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de 1870-1871
Este prefacio de Trotsky a la obra de Engels (marzo), junto a “Los problemas
de la guerra civil” (julio) y “Lecciones de Octubre” (septiembre, prólogo a su
compilación de artículos de 1917) –todos escritos del año 1924, mientras la
troika (Stalin, Zinoviev y Kamenev) comenzaba su ofensiva contra el
“trotskismo”–, creemos que demuestran como Trotsky intentaba apelar e
instruir al partido y a los obreros avanzados (contra los intentos de la troika de
borrar este pasado) en las lecciones que se desprendían de la Revolución de
Octubre, especialmente en cuanto al problema militar y el arte de la
insurrección.
El libro de Friedrich Engels está constituido, en su mayor parte, por una crónica
analítica de la guerra franco- alemana de 1870-71. Estos artículos fueron
publicados en el periódico inglés Pall Mall Gazette durante el desarrollo de la
guerra. En consecuencia, el lector no debe imaginarse que encontrará en estas
notas una suerte de monografía sobre la guerra o cualquier tipo de exposición
sistemática de la teoría del arte militar. No, la tarea de Engels consistía en partir
de la estimación general de las fuerzas y de los medios de los dos adversarios y
en seguir día tras día el modo de empleo de estas fuerzas y medios, con el
objetivo de ayudar al lector a orientarse en el desarrollo de las operaciones
militares e incluso levantar un poco, cada tanto, lo que se denomina el manto
del futuro.
Hay que seguir paso a paso todas las operaciones de la guerra franco-
alemana sobre el mapa
Los escritos militares de este tipo ocupan al menos las dos terceras partes del
libro. El otro tercio consiste en notas dedicadas a los diversos terrenos
especializados del oficio de la guerra, siempre en una relación estrecha con el
desarrollo de la guerra franco-alemana: “Cómo combatir a los prusianos”,
“Análisis razonado del sistema del ejército prusiano”, “Zaragoza-París”, “La
apología del emperador”, entre otros. Es evidente que no se puede leer y
estudiar un libro de este tipo como otras obras puramente teóricas de Engels.
Para comprender totalmente las ideas y estimaciones de carácter concreto,
positivo, contenidos en este libro, es necesario seguir paso a paso todas las
operaciones de la guerra franco-alemana sobre el mapa, y junto a esto,
también tener en cuenta las consideraciones de la literatura de la historia
militar más reciente. Semejante trabajo de crítica científica, evidentemente, no
puede ser una tarea para un lector medio: exige nociones militares
preliminares, mucho tiempo y un interés particular por este terreno.
Pero, ¿estaría justificado semejante interés? Opinamos que sí. Se justifica ante
todo desde punto de vista de la apreciación correcta del nivel y la perspicacia
militar del propio Engels. Un estudio profundo del texto extremadamente rico
de Engels, la comparación de sus juicios y pronósticos con los juicios y
pronósticos contemporáneos de los autores militares de la época seguramente
sería muy interesante. Esto no sólo sería una contribución importante a la
biografía de Engels –aunque su biografía sea un capítulo importante en la
historia del socialismo–, sino también una ilustración especialmente
impresionante del problema de las relaciones recíprocas entre el marxismo y el
oficio de la guerra.
Pero estas causas externas no son las únicas que llevaron a Engels a
abstenerse de cualquier argumentación de teoría general.
Podemos estar persuadidos que, aún cuando Engels hubiera tenido en ese
entonces la posibilidad de tratar sobre las peripecias de la guerra en un
periódico marxista revolucionario –con una libertad ampliamente mayor en
cuanto a la expresión de sus simpatías y antipatías políticas–, sin embargo
habría abordado el análisis y la apreciación del desarrollo de la guerra de una
forma apenas diferente que como lo hizo en el Pall Mall Gazette. Engels no
introdujo una doctrina abstracta en el terreno de la ciencia militar desde el
exterior y no estableció para nada recetas tácticas descubiertas por él como
criterios universales. A pesar de la brevedad de la exposición, vemos con qué
cuidado el autor examina todos los elementos del oficio militar, desde la
extensión del territorio y las cifras de la población de los países involucrados
hasta investigaciones biográficas sobre el pasado del general Trochu con el
objetivo de conocer mejor sus métodos y costumbres.
Detrás de estas notas, se siente que hay un trabajo enorme, precedente y en
curso. Engels, que no sólo era un profundo pensador, sino también un
excelente escritor, no le brindaba al lector materiales en bruto. Esto podría dar
una impresión superficial de algunas de sus observaciones y generalizaciones.
En realidad, no es nada de eso. La elaboración crítica a la que ha sometido los
materiales empíricos es extremadamente profunda. Esto se desprende de que
el desarrollo ulterior de los episodios de la guerra ha confirmado repetidamente
los pronósticos de Engels. No hay lugar a dudas de que un estudio profundo de
este trabajo de Engels por parte de nuestros jóvenes teóricos de la guerra en el
sentido indicado, demostraría aún más con qué seriedad Engels trataba la
dirección de la guerra como tal.
La vieja idea de los Pitagóricos, de que el mundo estaría regido por el número –
en el sentido realista y no místico del término– puede aplicarse muy bien a la
guerra. Ante todo, el número de batallones. Luego, el número de fusiles, de
cañones se expresa cuantitativamente en el alcance y precisión de las armas de
fuego. Las cualidades morales de los soldados se expresan en la capacidad de
soportar largas marchas, de mantener las posiciones bajo el fuego del enemigo
por un tiempo prolongado, etc. Sin embargo, cuanto más se avanza en este
terreno, más se complica. El número y carácter del equipamiento depende del
estado de las fuerzas productivas del país. La composición del ejército y de su
mando está condicionada por la estructura social de la sociedad. El servicio
administrativo de intendencia depende del aparato estatal general, que está
determinado por la naturaleza de la clase dominante. La moral del ejército
depende de la relación recíproca de las clases, de la capacidad de la clase
dirigente de convertir las tareas de la guerra en fines subjetivos del ejército. El
grado de capacidad y talento del mando depende, por su parte, del rol histórico
de la clase dirigente, de su capacidad de concentrar en sus objetivos a las
mejores fuerzas creadoras del país, lo que, nuevamente, diferirá, si la clase
dominante juega un rol histórico progresivo o si se sobrevive y simplemente
lucha por su existencia. Sólo aludimos aquí a las relaciones fundamentales, e
incluso esquemáticamente. En realidad, la dependencia de los diferentes
terrenos de la dirección de la guerra entre sí y de todos estos, en su conjunto,
con respecto a los distintos aspectos del orden social es mucho más compleja y
más ramificada.
Esto, que era grosso modo correcto para Francia y Alemania en 1870,
indudablemente no lo sería para nuestra época. En la actualidad, es imposible
determinar la relación de fuerzas sólo por el número de batallones. Sin dudas,
la infantería aún sigue siendo el factor principal de las batallas. Pero el rol del
coeficiente técnico en las fuerzas armadas ha crecido considerablemente y esto
en una medida desigual observando a los ejércitos: tenemos en cuenta no sólo
las ametralladoras, que eran todavía un miracle working en 1870; no sólo la
artillería, fuertemente acrecentada en número e importancia, sino también
recursos completamente nuevos: el automóvil, tanto para fines militares como
para los transportes en general, la aviación y la química de guerra. Sin tener en
cuenta estos “coeficientes”, una estadística que sólo tenga en cuenta el número
de batallones, en la actualidad sería totalmente irreal.
Sobre la base de estos cálculos, Engels llegó a la conclusión: Alemania dispone
con creces de un mayor número de soldados formados que Francia, y la
superioridad de los alemanes se pondrá de manifiesto cada vez más con el
tiempo –a menos que al principio Luis Napoleón aventaje al enemigo y le inflija
golpes decisivos, antes de que este último pueda utilizar su superioridad
potencial.
La estrategia
En algunos sitios, Engels alude al pasar al efecto nefasto que puede tener la
irrupción de la “política” en el desarrollo de las operaciones militares.
A primera vista, esta observación parece ser opuesta a la concepción de que la
guerra sólo es, al fin de cuentas, la continuación de la política. En realidad, no
hay contradicción aquí. La guerra prolonga la política, pero con medios y
métodos propios. Cuando la política, para solucionar sus tareas fundamentales,
se ve obligada a recurrir a la ayuda de la guerra, esta misma política no debe
perturbar el desarrollo de las operaciones de guerra para sus tareas
secundarias. Si Bonaparte efectuó acciones manifiestamente inoportunas desde
el punto de vista militar para, según la opinión de Engels, influenciar
favorablemente a “la opinión pública” con éxitos efímeros, había que ver allí,
indudablemente, una irrupción inadmisible de la política en la conducción de la
guerra, volviéndola incapaz de dominar las tareas fundamentales planteadas
por la política. En la medida en que, en la lucha por la conservación de su
régimen, Bonaparte se vio obligado a admitir tal intervención de la política, ya
estaba implícita la condena evidente del régimen por sí mismo, y tenía que
hacer inevitable el próximo desmoronamiento.
Cálculos rigurosos
Es instructivo, en grado sumo, con qué seriedad Engels trata a las tropas de
carrera de un ejército. Cuán lejos está este gran revolucionario de toda
charlatanería seudo revolucionaria –que precisamente, en esa época, era muy
popular en Francia – sobre la virtud salvadora de un levantamiento de masas,
de una nación armada (con total celeridad), etc. Engels sabe muy bien qué
importancia tienen los oficiales y suboficiales en un batallón. Realiza cálculos
rigurosos sobre los recursos en oficiales que se han quedado en la República
después de la derrota de las fuerzas regulares del Imperio. Sigue con una
atención extrema el nacimiento en el nuevo ejército, llamado de la Loire, de los
rasgos que lo distinguen de una multitud armada. Así, por ejemplo, constata
con satisfacción que el nuevo ejército no sólo se dedica a marchar con unidad y
a obedecer las órdenes, sino que incluso “ha entendido una cosa muy
importante, que el ejército de Luis Napoleón había olvidado completamente: el
servicio de infantería ligera, es decir, el arte de proteger los flancos y la
retaguardia contra los ataques imprevistos, preservar el contacto con el
enemigo, sorprender a los destacamentos, procurarse información y
prisioneros.
Muy interesante son dos juicios que realiza sobre la guerra de francotiradores y
sus posibilidades de aplicación, una cuestión que, incluso en el futuro, no
perderá su importancia para nosotros. El tono de Engels se hace cada vez más
seguro en cada nota. Seguridad justificada en la medida en que está
confirmada, por un lado, por la comparación real con lo que “verdaderos”
militares han escrito sobre estos temas y, por otro, por una prueba aún más
efectiva, la de los propios acontecimientos.
En Engels no hay lugar para abstracciones del tipo de que cada clase debe
poseer una táctica y una estrategia propias.
De más está decir que frente al caso de colisiones militares con los Estados
capitalistas, disponemos de una ventaja, muy pequeña, es verdad, pero sin
embargo una ventaja que puede costarles la cabeza a nuestros eventuales
enemigos. La ventaja reside en que nosotros no tenemos antagonismo entre la
clase que gobierna y la que compone la masa de soldados. Somos el Estado de
los obreros y campesinos, y el ejército de los obreros y campesinos al mismo
tiempo.
El interés de Engels por las cuestiones militares no tenía causas nacionales sino
puramente revolucionarias. Surgido de los acontecimientos de 1848 como un
revolucionario maduro, teniendo detrás de él al Manifiesto Comunista y a los
combates revolucionarios, Engels consideraba la cuestión de la conquista del
poder por el proletariado como una cuestión completamente práctica, cuya
solución no depende en última instancia de los problemas militares. En los
movimientos nacionales y los acontecimientos militares de los años 1859, 1864,
1866, 1870-71, Engels está en búsqueda de las palancas inmediatas para una
acción revolucionaria.
Examina cada guerra nueva, descubre sus posibles relaciones con la revolución
y busca vías para asegurar la futura revolución a través de la fuerza de las
armas. Es allí donde se encuentra la explicación de la manera viviente y activa,
para nada académica y no sólo agitadora, de tratar los problemas del ejército y
de la guerra que encontramos en Engels. En Marx, la posición de principio era
la misma. Pero Marx no se ocupaba especialmente de las cuestiones militares;
para esto, tenía completa confianza en su “segundo violín”.
En la época de la II Internacional, este interés revolucionario por las cuestiones
militares, como por lo demás, por muchas otras cuestiones, casi se perdió
completamente. Pero el oportunismo quizás encontraba su expresión más clara
en la actitud superficial y altanera con respecto al militarismo, como de una
institución bárbara, indigna de la atención socialdemócrata esclarecida. La
guerra imperialista de 1914-18 vuelve a rememorar –con una falta de respeto
tan inexorable– que el militarismo no sólo es un objeto de agitación y de
discursos parlamentarios rutinarios. La guerra sorprende a los partidos
socialistas y transforma su actitud de oposición completamente formal con
respecto al militarismo en una actitud tímidamente genuflexa. Es a la
Revolución de Octubre a la que le toca, no sólo restablecer la actitud
revolucionaria activa frente a los problemas de la guerra, en los principios, sino
también, en los hechos, dar vuelta la flecha del militarismo contra las clases
dirigentes.
La revolución mundial llevará adelante esta tarea a su término.
https://ceip.org.ar/Las-notas-de-Friedrich-Engels-sobre-la-guerra-de-1870-
1871-4961