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Aprecia las promesas

El Señor nos ha dado promesas para que le creamos y lo


confesemos. La Palabra dice que todo lo que sembramos,
cosecharemos. Dios nos da la semilla para hacerlo, sólo debemos
decidir creer y esperar cosechar todas las bendiciones que El tiene
para nosotros.

El carácter más que la riqueza

La semana anterior enseñé el tema "Todo lo puedo en Cristo que


me fortalece", el cual trató sobre la oración hecha por un hombre
en Proverbios 30:8-9. “Vanidad y palabra mentirosa aparta de mí;
No me des pobreza ni riqueza; mantenme del pan necesario; No
me sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O
que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios."

Esta oración suena bien, pero no necesariamente lo es. Si lees


detenidamente, te darás cuenta que en el verso 9, él mismo revela
su corazón al hacer la oración; es decir, manifiesta las intenciones
o motivos que lo llevaron a realizarla. Tan débil estaba su
relación con Dios, que dependía de su economía. El se mantendría
fiel al Señor mientras no tuviera ni abundancia ni escasez. Esto,
por lo tanto, es una oración que revela una mala actitud de
corazón. El reveló su falta de carácter.

El apóstol Pablo, por el contrario, declaró que él había aprendido


a tener abundancia o escasez, pues todo lo podía soportar en
Cristo que lo fortalecía (Filipenses 4:10-11). Pablo dio a conocer
lo que había en su corazón con su declaración, diciendo que lo
más importante no era la riqueza o la pobreza, sino el carácter
fortalecido por Jesús.

¿Qué clase de relación tienes tú con tu Señor? Está basada en tu


economía, o tu economía se basa en la relación con el Señor?

Quiero que vayas conmigo a ver cómo era este hombre que hizo
esta oración. El mismo habla de sí en Proverbios 30:2-3.
“Ciertamente, más rudo soy yo que ninguno, ni tengo
entendimiento de hombre. Yo ni aprendí sabiduría, ni conozco al
Santo”. Hasta que lees detenidamente el contexto y comprendes la
conducta necia e ignorante de este hombre, no conoces bien a la
persona que está orando que no le den ni riqueza ni pobreza.
Si vas a orar, hazlo conforme a la Palabra de Dios, no conforme a
tus circunstancias. Pero si ni lees la Biblia, ¿cómo sabrás de qué
forma orar? Debes estudiar y creer la Palabra para que al
momento de orar, sepas hacerlo apropiadamente. Di conmigo:
“Si yo oro conforme a la Palabra de Dios, tendré los resultados de
las promesas de la Palabra de Dios”. “Yo seré de aquellos que
todo lo pueden en Cristo que da las fuerzas”.

Ensancha mi territorio
En 1ra. Crónicas 4.:9-10 encontramos otro tipo de oración: "Y
Jabes fue más ilustre de sus hermanos, al cual su madre llamó así
diciendo: por cuanto lo di a luz en dolor. E invocó Jabes al Dios
de Israel, diciendo: ¡Oh, si me dieras bendición, y ensancharas mi
territorio, y si tu mano estuviera conmigo, y me libraras del mal,
para que no me dañe! Y le otorgó Dios lo que le pidió."

Siempre habrá alguien más ilustre que otros. Ora para ser tú esa
persona. Su nombre quería decir dolor, pero aún así no se quedó
en eso, sino que confió en que sería bendecido por Dios.

Jabes fue el más ilustre porque oró adecuadamente. Hay que


saber cómo orar. El dijo: "Señor, ensánchame, bendíceme,
acompáñame". Si me pones a escoger entre la oración del hombre
de Proverbios 30 o la de Jabes, escojo esta última.

Jabes pidió que le ensancharan su territorio. Pero, ¿cómo podía


ser ensanchado su territorio en una tierra que había sido toda
repartida al pueblo de Israel? Si recuerdas bien, cuando el pueblo
de Israel entró en la tierra prometida, Josué les repartió toda la
tierra. La única manera de ensanchar su territorio era si alguien
más no quería su propia tierra. Así que mientras Jabes oraba
"ensancha mi territorio", al mismo tiempo, otro oraba "no me des
más para que no me olvide de ti" (como lo hizo el hombre de
Proverbios 30). Cuando el Señor escucha ambas oraciones en el
cielo, le da a uno lo que el otro no quiere. Así que tú prosperas
por las oraciones de fe que haces y por las malas oraciones que
otro hizo. Mientras uno pide "dame más", otro dice "no me des".

Cuando Dios escucha ambas peticiones, a ambos se las otorga. Al


que quiere le da lo que el otro no quiere. Así que tú recibes
conforme lo que crees. Si crees que Dios es bueno y te desea
bendecir, así orarás y recibirás. Pero si crees que al prosperar tu
corazón se apartará de Dios, entonces dejas de recibir lo que Dios
te hubiera querido dar, entregándoselo El a alguien más.
Semilla al que siembra y pan al que come

Cuando el pueblo de Israel estaba en Egipto, era pobre, ya que


eran esclavos. Vivían de lo que los egipcios les dieran. Cuando
Dios milagrosamente los sacó de allí, ellos se llevaron el oro que
los egipcios les entregaron, pero al poco tiempo, lo perdieron al
hacer el becerro de oro en el desierto. Por lo tanto, Dios los tuvo
que sustentar con maná, pan del cielo. Al mismo tiempo, hizo que
de la roca saliera agua para que bebiesen. Así que el Señor
sostuvo a su pueblo con pan y agua mientras se encaminaban a la
tierra prometida, en donde fluye leche y miel.
Como recordarás, el pueblo de Israel no creyó en Dios y, por lo
tanto, dio vueltas 40 años en el desierto. Esta no era la voluntad
de Dios, pero aún así los sostuvo con pan y agua. Cuando la
nueva generación creyó en Dios con Josué al frente, ellos entraron
en la tierra de la promesa. A partir de ese día, el pueblo tuvo una
tierra en la cual poder sembrar y cosechar. Aquel que trabajara
sembrando, cosecharía abundantemente, pues esa era su promesa.
Desde entonces, el maná cesó de caer cada mañana, desde que el
Señor les dio la tierra prometida.

De igual manera, tú puedes escoger permanecer en el desierto en


donde el Señor te sostiene con pan y agua, o puedes creer en sus
promesas y entrar en la tierra en la que cada semilla que siembres
producirá una abundante cosecha. Tú escoges, si pan o tierra
prometida. Tú decides si vives sólo para tus necesidades o para
sus promesas. Pero si decides la tierra de bendición, El ya no
pondrá más el maná para tu sustento, sino te dará la semilla para
que siembres en tu tierra. Esto producirá fruto abundante, de
donde tendrás el sustento diario y mucho más.

Di conmigo a Dios: “No sólo me quieres dar el pan diario, sino


también la semilla; yo no sólo como, también siembro”.
No seas de los que menosprecian sus promesas como los
israelitas lo hicieron con su tierra. Mira a Josué, quien se levantó
con una nueva generación dispuesto a conquistar lo que era de
ellos. Abraza sus promesas. Pide que te ensanche, y recibirás su
bendición y multiplicación.

El desierto no es la tierra prometida ni el pan es el sustento que


Dios quiere darte. El quiere llevarte a una tierra de multiplicación
en la que experimentes la bendicion de sembrar y cosechar.

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