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Introducción al Estudio

de la Historia Universal

Coordinadores:

Sergio Guerra Vilaboy


Pablo Arco Pino
TEMA 1

ETAPAS, PROBLEMAS Y TEMAS DE LA HISTORIA UNIVERSAL

Leonor Amaro Cano

Pierre Vilar, eminente historiador francés, en uno de sus trabajos escribió, con su
acostumbrada agudeza, que “un mundo en crisis prefiere no conocerse o
conocerse mal”. Y nos gustaría comenzar con esta advertencia para referirnos a
los retos que se le presentan a la enseñanza de la historia en el nuevo siglo,
antecedida por una crisis expresada sintéticamente en la disyuntiva del progreso
mundial en un medio ambiente sustentable y en donde la globalización avanza en
dirección opuesta a la solución de los principales problemas que aquejan a la
humanidad.

La memoria histórica o la conciencia de todo lo heredado de sus antepasados es


constitutiva de todo grupo humano. Esa memoria aparece desde las primeras
sociedades, incluso en algunas que no llegaron a desarrollar un tipo de escritura
que le permitiese conservar lo ocurrido. En ellas, la memorización y la transmisión
oral garantizaron la perpetuación del pasado.

Durante mucho tiempo se le atribuyó a los monarcas el papel portentoso de hacer


la historia, por eso se dividía por reinados, muchas veces sin distinguir ni siquiera
las fechas. La primera gran división del proceso histórico se debe al historiador
alemán Cellarius que vivió a comienzos del siglo XVIII. Estableció el tríptico
cronológico formado por la antigüedad, la edad media y la moderna.

El primer empuje para una historiografía crítica lo dieron las grandes figuras de la
ilustración: Montesquieu y Voltaire. Este último comprendió que los sujetos de la
historia no eran ni reyes ni generales, sino las naciones mismas de las cuales
emanaban las creaciones artísticas y realizaciones científicas de cada época.
Según Voltaire, “todas las historias son casi iguales para quien busca solamente
almacenar hechos en su memoria; pero para todo aquél que piense y, lo que
todavía es más raro, para quien tenga gusto, solo cuentan cuatro siglos en la
historia del mundo”. Esta afirmación tiene importancia por reflejar de algún modo
la ya antigua aspiración de hacer una historia universal. Es el principio
generalizador, que trata de integrar el conocimiento de los diversos pueblos y
épocas, el cual surge de la expansión del progreso de la civilización. Si en cuanto
al destino del hombre, la ilustración se basaba en la idea del progreso, todo lo
pasado inmediato representaría la era del oscurantismo.

Asimismo, prevalece entonces una visión de la historia como instrumento para


transformar la sociedad. Este sería también el deseo de los ilustrados: sirva la
historia para inculcar no solo sabiduría, sino conciencia de la necesidad de
cambios.
La visión ilustrada del mundo confirmó los albores de la modernidad, y la
dedicación a la historia formó parte del empeño de contribuir a la causa de la
libertad y del progreso de la civilización. De esa manera, nacía la historia moderna
como disciplina en el siglo XVIII, a partir de la cual, se asiste a su expansión. En el
XIX la interpretación del progreso que formulará el positivismo contribuiría a
mantener esta idea en el centro del desarrollo de las ciencias, básicamente en las
llamadas exactas y aplicadas, aunque en el plano social, rápidamente aflorarían
las contradicciones.

Durante gran parte del siglo XIX las explicaciones históricas ponían el énfasis
particular en la política a través del papel heroico de las personalidades, en el
fenómeno bélico o en las grandes ideas motivadoras. Incluso, los cambios
sociales básicos aparecían sólo como la obra de líderes políticos, legisladores o
reformadoras. Durante mucho tiempo, e incluso aún hoy, atendiendo a estos
factores, la historia universal, fue dividida en:

Historia Antigua, que comprendía desde los grandes imperios del oriente, donde
habían surgido las llamadas culturas conocidas por sus escrituras, pasando por
las civilizaciones griegas y romanas, hasta la llegada de los pueblos bárbaros y el
hundimiento del imperio romano de occidente, en el siglo V.

Historia Media, referida fundamentalmente al mundo occidental entre los siglos V


al XV, donde se tomaba como hecho trascendental para indicar el fin de esta
época, la caída de Constantinopla por la ofensiva de los turcos otomanos.

Historia Moderna, que cubriría los siglos XVI al XVIII, justo hasta la revolución
francesa, hecho que abría las puertas a la historia contemporánea, aunque
posteriormente muchos autores han situado la frontera entre ambas en la
revolución rusa (1917).

Según esta extendida periodización, las culturas que no legaron escritura


formaban parte de la llamada prehistoria. Así por ejemplo, se excluían, en el
campo de la historia, gran parte de los pueblos precolombinos americanos y otras
manifestaciones del desarrollo del hombre, quedando estos sólo como objeto de
estudio de la arqueología.

El siglo XIX daría un cambio a estas consideraciones. Y fue la interpretación de


Carlos Marx la que produjo un gran avance a la ciencia histórica. Para el
revolucionario alemán, la dinámica de los cambios sociales tenían como agente
principal las causas económicas impersonales analizadas a través de dos
conceptos clave utilizados en su estudio: de una parte, el conocimiento de orden
tecnológico y científico, y de la otra, la relación clasista entre los hombres, las que
al no concordar en el desarrollo histórico abrían una época de revolución social.
Esta afirmación del cambio socioeconómico como un imperativo histórico fue lo
que distinguió a los marxistas de otras tendencias en el campo de las ciencias
económicas y políticas. Sin dudas, para Marx, las relaciones de producción
constituían el esqueleto sobre el cual descansaba el entramado de estructuras
sociales e ideológicas. Atendiendo a ello, la historia atravesaba distintas etapas
donde las relaciones sociales se expresaban de una forma determinada. La
comunidad primitiva, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el comunismo
serían las principales formaciones económico-sociales por las que atravesaba el
hombre en su devenir. En cada una de ellas se subraya la interacción entre la
economía, la sociedad y la política. Algunas interpretaciones posteriores,
reduccionistas y esquemáticas, permitieron a ciertos críticos catalogar a la
evaluación marxista de simplista o economicista.

Una visión realista de la historia actual no puede eludir los aspectos antes citados
ni tampoco desconocer la crisis de los valores de la propia civilización de la cual
somos herederos, expresada en la duda en torno a la idea del progreso, la historia
racional como posibilidad y en la actuación del hombre en el propio devenir como
factor de cambio, pues precisamente la función de la historia debe ser la de
contribuir a comprender el complejo proceso de desarrollo de la sociedad y el
inexorable camino hacia el mejoramiento humano y a la construcción de una
sociedad más justa.

En tanto la historia que debemos introducir es una historia universal y no nacional,


con el mismo criterio juzgamos la parte que en ella tienen los aspectos
económicos, la vida social, la religión, la filosofía, la ciencia y el arte. No
intentaremos trazar la historia completa de todas esas manifestaciones de la
actividad humana, sino estudiarlas en aquellos momentos en que intervienen en
los hechos importantes que marcan hitos en el devenir humano o donde
determinan cambios. Por esta razón en este primer ciclo sólo 52 temas serán
objeto de análisis.

Los finales del anterior milenio estuvieron caracterizados por el predominio de la


tendencia a la indeterminación en el saber histórico. La aspiración al conocimiento
completo se ha ido abandonando y, en muchos casos, se inició una senda en la
cual la provisionalidad del saber caracterizó las conclusiones. A esto se unió el
relativo debilitamiento de la historiografía mundial, provocada por la
desvalorización de las grandes escuelas y el florecimiento de historiografías
nacionales, muchas de ellas nacidas al calor de proyectos individuales. De ahí que
la pluralidad y el consenso, de manera combinada, sea hoy el reclamo de muchos
historiadores, con tal de sacar la historiografía de los marcos de la crisis.

En el caso de Cuba, la necesidad de conocer y reconocer la historia, no se impone


simplemente como un elemento más del desarrollo del saber útil, sino como parte
del desafío que tiene delante la actual generación. De ahí la importancia de
comprender los elementos fundamentales de la evolución de la sociedad humana
y, muy en especial, de las luchas de las grandes mayorías explotadas y
discriminadas de este planeta, conscientes del papel formativo e ideológico del
estudio de la historia y de su incidencia en la creación de valores ciudadanos y
patrióticos.
Los años finales del siglo XX se caracterizaron por el mantenimiento e incluso la
agudización de movimientos sociales frente la injusticia y la desigualdad,
enarbolando para ello programas de exigencias que rebasan el marco del
capitalismo, aunque no estuvieran ligados exactamente con el socialismo o
incluso, algunas veces, se orientaran en contra de esta corriente. Esto indica que
la crítica al sistema de relaciones y la necesidad de cambio están aún vigentes;
por ello, más que nunca, la historia es básica para entender el presente y también,
como dice Joseph Fontana, sigue siendo una “herramienta para la construcción
del futuro”.

TEMA 2

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y DE LAS SOCIEDADES COMUNITARIAS

Lilliam Moreira de Lima

El hombre no desciende del mono; solo tenemos un antepasado común. A partir


de éste, hace cerca de 10 millones de años (m.a.), simios y humanos siguieron
distintas líneas de desarrollo. Al parecer el complejo proceso de evolución se inició
en África de donde pasaron a Europa y Asia. Hoy se sabe que el homo hábilis,
homo erectus, neandertales y homo sapiens estaban emparentados con los
ancestros africanos.

Los australopitecus son los más antiguos homínidos que iniciaron el bipedalismo
hace cerca de 4 m.a. y actualmente muchos especialistas lo separan del tronco
común humano. En Tanzania se ubicaron toscas herramientas desbastadas en
una sola cara, con antigüedad de 2,6 m.a. En el mismo sitio había restos de
australopitecus y de homo hábilis. Los segundos poseían una capacidad craneana
levemente mayor y a ellos se les adjudicaron esos primeros utensilios. El otro fósil
es homo erectus o pitecantropoide y sus antigüedades, en África, oscilan entre 1,7
m.a. y 200 mil años.

Todo indica que el homo erectus se desplazó en una primera oleada migratoria al
continente euroasiático. Durante mucho tiempo los neandertales fueron ubicados
como antepasados del hombre. Hoy se ha demostrado que cuando el homo
sapiens y el cromagnon llegaron a Europa, alrededor de 35 mil años, hacía mucho
tiempo que estaba habitada por neandertales y que ambos convivieron durante
miles de años, hasta que se extinguieron y sólo quedó el hombre moderno. El
homo hábilis y el pitecantropoide se ubican cronológicamente en el paleolítico
inferior, el neandertal en el paleolítico medio y superior, mientras el cromagnon
perteneció al paleolítico superior.

Las primeras sociedades humanas se organizaron en grupos pequeños que se


relacionaban por vínculos consanguíneos. La propiedad de la tierra era común,
trabajaban colectivamente y la distribución era equitativa. Estaban dirigidos por un
jefe que consultaba a los más ancianos. La división del trabajo era natural. Con la
ganadería y la agricultura surgió la división social.

Estas sociedades se pueden dividir en dos etapas: paleolítico y neolítico. El


paleolítico se basa en una economía de recolección, caza y pesca. Los jefes eran
electivos y su aceptación dependía de sus habilidades y capacidades para
interpretar los deseos de los integrantes de la comunidad.

La agricultura y la ganadería se iniciaron en el Medio Oriente hacia 9 mil-8 mil


años a.n.e. Esas actividades posibilitaron un sustento más estable y constituyeron
la base del neolítico; estadio donde las jefaturas se hicieron hereditarias. La
agricultura favoreció la formación de poblados y el incremento de la cantidad de
cereales y cabezas de ganado, originando un excedente que brindaba mayor
seguridad. La economía era autosuficiente, pero el excedente originaría su
apropiación desigual y la disolución de la sociedad comunitaria.

En las sociedades cazadoras se hicieron pinturas rupestres de grandes animales,


de carácter mítico-religioso, con la intención de propiciar buenas presas. En estos
dibujos, de líneas abstractas, los hombres eran representados junto a los animales
o en danzas rituales. En general adoraban elementos de la naturaleza. El culto a
la fertilidad se desarrolló creando figuras femeninas con rasgos sexuales
exagerados. Los hechiceros mediaban con sus dioses y curaban a los enfermos.

TEMA 3

CONFORMACIÓN DE LAS SOCIEDADES CLASISTAS

Amparo López Pujol

El surgimiento de la diferenciación social partió de la desintegración de la


comunidad primitiva, lo cual se produjo sólo al arribar ésta a sus máximas
posibilidades de desarrollo, o sea, al apogeo del neolítico. A partir de este
momento se inició un proceso que condujo a la aparición de diferentes formas de
sociedades clasistas. El requisito interno básico fue la existencia de una
producción de excedentes que sobrepasara el crecimiento del consumo individual.
Ello, unido a las condiciones externas, fundamentalmente geográficas, determinó
las formas de producción y acumulación de esos excedentes, es decir, las
diferentes vías de tránsito conocidas por la historia.

En los primeros tiempos, cuando una sociedad comienza a producir excedentes,


estos pueden equilibrar años de producción desfavorable; pero al crecer y
estabilizarse, algunos miembros de la comunidad quedan liberados para dedicarse
a otras labores, sin abandonar la producción de alimentos. Es así como surgen el
trueque, los oficios y la denominada sociedad de funciones, que indica diferencias
sociales entre productores, artesanos y funcionarios y consecuentemente la
apropiación desigual. En ese momento ha aparecido algo de qué apropiarse y
quién pueda hacerlo.

La aparición de los oficios es consecuencia de la acumulación de excedentes,


junto a la elevación del nivel intelectual, y se desarrolló sin separarse de la
producción de alimentos. Esta labor beneficiaba al grupo, no al artesano
directamente. Ahora bien, en la medida que la especialización creció, estos
trabajadores se separaron de la producción de alimentos (segunda división social
del trabajo) y comenzaron a producir valores de cambio, creándose una
diferenciación social entre productores y artesanos.

Esta división se observa más tajante y profunda en el mundo antiguo occidental


que en el oriental. En cuanto al intercambio de productos, que al principio no
rebasaría los límites del trueque espontáneo y esporádico, poco a poco se fue
convirtiendo en premeditado y estable, en la medida en que se pasaba de la
producción para el consumo a la producción para el comercio. El desarrollo de
esta actividad implicó la apertura de una brecha que fue rompiendo la economía
autosuficiente de la comunidad y creando la posibilidad de enriquecimiento. Su
separación de la producción dio lugar a la tercera división social del trabajo.

Los jefes militares, hechiceros y el consejo de ancianos se diferenciaban del resto


de la comunidad sólo socialmente, pero a medida que se iba reforzando su poder
se llegó a su alejamiento de las labores productivas directas, a la vez que recibían
mayores dádivas. De esta manera su poder comenzó a relacionarse con su
riqueza, vinculada también a una aureola mágica, proceso que resultó más fuerte
en la parte oriental del planeta que en la occidental. Así las relaciones
comunitarias se fueron resquebrajando, generándose la base para la
diferenciación en clases y la aparición del estado, dirigido por los antiguos
acaparadores de las funciones sociales, produciéndose así el paso de una
sociedad a otra. No obstante, la historia concreta siguió diferentes formas de
tránsito, arribando a muy distintas formaciones económico sociales.

TEMA 4

PRIMEROS ESTADOS DE LA ANTIGÜEDAD

Lilliam Moreira de Lima

En las regiones del oriente antiguo y en el valle del Nilo, en Africa, fue donde
surgieron las primeras sociedades clasistas en la historia de la humanidad que
consiguieron un alto nivel de civilización, entre 4 mil y 3 mil años a.n.e. En general
se caracterizaron por el desarrollo de la agricultura de aluvión fluvial. Sus
pobladores, asentados en las cercanías de grandes ríos, aprovechaban las
crecidas de estas arterias que, al retirarse, dejaban depositado el limo fertilizador.
El Nilo en Egipto, el Tigris y el Eufrates en Mesopotamia, el Indo y el Ganges en
India, el Hoang Ho y el Yangtsé en China son ejemplos de ello. Otras importantes
civilizaciones se desarrollaron en Siria, Palestina y Asia Menor, pero sus ríos no
eran tan caudalosos.

En América, en las regiones de Mesoamérica y el área andina surgieron las


primeras sociedades clasistas de este continente, que lograron conformar estados
bien estructurados como ocurrió con los mayas, los aztecas e incas, aunque muy
posteriores en tiempo en relación con los mencionados de Asia y Africa. Estas
primeras civilizaciones americanas no disponían de ríos aluviales, pero supieron
aprovechar al máximo el agua disponible, para lo cual realizaron imponentes obras
de irrigación y canalización.

Una de las características determinantes en todas estas sociedades, y que las


diferenció del mundo greco-latino, es que pueden adscribirse al régimen
socioeconómico que Marx denominó esclavitud generalizada o modo de
producción asiático. En este tipo de civilización el trabajo fundamental recaía en
las comunidades aldeanas integradas por personas jurídicamente libres, pero que
con el transcurso del tiempo habían sido subyugadas por otros miembros de su
propia comunidad.

Estos grupos, apartados del proceso productivo, terminaron convertidos en una


clase social privilegiada que impuso a los demás integrantes de la comunidad una
tributación permanente en especie, fundamentalmente cereales, y en trabajo en
las grandes construcciones de palacios, templos, centros ceremoniales, tumbas,
caminos y obras de riego y canalización. A lo largo de toda la historia antigua estas
comunidades aldeanas constituyeron la fuerza de trabajo fundamental de las
primeras civilizaciones clasistas de Asia, África y América, aunque en la mayoría
de ellas también se utilizaron como trabajadores a jornaleros, arrendatarios y
algunos esclavos, estos casi siempre prisioneros de guerra.

La vida de los aldeanos en estas civilizaciones clasistas fue muy dura y estaba
completamente regulada. Aunque nominalmente eran dueños de la tierra, todo
incremento productivo les era arrancado por los funcionarios encargados de la
recaudación. Los campesinos debían subsistir con lo que le dejaban los
representantes del estado, quienes incluso podían castigarlos si consideraban que
los productos entregados eran insuficientes. Cuando la explotación llegaba a
límites intolerables o se producían malas cosechas, los aldeanos frecuentemente
se sublevaban y, en ocasiones, llegaban a derrocar a la casta dominante. Sin
embargo, no pasaba demasiado tiempo sin que el ciclo se reanudara, pues los
aldeanos necesitaban de los conocimientos que monopolizaba la clase privilegiada
–entre ellos la astronomía, las técnicas constructivas y la escritura- y se
reimplantaban los viejos sistemas de dominación.

La religión desempeñó un papel fundamental. Sus soberanos fueron divinizados y


la máxima expresión de ello se alcanzó en Egipto donde, en el reino antiguo, el
faraón fue elevado al rango de una deidad: Horus entre los vivos y Osiris después
de muerto. En Mesopotamia el rey era considerado el delegado o representante
del dios; en China era el hijo del cielo y entre los incas descendiente del sol. Fue el
medio por excelencia que utilizó la clase en el poder para exigir la tributación,
mediante una coacción extraeconómica ideológica.

Todos los gobernantes de estas sociedades sintieron la necesidad de edificar


colosales palacios, templos y tumbas y construir grandes ciudades o centros
ceremoniales, así como dejar estelas y monolitos donde contaban sus hazañas y
glorias militares. En Mesopotamia o en la civilización preincaica de Chimú, donde
no hubo importantes canteras de piedra, utilizaron la arcilla para construir templos
y palacios, y en la primera de ella las estelas y la estatutaria se hicieron de diorita.

Las pirámides estuvieron presentes en la mayoría de estas primeras culturas de la


humanidad. Los egipcios la utilizaron como tumba de sus reyes dioses; en
Mesopotamia, hechas de forma escalonada, fueron templos a los que llamaron
zigurats; en China, el emperador Shi Huangdi, mandó construir su mausoleo en
forma piramidal y en América fueron edificios dedicados a sus dioses, algunos
coronados con templos. Uno solo de los estados americanos antiguos, la ciudad
maya de Palenque, utilizó la pirámide además como tumba de un alto dignatario.

TEMA 5

LA CIVILIZACIÓN GRIEGA

Danae Ramos

Los pueblos originarios de la región al sur de los Balcanes, donde más tarde
florecería la civilización griega, eran los pelasgos, carios y léleges. Después
emigraron los aqueos, tribus del norte de Europa que se establecieron en esta
zona. A estas culturas se les han llamado prehélenicas. De ellas, fue la
cretomicénica la que marcó el inicio de la civilización griega. La cultura
cretomicénica es considerada el nexo entre el mundo oriental y el llamado “milagro
griego”.

En el siglo XII a.n.e. arribaron los dorios, de origen indoeuropeo, quienes


desplazaron a los aqueos allí asentados, destruyendo el esplendor que estos
habían alcanzado, aunque aportaron el uso del hierro. A partir de entonces, se
inició la llamada época homérica, referida específicamente a Atenas. Esta “edad
oscura” de la historia griega ha sido reconstruida a partir de los poemas épicos de
Homero y de los mitos, leyendas y tradiciones que han llegado hasta nosotros. En
sus primeros siglos, los dorios se organizaron en el oikos, que era un gran centro
social y económico controlado por el aristoi. La gran propiedad territorial
autosuficiente era trabajada por el propietario y esclavos domésticos patriarcales
junto a hombres libres, mientras en Esparta se imponía la esclavitud familiar.

Hacia el año 700 a.n.e. se inició la época arcaica, periodo de transformaciones


notables y de fundación de colonias en Asia Menor, el Mediterráneo y el norte de
África. La organización de la sociedad experimentó cambios evidentes: se
resquebrajó la organización del oikos, la esclavitud individual apareció como pilar
de esta civilización y el comercio se desarrolló. De entre todas las ciudades
estados, Atenas ha sido centro de atención por su extraordinario
desenvolvimiento. Las contradicciones políticas cobraron especial fuerza en estos
años. A partir del siglo VI a.n.e., diferentes figuras como Dracón, Solón, Pisístrato
y Clístenes legislaron en Atenas una serie de medidas que abrieron
paulatinamente el camino hacia la denominada democracia esclavista, que
alcanzó su cénit en el siglo V a.n.e. bajo la dirección de Pericles.

Por otra parte, las amenazas externas se hicieron reales y en el año 500 a.n.e. los
persas comenzaron su avance hacia Grecia continental. Las guerras médicas
llevaron a las polis a una unidad circunstancial. Pero vencido el enemigo, Grecia
salió dividida en dos grandes bloques políticos: las ciudades partidarias del
régimen aristocrático espartano; y las que simpatizaban con la democracia,
encabezadas por Atenas.

El siglo V a.n.e. fue una centuria muy relevante dentro de la historia de la antigua
Grecia, especialmente en Atenas y en las colonias del Asia Menor. A este período
los historiadores lo han llamado clásico, porque la sociedad alcanzó cumbres
importantes en su desarrollo y fue además el momento de apogeo de la esclavitud
individual con la instauración de un sistema político novedoso para la antigüedad:
la “democracia esclavista”. Durante la misma, Atenas se convirtió en la ciudad
mejor fortificada de toda Grecia y centro de las artes, la filosofía y las ciencias. El
llamado siglo de oro ateniense profundizó las contradicciones internas del mundo
griego. Entre el 431 y el 404 a.n.e. estallaron las guerras del Peloponeso. Esta
situación de división y ruina fue aprovechada por Macedonia para penetrar en
Grecia.

En el año 338 a.n.e. Filipo II logró imponerse. Más tarde su hijo Alejandro Magno
coronó la obra cuando construyó uno de los grandes imperios de la historia de la
humanidad y también de los más fugaces, al desmembrarse tras su muerte. La
herencia aportada por el joven macedonio se manifestó básicamente en el plano
de la cultura, la lengua y la religión. El período llamado helenístico mantuvo vivos
muchos valores de la civilización griega en regiones como el Lejano y Medio
Oriente, aunque también introdujo en Grecia las influencias de esas sociedades.
El legado griego fue asimilado junto a los elementos de las antiguas civilizaciones
orientales. Esta etapa tuvo su punto final con la conquista romana en el 146 a.n.e.

TEMA 6

EL IMPERIO ROMANO

Danae Ramos

Hace tres mil años, la península itálica era una tierra escasamente poblada por
diversas tribus. Hombres conocedores del hierro que se movían por Europa de
norte a sur también llegaron a esta región. A mediados del siglo VIII a.n.e. se
fundó en la zona del Lacio una pequeña aldea que recibió el nombre de Roma. En
el siglo VI la dominaron los etruscos, enigmática cultura que legó un estilo de
gobierno, un conjunto de tradiciones y técnicas que hoy se consideran romanas.
La monarquía dio paso a la forma republicana de gobierno que se extendió hasta
el siglo I a.n.e. Durante mas de una centuria la historia romana giró en torno a la
lucha entre patricios y plebeyos, aunque hacia el siglo III a.n.e. estos últimos
habían alcanzado derechos similares a los primeros: acceso a la tierra pública y a
algunas magistraturas y abolición de la esclavitud por deudas.

En la etapa republicana los romanos comenzaron la conquista de la península


itálica y en el siglo II a.n.e., con la destrucción de Cartago, comenzó su dominio
del Mediterráneo. Roma se convirtió en el centro de un vasto imperio, ahora
basado en la esclavitud individual y en los latifundios. El inhumano nivel de
explotación provocó masivas sublevaciones de esclavos como la de Euno en
Sicilia y Espartaco en la propia península. Cuando Julio César ascendió
definitivamente al poder hacia el año 48 a.n.e., la república era una forma de
gobierno insuficiente: necesitaba un jefe de estado, respetado por el ejército y
capaz de tomar decisiones firmes y ágiles. Más tarde los partidarios de César en
el senado, descontentos por el poder que concentraba en sus manos, conspiraron
contra él y lo asesinaron. Octavio, sobrino de César, fue el mejor continuador de
su obra. Con gran talento político inauguró un vasto imperio.

A esta paz esplendorosa le sucedió por un tiempo la época del terror, donde
algunos emperadores se valieron de métodos violentos para pacificar al enorme
imperio. La diadema imperial era objeto de cruentas luchas y se subastaba al
mejor postor. Las legiones se insubordinaban y algunas provincias se levantaban
contra el yugo romano. El caos que se anunciaba tuvo su eclosión en el siglo III, y
la sociedad se sumergió en una crisis en todos los órdenes. La economía que
descansaba en la explotación de la fuerza de trabajo esclava se resintió hasta sus
raíces. Dos factores externos contribuyeron a la agudización del proceso: los
germanos que invadían las tierras imperiales y una nueva ideología, el
cristianismo, que penetraba la mente de los hombres a pesar de las virulentas
persecuciones.

Los últimos siglos del imperio fueron por lo general de gran confusión. La anarquía
militar llevó a veces a la coexistencia de más de un emperador. Las guerras civiles
dejaban las fronteras desguarnecidas y en el ejército se alistaban soldados
germanos, que minaron sus filas. Diocleciano inició un proceso que en el año 306
culminó Constantino con la reorganización del mundo romano. Legalizó la libertad
de cultos y con esta medida puso fin a la persecución cristiana. Después de su
muerte, el retroceso de Roma fue inevitable. El año 476 se ha considerado la
fecha que puso punto final al imperio romano de occidente; pero antes que los
germanos entraran en Roma ya no existía la hegemonía imperial y la economía
esclavista había dejado de ser viable. Tras el fin del mundo antiguo, comenzó a
gestarse otro sistema económico y social más adecuado a los nuevos tiempos: el
colonato.
TEMA 7

EL RÉGIMEN FEUDAL

Amparo López Pujol

El tránsito al sistema feudal se produjo a través del llamado sistema del colonato,
que se extendió desde el siglo III por todo el imperio romano de occidente;
mientras que en la parte oriental dicho tránsito se había producido mucho antes,
aunque en forma más lenta, debido a las diferentes características de ambos
territorios.

En líneas generales, el colonato se fundió con la marca germánica y representó


para todo el imperio un paso superior en el desarrollo social, ya que el colono y
después el campesino dependiente (libre y siervo), estaban incentivados en su
trabajo. Pagaba una renta porcentual y la posibilidad de apropiarse de un por
ciento del excedente indujo al desarrollo de nuevas técnicas productivas,
estancadas en el viejo régimen de trabajo esclavo. Se organizaron en una
economía de subsistencia (siglos VI al XI) basada en la propiedad agraria. Los
germanos organizaron dos grandes reinos; el de los visigodos en la actual España
y el más trascendente de los francos en la Galia, cuya personalidad cimera fue
Carlomagno Pero en occidente, la literatura, el arte y las ciencias fueron
confinadas a límites conventuales. El éxodo de la ciudad al campo hizo que estos
valores y conocimientos decayeran, aunque el desarrollo de una sociedad debe
medirse no sólo por las cimas alcanzadas por su cultura intelectual, sino por el
nivel de vida logrado por la población en su conjunto. El trabajo adquirió una
mayor dignidad y respeto con relación a la esclavitud y la nueva ética humanitaria
del cristianismo impulsó esta tendencia.

La llamada edad media se presenta como una época de renovado avance,


después de un relativo estancamiento, puesto que en el siglo XI las características
que habían primado hasta entonces, como la economía natural y el
autoabastecimiento, fueron poco a poco desapareciendo, para dar paso al resurgir
de la actividad citadina, incluso más intensa que en las ciudades antiguas.

El régimen feudal no se desarrolló de igual forma en el oriente y el occidente del


antiguo imperio romano. En los enfoques que no centran el análisis en las
relaciones de producción, el sistema feudal se define a partir de características
observadas en el oeste europeo, como el vasallaje y la regresión comercial. Es
necesario recalcar que en el oriente, donde las relaciones feudales aparecieron
incluso antes que en el occidente, las sociedades no evidenciaron esas
tendencias, al menos en la misma época que tuvieron lugar en occidente.

Entre los siglos XI y XIII surgieron nuevas actividades económicas, como los
talleres artesanales y el comercio, abriéndose el período de mayor auge de la
sociedad occidental europea. Los artesanos y comerciantes formaban el núcleo de
la población de las ciudades medievales, rodeadas de murallas de piedra, con
torres, almenas y puentes levadizos. Razones de autodefensa los impulsaron a
organizarse en corporaciones de oficios como protección frente al señor y la
competencia. A partir del siglo XIV se inicia la crisis del sistema feudal, al no ser
capaz de resolver, debido a sus limitaciones, las necesidades de una sociedad en
expansión. En su seno comenzarían a dibujarse los rasgos de un nuevo sistema
económico social: el capitalismo.

TEMA 8

SURGIMIENTO DEL ISLAM

Amparo López Pujol

Hacia el siglo VII, cuando se inicia la prédica del Islam en la península arábiga,
Europa estaba dominada por reinos germanos, que habían barrido la zona
occidental del antiguo imperio romano, mientras la parte del oriente o imperio
bizantino había resistido la hecatombe y continuaba siendo una de las potencias
de la época, compitiendo en poderío con el imperio persa sasánida.

Arabia, situada al sudoeste de Asia, parcialmente cubierta por desiertos y recorrida


por cadenas montañosas, se encontraba habitada por numerosas tribus
patriarcales, nómadas y sedentarias, que se regían por la solidaridad de clases y
los vínculos de sangre, enfrentadas en interminables guerras intestinas. La
necesidad de aumentar el número de varones de la tribu para soportar la ruda vida
del desierto, fue un elemento que incidió en la extensión de la poligamia. Las
mujeres eran consideradas objetos y en algunas tribus eran incluso eliminadas al
nacer. La única ley existente entre ellos era la de la costumbre (sunna).

Los árabes, en plena descomposición de la sociedad primitiva, estaban a una gran


distancia del nivel de desarrollo alcanzado por bizantinos y persas, de los cuales
sufrían intromisiones e influencias. La unificación de la península parecía
imposible en corto tiempo, sin embargo, esta se produjo en veinte años, por la
única vía entonces posible: la religiosa.

El elemento religioso aparecía como el único vínculo esencial de unión entre los
árabes. Ciertas tendencias monoteístas ya habían comenzado a esbozarse antes
de Mahoma, a pesar del predominio de múltiples elementos demoníacos, de
idolatría y politeísmo. En las prolongadas peregrinaciones anuales al santuario de
la Kaaba, en Macoraba (Meca), donde se custodiaba la Piedra Negra, considerada
una señal divina enviada a los árabes, se producía una tregua de cuatro meses
entre todas las tribus en guerra para facilitar el acceso al lugar santo. Mahoma, un
caravanero nacido en la Meca, llegó a alcanzar una extraordinaria visión de las
características de su pueblo, de sus posibilidades y necesidades, lo que le
permitió elaborar una concepción religiosa de origen sincrético (el Islam), aunque
al mismo tiempo muy original, capaz de ajustarse a la idiosincrasia de aquellos
rudos hombres del desierto.

El Islam no se alejó de las tradiciones árabes, sino que se enraizó en ellas,


limando las peores aristas de la sociedad clánica-tribal en descomposición; pero
sin desafiar sus costumbres más arraigadas. Por ejemplo, la adoración al templo
de la Kaaba continuó como parte esencial del culto, ahora como santuario de Alá,
y en torno a ese centro se fueron federando una a una todas las tribus árabes.

Mahoma comenzó su prédica en el 610, emigró a Medina (Hégira) en el 622,


donde estableció una teocracia, tras haber vencido a los opositores de la Meca. Al
morir este hombre singular, en el 632, había logrado, aunque frágilmente, la
unidad de Arabia y esbozado una organización social tendente a eliminar el caos
que reinaba en la península.

Los sucesores de Mahoma, entre el año 632 y el 661, Abú Bakr, Omar, Otmán y
Alí, continuaron la djihad o expansión hacia el exterior, y en unas cuantas décadas
conquistaron todo el Cercano y Medio Oriente, excluido sólo el territorio al oeste
de Asia Menor, perteneciente al imperio bizantino; ocuparon Persia y parte de la
India; al oeste avanzaron a través de Egipto por todo el norte de África y de allí
pasaron a la península ibérica y Sicilia. El Islam se convirtió, de forma
sorprendente y rápida, en un nuevo y peligroso poder para los estados de la
época.

TEMA 9

CRISIS DEL FEUDALISMO EUROPEO Y GÉNESIS DEL CAPITALISMO

Leonor Amaro Cano

Desde el siglo X el señor fundía en su persona los derechos del propietario y las
funciones del administrador, del juez, y del jefe militar, pero esto se fue perdiendo
hacia el siglo XIV, sobre todo, en lo concerniente a sus funciones públicas, al ir
pasando éstas a los agentes del rey. También la servidumbre fue desapareciendo
en gran parte de los territorios de Europa occidental. De esta manera, entre los
siglos XIV y XVI, los siervos de la gleba, casi enteramente emancipados, solo
permanecerían unidos al señor por el entonces débil lazo de las rentas feudales.

Desde un poco antes del siglo XIV las tradicionales clases privilegiadas se
arruinaban en la medida que la naciente burguesía progresaba, aunque en
condiciones de inferioridad legal respecto a las primeras, que seguían detentando
el poder político. Los siglos del XIV al XVI fueron pródigos en grandes
acontecimientos. Cada uno de ellos, de forma peculiar, expresaba un proceso de
crisis: insuficiencia de la producción servil, liberación de la servidumbre y/o
recrudecimiento de ésta según las regiones; rebeliones campesinas y urbanas;
guerras; formación de los primeros estados nacionales; renacimiento, humanismo
y utopías; expansión colonial, acumulación originaria del capital y reforma
religiosa, fueron los más relevantes.

Por otra parte, las transformaciones que se experimentaron en Europa entre los
siglos XIV al XVI condicionaron el desarrollo económico en el nuevo marco del
capitalismo mercantil manufacturero. Los países europeos explotaron su superior
tecnología en materia de navegación, construcción naval y armamentos, así como
desarrollaron el comercio internacional por medio de activas compañías
mercantiles que controlaban los asientos o monopolios. La explotación colonial
sirvió para acumular capital, pero sólo las regiones cuyas economías se
transformaron pudieron utilizar este medio para el despegue del nuevo sistema.
España se desplomó después de haber exprimido largo tiempo a sus colonias,
aunque en el caso de los Países Bajos, Francia y el Reino Unido, el imperio de
ultramar del período capitalista mercantil tuvo un efecto más beneficioso para la
capacidad productiva de la economía metropolitana, porque no sólo aumentó los
recursos del capital sino que ayudó considerablemente a ensanchar el tamaño de
los mercados, incluidos los internos, posibilitando el desarrollo de las economías
de escala y de la especialización.

La economía mercantil manufacturera caracterizaría el status de una pequeña


parte de Europa que, de ahora en adelante, marcaría la tendencia del progreso
mundial. A pesar de ello, en la propia sociedad europea, hasta bien entrado el
siglo XIX, todavía se mantendría en muchas regiones el viejo régimen señorial. El
capitalismo, como sistema donde se consolidan las relaciones de trabajo
reguladas por el mercado, se ubica generalmente en el proceso de transformación
industrial que sufre el mundo a lo largo del siglo XIX, caracterizado entonces como
la centuria de la burguesía y de la consolidación de los procesos revolucionarios
antifeudales.

TEMA 10

EL RENACIMIENTO

Ángel Pérez Herrero

Por lo general se da el nombre de renacimiento al proceso de renovación literaria,


artística y científica que, iniciado en Italia en la segunda mitad del siglo XV a
impulsos del reencuentro con la herencia clásica greco-latina, fue extendiéndose
hacia otros países del viejo continente durante todo el siglo XVI en virtud de todo
un conjunto de circunstancias históricas –intercambios comerciales, conflictos
internacionales– hasta alcanzar sus manifestaciones más tardías entrado ya el
XVII.

Sin embargo, considerarlo desde este punto de vista, solamente como una simple
vuelta a los clásicos griegos y latinos, o entenderlo únicamente en su carácter de
movimiento artístico-cultural, significaría pasar por alto los fundamentos sobre los
cuales se erige y adquiere sus ulteriores desarrollos, a la vez que reduce sus
dimensiones e importancia reales en la dinámica del desarrollo histórico de la
humanidad. Y es que el renacimiento se manifiesta como un proceso
extremadamente complejo dentro del cual se asocian toda una serie de factores
de diferente naturaleza que, actuando de consuno e influyéndose recíprocamente,
dejarían su huella no sólo en los dominios de la vida cultural. Así, en primer
término, cabe citar los de orden económico, a través de los cuales adquieren
perfiles mucho más definidos los elementos del modo capitalista de producción, ya
en gestación en las postrimerías de la edad media.

Por otro lado, tales cambios no dejarán de repercutir en los ámbitos político y
jurídico, ya que el quebrantamiento del poder de la nobleza y la creación, con el
apoyo de los habitantes de las ciudades, y no sin lucha, de las monarquías
absolutas y la formación de los estados nacionales, forzosamente hubo de generar
reacomodos en las formulaciones del derecho y de los mecanismos de dirección
política en esas sociedades; mientras, en el plano ideológico-espiritual el
humanismo, entendido como la tendencia a exaltar lo humano y natural en
contraposición a lo divino y sobrenatural predominante durante casi todo el
medioevo, postuló una nueva concepción del mundo y, al hacerlo, abría el camino
en el plano de las ideas y en la práctica social hacia una estimación placentera y
terrenal de lo humano, despojada de toda preocupación por la vida ultraterrena.

De este modo, el humanismo vino a poner en crisis no sólo el dominio ejercido por
la iglesia sobre la vida espiritual del hombre, también dio paso al pensamiento
criticista, a nuevos enfoques en la reflexión filosófica, impulso al pensamiento
científico y al conocimiento de la naturaleza y de sus leyes y además, con la
invención de la imprenta, a la difusión de la cultura. Desde luego, todas estas
transformaciones citadas, a las que cabría añadir, entre otras, las producidas por
los descubrimientos geográficos o por la generalización de los pequeños inventos,
en tanto proporcionaron el sustentáculo material del renacimiento encontraron
reflejo, en mayor o menor medida, en toda la riqueza de sus manifestaciones, en
cualesquiera de los dominios artísticos o científicos donde éste se exprese, con
las características y particularidades propias de que se reviste en cada uno de los
países –Italia, Francia, Alemania, España, Países Bajos– en las grandes figuras
del arte la literatura y de la ciencia como Leonardo da Vinci, Miguel Angel o
Torcuato Tasso.

TEMA 11

LA REFORMA RELIGIOSA EN EUROPA

Leonor Amaro Cano

Las primeras disputas religiosas dentro del mundo cristiano aparecen en el siglo V
al convertirse Constantinopla en la capital del imperio bizantino y pugnar por
concentrar los poderes políticos y clericales frente a una Roma asolada por las
invasiones bárbaras. En el plano religioso aquellas contradicciones culminarían en
el siglo XI con el surgimiento de la iglesia ortodoxa griega contrapuesta a la
católica. En occidente no fue hasta el siglo XIV en que se aprecia la decadencia
del dominio papal a través de los conflictos entre la iglesia y los soberanos, las
divisiones internas y la aparición de las corrientes heréticas.

Esta época de concilios para la reforma de la iglesia desde el punto de vista


católico coincide con el deterioro del feudalismo en el orden estructural, y para
muchos historiadores no es más que una manifestación en el orden espiritual de
toda la crisis que comenzaban a generalizarse dentro de aquel sistema. El inicio
del movimiento intelectual y artístico conocido como renacimiento contribuyó
también a crear un medio saturado de individualismo y de paganismo en el que los
recursos válidos en el medioevo perdían toda su eficacia.

La transformación del orden de las costumbres y de la vida eclesiástica se había


iniciado desde el catolicismo, pero fue Martín Lutero el que realizó la reforma del
orden de la fe y de la propia estructura de la iglesia. Este monje agustino, profesor
de la Universidad de Wittenberg, dio inicio a la ruptura de la cristiandad occidental
que la dejaría en lo adelante escindida en dos tendencias: católicos y protestantes,
al inscribir en su programa reformas que afectaban a la naturaleza misma del
organismo tales como la anulación de la vida monástica; la abolición de los
cánones y de los decretos, la supresión de las indulgencias, la transformación de
la misa, la alteración de la doctrina y en consecuencia de la estructura de la iglesia
al negar el sacerdocio sacramental y la primacía del pontífice.

Estos cambios no están separados de las pugnas sociales existentes entre el


emperador y los príncipes que veían con desagrado las intenciones de centralizar
el poder político y con ello disminuir las prerrogativas señoriales. Esto explica en
gran medida el apoyo que recibió Lutero de parte de muchos príncipes alemanes.
Este movimiento de reformas se extendería por otras partes de Europa. En Suiza,
Zwinglio y más tarde Calvino iniciarían una prédica semejante; la doctrina
defendida por este último tendría gran difusión en Suiza, Alemania, Países Bajos,
Escocia, Hungría y Francia. En Escocia los cultos calvinistas y presbiterianos se
manifestaron no sólo como fuerza religiosa sino también social. En Inglaterra la
reforma fue la obra de Enrique VIII, quien se proclamó como único y supremo jefe
de la iglesia en sus dominios, redenominada anglicana. Detrás de las
discrepancias personales se encontraban las viejas rencillas entre el poder de
Roma y los monarcas, deseosos de controlar los obispados en cada uno de sus
territorios.

TEMA 12

LA ECONOMÍA MERCANTIL Y LOS PRIMEROS VIAJES DE EXPLORACIÓN

Danae Ramos
La sociedad europea de fines del siglo XIV experimentó, desde el punto de vista
económico, un notable avance por el desarrollo del comercio a larga distancia, que
trajo aparejado el incremento del consumo de artículos de lujo y de uso común. En
esta época ocurrió un crecimiento a ritmo acelerado de las sociedades mercantiles
que se propagaron y fortalecieron. A través del manejo de grandes capitales y de
procedimientos crediticios se comercializaban sedas, manufacturas de la
península itálica y los Países Bajos, lana de Inglaterra, productos mineros y
metalúrgicos de Alemania, vinos de Francia, cereales, cáñamos, madera de
construcción y ganado de los estados Bálticos, Rusia y Hungría. Sin embargo,
Europa necesitaba también productos asiáticos como las especias para
medicamentos y la cocina; así como tejidos, vidrios y piedras preciosas. Hasta
fines del siglo XV, estos productos llegaban al occidente europeo a través del
Mediterráneo, pero con las conquistas de los turcos el comercio por esta ruta
decayó y los italianos perdieron su preponderancia en el comercio internacional.

Desde el siglo XIV el conocimiento de algunas técnicas y medios permitieron el


avance por la vía marítima. El timón axial de charnela; la carabela, de tres
mástiles, velamen potente y portador de una artillería relativamente eficaz;
también el compás con aguja imantada sobre un pivote suspendida y combinada
con la rosa de los vientos. Se volvió a difundir la idea de la esfericidad de la tierra
y se desarrolló la cartografía. La flota portuguesa tenía la ventaja de estar más
preparada en el sentido técnico. El hijo del rey Juan I, llamado Enrique el
Navegante, creó una escuela náutica y reunió a matemáticos, cartógrafos y pilotos
para estudiar las nuevas expediciones marítimas. Sus hombres emprendieron las
primeras travesías por las costas africanas. En el siglo XV monopolizaron el tráfico
de esclavos, sal y oro sudanés.

La invención de nuevos instrumentos de navegación, el mejoramiento de los


mapas y el perfeccionamiento de las naves abrió nuevos horizontes. El portugués
Vasco de Gama cruzó en 1497 el Cabo de las Tormentas, más tarde llamado
Buena Esperanza. Este suceso demostró la hipótesis de que era posible llegar a la
India bordeando el litoral africano. Pero estos viajes de exploración no sólo
tuvieron éxito por el empleo de las técnicas de navegación; las necesidades
económicas de las reyecías y la burguesía en formación, el espíritu aventurero, el
afán de lucro y el proselitismo religioso, motivaron a muchos a enrolarse en estas
peligrosas travesías.

A pesar de sus conocimientos de navegación, no fueron los portugueses los


primeros que llegaron al continente americano. En 1492 Cristóbal Colón, tras
recoger las enseñanzas de diversos navegantes, arribó con tres embarcaciones a
las Antillas e inició el proceso de conquista y colonización de América. Europa
abrió una nueva ruta comercial y el Atlántico sustituyó al Mediterráneo.

TEMA 13

CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE AMÉRICA


Sergio Guerra Vilaboy

El descubrimiento, conquista y colonización de América por los europeos fue un


fenómeno de los albores del capitalismo y estuvo propulsado por los intereses de
la naciente burguesía comercial de España y Portugal, volcada sobre los pueblos
indígenas precolombinos. La explotación de los yacimientos de oro y plata en el
“nuevo mundo” representó uno de los factores fundamentales en la acumulación
originaria del capital y en el extraordinario crecimiento de las fuerzas productivas,
contribuyendo al triunfo definitivo de las relaciones de tipo burgués en Europa.
Pero el capitalismo no pudo imprimir su sello a la dominación ibérica del
continente americano, lo que dio lugar aquí a un orden social heterogéneo basado
en lo fundamental en la esclavitud y la servidumbre.

La sociedad iberoamericana, salvo en algunas áreas periféricas, se desarrolló en


la época colonial sobre la base de formas precapitalistas de producción. Sus dos
primeras expresiones fueron la encomienda, que en casi todas partes se
transformó en una institución proveedora de rentas, y la mita, sistema conservado
de la América precolombina que obligaba a las comunidades indígenas a entregar
una cuota de trabajadores forzados, para satisfacer sobre todo los requerimientos
de la minería colonial.

Desde el siglo XVII el peonaje –y en algunos lugares la esclavitud de africanos--


pasó a ser, junto a la hacienda señorial, el principal basamento de un orden que
algunos han denominado feudal-colonial. Aunque el capital comercial desempeñó
un papel importante en los inicios de la expansión ultramarina de España y
Portugal, ello no le imprimió un carácter capitalista a la colonización, ni condujo a
la creación de una red de factorías comerciales –excepto durante un breve periodo
en Brasil: ciclo del palo braza-; tampoco al establecimiento de colonias de
campesinos libres, como sucedería en Nueva Inglaterra (Norteamérica) en el siglo
XVII.

La conquista y colonización de América, desarrolladas en lo esencial durante el


siglo XVI, puede ser subdividida en cuatro fases: 1492-1519, 1519-1535, 1535-
1580 y de 1580 a 1640, esta última referida fundamentalmente a la colonización
inglesa de Norteamérica. En la primera se realizaron los llamados primeros viajes
europeos de descubrimiento a partir de la travesía pionera de Cristóbal Colón en
1492. En esta fase se creó una base firme en las Antillas para las futuras
incursiones en el continente, aunque el denominador común de estas
exploraciones fue la búsqueda de un paso para llegar, por una vía más rápida y
barata que la tradicional, al oriente y sus productos. Pero ninguna comunicación
entre el Atlántico y el Pacífico pudo ser encontrada en estos años. La etapa se
cierra con el hallazgo por Fernando de Magallanes del estrecho que lleva su
nombre, que permite el esperado cruce al Pacífico, aunque este hecho ocurrió
cuando ya los españoles se habían topado con las deslumbrantes culturas de
Mesoamérica, que hizo más atractiva la conquista del continente.
Lo distintivo de la siguiente fase es que se llevan adelante las famosas
expediciones que culminaron con el sometimiento de las grandes culturas
indígenas. La conquista por Hernán Cortés de la confederación azteca, entre 1519
y 1522, y del imperio incaico por Francisco Pizarro, de 1532 a 1533, fueron los dos
grandes momentos de ese proceso. A ellos siguieron, en esta etapa, la ocupación
española del México central y buena parte del meridional, el norte de
Centroamérica (1524) y el área andina (1539), así como el sometimiento de los
mayas de Yucatán (1527-1546). Los tesoros encontrados en México y Perú, junto
a poblaciones mucho más avanzadas que las existentes en las Antillas,
inauguraron la denominada época próspera de la conquista.

Las operaciones de conquista de España posteriores a 1535 se dirigieron en lo


fundamental a asegurarse la posesión de los territorios que le pertenecían según
lo estipulado por el tratado de Tordesillas (1494), lo mismo que haría Portugal
desde 1549 con la región que llevaría el nombre de Brasil. Por su parte, a fines del
XVI, y especialmente en las primeras décadas del siglo siguiente, comenzó la
colonización inglesa de Virginia y Nueva Inglaterra --que desde sus inicios se
caracterizó por la presencia de elementos protoburgueses--, núcleos embrionarios
de las trece colonias inglesas de Norteamérica.

TEMA 14

INICIOS DE LA DOMINACIÓN EUROPEA EN ASIA Y ÁFRICA

María Teresa Montes de Oca

Aunque los europeos no lograron penetrar al continente asiático hasta finales del
siglo XVIII, el control musulmán de las arterias de comercio entre el Mediterráneo
y la India llevó a varias potencias a soñar con una nueva ruta hacia el Extremo
Oriente. Los portugueses desplegaron grandes iniciativas en su búsqueda,
abrieron las puertas de la India a Europa y se aseguraron el monopolio del
comercio marítimo con esa región durante todo el siglo XVI. A comienzos de la
siguiente centuria, la compañía holandesa de las Indias orientales, fundada en
1602 bajo los auspicios del gobierno de los Países Bajos, terminó con el
monopolio de comercio portugués. Dos años antes, la reina Isabel I de Inglaterra
había otorgado un fuero a una organización mercantil similar, la primera compañía
inglesa de las Indias orientales. Sus negociaciones con el gobernante mogol, el
emperador Jahangir, tuvieron éxito y, en diciembre de 1612, los ingleses formaron
su primera factoría en Surat, en el golfo de Kambhat, a la cual sumaron otras en
las décadas posteriores.

Los franceses, que habían comenzado a establecer factorías en la India, alrededor


de 1675, se revelaron como una seria amenaza para el creciente poder y
prosperidad de sus predecesores. En tres años la rivalidad latente entre los
europeos dio origen a una nueva confrontación armada: la lucha por el control de
Hyderabab y Carnatic. La etapa final de las disputas anglo-francesas por el
dominio de la India se desarrolló como una extensión de la guerra de los siete
años en Europa (1756-1763). En el curso de las hostilidades, los británicos
lograron distintas victorias y terminaron de manera efectiva con los planes
franceses de control político del subcontinente, reduciéndolo a la tenencia de unas
pocas factorías. Mientras los europeos se disputaban “derechos y prerrogativas”
en Asia, en sus mentalidades de hombres occidentales consideraban hallarse
frente a civilizaciones “paralizadas” al compararlas con sus concepciones de
movimiento y progreso. Así daban visos de credibilidad a su auto impuesta misión
civilizadora, ignorando o dejando en el plano de la superficialidad el alcance de las
grandes sociedades asiáticas.

Al Asia llegan los europeos en busca de productos exóticos, raras combinaciones


de especias, olores y sabores que transformarían la insípida cocina europea en
exquisita conjunción de arte y satisfacción; sustancias que los alquimistas
occidentales no habían conocido y que bien suministradas por sus mercaderes
desde las costas árabes, indias, chinas y del sudeste, convertirían gradualmente a
la perfumería y los cosméticos en una industria de primer orden. Poco o nada
aportaron estos primeros contactos a las culturas asiáticas, en cambio, Europa se
benefició de las sedas, los tapices, las porcelanas y hasta del té, que con el cursar
del tiempo se convertiría en la bebida nacional británica. Una mirada a las
civilizaciones asiáticas del período en que se inició la penetración europea aún no
implica, en modo alguno, la profunda dependencia colonial posterior.

TEMA 15

LA TRATA DE ESCLAVOS

Armando Entralgo

Entre 1450 y 1850, África Subsahariana experimenta un tipo de contacto con


Europa que no resultó: ni un intercambio comercial en pie de igualdad que pudiera
abrirle vías hacia el mundo exterior, ni la cruda sujeción de tipo colonialista, que
provocara en reacción una ideología africana de reafirmación. Esos cuatro siglos
fueron una época de aislamiento y parálisis.

A la hora de hacer balance, este comercio de esclavos causó un daño


fundamental: sobre todo a partir de 1650 la producción africana para la
exportación fue el "monocultivo" en seres humanos. Ese daño decisivo puede ser
apreciado en la costa entre Senegal y Angola, y más adentro en el llamado
cinturón boscoso de la Guinea. Al vender esclavos, los estados africanos
exportaban su principal capital: mano de obra, sin recibir ninguna recompensa en
interés de su desarrollo económico. Las mismas condiciones del intercambio
impidieron el tipo de acumulación que podría haber llevado a una economía más
avanzada.
En el siglo XIX las presiones de los nuevos intereses industriales que buscaban
materias primas y mercados, pero no esclavos, y las campañas de los
abolicionistas, llevaron a Inglaterra a promulgar el fin de la esclavitud. La trata
continuó hasta mediados de siglo, cuando las otras potencias europeas cedieron a
las presiones inglesas, por enfrentarse ellas mismas a nuevas realidades
económicas y políticas.

Lentamente, los partidarios de la ocupación colonial, la única forma que podía


garantizar el paso del comercio de esclavos a la explotación de las materias
primas africanas, fueron ganando terreno y convenciendo a los gobiernos
europeos de esa época.

Cuando ciertos jefes africanos del interior se obstinaron en continuar la trata,


Europa apoyó a los jefes intermediarios de la costa, a condición de que estos
aceptaran el estatuto colonial -primer paso de la conquista- para después imponer,
por las armas casi siempre, el status de protectorado a los jefes rebeldes del
interior. Las relaciones comerciales euroafricanas en la trata determinarán el
carácter apendicular, "subdesarrollado", de las formaciones sociales africanas que
fueron repartidas entre imperialistas en los últimos años del siglo XIX. Cuando
Europa decretó el paso de la trata al comercio en otras mercancías, muchos
autócratas africanos se resistieron a abandonar el comercio de esclavos e
instigados por grupos europeos antiabolicionistas, prosiguieron las cacerías. Sus
súbditos comenzaron a rebelarse contra aquella sociedad agrietada por la trata, y
entonces los europeos enviaron barcos y cónsules en papel de "árbitros". Algunos
africanos quisieron adaptarse a las nuevas reglas del juego, pero los cónsules y
los navíos extranjeros protegieron e impusieron el monopolio comercial de las
compañías europeas.

Lo cierto es que la incorporación de estas tierras y estos pueblos a un sistema


mundial de expansión mercantilista y luego capitalista inicia su subdesarrollo.
Alrededor de la mesa de conferencias de Berlín, en 1885, las potencias
capitalistas de la época hablaron de "libertad de comercio y misión civilizadora",
asegurando que tomaban "bajo su protección grupos primitivos, desangrados en
guerras intertribales". En realidad secuestraban pueblos empobrecidos por la trata;
culturas originales y enteramente propias, no fueron alimentadas, sino
desbaratadas por el europeo durante cuatro siglos.

TEMA 16

EL ABSOLUTISMO EUROPEO

Constantino Torres Fumero

El absolutismo fue una forma de gobierno que tuvo lugar en algunos países de
Europa durante el proceso de cambios que significó el siglo XVII. En el orden
político estaba basado en el principio de la centralización o unidad de los poderes
legislativo, judicial y ejecutivo en una única instancia: el monarca; para esto se
partía del fundamento de su hipotético origen divino. Fue una forma política de
gobierno en la transición del feudalismo al capitalismo, aunque no en todas partes
se dio por similares causas ni tuvo las mismas consecuencias.

Uno de los regímenes absolutistas considerado clásico fue el francés. Luis XIV,
soberano de todos los señores del reino, disponía de un control ilimitado. En sus
manos se centraban todos los poderes, él decidía la guerra, la paz, disponía de
todos los recursos del estado, él era la fuente de la ley y la justicia. Algunos le
achacan la frase: el estado soy yo.

El monarca, hombre ambicioso, supo rodearse de ministros capaces como


Colbert, para las finanzas, quien llevó a efecto una política mercantilista que
contribuyó al enriquecimiento de la corona, aunque afectó a los sectores más
desposeídos. Durante su reinado se propició la creación de una flota mercante y
de poderosas compañías comerciales. Fundó varias industrias para la exportación
de sus producciones y el abasto nacional, implantó los impuestos indirectos sobre
el consumo aplicables a toda la población, así como aduanas interiores.

Los cambios que se iban operando en la economía, conjuntamente con la política


absolutista de Luis XIV, repercutieron en la estructura social de Francia. La
aristocracia feudal o nobleza de sangre, fue pasando de arrendataria a nobleza
cortesana, arruinada y corrompida por una vida de grandes lujos. Por su parte la
alta burguesía financiera y comercial, que poseía el poder económico, tuvo la
oportunidad de comprar los cargos del estado y convertirse, muchos de ellos, en
nobleza secundaria. Dentro del resto de los sectores sociales, el campesinado
resultaba el más sufrido, ya fuera libre o dependiente. La agricultura se mantuvo
aún con técnicas atrasadas, los adelantos en esa esfera fueron menos y la política
mercantilista no contribuyó a su desarrollo. En la medida que el campo era
económicamente menos rentable, la vida rural resultaba más dura, dando lugar al
aumento de la población urbana.

Entre los costos de la modernización del ejército, las guerras, el derroche de la


corte, las inclemencias del tiempo, las epidemias y las pesadas cargas a los
campesinos, junto a los bajos salarios a los obreros o al incremento de los
desocupados, la vida de la población se fue haciendo cada vez más miserable. A
la muerte de este monarca en 1715, el país se encontraba prácticamente exhausto
y arruinado. Todo ello unido al ascenso de la burguesía y el crecimiento de sus
aspiraciones políticas así como a la rebeldía de los sectores más humildes, fueron
creando condiciones propicias para la revolución.

TEMA 17

LA ILUSTRACIÓN

Joaquín Santana
Bajo el nombre de ilustración se designa a una determinada forma histórica de la
ideología y la literatura burguesa de la emancipación. La ilustración o el
iluminismo, como también se le conoce, fue un movimiento con diferentes
tendencias filosófico-ideológicas y teórico-políticas en su seno, que expresó las
aspiraciones de una burguesía en ascenso. La misma ya conformada como clase
social, tomó conciencia de su papel y emprendió por medio de la crítica una lucha
contra el orden estamental feudal existente en la Europa del siglo XVIII.

En su proyección como agente principal del capitalismo, la burguesía ascendente


o revolucionaria tuvo dos períodos evolutivos. El primero es aquel en que bajo el
dominio feudal nace y se conforma como clase social. El segundo, cuando ya
constituida como clase, expresa su ideología y su proyecto de un nuevo orden
social y se lanza a la conquista del poder político. Durante esos períodos el
movimiento ideológico de la burguesía en ascenso tuvo diferentes etapas en sus
natales países europeos. A la ilustración le anteceden: Primero, el renacimiento
(siglos: XV y XVI) que con su humanismo dio inicio a la subversión de la
concepción teológica feudal del mundo al colocar al hombre como centro del
universo. Después a lo largo del siglo XVII, la reformulación y racionalización de
los sistemas filosóficos dando inicio propiamente a la filosofía moderna. Esta
segunda etapa se desarrolló por medio del racionalismo y el empirismo. La tercera
se corresponde con la ilustración. Cierra el ciclo del desarrollo ascendente del
pensamiento filosófico de la burguesía la filosofía clásica alemana.

La importancia y significado de la ilustración a lo largo del siglo XVIII fue de tal


magnitud que éste ha sido denominado “siglo de las luces”. En el mismo se cree
en el poder de la educación como la vía idónea para la modificación de la
conducta humana. La expresión política de la ilustración fue el despotismo
ilustrado. Para los iluministas, la sociedad se comporta como un organismo que
tiene como finalidad la felicidad de sus componentes. Ella sólo podía ser resultado
del cumplimiento de los derechos naturales mediante el pacto o contrato social.
Son los hombres quienes eligen a sus gobernantes y no dios como sostenía el
derecho divino. El gobernante debía garantizar esos derechos naturales del
hombre. Los gobernados tenían el derecho a rebelarse ante el gobernante que no
cumplía con ese contrato social. En los estados de cierta extensión el tipo de
gobierno ideal era la monarquía absoluta, pues es el único capaz de garantizar la
felicidad y la mayor libertad posible. El gobernante sólo debe aceptar las
enseñanzas de los ilustrados. Esta era en esencia la teoría del despotismo
ilustrado.

La ilustración fue, por tanto, la ideología de una burguesía progresista o


revolucionaria que aspiró a convertir el absolutismo monárquico en la expresión
del gobierno de los ilustrados. Las concepciones teóricas presentes en la
ilustración promovieron profundos cambios conceptuales en el derecho, la
filosofía, la economía, otros estudios sociales y en la religión y la sociedad misma.
TEMA 18

LAS PRIMERAS REVOLUCIONES BURGUESAS

Leonor Amaro Cano

Durante el siglo XVII se produjeron grandes cambios en la vida social y política en


los llamados Países Bajos y en Inglaterra. En estas dos naciones de Europa,
mucho antes que en cualquier otra, las necesidades del desarrollo capitalista
llevaron al enfrentamiento entre la burguesía y las formas políticas prevalecientes
que representaban el poder aristocrático o de la nobleza. Casi siempre estas
pugnas también se extendían al ámbito religioso.

El proceso ocurrido en los Países Bajos traería por resultado la obtención de la


independencia de lo que luego se constituiría como Holanda. Las rivalidades
económicas quedaron aquí envueltas en la lucha separatista. En cuanto al caso
inglés, algunos autores hablan de una revolución en el orden sólo religioso o
simplemente de enfrentamientos parlamentarios. En el siglo XVII, Inglaterra era
uno de los estados más fuertes de Europa. Luego de la guerra de las dos Rosas,
la dinastía Tudor había logrado unificar el territorio bajo la centralización política de
la monarquía absoluta, consiguiendo no sólo la subordinación de la nobleza laica
sino también la eclesiástica. Ello ocurrió cuando la iglesia de aquella nación
rompió sus lazos con el papado romano durante el gobierno de Enrique VIII y se
declaró monarquía protestante (anglicana).

El advenimiento de la dinastía Estuardo, con Jacobo I en 1603, trajo consigo el


enfrentamiento entre la realeza y los sectores representantes de la nueva
economía. En 1628 la cámara de los comunes redactó la famosa Petition of rights
en la que se exigía a la corona el respeto a los derechos del hombre libre. Por otra
parte, los enfrentamientos de Carlos I con la combativa iglesia de Escocia en
1638, con vistas a enfrentar la reacción presbiteriana, le creó dificultades
financieras y lo obligó a convocar al llamado parlamento corto. Carlos I hizo caso
omiso de la cámara de los comunes e implantó hasta 1640 un régimen casi
absolutista, pero cuando impuso la garantía institucional de los derechos y
libertades estalló la revolución.

Nuevas concesiones se obtendrían en el denominado parlamento largo, donde


aspectos tan importantes como la reforma de la constitución eclesiástica o la
regulación del fuero militar tendrían que ser sometidas al consejo y aprobadas en
las dos cámaras del legislativo. Este, declarado ya en franca rebeldía, comenzaría
en el verano de 1642 un enfrentamiento armado contra el rey, en el que Oliverio
Cromwell, dirigiendo al “nuevo ejército modelo”, se convirtió en la personalidad
dominante de la revolución.

La restauración de la monarquía en 1660 fue considerada durante mucho tiempo


como el regreso al viejo régimen. Sin embargo, los cambios ocurridos durante
1640 y 1660 evidenciaron que sólo se produjo un compromiso de clases, que
permitió gobernar primero a Carlos II y luego a su hermano Jacobo II. Ya los
representantes del capitalismo inglés habían logrado tal poder que en 1688, frente
a un nuevo enfrentamiento político con la realeza, no tuvieron que recurrir a las
masas, ni provocar una guerra civil; la burguesía inglesa se aseguró, mediante la
Declaración de Derechos de 1689, que en lo sucesivo fuese imposible gobernar
sin el parlamento. La misión del gobierno consistió en incrementar la riqueza del
país; y la filosofía de Locke sancionaría una libertad basada en la propiedad.

TEMA 19

INDEPENDENCIA DE LAS TRECE COLONIAS INGLESAS DE


NORTEAMÉRICA

Sergio Guerra Vilaboy

En 1775 los colonos radicados en la costa atlántica de América del Norte se


rebelaron contra la metrópoli inglesa. Entre las causas específicas de la
insurrección se encontraba el obstáculo que el colonialismo británico interponía al
desarrollo capitalista de sus importantes colonias norteamericanas. A las
restricciones, que afectaban sobre todo a la naciente burguesía de Nueva
Inglaterra, se sumaban los problemas con la metrópoli que también habían
desarrollado los plantadores y hacendados de las colonias meridionales. A estos
últimos los aquejaba el pesado fardo del endeudamiento, el precio arbitrario
establecido a sus exportaciones de tabaco y a las manufacturas que importaban y,
particularmente, la prohibición de la proclama real de 1763, que les impedía
expandirse a las tierras situadas al oeste de la cordillera de los Apalaches.

Las lesivas leyes inglesas y los nuevos impuestos contribuyeron a aumentar el


creciente descontento de la población norteamericana, a la vez que se deterioraba
seriamente el comercio con la metrópoli. La crisis en definitiva sobrevino en 1773
a partir de las restricciones al comercio del té. Dos años después se producían los
primeros enfrentamientos armados entre los colonos y las tropas inglesas, a la vez
que se constituía en Filadelfia un congreso norteamericano el cual ejercería el
gobierno de las colonias durante todo el transcurso de la guerra de independencia.
George Washington, considerado el más acaudalado colono norteamericano, fue
designado al frente del improvisado ejército de las trece colonias, mientras un gran
propietario de esclavos, Thomas Jefferson, redactaba la Declaración de
independencia, aprobada por los congresistas el 4 de julio de 1776.

La victoria norteamericana en Saratoga (1777) tuvo gran resonancia internacional


y permitió la abierta ayuda de Francia y España. Ello no sólo se expresó en la
participación de combatientes de diversas partes de Europa, sino también en la
directa intervención militar de contingentes de tropas enviadas por estas
potencias. Gracias al contundente apoyo externo, la guerra comenzó a inclinarse
definitivamente en favor de los colonos norteamericanos. Después de ocho años
de duros combates, el ejército inglés dirigido por Lord Cornwallis, acorralado por
las fuerzas combinadas de Washington y el francés Rochambeau, se rindió
finalmente en Yorktown, costa de Virginia (1781). Como resultado de ello, dos
años después Inglaterra se vio obligada a firmar el tratado de paz en que
reconocía la independencia de los Estados Unidos de América, que nació con su
frontera occidental hasta el Mississipí, la del noroeste hasta los Grandes Lagos y
el San Lorenzo y la del sur hasta la colonia española de la Florida.

La emancipación de las trece colonias inglesas de Norteamérica no se tradujo en


grandes cambios revolucionarios, pues se limitó a la ruptura de los vínculos
coloniales con la metrópoli y a la instauración, mediante la Constitución de 1787,
de un sistema republicano que convirtió a Estados Unidos en la primera nación
moderna que lo adoptó en un gran espacio territorial. Además, no se alteró
sustancialmente el régimen económico y social, pues la esclavitud, que
sobrepasaba el medio millón de personas -un 20% de la población total- fue
preservada.

TEMA 20

LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Leonor Amaro Cano

Francia en vísperas de la revolución era un ejemplo de sociedad aristocrática que


tenía como fundamento el privilegio del nacimiento y en el orden económico
primaba la riqueza territorial y la explotación de los campesinos. La monarquía
tenía poderes absolutos y se consideraba uncida por la gracia divina. En esa
sociedad aristocrática el derecho tradicional distinguía tres órdenes o estado: el
clero y la nobleza como estamentos privilegiados y el tercer estado en el cual se
integraba la inmensa mayoría de la nación, desde los campesinos hasta la
burguesía.

El alzamiento popular francés se vio precedido por un aumento continuo de la


deuda pública y por el ascenso al poder del inexperto monarca Luis XVI. Sin
embargo, para muchos autores los orígenes de la revolución francesa hay que
buscarlos en la influencia del pensamiento ilustrado que sustituyó el principio de
autoridad y tradición con el de la razón. La crisis económica y la rebelión de la
aristocracia impusieron a la monarquía la convocatoria de los estados generales,
que días después los representantes populares convirtieron en asamblea nacional.
La decisión de sus miembros de mantenerse unidos en el “juramento del juego de
pelota” y la disposición de elaborar una constitución para Francia expresó un
nuevo momento para la historia de la revolución. Por otra parte, el deterioro de la
economía empujó al pueblo a la insurrección y la fuerza pública escapó al control
real. El 14 de julio de 1789 la multitud tomó la Bastilla, símbolo del poder
aristocrático. Unas semanas mas tarde se daba a conocer al mundo la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que legitimaba la
libertad del individuo como un derecho natural, en una época donde existía la
esclavitud en muchas regiones del planeta.

A fines de 1791 la convención constituyente recesó y dio paso a la asamblea


legislativa: se iniciaba la etapa de la monarquía constitucional. Los constituyentes,
por su parte, estaban divididos. Fuldenses, girondinos y jacobinos se enfrentaban
por mantener o radicalizar la revolución. La posición de los girondinos como
elementos conciliadores con la alta burguesía y la realeza se hizo evidente frente
a la posición de los jacobinos. Al suprimirse la monarquía, se ordenó la
convocatoria de la convención nacional donde la gran burguesía tenía marcada
ascendencia. Mientras tanto, los combates de los patriotas alcanzaban grandes
triunfos contra las fuerzas interventoras.

En este marco se proclamó la república. La concepción de Robespierre de un


gobierno de única voluntad se instauró con medidas de excepción, el más radical
de toda la revolución francesa. En esta etapa se aprobó la constitución de junio de
1793; republicana y democrática. Además se sancionaron los decretos agrarios
que dieron al traste con las relaciones feudales en el campo. La convención
jacobina tuvo que iniciar sus sesiones bajo numerosas presiones económicas y
políticas. Crisis de subsistencias, problemas financieros, agitación federalista y
subversión eclesiástica y rebeliones campesinas. Se impuso entonces el terror
revolucionario. Pero este gobierno jacobino estaba lleno de contradicciones. A
todo eso se unió el rechazo del pueblo a la obra de los descristianizadores que
cerraban los templos sin considerar la arraigada tradición católica del
campesinado francés. Se unió de este modo la contrarrevolución de la gran
burguesía, la posición de los extremistas, con las discrepancias personales de la
dirigencia revolucionaria. Entre agosto de 1794 y noviembre de 1795 gobernó la
convención thermidoriana que hizo retroceder las conquistas revolucionarias de la
etapa jacobina.

TEMA 21

LA ÉPOCA NAPOLEÓNICA

Leonor Amaro Cano

Napoleón nació en Ajaccio, Córcega, en 1769, hijo de un pequeño noble. De 1779


a 1785, el joven Napoleón asistió a las academias militares en Francia y como
muchos otros oficiales apoyó la revolución. Había leído a Rousseau y trabado
amistad con Augustin Robespierre, hermano de Maximiliano, el líder jacobino. Esta
relación tan comprometedora provocaría que en 1793, a la caída del “terror”,
Napoleón fuera detenido. Para su fortuna, atrajo la atención de Barras, uno de los
más inescrupulosos hombres del thermidor. Tras aplastar a los rebeldes realistas
ascendió al grado de general, recibiendo de forma inesperada el mando del
ejército de Italia. Comenzaría así su extraordinaria carrera militar.
Luego de Italia vino la campaña de Egipto. Si bien allí no salió victorioso, su
regreso inesperado a París, en el preciso momento en que se estaba fraguando el
golpe de estado del 18 de brumario, le permitió a Napoleón acceder al poder.
Como primer cónsul, elegido por un período de diez años, sus prerrogativas
superaban a los de sus colegas. En la etapa del consulado se llevó a cabo la obra
legislativa más importante de los tiempos modernos, no sólo para Francia sino
también para todo el territorio europeo conquistado por las tropas napoleónicas.
Este trabajo jurídico fue el código civil, completado en 1804 y rebautizado como
código napoleónico (1807).

Hasta 1803, Napoleón aparecía ante los ojos de sus compatriotas como el
pacificador que había asegurado las fronteras naturales de Francia, y el que puso
fin a la guerra con Europa en términos favorables para el país. La burguesía
francesa le daría todo su apoyo; luego vendría la otra imagen: la del conquistador.

Dominadas las regiones de Bélgica, el Piamonte, Parma y Elba, Napoleón


intervino en Holanda (República Bátava). Luego se enfrentó a los príncipes
católicos en Alemania e impuso una constitución en Suiza (República Helvética). A
todo esto se añadió una nueva fase de expansión colonial. Se compró la Luisiana
a España, se envió una expedición al antiguo Santo Domingo francés y se planeó
un ataque a la India y Egipto. Luego de romperse el tratado de paz firmado con
Inglaterra en Amiens, Francia se lanzó a nuevas guerras de conquistas durante
más de diez años. Se abrió entonces una época de luchas contra el viejo régimen
aristocrático de Europa y sus principales representantes, constituidos, además de
Inglaterra, por las viejas monarquías de Prusia, Austria y Rusia.

Coronado Napoleón en 1804 como emperador de Francia y después de los


grandes triunfos militares de Marengo y Austerlitz, el emperador estructuró la
confederación del Rhin, poniendo fin al viejo imperio romano germánico. Las
conquistas serían paradójicamente el soporte del poder de Napoleón y, a su vez,
una de las causas de su propia derrota. La sublevación del pueblo español desde
1808, el fracaso de la guerra en Rusia (1812), y los levantamientos populares y
nacionalistas en Alemania, más la oposición de la burguesía francesa, condujo a la
abdicación del emperador en 1814 y a la restauración de la monarquía francesa
con Luis XVIII.

Pero las nuevas organizaciones territoriales, gobiernos y estructuras impuestas en


Europa por Napoleón habían desplomado las viejas formas monárquicas y
señoriales y consolidado el poder económico de la burguesía en una buena parte
de Europa. Este cambio ya no tendría retroceso, ni siquiera en 1815 con la
restauración, tras la aplastante derrota de Waterloo.

TEMA 22

LA REVOLUCIÓN HAITIANA Y LOS INICIOS DE LA LUCHA EMANCIPADORA


EN HISPANOAMÉRICA
Sergio Guerra Vilaboy

La emancipación de América Latina formó parte del ciclo revolucionario que, a


escala mundial, se inauguró a fines del siglo XVIII, bajo el influjo de las
concepciones antifeudales de la burguesía europea. El movimiento
independentista que comenzó en 1790 con la revolución de Haití tuvo como
antecedente la liberación de las trece colonias inglesas de Norteamérica. El
estallido de la gran contienda anticolonialista, extendida hasta 1826, fue facilitado
primero por la revolución francesa de 1789 y después por la crisis política
generada por la expansión napoleónica sobre España y Portugal.

Donde con más fuerza se hicieron sentir las agudas contradicciones sociales y
étnicas existentes en las colonias europeas de América fue en el área antillana, al
estallar en la colonia francesa de Santo Domingo la primera revolución de masas
que triunfó en el hemisferio occidental. Aquí la marcada congruencia entre
condición étnica y social desencadenó un conflicto aparentemente racial pero que,
en última instancia, tenía su origen en profundas contradicciones de clase. Al
margen de los factores internos que la desencadenaron, la revolución haitiana
estuvo influida de forma muy directa por los acontecimientos que entonces
sacudían Europa (revolución francesa). En 1791 estalló la revolución de los
esclavos encabezada por Toussaint Louverture que devino, a principios del XIX,
ante los intentos napoleónicos de restablecer el viejo sistema de dominación
(1802), en una contienda independentista dirigida por Jean Jacques Dessalines,
Henri Christophe y Alexandre Petion. Este proceso culminó con la fundación en
1804 del primer estado independiente de América Latina.

TEMA 23

INDEPENDENCIA DE HISPANOAMÉRICA Y BRASIL

Sergio Guerra Vilaboy

En los territorios hispanoamericanos, por su parte, las guerras de independencia


se desarrollaron en dos fases: 1808-1815 y 1816-1826. La primera comenzó con
la formación de juntas de gobierno dominadas por los ricos criollos y se
caracterizó, en sentido general, por las rebeliones armadas paralelas,
espontáneas y descoordinadas, con tácticas y estrategias particulares y diferentes,
que tuvieron por escenarios principales las colonias de México, Venezuela, Nueva
Granada, Quito, Río de la Plata y Chile. En muchos de estos lugares el curso de la
contienda se vio afectado por una larga indefinición política, lo cual llevó a
establecer gobiernos autónomos que seguían reconociendo la soberanía de
Fernando VII y obviaban cualquier propuesta de transformación social. Las juntas
de Cartagena, Buenos Aires, Santiago de Chile y Caracas, por ejemplo, se
limitaron a disponer o legalizar, según el caso, la libertad de comercio, para
satisfacer los intereses de sus promotores (plantadores y comerciantes criollos),
perjudicados con los privilegios mercantiles de los peninsulares.

Para enfrentar la tácita insurrección que significó la formación de juntas en


Hispanoamérica se levantaron los realistas, por lo general españoles: funcionarios,
grandes comerciantes, arrendatarios e intermediarios de los monopolios de la
corona y la mayoría del clero que, en virtud del patronato, formaba parte de la
burocracia colonial. A través de la iglesia, y valiéndose del fanatismo religioso o de
las tradiciones paternalistas de la corona, los realistas -a cuyas filas también se
integró el sector más conservador de la aristocracia criolla- lograron en muchas
ocasiones manipular a capas y clases populares.

Durante la fase de 1808 a 1815, en los principales teatros del conflicto bélico, la
lucha se vio lastrada por la conducción oligárquica, que pretendía romper la tutela
española sin afectar la tradicional estructura socio-económica. Para este sector
aristocrático, puesto a la cabeza de la lucha, la independencia era concebida
como una especie de conflicto en dos frentes: "hacia arriba" contra la metrópoli y
"hacia abajo" para impedir las reivindicaciones populares y cualquier alteración del
status quo.

La pobre participación popular en esta fase de la guerra emancipadora, el


exagerado papel atribuido a las ciudades en la estrategia militar, el carácter
fragmentario y local de los gobiernos criollos y sus múltiples contradicciones
intestinas (centralistas y federalistas, republicanos y monárquicos, radicales y
moderados) fueron los elementos principales que llevaron al fracaso, entre 1814 y
1815, de los principales focos de la insurrección. A ese trágico desenlace
contribuyó la llegada de tropas frescas a América, en particular después del
restablecimiento de Fernando VII en el trono español y la anulación de la
constitución liberal en 1814.

A pesar de los límites impuestos a la lucha independentista por las clases


dominantes criollas, en algunas colonias estallaron verdaderas revoluciones
populares, como sucedió en México con la espontánea guerra campesina
desatada desde 1810 por los sacerdotes Miguel Hidalgo y José María Morelos.
También en el virreinato del Río de la Plata, particularmente en la Banda Oriental
(José Artigas), en el Paraguay (doctor Francia), la sierra andina (Pumacahua) y sin
un centro definido en el Alto Perú (Azurduy, Warnes, Muñecas, Arenales, etc.), la
lucha independentista estuvo acompañada en estos años de una vigorosa
participación de masas, estimuladas por los decretos sociales (1810) de la junta
de mayo de Buenos Aires inspirados por el ala criolla revolucionaria encabezada
por Mariano Moreno. Todos estos movimientos populares representaron el punto
más alto alcanzado por la revolución independentista hispanoamericana.

A pesar de la profunda crisis de las fuerzas emancipadoras, la guerra resurgió con


todo vigor entre 1816 y 1817. A lo largo de este período (1816-1826) se alcanzó,
por dos vías bien diferentes, la liberación de las colonias iberoamericanas, con las
únicas excepciones de Cuba y Puerto Rico. En México el movimiento
revolucionario retrocedió en sus perspectivas de transformación social hasta
desembocar, por métodos casi pacíficos, en una independencia monárquico-
conservadora: el imperio de Iturbide. Algo parecido fue lo ocurrido en
Centroamérica y Brasil. En cambio, para el resto del continente, la emancipación
sólo fue posible mediante una cruenta lucha armada que culminó exitosamente la
dilatada y costosa guerra contra la metrópoli, estableciendo una serie de
repúblicas. En estas regiones, al ejército correspondió un papel decisivo en la
independencia. Partiendo de sólidas bases logísticas en Venezuela (Los Llanos) y
el Río de la Plata (Cuyo), los ejércitos de Simón Bolívar y José de San Martín,
imbuidos de una estrategia de lucha continental -aunque distantes en sus
perspectivas político-sociales-, liberaron no sólo sus respectivas patrias, sino
también Nueva Granada, Quito, Chile, Perú y el Alto Perú, para imponer en
Ayacucho la capitulación definitiva de España, que culminó 15 años de guerra.

TEMA 24

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y SUS CONSECUENCIAS

Leonor Amaro Cano

Aunque la arrancada de este proceso se ubica a finales del siglo XVIII, cuando se
producen los grandes cambios en Inglaterra, se ha caracterizado al XIX como la
centuria donde se consolida la transformación de la producción manufacturera en
fabril. Por esta fecha hay pocas regiones de Europa que ya no estén sometidas a
la gran competencia tecnológica, aunque las modificaciones sustanciales ocurren
solo en algunas regiones del continente y en Estados Unidos. En el centro y
oriente de Europa, y las regiones de la periferia, aún tendrían vigencia las viejas
formas de trabajo del sistema señorial y también se conservaría el poder de la
nobleza.

La primera fase de la maquinización se produce en los años que median entre


1789 y 1830, en los que se conocieron transformaciones que afectaron de muy
diversos modos la vida de los hombres y de los pueblos. En esta etapa preliminar
la industria algodonera y la minera en Inglaterra se desarrollaron profundamente
favorecidas por importantes adelantos técnicos. El incremento que lograban las
minas de hulla iba acompañado por el de la industria siderúrgica. James Watt, al
reparar la máquina de Newcomen, lograría una de las proezas sobresaliente de la
revolución industrial con la invención de la máquina de vapor. Todo ello permitió
que, a principios del siglo XIX, la producción de hulla y de hierro alcanzara
grandes proporciones en Gran Bretaña.

Los cambios en la industria metalúrgica y algodonera provocaron modificaciones


revolucionarias en los transportes. Así, en 1800, Richard Trevithick convirtió su
máquina de vapor en una locomotora, aunque el verdadero éxito se debió a
George Stephenson, quien proyectó los ferrocarriles que finalmente suplantarían
la fuerza animal por el vapor. Estos adelantos más tarde se aplicarían a la
transportación marítima y fluvial.

A partir de 1830, el movimiento industrial se expande por todo el territorio de


Inglaterra en lo que se considera la “fase principal”. Debe tenerse presente que
aquí el incremento de capital estuvo estimulado por un arranque precoz, así como
a la especialización que fueron alcanzando los hombres dedicados a los estudios
y prácticas de nuevos procedimientos y técnicas. Por ejemplo, la producción de
hierro se estimuló con el invento de un novedoso método para convertirlo en
acero. En 1856 Henry Bessemer y luego, en 1859, William Siemens, establecieron
técnicas diferentes que entraron en competencia a partir del incremento de la
construcción de ferrocarriles. Por otra parte, las carreteras de macadán y los
vapores permitieron mover grandes cantidades de materias primas y a más bajo
precio. Mayor producción, y luego un comercio extendido y ampliado, cambiaron
no sólo la vida de las ciudades sino también el mundo rural.

TEMA 25

LIBERALISMO Y SOCIALISMO CIENTÍFICO

Joaquín Santana

El período histórico comprendido entre 1815 y 1870 fue, fundamentalmente para el


mundo europeo, una etapa de transformación que, analizada en su conjunto, ha
sido denominada como la época de consolidación de la cultura burguesa, según
unos, o de la cultura liberal, según otros. Este periodo de la historia universal tiene
entre sus grandes aportaciones la eclosión de las principales ideologías de
nuestro tiempo, liberalismo, romanticismo, realismo y socialismo, convertidas en
las corrientes fundamentales de la época.

El liberalismo en su sentido más amplio tuvo una importancia enorme en la


evolución de la sociedad y de la política decimonónica. Su aparición coincidió en
Europa con la instauración de gobiernos más eficaces contrapuestos al
absolutismo real del antiguo régimen. En el plano de las ideas fue un movimiento
intelectual “radical” producto de la sistematización y cohesión del fondo común de
la ilustración del siglo XVIII, que al fundirse con las ideas económicas derivadas
del proceso de la industrialización permitió un gran abanico de posiciones en torno
a la libertad, a la soberanía, a los derechos de hombre, a las relaciones
internacionales, entre otros muchos aspectos. La burguesía fue opositora de la
monarquía divina; como clase laica y librepensadora, aunque no democrática. De
manera que las banderas republicanas serían enarboladas por otros sectores, la
pequeña burguesía y el proletariado.

Frente a la fuerza que fue logrando el liberalismo en el siglo XIX, las doctrinas
socialistas alcanzaron mayor coherencia. Nacidas en la nueva situación
económica de la industrialización y de los principios racionalistas de la ilustración
expresan la larga tradición de la cultura occidental. Por ello no le son ajenas las
descripciones de comunidades organizadas en régimen comunista como planteó
Thomas Moro en la Utopía o Campanella en la Ciudad del Sol. Así también se
nutrieron estas ideas de las formulaciones basadas en proyectos de
construcciones sociales tan prácticos como el socialismo de Owen o de gran
profundidad teórica como el pensamiento de Saint Simon, Fourier y el propio
Proudhon. Y también contribuyeron, aunque fuera en su oposición, todo el
fundamento de las actividades movilizadoras bajo el presupuesto de la defensa
obrera de Louis Blanc, Blanqui y hasta el propio Bakunin.

En realidad, estos pensadores no pasaron de formular proyectos de cambios


sociales. Marx completaría la nueva doctrina materialista introduciendo al hombre
mismo como autor dentro de la esfera de la existencia material para considerarlo,
no sólo como contemplador de la realidad, sino como agente activo, no fuera, sino
dentro del mundo de la realidad material.

TEMA 26

NACIONALISMO Y REVOLUCIÓN EN LA EUROPA DE 1848

Leonor Amaro Cano

La restauración de 1815 representó el regreso, o el retroceso temporal, a los


presupuestos de un régimen feudal idealizado. A este giro los herederos del “siglo
de las luces” opusieron una débil resistencia. Voltaire, Rousseau y los
enciclopedistas no tenían sucesores dignos de ellos. Sus ideas no eran ya
comprendidas de la misma manera que antes de la revolución: a pesar de que la
institucionalidad revolucionaria subsistió.

A partir de 1820 se reanudarían las luchas de la naciente burguesía. Las


experiencias de los años 1789-1815 obligó a revestir nuevas formas: movimientos
clandestinos, sociedades secretas constituidas por nobles, clérigos, burgueses, y
oficiales, conspiraciones de militares, que apelaron hasta 1830 al pronunciamiento
como forma habitual de actuación. Así, durante cerca de medio siglo, de 1815 a
los años sesenta, no se conoció más que mutaciones relativamente secundarias.
La lucha de la burguesía por consolidar su poder se mueve no sólo en tiempo sino
también en el espacio, extendiendo su influencia a otras partes del mundo.

El pensamiento liberal daba una justificación racional al mundo recién nacido. El


liberalismo surgía como bisoña ideología destinada a colmar las necesidades de
un mundo emergente, que se desarrollaba a partir de muchos acontecimientos
históricos (descubrimientos geográficos, reforma protestante, innovación científica,
ensanchamiento de la cultura, novedosa teoría política y, sobre todo, renovadas
relaciones sociales capitalistas).
La década del cuarenta y, en particular, el año 1848 fueron el punto de partida de
los levantamientos revolucionarios que comenzaron en Italia, continuaron con los
sucesos de París, donde alcanzó mayores bríos, y luego se extenderían a
Alemania y Austria. Todos ellos frutos de un complejo de causas donde se
mezclaban factores políticos, económicos e intelectuales. De ese movimiento
revolucionario nació la segunda república francesa. Tras su proclamación, el 24 de
febrero de 1848, fue aprobada la comisión de Luxemburgo para estudiar los
problemas sociales y abrieron sus puertas los talleres nacionales como propuesta
de solución a las demandas laborales de París. Sin embargo, la reacción logró su
aplastamiento dando por terminada la efímera democratización alcanzada en los
primeros días. El fracaso de la república en Francia, y la instauración del reinado
de Luis Napoleón Bonaparte, representó un proceso regresivo que llegó también a
otros territorios de Europa.

Para muchos autores se produjo una segunda restauración porque en líneas


fundamentales es el antiguo, y no el régimen liberal, el que continuó imperando en
gran parte de Europa Frente a esta situación, con una gran variedad y con ritmos
bien distintos, se fue entronizando la liberalización de las normativas económicas.
Las ideas de la escuela de Manchester se concretaron en medidas librecambistas
que culminaron en Inglaterra con la derogación de las actas de navegación (1849).
Liberalización política expresada en la ampliación del sufragio censatario; las
reformas económicas en Prusia, las liberalizaciones de Alejandro II en Rusia. Y
junto a todo ello, la acción ultramarina, que si bien no excluye alguna que otra
expedición colonial punitiva, se identifica básicamente con la política abolicionista
defendida por los ingleses, la otrora traficante de esclavos.

TEMA 27

EXPANSIÓN TERRITORIAL Y GUERRA DE SECESIÓN EN ESTADOS UNIDOS

Sergio Guerra Vilaboy

La expansión territorial de Estados Unidos se inició desde su misma constitución


como nación y fue considerada por muchos norteamericanos como un verdadero
"destino manifiesto". Ya en 1803 los Estados Unidos compraron la Luisiana a
Francia y, entre 1810 y 1813, se apoderaron por la fuerza de la Florida occidental
y en 1819 de la oriental, que pertenecían a España.

No conformes con estas significativas adquisiciones de territorios, colonos


norteamericanos se fueron asentando en Texas, favorecidos porque esta región
carecía de una frontera natural que la delimitara de Estados Unidos. En 1836
estos mismos colonos anunciaron su separación y proclamaron a Texas como
"república independiente", condición que impusieron a México tras una breve
guerra.
La ambición de territorios mexicanos por parte de Estados Unidos no terminó con
esta presa, pues en 1846 sus tropas invadieron el territorio norteño de México.
Después de una exitosa ofensiva militar los norteamericanos impusieron en 1848
el tratado Guadalupe-Hidalgo, que obligaba al país derrotado a aceptar la pérdida
de California, Arizona, Texas y Nuevo México. El enorme territorio arrebatado a
México no puso fin a la expansión norteamericana. En 1846 Estados Unidos
obtuvo de Inglaterra la cesión de la comarca de Oregón y en 1867 se produjo la
compra de Alaska a Rusia.

Paralelo al proceso de expansión territorial se fueron agudizando las diferencias


entre la burguesía norteña y los plantadores esclavistas del sur. Esta contradicción
básica entre dos sistemas económicos diferentes, un norte industrial, ávido de
mercados y fuerza de trabajo libre, partidario del proteccionismo arancelario, y un
sur esclavista, dominado por los grandes latifundios algodoneros y una economía
monoexportadora, sin industrias, terminaría por desembocar en una cruenta
guerra civil en 1861. El país se dividió en dos bandos: el del norte o yanquis -23
estados y casi 22 millones de habitantes- y el de los sureños o confederados -11
estados y 9 millones de habitantes, un tercio de ellos negros esclavos.

La victoria norteña trajo aparejada la emancipación de los negros esclavos. Los


resultados de la guerra de secesión significaron un extraordinario estimulo al
desarrollo de la economía nacional, sobre todo en los estados del norte y el oeste.
El triunfo del norte en la guerra permitió satisfacer una necesidad del capital:
dominar el más vasto territorio posible bajo un solo gobierno centralizado. El
capitalismo norteamericano, liberado de la traba de la esclavitud y de la rémora de
los grandes latifundios sureños, en lo que en rigor puede definirse como una
segunda revolución burguesa -la independencia fue la primera-, se expandiría en
lo adelante a un ritmo realmente vertiginoso. Antes de la guerra sólo había un
puñado de millonarios; después del conflicto se contaban por docenas, a la vez
que surgían los primeros monopolios. Hacia 1890 la producción industrial
sobrepasaba en valor a la agricultura y cuatro años después Estados Unidos ya
había superado a Inglaterra y todas las demás grandes potencias, convirtiéndose
en el país industrial más importante del planeta.

TEMA 28

EL IMPERIALISMO

María Teresa Montes de Oca

A fines del siglo XIX y principios del XX el capitalismo como sistema conoció de
importantes cambios que desde hacía mucho tiempo maduraban en su seno y que
se reflejaron en todos los ámbitos de la sociedad. Desde aquel periodo y hasta
nuestros días autores de diversa filiaciones ideológicas y desde diferentes ángulos
han identificado y analizado aquella metamorfosis.
Una de las características esenciales, comúnmente subrayada por la mayor parte
de los estudiosos, es el acelerado aumento de la concentración de los capitales y
la producción en manos de los grandes monopolios, sobre la base de una intensa
competencia donde las empresas más poderosas arruinan a las más débiles o se
funden unas con otras creando colosales consorcios. El fenómeno de
concentración también se hizo patente en otros importantes sectores de la
economía, especialmente en la banca, creándose las condiciones para la
aparición de un segundo rasgo: la fusión del capital bancario e industrial, con lo
que quedó conformado el capital financiero.

Hasta las últimas décadas del siglo XIX, el monto principal de las exportaciones de
las potencias industriales estaba conformado por mercancías, sin embargo, a
partir de estos años comienza a crecer significativamente la exportación de
capitales por parte de la burguesía, con el fin de aumentar y estabilizar sus cuotas
de ganancias. Esta tendencia ha propiciado históricamente un dominio mayor de
las grandes potencias sobre el resto del mundo, contribuyendo decisivamente a la
deformación que hasta hoy día padece la mayor parte de las naciones.

También se puede destacar como elemento consustancial al imperialismo


moderno, en sus etapas iniciales de desarrollo, el reparto territorial del mundo
colonial y dependiente entre las grandes potencias y las luchas por la
redistribución del mismo, tendencias que generaron algunas de las
contradicciones que más tarde contribuyeron al estallido de las dos guerras
mundiales.

Otro elemento distintivo, que ha devenido uno de los más visibles en la actualidad,
lo constituye la aparición de las grandes corporaciones monopolistas
internacionales a través de las fusiones de grandes compañías nacionales. Tales
dimensiones facilitan la ampliación de las capacidades competitivas, aumentan las
perspectivas de estabilidad financiera y brindan mayores posibilidades para
controlar los últimos adelantos científico-técnicos, así como los mercados y áreas
de inversión.

Con el transcurso del tiempo nuevos elementos han venido a desarrollar y hacer
más complejo el fenómeno imperialista. Uno de los cambios que se percibe en las
etapas más contemporáneas es el nuevo papel que le corresponde al estado
frente a la regulación macroeconómica de las naciones, así como a las
instituciones internacionales financieras que le sirven de apoyo como son el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, etc.

Hoy en día, el poder de estas macro compañías se extiende de manera creciente,


no sólo sobre las esferas económica y política sino que influye sobre los gustos,
formas de vida y estados de opinión de millones de personas en muchas partes
del mundo. El imperialismo como sistema socio económico ha acarreado para la
humanidad incontables falacias de desarrollo y bienestar sustentadas sobre una
distendida realidad de guerras, miserias y atropellos.
TEMA 29

EL COLONIALISMO Y SUS CARACTERÍSTICAS EN ASIA

Pablo Arco Pino

La formación de los imperios coloniales en Asia estuvo precedida por la ruta de las
especias y subsiguientemente por la del oro, que culminaron con el llamado
descubrimiento de América y su posterior colonización. Este proceso se relaciona
con las propias características de cada etapa del desarrollo capitalista, a la que
corresponde una fase particular de las empresas coloniales. El afán por conseguir
oro y metales preciosos, e importar productos exóticos, llevó al establecimiento en
las zonas periféricas del Asia meridional y oriental de factorías o simples enclaves
comerciales; el desarrollo del mercantilismo, condujo hacia una expansión
fundamentalmente de carácter territorial que buscaba mercados para los
excedentes europeos y fuente de materias primas para sus industrias. En un
tercer momento, en la segunda mitad del siglo XIX, las grandes potencias se
interesaron por asegurar las zonas de inversión de sus capitales, proceso que
culminó con un nuevo reparto del mundo y el establecimiento de los imperios
coloniales.

Hacia la tercera década del siglo XIX, Inglaterra era prácticamente dueña de la
India. Holanda, despojada de sus colonias por los británicos en favor de los
franceses, recuperó sus posesiones de Indonesia. Aunque Gran Bretaña
conservaba la península de Málaca, se hallaba instalada sólidamente en la isla de
Java, y contaba con puntos comerciales en la costa este de la isla de Sumatra, en
el litoral sur de Borneo y en algunas islas del archipiélago productoras de
especias. En el resto de la región, los estados musulmanes eran prácticamente
independientes. España que dominaba el archipiélago filipino, con excepción de
los sultanatos musulmanes del sur, era a la sazón, la otra gran potencia colonial
del Asia oriental. Las posesiones de las demás eran sólo los restos de tentativas
de ocupación. En toda la región, las colonias se hallaban financiera y
comercialmente ligadas a las metrópolis.

Pero hacia 1820 se produjo una crisis y las formas de organización heredadas del
siglo XVIII no satisfacían ya a las grandes potencias. El comercio sufría una
transformación fundamental: se buscaba asegurar mercados para los nuevos
productos manufacturados puestos en circulación por la revolución industrial de
Europa. Era el momento de la transición y de convertir a las colonias en
consumidoras de productos metropolitanos.

Las formas de dominio en Asia variaban en dependencia del sistema o régimen


colonial establecido. En la India, tras la revuelta de los cipayos (1857-58), se
proclamó oficialmente como colonia de la corona británica, bajo una
administración ejercida a través de un virrey. Las Indias holandesas, Malasia e
Indochina francesa, adoptaron formulas de dominio colonial similares. Las zonas
de administración directa se entremezclaban con las de protectorado. China, por el
sistema de tratados desiguales establecidos después de las guerras del opio,
mantuvo su aparato estatal esencialmente intacto, por lo que se considera una
excepción dentro de este panorama colonial. Igual destino seguiría Japón luego de
la apertura en 1853, pero con diferente final: la entrada violenta del comercio
extranjero precipitó la crisis interna de la sociedad que, en su evolución, restauró
un poder imperial autoritario y modernizante que transigió provisionalmente con
occidente, con el objetivo de entrar mejor en la vía de las reformas sobre el
modelo occidental e instalando el “gobierno de las luces” o Meiji, en 1868.

TEMA 30

EL PROCESO MEIJI EN JAPÓN

María Teresa Montes de Oca

La revolución Meiji fue el acontecimiento que marcó definitivamente el fin del


feudalismo centralizado en Japón y posibilitó las transformaciones de índole
conceptual, organizativa y estructural de la sociedad nipona en el marco del
desarrollo capitalista. El período Meiji (1868-1911) se identifica políticamente con
el gobierno de una oligarquía procedente de varios importantes clanes japoneses.
Ellos fueron quienes impulsaron la revuelta y los que guiaron la restauración en el
trono del emperador.

La política que prevaleció fue la de modernizar al país y enfrentar los retos de


occidente, para lo cual apelaron desde el suicidio como clase social hasta la
exacerbación del nacionalismo sustentado en la religión oficial shintoísta. Desde
comienzos del período de transformación, se sucedieron con celeridad varias
leyes promulgadas con estos fines, entre ellas la de reforma agraria (1872). Sus
objetivos fueron más económicos que sociales, ya que fue promulgada para
centralizar y racionalizar el impuesto agrícola, en un momento en que los
principales ingresos fiscales provenían de la tierra. Mediante estos cambios, el
campesino fue atado por el fisco al gobierno central y a la necesidad de técnicas
modernas que lo sojuzgaban a una nueva clase que se conformaba en el medio
rural: el terrateniente capitalista.

Otras leyes tenían en cuenta la relativa desventaja nipona, como las reformas
financieras que establecían un mecanismo dirigido a subvencionar a la burguesía
nacional y que explica el temprano desarrollo del capitalismo de estado. Estas
medidas, emprendidas entre 1871 y 1872, reorganizaron la circulación monetaria
sobre un esquema básicamente occidental. En este proceso, los gobernantes del
Meiji dieron gran importancia a la búsqueda de una identidad nacional. Este
objetivo estaba muy vinculado a las reformas de la educación que arrancan en las
postrimerías de los setenta y cubren todo el período subsiguiente.
Un elemento esencial en el programa de reformas lo constituyó la constitución
Meiji de 1889. Ella representó una combinación de elementos políticos
occidentales y de idearios y tradiciones nacionales. El emperador quedaba
legitimado como monarca absoluto y sagrado, por encima del gobierno, a la vez
que representaba al estado. La participación popular era canalizada a través de
asambleas locales, carentes de todo poder real, y la dieta, compuesta por dos
cámaras –la de los pares y la cámara baja-, elegidas por sufragio censatario.

Un aspecto muy significativo durante todo este proceso fue el desarrollo del
militarismo moderno, acorde con una política exterior que se caracterizó por la
agresividad expansiva hacia territorios cercanos. La reforma militar de 1871 había
puesto fin a los soldados profesionales, tal y como se había concebido en el Japón
feudal, eliminando los privilegios de los samurais y creando un ejército por
reclutamiento nacional formado por campesinos y algunos antiguos samurai como
oficiales.

La era Meiji llegó a su fin en 1911, luego de desarrollar un capitalismo en el que


los zaibatsu (monopolios) se erigieron como ejes de la economía. Durante este
período, Japón salió de su secular ostracismo y se constituyó en un activo actor en
el concierto de naciones imperialistas. Se había producido un reordenamiento del
sistema internacional en el que la hegemonía de las metrópolis europeas fue
sustituida por un nuevo orden de potencias imperialistas entre las que emergía
Japón.

TEMA 31

EL REPARTO DE ÁFRICA POR LAS GRANDES POTENCIAS

Armando Entralgo

¿Sobre quién recae la responsabilidad por el desencadenamiento de las


campañas europeas y el reparto colonial, entre la conferencia de Berlín de 1884 al
85 y la primera guerra mundial? Independientemente de que no subestimemos el
efecto material y moral de esas acciones depredadoras en las sociedades
africanas, es necesario comparar a los atacantes con los atacados en cuanto a las
necesidades y posibilidades reales de las potencias europeas, y de los africanos
en plena coyuntura de fines del siglo XIX.

La desventaja africana era muy evidente: la debilidad (comparativa) de sus


confederaciones protonacionales; de sus ejércitos no profesionales; sin fronteras
territoriales bien definidas, etc. Sin embargo, dichas sociedades opondrían en
numerosos casos una resistencia feroz a la agresión, logrando más de una vez
derrotar al invasor. Frecuentes serían los enfrentamientos de ejércitos integrados a
un lado y a otro por africanos y europeos en alianzas de diferente origen, como
sucedió en Sudáfrica durante los enfrentamientos entre boers y británicos.
Las derrotas africanas no pueden ser relacionadas con una supuesta división. Ese
tipo de conclusión es bastante simplista: los africanos no estaban "desunidos",
sino que simplemente vivían en diferentes formas de convivencia, en grupos
étnicamente distintos y generalmente pequeños, bajo muy variadas formas de
jefatura tradicional, esparcidos en territorios por lo general extensos y débilmente
habitados, además de otras experiencias. Comenzaba a madurar la idea de cómo
unir fuerzas por la parte africana: Samory Touré, en la alta Guinea, sería el mejor
ejemplo de cómo se iban profesionalizando los ejércitos africanos, y factualmente
repensando las "fronteras" coloniales en plena lucha contra el invasor europeo.

En la era del colonialismo imperialista, las acciones de los europeos en África iban
en busca de materias primas, agrícolas o minerales, de mercados para sus
productos, tratando de expandir su territorio económico. Pero, casi todo lo
conquistado y ocupado en esos años entre 1884 y comienzo de la primera guerra
mundial, sería mucho más para crear su propia reserva en la lucha contra sus
competidores europeos en dependencia de la capacidad de explotación real del
mercado local. No sería hasta la década del cuarenta que las metrópolis
necesitaron más sus colonias e hicieron algunos esfuerzos encaminados a
beneficiar las empresas de los intereses europeos en el terreno.

Debemos hacer también otra aclaración. No todo gobierno, lobby y partido político
europeo hizo campaña en pro de la colonización. Lo más frecuente era encontrar
partidos pro-coloniales al mismo tiempo que partidos anticoloniales, cuyas luchas
políticas en las metrópolis a veces eran más influyentes en el desarrollo del
colonialismo en África que los propios esfuerzos de los africanos.

Debemos estudiar comparativamente la profundidad del impacto colonial. La


historia real demuestra las muchas variantes experimentadas por los ocupantes:
los británicos, se inclinaron a la administración indirecta (mandato dual o
protectorado), pero asimismo ensayaron con el gobierno directo en las regiones de
la costa africana en que se habían implantado desde el comienzo de las
conquistas coloniales; en cuanto a los franceses, estos parecen haber preferido
las fórmulas directas y centralizadoras, lo cual no excluyó el uso del protectorado
en algunos territorios (Madagascar, Argelia, Marruecos y Túnez, por ejemplo); en
cuanto a las otras potencias, las mismas probaron con uno y otro modelo: así el
paternalismo belga y el portugués; mientras que los alemanes se lanzaron a
fundar lo que llamarían ellos mismos colonias modelo, que presentaban
características de todos los demás esquemas.

TEMA 32

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Pablo Arco Pino


El estallido de la primera guerra mundial debe ser relacionado, en primer término,
con la agudización de las contradicciones entre las grandes potencias
imperialistas como resultado del desarrollo desigual de sus respectivas economías
y, por tanto, de sus potencialidades y ansias de dominio. A fines del siglo XIX
resaltaba el decaimiento económico sufrido por Gran Bretaña, otrora considerado
el taller industrial del mundo frente al crecimiento de los índices productivos de
naciones como Alemania. Sin embargo, este país veía bloqueadas sus
posibilidades de expansión en el plano territorial, comercial y financiero.

A partir de principios del siglo XX el mundo fue testigo de una desaforada carrera
de armamentos y de la formación de las dos alianzas militares más poderosos que
conociera la historia hasta aquellos días: la entente cordial, encabezada por Gran
Bretaña y la coalición de los imperios centrales dirigida por Alemania. Antes del
estallido de la contienda esta última potencia, apoyándose en su gran fuerza
militar, trató de mediar en distintos cónclaves y enfrentamientos locales, intentando
romper el cerco que la atenazaba. Ello se hizo especialmente patente en los
Balcanes, donde las contradicciones interimperialistas eran muy candentes a fines
del siglo XIX y principios del XX.

Las causas del estallido de la llamada “gran guerra” no deben achacarse a ningún
acontecimiento aislado o responsabilizarse a uno u otro país en particular. En
realidad la contienda estuvo precedida por numerosos roces y pugnas periféricas
donde directa o indirectamente medían fuerzas las grandes potencias y se
preparaban para el inevitable enfrentamiento bélico.

Tanto antes como durante la contienda los gobiernos de ambos bandos trataron
por todos los medios de ocultar los verdaderos fines imperialistas de su
participación, presentándose como representantes de la dignidad y el honor
nacionales y asegurando que su causa estaba respaldada por la voluntad divina.
El epíteto de mundial, que por primera vez se le confirió a un enfrentamiento
armado, se debió a que en ella se vieron implicadas muchas de las naciones del
mundo y a la diversidad de frentes de guerra en que se combatió, tanto dentro
como fuera de Europa.

Durante la primera guerra mundial se movilizaron alrededor de 70 millones de


personas, en su mayoría hombres jóvenes, de los cuales cerca de 9 millones y
medio perecieron, mientras que otros 20 quedaron inválidos. A estas cifras deben
sumarse varios millones de civiles muertos a causa de las acciones bélicas o por
hambre y enfermedades. Como resultado del descenso de la natalidad y el
ascenso de la mortalidad infantil, la humanidad vio disminuido su crecimiento en
20 millones de personas. Cada día de guerra costó a los países beligerantes
incontables pérdidas materiales, muchas de ellas irrecuperables, y una
incalculable cuota de sufrimientos. El carácter rapaz de los objetivos que se
habían propuesto las potencias de la entente se manifestó de manera evidente en
el sistema de tratados de paz, llamado Versalles-Washington, impuesto a los
países perdedores. De hecho la forma en que fue organizado el mundo posbélico
no sirvió más que para preparar nuevos enfrentamientos armados.
TEMA 33

LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Pablo Arco Pino

A inicios del 1917 el pueblo ruso se encontraba en una situación de extrema


penuria, desangrado y agotado por su participación en la primera guerra mundial.
En febrero se produjo una revolución de corte democrático burgués que destronó
al zar e instauró un gobierno provisional, pero que también propició el surgimiento
de soviets o consejos de obreros, soldados y campesinos.

Tras una denodada lucha contra sus adversarios políticos, los bolcheviques
lograron tomar el poder en sus manos y organizar un gobierno revolucionario
cuyos primeros pasos fueron la adopción de los decretos “Sobre la tierra”, “Sobre
la paz” y “Sobre los derechos del pueblo trabajador y explotado”, respondiendo así
a las reivindicaciones esenciales de la mayoría del pueblo. Sin embargo, ante el
fracaso de las revoluciones en Europa, el bisoño estado soviético, dirigido por
Vladimir I. Lenin, se vio obligado a enfrentar una poderosa fuerza organizada por
la reacción interna y apoyada por una coalición de países que incluían a las más
importantes potencias del orbe.

El flamante poder obrero campesino aspiraba inicialmente a controlar sólo una


parte de los medios económicos, estableciendo una forma de capitalismo de
estado que le permitiera avanzar paulatinamente hacia el socialismo. Sin
embargo, las circunstancias le obligaron a tomar en sus manos la mayor parte de
la economía y aplicar una férrea dictadura dirigida contra la burguesía y los
terratenientes.

Las fórmulas del “comunismo de guerra”, como se llamó a esta política, dieron
resultado en aquella coyuntura, pero alcanzada la paz, desestimulaban la
producción y entorpecían el acelerado desarrollo que en todos los sentidos exigía
la construcción del socialismo en un país atrasado y aislado. Ello impuso la
introducción de una serie de medidas de renovación conocidas con el nombre de
nueva política económica (NEP).

La NEP incluía, entre otras disposiciones, la introducción de diversos mecanismos


de mercado, la revalorización de la moneda, así como las inversiones de capital
extranjero. No obstante, los medios y ramas más importantes de la economía
quedaron en manos del estado soviético, el cual se dio a la tarea de imprimirles un
desarrollo acelerado a través de la planificación, la industrialización, la
electrificación y la revolución cultural a lo largo y ancho del país.

En los últimos años de su vida Lenin prestó mucha atención a determinadas


problemáticas que luego fueron desatendidas. El líder bolchevique alertó en
múltiples ocasiones sobre los peligros de excesiva burocratización del socialismo y
la necesaria intervención efectiva y creciente de las masas en la dirección del
estado. Llamó la atención sobre el peligro del fraccionalismo partidista y se opuso
a todo esquematismo o formalismo que limitara las infinitas posibilidades que el
socialismo ponía al servicio de los pueblos.

Durante el largo periodo posterior a la muerte de Lenin, la recién constituida Unión


de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) conoció de logros en muchas
esferas. En el año 1939, antes del estallido de la segunda guerra mundial, la
URSS sólo se veía superada en los principales rubros productivos por Estados
Unidos. Este inusitado desarrollo se había alcanzado, en primer término, gracias al
espíritu de sacrificio de millones de hombres y mujeres soviéticos.

Pero también durante esta etapa, cuando la URSS estuvo encabezada por José
Stalin, se conocieron de serios y reiterados errores e injusticias. La desmedida
concentración de poder, el endiosamiento y voluntarismo extremos, propiciaron la
organización de purgas que terminaban con el encarcelamiento o ejecución de
muchas personas honestas. La atmósfera de intolerancia y terror que tales
métodos generaban, trajeron las peores consecuencias para el proceso
revolucionario en la Unión Soviética y también sobre los partidos comunistas de
diversos países, sobre los cuales Moscú ejerció una fortísima influencia a través
de la Internacional Comunista (Komintern).

Todavía está por evaluarse el impacto que estas desviaciones en la construcción


del socialismo soviético tuvieron sobre su posterior desaparición a fines de la
década de los años ochenta.

TEMA 34

INTERVENCIONES NORTEAMERICANAS Y LUCHAS ANTIMPERIALISTAS EN


AMÉRICA LATINA

Sergio Guerra Vilaboy

A finales del siglo XIX Estados Unidos, con la guerra contra España de 1898, inició
una violenta ofensiva expansionista que combinaba los viejos métodos
colonialistas con las más modernas formas de penetración del capitalismo. El
interés por apoderarse de las últimas colonias españolas en América (Cuba y
Puerto Rico) no sólo tenía que ver con su valor material --fuente de materias
primas y mercados--, sino también con su importancia estratégica como futuras
bases de operaciones para la irrupción del capital norteamericano por el resto del
continente. Los siguientes pasos de esa ofensiva estuvieron relacionados con la
firma con Inglaterra del tratado Hay-Pauncefote (1901), que dio luz verde a
Estados Unidos para apoderarse de Panamá (1903) y concluir la vía canalera
iniciada por los franceses a fines del siglo XIX, así como llevar adelante después
una serie de intervenciones militares en el Caribe y Centroamérica bajo el amparo
del corolario Roosevelt (1904) a la doctrina Monroe. La primera víctima de su
aplicación fue la República Dominicana (1905), a la que seguirían otras
intervenciones militares, entre ellas Nicaragua (1909), México (1914 y 1917), Haití
(1915) y Santo Domingo (1916). Como parte de esa ofensiva desenfrenada,
Estados Unidos logró convertir al Caribe en un verdadero mare nostrum
norteamericano, mediante una brutal expansión intervencionista (garrote) y los
más sutiles mecanismos de la dominación económica (diplomacia del dólar). Esa
política agresiva, típica de una potencia imperialista que llegaba tarde al reparto
del mundo, terminó por convertir a los países de la región en un rosario de
“repúblicas bananeras” o en simples eslabones de una cadena de virtuales
protectorados sometidos al absoluto control de los monopolios yanquis.

El periodo abierto con la primera guerra mundial es de nuevos avances en la


expansión económico de Estados Unidos sobre América Latina -la apertura del
canal de Panamá en 1914 favoreció la invasión del capital y las manufacturas
norteamericanas sobre los países del Pacífico (Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú y
Chile). Los capitales yanquis inician entonces sus operaciones en gran escala en
América del Sur y en pocos años (1919-1929) duplicaron sus inversiones de 2 mil
millones de dólares a 5 mil. Por otra parte, la ocupación militar norteamericana de
varios países de Centroamérica y el Caribe alimentó los sentimientos de rebeldía
en vastos sectores populares de América Latina. De ahí la espontánea reacción
armada de campesinos en Haití (les cacos, encabezados por Charlemagne
Peralte) y República Dominicana (los gavilleros) e incluso la resistencia a las
agresiones directas de Estados Unidos de sectores gubernamentales
nacionalistas-liberales como el nicaragüense José Santos Zelaya (1909), el
dominicano Federico Henríquez y Carvajal (1916), el venezolano Cipriano Castro
(1908) y los mexicanos Francisco I. Madero (1911) y Venustiano Carranza (1914 y
1917). Ello también se expresó en el auge de las luchas obreras y la formación de
partidos comunistas, bajo el impulso que representó el triunfo de la revolución rusa
(1917), y también mediante el estallido de violentas revueltas campesinas, entre
ellas la extraordinaria revolución mexicana iniciada en 1910; así como en la
radicalización de las capas medias (reforma universitaria de Córdoba, extendida
después por casi toda América Latina, el tenentismo brasileño, coronado por la
legendaria marcha de la columna Prestes, etc.), el auge de movimientos populares
antimperialistas, como el liderado por Augusto César Sandino en Nicaragua, y la
fundación de ligas antimperialistas.

TEMA 35

LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Sergio Guerra Vilaboy

Durante la larga dictadura de Porfirio Díaz en México, extendida de 1876 a 1911,


la economía nacional quedó bajo el control de los capitales norteamericanos que
dominaron sus recursos naturales, la esfera productiva y la infraestructura. Pero
en los primeros años del siglo XX el gobierno de Díaz otorgó cierta preferencia a
los ingleses en la emergente producción petrolera, que le permitió a la burguesía
británica controlar la extracción de hidrocarburos. En consecuencia se agudizaron
las rivalidades interimperialistas entre Inglaterra y Estados Unidos por el control de
las enormes y variadas riquezas mexicanas, lo que se expresó en un aumento de
las presiones sobre el gobierno de Díaz en su última etapa. Las causas de la
revolución mexicana de 1910 también se relacionan con otros procesos desatados
durante el porfiriato. La dictadura no sólo estableció un régimen represivo que
acallaba a sangre y fuego cualquier brote opositor, sino también permitió que la
propiedad latifundiaria, tanto nacional como foránea, se ampliara a costa del
campesinado y las empobrecidas masas indígenas y mestizas.

La revolución comenzó en noviembre de 1910 cuando Francisco I. Madero, un


terrateniente ligado a la relegada burguesía nacional -derrotado en la última
reelección fraudulenta de Díaz- proclamó el plan San Luis Potosí que llamaba a la
insurrección. Entre los principales jefes surgidos de la revolución mexicana se
encontraban los líderes campesinos Emiliano Zapata y Francisco Villa. Para
apaciguar el filo social de la rebelión, que rápidamente se extendía por todo el
país, la oligarquía porfirista y los intereses extranjeros obligaron al viejo caudillo a
pactar con Madero los acuerdos de Ciudad Juárez (mayo, 1911), que allanaron el
camino para entregar el gobierno al líder opositor (noviembre) a cambio de
desmovilizar sus ejércitos campesinos y de mantener intactos el aparato
burocrático porfirista y las fuerzas represivas gubernamentales.

La promesa incumplida por Madero de devolver las tierras usurpadas a los


campesinos pronto le enajenó el apoyo de Zapata, quien terminó por enarbolar su
famoso plan de Ayala que exigía una inmediata reforma agraria. Pero los antiguos
porfiristas no tardaron en situarse también contra Madero ante su manifiesta
incapacidad para acallar las protestas obreras y campesinas que sacudían al país,
lo que condujo en febrero de 1913 a la "decena trágica" que culminó con el
sangriento golpe de estado del general Victoriano Huerta, resultado de una
descarnada conspiración fraguada en la propia sede de la embajada de Estados
Unidos en Ciudad México. La dictadura de Huerta, erigida sobre el asesinato de
Madero y su vicepresidente Pino Suárez, fue una reedición, corregida y
aumentada, de la dictadura de Díaz. Contra ella se levantaron en armas los
seguidores de Zapata y los "constitucionalistas" de Venustiano Carranza,
autoproclamado continuador del ideario maderista, y secundado por las fuerzas
rebeldes organizadas por los generales Alvaro Obregón, Pablo González y Pancho
Villa.

Tras la caída de Huerta, en julio de 1914, afloraron rápidamente las divergencias


que separaban los intereses de las fuerzas campesinas (Villa, Zapata) del ala
burguesa de la revolución. Mientras los primeros se adueñaban de la capital a
fines de 1914 y demostraban su incapacidad para gobernar el país, Carranza
fijaba en Veracruz la sede de un poder alternativo, que apresuradamente dictaba
leyes sociales y una reforma agraria (1915) que dejaban sin programa a sus
contrincantes.
El triunfo definitivo de los carrancistas se confirmó con la constitución de 1917
recogió un avanzado articulado de corte social y antimperialista, que incluía la
proscripción del latifundio y la nacionalización del subsuelo-, y la derrota militar de
los ejércitos campesinos de Zapata y Villa por las fuerzas militares de Obregón. A
pesar de sus limitaciones, y los asesinatos de estas dos figuras, la revolución
mexicana fue el movimiento político-social más radical que hasta ese momento se
había producido en el continente americano, el cual alcanzó su punto culminante
durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, de 1934 a 1940, cuando se profundizó la
reforma agraria y se expropió el petróleo.

TEMA 36

EL DESPERTAR DE ASIA

María Teresa Montes de Oca

A finales del siglo XIX y comienzos del XX se habían constituido los imperios
coloniales casi en su totalidad, principalmente en Asia. En este contexto
aparecieron movimientos de resistencia, representativos, en un principio, de la
sociedad tradicional. En su conducción y composición ocupaban lugar destacado
la nobleza feudal, el clero y el campesinado. Eso explica que los primeros
movimientos asiáticos de resistencia fueran de carácter tradicional, con una
importante impronta religiosa.

Casi paralelamente se conformaron organizaciones político-religiosos reformistas,


con amplia difusión en la primera mitad del siglo XIX. Entre ellos se distinguen la
Escuela de los textos modernos en China y el Brahma Samaj en la India, liderado
por Ram Mohan Rai, este último con una fuerte influencia de la ilustración y el
racionalismo europeo y dirigido a reformar la sociedad a partir de los paradigmas
de occidente.

También fue muy significativo el movimiento propugnado por Debendranath


Tagore, para quien el hinduismo depurado debía convertirse en bandera del
renacimiento indio. Al proceso de gestación, desarrollo y fracaso de los procesos
reformistas asiáticos, en cada una de sus expresiones locales, junto a la aparición
de movimientos de carácter nacionalista, Lenin lo denominó: El despertar de Asia.
Las raíces de ese despertar se hallan en la historia de la penetración europea en
los países de la región y están relacionados con los cambios políticos, sociales,
económicos e ideológicos acaecidos en los territorios que fueron objeto de la
despiadada dominación colonial. La burguesía nacional, que se fue formando
lentamente como resultado de la introducción en esas sociedades de las
relaciones capitalistas de producción, vio agotarse sus posibilidades de desarrollo
en los marcos de una economía colonial.
En estas condiciones, la lucha de liberación devino en condición previa para que la
burguesía pudiera seguir vertebrándose y esto fue precisamente lo que despertó
su potencialidad revolucionaria y la convirtió en representante de los intereses
nacionales. Por tanto, en el caso de las experiencias asiáticas, el nacionalismo
debe entenderse con ese contenido clasista expresado en el marco histórico de la
lucha contra el feudalismo, el imperialismo y por la independencia. Ejemplos
fueron el movimiento democrático revolucionario de Sun Yat Sen y la revolución de
1911 en China, que puso fin a la milenaria historia dinástica y dio lugar al
advenimiento de la primera república; así como la fundación del Congreso
Nacional (1885) en la India y la aparición en ese país de la Liga Musulmana
(1906).

Después de la primera guerra mundial y a lo largo de todo el período de entre


guerras, los movimientos nacionalistas sufrieron un proceso de radicalización y
polarización. Claro exponente lo constituye el movimiento de liberación nacional
chino, que culmina después de la segunda guerra mundial con la instauración de
la República Popular China. La India termina igualmente su período de
efervescencia revolucionaria bajo la conducción de Mahatma Gandhi y el
Congreso Nacional Indio. En este caso se utilizaron modos y métodos de lucha
distintos a los de sus vecinos asiáticos, recogidos en la consecución del swaraj o
independencia a través de la “no violencia y la desobediencia civil”.

TEMA 37

RESISTENCIAS ANTICOLONIALES EN ÁFRICA

Armando Entralgo

Una de las causas principales de las peculiaridades que se aprecian en África


durante el período colonial, es el carácter de la economía. Los especialistas
hablan de un tipo de relaciones capitalistas "anormales": se trata del "capitalismo
colonial", economía apendicular, extravertida, dependiente; capitalismo impuesto
por la colonización y no emergido de contradicciones internas en estado crítico,
que es lo usual en sociedades más avanzadas.

La real valorización económica de las colonias fue un hecho generalmente tardío y


casi coincidente cronológicamente con el proceso de descolonización política.
Veamos algunas características comunes a las colonias en aquella primera etapa:
muy poca exportación de capitales de Europa a las colonias; poca industria
colonial, excepto aquella de la economía de enclave, fundamentalmente la
industria extractiva; infraestructura al servicio de la economía agrícola que se
destinaba a la exportación, por lo que casi se anula toda acumulación interna de
capital; subsistencia y muchas veces reforzamiento de la sociedad precapitalista
en varios planos, lo que en el orden ideológico se manifiesta de hecho como una
forma de autodefensa en un medio caracterizado por la gran inseguridad;
dislocación espacial de etnias y tribus dentro de límites arbitrarios o “estados”
coloniales donde comenzará a gestarse muy lentamente una protonación. Dando
por sentada la extrema pluralidad del movimiento anticolonial en el período
estudiado (diferencias de base social, ideología, política, medios de lucha,
relaciones internacionales, cultura etc.) podemos tentativamente periodizar el
enorme esfuerzo anticolonial en tres grandes períodos o épocas:

Primero, resistencia a la conquista, bajo la dirección de líderes político-religiosos


del África precolonial, a fin de retener en manos africanas la independencia o
autonomía de esas formaciones sociales con respecto al mundo exterior. A grosso
modo, dicha resistencia, muchas veces espontánea, ocupa el período que
empieza simbólicamente en la conferencia de 1884-85, y termina en la primera
posguerra mundial, de 1918 a 1920, aproximadamente.

Segundo, resistencia de los africanos a la sociedad colonial implantada por los


extranjeros. Los líderes tradicionales fueron cediendo terreno a formas más
modernas de corte protonacional y reformista, en respuesta a los cambios
introducidos por el capitalismo colonial: robos de tierras por los colonos, impuestos
fiscales, fuerza de trabajo semiesclava, compañías europeas monopolistas en
lucha abierta por el botín, etc. Esos sectores, huelga decir, tenían constantemente
contradicciones entre sí, y habituaron o forzaron a los africanos a buscar su sitio
en esas condiciones, de las cuales surgirían formas políticas locales de
adaptación o resistencia. Sería, al mismo tiempo, una lucha entre africanos, los
cuales oscilan entre viejas y nuevas filiaciones, como, a modo de ejemplo, las
presiones de carácter étnico, la labor de las misiones religiosas, el lento avance de
los cambios ocurridos en las relaciones internacionales de los dominios africanos
de Europa. Esta etapa coincide casi totalmente con el llamado período de entre
guerras.

TEMA 38

LA CRISIS ECONÓMICA DE 1929

Pablo Arco Pino

La crisis económica que se inicia en 1929 con el crac financiero de la bolsa


neoyorquina, no fue la primera catástrofe de este tipo sufrida por el capitalismo.
Desde sus primeras apariciones muchos hombres de negocio y especialistas
justificaban las crisis económicas cíclicas al considerarlas como recomendables
sangrías que renovaban los tejidos del sistema mediante la extirpación de las
empresas menos eficientes. Otros muchos estudiosos, incluidos los marxistas, se
han opuesto a tal concepción argumentando que estas catástrofes, que afectaban
a amplios sectores sociales, han tenido su fundamento no ya en supuestos
mecanismos autorreguladores, sino en las contradicciones intrínsecas de la
sociedad burguesa, en especial aquellas que dimanaban de la contraposición del
status privado de la propiedad y el carácter social del trabajo. Ello favorecía un
crecimiento ininterrumpido de la producción que no se correspondía con el limitado
poder adquisitivo de los trabajadores. En opinión de estos autores, tales
fenómenos contribuían a aumentar aceleradamente la concentración y el poder de
las empresas, incrementando así las tendencias monopolizadoras con toda la
depredación y desigualdad política y socio-económica que ello representa.

Una diferencia respecto a las crisis anteriores, limitadas básicamente a los países
de mayor desarrollo y afectando exclusivamente a sus sectores industriales, fue
que la de 1929 tuvo un carácter universal y multisectorial. Duramente golpeadas
junto a las potencias industriales fueron las naciones más dependientes, que
mantenían estrechos lazos comerciales y financieros con los grandes centros
imperialistas. Argentina, por ejemplo, vio disminuir la demanda de sus productos
agropecuarios de exportación, su más importante fuente de divisas. En Brasil, los
precios del café se deprimieron abruptamente y para mantenerlos a un nivel
mínimo los productores optaron por destruir gran parte de sus stocks. Toneladas
de café fueron echadas al mar o utilizadas como combustible en las calderas de
las locomotoras. En muchos lugares los efectos de la crisis promovieron tensiones
sociales que desembocaron en diversas formas de enfrentamiento contra los
poderes estatuidos. En respuesta los sectores oligárquicos impulsaron en varios
países esquemas represivos que contaron con el tácito apoyo de las grandes
potencias.

Claro que por la espectacularidad del derrumbe, el monto de las pérdidas y por su
influencia internacional, los detalles de la crisis en los países mas desarrollados
son más conocidos. Alemania, por ejemplo, cuya economía después de la guerra
se sostenía gracias a los empréstitos estadounidenses, fue arrastrada en un corto
plazo a la ruina. Durante aquellos años críticos en muchas naciones se operaron
cambios radicales en la correlación de fuerzas políticas. Una gran parte de los
sectores populares perdieron totalmente la confianza en la gestión de los partidos
tradicionales y depositaron sus esperanzas en los partidos comunistas. Pero otros,
particularmente las capas medias, fueron atraídos por la demagogia fascista.

Para evitar los peligros sociales que la crisis representaba, los políticos de la
época aplicaron disímiles recetas. Una de las mas conocidas fue la política del
new deal ensayada por el presidente Franklyn D. Roosevelt en los Estados
Unidos, siguiendo las tesis formuladas por el economista británico Keynes. De
cualquier forma, estas y otras fueron soluciones que sólo lograron amainar los
crueles efectos de aquel fenómeno. Con el tiempo las crisis económicas han
variado su carácter y periodicidad. Sin embargo, el sistema capitalista no ha
logrado deshacerse de este flagelo que hasta hoy pende como espada de
Damocles sobre los pueblos.

TEMA 39

EL ASCENSO DEL FASCISMO

Pablo Arco Pino


Entre los principales factores que generaron la aparición del fascismo o el
filofascismo se destaca la primera guerra mundial y sus terribles consecuencias. El
entramado de valores morales e instituciones sobre los cuales hasta entonces se
había sustentado el mundo burgués se erosionó y muchas sociedades se vieron
inmersas en una calamitosa situación económica. La principal secuela social de la
“gran guerra” fue el desarrollo de una extendida ola revolucionaria. Ahora bien, en
aquel contexto no sólo se renovaron y activaron las corrientes de corte
izquierdista, también surgieron nuevas formas de reacción derechista enfiladas, en
primer término, contra el movimiento revolucionario en ascenso, aunque también
para buscar una salida frente a la difícil situación socioeconómica y política
imperante.

Elementos procedentes de diversos sectores sociales, especialmente capas


medias y grupos desclasados, dieron vida a organizaciones y partidos políticos
que primero aparecieron en los países derrotados, aunque también en algunos
victoriosos, insatisfechos con el botín obtenido en la guerra mundial. En general
sus programas eran ultranacionalistas, reivindicativos e irracionales, sustentados
en un discurso y accionar sumamente agresivo y demagógico, que tomaba
indistintamente consignas y preceptos de la derecha y la izquierda. Es
ampliamente conocido que en la ejecución de sus planes estas agrupaciones
fascistas encontraron un importante apoyo financiero en círculos económicos muy
poderosos, que veían en ellas un valioso instrumento para la defensa de sus
intereses. Con este respaldo los fascistas pudieron actuar abiertamente contra sus
oponentes, a quienes perseguían, apaleaban o asesinaban, creando una
atmósfera de terror que facilitaría su acceso al poder.

A pesar de que son muchos los elementos comunes entre los diferentes
regímenes fascistas, es necesario también distinguir sus particularidades. Por
ejemplo, el italiano, dirigido por Benito Mussolini, que fue el primer movimiento
fascista que alcanzó el poder (1922) –proporcionó además su nombre genérico-,
tuvo entre sus rasgos el compartir parte de la dirección gubernamental con el
monarca de turno; mientras que en Alemania, once años mas tarde, Adolfo Hitler
logró acaparar todo el poder político en sus manos y pudo gobernar de forma
omnímoda hasta su muerte. Por su parte el falangismo español, emanado de la
guerra civil y de la derrota de la república en 1939, estableció lazos muy fuertes
con la iglesia católica, asidero de suma utilidad en un país de arraigada
religiosidad, cosa que no sucedió de igual manera en los dos casos anteriores.

Los aportes teóricos del fascismo en el campo del pensamiento doctrinal fueron
prácticamente nulos. De hecho no constituyó más que la selección, simplificación
y amalgama de un sinnúmero de conceptos e ideas reaccionarias que las distintas
sociedades burguesas se habían encargado de producir y grabar muy fuertemente
en la psicología social de sus pueblos, como aquellas relacionadas con la
superioridad racial, el ultra nacionalismo y el expansionismo. Aún en la actualidad
el peligro de su renacimiento está presente en cada movimiento xenófobo o racista
y en cada teoría elitista y aristocratizante.
TEMA 40

ESTADOS UNIDOS: DE LA PROSPERITY AL NEW DEAL DE ROOSEVELT

Jorge Hernández

En septiembre de 1919 el senado norteamericano echaba por tierra los planes del
presidente Woodrow Wilson dirigidos a apoyar la constitución de la Sociedad de
Naciones e incluso rechazaba el tratado de Versalles. A partir de ese momento,
Estados Unidos asumió una pretendida política aislacionista, que se fortaleció con
el sucesor de Wilson en la presidencia, el republicano Warren G. Harding, electo
en 1920, quien formuló la frase que resumía la nueva filosofía política en el
contexto de la etapa imperialista posterior a la primera conflagración mundial:
America first, esto es, primero Estados Unidos.

En consonancia con la relativa prosperidad que imperaba en las zonas urbanas, la


política gubernamental fue marcadamente conservadora y dirigida a promover un
mayor desarrollo de la gran industria, aprovechando que la balanza comercial se
había vuelto ampliamente excendentaria. Se produjo un crecimiento demográfico y
de las inversiones norteamericanas en el exterior, la mayor parte en América
Latina y Canadá. Las leyes arancelarias de 1922 a 1930 -como la ley Smoot-
Hawley- subieron las tarifas aduaneras a niveles sin precedentes, con el objetivo
de garantizar a la burguesía el monopolio pleno del mercado. En ese decenio, la
política norteamericana con relación a la inmigración sufrió un cambio notable,
restringiéndose la entrada de inmigrantes con criterios de selectividad y bajo
políticas preferenciales. La medida propició un fuerte clima de xenofobia e
intolerancia. Otra característica significativa de la vida norteamericana en los
veinte fue la combinación de la cultura pragmática y materialista con el
puritanismo, cuyo símbolo en esta agitada década fue la prohibición de bebidas
alcohólicas.

La década del veinte, considerada por muchos como una época “alegre”, toda vez
que se había iniciado con una nueva era de prosperidad, se cerraría con él -hasta
entonces- mayor desastre económico en la historia norteamericana. La gran
depresión, ocurrida entre los años de 1929 y 1933, fue el colofón de un proceso de
derrumbe económico, en el que se mezclaron e interactuaron diversos factores,
muchos de ellos entrelazados con tendencias y fenómenos del entorno
internacional. En consecuencia, la quiebra de la banca, la bancarrota de la bolsa,
la inflación, la crisis en la industria y la agricultura fue acompañada de un
panorama social convulso y violento, y el presidente Hoover salió del gobierno, al
concluir su mandato en 1932, con numerosas críticas. El nuevo mandatario
demócrata, Franklin D. Roosevelt, prometió e implementó un “nuevo trato” (new
deal), como programa emergente –fundamentado en una mayor intervención del
estado en la economía- con el que a duras penas pudo palear las enormes
dificultades confrontadas por el capitalismo en aquellos años.
TEMA 41

LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Áurea Matilde Fernández

Con la proclamación de la república y el derrocamiento de la monarquía en


España (abril de 1931), una gran mayoría de la población, sobre todo de sectores
populares, albergó la esperanza de cambios. En el transcurso de los años que
duró la segunda república (1931-1939), se fueron contraponiendo fuerzas políticas
e ideológicas que respondían a diferentes intereses de clase. Ese proceso culminó
en la guerra civil iniciada en 1936. Entre 1931 y 1939 se sucedieron diferentes
etapas:

Primera, desde el 14 de abril de 1931 hasta noviembre de 1933: conoció del


gobierno de la coalición republicana-socialista, que emprendió una serie de
medidas radicales: aprobación de la constitución democrática de 1931,
promulgación de una profunda reforma agraria, declaración del estado y la
enseñanza laica. Estas disposiciones levantaron grandes simpatías, pero también
importantes enfrentamientos. Otros problemas lo constituían el ejército, marcado
por su carácter elitista y conservador. También las reivindicaciones autonómicas
de diversas nacionalidades. Y en medio de todo, la grave situación económica
resultante de la crisis mundial de 1929, que exacerbó aun más la lucha de clases.

Segunda, de noviembre de 1933 hasta el 16 de febrero de 1936: el gobierno pasó


a manos de la derecha republicana, que triunfó en las elecciones y frenó las
medidas reformistas de la etapa anterior.

Tercera, desde el 16 de febrero de 1936 hasta el 18 de julio de ese mismo año: las
izquierdas vuelven al poder, aliadas en el frente popular y así comienza un
proceso de restablecimiento de las reformas y preparación de otras nuevas.

Cuarta, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939: se produce el


alzamiento militar contra la república legalmente establecida. Comenzaba la
guerra civil, que dividió a España en dos zonas bien diferenciadas. La resistencia
popular frente a los sublevados fue encauzada, fundamentalmente, por las
organizaciones políticas y sindicales de los trabajadores y por los republicanos de
izquierdas; el aparato del estado republicano estaba visiblemente resquebrajado,
mientras las fuerzas armadas se vinculaban mayoritariamente al alzamiento,
constituyendo el ejército su principal ejecutor con el apoyo irrestricto de la iglesia
católica. El golpe militar contó con el beneplácito o con la pasividad de los
sectores sociales que se sentían amenazados por las reformas republicanas,
especialmente los poderosos intereses agrarios y la gran burguesía industrial y de
las finanzas.
Desde los primeros momentos de la guerra civil los sublevados, encabezados por
el general Francisco Franco, recibieron el apoyo inmediato de la Alemania de
Hitler y de la Italia de Mussolini. Por la política de “no intervención”, la España
republicana se vio privada de la ayuda de los países occidentales. Solo el México
de Cárdenas y la Unión Soviética apoyaron a España y enviaron armas y
alimentos al gobierno legítimo. Las fuerzas republicanas recibieron el apoyo de las
brigadas internacionales, creadas en diferentes países. En este sentido el aporte
de los internacionalistas cubanos en el marco continental fue notable. La guerra
civil española es uno de los acontecimientos trascendentales del siglo XX que
abrió las puertas al estallido de la segunda guerra mundial.

TEMA 42

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Pablo Arco Pino

La universalidad de la segunda guerra mundial es incomparablemente superior a


la anterior en todos los aspectos. Constituyó el más violento, sangriento y
espectacular acontecimiento generado por el ser humano. Durante la misma,
prácticamente todos los países se vieron obligados a tomar partido por uno u otro
bando. En cuanto a los teatros de la guerra, estos se extendieron por extensos
territorios de Europa, Asia y África y, de hecho, el radio que abarcaron las
operaciones submarinas y aéreas, hizo de cualquier punto del globo un potencial
escenario de combates.

El principal factor que desencadenó la guerra estuvo constituido por las apetencias
del fascismo y también, en buena medida, la política de contubernio y
condescendencia de las potencias occidentales, interesadas en enfrentarlo con la
Unión Soviética. La segunda guerra mundial se extendió durante seis años, desde
el ataque a Polonia el 1 de septiembre de 1939, hasta la capitulación japonesa el 2
de septiembre de 1945. Para su estudio, la misma puede ser dividida en cuatro
etapas: Una primera cubre la ocupación fascista de los territorios de sus
oponentes en Europa occidental, central y en los Balcanes, exceptuando Inglaterra
que mantiene su beligerancia aislada del continente por el canal de la Mancha.
Desde ese momento se abrían ante las fuerzas agresoras dos alternativas:
desembarcar a cualquier precio en las islas británicas o atacar a la URSS. Hitler
optó por la segunda opción y con su agresión a la Unión Soviética, el 21 de junio
de 1941, se abre un nuevo periodo de la guerra. Los ejércitos de la coalición
fascista logran inicialmente una profunda penetración en territorio soviético que
sólo a fines de ese año fue detenida. El 16 de noviembre las fuerzas armadas de
la URSS iniciaban una gran contraofensiva que terminaría infligiendo a Hitler su
primer gran descalabro militar. Por su importancia este hecho puede ser
seleccionado como iniciador de una tercera y decisiva etapa. Durante la misma se
extiende la guerra al Pacífico después del ataque japonés a la base
norteamericana de Pearl Harbor, con la consecuente incorporación de Estados
Unidos a la contienda y el establecimiento de la alianza de los tres grandes
(Inglaterra, Estados Unidos y la URSS). También se produce la gran victoria
soviética de Stalingrado, el fin de la guerra en el norte de Africa, la apertura del
segundo frente aliado tras el desembarco en Normandía (Francia) y el desplome
definitivo del fascismo en Europa. El último periodo, a manera de colofón, se
extiende durante los tres meses subsiguientes y se escenifica en la zona del
Extremo Oriente donde el Japón, en solitario, resistía los embates del ejército
norteamericano y luego también del soviético.

El conflicto se cierra abruptamente con el genocidio de Hiroshima y Nagazaki y la


total rendición de la potencia nipona el 2 de septiembre de 1945. El lanzamiento
de las dos bombas atómicas sobre aquellas ciudades por parte de Estados Unidos
tenía por objetivo no sólo alcanzar la rendición incondicional de su enemigo
oriental, sino amedrentar a la URSS y dar inicio a una nueva estrategia política
que más tarde sería bautizada con el nombre de guerra fría. Las consecuencias
de la segunda guerra mundial fueron muy variadas y afectaron los límites político-
geográficos, la composición demográfica y los alineamientos de las naciones.

TEMA 43

NACIONALISMO Y DESCOLONIZACIÓN EN ASIA

María Teresa Montes de Oca

La segunda guerra mundial tuvo una repercusión considerable en los territorios


coloniales y dependientes, los cuales debieron soportar los desgastes y efectos de
un conflicto que no les reportaba ningún beneficio y que, por tanto, era ajeno a sus
intereses y necesidades. El incremento de la explotación colonial agudizó las
contradicciones internas en estos territorios y estimuló los ideales nacionales y la
lucha por la independencia, lo que significó en realidad un nuevo avance en la
crisis del sistema de dominación imperialista. Asia fue la región donde con mas
fuerza se evidenció esta tendencia. Sin embargo, no se trató de un proceso
homogéneo, ya que todos los movimientos no se comportaron de la misma forma
durante la etapa, como tampoco fue igual la correlación entre las distintas fuerzas
sociales, lo que implica proyecciones ideológicas y métodos de lucha también
diferentes. De ahí lo difícil de hacer una generalización regional definitiva sin caer
en esquematismos. El período puede dividirse de la siguiente forma:

Primera, entre 1941 y 1943, que puede denominarse de revitalización de las ideas
nacionalistas y organización de la resistencia local. En esta etapa se destacan los
siguientes aspectos que tienen un peso fundamental: la agresión a la Unión
Soviética por las fuerzas hitlerianas y el cambio en el carácter de la guerra, lo cual
tuvo una gran influencia sobre todo en la conducta futura de los partidos
comunistas, así como el inicio de la guerra en el Pacífico y de la expansión de
Japón. La política nipona basada en la “solidaridad” panasiática y la coprosperidad
de la “gran Asia oriental” dio gran impulso a las ideas nacionalistas en el área,
aunque permeadas de una clara connotación racial, en correspondencia con los
intereses de Japón dirigidos a ensalzar los pueblos asiáticos para enmascarar su
expansión, lograr el apoyo de las fuerzas locales y enfrentarlas a las potencias
occidentales. De todo ello se desprenden las dos direcciones fundamentales en
los movimientos de liberación nacional, unos antiimperialistas como los de China,
Viet-Nam y Corea, y otros que proyectan simpatía a Japón, como fueron los casos
indonesio, birmano y filipino.

Segunda, entre 1943 y 1945, el elemento distintivo es el creciente carácter


antimperialista que fueron adquiriendo los movimientos de liberación nacional.
Para entonces, la brutal ocupación japonesa de los territorios asiáticos contiguos
había desenmascarado la demagogia de su política y demostrado la necesidad de
vincular la liberación nacional con la lucha antimperialista. Así, por ejemplo, se
intensifica la actividad contra Japón del ejército popular o huks en Filipinas,
aparece la Liga Antifascista de la Libertad Popular en Birmania o el Ejército
Malayo del Pueblo en Malasia.

Casi todos los movimientos de liberación en estos años adoptan la forma de


frentes nacionales que agrupan a todas las clases y sectores sociales interesados
en la independencia nacional, mientras sus métodos de lucha varían desde la
resistencia pacífica hasta la lucha armada, esta última la más generalizada. El
elemento esencial y diferenciador radicó en la composición clasista de su
dirección, que determinó comportamiento y características. Podrían
esquematizarse dos tipos esenciales: la que se lleva a cabo a través de los
partidos comunistas, ejemplificados en China, Viet-Nam y Corea, y los dominados
por el nacionalismo burgués, como fueron los casos de Indonesia, Filipinas,
Birmania y la India. En algunos de estos últimos encontramos también
participación en la dirección de elementos feudales, al menos por su origen, y en
otros, como en Cambodia y Laos, la lucha de liberación revistió carácter
monárquico.

TEMA 44

LA REVOLUCIÓN CHINA

María Teresa Montes de Oca

El triunfo de la revolución el 1 de octubre de 1949 en China fue el resultado de un


largo proceso iniciado por los acontecimientos de 1919. Sin embargo, la invasión
japonesa y el estado de guerra, efectivo a partir de 1937, aceleraron
definitivamente el movimiento revolucionario; la contienda civil sólo fue la
conclusión y la continuación de las ventajas adquiridas por el partido comunista
encabezado por Mao Tse Tung (Mao Zedong) durante la guerra de liberación
nacional.
Una de las consecuencias de la segunda guerra mundial fue la aparición y
desarrollo, en el medio rural chino, de un nacionalismo de masas que los
comunistas alentaron y ligaron con su radical programa de cambios. Uno de los
apoyos decisivos se obtuvo a partir del Ejército de Liberación del Pueblo, cuya
forma de lucha se desarrolló a través del combate revolucionario de las guerrillas.
Funshen, que en el sentido literal quiere decir realizar una revolución, se convirtió
en la palabra clave del periodo. Después de la derrota japonesa y liberados de la
presión del enemigo externo, la victoria sobre las fuerzas del partido nacionalista
(Kuomintang) dirigidas por Chiang Kai-shek (Jiang Jieshi) era sólo cuestión de
tiempo.

A partir del establecimiento de la República Popular China (1949), el país se


enfrascó en la reconstrucción, la consolidación política y militar, la rehabilitación
económica y financiera, la reorganización social y el alineamiento, en materia de
política exterior, con el campo socialista. En el curso de los primeros tres años, es
decir hasta 1952, los comunistas consiguieron movilizar a las masas campesinas
transformando relaciones sociales y políticas ancestrales, con la realización del
primer plan quinquenal, en el que hasta 1957 sobresalieron los problemas de la
economía: el inicio de la colectivización e industrialización, mientras en el terreno
de la diplomacia se percibía una visible conjugación política que fue de la unidad a
la moderación, manifestada en la línea trazada por los comunistas chinos desde
Bandung a las “cien flores”. Como parte de una nueva estrategia de desarrollo
económico, en 1958 la China Popular se enfrascó en la descomunal tarea de, a
pasos agigantados, tratar de establecer el equilibrio entre el desarrollo industrial y
el atraso agrícola a través de lo que Mao denominó “El gran salto adelante”
Prolongado en tiempo sin los éxitos previstos y desatando contradicciones
internas de toda índole, en 1965, vísperas de iniciarse la llamada “gran revolución
cultural”, el desatino de las comunas populares y el desastre de “El gran salto
adelante”, aislaron cada vez más a China del resto del campo socialista y la
indujeron a un peligroso juego en política exterior conducente a las agresiones a
países vecinos y la violación de sus fronteras.

La “revolución cultural” que transcurre a partir de 1966, caracterizada por sus


desafueros ideológicos en un intento por reafirmar la ideología maoísta,
apartándose del marxismo-leninismo para dar un fundamento a la “vía china del
socialismo”, se prolongó hasta la mitad de la década de los setenta, dejando un
saldo lamentable para la sociedad china. La muerte de Mao, en 1976, abre un
nuevo capítulo de la revolución.

TEMA 45

DESCOLONIZACIÓN Y POSGUERRA (1950 A 1965) EN ÁFRICA

Armando Entralgo
El tercer período de la evolución del movimiento nacional africano, de 1950 a
1965, coincidiría con la descolonización. Surge y se desarrolla el nacionalismo
independentista, cuya meta inmediata era el logro de la independencia y la
aceptación de ese acontecimiento por parte de las autoridades coloniales. Si bien
es verdad que la independencia fue una conquista de los africanos en lucha, y no
una decisión unilateral y "generosa" de las metrópolis, también es cierto que el
cambio forzado de actitud de los colonialistas y su aceptación de la independencia
ayudó a desbloquear el proceso hacia la liquidación de la ocupación y la
dominación. Debemos considerar a ambas partes, y no solamente a una de ellas,
en interacción, como ocurre siempre en un proceso negociador. Casi medio siglo
después‚ y en una situación bastante parecida en el fondo, Mandela y de Klerk
ayudaron a la historia a parir un nuevo sistema político para Sudáfrica.

El denominador común a todos los europeos en aquella coyuntura no fue otro que
el acuerdo de descolonizar, pero ni nacionalistas ni colonialistas tenían las mismas
concepciones sobre cómo hacer el traspaso de poder de uno a otro protagonista,
ni qué calendario de ejecución se aplicaría a las elecciones generales previas, las
cuales deberían permitir la aparición de un partido africano mayoritario o al menos
dominante, capaz de formar gobierno, etc. Esto último tenía que ser y fue lo más
complicado. En más de un lugar los colonialistas impusieron su candidato, en
otros casi tuvieron que "inventarlo" antes de lanzarlo al ruedo, y hay que agregar,
infelizmente, que en la mayor parte de los casos fue el nacionalismo reformista y
conservador, con base social insuficiente o incluso sin ella, el que triunfó en esas
elecciones y tomó el poder. Y la violencia llegó y se instaló para bautizar
sangrientamente el arribo de las independencias: en Ghana, en Nigeria, en los dos
Congos, en Kenya, en Camerún, en los tres países del Magreb, sobre todo en la
insurgente Argelia, etc.

La ruta de las independencias en el continente se comportó de la siguiente forma:


Entre 1959 y 1965, en África eran independientes solamente Egipto (1922),
Etiopía, Liberia y Sudáfrica. Muchos otros estados lo serían de 1950 a 1960; Libia,
1951; Marruecos, Túnez y Sudán, 1956; Ghana 1957; Guinea (francesa) 1958,
Togo, Camerún, Madagascar, Senegal, Mali, Chad, Centroáfrica, Congo
Brazzaville, Gabón, Dahomey, Níger, Alto Volta, Costa de Marfil, Mauritania,
Congo Belga, Somalia, Nigeria, 1960; Tanganyika y Sierra Leona, 1961; Ruanda y
Burundi, Argelia, Uganda, 1962; Kenya, Zanzíbar, 1963; Malawi, Zambia, 1964;
Gambia y Rhodesia del Sur en 1965, este último como acto de desafío del
colonato blanco, que por suerte no aceptaron los colonialistas británicos ni nadie
en este mundo, y que provocó una incruenta guerra de liberación que culminó en
la independencia del territorio bajo el nombre de Zimbabwe en 1980.

Paralelamente y a cuenta gotas se irían separando del sistema colonial Botswana


y Lesotho en 1966; Swazilandia, Mauricio y Guinea Ecuatorial en 1968; Seychelles
en 1976; Djibouti en 1977 y la ya mencionada de Zimbabwe en 1980. En la
década del 90 se independizó Namibia, y en 1994 el régimen del apartheid fue
derrotado en elecciones generales y multirraciales por Mandela, el Congreso
Nacional Africano (ANC) y el voto a favor de la inmensa mayoría de la población.
TEMA 46

FORMACIÓN DE LOS PAÍSES SOCIALISTAS EUROPEOS

Pablo Arco Pino

En la derrota del fascismo durante la segunda guerra mundial a las fuerzas


progresistas le correspondió un papel protagónico. Es por ello que a su término,
en muchas naciones se escenifican cambios, de mayor o menor intensidad,
encabezados por organizaciones y partidos políticos de izquierda. Hubo casos en
que se conjugaron una serie de factores que favorecieron una mayor
radicalización de estos procesos, planteándose profundos cambios políticos y
económicos, tal como ocurrió en la mayor parte de los países de centro y sudeste
europeo, así como en varios de Asia.

En estas naciones fueron organizados gobiernos de corte popular donde los


partidos comunistas terminaron situándose a la cabeza de los mismos y
adoptando programas de marcado corte social, que favorecían a los sectores
desposeídos. En este sentido se destaca la aplicación de reformas agrarias que
liquidaron la propiedad latifundiaria de la tierra, poniéndola en manos de aquellos
que la trabajaban. Los grandes sectores de la industria, el comercio y las finanzas
pasaron a ser propiedad del estado, el que estableció o mejoró los sistemas de
atención laboral y protección social. Se emprendieron ambiciosos planes de
industrialización y grandes campañas culturales y educativas que abrieron las
puertas del conocimiento a millones de personas para los cuales las posibilidades
de superación habían estado vedadas. Además se multiplicó el monto de los
presupuestos dedicados a la salud, la maternidad, la infancia y la vejez, junto a
muchas otras reivindicaciones sociales.

En el caso de los llamados procesos democrático populares de Europa, la


influencia soviética en la liberación y su presencia militar fue determinante en el
derrotero que siguieron y en el modelo de desarrollo que adoptaron. Sin embargo,
la imposición mecánica de un modelo como el soviético, que ya en esta época
adolecía de marcadas distorsiones y deficiencias, en países con condiciones
socio-económicas y tradiciones históricas bien diferentes a la URSS, generó
grandes dificultades, conflictos e incomprensiones. Cierto que la política de guerra
fría impuesta por las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos
obligaban a tomar acuerdos en común y a resistir desde una misma posición el
acoso y las agresiones del imperialismo internacional, pero ello no obligaba a
imponer tal grado de homogeneización y dependencia respecto al aliado mayor.

De esta manera, lo que pudo representar un proceso variado de enriquecimiento y


retroalimentación para la necesaria evolución de la praxis y la teoría revolucionaria
mundial, se convirtió en un continuo traslado mecánico e imposición de medidas
muchas erradas o inadecuadas. Las genuinas expectativas alimentadas
originalmente por aquel socialismo se fueron perdiendo progresivamente y su
razón de ser se redujo a una competencia económica con el capitalismo en donde
finalmente este impuso las reglas y los paradigmas.

TEMA 47

LA GUERRA FRÍA Y SU IMPACTO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES

Roberto González Gómez

Por “guerra fría” se entiende el período de cuatro décadas que siguió a la segunda
guerra mundial, caracterizado por la gran confrontación global entre el grupo de
países capitalistas desarrollados liderado por Estados Unidos, y el bloque de
estados socialistas, encabezado por la Unión Soviética. Fue un período dominado
por grandes tensiones internacionales, por crisis sucesivas, que llevaron a la
humanidad al borde de una nueva guerra mundial, de conflictos y guerras en las
regiones tercermundistas, y una acelerada y costosísima carrera armamentista,
tanto cuantitativa como cualitativa, centrada en los armamentos estratégicos
nucleares, pero que abarcaba toda la panoplia de medios bélicos.

El término mismo de “guerra fría”, popularizado por el famoso columnista liberal


norteamericano Walter Lippmann, implica en forma metafórica una situación de ni
paz ni guerra, es decir, ni guerra en el sentido de una nueva guerra mundial, pero
tampoco de paz, pues fueron cuatro décadas preñadas de altas tensiones
internacionales y enfrentamientos. La guerra fría fue provocada sin duda, por la
estrategia norteamericana de contener y hacer retroceder el proceso
revolucionario mundial que se despliega después de 1945 en sus dos vertientes,
la expansión del socialismo en Europa, Asia y América Latina con la revolución
cubana, y el movimiento de liberación nacional en las áreas coloniales, aunque
tienen sus antecedentes en los años finales del último conflicto mundial, y el
aumento de las tensiones entre la URSS y los aliados occidentales, así como en el
bombardeo atómico genocida a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.
Fue desencadenada sobre todo a partir de marzo de 1947 con la proclamación de
la doctrina Truman por el gobierno norteamericano, que postulaba la contención
del comunismo, y se extiende a través de cuatro décadas hasta el derrumbe del
bloque socialista europeo y de la propia URSS a fines de los ochenta y principios
de los noventa. En esencia se trató de la puesta en práctica por Estados Unidos
de una estrategia contrarrevolucionaria a escala mundial, con consecuencias muy
graves para la humanidad en su conjunto, para la paz mundial, e incluso para el
propio pueblo norteamericano que tuvo que pagar un alto costo en vidas por la
política intervencionista de su gobierno.

La primera etapa de la guerra fría fueron los veinte años que se extienden desde
1947 hasta fines de los sesenta, en que se produjeron las dos guerras mayores de
todo el período, Corea al inicio (1950-1953) y Vietnam en los sesenta y primeros
años setenta y crisis mayores como las de Berlín y la de octubre de 1962 en Cuba,
tal vez la más aguda de toda la guerra fría. Después del breve período de diez
años de los setenta, en que una cierta distensión se perfiló en Europa entre las
dos alianzas militares mayores, la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN) y el tratado de Varsovia, y entre las dos mayores superpotencias, con el
ascenso al poder en Washington de la derecha republicana liderada por Ronald
Reagan, en 1981, se recrudeció nuevamente la guerra fría con toda su carga de
tensiones, conflictos regionales y armamentismo. Con Reagan, Estados Unidos
desplegó una vasta ofensiva contrarrevolucionaria, en todo el Tercer Mundo,
particularmente en África, el Oriente Medio y América Central, enormemente
costosa para los pueblos que fueron sus víctimas. La década de los ochenta
terminó, sin embargo, con un regreso a la distensión entre las más grandes
potencias, facilitada por la emergencia de una nueva dirección en la URSS y las
reformas de la llamada “perestroika”, que pronto se transformaría en el
debilitamiento y colapso del bloque de estados socialistas europeos, y la
disolución de la propia URSS en 1991.

Con el colapso socialista terminó, de hecho, la guerra fría como fenómeno de las
relaciones internacionales, aunque muchas de sus características persisten en la
postura imperialista de Estados Unidos. El bloque occidental capitalista liderado
por Washington resultó victorioso en esa confrontación global, pero ello no justifica
el triunfalismo de los medios mas derechistas de Estados Unidos, por lo que ha
significado la guerra fría para la humanidad y para los propios norteamericanos.

TEMA 48

EL TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN CUBANA Y SU REPERCUSIÓN EN


AMÉRICA LATINA

Sergio Guerra Vilaboy

El triunfo de la revolución cubana en 1959, mediante una genuina guerra popular


dirigida por el comandante Fidel Castro, constituyó un viraje decisivo en la historia
de América Latina. El profundo alcance social de la revolución cubana le permitió
sobrepasar –en medio del permanente acoso norteamericano- las metas
antidictatoriales, democráticas y antimperialistas -junto a la plena recuperación de
la soberanía nacional- para construir una sociedad más justa.

El ascenso revolucionario inaugurado por la revolución cubana condujo a un auge


sin precedentes del movimiento de liberación en América Latina. La influencia
emanada del ejemplo de Cuba desencadenó una oleada de luchas revolucionarias
que estremeció a todo el continente, radicalizando a muchas organizaciones
populares y antimperialistas, y cuestionando a las corrientes reformistas
burguesas. Fue ese el contexto en que se produjeron desprendimientos en varios
partidos de corte reformista e incluso en el seno de ciertas organizaciones de
izquierda. Así surgieron nuevos movimientos revolucionarios que protagonizaron
muchos de los acontecimientos que desde entonces sacudieron al hemisferio y se
activaron movimientos guerrilleros, de un extremo a otro del continente, bajo la
conducción de hombres de la talla de Jorge Ricardo Massetti, Luis de la Puente
Uceda, Augusto Turcios Lima, Camilo Torres, Carlos Marighela y otros
combatientes revolucionarios caídos, cuyas luchas alcanzaron su cenit en la
epopeya del Guerrillero Heroico comandante Ernesto Che Guevara.

El eco de la revolución cubana también se hizo sentir en una extraordinaria


renovación de la cultura y las ciencias sociales latinoamericanas. Ejemplos de ello
fueron el boom registrado por la novela del realismo mágico, con la aparición en
1967 de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, y en la que se
inscriben autores como Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos y
Julio Cortazar, etc.; la popularidad alcanzada por las nuevas canciones, con letras
y ritmos que expresaban la más auténtica identidad de todo un continente
estremecido por las luchas revolucionarias, como las de Atahualpa Yupanqui,
Mercedes Sosa, Victor Jara, Chico Buarque y la llamada nueva trova cubana,
junto a una completa renovación de la cinematografía expresada en películas de
impronta social como las de Miguel Litín, Tomás Gutiérrez Alea, Jorge Sanjines y
otros talentosos directores. Al mismo tiempo surgía la teoría de la dependencia a
partir de los trabajos de Theotonio dos Santos, Helio Jaguaribe y demás autores
que abrieron una rica discusión sobre los orígenes del subdesarrollo, echando por
tierra viejas conclusiones sociológicas sobre el proceso histórico latinoamericano.

En general el triunfo de la revolución cubana inauguró una época de gran


efervescencia social y política en América Latina, caracterizada por significativos
combates revolucionarios y antimperialistas, poderosas luchas obreras, el
despertar de importantes sectores campesinos, la elevación del espíritu combativo
de las masas marginales y las amplias movilizaciones estudiantiles. La iglesia
tampoco estuvo ajena a estas convulsiones sociales y en su seno florecieron
genuinas corrientes renovadoras que se pronunciaron por la lucha revolucionaria y
la alternativa socialista (Teología de la Liberación).

TEMA 49

LA GUERRA DE VIET-NAM

María Teresa Montes de Oca

La guerra de Viet-Nam, que estremeció al mundo en los años sesenta y parte de


los setenta, fue en realidad la última etapa de la larga contienda de la nación
vietnamita por alcanzar su plena soberanía e independencia contra las
intervenciones de grandes potencias, que pretendieron subyugarla en diferentes
épocas de su historia. Terminada la guerra y expulsados los ejércitos japoneses, el
pueblo vietnamita hubo de luchar durante mas de cinco años contra los
colonialistas franceses hasta su derrota en 1951. El país, que se vio dividido,
conoció de la creciente presencia norteamericana que comenzó por brindar apoyo
al gobierno entreguista del sur y que luego se involucró directamente en la guerra
sucia contra el pueblo de Viet Nam.

La primera fase de la contienda, extendida hasta 1965, estuvo dominada por la


“guerra especial”, estrategia con la cual Estados Unidos y el régimen de Saigón
pretendieron detener la creciente insurrección popular. Como parte de ella crearon
las “aldeas estratégicas”, verdaderos campos de concentración de poblados
enteros. Ante la imposibilidad de contener la insurrección sureña por estas vías,
Estados Unidos decidió involucrarse directamente en el conflicto. Desde 1964
comenzaron los bombardeos indiscriminados a la República Democrática de Viet
Nam, casi al mismo tiempo que las primeras unidades regulares del ejército
norteamericano desembarcaban en el sur para involucrarse activamente en la
guerra contra los rebeldes. Ya a fines de ese año las tropas de Estados Unidos
llegaban a 200 mil hombres –alcanzarían medio millón en 1968— y asumían el
papel principal en los teatros bélicos.

Para entonces, la ola internacional de repudio a la agresión norteamericana


alcanzaba sus mayores proporciones y en Estados Unidos el descontento
generado por la guerra de Viet Nam ponía en crisis a la propia administración en
Washington, cuando ya las pérdidas fatales de su ejército pasaban de los 30 mil
hombres. En un esfuerzo desesperado por encontrar una solución, el gobierno de
Lyndon Johnson anunció en marzo de 1968 un cese temporal de los bombardeos
por encima del paralelo 20 y su disposición a entablar negociaciones –
comenzaron en París al año siguiente.

La última fase de la guerra de Viet Nam coincidió con el inicio del mandato de
Richard Nixon. Durante su gobierno se llevó adelante el plan de “vietnamizar” el
conflicto mediante el aumento de la presencia del ejército de Saigón en los
escenarios bélicos, para permitir la retirada gradual de las fuerzas
norteamericanas, a la vez que la guerra se extendía a Laos y Kampuchea (1969-
1971) y se reiniciaban brutalmente los bombardeos contra la República
Democrática. Con estas acciones Nixon pretendía doblegar a los vietnamitas en
las negociaciones diplomáticas en París.

Nuevos reveses hicieron trizas estos proyectos norteamericanos. Estados Unidos


respondió con el minado de Hai Phong y otros puertos de Viet Nam del Norte. La
inutilidad de estas crueles represalias, que incluían salvajes bombardeos a Hanoi
y otras ciudades norvietnamitas a fines de diciembre de 1972, obligó a Estados
Unidos a aceptar, el 27 de enero de 1973, los acuerdos de París. En ellos se
reconocía la independencia y unidad territorial de Viet Nam, se reglamentaban las
condiciones del cese al fuego, quedaba prohibida la intervención norteamericana
en los asuntos internos vietnamitas y se preveía la creación en el sur de un
gobierno de coalición como paso previo a la reconciliación nacional y la
reunificación pacífica.

En los meses siguientes el gobierno de Thieu se negó a cumplir las estipulaciones


del tratado, pero privado del apoyo directo de las tropas norteamericanas le fue
imposible mantenerse por mucho tiempo. En abril se inició la decisiva ofensiva Ho
Chi Minh –titulada así en honor del desaparecido líder vietnamita, fallecido en
1969— que permitió, tras la renuncia de Thieu y la precipitada huida de los
principales personeros de su régimen, acompañados de los asesores
norteamericanos, ocupar Saigón el día 30 de ese mismo mes y todo Viet Nam del
Sur. La derrota de Estados Unidos constituyó uno de los golpes de mayor
repercusión en la sicología del pueblo norteamericano y su impronta marcó toda la
historia posterior de esta nación.

TEMA 50

ÁFRICA: DE LA PRIMERA OLA DE DESCOLONIZACIÓN (1950-1965) A LA


DESCOLONIZACIÓN TARDÍA (1965-1994).

Armando Entralgo

Problemas fundamentales de las primeras décadas de independencia. Aunque


tanto en los setenta como en los noventa, los nuevos países que se
independizaron los podríamos sumar a los de la primera descolonización de los
sesenta, parece lo más sensato agruparlos en una especie de "descolonización
tardía" que no pudo lograr la preciada meta junto al grupo pionero, por dos
razones básicas: el racismo institucionalizado en Sudáfrica y en sus
"dependencias", y la dura lucha de los movimientos de liberación del área contra
ella, principalmente en Angola, Mozambique, Namibia y la propia Sudáfrica.

Los progresos sociales, económicos y políticos experimentados por el África


fueron reales entre mediados de los sesenta y mediados de los ochenta, tanto en
el Zagreb como al sur del África, incluidos aquellos gobiernos que experimentaron
con una vía no capitalista de desarrollo, Ghana, Guinea, Mali, Egipto, Argelia,
Angola, Mozambique, Seychelles, Guinea-Bissau, Benin, Etiopía, Madagascar,
Tanzania, Zimbabwe, Zambia y otros, a pesar de que, en líneas generales, la
independencia ha sido más teórica que real.

Por otra parte, desde mediados de los años sesenta, aparecieron en el mapa
político africano los golpes de estado, ejecutados primero contra gobiernos
claramente conservadores, corruptos y generalmente inclinados a seguir el criterio
de sus exmetrópolis; segundo, los golpistas claramente vinculados a las agencias
de inteligencia extranjeras; tercero: los golpistas que derrocaban a un gobierno
impopular y lo sustituían por un gabinete militar de corte ideológico avanzado
-Dahomey, Libia, Congo Brazzaville, etc.

A mediados de 1974 y siguientes, se desarrolló en Etiopía - imperio hasta


entonces- un violento proceso de lucha por el poder entre diversas facciones de
militares progresistas, las cuales paralelamente trataban de ser reconocidas por la
sociedad y por la opinión mundial. La situación se tornó más violenta cuando un
vecino golpista, también de izquierda, invadió el país etíope por la región del
Ogaden (Somalia). Los hechos antes reseñados demuestran con qué rapidez,
violencia e impunidad se fue militarizando en ese período la Organización de la
Unidad Africana (OUA), y la propia política de los estados por presidentes que
-antes- fueron generales o coroneles.

Cuando el gobierno portugués cae en la primavera de 1974 y da comienzo a una


contradictoria y tormentosa descolonización de su mundo colonial, pero
particularmente de Angola, con la participación de un buen número de actores
externos, el colonato blanco comprende que el radicalismo africano de programa
marxista venía pisándole los talones y había llegado muy cerca de la frontera,
geográfica e ideológicamente hablando. La lectura que hará la izquierda africana
de ese brevísimo período de la segunda mitad de los setenta, de los éxitos del
nacionalismo liberador en las colonias portuguesas, en el cuerno de África, en los
cuarteles de oficiales conspiradores en el Caribe isleño; en América Central, en
Afganistán y otros puntos del planeta, inevitablemente sería de tono triunfalista.
Por eso fue que a continuación de ese quinquenio "tercermundista" 1975-80
contemplaríamos la metamorfosis de las guerras coloniales aún pendientes en
Angola, Mozambique, Guinea-Bissau (un tanto menos), Zimbabwe, alguna más,
en guerras civiles.

El gran triunfo, que aún magnetiza a los pueblos de todo el continente, sería la
histórica victoria sobre el apartheid en 1994. Al mismo tiempo, los graves
problemas de la economía mundial empujarían a los países africanos hacia una
crisis estructural. Esa crisis en los países del sur estaría desde sus inicios
asociada al tema de la deuda externa, la caída de los precios de las materias
primas, las crisis energéticas y el inicio de la globalización.

TEMA 51

EL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ.

Reinaldo Sánchez Porro

Entre los muchos pueblos que se sucedieron en Palestina estuvieron los judíos
que conquistaron Jerusalén y formaron un reino mil años a.n.e. A principios de
nuestra era el imperio romano eliminó el estado judío y expulsó de allí a sus
miembros. Otro pueblo semita conquistó el país y lo pobló desde el siglo VII hasta
hoy, haciendo de Palestina una parte de la nación árabe desde hace más de 1300
años. Para fines del siglo XIX la abundante presencia judía en Europa había
conocido muchos procesos de expulsión y antisemitismo que perjudicaban su
asimilación.

Tras la primera guerra mundial Inglaterra reservó los territorios de Palestina para
la creación de un hogar nacional judío y, pese a la protesta de los nacionalistas
árabes, los inmigrantes judíos pasaron a constituir casi un tercio de la población.
El conflicto entre éstos y la población palestina fue llevado por Inglaterra en
noviembre de 1947 a la Organización de Naciones Unidas (ONU) que decidió la
partición del país pese al rechazo de todos los gobiernos árabes. En
consecuencia, cuando los sionistas proclamaron el estado de Israel en mayo de
1948, en poco mas de la mitad de Palestina, los países vecinos acudieron en
ayuda de la población árabe.

La resultante guerra de 1948 llevó a Israel a ampliar sus fronteras hasta incluir el
80% del país. Los árabes fueron impulsados a abandonar sus tierras en dirección
a los estados circundantes. Más de un millón de palestinos integraron éste éxodo
que dio lugar a un gigantesco problema de refugiados. Con el apoyo militar,
económico y diplomático de Estados Unidos, que relevó a Inglaterra durante la
segunda guerra mundial, Israel pudo consolidar sus fuerzas y librar nuevas
guerras contra los árabes hasta controlar toda Palestina y desbordarse sobre Siria
y Egipto en l967 y el sur del Líbano mas tarde. En estas tres áreas los invasores
implantaron asentamientos judíos formando un entramado de colonias
estratégicas en medio de la población árabe y se anexaron Jerusalén y las alturas
del Golán sirio, pese a la condena internacional en la ONU.

En el plano inter-árabe la lucha contra la expansión israelí fue un objetivo esencial


de las fuerzas del nacionalismo árabe que encabezara hasta su muerte el líder
egipcio Gamal Abdel Nasser. A fines de 1987 la población de los territorios árabes
ocupados desencadenó una rebelión permanente contra las tropas israelíes
conocida como intifada y un año mas tarde el Consejo Nacional Palestino
proclamó el estado independiente.

Estos acontecimientos, sumados a la evolución de la situación internacional,


forzaron a Israel a aceptar un proceso de negociaciones que se ha extendido de
forma discontinua hasta nuestros días. En la actualidad se consideran como
problemas centrales que exigen una solución definitiva: el futuro de los
asentamientos judíos, el regreso de los refugiados árabes y el status de Jerusalén.
Los representantes del pueblo palestino reclaman el establecimiento en Jerusalén
oriental de la capital de su estado pero los vaivenes electorales en Israel y la
incondicionalidad de su aliado, el gobierno de Washington, ha dilatado las
negociaciones e impedido hasta hoy que se llegue a acuerdos definitivos sobre
estos puntos candentes.

TEMA 52

EL NUEVO ORDEN INTERNACIONAL DE LOS NOVENTA

Roberto González Gómez

Con el fin de la guerra fría entre los años 1989-1991, ingresamos en una nueva
era de las relaciones internacionales y de la historia de la humanidad. En estricto
sentido, entramos en una era de transición, y en las relaciones internacionales, en
un período de reestructuración y recomposición. La guerra fría, conflicto de poder
e ideológico básico entre dos bloques de potencias que dominó toda la segunda
posguerra del siglo XX, conllevó siempre el peligro mayor de una tercera guerra
mundial con armas atómicas, que hubiera podido significar el fin de la humanidad.
Si bien esa amenaza se ha alejado del horizonte histórico, la época que comienza
se presenta cargada de renovados peligros de diversos tipos.

En el cambio internacional que se ha producido en la década de los noventa han


incidido dos causas fundamentales: en primer lugar, y la de mayores
consecuencias en el plano político y estratégico, el colapso del bloque socialista
europeo, que deja a Estados Unidos como la única superpotencia en el planeta en
todos los planos; la globalización de la economía proceso que se venía abriendo
paso profundamente desde comienzos de los setenta, y que significa una nueva
fase de expansión capitalista, basada en una nueva revolución científico-técnica y
la tendencia a la conformación de grandes megabloques económicos, inspirada en
una ortodoxia neoliberal, que privilegia al mercado como instrumento fundamental
para el crecimiento y el desarrollo.

En el plano político-estratégico; en este período se afirma la superpotencia


norteamericana como el mayor poder mundial y los años noventa son un momento
de relativa unipolaridad en las relaciones internacionales, desde el punto de vista
del balance de fuerzas. Después de unos años de debate en torno a sus
proyecciones en el plano internacional, se afirma en Washington una clara
pretensión de desempeñar un rol imperial en el nuevo contexto mundial, a imponer
un determinado orden internacional, y a impulsar un nuevo rearme basado en las
tecnologías de punta.

Las tendencias de la economía impulsan la conformación de grandes bloques


integracionistas, como la Unión Europea, y otros proyectos menos
institucionalizados, por ejemplo, el tratado de Libre Comercio de América del Norte
(TLCAN) y el bloque del Asia del este en torno a Japón: los llamados “tigres
asiáticos”. Si existe una situación de unipolaridad estratégica, debido al colapso
soviético y la supremacía coyuntural de Estados Unidos, en el plano de la
economía mundial, hay una tripolaridad, tres centros de poder, cuya rivalidad
probablemente sea una de las líneas dominantes del siglo XXI.

Así, la unipolaridad estratégica norteamericana se ve acompañada por una


inclinación a la multipolaridad, por el momento económica, pero que puede
extenderse este siglo a otras dimensiones del poder. Si la URSS colapsó y los
procesos de transición han afectado y debilitado a Rusia, no cabe duda que este
gran país está llamado a desempeñar un papel mayor en la política mundial; está
también China Popular, emergiendo como una gran potencia en lo económico y lo
militar, e importantes potencias medias regionales como la India, Irán, Nigeria,
Sudáfrica, Brasil. La tendencia a la multipolaridad puede fortalecerse en el actual
siglo XXI, cancelando, para bien de todos, la aspiración norteamericana a imponer
su supremacía absoluta. En la etapa actual de las relaciones internacionales no se
perfila aun un verdadero nuevo orden mundial, y sobre todo un orden justo y
equitativo. Por el contrario, se presenta como un período turbulento, convulso, de
grandes cambios, conmocionado por fuertes conflictos a escala regional en
diversas zonas del planeta, exacerbados en buena medida o agudizados.

Por las secuelas negativas de un proceso de globalización económica excluyente,


que aumenta el abismo entre el norte y el sur del planeta, dinámica conflictiva que
en buena medida apunta a sustituir la rivalidad este-oeste de la guerra fría. Y en
este contexto, se exacerban los conflictos étnicos-nacionales, y los
fundamentalismos o integrismos religiosos, que agudizan la conflictividad regional
y con el desmembramiento de varios estados multinacionales, aumenta
sustancialmente el número de actores estatales que se acerca hoy a casi 200,
complicando toda la dinámica política internacional. Y junto a estos fenómenos, la
globalización paralela del crimen organizado y del terrorismo, fenómenos sin
antecedentes de esta magnitud en las décadas anteriores, que amenazan la
estabilidad y la gobernabilidad, no sólo de países y regiones tercermundistas, sino
incluso de los centros desarrollados de la economía mundial.

En suma, estamos ante un gran desorden mundial presidido y agravado por las
pretensiones imperiales de Washington. Frente a todo ello, es necesario repensar
y construir una alternativa de sociedad mundial más justa para este siglo que se
inicia, en la nueva era que se vaticina como de la alta tecnología y la conquista del
espacio.

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