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de Esteban Goicoechea
Personajes:
ESCENA UNICA
ERNESTO: ¿Como dice el alemán? Eso que me gusta a mí que dice, cuando está sólo. Bueno,
está con ella. Pero él en ese momento se siente sólo. Están en la cocina del departamento, casi
oscuro, como en penumbras. Él va y abre la puerta de la heladera, no. Si, es la heladera porque
al abrir la puerta sale una luz blanca que se proyecta sobre el piso… qué buena imagen.
Ve una fuente con carne. Se queda mirándola. La agarra con la mano, sin la fuente, sólo la
carne humana.
El sigue mirando la carne que está bajo su mano, y con la otra, sin mirar, abre un cajón, tantea y
saca un cuchillo de cocina. Esos de mango blanco. Apoya el filo del cuchillo sobre el borde de
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Ella le habla, de lo que hablaba antes, de la soledad. Pero él no la escucha, desde que vio la
carne es como si las palabras de ella no llegaran a sus oídos, eso es.
Y sigue cortando la carne. Con el cuchillo corta uno de sus propios dedos, de la otra mano, la
que sujeta la carne ¿entendés? Lo corta entero, de raíz. Él respira hondo, casi con una sonrisa.
Está viendo lo que hace, pero es como si viera más allá de la carne. Sigue cortando, y corta otro
de sus propios dedos, también entero. ¿Entendés Marta? En la mesada quedan las rodajas de
¿Cómo dice? El alemán Marta, el alemán ese que me gusta a mi, ¿qué dice?
MARTA: Entonces si te gusta cómo interpreta a un hombre te gusta como hombre, sea de
verdad o de mentira.
ERNESTO: No Marta. Me gusta la forma de interpretar. Bueno ¡bueno! ¿Cómo era que decía?
Lo que me gusta que dice en la película, cuando habla por teléfono con…
MARTA: Ya sé. Dice “¿por qué para reír es necesario que por lo menos haya dos mientras que
ERNESTO: “¿por qué para reír es necesario que por lo menos haya dos mientras que para llorar
MARTA: Pero a vos ¿por qué te gusta tanto esa frase? A caso, ¿no lloramos juntos a veces?
MARTA: ¿No me necesitas más para reír? ¿Te querés reír sin mí? Ernesto. ¡Qué decís! No te
entiendo. A ver explicate mejor. No sé si te gusta reír sólo, llorar juntos, el alemán. ¡Qué es lo
que te gusta!
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ERNESTO: Ante todo, me gusta reír junto a vos, me gusta llorar junto a vos. Y el alemán me
¡Ernesto! No te soporto más. Siempre diciéndome todo lo que tenés para decir. Guardate algo,
crea intriga. No me largues todo de un escupitajo. Así sólo vas a lograr que no te crea más. De
tanta verdad, se me presenta todo como una mentira. Y yo no soy la culpable. Sos vos el
promotor de esto. Que clase de restaurante puede tener una pareja si el hombre de la pareja no
tiene suspenso, no tiene climax. No hay sorpresa, por ejemplo: no me gusta que te abras el
delantal y estés desnudo, eso es obvio. No me gusta que saques la bandeja del freezer y ya esté
Aunque no quieras seguiremos siendo pareja hasta que la muerte nos separe, o hasta que el
restaurante se funda. El día que papá me entregó el palo de amasar, no sólo acepté el desafío
sino nuestra unión en esta cocina blanca, limpia. Y esta cocina venía con vos incluido, te colaste
en mi vida y yo en la tuya. Hasta que la muerte nos separe, dijiste vos que dijo papá.
MARTA: No. Eso no está bien. ¿Cuándo vas a aprender? ¿Vos pensabas salir así? Mirate. Vení
para acá Ernesto. Falta una hora para que amanezca, mirate. Tenés que mejorar. Se te ve tan mal
a veces. Es por la ropa. Vos conocés muy bien ese dicho en alemán. ¿Cómo es?
MARTA: Klamoten machen Leute. Vos me lo enseñaste. ¿y entonces? Empieza un nuevo día de
trabajo Ernesto, y no puede ser que lo empieces así, todo desalineado. No hay que olvidarse de
lo que decía papá. A veces sospecho sino es una rebeldía tuya. No puedo creer que no te des
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cuenta. Eso no me lo creo. Antes de decirte algo me contengo, una y mil veces. Pero no te creo
Ernesto. Vos no podés aparecer en el restaurante así. Decime de nuevo esa frase.
MARTA: Convencete Ernesto. Decilo para que no te lo tenga que recordar yo. Repetilo.
Mira el huevo.
MARTA: Los pruebo, los comparo, lo cualifico, los cuantifico. Vos no sabés nada de huevos
MARTA: Vos ¿distinguís un huevo de campo de uno de ciudad? ¿Uno de jaula de uno de
granja? ¿Diferencias un huevo de gallina adulta de uno de gallina joven? Decime Ernesto
ERNESTO: Los huevos, por más que sean duros, también se pudren. El huevo va en la
MARTA: ¿Sabés distinguir un huevo de gallina bien servida por un buen gallo y uno de gallina
mal…
MARTA: Hay huevos con cáscara reluciente, pero incompletos por dentro. Hay huevos sucios
por fuera, de mal aspecto, ¡hasta cagados! Pero por dentro… Por dentro...
MARTA: ¡No Ernesto! ¡No! ¿No te das cuenta de nada? Nunca comprendiste mis avances
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ERNESTO: Esta bien. Quiero uno, como uno.
MARTA: ¿Blanco o de color? ¿Fresco o añejo? ¿Grande o chico? ¿Jaula o Granja? ¿Joven o
Ernesto come y de repente Marta agarra sus testículos con una mano y aprieta.
MARTA: ¿Terminaste? Decime ahora. Decime si no te dan ganas de aprender a cocinar bien los
huevos, hay que saber lo que uno da, lo que se ofrece. Soy yo la que sirve en el salón Ernesto.
Las proporciones son las proporciones. ¿Qué es eso de innovar? ¡Con los huevos nunca!
Hay que saber lo que uno come. ¿Me entendés ahora, no?
Juegan.
Bombón escocés
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ERNESTO: Ensalada mediterránea.
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Pausa.
ERNESTO: Sospecho que son tus labios, me sugieren algo y no sé qué es. No me doy cuenta.
MARTA: Ernesto.
ERNESTO: ¿Qué?
ERNESTO: Ahí sí que te voy a querer, voy a tener unas ganas de quererte, voy a tenerte unas
ganas.
ERNESTO: En donde sea, en la cocina, el patio, entre las mesas, te voy a meter flores por todos
los rincones.
ERNESTO: No sé si ahora o esperar hasta la primavera. Pero te quiero tanto que… mirá lo que
Intentan besarse.
ERNESTO: Hay que saber esperar el momento propicio. No aceleremos las cosas, no
quememos etapas.
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MARTA: A fuego lento, sí. A baño María me parece demasiado lento, el baño María siempre lo
consideré repugnante.
ERNESTO: Dejemos las ollas y sartenes, las hornallas, el horno. Tiremos por un rato la cocina a
MARTA: Tenés la idea fija. Querés darle y darle, querés calor, querés llamas, lenguas de
llamas.
ERNESTO: Al revés.
ERNESTO: Es mi leña son mis brasas. No podés decir primero las brasas y después la leña, es
al revés. Una cosa viene después de la otra. Sin la primera no está la segunda.
MARTA: Me cambias de tema para que ya demos por hecho el asunto de prender el fuego ¿no?
MARTA: La última vez que querías más y más arrancaste los estantes del depósito, desclavaste
las patas las mesas del salón, los cajones de la fruta, prendiste las agarraderas, el delantal,
partiste la tabla, las puertas dadas vuelta, ¡hasta casi metés el palo de amasar! Sin límites no
ERNESTO: Descontrol.
MARTA: Control.
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ERNESTO: No, no. Es al revés.
Tiempo.
Marta triste.
MARTA: Qué feo Ernesto. Qué feo lo que decís. Me imagino nuestra separación. Nos veo a
nosotros, a los dos… pero solos. ¿Me entendes? Dos solos Ernesto. Un solo y una sola. Y me
imagino en esta cocina inmensa, blanca, vacía, quieta... la cuchara de madera en el piso.
Hongos. Restos de harina, polvo blanco, viejo. Y una hornalla encendida… pero sola. La última
llama que nos vió juntos Ernesto. Nuestra hornalla, la de la izquierda, la que siempre fue nuestro
fuego, para nosotros y nadie más, extinguiéndose, lentamente. Y me pongo mal. Me veo
llorando, toda llorando, mi cuerpo entero llorando. Hecha una sopa de lágrimas.
ERNESTO: Mirá lo que decís. Decís cada cosa y no te das cuenta. Sos genial. Una sopa de
lágrimas. En la cocina hay que crear Marta. ¿Y si probamos hacer una sopa de lágrimas?
Marta piensa.
MARTA: Entonces pegame con la cuchara sopera, tajeame con el cuchillo de la carne…
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MARTA: Decime algo feo, haceme llorar. Haceme doler por dentro. Picame, moleme, ¡rayame
toda!
ERNESTO: ¡Deforme!
ERNESTO: Marta, lo nuestro así no va andar. Si seguís cortando el limón a lo largo, lo nuestro
no va. A lo ancho hay que cortarlo. Así nunca vamos a poder sostener el restaurante que tanto
soñamos. Yo a vos te quiero, sos una hermana. A mamá la amaba, porque era mamá, pero a vos
te quiero mucho también. Hay veces que me confundo, me confundís. Te veo picar la cebolla y
emociono o me emociono porque lloro. O será… No… iba a decir cualquier cosa, una locura,
iba a decir por la cebolla… ¡pero sos vos! Sos vos que picas la cebolla como lo hacía mamá y
entonces me vienen recuerdos y me enamoro. Qué feo enamorarse de una hermana y mas que
¿Vos me entendés Marta lo que yo te quiero decir cuando te digo que cortes el limón a lo ancho
y no a lo largo? Hacelo como todo el mundo, como todo mundo que estudió en una escuela de
cocina.
No solo por nuestra relación, sino por la incidencia que esto pueda tener en la educación de tus
hijos, si es que algún bendito día te hago un bendito hijo. ¿Imaginate qué ejemplo para tus hijos
cortar el limón por el lado largo? ¿Te lo llegás a imaginar? ¿Cómo crecería ese niño? Decime
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cómo puede aprender un niño a multiplicar si corta el limón por el lado equivocado. Desde el
vamos confundiría la o con el cero, esdrújula con equilátero. Una catástrofe escolar. Ahora sí, si
vos querés confundir toda una generación cortá el limón como se te canta y lo vas a lograr.
¿Entendés ahora por qué yo no quiero tener un hijo con vos si no cambias los hábitos? Aunque
yo también desee una hija tuya. Sin cambio no hay cambio, ahora si cambias hay cambios.
ERNESTO: Mirá como me mirás, mirate mirarme. No me seduzcas Marta. No me mires así. Me
MARTA: Cuidado con lo que hacés. Te temo, me estás resultando imprevisible. Esto es nuevo,
esa mirada.
MARTA: Me cagaste la tarde Ernesto. Podrías haber disimulado, podrías haber mirado para
otro lado, pero no. Estuviste todo el día sospechando, acusándome con esos ojos inquisidores.
ERNESTO: Se hizo una reunión. Yo mismo. Me reuní en la oficina conmigo mismo, frente al
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MARTA: ¿Y? ¿Eh? ¿Qué pito toco yo en eso? Como siempre me dejaron afuera, ¿m?
ERNESTO: Si, por tu causa. Y te voy a poner al tanto del motivo de la reunión.
MARTA: ¿Qué querés de mí? Más que amargarme el día. Ensuciarme la tarde. Hacerme
ERNESTO: Soy el único que te quiere Marta, aunque sólo sea por la relación que tenemos, los
MARTA: Sos libre Ernestito, andá, andate si es lo que querés. No tenemos ningún compromiso.
MARTA: No quiero escuchar nada que provenga de esa reunioncita y menos si sos vos el que lo
dice.
MARTA: ¡¿Llorar?!
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¿Quién? ¿Me viste llorar Ernesto? Que no me entere por ahí que dijiste haberme visto llorar,
me interesa.
ERNESTO: No Marta. Imposible, no puede faltar ni una semana… Para vos… ¿Hombre o
mujer?
ERNESTO: Te lo vuelvo a preguntar, hombre o mujer, porque para mí, insisto: es mejor mujer.
ERNESTO: ¿Prejuicioso yo? Qué prejuicio. Es un argumento matemático, mujer cuerpo blando,
suave, carne tierna. Hombre cuerpo fuerte, físico fibroso, carne dura.
MARTA: Tocame Ernesto. ¡Tocame! Cuerpo blando. Medite conmigo. Todo fibra soy.
un joven.
ERNESTO: ¡Nunca es demasiado! Y además ya sabés nos convienen los jóvenes: carne fresca.
MARTA: Bueno bueno. ¿Y cómo procederíamos? ¿Quiero decir cómo podríamos hacernos de
ERNESTO: Mejor, con alguna excusa, la invitamos a… al depósito y ¡la macheteamos acá!
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ERNESTO: Mataríamos igual.
ERNESTO: O matamos o nos quedamos sin carne, y si nos quedamos sin carne nos fundimos, y
MARTA: ¡Matemos!
ERNESTO: Pura supervivencia… Si somos animales Marta, más o menos civilizados, pero no
MARTA: Es el instinto.
Pausa.
ERNESTO: No. Un corte de verdad. Un dedo ¿Nunca te cortaste un dedo de raíz? Todo, entero.
MARTA: No recuerdo.
Fijate qué contradictorio: nunca me sentí más vivo que cuando me corté el primer dedo,
enterito. Hay veces que me dan una ganas ir más allá, probar un poquito más, no digo la mano.
Ernesto la sorprende y agarra con fuerza la mano de Marta, mastica tres dedos.
Ella grita.
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ERNESTO: ¿Cómo dice el alemán?... Se puede llorar sólo, pero para reír hacen falta dos.
Apagón.
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