Está en la página 1de 3

El deficiente control disciplinario por parte del Estado a los juristas

El artículo 54 del Proyecto de Ley Estatutaria número 475 de 2021 “Por medio de
la cual se modifica la ley 270 de 1996 – Estatutaria de la administración de
justicia”, crea el artículo 110 A relativo a la Comisión Nacional de Disciplina
Judicial, del cual hago énfasis en su función de “examinar la conducta y sancionar
a los abogados en ejercicio de su profesión”. Los autores Mauricio García y María
Adelaida Ceballos, en el libro “Abogados sin reglas” (2019), establecen que en
Colombia es el Estado quien disciplina a los juristas y su tarea de control es muy
deficiente, lo cual no es un asunto menor, pues este control está ligado a la
calidad de los juristas. Inicialmente, los autores se refieren al deficiente control
durante el ejercicio profesional por parte de la Sala Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura (CSJ) que es una de las instituciones del Estado con
peor reputación, debido a que ha sido en gran parte capturada por intereses
políticos y corporativistas (García y Ceballos, 2019:55). Además, abordan la
transición de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura a la
Comisión Nacional de Disciplina Judicial, la cual no se había implementado al
momento de publicación del libro, pero ¿por qué este control estatal es deficiente?

Un ejemplo de esto son las cifras que aportan los autores. Entre el 2006 y el 2016,
se impusieron 12.028 sanciones disciplinarias a abogados. La mayoría (el 61 %)
consistió en suspensiones temporales, rara vez mayores a un año. La segunda
sanción más común fue la censura, mientras que la menos común fue la remoción
del cargo que solamente se aplicó dos veces en este periodo. La reforma para el
equilibrio de los poderes públicos adoptada en el Acto Legislativo 2 de 2015
modificó el órgano competente para vigilar la conducta disciplinable de los
funcionarios y empleados judiciales y de los abogados, al crear la Comisión
Nacional de Disciplina Judicial. Esta sustituye a la Sala Jurisdiccional Disciplinaria
que en la Constitución de 1991 formaba parte del Consejo Superior de la
Judicatura.

De hecho, hasta este año se empezó a implementar porque la Sala Disciplinaria


continuó bajo un esquema de transición pues el Consejo de Estado decidió
suspender la conformación del nuevo tribunal argumentando que requería una ley
estatutaria que reglamentara su funcionamiento, así que los magistrados de la
Sala Disciplinaria se mantendrían en sus cargos hasta que los entrantes
magistrados no estén en ejercicio de sus funciones. Entonces la Sala Disciplinaria
siguió en funcionamiento y se atornillaron a sus cargos los llamados magistrados
eternos, Pedro Sanabria y Julia Emma Garzón, (a los que hizo alusión
precisamente la compañera Kelly) quienes ya habían cumplido su periodo
institucional de 8 años (de hecho duraron 12 años) pero, amparados en la
supuesta necesidad que esta sala siguiera funcionado, se aferraron a los cargos,
beneficios y salarios de magistrados hasta hace poco tiempo, cuando la Corte
Constitucional determinó que ya habían cumplido el periodo y debían retirarse.

García y Ceballos resaltan que, en muchos países desarrollados, el Estado les da


a los miembros de la profesión jurídica la posibilidad de asociarse y de regularse,
e impone así una disciplina interna a través de los colegios de abogados. En
Colombia, los colegios de abogados no gozan de potestades disciplinarias. En
casi todos los casos, estos son una especie de clubes sociales privados en los
que se reúnen los abogados de una misma clase social y, cada vez que se hace
un intento de regulación como la colegiatura obligatoria, suscita inmediatamente
una fuerte oposición.

La colegiatura obligatoria, si funcionara, podría ser una manifestación de la


descentralización que le ahorraría al Estado la ineficiente y costosa tarea de tener
un tribunal dedicado exclusivamente a disciplinar a los profesionales del derecho.
Sin embargo, para que los colegios funcionen, es necesario que los abogados
tengan un sentido de grupo, un alto sentido del servicio público y una buena dosis
de responsabilidad y de ética al interior de la profesión. Nuevamente, todo se
reduce principalmente a la necesidad de un comportamiento ético de los
profesionales del derecho pues, como lo afirman los mismos autores, “La reforma
a la justicia llegará en algún momento, pero no rendirá los frutos debidos mientras
no se logren cambios significativos en dicha estructura” (García y Ceballos,
2019:20).
Bibliografía

García Villegas, M y Ceballos Bedoya, M.A. (2019). Abogados sin reglas. Ariel.

También podría gustarte