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El impacto del delito en la en la configuración socioespacial del territorio

urbano de la Ciudad de México

Línea de investigación: Procesos socioterritoriales de escala urbana

Grado de postulación: Doctorado en Urbanismo

Folio: 20221-49433

Fecha: 10 de Febrero 2021


Origen del problema de investigación

Para el año 2018 la Organización para las Naciones Unidas (ONU) mencionaba que
el 55% de la población en el mundo vivía en zonas urbanas y para 2050 está ascendería a
ocupar el 68% de la población mundial (2020).

Asimismo, la demanda de suelo urbano será mayor por parte de los diversos actores
sociales, políticos y económicos que tengan interés en su aprovechamiento, lo que
provocaría un problema en la gestión de las ciudades, esto vendrá acompañado de una
serie de retos en materia de servicios urbanos, gobernabilidad y seguridad dentro de las
metrópolis en el país.

Algunos tipos de delito, entendido como un concepto jurídico; como violación del
derecho y del pacto social que se halla en la base del Estado por un lado, y por otro; como
comportamiento que surge de la libre voluntad del individuo y no como causa patológica
(Baratta, 2004), es uno de los factores principales dentro de la realidad urbana en la
actualidad. Se han hecho diversos estudios sobre la relación entre la cuestión urbana y el
delito, como causa psicológica, de la pobreza y la marginación (López-Santiago, 2017). Sin
embargo se ha vuelto una cuestión superficial su relación dentro del análisis del urbanismo
que muchas veces se opta por caminos poco rigurosos sobre la relación estructural del
fenómeno criminológico y el pensamiento urbanístico.

La relación dentro del urbanismo y la criminalidad puede desviarse hasta ser


causante de un fenómeno social determinado y reconocido como “criminalización” y
“etiquetamiento” (Lamnek, 1980) o sea, el determinar ciertos elementos, acciones o hechos
como causantes del crimen o bien ser actos criminales en sí, como lo es la marginación, la
pobreza, las conductas sociales reconocidas por aquellos que las determinan moralmente
desviadas. Así el problema de entablar un diálogo entre urbanismo y criminalidad al
momento de entrelazarlos epistémicamente, recae en reducir a la criminalidad a mero
hecho estadístico del número de delitos en un tiempo y lugar dado (Real Academia
Española, 2020).

La criminalidad forma parte de un conjunto de relaciones de poder que desde la


visión positivista ha sido etiológicamente atribuida de forma exclusiva a la pobreza, miseria,
marginalidad etcétera… (Zaffaroni, 1998). Así como algunos criminólogos exponen que; si
no se comprende la forma en que la delincuencia innata, la predisposición de la persona a
cometer un delito, se traduce en realidad, será difícil o imposible, efectuar investigaciones

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sobre las influencias ambientales que determinan la criminalidad o la falta de criminalidad
de una persona en particular (Ian Taylor, 1997).

El diálogo que entabla el urbanismo con respecto al fenómeno delictivo es hasta


ahora o en su mayoría superficial, en primer lugar, porque el urbanismo al intentar integrarlo
epistemológicamente como variable, cae en la etiología de la miseria y la pobreza, que a
su vez deriva en una política del control del espacio y vigilancia.

El urbanismo debe integrar funcionalmente la ciudad y sus habitantes, resolver a


partir de la planeación urbana a nivel local, metropolitano y regional. Si hay factores que
deben incidir en la habitabilidad urbana de los ciudadanos, no debe ser la vía de la
criminalización y segregación del espacio, sino la de la planeación, a partir del desarrollo
económico, social y político.

La estructura conceptual entre delito y urbanismo, aún no ha delimitado los


elementos que lo integran y lo constituyen, se habla de la misma forma del crimen, el delito,
la seguridad, la violencia y el miedo, que si bien forman parte de la realidad, no se ha
determinado su naturaleza respecto a lo urbano, lo que hace que caiga en juicios dentro
del “sentido común”, fuera de establecer un conocimiento científico que permita lograr
establecer mejores estrategias dentro de la planeación urbana.

Justificación

La Ciudad de México forma parte de una de las aglomeraciones urbanas más


grandes del mundo, a nivel mundial ocupa el quinto lugar y es el centro económico, político
y cultural del país (ONU-Habitat, 2018). El crecimiento urbano y los nuevos asentamientos
o aquellos que están en un proceso de transición, se han visto asociados con altas tasas
delictivas o bien vistos como espacios de desorganización social.

Por lo cual se plantea una relación entre seguridad pública y desarrollo urbano bajo
premisas que no cumplen metodológicamente la rigurosidad de la literatura criminológica
de avanzada de las múltiples escuelas. Se ha planteado y hecho común pensar que “las
personas tienen mejores conductas si viven y se desarrollan en ambientes amables y
productivos” (Schutte,2014) que en “los mapas delictivos la mayoría de los delitos se dan
en zonas donde no hay parques, escuelas, templos, abasto organizado y donde prevalece
el grafiti como muestra de resentimiento social” (2014) ligando estrechamente la pobreza
con la delincuencia, consecuencia de un crecimiento anárquico de las ciudades según un

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