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TEMA: Jesús calma la tempestad

TITULO: El Señor nunca nos dejará, ni defraudará.


TEXTO: Mateo 8:23-27 (Mr. 4.35-41; Lc. 8.22-25)

INTRODUCCION: En este episodio, Jesús calma, no una


tempestad, sino dos: la del mar y la del corazón de los
discípulos. Habiendo demostrado su autoridad sobre las
enfermedades, ahora la manifiesta sobre las fuerzas de la
naturaleza.

El acontecimiento descrito en estos versículos ha sido referido


tres veces en los Evangelios. Mateo, Marcos y Lucas fueron
inspirados para narrarlo. Esta circunstancia debe indicarnos
su importancia, y debe hacernos fijar más la atención en las
lecciones que contiene.

I. LOS DISCÍPULOS SE VIERON ATRAPADOS


SORPRESIVAMENTE POR LA TORMENTA Y EL
PELIGRO ERA GRANDE.

Mat 8:23 Y entrando él en la barca, sus discípulos le


siguieron.

Pudo haber sido un bote de pesca porque muchos de los


discípulos de Jesús eran pescadores. Josefo, un historiador de
la época, escribió que usualmente había más de trescientos
botes pesqueros en el Mar de Galilea. Este bote tenía espacio
para dar cabida a Jesús y a sus doce discípulos y era impulsado
por medio de remos y velas. Durante la tormenta, sin embargo,
las velas se bajaban para que no se rompieran y facilitar el
control del bote.

Mat 8:24 Y he aquí que se levantó en el mar una


tempestad tan grande que las olas cubrían la barca;
pero él dormía.
El término griego seismós, que aquí se traduce tempestad,
significa una fuerte sacudida, o algo agitado fuertemente.

El mar de Galilea posee un caudal de agua poco común. Es


relativamente pequeño (21 km de largo por 11 de ancho). Yace
208 m bajo el nivel del mar y su profundidad llega a 48 m. y se
encuentra rodeado de montañas. Los vientos soplan con
bastante intensidad en las regiones cercanas al mar y provocan
violentas e inesperadas tormentas.

De un momento a otro pueden presentarse tormentas


repentinas que agitan las aguas, originando olas de hasta siete
metros de altura. Los discípulos se vieron atrapados
sorpresivamente por la tormenta y el peligro era grande.
Eran pescadores experimentados, toda su vida pescaron en
aquel lago, pero en esta tempestad el pánico los dominó.

En la tradición judía el mar era símbolo del mal.

El hecho de que Jesús pudiera dormir indica el grado de


cansancio físico que tendría (el barco estaría saltando
locamente en las olas) y el grado de fe que tenía en su Padre
Celestial.

QUIENES ESTÁN PASANDO POR EL OCÉANO DE ESTE


MUNDO CON CRISTO, DEBEN ESPERAR TORMENTAS.

Los servidores de Cristo no están exentos de tormentas


durante su servicio.
Ved a los doce discípulos en la senda del deber, siguiendo
con gran obediencia a Jesús por doquiera que iba;
diariamente lo asisten en su ministerio y escuchan su
palabra, diariamente dan testimonio al mundo, y
proclaman que a pesar de los escribas y fariseos piensan,
ellos, creían en Jesús, lo amaban, y no se avergonzaban de
darlo todo por El; y, sin embargo, ved a esos mismos
hombres angustiados, juguetes de la tempestad, y en peligro
de ahogarse.

Fijémonos bien en esta lección. Si somos verdaderos


cristianos no debemos esperar que nuestro viaje al cielo sea
muy tranquilo y suave. No debe sorprendernos tener que
sufrir como los demás hombres, enfermedades, pérdidas,
aflicciones y desengaños. Dios nos ha prometido perdón
gratuito y completo, gracia durante el viaje y Gloria al fin; pero
no que no tendremos aflicciones. Nos ama demasiado para
hacernos semejante promesa. Por medio de las tribulaciones
nos enseña muchas lecciones preciosas que sin ellas nunca
aprenderíamos. Con las tribulaciones nos muestra nuestra
nulidad y nuestros vacíos, nos atrae al trono de la gracia,
purifica nuestros afectos, nos va separando del mundo y
llevándonos para el cielo. Todos diremos el día de la
resurrección, "Fue un bien para mi verme afligido" Daremos
gracias a Dios por las borrascas que hayamos corrido.

Tenemos que aprender a confiar completamente, aunque


nuestra obediencia nos conduzca hacia las tormentas, sean
éstas persecución u otra cosa. (Fue Jesús, y no los
discípulos, quien sugirió cruzar el lago; ellos no estaban
fuera de la voluntad del Señor.) A veces asumimos que las
tormentas muestran desobediencia, pero esto no siempre es
cierto.

II. LA TRANQUILIDAD DE JESÚS CON LA GRAN


TEMPESTAD Y LAS EXCLAMACIONES DE TEMOR DE LOS
DISCÍPULOS.

Mat 8:25 Y vinieron sus discípulos y le despertaron,


diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!
Los discípulos se asustaron porque la tempestad amenazaba
destruirlos y parecía que Jesús no se daba cuenta ni se
preocupaba de lo que pasaba. Era una tempestad física, pero
hay tormentas que se producen también en otro sentido. Piense
en las tormentas de su vida, en las circunstancias que provocan
en usted gran ansiedad. Cualquiera que sea su dificultad, tiene
dos opciones: preocuparse y suponer que a Jesús no le importa
o resistir el miedo y poner toda su confianza en El. Cuando el
pánico quiera hacer presa de usted, confiese su necesidad a
Dios y confíe en que El cuidará de su vida.

A pesar de que los discípulos habían sido testigos de muchos


milagros, se llenaron de pánico en esta tormenta. Como
navegantes experimentados, estaban conscientes del peligro
existente; lo que no sabían era que Cristo podía dominar las
fuerzas de la naturaleza. Hay siempre una dimensión de
nuestras vidas en la que sentimos que Dios no puede obrar
o no ha de obrar. Cuando comprendemos bien quién es El,
entendemos que El calma lo mismo las tormentas de la
naturaleza que las tormentas del corazón atribulado. El
poder de Jesús que calmó esta tormenta puede también
calmar las tormentas que braman en nuestras vidas. Él está
dispuesto a ayudarnos si se lo pedimos. No es necesario
excluirlo de ningún aspecto de nuestra vida.

Temores y ansiedades turban á veces el corazón de los


verdaderos discípulos de Cristo.
Los discípulos se olvidaron que a su lado estaban exentos de
todo peligro, cualquiera que fuese el accidente que
sobreviniese, todo lo olvidaron, excepto la vista y la
convicción del peligro presente, y bajo esa impresión ni aun
pudieron aguardar a que Cristo despertase.

Hechos como estos abaten el orgullo de la naturaleza


humana, nuestra presunción y nuestros pensamientos
altivos se desvanecen al ver que criatura tan vil es el
hombre, aun en sus mejores circunstancias. Pero hechos
tales son, por otra parte, sumamente instructivos: nos enseñan
sobre qué cosas debemos velar y contra tales debemos implorar
el auxilio divino; nos enseñan cual débenos esperar que sea la
conducta de otros cristianos. En nuestras esperanzas debemos
ser moderados. No debemos suponer que algunos hombres no
sean creyentes, porque algunas veces manifiestan grande
fragilidad, porque se encuentren algunas veces abrumados
temores. Aun Pedro, Santiago y Juan exclamaron, "Maestro,
nuestro, que perecemos…

III. VIAJAR CON JESÚS ERA VIAJAR EN PAZ AUN EN


MEDIO DE LA TORMENTA.

Mat 8:26 El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?
Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al
mar; y se hizo grande bonanza.

Vemos a los discípulos en esta ocasión manifestando una gran


falta de fe, y dominados por lo más infundados temores. Se
olvidaron de los milagros de su Maestro y del interés que por
ellos se había tomado en tiempos pasados; no veían otra cosa
que el peligro del momento. Despertaron apresuradamente al
Señor, y exclamaron, "¿No te importa que perezcamos?" Vemos
a nuestro Señor tratarlos dulce y tiernamente: no los
reprocha con amargura; no los amenaza con despedirlos a
dcausa de su incredulidad; tan solo les dirige esta tierna
pregunta, ¿Por qué teméis? ¿Cómo es que no tenéis fe?
Recordemos bien esta lección. El Señor Jesús es muy
compasivo y tierno en su misericordia. "Como un Padre
compadece a sus hijos, así el Señor compadece a los que le
temen" Salmo 103.13. No trata a los creyentes según sus
pecados, ni los premia según sus iniquidades; ve su debilidad;
comprende sus flaquezas; ve las deficiencias todas de su fe, de
su esperanza, de su amor y de su valor, y sin embargo, no los
lanza lejos de sí; los soporta; los ama hasta el fin; los levanta
cuando caen; los dirige por el buen camino cuando yerran. Su
paciencia, como su amor, es una paciencia incomprensible.
Cuando ve que el corazón es recto, se complace en perdonar
muchas faltas.

MATEO ADVIERTE FRECUENTEMENTE DEL PELIGRO DE


LA POCA FE

-poca fe, oligopistos Strong #3640: De oligos, «pequeño», y


pistis, «fe», lo cual denota una fe que carece de confianza o que
confía demasiado poco. Jesús usó la palabra en varias
situaciones como una admonición delicada o reprensión amable
(6.30; 8.26; 14.31; 16.8; Luc_12:28). Para designar la
incredulidad o total desconfianza se emplearía el vocablo
(apistis)

Vemos, cuan necesario es que los cristianos mantengan viva


su fe para servirse de ella en todo caso. Nuestro Señor dijo á
sus discípulos cuando: "¿Dónde está vuestra fe?" ¡No sin razón
hizo esta pregunta! ¿De qué les servía tener fe si no podían
creer en el tiempo de la necesidad? ¿Qué mérito positivo tendría
su fe, a no ser que la mantuvieran en activo ejercicio? ¿Qué
ventaja habría en confiar, si solo confiaban en su Maestro
durante la calma, pero no en la borrasca? La lección de que nos
ocupamos es de grande y práctica importancia: poseer la fe
verdadera es una cosa; mantener viva y activa esa fe para todo
caso de necesidad, es otra. Muchos aceptan a Cristo como su
Salvador, y le confían sus almas en vida y en muerte; sin
embargo, muchas veces les falta la fe cuando acaece algún
suceso inesperado u ocurre repentinamente alguna
tentación. Esto no debiera ser así. Nuestra oración ferviente
debe ser que siempre nuestra fe permanezca a nuestro alcance
y que nunca nos encontremos desprevenidos.
Que una de nuestras diarias plegarias sea siempre: " Señor,
aumenta mi fe."
No es sino hasta la hora de prueba que sabemos cuan débil
es nuestra fe.
DIOS FORTALECIÓ A PABLO PARA QUE PUDIERA
AGUANTAR LAS TORMENTAS CON UNA FE QUIETA
Feliz el que por experiencia aprende que su fe puede
vencerlo todo, y el que como Job puede exclamar: "aun
cuando me matare, en él esperaré." Job_13:15.

Algunos piensan que debemos confiar en Jesús para calmar las


tormentas mismas y salvarnos cuando estamos de viaje. Por
supuesto, Dios puede hacer lo que él quiere, pero para Pablo
Dios no calmó la tormenta (Hech. 27) a pesar de que Pablo
era un hombre de enorme fe. En esta ocasión los discípulos
tuvieron poca fe, de manera que el calmar o no calmar una
tormenta no parece depender de la fe, sino de la voluntad de
Dios. Dios fortaleció a Pablo para que pudiera aguantar las
tormentas con una fe quieta. Dios, a veces, nos libra de los
problemas; o nos salva durante los problemas; o nos salva de la
muerte física; o usa nuestra muerte para glorificar su nombre.
¿Acaso, también podríamos reprender a los vientos y las olas,
como lo hizo Jesús? Según los Evangelios, sólo Jesús realizaba
milagros de la “naturaleza” (ya que sólo Jesús es Dios), y no hay
sugerencia alguna de que él jamás diera este poder a sus
discípulos. Sólo Dios puede hacer la obra de Dios.

JESUS REPRENDIÓ. . . AL MAR :

Demuestra que la autoridad de Jesús reina sobre toda la tierra,


incluyendo la inclemencia del tiempo, que puede encontrar su
fuente en el poder destructivo del maligno.

Cuando los discípulos se dieron cuenta de que la presencia de


Jesús estaba con ellos, la tempestad se convirtió en calma. Una
vez que se dieron cuenta de que Él estaba allí, una paz
intrépida vino a sus corazones. Viajar con Jesús era viajar en
paz aun en medio de la tormenta. Ahora bien: eso es
universalmente cierto. No es algo que sucedió una vez y no más;
es algo que sigue sucediendo, y que nos puede suceder a
nosotros también. En la presencia de Jesús podemos tener
paz aun en medio de las más violentas tempestades de la
vida.

La fe de ellos se mostró débil y sus oraciones poderosas.


Cuando nuestro corazón malvado es como el mar tempestuoso
que no tiene reposo, cuando nuestras pasiones son
ingobernables, pensemos que oímos la ley de Cristo diciendo:
Calla, enmudece. Cuando afuera hay pleitos, y adentro temores,
y los espíritus están inquietos, si Él dice, “paz, ten calma”, hay
gran calma de inmediato. —¿Por qué estáis así amedrentados?
Aunque haya causa para temer, de todos modos no la hay para
un terror como éste. Pueden sospechar de su fe los que piensan
que a Jesús no le importó mucho que su gente pereciera. ¡Cuán
imperfectos son los mejores santos!

Cuando estamos en medio de la tormenta de la vida, es fácil


pensar que Dios ha perdido el control y que estamos a
merced de los vientos del destino. En realidad, Dios es
soberano. Controla la historia del mundo y nuestro destino
personal. Así como Jesús calmó las olas, puede también
calmar cualquier tormenta que enfrentemos.

Es un pensamiento glorioso y consolador que nuestro Señor


Jesucristo hace uso de su poder infinito en favor de los
creyentes. Vino al mundo á salvarlos á todos, y "poderoso
es para salvar." Las tribulaciones de Su pueblo son
frecuentemente muchas y muy penosas: el demonio jamás
cesa de hacerles la guerra; los gobernantes de este mundo
los persiguen con frecuencia; los jefes mismos de la iglesia,
que deberían ser pastores afectuosos, se oponen á menudo y
obstinadamente contra la verdad que se encuentra en Jesús.
Pero, no obstante todo esto, el pueblo de Cristo jamás que dará
completamente abandonado.
Aunque cruelmente hostilizado, no será anonadado; aunque
abatido, no será vencido. Aun en las horas más sombrías los
verdaderos Cristianos pueden tranquilizarse con la
reflexión de que "es mayor Aquel que está por ellos que
todos los que están contra ellos. El oleaje y los huracanes
de la política y de la iglesia pueden acaso estrellarse
furiosamente contra ellos, y toda esperanza puede parecer
perdida; más ¿por qué desesperar? Aquel divino Protector
que mora en los cielos puede hacer que estos vientos y
estos oleajes cesen en un instante. La iglesia verdadera, de
la cual Cristo es la cabeza, jamás perecerá. El glorioso
Jesús es omnipotente, y vive eternamente, y todos los
miembros fieles de la iglesia vivirán también y llegarán
finalmente salvos á la patria celestial.

Marquemos también esta lección y guardémosla como un tesoro


en nuestras almas. Nada es imposible para nuestro Señor
Jesucristo; no hay borrasca de pasiones, por fuertes que sean,
que no dome; ni genio, por violento y áspero que sea, que no
cambie. No hay conciencia, por turbada que se encuentre, que
no apacigüe y calme. Ningún hombre debe jamás desesperar,
pues bástele dominar su orgullo, y acercarse humillado a Cristo
confesando sus pecados. Cristo puede hacer milagros en su
corazón. Ningún hombre debe perder la esperanza de llegar al
término de su viaje, si una vez confió su alma a la guarda de
Cristo; El lo librará de todos los peligros y le hará vencer a
todos sus enemigos. ¿Qué importa que nuestros parientes se
nos opongan, que nuestros vecinos se burlen de nosotros o nos
deprecien, que nuestra posición sea dura, y nuestras
tentaciones grandes? Todo eso es nada, si Cristo está de
nuestra parte, y estamos con El en la nave. Más grande es El
que está por nosotros, que todos los que están contra nosotros.

Mat 8:27 Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué


hombre es éste, que aun los vientos y el mar le
obedecen?
Jesús habló al mar como si fuese una persona, o un animal.
Ante las palabras de Jesús, el mar que se portaba como un
animal loco se calmó inmediatamente. Los discípulos
maravillados, atónitos, no podían creer lo que veían. Al decir:
¿Qué clase de hombre es éste?, estaban confesando que habían
descubierto una nueva faceta del Hijo de Hombre. El había
demostrado su autoridad en una nueva área, en un nuevo
dominio.

Jesús habla a los hombres acerca de la fe, y le obedecen.


Habla a la tempestad, y le obedece; habla a las
enfermedades, y le obedecen. Su autoridad es absoluta. Para
todas las tempestades de la vida, por más impresionantes
que sean, con Jesús “en nuestra barca”, podemos navegar
en paz, si mantenemos nuestra fe puesta en él.

CONCLUSION:
Al concluir estos versículos llevamos en nosotros el consolador
recuerdo, que Jesús no ha cambiado. Tiene aún el mismo
corazón que cuando cruzó el mar de Galilea y aplacó la
tormenta. Sentado en el cielo, a la diestra de Dios, Jesús
simpatiza aún con su pueblo, y es aún sufrido, compasivo y
omnipotente. La cuestión que nuestra conciencia debe contestar
es esta: ¿Nos acercamos real y verdaderamente a Cristo? ¿Nos
arrepentimos verdaderamente y tenemos fe?

Muchas veces cuando perdemos el control de las situaciones


tendemos a perder la fe y hundirnos en el mar de la
desesperación. Esto fue lo que sucedió con los discípulos de
Jesús. Éstos, al ver que la situación se tornaba difícil y que el
control se les escapaba de las manos, comenzaron a alarmarse.
En reiteradas ocasiones nuestra confianza en el Señor es real en
los buenos momentos; pero cuando éstos faltan, de inmediato
comenzamos a flaquear en la fe. Pidamos al Señor para que Él
nos conceda el ser fortalecidos en la fe en esos momentos
difíciles de la vida, que parecen van a terminar en un
desastre. El Señor nunca nos dejará, ni defraudará.

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