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La Biblia dice que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles pero de igual
manera nos indica que El nos ayuda a interceder
noviembre 04, 2007
La Biblia dice que el Espíritu Santo intercede por nosotros con gemidos indecibles (Romanos
8:27); pero de igual manera nos indica que El nos ayuda a interceder (Romanos 8:26). En otras
palabras, no podemos interceder sin la ayuda y participación del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo, como el único y gran Intercesor en la tierra, no tiene un corazón de carne en el que
pueda depositar Su carga de dolor ni un cuerpo físico a través del cual sufrir y operar, solo el
de nosotros para poder hacer Su obra intercesora. Por eso nos busca y nos escoge y nos guía,
como lo hizo con Jesús.
Para que el Espíritu Santo pueda habitar en nosotros y guiarnos a una vida de intercesión,
trata primero con nuestra vida natural para limpiarnos de cualquier situación de apego al
mundo, las comodidades, etc. Todo lo cual tenemos que entregar a la cruz, no en una muerte
física sino como dijo Pablo “estando juntamente crucificados con Cristo...” (Gálatas 2:20). El
ego personal tiene que ser liberado totalmente de nuestro ser para poder convertirnos en
canales del Espíritu Santo.
El intercesor en ningún momento puede ser substituto del pecador, substituto sólo ha habido
uno: Jesús. Cuando pagamos el precio, cumplimos con la obediencia y las luchas interiores y
gemidos se ejercitan a capacidad, entonces nos viene “la Palabra de Dios”. El débil canal
humano es revestido con autoridad por el Espíritu Santo y puede emitir la palabra de
liberación y obtener una posición de gracia ante Dios. Esta es la “gracia de la Fe. Cuando un
intercesor a través de su entrega absoluta y sujeción al Espíritu Santo ha logrado esa posición
de intercesión, ante Dios en ese sitio especial, se abrirá la Gracia sin medida. (Efesios 2:7;
Mateo 10:8). Este es el lugar de intercesión obtenido, es cuando el intercesor ora y Dios obra.