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UNIVERSIDAD ARGENTINA
JOHN F. KENNEDY
RESUMEN DE CLASES
1
SÖREN KIERKEGAARD (1813-1855)
Ejes de su pensamiento:
1
Ver ANEXO I
2
Ver ANEXO II
2
Kierkegaard no se presenta como filósofo, sino como un pensador religioso que
viene a decir a la gente cómo ser un buen cristiano, y es a través de un autoanálisis,
basado en el sentimiento y no de la razón, como intenta entrar en contacto con la
esencia verdadera del hombre.
Los individuos son para él únicos e irrepetibles, pero esa individualidad es
compartida por todos. Es el primero en considerar la existencia como atributo netamente
humano: El hombre se caracteriza por el espíritu, la unidad del alma con el cuerpo,
unidad que siempre está a punto de quebrarse, porque el alma es lo infinito y el cuerpo
es lo finito. El hombre se presenta como una síntesis inestable. Esta contradicción que
es el hombre, hace que nunca esté bien ubicado en el mundo, y ese no encontrarse es lo
que se manifiesta en la angustia. El hombre tampoco encaja en sí mismo, y esa falta de
armonía conduce a la desesperación.
A pesar de que la existencia humana no llega nunca a ser coherente, hacemos
intentos por darle unidad, lo que Kierkegaard llama los tres estadios del espíritu:
Aunque hay entre ellos una jerarquía, el pasaje de un estadio al otro es libre y
constituye un salto cualitativo.
3
otro, sino que uno se promete a sí mismo cumplir en el futuro con lo
prometido. El tiempo puede generar cambios, olvidos, y llevar a
romper el compromiso, pero sólo el paso del tiempo permite cumplir
con él. Kierkegaard llama la repetición o eternidad en el tiempo al
ideal de este estadio: A cada momento voy a elegir lo que elegí en el
momento anterior como si lo hiciera por primera vez. Hegel se
quedaba en el estadio ético, porque él pensaba que el particular debe
sacrificarse por lo universal, por la comunidad, y la comunidad es
identificada por él con Dios. Para Kierkegaard esta idea es originaria
de los griegos y es propia de la figura del héroe trágico, dando el
ejemplo de Agamenón y el sacrificio de Ifigenia. En esta tragedia: a)
El Dios habla en público en un idioma que todos pueden entender b)
Se da un sacrificio de lo particular por lo universal, o de lo estético (el
amor del padre por su hija) por lo ético, se sacrifica lo individual por
el bien de la comunidad. Prima el deber de Agamenón como rey de su
pueblo. Además, éste tiene el consuelo de que la comunidad llora su
destino trágico, comprensible para todos, incluso para su hija, la
sacrificada, y para su mujer. En el estadio ético también surge la
angustia, que se traduce en humor. En vez de lograrse una repetición
en la pareja, volver a enamorarse todos los días como la primera vez,
el matrimonio se siente a la larga como una carga que genera agobio y
se toma como un chiste. Lo importante no es el cumplimiento del
deber de padre, sino la relación con Dios, con lo infinito. Si uno se da
cuenta de esto salta al estadio religioso.
3) En el religioso, a diferencia del anterior, se sacrifica lo universal
por lo particular. La religiosidad se vive con angustia porque el
hombre es una unión de lo infinito (alma) y lo finito (cuerpo), y el
hombre no puede lograr por sí solo la síntesis de estas dos cosas. Por
eso está en permanente estado de desesperación y la única salvación
posible es entregarse a Dios, que es puramente infinito, y para eso el
hombre tiene que negar su lado humano, el cual consta de sensibilidad
y de razón. Para lograr esa eliminación de toda vinculación con lo
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terrenal, tiene que entregarse con una fe ciega a Dios, de modo
irracional y antinatural. Kierkegaard habla de ello en Temor y
Temblor, cuando relata el sacrificio de Isaac por Abraham. Abraham
sacrifica su amor de padre (lo estético) y su deber de padre (lo ético)
por su relación con Dios (lo religioso). Sacrifica lo finito
(sentimiento) y lo universal (deber moral) y lo hace por algo infinito
y particular, que es Dios. El lenguaje con el que habla Dios es privado
y no puede ser comprendido por la comunidad. Y si el hijo hubiera
muerto, no hubiera tenido Abraham el consuelo de que la comunidad
llorara su muerte desgraciada. Es admirable, porque lo que dice que va
a pasar, pasa, porque lo que logra es incomprensible. Está en una
situación de máxima angustia, porque al escuchar una voz en su
interior hubiera podido pensar que era una tentación del demonio o
una alucinación, y emprende un viaje a una montaña que está muy
lejos, y mil veces podría haberse arrepentido y volver. Que él siga
hasta el final no es racional, es una cuestión de fe. Se ve en este
ejemplo la radical libertad que el hombre tiene, porque es él el que
decide matar al propio hijo, y su fe es tan ciega, que cuando está por
matarlo piensa que algo va a pasar, piensa que Dios le va a devolver el
hijo y eso que él espera es el milagro. Es que su fe va unida al amor, a
la confianza en Dios, sin la cual nada de lo que hace tendría sentido.
Concepto de la angustia: Para Kierkegaard el hombre es una realidad
singular e irrepetible, lo que significa que en cada uno de nosotros la humanidad
empieza de nuevo. Si bien podemos decir que Adán es el primer hombre
cuantitativamente, desde un punto de vista cualitativo cada uno de nosotros es el primer
hombre, y cada uno de nosotros empieza con cada acto que realiza. Esto significa que
tenemos una libertad absoluta, no estamos obligados por el pasado.
Kierkegaard dice que, a diferencia de los demás seres, el hombre es el único
existente (existir consiste en ser un haz de posibilidades). Además antes de realizar
cualquier elección correcta, tenemos que optar entre dos posibilidades radicales, que
serian: elegir-elegir o elegir no elegir, hacernos o no responsables por lo que elegimos.
5
No elegir es responsabilizar a las circunstancias, a los otros o a Dios por nuestras
decisiones.
Cuando trata el tema de la angustia, Kierkegaard se está preguntando acerca del
origen del mal. Lo que va a hacer es un análisis psicológico apoyado en la teología. Se
pregunta cómo se da el pecado original en Adán. Critica a aquellos que piensan que
pecó en estado de inocencia y que el resto de la humanidad peca debido a la mancha que
surgió a partir del pecado de Adán y que se transmite de padres a hijos. Dice que no es
así porque eso es poner a Adán fuera de la humanidad, del género humano. Lo mismo
que lleva a Adán al pecado es lo que a nosotros nos hace pecar. Kierkegaard dice que el
pecado surge de la inocencia, pero eso no nos da una explicación, porque la inocencia
no puede ser causa de su contrario, el pecado.
La tendencia a pecar existe antes del pecado, esa tendencia se llama
concupiscencia (deseo). La inocencia es igual a la ignorancia, no saber distinguir entre
el bien y el mal, pero el hombre nace libre aun antes de conocer su libertad, como un
haz de posibilidades que son infinitas y que son una nada, porque son lo todavía no
realizado. Esas posibilidades se le aparecen como un abismo que le produce vértigo. Ese
vértigo es una angustia, no como sentimiento pasajero sino como propia del ser mismo
del hombre: angustia ontológica, que él llama “dulce opresión”, ese vibrar de las
infinitas posibilidades. En esta etapa el espíritu está como dormido y sueña
posibilidades, algunas de ellas muy malas, pero no sabe que lo son porque no conoce,
no sabe por qué lo son, porque no conoce la diferencia entre el bien y el mal.
La distinción entre el bien y el mal surge de la prohibición, cuando Dios dice
“no puedes comer del fruto de la sabiduría del bien y del mal” (no pretender ser Dios) y
“si comes del árbol morirás”. Frente a esas palabras Adán no entiende y peca, pues no
entendía lo malo de pecar y qué significaba eso de morir. Una vez que el pecado se
cometió Adán vuelve a sentir angustia, pero esta angustia es la conciencia de que no
puede revertir lo que hizo, la culpa. Pero aun así no podemos afirmar que Adán estaba
obligado a pecar, porque ese fue un acto de libertad, y la culpa surge porque no puede
atribuir a nadie la responsabilidad por el pecado cometido. Cada hombre es un nuevo
Adán, es como si la humanidad empezara de nuevo y empieza también en el estado de
inocencia. Se transmite la disponibilidad para pecar pero no el pecado, y sin
embargo los hombres pecan porque toda decisión es pecado. Optar por lo finito
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frente a lo infinito de las posibilidades, eso es pecar. Si bien uno tiene con cada acto la
posibilidad de empezar de nuevo sin culpa, siempre vuelve a pecar.
Kierkegaard distingue entre angustia objetiva y subjetiva: la primera
aumenta con el tiempo, porque cada vez que ingresa un hombre al mundo con él ingresa
el pecado y la angustia, y el pecado tiene efectos sobre la naturaleza no humana (se
produce un desequilibrio). La angustia subjetiva no aumenta ni disminuye, es siempre
la misma en el hombre (mi angustia no es más ni menos que la angustia del otro).
La angustia es la condición para el pecado y la desesperación es el pecado,
porque la desesperación surge de los intentos que hacemos al margen de Dios para
superar la contradicción que hay en nosotros entre lo finito y lo infinito O nos
reducimos a nuestra realidad concreta y perdemos lo que hay de creatividad, posibilidad
y riqueza en nosotros y nos empobrecemos, o bien nos reducimos al ámbito de la pura
fantasía y de la pura posibilidad, y caemos en la locura al peder contacto con la realidad.
Comprender la desesperación es lo que puede salvar a la persona, porque
gracias a ella se da cuenta de que la única salida es entregarse a Dios. Solo el que
desespera de sí mismo puede esperar la ayuda de Dios.
BIBLIOGRAFÍA
Kierkegaard, Temor y temblor.
Kierkegaard, El concepto de la angustia
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KARL MARX (1818-1883)
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El trabajo, dice Marx, es una objetivación, es realizar en el mundo objetivo la
propia idea y de esa forma verse reflejado en la realidad, lo cual es una manera de
humanizar la naturaleza. Para Marx el hombre es un animal genérico, lo cual significa
tres cosas:
1) La idea que se hace de aquello que va a producir, es una idea
general que agrupa a varios objetos en un mismo género, por
ejemplo: mesa, silla, etc.
2) El hombre trabaja junto con otros hombres, la división del
trabajo hace que este sea colectivo.
3) Lo que el hombre produce lo hace para toda la humanidad, a
diferencia del animal que trabaja sólo para él y sus crías.
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burgués. Entonces ese producto se le vuelve ajeno y hasta
hostil, y cuanto más elaborado es el producto más se deteriora
el trabajador, como si el producto de su trabajo absorbiera su
ser y ese ser terminara perteneciéndole a otro, o sea que al
volvérsele ajeno el producto de su trabajo, es el obrero el que
se vuelve ajeno a sí mismo.
3) El verdadero actor social no es el individuo sino la clase. Si
bien en el sistema capitalista el trabajador es libre, en realidad
el trabajo que puede hacer depende de la clase social a la que
pertenece.
Formas derivadas de la alienación: Marx dice que como la sociedad está sostenida
sobre la base del trabajo, al alienarse el trabajo se alienan todos los aspectos de la vida
humana, y habla de cuatro aspectos de esta alienación:
a) La alienación social
b) La alienación política
c) La religiosa
d) La filosófica
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imagina una vida futura en la que va a ser más feliz. Cuanto peor haya estado en
esta vida mejor estará en la otra. La religión actúa como una especie de
analgésico y por eso Marx la llama “el opio de los pobres”. Es una imagen
invertida de la realidad porque presenta a la verdadera realidad como un sueño y
al mundo imaginario del mas allá lo presenta como verdadera realidad
d) Alineación filosófica: Marx dice que los filósofos pueden agruparse en dos
corrientes: materialistas e idealistas. Históricamente los materialistas se
ocupaban de contemplar una realidad que se sentían incapaces de modificar. Los
idealistas, en cambio, no intentaban modificarla, porque la consideraban una
mera apariencia producida por la actividad del espíritu. Tanto unos como otros
creían que se podían resolver los conflictos reales con solo pensar en ellos. Marx
dice que para eliminar las contradicciones reales es necesaria una praxis, una
acción revolucionaria.
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otra. Por ejemplo en la revolución francesa, las fuerzas de producción industriales
chocan con las relaciones de producción feudales, legitimadas por la iglesia católica y
por un sistema jurídico antiguo, que legislaba sobre la base de las relaciones feudales de
vasallaje. La burguesía encabeza la revolución con el fin de modificar el sistema
jurídico y político, para legitimar sus propios intereses, basándose en el derecho a la
propiedad privada, considerada como un derecho humano inalienable. A falta de apoyo
religioso, pues la religión atribuía el derecho del rey a gobernar a un mandato de Dios,
la burguesía se apoyó en la filosofía iluminista, que desarrolló la idea de derecho
natural.
Distinto es el caso de Inglaterra, estudiado por Marx en El Capital. En esta obra
toma como punto de partida el análisis del concepto más abstracto en economía, que es
el de mercancía, y encuentra en él todas las contradicciones del sistema capitalista.
Marx plantea que la economía capitalista se sostiene sobre el intercambio de
mercancías. Las mercancías son buscadas porque tienen un valor de uso, sirven para
satisfacer una necesidad. El valor de uso de las mercancías es cualitativamente distinto,
no podemos comparar el valor de uso de un alimento, con el valor de uso de la
educación o de un cuadro. Pero el mercado se basa en le intercambio de mercancías y
es necesario un criterio para establecer cuánta cantidad de mercancía de un tipo se
necesita para obtener una mercancía de otro tipo. Esa proporción es lo que se llama
valor de cambio y que no tiene nada que ver con su valor de uso. Lo único que
podemos comparar entre mercancías distintas, es el trabajo que llevó obtenerlas, y ese
trabajo se puede medir en función del tiempo. El valor de cambio de una mercancía, es
el tiempo socialmente necesario para elaborarla.
Marx se pregunta de dónde obtiene su ganancia el capitalista, porque no es
posible que en el mercado una mercancía valga más que la suma del costo de la materia
prima y del costo de la fuerza del trabajo. La cuestión está en el pago que se haga de esa
fuerza de trabajo. Lo que paga el capitalista al obrero no es la fuerza que emplea éste en
hacer la mercancía, sino la fuerza necesaria para reproducir la fuerza que el trabajador
emplea en hacer la mercancía. Dicho de otro modo, el capitalista hace trabajar al obrero
14 horas pero le paga sólo el tiempo correspondiente a lo que el hombre necesita para
subsistir. La diferencia de lo que debería pagarle por su trabajo y lo que en realidad le
paga para su subsistencia se llama plusvalía y es la ganancia del capitalista.
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El tránsito del capitalismo al comunismo: Marx dice que así como el feudalismo
contenía la semilla de su propia superación, es decir el capitalismo, de la misma manera
el capitalismo debe dar lugar al comunismo. Con las máquinas en la industria hay un
nivel de producción tal que lo único que determina la pobreza del proletariado, es la
imposibilidad de acceder a esos productos porque pertenecen al dueño de los medios de
producción, es decir al capitalista.
Entonces Marx dice que eliminando del medio al burgués, podría pasarse a una nueva
forma de producción que sea una libre asociación de productores libres, en la cual cada
uno se comportaría como individuo y no como un miembro de una clase, pudiendo
elegir el trabajo que lo haga sentirse realizado sin estar movido por necesidades, por lo
cual el trabajo dejaría de estar alienado y uno podría trabajar en un fabrica a la mañana,
a la tarde ir de pesca y a la noche escribir, sin quedar reducido a la condición de obrero,
de pescador o de escritor.
Terminada la alienación del trabajo se pasaría de la prehistoria a la
historia. Este pasaje está garantizado por el hecho de que la clase social que hará la
revolución futura carece de intereses de clase porque es desposeída, no tiene propiedad.
Entonces, una vez liberada no va a buscar en el sojuzgamiento de alguna clase inferior,
como lo hizo la burguesía en su momento, porque tal clase inferior no existe. De esta
forma los intereses del proletariado se identifican con los de la humanidad.
Con respecto a la dictadura del proletariado, es propuesta como un paso
intermedio para llegar al comunismo. La concentración de los monopolios en el
capitalismo, llevaría a que la gente pida un control estatal de la industria, como pasó en
la Alemania de Bismark. De esta manera, tomando el control del Estado los proletarios
se quedarían con las industrias, permitiendo en un segundo momento la abolición de la
propiedad privada y el pasaje al comunismo.
BIBLIOGRAFÍA
Marx, Manuscritos de 1884
Carpio, Principios de filosofía
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FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900)
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2) Empieza una etapa que se puede llamar antropológica o positivista, durante
la cual se acerca a la ciencia. En esta etapa ve en la ciencia un progresivo alejamiento
con respecto a la religión, una condición previa necesaria para que el hombre vuelva a
ser el centro del mundo. En esta etapa sufre la influencia de la teoría de la evolución de
Darwin, aunque él la interpreta a su manera, considerando que la evolución consiste en
una tendencia de la vida a superarse a sí misma. Ya en esta etapa plantea que el
hombre no está libre de cambios y que es un paso intermedio en un proceso por el cual
debe ser superado.
3) Etapa positiva que queda plasmada en la obra Así Habló Zaratustra y que
gira alrededor de una serie de temas que son, entre otros, la oposición último hombre-
superhombre, el tema de la voluntad de poder, la transmutación de los valores y el
eterno retorno.
A la figura de Zaratustra, Nietsche la toma de la religión persa. Zaratustra fue
el legendario creador de esa religión que consideraba la realidad en términos morales,
con un dios del bien y un dios del mal, y el mundo era pensado en ella como un
resultado de su lucha. El hombre también aparecía involucrado en esa lucha, viéndose
arrastrado por esas fuerzas contrarias. Precisamente, para Nietzsche, el error de la
filosofía ha sido elevar la moral a un nivel ontológico, y si Zaratustra fue el primero en
hacer esto, él debe ser el encargado de deshacerlo. Por eso lo pone como personaje
principal de la obra.
La obra empieza cuando Zaratustra, después de haberse retirado a la montaña a
meditar por varios años, decide retornar al mundo de los hombres para traerles un
regalo, la buena nueva de que Dios ha muerto. Esto no debe entenderse como un mero
ateismo, sino que Nietzsche considera que la muerte de Dios, es decir de los valores
tradicionales de la cultura occidental, es un hecho. El problema es que el último
hombre, que es el hombre de fines del siglo XIX, aún siendo incrédulo sigue
sosteniendo la religión como una costumbre justificada desde un punto de vista moral,
que es lo que hace Kant al sostener que Dios es garantía del comportamiento
moralmente bueno.
Nietzsche plantea la existencia de dos formas de nihilismo (no creer en nada),
el nihilismo pasivo y el activo. El pasivo es el del último hombre, que descree del más
allá pero sigue practicando la religión por costumbre. El activo, en cambio, admite que
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los viejos valores perdieron sentido y se los quita de encima, lo cual es una etapa previa
y necesaria para crear valores nuevos. Lo que plantea Nietzsche, tomando las ideas de
Darwin, es considerar al último hombre o al hombre contemporáneo como un puente,
como una realidad que debe ser superada, como una etapa en el tránsito hacia el
superhombre.
El superhombre elimina a Dios, porque sólo así puede llegar a ser infinito.
El superhombre se aleja de la vida comunitaria y vive solo en medio de lo abierto (de la
desprotección). El centro de consideración deja de ser el más allá, que es también
identificado con el mundo de las ideas de Platón y con el imperativo categórico de Kant
(una regla universal que se considera desligada de toda situación concreta).
Nietzsche dice que el superhombre deja de lado todo este mundo ilusorio que
surgió de la divagación de hombres enfermos y pone el centro en la vida, más
específicamente en el motor de la vida, que es la voluntad de poder. Esta es la
tendencia a la auto-superación, que implica una desigualdad, porque algunos tienen que
servir de escalón para que otros los superen apoyados en ellos. Nietzsche resume la
historia de occidente en una metáfora que es la de las tres transformaciones del
espíritu:
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se da a sí mismo sus propios valores. El niño representa al
superhombre. Mientras que el león dice no, al niño lo caracteriza un
santo decir sí. Aquí notamos la diferencia con el pensamiento de
Kierkegaard. Para éste no tiene sentido intentar volver a las infinitas
posibilidades del estado de inocencia, pues eso sería locura, caer en las
divagaciones libres de nuestra imaginación. Es lo que Nietzsche
propone. Para este es necesario destruir lo que se crea para mantener la
convicción de que ese es un producto de nuestra acción. La pérdida de
esa conciencia llevó a reificar al Dios creado por nosotros como ideal
humano, convertido por ello mismo en un peso muerto.
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En este momento Zaratustra se encuentra en una encrucijada y frente a él hay
dos caminos divergentes e infinitos, uno hacia el pasado y el otro hacia el futuro.
Nietzsche señala que si el número de hechos que pueden ocurrir es limitado pero el
tiempo es infinito; todo lo que ocurre ahora tiene que haber ocurrido infinitas veces y
volverá a ocurrir necesariamente. Pero como cada vez que ocurre un hecho ocurre
exactamente igual que las otras veces, este hecho es en realidad uno solo y el mismo,
con lo cual es el tiempo el que resulta ser circular, empezando y terminando en un
mismo punto. De esta manera, al decidir qué voy a hacer ahora estoy determinando mi
propio pasado y también el futuro, más allá de mi propia muerte. Al advertir esto yo voy
a actuar como si lo que hago fuera a repetirse para siempre, y así el instante, sin dejar de
ser temporal, adquiere carácter de eternidad. Hay que amar, entonces, lo que ocurre,
como si el tiempo fuera la eternidad. Como en la repetición, esa imposibilidad de
acuerdo con Kierkegaard, se logra así que el instante adquiera la importancia y la
trascendencia que antes se atribuían al más allá.
BIBLIOGRAFÍA
Nietzsche, Así habló Zaratustra
Fink, La filosofía de Nietzsche
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EDMUND HUSSERL (1859-1938)
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de ser lo que es. Por ejemplo, si tengo una superficie coloreada, puedo imaginar su color
más claro o más oscuro, más o menos brillante, y sigue siendo un color, pero si
imaginariamente le quito la extensión, el color desaparece, entonces la extensión es una
cualidad esencial del color.
Para que la filosofía sea ciencia estricta debe también poner entre paréntesis el
supuesto propio de la actitud natural del hombre, es decir de la actitud no filosófica, que
es el supuesto de la existencia del mundo. A esto Husserl lo llama reducción
trascendental. Pone entre paréntesis el supuesto de la existencia del mundo, lo cual
quiere decir que al filósofo le es indiferente si el mundo existe o no. El residuo de esta
reducción, lo único que podemos considerar existente, es la conciencia. Todo fenómeno
existe para la conciencia, que es el medio de acceso universal a todos los objetos.
La esencia de la conciencia es la intencionalidad. Este concepto lo toma
Husserl de Brentano, quien distingue los fenómenos psíquicos al definirlos como
aquellos actos de la conciencia que siempre tienen un objeto propio, objeto que es irreal
o intencional. De esta forma, al acto de recordar le corresponde lo recordado, al acto de
percibir le corresponde lo percibido, etc. La conciencia es entonces un fluir de actos
que apuntan a objetos que la trascienden.
A cada acto le corresponde un objeto y a esto Husserl lo llama correlación
noética- noemática (noesis significa pensamiento en sentido amplio, o sea todo acto de
conciencia, y noema significa lo pensado, es decir el objeto de ese acto).
El noema objeto del acto, es entendido por Husserl como un sentido, esto
significa que trasciende la conciencia pero existe para ella. No podemos decir que
exista algún objeto independientemente del acto que lo intenciona.
Husserl desarrolla el ejemplo de un acto de percepción. Este acto siempre se
aplica a alguna sensación. Las sensaciones son inmanentes en la conciencia. Husserl las
llama la materia (hyle) del acto. La conciencia interpreta estas sensaciones a través del
acto de percepción, y de esta manera las sensaciones se convierten en el soporte de un
sentido que trasciende a la conciencia. Por ejemplo, veo una mancha marrón y la
interpreto, al percibirla, como una mesa. La mancha marrón y el acto de percibirla son
inmanentes a la conciencia, están adentro mío, pero la mesa no, la mesa es un sentido.
Cuando yo percibo una mesa siempre se me presenta una cara o escorzo, pero esa cara
posee un horizonte al principio indeterminado que se va llenando de contenido a medida
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que avanza la percepción. Una cara remite a las otras que todavía no percibimos. A esto
Husserl lo llama esquema implicativo. Lo que acabamos de ver corresponde a la
fenomenología estática, que analiza los actos de la conciencia sin considerar su
desarrollo histórico en el individuo. El tema del tiempo y la historia del yo lo va a
analizar Husserl en la fenomenología genética3.
3
Ver ANEXO V
21
una especie de parificación, puesta en un par, por la cual transfiero el sentido de mi
propio cuerpo al cuerpo del otro. El cuerpo del otro se me presenta como si fuera el
mío y por lo tanto como estando animado también por una conciencia.
Para que yo pueda confirmar este sentido que asigno al otro y que hace que en su
cuerpo esté implicada su conciencia, igual que en un objeto están implicadas sus otras
caras, para que esta implicación se viera confirmada debería poder acceder a la
conciencia del otro. Como eso no es posible, me proyecto en ese lugar, me pongo en el
lugar del otro y si el otro se comporta como yo lo haría si estuviera en ese cuerpo, se ve
confirmado este sentido que yo le asigné de ser una persona como yo. A esa proyección
en el lugar del otro la llamamos empatía.
El mundo vivido: Una vez que Husserl establece la existencia de otras conciencias
además de la mía, el mundo pasa a ser correlato de todas las conciencias, es decir
adquiere carácter intersubjetivo. Por ejemplo, Husserl va a plantear que las otras caras
de un objeto que yo no estoy observando, ahora están ahí porque existe la posibilidad de
que haya otro que las esté contemplando. A la reconstrucción que la fenomenología
hace del mundo, entendido ahora como lo que existe para las conciencias que lo viven y
que le asignan su sentido, Husserl la llama “mundo vivido”.
Al ser el mundo algo que no tiene existencia autónoma, sino un conjunto
completo de sentidos constituidos por las conciencias de los hombres, sentidos que
abarcan lo físico, lo social y lo cultural, el mundo pasa a tener una historia y varía de
una cultura a otra. Esto sin embargo no lleva a Husserl a caer en el relativismo, porque
considera que los distintos mundos culturales tienen una estructura común que la
filosofía occidental y la ciencia se ocuparon de revelar, y la garantía de esa
racionalidad del mundo la pone en una especie de ideal o idea regulativa kantiana a la
que llama Dios.
BIBLIOGRAFÍA
Husserl, Ideas I
Husserl, Meditaciones cartesianas
Carpio, Principios de filosofía
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MAX SCHELER (1874-1928)
a) La libertad
b) La objetividad
c) La autoconciencia.
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supervivencia y no pueden percibir todo lo que existe, por ejemplo, sabemos que hay
ondas de luz que están más allá de lo que el ojo puede ver. Por esto nuestro
conocimiento de la realidad es objetivo, podemos conocer la realidad tal como es mas
allá de las limitaciones de nuestro aparato perceptivo.
Plantea que los animales se mueven en un medio, en cambio el hombre se
mueve en un mundo. La relación entre el animal y el medio es cerrada, el animal actúa
siguiendo impulsos instintivos y las alteraciones que ejerce sobre su entorno se le
presentan como un cambio total, sin continuidad. Para el animal el mundo es un
conjunto de fuerzas, algunas de atracción, como el alimento, y otras de repulsión, por
ejemplo un enemigo natural. Cuando el animal se asusta por la presencia del enemigo
en su medio y se escapa, percibe esto como una alteración del medio: antes había una
amenaza y ahora no la hay. Pero por más que un animal esté dando vueltas alrededor de
un terreno no se da cuenta de que todos los lugares son parte de un mismo espacio y
tampoco que los objetos que deja de ver siguen estando ahí. El hombre sí advierte esas
cosas porque su relación con el medio es abierta, el hombre no se mueve por
impulsos, sino por un conocimiento objetivo de las cosas, y puede extender cada vez
más el campo del conocimiento. El animal no se da cuenta que hay una realidad fija en
la cual él se está moviendo, todo se mueve alrededor de él. El hombre no se identifica
con el cuerpo, es como si lo viera desde afuera advirtiendo que es su cuerpo el que se
mueve alrededor de las cosas.
Autoconciencia: El hombre es consciente de sus estados mentales porque está
fuera de ellos y puede así conocerlos y analizarlos. Esta característica da lugar a lo que
Scheler llama ascetismo del espíritu, que consiste en poder decirle que no a la
necesidad del momento y así convertirla en tema de reflexión y hacer de ella sólo un
ejemplo de una esencia universal. Scheler menciona el caso de Buda, que convirtió al
dolor en un objeto de análisis tratando de determinar cuál es su origen. El animal
frente al dolor trata de evitarlo y si no puede, busca la manera de eliminarlo. En el
hombre la inteligencia trabaja de la misma manera, un médico busca evitar el
sufrimiento de su paciente. Buda hace algo distinto, contempla su dolor
convirtiéndolo en objeto de análisis, al dolor que siente lo considera un ejemplo de
dolor en general y busca la esencia del dolor, encontrándola en el deseo: eliminando el
24
deseo, se elimina el dolor. Esto lo puede hacer porque es un ser espiritual y no se
identifica con su cuerpo, ni con sus estados mentales.
Teoría de los Valores: Scheler considera que el valor es un tipo de ente
especial, los valores son cualidades de las cosas, pero las trascienden, de manera que si
un objeto portador de un valor se destruye, el valor permanece, pudiendo encarnarse en
otro objeto. Además el valor no se conoce con la inteligencia ni con la razón, sino a
través de una intuición emotiva, por ejemplo si veo un acto de justicia no necesito
reflexionar acerca de él para percibir esa justicia, me emociono ante ese acto y eso me
revela la justicia que encarna en él. En esto Scheler se opone a Platón, para quien los
valores eran Ideas a las que se accedía por la inteligencia. También se opone a Kant
porque este hacía de la ética una teoría puramente formal, vacía de contenido, en
cambio para Scheler los valores tienen que ver con el contenido de los actos, son
cualidades de esos contenidos. Por eso su teoría se llama teoría material de los
valores. Si bien al valor se accede a través de una emoción, no se identifica con la
emoción, los valores son objetivos; por ejemplo: por el hecho de que yo no vea la
belleza de una estatua, no quiere decir que no sea bella. El que no percibe el valor, sufre
de ceguera axiológica. Axis significa eje. El valor funciona como un eje que da sentido
a la vida. Hay una jerarquía de valores que Scheler considera objetiva, absoluta y
universal. Hay valores que valen más que otros. Los valores inferiores están ligados a
la sensibilidad: en primer lugar tenemos lo agradable y lo desagradable y en segundo
lugar los valores vitales como salud, enfermedad, vejez, etc. Después están los valores
espirituales, o sea, estéticos, que son lo bello y lo feo, valores jurídicos: justicia e
injusticia, y valores cognoscitivos, que tienen que ver con la búsqueda desinteresada
de la verdad. Por encima de todos están los valores religiosos que son lo sagrado y lo
profano. Llamamos sagrado a lo que vale de un modo absoluto, no importa si lo
llamamos Dios, naturaleza, tierra u otra cosa. El bien no es un valor, sino que consiste
en postergar un valor inferior a favor de uno superior, por ejemplo si elijo la justicia
en lugar de la vida, estoy actuando bien
BIBLIOGRAFÍA
25
MARTIN HEIDEGGER (1889-1976)
Si bien Jean Paul Sartre lo ubicaba entre los existencialistas ateos, Heidegger
rechaza este calificativo porque para él el objetivo de la filosofía no es la antropología
sino la respuesta a la pregunta por el ser, que es lo que estudia en la obra Ser y
Tiempo. Heidegger dice que la filosofía tradicional se planteó la pregunta por el ser de
los entes, pero respondió mencionando al que consideraba el ente supremo. Platón
considera que el ser son las Ideas y Aristóteles que el ser es la sustancia. Por eso
Heidegger dice que la filosofía sufre un olvido del ser, porque es incapaz de
comprender la diferencia ontológica entre ser y ente. El ser es el que hace ser al ente,
es algo que se manifiesta en el ente y a la vez se oculta detrás del ente, es como un
fondo del cual emergen los entes y al cual retornan.
Este concepto lo elabora Heidegger reflexionando acerca del significado de la
palabra “ser” en Aristóteles, tema que a su vez había tomado de Brentano. Aristóteles,
plantea que el ser se dice de muchas maneras. Tanto decimos que “son” las sustancias
como los accidentes. Pero se pregunta sí hay algo común a los distintos significados de
la palabra “ser” sin llegar a una conclusión. Heidegger también plantea que detrás de la
diversidad de entes hay algo que tienen en común y es el hecho de que son. Pero ¿qué
significa que los entes “son”?. Heidegger dice que la filosofía contemporánea no sólo
olvida el ser sino que olvida el olvido, porque piensa que el ser es el más abstracto de
los conceptos y no se interesa por él, pero debido a eso el hombre occidental está
perdido en un mundo de entes y se considera a sí mismo una cosa entre las cosas,
olvidando aquello que lo hace especial y que es la posibilidad de pensar el ser, de
comprenderlo. No sólo el ser de las cosas sino el propio ser del hombre.
Para estudiar el ser hay que interrogar al ente que tiene acceso al ser, que lo
comprende, que está familiarizado con él, y ese ente es el hombre. El propio trato que
el hombre tiene con las cosas, muestra que tiene una comprensión del ser de las cosas y
de su propio ser (el en cada caso suyo), comprensión que es previa a cualquier
reflexión intelectual. Se trata de una comprensión de término medio compartida por
todas las personas y que se manifiesta en el trato cotidiano que tenemos con los entes.
26
Para poder llegar a comprender el ser Heidegger adopta como método la
fenomenología de Husserl, pero entiende por fenomenología algo distinto. Dice que
fenomenología no significa simplemente ciencia de los fenómenos, logos en realidad
significa según Heidegger verdad entendida como iluminación de algo que estaba
oculto. Pero si el fenómeno es lo oculto eso significa que el verdadero objeto de la
fenomenología no es el estudio de los entes, porque los entes son manifiestos, son lo
que se aparece entre nosotros. Entonces, el fenómeno que la fenomenología debe
descubrir es el ser como lo que está oculto detrás del ente.
Heidegger define al hombre con un término alemán que es Dasein, que se
traduce existente pero etimológicamente significa ser ahí. Se niega a usar la palabra
sujeto porque considera que la relación del hombre con el mundo no es
fundamentalmente una relación de conocimiento, porque sujeto es el que conoce y
objeto es lo conocido y esa no es la relación básica entre el hombre y las cosas. El
hombre es el ahí del ser o sea el “lugar” en el cual el ser se manifiesta. Eso significa
que los entes son el modo en que el ser se manifiesta ante el hombre. Ser ahí significa
también “ser en el mundo”. Esto no debe entenderse en el sentido que el hombre sea
una cosa en un lugar físico, como si el mundo fuera un recipiente. Ser en el mundo
significa estar en trato con los entes, en una relación de familiaridad y comprensión.
El hombre no es un ser cerrado sobre sí mismo, sino que está abierto al mundo, a
los entes y a los otros hombres, y a sus propias posibilidades. Heidegger llama
ontología fundamental al estudio del Dasein. En ella desarrolla una serie de
existenciarios, conceptos que cumplen con relación al hombre el mismo papel que las
categorías en relación con las cosas. La diferencia entre existenciario y categoría es que
las categorías son fijas y cerradas y los existenciarios son abiertos e indeterminados.
Heidegger analiza el ser en el mundo en sus tres aspectos:
1) Qué es el mundo.
2) Quién es el que está en el mundo.
3) Qué significa ser en.
27
contemplación teórica. Pero los entes del mundo en la vida cotidiana no son ante los
ojos sino a la mano, es decir son útiles. Los útiles se caracterizan por ser algo
para…, por ejemplo el martillo, es algo para martillar. Nunca aparecen aislados, sino
que obtienen su sentido, que es su utilidad, a partir de su relación con otros entes. Si no
hubiera clavos para clavar, no habría martillos. De esta manera los útiles se van
conectando entre sí, integrando un plexo o una red de relaciones de significatividad.
El conocimiento que tenemos de estos significados previos a los lingüísticos, y de los
cuales el significado de las palabras es solo un ejemplo, no es conciente, es un
conocimiento práctico al cual Heidegger llama “ver en torno”, porque con sólo mirar el
contexto de un útil ya comprendemos su sentido. Por ejemplo, el martillo aparece en el
taller del carpintero y ahí se observa su utilidad. Ahora bien, el que le da el uso al útil es
el hombre, de manera que al definir el mundo como esa red de relaciones de significado
que entrelaza a los útiles, la consecuencia es que no hay mundo sin hombre, y como el
hombre es histórico, el mundo también lo es. Eso significa que no hay que confundir
el mundo con la realidad. Cuando Heidegger habla de mundo piensa en algo similar al
uso de la palabra en los libros de historia, cuando se habla de mundo griego o mundo
romano.
Solamente en circunstancias especiales puede un ente dejar de ser familiar,
pasando a ser objeto de un interés teórico. Eso ocurre cuando pierde su utilidad y se
convierte más bien en un obstáculo, por ejemplo una baldosa suelta que nos hace
tropezar o un televisor cuando no funciona.
Generalmente pensamos que las cosas del mundo son sustancias que ocupan un
espacio físico, como por ejemplo en la definición de Descartes de las cosas materiales
como res-extensa (sustancia que ocupa lugar). Pero la espacialidad objetiva se funda
en una espacialidad vivida que consta de dos elementos que son la orientación y el
desalejamiento. En el mundo de los útiles la ubicación espacial tiene que ver con la red
de relaciones de utilidad que unen a las cosas. Así, algo es lejano cuando está fuera del
alcance de nuestra mano y acercarnos a él es desalejarlo en relación con nuestro
cuerpo, que es el centro de toda orientación en el espacio. Lo lejano no tiene que ver
con una determinada distancia que pudiéramos medir, sino con el carácter de
inaccesible. Por ejemplo la otra orilla de un río, es para nosotros lo lejano, pero se
vuelve lo cercano cuando construimos un puente volviéndola fácilmente accesible. El
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espacio vivido, es un espacio cualitativo de lugares bien definidos y distintos entre sí,
por ejemplo el amanecer, el medio día, la tarde, el crepúsculo, que más que medidas
de tiempo son lugares que el sol ocupa sucesivamente en su recorrido.
29
en el cual nos tocó en suerte estar, que se nos impone como un factum (hecho
ineludible). Nuestra existencia se mueve en él entre dos nadas, la que antecede al
nacimiento y la que sigue a la muerte, y por lo tanto carece de un por qué. Existimos
porque si y la existencia es un absurdo. Un ejemplo de temple de ánimo que analiza
Heidegger es el temor. Siempre se teme ante un peligro pero en realidad se teme por
uno mismo, no es tal o cual cosa lo que nos causa temor sino la manera en que esa cosa
puede afectar nuestra existencia, y así el temor nos revela más bien nuestro propio ser,
nuestra propia debilidad, nuestra finitud.
Otro modo de ser en, además del encontrarse, es la comprensión.
Cuando Heidegger habla del mundo nos dice que el ser de los entes es su
utilidad y que el hombre tiene una comprensión de esa utilidad. Comprensión previa a
cualquier articulación en el lenguaje. Pero la utilidad del útil es lo que nosotros
podemos hacer con él, es decir, lo que comprendemos, al comprender al útil, es en
realidad nuestras propias posibilidades, nuestro propio ser. Comprender, entonces, es
comprendernos, y sobre la base de esta comprensión realizamos nuestro proyecto.
Nuestras posibilidades son las cosas que podemos hacer con los útiles, por lo tanto están
limitadas por el mundo en el cual nacemos, limitación a la que Heidegger llama
facticidad.
Un tercer modo de ser en es el habla. Heidegger dice que el habla sirve para
articular la comprensión. El habla no sólo comunica información sino que además
comunica el temple de ánimo del que habla y en consecuencia el ser mismo del Dasein
y su modo de relacionarse con el mundo. Para poder hablar hay que saber callar. En el
silencio las cosas mismas nos hablan, por ejemplo: escuchamos un ruido en la calle y
escuchamos un automóvil o una persona que habla y no un mero ruido, de manera que
todo escuchar es un interpretar. En el escuchar hay ya una comprensión.
Heidegger habla también de la interpretación y nos dice que se trata de una
comprensión que se basa siempre en una comprensión anterior. Por ejemplo, si me
encuentro con un libro escrito en otro idioma e intento descifrar e interpretar ese idioma
puedo hacerlo porque comprendo previamente que tiene el sentido de ser escrito en un
lenguaje, aunque ese lenguaje me es desconocido. A la relación entre interpretación y
comprensión Heidegger la llama círculo hermenéutico.
30
Todas estas formas de ser en el mundo sufren en la vida cotidiana lo que
Heidegger llama caída, que consiste en su forma inauténtica. Así por ejemplo el
habla se transforma en habladuría. Las palabras pierden su relación con el emisor, el
receptor e incluso la información y se convierten en cosas que se dicen y que llenan de
sonidos el silencio, son rumores, afirmaciones sin fundamentos de las que nadie se hace
cargo. En cuanto al ver en torno, se convierte en avidez de novedades. Todo misterio
desaparece y se busca lo distinto no por ser mejor, sino por ser distinto. Todo se
convierte en una sucesión de imágenes sin continuidad, en la cual el instante aparece
desconectado del pasado y del futuro, como en el estadio estético de Kierkegaard.
Finalmente, la comprensión se convierte en ambigüedad, no dejar que la persona o la
cosa se muestre como es. El otro se presenta a partir de un conocimiento previo
prejuicioso que le impide manifestarse como lo que es realmente. Todo se da por
conocido y nada es realmente conocido.
Lo que plantea Heidegger a continuación es cómo es posible salir de la
caída, cómo superarla, y ahí es cuando introduce el tema del ser para la muerte.
Presenta la muerte en la vida cotidiana como lo que todavía no pasó, que va a pasar,
pero todavía no y que es algo lejano pero al mismo tiempo algo que le suele pasar a los
otros. La muerte es propia del uno, uno se tiene que morir alguna vez, ese uno somos
todos y no es nadie. Si al decir uno tiene que morirse, tuviera yo presente mi propia
muerte, no lo diría con tanta ligereza.
Antes de tratar el tema de la muerte, sin embargo, Heidegger considera que la
primera manera en que uno advierte la caída es a través de un temple de ánimo especial
que es la angustia, porque cuando nos angustiamos y alguien nos pregunta ¿qué té
pasa?, decimos no es nada, y efectivamente lo que angustia no es ni esta ni aquella
cosa, sino el hecho mismo de existir. En la angustia nuestra existencia se nos revela
como cura, a la cual podemos definir como “preserse ya en el mundo como ser en
relación con los entes intramundanos y con los otros hombres”. El hombre es
proyecto (preserse) yecto (ya, facticidad).
En la vida cotidiana esta estructura se nos revela en la forma de una angustia de
la cual huimos a través de la caída, sumergiéndonos en el tráfago (el continuo
sucederse de las cosas) del mundo. Perdiéndonos en nuestras preocupaciones cotidianas,
eludimos esa angustia en la que se nos revela el carácter inhospitalario del mundo. Lo
31
que Heidegger plantea es de qué modo escapar a esta existencia impersonal propia de la
vida cotidiana. Mientras dura nuestra existencia como proyecto, en la medida en que al
ocuparnos de realizar nuestras posibilidades no podemos abarcar nuestra existencia de
una sola mirada, mientras estamos ocupados en esta o aquella cosa, no podemos pensar
nuestra existencia y convertirla en el producto de una decisión libre. Sólo con la
muerte, que es la posibilidad de la pérdida de toda posibilidad, nuestra existencia
se cierra, pero al morir ya no somos. La única posibilidad de ser auténticos es
precursar nuestra muerte y asumirla como propia, como verse a sí mismo ya
muerto, algo intransferible porque podemos de alguna manera no responsabilizarnos por
nuestra vida, pero nadie puede morir nuestra muerte.
Ser auténtico es asumir la angustia que nos produce la conciencia de
nuestra finitud, pero ¿Qué es esta conciencia? Hay algo dice Heidegger, que nos llama,
nos convoca a ser auténticos, eso que solemos llamar la voz de la conciencia, es la
vocación, pero no entendida como un llamado de Dios, porque eso sería convertirla en
un ente, sino como un llamado de nuestro propio ser, que nos pide ser auténticos. Pero
ese llamado que nos hacemos a nosotros mismos se nos impone muchas veces en contra
de nosotros, porque es nuestro ser más profundo el que nos llama. Desde que existimos
tenemos una deuda o culpa (Schuld significa en alemán ambas cosas) en relación con
nosotros mismos, porque nunca estamos completos, siempre estamos proyectados a
posibilidades no realizadas, y ser auténtico es asumir esa deuda y lograr lo que
Heidegger llama el estado de resuelto, resolvernos a tomar las riendas de nuestra
propia existencia.
Terminado este análisis, Heidegger sostiene que la existencia en última
instancia es temporalidad, pero no cronológica. El tiempo cronológico se funda en el
tiempo vivido. En la medida en que el hombre se identifica con sus posibilidades, su
existencia es temporal, proyectada hacia el futuro. Heidegger dice que el hombre está
abierto, y en ese sentido está más allá de sí mismo. Este estar fuera de sí es ante todo
temporal, por eso a las tres dimensiones del tiempo las llama ek-stasis (estar fuera de
sí) y considera que la predominante es el futuro, pero ese futuro, que es proyecto, no
sería posible si no arraigara en un pasado, que Heidegger llama lo “ya sido” y que
constituye la facticidad. Uno nace ya en un mundo que se presenta como previo, como
anterior a nuestra existencia y que determina esas posibilidades que a su vez necesitan
32
de un presente para realizarse. Presente que está determinado por el modo en que
tratamos con los útiles (mesa, silla) y con las otras personas. Pero es la posibilidad
futura la que da sentido a la herencia de ese pasado al permitir su completamiento. La
autenticidad no consiste en salir fuera del proyecto y en eludir la facticidad porque
eso es imposible. El ser del hombre es facticidad y es proyecto. Se trata más bien de
querer esa facticidad, de aceptar el mundo que nos tocó en suerte. De asumir en
nosotros mismos lo “ya sido” en la forma de tradición y de esta forma considerar la
tradición como destino. Pero como el hombre no está solo sino que es con otros
hombres, ese destino tiene la forma de historia, la historia es el destino compartido.
La autenticidad, entonces es repetición en el sentido que le da Kierkegaard. Es elegir
siempre lo mismo como si fuera la primera vez. De esta manera el ser del hombre queda
identificado con el tiempo, y Heidegger se propone mostrar que el ser mismo que se
oculta detrás de los entes es tiempo, pero esa parte de su obra queda inconclusa.
En otros escritos Heidegger critica a la filosofía occidental por haber
identificado al ser con el presente, como si el pasado y el futuro no poseyeran ser, un ser
propio. La idea del ser como presencia se encuentra en la filosofía griega a partir de
Parménides y se desarrolla sobre todo en las obras de Platón y Aristóteles. Así, para
Platón el verdadero ser es el de las ideas porque ellas son eternas, es decir se encuentran
en un presente permanente, sin pasado ni futuro. A las cosas sensibles que poseen
temporalidad no las considera un verdadero ser, sino una mezcla de ser y nada. Para
Heidegger una mirada correcta acerca del ser debería comprender no sólo el presente
sino también el pasado y futuro.
El ser es identificado con la historia, en la medida en que el mundo de cada
época es una manifestación del ser, en la cual este no se agota, generando otras
manifestaciones que se suceden a lo largo de la historia. A la aparición del ser
Heidegger la llama acontecimiento (Ereignis), acontecimiento que se desarrolla a
partir de la relación entre el ser y el hombre ante el cual se manifiesta. A esta relación
de ida y vuelta la llama el “anillo del ereignis” y al agregar la dimensión del tiempo se
forma la torre del ereignis (nunca se agota, crece ilimitadamente). Pero no hay una
continuidad entre las distintas apariciones del ser, sino que al agotarse una de ellas es
seguida por otra totalmente diferente. El ser nunca termina de manifestarse del todo.
33
Serenidad: Cuando se iba a inaugurar un monumento dedicado a un escritor
alemán, Heidegger pronunció un discurso. En él dice que va a reflexionar sobre el
mundo contemporáneo y su intención no es explicar determinada situación, sino dejarse
llevar por su pensamiento, sin saber exactamente adónde lo van a conducir sus
reflexiones. En vez de filosofar se dedica a pensar y dejar fluir las ideas. Vivimos en la
época de la técnica, dice, en la cual el mundo quedó reducido a una reserva de energía,
a un fondo indiferenciado al cual hay que hacerle violencia para extraer de él lo que uno
necesite. Es algo distinto a lo que pasaba en la antigüedad griega, cuando se dejaba que
el ser apareciera y se manifestara por sí solo asumiendo una actitud contemplativa. Pero
Heidegger dice que no se puede tomar una posición nostálgica que pida un retorno al
pensamiento antiguo, no podemos porque el mundo de la técnica es una
manifestación del ser como lo era la fysis griega.
Lo que ocurre es que por primera vez en la historia el ser está tan escondido
detrás de esta manifestación que se corre el peligro de perderlo completamente de vista,
quedando el hombre aferrado a los entes. Entonces, lo que propone Heidegger es usar
estos entes que son los artefactos pero sin dejarse usar por ellos, o usarlos mientras están
ahí, pero poder arreglárselas sin ellos y que no se vuelvan imprescindibles. Esta sería
una actitud de serenidad frente a la técnica: ni tratar de destruir los artefactos, ni
depender de ellos, y a eso hay que sumar una actitud de espera activa, atenta, de espera
de la próxima manifestación del ser. Hay que escapar de la convicción corriente de que
el mundo de la técnica agotó las manifestaciones del ser, y que no puede darse nada
nuevo.
BIBLIOGRAFÍA
Heidegger, Ser y Tiempo
Heidegger, Serenidad
Olasagasti, Introducción a Heidegger
34
JEAN-PAUL SARTRE (1905-1980)
35
nada sin el objeto al cual se dirige. A esto lo llama prueba ontológica. El ser en sí no
puede tener origen en Dios, porque si Dios es un ser conciente no puede haber Dios sin
ser en sí, porque toda conciencia es conciencia de un objeto que la trasciende. El ser
para sí presupone un ser en sí anterior.
A través del ser para sí (conciencia) surge la nada en el mundo. Para Sartre
el origen de la nada está en la interrogación. El ser para sí se hace preguntas, eso
implica que en su interior existe un vacío, una carencia de conocimientos. Pregunta
porque no sabe. Además, existe la posibilidad de una respuesta negativa a su pregunta,
lo que introduciría en el mundo una nada, una ausencia. Por ejemplo, si pregunto ¿está
Fulanito?, eso implica que tengo una falta de conocimiento, y si Fulanito no está, si está
ausente, ahí donde debería estar surge un hueco, que no existiría si yo no hubiera
preguntado, porque en ese lugar hay algo, aunque sea aire, pero ahora que sé que
Fulanito no está, su ausencia llama mi atención, como si fuera un objeto ella misma.
Por el hombre llega la nada al mundo, es como un gusano que horada al ser.
Al ser una nada, el hombre introduce un hueco en la continuidad de los acontecimientos,
abriendo un espacio para la libertad, rompe la rigidez de las relaciones de causa y
efecto. La distancia que pone el hombre entre él y el mundo hace que sus actos no
estén determinados por nada, lo cual implica una falta de fundamentos para sus
acciones, que le produce angustia.
La angustia es la conciencia de la libertad, como decía Kierkegaard, pero
también la angustia es conciencia de la nada, como decía Heidegger, porque según
Sartre la nada que nos separa del mundo es lo que determina nuestra libertad. Esa nada
no es sólo la posibilidad como aquello que todavía no es, sino también es lo que nos
separa del pasado. Cuando una persona que tiene el vicio del juego decide dejar de jugar
y esa persona se acerca a la mesa de juego, en ese momento se da cuenta que nada le
impide jugar, porque efectivamente es una nada lo que determina su posibilidad de
decidir. No hay ningún obstáculo que le impida jugar, sólo se lo impide su decisión y
esa decisión es sólo suya y no pude responsabilizar a nadie más por ella.
Si la angustia es conciencia de la libertad y el hombre siempre es libre y además
es siempre consciente, pues siempre está presente ante sí mismo, el hombre debería
estar siempre angustiado. Si eso no es así, se debe a que la angustia sólo se presenta ante
la conciencia reflexiva. Generalmente huimos de la angustia al justificar nuestros actos
36
como necesarios, como si no fuéramos libres, como si fuéramos una cosa entre las
cosas. Eso es lo que hace la psicología al explicar nuestros actos por causas necesarias,
pero esto no es más que un engaño. Al creernos determinados por las circunstancias,
nos engañamos a nosotros mismos.
A ese autoengaño Sartre lo llama mala fe. El problema es que si nos engañamos
sabemos que nos engañamos, entonces no nos engañamos. El autoengaño es paradójico
y parece imposible. Por eso el psicoanálisis reintroduce la separación entre engañador y
engañado, al hablar de un Ello engañador y un Yo engañado. El psicoanalista se
encargaría de revelar al Yo lo que el Ello oculta. El problema con esta explicación es
que si el Yo es engañado, no se explica por qué tiene resistencia al análisis, por qué se
niega a aceptar la explicación del analista. Esta resistencia se debe a la censura e implica
que el Yo conoce los contenidos del Ello y por eso los rechaza, obligando al Ello a
desplazar esos contenidos para superar la censura. Pero entonces es el Yo el que se
engaña a si mismo al rechazar esos contenidos, de los cuales en realidad es conciente,
con lo cual volvemos al autoengaño.
En realidad la conciencia, el para sí, no puede ser sincera consigo misma,
porque ser sincero es decir lo que es y la conciencia no es. Podríamos decir que el yo
es lo que no es y no es lo que es. Por ejemplo, cuando un mozo de bar se comporta
como mozo de bar es como si hiciera una representación teatral, porque en realidad él se
considera algo distinto a un mozo de bar, él es ante todo él mismo y no puede reducirse
a la función que cumple. Igualmente, un asesino podría afirmar que sigue matando
porque siempre lo hizo hasta ahora, pero eso sería pensar que el hombre sólo puede ser
lo que es, es decir su pasado, y en realidad en el momento mismo en que se reconoce
como asesino tiene la posibilidad de dejar de serlo, porque el hombre es más bien lo que
todavía no es, es decir su futuro.
La mala fe entonces consiste en identificarse sólo con una parte de lo que uno es,
por ejemplo con su pasado o lo que es para los otros. Es lo que Kierkegaard llamaba
desesperación.
Dijimos que el hombre es una nada y tiende a buscar un contenido en algo que lo
trasciende. Que el hombre es una nada significa que es un deseo que aspira a su
completamiento. Una luna creciente, dice Sartre, es lo que es, una luna creciente, a ella
37
no le falta nada, es el hombre el que la compara con la luna llena y considera que algo le
falta. El hombre no es lo que es y por eso aspira a algo más, a algo que lo complete.
El ideal del hombre es Dios y el hombre significa lo que es en aras de la
perfección, pero esa perfección es inalcanzable. Dios es un imposible porque
pensamos a Dios como perfecto, es decir como una realidad plena, y a la vez lo
pensamos como conciente y la conciencia es incompleta. Dios entonces sería completo
e incompleto, lo cual es imposible. Pero en su afán de alcanzar lo inalcanzable, es decir
a Dios, el hombre aspira a realizar valores, se propone metas y esas metas guían sus
proyectos, proyectos que están limitados por los entes con los que el hombre cuenta y
que forman parte de su mundo. Para alcanzar su sí mismo, es decir su ipseidad, el
hombre se apoya sobre estos entes que forman así el circuito de la ipseidad.
El hombre da sentido a los objetos al integrarlos en su proyecto de vida. Pero
dentro del mundo el hombre se encuentra con otros hombres que tienen su propio
proyecto y le roban el mundo, convirtiéndolo a él en un objeto de su mundo. Sartre
considera que el otro no es un supuesto, que su existencia es evidente. Husserl cometió
el error de pensar que el otro es un objeto de mi conocimiento. Heidegger comprendió
que el hombre siempre es con otros, pero esa relación era para él pacífica. Hegel por su
parte, consideraba a la relación con el otro como una lucha a muerte por el
reconocimiento, pero pensaba esa lucha como algo puramente cognoscitivo y además
como una etapa superada, propia de los regímenes esclavistas antiguos.
Sartre dice que el otro se nos manifiesta en su mirada, su mirada nos paraliza
porque en ella advertimos que para él somos sólo un objeto de su mundo, su mirada nos
define, nos hace ser algo en particular, como se nos revela en la vergüenza lo mismo
que en el orgullo. Para el otro somos cosas y por eso tendemos a huir de su mirada,
para poder seguir siendo libres. Sartre dice “el infierno son los otros”.
Sonó el despertador. Generalmente me levanto con la idea de ir al trabajo, como
si eso ya lo hubiera hecho, como si no se tratara de una posibilidad, sino de una
realidad. Pero un día me levanto, apago el despertador y me pongo a pensar que puedo
ir a trabajar, pero también puedo no hacerlo, y comprendo que no hacerlo tiene
consecuencias, algunas negativas, pero que no me obligan a actuar de determinada
manera. Yo puedo no ir a trabajar y asumir la responsabilidad por esas consecuencias.
Si yo me planteo de esta manera las cosas al despertarme, me invade la angustia porque
38
comprendo que en realidad nada me impide quedarme en casa y no ir a trabajar. Ni
Dios, ni la moral, ni las consecuencias negativas son razón suficiente para obrar de
determinada manera. El hombre auténticamente angustiado es aquel que se encuentra
solo sobre el abismo, comprendiendo que no tiene nada en donde apoyar sus decisiones.
El presente es el momento en el cual se genera esa distancia que te separa de tu pasado y
te permite proyectar nuevas posibilidades, por eso el presente es la dimensión
fundamental del tiempo. No es lo que es, el pasado, y es lo que no es, es decir, el
futuro.
39
una esencia, el hombre es proyecto, lo cual significa un abanico de posibilidades entre
las cuales debe elegir, y esa elección es libre, sin fundamento. Uno puede justificar una
elección una vez que la llevó a cabo, pero eso siempre después de la elección, y uno
puede justificar tanto una acción como la contraria. Incluso si pedimos un consejo lo
hacemos dirigiéndonos a la persona que sabemos que nos va a responder de
determinada manera. No es lo mismo pedir consejo a un cura que pedírselo a un filosofo
o a un dirigente sindical.
Aun si Dios existiera, la decisión de seguirlo o no depende exclusivamente de
nosotros. Por ejemplo, cuando Abraham decide sacrificar a Isaac siguiendo los dictados
de una voz que le habla, lo hace desde una libertad absoluta, porque él podría desoír esa
voz considerándola un delirio o una tentación demoníaca. Cuando tomamos un
decisión lo hacemos por toda la humanidad, como si los demás fueran a seguir
nuestro ejemplo. En la medida en que somos objeto de la mirada de los otros, sobre todo
si somos hombres públicos, periodistas, etc., sabemos que nuestro comportamiento
puede ser imitado. Nadie decide sólo para sí mismo. Cuando uno se afilia a un
sindicato católico, es como si le digiera a los demás “no hay que afiliarse a otro
sindicato, este es el mejor”. Eso hace que no sólo seamos responsables de nuestras
decisiones, sino en cierto modo de las decisiones de la humanidad, lo cual aumenta
nuestra sensación de angustia. Además, en la mediad en que nuestro objetivo en la vida
es alcanzar la plenitud y eso es imposible, la vida es una pasión inútil, lo cual sólo nos
puede llevar a la desesperación. El intelectual comprometido actúa de la manera que
considera más correcta y lo hace aún a sabiendas de que la vida necesariamente conduce
al fracaso.
La desesperación tiene que ver, fundamentalmente, con que no hay garantía
de que lo que hemos decidido se pueda lograr, en la medida en que estamos insertos
en un mundo que sigue leyes deterministas, que generalmente no se adaptan a nuestras
decisiones. Aun así, el intelectual comprometido debe hacer el esfuerzo de llevar a la
sociedad por el rumbo que él considera el mejor.
BIBLIOGRAFÍA
Sartre, El Ser y la Nada
Sartre, El existencialismo es un humanismo
40
ÍNDICE
SÖREN KIERKEGAARD p. 1
KARL MARX p. 8
FRIEDRICH NIETZSCHE p. 14
EDMUND HUSSERL p. 19
MAX SCHELLER p. 23
MARTIN HEIDEGGER p. 26
JEAN-PAUL SARTRE p. 35
41
ANEXOS
ANEXO I: LA VIDA PRIVADA DE KIERKEGAARD
42
sacrificado en esta vida, Kierkegaard no blasfemó contra Dios. Asumió la
responsabilidad de su libre decisión y pensó que bien pudo haberse equivocado, que
Dios tal vez no le había pedido ese sacrificio, o que no había sido suficientemente
desinteresado al hacerlo. En ello encontramos un anticipo de sus ideas acerca de la
radical libertad del hombre. De todos modos, hasta el final de su vida confió en
recuperar el amor de Regina en el más allá.
En su dedicación inicial al juego, en su posterior compromiso con Regina, y en
la final ruptura de sus relaciones en pos de una unión espiritual en el seno de la
divinidad, Kierkegaard reconoce la fuente de sus meditaciones acerca de los tres
estadios de la vida: el estético, el ético y el religioso4.
43
que la hace distanciarse frente a sí misma y así cambiar. Antes de la creación del mundo
y del tiempo, la idea es Logos, un armazón racional vacío de contenido, algo así como
la semilla que contiene de un modo abstracto todas las potencias que se desplegarán más
tarde en la forma de un árbol. Pero así como un árbol es árbol cuando se desarrolla
como tal, el Logos no es nada hasta que se despliega, hasta que se da un contenido
sensible, y así se niega, sale fuera de sí y se convierte en Naturaleza. La Naturaleza se
desarrolla en tiempo y espacio, y sigue leyes, pero sin tener conciencia de ellas. Todo
fenómeno nace y muere, y lo hace siguiendo una ley que le es exterior, que lo gobierna
pero con la que no se identifica. El fenómeno pasa y la ley queda. Solo la ley retorna a
sí misma a través de la conciencia, es decir, a través del hombre. El Espíritu humano es
el proceso por el cual Dios se hace consciente de sí mismo. La historia humana es la
historia de los intentos humanos por conocer a Dios, es decir, los intentos de Dios,
hecho Naturaleza, por volver a sí mismo a través del pensamiento de los hombres. La
historia, entonces, tiene un sentido. Cada etapa en el desarrollo del Estado, del Arte, de
la Religión, de la Filosofía, son momentos necesarios en un proceso único de alcances
trascendentes. El papel del individuo es aquí rico y a la vez muy pobre. Rico porque no
hay Espíritu sin hombres concretos que lo sostengan. Pobre, porque el individuo es un
fenómeno pasajero en el despliegue del Espíritu divino5. De ahí que las críticas dirigidas
a Hegel, tanto desde Marx como desde Kierkegaard, estén orientadas a rescatar al
hombre real de carne y hueso, sea como trabajador que desarrolla sus actividades en
sociedad (Marx), sea como individuo singular e irrepetible (Kierkegaard).
44
carácter metafórico que está lejos de la literalidad que suele atribuirse a la verdad
filosófica, y la obra de Heidegger está escrita en un lenguaje difícilmente accesible. En
nuestra exposición de la obra de estos autores hemos seguido ciertas versiones
canónicas. En el caso de Nietzsche, nos atuvimos a Fink, quien hace de él un introductor
de viejos dioses paganos en reemplazo del Dios cristiano, interpretándolo como un
artista con pretensiones metafísicas, que no se adecua a la manera en que Vattimo,
Derrida o Deleuze lo convierten en el predecesor del pensamiento débil de la
postmodernidad. Esta última es una posición tan aceptable como la de Fink, basándose
en textos en los cuales Nietzsche parece favorable a un retorno al relativismo sofista,
para el cual todo es materia de opinión, o como dice Nietzsche, de interpretación. Algo
similar ocurre con Heidegger. Al tomar como base los escritos de Olasagasti y Carpio
sobre el tema le atribuimos a su pensamiento una dirección metafísica, de origen
kierkegaardiano, rayana con la mística, que quizás sea más propia del primer Heidegger,
y con la cual Vattimo no estaría de acuerdo. Para compensar eso hicimos algunas
referencias al último Heidegger, dejando en manos de los alumnos el sacar sus propias
conclusiones6.
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manera de entender el mundo, incluida la del propio Nietzsche, no es para él más que
una apariencia, una ficción de unidad que le permite a alguna fuerza crecer y dominar a
las demás. No hay una cosmovisión más verdadera que otra. La misma verdad es solo
un medio para la dominación. Ese juego que es el mundo, y del cual nosotros formamos
parte, con todas esas pulsiones independientes que toman la apariencia
momentáneamente estable a la que llamamos el yo, no tiene por qué ni para qué, su
sentido es simplemente ser, siempre fue y siempre será, y su ser es solo devenir, fluir de
las apariencias, de los simulacros de mundo coherente que van generando las fuerzas de
ese caos permanente para reabsorberlos y volver a crearlos en su afán por dominar. Hay
en la visión del yo como lucha de fuerzas un anticipo de las ideas freudianas que sin
embargo no debe confundirnos. Freud es un iluminista que busca la expresión de lo
irracional no para acabar con la cultura sino para atenuar el malestar que esa cultura
genera en el hombre. Nietzsche, en cambio, propone liberar las pulsiones, terminando
con el peso muerto de la cultura europea. La relación que hay entre Nietzsche y
Schopenhauer es la misma que entre Leibnitz y Spinoza. De un lado, la idea de una
unidad, sea la de la voluntad, sea la de la sustancia. Del otro la multiplicidad, que en
Leibniz está atenuada por la existencia de la mónada divina, que en Nietzsche
desaparece para dar lugar a la pura multiplicidad de las fuerzas en conflicto, fuerzas que
carecen de toda sustancialidad, no siendo más que los efectos que unas generan en las
otras, es decir, no más que las apariencias pasajeras que antes de Nietzsche tomaban el
nombre de “objeto”, “sujeto” y “verdad”. Para Freud hay una búsqueda de la libertad
para el yo. Para Nietzsche, la libertad no es más que intento de dominio, y yo o
personalidad no es más que una pasión que intenta dominar y subordinar bajo su
dominio a las demás7.
7
Para más datos sobre la filosofía de Nietzsche y sus repercusiones, ver el sitio de
internet Nietzsche en castellano (www. Nietzscheana.com.ar), creado por Horacio Potel.
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La filosofía de Husserl sufrió una evolución a lo largo del tiempo, que su
creador consideró un proceso de maduración y profundización dentro de una misma
línea de desarrollo. Va desde la fundamentación de la matemática y la teoría de los
signos al análisis del proceso perceptivo, con fuerte influencia kantiana, de la
percepción al conocimiento del otro dentro de un enfoque cartesiano, llegando a una
monadología leibniziana de carácter considerablemente metafísico.
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Uno de los temas que marcan una inflexión importante dentro de este proceso es
el descubrimiento de la dimensión histórica. Al principio el tiempo es considerado por
Husserl como tiempo de la percepción, como base para el desarrollo del esquema
implicativo, siempre dentro de una visión conciencialista en la que predomina el aquí y
el ahora. Pero en determinado momento, el yo transparente como polo de identidad
inmutable en medio del fluir de los actos de la conciencia que era el sujeto para Husserl,
se va a convertir en producto de una historia individual en la que hay mucho de hábito y
de contenidos latentes, con lo cual cierta apertura a lo inconsciente surge en esta
psicología trascendental por lo demás tan poco psicoanalítica. El yo resulta tener una
historia, con un origen nebuloso en un protoyo previo a la distinción sujeto-objeto, pero
ya intencional, al ser un protoyo deseante, orientado a algo que aun no podemos llamar
“objeto”. Una “coagulación” hace que las sensaciones, antes consideradas por Husserl
inactivas, meros soportes del acto de aprehensión interpretativa, se dispongan en torno a
un polo con un horizonte propio que obliga al yo dormido a despertarse, a orientarse
hacia las formaciones de esta síntesis pasiva, a aprehenderlas activamente hasta
volverlas objetos para la conciencia. El sentido tiene una evolución, no es una idea
platónica. Va desde el mero “esto” indeterminado hasta algo en particular, cuya riqueza
procede de las exploraciones que el yo despierto hace de lo oculto, de lo implicado en el
horizonte de la percepción. Una vez que el sentido, por ejemplo el “ser mesa”, con todo
lo que conlleva, patas, tapa, peso, volumen, color, queda constituido, cuando ya la
atención está puesta en otra cosa, se adormece, se hace latente, y cuando asoma en el
campo de la conciencia algo aun desconocido, basta una mera analogía para que el
sentido de ser una mesa reaparezca completo, como si no tuviera historia, determinando
un trato con esa cosa que ya es familiar, porque es siempre el mismo para el mismo tipo
de objeto. Comportamiento perceptivo habitual para un tipo empírico particular. El yo
es más eternidad, el yo es sustrato de habitualidades, de un “yo-puedo” cotidiano, y el
mundo tiene regiones con sus propios tipos empíricos. Sobre la base de un mundo así
ordenado, el yo hace variaciones imaginarias y revela en el tipo empírico una esencia, y
en las esencias, a su vez, una forma matemática. Como hay muchas conciencias, la tarea
de idealización del yo se vuelve comunitaria, y como tal se impone históricamente en
Grecia, y se hace después tradición europea, con algún que otro extravío que Husserl se
encargará de criticar en La crisis de la ciencia europea y la fenomenología
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trascendental. En esta apretada síntesis hemos querido indicar que la filosofía de
Husserl es mucho más rica de lo que generalmente se piensa, y algunos de los temas de
Heidegger son anticipados por él, y otros desarrollados en diálogo con las tesis de este
discípulo suyo, al que consideraba el que mejor lo entendía, y el que más rápidamente
se fue alejando de las enseñanzas del maestro8.
8
Para más datos se puede visitar en Internet la página ehusserl.com/ (en inglés).
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