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El poema invoca al Señor a derribar las murallas del hablante para que sus hermanos, amigos y enemigos puedan entrar y compartir los recursos de su tierra. El hablante desea que sus posesiones sean usadas para servir a Dios y a los demás, no para su propio beneficio.
El poema invoca al Señor a derribar las murallas del hablante para que sus hermanos, amigos y enemigos puedan entrar y compartir los recursos de su tierra. El hablante desea que sus posesiones sean usadas para servir a Dios y a los demás, no para su propio beneficio.
El poema invoca al Señor a derribar las murallas del hablante para que sus hermanos, amigos y enemigos puedan entrar y compartir los recursos de su tierra. El hablante desea que sus posesiones sean usadas para servir a Dios y a los demás, no para su propio beneficio.
entren mis hermanos, mis amigos, mis enemigos. Que entren todos, Señ or de la vida, que coman de mis silos, que beban de mis aljibes, que pasten en mis campos. Que se hagan cargo, mi Dios, de mi gobierno. Que pueda darles todo, que icen tu bandera en mis almenas, hagan leñ a mis lanzas y las conviertan en podaderas. Que entren, Señ or, en mi viñ a, que es tu viñ a. Que corten racimos, y mojen tu pan en mi aceite. Y saciados de todo tu amor, por mi amor, vuelvan a ti para servirte. Entra, Señ or, y rompe mis murallas.
Libérame señor del hombre malvado defiéndeme de la gente violenta de los que en su corazón maquinan males y que provocan riñas cada día que cual serpiente afilan sus lenguas y veneno de víbora ay en sus labios