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PROBLEMAS DE FILOSOFÍA MEDIEVAL 1er CUATRIMESTRE DE 2019
II. Black, D. L. (2010), “Intentionality in Medieval Arabic Philosophy” en Quaestio 10, pp.
70-71 (de 65-81).
“La idea de que las quididades o naturalezas de las cosas admiten los dos modos de existencia
mental y extramental es sobresaliente en varios textos avicenianos conocidos para Occidente
—los más importantes, Libro I, capítulo 12 de la Isagogé; Libro I, capítulo 5 de la Metafísica;
y los primeros dos capítulos del libro quinto—. Estos textos proveen el principal fundamento
para la noción medieval de esse intentionale, una noción que para Avicena atraviesa todas las
formas de ser cognitivo «en el alma». En Metafísica I.5, por ejemplo, Avicena distingue
primeramente entre la intención o la realidad en tanto existente «en los singulares» (fī al-
a‘ayan) y en tanto existente «en las almas» (fī al-anfus); poco después en el mismo pasaje,
Avicena analiza la existencia psicológica como para incluir la existencia «en la estimativa y
en el intelecto» (fī al-wahm wa-al-‘aql), ampliando el dominio del ser mental como para
incluir los sentidos internos.
En la medida en que la teoría de la intencionalidad está enraizada en el reconocimiento de un
modo específico de existencia mental a la par del ser extramental, la explicación de Avicena
de la distinción entre la esencia o quididad y sus dos modos de existencia provee el
fundamento ontológico para la doctrina medieval del esse intentionale. Aunque los textos de
Avicena de hecho justifican la aplicación del lenguaje de la intencionalidad al dominio de la
existencia mental, el propio Avicena parece preferir hablar de la quididad, naturaleza o
realidad misma —más que su intención— como el sujeto de la existencia mental:
«La aprehensión (idrāk) de una cosa es para su realidad (haqīqah = certitudo, i.e., the quiddity), por la
cual es percibida, ser representada (mutamaththalah) in el percipiente que la observa (yushāhidu-hā).
Y su realidad es la verdadera realidad de la cosa externa al percipiente cuando él la percibe.»
Para Avicena, entonces, es la quididad misma la que dispone de ser intencional o mental así
como del físico. Con Averroes, por el contrario, será habitual describir todos los objetos
cognitivos en todos los niveles de abstracción como ma‘ani/intentiones, y sin duda es la
práctica de Averroes la que queda reflejada en el predominio de esta terminología en el
Occidente latino.”
III. Black, D. L. (1999), “Mental Existence in Thomas Aquinas and Avicenna” en Medieval
Studies 61, pp. 6-9 (de 45-79).
“Es el concepto de existente, sin embargo, al cual Avicena presta mayor atención. Pues
reconoce que no es inmediatamente obvio que ser una cosa y ser un existente son distintos.
Con todo, deben constituir dos conceptos primarios diferentes, precisamente porque nunca es
evidente, al examinar cualquier quididad o esencia tal como «humanidad» o «equinidad», si
es que existe, o más bien, cómo existe. Y esto es precisamente porque la existencia admite dos
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modos distintos: uno, el modo familiar de existencia en los singulares concretos del mundo
material que nos rodea (fī al-a‘yan/in singularibus) —que es lo que usualmente damos a
entender cuando preguntamos si alguna quididad existe—: y otro, la existencia de esa
quididad o naturaleza en las almas (fī al-anfus/in anima). Este segundo modo de existencia no
es otro que la existencia mental. Refleja la idea, rastreable en última instancia en el De anima
de Aristóteles, de que, cuando cualquier naturaleza es conocida, sea a través de la sensación o
por el intelecto, la forma de esa cosa está de alguna manera en el alma. En la construcción de
Avicena, entonces, decir que algo está en el alma es decir que una esencia o quididad existe de
cierto modo en esa alma. Avicena enfatiza que se trata verdaderamente de un modo de
existencia o ser, y que, en cuanto tal, va completamente a la par con la existencia concreta en
el mundo externo.
Ni uno ni otro modo de existencia es menos «realizado» (al-muassal) o «establecido» (al-
muthbat) que el otro, para usar los propios sinónimos de Avicena para el orden existencial.
Avicena añade que la existencia mental comprende la existencia de la quididad no solo en el
intelecto (al-‘aql), sino también en la facultad estimativa (al-wahm), por la cual
probablemente entiende toda el alma sensitiva, abarcando los cinco sentidos externos y los
cinco sentidos internos. Esto quiere decir que las naturalezas o quididades o incluso seres
ficticios como fénix y unicornios efectivamente existen, por más que tengan solo un modo de
existencia mental y no uno concreto. De hecho, Avicena argumenta sobre la base de este
punto que, aunque esencia y existencia son distintos, la existencia es un concomitante
necesario de la esencia, esto es, no hay tal cosa como una auténtica esencia posible que no
existe en algún lado, si no es, al menos, en una mente o alma: «El concepto de existencia
siempre es necesariamente consecuente [al concepto de cosa]», porque la cosa es existente en
los singulares o existente en la estimación y en el intelecto». Pero no podemos decir si una
cosa está realizada en la realidad material y concreta, o si es meramente ficticia, con el simple
examen del contenido de la esencia misma.
Estas son, entonces, las doctrinas básicas de la concepcion que Avicena tiene de la distinción
esencia-existencia: la naturaleza común, la esencia o quididad, tomada en sí misma, está
constituida únicamente por sus propiedades definitorias, propiedades que no están afectadas
por cualesquiera otras calificaciones añadidas a ella, sea en la existencia mental o en la
concreta. Y justamente por ese motivo la naturaleza común misma es capaz de entrar en la
existencia sin afectar sus rasgos esenciales, sea en las mentes o en las cosas materiales
individuales. La naturaleza misma permanece idéntica en ambos lugares existenciales. Hay,
sin embargo, algunas otras complicaciones en este cuadro que son relevantes para la
concepción del ser mental. Estas complicaciones son introducidas por el simple hecho de que
las mentes y las facultades sensitivas —, en las cuales la existencia mental tiene lugar, son de
varias clases, y así ellas mismas constituyen instancias distintas de la existencia concreta de la
naturaleza. Así, la existencia mental se extiende a todos los modos, desde las mentes de Dios
y de los otros intelectos separados hasta las mentes individuales y las facultades sensoriales de
los seres humanos particulares (y quizás también de los animales, aunque Avicena ignora esta
complicación).”