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tompesados sus esfuerzos.

El jefe de Po-
licía de Dexter, 'R<3bert Taylor, y el agen-
te Nolan Lee, vieron el resplandor rojo
cuando recorrían los alrededores en la
oscuridad; lo mismo les ocurrió a los
ayudantes del sheriff del condado de
Washtena\//, Stanley McFadden y David
Fitzpatrick. Todos informaron, como
AAannor, que, finalmente, las aluces des-
aparecieron. Pero dijo: «Yo no Jo vi des-
pegar». Los guardias sintieron que al
pasar rápidamente sobre la casa de AAan-
nor, hacía un ruido como «una ambu-
lancia».
«Yo lo vi — d i j o McFadden—, pero
todavía no lo creo.»
€1 agente de Dexter, Robert Hunnav/ill,
vio «un extraño e iluminado objeto»
aparecer sobre su coche de patrulla,
mientras aguardaba a los que habían
ido al pantano. Llevaba unas luces rojas
y verdes «que, a veces, emitían deste-
llos azulados» y realizaban continuas pa-
sadas sobre el pantano a una altura de
unos 350 metros, y luego, al ser alcanza-
do por otros tres "objetos", se alejaron
volando. El hijo del jefe de Policía Tay-
lor, Robert, de dieciséis años, vio una
cosa ¡iluminada, a las diez y media. Emi-
tía destellos rojos y blancos y escapó a
toda velocidad hacia el oeste.
Ann Arbor, aunque dividida de un
modo tajante entre burlones y creyen-
tes, al día siguiente, parece, si'n embar-
go, sentir un unánime orgullo cívico por
el hecho de que las Fuerzas Aéreas ha-
bían tomado en consideración su extra-
ordinario fenómeno y enviado al astró-
nomo J. Alien Hynck, director del
Observatorio Dearborn, de la Universi-
dad Northwestern, para examinar los re-
latos de las personas elegidas y enviar,
sin duda alguna, un informe de gravedad
e importancia al Pentágono. Aún se sin-
tieron más alentados al saber que Hynck
no anunció inmediatamente que Mannor
y sus partidarios habían visto, simple-
mente, el radiotelescopio, en forma de
platillo, de la Universidad de Michigan,
instalado en el monte Peaoh, el cual está
apuntando al cielo en el área en.que
ellos vieron los objetos resplandecientes.
Hynck, un hombre barbudo, que ha in- El comandante Héctor Quintanella, miembro de las Fuerzas Aéreas, es uno
vestigado por cuenta de las Fuerzas Aé- de los hombres a quienes los bromistas envían de vez en cuando supuestos
reas un centenar de «cosas luminosas» restos de ''^platillos volantes". Pero a pesar de todo, existe en todo este
durante los dos últimos decenios, esta- asunto un factor no bien conocido, y que da pábulo a cualquier sospecha.
ba seguro de que Mannor está demasia-
do acostumbrado a ver el telescopio los que esperaban; un hombre rascaba Pero estoy seguro de lo que he visto y
para confundirlo con cualquier otra su violín durante una hora con la espe- nadie me hará decir otra cosa. No era
cosa. ranza de emplazar a los seres del espacio un fuego fatuo o una alucinación. Era
«Yo creo que la gente que ve estas exterior, y otro, hacía parpadear una luz, un objeto. Quizá volvería si toda esta
apariciones es completamente honrada con 'lo que él llamaba el «código pi» y gente se fuese y podríamos hacer una
y sincera» — d i j o é l — . Pero no estoy con el que creía tener la clave para un fotografía y tener una prueba evidente
dispuesto a admitir que lo vieron.» Elu- entendimiento interplanetario. Muchos de ello. Si alguien quiere hacerme una
dió la respuesta cuando se le preguntó se burlaban. La indignación de Mannor prueba con un detector de mentiras, la
si pensaba que podía haber sido un crecía por momentos, aceptaré.»
nuevo «vehículo de pruebas» o algo se- «La gente está tratando de convertir- Leona, su mujer, es más precisa: «Nos-
mejante. «Creo que sé mucho más de lo me en un fanático —se quejaba—. Es- otros no somos marcianos —y ellos ac-
que... —empezó, pero luego se detuvo tán rondando por aquí desde las tres de túan, por lo que se ha visto, como si no
y dijo-^—: No creo que pueda decir más... la mañana y mírenlos ahora. Ellos dicen: fuésemos seres humanos—. Estoy dis-
Estoy seguro de que existe una explica- ¿Cuánto dinero estás ganando con esto? puesta a coger una escopeta y disparar
ción natural para todo esto.» Es una locura. Yo no quiero dinero. Yo contra esos desaprensivos si no perma-
Detrás de la casa de Mannor, la ca- no deseo publicidad, en primer lugar. necen alejados, en sus madrigueras.»
rretera estaba ocupada por los autos de No deseo nada. Soy un hombre sencillo. Paul O'NEIL
LIFE COPYRIGHI 1966 TIME INC.
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