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Memorias y Olvidos de José de San Martín
Memorias y Olvidos de José de San Martín
MEMORIAS Y OLVIDOS DE
JOSÉ DE SAN MARTÍN
Obra teatral de
Antonio Elio Brailovsky
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 2
PERSONAJES:
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 5
TRES GUARDAESPALDAS.
DOS MARINEROS.
DOS GRANADEROS.
TITIRITERO.
PRÓLOGO
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 6
Ustedes están hoy en el país más grande, más hermoso, más rico y más
saludable de la tierra. Permítanme que me presente. Soy Baltasar Maciel,
soldado y escritor. (Se saca el sombrero). No, no, por favor, no se saquen
ustedes los sombreros ni las gorras. Es el orador el que se descubre ante
el pueblo.
GUARDAESPALDAS 2 y 1: ¡Viva!
¿Por qué les cuento esto? Porque ustedes, tanos y gallegos, turcos y
judíos que hoy llegan a la República Argentina, ustedes dejaron la
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(Van volviendo las luces) Para que ustedes puedan hacer lo mismo, yo
voy a escribir la Ilíada y la Odisea argentinas. Yo voy a ser Homero y voy
a regalarles a ustedes un pasado. (A medida que nombra personajes, se
proyectan diapositivas con retratos e imágenes de esos personajes,
sacadas de libros de texto escolares y revistas infantiles). Los
personajes, ya los van a ir conociendo: Agamenón, rey de los griegos, se
llama Cornelio Saavedra; el astuto Ulises es Manuel Belgrano; el joven
Patroclo, muerto trágicamente, es Mariano Moreno. Y Aquiles, el héroe
máximo de la Ilíada, el que hacía huir de espanto a los enemigos con su
sola presencia, ése es José de San Martín.
Hasta ahora, nadie había podido escribir la historia de San Martín, porque
faltaban los documentos necesarios. Pero hoy, por fin, tengo aquí en mis
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ACTO 1
Escena Única.
(En el barco)
(En el escritorio)
van poder sentirlo como si estuviera aquí mismo. Cuando lo lean, van a
poder escuchar la voz serena del Padre de la Patria.
(En el barco)
SAN MARTÍN: - Dijo que iba a estar esperando y no está. ¿Cómo puede
funcionar un país con gente así? Ninguno de mis granaderos era
impuntual.
SAN MARTÍN: - Pero hace cinco años que me fui a Europa. ¿Cómo puede
un país cambiar tanto en cinco años?
(Se apagan las luces sobre el barco y se encienden en otro lugar del
escenario. Es la casa de San Martín en Europa. Entra el Coronel).
CORONEL (Mirando al público) - Sí, señor general: usted tiene que volver
al país.
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SAN MARTÍN: - Es una mentira más. Hace tres años que no cobro mi
sueldo del Perú. Hasta ahora estuve viviendo de la renta de mi chacra de
Mendoza, pero con la desvalorización del peso argentino, lo que me
manda mi administrador ya no me sirve para nada.
CORONEL: - ¿Y entonces?
(En el escritorio)
se ha propuesto fusilar.
Fusilan a un bienhechor,
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le pregunta un forastero:
a mí nadie me gobierna,
SAN MARTÍN: - ¡Otra vez la guerra civil! ¿Por qué lo hizo? ¿Qué
explicación dio?
que los ideales. (Se pasea por cubierta). ¿Sabe una cosa, coronel? Yo en
mi vida he matado a mucha gente. A veces pienso que demasiada. Pero
lo hice por una sola causa, que era la libertad de América. A mi edad, no
voy a cambiar de idea sobre los motivos por los que se mata a la gente.
(Pausa). El país está dividido en dos bandos y cada uno quiere exterminar
a los del bando contrario. Yo no voy a ser el tirano que haga el trabajo
sucio. Señor coronel: vaya y dígale al general Lavalle que lo mejor que
puede hacer por el país es no matar a nadie más.
(Sale el coronel. San Martín queda pensativo. Entran los dos marineros.
Traen una botella de champagne y copas de cristal).
(En el escritorio)
(En el barco).
(En el escritorio)
(En el barco).
MARINERO 2. - Puede ser que usted no festeje nada. Pero yo sí. Porque
si en Chacabuco ganaban los realistas, yo estaba colgado de esa soga.
(El Marinero 1 destapa la botella con gran ruido. El corcho salta sobre la
platea. Sirve las copas).
(Brindan y beben).
y voluntades de acero.
MARINERO 1: - ¿Quiénes?
SAN MARTÍN: - Lo sé, pero quiero verlos. ¿Donde están ellos? (Sigue con
tono soñador) Y además, ¿dónde está ese uniforme azul y oro que yo
diseñé para mis granaderos a caballo? Seguro que irán al frente de las
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SAN MARTÍN (Sin oírlo): - Y el pueblo se emociona cada vez que pasan
mis granaderos y los reciben con afecto, porque les deben la libertad.
SAN MARTÍN (Furioso): - ¡Sí, morrión! (Haciendo el gesto con las manos).
¡Esos sombreros altos que usaban los granaderos!
SAN MARTÍN: - ¡Suárez! Sí, el que montó las primeras baterías que
defendieron Buenos Aires. Uno de mis mejores hombres (Pausa). ¿Qué
hace con el morrión ahora?
SAN MARTÍN (Se cubre los ojos con las manos): - ¡Qué horror!
MARINERO 1: - No, pero si no le van tan mal. Saca para vivir, que no se
puede decir lo mismo de todo el mundo. (Pausa). Al atardecer, cuando se
junta gente en la recova, él se sube en un banquito y les canta esta copla
(Canta):
SAN MARTÍN: -A ver qué dice "La Gaceta" (Le saca uno de los diarios con
un movimiento brusco. Lee). "¿A qué viene San Martín? No le alcanzan
las fabulosas riquezas que disfruta en Europa? ¡Su ambición no tiene
Iímite! (Lo mira con desconcierto) ¡Qué porquería! (Arroja el diario al
suelo). ¡Si ellos saben que es mentira!
SAN MARTÍN (Con enorme cansancio): - Mierda. Mierda por este viaje
inútil. Mierda por la soledad. Mierda por los que malgastaron ese
esfuerzo de titanes. Mierda con mi propia ingenuidad, la que me trajo de
vuelta a estas tierras del olvido, que no voy a volver a pisar.
SAN MARTÍN (Hablando solo): - Tengo que rescatarme del olvido. Yo soy
el Protector, yo soy el Libertador, y si no hay nadie que cuente mi
historia, lo voy a hacer yo mismo. En el viaje de vuelta, si señor, en el
propio viaje de vuelta, comienzo a escribir mis memorias. Pero lo voy a
hacer ligero de ataduras: voy a espera que el barco suelte amarras, que
la brisa hinche las velas y lo vaya llevando cada vez más lejos. Voy a
esperar que desaparezca la costa a la distancia y en ese momento, una
tras otra, voy a tirar mis condecoraciones al río. Cuando se hayan
hundido todas, voy a tomar papel y tinta, y con mi mejor caligrafía voy a
mandar a la mierda el olvido y voy a escribir mis memorias: ¡las memorias
de José de San Martín!
(Telón)
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ACTO 2
Escena 1.
Escena 2.
SAN MARTÍN: - ¡Añá membuí con este dolor! Si tan siquiera parara un
instante. ( Los granaderos se detienen).
MACIEL (Hablando para sí): - No, no; él habrá tenido sus motivos, pero
esto así no va. Opio no. No, no. Opio no. (Mientras habla, va mojando una
pluma en el tintero y tacha el texto con grandes lineas).
(San Martín y los granaderos se sientan sobre unas rocas. Los granaderos
encienden fuego y preparan comida sobre él. Durante el resto de la
escena, se servirán alternativamente, comerán. recalentarán ollas, etc.)
(El Granadero 1 saca una bota de vino y todos beben, separando mucho
la bota de los labios. Los hombres se quedan mirando el fuego un rato).
SAN MARTÍN: - No. Les vamos a caer de sorpresa. Ellos ni sueñan que un
ejército entero vaya a cruzar la cordillera.
GRANADERO 2:
en Santiago se ha de entrar,
y libertad proclamaron,
lueguito ya se olvidaron.
no se necesitan reyes,
SAN MARTÍN (Se pone de pie): - Por esta luna, y por estas montañas
nuestras, yo les juro a ustedes que no voy a descansar hasta que seamos
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Escena 3.
son más, que cómo hicieron para juntar tantos soldados, y todos los
cañones le están apuntando directamente a usted, y todos los fusiles, y
se ven venir las balas por el aire, y caer los hombres al lado de uno, y no
hay dónde escapar y ellos están cada vez más cerca, le están encima (Se
acerca a Maciel. Le saca la regla) y usted siente que su sable es de
juguete, que sus huesos son gelatina, y usted se orina encima del caballo
sin darse cuenta, y una vez que todo pasó usted comprende que tenía
delante a unos pobres tipos que también tenían miedo.
Escena 4.
(Oscuridad del lado derecho del escenario. Luz sobre Maciel, que lee solo
en el escritorio. Se oyen gritos desde la oscuridad).
MACIEL: - Esos tiempos eran así. (Sigue leyendo). (Se oye un grito en la
oscuridad. Después quejidos y golpes).
GRANADERO 2: - ¿Y entonces?
(Se van los granaderos. San Martín y Rosita se miran a los ojos y se
toman de las manos).
SAN MARTÍN (Con doble sentido): - Lo hacés muy bien. (Se miran.
sonríen y se besan apasionadamente. Durante el resto de la escena
hablarán en voz baja entre sí, se tomarán de las manos, se acariciarán y
besarán riendo como jóvenes enamorados).
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Maciel (Rechaza con un gesto): - Por favor, entiéndame bien (Le muestra
el cuaderno). No es una aventura galante. Aquí dice que estaba
perdidamente enamorado de esa mujer.
MACIEL (Gritando): - ¡Qué perdió la cabeza por esa mujer, que hasta
llegó a inventar una condecoración que pudieran recibir las mujeres,
nada más que para dársela a ella!
Escena 5.
MACIEL (Con un gesto de fastidio): - Otra vez con eso! Bueno, ya vamos
a ver cómo lo disimulamos.
SAN MARTÍN: - Sí, ya sé. Durante toda la guerra estuve tomando opio
para calmar esta opresión del pecho, opio para el ahogo de cada vómito
de sangre. Opio para descansar un instante de esos dolores de cabeza,
que duele como si me la partieran a sable. Opio para dormir a pesar de
las pesadillas que el mismo opio me provoca. (Pausa. San Martín se
pasea. No está agobiado, sino que tiene la misma actitud que si
enfrentara a un enemigo. Las luces bajan de a poco). Pesadillas, doctor,
pesadillas. Por ahí hablan de los felices sueños de los fumadores de opio.
Yo, que soy opiómano forzoso, se los puedo contar, al principio es una
dulce euforia. No hay dolor, y uno vuela ente las nubes, con una música
suave que surge del suelo, de las paredes, de los árboles. Y usted puede
respirar aire y no sangre, y el dolor se va y usted está en el Paraíso.
Cuando se va el efecto del opio, llegan los fantasmas, esos fantasmas
que nunca quise confesar a nadie. Lo primero es una angustia fuerte,
como si una mano helada me apretase el corazón. Una angustia que me
viene del aire o de adentro de mí, una ansiedad sin motivo aparente, que
empieza escondiéndose en los sueños.
Escena 6.
(TELÓN)
ACTO III
Escena 1.
(Casa de San Martín en Francia. San Martín, viejo, escribe sus memorias.
Maciel las lee en el escritorio)
SAN MARTÍN: - Todo tiene que quedar escrito. ¡Todo tiene que estar
documentado! A ver: cuanto me costaron esos seis cañones que
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SARMIENTO: - Sí. Eso fue hace veinte años. Fui a pedirle apoyo para
combatir a Rosas. El general estaba sorprendentemente lúcido.
SAN MARTÍN (Cambia otros muebles de lugar): - Aquí, al sur, hay otro
paso. Es éste. Y aquí (Acomoda un almohadón en el piso) hay una tribu
indígena. Me voy verlo al cacique, le regalo aguardiente y le pido permiso
para pasar por sus tierras, por aquí (Señala el segundo camino). El
cacique de declara muy patriota y me dice que sí, que nos apoya de todo
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SARMIENTO (A Maciel): - ¿Lo ve usted? Para él, los europeos eran todos
lo mismo. Confundía a los ingleses con los españoles. Decididamente, el
general estaba muy viejo.
Escena 2.
SAN MARTÍN: - Aquí tiene estas cartas para Buenos Aires. Antes,
transcribilas en letra pequeña, la más chiquita que pueda, que no tengo
para pagar el correo.
Escena 3.
SARMIENTO: - Nada.
MACIEL: - ¿Cómo que nada? ¿No ve lo que pasa? ¡Está rompiendo con
nuestro principal aliado!
MACIEL: - ¡Brillante!
Escena 4.
SAN MARTÍN: - No, no, esto no lo puedo escribir (Rompe unos papeles).
Esto es demasiado íntimo para que alguien más lo sepa (Se apaga la luz
sobre Maciel. San Martín queda solo en escena. Se apagan las demás
luces. Luz solamente sobre San Martín). - Hay gente que busca en la
droga un conocimiento oculto. ¿Tienen sentido los sueños del opio? Yo
nunca creí que lo tuvieran. Eran pesadillas formadas al azar por esa
droga que me intoxicaba el cerebro (Camina, nervioso). Una vez, una
sola vez, uno de esos sueños parecía querer decirme algo. Yo estaba en
Perú, a punto de ir a verlo a Bolívar y él se me aparece en sueños, en un
campo de batalla. En aquél momento, Bolívar estaba vivo, y sin embargo,
se me apareció su fantasma. (Sale la luna. San Martín está en un campo
después de la batalla. Ruidos de artillería lejana. Ruinas y cadáveres por
todas partes. Algunos se levantan, hablan y vuelven a caer).
SOLDADO 2: - Yo morí por la Patria. ¿No es cierto que morí por la Patria?
SOLDADO 3: - Yo dí la vida para que los pueblos sean felices. ¿Ahora son
felices, no?
SAN MARTÍN (Con tristeza): - Supongo que son felices. ¡Qué se yo! O por
lo menos, son más felices que antes.
- Seguidme, amigos:
al Rey echaremos
y felices seremos.
TÍTERES I Y 2:
SAN MARTÍN: - Esos dos están muertos. Pero los demás están vivos. ¡Y
ellos sí que son libres!
TÍTERE DE SAN MARTÍN: - ¿Usted está seguro de que son libres, señor
don Martín?
SAN MARTÍN (Le pone la espada en el pecho al muñeco) - ¡Yo digo que
son libres!
TITIRITERO: - Ellos creen que son libres, pero yo muevo los hilos.
MAESE PEDRO: - Él cree que mueve los hilos, pero el dueño del retablo
soy yo.
Escena 5.
MACIEL: - ¡Qué tipo raro este San Martín! Lo tenía todo y lo dejó todo.
Un hombre que no quería el poder ni la riqueza ni el lujo. ¡Pero que no
los quería de veras! Por eso, a veces se hace difícil. San Martín era tan
honesto que no entendía nada de política. Así se hace complicado
escribirle la historia. Y... alguna cosita hay que cambiar. Ya les dije por
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qué. El mundo no es como lo ven los idealistas. Hay que estar acá para
darse cuenta. Y encima esto de los ingleses. Justo cuando conseguimos
que los ingleses vengan y se ocupen de nosotros y nos ayuden, ahí al
idealista le empiezan a agarrar los escrúpulos patrióticos. Lo único que
nos falta es que se decida a apoyar a Rosas.
SAN MARTÍN (Está viejo, pero con aspecto de patriarca. Mientras Maciel
habla. él escribe. Después se pone de pie) - Señores del gobierno inglés:
ustedes están haciéndole la guerra a mi país. Ya han bloqueado el Río de
la Plata, y claro, ustedes son los dueños de los mares, tanto más de un
río. Ustedes ya tuvieron un combate con los argentinos. Fue en Vuelta de
Obligado, cerca de la costa donde yo peleé con los españoles, en San
Lorenzo. Allí ustedes aprendieron que los americanos no son empanadas
que se pueden comer con facilidad.
SAN MARTÍN: - Pero hay más: ahora les voy a hablar de estrategia
militar. Ustedes tienen barcos, tienen cañones, tienen tropas. Si quieren,
pueden invadir mi país y apoderarse de Buenos Aires. ¿Y después? ¿Se
les ocurrió a los señoritos ingleses qué van a hacer después? ¿ Pensaron
qué van a comer en Buenos Aires, por ejemplo?Porque allí el único
alimento es la carne y no se imaginan lo fácil que es llevarse todos los
ganados y todas las caballadas a muchas lenguas de distancia. Si ustedes
ocupan Buenos Aires, Rosas va a dejar la ciudad aislada, rodeada por un
desierto dilatado. Y no hay ejército europeo que pueda atravesar la
pampa sin morirse de sed. Manden ustedes tropas a perseguirlo, y van a
ver cómo los gauchos y los indios les hacen la peor de las guerras, la
guerra del desierto, ¡Que las fragatas inglesas no pueden navegar entre
los cardos!
SAN MARTÍN: - No hay dos hombres que puedan pensar más diferente
que usted y yo. Usted mandó fusilar a unos hombres excelentes que yo
respetaba y quería. Usted se impuso por la fuerza y yo creo en los
derechos de los ciudadanos. Usted cerró escuelas y yo creo en la
educación universal. Usted impuso el espionaje y la policía política y yo
creo en la libertad de conciencia. Usted hizo obligatoria la religión y yo
creo que las creencias son una cuestión privada.
SAN MARTÍN: - Pero hoy, usted está defendiendo mi país y yo estoy con
usted.
MACIEL (Se agarra la cabeza) - ¡Este hombre está loco! ¡Nos va a arruinar
todo!
MACIEL (Al público. Secándose el sudor): - ¡Uff! ¡Qué difícil! Pero ahora
sí, ya podemos escribir una buena historia de San Martín. Una historia
excelente. (Se sienta en el escritorio y moja la pluma en el tintero)
Espérenla, que falta muy poco para terminarla.
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(TELÓN)