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Título: El nuevo concepto de sociedad en las reformas de la Ley General de Sociedades


Autores: Botteri (h.), José D. - Coste, Diego
Publicado en: LA LEY 29/09/2016, 29/09/2016, 1 - LA LEY2016-E, 1087
Cita Online: AR/DOC/2761/2016
Sumario: I. El concepto de sociedad en el derecho argentino, hasta ayer.— II. Los cambios introducidos. — III.
Breve interregno: ¿Para qué sirve el concepto de sociedad?.— IV. Consecuencias de los cambios.— V. Las
cuatro notas esenciales del concepto de sociedad.— VI. Cuestiones no resueltas. — VII. Conclusión.
La modificación del artículo 1º de la ley 19.550 sostiene la idea de que hay sociedad comercial cuando una o más
personas realicen aportes para aplicarlos a la producción o intercambio de bienes y servicios, distribuyendo las
ganancias y soportando las pérdidas; por lo cual esencialmente no puede sostenerse más la idea contractual, como
atributiva de este tipo de organizaciones.
I. El concepto de sociedad en el derecho argentino, hasta ayer
Hasta la sanción de la ley 26.994, la sociedad era considerada como un contrato, tanto en el Código Civil de Vélez
Sarsfield (arts. 1648 a 1788 bis), como en la ley de sociedades comerciales 19.550 incorporada al Código de
Comercio (1).
Esta última ley, en su redacción original, utilizaba la expresión "contrato" ciento treinta y cinco (135) veces,
despejando cualquier duda sobre su vocación contractualista de raigambre europea (principalmente italiana (2) y
francesa (3); sin embargo, no empleó el término contrato en su primer artículo cuando definió las sociedades
comerciales, ni lo hizo al momento de precisar los elementos indispensables para su constitución, utilizando -en su
lugar- la vacua expresión formal: "instrumento constitutivo".
No obstante lo expuesto, ya se habían reconocido algunas excepciones al origen contractual de las sociedades:
primero fueron las sociedades que nacían de una resolución social aprobatoria de una escisión (art. 88, ley 19.550),
luego fue la implantación de las sociedades de Estado mediante ley 20.705, y siguieron las sociedades gestadas
legalmente a través la ley 23.696, que permitió crear estructuras societarias huecas cuyo único socio era el Estado,
para luego inyectarles empresas sujetas a privatización al momento de la adjudicación de las acciones a la oferta
ganadora, modo en que se evitaba el posible embargo de acreedores externos, cuando nuestro país arrastraba un
soberano default en su deuda pública.
Ninguna de esas rarezas alteraba el perfil contractualista de las sociedades en nuestro derecho privado encajado,
en última instancia, en el art. 1197 del Código Civil de Vélez, que reconocía una libertad contractual responsable
haciendo obligatorio los contratos como si fueran la ley misma. (4)
Pese a las singularidades descriptas, en ese pasado reciente la idea de la sociedad como contrato se encontraba
arraigada, habiéndose consolidado en nuestro derecho societario la doctrina que sostenía que las sociedades eran de
una especie muy particular: la de los contratos plurilaterales de organización.
Esta calificación tenía su origen en la doctrina italiana de la primera mitad del siglo XX, en virtud de la influencia
y difusión que tuvo en nuestro país la obra del jurista Tulio Ascarelli. Entre sus principales postulados podemos
destacar que el contrato de sociedad era válido aun cuando el vínculo de alguno de los contratantes no lo fuera; que las
relaciones patrimoniales de los contratantes perseguían una finalidad común; y que para armonizar el complejo de
intereses que de ese tipo especial de contrato se derivaban, cada organización jurídica quedaba sujeta a normas legales
contenidas en tipologías determinadas. (5)
La doctrina de las sociedades como contrato plurilateral de organización precisaba de una variedad de individuos
para conformar, como partes, un contrato de ese carácter. Esta necesidad se derivaba de la pluralidad elemental que
rige en materia contractual, ya que en nuestro derecho rige aún el principio que impide contratar consigo mismo;
aunque también se deducía de la propia idea de organización, que impedía lógicamente concebir tal complejidad
integrada por un solo elemento.
En su versión societaria y vinculada al concepto de parte, la plurilateralidad fue llevada a sus extremos, con el fin
de evitar elusiones a la ley por vía de sociedades de cómodo. Esta clase de sociedades eran aquellas en donde figuraba
más de una persona, pero sólo una de ellas aportaba la casi totalidad del capital y poseía verdadero interés en el
negocio; la o las restantes tenían participaciones minúsculas y aparecían en el contrato sólo para llenar el requisito de
pluralidad de socios. El tema generó numerosos debates, algunas doctrinas y resoluciones de organismos
administrativos, tendientes a sostener la idea de la plurilateralidad como principio. (6)
La noción de organización precisaba, además, de cierto criterio normativo (organizar, lleva incluido una idea
normativa) que se estableció a través de otro principio legal, que fue el de tipicidad. En efecto, en materia societaria la
libertad contractual requería ser encorsetada en el marco de una organización legal y, por ende, pública, para que el

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contrato fuera oponible a quienes no lo hubieran celebrado y pudieran reconocerse los status y roles de los individuos
que lo integraban, prefiriéndose legalmente el criterio orgánico a tales efectos. (7)
La tipicidad fue, durante mucho tiempo, un principio valioso. Su consagración tuvo en mira la protección de
terceros y, por consecuencia lógica, el desaliento de las sociedades informales (de hecho o irregulares) que no
respondían a ese rudo principio.
Ello se logró mediante la imposición de responsabilidad solidaria e ilimitada a los integrantes de ese género de
sociedades; el establecimiento de la inoponibilidad del contrato entre los socios o frente a terceros; la representación
promiscua del ente, que generaba toda clase de confusiones agravando la responsabilidad de los socios; el principio de
no subsidiariedad patrimonial de sus integrantes, que provocaba la responsabilidad personal directa del socio por las
deudas sociales; y la imposibilidad de tener bienes registrables a nombre de la persona jurídica. (8) Esta grave censura
a la informalidad era muy cara para quienes no podían solventar los costos de la instrumentación típica o carecían de
la educación legal para ello: los pequeños comerciantes y las personas humildes que deseaban comenzar un negocio
en común, la mayoría de las veces, de origen familiar.
En este reciente pasado, tanto las sociedades civiles como las comerciales eran personas jurídicas de carácter
privado en la inteligencia de Vélez Sarsfield, por la mención que hacía el artículo 33 del Código Civil, cuya modesta
redacción generó numerosos debates y doctrinas. (9)
El reconocimiento del carácter de persona jurídica privada a las sociedades, tanto civiles como comerciales,
también presentaba algunas excepciones. La ley 19.550 no atribuyo a la sociedad accidental o en participación (arts.
361 a 366) el carácter de sujeto de derechos, a pesar de estar calificada como un tipo societario. También dentro de la
propia ley de sociedades comerciales, se introdujeron los contratos de colaboración empresaria (arts. 367 a 383,
incorporados por Ley 22.903), que tampoco generaban un sujeto -pese a su semejanza con las sociedades- al punto
que se pretendió una extensión de las normas generales de la ley societaria a ese tipo de contratos. Y cierta doctrina
sostenía, en miras al tratamiento que la ley 19.550 dedicó a las sociedades irregulares y de hecho que acabamos de
comentar, que ese tipo de organizaciones no constituían una persona jurídica de carácter privado, pues el artículo 33
del Código Civil sólo podía referirse a las sociedades en la medida en que fuesen regulares. (10)
Por último, en esta instantánea de recuerdos, es necesario evocar que la asignación del carácter de persona jurídica
de carácter privado a las sociedades también comenzó a requerir límites para corregir los abusos que se cometieron.
En términos generales se utilizaron las formas societarias como instrumento de fraude, empleando la personificación y
la limitación de responsabilidad como escudos para neutralizar justos reclamos de acreedores, burlar el régimen
familiar o el sucesorio, entre otras finalidades espurias.
Para remediar la inercia de abusos, primero se procedió a una interpretación muy lógica del artículo 2do. de la ley
19.550, considerando que el alcance establecido en la ley a las sociedades comerciales como sujetos de derecho,
constituía un claro límite que impedía utilizar a las sociedades con fines ilícitos. Más tarde, a partir de una profunda
elaboración doctrinaria y jurisprudencial, con el agregado de un segundo párrafo al artículo 54 por la ley 22.903 se
consagro específicamente en nuestra legislación la inoponibilidad de la personalidad societaria como sanción, cuando
la actuación de la sociedad encubría la consecución de fines extrasocietarios constituya un mero recurso para violar la
ley, el orden público, la buena fe o frustrar derechos de terceros. (11)
La confluencia de todos estos elementos (sociedad contrato, plurilateralidad, tipicidad, organicidad y
personificación) exigía en el ámbito comercial, la registración y publicidad para dar seguridad a los operadores, con
regímenes estrictos de sanciones por su omisión y una burocracia dedicada a ello para su control. No era así en
materia civil, que se presentaba (sobre todo a fines del siglo XIX y principios del XX) como un ámbito de
transacciones personales, con nombre y apellido, de menores o más lentos intercambios, regidos por la idea tutelar de
la buena fe del artículo 1198 del Código Civil, modificado por ley 17.711.
En el concepto de sociedad analizado, se conjugaban todas las cuestiones ideales señaladas que, a su vez,
generaban los siguientes problemas de aplicación a la realidad concreta:
a) La sociedad contrato versus la sociedad empresa.
Sostener la idea de la sociedad como contrato alcanzada por la autonomía de la voluntad, tropezaba con otra: la de
identificar a la sociedad con la empresa, una emulsión de conceptos y elementos que comenzó en Italia en la primera
mitad del siglo XX y que se trasladó a nuestro país.
En efecto, una gran mayoría de fallos y de doctrina nacional vinculaba conceptos de manera directa, relacionando
incluso una serie de normas societarias con un principio social ideal, que es el de conservación de empresas, como
mantenimiento de fuentes de trabajo y de posibilidades de riqueza. (12)
Esta identificación, centrada en el objeto de las sociedades y la idea de organización, generaba numerosos
problemas:
i) Cómo deben ser tratadas las sociedades sin hacienda empresaria, tanto las asociaciones civiles con forma de
sociedad, como las sociedades sin actividad empresaria. (13)
ii) Considerar los derechos de los trabajadores bajo la aplicación de normas societarias, como por ejemplo la
responsabilidad de administradores por contratación irregular, inoponibilidad de la personalidad jurídica, la cláusula
de participación de los trabajadores en las ganancias, etc. (14)

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iii) El establecimiento de tipos societarios legales diferenciados por su objeto (ej: ART, AFJP, Entidades
Financieras o similares), en donde las limitaciones a la autonomía de la voluntad estaban centradas en la naturaleza de
la actividad y no en razones societarias, con la consecuente colisión de normas.
iv) El problema de la inclusión de nuevos estándares contables, que no obedecían a la evolución económica del
capital invertido para información de los socios, sino a la necesidad de generar todo un reflejo de la actividad
empresaria con fines informativos o de control, como sucedió con el tema del balance social, de la ley 25.877 (arts. 25
a 27).
v) El tratamiento concursal de determinadas cuestiones empresarias, como los casos de salvataje y continuación de
la empresa en quiebra, en contraposición con los derechos de los socios (reformas de la ley 26.086 a la ley 24.522),
vi) La problemática de grupos de sociedades conformados para el desarrollo de una única actividad empresaria, en
donde los activos físicos pertenecen a una sociedad, el personal a otra, y diferentes sociedades que producen o
comercializan los productos o servicios finales.
vii) El tema de si el capital social es o no ajustado a la actividad empresaria y todas las cuestiones en torno a la
noción de infracapitalización.
En definitiva, las proposiciones ideales de la sociedad contrato, pasadas a confronte con la realidad empresaria
doméstica, siempre urgida y exigente, generaron esta clase de problemas y muchos otros derivados.
b. Vicisitudes de la plurilateralidad.
Sostener la teoría del contrato plurilateral implica, como consecuencia lógica, ingresar en una cuestión de grados.
Primero fueron ciertas normas que imponían un determinado número de socios para establecer un encuadre, un
régimen o una serie de efectos. Luego de abandonarse esa idea, que conducía a la fabricación de ciertas ficciones (por
ejemplo, la redacción original del art. 146 de la ley 19.550, el art. 318 del Código de Comercio en su redacción
original, etc.), la exigencia de la pluralidad se centró en otras cuestiones más relevantes.
La más básica consistía en la necesidad de contar necesariamente, con dos personas para conformar una sociedad,
lo cual provocó la invención de un socio figurado, cuando había un único interesado real en el negocio. Una vez que
se aceptó que por sociedad hubiera sólo dos personas, el tema empezó a verse, como dijimos, por grados de
participación, sosteniéndose que no era razonable una sociedad donde uno de los socios poseyera una participación
abrumadora, frente a otro que la tenía en grado microscópico.
Sobre el tema se generaron incontables debates, fallos y resoluciones administrativas. Recordamos los casos
"Fracchia Raymond S.R.L." (CNCom., sala E, 3 de mayo de 2005), "Inspección General de Justicia c/ Boca Crece
S.A.", CNCom., sala A, 27.6.200, publ. en ED 223-627; y los comentados en su momento de Gabriela Boquín (15).
Así fue como la realidad humana, tan diversa en intereses, presentó toda clase de desafíos a la noción de
plurilateralidad.
c) La tipicidad burocrática.
Mantener la idea de la tipicidad, fue un bastión de la ley 19.550. Pero del tipo social legal, con libertad de
inclusión de cláusulas convencionales, se pasó al estatuto tipo y a la parquedad de los órganos de registro de contratos,
para aceptar cláusulas nacidas en la autonomía de la voluntad que no estaban previstas en sus estándares
administrativos.
Por ejemplo: cláusulas que modificaban el régimen de honorarios de administradores o de síndicos, incremento en
la exigencia de mayorías para tomar ciertas decisiones sociales, particularidades en cuanto al retiro o muerte de los
socios; eran objetadas de manera habitual por el registrador por no coincidir con el molde administrativo.
Además, la modalidad de acceso a la información societaria en legajos administrativos se transformó en
excesivamente lenta y burocrática, conspirando contra la propia finalidad de registración pública que suponía el
establecimiento de la tipicidad.
De este modo, una idea legal que ofrecía soluciones comenzó a ser un problema, no por su concepción, sino por su
aplicación.
d) La organicidad y sus alteraciones.
La tipicidad diseñada bajo ideas organicistas propias del siglo XIX generaba mesoniveles: la asamblea, el concejo
de vigilancia, el directorio en las sociedades anónimas, la gerencia en las de responsabilidad limitada. Decimos
mesoniveles, porque los órganos no son sujetos, sino que se presentan como un nivel intermedio entre las personas de
carne y hueso (socios, administradores, síndicos) y la persona jurídica.
Un mismo integrante de la sociedad puede estar incluido en esos distintos órganos, incluso cuando posea la
calidad de controlante, manteniéndose el mismo estándar ilusorio de multiplicidad de sujetos inexistentes. Así el socio
abrumadoramente mayoritario, puede ser miembro único del Directorio y las normas de organización del mesonivel,
no se afectan, ni se incrementan sus deberes, o responsabilidades. Se genera así una insólita ficción donde un único
sujeto despliega diferentes roles que corresponden a distintos status, con el fin de escudarse en limitaciones de
responsabilidad o en la propia máscara orgánica, haciendo decir "al Directorio", lo que en rigor son sus propios
términos como real controlante de la voluntad de la sociedad.

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Las sociedades de director único compuesto por el socio mayoritario, que son una multitud; están muy alejadas de
la idea orgánica plural, y su ilusión de debate y adopción de decisiones mayoritarias al estilo del board of directors.
Sin embargo, las normas son las mismas, se aplica el idéntico estándar de buen hombre de negocios, en contradicción
con los arts. 1724 y 1725 del Código Civil y Comercial de la Nación y los mismos derechos y deberes del socio
común.
e) La personalidad, exagerada.
Que la sociedad conforme un sujeto de derecho distinto de los socios puede resultar una exageración cuando la
cruda realidad refleja que se ha generado una persona jurídica con fines abiertamente ajenos a los que tenía en cuenta
el legislador de crear ese recurso técnico.
En ese sentido, sociedades que carecían de hacienda empresaria y que solo eran un mero depósito de bienes,
creadas únicamente para defraudar transmisiones hereditarias, evitar problemas fiscales, conyugales o defraudar
acreedores de cualquier naturaleza, son una consecuencia de haberse permitido que las sociedades sean, sin más, un
sujeto de derecho distinto de los socios.
Se dice que ése es el precio que debe pagarse en el plano de lo real, por mantener un recurso técnico útil para el
desarrollo de las organizaciones societarias. Sin embargo, es un precio innecesario, pues bastaba con establecer
instrumentos para limitar los abusos, como ocurrió con la doctrina de la inoponibilidad del art. 54 2do. párrafo de la
Ley 19.550 que anteriormente mencionáramos.
II. Los cambios introducidos.
La reforma de la ley 26.994 se destaca, en cuanto al concepto de sociedad que hemos analizado, por los siguientes
puntos:
a) Modificó la ley 19.550 de Sociedades Comerciales, que ahora se denominará "Ley General de Sociedades".
Dentro de ese cuerpo legal se regula todo el régimen societario argentino.
b) Estableció la posibilidad de conformar sociedad de socio único, reformando el artículo 1ero. de la ley 19.550 y
creando un subtipo para ello: la sociedad anónima unipersonal (SAU).
c) Creó, dentro del Código Civil y Comercial, todo un régimen para las personas jurídicas de carácter privado,
incluyendo a todos los tipos de sociedad (arts. 151 a 167).
d) Eliminó el contrato de sociedad civil, mediante la derogación del Código Civil de Vélez y su no inclusión en el
nuevo Código Civil y Comercial.
e) Introdujo un vasto régimen general para los contratos asociativos en el Código Civil y Comercial, los contratos
de colaboración empresaria de la ley 22.903 y los consorcios de Colaboración de la Ley 26.005 en los arts. 1442 y
ssgtes., derogando los arts. 361 a 383 de la ley 19.550.
f) Incluyó la figura de los contratos de participación en los arts. 1448 a 1452 del Código Civil y Comercial.
g) Dispuso que las normas de los contratos bilaterales se apliquen supletoriamente a los contratos plurilaterales
(art. 966 del Código Civil y Comercial), habilitando institutos de gran relevancia como el de la frustración de la causa-
fin de un negocio (art. 1090 del mismo Código) y la resolución parcial del contrato de sociedad por violación de la
causa fin.
h) Reguló la formación del consentimiento en materia de oferta y aceptación en los contratos plurilaterales (art.
977).
i) Incorporó un régimen específico para las asociaciones civiles (arts. 168 a 186), estableciendo que, como normas
supletorias, se aplican las de la Ley General de Sociedades.
j) Incluyó la idea de empresa (o sus derivaciones) en treinta y seis ocasiones, en el Código Civil y Comercial (en
los arts. 320, 375, 1010, 1093, 1479, 1481, 1482, 1483, 1485, 1487, 1488, 1497, 1498, 1499, 1500, 1502, 2073, 2229,
2333, 2377 y concs.).
k) Derogó los arts. 17 y 21 a 26 en materia de sociedades atípicas, irregulares y de hecho, y generó un nuevo
subsistema normativo en la Secc. IV del Cap. I de la ley, por el cual a toda sociedad atípica, irregular, informal o de
hecho, se le aplicarán reglas, como las siguientes: responsabilidad en principio mancomunada de los socios,
oponibilidad de las cláusulas del contrato entre las partes y respecto de los terceros que las hubieran conocido,
posibilidad de tener bienes registrables, un mecanismo de saneamiento con la obligación de compra por los socios de
la participación del socio saliente que no quiera sanear, etc.
III. Breve interregno: ¿Para qué sirve el concepto de sociedad?
Tener en claro cuál es el concepto legal de sociedad es útil para saber a qué relaciones se aplica el régimen
societario y cuáles son los deberes, derechos, obligaciones y responsabilidades de las personas a que alcanzan dichas
normas. Como todo en concepto jurídico lo relevante es su denotación sobre el mundo real, esto es, a qué refiere en el
plano concreto social.
Es necesario tomar postura en este aspecto y afirmar que las sociedades, como tales, son preexistentes a los
legisladores y a los Estados, en el sentido que la voz "sociedad", la calificación social y el hecho de llevar ciertas
actividades en común de un modo particular, son históricamente anteriores a cualquier regulación estatal.

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Además de ello, existe de modo inocultable el hecho de que las personas realizan negocios lícitos y entablan
relaciones sin tener en miras la regulación estatal en la materia, sino los beneficios esperados y la disminución de los
costos de operación y transacción.
Otro dato a tener en cuenta a los efectos de considerar la importancia de esta calificación, es que las sociedades
son el modo que han encontrado las personas físicas para realizar proyectos que van más allá de su existencia
perentoria y de sus propias limitaciones, y que se han constituido indudablemente en las protagonistas principales del
desarrollo capitalista moderno.
Como puede advertirse, la cuestión no obedece sólo a un puro interés de orden académico, sino que el tema
reconoce trascendencia material porque se trata de un concepto básico y elemental en todo orden jurídico actual.
Resulta propio de las cuestiones conceptuales de este orden, el poder calificar a determinada situación de hecho o
de derecho dentro de la idea de sociedad. Para ello, es necesario tener en claro cuáles son los elementos esenciales de
la figura, que no deben presentarse en otras, con el fin de lograr el tipo de precisión que requiere el derecho.
En resumen, el concepto de sociedad es útil para poder invocar en nuestro caso que, reuniéndose determinados
elementos de hecho que deben acreditarse, se aplica a determinada relación el régimen societario argentino con todas
sus consecuencias. Veamos qué tipo de elementos son y cuánto ha cambiado nuestro régimen legal al respecto.
IV. Consecuencias de los cambios.
Los cambios operados por la ley 26.994, repercuten en el concepto de sociedad, en los siguientes aspectos:
a) Se puede constituir una sociedad, sin celebrar un contrato.
A los casos de escisión y de sociedades constituidas por entes estatales, se suma ahora que las Sociedades
Anónimas Unipersonales (SAU), pueden ser creadas y utilizadas íntegramente con un socio único, aunque con un
mínimo de tres directores y de tres síndicos.
La modificación del artículo 1° de la ley 19.550 sostiene la idea de que hay sociedad comercial cuando una o más
personas realicen aportes para aplicarlos a la producción o intercambio de bienes y servicios, distribuyendo las
ganancias y soportando las pérdidas; por lo cual esencialmente no puede sostenerse más la idea contractual, como
atributiva de este tipo de organizaciones.
A constituir una sociedad se puede llegar a través de una declaración unilateral de voluntad (como en las SAU), de
un contrato (resto de los tipos legales de la ley 19.550) o a través de una norma estatal (sociedades de estado o
similares).
Esto significa que la sociedad, no depende necesariamente de la idea de contrato y que como todo sistema puede
nutrirse de distintas personas y roles, sin resultar decisiva que la base de socios sea plural.
b) La plurilateralidad no es indispensable en materia societaria.
Se sigue de lo anterior que la noción de plurilateralidad para identificar a los contratos de sociedad, ha variado. En
efecto el subtipo SAU prevé una sola parte contractual y el ingreso de otro socio, haría modificar las reglas del
subtipo, aun cuando la organización como sistema social, sea plural, por la necesaria existencia de tres directores y
sindicatura plural.
c) El objeto de las sociedades de la ley 19.550 puede ser tanto civil como comercial.
La ley 19.550 ha evolucionado: de ser una ley de sociedades comerciales incorporada al Código de Comercio,
pasó a ser una Ley General, comprensiva de todas las organizaciones de este tipo, para toda clase de actividades.
La derogación del Código de Comercio, genera por consecuencia que el objeto de las sociedades de la ley 19.550
y sus modificatorias, pueda ser tanto civil como comercial pues la producción o intercambio de bienes y servicios, no
es característica únicamente de la actividad mercantil. La actividad artesanal, la profesional o la agropecuaria, son
ejemplares del tipo no comerciales, que ingresan a la ley general societaria.
d) La noción de producción o intercambio de bienes y servicios no es atributiva de la idea de empresa.
La doctrina en torno a la Ley 19.550, en su redacción original, relacionaba la idea de producción o intercambio de
bienes y servicios con objeto comercial con la idea de empresa, que en nuestra opinión es un sistema social distinto
del societario, que comprende a sujetos con roles distintos a los previstos en el régimen societario, como los
trabajadores.
Esta identificación actualmente no puede sostenerse por lo expuesto en el punto anterior, por lo cual la idea de
empresa, no es atributiva de la noción de sociedad.
e) Todas las sociedades son personas jurídicas de carácter privado.
El artículo 148 inc. 1° del Código Civil y Comercial no deja lugar a dudas: todas las sociedades, sean o no típicas,
son personas jurídicas de carácter privado y por ende, deben poseer atributos (nombre, domicilio, patrimonio, objeto)
y manifestarse como sujetos distintos de los miembros que las componen.
No existe más el caso de sociedades (como la accidental o en participación en la ley 19.550 original) que no sean
personas jurídicas de carácter privado, existiendo una identificación esencial entre la noción de sociedad y la de
persona jurídica.
f) El contrato asociativo no es una persona jurídica ni una sociedad.

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Los contratos asociativos, aun cuando presenten una comunidad de fines en los miembros que los celebran, no son
sociedades y esencialmente no conforman un sujeto de derechos, de acuerdo a lo establecido en el artículo 1442 del
Código Civil y Comercial. Eso supone que carecen de los atributos mencionados en los arts. 148 y ss. y de los efectos
de la personalidad jurídica diferenciada.
g) La responsabilidad de los socios es siempre subsidiaria.
Todas las sociedades, incluidas las de la Sección IV (civiles, atípicas, irregulares o de hecho), por efecto del
artículo 26, tienen un régimen de responsabilidad de socios subsidiario de la sociedad por las deudas de esta última.
La atribución de personalidad es plena en todos los casos y legalmente se establece una estanqueidad entre las deudas
sociales y las de los socios.
V. Las cuatro notas esenciales del concepto de sociedad.
Se sigue de todo anterior que el concepto de sociedad, en el derecho argentino, se nutre de cuatro notas esenciales:
a) Para ser sociedad, hay que ser persona juridica.
Para ser sociedad, la organización debe manifestarse como una persona jurídica autónoma de carácter privado y
presentar, necesariamente, los atributos de dichos entes (nombre, domicilio, patrimonio y objeto determinado).
Esto supone que toda relación no exteriorizada como un sujeto diferente de sus integrantes y que no presente este
tipo de atributos, puede ser un contrato asociativo, fiduciario o de cualquier naturaleza, pero no una sociedad.
b) Para ser sociedad hay que proyectar un sistema social, aunque tenga un socio único.
Las sociedades anónimas unipersonales son un sistema social integrado por un solo socio y varios directores y
síndicos. El resto de los tipos sociales deben presentar, al menos, dos socios y pueden proyectar más personas
ocupando roles en la administración o en el contralor del ente.
Se sigue de lo anterior que la pluralidad no es una exigencia para la constitución. En cambio, para todos los tipos
sociales incluyendo las S.A.U., es imprescindible un correlato social real del concepto jurídico, comúnmente
denominado sustrato real de la persona jurídica, que consiste en un sistema social integrado por varias personas que
ocupan diferentes estatus y roles, a través de los cuales se organiza la propiedad, la administración y el control del
ente.
Es necesario agregar, por último, que en caso que una sola persona decida constituir sociedad proyectando todo un
sistema social para el desarrollo de un emprendimiento, debe necesariamente completar otras exigencias legales más
que requiere el subtipo SAU para ser válido y plenamente eficaz su acto. En este sentido, consideramos que por la
redacción especifica de la Ley General de Sociedades, las personas jurídicas que integran la Sección IV no quedan
comprendidas dentro de la posibilidad de sociedad unipersonal.
c) Para ser sociedad el patrimonio debe estar constituido mediante aportes y afectarse a la producción o
intercambio de bienes y/o servicios.
Para ser sociedad no basta con manifestarse como sujeto y proyectar un sistema social. El patrimonio debe estar
conformado por aportaciones voluntarias de los integrantes y aplicarse a un objeto que encuadre en la producción o
intercambio de bienes y/o servicios. No importa si tienen una finalidad civil, agropecuaria, profesional o comercial:
basta que consista en producir o intercambiar bienes y/o servicios de manera regular.
Si no existen aportaciones con destino a conformar un patrimonio afectado del modo indicado, no hay sociedad.
La entrega de los bienes aportados debe ser realizada conforme la ley, que en principio exige una transferencia en
propiedad. Ni la comunidad hereditaria, ni el condominio, ni la propiedad fiduciaria, cumplen ese tipo de rol o
función, por lo cual la conformación patrimonial exigida por la Ley General de Sociedades es específica y decisiva
para establecer la existencia o inexistencia de sociedad.
d) Para ser sociedad hay que tener por finalidad común la distribución de resultados entre los socios.
Un ente puede ser un sujeto, tener un patrimonio afectado y no distribuir los resultados de la explotación entre los
socios. Este tipo de entes pueden ser algunas de las personas jurídicas privadas que menciona el artículo 148 del
Código Civil y Comercial (asociaciones, cooperativas, mutuales, consorcios de propiedad horizontal, comunidades
indígenas, etc), pero no sociedades. Es una nota esencial de las sociedades tener por finalidad la distribución de
resultados entre los socios, sean positivos (ganancias) como negativos (pérdidas).
VI. Cuestiones no resueltas.
Pasaremos revista a ciertos temas que quedan, a nuestro criterio, sin resolver en las cuestiones consideradas por las
modificaciones legales:
VI.1. La reforma no ha traído una doctrina consistente dentro del derecho argentino en materia empresarial, que
vincule el concepto de sociedad con el de empresa y establezca relaciones fructíferas. Sigue existiendo una tensión
absurda entre el derecho laboral y el derecho "civil y comercial" en la materia.
En ese sentido mientras el artículo 5to. de la ley de contrato de trabajo 20.744 contiene una calificación de
empresa como un sistema social inclusivo de los trabajadores (que comprende medios personales y materiales), bajo
la dirección de un empresario (que puede ser persona física o jurídica y en el caso, sociedad), la reforma de la ley
26.994 ha utilizado la idea de empresa sin considerar la cuestión de la relación entre ambos sistemas sociales.

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Esto significa que el cuadro emergente de cuestiones laborales, frente a la actual ampliación conceptual de la ley
19.550 a las actividades civiles, aumentará en su conflictividad.
VI.2. Tampoco se ha resuelto la cuestión referida a la registración y publicidad de manera tal que exista seguridad
en las transacciones de un mundo globalizado. En efecto, el tema del registro en materia societaria y la derogación del
antiguo Registro Público de Comercio, son un déficit muy serio de la reforma, que precisará de una legislación
singular, con armonía federal.
La solución de aceptar la atipicidad societaria no parece ser un buen camino, a menos que modifiquen los criterios
que dieron lugar al vicio de la tipicidad burocrática, ya señalados. Un registro moderno, ágil, veloz, digital, de acceso
público que se relacione directamente con la constitución y funcionamiento de sociedades, resulta indispensable para
poder avanzar en nuestro país en la seguridad de las transacciones; máxime, si se toleran del modo previsto, las
sociedades atípicas.
VI.3. En materia de personalidad de las sociedades, si bien existe un avance normativo común a todas las personas
jurídicas de carácter privado, la condición de "general" de nuestra ley 19.550 con ampliación de objetos a "civiles y
comerciales", hace emerger nuevos problemas, cuando la vía de la simulación es la elegida para realizar negocios. El
art. 333 del nuevo Código no excluye de la simulación a la constitución de sociedades, mientras que la nueva
redacción de la inoponibilidad de personas jurídicas del art. 144, omite toda mención a la procedencia del remedio
cuando la actuación es producto de una simulación absoluta.
Al ampliarse el objeto de las sociedades a actividades no mercantiles, las sociedades que se presentarán como
meras depositarias de bienes, sin actividad empresaria (pero con actuación civil episódica, como dar sus bienes en
locación, comodato u operaciones semejantes), tendrán el amparo de una licitud de la que antes carecían. De allí que
los problemas vinculados a la personalidad de las sociedades se acrecentarán.
VI.4. El tema del interés social y del interés del grupo de sociedades, no han tenido una definición en las
modificaciones que sea consistente con la salida del contractualismo que mencionáramos. No se puede incluir como
requisito de la existencia de las sociedades la de un interés social, al punto que no parece haber una distinción entre
objeto y fines de las sociedades en esta nueva Ley General de Sociedades.
VI.5. Mantener el organicismo cuando se operaron, al mismo tiempo, cambios sustanciales en materia de
responsabilidad civil, incluyendo la prevención (como una de sus funciones principales), la posibilidad de
presunciones de causalidad y la ampliación de los motivos de responsabilidad objetiva, resulta explosivo, anticuado y
contrario al régimen de la culpa en el valioso art. 512 del Código Civil en su versión originaria, que se mantuvo en el
art. 1724 del nuevo Código.
El derecho moderno en materia de sociedades debe precisar los deberes, status y roles de los integrantes de las
sociedades resolviendo de antemano los conflictos y ofreciendo soluciones, que no deben caer en la incertidumbre
funcional o la extensión indiscriminada de responsabilidades, con ausencia de la formulación de deberes claros de
conducta.
VII. Conclusión.
El concepto de sociedad ha variado con las reformas de la ley 26.994. Los ajustes a la ley 19.550 de Sociedades
Comerciales para transformarla en una Ley General de Sociedades parecen insuficientes para estar a la altura de la
reforma de todo el sistema de derecho privado que unificó en un solo cuerpo normativo, la materia civil y la
comercial.
Sin perjuicio de ello, el tibio cambio operado se inclina en la dirección correcta que es necesario profundizar y
enriquecer a partir de una mejor técnica que acometa el compromiso de generar una nueva Ley de Sociedades, como
único cuerpo normativo estructural ideado para alentar actividades económicas, ya que el resto de la legislación
(concursal, laboral, fiscal, aduanera, etc.) se encarga de poner límites a los emprendimientos, en protección de toda
clase de terceros.
(1) El Código de Comercio (Ley 15), también definía a la sociedad como un contrato, en su art. 282 que
establecía: "La compañía o sociedad mercantil es un contrato por el cual dos o más personas se unen, poniendo en
común sus bienes o industria, o alguna de esas cosas, para practicar actos de comercio, con ánimo de partir el lucro
que pueda resultar". Esta definición fue considerada parcial e inexacta, especialmente por. GARO, Francisco J.,
"Sociedades Comerciales, Parte general", Ed. La Facultad SRL, Buenos Aires, 1949, pág. 36.
(2) La exposición de motivos de la ley 19.550 remite en varias oportunidades al derecho y doctrina italianas. En
cuanto al concepto de sociedad se refiere, no sólo considera esa legislación, sino también las críticas que recibió.
(3) Recordemos que la Revolución Francesa hizo caer el sistema del octroi (que era el modo típico de los siglos
XVII y XVIII de crear, a través de un acto estatal, una Compañía con privilegios con absoluta dependencia estatal -la
primera en importancia fue la Compañía Francesa de las Indias Orientales de 1664, por hubo antecedentes como
Compagnie des Marchands de 1613-, que es uno de los orígenes de las sociedades anónimas. El sistema del octroi
tuvo su origen en Inglaterra en 1407 a través de la Company of Merchant Adventurers of London. En Inglaterra, ese
sistema -como la monarquía- subsistió mucho más tiempo (por lo menos hasta fines del S. XIX, ya que la British
South Africa Company es de 1889), combinado con la Joint Stock Act de 1856, que otorgó la libertad de generar por
contrato sociedades de capital y que fue una contribución magnífica de Robert Lowe, en épocas del gobierno de

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Gladstone. De la caída del octroi se pasó al sistema del Código de Comercio francés de 1801 que tanto influyó en
nuestro país, sostenido sobre la base del capitalismo liberal, con respeto por la iniciativa privada y los contratos,
reduciendo el papel del Estado e incluso prohibiendo a toda autoridad, juez o tribunal el realizar pesquisas de oficio
sobre los libros de los comerciantes (art. 57 de nuestro Código de Comercio de 1862), lo cual ahora se morigeró con la
redacción del art. 331 del Código Civil y Comercial que permite excepciones a través de leyes especiales que puedan
autorizar las pesquisas.
(4) NISSEN, Ricardo A. en su "Curso de derecho sociertario", Edit. Ad-Hoc, 1ª edición, Buenos Aires, 2003,
págs. 63 y ssgtes. explica que si bien la ley 19.550 adhirió a la doctrina contractualista, también introdujo algunas
ideas derivadas de la teoría de la institución, que son las que motivaron ese tipo de doctrinas.
(5) ASCARELLI, Tulio, "Sociedades y Asociaciones Comerciales", Traducido por Santiago Sentís Melendo,
publicado por Edit. Ediar, Bs. As, 1947, con un prólogo de Mauricio L. Yadarola.
(6) Ver VITOLO, Daniel R. ,"Sociedades Comerciales. Ley 19.550. Comentada", Tomo I, págs. 9 a 78, Edit.
Rubinzal Culzoni, Bs. As., 2007.
(7) Sobre tipicidad y sus alcances, nos remitimos a la obra de ZALDÍVAR, ENRIQUE y otros "Cuadernos de
derecho societario, Vol. 1, Aspectos Jurídicos Generales", Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1980, págs. 25 y sigtes.
(8) Conforme la obra de ROMERO, José Ignacio, "Sociedades Irregulares y de hecho", 2ª ed., Ed. Abeledo
Perrot, Bs. As., 2012 que comienza a tratar estas cuestiones a partir de la forma, como modo de presentar un negocio
jurídico en la vida del derecho, señalando las consecuencias que su omisión trae en materia societaria.
(9) Como ejemplo, ver las distintas opiniones que se vuelcan en obras clásicas como la tesis premiada con
medalla de oro prologada por Henri Capitant de BARCIA LOPEZ, Arturo, "Las personas Jurídicas y su
responsabilidad civil por actos ilícitos", 2da. ed. Valerio Abeledo, Editores, Bs. As., 1922, págs. 1 a 219; la obra de
SALVAT, RAYMUNDO M., "Tratado de derecho Civil Argentino, Parte general", Tomo 1, Ed. TEA, Bs. As. 1950,
pág. 683 y ssgtes., entre muchas otras. Fuera de la doctrina argentina para ver un análisis profundo de las distintas
teorías a principios del S. XX, recomendamos la obra clásica del jurista italiano FRANCISCO FERRARA, "Teoría de
las personas jurídicas", traducida de la segunda edición italiana por Eduardo Ovejero y Maury, Edit. Reus, Madrid,
1929.
(10) ROMERO, José Ignacio, ob. cit. en nota 6., pág. 175, afirma que Obarrio negaba la personalidad de las
sociedades de hecho siguiendo la doctrina italiana y que en este caso no había sujeto, sino mera comunidad de
intereses. Cita varios precedentes jurisprudenciales que sostuvieron esa idea, en particular el fallo de la CSJN, del
26/4/1988 "Telecor SA c/ Catamarca" (ED 129:328), que decía que la personalidad jurídica en materia de sociedades
irregulares y de hecho tiene por fin amparar al comercio y a los terceros y no para beneficiar a los socios.
(11) Corresponde remitirse a las obras de GULMINELLI, Ricardo L., "Responsabilidad por abuso de la persona
jurídica", Bs. As., Depalma, 1997 y de CAPUTO, Leandro Javier, "Inoponibilidad de la personalidad jurídica
societaria", Edit Astrea, Bs. As., 2006, para un panorama de la evolución de la cuestión.
(12) Por ejemplo, VITOLO, Daniel R., ob. cit, pág, 58, RICHARD, Efraín H. y MUIÑO, Orlando M., "Derecho
Societario", Ed. Astrea, Bs. As., pág. 26 y ssgtes., entre tantos otros.
(13) El tema de las sociedades sin hacienda empresaria, ha sido abordado de muchas maneras. Uno de los
abordajes más extremos se encuentra en "Anomalías societarias", una obra en homenaje al Dr. Héctor Cámara (Ed.
Advocatus, Córdoba, 1992) Mariano Gagliardo realiza agudas reflexiones sobre la simulación en las sociedades
anónimas, incluyendo el rechazo de esa idea por doctrina italiana muy calificada (Ferrara, Brunetti, VIvante, De
Gregorio y Greco), porque consideraban que el poder social que atribuye la personalidad, cooperaba con la
constitución de la sociedad. El autor consideraba que por el hecho de haberse sustituido el régimen de conformidad
administrativa (ley 22.315), hacia posible, sin embargo, ese tipo de acción en nuestro país.
(14) Dos posiciones extremas sobre el tema pueden leerse en de NISSEN, Ricardo A. y otros, "Panorama de
Derecho Societario, Ed. Ad-Hoc.
(15) BOQUÍN, Gabriela, "La pluralidad sustancial de socios. Recaudo esencial para la existencia de sociedad". La
Ley, Suplemento Especial de Sociedades ante la I.G.J., de abril de 2005.

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