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Cualquier meditación, aun la más corta, aun la más dispersa, es buena para nuestra alma.
Sentarse a meditar en silencio es casi siempre lo mejor que se puede hacer.
He perdido el utilitarismo con que comencé a meditar. Cada vez me centro más en la práctica
misma, y menos en los supuestos aledaños con que suele adornarse para que no parezca tan seca.
Porque la sobriedad tiene su encanto –eso nadie va a negarlo-, pero cuesta mucho encontrarlo.
Aburre caminar por una estepa; es mucho más entretenido hacerlo por un bosque o entre
montañas.
Cuando haga meditación porque sí, sin más, empezaré a hacer la verdadera meditación.
Mientras tanto estaré acercándome y alejándome, flirteando con las cosas, bañándome y
guardando la ropa. Para superar todo esto solo me hace falta un poco más de silencio, un poco más
meditación. Que deje ya las palabras y me lance, confiado, a ese océano oscuro y luminoso que es
el silencio.
(P.d, BdS, 49)
TRÍADAS
Extracto de Biografía del Silencio de Pablo d’Ors para la Asociación Privada de Fieles Amigos del Desierto
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