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Introducción al Antiguo Testamento

Sesión 1. ¿Cómo leía Jesús el Antiguo


Testamento?

Basauri, 2010 Lidia Rodríguez Fernández

1. ¿Por qué los cristianos leemos y estudiamos el Antiguo Testamento?


La vigencia del Antiguo Testamento para el cristiano
Razones por las que un cristiano debe profundizar en el estudio del Antiguo Testamento

2. La interpretación que Jesús hacía del Antiguo Testamento


La importancia de la Biblia Hebrea para la comprensión de la persona y el ministerio de
Jesús (Mateo 4:1-11; Lucas 4:15-21)
El Antiguo Testamento en la predicación de Jesús: las antítesis del evangelio de Mateo
(Mateo 5:17-48)
La actitud de Jesús hacia los preceptos rituales de la Ley (Marcos 1:40-45; Mateo 12:1-
13)

3. La jerarquía que guía el ministerio de Jesús


¿Hay mandamientos más importantes que otros? (Mateo 22:34-40)

4. Para seguir trabajando

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 1


1. ¿Por qué La vigencia del Antiguo Testamento para el cristiano
los cristia-
nos leemos y ¿Debería leer un cristiano el Antiguo Testamento? Posiblemente, formulada
estudiamos la pregunta de este modo responderíamos que “sí” sin dudarlo; pero si la
el Antiguo pregunta fuera “¿Es vinculante el Antiguo Testamento para el cristiano?”,
Testamento?
comenzaríamos a apreciar matices en las diferentes respuestas. Unos dirían
que sí, en igualdad de condiciones con el Nuevo Testamento. Otros
afirmarían que no podemos equiparar la autoridad de las normas
alimenticias de Levítico 11 con los diez mandamientos de Éxodo 20. Para
muchos se trataría de una revelación progresiva que culmina en el
evangelio, por lo que el Antiguo Testamento está supeditado al Nuevo. Por
último, los más extremos lo descartarían, afirmando que el Nuevo
Testamento ha sustituido en todos los sentidos al primero.
Evidentemente, no podemos agotar todos los interrogantes de una cuestión
tan profundamente debatida en apenas unas páginas iniciales de esta
Introducción al Antiguo Testamento. Pero sí queremos plantear
sucintamente algunas razones por las que un cristiano debe leer, es más,
debe estudiar el Antiguo Testamento para alcanzar una comprensión
apropiada de su fe y de su experiencia de seguimiento de Jesús.

Razones por las que un cristiano debe profundizar en


el estudio del Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento reflexiona sobre la experiencia


humana desde la fe

En primer lugar, el Antiguo Testamento es sin lugar a dudas una de las


grandes obras literarias de la humanidad, y no sólo por su calidad artística.
Acercarse al Antiguo Testamento es acercarse a la experiencia humana; sus
páginas contienen las más profundas realidades que afectan al ser humano:
el asombro ante el mundo creado y ante la existencia del ser humano
(Génesis 1-2), el origen del mal (Génesis 3), la liberación de un pueblo
oprimido (Éxodo), el sufrimiento del inocente (Job), el deseo ardiente de
dos enamorados (Cantar de los Cantares), la traición y la corrupción del
rey y de su corte (1-2 Reyes),… Desde esta perspectiva, es un libro que
cualquiera —ateo, agnóstico o creyente— puede apreciar.
Pero el Antiguo Testamento es, ante todo, un conjunto de textos que
reflexionan desde la fe y para la vida. Está repleto de ejemplos de
personajes concretos, de seres humanos de carne y hueso, con virtudes y
defectos, con éxitos y fracasos, que vivieron la fe insertos en el momento
histórico que les tocó vivir.
Junto a esta vivencia personal, el Antiguo Testamento nos enseña cómo
Israel trató de vivir la fe en sociedad, un aspecto muy descuidado en la
reflexión actual dentro de las iglesias. Presenta con gran claridad las
implicaciones sociales, políticas y económicas de la experiencia de Dios.

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El Antiguo Testamento es parte de la historia de la salvación
del Dios en que creemos los cristianos

La Biblia cristiana consta de dos partes, surgidas en contextos diferentes,


continuas y discontinuas a un tiempo, en parte iguales y en parte diferentes.
Ambas tienen su propio mensaje específico, pero en ambos casos se trata
fundamentalmente de un mismo deseo: testimoniar cómo Dios irrumpe en
la historia humana para salvar, consignar los medios que elige en cada época
para acercarnos Su buena voluntad.
Este Dios “tremendo y fascinante”, como definiría Rudolf Otto la
experiencia de lo sagrado1, está más allá de las concepciones simplistas que
contraponen el Yahvé del Antiguo Testamento con el abbá de Jesús, ya que
el Primer Testamento también muestra a un padre –¡y madre!– compasivo,
clemente, paciente, fiel y misericordioso, del mismo modo que Jesús
reaccionará en los evangelios como un auténtico apocalíptico en
determinados momentos2.

El Antiguo Testamento es necesario para comprender el


Nuevo, muy especialmente la persona y el mensaje de Jesús

Antiguo y Nuevo Testamento se remiten mutuamente: el Nuevo


Testamento debe leerse a la luz del Antiguo, y viceversa: el Nuevo arroja
luz sobre el Antiguo —al menos, eso es lo que creemos los cristianos—.
No podemos olvidar que Jesús y sus primeros discípulos eran judíos. El
fondo cultural y religioso que explica de lo que hablaban y lo que hacían
está formado por la Escritura, especialmente la Ley y los Profetas. Como
dice E. Zenger,

La “Escritura” constituía el lenguaje y el mundo simbólico de los


destinatarios de los textos del Nuevo Testamento.3

Estos textos están repletos de juegos de palabras, citas literales o implícitas,


motivos literarios que se van transformando a la luz de la experiencia de la
resurrección de Jesús, etc. Si no conocemos ese fondo, seremos incapaces
de comprender en toda su dimensión elementos clave del Nuevo
Testamento, como las expresiones aplicadas a Jesús con un fuerte sabor
veterotestamentario —como Mesías, Hijo de David, Hijo del Hombre,...— o
los abundantes símbolos que representan a Israel —la viña, la elección de
doce discípulos y no once o trece, ya que simbolizan a las doce tribus,
etc.—.
Los primeros escritores del Nuevo Testamento ya reconocieron la
importancia de vincular la vida de Jesús con el Antiguo Testamento. El
ejemplo más evidente lo constituyen las numerosas citas de
cumplimiento del evangelio de Mateo, que van trayendo a la memoria
diversas citas de la Escritura mientras se nos narra la vida y el ministerio de
Jesús.4

1 R. Otto, Lo santo. Alianza, Madrid, 1917.


2 Véase, por ejemplo, el episodio de la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén

en Mt 21:12-13.
3 Erich Zenger, “El Significado Fundamental del Primer Testamento. Interpretación cristiano-
judía de la Biblia después de Auschwitz”, Selecciones de Teología 156 (2000), 253.
4 Con la mención de ciertos pasajes proféticos, Mateo trata de proporcionar apoyo a la
historia de Jesús y de explicar que esos acontecimientos y creencias no son nuevos o
innovadores, ni repudian el pasado de Israel, sino que son el cumplimiento de esa misma
historia y herencia. Véase Mt 2,15ss; 2,23ss; 21,4, etc.

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Las promesas y esperanzas del Antiguo Testamento siguen
siendo vigentes para nuestro mundo

Como diría H. Vorgrimler,

las promesas del Antiguo Testamento tienen un excedente con respecto a


Jesús.5

Los textos proféticos o apocalípticos que hablan de un mundo futuro mejor


siguen apuntando a realidades que todavía no se han realizado, y
por ello siguen infundiendo esperanza. No es casualidad que el libro del
Apocalipsis beba de esas mismas esperanzas.
Lo mismo podríamos decir de la carga crítica de profetas como Amós,
Isaías o Ezequiel. Sus acusaciones contra el Israel de su tiempo y contra los
grandes imperios de entonces todavía siguen interpelando las graves
injusticias que se comenten en nuestro mundo, que en poco han cambiado
a pesar del paso de miles de años.

2. La
Hemos de comenzar afirmando una verdad que, por obvia, es fácil que
interpreta- pierda su centralidad: nosotros no somos judíos, sino cristianos. Eso
ción que significa que toda nuestra lectura de la Biblia ha de ser cristocéntrica, es
Jesús hacía decir, ha de colocar como filtro a la persona y obra de Jesucristo.
del Antiguo
Testamento Por eso, vamos a comenzar con nuestra serie de estudios prestando
atención a cómo Jesús leía e interpretaba el Antiguo Testamento. Como
veremos, hay algunos libros que serán centrales en su vida y en su
predicación –como Deuteronomio y algunos profetas–, mientras que otros
libros quedan arrinconados e incluso son reinterpretados por Jesús.

La importancia de la Biblia Hebrea para la


comprensión de la persona y el ministerio de Jesús
(Mateo 4:1-11; Lucas 4:15-21)

La prueba antes de comenzar su ministerio: las tentaciones


en el desierto (Mateo 4:1-11)

Preguntas En el relato de las tentaciones, Jesús emplea en las tres ocasiones el libro
¿Qué libro del del Deuteronomio para responder a Satanás: Mt 4:4 = Dt 8:3; Mt 4:7 = Dt
Antiguo 6:16; Mt 4:10 = Dt 6:13; las tres citas describen la necesaria obediencia del
Testamento cita ser humano ante Dios.
Jesús en los tres
Esta insistencia nos habla de la centralidad de este libro en el ministerio de
casos para
responder a
Jesús. No es casualidad que el libro del Deuteronomio sea, como su
Satanás? nombre indica, el libro que repite o recuerda la Ley al pueblo, solo que el
énfasis está en aquí en la necesidad de interiorizar la Ley y la Alianza entre
A la luz de Dios e Israel para no caer en la infidelidad. No se trata de cumplir de forma
Mateo 4:6-7, ¿es
legalista una serie de reglas, sino de vivir en sociedad de acuerdo a Su
posible decir
que hay una
voluntad.
forma Es interesante que en la segunda tentación sea el propio Satanás quien trata
“diabólica” de de argumentar con la Biblia Hebrea “en la mano”. Nos encontramos así
utilizar la ante dos maneras de leer la Escritura, la de Jesús y la de Satanás, que
Escritura?
esconden dos formas de entender a Dios y la relación que los seres
humanos establecemos con Él.

5 Citado en Zenger, op. cit., 256.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 4


1. Aprovechando la debilidad causada por el ayuno, el tentador afirma
que el Mesías puede transformar las piedras en panes; Jesús
responde que sin duda, pero, según la Biblia, el alimento esencial es
la palabra de Dios (v. 4 = Dt 8:3). Satanás invita a Jesús a utilizar su
autoridad de Hijo para sus propios fines, a preocuparse él mismo
de su existencia y a no contar exclusivamente con Dios. Pero en
medio de la prueba del desierto, Jesús se muestra dependiente de la
Palabra y de la voluntad del Padre.
2. El diablo replica en la segunda tentación: haz un prodigio
arrojándote desde lo alto del Templo, y los ángeles vendrán en tu
auxilio, tal y como afirma el Sal 91. En este caso le incita a provocar
un peligro, para poder exigir un milagro de parte de Dios. No, dice
Jesús, a partir de otro texto (Dt 6:16), porque eso no sería más que
un sacrilegio; nadie pondrá a prueba a Dios con pretensiones
temerarias. En esta segunda tentación, el lanzamiento desde el
templo, afecta a la imagen que tenemos de Dios. Jesús no frivoliza
con el poder de Dios, no cae en la tentación del exhibicionismo de
un poder abrumador y al margen de las necesidades humanas.
3. La tercera tentación es la más feroz y atrevida. El diablo pretende
detentar un poder universal que ofrece a Jesús: «Todo esto te
daré». Pero Jesús remite de nuevo a la obediencia a Dios, el único
Señor, ante el cual todos deben inclinarse (Dt 6:13). No ha venido
creyendo ser el dueño y señor de la humanidad, ya que eso lo
convertiría en esclavo de Satanás. El camino que elige Jesús no es el
del poder, ni el de los milagros en provecho propio, sino el del
servicio, el sufrimiento y la persecución; las acciones milagrosas que
realice serán a favor de los verdaderos necesitados de su tiempo.

En las tentaciones se lee el AT desde Jesús: él es el Hijo obediente, el


verdadero Israel, el Mesías en quien se va cumpliendo el AT. Jesús también
atraviesa el desierto, como cientos de años atrás hiciera el pueblo de Dios,
solo que en este caso permanece fiel allí donde el hijo de Dios (Israel) se
mostró desconfiado e infiel.

Jesús se presenta a los suyos como el Siervo de Isaías (Lucas


4:15-21)

En la lectura de Lucas hay un detalle sutil, pero muy importante: “Fue a


Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era
su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el libro del
profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el lugar donde está escrito…”
(Luk 4:16b-17 NVI). Es decir: Jesús abre el rollo y selecciona el texto
concreto que lee en la sinagoga del profeta Isaías, que se encuentra en Is
61:1-2 (la última frase que lee es de Is 58:6) y se identifica con el siervo que
aparece en la última parte del libro.
Nosotros, cristianos, reconocemos inmediatamente al Mesías en esas citas,
pero los textos que Jesús elige no tenían un sentido mesiánico para el Israel
de entonces. Sobre todo los fariseos, los esenios y algunos círculos
apocalípticos esperaban a un mesías regio y terreno –en algunos casos con
rasgos sacerdotales–, aunque dotado de poderes sobrenaturales. De él se
esperaba, en primer lugar, la liberación política de Israel: el mesías
exterminaría o sometería a las naciones paganas y como libertador de

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 5


Israel, sería el vengador del pueblo.6 En segundo lugar, esos grupos judíos
esperaban que en Palestina se restableciera, una vez reunido Israel desde
todas las partes del mundo conocido, un orden social justo y conforme con
las exigencias de la Ley que devolviera al Estado judío el esplendor perdido
desde antiguo y asegurara un reconocimiento universal del Dios único.7
Sin embargo, Jesús se identifica con estas otras figuras mesiánicas que no
estaban en la mente de sus contemporáneos: los Cantos del Siervo de
Isaías, donde la importancia de la función del mesías no está por encima del
valor de sus cualidades personales, a diferencia de esas otras figuras
mesiánicas judías que se esperaban entre el pueblo. En el NT hay más de 15
citas o referencias solo al cuarto poema; es el caso del bautismo de Jesús en
Mc 1:11 (Is 42:1; cf. Sal 2:7); Mateo interpreta los milagros de Jesús (Mt
8:17) como el “cargar con nuestras culpas” del Siervo (Is 53:4); Mt 12:15-21
resume el ministerio público de Jesús mediante Is 42:1-4; etc.
Aunque los discípulos también habían esperado probablemente a otro
Mesías –no hay más que leer la reacción de Pedro en el arresto de Jesús
tratando de emplear la violencia contra los soldados, o los lamentos de los
discípulos camino de Meaux que añoraban al libertador de Israel–, en la
Pasión de Jesús descubrieron finalmente la figura del misterioso Siervo de
Yahvé. Su silencio ante los tribunales, la flagelación, la muerte y sepultura, la
entrega de su vida por todos,… todo ello se encontraba ya dicho en el
profeta Isaías. 8

El Antiguo Testamento en la predicación de Jesús: las


Preguntas
antítesis del evangelio de Mateo (Mateo 5:17-48)
En los versículos
17-20, Jesús Principio general: el verdadero sentido de la Ley (Mateo
ofrece los 5:17-20)
principios
generales de la
Mt 5:17-20 es el principio teológico que explica todo lo que viene a
enseñanza que continuación: con sus palabras y sus acciones, Jesús no anula la Ley. Con
vendrá a esta afirmación tan tajante, corrige un malentendido o, más bien, lo que
continuación: parecen las críticas que podría estar recibiendo de sus adversarios (“no
¿cuáles son? penséis que…”). A diferencia de lo que escribas y fariseos creen, Jesús
Busca en una
viene a cumplir la Ley, a llevarla a su perfección, solo que su forma de
concordancia o perfeccionarla no convencía a sus opositores y detractores.
en una Biblia de Para empezar, Jesús no distingue, como se hacía en el judaísmo antiguo,
estudio los entre preceptos «pesados» y «ligeros», es decir entre unos preceptos más
textos bíblicos a
importantes que otros. Jesús pide a sus discípulos una obediencia
los que Jesús
alude en Mateo
5:21.27.31.33.38.
43. 6 Los textos bíblicos en los que se apoya esta esperanza mesiánica son poco numerosos; es
curioso que los fariseos, los esenios, los apocalípticos y la tradición común representada por
¿Cómo el Targum del Pentateuco comenten los mismos textos: Gn 49:10.12; Núm 24 e Is 11, y en
interpreta y el caso de los apocalipsis, Dan 7. Pero no encontramos en sus libros estudios sobre los
aplica Jesús los cantos del Siervo de Isaías, o Is 56-66.
preceptos dados
a Israel en las
7 En los escritos intertestamentarios, el mesías restaurará Jerusalén y su templo (Oráculos
Sibilinos V, 420-427); reunirá a las tribus dispersas (Salmos de Salomón 17,26.31; IV Esdras
antítesis? 13,12s.39-50). Según el apócrifo Salmos de Salomón 17,28, el mesías devuelve al pueblo
reunido a sus tribus en la tierra de Israel.
8 También Jn 12:37-43 emplea un pasaje de los Cantos del siervo (Is 53:1). La predicación de

Pedro tras Pentecostés en Hch 3:13.26; 4:27.30 recurre a Is 52:13), y en Hch 8:35, Felipe
parte precisamente del texto de Isaías para explicar al eunuco la figura de Jesús. El hermoso
himno cristológico de Fil 2:6-11 también tiene el mismo cuarto canto del Siervo como
trasfondo; Rom 4:25, una antigua confesión de fe, presupone Is 53:12: “quien fue entregado
por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación”.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 6


intensificada: no permite parcelaciones ni limitaciones; toda la Ley debe ser
cumplida.
Es más, la justicia de los discípulos, su práctica de los mandamientos, debe
superar a la de los escribas, intérpretes expertos de la Ley, y a la de los
fariseos, modelos de observancia hasta en los detalles más nimios. A los
escribas y los fariseos se los menciona aquí, no porque no llevaran una vida
recta, sino precisamente porque eran vistos como quienes se preocupaban
más del cumplimiento de la Ley. Entonces, ¿en qué sentido debe ser
superior la justicia de los discípulos? Desde luego, no en un sentido legalista,
cuantitativo o casuístico, a la manera farisea, sino en un sentido cualitativo.
Jesús no se atiene rigurosamente a la letra de la ley y se sitúa por encima de
las demandas formales para enfatizar, como hacía el libro del
Deuteronomio, el espíritu de la ley. Porque Jesús sabe que cumplir al pie de
la letra los preceptos puede ser, en realidad, una manera de traicionar su
sentido profundo.9 Por eso, Jesús interioriza y personaliza la ley: no se trata
meramente de determinadas conductas, sino del sentido y de las
motivaciones que empujan esas conductas, que en cualquier circunstancia
debe ser el amor y la misericordia.

Todo ello se va a concretar en las llamadas seis “antítesis” que vienen acto
seguido, que no son más que ejemplos de esa justicia mayor. ¿A qué nos
referimos con este concepto de “antítesis”? Los rabinos anteponían su
propia exégesis o interpretación de la Ley a la de otros rabinos mediante la
fórmula aramea “aní omer”. Aquí, Jesús no entra en contradicción con el
AT, pero sí con lo que los hombres de su tiempo habían hecho con esos
textos, con sus interpretaciones y aplicaciones a la vida cotidiana. Los
problemas concretos que se encuentran detrás de las seis antítesis son
situaciones de la vida diaria del mundo mediterráneo antiguo, a los que
Jesús busca responder. Las primeras tres fórmulas introducen una ley
casuística, es decir, se trata de un caso concreto: el asesinato, el adulterio y
el divorcio. Las tres siguientes antítesis se constituyen a partir de una ley
apodíctica, o sea, independiente de la situación, sobre el juramento, la
venganza y el amor a los enemigos. En todos los casos, Jesús irá más allá
radicalizando las exigencias de la Ley, para lo cual empleará a menudo
imágenes hiperbólicas, exageradas.

Primera antítesis: el homicidio (Mateo 5:21-26)

A la condena del homicidio por la Ley (Ex 20:13; Dt 5:17), Jesús contrapone
la denuncia de la cólera y el insulto, yendo al fondo mismo de las
motivaciones del corazón humano. El “enfadarse” contra el hermano (5:22)
y llamarle “estúpido” o “idiota” refleja la mentalidad que alguien que quiere
descubrir debilidades y fallos en el otro y castigarle por ello, ponerse por
encima de los demás. Por eso, en la justicia mayor del Reino no basta
solamente con no matar.
Encontramos dos aplicaciones prácticas que completan el mensaje:
a. La reconciliación entre hermanos tiene más importancia que la
ofrenda cultual (vv. 23-24). No es lícito ofrendar a Dios sin haber
resuelto primero los desacuerdos que se dan entre hermanos.
b. No dejemos que se enconen los conflictos (vv. 25-26).

9Véase, por ejemplo, la crítica que Jesús hace a los fariseos al respecto del corbán en
Marcos 7:9-13.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 7


Segunda antítesis: el adulterio (Mateo 5:27-30)

La segunda y tercera antítesis nos hablan de un modo diferente de


relacionarse hombres y mujeres. Aquí, a la prohibición del acto adúltero (Ex
20:14; Dt 5:18), Jesús opone la mirada codiciosa; el verbo traduce la envidia
de poseer como su propiedad un objeto o una persona; aplicado al
adulterio, cuando un hombre reduce a la mujer a mero objeto para el
placer en su imaginación, es culpable de la misma degradación que el acto
sexual fuera del matrimonio. «Arrancarse un ojo» (v. 29) no ordena una
ablación literal, sino que la hipérbole habla de la renuncia a las raíces de la
tentación.
Por segunda vez, Jesús no se queda en el acto en sí, sino que denuncia el
origen de ese acto. En ambos casos profundiza hasta hallar la voluntad
perfecta de Dios, de la que la ley es sólo una sombra.

Tercera antítesis: el divorcio (Mateo 5:31-32)

Esta tercera sección completa la antítesis precedente. La medida


mencionada (Dt 24:1-4) estipulaba lo siguiente: la mujer repudiada obtenía
un certificado de divorcio que le permitía volver a casarse; en ningún caso
podía restablecerse el matrimonio roto, una vez contraídas segundas
nupcias. En la época de Jesús, los escribas debatían sobre todo a propósito
de los motivos que daban al marido derecho al repudio. El adulterio se
concebía casi exclusivamente como una cuestión de honor del hombre; así,
en una aventura sexual ¡un hombre no cometía adulterio contra su propia
mujer, sino contra el marido de la otra mujer!
La mujer no tenía derechos sobre su marido comparables a los que él tenía
sobre ella. Sin acta de divorcio, la mujer quedaba desamparada y se la
consideraba casi una prostituta. Por eso, Jesús establece aquí un principio
de responsabilidad ética: el marido no puede olvidarse de la responsabilidad
y del compromiso que asumió al casarse, a excepción de que la mujer haya
sido infiel.

Cuarta antítesis: el juramento (Mateo 5:33-37)

Se conjugan dos motivos: por un lado, los «juramentos», que ponen a Dios
por testigo en los conflictos, para probar la buena fe; por otro, los «votos»,
por los que uno se compromete con Dios, a veces con promesas
irreflexivas. En ambos casos, la postura de Jesús es clara: «Os digo que no
juréis de ninguna manera». La sencillez del «sí» y del «no» deben presidir
las relaciones sociales de los discípulos; deben ser francos y transparentes, y
dejar que Dios evalúe la verdad de cada cual.

Quinta antítesis: la venganza (Mateo 5:38-42)

De la sospecha mutua de la cuarta antítesis se pasa al caso de la agresión. La


ley del talión (Ex 21:24; Lv 24:20; Dt 19:21) era en origen una manera de
regular el uso de la violencia para no caer en una espiral y cambiaba la
venganza por una justa compensación del crimen. Pero Jesús es radical; no
legisla para los tribunales, sino que abre un camino a los discípulos que
deben ser conscientes de que, a menudo, aunque el golpe sea dado
«justamente», no hace más que desencadenar una reacción violenta.
Cuatro situaciones diferentes concretan esta línea de conducta: a. poner la
otra mejilla, una invitación a ir siempre más allá para apaciguar los
conflictos; b. dejarse desposeer del manto; c. someterse cuando el ejército
pide que le indiques el camino; d. no negar la ayuda a quien la necesite.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 8


Sexta antítesis: el amor a los enemigos (Mateo 5:43-48)

Todas las antítesis se leen desde esta última, cumbre de la ética cristiana. La
primera afirmación viene de la Biblia –“amarás a tu prójimo…” (Lv 19:18)–,
pero no la segunda –“y odiarás a tu enemigo”–. Jesús enuncia un
mandamiento sorprendente: «Amad a vuestros enemigos, orad por los que
os persiguen», lo cual contrasta enormemente con las posturas de otros
grupos judíos. Por ejemplo, los sectarios de Qumrán se enorgullecían de
amar a los «hijos de la luz» y odiar a los «hijos de las tinieblas».
El enemigo es un tipo de malvado muy concreto, aquel
que busca conscientemente el mal del prójimo. Los
motivos que da Jesús para amar a este enemigo son bueno
malo
varios; en primer lugar, la imitación de Dios (v. 45.48),
la necesidad de actuar como lo hace el padre, de ser
perfectos como lo es Él. Esta idea de la imitación de
Dios es muy importante en la espiritualidad judía, como
apreciados por ejemplo, en el libro del Levítico, donde enemigo
frecuentemente leemos: “sed santos como yo, el Señor,
soy santo”. Jesús también apela al contraste necesario que debe existir
entre sus seguidores y el resto, y finalmente se habla de la recompensa
futura.

La actitud de Jesús hacia los preceptos rituales de la


Ley (Marcos 1:40-45; Mateo 12:1-13)

La manera en que Jesús interpreta la Ley también afecta a cómo observa los
preceptos rituales judíos. Como veíamos en el caso de las antítesis, Jesús no
contrapone su enseñanza a la Torá, pero ahora subordina los preceptos
rituales al precepto del amor y de la misericordia. Los dos siguientes pasajes
ilustran la manera en que Jesús concebía tales mandatos: los que humanizan
seguirán siendo vigentes para sus discípulos, no así los que alejan a la
persona de la sociedad y de Dios.

La curación de un leproso (Marcos 1:40-45)

En tiempos de Jesús se consideraba lepra a muchas enfermedades de la piel


que hoy se catalogarían de forma muy diversa: desde una inflamación de la
piel, a erupciones cutáneas como la soriasis, hasta llegar a la lepra
propiamente dicha, la llamada enfermedad de Hansen,10 causada por el bacilo
Mycobacterium leprae. Ésta es una enfermedad infecciosa crónica que afecta
fundamentalmente a la piel, las membranas mucosas y los nervios, y que
actualmente todavía padecen más de 10 millones de personas en todo el
mundo, sobre todo en las regiones tropicales.
Dejando a un lado estas cuestiones sanitarias, ¿qué suponía para un
contemporáneo de Jesús padecer lepra, fuese cual fuese esa enfermedad
específica? En Levítico 13-14 encontramos una larga serie de disposiciones
concretas para identificar y tratar determinadas lesiones de la piel humana,
así como ciertos defectos que se encuentran en las telas y el cuero, e
incluso en las paredes de las casas.11 Por ejemplo, en Lv 13:45s leemos: “El

10 El bacilo de la lepra fue identificado en 1874 por el médico noruego Gerhard Henrik

Armauer Hansen, de cuyo apellido proviene el nombre técnico de la enfermedad.


11 Esta enumeración evidencia que el término empleado no sólo designa la enfermedad

propiamente dicha, sino que abarca toda una larga serie de fenómenos, como la proliferación
de hongos.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 9


que tenga llagas de lepra deberá llevar rasgada la ropa y descubierta la
cabeza, y con la cara semicubierta gritará: “¡Impuro! ¡Impuro!”. Y mientras
tenga las llagas será considerado hombre impuro; tendrá que vivir solo y
fuera del campamento.” Para esta época en la que no existía otra forma de
distinguir entre una soriasis benigna y una lepra severa más que dejando
pasar el tiempo, el aislamiento y la exclusión eran el único procedimiento
conocido para evitar el contagio de la enfermedad en una población.
Para quienes no podían vivir en sociedad sólo era posible acudir a lugares
apartados y desiertos, a las cuevas o a las tumbas vacías; si tenían suerte,
vivían de lo que sus familiares le enviaban; si no, comían del basurero de la
ciudad o las alimañas que pudiera cazar. Pero esta separación por razones
preventivas se sumó a otro tipo de separación todavía más dolorosa. Junto
a la enfermedad, la impureza ritual no le permitía participar de las fiestas, ni
acudir al templo a ofrecer sus ofrendas, ni reunirse en la sinagoga a
escuchar la lectura de la Torá. Su impureza era contagiosa, por lo que no
podía acercarse a nadie, y nadie debía tocarle para no volverse impuro a su
vez.
Para colmo, se creía que padecer lepra indicaba que esa persona había
cometido un grave pecado, y que la enfermedad era el modo que Dios
había elegido para castigarle. Según esta forma de entender a Dios, a mayor
gravedad de la enfermedad, mayor era la gravedad del pecado que la había
provocado.12 Enfermos, considerados impuros y pecadores penitentes, los
leprosos producían a la vez miedo, repugnancia y desprecio en sus
convecinos. Eran como muertos en vida; los maestros fariseos de su tiempo
pensaban que curar a un leproso era tan difícil como resucitar a un
muerto.13
Aquí parece evidente que se trata de la lepra de que habla Lv 13s. Lo que
mueve a Jesús a obrar es la misericordia; el enfermo no sólo le da pena, no
es un mero sentimiento de lástima, sino que le produce una auténtica
conmoción en su interior que le lleva a hacer algo inaudito: tocar al leproso
impuro. No sabemos exactamente cuántos años hacía que este hombre
estaba enfermo; pero sin duda era la primera vez que sentía el contacto
humano en mucho tiempo, un contacto compasivo y sanador. Posiblemente,
quienes presenciaron esta escena enmudecieron al instante. Su maestro
acababa de tocar a una persona altamente contaminante que, de acuerdo a
las leyes rituales, le había convertido en impuro, tal y como leemos en
Números 19:22: “Y todo lo que el impuro toque, será inmundo; y la
persona que lo toque a él, quedará impura hasta la noche.” Pero Jesús no
muestra ningún miedo al contagio, ni de la enfermedad, ni de la impureza
ritual; asume el riesgo y con ello descubrimos que, a partir de Jesús, lo que
realmente tiene fuerza contaminante es la misericordia de Dios. De ahora
en adelante, la pureza de Dios será capaz de “contagiar” la impureza y así
hacerla desaparecer.
Como si el gesto que acababa de realizar fuera de lo más natural, repite las
palabras del leproso y afirma su deseo de sanarle. Esa sencilla frase,
“Quiero, sé limpio”, le abre de nuevo a la vida. Ha terminado la exclusión,
es el momento de recuperar la dignidad perdida y de construir de nuevo
sus relaciones familiares, sociales, laborales, religiosas,… Aunque en estos
comienzos de su ministerio le habría resultado muy interesante animar al
leproso a difundir su curación en beneficio propio, Jesús no va a

12Véase, por ejemplo, la pregunta de los discípulos en Juan 9:2, “Rabí, ¿quién pecó, este o
sus padres, para que haya nacido ciego?”.
13 Pesch, Mk I, 143.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 10


aprovecharse de él para aumentar su fama. Lo único que le mueve es el
deseo de curarle, de reintegrar a este enfermo de nuevo a la vida, y por eso
le pedirá que se presente al sacerdote y que realice todos los rituales
necesarios para que se le considere sano de nuevo, según Levítico 13s. Y es
que la integración del curado a la sociedad judía sólo podía lograrse a través
de lo que prescribía el ritual.

Los discípulos recogen espigas el día de reposo (Mateo 12:1-


13)

Mateo explica que los discípulos estaban hambrientos y por ello recogen
espigas y las comen, aunque la recolección era un trabajo prohibido en
sábado. De este modo, conecta las acciones de los discípulos con la historia
de David en el templo. Jesús pretende demostrar que los discípulos, al igual
que David14, no quebrantan el precepto sabático por capricho, sino por
necesidad.
El hambre era para los rabinos un peligro de muerte, y el peligro de muerte
permitía la suspensión del precepto sabático. Otros grupos, todavía más
extremos como Qumrán, negaban cualquier excepción, incluso para salvar
una vida humana:

Y a todo hombre vivo que cae a un lugar de agua o a un lugar de […],


que nadie lo saque con una escalera o una cuerda o utensilio.15

La diferencia con la exégesis rabínica es que éstos tratan el asunto como


una excepción, mientras que Jesús establece un principio interpretativo de la
Ley. Mateo subraya que los discípulos de Jesús no son culpables y que ni
siquiera han violado la ley; el problema está en que los fariseos no han
entendido la Ley adecuadamente, ya que la aplicación de la Ley debe
entenderse tal y como la entiende Jesús. La acusación del v. 7 la formula
Jesús a partir de Oseas 6:6, cita que ya aparecía en Mateo 9:13: “Porque
misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios más que
holocaustos.” Este versículo es el fundamento escritural de la comprensión
de Jesús y guía el comportamiento de sus seguidores desde la compasión.
El precepto bíblico de la misericordia se convierte así en el precepto
máximo. Según la interpretación de Jesús, Dios quiere misericordia más que
sacrificios, y como en Deuteronomio 5:13-15 –¡otra vez Deuteronomio!–,
el sábado es para los pobres, los hambrientos y los esclavos: “Seis días
trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para
Jehová, tu Dios. Ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni
tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que
está dentro de tus puertas, para que tu siervo y tu sierva puedan descansar
como tú…” queda claro que, según Jesús, el sábado debe ser ocasión para
ejercer la misericordia y para hacer el bien.

14 1 Samuel 21:1-7. Si los panes de la “presencia” estaban ofrendados significa que el episodio

se produjo en sábado. Cf. Levítico 24:8, Números 28:8, donde las acciones de los sacerdotes
en sábado son una profanación, pero ellos son inocentes.
15 CD 11,16s.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 11


3. La ¿Hay mandamientos más importantes que otros?
jerarquía (Mateo 22:34-40)
que guía el
ministerio De nuevo, en Mateo 22 un fariseo trata de hacer caer a Jesús en una trampa
de Jesús
con una pregunta capciosa acerca del mandamiento esencial. La tradición
rabínica posterior contaba 613 preceptos (248 preceptos y 365
prohibiciones), cada uno de los cuales debía respetarse y cumplirse por
igual, aunque algunos rabinos reconocían que había mandamientos más
pesados que otros. Es el caso de la conocida anécdota en torno a los
maestros Hillel y Shammai:16

Un gentil se presentó ante Shammay y le dijo: “Me convertiré al judaísmo


Compara la si puedes enseñarme toda la Ley al completo mientras me apoyo en un
anécdota de solo pie”. Shammay lo echó amenazándolo con el nivel de albañil que
Shammay y Hillel llevaba en la mano. Entonces el gentil se presentó ante Hillel, y éste le
con las palabras
contestó: “Lo que no desees para ti, no lo desees para tu prójimo. En eso
de Jesús en
Mateo: «Lo que consiste toda la Ley y lo demás es sólo un comentario.”.17
queráis que los
hombres os A la luz de la distinción farisea entre preceptos grandes y pequeños –o
hagan, hacédselo ligeros y pesados– formula el maestro su pregunta a Jesús. Éste responde
vosotros a ellos: con Dt 6:5 y Lv 19:18, tal y como había hecho anteriormente en Mt 5:43s y
ésta es la Ley y Mt 19:19, lo cual nos habla de la trascendencia de esta cuestión. La
los Profetas» respuesta de Jesús se organiza en tres tiempos. El primer precepto es el del
(Mt 7:12). amor a Dios; cita el mandamiento del amor a Dios a partir del Shemá Israel
¿Encuentras («Escucha, Israel», Dt 6:4-9), confesión de fe que todo judío practicante
alguna diferencia recitaba por la tarde y por la mañana. El amor a Dios no tiene límites; pero
significativa? aquí no se trata de un sentimiento o emoción, sino de un compromiso
adquirido para servir al Señor desde lo más profundo de la persona (con
todo el corazón) y con todas las energías y capacidades disponibles. Es
decir: el amor a Dios se manifiesta, sobre todo, en la obediencia a sus
mandamientos.
El segundo precepto, «semejante a éste», concierne al amor al prójimo
según la formulación en la Ley de santidad (Lv 17-26): «No tomarás
venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo
como a ti mismo» (Lv 19:18). La diferencia entre la interpretación judía y la
cristiana de este texto se encuentra en que la tradición judía no fundamentó
con el texto de Levítico la solidaridad humana más allá de las fronteras de
Israel; sin embargo, en el mensaje de Jesús todo menesteroso se convierte
por el mero hecho de necesitar ayuda en prójimo y se saltan las fronteras
étnicas –recuérdese la hermosa parábola del buen samaritano–; ese amor
debe alcanzar incluso a los enemigos, como Jesús afirma en la sexta
antítesis.
Por último, de estos dos mandamientos cuelgan la «Ley entera y los
profetas» (v. 40), es decir, el conjunto de la revelación bíblica. Como ya
hemos visto en el caso de las antítesis, la aplicación de la Ley está
conformada por los valores del amor y la compasión. El amor a Dios y al
prójimo no sólo son la expresión suprema de la Ley, sino también el
principio hermenéutico por excelencia, lo cual significa que la Ley, todavía
vigente, debe interpretarse a la luz de la misericordia.

16 En este mismo sentido va la pregunta del joven rico (Mateo 19:17-20).


17 Talmud babilonio, Shabbat 31a.

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 12


Todos los preceptos quedan así conectados con el amor a Dios y al
prójimo, o se puede ordenar a él. No es posible amar a Dios sin amar al
prójimo, pero la relación con Dios no se resuelve simplemente en la
relación con los semejantes; el primer mandamiento fundamenta y nutre al
segundo.

4. Para Analiza detenidamente la polémica que surgió en las primeras comunidades


seguir cristianas recogida en los Hechos de los Apóstoles 15. ¿Ayuda lo expuesto
estudiando en estas páginas a entender la solución de compromiso que tomaron
aquellos hombres y mujeres para facilitar la convivencia entre los
judeocristianos y los conversos que provenían de la gentilidad?

Introducción al AT. ¿Cómo leía Jesús el AT? 13

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