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Voces de estudiantes y relaciones de desigualdad

Insultos

Voces de estudiantes y relaciones de desigualdad en la reconstrucción del currículum

Por Adriana Hernández[1]

Hijo de puta. La concha de tu madre. Puto. Maricón. Trola. Puta. Atorranta. Gordo de mierda. Enano. Narigón.
Negro villero. Sucio. Chorro. Muerta de hambre. Burro. Nerd. Tarada. Bolita. Judío. Paragua. Chileno.
Discapacitado. Mogólico.

Los insultos, en su condición simbólica, golpean dos veces a modo de piedras. Una vez, porque su intención es
ofender, herir, descalificar; otra vez, porque en su uso cotidiano parecieran funcionar como sentencias,
encerrados en sí mismos, ‘petrificados’, sin mostrar su relación con procesos de discriminación, dominación y
desigualdad que remiten a relaciones sociales más amplias y complejas atravesadas por relaciones de poder.

Las palabras/insultos que encabezan el presente trabajo son voces de estudiantes secundarios que provienen de
una encuesta en la cual responden a la pregunta: ¿Qué insulto, de los que se dicen en tu escuela, te parece más
hiriente?

Reflexionar sobre los insultos proferidos por estudiantes permite pensar la escuela como un campo complejo de
producción y circulación de significados, de saberes diversos que constituyen subjetividades. ¿Qué significados y
saberes circulan? ¿Qué relaciones habilitan esos saberes? ¿Cuáles deslegitiman o desechan? ¿Qué
subjetividades producen?

Insultos, relaciones sociales y subjetividades ‘heridas’

Uno de los aportes más significativos de la pedagogía crítica, y particularmente de la que abreva en el
postestructuralismo, lo constituye la posibilidad de comprender al lenguaje como una construcción social e
histórica atravesada por relaciones de poder. En estos términos, el lenguaje está lejos de la pretensión de
representar a la realidad ‘tal como es’; aparece, en cambio, como una herramienta que la constituye en ese
proceso de nombrar prácticas, acciones y sujetos de un modo y no de otros.
El lenguaje produce efectos de poder al constituir ‘una’ realidad, entre otras posibles. Nombrar, designar,
diferenciar, distinguir, clasificar hacen palpable las estructuras que limitan y posibilitan nuestros pensamientos y
acciones; hacen que nos veamos como nos vemos, que nos sintamos como nos sentimos, que hagamos lo que
hacemos, que seamos como somos.

Si la vida social se sostiene sustantivamente por el lenguaje, por cuya mediación cada estudiante incorpora y
recrea esquemas de representación y actuación sobre el mundo en un proceso de mutua constitución, los
insultos constituyen un objeto particular de estudio de interés central al pensar la posibilidad de transformar la
realidad, de resistir las relaciones de desigualdad y los efectos de dominación. Entender los mecanismos de
dominación en su carácter social e histórico habilita la comprensión de los insultos ya no como algo individual,
sino como categorías sociales que actualizan estereotipos y clasificaciones simplificadoras de la realidad,
vehiculizando dichos mecanismos de dominación.

La escuela aparece así como un ámbito en el cual se producen, circulan y se apropian sentidos, significados,
saberes y conocimientos de distinto orden que constituyen una arena de disputa en términos de los intereses
contrapuestos que representan, los efectos constitutivos de sujetos e instituciones, las relaciones sociales que
corporizan. En las escuelas, a diario, chicos y chicas son heridos/as con múltiples calificativos que les obligan a
preguntarse quiénes son y cómo sobrevivir en tanto diferentes a otros/as que aparecen encarnando ‘la norma’.

Conocimiento, poder y currículo

Otro de los aportes de la pedagogía crítica lo constituye la comprensión de las relaciones sociales atravesadas
por entramados de poder en sus dimensiones de clase, género, etnia, nacionalidad, sexualidad, etarias, otras.

Una mirada atenta al listado de insultos que aparecen en el inicio del presente artículo nos permite reconocer el
juego de poder que opera. Si realizamos una primera clasificación, podemos ordenar los insultos según las
diferencias sobre las que se asientan: género (hijo de puta, la concha de tu madre, puta, atorranta ); sexualidades
(maricón, trola); aspecto físico (gordo de mierda, enano, narigón ); origen social ( negro villero, sucio, chorro,
muerta de hambre); nacionalidad ( bolita, paragua, chileno, judío); inteligencia (nerd, burro, tarada); discapacidad
(discapacitado, mogólico).

Usando como estrategia de análisis una lógica binaria, podemos identificar rápidamente cuál es el polo
dominante –en primer término-, y cuál el depreciado aunque no siempre sea explícita la norma que regula dicha
tensión. Las dicotomías varón – mujer; heterosexualidad – homosexualidad; delgado/alto – gordo/bajo; clase
media – sectores populares; entre otras con diversos matices, constituyen fuertes estructuras estructurantes de
las relaciones de poder. Los insultos ponen en funcionamiento el orden cultural valorativo que margina, deprecia,
silencia, y despliega el machismo, la homofobia, el clasismo, la xenofobia.

Dentro del marco teórico de la pedagogía crítica y los estudios culturales, podemos pensar el currículum escolar
como un producto cultural puesto en circulación para su apropiación; sujeto a múltiples mediaciones y
traducciones jurisdiccionales e institucionales en las que intervienen distintos sujetos sociales. Siguiendo a la
investigadora mexicana Alicia de Alba (1991), el proceso de producción curricular constituye un proceso social
complejo en el cual, a través de luchas, negociaciones e imposiciones se determina un currículum en su
orientación básica. Los procesos de lucha, negociación e imposición se desarrollan entre diversos grupos y
sectores de la sociedad –sujetos sociales-, que propician una determinada direccionalidad de la educación, en
relación al proyecto de sociedad que sostienen.

Pensar en la reconstrucción curricular en términos de abordar el complejo entramado de poder que los insultos -
en tanto categorías sociales-, ponen en juego, supone no simplemente una lógica inclusiva de conocimientos que
aborden esta problemática, sino más bien una lógica política y epistemológica que visibilice, produzca
conocimientos y reconstruya los campos disciplinares. Desarmar las formas de significar la realidad socialmente
constituidas implica visibilizar la historicidad de las diferencias y de las relaciones de poder que las constituyen,
permitiéndonos desmontar las jerarquías sobre las que se asientan los insultos y a las cuales contribuyen a
cristalizar. Esto nos acerca a la tarea de hacer que la diferencia no se vuelva sinónimo de desigualdad. Este
camino ha empezado a ser recorrido por distintos movimientos sociales, por ejemplo los sexo-genéricos que
permitieron alcanzar la promulgación de la Ley Nacional de Educación Sexual Integral (26.150/2006) y los
Lineamientos Curriculares de Educación Sexual Integral (ESI).

Los distintos sujetos sociales de nuestro tiempo constituyen ‘sujetos sociales del currículum’ en tanto que con sus
acciones y propuestas aportan significaciones a la disputa en torno al/os proyecto/s de sociedad y la
direccionalidad de la educación que propicia/n. Así, el Estado, el sector empresarial, la Iglesia Católica, distintas
denominaciones religiosas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales de distinto tipo, movimientos sociales
diversos, grupos de intelectuales, organizaciones estudiantiles, entre otros, son sujetos sociales centrales a la
hora de establecer agendas y definir el rumbo que la educación tomará.

La escuela es uno de los espacios sustantivos de encuentro, de vínculo, de disputa de agendas y de construcción
de lo público, que habilita la intervención y la toma de decisiones. El desafío sigue siendo indagar, decidir a
quiénes escuchar, preguntar, confrontar, participar.

Bibliografía.

DE ALBA, Alicia. (1991). Currículum: crisis, mito y perspectivas. México: Universidad Nacional Autónoma.

TADEU DA SILVA, Tomaz. (1997). “Descolonizar el currículo: estrategias para una pedagogía crítica (dos o tres
comentarios sobre el texto de Michael Apple)”. En GENTILI, Pablo (comp.). Cultura, política y currículo.
Ensayos sobre la crisis de la escuela pública. Buenos Aires: Losada.

[1] Docente e investigadora Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad Nacional del Comahue.

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