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modificaciones, dada sus condiciones de permisionarias de la líneas nacionales,
provinciales y comunales de autotransporte público de pasajeros.
En sus fundamentos, relata que el Señor Inspector General
de Justicia resolvió con el dictado de la Resolución General nro. 34/2020, lo
siguiente: “a. Que las asociaciones civiles en proceso de constitución; las
simples asociaciones que soliciten su inscripción en el registro voluntario; las
sociedades anónimas que se constituyan, en cuanto estuvieren o quedaren
comprendidas en el artículo 299 de la ley 19.550, excepto las abarcadas por los
incisos 1°, 2° y 7°; las fundaciones con un consejo de administración de
integración temporaria y electiva y las Sociedades del Estado (Ley nro. 20.705),
deberán incluir en su órgano de administración y en su caso en el órgano de
fiscalización, una composición que respete la diversidad del género,
estableciendo una composición de los órganos referidos que esté integrado por
la misma cantidad de miembros femeninos que de miembros masculinos,
destacando que cuando la cantidad de miembros a cubrir fuera de número impar,
el órgano deberá integrarse de forma mixta, con un mínimo de un tercio de
miembros femeninos (artículo 1)”.
“b. En el artículo 2, se establece que lo dispuesto en el artículo
1°, para todas las personas jurídicas allí referidas inscriptas ante la IGJ, deberá
aplicarse para las designaciones de los miembros de los órganos de
administración y en su caso de fiscalización, electos en cada oportunidad de su
designación con posterioridad a la entrada en vigor de la Resolución que nos
ocupa”.
“c. En su artículo 4° se establece que la IGJ podrá, a través
del dictado de resoluciones fundadas y ante un pedido expreso al respecto,
exceptuar de lo previsto en dicha Resolución, de forma total, parcial, transitoria
o definitiva, a la persona jurídica que así lo requiera, fundado ello sólo en virtud
de circunstancias singulares, extraordinarias, atendibles y objetivas, derivadas
de sus antecedentes constitutivos y/o tipo de conformación y/o de la actividad
social tendiente a la consecución de su objeto”.
“d. En su artículo 6°, se establece que el informe del art. 66
de la Ley de Sociedades Comerciales (en adelante LSC), deberá contener una
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cierto género, bajo pena de la intervención del INADI y del Ministerio de las
Mujeres y Diversidad de la Nación, constituye un verdadero avasallamiento de
los derechos de los accionistas y un exabrupto que se antepone al estado mismo
de derecho.
Enfatiza el “exceso en la facultad reglamentaria” en que
habría incurrido la IGJ. Expresa que, tal como el art. 99, inc. 2 de la Constitución
Nacional establece claros límites a las facultades reglamentarias del Presidente
de la Nación, con mayor razón aun esos límites existe para los funcionarios
administrativos de inferior rango.
Aclara que sus mandantes, de ningún modo, cuestionan el
derecho a la igualdad, al ejercicio en forma igualitaria de los derechos de las
mujeres con relación a los hombres, a la no discriminación por género, sexo,
orientación sexual, identidad y expresión de género, ni por otras condiciones
subjetivas, dado que todo ello constituyen ciertamente y sin hesitación alguna,
principios jurídicos universales, a los cuales adhieren sin condicionamientos de
ninguna naturaleza, y sin norma jurídica alguna que las obligue a respetar los
principios precedentemente enumerados.
Por lo que, precisa, lo que aquí se cuestiona es
sustancialmente, “si la IG1 goza de las facultades que se atribuye para dictar las
Resoluciones objeto del presente recurso de apelación, y si así fuere, es decir,
que el dictado de tales resoluciones obedece al legítimo ejercicio de facultades
reglamentarias, lo resuelto en las resoluciones puestas en crisis, no afectan el
principio de legalidad garantías, derechos constitucionales y principios básicos
del Derecho Societario, la libertad de asociación en el área mercantil y normas
específicas de la Ley de Sociedades (…)”.
Por otra parte, señala que la Autoridad de Contralor invade
con el dictado de las Resoluciones 34 y 35 la competencia judicial al atribuirse
facultades legislativas y establecer un requisito para un acto colegiado
societario inexistente en la propia Ley de Sociedades. Y ello, le sirve para saltar
el control de legalidad sustancial que le corresponde a los Tribunales. Así,
precisa, de negarse a inscribir un acto asambleario de designación de
autoridades, con fundamento en su conflicto con las resoluciones 34 y 35
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Se ha entendido al poder de policía societario como el sistema
mediante el cual el Estado desenvuelve actividades de limitación frente a
expresiones societarias con la finalidad de preservar la existencia de bienes
considerados comunes (conf. Benseñor, Norberto “Fiscalización estatal y poder
de policía societario”, en RDCO 1987-348).
En este sentido, la jurisprudencia ha dicho que la “Inspección
General de Justicia ejerce dos tipos de facultades: las meramente registrables y
aquellas en las que pone en juego el poder de policía societario, que se ejerce
por razones de interés general tendientes a asegurar la buena fe en las
transacciones comerciales afirmando el principio de transparencia y lealtad del
tráfico mercantil y en protección del público en general” (conf. CNCom, Sala
A, del 24/08/90, en autos “Inspección General de Justicia. Chanel Paris S.A.”;
id., del 21/12/99 en autos “Inspección General de Justicia contra Antonio
Ferrero e Hijos Sociedad Anónima”).
Dispone la ley 22.315 (ley orgánica de la Inspección
General de Justicia), en su art. 7° (Sociedades por Acciones): “La Inspección
General de Justicia ejerce las funciones siguientes con respecto a las
sociedades por acciones, excepto las atribuidas a la Comisión Nacional de
Valores para las sociedades sometidas a su fiscalización;
a) conformar el contrato constitutivo y sus reformas;
b) controlar las variaciones del capital, la disolución y
liquidación de las sociedades;
c) controlar y, en su caso, aprobar la emisión de debentures;
d) fiscalizar permanentemente el funcionamiento, disolución
y liquidación en los supuestos de los artículos 299 y 301 de la Ley de Sociedades
Comerciales;
e) conformar y registrar los reglamentos previstos en el
artículo 5 de la ley citada;
f) Solicitar al juez competente en materia comercial del
domicilio de la sociedad, las medidas previstas en el artículo 303 de la ley de
sociedades comerciales”.
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torno al proyecto de reforma de la ley de sociedades - Con particular referencia
al proyectado régimen de fiscalización y registración”, en L.L. 1991-E-1430.).
En el caso, la IGJ invoca el uso de las mentadas facultades
reglamentarias que le acuerda la ley para el dictado de la normativa aludida; y
la recurrente la impugna y pide su nulidad por entender que aquélla excedió
irrazonablemente sus facultades legales reglamentarias.
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Respecto del régimen de nulidades de los actos estatales que
prevé la LPA, señala acreditada doctrina, no es aplicable sin más a los
reglamentos porque el principio -en el caso de estos últimos- no es la nulidad o
anulación, según el caso y sus circunstancias, sino directamente su nulidad. A
su vez, más allá de la aplicación de la LPA, cualquier reglamento es nulo en
tanto viole la Constitución, las leyes y los reglamentos generales (por caso, el
reglamento sobre elaboración de éstos) (conf. Balbín, Carlos F., Tratado de
Derecho Administrativo, T. III, 2da. Ed. Actualizada y ampliada, Thomson
Reuters-La Ley, Régimen de nulidades del derecho público, 2015, e-book).
Asimismo, la LPA (19.549) y su decreto reglamentario (1759/1972 -t.o. 1991
por decreto 1883/1991-) establecen un régimen de impugnación por vía judicial
específico para los reglamentos. Así, las personas interesadas pueden impugnar
directamente el reglamento, cuando los afecte o pueda afectar en forma cierta e
inminente en sus derechos subjetivos, mediante el reclamo que prevé el art. 24
inc. a) de la LPA. O bien pueden cuestionarlo a través del acto particular de
aplicación, cuando la autoridad de ejecución del acto de alcance general le haya
dado aplicación mediante actos definitivos, mediante el procedimiento previsto
en el art. 24 inc. a) de la LPA.
Las impugnaciones directas ocurren entonces cuando el
particular decide cuestionar en forma inmediata el reglamento por vicios o
defectos inherentes a éste, sin aguardar su aplicación particular. En sentido
inverso, las impugnaciones indirectas de los reglamentos tienen lugar cuando
las personas cuestionan el acto aplicativo -acto singular- con sustento en las
irregularidades de aquéllos, es decir, el planteo se hace por medio de los actos
particulares que aplican el reglamento supuestamente irregular e inválido.
Asimismo, con relación a su descalificación judicial y los
efectos de la misma, ha señalado la doctrina que, en el caso del cuestionamiento
directo de un reglamento por ante el juez y la declaración de invalidez por éste,
el decisorio debe tener efectos absolutos. Así se ha postulado que [c]reemos que
de aceptarse -en este contexto- el alcance relativo del decisorio judicial, es
posible vulnerar el principio de igualdad entre los destinatarios del acto general.
Es más, el juez -según nuestro criterio- puede declarar de oficio su nulidad
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persistente tendencia de la doctrina y a veces de la jurisprudencia, a querer aislar
un grupo de actos de la administración y excluirlos de la revisión judicial: Son
los llamados, según los autores, actos políticos, de gobierno, institucionales,
etc., caracterizados todos como no justiciables, irrevisibles judicialmente,
inatacables judicialmente, etc. Incluso esa afirmación y la pretensión de aislar
una serie de actos que no serían ya actos administrativos sino una especie
autónoma, reafirma de todos modos que la característica básica y esencial de
los actos administrativos es la contraria: la posibilidad amplia de discutirlos y
atacarlos ante la justicia y la potestad amplia de los jueces para revisarlos y
anularlos si son contrarios a derecho (conf. Gordillo, op. cit., ap. “11.2”).
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errónea del derecho. El vicio de violación a la ley (elemento objeto del acto)
trae consigo un proceso interpretativo simple (contradicciones expresas) o
complejo (contradicciones implícitas) sobre el sentido, alcance y cumplimiento
de las disposiciones (esto es, su interpretación y aplicación en el marco de un
caso concreto y en relación con el objeto del acto). Así, el objeto es
concretamente el elemento que debe presentarse como ilícito. Es posible
sostener que el vicio del objeto por violación a la ley, esto es cuando el objeto
es jurídicamente imposible, tiene dos caracteres propios y complementarios.
Por un lado, cuando la imposibilidad o contradicción entre el objeto y la ley
nace de un trabajo interpretativo de los textos normativos (simple o complejo).
Por el otro, esa imposibilidad o violación recae puntualmente sobre las normas
que regulan el objeto del acto y no sobre las reglas que recubren los otros
elementos (conf. Balbín, op. cit., ap. “VI.3” y ss.).
Respecto del mencionado defecto de competencia -exceso de
poder-, la LPA es sumamente clara cuando dice que el acto dictado mediando
incompetencia en razón de la materia, el territorio o el tiempo es nulo de nulidad
absoluta (conf. CSJN, en autos "Peña de Tuero, Magdalena c/ Ministerio de
Cultura y Educación s/ resolución ministerial", del 03/03/83, Fallos 305:171).
En lo que atañe al vicio en la finalidad -détournement de
pouvoir (cf. Jean Rivero, Droit Administratif, Dalloz, 2011,p. 213 y ss.)-, por
un lado, el art. 14 LPA, incluye -entre los actos nulos- los que violen "la
finalidad que inspiró su dictado".
La finalidad, según el criterio del Legislador, no sólo
comprende el fin en sí mismo (es decir, para qué fue dictado el acto estatal),
sino también el carácter razonable y particularmente proporcional de las
medidas en relación con aquél.
Respecto de la mentada “desviación de poder”, se ha señalado
que ésta existe cuando el funcionario actúa, subjetiva u objetivamente con una
finalidad distinta de la perseguida por la ley. El acto está así viciado aunque su
objeto no sea contrario al orden jurídico. Y ello puede concretarse, o no, en una
tortuosa finalidad personal y subjetiva del agente que expresa la voluntad
administrativa -vicio estrictamente subjetivo de su voluntad-, o puede ser un
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acto que, sean cuales fueren las reales intenciones del agente, resulta
objetivamente en un apartamiento de las finalidades tenidas en cuenta por la ley
al atribuir al órgano la facultad de dictar determinado acto. En efecto, se
interpreta que las normas que confieren una determinada facultad al
administrador lo hacen para que el funcionario o el órgano satisfagan la
finalidad expresa o implícita del ordenamiento jurídico, no para realizar lo que
a él la administración o el funcionario le plazca, con el fin que le plazca. El
administrador tiene su competencia circunscripta a lo que las normas jurídicas
le determinan, por lo cual la facultad que ellas le confieren está necesariamente
restringida y orientada al cumplimiento de la propia finalidad del sistema
normativo (conf. Linares, Poder discrecional administrativo, Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 1958, pág. 81 y ss.; Bidart Campos, “Razonabilidad,
arbitrariedad y contralor judicial,” en Revista del Colegio de Abogados de La
Plata, 6: 343, La Plata, 1961; entre otros”).
Asimismo, cuando el administrador al emitir el acto se aparta
de la finalidad prevista por el ordenamiento jurídico, su conducta es por ello
sólo antijurídica: no estaba jurídicamente autorizado para usar del poder de las
normas sino con la finalidad prevista por ellas (conf. Cretella Júnior, José, Do
desvío de poder, San Pablo, 1964, p. 125, § 3, citado por Gordillo, op. cit., Cap.
IX, apart. “6).
Hay casos en los que aunque el acto responda objetivamente
a las condiciones expresamente exigidas por la ley, está viciado en la voluntad
-algunos autores hablan de “moralidad”-, al contravenir la finalidad prevista
explícita o implícitamente en la norma (v. Silva Tamayo, Gustavo E.,
Desviación de poder y abuso de derecho, Buenos Aires, LexisNexis, 2006, pág.
169). Aquí se ve, según la doctrina generalizada, una aplicación más del
principio de legalidad que permite la concreción del estado de derecho pues
gobierna la ley y no los hombres. Así, puede pues incluso haber desviación de
poder con respetables fines públicos, pero distintos de los contemplados por el
Legislador, como ya se dijo.
En definitiva, es sumamente relevante constatar los vicios de
los actos, pero es quizás indiferente ubicar concretamente el vicio en un
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Javier I. Lorenzutti
Fiscal General
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ANTE LA CÁMARA NACIONAL DE
APELACIONES EN LO CIVIL
Date: 2021.06.18 16:17:21 ART