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Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 1

MEMORIAS Y OLVIDOS DE
JOSÉ DE SAN MARTÍN

Obra teatral de
Antonio Elio Brailovsky
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 2

Obra premiada por la Revista Tramoya de la Universidad


Veracruzana (México) y la Rutgers University (Estados
Unidos):

- Primera Edición en TRAMOYA, Cuaderno De Teatro, Nº 92,


julio-septiembre de 1992.

- Segunda Edición (electrónica) en Espanol.Free-eBooks.net,


julio de 2020. Ilustración de tapa: Municipalidad de la ciudad
de Mendoza. Ilustraciones interiores, de Cuaderno TRAMOYA.
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Antonio Elio Brailovsky


Lic. en Economía Política, escritor. Ha sido Convencional Constituyente y
Defensor del Pueblo Adjunto de la Ciudad de Buenos Aires.

Declarado Personalidad Destacada de la Ciudad Autónoma de Buenos


Aires en el ámbito de la ciencia, por Ley 5.531. Calificado por CEPAL
(Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas) como
Pensador Fundacional para el Desarrollo Sostenible (Santiago de Chile,
octubre de 2019).

Ha sido Profesor Titular Regular en las Universidades de Buenos Aires y


Belgrano. Profesor Invitado en las Universidades de San Martín, Católica
de Córdoba, Río Cuarto, La Matanza, Mendoza, La Plata y Salta
(Argentina), José Antonio Páez, Ezequiel Zamora y Pedagógica
Libertador (Venezuela). Central, Nacional, Católica, La Salle y Del Valle
(Colombia) y Autónoma de Guadalajara (México).

En trámite su nombramiento como Profesor Consulto de la UBA.

Sus últimos libros son:

• “Historia Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires”, Maipué, 2018.

• “La Guerra contra el Planeta”, Capital Intelectual, 2018.

• “Por qué el Riachuelo sigue contaminado”, Defensoría del Pueblo


de la CABA, 2018.

• “Historia de las crisis argentinas”, Maipué, 2020.

Es conocido como agitador ecologista y por sus investigaciones en


historia ambiental. Se define como anarquista y detesta toda forma de
poder arbitrario. Le gustan la música barroca, las conversaciones
inteligentes y los arroyos perdidos en la espesura.
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Para incluir en el programa que se entrega a los espectadores:

"Su nombre fue borrado literalmente de la historia


contemporánea de la América, y a la injusticia de su época
respondió con un obstinado silencio, y una oscuridad de vida
de cerca de treinta años.

"San Martín ha debido dejar Memorias escritas. Así lo ha


asegurado él mismo a algunas de las personas que han
merecido su confianza. Lo que es indudable es que en su
poder estaba una masa inmensa de documentos relativos a
su época y a los diversos Estados en que sirvió".

(Domingo Faustino Sarmiento, en diario La Tribuna, 22 de


noviembre de 1850).

PERSONAJES:
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BALTASAR MACIEL, militar, político y escritor.

TRES GUARDAESPALDAS.

JOSÉ DE SAN MARTÍN, Libertador.

DOS MARINEROS.

CORONEL DEL EJERCITO ARGENTINO, emisario de Lavalle.

DOS GRANADEROS.

ACOMODADOR DEL TEATRO.

DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, escritor y político.

ROSITA CAMPUZANO, amante de San Martín.

MÉDICO de San Martín.

CAMAREROS DEL PALACIO.

MACDUFF, CONDE DE FIFE, noble escocés.

Tres SOLDADOS, muertos por la Patria.

SIMÓN BOLÍVAR, Libertador.

TITIRITERO.

MAESE PEDRO, empresario de títeres.

SECRETARIO de San Martín.

PRÓLOGO
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(La escena transcurre en Buenos Aires hacia 1889. Al levantarse el telón


se proyectan sobre el escenario una serie de diapositivas en sepia, que
muestran Buenos Aires desde el rio, el puerto, el Riachuelo, el Hotel de
Inmigrantes, la Aduana vieja, etc. Se trata de sugerir la ilusión de que el
espectador se encuentra en un barco que se acerca al puerto. Música de
fondo, voces que hablan en diversos idiomas, sin que se entienda bien lo
que dicen. Se pueden utilizar diversas ampliaciones de la misma foto,
para dar idea del movimiento de aproximación).

(Se apagan las diapositivas y se encienden las luces del escenario. La


escena, en un gabinete de trabajo, de la misma época. A la izquierda del
espectador un escritorio de roble con tintero de bronce. Allí se encuentra
Baltasar Maciel. Viste levita azul cielo, sombrero y lisa pechera y corbata
blanca. Actúa en forma suavemente caricaturesca. Lleva un cuaderno en
la mano).

MACIEL (Dirigiéndose al público) - Bienvenidos, señoras y señores.


Bienvenidos a la República Argentina. Ustedes desembarcan hoy en el
país más feliz del mundo. Les voy a contar cómo es su nueva patria. Éste
es un país de ríos caudalosos y de inmensas llanuras, de costas, de
montañas y de selvas. La Argentina va desde el trópico hasta el polo y en
todos sus climas la tierra es de una fertilidad asombrosa. Esa tierra está
esperando que ustedes vayan a trabajarla.

Ustedes están hoy en el país más grande, más hermoso, más rico y más
saludable de la tierra. Permítanme que me presente. Soy Baltasar Maciel,
soldado y escritor. (Se saca el sombrero). No, no, por favor, no se saquen
ustedes los sombreros ni las gorras. Es el orador el que se descubre ante
el pueblo.

Bienvenidos, entonces, a este paraíso de la igualdad y la riqueza que es


la República Argentina. Porque la Argentina, señoras y señores, es el
único país del mundo en el que los precios bajan de mes a mes, el Estado
no necesita cobrar impuestos y pronto los servicios públicos serán
completamente gratuitos. Porque estamos viviendo un progreso
económico casi mágico (Reparte entre los espectadores un puñado de
monedas de chocolate). Todos los días se siembran nuevas tierras y se
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abren nuevos ferrocarriles. La Argentina no tiene deuda externa, y los


que han venido aquí a hacerse la América, en un año tuvieron casa propia
y en diez años se hicieron propietarios de esas inmensas estancias que
tiene el país. Gente como ustedes, inmigrantes que vinieron con una
mano atrás y otra adelante son los hombres más ricos del mundo. Esos
hombres hicieron la sociedad más democrática que ustedes se puedan
imaginar.

(Música de tango. Entran. con pasos de baile, tres Guardaespaldas,


sombrero ladeado, pañuelos blancos al cuello, puñales al cinto. Danzan
por todo el escenario).

GUARDAESPALDAS 1: - ¡Viva el doctor!

GUARDAESPALDAS 2 y 1: ¡Viva!

GUARDAESPALDAS 1: ¡Vote al doctor Maciel!

(Los guardaespaldas 2 y 3 se sitúan al borde del escenario, sacan


trabucos de boca ancha y apuntan a los espectadores la primera fila).

GUARDAESPALDAS 2: Ustedes: griten ¡Viva el doctor!

GUARDAESPALDAS 3: ¡Más fuerte! ¡Viva el doctor! ¡Viva el doctor!

MACIEL (Satisfecho): Esos hombres, señoras y señores, lucharon muy


duramente para darnos este país maravilloso que hoy tenemos. Primero
hicieron la guerra de la Independencia contra España; después contra
los caudillos bárbaros del interior; más adelante, otra guerra para
castigar al Paraguay, que no creía en la libertad de comercio; y
finalmente, la larga epopeya del desierto, para darle a la civilización las
veinte mil leguas que estaban en manos de los salvajes. Gracias a ellos,
estamos levantando un país moderno, un país que sea la imagen de
Inglaterra en América.

¿Por qué les cuento esto? Porque ustedes, tanos y gallegos, turcos y
judíos que hoy llegan a la República Argentina, ustedes dejaron la
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memoria en Europa y se vienen con la mente en blanco, y necesitan un


pasado. Yo les ofrezco nuestro pasado, yo les regalo nuestra historia,
para que la adopten y la sientan como propia. Les voy a contar para qué
sirve la historia (Voz de contar un cuento. Las luces bajan).

En un comienzo, los griegos eran solamente tejedores y cultivadores de


viñas, Les gustaba tocar la flauta mientras saltaban las cabras y
emborracharse por las noches (Toca una flauta de Pan y da pasos de
borracho). Hasta que un día llegó el viejo Homero ...

GUARDAESPALDAS 1: - ¡Viva Homero!

GUARDAESPALDAS 2 Y 3: - ¡Vote Homero! ¡Viva Hornero!

(Salen los guardaespaldas. Las luces bajan un poco más)

MACIEL: - Y el viejo Homero les escribió la Ilíada y la Odisea, y allí los


griegos leyeron lo que eran capaces de hacer. Leyeron esos libros y se
sintieron con fuerzas para levantar el Partenón y después irse con
Alejandro Magno a llevarse el mundo por delante. Y Alejandro, vean
ustedes, Alejandro Magno dormía con su espada de bajo de la almohada,
y al lado de la espada también dormía con la IIíada en su almohada y con
las dos se fue a conquistar el Asia.

(Van volviendo las luces) Para que ustedes puedan hacer lo mismo, yo
voy a escribir la Ilíada y la Odisea argentinas. Yo voy a ser Homero y voy
a regalarles a ustedes un pasado. (A medida que nombra personajes, se
proyectan diapositivas con retratos e imágenes de esos personajes,
sacadas de libros de texto escolares y revistas infantiles). Los
personajes, ya los van a ir conociendo: Agamenón, rey de los griegos, se
llama Cornelio Saavedra; el astuto Ulises es Manuel Belgrano; el joven
Patroclo, muerto trágicamente, es Mariano Moreno. Y Aquiles, el héroe
máximo de la Ilíada, el que hacía huir de espanto a los enemigos con su
sola presencia, ése es José de San Martín.

Hasta ahora, nadie había podido escribir la historia de San Martín, porque
faltaban los documentos necesarios. Pero hoy, por fin, tengo aquí en mis
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manos (Muestra el cuaderno), las memorias póstumas de José de San


Martín, lo que el propio San Martín escribió sobre su vida y sobre su
campaña libertadora. Con esta herramienta voy a terminar mi obra. Y
ustedes, turcos y gallegos, tanos y judíos, van a tener una Patria en la
que puedan creer. (Se sienta a leer la memoria, mientras se encienden
las luces en la otra parte del escenario, a la derecha del espectador).
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ACTO 1

Escena Única.

(A la izquierda del espectador, Baltasar Maciel lee el cuaderno de


memorias de San Martín, sentado en su escritorio. A la derecha se
ilumina un barco. En la proa está San Martín mirando con un catalejo.
Tiene cincuenta años, viste de civil y se le ve agitado o preocupado.
Entran dos marineros que comienzan a hacer maniobras: van arriando
velas, arrojan el ancla, tensan unos cabos y aflojan otros, cambian
barriles de lugar],

(En el barco)

MARINERO 1: - Al fin en Buenos Aires! Pensé que el práctico nos iba


hacer encallar.

MARINERO 2: - ¡Qué puerto jodido! Los bancos de arena aparecen de un


año para otro. Hace unos mese el canal estaba limpio y ¡paf! Hoy está
tapado.

MARINERO 1: - Y encima este práctico que ni siquiera conocía su oficio.


¿Por qué no habrán mandado al del año pasado?

MARINERO 2: - No está más. Dicen que un día se lo llevaron y nunca más


se supo de él.

MARINERO 1: - Ah, por algo habrá sido. A la gente no se la llevan sin


motivo.

(En el escritorio)

MACIEL: (Levanta la vista del documento y se dirige al público. Está muy


entusiasmado). - ¡Este documento es una maravilla! Aquí San Martín
cuenta toda su vida. Les aseguro que cuando termine mi libro ustedes
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van poder sentirlo como si estuviera aquí mismo. Cuando lo lean, van a
poder escuchar la voz serena del Padre de la Patria.

(En el barco)

SAN MARTÍN: (Con un vozarrón) - ¡Carajo! ¿Dónde está ese imbécil?

MARINERO 1: - Pero acabamos de llegar, general.

SAN MARTÍN: - Dijo que iba a estar esperando y no está. ¿Cómo puede
funcionar un país con gente así? Ninguno de mis granaderos era
impuntual.

MARINERO 1: - Son otros tiempos, general. Dése por contento si alguna


vez viene.

SAN MARTÍN: - Pero hace cinco años que me fui a Europa. ¿Cómo puede
un país cambiar tanto en cinco años?

MARINERO 2: - La Argentina ha cambiado mucho más de lo que usted se


imagina.

SAN MARTÍN: - Mientras pueda retirarme a descansar en mi chacra, lo


demás no me interesa. ¡y este tipo que no llega!

MARINERO 2: - ¿A quién espera?

SAN MARTÍN: - A un coronel del ejército argentino, que fue a verme a


Europa.

(Se apagan las luces sobre el barco y se encienden en otro lugar del
escenario. Es la casa de San Martín en Europa. Entra el Coronel).

CORONEL (Mirando al público) - Sí, señor general: usted tiene que volver
al país.
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SAN MARTÍN (Entrando y colocándose detrás del Coronel) - ¿A un país


en guerra civil? ¿Para qué quieren que yo vaya?

CORONEL: - La guerra es un accidente, general. La guerra se termina. Lo


que importa es lo que viene después. (Se miran de frente) Y allí hay lugar
para usted. Salvo que sea cierto el rumor de que usted tiene una gran
fortuna aquí en Europa.

SAN MARTÍN: - Es una mentira más. Hace tres años que no cobro mi
sueldo del Perú. Hasta ahora estuve viviendo de la renta de mi chacra de
Mendoza, pero con la desvalorización del peso argentino, lo que me
manda mi administrador ya no me sirve para nada.

CORONEL: - ¿Y entonces?

SAN MARTÍN: - Entonces tengo motivos económicos para volver a la


Argentina.

CORONEL: - Económicos y de los otros. Porque están todos esperando


que usted vuelva. Lo espera Rivadavia que quiere reconciliarse con
usted. Lo espera Lavalle con los brazos abiertos. Lo espera Dorrego, que
quiere que usted lo aconseje.

SAN MARTÍN: - ¿Usted cree que si vuelvo voy a poder quedarme


tranquilo en mi chacra y cultivar la tierra?

CORONEL: - ¡Por supuesto, general! Y desde la paz de la vida campestre,


usted va a poder dar algún consejo cada vez que se lo pidan. Vuelva
general, que allí hace falta un hombre como usted.

(Se apagan las luces en la casa de San Martín. Se encienden en el barco)

(En el escritorio)

MACIEL: - ¿Lo ven? Todos lo buscaban. ¡Este hombre era el centro de


nuestra historia!
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(En el barco. San Martín con el Marinero 2).

SAN MARTÍN: - ¡Este imbécil se ha olvidado de mí! Me prometió un


comité de recepción, con bandas de música y el pueblo agitando
banderas en el puerto. Me pidió que me ¡Maldita vanidad! Vanidad de
viejo. Le creí y estoy aquí solo, desde hace dos días delante de esta costa
vacía, solo delante de Buenos Aires, esa ciudad que se olvidó de mi en
menos tiempo del que yo tardé en hacerla libre. (Pausa) ¡Basta de
esperar! Voy a bajar y me voy de incógnito hasta Mendoza.

MARINERO 1 (Entrando): No baje a tierra, general. Buenos Aires está


llena de peligros.

SAN MARTÍN: ¿Qué pasa?

MARINERO 1: - Escuche usted lo que cantan en las pulperías, cuando ya


ha pasado la ronda policial. (Canta):

Cielito y cielo nublado

por la muerte de Dorrego,

enlútense las provincias,

lloren, cantando este cielo.

Cielito, cielo que sí,

cielo de CarIos Alvear,

que con Lavalle a Dorrego

se ha propuesto fusilar.

Fusilan a un bienhechor,
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las leyes han derogado.

Una hora de plazo han dado

a Dorrego, ¡Ay qué dolor!

Dígame señor Lavalle

le pregunta un forastero:

¿Cuales fueron los motivos

que lo fusiló a Dorrego?

Yo lo fusilé por mi orden,

a mí nadie me gobierna,

yo soy dueño de la vida

y también de las haciendas.

SAN MARTÍN: - ¡Otra vez la guerra civil! ¿Por qué lo hizo? ¿Qué
explicación dio?

MARINERO 2: - No dio ninguna. Pero se sabe que lo odiaba desde


siempre.

MARINERO 1: - En la calle dicen que eran hermanos. Que el viejo de


Dorrego se acostaba con la madre de Lavalle. Que Lavalle lo supo y por
eso siempre le guardó rencor.

MARINERO 2: - También dicen que se lo aconsejó Rivadavia.

SAN MARTÍN: - ¡Qué importa el motivo! ¡Otro cuartelazo inútil! Lo


conozco bien a Lavalle: dio un golpe de Estado, y como no se le ocurrió
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cómo seguir, entonces lo fusiló por simple falta de imaginación. En la


guerra fue siempre así, un hombre que mataba cuando no sabía qué
carajo hacer. (Pausa) Así que Dorrego dio un golpe de Estado y lo mató
a Lavalle. No. ¡Si fue al revés! .Pero, ¿qué más da? ¿Qué diferencia hay
en que uno sea el matador y otro sea la víctima? Simplemente, Lavalle
fue el más rápido y lo mató primero.

(Entra el Coronel y salen los marineros).

CORONEL: - General San Martín: ¡bíenvenido a la Patria!

(Lo abraza. San MARTÍN se queda cortado).

SAN MARTÍN (Reponiéndose): - ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué han hecho


ustedes?

CORONEL (Soberbio): - Una revolución, Hemos hecho una magnífica


revolución.

SAN,MARTÍN: - ¿Otra más? ¿Para qué?

CORONEL: - Ésta es distinta, general. (pausa). Esta es la última.


(Solemne). El primero de diciembre de 1828 fue la última vez en la
historia argentina que un militar se sublevó contra un gobierno
constituido.

SAN MARTÍN: - ¿Usted cree, coronel?

CORONEL: - Estoy seguro. Y además era necesario: Dorrego nos estaba


llevando al caos.

SAN MARTÍN (Irónico): - ¿Y fusilándolo se soluciona todo?

CORONEL: - Se empiezan a solucionar las cosas. Para una solución


definitiva lo necesitamos a usted. Porque usted puede salvar a la Patria
otra vez.
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SAN MARTÍN: - ¿Y qué esperan ustedes que yo haga?

CORONEL: (Al comienzo habla en tono autoritario. Poco a poco va


percibiendo que San MARTÍN no está dispuesta a aceptar. Su tono va
cambiando hacia el ruego). - Usted tiene que ponerse al frente. Porque
Lavalle es un hombre de acción, pero no es un estadista. Y al fin y al cabo,
usted es el militar más prestigioso del país, aquí y en el exterior.
Entonces, usted va como gobernador.

SAN MARTÍN: - No me interesa ser gobernador.

CORONEL: - Comprendo: después de haber sido Protector del Perú, ser


gobernador de la provincia de Buenos Aires es poco para usted. Está
bien: podemos hacerlo nombrar director Supremo. O Presidente de la
República. O Protector, esta vez del Río de la Plata (Silencio). Si usted es
monárquico, como se decía cuando estuvo en Perú, podemos coronarlo
Rey. (San Martín guarda silencio). ¡También podemos coronarlo
Emperador de las Provincias Unidas del Sur!

SAN MARTÍN: - Y a cambio de eso, ¿qué piden?

CORONEL: - Muy poca cosa, general. Apenas unos trámites


administrativos. Habría que firmar un empréstito con Inglaterra. Hay
que entregar unas tierras públicas que están ahí olvidadas, para toda la
gente que ayudó a hacer la revolución. Quizás firmar las garantías para
fundar un banco o un permiso para traer productos de ultramar sin pagar
impuestos.

SAN MARTÍN: - ¿Y los federales? ¿Van a aceptar todo esto?

CORONEL (Categórico): - No va haber más federales. Éste es un gobierno


fuerte.

SAN MARTÍN: - Señor coronel, usted me habla de cosas de economía, que


nunca han sido mi fuerte. Yo soy un soldado. Yo no sé lo que es un
empréstito ni una garantía, ni una letra de cambio, ni una tasa de interés.
Pero me parece que en esta revolución están más en juego los caudales
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que los ideales. (Se pasea por cubierta). ¿Sabe una cosa, coronel? Yo en
mi vida he matado a mucha gente. A veces pienso que demasiada. Pero
lo hice por una sola causa, que era la libertad de América. A mi edad, no
voy a cambiar de idea sobre los motivos por los que se mata a la gente.
(Pausa). El país está dividido en dos bandos y cada uno quiere exterminar
a los del bando contrario. Yo no voy a ser el tirano que haga el trabajo
sucio. Señor coronel: vaya y dígale al general Lavalle que lo mejor que
puede hacer por el país es no matar a nadie más.

(Sale el coronel. San Martín queda pensativo. Entran los dos marineros.
Traen una botella de champagne y copas de cristal).

MARINERO 1 (Alegre): - General: ¡feliz aniversario!

SAN MARTÍN: - ¿Qué? qué van a festejar ustedes?

MARINERO 2: - ¿No se acuerda qué día es hoy?

SAN MARTÍN: - No, ni me importa.

MARINERO 1: - Hoy es 12 de febrero. (San Martín lo mira sin entender).


Se cumplen doce años de la batalla de Chacabuco. ¡Vamos a festejarlo!

SAN MARTÍN: - Yo no tengo nada que festejar.

(En el escritorio)

MACIEL: - Vean ustedes la sobriedad y modestia del prócer, que ni


siquiera acepta que le hagan un homenaje en privado.

(En el barco).

SAN MARTÍN (Furioso): - Yo no hice Chacabuco para que estos idiotas se


asesinaran entre ellos! ¡Yo no hice Maipú, ni San Lorenzo ni la campaña
del Perú para esta payasada criminal!
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(En el escritorio)

MACIEL (Cohibido): - Claro, eso lo escribió en 1829. Pero por suerte,


ahora las cosas cambiaron. No se preocupen que ahora vivimos en el
mejor de los mundos.

(En el barco).

MARINERO 2. - Puede ser que usted no festeje nada. Pero yo sí. Porque
si en Chacabuco ganaban los realistas, yo estaba colgado de esa soga.

MARINERO 1: - Y a mí el verdugo me hubiera cortado las pelotas. Así que


yo festejo que las tengo puestas.

(Se quedan mirándolo).

SAN MARTÍN: - Está bien, caballeros, festejemos que todavía estamos


vivos.

(El Marinero 1 destapa la botella con gran ruido. El corcho salta sobre la
platea. Sirve las copas).

SAN MARTÍN: - Por la vida.

MARINEROS: - Por la vida.

(Brindan y beben).

MARINERO 1:(Toma la guitarra y canta).

- Eran sesenta valientes

los sesenta granaderos.

Hombres de cojones fuertes


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y voluntades de acero.

Eran sesenta cuyanos

los sesenta granaderos,

que fuimos con San Martín

desde Chile hasta Perú.

De aquél gran regimiento,

muy pocos quedamos ya,

nos vamos volviendo viejos

y el tiempo hace lo demás.

SAN MARTÍN: - ¿Dónde están ellos?

MARINERO 1: - ¿Quiénes?

SAN MARTÍN: - Los de la canción. Los granaderos que se fueron conmigo


a Chile y a Perú.

(Los marineros lo miran sin responder).

SAN MARTÍN (Imperativo): - ¿Dónde están mis hombres? ¡Quiero verlos!


¡Bajo ya mismo a verlos! (Hace ademán de bajar del barco).

MARINERO 1 (Con pena): - Volvieron pocos, general.

SAN MARTÍN: - Lo sé, pero quiero verlos. ¿Donde están ellos? (Sigue con
tono soñador) Y además, ¿dónde está ese uniforme azul y oro que yo
diseñé para mis granaderos a caballo? Seguro que irán al frente de las
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tropas en los desfiles del veinticinco de mayo, con el pabellón nacional


tremolando frente a ellos.

MARINERO 2 (Con timidez): - No, general.

SAN MARTÍN (Sin oírlo): - Y el pueblo se emociona cada vez que pasan
mis granaderos y los reciben con afecto, porque les deben la libertad.

MARINERO 2: - General, ese regimiento no existe.

SAN MARTÍN: - ¡Cómo no va existir si yo mismo lo fundé!

MARINERO 2: - No, pero en realidad ...

SAN MARTÍN: - Yo lo fundé, yo escribí su reglamento, yo diseñé el


uniforme y yo los elegí uno por uno, oficiales, suboficiales y soldados. Yo
los entrené como si fueran mis hijos: les enseñe a usar el sable y a andar
a caballo. Yo los hice andar derechos como si fueran de palo. Yo eché a
los que andaban del brazo con putas y a los que eran tan cobardes que
se agachaban en las batallas para esquivar las balas. ¡Yo los hice
perfectos y usted me dice que no existen!

MARINERO 1(Tomándolo del brazo): - General, el regimiento fue


disuelto. No existe más.

SAN MARTÍN: - ¿Disuelto? ¿El regimiento de granaderos a caballo? ¿Mi


regimiento, disuelto?

MARINERO 1:- Lo hicieron para ahorrar plata.

MARINERO 2: - Lo llaman "contención del gasto público".

SAN MARTÍN (Abatido): - ¡El regimiento que triunfó en tantas batallas,


ahora derrotado por la burocracia! ¡Lo que no pudieron los ejércitos
españoles, se consiguió con un cañonazo de papel sellado! (Pausa) ¿y
mis hombres?
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MARINERO 1: - Emigrados, dispersos, olvidados.

SAN MARTÍN: - Como yo. (Pausa. Camina nervioso). ¿Y el uniforme?


¿Qué fue de mis uniformes azul y oro?

MARINERO 1: - Y… eran telas muy buenas, general. De ésas ya no se


hacen más.

SAN MARTÍN: - ¡Claro que eran buenas! ¡Si yo mismo me ocupé de


supervisar a los tejedores y de hacer construir las máquinas textiles
(Pausa). ¿Qué me está queriendo decir?

MARINERO 1: - Que les prometieron una pensión después de la guerra y,


bueno, nunca se la dieron ...

SAN MARTÍN (Impaciente): - ¿Y entonces?

MARINERO 1: - Las insignias eran valiosas, así que las fueron


empeñando.

MARINERO 2: - Los uniformes se hicieron retazos, que de una chaqueta


se puede hacer ropa para los chiquillos y de la capa se puede hacer una
falda.

SAN MARTÍN: - ¿Y los morriones? ¿Qué se hizo de los morriones altísimos


que estrenamos aquella mañana en San Lorenzo?

MARINERO 2:- Morrión ...morrión ...

SAN MARTÍN (Furioso): - ¡Sí, morrión! (Haciendo el gesto con las manos).
¡Esos sombreros altos que usaban los granaderos!

MARINEO 2: - Sí, sí, ya sé; pero espere que me acuerde ...

MARINERO 1:- ¡Ya está! (Chasquea los dedos).


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SAN MARTÍN: -¿Dónde?

MARINERO 1 (Muy seguro): - Baje a tierra, cruce la Plaza Mayor y vaya


a la Recova al atardecer. Allí lo va a ver al moreno Suárez.

SAN MARTÍN: - ¡Suárez! Sí, el que montó las primeras baterías que
defendieron Buenos Aires. Uno de mis mejores hombres (Pausa). ¿Qué
hace con el morrión ahora?

MARINERO 1 (Tarda en contestar. San Martín lo apura con un gesto): -


Lo lleva con los dientes. Perdió los brazos en la guerra y lo usa para pedir
limosna.

(Sale el Marinero 2).

SAN MARTÍN (Se cubre los ojos con las manos): - ¡Qué horror!

MARINERO 1: - No, pero si no le van tan mal. Saca para vivir, que no se
puede decir lo mismo de todo el mundo. (Pausa). Al atardecer, cuando se
junta gente en la recova, él se sube en un banquito y les canta esta copla
(Canta):

Una limosna, señor,

déle usted algún dinero

a este pobre granadero

que peleó con San Martín.

La gente lo aplaude y le dan unos centavos. Pero nunca vuelve a su casa


con los muñones vacíos.

SAN MARTÍN: - Suárez pidiendo limosnas. El cura Beltrán, que me hizo


los cañones en Mendoza, fusilado por un sátrapa de provincias. Belgrano,
muerto de tuberculosis, una de las formas del hambre. Dorrego muerto
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por Lavalle, quien seguramente morirá mañana a manos de otro de mis


mejores hombres. (Gritando) ¡Apuesten, señores, quién matará a
Lavalle! ¡Dos pesos al que acierte en qué plaza exhibirán la cabeza de
Lavalle! (Con abatimiento) Miseria y caos, y un grupo de aventureros que
me ofrece la corona.

MARINERO 2 (Entrando con diarios en la mano): - Escuche lo que dicen


los diarios de usted. (Lee) "El Censor", "El general San Martín ha llegado
a Buenos Aires apenas se firmó la paz con Brasil. ¿Es es que no se atrevió
a regresar antes?

SAN MARTÍN: -A ver qué dice "La Gaceta" (Le saca uno de los diarios con
un movimiento brusco. Lee). "¿A qué viene San Martín? No le alcanzan
las fabulosas riquezas que disfruta en Europa? ¡Su ambición no tiene
Iímite! (Lo mira con desconcierto) ¡Qué porquería! (Arroja el diario al
suelo). ¡Si ellos saben que es mentira!

(Sale el Marinero 1. San MARTÍN se pasea nerviosamente por cubierta).

SAN MARTÍN (Con enorme cansancio): - Mierda. Mierda por este viaje
inútil. Mierda por la soledad. Mierda por los que malgastaron ese
esfuerzo de titanes. Mierda con mi propia ingenuidad, la que me trajo de
vuelta a estas tierras del olvido, que no voy a volver a pisar.

(Entra el Marinero 1, cargando un paquete de cueros. Hace una seña al


Marinero 2, que comienza a hacer lo mismo. Entre los dos van apilando
los cueros en la cubierta).

SAN MARTÍN (Hablando solo): - En unos años, cuando el moreno Suárez


haya muerto, su morrión servirá de disfraz de carnaval. Por un par de
veranos más, alguien lo verá y se acordará de esos granaderos que dieron
su vida para que existieran estas Provincias Desunidas. Más tarde, el
morrión se perderá y con él, el último recuerdo de nuestra gesta. (Repara
en los marineros). ¿Qué están haciendo ustedes?

MARINERO 1: - Cargamos cueros de lobos de mar.


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 25

MARINERO 2: - Buenos Aires es el más importante puerto del mundo de


carga de pieles de lobos marinos.

MARINERO 1: - Hasta hace unos años las costas argentinas estaban


llenas de vida, con focas y lobos y elefantes marinos.

MARINERO 2: - Hoy están desoladas. Se mataron todos los animales y


los cueros se envían a Europa para pagar la deuda externa.

SAN MARTÍN: - Pues bien: ustedes van a llevar también el cuero de un


lobo de tierra: regreso a Europa en este mismo barco. ¡Zarpen de una
vez, que no tengo nada que hacer en Buenos Aires! Nada, ¿me
entienden? Me vuelvo a Europa sin haber puesto un pie en la tierra.

(Los marineros termina de cargar los cueros y preparan el barco para


zarpar. Ruidos y voces de aprestos náuticos. Los marineros levantan
velas y levan anclas).

SAN MARTÍN (Hablando solo): - Tengo que rescatarme del olvido. Yo soy
el Protector, yo soy el Libertador, y si no hay nadie que cuente mi
historia, lo voy a hacer yo mismo. En el viaje de vuelta, si señor, en el
propio viaje de vuelta, comienzo a escribir mis memorias. Pero lo voy a
hacer ligero de ataduras: voy a espera que el barco suelte amarras, que
la brisa hinche las velas y lo vaya llevando cada vez más lejos. Voy a
esperar que desaparezca la costa a la distancia y en ese momento, una
tras otra, voy a tirar mis condecoraciones al río. Cuando se hayan
hundido todas, voy a tomar papel y tinta, y con mi mejor caligrafía voy a
mandar a la mierda el olvido y voy a escribir mis memorias: ¡las memorias
de José de San Martín!

(Telón)
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 26
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 27

ACTO 2

Escena 1.

(Maciel lee en el mismo escritorio del acto anterior. Parece no haberse


dado cuenta de que se ha subido el telón. Finalmente. levanta la vista y
mira al público).

MACIEL: - ¡Ah! Ustedes estaban aquí, esperándome en silencio. ¡Pero


qué pueblo tan manso, tan sumiso! Da gusto estar con ustedes. (Levanta
el cuaderno y lo muestra). Un héroe homérico. Eso era San Martín. Para
decirlo con las palabras justas, vamos a mirar la Ilíada (Abre un libro con
apariencia de antiguo. Lee).

"Entonces Atenea hizo salir de su casco y de su escudo una intensa llama,


parecida al sol cuando sale de su baño en las aguas del Océano, y después
ilumina las nieves del monte Olimpo".

VOZ DE BARÍTONO (Cantando):

Yerga el Ande su cumbre más alta,

dé la mar el metal de su voz,

y entre cielos y nieves eternas

se alce el trono del Libertador.

(Música de tango. Entran los tres Guardaespaldas ).

GUARDAESPALDAS 1: - ¡Viva el doctor Maciel!

GUARDAESPALDAS 2 Y 3: - ¡Viva! (Hacen unos disparos al aire).

MACIEL: - Silencio, por favor, que estoy leyendo la Ilíada.


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 28

GUARDAESPALDAS 2. - ¡Cómo sabe el doctor Maciel!

GUARDAESPALDAS 3: - Por eso hay que votarlo, ¿vieron?

MACIEL: - "Canta, diosa, la cólera de Aquiles. Canta la larga gloria del


héroe semejante a los dioses".

VOZ DE BARÍTONO (Cantando):

“Suenen claras trompetas de gloria

y levanten un himno triunfal,

que la luz de la historia agiganta

la figura del Gran Capitán”.

GUARDAESPALDAS 1: - ¡Vivan las trompetas! ¡Viva la gloria!

GUARDAESPALDAS 2 Y 3: - ¡Vivan! ¡Vote Gloria! ¡Vote Clara! ¡Vote


Trompeta!

MACIEL (A los guardaespaldas): - Basta. ¡Váyanse! (Los guardaespaldas


se van con música de tango). Sigamos con la Ilíada: "Recuerda, Aquiles,
que si eres el hombre más fuerte alumbrado por el sol, se lo debes a los
dioses".

VOZ DE BARÍTONO (Cantando):

San Martín, el señor de la guerra,

por secreto designio de Dios,

grande fue cuando el sol lo alumbraba,

y más grande en la puesta del sol.


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 29

MACIEL: ¿Se dan cuenta? Necesitamos eso: un héroe homérico. Un


hombre perfecto, sin una sola mancha. Un prócer del que puedan decirse
los más grandes adjetivos: que sea magnánimo y epónimo, ínclito y
autóctono. Porque la gente va a tener que ir a la guerra en nombre de
ese héroe. ¿Y quién va a querer ir a la muerte por un correntino que putea
en guaraní?

VOZ DE SAN MARTÍN (Desde la oscuridad): - ¡Añá membuí, carajo!

Escena 2.

(Se van encendiendo las luces. A la derecha del espectador, la Cordillera


de los Andes. Cumbres nevadas. San Martín está en una camilla, llevado
por dos granaderos. Tose. se ahoga y da muestras de intenso dolor).

SAN MARTÍN: - ¡Añá membuí con este dolor! Si tan siquiera parara un
instante. ( Los granaderos se detienen).

GRANADERO 1: - ¿Puede seguir, general?

GRANADERO 2: - Hacemos un alto aquí mismo, señor.

SAN MARTÍN: - ¡No! Adelante, adelante, adelante!

(San Martín tose y los granaderos siguen. Rumores, ruidos de


movimiento de tropas. Se proyectan sombras de cañones, caballos y
columnas de hombres sobre el fondo del escenario. San Martín sigue en
la camilla, en penumbra, mientras la atención se centra sobre las
sombras que dan imagen de multitud).

VOZ 1: - ¡Cuidado el barranco!

VOZ 2: - Fuerza el cañón! ¡Fuerza que ya pasa!

VOZ 1: ¡Más rápido, más rápido!


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 30

VOZ 2: - ¡Fuerza! ¡Fuerza! ¡Sigan tirando!

VOZ 1: - ¡Aquí, empujen! ¡Más alto, más alto!

VOZ 2: - ¡Cuidado que cae!

(Gritos, ruidos, confusión en la oscuridad. Finalmente, los ruidos se


serenan. San Martín y los granaderos hacen un alto).

SAN MARTÍN: - Ahora sí, ya nos; toca descansar.

(Trata de incorporarse y el dolor lo dobla en dos).

MACIEL: - Vean el temple de este hombre, capaz de hacer frente a las


peores adversidades. Claro, necesitamos su ejemplo en esta época
corrompida.

SAN MARTÍN: - Soldado, alcánceme el opio.

MACIEL: - ¿Cómo, el opio?

(El Granadero 1 hace ademán de buscar algo en su mochila. El Granadero


2 se acerca a San Martín).

GRANADERO 2. - General, el médico prohibió que le diéramos mas opio.

GRANADERO 1 (Atreviéndose a hablar): - Sí, sí. Dijo que es terrible, que


a esta altura usted está tan acostumbrado que no puede vivir sin el opio.

MACIEL (Desconcertado): - Opio ...No ... ¡No puede ser!

SAN MARTÍN (Tosiendo y de mal humor): - Si yo hubiera estado


descansando en mi chacra en Mendoza, ahí yo podría dejar el opio. Pero
yo estoy en medio de un ataque con vómitos de sangre aquí, en plena
cordillera, conduciendo un ejército. Y el ejército tiene que llegar rápido
al otro lado, antes que los godos preparen uno más grande para
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 31

enfrentarlo. Todo esto tiene que seguir, no se puede parar porque yo


estoy enfermo, ¿entienden ustedes? (Se calma un poco). ¿Ustedes saben
por qué Napoleón perdió en Waterloo? (Lo miran). Porque se caía de
enfermo y en vez de tomar opio y opio y opio y seguir adelante, se acostó
un instante, creyendo que la batalla podía seguir sola. Cuando se acostó
todavía era Napoleón. Al levantarse ...(Hace un gesto. Se pasea y va
apasionándose). Cien veces estudié esa batalla. Si Napoleón hubiera
estado despierto, habría avanzado los cañones para proteger la
caballería. Y en ese movimiento se decidía la batalla. Pero claro, para los
viejos militares los cañones tenían que quedarse fijos en su sitio. Y
Napoleón movía los cañones mientras hacían fuego. Los movía como si
fuesen pistolas, y no había ningún otro general que se atreviese a dar la
orden de adelantar la artillería. Por eso, se fue a dormir y en una hora
perdió la guerra. ¿Se dan cuenta ustedes por qué yo arruino mi mala
salud tomando opio? (Se lleva las manos a los ojos). Solamente yo
conozco las pesadillas que me trae esta droga. Pero es la única forma de
seguir. (Pausa. Imperativo). Ahora soldado, ¡tráigame el opio!

MACIEL (Hablando para sí): - No, no; él habrá tenido sus motivos, pero
esto así no va. Opio no. No, no. Opio no. (Mientras habla, va mojando una
pluma en el tintero y tacha el texto con grandes lineas).

GRANADERO 2 (Trae un frasco con un líquido verde): - Aquí está, general.

SAN MARTÍN (Serenándose bruscamente): - No, gracias, no lo necesito.

MACIEL: - Así va mejor. (Sigue leyendo).

(San Martín y los granaderos se sientan sobre unas rocas. Los granaderos
encienden fuego y preparan comida sobre él. Durante el resto de la
escena, se servirán alternativamente, comerán. recalentarán ollas, etc.)
(El Granadero 1 saca una bota de vino y todos beben, separando mucho
la bota de los labios. Los hombres se quedan mirando el fuego un rato).

GRANADERO 1: - ¿Y cómo saldrá esto?

GRANADERO 2: - ¿Nos estarán esperando?


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 32

SAN MARTÍN: - No. Les vamos a caer de sorpresa. Ellos ni sueñan que un
ejército entero vaya a cruzar la cordillera.

GRANADERO 2: - ¿Y qué soñamos nosotros?

SAN MARTÍN: - Eso: ¿qué es la libertad para ustedes?

GRANADERO 1: - Otro país, otra vida.

GRANADERO 2: - No sé, es levantarme todos los días y poder decir que


ésta es mi casa y no del Rey, y que con esta guitarra voy a cantar lo que
yo quiera y no lo que diga el rey Fernando.

SAN MARTÍN: - Cante, pues.

GRANADERO 2:

- En Santiago se oyen tiros,

en Santiago se ha de entrar,

pena de la vida tiene,

aquél que se vuelve atrás.

En la plaza de San Juan

hay un caballo de caña;

cuando el caballo relinche

va a ganar el rey de España.

SAN MARTÍN (Se aclara la garganta, toma la guitarra y canta):

Si quiere saber Fernando


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 33

qué le pasará al fin,

que le escriba cuatro letras

al general San Martín.

Los que el yugo sacudieron

y libertad proclamaron,

de un rey que vive tan lejos

lueguito ya se olvidaron.

Cielito, cielo que sí,

no se necesitan reyes,

para gobernar los hombres

hacen falta buenas leyes.

Cielito, cielo que sí,

el Rey es hombre cualquiera,

y morir para que él viva,

¡La puta ...! es una zoncera.

(Sale la luna. Es luna llena e ilumina las montañas en forma intensa. Se


quedan mirándola).

SAN MARTÍN (Se pone de pie): - Por esta luna, y por estas montañas
nuestras, yo les juro a ustedes que no voy a descansar hasta que seamos
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 34

completamente libres. (La luz se concentra sobre San Martín y después


decae).

Escena 3.

(Luz sobre Maciel, oscuridad sobre el lado derecho del escenario).

MACIEL: (Volviendo las páginas) - ¡Y justo aquí dejó de escribir! (Se


desespera). ¡Nada sobre la guerra de la Independencia! ¡Ni una línea
sobre la batalla de Chacabuco! ¿Dónde están Cancha Rayada y Maipú?
¿Cómo saber lo que sintieron esos hombres?

(Entra un acomodador del teatro, vestido como tal. Le habla al oído.


Hablan algo por señas. Le deja una tarjeta. Sale el acomodador).

MACIEL: (Se pone de pie y se dirige al público): - Señoras y señores:


¿está en la sala el señor (lee en la tarjeta) Domingo Faustino Sarmiento?
Sí, sí. Si está el señor Sarmiento, por favor, que suba al escenario.

(Sarmiento sube al escenario desde la platea. Se saludan efusivamente).

MACIEL: - Usted investigó las guerras de San Martín. Cuénteme lo que


sentían esos hombres. Háblame del heroísmo de esas batallas y del
orgullo de escuchar el clarín y ver tremolar la enseña nacional. (Se oyen
cañonazos y ruidos de batalla que siguen hasta el fin de la escena).
Hábleme de la emoción de esas cargas de caballería. (Empuña una regla
del escritorio y corre por el escenario). ¡A la carga! ¡Vamos, mis valientes!
¿Qué se siente?

SARMIENTO: - Miedo. ¿Usted estuvo en una de ésas?

MACIEL (Desconcertado): - No. Pensé que era distinto, que la gloria, la


Patria, en fin, todo eso.

SARMIENTO: - En la guerra se siente tanto miedo que no hay forma de


sentir otra cosa. Usted está avanzando ahí y siempre parece que los otros
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 35

son más, que cómo hicieron para juntar tantos soldados, y todos los
cañones le están apuntando directamente a usted, y todos los fusiles, y
se ven venir las balas por el aire, y caer los hombres al lado de uno, y no
hay dónde escapar y ellos están cada vez más cerca, le están encima (Se
acerca a Maciel. Le saca la regla) y usted siente que su sable es de
juguete, que sus huesos son gelatina, y usted se orina encima del caballo
sin darse cuenta, y una vez que todo pasó usted comprende que tenía
delante a unos pobres tipos que también tenían miedo.

MACIEL: - ¡Pero yo no puedo escribir eso!

SARMIENTO: - ¡Escriba lo que quiera, pero no se lo vaya a creer!

(Arrecian los cañonazos. Sarmiento y Maciel se esconden bajo el


escritorio. Tambores. Clarines. Imagen de confusión extrema. El
escenario queda a oscuras).

VOZ DE SAN MARTÍN: - En veinticuatro días hemos hecho la campaña;


cruzamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los
tiranos y dimos libertad a Chile.

Escena 4.

(Oscuridad del lado derecho del escenario. Luz sobre Maciel, que lee solo
en el escritorio. Se oyen gritos desde la oscuridad).

VOZ DE MUJER: - ¡Cobardes! ¡Gallinas! ¿Porqué aceptan que otros


hombres gocen a sus mujeres? (Murmullos, voces de aprobación). ¿Por
qué se dejan robar y oprimir por los tiranos? ¡Vamos! ¡Si los hombres no
vienen, las mujeres vamos solas a terminar con la tiranía! (Aplausos.
Vivas).

VOZ DE HOMBRE (1): - ¡Vamos! ¡Junten al pueblo, traigan espadas y


lanzas y que los tiranos mueran!

(Ruidos. gritos, clima de violencia. Maciel mira inquieto al costado).


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 36

MACIEL: - Esos tiempos eran así. (Sigue leyendo). (Se oye un grito en la
oscuridad. Después quejidos y golpes).

VOZ DE HOMBRE 2 (Con fuerte acento español): - ¡Confiesa! ¿Quién fue?


(Golpes, quejidos de mujer. Las luces van encendiéndose de a poco. Dos
encapuchados delante de Rosita. Ella está acostada sobre un potro de
tortura. Los encapuchados van dando vueltas a la rueda para estirarle
los miembros).

ENCAPUCHADO 1: - Que te voy a matar. (Larga pausa). Confiesa. Di:


¿quién mató al comendador?

ROSITA: - Fuenteovejuna, señor.

SAN MARTÍN (Desde la platea): - ¡Suficiente! Llegamos hasta aquí. (Sube


al escenario. Es joven y enérgico. Lleva uniforme militar. Ayuda a Rosita
a incorporarse. Los encapuchados se sacan las capuchas. Son los
granaderos. Todos sonríen con cansancio y alivio).

SAN MARTÍN: - Usamos el texto de Lope hasta este punto, hasta la


escena de la tortura. Lo que queda es un infame panfleto monárquico,
así que tenemos que escribirlo de vuelta.

GRANADERO 1: - ¿Qué ponemos?

SAN MARTÍN: - Aquí nos empezamos a separar del texto. Pero no


bruscamente, recuerden que los limeros conocen la obra. No quiero que
se sorprendan. Quiero que vayan saliendo muy despacio del texto de
Lope de Vega y se metan en el nuestro, pero sin darse cuenta del
momento en que cambian de una obra a la otra.

GRANADERO 2: - ¿Y entonces?

SAN MARTÍN: - En la obra de Lope, ahora el pueblo va a humillarse y


pedirle perdón al rey. ¿Es que el pueblo no puede decir nada mejor en
nuestra obra?
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 37

GRANADERO 1: - El pueblo va a denunciar la injusticia.

SAN MARTÍN: - Más: recuerden que el rey de Lope también era un


Fernando.

ROSITA: -¡Le exigen la independencia!

SAN MARTÍN: - Exactamente. Vuelvan a escribir el final, y recuerden que


ahora Fuenteovejuna queda en América.

MACIEL (Entusiasta): - ¡Miren el genio del Libertador! Miren y aprendan.


¡Así se hacen las cosas!

(Se van los granaderos. San Martín y Rosita se miran a los ojos y se
toman de las manos).

ROSITA: - Está saliendo.

SAN MARTÍN: - Sos una excelente actriz, ¿sabías?

ROSITA (Ahuecando la voz): - "Una dama de familia aristocrática". Te


imaginás los comentarios? (Ríen y se besan).

MACIEL (Nervioso): - Basta, no miren más: esto es una escena privada.

SAN MARTÍN (Ahuecando la voz): - "Y como si no bastara la infamia de


haber apoyado la Revolución, esa mujer mancilló sus blasones
familiares, metiéndose en una profesión infamante: fue actriz".

ROSITA: - Me encanta el teatro, me siento tan libre cuando subo al


escenario, cuando hago lo que estuvo prohibido durante tantos años.

SAN MARTÍN (Con doble sentido): - Lo hacés muy bien. (Se miran.
sonríen y se besan apasionadamente. Durante el resto de la escena
hablarán en voz baja entre sí, se tomarán de las manos, se acariciarán y
besarán riendo como jóvenes enamorados).
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 38

MACIEL (Siempre desde el escritorio): - Basta, dije, esto a ustedes no les


interesa. (La luz sobre San Martín y Rosita se atenúa). Vamos a ver cómo
manejamos esto. ¿Dónde está Sarmiento? ¡Por favor, Sarmiento, venga
para acá! (Sube Sarmiento al escenario).

SARMIENTO: - ¿Qué tiene de malo?

MACIEL: - ¿Cómo qué tiene de malo? ¿No se da cuenta?

SARMIENTO: - No. ¿Usted nunca estuvo con una mujer?

MACIEL: - Por supuesto, pero él es un prócer. ¿No se da cuenta? Él es un


héroe homérico, eterno, imperturbable. ¿y ahora cómo hago yo para
transformarlo en un dios?

SARMIENTO: - Bueno, los dioses griegos ...(Hace un gesto obsceno).

Maciel (Rechaza con un gesto): - Por favor, entiéndame bien (Le muestra
el cuaderno). No es una aventura galante. Aquí dice que estaba
perdidamente enamorado de esa mujer.

SARMIENTO: - ¡Qué bien! Sería muy hermosa.

MACIEL (Gritando): - ¡Qué perdió la cabeza por esa mujer, que hasta
llegó a inventar una condecoración que pudieran recibir las mujeres,
nada más que para dársela a ella!

SARMIENTO (Tranquilo y con mirada soñadora): - Una mujer hermosa, y


además una heroína. ¡Qué historia romántica! Porque, convengamos que
San Martín nunca la hubiera condecorado si no se lo ganaba en buena
ley.

MACIEL: - Hablemos en serio, Sarmiento. Aquí está en juego un proyecto


político. San Martín es un símbolo y como símbolo tiene que ser perfecto.
San Martín no se casó con esa mujer. ¿Me entiende? ¡No se casó! iVivían
en concubinato! Por favor, ayúdeme a tapar esto.
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 39

SARMIENTO (Lo piensa un instante): - Tiene razón. Vamos. (Se levanta


y van al otro lado del escenario. Descorren una cortina que cubre
completamente la escena de amor y suspiran, aliviados).

Escena 5.

(A la izquierda del espectador, Maciel sigue leyendo en su escritorio. A la


derecha, el consultorio del Médico. quien recibe a San Martín al
levantarse el telón).

SAN MARTÍN: - Doctor, necesito su ayuda. (Pausa). Quiero dejar el opio.

MACIEL (Con un gesto de fastidio): - Otra vez con eso! Bueno, ya vamos
a ver cómo lo disimulamos.

MÉDICO: - Usted sabe que casi nadie lo consigue.

SAN MARTÍN: - Sí, ya sé. Durante toda la guerra estuve tomando opio
para calmar esta opresión del pecho, opio para el ahogo de cada vómito
de sangre. Opio para descansar un instante de esos dolores de cabeza,
que duele como si me la partieran a sable. Opio para dormir a pesar de
las pesadillas que el mismo opio me provoca. (Pausa. San Martín se
pasea. No está agobiado, sino que tiene la misma actitud que si
enfrentara a un enemigo. Las luces bajan de a poco). Pesadillas, doctor,
pesadillas. Por ahí hablan de los felices sueños de los fumadores de opio.
Yo, que soy opiómano forzoso, se los puedo contar, al principio es una
dulce euforia. No hay dolor, y uno vuela ente las nubes, con una música
suave que surge del suelo, de las paredes, de los árboles. Y usted puede
respirar aire y no sangre, y el dolor se va y usted está en el Paraíso.
Cuando se va el efecto del opio, llegan los fantasmas, esos fantasmas
que nunca quise confesar a nadie. Lo primero es una angustia fuerte,
como si una mano helada me apretase el corazón. Una angustia que me
viene del aire o de adentro de mí, una ansiedad sin motivo aparente, que
empieza escondiéndose en los sueños.

Durante toda la campaña libertadora, yo despertaba agitado, jadeante,


bañado de sudor, y sufriendo siempre infinitas variantes del mismo
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 40

sueño: el enemigo me sorprendía de noche, como en Cancha Rayada,


entraba en mi tienda y me llevaban al pelotón de fusilamiento. Dos y tres
veces por noche, doctor, yo me he despertado viéndome frente a las
bocas de los fusiles, unos fusiles más reales que los verdaderos. (Con
ironía). ¡Véame usted, el Libertador de tres naciones padece terrores
nocturnos! (Vuelven las luces).

MÉDICO: - Esas pesadillas, ¿son sólo cuando duerme?

SAN MARTÍN (Incómodo): - No quiero hablar de eso.

MÉDICO: - Entonces no puedo ayudarlo.

SAN MARTÍN (Tiene un momento de nerviosidad y después se domina):


- Sí. Tiene razón. También me viene cuando estoy despierto. Empiezan a
vislumbrarse al atardecer y van tomando cuerpo a medida que avanza la
oscuridad. En la alta noche son figuras consistentes y sólidas, y se
disuelven con la primera luz de la mañana.

MÉDICO: - ¿Cómo son? ¿Cómo las siente?

SAN MARTÍN (La escena se llena de sombras grises, fantasmas de caras


tapadas, que siempre se ponen detrás de San Martín): - Al principio, eran
una vaga presencia, como si algo amenazante estuviera detrás de mí, sin
que yo nunca pudiera verlo. Muy lentamente, esas sombras se fueron
deslizando hacia el borde del campo visual. En la penumbra, una cortina,
una silla, un arbusto, se vuelven leones, o tigres, o arañas. Se
transforman en muchas cosas, pero las arañas vuelven siempre. Vuelven
y poco a poco van arrastrándose hasta ocupar más y más espacio en los
bordes del campo visual (Se da vuelta bruscamente], Hasta ahora, yo los
miro de frente y desaparecen (Se van los fantasmas). La silla vuelve a
ser silla, la cortina vuelve a ser cortina (Las toca). Pero se van metiendo
y metiendo en mi campo visual, avanzan y avanzan en los costados y yo
no sé qué voy a hacer cuando lleguen al centro y yo los tenga de frente
(Pausa). Este es el precio que pago por no haber tenido ni un día de
descanso en diez años de guerra. ¿Usted me puede curar?
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 41

MÉDICO: - No, no. Mi ciencia no da para tanto. Pero puedo ayudarlo a


que usted mismo se cure. Va a necesitar fuerza de voluntad.

SAN MARTÍN: - Me sobra. He peleado con miles de hombres. También


puedo pelear conmigo mismo.

MÉDICO: - ¿Oyó hablar de la homeopatía? (San Martín asiente).

MÉDICO: - Bien. Vamos a combatir el veneno con el veneno. Voy a darle


un preparado homeopático que tiene cantidades infinitesimales de opio.

SAN MARTÍN: - Quiero prepararlo yo mismo. Enséñeme.

MÉDICO:- Venga, por favor.

(Se ilumina un laboratorio, Frascos, balanzas, alambiques, retortas. El


médico va mezclando polvos y líquidos, mientras San Martín lo imita, e
interrumpe para anotar varias veces. Miden y pesan mientras hablan en
voz baja. La situación se distiende: ambos sonríen hasta que San Martín
hace un gesto de picardía, dice algo que no se alcanza al oír y los dos
ríen).

Escena 6.

(El escenario está a oscuras. Ruido de fiesta. Alegría, conversaciones,


carcajadas. Tintineo de copas y botellas. En la oscuridad. Atraviesan la
escena algunos camareros que llevan bandejas con bebidas y
candelabros encendidos. Un sonido creciente de gaitas escocesas van
acallando los rumores hasta hacerlos desaparecer. Se encienden las
luces: la acción. en el interior de un palacio. San Martín, con uniforme de
gala. rodeado de personajes elegantes. Frente a ellos. algo separado del
grupo. el conde de Fife. Se escuchan los acordes de "God Save The King",
que los presentes corean con entusiasmo, algo achispados, salvo San
Martín, que se mantiene reconcentrado y en silencio).

CONDE DE FIFE (Solemne): - Por cuanto José de San Martín y Matorras


ha prestado señalando servicios a la causa de Su Majestad y del Imperio
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 42

Británico, asegurando la independencia de tres colonias que antes


pertenecían a nuestro enemigo, el Rey de España. Y por cuanto ello ha
favorecido nuestro comercio con esas tres nuevas naciones, todo Io cual
permite engrandecer nuestra industria y nuestras finanzas, se otorga al
mencionado San Martín la ciudadanía británica honoraria. (Le entrega un
diploma enrollado. Los demás aplauden y San Martín queda en silencio,
mientras la escena queda en penumbra. con los actores inmóviles).

MACIEL (Eufórico): - ¿Lo vieron? ¡Ciudadano británico honorario! ¿Este


es nuestro hombre! ¿No les dije que era una maravilla?

(TELÓN)

ACTO III

Escena 1.

(Casa de San Martín en Francia. San Martín, viejo, escribe sus memorias.
Maciel las lee en el escritorio)

SAN MARTÍN: - Todo tiene que quedar escrito. ¡Todo tiene que estar
documentado! A ver: cuanto me costaron esos seis cañones que
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 43

agregamos después de Chacabuco? ¿Quién salvó la retirada en Cancha


Rayada? Las Heras, sí, Las Heras. Pero las Heras con mil quinientos
hombres. ¿Por qué no soy capaz de acordarme del nombre y de la cara
de esos mil quinientos hombres? ¿Pero acaso antes los recordaba? No,
antes era un vértigo. Los hombres pasaban delante de mí, y al instante
ya no estaban: desertaban o caían sin darme tiempo para fijarlos en la
memoria. ¡Las caras de los soldados! Soldados sin cara en el cruce de los
Andes, siluetas esfumadas en el Perú. ¿Arenales usaba bigote fino o
bigote grueso? Mi amigo Tomás Guido, ¿era gordo o flaco? ¿Por qué hoy
se me hace pedazos la memoria, que es lo único que me queda, aquí, en
esta inmensa soledad? Solo, después de haber conducido
muchedumbres. En la miseria, después de abrir el camino para que otros
hicieran fortunas en nombre de la libertad.

(Entra Sarmiento y se acerca a Maciel).

MACIEL: - Por esa época, ¿usted lo visitó a San Martín en el exilio?

SARMIENTO: - Sí. Eso fue hace veinte años. Fui a pedirle apoyo para
combatir a Rosas. El general estaba sorprendentemente lúcido.

(Sarmiento pasa a la habitación de San Martín. San Martín se pone de


pie. Rejuvenece. Ahora tiene treinta años. Está exultante).

SAN MARTÍN (Mueve un sillón pesado sin esfuerzo visible): - Aquí, la


montaña. (Corre la mesa harta ponerla paralela al sillón). Aquí, la otra
cadena y nosotros teniendo que pasar por este desfiladero, un lugar
estrecho, donde una emboscada sería fatal. Entonces, ¿qué hago yo?
¿Qué habría hecho usted, Sarmiento?

SARMIENTO (Desconcertado): - ¡Qué se yo!

SAN MARTÍN (Cambia otros muebles de lugar): - Aquí, al sur, hay otro
paso. Es éste. Y aquí (Acomoda un almohadón en el piso) hay una tribu
indígena. Me voy verlo al cacique, le regalo aguardiente y le pido permiso
para pasar por sus tierras, por aquí (Señala el segundo camino). El
cacique de declara muy patriota y me dice que sí, que nos apoya de todo
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 44

corazón, y al día siguiente les avisa a los realistas. Ellos me preparan la


emboscada en ese camino y se quedan esperándome, ¡Mientras yo paso
con todo mi ejército por el desfiladero! (Los dos ríen).

SARMIENTO: - General, quiero su apoyo para combatir a Rosas.

SAN MARTÍN (Se pone serio): - ¿Qué apoyo quiere usted?

SARMIENTO: - Inglaterra y Francia han bloqueado el Río de la Plata. Hay


una escuadra que cerró completamente el río y que no deja que nadie
entre o salga de Buenos Aires, y así se van a quedar hasta que caiga
Rosas. ¡Hay que apoyar a esos bravos marinos!

SAN MARTÍN (Súbitamente envejecido): - Señor Sarmiento: yo hice una


sola cosa en mi vida que fue echar a los europeos de América. No espere
que yo les abra la puerta de nuevo.

(Sarmiento se va hacia el escritorio de Maciel, mientras San Martín se


quita la chaquetilla militar y reordena la habitación. Esta vez, los
muebles le resultan muy pesados).

SARMIENTO (A Maciel): - ¿Lo ve usted? Para él, los europeos eran todos
lo mismo. Confundía a los ingleses con los españoles. Decididamente, el
general estaba muy viejo.

Escena 2.

SAN MARTÍN: - ¿Qué es esto? ¿Inglaterra invade la Argentina? ¿Otra


guerra más? ¿Pero no era bastante con tantos años de guerras civiles?
¿Qué están haciendo allá los ingleses? (Camina nerviosamente) ¡Carajo!
¡Pero siempre hay algún traidor dispuesto a unirse al invasor extranjero!
(Se sienta y escribe). Tengo que saber qué pasa. Tengo que saberlo todo.
Qué hacen, qué no hacen, adónde llegan, quién los apoya, quién está
dispuesto a enfrentarlos. ¡Ya está! (En voz alta) ¡Secretario! ¡Pronto!
(Entra el Secretario).
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 45

SAN MARTÍN: - Aquí tiene estas cartas para Buenos Aires. Antes,
transcribilas en letra pequeña, la más chiquita que pueda, que no tengo
para pagar el correo.

SECRETARIO: - Aquí están los diarios, general.

(Los deja sobre el escritorio y se va).

SAN MARTÍN (Lee los diarios) - ¡Nada sobre la Argentina! ¡Están


invadiendo el Río de la Plata, están haciéndonos la guerra y ni una sola
línea! Es como si no existiéramos (Con ironía y pena) ¡He liberado un país
que no existe! ¡La Argentina es producto de mi imaginación! A ver, aquí
dice algo de los barcos ingleses (Se acomoda los anteojos. Lee con
dificultad). No, esto es en China. ¿Qué están haciendo los ingleses en
China? (Arroja el diario a un costado) ¡Qué me importa China! A ver, este
otro diario. ¡También habla de China! ¡Otra vez, China y China y China!
Bueno, veamos por qué le dan tanta importancia. (Lee y se inquieta). No.
Es la luz. ¡Con esta luz no se puede leer! (Se incorpora y se adelante con
el diario en la mano) A ver, al lado de la ventana. Sí, es cierto, es cierto.
(Baja el diario y se quita trabajosamente los anteojos. Mira al público, al
principio en forma extraviada y después su mirada se va haciendo más
lúcida). Invadieron China para venderles opio. Inglaterra, el progreso, la
civilización, la cultura, la defensora de la libertad en todo el mundo. Se
metieron en China a cañonazos, les hicieron firmar un tratado
humillante, los obligaron a abrir la frontera, a legalizar los fumaderos de
opio. Por los ríos de China suben las barcazas de los traficantes de la
droga. Todas tienen la bandera inglesa, la misma bandera que iba a
proteger la libertad en todo el mundo. (Se acerca a la pared y descuelga
un cuadro. Es un pergamino. Lo mira). ¡Y yo soy ciudadano británico
honorario! ¡Qué he estado haciendo todos estos años! ¡Dios mío!, qué he
estado haciendo! (Se cubre los ojos con las manos. Oscuridad sobre San
Martín).

Escena 3.

(Sarmiento y Maciel, en el escritorio)


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 46

MACIEL: - ¡Este hombre se volvió loco! ¿Qué hago ahora?

SARMIENTO: - Nada.

MACIEL: - ¿Cómo que nada? ¿No ve lo que pasa? ¡Está rompiendo con
nuestro principal aliado!

SARMIENTO: - No se preocupe (Desconcierto de Maciel). En serio, no se


preocupe. Usted escriba sobre su juventud, sobre la campaña
libertadora, sobre su amistad eterna con Inglaterra. Esta parte,
saltéesela.

MACIEL: - Sarmiento, por favor, seamos serios. Alguien se va a dar


cuenta de lo que estamos haciendo.

SARMIENTO: - No se preocupe. De esto me encargo yo. Escuche lo que


escribí sobre la entrevista que acabo de relatarle. (Lee un papel) "San
Martín era un hombre viejo, con debilidades terrenales, con
enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez. Habíamos vuelto a la
época presente y nombrado a Rosas y su sistema. Aquella inteligencia
tan clara en otro tiempo, declina ahora. Aquellos ojos tan penetrantes
que de una mirada forjaban una página de la historia, estaban ahora
turbios. Allá en la lejana tierra veía fantasmas de extranjeros: confundía
a los españoles con los ingleses; confundía la Patria, aquella Patria
antigua, con el tirano Rosas. Aquél buen viejo ya no sabía dónde estaba
parado".

MACIEL: - ¡Brillante!

SARMIENTO: - ¿Se da cuenta? Déjelo desahogarse. Nosotros vamos a


decir que estaba demasiado viejo.

Escena 4.

(San Martín en su escritorio. Sigue escribiendo sus memorias. Se levanta,


inquieto. Maciel las lee, solo).
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 47

SAN MARTÍN: - No, no, esto no lo puedo escribir (Rompe unos papeles).
Esto es demasiado íntimo para que alguien más lo sepa (Se apaga la luz
sobre Maciel. San Martín queda solo en escena. Se apagan las demás
luces. Luz solamente sobre San Martín). - Hay gente que busca en la
droga un conocimiento oculto. ¿Tienen sentido los sueños del opio? Yo
nunca creí que lo tuvieran. Eran pesadillas formadas al azar por esa
droga que me intoxicaba el cerebro (Camina, nervioso). Una vez, una
sola vez, uno de esos sueños parecía querer decirme algo. Yo estaba en
Perú, a punto de ir a verlo a Bolívar y él se me aparece en sueños, en un
campo de batalla. En aquél momento, Bolívar estaba vivo, y sin embargo,
se me apareció su fantasma. (Sale la luna. San Martín está en un campo
después de la batalla. Ruidos de artillería lejana. Ruinas y cadáveres por
todas partes. Algunos se levantan, hablan y vuelven a caer).

SOLDADO 1: - Yo caí en San Lorenzo. Morí por la libertad, ¿no?

SAN MARTÍN: - Sí, sí, sargento Cabral, sí.

SOLDADO 2: - Yo morí por la Patria. ¿No es cierto que morí por la Patria?

SAN MARTÍN: - Sí, claro, negro Falucho. Fue por la Patria.

SOLDADO 3: - Yo dí la vida para que los pueblos sean felices. ¿Ahora son
felices, no?

SAN MARTÍN (Con tristeza): - Supongo que son felices. ¡Qué se yo! O por
lo menos, son más felices que antes.

(Entra el fantasma de Bolívar. Tiene un aire de fantasma del padre de


Hamlet. Se acerca a San Martín).

BOLÍVAR: - América es ingobernable para nosotros (Golpea a San Martín


con la capa). El que sirve a una revolución ara en el mar (Lo golpea otra
vez con la capa). Lo único que se puede hacer en América es emigrar. (Lo
vuelve a golpear). Vamos a vivir siempre gobernados por tiranos
imperceptibles (Otro golpe). Somos tan feroces que los europeos no se
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 48

dignarán conquistamos (Otro golpe). Si fuera posible volver al caos


primitivo, eso haríamos los americanos (Se envuelve en la capa y se va).

(Música de feria. Entran Maese Pedro y el Titiritero arrastrando un


retablo de títeres. Lo acomodan danzando. Después, el Titiritero se mete
adentro. Mientras tanto, San Martín se pone una coraza en el pecho y
una bacía de barbero en la cabeza. Empuña una espada y se dispone a
ver el espectáculo).

MAESE PEDRO (Canta):

- De José de San Martín,

de ése les quiero decir:

tuvo una vida triste

buscando la gloria vana.

Hoy está viejo y no sabe

para qué tanto peleaba.

Y aquí vuesa merced verá la triste historia de las desunidas provincias


del Sur. (Se abre el telón del retablo). Estos son los americanos, que
sufrían en la opresión colonias.

(Títeres de americanos. que van encadenados por el cuello. Lloran).

TÍTERE 1: - Vivimos siempre esclavos, ¿quién podrá liberarnos?

TÍTERE 2: - A San Martín llamamos: a él lo seguiremos.

(Entra el Títere de San Martín).

SAN MARTÍN (Lo señala) - ¿Ése soy yo?


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 49

(Maese Pedro le hace una seña y le indica silencio).

TÍTERE DE SAN MARTÍN:

- Seguidme, amigos:

al Rey echaremos

y felices seremos.

(Entra el Títere del Rey. Tiene aspecto de ogro coronado).

TÍTERE DEL REY:

- ¿Quién quiere sacudir las cadenas?

¿quién cambiar mi trono

por un montón de penas?

TÍTERE DE SAN MARTÍN:

- Vete, malvado Rey,

yo te echo, te echo de aquí.

TÍTERES I Y 2:

- Fuera, fuera el Rey,

fuera, fuera de aquí.

(El Títere del Rey mata a los Títeres 1y 2).

TÍTERE 1: Muerto soy.


Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 50

TÍTERE 2: Me morí. (Caen)

TÍTERE DE SAN MARTÍN: Fuera el Rey, fuera de aquí. (Luchan y se va el


Títere del Rey. El títere de San Martín se queda mirándolo a San Martín).

TÍTERE DE SAN MARTÍN: - Ahora están muertos. Pero son libres.

SAN MARTÍN: - Esos dos están muertos. Pero los demás están vivos. ¡Y
ellos sí que son libres!

TÍTERE DE SAN MARTÍN: - ¿Usted está seguro de que son libres, señor
don Martín?

SAN MARTÍN (Le pone la espada en el pecho al muñeco) - ¡Yo digo que
son libres!

(Se levanta la tapa del retablo y el Titiritero saca la cabeza.

TITIRITERO: - Ellos creen que son libres, pero yo muevo los hilos.

MAESE PEDRO: - Él cree que mueve los hilos, pero el dueño del retablo
soy yo.

(San Martín se abalanza sobre el retablo y lo comienza a golpear con la


espada. Se hace la oscuridad).

Escena 5.

(A un lado, casa de San Martín en Francia, al otro. escritorio de Maciel.


Entre ambos, un brasero apagado).

MACIEL: - ¡Qué tipo raro este San Martín! Lo tenía todo y lo dejó todo.
Un hombre que no quería el poder ni la riqueza ni el lujo. ¡Pero que no
los quería de veras! Por eso, a veces se hace difícil. San Martín era tan
honesto que no entendía nada de política. Así se hace complicado
escribirle la historia. Y... alguna cosita hay que cambiar. Ya les dije por
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 51

qué. El mundo no es como lo ven los idealistas. Hay que estar acá para
darse cuenta. Y encima esto de los ingleses. Justo cuando conseguimos
que los ingleses vengan y se ocupen de nosotros y nos ayuden, ahí al
idealista le empiezan a agarrar los escrúpulos patrióticos. Lo único que
nos falta es que se decida a apoyar a Rosas.

SAN MARTÍN (Está viejo, pero con aspecto de patriarca. Mientras Maciel
habla. él escribe. Después se pone de pie) - Señores del gobierno inglés:
ustedes están haciéndole la guerra a mi país. Ya han bloqueado el Río de
la Plata, y claro, ustedes son los dueños de los mares, tanto más de un
río. Ustedes ya tuvieron un combate con los argentinos. Fue en Vuelta de
Obligado, cerca de la costa donde yo peleé con los españoles, en San
Lorenzo. Allí ustedes aprendieron que los americanos no son empanadas
que se pueden comer con facilidad.

MACIEL: - iNo! ¿Qué está diciendo ahora?

SAN MARTÍN: - Pero hay más: ahora les voy a hablar de estrategia
militar. Ustedes tienen barcos, tienen cañones, tienen tropas. Si quieren,
pueden invadir mi país y apoderarse de Buenos Aires. ¿Y después? ¿Se
les ocurrió a los señoritos ingleses qué van a hacer después? ¿ Pensaron
qué van a comer en Buenos Aires, por ejemplo?Porque allí el único
alimento es la carne y no se imaginan lo fácil que es llevarse todos los
ganados y todas las caballadas a muchas lenguas de distancia. Si ustedes
ocupan Buenos Aires, Rosas va a dejar la ciudad aislada, rodeada por un
desierto dilatado. Y no hay ejército europeo que pueda atravesar la
pampa sin morirse de sed. Manden ustedes tropas a perseguirlo, y van a
ver cómo los gauchos y los indios les hacen la peor de las guerras, la
guerra del desierto, ¡Que las fragatas inglesas no pueden navegar entre
los cardos!

MACIEL: - Pero, ¡consejos irónicos a los ingleses! ¿Qué se ha creído este


hombre?

SAN MARTÍN (Cambia de posición en el escenario): - Señor general


Rosas: usted gobierna mi país. Pero entre usted y yo hay un abismo.
Antonio Elio Brailovsky - “Memorias y olvidos de José de San Martín” 52

MACIEL: - ¡Al fin! Esperemos que ahora lo critique.

SAN MARTÍN: - No hay dos hombres que puedan pensar más diferente
que usted y yo. Usted mandó fusilar a unos hombres excelentes que yo
respetaba y quería. Usted se impuso por la fuerza y yo creo en los
derechos de los ciudadanos. Usted cerró escuelas y yo creo en la
educación universal. Usted impuso el espionaje y la policía política y yo
creo en la libertad de conciencia. Usted hizo obligatoria la religión y yo
creo que las creencias son una cuestión privada.

MACIEL: - ¡Cómo lo está atacando, eh!

SAN MARTÍN: - Pero hoy, usted está defendiendo mi país y yo estoy con
usted.

MACIEL (Se agarra la cabeza) - ¡Este hombre está loco! ¡Nos va a arruinar
todo!

SAN MARTÍN (Dirigiéndose al público) – Porque defenderse de esta


injusta agresión inglesa es, hoy, lo mismo que fue en su momento, la
guerra de la Independencia. Por eso, señor general Rosas, yo estoy con
usted, yo lo apoyo de todo corazón, cuente usted conmigo. Este es mi
sable (Ofrece el sable al público) tome usted mi sable y úselo para
defender a los pueblos americanos de esta agresión europea.

(Mientras San Martín habla, Maciel se desespera y golpea en cuaderno


de memorias. Finalmente, se levanta, con el cuaderno de San Martín en
la mano, lo lleva al brasero y le enciende fuego. Cuando el cuaderno
empieza a quemarse, San Martín habla pero su voz no se escucha. Las
luces sobre San Martín van bajando mientras el cuaderno se quema. Al
terminarse de quemar, San Martín queda en la oscuridad.

MACIEL (Al público. Secándose el sudor): - ¡Uff! ¡Qué difícil! Pero ahora
sí, ya podemos escribir una buena historia de San Martín. Una historia
excelente. (Se sienta en el escritorio y moja la pluma en el tintero)
Espérenla, que falta muy poco para terminarla.
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(TELÓN)

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