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¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE

GLOBALIZACIÓN?
INTERROGANTES SOBRE EL ESCENARIO INTERNACIONAL ACTUAL
EN ÉPOCA DE PANDEMIA
Carlos Juárez Centeno1
Abstracto: En el presente artículo se hace una descripción del fenómeno de la
globalización y un análisis de la misma a partir de su inicio a finales de los ´70
hasta nuestros días, haciendo foco en la proclamación de su relato neoliberal a
partir de los ´80 y su profundización en los ´90 con la revolución tecnológica, la
globalización de las finanzas y el capitalismo salvaje. Se analiza el escenario
internacional de las últimas décadas y se plantean interrogantes sobre el
presente y el futuro del sistema internacional en época de la pandemia del
Covid-19.
Palabras clave: globalización -posglobalización -hiperglobalización
-neoliberalismo -Estado -sistema internacional -relaciones internacionales
-escenario internacional actual -pandemia -coronavirus.

Así como los atentados a las Torres Gemelas del 11 de septiembre


de 2001 dieron por tierra con el proclamado “fin de la historia” y el triunfo
de la democracia liberal, la crisis del capitalismo global en 2008 pareciera
haber puesto en jaque las estructuras socio-económicas globales. Ello ha
llevado a que algunos autores sostengan la muerte de la globalización

1
Carlos Juárez Centeno es Abogado y Especialista en Ciencia Política y Derecho
Constitucional. Especialista en Derechos Humanos y Diplomado en Altos Estudios
Internacionales. Realizó estudios de doctorado en Derecho en la Universidad
Complutense de Madrid. Actualmente, es Coordinador del Área de Estudios
Internacionales del Centro de Estudios Avanzados (Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad Nacional de Córdoba), y director de la Maestría en Relaciones
Internacionales y del programa de investigación Relaciones internacionales, derechos
humanos e historia: evolución y retos actuales, radicados también en dicha institución.
Es Profesor Titular concursado en la Universidad Nacional de Córdoba, tanto en la
Facultad de Derecho como en la de Ciencias Sociales; Investigador categoría 1 en el
Programa de la SPU del Ministerio de Educación de la Nación y vicepresidente del
Consejo Federal de Estudios Internacionales. En su vasto trayecto de investigación, la
problemática de los derechos humanos y el derecho internacional han sido su materia de
indagación, enclave sobre el cual da cuenta en cursos de posgrado nacionales e
internacionales, como también en publicaciones especializadas y eventos científicos en
todo el mundo.

1
(García Linera, 2016a) y otros, como por ejemplo José Antonio Sanahuja,
a que sostengan la posibilidad de estar frente a un momento al que
denominan “posglobalización”. Con dicho término, los estudiosos
pretenden hacer referencia a una situación que se observa en el actual
escenario internacional y que, como bien puede percibirse, tiene como
precedente a la globalización: aquel fenómeno que ha sido hartamente
caracterizado por economistas, internacionalistas, politólogos, juristas y
científicos sociales de las más variadas disciplinas y posturas en las
últimas tres décadas.
Tal vez, habida cuenta de su auge y su versatilidad, Roberto Russell
expresa que el de globalización es un concepto “atrapa todo”, puesto que
“se presta a aplicaciones múltiples y da amplio lugar para confusiones
generalizadas. Políticos, economistas, comunicadores sociales y gurúes
de distinta especie se refieren a ella en forma cotidiana” (1998:39). Al
amparo de esta caracterización, Russell nos convoca a reflexionar acerca
de la globalización más bien como una “situación” de la historia de la
humanidad; algo así como un nuevo estadio de la condición humana
marcada por el predominio de comportamientos, relaciones sociales y
formas de organización que se definen por contextos específicamente
globales. Esta lectura no pierde de vista que dicho concepto explica,
también, la extensión del espacio geográfico y, con ello, el aumento de la
densidad de las relaciones sociales. Y si bien, desde esta perspectiva, su
uso es poco apropiado y algo confuso, parecería que la idea de una
globalización como “situación” resulta útil para captar y comprender
acabadamente el alcance de este complejo e intrincado fenómeno.
No obstante, el estudioso reconoce que, por el contrario, entender la
globalización como un “proceso” deviene un acercamiento más apropiado,
y, en este sentido, ella puede ser caracterizada como “el conjunto de
fuerzas que contribuyen a la unificación del mundo. Dicho de otro modo, a
la formación tanto de un sistema como de una sociedad global” (1998:41).
Y, como todo proceso, la globalización habría atravesado diferentes
fases, las cuales se pueden analizar al amparo de variables, tales como:

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a) su alcance (ello es, la cantidad de territorios y sociedades
comprendidas), b) los niveles de interconexión global que se pueden
apreciar, y c) el impacto que puede suponer sobre las funciones del
Estado.
Por lo demás, dichas fases que muestra el proceso de la
globalización se van suscitando mediante un notorio crecimiento en
cuanto a su alcance y su interconexión, y, de igual manera, el modo en
que cada vez impactan más profundamente sobre el Estado. Esto se da,
especialmente, en esa fase de la globalización que se inicia a mediados
del siglo XX (que, para estos autores, sería más bien la segunda faceta),
ello en relación con los avances tecnológicos que propiciaron una mayor
interdependencia y conectividad en cuanto a los medios de transporte y
comunicación, pero también en aquellos grandes cambios en el campo de
la política, el comercio, las finanzas, las organizaciones y, sin lugar a
dudas, en aspectos sociales como la ecología, la cultura e, incluso, la
relaciones familiares. Como bien puede apreciarse, la globalización
aparece como un proceso que conviene interpretarlo como multicausal,
en tanto se expresa en todos los campos de actividad del hombre. No
obstante, en su nivel más básico, ella es, a ciencia cierta, un proceso
económico-tecnológico que tiene grandes e indefectibles consecuencias
políticas.
En su dimensión económica, quizá la globalización deba ser
entendida como una nueva fase de expansión del sistema capitalista,
caracterizada por la apertura de los sistemas económicos nacionales, el
aumento del comercio internacional, la expansión de los mercados
financieros, la reorganización espacial de la producción, la búsqueda
permanente de ventajas comparativas y de la competitividad que da
prioridad a la innovación tecnológica, pero también por la aparición de
elevadas tasas de desempleo y el descenso de niveles históricos de
remuneraciones, aspecto que se halla aparejado a la formación de polos
económicos regionales.

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Así, al haberse establecido estos estándares globales en los
métodos de producción técnicos y de comunicación, la globalización
económica ha propiciado un alto grado de interdependencia. Y, como
consecuencia de ello, las regulaciones nacionales pasaron a un segundo
plano en lo relativo a la protección de los circuitos económicos locales,
generando como su consecuencia un régimen que excluye a una gran
parte de la sociedad mundial.
En este sentido, las libertades de mercado y los regímenes de
fronteras duras para la población se combinan para la implantación más
perversa de la globalización económica. Las barreras fronterizas y una
propaganda hostil contra los migrantes, por un lado, y los espacios
desregulados que pregonan los mercados financieros, por el otro, se
funden para consolidar este modelo que, de manera proporcional,
muestra el progreso y la decadencia de la historia actual. La globalización
trata con un proceso que debe, entonces, asociarse a una desigualdad en
constante aumento y a una gradual división en el mundo entre clases,
géneros, etnias y todo fenómeno de segregación posible.
Asimismo, otro factor que contribuye a esta fragmentación yace en la
concentración del poder, tanto político como económico. Pues la
globalización neoliberal nos muestra un mundo en el cual los límites
territoriales estatales no coinciden con los límites de poder reales de los
países centrales económicamente. De manera general, estas naciones no
se atienen a las normativas económicas vigentes, sino que se pronuncian
a través de herramientas políticas y militares, y por intermedio de un
poder mediático que lo refuerza cabalmente. Y vale señalar que la idea
neoliberal de la globalización, entendida ella como la fase más
desarrollada del capitalismo, deviene, según las palabras de Álvaro
García Linera, en
el desenfreno por un inminente mundo sin fronteras, la algarabía por
la constante jibarización de los Estados-nacionales en nombre de la
libertad de empresa y la cuasi religiosa certidumbre de que la sociedad
mundial terminaría de cohesionarse como un único espacio económico,

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financiero y cultural integrado, acaban de derrumbarse ante el enmudecido
estupor de las élites globalófilas del planeta (2016).
De ello dan cuenta, a modo ejemplar, los últimos acontecimientos
relevantes a nivel mundial, tales como el proceso de Gran Bretaña de
salida de la Unión Europea (el denominado BREXIT) y la presidencia del
candidato republicano Donald Trump en Estados Unidos (cuya elección
presidencial se organizó con base a ideas y promesas de proteccionismo
económico, renunciando a los tratados de libre comercio y planificando
construcción de murallas fronterizas –que hoy, empero, aparece como un
proyecto trunco–), como así, también, los numerosos ataques de carácter
terrorista (esa figura cultural que el 11 de Septiembre de 2001 pareció
revivir en todo su esplendor), la controvertida guerra en Siria, el
estancamiento notorio de las economías de países emergentes (y solo
basta echar una mirada a lo acontecido recientemente en nuestras
coordenadas latinoamericanas), las consecuencias de las graves crisis de
refugiados que atraviesan a toda Europa, y el ascenso de fuerzas
políticas de extrema derecha y neofascismo que el mundo creyó haber
desterrado a los márgenes más ocultos de la historia.
Se trata, en todos los casos, de fenómenos que no han hecho más
que destruir los cimientos de la mayor idea liberal de nuestros tiempos,
allí donde la idea de la globalización se presenta ante nosotros como una
de las falacias posibles que nos legó el siglo XXI y que, en los derroteros
de estos tiempos oscuros y críticos, muestra sus falencias.
Resulta paradójico, empero, que esta crisis en la comprensión de la
globalización provenga fundamentalmente de las dos naciones cuyos
esfuerzos políticos, económicos y sociales más se esmeraron en
consolidarla a nivel internacional, en el contexto de la década del ochenta
y, de forma especial, en los ´90. Como se comprenderá, hablamos de
Estados Unidos y Gran Bretaña, aquellos difusores históricos del
capitalismo más salvaje y que han hecho de la globalización el estandarte
de una idea de progreso mundial. Por ello, José Antonio Sanahuja nos
advierte que

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en los años ochenta se inicia con rapidez la “segunda globalización”,
impulsada por cambios tecnológicos y del modelo productivo, una amplia
desregulación y liberalización, y en el plano ideológico, por la visión
neoliberal. Esta fase habría concluido con la crisis financiera global que
estalla en 2008, dando paso a una recesión económica que en 2017 aún
sigue abierta (2017:47).
En un sentido análogo, se puede sostener que la globalización, en
tanto relato o ideología de época, no tiene más de 35 años. Debemos
considerar, entonces, que ella fue iniciada por la comunidad entre el
presidente estadounidense Ronald Reagan y la Premier británica de
entonces, Margaret Thatcher, quienes colaboraron ideológica y
políticamente para la liquidación del Estado de bienestar, privatizando las
empresas estatales, anulando la fuerza sindical obrera y sustituyendo el
proteccionismo del mercado interno por el libre mercado; elementos todos
que habían caracterizado las relaciones económicas desde la Crisis de
1929.
Es este el panorama tenso que ha llevado a los estudiosos
(Sanahuja, 2018; Linera, 2016b) ha preguntar si la globalización no ha
entrado en una etapa de decaimiento generalizado. Lo que hallaríamos
hoy, y que se revela como una fuerza emergente, puede entenderse más
bien como un repliegue hacia el interior de las fronteras, aspecto que
exacerba una idea política de nacionalismo y proteccionismo, alimentando
cada vez con mayor potencia a las formas de la xenofobia.
Pero cabe preguntar si estos cambios dados en los últimos tiempos
configuran necesariamente el fin de la globalización, ya que, tras varias
décadas de integración económica e interdependencia de los actores
internacionales, la transnacionalización continúa afianzada. No obstante,
es cierto que, en estas circunstancias del mundo actual, asistimos a un
nuevo proceso de difícil categorización: momento que los estudiosos
definen, más bien, como una posglobalización, una des-globalización o,
incluso, una hiperglobalización (Fernández Rodríguez, 2018;
Subramanian y Kessler, 2013) si consideramos que aquellos rasgos que
le dieron forma a este proceso parecen hoy exacerbados y admitiendo

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otros que esa hiperglobalización ha entrado en una fase de crisis de la
cual se puede salir en forma inteligente (Carmody,2019; Rodrik, 2018). En
todos los casos, lo que se expone, fundamentalmente, son cambios en
cuanto a gobernanza tanto en el interior de cada Estado como también en
el plano internacional. Y basta solo observar ese quiebre fundamental en
torno a la legitimidad de las democracias occidentales, como sucede por
ejemplo en la predisposición global hacia el ascenso de las extremas
derechas que debilitan el liderazgo y la posición hegemónica que habría
mantenido la Unión Europea, en cuanto al sostenimiento del orden
internacional liberal en el que se ha basado la idea común de
globalización. Como bien nos plantea Rodrik “Es imposible tener al
mismo tiempo hiperglobalización, democracia y soberanía nacional; como
máximo, podemos tener dos de las tres” (2018:23), se trata del “trilema
político de la economía mundial” y que aborda en forma más completa en
su libro La paradoja de la globalización: democracia y el futuro de la
economía mundial2.
El mundo actual trata entonces con un periodo que introduce riesgos
e incertidumbres propios de toda etapa que está por comenzar y que
muestra muchas ambivalencias. Sin embargo, algo a interpretar es que
esta globalización (o como prefiera llamársela) se halla lejos de
presentarse como un momento de progreso y expansión de derechos y
desarrollos sostenibles, porque más bien parece deviene en un cierre y
aislamiento político, económico y, sobre todo, ideológico, en lo que, a
todas luces, compone una escena de erosión hacia las normas e
instituciones que hacen a la gobernanza global. En torno a este nuevo
panorama, el escenario mundial tiene nuevos desafíos que asumir. Y las
respuestas que la literatura sobre el tema proporciona no son en nada
concluyentes.
Si el planteo de la cuestión era de incertezas y riesgos, de
prospectivas a futuro, al momento de escribir esta colaboración para el
libro en conmemoración al decimoquinto aniversario de Nucleas, un
2
El propio autor bien lo resalta en la nota 8, pp. 22-23 del texto referenciado en la
bibliografía utilizada para este artículo.

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novedoso fenómeno global, en esta ocasión de dimensiones sanitarias
como lo es una pandemia como la del Covid-19, genera nuevas y
múltiples paradojas: una pandemia global que propende a escenarios que
promuevan la globalidad y otros que la restrinjan; despertar actitudes de
cooperación y solidaridad internacional, de multilateralismo, a la par de
otras que motivan cierre de fronteras, aislacionismo y unipolaridad o más
nacionalismo.
Las interconexiones, la vida y sus formas y manifestaciones han
cambiado, y como bien lo señala John Gray
La textura de la vida cotidiana ha cambiado, en todas partes
existe un sentimiento de fragilidad (…) que el progreso es reversible
(…) [y que] la desglobalización en marcha es hija de la globalización.
(2020).
A la complejidad, riesgo e incertidumbre, la pandemia reveló cuán
frágil es la civilización global y como responde Jeffrey Sachs

Vivimos en un mundo superpoblado, con profundas amenazas de


todo tipo: armas nucleares, cambio climático, pérdida de biodiversidad,
pandemias ¿Somos lo suficientemente astutos para cooperar y lidiar
juntos con todo esto? No lo sabemos (2020).
Ya en 2008 el director del Centro para el Desarrollo Sustentable
de la Universidad de Columbia y Asesor de los últimos tres
Secretarios Generales de Naciones Unidas, en su libro, Economía
para un planeta abarrotado escribía que
Estamos, en suma, pegados unos a otros como nunca antes,
abarrotados en una sociedad interconectada de comercio global,
migración e ideas, pero también de riesgos de pandemias, terrorismo,
movimientos de refugiados y conflictos. Así que desde lo racional puedo
decir que sabía que las pandemias representaban un riesgo real, pero,
aun así, desde lo emocional, esta crisis es alarmante (2020).
La gran incógnita reside en que esta crisis sanitaria no se torne en
una crisis geopolítica por una escalada en la confrontación entre Estados
Unidos y China. Pero en lo que sí está coincidiendo la comunidad

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científica, el maisntream de los internacionalistas, es que Estados Unidos
perdió, o al menos lo está demostrando en esta crisis sanitaria a escala
planetaria, su capacidad de liderazgo global y que el eje del poder global
se traslada a Asia. La Pandemia puede convertirse en la tumba de la
globalización neoliberal y la del futuro será una globalización centrada en
China y Asia pacífico (Zibechi, 2020:115). Sin ser tan explícito, Henry
Kissinger (2020) “admite el fin de la supremacía de los Estados Unidos al
expresar que hoy no puede ofrecer al resto del planeta, ningún ideal
civilizatorio salvo la depredación financiera y medioambiental”.
Se ha planteado un gran debate sobre la cuestión, acerca de cuál
será el orden que emergerá cuando esta crisis global sanitaria concluya,
y, si bien todos coinciden en que habrá un antes y un después, los
escenarios de ese futuro no son unívocos, desde la emergencia de un
nuevo comunismo reinventado (Zizek, 2020) a la postura que sostiene
que el virus no vencerá a la sociedad capitalista (Byung-Chul Han, 2020),
sino que como el ave fénix resurgirá de sus propias cenizas.
Lo que sí podemos afirmar es que habrá un antes y después, y que
ese resurgimiento nos encuentre en una nueva comunidad de valores, en
una pandemia metafísica que nos convierta en ciudadanos del mundo, en
cosmopolitas (Markus 2020:134). En tal sentido, debemos pensar y obrar
en aras de un nuevo orden global cuyos pilares sean los valores propios
de una sociedad libre, igualitaria y solidaria, para así volver a la tríada de
los valores de la humanidad, aquellos sentados en el manifiesto
revolucionario de 1789: libertad, igualdad y fraternidad. El devenir
histórico de los dos últimos siglos y lo que va del presente, ha plasmado
diferentes órdenes, sistemas y formas de gobernanza planetaria. En ellos
mucho se ha planteado, discutido y accionado en la tensión de los dos
primeros: libertad e igualdad; será el momento de pensar, reflexionar y
accionar sobre el tercero, que en términos del siglo veintiuno, podemos
significarlo como solidaridad. Poco, o no lo suficiente, es lo que se ha
hecho por habitar un planeta más solidario, quizás ahí se encuentre el
inicio de la salida de esta encrucijada actual.

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La aparición del virus del Covid-19 a escala global, es otro de los
efectos causados el proceso globalizador neoliberal y pro mercado que
tiene sus inicios con la crisis de los Estados benefactores a mediados de
los ´70 y que, finalizada la bipolaridad con el desplome de la ex Unión
Soviética, en los ´90 formatea una globalización dominada por el sector
financiero y el desmantelamiento de la política y de los Estados: una
globalización desbocada de la mano de un capitalismo salvaje y
enraizado en un discurso neo-liberal hegemónico, cual pensamiento
único, fogoneado por los grandes grupos económicos, la banca
internacional, los llamados fondos buitres y la corporación mediática que
los propagandea y difumina en todo el planeta . Esta nueva Peste con su
cuarentena: el aislamiento preventivo social obligatorio, quizá sirva para
darle el tiro de gracia y propiciar una globalización más amigable, más
humanizada, más empática. De esta coyuntura está demostrado que se
sale con más Estado y menos mercado, más derechos humanos y
dignidad de la persona, y por ende de los ciudadanos; para ser claros y
precisos, con un Estado protector. Y en el ámbito internacional, sirva para
que se plasme en un nuevo orden multilateral, basado en la cooperación
internacional y la solidaridad, pero sin olvidar las otras dos dimensiones
-libertad e igualdad- que hagan efectivo una sociedad internacional
globalizada en el imperativo categórico de fundarse en valores que
preserven la existencia humana y el planeta que nos cobija, respetuosa
del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Se necesita un
nuevo 10 de diciembre de 19483.

3
Fecha en que se firma la Declaración Universal de los Derechos Humanos en el Palais
Chaillot de Paris, adoptada por Resolución 217 de la Asamblea General de las Naciones
Unidas (ONU).

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