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del inacipe
Constitucionalización
de los delitos electorales
en la legislación mexicana,
1812-2009
¿Puede el Estado torturar en casos excepcionales? ¿Un oficial
de policía puede, por ejemplo, ordenar la tortura de algún sos-
pechoso para evitar un acto que ponga en peligro la vida de
personas inocentes?
Roxin Claus Roxin
Claus Roxin es profesor emérito de Derecho
Penal y Derecho Procesal Penal en la Universi-
dad Ludwig-Maximilians y director del Institut
¿Puede llegar
Bernardino Esparza Claus Roxin plantea situaciones límite y argumenta que el für die gesamten Strafrechtswissenschaften,
la tortura?
(coedición IIJ-UNAM) nado por los límites establecidos por el Estado de Derecho, de Grecia; la de Milán y la de Urbino en Italia; la
Sergio García Ramírez los cuales nos habla Roxin en este texto. de Coimbra y la Lusíada de Lisboa en Portugal;
y Olga Islas de González Mariscal la de Hanyang en Corea del Sur; la Nacional
de Córdoba en Argentina; y la Universidad Au-
(Coordinadores) tónoma de Tabasco y el Instituto Nacional de
Ciencias Penales en México.
De su amplia producción destacan sus
Derecho Penal y Economía
Claus Roxin obras: Política criminal y sistema del Dere-
Memoria del Congreso Internacional cho Penal; Autoría y dominio del hecho en
Derecho Penal; Manual de Derecho Procesal
Penal; Derecho Penal. Parte general y, más
Actuaciones ministeriales
de 130 artículos sobre diversos temas de la
en el homicidio de León Trotsky ciencia del Derecho y cerca de un centenar de
Martín Gabriel Barrón Cruz otros escritos entre recensiones y comentarios
a sentencias.
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Iter Criminis
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Revista de Ciencias Penales
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Número 13 v Cuarta Época
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CONFERENCIAS MAGISTRALES 12
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Conferencias magistrales
Gerardo Laveaga
Director General
del Instituto Nacional de Ciencias Penales
ISBN 978-607-7882-07-7
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Estados Unidos, por lo que sería un grave error prescindir de ellos. Era
una fórmula “necesaria” para proteger el interés general.1
La novedad de la orden del presidente Bush estribó en que cance-
laba radicalmente todo estatuto jurídico del individuo bajo sospecha,
produciendo así un ser jurídicamente innominable e inclasificable.
Como afirma Giorgio Agamben: “Ni prisioneros ni acusados, ellos
son una pura señoría de hecho, de una detención indefinida no sólo en
sentido temporal, sino también en cuanto a su propia naturaleza, dado
que ésta se encuentra del todo sustraída a la ley y al control jurídico”.2
El tema ha cobrado actualidad porque el presidente Barack Oba-
ma accedió a hacer públicos los memorandos y, como primer acto de
su gobierno, ordenó prohibir todo interrogatorio que utilice actos
de tortura. Sin embargo, los apologistas de la tortura insisten, en
general, en el clásico argumento de la eficacia expedita: las autorida-
des se ven obligadas a aplastar a los terroristas o a los insurrectos que
comprometen la vida de personas inocentes, y que ponen en peligro
a la sociedad civil y al Estado. Pretenden justificar los sufrimientos,
repudiables, pero “necesarios”, de una persona, con la noción de
que se le infieren con el único propósito de defender un “bien supe-
rior”, como es el de la mayoría.
1
Véase la columna de Sergio Muñoz, “El valor de la tortura”, Reforma, jueves
30 de abril de 2009, p. 21.
2
Giorgio Agamben, Estado de excepción, Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires,
2007, p. 27.
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Sentencia de 8 de julio de 2004, caso Hermanos Gómez Paquiyauri, c. Perú,
párrafo 111. Véase también la sentencia de 27 de noviembre de 2003, caso Maritza
Urrutia, c. Guatemala, párrafo 89; y sentencia de 18 de agosto de 2000, caso Canto-
ral Benavides, c. Perú, párrafo 95.
6
Observaciones finales del Comité contra la Tortura, Egipto, 12 de junio de
1994, A/49/44, párrafo 89.
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7
Claus Roxin, op. cit., p. 11.
16
8
Ibidem, p. 16.
17
9
Juan Bustos Ramírez, Manual de Derecho Penal especial. Delitos contra el funciona-
miento del sistema, Ariel (Derecho), Buenos Aires, 1995, p. 320.
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