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El Señor es mi pastor.

Salmo 23 del rey David

Tú, Señor, siempre estás a mi lado.

Base bíblica

1 2
El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace descansar, a las

aguas tranquilas me conduce, 3 me da nuevas fuerzas y me lleva por caminos rectos,

haciendo honor a su nombre. 4 Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré

peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran

confianza. 5 Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido
6
perfume en mi cabeza, y has llenado mi copa a rebosar. Tu bondad y tu amor me

acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré. Salmos 23

(DHH)

Contexto

De entre todos los Salmos, el 23 es sin duda uno de los más conocidos y

apreciados por los cristianos.  En sus versos los creyentes han encontrado

aliento y confianza para afrontar las diferentes etapas de la vida. En este salmo

también encontramos, hoy en día, el mismo consuelo y fortaleza que los

hebreos, hace miles de años, descubrieron en él.


    El Salmo 23 nos habla de las experiencias del cristiano desde el día en que

llegó a ser beneficiario del supremo sacrificio de Cristo, hasta el momento en el

que participará de la gloria de Dios.

    En cuanto al fondo del salmo, podemos ver que se centra en dos metáforas:

Dios-pastor (Sal 23:1-4) y Dios-anfitrión (Sal 23:5-6).

    El rey David, el autor de este hermoso texto, comienza refiriéndose a Dios

como su pastor. Todos recordamos que en su adolescencia él había sido pastor

de ovejas y había llegado a tener experiencias que marcaron su vida.

Pero ahora David no está pensando en sí mismo como pastor, sino que

asume la posición de oveja que se siente cuidada por Dios mismo. La Escritura

nos enseña que David, en su juventud había protegido con delicadeza a sus

ovejas y las había defendido aun a riesgo de su propia vida. Podemos suponer

que ahora que era el rey de Israel, Dios haría mucho más a favor de él.

    Es interesante ver la confianza con la que David se refiere a Dios como mi

Pastor. Esto nos hace entender que se sentía parte de su rebaño y bajo su

protección.
    El aceptar a Jesucristo como nuestro pastor es la puerta de entrada para

disfrutar de todas las bendiciones que a continuación vamos a encontrar en esta

oración. Si Dios no es nuestro Pastor de una forma personal, todo el salmo 23

no pasaría de ser un bello poema, pero de ninguna manera lograría dar

consuelo verdadero a nuestra vida.

Versículos de estudio: Salmo 23:1-6

1
El Señor es mi pastor; nada me falta. El título de pastor era habitual para

reconocer a los reyes y guías del pueblo en el Oriente antiguo, así como en

Grecia y en otros pueblos de la zona de Mesopotamia. En la Biblia encontramos

este vocativo empleado varias veces para referirse a Dios: en los libros

históricos, los proféticos, en los poéticos y en los de sabiduría.

Dios padre, en el capítulo 34 del profeta Ezequiel, se compara a sí mismo con

un Pastor que quiere cuidar, proteger y alimentar a sus ovejas. Porque así dice el

Señor Dios: He aquí, yo mismo buscaré mis ovejas y velaré por ellas. Ezequiel 34:11

(LBLA)

Y Jesucristo nos dice:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor está dispuesto a morir por sus ovejas. Juan 10:11

(TLA)
Al escuchar la palabra pastor ésta nos remite a una imagen que nos habla de un

amor personal de Dios por su rebaño, que trata a todos por igual, que sale a

nuestro encuentro, respondiendo a las necesidades y esperanzas concretas de

cada uno de nosotros.

    Tanto en Israel como en todo el Medio Oriente no abundan el agua ni los

pastos. Pasar hambre y sed es una experiencia ordinaria cuando se atraviesan

los amplios espacios desérticos. En este contexto se comprende lo grande que es

poder afirmar que no se carece de nada porque estamos siendo constantemente

guiados y cuidados por Dios.

    David, como una de las ovejas que era cuidada por el Señor manifiesta su

completa confianza en la bondad y misericordia de Dios, para asegurar todo lo

que le era necesario, tanto en el presente como en el futuro.

    Como veremos a lo largo del salmo, la provisión divina incluye cosas tan

variadas como alimento y bebida, descanso, protección, restauración,

compañía, aliento, dirección, consuelo, gozo, felicidad y gloria. Sin embargo,

David entiende que el hombre tiene necesidades más profundas que las del

cuerpo y sabe que solo en Dios pueden ser satisfechas.


    El hombre es mucho más que un cuerpo, tiene también alma y espíritu y la

única forma de tener una vida en plenitud es volviéndose a Cristo, porque solo

en Él puede estar completo (Colosenses 2:9-10).

En verdes praderas me hace descansar, a las aguas tranquilas me conduce. (v. 2)

En las tierras desérticas de Judea, el pastor sabía lo agotador que era para el

rebaño andar kilómetros por zonas áridas, a menudo bajo los rayos de un sol

abrasador. Pero también conocía dónde estaban los oasis y allí conducía a sus

ovejas para proporcionarles descanso, alimento y agua en un ambiente

apacible.

    Conseguir hierba en el desierto era una bendición, pero si la hierba era fresca,

el hallazgo se convertía en una fiesta. El sonido del agua de la fuente relaja y

hace olvidar las fatigas. Sin embargo, en general, los lugares en donde hay agua

son más peligrosos para los rebaños y los pastores. Tanto los lobos como los

malhechores saben que allí vendrán las ovejas a beber y se esconden esperando

a sus presas.

    El salmo subraya que las fuentes a las que nos conduce nuestro pastor son

tranquilas y seguras. La Sagrada Escritura usa muchas veces el símbolo de la


sed para hablar del deseo de conocer a Dios y relaciona el agua para indicar el

don del Espíritu Santo.

Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Salmo 42:1

(NVI)

Los cristianos sabemos que Dios conoce nuestras circunstancias y las

dificultades por las que atravesamos en la vida; entonces, podemos estar

seguros de que en su tiempo Él nos conducirá en su sabiduría y su bondad

hasta su gracia reparadora.

    Hoy en día vemos a muchos creyentes insatisfechos, agitados y sin descanso.

En estos casos, el problema no es que Dios haya fallado como pastor, sino que

la oveja se ha alejado de la comunión con Él. La única forma de recuperar la paz

perdida es volviendo al Señor.

    El rey David había experimentado una y otra vez la obra de restauración de

parte de Dios, esto al arrepentirse por haberse salido del buen camino y haber

caído en el pecado. Ejemplo de esto lo encontramos en los salmos 32 y en el 51.


    Nos apartamos fácilmente de los caminos del Señor, no estamos atentos a su

dirección, desobedecemos, entramos en estados de letargo e indiferencia

espiritual, perdemos la ilusión y dejamos de leer nuestra Biblia y de orar.

    El pastor que cumple bien su trabajo, que cuida de su rebaño, lo alimenta, lo

protege y lo guía por los caminos acertados, hace honor a su nombre. El pastor

va siempre delante de las ovejas para descubrir los lugares de hierba más verde

y conducir al rebaño por el camino por donde hay menos piedras. A pesar de

que la oveja no sabe a dónde es llevada, confía en el pastor y le sigue.

    Nosotros también deberíamos aceptar que necesitamos ser guiados por el

Señor. Y sabemos que esto es así porque cuando elegimos nuestros propios

caminos, esto termina normalmente por causarnos muchos problemas. Nos

cuesta aceptar que el sitio de mayor bendición para nosotros es seguir a Cristo

lo más cerca posible y dejarnos guiar por Él.

Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú,

Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón me inspiran confianza. (v.4)

    David nos enseña que aun en la circunstancia más sombría de la vida, que sin

duda es la muerte, se tiene plena confianza en que el mismo Dios que nos ha
iluminado el camino durante toda la vida, también lo hará en ese momento.

Porque lo cierto es que en esta vida todos atravesamos situaciones oscuras y

peligrosas en las que necesitamos de la protección y el ánimo del Señor. Y esto

es así porque Cristo venció la muerte y lo que ahora queda de ella es solo una

sombra.

    Con frecuencia la incertidumbre sobre el futuro es más difícil de soportar que

lo que estamos viviendo en el presente. Pero ya sea que miremos al presente o

hacia el futuro, nunca debemos olvidar que el Señor nos ama y nos cuida y esto

hará desvanecer todo temor. Nunca podremos descansar si no aceptamos a

Jesucristo en nuestro corazón, Él es el único que puede satisfacer el hambre de

nuestro espíritu y apagar la sed que reseca el paladar.

    Notemos que hasta este momento el salmista ha hablado del Señor en tercera

persona, pero cuando llega el momento de atravesar el valle de sombra de

muerte, David utiliza la segunda persona tú: Porque tú estarás conmigo (v. 4).

Estas palabras son el punto central de la enseñanza en este salmo. Otro cambio

que percibimos es que el pastor ya no va delante, guiando al rebaño, sino que

ahora se coloca al lado de la oveja para atravesar por un lugar difícil.

La única razón válida para no temer a la muerte y a las dificultades que

puedan surgir en nuestro caminar por esta vida, se encuentra en el hecho de

que el Señor está con nosotros. Él tiene todos los recursos necesarios y está a
nuestro lado. Además, Él ya ha pasado por ese camino de muerte y ahora se

coloca junto a nosotros para acompañarnos para que no nos sintamos solos.

Asimismo, nos dice el salmista que el pastor lleva una vara y un cayado. La

vara era un arma que tenía el propósito de defender a las ovejas, el cayado era

usado como medio de apoyo y también para guiar al rebaño y corregir a las

ovejas. Estas dos cosas en las manos del pastor nos inspiran confianza y aliento.

Es la protección y dirección que todos necesitamos y que encontramos en el

Señor.

Me has preparado un banquete ante los ojos de mis enemigos; has vertido perfume en

mi cabeza, y has llenado mi copa a rebosar. Aderezas mesa delante de mí. (v. 5)

En este punto del salmo nos encontramos con un cambio de metáfora. Para

David, Dios era mucho más que su Pastor y a continuación pasa a describirlo

como un anfitrión que ha preparado un espléndido banquete al que somos

invitados como huéspedes.

    La ley de la hospitalidad era sagrada para los semitas. Cuando alguien era

invitado a comer, se convertía en intocable. Los enemigos no se podían acercar

a él. Abrahám recibió la promesa definitiva cuando acogió en su casa a unos

peregrinos que resultaron ser enviados de Dios (Génesis 18).


No echéis en olvido la hospitalidad pues, gracias a ella, personas hubo que, sin saberlo,

alojaron ángeles en su casa. Hebreos 13:2 (BLP)

  Es difícil para nosotros entender a Lot cuando prefiere entregar a sus dos

hijas antes que a unos desconocidos—ángeles—acogidos en su casa (Génesis

19).

    El ungir a un huésped era la mayor manifestación de veneración que se podía

tener con él. Era un gesto de extremo afecto y consideración para el que llegaba

cansado por el calor del desierto. Los creyentes hemos recibido por medio del

Espíritu Santo esta unción que nos confirma que somos de Cristo.

El salmista considera también su copa llena a rebosar, con lo que parece

querer indicar la plenitud de las bendiciones que estaba recibiendo de Dios. Era

un signo de la generosidad con que el huésped era recibido. Lo que también

debemos recordar es que en el mundo del Antiguo Testamento comer y beber a

la mesa de alguien era una manera de establecer un vínculo de lealtad mutua.


    Nosotros somos invitados a la cena del Señor solo por su misericordia. Pues

éramos enemigos de Dios, éramos pecadores. Ahora por el sacrificio de

Jesucristo somos invitados a la mesa y allí recibimos todos sus favores.

    El Señor no solo quiere darnos vida, sino vida en abundancia (Juan 10:10). Y

no debemos olvidar que para poder disfrutar de estas bendiciones y poder

tomar la copa de la salvación (Salmos 116:13), fue necesario que Cristo bebiera

de la amarga copa del juicio y fuera crucificado (Mateo 26:42).

Tu bondad y tu amor me acompañan a lo largo de mis días, y en tu casa, oh Señor, por

siempre viviré. El bien y la misericordia me seguirán todos los días. (v.6)

Al terminar la cena debemos seguir nuestro camino, sabiendo que afuera aún

hay enemigos. Por lo que, entonces, el Señor nos ofrece una escolta de dos

hombres fuertes que nos acompañan y nos protegerán a modo de

guardaespaldas. Estos son "el amor y la misericordia", que permanecerán entre

el Señor y nuestros adversarios, para que nunca lleguen a lastimarnos. El amor

es para proveernos de cuanto necesitemos en el camino y la misericordia es

para perdonar nuestros pecados.


    Para el rey David la casa de Dios no era algo para la eternidad, sino una

realidad presente. Nosotros también deberíamos anhelar el comenzar a vivir así

en la casa de Dios, en este tiempo que nos ha tocado.

El cristiano sabe que, al recibir a Jesucristo como Señor de su vida, ya no

está solo en este mundo y le espera la vida eterna. Lo que nos mueve a desear

estar en la presencia de Dios y entrar en su reposo.

Oración

Gracias Señor por estar conmigo, por caminar a mi lado.

Padre mío, tú eres la verdadera razón que me hace sentir seguro.

Me das todo lo que necesito para vivir, pero el saber que estás a mi lado es lo

más importante en mi vida.

Tomado de tu mano no tengo miedo de pasar por el valle de la oscuridad y de

la muerte, porque tu vara y tu cayado me dan aliento.

Solo tú eres la resurrección y la vida;

la luz que brilla en las tinieblas;

la roca que se abre en el desierto para calmar mi sed;

el pan de vida que me alimenta;


el único y verdadero Pastor y Rey.

Me conduces a la fuente de agua viva.

Me guías al lugar de tu reposo y me das el pasto nutritivo de tu palabra.

Llámame por mi nombre, para que yo escuche tu voz y tu voz me dé la vida

eterna.

No puedo imaginar un amor más grande que el tuyo, pues diste tu vida por mi

salvación.

¿Cómo puedo dejar de amarte si tú has entregado tu vida por mí?

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