis: la lucha es la madre de todas las cosas, la virtud está en la sangre, ser
el director es lo más importante y decisivo.»

4. EL PROGRAMA y EL PARTIDO
Después de la guerra, Hitler se instala en Munich e ingresa en el DAP (Partido Obrero Alemán), que seria el
grupo más fuerte en la confluencia de organizaciones que forman el partido nazi. En el minúsculo partido eran
dirigentes el ingeniero Feder y el periodista Eckart, y vínculo con los militares descontentos el capitán Ernst Rohm,
quien había encargado a Hitler de los primeros contactos con el DAP. En febrero de 1920 se elabora un programa
de veinticinco puntos, en cuya redacción interviene Hitler, por entonces nombrado jefe de propaganda del partido. El
programa anticipa todos los objetivos fundamentales del nazismo: lucha contra el tratado de Versalles y constitución
de la Gran Alemania; expansión imperial «exigimos espacio y colonias para la alimentación de nuestro pueblo»),
racismo antisemita «ningún judío será miembro de la nación»), xenofobia étnica (que todos los no arios abandonen
Alemania), limitación de la libertad de prensa y de arte (lucha contra la mentira política»), rearme. El racismo y el
antiparlamentarismo constituyen los dos carriles del programa. Con cierta confusión se amalgaman sentimientos
antijudíos, probablemente inspirados por Hitler, y alguna vaga aspiración social, quizá debida a la pluma de Feder.
Especial complejidad ofrece el único punto de signo socialista, el 11, que predica «la supresión de todo ingreso no
conseguido por medio del trabajo y la abolición completa de todo tipo de interés». En contradicción con tan
paladina afirmación, los nazis a los pocos meses de alcanzar el poder replicaron a los acreedores de los Bancos que no
existía ninguna supresión del interés: «Semejante presunción carece de fundamento.»
En el verano de 1920, tras unírsele otros tres partidos pequeños, el DAP se transforma en NSDAP, partido
obrero alemán nacionalsocialista, o, abreviadamente, partido nazi, cuya jefatura ostenta Hitler desde agosto de 1921.
Con el nuevo nombre y el nuevo jefe no variará la ideología pero sí la táctica; el activismo y la lucha callejera contra
los partidos parlamentarios requieren la formación de unas secciones de asalto, las SA. Más tarde, con fondos
procedentes del Ejército, se adquiere un periódico, que bajo la dirección de Rosenberg se convierte en portavoz de
todos los sectores antidemocráticos, y se crea como símbolo la bandera con la cruz gamada. A los dirigentes de
primera hora, Rosenberg, Rudolf Hess, se unen pronto Goering, héroe de la aviación en la Primera Guerra Mundial,
266
y el general Ludendorff. El capitán Rohm organiza las SA, y el partido llega en pocos meses a poseer armamento y
organización paramilitar, si bien sólo tiene implantación en Baviera. El NSDAP se expansiona rápidamente; en enero
de 1922 tenía seis mil adheridos; en noviembre de 1923, más de cincuenta mil. Para su difusión obtuvo ayuda
económica de algunos industriales, como el magnate del acero, Thyssen; que tendría que abandonar Alemania en
1939 al no plegarse a las instrucciones de Hitler, y empresas extranjeras como la Royal Dutch Shell, amén de la
simpatía de los sectores militares incompatibles con la aceptación de: las cláusulas militares del «dictado» de
Versalles. En noviembre de 1923 Hitler considera que el partido y sus apoyos son lo suficientemente fuertes para
intentar un golpe de Estado contra el débil gobierno de Berlín; es el extraño «putsch de la cervecería, de Muních, el 9
de noviembre. Este asalto fracasado contra la República de Weimar fue suscitado por varios acontecimientos:
- el éxito de la “marcha sobre Roma” de Mussolini mostró a los dirigentes nazis los frutos de una decisión
audaz;
- la entrada de cinco divisiones franco-belgas en el Ruhr en enero de 1923 para garantizar con la requisa del
carbón y la madera: el pago de las deudas de guerra germanas constituye un momento dramático. El gobierno alemán
aconseja la resistencia pasiva y para compensar a los industriales por la interrupción de la producción lanza grandes
cantidades de papel moneda, con lo que desata una vertiginosa espiral inflacionista. Son meses de hambre y angustia.
Por otra parte, la ocupación del Rhur evidencia la indefensión militar de Alemania y los generales tratan por todos
los medios de iniciar un rearme siquiera parcial;
- la formación del gobierno Streseman en agosto, con 1nclusión de los social demócratas, señala el final de la
resistencia pasiva por su elevado coste, lo que exacerba a los grupos nacionalistas. En septiembre, en Nuremberg se
habla de la marcha sobre Berlín», evocando la gesta de Mussolini. En Baviera parece incubarse una secesión cuando es
elegido presidente del estado bávaro con plenos poderes Von Kahr apoyado por los sectores reaccionarios, Hitler
anuncia 14 mítines para un solo día el Drotesfu contra el abandono de la lucha en el Ruhr.
Sin más apoyo que el 7° cuerpo de ejército, el “putsch” fracasa, y Hitler, Ludendorff, Hess y Rohm son
procesados y encarcelados. En prisión dictara Hitler a su chofer Emile Maurice y a Rudolff Hess su libro Mein
Kampf . La prisión hace cambiar la táctica nazi del activismo por la aceptación del juego parlamentario; a partir de
entonces los esfuerzos del partido se orientaran hacia la consecución de triunfos electorales.
El genio organizador de Hitler se comprueba al salir de la cárcel y encontrarse el partido dividido en
tendencias encontradas: Strasser encabeza el sector social, empeñado en sostener el programa de nacionalizaciones
implícito en el punto 11; Rohm postula el predominio de las SA y del sector militar; Ludendorff apoya al bloque
monárquico que no se integró en el renacido NSDAP cuando recuperó su calidad de partido legal. En las elecciones
presidenciales de 1925, a la muerte de Ebert, los nazis apoyaron a Ludendorff como candidato, y en la segunda
vuelta al mariscal Hindenburg, quien obtuvo el triunfo frente al candidato del, centro y la izquierda. Marx, v al de la
extrema izquierda, el comunista Thalmann.
Después de las elecciones presidenciales, durante el año 1926 Hitler se consagra a la reorganización del
partido. En la Asamblea de Bamberg deja en minoría a Strasser y arrincona su programa de expropiación de los
terratenientes y al mismo tiempo se atrae a un colaborador insuperable, Goebbels. El partido se organiza en distritos,
Gau, al frente de los cuales se coloca un «gauleiter»; Hitler consigue que los nombramientos de estos procónsules no
se realicen en asambleas comarcales, sino directamente por el presidente del partido; es un paso decisivo hacia la
concentración de poder. Goebbels funda un periódico, Der Angriff«(El Ataque»), en el que pone en juego sus
inagotables recursos para la calumnia y los ataques personales a los elementos discolos. Con la creación de las SS,
grupos de asalto especia1es para proteger al Fuhrer, las 8A pierden su protagonismo. En pocos meses Hitler es el jefe
indiscutido y su autoridad ilimitada se refrenda en los Congresos de Weimar (1926). y Nuremberg (1927). Con la
creación de las Juventudes Hitlerianas, los desfiles, los saludos romanos, los congresos de estenografía barroca y
discursos interminables, el partido se convierte en un elemento de creciente influencia en toda Alemania
En estos años de ascenso se consuma la corrupción del lenguaje, las palas se utilizan políticamente con una
nueva semántica, y así se consigue el apoyo popular contra la democracia, o se puede tronar astutamente a un tiempo
contra capitalismo y comunismo. La baja clase media es, según Ebenstein, el elemento numéricamente más fuerte de
apoyo al nazismo. A lo! seguidores se les galvaniza con promesas como la de que el Tercer Reich será el imperio del
próximo milenio. Los objetivos se simplifican al máximo. Existía un enemigo externo del pueblo alemán, el
bolchevismo ruso, y un enemigo interno, los judíos; pero de momento la lucha se concentra en el enemigo doméstico
y el antisemitismo se convierte en el eje de la ideología y de la propaganda; En 1928 se afirma en un libro: .Puede
decirse que el judaísmo es parte del organismo de la humanidad como una bacteria es parte del cuerpo humano, y
realmente los judíos son tan necesarios como una bacteria, (Eckart): la ilógica, página continúa con consideraciones
sobre las funciones de los microorganismos y el papel similar que desempeñarán los judíos en el futuro. Años
después, en encuestas para conocer la raza, se introducen preguntas como ésta: « ¿Qué le choca a usted en la forma en
que un judío habla y canta? No es extraño que con esta preparación psicológica sobre las anomalías semíticas el juez
supremo del partido, en el año 1938, haya sentenciado: .El judío es un ser humano. Es una apariencia de putrefacción
Guerin, en su viaje por la Alemania nazi, elabora una expresiva lista de los que el régimen llamaba «corruptores del
pueblo". En la lista negra se incluían los judíos sangrientos (Rosa Luxemburgo, Trotski), los judíos mentirosos (el
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físico Einstein, el escritor Emile Ludwig), los judíos estafadores o judíos de oro (el banquero Goldschmidt, los
hermanos Tietz, directores de grandes almacenes berlineses), los judíos artistas (Charlie Chaplin). Hemos indicado
que no existen diferencias entre los textos del Hitler de los años 20 y del Führer; de la misma manera el
antisemitismo exacerbado se anticipa en los escritos nazis de 1926 o 1928 y se repite, aunque ya con la posibilidad
de convertir las palabras en obras, en 1936 o 1938.

5. LA IRRUPCIÓN EN EL PODER
Miles de páginas se han consagrado a intentar explicar el sorprendente camino del NSDAP al poder.. Los
hechos son enormemente complejos, las explicaciones a veces oscuras y los debates poco serenos. En conjunto, el
ascenso nazi se explica por la confluencia de tres procesos: circunstancias internacionales excepcionales, innovaciones
tácticas del nacionalsocialismo, descomposición interna del sistema democrático alemán; si a las primeras se ha
prestado atención preferente en muchos estudios, hoy podemos afirmar que el factor decisivo es el tercer proceso, la
crisis deja República de Weimar. Reparemos en cada una de estas tres constelaciones de causas.
La crisis económica con el descalabro de las clases medias y la responsabilidad que se achaca a las cláusulas
económicas de Versalles han sido ya examinadas. El paro, que afectaba en septiembre de 1929 a 1.3 millones de
personas, ascendió en un año a tres millones y sobrepasó en 1933 los seis millones. Estas masas de desesperados
volvieron sus ojos aun partido hasta entonces poco conocido, que unía en sus eslóganes hipernacionalistas la revancha
contra Versalles y un antimarxismo al que eran muy sensibles los pequeños propietarios en apuros. El «crack» del 29
contribuyó a aumentar la influencia política de Hitler ya granjearle el apoyo de la gran sociedad y de ciertos círculos
financieros hasta entonces renuentes.
El partido nazi, volcado hacia la consecución de éxitos electorales, innovó todos los procedimientos, desde la
creación de una Escuela de Oratoria, en la que se prepararon 2.000 oradores de mítines, hasta la difusión de hojas
volantes y carteles, sin descuidar procedimientos menos ortodoxos, como desfiles y actuaciones de comandos
violentos. Bracher resume este carácter único del partido: «Indudablemente, la técnica de la toma del poder por los
nacional- socialistas se guía en sus comienzos por el ejemplo del fascismo italiano de 1922. Sin embargo, en
Alemania se emplearon más decisiva y eficazmente los modernos recursos de la comunicación de masas, así como una
combinación de coerción y convicción, de terror y propaganda, de medidas pseudolegales, del engaño y la violencia.
Ningún otro partido se encontraba preparado para este asalto." No obstante, los resultados no fueron decisivos;
Hitler no llegó -ni siquiera se aproximó- al poder por el mecanismo de las urnas.
La crisis de la democracia alemana y la responsabilidad de algunos de sus hombres públicos es probablemente
la causa eficaz que explica el suicidio de la República y de su clase política. En la Constitución de Weimar el artículo
48 permitía plenos poderes al presidente en casos de excepción, tales como el de nombrar o destituir al canciller al
margen de las mayorías, disolver el Parlamento o gobernar sin control parlamentario. El primer presidente, el
socialista Ebert, había utilizado sus poderes extraordinarios para fortalecer la democracia, pero el ascenso a la
presidencia en 1925 del general Hindenburg, en el fondo un nostálgico de la monarquía imperial, supuso el inicio de
un régimen presidencialista en el que el Parlamento desempeñaba el papel de comparsa y las disoluciones de la
Cámara con las consiguientes convocatorias de elecciones generaban en la opinión popular el descrédito de las urnas,
puesto que nada influían en la marcha de los asuntos de Estado. Los gabinetes se sucedían con rapidez asombrosa sin
que el Parlamento interviniera; Hindenburg se comportaba como un propietario del poder. Así, en marzo de 1930 se
encarga de la jefatura del gobierno a Brüning, jefe del Zentrum, el partido católico; ni su nombramiento ni su gestión
cuentan con los compromisos y contrapesos de un régimen pluralista, sino simplemente con la confianza de la cabeza
del Ejecutivo. Al presidente incumbe la máxima responsabilidad en este proceso de descomposición, pero también los
principales políticos, Brüning, Von Papen y Schleicher, que encabezaron los gabinetes, contribuyeron a destruir la
democracia. Con indulgencia puede calificarse como error la petición de Brüning de disolución del Parlamento en
septiembre de 1930, que permitió fue el número de diputados nazis pasara de 12 a 107.
En las elecciones presidenciales de 1932 Hitler presenta su candidatura frente a Hindenburg y obtiene , en la
segunda vuelta. 13.4 millones de votos. A Hindenburg, que reúne 19.3 millones, se ven obligados a apoyarle el
Zentrum y los socialistas para evitar el triunfo de Hitler, que ha recibido el voto de todas las fuerzas nacionalistas y
de derechas. La derecha clásica se ha hundido, la clase media y la pequeña burguesía se han inclinado decididamente
por el partido nazi. Pero Hindenburg exhibe desde entonces una total ignorancia, más aún, una incapacidad
congénita para comprender el cuadro político del país que presidía. Los acontecimientos de 1932 son
definitivamente reveladores. Cuando el ministro del Interior, general Groener, prohibió las SA, por sus actividades
contra el orden público, el presidente provocó la dimisión de Groener y la anulación de la prohibición; cuando
Brüning intentó ciertas medidas legales contra los latifundistas, el entorno de grandes propietarios del presidente
consiguió forzar su dimisión. Con una Cámara silenciosa, el nuevo canciller Von Papen, un tránsfuga del partido del
centro que fuera de Prusia no tenía clientela política, inició la aproximación a Hitler; la minoría autoritaria que
gobernaba a Alemania prefería apartarse de los partidos democráticos y optar por la colaboración con uno de los
grupos totalitarios -en las elecciones de julio de 1932, convocadas por Von Papen, nazis y comunistas disponían del
53 % de asientos en el Reichstag-. El nuevo Parlamento sólo celebró una sesión. Al voto de censura Von Papen
268
respondió consiguiendo del presidente la disolución. En noviembre se celebró nueva elección parlamentaria -¡la
quinta!, del año 1932-, que inicia el declive nazi con la pérdida de 34 escaños. Sin embargo, menos de tres meses
después de este fracaso Hitler se encuentra en la Cancillería. Tras las infructuosas gestiones gubernamentales de Von
Papen y el general Schleicher, Hindenburg encarga a Hitler que forme gobierno. El 30 de enero de 1933 muere la
democracia en Alemania.
l ¿Cómo se explica este acontecimiento, que sorprendió a los mismos nazis? ¿Por qué fue llamado al poder un
partido en aquel momento dividido y en retroceso? ¿Qué resorte decidió que Hindenburg encargase de la Cancillería
al jefe nacional socialista cuando durante meses se había opuesto a su entrada en un gobierno de coalición? En una
situación de gabinetes presidenciales resultó decisivo el enfrentamiento entre Von Papen y Schleicher; aquél boicoteó
la gestión de su sucesor y se entrevistó con Hitler en Colonia el 4 de enero. La soledad del general Schleicher, que no
tenia el apoyo del ejército, y la presión de los nuevos socios Von Papen y Hitler inclinaron finalmente a Hindenburg
a intentar un gabinete de coalición presidido por Hitler. Pabón cree que Hindenburg realizaba el último intento de
salvar a la vieja Alemania, lo que sobrevivía socialmente del Imperio con sus cuatro pilares, el ejército prusiano, la
antigua diplomacia bismarckiana, la gran industria del oeste y la agricultura del este. Algún historiador (Taylor) ha
resaltado la fuerza del azar, de las circunstancias del momento; otros (Hugh Trevor-Roper) la planificación
oportunistica de los dirigentes nazis. Es probable que el responsable último haya sido Von Papen, aunque en sus
memorias trate de diluir su papel decisivo. En conjunto, parece que más bien debería responsabilizarse al grupo de
políticos, desde Hindenburg hasta Schleicher, que prefirieron destrozar al Parlamento y sustituirlo por maniobras
palatinas en torno a un presidente autoritario. Con razón sitúa Karl Dietrich Bracher la llegada de Hitler a la
cancillería en un «cuadro de intrigas libradas por una insignificante minoría en torno al último pilar del poder, el
presidente del Reich (tan desprovisto de visión política». A diferencia de los bolcheviques rusos, los; nazis no
necesitaron una insurrección armada; a diferencia de los fascistas italianos, que siempre tuvieron el freno, al menos
simbólico, de la monarquía, van a poder gobernar sin ninguna limitación.

6. EL ESTADO NAZI
El primer gobierno de Hitler, como el de Mussolini en Italia, no es monocolor; figuran en él otras dos figuras
del nazismo, Frick y Goering; la vicecancillería se asigna a Von Papen y diversos ministerios a grandes capitalistas y
latifundistas. El 1de febrero Hindenburg disuelve el Reichstag, y las elecciones de marzo, en las que el NSDAP
obtiene 288 diputados, le permitirán gobernar en coalición con los nacionalistas alemanes, de los que pronto va a
prescindir. El proceso de eliminación de enemigos del nazismo se ha resumido en tres noches históricas: incendio del
Reichstag (27 a 28 de febrero de 1933), noche de los cuchillos largos (30 de junio de 1934), noche de cristal (9 a
10 de noviembre de 1938). Con el incendio del Reichstag, del que se acusó al holandés Marinus van der Lubbe, se
declara fuera de la ley a comunistas y socialistas, a los que se responsabiliza de este monstruoso atentado contra la
soberanía del Dueblo alemán. En la noche de los cuchillos largos se elimina a las SA. los grupos paramilitares, que se
oponían a las SS. En la noche de cristal se destruyen 270 sinagogas, se procede al arresto y deportación de 20.000
judíos y se produce la muerte de 2.000.
La ley de plenos poderes de 24 de marzo de 1933 confiere al gobierno la potestad de cambiar la
Constitución, con lo que el presidente de la República se convierte en una figura decorativa. Las elecciones del año
1934 se convocan con candidatura única y el nuevo Parlamento transfiere a Hitler la custodia y la capacidad de
interpretación o modificación de la Constitución. En agosto muere Hindenburg y Hitler, sin dejar la Cancilleria, se
proclama presidente del Reich, autonombramiento que es refrendado por un plebiscito con el 88 % de los votos
afirmativos.
El Estado de las SS va a caracterizarse en primer lugar por la desaparición de la pluralidad de partidos.
Sucesivamente se disuelven las debilitadas fuerzas parlamentarias, incluso los nacionalistas alemanes que se habían
coaliga- do a los nazis en el primer gobierno, y en julio de 1933 se establece el sistema de partido único, con una ley
que dispone: «En Alemania existe como único partido político el partido nacionalsocialista alemán de los
trabajadores.» Hitler manifestó el deseo de que la clase dirigente estuviera formada por la décima parte de los
ciudadanos, y en efecto llegaron a tener carnet en el momento esplendoroso del III Reich 8 millones de alemanes, de
un total de 80 millones. Las élites sociales se afanaron por integrarse en esta máquina monopolizadora, y el ingreso
de las linajudas familias aristocráticas fue tan masivo que se llegó a decir que coincidía el «Almanaque de Gotha»
(inventario de la aristocracia mundial) con el registro del partido. La inflación de jefes permitió satisfacer a los
jóvenes ambiciosos, aunque los cargos supremos se otorgaron preferentemente a los veteranos del partido.
Una extensa burocracia, en la que se integraban los miembros del partido, los funcionarios favorecidos por el
régimen, los gauleiter, los miembros de las 88, se enseñoreó de Alemania. En contraste se extinguieron las
instituciones de tipo occidental, y no ya desapareció un Parlamento con capacidad legislativa plena, sino incluso el
consejo de ministros terminó declinando por consunción; son el Fuhrer y su camarilla quienes adoptan todas las
decisiones. El culto al Fuhrer impregna toda la vida de Alemania; el saludo romano se acompaña de la invocación
«Heil Hitler!»; el buen tiempo se denomina «tiempo del Fuhrer»; en los Juegos Olímpicos.de Berlín, en 1936, se
asegura que se incrementaban los triunfos del equipo alemán cuando el FUhrer aparecía en los estadios; en las
269
wagnerianas reuniones del partido todos los ojos confluyen hacia la enorme tribuna que alberga al jefe inspirado; los
escritores humillan su pluma para convertirlo con vergonzante exageración en compendio de todas las virtudes;
Himmler decía que era el hombre más grande de todos los tiempos. Rudolf Hess le describe como la razón pura que
ha tomado forma humana, Goebbels le atribuye una especie de taumaturgia eléctrica: «Me hace el efecto de una
dínamo. Después de pasar una tarde con él, uno siente como si una batería eléctrica que llevase dentro hubiera sido
cargada de nuevo.» La policía del Estado, la Gestapo, se encargó eficazmente de hacer desaparecer a cuantos podían
haber supuesto una limitación para este poder sin límites; y así, tras la noche de los cuchillos largos, fue muerto
Rohm, el jefe de las 8A; el líder de la Acción Católica Klausener fue asesinado en su despacho, el general Schleicher
en su domicilio. Von Kahr, el jefe del gobierno bávaro en 1923, que había traicionado a los nazis, fue llevado al
campo de concentración de Dachau, donde murió tras ser sometido a tortura.
Si la matanza de las SA puede ser denominada «legalización del terror» (Bracher) y convertía el asesinato en
un recurso político del Estado, la creación de los campos de concentración supuso un instrumento definitivo de
control del pueblo. Hay que tener en cuenta que entre los primeros detenidos en Dachau no había israelitas; el
propósito inicial, más amplio que el de luchar contra los judíos, era atemorizar a cualquier oponente político con un
sistema extenuante de trabajos forzados; Himmler declaró, ya en 1933: «Los campos no son sanatatorios ni
pensiones de familia.» La mayoría de las víctimas nunca fueron acusadas de nada, constatación que justifica el juicio
de Ebenstein: «El propósito de los campos de concentración y exterminio era demostrar a toda la población bajo
control nazi que toda persona era, potencialmente, un recluso, ya que el delito personal tenía poco o nada que ver
con tal castigo.»
Alemania se convierte en un Estado totalitario puro, en el que no existe más que una manera de actuar y una
manera de pensar, Goebbels, ministro de Propaganda, se revela un virtuoso en el manejo de la prensa y especialmente
de la radio; consigue que los fabricantes inunden el mercado con aparatos de radio muy baratos y en los que no es
posible escuchar emisoras extranjeras; las consignas nazis entran a todas horas en la intimidad de los hogares. La
«Cámara cultural del Reich» centraliza y coloca bajo su control a los artistas y escritores; la Universidad, con la
expulsión de más de 1.500 profesores, adapta sus disciplinas a la nueva verdad. Las leyes de Nuremberg, decretadas
en septiembre de 1935 en el congreso del partido, constituyen una nueva versión del Código civil; son las leyes
destinadas a «la protección de la sangre y el honor alemanes», que prohíben los matrimonios mixtos y marginan a los
judíos. Los intelectuales que no aceptan la abdicación de su independencia tienen que abandonar Alemania. Thomas
Mann, Erich María Remarque, Emil Ludwig, Vicki Baum, Stefan Zweig, Bertolt Brecht, son algunos nombres
eminentes en el doloroso exilio de escritores. Sus libros son prohibidos, sus puestos ocupados por escritores dóciles.
Ni siquiera un saber más neutro, el científico, se libra de la depuración y del exilio forzoso, con Einstein como figura
relevante; la crítica a sus teorías valió a Bruno Thüring una cátedra en la Universidad de Munich en 1937. Tampoco
el arte es una actividad libre, ni en consecuencia el crítico ha de orientar ala colectividad sobre los caminos estéticos,
como se desprende de la prohibición de Goebbels: «La información sobre arte no debe ocuparse de valores, sino
limitarse ala descripción.» Del monolitismo en la vida política, un solo Führer, un solo partido, se ha pasado a la
proclamación de una sola verdad en los campos del pensamiento y la creación.

7. RESURRECCIÓN ECONÓMICA DE ALEMANIA


Cuando Hitler ocupa la cancillería en enero de 1933 el nivel de paro es angustioso en Alemania: 11,5
millones de obreros trabajan. 6 millones están parados; de éstos la mayoría reciben socorros de alguna procedencia,
900.000 no perciben nada y se encuentran en situación desesperada. Hitler se enfrenta al paro aumentando de
manera vertiginosa la actividad de las industrias de guerra y ampliando el número de soldados. En .1934 una
avalancha de voluntarios afluye a lo que hasta entonces eran divisiones vacías, meramente nominales. Von Fritsch es
el encargado de la transformación del ejército. En 1935 se restablece el servicio militar obligatorio. De los 100.000
hombres que permitía el Tratado de Versalles se pasa a 800.000 a comienzos de 1935, a 1.500.000 en 1936. El
general Kurt Jany estima que Alemania, en caso de guerra, puede disponer de 13 millones de soldados, de los cuales 5
millones movilizables en cuarenta y ocho horas.
Pero el paro era sólo uno de los problemas de la economía alemana; la deuda exterior condiciona la
producción y la política monetaria; por ejemplo, no se puede devaluar el marco porque automáticamente se
incrementaría la cuantía de la deuda exterior. Se recurre aun procedimiento drástico, en el fondo un proteccionismo a
ultranza; se paga a los acreedores con marcos bloqueados, que, sólo sirven para comprar en Alemania.
El gran peligro de la reactivación era la inflación. El doctor Schacht, economista liberal, encontró un sistema
para evitarla, los efectos «MEFO», papeles garantizados por el Banco de Alemania. Se presionó para que en vez de
presentarlos a descuento en el Banco se pagara con ellos en los intercambios cotidianos; así se desembocó en una
circulación pseudomonetaria, a la que Neré considera «inflación no visible». Al mismo tiempo se orienta el consumo,
al que se mantiene en niveles bajos. Schacht, al aproximarse al pleno empleo, quería detener los gastos públicos,
porque provocarían finalmente una espiral inflacionista; por otra parte se oponía a una política de rearme ilimitado.
Ha llegado el momento de prescindir del liberal Schacht y de hacerse cargo los nazis directamente de la gestión
económica; Goering es el responsable de continuar esta economía en círculo cerrado.
270
Sin el apoyo de la gran industria y la gran banca este programa heterodoxo, basado en la producción bélica y
la emisión incontrolada de moneda, hubiera desembocado en un caos; es la tesis de Bettelheim. Otros autores
(Lerner: La élite nazi, 1951) consideran que fue además factor clave el apoyo de las clases medias. La fórmula de
David Rousset: «El nacionalsocialismo no es otra cosa que la guardia plebeya alrededor del capital monopolista», le
parece a Georges Castellan demasiado esquemática. En cualquier caso, aunque la nación salió del marasmo, lo hizo
sobre bases que han merecido reparos a los teóricos de la economía. En realidad los nazis no tenían una política
económica, sino una economía subordinada a la política. No obstante no les faltó imaginación para conseguir el
relanzamiento. a base de la restricción del consumo, de la acumulación de stocks (principalmente de petróleo) y de la
elaboración de productos de sustitución sintéticos para aminorar la dependencia exterior de la industria alemana. Si
solo observamos las cifras, la impresión puede ser engañosa, ya que los objetivos se cumplieron a veces de forma
compulsiva e incluso mediante el expolio de los territorios que se integraron en la Gran Alemania. Y, por otra parte,
la subida espectacular de los índices industriales no se explica sin el horizonte de la guerra; así, el consumo de hierro y
acero se multiplica por tres en los tres primeros años del régimen. El ideal de los dirigentes era la autarquía. Los nazis
consiguieron realizar su ideal de gran potencia. La pregunta que intentan contestar los economistas es cuánto tiempo
hubiera sido posible sostener una economía industrial cerrada y qué evolución hubiera seguido de no haber
culminado en una guerra.

DOCUMENTOS
1. EL PROGRAMA NAZI
Son claros los principios: expansión territorial, con revisión del tratado de Versalles, pureza étnica,
fortalecimiento del Estado, control de la información y la propaganda. Y al lado puntos que ofrecen ribetes
revolucionarios. Subráyense y ordénense los diferentes aspectos del programa.

“1° Exigimos, basándonos en el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos, la reunión de todos los
alemanes en una gran Alemania.
2° Exigimos para el pueblo alemán, la igualdad de derechos con las demás naciones, la abrogación de los
tratados de Versalles y Saint-Germain.
3° Exigimos territorios para poder alimentar a nuestro pueblo e instalar su excedente de población.
4° Sólo puede ser ciudadano aquél que forma parte del pueblo. Sólo puede formar parte del pueblo aquél que
es de sangre alemana, sea cual sea su confesión. En consecuencia, ningún judío forma parte del pueblo.
9° Todos los ciudadanos deben tener igualdad de derechos.
10° El deber de todo ciudadano es trabajar, ya sea de forma intelectual o manual. La actividad individual no
debe ejercerse de manera que se oponga a los intereses de la comunidad, sino con arreglo a esta comunidad y en favor
de la utilidad de todos.
Por eso, exigimos:
11° La supresión de cualquier tipo de ganancia que se obtenga sin trabajo, sin esfuerzo, la abolición de la
servidumbre de los intereses.
12° Considerando .los enormes sacrificios, en bienes y vidas humanas, que la guerra impone al pueblo, el
enriquecimiento individual por medio de la guerra debe ser condenado como crimen contra el pueblo. Por esa razón
exigimos la confiscación integral de todos los beneficios de guerra.
13° Exigimos la nacionalización de todas las empresas que se han convertido en trusts.
14° Exigimos participar en los beneficios de las grandes empresas.
15° Exigimos la creación y el mantenimiento de una clase media sana, la expropiación, por parte de los
municipios, de los grandes almacenes, que deberán alquilarse a bajo precio a los pequeños comerciantes; que se tenga
en cuenta, en la medida de lo posible, a los pequeños proveedores cabo sus pedidos el Estado y los municipios,
17° Exigimos una reforma agraria que se adapte a nuestras necesidades nacionales, la publicación de una ley
que permita expropiar la tierra, sin indemnización, para las necesidades de interés general, la supresión hipotecas
sobre los bienes raíces y la prohibición de cualquier tipo de especulación sobre los terrenos.
23° Exigimos que la ley luche contra la mentira política y su difusión , por medio de la prensa. Los periódicos
cuya acción sea contraria al general deben prohibirse.
24° Exigimos la libertad de todas las confesiones religiosas en el do, con la condición de que no pongan en
peligro su existencia, ni sentimiento o la moral de la raza alemana...”
(En LIMOUZIN: Textes..., p. 38-39)

2. PÁGINAS DE «MEIN KAMPF»


Tres notas en estos párrafos: racismo, nacionalismo -que implica repudio del internacionalismo- y darwinismo
somático. Señálense párrafos textuales y coméntese alguno.

271
“La suposición de que todas las razas son por sus características iguales, puede ser seguida por una manera
parecida de considerar a las naciones, llegándose en escala descendente a afirmar idéntica cosa hasta de los mismos
hombres. En esta forma, el mismo marxismo internacional no pasa de ser un punto de vista general del mundo -
sostenido en verdad por espacio de muy largo tiempo- y llevado adelante por el judío Karl Marx, a modo de
confesión precisa de fe política. De faltarle el apoyo de un proceso de envenenamiento semejante, ya en plena
actividad, el extraordinario éxito político de estas doctrinas habría sido imposible. Karl Marx fue sencillamente y en
realidad el único individuo entre millones que en el lodazal de un mundo corrompido descubrió, con el ojo seguro
del profeta, la ponzoña indispensable, extractándola como por arte de magia en una solución concentrada a fin de
acelerar la destrucción de la existencia independiente de las naciones libres de esta tierra, y todo ello con el propósito
de servir a su propia raza.
En este sentido, puede decirse que la doctrina marxista constituye el epítome intelectual de los puntos de vista
del mundo que prevalecen hoy en día.
En esta parte del mundo la cultura humana y la civilización están indisolublemente vinculadas a la presencia
del elemento arto. Si este elemento desapareciese o fuera vencido" el negro velo de un periodo de barbarie volvería
descender sobre el mundo.
Para todo aquel que contemple a éste con ojos de nacionalista, cualquier brecha abierta en la existencia de la
civilización humana merced a la destrucción de la raza que la protege, será siempre el más condenable de los
crímenes. Quien ose poner la mano en la más noble imagen de Dios, pecará contra el bondadoso Creador de esta
maravilla y contribuirá a su propia expulsión del Paraíso.
Todos sabemos que en un porvenir lejano, la humanidad deberá afrontar problemas cuya solución exigirá que
una raza excelsa en grado superlativo, apoyada por las fuerzas de todo el planeta, asuma la dirección del mundo.
La organización de una política mundial sólo podrá efectuarse, en todos los tiempos, mediante su enunciación
definida y exacta; los principios de un partido en formación son para éste lo que el dogma es para la religión.
Por consiguiente, así cómo la organización partidaria marxista traza actualmente el camino hacia el
internacionalismo, así debe contar la política nacionalista con un instrumento que nos ofrezca una posibilidad de
defenderla por la fuerza. Este es el objeto que persigue el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán.
Todo cruzamiento de razas provoca tarde o temprano la decadencia del producto híbrido mientras el
elemento superior del cruzamiento sobreviva en puridad racial. Recién cuando se ha bastardeado hasta el último
vestigio de la unidad racial superior, es cuando desaparece, para el producto híbrido el peligro de extinción. Es
menester, sin embargo, creár el fundamento de un proceso natural, aunque lento, de regeneración, que excluya
gradualmente la ponzoña racial, esto, por supuesto en el caso que exista todavia una base de pureza y siempre que se
hubiere logrado detener el proceso de la adulteración.
El primer deber del Estado estriba en impedir que el matrimonio continúe siendo un azote perpetuo para la
raza, consagrándolo, en cambio, como una institución llamada a reproducir la imagen del Señor y no seres
monstruosos, medio hombres y medio monos.
Las protestas contra esto, fundadas en razones llamadas humanitarias, deshonran a una época que tolera que
cualquier corrompido o degenerado se reproduzca a sí mismo, gravando con el peso de indecibles padecimientos a
sus contemporáneos ya su propia descendencia.
El Estado nacional debe conceder a la raza el principal papel en la vida general de la nación y velar porque ella
se conserve pura. Debe aclarar que los niños constituyen el patrimonio más precioso de la nación. Debe procurar que
sólo engendren hijos los individuos sanos, porque el hecho de que personas enfermas o incapaces pongan hijos en el
mundo es una desgracia, en tanto que el abstenerse de hacerlo es un acto altamente honroso. Por el contrario, la
acción de privar al país de niños sanos, ha de considerarse vituperable. El Estado pondrá al servicio de estos hechos
aceptados todos los conocimientos médico modernos. Declarará impropio para 1a reproducción a todo aquel que se
halle evidentemente enfermo o padezca de incapacidad hereditaria, respaldando su actitud con la acción. Velará
también porque la fertilidad de una mujer sana no tropiece con el obstáculo de la condenable economía de un
régimen que transforma la bendición de los niños en un azote para sus padres.
Al educar al individuo, el Estado debe demostrar que no constituye vergüenza, pero sí una lamentable
desgracia la circunstancia de ser enfermizo y débil, agregando, empero, que es criminal y, en consecuencia,
vergonzoso, añadir a la desgracia la deshonra, que es precisamente lo que acontece cuando el egoísmo lleva al
individuo a imponer aun ser inocente su propia desdicha.”
HITLER: Mi lucha.

3. PRIMERAS NOTICIAS EN EL EXTRANJERO SOBRE EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE


DACHAU
Los internados, de 2.200 a 2.400, se alojan en diez barracones. El ellos hay unos cincuenta intelectuales,
algunos representantes de la c media. 50 o 60 nazis, alrededor de 500 socialdemócratas, 2 oficiales, a nos condenados
de derecho común, 15 extranjeros; todos los demás son comunistas. La mayor parte de los detenidos son obreros.

272
Los internados se reparten en diez compañías; en cada una de ellas una cantidad máxima de 270 personas. La
séptima es la «compañía disciplinaria»; la primera compañía está compuesta de obreros social demócratas y
comunistas, la segunda se reserva para los judíos.
Los funcionarios comunistas que se niegan a confiar a los nazis informaciones políticas, son encerrados en
celdas. Éstas son húmedas, oscuras y gélidas. Se ata a los prisioneros a unas cadenas que están empotrada las paredes.
Unas toscas tablas de madera les hacen las veces de cama. Durante el mes de septiembre se obligó a los internados a
construir 21 celdas nuevas.
En Dachau se practica el castigo corporal. Los prisioneros son azotados con nervios de buey envueltos en
alambre, que deben trenzar ellos mismos. Se les asesta con fuerza entre 25 y 75 latigazos.
Sin que exista razón alguna, los comunistas y socialdemócratas son golpeados a su llegada al campo. También
se golpea a los detenidos utilizando toallas mojadas. Siete miembros de la SA, que llegaron el 1° de agosto, fueron
tan maltratados que dos de ellos, Amuschel y Handschuck. no sobrevieron a los golpes. Como consecuencia de los
malos tratos recibidos, el comunista Fritz Schaper quedó inmovilizado durante dos meses. El 2 de septiembre, un
guarda nazi fracturó de un puñetazo la mandíbula inferior un prisionero.
A menudo también se les quema la piel con cigarrillos incandescentes.
Entre los que han padecido los peores tratos hay que citar a L. Buchman, Goerg Freischütz y el periodista
Ewald Thunig. El comunista muniqués Sepp Gota, incapaz .de levantarse después de los golpes recibidos fue
asesinado. El estudiante Wickelmeier fue asesinado de un tiro, el comunista Fritz Dressel torturado a muerte.
Otros detenidos asesinados: el consejero municipal Haussmann, Aron, miembro del «Reichsbanner», Willi
Franz, el funcionario comunista Buerk, de Memmingen; en total, casi 50 personas.
El corresponsal del Manchester Guardian está en posesión de los nombres de 9 guardas que torturan y
asesinan a los prisioneros.
Manchester Guardian, Londres, 4 de enero de 1934.”
(En Le camp de concentration de Dachau, 1933-1945.)
Munich, Comité Internacional de Dachau (Bruselas), 1977.

INFORME
LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN
A pesar de la masa documental de toda índole, incluidas actas procesales. fotografías y testimonios orales, que
prueban la existencia de los campos de concentración y dentro de ellos de las cámaras de gas con el objetivo del
exterminio de ciertas minorías raciales y de opositores en la Alemania nazi, algunos publicistas e incluso algún
historiador desacreditado han intentado negar no tanto la evidencia de los campos como su finalidad criminal,
porque en el supuesto de la inexistencia de las cámaras de gas cabría la posibilidad de atribuir a los campos la función
de simples lugares de internamiento. Al frente del reducido número de historiadores revisionistas se colocó el francés
Faurisson, quien por su alteración de los documentos y datos fue sancionado académicamente, lo que no desalentó a
quienes le invocan como autoridad científica. Una pléyade de historiadores se habían ocupado ya de la cuestión, pero
aumentó espectacularmente al surgir el revisionismo. Sirva de ejemplo el notable estudio de Maxime Steinberg, quien
se apoya en el testimonio del doctor Kremer, médico SS de Auschwitz, para reconstruir la deportación y masacre de
los judíos de Francia. Bélgica y Países Bajos (Les yeux de témoin etle regard du borgne. L'histoireface au
révisionnisme. París, Cerf, 1990). Otros publicistas, caso del ultraderechista David Irving, comenzaron negando la
existencia de los campos, luego la de las cámaras, y finalmente tras reconocerla se convirtieron caprichosamente a la
tesis de que Hitler había sido ajeno a la llamada solución final. El testimonio de una figura del régimen, Speer, refuta
tal pretensión (Technik und Macht). Que el exterminio constituyó una decisión premeditada se prueba de forma
abrumadora en el documentado estudio de Philippe Burrin: Hitler et lesjuifs. Genese d'un génocide. París, Seuil,
1989. Raya en el absurdo el intento de exonerar a Hitler, pero en cualquier caso subsistiría el hecho del exterminio
programado como una nota siniestra del régimen nazi. Burrin documenta que grupos especiales. los Einsatzgruppen,
masacraron judíos por docenas de millares, reforzando los documentos que antes ya habían publicado Alfred Streim
y el historiador israelí Yaacov Lozowick, quien examinó minuciosamente la actividad de los Einsatzgruppen en la
revista Holocaust and Genocide Studies. Al producirse la invasión de Rusia en 1941. Heydrich emitió unas
instrucciones (17 de julio), en las que enumeraba la categoría de prisioneros que debían ser colocados a parte, para su
eliminación, categoría donde se incluía a los funcionarios del partido, miembros de la administración y la
intelectualidad soviética y todos los judíos; en este caso no se requería que fueran personas destacadas que podrían
galvanizar la resistencia, sino “alle juden”.
El intento de escamotear la Historia por intereses ideológicos ha sido denunciado en una publicación
colectiva: L'Histoire escamotée. Les tentatives de liquidation du passé nazi en AUemagne. París, La Découverte,
1988. Sin embargo no sería necesario citar la literatura de respuesta al revisionismo porque ya muchos años antes
decenas de estudios de diferente enfoque habían examinado con rigor el tema de los campos y el holocausto, aunque
los revisionistas hicieran caso omiso de los mismos, postura nunca recomendable en materias científicas. Recordemos
algunos hitos. Henry Michel, autoridad máxima en la historia de la segunda guerra mundial, estudió el programa nazi
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de deportaciones (1)-agédie de la déportation. Paris, Hachette, .1954). OlgaWormser-Mignot presentó en la
Sorbona su monu- mental tesis de doctorado, demostrando que los campos constituían una institución clave del
Estado de las SS en cuanto medio de atemorización y dominio de la población, y convirtiéndose a partir de entonces
en autoridad de gran prestigio en el tema (Le Systeme concentrationaire. París, P.U.F., .1968}. La Academia de
Ciencias Morales y Políticas de Francia premió, la publicación de fotos de los campos (Deportación. El horror de los
campos de concentración. Barcelona, Petronio, .1969). Pero al aparecer la tesis revisionista fue en Alemania donde se
produjo la respuesta más contundente. Tres historiadores alemanes con la colaboración de otros veintiún
historiadores de otros países afrontaron un estudio exhaustivo sobre los programas nazis de exterminio (E. Kogoll.,
H. Langbein, A. Rückerl: Les chambres a gaz, secret d'État. París, éd. Minuit, .1984).
En los años ochenta sobresalen dos publicaciones colectivas. Bajo la dirección conjunta de Raymond Aron y
Francois Furet se convocó en julio de .1982 un colo- quio que congregó a la mayoría de los historíadores que habían
publicado libros sobre la cuestión. Las Actas fueron publicadas tres años después: L'Allemagne na- zieet le
génocidejulj: París, Gallimard/Seuil, .1985. Aún más importante es la publicación conjunta de 27 historíadores,
entre los que se encuentran los especialistas máximos en la Alemania nazi: Bracher, Broszat, Fest, Hildebrand, etc.:
Devant l'Histoire. Les documents de la controverse sur la sÜ1gularité de l'extermination des Juifs par le régime nazi.
París, Cerf, .1988.
Resulta imposible negar algo que ha dejado tantas huellas. Comités Internacionales gestionan cada uno de los
campos y preparan publicaciones. Bastantes pueden ser visitados, y los visitantes ven instalaciones (barracones,
cámaras de gas, hornos crematorios), exposiciones fotográficas y documentales filmados por las fuerzas aliadas en el
momento de la entrada. En los procesos a que se sometió a los jerarcas nazis los documentos y la responsabilidad de
los campos se convirtieron en pieza básica de la acusación. Por no citar las memorias de jerarcas -como las de
Goebbels o Speer-, programadores del holocausto -Eichmann-y comandantes de campo-por ejemplo, R. Hess,
comandante de Auschwitz.
Para comprender este fenómenoanómico, fuera de toda norma moral, del sistema concentracionario y de su
secuela más trágica, el exterminio programado de seres humanos, es conveniente ampliar la lente y enfocar la
naturaleza del totalitarismo, ya partir de ella las líneas programáticas que inspiró el régimen nazi y los instrumentos
que empleó para su realización, interrelacionando ideología y praxis, porque los campos fueron tan solo una pieza,
aunque de extraordinaria importancia, en el organigrama del régimen. Con este enfoque amplio se celebró un
Coloquio Internacional, convocado por iniciativa de la Fundación Auschwitz, en la Universidad Libre de Bruselas en
1988, cuyas Actas han sido publicadas por Y. Thanassekos y H. Wismann (dir.): Révision del'Histoire.
Totalitarismes, crimes etgénocides nazis. Paris, Cerf. 1990.
De la documentación y los estudios se deduce que tres objetivos se proponían los campos
1. Terror indiscriminado, para hacer desaparecer a los enemigos políticos y someter al conjunto de los
ciudadanos. Entre los presos había muchas personas sin culpa objetiva, cuyo internamiento respondía a la concepción
totalitaria del delito que describió Hanna Arendt, algo previsible, imaginario o simplemente «ejemplar» para otros.
Tengamos en cuenta que los primeros detenidos del primer campo, el de Dacha, no eran judíos sino opositores
políticos. 2. Exterminio de los judíos, y con ellos de todos los seres con taras o pertenecientes a grupos considerados
inferiores. Han dejado un rastro documental más tenue los camiones de gas, que se dirigían con sus víctimas
directamente a las fosas comunes, para economizar tiempo, pero conocemos su existencia y en algunos casos es
posible contabilizar el número de asesinados. 3. Experimentos médicos, que alcanzaron una cruel- dad hasta entonces
desconocida, como los que ensayó en Auschwitz el doctor Mengele sobre sus cobayas humanas. Ya antes de la
multiplicación de los campos Hitler apoyó la actividad de un Comité del Reich para el estudio de las enfermedades
graves hereditarias y congénitas. Comité que fundó los Institutos de Eutanasia. El mancillamiento de la ciencia sólo
pudo medrar en una atmósfera moral carente de ciertos valores esenciales del humanismo y la civilización, como
estudió Benno Müller-Hill: Science nazie, science de mort. L'extermination des juifs, des tziganes et des malades
mentaux de 1933 a 1945. Paris, Odile Jacob, 1989.
Tanto en el estudio general del nazismo como en el particular de los campos de concentración y del
holocausto ha sido relevante la aportación de la historiografía alemana. Porque seguramente los historiadores
germanos han comprendido la urgencia y la necesidad de conocer de forma académica este capítulo terrible de la
historia de su país. Y han asumido con absoluta honestidad las exigencias de su oficio.

CAPITULO XXVII: EVOLUCION DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES


1- LA SOCIEDAD DE NACIONES
En el campo de las relaciones internacionales el nacimiento de la Sociedad de Naciones constituye un ensayo
imaginativo de orden mundial, ya que la Primera Guerra Mundial había demostrado que los sistemas reguladores
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anteriores, el de Congresos propuesto en Viena en 1815, luego el de bloques inspirado por Bismarck, no habían
puesto fin a uno de los azotes de la humanidad, el enfrentamiento armado entre las naciones. Con la perfección
técnica de las armas acuciaba encontrar un sistema arbitral. Algún diplomático pensó en el regreso al sistema de la
Santa Alianza, el orden internacional regulado por las grandes potencias, pero su ideología reaccionaria resultaba
inaplicable en un siglo de democracia. La necesidad de una institución multinacional que salvaguardase la paz es
anterior al estallido de la contienda; el discurso de Theodore Roosevelt al Comité Nobel en 1910 prueba que se
había difundido la conciencia de que la felicidad del género humano se encontraba en peligro si no se hallaba un
método adecuado para alejar la guerra; el trabajo de Norman Angell La gran ilusión causó impacto, especialmente en
medios militares. Pero la guerra del 14, con sus inevitables apelaciones a la defensa de la patria, sofocó inicialmente
cualquier sentimiento pacifista o ecumenista, aunque durante el primer invierno de la contienda puede vislumbrarse
en la prensa un cierto cansancio por lo que se preveía conflicto de larga duración. La crisis de 1917 intensificó los
deseos de paz; en el verano de este año Benedicto XV dirige un mensaje a todas las potencias beligerantes
invitándolas a que procuren el armisticio y posteriormente procedan a la reducción simultánea de sus fuerzas
armadas. Más influjo ejercen las varias propuestas de Wilson sobre el establecimiento de una Sociedad de Naciones,
formuladas a partir de su entrada en la guerra en el mes de abril de 1917, con lo que la paz no se reducía ya a sueño
de neutrales sino que era fórmula invocada por el más poderoso de los contendientes. Al firmarse el armisticio la
aspiración vaga de que fuera el de la última guerra cobró fuerza; en esa atmósfera, el general Smuts escribe que el
sacrificio de los pueblos no tenía otro sentido que la «vaga esperanza de un mundo mejor v más justo». Los escritos
de este tono demostraban que habían calado en la opinión las propuestas realizadas a lo largo del año 1918 por el
presidente norteamericano. Wilson presenta al Congreso el 8 de enero sus 14 puntos; en los cuatro primeros alude a
la conveniencia de una Sociedad de Naciones, en el último la propuesta se formula de manera explícita: .Una
asociación general de naciones debe formarse bajo tratados especiales con objeto de suministrar garantías mutuas de
independencia política e integridad territorial a los Estados grandes y pequeños de la misma manera.» La respuesta
popular norteamericana fue de solidaridad con su dirigente, como consigna al día siguiente el New York TRibune:
.Hoy, como nunca anteriormente, toda la nación marcha con el presidente.» Faltaba, empero, concretar una
propuesta tan general en algunos puntos; es lo que afrontó el famoso escrito del general Smuts, .La Liga de Naciones:
una sugerencia práctica», que supo unir el idealismo de la nueva era, la expectación con que se contemplaba por
civiles y militares y el sentido práctico que exigían los diplomáticos. Smuts concibe la Sociedad, no sólo como un
medio posible de prevenir guerras futuras, sino aún más como un gran órgano de la vida pacífica de la civilización,
como el cimiento de un nuevo sistema internacional que será erigido sobre las ruinas de esta guerra». Este
planteamiento superaba el diseño de la futura
Sociedad elaborado por los Comités Phillimore y Bourgeois, formados por diplomáticos, juristas e
historiadores, que tan sólo se habían preocupado de la prevención de la guerra. Tomando como base de trabajo los
14 puntos de Wilson un comité, que nominalmente encabeza el presidente norteamericano, comienza a redactar el
articulado del pacto en febrero de 1919, mientras se discutían las restantes cuestiones de los tratados de paz. En el
comité figuraba el francés Bourgeois, protagonista de las conferencias de La Haya y luchador infatigable en pro de un
nuevo espíritu internacional, el italiano Orlando, el japonés Makino, el serbio Vesnic; tras la protesta de éste por el
escaso papel de las pequeñas naciones, se integraron el griego Venizelos y otros.
1 El Pacto de la Sociedad de Naciones se propone el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Los siete primeros artículos atienden la estructura constitucional del nuevo sistema. Según el artículo 1° son
miembros los treinta y dos Estados aliados que firmaron el tratado de Versalles y otros trece neutrales; los nuevos
requerirían mayoría de dos tercios; cualquier miembro podría retirarse notificándolo con dos años de antelación. Los
artículos 8° y 19° tratan del desarme; el nivel de armamentos se situaría en el nivel más bajo posible y se limitaría su
fabricación por entidades privadas. Aunque no se prohíbe estrictamente el recurso a la guerra, todos los Estados
miembros se comprometen a agotar primero todos los procedimientos pacíficos de solución de los conflictos
(artículos 21 y siguientes). El artículo 22 instituye el sistema de mandatos, que transfirió la responsabilidad de la
administración de Irak, Transjordania. Palestiria y Siria, liberados del imperio turco, a potencias europeas (Inglaterra
y Francia), las cuales asumirían una tarea civilizadora, si bien en la letra de los pactos no se explicitaba el papel de la
potencia mandataria. Dos artículos ofrecen una especial complejidad interpretativa: el 10, que intenta definir la
agresión, y el 16, que establece sanciones económicas y militares contra el Estado agresor. Según el artículo 10 los
miembros de la Sociedad se comprometen a mantener la integridad territorial y la independencia política contra
cualquier agresión exterior. Para el presidente Wilson era la pieza clave del pacto; en cambio, el británico Cecil
consideraba tangible la integridad territorial cuando así se hubiera acordado en un tratado, y sólo con reticencias
aceptó la formulación terminante que proponía Estados Unidos y apoyaba Francia. El artículo 16 constituye la
esencia del pacto, pero prueba de la casuística que provocó son los intentos de revisión a partir de 1925:
.1. Si un miembro de la Sociedad recurriere a la guerra... se considerará ipso facto como si hubiese cometido,
un acto de guerra contra todos los demás Miembros de la Sociedad. Estos se comprometen a romper inmediatamente
toda relación comercial o financiera con él, a prohibir toda relación de sus respectivos nacionales con los del Estado

275
que haya quebrantado el Pacto ya hacer que cesen todas las comunicaciones financieras, comerciales o personales
entre los nacionales de dicho Estado y los de cualquier otro Estado, sea o no Miembro de la Sociedad.
2. En este caso el Consejo tendrá el deber de recomendar a los diversos Gobiernos interesados los efectivos
militares, navales o aéreos con que los Miembros de la Sociedad han de contribuir, respectivamente, alas fuerzas
armadas destinadas a hacer respetar los compromisos de la Sociedad..
Como vemos, la palabra sanciones no se utiliza, aunque luego los diplomáticos evitaran las frases eufemisticas
y se hable de sanciones económicas, militares, etc. En los planes de formación de la Sociedad se juzgaba
imprescindible la previsión de medidas coercitivas, pero posteriormente se consideró un error la imposición a los
miembros de la utilización de su poder económico o militar para poner fin a una guerra ilegal. Por otra parte, ante la
retirada de los Estados Unidos de la Sociedad quedó la flota británica como el único instrumento de actuación
contra los agresores, y Londres pronta demostró que ni le agradaba el papel.
A pesar de que era propósito de los fundadores atender todas las funciones de una comunidad de Estados,
hubo propuestas no aprobadas, entre ellas la formación de una fuerza internacional o alguna forma de organización
militar al servicio de la Sociedad, cuyo principal .valedor era Francia, temerosa siempre de un nuevo ataque alemán
por el Rhin. Aunque Clemenceau y Bourgeois presionaron por la constitución de un Estado Mayor conjunto, la
propuesta no salió adelante. El rechazo de quien por su prestigio tendría que ser el generalísimo de la fuerza
internacional, el mariscal francés Foch, hostil a la idea de la Sociedad" fue determinante para frustrar el proyecto.
Más sorprendente resulta que se rechazara la propuesta japonesa de igualdad de todos los Estados, pero tras ella se
agazapaba la intención de suprimir las trabas que Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda habían implantado
para frenar la inmigración nipona, de ahí la negativa.
Inicialmente las reuniones se celebraron en Londres, finalmente Ginebra se convierte en sede. La estructura
orgánica se monta a través de los siguientes organismos:
Asamblea general de todos los Estados miembros, que se reúnen anualmente.
-Consejo de nueve miembros, más tarde de trece, de los cuales cinco son permanentes, a la manera de un
directorio similar al establecido en el Congreso de Viena de 1815.
-Secretaría, que actúa de coordinador
-Tribunal Internacional de Justicia, con sede en La Haya
-Oficina Internacional de Trabajo (OIT), con personalidad jurídica independiente, encargada de defender los
intereses de los trabajadores por medio de convenios internacionales.
El funcionamiento dependía de la Secretaría, a cuyo frente se colocó el británico sir Eric Drumond, que formó
un equipo internacional, con diversas secciones: la de Finanzas, dirigida por el inglés Salter; la Jurídica, por el
holandés Van Hamel; la Política, por el notable historiador francés Paul Mantoux. En definitiva, la Sociedad
convocó en un esfuerzo común a persona1idades procedentes de diferentes naciones, muchos de ellos especialistas
eminentes en diversos campos.
Aunque se proponía ser una organización universal, su primera limitación fue su falta de universalidad, y
aunque el inspirador había sido el presidente norteamericano, su primera ausencia trascendente fue la de
Norteamérica. Los aliados se opusieron al ingreso de Alemania hasta 1926. y la URSS no fue admitida hasta 1934.
La cadena de agresiones-sanciones en los años 30 produjo la retirada de sucesivas potencias: Alemania y Japón en
1933, Italia en 1937. La URSS fue expulsada por su ataque a Finlandia en 1939. Efectivamente, nunca fue universal,
ni consiguió evitar las anexiones y tendencias expansivas de los Estados totalitarios. Ni, sobre todo, pudo impedir la
nueva conflagración mundial en 1939. Pero su balance no es negativo. No se limitó a ser la Santa Alianza de
vencedores», como la motejaron sus críticos. Solución algunos problemas internacionales con la aplicación de los
mecanismos arbitrales de su articulado, constituyó una experiencia en la búsqueda de un nuevo orden mundial y
algunas de sus instituciones han subsistido en la ONU de la segunda postguerra.

2. PROBLEMAS DE LA POSGUERRA
Versalles no soluciona taumatúrgicamente los complejos problemas que la guerra ha dejado como herencia en
el campo de las relaciones entre los Estados, antes bien, el nuevo mapa europeo dibujado en el Tratado provoca
tensiones nuevas y la necesidad de reajustes que requieren tiempo. En conjunto las relaciones internacionales del
período de entreguerras pasan por cuatro fases: la Tensiones derivadas de la aplicación de las cláusulas del Tratado
(1919-1925), 2a Años de concordia, con la incorporación de Alemania a la vida internacional; a partir del tratado de
Locarno Briand y Stresemann intentan conducir las naciones con programas de renuncia a la guerra (1925- 1929) 3a
La crisis económica deteriora la solidaridad y resurgen los recelos (1929-1932). 4a Tensiones de los años 30,
provocadas por la palingénesis de los nacionalismos y la política exterior agresiva de los Estados fascistas (1933-
1939); los bruscos cambios de alianzas han sido denominados por el historiador español Jesús Pabón «virajes hacia
la guerra». Examinaremos ahora la primera fase.
Dos problemas ocuparon preferentemente la atención de los estadistas: el económico (que ya hemos
estudiado), con la contabilidad de las indemnizaciones y las deudas, y el demográfico, al quedar incluidas minorías
étnicas en el seno de los Estados del mapa de Versalles, por ejemplo, alrededor del 30 % de los ciudadanos en
276
Polonia y Checoslovaquia. Catorce Estados nuevos tuvieron que comprometerse, ante instancias de la Sociedad de
Naciones, a respetar la lengua, religión, escuelas y tradiciones de los pueblos minoritarios que habían quedado
integrados en sus solares nacionales, pero a pesar de las promesas menudearon los incidentes, existían temas tabúes -
para Gran Bretaña el de Irlanda, en los que no se admitía ninguna ingerencia internacional, e incluso se procedió a
intercambios de población, como entre Grecia y Turquía en 1923. Veremos que el argumento étnico se convierte en
la base del expansionismo de los años 30.
A pesar de la filosofía ecuménica que inspira el nacimiento de la Sociedad ginebrina, las tendencias nacionales
continuaron impulsando los vectores de comunicación entre los Estados. En la Alemania de Weimar predomina la
política de resistencia ante Francia, aunque la necesidad de capitales para la reconstrucción hizo virar las relaciones
bilaterales hacia posiciones de entendimiento. En Francia subsiste el temor al peligro alemán y la convicción de que la
resurrección de su poderío constituiría una amenaza terrible, mas a partir de 1921 surgió al lado de la posición
revanchista encarnada por Poincaré la conciliatoria de Aristides Briand, ala que en 1928 se sumó sorprendentemente
aquél. Gran Bretaña comprende que su seguridad depende del equilibrio continental y mira con suspicacia las
ambiciones «napoleónicas» de Francia, su política de hundimiento germano, su liderazgo sobre las jóvenes naciones
centroeuropeas; a partir de 1925 Chamberlain cree encontrar el sentido de la política inglesa en el ofrecimiento de
garantías aun tiempo a Francia y Alemania. Italia, pilotada en los años veinte por Mussolini, sueña con convertir el
Mediterráneo en un mar italiano, como en tiempos de la antigua Roma. Fuera de Europa los Estados Unidos se
enclaustran en su aislacionismo, mientras en Japón se desatan las tendencias expansionistas a costa de China e incluso
de las colonias de las potencias occidentales (según consigna el libro de Kita Ikki Las bases de la reconstrucción del
Japón, 1919), aunque los grandes trusts, Mitsui y Mitsubishi preferirían una política más cauta, que promoviera las
relaciones comerciales pacíficas. A pesar del texto solemne de la Sociedad de Naciones, no es fácil encontrar puntos
comunes en la política de los grandes: deseo de equilibrio en Londres, revanchismo en París, angustia en Berlín,
apetitos imperialistas en Roma y Tokio, desentendimiento de Washington.
Otros dos problemas fundamentales han de solventarse en Europa al iniciarse la década de los veinte; el
alemán y el ruso.
Aparte de la cuestión de las reparaciones, el problema alemán ofrece un capítulo territorial; Berlín no reconoce
deiure las fronteras impuestas en Versalles, especialmente la pérdida del pasillo de Dantzig que aísla por tierra las
regiones de la Prusia oriental, ni el control franco de algunas comarcas occidentales del Rhin. La zona desmilitarizada
entre Francia y Alemania no dejó de suscitar tensiones. En marzo de 1920 un ultracionalista, Kapp, promovió una
huelga general en el Ruhr; para reprimirla el gobierno alemán necesitaba la autorización de los aliados, pero Paris se
opuso a cualquier movimiento de fuerzas armadas hacia el oeste, a pesar de lo cual Berlín envió tropas. Los franceses,
de acuerdo con los belgas, ocuparon las ciudades de Francfort-sur- le-Main, Darmstad y Duisburgo, y sólo una
conferencia internacional en San Remo y la presión de Londres les obligó a evacuarlas. Con la convicción de que tal
ocupación había aislado internacionalmente a Francia, Briand efectuó algunos gestos de moderación, pero, sin el
apoyo del presidente Millerand, dimite y en 1922 Poincaré regresa a la política de ejecución estricta de las cláusulas
de Versalles, lo que ataba al gobierno de Berlin ante cualquier problema en sus regiones del Oeste tras el fracaso de
una conferencia en Ginebra en la primavera de 1922, se produce la primera aproximación de los regímenes alemán y
ruso, signada con la entrevista entre Rathenau y Thitchérine. Se anticipa la situación de 1939. Este entendimiento
provoca la alarma de Paris y Poincaré decide la ocupación de los centros económicos de su peligroso vecino para
obligarle a pagar las deudas de guerra.
La ocupación del Ruhr en enero de 1923 señala uno de los momentos críticos de la Europa de entreguerras.
Se trataba de una decisión grave; se suponía la oposición de Inglaterra y quizá la resistencia armada de Alemania; el
mariscal Foch la consideraba una aventura insensata; no obstante, Poincaré cedió a las presiones del círculo
presidencial. De los grupos políticos franceses sólo el ultraderechista "Action francaise" solicitaba una medida tan
enérgica; la derecha aprobó la intervención armada después de realizada, y la izquierda -socialistas y un sector de los
radicales- se oponía a ella; los grupos de negocios, y en concreto la metalurgia francesa, que tenía un competidor en
los complejos siderúrgicos del Ruhr, no adoptaron una postura unánime. De ahí que concluya Renouvin: .La
ocupación del Ruhr no fue determinada, en consecuencia, por la presión de los hombres de negocios ni por el estado
de ánimo de la opinión; fue fruto de la deliberación política, que no tuvo en cuenta el consejo de los economistas.»
Los alemanes decidieron la resistencia pasiva, paralizando minas y ferrocarriles. Las finanzas de Berlín se convirtieron
en caja de resistencia al subvencionar a los obreros en huelga. Para Alemania constituyó una sangría insostenible.
Empero, desde el punto de vista internacional también lo era la posición del gobierno francés; tras muchos titubeos,
en agosto, es decir, con ocho meses de retraso, el gobierno inglés declaró que la intervención era contraría a las
disposiciones del tratado de Versalles. El despliegue de poder del ejército galo ofrecía ribetes pírricos; la Alemania
hundida no se encontraba en condiciones de saldar sus deudas de guerra y la disminuida producción del Ruhr no
significaba suficiente compensación. A finales de 1923 Poincaré cambia de política y acepta la postura inglesa de
respeto a la integridad de Alemania; en este giro influye la nueva política germana de Stresemarm -que postula la
aproximación entre los dos vecinos-, la presión de Londres, el hundimiento del franco y las condiciones políticas que
impone la banca norteamericana Morgan para conceder créditos a Francia.
277
A lo largo del año 1924 crece el convencimiento de que es necesario implantar un nuevo orden internacional,
en el que Alemania encuentre su lugar; el gobierno Herriot en Francia y el triunfo laborista en Gran Bretaña
posibilitan la búsqueda de instrumentos no revanchistas o coactivos.
Por otra parte comienza a atenuarse la cuarentena hacia la URSS, juzgada régimen aberrante -Foch
consideraba que Polonia y Rumania constituían un cordón sanitario-. Primero Gran Bretaña, yen 1924 Italia y
Francia, reconocen diplomáticamente la República de los soviets; esta integración paulatina no culmina hasta 1934,
cuando la URSS ingresa como miembro en la Sociedad ginebrina.

3. EN LA ONDA DE LOCARNO
En febrero de 1925 Stresemann comunica que Alemania está dispuesta a firmar un tratado en el que se
garantice el respeto a las fronteras dibujadas en Versalles; se trata de un giro radical, puesto que hasta ese momento la
repulsa del tratado había constituido un clamor nacional. Entre otras cosas suponía la aceptación de la zona
desmilitarizada y de la integración de Alsacia- Lorena en el territorio nacional de Francia; pero ésta reclamaba la
aceptación íntegra del tratado, con sus cláusulas económicas y morales, y la inclusión del reconocimiento de las
fronteras orientales con Polonia y Checoslovaquia. Los alemanes consiguieron finalmente la promesa de que las
fronteras del esté no se garantizarían con respaldo francés sino simplemente mediante acuerdos bilaterales, y el 5 de
octubre se reúnen en Locarno los representantes de Francia. Alemania. Gran Bretaña. Italia y Bélgica. El tratado de
Locarno, que lleva fecha de 16 de octubre, confirma el statu qua de Renania; se respetan por Alemania. Francia y
Bélgica, con garantía de Inglaterra e Italia, las fronteras fijadas en Versalles y la zona desmilitarizada, y al mismo
tiempo se promete la revisión de las deudas y la plena incorporación de Alemania a los organismos internacionales.
Para Alemania suponía que no se repetiría una nueva ocupación del Ruhr; para Francia el respaldo británico en caso
de una resurrección del militarismo germano. Al no ser incluidas las fronteras del este, Francia firmó tratados de
garantía con Checoslovaquia y Polonia, pero quedaban al margen del nuevo orden; no hubo un Locarno oriental, se
ha dicho más de una vez; en los años 30 la política expansiva de Hitler probaría la gravedad de esta imprevisión.
Desde finales del siglo XIX Francia había frenado la presión alemana con la alianza rusa, pero la situación
creada por la revolución bolchevique le inclinó a sustituirla por un entramado de alianzas en la Europa central. Por
iniciativa yugoslava se había constituido en 1920 la Pequeña Entente (Yugoslavia, Rumanía, Checoslovaquia),
formada por los países satisfechos de los tratados y que en consecuencia se opondrían a cualquier posición
revisionista de Berlín. Después de Locarno. Francia intentó suscitar la alianza de sus dos proteos, Polonia y
Checoslovaquia, pero fracasó ante el problema de Teschenrei vindicado por las dos naciones. Un objetivo galo es,
por tanto, el bloque d alianzas en Europa central bajo patronazgo francés; otro el fortalecimiento d la Sociedad de
Naciones, de la que Briand intenta hacer un poder arbitral inapelable. En este segundo quinquenio de los años veinte
se sueña con un mundo en el que no vuelva a encenderse la tea de la guerra; el francés Briand y el alemán Stresemann
son los protagonistas en la búsqueda de este nuevo rumbo que se intenta imprimir a la humanidad. En la denominada
era Briand Stresemann el acontecimiento más destacable es la incorporación de los Estados Unidos, hasta entonces
encerrados en sí mismos, a la cruzada por la paz a la que contribuyen sectores muy dispares de la sociedad
norteamericana:
- algunos grandes del mundo de los negocios, Camegie se había incorporado a los esfuerzos pacifistas ya antes
de la conflagración del 14 y había fundado la Dotación para la Paz Internacional y costeado el Palacio de Paz en La
Haya; Hemy Ford V otros le siguieron:
- organizaciones pacifistas que predican el aislamiento y desconfían de la Sociedad de Naciones, prefiriendo el
desarme y las resoluciones del Tribunal Internacional de Justicia; así la «Liga Internacional de las Mujer el para la
Paz y la Libertad., fundada por la infatigable Jane Addams, o el Comité organizado por Levinson, que intentaba
poner fuera de la ley la guerra de la misma manera que había sido abolida la esclavitud.
- la receptividad de parte del pueblo americano a los requerimientos de Briand. En el décimo aniversario de la
entrada de los Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial (6 abril 1927) se dirigió al pueblo norteamericano
solicitando que las dos naciones renunciaran definitivamente a la guerra. Un mes después el piloto Lindberg aterriza
en Le Bourget tras realizar la primera travesía del Atlántico y se intensifica el entusiasmo deportivo por la nueva era
de la concordia y la paz
Así se gestó el apoyo al pacifismo del secretario de Estado Kellogg, hasta entonces hombre áspero y poco
inclinado a formulaciones idealistas. El premio Nobel de la Paz, primero a Briand y posteriormente a Kellogg,
terminó de reforzar la política de repulsa de la guerra. Finalmente el 27 de agosto de 1928 quince naciones firman el
denominado pacto Briand-Kellogg, en el que condenan la guerra como medio de resolución de los conflictos
internacionales y asumen el compromiso de renunciar a ella en sus relaciones mutuas; en enero de 1929 el Senado
norteamericano lo confirma por 85 votos contra I. Pero antes, en septiembre de 1928, Briand pronuncia su famoso
discurso ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones, en el que formula su proyecto de Unión europea.
Estos años de ilusiones se vieron ensombrecidos inmediatamente por la crisis económica y por la
comprobación de que la revisión de Versalles por los alemanes no se detenía en las fronteras y las deudas, sino que se
ampliaba a la reivindicación del Sarre, al rechazo de la zona desmilitarizada ya la necesidad del rearme, el cual por
278
otra parte, el Estado Mayor germano ensayando clandestinamente con nuevos artificios en territorio ruso. El nuevo
jefe de gobierno André Tardieu, uno de los testigos de la gestación de Versalles, declara que en lo sucesivo Francia
no confiará en tratados retóricos y se apoyará en la fuerza de sus armas. Amanece la década de los 30 con un clima
más enrarecido que el que hombres como Briand, Stresemann o el Kellogg de la última etapa habían soñado
implantar en el mundo.

4. FISURAS EN EL SISTEMA DE SEGURIDAD COLECTIVA


Con la crisis económica se ha roto la solidaridad entre los Estados, aunque todavía los políticos confiaban en
que el articulado de la Sociedad de Naciones constituyera un freno a las hostilidades, un foro en el que se solventaran
con medios racionales las divergencias. A partir del otoño de 1931 incidentes aislados demuestran la inoperancia del
organismo internacional. Sus fracasos más resonantes se comprueban en la crisis de Manchuria y en la conferencia
sobre desarme del año 1933.
La ocupación japonesa de Manchuria ha sido considerada como el primer eslabón de la política expansiva que
desembocará en la guerra de 1939. Analicemos sus líneas principales. Para Japón la necesidad de espacios se había
convertido en imperiosa ante el crecimiento constante de su población; hasta la crisis económica la fluidez del
comercio internacional le había permitido atender sus necesidades, pero la depresión la coloca en una situación límite,
el ministerio del pacifista barón Shidehara es desplazado y un gabinete belicista, controlado por militares, orienta su
política exterior a la adquisición de territorios. Un viejo tratado les va a servir de coartada. Desde la guerra ruso-
japonesa de 1904-1905 los nipones habían obtenido el derecho de controlar el ferrocarril sunnanchuriano y sus
tropas se encontraban estacionadas en puntos neurálgicos de la línea. En septiembre de 1931 un sabotaje de algún
grupo chino provocó la interrupción del tráfico durante algunas horas; un acontecimiento tan banal fue suficiente
para que el gobierno de Tokio ordenara la ocupación total de Manchuria, lo que suponía el quebrantamiento de las
disposiciones de la Sociedad de Naciones, del tratado de garantía del territorio chino (1922) y del pacto Briand-
Kellogg. China recurre a la Sociedad ginebrina y se niega a tratar con Tokio mientras no retire sus tropas, pero el
gobierno japonés hace caso omiso de todas las recomendaciones y aumenta sus exigencias, hasta que en marzo de
1932 convoca un plebiscito, proclama el estado del Manchukúo, a cuya cabeza coloca al último emperador
destronado de China. Poyi y lo convierte en protectorado japonés. Se trata del primer capítulo en la expansión
nipona en el continente, pero sobre todo constituye un desafió al organismo ginebrino, es la primera de las
violaciones del derecho internacional. La resolución de la Sociedad de Naciones no pasó de ser una declaración
platónica; tras el informe de la comisión Lytton ordenó la retirada nipona excepto la guarnición de la vía férrea; y tras
su incumplimiento se limitó a aconsejar la no aceptación de la moneda del nuevo Estado de Manchukúo en los pagos
internacionales ni la validez de sus sellos postales, pero no se formulo ningún boicot económico contra Japón. La
potencia que hubiera podido ejercer alguna presión real, Inglaterra, recelaba de la suerte de sus líneas comerciales con
Hong-Kong, y ante el escaso apoyo norteamericano, limitado a una declaración verbal del secretario de Estado sobre
la no aceptación del hecho consumado, se abstuvo de cualquier movimiento; el Almirantazgo hizo saber que no se
encontraba en disposición de trasladar las suficientes fuerzas navales a las aguas del Pacífico. Todo se redujo a una
condena verbal de Ginebra que provocó la salida de Japón de la organización en marzo de 1933. ¿Qué valor tendían
en lo sucesivo las resoluciones de la Sociedad de Naciones? -¿Dependería de ellas la política internacional o de las
ambiciones e intereses de las grandes potencias? El primer conflicto parecía inclinar la contestación hacia la segunda
alternativa.
El fracaso de la conferencia de desarme señala otra fisura en el ordena miento que se proponía Ginebra, quizá
más honda porque tras él se regreso inexorablemente a la política de la fuerza como reguladora de la vida
internacional. A lo largo de los años 1932 y 1933 se celebra la conferencia sobre desarme. Únicamente Alemania
tenía sus fuerzas limitadas; por razones económicas y morales se imponía una limitación universal, pero reclamaba
previamente el funcionamiento eficaz del sistema de seguridad colectivo, la garantía para el agredido de que el agresor
seria sancionado por la sociedad de Estados. En la conferencia intervienen incluso las potencias no integradas en e
organismo ginebrino, como los Estados Unidos. Las propuestas fueron de una admirable diversidad:
- rusa: renuncia total a todo tipo de armamento, pero sin propuesta de ningún sistema de control
comprobatorio;
-americana; reducción en un tercio del nivel existente, con posibilidad de reducciones posteriores;
-británica: fijación de un mismo nivel para las grandes potencias. 200.000 hombres. Más difícil resultaba
cuantificar las máquinas, porque su potencia depende de su perfección tecnológica, y por otra parte Francia se negaba
a contabilizar en los efectivos su cuerpo colonial, y Alemania, tras el acceso de Hitler al poder, a las SA y SS;
-Alemania solicitaba el mismo poder que las otras potencias, lo que suponía su rearme mientras los otros
iniciaban el desarme:
-el plan francés, debido a Herriot, fue el más minuciosamente preparado; el armamento pesado (tanques,
cañones) se colocaría bajo control de la Sociedad de Naciones y utilizado conjuntamente por una fuerza
internacional; cada Estado dispondría de una milicia dotada exclusivamente de armamento ligero individual.

279
Entre propuestas diversas y utópicas, egoísmos sagrados y discusiones bizantinas, las sesiones de la conferencia
desembocaron en un sentimiento de desengaño general, y de la misma manera que tras la crisis del 29 cada país tuvo
Que encontrar su solución nacional en el campo de la economía, en el de las fuerzas militares tras el fracaso de la
conferencia de desarme y la comprobación de la ineficiencia de la Sociedad de Naciones cada potencia Se consideró
con derecho a volcarse en el rearme. La insolidaridad poseía ya otro argumento.

5. LOS VIRAJES HACIA LA GUERRA


La historia europea desde 1933 tiene un eje y un nombre: Hitler. Al contemplar en conjunto el panorama de
la política exterior hitleriana sobresalen dos comprobaciones. l°, la propaganda y la preparación de la nación se
orientan hacia la guerra, y en la guerra efectivamente desemboca el régimen. 2.°, la doctrina del espacio vital señalaba
el Este como área de expansión del pueblo alemán, pero sólo en parte se mantiene este objetivo en 1939, cuando se
invade Polonia pero se firma un tratado con Rusia, hasta aquel momento considerada la gran reserva de tierras para la
implantación de los arios. En cuanto a la constante bélica, no parece que existan muchas dudas; de manera tajante
afirma el historiador Ramos Oliveira: «Importa mucho saber esto: la guerra era para el nacionalsocialismo un fin, un
fin en sí misma. Ganarla o perderla tenía para Hitler menos interés que empezarla.» Quizás exista un punto de
exageración en juicio tan enérgico, ya que bastantes estudios muestran un error de cálculo en Hitler en septiembre de
1939, pero es indiscutible que su agresividad en las relaciones internacionales implicaba, en el mejor de los casbs, un
riesgo bélico. En cuanto a la segunda, la misión histórica de domeñar a la Rusia bolchevique aparece varias veces en
las páginas de Meiri Kampj «Nosotros no podemos olvidar que los bolcheviques tienen las manos manchadas de
sangre... No debemos olvidar que muchos de ellos pertenecen a una raza en la cual se combina una mezcla de bestial
crueldad y una insuperable habilidad para el embuste." Pero Alemania es sólo una pieza del mosaico europeo, la pieza
clave, quizá, mas también otras potencias contribuyen a incrementar la tensión continental, por lo que resulta
imprescindible un enfoque de conjunto.
En 1925 las cuatro grandes potencias europeas, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia, han firmado en la
ciudad Suiza de Locarno -recordémoslo- unos acuerdos que suponen el cierre de la etapa revanch.ista de Versalles y
la inauguración de un periodo de armonía y colaboración entre las naciones. En 1940 esas cuatro potencias están en
guerra. En esos años la política internacional ha sido sacudida por acontecimientos cataclísmicos. El espíritu de
concordia de Locarno ha sido herido en primer lugar por la depresión económica. Luego es el rechazo hitleriano de
todos los acuerdos de Versalles el que provocan un clima de tensión. Pero no es sólo la política exterior alemana la
que conduce hacia la guerra; el cuadro es más complejo, con giros inesperados de la política tradicional (virajes) de
las potencias. El historiador español Jesús Pabón ha hablado de cuatro virajes: francés, británico, italiano, alemán. Su
original enfoque permite entender con relativa claridad el curso, de apariencia caótica, de los acontecimientos
europeos entre 1934 y 1939. Sigamos ordenadamente las cuatro fases.

El viraje francés o aproximación de Francia a Rusia


Desde el estallido de la revolución rusa la política francesa se ha caracterizado por su enemistad hacia el
régimen soviético; la retirada unilateral de II contienda mundial con la paz de Brest-Litovsk influyó tanto como las
diferencias ideológicas entre los regímenes políticos. Después, la participación francesa en la guerra civil rusa aumentó
la enemistad. Pero desde la subida di Hitler al poder y el rearme del Reich los franceses vuelven a obsesionarse COI
el problema alemán. El ministro de Asuntos Exteriores, Barthou, comienza a pensar en la aproximación a Rusia y en
el apoyo a las pequeñas naciones Checoslovaquia, Yugoslavia, constituidas en los acuerdos de paz. Al morir Barthou,
Laval continúa la aproximación al régimen soviético. El 2 de mayo de 1935 se firma el pacto franco-soviético, que es
lo inverso de Locarno, y que en estos acuerdos la vida europea se había organizado con la exclusión di la URSS.
Alemania advierte esta incompatibilidad y se considera desligada de los convenios del año 25. Por otra parte vuelve a
sentirse en la población ale mana la sensación de cerco, no aliviada con la reincorporación del Sarre Alemania, tras un
plebiscito celebrado en los primeros días del año 1935.
Frente al expansionismo nazi Francia se esfuerza en forjar un frente común, y en efecto en abril de 1935 se
reúnen en la localidad italiana de Stresa los jefes de gobierno y ministros de Asuntos Exteriores de Italia, Francia
Gran Bretaña. En el cónclave no está presente Alemania, es la potencia ausente si cotejamos esta reunión de alto nivel
de la diplomacia europea con la reunión de Locamo. El encuentro de Stresa viene preparado por las conversaciones
Laval-Mussolini del mes de enero. Dos puntos se tratan en ellas: la seguridad de Austria y los intereses italianos en
Etiopía. ¿Otorgó Francia libertad d acción en África a Mussolini? Se trata de una cuestión debatida, imposible d
probar o refutar, al no consignarse por escrito los compromisos; probablemente Laval ofreció respeto a las ventajas
económicas que Roma pudiera conseguir en Etiopía, dejando en términos ambiguos la eventualidad del dominio
político. Pero la colaboración Francia-ltalia no tendría valor sin el respaldo inglés, esto es Stresa, el entendimiento
entre las tres naciones para salvaguardar paz de Europa amenazada por los gestos audaces de Berlín. Pero el acuerdo
deja una fisura: el equívoco africano. Mientras Inglaterra advierte que no tolerará que Italia obtenga algo más que
ventajas económicas en Etiopía, los di cursos de Mussolini y los editoriales del Popola d'Italia advierten que el asunto
etiope es la piedra de toque para distinguir entre amigos y enemigos.
280
En 1936 tres crisis superpuestas vuelven a alterar el cuadro de alianza en marzo la remilitarización de
Renania, de octubre de 1935 a mayo de 19~ la guerra de Etiopía, a partir de julio la guerra civil de España. El telón
de fondo es el continuo incremento de la capacidad militar de Alemania, y precisamente la remilitarización de
Renania la primera señal de su trascendencia.
Según las cláusulas de Versalles, una zona desmilitarizada, que incluía orilla izquierda del Rhin y una franja de
50 km en la orilla derecha, permanecería sin tropas. Hitler decidió por motivos de seguridad nacional ocuparla
militarmente; su argumentación se resumía en la réplica al pacto franco-soviético. El gobierno francés de Sarraut era
de transición, simple supervisor de las lecciones legislativas de abril. El ejército de Hitler franqueó el Rhin el 7 de
Marzo; los franceses no se atrevieron a dar el grave paso de la movilización general, pedida por el ministro de la
Guerra, general Maurín, y Sarraut se limitó a advertencias difundidas por radio. Londres aceptó el hecho consumado.
Las democracias occidentales contemplaban casi impasibles la conculcación de los acuerdos de Versalles, mientras ya
las tropas italianas se desplegaban por territorio etíope. No sólo Versalles, incluso Stresa se había convertido en un
acuerdo mutuo.

El viraje británico o ruptura entre Inglaterra e Italia


Diversos móviles impulsan a la Italia fascista a su aventura africana: su misma doctrina imperialista, espoleada
por la remembranza del fracaso de Crispi cuando había intentado ocupar Etiopía a finales del siglo XIX; los
problemas demográficos, incrementados por la decisión de Mussolini de cerrar el adicional éxodo hacia América; las
similitudes naturales de las extensas metas africanas con algunas regiones de la península apenínica, que las convertían
a ojos de los italianos en tierra de promisión; la dificultad de las COmunicaciones de la metrópoli con sus colonias
de Eritrea y Somalia, al no poseer un pasillo hacia el Mediterráneo. Un incidente con una patrulla etiope fue
considerado como casus belli y la máquina italiana se movilizó. Las operaciones militares, dirigidas por Badoglio,
duraron más de siete meses, y a pesar e la supremacía tecnológica del ejército fascista, cuya aviación podía actuar con
impunidad, no se remataron sin algunos reveses. Roma nada temía de Paris; solamente le preocupaba la reacción de
Londres, pero el gobierno británico se conformó con montar una espectacular concentración naval en el
Mediterráneo oriental, so pretexto de la protección de Egipto y Sudán, y al final del conflicto con dar cobijo al
emperador de Etiopía, Halle Selassie. La reacción de la Sociedad de Naciones una vez más puede calificarse de tibia,
de sanciones débilmente disuasorias, centradas en la prohibición del comercio de productos estratégicos con el
agresor. Pero el conflicto rompe el frágil frente de Stresa y las repercusiones en la política internacional son intensas.
La diplomacia tradicional inglesa era la del equilibrio. Por ejemplo, ante el rearme alemán y su abandono de la
Sociedad de Naciones busca un contrapeso y procura fortalecer el entendimiento con Italia y Francia, es el frente de
Stresa, un pacto de seguridad occidental. La segunda diplomacia es la de seguridad colectiva, el apoyo a la Sociedad
ginebrina. Al estallar la guerra de Abisinia, Baldwin titubea. ¿Debe continuar la diplomacia del equilibrio, y mantener
la alianza italiana, o preferir la diplomacia de la seguridad colectiva, representada por la Sociedad de Naciones, y
apoyar las sanciones? Un intento de mediación. Laval-Hoare, fracasa; los italianos continúan la guerra y el Comité de
los 18 decide decretar las sanciones. El viraje británico lo encarna Eden, es la victoria de la política antiitaliana y
sancionista. El abandono de la política de equilibrio lleva a la guerra mundial, cree Pabón.
El viraje consiste por tanto en el abandono de la política de la balanza para sustituirla por la de la seguridad
colectiva. Tras el fracaso de las sanciones, Inglaterra intenta soldar la rotura, restablecer la amistad con Italia Más
tarde. 1en febrero de 1938, lord Halifax entra en el «Foreign Office» y estimula este restablecimiento, incluso llega a
firmarse un acuerdo angloitaliano y Chamberlain acude a Roma. Pero la rotura no puede ser reparada.

El viraje italiano o alianza entre Italia y Alemania


El Eje Roma-Berlín supone la ruptura de la amistad con Francia. Mussolini había enunciado entre los
principios de su política exterior el rechazo de la hegemonía de una nación en Europa; la política internacional debía
ser regulada por las cuatro grandes potencias en inteligencia y equilibrio. La vieja enemiga de Italia, Austria, ha sido
triturada en Versalles, ya no es un peligro. Pero el equilibrio se rompería nuevamente si Alemania incorporara a
Austria; en 1934 Italia. Inglaterra y Francia publican una declaración sobre la necesidad de la independencia
austríaca, amenazada desde la subida de Hitler a la Cancilleria. La simpatía de Mussolíni por Austria se apoya además
en la amistad que el Duce siente por el canciller Dollfus y sus procedimientos políticos expeditivos, pero Dollfus es
asesinado en julio de 1934 ya partir del magnicidio la situación interna no vuelve a ser estable.
Otra crisis, la guerra civil española, propicia la aproximación definitiva entre Roma y Berlín. En julio de 1936
no es sólo España la que se divide en dos bandos; la contienda fraterna se convierte en un acontecimiento mundial y
sónrazones de índole internacional las que impulsan la intervención inmediata de las potencias fascistas en apoyo de
los militares alzados contra el gobierno republicano; para Hitler es conveniente iniciar el cerco a Francia con otro
régimen hostil al otro lado de los Pirineos (Viñas); para Mussolini, que sueña con convertir al Mediterráneo en un
mar italiano -así traduce la expresión «Mare Nostrum.-, es la ocasión de asentarse en las Baleares y cortar las
comunicaciones navales Norte-Sur de los franceses (Coverdale). Mientras Francia titubea, por las disensiones entre
socialistas y radicales, y Londres se convierte en campeón de la no intervención. Hitler y Mussolíni encuentran un
281
interés común en la guerra española. La orientación germanófila del Estado fascista había sido iniciada en junio de
1936 por el nuevo ministro de Asuntos Exteriores Ciano, yerno del Duce, quien consigue el reconocimiento alemán
de la conquista de Etiopía. En octubre, Ciano se entrevista con el Führer en Berchtesgaden, en un momento en que se
considera que los nacionales, ya cerca de Madrid, se van a enfrentar a momentos decisivos y es conveniente
íntensificarla ayuda. En esta visita Ciano enseña 32 documentos ultrasecretos preparados por Anthony Eden para el
gabinete británico, en los cuales se tílda de pandilla de aventureros a los gobernantes germanos y se recomienda la
aceleración del rearme del Reino Unido. En una de sus impetuosas reacciones coléricas, Hitler propone pasar al
contraataque contra las democracias, y así se desemboca en el Eje, el entendimiento de Italia y Alemania, un acuerdo
verbal, sin compromiso escrito. Posteriormente Roma se suma al acuerdo Antíkomintern que habían firmado
Alemania y Japón, con lo que puede hablarse de un Eje Berlín-Tokio-Roma. Este entendimiento es un paso hacia la
formación de los bloques de la Segunda Guerra Mundial. Pero el eje tiene otra repercusión más inmediata en la
política europea, deja las manos libres a Hitler para intervenir en Austria.
Los cambios políticos que se producen en Berlín en febrero de 1938 van a acelerar el proceso. Tres meses
antes el Führer anuncia a sus colaboradores que el rearme alemán se ha completado y Alemania se encuentra en
condiciones de obtener más espacio en Europa. El 4 de febrero Hitler desplaza a los mariscales que consideraban
peligrosa y provocadora para Rusia la intervención en España y asume directamente el puesto de comandante general
de las fuerzas armadas, con un Estado Mayor de simpatizantes del nazismo. Al mismo tiempo Schacht es sustituido
en el ministerio de Finanzas y Von Neurath, criticado por Goering y Goebbels por su pasividad, abandona el
ministerio de Asuntos Exteriores, del que se hace cargo el embajador en Londres, Von Ribbentrop. Con la
pacificación total del gobierno de Berlín el primer objetivo es la conquista de Austria.
El paso tan grave que Hitler va a dar encuentra algunos apoyos internos en la propia Austria, y no únicamente
el del partido nazi. Tras la desmembración del imperio austro-húngaro, para muchos sectores la única solución
estribaba en la unión de Alemania, que luego fue impedida por los tratados y las potencias de la Entente. Entre los
campesinos se había mantenido viva la nostalgia del Imperio y del emperador, y el nuevo Reich germánico podía ser
el sustituto o aparecer con un rostro sacral de tradición histórica más fuerte que la república vienesa. Los grupos
militares denominados .Heimwerr» eran hostiles a los socialdemócratas ya sus gobiernos y bastante sensibles a
apelaciones nacionalistas o imperialistas, y tras el éxito de los nazis en Alemania abogaban por los procedimientos
totalitarios. La Constitución dictatorial de DoIIfuss, con excepcionales poderes presidenciales, fue mantenida por
Von Schuschnigg, que intentó resistir la presión del pangermanismo y en julio de 1936 consiguió de Hitler la
promesa de respeto a la soberanía austriaca, a cambio de declarar que Austria era un Estado alemán. Ante el
crecimiento del partido nazi y sus proyectos conspiratorios, Von Schuschnigg intenta en febrero de 1938 obtener de
Hitler la confirmación del respeto a la independencia austriaca, pero el Führer apoya el que llama derecho de
conspiración de los nazis y exige una amnistía y el nombramiento como ministro del Interior del jefe del nazismo
austríaco, Seyss-Inquart. El final de la Austria libre es inminente. El 9 de marzo Schuschnigg anuncia la convocatoria
de un plebiscito para el día 13 sobre la independencia austríaca; Seyss-Inquart le transmite la conminación de Hitler
para que lo suspenda. Después de la suspensión, Hitler exige que se coloque a Seyss-Inquart en la cancillería. El
presidente Miklas y el canciller han de inclinarse a la fuerza. Nombrado canciller, Seyss-Inquart llama a las tropas
alemanas, que en veinticuatro horas ocupan el país. El día 13 se proclama el «Anschluss» la unión de Austria a
Alemania. El 10 de abril el plebiscito que Hitler no había tolerado en marzo arroja un 99 % de votos favorables a la
unión; los socialdemócratas rehúsan acudir a las urnas, a los judíos se les deniega el derecho de voto, los
procedimientos del Estado totalitario empiezan a adquirir los mismos perfiles que antes en Alemania.
El silencio italiano supone un viraje rotundo. Se quiebra la amistad de Italia v Francia. El francés Briand dice
que el Anschluss es la guerra.
A continuación estalla la crisis checa. En los sudetes vivían tres millones y medio de alemanes, que se quejaban
de las vejaciones a que eran sometidos. Después del Anschluss aumentan las demandas sudetes y en Alemania se
desata una campaña de prensa para incorporar una región que se consideraba alemana. En septiembre acude
Chamberlain, primer ministro inglés, a Berchtesgaden, donde Hitler le manifiesta que la incorporación de la zona
sudete al Reich es la única salida honorable para Alemania. Para evitar una campaña militar, el gobierno británico
aceptó la fórmula de la anexión, sobre la base de que se incorporarían al Reich las zonas donde la mitad de la
población fuese alemana. El gobierno checo hubo de inclinarse. Pero en una nueva conferencia en Godesberg, Hitler
dice, con estupor del primer ministro inglés, que Alemania no podía conformarse con los sudetes, sino que pretendía
además otras zonas. Para encontrar una solución, el 29 de septiembre se reúnen en Munich Hitler, Mussolini,
Chamberlain y Daladier. Prevalecen, algo atenuadas, las exigencias de Hitler, que son aceptadas por los gobiernos
inglés y francés, lo que suscitó protestas y emoción en la opinión pública de los países democráticos. Munich fue el
punto de partida para nuevas exigencias e incorporaciones; en marzo de 1939 los alemanes ocupan Praga y establecen
el protectorado de Bohemia y Moravia; anteriormente los polacos habían ocupado otras zonas checas. El golpe de
fuerza alemán rompía los acuerdos de Munich; Hitler hacía caso omiso de sus compromisos internacionales.

282
El viraje alemán o pacto germano-soviético
De Locarno sólo subsistía la relación anglo-alemana; el pacto germano-soviético de agosto de 1939 la rompe.
La política exterior alemana se encuentra desde el primer momento ante el viejo dilema de Bismarck: ¿se efectuaría la
expansión de Alemania hacia el este o hacia el sur? Hitler se inclina por la primera disyuntiva: en las páginas de Mein
Kampf se anticipa este propósito: «Debemos poner fin a la perpetua marcha germánica hacia el sur y hacia el oeste de
Europa, y volver nuestros ojos a las tierras del este... Pero cuando hablamos hoy de nuevos territorios en Europa,
debemos pensar principalmente en Rusia y en los Estados fronterizos sometidos a Rusia. El destino mismo parece
que desea señalarnos el camino ahí, un paso en este expansionismo es la ocupación de Polonia, empresa en la que
influye el recuerdo de Versalles, el pasillo de Dantzig, que ha aislado ala Prusia oriental, y la pérdida de varios
territorios alemanes. Militarmente es el paso más fácil, pero diplomáticamente ha de contarse con la neutralidad rusa.
Aquí reside el viraje. Hitler se aproxima al país que ha considerado en todo momento como enemigo. El 23 de
agosto se firma el pacto de no agresión germano-soviético, que quiebra definitivamente la relación anglo-alemana y
ofrece a Rusia como botín, además de las regiones orientales de Polonia, la apertura hacia el espacio báltico, desde
Lituania a Finlandia. La revisión del mapa político del Báltico suponía la descalificación total de Versalles y
reforzaba la postura nazi de rechazo del tratado.
La presión germana sobre Polonia se había iniciado en enero, cuando el ministro de Asuntos Exteriores del
gobierno de Varsovia, Beck, se entrevistaron Hitler en Berschtegaden; y no había dejado de incrementarse, hasta el
punto que Ciano anota en su diario una frase de Von Ribbentrop en abril, queremos la guerra». Pero sólo la firma
del tratado con Rusia hizo desaparecer el temor a la intervención inglesa, garante de la integridad de Polonia. El
general Halder, ayudante de Hitler, anota en su Diario el día 26 de agosto “1. El ataque comienza el 1 de
septiembre.” Ese mismo día 26 Dahlerus, enviado del Führer a Londres, le advierte que Inglaterra no permanecerá
pasiva, y Hitler replica violentamente con amenazas contra los ingleses. Efectivamente, el día 1 de septiembre el
ejército alemán invade Polonia. Es la guerra. De la documentación se deduce que Hitler confiaba en la pasividad
inglesa. No fue así.

DOCUMENTOS
1. LA CRISIS DE SEPTIEMBRE DE 1938
El 12 de septiembre Hitler, en un apasionado discurso en Nuremberg, reclama por razones étnicas los
Sudetes; el 22, Chamberlain se entrevista con Hitler en Godesberg, mientras Checoslovaquia decreta la movilización
general; el 29 de septiembre Chamberlain, Daladier, Mussolini y Hitler se reúnen en Munich. Los occidentales
aceptan la mutilación checa con incorporación de los Sudetes a Alemania.
En las páginas del diario de un embajador alemán podemos ver: la crisis internacional y sus perfiles gravísimos,
la situación interna del Reich, con centros de oposición a Hitler ya la guerra, consideraciones militares sobre una
eventual con- tienda, consideraciones económicas. Pueden identificarse, además, tras dibujar el panorama de la
política internacional y de la situación interna germana, los personajes que aparecen en el relato.

“1938 Berlín, 7-1X-38 (en el tren Berlín-Weimar)


Ambiente internacional de tempestad. En el interior aumenta la depresión debido al dominio del partido y del
miedo a la guerra. Heydrich está en Nuremberg otra vez con toda pompa. Todos los discursos de Hitler son
demagógicos, mezclados con fuertes ataques contra toda la capa superior del pueblo; así también el discurso final en
el Día del Partido, pronunciado en tono feroz ya gritos. Aumenta el odio contra la capa superior, debido
especialmente a las advertencias de los generales (excepto Keitel) contra la guerra. Hitler está furioso contra ellos y
los llama cobardes. Al mismo tiempo crece la aversión contra los caracteres independientes. Quien no se arrastra por
el suelo, se considera altivo. Este es también el meollo de la situación. Heydrich le ha dicho concretamente a Plessen,
en Roma, que todos me consideraban altivo. Tampoco Ribbentrop me podía sufrir.
En las últimas semanas me he preguntado cada vez con más frecuencia si aún se puede seguir sirviendo a un
sistema tan inmoral, pero, por otra parte, la pequeña posibilidad de hacer algo en contra disminuiría aún más, si cabe,
estando fuera.
Miércoles (14-IX-38), a las 12 horas 45, con Raeder, el cual, esta vez, estaba nuevamente muy impresionado
por la política exterior de Hitler. Dijo: .Hitler tiene suerte, y esto es lo que hace falta.» Raeder había recibido la
noticia (falsa) de que los checos habían movilizado, con lo cual habrían cometido un grave error, y la había pasado
demasiado apresuradamente a los puestos de mando. Por la tarde me mandó una nota apresuradamente desmintiendo
esta noticia.
La verdadera situación política de la mañana del miércoles era que el discurso de Hitler, pronunciado el lunes,
a pesar del gran ruido, había dejado todas las puertas abiertas y sólo había insinuado el derecho de
autodeterminación. La premeditada brutalidad de la política de Hitler ha hecho retroceder paso a paso a las grandes
potencias que temen la guerra, de forma que tanto los ingleses como los franceses ya hoy en día tratan pacíficamente
del plebiscito popular, cosa increíble hace tan sólo pocos meses. Que Hitler en realidad quiere más, está escrito en
otra parte. A pesar de que las potencias occidentales ceden paso a paso, a mi llegada la situación era tal que había un
283
90 por 100 de probabilidades de guerra, basándose en la ligera creencia de Ribbentrop, y de otros, de que Inglaterra
no intervendría.
Y en este momento Vino el gran “coup de scene” del viaje de Chamberlain. Por una parte, un exitazo enorme
de la grosería por las maneras groseras de Hitler; por otra parte; la presión moral más fuerte que se podía imaginar de
Inglaterra sobre Alemania.
Primeramente, sin sospechar nada de ello, estuve yo aquella mañana desayunándome con Henderson.
Henderson era muy franco y amable, pero al mismo tiempo parecía excitado. Me explicó de buena fe el punto de
vista inglés: 1) Intentar salvaguardar la paz por todos los medios, incluso con sacrificios; 2) Si Alemania empleara la
fuerza y Francia se viera obligada a intervenir, Inglaterra marcharía incondicionalmente con Francia. Se quejó
amargamente de Ribbentrop, quien tenía la culpa principal si entre Alemania e Inglaterra no reinaba mejor
comprensión, y por lo demás opinó que todo podría ir bien si el régimen nazi no se hubiera atraído este terrible odio
del mundo entero y especialmente también de Inglaterra. Finalmente, confesó que había hecho un último gran
intento y había inducido al gabinete inglés a ofrecer a Hitler una visita de Chamberlain. Ayer por la noche lo habían
acordado; esta mañana a las 8 había informado a Weizsacker ya Woermann, y ahora estaba esperando contestación.
Desgraciadamente, Ribbentrop ya estaba levantado y con el Führer. Luego telefoneó, de forma que yo podía oírlo, a
Goering, le explicó el asunto y dijo aproximadamente: Usted convendrá en que debe de ser un asunto de máxima
importancia si el Primer Ministro inglés, de setenta años, está dispuesto a coger el avión hoy mismo para visitar a
Hitler.» Goering había contestado: “¡Naturalmente!”, y había prometido telefonear inmediatamente al Obersalzberg.
Henderson, primeramente, me pidió que guardara silencio, pero cuando se enteró de que yo por la noche vería a
keitel, me rogó le dijera lo que él me había expuesto. Lo hice, y quedé sorprendido al ver que a Keitel le asombraba
que Inglaterra estuviera decidida a intervenir en caso de guerra. En conjunto, durante la conversación se mostró muy
poco político, y con ligereza digna de una lechera hizo cálculos sobre las posibilidades de ganar la guerra aunque
Inglaterra estuviera en el otro lado. W., al cual le conté hoy esto, dijo que Keitel, sencillamente, era demasiado tanto
para comprender tales cosas. La familia de Keitel se mostró mucho más sensata que él. La hija contó que muchos
oficiales jóvenes pensaban que en primer lugar debían ir al frente «los camisas pardas», que ahora chillaban tanto.
El jueves por la mañana con Schacht. Era extremadamente pesimista en cuanto a economía y hacienda. Se
muestra casi totalmente opuesto al régimen. Ya al comienzo llamó a Hitler embaucador, con el cual Inglaterra
intentaría en vano contraer compromisos. En todo caso, el paso de Chamberlain era un error, pues de ninguna
manera evitaría la guerra. Hoy encontré a Schacht en el Ministerio del Exterior en donde hizo, a mi entender la
insensata afirmación que si Hitler sólo obtuviera las regiones fronterizas de Alemania ¡esto sería en realidad una grave
derrota! Económicamente nos agotamos cada vez más; las divisas secretas de Austria. etc., se han gastado ligeramente
en su totalidad; la verdad es que ya hemos llegado a menos cero. Y en cuanto a las finanzas del Reich, la situación era
de modo tal que repetidas veces no se podían cubrir los vencimientos de pagos. Le hice, con toda prudencia, una
observación en cuanto a su propia responsabilidad, a lo cual contestó que por estas cosas no tenía ninguna. Ser
«ministro» ya no era ninguna realidad en aquel tiempo; ya ni siquiera le consultaban. Tampoco podía figurarse en
qué forma pensaban salir de este dilema, si no era imprimiendo papel. Si le pidieran esto a él, dimitiría. En suma, su
opinión era que un Estado que trabajaba sobre una base tan inmoral, ya no podría existir mucho tiempo. Le objeté
que otros regímenes inmorales se habían mantenido mucho tiempo. Lo impugnó diciendo que en estos regímenes,
efectivamente, la corrupción estaba a la orden del día, pero que en principio era condenada, de forma que el Estado
como tal reconocía las normas morales. En cambio, en nuestro país hay un régimen que oficialmente introduce
principios inmorales, como, por ejemplo, en la justicia. En esto hay algo de verdad.
Por lo demás, se dice que Goebbels había caído bastante en desgracia, porque sus historias con las artistas que
dependían del Ministerio de Propaganda se habían transformado poco a poco en un verdadero escándalo. También
Hitler estaba furioso de que Goebbels quisiera divorciarse de su mujer. Goebbels, conocedor del ambiente popular,
era contrario a la ligera política de guerra.
Por la tarde con Wiedemann (antes de la guerra. Agregado de Marina en Londres). Expresó lo que piensan
infinidad de gentes: cada alemán se encuentra hoy en un conflicto trágico. Aunque la política grosera de Hitler
tuviera de momento éxito, no se podría creer que acabara felizmente.
Viernes, día 16. Al mediodía, con Woermann, el cual me informó brevemente del resultado de la visita de
Chamberlain. Ribbentrop estaba furioso por no haber sido requerida su asistencia. En la discusión, Hitler había
pedido «la entrega» de las regiones alemanas como única solución. La palabra «plebiscito» no parecía haber sido
pronunciada. Chamberlain personalmente se había mostrado comprensivo, pero naturalmente se había reservado toda
decisión (queriendo consultar antes con su Gobierno y con los franceses). Weizsacker me dijo hoy que Chamberlain
no parecía haber expresado con la deseada claridad que Inglaterra intervendría en caso de emplearse la fuerza,
probablemente por haber estado bajo la impresión de que todo continuaría pacíficamente. Pregunté a Weizsacker si
había peligro de que, dada la situación de Checoslovaquia, fuese provocada la entrada de las tropas alemanas. Dijo
que no; los informes de Prensa fueron artificialmente exagerados y eran en su mayoría engañosos. En este momento,
el barómetro señala métodos pacíficos. Pero, no obstante, los de arriba se daban cuenta de que aún podían surgir

284
diferencias. Tanto Woermann como Weizsacker me confirmaron que Ribbentrop no quería creer de ninguna manera
que Inglaterra eventualmente pudiera intervenir.
Añado ya aquí que hoy, poco antes de su partida, hablé aún con Eisenlohr (embajador en Praga), el cual ha
sido llamado a Berlín para hacer parecer más «pequeña, la representación alemana en Praga, lo que él desaprueba ya
mi juicio con razón; su lugar está precisamente ahora allí. Estaba muy preocupado y deprimido por todo el
procedimiento, y opinó que el asunto, aunque momentáneamente se alcanzara un éxito, de ninguna manera podía ir
bien por mucho tiempo.”
Ulrich VON HASSELL: DIARIOS

2. SOBRE EL PACTO GERMANO-SOVIÉTICO


El embajador francés comenta las razones de la postura rusa. Subráyense los jalones de la política
internacional que llevan a la encrucijada de agosto de 1939. Distíngase la motivación Fundamental de cada potencia.

“No era necesario haber, leído los periódicos franceses para saber el gran alivio que proporcionaría a un
pueblo amante de la paz como el nuestro, el comunicado que se dio a conocer el 30 de septiembre. A la inversa de
nuestra prensa, la de los Soviets sólo ha comentado el elevado precio que ha sido necesario pagar para lograr el
mantenimiento, al menos temporal, de la paz; ha dedicado numerosos comentarios sarcásticos al Primer ministro
británico, al que considera responsable de la debilidad de las democracias» y ha expresado su conmiseración por
Francia, a la que considera disminuida.
Ello se debe a que el acuerdo de Munich, que puede acarrear consecuencias muy graves para toda Europa, la
cual deberá sin duda revisar muchos de sus principios, amenaza enormemente a la Unión Soviética. Después de las
fechas del 16 de marzo de 1934, del 7 de marzo de 1936, del 12 de marzo de 1938, que son como otras tantas
estaciones del largo calvario de la paz transportando su cruz, la del 30 de septiembre ha visto derrumbarse, con una
de las cláusulas territoriales esenciales del tratado de Versalles, el baluarte central de la Europa pacífica. Con la
neutralización de Checoslovaquia, Alemania tiene abierta, de ahora en adelante, la via hacIa el sudeste. ¿Existirán
potencias que querrán y podrán impedir que la emprenda, o que se detenga antes de que haya alcanzado Rusia para
intentar obtener el "Lebensraum" anunciado en “Mein Kampf”? Esta cuestión es probablemente en la actualidad la
principal preocupación del gobierno soviético y la respuesta negativa que éste, no falto de razón, se ve obligado a dar
basta para explicar el estado de ánimo de su prensa.
Aquí se considera que los últimos acontecimientos han demostrado que ni Francia ni Inglaterra están
dispuestas a oponerse por las armas ala expansión germánica en Europa central y oriental. Incluso se pretende ver en
la declaración común publicada por Chamberlain y Hitler el 30 de septiembre un compromiso por parte de
Inglaterra, que permitiría a Alemania la consecución de sus' objetivos en el Este europeo, a cambio de la abstención
del Reich en el Oeste. Este acuerdo, esta «complicidad». Dicen, anglo-alemana se interpreta aquí de tal forma que el
acuerdo de Munich llega a considerarse como algo especialmente dirigido contra la URSS, y hace sentir de forma
bastante dolorosa a los Soviets la proximidad del peligro, del que creían haberse librado uniéndose a los defensores
del tratado de Versalles, al que temen por encima de todo desde que empezó a manifestarse el dinamismo alemán:
encontrarse cara a cara con el Reich.
En estas condiciones. ¿Qué otra solución les queda sino reanudar la política de entendimiento con Alemania
que habían abandonado en 1931? “
Informe de R. COUWNDRE, embajador de Francia. En LIMOUZIN. Textes u. 76-77.)

CAPITULO XXVIII: LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL


1. SITUACIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA
El conflicto que entre 1939-1945 enfrenta a las principales potencias del mundo y decide los destinos
nacionales de los hombres de hoy ha legado a los historiadores sobreabundancia de fuentes y, en comparación con la
guerra del 14, menos puntos de controversia; los fondos ingentes que guardan los archivos de los ministerios de
Asuntos Exteriores, embajadas y estados mayores, además de un riquísimo material gráfico, al que en principio se
atribuyó interés exclusivamente bélico, pero susceptible de ser utilizado para estudios sociales y económicos, han
inclinado a los historiadores a la prudencia, a la aproximación critica antes que a la monografía dogmática. A pesar de
esta opulenta acumulación documental, las destrucciones de archivos en Paris, Berlín y Tokio han puesto barreras al
acercamiento a algunos temas. La mayoría de los protagonistas se han sentido obligados a dejar su testimonio. Así
Churchill, De Gaulle. Eisenhower. Montgomery, en el bando vencedor; Von Papen. Ribbentrop, Goebbels entre los
alemanes; Togo; Sato, Konoye entre los japoneses. En general, el género historiográfico de las memorias es propicio a

285
las actitudes autojustificativas, pero siempre las versiones de quienes tomaron decisiones en los momentos críticos
resultan iluminadoras, especialmente en los campos bélico y diplomático.
Por su prolongación en el tiempo, el tema de los orígenes de la contienda, que requiere el examen de las
relaciones internacionales durante los veinte años anteriores, ha sido el más atendido. No presenta la Segunda Guerra
Mundial un debate sobre las responsabilidades del estallido bélico similar al de la primera gran guerra; parece existir
consenso sobre adjudicarlas a Hitler y al militarismo expansionista alemán. Pero existe una tendencia revisionista,
encabezada por los estudios de Taylor y Robertson sobre los orígenes de la guerra, sin que los escasos trabajos
publicados en Alemania (Holldack, Assmann, Zimmermann) hagan otra cosa que matizar, no contradecir, la
responsabilidad de la política hitleriana. Ni las sentencias de Nuremberg fueron acogidas en la potencia vencida con
el sentimiento popular de rechazo del articulado de Versalles. En las actas de Nuremberg se incluyen documentos
que desautorizan la posibilidad de un revisionismo a ultranza, y Mario Toscano ha recogido algunos documentos
diplomáticos italianos que evidencian el expansionismo hitleriano; así dice Hitler en mayo de 1939: «Dantzig no es
el único motivo del debate. Se trata de la expansión de nuestro espacio vital hacia el Este» y aunque en algún trabajo
se subraye la situación de cerco en que vive Alemania después del tratado de Versalles, en otros se demuestra que el
revanchismo hitleriano iba más allá del desmontaje del tratado del año 19 y que se proponía la hegemonía en el
continente europeo; en varias obras se acredita que Hitler había fijado el día 26 de agosto para la invasión de
Polonia, pero la pospuso ante fa declaración de apoyo a los polacos formulada por el gobierno inglés, según la obra
tan respetada de Namier, o por exhortación de Mussolini
El panorama de la historiografía norteamericana es probablemente el más nutrido y la entrada de los Estados
Unidos en el conflicto el tema más disputado. Dos grupos de historiadores, los revisionistas, como Barnes y
Chamberlin, en su mayoría republicanos, acusan a Roosevelt de haber provocado la intervención, y alguno incluso de
haber favorecido el estallido de la guerra. Que el ataque japonés a Pearl Harbour fuera iniciativa nipona o trampa
americana es el argumento clave. Pero la mayoría son antirrevisionistas; Langer, Gleason, Craig, sostienen la versión
tradicional de la agresión japonesa como causa única de la participación norteamericana en la contienda.
El principio y el final del conflicto han sido debatidos con cierta intensidad. ¿Debieron las potencias
occidentales iniciar la guerra cuando claudicaron en Munich? ¿Hubieran dispuesto de ventajas en septiembre de
1938, momento en que en Centroeuropa podían disponer de las divisiones checas, y Alemania tendría que
enfrentarse en un doble frente, mientras en septiembre de 1939 supervaloraron la capacidad de resistencia polaca?
Más intenso ha sido el de- bate sobre la posibilidad de acortar el final de la contienda, centrada en la exigencia de
"rendición incondicional". Liddell Hart, uno de los grandes especialistas en historia bélica, lo considera un error; de
no habérsele exigido a Alemania, la guerra podría haber terminado antes. Pero Renouvin documenta que Hitler
rechazó varias gestiones de paz, y Mario Toscano ha precisado que es una postura dimanada de la naturaleza de una
guerra total, que no puede detenerse sino tras el hundimiento del enemigo, y una conclusión lógica de la guerra
moral, presentada como un conflicto entre el bien y el mal.
Aunque en los temas generales predomina el acuerdo entre los historiadores existen algunos puntos sobre los
que todavía se espera el trabajo clarificador. Así ocurre con la intervención italiana, las motivaciones de su diplomacia
para suscribir el Pacto de Acero; la ruptura de Berlín con Moscú, que contemplada con la perspectiva de los años
aparece como un error tremendo; la política de colaboración con Hitler del gobierno de Vichy; algunos aspectos del
drama de los campos de concentración, como el del conocimiento o ignorancia del pueblo alemán; la política de la
Santa Sede, y en concreto la postura de Pío XII ante el nazismo sobre lo que incluimos un informe: la capacidad
militar de los generales y mariscales protagonistas. En la actualidad conocemos con mayor seguridad lo estrictamente
bélico, existen todavía dudas sobre algunos temas diplomáticos, y se abre un campo inmenso de investigación en las
vertientes demográficas, económicas v sociales del gran conflicto.

2. LOS POTENCIALES BÉLICOS ENFRENTADOS


No existen dudas entre los teóricos de la estrategia de la Segunda Guerra Mundial sobre la ventaja que para
Alemania supuso la inmovilidad del frente oeste mientras en el este barría a Polonia. En esta campaña pudo Hitler
cómodamente ensayarlas tácticas específicas de las nuevas armas -combinaciones de aviones y tanques, .guerra
relámpago.-, aureolarse del prestigio de vencedor entre sus conciudadanos y hacer refluir después hacia el Rhin las
divisiones que ya no necesitaba en tierras polacas. ¿Pudieron ingleses y franceses iniciar en los primeros días una
ofensiva, que para estos últimos iría acompañada del recuerdo de las grandes pérdidas en efectivos humanos
defensivas del año 1914? Examinemos el potencial militar de los contendientes.
Alemania llevaba tres años preparándose para el conflicto, con un presupuesto militar doble que el francés e
inglés juntos. Podía movilizar a 13 millones de soldados, pero el Estado Mayor estimó que era más importante la
máquina que el clásico soldado de infantería y sólo movilizó 1.336.000 hombres, que fueron ampliándose hasta los
12.300.000 en 1944. En cualquier caso está en condiciones, en septiembre de 1939, de lanzar 100 divisiones sobre
Francia, perfectamente armadas, y cuyo mando supremo -tras una intensa remoción- es sumiso a cualquier orden de
Hitler, tal es el caso de los generalísimos Brauchitsch y Keitel, y posee una generación más joven de profesionales
capaces, entre los que sobresalen dos genios de la guerra, Rommel y Guderían. En la primavera de 1940 Alemania
286
dispone de 139 divisiones, de ellas 12 acorazadas, 3.500 tanques y 5.200 aviones. El arma aérea ha sido
magníficamente organizada por Goering y su renovación de modelos es incesante, pero más asombrosa resulta su
rapidez de intervención -en la campaña de Polonia se utilizan 2.000 aviones- y la capacidad de producción de su
industria aeronáutica (posee 38.000 aviones en 1944). Su debilidad radica en la flota; Hitler creía que los aviones y
los submarinos habían convertido en decorativas a las unidades de superficie, y sólo demasiado tarde se dio cuenta de
su error, cuando comprobó que apenas si podía hostigar las comunicaciones oceánicas de Inglaterra y tenía
dificultades para cerrar el mar del Norte y el mar Báltico.
Francia poseía 100 divisiones, pero las amplió con rapidez a 120, de ella quince se colocaron en la línea
Maginot, concebidas para una guerra de posiciones similar a la de la primera guerra, y 75 más se concentraron en un
área reducida del norte, lo que transparenta cuán alejados de los principio estratégicos móviles estaban los generales
franceses. En el mes de mayo de 1940 Francia tiene ya 3.000 carros de combate, pero la mayoría recién terminados y
sin personal para utilizarlos adecuadamente. Su aviación es la quinto parte de la alemana, y sus cazas y bombarderos
anticuados; de ahí que Latreille afirme que “era de una escasez cruel". La infantería se encuentra satisfactoriamente
armada para enfrentarse a otras unidades de infantes, pero dispone de pocas armas antitanque; la artillería es endeble.
Tampoco la preparación inglesa era idónea, con sólo ocho divisiones modernizadas, pero no comparables a las
acorazadas de Guderían, y 1.700 aviones. La incontestable superioridad germana sólo puede ser compensada con la
supremacía inglesa en el mar. Además de disponer de unidades más modernas y de mayor tonelaje, se ve
inmediatamente reforzada por la flota francesa, que se coloca bajo el mando conjunto británico. Esta flota aliada es
capaz de atender a un tiempo operaciones de guerra y proteger a una flota mercante de 18 millones de toneladas que
transporta abastecimientos de imperios con recursos ilimitados. Los primeros planteamientos estratégicos aliados van
a resumirse en la prolongación de la línea Maginot y en el cierre de los mares occidentales; si aquélla resultaba
anacrónica, este cierre y la potencia para realizarlo supusieron el gran freno para la máquina germana durante el
primer año de guerra.
La superioridad alemana es perceptible también en el aspecto económico. Su industria se encuentra muy
desarrollada, con técnicas científicas en la metalurgia, química y electricidad. Pero podría verse en apuros si se le
corta- sen las materias primas. De ahí que el segundo plan cuatrienal del régimen hitleriano procure la independencia
en materias primas y productos alimentarios, y proceda a investigar en técnicas de sustitución y de elaboración de
productos sintéticos. No obstante se ha exagerado la vulnerabilidad alemana en cuanto a su dependencia exterior. Su
autosuficiencia alimentarla alcanza el 83 %; en carbón dispone en el Ruhr del mayor yacimiento europeo, además de
las minas del Sarre y Silesia. El petróleo y el hierro dependen de la comunicación con dos países con los que no tiene
problema; se surte del petróleo rumano y del hierro sueco, cuya neutralidad constituía, por tanto, una baza decisiva.
A pesar de no tener dificultades con estos tres productos básicos, no dejó de lesionar sus procesos de producción la
carencia de las remesas americanas de algodón, manganeso, cobre y plomo, esenciales para el material de guerra.
Francia se enfrenta con problemas cuya solución es lenta; en 1938 no había alcanzado el nivel de producción
de 1928. La gran crisis internacional del 29 la había afectado más tarde y con menor intensidad, pero sus efectos de
onda larga son más perceptibles; por ejemplo, sus cotas de paro seguían siendo altas cuando otros países se habían
recuperado. Inglaterra ha desarrollado su industria metalúrgica, pero con procedimientos menos modernos que los
alemanes, y depende, en mayor grado, de su comercio exterior.
Renouvin estima que en la valoración de los contendientes ha de efectuar- se un análisis de las fuerzas morales,
es decir, de la unanimidad o del grado de disensión con que cada nación afronta la guerra. En Gran Bretaña prensa y
Parlamento son unánimes en la aceptación, ningún diario del mes de octubre de 1939, ninguna voz discrepante en el
Parlamento, sostienen otro punto de vista; sólo en la Cámara de los lores, en diciembre, algunos miembros con-
servadores se inclinan por la conciliación. El acceso al poder de Winston Churchill, miembro díscolo del partido
conservador, sugiere cómo los intereses nacionales predominan sobre la disciplina de partido. Es más notable esta
unanimidad si reparamos que Inglaterra no tiene en ese momento en el continente ningún interés territorial ni desea
ninguna modificación del mapa europeo. Tampoco en Francia discuten la necesidad de la declaración de guerra la
prensa o el Parlamento, pero el espectro político no ofrece la unión sagrada británica; el partido comunista se
mantiene al margen de la movilización moral tras el pacto germano-soviético, los sectores ultraderechistas simpatizan
con la Italia de Mussolini y el mariscal Petain refleja en sus discursos una! concepción política que ofrece más puntos
de contacto con el nazismo que con la tradición democrática de la nación. En Alemania se ha realizado una intensa
campaña de propaganda y se han silenciado los disentimientos, pero la oposición conserva focos clandestinos y una
propaganda hostil al régimen (estudiada por Gerhard Ritter). Incluso en el ejército, a pesar de que los puestos
supremos han sido ocupados por adictos al Führer, los oficiales jóvenes y generales profesionales, no captados por la
ideología nazi, ven con recelo los proyectos expansivos del «antiguo cabo, y no experimentan entusiasmo por el inicio
de una guerra que tendría que ser forzosamente corta, porque una contienda larga, como pronto comprendió el
almirante Canaris, no podría en ningún caso terminar con la victoria de Alemania.

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3. ARMAS y TÁCTICAS
En la Primera Guerra Mundial se habían impuesto las armas defensivas ametralladoras, minas, que explican la
estabilización de los frentes, las trincheras: en la Segunda, el predominio es de armas ofensivas, con lo que la!
campañas se caracterizan por una extraordinaria movilidad. El protagonismo lo desempeñan el avión, que permite la
utilización de tropas aerotransportadas, y puede destruir la retaguardia o las ciudades enemigas, y el tanque, dotado
de cañones cada vez más poderosos, ante cuyo empuje se hunden todo: los sistemas defensivos estáticos. Todas las
demás armas se transforman pan hacer frente a estas dos fundamentales; se dota a la infantería de secciones di
ametralladoras antiaéreas, transportadas en camiones, y se instalan mina -un campo continuo de 14 km se extiende
ante Moscú- y otros procedimientos antitanques. Por otra parte se señala una cierta supremacía de las arma de tiro
curvo, como los morteros. El submarino constituye un elemento importante de la guerra naval, pero no resulta su
actuación tan definitiva como e 1914, porque se han encontrado sistemas de lucha contra él, como las mina
submarinas y las cargas de profundidad. Un papel mucho más importante en el mar lo va a desempeñar el
portaaviones, una vez más la aviación se señal como el arma decisiva en todos los terrenos, incluso en la guerra
oceánica Los aviones no sólo son bombarderos, que pueden destrozar las líneas de comunicaciones adversarias; en
muchos momentos los paracaidistas son capaces de cambiar la suerte de una batalla.
En una fase avanzada de la contienda, cuando el tanque ha perdido gran parte de su supremacía y se ha
establecido un cierto equilibrio en el aire, aparecen las armas autopropulsadas, como las bombas volantes, V-I y V-2,
que catapultadas desde rampas de lanzamiento en la costa meridional del canal de la Mancha cayeron sobre Londres.
En agosto de 1945 Norteamérica arroja sobre el Japón el arma definitiva y terrible, la bomba atómica.

LA SEGUNDA GUERRA MUDIAL


La guerra adquiere unas dimensiones nuevas. Con la utilización de la aviación los civiles alejados del frente
sufren los rigores de la guerra como si estuvieran en pnmera línea. Dingir la guerra es algo muy complicado, muy
diferente a lo que había pensado Napoleón. Las divisiones se cuentan por centenares, las líneas de comunicación con
el frente adquieren una complejidad que se ha estimado en 10 veces la que tenían en la Primera Guerra Mundial; es
necesario calcular los litros de gasolina que gasta cada camión, o cada unidad motorizada, organizar los
abastecimientos, mantener el ritmo de producción de nuevas armas y municiones. Así nace una rama de la ciencia
militar llamada logística. En otro sentido, como ha señalado Liddell Hart, no es acertado militarizar un excesivo
número de hombres, con las máquinas se necesitan menos soldados y más hombres trabajando en la industria y en el
apoyo logístico; la movilización al viejo estilo es un inconveniente.
La renovación del armamento implica la de las tácticas. La guerra mecanizada permite nuevas posibilidades de
cerco, de bolsas, de maniobras envolventes, mientras hace inútiles las fortificaciones lineales de trincheras. Los
oficiales jóvenes británicos y alemanes estudian con interés las posibilidades le los tanques. El inglés lord Trenchard
vaticinó que el bombardero seria el arma decisiva porque permitiría destruir las instalaciones industriales del
adversario; fue también creencia del general italiano Douhet y una de las ideas de la RAF, la aviación británica: es
preferible saltar por encima de los ejércitos y destruir y bombardear fábricas y centros de comunicaciones. La
combinación de tanques y aviones fue utilizada con mayor sabiduría por los alemanes.
Han cambiado más las tácticas alemanas porque han perdido la guerra anterior, y, como dice Liddell Hart, los
ejércitos sólo aprenden con las derrotas, los vencedores se sienten satisfechos y cambian menos. La prueba es que lord
Haig en 1925 todavía defendía el valor superior de la caballería. De todas formas Inglaterra no se descuidó; Hobart
organizó admirablemente en 1934 una unidad motorizada. Para Alemania, el obligarla en Versalles a desarmarse
supuso una ventaja, la privo del lastre mental que Suponia el viejo armamento, le permitió adaptarse con mayor
facilidad al nuevo. Además, al reducir numéricamente Sus efectivos, tuvo que dar mayor importancia a la
mecanización. La necesidad de adaptarse a las nuevas armas la puso de relieve Uddell Hart en 1927. Sus ideas las
recogió Charles de Gaulle y las apoyó Reynaud. Pero, por desgracia para Francia, los comentarios tácticos de De
Gaulle fueron considerados excentricidades por el Estado Mayor francés. Dos signos del arcaísmo conceptual del
ejército galo son la línea fortificada «Maginot., que simboliza la guerra de posiciones, del 14, frente a la guerra
dinámica que los alemanes van a practicar, y la utilización de los tanques no como unidades especiales sino como
mero apoyo de la infantería, lo que supone convertir un arma fundamental en auxiliar.

4. PRIMERA FASE DE LA GUERRA: LAS OFENSIVAS ALEMANAS (1939-1941)


La impresionante maquinaria de guerra del Reich hitleriano se pone en marcha con la invasión de Polonia el 1
de septiembre de 1939. Inglaterra y Francia, garantes de la integridad del Estado polaco, declaran la guerra a
Alemania, aunque sus dirigentes, consciente, de la inferioridad de su armamento, no inician ninguna operación bélica.
La situación de Polonia era mala desde el punto de vista estratégico, al tratarse de un territorio que podía ser
rápidamente englobado por las mandíbulas acorazadas de Guderian, ya que la facilidad de las comunicaciones, sin
obstáculos de relieve, diseñaba un campo ideal para el despliegue de las unidades motorizadas, y desde el punto de
vista táctico, con un Estado Mayor obsesionado por sostener una guerra de posiciones. Los alemanes utilizan la
táctica del Blitzkrieg, de la guerra relámpago, formando bolsones con maniobras envolventes y procediendo luego a
288
su destrucción con la aviación. Tres ejércitos, por el norte y el sur los más veloces, por el centro el más nutrido,
dirigido por Reichenau, avanzan incontenibles. La precipitada retirada de algunas unidades polacas hacia el este se
convirtió en la caída en un cepo cuando el 18 de septiembre el ejército ruso inició la invasión de Polonia por su
frontera oriental y la de Finlandia, que no llega a ser ocupada más que parcial y precariamente.
Tras la caída de Polonia, durante ocho meses subsiste el estado de guerra sin apenas actividad bélica, salvo
alarmas y breves bombardeos aéreos. Liddell Hart estima que en septiembre del 39 el ejército alemán no estaba
preparado para sostener una lucha en dos frentes. Sin duda el paréntesis favoreció la preparación de franceses y
británicos, bastante lenta la de los primeros por los métodos de movilización que aplicaron Gamelin y Petain.
¿Confiaba Hitler en que finalmente los dos aliados occidentales no intervendrían? De la documentación del Alto
Estado Mayor alemán se deduce que fue el mal tiempo, además de los consejos de prudencia de Brauchitsch, general
en jefe, el que obligó a aplazar once veces el día 1 de inicio de la ofensiva en el oeste. Pero estos meses sirvieron
también para dar más consistencia a la máquina alemana; Churchill, lord del Almirantazgo, se desesperaba de la
parsimonia de Chamberlain y propuso minar el Rhin, lo que bloquearía la comunicación del corazón industrial del
Reich, mas el gobierno británico no se atrevió a dar un paso tan grave. Otra propuesta de Churchill para cortar el
suministro de hierro sueco estimuló a Hitler a la invasión de Noruega, para poder garantizar la neutralidad de Suecia.
La campaña de Noruega constituye una nueva prueba de la supremacía de la aviación; más de mil aviones intervienen
y son paracaidistas los que ocupan los puntos neurálgicos del país, mientras las unidades de tierra, especialmente las
acorazadas, encuentran dificultades para desplegarse en una orografía tan diferente de la polaca. A pesar de que la
operación se retrasó hasta abril, la nieve dé los valles y el hielo de los fiordos impedía las operaciones de flanco. Al
mismo tiempo se produjo, aquí sin resistencia, la ocupación de Dinamarca, con lo que quedaba garantizada la
comunicación de Alemania y la península escandinava. Los alemanes establecieron tres bases en Escandinavia: Narvik
en el norte, Trondhein en el centro, varios puntos en el sur (Bergen, Stavanger y Kristiansand). Se comprobó
entonces el peligro de la postura pasiva que criticaba Churchill; sólo con grandes pérdidas se pudo expulsar a los
alemanes de Narvik; pero por entonces ya acontecimientos más graves en el continente atraían la atención de los
estrategas aliados: las invasiones de Bélgica y Francia.
La invasión de Bélgica, que se inicia el 10 de mayo de 1940 con 80 divisiones, es rica en enseñanzas militares.
Las fuerzas que se van a enfrentar en el oeste tras varios meses de preparación ofrecen un cierto equilibrio, excepto el
superior número de divisiones acorazadas de que disponen los alemanes. Lo asombroso es que con ese casi empate de
fuerza se produzca un éxito tan resonante del Estado Mayor germano. Su superioridad es estratégica y táctica. En vez
de repetir el plan Schlieffen, de invasión por las llanuras belgas, se adopta el audaz de Von Manstein, que preveía
avanzar por la zona montuosa de las Ardenas y sorprender al ejército francés; a diferencia del año 14, el ejército que
podría quedar cortado con este avance seria el francés. Era el sueño de Guderian, lo había explicado antes de la
guerra. La línea Maginot se convirtió en un decorado inútil. El flanco derecho alemán llegó hasta La Haya y
Rotterdam y provocó la rendición de los holandeses; los panzers avanzaron por Bélgica; otra formación de tanques,
con Guderian, llegó hasta Sedán. Bélgica y Holanda estaban ocupadas, Francia amenazada por oleadas incontenibles
de unidades acorazadas. Weygand sustituye a Gamelin como generalísimo francés.
La maniobra genial de las Ardenas, cuya paternidad se ha atribuido al propio Hitler, pero que parece ser idea
de Von Manstein o Guderian, provoca la desbandada de los aliados: los franceses sólo piensan en la constitución de
una línea de resistencia, los belgas en detener las operaciones bélicas, los ingleses en reembarcar Bélgica pide el
armisticio. El inglés Gort conduce a su ejército a Dunkerque y consigue reembarcar 338.000 soldados, ante la extraña
pasividad alemana, que esos días no mueve sus acorazados. Según el diario de Halder, jefe del Estado Mayor de
Hitler, éste titubeó, sintió respeto por el otro vástago anglosajón. Pero Churchill vio las cosas de otra manera.
Dunkerque supuso una gran derrota, regresaban a la isla los hombres, pero sin sus pertrechos; se habían perdido los
carros de combate y los transportes. Churchill exclamó: -Las guerras no se ganan con evacuaciones.
Weygand intenta formar un frente continuo en el SommeAisne, pero los alemanes lo perforan en sólo cinco
días por varios puntos, y el 9 de junio el gobierno francés abandona Paris. Al día siguiente Italia entra en la guerra y
abre un frente en el Sur; ha esperado el momento fácil, cuando el enemigo está en desbandada. A Reynaud le
sustituye al frente del gobierno francés Petain, que decide solicitar un armisticio. ¿Podría haber resistido más Francia?
Renouvin estima que otro hombre hubiera decidido resistir desde África, y hubiera así colocado su flota del
Mediterráneo al lado de la británica mientras obligaba a los alemanes a administrar y ocupar el territorio francés
entero. André Truchet evalúa los recursos para la resistencia en África del Norte, 400.000 hombres, como
suficientes. En esta consideración se basará tras la guerra la acusación de traición a Petain. Francia queda dividida en
dos zonas administrativas, el norte, con París, es ocupado por los alemanes; el sur, con un gobierno en Vichy, es
gobernado por Petain. Una tercera Francia, la de la resistencia, encuentra su líder en De Gaulle, que desde Londres
espolea a sus conciudadanos a la resistencia civil.
Hasta el verano de 1940 los éxitos alemanes han sido asombrosos: Polonia, Dinamarca, Noruega y Bélgica se
han sostenido pocos días; no ha sido mayor la resistencia francesa. Hitler orgullosamente puede formular la
comparación con el año 1914. Solamente Inglaterra se mantiene indomable. ¿Va a continuar sola la lucha contra el
coloso? Churchill, nombrado primer ministro, pronuncia en el Parlamento su famoso discurso, «Sangre, sudor y
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lágrimas», las tres palabras que resumen lo que puede ofrecer a su patria. La Batalla de Inglaterra constituye un
combate asombroso, sin precedentes. Se trata de un enfrentamiento exclusivamente aéreo, en el que Hitler no doblega
la resistencia británica; es la primera derrota, ya que sin controlar el aire no puede intentar la invasión de una potencia
que dispone además de supremacía en el mar .Aparte del heroísmo de los pilotos británicos, dos elementos jugaron
un papel decisorio: el monopolio inglés del radar, que les permite detectar todos los movimientos alemanes, y la
superior maniobrabilidad de sus cazas. Los alemanes tuvieron que limitarse a los bombardeos de terror, la
destrucción de centros urbanos, por ejemplo Coventry, y Londres, pero en vez de desmoralizar al adversario
aumentaron su decisión de resistencia a ultranza.
Churchill piensa en abrir otro frente lejos de Gran Bretaña y en Vía a África los escasos carros de combate que
le quedan. Con la superioridad naval sobre la marina italiana no es difícil el control del Mediterráneo y el
desembarco en las costas africanas de cuerpos ingleses, australianos y neozelandeses. Los italianos son derrotados en
Tobruk; en pocas semanas los ingleses aseguran la defensa de El Cairo, avanzan 700 km y hacen 100.000
prisioneros. Por el contrario, en los Balcanes el desembarco británico en Grecia y los avances alemanes en Yugoslavia
se resuelven en un segundo «Dunkerque», una nueva retirada inglesa hacia el mar. Pero el frente del sur ha quedado
abierto y la presión en el norte, sobre la isla, se debilita.

5. LA INVASIÓN DE RUSIA
La guerra en el este, y en particular su inicio, constituye uno de los más enigmáticos capítulos de la
conflagración. Por los archivos secretos de la Wilhemstrasse sabemos que tras el reparto de Polonia y la ocupación
alemana de Noruega y rusa de parte de Finlandia y de los estados bálticos, Lituania, Letonia y Estonia, las relaciones
se deterioraron; ni Alemania enviaba material de guerra ala URSS ni ésta era puntual en sus entregas de petróleo.
Cuando en septiembre de 1940 Berlin y Roma firman un pacto con Tokio, tradicional enemigo ruso, el deterioro se
vuelve irreversible. El 18 de noviembre de 1940 Hitler dicta la Directriz n.° 21, primer borrador de un plan de
invasión de Rusia, cuya redacción definitiva, el plan Barbarroja, es aprobado el 3 de febrero siguiente. Según Martín
Bormann, Hitler quería evitar la guerra en dos frentes, pero pensaba que podría vencer a Rusia y así obligar a
Inglaterra a la firma de la paz. Esta decisión se tomó en contra de la opinión de los máximos dirigentes militares
germanos, y en particular de la del almirante Raeder, quien mediante los submarinos y el uso de nuevos modelos de
aviones todavía confiaba en vencer con un esfuerzo supremo a Inglaterra. El 22 de junio de 1941 se inicia la ofensiva
alemana, con el grueso de su potencia militar De un total de 210 divisiones, se destinan 150 a esta operación, a las
que hay que añadir 10 divisiones rumanas; un total de 3 millones de soldados.
Aunque ignoramos todavía detalles del plan alemán, lo cierto es que el primer esfuerzo se hizo en el norte,
donde las poblaciones podrían alzarse contra los rusos, y con el propósito de alcanzar Leningrado, en el momento en
que Finlandia iniciaba la guerra en Carelia. En el sur, la presión se orienta hacia Kiev, capital de Ucrania, granero
ruso; pero aquí la progresión es mucho más lenta; tras la ruptura, el ejército de Rundstedt recibe la orden de alcanzar
las regiones industriales del Donetz. En el centro Guderian avanza con sus tanques y con enorme rapidez, dejando
detrás una serie de bolsas. Las pérdidas rusas son tremendas; en Ucrania 675.000 prisioneros; en la bolsa de Minsk
quedó copado el más importante ejército ruso, pero pudo romper; en una segunda tentativa envolvente, los alemanes
consiguieron hacer más de 300.000 prisioneros. A principios de octubre Hitler piensa en la toma de Moscú, la
ciudad que cuenta con un sistema defensivo más completo. La llegada del frío retrasa las operaciones; por el diario de
Hossbach conocemos los sufrimientos del soldado alemán; ante el barro, «la técnica debe capitular». Las pérdidas
rusas se cuentan por millones, pero el Gran Ejército está inmovilizado, los generales alemanes se alarman. La
distancia, el clima, la posibilidad de retroceder hacia los espacios asiáticos diseñan una situación muy diferente ala de
la invasión de Francia; Rusia no está vencida.
En 1942, al cambiar las condiciones meteorológicas, se inicia una doble ofensiva sobre Stalingrado y el
Cáucaso. Es la última vez que da resultado la táctica de blitzkrieg. Hitler, antes obsesionado por Leriingrado, pasa a
obsesionarse por Stalingrado; su posesión cortaría las comunicaciones por el Volga y privaría a Moscú de las remesas
de petróleo del Cáucaso. El VI Ejército alemán de Von Paulus y las divisiones blindadas de Hoth debían controlar el
Volga; el 28 de agosto las vanguardias germanas alcanzan los aledaños de una ciudad cuyo nombre va a convertirse
en glorioso para los rusos. El asalto no permite ocupar más que parte del casco y un nuevo invierno se acerca, con los
alemanes a miles de kilómetros de sus bases.

6. LA ENTRADA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN LA GUERRA


Desde el primer momento del conflicto las simpatías norteamericanas se decantaron del lado británico; la
«carta del Atlántico, (agosto 1941) alude al establecimiento de colaboración «después de la destrucción final de la
tiranía nazi.. Pero durante el año 1941 los Estados Unidos se limitaron a presionar sobre un Japón ofensivo que
había ocupado las colonias francesas en Asia. En dos notas de noviembre. Estados Unidos pide a Japón que
abandone Indochina. Sin declaración de guerra. El 3 de diciembre de 1941 la aviación japonesa destruye a la escuadra
norteamericana fondeada en la bahía de Pearl Harbor, lo que provoca la inmediata entrada de los Estados Unidos en
el conflicto mundial. Pearl Harbor constituye una de los grandes interrogantes que ofrece la guerra.
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¿Fue un acto bélico japonés, sin más? En Japón no todos los sectores eran belicosos. Un sector del ejército,
encabezado por Tojo, propugnaba una actitud imperialista y militarista, pero los industriales no mostraron ningún
entusiasmo por un eventual conflicto y la marina no compartía los entusiasmos expansivos. En varias ocasiones se
pudo comprobar que el emperador se oponía a la guerra.
¿Fue, entonces, una trampa norteamericana, un señuelo para incitar al Japón, una maniobra de Roosevelt? Esta
tesis se ha sostenido varias veces, uno de sus argumentos es la no presencia en Pearl Harbor de los barcos más
poderosos, los portaaviones. La política exterior norteamericana se había orientado a proteger las colonias inglesas,
especialmente Singapur, ya dificultar la presencia armada de los japoneses en China, a la que habían invadido en
1937. ¿Existía un choque de intereses comerciales? No hay prueba ninguna concluyente de que Estados Unidos
buscara deliberadamente la guerra con el Japón. Es de junio de 1940 a julio de 1941 el gobierno norteamericano no
toma ninguna disposición para cortar la venta de petróleo a Japón por compañías estadounidenses. Renouvin ha
aportado pruebas y razonamientos de que Estados Unidos en noviembre deseaba, por lo menos, retrasar la guerra.
Habría que concluir por tanto la responsabilidad japonesa, pero matizádola. Japón en esas semanas ha empezado a
agotar sus reservas de petróleo, y no puede esperar indefinidamente un conflicto que es, en cualquier caso, previsible.
Esta situación sería aprovechada por algunos grupos japoneses para precipitar los acontecimientos. Por otra parte, la
iniciación de actividades bélicas sin declaración de guerra no es una novedad en la historia japonesa; así iniciaron su
guerra contra Rusia en 1903 y algunos otros hechos de armas.

7. LA BISECTRIZ DE LA GUERRA (1942)


El año del cambio de signo en la lucha, debido a la utilización del potencial norteamericano, es 1942,
«bisectriz de la guerra», lo llama Henri Michel, inversión de la marea». André Latreille. La industria americana
produce en serie carros de combate Sherman, aviones de mayor capacidad y gran radio de acción (fortalezas
volantes), portaaviones, submarinos, etc., y gracias a los progresos de la logística sitúa el material en el lugar preciso.
El Pacífico es el área en la que primero se despliega este impresionante potencial. En junio de 1942 la batalla de
Midway, en la que la aviación de los portaaviones norteamericanos sorprende a la flota japonesa y destruye cuatro de
sus portaaviones, supone la pérdida de la ventaja que Japón ha conseguido en Pearl Harbor. En agosto los americanos
efectúan su primera operación de desembarco en Guadalcanal, pero la ocupación de la isla exige seis meses de lucha
sangrienta. Los submarinos estadounidenses se convierten en la consternación nipona; en diciembre del 42 habían
hundido un millón de toneladas de navíos enemigas. Un archipiélago que no controla las rutas del mar tiene
amenazada su supervivencia.
En el norte de África Rommel concentra grandes efectivos y hace del puerto de Tobruk su base de
operaciones. Pero su actividad dependía de la llegada regular de material, y la amenaza inglesa en el Mediterráneo era
constante. En la primavera de 1942 Rommel inicia la ofensiva y llega hasta 60 kilómetros de Alejandría, distancia
que las unidades motorizadas podían cubrir en un día, por lo que la flota británica ha de abandonar el puerto. En la
primera batalla del Alamein son detenidos por la escasez de combustible. A finales de octubre comienza la segunda
batalla del Alamein, uno de los combates más famosos de la guerra. A pesar del genio estratégico y táctico de
Rommel la situación del cuerpo expedicionario germano, el Mrika Korps, era mala. En julio se había combinado el
contraataque británico desde El Cairo con el desembarco de un ejército angloamericano en el África del Norte
francesa; a esta posible labor de pinza se añade que cada semana la flota inglesa destruye transportes Italianos;
Rommel habla de la larga batalla de los refuerzos y del abastecimiento»; el tiempo trabaja en contra suya. El zorro
del desierto» se queja en sus notas de su inferioridad en tanques y de su escasez de carburante. El VIII Ejército inglés,
dirigido por Montgomery, le aventaja en tanques (1.230 frente a 260 -Rommel anota 500. pero no todos estaban en
condiciones de combatir y dispone de los, en ese momento, invencibles Sherman; le supera en cañones y municiones;
no sufre sus terribles agobios de falta de carburante. Rommel se prepara para una guerra de posiciones, mediante
campos de minas, pero Montgomery adiestra a sus fuerzas para romperlas y por otra parte la intervención aérea
convierte las trincheras en cepos. El 3 de noviembre las líneas alemanas están rotas y la retirada constituye la única
preocupación. Rommel escribe: .El 3 de noviembre marcará una fecha en la historia de esta guerra"
En esos momentos se está produciendo en Rusia otra tragedia para la Wermacht. En noviembre de 1942 los
rusos, avanzando por el valle del Don; efectúan una maniobra de envolvimiento del ejército de Von Paulus que trata
de ocupar la ciudad de Stalingrado. De esta ciudad habían hecho rusos y ale- manes un símbolo. En las alocuciones
de Goebbels y en algún discurso de Hitler se alude al hundimiento definitivo del santuario sagrado enemigo. Tres
maniobras efectúan los generales soviéticos: reforzamiento de las tropas del interior de la inmensa ciudad, de casi 50
km de longitud de construcciones urbanas a lo largo del Volga; penetración del ejército del Don; irrupción de un
tercer ejército al oeste del Don. Los alemanes disponen en el sur de Rusia de un millón de hombres, pero sus líneas
están demasiado extendidas. En noviembre podrían haber iniciado un repliegue, pero Hitler, convencido por Goering
de que era posible el abastecimiento por aire, lo prohíbe; así queda copado un ejército de más de 200.000 hombres.
En enero Von Paulus se rinde. Es un desastre tremendo, la pérdida del ejército del este, la resurrección del potencial
ruso. En Stalingrado, la Wermacht pierde 100.000 soldados supervivientes, 24 generales, 2.000 carros de combate,

291
más de 5.000 cañones. El sueño de Hitler de conseguir el petróleo de Baku se disipó definitivamente, la guerra
cambia de siglo.

8. LA VICTORIA ALIADA (1943-1945)


Con la derrota de Stalingrado y el hundimiento del ejército alemán en Africa se inicia una fase de retroceso
constante de la Wermacht. Nota sobresaliente de este período es la diversidad de planteamientos estratégicos
elaborado por los Estados Mayores de las potencias aliadas:
-los rusos inician la estrategia del rodillo compresor, aprovechando la superioridad en efectivos y material
empujan frontalmente a las divisiones alemanas;
-los americanos deciden dar prioridad a la guerra en Europa y desean un ataque concentrado decisivo, el
hundimiento de la resistencia enemiga en una zona determinada; la aplicación de este principio será el desembarco de
Normandía;
-los ingleses prefieren los ataques limitados y dispersos en la periferia de Alemania: en Noruega, Italia, los
Balcanes.
En realidad los tres planteamientos se van a llevar a cabo, según las zonas. La colaboración entre
norteamericanos y británicos es total; en enero de 1943 Roosevelt y Churchill acuerdan la invasión de Italia y en
julio se inicia la operación con el desembarco en Sicilia. Aunque el ejército alemán escapa al copo aumenta la
resistencia interior a Mussolini, que es destituido por el Gran Consejo fascista el 24 de julio y sustituido en la
jefatura del gobierno por el mariscal Badoglio. Italia capitula, ya pesar de que paracaidistas de las 88. en un golpe de
audacia, rescatan al Duce, el desembarco norteamericano en Nápoles señala el inicio del avance por la península.
Durante el año 1944 los signos de hundimiento de Alemania son claros y se multiplican los de resistencia
interior a Hitler. El potencial aéreo aliado se utiliza con más precisión. Orientado hasta entonces a la destrucción de
ciudades, se destina ahora casi exclusivamente al bombardeo de los puntos neurálgicos enemigos, es decir, a los
centros industriales y de comunicaciones. El debilitamiento germano no se debe sólo ala creciente potencia enemiga
sino también a factores internos:
-la industria de armamentos no se encuentra preparada para una guerra tan larga. Empiezan a faltar materias
primas y no es posible modernizar las armas al ritmo al que lo consiguen los aliados;
-las decisiones de Hitler fueron con frecuencia nocivas, por ejemplo, al anteponer la fabricación de
bombarderos a la de cazas para poder arrasar las ciudades inglesas la Lnttwaffe se encuentra en inferioridad cuando se
trata de defender a las ciudades alemanas;
-falta de coordinación e incluso rivalidades entre las distintas armas, as entre la aviación y la marina.
-escasez de brazos. El dogma nazi de la mujer en el hogar restó posibilidades de sustitución de la mano de
obra masculina en industrias indispensables para la producción bélica. Además, la potencia demográfica alemana es
inferior a la rusa y norteamericana.
Sobre este gigante debilitado y dividido avanzan tres col0sales dientes de tenaza; desde el sur, por Italia, un
ejército angloamericano, al que se van a sumar enseguida los italianos; desde el oeste, tras el desembarco de
Normandía, todo el potencial de norteamericanos, ingleses y franceses; desde el este,
.el rodillo ruso».
En Italia el mariscal Alexander consigue romper en Montecasino la línea de resistencia germana; sus tropas
entran en Roma y continúan el avance hasta Florencia, el Po y alcanzan finalmente los Alpes. Italia ha sido
totalmente ocupada. Mussolini es asesinado mientras las deterioradas fuerzas italianas colaboran en los últimos meses
de la contienda con los aliados
El desembarco de Normandía, concebido por los norteamericanos como el ataque decisivo, es la operación de
mayores proporciones de toda la guerra. La idea del gran ataque a través del canal de la Mancha se estudió en el
denominado plan "Overlord", de cuya realización se encarga al general Eisenhower. La dificultad mayor de una
operación tan amplia radicaba en el mantenimiento de la sorpresa, del secreto de los movimientos previos; la
inexplicable desorientación de los servicios alemanes y las decisiones arbitrarias del Führer colaboraron en este
aspecto, En segundo lugar era preciso establecer una amplia cabeza de puente. El día D se fijó el 6 de junio de 1944,
ante la inexorable necesidad de no aplazar la operación a pesar de que no eran favorables las condiciones del mar
.4.300 navíos de transporte, escoltados por 500 buques de guerra y precedidos por 300 dragaminas, desparramaron
en cinco puntos de la costa a cinco divisiones, mientras otras tres aerotranportadas debilitaban la retaguardia enemiga.
Al éxito de la operación contribuyó la desorientación de los submarinos germanos, que hubieran podido dificultarla,
la superioridad aérea aliada y la ayuda de la Resistencia francesa en la penetración tierra adentro. El grueso del
ejército alemán se concentró en la región de Caen, frente a los cuerpos británicos, pero al mismo tiempo los
norteamericanos avanzan por la península de Cotentin, y al sumarse a las fuerzas desembarcadas el III Ejército
acorazado del general Patton el avance, por Francia se con- vierte en incontenible. El 15 de agosto un desembarco en
la Provenza provocó el retroceso alemán hasta la Lorena; se había abierto un segundo frente en territorio francés y las
comunicaciones alemanas podían ser estranguladas. Un río de hombres y material progresa desde las costas del norte
hacia la capital francesa, mientras 10.000 bombarderos y cazas acosan a las tropas germanas y desbaratan sus
292
comunicaciones. El 25 de agosto los aliados entran en Paris; a la semana siguiente los tanques de Patton cruzan el
Mosa por Verdún e inician la ruptura del frente alemán; el 3 de septiembre el II Ejército británico llega a Bruselas, y
al día siguiente otra avanzadilla entra en Arnberes y ocupa las instalaciones portuarias. Por el Rhin podía avanzarse a
gran velocidad, como por un pasillo; el Rhur tenía su puerta a 170 km, si Hitler lo perdía no podría continuar la
guerra. Pero entre octubre de 1944 y enero de 1945 se produce una pausa, los aliados no están en condiciones de
continuar al mismo ritmo, alargando sus líneas, y los alemanes resisten con mayor dureza en el momento en que
tratan de defender su territorio nacional.
Mientras, por el este, la marea rusa adquiere una dimensión cada vez más amenazadora. Tras la derrota de
Stalingrado. Hitler intenta detener el avance soviético lanzando divisiones blindadas sobre el saliente de Kursk; es una
batalla destructora en la que participan 3.000 carros. El fracaso alemán abre a los ejércitos soviéticos la posibilidad de
alcanzar el Dnieper y ocupar Ucrania. En el norte los alemanes han de abandonar el cerco de Leningrado. En la
primavera de 1944 Zhukov y Koniev inician el asalto hacia Alemania: sus 16.000 aviones y 14.000 carros de
combate resultaron más enérgicos que las órdenes de Hitler prohibiendo la retirada. En Bielorrusia el mando
soviético concentra 2.5 millones de hombres y decenas de miles de cañones. Desde Minsk, en otro tiempo región de
embolsamiento del ejército ruso, el avance llega a adquirir un ritmo de 20 km diarios, hasta alcanzar, en agosto, el
Vístula, frente a Varsovia. La insurrección interior de los polacos provocó la última gran matanza de civiles.
En diciembre de 1944 Alemania realiza sus últimos esfuerzos, un intento de contraataque por las Ardenas, la
lluvia de bombas volantes (VI y V2) sobre Londres. Pero cuando, el 7 de marzo, los aliados toman el puente de
Remagen sobre el Rhin la suerte está echada: mientras avanzan las divisiones de tierra, masas de aviones machacan las
instalaciones del Rhur. El 31 de enero Zhukov había llegado a 66 km de Berlín. La pinza decisiva se cierra por el este
y el oeste. Hitler ordena que se refuerce el frente oriental, lo que facilita la penetración de Patton y Montgomery por
el Rhin. En los primeros días de mayo americanos, ingleses y rusos entran en Berlin. Hitler se suicida en la
Chancillería y se produce la rendición de Alemania el 8 de mayo.
En el Pacífico el Japón todavía resiste. Durante el año 1944 las batallas de las Marianas (Junio) y Leyte
(octubre) suponen pérdidas de portaaviones y acorazados japonesa, con lo que el ejército de Birmania queda
desabastecido y resulta más fácil su derrota. El 1° de abril desembarcan los americanos en Okinawa (una de las islas
Riukiu), donde los japoneses tienen más de 100.000 muertos; pero su mayor repercusión es su conversión en
plataforma desde la que la fuerza aérea norteamericana procede al bombardeo de Tokio y las urbes industriales. Un
arma nueva, la bomba atómica, arrojada el día 6 de agosto sobre Hiroshima y el 9 sobre Nagasaki, provoca la
rendición incondicional. Algunos especialistas estiman que Japón estaba dispuesto a rendirse y que Truman deseó
probar el arma desconocida. Es un tema no aclarado, pero en el presidente influyó el cálculo de algunos generales
americanos que estimaban que la resistencia japonesa duraría semanas y provocaría miles de bajas estadounidenses,
mientras, por otra parte, los rusos, que saltan desde Manchuria, podrían obtener ventajas territoriales. En el
acorazado Missouri, anclado en la bahía de Tokio, se firma, el 2 de septiembre, la capitulación nipona. La guerra ha
terminado

9. BALANCE DE LA GUERRA
La guerra se salda con un balance terrible de pérdidas humanas y materiales; en cambio, los reajustes
territoriales que provoca son menos intensos que los de la contienda de 114. Examinemos estos aspectos.

Pérdidas humanas
Son las mayores que una guerra ha producido en toda la historia. Que los especialistas aventuren cifras que
oscilan entre los cincuenta y sesenta millones de muertos puede parecer un margen de error excesivo, pero las
destrucciones de registros civiles por los bombardeos aéreos, la confusión provocada por traslados de población -que
imposibilita distinguir entre fallecidos y desaparecidos- y la pérdida de parte de la documentación explican la
incertidumbre. El elevado porcentaje de victimas civiles, un 50 % frente al 20 % de la 1.a guerra, constituye otra
nota peculiar. De manera general debemos distinguir, desde el punto de vista de las repercusiones demográficas, el
Este y el Oeste, aquél mucho más perjudicado, lo que explica su mayor dureza en los tratados frente a Alemania. En
la Unión Soviética murieron 20 millones de personas, cifra que supone alrededor del 10 % de la población; es el país
de mayores pérdidas absolutas. Pero en porcentaje es 'superado por Polonia, a pesar de ser una nación que
prácticamente no intervino en las operaciones bélicas; sus seis millones de muertos, más de la mitad judíos, rebasan el
15 % del total de la población. Yugoslavia fue otra nación mártir, en la que la contribución civil a la mortandad
resulta sorprendente: 300.000 soldados y 1.200.000 civiles; comparemos estas cifras con las pérdidas de Italia, de
300 a 400.000, y comprobaremos cómo esta vertiente demográfica, menos estudiada que la bélica, no siempre
coincide en sus áreas con los nombres resonantes de las grandes batallas. Conocemos mejor las bajas de las potencias
occidentales; Francia ha perdido 600.000 hombres e Inglaterra una cifra algo menor; los Estados Unidos han sido en
éste y otros aspectos la nación menos castigada. 300.000 victimas mortales {el 0.2 % de su población), a pesar de
luchar en tres continentes; es una prueba de su adaptación máxima a la guerra de máquinas. Las pérdidas alemanas
resultan más difíciles de evaluar; se estiman en alrededor de cinco millones, en su mayoría militares, ya que los
293
cálculos de civiles muertos no rebasan el medio millón. Para el Japón la experiencia más dramática fueron los
200.000 muertos en pocos minutos en las dos explosiones atómicas, pero el total no puede conocerse ni por
aproximación, ya que varios millones de ciudadanos abandonaron las islas para trasladarse al continente.
No es la potencia destructiva de la tecnología militar la única responsable de la catástrofe demográfica y los
sufrimientos; los increíbles programas de exterminio del régimen nazi contribuyeron en no pequeña medida a la
gigantesca masacre de esos años. Al finalizar las operaciones militares se descubrieron los campos de concentración,
en los que se intentó la solución final del problema judío y la eliminación de los opositores políticos al tiempo que se
ensayaban experimentos de esterilización y de eliminación de los ciudadanos tarados. Los nombres de Auschwitz,
Bergen-Belsen, Mauthausen. Dachau.
Buchenwald saltaron en escalofriantes relatos a las páginas de la prensa mundial. Libros como el de Poliakov
sobre Auschwitz, o documentos cinematográficos como él de Resnais, Noche y niebla, superan cualquier capacidad
de descripción literaria del horror. El cálculo de seis millones de judíos exterminados por el régimen nazi parece ser
aceptado por los historiadores que se han ocupado del tema.
En el capítulo demográfico debe anotarse además la modificación del mapa étnico europeo con intensos
desplazamientos de población. Al aceptar Churchill la frontera de posguerra entre la URSS y Polonia a lo largo de la
línea Curzon se convino la diáspora polaca, con tres o cuatro millones de seres humanos que tuvieron que abandonar
las tierras en que Vivian; en compensación, Polonia recibió tierras alemanas, cuando se fijó la nueva frontera en el
Oder-Neisse, decisión que provocó el éxodo de siete millones y medio de alemanes de Prusia oriental y áreas del este
de los dos ríos; esta frontera fluvial y el éxodo poblacional que implicaba provocó inútilmente la protesta de
Churchill. Las dificultades alemanas se incrementaron con los dos millones y medio de germanos expulsados de
Checoslovaquia al reponerse el Estado checo, y quizá 178.000 más fueron expulsados de Hungría, suerte más
favorable que la de la minoría germana de Rumania, que fue deportada a .la Unión Soviética. Prácticamente sólo en
Austria fueron dejados en sus hogares los descendientes de colonos alemanes. En el espacio báltico no faltaron
procesos de trasvase étnico. La suerte más cruel la sufrieron las tres naciones bálticas (estonios, letones y lítuanos),
cuya población había sido deportada a campos de trabajo alemanes durante la guerra ya Rusia al terminar el
conflicto, mientras su solar nacional era ocupado por colonos gran-rusos. La población finesa del istmo de Carelia
tuvo que evacuar sus hogares y establecerse más al oeste, dentro del trazado de sus nuevas fronteras. Siglos de lentos
procesos demográficos fueron barridos en pocos meses. De las grandes ciudades germánicas del Báltico sólo Lübeck
continuó siendo alemana; Stettin, Dantzig, Koenisberg, etc., se desgermanizan; es un indicio de la intensidad.

Pérdidas económicas
Las ruinas materiales en 1945 eran impresionantes. Las ciudades reducidas a escombros podían considerarse
un exponente de la intensidad destructora de los combates. El año 1918 no había legado imágenes tan consternado
ras. Contribuyó a generar esta geografía continental de ruinas la potencia d4 las armas y muy especialmente los
bombardeos aéreos, pero no menos la estrategia de movimientos, los avances y retrocesos de los ejércitos por los
mismos parajes. Durante la guerra se creó un organismo, la UNRRA, que aliviaría las necesidades de la población de
las zonas conquistadas recientemente a Alemania, reintegraría prisioneros y exiliados a sus hogares y organizaría la
recuperación agrícola e industrial. Pero al terminar la guerra la postración de Europa era más grave de lo que se había
calculado, especialmente el gran campo de batalla de la Europa central, desde Stalingrado y Montecassino a Caen o
Hamburgo. Las vías férreas están destruidas y el material rodante convertido en chatarra o situado en otra nación
diferente a la que pertenece. El castigo que ha sufrido Alemania en sus comunicaciones es el elemento más importante
de postración, estiman economistas como Chardonnet, porque a pesar del potencial terrorífico de los bombardeos
aéreos quedan en pie, incluso en el Rhur, un porcentaje de instalaciones siderúrgicas y textiles. Un informe polaco
calcula que ha perdido el 80 % de los medios de transporte y el 50 % de la riqueza ganadera. Con variantes todas las
naciones pueden formular estimaciones similares. Los franceses han perdido casi 2.000 obras de arte; los italianos
encuentran devastadas todas sus regiones, excepto la rica llanura agrícola del Po, lo que significaba una pequeña
compensación.
Por todas partes reina el hambre. En el verano de 1946 una comisión de la ONU calculó que 100 millones de
europeos están alimentándose con menos de 1.500 calorías. En conjunto la producción industrial ha descendido a
1/5 en relación con el nivel de preguerra. Toynbee ha señalado como factores limitadores de la actividad industrial la
escasez en carbón, maquinaria y transporte, y la dispersión y debilidad de la mano de obra. Gran Bretaña, una de las
artífices de la victoria, termina exhausta la contienda. De primera acreedora del mundo ha pasado a deudora, de
suministradora de productos manufacturados a la Commonwealth a tener que adquirir algunos en Canadá, de señora
del comercio marítimo a potencia intermedia en los mares. Sólo los Estados Unidos han salido indemnes en su
territorio nacional, y su ayuda constituye la única esperanza de recuperación para un continente triturado.

Repercusiones territoriales
En varias conferencias internacionales durante la guerra se debate la cuestión de las fronteras; así Teherán
(diciembre de 1943), Yalta (febrero de 1945), Potsdam, reunión que se celebra después de la muerte de Roosevelt y
294
de la capitulación alemana Uullo de 1945). El aspecto más Importante, que configura una situación nueva a la que ha
de enfrentarse el derecho internacional, es la ocupación de Alemania y su reparto en cuatro zonas de influencia; no se
trata ya de la ocupación de un área, para garantizar los pagos de guerra, como en 1914; en 1945 cuatro poderes
ejecutivos extranjeros toman las decisiones y anulan el ejercicio de la soberanía germana.
En Europa occidental los cambios territoriales son mínimos. Las potencias preferian mantener el statu qua, así
el Tirol del Sur permaneció en manos italianas y el norte del SchlesWig en manos danesas, dos ejemplos de la
prudencia con que actuaron los grandes. Más importancia tuvieron los nuevos trazados en el Mediterráneo, donde
Italia tuvo que ceder una parte de Istria a Yugoslavia y Rhodas a Grecia; Rumania dio Besarabla ala URSS pero
recuperó la Transilvania abandonada por Hungría. Bulgaria perdió su desembocadura en el Egeo. Pero nada de esto
es comparable a la intensidad de las modificaciones del este europeo, donde Rusia se incorpora zonas de Polonia, los
Estados bálticos y buena parte del territorio finlandés. Polonia, como hemos indicado, experimenta una traslación de
su territorio nacional de varios centenares de kilómetros hacia el oeste, compensando la pérdida de sus provincias del
este con Pomerania. Brandeburgo y Silesia.
Japón pierde su imperio y queda reducido a las islas de su archipiélago, bajo un ejército de ocupación y el
gobierno de Mac Arthur como procónsul. Especialmente lamentable para los nipones es su necesidad de ceder
Manchuria a Corea.
Una vez más se comprueba la inestabilidad de las fronteras, que tras un proceso bélico se desplazan sin reparar
en condicionamientos étnicos o históricos. En conjunto dos naciones son las más favorecidas por el reajuste: Rusia,
que avanza hacia el continente europeo, y Polonia, que consolida un solar nacional con amplia fachada al Báltico.

DOCUMENTOS
1. EL DISCURSO DE CHURCHILL (4 DE JUNIO DE 1940)
En este párrafo del famoso discurso de Churchill llamando a la resistencia, podemos diferenciar dos planos: 1º
la arenga vibrante para continuar la guerra, con un lenguaje peculiar; 2°, un preciso cuadro de la situación de la
contienda (caída de varios países) y de la diplomacia (fraterna Francia), con las limitaciones de Ale- manta y las
ventajas de Inglaterra (en el mar, en el aire en menor grado, por la posesión de un imperio). Ordénense, con frases
textuales, estas ideas.

“Esa es la decisión del gobierno de Su Majestad y de todos los hombres que lo componen. Esa es la voluntad
del Parlamento y de toda la nación. El Imperio británico y la República francesa, unidos en la misma causa y en la
misma necesidad, defenderán su tierra natal hasta la muerte, ayudándose fraternalmente hasta el límite de sus fuerzas.
Aunque, en verdad, gran parte de Europa y más de un antiguo y famoso Estado hayan caído o puedan todavía caer en
las garras de la Gestapo y de todo el odioso aparato de opresión nazi, no nos someteremos ni nos doblegaremos.
Seguiremos hasta el fin, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos en los aires con una
fuerza y una confianza crecientes, defenderemos nuestra isla a cualquier precio, lucharemos en las playas, lucharemos
en los aeródromos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas: no nos rendiremos jamás. E
incluso si esta isla (...), cosa que ni por un instante creo posible, fuera sojuzgada, en ese caso nuestro Imperio de
ultramar, armado y vigilado por la flota británica continuarla el combate hasta que, en el momento que Dios desease,
el Nuevo Mundo, con toda su fuerza y su poder, avance para socorrer y liberar al Antiguo.”

2. DESPUÉS DE STALINGRADO
Correlacionar la derrota militar con la crisis política. Resistencia interior a Hitler, inquietud en sectores del
ejército y de la diplomacia. Responsabilidad del Führer en la conducción de las operaciones.

“Ebenhausen. 14-11-43.
Las últimas semanas han traído la crisis más grave que hemos presenciado durante esta guerra: en realidad, la
primera crisis verdadera, desgraciadamente no sólo del gobierno y del sistema, sino de toda Alemania. Como símbolo
se le da el nombre de Stalingrado. Por primera vez. Hitler no logra quitarse de encima la responsabilidad y por
primera vez también las murmuraciones y la crítica le alcanzan directamente. Se trata de una verdadera crisis:
incapacidad militar que hasta ahora ha podido disimularse gracias a un feliz juego de azar, a la escasa combatividad
de los adversarios y a otras casualidades que han trabajado en favor del .estratega más genial de todos los tiempos-, es
decir, del cabo megalómano. Todo el mundo ve claramente que se ha derramado una preciosa sangre sólo por puntos
de vista y de prestigio insensatos y criminales. Como esta vez se trata también de los asuntos militares, los generales
por fin han abierto los ojos. La conducta del desgraciado general Paulus, al cual los rusos podrán entregar ahora .el
bastón de mariscal- (el teniente coronel Paulus fue nombrado mariscal por Hitler el 31-1-43), es criticada
severamente. El general Paulus no fue capaz de seguir el ejemplo de York y por tanto no hubiera debido salir con
vida de esta catástrofe. (Paulus, de acuerdo con un plan convenido entre Kluge, Manstein y el movimiento de
resistencia, debió haber abandonado a tiempo Stalingrado y dirigirse al oeste. Después de esto. Kluge y Manstein
debían haberse apoderado del mando al mismo tiempo que en Berlín debía producirse un golpe de Estado.) Gustav
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Anton Wiefersheím (general en jefe de un cuerpo de ejército), el cual por causa de su conflicto con Paulus ~fue
destituido-, se ha rehabilitado completamente, pero a nosotros ya no nos sirve. El general Strecker, que había
defendido sus puntos de vista con más tenacidad y. por consiguiente, caído en desgracia, que no había recibido
ninguna condecoración ni le habían sido reconocidos sus méritos, fue junto con el jefe de su Estado Mayor.
Groscurth, el general que finalmente había luchado más tiempo.
Incluso Herr Zeitzler, el jefe favorito del Estado Mayor de Hitler, se da ahora cuenta de lo que pasa y ha
encontrado el valor de oponerse aciertas órdenes absurdas, y no se ha presentado durante dos días a la conferencia,
imponiendo de este modo su opinión. También Kluge y Mansteinhan logrado un poco más de libertad de
movimiento. Y Herr Fromm, esta especie de veleta, pronuncia también palabras atrevidas. Pero lo que a pesar de
todos los esfuerzos continúa faltando es el chispazo inicial.
Cada día hay más noticias sobre Hitler que demuestran su peligroso estado mental. El actual Gobierno celebra
su décimo aniversario, un Gobierno que ahora lucha únicamente por su propia existencia sacrificando a todo el
pueblo alemán. Es significativo que Hitler no se haya atrevido a hablar el 30 de enero. ¡Quién se podía figurar esto
hace poco, y que Goering, al sonar una alarma, hubiese desaparecido durante su discurso para esconderse en un
refugio!”
Ulrich VON HASSEL: Diarios.

INFORME
UN DELICADO PROBLEMA HISTORIOGRÁFICO: EL VATICANO ANTE LA CUESTIÓN
JUDÍA
El descubrimiento de los campos de concentración en la última fase de la guerra provocó consternación
mundial y dejó una estela de preguntas: ¿conocían los alemanes el programa de la solución final? ¿Poseían datos
suficientes los obispos alemanes, y en este caso cuál fue la postura de la Santa Sede? Cuando se publicó la obra de
Rolf Hochhuth, El Vicario, acusadora para Pío XII, la reacción católica fue de indignación. El tema no se ha cerrado
pero está suficientemente estudiado; sirvan de muestra los trabajos de Jacques Nobecourt: Le Vicaire et l'Histoire.
Paris, Le Seuil, 1964; Guenther Lewy: The Catholic Church and Nazi Gennany. Nueva York, 1964; Saúl
Friedlander: Pie XI[ et le III Reich. Palis, Le Seuil, 1.964, o, para seguir las líneas generales del tema, el libro del
historiador israelí Eliahu Ben Elissar: La Diplomatie du IIIe Reich et les Juifs (1933-1939). Palis, Julliard, 1969, y
más recientemente la insistencia de Léon Papeleaux: Les suences de Pie XII Bruselas, Ed; Vokaer, 1980, y del mismo
autor el artículo. Le Vatican et le probleme juif. (1944-1945), en Revue d'histoire de la deuxieme guerre mondiale,
n.o 124 (octubre de 1981. También los números 98, 107 y 115). Que el tema no ha perdido actualidad se
comprueba en el número monográfico que esta misma revista ha dedicado a Sur les églises pendant la guerre", no
128 (octubre, 1982). Disponemos, asimismo, de abundante documentación:
-nazi; procedente del ministerio de Asuntos Exteriores del III Reich, utilizada por FIiedliinder.
-judía, del Congreso judío mundial y de los archivos sionistas de Jerusalén. -vaticana. El Vaticano ha
publicado vartos tomos de document9s del período de la contienda: Actes etDocuments du Saint-Siege relatifs a la
deuxieme gue- rre mondiale. LibreIia EditrtceVaticana, 1965 y ss. Especial interés ofrece el tomo II, que incluye la
correspondencia de Pío XII con los obispos alemanes,
y el X, con 501 documentos sobre las posturas y gestiones de la Santa Sede ante las víctimas de la guerra.
Evitando las posiciones apologéticas o críticas, ¿qué podemos concluir a la vista de estos trabajos y conjuntos
documentales?
Al principio de su pontificado Pío XII intentó restablecer unas relaciones normales con el régimen nazi, tras el
deterioro que habían sufrido con la publicación de la encíclica de 1937 Mit brennender Sorge, y la correspondencia
con los cardenales alemanes Bertram (Breslau), Faulhaber (Münich), Schulte (Colonia) lo prueba. A lo largo de los
años 1939 y 1940 el Pontífice intenta mediar entre las dos posiciones del episcopado alemán, la que rechaza la
posibilidad de entendimiento con el régimen nazi (Preysing) y la que postula la colaboración (Bertram). En los años
siguientes, los mayores esfuerzos de la Santa Sede se orientan hacia el restablecimiento de la paz. Pero en todo
momento el Pontífice, en medio de torturantes dudas, entiende que el mayor peligro para Europa no es el nazismo
sino el bolchevismo. Así se explican dos notas de su correspondencia y discursos: los silencios y los intentos de
exonerar de responsabilidad a los gobernantes del Reich. Los silencios son indudables; sólo dos veces en 124 cartas
alude a la cuestión judía, sólo tres cita brevemente los campos de concentración. Más llamativo es el intento de paz
sin responsabilidad; en febrero de 1944, cuando ya son conocidas las atrocidades nazis, pide una «paz de
compromiso que excluya la reclamación de responsabilidades de guerra».
Más esclarecedora es la actividad diplomática vaticana en los últimos meses de la guerra. En el otoño de 1944
se teme el exterminio de 16.000 hombres y 35.000 mujeres en el campo de Brzezinski y 45.000 en el de Auschwitz;
el Nuncio en Berlín informa que es inútil cualquIer tentativa humanitaria y la Secretaría de Estado instruye a
L'Osservatore Romano que no se haga eco del problema para evitar que una posible irritación de los nazis produzca
el exterminio de los judíos concentrados. En enero de 1945 la Secretaría de Estado cree que debe mantenerse

296
independiente, ante las súplicas del Congreso mundial judío y de la Cruz Roja de que intervenga Con sus buenos
oficios.
A pesar de lo expuesto no debemos entender que la política vaticana fue simplemente de inhibición; su
prudencia para no comprometerse, como el rechazo de envíos de dinero de organizaciones judías para que pudiera
actuar, contrasta con otros momentos, a lo largo de 1944, en que realiza gestiones con diversos gobiernos para que
acojan refugiados judíos. Los titubeos se pueden comprobar incluso en Roma. En unos momentos apoya a los
refugiados que se esconden dentro de la Ciudad del Vaticano, entre ellos aviadores norteamericanos y británicos; en
otros da instrucciones para que los Institutos religiosos no sirvan de cobijos clandestinos. Tras la liberación de
Roma, en junio de 1944. los judíos envían reconocimientos al Papa, que especialmente en el norte de Italia ha
ayudado a los que se encuentran en campos de concentración, y en julio el gran Rabino anuncia un oficio especial en
la Sinagoga para agradecer a Pío XII y Roosevelt sus esfuerzos humanitarios. Rehuyamos, por tanto, la critica
sistemática de El Vicario, pero en cualquier caso, sin olvidar que Pío XII hizo constantes llamadas a la paz y realizó
gestos abnegados -algunas fotografías le muestran atendiendo a los heridos en medio de un bombardeo aéreo-, no
cabe duda a los historiadores de que su diplomacia tuvo mucho de titubeante y su posición ante la cuestión judía fue
tibia en exceso:
Su germanofilia influyó en su comportamiento. No olvidemos que fue Nuncio en Berlín entre 1917 y 1929.
Para Pío XII el bolchevismo constituye el peligro mientras encuentra posibilidades de entendimiento con el régimen
nazi. Rita Thalman habla de «la tragedia no solamente de un hombre sino de un catolicismo prisionero de la
ideología conservadora a punto de olvidar los principios del Evangelio y de capitular ante el fascismo.
Algunas intervenciones de la diplomacia vaticana se explican por esta orientación germanófila, así la oposición
a las exigencias de Churchill en 1943 y 1944 de rendición sin condiciones, o a la propuesta en mayo de 1944 de
instalación de un Estado judío en Palestina.
Más activa y humanitaria fue la posición de la Iglesia en las naciones donde los Nuncios actuaron sin atenerse
a las instrucciones del Vaticano, como ocurrió con Bernardini en Suiza, Rotta en Hungría. y sobre todo el
humanismo Roncalli (el futuro Juan XXIII) en Turquía, quien escribe a una personalidad judía: «siempre a vuestro
servicio y al servicio de todos los hermanos de Israel..
Los silencios de Pío XII están comprobados. MIentras rehúsa condenar el nazismo se moviliza al final de la
guerra para evitar que los soldados alemanes prisioneros sean deportados a Rusia. Se explica la nota: de Osborne,
embajador de Gran Bretaña, en noviembre de 1944, al transmitir a monseñor Montini su extrañeza de que el Santo
Padre deplorara los pillajes de la s oldadesca soviética cuando nunca había comentado en público las exacciones de la
Wehnnacht nazi.

CAPITULO XXIX: LA GUERRA FRIA


1. LA GUERRA FRÍA
El final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 no supone el inicio de un periodo de distensión. A diferencia
de 1918, los vencedores comprueban casi de manera inmediata que la guerra ha enmascarado, bajo el desafío del
enemigo común nazi, intereses divergentes e ideologías incompatibles. El polemologo Gaston Bothoul ha escrito: “El
final de las guerras produce una tensa y súbita sensación de euforia...Todos se sumergen en la alegría de la aventura
excitante que no ha terminado del todo mal”, pero reconoce que en 1945 el sentimiento de euforia fue bastante mas
mitigado que el de la Europa de Versalles, y el historiador Rene Remond señala como paradoja sorprendente que la
ruptura se haya producido, tras el inmenso conflicto, de manera casi inmediata. Este periodo de tensiones, en el que
el enfrentamiento en el campo de batallas sustituido por una nueva forma de hostilidad, de confrontación no bélica,
ha sido denominado “guerra fría”. Contribuyen a aminorar la distensión factores muy diversos;"-como la intensidad
de las destrucciones, que mantienen a Europa durante años bajo la amenaza del hambre, o la continuación psicológica
del conflicto con el juicio y condena de los dirigentes nazis en Nuremberg, donde se procesa a 21 acusados, y se
ejecuta a 12 (octubre de 1946), No obstante, el freno más fuerte de la distensión es la diferente concepción política
de los vencedores, ocasionalmente unidos frente a la amenaza alemana y otra vez conscientes de sus
incompatibilidades cuando las circunstancias bélicas han pasado. René Remond ha señalado como raíces de la guerra
fría, en primer lugar, causas ideológicas, dos nociones de la democracia; para el Oeste, como herencia del régimen
liberal, la democracia es la defensa de las libertades individuales; para el Este, la igualdad, instaurada si es preciso con
la suspensión de las libertades individuales; y en segundo lugar la competencia por la hegemonía territorial, que
aceleró la conciencia de los disentimientos. El ejército soviético ha liberado a la Europa oriental y central, y está
presente y victorioso en ocho naciones; la retirada de los Estados Unidos del viejo continente provocarla una
situación de desequilibrio.
La expresión «guerra fría» se ha atribuido al prestigioso columnista Walter Lippmann, que publica en 1947 el
folleto: «La guerra fría.» Un estudio de la política exterior norteamericana», si bien antes fue utilizada por algunos
297
miembros de la comisión de energía atómica de las Naciones Unidas, como Swope y Baruch. En los años 50, los
trabajos sobre esta forma de tensión internacional se referían a la política expansiva de la Unión Soviética; en los años
60 se multiplican las réplicas que presentan a Estados Unidos como el abanderado del capitalismo monopolista
mundial, y sobre este supuesto Chomsky considera que Pearl Harbor constituyó la primera trampa para ubicar al
Japón en el esquema de dominio norteamericano. En 1965 el historiador soviético Poliakov efectúa un esquema
bipolar, adjudicando responsabilidades por ambas partes, y Daniel Yergin destaca el equívoco que se ha introducido
en la política internacional, al considerar a la URSS como el Estado revolucionario mundial en vez de una potencia
que se mueve por intereses estrictamente nacionales.
La guerra fría es un estado de tensión permanente, primero entre las grandes potencias, luego entre los bloques
que éstas encabezan. El paso de la distensión a la tensión fue muy rápido; en 1945 al tomar posesión del puesto de
secretario general de la ONU el noruego Trygve Lie, pide: «Igual que estuvimos unidos durante la guerra, debemos
continuar unidos en la paz», piadoso deseo que quedó desbordado por las posturas de desconfianza y el aislamiento
del Este al constituirse una órbita de Estados en torno a la Unión Soviétic :a convertido Winston Churchill en
ciudadano particular tras la derrota electoral de su partido, pronuncia en fulton (Missouri) la conferencia (marzo de
1946) en la que diagnostica la división del mundo: «Desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha
caído un telón de acero a través del continente», pidiendo a las democracias-occidentales que se mantengan unidos
para evitar que a todos aplaste la catástrofe. La expresión «telón de acero» se convierte en la más lacónica definición
de la guerra fría, de un mundo político bipolar, con bloques entre los que se multiplican las tensiones pero sin llegar
al punto crítico de agosto dé 1914 o septiembre de 1939. Menos gráfico es el término «contención», preferido por
los responsables de la política exterior de Washington; en 1953 Foster Dulles habla de «no apaciguar al enemigo a
cualquier precio». Los informes y los escritos del embajador norteamericano en Moscú, Kennan, constituyen para los
occidentales la fuente sobre la que se presenta a Rusia como el nuevo peligro mundial, mientras la voz de Walter
Lippmann intenta moderar las pretensiones de Estados Unidos de forjar una barrera planetaria frente a la URSS,
desde Grecia e Italia a Japón, con profundas reflexiones sobre lo desmedido del proyecto y la carga que comienza a
recaer sobre los norteamericanos.
Varias notas definen esta psicosis internacional de trinchera:
-enfrentamiento no bélico bipolar, al organizarse las naciones en dos grandes bloques acaudillados por
Estados Unidos v URSS.
-configuración por cada superpotencia de una zona de influencia propia, impidiendo, una vez delimitada,
cualquier desviación militar o ideológica. El respeto del adversario a la otra zona se considera, una regla básica del
juego. Dos ejemplos. En Italia el partido comunista tuvo un respaldo electoral enorme pero nunca llegó al gobierno,
porque probablemente Washington no hubiera consentido la pérdida de uno de los peones de su zona. Sobre este
mismo supuesto la URSS aplastó militarmente las defecciones húngara de 1956 y checa en 1968 porque se trataba
de su propio glacis, un terreno en el que no admitía ninguna penetración americana. Cuando se rompió esta regla,
excepcionalmente, al pasar Cuba al campo soviético, estalló la máxima crisis, la de los misiles en octubre de 1962,
que colocó al mundo a un paso del conflicto nuclear.
-no admisión de la condición de neutral. Todos los países se consideran implicados, salvo aquellos que
previamente ven reconocido tal estatus por las dos superpotencias. Este fue el caso de Austria.
- tratándose de un estado de tensión no solo militar sino preferentemente ideológico, empleo de armas como
la propaganda hostil, la presión diplomática, el espionaje, el “chantaje” económico. Se podrían poner ejemplos de
recursos diversos, pero limitémonos a recordar la importancia que adquiere el espionaje del adversario, fenómeno
insólito por sus proporciones en tiempo de paz, o la utilización de la venta de trigo o su prohibición a la Unión
Soviética en distintos momentos por decisión de Washington.
La crisis de la alianza antinazi es anterior a la terminación del conflicto. En la conferencia de Teherán
(noviembre de 1943) se antepusieron los planteamientos ecuménicos de Roosevelt, inspirado por conseguir un orden
de concordia, a los europeos de Churchill, en los que latía ya el propósito de establecer en los Balcanes una futura
barrera ante Rusia. La cordialidad que preside la reunión de grandes de la capital persa se deteriora a medida que
progresan a lo largo de 1944 los ejércitos aliados hacia Centroeuropa y se comprueba que en vez de una política
conjunta se impone la de hechos consumados, decidiendo cada gobierno en las zonas de avance de sus ejércitos, y así,
en Italia, británicos y norteamericanos no consultan a Moscú, y en Rumania. Bulgaria y Polonia disponen los
dirigentes soviéticos. El caso polaco se presenta en seguida como el más delicado. El gobierno exiliado en Londres se
resiste a cualquier trato con el gobierno ruso, al que hace responsable, tras la firma del tratado con Hitler, de la
invasión de su país, de la matanza en las fosas de Katyn de varios miles de oficiales y soldados polacos prisioneros,
crimen monstruoso del que inicialmente se intentó responsabilizar a los nazis, y finalmente de haber permitido la
represión alemana en Varsovia en agosto de 1944, reteniendo el avance de sus tropas. Moscú instala en Lublíh un
comité de polacos afectos y se desentiende del gobierno en el exilio. Churchill intenta suturar las deterioradas
relaciones entre los aliados, presentando a Stalin un proyecto de zonas de influencia. En la conferencia de Yalta
(febrero de 1945) Roosevelt se esfuerza en encontrar posibilidades de concordia, concediendo a los rusos la
ocupación de las islas Kuriles y acordando en Polonia la celebración de elecciones libres, pero pronto comprobó
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Churchill que los soviéticos no respetaban los compromisos polacos. Tras la rendición de Alemania, en Potsdam
(julio-agosto de 1945), desaparecido ya Roosevelt, la gran alianza se salvó exclusivamente por las concesiones
occidentales en la cuestión polaca.
La creación de la ONU suponía la máxima esperanza de un mundo en paz, pero con más fuerza que la
filosofía de su articulado los puntos de ruptura mostraban Que se iniciaba una era de tensiones:
-Trieste. En este enclave portuario del Adriático confluyen algunos de los problemas de la posguerra europea.
Mezcla étnica, el censo de 1921 calculaba 200.000 italianos y 18.000 yugoslavos, yen 1946 se había acusa- do
todavía más la proporción mayoritaria itálica; puerto de salida de los productos del viejo imperio austro-húngaro, en
declive tras su derrumbamiento, deriva en puerta comercial para productos italianos, austríacos, checos y en menor
proporción húngaros y yugoslavos. Molotov sostiene el punto de vista de Belgrado de que Yugoslavía constituye su
hinerland y de que cualquier división seria desastrosa para la región de Venecia Julia. Tras meses de debates se crea el
Territorio Libre de Trieste y se divíde administrativamente en dos zonas (angloamericana y yugoslava), pero las
fricciones no desaparecen al intentar asimilar Belgrado su zona.
-Estatuto del Danubio. Truman deseaba la libre navegación bajo un acuerdo internacional; Rusia prefería un
convenio entre los países ribereños, en su mayoría comunistas.
-Grecia. En los últimos meses de la guerra, tras regresar a Atenas el gobierno de Unidad Nacional de Jorge
Papandreu, Churchill obtiene de Stalin que sea considerada zona de influencia reservada a Gran Bretaña; en diciembre
del 45 las tropas inglesas neutralizan y alejan de la capital a la principal organización guerrillera, con lo que quedan
como las dos fuerzas capitales los monárquicos y el partido comunista. En las elecciones de marzo de 1946 triunfan
aquellos y Tsaldaris se convierte en primer ministro, pero su incapacidad para hallar soluciones a la crisis eco- nómica
reenciende la guerra de guerrillas. Desde Yugoslavia y la frontera norte pasan constantemente armas para los
comunistas; en diciembre el gobierno griego-presenta una demanda ante la ONU. ¿Va a convertirse Grecia en un país
comunista; llegará la órbita soviética al Mediterráneo central? En una nota de 21 de febrero de 1947 Londres
comunica a Washington que no tiene capacidad para continuar su ayuda económica y militar al gobierno heleno; un
mes después Truman decide el apoyo norteamericano; Es un hecho sintomático de la era de las superpotencias;
Joseph Jones, funcionario del Departamento de Estado y redactor de la doctrina Truman, exclama: «Inglaterra, en
esta hora, ha traspasado la función de líder mundial, con todas sus cargas y toda su gloria, a Estados Unidos».
-Polonia. Al advenimiento de la paz se forma un gobierno provisional, con participación de diversas fuerzas
políticas, que no supo impedir el enfrentamiento entre comunistas, socialistas y partido campesino de Mikolajczyk.
Moscú consigue unir a comunistas y socialistas, y una campaña de descrédito y persecuciones destroza al partido
campesino. En enero de 1947 se celebran elecciones en un clima de terror, en expresión de las notas de protesta de
las potencias occidentales. El Partido Comunista se hace paulatinamente con los resortes del poder y Estados Unidos
e Inglaterra contemplan con amargura cómo la nación báltica se convierte en peón de la política exterior rusa.
Churchill lo confiesa en un discurso en la Cámara de los Comunes en junio de 1946: .El destino de Polonia parece
ser una tragedia sin límites, y nosotros, que fuimos a la guerra, todos mal preparados, por ella, vemos con dolor el
extraño desenlace de nuestros intentos».
-Alemania constituye el problema más espinoso. Americanos e ingleses deseaban establecer un Estado federal
desmilitarizado; Rusia se oponía a la unificación, y apoyaba el plan elaborado durante la guerra por el secretario de
Hacienda norteamericano Morgenthau, que preveía el desmantelamiento sistemático de la industria germana y la
creación en Centroeuropa de una extensa región agraria. Al comprender que el inevitable proceso de proletarización
del pueblo alemán le inclinaría hacia las opciones ideológicas del comunismo, los aliados suspenden el
desmantelamiento mientras los rusos se llevan fábricas enteras y organizan la producción agraria según los principios
de la explotación colectiva, a lo que replican los norteamericanos, en consonancia con sus tradiciones nacionales, con
el traslado masivo de científicos a su país. Las conferencias internacionales de los años 1946-1947 muestran que el
compromiso es imposible; al ministro de Asuntos Exteriores soviético, Molotov, se le denomina por entonces
«Mister Niet», porque responde con negativas tajantes a todas las propuestas de sus antiguos aliados de guerra.
La confrontación no se limita al escenario europeo. En Irán, durante la guerra, Rusia apoya al partido Tudeh
en las comarcas septentrionales y los ingleses promueven levantamientos de tribus que hacen virar al gobierno de
Teherán hacia el entendimiento con las potencias occidentales; en China, vencido el invasor japonés, se reenciende la
guerra civil entre comunistas de Mao y nacionalistas de Chang-Kai-chek; pero la causa fundamental de la guerra fría
es la constitución en la Europa ocupada por el ejército soviético de repúblicas satélites, que subordinan a Moscú su
política exterior y su economía.
En junio de 1947 el clima de desaliento es general. En Hungría y Bulgaria ha sido eliminada la oposición, en
Checoslovaquia y Rumania se puede percibir ya la evolución hacia un régimen monolítico de partido único ante la
influencia creciente del comunista. De regreso de un viaje por el continente lord Templewood afirma en Londres que
por todas partes ha tenido la impresión de que la guerra estaba próxima. Warren Austin, delegado norteamericano en
la ONU, declara a los periodistas que la paz exigirá un período de cincuenta años para instaurarse y, entretanto,
habrá que soportar períodos de desaliento, como éste que estamos pasando.. Más que por sus propósitos por sus re-
percusiones se considera habitualmente manifiesto occidental de la guerra fría la conferencia del secretario de Estado
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norteamericano, general Marshall, el día 5 de junio en la Universidad de Harvard, en la cual anuncia donativos y
créditos a Europa -que los técnicos del Departamento de Estado cifran en 24.000 millones de dólares- para ayudar a
la reconstrucción del continente. La ayuda se basaría en dólares y en tres productos básicos: carbón, trigo y algodón,
pero se evitaría el envío de artículos, con el propósito de que las fábricas europeas organizaran su producción y se
produjera un circuito comercial intercontinental; esta resurrección económica de Europa permitiría la difusión de los
productos coloniales belgas, en ese momento almacenados, y el flujo del estaño y caucho de la Insulindia holandesa
como primeros efectos dinamizadoes. Protagonista de la reconversión de la industria estadounidense para la guerra.
Marshall intentaba acelerar la de la industria europea para la paz, pero sus objetivos no se limitaban a los
económicos, puesto que este gigantesco programa de ayuda, que marginaba definitivamente la política aislacionista de
entreguerras, convertía a Washington en el piloto de las democracias: Ningún gobierno que maniobre para impedir el
restablecimiento de una situación normal y correcta en otros países, puede esperar la ayuda de los Estados Unidos».
El programa no hacía acepción de regímenes, pero Rusia se apresuró a rechazarlo ya influir para que adoptaran la
misma postura los países de su órbita; en octubre Moscú anuncia la creación de la Kominform, oficina de
información comunista. y truena contra el enemigo capitalista, mientras en la ONU el lenguaje violento de Molotov
demuestra que se ha terminado el período de los acuerdos posibles.

2. BERLÍN
Las crispaciones de la bipolaridad mundial se dan cita en Berlín; la antigua capital del Reich resume y
multiplica la casi totalidad de los problemas de posguerra. La crisis berlinesa de 1948 está precedida, acompañada y
seguida por otras crisis encadenadas que explican el nacimiento de los bloques. Es la primera, cronológicamente, el
golpe de Praga, que provoca el paso de otro Estado a la órbita de Moscú. En las elecciones de 1946 el Partido
Comunista había obtenido el 38 % de los votos y participaba en gobiernos de coalición; en 1947 provocó gran
descontento el rechazo del plan Marshall, del que se esperaba una recuperación del país. Las tensiones interiores no
dejaron de crecer y en febrero de 1948, tras una intensa movilización de los sindicatos, el Partido Comunista se
convierte en mayoritario en el gobierno, neutraliza al presidente Benes y sitúa, ante la impotencia occidental, al país
en la constelación de naciones comunistas. En compensación a esta conquista del bloque oriental, el 23 de junio,
veinticuatro horas antes de que estalle la crisis berlinesa. se produce el cisma yugoslavo; el mariscal Tito es condenado
por la Kominform mientras Belgrado reivindica su derecho a buscar su propia vía hacia el socialismo. La ruptura
Belgrado Moscú se produce por razones ideológicas y políticas; para los comunistas yugoslavos Rusia ha implantado
un capitalismo de Estado y explota, de manera similar al empresario tradicional, a los países del Este mediante
tratados comerciales desiguales; por otra parte. Tito sueña con una federación balcánica, que la política hegemónica
de Stalin no está dispuesta a tolerar. Yugoslavia es sometida a bloqueo, los países de régimen comunista rompen toda
relación con ella, al tiempo que los occidentales se apresuran a ofrecerle ayuda. Pero ningún acontecimiento del año
1948, ni la crisis checa, ni el cisma yugoslavo, ni los avances comunistas en China, o la guerra civil griega, ofrecen una
gravedad similar a la confrontación directa que tiene lugar en Berlín, Cuatro comandantes militares, inglés, francés,
americano y ruso, gobernaban otras tantas zonas de Alemania, pero ante las dificultades de abastecimiento los
occidentales deciden fusionar sus zonas y firman en Londres... el 3 de junio, varios acuerdos, que establecían una
moneda, el nuevo marco, y preveían la constitución de un solo Estado. Stalin los tilda de violación de Potsdam y en
represalia, el día 24, se inicia el bloqueo de Berlín, que durará hasta mayo de 1949. La situación de la ciudad era
delicada. Dividida en cuatro sectores militares administrados por una comisión de control, el acceso desde las zonas
occidentales habría de efectuarse a través de comarcas ocupadas por los soviéticos. La única vía posible de
abastecimiento era la de los corredores aéreos y Truman advirtió severamente que su interceptación o el franqueo de
la puerta de Brandeburgo, límite fronterizo del Berlín soviético, por las tropas rusas supondría la guerra. Stalin, quien
por edad no tenía una preparación suficiente sobre las posibilidades de la aviación, esperaba la entrega de Berlín por
asfixia, pero el tren aéreo» montado por los norteamericanos se convirtió en una exhibición asombrosa de potencia.
Dos aeropuertos de salida, el de Weisbaden y el de Rhein Man (Frankfurt), y dos de recepción en Berlín, el de
Tempelhof en la zona norteamericana y el de Gatow en la británica, se conexionaron para permitir dos trenes»;
cuando los aviones despegaban de uno de los aeropuertos, por ejemplo del de Weisbaden, con una frecuencia de tres
minutos, otra serie de aviones estaba aterrizando en el otro; de manera similar se utilizaban los dos aeropuertos
berlineses. Los 200 vuelos del primer día aumentaron a más de 700 en septiembre. Los americanos pasaron de
ocupantes a protectores; once meses más tarde Stalin decidió en una conferencia de ministros de Asuntos Exteriores
suspender el bloqueo.
Desde el punto de vista político la crisis acelera el proceso de configuración de dos Estados alemanes; los
occidentales convocan una Asamblea de parlamentos de los distintos lander, los rusos una Asamblea Constituyente, el
Consejo del Pueblo alemán. De esta manera se desemboca en la formación de dos Estados, la República Federal
Alemana en el oeste, con capital en Bonn y un sistema tradicional de elecciones que llevó a la presidencia al liberal
Theodor Heuss.y a la jefatura del gobierno al democratacristiano Adenauer, y la República Democrática Alemana,
presidida por Wilhelm Pieck, en la zona oriental. A lo largo de 1950 Adenauer intentó la reunificación, proponiendo
elecciones libres, pero el Gobierno comunista solicitaba un Consejo constituyente con representación paritaria de las
300
dos Alemanias. La guerra fría provoca la división indefinida de dos Estados de modelo diferente sobre el solar de una
misma nación, que en lo sucesivo constituye una de las fronteras de la tensión.
La crisis berlínesa precipita la formación de dos bloques plurinacionales antagónicos. En marzo de 1947
habían firmado en Dunkerque un tratado de asistencia mutua Francia y Gran Bretaña; un año después se agrupan con
los tres países del Benelux en la Unión de Europa Occidental (UEO), que dispone de un organismo militar común
colocado bajo la autoridad del mariscal Montgomery .Pero resultaba imprescindible la participación norteamericana;
la resolución Vandenberg, propuesta por este senador, facultaba al presidente para iniciar la aproximación
diplomática; y tras la reelección de Truman el nuevo secretario de Estado, Dean Acheson, continuó la negociación, y
el 4 de abril de 1949 se firma en Washington la Alianza del Atlántico Norte (OTAN), suscrita por Estados Unidos,
Canadá y diez naciones de Europa occidental, que recibirían posteriormente tres nuevas incorporaciones. Los países
signatarios se comprometen a tener armadas un total de 50 divisiones apoyadas por 4.000 aviones, nombran
generalísimo al que lo había sido de las fuerzas aliadas durante la guerra, Dwight Eisenhower, y se dotan de una
minuciosa organización (Consejo de ministros, Comités ministeriales, Grupo estratégico permanente red de bases
militares). Al anunciar Truman que la Unión Soviética había efectuado una explosión atómica, Estados Unidos
decide incrementar su esfuerzo financiero orientado hacia el rearme.
Entretanto la Unión Soviética multiplica sus críticas contra una alianza que considera amenazadora para su
supervivencia, mas la red de tratados que entreteje con las naciones que a partir de 1948 se denominan democracias
populares, es anterior a la firma del tratado de Washington. .Dos campos se han formado en el mundo., exclama en
1947 el dirigente soviético Jdanov, y en consecuencia con esta constatación el gobierno ruso se consagra a la
organización del suyo. La red se basa en vínculos militares: 65 tratados de alianza y asistencia mutua identifican más
que unen a Rusia y las naciones del Este; económicos: los programas de ayuda y los tratados preferenciales se
articulan definitivamente en 1949 al constituirse el Comecon, que procura la intensificación de los intercambios
entre los países socialistas; ideológicos: en la era estalinista todas las naciones han de seguir las directrices de Moscú, y
razones doctrinales no faltan en la excomunión de la herejía yugoslava. Tras la muerte de Stalin, la Unión Soviética
firma con siete democracias populares un tratado similar ala OTAN, el Pacto de Varsovia (mayo de 1955), cuyas
cláusulas son casi traducciones de la alianza occidental. La constatación de la existencia de dos campos es más
evidente en 1949 o en 1955 que en 1947.

3. LA GUERRA DE COREA (1950-1951)


La división política de la península coreana, con un gobierno comunista al norte del paralelo 38 y otro
nacionalista al sur, era el resultado de las decisiones geométricas de la posguerra y constituía una zona de
inestabilidad parecida a la de la parcelada Alemania. La ONU había acordado la creación de una República, pero los
ejércitos japoneses se habían rendido a los rusos en el norte de la península ya los norteamericanos en el sur, y de esta
ocupación dual habían derivado dos regímenes diferentes, colectivista y de libre empresa; El triunfo de Mao Tse-tung
en China provocó un aumento de la presión del mundo comunista sobre la península, mientras los norteamericanos
no disponían más que de una simbólica guarnición y de la posibilidad de recurrir, en caso de emergencia, al ejército
de ocupación del archipiélago nipón. El 25 de junio de 1950 el ejército norcorenano traspasa el paralelo 38 e invade
Corea del Sur. Pronto se advirtió que se trataba de una ocupación de envergadura de un ejército poderoso dotado de
un veloz equipo, que efectuaba maniobras envolventes inconcebibles en la milicia de una potencia de tercera fila,
Truman reaccionó con rapidez. La tarde del día 25 se reunió el Consejo de Seguridad, y aprovechando que el
delegado soviético, Malik, llevaba varios meses ausente de las sesiones en protesta porque se mantenía la
representación de la China nacionalista, aprobó una resolución, calificando de agresión el avance norcoreano, y el 27
la de que todos los miembros «prestaran a la República de Corea la ayuda que fuera necesaria para repeler el ataque»,
cuyo texto constituye la base legal para la formación de una fuerza multinacional que acudió en ayuda de Seúl.
Tardíamente comprobaron los rusos la trascendencia de su error, pues hubieran podido paralizar con su veto
cualquier resolución, y ya desde agosto Malik se incorporó a su puesto, cambiando desde la presidencia, que por
turno le correspondía, el titulo de la resolución «Queja de agresión a la República de Corea» por el neutro «Arreglo
pacífico de la cuestión coreana». Entretanto, los norteamericanos habían movilizado su dispositivo bélico. La VII
Flota ocupa el estrecho de Formosa para evitar la invasión del último reducto de la China de Chang-Kaichek, y el
ejército de ocupación en Japón se traslada a Corea.
Desde el punto de vista militar la guerra permite brillar nuevamente el genio estratégico de Mac Arthur. La
primera fase, que abarca el verano de 1950, se caracteriza por la superioridad en recursos humanos y bélicos del
ejército norcoreano; Mac Arthur no titubea en retroceder y concentrar sus tropas en el extremo meridional de la
península, en torno al puerto de Fusan, provocando así el alargamiento de las líneas de aprovisionamiento enemigas y
una excesiva concentración de sus _efectivos precisamente en el área menos propicia, lejos de sus bases de partida.
Cuando dispone de superioridad aérea y de suficiente apoyo naval el ejército aliado desembarca en Inchon, a espaldas
de su adversario, y tras un velocísimo avance copa y captura al ejército norcoreano. Previsiblemente la guerra había
terminado, el avance hacia el norte, sin resistencia, era un simple paseo; las tropas de las Naciones Unidas alcanzan la
frontera chinocoreana, desoyendo el consejo británico de detenerse en el paralelo 38 y de limitarse a restablecer la
301
situación anterior a la invasión de junio. Las peticiones de Syngman Rhee, presidente de Corea del Sur, de que
debería extinguirse aquella barrera artificial fueron escuchadas y el avance no se detuvo hasta el río Yalu.
Se produce entonces la intervención china. Un ejército formidable penetra en la península coreana y obliga a
retroceder al de las Naciones Unidas. Mac Arthur propone la utilización de armas atómicas tácticas que impedirían el
paso sobre el Yalu. Era un momento crucial; ¿renunciarían chinos y rusos al uso del arma atómica? Truman no
aceptó la responsabilidad de iniciar una guerra nuclear ya pesar de que Mac Arthur era una gloria nacional lo
destituyó. El ejército chinocoreano ocupa una zona de Corea del Sur, pero más refuerzos permitieron a Ridgway, el
nuevo general en jefe, recuperar el terreno. La guerra se estabilizó en una zona próxima al paralelo 38 y se acordó un
armisticio tras interminables negociaciones en Pan-Munjon.
La guerra de Corea constituye uno de los clásicos conflictos localizados de la guerra fría, en los que las
tensiones entre las grandes potencias se detienen al llegar al umbral de la guerra total, y la destitución de Mac Arthur
constituye la prueba más clara de que no puede adquirir mas que unas dimensiones predeterminadas. No obstante, su
impacto en el mundo de posguerra fue decisivo. Veamos algunas de las repercusiones:
-modificación del funcionamiento de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad, con el veto, no es
funcional. A diferencia del año 31, en que Japón invade Manchuria y la Sociedad de Naciones se limita a discutir, en
1950 ha habido una respuesta fulminante; procede, por tanto, transferir la capacidad de decisión del Consejo a la
Asamblea, según una propuesta norteamericana: Cuando el Consejo de Seguridad no pueda obrar, la Asamblea
General debe hacer lo que pueda.; tras un veto la Asamblea puede examinar las cuestiones relativas a la paz mundial.
Se pasa del directorio de grandes aun auténtico parlamentarismo ecuménico;
-inflexión de la política asiática de Estados Unidos. Es imprescindible fortalecer los bastiones anticomunistas.
Con este objetivo se multiplica la ayuda a Chang-Kai-chek y se mantiene la VII Flota en el Estrecho de Formosa, se
inicia la ayuda a los franceses que combaten al Viet-minh en Indochina, hasta entonces conflicto considerado
simplemente como guerra colonial, y sobre todo se convierte a Japón en un aliado que pueda compensarla pérdida de
la China continental. Tras reducir las tropas de ocupación en el archipiélago, se firma un tratado de paz con Tokyo,
garantizándole su integridad territorial ante una eventual agresión; Rusia y Checoslovaquia se niegan a firmar este
documento elaborado en la conferencia de San Francisco, cuyo artífice es Foster Dulles. Al mismo tiempo los
Estados Unidos suscriben otros acuerdos multilaterales, como el pacto de seguridad con Australia y Nueva Zelanda.
En 1951 no es Europa el continente que preocupa; Asia se ha revelado para los norteamericanos como otra zona de
importancia equivalente en su estrategia mundial de contención del comunismo:
-reforzamiento de las .instituciones colectivas de la OTAN .Hasta ese momento, en caso de agresión, la
asistencia no era automática y cada parte podía decidir el tipo de ayuda, militar o simplemente económica o
diplomática, que habría de prestar .Tras la experiencia coreana se modifica la Carta para adoptar de manera urgente y
unánime resoluciones que afectan al conjunto de los aliados, y en su organigrama adquieren más importancia los
organismos civiles:
-relanzamiento de la economía norteamericana. Tras el hundimiento inicial de la Bolsa el conflicto coreano se
señala por una rápida recuperación de los valores y un auténtico «boom», del qué hablaremos en otro tema, de las
industrias bélicas y sus auxiliares, así como de los productores de materias primas.
A diferencia de Berlín o Praga. Corea constituye no una crisis sino una verdadera guerra. Sus repercusiones son
intensas. Pero los estadistas controlan sus dimensiones y sus efectos; no se rebasa el límite del que no es posible el
retorno.

4. ESTABILIZACIÓN DE LA GUERRA FRÍA (1952-1956)


Después de la tensión de Corea las relaciones internacionales parecen entrar en un período de estabilización,
en el que se mantienen los bloques y los recelos pero sin que surjan motivos de enfrentamiento como el de Berlín de
1948 o el de Corea de 1950. A esta congelación de la situación contribuye lo que se ha llamado el «empate
atómico». Rusia ha explotado su primera bomba atómica en 1949 y consigue su primera bomba de hidrógeno en
1953, al tiempo que inicia su carrera en el campo de la balística intercontinental. Es cada vez menos un país vencible,
se produce un «equilibrio del terror". Aunque en la expresión haya un optimismo un tanto irónico se acuña, por
entonces, la denominación de «coexistencia pacífica".
Nuevos hombres en Moscú y Washington contribuyen a crear un clima menos tenso. En Moscú la muerte de
Stalin (5 de marzo de 1953) es el final de una dictadura férrea y de un monolitismo interior, que se refleja con
facilidad en una política exterior también dura. En principio parece intentarse una des- personalización de poderes, al
convertirse Malenkov en jefe de gobierno y Kruschev en secretario del partido, pero pronto vuelve a concentrarse el
poder en éste. De todas formas se critica el culto a la personalidad que ha mantenido Stalin y se otorga preferencia a
la industria de bienes de equipo, en detrimento de la industria bélica. En Estados Unidos, en las elecciones de 1952,
obtienen el triunfo los republicanos, que han presentado como candidato a Eisenhower. Es un hombre dúctil, de
escasa experiencia política pero alejado de los extremismos, y en concreto del ala derecha del partido. Sin embargo, el
que será su secretario de Estado, Foster Dulles, que había adquirido gran prestigio por haber conseguido la firma del
tratado de paz con el Japón, pronto se va a significar por una dureza típica de la guerra fría. Es el autor de la política
302
que ha sido nominada «del Borde del abismo», de la amenaza nuclear para disuadir a cualquier eventual agresor. Es
asimismo el definidor de la «teoría del dominó" como vemos se ha introducido en la política un lenguaje metafórico
y lúdico-, por la que ha de sostenerse a cualquier precio a los gobiernos anticomunistas, porque la conquista del
poder por los comunistas en un país provoca sucesivamente la caída de los países limítrofes.
Con la bomba de hidrógeno y un creciente número de proyectiles, el coste del rearme se convierte en un freno
para el desarrollo ruso y en agobio para Estados Unidos. Se llega a la necesidad del desarme, tema que es estudiado
por comisiones. En diciembre de 1953 Eisenhower propone en la ONU que se forme una Agencia Internacional de
la Energía Atómica, con el fin de utilizarla para fines pacíficos.
Este nuevo clima se señala en la negociación del tratado de paz con Austria, que se firmó tras aceptar la
neutralización del país, y las conversaciones de Ginebra sobre el desarme. No pasa de ser una etapa de tanteos sin
resultados prácticos. Los bloques se consolidan, con el movimiento de integración europea, con una serie de pasos
(Consejo de Europa, OEEC, Plan Schuman, Comunidad Europea del Carbón y del Acero) que abren el camino para
el futuro Mercado Común, y la firma de acuerdos militares multinacionales, como la SEATO (Tratado del Sudeste
Asiático) y el Pacto de Bagdad. En septiembre de 1954 los comunistas chinos bombardean las islas que protegen
Formosa, Matsu y Quemoy. Algunos militares norteamericanos aconsejan el bombardeo de la costa china, pero el jefe
de Estado Mayor del Ejército, general Ridgway, se opone, ante el temor de una guerra de grandes dimensiones, y el
presidente apoya su postura.

5. EL PERÍODO ÁLGIDO (1956-1960)


En el año 1956 estallan. Simultáneamente, dos crisis que van a aumentar peligrosamente la tensión
internacional: el conflicto del canal de Suez, y la invasión de Hungría.
El conflicto de Suez está precedido por una etapa de extrañas oscilaciones de la política egipcia. Para la
modernización económica del país el régimen de Nasser había proyectado la construcción de la gigantesca presa de
Asuán, que requeria unas inversiones muy superiores a la capacidad financiera de un país subdesarrollado. El
gobierno egipcio solicitó los fondos precisos en los Estados Unidos, pero Foster Dulles, molesto por la política
neutralista seguida por Nasser, pretendió convertir la construcción de la presa en un instrumento de presión política
y. al resistirse Egipto, negó los fondos. Entonces Egipto inició gestiones en la URSS, lo que suponía un viraje en su
política exterior, y procedió a la nacionalización del canal de Suez, hasta entonces administrado por una compañía
internacional, con mayoría de accionistas ingleses y franceses. Una conferencia en Londres (agosto), sin participación
de Egipto, fracasó; mientras. Inglaterra y Francia efectuaban preparativos militares. El Consejo de Seguridad adoptó
seis principios, en los que se afirmaba la soberanía egipcia sobre el canal y la libertad de tránsito, y se proponían
procedimientos de arbitraje; el gobierno de El Cairo aceptó estos principios, pero no Londres y París. El pretexto
para la intervención lo provocó el súbito ataque israelí a Egipto la noche del 29 al 30 de octubre, alegando los
israelíes el peligro que para su seguridad entrañaba la nacionalización del canal; el día 30, Francia e Inglaterra, tras
lanzar un ultimátum para que Egipto retirase sus tropas a 16 kilómetros del canal, inician las hostilidades. El ejército
israelí barre al egipcio en pocas horas en el Sinaí, los paracaidistas anglofranceses ocupan el canal. En esos momentos
el mundo estaba pendiente de los acontecimientos de Hungría, pero si esta coincidencia de las crisis favoreció el
comienzo de la intervención, complicó en cambio la situación diplomática para ingleses y franceses; Rusia amenazó
con su potencia militar a los intervencionistas y Foster Dulles, después de algunos titubeos, presionó con vigor para
que se retiraran. El 7 de noviembre la ONU crea una fuerza internacional para la vigilancia del canal. En la crisis se
ha producido la coincidencia de criterios de las dos superpotencias, lo que explica el fracaso de las potencias
europeas.
En Hungría no se va a dar esta coincidencia, y los ecos de la crisis se prolongan largo tiempo. Se había
producido en Polonia una revuelta popular en Poznan, reprimida por los tanques, y la consolidación de un nuevo
equipo político, más moderado, dirigido por Gomulka, quien con gran habilidad consigue de los dirigentes soviéticos
la concesión de un cierto grado de autonomía para el Partido Comunista polaco. Estos acontecimientos estimulan un
levantamiento en Budapest el 23 de octubre; una parte del ejército apoya a Irnre Nagy, un disidente expulsado del
partido, y lo coloca a la cabeza del gobierno. Nagy reclama la evacuación de las tropas soviéticas de Budapest,
abandona el Pacto de Varsovia y crea un partido de obreros socialistas, medidas que colocarían a Hungría en el
campo de los neutralistas, con independencia de la Unión Soviética. Los rusos titubean. Kruschev había lanzado ese
mismo año la doctrina de los distintos caminos hacia el socialismo; pero la disidencia húngara amenazaba sus
posiciones en Centroeuropa y podía ser el comienzo de una desintegración del bloque. Con estas consideraciones se
produce la invasión soviética de Hungría el 4 de noviembre; Irnre Nagy es ejecutado y se constituye un nuevo
gobierno bajo la presidencia de Jaríos Kadar.
La consecuencia inmediata es el recrudecimiento de la guerra fría. En la ONU se condena la invasión de
Hungría y se exige, inútilmente, la retirada rusa. Se vuelve al lenguaje violento, ala agresión verbal. La carrera atómica
y balística entre los supergrandes se acelera.
En los focos de tensión no se titubea y se recurre a decisiones drásticas. Así, se produce el desembarco de
marines norteamericanos en el Líbano (julio de 1958) para fortalecer un régimen que estaba amenazado por el
303
triunfo de revoluciones en los países vecinos, y al mes siguiente, cuando los comunistas chinos inician el bombardeo
de la isla de Quemoy, una de las defensas de Formosa, la flota norteamericana escoltadas convoyes nacionalistas y
sostiene la resistencia de Chiang-Kai chek. A filiales de año estalla la segunda crisis de Berlín, punto débil de los
occidentales. Kruschev propone la conversión de Berlín en ciudad libre y desmilitarizada, advirtiendo que de no
iniciarse negociaciones en el plazo de los seis meses siguientes la URSS firmaría un tratado de paz por separado con
Alemania oriental. Los occidentales replican que sólo negociarán sobre el tema más amplio de la reunificación
alemana; la sombra de un nuevo bloqueo vuelve a cernirse sobre la ciudad.
Tras la muerte de Foster Dulles (mayo de 1959) se inicia una aproximación entre Eisenhower y Kruschev. El
premier soviético visita los Estados Unidos en un clima de concordia (espíritu de Camp David); al año siguiente
(mayo de 1960) se celebra una conferencia en la cumbre en París, pero en vísperas de su iniciación un avión espía
norteamericano, un U-2, es derribado sobre Rusia. La conferencia de París, tras este incidente, es un violento
encuentro entre los dos estadistas, que abandonan la capital francesa antes de discutir ningún tema; el espíritu de
concordia ha vuelto a frustrarse.

6 FORMULACIÓN DE LA COEXISTENCIA PACÍFICA


En el quinquenio crítico de 1956-1960 se multiplican las crisis, pero al mismo tiempo se fortalece la
conciencia de que la humanidad necesita encontrar un camino diferente, una forma de convivencia. Los focos de
confrontación se encienden en todo el planeta: Berlín, Cuba, Formosa, el Congo, ningún continente está libre, no
existen paraísos olvidados. En febrero de 1956, al reunirse en Moscú el XX Congreso del Partido Comunista
soviético, Kruschev expone ante los 1.355 delegados los tres principios esenciales que deben guiar la política exterior:
coexistencia pacífica entre Estados de regímenes diferentes; no exportación de la revolución, ante la posibilidad de
una tercera guerra mundial, y paso al socialismo por vías diversas, comprendida la via parlamentaría. Es evidente que
estos principios no guiaron realmente la política exterior rusa ese año, la invasión de Hungría seria su mentis más
flagrante, pero, al menos, se formuló por vez primera la enunciación de la coexistencia pacífica. Estos principios
teóricos se plasman en una política exterior más flexible, en la cual se normalizan las relaciones con diferentes
Estados (Austria, República Federal Alemana, Japón), con episodios tan significativos como la cesión de la región de
Porkhala-Udd a Finlandia, se canalizan ayudas a los países subdesarrollados e inclusa se busca una solución en el
punto critico de Berlín, proponiendo que el sector occidental se convierta en ciudad-libre (1958 noviembre), lo que
no será obstáculo para que se adopte más tarde (verano de 1961) una decisión tan significativa de la guerra fría como
la construcción de la muralla berlinesa entre las dos zonas de la ex capital. No puede hablarse de un cambio antes de
la crisis cubana de 1962, pero al menos se realizan formulaciones teóricas y se entrevén ensayos de una nueva
diplomacia
En Estados Unidos Eisenhower se desembaraza del ala dura de su partido, poniendo fin al período
denominado de la «caza de brujas», durante el cual el inquisitorial senador Mac Carthy persigue a todos los
sospechosos de connivencia con el comunismo; a Eisenhower se le reelige para la presidencia precisamente porque ha
puesto fin a la guerra coreana, es el hombre de la paz. La crisis de Suez, en la que se ha visto precisado a romper la
solidaridad con sus aliados, le inclina decididamente a buscar salida al atolladero de la política internacional. En
enero de 1957 expone su programa ante el Congreso. En vez de acudir a los focos eruptivos es preferible anunciar
previamente cuáles son los intereses norteamericanos en la esperanza de que el adversario no cometerá un error de
cálculo: «Estoy persyádido de que este anuncio tenderá a disminuir, sino a eliminar, cualquier intento de agresión».
El presidente norteamericano considera clave para Occidente la afluencia de petróleo del. Próximo Oriente, región en
la que ha de sustituir a las potencias europeas, con ayuda económica -propone un crédito de doscientos millones de
dólares para 1958- 59- y militar, que impida la agresión exterior y la subversión interior.
En respuesta a este plan un tanto simple, que a poco más que a una declaración de intenciones se reduce pero
que en cualquier caso tiende a evitar un error de cálculo y es prueba definitiva de la conciencia de que debe
encontrarse una salida al círculo terrible de las crisis encadenadas de la guerra fría el gobierno soviético replica, en
febrero de 1957, con el denominado Plan Chepilov, mucho más elaborado que el esquemático de la Casa Blanca y
referido igualmente a los países del Oriente mediterráneo: solución de los problemas regionales por medios pacíficos,
no integración de las naciones del Oriente Próximo en los bloques militares, supresión de bases y retirada paulatina
de fuerzas extranjeras; compromiso de no enviar armas; ayuda económica sin condiciones. El plan se propone a los
Estados Unidos, Francia e Inglaterra. Ha de anotarse su aplicación restringida, pues Moscú no sugiere una propuesta
similar en las naciones europeas, sobrecargadas con armas de las grandes potencias, y por otra parte la paradoja de
que no se consulte a los afectados, sobreentendiendo que el gobierno del mundo depende exclusivamente de los
grandes.
¿Cuáles son las razones de este inicio de compromiso? Es posible que en los gobernantes de las superpotencias
haya influido la sensación de que la solidez de los bloques se resquebraja. La independencia de la política francesa
con De Gaulle respecto a los Estados Unidos, la moderación polaca -el Plan Rapacki pide la desnuclearización del
centro de Europa- y la «herejía» húngara con respecto ala URSS serían sólo síntomas, primeras manifestaciones, de
que el liderazgo norteamericano-soviético comienza a resultar incómodo. Pero más que las dificultades en el bloque
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atlántico y en el oriental influye el coste creciente de las armas de tecnología sofisticada y la seguridad de que su
perfección impedirá que en una guerra futura haya vencedores; se ha desembocado en el «equilibrio del terror».
Hasta 1949 el monopolio de la bomba atómica por los Estados Unidos su- pone una ventaja decisiva en el
potencial bélico norteamericano, pero en este año Moscú ensaya su primera explosión de la bomba A, aunque hasta
1952 no dispone de un arsenal operacional, ya partir de ese momento se esfuerza en recuperar el retraso, que puede
ser vital para su supervivencia, dedicando un alto porcentaje de la renta nacional al rearme. En contra del criterio de
algunos científicos, y entre ellos el de Robert Oppenheimer, padre de la bomba atómica, se experimenta en 1952 por
los americanos la bomba H que los soviéticos obtienen en 1953; al iniciarse la década de los sesenta el potencial
explosivo comienza a medirse por megatones (millones de toneladas de TNT), se habla de bombas de 60 megatones
y los soviéticos anuncian ingenios explosivos de cien megatones. Una de estas bombas podría arrasar Bélgica y los
Países Bajos o la región industrial de Gran Bretaña. A los Estados Unidos y la Unión Soviética las siguen a distancia
en el desarrollo de ingenios atómicos,.Inglaterra y Francia, y posteriormente China.
En los bombarderos de gran radio de acción tuvieron asimismo los Estados Unidos ventaja durante años, pero
en la tecnología bélica nuclear no va a ser el avión sino el proyectil el arma fundamental, y en este campo la Unión
Soviética consigue la delantera al colocar, en 1959, el primer satélite artificial, el Sputnik. en el espacio; en ese
momento se comprueba ya que el territorio de los Estados Unidos ha dejado de ser invulnerable. Al año siguiente el
ejército norteamericano dispone de proyectiles de alcance medio (hasta 3.000 kilómetros), ya los pocos meses del
intercontinental Atlas. Hasta entonces Moscú había confiado en la vulnerabilidad de las bases instaladas en Turquía e
Italia, pero ya podía su eventual enemigo atacarle desde rampas instaladas en su propio territorio. El siguiente paso,
en el que los Estados Unidos obtienen una ventaja sustancial, es el de los submarinos movidos por energía atómica -
el Nautilus efectúa su primera travesía polar en 1958-, imposibles de detectar por el radar y desde los cuales es
posible lanzar los proyectiles Polaris dotados de múltiples cabezas atómicas. Se empieza a hablar de armas defensivas,
de proyectiles antiproyectiles, que no van a estar disponibles hasta mediados de la década de los sesenta; se calcula el
porcentaje de supervivientes que dejarla un ataque atómico; se mide en minutos y segundos la capacidad de previsión
y respuesta ante un ataque; son cifras que dejan bien claro que en una guerra futura sólo habrá perdedores.
Ha de encontrarse otra doctrina estratégica diferente a la respuesta postulada por Foster Dulles. En 1956
Henry Kissinger propone la teoría de la guerra limitada, según la cual ni Estados Unidos ni la URSS recurrirían al
armamento atómico, lo que exigiría una fuerte inversión en armas convencionales, pero el peligro de que el perdedor
utilizara su arsenal termonuclear no desaparece. En 1958 Albert Sohlstetter, en su libro La delicada balanza del
terror, señala el riesgo de errores o accidentes ante la diseminación de las armas atómicas tácticas, de pequeña
envergadura. Mientras los militares se afanan en mantener a punto sus arsenales y los científicos se abruman con su
responsabilidad y los teóricos divagan en torno a todas las posibilidades de actuación futura, lo evidente es que las
armas han adquirido un potencial amenazador para la Humanidad y que su coste ha llegado a gravar el bienestar de
los pueblos. El empate del terror no es una meta deseable.

7. LA «NUEVA FRONTERA» DE KENNEDY


En las elecciones del año 1960 es elegido presidente de los Estados Unidos el candidato demócrata John
Fitzgerald Kennedy, el primero de confesión católica, uno de los más jóvenes en la historia norteamericana. Su talante
intelectual liberal y su equipo de «cerebros», nutrido fundamentalmente con profesores de la Universidad de
Harvard, imprimen un viraje a la política estadounidense, pero nos interesa en este momento analizar únicamente su
impacto sobre las fórmulas de la guerra fría. Frente a la política del borde del abismo o de la respuesta nuclear que
había predicado Foster Dulles el joven presidente piensa en unas posiciones más flexibles, que permitan alguna salida
racional en una crisis entre las grandes potencias, mas previamente han de ensayarse relaciones amistosas por encima
de las diferencias ideológicas para alejar del mundo las tensiones insoportables de la posguerra.
La gestión de Kennedy se inicia con un error y un fracaso. En abril de 1961, cuando llevaba setenta y siete
días en la presidencia, Washington apoya el desembarco de una expedición de exiliados cubanos en la bahía de
Cochinos, que termina en un desastre, con la captura de los invasores por Fidel Castro. Esta aventura convenció al
presidente de que no podía basar sus acciones en informes preparados por órganos de la administración anterior. El
desembarco había sido estudiado e informado favorablemente por el Estado Mayor, que auguraba el éxito, la CIA,
que esgrimió informes según los cuales Cuba iba a recibir aviones que le permitirían amenazar las costas
estadounidenses, y Dulles, el cual se apoyaba en la imposibilidad de licenciar el cuerpo cubano ya preparado. Al
descalabro contribuyó Rusk, secretario de Estado, quien ocultó un decisivo memorándum de Bowles en contra del
desembarco: de manera similar fue desestimado un informe de Fulbright, presidente de la comisión de exteriores del
Senado. A partir de ese momento Kennedy monta en la Casa Blanca un grupo que estudia todos los asuntos
exteriores, en el que son figuras claves Robert Kennedy ministro de Justicia, y Sorensen, consejero del presidente y
redactor de sus discursos. Otros dos hombres se convertirán en pilotos de la nueva política internacional, Mac
Namara, secretario de Defensa y, por tanto, responsable de los asuntos militares, y el finísimo diplomático e
intelectual Adlai Stevenson, al que Kennedy coloca como representante en la ONU. ,

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Las relaciones con la América latina cambian de signo. Frente ala política de la estaca, de la imposición
violenta de los intereses norteamericanos, sostenida desde Theodore Roosevelt, sin más interrupciones que la del
segundo Roosevelt, Kennedy propone el programa denominado de la Nueva Frontera', en el que se promete apoyo a
las democracias y oposición a las dictaduras, concesión de fondos a largo plazo para conseguir el despegue económico
de las Repúblicas del Sur, estabilización de los precios -inexcusable para naciones que basan su economía en un solo
producto (café, azúcar, estaño)-, colaboración en las experiencias de reforma agraria, y sobre todo ayuda técnica, y
programas de intercambio, de estudiantes e intelectuales, que permitirían a los profesionales del pensamiento una
comprensión realista de los problemas del Sur del continente. La Alianza» se quedó en un programa de buenos
deseos, para, muchos utópicos, pues los sectores interesados en la explotación de las economías depauperadas de la
América latina tuvieron suficiente fuerza para boicotearla, pero representa al menos el signo de un nuevo estilo en las
relaciones interamericanas y en el plano político supuso una etapa de freno para los regímenes dictatoriales.
A escala mundial Kennedy concibe a Estados Unidos como guardián de la democracia; la nueva frontera que
se ha de defender, según expresa en su emotivo discurso de toma de posesión, es la de la libertad en el mundo entero.
Para impedir la agresión se acelera la modernización del dispositivo militar; a su gestión se debe el programa de los
polaris instalados en submarinos atómicos y el proyecto Apolo, que permitiría la colocación de un hombre en la
Luna en pocos años, pero que inicialmente suponía un avance en el campo de la balística, susceptible de aplicaciones
militares, y al mismo tiempo se incrementa el número de divisiones dotadas de armas convencionales. Un historiador
habla de complejo de Munich» en Kennedy, le ve obsesionado por no claudicar, entendiendo que el retroceso ha
llevado en los años treinta al mundo al conflicto bélico. Pero esta posición de fortaleza es tan solo el punto de
partida. Kennedy cree que los dos supergrandes pueden conseguir la paz; es imprescindible, es imperioso el
entendimiento entre Washington y Moscú. Antes de llegar a la tensión suprema, la de octubre de 1962, que
demuestra la necesidad del entendimiento, Estados Unidos y Rusia se ven confrontados en alguna crisis grave; la
construcción de la muralla de Berlín -que separa las dos zonas-en el verano de 1961 provoca la llamada de 250.000
reservistas, mostrando el presidente que está dispuesto a todo para defender la ciudad y acudiendo a la antigua capital
alemana, donde pronuncia su famoso discurso: Yo soy berlinéso.
Continúa siendo lo más oscuro de su gestión la política en el sudeste asiático, Mac Arthur había dicho que
cualquiera que comprometiera fuerzas terrestres americanas en el continente asiático debería hacerse examinar la
cabeza. Kennedy parte de una postura similar; la contención del comunismo no debe pasar por la adquisición de
compromisos directos, y así procede a la neutralización de Laos y afirma que los problemas del Vietnam deben ser
resueltos por los vietnamitas.. Luego se opone al dictador Diem, porque, al igual que en América latina, las dictaduras
no constituyen diques verdaderos al avance de las revoluciones comunistas. Pero al mismo tiempo envía los primeros
consejeros norteamericanos; de ahí que los detractores de Kennedy afirmen que inicia la intervención en Vietnam, si
bien ha de matizarse que se opuso al envío de tropas.
A pesar de las crisis, incluso de las contradicciones entre una filosofía de distensión y unos intereses nacionales
de dominio, es indudable que Kennedy se esfuerza por iniciar un nuevo clima en las relaciones internacionales. De la
coexistencia habla en repetidas ocasiones, y en noviembre de 1961 recibe al yerno de Kruschev, Alexei Adjubei, y
presenta la entrevista como un intento de diálogo; en enero de 1962, en su Mensaje sobre el estado de la Unión
insiste: .Nuestra obligación principal, en los meses venideros, es hacer realidad las esperanzas del mundo cumpliendo
nuestras propias palabras...». Estas palabras eran sus promesas de diálogo con el adversario y el apoyo a la ONU,
«nuestra mejor y ultima esperanza», como la había llamado en su discurso de toma de posesión. El 4 de julio de
1962 pronuncia una vibrante oración en la que pide a los americanos que aprendan a pensar intercontinentalmente, y
concluye: Por último, podemos ayudara conseguir un mundo en el que reine el Derecho y el libre albedrío,
desterrando de él la guerra y la coerción», doble destierro que supone un repudio, claro de la estrategia de la tensión.

8. LA CRISIS DE CUBA
Cuba se convierte en octubre de 1962 en el ápice de la confrontación entre las superpotencias; del desenlace
de esta crisis va a salir, por la habilidad de los dirigentes, reforzado el propósito de poner fin a la guerra fría. Durante
el verano Rusia envía a la isla del Caribe proyectiles balísticos capaces de alcanzar con ojivas nucleares las ciudades
del este de los Estados Unidos: en opinión de Schlesinger, una vez instalado Un arsenal ofensivo, Kruschev
plantearía, en la Asamblea General de la ONU, otra vez más la cuestión de Berlín. La CIA detecta en julio, ante la
multiplicación de los envíos, que algo nuevo está ocurriendo en Cuba, pero con los vuelos de los U-2 no se fotografía
hasta el 14 de octubre la construcción de las rampas. Se alerta un amplio dispositivo militar y el Consejo de
Seguridad Nacional estudia las posibles opciones. Fulbright propone el desembarco, apoyándose en los marines de la
base naval de Guantánamo que los Estados Unidos poseían en la isla; Mac Namara se inclina por el bombardeo;
Robert Kennedy justifica como única salida el bloqueo. El hermano del presidente invoca el doloroso recuerdo de
Pearl Harbor, en 175 años los norteamericanos no habían cometido nada parecido; en un bombardeo morirían
muchos inocentes, el escándalo mundial seria difícil de apagar Rusk aconsejó que se formaran dos equipos, uno
estudiaría el bombardeo, otro la cuarentena. Todos los protagonistas de la crisis estiman que la palabra y la actividad
de Robert Kennedy fueron decisivas; el bloqueo de la isla fue la medida acordada. El lunes 22 de octubre el
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presidente anuncia a la nación el peligro que se cernía desde Cuba y la cuarentena que se imponía a la isla; cualquier
barco que se acercara seria registrado para comprobar sus mercancías y hundido en caso de resistencia; un proyectil
lanzado desde Cuba provocaría una inmediata represalia sobre la Unión Soviética; se convocaría inminentemente a la
Organización de Estados Americanos; finalmente, en tonos patéticos, hacía un llamamiento a Kruschev “para que
abandone este procedimiento de dominación mundial y se una a nosotros en un esfuerzo histórico para poner fin a la
peligrosa carrera de armamentos y para transformar la historia de la Humanidad”.
En la ONU Stevenson arrinconó al soviético Zorin, que intentaba negar la existencia de los envíos. Los
apoyos europeos, africanos y americanos a la postura norteamericana fueron casi unánimes, pero la cuestión esencial
radicaba en la reacción rusa. Washington recibió el viernes y sábado dos cartas diferentes, la primera conciliatoria, la
segunda más amenazadora; hábilmente Robert Kennedy propuso contestar a la primera como si fuera la única
recibida. Por fin, el domingo 28 de octubre Kruschev envió una nueva carta en la que se comprometía a retirar las
armas «que ustedes llaman ofensivas. Mientras los barcos rusos en alta mar regresaban a sus puestos de partida.
Kennedy ordenó que no hubiera clamor de victoria; el peligro había sido demasiado grande y había que aprovechar
esta evidencia para iniciar la distensión; en su discurso por televisión al país se refirió a la decisión «del señor
Kruschev, digna de un estadista, ya la «imperiosa necesidad de terminar con la carrera de armamentos y reducir las
tensiones mundiales.
Para la mayoría de los testigos de nuestro tiempo, políticos y periodistas, la crisis cubana constituye el hito de
la guerra fría; se ha alcanzado el máximo nivel de tensión y por tanto, para evitar el holocausto, habría de iniciarse
otro camino. Las conversaciones de desarme durante 1963 y el nuevo tono, perceptible en cualquier análisis
lingüístico de los discursos, invitan a pensar que en octubre de 1962 se inicia una nueva fase en las relaciones
internacionales de posguerra. Unos meses antes de la crisis cubana habían comenzado en Ginebra conferencias sobre
el desarme, de momento reducidas a limitar el acceso al club nuclear y evitar una escalada más costosa. En esos
momentos se estaba experimentando con cohetes de cabeza múltiple y con ABM (misiles antimisiles). Algunos
acuerdos parciales llegan a firmarse. Pero en noviembre de 1963 es asesinado el presidente norteamericano. ¿Influye
en este magnicidio, no debidamente aclarado, su política internacional de distensión? ¿Son las fuerzas interesadas en
el mantenimiento de la guerra fría las que contribuyen a virar la política americana de distensión, recién nacida, con
un recurso trágico?

9. DISTENSIÓN Y DESARME
La necesidad de negociar el desarme en la era atómica se siente prácticamente desde que termina la Segunda
Guerra Mundial con las explosiones del terrible artefacto sobre las dos ciudades de Japón; en diciembre de 1946 la
Asamblea General de las Naciones Unidas adopta el Plan Baruch, presentado por Estados Unidos, para controlar
internacionalmente e inspeccionar todas las instalaciones atómicas, pero la Unión Soviética lo rechaza. A partir de
esta propuesta se repiten bocetos de acuerdo casi todos los años; enjulio de 1955 Eisenhower presenta su famoso
programa de «cielos abiertos», que permitiría -de no haberlo rechazado Moscú- la inspección desde el aire de las
instalaciones; en agosto de 1958 Estados Unidos, la Unión Soviética e Inglaterra inician conversaciones para
suspender las pruebas nucleares; al año siguiente se aceptan diez propuestas técnicas norteamericanas para detectar las
pruebas; en junio de 1961 Kennedy y Kruschev no llegan en Viena a otro acuerdo que continuar las conversaciones.
En esta serie interminable de ensayos diplomáticos el único jalón práctico es la firma en Moscú, en julio de 1963, del
acuerdo de suspensión de las pruebas nucleares en la atmósfera, rubricado por la Unión Soviética, Estados Unidos e
Inglaterra, prueba de que la crisis cubana ha llevado a los grandes al convencimiento de que no es suficiente la tanda
de conversaciones sin acuerdos al menos parciales. De un examen de la prensa de esas semanas se deduce la
expectación con que la opinión pública espera pasos graduales hacia la paz; el The Sunday Times de Londres escribe
en un articulo de fondo que cuando Kruschev pide «un avance hacia la liquidación de la guerra fría... seria criminal
no tomarle la palabra»; certeramente el semanario español Mundo vincula el acuerdo de julio de 1963 a la crisis de
octubre de 1962: «Pero el mundo sale ya, no hay .duda, de la guerra fría. Es posible que haya salido ya, que el
acuerdo entre Kennedy y Kruschev de fines de octubre de 1962 fuera la conformación total y definitiva de que, en el
mundo dominado por el equilibrio del terror, la guerra fría es un anacronismo». Del acuerdo de Moscú se esperan
efectos beneficiosos para la Humanidad: aminorar la contaminación del aire, que puede generar daños irreparables,
frenar la carrera de armamentos nucleares como paso que puede desembocar en la eliminación del arma atómica,
evitar la proliferación de este tipo de armamento, crear gradualmente una mayor confianza en las relaciones entre las
potencias.
A la distensión de los años 60 se llega por la confluencia de varios procesos de los que ningún observador
atento puede hacer caso omiso:
-sobrecapacidad de destrucción recíproca. ¿Dónde se detendrá el genio inventivo en esta carrera diabólica?
Cuando las dos superpotencias poseen proyectiles de tres cabezas los Estados Unidos inventan el MIRV, dotado de
tres o cinco misiles de trayectoria independiente hacia blancos diferentes. Guiados por un cerebro electrónico;
-ampliación del club atómico. Inglaterra es ya una potencia nuclear, Francia se esfuerza con pruebas en el
Pacífico en alcanzar un nivel operativo. Pero más temibles son los progresos chinos. En 1966 dispone de bombas
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atómicas y efectúa la primera experiencia con la bomba H. Se entrevé el momento en que potencias de un nivel
inferior poseerán «la bomba» y aumente el riesgo de su utilización:
-costo insoportable, que incide sobre el nivel de vida de los ciudadanos; en 1.969 rusos y americanos gastan en
armas el 8.5 % del producto nacional bruto. El comercio de armas alcanza unas proporciones asombrosas, en él la
URSS, EEUU. Inglaterra y Francia ocupan el 87% de las ventas; el Tercer Mundo se ve frenado en sus posibilidades
de desarrollo precisamente porque su escasa capacidad financiera ha de orientarse hacia gastos militares.
Esta situación agobiante suscita conversaciones y tratados parciales; si el desarme es imposible se intenta al
menos la no diseminación y la limitación del armamento nuclear .En 1968 sesenta y dos países firman en Ginebra,
tras un acuerdo ruso-norteamericano, el tratado de no proliferación nuclear, que chinos y franceses se niegan a
suscribir. Al año siguiente las dos superpotencias inician sus conversaciones para la limitación de armas estratégicas
(SALT), que supondría la fijación de un techo para el número e instalación de los proyectiles balísticos. En 1971 se
incluyen en las conversaciones también armas defensivas, como los misiles-antimisiles, precisamente porque la
instalación de la red se ha mostrado excesivamente onerosa. Es un proceso de acuerdos que desembocará, en 1973, en
la apertura en Helsinki de la conferencia sobre la seguridad y cooperación en Europa; durante dos años se debatirán
en la capital finlandesa los grupos de acuerdos (denominados “cestos”), que no se limitan ya al desarme, antes bien
las cláusulas más enérgicas hablan de derechos humanos, de cooperación y ayuda. Los viajes de Nixon a Moscú y
Pekín, poniendo fin ala cuarentena a que se había sometido al régimen chino, constituyen el exponente de que en los
diez años siguientes ala muerte de Kennedy los hábitos diplomáticos y las pautas de las relaciones internacionales se
han distanciado definitivamente de la diplomacia de trinchera de la década de los cincuenta.

10. EL ESCENARIO ASIÁTICO. AFGANISTÁN


Siendo la guerra fría un enfrentamiento no bélico entre bloques no tuvo un final fechable, como ocurre con el
armisticio que cierra una guerra, y así se alternaron períodos de tensión y distensión, y -lo que complica más el
análisis- fases en las que coexistían conflictos incandescentes con conferencias de desarme. Así, después de la máxima
crisis, la cubana de 1962, y al mismo tiempo que se sucedían los ensayos diplomáticos en favor del desarme, surgían
puntos de confrontación, como la represión de la «Primavera de Praga» por los tanques del Pacto de Varsovia en
1968 y los conflictos denominados de «baja intensidad» en la jerga diplomática, consistentes en el apoyo a
movimientos debilitadores del bloque adversario, por ejemplo, el armamento y financiación soviética de las guerrillas
centroamericanas. Desde mediados de la década de los sesenta el escenario del enfrentamiento será el continente
asiático. El conflicto de mayor envergadura, la guerra de Vietnam, ofrece más rasgos de proceso descolonizador que
de enfrentamiento entre bloques y será estudiado en el capítulo de la Descolonización. Otro proceso bélico en
Afganistán llenará la última página de los conflictos desatados por la obsesión de control de su área que informó en
todo momento la política exterior de las superpotencias.
Algunos aspectos relacionan las guerras de Vietnam y Afganistán: espacio asiático, intervención de las
superpotencias para la consolidación de sus respectivas áreas, derrota militar de los grandes atómicos. Si en Vietnam
ha sufrido Estados Unidos un fracaso difícilmente ocultable, en Afganistán será el ejército soviético el derrotado,
doble experiencia que demuestra que el mundo no podía ser gobernado desde Washington y Moscú.
El escenario afgano no invitaba ala intervención exterior, Geografía torturada por valles y montañas, idónea
para resistencia guerrillera. Viejo pueblo indómito, de pasado belicoso. Un factor de cohesión: el Islam, con un 80 %
de población sunita y una fuerte minoría chiíta. Posibilidad de ayuda de los países musulmanes vecinos. Sin el cuadro
diplomático de la guerra fría, Moscú no hubiera optado por la solución militar.
Examinemos los acontecimientos. Desde los años 50 Afganistán se convirtió en el principal receptor no
comunista de ayuda soviética. Aunque especia- listas soviéticos contribuyeron a importantes obras de ingeniería, al
proclamarse la República en 1973 la política exterior viró hacia el entendimiento con los Estados Unidos; hasta que
en abril de 1978 los comunistas derrocaron al presidente Daud e instalaron bajo la dirección de Babrak Karmal un
régimen filocomunista. Si Moscú concibió Afganistán como una muralla meridional de protección Washington
comprendió que disponía de una punta de lanza, y estimuló la resistencia armada de las guerrillas musulmanas, a las
que ayudaba el vecino Pakistán. La situación llegó a ser tan grave que el Politburó decidió la intervención armada.
Izvestia, órgano del ejército soviético, escribió: «o enviábamos tropas o dejábamos que la revolución armada fuese
derrotada y que el país se convirtiese en una especie de Irán en tiempos del Sha».
La intervención soviética, que duraría ocho años (1979-1988), se demostró un error de cálculo del mismo
calibre que la norteamericana en Vietnam. Oficialmente se habló de un cuerpo expedicionario de 100.000 hombres,
pero algunos cálculos lo multiplican por cinco. En la última fase el ejército invasor tuvo que concentrarse en un
objetivo de carácter defensivo: la protección de la ruta hacia Kabul. El gobierno soviético ocultó cuidadosamente los
datos de sus pérdidas, pero las diversas estimaciones oscilan entre 10.000 y 50.000 muertos, aunque deben ser
contabilizados también los heridos y mutilados y los cuantiosos gastos económicos que sin ningún provecho hubo de
afrontar Moscú. La impotencia o la derrota trastornó a la sociedad soviética. Si en Estados Unidos se hablaba de
.síndrome- de Vietnam» en su rival se hablaría de «síndrome de Afganistán». En otro aspecto. la intervención en un
país musulmán supuso una catástrofe diplomática para Moscú. Los 35 países de la Conferencia Islámica emitieron
308
una dura condena, que respaldaría luego el movimiento de países no alineados, y Washington impulsó el boicot a los
juegos olímpicos de Moscú (1980). El conflicto supuso una tragedia para Afganistán: un millón de muertos y cuatro
millones de refugiados en un censo de 19 millones de habitantes, y la guerra civil ha continuado después de la
retirada soviética. Por otra parte trastornó la vida de los países de la zona. Pakistán hubo de soportar tres millones de
refugiados, la India se alarmó ante el fortalecimiento militar pakistaní por Estados Unidos. Irán se movilizó contra la
intrusión de una potencia en una nación musulmana.
La guerra puso de relieve la impotencia de las superpotencias. Parecía conveniente olvidarse de las aventuras
militares y reforzar en su lugar los foros del diálogo.

11. EL FIN DE LA GUERRA FRÍA


Después de la crisis de los misiles en octubre de 1962 se habló tanto por los politólogos y periodistas como
por los estadistas de la guerra, fría e inicio de un nuevo periodo en las relaciones internacionales, que André Fontaine
ha llamado detente o distensión. También se han utilizado términos como coexistencia", “paz fría" o "Paz caliente",
apelativos térmicos con que se ha rotulado el discurso por las instancias políticas. Lo cierto es que no cesaron los
conflictos en 1962, como hemos visto. De ahí que por algunos tratadistas, entre otros Fontaine, se hable de dos
guerras frías. La segunda tendría su epicentro en Asia. Todo es muy próximo y resulta difícil la racionalización del
proceso. Algún tratadista habla de paso de guerra fría a paz fría con la celebración de la Conferencia de Seguridad y
Cooperación en Europa (1973- 1975).
Si no existe acuerdo sobre la periodización más claro parece que la razón de la detente fue el coste
insoportable del rearme. En 1950 el gasto militar mundial se cifraba en 100.000 millones de dólares, en 1980 en
300.000 millones, en 1982 se había elevado bruscamente a 500.000 y en 1985 alcanzaba 870.000 millones. Las
superpotencias no podían soportarlo. y para el Tercer Mundo supuso una aberración histórica invertir en armamento
costoso los re- cursos que debiera haber destinado al desarrollo.
No sólo derroche, la tensión interbloques tuvo otros efectos indeseados. La imagen del adversario como
.imperio del mal" -así llamó el presidente Reagan a la URSS- influyó en la política interior: La guerra fría fue causa y
pretexto para la esclerotización del régimen soviético, y en Estados Unidos alimentó la "caza de brujas” en busca de
enemigos interiores, fase en la cual el constreñimiento de las libertades cívicas parecía conducirla democracia
americana hacia las pautas del fascismo.
Fue la Perestroika en la URSS la que propició un nuevo diseño dejas relaciones internacionales y la iniciación
de un período de colaboración distinguible del vigente entre 1947 y 1985. Detrás queda entre otras herencias el
derroche de recursos. al que se refirió el Secretario General de la ONU, Pérez de Cuéllar, cuando definió el panorama
de un mundo flagelado por la pobreza y obsesionado por la perfección de las armas como "un fenómeno alarmante y
sin precedentes”.

DOCUMENTOS
I. UNA DEFINICIÓN DE LA GUERRA FRÍA
Discurso de Foster Dulles, Secretario de Estado, en 1954. Varios aspectos deben ser resaltados: amenaza
militar, apoyada en la potencia demográfica y las ventajas estratégicas de un bloque; peligro ideológico, mediante la
propaganda y la subversión; respuestas. Debe señalarse además toda expresión que aluda a la formación o refuerzo de
bloques y las que definan la doctrina Dulles de contención.

“La amenaza a la cual nos enfrentamos no es de las que se disipan fácilmente. Es una amenaza que puede
durar mucho tiempo. Nuestra política debe tenerlo en cuenta... Los territorios de los que emana esta amenaza son
extensos. El grupo de naciones sometidas a la dominación soviética... constituye un vasto y denso territorio cuya
población alcanza los 800 millones de habitantes... (Su) posición estratégica... brinda al bloque soviético la
posibilidad de utilizar con fines ofensivos las vías del norte del Ártico, lo cual pone a nuestras regiones industriales al
alcance de un ataque repentino.
La amenaza que mencionamos no es sólo de índole militar. La Internacional comunista pone a disposición de
los dirigentes soviéticos una red política que se extiende por el mundo entero. Esta red comprende un número
considerable de agitadores expertos y posee una poderosa organización de propaganda. Ha sido concebida para
explotar el descontento bajo todas sus facetas, ya sea el que se opone al colonialismo como el que hacen nacer las
precarias condiciones económicas.
No es sencillo poner a punto una política que pueda oponerse a un peligro tan centralizado, tan vasto, tan
variado y tan persistente... Hemos desechado la idea de defendemos casa por casa. Por el contrario, hemos puesto
nuestra esperanza en la combinación de dos principios: la creación de un poder que seria obra de todos los miembros
de nuestra comunidad y la utilización de este poder para disuadir de cualquier tipo de agresión, haciéndola lo más
dificultosa posible para un eventual agresor. Para las naciones libres, la piedra angular de su seguridad debe ser un
sistema colectivo de defensa...
La OTAN constituye la mejor demostración de esta idea...”
309
Discurso de F. DULLES. Secretario de Estado, abril 1954, citado en: Le plan de paix des États-Unis.. (En
LIMOUZlN: Textes et documents..., p. 92).

2. INICIO DE LA GUERRA DE COREA


Ordenar varios puntos: actividad de las Naciones Unidas y posición de su Secretario (¿puede considerarse
neutral?), postura norteamericana, diferencias entre la posición del Secretario General de la ONU y el gobierno de
Washington. Otros puntos: personajes, naciones más implicadas, error ruso.

“Muchas veces el Secretario General es el órgano ejecutivo de las decisiones de los organismos legislativos de
las Naciones Unidas, y éste fue el papel que yo representé en el conflicto coreano. Después de la aprobación de la
resolución de 27 de junio, que la ausencia de Mr. Malik había hecho posible, cablegrafié a todos los gobiernos
miembros llamándoles la atención para la ayuda a la República de Corea y sugiriendo que si los gobiernos se hallaban
en condiciones de aportar dicha ayuda se les podría facilitar pronto información sobre el tipo de ayuda que podía
coadyuvar a la puesta en práctica de la resolución. Empezaron a llegar rápidamente numerosas contestaciones y
pronto se puso de manifiesto que resultaba imperativamente necesario el establecimiento de algún mecanismo
coordinador del esfuerzo de las Naciones Unidas en Corea. Mis asesores y yo preparamos un proyecto de moción
que entregamos el 3 de julio a las delegaciones norteamericana, inglesa y francesa y al Presidente del Consejo de
Seguridad para dicho mes, Ame Sunde, de Noruega. Pedía al Gobierno de los Estados Unidos que asumiese las
responsabilidades de dirección de aquellas fuerzas armadas de los estados miembros que pudieran ser facilitadas en
cumplimiento de la resolución de 27 de junio, recomendando al Gobierno de Corea que colocase sus fuerzas armadas
bajo el mando norteamericano, autorizándose después a las fuerzas armadas que actuasen de acuerdo con dicha
resolución para enarbolar la bandera de las Naciones Unidas, y, punto este fundamental, sugería el establecimiento de
un Comité de Coordinación de Ayuda a Corea». Este comité, indicaba yo, podría estar constituido por Austria,
Francia, la India, Nueva Zelanda, Noruega, el Reino Unido y los Estados Unidos y podría también incorporar a su
seno a los Estados que facilitaran ayuda. Contarla con un representante de la República de Corea, y el Secretario
General actuaría como informador ante el Consejo de Seguridad. El propósito explícito del comité sería estimular y
coordinar las ofertas de ayuda; su propósito más profundo, mantener a las Naciones Unidas en la brecha, promover
la continua participación de éstas y la supervisión de la acción de seguridad militar en Corea de un modo más íntimo
y metodizado que como podría esperarse que lo hiciera el Consejo de Seguridad. A los delegados del Reino Unido,
Francia y Noruega les gustó la idea de tal comité, pero la Delegación de los Estados Unidos no tardó en mostrarse
disconforme. El Pentágono era opuesto por completo a tal actividad de las Naciones Unidas. Más tarde, incluso
resultó ser un poco difícil el conseguir que los informes del modo de las Naciones Unidas en Corea fuesen
oficialmente transmitidos al Consejo de Seguridad antes de ser comunicados ala Prensa por los agregados
norteamericanos en Tokio. A medida que la guerra coreana se iba desarrollando, Washington se quejaba, y con
razón, de que los Estados Unidos estaban cargando con una parte excesiva del peso; pero su falta de voluntad, en
aquellos primeros días que se estaba estableciendo la pauta en la acción de policía, para conceder a las Naciones
Unidas una mayor medida de dirección y por tanto de participación, contribuyó sin duda a la tendencia de los
miembros a dejar que Washington asumiese la mayor parte de la responsabilidad en la lucha.
El Consejo de Seguridad se reunió el 7 de julio y aceptó la esencia del proyecto que yo había circulado el día
3, salvo en lo referente al Comité de Coordinación. Fue así como nació el Mando Unificado, y el Presidente Truman
anunció al día siguiente que había designado al General del Ejército Douglas MacArthur como Comandante en Jefe
de las Naciones Unidas.”
TRYGVE LIE: La causa de la paz. Barcelona. AHR 1957, pp.386-387

CAPITULO XXX: LAS DEMOCRACIAS OCCIDENTALES


1. EL MODELO DEMOCRÁTICO DE POSGUERRA
Hemos visto que en la guerra fría se enfrentaban dos formas diferentes de concebir la sociedad política. En
gran medida esta concepción depende del nivel de desarrollo; las naciones industrializadas han experimentado las
ventajas de la democracia liberal, mientras que algunas de las que han intentado una vía rápida de modernización han
optado por la fórmula denominada democracia popular, inspirada por la ideología comunista, y que según muchos
tratadistas no conserva los rasgos propios del término democracia -Bourdeau ha hablado de “monocracias populares”;
los países más atrasados, en Asia y África, han imitado alguno de estos dos modelos pero se han encontrado con
dificultades insuperables de encaje. Examinemos en primer término los rasgos del modelo político imperante en la
Europa occidental y América del Norte, antes de exponer la dinámica política de estas potencias que en el orden
económico se distinguen por su nivel de riqueza.

310
En 1945: tras su victoria sobre el fascismo, las potencias democráticas vieron reafirmada su fe en los
principios que inspiraban sus sociedades políticas, y trataron de introducirlos en Alemania, como un recurso para
evitar que nuevamente la gran nación centroeuropea provocara en el futuro un cataclismo bélico universal. Pata las
potencias occidentales la democracia en Alemania significaba tener elecciones con propaganda sin trabas, prensa libre,
libertad de asociación política, libertades de palabra y pensamiento, igualdad ante la ley, derecho de oposición al
gobierno, libertad de circulación por dentro y fuera del país, pluralidad sindical, y, recordando el Estado de las SS,
por encima de todo, la ausencia de terror, (Ebenstein). Más pobladas y complejas las sociedades actuales que las
decimonónicas, exigen correlativamente un modelo de organización política más madura. Aunque se mantengan los
principios teóricos medulares de la ideología, en la práctica la democracia de posguerra es diferente de la que imperó
en Europa y América del Norte en el siglo XIX. Subsiste como principio fundamental invariable la defensa del
individuo, frente al fascismo, que lo subordinaba al Estado o a la raza, y frente al comunismo, que pone el énfasis en
la defensa de la clase obrera o del pueblo concebido como un colectivo. Pero las fórmulas abstractas sobre la libertad
y la igualdad, Que a veces se habían limitado a la letra impresa de la Constitución, en un mayor grado de maduración
han comenzado a formar parte de la Vida social. Cuatro principios debemos destacar en la democracia madura de
posguerra:
-sufragio sin restricciones. Se ha abandonado la tesis de que la práctica política del voto era función reservada
a una parte de la población, distinguida por la riqueza o el talento, y en última instancia un deber masculino, y se ha
pasado a considerarlo derecho de todos los ciudadanos, hombres y mujeres. Francia, que reconoció el derecho
femenino de voto en 1944, ha sido la última potencia en implantar el sufragio universal auténtico, si bien todavía en
algunos cantones suizos se mantiene esta restricción anacrónica. Los sistemas electorales son diversos. Algunos
mantienen fielmente la representación proporcional, que otorga a cada partido un número de diputados
matemáticamente traducible en el de votos que ha recibido, en tanto otros corrigen mediante fórmulas la disparidad
de inclinaciones del electorado para potenciar los partidos fuertes y hacer más gobernables las naciones; pero
inexcusablemente el sufragio universal es la regla de oro de cualquier régimen que pretenda ser considerado
democrático.
-pluralismo. En primer lugar en la vida política resulta imprescindible la existencia de varios partidos, pero
también en la vida sindical y profesional se exige la pluralidad de las opciones, porque de otro modo no tendría
sentido el acto del voto. Pero el pluralismo no desaparece una vez que los ciudadanos han otorgado su confianza a
una fuerza determinada; las minorías en una democracia madura merecen el respeto máximo, y la oposición
desempeña una función tan importante como la del mismo gobierno, y en los regímenes bipartidistas o de
alternancia, caso del Reino Unido, la oposición constituye un verdadero gobierno en la sombra. En el terreno de la
opinión el pluralismo implica libertad de prensa, de imprenta, de palabra, única forma de que una ciudadanía
informada decida de manera consciente.
-marco constitucional. La doctrina de Montesquieu mantiene su vigencia acerca de la separación y armonía de
los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. En los estados federales, caso de Estados Unidos, República Federal
Alemana o Suiza, o en los organizados en comunidades autónomas, caso de España a partir de 1978, la regulación de
los poderes resulta más compleja y ha de quedar nítidamente establecida en la Constitución. La supremacía de la
Constitución, referente resolutorio de todos los conflictos, está firmemente establecida. Ningún poder se encuentra al
margen de la Constitución ni por encima de ella. En los Estados Unidos, donde la figura del presidente concentra
poderes excepcionales, Nixon hubo de dimitir cuando se demostró que había quebrantado algunos preceptos
constitucionales. Pero la simple existencia de una Constitución escrita no es garantía de respeto a sus principios; la
experiencia histórica del nazismo, que no abolió la Constitución de Weimar. Supone una advertencia severa contra
cualquier optimismo ingenuo. La Constitución mantiene su valor regulador sólo en la medida en que el pueblo esté
decidido a defenderla.
-economía de mercado. Los pensadores sociales del siglo XIX no dejara de reprochar la inhibición del poder
en la vida económica, características del liberalismo, a partir de la experiencia de que resultaba generadora d
injusticias y favorecía una ordenación dual de la sociedad en poseedores y poseídos. Pero las circunstancias históricas
han variado, y al sur elementos correctores se reconoce la función del mercado libre como un de los mecanismos de la
libertad política. Ebenstein lo ha expresado d forma clara: .En el estado democrático, el gobierno estimula indirecta
mente ciertas actividades económicas a través del presupuesto, los impuestos, el interés y otras técnicas de planear por
inducción, evitando así el planear por dirección y sus dos defectos principales: la centralización burocrática y la
ineficiencia económica.
La experiencia histórica de casi dos siglos, a partir de la revolución industrial, y los seis años de combate
bélico contra los facilismos, terminaron de perfilar el modelo democrático, un lejano invento griego, fórmula de
gobierno de la polis, hoy más compleja que en sus orígenes, más madura que hace un siglo.

311
2. LIDERAZGO MUNDIAL DE EEUU. LA PRESIDENCIA DE TRUMAN
Pocos temas tan controvertidos como el del papel de los Estados Unidos en el mundo de posguerra. El
esfuerzo bélico le ha permitido superar las secuelas de la gran depresión y convertirse en economía dominante,
potencia financiera que posibilita la reconstrucción del mundo occidental; en el campo político los Estados Unidos
se presenta como campeones de la democracia y reclaman el título de defensores del mundo libre (autodenominación
del no sometido a las directrices soviéticas). El liderazgo es incontestable, ya él contribuyen la merma del poder inglés
y el debilitamiento generalizado de las viejas naciones europeas, la disolución de los imperios coloniales, y sobre todo
la conformación de los bloques políticos de potencias rivales. Pero ¿constituye la gran nación norteamericana
realmente un modelo exportable de economía capitalista? ¿Sus pautas de comportamiento, regidas por la competición
y la valoración del individuo por el éxito y el dinero, han de alzarse como tractos insoslayables en la evolución hacia
la sociedad de la opulencia? ¿No simbolizan sus empresas una nueva forma de capitalismo apoyado en la explotación
del Tercer Mundo como proveedor y del Viejo Continente como cliente? ¿Es compatible su consideración de líder
con sus problemas internos, que limitan el alcance de su filosofía política de libertad: problema negro, chicanos,
droga, contrastes riqueza-miseria? Un análisis de la nación norteamericana tendría que ocupar más páginas de las que
podemos dedicarle, pero quede al menos constancia de su condición de país contradictorio, opulento con pobreza,
libre con opresión. Tal ambivalencia de dirección-dominio ha sido reconocida, en política internacional, por uno de
sus políticos: los Estados Unidos, la primera nación en la historia que ofrecía su tesoro a otros para ayudarles y darles
esperanza, vino a ser el mayor suministrador de armas mundial. (Edward Kennedy).
En 1945 los Estados Unidos alcanzan su más alto potencial económico
-hasta entonces- y su máxima influencia internacional. La prosperidad y la victoria son en esos momentos
exponentes visibles, pero inmediatamente la reconversión de la economía de guerra en economía de paz va a provocar
problemas graves. ¿Se puede evitar el paro al desmovilizar a doce millones de sol- dados?, ¿y la superproducción al
extinguirse la demanda insaciable de los frentes? Por otra parte, las grandes empresas, que han recuperado por su
capacidad para sostener los suministros bélicos el crédito que habían perdido en la crisis de 1929, presionan, en
paralelismo con los postulados del Partido Republicano, por un “retorno a la normalidad”, entendida como el fin de
la intervención del Estado en la vida económica. No obstante, Truman, heredero de la línea social rooseveltiana,
lanza, en septiembre de 1945, el programa denominado Fair Deal, que sostiene la necesidad de la intervención del
Estado para mantener el pleno empleo y el equilibrio oferta-demanda en el mercado de trabajo. La reconversión
económica se presentó relativamente fácil al desviarse la demanda hacia artículos de consumo -principalmente el
automóvil- y al encontrar un campo de ventas y colocación de capitales en el continente europeo. En 1947 la
economía americana se ha situado en un plano de despegue, como indican las cifras de su producto nacional bruto:
215 mil millones de dólares en 1945. 211 en 1946. 233 en 1947; el Plan Marshall de este año constituye el
acelerador definitivo.
Sin embargo, son años difíciles, sacudidos por convulsiones sociales. La rápida subida de los precios erosiona
la capacidad adquisitiva de los salarios, y el paro, a pesar del relanzamiento rápido, alcanza cotas desconocidas desde
la gran depresión. En 1946 huelgas gigantescas paralizan las zonas industriales de la nación. Los republicanos, que
han adquirido mayoría en el Congreso en las elecciones parciales de ese año, proponen y hacen aprobar. a pesar de la
oposición del presidente, la ley Taft-Harley (junio de 1947), que implica la introducción de un código duro en los
conflictos sociales. Se exige a los dirigentes sindicales el juramento de no pertenencia al Partido Comunista y el
preaviso de sesenta días antes del inicio de cualquier huelga, se confiere capacidad al presidente de declarar ilegal y
suspender la que afecte a sectores claves de la seguridad nacional, se impone el escrutinio secreto en las asambleas
sindicales; en definitiva, la ley supone una amenaza directa para el obrerismo norteamericano, que queda decapitado
en sus posibilidades de movilización. Otra ley prohíbe la huelga de los funcionarios estatales.
La mayoría republicana paraliza todos los programas progresistas del presidente: aumento del salario mínimo,
incremento de las cuotas de Inmigración, perfeccionamiento del sistema de Seguridad Social, promoción de los
derechos civiles de los negros. En este último capítulo -se anuncia lo que va a constituir uno de los más graves
problemas de la actual sociedad norteamericana. Durante la guerra se ha producido una migración intensa de la
población negra desde los estados del sur a los industriales del norte; con la atención creciente de la sociedad norteña
hacia posibles soluciones para una minoría que vive en condiciones precarias confluye la propaganda de la guerra
Fría, en la cual los rusos introducen el tema como signo de la injusticia intrínseca del capitalismo. Pero los intentos
presidenciales de introducir disposiciones que mejoren la situación de la población de color se encuentran con el veto
sistemático del Congreso. El problema va a adquirir progresivamente perfiles más violentos.
De la conjunción de decepciones -sindicatos silenciosos, negros exasperados, grandes empresas hostiles a los
demócratas por principio- se esperaba una gran derrota en las elecciones de 1948, a las que Truman concurre con el
republicano Dewey; un periódico llegó a anticipar la noticia -errónea- de que Dewey había obtenido la victoria, y sin
embargo, Truman consigue la reelección, tras una agotadora campaña en la que convence a los ciudadanos de que sus
fracasos son atribuibles al partido rival.
En su segundo mandato Truman ha de enfrentarse al recrudecimiento de la guerra fría, con la erupción de la
guerra coreana. Antes el bloqueo de Berlín, la victoria de Mao en China, la explosión de la bomba atómica rusa, son
312
jalones que sus enemigos convierten en denuncias. Así se inicia en los Estados Unidos un periodo peligroso de
erosión de valores, de pérdida de confianza en la democracia, denominado de la “caza de brujas”. Se trata de una
auténtica crisis de civilización más que de una situación emergente de tensión. En febrero de 1950 el senador católico
por Wisconsin, Joe McCarthy. Denuncia, en el discurso conmemorativo de la muerte de Lincoln, que en el
Departamento de Estado hay más de doscientos comunistas. A continuación pasará a presidir un comité especial, que
acusa de espionaje a figuras conocidas del progresismo estadounidense y pretende descubrir una vasta red que facilita
secretos militares a la Unión Soviética. Los esposos Rosenberg son condenados a muerte y ejecutados en junio de
1953 (presidencia de Eisenhower), a pesar de sus protestas de inocencia y de las de muchas naciones. La prueba más
patente del poder de McCarthy es la defenestración del general Marshall de la Secretaria de Defensa, tras envolverlo
en una insidiosa campaña de des- crédito. El fenómeno McCarthy es social antes que político; en sus denuncias
implica a los sectores avanzados, liberales, artistas independientes, universitarios, hijos de la aristocracia financiera del
este, a todos los que ahorma en un hipotético club de seres afortunados, «disponen de las más bellas casas"
consiguiendo reunir en su entorno, bajo la enseña del anticomunismo, fuerzas sin ningún común denominador:
católicos, inmigrantes recientes, granjeros del Middle West, petroleros de Texas, el senador por Wisconsin libera las
frustraciones de los grupos, en el oeste y centro los resquemores por el protagonismo del este, en los católicos un
espíritu de cruzada frente a judíos y protestantes, en los obreros el rencor hacia los sectores plutocráticos. Quizá
constituya el macarthismo la mayor amenaza de parafascismo en América del Norte, paradójicamente nacido tras el
inmenso sacrificio que supuso la lucha y el triunfo contra el fascismo en Europa; América entra en una era de
inquisición, “comités de lealtad”, someten a examen a empleados federales, los servicios quedan semiparalizados en
un clima de sospechas. El cansancio por las obsesiones macarthistas empuja a los 34 millones de americanos que
votan al general Dwight Eisenhower en las elecciones presidenciales de 1952 frente al intelectual que presentan los
demócratas, Adlai Stevenson.

3. LA ERA EISENHOWER
Eisenhower, héroe de la guerra, hombre inmensamente popular, se esforzó en ser el Presidente de todos, al
margen de haber aceptado la propuesta de figurar como candidato de los republicanos. De este deseo de posición
centrista derivan los juicios contrapuestos sobre su gestión, con rasgos conservadores y progresistas aun tiempo, y
sobre su figura. En sus Memorias (Mis años en la Casa Blanca) escribe: me hallaba ante dos filosofías extremas de
gobierno, que eran netamente divergentes: la derecha reaccionaria y la izquierda radical. Las dos desembocaban en la
tiranía. El problema consistía en alcanzar un equilibrio que asegurase la libertad individual en una sociedad
ordenada». La vía media era incompatible con el anticomunismo febril de McCarthy, al que el Senado degolló
políticamente con una moción que censuraba sus procedimientos- en diciembre de 1954.
Contrastes se encuentran en un análisis del equipo de gobierno que formó, en el que incluye un dirigente
sindical y varios hombres de negocios, entre ellos el antiguo presidente de la General Motors Charles Wilson.
Eisenhower se presenta como el hombre de la paz, en el ámbito internacional, y pone fin a la guerra de Corea, pero
designa como piloto de la política exterior a un típico guerrero de la tensión, el secretario de Estado Foster Dulles;
militar que se apoya en el mundo de los negocios, representado generosamente en su equipo de gobierno, denunciará
como peligrosa la alianza o el complejo militar-industrial. Muchas son las paradojas de su gestión, de las que
probablemente no tuvo conciencia, puesto que en sus Memorias presenta un panorama idílico, en el cual todos los
problemas son resueltos agudamente y con prontitud por un presidente omnisciente, actitud que comenta
irónicamente su sucesor Kennedy.
Los años de la política de la moderación se significan por una evidente ambigüedad del lenguaje, que
posiblemente traduce la de los programas: abundan las expresiones antinómicas, del tipo de “progresismo moderado,
moderación progresista”, conservadurismo dinámico, a las que se inclina con fruición de descubrimiento lexicológico
el Presidente, pero algunos problemas reclamaban soluciones urgentes y no juegos de palabras, y la herencia de los
años 50 no va a ser brillante.
El problema negro adquiere rasgos explosivos. El Tribunal Supremo se inclina hacia una exégesis progresista
de la Constitución y presiona para eliminar la segregación, en primer lugar la política, al declarar inconstitucionales
las elecciones primarias blancas de varios estados del sur, luego la judicial, exigiendo la inclusión de negros en los
jurados, la residencial, obstaculizando cláusulas discriminatorias en los contratos de arrendamiento de inmuebles, y
finalmente, la más resonante, la escolar .Una sentencia de mayo de 1954, al interpretar la XIV enmienda de la
Constitución, dictamina que los establecimientos escolares separados son desiguales por esencia y ha de procederse a
la apertura de transportes y centros comunes. El año 55 contempla la intensificación del movimiento negro, liderado
por el pastor Martín Lutero King, al que replica el extremismo blanco organizando en algunos estados meridionales
los consejos de ciudadanos, que intentan impedir el acceso de los negros a los autocares escolares y a los centros. La
tensión alcanza su ápice en Arkansas, en septiembre de 1957, cuando una multitud histérica expulsa de una escuela a
nueve niños negros en Little Rock; el Presidente envía paracaidistas para garantizar el derecho lesionado; los racistas
no se amilanan, y unos meses después el gobernador ultra Faubus procede ala clausura de las escuelas públicas. A
pesar de la decisión presidencial puede también atribuirse a sus titubeos iniciales la radicalización del problema; en
313
1956 el ejecutivo permanece impasible, permitiendo que los extremistas impidan el acceso de un negro a la
Universidad de Alabama; en julio de 1957 Eisenhower descarta, en una conferencia de prensa, la eventualidad de una
intervención federal para hacer cumplir las normas del Tribunal Supremo, que, sin embargo, no pudo evitar unas
semanas después. Como en la mayoría de los capítulos la gestión del general Se caracteriza por la incertidumbre y las
medidas a destiempo.
Los últimos años del segundo mandato presidencial contemplan una delicada situación económica. La
modernización de la agricultura provoca un aumento de los rendimientos, pero además, inexorablemente, una
situación de superproducción y paro creciente que recuerda los peligros del año 29; el descenso de los precios se
refleja en el de las rentas de los agricultores, de 15.000 millones de dólares (1947) a 12.000 (1960), con lo cual se
obliga al gobierno federal a una política de subvenciones, mentís de la posibilidad de inhibir al ejecutivo de funciones
en el campo de la economía, como sostienen los neoliberales. La industria se ve agobiada por la recesión que se inicia
con el final de la guerra coreana; en 1957 las principales empresas trabajan al 80% de su capacidad; en 1958 el paro
rebasa los cinco millones de trabajadores. Se explican, por tanto, la agitación social y la parálisis de la siderurgia en el
segundo semestre de 1959, hasta el punto de que el Presidente decide aplicar la ley Taft-Harley para suspender la
huelga. En 1960 la situación es inquietante; el candidato demócrata en las elecciones de ese año, Kennedy, sin duda
exagera las dificultades y errores de la Administración, pero muchos americanos creen que es necesaria una
rectificación del rumbo en la política interior e internacional y dan el triunfo a Kennedy sobre Nixon en una de las
más apretadas contiendas electorales de la historia norteamericana.

4. DE LA ESPERANZA A LA INCERTIDUMBRE: KENNEDY


Para amplios sectores de la sociedad norteamericana el acceso de John Fitzgerald Kennedy, primer presidente
católico y el más joven de los elegidos con sufragio popular, a la primera magistratura de la nación supuso un
momento de esperanza. Encarnaba la juventud, el liberalismo político, un programa económico de relanzamiento,
promesas generosas para la promoción de las minorías; en el campo internacional, la adopción de una estrategia nueva
que superase la dicotomía de la guerra fría; en el lenguaje político, nuevas palabras, y capacidad para hacer soñar a los
ciudadanos estadounidenses en una «Nueva Frontera», expresión en la que intentó resumir todos los cambios. La
aureola con que inicia su gestión se agiganta con su muerte trágica en noviembre de 1963. Con la perspectiva del
paso del tiempo la presidencia de Kennedy se contempla como un gran fracaso; sus programas legislativos son
paralizados por el Congreso, sus reformas sociales naufragan en una sociedad hermética; pero quizás el fracaso sea de
la nación; que se mostró inflexible al cambio de rumbo que se le proponía. En cualquier caso parece indudable que
Kennedy fue una personalidad excepcional, con un carisma muy superior al tono medio de los presidentes de este
siglo, con .los rasgos de grandeza y fraternidad de Franklin Delano Roosevelt. El joven equipo de colaboradores que
formó tras una búsqueda intensa sintió por su jefe una veneración que puede leerse en estas líneas de su biógrafo, el
historiador Schlesinger:
"Tomaba la vida en serio, aunque no se tomara en serio a sí mismo. Sentía apasionadamente, aunque
procuraba con pasión expresar siempre menos de lo que experimentaba. Jamás se mostró sino llano, irreverente,
jacarandoso y ocurrente, pero siempre fue un hombre que tomaba la vida muy en serio. Encarnaba el sentir de su
generación, el desdén por la petulancia, la falta de confianza en la retórica, el odio de lo histriónico, la impaciencia
con las actitudes artificiosas y las baterías del pasado, y el temor al desengaño, y encarnaba a la vez los anhelos de su
generación de madurar mediante la experiencia, de subordinar los impulsos egoístas a los ideales comunes, el aprecio
del valor, del cariño y de la dignidad. Su instinto siempre le llevaba a sospechar de los fetiches del pasado, y no para
excusar de esa manera el odio, sino como preludio de actividad. Su instinto le impulsaba a buscar las realidades del
presente ya tratar de comprender la dirección en que se movía la Historia. Si el mundo presentaba un aspecto
desesperanzador, se trataba de un mundo forjado por el hombre, y por tanto quizá pudiera ser cambiado, y hasta
salvado, por el hombre"
Kennedy se presenta como el presidente de los jóvenes: .La antorcha ha sido pasada a una nueva generación de
americanos, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una larga y amarga paz orgullosos de
nuestra antigua herencia..." Su juventud, el sufrimiento (enfermedad de Addison, desviación de columna) que le
acompañaba y tenia que superar todos los días, el valor físico que demostró durante la guerra y el valor moral que
cantó en uno de sus libros (Rasgos de valor, premio Pulitzer), su curiosidad insaciable de lector, el dominio de sí
mismo, definen los perfiles de una figura sugestiva. Su oratoria señala una de las cimas de este arte de la palabra en el
campo de la política en nuestro siglo,
-con sus frases en stacatto: “pagaremos el precio que haya que pagar, so portaremos las cargas que haya que
soportar”;
-sentencias equilibradas: «Nunca han tenido las naciones del mundo tanto que perder o tanto que ganar.
Juntos salvaremos a nuestro planeta o juntos pereceremos en sus llamas»;
-contraposiciones: «No lleguemos nunca a un acuerdo basado en el temor pero tampoco sintamos el temor de
llegar a un acuerdo»:

314
-intensificación expresiva: Todo esto no quedará terminado en los primeros cien días venideros. Tampoco
quedará terminado en los primeros mil días ni durante la vida de esta Administración, ni aun quizá mientras dure
nuestra vida en este planeta. Pero comencemos.»
Del concepto de Nueva Frontera» habla en su discurso de aceptación de la candidatura por el partido
demócrata, utilizando símiles que se refieren al meollo de la historia norteamericana; los pioneros abandonaron la
seguridad de sus hogares para lanzarse a tierras desconocidas, y podría parecer que no existe ya para los americanos
otro horizonte que el océano, pero la frontera de la década de los sesenta es de nuevas tareas que requieren sacrificios:
.Más allá de esta frontera existen zonas desconocidas de ciencia y espacio, problemas no resueltos de guerra y paz,
oscuras cavidades de ignorancia y prejuicios...», y concluye: .Os pido a cada uno de vosotros que seáis los pioneros de
esta nueva frontera.»
Pasadas las promesas de la campaña electoral, instalado ya en la Casa Blanca, Kennedy se ve precisado a
transformar en puntos concretos las efusiones líricas; el orador ha de demostrar sus cualidades de estadista.
Resaltemos los puntos destacados de su estrategia presidencial:
a) Relanzamiento económico. Para hacer frente al paro ya la parálisis de la vida económica, y en contraste con
la filosofía de la Administración precedente, los demócratas kennedianos conciben un Estado intervencionista, en las
pautas del New Deal de Roosevelt, anteponiendo los intereses generales a los privados de las grandes compañías en el
caso de que se produjera una divergencia pasajera. Sobre este principio, cuando en abril de 1962 los magnates del
acero (United States Steel) decidieron unilateralmente subir el precio de la tonelada, Kennedy retiró todos los
pedidos militares e hizo rectificar y claudicar a la más poderosa firma de un sector clave. Para incrementar la
demanda interior no dudó en ampliar los presupuestos militares, ya continuación en proceder a una reducción fiscal
de 11.000 millones de dólares que lanzó sobre los circuitos líquidos un fuerte poder de compra adicional.
b) Justicia social. El gran reto de la posguerra es para los Estados Unidos la promoción de los grupos
marginados: negros (a los que nos referimos aparte), chicanos, parados, cuarenta millones de ciudadanos viven
exiliados de la sociedad de la abundancia. Proposiciones de ley de salario mínimo, asistencia federal a las regiones
deprimidas, programas de estimulo de construcción de inmuebles, auxilio a los ancianos, asistencia hospitalaria
(derecho a la salud) constituyeron algunos hitos de su lucha contra la injusticia. En el segundo mensaje sobre el
Estado de la Unión (enero de 1962), resume este programa:
Una América fuerte no puede descuidar las aspiraciones de sus ciudadanos, el bienestar de los necesitados, el
cuidado médico de los ancianos, la educación de los jóvenes. Al fin y al cabo, no estamos desarrollando la riqueza de
la nación para su propio beneficio. La riqueza es el medio y el pueblo es la finalidad. Todas nuestras riquezas
materiales nos servirán de poco si no las utilizamos para aumentar las oportunidades de nuestro pueblo. El año
pasado mejoramos la dieta alimenticia de los necesitados, suministrarnos más comidas calientes y leche fresca a los
niños de los colegios, construimos más residencias universitarias y más asilos de ancianos, aumentamos el número de
viviendas particulares, residencias, servicios médicos e incrementamos la seguridad social. Pero sólo hemos
empezado."
c) Paz. Es el tema obsesionante. Con uno de sus lapidarios contrastes lo expresó cuando murió el secretario
general de la ONU, Hammarskjold: .La Humanidad ha de poner fin a la guerra... o la guerra pondrá fin a la
Humanidad." El repudio de la guerra influye en primer lugar sobre la política exterior, ya analizada, pero también en
la interior, como la intensa movilización de la juventud que se inscribe en el Cuerpo de la Paz, encargado de llevar al
Tercer Mundo programas de desarrollo.
d) Viajes espaciales. Kennedy inicia la carrera del espacio, otro incentivo para el relanzarniento de la economía
y horizonte nuevo para la investigación científica; «nos hicimos a la vela en este nuevo mar porque existen nuevos
conocimientos que aprender" dice en la Universidad de Houston, población que va a convertirse en la plataforma de
la era espacial.
e) Problema negro. Los dos hermanos. John y Robert, se entregaron a la lucha contra la segregación, en
escuelas, universidades, hospitales; el problema se hizo convulso, adquirió las dimensiones que se podían prever tras
los conflictos con que tuvo que enfrentarse Eisenhower. El presidente afirmaba que en esta tarea no le importaba
comprometer su reelección. Admiraba a Lincoln, cuya mano no tembló al firmar la emancipación. Su objetivo era la
igualdad mediante una ley de derechos civiles, pero ante las resistencias el Congreso la mantuvo marginada y ha de ser
Johnson el que consiga su votación. Algún autor crítico se pregunta: ¿hizo bien al abrir las puertas a la revolución?;
replican otros: ¿es posible mantener eternamente oprimida a una minoría? En este tema crucial es claro que el
problema se hizo cada vez más grave precisamente porque no se le buscó una solución, o porque cuando se intentó,
como en estos años, se impidió su aplicación.
A pesar de que Kennedy obtuvo algunos resultados brillantes, por ejemplo, en el campo de la economía, las
ambigüedades de su programa y las poderosas resistencias que concitó explican sus fracasos. El paro se redujo de
forma mínima, los islotes de pobreza subsistieron, los negros intensificaron su protesta; en 1962 de veinticinco
proyectos de ley sólo cinco son aprobados, y dos de los más importantes, el de reducción fiscal y el de derechos
civiles, lo fueron con la emoción que despertó su muerte. Su asesinato (22 de noviembre de 1963), probablemente
producto de una conspiración de fuerzas hostiles a pesar de que el informe oficial. Warren intenta demostrar a lo
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largo de sus miles de páginas la tesis del criminal solitario, segó la posibilidad de que con la madurez de un segundo
mandato el joven presidente, desenganchándose definitivamente del sector reaccionario de su partido, los
terratenientes sudistas, quizá su más culpable claudicación, impulsase a la sociedad americana hacia las metas que con
brillante oratoria había presentado a sus electores en 1960.
Jonson, su sucesor, intentó imprimir mayor energía a los programas kennedianos declarando una guerra sin
cuartel contra la pobreza; en mayo de 1964 lanza en la universidad de Michigan su programa de la “Gran Sociedad”.
De su habilidad y experiencia en líder parlamentarias, había sido líder de la mayoría demócrata en el Senado durante
muchos años, se esperaba el éxito legislativo de cuantos proyectos se habían rechazado a Kennedy. Al enfangarse en la
guerra del Vietnam comete un trágico error que devora todas sus posibilidades. La sociedad norteamericana se divide
y sufre una terrible crisis de conciencia; los movimientos pacifistas son considerados antipatrióticos por otros
sectores; la violencia crece y se cobra victimas convertidas en símbolos: Martin Lutero King, Robert Kennedy durante
su campaña para acceder ala presidencia (5 de junio de 1968); los gastos militares aceleran otra vez los procesos
inflacionistas. La república en armas es todo lo contrario de la paz que Kennedy había Invocado; la sociedad enferma,
la desembocadura paradójica de las presidencias de dos demócratas extraordinariamente dotados para la política. En
los años 70 el pueblo norteamericano otorga de nuevo a los republicanos la responsabilidad presidencial.

5. LA AMÉRICA CONSERVADORA. REAGAN


A partir de 1969, al ser elegido presidente Nixon, el candidato derrotado en 1960, recupera la Casa Blanca el
partido republicano y en un sentido más amplio el conservadurismo norteamericano. Se inicia una etapa sólo
interrumpida por la presidencia demócrata de Carter, cuyas propuestas progresistas no encontraron eco, hasta el
punto de que excepcionalmente fue derrotado en las urnas un presidente en ejercicio cuando intentó conseguir un
segundo mandato de cuatro años. Esta era republicano-conservadora culminará en Ronald Reagan. Apasionado
anticomunista de la era del mercarthismo, rodeado de un equipo de hombres pragmáticos, que desprecian el
idealismo utópico de Kennedy y Johnson, Nixon personaliza un nuevo tipo de político, astuto, cínico, capaz de
anteponer el éxito de sus proyectos a cualquier consideración ética; su llegada a la Casa Blanca supone el fin del
misionerismo, de la creencia de que los Estados Unidos encarnan valores universales. Creyéndose intérprete de la
«mayoría silenciosa», utilizará sus poderes para encadenar a los grupos subversivos, sean estudiantes contestatarios o
activistas negros; su eslogan presidencial será el mantenimiento «de la ley y el orden». Su colaborador más influyente,
Henry Kissinger, asesor y más tarde secretario de E5tado, postula una nueva estrategia internacional, que se resume
en la defensa eficaz de los intereses norteamericanos, despreciando las apelaciones a los valores occidentales o de la
democracia en cuanto no sean instrumento de la superpotencia estadounidense. En el interior se olvidan los
programas de justicia social o se enfocan con otras bases axiológicas; aunque el presidente lanza en mayo de 1969
una «declaración de guerra a la pobreza» que repite casi literalmente programas de Johnson, retratan con más
precisión su gestión la declaración del ministro de Justicia, John Mitchell: «No podemos aceptar la pobreza como
excusa del crimen; de lo contrario le resultaría suficiente aun criminal probar que es pobre para ser indultado», y las
tremendas imprecaciones del vicepresidente Agnew contra «los criminales anarquistas e irresponsables» .
En el orden internacional la estrategia diseñada por Kissinger obtiene resultados notables.. Todos los aliados
de Washington han de incrementar su aportación a la defensa común, no han de esperar de los Estados Unidos la
responsabilidad exclusiva de la supervivencia del mundo libre. El giro más espectacular es la aproximación a China, a
donde el presidente viaja (febrero de 1972), explotando las diferencias entre Moscú y Pekín. Este movimiento
diplomático de enorme envergadura no es obstáculo para que intente un entendimiento con los soviéticos sobre la
limitación de armas nucleares, la cual inicia con el tímido contenido del primer acuerdo SALT (mayo de 1972).
La falta de principios categóricos y el pragmatismo de la administración republicana se perciben con mayor
claridad en su política económica. Para hacer frente a la inflación aplica en los dos primeros años la restricción de
créditos con el objetivo de estabilizar la masa monetaria; los resultados no fueron alentadores: contracción de los
niveles de actividad, disminución de la renta real al ser más bajo el incremento anual del producto nacional que el de
la población -las cifras son elocuentes: 8.25 % de aumento en 1968, 2.8 % en 1969, disminución del 0.5% en
1970-. y este proceso contractivo tan acusado no consigue detener la inflación; la subida de los precios, ante el
propósito de los trusts de no mermar sus beneficios. La crisis financiera del año 1970 se compara en algunos medios
ala de 1929; se habla de stagflación, nuevo término económico con el que se señala que se combinan estancamiento e
inflación, dos problemas que se creía hasta ese momento no se presentaban juntos. Los resultados negativos de las
elecciones parlamentarias del año 1970 inclinan a Nixon a dar un giro a su política económica, de la que se hace
cargo el demócrata Connally, quien cambiará más tarde de partido. Presupuesto expansionista y política de pleno
empleo serán las nuevas coordenadas. En 1971,y 1973, para fomentar las exportaciones, se procede a una medida
considerada antes inconcebible, la devaluación del dólar .Para frenar el alza se adoptan recursos coactivos, con
controles de precios y salarios. Los giros son realmente copernicanos; el partido republicano, el más obsesionado por
el prestigio y por la creencia de que la fortaleza del dólar es un símbolo de los Estados Unidos, se ve precisado a
recurrir a la devaluación; el sostenedor de la no intervención estatal en la vida económica termina ejerciendo prácticas
enérgicas de intervencionismo, aunque Nixon declare que espera «poner fin a la política de control, en pocos meses.
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Más consecuente es la administración republicana en su política interior.
Nixon estima que son los estados los responsables de los programas sociales y a ellos transfiere la mayoría de
las cargas asistenciales. Los programas del New Deal, del Fair Deal, la Nueva Frontera y la Gran Sociedad son
olvidados y se suprimen las ayudas a bibliotecas, hospitales, programas urbanísticos, etc. La integración racial se
paraliza; Nixon renuncia primero a utilizar cualquier medida coercitiva, luego suprime las partidas que financiarían la
integración, y por fin adopta una posición pasiva ante las transgresiones de las leyes integradoras. Más grave para el
futuro legal de las minorías negras es su política de ir colocando en el Tribunal Supremo, en cada sustitución que se
produce, jueces de ideología conservadora, poco proclives a dar el respaldo de sus sentencias a la promoción social de
los oprimidos.
Mientras en política internacional cosecha éxitos brillantes, en el interior crecen las tensiones de los grupos
marginados y la resistencia de las Cámaras hacia un presidente que acusa cada vez más sus tendencias autocráticas. La
separación de la ética y la política termina dando sus frutos". Un escándalo provoca la dimisión del vicepresidente
Spiro Agnew, el que había sido apóstol furioso de la ley y el orden. Otro escándalo, el llamado del Watergate, obliga
dimitir al presidente (8 de agosto de 1974), cuando se acumulan de manera abrumadora pruebas de que Nixon ha
transgredido la ley, ha intervenido en el espionaje ilegal del cuartel de los demócratas, grabado cintas
comprometedoras, sacrificado a sus colaboradores para salvarse. La caída de un presidente autocrático pone de relieve
los resortes que mantienen la vigilancia en el sistema político norteamericano. La prensa que ha iniciado la denuncia
de la conculcación de la ley, las dos cámaras del Parlamento norteamericano que proyectan un impeachment y la
independencia de los jueces demuestran la dificultad de ejercer en los Estados Unidos un poder irresponsable.
En 1980 la elección del gobernador de California, el ex actor Ronald Reagan, para la presidencia de los
Estados Unidos supone el retorno de los republicanos a la Casa Blanca tras el paréntesis Carter y sobre todo, el
predominio de una nueva derecha, que pretende monopolizar el verdadero patriotismo y recuperar el rango dé gran
potencia tras un período de decepciones y humillaciones. Un hombre que encarnaba los valores más profundamente
conservadores de la derecha americana fue llevado a la Casa Blanca por un Comité Político Nacional Conservador,
regado por inagotables medios financieros, en el que se aliaban judíos ortodoxos, católicos ultras y protestantes
fundamentalistas, unidos por la fortuna y por la sacralización de la tradición. El presidente se mostró como un
virtuoso de los mass media, un prestidigitador de la comunicación social, revelándose en su papel político mejor actor
que en sus mediocres interpretaciones cinematográficas. Una oleada de neopatriotismo sacudió los Estados Unidos,
tras las humillaciones de Vietnam y de los rehenes en la embajada americana de Teherán. Esta atmósfera de
patriotismo renovado se percibió en los juegos olímpicos de Los Angeles en 1984, en el incremento de vocaciones
militares o en el éxito de la película Rambo, con cuyo personaje: se identificaron muchos jóvenes. La guerra del
Vietnam fue reinterpretada, Reagan la definió como una «noble causa.; se había intentado salvar aun pueblo del
comunismo, es decir del mal, y se había fracasado por culpa de la oposición interna. Con esta pretensión de ser el
exegeta infalible del patriotismo también se redefinió la guerra civil española y se motejó de traidores equivocados a
quienes en la Brigada Lincoln habían defendido la República.
El reaganismo supuso varios postulados que a los europeos asombraron por su inconsistencia.. Implicó una
ideología simplista, de westem, que ordenó el mundo en buenos y malos -el presidente llamó a la URSS "el imperio
del mal"-, con el corolario de que sólo el uso de la fuerza devolvería a los Estados Unidos el prestigio perdido. Como
ensayo de empresas más ambiciosas o peligrosas se galvanizó el entusiasmo patriótico con intervenciones exteriores de
pequeño calado, como la invasión de la isla de Granada. Lo limitado de la prueba no impidió que se proclamara ante
el mundo que Norteamérica estaba dispuesta a hacer valer su poder allí donde se le amenazara. Para desgracia de los
gobernantes sandinistas en Nicaragua. Reagan los incluyó dentro de la esfera del mal, y concentró sus esfuerzos en el
mantenimiento de la guerra civil, creando y apoyando a la «Contra», para imposibilitar cualquier gestión normal de
gobierno. En el campo de las costumbres el reaganismo se manifestó como la palingenesia de una moral tradicional,
que hacía del trabajo pero también del triunfo el máximo objetivo. El fundamentalismo religioso volvió a levantar
cabeza en un país históricamente plural y tolerante.
Reagan mantuvo en todo momento una elevada cota de popularidad, lo que demuestra que sintonizó con la
forma de pensar de buena parte del pueblo americano. Sin embargo, y aunque falte suficiente perspectiva para un
balance, dejó una herencia problemática. En el polo opuesto al Estado intervencionista de Roosevelt o Kennedy,
propugnó la absoluta libertad de la empresa privada y suprimió cualquier control. Este mutis del Estado tuvo un
coste medioambiental. La reducción de impuestos, columna vertebral de su política económica, provocó un
gigantesco déficit presupuestario. En 1982, al desatarse una espiral inflacionista, el paro se elevó hasta 10 millones de
personas, Aproximadamente el 10% del censo laboral. Las balanzas comercial y de pagos, que presentaban signos
positivos en 1981 alcanzaban en 1986 170.000 y 140.000 millones de dólares de déficit. Al destinarse los fondos
federales preferentemente a inversiones de carácter militar se succionó parte de los fondos sociales y la pobreza se
extendió por el país. A mediados del mandato de Reagan vivían sin hogar en las calles más de 60.000 personas en
Nueva York y más de 25.000 en Chicago. Este fenómeno de marginación era endémico, pero la novedad estribaba en
la falta de recursos de auxilio, lo que convirtió a los pobres en masas de desesperados. Negros e hispanos fueron las
principales víctimas de una política estatal inhibicionista.
317
.Un oscuro episodio denominado Irangate estuvo apunto de convertirse en la reedición del Watergate. A pesar
de que el Congreso había prohibido la venta de armas a Irán, una red clandestina mantuvo este comercio para obtener
fondos para la Contra nicaragüense. En el episodio estaba implicada la administración, pero no se pudo probar la
responsabilidad del presidente. Contradicciones en el plano moral; contradicciones en el plano económico con los
Estados Unidos, históricamente acreedores, convertidos en deudores a partir de 1985.

6. EL MODELO POLÍTICO NORTEAMERICANO


El escándalo del Watergate ha probado la solidez del sistema norteamericano de compensación de poderes.
¿Cuáles son las líneas maestras de un modelo calcado inicialmente del británico pero que ha adquirido personalidad
propia con el paso del tiempo? Rasgo clave es su permanencia; la Constitución que en 1787 se han dado las trece
colonias se encuentra vigente en nuestros días sin más modificaciones que las enmiendas que introducen cambios
puntuales, así la veintiocho, que en julio de 1971 rebaja la edad exigida al elector de 21 a 18 años. La separación de
poderes es más drástica que en las democracias europeas; el ejecutivo es independiente del legislativo, el judicial juega
el papel de árbitro inapelable. Cada uno de los cincuenta estados federados conserva cierta autonomía en una serie de
ámbitos: las obras públicas, sanidad, policía; para el europeo resulta llamativa la capacidad de decisión de los estados
en cuanto a la administración de la justicia hasta el punto de disponer de un aparato legal propio, lo que ha
posibilitado que los mismos delitos reciban diferentes sanciones según el. Territorio o se haya mantenido la pena de
muerte en unos mientras se había abolido en otros. El poder federal de Washington abarca los asuntos diplomáticos
y la legislación económica.
En la Cámara de Representantes tienen escaño los diputados elegidos por sufragio universal en número
proporcional a la población. Así, California elige 43 representantes y Nevada uno; al Senado envía cada Estado dos
miembros. Lo peculiar del sistema norteamericano es el papel que juega el Senado, muy superior a las cámaras altas
europeas, no sólo por la amplitud de sus atribuciones sino también por la mayor duración de los mandatos
senatoriales (seis años los senadores, renovables cada dos por tercios; dos años los representantes), lo que incide en su
popularidad y explica que la mayoría de las grandes figuras del mundo político procedan del Senado.
El Tribunal Supremo, constituido por nueve jueces vitalicios, es el encargado de hacer respetar la Constitución
y se pronuncia sobre la constitucionalidad de las leyes votadas por el Congreso y las decisiones del presidente, que
puede anular, como ocurrió con la A.A.A. de Roosevelt, o dirime los conflictos entre los poderes estatales y federales.
Las mayores divergencias con respecto a los modelos europeos estriban en los poderes del presidente y sus
relaciones con las otras instituciones. Elegido por cuatro años, no es reelegible más que una vez (enmienda 22,
adoptada en 1951). Los ministros son responsables exclusivamente ante el presidente, cuyas órdenes deben ejecutar,
de ahí el nombre gráfico de secretarios; en realidad, el poder ejecutivo es unipersonal, se concentra en el presidente,
de lo que se infiere la inexistencia de crisis ministeriales. El presidente no puede ser derribado por las Cámaras, pero a
su vez no dispone de la facultad de disolución. Los poderes presidenciales son considerables: es a la vez jefe del
Estado y primer ministro, nombra y revoca a los altos funcionarios, comanda las fuerzas armadas y es responsable de
las operaciones militares, si bien la declaración de guerra ha de ser acordada por el Congreso y los tratados
internacionales deben recibir el refrendo del Senado. A pesar de la acumulación de poder en el primer mandatario no
puede éste convertirse en un dictador, y la evicción de Nixon constituye la prueba. Por otra parte ha de contar con el
voto de los congresistas para sacar adelante sus programas legislativos, la que en ocasiones no consigue ni siquiera
cuando su partido es el mayoritario, como ocurrió con la gestión presidencial de Kennedy. El veto presidencial puede
ser obvíado en un segundo debate en las dos Cámaras, donde la aprobación de la ley vetada, por dos tercios en cada
una de ellas, supone su vigencia inmediata. Finalmente, la Constitución prevé la posibilidad de destitución del
presidente tras la acusación (impeachment) de traición o delito grave efectuada por la Cámara de Representantes y su
vista y sanción en el Senado, convertido, en esta eventualidad, en alta corte de justicia, por dos tercios de los votos.
Nixon dimitió cuando se iniciaba este procedimiento difícil y largo, que por una parte constituye una
advertencia a las tentaciones de tiranía y por otra mantiene íntegro el prestigio de las instituciones cuando la
presidencial ha roto la confianza de los norteamericanos. La enmienda que en 1970 intentaba establecer la elección
directa del presidente por los ciudadanos fue bloqueada en el Senado; el pueblo elige compromisarios cuyo voto está
orientado por el popular, pero por este procedimiento indirecto en caso de que hubiera un tercer candidato existe la
posibilidad de que sea presidente el que no ha recibido mayor número de votos populares. Eso fue lo que estuvo
apunto de ocurrir en las elecciones de 1968, al restarle compromisarios el racista Wallace a Nixon frente a
Humphrey.
En definitiva, el modelo de democracia presidencialista ha mostrado una capacidad de supervivencia
asombrosa; ha persistido en un proceso de multiplicación demográfica, ha resistido una guerra civil y dos guerras
mundiales, se ha aplicado en una sociedad de pioneros y se aplica todavía en una superpotencia industrial. Para los
europeos las campañas electorales norteamericanas ofrecen bastantes rasgos circenses, con Sus desfiles y canciones,
pero la estabilidad del sistema demuestra que existe un encaje perfecto entre el modelo político y la sociedad.

318
7. ORGANIZACIÓN ECONÓMICA
Al igual que en la URSS, las riquezas naturales del inmenso territorio norteamericano constituyen una de las
bases de su prepotencia económica en el mundo actual. No pareciéndonos oportuno efectuar una exposición
detallada de su potencial agrícola o de sus fuentes de energía, preferimos atender la otra base: su organización. El
capitalismo norteamericano se apoya en la empresa industrial dentro de las estructuras típicas de la economía
capitalista, sometida a las leyes del mercado y con el máximo beneficio como objetivo principal. En una sociedad de
pioneros no han faltado éstos en el mundo de la empresa, y los nombres de Carnegie, Morgan, Ford o Rockefeller
aparecen ligados al nacimiento de los colosos de la industria. La amplitud del mercado interior, con una población en
crecimiento vertiginoso, permitió el despegue, en una situación que ofrece paralelismos con la japonesa y que se
diferencia del desarrollo industrial de Canadá, en el que el mercado interior no desempeña papel de estimulo,
La empresa norteamericana se califica por su extraordinaria organización técnica:
-Procedimientos tailoristas en la fábrica; el obrero atiende un punto de la cadena de producción, concebida
como una serie de fases en las que se repiten las piezas y los gestos y se evita la pérdida de segundos.
-Estandarización de la producción, es decir, montaje de piezas y repetición de modelos, con rasgos antípodas
del trabajo artesanal, en el cual cada objeto posee su personalidad.
-Mecanización llevada a sus máximas posibilidades, de manera tal que el obrero a veces se limita a mover una
palanca o a iniciar o a suspender el proceso; el ordenador, que planifica las necesidades y contabiliza la producción,
constituye la última innovación de un mundo de trabajan.
-Aplicación de los descubrimientos científicos a la industria. La investigación es financiada también por las
grandes industrias, que poseen laboratorios, sus becas, sus equipos de investigadores.
La misma racionalización extrema puede encontrarse en su financiera, en la que podemos resaltar algunos
puntos:
-Colosalismo de las empresas, auténticos mastodontes con ramificaciones y sucursales pluricontinentales. El
volumen de negocios de la Motors, gigante del automóvil, sobrepasa el presupuesto de Occidental, comprobación
que Layton no considera que constituya un fenómeno excepcional, puesto que otras empresas europeas rebasan
presupuestos estatales, pero otros indicadores, como los 800.000 obreros empleados en las fábricas de la General
Motors, nos muestran que las grandes firmas constituyen las pirámides de la industria mundial de nuestro tiempo.
-Inversiones en todo el mundo, exigidas por una producción que requiere un mercado más amplio que la gran
nación. De las catorce sociedades de automóviles más importantes en Europa, tres que atienden un tercio del
volumen de ventas, son americanas (General Motors. Ford y Chrysler); en la industria petrolífera europea la
participación de gigantes norteamericanos es similar .y en el transporte y distribución casi se puede hablar de
monopolio mundial de la Texaco, Standard Oil y sus hermanas.
-La altura de los beneficios. y sobre todo sus índices relativos, como ha recogido Servan Schreiber en El
desafío americano, muy superiores a los europeos, indican que su organización ha alcanzado el nivel de la perfección;
los de la General Motors equivalen a los de las diez primeras empresas niponas.
-En algunos sectores punta -atómica y aeroespacial- no es suficiente la capacidad de las formas mastodónticas
y ha de colaborar el Estado. Los programas de la NASA, la agencia espacial, que emplea más de un millón de
obreros, son sostenidos por las finanzas federales, aunque utilice como auxiliares a la Boeing, la Douglas, la Lockheed
y otras empresas de aviación.
Se habla de economía de mercado, de tiranía del mercado, en cuanto que sus leyes orientan la producción y
determinan sus cifras, pero con mayor propiedad podríamos hablar de sociedad metamorfoseada en mercado;
invirtiendo los términos abría que concluir que son las empresas las que crean los hábitos sociales de consumo y no
las necesidades de consumo las que generan la producción de las empresas. La publicidad desaforada, el carácter
consuntivo de las compras, la obsesión de la abundancia, han generado lo que los sociólogos han denominado
sociedad de consumo, que no deja de presentar paradojas y sombras, de las que no son conscientes todos los
americanos. La escuela económica neoliberal de Chicago y su figura relevante, el premio Nobel Milton Friedman,
defienden un sistema económico de mercado en el que se entona la apoteosis de la libertad y de la empresa que se
desenvuelve sin ninguna ingerencia estatal. Pero en los libros, conferencias y películas de Friedman las ausencias son
claras: se olvida la existencia de pobres y marginados' jamás se plantea la posible injusticia de las estructuras o la
colusión de los principios éticos con la altura de los beneficios ni le preocupa el despojo de las materias primas del
Tercer Mundo ni la extorsión a que se somete a los trabajadores para que las empresas medren. Parece ignorar la
palabra explotación; une premisas de Adam Smith sobre la identificación del bienestar individual y colectivo con un
pseudodarwinisrno transferido al campo de la economía, que exalta a los más fuertes, los únicos que sobreviven. La
religión del máximo beneficio tiene sus sacerdotes, como todas, pero también sus victimas. Otros americanos ven las
cosas de diferente manera. Cuando Robert Kennedy anunció su candidatura a la presidencia, dijo: «Como miembro
del Gabinete y como miembro del Senado he visto la horrenda, la inexcusable privación que es causa de que unos
niños mueran de hambre en el Mississippi, ciudadanos de raza negra se amotinen en Watts, la juventud india se
suicide en sus reservas y familias orgullosas, físicamente capacitadas, dejen languidecer sus vidas en inútil ociosidad en
Eastern Kentucky .He hablado con la juventud de nuestra nación y he escuchado sus palabras de cólera contra: una
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guerra a la que se la envía y contra el mundo que va a heredar;. El gigante de nuestro tiempo nos ofrece al lado de sus
conquistas admirables los problemas eternos que agobian al hombre; quizá no sea un modelo exportable y
probablemente no lo sea siquiera para sí mismo y haya de revisar en el futuro algunas de las bases que informan su
economía y de los principios morales que inspiran su sociedad.

8. GRAN BRETAÑA DEL LABORISMO AL THATCHERISMO


Contemplada de forma panorámica la historia británica a partir de 1945 ofrece la paradoja de un perfil
político similar al norteamericano para afrontar un problema inverso. Porque si los Estados Unidos tuvieron que
asumir la responsabilidad de su rango de primera potencia mundial Gran Bretaña hubo de hacer frente precisamente a
los problemas económicos y psicológicos derivados de la pérdida de condición de superpotencia. Es cierto que su
hegemonía se había extinguido en la primera guerra mundial, pero es en la segunda cuando decididamente pasa a
representar un papel secundario, con respecto a las dos superpotencias, y es en los años de posguerra cuando pierde
su imperio y se convierte en potencia insular .Empero si el problema es inverso al estadounidense parece paralela la
evolución política, desde fórmulas progresistas a hiper conservadoras, aunque probablemente la figura de Margaret
Thatcher, cuva gestión tantos puntos de contacto presenta con la de Reagan, tenga un calado más auténtico que la de
su homólogo. Ante la pérdida de rango internacional Gran Bretaña hubo de dar respuesta a una doble opción: estado
social o liberalismo a ultranza en el orden interno, aislamiento o compromiso en el orden internacional. Esta doble
opción informa la dinámica política a partir de 1945
Que en las elecciones de este año los ciudadanos británicos prefirieran laborista Atlee frente al conservador
Churchill, líder indiscutible en la guerra; constituyó una sorpresa, pero también una prueba de la madurez del
electorado, que entendía que la paz exigía nuevas fórmulas de gobierno. y los laboristas prometían el compromiso del
Estado en la solución de los enormes problemas de posguerra. En la campaña electoral Atlee y Bevin habían
denunciado las tesis inhibitorias de los conservadores: «Libertad de explotar a los otros, libertad de pagar salarios
insuficientes y elevar los precios por interés egoísta», y afrontaron una serie de nacionalizaciones: Banco de Inglaterra
(1946), carbón (1946), transporte interior (1947), gas y electricidad (1948), que convirtieron al Estado en la
primera empresa del país. Un amplio sistema de Seguridad Social, para atender a los parados y garantizar atención
médica, al lado de proyectos urbanísticos que ofrecieran viviendas baratas y permitieran desmontar los slums, los
hacinamientos de chabolas, definieron .las líneas del Estado-providencia. Al intentar las Cámara de los Lores frenar
reformulas que exigían sacrificios de las clases superiores de la sociedad, se redujo su veto suspensivo aun año. Pero
esta política social ambiciosa no podía sostenerse en una coyuntura en la que se desmontaba el imperio, al producirse
la independencia de la India y Pakistán, Birmania, Ceilán, y las dificultades presupuestarias y la debilidad de la libra
llevaron al triunfo conservador de 1951.
Los catorce años de administraciones conservadoras, dirigidas sucesivamente por Churchill, Eden y Mac
Millan, se caracterizaron por una desnacionalización suave, limitada a la siderurgia y el transporte por carretera. La
reducción de los compromisos estatales en el campo de la seguridad social no fue suficiente para equilibrar los
presupuestos de una potencia venida a menos, y en 1961 el gobierno de Londres adoptaba la histórica decisión de
solicitar la posible entrada en el Mercado Común, que rompía una política de siglos de aislamiento y autosuficiencia.
A partir de 1964 un nuevo turno laborista, dirigido por Wilson, se vio precisado a dar otro paso histórico, la
devaluación de la libra, hasta ese momento símbolo del poderío intocable de las finanzas británicas. A pesar de las
dificultades presupuestarias los laboristas optaron por una nueva edición del Estado-providencia, aumentando las
partidas destinadas a hospitales, escuelas y viviendas. El costo resultaba muy alto y el electorado entregó el testigo a
los conservadores en 1970, dirigidos por Edward Heath.
Pero el programa conservador no adquiriría plena vigencia hasta la llegada de Margaret Thatcher, en 1979, a
la jefatura del gobierno. Se convertiría en un acontecimiento singular. Era la primera mujer que accedía al cargo y lo
ejercería, además, durante un período más largo que cualquier otro primer ministro de este siglo, al triunfar en
sucesivas elecciones. Con indiscutible energía, en el interior, donde sometió a los sindicatos, reduciendo su poder
como en el exterior, demostrada en la guerra de las Malvinas contra Argentina, la dirigente conservadora llevaría a su
grado máximo el programa de su partido, de permitir la libre expresión de los agentes sociales en vez de sustituirlos
por la actividad estatal. Es un programa que ofrece claros paralelismos con el norteamericano de Reagan, aunque
Thatcher lo aplicaría con un talento político difícil de reconocer. Destaquemos algunos puntos de la actuación poli
tica del thatcherismo, siendo el orden cronológico de su puesta en práctica.
-reducción del número de funcionarios. El sector público había llegado a ocupar a la mitad de la población
activa, tras el programa nacionalizador del laborismo Thatcher redujo el número en 200.000, algunos de los cuales
pasaron al sector privado. Era la primera medida para reducir los compromisos presupuestarios del Estado.
-venta de las viviendas oficiales a los inquilinos. Se presentó esta medida, que supuso la transferencia de un
millón de pisos en diez años, como la creación de una democracia de pequeños propietarios, aunque en el fondo se
trataba de desmontar el poder de los sindicatos, que las administraban.
-privatización de los servicios públicos. Empezando por el transporte y continuando por otros sectores, el
Estado se desenganchó de la propiedad y gestión de múltiples servicios, asignándolos a empresas privadas. La
320
oposición de los sindicatos fue especialmente intensa en este punto. Cuando en 1987 se propuso la privatización de
la electricidad y el agua, la oposición parlamentaria consiguió que sólo parcialmente se ejecutara.
-desnacionalización de empresas. El gobierno defendió la medida con el argumento de que se multiplicaría el
accionariado popular, y en efecto en diez años el número de pequeños accionistas pasó de 3 a 12 millones, de los
cuales 8 millones correspondían a empresas privatizadas en los últimos años. El hecho simbólico fue la privatización
de la Rolls Royce en 1987. Otras empresas, la British Gas, British Telecom y Brttish Airway, siguieron el mismo
destino. La mayoría de los nuevos accionistas pertenecía a las clases medias y por otra parte la enorme venta de
acciones convirtió a Gran Bretaña en el paraíso de los intermediarios, Para evitar que empresas extranjeras acudieran
al reclamo de esta inmensa subasta de acciones se limitó su participación al 15% del capital social.
-ambigua actitud ante el Mercado Común. Celosa defensora de la soberanía británica, se convirtió en el gran
freno en la marcha del continente hacia nuevas cotas de unidad política y económica. Su postura se expresó con total
claridad en su discurso de Brujas, en septiembre de 1988, en el que sostuvo la conveniencia del fortalecimiento de la
cooperación sin supresión de fronteras.
La decidida primera ministra habló en ocasiones de paraíso de propietarios, pero lo cierto es que los
beneficios de las acciones estatales fueron monopolizados por los niveles superiores, en tanto que, al reducirse
paralelamente los servicios asistenciales garantizados por el Estado, se empobrecían los niveles inferiores. Un
impuesto de carácter municipal, el poll tax, que habrían de satisfacer por igual todas las viviendas,
independientemente de su extensión y calidad, provocó tal reacción que produjo la caída de Margaret Thatcher en
1990. Figura de indudable talento político, dejó una herencia ambivalente de aciertos y excesos.

9. LA ERA DE GAULLE EN FRANCIA


Un hombre monopoliza la vida política francesa de posguerra: De Gaulle. El héroe de la Resistencia en la
guerra se convertirá en la clave de la paz. No obstante simplificaríamos en exceso el panorama político de Francia si
lo redujéramos a los episodios biográficos del general. Al igual que había ocurrido en .la primera guerra mundial, los
efectos de la contienda. Demográficos, económicos, psicológicos, fueron de gran calado y la reconstrucción difícil.
¿Serviría el modelo político francés de preguerra, la III República, para responder al desafío? En el referéndum de
octubre de 1945 el 96.4% de los sufragios emitidos opinaron que no era posible el retorno a la Constitución de
1875. La III República había muerto. Se imponía encontrar un nuevo modelo, que recibiría el nombre de IV
República. Las elecciones del 25 octubre, celebradas al mismo tiempo que la consulta refrendaría, demostraron que
había cambiado el panorama político de Francia. Primera comprobación: las organizaciones de la Resistencia no
encuentran respaldo en el electorado. Segunda comprobación: los partidos socialista y comunista reciben, por el
contrario, amplio apoyo. A su lado, un partido de matiz demócrata cristiano, el Movimiento Republicano Popular
(MRP). Tercera comprobación: casi ha desaparecido la vieja derecha republicana, la que otrora había encarnado
Poincaré, y la izquierda I histórica, el partido radical. Por tanto la ruptura con la III República se produce con la
Constitución y además con las fuerzas políticas que la habían sustentado, con excepción del partido socialista.
En la fase constituyente de la IV República la autoridad de De Gaulle y el juego de los tres partidos,
socialistas, comunistas y MRP desempeñan el papel de gozne. Pero De Gaulle se retira en enero de 1946. Dos
referendos en este año serian necesarios para la aprobación de la nueva Constitución, código que establece un régimen
de preponderancia parlamentaria, con un ejecutivo débil, muchos de cuyos artículos estaban tomados literalmente de
la Constitución de la III República, y que no satisfizo a los franceses, como demostró el similar número de
abstenciones y votos afirmativos. Con mayor número de diputados, correspondió la jefatura de gobiernos que
continuaron siendo tripartitos a un líder MRP, Bidault. En 1947 De Gaulle funda un partido, el RPF
(Rassemblement du Peuple Français), y retorna a la política.
Pronto se comprobó que la IV República no era un, modelo eficaz para afrontar los gravísimos problemas de
la nación. ¿Cuáles eran estos problemas Comentaremos breve y sucesivamente el funcional, el social. el militar y el
problema por excelencia: Argelia
En el orden funcional la IV República se demostró inviable. No definía claramente las funciones del
presidente, ni quedaba regulada su relación con el gobierno y el parlamento. Pero la que perturbaba la dinámica
política era el papel del partido comunista. De Gaulle se había preocupado de negarle cualquier protagonismo en los
últimos meses de la guerra; luego, considerándolo de obediencia extranjera, se resistió a que tuviera ministerios claves,
como el de la guerra o exteriores. También el partido socialista mostraba claros tintes anticomunistas. Pero era difícil
prescindir de una fuerza que durante muchos años obtuvo más votos que los socialistas. El primer presidente elegido
por las Cámaras fue un socialista, Auriol, y del mismo partido fueron en ese año de 1947 los primeros ministros:
Blum y Ramadier. En conjunto, panorama inestable, sin un partido fuerte y con un indisimulable rechazo a un
partido de enraizada popularidad.
La inestabilidad social derivaba sobre todo de los insolubles problemas económicos de la reconstrucción, pero
también de la oleada de huelgas que un partido comunista mal encajado promovía. Las de 1947 acabaron
políticamente con Ramadier. Al no encontrar soluciones a la inflación, a partir de 1951 se inició una fase de

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gobiernos «moderados», en realidad conservadores, ya Pinay, el «Poincaré» de los años 50, correspondió la
complicada tarea de solucionar la crisis económico- social.
Más grave resultó el problema militar. Francia no salió indemne de la prueba de la descolonización. En 1954
el ejército francés era derrotado en Indochina, tras la debacle de rnen-Bien-Phu. Para salir de la crisis moral se colocó
en la jefatura del gobierno a un radical. Pierre Mendes France, hombre de tesón indomable, dotado de excepcionales
cualidades políticas. Pero en el ejército había surgido un grupo hostil a la política, que se reforzaría con la
humillación de Suez en 1956, a la que anteriormente nos hemos referido. Pero antes de esta retirada otro problema
más agobiante preocupaba a los franceses. Ni Indochina ni Suez tenían la carga sentimental de Argelia, donde vivían
un millón de colonos. Al intentarse una salida política a la guerra de independencia un sector del ejército se
indisciplinó. El mes de mayo de 1957 fue crucial, sin gobierno, paralizadas las instituciones. El día 15 De Gaule hizo
pública su disposición para «asumir los poderes de la República. Nombrado jefe de gobierno de una República cuya
agonía era evidente, recibió el 3 de junio de la Asamblea Nacional el poder de establecer una nueva Constitución, que
seria sometida a referéndum. Nacía la V Republica.
La Constitución refrendada en septiembre de 1958 establecía un presidencial, reforzado por la larga duración
del mandato, siete años a la medida de su fundador, el general De Gaulle. El Presidente dispone de la facultad
absoluta de disolución de las Cámaras y de la posibilidad de someter a referéndum cualquier asunto.
Correlativamente disminuyen las funciones del parlamento, tanto desde el punto de vista legislativo como en su
capacidad de control del ejecutivo. De los 537 diputados sólo 131 pertenecían a la Asamblea anterior. En estas
primeras elecciones se comprueba que el partido más fuerte será el fundado por DeGaulle: Unión para la Nueva
República, comúnmente llamado gaullista; quedan decisivamente debilitados la mayoría de los partidos de la IV
Republica, como el MRP o los radicales, y se mantiene la izquierda, los comunistas, aun con pérdida de parte de su
electorado, y los socialistas.
Un cambio de Constitución no implica, lógicamente, la desaparición o solución de los problemas. El
problema argelino adquirió mayor virulencia cuando se opusieron a la independencia que De Gaulle firmó, en los
acuerdos de Évian, los generales africanos. Salan y Juhaud entre otros, que organizaron una asociación de métodos
terroristas, la O.A.S., e intentaron un golpe de Estado en abril de 1961. Pero una República presidencialista que tenía
primera magistratura un símbolo nacional no era un régimen débil, y los insurrectos fueron detenidos y encarcelados.
Un atentado de la O.A.S. contra De Gaulle hizo comprender a éste personalismo con que había montado el
régimen ofrecía peligros, y en 1962, se sometió a referéndum una reforma de la Constitución que aminoraba su
carácter presidencialista y aumentaba las facultades del Parlamento En años 60 la estrella de De Gaulle se mantiene.
Sólo la izquierda, y un cada vez más fuerte partido socialista, puede intentar competir, las presidenciales el general
derrotará primero a Deferre, en otra, a Mitterrand, las nuevas figuras del socialismo galo.

10. MAYO DEL 68


En la primavera de 1968 los estudiantes universitarios provocan en toda Europa una oleada de
manifestaciones que reflejan una honda inquietud social. Factor desencadenante de la protesta, la prolongación de la
guerra de Vietnam. Inicialmente expresarán un desenfadado sentimiento antiamericano. Pronto se enriqueció la
protesta con eslóganes, pasquines y folletos, y sobre todo pintadas en los muros -el 68 fue la revolución de las
pintadas-, en las que se exhibía el hastío por la política reivindicando la utopía de un modelo social justo, al que se
adornaba con una vaga retórica de signo ácrata. En Alemania la revuelta estudiantil, encabezada por Rudi Dutschke,
tuvo un carácter pacifista y de repulsa por la presencia militar norteamericana; en Italia el movimiento adquirió un
signo más social, centrado en la reivindicación de salarios más altos, por lo que inmediatamente obtuvo el apoyo
obrero; en Inglaterra asumió una forma de reivindicación de los valores hippies aparecidos en los cincuenta,
planteando una revolución en las costumbres. Pero la crisis de mayo tuvo su epicentro en Francia.
La fase estudiantil se inició en la universidad de Nanterre el 22 de marzo, para pasar inmediatamente la
protesta a La Sorbona y otras universidades parisinas y de provincias. Mezclando eslóganes anarquistas, maoístas y
trotskistas, los estudiantes rechazaban tanto la primacía mundial norteamericana como la soviética. El 10 de mayo, la
«noche de las barricadas», la policía se vio desbordada.
La fase sindical se inició tres días después, al convocar los sindicatos para el 13 de mayo una huelga general.
Pronto se comprobó la diferencia entre las reinvidicaciones obreras, centradas en los salarios o en la reforma de la
empresa, y las estudiantiles, más globales en demanda de una reforma de la sociedad.
A continuación se inició la fase política. Los políticos de la oposición habían encontrado la oportunidad para
erosionar la autoridad de De Gaulle y protestar de sus programas conservadores. Mientras se aclamaba a Mendes
France el socialista Míterrand solicitaba la formación de un gobierno de emergencia, con participación de todas las
fuerzas políticas. El presidente, tras un día de titubeos en un acuartelamiento francés de Alemania, reaccionó con
energía y se mantuvo en su puesto, y en las elecciones de finales de junio obtuvo apoyo para un programa de
reformas, que seria aplicado por Couve de Murville: reforma de la enseñanza universitaria y descentralización
mediante la asunción de competencias por las regiones, programa al que se opondrían los hombres de negocios y las

322
élites sociales. El final político del general fue inesperado. Dimitió al ser rechazada su propuesta de regionalización
del poder en el referéndum de abril de 1969.
La impronta de De Gaulle en la historia contemporánea de Francia ha sido tan gigantesca como su estatura
física. Dejó una nación que había liquidado su imperio colonial y ensayado una comunidad de jóvenes naciones de
lengua francesa; que se encontraba en plena expansión industrial, lo que no impedía movimientos sociales del tipo de
mayo del 68; que tras sucesivos ensayos se había dotado de un régimen presidencialista. En el orden internacional, De
Gaulle, hombre obsesionado por la grandeza de Francia, se opuso al reparto teórico del mundo entre dos
superpotencias, afirmando en todo momento su independencia con respecto a las directrices de la política exterior
norteamericana, para lo cual dotó a Francia de armamento atómico, símbolo aun tiempo de su poderío industrial y de
su soberanía sin protectores.
Sus sucesores, Pompidou y Giscard d'Estaing, representan períodos neogaullista y reformista respectivamente.
Tras el paternalismo del primero, Giscard apareció en la política francesa con su programa de reformas ambiciosas:
voto a los 18 años, liberalización del aborto, cambios en el sistema escolar. Pero no incidían en los problemas
estructurales del país, de signo económico, y en mayo de 1981 la ciudadanía entregaba el testigo a: los socialistas,
eligiendo presidente a Francois Mitterrand, rodeado por una clase política procedente de la generación que había
protagonizado el mayo del 68.

11. MITTERRAND, EL «DE GAULLE» CIVIL DE LA IZQUIERDA


La plétora de poder que constitucionalmente concentraba en sus manos, pero también el estilo napoleónico,
de presidente con corona, que De Gaulle había exhibido, fueron asumidos por Mitterrand. En una caricatura
publicada por un diario francés con motivo de la visita de la reina de Inglaterra a París se ilustraba la imagen que
daba el presidente socialista a los franceses. Al descender la reina del avión uno de los asistentes grita: « ¡Dios salve a
la reina! »; Mitterrand contesta: «Haré lo que pueda». Elegido sucesivamente para dos mandatos septenales, la era
Mitterrand podría periodizarse en cuatro fases: ortodoxa, moderada, cohabitación, declive.
En su primera fase la orientación de Mitterrand respondió a criterios de ortodoxia socialista. En primer lugar
en la composición del gabinete Mauroy, en el que dio entrada a cuatro comunistas, número pequeño en el total de
44, pero que resucitaba el simbolismo del Frente Popular, y sobre todo en el programa de nacionalizaciones, ya
anunciado en la campaña electoral. Afectó la nacionalización a los mayores bancos, entre ellos la histórica banca
Rotschild, ya los grupos industriales estratégicos: informática, química, siderurgia, armamento; proceso que elevó la
participación estatal en las finanzas y la industria de un 15 a un 35 %. Preveía además Mauroy la creación de
200.000 puestos de trabajo en el sector público y la subida de salarios, acompañando a una política social centrada
en la disminución del horario de trabajo y de la edad de jubilación y el aumento de las pensiones. En una coyuntura
en la que otros países aplicaban programas de austeridad, esta política expansiva generó una aguda inflación hasta el
índice anual de un 90/0, que colocaba en condiciones de falta de competitividad a los productos franceses frente a
los alemanes. Contribuyó a agudizar la crisis la huida de capitanes.
Un año después, el plan Delors aplicó una terapia de alineamiento con los otros países occidentales, con un
programa restrictivo de aminoración del gasto público, congelación de salarios, aumento de impuestos y
aplazamiento de las nacionalizaciones. Esta fase moderada o de revisión obtuvo resultados positivos, pero tuvo un
coste político, en cuanto suponía el abandono del programa electoral, y provocó la retirada de los comunistas del
gobierno.
En las elecciones de marzo de 1986 los dos partidos conservadores, dirigidos por Chirac y Giscard d'Estaing,
obtuvieron el triunfo. Y, al encargar Mitterrand la formación de gobierno a Chirac, se inició una curiosa experiencia,
la de gestión de un presidente socialista con un primer ministro conservador , experiencia que ha sido denominada
«cohabitación». Giscard aplicó un programa «thatcheriano» de privatizaciones y de facilidades a la patronal para el
despido de mano de obra excedente, lo que generó continuas fricciones con el presidente.
En 1988 los franceses reeligieron, frente a Chirac, a Mitterrand para un segundo mandato presidencial y
concedieron de nuevo su confianza a una mayoría parlamentaria socialista. Pero el rumbo inseguro de la política, con
oscilaciones. a lo que contribuía el electorado, desgastaron el capital político de un hombre de vasta cultura y de
cualidades de estadista poco comunes. Frente a una política interior de meandros en la exterior Mitterrand, quien la
consideraba, al igual que De Gaulle, la función primordial de la presidencia, mantuvo una orientación clara. Aunque
en su início se viera turbada con algunos incidentes embarazosos, como un encuentro en Creta con el libio Gadafl en
noviembre de 1984 para acordar una tregua en Chad o el hundimiento de un barco del movimiento Greenpeace por
los servicios secretos galos cuando intentaba obstaculizar los experimentos atómicos en el Pacífico Sur. Mitterrand
definió como programa el alineamiento con Estados Unidos -poco claro en la era De Gaulle-, la amistad con
Alemania y el fortalecimiento de la Comunidad Europea. En la etapa de la cohabitación los intentos de Chirac por
influir en esta esfera provocaron situaciones incómodas a los interlocutores, porque los dos comparecían -duplicando
el número de representantes previstos- en las reuniones internacionales. En esta eventualidad de la cohabitación», de
una presidencia y un gobierno de diferente color político, como se ha repetido en 1993, radica el principal fallo
estructural de la V República.
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12. EL RUMBO DE LA REPÚBLICA FEDERAL ALEMANA
Dividida y en ruinas. Alemania fue la principal victima de la guerra mundial. Examinaremos en este momento
el itinerario político de la zona occidental, que tomaría el nombre de Republica Federal Alemana. Una palabra
resume la vida alemana en 1945: caos. De forma más literaria los alemanes llamaron a esa fecha die Stwlde Nu (la
hora cero). Había que reconstruirlo todo. Las ciudades habían sido convertidas por los bombardeos aéreos en
montones de ruinas; segregaban la zona oriental. la producción agrícola sólo proporcionaba un tercio de los
alimentos necesarios, y los ocupantes hubieron de disponer importaciones masivas. A estos problemas materiales, de
vivienda y alimentación, se superponían los movimientos de población. Del este, de los Sudetes checos y de regiones
de Hungría y Yugoslavia, países todos que procedieron a la expulsión de las minorías germanas, llegaron en dos años
diez millones de refugiados. La ruina material se agravaba con la ruina moral. En los juicios de Nuremberg se
condenaba a los dirigentes nazis y el pueblo alemán hubo de hacer frente al horror sobre el que había cerrado los
ojos. Se repartieron 13 millones de cuestionarios entre la población mayor de 18 años para depurar
responsabilidades. Si se repara en el punto de partida resulta más fascinante el espectáculo de la reconstrucción,
porque en pocos años la Alemania partida se convertiría en un gigante económico.
Bajo la vigilante mirada de los ocupantes, el retorno a la vida política normal suponía tres pasos:
reconstitución de partidos, elecciones y aprobación de una Constitución. Los socialistas, el viejo SPD, rehicieron con
rapidez sus cuadros, dirigidos por Schumacher y algunos exiliados, entre ellos WilIy Brandt; los antiguos miembros
del Zentrum, el partido católico, formaron la CDU, partido demócrata cristiano, al que se aliaría una formación más
conservadora, los cristianos sociales bávaros; bajo las directrices de Reinhold Maier y Theodor Heuss se reconstruyó
en Berlín el partido liberal, que pretendía ubicarse entre demócratas cristianos y socialistas. Rehechos los partidos, los
americanos convocaron elecciones para los gobiernos de los lander, los estados, en junio de 1946, a un año de la
finalización de la contienda. Provisionalmente los ministros-presidentes de los lander configuraron el principal
Órgano de gobierno. Y diputados de los parlamentos estatales constituyeron el Consejo parlamentario, con el
objetivo de redactar una Constitución, que habría de ser aprobada por las potencias ocupantes.
La ley fundamental del 23 de mayo de 1949 convierte a la Alemania occidental en un estado federal y
democrático. Los partidos que atentaran contra la Constitución quedaban automáticamente fuera de la ley, en una
declaración que recuerda la amarga experiencia del acceso nazi al poder. Un tribunal constitucional garantizaría la
protección de los ciudadanos. En el artículo 146 se establecía que esta ley fundamental quedaría abolida «el día de la
entrada en vigor de una constitución adoptada por el pueblo alemán con completa libertad de decisión». Elegido por
el parlamento, el liberal Theodor Heuss fue el primer presidente, y el demócrata cristiano Adenauer canciller y
protagonista de la primera fase, la más difícil, de la joven República. Dos periodos diferentes pueden distinguirse en
la dinámica política germana: el período Adenauer, demócrata cristiano, y el período Brandt, socialista.
El octogenario Adenauer, convertido en hombre de confianza de los aliados, demostraría poseer las cualidades
que exigía esa hora alemana. Dos objetivos presidirían su gestión: recuperar la plena soberanía e integrarse en el
cónclave de países occidentales, para lo cual resultaba inexcusable la sustitución de la hostilidad franco-alemana por
una entonces casi utópica amistad. Una República sometida a tutela se encontraba con grandes limitaciones de
soberanía: privada de política exterior, controlado el comercio exterior y el cambio de divisas, sometida la siderurgia
del Ruhr a una comisión internacional, con fechas precisas para el pago de indemnizaciones de guerra. Con gran
sagacidad, y apoyándose en la rápida recuperación de la economía, Adenauer iría levantando una a una todas las
hipotecas, hasta que en 1954. en la conferencia de Paris, se reconocería la plena soberanía alemana, aunque se
mantendría la presencia de tropas occidentales, como vanguardia de la OTAN, organismo en el que se invitó a entrar
a la República Federal. Esta integración culminaría en 1957 al convertirse en uno de los firmantes del tratado de
Roma, el fundacional del Mercado Común. No menos espectacular sería el inicio de un proceso de acercamiento
entre Francia y Alemania, los dos rivales históricos en el centro del continente europeo. De Gaulle y Adenauer fueron
los protagonistas de este viraje, que se plasmó en el tratado franco alemán de 1963.
Ese mismo año se produciría el relevó y en los años siguientes Erhard, autor del «milagro económico», se
haría cargo de la dirección del ejecutivo.
Dentro del clásico turno de las democracias maduras, a tenor de los oscilantes resultados electorales, en 1969
los socialistas llegan al poder de la mano de Willy Brandt, alcalde de Berlín. La gestión socialista no fue para la
Alemania Federal menos trascendente que lo había sido la demócrata cristiana, ni Brandt una figura que desmerezca
en su legado de la del viejo león Adenauer. El giro más llamativo se produjo en la política exterior, al iniciarse la
denominada «ostpolitik», es decir, la apertura hacia los países del Este. Se trataba de una aproximación difícil;
porque Bonn, capital de la República Federal, se negaba a reconocer la existencia de la Alemania del Este. A pesar de
ello, en 1970 se firmó en Moscú y Varsovia un tratado en el que Bonn reconocía las fronteras definidas por la guerra
y la URSS aceptaba el statu quo centroeuropeo, lo que significaba que se alejaba la posibilidad de una confrontación
por Berlín. De cualquier manera, ya pesar de la firma del acuerdo cuatripartito sobre la antigua capital (1971}, Berlín
subsistía como el gran problema pendiente. Bonn consideraba la parte occidental de la ciudad como un land, mientras
para la URSS era únicamente una avanzadilla sostenida por los occidentales yen los tratados utilizaba perífrasis como
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«la región concernida» para no aceptar el estatuto que Brandt pretendía. Finalmente, el canciller socialista afrontó el
todavía más espinoso problema de la relación entre las dos Alemanias. Una serie de tratados firmados entre las
últimas semanas de 1971 y 1972 establecieron acuerdos sobre las comunicaciones y el comercio. La serie culminó en
el tratado interalemán de 21 de diciembre de 1972, que reconocía a la República Democrática Alemana como un
país soberano, pero no declaraba intangibles las fronteras, dejando la puerta abierta a una posible reunificación
futura.
En otro orden de cosas la gestión de Brandt destacó por su honda impronta social, que se inició por la
reforma de la enseñanza para democratizar el acceso a este bien fundamental, continuó con una serie de leyes
orientadas ala cogestión en las empresas, que reforzaban los derechos de los trabajadores y los sindicatos. y culminó
con un ambicioso diseño de protección social, que convirtió a los ciudadanos alemanes en privilegiados en cuanto a
facilidades para conseguir vivienda, atención hospitalaria o ventajas en la jubilación. Lo que en Erhard era capitalismo
opulento se convirtló,con Brandt en capitalismo social. La crisis económica debilitaría a Brandt, un escándalo politico
le apartaría del poder. En 1972 la inflación se elevó al 5 %, y al año siguiente la crisis del petróleo demostró que el
estado-providencia tenía los días contados. El affaire Guillaume, un hombre de confianza de Brandt que fue detenido
como espía de la República Democrática Alemana, inclinó al canciller a presentar la dimisión.
A su compañero de partido Helmut Schmidt, otra gran personalidad, le correspondería afrontar la gestión de
la crisis económica. De 1974 a 1975 el producto interior bruto descendió en un 3,4% y el número de parados se
elevó de los 600.000 al millón. No era posible ensayar una segunda edición de' la política social brandtiana porque
los recursos financieros no lo permitían, pero también porque los liberales, que participaban en un gobierno de
coalición, con el ministro de Asuntos Exteriores Genscher a la cabeza, frenarían un programa arriesgado. Además
había surgido un peligroso enemigo: el terrorismo. En los meses finales de 1974 e inicios de 1975 la banda Baader-
Meinhof-fase- sino a varias personalidades. Detenido su máximo dirigente, el suicidio de Ulrike Meinhof en la
prisión de Stuttgart (mayo 1976) desencadenó una nueva oleada terrorista. En las elecciones de 1976 la democracia
cristiana obtuvo el mayor número de escaños, pero los socialistas pudieron conservar el gobierno con el apoyo de los
liberales, aunque era evidente que de éstos dependía la posibilidad de un cambio político en cualquier momento. Al
mismo tiempo crecía un movimiento surgido al margen del parlamento, los verdes, quienes con un programa pacifista
y ecológico obtenían resultados favorables en las elecciones de los lünder. A pesar de que, en contra de sus criterios
personales, Schmidt hubo de pilotar la política de fin de las reformas, se mantuvo la orientación brandtlana de la
política exterior; así lo demostraron los viajes de Breznev a Bonn en 1978, para firmar un ambicioso programa de
cooperación, que incluía el suministro de gas siberiano para la industria germana, y de Schmidt a Moscú en 1980.
Pero el entendimiento socialistas- liberales resultaba cada vez más precario, a medida que se desgastaba el canciller. Al
desgaste contribuía en primer lugar el paro; 400.000 parados más se registraron en 1981. Aún más la política de
defensa; la autorización de la instalación de los misiles norteamericanos Pershing despertó un apasionado
movimiento pacifista, que tuvo sus portavoces en petra Kelly y el ex general Bastian. El golpe de gracia procedió de
las disidencias internas en el SPD, estimuladas por la sangría irrefrenable del aumento del paro.
En octubre de 1982 los liberales abandonaron el gabinete y pasaron al prestar su apoyo a los demócratas
cristianos. Así se convertía Kohl en nuevo canciller, poniendo fin aun largo periodo de gestiones socialistas.

13. DESTINO: ALEMANIA UNIDA


En su discurso de presentación de programa Kohl declaró su oposición al Estado-providencia, atribuyendo a
la responsabilidad del individuo ya la competitividad de las empresas la misión de salida de la crisis: «Queremos una
sociedad en la que los hombres se valgan por sí mismos y no lo esperen todo del Estado., Se definía en estas líneas un
proyecto neoconservador, con algunas concomitancias con los de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Gran
Bretaña, Pero en Alemania la ruptura con la política estatatista fue menos traumática, y en política exterior
predominó la continuidad. Quedó de manifiesto en la votación del Bundestag en favor de la instalación de los misiles
Pershing II y Crucero, a pesar de las manifestaciones contrarias de verdes e intelectuales, y en otro tema, en el apoyo
entusiasta al proyecto de la Unión Europea.
Empero, Kohl no pasará a la historia como jefe de gobierno con un determinado programa conservador en
política interior y continuista en política interior, sino por haber tenido la oportunidad de pilotar la unión de las dos
Alemanias. En otro capítulo examinaremos las revoluciones de 1989 en los países del Este, como un efecto explosivo
de la Perestroika. Digamos por el momento que Alemania fue el escenario de los fenómenos simbólicos de este
proceso trascendental.. ¿A qué fenómenos nos referimos? Primero al flujo de huidos del Este a lo largo de 1989, lo
que se ha denominado el «voto con los pies». Luego, como suceso culminante, a la caída del muro de Berlín, el 9 de
noviembre. Desde ese momento. Kohl se convirtió en el apóstol ardiente de la unificación de los dos Estados, que se
verificaría a lo largo del año 1990 mediante la unificación monetaria, como primera fase, hasta culminar en la unión
política el 3 de octubre. Este día Kohl contempló, hecho realidad, el grito que un año antes había recorrido las calles
de Leipzig: Deutschland einig Vaterland (Alemania, una sola patria).
Frente a otros partidos y a muchos sectores sociales Kohl había optado por la unificación rápida. El proceso
así concebido ha tenido un fuerte coste psicológico y económico. Destacados intelectuales sostuvieron tesis
325
contrapuestas. En Die Zeit Martin Walser defendió la conveniencia de realizar un sueño histórico, mientras Günter
Grass clamaba contra «el monstruo que quiere convertirse en gran potencia», postulando la confederación de dos
estados alemanes. Las premoniciones de Grass de que los ciudadanos del Este, tras tantos años de espera, sólo
conseguirían un estatuto de «ciudadanos de segunda» parecen haberse hecho realidad en la primera fase de la
Alemania unificada. En el orden económico la vulnerabilidad del gigante quedó al descubierto, si nos atenemos a las
cifras del paro ya la recesión que indican los índices industriales. En cualquier caso 1990 fue un año histórico para
Alemania, de la misma trascendencia que 1870. Aunque nunca lo haya dicho, es posible que Kohl haya visto la
oportunidad de ser, en este aspecto de arquitecto de una nación, el segundo Bismarck.

DOCUMENTOS
I. RESPONSABILIDADES MUNDIALES DE LOS ESTADOS UNIDOS
Resaltar: ruptura de la tradición americana de aislamiento, responsabilidades de una superpotencia. Matizar la
afirmación de la neutralidad norteamericana hasta la Segunda Guerra Mundial. Distinguir lo que supone acción
militar y asistencia financiera. Las líneas finales, ¿reflejan una posición distinta a la de otros dirigentes
norteamericanos de nuestro siglo?

“Sé que muchos de vosotros, en éste y otros Estados, a veces se preguntan adónde vamos y por qué los
Estados Unidos han de inmiscuirse en tan múltiples asuntos, en tantos países del mundo... Me doy perfecta cuenta de
que las cargas son considerables y comprendo la insistencia de muchos que claman para que abandonemos nuestros
compromisos, pues ya tenemos bastante que hacer aquí, en los Estados Unidos, sin que debamos ocupar, nos tanto
de las cosas de todos los países del mundo. El hecho esencial estriba en que nosotros, esta generación actual de
norteamericanos, somos la primera generación de nuestro país que jamás se haya inmiscuido en los asuntos de todos
los demás países de la tierra. Desde los albores de nuestra nacionalidad, desde los días de Washington hasta la
Segunda Guerra Mundial, este país vivió una existencia aislada. A través de la mayor parte de nuestra historia, hemos
sido un país sin bandera, una nación sin compromisos, una nación neutralista. Lo fuimos tanto en razón de nuestro
status, como por nuestro deseo de ser así. Creímos poder vivir detrás de nuestros dos océanos, gozando de seguridad
y prosperidad, a una cómoda distancia del resto del mundo.
El fin del aislamiento significaba, por consiguiente, una recia sacudida...en la columna vertebral de la nación.
Con todo, a medida que transcurría el tiempo, caímos en la cuenta de que el fin del aislamiento no fue, después de
todo, un error o un mal tan terrible. Caímos en la cuenta de que fue el resultado inevitable de la evolución, del
desarrollo económico, militar y cultural de los Estados Unidos. Ninguna nación tan poderosa y tan dinámica y rica
como la nuestra podría abrigar la esperanza de vivir aislada de las otras naciones, especialmente en los momentos en
que la ciencia y la tecnología hacían tan pequeño al mundo.
...No hemos tratado de convertimos en una potencia mundial. Esta posición nos fue impuesta por el peso
mismo de los acontecimientos. Pero del mismo modo hemos llegado a ser una potencia justa y me enorgullece el que
lo hayamos logrado. Bien puedo comprender la atracción que ejercía la apacible bonanza de aquellos días de antaño.
Cada uno de nosotros tiene aún momentos de añoranza por el pasado, pero el advenimiento de dos guerras
mundiales nos ha demostrado que, por más que nos empeñásemos en intentarlo, no podemos volver nuestra espalda
al mundo exterior. Si así lo hacemos, ponemos en peligro nuestro bienestar económico, nuestra estabilidad política y
nuestra seguridad física. ..
Estados Unidos ha recorrido un largo trecho al aceptar en breve tiempo la necesidad de intervenir en los
complicados asuntos del mundo, pero subsiste el enorme esfuerzo de esta intervención y lo observamos en todo el
país. Lo veo en las cartas que llegan a diario a mi escritorio.
Las cargas gravosas que entraña el mantenimiento de un inmenso poderío militar, con un millón de
ciudadanos norteamericanos que prestan servicio allende nuestras fronteras, la financiación de un extenso programa
de asistencia al desarrollo, la conducción de una diplomacia compleja y des- concertante, todo ello pesa sensiblemente
sobre nosotros e induce a algunos a aconsejar la retirada.
Sin embargo, en los asuntos mundiales, al igual que en todos los demás aspectos de nuestra vida, los días de la
plácida quietud, se fueron para siempre. La ciencia y la tecnología son irreversibles. No podemos retornar a los días
del bergantín a vela y de la carreta cubierta, aunque así lo deseáramos' y si este país ha de sobrevivir y triunfar en sus
realizaciones, vinculadas al verdadero mundo de hoy, debemos reconocer las realidades de este mundo y es
precisamente a estas realidades a que aludo ahora. En primer lugar, todos debemos reconocer que no es posible que
volvamos a remodelar el mundo, simplemente por nuestra propia indicación... Cada nación tiene sus tradiciones
propias, sus valores propios, sus propias aspiraciones. La ayuda que brindamos de vez en cuando bien puede ser útil
para que otras naciones conserven su independencia y hagan progresos en su desarrollo, pero no podernos rehacerlas
a nuestra imagen y semejanza. No podemos dictar sus leyes, manejar sus gobiernos o dirigir sus políticas.”
JOHN F. KENNEDY. Discurso en Salt Lake City, Utah. 26 de septiembre de 1963. En El legado de
Kennedy, Buenos Aires, .1964, p. 54-55.

326
2. EL IDEARIO DE RONALD REAGAN
En estas páginas de sus Memorias se resume parte de la concepción política del presidente Reagan:
optimismo, exaltación del individualismo, reducción de impuestos, entre otros puntos. Léase atentamente.
Coméntense sus ideas. Pueden, además, compararse con la imagen de la vida americana que transmite el cine. La
pregunta crítica que se puede formular es la siguiente: ¿qué ocurre o qué esperanzas se ofrece alas que no triunfan?

“De nuevo no me adjudico el mérito. El pueblo norteamericano lo hizo y no fueron sólo los obreros y los
jefes de las fábricas los que renovaron Estados Unidos. Gran parte de nuestro crecimiento durante los años ochenta
no vino de los gigantes de la industria norteamericana, sino de compañías más pequeñas e innovadoras que
descubrieron nuevos mercados, a menudo con productos creados por su propio ingenio. La mayor parte de esos
nuevos empleos que se crearon durante la expansión económica la lograron empresarios, hombres de negocios
independientes, que perseguían uno de los sueños más viejos de Estados Unidos.
Conocí a muchos mientras fui Presidente y, si alguna vez hubo una prueba de por qué el comunismo fracasó y
triunfó el capitalismo, estaba en las caras de estas personas. Eran las personas que integran el capitalismo. Escuché
historia tras historia de gente que había llevado una idea al Banco, pidiendo un crédito, trabajando duro y después
experimentando la alegría de ver florecer un negocio. Eran simplemente norteamericanos corrientes que habían tenido
una idea o un sueño o un ansia de independencia económica y habían ido tras ello. Habían corrido riesgos, habían
trabajado y conseguido su objetivo. No todos habían tenido éxito, pero Estados Unidos les había dado a cada uno de
ellos la oportunidad de llevar a cabo su sueño.
Conocí a una mujer que se había titulado en la Universidad con la intención de ser concertista de piano.
Entonces enfermó de artritis en las manos y ya no pudo tocar .Así que se preguntó lo que iba a hacer de su vida. Una
de sus tías le dijo:
-Siempre has hecho unos bizcochos maravillosos. ¿Por qué no haces unos pocos y se los llevas a la tienda de
comestibles del barrio? Por lo me- nos tendrás un poco de dinero para gastar hasta que decidas lo que quieres hacer.
Bueno, pues comenzó a hacerlo y poco después estaba vendiendo más de un millón de dólares al año y tenia
treinta y cinco empleados.
Otros norteamericanos que he conocido o con .los que he mantenido correspondencia persiguieron también
sueños únicos. Un equipo compuesto de padre e hijo convirtió las recetas de la familia en un negocio de diez
millones de dólares al año haciendo comidas congeladas mexicanas. En un pequeño pueblo de Illinois, docenas de
personas perdieron sus empleos cuando se cerró la fábrica que había, y entonces, con determinación y trabajo, con un
pequeño capital de alguien que tuvo fe en ellos, crearon un próspero negocio de fabricación de metales... y éstos
fueron sólo unos pocos héroes silenciosos que contribuyeron a remontar nuestra economía.
Como he dicho a menudo, los Gobiernos no producen el crecimiento económico, lo hace la gente. Lo que el
Gobierno puede hacer es animar a los norteamericanos a descubrir la fuente de su ingenio, dar rienda suelta a su
espíritu empresarial.
La reducción de los impuestos y la ley de Reforma Tributarla permitieron que la gente acumulase dinero para
abrir nuevos negocios. Al comenzar anotarse el efecto de las leyes sobre los impuestos, la gente inició negocios en
cantidades que marcaron un récord, no sólo enriqueciendo sus propias vidas, sino incrementando la riqueza nacional
y ayudando a crear una ola de prosperidad en el país.
También ayudó la reducida interferencia del Gobierno. Aunque no pude eliminar tanto papeleo burocrático
como hubiese querido, logramos rebajar la interferencia del Gobierno en la economía y tener disponible más dinero
para invertir con visión de futuro.
Después, como ya he dicho, los norteamericanos hicieron el resto.”
Ronald REAGAN: Una vida americana. Barcelona, Plaza y Janés, 1991 DáQs. 363-364. 1

3. UN BALANCE DE BRANDT
Algunos de los problemas que hubo de afrontar al llegar al gobierno se recogen en la segunda versión de las
Memorias del canciller Willy Brandt. En las primeras líneas se hace una síntesis. Luego aparecen tres temas: el papel
de los intelectuales, el problema del terrorismo, la política exterior. Aportando o buscando datos, analícese cada uno
de estos temas.

“Y el balance? Me parece tan equilibrado como el recuerdo de los años de las reformas. Pienso con especial
placer en cómo se comprometió la Alemania intelectual en favor del triple esfuerzo de asegurar la paz, vitalizar la
democracia y renovarla sociedad. Un papel especial lo representó -a la cabeza de un notable grupo de escritores y
artistas plásticos- Günter Grass. Ya en la campaña electoral de 1961 me había acompañado a una serie de actos.
Después llevó a cabo sus propias iniciativas electorales y probablemente atrajo votos, pero sobre todo llevó color a la
vida política. Urbanistas, gentes del teatro, científicos, pedagogos pusieron su consejo a nuestra disposición y
pidieron públicamente la palabra. El propio Grass, Heínrich Boll, Walter Jens, Max Frisch hablaron en congresos del
partido. Mi amigo Leo Bauer, tempranamente fallecido, aquel ex comunista que tenía tan valiosos contactos con el
327
Este, era magistral organizando discretas sesiones de debate, que ofrecían posibilidades de corregir rumbos y
sugerencias de gran ayuda.
De Grass es la imagen de que el caracol simboliza el progreso. Algo así no podía arrancar aplausos de nadie, y
sin embargo fue un acompañante muy bienvenido en las reformas. En el curso de los años, cada vez he podido
arreglármelas menos con ese caracol: ¿En qué dirección se arrastra? i ¿Qué sé yo quién lo pisoteará? En cualquier caso,
hubo que aprender una y.¡ otra vez que no existe el progreso forzoso. Y que tanto los avances como los retrocesos
son parte del proceso histórico. Sólo que el caracol no puede avanzar a saltos.
Me alegró poder tener una conversación relajada con las dos Iglesias y limitar las zonas grises del trato táctico;
al decir esto, no quiero dar la impresión de que yo fuera el promotor de estas conversaciones. Enraizado en una
tradición protestante, y rencoroso con un luteranismo fiel al Estado autoritario, en Escandinavia y Berlín cercano a
los evangélicos, de los que ni, siquiera mi agnosticismo me pudo separar, no me resultó difícil contribuir a una
relación fluida con las iglesias y comunidades religiosas. La idea de que un programa político sirve como sustitutivo
de la religión me era tan ajena como la de que un partido como tal puede ser cristiano.
y el lado Oscuro del recuerdo? La República Federal no se libró, como muchos otros Estados, de la amenaza
de distintas formas de terrorismo. Esta espantosa amenaza no hizo fácil gobernar, y mucho menos reformar. Los
atentados organizados desde fuera -como el lanzado contra el equipo israelí durante los Juegos Olímpicos de
Munich- fueron dolorosos e indignan- tes. Los secuestros de aviones -como el que sirvió para extorsionar a los
supervivientes del atentado de Munich- representaron un desafío hasta entonces desconocido. La obligada
conjunción de firmeza y flexibilidad se fue haciendo cada vez más difícil. Me llevó hasta el límite de la desesperación
el deslizamiento de algunos pequeños grupos del espectro de la izquierda» hacia la política nihilista y destructiva; la
angustia fue tanto mayor cuanto que se rastrearon las causas en un entorno intelectual, pero no se trazó la línea
divisoria. El que también hubiera actos violentos de ultraderecha me preocupó igualmente, pero en todo caso me
sorprendió menos.
El Estado democrático tenía que obrar con energía y consecuencia, no había ni hay alterativa. Pero me
propuse también resistirme a las reacciones histéricas, y hacer que el Estado de Derecho sufriera el menor daño
posible. Proteger la vida de los ciudadanos y los fundamentos de la convivencia es una obligación inaplazable. Hallar
las causas de esas deformaciones es así mismo una importante tarea. y la democracia no puede cortar el camino a los
que han dejado atrás una locura dañina para la comunidad.
He visto cómo los atentados planeados y los secuestros previstos pueden cambiar la propia vida y la de una
familia, y lo alienado que puede llegar a sentirse uno cuando sólo puede dirigirse a grandes concentraciones desde
detrás de un cristal antibalas. La autoridad competente me informó de que mis llamamientos habían contribuido a
eliminar el caldo de cultivo de la primera generación de la autodenominada Fracción del Ejército Rojo. Ese caldo de
cultivo formado por una difusa simpatía. Pero de qué Sirvió, si se vuelve a formar una y otra vez...
Nuestra reducción de los frentes en dirección al Este significó un punto de inflexión. Y, sin embargo. la
política exterior siguió marcada en gran medida por la continuidad. ¿Cómo podía ser de otra manera? Yo no cambié
mis convicciones ni quemé mis expedientes cuando me mudé del Ministerio de Exteriores al Palacio Schaumburg.
Pero la nueva Oposición de Bonn, insuficientemente preparada para su papel, no quiso dejar de hacer de la política
exterior campo de batalla de la política interior. Toda oposición está ex- puesta a esa tentación, y la socialdemocracia
alemana: también había sucumbido a ella en la primera década de la República Federal: En este caso concreto, se
añadía el que las cuestiones de la división de Alemania y su posible superación siempre volvían a salir cuando se
hablaba de la relación con las potencias vencedoras en general y de las relaciones Este-Oeste en particular.”
Willy BRANDT: Memorias. Madrid. Temas de Hoy, 1990.

CAPITULO XXXI: LOS REGÍMENES COMUNISTAS


1. EL RÉGIMEN DE LAS DEMOCRACIAS POPULARES
Entre los años 1945 y 1989 el mapa político europeo se caracteriza por la presencia de una constelación de
estados en el este y centro del continente que repiten, bajo la hegemonía de la URSS, en su arquitectura política el
modelo soviético.
En contradicción con los postulados teóricos del marxismo leninismo, que preveían la desaparición del
Estado, en las naciones de la órbita soviética se produce un fortalecimiento de los resortes estatales, justificado como
una fase transitoria en la lucha contra el capitalismo y la edificación del socialismo. A partir de la necesidad de un
fuerte poder estatal los teóricos soviéticos justifican los controles a los ciudadanos, tanto ¿en el interior de los países
como en el movimiento a través de las fronteras, y el fin del pluralismo social, sobre el supuesto de que la
construcción del comunismo reclama la supresión de la disidencia. Las diferencias con las democracias occidentales
son profundas en modelos que niegan las elecciones con campaña pública y diversidad de programas, el pluralismo

328
sindical, la legalidad de la huelga, ola libertad de información por medio de la prensa y los restantes medios de
comunicación.
Quizás la diferencia decisiva estribe en el model9 de partido único frente a la pluralidad inexcusable en las
democracias occidentales. En los países del Este se postula la profesión unánime en la misión de construcción del
socialismo. El monismo político se refuerza con una disciplina rigurosa en el seno del único partido; al modelo de
cónclave de jerarcas supremos, por ejemplo, el Polítburó en la Unión Soviética, se denomina centralismo
democrático. Esta organización rígida asume los perfiles de una iglesia laica, como agudamente ha observado Edgar
Morin. Es el Aparato, nacido del Partido y que acaba controlándolo y engulléndolo, el que define lo útil y lo
verdadero, en definitiva uno de los rasgos del totalitarismo, y condena la disidencia con la misma vehemencia que en
otras épocas históricas las iglesias arrumbaban a heterodoxia. Morin, que ha consagrado su obra a analizar la
naturaleza del régimen soviético, considera que el producto final de un modelo político en el que el Partido se ha
apoderado del Estado es una cadena de controle
-un poder estatal ilimitado para establecer toda suerte de controles, lo que sofoca cualquier autonomía frente
al Partido o al Estado.
-control de circulación de los individuos, que precisan pasaporte interior, filtraje en las fronteras, supervisión
de todo documento o escrito que ha- va de entrar o salir en el territorio de la nación.
-control y restricción de las comunicaciones interindividuales, especialmente por teléfono.
-monopolio de la información.
-control del control, es decir control del Partido por la policía política y control de la policía política por el
Partido.
En sustitución de las elecciones los cambios se deciden desde arriba por cooptación, por selección de
miembros del partido, aglutinándose auténticas clientelas políticas que se definen por la lealtad a los dirigentes. En
vez de rotación de los políticos se desemboca en una gerontocracia, el poder de la vieja guardia, a la larga un cónclave
de ancianos, y resulta frecuente, en un proceso de luchas internas, la desembocadura en el culto al líder, Stalin en la
Unión Soviética, Mao en China, Hoxa en Albania, etc.

2. DINÁMICA POLÍTICA DE LA URSS. RESURRECCIÓN DE LA DICTADURA


En 1945 otra superpotencia se ha forjado en la prueba de la guerra. La URSS constituye un Estado federal
asentado sobre un territorio de 22.4 millones de kilómetros cuadrados, el más vasto del mundo, cuyas dimensiones
aportan riquezas ingentes pero también le suponen graves problemas de defensa, comunicaciones y explotación. La
contienda le ha permitido recuperar la mayoría de los territorios perdidos en Brest-Litovsk (1918) yen 1921:
Estados bálticos, Carelia finlandesa, Besarabia rumana, comarcas del este de Polonia e incluso de Prusia oriental. Su
potencia militar y económica ofrece dimensiones comparables ala de los Estados Unidos. La guerra patriótica contra
Alemania ha suscitado un esfuerzo gigantesco de resistencia del «gran pueblo ruso», al que Stalin apostrofa
emocionado; en la posguerra el modelo político deriva no obstante hacia una dictadura, que implica la continuación
de la presión sobre el pueblo.
El rostro de la Unión Soviética diseñado por Stalin ofrece hacia 1950 rasgos características, sintetizados con
precisión por René Girault: «ausencia de vida política real, personalización del poder, mística de la planificación y de
grandiosas realizaciones industriales, mediocridad de las condiciones de vida, sacrificio de la agricultura, uniformidad
intelectual, exaltación de la grandeza pasada, desconocimiento del extranjero, profundo deseo de paz de las masas y
convicción de ser el modelo de la humanidad nueva», La autocracia estaliniana ha dibujado algunos de estos perfiles,
pero otros deben explicarse a partir de la ideología comunista y de la evolución de la URSS en un mundo hostil a su
experiencia revolucionaria.
Unos pocos dirigentes acumulan la capacidad de decisión; la renovación de los cuadros no tiene el ritmo que
en Occidente marcan las convocatorias electorales, y de este modo, mientras los presidentes norteamericanos se
renuevan por períodos de cuatro años, en la URSS cuatro dirigentes ocupan una era de sesenta (Lenin, Stalin,
Kruschev, Breznev). Este inmovilismo en la cúspide propicia cierta esclerosis de la vida política; las mismas palabras,
las mismas ideas, eslóganes persistentes, tópicos, se repiten sin apenas cambios. Al respecto observa Jean Laloy:
«¿Podríamos imaginarnos en Francia a León Blum hablando todavía como Mac Mahon, o a Larnartine utilizando las
palabras de Luis XVI?" En Rusia los temas y los argumentos y los ideales de 1920 no difieren apenas de los de
1970, hasta el punto de que Laloy titula un trabajo sobre el modelo ruso: «¿Puede evolucionar el régimen soviético?"
A cualquier observador le llama la atención el monolítismo de la vida política, sin la pluralidad de opciones de las
democracias occidentales: un solo partido, un único programa, una ideología exclusivista. Por añadidura, el modelo se
concibe sobre el principio de la concentración de poder, a diferencia de la división y limitación de los poderes que
postula el pensamiento liberal, nutricio de los modelos estatales del bloque capitalista.
Este monolitismo de posguerra resulta más sorprendente si se constata que el conflicto bélico ha conseguido
romper la situación de fortaleza asediadal en que se había desenvuelto la URSS desde la Revolución. El aislamiento
había comenzado a superarse a principios de los años 30, cuando la llegada de Hitler al poder y la amenaza japonesa
en Asia inclinan a Moscú a suscribir! pactos ya participar activamente en la Sociedad de Naciones, pero la
329
capitulación de las democracias en Munich había suscitado en Stalin desconfianza respecto ala capacidad de
Inglaterra y Francia, de ahí el pacto «contra natura» germano-soviético, que supone la alianza de dos regímenes
inconciliables. En 1945 la situación es bien diferente: Moscú es una potencia vencedora y en tal calidad se encuentra
plenamente integrada en la vida internacional; sus fronteras se alejan, y un entorno de naciones con regímenes
similares le brinda vecindad protectora. ¿Son los vientos de la guerra fría los que propician la resurrección de un
régimen policíaco? Sin duda la alineación internacional en bloques es un factor, pero no el único, ni quizás el
preponderante. Con más fuerza, la filosofía que preside los programas de reconstrucción desemboca en la apoteosis
del poder.
La de la industria es rápida, porque ya durante la guerra había superado sus dificultades; desde 1943 se
recuperan los índices del carbón, la electricidad y el acero; en 1948 se han alcanzado los niveles de preguerra y en
1952 se consiguen duplicar. Este aumento espectacular se apoya en el sacrificio forzado de una población que
esperaba que la paz viniera acompañada de la elevación del nivel de vida, pero al ponerse el acento en la recuperación
de la industria pesada, la escasez de bienes de consumo se convierte en preocupación popular y el salario real del
obrero empleado medio es en 1952 solamente el 70% del de 1928. Así se produce nuevamente 1ª ruptura de la
solidaridad de la guerra entre gobernantes y ciudadanos.
Los problemas más graves surgen en la agricultura. A diferencia del sector industrial, no se ha producido
recuperación durante el período bélico y las destrucciones de material agrícola, así como el deterioro de los suelos
acribillados, impiden el relanzamiento inmediato. La ganadería se encuentra deprimida, el número de caballos es la
mitad que en 1940, la cabaña bovina ha perdido diez millones y la ovina veinticinco millones de cabezas con respecto
a sus efectivos normales. Sin embargo, la recuperación de los niveles hubiera sido tan sólo cuestión de tiempo; más
grave para los dirigentes soviéticos es la descolectivización operada por los alemanes o espontáneamente por los
campesinos rusos; en Letonia tan sólo el 2.4 % de las propiedades están integradas en koljoses, en Estonia el 5.8%
(en 1950 ya rebasan el 75 %, lo que señala el ritmo rápido de reconstrucción de las estructuras colectivas). No
obstante, si en los territorios recientemente incorporados la población rusa asentada acepta las directrices soviéticas,
en otras zonas el campesino resiste con tesón la pérdida de su patrimonio familiar, limitándose a cultivar la parcela
imprescindible para el consumo doméstico. En 1949 la situación es preocupante, y en 1950. tras la evicción del
comisario de Agricultura, Andreev, se ensaya la explotación con brigadas de trabajo, a las que los campesinos se
muestran hostiles. En vísperas del XIX Congreso. Stalin publica su último libro: Los problemas económicos deL
socialismo en La URSS (1952), en el que postula una política de dureza hacia el campesinado, oponiéndose a que
los koljoses adquieran en propiedad la maquinaria y afirmando incluso que el koljós es una estructura colectiva
transitoria que se superará en el periodo de comunismo pleno, al extinguirse los residuos de propiedad privada y
asumir el Estado la plena titularidad de la tierra. La reconstrucción que en la industria alcanza los objetivos fijados
por el IV Plan, deja como saldo dos fisuras visibles en el Estado estaliniano, la ruptura pueblo-gobierno y la
contraposición de campo deprimido y ciudades en expansión; e¡ corolario inevitable de este último pro- ceso es la
conversión de la URSS, tradicionalmente gran potencia agrícola, en país deficitario e importador de alimentos.
No menos interesantes son los procesos de reconstrucción en el ámbito ideológico. La guerra ha arruinado el
centralismo moscovita de los años 30 y favorecido la resurrección de los sentimientos nacionales de las principales
etnias incluidas en el marco territorial de la URSS. Al acabar la contienda Stalin proclama que el pueblo ruso ha
protagonizado la resistencia y, en consecuencia, le corresponde el papel de guía de toda la Unión. La liquidación de
las aspiraciones nacionales, pilotada por el líder ruso en contradicción con sus escritos de los tiempos aurorales de la
revolución, se inicia con la deportación de los pueblos acusados de connivencia con los nazis. Obviando que el
pueblo ucraniano, con el 18 % de los efectivos demográficos de la URSS, había encabezado la colaboración, procede
Stalin ya durante la guerra a la traslación masiva de otras minorías nacionales de más reducidas proporciones; en
agosto de 1941 transfiere a los alemanes del Volga, acusándoles de actividades de espionaje; posteriormente los
tártaros de Crimea, inguches, kalmukos, etc., son deportados a Asia central y Siberia; un decreto de junio de 1946
anuncia la expatriación por el crimen de traición de los individuos todavía no desterrados, pertenecientes a estos
pueblos. Después de la guerra, en los años 1948- 49, se vacía a los Estados bálticos de su población autóctona.
400.000 lituanos, 150.000 letones, 35.000 estonios, acusados de resistencia a la Sovietización. La extensión del
modelo ruso se consigue con .la revisión de la historia; en paladina contradicción con la realidad, afirma Stalin que el
último bastión de la reacción a finales del siglo XIX no fue el Estado zarista, sino los Estados; burgueses de Europa
occidental, y al mismo tiempo se priva a los pueblos no rusos de su pasado histórico y de su cultura nacional, con la
finalidad de hacerles perder sus signos de identidad. En este orden es particularmente intensa la desposesión de sus
señas nacionales en las repúblicas musulmanas. ;
La reconstrucción de la ideología monolítica tiene que pasar por el control de la inteligencia. Los intelectuales
han encontrado durante la guerra la posibilidad de actuar con alguna independencia; en 1946 llega la hora de llamar
al orden a los que no aceptan incondicionalmente la prepotencia del líder, con el argumento de que se lucha contra
las .influencias extranjeras y las ideas nuevas que debilitan el espíritu comunista». El índice de obras prohibidas
incrementa todos los días sus páginas. La represión no se detiene en los escritores, como Akhmatova y Zochtenko;
los músicos son acusados de tendencias decadentes, y Prokofiev, Shostakovitch y Katchaturian sufren los rigores de
330
los procedimientos policíacos; luego llega su turno a actores, periodistas, universitarios; el economista Varga, quien
basándose en la movilización de las naciones occidentales en la guerra niega la teoría de la crisis inmediata del
capitalismo, es obligado a rectificar Boris Pasternak, unos años después compelido a no aceptar el premio Nobel,
recoge en su novela El Doctor Jivago este clima opresivo con el que se intentan ocultar los fracasos de la
colectivización y sofocar el hálito de libertad que la movilización bélica concitó, poniendo en boca de uno de sus
personajes: .Era necesario usar de todos los medios del terror para que la gente perdiera la costumbre de juzgar y
pensar, para obligarla a ver lo que no existía y demostrarle lo contrario de lo que era evidente.

3. EL XX CONGRESO
Stalin muere el 5 de marzo de 1953; la desaparición física del autócrata señala la revisión de su obra. y la
cúpula soviética, consciente de los inconvenientes de la dictadura personal, ensaya el modelo de dirección colectiva:
Kruschev controla el Partido, Beria la policía, Malenkov el Estado, Molotov la diplomacia, Bulganin el ejército.
Aunque inicialmente las mayores responsabilidades parecen recaer en Malenkov, es el Partido la fuerza cardinal del
sistema y Kruschev acaba adquiriendo preeminencia. La mayor amenaza de resurrección de la dictadura es el poder de
Beria al frente de la policía; su detención se produce a las pocas semanas y es ejecutado meses después. Hasta 1955
comparten el poder Malenkov y Kruschev, desde este año son éste y Bulganin los jerarcas supremos, y finalmente
Kruschev se convierte en la personalización del poder de la era post-estalinista. La ruptura con el estalinismo se
resume en unos pocos cambios fundamentales: dirección colegiada, prioridad a la producción de bienes de consumo
en el campo económico con el objetivo de elevar el nivel de vida popular, garantías de seguridad para los ciudadanos
en el campo político (amnistía, cierre de campos de concentración, fin de las purgas), flexibilidad en las relaciones
internacionales con el propósito de poner fin a las tensiones de la guerra fría, cohesión más fraterna dentro del
mundo socialista y en particular aceptación del cisma yugoslavo (Kruschev viaja a Belgrado mientras Molotov
sostiene la necesidad de mantener la «ex comunión.).
En esta era revisionista el XX Congreso (febrero de 1956) supone el momento clave de reflexión sobre el
sentido de la revolución soviética y el rumbo que debe tomar. Detengámonos en sus temas.
a) Culto a la personalidad
EJ Partido había formado un grupo de trabajo para estudiar los errores de Stalin; el Instituto de Historia, de
la Academia de Ciencias efectúa un planteamiento más ambicioso al requerir que se revise la historia entera de Rusia
a partir de la muerte de Lenin. Sobre la base del informe secreto del Partido se va a abrir un debate sobre la dictadura
estalinista. Un grupo más prudente, el de Molotov y Kaganovitch, desearía que se hablara de forma generalizada de
los peligros del culto personal; el más radical, dirigido por Kruschev, éste dispuso a desenmascarar al que durante
treinta años recibió el titulo de padre de todas las Rusias. El discurso de Kruschev el 25 de febrero, en el que efectúa
una relación de los crímenes de Stalin, constituye el epicentro de la denuncia, pero por su amplitud salpica también a
quienes colaboraron con él, a la mayoría de los nuevos dirigentes; tal es la conclusión de Mao y algunos líderes
húngaros y polacos. Con razón se pregunta una de las mejores conocedoras del estalinismo, Hélene Carrere
d'Encausse: «¿es el estalinismo simplemente el producto de la perversión de un hombre? , ¿o condena el sistema
entero? El partido que ha cubierto con su autoridad la mentira estaliniana, que se ha equivocado, ¿es posible que sea
de nuevo infalible?» Con la denuncia del autócrata salen a relucir las lacras del partido, su espíritu de casta, los
privilegios de sus burócratas.
b) Necesidad de cambio
En los debates se concluye que la ideología se ha petrificado porque se ha incorporado a una estructura de
poder. Ha de permeabilizarse el sistema a los intelectuales ya todas las fuerzas vivas rusas, y en el exterior admitir la
pluralidad de vías de los regímenes del Este; es el momerito de recuperar los líderes liberales en algunos de ellos.
c) Coexistencia pacifica
«La guerra no es fatalmente inevitable», pontifica Kruschev; la victoria del socialismo se producirá sin
intervención armada en el interior de los países capitalistas. La toma del poder por el ejercicio del sufragio universal
es posible si la clase obrera agrupa a su alrededor a los campesinos, intelectuales y fuerzas patrióticas. En Occidente
se interpretó en algunos sectores que el bolchevismo viraba hacia las posiciones parlamentarias del socialismo
democrático; en otros se afirmo que se trataba de un camuflaje, una posición táctica para desarmar a potencias
capitalistas. Jean Laloy entiende que en realidad continua la rivalidad, pero por otros medios; se desecha la
inevitabilidad de guerra, o al menos de la guerra total, lo cual no quiere decir que se espere la paz inmediata.
La crisis del año 1956 -uno de los momentos focales de la guerra fría- y paulatina concentración de poder en
Kruschev parecen rectificar las directrices del vigésimo Congreso, pero por otra parte ha de considerarse la , imagen
de Kruschev -con apariencia de patán bondadoso- y Stalin, así como los viajes espectaculares que realiza a Gran
Bretaña ya los Estados Unidos, la facilidad con que en octubre de 1964 es desplazado, tras una decisión Comité
Central, demuestra que estaba muy lejos de sujetar con mano de hierro todos los resortes del poder.

331
4. LA DICTADURA BUROCRÁTICA DE BREZNEV
El nuevo hombre fuerte Breznev, se consagró a reforzar el poder del partido comunista en la sociedad y de la
cúpula dirigente dentro del partido. El litburó se convirtió en un verdadero directorio, y cada uno de sus miembros
controló estrechamente un ámbito de la administración: Suslov la ideología y Andropov la policía, Ustinov el
ejército. El partido pasó de 11 a 18 millones de miembros, el Comité Central de 175 a 319; su órgano ejecutivo, el,
Politburo, se convirtió en un consejo de ancianos, con 70 años de media en 1980, a los 57 años de 1966. Sin tener la
plenitud del poder, como Stalin, procuró retenerlo indirectamente. Con una apariencia de colegialidad pero en la que
todos los puestos claves estaban ocupados por hombres incondicionales del secretario general.
Reforzado el Aparato en el interior, había que relanzar el poder militar en el exterior. De nuevo se otorgó
preferencia a la industria pesada sobre la producción de bienes de consumo. La parte del PNB consagrada a la
defensa pasó del 12.5% de 1970 al 18% de 1980. Con esta política presupuestaria el ejército adquirió un papel más
influyente en la sociedad soviética, aunque en ningún momento pusiera en riesgo la supremacía del partido. Un
cambio fundamental se produjo en la política seguida con respecto a los otros regímenes del socialismo real. Frente a
la posibilidad de vías diferentes en la construcción del socialismo propugnada por Kruschev, lo cual de todas formas
no había impedido alguna intervención de fuerza, se defendió ahora la tesis de a la Unión Soviética correspondía
velar por la ortodoxia de, o comunistas, y Breznev proclamó el principio de la «soberanía limitada», canonizó la
interrupción de la «primavera de Praga» en 1968 y una intervención casi continua en los asuntos de Polonia.
Aparato, primacía de gastos militares, soberanía limitada de los países socialistas; las directrices de Breznev
eran las del comunismo ortodoxo v conservador, que suponían un modelo social y económico fuertemente
centralizado. Sus sucesores ensayaron políticas opuestas, entre modificar o mantener ese modelo. Andropov, que con
los datos reales de la K GB, no los que se utilizaban en la propaganda, veía la parálisis de la Unión Soviética, intentó
una cierta liberalización; tras él, el Aparato colocó en la secretaría al anciano y enfermo Chemenko, y liquidó las
reformas andropovianas. Ortodoxia o renovación, ese era el gran dilema cuando accedió a la secretaría general, en
marzo de 1985, un hombre que sacudiría de forma total el sistema. A este político renovador, Gorbachov, y su
programa, la perestroika, dedicaremos, por su importancia, un tema especifico.

5. EL MODELO SOVIÉTICO
La Constitución de 1936 completó el marco institucional previsto en las de 1918 y 1924. Se habló de
hipertrofia burocrática, quizás inevitable para gobernar un territorio inmenso y heterogéneo, y en el que surgen al
impulso del desarrollo funciones nuevas; por otra parte se produjo una cierta confusión entre la administración y la
política; especialmente con el personalismo estalinista, y en general predominó el pragmatismo sobre los fundamentos
jurídicos; los órganos de la gobernación del Estado fueron surgiendo a medida que se complejificaba la Vida
nacional. Constitución de 1936 contempla un Estado federal «constituido sobre la base de la unión libremente
consentida de repúblicas socialistas iguales en derechos», dentro de las cuales se pueden distinguir, además, repúblicas
autónomas, regiones autónomas, distritos y territorios nacionales.
El poder legislativo corresponde a dos Cámaras, el Soviet de la Unión, que asegura la representación
proporcional de los ciudadanos, y el Soviet de las nacionalidades, en el que cada república federada o autónoma, y
cada región y distrito, poseen un número igual de diputados.
En 1946 un Consejo de ministros reemplazó al Consejo de comisarios del pueblo; el elevado número de
ministros, 92 en 1968, se organiza en dos categorías: federales (defensa, industria pesada, comercio exterior) y de las
repúblicas federadas (industria ligera, asuntos sociales y culturales). Cada república autónoma posee su propia
Constitución, su Consejo de ministros y comités especializados (agricultura, comercio, etc.); cada república federada
dispone de un Soviet, consejo de ministros y comités. La malla de instituciones de diferente ámbito territorial es
extraordinariamente compleja; su principio rector ha sido el centralismo democrático, por el que se entiende una
estructura organizada de arriba -abajo y en la que cada soviet está subordinado al soviet inmediato superior. Para
compensar este centralismo se aprobaron principios descentralizadores otorgando más amplias facultades a los
organismos inferiores.
Las diferencias con los regímenes occidentales son esenciales. En primer lugar no es clara la división de
poderes. El Presidium, órgano colegiado elegido por el Soviet, comparte el ejecutivo con el Consejo de ministros; el
judicial es elegido en todos sus niveles de manera similar al poder ejecutivo.
Rasgo básico es el partido único, en armonía con el fin comunista de la destrucción de las clases, entendiendo
que todo partido es el instrumento de asalto al poder de una clase social. Su organización piramidal repite la del
Estado, Sus instituciones de base son las células, de barrio o población; su Órgano supremo el Congreso, que se reúne
en fechas regulares, salvo entre 1939 y 1952 por decisión de Stalin; de su seno se elige un Comité Central, que a su
vez designa un órgano pluripersonal más reducido, el Politburó, y un secretariado. Según el artículo 126 de la
Constitución, y siguiendo la doctrina de Lenin, el Partido es «la vanguardia de los trabajadores», según Stalin «la
fuerza que guía el Estado». El número de sus militantes, de 240.000 en 1917, alcanza 9.7 millones en 1961, 13
millones en 1968 y 17 millones a mediados de los años ochenta. Sólo uno de cada cuatro podía considerarse
miembro activo, que actuaba en los comités de barrio, organizaba elecciones, se integraba en los cuadros de la
332
Administración. La composición social varió lentamente; las bases estaban cubiertas por obreros y campesinos, pero
fue creciente la participación y el papel de los intelectuales y profesionales liberales. Constituyen- do el partido y los
soviets dos ejes del sistema, no siempre han estado deslindadas con claridad las funciones que competen a uno y
otros. El artículo 2 de la Constitución de 1978 establece: «El pueblo ejerce el poder del Estado por medio de los
Soviets de diputados del pueblo, que constituyen la base política de la URSS.» Prokochin propuso la fórmula
leninista, según la cual el partido dirige la actividad de los soviets pero no los sustituye; su papel seria inspirador y el
de los soviets aplicador, como indica el articulo 6 del último código constitucional al consignar que .el Partido
Comunista define la perspectiva general del desarrollo de la sociedad».
Es obvio que no desempeñaron un papel dirigente los 17 millones de afiliados al Partido; se ha calculado que
30.200 personas integraban los Comités regionales y algo más de 385.000 los Comités de población y distrito. Lo
que se ha denominado el .aparato» estaba formado por estos miembros en puestos de dirección, a los que habría que
sumar empleados de la Administración que, sin poseer carnet, ejercían funciones realmente influyentes. Pero el
número de miembros de los que dependían las decisiones era mucho más reducido; en el término de “Nomenclatura”
se comprendían las cúpulas de la política, la industria y las fuerzas armadas. Janina y Gerard Lagneau han subrayado
que se podía hablar de una clase dirigente, lo cual equivale a refutar el dogma de que se hubiera instaurado una
sociedad sin clases.
Hemos recogido algunos rasgos del modelo soviético: confusión de poderes, partido único, soviets,
nomenclatura como clase dirigente. Pero para los occidentales imbuidos de los axiomas del liberalismo individualista
era más difícil de entender el concepto soviético de libertad; que se traduce en una serie de controles sobre el
ciudadano. Las anécdotas sobre las negaciones de Lenin o Stalin de la libertad revelan que en este punto eran escasas
las concomitancias de pensamiento. El modelo soviético concibe la libertad en un sistema de valores en el que lo
importante es la comunión en el seno del grupo social; el ciudadano no puede utilizar su libertad para lucha contra el
Estado. Ya en la primera Constitución, la de 1918, se recoge en su artículo 23 esta afirmación que difícilmente
suscribiría un código del Oeste: .Guiándose por los intereses de la clase obrera en conjunto, la República socialista
federal soviética rusa priva a los ciudadanos ya los grupos particulares de los derechos que se utilicen en detrimento
de los intereses de la Revolución socialista», y la Constitución de 1977 insiste: .El ejercicio de los derechos y
libertades es inseparable de la ejecución de sus obligaciones por el ciudadano», En esta línea las trabas son precisas:
-las libertades de palabra, prensa, reunión y manifestación están garantizadas en la medida que permitan,
“consolidar y desarrollar el régimen socialista”:
-la libertad de creación científica, técnica y artística, se respetan .conforme a los objetivos de edificación del
comunismo»;
-el derecho de crítica se limita al de «dirigir sugestiones a los órganos del Estado ya las organizaciones
sociales, concernientes al perfeccionamiento de su actividad»:
-la Constitución garantiza la inviolabilidad de la persona, pero el secreto de la correspondencia,
conversaciones telefónicas o comunicaciones telegráficas no se consigna en la misma, simplemente está protegido por
la ley, es decir, fijado en reglamentos que dependen de resoluciones de la Administración.
Las diferencias de filosofía política con Occidente eran evidentes: el mesianismo con que vivían sus valores los
dirigentes soviéticos en una etapa que consideraban de búsqueda de metas fue similar al que sintieron los ideólogos y
políticos del liberalismo en las primeras décadas del mundo industrial. Se explican las dificultades de entendimiento
entre los dos bloques, cuando ni el concepto de libertad era coincidente.

6. RASGOS DE LA ECONOMÍA SOVIÉTICA


Dos rasgos definen la economía soviética: la socialización de los medios de producción, con cuasi extinción de
la propiedad privada, y la planificación imperativa del desarrollo (planes quinquenales). La Constitución de 1936
declara que tierra, ganado, capital, máquinas, son propiedad inalienable de la comunidad, representada por el Estado
o por organizaciones de tipo cooperativo; la propiedad privada se limita a los objetos de consumo (mobiliario,
alojamiento, parcela familiar).
La forma de explotación agraria más frecuente era el koljós, un pueblo que había decidido dotarse de régimen
comunitario; los campesinos entregaban a la cooperativa la tierra y el ganado y se reservaban en propiedad plena para
el consumo familiar una parcela y algunas cabezas. Aunque administraban el koljós con los delegados que elegían, un
contrato con el Estado fijaba las metas de producción. Los agrónomos dictaminaban sobre los cultivos más
procedentes, la asamblea decidía y el trabajo se organizaba en brigadas. El beneficio anual, una vez deducidos los
gastos y la inversión en simientes y equipo, se repartía entre los campesinos en función del número de jornadas de
trabajo prestadas. Este cuadro bucólico de comunidades rurales que se distribuyen trabajo y frutos solidariamente ha
presentado bastantes fallas: en primer lugar la persistencia de koljoses ricos y pobres; en el orden de la administración
el control de las presidencias por miembros del partido, lo que rompió los ideales de una democracia de bases; la
formación de cuadros burocráticos en los koljoses grandes, en ocasiones ocupados por individuos de extracción
urbana; la preferencia que los campesinos han dedicado a trabajar sus parcelas y hastos de ganado.

333
Los sovjozes eran granjas del Estado -y en la industria, empresas- que de- pendían de las autoridades de loS
departamentos o incluso del ministerio; se montaban como explotaciones-piloto y la totalidad de la producción era
absorbida por el Estado. El campesino recibía un salarlo, lo mismo que el obrero industrial. Después de la guerra se
produjo la concentración, y por tanto disminución, de koljoses y el aumento de sovjozes; exigencias técnicas de
grandes explotaciones, y sobre todo ideológicas, al considerar que el koljós ofrecía residuos de individualismo agrario,
incidieron en esta creciente estatificación del campo.
Las directrices en la industria fueron muy severas en el período estalinista; los exiliados (como Víctor
Kravchenko, Yo escogí la libertad) han testimoniado sobre los severos procedimientos compulsivos que se aplicaban
a técnicos y burócratas para alcanzar los resultados previstos en el plan quinquenal correspondiente. Con la
desestalinización, la planificación pasó a ser indicativo; el órgano general, el Gosplan, señalaba .las metas globales,
cada república federada las interpretaba según sus conveniencias, e incluso las empresas disfrutaban de un amplio
poder de decisión.
La URSS se convirtió en el segundo gigante del mundo de posguerra gracias a sus ingentes riquezas
energéticas y minerales. Sus reservas de hulla significan la quinta parte de las conocidas en la actualidad; sus
posibilidades hidroeléctricas son enormes por la grandeza de sus cursos fluviales, incluso antes de que se hayan
aprovechado los siberianos; sus yacimientos petrolíferos y de gas le han evitado cualquier problema en el
abastecimiento de las formas de energía palancas de la segunda revolución industrial, y cada año aumentaba su
capacidad para exportar gas siberiano; la mitad del mineral de hierro mundial, la mitad del manganeso, y un alto
porcentaje del cobre, la bauxita, fosfatos, etc. , constituyen otra colaboración de la Naturaleza en la obra de
transformación que la Revolución se propuso. Al otorgar prioridad a la industria pesada, de bienes de equipo, sus
índices de producción de material ferroviario, maquinaria agrícola, material bélico, alcanzaron cotas altísimas,
mientras se quedaban comparativamente rezagadas sus industrias textiles y alimentarías, a las que se empezó a prestar
mayor atención en el IX Plan, a partir del año 1971. Más asombroso ha sido su progreso en el orden científico, si lo
medimos por el número de sus investigaciones en todos los campos, y el de sus ingenieros y técnicos.
A pesar de estas conquistas espectaculares no faltan los puntos débiles. y. entre ellos, el más evidente las
dificultades de su agricultura. Los bajos rendimientos de sus tierras de cereal, y la necesidad de importar trigo para
atender el consumo de una población en rápido crecimiento, configuran capítulos que son fracasos, y que para una
gran potencia llegaron a ser síntomas de debilidad, de dependencia exterior.

7. EL PROCESO DE INSTALACIÓN DE REGÍMENES COMUNISTAS


Las naciones del centro y este de Europa se encontraban, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con
gravísimos problemas. Algunas de ellas habían sufrido enormes pérdidas de población, casos de Polonia y Yugoslavia.
Todas tremendas destrucciones materiales, agravadas por las transferencias de cosechas, ganado, material ferroviario y
equipamiento industrial que habían realizado primero los alemanes y más tarde los rusos. Además los vencidos,
Hungría, Rumania, habrían de satisfacer indemnizaciones de guerra, a las que el gobierno de Budapest hubo de
destinar los dos tercios de la producción nacional en 1946. Con excepción de Yugoslavia, habían sido liberados de la
tiranía nazi por el ejército soviético. No era imprevisible que con apoyo de estas guarniciones de ocupación el
gobierno de la URSS terminara decidiendo el futuro político de esta zona del continente.
El mecanismo de conquista del poder por los partidos comunistas nacionales consistió en la participación en
gobiernos de concentración, hasta que con el apoyo del ejército Soviético terminaron eliminando a sus socios e
instalando gobiernos monocolores, que de forma rápida, y en los primeros años con acierto en la gestión económica,
procedieron al cambio de régimen. Del paso del pluripartidismo al régimen de partido único constituye un indicador
el crecimiento espectacular de los partidos comunistas en tres años: de 10.000 a medio millón de miembros en
Bulgaria; de un casi inexistente partido comunista en Rumania, de mil afiliados, a 900.000, aunque aun resultó más
espectacular el auge del partido en Hungría, donde pasó de 2.000 aun millón y medio de miembros. A imagen y
semejanza del protector soviético, en estos países no sólo el partido comunista se hizo con el control de la sociedad
sino que se instalaron modelos estalinistas, de dictadura personal, para lo que no dudaron los beneficiarios en
proceder a purgas en el seno del partido.
En Albania Hoxa acumuló las carteras de jefatura del gobierno, asuntos exteriores, interior y defensa,
acumulación que no se hubiera permitido en un país multipartidista. En Rumania los comunistas ocuparon carteras
claves, interior, justicia, economía, y, tras vencer en las elecciones de noviembre de 1946, pusieron fuera de la ley a los
partidos nacional agrario y nacional liberal, para terminar consiguiendo la abdicación del rey Miguel en diciembre de
1947. En Hungría la succión de poder resultó más difícil por el sentimiento antirruso de la población y la
implantación del partido independiente de pequeños propietarios y burgueses, pero fue muy fuerte la presión del ruso
Vorochilov, presidente de la comisión de control aliada, y con su apoyo fueron detenidos algunos dirigentes políticos
o se vieron obligados a dimitir otros. A pesar de ello en las elecciones de 1947 sólo tuvieron el 22 por 100 de los
votos. Recurrieron entonces al procedimiento de instrumentalización de los Frentes Populares. Se unieron a los
socialistas y consiguieron poner al comunista Rakosi al frente de la coalición. Pronto de produjo la fusión, que en
realidad equivalía a la absorción del partido socialista.
334
Especialmente difícil resultó la conquista del poder en Polonia y Checoslovaquia. En Polonia se formó un
gabinete de coalición nacional, con representantes de seis partidos. Con apoyo del ejército soviético de ocupación los
comunistas persiguieron a sus adversarios, hasta el punto de que algunos huyeron del país. Winston Churchill
protestó con amargura, porque por la libertad de Polonia se había iniciado la gran guerra. Tras unificarse los partidos
socialista y comunista, al igual que en Hungría, en 1948 gobernaba un solo partido, el Partido Obrero Unificado,
controlado por comunistas. En Checoslovaquia se aprobó una Constitución, con cámara plural y gobierno de
concentración. El presidente Benes apoyó a los partidos moderados y los resultados electorales fueron decepcionantes
para los comunistas. No obstante, cuando en febrero de 1948 los restantes partidos intentaron prescindir de ellos, los
comunistas movilizaron a los sindicatos ya las masas urbanas y dieron un golpe de Estado.
Con ciertas variaciones el mecanismo resultó similar en las ocho naciones del planetario soviético. Con el
trasfondo de los problemas de posguerra y la presión del ejército ocupante, bien por medio de un político astuto que
se convierte en dictador -Hoxa en Albania-, por persecución de sus oponentes, caso de Hungría y Polonia, o
uniéndose y absorbiendo finalmente al partido socialista, como ocurrió asimismo en Polonia y Checoslovaquia, los
comunistas conquistaron el poder y establecieron un modelo político diferente del de las naciones del oeste europeo.

8. EL PROYECTO POLÍTICO DEL SOCIALISMO REAL


Aunque con diferente ritmo de metamorfosis, todos los países de la órbita soviética terminaron por presentar
una fisonomía similar .El proceso fundamental estriba en la nacionalización de los medios de producción y la banca.
En Checoslovaquia ya antes del control del poder por los comunistas se decretó la nacionalización de bancos, minas
y grandes fábricas; en 1947 el estado controlaba el 70% de la industria, al año siguiente el control se extendía alas
empresas que empleaban más de 50 trabajadores. En Hungría la nacionalización se aplicó en cuatro etapas: minas,
industria pesada, bancos, empresas de más de cien trabajadores. En Polonia, tras un inicio de nacionalización, las
dificultades económicas obligaron a dar marcha atrás, pero a finales de 1948 el Estado ya controlaba la casi totalidad
de la economía nacional. Sólo en Rumania el sector privado continuó jugando un papel destacado en la producción.
La planificación se discutió y abordó con cautela. Rumania aprobó un plan de un año -se fijaron las metas que
deberían alcanzarse al cabo de ese tiempos- a finales de 1948. El año anterior Checoslovaquia y Bulgaria elaboraron
planes bianuales y Hungría y Polonia de tres años. Únicamente Yugoslavia afrontó antes de 1950 un plan
quinquenal, que tomó como modelo los planes soviéticos. A partir de 1950 todos los países procedieron a emplear
este sistema. la planificación imperativa permitió reparar las destrucciones de guerra y consiguió éxitos notables en la
industria pesada, pero, salvo en el caso de Hungría, apenas contribuyó a mejorar el nivel de Vida de los ciudadanos.
La colectivización del campo se erigió, al igual que en la URSS, en un grave problema, por las resistencias del
campesino, espoleado por partidos que se oponían decididamente ala pérdida de los patrimonios familiares. Donde
existían grandes dominios, en Polonia, Hungría, Alemania oriental y Albania, se procedió a asentamientos de
braceros, antes sin tierra. En Yugoslavia las propiedades confiscadas eran en su mayoría de titularidad alemana. Pero
en todas partes el campesino se mostró reticente a convertirse en una especie de obrero agrícola del Estado ya trabajar
por un salario. Y los rendimientos no fueron óptimos.
Al igual que en la Rusia de Stalin, las depuraciones, dirigidas no contra partidos burgueses, aniquilados
pronto, sino contra desviacionistas en el seno de los partidos comunistas, fueron práctica de la vida política. La furia
inquisitorial de los ortodoxos hizo descender de forma drástica el censo del partido. En Hungría, donde vimos que
había alcanzado el millón y medio de miembros, bajó posteriormente hasta 865.000. En la primera fase, la del
estalinismo, los reformadores se encontraron en apuros. Así en Polonia, Gomulka, héroe de la resistencia, tuvo que
abandonar la secretaría general después de presentar una autocrítica, aunque tras la desaparición de Stalin, en el
período liberal de Kruschev, volvería, al igual que otros hombres de significación parecida, al primer plano de la
política.
El centralismo del Aparato se aplicó también ala vida social y cultural. La influencia de las iglesias fue
combatida. No resultó difícil la sumisión del clero ortodoxo en Yugoslavia, Rumania y Bulgaria, ni del protestante en
la RDA (Alemania oriental), pero fue larga la lucha con el clero católico" que dispuso de prelados combativos, como
Minsdzenty , arzobispo de Budapest, condenado a cadena perpetua, o Wyszynski, cabeza y líder del catolicismo
polaco, practicado por el 90% de la población. La vida cultural debía seguir las reglas del realismo socialista, según el
cual el artista y el escritor debían poner su obra al servicio del pueblo obrero. Claramente lo expresó el político
húngaro Revai: «No son el pueblo ni el Estado quienes deben adaptarse al gusto o juicio del escritor, sino el escritor
quien debe ponerse al servicio de la construcción socialista».

9. EL CISMA YUGOSLAVO
En la geografía política del comunismo europeo Yugoslavia constituye un caso excepcional. No había sido
salvada de la ocupación nazi por el ejército soviético y no existió en su territorio una guarnición extranjera. De esta
circunstancia: arranca la originalidad de su proceso, que se distingue de la uniformidad de las otras naciones del
socialismo real en un triple sentido: la complejidad étnica del Estado yugoslavo, la originalidad de la organización
social y la independencia de la política exterior.
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La complejidad étilica ha constituido el dato primero y el problema principal que debía abordar un régimen.
Constituida como estado nacional tras la primera guerra mundial, era una federación de seis repúblicas de diferente
composición étilica, lingüística y religiosa. La Segunda Guerra Mundial había sido una prueba para la unidad, porque
un régimen nazi instalado en Croacia había perseguido con un programa de sabor racista a los serbios instalados en
su territorio. La mayor república, Serbia, con cerca de la mitad de la población, era el único pueblo que durante siglos
había poseído un estado independiente. Parte de su población se encontraba en enclaves de Croacia y Bosnia-
Herzegovina, mientras que dentro de su territorio el enclave de Kosovo era de población albanesa. Eslovenia
presentaba una población casi homogénea étnicamente, mientras Montenegro mezclaba montenegrinos, eslavos
musulmanes y albaneses. De preponderancia católica eslovenos y croatas, ortodoxos los serbios y montenegrinos, con
áreas musulmanas en Macedonia y algunas regiones del sur, las diferencias religiosas complican el mapa de pueblos,
lenguas y culturas. Tito, el dirigente de la guerrilla antinazi, convertido en máximo mandatario, tuvo la habilidad de
mantener unido este mosaico. Con su prestigio y desde la presidencia del Comité Nacional de Liberación, consiguió
para el partido comunista el 90% de los votos en la primera elección de posguerra. Por tanto la historia política
yugoslava tiene un inicio diferente al de las restantes democracias populares, en las cuales el partido comunista hubo
de .luchar con todos los medios por el poder. El Parlamento proclamó la República y aprobó una Constitución de
signo federal, inspirada en la de la Unión Soviética. A partir de 1950 Tito apartó decididamente a su país del modelo
centralista y autoritario del estalinismo, que consideraba corrompido por la burocracia. La Constitución de 1956
aseguraba la autonomía de la gestión social, la independencia del poder judicial y la responsabilidad del ejecutivo ante
el legislativo, rasgos, todos ellos, ausentes de la vida política soviética. La cámara Alta recogía la representación de las
seis repúblicas, la-Baja a los representantes elegidos por los trabajadores del sector público. Al lado de estas
instituciones centrales, cada república tenía su gobierno y su parlamento.
Empero, la originalidad de Yugoslavia estribó más en la organización del trabajo que en los órganos políticos.
Cuando se comprobó el fracaso de la colectivización forzada en el campo el gobierno dispuso -marzo de 1953- que
cada cooperativa decidiera libremente su mantenimiento o disolución, procediendo en este caso al reparto de las
propiedades con la limitación máxima de un lote de 10 hectáreas. La misma organización autogestionaria se trasladó
alas fábricas. Fueron los campesinos o los obreros los que designaron los comités técnicos y los comités de control.
Al mismo tiempo en las cúpulas del partido y para impedir la esclerosis se impuso el principio de la rotación. Los
resultados fueron discutibles. El modelo autogestionario produjo caos en algunos sectores y un fuerte proceso
inflacionario, que provocó en respuesta un movimiento de protesta social, reacción insólita en el controlado mundo
de las democracias populares. Pero es indudable que la corrección de la experiencia de la colectivización del campo
indica que se antepuso el realismo al dogma, a diferencia de lo que ocurría en la URSS y en las restantes repúblicas
populares.
El distanciamiento del modelo soviético suponía una «herejía política» a los ojos de Stalin, y las relaciones se
deterioraron progresivamente. En mayo de 1948 la sede de la Kominform, el órgano ideológico de la III
Internacional, se transfirió de Belgrado a Bucarest y se votó la exclusión del país hereje. La sentencia condenatoria se
publicó el 28 de junio en el diario checo Rudé právo, y dos días después, con la consiguiente réplica, en Barba,
órgano del partido comunista yugoslavo. Pero inútilmente llamó la Kominform a la revuelta a la población yugoslava,
que se unió en torno a su dirigente. Esta independencia le granjeó la simpatía y la ayuda de las potencias occidentales
y convirtió a Belgrado ya Tito en el campeón de los llamados países no alineados.

10. REVUELTAS POPULARES. LA PRIMAVERA DE PRAGA


Prioridad a la industria pesada ya las inversiones militares, bajo nivel de vida popular, prohibición de la
protesta social -manifestaciones, huelgas-, son rasgos comunes a los regímenes del socialismo real que hacen
comprensible que el descontento tome forma de explosión violenta. La primera tuvo lugar los días 16 y 17 de julio
de 1953 en Berlín, de donde se extendió al resto de la República Democrática Alemana. A finales de mayo el
gobierno anunció reducciones de salarios obreros, salvo que obtuviesen un 10% de incremento de la producción. Los
obreros de la construcción de la avenida Stalin de Berlín iniciaron el 16 de junio una huelga espontánea, que secundó
enseguida toda la ciudad y en horas otros centros urbanos. Piquetes obreros ocuparon jefaturas de policía, con la
complicidad de muchos agentes, liberaron presos políticos e incendiaron centros gubernamentales y del partido. En
sus escritos de demanda pedían condiciones de vida más tolerables, elecciones y sindicatos libres y fin de la ocupación
soviética, mezclando las reclamaciones sociales con las políticas. Los tanques soviéticos se encargarían de reprimir, el
alzamiento. Centenares de muertos y más de 50.000 detenidos fue el balance de la represión.
Dos procesos diferentes tuvieron lugar en PoloJiia y Hungría en octubre de 1956. En Varsovia el Comité
Central del partido comunista polaco eligió secretario general al reformista Gomulka. Algunos dirigentes soviéticos
viajaron a la capital polaca para imprimir un golpe de timón a la orientación que estaba asumiendo el comunismo
polaco, y Moscú sopesó la posibilidad de interferir militarmente el proceso, pero finalmente aceptó la posibilidad de
la reforma, y en efecto a partir de ese año Polonia inició una nueva política, cuyo primer signo aperturista fue la
liberación del cardenal Wyszynski. Los acontecimientos de Varsovia provocaron un movimiento de esperanza en
Hungría. En una gigantesca manifestación los estudiantes de Budapest solicitaron elecciones libres, derecho de
336
huelga, liberación de presos políticos y evacuación de las tropas rusas. Al reprimir violentamente la policía política la
manifestación, se convirtió en rebelión abierta, al mismo tiempo que los obreros convocaban la huelga general. El 29
de octubre la revolución popular había triunfa- do. Pero el gobierno reformista de Imre Nagy fue demasiado lejos, al
publicar que Hungría abandonaba el Pacto de Varsovia y proclamaba su neutralidad, solicitando el apoyo de las
potencias occidentales. Quizás Moscú hubiera aceptado una reforma «tipo Gomulka», pero en modo alguno
permitiría la ruptura de su bloque. El 3 de noviembre 200.000 soldados rusos y 5.000 tanques invadieron la nación
disidente, destituyeron a Nagy, que sería juzgado y condenado a muerte por alta traición, y colocaron en la secretaría
general a Janos Radar. La aventura independentista se liquidó con la muerte de 35.000 húngaros y la semidestrucción
de Budapest.
Mayor interés ofrece el proceso checo. Ya en 1956 existía un fermento nacionalista, que se expresaba en la
voz de los intelectuales. Pero el estalinista Novotny, avisado por la aventura húngara, impediría cualquier intento de
apertura. Doce años después se haría con el poder el sector más liberal del comunismo. En enero de 1968 accede
Alexander Dubcek a la secretaría general y expone en un discurso su concepción de la «democracia socialista,
anticipando la próxima supresión de la censura. En marzo dimite Novotny de la presidencia de la República, donde
es reemplazado por el general Svoboda, hombre de biografía heroica e inclinado a la reforma política. El 6 de abril el
Comité Central definió «la vía checoslovaca al socialismo.. Los meses siguientes Checoslovaquia vivió la fiebre de la
libertad, con la prensa como portavoz. Un manifiesto de 70 intelectuales pidiendo la palabra para obreros.
Campesinos, funcionarios, sabios y artistas, constituye el documento culminante de lo que se llamó «Primavera de
Praga. Los restantes miembros del Pacto de Varsovia comenzaron a inquietarse ante el carácter contagioso que podía
tener lo que Dubcek llamaba «socialismo de rostro humano». Y la noche del 20 al 21 de agosto 600.000 soldados
de las naciones del Pacto, con excepción de Rumania, invadieron el país, ocuparon Praga y detuvieron al Comité
Central, bajo la ficción jurídica de que habían sido llamados por un sector del partido y el gobierno, dirigido por
Husak. Con la colocación de éste en la secretaría, de la que fue destituido Dubcek, y bajo la vigilancia de los tanques,
se inició la represión. Muchos periódicos fueron suprimidos, anuladas las asociaciones de estudiantes, excluidos de
militancia los líderes de la reforma en una depuración que afectó al 20% del partido.
Menos claro resulta el movimiento polaco del verano de 1980. La inquietud obrera por las difíciles
condiciones de vida se expresó con una oleada de huelgas en los astilleros de Gdansk y la formación de un sindicato
libre, «Solidaridad», dirigido por un líder carismático y autoritario, Walesa. Se entremezclaban en este movimiento,
que también terminaría siendo reprimido, el sindicalismo clásico con notas más ambiguas de populismo, de ideología
demagógica propia de países con escasa cultura política.
Estos episodios intermitentes, de carácter explosivo, reflejan en un plano inmediato las difíciles condiciones de
vida de las masas populares en los países llamados paradójicamente de «democracia popular, y en otro plano más
profundo la dialéctica, el juego de tensiones, entre las directrices soviéticas, que en el fondo defendían intereses
imperiales de la URSS, con los movimientos nacionalistas, en algunos casos dirigidos por comunistas no ortodoxos.
La URSS fue una de las dos superpotencias de posguerra, pero por añadidura se erigió en cabeza de uno de
los bloques, el de naciones de régimen comunista y su protagonismo en el mundo actual derivó de este papel estelar
antes que de su rango de gran potencia. La experiencia de un Estado multinacional, que en la Constitución de 1977
refuerza sus vínculos unitarios con detrimento de los federales, .la URSS es una entidad única que incluye el
territorio de las Repúblicas federadas» (articulo 75) la inclinó a transponer el modelo a la constelación de Estados
que quedaron incluidos en su órbita política. La concepción de Rusia como patria del proletariado y su designio de
ser el centro focal de la revolución mundial se articularon en los 21 puntos de la III Internacional, organización que
viene a ser desde 1919 un partido comunista a escala planetaria con secciones nacionales. Esta concepción se
mantuvo, a intervalos sofocada por el aislamiento del Estado soviético, hasta los años 60, cuando se multiplicaron los
cismas en el bloque.
Una red de tratados bilaterales y multilaterales ligaban ala URSS ya las democracias populares del Este
europeo. Esta integración se efectuó en cuatro dominios:
Económico. El COMECON, firmado en enero de 1949, es una carta de ayuda económica recíproca, que en
realidad enmascara la satelización de los países firmantes con respecto a la URSS. Objetivo básico es la armonización
de los planes de desarrollo y, en consecuencia, todos los gobiernos otorgan prioridad a la industria pesada con
perjuicio de la producción de bienes de consumo. Tito rechazó la firma y alejó a Yugoslavia de la órbita estalinista,
acusando ala URSS de potencia imperialista: .En realidad esta subordinación de los pueblos pequeños no tiene más
que un fin, y este fin no es desde luego la revolución mundial, sino la hegemonía mundial, la dominación de la
URSS, potencia imperialista, sobre los otros pueblos. A pesar de que el flujo comercial se apoyaba en una relación de
intercambio desigual -créditos soviéticos contra materias primas- una nación, la República Democrática Alemana,
conseguía repetir, en menores proporciones, el milagro de la Alemania occidental, superando sus mutilaciones
territoriales y su hemorragia de población. Con la desestalinización todos los miembros del COMECON pudieron
otorgar prioridad a los bienes de consumo, los estímulos a la agricultura y la elevación de los salarios reales, y
posteriormente, al definirse la doctrina de la coexistencia, abrir conexiones comerciales con el Oeste y solicitar

337
créditos de sus entidades financieras y gobiernos. En junio del año 1975 en Budapest se inició el estudio de medidas
de más amplio alcance, que implicaban nuevos pasos en el progreso de la integración económica del bloque.
Militar. En mayo de 1955, se firma, como réplica a la adhesión de la Alemania occidental a la OTAN, el
Pacto de Varsovia (URSS, Albania, Bulgaria, Hungría, RDA, Polonia, Rumania y Checoslovaquia), que establece las
bases de un sistema de seriedad colectiva: en caso de agresión armada contra uno de los signatarios se prevé la
asistencia inmediata por todos los medios, incluido el uso de la fuerza. Este documento implica el reconocimiento de
la solidaridad de destino de los países socialistas y. como en el caso del COMECON, la subordinación de la política
militar a la URSS; a Breznev se ha achacado la promulgación de la tesis de la .soberanía limitada», si bien sólo
ocasionalmente se expresó en términos que reducían la independencia nacional de sus aliados.
Cultural. Los intercambios intelectuales constantes entre los países socialistas se recogen en tratados bilaterales
o colectivos; el artículo 3 del Pacto de Varsovia afirma la disposición de reforzar «los lazos económicos y culturales
existentes»; la declaración final de la conferencia del COMECON en 1969 proclama que «las relaciones económicas,
científicas y técnicas entre los países miembros reposan sobre principios de un tipo nuevo, a saber el
internacionalismo socialista, la igualdad completa". Izvestia ha hablado de la creación del Mercado común de la
cultura.
-Ideológico. Aunque la Komintern se disolvió en 1943 y la Kominfonn sólo existió de 1947 a 1956 Moscú se
esforzó en monopolizar las directrices de la táctica y la ortodoxia doctrinal del comunismo. En este campo sus
dificultades fueron cada vez de mayor envergadura. En 1960 el partido comunista chino reveló sus divergencias y
terminó separándose de la constelación de naciones sovietizadas; en 1963 se produce la ruptura de Moscú con la
prochina Albania; Yugoslavia no se incorpora a la familia socialista y Rumania se desvincula en algunos campos, o al
menos mantiene cierta independencia en su política exterior; los partidos comunistas de las naciones occidentales se
inclinan por emanciparse de las directrices rusas, como recoge uno de los documentos doctrinales más importantes
del socialismo de posguerra, el testamento de Togliatti. La conferencia de Moscú de junio de 1969 se negó a
condenar a China y rechazó el axioma de que la revolución debiera tener un solo centro y un modelo único.
En cualquier caso el seguimiento de las orientaciones de la URSS fue estricto. En la época de liberalización de
Kruschev surgió en Occidente una corriente denominada «eurocomunismo», que postulaba la colaboración con otras
fuerzas de izquierda y por tanto el apoyo a modelos pluralistas. Pero la involución de Breznev aunque no las
extinguió las dejó sin apoyo. La disciplina que la URSS impuso a otras naciones constituye un fenómeno singular de
la posguerra. Probablemente se trató de un imperialismo de nuevo cuño, enmascarado por su condición de patria del
proletariado.

DOCUMENTOS
I. TESTAMENTO POLÍTICO DE TOGLIATTI
Conviene valorar las posiciones marcadas en este importante documento. Algunos puntos: libertad intelectual
(investigación, creación), defensa de las instituciones democráticas, vía pacífica hacia el socialismo, coordinación pero
autonomía de los partidos comunistas nacionales (¿implica ruptura con la III Internacional y los 21 puntos de
Lenin?), preocupación por el proceso descolonizador y el Tercer Mundo. Referencia al XX Congreso. Algunos
puntos suponen una auténtica ruptura dentro del monolitismo del mundo del Este.

“...Asimismo en el mundo de la cultura (literatura, arte, investigación científica. etcétera) las puertas deben ser
abiertas en gran parte, en la actualidad, para la penetración comunista. Resulta que en el mundo capitalista se crean
condiciones que tienden a la liquidación de la libertad de la vida intelectual, de la libre creación artística y del
progreso científico. Somos nosotros quienes debemos convertimos en los campeones de la libertad de la vida
intelectual, de la libre creación, artística y del progreso científico. Esto exige que nos opongamos abstractamente
nuestros conceptos a las otras tendencias ya las otras corrientes; pero hace falta el diálogo con estas corrientes y tratar
de profundizar, gracias a esto, en los problemas de la cultura, tal y como se presentan en el día de hoy. Esos que en la
actualidad se encuentran más lejos de nosotros en los diversos dominios de la cultura, en la filosofía, en las ciencias
históricas y sociales, no son de ninguna manera nuestros enemigos o los agentes de nuestros enemigos. Es en la
comprensión mutua, adquirida a través de un debate permanente, como nosotros podemos alcanzar la autoridad y el
prestigio, y lo que nos ha de permitir, al mismo tiempo, desenmascarar a los verdaderos enemigos, los falsos
pensadores, los charlatanes de la expresión artística y así sucesivamente. Una ayuda muy grande en este sentido podría
venirnos -pero no nos ha venido todavía- de los países donde ya nos encontramos dirigiendo toda la vida social.
Y dejo a un lado, para ser breve, otros muchos argumentos a los que se podría hacer frente.
En general nos basamos, y estamos siempre convencidos de que será necesario que nos basemos, en la
elaboración de nuestra política, en las posiciones del XX Congreso. Pero estas posiciones, en las condiciones de estos
días, deben ser ellas mismas objeto de profundización y desarrollo. Por ejemplo, una reflexión más profunda de la
posibilidad de llegar al socialismo por una vía pacífica nos obliga a precisar qué es para nosotros la democracia en un
Estado burgués. Cómo se pueden ensanchar las fronteras de 1ª libertad y las instituciones democráticas y cuales son
las formas mas eficaces de participación de las masas obreras y laboriosas en la vida económica y política. De esta
338
manera se plantea la cuestión de la posibilidad, para las clases laboriosas, de conquistar posiciones de poder en el
cuadro de un Estado que no ha cambiado su naturaleza de Estado burgués y de la posibilidad de luchar por una
transformación desde el interior de esta naturaleza de Estado burgués. En los países en que el movimiento comunista
es tan fuerte como en el nuestro (y como en Francia), esta es la cuestión fundamental que hoy se plantea en la lucha
política. Esto implica, naturalmente, una radicalización de esta lucha, de lo cual dependen las perspectivas ulteriores.
Una conferencia internacional podría, sin duda, ayudar para la mejor solución de estos problemas, pero el
deber de darles un desarrollo más pro- fundo y de llegar a su resolución es esencialmente de la competencia de los
diferentes partidos. Se puede incluso temer que la adopción de fórmulas generales y rígidas no deje de constituir un
obstáculo. A mi entender, en el cuadro del desarrollo histórico actual y de las perspectivas generales (avance y victoria
del socialismo en el mundo entero), las formas y las condiciones concretas del avance y de la victoria del socialismo
serán hoy y en el porvenir próximo muy diferentes de lo que han sido en el pasado. De igual manera, las diferencias
de un país a otro son muy grandes.
Cada partido debe saber marchar de una manera autónoma. La autonomía de los partidos, que nosotros
afirmamos con firmeza, no es sólo una necesidad interna de nuestro movimiento, sino una condición esencial de
nuestro desarrollo en las condiciones actuales.
Nos opondremos, sin embargo, a toda idea de crear una nueva organización internacional centralizada.
Afirmamos firmemente la unidad de nuestro movimiento y del movimiento obrero internacional, pero esta unidad
de- be ser realizada en la diferencia de las posiciones políticas concretas correspondientes a la situación y al grado de
desarrollo de cada país. (...) Creemos que deben ser empleados los medios siguientes: contactos más frecuentes e
intercambios de experiencias entre los partidos en gran escala; reuniones colectivas para estudiar los problemas
comunes a ciertos grupos de partidos; reuniones internacionales para el estudio de los problemas generales de la
economía, la filosofía, la historia, etcétera…
Por otra parte, somos partidarios de los debates, incluso públicos, entre los partidos y sobre los problemas de
interés común, a fin de interesar en ellos a toda la opinión pública; lo que exige, bien entendido, que el debate se
desarrolle dentro de las formas correctas, ¡y nunca con la vulgaridad y la violencia empleadas por los albaneses v los
chinos! “

2. LA MISIÓN DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL


En este texto doctrinal se explayan varias ideas que inspiraron la fundación de la III Internacional y que se
mantuvieron como objetivos. Aunque no se exponga alguno dé forma clara debemos resaltar: I. La concepción de
Rusia como patria revolucionaria del proletariado. 2. Solidaridad internacional de la clase trabajadora.

“Huelga decir que el papel y la forma de participación de todas estas fuerzas diversas en el proceso
revolucionario mundial no son iguales. Sus intereses subjetivos son distintos en muchos aspectos, pero, puesto que
todas ellas se pronuncian directa o indirectamente contra el imperialismo y la reacción, contribuyen objetivamente al
acercamiento de la victoria del socialismo a escala mundial.
El Programa del PCUS subraya a este respecto: .Las revoluciones socialistas, las revoluciones antiimperialistas
de liberación nacional, las revoluciones democráticas populares, los vastos movimientos campesinos, la lucha de las
masas populares para derrocar los regímenes fascistas y otras tiranías, los movimientos democráticos generales contra
la opresión nacional, todo ello se funde en un solo proceso revolucionario mundial que mina y destruye al
capitalismo.”
B. KOVA: La etapa contemporánea del proceso revolucionario mundial, continuación de la obra del Gran
Octubre. En el Gran Octubre y la época contemporánea. Moscú, Progreso, 1979

3. EL PACTO DE VARSOVIA
Coméntese la introducción como un documento característico de la guerra fría. Analícese el art. 4 con sus
implicaciones militares, y el 5 con el Mando Unificado. ¿Ofrece alguna base para la doctrina brezneviana de la
Soberanía Limitada el art. 6?
“Pacto de Varsovia, de 14 de mayo de 1955
Las partes Contratantes, reafirmando su aspiración de crear un sistema de seguridad colectiva en Europa,
basado en la participación de todos los Estados europeos, con independencia de su régimen social y político, que les
permitiría unir sus esfuerzos en el interés de asegurar la paz en Europa;
Teniendo en cuenta, a la vez, la situación creada en Europa por la ratificación de los acuerdos de Paris, que
prevén la formación de un nuevo grupo militar bajo la forma de Unión de la Europa Occidental., con participación
de una Alemania Occidental remilitarizada y con su integración en el bloque nord-atlántico, lo cual aumenta el
peligro de una nueva guerra y crea una amenaza a la seguridad nacional de los Estados amantes de la paz;
Convencidas de que en estas circunstancias los Estados europeos amantes de la paz deben tomar las medidas
necesarias para asegurar su seguridad y promover el mantenimiento de la paz en Europa;

339
Guiándose en los propósitos y principios de la carta de las Naciones Unidas, Deseosas de fortalecer y
desarrollar aún más la amistad, cooperación y asistencia mutua conforme a los principios del respeto a la
independencia y soberanía de los Estados y de la no intervención en sus asuntos internos; Han resuelto concluir el
presente Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua, y con tal propósito han nombrado sus
Plenipotenciarios:
Quienes, después de haber presentado sus plenos poderes y hallarlos en buena y debida forma,
Han convenido en lo siguiente: Artículo 1.- Las Partes Contratantes se comprometen, conforme a la Carta de
las Naciones Unidas, a abstenerse en sus relaciones internacionales de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza ya
arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro la paz y la
seguridad internacionales.
Art. 2." Las Partes Contratantes declaran que están prestas a participar en el espíritu de una sincera
colaboración en toda acción internacional que tenga por objeto asegurar la paz y la seguridad internacionales, y que
consagrarán por completo sus esfuerzos a la realización de tal objetivo.
A este efecto, las Partes Contratantes tratarán de acuerdo con los otros estados que deseen colaborar en esta
obra, de que se adopten medidas efectivas para la reducción general de armamentos, y para la prohibición de las
armas atómicas, de hidrógeno y otras de destrucción masiva.
Art. 3.- Las Partes Contratantes se consultarán mutuamente sobre todas las cuestiones internacionales
importantes que afecten a sus intereses comunes, con miras al fortalecimiento de la paz y la seguridad internacionales.
Las Partes Contratantes se consultarán inmediatamente cada vez que, en opinión de una de ellas, surja una
amenaza de ataque armado contra uno o varios Estados Partes en el Tratado, a fin de proveer para la defensa
colectiva y de mantener la paz y seguridad.
Art. 4.- En cada caso de ataque armado en Europa contra uno o varios de los Estados Partes en el Tratado,
por cualquier Estado o grupo de Estados, cada Estado Parte en el Tratado, en el ejercicio de su derecho de legítima
defensa individual o colectiva, conforme al artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, prestará al Estado o
Estados víctimas de tal ataque una inmediata asistencia, individualmente o por acuerdo con los otros Estados Partes
en el Tratado, por todos los medios que considere necesarios, incluso el uso de la fuerza armada. Los Estados Partes
en el Tratado se consultarán inmediatamente sobre las medidas colectivas necesarias para restablecer y mantener la
paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas de acuerdo con este artículo se comunicarán al Consejo de
Seguridad conforme a las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas. Tales medidas quedarán sin efecto tan
pronto el Consejo de Seguridad haya tomado la acción necesaria para el restablecimiento de la paz y la seguridad
internacionales.
Art. 5.- Las Partes Contratantes han convenido en crear un Mando Unificado de las fuerzas armadas que se
colocarán por acuerdo entre aquéllas bajo sus órdenes, actuando sobre la base de principios establecidos de común
acuerdo. Tomarán, asimismo, cualquiera otra acción concertada que se requiera para reforzar su capacidad defensiva,
a fin de proteger el trabajo pacífico de sus pueblos, garantizar la integridad de sus fronteras y territorios y asegurar la
defensa contra cualquier agresión eventual.
Art. 6. A los efectos de las consultas previstas en este Tratado entre los Estados Partes en el mismo, y para
examinar las cuestiones que surjan en el curso de su aplicación, se crea una Comisión Consultiva Política, en la cual
cada Estado Parte estará representado por un miembro del Gobierno o por otro representante nombrado
especialmente.
Esta Comisión puede crear los órganos auxiliares que juzgue necesarios.
Art. 7.- Las Partes Contratantes se comprometen a no participar en ninguna coalición o alianza, ya no
concluir ningún convenio cuyos propósitos estén en contradicción con los de este Tratado.”

CAPITULO XXXII: LA REVOLUCIÓN CHINA. EL JAPÓN DE


POSGUERRA
I LA REVOLUCION CHINA

1. ANTECEDENTES. LOS SOVIETS CHINOS


Jean-Jacques Brieux introduce su obra sobre la transformación de China en el siglo XX con una serie de
interrogantes que son al mismo tiempo paradojas. ¿Cómo se ha impuesto el marxismo en un país desprovisto de
industria? ¿Por qué el comunismo, ideología del proletariado, se ha establecido en un país desprovisto de proletariado
urbano? ¿Por qué un pueblo que durante milenios tuvo las mismas formas de cultura, sociedad y gobierno de repente,
cambió totalmente su estructura? ¿A qué se debe que haya evolucionado hacia un régimen comunista y no hacia uno
capitalista, y por qué se ha producido este proceso en China y no en Pakistán. Indonesia o Filipinas? ¿Qué forma de

340
comunismo sigue, el ortodoxo de Lenin, la revolución permanente de Trotski, el nacional comunismo de Tito? El
triunfo del comunismo en China en 1949 es un acontecimiento fundamental de la posguerra, ya que afecta al modelo
político en que vive la cuarta parte de la Humanidad, pero no ha significado un refuerzo del bloque soviético. Con
una política exterior hostil a la URSS y hondos disentimientos ideológicos. China se ha movido más como cabeza
del Tercer Mundo que como pieza de un bloque de países totalitarios.
La revolución de 1911, que destrona la dinastía manchú, es el primer intento de modernización de un país
que había mantenido una permanencia secular de sus rasgos. En lucha con una geografía hostil, en la que se combina
la sequedad extrema de las montañas y el riesgo de catastróficas inundaciones en las llanuras fluviales, se ha formado
una sociedad que podríamos definir cuatro notas Que constituyen cuatro aspectos de cualquier programa reformador:
- condiciones económicas, La existencia del campesino chino se ha hallado siempre en un punto marginal. La
población se situaba en el máximo de lo que podía soportar la tierra, el equilibrio se producía de manera inexorable,
muriendo de hambre los que sobraban. El horizonte del hombre ha sido siempre el mismo, hacer las cosas como sus
padres. Brieux ha subrayado la solidaridad del chino ante una naturaleza de proporciones gigantescas: .En este país
superpoblado, ¿cómo aislarse? Habituado a vivir en común, a trabajar en común, no será egoísta como el occidental,
tendrá el espíritu de colaboración, el sentido de la solidaridad."
Condiciones sociales. Tradicionalmente ha habido dos clases, el campesino y el señor feudal. En el siglo XIX
entre ambas se interpone una burguesía mercantil y en los últimos años surgen algunos núcleos de proletariado
industrial. La industrialización es difícil porque el trabajo humano es más barato que el animal y que el de la
máquina.
Condiciones culturales. Lo complicado de la escritura tiene una consecuencia social, es patrimonio de los que
económicamente pueden consagrar muchas horas a su estudio. La reforma ideal es la alfabetización. Pero, ¿qué
dialecto se escogerá?, ¿el de Cantón?, ¿El de Shangai? El resto del país ha de aprender una nueva lengua.
-Condiciones políticas. En un país inmenso existe un exceso de centralización; toda decisión había de ser
avalada por el emperador, lo cual implicaba la imposibilidad de adoptar medidas rápidas. El chino, habituado a
obedecer a un emperador lejano, chino, mongol o manchú, no tiene con- ciencia nacional, de posesión de algo
propio, que contraste con lo extranjero; así se explica que uno de los discípulos de Sun Yat-sen, Wang Ching-wei,
fue colaboracionista con los japoneses. El poder del soberano está reforzado por la obediencia-que predica el
confucianismo, de aquí que los reformadores lo consideren una ideología contrarrevolucionaria. En 1905 Sun Yat-
sen funda el Kuomintang o partido del pueblo, a través del cual programa una triple revolución: nacional, expulsión
de la dinastía manchú; política, instalación de una República y sufragio universal; y social, reparto de tierras a los
campesinos. En 1911 se realizan las dos primeras, con la expulsión de los emperadores y el establecimiento de la
República. Pero no se realiza la revolución social y por otra parte comienza un período de guerras civiles que
impiden la consolidación de una democracia republicana. Las concepciones occidentalistas de Sun Yat-sen resultaban
todavía demasiado exóticas para los chinos. En 1921 Mao Tse-tung funda el partido comunista, que no tarda en
chocar con el ala derecha del Kuomintang, dirigida, desde la muerte de Sun, por Chang Kaí-chek. Preconizaba éste
una República burguesa que no cambiaba las condiciones de vida del campesino; su apoyo era el ejército y las fuerzas
que consideraba armazón de la nueva sociedad china, los comerciantes enriquecidos de Shangaí y Nanking, los
grandes propietarios de la región baja del río Yang-tse. Tras algunas fricciones, en los primeros meses de 1927
Chang ataca a los comunistas y procede a su persecución (las matanzas están relatadas en la novela La condición
humana, de MalraUx).. El descontento de los campesinos aumenta y los rusos titubean entre apoyar al partido
comunista o a la izquierda del Kuomintang. Al producirse la revuelta de la recolección de otoño en Nanchang sólo
los comunistas la apoyan. En diciembre de 1927 se forma una comuna en Cantón, similar a la parisina de 1871, los
revolucionarios consiguen controlar .la ciudad, pero la represión es durísima. Así va imponiéndose dentro del partido
comunista su sector más radical, dirigido por Mao Tse-tung y Chu Teh. El procedimiento que se utiliza es la
constitución de soviets de campesinos, inspirado en la experiencia rusa. El más importante fue el de Juichin, en el Sur,
comarca en la que se suprimió la moneda, se confiscaron los bienes de los nobles y campesinos ricos y se procedió a
una explotación colectiva de la tierra.
El ejército rojo, formado por campesinos armados, crecía: Chang se decidió a exterminarlo definiitivamente.
La ofensiva anticomunista provocó el abandono de Juichin y el inicio de la Larga Marcha, el de octubre de 1934. El
ejército rojo rompe el bloqueo por sorpresa y se dirige hacia el norte, hacia la inexpugnable región del Shensi. Las
principales columnas eran mandadas por Mao Tse tung y Lin Piao. Según el relato de Edgard Snow, Una Estrella
Roja sobre China, las columnas comunistas cruzaron 18 cadenas montañosas, cinco de ellas perennemente nevadas:
atravesaron 24 ríos -el Yang-tse exigió maniobras de «diversión» sutiles, para desorientar a los perseguidores-, y 12
provincias distintas. La mayor parte de los 120.000 expedicionarios pereció en el intento, pero otros campesinos les
reemplazaban, La Larga Marcha se convirtió en un mito enarbolado por los comunistas como propaganda.
Instalados en el Shensi, organizaron un Estado sin propiedad privada. Con la invasión japonesa de 1937 otra
vez se reinició la colaboración entre comunistas y nacionalistas, pero se trataba sólo de un paréntesis. Al terminar la
guerra, en 1945, los comunistas han organizado en extensas zonas soviets de campesinos y se encuentran en
condiciones de aspirar a enfrentarse a los nacionalistas.
341
2. LA GUERRA CIVIL
En 1945 el país se encuentra con una economía destrozada, tras ocho años de guerra y ocupación. Pero en vez
de la reconstrucción se inicia la guerra civil. Veamos la situación de los dos bandos.
Desde el punto de vista político el Kuomintang está muy lejos de ser un bloque monolítico. A la derecha los
hermanos Chen creen que la salvación de China estriba en la vuelta a la tradición de Confucio, en el centro los
generales de la academia militar de Whampoa son leales a Chang Kai-chek, a la izquierda se sitúa un grupo de
financieros y técnicos liberales. En el sector comunista un grupo, alrededor de Mao, postula la dirección del partido;
otro, en torno a Lin Piao, la del ejército; en medio, el denominado grupo de los oportunistas, en el que descuella Chu
En-laí, mantiene una estricta neutralidad. El 80 por 100 de los chinos son campesinos, de los cuales sólo un 20 por
100 propietarios. Ante esta realidad social los nacionalistas del Kuomintang se limita a decretar una ley que sitúa las
tarifas de arriendo en un nivel razonable; los comunistas proceden a repartos de tierras ya campañas de alfabetización,
por el procedimiento directo de enseñar en cada pueblo el que conoce los signos fundamentales a los demás, de
divulgar rudimentos de higiene, etc. En el campo económico el problema más grave para los nacionalistas es la
inflación; tratan de basarse en una industrialización todavía precaria y arruinada por la guerra. Los comunistas
pueden prescindir del dinero y apoyarse en una economía natural, de base agraria, lo que está favorecido por sus bases
socia- les rurales. Aunque el poder político y la potencia militar parecen estar en manos de los nacionalistas las bases
socioeconómicas de los comunistas son más auténticas. A pesar de que Chang dispone de un ejército de tierra de dos
millones y medio de soldados, además de tropas provinciales a sueldo de los .señores de la guerra», y de marina, y los
comunistas no poseen otra fuerza armada que 300.000 soldados, de los cuales sólo la mitad tiene armas de fuego, en
ningún momento los nacionalistas obtienen triunfos que puedan considerarse decisivos.
Fitzgerald ha señalado como una constante de la historia militar de China dos planteamientos estratégicos: el
horizontal, consistente en ocupar una zona paralela al río Amarillo, desde el Shensi a la costa, y el vertical, consistente
en la conquista de una franja norte-sur para expulsar a los enemigos hacia el interior, hacia el oeste, Mao, gran
conocedor de la historia militar china (en 1936 escribe La estrategia de la guerra revolucionaria china), intentó por
sorpresa el plan horizontal en 1945, pero la ayuda norteamericana a Chang se lo impidió. El general Marshall intentó
una tregua, pero fue violada.
Que la superioridad militar de los nacionalistas era inoperante por la hostilidad de los campesinos, en un país
rural, lo prueban las operaciones del año 1946. Los éxitos militares no tienen valor logístico y en cambio se produce
la bancarrota nacionalista y se incrementa la indisciplina de sus soldados. Por otra parte, la corrupción del régimen de
Chang inutilizaba la ayuda americana, las medicinas se vendían, se especulaba con los alimentos e incluso muchas
armas eran vendidas al ejército enemigo. En esta situación es explicable la fulminante ofensiva comunista de 1947, en
Manchuria, en el Hopei y Shansi, en Shantung; los desastres de los nacionalistas son continuos, hasta la pérdida del
norte del país. En un discurso Mao formula una observación muy interesante; en las zonas ocupadas por los
comunistas no se lucha, sólo hay guerra en las ocupadas por los nacionalistas. Puede deducirse que es el apoyo
popular el que inclina la balanza. El año 1948 es el decisivo. En mayo los comunistas llegan a las puertas de Shangai
y Nanking, controlan la mitad norte del país y empiezan a disponer de superioridad militar, dirigidos con pericia por
Chu Teh.
De marzo a abril de 1949 se abre un periodo de negociaciones, que, al fracasar, desembocan en la gran
ofensiva final, iniciada el 20 de abril. En el desmoronamiento nacionalista influyen los focos de guerrillas, que
controlan áreas extensas y estratégicas del sur. El avance es fulgurante. Shangai, a cuyas inmediaciones habían llegado
los comunistas hacía ya un año, es cercado totalmente el 16 de mayo, el 25 entran en la ciudad, y hacen más de
100.000 prisioneros. En octubre toman Cantón -en sólo cinco meses han ocupado casi la mitad de la China litoral- y
a continuación Amoy, el oeste y Hainan. Los nacionalistas quedan reducidos a Formosa y el rosario de islas que la
defienden.

3. LA POLÍTICA LLAMADA DE LA «NUEVA DEMOCRACIA»


Dueños de China, los comunistas instauran un régimen autoritario y concentran el poder en la figura de Mao
Tsé-tung. Pero sólo en los resortes supremos puede hablarse de dictadura; en las primeras fases de su gestión los
comunistas actúan con prudencia, inspirados en gran parte por el hábil administrador Chu En-lai. La moderación que
muestran los nuevos gobernantes durante los tres primeros años puede explicarse por diversas circunstancias. Los
nuevos dirigentes no saben todavía qué línea seguir, en particular Mao recela de la Unión Soviética, ¿sirve el modelo
soviético para un país subdesarrollado?; por otra parte, los problemas de un pueblo gastado por dos contiendas
exigen la suma de todos los esfuerzos; finalmente, el estallido de la guerra de Corea en 1950, cuando todavía los
nuevos dirigentes no han consolidado la situación, les inclina a la cautela.
Así los primeros gobiernos no excluyen la colaboración con los pequeños partidos denominados de centro,
que se habían aliado con los comunistas contra Chang. Mao Tsé-tung y sus colaboradores reafirman su propósito de
instaurar una nueva forma de democracia, mediante una alianza del proletariado, el campesinado, las clases medias y
el capitalismo nacional. En el campo económico el partido comunista no impone la colectivización sino que
342
emprende la reconstrucción por medio de la cooperación equilibrada de cinco sectores: grandes empresas del Estado,
a las que Mao llama capitalismo burocrático", constituidas por la confiscación de los bienes japoneses -fábricas,
medios de transporte-; las empresas privadas, en la industria ligera y el transporte; la propiedad mixta estatal-privada;
las cooperativas agrícolas, artesanales y comerciales, y, en fin, la pequeña propiedad o centro de producción
individual.
Las primeras medidas se orientaron a la solución de los problemas del campo. Una ley de 28 de junio de
1950 repartió las grandes propiedades "de tipo feudal" -nobles, instituciones religiosas- entre 300 millones de
campesinos, a los que convirtió en pequeños propietarios. Al año siguiente se lanzó, con gran aparato de propaganda,
la campaña contra los cinco males: corrupción, despilfarro, estafa, opio e inundaciones anuales de los ríos. En el
orden cultural se procede, simplificando la escritura y favoreciendo el dialecto de Pekín, a una reforma de la lengua
apoyada en la alfabetización y la difusión de la enseñanza. La ley sobre el matrimonio pretende desintegrar la célula
básica tradicional de la sociedad china. Proclama la igualdad de los sexos y la emancipación de la mujer, retrasa la
edad legal para contraer matrimonio y determina la libertad de elección de los esposos. En el plano religioso se
adoptan medidas contra el confucianismo, denunciado como una filosofía de resignación que justifica el poder de los
grandes propietarios y los mandarines, pero se fomenta en cambio la formación de iglesias nacionales, protestantes y
católicas.
En conjunto, en esta fase de tres años, la transformación iniciada es profunda pero se acomete de forma
prudente, con la subsistencia de la propiedad privada, la pluralidad de grupos políticos y el respeto para las iglesias
occidentales.
En 1952 el partido comunista, que gobierna ya prácticamente solo, impone un régimen de dictadura y toma la
decisión de edificar el socialismo inspirándose en el modelo soviético. Son años de entendimiento con la URSS. El
desarrollo económico hace pensar a los dirigentes chinos que no son ya un pueblo subdesarrollado y que es posible,
con su industria y su proletariado incipientes, y con la ayuda técnica de su vecina, la instauración de un régimen
socia- lista monolítico. Se pone fin al régimen mixto de la “Nueva Democracia”, con tres grupos de medidas:
Primacía a la industria pesada ya la modernización de los medios de comunicación. Siguiendo los
procedimientos de la URSS se aprueba un plan quinquenal a partir de 1953, orientado al aumento de los
rendimientos de las acerias modernas, el desarrollo de la producción petrolífera, el dragado y consolidación del cauce
del río Amarillo y la expansión de la red ferroviaria para comunicar las regiones del interior con la costa.
Colectivización del campo. Se instauran cooperativas agrícolas, en las que se permite la subsistencia de la
propiedad privada, pero el campesino que no integra sus tierras en la cooperativa no recibe créditos ni ayuda técnica.
En las cooperativas se utiliza colectivamente la maquinaria, pero los frutos se reparten proporcionalmente a la
aportación de cada uno. En 1955 estaban incorporados a las cooperativas el 92 % de los campesinos. A finales de ese
año se introduce una organización semejante a la de los koljoses rusos: tierra e instrumentos de producción comunes,
trabajo colectivo en brigadas de producción, propiedad individual de un lote de tierra y de algunos animales de labor.
Al mismo tiempo se organizan cooperativas de producción -con los artesanos y pequeños comerciantes y se reduce el
sector privado de la gran industria y el gran comercio.
-En el orden político se promulga una Constitución (20 de diciembre de 1954), que organiza el ejercicio de la
soberanía democrática sobre asambleas de base (de cantón, de provincia, nacional).
El sistema político articulado en la Constitución revela fuentes rusas, aunque con las modificaciones que
impone la traducción a otra sociedad. La Asamblea Nacional Popular -de 1.226 miembros elegidos por sufragio
popular cada cuatro años- es el órgano legislativo y constituyente, poder éste que sugiere la transitoriedad del
entramado, fase de ensayos que la revolución ha de afrontar; en el Comité permanente -de 65 miembros- se delegan
la mayoría de las atribuciones de la Asamblea; en el Consejo de Estado, cuya figura clave es el primer ministro (Chu
En-lai), se distinguen los ministros, de número variable, viceministros Corte Suprema, asambleas provinciales,
gobiernos locales, consejos municipales completan la malla institucional. Otros dos órganos son peculiares: el
Consejo Nacional de la Defensa, integrado por cien militares, y la Conferencia Consultiva del Pueblo Chino, en la
que se incluyen personalidades en su mayoría no comunistas, entre ellas el último emperador chino. En teoría se
acepta el pluripartidismo, con el reconocimiento de pequeños partidos como el Kuomintang y la Liga Democrática,
pero sus candidatos han de incluirse en listas conjuntas con los comunistas en las convocatorias electorales, lo que
supone un obstáculo decisivo para la difusión de sus programas. En el Partido Comunista, al igual que en Rusia, no
se alista más que una minoría de ciudadanos; en 1954 tenía inscritos 10 millones de miembros, lo que suponía el 1.7
por 100 de la población.
Considerando los dirigentes de Moscú que China constituye el modelo de triunfo socialista que pueden
exhibir ante el Tercer Mundo, su ayuda es generosa en todos los órdenes; en el intelectual con el envío de
documentación científica a Pekín y la formación de 14.000 especialistas chinos en la URSS; en el técnico, con el de
varios miles de ingenieros que colaboraron en la puesta en marcha del programa de obras públicas; en el financiero,
mediante préstamos a largo plazo; en el material, con la aportación de módulos para fábricas. Aunque menor en
volumen que la ayuda norteamericana a Europa, podría hablarse de un «plan Marshall» soviético para China. Esta
ayuda se refleja, no podría ser de otra manera, en la exaltación de lo ruso y de sus figuras políticas en los medios de
343
comunicación; gigantescos retratos de Stalin presiden las plazas de Pekín; Diario del pueblo, órgano oficial del
partido Comunista chino, y Bandera Roja, revista mensual del ejército y el partido, consagran muchas de sus páginas
a exaltar la grandeza de la experiencia bolchevique.
La imitación de Rusia es estricta, los resultados discutibles. En las elecciones se presenta una lista única, con lo
cual todas las decisiones dependen de un pequeño grupo de dirigentes del partido. Mao es elegido presidente de la
república y Chu En-lai primer ministro. En el ámbito económico los resultados del primer plan quinquenal han sido
brillantes pero han aumentado las diferencias sectorízales. La producción industrial ha duplicado en 1957 sus cifras
de 1953, y en algunos sectores, como la siderurgia, electricidad. Petróleo, el ritmo de aumento ha sido bastante más
rápido. Sin embargo, la agricultura pasa dificultades. El número de empleos no ha alcanzado un índice de progreso
equivalente al de la población y, en consecuencia, el paro se convierte en motivo de preocupación; el nivel de vida en
el campo es considerablemente inferior al de las ciudades; el abastecimiento de éstas por un sector rural deprimido se
vuelve problemático y como corolario, en contradicción con los postulados teóricos del maoísmo y del marxismo, las
tensiones campo, ciudad son cada vez más fuertes. Se empieza a comprender que la estrategia estalinista de desarrollo,
que prima a la industria es inaplicable en China, y el VIII Congreso del Partido (septiembre de 1956), el primero
que se celebra después de la toma del poder, siguiendo instrucciones de Mao, plantea la necesidad de una vía
diferente. El «gran timonel» trata de estimular el ardor revolucionario de las masas separándose del modelo soviético,
cuya vigencia es puesta en entredicho tras las críticas que ese año se han hecho del estalinismo en el XX Congreso del
Partido Comunista de la URSS; se habla con creciente frecuencia de vía ?.China y se presenta ahora a Confucio como
un sabio educador 1957 es el año de las «Cien flores», expresión con la que se denomina un periodo de libertad de
crítica. La iniciativa se debe a Chu En-lai cuando a comienzos de 1956 se dirige a los cien mil intelectuales de alto
rango» solicitando su colaboración en la transformación de China; unos meses después el VIII Congreso amplía la
solicitud a los hombres de negocios, políticos y organizaciones no comunistas. La fiebre de la crítica se desata al
mismo tiempo dentro del partido, pero son los estudiantes, en las universidades, los que formulan planteamientos
políticos sobre la democracia, la arbitrariedad del poder, la omnipotencia del comité central; en la Universidad de
Pekín murales, panfletos periódicos, amplían el contenido de sus críticas; en junio, en Wuhan, asaltan la sede del
partido, en lo que la prensa llamó .incidente húngaro en miniatura». La autocrítica y la crítica fraternal ha
desembocado en una explosión de ataques violentos y desórdenes, lo que inclina a los dirigentes a poner fin a esta
experiencia de libertad; a finales de año se esbozan las líneas de un nuevo programa.

5. EL «SALTO ADELANTE»: LAS COMUNAS


En 1958 se abandona el segundo plan quinquenal, que es sustituido por metas más ambiciosas, calificadas con
la expresión «gran salto adelante». El objetivo es elevar la producción en el curso de los tres años siguientes
requiriendo de todos los ciudadanos un esfuerzo excepcional. Para conseguir que el ritmo de desarrollo agrario se
sitúe en las mismas cotas que el industrial, durante el invierno se moviliza a cien millones de chinos: estudiantes,
mujeres, funcionarios excedentes, militares, en colaboración con los campesinos, para realizar las obras de
infraestructura. El VII Congreso apoya y encauza este vasto movimiento popular. En las industrias se aumenta el
horario de trabajo y se fijan cotas más altas de rendimiento y producción final. La transformación clave, y en ella
debemos reparar, se realiza en la agricultura.
Para el despegue agrario se concibe una forma de organización de mayor envergadura: la comuna. Se suprimen
las 740.000 cooperativas tipo koljós y se sustituyen por 23.500 comunas, en cada una de las cuales se integran
alrededor de 5.000 familias. Varias notas definen esta institución peculiar de la revolución maoísta. Mientras la
cooperativa se ocupaba exclusivamente de tareas agrícolas la comuna afronta objetivos más amplios, acometiendo
obras públicas -y entre ellas las de infraestructura agraria, como diques de contención fluvial, canales de riego,
pantanos', instalando industrias aplicadas, organizando la distribución comercial de los productos, no olvidando los
servicios militares. Sus miembros abandonan el lote privado y toda propiedad pasa a ser colectiva, la casa, los
instrumentos de trabajo, los árboles frutales; en este proceso desaparece incluso el carácter privado de muebles y
utensilios de cocina. A cambio la administración de la Comuna ofrece a sus miembros gratuitamente instituciones de
vida en común: comedores, escuelas, guarderías. Con un aparato propagandístico colosal se infunde en los chinos el
sentimiento de que se lucha al mismo tiempo contra el capitalismo y contra los azotes de la Naturaleza. La ambición
de los objetivos exige la formación de grupos mixtos de ingenieros, técnicos, obreros y agricultores. Equipos
especializados se consagran a los cultivos del arroz, algodón, etc., mientras otros construyen viviendas, grandes obras
públicas o aportan producción complementaria para la gran industria (altos hornos rurales, instalaciones
hidroeléctricas. etc.). Campesinos y obreros reciben un salario, reducido, ya que muchas de sus necesidades son
atendidas por servicios colectivos. Se pensaba pasar, mediante las comunas, de la sociedad socialista a la comunista,
en la que ya no existiría ningún recuerdo de la propiedad privada y podría aplicarse el lema, a cada uno según sus
necesidades». Algunas consecuciones fueron sorprendentes, en repoblación forestal y en los diques que se
construyeron en el Hoang-Ho y el Yang-tse Kiang. Los primeros resultados, contemplados con la perspectiva de los
definitivos, constituyeron un espejismo. Según un experto. Kang Chao, la tasa de crecimiento alcanzó el primer año.

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1958. casi un 40 %. 1958 fue además un año récord en la producción agrícola; la experiencia de la comuna se
inaugura, por tanto, con la fiebre del éxito.
Los inconvenientes aparecieron pronto: los intelectuales se resistían a la labor de adoctrinamiento que se
llevaba acabo en el seno de las comunas, los campesinos protestaban de la pérdida de la propiedad privada, faltaba
equipo industrial, las cosechas no fueron buenas, en parte por razones meteorológicas. Los productos de los altos
hornos rurales eran mediocres; la industrialización del campo resultaba mucho más compleja de lo que habían
imaginado los líderes del comunismo chino. Y la naturaleza dejó de colaborar con los sueños revolucionarios; la
cosecha de 1959 fue mediocre; las de 1960 y 1961, desastrosas, con el hundimiento de los cereales desde los 250
millones de toneladas a 160 millones en 1960 y 180 en 1961. Hubo que establecer un severo racionamiento y
comprar cereales en Canadá. Australia y Francia. La crisis agraria arrastró inmediatamente al marasmo a la industria
asociada; en 1962 numerosas fábricas tienen que cerrar. El hambre reaparece; en 1961 la dieta alimentaria se calcula
en 1.800 calorías; aunque en Occidente las noticias han llegado difusas, se sabe que en muchas comarcas fue elevado
el número de muertos por hambre.
La catástrofe ha sido provocada, en primer lugar, por las adversidades del clima, pero también por fallos
humanos, deficiencias de planificación, absurdos estadísticos (se pensaba pasar de 350 millones de toneladas de
cereales en 1958 a 525 millones en 1969) y procedimientos compulsivos que provocaron resistencias.
El fracaso del «gran salto adelante, suscita cambios profundos. En política internacional se inicia la tensión
con la Unión Soviética; en 1960 Kruschev retira los técnicos soviéticos, lo que aumenta las dificultades económicas.
Las fricciones entre las dos potencias socialistas tienen raíces diversas. Entre ellas existen contenciosos territoriales,
pero son más importantes las diferencias doctrínales y estratégicas, al resistirse los chinos a ser una pieza más del
bloque soviético, y los rusos a facilitar la investigación atómica a los científicos de Pekín. En los momentos de crisis,
como la de Quemoy en el verano de 1958, cuando los chinos invaden islas del cinturón defensivo de Formosa, la
URSS se desentiende de su aliado asiático. La ruptura con Moscú se acerca, lo que provoca fisuras dentro del partido
comunista chino. El enfrentamiento entre dos tendencias es cada vez más claro: un sector derechista, a cuya cabeza se
encuentra Liu Chao-chi. se inclina por el modelo ruso de prepotencia estatal y primacía del partido comunista; otro
grupo, encabezado por Mao y Lin-Piao, que se apoya en el ejército, busca una vía china hacia el comunismo, la
aceleración de la transformación del país mediante su movilización revolucionaria. En este punto reside su diferencia
más radical; el sector derechista se centra en el control del partido; el sector maoísta apela a una revolución
permanente y tensa del pueblo, al que se estimula con sucesivas campañas.
La política económica debe revisarse inevitablemente. En el otoño de ¡960 se da marcha atrás; se reduce la
dimensión y complejidad de las comunas; se reponen brigadas de trabajo, de sistema antiguo, especializadas en un
solo trabajo, y restauran heredades y salarios familiares. La industria pierde su posición privilegiada. El XI pleno del
Comité Central enero de 1961 resuelve otorgar prioridad a la agricultura y en el campo industrial anteponer la
industria ligera, de bienes de consumo, a la pesada, de bienes de equipo. No se renuncia a industrializar el país, pero
se considera que la lucha contra el hambre ha de afrontarse en una primera fase con el vuelco de las inversiones hacia
el campo.
La política demográfica experimenta un viraje de 1800; a comienzos de 1962 se abandona oficialmente el
antimalthusianismo. Durante el «gran salto» se sostiene la fórmula optimista de «cada boca que nutrir son también
dos brazos"; ahora se inician fórmulas de control del crecimiento vegetativo de la población, estimulando a los
jóvenes al retraso en la edad del matrimonio, a los matrimonios a la disminución del número de hijos, y se procede a
la difusión de los métodos anticonceptivos, hasta entonces considerados como una ignominia del capitalismo.
La ruptura Pekín-Moscú desborda, el marco de las relaciones bilaterales y termina jugando un papel clave en
el mundo de los años 60. Estalla la escisión en junio de 1963. en una carta del partido comunista chino al soviético,
en la que se enumeran en 25 puntos las discrepancias: los chinos critican la coexistencia pacífica, por entenderla como
un acuerdo entre superpotencias que paraliza la revolución mundial; atacan el monopolio atómico y desprecian el
potencial del arsenal de los Estados Unidos «tigres de papel» les parece excesivo el alcance de la desestalinización y la
lucha contra el culto ala personalidad; repudian la concepción de un partido comunista nacional como líder mundial.
Los rusos replican con una nota en la que recuerdan la ayuda prestada a la China Popular, resaltan los logros de la
revolución soviética y consideran suicida el desprecio del potencial militar de los Estados Unidos.
La ruptura entre la URSS y China provoca la del comunismo; siguen a Pekín Albania. Vietnam. Corea.
Indonesia; a Rusia, los restantes, aunque con titubeos de Cuba y Rumania; se escinden los partidos comunistas de
Perú y Ceilán. Las explicaciones de este acontecimiento trascendental oscilan desde el conflicto de culturas o
ideológico, la confrontación de dos revoluciones en diferente etapa de desarrollo, hasta reducirlo a la disputa por la
hegemonía del comunismo mundial. No puede sorprender que con mayor fuerza que en otros partidos nacionales la
ruptura provoque la división interna del partido comunista chino.
La fase más enigmática, a los ojos de los observadores occidentales, de este proceso revolucionario en el cual se
suceden impulsos y retrocesos y alternan éxitos y fracasos, es la denominada "revolución cultural". El elemento
desencadenante pudo ser el choque de los dos sectores del partido y la eliminación del grupo prosoviético de Liu
Chao-chi, pero en su dinámica llega mucho más allá y parece una llamada a las masas para que se alcen contra las
345
limitaciones del partido. Se trata sin duda de un fenómeno sorprendente: la apelación por algunos dirigentes de la
revolución para que los gobernados se rebelen contra los gobernantes. Tras la comprobación por Mao de que no es
aplicable en una nación de territorio inmenso el modelo de la Comuna parisina, de que no es posible convertir China
en un mosaico de miles de comunas, piensa no obstante que las aspiraciones de las bases son más avanzadas que los
cuadros dirigentes, que la dinámica del partido desemboca en el aburguesamiento y en un sistema afectado por
algunos virus del capitalismo llega a hablar de los «dirigentes que han tomado la vía capitalista.- y que para encauzar
definitivamente la revolución ha de instaurarse una democracia de masas, para la que se utilizó en los primeros
momentos el término de «democracia extensiva.. La decisión de un nuevo salto adelante, que esto viene a ser la
revolución cultural, es adoptada por el Comité Central del Partido en sesión de 8 de agosto de 1966; el día 1.2 se
comunica a la XI sesión plenaria. Mao apoya inmediatamente el programa, Chu En-lai dice que se trata «de abolir
finalmente y para siempre la burguesía y el capitalismo por medio de una prolongada lucha de clases. Los motivos
que se alegan para el lanzamiento del programa son dos: las fricciones con la URSS, que no es el verdadero modelo
de comunismo, y el enlace con el salto adelante de 1958, o nuevo intento de alcanzar la industrialización rural.
En los dieciséis puntos que el Comité Central aprueba el 8 de agosto de 1966 se resalta como clave la libre
expresión política de las masas, cuya actividad se estimulará mediante órganos de poder en las fábricas, minas,
empresas, barrios de ciudades, establecimientos de enseñanza, pueblos. La asunción del poder por el pueblo
culminará en «un sistema de elección general semejante al de la Comuna de París.; los miembros elegidos pueden en
todo momento ser criticados o revocados (punto 9). Los dirigentes del partido deben impulsar a las masas ala critica
de los errores (punto 3) pero, en definitiva, son éstas las que deciden, las que se liberan a sí mismas y «se educan en el
movimiento, (punto 4).. Con la fermentación de las bases se podrá conseguir la transformación de la superestructura,
donde están incrustados residuos de ideología burguesa; en particular será necesario proceder a «reformar el sistema
de enseñanza, la literatura, el arte. (Puntos 1 y 10).
En las principales ciudades de China surgen comités populares que lanzan programas de reforma y amenazan a
las autoridades que obstaculicen el impulso del pueblo. Sólo en esta original fase de esta original revolución pueden
leerse proclamas de este tono: «Todas las autoridades financieras tienen que ser vigiladas por la minoría. “Todos los
órganos del partido y la policía tienen que cumplir estos puntos”. A quien viole estos puntos se le tendrá por un
saboteador de la Revolución Cultural., «El pequeño puñado de personas de dentro del partido que conserva
posiciones en el poder y que va por el camino capitalista, echa mano de nuevos complots. Este puñado se ha
confederado con las fuerzas capitalistas de la sociedad. Repudio de la estructura vertical del poder y afirmación del
control por las bases constituyen las dos coordenadas de la auténtica dictadura del proletariado frente a la dictadura
sobre el proletariado que en una fase histórica instauró la burguesía tras su revolución y en otra fase el partido
bolchevique, el cual ha olvidado en Rusia los objetivos prístinos de la revolución social. La sociedad sin clases queda
reflejada en este punto del programa de la minoría obrera de Shangai: «Estudiantes y escolares tienen que vivir
juntamente con obreros y campesinos, para que con ello su modo de ver el mundo pueda ser cambiado. La lectura de
estas tres líneas justifica, por sí sola, el adjetivo cultural con que se define esta fase de la transformación de China.

7. PECULIARIDAD DE LA VÍA CHINA


A diferencia de la revolución bolchevique, que no disponía de ningún modelo de revolución social que
inspirara su desarrollo, la china de 1949 encuentra un precedente y sigue en las primeras fases el modelo ruso. Pero la
traducción literal no era posible ante las diferencias de sociedad y cultura, y las divergencias crecientes entre las dos
naciones terminan inclinando a los dirigentes de Pekín al abandono de su posición de mimesis para buscar su propia
vía, que se afirma precisamente resaltando que el modelo soviético ha derivado hacia una pseudorrevolución, con sus
agobiantes problemas agrícolas, la burocratización del partido, el divorcio del pueblo, la dictadura. Nos conviene, por
tanto, señalar en qué aspectos el proceso revolucionario chino se separa del ruso a partir de su origen común en
postulados marxistas.
-Propiedad común en vez de propiedad pública. No es suficiente el control de los medios de producción por
el Estado para asegurar que se ha producido una transformación de la estructura, en la línea del famoso aserto de
Marx: .El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad., puesto que
en la situación de control estatal sigue dándose la venta de trabajo y la desigualdad de los hombres, ya no por la
posesión jurídica pero sí todavía por la posesión administrativa o de gestión de los instrumentos de producción. En
definitiva, el poder ha pasado de quienes poseen los instrumentos de producción (capitalistas) a quienes los
administran (burócratas de la administración o del partido), lo que no constituye una fase de transición al socialismo.
La paradójica constatación de un Estado omnipotente en Rusia, en vez de su desaparición, inclina a los dirigentes
chinos a ensayar el control en unidades pequeñas, de las que las comunas constituirían el modelo.
-Rechazo de la prioridad otorgada a la industria. Las revoluciones han estallado en países atrasados, de base
agraria. Rusia ha elegido un modelo de desarrollo que concede prioridad a la industria pesada: cincuenta años
después no ha superado las contradicciones entre ciudad y campo ni ha eliminado dentro de la fábrica la
estratificación jerárquica entre el trabajo manual y el intelectual, en contra de las previsiones de Marx de superarlas.
En definitiva. Rusia ha tomado de la revolución industrial el modelo competitivo, la búsqueda de mercados para sus
346
productos industriales. Este modelo es cuestionado por los chinos, quienes consideran que no se debe medir la
rentabilidad del trabajo con el metro capitalista. En el Gran Salto intentan cerrar las fisuras entre industria y
agricultura y en las comunas unir definitivamente los dos ámbitos productivos creando unidades de gestión agrícola-
industrial. Así se producirá la reincorporación de los efectivos de inhumanas concentraciones urbanas al campo.
Rusia ha elegido incongruentemente un modelo de desarrollo capitalista; China se ha entregado a ciegas -sin modelo
previo- a otro ensayo, en el que se discute la naturaleza de la Universidad, la conveniencia de que el director de
fábrica se convierta episódicamente en obrero, o el médico trabaje manualmente dentro de la comuna. Si esta fusión
de oficios no es rentable, el gobierno de Pekín estima que no debe medirse la transformación de la sociedad, y del
hombre dentro de ella, en términos prevalentes de rentabilidad.
Repudio del monopolio de la revolución por el Partido. En Rusia el PC asume la totalidad de la gestión, es la
vanguardia del proletariado, con lo que se desemboca en una relación partido-pueblo de carácter autoritario. La
apelación a las masas en la Revolución Cultural, «de ninguna manera se debe actuar en lugar de ellas», rompe la
relación autoritaria. Se trata de evitar la dictadura del partido, que debe ser instrumento del proletariado y no
expresión externa al proletariado. La relación masas- partido ha sido interpretada por los especialistas en la
revolución maoísta de diferente manera. Rosanna Rossanda entiende que se moviliza a las masas para controlar al
partido, contra el partido, «el hecho de apelar a las masas es el dato propio, esencial, de la "revolución cultural", «al
instalar la lucha fuera del partido Mao sabe bien que esta opción modifica radicalmente .la posición del partido
dentro de la sociedad». Bettelheim coincide en señalar que la apelación a las masas es un rasgo clave del maoísmo,
pero el partido es en definitiva la expresión de la masa, no algo externo o contrario: «En cada etapa de la revolución
china, el papel determinante es el de "concertar las ideas justas de las masas" para restituírselas bajo una forma
elaborada: en cada etapa el partido y sus miembros deben someterse a la crítica de las masas; en ningún momento el
partido puede pretender sustituir a las masas.»
Entre los exegetas de Mao se ha repetido la tesis tercermundista, según la cual el pensador chino seria el
teórico de la revolución de los pobres, pero la cuestión no debe simplificarse; como ha señalado Chesneaux, en la
posguerra se difunde el comunismo en Asia mientras África y América Latina se muestran más herméticas. La
polarización de clases antagónicas era más fuerte en Asia, pero el marxismo asiático no nace como expresión de las
clases populares, sino en elaboraciones de intelectuales. No sabemos todavía por qué causas encontró terreno
abonado en China, y atribuirlo al genio de Mao y sus colaboradores puede ser una exageración. Lo que sabemos ya es
que la vía china se distancia de la rusa, distanciamiento que ha derivado en polémicas de ortodoxia.

8. CHINA DESPUÉS DE MAO


¿Es posible el maoísmo sin Mao? La historia china posterior a su fallecimiento (septiembre de 1976), que
desata las tensiones en torno a su herencia, plantea la duda, al igual que ocurriera en la URSS posterior a Lenin,
donde es dudoso que la orientación de Stalin respondiera a los objetivos bolcheviques de 1917.
Con la desaparición del «gran timonel» estallan, las tensiones entre dos sectores del partido: el ortodoxo o
radical, encabezado por la viuda de Mao, Chiang Ching, y otros cuatro dirigentes, denominados la "banda de los
cuatro", y el revisionista o moderado, dirigido por el primer ministro Hua Kuo- feng, que da un auténtico golpe de
Estado al iniciar una campaña contra el grupo rival y conseguir su encarcelamiento. Pero la situación no se consolida
hasta la reaparición de un sorprendente personaje, dos veces condenado y otras tantas rehabilitado: Deng Xiaoping.
Deng se convertirá en el emblema de la China posmaoísta. Su triunfo representa el final definitivo de la revolución
cultural, episodio en el que los guardias rojos lo acusaron de ser el Kruschev chino y consiguieron su hundimiento.
Ahora Hua y Deng buscan una vía más tranquila, cuyos objetivos serán el restablecimiento del orden en el país, la
modernización económica y la consiguiente disminución de distancias con respecto a las grandes potencias
industriales.
A lo largo del año 1977 se produce una depuración masiva del partido, para eliminar a los cuadros surgidos
durante la revolución cultural y propiciar el regreso de los cuadros depurados. La posición de Deng se afianza al
colocar a hombres de su confianza en puestos de responsabilidad, aunque él personalmente no ocupe otro cargo, a
partir de 1981, que el de Presidente de la Comisión Militar Central.
Desde el punto de vista doctrinal parece respetarse el maoísmo. Las referencias al pensamiento ya la
personalidad de Mao Tsé-tung son continuas, postura táctica de los nuevos dirigentes para demostrar que son los
auténticos herederos del fundador de la nueva China. El culto a la personalidad, con el mausoleo de Mao en la plaza
de Tiananmen de Pekín, donde las masas acuden a contemplar el cadáver momificado del «gran timonel», repite
literalmente el culto a Lenin en el Kremlin. Pero es indudable que tras el rito y la fachada Deng reorienta la
revolución china.
En el XIII Congreso, del 25 de octubre al 1 de noviembre de 1987, se produce el definitivo asentamiento de
los revisionistas, con Zhao Ziyang en la secretaria general. Los acuerdos son importantes, tanto en el campo de la
economía como en el de la política. En el primero se plantea la modernización sobre la base de cierta liberalización
del mercado, permitiendo a los campesinos la compra y venta de parte de la producción agrícola, y la entrada de
capital extranjero. En una primera fase se habían creado cuatro zonas económicas especiales, donde las fórmulas
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financieras y comerciales eran diferentes al resto de China; posteriormente, en 1984, fueron abiertas catorce ciudades
costeras a la inversión extranjera, lo que contribuyó al desarrollo de estas áreas. En el terreno político se habla de
democratización -de todas formas un término que se desgasta porque se utiliza con diferente contenido en cada fase y
en sus revisiones correspondientes-, mediante la transferencia de más poderes a las instancias inferiores, arguyendo
que lo que pueda decidirse y realizarse en un nivel de base no debe elevarse a instancias superiores.
En una cosa China no había cambiado, en la identificación de la marcha de la revolución con una
personalidad emblemática. Antes había sido Mao; ahora Deng era el gran padre. En julio de 1983 una edición de 12
millones de ejemplares de Escritos escogidos del nuevo timonel se repartió por bibliotecas y centros de enseñanza,
mientras pasaban a lugares de más difícil consulta los escritos y el Libro Rojo de Mao. Aunque probablemente sólo
un lector culto pueda caer en la cuenta de que Deng no es un filósofo, ni un pensador social, sino simplemente un
agudo táctico de la política.

9. LA REFORMA DE LA REFORMA
Dos etapas de la revolución con dos protagonistas plantean de nuevo la pregunta sobre el futuro. ¿Subsistirá la
política de reformas paulatinas con el objetivo del desarrollo económico después de Deng? Surge la incertidumbre
que planteo la desaparición de Mao en 1976. La vía elegida por Deng de modernización económica sin
modernización política, de desarrollo sin democracia, se ha mostrado incierta. La represión de Tiananmen, la toma
cruenta por el ejército de la gran plaza de Pekín, ocupada por la muchedumbre, el 4 de junio de 1989, lo demuestra.
A partir de esta fecha se volvió a una política de represión.
Las manifestaciones populares de la «primavera de Pekín», iniciadas por estudiantes y continuadas por
obreros, reflejaban el deseo de que la tímida liberalización de la economía fuera seguida por reformas políticas. Pero
se impuso el sector más inmovilista del partido y la represión fue severa. Zhao Ziyang, primera Víctima política,
perdió la secretaría. Esta involución deja pendientes problemas complejos: 1. ¿Se repetirá el enfrentamiento directo
ejército-pueblo? Fue el primer episodio de estas características en la historia de la revolución china. Porque los
enfrentamientos de la revolución cultural habían tenido carácter de lucha civil. 2. ¿Se interrumpirá la reforma
económica y la apertura al exterior? Las dos cosas están relacionadas. La tasa de crecimiento ha descendido a partir de
1989 aunque desde 1992 se ha iniciado la recuperación. 3. ¿Quién se hará con el poder a la muerte de Deng? Podría
repetirse la situación de 1976 e imponerse los reformistas. Pero podrían imponerse los inmovilistas, los que están
dispuestos a reformar la reforma o, dicho de otra manera, a frenarla, a impedir que China tenga su perestroika.

II. EL DESPEGUE ECONÓMICO DEL JAPÓN

10. EL JAPÓN DE LA OCUPACIÓN AMERICANA


La recuperación económica del Japón, lo que se ha llamado milagro japonés», constituye uno de los
fenómenos más llamativos de la posguerra. En 1945. Japón es un pueblo exhausto. Ha perdido más de 3 millones de
hombres, tiene sus ciudades principales destruidas por los bombardeos, el 30 % de los japoneses carecen de hogar .ha
sufrido el trauma terrorífico de las dos bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki se encuentra con los
transportes marítimos y terrestres paralizados; la carestía de los alimentos lleva a parte del país al borde de la
inanición, la industria ha sido reducida a la cuarta parte de su potencial, la inflación ha convertido al yen en una
moneda sin valor, el desconcierto por la derrota y la confesión del emperador de que no posee poder divino sumen al
japonés en una confusión mental; todo se ha derrumbado, la economía y los valores intelectuales y sociales. Pero su
recuperación es asombrosa. John w. Hall ha señalado tres factores: .En primer lugar el derrumbamiento del Estado
japonés y de su sistema social se vio aminorado por la decisión final de las fuerzas de ocupación de conservar la
estructura esencial de la forma de gobierno japonesa y de modificar pero no de abolir .la posición del emperador. En
segundo lugar y acaso como corolario de lo anterior, los japoneses en cuanto pueblo conservaron su sentido de
disciplina social y política. En tercer lugar, los japoneses lograron evitar la peor secuela psicológica de la derrota,
cargando la culpa de la guerra sobre el sector militar de la sociedad.»
Durante seis años el país está ocupado por un ejército norteamericano e intervenido por el general MacArthur,
omnipotente procónsul, rodeado por un Estado Mayor devoto. La política de ocupación comprende varios epígrafes:
-Represión. Se procede a desmontar el militarismo japonés. Un tribunal internacional condena a muerte a los
dirigentes del imperialismo japonés (Tojo, Hirota), en un proceso similar al de Nuremberg. En otros procesos se
llega a ejecutar a 900 criminales de guerra. La depuración alcanza a 200.000 japoneses.
-Desmilitarización. El imperio queda reducido a las cuatro islas principales, pierde Manchuria, Corea, Taiwan,
Sajalin y Kuriles. Con esta reducción hubo que repatriar a 6,5 millones de japoneses. Se suprimen los ministerios
militares y se desmontan todas las industrias de guerra.
-Democratización. Se suspende la Constitución Meiji y se aprueba otra (3 de mayo de 1947), que supone la
introducción de los principios políticos occidentales, y concretamente algunos norteamericanos. En el preámbulo se
enuncian los principios nuevos: abolición de la nobleza, instauración de las libertades clásicas, igualdad de hombres y
348
mujeres, separación de poderes. El emperador se convierte en un monarca constitucional. El gobierno es responsable
ante una Dieta formada por dos cámaras y elegida por sufragio universal.
-Reconstrucción. MacArthur sueña con hacer del Japón la -Suiza asiática-, ordena la disolución de los trusts
(Mitsui, Mitsubishi, etc.), promulga la reforma agraria de 1946, que protege a los campesinos e instala a casi cinco
millones de granjeros en micropropiedades que adquieren mediante pequeñas rentas.
En 1951 el tratado de San Francisco restablece la paz con las potencias no comunistas. La independencia es
proclamada el 1 de enero de 1952.

11. EL «MILAGRO» JAPONÉS


En pocos años la economía japonesa pasa desde un estado de postración a unas cotas de potencia mundial.
Naturalmente no se trata de un milagro, el proceso puede explicarse; en él confluyen tanto elementos propiamente
japoneses como circunstancias coyunturales de tipo internacional que lo favorecen. La actitud norteamericana es un
factor fundamental. En principio los ocupantes establecieron medidas de control; el Plan Dodge (1948) fijó un
cambio de 360 yens por dólar (antes de la guerra 3.4 yens por dólar), con el fin de colocar a la moneda japonesa en
un nivel real. De esta forma las empresas norteamericanas comenzaron sus compras de productos japoneses. Pero el
impulso fundamental provino de la guerra de Corea. Estados Unidos apoya en esa circunstancia la industria pesada,
permite que antiguos procesados como criminales de guerra» se reintegren a la vida civil para dirigir las empresas,
suprime las trabas y prohibiciones a los rusos; desde 1.951 Mitsui y Mitsubishi reanudan sus actividades. En una
coyuntura bélica es más idónea la gran empresa y más fácil la resurrección de unas estructuras que habían estado en
funcionamiento precisamente durante otra coyuntura bélica, antes de 1945.
Por otra parte los japoneses acometen la reconstrucción del país con disciplina y tenacidad. El reverso de la
destrucción es que todo ha de, empezarse de nuevo y los japoneses, sin el peso de unas estructuras arcaicas,
incorporan a su joven industria todas las innovaciones tecnológicas. Se aprovecha una mano de obra abundante y
barata, acrecida por el regreso de los repatriados, en su mayoría técnicos y obreros cualificados. Otro factor
fundamental de impulso es la inexistencia de gastos militares. La Constitución recoge la renuncia japonesa a la guerra,
y. por añadidura, las cláusulas de los tratados le prohíben el rearme. De esta forma puede destinarse a industrias de
paz lo que otros países invierten en industrias de guerra.
Con el sistema de planes quinquenales trata de orientarse la expansión, pero el desarrollo sigue más que las
previsiones panificadoras una serie de bandazos que son provocados por circunstancias internacionales. En 1953 el
Japón alcanza su nivel económico de anteguerra. De 1956 a 1963 la tasa de crecimiento anual es del 11 %; el índice
de producción industrial pasa de 100 en 1953 a 340 en 1962. En este año el Japón se sitúa en el primer puesto en la
construcción naval, y es el tercero en producción de acero y capacidad de refino de petróleo. Apoyándose en la
reconstrucción de la marina mercante, en el descenso de los precios, conseguido por salarios bajos y alta
productividad, y en la debilidad de las cargas fiscales, las exportaciones cuadruplican su valor entre 1953 y 1963. El
principal cliente es Estados Unidos, pero ya los productos japoneses invaden los mercados del sudeste asiático y
pronto llegan a Europa.

12. JAPÓN. SUPERPOTENCIA ECONÓMICA


En 1963-1964 una recesión limita la tasa de crecimiento al 5,1 %. Es el momento en que el gabinete Eisaku
Sato decide abandonar la ortodoxia financiera seguida desde el Plan Dodge e iniciar la práctica, habitual en los países
capitalistas, de presupuestos expansionistas. Sin miedo ya a déficits ya elevaciones de precios la economía experimenta
un segundo impulso, en el que el crecimiento alcanza el 10 % anual y la industria sola el 17% (1966-1969) .
En esta expansión continua influye la gran capacidad de ahorro del japonés, o, dicho de otra forma, una
austeridad en el consumo, con lo que una parte importante del producto nacional bruto se transfiere a los sectores
crea- dores de riqueza. Contribuye también la exigüidad de los gastos militares, lo que permite al Estado
subvencionar ferrocarriles, carbón y compañías cerealisticas. No debe olvidarse el alto nivel de educación del país y
especialmente en el sector universitario la importancia de la investigación, con lo que se consiguen constantes
innovaciones en la miniaturización de aparatos, como transistores, televisores, y descubrimientos de productos
sintéticos. La prueba de la intensidad de la industrialización es4ue Japón, en 1971, es el país de más rápido éxodo
rural del mundo; así, el sector agrícola, que en 1945 ocupaba el 45% de la población, ha descendido en 1968 al 19
%, lo que no hubiera sido posible sin una tecnificación y un incremento de la productividad agraria.
En 1968, año de la exposición internacional de Osaka, el Japón se ha convertido en la tercera potencia
mundial. Su producto nacional bruto ha sobrepasado al de Alemania federal (142 millones de dólares frente a 132).
Mantiene su puesto de primer constructor naval del mundo y sobrepasa ala URSS en varios campos, como el
automóvil, la electrónica, el caucho sintético, las fibras artificiales y sintéticas, la óptica, etc. La elevación del nivel de
vida despierta en los japoneses el frenesí del consumo: de la radio, la televisión, el teléfono se pasa al coche y ala
televisión en color. El mercado interior se con- vierte en el segundo del mundo. De esta manera el ciudadano nipón
contribuye en dos fases y de dos formas al crecimiento de su país; en la fase de despegue con su austeridad y ahorro
posibilita la primera expansión; luego, con su consumo, acelera la segunda expansión. .
349
Este mismo papel doble lo desempeña su riqueza demográfica, que alcanza la cota de los 100 millones de
habitantes. En la primera fase pone al servicio de la industria una mano de obra abundante y barata; en la segunda,
con una alta renta per cápita, crea un mercado nacional de enorme envergadura.
La conquista de los mercados exteriores es arrolladora, ha pasado la época de la exclusividad, como cliente, de
América del Norte. Japón inunda con sus productos los mercados del Tercer Mundo, entabla negociaciones con el
Mercado Común Europeo y envía a Europa sus productos al tiempo que sus primeras expediciones de turistas,
colabora con la URSS en la empresa de colonización de Siberia, abre poco a poco el mercado chino. La aceleración
provoca en 1968 una nueva recesión, la altura de los precios y salarios amenaza la competitividad de sus productos
de exportación. Las dificultades del dólar se convierten en un problema suplementario, que obliga a la flotación del
yen (agosto de 1971). Tras el acuerdo monetario de diciembre de este año los japoneses constatan cómo se produce
una nueva expansión de las exportaciones.

13. LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA NIPONA


En los años ochenta las potencias industriales experimentan un nuevo salto adelante considerado la tercera
revolución industrial -para algunos la cuarta-, la revolución de la tecnología. Estados Unidos, Japón, República
Federal de Alemania, Italia, Reino Unido y Francia, y al margen de los circuitos comerciales internacionales la Unión
Soviética, comparecen como las potencias pioneras de esta transformación, Si la primera y segunda revolución
industrial tuvieron sus sectores palanca, lo mismo ocurre con la tercera. La electrónica como sector nuevo y el
automóvil y la química como sectores anteriormente establecidos constituyen los campos succionadores de los
recursos financieros y los que generan una actividad económica de mayor envergadura. En los tres Japón destaca. En
1989 las tres sociedades que presentaban en el campo de la electrónica mayor volumen de negocios en el rankig
mundial eran japonesas: Nee, Toshiba y Hitachi. En el sector del automóvil a los míticos nombres norteamericanos,
ingleses, alemanes y franceses, se incorporaban las grandes empresas niponas: Toyota, Honda, Mitsubishi. En la
química la Asahi compite con los gigantes alemanes y estadounidenses.
Por la innovación continua de la tecnología Japón se ha convertido en campeón de las exportaciones. En 1985
el superávit de su comercio con los EEUU alcanzaba los 45 mil millones de dólares, lo que alarmó a las autoridades
de Washington; y por esos años un desequilibrio de la misma naturaleza aunque de menor proporción amenazaba ala
CEE. Los gobiernos occidentales comenzaron a presionar a Tokio para que afrontara la apertura de sus mercados
con el fin de reducir la asimetría de los intercambios comerciales, y el gobierno Nakasonehubo de elaborar una nueva
política basada en varios puntos: reducción de los desequilibrios comerciales con otros países, reactivación de la
demanda interna, consolidación del liderazgo mundial en las industrias de alta tecnología (electrónica, energía
nuclear, nuevos materiales, biotecnología), incorporación de la alta tecnología al conjunto de las actividades de la
sociedad japonesa.
El progreso acelerado de la tecnología nipona se basa, entre otras cosas, en la orientación de los recursos de las
grandes empresas hacia la investigación. Si en la primera revolución industrial habían sido las universidades británicas
las que propiciaron la cadena de inventos, en nuestro tiempo dependen de inversiones de los gobiernos y de recursos
financieros de las grandes firmas. A mediados de los años ochenta la Hitachi invertía en investigación y desarrollo la
enorme cifra de 210 mil millones de dólares. Los nuevos símbolos del automóvil no se quedaban muy lejos: Toyota,
190 mil millones: ni los de la electrónica: Toshiba, 150 mil millones. Al mismo tiempo el Ministerio de Industria y
Comercio destinaba sus presupuestos a proyectos de vanguardia: sistemas de producción flexible con energía láser,
sistemas de producción industrial con controles optoelectrónicos, calculadores científicos ultrarrápidos, fabricación
automatizada de ropa, robot Júpiter, sistemas de producción de petróleo submarino. No se detiene en ningún
momento la cadena de la investigación. Los estrategas tecnológicos japoneses destacan el papel que pronto jugarán
los semiconductores y sus aplicaciones. Se habla ya, con el horizonte del año 2000, de la producción de equipos
electrónicos orales y escritos de traducción, de sofisticados equipos de televisión, de máquinas de coser electrónicas.
Las exposiciones industriales muestran que se encuentran en proceso de desarrollo las computadoras de quinta
generación y sistemas ultrarrápidos de transmisión de banda larga que usan circuitos optoelectrónicos. Según un
estudio efectuado por el departamento norteamericano de Comercio en 1983, Japón superaba en ese momento a los
Estados Unidos en semiconductores, fibra óptica y biotecnología, y sólo era superado en informática -aunque ya se
aproximaban los japoneses- y robótica.
En algunos momentos se ha previsto la posibilidad de que Japón, por la intensidad con que ha asumido la
revolución tecnológica, podría convertirse en la primera potencia científica y económica mundial del siglo XXI. No
parece fácil. Porque se encuentra con dos obstáculos insalvables: su idioma, menos idóneo que el inglés para una
revolución cuyo campo de actuación es planetario y su territorio, limitado y superpoblado hasta una cota ya hoy
difícil de rebasar.

350
DOCUMENTOS
LA REVOLUCIÓN CULTURAL
Resaltar en el primer documento los puntos definitorios, por ejemplo, el 6, y ordenar los diferentes aspectos
de la revolución cultural. Comentar el aspecto político de esta experiencia basándose en el segundo documento.
Los diez puntos de la minoría obrera de Shangai (diciembre de 1966)

“1. Todos los obreros, cuadros y estudiantes tienen que seguir la indicación de activar la producción y
controlar firmemente la Revolución». No pueden abandonar el puesto de trabajo y deben ser un ejemplo.
2. Todos los obreros, cuadros y discípulos deben regresar en seguida a Shangai, para llevar a cabo su
Revolución y cumplir el plan.
3. Todo el material probatorio, firmado por los funcionarios del Partido de todos los niveles, debe dejar de
valer a partir de hoy. Todo el dinero para viajes que se había entregado tiene que ser devuelto.
4. El dinero disponible de todas las unidades tiene que ser provisionalmente congelado. Todas las autoridades
financieras tienen que ser vigiladas por la minoría; con ello, la economía no está expuesta.
5. Para que la orientación de la lucha no se vea abandonada, todos los arreglos sociales y salariales tienen que
ser tratados después de la R. C.
6. Estudiantes y escolares tienen que vivir juntamente con obreros y campesinos, para que con ello su modo de
ver el mundo pueda ser cambiado.
7. Las viviendas y habitaciones de los capitalistas no pueden ser sencillamente ocupadas. Eso debe quedar
regulado por la Ciudad. Quien haya ocasionado eso, debe ser castigado. Las gentes que las hayan ocupado tienen que
abandonar estas viviendas en el curso de una semana.
8. Para consolidar la dictadura del proletariado, toda la gente que está en contra de Mao Tsé tung, Lin Piao y
el Grupo de C. C. para la R. C. tiene que ser inmediatamente arrestada por la policía. Saqueadores y camorristas
tienen que entregar de inmediato lo robado. Los tozudos deben ser castiga- dos.
9. Todas las organizaciones de la minoría deben dar buen cumplimiento a estos puntos y todas las máquinas
de la propaganda deben ser puestas en actividad.
10. Todos los órganos del Partido y la policía tienen que cumplir estos puntos. Quien viole estos puntos, se le
tendrá por un saboteador de la Revolución cultural
Circular urgente de 9 de enero de 1967
Actualmente, ya que la Gran Revolución Cultural Proletaria en Shangai ha entrado en la fase decisiva de la
lucha entre dos líneas y que el comité ciudadano del Partido en Shangai, que seguía obstinadamente la línea
reaccionaria burguesa, está abatido, el pequeño puñado de personas de dentro del Partido que conserva posiciones en
el poder y que va por el camino capitalista, echa mano de nuevos complots. Este puñado se ha confederado con las
fuerzas capitalistas de la sociedad y hace uso de las ventajas económicas para variar la orientación general de la lucha
y sublevar a las masas para que luchen entre ellas. De este modo algunas fábricas han sido paradas y el tráfico
ferroviario y callejero interrumpido. Ha llegado incluso hasta instigar a los obreros portuarios a que depusieran su
trabajo, por lo que el trabajo en el puerto es entorpecido y la reputación internacional de nuestro vais, dañada.
Despilfarra a capricho el dinero... “
En BLUMER: La revoluciál...págs. 271-273.

CAPITULO XXXIII: INSTITUCIONES SUPRANACIONALES


1. EL ECUMENISMO EN LA POLÍTICA INTERNACIONAL
Nota peculiar del período posterior a la Segunda Guerra Mundial es la proliferación de organismos mundiales
y la constitución de entidades políticas que desbordan y engloban a los estados nacionales, células de las relaciones
internacionales desde la época del Renacimiento. En la actualidad ningún país, con excepción de las superpotencias,
puede adoptar una decisión importante en política exterior sin tener en cuenta la existencia de estos organismos. Un
cúmulo de circunstancias diversas, técnicas unas, como la rapidez de las comunicaciones, políticas otras, rubricadas
por deseos de cooperación, y especialmente ideológicas, el sentimiento de pertenencia a la comunidad humana, que
debe regirse por normas morales de validez universal, explica esta tendencia a multiplicar los vínculos de vecindad
entre los diferentes países. El universalismo implica, aunque sólo relativamente, la superación de las posiciones de los
estados nacionales.. En la Edad Moderna comparecen en la escena mundial entidades estatales independientes,
España, Francia, Inglaterra, de peso equivalente, en contraste con la idea de imperio, de una entidad superior y rectora
como se había concebido en las centurias medievales. El estudio clásico de Werner Naef ha mostrado cuánto tuvo de
progresivo el nacimiento del Estado moderno, frente a las entidades supraestatales, como el papado, e infraestatales,
como los dominios feudales. En el siglo XIX el nacionalismo potencia estas entidades, pero en su seno surgen ya
351
corrientes supranacionalistas. Frente a la carta monárquica de 1815 el movimiento de las nacionalidades busca la
independencia de los pueblos, esperando que el nuevo orden instale la fraternidad europea, sin los egoísmos de los
intereses dinásticos. Por otra parte, se comienza a perder el monopolio europeo en el rectorado de los destinos del
mundo; en esta centuria comparecen en los juegos de intereses o en los conflictos potencias extra europeas, como
Estados Unidos o Japón, mientras las colonias africanas y asiáticas son entidades pasivas, sin voz en el concierto
mundial. En el siglo XX todos los continentes y todas las entidades nacionales, al desaparecer las colonias, hacen acto
de presencia en los asuntos colectivos, y en correlación con este proceso se hacía necesaria la creación de organismos
que regularan, a escala planetaria, la vida política, económica v cultural.
Los proyectos de cooperación y las utopías de unidad continental o planetaria son, no obstante, muy
anteriores a 1900. A finales del siglo XVI Enrique IV de Francia y su ministro el duque de Sully intentan establecer
un sistema de paz mediante grupos regionales de naciones. Algunos años después Emeric Crucé propone una
federación que incluya a los reinos cristianos ya Turquía. A principios del siglo XVIII el filósofo Leibniz y William
Penn, fundador del Estado de Pensilvania, elaboran proyectos de organización internacional, ya finales del XVIII
Kant un programa de .Paz perpetua», que requeriría algún modelo de institución supranacional. Una línea paralela de
pensamiento está ocupada por los formuladores del derecho internacional, entre los que descuella el español p.
Suárez, redactor en el siglo XVII de los puntos teóricos que re- claman la existencia de una sociedad mundial de
Estados. En el XIX el doble sueño de la paz y la fraternidad recibe tratados doctrinales más minuciosamente
preparados. A principios de siglo Thieny y Saint-Simon preconizan una Federación de pueblos europeos con un
Parlaniento común y un gobierno supranacional, que se consagrarla a llevar a la práctica grandes trabajos de interés
continental. La idea de la federación europea es sostenida luego por Mazzini. Proudhon. Cobden. Victor Hugo,
quien en 1849 profetiza el pronto nacimiento de los Estados Unidos de Europa.
Al lado de las formulaciones teóricas, exigencias prácticas salen al paso de los estadistas en el momento de
subscribir un acuerdo de paz o un tratado comercial. Así se comprende la necesidad de las posiciones comunes
cuando se trata de regular el aprovechamiento de una vía fluvial que recorre varias naciones. o de sentar las normas de
cruce de los estrechos, o de los canales interoceánicos recién construidos (Suez. Panamá) .La lista de tratados que
reglamentan estas cuestiones es larga; recuérdese el lugar que ocupan en el tratado de Paris tras la guerra de Crimea
(1856). Comisiones internacionales permanentes son creadas para la navegación del Rhin (1815) y del Danubio
(1856). A pesar de la repetida comprobación de la necesidad de un acuerdo internacional, el congreso de La Haya de
1899, en el que se solícita el arbitraje obligatorio para los Estados en litigio, no pudo detener la carrera de
armamentos, el alineamiento de bloques de potencias ni la guerra. Es el siglo XX el que convierte estos proyectos
aislados, hasta entonces sueños utópicos, en un tema de opinión y en una serie de ensayos y realidades, estimuladas
por la intensificación de los intercambios comerciales entre las naciones, la conciencia de problemas planetarios, de
los que los medios de difusión informan, y la realidad dramática de conflictos mundiales, cuya prevención no puede
ser asumida ni por un Estado ni por un grupo de Estados.
Desde mediados del siglo XIX se multiplican las organizaciones internacionales técnicas, como la Convención
sanitaria internacional (1853), Unión telegráfica internacional (1865), Oficina internacional de pesos y medidas
(1875). Unión postal universal (1878), Unión de ferrocarriles (1890), Oficina internacional de agricultura (1905),
Oficina de estadísticas internacionales (1913).
Al nacer la Sociedad ginebrina de naciones se piensa en la evitabilidad de la guerra; se vive la mística de la paz
universal. Bien sabemos su fracaso, pero queda como el ensayo más conseguido. La Sociedad es, hasta 1945, el más
ambicioso intento de regulación de la vida internacional, y a su imagen, los organismos supranacionales coinciden en
estructurarse con una asamblea, órgano representativo de todos los Estados miembros, un órgano más reducido de
miembros cualificados y una secretaría general y oficina. En el orden teórico es imprescindible un documento escrito
que recibe los nombres de Carta, Estatuto, Tratado fundamental, Constitución, etcétera, y que define los principios
abstractos y los objetivos concretos que cada organización se propone. Elemento común es un nuevo tipo de servicio
público, atendido por el funcionario internacional, que depende de la entidad supranacional y no del Estado nacional
del que procede. A pesar de sus fracasos la Sociedad de Naciones deja como herencia su vocación universal, el
principio de la igualdad de los Estados y una Corte internacional de Justicia.
La creación de instituciones supranacionales puede advertirse, a partir de 1945, en todos los órdenes; en el
político (ONU), militar (OTAN, Pacto de Varsovia), jurídico (Tribunal Internacional de Justicia de La Haya),
cultural (UNESCO), económico (FAO, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial). Unos organismos tienen
dimensión mundial, otros continental o regional, como la OEA, Organización de Estados Americanos. Esta
tendencia asociativa, que implica la renuncia en algunos ámbitos a la autoridad absoluta de los estados nacionales,
constituye, sin duda, un rasgo peculiar, casi definitorio, del mundo de nuestro tiempo.

2. LA ONU: UN ÁRBITRO MUNDIAL


La necesidad de un árbitro universal que garantizase la paz fue sentida por las democracias occidentales desde
las primeras fases de la Segunda Guerra Mundial. En la Carta del Atlántico (agosto de 1941) Gran Bretaña y Estados
Unidos se comprometen a apoyar algunas bases que regularían las relaciones internacionales: respeto a la integridad
352
territorial de los Estados, capacidad de los pueblos para determinar su forma de régimen, reducción de armamentos,
libertad de los mares, acceso a las materias primas, colaboración en los intentos de progreso económico; no obstante
la Carta no preveía la fundación de una sociedad de naciones, a la que se alude en la declaración de Washington (1
de enero de 1942) y más claramente en la de Moscú (30 de octubre de 1943) al reconocer .la necesidad de
establecer, tan pronto como sea posible, una organización internacional fundada sobre los principios de igualdad y
soberanía de todos los Estados pacíficos, grandes o pequeños, con el fin de asegurar el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales». Tras estudiar el tema en todas las reuniones de las potencias aliadas, en la conferencia de
San Francisco (abril-junio de 1945) se aprueba la Carta de las Naciones Unidas y el Estatuto del Tribunal
Internacional de Justicia. La experiencia frustrante de la Sociedad ginebrina inclinó a las naciones firmantes a adoptar
ciertas medidas precautorias; con más énfasis que la Sociedad de Naciones se prohíbe el empleo de la fuerza en las
relaciones internacionales y la eventualidad de una intervención se reserva para el caso de agresión abierta o guerra
ilícita; una fuerza armada internacional -y no el gendarme de turno, la gran potencia- intentaría resolver las
situaciones de conflicto candente; objetivos de progreso social y económico ampliaban su campo de actuación,
reducido en la organización de 1919 casi exclusivamente al de las relaciones internacionales; no regularla las
cuestiones derivadas del, conflicto mundial, que se atenderían en los tratados de paz; las grandes potencias con el
derecho de veto intentarían un modelo intermedio entre la Santa Alianza de vencedores y el calco de los parlamentos
nacionales, en el que todas las potencias miembros tendrían la misma capacidad de decisión. En resumen, se intentaba
impedir la constitución de un consorcio de potencias victoriosas, como en 1815, o la paralizante asamblea de 1919,
aunque en su funcionamiento posterior se comprobó que no se había sabido evitar ninguno de los extremos, ni la
prepotencia de los grandes ni los interminables debates bizantinos sin resoluciones eficaces. Su fracaso básico fue no
impedir la guerra fría, la constitución de los bloques, pero es posible que sin la Sociedad nacida en la conferencia de
San Francisco la tensión hubiera alcanzado temperaturas superiores.
Del complejo articulado de la Carta pueden deducirse algunos principios medulares: mantenimiento de la paz
y seguridad internacionales (preámbulo y articulo 1.2). Se prohíbe a los miembros la amenaza o el recurso a la fuerza
contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado. En el capítulo VII se prevé la
posibilidad de acciones preventivas v coercitivas. Que han de ser aprobadas por la organización; libre determinación
de los pueblos, principio incluido de forma poco clara en los catorce puntos de Wilson y poco enérgica en el pacto
de la Sociedad de Naciones: .tener en cuenta los intereses de las poblaciones». La carta del 45 es más categórica, pues
incluye entre las obligaciones de potencias que administren territorios las de desarrollar su gobierno propio y ayudar
al nacimiento de instituciones políticas auténticas, y la Asamblea, en 1960, la interpretó de forma radical: .la sujeción
de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una denegación de los derechos
humanos fundamentales» y compromete la causa de la paz. En estos artículos se basa la actividad de la ONU en
favor del proceso descolonizador;
defensa de los derechos del hombre, formulación inspirada por las violaciones de derechos humanos de las
potencias del Eje y, en concreto, el genocidio del pueblo judío y otras minorías, En el preámbulo se reafirma .la fe en
los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de
hombres y mujeres»; en el artículo 1.0 se prevé la cooperación internacional en la solución de problemas
humanitarios; en el 55 la no discriminación por motivos de raza, sexo, idioma o religión. El 10 de diciembre de 1948
la Asamblea adoptó la .Declaración Universal de los Derechos del Hombre», que especifica el catálogo de libertades
de la filosofía liberal y la prohibición de los atentados contra ellas, entre otros la tortura y los tratos degradantes. Con
este documento trascendental se continúa la tradición de los solemnes textos programáticos sobre una humanidad de
hombres libres; fomento de la cooperación pacífica en materias económicas, culturales, sanitarias. La mayoría de estos
acuerdos se transfieren a los organismos especializados; a la UNESCO los temas educativos y culturales, a la FAO
los alimentarios. Otros horizontes se han ido presentando a los países signatarios; en 1972 se celebró en Estocolmo
la conferencia sobre medio ambiente humano, cuyas resoluciones han inspirado programas ecológicos v urbanísticos.
La Carta se ha esforzado por encontrar el punto medio entre las exigencias de la prudencia y la eficacia. Ha
sentado el principio de la igualdad soberana de todos los Estados, pero ha asignado algunos privilegios a las grandes
potencias, sobre las que recae un porcentaje alto de la financiación; reserva una parcela de competencia doméstica a
los miembros, sin cuyo reconocimiento el principio de la soberanía quedaría menoscabado; el ámbito universal de
aplicación de la Carta, que afecta también a los Estados que no han ingresado o han abandonado la Organización,
extiende sus obligaciones a todas las naciones del mundo y ha reforzado su poder, ya que los Estados no miembros
pueden ser afectados por decisiones en las que no toman parte, de ahí la ventaja de-pertenecer a este gran cónclave de
naciones.
La estructura de la ONU repite la de la Sociedad ginebrina: una Asamblea cuyos miembros han ido
aumentando en números los 51 iniciales se han triplicado- y que ha de celebrar anualmente un período de sesiones;
un Consejo de Seguridad con cinco miembros permanentes, EEUU, URSS. Reino Unido, Francia y China, y seis
rotativos (diez más tarde), y una Secretaría. En el Consejo, que interviene en los casos de urgencia, disponen de veto
los cinco miembros permanentes, lo cual ha aminorado la eficacia que se esperaba de este dispositivo. Otros órganos

353
especializados completan el organigrama de la 6Nu: Consejo económico y social. Consejo de Tutela, Corte
Internacional de Justicia.
Los secretarios, por dirigir el único órgano permanente, han ejercido notable influencia sobre la marcha de la
sociedad internacional, y su personalidad ha constituido el símbolo de sus diferentes períodos. El primer secretario, el
noruego Trygve Lie, anticomunista acérrimo, como se comprueba en cada página de sus memorias, es un signo de la
guerra fría, del enfrentamiento Occidente-Mundo comunista; por su militancia. se granjeó la animadversión de la
Unión Soviética, lo que provocó su no reelección. El sueco Dag Hammarskjold y el birmano Thant han ocupado el
período de la distensión, período en el que la ONU consagró sus energías a programas de cooperación en diferentes
órdenes. El austríaco Kurt Waldheim coincide con una auténtica universalización de la ONU al ingresar la China
comunista (1971) y las dos Alemanias (1973), una actuación arbitral más comprometida del secretario en los
conflictos y el reconocimiento de la necesidad de la organización. Los siguientes secretarios, el peruano Pérez de
Cuéllar y el egipcio Boutros Ghali, personifican la sucesión de la responsabilidad en los diferentes continentes.
Al paralizarse el Consejo de Seguridad por la utilización del veto aumento el papel de la Asamblea general. El
veto constituyo, en los primeros años, para Rusia el recurso compensatorio, ya que los Estados Unidos podían contar
con el apoyo de Europa occidental y de las Repúblicas latinoamericanas. En 1955 fueron admitidos 15 nuevos
miembros, unos de la órbita soviética (Albania, Bulgaria, Hungría, Rumania), otros occidentales (España, Italia,
Austria. Portugal), pero a partir del año siguiente el flujo de nuevos miembros corresponde fundamentalmente al
Tercer Mundo. En 1960 ingresan 16 Estados africanos y cada año de la década de los sesenta se señala por el de
naciones del Asia y África. En 1978, de los 151 países miembros 50 eran africanos. 34 de, Asia, 31 europeos. 30 del
continente americano y 6 de Oceanía. 110 corresponden a países en vías de desarrollo; la influencia de los pequeños
países no ha dejado de crecer, y con ella ha descendido el entusiasmo de los fundadores, los sueños de
instrumentalización que en principio albergaron las grandes potencias.
Muchos son los obstáculos que impiden un funcionamiento eficaz de esta gran sociedad internacional. El
Consejo de Seguridad puede ser paralizado por los vetos. la noción de agresión no se definió hasta 1974, no existe
una fuerza internacional armada, las naciones cOn frecuencia hacen caso omiso de sus resoluciones. Pero es indudable
que ha solucionado algunas tensiones de la guerra fría. o al menos ha impedido que degeneraran en guerra abierta; ha
contribuido poderosamente a la emancipación política del Tercer Mundo; constituye un foro mundial en el que se
escucha la voz de todos los pueblos. Con razón U Thant lo calificó de .gran Parlamento de la humanidad, ante el
cual se exponen los males, las injusticias y las aspiraciones del hombre».

3. ENSAYOS DE CONSTRUCCIÓN DE UNA EUROPA UNIDA


Geográficamente Europa es península asiática, aunque posee rasgos diferenciales claros, como la riqueza de las
interpenetraciones tierra-mar; es, no obstante, la historia la que ha generado en los europeos el sentimiento de
pertenecer al continente que ha presidido los destinos del mundo. En la posguerra la grandeza de las destrucciones y
la consolidación de dos superpotencias, Estados Unidos y Rusia, ha contribuido a intensificar en algunos
prohombres de diferentes naciones la conciencia unitaria. Todos entrevén trazos comunes: poblamiento intenso,
naturaleza domeñada por una red tupida de vías de comunicación, economía moderna que permite a los habitantes
un elevado nivel de vida; en el orden político presencia de regímenes democráticos -monarquías y repúblicas-, con
cartas constitucionales, pluralidad de partidos, garantías de libertades del ciudadano, y todos entrevén las enormes
posibilidades que el continente encierra, por su nivel de desarrollo, sus riquezas naturales, su riqueza intelectual en
cuanto patria de sabios, ingenieros, profesores y escritores, mientras por otra parte contemplan sus limitaciones: de-
pendencia de las superpotencias, encuadramiento en bloques, pérdida rápida de los imperios coloniales.
La necesidad de la reconstrucción hace converger en propósitos comunes dirigentes de diferentes
nacionalidades. Ya tras la guerra del 14 el conde Coudenhove-Kalergi, fundador del movimiento paneurópeísta,
afirma que la Europa dividida y fragmentada está amenazada por inevitables enfrentamientos armados y postula una
federación europea. Bajo su inspiración, el francés Aristide Briand propone, a finales de la década de los veinte, ante
la Sociedad de Naciones un proyecto de Estados Unidos de Europa. Los movimientos de resistencia de la Segunda
Guerra Mundial se apoyan mutuamente en la creencia de que luchan contra un enemigo común; el nazismo se
contempla como enemigo de Europa, de su historia humanística, más que como invasor que ha hollado las fronteras
nacionales. y terminado el conflicto, las voces de Altiero Spinelli, Alcide De Gasperi, Robert Schumann, Paul-Henri
Spaak, invocan ideales paneuropeístas.
El primer ensayo supranacionallo abordan Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, al proceder a la unión
aduanera (Benelux), y de algunos sectores econÓmicos de los tres países, basándose en la unión de Bélgica y
Luxemburgo en los años veinte, y en el convenio monetario que habían suscrito Bruselas y La Haya en 1943, por el
que se comprometían a mantener una paridad fija. Un protocolo de 1946 y varios acuerdos de 1947 consiguieron la
abolición de los aranceles, la de las restricciones cuantitativas para productos Industriales, la unificación de impuestos
sobre consumos, el establecimiento de una politica comercial común y la liberación del movimiento de capitales. Una
estructura institucional compleja, con su Comité de Ministros, Consejo Consultivo interparlamentario, Consejo de

354
unión económica, Secretaria General, Tribunal de Justicia, dio la pauta a los europeístas sobre la malla que habria de
preverse a escala continental.
Antes de la constitución de las llamadas Comunidades europeas deben citarse otros intentos de
institucionalización supranacional, como el Consejo de Europa, la Unión Europea Occidental, el Consejo Nórdico, o
la EFFA, tratado paralelo pero menos ambicioso, y en consecuencia frustrado, que el Mercado Común. Evitando una
exposición reiterativa reparemos en los intentos más significativos. La primera gran tentativa de unificación del
continente se afronta en el congreso de La Haya de 1948, donde se adopta la siguiente resolución política:
«Ningún esfuerzo para reconstruir Europa sobre la base de soberanías nacionales, rígidamente divididas,
puede tener éxito..
Las naciones de Europa deben crear una unión política y económica para mantener su seguridad, su
independencia económica y su progreso social; para este fin, los Estados deben acordar la fusión de algunos de sus
derechos soberanos».
Al año siguiente se firma, el 5 de mayo, en Londres el tratado fundacional del Consejo de Europa, por diez
Estados democráticos de Europa occidental: Noruega, Suecia, Dinamarca, Reino Unido, Irlanda, Países Bajos,
Bélgica, Luxemburgo, Francia e Italia, a los que posteriormente se adhirieron Grecia, Turquía, Islandia, República
Federal de Alemania, Austria, Chipre, Suiza, Malta, Portugal y España. En Estrasburgo se fija la sede del organismo,
que exige de sus miembros el funcionamiento de instituciones democráticas; de ahí el retiro, -ante la inminente
expulsión- de la Grecia de los coroneles en 1969, hasta su reintegración en 1974, cuando se habían restablecido
plenamente las libertades democráticas. Objetivo básico del Consejo es, por tanto, la defensa de los principios de la
democracia, y en segundo termino el fomento de la cooperación entre los miembros en los terrenos económico,
cultural, científico y jurídico. La salvaguardia de los derechos de los ciudadanos se reforzó con el convenio firmado
en Roma en 1950, en el que se especifica con mayor detalle-que en la declaración de Derechos del Hombre que
adoptó la Asamblea de las Naciones Unidas en 1948 la relación de los que todos los gobiernos deben respetar .El
Consejo puede entender en reclamaciones de unos Estados contra otros, pero más innovadora resulta la posibilidad
de escuchar quejas de particulares contra Estados, siempre que previamente el Estado afectado haya reconocido la
competencia de la Comisión al respecto. Las demandas individuales han sido mucho más numerosas; por ejemplo,
Bélgica tuvo que revisar su código penal al declarar el Consejo no atenidas a derecho algunas disposiciones en materia
lingüística.
De objetivos más restringidos, casi estrictamente militares, debe citarse la Unión Europea Occidental. A
principios de siglo Inglaterra y Francia habían firmado acuerdos relativos a la solución de los problemas coloniales,
que generaron la aproximación diplomática que culmina en la «Entente Cordial». En marzo de 1947 firman las dos
potencias en Dunquerque, lugar de la derrota conjunta frente a Alemania en la campaña del Oeste, un tratado
defensivo, al que se incorporaron al año siguiente los países del Benelux. El Pacto de Bruselas o Pacto Occidental
prevé medidas frente al rearme alemán, con objeto de impedir que se produzca otra vez la superioridad militar
germana. Posterior- mente en París se ampliaron las cláusulas de la cooperación militar a cuestiones económicas y
sociales. Al surgir la NATO este engranaje militar perdió su razón de ser, mientras la OECE asumía los proyectos de
cooperación económica del Pacto Occidental,
Más restringido es el ámbito geográfico del Consejo Nórdico, en el que se integran representantes de los
parlamentos nacionales de Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia e Islandia; su órgano central, el Consejo de 69
miembros, elegidos por los parlamentos en proporción a la población, tiene funciones consultivas y sus decisiones no
son obligatorias. Asimismo carece de secretaría permanente y de sede, pero a pesar de sus objetivos mínimos ha
propiciado un tratado, firmado en Helsinki en 1962, que sienta las bases de la coordinación de los miembros en
materias sociales, económicas, jurídicas y de comunicaciones. En 1.960 se firma en Estocolmo el convenio de la
Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA), inspirado por el Reino Unido y con siete Estados miembros.
Aunque consiguió el desarme arancelario, sus propósitos unificadores eran muy tibios y pronto quedó desbordado
por el tratado de Roma, el Mercado Común Europeo, en el que terminó ingresando el valedor de la EFTA, Gran
Bretaña.
La tendencia asociativa, supranacional ha alcanzado en la posguerra a todos los órdenes, y podrían citarse
desde comisiones para la navegación del Rhin, hasta acuerdos monetarios, o asociaciones de biología molecular, o
sociedades para la financiación del material ferroviario o para la seguridad de la navegación aérea.

4. LAS COMUNIDADES EUROPEAS


Las tres llamadas Comunidades europeas, del Carbón y del Acero (CECA), económica (MEC) y de la energía
atómica (EURATOM) constituyen el más ambicioso intento de unificación plurinacional. Las primeras tentativas
tuvieron su marco en el Consejo de Europa, al que en su primera sesión de 1949 se intentó dotar de poderes
políticos, aconsejando, cualquier cambio en la estructura política de Europa que nos lleve a conseguir una mayor
unidad entre los miembros del Consejo de Europa». Pocos se dieron cuenta en ese momento de la disparidad de
propósitos entre el congreso de La Haya, que busca la cesión de las soberanías nacionales, y el estatuto del Consejo,
que reserva para cada gobierno la capacidad de veto y requiere unanimidad en los acuerdos. ¿Era posible encontrar
355
una vía de aproximación que desembocase en la superación de los históricos Estados nacionales? El Consejo de
Europa, en ese momento de quince miembros, al examinar la cuestión en 1950, rechazó cualquier forma de unión
política. Las posturas, diversas ya veces incompatibles, podrían ordenarse en tres grupos: la más ambiciosa:
constitución de una entidad federal supranacional, que englobaría los órganos nacionales. El comité político del
Consejo de Europa, bajo la dirección de Bidault y ponencia de Guy Mollet, planteó la posibilidad, que fue diseñada
posteriormente por algunos políticos británicos. Harold Macmillan presentó una enmienda al estatuto del Consejo
proponiendo que el comité de ministros ejerciera una autoridad ejecutiva con poderes supranacionales. Mackay,
diputado laborista, propuso transferir las estructuras de las democracias occidentales al Consejo: un Ejecutivo
(comité de ministros, que en cuestiones claves resolvería por unanimidad) y la Asamblea que le elegiría (ante la cual
los ministros serian responsables); actuando ambos por unanimidad podrían dictar «European Acts», que obligarían
a los Estados miembros; simple alianza de Estados soberanos; cada nación conserva su capacidad de decisión íntegra
y no se ve obligada a aceptar decisiones de instancias supranacionales. Esta propuesta es la que haría famosa más
tarde De Gaulle cuando habla de la «Europa de las patrias»;
-método funcional. Se trata de crear en primer lugar vínculos económicos, que a la larga generarán vínculos
políticos. Es el procedimiento propuesto por el economista francés Jean Monnet, quien cree que la solidaridad, de
hecho, en materias económicas puede superar cualquier barrera.. El Plan Pleven, que proponía la creación de un
ejército europeo, podría situarse en esta línea de actuar en vez de discutir sobre principios abstractos de filosofía
política. En 1955 el belga Paul- Henry Spaak, partiendo de las propuestas de Monnet, lanzó la idea de la integración
económica europea en las conferencias de Messina y Venecia.
En definitiva, el camino que se sigue para la integración no es el político, que se encuentra en vía muerta en el
Consejo de Europa, ni simplemente el económico, que demostrará más tarde sus limitaciones en la EFTA, sino el
económico como primer paso para generar lazos más fuertes, es decir, el método funcionalista de Jean Monnet y del
varias veces ministro francés de Asuntos Exteriores Robert Schumann, considerado con justicia auténtico padre de
Europa. Schumann ofreció un plan de Europa integrada para impedir la resurrección del nacionalismo alemán;
siguiendo las propuestas del "Plan Schumann", seis países de Europa occidental constituyeron la Comunidad
Europea del Carbón y del Acero en la primavera de 1951. Que se trataba sólo de un primer paso se comprobó en la
asamblea de la CECA de septiembre de 1952, en la que se formula un anteproyecto de comunidad política, que
.correspondía al deseo de los pueblos de Europa». El proyecto definitivo fue elaborado por Spaak. Finalmente seis
naciones, Francia, Italia, Alemania occidental y las tres del Benelux, firman en Roma, el 25 de marzo de 1957, los
tratados instituyentes de la Comunidad Económica Europea o Mercado Común. En el artículo 3.0 se concentran los
amplios propósitos de los firmantes: aranceles aduaneros comunes, libre movimiento de personas, servicios y capital,
política agrícola común, creación de un Fondo Social europeo. En el artículo 2.0 se resume el procedimiento de
partir de intereses económicos para alcanzar vínculos en otros terrenos:
Será objetivo de la Comunidad, mediante el establecimiento de un Mercado Común y la aproximación
progresiva de las políticas económicas de los Estados miembros, fomentar a través de la Comunidad un desarrollo
armonioso de las actividades económicas, una expansión continuada y equilibrada, una estabilidad creciente, una
acelerada elevación de las normas de vida, unas relaciones más intimas entre los Estados miembros».
El objetivo político se define más meridianamente en la reunión de los jefes de Estado de los países miembros
en Bad Godesberg, en julio de 1961, al establecer que en lo sucesivo se reunirán regularmente para confrontar sus
puntos de vista, armonizar sus políticas y llegar a concepciones comunes que darán fuerza a la unificación política de
Europa», y al extender la cooperación al campo de la educación -que desarrolla ese mismo año el Plan Fouchet, más
tarde ministro del ramo en Francia-, cultura e investigación.
En 1962, tras cuatro años de funcionamiento, la Comunidad Económica Europea puede presentar un balance
espléndido. La producción industrial ha crecido aun ritmo dos veces superior al de los Estados Unidos, el comercio
intraeuropeo ha aumentado en un 70 %, la atracción de capital extranjero se ha incrementado de forma espectacular,
los Estados Unidos buscan una cooperación más estrecha con la Europa comunitaria. La revista española Mundo
comentaba ese año que se hablaba con ligereza de milagro de Francia». .milagro alemán» o milagro italiano»,
demasiados milagros para no pensar en algo más que lo puramente milagroso y circunstancial», concluyendo que ha
de tenerse en cuenta la existencia del Mercado Común para explicarse la expansión acelerada de tantas naciones a un
tiempo. En Inglaterra pronto surgieron voces que preconizaban la aproximación al gran ensayo continental.
Macmillan solicita conversaciones en 1961. El londinense Times, apoyándose en un informe de economistas
franceses, postulaba en un editorial: .Si nos apoyamos en la experiencia de Francia, la entrada de la Gran Bretaña en el
Mercado Común puede brindar el estimulo básico que la industria necesita para salir de su actual marasmo. La firma
del Tratado de Roma revolucionó las perspectivas de los industriales franceses y dio a la industria una especie de
inyección muy necesaria». y esta postura se exhibe ya en 1962, aunque el ingreso del Reino Unido, Irlanda y
Dinamarca, no se produce hasta el 1 de enero de 1973. Los recelos de De Gaulle a perder capacidad de veto con la
ampliación y sus suspicacias respecto a la voluntad sinceramente unitaria de Inglaterra retrasaron durante algunos
años el ingreso de la isla en la Comunidad, la cual tras el de Grecia y en 1986 los de España y Portugal tiene doce
miembros. Además de la superación de este enfoque nacional de las cuestiones, que no se produjo hasta la
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desaparición política de De Gaulle, abogado de la regla de la unanimidad, el Mercado Común tuvo que superar
dificultades económicas, la más persistente la de establecer una política agrícola común.
El aparato institucional creado por la CEE constituye la malla más fuerte de vínculos entre naciones europeas
que se haya conseguido nunca, Sus órganos principales son los siguientes:
la Comisión, formada por dieciséis miembros (dos por Gran Bretaña, Alemania, Francia e Italia, y un
representante por cada uno de los restantes países), nombrados de común acuerdo por los gobiernos entre
personalidades prestigiosas, constituye el órgano clave, Es órgano de iniciativa y ejecutor del Consejo de Ministros.
Durante los cuatro años de mandato los miembros de la Comisión no dependen de las instrucciones de sus
gobiernos, para que antepongan el interés general de la Comunidad. El presidente de la Comisión actúa como
portavoz:
"el Consejo de Ministros reúne a representantes de los gobiernos de los Estados miembros. Un Comité
prepara sus sesiones y suele congregar a los ministros de Asuntos Exteriores en cuestiones políticas y al del ramo
(agricultura, hacienda, transportes) cuando se debatan materias específicas. Los jefes de Estado y de gobierno se
reúnen con cierta periodicidad, bajo el nombre de Consejo europeo. Algunas cuestiones se resuelven por mayoría,
pero las verdaderamente importantes requieren la unanimidad;
el Parlamento europeo se constituyó, hasta 1979, con 198 miembros elegidos por los Parlamentos nacionales,
y desde ese año por 410 miembros elegidos por sufragio universal. Estudia y aprueba el presupuesto, puede obligar a
dimitir mediante voto de censura a los miembros de la comisión, y de su funcionamiento se espera el paso decisivo
hacia la unidad Política: el Tribunal de Justicia está formado por nueve jueces elegidos por períodos de seis años tras
un acuerdo entre loS gobiernos. Es una instancia contenciosa que entiende de recursos entre los Estados o
formulados contra instituciones comunitarias, y además vela por la aplicación de las reglas de la Comunidad.
Otras instituciones, Comité Económico y Social, Banco Europeo de Inversiones, Fondo Social Europeo, etc.,
completan el cuadro institucional. La Comunidad dispone de sus propios recursos, cuyo reparto ha de ser aprobado
por el Parlamento europeo. Proceden de derechos de aduana y de una fracción de algunas figuras impositivas
establecidas en todos los países miembros, especialmente el IVA {impuesto sobre el valor añadido). A pesar de las
dificultades, en la implantación de una política agrícola común «Europa verde»), de la lentitud en la unificación
monetaria (con la creación de una nueva unidad de cuenta, el ECO), de las reticencias y resistencias de Gran Bretaña
a satisfacer las aportaciones onerosas con que ha de contribuir a las cargas comunitarias, es difícil la marcha atrás. y
algunos progresos en el campo político han de situarse definitivamente en su haber. Cuando, en enero de 1963, el
general De Gaulle y el canciller Adenauer firmaban un tratado de cooperación entre Francia y la República Federal
Alemana, enterraban el espíritu de odio fronterizo que había provocado dos guerras mundiales, empero este viraje no
hubiera sido posible sin el ambiente de aproximación y unión que las comunidades habían despertado en Europa.
Spaak, en un discurso de 1964, definía el espíritu comunitario: «Es un diálogo entre los órganos representativos de la
Comunidad de Europa y los gobiernos nacionales. Hemos reconocido que, por encima de los intereses nacionales,
está el interés común de los pueblos de Europa».

5. LA UNIÓN EUROPEA
El propósito de mayores cotas de unión política no fue olvidado en ningún momento por los estadistas
europeos. Los sucesivos nombres que adoptó esta gran asociación plurinacional traducen este objetivo: Comunidad
Económica Europea, Comunidad Europea, Unión Europea. En dos pilares se apoya la meta propuesta: Acta Única y
tratado de Maastricht o tratado de la Unión Europea.
Treinta años después de la firma del tratado de Roma persistían entre los países miembros barreras físicas,
fiscales y técnicas que impedían la plasmación de un mercado interior en el ámbito de la Comunidad. El Acta Única,
firmada el 1 de julio de 1987, fijó un programa para la consecución del mercado interior unificado antes del 1 de
enero de 1993. El documento elaborado y apoyado por los doce países miembros establecía para esta fecha las cuatro
libertades identíficatorias de un mercado único: de circulación de personas, de capitales, de mercancías y de
prestación de servicios. Para la consecución de estos objetivos se implantaban las más profundas reformas
institucionales aprobadas desde el origen de la Comunidad. El Acta Única refuerza los poderes del Parlamento
Europeo, que desde 1979 se elige por sufragio universal directo, y sustituye en cinco artículos del tratado de Roma la
norma de la unanimidad por la de la mayoría cualificada, procedimiento que parecía más idóneo a medida que
aumentaba el número de miembros y por tanto resultaba más difícil la unanimidad.
El mismo método de profundización en el proceso de integración ensayado en el Acta Única se ha utilizado
en la elaboración del tratado de la Unión Europea. En la histórica :reunión del Consejo Europeo en la ciudad
holandesa de Maastricht los días 9 y 10 de diciembre de 1991 quedaron plasmados los acuerdos, que fueron
firmados por los ministros de Asuntos Exteriores y Finanzas de 105 países miembros el 7 de febrero de 1992. Antes
del 1de enero de 1993 los parlamentos de los doce países miembros deberían refrendar este documento, pero el «no»
en el referéndum danés y las reticencias de Gran Bretaña han alargado los plazos. Desde 1992 la palabra Maastricht
ha estado continuamente presente en las conversaciones, las páginas de los rotativos y los debates de los parlamentos.
Y al coincidir con la crisis económica de la Comunidad se ha convertido en complejísimo problema político. Por vez
357
primera los gobiernos y los pueblos han dudado entre continuar hacia nuevas metas unitarias o hacer un alto en el
camino.
Destaquemos algunos objetivos del tratado:
-Unión económica y monetaria, en tres etapas. Para alcanzar la meta de la moneda única, el ecu, los estados
han de situarse en un nivel de con- vergencia de sus magnitudes macroeconómicas: inflación no superior en 1, 5%
anual a la media resultante de los tres países con menor inflación, déficit público no superior aun 3% del Producto
Interior Bruto y deuda pública no superior al 60% del PIB, tipo de interés no superior en 2% al tipo resultante de la
media de los tres países con tipos oficiales mas bajos, permanencia del cambio de las monedas dentro de la banda
estrecha del Sistema Monetario Europeo al menos durante dos años. Estos objetivos obligan a los Estados miembros
a un severo programa de convergencia. Si se consiguiera, la moneda única se establecerla en 1997, o, en su caso, en
1999.
-Principio de cohesión, Como principio general de las actuaciones de la Comunidad ha de conseguirse el
desarrollo equilibrado de todas las regiones y Estados miembros, para lo que se aprobaron los denominados “fondos
de cohesión!”
-Reforma institucional. Profundizando en la vía iniciada por el Acta Única, el voto por mayoría cualificada se
convierte en el procedimiento normal reservándose la unanimidad para cuestiones de política exterior, de política
interior, justicia y fiscalidad. Al mismo tiempo se crea, inicial- mente con competencias consultivas, el Comité de las
Regiones.
-Ciudadanía europea. En las disposiciones finales se reconoce a los habitantes de los países miembros derecho
de libre circulación y residencia dentro del territorio comunitario, derecho de sufragio activo y pasivo en las
elecciones municipales y al Parlamento europeo en el lugar de residencia, derecho de petición al Parlamento europeo,
protección consular y diplomática fuera de la Comunidad por las embajadas de los Estados miembros.
El tratado refuerza la identidad europea de los ciudadanos y proporciona múltiples ventaja a los estados, pero
ha suscitado una crisis de confianza
Seguramente no sería el último paso, y el peso de la historia es muy fuerte. Estados con siglos de soberanía se
resisten a perder en un grado fuera de control parcelas de decisión. Empero, si se vuelve la vista al proyecto
originario, de los Monnet, Schumann y Spaak, se comprueba que Maastricht no intenta otra cosa que articular
institucionalmente lo que en los años cincuenta se esbozó como una utopía.

6. LA ORGANIZACIÓN DE ESTADOS AMERICANOS


Mientras otros continentes contemplan su división política (Europa occidental-Europa oriental), o carecen de
conciencia continental (Asia), o perturban la visión unitaria con tribalismos y regionalismos (África), en América,
bajo la batuta de los Estados Unidos, han prevalecido vínculos de solidaridad entre las naciones, hasta el punto de
orientar la política exterior por los senderos de la guerra fría en vez de colocarse los gobiernos de la América latina en
el grupo de países no alineados, como les correspondería por sus índices de subdesarrollo peculiares del Tercer
Mundo. Esta subordinación al gigante del Norte es compatible con un sentimiento bastante generalizado en los
pueblos de antinorteamericanismo, de vez en vez espoleado por alguna intervención de Washington en la política
interior de una nación del Centro o Sur del continente. A pesar de los intentos de política continental que se afrontan
en los últimos años del siglo XIX, hasta la Segunda Guerra Mundial no se define una zona de seguridad destinada a
confirmar la neutralidad del continente, si bien tras la entrada de los Estados Unidos en el conflicto se proclame la
solidaridad de las repúblicas americanas con las cláusulas de la Carta del Atlántico
El tratado de Río de Janeiro (septiembre de 1947), llamado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca,
constituye el primer documento colectivo en el que asoma la identidad continental. Según su articulado cualquier
ataque armado a un Estado americano será considerado como un ataque contra el conjunto de los firmantes y se
acordará la ayuda que ha de prestársele. Al mismo tiempo se prevé la adopción de medidas conjuntas ante una
agresión no armada -boicot económico, condena de otra asociación plurinacional- que pueda poner en peligro la paz
de América. Las medidas pueden ser adoptadas individualmente por cada Estado, sin necesidad de consulta, y
colectivamente, tras acuerdo refrendado por dos tercios de los votos. Los Estados se reservan, no obstante, la forma o
el momento de la ayuda. Para fijar las circunstancias de aplicabilidad de la cláusula de agresión se establece una zona
de seguridad que abarca el continente, sus islas y las aguas comprendidas en 300 millas desde la costa. Por la fecha,
1947, inicio de la guerra fría, el tratado de Río supone un engranaje más en los sistemas de alianzas que las
superpotencias montan; por otra parte, aunque invoca el articulo 51 de la Carta de Naciones Unidas, que reconoce el
derecho de autodefensa individual y colectiva, es difícilmente compatible con el articulo 53, que impide cualquier
acción compulsiva de asociaciones regionales de Estados sin la autorización del consejo de Seguridad.
Entre marzo y mayo de 1948 se reúne en Bogotá la IX Conferencia de Estados Americanos, que culmina sus
sesiones con la Carta de Bogotá, acta de reacción de la Organización de Estados Americanos (O EA). La Carta
supone, n primer lugar, el refuerzo de la institucionalización del panamericanismo, Son cuatro órganos principales:
Conferencia Interamericana, órgano supremo que se reúne cada cinco años; Reunión de Consulta de los ministros de
Exteriores para tratar los asuntos urgentes; Consejo de la Organización, de carácter permanente, con sede en
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Washington, que vela por el cumplimiento de las soluciones de las Conferencias, y la Unión Panamericana, que
desempeña funciones de Secretaría. Más de cuatrocientos millones de habitantes de 24 Estados se incorporan a la
Organización, en la que otros Estados, Trinidad- Tobago, Jamaica.. etc., se integran después de su independencia.
La Organización de Estados Americanos presenta las más fuertes discordancias, entre su vida real y su
articulado, que puedan observarse en cualquier institución plurinacional. Su instrumentalización por los Estados
Unidos le ha impedido fomentar vínculos auténticos entre las naciones americanas. Así, en el orden económico, el
dominio norteamericano se ha sobrepuesto L cualquier programa de industrialización o desarrollo del Sur, y los
intentos le crear espacios a la manera del mercado común europeo, como la Asociación latinoamericana de libre
comercio, o el Pacto andino, se han creado al margen de la OEA. Por otra parte, el intervencionismo de Washington
choca paladinamente con la letra del artículo 15:
«Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho a intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos
internos o externos de cualquier otro. El principio anterior excluye no solamente la fuerza armada, sino también
cualquier otra forma de ingerencia... Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter
económico y político para forzar la voluntad soberana de otro Estado.
En el articulo 17 se declara la inviolabilidad territorial de los Estados, que no pueden ser objeto de ocupación
militar .El gobierno norteamericano ha interpretado no obstante que el articulo 19 le permitía, tras una votación
favorable, aplicar las cláusulas del tratado de Río de defensa del continente. La conversión de la OEA en un
instrumento de la guerra fría queda clara en la resolución de la X Conferencia Interamericana de Caracas (marzo de
1954), en la que se vota la «declaración de solidaridad para la preservación de la integridad política de los Estados
americanos contra una ingerencia del comunismo Internacional, con la pretendida ingerencia del comunismo en
algunos países los Estados Unidos promovieron la intervención de una fuerza militar en Guatemala contra el
gobierno Arbenz (Junio de 1954), y se adoptaron medidas de prevención contra Cuba, a la que se expulsó de la
Organización en la Octava Reunión de Consulta, en Punta del Este (enero de 1962), cuando se pudo obtener la
mayoría de dos tercios de los votos. El control por los Estados Unidos se puede comprobar en todas las reuniones de
consulta o en las conferencias de presidentes. La discordancia con el articulado es más clara en la X Reunión de
Consulta, celebrada en Washington en mayo de 1965. Un mes antes fuerzas afuladas norteamericanas habían
invadido y ocupado la República Dominicana, con el pretexto de impedir la guerra civil entre el presidente Bosch y
un sector del ejército alzado. La Conferencia no sólo legitimó esta intervención sino que acordó crear una Fuerza
Internacional de Paz, que en lo sucesivo evitaría a Washington la «violencia» de defender sus posiciones enarbolando
su propia bandera.
A pesar de que la OEA no ha propiciado la agonía de la política del bastón que Theodore Roosevelt había
blandido a principios de siglo, en contenciosos entre los Estados miembros ha conseguido que las conversaciones
sustituyeran a la confrontación pura y simple de los ejércitos.

7. OTRAS INSTITUCIONES SUPRANACIONALES


Una relación de asociaciones supraestataIes seria larga, prueba de la intensidad del movimiento integrador en
el mundo de la posguerra, por lo que nos limitamos a citar las más importantes de los continentes a los que todavía
no hemos hecho referencia.
La Liga Árabe, fundada en El Cairo en 1945 antes del final de la Segunda Guerra Mundial, convocó a
Estados independientes ya algunos que gozaban de independencia teórica, como Irak y Egipto, o que sólo tenían
expectativas de conseguirla, como Siria y Líbano. Su operatividad ha sido escasa por diversos motivos. En primer
lugar por su débil estructura institucional, puesto que las cumbres de jefes de Estado o de gobierno tienen carácter de
super órgano y pueden anular las resoluciones del Majlis o Consejo, o las de los comités especializados. Por otra
parte, conviven en su seno Estados de estructura feudal, como Arabia Saudí, y progresistas, como Argelia, entre los
cuales los puntos de discordia son frecuentes, y sobre todo, su obsesión de acabar con el Estado de Israel ha
monopolizado Su atención, desviándola excesivamente hacia los temas militares, hacia las cláusulas de defensa
colectiva, Con olvido de las posibilidades de cooperación en otros campos.
En África varias asociaciones pluriestatales, surgidas con la independencia, han confluido en la OUA
(Organización para la Unidad Africana), cuyos inspiradores fueron Nkrumah y Nasser. La Carta se firmó en Addis
Abeba en 1963, y aparte de fijarse como objetivos la solidaridad de los países africanos, el desarrollo y .la solución
pacífica de los conflictos, recoge en su texto .la .lucha contra el colonialismo, principio lógico en un continente de la
experiencia del africano. Pero los problemas de la descolonización han sido tan graves, por ejemplo el de las
fronteras, al no coincidir las políticas de las colonias con las étnicas, que la OUA se ha limitado a mantener el statu
quo y a adoptar una postura pasiva en los contenciosos que surgen. No obstante ha solucionado algunos conflictos y
obtenido triunfos claros, como la retirada de Ghana, en 1965. de parte del territorio que había ocupado en el Alto
Volta, ha frenado acciones subversivas promovidas por algún Estado dentro de un territorio vecino y mediado en
guerras civiles.
Asia no ofrece cohesión política, de ahí que no exista un órgano de la amplitud de la OEA o de la OUA. Pero
la corriente supranacional no lo ha dejado sin las correspondientes organizaciones, como la SEATO. Que intenta
359
frenar el avance del comunismo en el sudeste asiático, o el ASEAN, concebido para promover el desarrollo
económico en este mismo ámbito geográfico, o el Banco Asiático de Desarrollo, que nació con ambiciones
continentales de impulsar el despegue de los países que lo respaldan con sus contribuciones. En número preponderan
las organizaciones militares, como el Pacto de Bagdad (1954), firmado por Gran Bretaña, Turquía, Irán, Irak y
Pakistán. Pero son de mayor influencia los que prevén la cooperación en los campos económico y social, como el
Plan Colombo. (1950), de 24 miembros, todos los países asiáticos no comunistas, Gran Bretaña, Australia, Nueva
Zelanda, Canadá y Estados Unidos.
Lo mismo que la ONU, la historia de todas las asociaciones regionales de Estados ofrece luces y sombras.
Han llegado a estar controladas o convertidas en instrumentos de las superpotencias, como el COMECON o la
OEA, o pasivas, como la OUA, o traumatizadas por un tema obsesivo, como la Liga Árabe. Pero han solventado
muchos litigios, han impedido enfrentamientos bélicos, han suscitado sentimientos de colaboración. y son, como los
Estados nacionales en otros siglos, realidades del mundo de hoy con las que hay que contar para comprenderlo.

8. LA CONFERENCIA DE HELSINKI
El ecumenismo en la política internacional, además de las organizaciones supranacionales, ofrece otra
modalidad extraordinariamente novedosa, la Conferencia a la que acuden las naciones de los dos bloques a firmar
acuerdos que derivan en un embrión institucional, cuando se fijan nuevas reuniones y órganos de vigilancia. Es el caso
de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, que intentó liquidar definitivamente los residuos de la
guerra fría y constituye; sin duda, uno de los acontecimientos más sorprendentes del mundo de posguerra. Al
dividirse Europa en dos bloques políticos antagónicos parecía que ya no podría convocarse a todas las naciones en un
programa común; en Helsinki se consiguió, en 1973, este diálogo en pie de absoluta igualdad de las naciones
asistentes. La iniciativa partió del Pacto de Varsovia, en su reunión de Budapest en el verano de 1966, al solicitar una
conferencia de todas las naciones de Europa en la que «se podría prever la obligación de los Estados firmantes de
guiarse en sus relaciones recíprocas por el interés de la paz, de resolver las controversias únicamente por medios
pacíficos, de realizar consultas e intercambios de información La OTAN pidió y consiguió que, simultáneamente, se
celebraran conferencias sobre la reducción de fuerzas en Europa. La política exterior del canciller germano Willy
Brandt de apertura al Este, a partir de 1969, impulsó definitivamente la posibilidad de diálogo.
A la conferencia de Helsinki asistieron todos los Estados europeos, excepto Albania, y los Estados Unidos y
Canadá. La reunión se inició a finales de noviembre de 1972, pero se entretuvo en el estudio de las normas de
procedimiento, por lo que el orden del día se fija en el primer semestre de 1973. El documento de trabajo se dividió
en cuatro «cestos, o partes: 1.° cuestiones relativas a la seguridad en Europa; 2.°, cooperación en los campos de la
economía, ciencia y medio ambiente; 3.°, cooperación humanitaria; 4.°, continuación de la Conferencia por medios
institucionales Las diferencias entre los dos bloques fueron constantes, especialmente en el capítulo de seguridad, en
el que la URSS reclamaba enérgicamente la inviolabilidad de las fronteras tal y como habían quedado dibujadas en la
posguerra. El respeto a los derechos del hombre, tema en el que Italia actuó como portavoz de las naciones
occidentales, señaló la diferente concepción de las relaciones Estado-ciudadano que tienen los dos bloques. La
propuesta danesa fue la más detallada en cuanto a libertad de movimientos, ejercicio de la profesión de periodista,
cooperación cultural en la cinematografía, radio, televisión, libros. En los debates se incluyeron todos los puntos
propuestos por las delegaciones en las conversaciones preliminares, incluso aquellos sobre los que la divergencia había
sido más áspera.
La Conferencia propiamente dicha se celebró en tres fases, entre el verano de 1973 y el de 1975, El Acta final
se divide en varias partes, En el preámbulo se indica el espíritu que presidió la adopción del documento: «con ánimo
de mejorar e intensificar las relaciones entre los Estados participantes, contribuyendo así a la paz, seguridad, justicia y
cooperación en Europa y el acercamiento entre los Estados europeos y el resto del mundo», Algunos aspectos básicos
del Acta de Helsinki son:
-declaración de inviolabilidad de las fronteras. La URSS deseaba mantener el statu quo territorial
centroeuropeo, mientras Alemania Federal se proponía conseguir la reunificación de las dos Alemanias, de ahí los
debates entre los términos inmutabilidad -que atarla a Bonn- e inviolabilidad, el finalmente acordado:
-desarme. No se incluye una disposición que declare, como una resolución de las Naciones Unidas, que las
guerras de agresión constituyen un crimen, pero se prohíbe la propaganda a favor de la guerra de agresión y, pide se
den «pasos encaminados al objetivo final del desarme general y completo bajo un control internacional estricto v
eficaz»:
-arreglo pacífico de controversias; los Estados se comprometen a estudiar la creación de un sistema europeo
sobre la base de un documento presentado por Suiza. y para disminuir la tensión adoptar medidas como la
notificación previa de maniobras militares.
-en el campo humanitario se acuerda un conjunto de disposiciones que tiene como núcleo central el
enriquecimiento de la personalidad humana, pero no se fija ningún mecanismo para aplicarlas;
-en el campo de la cultura y la educación los acuerdos de colaboración son amplios, y por añadidura todos los
estados se comprometen a respetar las culturas de las minorías étnicas.
360
De una lectura atenta del Acta se desprende la comprobación de que los Estados no han querido atarse
excesivamente, evitando expresiones como «acuerdan», «quedan obligados», salvo en algunas materias poco
conflictivas. Pero en cualquier caso constituyen las Actas de Helsinki un conjunto de pautas de conducta política y
ética que contribuyeron a cambiar el clima internacional. Quizá, como apuntaba un comentarista, todo se limite a que
las dos superpotencias coinciden en la conveniencia de disminuir la tensión en Europa, pero es innegable que estos
foros aproximan, eliminan recelos y crean sus mecanismos propios, que, en ocasiones, alejan la guerra, aunque sea
sólo la guerra fría. No es pequeña la contribución de esta forma atípica de institución supranacional.

D0CUMENTOS
I. DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS
Por su importancia, incluimos íntegro este documento trascendental, aprobado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948. Merece lectura detenida. Puede ordenarse su contenido distinguiendo
puntos estrictamente políticos, como la defensa de la democracia, principios que afectan al individuo en cuanto a la
dignidad de su persona y los que requieren condiciones económicas para la consecución de una vida digna, y por otra
parte afirmaciones que reclaman un ordenamiento nuevo de las relaciones internacionales (Preámbulo). Distíngase,
asimismo, postulados que se heredan de los principios liberales de la Revolución Francesa y de los documentos del
siglo XIX y postulados que se extraen de situaciones y problemas característicos del siglo XX.

“Declaración Universal de Derechos Humanos Preámbulo


Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana. Considerando que el
desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la
conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de
un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la
libertad de creencias;
Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el
hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión.
Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas
entre las naciones; Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmando en la Carta su fe en
los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos
de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social ya elevar el nivel de vida dentro de
un concepto más amplio de la libertad; Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en
cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades
fundamentales del hombre; y
Considerando que una concepción común de estos derechos, y libertades es de la mayor importancia para el
pleno cumplimiento de dicho compromiso;

La Asamblea General proclama:


LA PRESENTE DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS como ideal común por
el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse. a fin de que tanto los individuos como las instituciones,
inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la educación, el respeto a estos derechos y
libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación
universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados
bajo su jurisdicción.
Articulo I. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y. dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternal- mente los unos con los otros.
Articulo 2. 1. Toda persona tienen todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
2. Además no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o
territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio
bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
Articulo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida. a la libertad ya la seguridad de su persona.
Articulo 4. Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están
prohibidas en todas sus formas.
Articulo 5. Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Articulo 6. Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

361
Articulo 7. Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos
tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación
a tal discriminación.
Articulo 8. Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que
la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.
Articulo 9. Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado. Articulo 10. Toda persona tiene
derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e
imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación contra ella en
materia penal.
Articulo 11. 1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías
necesarias para su defensa. 2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no
fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable
en el momento de la comisión del delito.
Artículo 12. Nadie será objeto de ingerencias arbitrarias en su vida privada, su Familia, su domicilio o su
correspondencia, ni de ataques a su honra ya su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley
contra tales ingerencias o ataques.
Artículo 13. 1. Toda persona tiene derecho a circular libremente ya elegir su residencia en el territorio de un
Estado
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.
Artículo 14. 1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en
cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o
por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.
Artículo 15. 1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.
2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.
Artículo 16. 1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por
motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al
matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio. .
,3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la
sociedad y del Estado.
Artículo 17. 1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente. 2. Nadie será privado
arbitrariamente de su propiedad.
Artículo 18. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento de conciencia y de religión: este derecho
incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia así como la libertad de manifestar su religión o su creencia,
individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de
no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Artículo 20. 1. Toda persona tiene derecho ala libertad de reunión y de asociación pacíficas.
2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
Artículo 21. 1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio
de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, alas funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará mediante
elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro
procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.
Artículo 22. Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, ya obtener,
mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada
Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre
desarrollo de su personalidad.
Artículo 23. 1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones
equitativas y satisfactorias de trabajo ya la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así
como a su familia, una existencia confome a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por
cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos ya sindicarse para la defensa de sus intereses.
362
Artículo 24. Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable
de la duración del trabajo ya vacaciones periódicas pagadas.
Artículo 25. 1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia,
la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales
necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros
casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especia- les. Todos los niños, nacidos de
matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
Artículo 26. 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción
técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de
los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del
respeto a los derechos humanos ya las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión. la tolerancia y la amistad
entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las
Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Artículo 27. 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a
gozar de las artes ya participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le correspondan por
razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.
Articulo 28. Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los
derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.
Articulo 29. I. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar
libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las
limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y
libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral; del orden público y del bienestar general en
una sociedad democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán, en ningún caso, ser ejercidos en oposición a los propósitos y
principios de las Naciones Unidas.
Articulo 30. Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno
al Estado, aun grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la
supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.”

2. DISCURSO DE PABLO VI ANTE LA ASAMBLEA DE LAS NACIONES UNIDAS (4 DE


OCTUBRE DE 1965)
Señalar con frases textuales algunos puntos fundamentales: respaldo a las Naciones Unidas, razones históricas
que requerían su existencia, problemas actuales que exigen su permanencia, transformación de las relaciones
internacionales que ha propiciado, democracia interna.
“I. Nuestro mensaje, puede ser, en primer lugar, una ratificación moral y solemne de esta alta institución. Este
mensaje procede de nuestra experiencia histórica. Es en calidad de «experto en humanidad, como Nos aportamos a
esta organización el sufragio de nuestros últimos predecesor, el de todo el episcopado y el nuestro, convencidos como
Nos estamos de que la organización representa el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial.
Al decir esto, Nos tenemos conciencia de hacer nuestra tanto la voz de los muertos como la delos vivos; de los
muertos caídos en las terribles guerras del pasado, soñando en la concordia y la paz del mundo; de los vivos que han
sobrevivido alas mismas y que condenan en sus corazones a quienes intentaran renovarlas; también de otros vivos: las
jóvenes generaciones de hoy, que avanzan confiadas, esperando con derecho una humanidad mejor.
Hacemos también nuestra la voz de los pobres, de los desheredados, de los desgraciados, de quienes aspiran a
la Justicia, a la dignidad de vivir, ala libertad, al bienestar y al progreso. Los pueblos se vuelven hacia las Naciones
Unidas como hacia la última esperanza de la concordia y de la paz.
No nos atrevemos a traer aquí, con el nuestro, su tributo de honor y esperanza, y he aquí que para vosotros
también es grande este momento.
El edificio no debe caer en ruinas
2. Nos sabemos que vosotros sois plenamente concientes de ello. Escuchad, pues, a continuación, nuestro
mensaje. Todo el está vuelto hacIa el futuro. El edificio que habéis construido no debe jamás caer en ruinas. Debe ser
perfeccionado y adaptado a las exigencias que la Historia del mundo presentará. Vosotros determináis una etapa en el
desarrollo de la Humanidad: en lo sucesivo, al ser imposible ir hacia atrás, será necesario avanzar.

363
A la pluralidad de los Estados, que no pueden ignorarse los unos a los otros por más tiempo, vosotros
proponéis una forma de coexistencia extremadamente sencilla y fecunda. Hela aquí: en primer lugar, reconocéis y
distinguís los unos de los otros. Ciertamente, vosotros no conferís la existencia a los Estados, pero calificáis como
digna de sentarse en la Asamblea ordenada de los pueblos a cada una de las naciones. Vosotros concedéis un re-
conocimiento de alto valor moral y jurídico a cada comunidad nacional y le garantizáis una honorable ciudadanía
internacional. Esto ya constituye un gran servicio a la causa de la Humanidad: definir y honrar a los sujetos
nacionales de la Comunidad mundial; establecerlos sobre una juridicidad que les vale el reconocimiento y el respeto
de todos y de dónde puede derivar un sistema ordenado y estable de vida internacional. Vosotros sancionáis el gran
principio de que las relaciones entre los pueblos deben regularse por la razón, por la justicia, el derecho y la
negociación y no por la fuerza, ni por la violencia, ni por la guerra, no más que por el miedo y por el engaño.
Sois un puente entre los pueblos
Así debe ser, y permitidnos que-os felicitemos por haber tenido la sabiduría de abrir el acceso a esta Asamblea
a los pueblos jóvenes, a los Estados que han accedido hace poco a la independencia y a la libertad nacionales. Su
presencia aquí es la prueba de la universalidad y de la magnanimidad que inspiran los principios de esta institución.
Así debe ser. Este es nuestro elogio y nuestro deseo y, como podéis comprobar, no lo atribuimos de fuera: lo
atribuimos de dentro, del genio mismo de vuestra fe.
3. Nuestro saludo va mucho más lejos aún y nuestro mensaje avanza con él. Vosotros existís y trabajáis para
unir a las naciones, para asociar a los Estados. Adoptemos la fórmula: para unir los unos con los otros vosotros sois
una asociación, un puente entre los pueblos. Sois una red de relaciones entre los Estados. Casi estamos tentados a
afirmar que vuestra característica refleja de algún modo en el orden temporal que nuestra Iglesia católica quiere ser en
el orden espiritual: única y uníversa1. No se puede concebir nada más elevado, en el plano natural, en la construcción
ideológica de la Humanidad. Vuestra vocación es hacer fraternizar, no a unos pueblos, sino a todos los pueblos.
¿Empresa difícil? Sin duda alguna. Pero esta es la empresa, esta es vuestra noble empresa, ¿quién no ve la necesidad de
llegar progresivamente a la instauración de una autoridad mundial que esté en condiciones de actuar eficazmente en el
plano jurídico y político?
Una vez más repetimos nuestro deseo: Id hacia adelante. Más aún: actuad de forma que atraigáis hacia
vosotros a quienes se han separado de vosotros; estudiad el modo de llamar a vuestro pacto de fraternidad, con honor
y con lealtad, a quienes no le comparten aún. Actuad de forma que aquellos que están aún fuera deseen y merezcan la
confianza común y sed entonces generosos en concedérsela, y vosotros que tenéis la oportunidad y el honor de
sentado sen esta Asamblea de la Comunidad pacífica, escuchadnos: haced que esta confianza mutua que os une y os
permite llevar acabo grandes cosas, nunca sea defraudada v traicionada.
Que nadie sea superior a los demás
4. La lógica de este deseo, que puede decirse pertenece a la estructura de vuestra organización, nos lleva a
completarlo con otras fórmulas. Helas aquí: que nadie, como miembro de vuestra unión, sea superior a los demás;
que ninguno esté por encima del otro. Es la fórmula de la igualdad. Bien sabemos que, además, hay otros factores a
considerar, amén de la simple pertenencia a vuestro organismo; pero la igualdad también forma parte de su
constitución; no es que seáis iguales, sino que aquí 0s hacéis iguales. Y, tal vez, para muchos de vosotros, sea éste un
acto de gran virtud. Permitidme que os lo digamos, Nos, representante de una religión que opera por la salvación con
la humildad de su divino Fundador. Es imposible ser hermano, si no se es humilde. Ya que es el orgullo, por muy
inevitable que éste pueda parecer, el que provoca las tensiones y las luchas por el prestigio, por el predominio, por el
colonialismo, por el egoísmo; es el orgullo el que rompe la fraternidad.
5. Y aquí es donde nuestro mensaje llega a su punto culminante (...) Es la palabra que esperáis de Nos y que
Nos no podemos pronunciar sin estar, consciente de su gravedad ni de su solemnidad. Nunca unos contra otros;
jamás, jamás, en lo sucesivo. ¿Es que no ha nacido para esta finalidad la Organización de las Naciones Unidas, contra
la guerra y en favor de la paz? Oíd las palabras lúcidas de un gran desaparecido, John Kennedy, que proclamaba, hace
cuatro años: «La Humanidad tendrá que poner fin a la guerra o, si no, será la guerra la que ponga fin a la
Humanidad.. No hay necesidad de largos discursos para proclamar la finalidad de vuestra institución. Basta recordar
que la sangre de millones de hombres, que inauditos e innumerables sufrimientos. Inútiles matanzas y espantosas
ruinas sancionan el pacto que os une, en un juramento que debe cambiar la Historia futura del mundo; no más
guerra, no más guerra. Es la paz, la que debe guiar el destino de los pueblos y de toda la Humanidad.”

CAPITULO XXXIV: LA DESCOLONIZACIÓN - EL TERCER MUNDO


1. EL PROCESO DE LA DESCOLONIZACIÓN
Uno de los hechos capitales del mundo contemporáneo es el acceso de varias docenas de naciones, en su
mayoría del hemisferio Sur, a la independencia política. Mil quinientos millones de hombres pertenecientes a
civilizaciones que parecen haber despertado de un sueño milenario, modifican sus formas de vida para ingresar en la
364
era de la técnica occidental. La emancipación su- pone también la confrontación de las culturas, la eventualidad de la
pérdida de identidad de las más atrasadas materialmente, lo que ha provocado, al mismo tiempo que actitudes de
imitación, fenómenos paralelos de repulsión. Tibor Mende ha señalado una dualidad de posiciones: imitación de la
técnica occidental y rechazo de sus valores espirituales para reafirmar otros continentes los de su propia tradición: .El
hemisferio Sur, en su conjunto, se ha comprometido en una lucha para entrar en su primera revolución industrial. Por
otra parte el foso intelectual y cultural entre los Estados-Providencia de la zona septentrional y los países
materialmente atrasados del hemisferio Sur adquiere una nueva significación. Se expresa menos en calorías o en rentas
per cápita que por la distancia cada vez mayor entre mentalidades y culturas específicas de una y otra parte en el
pensamiento, la organización social y el sistema de valores». El mundo de hoy no puede comprenderse sin la atención
a un proceso que ha modificado las relaciones entre los continentes, cuya importancia ha sido resaltada por René
Remond: .Si se quiere reducir la historia política del mundo de los dos últimos siglos a algunos elementos
constitutivos, habría que retener la revolución de 1789, la Revolución rusa de 1917 y la emancipación de los
continentes sometidos desde hace siglos a la dominación de Europa y del hombre blanco».
El término descolonización es utilizado por vez primera por el periodista francés Henri Fronfrede en un
manifiesto. .De la descolonización de Argelia», incluido en el Memorial bordelés (1837). Durante el siglo XIX,
período clásico de constitución de imperios pluricontinentales, el término se olvida, para ser recuperado por el
comunista indio Roy en una obra de 1927. Tras la Segunda Guerra Mundial se multiplican los libros y ensayos que
analizan el proceso de disolución de los imperios coloniales; algunos lo consideran un fenómeno natural, no violento,
sinónimo de mayoría de edad o de independencia, así el ex gobernador Robert Delavignette, quien intenta formular
un modelo ideal de descolonización, entendiéndola como el ascenso de los pueblos amarillo y negro bajo la tutela
blanca; otros, como Franz Fanon, sostienen que «la descolonización es siempre un fenómeno violento, y que los
pueblos jóvenes han de buscar otros caminos y pautas diferentes a las de las potencias industriales. Esta divergencia
creciente entre colonizadores y colonizados es sostenida en la mayoría de los tratados; el dirigente africano Leopold
Sédar Senghor escribe sobre la abolición «de todo complejo de inferioridad en la mente del colonizado., Albert
Memmi del rechazo de las bases materiales de las potencias, Jacques Berque señala como inicio del proceso el
momento en que los países colonizados, «saturados de occidentalización., se ponen en desacuerdo con sus modelos y
asumen su identidad en los campos político y económico. Chesneaux plantea dudas sobre la precisión del término
descolonización, que en su opinión es tan solo antinómico de colonización y podría sugerir que los dos procesos
dependen de iniciativas de las metrópolis, lo que «no corresponde al auténtico movimiento de la historia, El resorte
de la colonización se encontraba en Europa; el de la descolonización fuera de Europa..
Varias son las raíces de este proceso definidor de nuestra época. Habría que considerar factor estimulante el
diferente ritmo de expansión demográfica. Hemos visto que la colonización decimonónica está posibilitada por un
incremento notable de la población europea; el proceso inverso de la descolonización del siglo XX se produce tras la
revolución demográfica de los países atrasados, al reducirse sus tasas de mortalidad sin que en compensación se
produjera un descenso similar de sus índices de natalidad. Sobre la base de que la población del globo se duplica
entre; 900 y 1950, Europa, con 400 millones de habitantes a principios de siglo y 600 millones a mediados, señala
un ritmo de crecimiento que es tan solo la mitad del mundial, mientras la población del Tercer Mundo aumenta,
como luego veremos, aun ritmo superior a la media mundial. Estos pueblos tienen conciencia de los niveles de vida
europeos a través de la radio, televisión y viajes, y desean alcanzarlos, para lo que es imprescindible su mayoría de
edad política. A una demografía galopante se une el afán de una mejor calidad de vida. El nacionalismo, que ha sido
un factor generador de Estados en la Europa del siglo XIX, es la gran fuerza que impulsa ala independencia a los
otros continentes en el siglo XX. Los pueblos de América y Asia son conscientes de su retraso material, pero también
de sus diferencias de cultura y de la originalidad de sus tradiciones. De esta manera surge al lado de un nacionalismo
modernista, que con la imitación de Europa procura acelerar su progreso, un nacionalismo xenófobo, que pone en
primer plano el fortalecimiento de las creencias, costumbres y lenguas propias.
La coyuntura internacional es propicia a la desaparición de la hegemonía europea. En la Primera Guerra
Mundial los pueblos colonizados aportan hombres o materias primas a la metrópoli; con el choque entre las naciones
que africanos y asiáticos consideraban superiores el-europeo pierde parte de su prestigio; por otro lado en la,
posguerra, en vez de compensar la ayuda de las colonias durante el conflicto, las potencias europeas sólo piensan en
resarcir- se de sus problemas mediante una intensificación de la explotación colonial. Desengafiados de Europa, los
líderes nacionalistas se convierten en enemigos de sus metrópolis. El proceso se repite e intensifica durante la
Segunda Guerra Mundial, con la novedad de que algunas colonias se convierten en escenarios bélicos y soportan su
carga de sufrimiento y muertes.
La actitud de las grandes potencias es, en general, favorable al proceso descolonizador, y, en especial, la
revolución bolchevique constituyó un estimulo de primer orden. En el año 1919, en el primer congreso de la
Internacional comunista. Trotsky identifica la lucha de liberación nacional con la de liberación social, aquélla implica
a ésta; Lenin con mayor precisión, en el congreso del año siguiente, distinguió la burguesía reformista de las colonias,
proclive a entenderse con las metrópolis, de la burguesía revolucionaria que impulsa los movimientos de
.independencia. En Estados Unidos Wilson se expresa contra el colonialismo en un mensaje de 1913 y al formular
365
los 14 puntos, y años después Roosevelt mantiene esta postura en sus mensajes y en las conferencias internacionales;
siguiendo su inspiración, la Carta del Atlántico reconoce «el derecho de todo pueblo a elegir la forma de gobierno
bajo la que ha de vivir»; que Churchill acepte una fórmula tan clara sugiere la actitud enérgica del presidente
norteamericano en la cuestión colonial. Las tensiones de la guerra fría contribuyeron a que Truman mantuviera una
actitud de comprensión por el proceso descolonizador; en el denominado Cuarto Punto (1949), programa de
cooperación económica, asegura que los descubrimientos científicos y el progreso han de servir «para ayudar a los
pueblos libres del mundo...» y «para ayudar a crearlas condiciones que puedan conducir a la libertad de cada país ya
la felicidad de la humanidad entera». En conjunto, el Occidente ejerce una influencia estimulante, incluso las
potencias coloniales, ya que los estudios de líderes de las colonias en las universidades europeas y la recepción de la
filosofía y la ciencia occidentales muestran que la pobreza y el atraso no son el resultado de decisiones divinas sino
consecuencia de la organización social y de conquistas mentales de los hombres. Las Iglesias y las sociedades
internacionales influyen también en la consolidación de una mentalidad descolonizadora. En 1953 los obispos de
Madagascar, en una pastoral colectiva, sostenían «el derecho de los pueblos a gobernarse por sí mismos»;
posteriormente las grandes encíclícas papales, la Pacem in Terris de Juan XXIII y la Populornm progressio de Pablo
VI, exaltan el principio de la independencia de los pueblos. En 1927 se funda en Bruselas la «Liga contra el
Imperialismo» y la Sociedad de Naciones defiende en algunas ocasiones a los pueblos no europeos en situación difícil
o sometida. En la Carta fundacional de las Naciones Unidas (1945) se recoge la doctrina de la tutela, por la que los
territorios tutelados adquirirían la capacidad de administrarse por sí mismos, y la declaración sobre territorios no
autónomos, que impone a las potencias coloniales la «misión sagrada» de procurar el bienestar de las poblaciones
indígenas, Tras una serie de resoluciones la ONU incluye en 1952. en el articulado de los Derechos del Hombre,
uno nuevo, que declara: «Todos los pueblos tienen el derecho a disponer de sí mismos»; posteriormente nace el
Comité de los 24 cuyo cometido es el estudio de los problemas coloniales y el fomento de la descolonización.

2. LA INDEPENDENCIA DE ASIA Y OCEANÍA


En Asia la modernización y expansión de Japón constituyó un estimulo vigoroso para las naciones todavía
sometidas al dominio europeo. En la secuencia que Chesneaux ha detectado en la historia de los nacionalismos
asiáticos el factor nipón parece indiscutible. En 1905 se produce una oleada de nacionalismos, que alguna relación
tiene con la victoria de Tokio en su guerra contra Moscú; en 1930 se intensifican los movimientos independentistas,
lo que debe relacionarse más que con la crisis del 29, como se sugiere alguna vez, con la expansión japonesa por
Corea y el continente. Si Japón constituye un estimulo, en la India se configura el gran modelo independentista; la
India inicia el proceso, suministra líderes con prestigio y anticipa los problemas que en mayor o menor grado van a
presentarse a las naciones jóvenes. En 1950 escribía Nehru: «Los rasgos que caracterizan el Asia de hoy son una
reacción contra los regímenes coloniales, el renacimiento del patriotismo, la aspiración a una reforma agraria, el deseo
de acortar el retraso de su economía, y una voluntad apasionada de libertad.
El nacionalismo indio tiene su primera manifestación en el partido del Congreso, fundado en 1885 con
asentimiento inglés y un programa de colaboración autónoma con las autoridades imperiales. A partir de 1914
Gandhi difunde su doctrina de la no violencia y la no colaboración, para él la salvación de la India estriba en la
transformación espiritual antes que en la social o constitucional; su prestigio llegó a ser enorme y prueba de ello es el
titulo de mahatma, «alma grande, con el que aún hoy se le conoce. A partir de la Primera Guerra Mundial no sólo los
elementos progresistas de la alta burguesía india sueñan con una nueva situación política, sino también la pequeña
burguesía urbana y sectores de las masas, incitadas por la miseria y por la epidemia de posguerra, que mata a 14
millones de indios. En 1920 entra en vigor un régimen de diarquía, un gobierno central formado por el virrey y su
consejo ejecutivo, y consejos provinciales con participación de la oligarquía indígena y que se ocupan de la salud, la
agricultura y la educación. Pero los indios reclaman reformas más profundas y Gandhi consigue establecer un boicot
a los tribunales, instituciones de enseñanza, etc., y que no se paguen-impuestos. En 1922 hay 30.000 indios en
prisión. Un discípulo de Gandhi, Nehru, que ha tomado contacto con los medios socialistas europeos, comienza a
reclamar la independencia completa. Al estallar la Segunda Guerra Mundial el virrey declara a la India beligerante sin
consultar a los representantes del país. Inglaterra rehúsa toda promesa de independencia. Un jefe bengalí, Subhas
Chandra Hose, funda el movimiento de la India libre y recluta un ejército nacional que combate contra los ingleses y
apoya en Hirmania a los japoneses; en esta coyuntura algunos políticos ingleses comienzan a apoyar la independencia,
que se concede en 1947, por el procedimiento de partir la gran colonia en dos Estados de diferente confesión
religiosa: la India (hindú) y Pakistán (musulmán), aparte de Ceilán, que se convierte en un Estado budista. Los
problemas de miseria y de transferencias de población con que hubo de enfrentarse el joven Estado fueron pavorosos;
100.000 personas mueren en las masacres provocadas por diferencias religiosas, quizá medio millón en las marchas
de masas desnudas y famélicas por las carreteras. Gandhi es asesinado por un exaltado que estima traición su actitud
conciliadora hacia los musulmanes, y es Nehru quien ha de conducir la primera andadura del gigantesco Estado.
En Birmania los primeros líderes son jóvenes monjes budistas, descontentos del declive de los monasterios y
de la indiferencia de las autoridades indias, que arruinaban su prestigio y desacreditaban su ciencia. El movimiento no
es sólo antiinglés, sino antiindio. Cuando los japoneses entran en el país en 1942 son bien acogidos. En 1943 se
366
proclama la independencia, pero al acabar la guerra, Inglaterra se niega a aceptarla, aunque finalmente ha de hacerlo
en 1947, año en que se inicia un original experimento político similar al yugoslavo. La Constitución prohíbe los
trust, el Estado es el dueño de la tierra y explota los recursos naturales básicos y el monopolio del comercio del arroz.
En Malasia, Inglaterra se mantiene hasta 1955 para aprovechar las riquezas en estaño y aceite de palma; de esta
manera Malasia y Singapur acceden tarde a la independencia pero con una infraestructura moderna en la explotación
de sus recursos naturales.
Los holandeses en Indonesia no se preocupan de educar para la independencia, como los ingleses, ni de la
asimilación, como los franceses; se limitan a apoyarse en la aristocracia de jefes indígenas. El movimiento nacionalista
se basó tanto en los problemas interiores -sólo unos centenares de niños tenían acceso a la enseñanza secundaria-
como en el estimulo que suponía para los indonesios la actividad independentista del Partido del Congreso indio, el
nacionalismo chino antieuropeo y el desarrollo industrial del Japón, fenómenos que les convencían de que no eran
inferiores al blanco. En 1921 se crea el partido comunista indonesio y Sukamo, ingeniero de la Escuela Politécnica de
Bandung, funda el Partido Nacional Indonesio. Ante la presión de estos dos partidos, los holandeses han de suprimir
algunas medidas discriminadoras y convertir el Volksraad, Asamblea representativa local, de consultiva en legislativa.
Los tres años de ocupación japonesa durante la guerra mundial permiten la vigorización del nacionalismo; son
liberados numerosos prisioneros políticos y los puestos de dirección pasan a ser ejercidos por funcionarios
indonesios. Sukarno colabora con los japoneses para organizar la asociación nacionalista de Java; el desembarco
aliado encuentra un gobierno indígena organizado. En 1946 Holanda instaura un Estado federal holandés-indonesio,
pero por otra parte se esfuerza en balcanizar las islas, explotando las diferencias entre ellas y fomentando la aparición
de Estados autónomos que se opongan al «imperialismo de Java». Esta política contradictoria aumenta las tensiones
y en 1948 los holandeses bombardean Yakarta y detienen al presidente Sukamo, pero el Consejo de Seguridad
impone el retorno al statu quo. Un nuevo tratado de Unión se firma en 1949 y es denunciado en 1955. Los
problemas de la Indonesia independiente son abrumadores y similares a los de la India. La cohesión nacional está
amenazada por la dispersión de las islas y la complejidad étnica (17 grupos principales y 150 subgrupos), religiosa, y
lingüística (25 lenguas y 250 dialectos); la conquista de la independencia económica exige no sólo el desarrollo sino
la transformación en un país cuya población agrícola rebasa el 70 %, pero son obstáculos para la industrialización la
falta de energía eléctrica y de personal cualificado. Lo mismo que la India, Indonesia se va a convertir en uno de los
líderes de los países no alineados.

3. LA INDEPENDENCIA DE ÁFRICA
También en África la Primera Guerra Mundial siembra las semillas de la independencia, pero las diferencias
de civilizaciones, islámica al norte, negras al sur, y la no existencia de entidades de gran potencia demográfica como la
India o Indonesia, además de una más fuerte presencia del tribalismo, retrasan el proceso hasta la Segunda Guerra
Mundial. Mientras los Estados fascistas proclaman la revisión del estatuto colonial del continente -Hitler reclama la
recuperación de las colonias alemanas, Mussolini la constitución de un imperio más extenso, acorde con la grandeza
histórica de Italia- los aliados, tras la intervención de Rusia y Estados Unidos en el conflicto, formulan declaraciones
solemnes de anticolonialismo, como la Carta del Atlántico, firmada por Roosevelt y Churchill en agosto de 1941, la
conferencia de Teherán (diciembre de 1943) y la reunión de Dumbarton Oaks (octubre de 1944), y finalmente los
estatutos de la ONU. Pero estas declaraciones teóricas no fueron cumplidas por las potencias coloniales y los
africanos, con la conciencia de que se trataba de un proceso irrefrenable, recurrieron a dos vías diferentes: la
revolución armada contra las potencias europeas o la evolución progresiva político-constitucional que desembocaría
en la independencia por pasos sucesivos.
Los primeros capítulos de la independencia africana son la revolución egipcia de 1952, que destrona la
monarquía de Faruk e inicia un proceso de creciente despegue del campo europeo, cuya primera repercusión es el
reconocimiento de Sudán como Estado independiente. y el reparto y posterior independencia (1951) de la antigua
colonia italiana de Libia.
En el Mogreb francés los movimientos de independencia no obtienen resultados decisivos hasta la derrota de
la metrópoli en Indochina. La subversión del régimen colonial se inicia en Túnez, con participación de las clases
acomodadas que sueñan con una revolución a la turca, es decir, con una desislamización que permita la
occidentalización de la sociedad. El partido de la independencia, Destur, creado en 1918, se remoza y toma el
nombre de Neo-Destur en 1934, bajo el liderazgo de Habib Burguiba, integrando sectores populares. En la Segunda
Guerra Mundial Nünez se convierte en escenario de operaciones bélicas de envergadura y al terminar la contienda se
encuentra arrasado; no obstante, Paris se resiste a conceder medidas descolonizadoras; la guerrilla inicia su actividad y
finalmente Mendes France concede en 1956 un estatuto de autonomía que desembocaría en la independencia. La
lucha de los marroquíes por la suya se dirigió militarmente en los años 20, bajo la dirección de Abd el Krim, contra
Francia y España. Un partido conservador, Acción Marroquí, que incluía en su programa la independencia, mantuvo
el viejo sueño, pero es un movimiento de nuevo cuño, el Istiqlal (Independencia), creado en 1934, el que prepara la
insurrección armada. Tras la guerra su líder, el sultán Mohamed benYusseff, organiza la resistencia hasta que en
1956 España y Francia la reconocen y Marruecos se convierte en monarquía, cuyo trono tiene como titular al sultán
367
Mohamed v. Mucho más complicado ha sido el proceso de Argelia, territorio donde vivían más de un millón de
colonos franceses. El arranque del movimiento nacionalista puede fecharse en 1943, cuando Ferhat Abbas publica su
«Manifiesto al pueblo argelino». Paris consideraba a Argelia como una provincia y el Parlamento concedió sucesivas
medidas autonomistas, pero el movimiento independentista no aceptaba la continuación de los lazos políticos con la
metrópoli y el FLN (Frente de Liberación Nacional) inició una guerra larga. «Guerra imbécil, sin salida», como la
llamó Guy Mollet, cuya dureza se intensificó con las actividades de las guerrillas urbanas. Algunos sectores franceses
se oponian a cualquier salida descolonizadora; su brazo armado era un sector del ejército, de organización
clandestina, la O.A.S., cuya cabeza visible fue el general Salan. Las tensiones con el ejército destacado en Argelia
desmontaron el entramado de la IV República y provocaron la subida del general De Gaulle al poder, en 1958. y la
instauración de un régimen presidencialista. En contra de lo que esperaban sus compañeros de armas. De Gaulle
ofreció a los argelinos la autodeterminación, lo cual produjo el choque con la O.A.S., desmantelada tras la detención
de Salan. Finalmente se impuso como solución inevitable la independencia, reconocida en los acuerdos de Evian, de
marzo de 1962. En el África occidental francesa, la metrópoli intentó fomentar vínculos mutuos, en un ensayo de
federalismo, que se completarían con los vínculos con la metrópoli, pero la serie de territorios diferentes, Senegal,
Sudán, Mauritania, Guinea, Costa de Marfil, Dahomey, Níger, Alto Volta, quizá porque las soluciones llegaron
tarde, pugnó por la independencia incondicional, a la que accedieron en un proceso rápido de dos años, entre octubre
de 1958 y noviembre de 1960. Guinea con Sekú Turé fue la primera nación francófona que obtuvo la
independencia; posteriormente se frustró el intento de federación entre Senegal. Sudán. Dahomey y Alto Volta. A
pesar de algunos proyectos panafricanistas del senegalés Senghor o Houphouet-Boigny, primer ministro de Costa de
Marfil, surgió un mosaico de Estados, lo mismo que en el África ecuatorial francesa, sin reparar en la viabilidad
territorial y económica de los mismos, lo que ha generado situaciones endémicas de guerra civil, como en el Chad. En
el África inglesa surgieron intelectuales que habían estudiado en universidades de la metrópoli como Nkrumah, líder
del nacionalismo de la Costa de Oro, quien se convierte en 1952 en primer ministro con un régimen autónomo
independiente (Ghana) en 1957. La política descolonizador, británica se caracteriza por la táctica de los pasos
sucesivos y por el intento de preparar a los colonizados en el ejercicio de instituciones copiadas de las europeas. En
otros casos, como el de Kenia, donde las terribles guerrillas del Mau -Mau produjeron muchas bajas en la población
blanca, el proceso de independencia no fue tan «político» ni paulatino como el de Ghana. Donde aparecía un líder
prestigioso, la transformación resultaba más fácil para los ingleses; éste fue el caso de Milton Obote en Uganda. En
otras colonias los problemas étnicos o tribales complicaron el proceso; por ejemplo. Nigeria estaba constituida por
los haussas al norte, los ibos al este y los yorubas al oeste; la independencia produjo enfrentamientos tribales y la
sangrienta guerra de Biafra.
Aunque desde los años 50 se percibía que la independencia africana era ya proceso en marcha, es 1960 el año
del continente. 17 países adquieren la dependencia. Algunos de los procesos independentistas abrieron conflictos que
en parte son neocoloniales, están provocados por el deseo de las potencias de continuar explotando los recursos
económicos de las ex colonias. Ejemplo tipico es el de la independencia de Zaire, antiguo Congo Belga. Tras la
conferencia panafricana de Acra (1959) Bélgica decidió convocar elecciones como paso previo a la independencia; en
la capital. Leopoldville, obtuvo mayoría el partido ABAKQ de Kasavubu, en el resto del país el Movimiento
Nacional Congoleño de Patricio Lumumba, que se proponía instalar un régimen revolucionario, sin conexiones con
la metrópoli. Algunos grupos financieros internacionales, y en concreto la Unión Minera del Alto Katanga, en
contacto con oficiales del ejército belga y con el gobierno norteamericano, prepararon la secesión de la más rica
provincia minera, Katanga, que sería regida por Moises Tshombé; cinco días antes de la independencia, en junio de
1960, ya circulaban documentos con el membrete del Estado de Katanga. La independencia señala así el estallido de
la guerra civil, la prisión del primer ministro Lumumba por las tropas katangueñas y su asesinato. Posteriormente se
produjo un conflicto de intereses entre compañías británicas, como la Tanganika Concessions, que participaba en la
explotación del uranio y cobalto katangueños, e inversores norteamericanos, lo que inclinó al gobierno de
Washington a dar un viraje a su política, oponerse a la secesión de Katanga y apoyar al coronel Mobutu, en el poder
desde septiembre de 1960, para que unificara el país. La crueldad de Mobutu en la persecución de sus enemigos
políticos, recurriendo al engaño, a promesas falsas de amnistía, no ha sido ningún obstáculo para el apoyo
norteamericano. El Congo constituye, por tanto, un caso claro de neo-colonialismo, o con expresión de Tibor
Mende, de recolonización; Zaire es políticamente independiente, pero su supervivencia como nación o su despedaza-
miento depende de los intereses de las potencias o quizás en mayor grado de los de las grandes compañías
internacionales que explotan sus riquezas.
Después de 1962 sólo las colonias portuguesas subsisten como un anacronismo en un continente que ha
conquistado la independencia; Angola, Mozambique y los restantes territorios la consiguen tras el viraje de la política
metropolitana que provoca la revolución de abril de 1974 en Lisboa.
Sin embargo, la independencia política no es el final de la dependencia económica. Coquery-Vidrovitch y
Moniot recogen datos del flujo de mercancías y tasas de beneficios que se establece entre las antiguas colonias y las
potencias europeas. En algunos momentos parece que va a producirse una balcanización política, una fragmentación

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tribal de los nuevos Estados; en otros se intentan federaciones y asociaciones internacionales, como la Organización
de Estados Americanos (OUA), para enfrentarse solidariamente a los problemas del continente.

4. LA GUERRA DEL VIETNAM


Hemos omitido la descolonización de la Indochina francesa antes, porque en una parte de ella se produce un
proceso de sustitución de colonialismo, que constituye un capítulo peculiar dentro de la historia de la
descolonización .Durante la Segunda Guerra Mundial los japoneses ocupan Indochina, pero como oficialmente el
régimen de Vichy era aliado de Alemania, coexisten jun- tas autoridades niponas y francesas. Los japoneses se
dedican a humillar a los blancos y destruyen su prestigio; finalmente, en marzo de 1945 proclaman la independencia.
Tras la derrota del gobierno de Tokio se establece en Vietnam un gobierno provisional revolucionario, presidido por
Ho-Chimúlh, que no es admitido por los franceses, dispuestos a volver a la situación colonial de preguerra. Un
movimiento nacionalista, el Vietminh, inicia la guerra por la independencia, que desde 1949 cuenta con el apoyo de
los comunistas chinos y llega a dominar las tres cuartas partes del país. En 1954 el ejército francés es cercado y hecho
prisionero en Dien Bien Phu, lo que obliga a Francia a conceder la independencia. En la conferencia de París de ese
año las potencias europeas se constituyen en garantes del nuevo Estado, provisionalmente dividido en Vietnam del
Norte y del Sur por el paralelo 17 hasta que unas elecciones determinen el régimen que va a poseer la nueva nación.
Pero los Estados Unidos no firman los acuerdos de París, apoyan al régimen del Sur, donde ha instaurado una
dictadura Ngo dinhdiem, y comienzan a intervenir en la zona. Documentos norteamericanos de los años 1954-1955
prueban que en ese momento Estados Unidos intentaba sustituir a Francia en el disfrute de las riquezas mineras
vietnamitas, aunque posteriormente el gobierno de Washington pretenda dar un matiz ideológico, de lucha contra el
comunismo, a su intervención. La Comisión de Control, integrada por la India, Polonia y Canadá, tuvo que limitarse
a denunciar la serie de violaciones de los acuerdos de Paris, en especial en lo relativo a la prohibición de introducir
armamento en la zona. En el momento en que la abandonan los últimos soldados franceses ya se encuentra en Saigón
un organismo de asesoramiento norteamericano.
Bajo la presidencia de Kennedy los 700 asesores militares no combatientes -de la época de Eisenhower crecen
hasta un número de 16.000, cuya no militancia es dudosa, puesto que manejan helicópteros y el material bélico
sofisticado, pero en cualquier caso el presidente demócrata se opone a la intervención directa de cuerpos armados
norteamericanos como solicitan algunos sectores de la administración y las finanzas. Tras el asesinato del presidente
Kennedy se produce la escalada; Johnson permite la intervención militar, primero oculta y luego abierta, a partir de
1966. Ante la creciente influencia comunista en Camboya y Laos, MacNamara, secretario de Defensa, plantea las
varias opciones que se presentan á Washington, desde la retirada, con la con- siguiente caída del régimen de Saigón,
hasta la extensión de la guerra al Norte para destruir al régimen de Hanoi. Los sectores duros de la política
norteamericana se inclinaban por el uso de la fuerza. Inglaterra y Rusia realizaron gestiones diplomáticas para
impedir que estallase el conflicto, pero la primera se encontraba atada por su amistad con los Estados Unidos y la
segunda por su imagen de líder del comunismo internacional. Mientras la guerra entre el norte y el sur de Vietnam
alcanzaba gran intensidad en los arrozales y junglas, aumentaba el peligro del contacto directo entre unidades
norvietnamitas y de la poderosa VII Flota norteamericana, que patrullaba las costas. En agosto de 1966 lanchas
torpederas de Hanoi atacan al destructor norteamericano Mad-dox y días después se repite el ataque. Johnson ordena
que la aviación norte- americana inicie el bombardeo de Vietnam del Norte. A este enfrentamiento contribuyen
elementos muy diferentes, desde las ambiciones imperiales norte-americanas, revestidas con el pretexto de la cruzada
anticomunista, hasta el cálculo de un general norvietnamita, el genial estratega Giap, de que los Estados Unidos eran
vencibles, y los planteamientos de Pekín de enfangar a Washington en el sudeste del continente para debilitar su
guarnición en torno a Formosa.
La guerra vietnamita deterioró definitivamente las relaciones entre Moscú y Pekín. Mientras Rusia intentaba
que la ONU mediase en el conflicto. Pekín presionaba a Hanoi para rechazar la autoridad del organismo
internacional. Más dramáticas fueron las consecuencias para Washington, obligado de manera paulatina a aumentar
su participación para impedir la derrota del sur. Estados Unidos llega a tener medio millón de hombres en Vietnam,
utiliza armas terribles (napalm, defoliantes y herbicidas, armas químicas), bombardea sistemáticamente las ciudades
del norte. Todo es inútil frente a una naturaleza de selvas y un pueblo tenaz. En varios momentos se teme la
intervención directa de Pekín, que repetiría la confrontación chino-yanqui de Corea, eventualidad que se frenó por las
declaraciones de Johnson de quepo invadiría Vietnam del Norte, simplemente replicaba con bombardeos a los
ataques de sus tropas, y por las gestiones mediadoras de la India. Francia y Canadá. Los excesos de la guerra provocan
protestas internacionales y despiertan una profunda crisis de conciencia en los Estados Unidos: manifestaciones
antiguerra que llegan acercar la Casa Blanca, desertores acogidos en Suecia, protestas en la prensa. Un tribunal
internacional, presidido por Bertrand Russell, aplicando considerandos del juicio de Nuremberg, condena a los
Estados Unidos por crímenes contra la humanidad. El desprestigio de la superpotencia llega a grados inimaginables
unos años antes de haber iniciado este confuso episodio de intervención en un rincón del mundo. Finalmente el
presidente Nixon decide el desenganche paulatino de-una guerra colonial interminable, que se remata en los años

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.1971-1972, próximas ya las nuevas elecciones presidenciales. La descolonización se ha revelado más fuerte que la
potencia militar más colosal de la historia.

5. QUÉ ES EL TERCER MUNDO


La mayoría de los pueblos descolonizados se enfrenta a graves problemas de hambre; analfabetismo, carencia
de industria; pero estos problemas agobian también a naciones cuya independencia política no es reciente. Para el
conjunto de países que no han realizado la revolución industrial se han buscado denominaciones diversas; primero se
hablaba vagamente de pueblos subalimentados -la palabra hambre se rehuyó durante mucho tiempo en la literatura
política y sociológica hasta que rompieron el tabú las publicaciones de Josué de Castro-, más tarde de naciones
«subdesarrolladas» o «en vías de desarrollo». El demógrafo francés Sauvy acuñó la denominación de «Tercer
Mundo, porque veía en estos pueblos la prolongación del «Tercer Estado» de la revolución francesa, lo que
constituía una similitud bastante forzada, ya que en el Tercer Estado había también burgueses adinerados, pero la
expresión tenía la ventaja de sugerir que era un bloque no integrado en los encabezados por Estados Unidos y Rusia;
también se habló de países no alineados, pero en esta denominación política podía haber países de economía potente.
No sin resistencias, Toynbee prefirió hablar de proletariado exterior, Pierre Moussa de naciones proletarias;
finalmente, la denominación de Sauvy se impuso y pasó al lenguaje internacional.
El drama del subdesarrollo afecta a los dos tercios de la población mundial, alrededor de 2.500 millones de
seres humanos; en pertenecer a uno u otro sector de la Humanidad radican las más profundas diferencias entre las
naciones. Así lo expresó Nehru en 1958: .La verdadera división del mundo contemporáneo no se encuentra entre
países comunistas y países no comunistas, sino entre países industrializados y países subequipados.» Los especialistas
más prestigiosos, Tibor Mende, René Dumont, Josué de Castro, Alfred Sauvy, Paul Baíroch, han ido desvelando a
los occidentales la situación angustiosa en que viven la mayor parte de los hombres en una época legítimamente
orgullosa de sus conquistas científicas y tecnológicas. El Tercer Mundo es mucho más que un tema, es la otra cara, a
veces olvidada, ya no desconocida, del mundo de hoy. En 1950 lord Boyd-Orr, especialista en problemas
alimentarios, escribía: .Toda una vida de desnutrición e incluso de hambre es el destino de las dos terceras partes, por
lo menos, del género humano.» Josué de Castro coincidía con el cálculo estadístico; las dos terceras partes de la
Humanidad no comen lo suficiente para calmar el hambre, mientras la otra tercera vive inquieta por la eventualidad
de una revolución mundial; así pues, la Humanidad vive bajo dos signos negativos, el hambre y el temor. Se han seña-
lado como indicadores socioeconómicos que definen a cualquier país situado en esta órbita de la pobreza los
siguientes:
-Baja renta por habitante. Mientras a los países más avanzados correspondían 2.000 o más dólares, los datos
del Banco Mundial para 1969 señalaban cifras veinte veces inferiores en naciones del Tercer Mundo; así la India,
Pakistán y Gambia, con 110 dólares por habitante y año, Camboya con 130, Togo con 100, y en situación algo más
favorable Cuba con 280, Mongolia con 460, México con 580. Con el 69 % de la población mundial el Tercer
Mundo acumula tan sólo el 16% del PNB.
-Subalimentación. Niveles inferiores a 2.000 calorías, carencia de proteínas, o de aminoácidos, de vitaminas,
sales minerales, calcio, hierro, esenciales para un desarrollo equilibrado. La FAO ha calculado que es preciso duplicar
la producción de alimentos hasta el año 2000, sólo para que no empeore la situación actual.
-Alta mortalidad infantil y persistencia de enfermedades endémicas y epidémicas. En algunos países mueren
todavía 300 de cada mil niños recién nacidos, porcentaje muy superior al de Kenia, con el 12 % de mortalidad
infantil, que provocaba la alarma del The Sunday Times no sólo por la proporción de fallecidos sino además por las
precarias condiciones de existencia de los supervívientes.
-Alto crecimiento demográfico, con tasas de natalidad que exceden el 40%0, más del doble que en Europa.
-Escasa densidad de la infraestructura, inexistencia de una red de transportes moderna, de organización
estadística, etc.
-Predominio del sector agrícola sin mecanización y sin modernización de los sistemas de cultivos y abonos. En
una cuantía excesiva se trata de agricultura de subsistencia; de los 700 millones de agricultores del Tercer Mundo,
cerca de 650 millones están consagrados a producir las exiguas raciones alimenticias de las que dependen sus pueblos.
En términos de empleo la agricultura de subsistencia es el sector básico.
-Industrialización mínima, con predominio de las actividades extractivas, que exigen la importación de bienes
de equipo y el endeudamiento ante la insuficiencia de la capacidad financiera; en definitiva, el sector industrial no
produce beneficios, más bien los exporta. Considerando que la siderurgia es el punto de partida de la
industrialización, algunas naciones se han esforzado por desarrollarla, pero en 1964 sólo alcanzaba el 4% de la
producción mundial de acero.
-Analfabetismo.
-Carencia de cuadros dirigentes en la administración y técnicos en la producción.
La situación de dependencia en la economía mundial se refleja meridianamente en cualquier análisis del
comercio exterior .En 1965 las exportaciones del Tercer Mundo incluían una proporción de un 17 ,5 % de
productos manufacturados y de 82,5 % de combustibles (con presencia principal de petróleo) y materias primas.
370
Desde la Segunda Guerra Mundial los productos primarios han perdido valor relativo en la relación de precios de
intercambio, de manera tal que una cantidad fija de los productos que exporta le obligan a importar una cantidad
menor de artículos manufacturados. Bairoch señala tres factores causantes de este proceso: fortísimo aumento de la
oferta de materias primas, fabricación en gran escala de productos sintéticos, presión de compradores bien
organizados frente a productores sin organización. Algunos autores han procurado medir las pérdidas registradas por
los países del Tercer Mundo por el deterioro de la relación de intercambio; Pierre Jalée y Paul Bairoch hablan de
expolio; el Centro Internacional del Desarrollo ha estimado que son muy superiores a la ayuda que los países ricos
destinan a los subdesarrollados; Francois Luchaire considera esta ayuda una forma de restitución. Las pérdidas son
todavía mayores si se presta atención a otras partidas, como las tarifas de transporte, que es efectuado en su casi
totalidad por los países más ricos, y en consecuencia los fletes se convierten en otra carga que ha de detraerse en el
momento de contabilizar las partidas de ventas de materias primas. La obra de Jalée, Le pillage du tiers monde,
sostiene que esta explotación es inevitable mientras no se modifique la estructura de la economía mundial.
Hemos visto que algunos países iniciaron su industrialización en fecha tardía, Japón y Rusia constituyen dos
ejemplos a este respecto; sin embargo, los países atrasados se encuentran en la actualidad con obstáculos casi
insalvables no sólo para cubrir el foso que les separa de los más adelantados, sino incluso para iniciar un proceso
auténtico de industrialización. Analizaremos luego las razones de esta dificultad. Pero nos interesa en este momento
discernir las del retraso. La más evidente seria la historia colonial; es una explicación fácil, las metrópolis mantuvieron
a sus colonias en una situación de atraso para poder aprovechar sus riquezas, en concreto para extraer sus materias
primas. Sin negar que esta situación se dio, es un factor insuficiente y, en todo caso, dejaría sin explicar el atraso de
las naciones que son independientes desde el siglo XIX o antes. Bairoch ha aportado otras explicaciones. Según este
autor las naciones que llegaron al año 1900 sin haber iniciado su industrialización se encontraron con una
complejidad técnica que imposibilita su pronta asimilación; de ser determinante este factor habría que concluir que
Japón con el Meiji (1868) y Rusia con la emancipación de los siervos (1861) .acordaron a tiempo» su programa
industrial, treinta años más de dilación les hubiera rezagado inevitablemente. La distancia sería otro factor; la
revolución industrial se transmitió a países cercanos a Inglaterra, los del continente europeo, ya los Estados Unidos, a
través de un océano que se atravesaba con facilidad; a mayor distancia la recepción masiva y continua de avances
técnicos resultaba una utopía, pero el Japón o es una excepción o una refutación de este argumento. También señala
Bairoch diferencias de clima; los avances técnicos de la revolución industrial son aplicables a la zona templa- da, pero
no a la tropical y ecuatorial. Finalmente es más dificil industrializar naciones de densidad de población muy alta en
relación con la densidad de las naciones europeas a principios del siglo XX. Las teorías de Bairoch han sido,
discutidas en sus pormenores, pero en conjunto no hay duda de que el retraso en el inicio de la industrialización
complicó la posibilidad de las primeras fases de despegue y contribuyó a aumentar de forma notoria las diferencias de
nivel entre los países industrializados y los no industrializados.

6. LA TOMA DE CONCIENCIA. BANDUNG


En la ONU se debatieron y decidieron ayudas técnicas a los pueblos subdesarrollados en varias ocasiones;
Gran Bretaña lanzó el denominado plan de Colombo, para el desarrollo del sudeste asiático, ante la evidencia de que
la zona que se extiende entre la India e Indonesia es una de las más ricas del mundo y sus habitantes pueden incluirse
entre los más pobres, Pero los líderes de los pueblos atrasados consideraban la guerra de los franceses en Vietnam
como uno de los estigmas del colonialismo y terminaron concluyendo que debían iniciar un esfuerzo solidario para
salir de su situación de Inferioridad en vez de confiar, al menos exclusivamente, en la ayuda de las potencias. En esta
creencia el ceilandés Kottlawala convocó en la capital de su nación, Colombo, una conferencia (abril de 1954) de los
primeros ministros de la zona, a la que acudieron además del anfitrión los representantes de la India, Indonesia,
Birmania y Pakistán; son los «cinco de Colombo». Se habló de grandes proyectos que provocaron la ironía de Nehru,
el más realista. En esos momentos se hundía la potencia francesa en Díen Bien Phu, lo que constituía un estimulo
para la confianza en las propias fuerzas de los países atrasados. En una nueva reunión de los cinco en Bogor
(Indonesia), en diciembre, se pensó en la convocatoria de una gran conferencia de los pueblos no blancos.
Tras una intensa preparación se reúnen en Bandung los cinco de Colombo y veinticuatro países más, entre los
días 18 y 24 de abril de 1955. El poeta y político senegalés Senghor escribiría: «Bandung expresa, a escala del
planeta, la toma de conciencia y la dignidad de los pueblos de color.» En Bandung se encontraban los dos gigantes
asiáticos: Japón y China; países de independencia ya inminente como Ghana; países árabes (Egipto, Arabia Saudí,
etc.); los dos Vietnam, prácticamente todo el espectro político del mundo afroasiático e incluso observadores de
pueblos que luchaban en esos momentos por su independencia. Entre sus figuras destacan Nehru, Nasser, Chu En-
laí, Sukarno, la conferencia tiene sus propios grandes. La declaración final se resume en diez puntos:
1. Respeto a los derechos del hombre, según recoge la carta de las Naciones Unidas.
2. Respeto a la soberanía e integridad territorial de todas las naciones.
3. Reconocimiento de la igualdad entre las razas y las naciones.
4. Abstención de toda interferencia en los asuntos internos de los otros pueblos.
5. Reconocimiento de los derechos de cada nación en materia de defensa individual o colectiva.
371
6. Abstención en acuerdos militares que sirvan a los intereses de una gran potencia.
7. Abstención de toda presión sobre otra nación
8. Arreglo de todas las diferencias internacionales por medios pacíficos
9. Esfuerzo de cooperación en materia cultural, económica, etc.,
10. Compromiso de respetar la justicia y las obligaciones internacionales.
El tono en que se expresaron los participantes fue en general de moderación, reconociendo la deuda que
tenían hacia el humanismo europeo. Bandung fue sólo el punto de partida de conferencias internacionales del. Tercer
Mundo, como la tricontinental de La Habana (1966), la de Argel (1973) o la de Colombo (agosto 1976), pero la
solidaridad parece cada vez más difícil a medida que pesan sobre los acuerdos de cooperación las tensiones políticas o
las diferencias ideológicas entre los regímenes.

7. LOS OBSTÁCULOS PARA EL DESARROLLO


Algunos de los problemas parecen agravarse cada ano. ¿Cuáles son los obstáculos para que estos países de la
constelación de la pobreza no puedan iniciar su despegue? Siguiendo a Bairoch, vamos a señalar cuatro tipos
diferentes.
a) El obstáculo demográfico
La tasa de aumento de la población, entre un 2,6-2, 7 %, supone, de mantenerse, la multiplicación por 13 de
los efectivos humanos en un siglo; este ritmo constituye un hecho enteramente nuevo, y absorbe buena parte de las
inversiones. Las economías que iniciaron su desarrollo a lo largo del siglo XIX podían crecer con una acumulación de
capital del orden del 5 al 7 %, pero los países subdesarrollados actuales necesitan una acumulación de capital del
orden del 12% sólo para que no disminuya el nivel de Vida de una población más numerosa. Además, este aumento
se produce en la población agrícola, a diferencia de Europa, que redujo el sector campesino durante la revolución
industrial. Finalmente la alta natalidad provoca un aumento desorbitado proporcionalmente de la población en edad
escolar, lo que supone otras necesidades de inversión que se adicionan a las de alimentación, atención sanitaria, etc.
b) El obstáculo técnico
En los orígenes de la revolución industrial la simplicidad de la técnica permitía su asimilación casi inmediata;
encontraste, la complejidad de la técnica actual supone unos niveles de preparación para su aprendizaje que están muy
lejos de las posibilidades de los países del Tercer Mundo. Además, los bienes de equipo exigen la instalación de
grandes unidades de producción, segundo factor que contribuye a que los países subdesarrollados dependan del
exterior para la adquisición de su maquinaria. Consecuencia de esta dificultad de acceso a la tecnología y a las
instalaciones costosas es que los pueblos, atrasados en vez de alcanzar niveles de industrialización moderna están
derivando hacia formas de artesanado artístico.
c) El bajo coste de los transportes
En conjunto, los precios de coste del transporte han descendido en una proporción de 20 a 1, lo cual ha
suprimido la barrera protectora de la distancia. Esta posibilidad de trasladar con costes bajos artículos entre los
continentes constituye una tragedia para las naciones rezagadas en su industrialización. En el campo de la agricultura
importan el equipo agrícola en vez de fabricarlo, destinan parte de sus tierras a cultivos de plantación para la
exportación y faltan tierras para la subsistencia, se mantienen bajos los salarios y no se produce una demanda interior.
Por otra parte es posible la existencia de minería sin la creación de industrias de transformación; es decir, un país
atrasado, en la actualidad, puede tener grandes riquezas mineras y extraerlas a base de comprar la maquinaria a un
país industrial y venderle el mineral sin transformar; se trata de industrias extractivas. La comparación con lo que
significó el carbón para Inglaterra señala inmediatamente las diferencias; Inglaterra no vendió el carbón ni compró la
maquinaria al iniciar su revolución industrial, sino que suscito con su riqueza minera una industria siderurgia
apropiada
d) Otros obstáculos
Otras muchas circunstancias frenan las posibilidades de desarrollo. Por ejemplo, el alto coste de sostenimiento
de las inversiones industriales, incomparablemente superior al de las instalaciones sencillas de la primera fase de la
revolución industrial. Mientras en Francia, en los albores del siglo XIX, la inversión por individuo activo
representaba de seis a ocho meses de salario medio masculino, en la actualidad en el Tercer Mundo puede cifrarse en
torno a trescientos cincuenta meses; las unidades de producción que exige la técnica moderna suponen costes relativos
cincuenta veces mayores. La hipertrofia del sector terciario constituye otra hipoteca porque absorbe el ahorro y
demuestra la impotencia del sector secundario para colocar la mano de obra excedente de la agricultura. La elevada
presencia porcentual de niños reduce las disponibilidades de población activa, lo que, según Sauvy .dificulta el
despegue de algunos sectores. El éxodo de cerebros constituye otra tragedia; en Estados Unidos y Canadá ingresaron
entre 1962 y 1966 alrededor de 70.000 personas con elevado nivel de formación procedentes de países
subdesarrollados, estimulados por la posibilidad de continuar o iniciar líneas de investigación, obviando la pérdida de
recursos que supone para sus naciones de origen. Finalmente, las actitudes de imitación, que estimulan el consumo en
detrimento del ahorro, suponen una sangría de posibilidades; Bairoch cita las chozas coronadas por antenas de
televisión. Tibor Mende nativos que se lavan los dientes con cepillos de nylon en aguas fangosas.
372
De estos-obstáculos ha comenzado a tomarse conciencia; las Naciones Un das crearon en 1967 un fondo para
la investigación de los problemas demográficos, precisamente porque se entreveía que constituían una barrera inicial.
Bairoch señala entre las opciones la reducción del obstáculo tecnológico, utilizando en principio, mientras no se
pueda pasar a una segunda fase, tecnología tradicional. El desafío es de tal envergadura que la distancia entre
desarrollo y el subdesarrollo solo podrá cubrirse con la comprensión y el esfuerzo de todas las naciones.

8. LAS MODALIDADES DE AYUDA


La ayuda de los países industriales es imprescindible, pero no deja de plantear problemas, lo que Bairoch ha
llamado ayuda ligada”, en la que se buscan los beneficios económicos o políticos de los poderosos, y en los casos de
prestamos y créditos acumulación de deudas impagables. Se han señalado tres modalidades de ayuda: alimentaria,
financiera, técnica. A la primera se ha recurrido coyunturalmente en las grandes pandemias del hambre, por ejemplo,
en la India; la financiera es el recurso de los organismos internacionales; la técnica, el envío de ingenieros, médicos,
etc., parece ser el procedimiento más idóneo.
La Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) evaluaba en 1965 en 45.000 millones de
dólares las posibilidades de los países subdesarrollados en la formación de capital; faltarían todavía casi 40.000
millones para conseguir un índice continuo de progresión eficaz.
Sin los actuales esfuerzos de ayuda internacional, en el año 2000 los Estados desarrollados, que representarían
la cuarta parte de la población del globo, dispondrían por habitante de un nivel de vida 40 veces superior al de las
tres cuartas partes restantes, según cálculo de Luchaire. En principio la ayuda unilateral, de una sola potencia, ofrece
bastantes inconvenientes, entre otros el de subordinar políticamente al Estado receptor, por lo tanto parece preferible
la ayuda multilateral canalizada a través de organismos internacionales, como el Banco Internacional para la
Reconstrucción y Desarrollo (llamado Banco Mundial), creado por la conferencia de Bretton Woods (julio de
1944), la Sociedad Financiera Internacional, la Asociación Internacional de Desarrollo, o la actividad directa de las
Naciones Unidas y sus organismos especializados, UNESCO, FAO, etc. La ayuda internacional, que en cada país
tiene unas formas particulares de organizarse, es imprescindible y está cumpliendo una alta misión, pero por el
momento parece insuficiente. No sólo voces procedentes de instancias religiosas, sino también economistas y técnicos
estiman que es imprescindible una intensificación, sólo posible mediante la reducción de gastos no necesarios en los
países industriales, entre otros los convertidos en armamentos. Esta concepción unitaria de la Humanidad y el
enfrentamiento solidario con los problemas de que hoy tiene conciencia constituye uno de los grandes desafíos del
siglo XX.
En cualquier caso todos los pueblos se plantean la necesidad de encontrar otro modelo de desarrollo porque la
industrialización concebida a la manera europea supone tal consumo de recursos naturales que su intensificación se
convertiría en una amenaza para el equilibrio ecológico y provocaría antes o después la escasez de elementos
irreemplazables. Tibor Mende señala al respecto que si los países tercermundistas intentaran tener el mismo número
de automóviles que Francia, «esto significaría 4 millones de automóviles en Congo-Kinshasa. 130 millones en la
India y cerca de 200 millones en China. Añádase a esto los refrigeradores, las lavadoras, televisores, escuelas,
universidades, hospitales y piscinas privadas y calculad el acero y la madera, el petróleo y las restantes fuentes de
energía, o las necesidades de educación que esto supone, y el argumento según el cual podríamos encontramos en
plazo corto faltos de metales y energía, de arroyos y de aire puro antes de que escaseasen los alimentos, se convierte
en plausible». En la medida que los recursos mundiales no son inagotables y que es limitada la capacidad del hombre
para res- petar el equilibrio natural, la solidaridad con los pueblos que se encuentran alejados del progreso industrial
es además de una exigencia ética un imperativo inexorable de la Naturaleza.

INFORME
EL ACUERDO DE GINEBRA y LA GUERRA DE VIETNAM
Tras la derrota de Dien Bien Phu, Francia se retira de Indochina y se produce la intervención norteamericana;
el acuerdo firmado en Ginebra en 1954 no se cumple. Este proceso de sustitución de colonialismos encierra un alto
interés para comprender los mecanismos y problemas de la descolonización; por ello, nos parece conveniente abordar
en un sucinto informe los puntos claves de esta encrucijada. Las negociaciones de Ginebra han sido estudiadas por P.
Devillers y J. Lacouture: Lafind'une guerre. Indochne 1954. Paris, Le Seuil, 1960, y Vietnam, de la guerre francaiçe a
la guerre américane. Paris, Le Seuil, 1969, por F. Joyaux, lA fe réglement du premier conflit d'Indochne. Publications
de la Sorbonne, 1979, y en el artículo de Alain Ruscío: “Le mendésisme et Indochine” (Revue d'Histoíre Modeme et
Contemporane. Abril-junio de 1982). Documentos comprometedores para la diplomacia norteamericana se incluyen
en Dossiers secrets du Pentagone (publicados en Paris, Albin Michel, 1971). Deben consultarse, entre otras, las
memorias de P. Ely y de Eden.
No es correcto hablar de dos guerras. Desde 1950 se produce una creciente intervención norteamericana; en
53-54 la dirección estratégica depende tanto del Estado Mayor nortemericano como francés y la fmanciación es
sostenida en un 80 %, según Ruscio, por Washington.

373
La clave de las conversaciones de Ginebra entre franceses y Vietminh estriba en la fecha en que habrían de
celebrarse elecciones para reunificar el país. Pham Van Dongy la delegación vietnamita proponían seis meses; los
franceses, dirigidos por Mendes France, deseaban posponer la fecha y confiaban en consolidar un gobierno
anticomunista en el Sur. Eisenhower estimaba que la consulta daría a los comunistas el 80 % de los votos; la prensa
moderada francesa le otorga más. Los artículos de R. Guillain en Le Monde recogen el deseo de impedir la
reunificación con el apoyo internacional.
Mientras los Vietnamitas rechazan cualquIer Idea de división Washington no acepta ningún acuerdo que
incluya la cláusula fundamental de la reunificación política tras elecciones generales; aunque públicamente piden tan
solo una demora hasta julio de 1956, es decir dos años en vez de seis meses, trataban de impedirlas definitivamente,
como anota Jean Chauvel, adjunto de Mendes France: .Las elecciones generales, a sus ojos, se deben impedir bajo
cualquier pretexto». Mendes France, que deseaba retrasar las elecciones pero no apoyaba un documento engañoso se
encontró con la presión de sus aliados americanos e ingleses. En las Memorias de Eden se consignan las condiciones
que se le imponían para respaldarlo: independencia de Laos y Camboya, sistema eficaz de control internacional,
preservación de la mitad sur de Vietnam y si fuera posible de un enclave en el norte, en el delta del rio Rojo. Foster
Dulles y Anthony Eden las entregaron en Paris a Mendes France el 14 de julio. El secretario de Estado
norteamericano pensaba exclusivamente en crear un bastión en el Sur que impidiera el avance del comunismo.
La fijación de la frontera entre los dos Vietnam fue motivo de largos debates. Pham Van Dong propuso el
paralelo 13; la delegación francesa el 18. Los vietnamitas, contemplando cómo perdían cada vez miles de km2,
fueron retrasando hacia una línea más septentrional su petición, hasta que por fin el 20 de julio Mendes
France aceptó el paralelo 17. No se entiende tan largo debate sino sobre el supuesto de que la frontera, en
contra de los sueños vietnamitas, iba a ser definitiva.
En los meses siguientes. París desecha las posibilidades de alianza y amistad con Vietnam del Norte y se
vincula a las tesis de Foster Dulles de que en el sudeste asiático se juega el destino del mundo occidental y ha de
erigirse un bastión anticomunista. Cuando en el Sur se consolida el Estado dictatorial de Diem, que utiliza el terror
como arma política. Mendes France intenta justificarse de tal responsabilidad. Sin duda, existen diferencias de estilo
entre el gran político francés y el secretario de Estado 'norteamericano, pero los dos persiguen el mismo; objetivo,
impedir un nuevo avance del comunismo. A pesar de sus convicciones íntimas Mendes France no pudo evitar ser un
peón en los planteamientos del imperialismo norteamericano, aunque los argumentos inmediatos de la guerra fría
presentaran como una lucha por la paz lo que en realidad era un programa de dominio. Los incumplidos acuerdos de
Ginebra y el origen de la intervención bélica norteamericana en la antigua Indochina francesa merecerán otros análisis
más detenidos.

I. EL REPARTO DEL MUNDO


Comentar la situación desventajosa del Tercer Mundo en cada uno de los aspectos que retrata el gráfico.

DISTRIBUCIÓN ENTRE LOS TRES MUNDOS

M. GÓMEZ-PALLETE: Los tres mundos. Resúmenes estadísticos en gráficos. Manrin documentación


africana (Confer}, 1975. págs. 30-31.

374
2. DISCURSO DE TITO EN LA CONFERENCIA DE COLOMBO (1976). V CONFERENCIA DE
JEFES DE ESTADO DE PAÍSES NO ALINEADOS
Ordenar los siguientes apartados: soluciones políticas, problemas económicos, aumento de las diferencias entre
I y III Mundo, necesidad de soluciones mundiales solidaridad entre las naciones atrasadas. Comentar con
detenimiento el primer párrafo, sobre descolonización de la cultura e información.

“Otra cuestión importante es la descolonización de la información y de la cultura. Los resultados iniciales


registrados en este sector son alentadores. La aplicación de las decisiones de la reciente conferencia, en Nueva Delhi,
sobre la cooperación de los países no alineados en el campo de la información tendrá, sin duda alguna, un gran valor.
Los países no alineados, desde el comienzo, atribuyeron una especial importancia a los problemas económicos,
que han llegado a ocupar el primer plano de las relaciones internacionales. Esas relaciones constituyen, desde hace
mucho tiempo, uno de los principales sectores de la actividad de los no alineados y de los países en vías de desarrollo.
Son ellos los que han establecido las bases políticas de la lucha por la solución de los problemas económicos
internacionales. Ellos han revelado la naturaleza profundamente política de sus problemas, y su importancia
determinante para la independencia y la igualdad de los pueblos y de los países, la cooperación de las naciones, la paz
y el progreso. Los no alineados son los únicos en haber de- finido una concepción global de las nuevas relaciones
económicas que deben establecerse en el mundo.
El ensanchamiento de la brecha que separa a los países desarrollados de los subdesarrollados y la continua
degradación de la posición que ocupan los países en vías de desarrollo, son algunos de los principales factores que
contribuyen al empeoramiento de las tensiones y los conflictos. Las medidas que nos permitirían esperar un cambio
rotundo de esta situación extremadamente inquietante no siempre se han establecido. Peor aún, las recaídas de la
profunda crisis que ha conmovido numerosos sectores de la economía mundial afectan principalmente a los países en
vías de desarrollo y deterioran su situación, bastante precaria ya.
Los acontecimientos que se han sucedido desde la Conferencia de Argel no hicieron sino justificar la exactitud
de sus decisiones y proposiciones. La lucha por el establecimiento del nuevo orden económico internacional domina
actualmente casi todas las actividades, a pesar de la oposición de ciertos países desarrollados. Los cambios que deben
realizarse en este campo son una verdadera necesidad histórica, pues responden a las exigencias de nuestra época y
emanan de los principios que reflejan los intereses de los países en vías de desarrollo, así como también los de los
países desarrolla- dos, es decir, de toda la economía mundial. Digámoslo claramente: entendemos que se debe
proseguir con esta política y perseverar en este camino, a despecho de todas las dificultades.
Los no alineados y los otros países en vías de desarrollo comienzan a aprovechar sus inmensos potenciales ya
utilizarlos para su cooperación mutua. En este sentido ya se han realizado sustanciales progresos. Esta cooperación
que se extiende a nuevas áreas -desde la economía propiamente dicha hasta la utilización de la energía atómica-,- es de
una crucial importancia para el desarrollo económico y social de estos países, así como para las relaciones económicas
internacionales en general. A propósito de esta cooperación, se debería señalar también la importancia del Fondo de
Solidaridad para el Desarrollo Económico y Social de los Países No Alineados. Deben tomarse todas las medidas
necesarias para que esta institución comience a funcionar en el más breve plazo.
Conscientes de la interdependencia de todas las partes del mundo, los no alineados y los países en vías de
desarrollo están dispuestos a cooperar con espíritu constructivo, juntamente con los otros Estados. en la
transformación de la estructura de las relaciones económicas internacionales en el interés de la comunidad universal y,
sobre todo, cooperar para acelerar el progreso de los países en vías de desarrollo. Una cooperación tal implica la
necesidad de aplicar puntualmente las decisiones tomadas de común acuerdo, sin las cuales las negociaciones no
tendrían ningún sentido. Con- viene señalar claramente que los no alineados no renunciarán a los principios que
fundamentan su independencia, la igualdad de derechos y la soberanía de sus recursos naturales, así como de todas
sus actividades económicas. Continuarán participando en las negociaciones únicamente sobre esta base. Esperamos
que en el período venidero ocurra un cambio radical en los países en vías de desarrollo, y que el hambre, la pobreza y
los otros males que los afectan sean eliminados definitivamente.
Las VI y VII sesiones especiales de la Asamblea General de las Naciones Unidas habían dejado entrever un
gran giro, al precisar los elementos fundamentales de las negociaciones que seguirían. Pero hasta el presente los
resultados que se han obtenido no son satisfactorios. Por el contrario están aún lejos de obtenerse.
Quiero resaltar la excepcional actuación que ha cumplido el Grupo de los 77 en la lucha por resolver los
problemas económicos mundiales y por el establecimiento del nuevo orden económico internacional. Los no
alineados deben contribuir para estrechar lo mejor posible la solidaridad y la unidad del Grupo. a fin de que él pueda
asumir un papel aún más importante en todos los sectores de las relaciones económicas entre las naciones.
Si los países desarrollados y económicamente fuertes no dan prueba de una voluntad política más profunda,
todos esos problemas se agravarán. Es evidente que los Estados desarrollados sufrirán por causa de ello, tanto como
los otros.”
Josip BROZ: Obras Completas. Buenos Aires, El Cid, 1979, III, págs. 53-55.

375
CAPITULO XXXV: REVOLUCIÓN Y POPULISMO EN IBEROAMERICA
1. RAÍZ DE LAS REVOLUCIONES: PROBLEMAS ESTRUCTURALES
La antigua América española y Brasil, espacio geopolítico al que ha terminado aplicándose el término poco
apropiado de América latina, constituye en el mundo actual una de las áreas más dramáticas de subdesarrollo, y en
cuanto tal debe incluirse en cualquier estudio sobre el Tercer Mundo; no vamos, sin embargo, a atender ahora las
dimensiones de su atraso sino en la medida en que ha incidido en procesos políticos profundamente originales,
algunos, como el populismo, de problemático encasillamiento cuando se les contempla con los cuadros teóricos de la
historia europea. Se podría hablar de independencia ficticia, puesto que la soberanía que alcanzan en el siglo XIX las
jóvenes naciones del centro y sur del continente americano no encuentra correspondencia en el plano económico, en
el cual la sumisión a EEUU es cada vez más intensa, y ha derivado inevitablemente en limitaciones de la soberanía
política; por otra parte, los desequilibrios económicos generados por su peculiar historia nos presentan un panorama
de oligarquías que tratan de perpetuarlos y se resisten a cualquier cambio. Celso Furtado analiza las formas de
dependencia externa e interna, que podrían resumirse en intereses norteamericanos y oligarquías dentro de cada
nación. Para romper una estructura constrictiva se han realizado intentos de diverso alcance, aunque nuestro análisis
se reducirá a cinco: México, Argentina, Cuba, Chile y Nicaragua. La mayoría de los movimientos revolucionarios o
pretendidamente revolucionarios se enmarcan cronológicamente en el mundo de posguerra, pero es precisa una
referencia general que ha de remontarse un poco más en el tiempo, y con mayor razón incluyendo el caso de México,
que inaugura su revolución a principios de siglo.
Dos acontecimientos han incidido en este proceso de dependencia creciente, la crisis de 1929 y la II Guerra
Mundial. La gran depresión afectó con particular severidad a las naciones del sur, cuya economía se basa en un
producto; la baja del estaño en un 30 % hundió a Bolivia, la del grano, lana y carne a Argentina, la del cobre a Chile,
la del azúcar a Cuba. No disminuyeron en la misma proporción los precios de los bienes importados, de donde se
desprende un deterioro de la relación de intercambio; la capacidad de importación de estos países, y principalmente
de Bolivia y Chile, se contrajo en porcentajes significativos. Se intentó en ese momento un proceso de sustitución de
importaciones, lo que constituía la verdadera salida, tratando de producir lo que antes se importaba, pero la
industrialización requiere un aparato financiero, y éste en esos años de desajustes sólo podía proporcionarlo Estados
Unidos; así pues, el dominio financiero inglés, indiscutible hasta la Primera Guerra Mundial, es sustituido en los años
30 por el dominio americano. y en consecuencia se desarrollan los bienes mineros y de la agricultura tropical (Cuba,
Perú, Venezuela) y menos, relativamente, los de la agricultura de zonas templadas (Argentina, Uruguay), que habían
desempeñado un papel más importante en las importaciones británicas. Por tanto, se produce tras la crisis del 29 un
proceso de industrialización en América latina, pero que provoca la dependencia financiera de Estados Unidos y la
depresión de algunos sectores agrícolas.
La Segunda Guerra Mundial supuso en principio una gran oportunidad al dificultar el mantenimiento de las
relaciones de dominio de los Estados Unidos. Así las inversiones se cubrieron con capitales nacionales, acumulados
por el aumento de precio de los bienes agrícolas y mineros durante el conflicto; se reduce otra vez la importación de
bienes industriales y se aminora o liquida la deuda con el extranjero. Pero pasada la coyuntura favorable se puede
percibir el agravamiento de algunos problemas. La agricultura se ha convertido definitivamente en un sector
deprimido con la consiguiente proletarización de las masas campesinas; la renta generada en el sector agrícola se
canaliza hacia la industria; la población, que aumenta con tasas muy superiores alas europeas, arroja sobre las
ciudades parte de sus efectivos rurales, y se producen fenómenos tan característicos de la actual América latina como
el crecimiento urbano vertiginoso, el hacinamiento en los perímetros suburbanos en las condiciones precarias del
barraquismo -en 1950 se calcula que el 20% de la población de las grandes ciudades vive en estas condiciones-, y la
agudización de los desequilibrios en el campo, donde millones de campesinos viven en condiciones de miseria
extrema y unas docenas de familias latifundistas pose- en un alto porcentaje de la propiedad.
Los problemas son los mismos, pero se crispan a partir de 1950. Los intentos reformistas de las décadas
anteriores son menos decididos, menos rupturistas con las estructuras. Carmagnani los ordena en tres grupos: a)
reformismo populista, con apelación de un dirigente al pueblo para obtener unas modificaciones mínimas; es el caso
del régimen peronista en Argentina y el de Gertulio Vargas en Brasil; b). reformismo legalista, intentado por algún
parlamento, por acuerdo de sus fuerzas políticas; lo intenta Chile tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones
de 1938; c) reformismo revolucionario, en el que es inevitable un enfrentamiento con la oligarquía, caso de Bolivia;
en este modelo la movilización popular no se hace de forma genérica, sino mediante organizaciones, como el
Movimiento Nacional Revolucionario -con intelectuales desengañados tras la derrota del Chaco- y los obreros del
estaño.
A partir de 1950 la tasa de desarrollo suramericano disminuye mientras se mantienen las tasas demográficas,
lo cual provoca efectos muy graves:

376
-Penetración del capital americano. Con el déficit del comercio exterior, los latinoamericanos han de recurrir a
préstamos, lo que facilita la irrupción de las finanzas norteamericanas en nuevos sectores; la industria pasa a ser otro
sector dependiente.
-Aumento espectacular de los efectivos del proletariado urbano, que se convierte en el más numeroso de la
clase obrera. Erradicado de sus bases rurales y sin integrarse en sus metas urbanas, este grupo posibilita el
reforzamiento de las posiciones políticas de extrema izquierda, pero sorprendentemente también de las de extrema
derecha, al carecer de conciencia política y escuchar cualquier llamada a la revisión del orden existente. Veremos la
importancia que esta postura ambigua tiene en el desarrollo del peronismo.
-Conexión de los intereses de la oligarquía interior con las finanzas internacionales. Los Estados Unidos
mirarán como peligrosos durante la guerra fría todos los movimientos reivindicativos en cualquier nación del Sur.
En relación con la agudización de los problemas ha de verse la de los intentos por modificar las estructuras
latinoamericanas; en la posguerra se viven los grandes ensayos revolucionarios, como en Cuba y Chile; o se
incorporan en alguna nación las fuerzas armadas al convencimiento de la necesidad del cambio, como ocurre en Perú,
donde protagonizan ensayos populistas.
En resumen, la industrialización ha producido fenómenos depresivos y no ha propiciado un desarrollo
auténtico; el único camino para afrontar los desequilibrios de América latina pasa inexorablemente por el choque con
los intereses oligárquicos dentro de cada nación y con los norteamericanos en el ámbito internacional; la alianza
natural oligarquías-Estados Unidos ha agravado los problemas y radicalizado los intentos de transformación.

2. PANORÁMICA DE PROBLEMAS
En este continente de graves problemas, que constituyen el marco en e que deben estudiarse los movimientos
políticos, algunos destacan por sus dimensiones generales. Veámoslos de forma sucinta.
a) Problema agrario
Insistimos, la agricultura se ha deprimido con la industrialización y se ha acusado más la estructura de grandes
propiedades; el tema de la reforma agraria constituye, por tanto, capitulo insoslayable en cualquier programa
renovador; de ella hablan economistas, sociólogos, políticos. El CillA (Comité interamericano para el desarrollo
agrícola) ha promovido bastantes informes. Según sus datos, en 1960 sobreviven 10 millones de familias rurales muy
pobres; en 1970 son aproximadamente .15 millones las que se encuentran en ese nivel. En 1954 en Chile el 87 % de
los agricultores obtiene el 34% de los ingresos, y se calcula que un minifundista tendría que trabajar 26 años para
ganar el promedio de un año de un gran agricultor (CillA. Informe de Chile). Los ingresos bajos nos sitúan en una
geografía plenamente tercer- mundista. En el altiplano de Guatemala el minifundista, que se encuentra en mejor
situación que el campesino sin tierras, obtiene 324 quetzales al año en una familia de seis miembros, lo que supone
4,5 dólares per cápita al mes (CillA. Informe de Guatemala). La ley que impulsó en 1952 Jacobo Arbenz, bastante
moderada, disponía la expropiación de las grandes propiedades, a las que se indemnizaba con bonos a largo plazo; el
experimento fue cortado por la invasión de castillo Armas, dirigido por Washington, en ese momento intérprete de
los intereses del primer propietario de Guatemala, la compaña norteamericana United Fruit Company.
Con el aumento rápido de la población se ha provocado una disminución del tamaño de las propiedades, con
lo cual el problema se complica y agrava. En consecuencia, es inevitable el desplazamiento de población, los
movimientos periódicos de mano de obra. En Guate- mala 300.000 personas descienden del altiplano a las regiones
costeras para la cosecha de café; el algodón y el azúcar provocan también flujos estacionales de mano de obra; existen
«migrantes profesionales», quienes, desplazándose constantemente, carecen de vivienda fija. Feder asegura que esta
marcha silenciosa constituye el mayor movimiento migratorio de la historia.
En los latifundios perviven comportamientos sociales feudales, «el latifundismo es un sistema de poder»
(Feder); el hacendado es el comandante supremo, inaccesible, ya que el campesino se entiende con un administrador.
El latifundista posee policía privada, recurre a los castigos corporales, y si es preciso al crimen (Informe de Manoel
Correia de Andrade: A teITa e o home no Nordeste); el trabajador endeudado puede ser encerrado en prisiones
privadas. Estos datos, del Brasil, se repiten con modificaciones en otras naciones. Según el CillA el sistema de
concertaje está generalizado; con él el campesino recibe préstamos o se considera anticipo los alimentos y bebidas, y
ha de trabajar luego casi gratuitamente.
Las dos formas extremas, latifundio-minifundio, caracterizan las estructuras de la propiedad. Los contrastes en
la repartición de tierras son llamativos. En Paraguay las propiedades de más de 100.000 hectáreas cubren el 43 % del
suelo cultivado de la nación. Algunas haciendas son en realidad inmensos dominios, así en Bolivia «El Carmen»
abarca más de dos millones de hectáreas, la hacienda «Alto Paraguay» de Santa Cruz, cerca de millón y medio. Las
familias que son a un tiempo terratenientes y empresarios industriales llegan a disponer de una influencia que en
Estados Unidos y Europa sólo puede soñar una poderosa sociedad anónima. La familia Gildemeister -a la que
Malpica sitúa entre «los dueños del Perú»- poseía 135.000 hectáreas de tierra en la costa. 300.000 hectáreas en el
interior, el control de una compañía naviera, uno de los diarios más influyentes de Lima, una compañía de seguros,
una empresa distribuidora de productos petrolíferos, dos sociedades pesqueras e inversiones en Chile, Brasil y

377
Alemania. En Bolivia se decía en los años 30 que el presidente de la República era el lugarteniente de la familia
Patiño.
b) Carencias básicas
La América latina debe incluirse en lo que Josué de Castro llamó geografía del hambre, con notas
características de déficit calórico en la alimentación, infraviviendas (chozas sin ventanas, favelas), hacinamiento, falta
de agua e higiene, mortalidad prematura. En el tema anterior nos hemos referido a estas cuestiones.
c) Analfabetismo
Quizá constituya la de la educación la gran carencia, en cuanto que sólo superándola se podrá afrontar
decididamente la lucha por la salud la higiene, la vivienda, etc. El 50 % de los latinoamericanos son analfabetos»,
escribe Robert Kennedy en sus demandas de incremento de ayuda al sur del continente, millones de niños y adultos
se encuentran desprovistos de toda educación. La UNESCO ha promovido o participado en campañas
internacionales. En la conferencia de Santiago de Chile, en marzo de 1962, en la que intervienen UNESCO, CEPAL,
OEA, OIT y FAO, se definen los objetivos, y el primero es el aumento de la matricula escolar. En la conferencia de
Buenos Aires, en 1966, René Maheu, director general de la UNESCO, afirma que a pesar de los progresos en los
países mas densamente poblados el censo de analfabetos alcanza el 40 % de la población. Campañas especiales de
educación de adultos, mediante la radio, y de escolarización infantil intensiva, como la que se organizó en Ecuador,
primer país, y en Venezuela, han aminorado un tanto las dimensiones del problema, y señalado los procedimientos
que se deben seguir, aunque persista la in- suficiencia de los fondos.
d) Crecimiento demográfico acelerado
Iberoamérica estaba poblada en 1978 por 344 millones de habitantes. La tasa de crecimiento de la población
ha pasado de 1 ,8% entre 1920- 1930, a 2,2 entre 1940-1950, 2, 7% en la década de los cincuenta y 3% en la de
los sesenta. Esto significa que la población se ha doblado después de la Segunda Guerra Mundial y volverá a hacerlo
hasta el año 2000. Mientras descienden las altísimas tasas de mortalidad no se produce la contracción paralela de las
de natalidad, salvo en zonas donde presiones políticas la han conseguido, tal es el caso de Puerto Rico, donde se ha
pasado de un 45 %o en 1945 a un 25 %o en 1968. Pero el atraso, la mentalidad, la influencia de la Iglesia, el peso
de la tradición, impiden que se pueda cortar la explosión demográfica por la vía única. la de la disminución de los
nacimientos.

3. PROCESO DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA


En los dos últimos decenios del siglo XIX. México, bajo las presidencias de Porfirio Díaz, experimenta una
prodigiosa expansión económica, hasta el punto de que se habla del Meiji mexicano; los nuevos filones argentiferos
de Baja California, Sonora, Chihuahua y Durango, la industria textil, la metalurgia de Monterrey, el petróleo del
Golfo, la expansión de los ferrocarriles, que rebasan en 1910 los 20.000 km de líneas, constituyen sus capítulos;
pero, por otra parte, la preeminencia que se otorga a la propiedad privada a costa de la colectiva provoca fuertes
tensiones sociales, especialmente en el campo. Según la ley de 15 de diciembre de 1883, los colonos pueden
denunciar tierras vírgenes y constituir compañías agrícolas, y tras la firma de un contrato con el Estado recibir un
tercio de las tierras denunciadas y opciones sobre el resto hasta el límite de 2.500 hectáreas. Esta ley, concebida para
atracción de inmigrantes, tuvo repercusiones decisivas en el mundo campesino. Las comunidades aldeanas no poseían
títulos, y en consecuencia se vieron obligadas a declarar sus tierras de labor como tierras vírgenes para percibir un
tercio, pero carecían de dinero para adquirir los otros dos tercios, de ahí que la ley derivara en un instrumento legal
que convertía a los indios en presa de los especuladores. Por otra parte no se cumplía el límite de las 2.500 hectáreas,
y se fundaron compañías con diferentes nombres y los mismos accionistas, que podían acumular propiedades. En
1893 una nueva ley suprimió cualquier traba, el límite de las 2.500 hectáreas entre otras, mientras declaraba que las
tierras sin titulo privado eran consideradas vírgenes; muchas comunidades de indios se vieron de pronto arrojadas de
sus tierras. y se formaron propiedades inmensas; el magnate de la prensa de Estados Unidos. Hearst, poseía gran
parte del Estado de Chihuahua. Vera Estanol dice que los latifundios no se median por hectáreas, se delimitaban con
paralelos y meridianos. Según Mc- BÍide, en 1910 hay 11 haciendas con 100.000 hectáreas cada una, 300 con
10.000. 8.000 con más de 1.000 hectáreas. Otro cálculo habla de 470.000 propietarios y 14 millones de labriegos
sin propiedad. El grito de rebeldía es «tierra y libertad., otras veces «tierra y escuelas., más tarde «tierra y caminos”
pero siempre tierra (Maddox).
La insurrección contra Porfirio Díaz en 1910 es apoyada por líderes campesinos (Zapata, Orozco, Pancho
Villa), y en el plan de San Luis de Potosí el nuevo dirigente, Madero, se compromete a la restitución de las tierras
despojadas. Emiliano Zapata publica en noviembre de 1911 el plan de Ayala, que prevé la restitución de tierras,
bosques yaguas, el derecho de los campesinos a defender sus propiedades con las armas y la entrega de los
usurpadores de propiedad a los tribunales; al año siguiente efectúa la primera restitución de ejidos (propiedades
comunales), se ocupan haciendas, y ante la reacción de los hacendados, se multiplican partidas guerrilleras. Desde que
Madero ha entrado en México (junio de 1911), se ha podido comprobar la división de las fuerzas que han derribado
a Porfirio Díaz; mientras Madero desea instaurar la democracia y hacer una revolución política. Zapata y Pancho
Villa desean transformar las estructuras económicas y sociales del país. La guerra civil se reenciende y, aunque
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Madero cae, los campesinos de Villa y Zapata no pueden imponerse a los moderados, dirigidos por Carranza. a quien
apoyan los Estados Unidos. En 1916 se convoca una Asamblea constituyente en Querétaro. El artículo 27 del nuevo
código prevé la restitución de tierras abusivamente expropiadas, apoyo a la pequeña propiedad y fraccionamiento de
los latifundios, para los que se ponen límites de extensión bastante bajos.
Los sucesivos presidentes que encabezan la Administración después de la Constitución de 1917, Carranza,
Obregón, Calles, limitan el alcance de las reformas. No se puede hablar de verdadera revolución hasta el ascenso de
Cárdenas a la presidencia (1934-1940). Cárdenas dio nuevo impulso a la reforma agraria acelerando la entrega de
tierras a los campesinos (5 millones de hectáreas en 1937, el año máximo), multiplicó las nacionalizaciones con el
objetivo de eliminar la dependencia exterior, y en marzo de 1938 nacionalizó la industria del petróleo. A partir de
1940 los sucesores de Cárdenas volvieron a frenar las medidas de reforma y acentuaron la dependencia mexicana del
capital exterior. Miguel Alemán incluso inició una contrarreforma agraria, modificando los parágrafos X, XIV y XV
de la Constitución, para declarar propiedad pequeña la que no pasaba de 100 hectáreas húmedas o regadas.
En el plano político se pueden entrever titubeos en el proceso revolucionario. El Presidente de la República es
elegido dentro del partido en el poder, que a partir de 1946 se llama Partido Revolucionario Institucional; un
aparente liberalismo impregna el modelo, pero no existe pluralismo y cualquier movimiento subversivo es duramente
reprimido; así se actúa con los estudiantes que se movilizan en 1968, antes de los Juegos Olímpicos. La presidencia
de Luis Echeverría (1970-1975) supuso otro momento de reformas, pero la capacidad de vuelta atrás no es menor
que la de avance, de ahí que se hable de "revolución interrumpida"
Las reformas no terminadas y las fases de involución se perciben en un balance de la revolución mexicana.
Incorporada a la Constitución de 1917 la reforma agraria, el artículo 22 decide la nacionalización de la tierra, pero
también la posibilidad de «transmitir a particulares el poder sobre las tierras y aguas, constituyendo así la propiedad
privada». Creación peculiar es el ejido, tierras que se otorgan colectivamente a comunidades campesinas, pero
explotadas individualmente tras un reparto de parcelas; el Estado conserva la propiedad eminente y avala la
financiación de los primeros gastos. Entre 1915 y 1934, se reparten 10 millones de hectáreas, bajo la presidencia de
Cárdenas 18 millones más. En 1940 las tierras repartidas representan el 49% de la tierra cultivada. En 1971 se votó
una nueva ley y se iniciaron nuevos repartos. No se puede afirmar que no haya habido transformaciones, y grandes,
en el campo mexicano, pero han subsistido zonas de marginación campesina.
Las reformas sociales han sido intensas, pero insuficientes. Se han creado hospitales, limitado la jornada de
trabajo, instaurado el derecho de huelga. Sin embargo, México continúa siendo una nación tercermundista, a pesar de
sus riquezas naturales, como se desprende de los datos de Albert Meister:
-un rural de más de seis años sobre dos es analfabeto
-un urbano de más de seis años sobre cuatro es analfabeto
-un habitante de cada tres no consume pan de trigo;
-un habitante de cada cuatro no consume pescado, carne, leche ni huevo!
-cuatro habitantes de cada diez no disponen de calzado, o tan solo de un par de sandalias indígenas;
-cuatro de cada diez niños entre los seis y los catorce años no están escolarizados.
El Estado controla sectores importantes de la industria, pero se encuentra con dificultades, financieras y
técnicas, para explotar sus propias riquezas. En 1973 la sociedad estatal PEMEX ha descubierto inmensos
yacimientos de petróleo y gas. Los programas de nacionalización no han impedido la dependencia de los Estados
Unidos. El informe del Banco de México en 1960 calculaba que la nación había perdido 62 millones de dólares por
utilidades de empresas norteamericanas. La balanza de pagos muestra el déficit resultante de la baja de precios en el
mercado internacional de los productos mexicanos mientras se incrementan los que percibe de Estados Unidos; en
1959 el saldo negativo fue para México de 305 millones de dólares (Foreign Commerce Weekly). La revolución no
ha sacado a México de su atraso y de su dependencia exterior.

4. EL POPULISMO. EL MODELO PERONISTA EN ARGENTINA


De los fenómenos políticos característicos de la América latina en el siglo XX, el populismo es el más
intensamente estudiado. En libros de historia, tratados políticos, artículos de prensa, se habla del varguismo en Brasil,
velasquismo en Ecuador, aprismo en Perú, cardenismo en México, comprendidos todos dentro del denominador
común de populismo, cuyo modelo intenta asimismo aplicarse a Arbenz en Guatemala, Ibáñez en Chile, Paz
Estenssoro y Siles Zuazo en Bolivia, Velasco Alvarado en Perú. Quizá Perón represente el ejemplo más interesante y
más puro, con todas sus ambigüedades, que son en definitiva las propias del modelo populista. Alan Angell ha
señalado como notas de este modelo:
- Base popular; se apela al pueblo para propiciar la transformación, pero no se le permite organizarse en
partidos políticos, sino que simplemente se encuadra en sindicatos, prestos a responder a la llamada del nacionalismo
demagógico.
- Carencia de doctrina precisa; el populismo se basa en un estado de entusiasmo colectivo provocado por el
objetivo sencillo de la justicia redistributiva. El populismo es una ideología de rebelión contra el sistema, pero resulta

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difícilmente encajable en la dialéctica derecha-izquierda, ya que no propone ningún modelo social para el momento
en que se implante la justicia
-Nacionalismo; la movilización popular se consigue apelando a sentimientos de rechazo de lo yanqui, lo inglés
o simplemente lo foráneo. Los líderes populistas devolverán las riquezas expoliadas al pueblo.
-Líder carismático; Perón en Argentina, Gertulio Vargas en Brasil, Haya de la Torre en Perú, personifican en
su momento los salvadores de la patria.
-Liderazgo de clases medias y altas. Aunque se apela al pueblo, como los descamisados, de Perón, los
movimientos populares estarán en todo momento controlados; el pueblo es concebido como un conjunto amorfo,
desclasado, su papel es por tanto bien diferente al que le atribuye la ideología socialista.
El populismo ofrece bastantes notas cotejables con las del fascismo, en cuanto a la exaltación carismática del
líder, la movilización apolítica del pueblo, el nacionalismo exultante, la tensión emocional con que se predica la
transformación, la falta de modelo claro (económico en particular}. Sin embargo, mientras el fascismo aparece como
un modelo involutivo en sociedades desarrolladas, con herencia liberal, el populismo puede presentarse y ser un
modelo progresivo en sociedades subdesarrolladas, que carecen de tradición política democrática. Para un analista
europeo las contradicciones podrían resumirse en que mientras por una parte incorpora a las masas marginadas a la
vida económica, cultural y política, por otra niega valores básicos de la democracia representativa, como libertades
civiles o pluralismo ideológico auténtico. Puesto que el partido por excelencia se concibe como interclasista o
policlasista, no será un partido obrero o burgués sino una especie de movimiento en el que se intenta integrar al
proletariado urbano, campesinado, proletariado suburbano, clases medias, inteligencia, sectores progresistas de las
clases altas. A diferencia del fascismo no procede de tensiones irresolubles entre burguesía y proletariado, sino de
tensiones internas de la burguesía nacional; el sector más progresivo, que busca y necesita el cambio, la modernización
de las estructuras, apela a la masa popular.
La ambigüedad de una ideología, que puede desembocar en una situación parlamentaria o simplemente en un
modelo bonapartista, con un dictador, ha sido resaltada por Carmagnani al hablar del régimen peronista: .También
pasando por encima del Parlamento el populismo peronista apeló directamente a las masas, y de este modo las
concentraciones y los referendos diligentemente maniobrados de manera paternalista por el régimen adquirieron
mayor fuerza que el Parlamento, el cual quedó reducido ano ser más que el brazo legislativo del propio régimen. El
segundo elemento básico del régimen peronista fueron los muchos elementos nacionalistas, de tipo irracional, y
fueron precisamente estos elementos los que lo asimilaron al fascismo y al nazismo. El propio Perón reconoció que
su estancia en Italia en tiempos del, fascismo le sirvió de escuela.»
Las dificultades de las hipótesis explicativas que se han dado sobre el peronismo, que ofrece notas similares a
las del fascismo pero también rasgos claramente diferenciados, proceden, a nuestro juicio, de intentar aplicar
esquemas europeos extraídos de países industrializados a un país cuya formación y estructura es diferente. Las raíces
del fascismo, guerra y crisis económica, no pueden aplicarse sin forzar los hechos a Argentina, aunque en
contraposición encontremos notas autoritarias de apariencia fascista (jefe, movilización de masas, irracionalismo). En
otro sentido el apoyo obrero que tuvo este régimen no proletario rompe con un supuesto tópico; el modelo clásico
afirma que los trabajadores industriales, inspirándose en postulados de clase, con una ideología de izquierdas,
intentan una revolución social. El apoyo obrero a Vargas en Brasil o a Perón en Argentina aparece como una
desviación de ese modelo. En conjunto se han dado dos tipos de explicaciones a esta paradoja del apoyo obrero al
Estado no obrero.
1° explicación. Industrialización tardía. Esto provoca un corte en la clase obrera; los sectores «viejos, de
origen europeo, presentan tendencia a la organización en sindicatos con disciplina y reivindicaciones precisas; los
«nuevos», de origen rural, desplazados y desclasados, se encuentran disponibles para su manipulación por una élite.
Según esta hipótesis, estos trabajadores de nuevo cuño, el llamado subproletariado urbano, se caracterizarían
por su búsqueda individual de ventajas económicas, por su sentimiento de pertenencia a un grupo primario (como la
región de procedencia) antes que por vínculos de solidaridad de clase, por su conciencia social simplificadora en
términos de pobres y ricos; Esta separación del proletariado, o mejor todavía la importancia que tiene este
subproletariado en las zonas marginales de las concentraciones urbanas de América latina, ha sido puesta de relieve en
buena parte de la literatura sociológica y política (así Alain Touraine y Gino Germani: América del Sur, un
proletariado nuevo). La gran ciudad destruiría las raíces tradicionales sin permitirles encontrar aún nuevos anclajes
normativos. Pero esta explicación no es fácilmente aplicable al modelo peronista, en cuanto que éste no se limita a
apelar a los obreros desclasados, sino que los organiza en un vasto movimiento sindical.
2° explicación (Murmis y Portantiero). La división no está en la clase obrera, sino en la clase capitalista. Las
antiguas clases propietarias, oligarquía ganadera y propietarios industriales, son inmovilistas. Las nuevas clases
propietarias, a partir de la guerra, se enriquecen velozmente en una serie de industrias subsidiarias del proceso bélico.
Al mismo tiempo empujan para encontrar un hueco en las estructuras de poder. La palanca va a ser un movimiento
interclasista, que aglutina a estas clases con los sindicatos obreros, que apoyan el golpe militar de junio de 1943, el
que colocará a Perón en la cartera de Trabajo, y posteriormente apoyarán incondicionalmente a Perón para la
presidencia de la República.
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El peronismo, según Murmis y Portantiero, seria por tanto un movimiento interclasista, que estaría propiciado
por diversas circunstancias:
-la nueva industria sólo se puede desarrollar sobre la base de la ampliación del mercado interno; se concibe a
los obreros en función de consumidores:
-necesidad de legitimación política de la élite estructurada alrededor del movimiento militar de junio de 1943.
Al no encontrar otros apoyos tuvo que movilizar las clases populares;
-coincidencia de la satisfacción de las reivindicaciones obreras con el proyecto de desarrollo económico de un
sector propietario.
Podríamos añadir, finalmente, un argumento sociológico a favor de la segunda hipótesis; sólo la quinta parte
de los obreros que apoyan el peronismo procede de zona rural, que es precisamente el argumento base (ruralismo,
falta de organización, desarraigo en la ciudad) de la primera explicación.

5. ITINERARIO DEL PERONISMO


El golpe de Estado de junio de 1943 sitúa a Perón en la estratégica cartera de Trabajo. Dentro de la Junta que
gobierna el país se distingue un grupo opuesto a la colaboración con las potencias del Eje (Ramírez) y otro que desea
mantenerla (Farrell, coronel Perón); el primero es desplazado, pero al acabar la guerra el embajador norteamericano
Braden consigue eliminar a los que se han comprometido en exceso con el nazismo. En octubre de 1945 Perón es
detenido; su discurso de despedida, por radio, fue interpretado por los sindicatos obreros como una llamada a la
lucha. La C.G.T. convoca huelga general para el 18 de octubre, pero la víspera, masas de ciudadanos exasperados
recorren las avenidas de Buenos Aires y se concentran en torno al edificio del gobierno, la Casa Rosada. A
medianoche Perón aparece, la muchedumbre le vitorea. Beam afirma que esa noche se ha sellado la alianza entre el
líder y su pueblo, apoyada en la obra que Perón había realizado en la secretaría de Trabajo (disminución de horarios,
aumento de salarios). En las elecciones presidenciales de febrero de 1946 Perón presenta un programa quinquenal, en
el que se habla de reforma agraria y autarquía; el embajador Braden elabora un libro azul, en el que denuncia a Perón
como filonazi... fue una imprudencia, el eslogan de los peronistas se resume en «votar por Braden o por Perón», y
ante este dilema no es extraño que triunfe Perón, que intensifica sus denuncias contra el imperialismo
norteamericano.
Perón se apodera del aparato del Estado colocando a sus hombres en los lugares estratégicos. En 1949
modifica la Constitución; que convierte al Presidente en un magistrado de poderes ilimitados y al Congreso en una
simple Cámara de registro de temas. Un partido disciplinado ayuda al presidente; los periódicos y la radio son
controlados, los opositores vigilados o condenados al exilio. Perón, con ayuda de su esposa Eva, desea instaurar un
nuevo régimen que denomina justicialismo, inspirado externamente en el fascismo italiano, con una rama política, un
sindicato (C.G.T.), una organización femenina y un movimiento de juventudes. Si releemos los discursos de Perón, es
difícil ordenar ideas que puedan definir el movimiento que funda. En el Congreso General Constituyente del Partido
Peronista, en diciembre de 1947, pronuncia párrafos tan poco esclarecedores como éste: «Se encaró en la única forma
en que podía encararse una reforma social; no por el método ideal, porque todavía estaríamos planeando cómo
debíamos realizarla, sino por el método real de lo que era necesario hacer y poniéndose a realizarlo inmediatamente,
única manera de poner al día, sin pérdida de tiempo, el problema de la justicia social en nuestra tierra», y así páginas
y páginas encareciendo el sentido práctico frente a la teoría, al aparato intelectual. El sentido de la camaradería pone
límites a la pretendida justicia distributiva para el pueblo: «Para un justicialista no puede haber nada mejor que "otro
justicialista" (Las veinte verdades del Justicialismo, octubre de 1950). Algún axioma del justicialismo encierra un
paladino rechazo de .la política, de corte cuasifascista: «El justicialismo es esencialmente popular .Todo círculo
político es antipopular, y por lo tanto no es justicialista.» La vaguedad se da la mano con el autoritarismo
paternalista, quizá porque éste no puede fundamentarse sino en aquélla.
La política social, inspirada por Eva Perón, se centra en medidas sociales que no impliquen reformas de
estructuras, como reconocimiento legal de los sindicatos, aumento de salarios, viviendas familiares; en sus memorias,
La razón de mi vida, explica sus objetivos entonos lastimeros, de nulo valor intelectual: «podía endulzar sus penas y
secar sus lágrimas». En el orden económico un programa de nacionalizaciones coloca sectores básicos bajo el control
del Estado; en 1946 se nacionaliza el Banco Central y se crea el Instituto Argentina para la Promoción del (comercio;
al mismo tiempo se obliga a algunas compañías extranjeras a vender acciones al Estado, en el momento en que éste
dispone de los beneficios que ha acumulado durante la guerra.
A partir de 1950 las dificultades económicas crecen y Perón comienza a cambiar su programa. Así la misión
Cereijo consiguió fondos por 100 millones de dólares, que Perón llamó,”crédito" para no contradecir su máxima,
antes de tomar un préstamo me corto las manos». Las cosechas catastróficas, por la sequía, de 1951. y 1952,
provocan el déficit de la balanza comercial y una inflación galopante; Perón debe adoptar medidas de austeridad que
descontentan a los sindicatos. La muerte de su esposa Eva, en julio de 1952; constituye otro golpe para la
popularidad del presidente. La campaña contra la Iglesia en 1954 señala el momento critico del régimen, cuando la
Santa Sede. replica con la excomunión del mandatario argentino. El giro de la política peronista en 1955 es difícil de
comprender por sus seguidores. En marzo firma un contrato con la Standard Gil por el que le entrega la explotación
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de casi 50.000 km cuadrados de territorio argentino, exención de impuestos a la refinería; y, lo más sorprendente en
un viejo nacionalista, el privilegio de la extraterritorialidad en el ámbito geográfico en el que la empresa yanqui
desarrolla sus prospecciones y explotaciones. Un golpe de Estado del ejército en junio de 1955 es abortado. En la
oposición se encuentra además el sector izquierdista del peronismo y los radicales dirigidos por Arturo Frondizi.
Sólo el sindicato constituye una fuerza de apoyo al régimen. Perón intenta reeditar el movimiento de octubre de
1945; notifica su dimisión, habla por radio, la C.G.T. anuncia la huelga general y la formación de milicias obreras. El
16 de septiembre los militares creen que ha llegado el momento idóneo para la insurrección y precipitan las
operaciones; el general Leonardiy el almirante Rojas consiguen destituir a Perón.
El régimen militar se consagra a depurar la administración expulsando a los peronistas de sus cuadros; el
partido justicialista es prohibido, pero los sindicatos resisten.
El resto de la historia argentina, que aquí no nos interesa explicitar, se resume en la confrontación entre
sectores deseosos de reforma en tomo a los radicales, un grupo de militares conservadores y los nostálgicos del
peronismo, cuya fuerza exclusiva son los sindicatos. Tras la presidencia de Frondizi los militares recuperan el poder
en 1966; una potente guerrilla urbana, los Montoneros, canaliza la protesta de quienes reclaman reformas sociales.
Cuando en marzo de 1973 el general Lanusse convoca elecciones, los peronistas consiguen el triunfo de su candidato
Héctor Cámpora y con él comienza una serie de episodios rocambolescos; el regreso del líder, que se encuentra
exiliado en España, el triunfo de Perón en nuevas elecciones, el nombramiento de su esposa Isabel para la
vicepresidencia. En julio de 1974 Perón fallece, a consecuencia de una crisis cardíaca, y deja como herencia un país en
caos, sin cabeza, sin posibilidad de futuro. La identificación del pueblo con un líder tan huérfano de auténticas
virtudes de conductor histórico, la ambigüedad de sus programas, el fracaso de sus reformas, delinean un panorama
en el que la lógica no encuentra excesivo sitio. En cualquier caso: al margen del juicio definitivo que a loS
historiadores merezca la personalidad de Juan Domingo Perón, lo que ya puede ser afirmado es su fracaso; el caos se
ha convertido en una constante de la Argentina de posguerra.

6. LOS TRIUNVIRATOS MILITARES


La historia argentina posterior a 1955 bien podría ser el ejemplo del caos político. Para intentar ver claro en la
maraña de acontecimientos debemos tener en cuenta que se disputan el poder tres grupos: el reformista en tomo al
partido radical, que intentará una gestión democrática; el peronismo, con su bagaje populista, que tiene en los
sindicatos su instrumento de actuación social; un grupo del ejército, de claros perfiles de fascismo castrense.
Los radicales protagonizaron los intentos civilistas, en las presidencias de Frondizi e Ilia. Pero los sectores
filofascistas del ejército sometieron a estrecha vigilancia el poder civil y apenas le dejaron gobernar. Los militares se
dividieron entre «legalistas», inclinados a controlar al ejecutivo manteniendo una apariencia de legalidad, y los
«gorilas», partidarios de la asunción del poder por el ejército. Una potente guerrilla urbana, los «montoneros»,
intentó sembrar las bases para una revolución popular, pero en realidad proporcionó a los militares el argumento para
gobernar con mano dura.
En 1973 un militar legalista, Lanusse, convocó elecciones para que Argentina encontrara de nuevo una vía
democrática. Los peronistas consiguieron el triunfo para Héctor Cámpora, un «tapado» de Perón, quien retornó de
su exilio en España y tras la renuncia de su acólito fue elegido presidente de la República. La serie de maniobras
rocambolescas culminó con la designación por Perón de su nueva esposa, Isabel, como vicepresidenta, en una
reedición busca del protagonismo político de «Evita». Al fallecer Juan Domingo Perón en julio de 1974 se encontró
al frente de los destinos del Estado una mujer inexperta y propensa a la histeria.
Finalmente, tras un periodo caótico, los duros del ejército dieron un golpe de Estado, de consecuencias
insospechadas para la sociedad argentina. Porque entre 1976 y 1982 las Juntas Militares, formadas por los tres jefes
de las tres armas, sumieron al país andino en una dictadura sombría. Al frente de estos triunviratos se pusieron
sucesivamente los generales Videla, Viola y Galtieri. Con el pretexto de la lucha contra la subversión las tres Juntas
emprendieron una guerra sucia contra el pueblo argentino, pero la más cruel y la que mayor número de violaciones de
los derechos humanos acumuló fue la primera, la presidida por el «iluminado» Videla.
Si en el orden internacional la gestión de los triunviros ofrece algún episodio de interés, como el laudo con
Chile, con el Papa de mediador, para delimitar las fronteras en los estrechos interoceánicos, en el interior
prácticamente todo se redujo a la proclamación del estado de sitio ya la persecución incontrolada de todo sospechoso
de subversión. El Informe Sábato, elaborado tras el regreso a la democracia en 1982, documenta 1.500 casos de
torturas, pero los cálculos más aceptados cifran en 30.000 los argentinos desaparecidos, incluidos los niños que
fueron arrebatados a sus familias para ser entregados a seguidores del régimen, y los miles de hombres arrojados
desde avionetas al mar .Este régimen de oprobio supuso la transferencia al continente americano de los métodos de
represión que otros regímenes totalitarios habían ensayado en Europa. En esa noche de los derechos sólo las valerosas
madres de la Plaza de Mayo, que semanalmente desfilaban en silencio para reclamar la aparición de sus deudos,
mantuvieron encendida la resistencia civil a la opresión. En el plano económico se práctico una política ultraliberal,
en la cual se demostrarían posteriormente toda suerte de irregularidades. Una empresa exterior desafortunada, la
guerra de las Malvinas, emprendida por Galtieri para recuperar la soberanía de las islas que los ingleses llaman
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Falkland, supuso para el pueblo argentino el principio de la liberación. Las Juntas no pudieron mantenerse tras una
derrota en una, guerra mal preparada y dirigida.

7. RETORNO DE ARGENTINA A LA DEMOCRACIA


En la Argentina posterior al episodio infausto de las Malvinas sigue desarrollándose el juego entre tres fuerzas:
militares, golpistas, radicales y peronistas. En las primeras elecciones triunfó el radical Raúl Alfonsín, que prometió
castigar los delitos de las Juntas y efectivamente anuló en la primera de sus medidas gubernamentales el decreto con
que se habían autoamnistiado. Alfonsín poseía probablemente la talla política necesaria para reconducir la historia
argentina, pero no pudo con sus oponentes: la continua amenaza del golpe militar y el activismo de los sindicatos
peronistas, que convocaron una y otra vez huelgas generales, hundiendo cada vez más la economía. Dos de sus
proyectos, uno realizado y frustrado el otro, se convertirían en dos fracasos. Para frenar la hiperinflación, enfermedad
mortal de la economía argentina, en sustitución del peso creó una nueva moneda, el austral, pero en poco tiempo se
vio en la misma situación moribunda de su antecesora. Para equilibrar un país demográficamente concentrado en
torno a Buenos Aires y las regiones del norte, proyectó el traslado de la capital a las regiones semidesiertas del sur.
Pero el país no podía sostener un proyecto tan costoso, y se desistió. No obstante, Alfonsín pasará a la historia
argentina por su coraje, al someter a proceso y encarcelar a los miembros de las Juntas Militares. Aunque esta
decisión dividiría a la opinión y le obligaría a sucesivas claudicaciones, procesalmente pudo demostrarse el carácter
genocida que había tenido la represión.
El fracaso económico llevó de nuevo al peronismo al poder en las elecciones de 1989, representado por una
figura del neoperonismo, Menem, que ha intentado equilibrar la economía con recetas neoliberales, desnacionalizar
empresas y alejar la hipoteca militar con una serie de claudicaciones, la más seria la amnistía para los triunviros
encarcelados por Alfonsín. Los viejos demonios, y entre, ellos el más amenazador, el retorno del golpismo militar, no
parecen haberse erradicado de la política argentina.

8. LA REVOLUCIÓN DE CASTRO EN CUBA


La revolución que triunfa en Cuba en enero de 1959, tras un período de acción armada relativamente corto,
supone una ruptura profunda en la historia de Cuba y en particular en la relación de la isla con los Estados Unidos.
¿Cuáles son las raíces de este acontecimiento, singular si se contempla a escala del continente americano? Aglutinando
el conjunto de problemas que explican el movimiento castrista, podríamos distinguir dos grupos: en el orden político
una dictadura oprobiosa, en el económico la dependencia de la riqueza de la isla de empresas norteamericanas.
a) Dictadura de Batista
La historia de Cuba en este siglo es la de una serie de regímenes dictatoriales que no tuvieron excesivos
remilgos a la hora de eliminar cualquier forma de oposición; Machado en los años 20 y Batista en los 30 a 50
constituyen los dos ejemplos más claros de permanencia en el poder por medio de la corrupción. Batista, que
encabeza la revolución de los sargentos de septiembre de 1933, es el hombre fuerte de Cuba desde ese momento,
presidente desde 1940, y tras una etapa de ostracismo otra vez supremo magistrado en 1952. El sostén de este
hombre ansioso de poder son los Estados Unidos, cuyo intervencionismo invoca la enmienda Platt de 1902, por la
que se limita la soberanía cubana con la posibilidad de intervención de Washington cuando estén en juego en la isla
intereses norteamericanos. Los problemas de Cuba bajo la mano férrea de Batista llegaron a ser realmente graves; sirva
de ejemplo el porcentaje de analfabetos, el 22,5 % en 1943, el 23,5% en 1953, porcentajes bastante bajos en
comparación con otras naciones latinoamericanas, pero que aumentan en vez de disminuir porque no se cumple la
Constitución de 1940, que proclama la obligatoriedad de la asistencia a la escuela a los niños entre los seis y los
catorce años
b) Economía dominada
El azúcar es el sector clave, ocupa la mitad de los trabajadores de la isla y constituye el 80% del valor de la
exportación. Su producción está en manos de grandes sociedades; entre ellas 13 norteamericanas explotan casi la
mitad de la producción aunque su influencia es mayor porque el mercado básico es el de los Estados Unidos- y fijan
el precio mediante el sistema de tarifas preferenciales. Empresas norteamericanas controlan asimismo otros sectores
de la vida cubana, el 90 % de los servicios telefónicos y de electricidad, el 50% de los ferrocarriles, la cuarta parte de
los depósitos bancarios, la industria del níquel, la explotación del turismo (Isla de los Pinos), la construcción y el
juego (con procedimientos mafiosos) en La Habana.
Los norteamericanos intentaban perpetuar un orden de cosas insostenible, identificando sus intereses con los
de Batista. El libro blanco que editó el Departamento de Estado en 1961 para informar a Kennedy lo reconocía, en
unas líneas que podría haber firmado Fidel Castro o el «Che» Guevara, pero que, repetimos, se deben al
departamento norteamericano:
«El carácter del régimen de Batista en Cuba había convertido en casi inevitable una reacción popular violenta.
La rapacidad de los dirigentes, la corrupción del gobierno, la brutalidad de la policía, la indiferencia del régimen a las
necesidades del pueblo en el dominio de la educación, medicina, alojamiento, justicia social y progreso económico,
todo, en Cuba como en otros países, constituía una invitación abierta a la revolución.»
383
Los asaltos a los cuarteles Moncada y Bayamo en julio de 1953 señalan una oposición creciente que comienza
a adoptar forma armada. La represión es durísima. Los hermanos Castro y el conjunto de revolucionarios detenidos
son condenados a penas largas, pero la amnistía de 1955 les permite exiliarse a México, donde entablan contacto con
el revolucionario argentino Ernesto Guevara. Desde México se prepara el regreso a la isla, que se produce en
diciembre de 1956, en un pequeño barco, el Granma. Los dirigentes revolucionarios organizan el primer centro de
resistencia en las regiones casi inaccesibles de Sierra Maestra. Desde este momento hasta el triunfo en enero de 1959
los acontecimientos se suceden de prisa, y de forma alógica, a pesar de las explicaciones muy claras que «Che»
Guevara ha dado sobre la marcha militar de la revolución. En los inicios el periodista del The New York Times
Herbert Matthews entrevista a Castro en la sierra, y éste se queja de que carece de todo: de hombres, de armas, de
dinero. ¿Cuál fue el secreto del éxito? Una vez más se comprueban los resortes de una revolución, popular. Fidel
Castro se apoya en los campesinos y llega a ser invencible en algunas zonas; por otra parte conecta con las formas de
resistencia urbana, como el ataque al Palacio Presidencial por el Directorio Estudiantil; los sabotajes se intensifican,
las armas norteamericanas del ejército pasan con facilidad a manos de los guerrilleros. En definitiva, se repite el
fenómeno de la guerra civil china, cuando las armas que recibe Chang Kaishek terminan en manos del ejército
comunista de Mao. Las crueles represiones de Batista contribuyeron a disminuir los apoyos norteamericanos. El
establecimiento de un segundo frente, el Che Guevara en el centro de la isla y Raúl Castro en la Costa norte, supuso
para el ejército de Batista. Desmoralizado, una prueba insuperable, y el día I de enero de 1959 Fidel Castro entra en
Santiago y el 8 lo hace triunfalmente en la capital. La Habana.
Hugh Thomas, en su monumental obra sobre Cuba, destaca dos fases en la revolución castrista, la primera
seria democrática -es decir, pluralista-, la segunda totalitaria -con un solo partido-. Quizá sea más acertado hablar de
evolución constante hacia posiciones radicales antes que de dos fases. Se ha insistido en que Castro no era comunista
en 1959 y que sólo la presión de los Estados Unidos le inclinó a adoptar posiciones totalitarias; a nuestro juicio es
una cuestión no concluida, sobre la que ha de indagarse. Ciertamente los Estados Unidos constituyen un factor de
primer orden en el desarrollo del proceso revolucionario, pero las lecturas universitarias de Fidel son marxistas, y su
discurso de defensa en el juicio por el asalto al cuartel de Moncada define unos objetivos que no difieren de los que
sostendrá en el poder. Es verdad que en abril de 1959, durante su viaje a los Estados Unidos, exclama en Nueva
York: «no somos comunistas", pero en esas semanas se suspenden los partidos políticos, se retrasan las elecciones, se
multiplican los juicios -utilizando estadios deportivos para los consejos de guerra-. Y la depuración no se limita a los
colaboradores de Batista, pronto llega su turno a los liberales; el caso Llaca, abogado secuestrado en La Habana al
que la Audiencia y luego el Tribunal Supremo ordenaron poner en libertad, produjo una confrontación entre Castro,
y los jueces.
La reforma agraria definiría, por su trascendencia, la orientación del régimen. El primer texto, de mayo de
1959, es de signo reformista; establece límites muy altos para fijar el umbral de la expropiación (400 hectáreas) y
prevé la indemnización a los antiguos propietarios. La tierra debería ser distribuida en lotes individuales a los
campesinos sin propiedad. A pesar de su moderación, el choque con las grandes compañías azucareras
norteamericanas era inevitable. Parte de la prensa estadounidense acusa a Castro de amenazar intereses vitales de los
Estados Unidos, y en Florida se monta una red de recepción de exiliados y se prepara una posible operación de
desembarco. En 1960 Eisenhower ordena reducir la cuota de azúcar. En agosto de este año se da nueva forma a la
reforma agraria; René Dumont estima que el ideal para Cuba hubiera sido la cooperativa, a la manera china, pero el
.Che» rechazaba esta fórmula, y se prefirió combinar la parcela familiar y la granja estatal, promovida por el INRA;
Dumont critica este estatalismo, que implicó la subida de los salarios agrarios pero no la producción. y sangría de
divisas y exceso de burocracia, entre otros efectos inmediatos. En 1963 se vota una ley nueva de reforma agraria, que
prevé la nacionalización de todas las propiedades de más de 67 hectáreas, la creación de granjas estatales, que llegan a
ocupar el 70 % de la superficie, y se fijan objetivos de producción ambiciosos (10 millones de toneladas para la
cosecha de azúcar de 1970).
En conjunto podríamos destacar capítulos de la revolución castrista:
-Supresión de instituciones de la Cuba capitalista. En esta línea hay que citar el control de la prensa, con la
desaparición de diarios libres, la campaña contra la Iglesia, la expropiación de las grandes compañías del petróleo y el
azúcar , la de la Telefónica y Electricidad, el control de la Universidad.
-Creación de instrumentos de la revolución socialista. Así los Comités de defensa de la revolución, los planes
quinquenales en la industria, el control de las editoriales, la politización de la Justicia -con la marcha de la mayoría de
los miembros del Tribunal Supremo-. La «nueva justicia» supone supresión de habeas corpus, tribunales y audiencias
populares, campos de rehabilitación.
-Progreso económico. Preocupación del régimen ha sido la diversificación para romper el monopolio
azucarero. Con esta finalidad se han introducido nuevas razas bovinas, y ampliado las plantaciones de café. Una red
de hospitales y campañas rápidas de alfabetización señalan dos preocupaciones del gobierno.
-Un peculiar modelo político. Se ha aprobado una Constitución en 1976. El Partido Comunista, resultante de
la fusión de las fuerzas que hicieron la revolución, se concibe como .la fuerza dirigente de la sociedad y el Estado». El
ejército, modernizado con la ayuda soviética, ha alcanzado niveles notables de capacidad, como se ha comprobado
384
por alguna intervención exterior (en Angola, en Etiopía). La ubicación de Cuba en la órbita soviética es en definitiva
una posición defensiva frente al dueño tradicional, Estados Unidos. Las instituciones, Presidente, Consejo de
ministros, delegados del poder central en provincias, señalan diferencias esenciales con respecto a los modelos
habituales de Occidente. Sin parlamento, sin elecciones, para los críticos del régimen Cuba es una dictadura; para sus
apologistas se trata de un régimen de democracia directa, que se apoya en el carisma de su dirigente máximo, Fidel
Castro, y en el ejercicio directo de la soberanía por el pueblo a través de Asambleas. En todo caso para comprenderlo
ha de tomarse como referencia el régimen soviético antes que el liberal occidental, aunque no se haya producido en la
isla del Caribe un calco estricto del modelo ruso.

9. EL COBRE CHILENO
La revolución que protagoniza Salvador Allende en Chile constituye un caso todavía más singular que la
fidelista cubana. Se trata de una revolución decapitada, que no tuvo tiempo de convertir en reales sus programas
teóricos. Pero no estriba en su desenlace, un tanto frecuente en lberoamérica, su originalidad, sino en la forma de
acceso al poder. Mientras Fidel conquista el poder tras un proceso armado, lo mismo que el bolchevismo en Rusia o
el maoísmo en China, Allende arriba a la presidencia chilena por el juego respetuoso de la democracia pluralista, tras
los resultados de una convocatoria electoral.
Se trata del primer caso de revolución sin guerra, de revolución por medio de las urnas. Por otra parte, si en
Cuba era el azúcar el símbolo de la presencia de intereses internacionales hostiles a cualquier experiencia
revolucionaria, en Chile es el cobre el que convoca estas instancias de dominio. Por muchas razones la experiencia
chilena merece un análisis, y éste ha de partir del cobre, eje de la historia chilena desde el siglo XIX, desde el
momento en que sustituyo al salitre como producto clave para la economía occidental.
El primer problema que se presenta en la cuestión del cobre es la usurpación de sus beneficios por las
compañías explotadoras. Al estallar la Segunda Guerra Mundial el cobre aumenta su valor de mineral estratégico, su
precio se eleva una vez transformado pero se mantiene en su fase de extracción, es decir, mientras Chile recibe la
misma cantidad por su riqueza minera, las compañías, norteamericanas incrementan sustancialmente su rentabilidad.
Entre 1940 y 1944 los Estados Unidos prestan a Chile 33 millones de dólares, cifra inferior a los beneficios de una
sola compañía, la Braden Cooper, durante el período. En los años 1943 y 1944, por urgencias bélicas, se incrementa
la producción hasta rebasar ampliamente el medio millón de toneladas, pero no se reflejó el aumento de la
producción en el de la recaudación porque los Estados Unidos, sin consultar, siquiera con el gobierno de Santiago,
fijaron unilateralmente el precio en 11, 5 centavos la libra, para impedir presiones especulativas -se decía'-, mientras
en Estados Unidos se vendía a 27 centavos. La pérdida del Estado chileno durante este período se calcula en 500
millones de dólares.
Al estallar la guerra de Corea mientras el níquel y otros metales elevaban, su precio, Estados Unidos fijó un
tope de 24,5 centavos para el cobre, con lo que la nación perdió otros 300 millones de dólares. El presidente Ibáñez
intenta en l952 una medida tímidamente nacionalista; el Banco de Chile compra a las compañías extranjeras el cobre
al precio que han fijado los Estados unidos y lo revende en el mercado mundial; ¡¡>ero con el final del conflicto
Washington lanzó grandes stocks a los circuitos comerciales y produjo el hundimiento de los precios. En Chile se
acumuló un excedente de 130.000 toneladas, que posteriormente se revendió a bajo precio a los Estados Unidos.
Este fracaso explica la ley llamada del .Nuevo Tratado., de mayo de 1955, que exime a las compañías de tasas y
derechos de aduana, mientras los políticos reformistas comprenden que en el cobre estriba la única posibilidad de
autofinanciación chilena de reforma agraria o de industrialización.
En, la campaña presidencial del año 1964 triunfa el candidato demócrata cristiano Frei, con su programa de
.Revolución en la libertad., sobre el socialista Allende, por el apoyo financiero que recibe de Estados Unidos y
partidos socialdemócratas europeos, y por el de la Iglesia, que hace escorar los resultados jugando con la tendencia
del voto femenino, más influenciable desde instancias eclesiales. Frei realizó un programa tímido de reforma agraria y
de desarrollo industrial. Pero en este momento nos interesa reparar en lo que se llamó chilenización del cobre.
Ya en la campaña electoral. Freí habla de «chilenización» y Allende de nacionalización», A partir de 1967 se
iniciaron las negociaciones con las compañías para la compra del 51% de las acciones, porcentaje que permitiría, en
opinión de Frei, el control sobre la minería del cobre. La Anaconda, a través de filiales, explotaba las minas de
«Chuquicamata» y «El Salvador», y .El Teniente», la mayor mina subterránea de cobre del mundo, era explotada por
la Kennecott y su filial la Braden. Las sociedades se mostraron en principio reacias a desprenderse de sus acciones,
pero ante la posibilidad del triunfo de un nacionalista en 1970 se decidieron a intentar sacar provecho de la
transferencia. Así se formaron nuevas compañías mixtas que multiplicaron los beneficios de los capitales
norteamericanos. Para explotar .El Teniente» se creó una sociedad mixta, el gobierno chileno compró el 51% de las
acciones a la Kennecott, por las que pagaría 80 millones de dólares, la cual prestaría a su vez esta suma a la nueva
sociedad, que la reembolsaría en quince años. La primera partida contable asombrosa es el valor de las instalaciones,
que en 1963 se fijaron en 65 millones de dólares; al pagar el Estado 80 por el 51 %, suponía que le reconocía un
valor de 160 millones, y por añadidura que se aceptaba con toda tranquilidad el fraude fiscal que la compañía había
estado realizando. La venta del paquete de acciones iba acompañada de exenciones fiscales y de préstamos del Estado
385
chileno a la nueva compañía mixta, lo que hizo subir el valor de las acciones. De manera tal que la acumulación de la
serie de ventajas multiplicó los beneficios de la sociedad norteamericana. Cuando Allende anunció la nacionalización
utilizó este argumento: en .El Teniente», la compañía, con el 49 % de las acciones, ha tenido tres veces más
utilidades que cuando controlaba el 100 %. Las cláusulas que el Estado chileno de la democracia cristiana firmó con
las filiales de La Anaconda para la compra del 51 % de las acciones de las minas “Potrerillos”, “El Salvador” y
“Chuquicamata” suponía pagar en 21 años más de diez mil millones de dólares por unas instalaciones e inversiones
que apenas alcanzaban el tercio de este valor. Por otra parte la explotación consuntiva a que se entregaron las
compañías durante el periodo de la operación derivó en que el Estado chileno recibió las minas en muy mal estado:
Catherine Lamour habla de «verdadera política de pillaje». Se explica que la izquierda introdujera en sus programas
electorales el principio de la expropiación sin indemnización».
A las elecciones de 1970 se presenta una coalición denominada Unidad Popular, cuyo candidato va a ser
Salvador Allende. Suponía la unión de tres partidos, el socialista, el comunista y el socialdemócrata, con apoyo del
radical y de algunas organizaciones sindicales, coalición que intentaba expresar los intereses del proletariado, el
campesinado, la pequeña y mediana burguesía urbana, industrial y comercial, los artesanos y trabajadores
independientes semiproletarizados, y las profesiones liberales, funcionarios y estudiantes. Se pretende una
movilización nacional de envergadura. Allende obtiene más votos populares que el candidato de la derecha,
Alessandri, entre otras razones porque un sector disidente de la democracia cristiana, que ha formado el MAPU, ha
presentado otro candidato, Radorniro Tomic.
El programa de Unidad Popular postulaba la nacionalización de minas, bancos, monopolios, sectores de base,
la profundización de la reforma agraria, un vasto programa social y política exterior independiente. Ninguno de los
tres candidatos ha obtenido mayoría suficiente y ha de ser el Congreso el que designe presidente. A pesar de las
presiones americanas (maniobras de la CIA y de las multinacionales como la ITT) y de las amenazas de golpe de
Estado militar (con el asesinato del general Schneider, cuando rehúsa entrar en el complot), el Congreso elige a
Allende, con los votos de Tomic a su favor.

10. LA GESTIÓN DE ALLENDE y SU DESENLACE


El gobierno de Allende se encuentra con una situación económica crítica, con un presupuesto altamente
deficitario y una deuda exterior de más de dos mil millones de dólares. Las primeras medidas son económicas,
orientadas a frenar la inflación ya bloquear el precio de los alimentos básicos del consumo popular .Los programas a
largo plazo se financiarían con las rentas del cobre exportado que, por primera vez, ingresan en las arcas del Estado.
Resaltemos algunos puntos de la obra de Allende y el gobierno de Unión Popular.
Profundización de la reforma agraria
Todos los proyectos de ley de Allende se enfrentan a un Congreso hostil, en el que no cuenta con escaños
suficientes; ha de demostrar en cada punto que no conculca la Constitución o alguna ley anterior. En consecuencia, la
reforma agraria se desarrolla de manera muy cauta, esgrimiendo el criterio de la baja rentabilidad de las parcelas
pequeñas de asentamiento que había previsto Frei. Es preferible concentrar parcelas y organizar con un servicio de
maquinaria agrícola formas de explotación semicolectiva. Por otra parte se rebaja el límite de 80 hectáreas de tierra
buena de regadío que había fijado Frei para actuar sobre un latifundio. A partir de julio de 1971 se crean centros de
reforma agraria, de trabajo colectivo, invocando que se trata de la aplicación de la ley Frei, cuando habla de, otras
formas de organización». El ministro de Agricultura Jacques Chonchol afirma que el objetivo es asignar, después del
período transitorio, la tierra a los campesinos»...Forma general: propiedad cooperativa de los terrenos de producción;
la casa y el huerto familiar... los centros de producción, como los centros de demostración... eso queda en manos del
Estado.» En definitiva se intenta consolidar la dimensión familiar de la propiedad agraria, potenciar su vertiente
colectiva y adscribir al Estado a tareas de promoción en centros piloto, sin que esta función signifique la
estatificación de la tierra. A finales de 1972 el 50 % de las tierras cultivables ha sido redistribuido y los latifundistas
han perdido su capacidad de control.
Nacionalización del cobre
Mientras en el caso de la reforma agraria se utiliza una ley ya existente en la cuestión del cobre era precisa la
votación de una nueva disposición legal. Los datos que esgrime Allende sobre su necesidad son apabullantes: los
cuatro grandes monopolios han obtenido por la exportación de la riqueza nacional cuprífera en 60 años 10.800
millones de dólares, el equivalente al valor del patrimonio nacional constituido a lo largo de 400 años de esfuerzos,
desde que llegaron los conquistadores. El proyecto de ley establece que el pago de las indemnizaciones se calculará
previa la deducción del valor inicial de las instalaciones, las amortizaciones, las compensaciones y multas por
beneficios excesivos. La postura era «pagar indemnización si corresponde y no pagarla si no corresponde», sostenida
por el Partido Comunista, mientras que los socialistas propugnaban la nacionalización sin indemnización. En
principio las compañías confiaban en que Allende no se enfrentaría directamente con los Estados Unidos. La
sorpresa fue total. Mientras La Anaconda y la Kennecott estimaban el valor de sus inversiones en Chile en 550
millones de dólares. Salvador Allende anunció, en septiembre de 1971, que un total de 774 millones de dólares era el
monto de los «beneficios excesivos» realizados por estas dos compañías durante los últimos quince años, cantidad
386
que sería deducida de la indemnización fijada por el Controlador de la República. En conclusión, efectuado el
cálculo del valor de las minas de «Chuquicamata», «El Salvador» y «El Teniente», ninguna de las compañías
explotadoras tendría derecho a indemnización alguna. Se llegaba ala posición del Partido Socialista, pero tras un
estudio técnico, no por simple proposición revolucionaria. A mediados de octubre de 1971 el Controlador General
de la República dio su veredicto definitivo; teniendo en cuenta el mal estado de las tres grandes minas, La Anaconda
debía al Estado chileno 78 millones de dólares y la Kennecott 310 millones. Por el contrario, en las minas recientes,
«Exótica» y «Andina». en las que no ha habido fuga de beneficios excesivos, el Estado adeuda lO millones de dólares
a La Anaconda y 18 a Cerro Corporation.
Aunque las divisas no eran inmediatamente movilizables, se calculaba que el cobre dejaría al Estado unos
beneficios adicionales de 100 millones de dólares, lo que significaba la posibilidad de construir 30.000 casas, o
locales escolares para medio millón de niños, o la compra de 80.000 tractores para la reforma agraria, o doblar el
salario de 45.000 obreros.
Intervención del gobierno en la industria textil y pesqueras
En la industria textil la empresa Yarur, que tenia inversiones en otros sectores, controlaba gran parte de la
producción; el 26,9 % de sus acciones pertenecía a la Chase Manhattan. Apoyándose en una ley que no había sido
derogada, de 1932, el gobierno demostró el incumplimiento de sus obligaciones por parte de la empresa, como el no
suministro de telas baratas al hospital de la Universidad Católica; aunque el Controlador, cargo inamovible que
puede devolver al Ejecutivo para su reconsideración cualquier disposición, inicialmente frenó la incautación de la
empresa, mientras los obreros la ocupaban, tras una revisión a fondo declaró la legalidad de la operación y la empresa
comenzó a ser dirigida por los obreros en régimen de autogestión. Lo mismo se hizo con otros centros textiles que el
Estado intervino: Sumar, Lanera, Austral, Oveja, Tomé, etc., cuya: producción aumentó tras la nacionalización.
Por el contrario, en la industria pesquera la rápida reacción de la patronal obligó al. Estado, para no perturbar
el abastecimiento de un artículo de la dieta popular, a devolver la gestión de las grandes empresas a los propietarios.
Estatificación de los grandes bancos En diciembre de 1970 el gobierno anunció su proyecto de
nacionalización de la banca privada, en el cual, con el fin de no lesionar los intereses de los pequeños accionistas, se
disponía la compra de las acciones a un precio ligeramente superior al de su cotización en bolsa durante el último
semestre. El proyecto no llegó a ser presentado al Congreso; al mismo tiempo el gobierno intervenía los bancos que
podían ser acusados de irregularidades y malversaciones; así el, Crédito e Inversiones» de la familia Yarur, el
“Continental”, el “Edwards”, En septiembre de 1971 el presidente del Banco Central declara a la prensa que el
Estado detenta el 57,2% de las acciones de la banca privada, con excepción del Banco de Chile, donde sólo controla
el 45 %, La nacionalización de la banca se ha realizado por procedimientos estrictamente financieros, con una mezcla
de presión y compra, sin necesidad de recurrir a elaborar una ley de nacionalización, que difícilmente habría pasado el
listón del Congreso.
Era imposible acometer un programa de esta envergadura sin suscitar tensiones. Por la izquierda los grupos
obreros impacientes, espoleados por las consignas del movimiento de extrema izquierda M.I.R., ocuparon tierras o
multiplicaron las huelgas. Las dificultades de abastecimiento generaron preocupación popular. Pero el enemigo del
programa de Allende estaba en la derecha, que movilizó todos sus resortes para derribar al Presidente, contando para
ello con la subvención ilimitada de los Estados Unidos y de algunas empresas norteamericanas (en particular la ITf.
cuya intervención está perfectamente documentada). Las manifestaciones en las calles, como la de las cacerolas vacías,
organizada por las mujeres de la Democracia Cristiana (diciembre de 1971), los atentados, las huelgas patronales,
como la de los camioneros, financiada desde los Estados Unidos, que consiguió el desabastecimiento del país, crearon
un ambiente de caos. Al mismo tiempo se negaban a Chile los créditos bancarios que precisaba. El ambiente de cerco
ha sido documentado en el intenso filme de Patricio Guzmán, La batalla de Chile. La lucha de un pueblo sin armas
(1975).
La derecha confiaba obtener suficiente número de escaños en el Parlamento en las elecciones de marzo de
1973 como para promover la destitución del Presidente. Al no ser así comenzó a ocupar posiciones dentro del
Ejército por medio de generales golpistas. El general Prats, comandante en jefe del Ejército, hombre legalista que
deseaba situar a las fuerzas armadas en la posición de brazo defensor de la Constitución, fue obligado a dimitir, y en
su lugar Allende tuvo que colocar al general Pinochet. Unas semanas después, el 11 de septiembre, el Ejército,
dirigido por Pinochet, asalta el Palacio de la Moneda, sede del gobierno. Allende muere defendiendo su puesto, de
manera simbólica, y dejando como último testimonio unas líneas dirigidas a los trabajadores de Chile: «Tengo fe en
Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse,
Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano no que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el
hombre, libre para construir una sociedad mejor. "
Es el testamento de la revolución chilena. El 11 de septiembre de 1973 en Chile triunfa un golpe de signo
fascista. El fascismo puro, sin las notas de preocupación popular o de justicia distributiva del populismo, se ha
instalado en un país del sur del continente.

387
11. CHILE BAJO PINOCHET
El golpe de septiembre de 1973 supone la introducción de un régimen anómalo en la historia chilena, por su
origen en un hecho de fuerza pero todavía más por la exaltación de sus dirigentes en la anulación de las libertades
democráticas bajo el pretexto de arrancar de raíz el marxismo, etiqueta que se adjudicó a todos los enemigos
políticos. Uno de los triunviros del 73, el jefe de la aviación Gustavo Leigh, declaró como principio programático:
“el marxismo será extirpado hasta las últimas consecuencias”. Las consecuencias últimas, en el tiempo inmediato,
fueron los campos de concentración y los centros de exterminio. En un país que no ha recuperado la posibilidad de
investigar y de expresar libremente los resultados de las investigaciones es imposible hacer un balance similar al que la
Comisión Sábato realizó en Argentina, pero algunos cálculos establecen la cifra de 15.000 muertos en las primeras
semanas, además de un número indeterminado de desaparecidos. Aunque las cifras de la represión exijan en su día
una contabilización documental, lo cierto es que se pudo comprobar en los días siguientes al golpe la presencia de
miles de refugiados en las embajadas, afluencia que provocó conflictos del gobierno militar con los de Suecia,
Francia, Venezuela, Italia y Bélgica, entre otros. El éxodo provocado por la persecución se ha cifrado en un millón de
personas, alrededor de un 10% de una población que no excedía los diez millones de habitantes.
La reclusión de los seguidores de Allende fue la primera preocupación del nuevo régimen, que hizo del
Estadio Nacional chileno un campo de concentración de detenidos hacinados. En octubre de 1973 el gobierno
formuló una Declaración de Principios que otorgaba todos los poderes a la Junta Militar, un triunvirato formado por
los jefes de las tres armas: Pinochet (Ejército), almirante Merino (Armada), Leigh (Aviación). En la Declaración se
proponía reeducar al pueblo: «es imperativo cambiar la mentalidad de los chilenos».
Hasta 1974 la represión fue sistemática y su instrumento las Fuerzas Armadas. Aunque las relaciones con los
Estados Unidos fueron normales, organismos internacionales denunciaron las torturas y dentro de Chile la Iglesia
católica, encabezada por el arzobispo de Santiago, cardenal Silva Henríquez, a diferencia de las posiciones que la
jerarquía argentina había adoptado ante los regímenes militares, denunció desde el primer momento las prácticas de
conculcación de los derechos humanos. Desde mediados de 1974, la represión fue selectiva y corrió a cargo de la
nueva policía política, la DINA, organizada con la ayuda del nazi Walter Rathenau. El brazo represivo no se detuvo
en las fronteras nacionales; en Buenos Aires fue asesinado el general Prats y en los Estados Unidos el opositor;
Orlando Letelier, asesinato éste en el que intervinieron funcionarios del régimen, sometidos a juicio y condenados
ante la presión norteamericana pero pronto indultados. En 1974 se aprobó el Estatuto de la Junta Militar que
personificaba la cúspide del poder ejecutivo en Pinochet, desde ese momento presidente de la nación y no sólo
presidente de la Junta. La concentración de poder en el supremo mandatario y el culto a la personalidad derivan en la
escasez de menciones en la prensa oficial a los otros dos junteros.
El general intentó legitimar su poder omnímodo mediante plebiscitos. El de 1980 desembocó en la
Constitución de 1981, que reforzaba los poderes presidenciales que no se aplicó en otros puntos, pues no se
convocaron elecciones ni se constituyó el Congreso, cuya actividad fue reemplazada por la de Comisiones legislativas.
En 1988 convocó Pinochet otro plebiscito para perpetuar su mandato, pero la unión de todas las fuerzas políticas
consiguió el triunfo del "no". A pesar de la derrota refrendaría el dictador retuvo el poder hasta las elecciones de
marzo de 1990, que supusieron el retorno de la democracia y la investidura de Patricio Aylwin como presidente.
Aylwin se propuso una política de reconciliación. Pero Pinochet retiene el mando de las fuerzas armadas. Se trata,
por tanto, de una democracia vigilada, que en su gestión no puede rebasar determinados límites en la crítica o
investigaciones sobre el período anterior. Chile configura así otro modelo inestable entre la libertad y la
incertidumbre.

12. NICARAGUA. LA REVOLUCIÓN SANDINISTA


El derribo del poder de la dinastía Somoza en julio de 1979 supuso el fin de un largo proceso revolucionario
iniciado en 1925 por el general liberal Augusto César Sandino. En ese año Sandino, movido por el ideal nacionalista
de emancipar a su patria de la tutela económica norteamericana, inició a partir de su bastión del noroeste, en la
frontera con Honduras, una lucha de guerrillas acompañada de la colectivización de las tierras en las áreas que
controlaba. La respuesta fue el regreso de los norteamericanos y la conversión de Anastasio Somoza en jefe de la
Guardia Nacional, quien tras el asesinato de Sandino a principios de 1934 comenzó una larga y cruel dictadura,
prolongada luego por sus hijos Luis y Anastasio “Tachito”). Cuarenta y cinco años después de su muerte, los
seguidores de Sandino capitalizaban la revuelta asomocista y pasaban a controlar el poder. El proceso ofrece notas
completamente diferentes a los examinados hasta ahora. La interpretación norteamericana de isandimismo convierte
en una revolución marxista leninista que ha colocado otra cabeza de puente, la “segunda Cuba”, en América Central,
tesis sostenida con particular denuedo por Jeanne Kirpatrick, representante de los Estados Unidos en las Naciones
Unidas. Frente a esta versión de capitulo de la guerra fría, otros estudios, como los de Thomas A. Walker y J. A.
Booth, la entienden como una lucha por la independencia, un movimiento nacionalista.
Orígenes y tendencias del sandinismo
Resulta difícil entender el movimiento sandinista si no se examina el estatuto neocolonial de Nicaragua a
partir de principios de siglo. Desde 1912, con la presencia de los marines para garantizar los beneficios de los
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capitales americanos, se había convertido virtualmente en un protectorado. Sandino, en su Manifiesto a los pueblos
de la Tierra, había señalado como principal enemigo de Nicaragua a los banqueros de Wall Street apoyados por la
Casa Blanca: «Por cada mil dólares invertidos en mi país por los banqueros yanquis, un nicaragüense ha muerto».
Esta presencia económico:.militar encontró un colaborador en la familia Somoza, que llegó a controlar el 60 por cien
de la economía nicaragüense. Entre las compañías norteamericanas y treinta familias nicaragüenses se repartían los
beneficios de la explotación del azúcar, la leche, la prensa y los Bancos. Del entendimiento Casa Blanca-Somoza
derivó la conversión de Nicaragua en una plataforma político-militar norteamericana. En 1948, las fuerzas armadas
nicaragüenses intervinieron en Costa Rica a petición de Washington y en 1954 colaboraron en la intervención
norteamericana contra Jacobo Arbenz en Guatemala; posteriormente se ofrecieron bases para expediciones contra
Castro y se anunció el envío de contingentes de la Guardia Nacional a Vietnam.
Siguiendo textos de Sandino, los sandinistas hicieron de la lucha contra el monopolio extranjero y la
explotación de la oligarquía propia su bandera. A mediados de los años cincuenta el movimiento caló en las
universidades, especialmente en la célula que organizó uno de sus teóricos, Fonseca, en la de León, y con la
incorporación de Tomás Borge al movimiento. En los escritos teóricos y en las tácticas políticas se pueden distinguir
dentro del sandinismo tres tendencias:
a) Izquierdista (Jaime Wheelock, Carlos Núñez y Fonseca). Siguiendo el modelo de la revolución soviética,
que Fonseca estudió en dos viajes ala URSS, y adaptando sus pautas a la lucha por la emancipación de una situación
neocolonial (neomarxismo), sostiene que las masas urbanas realizarán la revolución que ha de derribar a Somoza.
b) Centrista (Tomás Borge, Bayardo Arce). Proyecta una prolongada guerra de liberación apoyada en el
campesinado y la gradual liberación del territorio. Borge promete que en el proceso se respetarán las formas
democráticas de libertad de prensa y abolición de la tortura.
c) Moderada o «tercerista) (Daniel Ortega, Humberto Ortega, Edén Pastora). Postula necesidad del
entendimiento con la burguesía liberal en el movimiento insurreccional y la fase constituyente del régimen
revolucionario. El mecanismo de lucha constará de actos espectaculares que propicien el alzamiento popular.
Levantamiento popular contra Somoza
Aunque las tres tendencias convivieron en todo momento sin excesivas tensiones, terminó preponderando la
moderada con sus tesis de apoyo en la burguesía y la práctica de actos espectaculares como desencadenante de la
insurrección popular , táctica puesta en práctica en el asalto de Edén Pastora "Comandante Cero." al Palacio
Nacional. A la conclusión de que era necesario un levantamiento general para expulsar a Somoza se llegó después de
haber estudiado otras estrategias: la denominada del «foco» propugnaba la irradiación a partir de un área, siguiendo
el modelo cubano de Sierra Maestra; la de la guerra popular prolongada estaba influida por Giap y la guerra de
Vietnam y requería la incorporación masiva de los campesinos a la lucha armada. Los moderados creían que tanto
una como otra provocarían la intervención norteamericana. Que sólo un alzamiento general del pueblo podría tener
éxito. La incorporación de algunos cristianos, como el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, a la revolución terminó de
definirla como un movimiento popular.
El asesinato en enero de 1978 de Pedro Joaquín Chamorro, director del diario La Prensa y cabeza del Partido
Conservador, culminó un periodo de represión del régimen y fue la señal para la reacción popular contra la dictadura.
En febrero se produjo un levantamiento en Manimbó, un barrio de Masa- ya, que fue reprimido con tanques y
helicópteros. En respuesta, la huelga general supuso el ensayo de la movilización. En agosto, otra insurrección
popular de mayor envergadura tuvo lugar en Matagalpa; Samoza replicó utilizando el material norteamericano y
desoyendo las llamadas del presidente Carter a la moderación. Por entonces se habían formado miles de Comités de
Defensa Civil y en septiembre se inició la insurrección general. Samoza recurrió a quemar barrios enteros con napalm
ya los bombardeos aéreos de las ciudades así Como a las ejecuciones sumarias masivas. Pero el levantamiento se
extendía y encontró un centro de resistencia en León, segunda ciudad del país. El 9 de julio de 1979 Samoza huía a
Paraguay, donde encontraría asilo y seria asesinado más tarde en un atentado.
El régimen sandinista
El régimen revolucionario se inició con una fase moderada. Un gobierno de coalición de todas las fuerzas
antisomocistas procedió a la incautación de las propiedades de la familia Somoza, pero proclamó su respeto por los
restantes propietarios. Pocos meses duró estafase de armonía. En abril de 1980 se producía la ruptura entre los
sandinistas y los líderes liberales y se iniciaba una experiencia revolucionaria de horizontes nuevos. Para entender este
giro han de tenerse en cuenta dos parámetros: los graves problemas interiores y la presión norteamericana.
De los problemas internos, el más grave era la deuda exterior creciente, una herencia de la dictadura. Ascendía
en 1981 a 1,6 billones de dólares; el gobierno destinó al pago 121 millones en 1981 y 154 millones en 1982,
considerando que una cantidad superior hipotecaria sus programas, pero por la altura de los intereses y nuevos
préstamos en junio de 1983 había, ascendido el total a 3,34 billones. Con ese terrible corsé resultaba imposible
cualquier programa de saneamiento de la economía.
La presión de las masas populares, impacientes por recuperarse tras tantos años de tiranía, se convirtió en el
segundo problema. En febrero de 1980, 30.000 trabajadores de granjas y campesinos, furiosos por la devolución de
propiedades, marcharon sobre Managua y ocuparon la plaza de la Revolución.
389
En esta situación de efervescencia social y de crisis económica Daniel Ortega, convertido en cabeza del
gobierno, afirmó que habrían de aplazarse las elecciones de 1985. Así se produjo la ruptura con los liberales, aunque
el motivo esgrimido fue más concreto. En el mes de abril de 1980 los líderes sandinistas anunciaron que en el
Consejo de Estado se crearían nuevos asientos para líderes de organizaciones populares, lo que situaba a los liberales
en minoría. El diario La Prensa comenzó a criticar a los sandinistas; Violeta Barrios, viuda de Pedro Joaquín
Chamorro, abandonó su puesto en el Consejo, y el industrial liberal Alfonso Robelo se convirtió en caudillo de la
reacción de la burguesía.
El gobierno monopolizado por los sandinistas acometió como programa inesquivable una reforma agraria,
espoleada por la presión popular. Inicialmente se redujo a la colectivización de granjas, en las que trabajaban jóvenes
voluntarios llegados de las ciudades en los fines de semana. Los sandinistas pensaban que era preciso sanear antes que
confiscar, porque las fincas ruinosas abandonadas por sus propietarios no debían ser masivamente incorpora- das a
los trabajos de las brigadas de voluntarios. En julio de 1981, Daniel Ortega propuso el texto de la reforma agraria,
consistente en la confiscación y redistribución de las tierras abandonadas, estableciendo granjas de 35 hectáreas en la
costa del Pacífico y de 70 hectáreas en las restantes regiones.
La movilización social de la mujer, implantando la igualdad dentro de la familia y en el trabajo, el apoyo legal
y sanitario al control de nacimientos, fueron algunos de los programas de la muy escasa actividad social y legal de los
sandinistas. No podían intentar otra cosa; todas las energías hubieron de volcarse inmediatamente hacia la guerra
civil, y aquí nos encontramos con el segundo parámetro: la presión norteamericana.
Guerra civil, Intervención norteamericana
Los dos centros de resistencia a los sandinistas al principio se resumieron en una cierta presión militar de los
antiguos guardias somocistas en la frontera de Honduras y el sabotaje económico de la burguesía en el interior.
Ambos esperaban apoyo norteamericano, pero la administración Carter prefirió adoptar una actitud de espera y de
ayuda económica al pueblo nicaragüense. Con la llegada de Reagan a la Casa Blanca se produjo un cambio total. Para
la administración republicana el derribo del régimen sandinista se convirtió más que en un objetivo en una obsesión.
Se lo acusó de ayudar a la guerrilla salvadoreña y por tanto de constituir una cabeza de puente para la expansión de la
revolución en América Central. Ya continuación de recibir ayuda de la Unión Soviética y de convertirse en un peón
de la guerra fría, una quinta columna soviética en el continente americano. Así comenzó con Reagan, desde los
primeros meses de 1981, la ayuda a la "Contra", alianza de dos antiguos rivales, los somocistas y los liberales
desengañados del régimen sandinista. Su santuario fue la zona fronteriza de Honduras; su fuente de financiación y
armamento, la Casa Blanca.
La intervención norteamericana por medio de la “Contra” provocó tres efectos importantes: el
endurecimiento del régimen sandinista, que declaró el estado de emergencia nacional y ha vivido durante años en una
situación de excepción; la ruina de Nicaragua, que ha debido orientar su escasa producción hacia los gastos bélicos, y
el aumento de la tensión internacional.
En su intervención obsesiva, los Estados Unidos quebrantaron incluso el derecho internacional, al colocar
minas en los puertos nicaragüenses y resistirse a aceptar la jurisdicción del Tribunal Internacional de La Haya. Los
intentos de las naciones del área por encontrar un camino para acabar con la guerra civil, promovidos por el
presidente de Costa Rica, áscar Arias, encontraron en todo momento la desconfianza de los Estados Unidos. En este
complejo proceso se entremezclaron los problemas específicos del continente latinoamericano con fórmulas de la
guerra fría.
El final del régimen sandinista ha resultado tan atípico como su trayectoria. Convocadas elecciones en febrero
de 1990, ante la sorpresa general, sobre todo la de Washington, resultó derrotado. Una coalición de catorce partidos
(UNO, Unión Nacional de Oposición), aprovechando el cansancio de un pueblo abrumado por la guerra civil,
obtuvo 51 de los 92 escaños de la Asamblea Nacional y llevó a la presidencia a la liberal Violeta Chamorro, si bien
los sandinistas retuvieron su condición de partido con mayor número de diputados y el control de las fuerzas
armadas, además del mantenimiento de su fuerza sindical. Un nuevo periodo se ha abierto en la conturbada nación
centroamericana. Los Estados Unidos han levantado el embargo, la guerra civil se ha apagado y la .Contra, se ha
desmovilizado. Aunque los problemas del subdesarrollo permanecen como un rescoldo.

DOCUMENTOS
1. CARTA-TESTAMENTO DE GETULIO VARGAS (DEJADA EL DÍA DE SU MUERTE. 24 DE
AGOSTO DE 1954)
Búsquense los elementos del populismo a través de este testamento: apelación insistente al pueblo, lucha
contra intereses internacionales exaltando sentimientos nacionalistas, esfuerzos por desplazar a la oligarquía
tradicional, etcétera. Conviene analizar el lenguaje, las expresiones, cargadas de emotividad.

“Una vez más las fuerzas y los intereses contrarios al pueblo se han unido y se han desencadenado sobre mí.
No me acusan: me insultan; no me combaten: me calumnian: y no me conceden el derecho de defenderme.
Necesitan ahogar mi voz e impedir mi acción, para que no siga defendiendo, como siempre he defendido, al pueblo y
390
principalmente a los humildes. Sigo el destino que me ha sido impuesto. Después de décadas de dominio y de
expoliación de los grupos económicos y financieros internacionales, me erigí en jefe de una revolución y vencí. Inicié
la tarea de liberación e instauré el régimen de libertad social. Hube de renunciar. Puse el gobierno en manos del
pueblo. Una campaña subterránea de los grupos internacionales se alió a grupos nacionales rebelados contra el
régimen de garantía del trabajo. La ley sobre beneficios excesivos fue rechazada por el Congreso. Contra la justeza de
la revisión del salario mínimo se desencadenaron los odios. Quise crear una libertad nacional potenciando nuestras
riquezas a través de Petrobrás, y apenas ésta comenzó a funcionar aumentó la ola de agitaciones. Electrobrás fue
obstaculizada hasta la desesperación. No quieren que el trabajador sea libre. No quieren que el pueblo sea
independiente.
Asumí el gobierno cuando la espiral inflacionista destruía los frutos del trabajo. Los beneficios de las empresas
extranjeras alcanzaban hasta el 500% anual. En las declaraciones de valores de lo que importábamos existían fraudes
comprobados de más de 100 millones de dólares al año. Llegó la crisis del café y nuestro principal producto se
devaluó. Intentamos defender su precio y la respuesta fue una violenta presión sobre nuestra economía, hasta que se
nos obligó a ceder.
He luchado mes tras mes, día tras dia, hora tras hora, resistiéndome a una presión constante, incesante,
soportándolo todo en silencio, olvidándolo todo, renunciando a mí mismo para defender al pueblo, que ahora queda
desamparado. Nada más os puedo dar, a no ser mi sangre. Si las aves de rapiña quieren la sangre de alguien, quieren
continuar desangrando al pueblo brasileño, yo ofrezco mi vida en holocausto. Elijo este camino para quedarme
siempre con vosotros. Cuando os humillaren, sentiréis mi alma sufriendo a vuestro lado. Cuando el hambre llamare a
vuestra puerta, sentiréis en vuestro pecho la energía para luchar por vosotros y por vuestros hijos. Cuando os
vilipendiaren, sentiréis en el pensamiento la fuerza para reaccionar .Mi sacrificio os mantendrá unidos y mi nombre
será vuestra bandera de combate. Cada gota de mi sangre será una llama inmortal en vuestra conciencia y mantendrá
una vibración sagrada para la resistencia. Al odio respondo con el perdón. Ya quienes piensan que me han derrotado
les respondo con mi victoria. Era esclavo del pueblo y hoy me libero para la vida eterna. Pero este pueblo del que he
sido esclavo ya jamás será esclavo de nadie. Mi sacrificio permanecerá para siempre en su alma, y mi sangre será el
precio de su rescate.
Luché contra la expoliación de Brasil. Luché contra la expoliación del pueblo. He luchado a pecho
descubierto. El odio, las infamias, la calumnia, no abatirán mi ánimo. Os he dado mi vida. Ahora os ofrezco mi
muerte. Nada recibo. Serenamente doy el primer paso por el camino de la eternidad y salgo de la vida para entrar en
la Historia.”
En CARMAGNAM: América latina págs. 91-92.

2. DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE SOBRE LOS PROBLEMAS DE CHILE


Es el discurso de inauguración del XIV período de sesiones de la Comisión Económica para América Latina.
Santiago. 27 de abril de 1971.

“Anotar ordenadamente: problemas de Chile y América latina, cifras para medir estos problemas, dominio
extranjero en el orden económico y en el orden ecológico, medidas de reforma necesarias. Contrástese la grave
dimensión del problema con la moderación del propósito nacionalizador (último párrafo). Comentar y valorar el
contenido del discurso.
.Más del 30 por 100 de nuestra población es analfabeta: Ochenta millones de personas. Once por ciento de la
fuerza de trabajo está totalmente desocupada: Nueve millones de cesantes. Veintiocho por ciento de la mano de obra
está subempleada: Setenta y cinco millones de trabajadores contribuyen en mínimo grado al desarrollo de la región.
Cada persona consume en promedio unas 2.500 calorías diarias contra más de 3.000 en los países desarrollados. 65
gramos de proteína al día (cuando se come) contra más de 100 gramos en los países europeos. Es la desnutrición, el
hambre crónica, el marasmo y el daño cerebral irreparable.
Año tras año los inversionistas extranjeros han obtenido utilidades mucho mayores que el monto colocado.
Desde 1962 las ganancias retiradas de América Latina exceden las inversiones en más de mil millones de dólares.
Desde mediados de la década de los 60 nuestros pagos por servicios de deudas suman más que los nuevos préstamos.
La deuda externa de nuestro continente alcanza cifras astronómicas, y cada vez es más grande la distancia entre
los países industrializados y los países en vías de desarrollo.
Algunas naciones pueden mostrar un crecimiento transitorio, pero éste quedó restringido al sector moderno
de la economía, sin irradiar al resto del sistema; al mismo tiempo es bien sabido que el ingreso aumentado ha ido
desproporcionadamente a manos de unos pocos, y por eso las tasas de crecimiento esporádico no reflejan una
expansión orgánica de las economías.
La mala distribución del ingreso y la dependencia económica y tecnológica han marchado juntas bajo el
modelo tradicional, y con ellas ha coexistido el fenómeno del marginalismo, la exclusión de grandes masas populares,
de millones de personas, de toda participación en la colectividad. Bástenos Tecordar que se asegura que más de 15

391
millones de latinoamericanos ni siquiera conocen la moneda como medio de intercambio. Esta es la expresión
concreta y viva del patrón histórico de nuestro continente.
Mientras tanto, se sigue permitiendo que un reducido número sea dueño de las tierras, de las fábricas, de las
minas, y ejerzan un poder político incuestionable.
(...) Sólo con cambios estructurales de fondo como la Reforma Agraria, la nacionalización de las riquezas
básicas y de la Banca, la reforma de las instituciones políticas, la reestructuración industrial, se logrará captar y
movilizar mejor los excedentes económicos orientándolos hacia un desarrollo planificado para satisfacer las
necesidades básicas de toda la población. Es con medidas de esta magnitud que podremos terminar con el
estancamiento, la miseria y la violenta dependencia. '",
El imperativo de cambiar las estructuras económicas nos ha sido impuesto por condiciones objetivas. Chile
gasta más de doscientos millones de dólares anuales en importar alimentos, si no varia sustancialmente la agricultura
hacia fines de este siglo deberemos importar más de mil millones, a pesar de tener tierras, agua y recursos
agropecuarios suficientes. Por otra parte, el país ha sufrido el drenaje ininterrumpido de sus riquezas básicas
entregadas al capital extranjero: entre 1910 y 1970 han salido en forma de remesas de utilidades y servicios diversos
no menos de 2.850 millones de dólares. Un millón trescientos mil dólares salen de este país todos los días. Es el
salario diario de un millón de obreros.
Nuestro Gobierno ha elegido un camino propio. Se trata de un camino de transformaciones que deben
desembocar en una nueva economía. Es un camino para llegar al socialismo que aprovecha nuestras mejores
tradiciones, enriqueciéndolas con la energía creadora de un pueblo resuelto a liberarse.
Es necesario nacionalizar.
La nacionalización será conquistada en conformidad con nuestro sistema legal, en uso de nuestra soberanía y
de acuerdo con las resoluciones de las Naciones Unidas. Los intereses de los pueblos están por sobre los particulares.
No son sanciones injustas y arbitrarias, no es con la amenaza de la fuerza que se detiene el avance de los pueblos.
Reclamamos el respeto a la autodeterminación y la plena vigencia de la no intervención. La dignidad de las naciones
no se mide por el ingreso per cápita.”
Salvador ALLENDE: La vía chilena hacia el socialismo, págs. 62-64

CAPITULO XXXVI: LA IGLESIA DEL CONCILIO VATICANO II


1. NECESIDAD DE UNA MODERNIZACIÓN DE LA IGLESIA
A mediados del siglo XX, en medio de transformaciones incesantes en la concepción de la sociedad y de
progresos científicos asombrosos, la Iglesia católica se encontraba en la necesidad de repensar su misión en el mundo
y su concepción del papel de los fieles en la vida eclesial. Cuatro ideas podrían resumir el desafío que el mundo
moderno ha significado para una institución dos veces milenaria.
-Crisis de la autoridad. La Iglesia se ha presentado como una sociedad jerárquica, con instituciones que se
caracterizan por la intensidad con que practican la obediencia. En un mundo en el que la autoridad ha perdido gran
parte de su brillo sacral y en que se anteponen los modelos democráticos a los autoritarios, la Iglesia debe en cierta
manera democratizarse. O, al menos, multiplicar los centros de decisión y admitir que la obediencia es algo muy
distinto al seguimiento no reflexivo de los preceptos drásticos de un poder indiscutible.
-Ecumenismo. En una época en que el mundo ha adquirido una conciencia unitaria, la Iglesia debe ser
verdaderamente católica, no sólo europea, y en consecuencia aceptar que en su organismo pueden integrarse las
formas culturales y de pensamiento de otros continentes.
-«Aggiornamento», puesta al día, asunción de las realidades del siglo, postura que contrasta con la que adoptó
a mediados del siglo XIX, durante el pontificado de Pío IX, en que rechazó (encíclica Quanta cura, Syllabus) los
denominados errores del pensamiento moderno, adoptando una actitud condenatoria no sólo para el socialismo sino
incluso para el liberalismo y la democracia.
-Encarnación. Esta asunción de lo temporal no debe limitarse a un plano teórico, sino que supone una
auténtica preocupación por las dimensiones materiales y sociales de la vida humana; lo que se ha llamado «doctrina
social de la Iglesia» y en el orden individual «compromiso temporal del cristiano» no es otra cosa que el
entendimiento de que el dogma básico del cristianismo es la Encarnación, la realidad de un Dios que vive entre los
hombres y comparte sus angustias y problemas, como explica Juan XXIII en la introducción de la encíclica Mater et
Magistra.
La democratización o pluralidad de centros de decisión, con un papel más activo de los seglares; no significa
una reforma de las estructuras eclesiales sino únicamente de un modelo centralista que procede del Renacimiento,
Parte de las instituciones que gobiernan con el papa la Iglesia, las Congregaciones y Oficios que integran la Curia
romana, son creaciones del siglo XVI. El papa tiene una jurisdicción directa sobre la Iglesia, pero ¿cómo la ejerce?; en
392
la época apostólica y postapostólica no hubo Curia, o dicho de otra forma, no son instituciones primordiales sino
ocasionales de gobierno. El cisma de Occidente durante la Edad Media y la Reforma luterana en la época
renacentista colocaron a la Iglesia católica en una postura defensiva, de enérgica centralización. El voto de obediencia
especial al papa que formula la Compañía de Jesús se encuentra en esta línea de exaltación de la autoridad de Roma
frente a los movimientos centrífugos que amenazaban la pervivencia monolítica de la cristiandad. En la Edad
Contemporánea las medidas anticlericales que adopta la Revolución Francesa y el intento de control del poder papal
por Napoleón acentúan esta tendencia centralizadora que culmina en el Concilio Vaticano I y en la definición del
dogma de la infalibilidad del papa cuando habla como cabeza de la Iglesia. Pero, ¿cuál es el papel de los obispos,
continuadores de los apóstoles? ¿y el de .los fieles? Un nuevo Concilio, el Vaticano II, tendría que clarificar estas
funciones y poner a la Iglesia nuevamente en estado de misión, tras abandonar la postura defensiva de los cuatro
últimos siglos.
Por otra parte, la catolicidad implica la asunción de nuevas culturas; no son los mismos los problemas de
Nueva York y los de Nigeria. En los campos de la investigación, la ciencia, el espacio, es esencial el papel de los
laicos; no se puede ya pensar, con criterios teocráticos, que el eje de la sociedad lo constituyen los religiosos y que los
seglares son una especie de menores de edad, de papel subordinado y no sustantivo. Si en la historia humana y el
progreso se realiza un designio divino, los laicos están: jugando, con su preparación especializada, un papel
protagonista que tiene también una dimensión religiosa. Un gran pontífice, Juan XXIII, tuvo conciencia clara de la
nueva situación histórica y la audacia y la gloria de convocar un concilio universal para que la Iglesia encontrara su
nuevo rostro.

2. EL PONTIFICADO DE JUAN XXIII


En el cónclave del año 1958 es elegido pontífice el cardenal Roncalli, que elige el nombre de Juan XXIII.
Tras la muerte de Pío XII; cuya estatura intelectual había provocado en muchas ocasiones el asombro mundial, se
esperaba que el anciano sucesor se limitaría a ser un papa de transición, y, en el mejor de los casos, un Pastor que dio
a su actividad desde el primer momento un tono humano con gestos como su visita a la cárcel «Regina Coeli» de
Roma. Pero este pontificado breve, de cinco años, iba a convertirse en uno de los más gloriosos de toda la historia de
la Iglesia ya colocarla en disposición de asumir la cultura contemporánea con su grandeza y sus problemas y
contradicciones. El gran papa habla constantemente de los «signos de los tiempos» como realidades que hay que
tener en cuenta para establecer un diálogo con el mundo.
Algunos comentaristas han señalado tres fases en este intenso pontificado. .De 1958 a 1960 es una
prolongación del periodo final de su predecesor, con declaraciones rotundas y en ocasiones condenatorias; pero esta
línea de firmeza presenta diferencias sustanciales con la de Pío XII; no debemos olvidar que en 1959 se habla ya del
Concilio, lo que aparta la gestión pontificia del centralismo autocrático de Pío XII. En 1960 se percibe, en medio de
agudas crisis internacionales como la subordinación de la política cubana a Rusia, el deseo por parte del papa Juan de
eliminar toda condena e iniciar un diálogo fraternal con todos los pueblos, todas las culturas, todos los hombres. El
año 1962, con la apertura del Concilio Vaticano II, marca definitivamente el gran giro. El discurso de apertura del
papa es un documento extraordinario que coincide con la crisis máxima de la guerra fria, la de los «misiles» cubanos,
en la que Rusia y Estados Unidos bordean el conflicto definitivo; Juan XXIII reacciona con energía proclamando la
responsabilidad de los gobernantes y el derecho de los pueblos a la paz.
¿Qué significa Juan XXIII para la Iglesia contemporánea? Son muchos los volúmenes que se han dedicado a
glosar su personalidad; en general se ha prestado atención a la anécdota, siempre atractiva, de sus valores humanos, su
simpatía, su cordialidad, su sentido del humor; o a un aspecto concreto que sólo capta uno de los rasgos de una
personalidad mucho más rica; así se ha hablado de que desmitifica el pontificado, de que integra en plenitud a los
seglares en la vida de la Iglesia, de que suprime los anatemas, o de que, como subrayó pionisio Ridruejo, asume el
despojo temporal, cierra la etapa del Concilio Vaticano I y \a entrada de las tropas de la Italia unida en Roma en
1870. Efectivamente Juan XXIII es el primer papa que abandona el Vaticano y el limitado ámbito territorial que el
Tratado de Letrán de 1929 había reservado para la jurisdicción papal e inicia una actividad pastoral que intensificaría
con sus viajes su sucesor Pablo VI; pero esta dimensión, como las otras reseñadas, son rasgos, mas no la totalidad de
la personalidad. Quizá nos falte todavía perspectiva para comprender el enorme impulso que el papa Roncalli
imprimió a la Iglesia católica; no obstante, algunos de sus propósitos pueden ayudarnos a entender la convocatoria
del Concilio:
-Reforma en profundidad de la Curia romana. Hemos indicado que la Curia es una institución histórica, no
consustancial a la Iglesia; controlada por el sector más conservador del cardenalato, se había convertido en un peso
que lastraba cualquier reforma. Una Iglesia verdaderamente católica tenía que dejar de ser excesivamente romana.
-Descentralización. La convocatoria del Concilio responde a este deseo; en el Concilio Vaticano I se ha
definido la autoridad del papa, corresponde ahora la definición de la autoridad de los obispos y el papel de los
sacerdotes y de los laicos.
-Supresión de anatemas. En el último período del pontificado de Pío XII, cuando la salud del papa Pacelli se
había deteriorado gravemente, el sector más conservador de la Curia había multiplicado las condenas de los autores
393
cuyo pensamiento se estimaba que se apartaba de una ortodoxia muy estrecha señalada por Roma. Así se encontraban
en un relativo ostracismo escrituristas eminentes como Henry de Lubac y Congard y se condenaba taxativamente el
evolucionismo biológico aplicado al hombre, con una interpretación exagerada de la encíclica Humani Generis. Juan
XXIII se negó a firmar la condena de Teilhard de Chardin, el jesuita cuvos estudios de paleontología habían
desembocado en una nueva formulación del evolucionismo.
-Una diplomacia evangélica, abierta, sin enemigos. Así recibió cordialmente lo mismo al presidente católico
Kennedy que al comunista Adjubei, yerno de Kruschev, lo que provocó el recelo de Ottaviani, cabeza del integrismo
romano.
Son numerosos los textos de Juan XXlIl que reflejan una nueva concepción del pontificado y de la misión de
la Iglesia, pero sin duda dos encíclicas. Mater et Magistra y Pacem in Terris, recogen de forma más completa su
pensamiento. La Mater et Magistra sobre la cuestión social introduce una serie de novedades y un planteamiento más
amplio con relación a las encíclicas sociales precedentes, la Rerum Novarum de uón XIII y la Quadragesimo Anno de
Pío XI. En primer lugar se acepta la socialización de algunos aspectos claves del vivir colectivo, cuya complejidad y
trascendencia exige que no se dejen a la iniciativa privada, tal como la medicina y la enseñanza; esta primera apertura
hacia estructuras socialistas escandalizó y retorció los comentarios de los sectores que se aferraban mentalmente a los
módulos del pasado. Además se señala en la encíclica una preocupación por colocar al campo en un nivel similar al de
las ciudades, "preocupación habitualmente ausente en los textos de los pensadores sociales, que parecen haber
circunscrito su temática al mundo del obrerismo industrial urbano. Finalmente, y quizá sea este el aspecto más
trascendente, el papa Juan XXlIl formula un planteamiento universal de la cuestión social, a escala de países ricos y
pobres y no sólo de sectores de diferente riqueza en un mismo país, con lo que reclama una solidaridad de toda la
familia humana, el abandono de gastos suntuarios, improductivos o destructivos y una colaboración mutua para el
desarrollo de los países no industrializados, enfoque universal que es continuado posteriormente en la encíclica
Populorum Progressio de Pablo VI. La encíclica Pacem in Terris constituye un verdadero testamento del gran
pontífice, en el que se formula una Declaración de derechos humanos, especificando paralelamente derechos y
deberes de los ciudadanos individuales, de los grupos, de los pueblos, y asumiendo los signos de los tiempos como
notas positivas, así la movilización de los trabajadores o la incorporación de la mujer a la vida social. Estos
documentos luminosos constituyen aportaciones valiosas de la Iglesia católica a la cultura contemporánea.

3. SIGNIFICACIÓN DEL CONCILIO VATICANO II


En junio de 1959 Juan XXIII habla por vez primera de su intención de convocar un concilio ecuménico, pero
el anuncio oficial no se formula hasta el año 1961. En el momento de su apertura, el 11 de octubre de 1962, con un
discurso histórico del papa, se pensaba en una o a lo sumo dos asambleas, pero habrá cuatro, hasta el año 1965, ya
que la complejidad y variedad de los temas exigieron un esfuerzo mucho mayor del que se había calculado. La
segunda sesión, con la desaparición de Juan XXIII, fue inaugurada por Pablo VI el 29 de septiembre de 1963. Todas
las sesiones se desarrollan de septiembre a noviembre o diciembre; los meses anteriores son de trabajo preparatorio.
La sesión de clausura se celebra solemnemente el 7 de diciembre de 1965.
¿Qué significa este concilio en relación a otros, y en particular en relación a Trento y el Vaticano I? La
diferencia es clara. Frente al Vaticano I, que es un concilio afirmador de autoridad, con la definición de la
infalibilidad pontificia, el Vaticano II lo es de colegialidad, laicado, temas y definiciones que atienden a dimensiones
democráticas de la Iglesia. Frente a Trento, concilio defensivo, cuyos textos están recorridos por anatemas, el
Concilio que se abre en 1962 se desarrolla sin condenas, con un espíritu evangélico alejado de la postura defensiva
del siglo XVI. Es también más universal que ninguno, todos los continentes están representados, se abre a todas las
culturas. Incluso el número de padres conciliares es acusadamente superior. En la clausura del Concilio de Trento
eran poco más de doscientos; en el Vaticano I alrededor de setecientos setenta, en el Concilio Vaticano II toman
parte en la ceremonia de apertura 2.540 padres.
El cardenal Bea ha escrito que las dos grandes innovaciones son la afirmación del papel de los obispos y la
apertura hacia el laicado. La descentralización, la pérdida del protagonismo de Roma, es una exigencia de los
tiempos. En el Concilio intervienen casi trescientos obispos africanos, casi cuatrocientos de Asia, 75 de Oceanía, en
su mayor parte nativos, obispos que tienen que trabajar en zonas cuyas ideas raíces son el animismo y el fetichismo, o
creencias de las antiguas culturas china e india, con problemas muy diferentes a los que se presentan en la Europa
industrial, con su historia secular de humanismo grecolatino. Clarificar el papel de los laicos era otra necesidad. Los
laicos habían intervenido en los primeros siglos de la Iglesia en el nombra- miento de sus pastores, incluso en la
elección de papa en Roma. Posterior- mente se produjo la interferencia de poderes temporales, los príncipes, en la
vida religiosa, con grave daño para la Iglesia, al mismo tiempo que ésta, .cargada» con un patrimonio territorial, unía
en el papa una jurisdicción temporal a la espiritual. Reducida desde 187G la Iglesia a un poder estrictamente
espiritual, a mediados del siglo XX, como puso de relieve en una conferencia en Milán el cardenal Montini, la Iglesia
se encuentra libre por vez primera de interferencias de poderes seculares en sus asuntos y en consecuencia no tiene
ninguna justificación una Iglesia defensiva o condenatoria. Pero esta independencia no ha significado
despreocupación de lo temporal; lo que caracteriza al Concilio Vaticano II y lo que le dio una resonancia universal es
394
su preocupación por clarificar las relaciones de la Iglesia con la cultura y el mundo actual, temática recogida en el
Esquema XIII.

4. TENDENCIAS EN EL CONCILIO
En las primeras sesiones la Curia romana intentó imponer sus puntos de vista centralizadores, pero se
encontró con una fuerte resistencia, la mayoría de los padres conciliares deseaban una renovación en profundidad de
la Iglesia. Así surgió el choque entre una tendencia conservadora y otra renovadora, aunque el enfrentamiento no era
nuevo en la historia de los concilios, ya que en Trento se puede detectar la posición conservadora del episcopado
italiano y la renovadora del español yen el Concilio Vaticano I una minoría de los padres conciliares llega a
abandonar el aula conciliar para no votar la Constitución que definía la infalibilidad pontificia; la Curia intentó hacer
prevalecer un principio de autoridad y de unanimidad, pero el papa no lo admitió: «Un Concilio no es un grupo de
monjes cantando a coro», se dice que comentó, con su humor de aldeano, sonriendo. Con el apoyo del papa
quedaron canonizadas todas las discusiones y todas las tensiones como algo lógico y normal.
En la tendencia conservadora destaca el cardenal Ottaviani, bien atrincherado en sus puestos en la Curia
romana; la tendencia renovadora tiene una gran figura en el ya muy anciano cardenal Bea, que había dedicado su vida
al diálogo con los no creyentes. Lo que va a ser el Concilio se resume en las figuras de los cuatro moderadores, los
cardenales italianos Ruffini y Lercaro, el germano Doepfner y el belga Suenens; sólo el primero, un gran escriturista,
pertenece al sector conservador, que se encuentra en todo momento en minoría, mientras Lercaro y Suenens se
destacan por su apertura sin recelos, y Doepfner por su altura conceptual.
Por obispados el italiano y el español, con algunas excepciones en uno y otro, se sitúan en el sector
conservador y votan con pasmosa insistencia siempre con la minoría, es decir, siempre en contra de los acuerdos que
el Concilio va a establecer. El sector renovador lo integran sobre todo los obispos holandeses, con Alfrink y De Vedt,
y belgas, con Suenens y De Smedt. Francia aporta algunas figuras brillantes, como Lienart, profundo conocedor de la
exégesis bíblica, y Ancel, el obispo-obrero; Inglaterra un gran ecumenista, Heenam: Alemania un obispado sin
método, pero con dos grandes figuras, Frings y Doepfner. De fuera de Europa sorprenden los obispos
norteamericanos, Meyer y Cushing, por su anticentralismo, pero también un sector integrista y centralista, opuesto a
cualquier renovación, en el que figura el famoso cardenal Spellman. De Hispanoamérica llegan el brasileño Helder
Cámara el obispo de la revolución social y de los pobres, y el chileno Silva Henríquez. La aportación de África y Asia
es menor, pero es la primera vez que se oye la voz de esos continentes.
Al lado de obispos que son escuchados con enorme interés, como Suenens, Lerqaro, Alfrink, Lienart,
auténticas figuras del concilio, se desenvuelve el trabajo silencioso de teólogos eminentes, como Rahner, una de las
figuras cumbres de la teología católica, y el grupo de teólogos de Lovaina: Moeller, autor de la obra Literatura del
siglo XX y Cristianismo, el canónigo Philips, eclesiólogo, el historiador Aubert.
La muchedumbre de padres conciliares, la aportación de teólogos ilustres, las discusiones abiertas, tensas a
veces, explican la intensidad de la obra del Concilio Vaticano II, posiblemente uno de los más renovadores de la
historia de los concilios y sin duda el más ecuménico por el número y la procedencia geográfica de sus participantes.

5. LOS TEMAS
La diversidad de los temas estudiados en el Concilio podría sistematizarse en tres grupos: renovación de la
Iglesia, unión con los cristianos y relación con otras religiones, diálogo con el mundo:
- Renovación de la Iglesia:
Fuentes de revelación
María mediadora, y María Madre de la Iglesia.
Liturgia
“De Ecclesia”. Colegialidad de los obispos,
Función de los clérigos y papel de los seglares
-Unión con los cristianos v relación con otras religiones:
Ecumenismo.
Confesiones cristianas,
Iglesias orientales.
-Diálogo con el mundo
Libertad religiosa.
Esquema XIII, y «Constitución Gaudium et Spes»
Educación cristiana de la juventud.
Orillando los temas de más claro perfil teológico, como el de la colegialidad, analizaremos brevemente los que
tienen una mayor proyección en la sociedad temporal.

a) Libertad religiosa

395
Con la declaración sobre libertad religiosa la Iglesia cerró una fase de su historia, en la que, al socaire de luchar
contra el error, consideraba que podía forzar las conciencias con métodos más o menos violentos. En esa fase hay
capítulos tan tristes como la condena de Galileo por el Santo Oficio. Era difícil abandonar un lastre mental de varios
siglos y se explica que fuera el de la libertad religiosa uno de los temas más debatidos del Concilio. Presentó el
esquema monseñor De Smedt, obispo de Brujas, quien subrayó que no era indiferentismo ni desprecio de la verdad,
sino exaltación de la Importancia de la verdad y su búsqueda, obligación inexcusable de la conciencia. Al comentar el
esquema De Smedt subrayó: «El hombre tiene el deber y el derecho de seguir su conciencia y por consiguiente el
derecho al respeto de su independencia por parte de los demás. El cardenal Lercaro, gran defensor del esquema,
afirmó que la fe es una proposición de Dios a cada hombre, “¿quién podría realmente sin sacrilegio manifiesto,
pretender sustituir con su acción la de Dios sobre las almas?”
La libertad religiosa tiene una inmediata proyección sobre la actitud de los Estados, ya que no es sólo interior,
la persona vive en comunidad; sin posibilidad de exteriorizar la fe, la libertad religiosa debe considerarse suprimida.
¿Puede un gobierno, arguyendo la defensa del bien común, intervenir en la vida religiosa de sus ciudadanos? En el
aula conciliar se dejó bien patente que el Estado debe ser, al mismo tiempo, tutor del bien común y del respeto
individual a las personas, por lo cual debe limitarse a ofrecer garantías de que todos podrán practicar sus credos sin
dificultades ni discriminaciones y sin que la profesión de una determinada fe implique ventajas civiles. El cardenal
Lercaro resumió la que iba a ser postura conciliar en dos máximas: no se puede imponer la fe católica (ni otra
cualquiera); la verdad tiene que ser acogida como verdad (decisión interior de la conciencia libre).
b) Educación cristiana de la juventud
El tema de la educación es una preocupación constante de la Iglesia (véase la encíclica Divini Illius Magistri de
Pío XI). Relacionado con la educación ha de considerarse el tema de la cultura. En la actualidad una cultura
universal, un progreso constante de la ciencia, nuevas concepciones de la vida y del hombre reclaman tomas de
postura de los cristianos.
El Concilio se muestra respetuoso e incluso entusiasta del progreso científico y señala una serie de novedades
en materia de educación. En las discusiones aparecen puntos como el de la convivencia en escuelas neutras y mixtas
de distintas religiones, la responsabilidad de los padres y los casos y aspectos en que la sociedad puede imponerse a
los padres, la importancia del laicado en la tarea educativa, la necesidad de la libertad, la no aceptación de cualquier
discriminación social o económica en la adquisición de un bien primario.
La declaración del Concilio recoge el derecho universal a la educación, los tres ámbitos en que son
responsables los padres, la sociedad y la iglesia, la educación moral y religiosa y la recomendación de que se
promuevan universidades y escuelas católicas. En conjunto en materia educativa, como en materia informativa -los
textos sobre la misión de los periódicos y otros medios de comunicación social-, las decisiones conciliares se
movieron en una línea tradicional, sin grandes innovaciones, y quedaron superados por textos de teólogos o por
mensajes papales posteriores.
c) Ecumenismo. Relaciones con otras religiones
Frente a la idea de cruzada, de lucha religiosa, que caracterizó muchos momentos del cristianismo y de otras
religiones, el Concilio enarbola un nuevo talante fraternal, de exaltación de lo que todas las religiones han significado
para el hombre y para la promoción de las manifestaciones más hondas del espíritu. Con respecto a los judíos señala
ese nuevo talante Juan XXIII, quien ordena que se supriman en la liturgia cristiana invocaciones acusadoras. El texto
conciliar lo presenta el cardenal Bea, quien les exonera de la acusación de deícidas con un doble argumento: en la
muerte de Cristo hemos sido responsables todos los hombres, en segundo jugar no fueron deicidas los ejecutores
materiales de la sentencia de cruz porque no vieron o creyeron que Cristo fuera Dios. La responsabilidad material de
la crucifixión de Cristo recae sobre algunos judíos, pero no sobre todos los judíos, y también sobre algunos romanos.
Las discusiones sobre el tema reflejan las dos posturas de los padres conciliares, los aferrados a la tradición y los
deseosos de profundizar reflexivamente en una línea de renovación. Se mostraron contrarios al texto de exculpación
de los judíos los cardenales Ruffini y Tapponi, y defensores los cardenales Heenam, Lienart y Lercaro, además del
ponente, cardenal Bea. Con respecto a los musulmanes no hubo discusión similar, se habló de olvido, de
comprensión, y se subrayo la altura del pensamiento de Mahoma, silenciando sus limitaciones sociológicas
(poligamia, etc.).
Con el Concilio Vaticano se cierra la etapa en la que era posible convocar guerras santas, la Iglesia católica ha
señalado así a las otras Iglesias el camino para conseguir un mundo más fraterno.
d) Apostolado de los seglares
Preocupación de Juan XXIII fue potenciar el papel de los seglares en la vida de la Iglesia, de ahí que haya
observadores seglares en el Concilio. Antes de tratar el tema la Constitución jerárquica de la Iglesia se colocó un
capítulo sobre el pueblo de Dios», en el que se fijó el papel de los laicos como parte integrante de ese pueblo. Ha
pasado el tiempo, según expresión del cardenal Bea, en que los laicos no tenían otra función que esperar las órdenes
del clero y cumplirlas de modo mecánico. El laico es también apóstol activo, su apostolado se ejerce en su estado de
matrimonio yen su actividad profesional y social. El Decreto .Sobre el apostolado de los seglares» afirma que éstos
tienen más ocasiones de realizar una tarea apostólica con el testimonio de su vida. Además la instauración cristiana
396
del orden temporal exige inexcusablemente la tarea de los laicos. En este Decreto se pone de relieve lo que va a
constituir una de las notas más originales del Concilio Vaticano II, la proyección de la Iglesia sobre el orden
temporal:
«Todo lo que constituye el orden temporal; a saber: los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la
economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, las relaciones internacionales, y otras
cosas semejantes, y su evolución y progreso, no solamente son subsidios para el último fin del hombre, sino que
tienen un valor propio, que Dios les ha dado, considerados en sí mismos, o como partes del orden temporal: ..y vio
Dios todo lo que había hecho y era bueno" (Génesis, 1.31). Esta bondad natural de las cosas recibe una cierta
dignidad especial de su relación con la persona humana, para cuyo servicio fueron creadas».
El apostolado no es ya un monopolio de los clérigos ni su ámbito exclusivo es el templo; existen otros
campos, la familia, el ambiente social, la cultura y la política nacional e internacional. En todos ellos juegan su
función los laicos y en ciertos ámbitos específicos, los diversos profesionales, los jóvenes, las mujeres. Ningún otro
Concilio había atendido a esta dimensión de la vida secular.

6. LA IGLESIA EN EL MUNDO DE HOY


El Decreto sobre el apostolado de los seglares recoge tan solo una de las vertientes del interés del Concilio por
el mundo de hoy, la que podríamos considerar vertiente religiosa de los católicos seglares, pero no agota el enfoque
conciliar, las obligaciones profesionales, la actitud ante los grandes problemas. El documento de mayor resonancia del
Concilio es el Esquema XIII, convertido una vez aprobado en «Constitución Gaudium et Spes., aunque en los
estudios que se han realizado sobre el texto conciliar ha predominado la nominación de «Esquema XIII..
El esquema presentado y discutido en el Concilio tenía cuatro capítulos.
1) El hombre ante el mundo, en que se afirmaba que para elevarse hacia Dios habrían de tenerse satisfechas las
necesidades primarias; 2) la Iglesia al servicio de Dios y de los hombres; 3) comportamiento del cristiano ante los
demás; 4) deberes de los cristianos en nuestro tiempo frente al racismo, la cultura, la justicia social, la paz y la guerra.
El tema de la paz con sus precisiones diferenciadores, no es sólo orden, no es sólo tranquilidad, y la oposición a los
métodos tradicionales de conservarla, el equilibrio de los armamentos, centró los debates más extensos. Los otros
concilios se habían ocupado estrictamente de tenías religiosos, el Esquema XIII da un rasgo específico y original al
Vaticano II, El cardenal Frings afirmó que esta proyección hacia el mundo no era un gesto de misericordia, sino que
el pueblo de Dios forma parte de la Humanidad. El cardenal Konig llegó a asegurar que el ateísmo se propagó por
culpa de los mismos cristianos, por la indiferencia hacia los problemas de los hombres.
La Constitución Gaudium et Spes o constitución pastoral sobre «La Iglesia en e}, mundo de hoy, consta de
dos partes; en la primera expone la Iglesia su doctrina sobre el hombre v el mundo, en la segunda atiende a diversos
aspectos de la sociedad actual, y particularmente ciertos problemas urgentes. En la exposición preliminar afirma que
“es necesario... conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático
que con frecuencia lo caracteriza”. Una relación de los puntos sobresalientes del documento conciliar nos permite
acercarnos a la obra profunda de reflexión v renovación que su elaboración supuso:
- Familia. Dignidad del matrimonio. Fecundidad, se exalta la paternidad responsable que supone no sólo la
procreación sino la educación adecuada de la prole, y se reconoce que el amor mutuo entre los esposos es un fin
primario del matrimonio, fin que tradicionalmente se había relegado ante el de la procreación; «por eso, si la
descendencia, tan deseada a veces, faltare, sigue en pie el matrimonio, como intimidad y participación en la vida
toda».
- Cultura. Toda autoridad ha de discutirse. Se apoya el progreso de las ciencias y las técnicas. En el aula
conciliar se pronunciaron juicios muy duros sobre la Inquisición y sus excesos, sobre la base del reconocimiento de
que la cultura es un derecho personal y exige una búsqueda libre del saber.
- Vida económico-social. En línea con las encíclicas sociales se propugna la participación de los trabajadores
en la empresa, la eliminación de las desigualdades excesivas de nivel económico, se estudian las condiciones de
trabajo, la regulación de los conflictos laborales, el acceso a la propiedad. Como medios de defensa del trabajador se
defiende la actividad sindical v la licitud de la huelga.
- Vida en la comunidad política. Siguiendo las directrices señaladas por Juan XXIII en la Pacem in Terris se
exaltan en el texto conciliar los derechos de la persona, -como son el derecho de libre reunión, de libre asociación, de
expresar la propia opinión y de profesar privada y públicamente la religión», y la participación de los ciudadanos en
la, vida política. Por otra parte se postula la armonía e independencia entre la Iglesia y el Estado, .la comunidad
política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno», de donde se deduce el
propósito de la Iglesia de no identificarse con ninguna opción política concreta, y se reafirma su deseo de renunciar a
privilegios otorgados por el poder civil al tiempo que solicita en todo momento y en todas partes libertad para
predicar la fe sin trabas. L.a democracia es ensalzada como sistema idóneo de participación de los ciudadanos, con lo
que se señala un giro total en relación a los documentos de un siglo antes, los de Pío IX, que consideraba a la
democracia ya las afirmaciones sobre la igualdad de los hombres como errores del pensamiento moderno.

397
- La paz y la guerra. La paz es el ansia de todos los espíritus. La guerra, con la perfección de los armamentos,
ha llegado a ser en cualquier caso inmoral. La resolución conciliar es tajante: “Toda acción bélica que tiende
indiscriminadamente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un
crimen contra Dios y la Humanidad, que hay que condenar con firmeza y sin vacilaciones”. Por este camino se llega a
la prohibición absoluta de la guerra ya la obligación de la sociedad internacional de evitarla y de poner fin a la carrera
de armamentos, sobre la que el Concilio pronuncia sentencias conminatorias: “Al gastar inmensas cantidades en tener
siempre a punto nuevas armas, no se pueden remediar suficientemente tantas miserias del mundo entero. En vez de
restañar verdadera y radicalmente las disensiones entre las naciones, otras zonas del mundo quedan afectadas por
ellas. Hay que elegir nuevas rutas, que partan de una renovación de la mentalidad, para eliminar este escándalo y
poder restablecer la verdadera paz, quedando el mundo libre de la ansiedad que le oprime”.
Este Concilio abierto a la renovación y al mundo de hoy no se contentó con la elaboración de unos textos
doctrinales tan importantes como la constitución Gaudium et Spes, sino que cerró sus sesiones con una serie de
conmovedores mensajes dirigidos a los jóvenes, enfermos, trabajadores, mujer, etc. Al clausurarse en diciembre de
1965 la última asamblea del Concilio Vaticano II la Iglesia católica había profundizado en su doctrina, renovado su
rostro y encontrado un lenguaje nuevo para dialogar con un mundo en transformación.

7. EL DESARROLLO DEL MENSAJE CONCILIAR


Al cardenal arzobispo de Milán, monseñor Montini, figura clave de la primera sesión del Concilio, le
correspondió, convertido en papa con el nombre de Paulo VI, presidir las siguientes sesiones y desarrollar tras la
clausura el mensaje conciliar. Personalidad de carácter titubeante, no dejó de ser criticado por quienes esperaban con
impaciencia la aplicación rápida de todas las disposiciones del Concilio. Pero lo cierto es que su pontificado significó
el desarrollo en profundidad de cuanto el Vaticano II significaba. Lo auguraban sus pastorales de Milán, textos
profundos en la doctrina y poéticos en la expresión, y se afirmó la orientación que daría a la Iglesia en la Ecclesiam
Suam, la denominada «encíclica del diálogo». La cumbre doctrinal de su pensamiento se expuso en la Populorum
Progressio, en la cual se formula un nuevo planteamiento de la cuestión social, ya no resumida en las exigencias de la
justicia dentro de una nación sino concebida como la necesidad de un mundo más equilibrado en el que constituye
una: obligación moral de las naciones, y así se pasa del planteamiento de las diferencias riqueza-pobreza entre los
individuos como una realidad incompatible con la doctrina del cristianismo a formular la misma tesis con respecto a
las diferencias entre las naciones.
Pablo VI inició los viajes fuera del Vaticano para materializar el espíritu de comunicación con el mundo
postulado por el Concilio. La fraternidad y el diálogo con las restantes confesiones cristianas se hizo realidad en su
viaje a Tierra Santa y en su abrazo con el primado ortodoxo Atenágoras; la afirmación esperanzada de un mundo
fraterno quedó ensalzada en su discurso en la ONU, la colegialidad dentro de la Iglesia se llevó a cabo con la
formación de las Conferencias episcopales dentro de cada nación que comenzaron a elegir en votación democrática a
su presidente y a orientar la pastoral propia de cada sociedad; la liturgia se hizo más participativa. En resumen, la
doctrina del Concilio fue asumida e impulsada desde Roma, sin ningún titubeo.

8. LA HIBERNACIÓN DEL CONCILIO


Aunque nos falte perspectiva, es evidente que con la llegada al Vaticano del polaco Karol Wojtyla, que tomó
el nombre de Juan Pablo II en, homenaje a los dos grandes pontífices conciliares, la orientación del Vaticano ha
experimentado un giro de 180 grados y la Iglesia ha comenzado una era de Restauración, de liquidación de los
avances y propuestas del Concilio. La llegada de un cardenal polaco al Trono de Pedro, tras siglos de papas italianos,
constituyó un acontecimiento. Dotado de cualidades excepcionales para la pastoral, el nuevo papa inició su
pontificado con viajes continuos, que se convirtieron en fiestas de multitudes. Sus dotes de «gran comunicador.,
atribuidas también a otros políticos contemporáneos, de hombres que saben utilizar los medios de comunicación
social actuales, entre ellos la televisión, son indiscutibles. Pero el arzobispo de Cracovia había sido en el Concilio uno
de los representantes de las minorías, de los grupos que creían que la revolución conciliar era excesiva y peligrosa, y
aunque se confiaba en su «conversión, en su aceptación plena del Concilio, la orientación de su pontificado confirmó
los temores aun freno en el impulso del Vaticano II. Un examen de sus discursos dibuja la contrafigura de la Iglesia
conciliar: en vez del «aggiornamento, se insiste en la doctrina tradicional: frente a la colegialidad de las conferencias
episcopales se ha acusado el centralismo romano y la preeminencia de los órganos de la Curia; frente a la apertura al
mundo de hoy han vuelto a surgir las acusaciones y lamentos.
El nuevo derecho canónico ha restaurado los poderes ilimitados del Papa, la Curia y los Nuncios, ha reducido
las conferencias episcopales a tareas consultivas y los laicos ala dependencia total. El Informe sobre faje del cardenal
Ratzinger, convertido en “alter ego” del papa, y sus declaraciones a la revista Jesús recopilaron un balance negativo
del Concilio; por tanto, había que poner freno a su aplicación. Además de estas modificaciones jurídicas, otras
decisiones muestran la misma orientación:
a) Nombramientos para los cargos de obispos conservadores y ultraconservadores, lo cual ha producido
tensiones con los episcopados. El caso paradigmático es Holanda, como hemos indicado uno de los motores del
398
Vaticano II. Asustada la Santa Sede por sus propuestas doctrinales avanzadas, colocó al frente de la diócesis mayor
(Den Bosch) al conservador Ter Schure, sin considerar la carta de lós párrocos deplorando el nombramiento ni la
dimisión de dos de los tres vicarios.. Mayor tensión generó el nombramiento de Simonis, obispo deUtrecht, como
presidente de la Conferencia episcopal. Esta política se ha aplicado también en otros países. En diciembre de 1988 el
nombramiento del ultraconservador arzobispo de Berlín, Joachin Meisner, para la diócesis de Colonia, se consiguió
modificando el sistema electoral del consejo de Colonia y provocó protestas.
b) Fricciones con episcopados progresistas. No sólo las fricciones han sido con los obispos holandeses;
presiones sobre los episcopados brasileño y norteamericano y algunos problemas surgidos en África, al eliminar
cualquier flexibilidad para incorporar la cultura tribal, hicieron que Roma perdiera fuera de Europa el prestigio que
había alcanzado.
c) Condena de los teólogos más avanzados. A Hans Küng, catedrático de la Universidad de Tubinga,
nombrado perito conciliar por Juan XXIII, se le prohibió que enseñara como teólogo católico y se presionó, sin
éxito, para que su universidad le apartara de la docencia. Al holandés Schillebeeck, principal redactor del catecismo
holandés, se le llamó a Roma y se le presionó para que abandonara sus tesis. A Leonardo Boff, uno de los padres de
la llamada «Teología de la Liberación», se le ha impuesto una etapa de silencio.
Un análisis del Sínodo de obispos de noviembre de 1985 no deja lugar a dudas sobre el deseo de
silenciamiento del Concilio. Con motivo de los veinte años de la clausura del Vaticano II se abrió en Roma un
Sínodo, el 25 de noviembre de 1985, con un discurso del papa. La comparación de su contenido con el de apertura
del Concilio por Juan XXIII resulta significativo del cambio de sensibilidad. El Sínodo se convocó como
Extraordinario, no como Ordinario, con lo cual los obispos asistentes no fueron votados en las Conferencias
episcopales sino designados, en su mayoría, por el papa. Asistieron 165 padres sinodales, sólo 63 testigos del
Concilio. Las viejas glorias conciliares Koenig. Suenens, Alfrinck, en calidad de invitados asistieron sin voz ni voto.
La orientación general y sobre todo la de las intervenciones de Ratzinger fueron de freno con acusaciones
disimuladas de que el Concilio sólo había provocado efectos negativos.
La idea de una regresión se ha extendido cada vez con más convicción no sólo fuera de la Iglesia sino también
entre sus hombres. En los últimos años se vive una etapa de Restauración, de regreso a la Iglesia anterior al Concilio.
Probablemente cuando el tiempo permita un juicio más claro así se vera. Hasta que otros vientos ideológicos vuelvan
a mover la nave, porque la hibernación es sólo un estadio de espera.

DOCUMENTOS
LA IGLESIA ANTE EL MUNDO DE HOY
La asunción de postura ante las realidades temporales de nuestra época presta al Concilio Vaticano II una
nota diferencial dentro de la historia de los Concilios, Comentar los siguientes temas: Posición de la Iglesia ante e}
mundo y problemas universales (punto 4). Exigencias de igualdad entre los seres humanos y las naciones (puntos 9 y
29. Cotéjese el 29 con las doctrinas racistas o xenófobas. Que a veces se pretenden cristianas). Pilares del orden social
(compárese con la encíclica Pacem in Terris. Punto 26). Catálogo de derechos humanos y atentados contra ellos (cfr.
Declaración de la ONU. Puntos 26 y 27).

“4. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y
el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza. He aquí algunos rasgos fundamentales del mundo moderno.
El género humano se halla hoy en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y
acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su
actividad creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre sus
modos de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan es esto
así, que se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida
religiosa.
Como ocurre en casos de crecimiento repentino, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así,
mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere
conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más incierto que nunca de sí
mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la orientación que a éstas se debe dar.
Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico, y.
sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son muchedumbre los que no saben leer ni
escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de
esclavitud social y psíquicas. Mientras el mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia
en ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la presencia de fuerzas contrapuestas.
Persisten, en efecto, todavía agudas tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta
el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la comunicación de las ideas; sin embargo, aun
las palabras definidoras de los conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas

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ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el
mejoramiento de los espíritus.
9. (Aspiraciones más universales de la humanidad.) Entre tanto, se afianza la convicción de que el género
humano puede y debe no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino que le corresponde además
establecer un orden político, económico y social que esté más al servicio del hombre y permita a cada uno ya cada
grupo afirmar y cultivar su propia dignidad.
De aquí las instantes reivindicaciones económicas de muchísimos, que tienen viva conciencia de que la
carencia de bienes que sufren se debe ala injusticia o a una no equitativa distribución. Las naciones en vía de
desarrollo, como son las independizadas recientemente, desean participar en los bienes de la civilización moderna, no
sólo en el plano político, sino también en el orden económico, y desempeñar libremente su función en el mundo. Sin
embargo, está aumentando a diario la distancia que las separa de las naciones más ricas y la dependencia incluso
económica que respecto de éstas padecen. Los pueblos hambrientos interpelan a los pueblos opulentos. La mujer, allí
donde todavía no lo ha logrado, reclama la igualdad de derecho y de hecho con el hombre. Los trabajadores y los
agricultores no sólo quieren ganarse lo necesario para la vida, sino que quieren también desarrollar por medio del
trabajo sus dotes personales y participar activamente en la ordenación de la vida económica, social, política y cultural.
Por primera vez en la historia, todos los pueblos están convencidos de que los beneficios de la cultura pueden y
deben extenderse realmente a todas las naciones.
26; Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad
sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables. Es, pues, necesario que se facilite al hombre todo
lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente humana, como son el alimento, el vestido, la vivienda, el
derecho a la libre elección de estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la buena fama, al respeto, a
una adecuada información, a obrar de acuerdo con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada
ya la justa libertad, también en materia religiosa.
El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona,
ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió cuando dijo que
el sábado había sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a
diario, fundarlo en la verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor. Pero debe encontrar en la libertad un
equilibrio cada día más humano. Para cumplir todos estos objetivos, hay que proceder a una renovación de los
espíritus ya profundas reformas de la sociedad.
El espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el curso de los tiempos y renueva la faz de la tierra,
no es ajeno a esta evolución. Y, por su parte, el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del
hombre esta irrefrenable exigencia de dignidad.
27. (El respeto a la persona humana.) Descendiendo a consecuencias prácticas de máxima urgencia, el
Concilio inculca el respeto al hombre, de forma que cada uno, sin excepción de nadie, debe considerar al prójimo
como «otro yo», cuidando en primer lugar de su vida y de los medios necesarios para vivirla dignamente, no sea que
imitemos a aquel rico que se des- preocupó totalmente del pobre Lázaro.
En nuestra época principalmente, urge la obligación de acercarnos a todos y de servirlos con eficacia cuando
llegue el caso, ya se trate de ese anciano abandonado de todos, o de ese trabajador extranjero despreciado
injustamente, o de ese desterrado, o de ese hijo ilegítimo que debe aguantar sin razón el pecado que él no cometió, o
de ese hambriento que recrimina nuestra conciencia, recordando la palabra del Señor: cuantas veces hicisteis eso a uno
de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis (Mt. 25-40).
No sólo esto. Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el
mismo suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las
torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana,
como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la
prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al
rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad ya la responsabilidad de la persona humana: todas estas
prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores
que a sus víctimas v son totalmente contrarias al honor debido al Creador.
29. (La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social.) La igualdad fundamental entre todos los
hombres exige un reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional y creados a imagen
de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen, y porque, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma
vocación y de idéntico destino.
Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física ya las cualidades
intelectuales y morales. Sin embargo, toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya
sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y
eliminada, por ser contraria al plan divino. En verdad, es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no
estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes.”
(Concilio Vaticano II. Constitución Sobre la Iglesia en el mundo actual.)
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CAPITULO XXXVII: LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
1. LA ERA DE LA CIENCIA
En el siglo XX la ciencia ha realizado progresos casi increíbles y ha contribuido a modificar de manera
decisiva la vida del hombre. Algunos colosos, Einstein, Planck, Bohr, Freud, han revisado los presupuestos teóricos
sobre los que el conocimiento científico se apoya y han conseguido abrir horizontes nuevos para la comprensión del
universo, de la materia y del hombre, mientras legiones de investigadores, aunando sus esfuerzos en equipos,
trabajando en laboratorios cada vez más complejos y publicando sus descubrimientos en revistas y congresos, aportan
conquistas continuas al conocimiento, y los gobiernos y las instituciones dedican cantidades crecientes ala
investigación ya la aplicación práctica (técnica) de los avances científicos. Este progreso continuo ha sido estimulado
por las conmociones bélicas y, desafortunadamente para la Humanidad, los más fundamentales descubrimientos,
como el de la estructura y energía liberada en la desintegración del átomo, han sido aplicados en primer lugar a las
posibilidades destructivas de la tecnología militar.
El término revolución se justifica por la serie encadenada de descubrimientos, que convierten cada teoría en
algo precario, susceptible de ser modificado en plazo breve. A esta renovación continua del conocimiento contribuye
el trabajo coordinado de equipos de investigadores. Aunque el descubrimiento revolucionario corresponda en
ocasiones al científico genial, a diferencia de otros siglos el prototipo no viene definido por el sabio aislado sino por
grupos, formados frecuentemente en las universidades en la relación maestros-discípulos. En un artículo de gran
sutileza Einstein ponderaba tanto la actividad aislada del genio, que se mueve en las esferas abstractas de la teoría,
como la empírica de los equipos, que han de utilizar costosos laboratorios, sosteniendo que la ciencia avanza
mediante la interrelación del pensamiento y la experiencia. Aunque con excepciones puede aceptarse la tesis de que
los descubrimientos experimentales se realizan en el seno de equipos y los teóricos se deben a la aportación de un
científico excepcional. En todo caso existe, por vez primera en la historia de la ciencia, una red universal, que permite
considerar algunos descubrimientos casi como una conquista inevitable. Por ejemplo el de los «rayos X» por
Roentgen, dado el gran número de investigadores que trabajaban en los tubos Crookes.
Universidades, centros de investigación -como los Institutos «Max Planck» en Alemania- y congresos
periódicos constituyen carburantes de esta actividad incesante. El esplendor de la física alemana fue aventado por los
congresos que se celebraban cada cuatro o cinco años desde principios de siglo; el denominado «Festival Bohr» de
Gotirtga en 1921 reunió un cónclave excepcional de cerebros, entre ellos Max Born y Niels Bohr. Asimismo ha
resultado de la máxima importancia la relación entre universidades e investigadores. Al nacimiento de la mecánica
cuántica contribuyeron alrededor de 1920 cuatro universidades: Cambridge, Copenhague, Gottinga y Munich. En la
cátedra Cavendish de Cambridge Rutherford sucedió a Thompson, dos pioneros en la investigación del átomo. Niels
Bohr dirigió por los mismos años el Instituto de Física de Copenhague; Max Born el de Gotirtga. Otros dos físicos
relevantes, Pauli y Heisenberg, alumnos en Munich, completaron sus estudios en Copenhague y Gotinga.
Las grandes empresas químicas o farmacéuticas, «Dupont de Nemours», «Bayer», o las consagradas a la
fabricación de las maravillas de la electrónica, «IBM», disponen de sus propios equipos de investigadores y destinan
una parte de sus presupuestos a la investigación. En la vida del hombre occidental tienen una presencia cada vez más
intensa aparatos que implican una tecnología avanzada -cine, automóvil, televisión, aparatos eléctricos diversos-. Los
sabios que poseen conocimientos de importancia militar -y resulta ya difícil negar esta vertiente a cualquier
conocimiento científico al continuar a los explosivos las nuevas familias de armas químicas (biológicas y
meteorológicas)- no disponen de un estatuto de libertad personal similar al de los restantes ciudadanos, los gobiernos
consideran preciosas sus vidas, ejercen un control sobre sus movimientos y organizan en torno a sus personas una
vigilancia que, impida un secuestro o un atentado. La ciencia, que podría ser la palanca liberadora de la Humanidad,
se ha convertido en una de las armas de la guerra fría y es un factor más de rivalidad entre las potencias.

2. SITUACIÓN DE LA FÍSICA EN 1900


De todas las ciencias ha sido la Física la que ha experimentado una transformación más profunda hasta el
punto de adquirir una cierta hegemonía en el campo del conocimiento y de proporcionar las figuras más gloriosas de
la ciencia del siglo XX. Las investigaciones se orientaron hacia el conocimiento del espacio y hacia el del átomo, lo
inmenso y lo minúsculo parecen haber sido los dos polos de atención a los que los sabios pudieron acercarse gracias
al progreso de los instrumentos de análisis. Pero no fue la observación sino la construcción teórica el primer paso. A
diferencia de la revolución científica del siglo XVII, con Galileo y Newton como figuras relevantes, que postula una
actitud empírica de observación de los fenómenos, la del siglo XX encuentra en la teoría, formulada a partir de
postulados matemáticos y metafísicos el punto de partida, la base que posteriormente permitirá la interpretación de
los fenómenos observables. Así, sin estar precedida por una comprobación empírica, se formuló la teoría de la
relatividad: la Física del siglo XX no construye sus estructuras sobre leyes sino sobre teorías, con lo que incluso desde
el punto de vista gnoseológico su posición es revolucionaría. El punto de partida en la asombrosa aventura que la
física ha emprendido en nuestro siglo reside en el arrumbamiento de una serie de concepciones básicas heredadas del
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siglo anterior. Si el punto de partida del conocimiento es la duda, como se ha sostenido con frecuencia, los físicos de
1900, sometiendo a análisis los fundamentos, demostraron que habrían de ser modificados. Reparemos en los
axiomas que alrededor de 1900 se consideraban inamovibles y que los físicos pronto desecharían.
En primer lugar la creencia en el carácter continúo de la materia. Parecía una evidencia tanto para los sentidos
como para los instrumentos de análisis. Algunos problemas habían surgido ya, pero en ese momento la óptica, el
electromagnetismo y la termodinámica parecían desterrar las concepciones discontinuas.
Con la misma certeza se profesaba la creencia en el carácter absoluto del tiempo y el espacio. No se podía ni
siquiera imaginar que el tiempo fuera una variable dependiente y transcurriera con diferente medida según la posición
del espectador. De la misma manera se concebía el espacio como una realidad de tres dimensiones de carácter
absoluto.
El átomo era ya en ese momento centro de la investigación. Considerado como indivisible, de ahí su nombre,
se le reconocía su condición de sillar de la materia. Ya Thompson había descubierto una subpartícula, el electrón,
pero se mantenía una imagen simplificada de su estructura.
Finalmente, la luz resultaba un enigma. Los estudios de Michelson y Morley habían demostrado que su
naturaleza difícilmente encajaba en las leyes del universo newtoniano, y en particular en la ley de la inercia, pero en
medio de incesantes debates nadie se atrevía a formular una tesis ni sobre su composición ni sobre las leyes que la
regían.
Los tres principios enumerados entrarían en crisis y la luz se convertiría en el argumento que trastornaría
cuanto se conocía sobre el universo. El carácter continuo de la materia fue desestimado por la teoría cuántica de Max
Planck; el carácter absoluto del tiempo y el espacio habría de desecharse si se aceptaba la teoría de la relatividad de
Einstein; la función del átomo como sillar de la materia se descalificó con las investigaciones de Rutherford y Bohr, y
más tarde De Broglie, sobre la estructura atómica; la naturaleza de la luz se modificó con las teorías de Einstein y
observaciones comprobatorias acerca de su curvatura.

3. LA REVOLUCIÓN DE LA FÍSICA
La teoría de la relatividad de Einstein y la teoría cuántica de Planck constituyen los dos capítulos
fundamentales y al mismo tiempo el punto de partida para dos concepciones antinómicas de la ciencia física.
Einstein, al continuarlos estudios de Michelson y Morley sobre la luz cuya velocidad considera una constante
del universo, llega a concluir que el tiempo es una variable que depende de la velocidad del espectador (Teoría de la
Relatividad restringida, 1905). Diez años más tarde consigue medir la relación entre masa y energía (E = mc2); un
cuerpo que irradia energía pierde masa, de donde deduce que la masa puede convertirse en energía y su equivalente es
la cifra fabulosa obtenida al multiplicar su masa por el cuadrado de la velocidad de la luz (Teoría de la Relatividad
general, 1915). Todas las futuras investigaciones sobre el átomo parten de estas geniales formulaciones del joven
científico alemán, que se traslada posteriormente a los Estados Unidos y adquiere la nacionalidad norteamericana.
Einstein demuestra que el espacio es curvo y que esta curvatura se intensifica en la proximidad de los cuerpos
pesados, con lo que desmonta las concepciones newtonianas del espacio y justifica las geometrías no euclidianas, ya
que en un espacio curvo las paralelas pueden unirse y todos los axiomas y postulados de Euclides sustituirse por
otros. Al fotografiar la curvatura de la luz de las estrellas abre nuevos horizontes interpretativos sobre la naturaleza de
la luz y se encuentra una prueba de la curvatura del espacio.
El otro gigante de la física de nuestro siglo, el alemán Max Planck, es el padre de la teoría cuántica. Mientras
otros investigadores escrutaban la materia y el átomo, Planck se orientó hacia la investigación de la radiación, y llegó
ala conclusión de que al igual que en el átomo se ordenan subparticulas en la radiación existen pequeñas pulsaciones
o paquetes energéticos, que denominó «cuantos». Tras el descubrimiento de que la materia no era una realidad
continua, la teoría cuántica presentaba la energía también como una realidad discontinua. Planck descubrió que la
intensidad de la energía es inversamente proporcional a la longitud de onda; a menor longitud de onda mayor fuerza
energética del cuanto.
Los cuantos de luz violeta son dos veces más ricos en energía que los de la luz roja. En 1924 Louis de Broglie
funda la mecánica ondulatoria, con la cual concilia la teoría tradicional de la luz como onda continua y la cuántica de
corpúsculo discontinuo.
Las dos teorías suponen dos interpretaciones de la realidad física; la teoría cuántica la considera discontinua o
corpuscular, la de la realidad la considera continua y constituida por una sustancia única espacio-tiempo que puede
adoptar formas diversas. La teoría cuántica pretende conocer la naturaleza en términos observables, la relatividad
general en términos no observables, en cierto modo simbólicos, al afirmar que la naturaleza es una sucesión de formas
geométricas de una sustancia única espacio-temporal.
Las investigaciones sobre el átomo constituyen uno de los ejes de la nueva física. La concepción clásica del
átomo como partícula indivisible había sido rechazada por los físicos del siglo XIX; desde finales de siglo hasta la
actualidad los avances en el conocimiento de las partículas elementales son constantes; Thompson, Rutherford, Bohr
y De Broglie han conseguido trazar mapas nuevos de la estructura atómica. Thompson descubre los electrones y
demuestra así que el átomo no es la partícula última; con las investigaciones de los esposos Curte sobre las
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radiaciones se inicia otro camino que indaga la energía contenida en el átomo. Rutherford diseña un mapa del átomo
en el que un núcleo, cargado con electricidad positiva, está rodeado por electrones con carga negativa.. Esta imagen
cobró movimiento en los estudios del danes Niels Bohr, quien demostró que los electrones giran alrededor del núcleo
como si se tratara de un sistema solar en miniatura; el número y disposición de los electrones explica las propiedades
químicas de los cuerpos y la sucesión de los elementos establecida a mediados del siglo XIX por Mendeleiev.
Finalmente De Broglie probó que las órbitas de los electrones no seguían una línea elíptica sino ondulatoria,
oscilante, y que las ondas y los corpúsculos eran aspectos de una misma realidad.
Otra línea de investigación se centró en la desintegración del átomo y en la energía que puede liberar.
Rutherford rompe un núcleo de nitrógeno en 1919, al bombardearlo con partículas alfa mediante descargas
eléctricas. Posteriormente se descubren nuevos elementos en el átomo. Los neutrones son obtenidos por Chadwick en
1932 al bombardear berllio con partículas alfa; Ander- son el electrón positivo (positrón) y Neddermeyer el mesón,
enlace entre los protones positivos y los neutrones. En la década de los años 30 se investiga en la radiactividad; Joliot
Curle descubre la radiactividad artificial, demostrando que se vuelven radiactivos los átomos bombardeados por
neutrones. En 1936, Fermi obtiene con este sistema cuerpos más pesados que los naturales y dos años después Hahn
y Strassman descubren la posibilidad de la reacción en cadena, al comprobar que en los núcleos pesados como el del
uranio un protón puede liberar varios neutrones, que al chocar con los nuevos núcleos los hacen estallar y proyectan
nuevos neutrones; de esta forma un gramo de uranio puede liberar una energía equivalente a 2,5 toneladas de carbón.
En 1939 con un ciclotrón se consigue la fisión del átomo y la Posibilidad de obtener reacciones en cadena en gran
escala. La bomba atómica utiliza el uranio y la de hidrógeno el helio para producir esta reacción en cadena que libera
una energía fantástica.
Las teorías cuántica y de la relatividad y las investigaciones sobre el átomo constituyen los capítulos más
importantes de la nueva física. Pero los físicos se han sumido en incertidumbres que podríamos llamar de tipo
metafísico, se han planteado en qué medida sus investigaciones se mueven en un nivel subjetivo o por el contrario les
permiten un conocimiento no deformado de la realidad física. Dos escuelas, probabilistas y deterministas, afirman
respectivamente la incertidumbre del conocimiento y la certeza de las leyes físicas. Los probabilistas, con Bohr,
Heisenberg y Dirac, parecieron en muchos momentos haber conseguido romper el «determinismo»de la física
«clásica». En 1925 Heisenberg planteó el dilema que fundamenta la postura probabilista, la imposibilidad de
conocer simultáneamente la velocidad y posición de un electrón; si se conoce exactamente su posición, al obligarle a
pasar por una pequeña abertura, no se conoce exactamente su velocidad al atravesarla, de lo que resulta que en un
instante posterior será imposible precisar su situación. Con el principio de indeterminación Heisenberg afirma que el
«espectador» modifica la realidad física al estudiarla, al aproximarse a contemplarla. Los deterministas se encuentran
en minoría pero disponen de figuras tan gloriosas como Einstein, Schrodinger, Blockinzev o De Broglie; la
regularidad de las leyes físicas y la posibilidad de conocerlas con seguridad se resumen en la conocida frase de
Einstein: «Dios no juega a los dados». La escuela de Copenhague, dirigida por Niels Bohr, se convirtió en la
defensora del probabilismo mientras la escuela de París, dirigida por Louis de Broglie, ha sostenido el determinismo
arguyendo que los probabilistas suministran una descripción incompleta (los fenómenos microfísicas. Como vemos,
los científicos no se han limitado escudriñar en los secretos del universo físico sino que se han planteado la relación
del hombre con ese universo desde atalayas meta-físicas

4- EL CONOCIMIENTO DEL UNIVERSO


Capítulo fascinante de la ciencia de nuestro siglo es el cubierto por los progresos en el conocimiento del
universo, posibilitados por la innovación de los instrumentos de observación y por la formulación de hipótesis
filosóficas y físicas -la teoría de la relatividad cambió sustancialmente su imagen-, y modelos matemáticos. En otro
tiempo se distinguían perfectamente la cosmología, que describe las leyes del universo a partir de fenómenos
observables, y la cosmogonía, que intenta explicarlo con presupuestos teóricos y se plantea su porvenir. La frecuencia
con que las religiones lanzaron aventuradas exégesis que posteriormente fueron desmontadas por la ciencia
contribuyó al descrédito de la cosmogonía, pero en nuestro tiempo, por la importancia epistemológica de las
construcciones teóricas, han llegado a confundirse y el cosmólogo tiene que ser en cierta medida cosmógono. Hasta el
siglo XVIII la astronomía se reducía al estudio del sistema solar y las estrellas se utilizaban como referencia, fondo
invariable. Salvo Laplace, las teorías en boga hasta mediados de este siglo son elaboradas por filósofos; la más
conocida es la de Inmanuel Kant: Historia universal de la naturaleza y teoría del cielo (1755), cuyas ideas sobre el
origen del sistema solar ejercieron prolongada influencia. Entre 1780 y 1820 se inició el estudio de nuestra galaxia, la
Vía Láctea. En 1842 el austríaco Doppler enunció un principio de fundamental importancia en astronomía: la luz de
las estrellas produce un desplazamiento del espectro hacia el violeta cuando éstas se acercan, hacia el rojo cuando se
alejan; con él se pudo medir la velocidad radial de las estrellas; en 1912 Slipher obtuvo el espectro de la nebulosa de
Andrómeda y midió su aproximación a la Tierra a una velocidad de 200 kilómetros por segundo.
El conocimiento de nuestra galaxia recibió un impulso decisivo en 1918, cuando Harlow Shapley, a partir de
los cúmulos globulares que se encuentran al norte y al sur del plano galáctico consiguió determinar la posición y
distancia del centro de gravedad de esta inmensa concentración de estrellas. El Sol se encuentra situado en una
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posición marginal dentro de la galaxia. a 30.000 años luz del centro; de repente las soberbias geocéntricas y
heliocéntricas quedaban barridas; según los censos estelares se pensaba que disminuía la densidad de las estrellas en
todas direcciones a partir de la Tierra, pero desde 1930 vemos que es una simple impresión producida por la
absorción de la luz por el polvo interestelar. El diámetro de la galaxia es el orden de 100.000 años luz, lo que
aumentaba espectacularmente las dimensiones hasta entonces concebidas, Que no iban más allá de distancias diez
veces menores. A continuación comenzaron a medirse las velocidades de los astros en el espacio; el holandes Ort
demostró que el Sol efectúa revoluciones circulares en tomo al centro de la galaxia a 215 km por segundo, y
posteriormente otros astronomos' basándose en esta traslación solar, consiguieron determinar el orden de magnitud
de la masa total de la galaxia en 200.000 millones de veces la masa del Sol.
Se había llegado a dimensiones impensables, pero todavía aguardaban nuevas sorpresas. La inmensidad de
nuestra galaxia había hecho creer que ella sola constituía el universo. En 1924 Hubble demostró que nuestra vecina,
Messier 31 de Andrómeda, constituía otra galaxia de estructura similar ala Vía Láctea pero mayor y más compleja,
con estrellas dobles situadas a 2 millones de años luz. Por medio de los radiotelescopios se pudo comprobar la
existencia de mil millones de estos paquetes de estrellas que llamamos galaxias, compuesto cada uno por miles de
millones de cuerpos espaciales. Estas familias que pueblan el espacio son de diversas formas, esferoidales, elipsoidales,
lenticulares, o prolongadas a modo de brazos, como la Vía Láctea. Tras medir las dimensiones, otro capítulo atrajo la
atención de los astrónomos: estos cuerpos espaciales se mueven a velocidades fantásticas dentro de las galaxias,
mientras se produce otro movimiento de desplazamiento relativo entre éstas. Se comprobó primero por el
desplazamiento del espectro hacia el rojo que las galaxias se alejaban del espectador terrestre: este alejamiento fue
comprobado por Slipher entre 1912 y 1922. Pero la velocidad de desplazamiento no era constante; en 1928 publicó
Hubble la ley de los desplazamientos espectrales, que afirma la relación distancia-velocidad: la velocidad de fuga
parece -aumentar con el alejamiento, 160 km por segundo por millón de años luz de distancia según la medida de
Hubble, rebajada en la actualidad a 25 km por segundo. Se ha conseguido determinar la velocidad de más de mil
galaxias, algunas se desplazan a 150.000 km/s, la mitad de la velocidad de la luz.
Dimensiones, número de astros, velocidades de desplazamiento,, alejamiento, todas las concepciones del
universo han tenido que modificarse. En 1963 los objetos más lejanos cuyas distancias habían sido medidas se
encuentran a 6.000 millones de años luz, pero entre las débiles imágenes captadas en Monte Palomar se sospecha que
pueden encontrarse las correspondientes a galaxias que se encuentren a 10.000 millones de años luz. Estas distancias
introducen el factor tiempo en cosmología porque el mensaje luminoso que recibimos corresponde a imágenes de
otra época, incluso anteriores a la existencia de la Tierra. a la que se asignan 4.5 miles de millones de años, de manera
tal que el universo puede ser en la actualidad muy diferente a las imágenes que en este momento captamos.
Cada descubrimiento suscita nuevas preguntas. ¿Se enfriará el Sol y morirá la Tierra de frío o. como parece
más probable, se convertirá el Sol en una gigante estrella roja y achicharrará a todos los planetas de su sistema? ¿Es la
Tierra una curvatura del espacio? ¿Lo son todos los cuerpos celestes? ¿Qué es el espacio, qué respuesta ha de darse
tras la comprobación de que en las cercanías del Sol deja de ser euclidiano? ¿Qué geometría debe aplicarse al espacio?
En 1917 Einstein demostró que la única posible era la de un espacio esférico de curvatura constante, cerrado, cuyo
radio y cuya masa total podían obtenerse mediante fórmulas que propuso. Su modelo estable y estático ha planteado
problemas casi insolubles, por lo que en 1922 Friedmann, matemático ruso, interpretando el efecto Doppler, se
planteó la posibilidad de la modificación del radio del universo entre el instante de emisión de luz de una galaxia
elevada y el instante de la observación; si el espectro se desplazaba hacia el rojo había que suponer que el universo se
encuentra en expansión. Hemos indicado ya que así ocurre y que Hubble consiguió medir la velocidad de
desplazamiento. Otros teóricos aseguran que esta expansión es sólo una pulsación que seta seguida de un periodo de
contracción, con lo que el universo seria un enorme globo que se infla y desinfla periódicamente. La aportación de
los teóricos (teóricos y matemáticos) ha llegado a ser imprescindible, porque se nos plantea el problema de saber
hasta qué punto la muestra de Universo que nos rodea resulta representativa. El modelo euclídeo de Newton, tanto
tiempo útil, ha sido barrido desde el momento en que se abrió la ventana de las galaxias.
La pregunta crucial se refiere al origen del universo. La teoría predominante en nuestros días es la denominada
del Big Bang o explosión inicial. Su punto de partida se ancla en la teoría de la relatividad general de Einstein. Un
astrofísico, George Gamov, tras fechar esa explosión en un instante que se remonta a 15.000 millones de años,
planteó la posibilidad de escuchar el eco de la misma cuando los instrumentos de medición permitieran acercarse a
esa distancia. En 1964 dos radioastrónomos de los laboratorios Bell de Estados Unidos, Penzias y Wilson, que
recibirían el premio Nobel en 1978, registraron un zumbido de fondo que posteriormente fue interpretado como el
eco del Big Bang.. Otros científicos y desde 1992 el satélite COBE analizaron muestras de lo que se consideró la
composición inicial del universo, concentraciones de hidrógeno y helio, a partir de las cuales se formarían estrellas y
galaxias. Da la Impresión de que se multiplican las pruebas del Big Bang, pero no todos los científicos aceptan esta
teoría. Otro astrónomo eminente, Fred Hoyle, ha defendido la inexistencia de una explosión afirmando que la
materia se crea y destruye incesantemente en un universo estacionario.
Además del origen del universo diferentes cuestiones centran, la investigación sobre los misterios de la materia
y los espacios siderales. Una de las más debatidas, la de los agujeros negros, concentraciones de materia que por su
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elevada fuerza de gravedad impiden la salida de la luz de sus proximidades y por tanto son invisibles, fue propuesta
por otro de los gigantes de la física teórica, el británico Stephen Hawkin.

5. LA CIBERNÉTICA
En el campo de la electrónica la física ha conseguido igualmente progresos revolucionarios, aplicados a la
transmisión de señales (radio, televisión, satélites de comunicaciones), a la óptica (microscopios electrónicos,
fotoelectricidad, cine), El láser, haz de ondas luminosas de intensidad mil veces superior a la de la luz solar,
conseguido, por medio de emisiones estimuladas, por Maiman en 1960, está llamado a ser una de las maravillas del
futuro y tiene aplicaciones ya en la medicina (cirugía de la retina, tumores cancerosos) y en la guerra (proyectiles
dirigidos, aviones). Pero la aportación más importante de la electrónica es la construcción de máquinas calculadoras,
que permiten la realización de complejas operaciones matemáticas en un tiempo mínimo y se han convertido en
auxiliares imprescindibles para la exploración del espacio y utilísimos para la estadística y el almacenamiento de datos
que reclama la compleja administración de los grandes Estados.
La primera máquina electrónica, construida por Howard Aiken, entró en servicio en 1944; es la Mark I, que
realiza sus operaciones matemáticas mediante impulsos eléctricos cuya información procede de fichas perforadas y
cuyos resultados se obtienen también en perforaciones que finalmente se traducen en cifras. Luego cálculos más
rápidos y complicados se obtuvieron sustituyendo las cintas perforadoras por pinceles de electrones; así se construyó
el primer cerebro electrónico, llamado ((Eniac». Mientras la Maik I necesitaba un tercio de segundo para hacer una
suma de 23 cifras la «Datafile», construida en 1957, puede leer varios millones de signos en milésimas de segundo.
El americano Norbert Wiener descubrió en 1948 la analogía entre el cerebro electrónico y el cerebro humano
y la similitud de los impulsos eléctricos que transmiten la información y las órdenes entre el sistema nervioso del
hombre y los circuitos eléctricos; así nacieron máquinas eléctricas, robots que pueden tomar decisiones, dirigirse aun
lugar, retroceder, evitar obstáculos. Incluso en el campo de la juguetería se han hecho miniaturas de máquinas activas,
mientras la industria comienza a recorrer la investigación en este campo de la «electricidad pensante». El fenómeno
de la automatización, de la sustitución del trabajo humano por máquinas que parecen actuar y decidir por sí mismas
mediante las posibilidades de la electricidad encierra profundas repercusiones sociales, anuncia un mundo en el que el
trabajo de los hombres puede descargarse en máquinas, en un grado hasta hace poco tiempo insospechable.

6. EL MISTERIO DE LA VIDA
La bioquímica descubre y estudia los elementos químicos de la actividad vital y sus procesos o modalidades de
acción. El descubrimiento de las enzimas, cuerpos químicos que actúan en procesos de fermentación, oxidación y
fotosíntesis, fue seguido por el de las vitaminas, sustancias muy complejas, como la vitamina B, que contiene a su vez
15 sustancias. Con las vitaminas se completa la concepción de la enfermedad generada por un virus patógeno con el
de enfermedad de carencia, como el escorbuto, beriberi, raquitismo, enfermedades provocadas por la no presencia en
el organismo vivo de alguna sustancia necesaria. Además' de las adquiridas por alimentación el organismo vivo
produce sus propias sustancias, generadas por las glándulas endocrinas. Así se ha descubierto la importancia de las
hormonas que intervienen en el crecimiento de animales y plantas y en el funcionamiento preciso de los Órganos: la
insulina del páncreas, las hormonas del tiroides, las hormonas sexuales. etc.
Con el progreso de la bioquímica cambia la concepción de la vida, que es considerada como una estructura
química peculiar, en la que el intercambio de elementos químicos es constante. Los componentes de lo vivo y lo no
vivo son los mismos, la diferencia está en su ordenación, en su estructura. Teilhard de Chardin ha distinguido la
acumulación exterior de elementos químicos que se produce en lo no vivo -así se forman los cristales, los minerales-
de otro tipo de acumulación interna, que supone una estructura más compleja, proceso al que el famoso pensador e
investigador francés llama «complexificación interiorizante». En el mismo sentido ha escrito Charón: «Es muy
posible que ese umbral que permite distinguir la Materia de lo Vivo sólo pueda ser descrito en términos de lenguaje
topológico, que se refieran al espacio-tiempo. La Naturaleza, después de haber realizado todas las uniones posibles
(por campos físicos) en nuestro espacio ordinario de topología plana {el de la Materia) habría inventado la topología
cilíndrica. Esta transformación exige, en principio, poca energía, ya que en ambos casos el espacio sigue siendo
euclidiano, es decir, de débil intensidad de energía. Con la nueva topología cilíndrica pueden realizarse entonces
bruscamente tipos de uniones imposibles en la Materia. Además, las ondas electromagnéticas pueden permanecer
"encerradas" (y, por tanto, disponibles) en este nuevo espacio. Salvamos así el umbral que separa la Materia de lo
Vivo; las nuevas propiedades no tienen medida común con las antiguas: lo Vivo, con su topología diferente,
constituye un auténtico universo en pequeño, "paralelo" al Universo en que se distribuye y se pone la Materia».
Al conocimiento de los procesos vitales ha contribuido la investigación sobre la célula, a la que se ha
consagrado una rama de la biología, la citología. Desde principios de siglo se realizaron cultivos de tejidos separados
de su organismo y en 1933 el oftalpólogo ruso Filatov utilizó tejidos congelados en sus intervenciones quirúrgicas.
Casi inmediatamente se consigue mantener vivos órganos enteros separados de los organismos en que habían
funcionado; en 1936 Carrel y Lindbergh hacen vivir y funcionar durante varias semanas algunos órganos de
mamíferos (ovarios, glándulas).
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Otra línea de investigación atendió al estudio de los seres vivos más elementales, los virus. En 1935 Bochian
consiguió sintetizar en el laboratorio uno de los más sencillos, el llamado del «mosaico del tabaco». Se trata sin duda
de seres vivos, ya que se reproducen y viven a expensas del medio en que se hallan, no obstante se discute su
condición de organismo, parecen ser simples moléculas proteicas a las que se ha asignado la calidad de etapa
intermedia entre la materia inanimada y viviente. El estudio de esos organismos inferiores, como los virus y las
bacterias, ya más complejas, han permitido delimitar ciertas condiciones del origen de la vida, los elementos, presión
y temperatura indispensables para el nacimiento de las operaciones específicas de lo vivo.

7. LAS GRANDES CONQUISTAS DE LA CIENCIA


Hemos visto cuáles son las bases de la revolución científica del siglo XX: la física atómica, la física del
espacio, las aplicaciones de la electrónica, la química de la vida; sobre estos cuatro pilares se han montado
prácticamente todos los avances de la ciencia y de la técnica. De manera esquemática apuntamos algunos de los
avances que más han influido en la vida del hombre.
-La conquista del espacio. Estamos probablemente en las primeras páginas de esta apasionante aventura,
aunque nos parezcan ya conquistas casi increíbles: el lanzamiento de los primeros satélites («Sputniks» rusos), la
llegada del hombre a la Luna, el envío de .ingenios espaciales» para la recogida de materiales (rusos en la Luna,
norteamericanos en Marte -verano de 1976- ), el ensamblaje de naves espaciales.
-la genética. Las teorías de Darwin y las leyes de Mendel han sido comprobadas en el siglo XX y enriquecidas
o modificadas con las observaciones que permiten los aparatos de que disponen los investigadores. El holandés De
Vries estableció a principios de siglo el concepto de mutación, la alteración que puede sufrir la carga gen ética
almacenada en los cromosomas de las células gen éticas o genes; de esta forma la evolución no se produciría por
alteraciones somáticas o anatómicas, por la adaptabilidad morfológica de los órganos a condiciones exteriores, como
habían supuesto Lamarck y Darwin, sino por cambios internos del patrimonio hereditario. Las diferentes escuelas y
los diferentes gen éticos, Lyssenko, Dunn, Dobzanski, han explicado de diferentes formas los mecanismos pero
aceptando todos la realidad de la evolución biológica.
-En la medicina podemos hablar de revoluciones, en plural. En primer lugar el perfeccionamiento de los
aparatos y las técnicas -rayos X, anestesia- ha permitido éxitos nuevos en la lucha contra la enfermedad. Por otra
parte la bioquímica ha puesto a disposición de los médicos sustancias que combaten a las bacterias patógenas: la
meningitis es combatida por el ácido paraamino-salicilico; la malaria ha sido vencida por la cloro- quinina y la
paludrina; las vacunas (tétanos, tuberculosis, tos ferina, poliomelitis) han derrotado y arrinconado enfermedades antes
terroríficas; las sulfamidas y antibióticos han sido quizá la aportación más importan- te en este campo, y Fleming,
descubridor de la penicilina en 1928, uno de los grandes benefactores de la Humanidad. Pero quizás el más
fascinante capítulo de las ciencias médicas lo esté escribiendo el psicoanálisis, punto de partida para la medicina
psicosomática. A las enfermedades provocadas por virus ya las provocadas por carencias de alguna sustancia habría
que añadir un tercer tipo de trastornos, los del psiquismo, que se reflejan en el organismo, de donde se deduce que
algunas enfermedades no pueden ser curadas sin estudiar sus raíces anímicas. Por otra parte, el psicoanálisis ha
permitido un conocimiento más profundo del hombre. En este sentido la obra de Freud en medicina es equiparable
ala de Einstein en física, supone una revolución total, un giro copernicano en los conceptos básicos. La indagación
del subconsciente, en el que se arrinconan los traumas que el consciente no se atreve a afrontar y que afloran en el
mundo de los sueños, permitió a Freud elucidar dimensiones desconocidas del espíritu, e iniciar unos métodos que
fueron completados y revisados por Adler y Jung. Finalmente constituye la revolución en las técnicas quirúrgicas el
capítulo quizá más popular, especialmente el de los trasplantes de órganos, posibilitados por las investigaciones
citológicas y las técnicas de conservación de órganos separados del ser al que pertenecen; los trasplantes del corazón,
iniciados por el cirujano sudafricano Barnard, suscitaron la atención mundial, no obstan- te los avances más seguros
no se han obtenido en la cardiología sino en la urología, oftalmología y otras ramas.
-La aportación de la matemática. Durante siglos los matemáticos se movieron sobre los axiomas y postulados
de la matemática griega, Thales, Pitágoras, Euclides son referencias constantes. Pero la nueva fisica precisaba una
nueva matemática y partiendo de la consideración de que sólo el lenguaje matemático permite construir la ciencia
física se ha desembocado en la afirmación de la necesidad universal de las matemáticas, necesidad demostrada por la
cibernética y la aplicación incluso a ramas de la filosofía (lógica matemática). Un matemático-lógico, Kurt Godel,
demostró que en la ciencia eran siempre posibles las contradicciones porque el lenguaje científico es el desarrollo
lógico obtenido mediante determinadas reglas (estructuras) aplicadas a un número de conceptos que se conviene en
aceptar como válidos, pero es posible sustituir estos conceptos básicos y levantar un nuevo edificio científico. De esta
manera se puede reemplazar la geometría de Euclides, apoyada en el postulado de que por un punto no se puede
trazar más de una línea paralela a una recta, por otro postulado diferente (exigible por la concepción esférica del
espacio einsteniano) y construir una geometría diferente. Y así se ha hecho. La aportación de Godel, Whitehead,
Russell, ha supuesto una palanca para el progreso del conocimiento.
De la misma manera que la revolución industrial se caracterizaba no por el invento aislado sino por la serie de
inventos, o mejor todavía por el invento que suscita otro más perfecto, la revolución científica ha despertado en
406
cadena métodos y revelaciones que plantean nuevas interrogantes y otorgan al mismo tiempo la posibilidad de
contestarlas en un futuro inmediato.

DOCUMENTOS
LOS CAMINOS DE LA FÍSICA ACTUAL
En este diálogo entre dos gigantes de la ciencia física. Albert Einstein y Werner Heisenberg, se plantean
cuestiones básicas sobre los fundamentos de la Física, la teoría de la indeterminación de Heisenberg. la regularidad de
las leyes del universo en Einstein ("Dios no juega a los dados”), la necesidad de presupuestos teóricos para el
conocimiento de la realidad material, etc. Subrayar algunas frases expresivas.

“Quizá se pueda representar la transición de una posición estacionaria a otra distinta en una forma parecida a
la que en las películas ofrece el paso de una imagen a otra.. El paso no se realiza de repente, sino que una imagen se va
haciendo cada vez más débil, mientras que la otra emerge despacio y se hace más fuerte, de suerte que ambas
imágenes se entrelazan durante un tiempo y no sabemos exactamente lo que significan, Tal vez exista un estado
intermedio, en el que no se sabe si el átomo está en la posición superior o inferior."
Sus pensamientos se mueven ahora en una dirección sumamente peligrosa -advirtió Einstein-. Habla usted de
pronto de lo que se sabe sobre la naturaleza y no de lo que la naturaleza realmente hace. Ahora bien, en las ciencias
naturales sólo se puede tratar de averiguar lo que hace realmente la naturaleza. Podría suceder que usted y yo sepamos
acerca de la naturaleza algo distinto. Pero ¿a quién le podría interesar esto? A usted ya mí tal vez. A los demás les
resultaría totalmente indiferente. Por tanto, si su teoría ha de ser verdadera, deberá decirme algún día qué es lo que
hace el átomo cuando pasa por la emisión de luz de una posición estacionaria a otra distinta."
Tal vez -respondí con cierta vacilación-, Pero me parece que utiliza usted el lenguaje con una dureza un tanto
excesiva. Reconozco que todo cuanto pudiera decir yo ahora tendría el carácter de una necia escapatoria. Aguardemos
para ver cómo se desenvuelve ulteriormente la teoría del átomo."
Einstein me dirigió entonces una mirada algo crítica. ¿Por qué cree usted con tanta firmeza en su teoría, si
todavía están totalmente sin aclarar, tantos problemas centrales?"
He necesitado, lo confieso, mucho tiempo para poder responder a esta pregunta de Einstein. Pero entonces le
dije, aproximadamente, lo siguiente: .Creo, como usted, que la sencillez de las leyes de la naturaleza tiene un carácter
objetivo, que no se trata sólo de una economía del pensar. Cuando la naturaleza nos lleva a formas matemáticas de
gran sencillez y belleza. Con la palabra formas significo aquí sistemas ordenados de principios básicos, axiomas y
demás-, a formas, digo, que hasta entonces no han sido alcanza- das por .nadie, no se puede dejar de creer que son
"verdad", es decir, que re- presentan un rasgo auténtico de la naturaleza. Puede ser que estas formas traten, además,
de nuestra relación con la naturaleza, que se dé en ellas también un elemento de economía del pensar. Mas como no
se habría llegado nunca espontáneamente a estas formas, como nos han sido dadas primeramente por la naturaleza,
pertenecen ellas también a la misma realidad, no sólo a nuestro pensamiento sobre la realidad. Me puede usted
reprochar que empleo aquí un criterio estétil o de la verdad" al hablar de simplicidad y belleza. Pero debo confesar
que para una emana una fuerza de convicción muy grande de la simplicidad y belleza del esquema matemático que
nos es sugerido aquí por la naturaleza. Sin duda, debe usted .haber experimentado también el estremecimiento que se
siente ante la simplicidad y el orden perfecto de las interrelaciones que la naturaleza despliega de golpe ante nosotros,
y para las que estábamos totalmente impreparados. El sentimiento que nos sobrecoge con semejante perspectiva es
algo completamente diferente de la alegría que se experimenta cuando cree uno haber realizado con singular pericia
una pieza (física o no física) de artesanía. Por eso confió en que también las dificultades anteriormente discutidas se
solucionarán de algún modo. La sencillez del esquema matemático tiene además como consecuencia el que sea
posible idear muchos experimentos cuyo resultado pueda calcularse de antemano con gran exactitud de acuerdo con
la teoría. Si posteriormente los experimentos se llevan a cabo y llegan al resultado previsto, podrá concluirse con
certeza que la teoría representa en este campo a la naturaleza.»
El control por medio del experimento -dijo Einstein- es, en efecto, el presupuesto normal para la exactitud de
una teoría. Pero no es posible comprobarlo todo de manera exhaustiva. Por eso me interesa cuanto usted me ha dicho
sobre la sencillez. Pero nunca osaría afirmar que hubiera en- tendido realmente lo que subyacen el fondo de esa
sencillez de las leyes de la naturaleza».
Tras prolongar durante algún tiempo el diálogo sobre los criterios de la Verdad en la física, me despedí. Año
y medio más tarde encontré a Einstein en el Congreso de Solvay, en Bruselas, donde los fundamentos
epistemológicos y filosóficos de la teoría constituyeron, una vez más, el objeto de interesantes discusiones.”
Werner HEISENBERG: Diálogos sobre la Física atómica. Madrid, B.A.C., 1975, págs. 86-88.

407
CAPITULO XXXVIII: LA TRANSFORMACIÓN DEL ARTE
1. RAÍCES DE LA TRANSFORMACIÓN
La metamorfosis del arte del siglo XX, lo mismo de las manifestaciones plásticas, como la pintura, que de las
artes temporales, como la música, es un proceso evidente para cualquier espectador; el arte no se ha quedado rezagado
en las intensas transformaciones que ha experimentado la vida del hombre e incluso en ocasiones se ha anticipado en
la búsqueda de nuevas formas de lenguaje y sensibilidad. Sin embargo, esta variación intensa no es un capricho
individua o generacional de los artistas, sino que responde a las nuevas dimensiones del conocimiento, se relaciona
con los sistemas de ideas y valores de la época. Uno de los teóricos del arte actual, Copplestone, ha escrito: «El
pintor no pinta porque quiera representar lo que ve y porque tenga competencia para hacerlo, sirio porque el mundo
visible le empuja a satisfacer su necesidad profunda de dar forma a su comprensión de la vida y de la naturaleza-.
Varios procesos confluyen en revolucionar las formas y las concepciones del arte del siglo XX.
En primer lugar la herencia del siglo XIX, especialmente visible en la pintura. Después de los impresionistas
no podía volver a pintarse como antes. El naturalismo y el impresionismo habían arrumbado definitivamente el arte
acaramelado y dibujístico del neoclasicismo; la obra de Cézanne, de Van Gogh, y, en general, la «situación» de la
pintura a finales del XIX exigían una renovación radical de las concepciones pictóricas.
Se ha considerado asimismo un acelerador del cambio en la pintura un avance técnico, la fotografía, que
supera en la reproducción fiel de la imagen a la paleta del pintor y en la perspectiva o los detalles (utilización del gran
angular' ampliaciones, etc.). Por otra parte, le ha descubierto a la pupila humana nuevas imágenes de la realidad. La
fotografía aérea le ha mostrado paisajes grandiosos, el microscopio y las imágenes microscópicas, la estructura de la
materia. En cine (imágenes en movimiento), ha capturado las preocupaciones por la luz, el movimiento y la
profundidad que estaban en el meollo de la pintura barroca; Estas aportaciones técnicas-y artísticas en el caso del
cine- han empujado a la piritura a la representación de valores diferentes de los que tradicionalmente habían
constituido la gramática de su lenguaje.
Partiendo de la concepción del artista como testigo de una época, con sus contradicciones y problemas,
superadora de la de simple productor de belleza, la encrucijada en que se desenvuelve la política internacional en
1900, con bloques armados que dejan entrever la amenaza de un conflicto bélico de vastas proporciones, y en 1914
el estallido de la guerra, impresionan patéticamente el talante de pintores y escultores y contribuyen a generar un arte
convulso y más adelante, en la angustia de las grandes crisis, a iniciar un arte deshumaruzado.
La revolución del arte moderno podría resumirse en la nueva concepción de dos realidades: la Naturaleza y el
Hombre, dos constantes de todo arte y de toda ciencia y forma de conocimiento; a estos dos pivotes habría que
añadir un tercero: los cambios intrínsecos en el concepto del arte.
Ante la Naturaleza. El arte ha representado habitualmente la Naturaleza, en ocasiones con cierta fidelidad
visual, por ejemplo en el Renacimiento, en otras con predominio de los elementos conceptuales o subjetivos, tal es el
caso del románico. En el siglo XX se despega decididamente de la representación de la Naturaleza en sus aspectos
visibles. Dice Picasso: «La naturaleza y el arte son cosas diferentes. Nos valemos del arte para expresar nuestro
concepto de la naturaleza». A este divorcio ha contri- buido la seguridad de que lo visual es sólo una apariencia de la
realidad, pero no la verdadera realidad, ya que el hombre no puede percibir la energía latente en la materia -y la
energía es un protagonista de la vida de la Humanidad desde la revolución industrial- ni su estructura de moléculas y
átomos. La energía y la velocidad parecen dos transgresiones de la naturaleza si la reducimos a los datos
proporcionados por los ojos. De la misma manera que la física ha tenido que elaborar un lenguaje impersonal para
describir el cosmos, el arte ha evolucionado para penetrar en estos nuevos horizontes que la ciencia ha desvelado.
La concepción del hombre. Se ha producido la ruptura del modelo clásico; frente al equilibrio de los
sentimientos a partir del Romanticismo se ha plasmado la angustia y el patetismo; frente a la razón encontramos a
partir de Dostoyevski la exaltación de los instintos y los impulsos irracionales; frente a las formas bellas y armoniosas
las inarmónicas y desgarradas. Tendríamos en esta triple ruptura tres notas del humanismo de Picasso: la angustia, el
caos irracional y el desgarramiento morfológico. La gran palanca de este nuevo humanismo es el psicoanálisis con su
iluminación de las regiones del subconsciente y su análisis de los traumas y enfermedades del alma. El psicoanálisis
nos ha proporcionado una imagen más compleja del hombre ya esta nueva imagen trata de responder el arte de hoy.
Cambios en el concepto del arte, Seldmayr ha subrayado un afán por la pureza; en arquitectura se eliminan los
adornos; en pintura el elemento plástico (por ejemplo, la configuración de cuerpos con luces y sombras) y el
elemento tectónico (la perspectiva se suprime, pierde significación la relación arriba-abajo, se combinan diversos
sistemas de proyección, verbigracia de frente y perfil). Este afán de pureza es en el fondo un ideal de elocuencia, de
identificación de la realidad y el lenguaje. El arte ha tenido que inventarse una nueva sintaxis para adecuar sus
fórmulas expresivas a los nuevos conceptos; las deformaciones significativas, las figuras geométricas y la abstracción
son los tres procedimientos más usuales para traducir la nueva concepción de la realidad natural y humana. Lo que
separa una figura de Picasso de una figura de Velázquez es un lenguaje; Picasso recurre a las deformaciones, a la
geometrización ya ciertos grados de abstracción porque ha de representar una Naturaleza concebida por la física de

408
forma revolucionaria y un hombre mucho más complicado, de traumas e impulsos irreflexivos, como enseñan los
psicoanalistas

2. LA ARQUITECTURA
Los progresos de la ingeniería han puesto a disposición de los arquitectos técnicas y materiales renovadores
que han posibilitado una transformación radical de la arquitectura, suscitada por las nuevas circunstancias y los
nuevos materiales. Las circunstancias en que trabaja el arquitecto podrían resumirse en dos: la necesidad de espacio en
las grandes ciudades -lo que explica el fenómeno del rascacielismo, la altura creciente y el hacinamiento- y el
urbanismo, ciencia que estudia los conjuntos constructivos y valora el espacio exterior al edificio, frente a la
arquitectura tradicional que valoraba los espacios internos y consideraba al edificio en solitario. Los nuevos
materiales, el hierro, el hormigón, el cristal, los plásticos, han permitido la aparición de formas nuevas. La innovación
comenzó con la utilización del hierro en las berlinas de las estaciones de ferrocarril y los puentes; el ensamblaje de
vigas de hierro permitía curvaturas y longitudes imposibles en la piedra; la torre Eiffel es el ejemplo más majestuoso
de las posibilidades del nuevo material.
En el tránsito de siglo un movimiento español inició la renovación arquitectónica, el modernismo, cuya capital
fue Barcelona y su figura relevante Antonio Gaudí. Gaudí Se propuso unir arquitectura y naturaleza; el «Parque
Güell» de Barcelona le permitió esta simbiosis de la obra humana y natural que late en toda su obra. Sus deseos de
adornos han llevado a calificar su estilo de «neobarroco», pero no es la ornamentación sino la exaltación de la
naturaleza el ideal del gran arquitecto catalán; las ondulaciones, el color y la vegetación, tres dimensiones de sus
construcciones, son igualmente tres dimensiones constantes del paisaje. Frente a la línea recta Gaudí exalta la
ondulación (ver La Pedrera. del Paseo de Gracia de Barcelona), el color se consigue con loS remates de mosaicos, la
vegetación es una de las notas exuberantes de su original fachada del templo de la Sagrada Familia.
El desarrollo de las posibilidades del hormigón constituye la base de la primera gran escuela del siglo XX, la
arquitectura funcional se caracteriza por su sencillez, y sus líneas geométricas desprovistas de adornos. Le Corbusier,
su representante más destacado, apoya sus edificios sobre pilotes (pilares verticales de hormigón), con lo que queda
libre el suelo, inicia la «planta libre» (las divisiones de cada piso son independientes), las ventanas longitudinales -
nueva forma de iluminación- y las terrazas jardín; todas estas innovaciones están posibilitadas porque el edificio es
una red de pilares de hormigón y los muros han dejado de ser un elemento sustentante para convertirse en simples
mamparas que parcelan el espacio. Como urbanista obsesionan a Le Corbusier los espacios libres y la vegetación, y la
solución del tráfico mediante distintos ti- pos de calles que se sitúan a diferentes niveles. En la iglesia de Ronchamp y
en la villa Saboya realizó sus sueños de arquitecto, en los trazados de Chandigarh (capital del estado indio del
Panjab) y la ciudad radial de Marcella sus programas de urbanista. Las curvas y ondulaciones de las construcciones le
corbusierianas son la representación geométrica de ecuaciones y teoremas matemáticos, así el .pabellón Philips» de
Bruselas es una curva alabeada.
Esta fusión de técnica y geometría se continúa en la Bauhaus, escuela que hace de los volúmenes y cubos la
morfología usual. Van der Rohe y Walter Gropius son sus figuras destacadas.
La segunda gran escuela, la llamada arquitectura orgánica, tiene su cabeza en el norteamericano Wright Es una
arquitectura humana -y cara- que aspira a la alegría. La combinación de materiales -que permite la introducción del
color en la edificación, de manera intrínseca, sin recurrir al revoco o la pintura- y la apertura de los recintos hacia la
naturaleza, mediante espacios volados y grandes terrazas colgadas rodeadas de árboles, rocas yagua, son las dos
preocupaciones máximas de esta escuela, y la .casa de la cascada, y la “Robbie House” las obras más originales de
Wright.
Un último movimiento, el estructuralismo, funde lo funcional con las posibilidades del hormigón pretensado.
La Estación Tennini de Roma, algunos edificios de Brasilia, y el de la UNESCO en París, en el que intervienen Pier
Luigi Nervi, Breuer V Zehrfuss, son las construcciones más características.

3. REVOLUCIÓN PLÁSTICA EN LA ESCULTURA


El arte escultórico es el que experimenta en nuestro siglo una revolución más profunda, hasta el punto de
romper de forma total con los presupuestos que han informado la historia de la escultura y muy en concreto con el
de representación figurativa de la anatomía humana. Sus escuelas ofrecen claro paralelismo con las pictóricas, pero no
debemos considerar la escultura como un capítulo secundario; los artistas buscan nuevas formas expresivas y sus
procedimientos y conquistas ofrecen una originalidad inagotable.
En los primeros años de siglo los escultores trabajan obsesionados por las posibilidades expresivas de la
geometría, en correlación con el cubismo pictórico; es el caso del ruso Archipenko. Mas no es la plasticidad espacial
de la geometría el fundamento de la escultura de nuestro siglo sino cierta propensión al patetismo, a veces disimulada,
y que convierte al lenguaje escultórico en otro medio de expresión de la angustia del hombre actual. La
intensificación expresiva del realismo mediante deformaciones encuentra Sus primeros ensav1stas en Ernst Barlach v
Wilhelm Lehmbruch.

409
Partiendo de las conquistas expresivas del cubismo y las deformaciones morfológicas tres escultores van a
innovar el lenguaje: el rumano Brancusi y los españoles Julio González y Gargallo. Brancusi recrea (les comunica
nueva existencia) todos los materiales, el bronce, el mármol, la madera, sobre los que trabaja con insistencia hasta
obtener una pátina similar a la del paso del tiempo. En estos materiales insufla un aliento espiritual: por ejemplo, en
su Pájaro en el espacio el ritmo dinámico, vertical, se ha entendido como la tensión ascensional de la vida, de la que
espacio y pájaro serían símbolos. Julio González, a partir de formas cubistas, llega a la abstracción, modelando
polledros abruptos y eruptivos de picos (Cactus). Gargallo descubre primero en las chapas de hierro su configuración
geométrica, pero pronto consigue aprovechar los espacios vacíos y dotarles de fuerza lo mismo que a las aristas; en El
Profeta se admiran los músculos en los huesos y los tendones en las aristas tensas.
El expresionismo se convierte en una constante; incluso .los artistas que atraviesan una etapa surrealista, con la
que expresan el mundo de los sueños, como Giacometti o Alberto Sánchez, derivan luego en obras de gestos
crispados, de anatomías sabiamente deformadas, en las cuales, olvidada la belleza de las proporciones, sólo se busca la
vida interior, que se agazapa tras la expresión intensa de rostros y manos. La Segunda Guerra Mundial suscita la
vuelta al expresionismo, como se comprueba en el terrorífico El grito (monumento a la destrucción de Rotterdatri)
de Zadkine. Alguna conexión guarda con el espíritu expresionista la obra de otro gran creador de formas, el inglés
Henry Moore; sus invenciones morfológicas en torno al cuerpo femenino demuestran las inmensas posibilidades
expresivas que los escultores han sabido excavar .De esta invención de la anatomía humana a la abstracción total, es
decir, al abandono de .la figura y el tema, sólo quedaba un paso. Lo dan muchos artistas.
Los hermanos Pevsner (Naum Gabo y Antonio), dentro de la escuela abstracta denominada constructivismo,
ensayan desarrollos espaciales de superficies e introducen la forma ahuecada antes que los volúmenes cerrados que
había respetado Brancusi. Naum Gabo, tras una estancia en Munich, regresa a Rusia e inicia otro camino, la escultura
cinética, una lámina que vibra impulsada por un motor. Empero, la abstracción no había agotado sus posibilidades,
como demuestran algunos creadores españoles, Ángel Ferrant (Tres mujeres), Alberto Sánchez (Perro asustado) y
Chlllida (Abesti Gogora).
La más violenta ruptura con la tradición ha de buscarse en los ensayos por plasmar el movimiento. Lo
intentan mediante deformaciones y multiplicación de planos los futuristas, como Boccioni en Formas únicas de
continuidad en el espacio. Pero el paso definitivo lo da la escultura cinética, gemela de la ingeniería, inspiradora de
obras que se sostienen de manera inestable sobre un precario punto de apoyo, que giran con el viento o se mueven
mediante un sistema descompasado de pesos, o son accionadas por un motor. Los «móviles, del norteamericano
Calder son las contribuciones a esta tendencia que han conseguido mayor popularidad, pero ensayos similares fueron
realizados por el húngaro Schoffer y más vanguardistas por su compatriota Vasarely, quien mediante alvéolos
coloreados que resbalan unos delante de otros ha aplicado los conceptos cinéticos a muros arquitectónicos.
En conjunto, las innovaciones plásticas de los escultores han supuesto la creación de un mundo nuevo de
formas; ya sean las deformaciones de Moore, la vitalidad de Brancusi, la abstracción de Chillida, el movimiento de
Calder, la escultura del siglo XX es algo radicalmente nuevo, un mundo en el que la figura humana ha perdido su
omnipresencia para dejar paso a otras formas ya criterios revolucionarios en relación con la geometría y el espacio.

4. LOS PRIMEROS «ISMOS» PICTÓRICOS. LA RUPTURA CON LA TRADICIÓN


El impresionismo había reducido los objetos a vibraciones luminosas. El primer movimiento del siglo XX, el
fovismo, vuelve a colocar el color en el puesto protagonista: el objeto es a un tiempo color, luz y forma. Un fovista,
Vlaminck, critica el monopolio de la luz impresionista: .Prendido por la luz, desdeño el objeto. O se piensa en la
naturaleza o se piensa en la luz.» Los fauves intentaron liquidar lo que quedaba en la pintura de sentimentalismo
romántico y crear formas que respondían no al conocimiento racional, sino a la intuición de la realidad, eternamente
cambiante, como enseñaba por esos años el filósofo Bergson. El color adquiere vida independiente de los objetos,
puede ser incompatible con ellos (un mar chocolate, por ejemplo), desborda las líneas, como si el pincel se escapara
involuntariamente, se apodera de una figura entera (un hombre azul de pies a cabeza, se encuentra a veces en las obras
de Matisse). El color no implica supresión del dibujo, como en el impresionismo, por el contrario el dibujo resiste
los embates del color y en algunos casos resalta su energía, como vemos en las obras de Rouault (muchas de ellas
difícilmente catalogables en el arte fauve).
La ruptura con la tradición es más violenta en el cubismo, cuya paternidad se debate entre el francés Braque y
el español Picasso. Es un movimiento austero, cerebral; Picasso coloca la inteligencia al servicio de la plástica. Los
artistas sólo atisban en la realidad el reflejo de las formas fundamentales, siguiendo los caminos señalados por
Cézanne, y las ideas de Schopenhauer (El mundo como representación). La moderación cromática y lumínica llamó
poderosamente la atención: .después del carnaval impresionista se impone la cuaresma cubista» (Eugenio d'Ors), “los
artistas pusieron a pan y agua su paleta” (Gaya Nuño}, .el cubismo vacía de luz el cuenco de los cuadros» (Camón
Aznar). Es pintura parca de color y carente de luz. Los pintores -Picasso, Braque, Juan Gris, Fernand Léger- tratan de
captar la cuarta dimensión de los objetos, significando con esta expresión la suma de todas sus perspectivas; por
medio de superposiciones, descuartizamientos y transparencias se plasma el frente y el perfil, las superficies delante-
detrás, lo exterior-interior. Es preciso dar vueltas en torno al objeto, porque si no sólo nos ofrece un punto de vista.
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Apollinaire escribe que .la geometría es a las artes plásticas lo que la gramática al escritor». La teoría de la relatividad
con su formulación de que loS objetos son curvaturas de una sustancia única espacio-tiempo influye en algunos, en
concreto en Picasso; el artista se considera «autorizado» a intentar nuevas curvaturas con la creación de objetos o la
modificación geométrica de los existentes.
Coetáneo del cubismo, triunfa en Milán el estilo llamado juturismo; su preocupación es la captación del
movimiento y la velocidad. En el manifiesto de 1910 declaran que la forma y el color no pueden satisfacerles, que
todas las cosas se mueven y corren, y es este dinamismo universal lo que el artista debe intentar representar. Firmaban
este manifiesto, redactado por Hoccioni, además de su redactor; Carrá, Russolo, Halla y Severini, los cinco pintores
considerados como fundadores de la tendencia. El hincapié en las cualidades dinámicas de la vida se recoge lo mismo
en los títulos de las pinturas, Visión simultánea, Traquetea de la calesa, que en las cláusulas de su manifiesto: debe
hacerse un barrido general de cuanto es tema rancio y raído con objeto de expresar la vorágine de la vida moderna,
una vida de acero, fiebre, orgullo y temeraria velocidad», .el dinamismo universal debe ser vertido en pintura como
una sensación dinámica». El futurismo, con su intento de captar las imágenes en movimiento, quedó pronto
desplazado por el cine, pero contribuyó a agudizar la sensibilidad de las gentes por objetos de la vida moderna --el
automóvil, ciertas máquinas- y suscitó un auténtico culto por la velocidad. Muchos de sus seguidores se afiliaron a
movimientos políticos conservadores, como el fascismo, del que les atrajo su exaltación de la vida heroica y dinámica.
La conocida expresión de uno de los teóricos, Marinetti: .Un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla
es más hermoso que la victoria de Samotracia» hace pensar en el canto a .la belleza de las bayonetas» de Mussolini.

5. EL EXPRESIONISMO
Hasta finales del siglo XIX el arte pictórico había expresado las facetas visibles -físicas y morales- del ser
humano, la belleza (el Renacimiento) o el dolor (Barroco); sólo Goya, excepcionalmente, había destrozado las
convicciones con las que Se representaban las anatomías para bucear en los misterios del mundo interior. Este camino
es seguido aisladamente por algunos pintores de diferentes países; el belga Ensor, el suizo Hodler, el noruego Edvard
Munich, cuya obra El grito (1893) es un símbolo de la emoción delirante que se ha introducido en muchas obras de
arte. En 1905 se constituye en Dresde un grupo que adopta la denominación de Die Brilcke (El Puente), coetáneo
del movimiento fauvista francés; pero mientras los pintores fauves se dejan ganar por la sensualidad del color para
plasmar un arte amable, los alemanes, con una técnica similar en cuanto a la intensidad de las siluetas y las masas
cromáticas, aunque prefieren los tonos oscuros, con inclusión del negro, difieren por su concepción atormentada, por
la plasmación de las angustias interiores del hombre, que esto viene a ser el expresionismo.
En el grupo de Die Brilcke, influido por Munich, destacan Nolde y Kirchner, considerado jefe de la escuela.
En 1907 un historiador del arte, Wilhelm Worringer, publica su obra Abstracción y Empatía, en la que se sostiene
que la emoción no puede codificarse en fórmulas y el artista necesita una libertad total. Al mismo tiempo Kirchner
intenta con su paleta estridente y los trazos angulosos demostrar la abyección y los oscuros deseos que laten en el
fondo de los seres humanos, y la manera de representar Nolde el tema bíblico de Susan y los viejos, conjunto de
sonrisas sardónicas, traduce una brutal sensualidad; en muchas obras Nolde ha conseguido pintar la desnudez de las
almas. Este arte interior, abyecto y angustiado a un tiempo, concebido como un excavamiento bajo la superficie de
una sociedad hipócrita, era ya un movimiento ampliamente seguido, pero carecía de nombre hasta que Worringer en
1910, en la revista Der Sturm, acuña el término expresionismo. Dos años después el historiador publica Esencia del
arte gótico, que constituye una justificación estética para los pintores alemanes: frente al humanismo clásico del sur,
el gótico traduce las inquietudes de hombres que viven en un ambiente austero y frío; la condición fundamental del
hombre nórdico es su ansiedad metafísica y su arte un recurso catártico, ya que al expresar la angustia el pintor
encuentra la serenidad.
Por entonces hacía algunos años que la capital del movimiento había pasado de Dresde -el grupo Die Brücke
se disuelve en 1913- a Munich, a donde llegan el ruso Kandinsky y el austríaco Kokoschka. Kandinsky es el más
brillante teórico del arte del siglo XX. Frente a la interpretación geográfico-étnica de Worringer, Kandinsky, en su
libro De 10 espiritual en el arte, sostiene, con un planteamiento más general, antropológico, que todo arte auténtico
es la expresión exterior de una necesidad interior, y por lo tanto a una época angustiada debe corresponder un arte
angustiado. Con su concepción de la pintura como expresión, mediante colores, de las emociones, el arte pictórico se
aproxima a la música, que plasma no imágenes ni formas sino sencillamente emociones mediante el lenguaje de los
sonidos. Kandinsky en bastantes páginas compara música y pintura, y su traductor. Sadler, ha dicho gráficamente:
«Kandinsky pinta música.» En torno al maestro ruso se constituye otro grupo. El jinete azul, que lleva la
denominación de uno de sus cuadros; en él destacan Franz Marc, Klee y el compositor Arnold Schonberg. Todos
coinciden en considerar que la vitalidad del arte no depende de teorías sobre la composición ni siquiera de la
perfección de las formas sino de la manera de sentir; «crear formas significa vivir», consignan en uno de sus escritos.
La guerra destruye el grupo: Franz Marc muere, Kandinsky regresa a Rusia, Klee entra en el ejército.
Pero el expresionismo no se extingue; por el contrario, la visión de los mutilados, los incendios, la desolación
que invade campos y ciudades de Europa incita a los pintores a traducir en su arte el dolor de aquel tiempo de locura,
áscar Kokoschka se convierte en guía de los pintores jóvenes. Herido durante las operaciones de guerra, sus obras de
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estos años constituyen una manifestación de asco por la degradación a que ha llegado la humanidad. La tempestad
(1914), en la que de manera simbólica se plasma el artista y la mujer amada, refleja la perduración de la pasión
amorosa en medio de las circunstancias adversas y constituye un resumen del expresionismo: poder, intensidad
emocional, misticismo expresado de manera brutal. Para su Mujer en azul (1919) preparó 160 bocetos preliminares;
esta inanimada muñeca, libre de defectos, es el ser inocente, ausente del horror colectivo; la correspondencia entre la
necesidad interna y la expresión, que reclamaba Kandinsky, se eleva a categoría en Mujer en azul. Ya nunca
abandonará Kokoschka, a diferencia de Kandinsky o Klee, las formas intensas, conseguidas con siluetas de gruesos
trazos negros y arremolinadas manchas de color.
Una serie de pintores denominados-para rehuir clasificaciones comprometedoras-independientes, aún sin
relacionarse nada más que episódicamente con los grupos de Dresde y Munich, utilizan las deformaciones
significativas del expresionismo. El francés Rouault es un ejemplo de cómo se puede pasar del fauvismo al
expresionismo, sin cambiar los signos formales, sólo con un cambio en la concepción. El italiano Modigliani destaca
por sus formas humanas alargadas y nostálgicas, el holandés Permeke por la fuerza amenazadora de manos y rostros
arquitectónicos. La crítica corrosiva del expresionismo fue utilizada también por escritores como Heinrich Mann y
con más fuerza por algún dramaturgo, como el Brecht de sus primeras piezas teatrales.

LA APORTACIÓN DE PICASSO
Picasso es la máxima figura del arte del siglo XX y el motor de sus más ambiciosos movimientos pictóricos.
Dominador ya a los 14 años de los resortes del arte clásico, el dibujo, él color, la composición (como puede
comprobarse en el museo Picasso de Barcelona), se convierte en un escudriñador Inagotable de nuevos caminos para
el arte pictórico. La fecundidad Impresionante de su actividad y sus constantes virajes de estilo hacen difícilmente
analizable su producción. En una conversación de 1932, en una exposición suya, hizo una definición lapidaria de un
artista: .Eres un sol con mil rayos en tu vientre.» Del artista brotan como luces obras diferentes; aquí radica su esencia
y su riqueza, y cualquier sistematización o análisis corre el riesgo de traicionar una actividad creadora por esencia
instintiva y asisternática. No obstante para aproximarnos a su obra ingente no podemos evitar este análisis
clasificatorio, aceptando la posibilidad de que sea deformante en cierto. Un Intento de registro podía ser el siguiente.
1900-1907. Etapas figurativas; son sucesivamente las épocas azul, rosa y negra. Ya en la primera se refleja el
interés por los humildes, por los cuerpos famélicos o por loS seres degradados (La CelestiTia, La comida Jrugaz),
que deja paso en la etapa rosa a figuras más llenas, de expresión extraña, en las que se vislumbra una indiferencia
sosegada (retrato de La señora Canals). En la etapa negra, de colores ocres, el impacto de la escultura africana hace
surgir figuras deformes, construidas con ángulos.
1907-1918. Etapas cubistas. En 1907 pinta Las Señoritas de Avignon, obra que Picasso consideró inacabada,
y en la que se suman las influencias de las esculturas iberas españolas, las tallas africanas en madera y la pintura de
Cézanne. La tendencia geometrizante impera en los paisajes de Horta de Ebro (1.908), la perspectiva se consigue por
medio de transparencias. El cubismo pasa por varias fases o modificaciones de nominación discutible: analítico,
sintético, hermético, cristal, Aunque a partir de 1920 su producción se aparta del cubismo es una conquista que no
abandona del todo v reaparece o se refleja en sus obras posteriores.
1921-1925. Nuevo clasicismo. Es etapa de figuras dulces (Mujer y niño. 1922) de evocaciones plásticas, con
resabios cubistas (dos versiones de Los tres músicos, 1921), de las llamadas «máscaras», en las que se cuida
exclusivamente del rostro. Este clasicismo está inspirado por un viaje a Italia, mientras el encargo de los decorados
para los ballets rusos de Diaghilev le inspira cuerpos de ritmos agitados (Tres bailarines. 1925).
1930-1945. Etapas expresionistas. Con las metamorfosis de los años treinta comienzan las deformaciones de
la figura humana para expresar la angustia y el dolor. A una etapa de expresionismo plástico sucede la de
expresionismo dramático, provocado por los sufrimientos de la guerra española (Guemica y Mujer que llora. 1937).
En estos años Picasso crea algunas de sus obras más intensas, siempre en relación con los acontecimientos históricos
que vive; tras la guerra española, la Segunda Guerra Mundial.
1945-1950. Intermedio lírico. Con la paz surgen las obras idílicas de Ar tibes (La alegría de vivir, 1946,
Pastoral, 1946).
-Con posterioridad a 1950, año en que la guerra de Corea introduce nuevamente el dramatismo en la temática
picassiana (Matanza en Corea), busca otros caminos para las metamorfosis y el expresionismo (cerámicas de
Vallauris, serie de Las Meninas, etc.).
Esta obra de increíble variedad y fecundidad permite descubrir algunas constantes que constituyen
aportaciones definitivas de Picasso para la historia del arte. En primer lugar Picasso es el artista de la libertad.
Ninguna atadura, ningún convencionalismo, ninguna fuerza ajena, ni siquiera ninguna barrera conceptual se interpone
entre la inspiración del artista y la realización de su obra. Como consecuencia de esta libertad total, ni la propia obra
o la imagen de sí mismo o las conquistas ya alcanzadas pueden ser un freno; el artista tiene el derecho y .1a
obligación de rectificarse a sí mismo. Camón Aznar ha dicho: Es verdad que cada genio tiene su secreto, pero hasta
ahora ninguno había afianzado su personalidad en la perpetua rectificación de sí mismo. Este genio de la pintura ha
atravesado con velocidad de meteoro todas las formas; todas las técnicas, todas las imaginaciones con que el pincel
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humano puede glorificar o torturar el cuerpo del hombre.» Este cambio incesante implica una exigencia, la de saber
mirar de manera diferente las cosas y los hombres; gráficamente lo ha recogido Alberti en un poema a los ojos de
Picasso: “El que nunca te mira de reojo” y el propio Picasso ha anotado: “Mi curiosidad desborda las fronteras de la
curiosidad”
Finalmente en la extensa producción picasiana se encuentra siempre una gran sensibilidad por el sufrimiento
humano, desde los ciegos famélicos de su época azul hasta el Guernica, y un compromiso con los acontecimientos
históricos que le ha tocado vivir; así vemos que su arte se vuelve doliente durante las guerras española y mundial, y
bucólico a partir de 1945. La dualidad alegría-dolor la plasma en alguna obra de sus últimos años, por ejemplo,
Cabeza de muerto u Guitarra, con la Que desea simbolizar la alternancia de la risa v las lágrimas, de las crisis y la
distensión. En una declaración a una revista francesa (1945) lo expresó de manera contundente:
« ¿Qué creen ustedes que es un artista? ¿Un imbécil que sólo tiene sus ojos si es un pintor, sus oídos si es un
músico, una lira en cualquier nivel de su corazón si es un poeta o, aun si es un boxeador, sólo sus músculos? Al
contrario, es al mismo tiempo un ser político, constantemente atento a los sucesos desgarradores, atroces o felices,
ante los que reacciona de todas las maneras. ¿Cómo seria posible no interesarse en los demás y, por virtud de una
indiferencia de marfil, desasirse de la vida que tan copiosamente nos procuran? No, no se hace pintura para decorar
habitaciones.»

7. EL SURREALISMO
El movimiento llamado surrealismo -otras veces suprarrealismo o superrealismo- trata de plasmar el mundo
del subconsciente, sobre el que han buceado los psicoanalistas. Su teórico, André Breton, expuso los propósitos de la
escuela durante veinticinco años en ensayos, manifiestos y libros; en 1928 escribe: “Todo hace creer que existe un
punto del espíritu en que la vida y la muerte, 10 real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable y lo
incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser percibidos en contradicción. Ahora bien, en vano se buscará a la
actividad superrealista otro móvil que la esperanza de determinar ese punto”. Los surrealistas repudian el
conocimiento racional y la utilización de la lógica en el razonamiento; las excentricidades -en el fondo propaganda-
de algunos artistas, especialmente Salvador Dalí, han hecho olvidar lo que de emoción puede vislumbrarse en las
grandes obras de un movimiento que tuvo también culto en la literatura y el cine (Renoir, Resnais, Buñuel). Freud
proporcionó a los surrealist.as con la teoría del sueño el argumento para intentar con la expresión del inconsciente la
representación de cuanto la razón sofoca. Estas vivencias recónditas pueden aflorar con el automatismo gráfico o
verbal, el pincel o el lápiz que se utilizan sin intención premeditada satisfacen al espíritu porque aparecen cargados de
una emoción no refrenada. En esos momentos el artista se encuentra en está do de gracia, en una situación de éxtasis
creador.
Para plasmar este mundo en el que la razón ha sido exiliada, los artistas utilizan procedimientos diversos:
doble imagen, perspectiva fantástica, animación de lo inanimado, metamorfosis, aislamiento de fragmentos
anatómicos, máquinas fantásticas, combinación de objetos reales y pintados. En los paisajes solitarios de Y ves
Tanguy, en las casas y ciudades desiertas de De Chirico, en los desnudos de Delvaux, en los juegos infantiles de Miró,
encontramos algunos de estos procedimientos. O en las pinturas de Marc Chagall, en las que todo es posible, que las
casas se apoyen en el tejado, que los hombres anden de cabeza o vuelen, que los animales encierren en su cerebro
complicadas imágenes cinematográficas. Salvador Dalí ha destacado por la potencia de sus perspectivas o por la
fuerza alucinante de sus animales alargados (en Las tentaciones de san Antonio) o sus miembros retorcidos y sus
vientres destripados (Premoniciones de la guerra civil). El procedimiento es en todos los casos la creación espontánea,
siguiendo la definición de suprarrealisrno corno «puro automatismo psíquico», que Breton había elaborado.

8. EL ARTE ABSTRACTO
Cierto grado de abstracción, de eliminación de caracteres individuales, se ha dado inevitablemente siempre en
la historia de las artes plásticas. Pero el distanciamiento definitivo del tema no se produce hasta el siglo XX. En la
madurez de la abstracción no se parte de un asunto eliminando los caracteres concretos, sino que por un proceso
puramente intelectual se trata de expresar el orden universal mediante la combinación de colores. César Domela decía
en una conferencia sobre el arte abstracto: «Las líneas, las superficies y los colores son unidades con las cuales crea el
artista las fuerzas que le permiten organizar su cuadro. Para que las fuerzas alcancen su máximo de intensidad es
necesario simplificar las formas. La composición es un todo, riada puede ser añadido ni cambiado. El color se utiliza
a causa de su efecto dinámico y no a causa de su encanto» Con el arte abstracto la pintura se aproxima a la música,
que expresa las emociones por medio del sonido sin necesidad de temas literarios o ilustraciones visuales; de manera
similar el pintor intenta transmitir las emociones por medio del color.
Para algunos maestros la abstracción fue una meta a la que tardaron en llegar; Kandinsky se situó en la
abstracción tras una peregrinación por el expresionismo; Miró desembocó en ella a partir de su culto al surrealismo;
Klee, tras largos viajes y contactos con otros pintores. Otros, como el holandés Mondrian, la cultivaron casi desde el
principio. Kandinsky distingue entre el -elemento exterior y el interior en la obra de arte; el interior es la emoción en
el alma del artista, y éste es el que prevalece en la abstracción, cuyo elemento exterior se reduce ala expresión fluida de
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las formas coloreadas. Mondrian ha afirmado que el color, como materia fundamental de la pintura, es sometido en
el arte abstracto a tres exigencias: que el color natural sea reducido al color primario, que el color sea reducido al
plano, que el color sea circundado por una línea para que aparezca como una unidad de planos rectangulares. Estas
estructuras de líneas horizontales y verticales que presiden el «constructivismo» de Mondrian son sustituidas en otras
escuelas por diagonales y líneas curvilíneas; así la definición de Mondrian recoge solamente una de las versiones de la
abstracción.
Se pretende hacer un arte universal, sin caracteres locales ni individuales, que sea comprendido por igual en
todas partes. El influjo del cubismo en la abstracción constructivista es patente, y lo es también el de la matemática,
por ejemplo, la obra del filosofo Schoemakers, Principio de las matemáticas plásticas, a quien debe Mondrian sus
ecuaciones artísticas de la línea.
Un nuevo capítulo se inició después de la Segunda Guerra Mundial con el denominado «informalismo» o
«expresionismo abstracto». El grupo de los llamados pintores matemáticos inventó una variante del .collage»; con
mezclas de arena, yeso y otros materiales consiguió dar al lienzo plano la rugosidad tridimensional de la escultura.
Otros, los tachistas, comenzaron a advertir la potestad naciente de la mancha (evidente ya en el arte de Miró). Con
manchas y pastas nuevas se podía representar la textura de la materia. En los Estados Unidos, a donde se habían
trasladado bastantes pintores durante la guerra (Chaga1l, Emst, Léger, Mondrian, etc.), se comenzó la nueva
tendencia, con Jackson Pollock como figura representativa. En España hacia 1953 comenzó Tapies a utilizar sus
mezclas de goma, yeso y arena, con las que refleja una desesperación por el presente industrial y una nostalgia de lo
natural; de su obra ha escrito Cirlot: “Su átematismo, su falta de figuración, se convierten en actos positivos en su
arte, ya que le impelen, como al Schonberg de las Cinco piezas para orquesta, a infundir tal realidad psíquica a los
elementos pictóricos que éstos, sin perder su condición técnica, viajan perennemente, como mensajeros o ángeles,
entre las regiones del pensamiento v las de la materia”.

9. LA TRANSFORMACIÓN DE LA MÚSICA
El arte musical no podía estar ajeno a la conmoción del siglo ya la profunda renovación de las artes, pero
quizás en el mundo sonoro es donde las nuevas formas han sido recibidas con mayor resistencia y los grandes
músicos continúan siendo unos desconocidos para los públicos ya veces incluso para los melómanos, cuya
sensibilidad se ha detenido en las creaciones clásicas de los siglos XVIII y XIX. A manera de guía que haga más
inteligible la audición de alguna obra «clásica de vanguardia», sistematizamos ocho rasgos fundamentales que
caracterizan a la revolución sonora.
a) Ruptura de la frase medida (métrica)
La frase musical, como la frase gramatical, tiene unos elementos perfectamente medidos en grupos simétricos.
Pero el arte que expresa emociones es hostil a la medida. Hasta el siglo XX la música, como e verso, está sometida a
medida; en el siglo XX aparece la «prosa musical., los compositores hacen caso omiso de las formas periódicas o si
métricas; las frases se interrumpen o enlazan libremente. Los primeros pasos hacia la melodía que fluye sin medidas
los da Músorgski; en el siglo XIX en su obra vocal.
b) Disonancias
Los acordes o grupos de sonidos que se escuchan al mismo tiempo están separados por distancias o intervalos
agradables al oído (consonancias). En el siglo XX se ensayan nuevas distancias entre los sonidos; las disonancias
producen un efecto perturbador. Llegan a borrar se las diferencias entre consonancia v disonancia.
c) Supresión de la tonalidad
La composición se apoya sobre uno o determinados sonidos. El sonido llamado tónica es el eje de la
composición; siempre se vuelve a él. Esta subordinación se rompe y se construye prescindiendo totalmente de esta
referencia. Alban Berg en un ensayo de 1924, ¿Por qué es tan difícil de entender la música de Schonberg?, comenta
entre otras razones este atonalismo, que desconcierta al auditorio no habituado.
d) Perturbaciones del ritmo
Los acentos de la frase musical están señalados por las partes del compás, Bartók y Stravinsky contribuyeron a
enriquecer los ritmos de la música europea, que habían ido empobreciéndose, en contraste con las culturas musicales
de otros continentes. El folklore terminó de descubrir no sólo ritmos nuevos, sino también construcciones sin un
ritmo determinado.
e) Nueva escala
Hasta el siglo XX la música se construye sobre notas, cuya altura es un tono o un semitono más alto o más
bajo que la nota contigua, es la escala de cinco tonos y dos semitonos, con sus alteraciones (sostenidos y bemoles).
Los intervalos o distancias sonoras menores de un semitono se habían dado en la música durante miles de años. En la
música griega se habla de cuartos y octavos de tono (por ejemplo el teórico Aristóxenos). En 1892 se construyó un
piano en cuartos de tono y en 1923 se inauguró en el Conservatorio de Praga una clase de composición en cuartos de
tono; siguiendo esta estructura en 1931 se estrenó la ópera Madre. Con estos nuevos sistemas o escalas ha cambiado
la columna vertebral de la música.
f) Nuevo sistema de notación
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El pentagrama y las figuras tradicionales no pueden representar ni los sonidos ni otras complicaciones, ni los
instrumentos tradicionales emitir intervalos demasiado pequeños; los instrumentos de cuerda llegan a los cuartos y
sextos de tono. Son los instrumentos electrónicos los que obtienen distancias más pequeñas de sonido. Pata ellos
fundamentalmente ha habido que inventar nuevos sistemas de representación de los sonidos.
g) El timbre y el ruido
Un sonido tiene una determinada altura (tono), es agudo o grave; y un determinado timbre o color, según lo
toque un violín o un trombón, por ejemplo; el impresionismo descubrió múltiples posibilidades en los timbres o
colores sonoros. Schonberg hablaba en 1911 de que en vez de componer con alturas se podría hacer una melodía
sólo con timbres. El timbre, emitido o conseguido sin subordinación a nada, tiene una mayor importancia ahora, y
con él se unen los ruidos, que son sonidos caracterizados por un gran número de frecuencias.
h) Simultaneidad
En el canto gregoriano oímos una sola línea sonora, en la polifonía es- cuchamos varias al mismo tiempo. Los
pintores futuristas plasmaron en sus cuadros varias imágenes superpuestas. Desde principios de siglo estas líneas
sonoras pueden ser independientes unas de otras. Bartók, en sus Bagatelas (1908), asignó una tonalidad a la mano
derecha y otra a la izquierda (polítonalidad). Se consiguen efectos como la superposición de altavoces en una feria.
También con el ritmo se ha recurrido a superposiciones; buen ejemplo es la música de jazz.
La figura que introduce este nuevo evangelio estético en el mundo de la música es el ruso Igor Stravinsky .En
sus primeras obras, El pájaro de fuego, Petrushka, solicitadas por el creador de los ballets rusos Diaghilev, destaca su
riqueza de timbres y su frenesí rítmico. Su arte culmina en La consagración de la primavera, cuyo estreno en París en
1913 se convirtió en un escándalo. En estas danzas de la Rusia pagana los ritmos se desequilibran por el uso
continuo de las síncopas, la percusión adquiere una relevancia que presta a algunos pasajes intensidad de culto
dionisíaco, las disonancias golpean con insistencia en varios momentos. Aunque respeta las formas tradicionales, las
innovaciones técnicas anuncian una nueva era para la música.
Béla Bartók aplica la revolución en los timbres, ritmos y tonalidad lo mismo en la música de cámara -sus seis
cuartetos muestran la transformación del arte musical desde Beethoven- que en la sinfónica (Concierto para
orquesta). El polaco Penderecki introduce las atmósferas agitadas del expresionismo en su oratorio La Pasión según
san Lucas.
Pero es la denominada Escuela de Viena, los tres músicos nacidos en la capital austriaca, Schonberg y sus
discípulos Alban Berg y Anton Webem, los que desarrollan de manera más audaz la nueva gramática musical. Ya en
sus primeras piezas, como Pierrot Zunaire, anticipa Schonberg la escritura atonal, desintegrando la que basaba toda la
música occidental desde el Renacimiento, y la melodía hablada (sprechgesang), con la que se generan atmósferas de
in- tenso dramatismo. En 1921 publica su Método de composición: con doce sonidos, que reglamenta mediante
series la ruptura de las funciones tonales. Las posibilidades de la escritura atonal para crear ambientes patéticos se
exhiben en la ópera de Berg Wozzeck (1929). La transformación del arte musical en la inspiración de los
compositores vieneses es similar ala que experimenta el pictórico en las creaciones de Picasso. Quizá se produzcan
intentos de regreso a la tradición, pero ni la música ni la pintura volverán a su situación anterior; su lenguaje
renovado ha multiplicado sus posibilidades expresivas y los artistas del futuro utilizarán la nueva sintaxis para
transmitir sus mensajes estéticos.

DOCUMENTOS
I. LE CORBUSIER: LA "CARTA DE ATENAS"
En este famoso manifiesto-libro se desarrollan los fundamentos de un urbanismo que contribuya a la mejor
calidad de vida del hombre. Elíjanse algunas afirmaciones y coméntese su trascendencia.

“22 Casitas mal construidas, barracas de planchas, cobertizos en los que se mezclan mejor o peor los más
imprevistos materiales, dominios de pobres diablos que agitan los remolinos de una vida sin disciplina: eso es el
suburbio. Su fealdad y tristeza es la vergüenza de la ciudad a la que rodea. Su miseria, que obliga a malgastar los
caudales públicos sin el contrapeso de unos recursos fiscales suficientes, es una carga aplastante para la colectividad.
Los suburbios son la sórdida antecámara de las ciudades; aferrados a las grandes vías de acceso por sus callejuelas,
hacen que la circulación en ellas sea peligrosa; vistos desde el aire, exhiben a la mirada menos avisada el desorden y la
incoherencia de su distribución; atravesados por el ferrocarril, son una desilusión penosa para el viajero atraído por la
reputación de la ciudad.
23. En lo sucesivo, los barrios de viviendas deben ocupar .los mejores emplazamientos en el espacio urbano,
aprovechando la topografía; teniendo en cuenta el clima y disponiendo de la insolación más favorable y de los
espacios verdes oportunos.
Las ciudades, tal como existen hoy, se construyen en condiciones contrarias al bien público y privado. La
historia muestra que su creación y su desarrollo tuvieron razones profundas escalonadas a lo largo del tiempo, y que,
en el transcurso de los siglos, no solamente han crecido sino que se han renovado: lo han hecho, además, siempre
sobre el mismo suelo. La era de la máquina, al modificar brutalmente ciertas condiciones centenarias, las ha
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conducido al caos. Nuestra tarea actual consiste en arrancarlas del desorden mediante planes en los que se escalonarán
en el tiempo los distintos proyectos. El problema del alojamiento, de la vivienda, tiene la primacía sobre todos los
demás. A ello hay que reservar los mejores emplazamientos de la ciudad, y si éstos se han echado a perder por la
indiferencia o el ánimo de lucro, hay que poner en acción todo lo que sea necesario para recuperarlos. Varios factores
deben concurrir a mejorar la vivienda:. Hay que buscar simultáneamente las mejores vistas, el aire más salubre
teniendo en cuenta los vientos y las brumas, las vertientes mejor orientadas; por último, hay que utilizar las
superficies verdes existentes, crearlas si faltan o reconstruirás si han sido destruidas.
25. Deben imponerse densidades razonables según las formas de habitación que ofrece la propia naturaleza
del terreno.
Las densidades de población de una ciudad deben ser dictadas por las autoridades.”
LE CORBUSIER: Principios de urbanismo. Barcelona. 1973

2. SENTIDO DE LA PINTURA DE NUESTRO SIGLO. KANDINSKY


Los escritos de Wassily Kandinsky rebosan sugerencias. En esta página resaltan dos ideas: la potencia sugestiva
del color en relación con la forma -en definitiva, esencia del arte abstracto- y la afirmación de que toda forma debe
responder, responde, a un contenido interno -uno de los fundamentos espirituales del expresionismo.

“Aquí se hace patente con toda claridad la relación entre forma y color. Un triángulo pintado de amarillo, un
círculo de azul, un cuadrado de verde otro triángulo de verde, un círculo de amarillo, un cuadrado de azul. etc., todos
son entes totalmente diferentes y que actúan de manera completamente diferente.
Determinados colores son realzados por determinadas formas y mitiga- dos por otras. En todo caso, los
colores agudos tienen mayor resonancia cualitativa en formas agudas (por ejemplo, el amarillo en un triángulo). En
los colores que tienden a la profundidad, se acentúa el efecto por formas redondas (por ejemplo. el azul en un
círculo). Está claro que la disonancia entre forma y color no es necesariamente, “disarmónica” sino que, por el
contrario, es una nueva posibilidad y, por eso, armónica.
El número de colores y formas es infinito, y así también son infinitas las combinaciones y al mismo tiempo
los efectos. El material es inagotable.
La forma, en un sentido estricto, no es más que la delimitación de una superficie por otra. Esta es su
caracterización externa. Pero como todo lo externo encierra necesariamente un elemento interno (que se manifiesta de
manera más o menos clara), toda norma tiene un contenido interno. La norma es pues la expresión del contenido
Ú1timo. Esta es su caracterización interna. Recordemos el ejemplo del piano, que expusimos anteriormente y
sustituyamos “forma” por “color”: el artista es la mano que a través de esta o aquella tecla (forma) hace vibrar
adecuadamente el alma humana. La armonía formal debe basarse únicamente en el principio de contacto adecuado
con el alma humana. Antes definimos este principio como principio de la necesidad interior.
Los dos agentes citados de la forma, constituyen al mismo tiempo sus dos metas. La delimitación externa es,
por lo tanto, exhaustivamente adecuada cuando descubre el contenido interno de la forma de la manera más
expresiva. El exterior de la forma, es decir la delimitación, que en este caso sirve de medio a la forma, puede ser muy
diverso.”
KANDINSKY: De lo espiritual en el arte. pág. 63-64.)

CAPITULO XXXIX: LA PERESTROIKA Y LAS REVOLUCIONES DEL ESTE


1. EL HUNDIMIENTO DEL COMUNISMO
A mediados del siglo XIX, en 1848, cuando se inició en cadena una serie de revoluciones que intentaron
cambiar en bastantes países europeos sus modelos políticos, algún testigo de época afirmó que se trataba de un
proceso inesperado, no precedido por ningún presagio. Con mayor razón el carácter de inesperado debería atribuirse
a las revoluciones que en el otoño de 1989 derrumbaron en cadena a los regímenes comunistas. Regímenes
herméticos, se- Veros en la represión de cualquier disidencia y en los que ni existía ni parecía posible la oposición
organizada, se derrumbaron casi repentinamente. El detonante fue la política de Gorbachov de permitir la libre
expresión de la voluntad de los estados satélites en vez de reprimir los primeros focos de protesta. Mas con todo su
carácter de serie se convirtió en la mayor sorpresa del mundo de posguerra. Porque no ha habido desde 1945 año de
mayor trascendencia en la política europea que el de 1989, fecha del estallido del mapa político continental, con su
epílogo en el último y más trascendental episodio, la revolución de agosto de 1991, que derrumbaría el régimen
soviético en la URSS. A lo largo de los años cincuenta Foster Dulles, secretario de Estado de Eisenhower, había
elaborado la doctrina del «dominó», según la cual no podía permitirse en el sudeste asiático la caída de un país en
manos del comunismo por- que detrás caerían las piezas próximas. No hubo posibilidad de verificar ese vaticinio,
pero al parecer se ha cumplido en el mundo del socialismo real, porque el «otoño de los pueblos» del 89 generó el
416
hundimiento encadenado de todos los regímenes comunistas en pocas semanas, y en la Unión Soviética año y medio
después.
Probablemente esta transformación gigantesca, marque el inicio de una nueva época. Aunque el rumbo de los
acontecimientos es incierto, no resulta arriesgado vaticinar que la Europa del mundo del año 2000 en poco se
parecerá ala de 1988.
La onda revolucionaria constituye en primer lugar un cataclismo político, al reordenarse el mapa europeo
configurado en 1945 y resquebrajarse el sistema bipolar sobre el que se articularon las relaciones internacionales a
partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Pero representa además, en un sentido más profundo, un cataclismo
ideológico, al hundirse no el capitalismo por sus contradicciones, como habían vaticinado algunos pensadores
sociales, sino el socialismo real por las suyas. Una parte de la izquierda mundial, que veía en la experiencia histórica
de la URSS la realización de la utopía, el sueño de un mundo diferente, se ha quedado sin ese referente. No obstante,
la interpretación es difícil. Porque resulta dudoso que la Unión Soviética se definiera como el modelo del socialismo:
incluso desde sectores comunistas y anarquistas ha sido considerada como otra forma de capitalismo, un capitalismo
de Estado, en el cual la clase empresarial habría sido sustituida por un empresario único, el Estado, sin que por ello se
modificara sustancialmente la situación de la clase obrera, antes bien presentara tal modelo todos los inconvenientes
del monopolio. Según esta exégesis la planificación centralizada llevaría a su paroxismo el modelo de concentración
capitalista, de empresas cada vez más grandes que monopolizan el mercado. El Estado seria un capitalista colectivo,
que monopolizaba mercado, riqueza y poder. Más probable es que se trate de un modelo nuevo, ni capitalista ni
socialista, y el error haya estribado en concederle esta segunda condición. En cualquier caso el derrumbe rápido en
tantos países demuestra que la Unión Soviética configuraba una nueva forma de imperialismo. Un cambio en la
metrópoli generó el cambio en toda la constelación de Estados de su órbita.

2. FACTORES DE DEBILIDAD DE LA URSS


Conviene remontarse y examinar el proceso a partir del acceso de Gorbachov a la Secretaría General del PCUS
en marzo de 1985. ¿No era la URSS en ese momento una gran potencia? Indiscutiblemente disfrutaba de ese status
en el plano militar,.pero se encontraba amenazada por graves debilidades estructurales y llevaba camino de ser una
superpotencia militar con niveles de Tercer Mundo en cuanto ala calidad de vida de la población. Porque mientras
aumentaba el número y potencial mortífero de sus misiles se deterioraba crecientemente el abasto de los artículos
alimenticios y las atenciones sanitarias. En ese gigante, pionero en algunos aspectos de la carrera del espacio, se
podían detectar procesos alarmantes:
-estancamiento. En primer lugar de la agricultura. Mientras en China al iniciarse la liberalización, tras la
revolución cultural, creció de forma continua el nivel de la cosecha, en la URSS el descenso parecía irremediable. En
1975 China y la URSS produjeron 225 millones de toneladas de trigo cada una; en pocos años mientras China subía
a los 300 millones de toneladas la cosecha soviética se contraía hasta 150. La Rusia históricamente exportadora de
grano tuvo que convertirse en importadora, lo que suministraba una baza a los Estados Unidos.
Más acusado todavía había sido el estancamiento de la industria. Para frenar el descenso de la producción
recurrió al empleo masivo de mano de obra, lo que no deja de resultar un arcaísmo. En términos mar de obra-
producción descendieron de forma inexorable los índices de eficacia y se despilfarraron recursos. Si se compara con
Occidente, el derroche de energía era evidente. Para producir en 1980 mil dólares de producto bruto en Rusia se
necesitaban 1.490 kg. de carbón frente a k 820 de Gran Bretaña o los 565 de Alemania federal.
Algunos autores han fechado la crisis a partir de 1966. En la era Breznev, entre el octavo y undécimo plan, se
redujo a la mitad la capacidad de crecimiento económico. Todos los indicadores demuestran que el sistema se
manifiesta incapaz de superar los obstáculos estructurales. En veinte años, entre 1966 y 1985, casi todas las ramas
industriales perdieron entre el 60% y el 80% de su capacidad de crecimiento; y el transporte y el comercio minorista
perdieron el 60%. En conjunto se puede hablar de estancamiento, pero en el horizonte se dibujaba una recesión
inevitable.
-atraso tecnológico. A pesar de sus éxitos en la carrera especial había terminado quedándose rezagada en
sectores de alta tecnología, como la robótica, superordenadores, láser, telecomunicaciones, fibra óptica, etc. y la
inferioridad de la técnica soviética tenia una inmediata repercusión militar, como se comprendió en Washington
cuando se elaboró el programa denominado .guerra de las galaxias». El atraso derivaba en gran medida de su
aislamiento de la comunidad científica internacional. Una sociedad donde se controlan las fotocopias o se ponen
trabas a la libre salida de los científicos para participar en congresos internacionales, y donde no existen los
ordenadores personales, termina empobreciéndose tecnológicamente.
-desastre ecológico. El país más grande del mundo, el tercero en población, el primer productor de acero y
petróleo durante décadas, con un cuarto de las reservas forestales del planeta, llegó a poner en grave riesgo la salud de
sus habitantes por el tremendo coste ambiental que supuso su modelo de desarrollo consuntivo, que no tenía en
cuenta el deterioro de sus ríos, lagos, bosques y aire de las ciudades. En un trabajo de M. Feshbachy A. Friendly se
habla de “ecocidio”. En zonas donde se utiliza- ron masivamente los pesticidas se doblaron las tasas de mortalidad
infantil. Los residuos radiactivos han envenenado las áreas polares y de los mares septentrionales. La proporción de
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oxido nitroso en Gorki, Smolensko y Ornks superaba en veinte veces la tasa, normal; el aire de Novokuznets contenía
589 veces más benzopireno del permisible. En ciudades mineras creadas en pocos años la atmósfera era irrespirable.
Algunos de los grandiosos ríos siberianos se encuentran irremisiblemente contaminados por productos mortíferos.
-deterioro de la calidad de vida. Los índices demográficos. Los índices demográficos constituyen un indicador
inequívoco del descenso en la calidad de vida de un pueblo. Entre 1960 y 1985 la mortalidad en la URSS subió
desde el 7,1 por mil al 10, 8 por mil. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial este índice había mejorado
lentamente, pero a partir del año 1960 se produjo un reflujo indicador de que los bienes sociales no se destinaban al
bienestar de la población sino que se orientaban hacia el rearme. La esperanza de vida descendió dejos 70 a 67.7
años. La mortalidad infantil se encuentra en la tasa sorprendente de los 25 por mil nacidos frente a la de 6-7 de los
países desarrollados. Según los datos mundiales de 1989 la URSS, segunda potencia militar del mundo, se situaba en
el puesto 51 en el ranking de la renta per per, y si en consumo alimentario aparecía entre los 15 primeros países,
antes de la crisis actual, en el conjunto de otros indicadores básicos, como vivienda, mortalidad infantil y
abastecimiento de bienes duraderos descendía al puesto 60.
Estos problemas, demostración inequívoca de que la URSS estaba perdiendo el tren de la última revolución
industrial, la de la cibernética, se veían agravados por su difícil coherencia nacional; por su naturaleza de simbiosis de
pueblos y naciones diferentes. En contra de las previsiones de un modelo que predicaba la más absoluta igualdad, en
la URSS era desigual el nivel de vida de las diferentes Repúblicas, y en el sur numerosos los bolsones de pobreza. Al
igual que otros países europeos, la URSS tenía un Silr; se supo gracias a la glasnost, la transparencia informativa
propugnada por Gorbachov. A finales de los años ochenta se consideraba pobre la familia con un ingreso inferior a
los 500 rubIos mensuales. Con este índice eran pobres el 6% de las familias en Rusia y el 8% en Ucrania, pero el
33% en AzerbaiyáI ;el 37% en Kirguizia, y más de las mitad de la población, el 58 %, en Tayikjstáll.
Al convertirse en secretario general Gorbachov, en marzo de 1985, comprendió que sólo una reforma
estructural permitiría hacer frente a la situación, y planteó la reestructuración, la perestroika, en dos fases: económica
(discurso en enero de 1987), y política (resolución de octubre de 1987).

3. LA PERESTROIKA ECONÓMICA
Era urgente el saneamiento de una economía que se derrumbaba. Un economista soviético, Schmeliov,
resumió en un simposium de Barcelona los tres defectos principales: «primero, el dictat (es decir el monopolio) del
productor en todas las esferas de la economía; segundo, el interés muy débil de los trabajadores en un trabajo de alto
rendimiento; tercero, la insensibilidad de las empresas respecto al progreso tecno-científico».
En una economía dirigida, donde los niveles de producción y los precios son fijados por el Estado, el mayor
inconveniente, como ha explicado en un libro fundamental el economista Aganbegyan, asesor de Gorbachov, estriba
en el divorcio entre producción y consumo. Se fabrica lo que no se necesita y escasea lo que la población demanda.
Por otra parte resultaba imperativo -escribe Aganbegyan- reformar el sistema de precios.. La subvención de todos los
artículos y su consiguiente baratura derivó en que las capas de la población con mayores ingresos comprasen en
grandes cantidades y se dificultase su adquisición narra el resto. Aganbegyan propuso trasvasar la subvención a la
población. en forma de subida de salarios que generaran un mayor poder de compra.
Con la planificación centralizada las empresas se habituaron a formular pedidos hinchados; pedían más
materiales y máquinas que las que necesitaban porque suponían que en todo caso sus pedidos iban a ser recortados.
Así se desembocó en una economía sumergida. En una región determinada los koljoses y sovjozes construyeron
edificios por un total de 400 millones de rublos cuando sólo se les había asignado metal, cemento, ladrillos, etc. por
60 millones, lo que quiere decir que los 5/6 de los materiales fueron obtenidos de modo ilegal, mediante
intercambio con empresas de la construcción. La URSS ha vivido en la dictadura del productor. Al desconectarse
producción y consumo también se prescindió del ciclo vital de los artículos. Los productos soviéticos duran menos,
son menos útiles y se estropean más, y por añadidura no se contemplaba, como en Occidente, su reparación, el
seguimiento del ciclo de uso de cada artículo.
Se trataba de una economía errática, en la que eran posibles las decisiones más absurdas. Así ocurrió con la
llamada «decisión del siglo», el desvío de ríos siberianos hacia el sur, un proyecto de enorme coste y antiecológico,
gestado y apoyado en instancias burocráticas. A quienes se opusieron, como Aganbegyan, se les amenazó. Al acceder
Gorbachov al poder el proyecto fue revisado y desechado, pero de mantenerse el sistema centralizado se hubiera
realizado con efectos irreversibles.
La perestroika económica supuso la sustitución del sistema de planificación centralizada. Se apoyó en primer
lugar en la, primicia de las necesidades reales y en segundo lugar en el estimulo al trabajador. En la agricultura se
ensayó el sistema de arriendo a las brigadas, que podían vender el excedente, un sistema copiado directamente de la
N.E.P. del año 1921. Se inició la con- versión de los obreros en accionistas de su empresa y la posibilidad de adquirir
obligaciones del Estado. El horizonte último era la instauración de la economía de mercado, en la cual la producción
respondería a la demanda y los precios reflejarían la realidad de los costes, pero por otra parte se estimularía al
trabajador para el aumento de la producción, a pesar del entusiasmo del equipo económico que diseñó el programa,
los resultados de la transformación fueron desalentadores y sumieron ala población en una situación de agobio que
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desacreditó el proyecto de Gorbachov. En cualquier caso la reforma resultaba inevitable ya diferencia de otras
anteriores se apoyó en la democratización de la sociedad, no sólo de la economía.

4. LA PERESTROlKA POLÍTICA
Por sí sola la perestroika económica no parecía viable porque generaría demandas no estrictamente
económicas. En otros momentos se ensayaron reformas económicas sin apertura política y terminaron invalidadas. A
partir de estas experiencias opinaba Yuri Kariakin, diputado y periodista: «Esta es nuestra última oportunidad..
El motor de la transformación fue Gorbachov. Elegido secretario general del FCUS el 11 de marzo de 1985,
tras una sorda lucha por la sucesión, enlazó y profundizó en las reformas que había diseñado Andropov. Tanto éste
como Gorbachov disponían de los datos reales sobre la URSS, los del K GB, y no los manipulados por la
Nomenklatura, el extenso aparato de poder. El hecho de que se dirigiera al pueblo ruso ya la opinión pública de todo
el mundo mediante un libro para explicar su proyecto de la perestroika nos demuestra que se trata de un estadista
original. Tal y como su autor la ha explicado la perestroika se resumió en varios principios:
-democratización: “En suma necesitamos una profunda democratización en todos los aspectos de la
sociedad", es un aserto que subraya en su Libro. “Esta democratización será también la principal garantía de que los
procesos actualmente en marcha sean irreversibles"
-prioridad de las necesidades sociales.
-Utilización de métodos científicos en los planes económicos,
-iniciativa de las masas
-nuevo planteamiento de las relaciones internacionales, aceptando la diversidad de los sistemas políticos y
destacando la necesidad de la distensión ante el peligro de un holocausto nuclear como horizonte último de la
confrontación.
En el exterior la perestroika ha significado sobre todo un nuevo clima en las relaciones internacionales,
atribuible a Gorbachov; como se ha reconocido universalmente con la atribución del premio Nobel de la Faz en
octubre de 1990. En el interior supuso .la verdadera democracia, la construcción de un Estado de Derecho», como la
definió en uno de sus discursos.
Muchos sectores se sintieron amenazados por lo que Gorbachov había definido como una segunda revolución,
comparable en intensidad a la del año 17. Los conservadores se aglutinaron en torno a Ligachov, el ideólogo del
partido, presentaron combate en la XIX Conferencia del FCUS Junio de 1988) y polemizaron en Pravda y otros
diarios. Las resistencias fueron fuertes incluso en el Comité Central, lo que obligó a Gorbachov a maniobrar ya
apoyarse en diversas instituciones, como el Soviet y la Conferencia. A pesar de los obstáculos la reforma continuó y el
26 de marzo de 1989 tuvieron lugar elecciones para diputados de la URSS, con multiplicidad de candidaturas y
propaganda en la campaña, incluyendo debates por televisión. Se trataba de una novedad en la historia soviética, que
llevó al parlamento a figuras como Sajarov, el más ilustre de los disidentes, y en marzo de 1990 el Congreso eligió a
Gorbachov presidente de la URSS.

5. ASPECTOS DE LA PERESTROIKA POLÍTICA


En la vida social rusa la perestroika significó en primer lugar una modificación de los comportamientos del
poder. Supuso la aceptación normal de la disidencia y de los disidentes, capítulo en el que el regreso del físico Sajarov
desde su residencia forzada en Gorki (Nijni Novgorod) a Moscú fue el ejemplo más destacado. Supuso, por
añadidura, una auténtica ruptura cultural, al aceptarse que el poder político no implicaba el monopolio infalible de la
verdad, lo que exigió en primer lugar la revisión de la historia, que no se resume en un conjunto de dogmas
explicados por las instancias centrales del partido, postura nueva que aconsejó la supresión de los exámenes de la
asignatura de Historia en los centros escolares en tanto se redactaban nuevos libros basa- dos en la investigación
historiográfica y no en los dictados desde una mesa de despacho. No menos trascendentales fueron los cambios
jurídicos, al garantizarse los derechos de los ciudadanos, tanto tiempo constreñidos, entre ellos los de expresión,
reunión o posibilidad de salida y entrada del país.
La dinámica política de la Unión Soviética experimentó bajo Mijail Gorbachov altibajos desconcertantes. El
año l.990 constituyó un momento crítico. Gorbachov no se atrevía a romper con los ortodoxos del partido, y los
políticos radicales, como Yeltsin, se distanciaron del fundador de la perestroika. En diciembre un hecho pareció
señalar una encrucijada: la dimisión súbita de Shevarnadze de la cartera de Asuntos Exteriores, denunciando el peligro
de una dictadura. ¿Hacia donde iría Gorbachov? En ese momento situó en cargos estratégicos a notorios
conservadores. Pero en 1991 se vio claramente que bajo algunas dudas optaba por el avance decidido en el camino de
las reformas.
El monopolio político del partido comunista desapareció. El artículo 6 de la Constitución prohibía el
pluripartidismo, y en su defensa el Comité Central del PCUS se opuso al reconocimiento de otros partidos, alegando
el peligro de las fuerzas centrífugas del nacionalismo. Pero en 1990 se anuló este artículo y se formó una coalición de
fuerzas en torno a Boris Yeltsin, con el nombre de Rusia Democrática, que reclamó elecciones presidenciales en
Rusia y colocó a su líder en la presidencia en la convocatoria de la primavera de 1991. Constituyó esta elección un
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paso adelante importante. Casi a continuación y en torno al ex ministro de Asuntos Exteriores Shevarnadze se reunió
una plataforma de personalidades denominada Movimiento por las Reformas Democráticas, embrión de otro
partido. El último paso de Gorbachov, la transformación de la naturaleza del PCUS, fue intentado en la reunión del
pleno del Comité Central de finales de julio de 199L, donde se adoptó la decisión verdaderamente histórica de la
renuncia a la ideología marxista-leninista. El significado parecía claro: muerte del comunismo y sustitución, como
antes en Italia, por una fuerza socialdemócrata, y por tanto la renuncia a la lucha de clases ya la revolución como
instrumento de cambio, aceptándose la lucha pacífica del juego democrático.
Empero el aspecto capital de la perestroika política residió en la glasnost, la transparencia informativa, es
decir, la libertad de prensa e imprenta, que se convirtió en el gran revulsivo social. El cambio en la información
periodística fue total. Y se publicaron en editoriales de la URSS los libros de los escritores malditos. Por ejemplo, la
publicación por capítulos en la revista Neva de Leningrado de Las túnicas blancas de Dudinstsev, reconstrucción
histórica del sufrimiento de los intelectuales bajo la dictadura de Stalin. Pero el impacto más intenso en los lectores
soviéticos y en los cenáculos occidentales a los que ha llegado fue el producido por la novela Los hijos del Arbat de
Rybakov, extraordinario fresco histórico, en la línea de la gran novelística rusa, sobre los orígenes del estalinismo y el
inicio de las persecuciones so pretexto de castigar el asesinato de Kirov, jefe del partido en Leningrado. Además de un
retrato sombrío del dictador el novelista nos proporciona claves para deducir que el «asesinato del siglo» fue
ordenado por Stalin. Revistas cOmo Novy Miry Octablia se han convertido en portavoces de los intelectuales
críticos, de los actuales y de los fallecidos. La recuperación de Pasternak, el autor de El doctor Jivago; antes
prohibido, y el culto que se le tributa con peregrinaciones a su tumba nos demuestran la profundidad de los cambios.

6. EL PROBLEMA NACIONAL
La gran cuestión, el máximo problema tanto para la suerte de la perestroika como en la circunstancia histórica
de desmontaje de la URSS. Son variadas y contradictorias las interpretaciones. En general puede afirmarse que la olla
de los nacionalismos se destapa siempre en el proceso de desmoronamiento de un imperio. El conglomerado de más
de 150 pueblos -para algunos autores 200- que han convivido bajo la directriz severa del gobierno soviético, frenados
en sus posibilidades de expresión durante setenta años, han emergido como la gran fuerza de desmoche de la
arquitectura del imperio comunista. Aun en países relativamente homogéneos la suerte de las minorías se presenta
como una cuestión delicada; en los heterogéneos ha multiplicado las tensiones internas. Hobsbawn, uno de los
historiadores que más atención ha prestado al tema del nacionalismo, lo considera en nuestra época -un futuro poco
prometedor».
No se resuelve todo en la conquista de un Estado independiente por cada grupo étnico. La historia en común
ha entretejido una complicada geografía étnica. Veinte millones de matrimonios mixtos plantean la pregunta de en
qué etnia se clasifica este tipo de familias. Los grandes rusos viven esparcidos por todas partes; A la etnia
configuradora históricamente de la nación rusa pertenecen uno de cada cinco ciudadanos de Ucrania, uno de cada
cuatro de Estonia, uno de cada tres de Letonia. En algunas repúblicas las minorías, si se unen, constituyen mayoría; es
el caso de Kazakstán, donde rusos y ucranios suponen el 60 % del censo. Dentro de muchas repúblicas conviven
diversos grupos étnicos. Por ejemplo, en Moldavia se integran en el censo moldavos, rusos, ucranios y gaugasos (de
origen turco), y sólo los primeros, de origen rumano, se han inclinado por la independencia.
A la mezcla étnica ha de yuxtaponerse, para comprender la complejidad del tema, la indefinición territorial.
Antes no existían fronteras internas, pero el estallido de la URSS hacia prever que los trazados de los diversos
territorios nacionales suscitaría toda suerte de irredentismos. Crimea perteneció históricamente a Rusia, y desde el
punto de vista geográfico supone la salida de la gran nación continental hacia los mares del sur. Con motivo del 300
aniversario de la unión con Rusia fue “regalada" por Kruschev a Ucrania. Pero es rusa la mayoría de la población, y
rusófona su cultura. También fueron rusas algunas zonas orientales de Bielorrusia. Ésta, a su vez, podría reclamar con
argumentos históricos el este de Lituania. Cabe la posibilidad de que los conflictos fronterizos se multipliquen hasta
el caos.
La perestroika destapó esta caldera. Entre otras cosas Gorbachov esperaba apoyo de los nacionalistas para su
proyecto reformador. Y así fue en un primer momento. Pero tras esta fase el nacionalismo constituyó una bomba de
relojería para la perestroika. Entre las tensiones internas se convirtió en paradigmática la surgida en Nagorno-Karabaj,
comarca de población armenia enclavada en territorio de Aierbaiján. La guerra entre las dos comunidades se inició en
plena perestroika. En otros casos los pueblos divididos entre dos repúblicas vecinas han expresado su deseo de unirse.
Es el caso de los abjazios, repartidos entre Abjazia del norte, enclavada administrativamente en Rusia, y Abjazia del
sur, perteneciente a Georgia; los georgianos reivindicaron su derecho a la independencia mientras lo negaban a los
abjazios del sur.
Con la existencia de regiones autónomas dentro de las Repúblicas soviéticas se desató el riesgo de taifas. Así la
República federada de Rusia incluía 16 repúblicas autónomas, 5 regiones autónomas y lo comarcas autónomas, un
total de 31 entidades, en cada una de las cuales la oligarquía local podía reivindicar, y así ha ocurrido en algún caso, o
una autonomía extrema o la independencia total.

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Cuando el peso de la historia es fuerte el nacionalismo encuentra argumentos casi irrefutables para la demanda
de independencia. Caso modélico ha sido el de las repúblicas bálticas. Anexionadas por Stalin en 1940, en aplicación
de las cláusulas del protocolo secreto anexo al tratado Molotov-Ribbentrop de agosto de 1939, la anexión no fue
nunca reconocida por las potencias occidentales. A pesar de la rusificación forzada y de los traslados masivos de
población, en Estonia, Letonia y Lituania nunca se extinguió la llama del independentismo, y sus líderes supieron
aprovechar la apertura de, la perestroika para avanzar rápidamente desde cotas de autonomía hasta la independencia
nacional.
Gorbachov temía el estallido de la URSS. Aquí radicó uno de Sus frenos. Intentó solventar el problema con la
elaboración de un nuevo Tratado de la Unión, que acordó con los líderes de otras nueve Repúblicas, y que debería
ser firmado el 20 de agosto. Pero la víspera de la firma, el golpe de estado de los ortodoxos y la réplica de la
revolución popular frustrarían el proyecto y asestarían el golpe de muerte a la perestroika ya la existencia misma de la
URSS.

7. LOS MODELOS REVOLUCIONARIOS DE 1989


La oleada de revoluciones que en otoño de 1989 produjo el derrumbamiento en cadena de los regímenes
comunistas en los países del Este fue un proceso ante todo inesperado, que nadie podía vaticinar, y en muchos
aspectos de gran originalidad, en cuanto que era un proceso sin antecedentes, aunque la casualidad haya querido que
se desatara coincidiendo con el bicentenario de la Revolución Francesa. En lo que podríamos denominar l otoño de
los pueblos», de la misma manera que en 1848 se habló de la primavera de los pueblos, pueden analizarse tanto
revoluciones de palacio, en una especie de hara- kiri que se atrevieron a iniciar algunos dirigentes, como
movilizaciones populares. Su carácter pacífico fue la nota sorprendente. Porque todo se consiguió sin violencia.
Revolución de terciopelo», se ha denominado al proyecto de cambio político en Checoslovaquia, quizás el ejemplo
más puro.
El detonante fue la perestroika. De haberse opuesto militarmente Moscú el proceso hubiera sido frenado en
sus primeras fases. Pero el gobierno ruso dejó que se manifestaran libremente las fuerzas sociales en vez de movilizar
las unidades militares de ocupación, rompiendo así Gorbachov claramente con la doctrina anteriormente enarbolada
por Breznev de la soberanía limitada».
En conjunto creemos que en estas revoluciones populares se pueden distinguir tres modelos:
-ruptura interior, con autoinmolación del PC. Ejemplos: Hungría y Polonia.
-movilización popular. Casos de la República Democrática Alemana, Checoslovaquia. Menos claro, más bien
parece un modelo mixto de ruptura interior y presión en la calle, es el de Bulgaria.
-insurrección. Rumania.
En todos los casos el protagonista fue el pueblo, aunque en diferentes grados, y en la mayoría se produjo el
desmontaje del modelo anterior sin que existieran fuerzas políticas o sociales rupturistas, excepto en el caso de
Polonia.
Aunque de forma breve examinaremos los tres modelos.

8. LA RUPTURA INTERIOR EN HUNGRÍA y POLONIA


Hungría partió de una situación de relaciones comerciales con Occidente más fluidas, mediante acuerdos con
la CEE y la EFTA, particularmente con Austria, que suponían un intento de recuperar su espacio centroeuropeo. A
pesar de su política de liberalización económica y de un consiguiente mayor consumo popular había acumulado una
deuda externa de 17. 000 millones de dólares y entrado en un proceso de empobrecimiento. El PC, dirigido por
Kadar, había asumido una estrategia reformista para superar los inconvenientes de la planificación centralizada, pero
en 1988 el modelo parecía agotado. Apenas se reunía el Parlamento y la parálisis política acompañaba a la crisis
económica.
Los sectores más aperturistas del partido comunista, dirigidos por Poszgay, consiguieron controlarlo e
impulsar a lo largo de 1989 una serie de reformas, entre ellas la ley de asociaciones, que contemplaba la existencia de
otras organizaciones políticas y las libertades de reunión y expresión, y el diseño de un proyecto de Constitución con
separación de poderes y voto popular directo para elegir entre varias listas o varios candidatos. Suponían estos
acuerdos en el momento de su aprobación una conmoción en el inmóvil mundo político del socialismo real. Sobre
esta política reformista actuó como detonante un contagio exterior, el paso de los alemanes del Este en huida, flujo
que se inició al abrir Hungría sus fronteras con Austria.
Entre los días 6 y 8 de octubre se produjo en Budapest una revolución de salón. A propuesta de Poszgay el
partido comunista decidió autodisolverse para formar un partido socialista democrático, cambió el nombre del
Estado -de República socialista de Hungría a República de Hungría- y se sentaron los acuerdos que llevarían ala
elección de presidente en enero de 1990 por sufragio universal, lo que barrió del protagonismo a los reformistas en
beneficio de nuevos políticos, ya la convocatoria de elecciones en marzo.
El caso polaco se singulariza porque la revolución siguió el impulso adquirido tras la convocatoria de
elecciones libres. En realidad era el único país del Este donde existía un movimiento social organizado capaz de ganar
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unas elecciones al comunismo en el poder. De la oleada huelguística de agosto de 1980 había nacido el sindicato
Solidaridad, con su carismático líder, Walesa, al frente. A pesar de la declaración de la ley marcial por el presidente
Jaruzelski en diciembre del año siguiente, con el objetivo de impedir una invasión soviética, Solidaridad mantuvo una
actividad clandestina. Por añadidura en Polonia posee una Influencia decisiva la Iglesia católica. y un grupo de
intelectuales, Geremek. Mazowiecki. Adam SCAF, racionalizó en términos políticos el sindicalismo de Solidaridad.
Todo predisponía al cambio en el momento en que se produjera cualquier debilidad del poder .La crítica
situación de la economía y la oleada de huelgas entre mayo y agosto de 1988 inclinaron al gobierno a la convocatoria
de una mesa redonda, protagonizada por el ministro del interior Kisczak Y; Walesa. Se acordó la convocatoria de
elecciones para junio, y en ellas se produjo el triunfo de Solidaridad, que ocupó 99 de los 100 escaños del Senado y
los 161 reservados en la Cámara Baja, un tercio del total, pues se había acordado reservar los restantes para los
candidatos comunistas. A pesar de este curioso acuerdo, que ilustra sobre el, realismo de los polacos, era evidente la
derrota popular del régimen. De esta forma, por aceptación del propio partido comunista, se nombró el 12 de agosto
jefe del gobierno a Mazowiecki, formándose el primer gobierno no comunista en un país del Este. Se trató de otra
revolución de antecámara, pues todos los pasos fueron acordados en onversaciones, sin barricadas ni tiros, aunque al
cambio contribuyera la existencia de organizaciones sociales anticomunistas, como Solidaridad v la Iglesia católica.

9. MOVILIZACIÓN POPULAR EN LA REPÚBLICA DEMOCRÁTICA ALEMANA y


CHECOSLOVAQUIA
El proceso de la revolución en Alemania del Este ha sido asombroso. El país se encontraba amenazado por la
deserción de su población, en la tesitura de encontrarse sin médicos, conductores de autobús, maestros. Tras la
falsificación de las elecciones municipales de mayo de 1989, miles de fugitivos, desde Hungría, Praga y Varsovia, con
encierros en embajadas pasaban a diario a Occidente en trenes abarrotados. La contrapropaganda del régimen de
Honecker no servía para solucionar los problemas acuciantes de la falta de técnicos y mano de obra.
La frontera húngara se abrió el 1 de septiembre y se hizo más continuo el flujo de refugiados jóvenes. Jean
Paul Picabea habló por aquellos días de la “rebelión de los prisioneros del muro".
En los primeros días de octubre se celebró el 40 aniversario del régimen, con visita de Gorbachov, quien
advirtió contra los peligros del inmovilismo al dogmático Honecker. Con la esperanza de que las tropas soviéticas no
intervendrían, los días siguientes se multiplicaron las manifestaciones multitudinarias en Leipzig y Dresde. Al parecer
Honecker intentó la vía china de la represión en Leipzig, pero no obtuvo apoyo en el Comité Central ni permiso
soviético. Los acontecimientos se precipitaron con la secuencia en la Secretaría Honecket-Krenz-ModroW. El 9 de
noviembre Krenz decidió abrir el muro de Berlín, fecha culminante en todo el proceso. Inmediatamente le sustituía el
reformista Modrow y se diseñaba un proceso similar al húngaro y polaco, de apertura y convocatoria de elecciones.
En un mes, por presión popular en la calle, era barrido uno de los regímenes más duros del Este, lo que permitiría a
lo largo de 1990 la reunificación de Alemania.
La .revolución de terciopelo» checa tuvo su antecedente en la .primavera de Praga» de 1968. La represión que
había seguido a ese intento de liberalización no había impedido la existencia de un movimiento de intelectuales
audaces, “Carta 77”, que pugnaban por la defensa de los derechos humanos. El factor Gorbachov fue aquí todavía
más perceptible que en Berlín. En abril de 1987 el líder soviético lanzó en Praga su propuesta de la Casa Común
europea y se proclamó hijo de la .primavera de Praga», condenando la invasión de 1968. Desde ese momento no
cesaron las manifestaciones populares. Pero no obtuvieron resultado alguno hasta el triunfo de la revolución en los
países vecinos. El estimulo para los checos era el paso continuo de fugitivos de la Alemania del Este. En noviembre se
formó el grupo opositor Foro Cívico. Al caer el muro de Berlín la movilización en la calle se intensificó. Y el 10 de
diciembre caía el severo Husak y se formaba el gobierno Calfa, con mayoría de ministros no comunistas. En los
últimos días del año, el 29 de diciembre, fueron elegidos Havel presidente de la República y Dubcek presidente de la
Asamblea. El valeroso intelectual de "Carta 77" se convertía en el símbolo de la revolución pacífica; a su lado el
símbolo de la primavera del año 68, Dubcek.

10. INSURRECCIÓN POPULAR EN RUMANÍA


El proceso rumano responde al modelo clásico de revolución violenta. El conductor rumano, Ceaucescu,
disfrutaba de cierta audiencia en Occidente por su política exterior independiente de Moscú, marcada ya en 1968 por
su oposición, dentro del Pacto de Varsovia, a la invasión de Checoslovaquia; pero en realidad se trataba de una
dictadura oprobiosa, cuyos rasgos más crueles se marcaron a partir de 1973 por influencia de su segunda esposa.
Elena Petrescu. El régimen llevó a su máxima exaltación el culto a la personalidad además de otra nota menos
frecuente en sus países hermanos, el nepotismo, el reparto de puestos y prebendas entre el círculo familiar.
Con el control severísimo de la población por la policía política se preveía que no sería posible ni la reforma
interior, de tipo húngaro o polaco, ni la caída pacífica, de tipo alemán o checo. De ahí que se convirtiera en la isla, el
último régimen dictatorial que resistía. El 20 de diciembre una manifestación en Timisoara fue reprimida de forma
sangrienta, mientras Ceaucescu viajaba a Irán. El enfrentamiento entre la Securitate (policía política) y el ejército se
produjo al ser asesinado el ministro de Defensa por negarse a emplear sus soldados en la represión. Estelue el primer
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error. Pero el decisivo se produciría 48 horas después. El entorno del conductor decidió convocar una concentración
en Bucarest para vitorear a Ceaucescu. De otra forma no hubiera sido posible una concentración humana de esa
dimensión. Pero el homenaje se convirtió en protesta, y la protesta desató la represión y la represión el alzamiento
popular. El día 25, tras un juicio sumarísimo, Ceaucescu fue ejecutado junto a su esposa.. Muchos puntos oscuros
han dejado estos sucesos. Pero lo indudable es que el día 29 se formaba un gobierno provisional, con participación
de comunistas disidentes. El proceso rumano ha sido el más traumático y el que ha dejado más problemas pendientes
y recorrido un camino menos seguro hacia la democracia.

11. LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO EN LA UNIÓN SOVIÉTICA


Hundidos los regímenes comunistas en Centroeuropa, sólo se mantenía en el Viejo Continente el modelo del
socialismo real en la Unión Soviética. La revolución de agosto de 1991 constituye el último y más importante
episodio en a cadena de cambios. El derrumbe del último bastión vendría propiciado por el fracaso del golpe dé los
ortodoxos.
Sobre el reformismo gorbachoviano actuaba a lo largo de 1990 una triple tenaza. En primer lugar los
ortodoxos, nostálgicos del antiguo régimen monolítico, consiguen en el otoño del año 90 el control del gobierno, al
colocar a Paulov como primer ministro, Fugo en Interior en sustitución del liberal Bakiatin, y Kriuchkov al frente de
la K GB. En segundo lugar los demócratas radicales tras las pérdidas del monopolio de la acción política por el
PCUS escalan nuevos puestos públicos; por ejemplo, el movimiento “Rusia Democrática” consigue que Yeltsin sea
elegido en la primavera del 91 presidente de Rusia. Ya antes, en diciembre de 1990, la dimisión de Shevarnadze de la
cartera de Asuntos Exteriores y la de Yacovlev del grupo de consejeros de Gorbachov, muestran el debilitamiento de
las posiciones reformistas y la impaciencia de los demócratas. Finalmente los nacionalistas prenden la mecha de
múltiples incendios, con sus focos más conocidos en los países bálticos y en Nagorno-Karabaj
Tras algunos titubeos Gorbachov reemprende en la primavera del 91 la vía de la reforma, pautada por la
posibilidad entreabierta a la aceptación de la in- dependencia báltica, la convocatoria de elecciones presidenciales en
Rusia y la elaboración del Nuevo Tratado de la Unión. Como hemos dicho, a finales de julio consigue que el pleno
del Comité Central renuncie a la profesión dogmática del marxismo-lenismo, con lo que se anunciaba una reforma «a
la italiana», de refundación del partido a partir de posiciones de pluralismo democrático. Los ortodoxos
comprendieron que no podían esperar a fin de año, cuando proyectaban la defenestración de Gorbachov de la
Secretaria General del Partido. Y el 19 de agosto, víspera de la fecha prevista para la firma del Nuevo Tratado de la
Unión, encontrándose Gorbachov en Crimea, los duros del partido, entre ellos Paulov, Pugo y Kriuchkov, con el
vicepresidente Yanaev al frente, aislaron en su dacha al Presidente, formaron un Comité de Emergencia y
suspendieron todas las libertades propiciadas por la perestroika. Pero Yeltein sin llamó a la desobediencia civil y el
parlamento ruso, la Casa Blanca», se convirtió en el reducto de la resistencia. Tras sesenta horas el golpe fue
desarticulado, a lo que contribuyó la resistencia popular, de la que se convirtió en símbolo Yeltsin, y la falta de apoyo
del ejército y de algunos sectores de la K GB a los golpistas.
Múltiples análisis han intentado explicar este hecho de consecuencias trascendentales. Gorbachov ha atribuido
el fracaso ortodoxo a la perestroika, porque el pueblo ruso había respirado el aire de la libertad y la glasnost había
suscitado una conciencia cívica inexistente anteriormente, y cuya ausencia hubiera dejado el campo abierto para
cualquier golpe de palacio. Entre los historiadores el catedrático londinense Dominic Lieven lo compara al golpe de
Kornilov en 1917, el último jadeo de las fuerzas conservadoras, y Michel Tatu lo ha entendido como un «golpe
económico», es decir, el intento de un golpe sin costes, limitado a la desaparición del dirigente máximo, una leve
fuerza en la calle y al silencio de la prensa, para pasar en una fase posterior a la represión de todas las fuerzas
reformistas y democráticas. Sea cual sea la explicación quJe se proyecte sobre este suceso dos cosas parecen
indudables: los errores increíbles cometidos por los golpistas de ellos el más llamativo la no detención de Yeltsin, lo
que indica que no tenían en cuenta la existencia de cargos democráticos- y la trascendencia del fracaso, porque desató
la revolución popular. Y la revolución popular de signo democrático fechó dos fenómenos anteriormente
impensables y de importancia planetaria: el fin del comunismo y el fin de la URSS. El PCUS fue suspendido y
clausurados sus centros. Al mismo tiempo se inició una cadena de declaraciones de independencia, iniciada por las
repúblicas bálticas. Las restantes se plantearon la posibilidad de mantener un Estado de naturaleza distinta ala URSS.
Y con excepción de Georgia firmarían el 21 de diciembre el nacimiento de la CEI (Comunidad de Estados
Independientes). Cuatro días después, el 25 de diciembre, Gorbachov dimitía de su cargo de presidente de un Estado
que va no existía.
Es difícil elaborar un balance de la perestroika, pero en todo caso se trató de una experiencia decisiva para
Europa y el mundo. En la superficie, el proyecto de Gorbachov de transformar la URSS por medio de un PCUS
renovado ha sido un fracaso. Pero en un sentido más profundo la revolución democrática de agosto no hubiera sido
posible sin glasnost ni instituciones nacidas en el contexto de .las reformas de la perestroika.
La obra de Gorbachov, su revolución, en el sentido de reformar lo existente, un régimen esclerotizado, ha sido
inmensa, especialmente en el campo de las relaciones internacionales. Sólo su política hizo posible la transformación
del mapa europeo. Que se haya quemado en la empresa no resulta sorprendente; es el sino de los grandes
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reformadores. Podría aplicársele aquel pensamiento que Máquiavelo en El Príncipe: .No hay nada más difícil de
realizar y de éxito más dudoso, ni empresa más peligrosa, que querer iniciar un nuevo orden de cosas, porque el
“reformador tiene como enemigos a todos” los que se beneficiaran del, anterior orden de las cosas, y no recibe más
que un apoyo tibio de quienes se aprovecharán del nuevo orden».

12. LA DESMEMBRACIÓN DE YUGOSLAVIA


Tanto si se presta atención al presente, como al pasado o al futuro, Yugoslavia configura un campo de estudio
del mayor interés. En el presente, la desmembración del Estado federal yugoslavo, con su cohorte trágica de guerra
civil y odios étnicos, ocupa la atención del mundo. Además, el historiador debe recordar que el «polvorín de los
Balcanes» constituyó el primer campo de enfrentamiento para la gran guerra del 14. Atisbando el futuro del
continente europeo, en Yugoslavia se dan conflictos de parecida naturaleza a los de la ex Unión Soviética, que podría
convertirse en una especie de “Yugoslavia” con problemas de un potencial miles de veces superior. Todo invita al
estudio de esta tragedia, la más cruenta en el proceso de extinción del comunismo, aun- que por el momento nos
limitaremos a anotar sumariamente unos apuntes.
Hemos indicado anteriormente que el Estado federal diseñado por Tito había sido una fórmula para dar
racionalidad a la convivencia de un mosaico de pueblos diferentes, con lenguas y religiones distintas y un pasado de
odios étnicos. En respuesta a la hegemonía serbia propiciada por la ubicación de Serbia en el bando vencedor en la
Primera Guerra Mundial, el régimen filo nazi croata que se constituyo en Croacia durante la segunda provocó el
exterminio de 300.000 serbios. No fueron las únicas víctimas, porque los partisanos de Tito masacraron 200.000
croatas.
Con los vientos del cambio gorbachoviano se acentuó la descentralización en Yugoslavia; proyecto que de
todas formas había inspirado Tito con el modelo autogestionario del comunismo balcánico. Pero al acceder en 1986
Slobodan Milosevíc a la dirección de la Liga de los Comunistas serbios, se iniciaría una deriva peligrosísima. Porque
el demagógico dirigente encontró en el nacionalismo serbio la nueva bandera, predicando así una ideología híbrida de
nacionalismo y comunismo. Pero la predicaba en un espacio de caracteres censales muy complejos. Pues al igual que
los rusos en la Unión Soviética los serbios se encontraban diseminados por diferentes repúblicas del Estado federal
yugoslavo. Suponían el 36 % del censo global; el. 83% en Serbia, el 30% en Bosnia-Herzegovina y el 11,5% en
Croacia. Ante las tendencias centrífugas Milosevic presentó a los serbios como víctimas. Tanto él como Cosic, su
colaborador y posteriormente presidente de la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro), afirmaron que los restantes
pueblos podrían formar sus propios Estados, pero sobre la base de territorios étnicos, es decir, sin imponerse a los
serbios que vivían en sus demarcaciones, y permitiéndoles a éstos formar entidades independientes. Esta teoría de la
homogeneidad étnica no se cumplió por sus fautores, porque en Kosovo, cuna histórica de Serbia, donde con- vivía
un 90% de población albanesa con un 10% de habitantes serbios, Milosevic denegó las mayores cotas de autonomía
que se le demandaban e implantó una especie de dictadura étnica, incluyendo presiones de toda índole para que los
albaneses abandonaran el territorio. Otra comunidad autónoma, Vojvodina, ofrecía un 54% de serbios, pero ante el
peligro de alejamiento del 46% restante, se encontró con su autonomía igualmente cercenada. Tras imponerse dentro
de Serbia los siguientes pasos se orientaron a impedir que las restantes repúblicas yugoslavas, recelosas de la política
de hegemonía serbia, se separasen, y caso de materializarse esta eventualidad, a formar una gran Serbia con los
enclaves étnicos de todas las Repúblicas.
A lo largo de 1990 se celebraron elecciones en las seis Repúblicas y posteriormente los parlamentos
declararon la independencia. Sin entrar en detalles de un proceso que se encuentra recogido cada día en las páginas de
la prensa, diremos que se pueden distinguir tres posibilidades, que diferencian los conflictos de Eslovenia, Croacia y
Bosnia. La primera, caso de Eslovenia, la declaración de una República sin presencia serbia en su censo; se intentó
impedir por la fuerza de las armas, pero el intento se saldó con un fracaso. La segunda, caso de Croacia, con algunos
enclaves serbios, provocó en 1991 una intervención bélica, que tuvo sus escenarios más sangrientos en Krajina y
Eslavenia, zonas de concentración de población serbia. Dos notas hay que destacar en la guerra de Croacia. La
primera, la responsabilidad compartida de los dirigentes croatas. En vez de intentar hacer olvidar los excesos de los
«ustachis» nazis en la Segunda Guerra Mundial, el presidente Tudjman efectuó declaraciones amenazadoras, que
reflejaban la personalidad de otro nacionalista exaltado. Además no se limitaban las milicias serbias, armadas por
Belgrado, a procurar el control de sus zonas étnicas, sino que diseñaban ya la defensa de intereses estratégicos para el
futuro de la gran Serbia. Así el bombardeo de la joya del Adriático, el puerto de Dubrovnik, que conmocionó a la
opinión internacional, se inició para abrir un corredor hasta la costa, al margen de la realidad étnica de la región.
La tercera posibilidad, la más trágica, caso de Bosnia, una República con varios enclaves serbios, sin conexión
entre sí, y algún enclave croata. Decimos enclaves, pero en realidad la población de Bosnia ofrecía un cuadro
multiétnico y se encontraba fuertemente entremezclada. Al enarbolarse el peligroso principio de la “homogeneidad
étnica”, la guerra que se inició en 1991 traslucía entre sus objetivos los traslados y aun la eliminación física de
población.

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La víctima principal, el pueblo musulmán bosnio. Todos los horrores de la guerra se han dado cita en la
martirizada Bosnia.: bombardeos sobre población civil, campos de concentración, violaciones, terror sistemático y
programado.
Dentro del proceso de extinción del comunismo en ninguna otra nación si ha vivido una experiencia tan
trágica. Herencia de odio étnico, mezcla de nacionalismo exaltado y paleocomunismo, confrontación de religiones, en
suma múltiples conflictos encadenados han convertido al «polvorín» de nuevo en la geografía de la convivencia
imposible.

DOCUMENTOS
I. EL ESCRITO DE CRIMEA
Este importante documento fue redactado por Gorbachov en su dacha de Crimea unos días antes del golpe de
agosto de 1991. Reflexionaba sobre el sentido de la perestroika. Los acontecimientos inmediatos lo convirtieron en
un testamento político de Gorbachov. No nos parece necesario anotar sugerencias; simplemente de su lectura atenta
se desprenden varias ideas fundamentales de la Perestroika:. Puede hacerse un cuadro y un comentario de las que se
consideren de mayor relevancia, aunque parece conveniente dedicar un apartado al planteamiento de futuro que
diseña el presidente soviético.

“Es mi firme opinión que los problemas sólo pueden resolverse por medios constitucionales. Esto es una
fuente de: debilidad, pero también la e de fortaleza. La fortaleza reside en el hecho de que la sociedad y el individuo,
al conquistar la libertad, adquieren la posibilidad de poner en práctica sus derechos democráticos, cosa que valoran.
Pero la debilidad reside en f hecho de que cuando el pueblo abusa de tales derechos es muy difícil recurrir al uso de la
fuerza, incluso si está Justificada y legitimada. Ésta es naturaleza específica del proceso de perestroika como un todo.
No se trata de los poderes del presidente, sino del principio político y moral. Después d todo, en nuestro país las
decisiones se han impuesto siempre por la fuerza La vida política se regía por esta norma: si tú eres mi oponente y yo
estoy el el poder, como mínimo serás enviado a prisión. Pero hoy hemos, reconocido la legitimidad del pluralismo en
la economía, en la política y en toda la vida pública. No obstante, todo ello tiene todavía que hacerse realidad y va a
padecer un nacimiento muy doloroso. Es por tal motivo que hay necesidad de una tremenda reserva de fe y de
convicción para que no descarrilemos.
Las maniobras de carácter político o económico son inevitables. Pero esto no altera ni el objetivo ni la
determinación de actuar con medios constitucionales, y ninguna clase de presión, venga de la derecha o de la
izquierda, hará que nos desviemos de nuestro rumbo.
Todos estos años hemos avanzado abriéndonos camino a través de selvas nacidas hace mucho tiempo y que
ahora han invadido platas jóvenes.
Venimos haciendo esfuerzos enormes para mantener en un curso pacífico la nueva revolución en un país
acostumbrado al uso de la fuerza y al gobierno arbitrario. Ahora, al fin, hemos encontrado un concepto global de
cómo debemos avanzar .En esencia consiste en una tríada de direcciones básicas interrelacionadas, únicas, que pueden
conducirnos hasta los objetivos de la perestroika. Son las siguientes:
-la reforma del Estado
-la reforma de la economía
-la entrada del país en el mercado mundial y, a través de ello y de la política de «nueva reflexión., en la
corriente principal de la civilización mundial.
Con estos comentarios preliminares llego al tema que subrayaba al principio
Así pues, ¿por qué era necesaria la perestroika? ¿Fue posible haberse desenvuelto sin ella o podría posponerse
ahora? La mayoría de la gente parece creer que no puede haber marcha atrás. Pero esta mayoría tampoco acepta el
método para reemplazar el sistema de gobierno altamente centralizado, método que parece asequible y que ha sido
probado a fondo en Occidente: la introducción de un sistema capitalista en toda la economía. Entonces, ¿cómo
vamos a avanzar., qué formas y métodos concretos deberíamos adoptar que fueran apropiados a la idea de perestroika
ya las direcciones que señala la tríada?
El país está en vísperas de adquirir una nueva estructura lo mismo como Estado que como sociedad. La
reforma política nos ha conducido al punto en que el Estado no sólo ha tomado diferente forma sino que también
cambiará de nombre. La sociedad se libera rápidamente de ideología. El monopolio del poder por un único partido
está siendo reemplazado por el pluralismo. Glasnost y libertad de palabra se han convertido ya en una característica
indispensable de la vida pública.
La reforma económica ha hecho irreversible la transición hacia el mercado libre sobre la base de formas
diversas de propiedad. Ambas reformas han abierto la puerta para que el país entre en el sistema económico mundial
conforme a las reglas comunes del juego.
La nueva reflexión ha contribuido a cambios tales en la situación del mundo y se ha hecho posible, por lo
menos en los aspectos principales de la seguridad, perseguir una política única y. en su pleno sentido, global. Hoy
raramente se oye a nadie hablar de la amenaza de una guerra mundial.
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Éstos son los cambios más importantes y evidentes a escala histórica después de seis años de perestroika.”
Incluido como Apéndice C del libro de M. GORBACHOV: El golpe de agosto, la verdad u sus
consecuencias. Barcelona. Ediciones B. 1991

2. EL NUEVO DISEÑO DEL BLOQUE SOVIÉTICO


La perestroika implicó una nueva relación con los países del Este de Europa, que modificaba la doctrina de la
“soberanía limitada,” Gorbachov lo expuso en un discurso ante el pleno del Comité Central. Coméntense las ideas de
«respeto a la soberanía, y no injerencia, y compárense con las concepciones anteriores de la política exterior soviética.
Conviene anotar la modificación en la relación de fuerzas en Polonia. Hungria, RDA y Checoslovaquia, y la lección
que de ello extrae Gorbachov. El discurso fue pronunciado el 9 de diciembre de 1989, por tanto después de los
cambios vertiginosos en los países comunistas.

“Este año se produjeron cambios sustanciales en Europa del Este. Hay que decir sin ambages que las
transformaciones se operan allí con ritmo vertiginoso. El rasgo definitivo de las reformas es la democratización y
renovación del socialismo. No es ningún secreto que el proceso de cambios se desarrolla en medio de una situación
compleja. Esta circunstancia vuelve a confirmar la tesis que venimos sosteniendo en los años últimos: la demora en la
realización de las reformas que se han hecho inaplazables acarrea consecuencias negativas.
Lo que acontece en países socialistas el resultado lógico en una determinada etapa del desarrollo, en que el
pueblo ha asumido la necesidad de los cambios. Es resultado del desarrollo interno, de la opción hecha por los
pueblos.
Dadas las singularidades de las profundas transformaciones que se realizan en países socialistas, es
incuestionable que se inscriben en el contexto global de nuestra perestroika, aunque nada hicimos para provocar
dichos procesos. ,
En varios países socialistas se ha configurado una situación peculiar. En Polonia y Hungría los partidos
hermanos dejaron de ser gobernantes. Nuestros amigos en la RDA y Checoslovaquia han perdido en grado
considerable sus posiciones. Al escenario político salieron nuevas fuerzas, tanto las que apoyan la idea socialista como
las que buscan otras vías de desarrollo de la sociedad.
Las nuevas circunstancias exigen que nuestros amigos actúen con firmeza para recuperar su influencia y las
posiciones en la sociedad, y trazar una estrategia y una táctica nuevas. Se ha promovido a primer plano la tarea de
consolidar todas las fuerzas partidarias del socialismo, de la democracia y el progreso. Nuestros amigos son
conscientes de ello y obran con arreglo a las circunstancias, aunque se ven obligados a asimilar sobre la marcha el arte
de desplegar la labor política en condiciones de pluralismo real y no declaratorio. La situación configurada requiere
un nuevo enfoque, tanto de los procesos que allí se operan como de nuestros contactos con nuevas fuerzas políticas,
partidos y organizaciones.
Formularia en los siguientes términos nuestra actitud ante los procesos en cuestión. Saludamos los cambios
positivos y nos hacemos cargo de las dificultades de orden interno e internacional que los acompañan.
La Unión Soviética basa sus relaciones con los países de Europa oriental -con los que hace mucho iniciaron el
proceso de reformas, con los que apenas han emprendido este camino y con los que todavía no lo han iniciado en el
respeto a la soberanía, la no injerencia y el reconocimiento de libertad de opción. Nosotros partimos del hecho de
que cada pueblo tiene derecho a decidir independientemente su destino, incluida la elección del régimen, de las vías,
ritmo y métodos de su evolución.
Nuestra actitud de principio hacia los países socialistas de Europa es in- variable. Ellos no sólo son nuestros
aliados, sino también nuestros amigos y vecinos. Procuramos por todos los medios asegurar el proceso y la
estabilidad: la estabilidad en los propios países de Europa oriental, la estabilidad en todo el continente y la
inviolabilidad de las fronteras de todos los Esta- dos de Europa, establecidas después de la Segunda Guerra Mundial.
Con estos fines, precisamente, nuestra diplomacia realiza una enérgica labor con todos los países europeos, sin
excepción alguna, y con los Estados Unidos."
Discurso de GORBACHOV ante el pleno del Comité Central del PCUS. 9 de noviembre de 1989. En
Política Exterior.no 14 (invierno de 1990).

3. DOS TESTIMONIOS SOBRE LA REVOLUCIÓN DE AGOSTO


Puede reconstruirse una imagen de la revolución a través de los testimonios orales: barricadas, idealismo,
talante de rebeldía generado en los años de los glasnost, decepción por la derrota de Mganistán. Relaciónese la frase.
A partir del 86 comenzamos a respirar algo, a sentirnos seres humanos, un poco de libertad, con la interpretación de
Gorbachov sobre la .revolución democrática de agosto.

“...La máquina de destrucción militar es terrible, la conozco porque yo fui, un tomillo en ella., me dijo el
afgano. Guennadi Grachov, uno de los defensores armados de la Casa Blanca. Le pregunté por qué los soldados y
oficiales de esa máquina se negaron a cumplir las órdenes de los golpistas. Me miró con su cara de mula y dijo:
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.No sé, quizá sea algo específicamente ruso, pero aquí nadie va a levantarse contra el propio pueblo. Ustedes
tienen un nivel de vida más alto y puede que no lo entiendan. Este sistema totalitario, estos 74 años han hecho de
nosotros unos bestias, lumpen. A partir del 86 comenzamos a respirar a sentirnos seres humanos, un poco de
libertad. Ahora, para someter- nos ya nos tenían que matar, y tal vez podría haber ocurrido pero nadie tenía miedo…
Yo sé cómo muere .la gente. Lo vi en Mganistán, en Fará, en 1981, durante un año. Le aseguro que no tenía ninguna
gana de morir, pero no teníamos otra salida. Se lo digo en nombre de mis chavales: no queríamos vivir como escoria.
Queremos tener derecho a algo, un lugar para vivir y respirar, queremos que nuestros hijos sean ciudadanos normales,
ciudadanos libres de una Rusia libre.
.Aquellos días -me dijo luego Volodia-, la gente empezó a sentirse personas; por primera vez, muchos se
sintieron ciudadanos. En Rusia, en tiempos del zar, el concepto tradicional era el de súbdito... la persona subordinada
( ). En mi barricada nadie se las daba de héroe y eso fue muy agradable para mí. Casi todos tenían menos de 40 años;
35, 30, 26... Al lado estaba la barricada de los anarcosindicalistas, eso sí que eran unos críos (...). En un momento
dado, salió a relucir mi pertenencia al Partido Social- demócrata y los del destacamento me pidieron que les hablase
de ello, les dije que no me parecía bien, que allí todos éramos del mismo partido, sentíamos que teníamos algo en
común. Cuando el día 22 nos despedimos, intercambiamos nuestros números de teléfono, luego nos vimos el día 24,
en el entierro de las víctimas (...). Posiblemente ninguno de ellos era en su vida corriente tan bueno como lo había
sido allí, tal vez cuando regresasen a sus casas, a sus trabajos ya los problemas de la vida montarían escándalos,
gritarían y agredirían, pero durante aquellas jornadas todo fue elevado, no había lugar para las mediocridades. Esa
gente estaba como en la iglesia... Sí, tal vez sea esa la mejor comparación: como auténticos creyentes en el templo. Yo
soy creyente, ¿sabes?, aquí en Moscú mucha gente va a la iglesia por curiosidad, porque está de moda..., los creyentes
de verdad van a la iglesia en serio, a rezar. Allí también estaban como en una oración.»
«Durante la madrugada del día 22 estábamos agotados pero contentos, llevábamos dos días sin dormir, dos
días vividos minuto a minuto que, por su intensidad, fueron como dos años. Estábamos hechos polvo, pero radiantes;
para entonces junto a nuestra barricada sólo quedábamos unos diez. Entonces, alguien propuso que fuéramos a la
Plaza Roja y nos fuimos para allá. Apenas estaba clareando, todavía no eran las 5 de la mañana, lo recuerdo porque
Grísha dijo que el metro no funcionaba y que habría que Ir andando; durante dos días casi no había dejado de llover,
pero ahora el día se prometía despejado. ¡Hasta el tiempo trabajó en contra de los golpistas, y entonces prometía sol
Nos pusimos en marcha con nuestras banderas y Cantando nuestras canciones, fue algo bastante poético aquella
madrugada, llegamos a la Plaza Roja, recién barrida y remojada por los camiones cisterna del riego municipal, el sol
ya brillaba y no quedaban ya tanques ni vehículos militares, sólo una pequeña guardia; paseamos y un fotógrafo nos
pidió que posásemos junto al Mausoleo (de Lenin), ¿te imaginas?; ¡un grupo de anarquistas abanderados, desaliñados
por dos días de barricadas con el Mausoleo de fondo...”
En Rafael POCH: Tres días de agosto. Golpe y revolución en la URSS. Barcelona, La Vanguardia, 1991.

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