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GALATAS REINA VALERA 1960

CAPITULO 1

Salutación
1 Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo

y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos),


2
y todos los hermanos que están conmigo, a las iglesias de Galacia:
3
Gracia y paz sean a vosotros, de Dios el Padre y de nuestro Señor

Jesucristo,
4
el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del
presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y

Padre,
5
a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
No hay otro evangelio
6
Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os

llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.


7
No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren pervertir el evangelio de Cristo.
8
Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro
evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
9
Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os

predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.


10
Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato

de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres,

no sería siervo de Cristo.


El ministerio de Pablo
11
Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí,

no es según hombre;
12
pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por

revelación de Jesucristo.
13
Porque ya habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en
el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la

asolaba;
14
y en el judaísmo aventajaba a muchos de mis contemporáneos en
mi nación, siendo mucho más celoso de las tradiciones de mis

padres.
15
Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi
madre, y me llamó por su gracia,
16
revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles,

no consulté en seguida con carne y sangre,


17
ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que
fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco.
18
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y
permanecí con él quince días;
19
pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Jacobo el

hermano del Señor.


20
En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento.
21
Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia,
22
y no era conocido de vista a las iglesias de Judea, que eran en

Cristo;
23
solamente oían decir: Aquel que en otro tiempo nos perseguía,
ahora predica la fe que en otro tiempo asolaba.
24
Y glorificaban a Dios en mí.

CAPITULO 2
Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con

Bernabé, llevando también conmigo a Tito.


2
Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido
en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el

evangelio que predico entre los gentiles.


3
Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue
obligado a circuncidarse;
4
y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas,

que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo


Jesús, para reducirnos a esclavitud,
5
a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que

la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.


6
Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido

en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de

personas , a mí, pues, los de reputación nada nuevo me


comunicaron.
7
Antes por el contrario, como vieron que me había sido

encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de

la circuncisión
8
(pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión,

actuó también en mí para con los gentiles),


9
y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y
Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a

Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros

fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.


10
Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo

cual también procuré con diligencia hacer.

Pablo reprende a Pedro en Antioquía


11
Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque

era de condenar.
12
Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con
los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba,
porque tenía miedo de los de la circuncisión.
13
Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal
manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía

de ellos.
14
Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad
del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío,

vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los
gentiles a judaizar?
15
Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los

gentiles,
16
sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la
ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en

Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras

de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.
17
Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos

hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En

ninguna manera.
18
Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar,

transgresor me hago.
19
Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios.
20
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive

Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo

de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.


21
No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia,
entonces por demás murió Cristo.

El Espíritu se recibe por la fe


CAPITULO 3

1!!Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la

verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado


claramente entre vosotros como crucificado?
2
Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las
obras de la ley, o por el oír con fe?
3
¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais

a acabar por la carne?


4
¿Tantas cosas habéis padecido en vano? si es que realmente fue
en vano.
5
Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre

vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?
El pacto de Dios con Abraham
6
Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
7
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de
Abraham.
8
Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los

gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En


ti serán benditas todas las naciones.
9
De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente

Abraham.
10
Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo
maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no

permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para


hacerlas.
11
Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,

porque: El justo por la fe vivirá;


12
y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá

por ellas.
13
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros

maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en

un madero ,
14
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los

gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.


15
Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de
hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.
16
Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su

simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos,


sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.
17
Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con

Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo


abroga, para invalidar la promesa.
18
Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero

Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.


El propósito de la ley
19
Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las

transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la


promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un

mediador.
20
Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno.
21
¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna

manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera


verdaderamente por la ley.
22
Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa

que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes.


23
Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley,
encerrados para aquella fe que iba a ser revelada.
24
De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo,

a fin de que fuésemos justificados por la fe.


25
Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo,
26
pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús;
27
porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo
estáis revestidos.
28
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni

mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.


29
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y

herederos según la promesa.

CAPITULO 4
1. Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada
difiere del esclavo, aunque es señor de todo;
2
sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado
por el padre.
3
Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en

esclavitud bajo los rudimentos del mundo.


4
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo,

nacido de mujer y nacido bajo la ley,


5
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que

recibiésemos la adopción de hijos.


6
Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu
de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre!
7
Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de

Dios por medio de Cristo.


Exhortación contra el volver a la esclavitud
8
Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los

que por naturaleza no son dioses;


9
mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por

Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres

rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?


10
Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.
11
Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros.
12
Os ruego, hermanos, que os hagáis como yo, porque yo también
me hice como vosotros. Ningún agravio me habéis hecho.
13
Pues vosotros sabéis que a causa de una enfermedad del cuerpo

os anuncié el evangelio al principio;


14
y no me despreciasteis ni desechasteis por la prueba que tenía en

mi cuerpo, antes bien me recibisteis como a un ángel de Dios, como

a Cristo Jesús.
15
¿Dónde, pues, está esa satisfacción que experimentabais? Porque

os doy testimonio de que si hubieseis podido, os hubierais sacado


vuestros propios ojos para dármelos.
16
¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?
17
Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren

apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo por ellos.


18
Bueno es mostrar celo en lo bueno siempre, y no solamente

cuando estoy presente con vosotros.


19
Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta
que Cristo sea formado en vosotros,
20
quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues

estoy perplejo en cuanto a vosotros.


Alegoría de Sara y Agar
21
Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley?
22
Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la
esclava, el otro de la libre.
23
Pero el de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por

la promesa.
24
Lo cual es una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos; el
uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste

es Agar.
25
Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la

Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud.
26
Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es
libre.
27
Porque está escrito:

Regocíjate, oh estéril, tú que no das a luz;


Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de

parto;

Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene

marido. m
28
Así que, hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la

promesa.
29
Pero como entonces el que había nacido según la carne perseguía

al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.


30
Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo,
porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre.
31
De manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de

la libre.
Estad firmes en la libertad

CAPITULO 5

1 Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y
no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.
2
He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os
aprovechará Cristo.
3
Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está

obligado a guardar toda la ley.


4
De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia
habéis caído.
5
Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de
la justicia;
6
porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la

incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.


7
Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la
verdad?
8
Esta persuasión no procede de aquel que os llama.
9
Un poco de levadura leuda toda la masa.
10
Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de

otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera

que sea.
11
Y yo, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué padezco

persecución todavía? En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz.


12
!!Ojalá se mutilasen los que os perturban!
13
Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados;

solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino

servíos por amor los unos a los otros.


14
Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
15
Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también
no os consumáis unos a otros.

Las obras de la carne y el fruto del Espíritu


16
Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la
carne.
17
Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu

es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo

que quisiereis.
18
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley.
19
Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,

fornicación, inmundicia, lascivia,


20
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,

disensiones, herejías,
21
envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a
estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho

antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de

Dios.
22
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,

bondad, fe,
23
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
24
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos.
25
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.
26
No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros,

envidiándonos unos a otros.

CAPITULO 6
1Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros

que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre,


considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.
2
Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de

Cristo.
3
Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se
engaña.
4
Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces

tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro;


5
porque cada uno llevará su propia carga.
6
El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa

buena al que lo instruye.


7
No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el

hombre sembrare, eso también segará.


8
Porque el que siembra para su carne, de la carne segará
corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará

vida eterna.
9
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo
segaremos, si no desmayamos.
10
Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y

mayormente a los de la familia de la fe.


Pablo se gloría en la cruz de Cristo
11
Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano.
12
Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que
os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de

la cruz de Cristo.
13
Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero

quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra

carne.
14
Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor

Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al

mundo.
15
Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la

incircuncisión, sino una nueva creación.


16
Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia
sea a ellos, y al Israel de Dios.
17
De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo

en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.


Bendición final
18
Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro

espíritu. Amén.
GALATAS BIBLIA DE LAS AMERICAS
Saludo

1 Pablo, apóstol, no de parte de hombres ni mediante


hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios el Padre que

lo resucitó de entre los muertos, 2 y todos los hermanos que están

conmigo:
A las iglesias de Galacia: 3 Gracia y paz a ustedes de parte de Dios

nuestro Padre y del Señor Jesucristo[a], 4 que Él mismo se dio por

nuestros pecados para librarnos[b] de este presente siglo[c] malo,


conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la

gloria por los siglos de los siglos. Amén.

No hay otro evangelio


6
Me maravillo de que tan pronto ustedes hayan abandonado a

Aquel que los llamó por[d] la gracia de Cristo[e], para seguir un

evangelio diferente, 7 que en realidad no es otro evangelio, sino que


hay algunos que los perturban a ustedes y quieren pervertir el
evangelio de Cristo. 8 Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, les

anunciara otro evangelio contrario al[f] que les hemos anunciado,


sea anatema[g].
9
Como hemos dicho antes, también repito ahora: Si alguien les

anuncia un evangelio contrario al[h] que recibieron, sea


anatema[i]. 10 Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de

Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía


estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de

Cristo.

El evangelio predicado por Pablo


11
Pues quiero que sepan, hermanos, que el evangelio que fue

anunciado por mí no es según el hombre. 12 Pues ni lo recibí de


hombre, ni me fue enseñado, sino que lo recibí por medio de una

revelación de Jesucristo. 13 Porque ustedes han oído acerca de mi

antigua manera de vivir en el judaísmo, de cuán desmedidamente


perseguía yo a la iglesia de Dios y trataba de destruirla. 14 Yo

aventajaba en el judaísmo a muchos de mis compatriotas

contemporáneos[j], mostrando mucho más celo por las tradiciones


de mis antepasados.
15
Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y

me llamó por Su gracia, tuvo a bien 16


revelar a Su Hijo en mí para
que yo lo anunciara entre los gentiles, no consulté enseguida con
carne y sangre[k], 17 ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes

que yo, sino que fui a Arabia, y regresé otra vez a Damasco.
Visita de Pablo a Jerusalén
18
Entonces, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a

Pedro[l], y estuve con él quince días. 19 Pero no vi a ningún otro de


los apóstoles, sino a Jacobo[m], el hermano del Señor. 20 En lo que

les escribo, les aseguro[n] delante de Dios que no miento.


21
Después fui a las regiones de Siria y Cilicia. 22 Pero todavía no era

conocido en persona[o] en las iglesias de Judea que eran en

Cristo. 23 Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía,
ahora predica[p] la fe que en un tiempo quería destruir». 24 Y

glorificaban a Dios por causa de[q] mí.

Los apóstoles respaldan a Pablo


CAPITULO 2

1 Entonces, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con

Bernabé, llevando también a Tito. 2 Subí por causa de una


revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles,

pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para

asegurarme de que no corría ni[a] había corrido en vano. 3 Pero ni


aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque

era griego.
4
Y esto fue por causa de los falsos hermanos introducidos
secretamente, que se habían infiltrado para espiar la[b] libertad que
tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud, 5 a los

cuales ni por un momento[c] cedimos, para no someternos, a fin de


que la verdad del evangelio permanezca con ustedes.
6
Y de aquellos que tenían reputación de ser algo (lo que eran, nada

me importa; Dios no hace acepción de personas [d]); pues bien, los


que tenían reputación, nada me enseñaron. 7 Sino al contrario,

vieron que se me había encomendado el evangelio a los de la


incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la
circuncisión. 8 (Porque Aquel que obró eficazmente para con Pedro

en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente

para conmigo en mi apostolado a los gentiles). 9 Al reconocer la


gracia que se me había dado, Jacobo[e], Pedro[f] y Juan, que eran

considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la

diestra[g] de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los


gentiles y ellos a los de la circuncisión. 10 Solo nos pidieron que nos

acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también

deseoso de hacer.
Judíos y gentiles justificados por la fe
11
Pero cuando Pedro[h] vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara,

porque él era digno de ser censurado[i]. 12 Porque antes de venir


algunos de parte de Jacobo[j], él comía con los gentiles, pero cuando

aquellos vinieron, Pedro empezó a retraerse y apartarse, porque

temía[k] a los de la circuncisión. 13 Y el resto de los judíos se le unió


en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por
la hipocresía de ellos. 14 Pero cuando vi que no andaban con

rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro [l] delante


de todos: «Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los

judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?


15
»Nosotros somos judíos de nacimiento[m] y no pecadores de entre
los gentiles. 16 Sin embargo, sabiendo que el hombre no es

justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo


Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que
seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley.

Puesto que por las obras de la ley nadie[n] será justificado.


17
»Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros
hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de

pecado? ¡De ningún modo! 18 Porque si yo reedifico lo que en otro

tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor. 19 Pues


mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios.
20
»Con Cristo he sido crucificado[o], y ya no soy yo el que vive, sino

que Cristo vive en mí; y la vida que[p] ahora vivo en la carne, la[q] vivo
por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo

por mí. 21 No hago nula la gracia de Dios, porque si la

justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano[r]».


La fe y la vida cristiana

CAPITULO 3

1 ¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién los ha fascinado[a] a ustedes, ante


cuyos ojos Jesucristo fue presentado
públicamente como crucificado? 2 Esto es lo único que quiero

averiguar[b] de ustedes ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley,


o por el oír con fe[c]? 3 ¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado

por[d] el Espíritu, ¿van a terminar[e] ahora por la carne? 4 ¿Han

padecido tantas cosas en vano? ¡Si es que en realidad fue en


vano! 5 Aquel, pues, que les suministra el Espíritu y hace

milagros[f] entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír
con fe[g]? 6 Así Abraham CREYÓ A DIOS Y LE FUE CONTADO COMO JUSTICIA.
7
Por tanto, sepan que los que son de fe, estos son hijos de

Abraham. 8 La Escritura, previendo que Dios justificaría[h] a los

gentiles[i] por la fe, anunció de antemano las buenas nuevas a


Abraham, diciendo: «EN TI SERÁN BENDITAS TODAS LAS NACIONES». 9 Así

que, los que son de la fe son bendecidos con Abraham, el creyente.


10
Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo
maldición, pues escrito está: «MALDITO TODO EL QUE NO PERMANECE EN

TODAS LAS COSAS ESCRITAS EN EL LIBRO DE LA LEY, PARA HACERLAS». 11 Y que

nadie es justificado ante Dios por la ley es evidente, porque «EL


JUSTO VIVIRÁ POR LA FE[j]». 12 Sin embargo, la ley no se basa en la [k] fe.

Al contrario, «EL QUE LAS[l] HACE, VIVIRÁ POR[m] ELLAS».


13
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho
maldición por nosotros, porque escrito está: «MALDITO TODO EL QUE

CUELGA DE UN MADERO[n]», 14 a fin de que en Cristo Jesús la bendición

de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa


del Espíritu mediante la fe.
La promesa, y el propósito de la ley
15
Hermanos, hablo en términos humanos [o]. Un pacto, aunque sea
humano[p], una vez ratificado nadie lo invalida ni le añade

condiciones. 16 Ahora bien, las promesas fueron hechas a Abraham

y a su descendencia[q]. No dice: «y a las descendencias[r]»,


como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: «y a tu

descendencia», es decir, Cristo[s]. 17 Lo que digo es esto: la ley, que


vino 430 años más tarde, no invalida un pacto ratificado

anteriormente por Dios, como para anular la promesa.


18
Porque si la herencia depende[t] de una ley, ya no depende[u] de
una promesa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio de

una promesa.
19
Entonces, ¿para qué fue dada la ley? Fue añadida a causa de[v] las
transgresiones, hasta que viniera la descendencia[w] a la cual había

sido hecha la promesa, ley que fue promulgada mediante

ángeles por mano de un mediador. 20 Ahora bien, un mediador no


representa a uno[x] solo, pero Dios es uno solo.
21
¿Es entonces la ley contraria a las promesas de Dios? ¡De ningún

modo! Porque si se hubiera dado una ley capaz de impartir vida,


entonces la justicia ciertamente hubiera dependido [y] de la

ley. 22 Pero la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la

promesa que es por la fe en Jesucristo fuera dada a todos los que


creen.
23
Antes de venir la fe, estábamos encerrados bajo la ley,

confinados para la fe que había de ser revelada. 24 De manera que


la ley ha venido a ser nuestro guía para conducirnos a Cristo, a fin

de que seamos justificados por la fe. 25 Pero ahora que ha venido la

fe, ya no estamos bajo el guía[z]. 26 Pues todos ustedes son hijos de


Dios mediante la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fueron

bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido.


28
No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre

ni[aa] mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús. 29 Y si ustedes

son de Cristo, entonces son descendencia[ab] de Abraham,


herederos según la promesa.

La adopción es solo mediante Jesucristo

CAPITULO 4
1 Digo, pues: mientras el heredero es menor de edad,[a] en nada es

diferente del siervo[b], aunque sea el dueño de todo, 2 sino que está

bajo guardianes y tutores[c] hasta la edad señalada[d] por el


padre. 3 Así también nosotros, mientras éramos niños, estábamos

sujetos a servidumbre bajo las cosas elementales[e] del mundo.


4
Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo,
nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 a fin de que redimiera a los

que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de

hijos. 6 Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su


Hijo a nuestros corazones, clamando: «¡Abba! ¡Padre!». 7 Por tanto,
ya no eres siervo[f], sino hijo; y si hijo, también heredero por medio

de Dios[g].
No se vuelvan a la esclavitud
8
Pero en aquel tiempo, cuando ustedes no conocían a Dios, eran

siervos de los que por naturaleza no son dioses. 9 Pero ahora que
conocen[h] a Dios, o más bien, que son[i] conocidos por Dios, ¿cómo

es que se vuelven otra vez a las cosas débiles, inútiles y


elementales[j], a las cuales desean volver a estar esclavizados de
nuevo? 10 Ustedes observan los días, los meses, las estaciones y los

años. 11 Temo que quizá he trabajado en vano por ustedes.


12
Les ruego, hermanos, háganse como yo, pues yo también me he
hecho como ustedes. Ningún agravio me han hecho. 13 Pero saben

que fue por causa de una enfermedad física [k] que les prediqué el

evangelio la primera vez[l]. 14 Y lo que para ustedes fue una


prueba[m] en mi condición física[n], que no despreciaron ni

rechazaron[o], sino que me recibieron como un ángel de Dios, como

a Cristo Jesús mismo.


15
¿Dónde está, pues, aquel sentido de bendición que tuvieron [p]?

Pues testigo soy en favor de ustedes[q] de que de ser posible, se

hubieran sacado los ojos y me los hubieran dado. 16


¿Me he vuelto,
por tanto, enemigo de ustedes al decirles la verdad[r]? 17 Algunos les

tienen celo, no con buena intención, sino que quieren excluirlos a

fin de que ustedes muestren celo por ellos. 18 Es bueno mostrar celo
con buena intención siempre, y no solo cuando yo estoy presente
con ustedes. 19 Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de

parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, 20 quisiera estar


presente con ustedes ahora y cambiar mi tono, pues estoy

perplejo en cuanto a ustedes.

Alegoría de la libertad en Cristo


21
Díganme, los que desean estar bajo la ley, ¿no oyen a la

ley? 22 Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la
sierva y otro de la libre. 23 Pero el hijo de la sierva nació según la

carne, y el hijo de la libre por medio de la promesa.


24
Esto contiene una alegoría[s], pues estas mujeres son dos pactos.
Uno procede del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos[t];

este[u] es Agar. 25 Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y

corresponde a la Jerusalén actual, porque ella está en esclavitud con


sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; esta[v] es nuestra

madre. 27 Porque escrito está:

«REGOCÍJATE, OH ESTÉRIL, LA QUE NO CONCIBES;


PRORRUMPE Y CLAMA, TÚ QUE NO TIENES DOLORES DE PARTO,

PORQUE MÁS SON LOS HIJOS DE LA DESOLADA,

QUE DE LA QUE TIENE MARIDO».


28
Y ustedes, hermanos, como Isaac, son hijos de la promesa.
29
Pero así como entonces el que nació según la carne persiguió al

que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. 30 Pero, ¿qué
dice la Escritura?
«ECHA FUERA A LA SIERVA Y A SU HIJO,

PUES EL HIJO DE LA SIERVA NO SERÁ HEREDERO CON EL HIJO DE LA LIBRE».


31
Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre[w].

CAPITULO 5
1 Para libertad fue que Cristo nos hizo libres[a]. Por tanto,

permanezcan firmes, y no se sometan otra vez al yugo de esclavitud.


La libertad cristiana
2
Miren, yo, Pablo, les digo que si se dejan circuncidar, Cristo de

nada les aprovechará. 3 Otra vez testifico a todo hombre que se


circuncida, que está obligado a cumplir toda la ley.
4
De Cristo se han separado, ustedes que procuran ser justificados

por la ley; de la gracia han caído. 5 Pues nosotros, por medio del
Espíritu, esperamos por la fe la esperanza de justicia. 6 Porque en

Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión significan nada,

sino la fe que obra por amor.


7
Ustedes corrían bien, ¿quién les impidió obedecer a la

verdad? 8 Esta persuasión no vino de Aquel que los llama. 9 Un poco

de levadura fermenta toda la masa. 10 Yo tengo confianza respecto


a[b] ustedes en el Señor de que no optarán por otro punto de vista;

pero el que los perturba llevará su castigo[c], quienquiera que

sea. 11 Pero yo, hermanos, si todavía predico la circuncisión, ¿por


qué soy perseguido aún? En tal caso, el escándalo de la cruz ha sido
quitado. 12 ¡Ojalá que los que los perturban también se mutilaran!

La libertad y el amor
13
Porque ustedes, hermanos, a libertad fueron llamados; solo que

no usen la libertad como pretexto para la carne, sino sírvanse por

amor los unos a los otros. 14 Porque toda la ley en una palabra se
cumple en el precepto: «AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI

MISMO». 15 Pero si ustedes se muerden y se devoran unos a otros,


tengan cuidado, no sea que se consuman unos a otros.
Conflicto entre el Espíritu y la carne
16
Digo, pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la

carne. 17 Porque el deseo de la carne es contra[d] el Espíritu, y


el del Espíritu es contra la carne, pues estos se oponen el uno al

otro, de manera que ustedes no pueden hacer lo que

deseen. 18 Pero si son guiados por el Espíritu, no están bajo la


ley. 19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son:

inmoralidad, impureza, sensualidad, 20 idolatría, hechicería,

enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones,


herejías, 21 envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra

las cuales les advierto, como ya se lo he dicho antes, que los que

practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.


El fruto del Espíritu en la conducta cristiana
22
Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,

benignidad, bondad, fidelidad[e], 23 mansedumbre, dominio propio;


contra tales cosas no hay ley. 24 Pues los que son de Cristo Jesús han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos.
25
Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu [f]. 26 No
nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros,

envidiándonos unos a otros.

CAPITULO 6
1 Hermanos , aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes

que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre,


mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. 2 Lleven
los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de

Cristo[a]. 3 Porque si alguien se cree que es algo, no siendo nada, se

engaña a sí mismo. 4 Pero que cada uno examine su propia obra, y


entonces tendrá motivo para gloriarse solamente con respecto a sí

mismo, y no con respecto a otro. 5 Porque cada uno llevará su

propia carga.
6
Y al que se le enseña la palabra, que comparta toda cosa buena

con el que le enseña. 7 No se dejen engañar, de Dios nadie se

burla[b]; pues todo lo que el hombre siembre, eso también


segará. 8 Porque el que siembra para su propia carne, de la carne

segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu

segará vida eterna. 9 No nos cansemos de hacer el bien, pues a su


tiempo, si no nos cansamos, segaremos. 10 Así que entonces,

hagamos bien a todos según tengamos oportunidad, y

especialmente a los de la familia[c] de la fe.


Declaraciones finales
11
Miren con qué letras tan grandes les escribo[d] de mi propia

mano. 12 Los que desean agradar[e] en la carne tratan de obligarlos


a que se circunciden, simplemente para no ser perseguidos a causa

de la cruz de Cristo. 13 Porque ni aun los mismos que

son[f] circuncidados guardan la ley, pero ellos desean hacerlos


circuncidar para gloriarse en la carne de ustedes.
14
Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y
yo para el mundo. 15 Porque[g] ni la circuncisión es nada, ni la

incircuncisión, sino una nueva creación [h]. 16 Y a los que anden

conforme a esta regla[i], paz y misericordia sea sobre ellos y sobre el


Israel de Dios.
17
De aquí en adelante nadie me cause molestias, porque yo llevo

en mi cuerpo las marcas[j] de Jesús.


18
Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con el espíritu

de ustedes. Amén.
GALATAS NUEVA TRADUCCION VIVIENTE
Saludos de Pablo

CAPITULO 1
1 Les escribo, yo, el apóstol Pablo. No fui nombrado apóstol por

ningún grupo de personas ni por ninguna autoridad humana, sino

por Jesucristo mismo y por Dios Padre, quien levantó a Jesús de los
muertos.
2
Todos los hermanos de este lugar se unen a mí para enviar esta

carta que escribo a las iglesias de Galacia.


3
Que Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo[a] les concedan gracia y

paz. 4 Tal como Dios nuestro Padre lo planeó, Jesús entregó su vida

por nuestros pecados para rescatarnos de este mundo de maldad


en el que vivimos. 5 ¡A Dios sea toda la gloria por siempre y para

siempre! Amén.

Un solo camino verdadero


6
Estoy horrorizado de que ustedes estén apartándose tan pronto
de Dios, quien los llamó a sí mismo por medio de la amorosa

misericordia de Cristo.[b] Están siguiendo un evangelio diferente,


que aparenta ser la Buena Noticia, 7 pero no lo es en absoluto. Están

siendo engañados por los que a propósito distorsionan la verdad

acerca de Cristo.
8
Si alguien—ya sea nosotros o incluso un ángel del cielo—les

predica otra Buena Noticia diferente de la que nosotros les hemos

predicado, que le caiga la maldición de Dios. 9 Repito lo que ya


hemos dicho: si alguien predica otra Buena Noticia distinta de la

que ustedes han recibido, que esa persona sea maldita.


10
Queda claro que no es mi intención ganarme el favor de la gente,
sino el de Dios. Si mi objetivo fuera agradar a la gente, no sería un

siervo de Cristo.

El mensaje de Pablo procede de Cristo


11
Amados hermanos, quiero que entiendan que el mensaje del

evangelio que predico no se basa en un simple razonamiento

humano. 12 No recibí mi mensaje de ninguna fuente humana ni


nadie me lo enseñó. En cambio, lo recibí por revelación directa de

Jesucristo.[c]
13
Ustedes saben cómo me comportaba cuando pertenecía a la
religión judía y cómo perseguí con violencia a la iglesia de Dios. Hice

todo lo posible por destruirla. 14 Yo superaba ampliamente a mis

compatriotas judíos en mi celo por las tradiciones de mis


antepasados.
15
Pero aun antes de que yo naciera, Dios me eligió y me llamó por

su gracia maravillosa. Luego le agradó 16 revelarme a su Hijo[d] para


que yo proclamara a los gentiles[e] la Buena Noticia acerca de Jesús.

Cuando esto sucedió, no me apresuré a consultar con ningún ser

humano.[f] 17 Tampoco subí a Jerusalén para pedir consejo de los


que eran apóstoles antes que yo. En cambio, me fui a la región de

Arabia y después regresé a la ciudad de Damasco.


18
Luego, tres años más tarde, fui a Jerusalén para conocer a

Pedro[g] y me quedé quince días con él. 19 El único otro apóstol que

conocí en esos días fue Santiago, el hermano del Señor. 20


Declaro
delante de Dios que no es mentira lo que les escribo.
21
Después de esa visita, me dirigí al norte, a las provincias de Siria

y Cilicia. 22 Y aun así, las iglesias en Cristo que están en Judea todavía
no me conocían personalmente. 23 Todo lo que sabían de mí era lo

que la gente decía: «¡El que antes nos perseguía ahora predica la

misma fe que trataba de destruir!». 24 Y alababan a Dios por causa


de mí.

Los apóstoles aceptan a Pablo

CAPITULO 2
1 Luego, catorce años más tarde, regresé a Jerusalén, esta vez con

Bernabé; y Tito también vino. 2 Fui a Jerusalén, porque Dios me

reveló que debía hacerlo. Durante mi tiempo allí, me reuní en


privado con los que eran reconocidos como los dirigentes de la
iglesia y les presenté el mensaje que predico a los gentiles.[a] Quería

asegurarme de que estábamos de acuerdo, porque temía que todos


mis esfuerzos hubieran sido inútiles y que estaba corriendo la

carrera en vano. 3 Sin embargo, ellos me respaldaron y ni siquiera

exigieron que mi compañero Tito se circuncidara, a pesar de que


era griego.[b]
4
Incluso esa cuestión surgió solo a causa de unos supuestos
creyentes—en realidad, falsos—[c] que se habían infiltrado entre
nosotros. Se metieron en secreto para espiarnos y privarnos de la

libertad que tenemos en Cristo Jesús. Pues querían esclavizarnos y

obligarnos a seguir los reglamentos judíos, 5 pero no nos


doblegamos ante ellos ni por un solo instante. Queríamos preservar

la verdad del mensaje del evangelio para ustedes.


6
Los líderes de la iglesia no tenían nada que agregar a lo que yo
predicaba. (Dicho sea de paso, su fama de grandes líderes a mí no

me afectó para nada, porque Dios no tiene favoritos). 7 Al contrario,

ellos comprendieron que Dios me había dado la responsabilidad de


predicar el evangelio a los gentiles tal como le había dado a Pedro

la responsabilidad de predicar a los judíos. 8 Pues el mismo Dios que

actuaba por medio de Pedro, apóstol a los judíos, también actuaba


por medio de mí, apóstol a los gentiles.
9
De hecho, Santiago, Pedro[d] y Juan—quienes eran considerados

pilares de la iglesia—reconocieron el don que Dios me había dado


y nos aceptaron a Bernabé y a mí como sus colegas. Nos animaron
a seguir predicando a los gentiles mientras ellos continuaban su

tarea con los judíos. 10 La única sugerencia que hicieron fue que
siguiéramos ayudando a los pobres, algo que yo siempre tengo

deseos de hacer.

Pablo enfrenta a Pedro


11
Pero cuando Pedro llegó a Antioquía, tuve que enfrentarlo cara a

cara, porque él estaba muy equivocado en lo que hacía. 12


Cuando
llegó por primera vez, Pedro comía con los creyentes gentiles,
quienes no estaban circuncidados; pero después, cuando llegaron

algunos amigos de Santiago, Pedro no quiso comer más con esos

gentiles. Tenía miedo a la crítica de los que insistían en la necesidad


de la circuncisión. 13 Como resultado, otros creyentes judíos

imitaron la hipocresía de Pedro, e incluso Bernabé se dejó llevar por

esa hipocresía.
14
Cuando vi que ellos no seguían la verdad del mensaje del

evangelio, le dije a Pedro delante de todos los demás: «Si tú, que

eres judío de nacimiento, dejaste a un lado las leyes judías y vives


como un gentil, ¿por qué ahora tratas de obligar a estos gentiles a

seguir las tradiciones judías?


15
»Tú y yo somos judíos de nacimiento, no somos “pecadores”
como los gentiles. 16 Sin embargo, sabemos que una persona es

declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo y no por la

obediencia a la ley. Y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para


poder ser declarados justos ante Dios por causa de nuestra fe en
Cristo y no porque hayamos obedecido la ley. Pues nadie jamás será

declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley»[e].


17
Pero supongamos que intentamos ser declarados justos ante Dios

por medio de la fe en Cristo y luego se nos declara culpables por

haber abandonado la ley. ¿Acaso esto quiere decir que Cristo nos
ha llevado al pecado? ¡Por supuesto que no! 18
Más bien, soy un

pecador si vuelvo a construir el viejo sistema de la ley que ya eché


abajo. 19 Pues, cuando intenté obedecer la ley, la ley misma me
condenó. Así que morí a la ley—es decir, dejé de intentar cumplir

todas sus exigencias—a fin de vivir para Dios. 20 Mi antiguo yo ha

sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.
Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios,

quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 Yo no tomo la

gracia de Dios como algo sin sentido. Pues, si cumplir la ley pudiera
hacernos justos ante Dios, entonces no habría sido necesario que

Cristo muriera.

La ley y la fe en Cristo
CAPITULO 3

1 ¡Ay gálatas tontos! ¿Quién los ha hechizado? Pues el significado

de la muerte de Jesucristo se les explicó con tanta claridad como si


lo hubieran visto morir en la cruz. 2 Déjenme hacerles una pregunta:

¿recibieron al Espíritu Santo por obedecer la ley de Moisés? ¡Claro

que no! Recibieron al Espíritu porque creyeron el mensaje que


escucharon acerca de Cristo. 3 ¿Será posible que sean tan tontos?
Después de haber comenzado su nueva vida en el Espíritu, ¿por qué

ahora tratan de ser perfectos mediante sus propios


esfuerzos? 4 ¿Acaso han pasado por tantas experiencias[a] en vano?

¡No puede ser que no les hayan servido para nada!


5
Vuelvo a preguntarles: ¿acaso Dios les da al Espíritu Santo y hace
milagros entre ustedes porque obedecen la ley? ¡Por supuesto que

no! Es porque creen el mensaje que oyeron acerca de Cristo.


6
Del mismo modo, «Abraham le creyó a Dios, y Dios lo consideró

justo debido a su fe»[b]. 7 Así que los verdaderos hijos de Abraham

son los que ponen su fe en Dios.


8
Es más, las Escrituras previeron este tiempo en el que Dios haría

justos a sus ojos a los gentiles[c] por causa de su fe. Dios anunció esa

Buena Noticia a Abraham hace tiempo, cuando le dijo: «Todas las


naciones serán bendecidas por medio de ti»[d]. 9 Así que todos los

que ponen su fe en Cristo participan de la misma bendición que

recibió Abraham por causa de su fe.


10
Sin embargo, los que dependen de la ley para hacerse justos ante

Dios están bajo la maldición de Dios, porque las Escrituras dicen:

«Maldito es todo el que no cumple ni obedece cada uno de los


mandatos que están escritos en el libro de la ley de

Dios»[e]. 11 Queda claro, entonces, que nadie puede hacerse justo

ante Dios por tratar de cumplir la ley, ya que las Escrituras dicen: «Es
por medio de la fe que el justo tiene vida»[f]. 12 El camino de la fe es
muy diferente del camino de la ley, que dice: «Es mediante la

obediencia a la ley que una persona tiene vida»[g].


13
Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición dictada en la ley.

Cuando fue colgado en la cruz, cargó sobre sí la maldición de

nuestras fechorías. Pues está escrito: «Maldito todo el que es


colgado en un madero»[h]. 14 Mediante Cristo Jesús, Dios bendijo a

los gentiles con la misma bendición que le prometió a Abraham, a


fin de que los creyentes pudiéramos recibir por medio de la fe al

Espíritu Santo prometido.[i]

La ley y la promesa de Dios


15
Amados hermanos, el siguiente es un ejemplo de la vida diaria:

así como nadie puede anular ni modificar un acuerdo irrevocable,

tampoco en este caso. 16 Dios ha dado las promesas a Abraham y a


su hijo.[j] Y noten que la Escritura no dice «a sus hijos[k]», como si

significara muchos descendientes. Más bien, dice «a su hijo», y eso

sin duda se refiere a Cristo. 17 Lo que trato de decir es lo siguiente:


el acuerdo que Dios hizo con Abraham no podía anularse

cuatrocientos treinta años más tarde—cuando Dios le dio la ley a

Moisés—, porque Dios estaría rompiendo su promesa. 18 Pues, si


fuera posible recibir la herencia por cumplir la ley, entonces esa

herencia ya no sería el resultado de aceptar la promesa de Dios;

pero Dios, por su gracia, se la concedió a Abraham mediante una


promesa.
19
Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa

para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la


ley durara solo hasta la llegada del hijo prometido. Por medio de

ángeles, Dios entregó su ley a Moisés, quien hizo de mediador entre

Dios y el pueblo. 20 Ahora bien, un mediador es de ayuda si dos o


más partes tienen que llegar a un acuerdo, pero Dios—quien es uno

solo—no usó ningún mediador cuando le dio la promesa a


Abraham.
21
¿Hay algún conflicto, entonces, entre la ley de Dios y las promesas

de Dios[l]? ¡De ninguna manera! Si la ley pudiera darnos vida nueva,

nosotros podríamos hacernos justos ante Dios por


obedecerla; 22 pero las Escrituras declaran que todos somos

prisioneros del pecado, así que recibimos la promesa de libertad

que Dios hizo únicamente por creer en Jesucristo.


Hijos de Dios por medio de la fe
23
Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo,

estábamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia


protectora, por así decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la

fe.
24
Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino
Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por

medio de la fe. 25 Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no

necesitamos que la ley sea nuestra tutora.


26
Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Y
todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto

a Cristo como si se pusieran ropa nueva.[m] 28 Ya no hay judío ni


gentil,[n] esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son

uno en Cristo Jesús. 29 Y ahora que pertenecen a Cristo, son

verdaderos hijos[o] de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de


Dios a Abraham les pertenece a ustedes.
CAPITULO 4

1 Piénsenlo de la siguiente manera: si un padre muere y deja una

herencia a sus hijos pequeños, esos niños no están en mejor


situación que los esclavos hasta que se hagan mayores de edad,

aunque son los verdaderos dueños de todas las posesiones de su

padre. 2 Tienen que obedecer a sus tutores hasta que cumplan la


edad establecida por su padre. 3 Eso mismo sucedía con nosotros

antes de que viniera Cristo. Éramos como niños; éramos esclavos de

los principios[a] espirituales básicos de este mundo.


4
Sin embargo, cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió

a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la ley. 5 Dios lo envió para

que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin


de poder adoptarnos como sus propios hijos; 6 y debido a que

somos[b] sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro

corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre»[c]. 7 Ahora ya


no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te
ha hecho su heredero.

Preocupación de Pablo por los gálatas


8
Antes de conocer a Dios, ustedes, los gentiles,[d] eran esclavos de

los llamados dioses, que ni siquiera existen. 9 Así que ahora que

conocen a Dios (o mejor dicho, ahora que Dios los conoce a


ustedes), ¿por qué quieren retroceder y convertirse otra vez en

esclavos de los débiles e inútiles principios espirituales de este


mundo? 10 Pretenden ganarse el favor de Dios al cumplir con ciertos
días o meses, estaciones o años. 11 Temo por ustedes. Quizá todo el

arduo trabajo que hice entre ustedes fue en vano. 12 Amados

hermanos, les ruego que vivan como yo, libres de esas cosas, pues
yo llegué a ser como ustedes, los gentiles, libre de esas leyes.

Ustedes no me trataron mal cuando les prediqué por primera

vez. 13 Sin duda, recordarán que yo estaba enfermo la primera vez


que les llevé la Buena Noticia. 14 Aunque mi condición los tentaba a

no aceptarme, ustedes no me despreciaron ni me rechazaron. Todo

lo contrario, me recibieron y me cuidaron como si yo fuera un ángel


de Dios o incluso el mismo Cristo Jesús. 15 ¿Dónde ha ido a parar el

espíritu de alegría y de gratitud que antes tenían? Estoy seguro de

que ustedes se hubieran arrancado los propios ojos para dármelos


de haber sido posible. 16 ¿Acaso ahora me volví su enemigo porque

les digo la verdad?


17
Esos falsos maestros están muy ansiosos de ganarse el favor de
ustedes, pero sus intenciones no son nada buenas. Lo que quieren
es aislarlos de mí para que ustedes solo les presten atención a

ellos. 18 Si alguien quiere hacer cosas buenas por ustedes, no hay


ningún problema; pero que lo haga en todo tiempo, no solo cuando

estoy con ustedes.


19
¡Oh mis hijos queridos! Siento como si volviera a sufrir dolores de
parto por ustedes, y seguirán hasta que Cristo se forme por

completo en sus vidas. 20 Desearía estar con ustedes en este


momento para poder hablarles en otro tono, pero estando tan lejos,

no sé qué más puedo hacer para ayudarlos.

Los dos hijos de Abraham


21
Díganme ustedes, los que quieren vivir bajo la ley, ¿saben lo que

en realidad dice la ley? 22 Las Escrituras dicen que Abraham tuvo dos

hijos, uno de la mujer esclava y el otro de su esposa, quien había


nacido libre.[e] 23 El nacimiento del hijo de la esclava fue el resultado

de un intento humano por lograr que se cumpliera la promesa de

Dios; pero el nacimiento del hijo de la libre fue la manera en que


Dios cumplió su promesa.
24
Esas dos mujeres son una ilustración de los dos pactos de Dios.

La primera mujer, Agar, representa el monte Sinaí, donde el pueblo


recibió la ley que los hizo esclavos. 25 Y ahora Jerusalén es igual que

el monte Sinaí, en Arabia,[f] porque la ciudad y sus hijos viven bajo

la esclavitud de la ley; 26 pero la otra mujer, Sara, representa la


Jerusalén celestial. Ella es la mujer libre y es nuestra madre. 27 Como
dijo Isaías:

«¡Alégrate, oh mujer sin hijos,

tú que nunca diste a luz!

¡Ponte a gritar de alegría,

tú que nunca tuviste dolores de parto!

¡Pues la mujer desolada ahora tiene más hijos

que la que vive con su esposo!»[g].


28
Y ustedes, amados hermanos, son hijos de la promesa igual que

Isaac; 29 pero ahora son perseguidos por los que quieren que

cumplan la ley, tal como Ismael—el hijo que nació del esfuerzo
humano—persiguió a Isaac, el hijo que nació por el poder del

Espíritu.
30
¿Pero qué dicen las Escrituras al respecto? «Echa fuera a la esclava
y a su hijo, porque el hijo de la mujer esclava no compartirá la

herencia del hijo de la mujer libre»[h]. 31 Así que, amados hermanos,

no somos hijos de la mujer esclava; somos hijos de la mujer libre.


Libertad en Cristo

CAPITULO 5

1 Por lo tanto, Cristo en verdad nos ha liberado. Ahora asegúrense


de permanecer libres y no se esclavicen de nuevo a la ley.
2
¡Presten atención! Yo, Pablo, les digo lo siguiente: si dependen de

la circuncisión para hacerse justos ante Dios, entonces Cristo no les


servirá de nada. 3 Lo repito: si pretenden lograr el favor de Dios
mediante la circuncisión, entonces están obligados a obedecer cada

una de las ordenanzas de la ley de Moisés. 4 Pues, si ustedes


pretenden hacerse justos ante Dios por cumplir la ley, ¡han quedado

separados de Cristo! Han caído de la gracia de Dios.


5
Sin embargo, los que vivimos por el Espíritu esperamos con anhelo
recibir por la fe la justicia que Dios nos ha prometido. 6 Pues, una

vez que depositamos nuestra fe en Cristo Jesús, de nada sirve estar


o no circuncidado. Lo importante es la fe que se expresa por medio

del amor.
7
Ustedes corrían muy bien la carrera. ¿Quién les impidió seguir la
verdad? 8 Seguro que no fue Dios, porque él es quien los llamó a ser

libres. 9 ¡Esa falsa enseñanza es como un poquito de levadura que

impregna toda la masa! 10 Confío en que el Señor los guardará de


creer falsas enseñanzas. Dios juzgará a la persona que los está

confundiendo, sea quien fuere.


11
Amados hermanos, si yo todavía predicara que ustedes deben
circuncidarse—como algunos dicen que hago—, ¿por qué,

entonces, aún se me persigue? Si ya no predicara que la salvación

es por medio de la cruz de Cristo, nadie se ofendería. 12 Cómo me


gustaría que esos perturbadores que quieren mutilarlos a ustedes

mediante la circuncisión se mutilaran ellos mismos.[a]


13
Pues ustedes, mis hermanos, han sido llamados a vivir en libertad;
pero no usen esa libertad para satisfacer los deseos de la naturaleza
pecaminosa. Al contrario, usen la libertad para servirse unos a otros

por amor. 14 Pues toda la ley puede resumirse en un solo mandato:


«Ama a tu prójimo como a ti mismo»[b], 15 pero si están siempre

mordiéndose y devorándose unos a otros, ¡tengan cuidado! Corren

peligro de destruirse unos a otros.


Vivir por el poder del Espíritu
16
Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida.
Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza
pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es

precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu

nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza


pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí,

entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas

intenciones, 18 pero cuando el Espíritu los guía, ya no están


obligados a cumplir la ley de Moisés.
19
Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa,

los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza,


pasiones sensuales, 20 idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos,

arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias,

divisiones, 21 envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros


pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes:

cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.


22
En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en
nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad,
fidelidad, 23 humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas

cosas!
24
Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las

pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han

crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del


Espíritu en cada aspecto de nuestra vida. 26 No nos hagamos

vanidosos ni nos provoquemos unos a otros ni tengamos envidia


unos de otros.
Siempre cosechamos lo que sembramos

CAPITULO 6

1 Amados hermanos, si otro creyente[a] está dominado por algún


pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al

camino recto con ternura y humildad. Y tengan mucho cuidado de

no caer ustedes en la misma tentación. 2 Ayúdense a llevar los unos


las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de

Cristo. 3 Si te crees demasiado importante para ayudar a alguien,

solo te engañas a ti mismo. No eres tan importante.


4
Presta mucha atención a tu propio trabajo, porque entonces

obtendrás la satisfacción de haber hecho bien tu labor y no tendrás

que compararte con nadie. 5 Pues cada uno es responsable de su


propia conducta.
6
Los que reciben enseñanza de la palabra de Dios deberían proveer

a las necesidades de sus maestros, compartiendo todas las cosas


buenas con ellos.
7
No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios.

Siempre se cosecha lo que se siembra. 8 Los que viven solo para


satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa

cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que

viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida


eterna. 9 Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido

tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por


vencidos. 10 Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad,

hagamos el bien a todos, en especial a los de la familia de la fe.

Último consejo de Pablo


11
FÍJENSE QUE USO LETRAS GRANDES PARA ESCRIBIRLES DE MI PROPIO PUÑO Y

LETRA ESTAS ÚLTIMAS PALABRAS.

12
Los que tratan de obligarlos a circuncidarse lo hacen para quedar
bien con otros. No quieren ser perseguidos por enseñar que solo la

cruz de Cristo salva. 13 Ni siquiera los que luchan a favor de la

circuncisión cumplen toda la ley. Solo quieren que ustedes se


circunciden para poder jactarse de ello y decir a todos que ustedes

son sus discípulos.


14
En cuanto a mí, que nunca me jacte de otra cosa que no sea la
cruz de nuestro Señor Jesucristo. Debido a esa cruz,[b] mi interés por

este mundo fue crucificado y el interés del mundo por mí también

ha muerto. 15 No importa si fuimos o no circuncidados. Lo que


importa es que hayamos sido transformados en una creación
nueva. 16 Que la paz y la misericordia de Dios sean con todos los

que viven según ese principio; ellos son el nuevo pueblo de Dios.[c]
17
De ahora en adelante, que nadie me cause problemas con esas

cosas. Pues yo llevo, en mi cuerpo, cicatrices que muestran que

pertenezco a Jesús.
18
Amados hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea

con el espíritu de cada uno de ustedes. Amén.

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