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Hace dos meses la empresa comenzó a expandirse y construyó más depósitos de almacenamiento.
Jorge, el jefe de personal, citó a todos a una reunión general donde les informó que desde mañana habría cambios
en los puestos de trabajo y en la organización. Uno de esos cambios le influía directamente a Armando, ya que
tendría que dejar su puesto administrativo para trabajar en los depósitos de almacenamiento.
Armando piensa que ese cambio le vendría bien y aprendería a realizar otro tipo de trabajo.
Al día siguiente se dirige, muy predispuesto, al sector de almacenamiento. Es un día típico de verano. Andrés, el jefe
del sector, le informa que debe usar unos guantes para mover los materiales dentro del depósito, que se fije como
realizan el trabajo sus compañeros y que comience enseguida.
Ni bien ingresa siente el calor del ambiente del depósito, observa lo grande que es pero no siente la más mínima
corriente de aire.
De inmediato se pone a acomodar unas bolsas de cemento, que llegaron el día anterior, trasladándolas desde
donde las dejaron hasta el lugar donde estaban las demás bolsas ordenadas.
Ya llevaba unas horas realizando ese trabajo, estaba muy transpirado, se sentía cansado y le temblaban los brazos y
piernas de ir y venir acarreando las bolsas. Sus compañeros, que todos los días trabajan en el depósito, le dijeron
que tome un poco de agua. Armando mira a su alrededor pero no encuentra ningún dispenser, y como no quiere
perder tiempo buscándolo continúa trabajando.
Al cabo de unas horas de trabajo continuo, Juan, un compañero del sector, ve que Armando se tambalea y cae
sentado sobre unas bolsas de cemento, corre a ayudarlo y observa que abre y cierra los ojos como si le costara
enfocar. Armando le dice que se siente mareado pero que ya le va a pasar, pero Juan se da cuenta de que el chico
está muy colorado y respira de manera cortada y rápida. Sin perder tiempo llama al jefe del sector.
CASO PRÁCTICO …
Hacía un año que Isabel ejercía como administrativa en la agencia de viajes “Tiempo Libre”. Este era su primer
trabajo desde que terminó los estudios en un centro de Formación Profesional. La joven tenía 20 años y era muy
concienzuda y responsable en su trabajo. Quizás por ello, el Sr. López, uno de los encargados de la agencia, le había
ido otorgando poco a poco otras tareas distintas a las suyas como eran el realizar presupuestos de viajes o atender
a clientes cuando él no estaba en la oficina, hecho que sucedía con mucha frecuencia.
A pesar de que todo ello sobrepasaba sus atribuciones, Isabel aceptó la situación. Primero, porque no se animaba a
decir que no y, segundo, porque también le gustaba el hecho de realizar otras tareas de mayor responsabilidad.
Pero ahora, transcurrido un tiempo, se sentía agobiada, desbordada por el trabajo y muy fatigada físicamente.
Muchas tardes tenía que alargar su horario laboral para poder terminar asuntos que le quedaban pendientes, cosa
que le había provocado más de una noche de insomnio. Además, el mobiliario que había en la oficina era muy poco
práctico, sobre todo las sillas: todas eran de madera o plástico duro y no tenían movilidad.
Isabel, que era muy bajita, cuando se sentaba sobre ellas no llegaba a apoyar completamente los pies en el suelo, lo
cual la obligaba a trabajar en posturas muy incómodas.
A todo esto, había que añadirle el problema generado por las reformas que estaba sufriendo la oficina. Se habían
colocado impresoras en todas las computadoras que, junto con los timbres de los teléfonos y el vocerío del personal
de la oficina y de los clientes producía un ambiente muy ruidoso. Además, desde hacía dos meses los cables que
unían a odas las computadoras estaban tirados por el suelo, entre las mesas, provocando verdaderos problemas de
acceso a los puestos de trabajo.
Hubo un día en que Pepe, otro administrativo de la agencia, salió de su despacho para entregarle unas fotocopias a
Isabel y dio un tropezón con uno de los cables que había por el suelo, golpeándose la rodilla con el canto de una
mesa. Por razones de las obras, a Pepe lo habían ubicado en un pequeño recinto que no disponía de ninguna
ventana hacia el exterior y en el que también estaba la máquina fotocopiadora.
Silvia estaba como informadora de los servicios de la agencia. Su puesto de trabajo estaba situado detrás de un
mostrador alto donde podían apoyarse los clientes. Por debajo del mostrador había otro tablero frente al que ella
estaba sentada. Hacía algún tiempo que Silvia sentía muchas molestias en la espalda y había ido al médico para
intentar solucionarlo. Ante su sorpresa, el médico le preguntó cuál era su ocupación y, al saberlo, le indicó que
probablemente sus dolencias eran consecuencia del trabajo que realizaba. Le aconsejó que planteara la cuestión en
la empresa, que ya encontrarían soluciones.
Isabel, Silvia y Pepe están reunidos y hablando entre ellos sobre todos los problemas que tienen en la oficina.
CASO PRÁCTICO …. :
Germán está loco por la música. Tanto es así que, a pesar de tener un empleo estable en la carpintería de
Manolo, los fines de semana se dedica a servir copas en la discoteca de la ciudad y disfrutar a tope de sus ritmos
preferidos. A Fani, su compañera de barra, le ocurre lo mismo. A ambos les encanta explicar como los vasos se
desplazan por el mostrador del bar al son de la música vertida por los altavoces. El único inconveniente que
encuentran en el asunto es que deben hablarse junto al oído para entenderse.
Germán siempre lleva colocados los auriculares de su MP3 cuando está en la carpintería; se puede decir que
sólo se los quita para ir a desayunar y cuando precisa hablar con sus compañeros. Normalmente, pone la música a
un volumen fuerte para contrarrestar el ruido que hay en el local y escucharla sin interferencias. El joven hace cinco
años que está contratado en la carpintería y, actualmente, ocupa la mayor parte de su tiempo en tareas que
precisan la utilización de la sierra de cinta; esta máquina está ubicada junto a la cepilladora que maneja Tomás, el
compañero con el que mejor se entiende.
Es la hora del desayuno. Germán, Tomás y otros empleados están discutiendo sobre el ruido que hay en el
taller. Tomás opina que cada vez le resulta más molesto trabajar con aquel quilombo, sobre todo en verano cuando
se ponen en marcha los ventiladores y las puertas de la calle quedan abiertas. Le advierte a Germán que debería
ponerse las protecciones que les dieron en la empresa, sobre todo cuando usan las dos máquinas a la vez, la
cepilladora y la sierra de cinta, porque el ruido es considerable. El resto de compañeros cree que Tomás es un
exagerado. Sin embargo, él insiste y les recuerda que cuando hicieron las pruebas médicas, hace ya varios años,
hablaron de 87 dB y les aconsejaron llevar las orejeras protectoras. Germán comenta que él prefiere escuchar su
música, a llevar esas cosas, pero le hace repetir a Tomás lo de los decibelios porque no lo ha entendido bien. Sus
compañeros estallan en carcajadas ante el comentario y uno de ellos, dándole un manotazo en la espalda, le dice: ¡¡
Che, te estás quedando sordo!!