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La dignidad humana es el derecho que tiene cada ser humano, de ser respetado y
valorado como ser individual y social, con sus características y condiciones
particulares, por el solo hecho de ser persona. La historia nos muestra muchos
casos en que la dignidad humana ha sido avasallada. Son ejemplos de ello la
desigualdad social vigente en la Edad Media, los abusos del poder, o el
holocausto. Justamente este último hecho hizo que se dictara la Declaración
Universal de los Derechos Humanos en 1948 que declaró a todos los seres
humanos como iguales y libres en sus derechos y EN SU DIGNIDAD. Esta
práctica de reconocimiento de la dignidad humana siguió plasmándose en tratados
internacionales y Constituciones nacionales.
Sabemos que Cada uno de nosotros pertenece a una determinada raza, sexo,
religión; posee una ideología, nacionalidad, determinados rasgos físicos (alto,
bajo, rubio, moreno, delgado, robusto, etcétera) un cierto coeficiente intelectual,
más o menos habilidad física, mucho o poco dinero, y un aspecto que puede o no
coincidir con el ideal de belleza; puede padecerse algún problema de salud, que
impida algunas acciones, pero en esencia todos somos iguales como sujetos de
derechos, y aquellos con menores posibilidades deben ser ayudados por el Estado
para que tengan igualdad de oportunidades.
Son derechos subjetivos, esperanzas que se forman las personas en relación con
la acción u omisión de los Estados, las instituciones, los poderes fácticos y del
resto de las personas respecto a ciertos bienes fundamentales componentes de lo
que se considera la dignidad humana
La lucha social por los derechos humanos tuvo características propias en cada
país que se enfatizaron durante el retorno a las democracias: mientras en algunos
países como Argentina, el énfasis estuvo puesto en la aplicación de justicia frente
a las violaciones a los derechos humanos, en otros, como Chile, estuvo puesto en
los procesos de reconciliación nacional. De este modo, la llegada al poder de
gobiernos democráticos implicó el desarrollo de reformas que tuvieron un impacto
directo en materia de derechos humanos. Una de las iniciativas simultáneas más
relevantes fue la formación de Comisiones de Verdad en países como Argentina,
Chile, Uruguay y Perú. Su función era investigar las situaciones de violación de los
derechos humanos, proponer medidas reparatorios y políticas públicas de
restitución del Estado de derecho y el respeto a la dignidad humana. El «rasgo
común de los informes de las comisiones de la verdad fue que diferenciaron el
presente del pasado, imaginaron a la memoria y la democracia como formas de
evitar la reiteración de la violencia política, acortaron la distancia entre las víctimas
de las dictaduras y la ciudadanía y tornaron visibles los crímenes en sociedades
renuentes a admitir los hechos». Salvo en el caso de Argentina, en la mayoría de
los casos se planteó que los resultados de los Informes eran independientes de
los procesos de justicia contra los responsables y autores de estos actos.
Este proceso ha estado acompañado por una serie de políticas de memoria, tales
como la creación de museos, monumentos, archivos y sitios de conciencia o
memoria. Como destaca Emilio Crenzel, «estos sitios han implicado la creación de
archivos orales y documentales, el desarrollo de tareas de investigación que
involucran el examen de los perfiles que asumió la represión a escala nacional y
local, la identificación de sitios de la represión no descubiertos, la restauración de
sitios identificados, la recopilación de informes sobre las víctimas y los
perpetradores y la transmisión de la memoria en base a diversos proyectos
educativos, académicos y artísticos»[13]. Este proceso ha sido muy complejo,
debido a los distintos puntos de vista y posiciones que han asumido los familiares
de las víctimas, organizaciones de la sociedad civil y las instituciones del Estado,
en relación a aspectos como los contenidos de los relatos de los museos y sitios
de memoria, la periodización histórica utilizada, la legitimidad de las personas para
construir estos relatos, la manera en que se presenta a los victimarios, la
responsabilidad de la sociedad civil o la representación estética de las violaciones,
entre otros aspectos.
La lucha social por los derechos humanos tuvo características propias en cada
país que se enfatizaron durante el retorno a las democracias: mientras en algunos
países como Argentina, el énfasis estuvo puesto en la aplicación de justicia frente
a las violaciones a los derechos humanos, en otros, como Chile, estuvo puesto en
los procesos de reconciliación nacional[9]. De este modo, la llegada al poder de
gobiernos democráticos implicó el desarrollo de reformas que tuvieron un impacto
directo en materia de derechos humanos. Una de las iniciativas simultáneas más
relevantes fue la formación de Comisiones de Verdad en países como Argentina,
Chile, Uruguay y Perú. Su función era investigar las situaciones de violación de los
derechos humanos, proponer medidas reparatorias y políticas públicas de
restitución del Estado de derecho y el respeto a la dignidad humana. El «rasgo
común de los informes de las comisiones de la verdad fue que diferenciaron el
presente del pasado, imaginaron a la memoria y la democracia como formas de
evitar la reiteración de la violencia política, acortaron la distancia entre las víctimas
de las dictaduras y la ciudadanía y tornaron visibles los crímenes en sociedades
renuentes a admitir los hechos»[10]. Salvo en el caso de Argentina, en la mayoría
de los casos se planteó que los resultados de los Informes eran independientes de
los procesos de justicia contra los responsables y autores de estos actos.
Este proceso ha estado acompañado por una serie de políticas de memoria, tales
como la creación de museos, monumentos, archivos y sitios de conciencia o
memoria. Como destaca Emilio Crenzel, «estos sitios han implicado la creación de
archivos orales y documentales, el desarrollo de tareas de investigación que
involucran el examen de los perfiles que asumió la represión a escala nacional y
local, la identificación de sitios de la represión no descubiertos, la restauración de
sitios identificados, la recopilación de informes sobre las víctimas y los
perpetradores y la transmisión de la memoria en base a diversos proyectos
educativos, académicos y artísticos»[13]. Este proceso ha sido muy complejo,
debido a los distintos puntos de vista y posiciones que han asumido los familiares
de las víctimas, organizaciones de la sociedad civil y las instituciones del Estado,
en relación a aspectos como los contenidos de los relatos de los museos y sitios
de memoria, la periodización histórica utilizada, la legitimidad de las personas para
construir estos relatos, la manera en que se presenta a los victimarios, la
responsabilidad de la sociedad civil o la representación estética de las violaciones,
entre otros aspectos.
Las autoridades policiales responden a la creciente protesta social con una amplia
variedad de violaciones de derechos humanos y una intensificación de la política
de represión.
Se someten a presos políticos, que piensan distinto a las del gobierno, a procesos
penales injustos.