Está en la página 1de 10

EL TEATRO MEDIEVAL

Nota

Albertino Mussato.' Italia. S^lo XIV


Original en provenzal. Traducido del italiano: La leggenda di Giuda
(trapnento de la Passione Didot, v. 431-592). Teatro religioso del Medioevo
ruori d Italia, ed. cit., págs. 234-37. Traducción de Cario Cordié.
EZZELÍNIDA*

Personajes

Adeleita, madre de Ezzelino y de Alberico


Ezzelino
Alberico
Mensajero
Ziramonte, hermanastro de Ezzelino y de Alberico
Fray Lucas, el beato Lucas Belludi, compañero de San Antonio
de Padua
Ansedisio, vicario de Ezzelino en Padua
Hombres armados
Coro

[Escena L ] Adeleita; Ezzelino; Alberico.^

A D E L E I T A . —¿Qué estrella ensangrentada relucía alta, en


las extremas comarcas del cielo, nefasta para mí, oh, hijos, cuan-
do os di a la luz en el tálamo maldito? Pero ahora revelaré los en-
gaños del astuto padre, yo, madre desventurada. Y a no puede
quedar oculta la infamia, ningún secreto dura mucho tiempo.
Escuchad, hijos, que me sois devotos, el misterio de vuestro naci-
miendo, al cual toda edad venidera podrá dar fe. Existe una antigua
fortaleza, sobre una alta colina, llamada Romano desde hace

* E l nombre de la obra en su original latino es Ecerinida. L a he


titulado Ezzelínida porque de tal manera se conecta claramente con el
nombre de su protagonista, Ezzelino da Romano. Los nombres se man-
tienen en italiano tal como corresponden a los personajes históricos.
206
207
EL TEATRO MEDIEVAL EZZELÍNIDA

largos siglos:^ robustas vigas sostienen el techo. Unida a la torre, so: los nueve meses que estuve encinta de ti sufrí lágrimas, penas,
vuelta al mediodía, una casa contra el soplo de los vientos y de gemidos, dolores. E l furor no dio tregua a las visceras. Y un
las tempestades. Allí, un día, extendido sobre el tálamo de mar- parto monstruoso, oh hijo, te dio a luz.
fil, me pareció que dormía Ezzelino el Monje, vuestro padre,* E Z Z E L I N O . —¿Cómo?
a su lado yo yacía supina. Pero ahora la vergüenza me cierra los
labios, el temor se instala en mi corazón, el terror altera mis A D E L E I T A . — T U cuerpo estaba completamente envuelto en
miembros... sangre, arqueado el vientre como signo de amenaza, hinchado
el rostro por la ira. Objeto de temor y horror de todos los que te
E Z Z E L I N O . — ¡Habla, madre! Aunque sea grande y tremen- vieron... Pero veo, querido hijo Alberico,* que tú esperas cono-
do el misterio, importa conocerlo. cer cómo naciste. Lo que yo sé, tú también lo sabrás. Siempre
A D E L E I T A . — ¡Oh, esencia espantosa de un delito sin nom- dudé qué padre te sembró en este cuerpo maldito. Desde el mo-
bre! Vuelve ante mis ojos la imagen del prodigio. ¡Ay! mi rnento de la infamia perpetrada, hijo, fuego inextinguible devo-
cuerpo helado desfallece... ró mis carnes, sutil veneno lasceró mis visceras. Jamás el sue-
ño logró quitarme los afanes del corazón. Un día —no sé si en la
E Z Z E L I N O . —Sostenía, Alberico, el temor le oscurece la ra- vana vigilia o en la incierta quietud del reposo— el verdadero pa-
zón. Échale agua sobre el rostro, el agua la hará recuperarse, vol- dre de Ezzelino renovó sobre m í el antiguo estupro.
verá en sí.
E Z Z E L I N O . —¿Qué más quieres, hermano? Acaso te aver-
A L B E R I C O . —Ya está retomando fuerzas... güenzas, tonto, de tal padre y reniegas el origen divino? ¡Somos
EZZELINO.—¿Recuerdas? hijos de un dios! Tal honra no lograron, aun nacidos de Marte,
Rómulo y Remo. Nuestro padre es más grande, rey de un reino
A D E L E I T A . —Recuerdo, oh, primogénito m í o , cómo nacis- sin confines, rey de sangre y de venganza, bajo su cetro cumplen
te tú... Cuando la noche, reposo común, hubo arrebatado a los sus condenas poderosos, príncipes, reyes, capitanes. Seremos jue-
mortales de sus fatigas, de las visceras de la tierra salió un pro- ces dignos del tribunal paterno si logramos con nuestras obras
fundo mugido como si su seno hubiera explotado y se hubiera su reino, pues él ama las guerras, los muertos, los engaños, los
abierto en inmensa vorágine. Y resonaron las inmensidades de los fraudes, la ruina del género humano.
cielos. Un vapor de azufre invadió el aire y se adensó en nube.
Luego, de improviso, un relámpago surcó la casa como un rayo, {Luego de haber hablado asi,'' se retiró a la parte más pro-
seguido por un trueno. L a oscura nube llegó sobre el tálamo, funda de la fortaleza, buscando las más recónditas soledades, pri-
lo envolvió, fétida. Y de pronto, me sentí oprimida, violada. So- vadas de luz. Y cayendo prono en tierra, se puso a golpearla, re-
bre mí, oh, vergüenza, estaba un adúltero desconocido... chinando los dientes y con terrible voz invocaba a Lucifer, su
padre:)
E Z Z E L I N O . —¿Qué adúltero, madre?
"Oh, tú, expulsado del cielo, tú, que eras la luz matutina,
A D E L E I T A . —Tenía las proporciones de un toro. Torcidos padre soberbio que gobiernas el reino del Caos profundo, por cu-
cuernos le salían de la cabeza, crestas rodeadas de hirsutos pelos. ya orden cumplen sus penas los condenados, escucha, desde los
De las cuencas de los ojos caía una baba sanguinolenta, de la na- abismos donde resides, dios del infierno, las plegarias de este
riz, junto con sus bufidos, salían lenguas de fuego, y chispas de hijo tuyo que te suplica, ¡quien te invoca es tu verdadero, indu-
la boca, que llegaban hasta las largas orejas, incluso la respira- dable hijo! Apodérate de mí, prueba lo que puede mi deseo,
ción estaba hecha de llamas y una llama perenne le lamía la bar- incendiando con tu fuego mi corazón. Por las lívidas ondas de la
ba.' Cuando hubo saciado sus deseos y llenado mi vientre con Estigia ¡juro que he renegado de Cristo,^ que siempre lo he
una semilla maldita, con inmenso fragor el adúltero (abandonó) odiado, que es mi enemigo en nombre de la Cruz! Sean mis
el tálamo, volviendo a su reino, y la tierra se abrió delante de él. compañeras, ministros de delitos,, Alecto que lo inspira, Tisífone
Un fuego se encendió dentro de mí, agitó mis visceras y muy que lo manifiesta, Meguera que lo cumple.' Que Perséfone cum-
pronto mi vientre sintió tu peso. Ezzelino, ¡digno y verdadero pla todos mis deseos. Que cada,uno aguce el ingenio para depre-
hijo de tal padre! Pongo por testigo al cielo que me fue adver- dar, que ninguno de los espíritus infernales se mantenga ocioso.

208 209
EL TEATRO MEDIEVAL
EZZELÍNIDA
sino que exciten los ánimos a la ira, a los odios, a las insidias.
Que yo sea para el mimdo una espada ensangrentada, mi mano, C O R O . —Retoma el aliento y cuenta lo que ha acontecido,
fiada en ti, no temblará ante ningún delito. ¡Óyeme, oh Sata- pero detente antes, haz que tu respiración se aquiete.
nás! y aprueba a tal hijo. M E N S A J E R O . —Contaré primero los hechos, por lo menos
parcialmente, que fueron causa de los males presentes. ¡O siem-
[Escena II.] Coro.'" pre Verona, furia antigua de esta marca, casa de enemigos, ca-
rnino abierto a toda guerra, sede de tiranos, ha sido la tierra pro-
C O R O . —¿Qué furor os agita, oh mortal estirpe de hombres? picia para la guerra o así la han hecho los hombres por su misma
¿Adonde os lleva la ambición? ¿Adonde queréis llegar? No co- naturaleza! Los odios intemos de los ciudadanos nacieron, en la
nocéis a qué precio, en medio de vuestra concupiscencia, buscáis marca, cuando el marqués Azzo d'Este que tenía el gobierno de
la cima de un reino débil, buscáis miedos tremendos y continuas Verona, fue expulsado de la ciudad, de la ciudad engañada por
amenazas de muerte, pues donde hay tiranía, hay muerte y el te- el falso favor de Ezzelino que ocultamente obrara en su prove-
mor no es menor que la muerte. Pero, ¿de qué sirve decir todo cho. En esto se originó la disputa, ésta fue la desdicha de la mar-
esto? Así es la vida y el ánimo vuela sin detenerse nunca. Aun ca.'^ E l marqués expulsado, ardió, furioso, en justa ira. El conde
cuando posee grandes cosas, el corazón no se contenta, quiere Bonifacio tomó su partido, uniéndose a él en la venganza. Braida
aún mayores. A vosotros, nobles, os lanza a las disputas el grave vio la furia de las matanzas cuando la disputa desembocó en
pecado de la envidia, os quema, os infecta, ninguno puede sopor- guerra abierta y la región se vio bañada en sangre. Vencidos, los
tar que otro lo iguale. Y nosotros, plebe vilísima, ¡cuántos es- Montecchi volvieron la espalda en fuga vergonzosa, seducidos
cándalos agregamos a los corazones de los poderosos! Ensalza- por su culpa y sólo en la fortaleza del Garda lograron seguro asilo.
mos demasiado a unos, arrojamos a otros en el fango, hacemos Desde ese momento comenzaron una serie infinita de disputas.
La fortuna proporcionó alternadamente la victoria a las partes en
leyes y pactos y una vez hechos, los destrozamos. ¡Nos tende-
lucha. Por una parte se inclinaron Ezzelino, cada vez más fuerte
mos redes a nosotros mismos, nos ofrecemos un auxilio mortal,
y osado, y Salinguerra, aliado de los Montecchi. De la otra, el con-
somos un falso baluarte! El que cae, nos arrastra consigo, si caen,
de y el marqués unidos arrastraron a una triste guerra a multitu-
nosotros también caemos. De tal manera, la rueda cumple su giro
des de pueblos fácilmente reunidos. ¡Oh pueblo, hacinamiento
y nada dura eternamente. de gente inconstante, pronto siempre a la matanza, dependiente
"He aquí por qué se conmueve esta noble marca trevisa- de todas las voces e incapaz de acertar con la verdad!
na'' y un clamor de guerra resuena entre el despliegue de ense-
ñas y el sonar de las trompetas y vuelve a arder el renovado fu- C O R O . —Continúa, pero vuelve al punto de partida. ¿Por
ror, arrancando a las gentes del reposo, a los ciudadanos de sus qué nos mantienes todavía inciertos en medio de tantas palabras?
ocios. Un triste destino nace de esta paz, ya vuelve a hervir el fu- ¿Cuáles son las novedades?
ror de la sangre y pide guerra, los partidos revelan sus criminales
intenciones, las ciudades buscan armas, la justicia calla, turbada. M E N S A J E R O . --Pronto las oiréis, e incluso su resultado. Pe-
Pero he aquí que llega de Verona, agitado, un mensajero que ro antes he querido recordaros los orígenes y las causas de las
ciertamente nos traerá nuevas. crueles tiranías. Ezzelino,'" después de haber visto los sucesos
comprendió que era fácil perturbar el estado de la marca, atizó
los odios, enfrentando astutamente las partes amigas una contra
[Escena III.] Mensajero; coro. otra, sembrando disputas y causas de disputas, luego las aplacaba,
transformándose en arbitro oculto. De tal manera, día a día se
MENSAJERO. — ¡Oh, excelso señor del mundo. Dios omni- hacia más fuerte. Oprimía a todo aquel que tenía algún poder,
potente, acaso tú riges sólo los altos cielos, lejanísimos del nues- y sólo él quedaba, el único poderoso. Pero, ¿qué más? De tal ma-
tro y has entregado en brazos de Marte las plagas de nuestra tie- nera, cual una serpiente avanzó la torva tiranía. Y Ezzelino, con
rra para que él la rija? ¡Oh malditos odios de los nobles, oh mal- astucia y engaño, sometió a su yugo a Verona. ¿Y luego? He
dito furor del pueblo! Ha Uegado el fin que vuestras disputas me- aquí el resultado de la empresa: Padua, la tierra generosa, yace
recen, he aquí el tirano generado por vuestra misma rabia. He vis- abatida a traición'' a los pies del tirano. Y ya Ezzelino tiene el
to grandes infamias. cetro en el puño, con el título de vicario imperial. ¡Ah, cuánta

210 211
EL TEATRO MEDIEVAL EZZELÍNIDA

ruina promete a los pueblos, amenazante, atroz! ¡Cárceles, ho- uno es libre de sus actos. Los delitos del pueblo piden manos ven-
gueras, cruces, torturas, exilios, hambres y muerte! Pero puesto gadoras, ¿por qué pues vanamente nos detenemos nosotros, ofre-
que Dios no deja sin castigo 'os delitos, son los nobles las primeras cidos al mundo como ministros de venganza? ¡Conquistamos
víctimas, ellos vendieron la ciudad, ahora pagan sus delitos. ciudades y comarcas por doquier! Verona, Vincenza y Padua
obedecen a mi orden, avanzaré inmediatamente, la Lombardía
C O R O . — ¡Oh, Cristo que estás sentado en lo alto de los cielos, me invoca como su señor. L a lograré. Pero no detendré allí mis
a la derecha del trono del Padre, ¿gozas sólo de las alegrías supre- pasos. Italia me es debida. Pero no me basta ni siquiera ella. Me
mas y descuidas cuanto sucede bajo las estrellas? ¿No llega hasta volveré a oriente de donde salió un día, para caer del cielo. Lu-
tus oídos el grito de los hombres, que se agita a través del aire? cifer, mi padre, y tal vez el cielo castigará mi poder. No, ni Ti-
¡Pero la sangre de Abel hizo escuchar su voz di Señor, acusando feo, ni Encelado ni otro gigante alguno, jamás atacaron a Júpiter
al hermano ensangrentado! ¡Y la ira divina borró por medio del tan furiosamente.^" Luego volveré las enseñas al mediodía, hacia
fuego las infamias de Sodoma y Gomorra! ¿Por qué; oh justo donde arde el sol meridiano.
juez, no castigas así los errores de los hombres de hoy? Terrible,
impía tiranía amenaza nuestra época, tiranía ignorada antes de ALBERICO . — ¡Que nuestro padre, el diablo, te asista!
ahora. ¡Nada es la antigua cuadra del Bistón,'* nada la rabia
del torvo Procusto'^ y la ferocidad del cruel Nerón! Las cárce- E Z Z E L I N O . —Sí, que me proteja. ¿Y qué harás tú, hermano?
les tragan, en tinieblas profundas, los gritos de los prisioneros A L B E R I C O . —Óyeme. Treviso está en mi poder, tomada Pel-
que esperan, vivos, la muerte y a quienes el hambre y la sed tre, caeré sobre Vriuli, subyugaré todo el septentrión. Pero es
conducen al fin, a menudo invocado. Todo el pueblo ha abatido poco. No cesaré. Quiero conquistar las tres Gahas^' y todo el
el cuello, como novillo que se acerca al ara, víctima señalada. To- Occidente, hasta donde el océano traga al sol.
da excusa parece buena al tirano infame para destrozar a los ciu-
dadanos. Insomne vela, receloso y temido. Desaparecen las leyes EZZELINO. — ¡Oh, hermano mío, también tú nacido de Pin-
de la naturaleza, la piedad ha huido de nuestra tierra, presa de tón, que nuestro padre dé fuerza a nuestra osadía, que nos en-
las Erinnias. El hermano, para complacer al feroz tirano, da muer- víe demonios, salidos de la tierra abierta, para ayudamos! Con
te cruenta al hermano, el hijo solicita la hoguera para el padre su ayuda, llenaremos el infierno de almas y de cuerpos. Vamos,
y arroja él mismo las ardientes antorchas. Y para tocar el fondo osado hermano, prole del dios del Averno, hazme la guehra inclu-
de la infamia, para que se extinga la semilla de futura prole, no so a mí, con astuto engaño, roto el acuerdo, fíngete mi enemigo,
satisfecho con tantos delitos, Ezzelino ordena que se arranquen este engaño destruirá a muchos exiliados de ambas partes. Y que
los genitales a los niños y que se corten los pechos a las mujeres. fe'y piedad sean palabras ignoradas en nuestra vida.
Tronchados los labios todavía mudos, en la cuna llora un coro
de inocentes y va buscando la luz en medio de ciegas tinieblas,
privado de los ojos.'* ¿Por qué soportas. Señor, tantas infamias [Escena V.] Ezzelino; Ziramonte; Fray Lucas.
y ya no lanzas los acostumbrados rayos? Y , ¿por qué la tierra
no se abre para engullir en las tinieblas infernales a esta serpiente, EZZELINO. - ¿ Z i r a m o n t e ?
asesino del género humano? ¡Oh, padre del cielo, el pueblo re- ZIRAMONTE.—¿Señor?
dimido suplicante te invoca desde el abismo en el cual ha vuelto
a caer! E Z Z E L I N O . —Vamos, dime, ¿la cabeza de Monaldo^" yace
por tierra, separada del cuerpo, sin honor algimo?
Z I R A M O N T E . —Yace en la plaza pública, escuálida, la tron-
[Escena IV.] Ezzelino; Alberico." chada cabeza. Ninguno ha tocado el cadáver.
E Z Z E L I N O . —Como la madre ha dicho, y ciertamente decía E Z Z E L I N O . —¿Alguna hostilidad?
verdad, hemos nacido de la semilla del cruel Lucifer, dignos de Z I R A M O N T E . —Ninguna.
tal padre y de tanto honor. Así tal vez lo quiso el destino, del que
Dios no se ocupa, sino que deja que vaya como quiera, pues cada EZZELINO . — ¡He vencido, por tanto! Ahora todo me es lí-

21 a 213
EZZELINIDA
EL TEATRO MEDIEVAL
muchos. ¿Quién es este Dios para quien soy yo más querido
cito, incluso lo ilícito. L a ciudad está en mi poder, mueran to- que otros muchos?
dos, nobles y plebeyos. No ponga límite a mi venganza ni sexo, ni
edad, ni orden ni grado alguno, acometa pues la espada, las pla- F R A Y L U C A S . —Ezzelino, créeme, más querido le fue Sau-
zas sean lagos de sangre derramada. Que aquí y allí las altas cru- lo cuando abandonó el pecado. E l benigno Dios, Redentor nues-
ces muestren los cuerpos colgados, que luego las llamas quemen tro, va tras los rastros de las almas desviadas en falsos caminos,
los cadáveres en medio de un destilar de pus y que el humo haga como buen pastor. Y socorriendo a los pecadores les prolóngala
llegar al cielo la ofrenda de estas víctimas, desangradas por mí. vida para que se arrepientan.

FRAY L U C A S . —Noble Ezzelino, perdóname, deja que yo E Z Z E L I N O . — ¡ Y yo creo que he sido ofrecido al mundo pa-
hable. Haz un signo, vamos, para que yo pueda hablar seguro. ra castigar las culpas por el deseo de Dios! E n un tiempo. Dios
vengador enviaba desventuras innumerables sobre las gentes ini-
E Z Z E L I N O . —Habla. cuas y cuando lo merecían sus culpas: diluvios, insectos, granizo,
F R A Y L U C A S . — ¡Miserable cosa ¡ ¿Qué te mueve, oh, hom-
fuego, hambre, el Antiguo Testamento prueba que no miento.
bre? Porque eres hombre, no podrás negarlo. Por tanto, mortal, Y enviaba tiranos a las ciudades, para quienes fue lícito, sin obe-
decer a leyes o constricciones, hacer estragos entre la gente y aho-
pues todo lo que nace, muere. Todas las cosas, si lo observas,
garla en sangre: Nabucodonosor, el Faraón de Egipto, Saúl, la
mantienen un orden. L a tierra, el mar, el cielo, todos los elemen-
prole gloriosa de Filipo el Macedonio, para las edades antiguas,
tos ligados a ellos, bajo ciertas leyes viven sus suertes. L a tierra,
y a la nuestra fue dada al mundo la casa gloriosa de los Césares,
que en invierno empalidece, reverdece en verano y cada mes da
de la que nació Nerón, de feliz memoria. ¿De cuánta ruina llena-
sus frutos. E l mar es perturbado por vastas tempestades, pero, ron éstos el mundo? ¿Cuánta sangre enrojeció el mar por sus
cesado el viento, las naves lo recorren tranquilas. E l cielo se mue- órdenes? Y el Dios que todo veía no se los prohibió, por el con-
ve dentro de sus órbitas y im eje eterno hace estables los polos. trario él mismo permitió que fuesen así.
Y arriba, en el firmamento, leyes seguras fijan los movimientos
errantes de las estrellas. Pero, ¿quién, más fuerte que toda otra
cosa, mueve todo? ¡Dios es motor excelso del xmiverso! Él, que
es justo, distribuye con equidad sus dones y este orden sagrado [Escena V L ] Mensajero; Ezzelino; Ansedisio; hombres arma-
dos.^'
es la justicia. La justicia que Dios quiere que honren los mortales
creados por Él. Y que somos así, nos lo enseñan sobre todo,
ínsitas en nosotros por la naturaleza misma, Caridad, Esperanza, M E N S A J E R O . —Escucha una noticia increíble si no fuese
cierto el testimonio, pero yo mismo lo vi. No te irrites mientras
Fe, innatas, créelo, en el corazón de cada uno, aun cuando algún
digo la verdad.
error lo lleve fuera del camino. Vuélvete, pues, a estos rostros
del bien: Caridad, perdone, piadosa, a tu prójimo, Esperanza se EZZELINO.—Escupe tus tonterías, necio vanidoso.
encuentre en ti para obtener la gracia de Dios misericordioso; la
M E N S A J E R O . —Una excitada y gran formación de exiliados
santa Fe te conduzca a tales metas.
paduanos y ferrareses ha remontado los ríos vénetos, cuantos po-
E Z Z E L I N O . —¿El excelso Dios ve mis obras? dían llevar las barcazas, con la ayuda de toda la región.La cruz los
precedía y el legado del Papa los guiaba. Superados los obstácu-
F R A Y L U C A S . —Las ve.
los en la provincia, llegaron a la ciudad, corrieron a los puentes,
EZZELINO . — ¿ Y si quisiera podría abatirlas? a pie, las puertas fueron entregadas a las llamas entre columnas
de humo. Ninguno defendió desde lo alto, toda resistencia de los
F R A Y L U C A S . —Ciertamente, puede abatirlas.
defensores cesó. Padua ha sido tomada, ahora la tienen en su po-
EZZELINO . — ¿ Y por qué tarda en hacerlo? der los exiliados.^*
FRAY L U C A S . —Paciente espera que tú ceses en tu furor, E Z Z E L I N O . —Vete, siervo mendaz y que un pie truncado sea
qué tú mismo apartes la mano de tantas destrucciones. el digno precio de tu narración. Pero he aquí que llega Ansedi-
sio.^'' ¿Qué ocurre?
E Z Z E L I N O . —Por tanto, la salvación de uno es la ruina de
215
214
EL TEATRO MEDIEVAL EZZELÍNIDA

ANSEDISIO. —Padua se ha perdido, está en manos de los lo abate a los viles, contra su ímpetu lucha el vigor. Dejemos Pa-
enemigos. dua por ahora, la venceré más tarde. L a Lombardía, toda la que
E Z Z E L I N O . —¿Perdida por la fuerza? se encuentra de este lado de los Alpes, me quiere por señor.

A N S E D I S I O . —Por la fuerza.
[Escena VH.] Mensajero; coro.'*
E Z Z E L I N O . —¿Cuál?

A N S E D I S I O . —A hierro y fuego y por medio de la fuga, M E N S A J E R O . —Aquí, aquí llegue quien quiera conocer el
como acostumbraban a caer las ciudades. fin de los males y el reposo que nos concedió Dios supremo.
¡Hasta Dios llegue el incienso! Jóvenes, viejos, viudas, éste es un
E Z Z E L I N O . — ¿ Y tú estás vivo? Basta tu rostro, intacto, día de fiesta porque desde lo alto os ha mirado el Señor.
signo de la traición, para declararte culpable. ¡Vete! ¡Apenas
bastará la muerte! Compañeros de armas, ¿qué pide nuestro C O R O . —Vamos, cuenta lo que ha acaecido.
valor? L a fuerza del ánimo es probada por los acontecimientos
infaustos. M E N S A J E R O . —Ocupada Brescia, con el favor de los cremo-
neses, roto todo pacto, el feroz Ezzelino expulsó a los aliados y
H O M B R E S A R M A D O S . — ¡ O h , príncipe magnánimo, he aquí al mismo Pellavicino, que era su amigo, urdió trampas mortales.
nuestro consejo en consonancia con tus deseos! Arresta inme- Luego, con la esperanza de contar a los nobles consigo, se movió
diatamente a todos los paduanos que están aquí y que tu cárcel rápidamente y con astucia hacia Milán. Pero, fmstrado en su es-
de Verona los acoja en cepos. Amenaza, feroz, con destrucciones, peranza, sintió que lo aguardaban, en armas, las formaciones de
y corre veloz a Padua, que tus soldados rodeen los muros. Asalta los enemigos. Cremona, Mantua, Ferrara, Buoso y Pellavicino
la ciudad, que está temerosa, pero sin dilación. El temor por los habían jurado al unísono su exterminio y las fuerzas unidas con-
propios parientes y nuestro gran vigor postrarán a los rebeldes. dujeron al vado del Adda, por donde Ezzelino debía pasar a su
Quedarás vencedor como deseas. Nuestra osadía vencerá la for- retorno. Tampoco actuaba lentamente el audaz Martino del lado
tuna. de Milán, Martino della Torre, que con sus gentes armadas se-
guía ai tirano. Éste llegó en su retirada al río Adda, al puente,
CORO.2* —¡Oh falaz previsión de los hombres, ignorante y vio que los enemigos, más allá de la orilla, lo esperaban. Du-
de los dudosos acontecimientos y de la suerte! ¡Pues el movi- rante mucho tiempo permaneció incierto acerca de lo que habría
miento eterno de la eterna rueda transmuta demasiado los acon- de hacerse.'*
tecimientos humanos! He aquí que Ezzelino vuela, furioso,
a Padua. Encuentra a la ciudad, antes acostumbrada a estEir some- C O R O . —¿Qué hizo, circundado por tantos escuadrones?
tida, en armas, hostil a su dominio. La circunda con hombres ar- ¿Cuál fue su rostro?
mados y a las orillas del río mueve los escuadrones. Pero contra
él está bien ordenado el ejército de Padua y resiste la rabia del M E N S A J E R O . —Parecía un lobo, perseguido luego de abun-
tirano con osada frente. Perdida la esperanza de tomar la ciudad, dante comida, que muestra los dientes, entre los ladridos de los
vuelve el caballo atrás, abandona Ezzelino el sitio, retoma a Ve- perros que lo cercan, con la espuma en la boca y mirando a su
rona furibundo. Y vuelve su ánimo a la impía destmcción de los alrededor.
inocentes ciudadanos de Padua que tenía en cepos, deja morir C O R O . —Continúa...
de sed y hambre en las ciegas cárceles a once mil, Los carros
llevan los cadáveres que ninguno reconoce, ni la madre al hijo, ni M E N S A J E R O . —Rechazado aquí y allá, furioso, no quiere lu-
la mujer al marido reconocieron muertos, todos lloraron sobre char contra enemigos tan numerosos. Pero el ocupado puente le
todos. E l suelo no es suficiente para acoger tantos cadáveres, el obstmye el paso. Sus enemigos se preparan a atacarlo de frente
aire lívido está corrompido. Pero el tirano está satisfecho, sabe y de espalda, gritándole invectivas. Y mientras piensa de qué par-
que Padua debe reponer a su gente. te debe intentar la fuga, una flecha lo alcanza en el pie izquier-
do. Pregunta a un soldado qué lugar era ése. "Es el río Adda —se
EZZELINO —La fortuna adversa da fuerza a los héroes, só- le respondió— y éste es el vado de Cassano". "Oh, Cassano, Assa-

216 217
EL TEATRO MEDIEVAL
EZZELÍNIDA

no, Bassano —dijo—, aquí la madre me predijo la muerte, aquí el


fin." ¿Y quién podría, fiándose de sus fuerzas, vencer al hado? " tan tremendo fue.el ñn de los tres hijos varones de Alberico."
Espoleó el caballo y a través de las ondas llegó a la otra orilla, Luego él mismo, en lo alto de la fortaleza cayó en manos del pue-
mostrando así a sus tropas el camino. Pero sus enemigos no tar- blo mientras se aprestaba a mentir, le fue puesto un freno den-
daron en enfrentársele, unos avanzaban, otros huían, otros, que tro de la boca abierta y fue conducido a mirar, vivo, la matanza
perseguían al tirano, lo destrozaron. Preso está Ezzelino, vana- de los suyos. He aquí que llega la mujer de Alberico, arrebatada
mente furioso. Y un soldado, de nombre desconocido, hiere su de sus estancias y conducida afuera,*" sobre los hombros le des-
cabeza. Apresado, así herido, rehusa todo alimento, y toda cura ciende la cabellera, vueltos los ojos al cielo, con las manos a la es-
que pudiera salvarle la vida. Y con frente todavía amenazante palda, estrechamente ligadas con cuerdas. Arrastradas consigo
desciende a las sombras del Averno, junto a su padre. Una tumba venían las cinco hijas, esparcidos los cabellos, víctimas destina-
encierra su cuerpo, en Soncino.'" das a la hoguera ante los ojos de sus padres. Una multitud las ro-
deó, recordándoles sus delitos y sus actos infames, como turba
C O R O . —Demos gracias a Dios por tantos bienes, oh jóve- de cazadores que, habiendo expulsado de sus madrigueras a los
nes, y vosotros, oh viejos, y vosotras, temblorosas muchachas, lobos, azuza a los perros, recordando los daños ya soportados,
dadle gracias. Desde el alto cielo ha descendido la piedad que ha y queriendo saborear, en la dilación, el escamio próximo.
puesto fin a nuestros males, se ha apagado la rabia del feroz tira-
CORO. —Continúa y narra la manera del suplicio.
no y por tanto gozamos de paz, seguros volverán los exiliados de
confinamiento, todos a sus casas, en paz. Postrados en tierra M E N S A J E R O . —Ardía, alta, una pila de ramos de encina, las
pidamos perdón por nuestras culpas, con golpes y flagelaciones. antorchas sobrepuestas destilaban olor de resina, los troncos es-
Y que el Hijo de la Virgen acoja nuestros deseos. taban bañados con graso aceite y una nube negra llegaba al cielo.
El crepitar del fuego parecía el estallido de rayos y en la sala se
oía un rumor que parecía llegar del Averno, la hoguera tenía
bocas que vomitaban llamas. ¡Oh, suerte desdichada, delante del
[Escena VIII.] Mensajero, coro. rostro de los progenitores! Primero el grupo de las hijas fue em-
pujado hacia la hoguera, apenas el fuego tocó los vestidos y la lla-
M E N S A J E R O . ' ' En ninguna parte seguro, Alberico,hombre ma se arrojó sobre sus cabellos rubios, dieron un salto atrás bus-
que no tuvo fe y que no fue creído por nadie, habiendo dejado cando el inútil auxiUo de los padres, pues negado les fue el abra-
todo, huyó a la segura fortaleza de Zenone,'* con la consorte zo. Y después de que una vana esperanza las hubo empujado
y los hijos. E n tomo a la colina, tres ciudades acamparon, se- aquí y allá, enloquecidas, quien había preparado el fuego las
dientas de venganza: Treviso, Padua, Vicenza, y con igual ansia apresó, violento, y junto con la madre las arrojó al abismo de las
llegó el marqués Azzone, con los más ilustres señores de la marca. llamas.
Cuando se perdió toda esperanza de ayuda, mientras dentro ha-
bía sedición y hambre y el terror de la maerte, cayó la fortaleza. C O R O . —¿Con qué rostro soportó el suplicio de las hijas y
¡Oh furor de enemigo airado, semejante al rayo! Las tropas de la mujer Alberico, aunque no podía hablar?
irrumpen en los atrios del excelso castillo. Uno toma por los
M E N S A J E R O . —Desdeñoso, volvía la cabeza, como dando a
pies a un niño," arrancado al pecho de la madre y le golpea la
cabeza contra una viga, del cráneo roto salpica sangre sobre el entender, con gestos y señas, que no se preocupaba por nada.
rostro de la mujer. Y otro, con la espada en la mano, se enfrenta CORO. —¿Y cómo fue el último momento?
al pequeño Ezzelino,'* de tres años, que invoca al tío con gran-
des gritos. Aquél le corta las venas de la garganta, diciendo: "Tu M E N S A J E R O . —Mientras estaba en pie, erguido, competían
mismo tío nos enseñó a llevar tal regalo a sus sobrinos". Y para para arrojarse sobre él, uno le hundió en el flanco derecho la es-
que la carnicería sea conocida por todos, clava la cabeza sobre pada, que le salió del lado izquierdo. De las dos heridas la sangre
una larga lanza, el rostro se contrae ante los ojos aterrados, san- salió a borbotones, otro hendió sobre sus hombros un gran tajo,
gre y consunción bañó la mano que sostenía la lanza. Otro, en- burbujeó la cabeza, vacilando, separada del pecho y el tronco,
tretanto, masticaba el hígado que todavía palpitaba. Tan atroz. antes de caer, permaneció mucho tiempo erguido. Luego la mul-
titud contendió para destrozar los miembros y los dio como
comida a los perros.
218 219
EL TEA TRO MEDIEVAL
EZZELÍNIDA

C O R O . ' " —Ésta es una ley que dura eternamente. ¡Tened


fe, oh, justos! Y si en ocasiones la fortuna eleva a algún malvado,
no por ello la ley desaparece, la ley, digo, que a cada uno da se-
gún las obras que haya cumplido. Hay un juez, infalible en su
juicio rígido y sereno al mismo tiempo, que ensalza a los justos y Notas
condena a los inicuos. Esta justicia jamás desparecerá, la virtud
llega a las alegrías celestes, desciende el pecado a los negros abis-
mos. Hasta que os sea lícito, por tanto, debéis respetar la eterna Para los datos de la vida de Albertino Mussato, véase Prólogo.
ley, ésta es la exhortación. ^ Acto I , escena I . Adeleita, moribunda, confiesa a los hijos Ezzelino
y Alberico el misterio de su nacimineto..
' Incluso Dante la recuerda como patria de Ezzelino (Paraíso, I X ,
25-30): "In quella parte della térra prava-italica, che siede fra Rialto — e le
fontane di Brenta e di Piava, — si leva un colle, e non surge molt'itlto —
la onde scese giá una facella —che fece a la contrada un grande assalto".
("En aquella parte de la corrompida tierra italiana que se extiende entre
Rialto y las fuentes del Brenta y del Piave se levanta una colina, no muy
alta, de donde descendió ima antorcha que hizo graves daños en la comar-
ca"). Hoy la región se llama Romano degli Ezzelini.
* Se trata de Ezzelino el Monje, hijo de Ezzelino el Tartamudo. L a
mujer, Adeleita, que aquí confiesa sus relaciones con el diablo, venía de
Toscana, de la familia de los condes de Mangone, y tenía fama de maga y
nigromante, como recuerdan Guizzardo y Castellano en el comentario a esta
tragedia (ed. Luigi Padrin, Bolonia, 1900, pág. 84). Había desposado a
Ezzelino el Monje en el año 1184 y murió en 1214. Esta primera escena se
desenvuelve por tanto en el año 1214.
' Es una de las más características descripciones del diablo.
* Aquí Adeleita se dirige a Alberico.
^ Acto I , escena I I . Egtos cinco versos son los únicos narrativos y
sirven de acotación. Ezzelino está solo en escena, que habrá de ser una ha-
bitación oscura, de manera tal que se oye sólo la voz de quien habla.
* Que Ezzelino haya apoyado y sostenido herejías surge de los docu-
mentos de Gregorio I X y de Inocencio I V (cf. ed. Padrin, pág. 121). E l ju-
ramento que hace era propio de los que vendían el alma al diablo.
' Invoca a las tres furias infernales con Proserpina, reina del Averno.
Acto I , escena V I . Canto del coro. Las palabras de Mussato recuer-
dan aquí en muchos puntos uno de los famosos coros del Tieste de Séne-
ca (V. 336-403).
' ' Según Guizzardo y Castellano, la marca trevisana comprendía,- en-
tonces, además de la región de Treviso, también Padua, Vicenza y el territo-
rio de Verona con la parte de la ciudad situada sobre la ribera izquierda del
Adigio.
'* Acto II, escena I. E n un diálogo entre el mensajero y el coro se
narran las empresas victoriosas de Ezzelino y sus crueldades. E l coro invoca
el castigo divino para el tiríino.
'* Los hechos aquí narrados se refieren a Ezzelino el Monje y consti-
tuyen el principio remoto de los acontecimientos sucesivos. E l marqués

220 221
EZZELINIDA
EL TEATRO MEDIEVAL

Acto III, escena I. Comienza la declinación del tirano. Un mensaje-


Azzo V I d'Este fue en efecto podestá de Verona desde 1206 a 1208; lo ro le trae la noticia de que Padua se ha perdido. L o confirma Ansedisio,
expulsó de la ciudad la facción de los Montecchi, apoyada por el Monje que, vicario de Ezzelino en la ciudad. Al primero se le mutila un pie y el segundo
en realidad, perseguía sólo su propio interés. Pero el marqués d'Este, con la es muerto, porque la circunstancia de haber sobrevivido es para Ezzelino
ayuda de los mantuanos y del conde de San Bonifacio, jefe de la facción ad- signo de traición.
versa a los Montecchi, retornó hacia Verona y en Braida infligió una dura
derrota al Monje y a los Montecchi que encontraron salvación en la for- ^* Padua fue liberada del dominio de Ezzelino el 20 de junio de 1256.
taleza de Garda. Volvieron a su vez a la ciudad con la ayuda de Otón de Sa- Los exiliados liberadores eran conducidos por Tiso da Camposampiero, con
jonia y expulsaron a la facción adversa. Es, pues, un capítulo de la lucha el apoyo de Venecia, de Ferrara y del Papa. Ezzelino se encontraba, en
entre güelfos y gibelinos; güelfos eran los condes de San Bonifacio y los aquel momento, asediando Mantua.
marqueses d'Este; gibelinos, los Montecchi, los Ezzelini y los Salinguerra de
Ferrara, para limitarnos a la narración del mensajero. Ansedisio de Guidotis, vicario de Ezzelino en Padua, se había reti-
rado sin combatir, desconfiando de sus fuerzas.
'" L a narración se dirige ahora a Ezzelino da Romano que llegó a
señor de Verona en el año 1230 y de Padua en 1237. Fue convertido en vi- Acto III, escena I I . E l coro llora por el exterminio de los paduanos
cario imperial por Federico I I . prisioneros en Verona, ordenado por Ezzelino, furioso de haber debido re-
tirarse de la Padua asediada.
' ' Padua fue vendida por sus dieciséis podestás (cuatro por cada uno
de los cuatro quartieri) en 1237, a Ezzelino, que luego los hizo matar. Los ^' Tal era el número de las víctftnas según los cronistas paduanos de la
traidores habían obtenido mil liras cada uno. época. Cf. A. Bonardi, Leggende e storielle su Ezzelino da Romano, Pa-
dua, 1892, y Padrin, ed. cit., págs. 219-20.
En la cual Diomedes daba de comer carne humana a sus caba-
llos. L o recuerda también Séneca, Hcrcu/cs Furens, v. 227-28. ' ° Acto III, escena III. Ezzelino renuncia a retomar el ataque contra
Padua y se dirige hacia Lombardía.
' ^ Famoso bandido ático, que extendía a las víctimas sobre un lecho
y estiraba el cuerpo si era demasiado corto o lo cortaba si era demasia- " Acto I V , escena I. E n un diálogo entre el mensajero y el coro se
do largo. narra la derrota y la muerte de Ezzelino en Cassano d'Adda.

'* No faltan en las crónicas del tiempo testimonios de tales cruelda- Ocupada Brescia con la ayuda del marqués Pellavicino y de los
des: "se cegaba a los niños y cuando luego, en la cárcel, las heridas curaban, cremoneses, Ezzelino intentó deshacerse de sus aliados y de matar al mar-
se les hacía cortar los genitales convirtiéndolos en pequeños eunucos..."; qués. Luego realizó acuerdos secretos para apoderarse a traición de Milán.
"... hizo cortar a muchas mujeres el labio superior y amputar los pechos, Los milaneses, advertidos, se le enfrentaron conducidos por Martino della
y cegó a sus hijos lactantes..." (cf. ed. Padrin, págs. 174-75). Torre. Ezzelino se replegó hacia el puente de Cassano d'Adda, pero allí lo
esperaban las milicias conjuntas de los cremoneses, con Buoso da Dovara,
" Acto I I , escena I I . Los dos hermanos se comunican sus sueños de de Pellavicino, del marqués d'Este, de Mantua, Ferrara y Padua. Cercado
gloria. Ezzelino quiere conquistar Oriente; Alberico, Occidente. así entre dos ejércitos, su suerte estaba echada.
Para las luchas de los gigantes con Júpiter, cf. Ovidio, Metamor- ' ' L a madre Adeleita había predicho a Ezzelino que sería muerto en
fosis, v. 346-55 y Virgilio, Eneida, III, 378-81 (a los terremotos sículos se Assano, mientras que Alberico habría encontrado su fin en San Zenone
les atribuía origen en los movimientos de Encelado, sepultado bajo el Etna (véase el oscuro texto de la profecía en la ed. cit. de Padrin, pág. 84).
por voluntad de Júpiter). Por eso, Ezzelino siempre se había mantenido alejado de Bassano, la ciudad
que tenía el nombre más semejante al nombre misterioso pronunciado por
** Es curioso el comentario de Guizzardo y Castellano: " L a triple la madre, pero ahora comprende que la indicación se refería a Cassano y
Galia, es decir, comata, togata y bracata, así, en efecto la llamaban" (ed. que su fin es inminente.
Padrin, pág. 185). Se trata en cambio de un recuerdo del famoso comienzo
del De bello gallico de César: " L a Galia, en su conjunto, está dividida en '" Transportado gravemente herido a Soncino, en territorio de Cre-
tres partes...". Alberico quiere decir que se apoderará de todo el territorio mona, Ezzelino se dejó morir rehusando toda curación. Tenía sesenta y cin-
que la antigua Galia abarcaba. co años, ya que había nacido el 25 de abril de 1194. L a batalla de Cassa-
no d'Adda tuvo lugar el 10 de setiembre de 1259.
Acto I I , escena III. E l beato Lucas Belludi, franciscano y compañe-
ro de San Antonio de Padua, trata en vano de disuadir a-Ezzelino para que ' ' Acto I V , escena I I , un mensajero narra el fin de Alberico y de su
abandone su ferocidad, hablándole de Dios. E l tirano afirma que es un ins- familia.
trumento de la justicia de Dios.
'* Hoy San Zenone degli Ezzelini. E l fin de Alberico y de los suyos
Hijo natural de Ezzelino el Monje, y por tanto hermano de Ezzelino tuvo lugar en agosto del año 1260.
y de Alberico.
El último de los hijos varones de Alberico.
Noble paduano, jefe de una fallida conjuración contra Ezzelino.
Ziramonte había sido el ejecutor de su condena a muerte.

222 223
EL TEATRO MEDIEVAL

'* Otro de los hijos varones de Alberico, que llevaba el nombre de su


tío, Ezzelino.
" E l autor sólo describió la muerte de dos. A menos que el tercero
no esté; aludido en las palabras que más arriba se refieren al pequeño Ezze-
lino. E n tal caso debería traducirse: "Otro, entretanto, masticaba el hígado
que todavía palpitaba (del tercer hijo)". Pero el texto latino no se presta
Andrieu de la Vigne.' Francia. Siglo X V
fácilmente a ello.
*° Evidentemente, ésta no es la madre del hijo menor de Alberico;
la sangre del primero que fue muerto, según Mussato, salpicó el rostro de LA MORALIDAD DEL CIEGO Y E L COJO
la madre.
Acto I V , escena I I I . Comentario del coro sobre toda la acción.
En estas palabras, Mussato tal vez ha tenido en cuenta la admonición final
de De consolatione philosophiae de Boecio.

[Personajes

El ciego
Original en latín. Traducido del italiano: Ecerinida. Ezio Franceschini, El cojo]
ob. cit., págs. 120-37. Las notas corresponden a la edición citada.

E L C I E G O . —Una limosna para el pobre necesitado que ja-


más vio nada!
E L C O J O . — ¡Haced el bien al pobre cojo que no puede mo-
verse a causa de la gota!
EL CIEGO. — ¡Ay! Moriré sin duda aquí por no tener un
servidor.
EL COJO. — N O puedo caminar, realmente, ¡mi Dios, pro-
tégeme!
E L C I E G O . — ¡Ay! E l malvado que me ha extraviado y me
ha dejado acá, ¿cómo ha podido dejarme así en este lugar?
¡Él me guió realmente mal, me robó, luego me abandonó aquí!
EL COJO. — ¡Ay! ¡Me pregunto cómo haré para ganarme
ahora la vida! ¡No podría alejarme de acá aunque tuviera ganas!
E L C I E G O . —Mi pobreza será completa si dentro de breve
plazo no encuentro un servidor.
E L COJO. —La desdicha me ha perseguido a tal punto que
me ha sometido.
E L C I E G O . —¿Encontraré un servidor? Si me sirviera
bien, lo recompensaría. Tuve uno bueno antes, mientras vivió,
que, se llamaba Giblet. Era seguro, aunque fuera feo. He perdido

224 225

También podría gustarte