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CRUYFF

LIBRARY

Mi f i l o s o f í a

J O H A N

CRUYFF
El ex futbolista y ex entrenador Johan
CruyfF (Amsterdam, 1949) es una de
las mayores personalidades deporti­
vas de la historia. A principios de los
años setenta, liderando a un Ajax de
ensueño, consiguió tres copas de Eu­
ropa que le valieron ser considerado el
mejor jugador del mundo. Su sonado
fichaje por el FC Barcelona en 1973
contribuyó a que el gran club catalán
recuperara un lugar de prestigio entre
la élite del fútbol europeo, prestigio
que el equipo culé consolidaría cuan­
do, justamente con CruyfF como en­
trenador, consiguiera, con un fútbol
brillante, la primera Copa de Europa
de su historia. El que fuera un futbo­
lista genial y un entrenador innovador,
es en la actualidad una referencia para
los mejores entrenadores del mundo y
para todos los amantes de este depor­
te, además de un decidido impulsor
de iniciativas solidarias a través de la
CruyfF Foundation.

Fotografía: © Noemi de la Peña / CruyfF Management


Diseño de cubierta: Estudio Ediciones B
F útbol

Johan Cruyff
C on la colaboración de Jaap de Groot

Traducción de Armand Carabén van der Meer

6cu om s

Barcelona • Madrid • Bogotá • Buenos Aires • Caracas • México D.F. • Miami • Montevideo • Santiago de Chile
Título original: Voetbal
Traducción: Armand Carabén van der Meer
1.a edición: noviembre, 2012
© Johan Cruyff, 2012
© Fotografía Johan Cruyff: Noemi de la Peña / Cruyff Management
© Ediciones B, S. A., 2012, a través de Inter S.a.r.1.
Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)
www.edicionesb. com
Printed in Spain
ISBN: 978-84-666-5209-4
Depósito legal: B. 8.250-2012
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total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como
la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
Prólogo

La idea de escribir este libro surgió hace cinco años, esto es,
cuando yo iba a cumplir sesenta años. Por aquel entonces, con
motivo de mi aniversario mucha gente se dedicó a organizar
todo tipo de actividades. Aunque en la mayoría de los casos la
intención era buena, poco a poco me iba dando la sensación de
que estaba perdiendo el control de la situación.
Al final intervino mi familia y pudimos celebrar un cum­
pleaños normal.
Entonces se me ocurrió la idea de invertir los papeles. Cuan­
do cumpliera sesenta y cinco años, los demás no tendrían que
pensar en algo para mi, sino que yo pensaría en algo para ellos.
De ahí este libro. Un libro sobre toda una vida dedicada al
fútbol. Un juego maravilloso y simple que debe generar, sobre
todo, mucho placer.
Por eso, este libro es para todos. Para jóvenes y para mayo­
res, para aficionados y para profesionales. Sobre todo quiero
dejar claro que, incluso al máximo nivel, uno tiene la obligación
de disfrutar del fútbol. Pero también para subrayar que todo
el mundo puede llegar a mejorar como futbolista. Eso sí, es algo
que no se consigue en un solo día. Si uno quiere pasar de cero
a cien, tendrá que hacerlo paso a paso. Y también tendrá que
asumir que cometerá errores, porque el fútbol es, llana y sim­
plemente, un juego de errores. Por lo tanto, mejorar supone
que en lugar de cometer cinco fallos, uno cometerá solo cuatro.

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Lo importante es que en cada nivel se apliquen las mismas
reglas básicas. Y darse cuenta de que lo más fácil suele ser lo
más difícil. Por ejemplo, personalmente considero la jugada al
primer toque como la forma de técnica más elevada. Porque
para darle perfectamente al balón una sola vez, hay que haber­
le dado antes cientos de miles de veces.
En una época en que se trata demasiado frecuentemente al
fútbol como una ciencia, yo quiero demostrar que es y seguirá
siendo algo simple. Por eso, en este libro no se reproducen ni
gráficos ni esquemas tácticos. Simplemente voy contando con
mis propias palabras cómo veo el fútbol y cómo lo vivo. Al
igual que se lo cuento no solo a mis nietos, sino también a los
entrenadores de élite que quieren intercambiar ideas conmigo.
Porque cuanta más gente lo entienda así, mejor se transmitirá
el mensaje.
Lo que quiero transmitir es que el fútbol no solo es un juego
simple, sino que incluso puede ser una manera de vivir. Cuanta
más gente lo comprenda, más divertido será. Tanto en el campo,
como fuera de él.

J o h a n C ru yff
1

La calle

Todo empieza en la calle.


Allí es donde se descubre el fútbol y donde surge la pasión
por este juego. En la calle se aprende a driblar, a combinar en­
tre dos chutando contra el borde de la acera y a tirar y recibir
el balón chutando contra un muro.
Así se sientan las bases del manejo del balón.
Pero no solo eso. Se aprende también a mejorar el control
corporal, porque caerse en la calle duele.
Además, uno va perfeccionando sus habilidades de forma
natural. Como, por ejemplo, cuando se echan pies para decidir
quién es el primero en elegir a los compañeros que formarán
su equipo. Echar pies es un pequeño ejercicio que ya requiere
un sentido de la anticipación.
Por lo tanto, el aprendizaje ya empieza antes de que co­
mience el juego propiamente dicho. Uno va atesorando la sa­
biduría de la calle, que es una ventaja no solo en el fútbol, sino
también en muchos otros ámbitos.
De la calle se pasa al patio del colegio y de ahí al equipo de
la escuela o al club. Entonces se habrá completado el ciclo.
Así funcionaba al menos en mi época, aunque por desgracia
esta situación ha cambiado en no pocos lugares.
En el transcurso de los años, sobre todo en las ciudades, han

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desaparecido muchas plazas y parques, y ha aumentado el trá­
fico en las calles. Aunque desde muy pequeño uno ya puede
hacerse socio de un club, no es equiparable a las horas de en­
trenamiento que antes se metían en la calle.
En algunos barrios, esta carencia he intentado compensarla
con los llamados Cruyff Courts. Se trata de pequeños campos
de fútbol multifuncionales que sustituyen de forma efectiva el
papel de la calle como lugar de entrenamiento.
Desarrollar este tipo de iniciativas de cara a la juventud
debería ser una obligación moral para quienes nos dedicamos
a esto, porque la calle no solo es la antesala del fútbol, sino
también una escuela de la vida.

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2

El club

El club es el paso definitivo. Ahí es donde nos convertimos


en miembros de un colectivo y empezamos a fijarnos en todo
lo que ocurre. Es algo muy especial. Ya sea en el Ajax o en el
Bedum, da igual. Las medias, los calzones, la camiseta, no nos
pertenecen solo a nosotros, sino que también pertenecen al
club. Esto representa un paso enorme y tiene un gran impacto.
Uno ya responde por el club. En la calle, los niños han es­
tablecido una relación de complicidad con el fútbol. Ahora,
también deberán establecerla rápidamente con el club. La gran
diferencia con la calle es que el club te permite entrar siempre
en contacto con un campo en condiciones y con un balón re­
glamentario.
Por eso soy un gran partidario de abrir los campos de los
equipos oficiales a la gente durante los meses de verano. Dos
meses en los que en el norte la temperatura es agradable y el
césped está muy expuesto a la luz. Son condiciones ideales que
facilitan el reclutamiento de socios. Porque, aunque uno no sea
un fanático del fútbol, en esas condiciones solo se necesita un
empujoncito para lanzarse a jugar.
Durante las vacaciones escolares de verano y justo después
es cuando los chicos más hambre tienen de balón. Es normal
que así sea dada la modificación del paisaje urbano, que ha

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comportado una reducción de los espacios de juego y de las
oportunidades para jugar a fútbol durante el año. Cuando yo
era joven, no tenía más importancia que las instalaciones del
Ajax se abrieran al público o no. Además, el club tenía una
sección de béisbol que posibilitaba que, tras la temporada de
fútbol, uno calmara un poco el hambre de balón. En mi barrio,
Betondorp, había tantos parques con césped y plazas, que siem­
pre encontrábamos el sitio y el momento para jugar.
Pero los tiempos han cambiado, y por eso no entiendo que
la política de instalaciones abiertas no se haya adaptado a ellos.
Si los chicos tienen ganas de balón, ¿por qué no darles el gusto
de poder entrar en contacto con él?
En los primeros entrenamientos después de unas largas va­
caciones, no hay nada peor que ver a los chicos y chicas andan­
do en círculos. La temporada no puede empezar sin balón y no
he hecho nunca caso a quien me ha aconsejado lo contrario
porque creo que no tiene sentido. U n chico o chica saludable
se ha pasado casi todas las vacaciones al aire libre. Ha utilizado
mucho más su cuerpo que durante la temporada regular, pues­
to que en esta el chico o chica se pasa siete horas diarias senta­
do ante un pupitre. Por eso es importante que durante las va­
caciones los chicos disfruten moviéndose y relacionándose
entre ellos.
Durante estas primeras semanas de entrenamiento, pues,
soy un gran partidario de que los chicos y chicas alternen los
juegos y ejercicios con balón con algo de gimnasia. Que sigan
un entrenamiento físico de solo diez o quince minutos pero,
eso sí, repitiendo luego los ejercicios a diario. Porque es inne­
gable que el estado físico de muchos de ellos y ellas se habrá
deteriorado. También en ese momento empiezan las clases de
educación física en los colegios, de modo que para el entrena­
dor no es tarea fácil saber hasta dónde deben llegar sus exigen­
cias. Por eso digo que para los jugadores jóvenes lo mejor es
realizar los ejercicios físicos entre juego y juego con balón. Con
el tiempo, el entrenamiento físico se convierte en un hábito y
se integra como la cosa más normal del mundo.

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Dicha orientación es fundamentalmente una inversión a
largo plazo. H ay que tener en cuenta que a esta edad el cuerpo
experimenta un crecimiento acelerado. Tomemos el ejemplo
de los ejercicios abdominales, donde partiendo de la posición
horizontal hay que levantar la parte superior del cuerpo. Al
crecer, experimentamos un gran estiramiento de los músculos
del cuerpo. Cuanto más se robustezcan los músculos abdomi­
nales, mejor «contrarrestaremos» la tensión de los músculos
que se estiran. A una edad más tardía, podremos notar el bene­
ficio producido por estos ejercicios al prevenir con éxito las
habituales lesiones en la ingle.
Estirar o alargar los músculos es algo que un niño debe
aprender de manera casual. En casa o en el campo de juego, da
lo mismo. En Estados Unidos, lo hacen desde una edad muy
temprana, y no es raro ver a un niño de diez años realizar ejer­
cicios de estiramiento. Antes de un entrenamiento o de un par­
tido, como parte plenamente aceptada del calentamiento, los
músculos del cuerpo deben estirarse completamente. De nue­
vo, se trata de una inversión a largo plazo, ya que se consigue
que el riesgo de lesiones musculares y tendinosas disminuya en
el futuro.
Los ejercicios de gimnasia deben alternarse, pues, con los
juegos con balón, que pese a todo debe ser el elemento central
de una buena preparación futbolística. En este sentido, y antes
de empezar la temporada, más que partidos completos, me gus­
ta organizar partidillos donde los jugadores tengan la oportu­
nidad de entrenar de forma específica los cinco elementos bá­
sicos del fútbol, a saber: disparo, cabeceo, regate, conducción
y control del balón. La ventaja de este programa es que en
ningún momento nos alejamos del fútbol.
A sí pues, prefiero los partidos pequeños, por ejemplo de
cinco contra cinco y en campo pequeño. Ahora bien, que uno
quiere potenciar la velocidad de acción o evaluar la condición
física del equipo... Pues se reduce el número de jugadores por
equipo a tres. Otra manera de comprobar la capacidad pulmo­
nar es organizar lo que se conoce como sistema de rotación. Se

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requiere de los jugadores que mantengan un ritmo alto. Se pue­
de conseguir mediante un partido de cinco contra cinco con un
hombre de recambio que sustituya a algún compañero cada
cinco minutos, por ejemplo.
La ventaja de estos partidos es que todos se involucran en
el juego, cosa que en un terreno más amplio resultaría compli­
cado. Si los jugadores se agotan al cabo de pocos minutos, siem­
pre se puede volver a alguna de las cinco acciones básicas del
juego ya citadas y trabajar sobre ella.
El entrenador de fútbol base puede introducir todas las va­
riaciones que desee, siempre que no se pierdan de vista los as­
pectos lúdicos. Si por ejemplo se quiere mejorar la técnica en
el lanzamiento de faltas, se deja que los chicos lancen a portería
todo lo que deseen. Si lo que se quiere es transmitir rápidamen­
te alguna idea al grupo, entonces es mejor y más fácil dejar que
sea un jugador bien dotado técnicamente quien efectúe los
lanzamientos. La condición es que después de esto el mismo
jugador repita los lanzamientos con su pierna mala. Así, los
chicos ven las diferencias entre ambas ejecuciones. Esto me
permite insistir sobre la importancia de practicar con ambas
piernas.
En mi opinión, practicar las cinco acciones básicas en alter­
nancia con la gimnasia permite mantener el entusiasmo de los
jóvenes en el entrenamiento. Es un método que les resulta fácil
de seguir y sobre el cual se pueden introducir un sinfín de va­
riaciones que al entrenador le permitirán progresar en la for­
mación de sus jugadores.
Pongamos por ejemplo el cabeceo. Organicemos un parti-
dillo donde solo se pueda jugar cabeceando. N o solo estaremos
entrenando la técnica del cabeceo, sino también aspectos de
sincronización. Si nos centramos en un pequeño grupo, además
de los aspectos de sincronización, también podremos trabajar
sobre el salto, la coordinación de todo el cuerpo, el juego de
posición y de paso sobre el juego a balón parado. Todas estas
cuestiones surgen de manera espontánea durante la realización
de los ejercicios.

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Al entrenar a jóvenes, es importante no perder de vista ni
el tono lúdico ni el trabajo constructivo, y el tenerlos ocupados.
Hay que mantener su entusiasmo por el fútbol, que estén an­
siosos por volver al campo a la mañana siguiente. Lo que más
desean es oler la hierba y entrar en contacto con el balón.
¡Así que no decaiga!

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3

La competición

Puesto que la competición se pone en marcha en septiem­


bre, el programa de entrenamiento empezado en agosto puede
acelerarse. Siempre que se realicen en terrenos en buen estado,
los ejercicios de gimnasia funcionan como un receso ideal entre
dos intensas sesiones con balón. Dado que los jugadores son
jóvenes, es importante que ganen tanta flexibilidad como pue­
dan y que la mantengan. La flexibilidad garantiza un buen con­
trol del cuerpo, que es esencial en el fútbol. Si como futbolista
uno aprende a controlar el propio cuerpo, en el campo siempre
estará en ventaja.
Consideremos ahora a los jugadores menores de catorce
años. Dado que a esa edad todos los jugadores se encuentran
en pleno crecimiento, deben calzar botas con una suela de goma
bien sujeta.
¡Nada de tacos extraíbles!
A esa edad, es malo para los pies y los tendones. Con una
suela bien sujeta y una buena postura, se superan todas las
eventualidades del juego propiciadas por los pies. Digamos
que los jugadores con buen control del cuerpo casi nunca res­
balan.
He visto cómo muchos jugadores veteranos aconsejan a
los jóvenes que resbalan repetidas veces que cambien de cal-

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zado. ¡Error! Nueve de cada diez veces el problema parte de
una mala postura, que a la vez dificulta el correcto dominio
del cuerpo.
Incluso a día de hoy me entreno con tacos bien sujetos.
Nunca en la vida, ni siquiera cumplidos mis catorce años, he
jugado mis partidos con botas de tacos extraíbles. Cuando el
campo estaba húmedo y resbaladizo, como mucho utilizaba
botas con tacos rebajados. Pero la verdad es que tampoco res­
balaba mucho en campos en esas condiciones porque, como
digo, todo tiene que ver con una buena postura.
Si todavía no habéis cumplido los catorce años, utilizad
calzado con una suela firme. Si notáis que resbaláis demasiado
o que perdéis el equilibrio, trabajad durante los entrenamientos
la flexibilidad y el control corporal. De nuevo, los ejercicios de
elasticidad y estiramiento os serán de gran utilidad.
A partir de esa edad, hay que considerar en qué medida se
pueden utilizar tacos extraíbles, si es que se contempla esta
posibilidad. Si jugáis en un equipo modesto, por pura afición,
os recomiendo que utilicéis suela de goma dura. Si sois juga­
dores de élite, el calzado constituye una parte esencial del equi­
pamiento. Incluso entonces insisto en que es mejor mantener­
se fieles todo el tiempo que sea posible a la suela fija.
Un defensor que juegue en una parcela de terreno deterio­
rada por el uso, entiendo que pueda utilizar tacos especiales.
Pero tampoco soy partidario de los tacos largos. Quizás uno
se siente más estable, pero al mismo tiempo se hunde más en el
terreno y eso conlleva el riesgo de desafortunadas lesiones de
rodilla o musculares.
Una nueva competición significa a menudo nuevo calza­
do. Hay que mojar bien las botas antes de utilizarlas en com­
petición y, si puede ser, haberlas probado en un campo moja­
do. Sacar las botas de la caja y probarlas enseguida en campo
seco puede provocar ampollas que posteriormente nos ralen­
tizarán el juego.
Lo importante de unas botas nuevas es que sean agradables
al tacto y encajen bien en el pie. Yo mismo solía apretárme­

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las un poco, porque al cabo de un rato se cogían bien al pie y el
toque de balón era óptimo.
Las botas demasiado grandes plantean muchos problemas.
Provocan ampollas en los talones y perjudican el contacto con
el balón. Además de unas botas apropiadas, las medias tam­
bién deben tener la medida correcta y todos los jugadores
jóvenes deben ponerse espinilleras. Al principio resultan in­
cómodas, pero no es tan duro acostumbrarse a ellas. Propor­
cionan una seguridad adicional, y solo por ello ya vale la pena
utilizarlas.
Pero también hay que dejar que los chicos o las chicas se
espabilen según vayan viendo. Esto sirve para quienes desem­
peñan una importante función educativa en el vestuario, sobre
todo entrenadores y jugadores veteranos. Mejor que obligar a
los jóvenes a seguir buenas prácticas, hay que fomentar su sen­
tido de la responsabilidad. N o se puede practicar en serio nin­
gún deporte sin autodisciplina. A sí que dejad que el o la juga­
dora joven se encarguen siempre de su bolsa de equipación y
que cuiden sus botas. De este modo sentirá un mayor feeling
con el deporte que practica.
Fomentad también que cuiden algunos detalles. Por ejem­
plo, que se ocupen ellos mismos de sus pies. Las uñas de los
dedos deben estar siempre bien cortadas y es importante ase­
gurarse de que después de cada ducha estos queden bien secos.
Ya he dicho que todo joven jugador debe ocuparse de su
bolsa de equipación y no hace falta decir que la debe preparar
bien. Además de la equipación para los partidos, debe disponer
también de una equipación para los entrenamientos, un neceser
de higiene personal y algo de material de reserva, como por
ejemplo cordones extras.
A través de un buen cuidado del material y del físico, se
cultiva el sentido de responsabilidad del joven y se le implica
más decididamente en cuestiones deportivas. El fútbol es un
deporte que hay que tomarse mínimamente en serio, ni que sea
porque para formar un equipo se requiere la participación de
otras diez personas. N o hay nada más fastidioso que jugar al

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fútbol con jugadores en un estado descuidado de forma o sin
rubor alguno en demostrar su desinterés por el juego. Juegue
al nivel que uno juegue, uno debe dar lo mejor de sí mismo. En
otras palabras, no hay que hacerlo solo por nosotros, sino sobre
todo por los demás.
Después del entrenamiento, toca prepararse para el partido.
Una vez os habéis asegurado de que disponéis de buenas botas
y de un chándal cómodo y tenéis el cuerpo en condiciones, os
aguarda la perspectiva de un buen partido. Después, el club
debe proveer buenos balones, apropiados para el grupo de edad
en cuestión.
Porque el mejor balón sigue siendo aquel que uno puede
dominar.

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4

La alegría de jugar

Si el fútbol no produce placer, los chicos y chicas desertan


de los terrenos de juego. Por lo tanto, hay que buscar siempre
la alegría y premiar la inspiración tanto durante los entre­
namientos como en competición. De este modo, un chaval de
quince o dieciséis años de edad no se alejará de este deporte,
cosa que sucede demasiado a menudo.
Hasta los catorce años de edad, el entusiasmo de los juga­
dores motivados brota por los poros. Se pasan el rato riendo y
su alegría al jugar es contagiosa.
Esto cambia drásticamente cuando los jugadores llegan a
la categoría de cadetes. Algunos de ellos sienten que su placer
en el juego disminuye, dejan fluir menos sus emociones. Es
como si tuvieran la cabeza en otro sitio. Para mí, es un pecado
mortal, personalmente me resulta incomprensible. Por lo que
sea, ocurren muchas cosas en el interior de un futbolista de
quince años. Un entrenador debe estar en guardia cuando esto
ocurra y poner más énfasis en los aspectos positivos del depor­
te. Durante la pubertad, creo que este enfoque es esencial.
De ahí que adquiera gran importancia el entrenamiento con
balón, que al fin y al cabo es el elemento sobre el cual gira el
fútbol. Los ejercicios con balón, además, permiten explicar con
eficacia por qué un conjunto de chicos o chicas sigue unido

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persiguiendo un objetivo. Mantened el programa de los entre­
namientos, aunque ese día los chicos o chicas no tengan ganas
de entrenarse. Intentad mantener el humor en el grupo, si hay
que jugar bajo la lluvia, y procurad en todo momento que ¡el
equipo al completo esté siempre en el campo!
Los padres, los entrenadores y los veteranos tienen un papel
que desempeñar ahí. Estamos hablando de la fase de transición
entre el «juego bonito» y el «fútbol de rendimiento», que se da
más o menos en la categoría cadete. El propio futbolista ad­
quiere su personalidad como tal, más allá de ser el orgullo de
papá y mamá o de responder a las exigencias del entrenador o
a las ambiciones del líder del grupo.
He preparado un resumen sobre cada categoría, cómo fun­
ciona y qué aspectos hay que tener en cuenta. Me he basado en
mis propias experiencias y sensaciones como futbolista, sobre
todo a partir de la categoría Cadete A, porque a partir de esa
edad es difícil establecer normas fijas.

H a sta l o s d ie z a ñ o s

Dejad que primero se familiaricen con el balón. La expe­


riencia demuestra que los mejor dotados técnicamente jugarán
más veces en el once inicial. En general, disfrutan más jugan­
do y esto no hay que quitárselo. Poco a poco, se tienen que ir
acostumbrando a jugar juntos. Frenad con suavidad a quien
tenga demasiada tendencia al regate y animad al que sea más
tímido a intentar regatear más veces.
Intentad, pues, formar educativamente a vuestros jugado­
res, cuidando de no caer en las comparaciones.

D e LOS DIEZ A LOS DOCE AÑOS (BENJAMINES)

Los límites se ensanchan. Colocad a los jugadores en una


posición determinada del campo de juego, pero también dejad

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que jueguen con libertad. En esta edad hay que ir puliendo los
defectos más pronunciados de los jóvenes futbolistas.

In f a n t i l e s

El considerado grupo principal, pues es donde existe mayor


potencial. Se empapan de todo, así que con ellos es más fácil
trabajar algunos detalles. Se les puede explicar cómo atacar y
cómo defender, pero también es cierto que cada nuevo paso
hay que emprenderlo con cautela. La impresión general es que
con este grupo se alcanza el tope de lo que se puede lograr
durante los años de formación futbolística.

C adetes

El grupo más complicado. También debido a la pubertad.


Durante el paso de infantiles a cadetes empieza un verdadero
nuevo período. A menudo uno desearía acabar lo empezado
con los infantiles, pero en la práctica esto no funciona porque
los fundamentos han cambiado. Sobre todo en lo que se refie­
re a la alegría del juego. Si notáis que las cosas han cambiado
en este sentido, lo mejor es volver a lo básico y poner mayor
énfasis en la diversión que entraña el deporte.

J u v e n il e s

La última estación. Los jugadores empiezan a ser vistos y


tratados como adultos, y se produce la criba entre los jugado­
res recreativos y los jugadores de rendimiento.
Aunque para el último grupo el placer en el juego no deja
de ser un elemento central de la actividad, me gustaría hacer
referencia al jugador que «quiere más». Los puntos de partida
deben ser el deseo de jugar y esa inspiración de las que hemos

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hablado. Si no es así, las bases para la mejora son muy preca­
rias.
Estos aspectos pueden ser estimulados durante el entrena­
miento, pero también mediante la introducción de una especie
de sistema de bonificación. Me refiero a una recompensa en
forma de equipación extra, por ejemplo, que sirva para que el
jugador tenga la impresión de que ha conseguido algo más. Para
un club, son unas condiciones muy fáciles de crear. Regalad
por ejemplo mejores balones al Juvenil B y dejad que alguna
vez jueguen en el campo del primer equipo. Cuantas más ins­
talaciones tenga el club, más ventajas de este tipo se pueden
facilitar a los jugadores del A. Lo importante es que el jugador
vea que logrando determinado objetivo, su mejor prestación
va a ser recompensada de alguna manera.
El jugador ha entregado ese «algo» más y desea obtener
«algo» a cambio. Lo ha hecho en su propio interés y en el del
club.
Y por último, un comentario. Durante la formación, los
jugadores buenos deben jugar siempre. Si uno dispone de dos
buenos extremos derechos, por ejemplo, no es bueno sentar a
uno en el banquillo solo porque es interesante hacer jugar al
otro en esa posición. Haced si es posible que jueguen los dos
al mismo tiempo, uno en su posición habitual y el otro en cual­
quier otra posición, porque los jugadores talentosos deberían
jugar siempre.

— 24 —
5

Técnica

Ante los jugadores jóvenes, siempre intento hacer hincapié


en la importancia del placer del juego. Ya sea durante los entre­
namientos o durante los partidos, los chicos y chicas deben, por
encima de todo, divertirse al practicar su deporte favorito. Por
esta misma razón, los aspectos técnicos deben ser tratados en
todos los niveles. Es decir, que sirven tanto para los jóvenes ju­
gadores de complexión atlética como para los que tienen los pies
orientados hacia fuera, el abdomen prominente o los patizambos:
todos deberían ser capaces de mejorar sus prestaciones técnicas.
Quiero dejar bien claro que el entrenamiento técnico no
sirve solo para los jugadores de élite, sino también para los cien­
tos o miles de futbolistas que juegan únicamente para divertir­
se. Si los futbolistas aficionados practican este deporte, es por­
que les produce felicidad. Y el fútbol solo es divertido si todo
el mundo toca el balón y sabe qué hacer con él.
Lo más sencillo es que cada jugador sepa tanto pasar como
recibir un balón. El paso siguiente obvio es probar estas habi­
lidades en equipo. Incluso el futbolista más torpe puede apren­
der estos dos rudimentos básicos del juego: pasar y recibir el
balón. Es por donde debe empezar cualquier jugador joven. Es
la base sobre la cual levantar el edificio de la destreza técnica.
El entrenamiento técnico puede ser dividido en dos pasos:

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en primer lugar, está el APRENDIZAJE de la técnica, que debe
ir mejorando hasta adquirir un alto grado de FUNCIONALI­
DAD. Siempre partiendo del principio básico de que lo prime­
ro es el control del balón. Cuanto más siente un jugador que
domina la pelota, más puede mejorar sus capacidades técnicas.
A continuación propongo un par de ejercicios técnicos muy
sencillos, pero que pueden resultar útiles:

Re c e p c ió n , c o n t r o l y pu est a e n c ir c u l a c ió n
DE LA PELOTA

Quien domine estas acciones, podrá ejecutarlas sin tener


que mirar constantemente al balón. De esta manera se potencia
la visión general del juego, que a la vez acelera la ejecución de
la acción completa.

- Aumentar la velocidad del balón y el grado de dificultad


bajo la presión de los oponentes.
- Alternar los ejercicios probando con la pierna izquierda
y la derecha.

Este ejercicio se puede ir repitiendo hasta que se alcance el


grado máximo de perfección.
Para reflejar lo difícil que es, recordaré que, durante mi
etapa como entrenador del Ajax, en la selección solo había un
jugador, Arnold Mühren, capaz de realizar este ejercicio con
brillantez. La técnica de Arnold era tan buena, que realizaba
dos de las acciones de este ejercicio en un solo movimiento.
Cuando le llegaba un balón por el aire, sabía controlarlo con
suavidad y bajarlo en un solo gesto, de modo que se colocaba
la pelota perfectamente para realizar la siguiente acción. Como
Arnold hacía todo esto sin mirar el esférico, podía dirigir la
mirada hacia la zona del campo donde fuera más interesante
dirigir el balón, cosa que podía hacer tanto con la pierna iz­
quierda como con la derecha.

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Ma n t e n e r e l b a l ó n e n a lto

- Empezad con la pierna buena. Levantad el balón e inten­


tad mantenerlo en el aire tanto tiempo como sea posible.
- Cuando realicéis el ejercicio razonablemente bien, tratad
de llevarlo a cabo con otras partes del cuerpo. Es decir,
que no solo lo intentéis con la pierna buena, sino también
con la pierna mala y con la cabeza, los muslos, el pecho,
e incluso con los hombros.
- Partiendo del balón en reposo, podéis realizar este ejer­
cicio siempre que lo deseéis. Tanto la velocidad como la
distancia a la que lancéis el balón pueden ir incrementán­
dose.
- Aumentad el nivel de dificultad. Lanzad por ejemplo la
pelota por encima de vuestra cabeza, daos la vuelta y
recogedla antes de que contacte con el suelo, y volved a
levantarla.
- Mantener el balón en el aire con el pie y/o con la cabeza
también se puede probar entre dos jugadores o directa­
mente en grupo. Incluso se puede jugar con un equipo
rival, como una especie de fútbol-tenis donde el balón
que contacta con el suelo decide un punto a favor de un
equipo u otro, y donde solo se pueden realizar un máxi­
mo de tres toques en campo propio antes de pasar el
balón al campo del contrario. N i que decir tiene que este
juego puede someterse a las variantes que se quieran, sa­
cando por ejemplo en volea u obligando a realizar la pri­
mera recepción con la cabeza. Fijaos en que desde el sim­
ple ejercicio de mantener el balón en alto hemos derivado
a un esbozo de partido.

Por supuesto que la mayoría de aspectos de este último


ejercicio no son transferibles a un partido. Sin embargo, son
muy útiles para aprender a manejar la pelota.
Insistiremos una vez más en que si un joven quiere progre­
sar como futbolista, siempre lo hará a través de un mayor con­

— 27 —
trol del balón. Sin esta base, es imposible mejorar en los demás
aspectos del juego como la visión, el pase, las combinaciones y
demás.
Es esencial que este tipo de ejercicios, que pueden parecer
muy simples, se vayan realizando con regularidad. Sobre todo
en esa fase en la que el joven aun se encuentra en pleno creci­
miento como futbolista. Si en esta fase se descuidan algunos
detalles, se corre el peligro de que, entre otros problemas rela­
cionados con el crecimiento, se pierda en buena medida esa
intimidad especial con el balón tan necesaria.
Para empezar, he hablado de dos ejercicios que se pueden
realizar durante el entrenamiento. Son dos ejemplos de cómo
se puede entrenar la técnica (esto es, el control del balón) y de
cómo lo que esta nos permite se puede trasladar a una situación
de partido. Pero como digo, se trata solo de dos ejemplos, el
punto de partida para cientos de ejercicios que además pueden
ser muy divertidos.

— 28 —
6

De la formación a la práctica

Después de los ejercicios de balón, el entrenamiento debe


orientarse hacia la práctica (es decir, el partido que nos aguar­
da). Por eso resulta fundamental que los jugadores jóvenes
puedan jugar a fútbol sin ningún miedo a perder y por lo tan­
to disfrutando del juego. Pero jugar de esta manera solo es
posible, como vimos en el capítulo anterior, si sabemos con­
trolar el balón. Esto no varía de un tipo de entrenamiento a
otro.
Una herramienta excelente para empezar es la adopción del
sistema con dos extremos, el llamado 4-3-3. Esto es, cuatro
defensas, tres centrocampistas y tres delanteros. Es una buena
fórmula sobre todo para los jugadores jóvenes, ya que este
sistema comporta que haya espacio para todos. El terreno de
juego parece que se abra. La disposición de los futbolistas sobre
el terreno de juego permite que los chicos o chicas menos ta­
lentosos se puedan permitir el lujo de tocar balones que no se
pierdan enseguida por la proximidad de un jugador rival. Así
se consigue que su confianza no se vea minada y pueda seguir
trabajando en la mejora de todos los aspectos del juego de cara
al partido.
Pero no solo esto. El fútbol con dos extremos es ideal para
el proceso de aprendizaje porque además permite que, de una

— 29 —
manera natural, los jóvenes se vean confrontados con todos los
aspectos del juego.
Tomemos por ejemplo al extremo, que siempre se las tiene
que ver con un oponente directo. Tanto el atacante como el
defensor se encuentran en situaciones de uno contra uno en las
que el primero debe superar al segundo, y este tiene el deber
de evitar que esto ocurra. Es una situación donde ambos juga­
dores tienen un nivel de responsabilidad idéntico. Esto se des­
vanecería en otros sistemas, donde la distribución de los juga­
dores reduce el campo.
Esta formación también es una buena escuela para los cen-
trocampistas. Disponen de más espacio y cada jugador puede
jugar la pelota en ambos sentidos. El nivel de dificultad es me­
nor, de modo que el trabajo en el entrenamiento puede ser más
variado —tocando un número mayor de aspectos del juego—
y el placer de jugar permanece óptimo.
Ya que uno se divierte cuando tiene el balón, tal como he
intentado dejar claro en capítulos anteriores, con el sistema
4-3-3 todos los futbolistas pueden entrar en contacto con el
balón independientemente de su nivel. Al ampliarse el campo,
no todos los errores tienen consecuencias desagradables.
A partir de una división según categorías de edad, intenta­
ré determinar a continuación dónde hay que subir el grado de
dificultad en el trabajo con los chicos y chicas. Me referiré
únicamente a las líneas maestras, porque la mayoría de detalles
se deben ajustar sobre la marcha para que la experiencia en la
formación resulte positiva.

A n t e s y d u r a n t e in f a n t il e s

N o hay que complicarse mucho la vida. Dejad que se en­


trenen a gusto con el balón y organizad un partidillo para que
puedan probar otras cosas. Para ello, el 4-3-3 es una herramien­
ta inmejorable.

— 30 —
C adetes

Aquí me gustaría establecer una diferencia entre el primer


año de cadetes (B) y el segundo (A). Com o punto de partida,
encontramos de nuevo el sistema 4-3-3. En el primer año, es
como si al chico o chica que ingresa en el B se le arrojara a los
leones. Com o responsable del grupo o como entrenador, es
algo que no se puede obviar. Están a punto de acabar la secun­
daria obligatoria y tienen que encontrar su lugar en ese nuevo
mundo. Esta circunstancia corre en paralelo a la transición de
los «pequeñajos» de la categoría infantil a los «hombretones»
de los cadetes.
Hay que darles algo de tranquilidad en el seno del equipo.
N o hagáis muchos cambios en las alineaciones, y dad a cada
jugador, al menos durante los tres o cuatro primeros meses, una
posición fija. N o les compliquéis la vida. Ya están procesando
mucha información y tienen que lidiar con las superiores exi­
gencias del final de secundaria.
En el segundo año de cadetes los chicos y chicas pasan por
un proceso de sensibilización y toma de conciencia, y en tér­
minos generales es un año más fácil de abordar. Los jugadores
ya están acostumbrados a su nuevo y sacrificado entorno de
estudios. A menudo, uno se sorprende de lo rápido que en esta
época asimilan ciertas cosas. Antes de que uno se dé cuenta,
con los más talentosos ya estaréis probando nuevas formas de
entrenamiento como el trinquete y los rondos.
En los partidos de entrenamiento se pueden hacer más
pruebas. Según vayan las cosas, puede jugar con su talento.
Por ejemplo, con el de ese extremo derecho que, por regatear
demasiado, siempre pone en apuros al interior derecho. De­
jad que se intercambien la posición alguna vez para que el
regateador compulsivo se dé cuenta de lo pesado que puede
resultar jugar detrás de alguien que pierde muchos balones.
Esto podéis hacerlo con todos los jugadores, pedirles que se
cambien de posición alguna vez. Cuando en un momento
dado veáis que el jugador se pierde un poco en su nueva posi­

— 31 —
ción, devolvedle a su puesto original para que recobre la con­
fianza.
En términos de formación, en el primer año de cadetes poco
se puede hacer dadas las condiciones del grupo. H ay que pro­
curar que tengan el físico en condiciones óptimas para el juego.
En el segundo año esta necesidad se suaviza un poco y el tipo
de entrenamiento se debe adaptar a ello, sin olvidar nunca que
el balón pierda su posición central.
Aumentando el nivel de dificultad, se pueden desarrollar
tanto la condición como la destreza técnica. Es esencial man­
tener las buenas prestaciones técnicas aun en condiciones de
fatiga. Con juegos donde se combine la destreza de pies y ca­
beza, golpeando al aire una, dos, tres veces el balón antes de
disparar con las variantes que se quiera, conseguiremos hacer
más llevadero todo el entrenamiento hasta el final.
La etapa Cadete A es crucial para todos los futbolistas, ya
que con el paso a la categoría juvenil termina una etapa de in­
tensa formación futbolística.

J u v e n il e s

Tampoco es que esta fase sea fácil. H ay que pensar que a


menudo corre en paralelo a la pubertad y no hay que cometer
el error de presionarlos demasiado. Hay que saberlo como pa­
dres, veteranos o entrenadores. Para los jugadores que se en­
cuentran en la pubertad, se debe evitar que pierdan el placer en
el juego.
En lo que se refiere a los entrenamientos y, de manera indi­
recta, a los partidos, hay que dar un par de pasos atrás. El cuer­
po de los chicos y chicas vive un período crucial, donde la
flexibilidad y la coordinación se ven afectadas.
Mentalmente son más fuertes, pero en la parte física hay que
empezar de nuevo. ¡Esto es muy importante! En los entrena­
mientos, volved si es necesario a las técnicas más básicas. Volved
a los ejercicios técnicos más simples y procurad que en cualquier

— 32 —
caso mantengan el control del balón. A veces me ha sorprendido
que el resultado conseguido después de muchos años de forma­
ción en buena medida se eche a perder en cuestión de meses.
Por lo tanto, asegurad que se mantiene la técnica básica, porque
así el contraste con los partidos no es tan grande.
El segundo año de juveniles es algo más relajado en ciertos
aspectos. El nivel, tanto físico como técnico de los jugadores,
vuelve a subir. Con lentitud pero con seguridad, estos jóvenes
pueden asimilar explicaciones tácticas. Por lo general, entien­
den bien lo que el entrenador pretende y tienen el físico para
llevarlo a cabo. El rendimiento a largo plazo está más asegura­
do y el jugador constata que limitar las propias acciones redun­
da en beneficio del equipo. Dicho de.otro modo: el jugador
entiende que pasando el balón al lado a veces es mejor que abrir
su particular caja de los truquitos.
En resumen, existe una diferencia de matiz importante en­
tre el Cadete A y el Juvenil B, en lo que se refiere al entrena­
miento pensando en el partido. En el primer caso el individuo
es quien ocupa el lugar central, y poco a poco el acento se va
desplazando hacia el colectivo. Si en el cadete se cambia a algún
jugador de posición, es para que mejore su conocimiento del
juego o sus prestaciones; si se hace en el B, es para reforzar al
equipo.
He dado solo las líneas maestras. Lo más importante sigue
siendo lo que el formador o el entrenador sienta que debe hacer
y cómo y cuándo. Esto es así porque cuando hablamos de estas
categorías de jugadores, a menudo la excepción confirma la
regla.

— 33 —
7

Regatear y conducir

Ya hemos hablado de las reglas básicas de la recepción, el


control y la colocación del balón. Mediante el regate y la con­
ducción del balón en situaciones difíciles, un jugador joven
puede llevar más lejos su destreza técnica. Lo bueno de ambas
acciones es que, de nuevo, se pueden mejorar a base de trabajo.
Y no hablamos solamente de los jugadores considerados talen­
tosos, sino también de los teóricamente menos dotados.
Empecemos por el regate. Por regate entendemos una ac­
ción en la que quien conduce el balón es capaz de mantener
la posesión en un segundo control después de la presión del
rival.
Para entrenar el regate, colocad una serie de astas en fila. Se
trata de que los jugadores intenten, con el balón en el pie, avan­
zar a través de la fila haciendo eslalon. Es esencial que con cada
paso la pelota sea golpeada alternativamente con el exterior y
el interior del pie. Así que no se trata de impulsar con fuerza el
balón para tener que correr detrás de él, sino de intentar salir
de cada asta con la pelota pegada al pie.
El punto de partida es mejorar el dominio del balón en el
largo plazo. La ventaja de este ejercicio técnico es también que
todos los jugadores pueden progresar en sus resultados.
Supongamos que con el primer intento el balón se marcha

— 35 —
tres metros. Con algunos intentos más, conseguiremos que la
pelota solo se nos vaya solo un metro. Todavía no es suficiente,
pero nos habremos dado cuenta de que hemos superado una
primera limitación y esto siempre produce una gran satisfac­
ción.
Así que es bueno empezar con modestia e ir subiendo pro­
gresivamente el grado de dificultad. Alguna vez hay que inten­
tarlo con la pierna mala, por ejemplo, o bien aumentando la
velocidad de ejecución o acercando las astas entre sí. Cuando
en condiciones de dificultad consigamos hacer un eslalon con
el balón pegado al pie sin mirarlo, podremos decir que hemos
logrado un cierto grado de perfección.
En todos los casos, se efectúa impulsando primero el balón
o con el interior o con el exterior del pie, y corrigiendo después
la desviación con la otra parte. Por eso es bueno situar al prin­
cipio las astas consecutivamente una tras otra para forzar un
eslalon en línea recta. De este modo, uno se asegura de que el
jugador utilice tanto el exterior como el interior del pie. Si un
diestro empieza impulsando el balón con el interior, se dará
cuenta de que deberá corregir la excesiva desviación a la iz­
quierda con el exterior de su pie derecho. Únicamente practi­
cando esta alternancia el jugador conseguirá avanzar en línea
recta. Si intenta hacer el ejercicio pasándose el balón del interior
del pie derecho al interior del izquierdo, avanzará como si ca­
minara al estilo Charlot, perdiendo no solo velocidad, sino
también el control sobre el cuerpo.
Ensayad los regates tanto con una pierna como con la otra,
porque de esta manera el jugador podrá direccionar el balón
tanto hacia un lado como hacia el otro. Esto es especialmente
importante para superar al contrincante.
Lo esencial de esta acción es acabar situando el propio cuer­
po entre el oponente y el balón. Los jugadores que solo saben
jugar con una pierna tienen un problema cuando el oponente
se sitúa en su lado «bueno». Si no se consigue colocar el propio
cuerpo entre el defensor y el balón que uno quiere conservar,
lo más probable es que el balón se pierda.

— 36 —
El regate es pues una acción importante que precede a mu­
chas acciones de pase y de conducción.
Accediendo a un mayor grado de dificultad, llegamos a la
conducción del balón. La conducción es parecida al regate, pero
se realiza en carrera, a mayor velocidad. A esa velocidad las
zancadas deben ser más amplias para mantener el balón bajo
control. El método más sencillo para entrenar la conducción
en velocidad es lo que los alemanes llaman Steigerung, «incre­
mento». Partiendo de una posición de reposo, hay que empezar
a hacer correr el balón incrementando progresivamente la ve­
locidad, mientras intentamos que la pelota no se escape dema­
siado.
Un método de entrenamiento algo más difícil es el de la
situación de uno contra uno, El atacante tiene el balón y debe
lanzarse a gran velocidad en dirección a su oponente. Mientras
que el defensor tiene sus posibilidades (¿cuándo se separará del
balón para superarme?), el atacante debe mantener intactas las
suyas y no perder el control del balón. Este ejercicio también
puede realizarse junto a la línea de banda, alternando el pie
derecho con el izquierdo, y también pasándose la pelota de un
pie al otro.
Al igual que con el regate, existen numerosas opciones para
la conducción.
Entre los jugadores que destacan en el dominio de esta ac­
ción se encuentran Lionel Messi. Entre los de antes, John van ’t
Schip y, por supuesto, Diego Armando Maradona.
Van t Schip solía empezar la jugada con un regate hacia
fuera que le permitiera lanzarse a la carrera. Al hacerlo, casi
nunca miraba al balón, por lo que su visión general se mantenía
óptima y además no permitía adivinar al defensor por qué lado
intentaría superarle, si por dentro o por fuera. Van ’t Schip no
alejaba demasiado el balón de su pie, cosa que llegado el mo­
mento le permitía optar por una dirección o por otra.
Maradona era un caso totalmente aparte, ya que solo sabía
jugar con una pierna. Pero estaba tan dotado para este deporte,
que su pierna buena era como una mano. El defensor sabía que

— 37 —
era zurdo, por donde vendría la acción, y aun así era difícil de
defender. La gran fuerza de Maradona era que necesitaba un
tiempo mínimo para sacarle el máximo rendimiento a cada ac­
ción. Aun encontrándose a pocos milímetros de su oponente,
era capaz de realizar la acción que tenía prevista.
Claro que un jugador que empieza en el fútbol base está
separado de Maradona por un mundo de destreza técnica. En
cualquier caso, es importantísimo que intentemos superar nues­
tros límites en lo que respecta al regate y la conducción. Porque
«no tan bueno» siempre sonará mejor que «muy malo».

— 38 —
8

Chutar y pasar

Al igual que en el caso de otros elementos técnicos, en los


disparos y los pases sobre todo es importante la técnica básica.
Si uno quiere desenvolverse medianamente bien en el campo,
en primer lugar hay que saber desplazar el balón. Lo esencial
es atreverse a hacerlo. El menor titubeo hará imposible chutar
el balón al cien por cien. Dicho de manera coloquial, hay que
darle al balón con toda el alma. Cuanto más relajadamente se
haga, mejor será la técnica. Entonces uno se da cuenta también
de que disparar fuerte no siempre es una cuestión de fuerza.
La postura y el equilibrio del cuerpo tienen que ser adecua­
dos. Hay dos cosas que sobre todo son importantes. En primer
lugar, la pierna de apoyo siempre debe estar paralela al balón.
Por eso, al apoyarse en una sola pierna, es importante la utiliza­
ción del brazo. Para alguien que dispara con el pie derecho, el
brazo izquierdo deberá estar a la par con la pierna de apoyo, es
decir, colgando hacia abajo. Durante el movimiento del propio
disparo, el cuerpo deberá estar echado un poco hacia delante,
pues si no uno se caerá.
Un consejo para mostrar la diferencia entre un disparo bien
y mal ejecutado: pedir a alguien con una técnica de disparo muy
buena que chute primero con su pierna buena fuerte y luego
con la mala.

— 39 —
Lo anterior es la postura inicial para la ejecución del chute.
Esta técnica se puede desarrollar sobre todo entrenando, es
decir, con muchas horas de práctica, y disparando siempre tan­
to con el pie izquierdo como con el derecho. D a lo mismo si
estos ejercicios se realizan lanzando el balón contra una pared
o en un campo de entrenamiento con uno o varios compañeros.
El chute en sí se puede subclasificar en defensivo y ofensivo.
Si un defensa quiere desplazar el balón a gran distancia, tendrá
que tirar con fuerza. Pero con una fuerza distinta a la de un
delantero que tira a portería. En un chute/pase largo desde la
defensa, el cuerpo deberá inclinarse ligeramente hacia atrás, de­
bido a lo cual se dará al balón un poco más abajo del centro. En
este caso, es importante que la pierna continúe la trayectoria del
balón después del golpeo.
En cambio, si se tira a portería, el cuerpo deberá inclinarse
más sobre el balón. Puesto que se debe tirar con más fuerza, se
debe dar al balón más en el centro.
Por lo demás, en dicha situación es importante aprovechar
el peso corporal, algo que también depende de una buena pos­
tura. Si se quiere dar con el pie derecho, entonces habrá que
empezar con el pie izquierdo, tras lo cual el cuerpo girará brus­
camente un poco hacia atrás. Acto seguido se deberá lanzar, por
así decirlo, todo el cuerpo en el tiro. La pierna apenas acompa­
ñará el movimiento del balón después del golpeo; de lo que se
trata es de que el golpeo sea seco y explosivo.
La diferencia de tiro entre el defensa y el delantero también
se puede apreciar bien en la postura de la cabeza. En el caso del
defensa, la cabeza se inclina ligeramente hacia atrás, mientras
que en el caso del delantero la cabeza se echa un poco hacia
delante.
Sobre todo Ronald Koeman dominaba las dos técnicas como
ningún otro. Sabía utilizar de forma muy eficiente la gran fuer­
za de la pierna, de lo cual se desprende que una buena técnica
es más efectiva que la fuerza.
Aún me acuerdo de un gol magnífico de Koeman contra el
F C Utrecht, cuando a 20 metros de la portería le pegó de re­

— 40 —
pente al balón totalmente con el empeine. Disparó con todo el
impulso de su cuerpo, mientras que el momento de contacto
con el balón fue mínimo y el movimiento de finalización del
golpeo apenas fue perceptible.
Por lo tanto, una buena postura es imprescindible para dis­
parar bien el balón. De lo contrario, tampoco se puede aprove­
char de forma óptima la superficie de contacto con el balón. Por
ejemplo, alguien que está demasiado cerca del balón, mantendrá
el cuerpo demasiado erguido y no podrá utilizar su brazo. Por
consiguiente, solo podrá servirse de una pequeña parte del em­
peine y la superficie de contacto será más pequeña.
Si la postura inicial es buena, entonces se podrá introducir
una mayor parte del pie por debajo del balón, debido a lo cual
la superficie de contacto será mayor y el chute será más efi­
ciente.
Quiero recalcar una vez más que estos son principios bási­
cos, que se pueden ir mejorando mediante un entrenamiento
adecuado e intenso. Una vez que se dominen, se puede empe­
zar a entrenar, por ejemplo, el pase largo.
Por supuesto, lo más sencillo es lanzar el balón a gran dis­
tancia hacia algún sitio. Una vez dominado este paso, se puede
aumentar el grado de dificultad, manteniendo la distancia, pero
disminuyendo la altura del pase. Este ejercicio se puede per­
feccionar hasta acabar en el pase raso, un pase largo a ras de
suelo que aunque es igual de potente e igual de lejano, resulta
mucho más eficiente por ser más bajo y más directo.
Es difícil decir quién a qué edad puede practicar un ejercicio
determinado. En principio, los ejercicios de chutar y pasar no
dependen de la edad. Sobre todo porque, en ambos casos, la
fuerza física está subordinada a la técnica y al control corporal.
Por eso, pienso que no tiene mucha importancia si alguien de
diez, doce o quince años empieza a entrenarse en un elemento
técnico determinado.
Sin embargo, lo que sí es importante es un buen calenta­
miento. Sobre todo en los partidos juveniles, a veces me quedo
perplejo ante el tipo de ejercicios previos que se hacen. Dar

— 41 —
enseguida chutes largos y lanzar penaltis con fuerza es buscar­
se lesiones.
Antes de chutar, el cuerpo tiene que estar preparado. Por
eso es importante empezar poco a poco. Primero pasándose el
balón desde cerca e ir aumentando gradualmente la distancia.
Solo cuando el cuerpo ya está bien calentado, se puede disparar
a portería. Así se evitan lesiones innecesarias.

— 42 —
9

Cabecear

Un capítulo entero: queda claro que para mí el cabeceo es


más que darle a un balón con la cabeza. Si nos fijamos, veremos
muchas más cosas. Pero ante todo, dejadme decir que, al igual
que ocurre con el regate y el disparo, todo el mundo, indepen­
dientemente del nivel que tenga, puede mejorar este aspecto
del juego. También aquí es importante tener paciencia.
Muchos niños tienen un miedo innato al cabeceo. Así que
lo primero que hay que hacer es franquear este umbral. Hay
que comenzar con cuidado, y avanzar sin prisa es la manera de
lograr buenos resultados.
Hay que empezar con paciencia y buscar un balón adecua­
do. Si hacemos practicar a los niños de ocho años con un balón
duro, seguro que tendremos problemas. Al principio es bueno
entrenar con una pelota «viva» que no esté demasiado inflada.
Tanto las pelotas de plástico como las de cuero son adecuadas,
pero no así las llamadas pelotas plastificadas, que son muy ina­
propiadas para los cabezazos.
Antes de comenzar con los primeros ejercicios, es impor­
tante indicar que una buena técnica del cabezazo depende de
cuatro factores:

— 43 —
1. U N A BUENA POSTURA

Justo antes del cabeceo el cuerpo debe estar ligeramente


inclinado hacia atrás. Es la misma postura que se adopta al
controlar un balón con el pecho. Acto seguido, hay que pro­
yectar el cuerpo hacia el balón.

2. U N BUEN EQUILIBRIO

Que se consigue con un buen uso de los brazos, que son los
que mantienen el equilibrio.

3. S i n c r o n i z a c i ó n

4. G o l p e o d e l b a l ó n c o n l a c a b e z a

Para empezar por lo último: los cabezazos pueden ser de­


fensivos u ofensivos. En los cabezazos defensivos el balón debe
ir hacia arriba, mientras que en los ofensivos debe ir hacia
abajo.
Está claro que los cabezazos ofensivos son mucho más di­
fíciles. Pero antes de llegar ahí, hay que dominar lo fundamen­
tal: saber golpear bien el balón con la cabeza. El primer ejercicio
consiste en situar un jugador frente a otro. Sencillamente, se irán
pasando el balón con la cabeza. El balón debe ser golpeado
desde algún punto de la frente, un poco por debajo del centro.
Serán cabezazos de tipo defensivo. Si nos duele al cabecear, será
una indicación de que no lo hemos hecho bien, porque si el
balón es cabeceado por el centro de la frente, uno no nota prác­
ticamente nada.
Si la cosa progresa, entonces el grupo puede verse ampliado,
por ejemplo a seis jugadores. Se sitúan dos filas de tres jugado­
res una frente a la otra, y entonces los jugadores van intercam­
biando sus posiciones dentro de la fila. Uno ya no está solo

— 44 —
preocupado por el impacto del balón en la cabeza, ya que a la
vez trabaja la sincronización.
Este ejercicio aun puede ampliarse a un círculo de jugadores
con un jugador en el centro, el cual entrega el balón con la ca­
beza cada vez a un jugador del círculo distinto. El objetivo de
este ejercicio es dominar todavía más la técnica del cabeceo.
El ejercicio arriba descrito puede también verse enriqueci­
do con una acción intermedia, donde el jugador deba por ejem­
plo controlar el balón con la cabeza antes de dar un segundo
cabezazo para entregar el balón.
Todos estos ejercicios se realizan estando parados. De nue­
vo insisto en la importancia de utilizar buenos balones, sobre
todo en esta fase. Está bien un balón «vivo», no demasiado
pesado ni hinchado. Soló en la segunda fase el balón se proyec­
ta más lejos en el aire. También aquí es importante tener pacien­
cia y no precipitarse quemando etapas. Empezad lanzando el
balón al aire en dirección al jugador para que este tenga que
devolverlo después cabeceándolo de un salto. Además de la
técnica en el cabeceo, nos enfrentamos aquí a un problema de
timing. N i que decir tiene que los participantes en este ejercicio
también pueden ampliarse.
Hasta ahora solo hemos tratado los cabezazos defensivos.
Se trata de un tipo de cabezazos particulares, puesto que el
jugador que aleja el balón con la cabeza se comporta como un
portero. A continuación, trataremos del cabezazo ofensivo.
El balón contactado con la cabeza no debe subir ahora más
arriba del corazón, así que debe ser golpeado desde un punto
más alto. Es importante golpearlo desde el punto más alto del
salto. La cabeza no debe estar situada por debajo de la pelota,
sino por lo menos al mismo nivel, o incluso ligeramente por
encima.
Suelo insistir hasta hacerme pesado en que todos los ejer­
cicios se realicen con las dos piernas: que se utilicen tanto la
pierna izquierda como la derecha para regatear, conducir, dis­
parar o pasar. Por absurdo que parezca, esto también vale para
el cabeceo. Un diestro cabeceará más cómodamente por encima

— 45 —
de su hombro izquierdo. Sin embargo, la gracia es que un late­
ral derecho, pongamos por caso, pueda despejar un balón que
le llegue por su banda también sobre el hombro derecho. Por
eso es aconsejable proceder igual que como en el resto de apar­
tados, es decir, entrenando con balones que lleguen tanto des­
de la izquierda como desde la derecha.
Volvamos al cabezazo ofensivo, quizá la parte más difícil
de este capítulo. Lo dividiremos entre el cabezazo técnico y el
llamado «martillazo.» Para el primero se necesita mayor técni-
ca, ya que se pretende colocar el balón en algún lugar inalcan­
zable para el portero, como por ejemplo en el ángulo contrario.
Y es que el cabezazo hacia la portería solo tiene un objetivo:
¡marcar!
Se trata de una cualidad distintiva de la que muy pocos ju­
gadores pueden presumir. Marco van Basten y Hans Gillhaus
fueron por ejemplo dos buenos cabeceadores técnicos. El ex PSV
Gillhaus poseía un sentido único de la sincronización. Era de
estatura corta, pero era capaz de aguantar su posición en el aire
el tiempo suficiente para evaluar mejor adonde debía dirigir el
balón.
Klaas-Jan Huntelaar, Wim Kieft y John Bosman pertenecen
a una categoría de cabeceadores completamente distinta: gol­
peaban la pelota con tal fuerza, que uno tenía la impresión de
que esta podía perforar la red. Recuerdo el gol de la victoria del
Ajax que Bosman le marcó al F C Groningen. Saltó con la ca­
beza como si quisiera reventar el balón con ella, y el efecto del
«martillazo» fue parecido al de un disparo a portería que hu­
biera sido efectuado con el pie. Es muy bonito de ver, se trata
de una habilidad única.
Para destacar en estas especialidades los jugadores domina­
ban perfectamente los principios básicos del cabezazo: una
buena postura, un cuerpo en buen equilibrio, una sincroniza­
ción perfecta y un golpeo impecable. Y además de esto, eran
jugadores capaces de ejecutar estas acciones bajo fuerte presión
y marcar igualmente.
Los brazos vuelven a jugar un papel central, también sirven

— 46 —
de escudo para proteger la posición ante el oponente. Si hay
que mantener o no los brazos extendidos durante el salto, de­
pende de las circunstancias. Tanto cuando se corre como cuan­
do se salta pegado a alguien, el equilibrio se mantiene debido
al contacto con los brazos del oponente.
Estamos hablando, como es obvio, de la acción perfecta, de
una obra maestra técnica que no podemos esperar de un niño
de ocho años.
Aprender a cabecear bien es el resultado de un ejercicio
adecuado y paciente. Hasta los doce años, hay que dejar que el
niño vaya aprendiendo la técnica del cabeceo. Existen muchos
juegos que son divertidos de practicar por los chicos de esta
franja de edad.
Hacia los trece años, hay que hacerles practicar un poco el
salto, después de lo cual se inicia una fase de transición bastan­
te larga. Esto se explica porque el jugador joven debe aprender
a controlar de forma simultánea dos acciones: el salto y la sin­
cronización. Después de esto, se puede empezar a practicar el
cabeceo para colocar el balón en un sitio determinado. Este
paso solo se puede dar si el jugador domina todas las demás
técnicas. Antes no vale la pena hacerlo, porque no tendría sen­
tido entrenar una parte tan difícil del juego si no hay un domi­
nio suficiente de las técnicas básicas del cabeceo.
Insisto: para aprender a cabecear con tino, se necesita mucha
paciencia. N o queráis ir demasiado rápido, se trata de un tipo
de habilidad que solo se puede dominar partiendo de unos
fundamentos sólidos. Practicad con regularidad y repetid los
ejercicios. Solo así tendréis posibilidades de éxito.

— 47 —
10

Controlar el balón

Saber parar la pelota es una de las habilidades más impor­


tantes del fútbol. De hecho, de quien no sepa parar un balón se
puede decir que no sabe jugar a fútbol. Lo bonito de esta habi­
lidad es que, con la excepción obvia de las manos, se puede
realizar con cualquier parte del cuerpo. Se trata de algo rele­
vante, puesto que el balón te puede llegar a cualquier altura del
cuerpo. Partiendo de esto, voy a referirme al control del balón
en varios subcapítulos, empezando con la parte superior del
tronco.

LA CABEZA

Para controlar el balón con la cabeza, uno tiene que «acom­


pañar» el balón de alguna manera. Si para golpear un balón con
la cabeza había que moverla en dirección contraria a la trayec­
toria de la pelota, aquí hay que actuar al contrario. Para captu­
rar un balón de esta manera, casi debemos imaginarnos que el
balón viene a sustituir nuestra cabeza. Para lograrlo debemos
ayudarnos de las rodillas mientras tiramos la parte superior del
tronco hacia atrás. Hay que golpear el balón con la parte central
de la frente.

— 49 —
E l PECHO

El balón se puede controlar con el pecho de dos maneras. En


primer lugar, tenemos la recepción normal del balón. El cuerpo
está en la misma postura que cuando cabeceamos el balón o lo
disparamos. En el momento del impacto la barriga debe estar
proyectada hacia fuera, el pecho un poco hacia atrás, y las pier­
nas un poco hacia delante. El cuerpo es empujado ligeramente
por el balón. El segundo tipo de recepción es el que sirve para
dar velocidad al balón. O sea que no se trata de parar y contro­
lar el balón y luego mirar hacia donde dirigirlo, sino que se
trata de golpearlo con el pecho para ponerlo rápidamente en
circulación. En el momento del contacto, la cabeza debe estar
casi encima del balón, mientras que las caderas y la barriga
deben situarse hacia atrás. Si la postura es la correcta, el balón
debería ir hacia abajo, donde las piernas le darán la dirección
que interese.

E L FÉMUR

Cuando la pelota se dirija al fémur, lo más importante es


que el muslo esté relajado. De lo contrario, el balón se nos es­
capará. El fémur no debe proyectarse en dirección contraria a
la trayectoria del balón, por así decirlo, sino que se limita a
atenuar la velocidad del mismo.

LO S PIES

A continuación hago constar las principales variaciones


posibles de control con el pie. Si se pretende detener el balón
completamente, habrá que hacerlo con la suela de la bota. Es­
tamos principalmente ante un problema de sincronización.
Menos estático se queda el balón si lo paramos con el em­
peine del pie, con los cordones de la bota, como quien dice. El

— 50 —
cuerpo debe inclinarse ligeramente hacia delante y el balón se
orienta en la misma dirección de la carrera del jugador, que
puede continuar avanzando con él. Esto permite ganar un tiem­
po considerable.
Parar el balón con el interior del pie es lo más común. Si se
quiere hacer sin fiorituras, la rodilla debe girar para que la pier­
na quede ladeada y el balón delante del pie. La parte superior
del tronco debe inclinarse ligeramente hacia delante. Esto im­
pide que el balón se nos vaya demasiado. Una vez que ambas
piernas recuperan su orientación normal, el balón ya puede ser
jugado.
Parar el balón con el exterior del pie es interesante sobre
todo cuando tenemos un rival detrás o cuando queremos im­
primir velocidad a la jugada. Para poder controlar así el balón
es esencial que nuestro cuerpo se encuentre entre el balón y el
jugador. Así, cuando el balón se ponga en circulación inmedia­
ta, quedará protegido del oponente por la parte superior de
nuestro cuerpo, que se proyecta hacia atrás. Para evitar que el
balón se nos escape en la recepción, hay que dejar el pie com­
pletamente relajado, puesto que de otro modo el balón rebo­
taría contra él.
Estas son las reglas de oro de las principales modalidades.
Cuanto más las domine uno, con más velocidad y eficacia po­
drá continuar la jugada. Mucha gente cree que el gol que mar­
qué a principios de los setenta en La Haya contra el A D O fue
el más bonito de mi carrera. Si tenéis ocasión de volver a ver las
imágenes, veréis que mi decisión de control vino forzada por
la velocidad a la que venía el balón. Desde la defensa me llegó
un pase larguísimo a la pierna derecha. En ese momento me
encontraba muy cerca del defensor Kees Weimar de La Haya,
junto a la línea de banda y con un amplio espacio por delante.
Al contactar con el balón lo hice con el interior y lo dirigí in­
mediatamente hacia el espacio abierto. Conseguí ganar un tiem­
po precioso, porque yo estaba más bien en posición de parar
completamente el balón y, en cambio, de esa otra manera alejé
a mi oponente.

— 51 —
O tros jugadores que optimizan el tiempo de maniobra
al parar el balón son Xavi y, en mi época, Arnold Mühren. Para
parar el balón con el empeine no ha habido otro como Mühren.
Se podría decir que hacía un movimiento como si pedaleara
con la pierna, y se colocaba el balón en una posición perfecta
para conducirlo acto seguido. Y es que Mühren paraba el ba­
lón para jugarlo de inmediato. Paraba con la derecha y arran­
caba conduciendo con la izquierda, cosa que requería una
enorme concentración. Siempre conseguía llevarse el balón
superando a su defensor. Puesto que Mühren jugaba con am­
bas piernas, podía salir por cualquiera de los dos lados, y casi
nunca perdía la pelota.
Vemos aquí que también en lo que a parar el balón se refie­
re hay que ejercitar ambas piernas. Así, después del control el
balón puede ser jugado hacia un lado u otro, condición nece­
saria para que, por ejemplo, el juego posicional sea efectivo.

Lanzar el baló n

H ay que empezar de la forma más sencilla posible. Lanzad


el balón con las manos con cierta precisión para que el jugador
lo pare, con el grado de dificultad reducido al mínimo. Natu­
ralmente, el balón puede ser lanzado tanto a la altura de la ca­
beza, como del pecho, el fémur o el propio pie.

SACAR EL BALÓN DE BANDA

Es un ejercicio para dos jugadores que consiste en que uno


lance de banda hacia el pecho del otro, que debe parar el balón.
Es un entrenamiento para los dos, puesto que el cuerpo del
jugador que lanza el balón de banda adopta la misma postura
que el jugador que controla con el pecho.

— 52 —
P a s e c o n e l p ie

La práctica indica que parar un balón con el pie es más fácil


a partir de un pase fuerte. La mayoría de campos son irregula­
res. En esas condiciones, un balón que llegue demasiado suave
lo hará botando irregularmente, y su control será difícil. Un
balón pasado con fuerza rebota un poco contra el pie del re­
ceptor, por lo que resulta más fácil de controlar.

R it m o d e ju e g o

Parar y chutar. Es mejor realizarlo en tres pasos, si no va


demasiado rápido, y tampoco interesa hacerlo así: este ejerci­
cio requiere ser ejecutado disciplinadamente. Parad el balón,
dad un paso a la derecha y disparad con la izquierda, y des­
pués proceded a la inversa. Aquí también es esencial que el
balón se juegue con rapidez. Si no se hace así, no se imprime
ritmo a este ejercicio.

R e c ib ir y ju g a r

La base de este ejercicio es golpear el balón solo dos veces.


Una para recibir y otra para jugarlo, y ejecutando ambas accio­
nes siempre en movimiento. Hay que crear la oportunidad en
que el balón recibido se ponga de inmediato en circulación,
tarea en la que destacaba Arnold Mühren, como hemos visto.
Para practicar este tipo de jugada lo ideal es organizar parti-
dillos de 4 contra 2 ,4 contra 3 o 5 contra 3. La jugada rápida
es, pues, la última fase del control del balón. A sí habremos
cubierto todos los aspectos de este capítulo. Quedémonos con
esta última fase del control de balón, porque también sirve para
el principio del capítulo siguiente.

— 53 —
11

Juego posicional

Antes de poner en práctica este importante elemento del


juego, debemos explicar a qué nos referimos cuando hablamos
de juego posicional. El objetivo es que el jugador que conduce
el balón tenga dos o tres opciones para continuar la jugada.
Sin este tipo de juego, el fútbol sería un deporte mucho más
fácil, y más aburrido. Durante el entrenamiento, hay que bus­
car siempre sobre el terreno una posición en la que podamos
recibir el balón. O sea que hay que aprender a moverse para
poder recibir el balón en condiciones, y a estar disponibles
tanto rato como sea necesario.
El juego de posición tiene docenas de variantes. Desde las
más sencillas de ver y entender hasta las menos obvias. Pero en
cualquier caso todos los futbolistas, independientemente del ni­
vel que tengamos, podemos aprender a mejorarlo a través del
entrenamiento. Pero como no siempre es fácil, lo mejor es pro­
ceder paso a paso.

- Formemos con el equipo, en un terreno grande, un rec­


tángulo con tres o cuatro chicos en el centro.
- Intentemos jugar el balón sin que ninguno de los tres o
cuatro jugadores del centro lo intercepte. El jugador que
conduzca el balón solo puede tocarlo dos o tres veces se­
guidas.

— 55 —
al balón, mientras los otros dos jugadores le esperan en posi­
ción para cerrarle el paso y poner las cosas difíciles a los even­
tuales receptores de sus pases.
En ambos casos se trata de saber moverse. Si uno de los tres
cazadores cubre el espacio equivocado, los otros dos estarán
trabajando para nada. Si uno de los jugadores de la línea de
banda se equivoca, perder el balón será cuestión de tiempo.
El buen desempeño del juego posicional tiene mucho que
ver con el movimiento. Cuando alguien es superado, los juga­
dores ya deben estar en movimiento para recuperar el balón.
Se crea una situación ideal cuando en el ejercicio se in­
troduce la obligación de tocar la pelota una sola vez como
mucho. Ahí es cuando el fútbol se juega con más eficacia y
velocidad.
Al igual que ocurre con otros aspectos del juego, existen
herramientas que pueden hacer más sencillo nuestro trabajo
sobre el juego posicional. Todos los jugadores deben moverse
para situarse en posiciones donde puedan ser vistos por el com­
pañero desde ambos ángulos. Si quien lleva el balón lo pierde
de vista, tendrá que corregir la situación él mismo haciendo un
par de pasos extras, o haciendo caso de las indicaciones del con­
ductor del balón para hacerse visible.
El juego de posición ya se puede entrenar desde las catego­
rías inferiores. Cuanto más jóvenes, mejor, aunque al principio
se debe hacer de manera muy sencilla. Dadles todo el espacio
que pidan y dejad que confeccionen los grupos como quieran,
con dos, tres o cuatro jugadores en el centro. Poco a poco se
les va enseñando este tipo de juego. N o hay que corregirlos
después de cada jugada, claro está, sino solo cuando los errores
sean graves. Por ejemplo, cuando el conductor del balón se
encuentre con que realmente no tiene a quien pasar el balón.
Parad entonces el juego e indicad a los eventuales receptores
implicados cómo se podría resolver el problema. Normalmen­
te, es dando un paso más hacia un lado u otro.
Involucrad también al portero en este tipo de ejercicios, de­
jándole jugar. Por tipos como Stanley Menzo y Edwin van der

— 57 —
Sar se puede ver hasta qué punto es importante que el portero
tenga buena visión para la situación de juego. Es más, para pro­
teger con eficacia la portería, entender el juego de posición es
fundamental. Un portero con una visión más amplia del juego
siempre estará en mejores condiciones de colocar a su defensa.
Otra buena herramienta en esta fase inicial es el balonma­
no. Al introducir nuevas variantes sobre el juego de posición,
no es descabellado dejar que sean las manos las que lleven a
cabo lo que los pies no dominan. Correr sin balón, mirar y
pasar no es algo que se domine a la primera. Dejad pues que
vuestros pupilos se acostumbren a nuevas variantes de juego
con el balón en las manos. La mejora en su visión de conjunto
facilitará el progreso posterior del juego de posición con el
balón en los pies.
La importancia del juego de posición queda patente en las
prestaciones internacionales del Ajax, el Feyenoord y la se­
lección holandesa en los años setenta. La explicación de sus
éxitos se encuentra principalmente en su dominio del juego
posicional.
Por regla general, los jugadores veteranos son los grandes
especialistas en este tipo de juego, donde no solo se trata de
calidad, sino también de rutinas bien aprendidas. Fijaos si no
en un jugador como Paul Scholes, del Manchester United.
En mi época como entrenador del Ajax eran jugadores
como Arnold Mühren y Ronald Spelbos quienes dominaban
por encima de los demás el juego de posición, dominio que se
hacía notar justamente en los partidos importantes, jugados
contra rivales fuertes. Mühren y Spelbos buscaban siempre el
desmarque, mientras que Mühren tenía en cuenta todos los
aspectos del juego de posición, hasta el último detalle.
Mühren, como vértice de un triángulo de juego, nunca se
situaba de espaldas a sus compañeros. Com o ya he apuntado,
siempre se posicionaba a la vista del conductor del balón. Y
luego, con el balón en los pies, poseía un sentido de la funcio­
nalidad —y por tanto de la eficacia— único. Su gran ventaja era
que destacaba en las siguientes tres acciones:

— 58 —
- Mühren procuraba siempre imprimir la velocidad ade­
cuada al balón.
- Siempre pasaba el balón a la pierna buena del receptor.
- Cualquier atacante podía contar con que Mühren le bus­
cara la posición y le pasara el balón donde los oponentes
tuvieran más difícil robárselo.

Hasta ahora hemos tratado de técnicas que se pueden apren­


der para jugar mejor al fútbol. Espero que este capítulo os haya
servido para aprender a pensar mejor como futbolistas, con el
eventual objetivo de convertiros en futbolistas mejores.

— 59 —
12

Saque de falta: parte ofensiva

Técnica, táctica y sentido de la oportunidad. Dicho en pocas


palabras, es lo que está en juego cuando se lanza una falta. En
realidad se trata de un gran duelo con el rival en el que princi­
palmente se busca el «error» del otro. Porque los rivales también
se preparan para encontrar nuestro punto débil. Se trata, pues,
de ver la situación y de poner el balón donde haya que ponerlo.
Por supuesto, existen innumerables variantes a tener en
cuenta a la hora de lanzar una falta, pero dependiendo de la
situación podemos fiamos de tres reglas básicas:

- Situar a suficientes efectivos para dificultar la tarea de­


fensiva del rival.
- Situar a un diestro y a un zurdo junto al balón.
- Siempre tiene que haber alguien disponible para que el
balón también pueda ser jugado.

Otro factor importante es que se deben tomar decisiones


rápidas y eficaces en un período de tiempo cortísimo. Lo difí­
cil es que al mismo tiempo que se busca una solución hay que
ocultar el plan. Ahí es donde empieza la posibilidad de marcar,
que debe partir de la observación y el buen trabajo en equipo.
Un portero siempre tiene un ángulo muerto. Después de

— 61 —
colocar la barrera, el portero debe en principio defender una
anchura de siete metros, mientras que una persona de altura
normal solo es capaz de defender seis metros. Por lo tanto, es
importante observar qué hace el portero después de colocar la
barrera. Por eso son tan importantes las tres reglas citadas arri­
ba, ya que hay que estar atentos hasta el último momento a un
eventual cambio de posición del portero.
Pongo como ejemplo un lanzamiento directo, que para el
equipo atacante significa que hay que hacer un único disparo
a portería. Después de organizar la barrera, el portero suele
situarse a la izquierda del balón, en la esquina más alejada. En
nueve de cada diez casos, el balón lanzado por un jugador zur­
do irá al palo corto. Un jugador diestro también debería po­
derlo hacer, pero como realiza su carrera a la izquierda del
balón, el portero lo puede ver mejor más allá de la barrera. Y
por ahí se elimina el factor de dificultad para el portero.
Otra posibilidad es esperar a que el portero se mueva, para
disparar con fuerza el balón en dirección a su pierna de apoyo.
Esto es posible lanzando el balón al ángulo largo. La portería
queda más lejos y el balón tiene que recorrer más camino, aun­
que por la misma razón el portero tiene más posibilidad de
verlo. Si el balón se dispara con fuerza justo en el momento en
que el portero se mueve, tendremos posibilidades de éxito.
Ya he señalado antes que tanto para el lanzamiento directo
como para el indirecto se trata en fin de cuentas de una cuestión
de probabilidades. Por eso utilizar señuelos es tan importante.
Cuanto más ocupada esté la defensa, mejor camuflado queda­
rá nuestro plan. A partir de ahí, circunstancias como una pelo­
ta más o menos húmeda y el mucho o poco viento tienen su
papel en esta apasionante partida de póquer.
En los últimos años, el lanzamiento directo ha cobrado mayor
importancia en el fútbol, probablemente a raíz de la prevalencia
del juego defensivo. Este proceso no solo ha fomentado la espe-
ciahzación, sino también el vedetismo. Especialmente en Italia,
donde el héroe del día suele ser algún lanzador de faltas acertado.
Este aumento de especialistas también indica que las faltas

— 62 —
se pueden entrenar exitosamente. La naturaleza suele hacer su
trabajo en este sentido. Quienes tienen buenas sensaciones ante
esta habilidad, automáticamente la practican en los entrena­
mientos, con lo que las sensaciones se refuerzan. Para mí, estas
sensaciones son las que explican la técnica de lanzamiento di­
recto en relación con la distancia a la portería. El saber cómo
disparar y con qué potencia. Por cierto, yo nunca interfiero en
los entrenamientos de lanzamientos directos. En el campo los
jugadores deben llegar juntos a una solución, así que durante
los entrenamientos también dejo que sean ellos quienes se or­
ganicen. Como entrenador, pienso que uno sobrepasa sus fun­
ciones —tanto en un sentido literal como figurado— cuando
pretende imponerse sobre las sensaciones de los futbolistas en
cuestiones como la falta directa. En este campo, siempre he
dejado que sean ellos quienes busquen las soluciones.
Podemos dividir el lanzamiento directo o libre en tres tipos:

E l l a n z a m ie n t o t é c n ic o

En este tipo de lanzamiento destacaron jugadores como


Michel Platini, Diego Armando Maradona y Piet Keizer, cuya
brillante técnica de lanzamiento les permitía lanzar tanto al palo
largo como al corto.

E l l a n z a m ie n t o p o t e n t e

En el golpeo duro al balón excedieron Ronald Koeman y


Pierre van Hooijdonk. N o solo chutaban con potencia, sino
que también sabían colocar la pelota. Van Hooijdonk también
sabía darle mucho efecto al balón, aunque yo siempre lo con­
sideré más «Koeman» que «Keizer».*

* Juego de palabras en el original. En neerlandés, los apellidos Koeman


y Keizer significan respectivamente «vaquero» y «emperador». (N. del T.)

— 63 —
E l l a n z a m ie n t o c o l e c t iv o

En esta tercera variante participa todo el equipo. Suele ser


interesante de ver porque ocurren muchas cosas. Las posibili­
dades son infinitas. Atacantes en la barrera, jugadores tapando
el balón parado o entrando por todos lados para recibir supues­
tamente el pase o para lanzar. Aquí podemos abrir sin miedo
la lata de los trucos.
Yo recuerdo dos goles de Wim Rijsbergen y de Barry Hul-
shoff, conseguidos ambos gracias a un fantástico trabajo de
equipo con la selección holandesa. Decidimos pasar el balón a
un lado para que se moviera la barrera hacia allí. El jugador que
supuestamente debía disparar alargó la trayectoria del balón por
segunda vez a un lado. A este segundo pase llegó Wim Rijsber­
gen, quien como defensor no solía participar casi nunca en este
tipo de acciones, se plantó solo ante la portería y marcó.
El segundo gol se produjo jugando con el Ajax en un par­
tido de Copa de Europa que nos enfrentaba al Celtic escocés.
Pusimos a un montón de gente junto a la barrera, y nuestro
central Barry Hulshoff pudo disparar sin trabas y superar la
barrera. El portero, que se esperaba probablemente un disparo
de Piet Keizer, Johan Neeskens o Gerrie Mühren, solo pudo
recoger, atónito, el balón de la red.
Por último, me gustaría decir algo sobre la falta indirecta
que se lanza dentro del área. Me parece que en la mayoría de
casos el balón se impulsa hacia delante en vez de ser pasado
hacia atrás. Es un gran error. Cuanto más cerca esté el balón del
contrario, menos espacio hay para que pase el balón.
Por lo tanto, mejor pasar hacia atrás. El balón debe alejarse
de la masa de defensores y atacantes para abrir más espacio.
Porque como ya he señalado al principio, el lanzamiento libre
es una cuestión de cálculo de probabilidades. Y lo que hay que
buscar siempre es que estas se incrementen.

— 64 —
13

Saque de falta: parte defensiva

Decíamos que un lanzamiento directo es cuestión de técni­


ca, táctica y un buen cálculo de probabilidades. Son las tres
habilidades requeridas para aprovechar una falta directa para
el equipo beneficiado. En lo que a la parte defensiva se refiere,
se trata de minimizar cuanto sea posible las posibilidades de
éxito del rival.
Si conseguimos organizamos bien, tener una buena visión
de la situación y mucha tranquilidad, estaremos en el buen ca­
mino. Yo siempre digo que, para contrarrestar a un rival que
hace todo lo posible por confundimos, la sobriedad es la mejor
arma. N o caigamos en el pánico y mantengamos los ojos bien
abiertos.
El portero tiene que servir de ejemplo en este sentido,
puesto que debe dar ejemplo de liderazgo y casi siempre es
quien dirige las operaciones defensivas. Las posiciones de­
fensivas y la colocación de la barrera son competencia suya.
Él es el director, pues es quien goza de una mejor visión de con­
junto.
La tranquilidad del portero significará sobre todo que se
moverá poco. Aquí, moverse demasiado pronto significa de­
masiado tarde. Un buen especialista en lanzar faltas habrá es­
tado esperando el momento en que el portero en movimiento

— 65 —
esté dirigiéndose a su lado malo para aplicar el truco mágico de
cogerle a contrapié. N o le deis esta oportunidad.
Un portero tranquilo tendrá mejor visión de la jugada y por
tanto sabrá anticipar mejor la dirección del balón, que puede
ir al palo corto o al palo largo. Si le lanzan el balón al corto,
justo detrás de la barrera, tendrá el tiempo suficiente para reac­
cionar.
Si el atacante lanza al palo lejano, el balón no solo debe
recorrer un trayecto más largo, sino que el portero tiene más
tiempo para actuar. Que no se deje engañar: es mediante la
conservación de su visión general de la jugada que los factores
de riesgo se reducen considerablemente.
Por otra parte, un simple cálculo indica que el portero tiene
entre uno y dos metros de ángulo muerto. En términos huma­
nos, un guardameta puede apenas cubrir seis metros de la por­
tería. La barrera debería reducir este problema restando un par
de metros de pantalla. Y le corresponde al portero colocarla.
Que el balón golpee contra la barrera siempre es revelador del
buen trabajo del guardameta.
Algo que no debería ocurrir nunca, y que sin embargo es
algo que vemos a menudo, es que la barrera se mueva. Nueve
de cada diez veces el balón la traspasa, ya sea porque los juga­
dores se apartan de la barrera o porque avanzan algunos pasos
en dirección al disparo tapándose la cara. En ningún caso ven
el balón.
Son errores de consecuencias nefastas. Y eso que aquí se
trata solo de respetar algunas normas básicas.
Incluso en este caso, en el de que se sigan estas normas y se
forme la barrera perfecta, puede ocurrir que nos manden el
balón por toda la escuadra. En ese caso solo nos quedará aplau­
dir, no tendremos nada que reprochamos. El lanzamiento per­
fecto es imparable.
Sin embargo, para la parte defensiva existen varias opciones
para invertir los papeles y confundir a la parte ofensiva. Para
eso hay que salirse de los modelos estándar.
Una buena opción es preparar la barrera desde el mismo

— 66 —
palo que el portero desea cubrir. Se necesitarán entre cuatro y
cinco jugadores. O tro jugador se situará a dos metros. Si el
balón va más allá del lado exterior de este jugador, significa que
saldrá al lado de la portería. Si el balón coge efecto, impactará
contra este jugador. Si el balón no va ni hacia la barrera ni hacia
el jugador, y sí pasa por el espacio entre ambos, el portero no
debería tener problemas para interceptarlo.
Por cierto, no soy ningún gran defensor de la barrera. Si yo
fuera portero, situaría a dos hombres para cubrir el poste iz­
quierdo y a dos para cubrir el derecho, y ocuparía yo el espacio
central para proteger mis seis metros. Así podría ver siempre
el balón, cosa que no resulta situando una barrera convencio­
nal. Sería un verdadero combate entre atacante y portero. Con
la barrera, siempre me ha dado la sensación de que el especia­
lista en lanzar faltas juega con las cartas marcadas. Como por­
tero, buscaría siempre el contacto ocular con el atacante, para
ver quién es el más duro.
Aun así, como entrenador nunca impondría estas u otras
reglas que hemos visto al portero. Cada guardameta debe es­
coger la protección para su portería con la que se sienta más
cómodo. Por eso tampoco existen reglas estándar para defender
una falta directa. Como si el portero prefiere situar la barrera
solo en un lado para ocupar él el otro, o como si en una indi­
recta dentro del área prefiere engrosar él mismo el contingente
destinado a la barrera. Cada variante tiene sus pros y sus con­
tras. A menos, claro, que uno encaje demasiados goles con ella.
Si ocurre eso, aunque pueda ser cuestión de gafe, el portero
debería cambiar de método.
En cuanto a los jóvenes y en relación con este tema, mejor
dejarlos tranquilos. Com o mucho les podremos enseñar algo
sobre la evaluación de probabilidades, porque al final esta y no
otra es la cuestión nuclear en cuanto a las faltas. Dejad que
piensen en todas las posibilidades que se les ocurran. Por ejem­
plo, en colocar a los compañeros más altos en los extremos de
fuera de la barrera, porque protegen los palos. Es una manera
de contrarrestar las ventajas que pueda tener la parte atacante.

— 67 —
Resumo a continuación las principales tareas del portero:

Tr es tareas

- Dejad que la barrera se vaya colocando hasta que esté a


su gusto.
- Buscad una posición en la que pueda tener contacto vi­
sual con el lanzador.
- Conservad la visión de conjunto y la serenidad. Moveos,
por tanto, lo mínimo.

— 68 —
14

El saque de esquina

Ya he apuntado, al hablar de las faltas, que las jugadas de


estrategia se han ido convirtiendo en un medio cada vez más
importante para los entrenadores. Como resultado de ello, se
ensayan un sinfín de jugadas con el objetivo de incrementar su
rentabilidad. Esto también vale para el saque de esquina, don­
de la parte defensiva en principio se encuentra en situación de
desventaja.
Hablemos primero de las opciones para los atacantes. Aquí
debemos referimos de nuevo al cálculo de probabilidades. ¿Los
defensores van bien de cabeza? ¿Y el portero? ¿Es alto o bajo?
¿Con cuántos defensores a su alrededor cuenta? Todos estos
asuntos deben ser tenidos en cuenta. Porque algún agujero ha­
brá que encontrar en la defensa
Es esencial obtener ventaja numérica. La intención es des­
concertar a una defensa que parece bien organizada y que igua­
la en número a nuestros efectivos de ataque.
Un truco típico es hacer ver que se saca un córner corto, de
los que requieren la participación de un segundo jugador. La
defensa deberá mandar a un jugador hacia la zona donde los
dos atacantes en teoría iniciarán la jugada desde la esquina.
Partiendo de una defensa que ya contaba con un jugador situa­
do en algún punto entre el primer palo y el banderín de córner,

— 69 —
otro junto al primer palo y aun otro en el punto de penalti, las
cuentas nos dicen que para defender a dos atacantes (el lanza­
dor del córner y su «asistente») la defensa tiene a cuatro hom­
bres ocupados. Es probable que podam os encontrar algún
hueco.
Entonces habrá que decidir si ejecutamos alguna jugada
ensayada o si queremos aprovechar sencillamente nuestro po­
tencial aéreo. Si en el equipo no contamos con gente alta, lo
mejor será quedamos fuera de la zona superpoblada del área y
sacar por ejemplo un balón bombeado hasta el primer palo,
donde un cabezazo hacia atrás prolongará la jugada y dará más
opciones a los atacantes que entren a rematar.
Si ello no es posible, tampoco será el fin del mundo: la par­
te defensiva no tendrá muchas dificultades para alejar de su
portería un balón que no será muy rápido. Ahí entrará en jue­
go lo que se llama segunda línea de acción. Dicho de otra ma­
nera: aunque el balón sea alejado 20 metros de la portería, la
parte ofensiva dispondrá de una buena segunda oportunidad
para marcar.
Si por el contrario el equipo que ataca dispone de buenos
cabeceadores, el balón debe ser centrado con fuerza para su
remate. Los atacantes solo tienen que conseguir contactar con
el balón.
Si el equipo que defiende cuenta con un portero ágil que va
bien por alto, el balón no solo tendrá que ser centrado con
fuerza, sino lejos de la portería.
Si el portero del equipo rival no es especialmente bueno en
este sentido, podremos provocar mayor pánico en el área si­
tuando, por ejemplo, un par de hombres altos junto al primer
palo capaces de prolongar los lanzamientos de córner con la
cabeza.
También es posible mandar el saque más allá del área de
castigo, donde un jugador atacante debe estar preparado para
devolverlo hacia el primer palo, y ahí pueda ser rematado. Ahí
deberían aguardar este segundo centro uno o dos rematadores.
Estos pueden rematar a portería o, de nuevo, prolongar la ju­

— 70 —
gada mandando el balón hacia el punto de penalti, donde lo
esperan un par de jugadores desmarcados.
En corto, un lanzamiento de córner puede dar mucho de sí
para el equipo ofensivo.
Al igual que ocurre en tantas otras situaciones, la parte ofen­
siva goza de una libertad que implica algunas obligaciones. Para
un saque de esquina lanzado desde la derecha, la posición del
centrocampista derecho es crucial. En nueve de cada diez casos,
será quien deba impedir el progreso de un contraataque. Y es
que lo más habitual en un córner sacado desde ese lado es que
el balón sea despejado hacia la posición del interior derecho.
Recae pues sobre el equipo atacante no convertir su ventaja
inicial en una gran desventaja.
También sobre las medidas que debe tomar la defensa en un
córner existen muchas variaciones. Aquí me voy a centrar en
lo que hacíamos con el F C Barcelona cuando yo era el entre­
nador. N o por ninguna preferencia especial, sino porque los
ejemplos serán más reconocibles.
En general, no me apetece crearme problemas, y el saque
de esquina no es una excepción. Por eso no entiendo a los equi­
pos que hacen bajar a sus once hombres al área para defender
un lanzamiento de córner. Muchos equipos de primer nivel aún
hoy siguen haciéndolo. Para mí es cargarse de trabajo, porque
cada balón despejado es un balón que casi automáticamente
recupera el equipo atacante. Pero sobre todo, el portero ve su
margen de maniobra muy reducido al disponer de poco espa­
cio. Para salir de debajo de los palos, pero sobre todo para ver
por dónde le pueden venir los tiros.
N o concentrar a los efectivos en el área nos habilita para el
contraataque. Pero lo más importante es que sembramos de
dudas el bando atacante. Mejor ir a buscarles las cosquillas que
dejarnos intimidar por ellos.
Cuando entrenaba al Barcelona no disponía de grandes ca­
beceadores, o sea que prefería dejar más bien despejada la zona
del punto de penalti. Para mí, la mejor forma de defender los
saques de esquina es no concederlos. Por eso hacía que mi de­

— 71 —
fensa hiciera su trabajo lejos de la portería. El resultado era que
concedíamos dos saques de esquina en lugar de diez. En vez de
tener que resolver diez problemas, teníamos que resolver solo
dos.
Esos dos saques de esquina, el «pequeño Barcelona» se veía
obligado a defenderlos ante cabeceadores a veces imponentes,
por lo general delanteros. De ahí que dejáramos a gente como
Romario, Stoichkov y Laudrup en sus posiciones adelantadas.
Con ello queríamos provocar una guerra de nervios. La expe­
riencia indicó que los rivales preferían no correr el riesgo de
posibilitar situaciones de uno contra uno ante delanteros de esa
categoría, por lo que también dejaban a sus cuatro defensas en
sus posiciones iniciales. Por eso al final teníamos que defender
nuestra portería de la amenaza de solo cuatro efectivos, que era
de los que disponía el equipo atacante al descontar el centro-
campista colocado para impedir nuestro eventual contraataque
y el jugador que sacaba de esquina.
En principio, defendemos de la amenaza de cuatro atacan­
tes debe ser factible. Sobre todo porque la defensa, y en primer
lugar el portero, dispone de más espacio y mejor visión de la
jugada. La ventaja añadida para mí era que, procediendo de esta
manera, nuestro hombre más alto, que no era otro que el por­
tero Zubizarreta, disponía de más espacio de maniobra para
enfrentarse a los rematadores rivales. Así respondía el Barce­
lona a uno de los problemas defensivos que se plantean en to­
dos los partidos.
Para resumir, diremos que la primera opción es evitar los
dolores de cabeza. Si la opción uno resulta inviable, habrá que
optar por la dos, esto es, solucionar de la manera más eficiente
posible el problema planteado. Y para ello debe trabajar todo
el equipo.
Por lo demás, hay que dejar que sea el portero quien ges­
tione la cuestión. Como técnico, es mejor quedarse un poco al
margen de esto. Al igual que en el caso de las faltas directas,
debemos dejar que sea él quien actúe según su intuición y sus
sensaciones. Si situamos a un hombre en el primer palo y a otro

— 72 —
en el segundo, sabemos que uno de ellos tendrá trabajo y el otro
no. Es normal que la responsabilidad de decidir con cuál nos
quedamos recaiga principalmente sobre el guardameta.
Para el resto de jugadores, se trata de estar atentos al lanza­
miento del córner y a su continuación. A sí se reducen al máxi­
mo las posibilidades de sorpresa.

LO S TRES TIPOS DE SAQUES DE ESQUINA

- En corto. Se plantea el saque como una combinación en­


tre dos jugadores. Esto mantiene ocupado a un defensor
del equipo rival.
- Con astucia. Se saca hacia el primer palo, donde un ata­
cante prolonga con un cabezazo la trayectoria del balón
para que lo pueda aprovechar un tercer jugador. Si esto
no funciona, lo más normal es que el despeje defensivo
pueda ser aprovechado por el equipo atacante, algo más
lejos de la portería.
- Con fuerza. Hay que sacar el balón hacia el área golpean­
do con cierta fuerza. Los atacantes tienen que acertar a
percutir el balón con la cabeza. Si situamos a un par de
atacantes en el primer palo, el pánico entre los defensores
aumentará.

— 73 —
15

El penalti

¿Quién aguanta mejor la respiración? Esta es la gran cues­


tión cuando se trata de penaltis. Estamos ante una especie de
guerra psicológica entre el lanzador de la pena máxima y el
guardameta rival, una lucha en la que poco o nada tiene que ver
con la técnica. El único elemento técnico que cuenta es si uno
es capaz de golpear el balón con la suficiente destreza para
meterlo dentro de la portería.
¿Por qué? Porque hasta el último instante, el lanzador que
dispare con el interior del pie podrá decidir el ángulo de chut.
Se trata de un factor muy importante en este combate de
respiraciones, donde el portero suele tener la sensación de que
debe proteger una meta muy amplia, mientras que el lanzador
ve la portería demasiado pequeña.
Dicho de otra manera: el lanzador debe ser un estoico, un
hombre con los nervios bien templados. Alguien que, con
un 0-0 en el marcador en un estadio lleno hasta la bandera y un
partido con mucho en juego, sea capaz de ejecutar su pequeña
habilidad sin pestañear. Alguien como Ronald Koeman, Henk
Groot o Gerrie Mühren. N o pienso para nada en aquellos que,
con un 4-0 a favor, quieren meter su golito.
De hecho, esto último no lo soporto. En casos así, siendo
entrenador yo siempre intervenía. Es decir, siempre que yo

— 75 —
tenía la sensación de que alguien quería lanzar un penalti para
salvar la cara.
Yo tenía muy clara una cosa: quien lanza con 0-0 en el mar­
cador, decide el desarrollo del partido. Puede ocurrir que el
jugador que en principio debe lanzarlo no las tenga todas con­
sigo en ese partido y decida abstenerse. Para mí no es ningún
signo de debilidad y me parece más bien un indicio de profe-
sionalidad. Solo en una situación así es el capitán quien debe
asignar el lanzador.

H ay una fórmula estándar para ejecutar la pena máxima.


Asegurarnos siempre de que nos situamos justo detrás del ba­
lón para poder disparar en una dirección o en la otra.
Un jugador diestro que quiera disparar hacia el palo iz­
quierdo deberá golpear el balón con la parte delantera del in­
terior del pie. Si lo que quiere es mandar el balón al ángulo
derecho, deberá golpearlo con la parte posterior del interior
del pie.
Otra posibilidad es chutar con el empeine. La desventaja es
que el portero está en mejores condiciones de evaluar en qué
ángulo puede esperar el balón. A menos que el balón reciba un
pepinazo donde la única dirección buscada sea la portería, a la
manera de Johan Neeskens.
N o obstante, sé por experiencia que los especialistas de ver­
dad prefieren chutar con el interior del pie. Estoy hablando de
ex jugadores de la talla de Ronald Koeman y Gerrie Mühren,
que hubieran sido capaces de transformar catorce de cada quin­
ce penaltis que lanzaran.
Se trata de una habilidad que apenas se puede aprender. O
la tienes o no la tienes. N o estoy convencido de que entrenar
los penaltis tenga mucho sentido. Aquí no se trata de saber si
uno es capaz de chutar un balón o no, porque quien más quien
menos es capaz de hacerlo. N o, aquí se trataría de saber si en
un estadio lleno, bajo un griterío ensordecedor, uno es capaz
de hacerlo eficazmente. Estamos hablando de situaciones que,

— 76 —
como es obvio, son irreproducibles en un campo de entrena­
miento.
El portero tiene otras preocupaciones: aguantar derecho el
máximo tiempo posible para no dejar desprotegido ningún
palo. También están los porteros que, para engañar al lanzador
y hacer que dispare en una dirección determinada, dan un paso
hacia uno de los dos lados para dejar libre el otro, que es hacia
donde esperan que lance el atacante.
Aunque el lanzador no acabe de picar, el movimiento en­
gañoso del portero sí puede haberle provocado alguna duda.
Y en el juego de los penaltis, las dudas son mortales.
O tro aspecto es el de provocar penaltis. H ay jugadores a
quienes se les da muy bien. A mí esta práctica no me supone
ningún problema mientras se mantenga dentro de las reglas de
juego y de un mínimo fairp lay . En general se trata de acciones
muy rápidas lanzadas desde el centro del campo y que son
muy difíciles de parar. Jugadores como Johan Neeskens, Frank
Amesen y Sóren Lerby eran verdaderos especialistas en la ma­
teria.
Otro buen ejemplo es el penalti que provoqué durante la
final de la Copa del Mundo de 1974 ante Alemania Occidental.
Desde el centro del campo, emprendí una carrera hacia delan­
te mientras driblaba. Justo delante del área de castigo, cambié
de ritmo y luego me adelanté el balón para pasar entre la de­
fensa. Por la velocidad que llevaba en ese momento, para el
defensor era imprescindible contactar con el balón, porque en
caso contrario yo hubiera provocado algún problema.
Y así fue. Mi oponente alemán (Uli Hoeness) no llegó a
tiempo al balón y me golpeó la pierna. Debido a mi velocidad,
me tiró al suelo. Fue falta, en absoluto simulada. De estas por
desgracia vemos muy a menudo, y la verdad es que yo no so­
porto el teatro en el campo.
En este sentido, y en lo que a mí concierne, apoyaría sin
reservas un cambio en la normativa disciplinaria que previera
tarjeta roja para el jugador que se dejara caer en el área.
Independientemente de las medidas disciplinarias, una ju­

— 77 —
gada que termine en caída en el área de penalti comporta un
riesgo enorme. El defensor debería reducirlo al mínim o y no
meter la pierna si no está al cien por cien seguro de tocar el
balón. Si no es así, estará pidiendo a gritos que le piten penalti
y no tendrá derecho a lamentarse después de haber contactado
con la pierna de un delantero. Como defensor, solo tienes que
preocuparte de aguantar al hombre y al balón. Son las normas.
En mi segunda etapa con el Ajax, una vez lancé un penalti
a medias con Jesper Olsen. Dejadme ser honesto: en realidad
fue una broma. Con 0-0 en el marcador, ni se nos hubiera ocu­
rrido hacerlo. Pero llevábamos bastante ventaja y el partido
estaba a punto de terminar. N o había tensión, de modo que
intentamos la broma para entretener al público. Y la verdad es
que funcionó.
De hecho fue de las pocas veces en que tiré un penalti. La
verdad es que no tuve muchas ocasiones para hacerlo porque
resultó que tanto en el Ajax (con Henk de G root y Gerrie
Mühren), como en el Barcelona (con Caries Rexach) y en la
selección holandesa (con Johan Neeskens) coincidí con grandes
especialistas en la disciplina.
N os queda hablar del papel que desempeñan los penaltis
para dirimir partidos que han finalizado con empate. N o soy
contrario a la tanda de penaltis. Durante mi carrera he podido
comparar tres variantes de desempate: el lanzamiento de una
moneda, el shootout norteamericano y las tandas de penaltis.
Pienso que es la menos mala de todas las opciones. N o es el
método ideal de desempate, pero tampoco le veo una alternati­
va mejor. Bueno, sí, una: convertir las oportunidades que ten­
gamos mientras se juega el partido propiamente dicho.

N o r m a s b á s ic a s p a r a e l l a n z a m ie n t o
DE PENALTIS

— Quedaos justo detrás del balón para poder disparar a


cualquiera de los dos lados.

— 78 —
Los jugadores diestros que quieran enviar el balón al án­
gulo izquierdo deben golpear la pelota con la parte de­
lantera del interior del pie.
Si queréis que el balón vaya a la derecha, deberéis chutar
con la parte posterior del interior del pie.
También se puede golpear el balón a la manera de Johan
Neeskens: disparar recto con toda la potencia posible.
16

El portero

A lo largo de los años me he ido dando cuenta de que los


porteros se implican con el fútbol de manera un tanto especial.
Simplificando quizás en exceso, mi impresión siempre fue que
estaba hablando con alguien que en casa no oía hablar mucho
de fútbol y sí de deportes como baloncesto, béisbol o balon­
mano. A menudo, de jóvenes, los porteros combinaban la prác­
tica del fútbol con la de alguno de estos deportes.
Cuando cambió el reglamento sobre la cesión al portero, el
gran «solitario» del fútbol tuvo que implicarse más en las tareas
del equipo: en la actualidad el guardameta participa más en el
juego utilizando los pies que las manos.
De ahí que hayamos tenido que adaptar la formación de los
porteros desde los primeros años. Los pies deben ser involu­
crados en el proceso de formación desde el inicio.
Está claro que antes de los doce años de edad, los porteros
presentan problemas especiales, ya que todavía no tienen las
manos preparadas para agarrar un balón reglamentario. Tra­
tarlos como a futbolistas séniors no tiene mucho sentido, por­
que los chicos y las chicas de esta edad no están por ejemplo
capacitados para enviar balones largos. Por eso sus entrena­
mientos deben consistir sobre todo en partidillos y juegos de
posición. Sus compañeros deben actuar activamente al cerrar

— 81 —
los ángulos de disparo a los atacantes y en general a mostrarse
cooperativos.
Pero volvamos al principio, al momento en el cual un chico
empieza a ocupar la posición de portero. Sobre la selección del
guardameta en el seno de estos equipos no tengo mucho que
decir, porque no existen reglas fijas. Que ocupe esta posición
quien tenga ganas de ello. Por otra parte, no soy nada partida­
rio de encasillar tan pronto a los futbolistas. El fútbol tiene la
gracia de que es uno de los pocos deportes que puede ser prac­
ticado por todo el mundo.
Dado que se exige que el portero juegue cada vez mejor con
los pies, se reproduce la situación que se daba cuando de peque­
ños jugábamos en los parques o en la calle: si nadie tenía ganas
de ponerse en la portería, los jugadores se iban turnando para
ocupar la posición del guardameta, y todo el mundo podía di­
vertirse. Com o esta posición vuelve a ser rotatoria y todo el
mundo la ocupa alguna vez, es posible que crezcan de nuevo las
ganas de lucir el número 1 en el dorsal. En los primeros entrena­
mientos de un joven portero hay que evitar ponerle demasiada
presión enseñándole mil cosas. Es mucho mejor irle transmi­
tiendo la información mientras se divierte en su nueva posición.
Una de las primeras cosas que hay que enseñarle es a tirar­
se bien. Un joven portero debe aprender a hacerlo porque de
ese modo no le dolerá. Cuando deja de hacerse daño, aumentan
las ganas de hacerlo bien en la portería y el rendimiento mejo­
ra automáticamente.
En esta fase hay que entrenar ciertas cosas con cautela. En
primer lugar, la visión de la jugada y, por tanto, cómo mover el
cuerpo. Esto significa que no solo hay que saber mirar, sino
que hay que saber moverse.
Entonces viene, claro está, el agarrar el balón, el controlar­
lo y después examinar la situación una vez lo tenemos bajo
control. Ahí va lo básico. Desde ahí podremos avanzar pasito
a pasito. Com o entrenador, hay que tener muy claro que el
portero perfecto no existe. Como tampoco aún no ha nacido
el jugador de campo perfecto.

— 82 —
Fijaos que durante este período la influencia del entrenador
es muy grande. Justamente porque debe ayudar a desarrollar
el talento del joven portero y hay que tener un cuenta muchos
factores.
Entonces viene el cambio, esa época de crecimiento que
experimenta todo chico o chica entre los doce y los dieciséis
años. Uno de los principales problemas de esta edad es la coor­
dinación de movimientos, que es justamente una de las princi­
pales destrezas que debe tener el portero. Lo más fácil es tirar
la toalla y decir que en esas condiciones no se puede hacer más.
Pero como entrenador uno debe saber de antemano qué se
puede esperar de este proceso y cómo aprovecharlo al máximo.
A menudo verá cómo con el tiempo el portero va manejando
la nueva situación y luego retoma su progresión.
También en las etapas posteriores de la vida la formación de
un portero debe tener una orientación muy personal. La fuer­
za y la resistencia necesitan ser entrenadas con los porteros que
realmente vayan muy escasos de estas condiciones. Si el porte­
ro tiene un mínimo de fuerza, mejor poner el acento en otras
cualidades.
Hemos dicho que en los primeros años el portero se debe
formar en la visión de juego, el movimiento de su cuerpo y el
agarre del balón. Una vez dominadas estas facetas, podremos
empezar a entrenar la flexibilidad y la técnica.
A medida que vamos creciendo, jugamos cada vez más rápi­
do y entonces hay que empezar a formar el control del ritmo.
Quiero decir que hay unas diferencias en el tiempo de acción que
hay que distinguir. Por ejemplo, se nota cuando un portero es
profesional por su falta de precipitación. Controlar el tiempo de
reacción es importante para el portero. Es una habilidad que está
directamente relacionada con el cultivo de una cierta paz interior.
Tenemos a un portero en su última fase de formación. Ase­
gurémonos primero de que los principios básicos que le ense­
ñaron siendo un niño los tiene bien asimilados. Cuanto más
claros los tenga, más confiado será y más tendrá esa tranqui­
lidad interior tan importante. Y cuanta más tranquilidad, más

— 83 —
control de las situaciones y mejor organización defensiva bajo
su liderazgo.
Acabo de señalar que el portero perfecto no existe, del mis­
mo modo que no se puede describir al portero estándar. Si
pudiéramos vivir cien años más y evaluar entonces cómo serían
los porteros del futuro, veríamos que sus características no tie­
nen nada que ver con las de los porteros de ahora. El portero
de colocación, el portero técnico, el portero imbatible por los
flancos, el portero con capacidad para dirigir la defensa... Para
gustos, colores.
Mis preferencias en este terreno creo que son bien conoci­
das. Por mi formación ofensiva, siempre busco porteros que
hagan bajar a defender lo menos posible a su equipo y que por
tanto sean porteros activos.
Alguien que irradie mucha tranquilidad y que no necesite
de muchas paradas para entrar en el partido, porque solo tenga
que intervenir entre dos y tres veces por partido. Alguien que
no solo sepa parar con las manos sino también jugar con los
pies, con buen sentido táctico y capacidad de liderazgo.
Claro que, más allá de todas estas cualidades, su tarea es y
seguirá siendo evitar los goles.

C in c o in d ic a c io n e s

1. Pimero aseguraos de que el balón no entre en la portería.


Cómo lo habéis conseguido, es algo que ya analizaréis
en segunda instancia.
2. Aseguraos de tener bien aprendidos los aspectos técnicos
básicos del buen portero.
3. Organizad la retaguardia.
4. Intentad asimismo pensar como jugadores de campo. Con
las nuevas normas también podéis jugar, o sea que inten­
tad dominar el control del balón y aprended a pasarlo.
5. Mantened siempre la calma. Cuanto más parezca que lo
tenéis todo bajo control, mejor para el equipo.

— 84 —
17

Los defensas laterales

Un defensor es alguien que, en primer lugar, debe deshabi­


litar al oponente. Esto vale tanto para el lateral derecho, el cen­
tral, el último hombre y el lateral izquierdo.
Para cada posición existen varios tipos de habilidades. Un
lateral zurdo puede ser de tipo Berry van Aerle o alguien como
Dani Alves. He ahí una buena diferencia. Pero para todos rige
la misma norma: desactivar en primer lugar al oponente y des­
pués, para entendernos, jugar al fútbol.
En el capítulo anterior he apuntado que para seleccionar a
un portero no existen reglas fijas. La naturaleza debe hacer su
trabajo, así que mejor dejar que sea el chico quien espontánea­
mente decida convertirse en guardameta.
En cuanto a los laterales, la cosa no cambia mucho. En rea­
lidad no hace falta buscar mucho a un lateral. Basta con mirar
un partido de chicos o chicas y fijarse un poco. Es algo que no
está escrito en ningún papel: como aficionado al fútbol, uno los
reconoce enseguida.
Estamos hablando de los defensas propiamente dichos. En
una fase posterior ya tendremos ocasión de referirnos a los
extremos que han abandonado momentáneamente su posición
y que después tienen que bajar para recuperarla.
Lo bueno de los dos tipos de lateral es que uno complemen-

— 85 —
ta al otro. Uno es un mordedor, es rápido y fuerte y opera en
una mitad del campo. El otro está dotado técnicamente, actúa
con mucha libertad y tiene sentido táctico.
Dado que el entrenamiento consiste principalmente en pre­
servar los puntos fuertes y minimizar los débiles, uno debe apren­
der de las fortalezas del otro. Dejad que durante los entrenamien­
tos el lateral defensivo muestre al ofensivo cómo no perder la
posición, mientras que el segundo puede mostrar al primero
cómo afrontar el uno contra uno. Volveré sobre ello más tarde.
Primero me gustaría hablar de lo que para mí son las cuatro
condiciones básicas que debe reunir el lateral. En primer lugar,
un buen lateral tiene que ser rápido; después, tiene que saber
entrar al oponente; gozar de una buena condición física, y su­
marse al juego creativo con criterio.
A partir de los diez años ya podemos iniciar la formación
de un buen lateral. Al igual que el resto de jugadores, deberá
empezar trabajando las habilidades del balón. Un lateral debe
desarrollar una técnica funcional. Aprender de la manera más
sencilla posible a detener un balón y a sacarlo jugando.
Un lateral que por ejemplo retrase un balón a su portero
dándole efecto al esférico pondrá a su compañero en un pro­
blema. El portero tiene una gran necesidad de controlar el ba­
lón y no podemos complicarle la vida. En este sentido, soy un
gran partidario de la técnica inglesa: hay que enviar balones
fuertes y limpios a los compañeros, e intentar jugarlos nada
más recibirlos, sin tener que controlarlos.
Uno de los métodos de entrenamiento más útiles para me­
jorar la técnica funcional es el llamado rondo. Entre ocho y
diez jugadores forman un gran anillo dentro del cual dos juga­
dores intentan hacerse con el balón que en principio controlan
los de fuera. En realidad, con este método se pueden tratar
todos los aspectos del fútbol que se quieran. Hay que empezar
de manera simple y, en la medida que aumente la destreza de
los jugadores, ir incrementando las dificultades.
Es fundamental la actitud con la que los jugadores empren­
den un rondo. ¿Están con el ánimo bromista o tienen ganas de

— 86 —
tomarse el ejercicio en serio? Dicho de otro modo: ¿están más
preocupados por reírse del compañero que falla o por ayudar­
le cuando se ve muy presionado? Esta es también la diferencia
entre retrasar un balón hacia el portero con efecto o pasarle la
pelota bien limpia. Quizá quien tira el balón con efecto eso le
saque de un aprieto, pero no ganamos nada si le creamos difi­
cultades al compañero.
En el rondo empezamos por pasarnos el balón a un solo
toque. Los dos jugadores del centro se verán superados la ma­
yoría de las veces. Si estrechamos el círculo para hacer el ejer­
cicio más difícil, aumentan las posibilidades de falta. Así pues,
el rondo nos da la posibilidad de mejorar muchos aspectos de
nuestro juego, porque no solo mejoran las habilidades técnicas,
sino que también se incrementa la velocidad de pensamiento.
Justamente para estimularla, en un momento dado podemos
introducir a un tercer jugador en el centro del círculo. La gra­
cia del ejercicio es que el jugador que tiene el balón no ve nun­
ca al tercer hombre porque su campo de visión queda reducido
a solo dos defensas. Se pueden introducir más variantes, por
ejemplo, obligando a jugar solo con uno de los dos jugadores
que tienes al lado, u obligar al tercer hombre que toca el balón
a hacerlo con la izquierda.
Pero las cosas aún son más difíciles para los jugadores de
dentro del círculo. Cuando todo el mundo se haya involucrado
plenamente en la idea del rondo, cread un cuadrado de 16 x 16
en el área de penalti. Con un poco de fantasía, se pueden intro­
ducir docenas de variantes. Mi experiencia me dice que todos
los futbolistas, primerizos y veteranos, disfrutan con ello.
Hasta ahora hemos hablado del rondo más bien desde el
punto de vista del juego de construcción, pero está claro que el
papel que juegan los dos o tres jugadores del centro es mera­
mente defensivo. Su trabajo es perseguir el balón, y para este
desempeño también existen tres reglas básicas:

- N o hay que seguir nunca el cuerpo del oponente, sino el


balón.

— 87 —
- Intentad meter al atacante en una situación donde como
defensor tenga todas las de ganar. Eso puede ser obligán­
dole a colocarse por el lado de su pierna buena, o arrin­
conándole de alguna manera.
- Entrad al atacante (tackle ).

A algunos esto último les puede sonar raro dicho por mí,
porque en algunos niveles se ha discutido la posibilidad de
eliminar el tackle del fútbol. Yo me opongo a ello, porque con­
sidero que un tackle bien realizado es parte sustancial de este
deporte.
Para entrenarlo, hay que encontrar a chicos o chicas que
tengan ganas de probarlo.
El objetivo es robar el balón del contrario estirando la pier­
na. Se considera un último recurso, solo hay que recurrir a él
cuando estemos seguros de que contactaremos con el balón. Si
no es así, perdemos nosotros, porque nos habremos quedado
en el suelo, inhabilitados para defender esa jugada.
Con la entrada ocurre lo mismo que con una falta bien ti­
rada. Cuanto mejor lo hagamos, mejores serán las sensaciones.
Si se hace bien, el contacto del cuerpo con el suelo es mínimo.
Uno debe deslizarse sobre una parte del muslo y una nalga, con
una pierna doblada debajo del cuerpo y con la otra, la de arriba,
dirigiendo el impulso. Lo bueno es que si lo hacemos bien, nos
podemos volver a poner de pie enseguida.
La buena entrada se consigue después de bastante práctica.
A mí se me daba bien porque de pequeño jugué bastante al
béisbol, un deporte donde en muchas ocasiones se requiere
deslizarse.
N os queda la última habilidad que define al buen lateral: el
juego posicional. Se trata básicamente de una cuestión de in­
tuición, que en principio no está tan desarrollada por los late­
rales más puramente defensivos. Subir el balón por la banda es
algo que se le da bastante mejor al lateral de corte ofensivo. La
forma más eficaz de entrenar esta capacidad es mediante la
presión y la salida con el balón controlado. Primero se puede

— 88 —
ejercitar a un ritmo lento (el jugador que sube con el balón lo
toca un mínimo de dos veces) para después ir incrementando
la velocidad (el jugador solo puede golpear la pelota dos veces
antes de llegar arriba).
Es probable que el equipo rival juegue con dos extremos. En
ese caso, ambos laterales deben saber guardar su posición. Es
tarea del entrenador conseguir que sus jugadores mantengan la
concentración y la intensidad defensiva durante todo el partido.
La principal tarea del juego posicional del lateral es dar apo­
yos. N o solo hay que reducir el espacio del que pueda disponer
su oponente, sino también vigilar la parte interior, para que su
oponente desde la banda no entre en zonas más pobladas del
campo. De lo contrario, el campo continúa siendo demasiado
grande y eso juega a favor del atacante.
Siendo más concretos: si el rival dispone de dos atacantes,
uno de ellos atacará por fuera y el otro lo hará por el centro.
De ahí que se quede un lateral libre, el cual puede ayudar al
defensa a cerrar por el medio. El peligro de ser superados por
un pase en profundidad ya no se antoja como una amenaza. Si
todo el mundo hace lo que tiene que hacer, el defensa libre
siempre será la mejor opción, porque es quien más cerca se
mueve del portero.
La máxima expresión de la defensa zonal es cuando los dos
atacantes se quedan atrapados como en un bocadillo, tan ce­
rrados que ningún compañero puede buscar jugada con ellos.
Es otra manera de defender, que solo pueden llevar a cabo ju­
gadores de élite.
Al principio de este capítulo he hablado de dos tipos de la­
terales. La diferencia entre el tipo Berry van Aerle / Wim Suur-
bier y el tipo Frank de Boer / Dani Alves es más o menos evi­
dente dependiendo de si el rival juega con dos o tres delanteros.
Ante tres delanteros, el lateral defensivo se abrirá mucho al flan­
co, mientras que enfrente de dos delanteros el tipo de lateral De
Boer / Alves es más provechoso. Si uno dispone de ambos tipos
de laterales, tiene que estudiar muy bien antes de un encuentro
a qué tipo alinea.

— 89 —
Berry van Aerle pudo, basándose en su velocidad, corregir
muchas de sus tendencias, y además en sus duelos personales
era más fuerte que Frank de Boer, que no era excepcionalmen­
te rápido y debía suplir esta carencia con buena colocación. De
Boer era superior en cuanto al juego creativo.
En la actualidad esto no hubiera sido un gran problema para
Alves, a quien se le piden más cualidades de delantero que de
creador. Esto tiene que ver mucho con el hecho de que hoy en
día hay muchos equipos que solo juegan con dos delanteros
que atacan por el centro. Entonces se trata de decidir qué po­
sición ocuparán ambos laterales. Uno se quedará atrás a defen­
der y el otro se sumará al ataque como un delantero extra. .
Si hay poco espacio porque el rival presiona, obtendremos
más de un lateral que sepa marcar al hombre y pueda recuperar
balones. Si tenemos espacio porque el rival se queda a esperar
atrás, un lateral que sepa apoyar a la delantera y tenga menta­
lidad ofensiva nos será de mayor utilidad.
Justamente la naturaleza especializada de ambos tipos de
lateral —en sí misma muy valiosa— impide que tengan un sitio
seguro en un equipo de primer nivel como la selección de H o­
landa. Precisamente porque dependerá mucho de qué tipo de
rival tenga uno enfrente para que uno u otro lateral tengan su
sitio en el equipo.
A la inversa, como entrenador del FC Barcelona planteaba
mi frente de ataque en función del tipo de defensa que me iba
a encontrar, y buscaba los jugadores ideales para contrarrestar­
la. Contra alguien como Frank de Boer hubiera alineado a un
jugador de gran profundidad como Goicoechea, que hubiera
obligado a De Boer a concentrarse en tareas de mareaje.
Pero ante Berry van Aerle hubiera escogido a Michael Lau-
drup, un jugador con más movilidad en todo el campo y que
solía buscar combinaciones tanto con el ataque como con la
defensa. Es decir, un jugador que obligara a Van Aerle a mo­
verse de su posición.
Ya veis como la posición del lateral da mucho más de sí de
lo que cabía pensar en principio. Es injusto minusvalorar la

— 90 —
labor que realizan los laterales, porque de algún modo se des­
precia su aportación al trabajo de todo el conjunto. Como ocu­
rre en otros aspectos del fútbol, al final se gana por detalles
como saber valorar la aportación de un lateral.

C in c o a p u n t e s

1. Trabajad sobre una técnica funcional tanto con la iz­


quierda como con la derecha.
2. Trabajad para dominar el juego posicional.
3. Entrenad las entradas al rival.
4. Tener velocidad es indispensable.
5. Trabajad el cabeceo para adquirir una buena técnica.

— 91 —
18

El defensa libre

De todos los jugadores que forman la zaga, el defensa libre


es, como su nombre indica, el que goza de mayor libertad. Por
eso mismo, es un tipo de jugador que tiene que ser extremada­
mente versátil. Debe ser posicionalmente competente, tener
buena técnica con el balón en los pies, capacidad de empuje,
dotes organizativas, saber jugar el uno contra uno y tener ca­
pacidad para dar buenos pases.
Com o ciempiés del fútbol que es, el libre suele ser de los
mejores jugadores del equipo. A menudo se trata de un cen-
trocampista que ha retrasado su posición.
Estamos ante un verdadero defensa libre, que es el término
que a mí me gusta utilizar. Lo prefiero a libero y a último hom­
bre, que son términos que no acaban de denotar el valor dife­
rencial de esta posición.
Los hay de dos tipos. Tenemos al defensa de puro estilo
italiano, que en mi opinión no acaba de merecer la denomi­
nación de defensa libre porque no tiene libertad total para
subir el balón y buscar la jugada. El segundo tipo es el defen­
sa libre que ocupa un papel central en el equipo debido a su
versatilidad.
Por muy atrás que juegue y tenga que desempeñar labores
de mareaje, el principal papel del defensa libre es cohesionar al

— 93 —
equipo. Trabaja para que los laterales no se queden detrás de él
y lleva la última línea de defensa tan adelante como le sea po­
sible, para que el equipo forme un todo y no un conjunto de
dos grandes piezas mal ensambladas. Está claro que si el equi­
po está volcado al ataque, el que muchos jugadores se queden
atrás es letal, ya que el rival podrá aprovechar la separación
entre nuestras líneas para jugar con peligro.
Dado que el defensa Ubre trabaja constantemente para que
la interacción entre la defensa y el ataque sea óptima, es lógico
que muchos de los mejores defensas Ubres de todos los tiempos
hayan sido antes centrocampistas. Ahí están los ejemplos de
Franz Beckenbauer, Franco Baresi, Ronald Koeman y también
de Ruud Krol, que había llegado a actuar como interior dere­
cho.
En categorías inferiores, la formación de un defensa libre
puede comenzar muy tempranamente. Existen dos maneras de
fomentar que un futbolista joven madure como defensa libre.
La primera consiste en que, en un partido donde el rival alinee
a tres delanteros, igualemos el número de efectivos de nuestra
defensa con el de su ataque. Es decir, con dos laterales y un
defensa libre. El peligro es que debido a la natural inercia de
contar con un defensa central, nos juegue malas pasadas y per­
damos el partido. Pero también habría que tener mala suerte.
Se trata sobre todo de saber dirigir al equipo evaluando las
múltiples opciones de juego disponibles. El otro método es
permitir que el defensa libre ocupe un rato una posición central
en el centro del campo. Esto es, con mucha gente a su alrededor
para obligarle a entrenar su velocidad de pase.
De esta manera se desarrollarán con naturalidad tanto sus
cualidades defensivas como su velocidad operativa. D os cuali­
dades que se perderían si a este jugador de talento lo hiciéramos
jugar como puro último hombre.
Durante el proceso de aprendizaje entre los diez y los doce
años, no podemos exigir al niño que haga las mismas cosas que
Ronald Koeman en sus mejores tiempos. N o es realista esperar
que un niño de esta edad haga un pase en profundidad hacia

— 94 —
una banda. Solo, quizá, que vea la posibilidad de hacerlo, por­
que el físico no le acompaña para conseguirlo, pero si sabe
identificar el momento y la oportunidad para efectuar un pase
de este tipo, estaremos en la buena dirección.
Reconocer las oportunidades es una cualidad esencial de un
buen defensa libre. Cuantas mas cosas vea, menos tendrá que
defender. Por eso en un momento dado se llega a la fase en la
que la combinación defensa libre / centrocampista defensivo
(medio centro) se hace imprescindible para liberar al defensa
libre de las tareas de mareaje. Pensemos en la vanante Danny
Blind-Wim Jonk. D os futbolistas tan buenos en el juego posi-
cional, que no esperaban a los delanteros por atrás, smo que los
cubrían por delante. El delantero rival quedaba encajado entre
el defensa libre Danny Blind y el medio centro Wim Jonk.
Hablando con propiedad, nadie lo marcaba, pero el juego po-
sicional de sus dos oponentes impedía que recibiera el balón en
condiciones y neutralizaba su peligrosidad.
Ya veis que soy muy partidario del tipo de combinación
Blind-Jonk en el Ajax, Koeman-Guardiola en el Barcelona, o
aun Koeman-Jonk de la selección holandesa. Sobre todo por­
que habían comportado la transformación de un «delantero»
en un «defensa», cosa que favorecía la creación de juego.
Debido a las mejores cualidades futbolísticas del equipo, se
pierden menos balones. En vez de tener que recuperarlo, pon­
gamos, cincuenta veces, solo hace falta que trabajemos duro
para recobrarlo veinte veces. Y esto solo puede significar menos
esfuerzo defensivo.
Ahí reside también la diferencia entre un equipo de altísimo
nivel y un equipo bueno. Pongamos por caso el A C Milán y el
Inter de Milán de los años noventa. Las diferencias de calidad
no había que buscarlas entre sus delanteros, sino entre sus de­
fensas. Mientras que los zagueros del Inter no tenían dotes
ofensivas, Maldini, Tassotti y Baresi eran capaces de marcar
goles importantes.
Esta diferencia también se pudo apreciar en el período
1977-1984, cuando el poder del Liverpool era incontestable en

— 95 —
Inglaterra y también en Europa, donde consiguió cuatro cetros
continentales. Mientras que los equipos británicos jugaban con
un único futbolista técnico en el centro de la defensa, el Liver­
pool siempre alineaba a dos.
Son precisamente este tipo de jugadores los que determinan
el escenario de un partido. Dado que Ronald Koeman era capaz
de dejar atrás con sus pases largos a cuatro, cinco e incluso seis
rivales, los delanteros de su equipo podían concentrarse en me­
ter el balón en la portería. La gracia de estas jugadas tan eficien­
tes (que cuanto más rápidas mejor) era como la de los cuchillos
que cortan igual por ambos lados. En primer lugar, muchos
jugadores se podían lanzar al ataque para recibir los pases de
Koeman, por lo que este tenía más opciones de pase. En segun­
do lugar, el equipo era más peligroso.
Claro que si el resto de jugadores no piensa en la misma
dirección que el defensa libre, es como dejar que un buen ju­
gador quede atrapado en el hielo. Por buenos que fueran Franz
Beckenbauer, Ronald Koeman y Franco Baresi, sin buenos
compañeros de equipo se hubieran quedado en poca cosa.
Si el resto del equipo no tiene ningún sentido de la antici­
pación respecto de las acciones del defensa libre, el juego de
todo el equipo se resiente. Cuando pasa esto, se suele cargar
todo el peso de la responsabilidad sobre aquel. Las críticas
que Koeman recibió en su día por sus actuaciones con la se­
lección holandesa son un buen ejemplo de ello. N o mucha
gente vio que no era Koeman la fuente del problema, sino el
resto del equipo. Y es que probablemente no entendían hasta
qué punto se pueden explotar las cualidades de un buen de­
fensa libre.
Cuando un tipo como Koeman conduce el balón, el equipo
rival tiene que preocuparse por desbaratar alguna de las tres
líneas de pase: la del hombre que tiene al lado, el centro del
campo y las bandas. Si se rompe alguna de estas tres, el defensa
libre puede tener problemas.
Esto indica hasta qué punto la actuación del defensa libre
depende del trabajo de equipo. Aparte de su talento.

— 96 —
C in c o apuntes

1. Saber pasar el balón es un requisito.


2. Trabajad para ser ambidiestros.
3. Debéis ir bien por alto.
4. Cohesionad al equipo.
5. Buscad la versatilidad: debéis tener buen juego posicio­
nal, pero también tenéis que saber defender el uno con­
tra uno.

— 97 —
19

El centrocampista defensivo

Se trata de una denominación que prefiero a otras. Un ju­


gador alineado por delante de la zaga para mí es un centrocam-
pista defensivo, alguien que por otro lado debe hacer algo más
que simplemente parar al delantero rival. La práctica ha ido
reforzando este matiz. Cuando un rival te ataca con dos delan­
teros, necesitas alinear una defensa de tres. Para no acortar de­
masiado el centro del campo, necesitas desplazar a uno de
tus cuatro defensas, y este es lo que también es conocido como
medio centro.
Se trata de una figura que se mueve por el centro y que debe
saber hacer muchas mas cosas que sombra al rival. Se le exigen
cuatro características básicas. En primer lugar, debe saber cabe­
cear el balón razonablemente bien. También debe saber defen­
der razonablemente bien, por lo que necesitará tener buen
juego posicional. También tiene qüe saber jugar bien el balón:
cuanto menos lo pierda, menos tendrá que defender. Y final­
mente, debe tener una gran visión de juego.
Esto último es importante porque el flujo de la creación de
juego pasa inmediatamente por él. Debido a la anchura del
campo (alrededor de sesenta metros), para la mayoría de juga­
dores resulta difícil pasar de un solo toque el balón de una
mitad del campo a la otra. El centrocampista defensivo sirve

— 99 —
entonces como enganche y, a partir de ahí, puede jugar hacia la
derecha o hacia la izquierda. Es importante que sea muy efec­
tivo y por tanto debe apoyarse en una técnica fiable. Cuanto
más rápido sepa mover el balón, más efectivo será. Cuantos más
toques para pasar el balón, más se retrasará el juego del equipo
y más predecible resultará a ojos del rival.
Concretando un poco más, si el centrocampista defensivo
no hace bien su trabajo, tendrá que ser el primero en cortar el
contraataque del equipo rival. Si lo hace bien, su equipo goza­
rá casi siempre de ventaja ofensiva. En resumen, es una pieza
fundamental dentro del equipo.
Al igual que ocurre con el último hombre, no tiene mucho
sentido hacer jugar en esta posición a un joven futbolista en
plena formación. El jugador debe desarrollar primero una bue­
na técnica antes de convertirse en un buen centrocampista de­
fensivo. Al igual que el defensa libre, el centrocampista defen­
sivo debe estar capacitado para jugar en una zona central del
campo. Esto es, con mucha gente alrededor, donde resulta fun­
damental una rápida capacidad operativa.
Superada esta fase, el chico o chica ya puede ser «descubier­
to» en función de esta posición. Al final, se trata de encontrar
a un chico o chica con buena técnica, buena visión de juego y
no demasiada velocidad. Alguien que sabe jugar bien con la
pelota en los pies, pero que tendría problemas para superar a
un oponente en el uno contra uno. Un jugador, en definitiva,
que tiene que encontrar soluciones para jugar con eficacia. Al­
guien que no es rápido corriendo, pero que es rápido actuando.
Tener a jugadores como Gerrie Mühren y Aron Winter en esta
posición no tendría sentido, porque muchas de sus cualidades
quedarían ocultas, y esto sería un pecado. Es más bien una
posición reservada para gente como John van den Brom o Wim
Jonk, hoy retirados, o para el actual Busquets. N o son muy
rápidos, pero compensan esta carencia con una gran eficiencia
operativa. Todo gracias a su buena técnica y visión de juego.
Por supuesto que existen posibles variantes a este esquema.
Tanto el Ajax como el Barcelona han empleado muchas veces

— 100 —
defensas de tres, donde el medio centro actuaba como un cen­
trocampista defensivo puro. El A C Milán convirtió a veces a
uno de sus laterales en un cuarto centrocampista, mientras que,
aun habiendo recuperado el balón, un defensa central tipo Cos-
tacurta continuaba encargándose de marcar al delantero centro
rival. Cuando en el A C Milán los impulsos ofensivos no eran
conducidos por Maldini o Tassotti, el equipo necesitaba a gen­
te tipo Frank Rijkaard. También les habría venido bien Pep
Guardiola, que estaba en el Bar^a.
Y luego está el sistema holandés, donde sin posesión tene­
mos a cinco hombres en la defensa, y con recuperación a dos
laterales ocupando las alas del centro del campo.
Pero bueno, independientemente de la manera en que yo
utilice un medio centro, es fundamental que, además de una
buena técnica y una buena visión, se coordine bien con el de­
fensa libre y el centrocampista ofensivo. Debe estar constan­
temente en contacto con estos dos para determinar si es mejor
que el equipo vaya hacia delante o conserve sus posiciones.
En su papel defensivo, el medio centro, en colaboración con
el defensa libre, se asegura de que el delantero centro del equi­
po rival sea defendido por delante y por detrás. Es como si el
delantero quedara embutido entre dos rebanadas de pan, como
en un bocadillo. Es una buena manera de defender, y no solo
requiere de una buena comunicación, sino también de una dis­
ciplina de hierro. Y para ello se necesita, además de calidad,
mucho trabajo en el entrenamiento.
Cuando uno es entrenador, recibe muchas preguntas de los
jugadores más conscientes. Es crucial saber responder con ra­
pidez. Una pregunta que siempre me hacían era sobre lo que
había que hacer en caso de que el delantero rival se moviera con
libertad. Mi respuesta siempre era recordar que muy pocos
delanteros saben que hacer estando solos. A partir de esta idea,
empezábamos a trabajar el sistema defensivo.
Si se efectúa correctamente el juego posicional, la distancia
entre el medio centro y el defensa libre no será nunca superior
a los 15 metros. El delantero rival se moverá entre ambos. En

— 101 —
ese espacio de unos diez metros es casi imposible recibir un
pase largo desde el aire y también es muy difícil superar por
arriba a un defensa de metro ochenta.
Cuando los dos defensores están bien posicionados, tam­
bién es casi imposible que el delantero reciba un pase largo a
ras de suelo. Por mucho que el delantero se mueva, siempre se
encontrará a uno de los dos defensas, ya que no estarán sepa­
rados por más de cuatro o cinco metros.
Si un delantero solo es marcado por delante, siempre reci­
birá por el suelo, y esto es justamente lo que se trata de evitar.
Dejadme recordar que cuando entrenaba al Barcelona nunca
llegó a portería un delantero con el balón controlado desde
atrás.
Un entretenimiento al que me he aficionado a lo largo de
los años es fijarme en delanteros que maniobraban en situa­
ciones que les resultaban incómodas. Fijaos en que los arietes
británicos siempre buscan el contacto con un defensa. Así que
mejor no poner a nadie. Es gracioso ver cómo entonces el
atacante pierde el sentido de la orientación. Al no notar enci­
ma a ningún defensa, pierde el sentido de la orientación y deja
de ser un problema.
Vale lo mismo para un delantero rapidísimo y tan hábil
como Wayne Rooney. Ponle encima a un defensa y durante el
partido se te escapará un par de veces. Es mucho mejor que se
las vea con una defensa de tres, y que se dedique a defenderle
el defensa que en ese momento tenga más cerca. Para salir ai­
rosos de este tipo de defensa, es importante no entrar al rival
enseguida, y centrarse más bien en sus compañeros y en cerrar
los espacios.
Las distancias en la defensa son muy importantes. Para con­
seguirlo, se necesitan defensores que sepan jugar el balón y una
organización sólida. Defended en situación de uno contra uno
dentro de un espacio de cinco metros. Veréis que para el delan­
tero resulta muy difícil manejar bien el balón. Mientras que
vuestros colegas se aseguren de que el espacio entre vosotros y
ellos siga siendo pequeño, no habrá problema.

— 102 —
La delantera rival no puede hacer mucho daño mientras el
centrocampista defensivo posea las cualidades que le faltan al
defensa libre. De este modo dispondremos de una zona central
del campo que podremos considerar segura. La tarea de ambos
jugadores será juntar las líneas del equipo y organizar el juego
posicional.
Al igual que «todos» los defensas, debe tener un sentido de
la propiedad colectiva. Al igual que los laterales y el defensa
libre, el centrocampista defensivo debe saber defender por de­
trás de su espalda. Dado que pocos jugadores saben hacerlo, ya
tenemos una pista de por qué los sistemas tácticos desde hace
cuarenta años se han ido volviendo más defensivos. Así que
todos los defensas deben ser entrenados desde el principio para
ser versátiles.

C in c o a p u n t es

1. Las cualidades ofensivas son un requisito esencial.


2. Tenéis que basar vuestro juego sobre una técnica sobria.
3. Tenéis que saber cabecear.
4. Tenéis que dominar el juego posicional.
5. Saber pasar bien el balón es obligatorio.

— 103 —
20

El interior izquierdo

Aunque cada posición en el campo tenga su encanto propio,


yo tengo mi favorita particular. Siempre he tenido apego al
puro interior izquierdo. En mi equipo, el número 10 siempre
estaba reservado al mejor futbolista zurdo.
También históricamente se trata de un número que ha per­
tenecido a jugadores especiales. A estilistas particulares con un
papel clave en el juego del equipo. Brasil ha dado una buena
cantidad de jugadores en esta posición, como Gerson y Rive-
üno, pero Holanda, con Wim van Hanegem y los hermanos
Gerne y Arnold Mühren, también puede estar orgullosa de
haber producido alguno.
Al pensar en ello me doy cuenta de lo sorprendente que es
que Brasil y Holanda precisamente hayan dado un número tan
grande de jugadores excelentes. Quizá tenga algo que ver con
la cultura específica de ambos países. Culturas que valoran los
grandes logros artísticos y que quizá por ello reserven un sitio
a los zurdos de oro. Siempre me ha encantado esta posición y
siempre la he cuidado. Así que como entrenador del Ajax y del
Barcelona hice que el equipo jugara siempre con tres puntas,
con el rol de proveedor de balones principal asignado al interior
izquierdo, que no debía trabajar tanto como los demás juga­
dores.

— 105 —
Por eso siempre me ha parecido una lástima que en Holan­
da el interior izquierdo esté en peligro de extinción, quizá por­
que también lo está la visión típicamente holandesa del fútbol.
También veo que el interior izquierdo, en vez de tener que
trabajar menos, cada vez trabaja más. De futbolista ha pasado
a ser un atleta, cubriendo grandes distancias y repartiendo ba­
lones por doquier.
Como entrenador, esto me parece un pecado, y de ahí que
no esté dispuesto a aceptar este cambio. Bajo mi mando, el
interior izquierdo siempre disponía de un delantero para él,
porque así podía recuperar su papel de toda la vida.
En mi visión del fútbol, el interior izquierdo tiene un rit­
mo de carrera razonable, defiende razonablemente bien y jue­
ga increíblemente bien al fútbol. Es un futbolista capaz de dar
pases mortales y pases al hueco. Un futbolista que no juega
justo detrás del extremo izquierdo, sino por la parte interior
del pasillo del lateral izquierdo. De ahí que no solo pueda
hacer triangulaciones con el extremo y el lateral de la banda
izquierda, sino que también pueda triangular con el lateral iz­
quierdo y el medio centro. Es el guardián del juego posicional,
por lo que además de sus cualidades técnicas también tiene
una gran visión del conjunto, porque las posiciones a su alre­
dedor también cambian mucho atendiendo al movimiento del
balón.
Por lo general, tiene que vérselas con un oponente en posi­
ción simétrica. En la mayoría de clubes el centrocampista de­
recho es un jugador con una gran profundidad que se mueve
mucho y rápido. Por eso, para poder ganarle la partida, el in­
terior izquierdo en situación de defensa tiene que ser vivo y
estar siempre al quite. La zona del interior izquierdo debe ser
segura y por eso el duelo entre estos dos tipos de futbolista es
tan emocionante.
¿Cóm o se distingue a un interior izquierdo? Pues es tan
fácil como eso. Es un tipo de jugador que se distingue él solo.
Generalmente, es alguien que pide el balón, que disfruta jugan­
do y que tiene una buena visión de juego. Una diferencia crucial

— 106 —
con el extremo izquierdo es que no descansa después de cada
acción.
También hay que notar que los extremos sin buen disparo
se conviertan en laterales izquierdos y no en interiores izquier­
dos. Si como extremo izquierdo no destacas por tu técnica,
como interior izquierdo tendrás problemas. Generalmente se
encuentran más laterales izquierdos. En Holanda, Theo van
Duivenbode y Hugo Hovenkamp fueron ejemplos de esta re­
conversión exitosa allá a principios de los setenta.
En capítulos anteriores he ido repitiendo que no pasa nada
si durante el entrenamiento los jugadores van cambiando de
posición. De este modo, algunas cualidades que nos habían
pasado desapercibidas en ciertos jugadores, pueden salir a la
luz. La excepción a esta norma es el interior izquierdo. Porque
no me puedo imaginar a jugadores como Van Hanegem, Müh­
ren y Rivelino cambiando de posición. A jugadores como estos
hay que dejarlos ir madurando en su posición de inicio.
En los entrenamientos, puedes trabajar con el interior iz­
quierdo para mejorar su posesión del balón y acelerar su ritmo.
Algo que se puede hacer como entrenador de categorías infe­
riores es insistir para que se conviertan en jugadores ambidies­
tros. Bueno, la verdad es que siempre ha sido una ilusión mía
que ha resultado vana. Uno se sienta y se conforma con ver que
el jugador se siente más cómodo y seguro utilizando su pierna
izquierda sin grandes fiorituras. Hasta que un día vuelve a apa­
recer esa pierna de seda que más que tener un pie parece llevar
un guante. Un instrumento dorado donde parece que el costa­
do interior funcione un poco menos bien que el exterior. Uti­
lizan solo una pierna, pero aun así son mejores que otros con
las dos piernas.
H a quedado bastante claro que me encanta este tipo de
jugador. Son muy especiales en muchos aspectos. Todo empie­
za con esa manera tan suya de caminar. Un poco como si nada
fuera con ellos, aunque después, durante el partido, no se note
ningún desapego. L o bueno es que su manera de jugar nace en
realidad de su amor por el juego. De ahí que en general sean

— 107 —
futbolistas que aguantan mucho tiempo en este deporte. Juga­
dores como Van Hanegem, Rivelino, Gerson, Mühren y Charl-
ton ya habían superado con mucho la treintena y seguían sien­
do fijos en sus selecciones. Como jugaban muy bien al fútbol
y tenían una gran visión de juego, jugaban con eficiencia y
duraron más tiempo.
Desgraciadamente, y al igual que los extremos, son jugado­
res condenados a la extinción. Es un proceso contra el que voy
a luchar con uñas y dientes, con la esperanza de que con el
tiempo pueda convencer a mucha gente de que el clásico inte­
rior izquierdo no es algo que deba pertenecer al pasado del
fútbol. Y que el dorsal con el número 10 no pase por todos los
jugadores de la plantilla, sino que tome residencia en el único
tipo de jugador que siempre se lo ha merecido.

C in c o a p u n t e s

1. La base es una buena técnica.


2. Tiene que saber chutar bien tanto con el exterior como
con el interior del pie izquierdo.
3. Debe tener un buen disparo.
4. Tiene que tener un ritmo de carrera razonablemente
bueno.
5. Tener buena visión de juego es requisito necesario.

— 108 —
21

El interior derecho

A menudo juega a la sombra de otros futbolistas, aunque el


interior derecho casi siempre sea el jugador más valorado por
el grupo. Quizá porque sus compañeros sepan lo bueno que
es. Los de fuera no lo ven con tanta facilidad debido a que la
contribución del centrocampista derecho es algo indefinible.
Probablemente uno tenga que estar en el campo y jugar con él
para entender lo que realmente aporta.
En comparación con el interior izquierdo, el juego del in­
terior derecho es menos decisivo pero por lo general más ver­
sátil. Su colega del costado izquierdo es un individualista algo
más estrafalario: dentro de todo interior derecho habita, por el
contrario, una personalidad estable. Estamos ante un verdadero
jugador de equipo que aporta elementos de juego que se echan
de menos en el interior izquierdo.
Así ocurría con Henk Groot, cuyo genio técnico era con­
siderado único hasta que las cualidades técnicas de su compa­
ñero Wim Jansen empezaron a ser alabadas por todo el mundo.
Pero en cualquier caso estamos hablando de dos jugadores que
triunfaron gracias a un enorme talento puesto en primer lugar
a disposición del equipo. Jugadores cuya importancia se nota­
ba sobremanera desde el primer día en que faltaban.
Además, tienen una gran inteligencia táctica que se expresa

— 109 —
de muchas maneras. Cuando yo jugaba de delantero puro, te­
nía tendencia a irme hacia la izquierda. Así, me llevaba conmi­
go un par de defensores que dejaban un espacio considerable
tras de sí que podía y sabía aprovechar un interior derecho
como Johan Neeskens. En la actualidad pasa lo mismo en el
Barcelona cuando Messi se aparta hacia la izquierda, dejando
espacio a Xavi. Tanto Neeskens como Xavi han podido hacer
muchos goles durante sus carreras.
Cuando buscas a algún joven interior derecho, te encuen­
tras básicamente con chicos con muchas cualidades diferentes.
Normalmente son jugadores que pueden jugar tanto en la par­
te central del medio del campo como decantados a la derecha.
Son, sin excepción, muy buenos en el juego posicional, técni­
camente competentes y siempre ambidiestros, y tienen una
buena visión general del juego.
Entre sus características, lo que más se parece a una carencia
es que están poco dotados para las acciones individuales. Es
muy raro ver a un interior derecho tanto intentar el uno contra
uno como salir airoso de él.
Estamos hablando pues de un buenísimo futbolista que no
tiene ni un pero. Un jugador que aúna muchas cualidades di­
ferentes, sin tampoco sacar un 10 en ninguna. Bueno, sí, quizá
se merezca esta calificación su sentido del juego posicional,
aunque este aspecto pase desapercibido para la mayoría, justa­
mente porque es algo indefinible. Digámoslo ya: un interior
derecho está siempre en el lugar correcto en el momento pre­
ciso. En mis tiempos como entrenador del Barcelona, Eusebio
respondía a este perfil. Era un jugador que siempre llegaba
cuando había que hacerlo, con muchas ganas de balón, no de­
masiado rápido, pero siempre trabajador. En las categorías in­
feriores uno ve que un jugador de estas características suele
jugar en varias posiciones. Pero a medida que el jugador va
subiendo, y donde se trata de irse especializando, suele encon­
trar su posición. Muchos jugadores de banda no llegan arriba
como tales, y ven su posición retrasada, donde pueden mante­
ner cierto nivel de juego.

— 110 —
El interior derecho se empieza a distinguir en esta fase, ya
que por ejemplo defiende bien, pero no de una manera excep­
cional. También sabe atacar, pero tampoco de una manera ex­
cepcional. Gracias a su temperamento equilibrado, el interior
derecho ofrece un punto de apoyo estable entre las aventuras a
veces caprichosas del extremo derecho y la explosividad del
lateral derecho. Es decir, jugadores que pueden cubrir un poco
la espalda del interior derecho y por quienes este trabaja mucho.
La importancia del interior derecho queda subrayada por
el hecho de que en muchos casos es considerado una segunda
opción para otras posiciones. Y en efecto, gracias a su sentido
táctico, el interior derecho puede ser utilizado en muchas otras
posiciones.
Un entrenador puede incluir a un jugador de estas caracte­
rísticas en casi todas las variantes tácticas. Prueba de ello son
las carreras dejan Wouters y de Wim Jansen, quienes durante
sus carreras ocuparon varias posiciones con gran fiabilidad.
Estaban especializados en el costado derecho, pero en caso de
emergencia podían ocupar casi todas las posiciones del centro
del campo o de la defensa.
Mientras que el interior izquierdo es una excepción que
debe su éxito a su pierna izquierda de seda, el interior derecho
es más versátil. También tiene mucho que ver con el hecho de
que es ambidiestro, de manera que también puede ocupar otras
zonas del campo y mostrar otro tipo de virtudes. Mientras que
el primero, siendo como es un estilista único, puede marcar las
diferencias, el interior derecho tiene el don especial de aportar
equilibrio al equipo. Es el factor correctivo, alguien con quien
los otros diez jugadores pueden contar siempre, un enlace vital
del equipo.

C in c o a pu n t e s

1. Tenéis que saber leer el partido, puesto que es la base


para dar buenos pases y dominar el juego posicional.

— 111 —
2. Trabajad la técnica.
3. H ay que saber pasar al pie y al espacio.
4. Girad sobre vuestro eje para obtener una vista general
de la situación.
5. Trabajad para ser ambidiestros.

— 112 —
22

El centrocampista ofensivo

Después de un largo período de tiempo en que esta figura


ha tenido un papel más bien pasivo, el centrocampista ofensi­
vo ha ido recuperando protagonismo. Aun así, suele ser de-
signado como un delantero más. Pero esto es un error de con­
cepto. Por eso yo no me voy a referir a ellos como segundo
delantero, media punta o delantero creativo, porque con estas
denominaciones me parece que su tarea no queda bien descri­
ta. Así que al llamarle algo enfáticamente centrocampista ofen­
sivo, indico que, aunque opere detrás del delantero, esta posi­
ción no deja de ser la de un centrocampista.
Cada vez que juega cerca del delantero, se tiene la sensa­
ción de que el equilibrio entre todas las líneas del equipo va­
cila, como si todos los que se enfrentan a nosotros tuvieran
que alinear a cuatro defensas. En una variante táctica así, el
centrocampista ofensivo sería innecesario. Tal como yo lo en­
tiendo, el centrocampista ofensivo solo tiene sentido con tres
defensas. Es así como en el eje del equipo se sitúan el defensa
libre / centrocampista defensivo, el centrocampista ofensivo y
el delantero centro, todos formando una fila más o menos
estirada.
De ahí una de les principales tareas del centrocampista ofen­
sivo. Como el defensa libre, es alguien que aporta equilibrio al

— 113 —
equipo, un jugador que cohesiona. Su tarea es incluso más com­
plicada porque en realidad su línea está únicamente conforma­
da por su posición.
Esto indica hasta qué punto es importante que dicho cen­
trocampista sea versátil. H a sido bendecido con un sentido
perfecto de la proporción, y la verdad es que una evaluación
equivocada del juego pondría a alguna de las tres otras líneas
en peligro.
Tanto en su trabajo ofensivo como en el defensivo, tiene
que tener una buena visión de juego. Per ejemplo, si sube de­
masiado, el centrocampista defensivo y los dos interiores pue­
den tener problemas.
El centrocampista ofensivo tiene por tanto que guardar mu­
cha serenidad, porque sus ganas de marcar a menudo minan su
interés por el juego de equipo.
Concretando más, puede ocurrir que deje atrás al defensa
libre y que se encuentre por delante con un espacio de siete
metros. Una reacción lógica sería hacer la maniobra necesaria
y lanzarse hacia la portería rival. Pero si perdiera el balón, pon­
dría en problemas a todo el mundo, porque en ese caso hasta
seis jugadores (tres delanteros y tres centrocampistas) se que­
darían en mala posición y el rival podría lanzar un contraataque
mortal de necesidad.
Aunque su reacción natural sea la de embestir la portería
contraria, el centrocampista ofensivo debe domar su instinto e
intentar por ejemplo un pase en profundidad, acción que ten­
dría la virtud de mantener las líneas de ataque cohesionadas.
Debe tener paciencia, porque en la configuración táctica que
defiendo, no cabe permitir en modo alguno que en esa posición
se pierdan según qué balones.
El tiene que vigilar, por así decirlo, al centrocampista de­
fensivo rival y a un delantero, y tiene la obligación no solo de
estar pendiente de ellos, sino de estar en el sitio correcto para
desbaratar sus acciones. Normalmente es cuestión de un metro
más hacia aquí o hacia allá, cosa que por cierto indica la impor­
tancia que para él tiene dominar el juego posicional.

— 114 —
Se puede decir que existen dos tipos de centrocampista
ofensivo:

E l n e t a m e n t e o f e n siv o

(John Bosman y Demus Bergkamp.) Es importante que ex­


plote sus cualidades ofensivas. Su ventaja es que, si bien no es
tan bueno atacando como el delantero, su oponente directo (el
centrocampista defensivo) no es tan bueno defendiendo como
el marcador del delantero. Si el sistema funciona como debería,
no es raro que el centrocampista ofensivo se acabe convirtien­
do en el máximo goleador del equipo. Pero esto solo funciona
si las acciones que se emprendan a la espalda de nuestros de­
lanteros son las correctas. Como cualquier delantero, por ins­
tinto busca el balón, y si no se pone de acuerdo con el centro-
campista defensivo de su equipo, quedándose alineado con él,
el equipo puede tener problemas. El sistema de juego se rompe
porque las relaciones entre las líneas se han desequilibrado.

E l d e c o r t e d e f e n s iv o

(Johan Neeskens y Aron Winter.) Forma la primera línea


detrás del delantero y tiene un buen juego posicional defensivo.
Explicado con más claridad: es el típico jugador que llega, dis­
para y enseguida se coloca en posición defensiva. De ahí se
desprende que sus cualidades técnicas tienen que ser muy bue­
nas. Al igual que un delantero inglés, recibe muchas veces el
balón de espaldas a la portería, y nueve de cada diez veces debe
protegerla con el cuerpo. Entonces debe saber girarse y encarar
la portería con la intención de crear una jugada de peligro. O
sea que no debe tener solamente buena visión de juego, sino
también una técnica eficaz.
La gran diferencia entre los dos tipos de centrocampista
ofensivo se percibe en el eje de la formación. Si utilizamos la

— 115 —
variante más ofensiva, el centrocampista defensivo deberá
deslizarse un poco hacia delante, para que la separación entre
líneas no se amplíe demasiado. Si jugamos en cambio con el
de corte defensivo, en general jugaremos más seguros porque
el centrocampista puramente defensivo tendrá que retrasar
ligeramente su posición. Pero en ambos casos las tareas para
el centrocampista ofensivo son las mismas. Tanto el uno como
el otro tienen que saber jugar en equipo. Cuando el equipo
tiene la posesión del balón, tienen que situarse en posición de
peligro para la portería rival; cuando se pierde la posesión,
tienen que salir a la caza del rival para desbaratar su salida del
balón.
Como ocurre en tantos casos, la excepción confirma la re­
gla, y aquí tengo que citar a Diego Armando Maradona. So­
bre el papel, jugaba como centrocampista ofensivo, pero en la
práctica no cumplía, como parece obvio, con los criterios de
este tipo de jugador tal como yo lo he descrito. De hecho, él
se desempeñaba en un sistema de dos delanteros formando
una línea de un solo jugador por detrás del delantero centro.
En realidad tampoco se trataba exactamente de un sistema de
dos delanteros, porque en teoría solo tendría que haber un
jugador en posición central. El valor ofensivo añadido venía
pues del centrocampista ofensivo a lo Maradona, que no solo
jugaba ofensivamente justo por detrás del delantero centro,
sino que también cubría las maniobras de este al guardarle la
espalda.
Al final se llega a la conclusión de que el centrocampista
ofensivo desempeña una tarea muy difícil, pero también muy
bonita. Al buscar a un tipo de jugador así primero hay que
intentar encontrar a un centrocampista con cualidades ofensi­
vas. A alguien que en todas las posiciones de ataque se sienta
como en casa, y que durante el partido busque el balón y esté
encantado de jugar con libertad.
Si no lo hace así, es una pieza del puzle que no encaja y todo
el concepto de juego se cae a pedazos.

— 116 —
C in c o a p u n t e s

1. Tiene que saber disparar razonablemente bien a portería


y tener buen juego de cabeza.
2. Tiene que tener un buen y eficaz manejo del balón.
3. Tener buena visión de juego es un requisito esencial, de­
bido a la importancia del juego posicional.
4. Tiene que ser un punto de apoyo seguro en el equipo,
que permita descansar a otros de vez en cuando.
5. Tiene que moverse y crear problemas detrás de la van­
guardia. Con la posesión del balón, debe situarse en po­
sición de marcar, y con su pérdida, debe perseguir al
primer rival que pueda montar un contraataque.

— 117 —
23

Los extremos

Es de sobra conocido que hay un montón de técnicos que


no me tienen en muy alta estima. Pero entre estos no se encuen­
tra ninguno que haya hecho avanzar mínimamente el fútbol
durante los últimos años. Un deporte cuya popularidad se debe
precisamente a las incontables posibilidades que ofrece su jue­
go. Para mi no hay nada más bonito que descubrir a un joven
talento. Ver cómo finta, cómo dispara con efecto y cómo se
levanta después de una caída inesperada. En resumen, me gus­
ta la espontaneidad del fútbol, que el público siempre recono­
ce y aprecia.
Sin embargo, esto está desapareciendo de este deporte. Se
han levantado filosofías enteras que penden de la importan­
cia del resultado, y esto a mí me molesta enormemente. Por­
que la base del juego también se ve afectada. Estamos ante un
proceso de desintegración que se produce lentamente, del
cual nos vamos a dar realmente cuenta cuando sea demasiado
tarde.
A pesar de todo el desprecio y las críticas que —sobre todo
al principio de mi carrera como entrenador— me he llevado,
he perseverado en mi lucha contra este estado de cosas. Mi
combate se ha expresado sobre todo en mi elección de un sis­
tema de juego. Me he negado reiteradamente a utilizar un siste-

— 119 —
ma 4-4-2. He optado siempre o bien por el 4-3-3 o bien por un
3-4-3, y nunca me he desviado de ahí.
Optar por tres atacantes supone automáticamente que dos
jugadores jueguen por la parte de fuera. Para mí se trata de la
guinda del pastel, porque aquí estamos hablando de verdaderos
futbolistas. Tipos que saben centrar con precisión y disparar
bien. Muy a menudo, jóvenes que tienen poder de atracción
sobre el público. Por lo general, son tipos algo extravagantes,
cosa que también hay que valorar. También uno tiene que saber
qué quieren y qué no pueden hacer.
La gran cualidad que todos comparten y que destaca por
encima de las otras es, sencillamente, que saben jugar muy bien
al fútbol. Esta es la mejor base a partir de la cual trabajar con
este tipo de jugadores, aunque luego podamos poner el acento
sobre cuatro cuestiones distintas.
En primer lugar, el extremo tiene que dominar el movimien­
to orientado a centrar un balón para el remate. Se trata de una
acción donde el pasador y el rematador actúan coordinadamen­
te. Centrar bien es un requisito fundamental. De ahí que el
extremo deba estar técnicamente bien dotado y tenga una bue­
na visión de juego.
Para poder pasar bien el balón el extremo tiene que saber
moverse hacia atrás y luego centrar bien. Sin esta habilidad,
cualquier acción de pase está condenada al fracaso. También
tiene que tener sentido posicional, porque no dispone de mu­
cho espacio y está limitado por las líneas de banda y córner.
Tiene que sacar el máximo provecho de este mínimo espacio.
Aun más: debe ser capaz de evaluar la situación en la zona de
ataque del otro lado. Tiene que saber adonde dirigir el balón,
si a la zona del punto de penalti o al segundo palo, por ejemplo.
También debe saber cuándo centrar, porque si lo hace dema­
siado pronto estará entregando el balón al contrario y, si se
espera demasiado, la jugada ya no tiene mucho sentido. En la
práctica, hay pocos jugadores que dominen este aspecto a la
perfección.
Un extremo debe demostrar su manejo del balón sobre todo

— 120 —
a través de una técnica efectiva. En el momento en que recibe
el balón, ya debe saber cuál será su próxima acción. Sobre todo
porque, a diferencia de un centrocampista o del delantero cen­
tro, no puede ir en todas direcciones. La línea de fondo se lo
impide, de modo que tiene que concentrarse en el único lado
por el que podrá atacar. En apariencia, las posibilidades son
limitadas, pero, en la práctica, es mejor así. Siempre, claro está,
que el extremo reconozca su situación y se dé cuenta de que
debe buscar la eficacia en sus acciones.
El extremo puede optar por dos tipos de jugada. La pri­
mera es la auténtica jugada del lateral, donde se dribla al opo­
nente hasta llegar a la línea de fondo para centrar desde allí.
En la segunda variante, el defensor rival no es superado por el
extremo, sino por el balón. Esto se consigue jugando el balón
hacia algún espacio libre y manteniendo al lateral a distancia.
Es decir, como si el centro se efectuara delante del lateral. Así
que hay que golpear el balón con efecto para que no dé en
nuestro oponente. Y también con fuerza, para que el delante­
ro pueda rematarlo con mayor facilidad, superando así a su
marcador.
Por desgracia, efectuar un centro así resulta una tarea casi
imposible para el ochenta por ciento de extremos. Sobre todo
porque en la actualidad este tipo de acción la efectúan casi siem­
pre los laterales o algún centrocampista. Antes, la realizaban
con bastante mayor fiabilidad especialistas como John Rep,
Sjaak Swart, Piet Keizer o Coen Moulijn. Eran jugadores que
a veces eran ambidiestros (Swart) y que entonces resultaban
muy difíciles de defender. Marc Overmars tenía esta cualidad.
Al ser ambidiestro, podía superar a su defensor atacándole por
el lado de su pierna mala.
Un extremo izquierdo es, en nueve de cada diez casos, un
zurdo puro. Por eso es crucial que, tal como he dicho antes, la
acción de coordinación entre el pasador y el rematador sea
perfecta. Esto puede suponer que previamente el lateral dere­
cho rival se haya visto superado por su pierna mala, es decir,
por dentro, y que luego el extremo izquierdo haya tenido que

— 121 —
rectificar y volver a buscar la línea de fondo con su pierna iz­
quierda para centrar desde allí.
Jugadores como Coen Moulijn y Biyan Roy solo necesita­
ban un par de metros para realizar esta maniobra con éxito. Es
muy sencilla, pero ¡oh!, también muy eficaz.
Pero ¿qué ocurre en la práctica? A lo largo de los años, la
mayoría de los entrenadores ha exigido de sus extremos que
fueran expandiendo su radio de acción. Es un proceso que ha
condenado a jugadores como Moulijn y Roy a la desaparición,
porque hay que trabajar mucho con ellos y se pide demasiado
de cada acción que realizan.
Un caso paradigmático fue el de Roy. Al final, casi nunca
tenía ocasiones de centrar, mientras que durante su formación
había podido progresar mucho en este sentido. En esa época,
el problema se originó fuera del recinto del Ajax. A pesar de
tener tan buenas cualidades, Roy nunca las pudo desarrollar
plenamente en las categorías inferiores de la selección holan­
desa. Mientras estuvo en el Ajax junto a Richard Witschge, era
una pieza fija de las convocatorias de la selección juvenil. Pero
como en Zeist se trabajaba en base a un sistema 4-4-2, Roy
nunca llegó a jugar muchos partidos y Witschge tuvo que adop­
tar un doble papel de interior izquierdo / extremo izquierdo.
En esa época eso me sacó de mis casillas y todavía no me expli­
co cómo puede ser que algunos entrenadores puedan dormir
tranquilos después de sacrificar a algunos talentos únicos ya en
categoría juvenil.
¿Cóm o puede ser que los laterales sean más importantes
que jugadores como Stanley Matthews, Jairzinho, Garrincha,
Piet Keizer o Coen Moulijn? Es el mundo al revés. Yo no he
visto nunca que un buen lateral derecho se convirtiera en un
buen extremo derecho, mientras que al contrario ha ocurrido
unas cuantas veces. Sin pretender quitarle importancia al late­
ral, dejadme decir aquí que un extremo debe estar en la jerar­
quía futbolística por encima de un lateral. Y no entiendo cómo
pueden ignorarlo tantos entrenadores.
También vemos cómo en la actualidad se abusa del inter­

— 122 —
cambio de posición entre los extremos. O sea, del zurdo colo­
cado en la banda derecha y del diestro en la izquierda. Es un
recurso que va a expensas de la calidad. En lugar de centros que
se van alejando de la portería, tenemos centros que van acer­
cándose a ella. Para el delantero, sin embargo, los ideales son
los del primer tipo, porque el balón no solo se aleja del portero
sino que le viene de cara para un remate franco, duro y certero.
Pero el principal problema para el extremo reside sobre
todo en la evolución de los sistemas tácticos. La mayoría de
equipos han ido pasando de las defensas de tres o cuatro juga­
dores a las líneas de cinco jugadores, con tres efectivos espe­
rando en la zona central. Esto ha repercutido en el espacio del
que disponía el extremo, que todavía se ha reducido más. Los
entrenadores no han tardado en concluir que el papel del ex­
tremo debe ser revisado de nuevo.
Pienso sinceramente que cada uno puede tener una opinión
diferente sobre la forma como se debe jugar a este deporte. Y sé
que en él hay entrenadores más conservadores que otros. Pero
que nadie me diga que hoy en día un extremo no tiene sitio en
el fútbol porque no puede superar a una defensa fortificada.
Esto no lo puedo concebir, no lo entiendo.
Las victorias más importantes que obtuve como entrenador
del Ajax y del Barcelona se produjeron gracias al hecho de
haber alineado a tres delanteros. Así que hay que saber de qué
estamos hablando.
El problema es la posición en la que colocamos al extremo.
Justamente contra defensas reforzadas es esencial disponer de
un delantero que tenga profundidad. Bordeando el fuera de
juego, a ser posible. Si no se hace así y obligamos al extremo a
volver a menudo a la línea del centro del campo, perderá más
balones, y tanto él como el centrocampista de su lado deberán
correr mucho detrás de ellos. Así que lo mejor es que el extre­
mo no se deje caer atrás, y que se aleje todo lo que pueda del
defensa libre. Así, el lateral se verá obligado a esperar al extre­
mo en el uno contra uno, porque en principio nadie más puede
hacerlo en esa posición.

— 123 —
De hecho, existen dos reglas de oro para el juego del extre­
mo. Con posesión, no solo debe buscar la mayor profundidad
posible, sino que también debe acercarse todo lo que pueda a
las líneas laterales. Así amplía el campo y el resto de jugadores
del equipo disponen de más espacio para avanzar. Al perder la
posesión, debe esprintar no absurdamente de delante hacia
atrás, sino hacia el interior del terreno. A sí no consigue única­
mente reducir el campo de juego del rival, sino que además gana
la espalda a uno de los defensas centrales. Formulado de otra
manera: con posesión de la pelota, el extremo debe moverse en
la longitud del campo; con pérdida de posesión, en su anchura.
Se puede dar el caso de que el rival juegue con un lateral que
avance con gran profundidad. En casos así, hay que mantener
la cabeza fría. Yo dejo que el lateral avance todo lo que quiera
y busco el robo en el momento en que entrega el balón. Enton­
ces, pongo a funcionar rápidamente al extremo. Si se hace bien
un par de veces, veremos cómo nueve de cada diez veces el
entrenador rival modera de inmediato las veleidades ofensivas
de su lateral para pedirle que se concentre en nuestro extremo.
¡Como debe ser!
Por desgracia, la práctica demuestra que la mayoría de en­
trenadores pasa por alto la enorme calidad de algunos jugado­
res, que son las principales víctimas de su falta de visión. D es­
de aquí hago un llamamiento a todos los entrenadores de las
categorías inferiores para que reviertan esta tendencia. Hay que
estar muy ciego para no ver que la destreza técnica en las cate­
gorías inferiores está dando pasos atrás.
También corresponde a la federación holandesa parar este
proceso. Ya he dicho antes que fue en parte ella quien puso en
marcha esta dinámica (Roy/Witschge). Por lo tanto, demos un
buen ejemplo en Zeist* y volvamos al arte, a la belleza del fút­
bol. Cuanto más hagamos correr a un futbolista, menos futbo­
lista será.
¡Aún estamos a tiempo!

* Sede de la KNVB o Real Federación Holandesa de Fútbol. (N. del T.)

— 124 —
C in c o a p u n t e s

1. Debéis tener una buena velocidad de arranque.


2. Tenéis que saber jugar con las dos piernas.
3. Tenéis que saber driblar.
4. Requisito indispensable: saber centrar.
5. Debéis tener un buen juego posicional, y por lo tanto
una buena visión de juego.

— 125 —
24

El delantero centro

Mucha gente estará de acuerdo conmigo en que el punta es


uno de los jugadores más atractivos del equipo. A menudo es
una figura que funciona aparte, resulta espectacular verlo sobre
el campo y casi siempre es el favorito de los aficionados. En
primer lugar, porque suele ser él quien marca los goles y, luego,
porque jugadores como Pelé, Marco van Basten y Romario
desde esta posición han encendido la imaginación de los aman­
tes de este deporte con sus acciones de fantasía.
Tienen fama de ser tipos muy individualistas, y la verdad es
que tiene su lógica. En parte porque la evolución del fútbol les
reserva un lugar cada vez más preponderante. Y en segundo
lugar, porque tienen que enfrentarse prácticamente solos a de­
fensas de cuatro o cinco efectivos, y eso no estimula precisa­
mente las dotes sociales.
Pero la verdad es que yo tampoco me he encontrado con
temperamentos tan individualistas. N o me los he encontrado
ni como jugador (también jugué en esa posición, por cierto) ni
como entrenador.
Desde entonces y hasta hoy, en el Barcelona el delantero
centro es un jugador de equipo que tiene responsabilidades con
el colectivo. Sobre todo porque el resto del equipo hace mucho
(y se le pide que lo haga) para que la vida del punta sea más

— 127 —
fácil. Dicho de otra manera, los otros jugadoreí tienen entre
sus tareas la de aliviar el trabajo del delantero centro.
Uno de los métodos es mantener a los extremos pegados a
la banda con el objetivo de ensanchar el campo para darle más
espacio. Los centrocampistas y los defensas también suben para
liberarlo de ciertas tareas. En general, el objetivo es que pueda
maniobrar en situaciones de uno contra uno. En situaciones así
puede y debe desplegar sus cualidades. Su visión de juego, su
técnica, su velocidad y su facilidad para marcar.
La historia ha demostrado que hay cuatro tipos de delan­
tero centro.
En primer lugar tenemos al clásico ariete, al cual ya nos
hemos referido puntualmente al hablar de fútbol británico. De
técnica no excesivamente depurada, tiene mucha facilidad para
golear. Es alguien especializado en golpear el balón hacia la
meta: con la cabeza, con la pierna o con el pecho, da lo mismo.
El fin justifica los medios.
Luego tenemos al delantero centro de combinación. Se tra­
ta de jugadores como Pelé, Michael Laudrup y yo mismo. Ju ­
gadores que preparan la jugada desde atrás y que de vez en
cuando marcan ellos mismos.
La tercera variante es el finalizador oportunista, el delan­
tero que caza balones sueltos. Dentro de esta categoría, el
ejemplo perfecto es Gerd Müller. N o salía mucho de su zona,
apenas participaba en el juego colectivo, pero cuando tenía
una oportunidad, hacía saber a todo el mundo que en efecto
estaba allí.
Por cierto, yo no incluyo a Romario en esta categoría. Al
igual que Van Basten, era demasiado técnico. Soy más bien
propenso a incluirlos en la categoría de delanteros de combi­
nación.
El cuarto tipo es más bien un producto de nuestra época.
Un delantero que juega completamente entregado a su equipo,
al revés de lo que dice la tradición. Pienso en alguien como Dirk
Kuyt. Se tira al suelo, entra al defensor y lucha para que tam­
bién marquen otros. Este tipo de delantero se ve cada vez en

— 128 —
más equipos. Son jugadores con muy buenas cualidades físicas
y buen ritmo atlético.
Con todo el trabajo que desarrolla este tipo de delanteros,
no les podemos exigir que sean técnicamente refinados, que
actúen como un pequeño ariete oportunista o que sean rema­
tadores imponentes.
He observado con regularidad cómo los puntas dotados
técnicamente marcan menos cuando juegan en formaciones
tácticas de 4-4-2. N o es sorprendente. Com o digo siempre:
cuanto más tengas que correr, menos jugarás al fútbol.
Com o delantero centro pasé por todas las etapas de la evo­
lución en este puesto. Primero fue la etapa en que me podía
meter en la zona de gol sin complicaciones o salir de ella para
jugar tranquilamente al fútbol. Luego vino una época de cam­
bios tácticos en que se hizo mucho hincapié en la defensa. Los
jugadores como yo, a quienes nos gustaba ir de cara a portería,
tuvimos que inventarnos cosas para poder seguir haciéndolo.
Entre mis hándicaps estaba mi físico, que no se cuenta entre
los más fuertes. Algo que podía hacer Wim Kieft, por ejemplo,
que era llevarse el balón y anotar con un defensor pegado a la
espalda; pero para mí era imposible.
En ese período aprendí sobre todo que tema que explotar
el espacio en el campo. El cómo poder, jugando de delantero
centro, aprovechar el disciplinado juego posicional de mis com­
pañeros. Empecé a bascular un poco para crear espacio para los
demás. Pero también trabajé para generar ese espacio para mí,
para poder encarar la portería sin dar rodeos.
En el Barcelona tratamos de jugar así con Michael Laudrup.
Es agradable ver cómo sigue siendo lo mismo con Lionel Mes-
si. Se bascula un poco, se buscan algunas combinaciones y,
cuando la situación lo permite, se encara la portería.
He oído a mucha gente insistir en que en el Barcelona a
veces jugábamos sin extremos, pero esto es francamente absur­
do. Siempre buscábamos variantes para encontrar la manera de
superar al contrario, pero una cosa que nunca se tocó fueron
los flancos.

— 129 —
Si queríamos combinar por fuera, el delantero centro salía
un poco. Cuando jugábamos con Laudrup en punta, los extre­
mos eran entonces nuestros peones más adelantados. Si que­
ríamos mantener las posiciones, Laudrup se dejaba caer tran­
quilamente a su derecha para crear espacio para el juego.
Contra un equipo de mentalidad marcadamente defensiva,
Bakero era el encargado de romper el hielo, y así Salinas tenía
la oportunidad de jugar adelante, ya que además nos interesa-
ba jugar en profundidad. Cuando el rival quería jugar al fútbol,
era el momento para que Bakero jugara de centrocampista
ofensivo y Laudrup de delantero centro para cambiar un poco.
Cuando ciertos defensores y centrocampistas tenían el día,
los jugadores del Barcelona merodeaban sin miedo por la zona
caliente y ocupaban hasta el último espacio disponible. Esto
era para mi lo más bonito: cuando el delantero centro partici­
paba plenamente en el juego del equipo.
Es bonito ver que el club ha respetado esta manera de hacer
en sus grandes líneas. Pero solo se puede jugar así con el campo
ensanchado, y eso lo ha conseguido el Barcelona manteniendo
los flancos abiertos sin caer en la tentación de cerrarlos.
Ya he indicado que el delantero centro es un tipo de jugador
especial. A menudo, es el futbolista que resulta más atractivo
del equipo. Para conseguir este estatus se requieren muchas
cualidades, tanto tácticas como técnicas.
En primer lugar el delantero centro tiene que conseguir una
altísima rapidez operativa, sobre todo en espacios pequeños.
Con mencionar a Van Basten y a Romario bastará para saber
de qué hablamos. También tiene que ser bueno en el juego
posicional: debe saber dónde pararse y cuándo. En el Barcelo-
na juegan para posibilitar que su delantero centro esté cerca de
la portería y encarado a ella al recibir el balón.
Jugadores como Van Basten y Romario aunaban práctica­
mente todas las cualidades que deben encontrarse en un gran
delantero centro. Sabían jugar bien el balón, superar a un rival,
chutar bien a portería, centraban bien la pelota y tenían buen
olfato de gol. N o eran precisamente valorados por su gran ca­

— 130 —
pacidad de trabajo y entrega, o sea que tampoco se trataba de
ponerles las cosas difíciles. Por eso necesitaban unos buenos
flancos, no solo para ensanchar el campo, sino también para
juntar líneas. Tener a jugadores como Van Basten y Romario
operando en campos reducidos era quizá su mayor ventaja.
Esto demuestra lo fácil que es convertir a grandes indivi­
dualistas como los delanteros centro en buenos jugadores de
equipo. Es cuestión de dar y recibir. H az que el resto del equi­
po concentre las cualidades básicas del juego de ataque —entrar
por los flancos, reducir la separación entre las líneas, tener buen
juego posicional y una gran velocidad de entrega del balón— y
Van Basten y Romario se verán obligados a estar constante­
mente alerta.
Si todo se hace bien entre todos, veréis cómo los puntas
también jugarán en equipo. Esto pone nuevamente de relieve
que el fútbol es un juego de equipo y que, con la ayuda de uno,
el otro puede contribuir como el primero a conseguir los ob­
jetivos de todos.

C in c o a p u n t e s

1. Es requisito indispensable tener una buena técnica. Hay


que ser ambidiestro y tener buena carrera.
2. H ay que tener una gran presteza operativa.
3. Intentad jugar siempre orientados a la portería.
4. Debéis tener un buen juego posicional.
5. Sin eso que se llama «instinto de gol», como delantero
centro eres poca cosa.

— 131 —
25

El equipo ideal

N o he sido nunca muy entusiasta de esos equipos ideales


donde hay que seleccionar a los mejores futbolistas que ha
visto el mundo. Simplemente porque, de ser posible, en la ma­
yoría de selecciones no se produciría un gran salto de calidad
respecto de equipos existentes, o ninguno.
En teoría, todos los futbolistas de élite, del pasado y del
presente, podrían tener condiciones para formar parte de un
superequipo de estas características. En todos los casos se tra­
ta de jugadores talentosos independientemente de las posi­
ciones que hayan ocupado en sus carreras. Pienso que un fut­
bolista como Marco van Basten, de haber ocupado el lateral
derecho, se hubiera convertido también en una estrella inter­
nacional.
Sea como fuere, espero haber dejado claro en este libro que
yo siempre apostaré por el fútbol de verdad. Según lo entiendo
yo, consiste en jugadores con una técnica óptima, una gran vi­
sión de juego y en general con un alto grado de especialización.
En este último sentido he buscado siempre al futbolista que
diera a su posición un plus de calidad. Y es que a veces es bueno
utilizar el talento en bruto, sin subordinarlo al colectivo.
Voy a darle la vuelta a la frase. El interés colectivo se ve bien
satisfecho justamente porque se maximiza un talento así. El

— 133 —
arte en la élite es utilizar al máximo el talento individual y a
partir de ahí formar un buen equipo. Si funciona, si el equipo
trasciende la mediocridad, es porque en su seno hay mucho
valor añadido. Para formar el equipo ideal buscaré una fórmu­
la que me permita colocar el máximo talento posible en cada
posición. Además, intentaré que las cualidades de uno se com­
plementen con las de sus compañeros.
Así que en primer lugar seleccionaría a extremos como Piet
Keizer (izquierda) y el brasileño Garrincha (derecha), a cen-
trocampistas como Bobby Charlton (izquierda) y Alfredo di
Stefano (derecha). Estos dos últimos no son solo técnica y tác­
ticamente brillantes, sino también físicamente inatacables. O
sea que pueden liberar de trabajo a estilistas como Keizer y
Garrincha, y que no tenga que ser al revés.
Es más, con una selección de laterales como Ruud Krol
(izquierda) y Carlos Alberto (derecha), Charlton y Di Stefano
tendrían el apoyo técnico y de velocidad que les permitiría no
tener que trabajar como locos.
Los mismos criterios me sirven para el eje del campo. Ten­
go en mente a jugadores como Franz Beckenbauer, Pep Guar-
diola, Diego Armando Maradona y Pelé. Pelé y Maradona se
complementarían perfectamente, porque el enorme sentido de
la responsabilidad de Pelé contrarrestaría el individualismo de
Maradona.
Estoy seguro de que durante el partido Pelé actuaría como
una especie de figura paterna sobre Diego. Gracias a las buenas
sensaciones que suelen tener los futbolistas, Maradona le de­
volvería la confianza a Pelé y se entregaría a fondo.
Por esa misma razón seleccionaría en este equipo ideal al
legendario Lev Yashin para el puesto de portero. Con una suma
de talentos tan impresionante, no comportaría ningún perjuicio
contar con otra figura paternal que hiciera bajar a la tierra a esa
pléyade de estrellas.
Ya se debe haber fijado el atento lector de este libro en que
no he valorado específicamente el ritmo de carrera. Odio inclu­
so esta palabra porque en los últimos años se ha sacado mucho

— 134 —
de contexto. Ha acompañado ese proceso donde el futbolista se
ve obligado a correr más y por tanto a jugar menos al fútbol.
Mientras el truco consista en explotar el espacio en el campo,
quien tiene que hacer el trabajo es el balón y no las piernas.
Esto nos lleva finalmente a la transición natural desde el
análisis individual de cada jugador a las prestaciones colectivas.
Hemos visto que tenemos técnica, visión de juego y sobre todo
mucho talento dentro del equipo. Ahora se trata de que estos
once individuos sepan crear espacios en el campo como equipo
para sacarle el máximo provecho individualmente. Apelamos
nuevamente a la calidad de todos. Al sentido posicional de cada
uno para que el equipo juegue unido.
Todavía me molesta enormemente ver las líneas del equipo
muy separadas, cosa que obliga el equipo a recorrer grandes
distancias. Mientras que la gracia está en que los jugadores jue­
guen juntos. Solo así se pueden crear oportunidades, y las pier­
nas no trabajan tanto como el balón. Así es como surge auto­
máticamente la capacidad técnica necesaria para imponerse al
rival.
Para mí es tan fácil como esto. Se necesita visión de juego
para mantener juntas las líneas, técnica para mover el balón
eficazmente (con un solo toque, por ejemplo), trabajar para
hacer lo que hay que hacer y dejar que el talento haga el resto.
O sea, que no tanto correr y correr, y más mirar y ¡¡jugar
al fútbol!!

— 135 —
26

El entrenador y el director técnico

En principio, el director técnico y el entrenador son dos


personajes distintos. El director técnico te enseña a jugar a fút­
bol y el entrenador te enseña a ejecutar las acciones necesarias
para hacerlo.
Por eso no considero la labor de director técnico como una
profesión, sino como un arte. Claro que esto suena más sofis­
ticado de lo que es en la práctica.
El entrenador es sobre todo el estratega, el que tiene que
lidiar con las posiciones y con el reloj. Y el que decide que la
falta de rendimiento de un jugador equivale a la calidad del que
corre junto a él.
Pero todo empieza con el entrenador del fútbol base. El
que te enseña a jugar. Es alguien que demasiado a menudo
está en el escalafón más bajo, cuando debería estar en el más
alto.
Cuando los jugadores son jóvenes, no entienden todas las
instrucciones del entrenador, pero imitan lo que este hace. Esta
es una de las razones que explican por qué antiguamente la
formación era tan buena. N o tenías entrenadores que hubieran
estudiado para ello, sino más bien jugadores del primer equipo
a quienes les parecía divertido entrenar a un equipo de catego­
ría inferior. Un joven amante del balón que tenía ganas de hacer

— 137 —
cosas. A partir de la base de su propia técnica, te enseñaba a
mejorar la tuya.
A menudo, esto funciona mejor con un jugador que con
alguien que no tenga más que un título, porque el jugador es­
tará más inclinado a dar al chico o chica la formación que ne­
cesita. Entre los jóvenes, prima el deseo de mejorar la técnica.
Y es que a esas edades es algo increíblemente importante. Es
como montar en bicicleta. Algo que se aprende a los seis años
y que a los dieciséis no se ha olvidado.
Esta técnica más adelante será la base del juego posicional,
donde la técnica se aúna con la visión de juego. Esto demuestra
que para las diferentes fases de formación se necesitan diferen­
tes tipos de entrenador. Desde el jugador del primer equipo
que enseña a los chicos o chicas lo que pueden hacer, hasta el
entrenador del primer equipo para quien lo más importante es
ganar.
El último es el que busca el rendimiento adecuado. Quien,
además de entrenar con sus jugadores, está pendiente del equi­
librio general. Cuando todo el mundo está cabizbajo, él mira
hacia arriba. Cuando hay euforia, siempre se saca alguna críti­
ca de la manga. Por eso nunca me he fiado de los entrenadores
que hacen entrenar más duro a sus jugadores cuando las cosas
no van bien. N o han entendido nada.
Un entrenador también debe ser capaz de identificar el pro­
blema de ese jugador que lo hace todo perfecto en los entrena­
mientos, y que luego en los partidos se bloquea. Alguien que
funciona bien con el mánager, pero no con el entrenador.
A veces el entrenador y el director técnico coinciden en una
sola persona. Pep Guardiola, del Barcelona, es uno de ellos.
Fue un jugador con una gran destreza técnica que durante su
carrera se preocupó siempre por la organización del equipo.
Una vez en el banquillo utilizó toda su experiencia para repen­
sar la organización del equipo.
Durante mi carrera, tuve tres directores técnicos y entrena­
dores que me formaron como futbolista. El primero fue Jany
van der Veen, en el Ajax. Era una combinación de entrenador

— 138 —
juvenil y entrenador de primer equipo. Era alguien que había
jugado al más alto nivel y que tenía un gran ojo para la ubica­
ción de cada jugador. Fue a buscar a Barry Hulshoff a la delan­
tera para llevarlo al medio centro y a la internacionalidad. Tam­
bién supo convertir al defensor Wim Kieft en un delantero que
llegaría a ser el máximo artillero de Europa. Van der Veen tam­
bién supo transformar al extremo Wim Suurbier en el mejor
lateral derecho del mundo.
Después de Van der Veen tuve a Rinus Michels. Un verda­
dero entrenador. Fue quien me enseñó a comportarme y a pen­
sar como profesional. Entonces llegó Stefan Kovacs. La gran
diferencia entre ambos era que Michels asumía toda la respon­
sabilidad, mientras que Kovacs la concedía. En ambos casos, el
método funcionó hasta que se alcanzó el límite de todos. Cuan­
do Michels ya hubo formado a sus jugadores, cuando estos ya
eran capaces de asumir sus propias responsabilidades, se fue.
Entonces llegó el momento de Kovacs. Al cabo de un par de
años, llegó la hora de su destitución, ya que los jugadores se
habían convertido en los dueños. Empezaron a hacer cosas que
luego no se veían en los partidos.
Todas estas experiencias me influyeron cuando me conver­
tí en entrenador. Al igual que Van der Veen, cambié a algunos
jugadores de posición para que rindieran más, y como Michels,
asumí toda la responsabilidad. Finalmente, y al igual que K o­
vacs, a algunos jugadores les di mucha responsabilidad.
Pero lo más importante fue lo que aprendí de sus errores.
Pongamos por ejemplo la final de Copa de Europa que los del
Ajax perdimos ante el A C Milán en 1969, con Michels en el
banquillo. Teníamos mejor equipo, y sin embargo perdimos 4 - 1 .
Por primera vez un equipo holandés llegaba a una final, pero
no pudimos manejar la situación. Michels, que estaba muy ner­
vioso, no pudo en ningún momento sacarnos la energía nega­
tiva de dentro para impulsar al equipo.
D os años despues llegamos de nuevo a la final, y esta vez
pareció que tanto Michels como el equipo habíamos superado
la prueba y ganamos de manera convincente.

— 139 —
Más adelante, pude experimentar esa misma situación como
entrenador, cuando con el Barcelona disputamos la final de la
Copa de Europa contra la Sampdoria bajo una presión fortí-
sima. Intenté transmitir a los jugadores que aquel era un día
demasiado especial en sus días para entrar en él con negatividad.
Por suerte, mi mensaje caló en el grupo.
Esto demuestra hasta qué punto para un entrenador la ex­
periencia es un grado. Y no solo la experiencia propia, cómo
nos comportamos en el pasado nosotros en esa misma situa­
ción, sino también cómo lo hicieron otros. Por eso, haber sido
antes jugador de alto nivel te da una gran ventaja como entre­
nador. N o es ninguna garantía de que acabes triunfando como
tal, pero por lo menos empiezas bien la carrera, con ventaja
sobre el resto.

— 140 —
27

El árbitro

Un equilibrio en el límite entre la educación de los hijos y


el liderazgo. Esta es para mí la esencia del arbitraje en las cate­
gorías inferiores. El árbitro debe ser especialmente consciente
de su gran responsabilidad.
Junto con el entrenador y el líder del equipo, influye en la
formación del carácter y la disciplina del joven futbolista, que
necesita desarrollar una conciencia ética, tanto dentro como
fuera del campo. ¿ Cuándo jugar el balón y cuándo tirarme al
suelo para simular una falta?
En cuanto al liderazgo, se trata de dirigir sobre la base de la
comunicación, porque así evitaremos medidas drásticas. Cuan­
to más joven sea el jugador, más se debe meter el árbitro en la
piel de un educador. Especialmente en el grupo que ronda los
diez años, que es quizás el más delicado y donde la interacción
entre el árbitro y el responsable de los chicos se antoja funda­
mental. Ahí el responsable de los chicos debe dar ejemplo de
comportamiento ante el responsable del partido.
Por su parte, es muy importante que en esta fase el árbitro
tenga un buen sentido de la situación. A sí que no se trata solo
de silbar pensando en el reglamento, sino sobre todo de en­
contrar un buen equilibrio entre la guía didáctica y la disci­
plina.

— 141 —
Si por ejemplo un chico saca mal de banda, no es bueno
aplicar el reglamento a rajatabla y pasar el balón al equipo con­
trario para que efectúe el lanzamiento. Es preferible hacer saber
al chico qué ha hecho mal. N o tiene nada que ver con ser par­
ciales, sino con ayudar a unos chicos a desarrollarse como fut­
bolistas. Si el líder lo entiende igual y no se queja, habrán hecho
un buen trabajo.
Hasta la categoría de cadetes, la función del deporte debe
ser primordialmente educativa. A partir de ahí, la actitud del
árbitro debe replantearse, porque entonces el factor resultado
tiene importancia en la formación de los jugadores. Estamos
en plena pubertad de los chavales, o sea que quieren tener razón
en todo y rompen en conatos de rebeldía. En esta fase creo que
las cualidades del árbitro es imposible que estén a la altura del
papel que juega esta figura en el carácter del futbolista. Ahí
tiene que actuar como un buen diplomático, ya que su función
didáctica no siempre obtendrá el resultado deseable.
Sigo pensando que la fase alrededor de los quince años es
muy interesante. Sobre todo si, en lo que concierne a líderes,
entrenadores y árbitros, sabemos separar el grano de la paja.
La supervisión de los jóvenes futbolistas sea probablemente lo
más complicado y en ese punto los responsables necesitan usar
todo el tacto posible.
Se trata de insistir sobre tres puntos: el respeto al rival, el
respeto a los compañeros y el respeto al árbitro.
Los jóvenes no deben percibir estos puntos como un ejer­
cicio de docilidad, sino como la observación de valores funda­
mentales. Quien no lo vea así, no es que no se esté comportan­
do bien como futbolista, sino que fuera del terreno de juego,
donde es mucho más importante, tampoco lo estará haciendo
como persona. De ahí que no me canse de enfatizar la gran
responsabilidad educativa del árbitro.
En consecuencia, voy a romper una lanza para que futbo­
listas y árbitros concluyan que van en el mismo barco y que
deben colaborar. Y podemos tratar con árbitros de cuatro tipos
diferentes:

— 142 —
El árbitro rutinario se conoce al dedillo el reglamento,
pero no tiene mucha sensibilidad respecto al juego. Sue­
le provocar irritaciones innecesarias.
- El árbitro autoritario es aquel para quien la brecha de
edad es algo insalvable. Casi no hay interacción y quien
se atreva a contradecirle tendrá graves problemas.
- El árbitro fanático. Estamos ante la típica historia del tipo
que en su vida cotidiana pinta poco. El partido da salida
a sus frustraciones. ¡Mucho cuidado con él!
- El empático no sabe lo que es el estrés, pero tampoco se
deja llevar así como así. Es alguien con quien los jugado­
res conectan bien. En mis tiempos, Frans Derks respon­
día a este perfil. Era alguien que distinguía perfectamen­
te entre un insulto y una respuesta emocional. Si como
arbitros somos capaces de hacer este tipo de distinciones,
no nos romperán el partido.

Yo mismo he tenido mi propia reputación en lo que a árbi­


tros se refiere, reputación que en buena medida se originó a raíz
de una expulsión que sufrí en uno de mis primeros partidos
como internacional. El árbitro era el alemán oriental Rudi
Glóckner.
Se interpretó en su momento como una merecida sanción
que había puesto en su sitio al maleducado Cruyff. Yo sigo
sosteniendo que Glóckner perdió de vista el partido comple­
tamente. A partir de un cierto momento me sentí muy despro­
tegido, que es lo peor que le puede pasar a un futbolista, ya que
te das cuenta de que el árbitro no ve absolutamente nada de lo
que el rival tiene preparado para ti.
Mi oponente checo se había propuesto desde el primer
minuto sacarme del partido por el procedimiento de coserme
a patadas. Com o la cosa se alargó una hora sin que durante
todo este tiempo Glóckner interviniera, me fui hacia él. Y ahí
se produjo probablemente un choque de culturas. Yo enton­
ces era un adolescente en plena época del flo w er pow er ,
mientras que el otro era un alemán oriental que sufría toques

— 143 —
de queda y que tenía que callarse sus opiniones. Aunque no
pudiera entenderme, sacó la tarjeta roja y me expulsó del
campo.
Mi opinión es que el pobre Glóckner sufría en todos los
frentes. Yo siempre me sentí más cómodo con árbitros ingleses.
Los duelos donde es difícil dirimir cuánto y quién, siempre los
resuelven a la primera. Pero por encima de todo, tienen la ha­
bilidad de acabar protegiendo a los jugadores porque se les da
muy bien arbitrar según el espíritu de la competición.
Mientras tanto, ha ido mejorando el nivel del arbitraje,
siempre en vistas a su total profesionalización. Es una buena
cosa, que creo que será más eficaz dotándonos de equipamien­
to sofisticado, que posibilitará que el árbitro tenga un mayor
control sobre el partido. El fútbol es y seguirá siendo un juego
de errores, que no solo cometen entrenadores y jugadores, sino
también los árbitros.
Por eso yo establecería un proceso de selección más mo­
derno. Creo que es un problema que los árbitros sean designa­
dos por sus colegas. O sea, por gente que vive en el mismo
mundillo que ellos y sobre el cual planea el peligro de aliena­
ción respecto al resto de la sociedad. Yo soy más partidario de
una evaluación semanal por parte de jugadores, entrenadores,
público y prensa. Los resultados de la misma, informatizados,
podrían tomar forma de clasificación a final de temporada.
A partir de ahí, de entre los veinte árbitros de primer nivel,
por ejemplo, descendería de categoría a los dos con puntuación
más baja y completaría el cupo con los dos mejores árbitros de
la categoría inferior.
De este modo, los mejores árbitros de fútbol destacarían
con naturalidad. Y serían árbitros que saben silbar atendiendo
al ánimo de cada partido. Porque independientemente del gru­
po de edad, uno aguanta de pie o se deja caer según vea la si­
tuación.

— 144 —
28

Así se debería jugar al fútbol

C in c o l ín e a s

Yo he sido jugador y entrenador, pero por encima de todo


soy un gran amante de este bello deporte. Las críticas que de­
dico al fútbol de élite vienen motivadas por mis preocupaciones
sobre la deriva del deporte y cómo se maneja el talento de al­
gunos.
Así que es por todos conocido que yo abogo por el fútbol
de ataque. Pero para atacar hay que poder defender arriba, y
para poder defender arriba el equipo tiene que saber presionar
sobre la salida de balón del rival.
Para facilitar esta tarea en la medida de lo posible, el equipo
tiene que formar todas las líneas que se puedan. Así se consigue
que, al recuperar el balón, siempre haya alguien de cara a la
portería rival y algún otro compañero cerca. El espacio entre
el conductor del balón y estos dos compañeros suyos no de­
bería ser nunca de más de 10 metros. Si esto no se da así, si el
espacio es superior a 10 metros, el riesgo de perder la posesión
aumenta considerablemente.
Por eso soy tan partidario de las cinco líneas, sin contar al
portero: pueden ser los cuatro de abajo, un medio centro en
posición defensiva, dos centrocampistas más en banda, un ata-

— 145 —
cante algo más adelantado, más un punta todavía más adelan­
tado con dos extremos por las bandas.
A partir de esta disposición se pueden aplicar todo tipo de
variantes. Más arriba, he hablado de mi variante favorita, que
en cierta manera forma la base del libro: una defensa de cuatro
(incluyendo al centrocampista defensivo), y por delante el cen­
trocampista defensivo, que anticipa la posición del punta. Los
costados permanecen inalterables.
A continuación me referiré a una manera ligeramente dife­
rente de jugar, porque he constatado que varios equipos holan­
deses la están utilizando. Solo que de manera incorrecta, en­
tiendo yo.
Si nos fijamos en la disposición de los jugadores en el cam­
po, veremos que la parte ofensiva se desenvuelve en una exten­
sión del terreno de juego que va desde el campo propio, más o
menos desde el círculo central, hasta el punto de penalti del área
rival. Esto es, en un espacio de 45 metros de longitud por 60 de
anchura. Esto nos da nueve metros de separación entre las lí­
neas.
¿Por qué son tan importantes estas distancias? Porque, al
no estar separadas, las diferentes posiciones en el campo traba­
jan con más eficiencia. Además, así siempre se tiene a más gen­
te delante del balón.
Y aquí es donde se revela el error de cálculo de muchos
equipos. Demasiado a menudo el medio centro abandona su
parcela de atrás y se lanza hacia delante. Entonces llega a con­
vertirse en un segundo delantero, jugando justo detrás del pun­
ta. Si uno de los otros dos centrocampistas penetra hacia dentro
para cerrar el hueco, nuestro lateral se verá obligado a defender
de golpe un terreno de 20 o 30 metros en lugar de uno de 10.
El control sobre la situación disminuirá y el sentido de la orien­
tación dentro del equipo también.
Si deja que el medio centro juegue un poco hacia atrás, cuan­
do el equipo pierda la posesión aquel podrá ejercer de tapón.
Tomando como ejemplo a la selección nacional de Holanda,
podríamos situar a Wesley Sneijder (que tiene buena visión de

— 146 —
juego y un muy buen pase interior) en esta posición. A la de­
recha podríamos colocar a un buen conductor de juego como
Nigel de Jong y a la izquierda a Rafael van der Vaart, dado que
esta posición requiere un jugador más bien zurdo que además
sepa entrar hacia la portería contraria en el momento adecuado.
Esta última posición no debe estar nunca a más de 10 metros
del lateral zurdo.
Otra variante sería proteger la zona de detrás de Sneijder
situando en ella a alguien como Mark van Bommel. En ese caso
Sneijder podría jugar un poco más a la derecha. Con Van der
Vaart en la izquierda tendríamos un centro del campo bien
organizado.
De este modo arriba habría más sitio para un delantero y
dos jugadores en las bandas. Un punta con gran profundidad
de recorrido o con movilidad facilita el trabajo de cohesión
entre las cinco líneas. Marco van Basten era del primer tipo y
yo del tipo móvil. Y en ambos casos funcionó bien en la selec­
ción. En este sentido, es bueno contar con un nivel alto en todas
las posiciones.
Para atacar, se necesita defender más arriba y presionar so­
bre la salida del balón. Cuando se pierde el balón, las líneas
están tan juntas que una acción individual por parte de un de­
lantero pocas veces acarrea problemas, porque además la por­
tería queda protegida por seis o siete jugadores. Jugando de esta
manera, el pase largo queda desterrado y estamos a la altura de
la superioridad que muchos equipos holandeses a menudo se
piensan que tienen.
Si las cinco líneas se mantienen y todo el mundo hace lo que
debería, las triangulaciones, tan esenciales para el juego posi­
cional, van surgiendo de manera natural. O sea que un jugador
se concentra en el pase, otro en la recepción del balón y el ter­
cero se desmarca a la espera de su turno para recibir.
En resumen, ¿para qué complicar la cosa si las fórmulas
sencillas son las que funcionan mejor?

— 147 —
L a c o n st r u c c ió n

He presentado mi propuesta de cómo deberían atacar los


equipos holandeses. Aplicando una buena técnica, utilizando
el espacio de manera inteligente, defendiendo adelante y ejer­
ciendo presión sobre el balón.
Ahora, en un paso más allá, voy a hablar de la construcción
del juego basándonos en las cinco líneas (con exclusión del
portero) que he mencionado antes y que voy a recordar aho­
ra: los cuatro de abajo, un centrocampista que se mueva por
el centro con cierta orientación defensiva, dos interiores un
poco más adelantados, un punta con movilidad adelante-atrás
y dos extremos a ambos lados. Cuando en esta formación
alguien recupera un balón, siempre tendrá a alguien delante y
a alguien al lado. Y la distancia mutua no será nunca superior
a los 10 metros.
Con el objeto de construir el ataque, es esencial que todo el
mundo entienda que comienza en el portero. El es el primer
atacante. Dado que en esta situación la defensa está obligada a
reaccionar más rápidamente que el ataque, por lo general uno
de los laterales avanza hacia arriba con gran libertad. Pasarle el
balón en corto o en largo debería ser la primera combinación
de ataque.
Cuando esto ocurre, el extremo debe profundizar para abrir
una brecha que ponga en problemas a la defensa contraria.
Mientras tanto, la primera línea rival (sus delanteros) ya habrá
sido superada, y nosotros estaremos lanzando el ataque pro­
piamente dicho. Ahí el rival tendrá que tomar alguna decisión
respecto a la amenaza de nuestro lateral, cosa que deben saber
nuestros atacantes para actuar en consecuencia.
Voy a dar dos ejemplos sencillos de lo que se podría hacer
a continuación, aunque, si las líneas están juntas y compene­
tradas, las opciones son infinitas. La primera opción sería que
el punta se desviara a la derecha. Uno de sus dos defensas cen­
trales le tendrá que seguir, mientras que el otro se quedará a
proteger la zona izquierda para evitar la superioridad numéri­

— 148 —
ca del equipo atacante. En ese momento, tanto el extremo como
el punta podrían maniobrar en una situación de uno contra
uno.
La segunda posibilidad para el lateral es hacer llegar el ba­
lón al extremo después de un sprint de máximo 2 0 metros, que
este a su vez puede hacer llegar al emergente interior derecho.
Si este empieza a tiempo, tendrá ventaja sobre su marcador y
tendrá unas cuantas opciones de pase entre las situaciones de
uno contra uno creadas a lo ancho del campo.
La intención de todas estas variantes es sorprender al rival
y crear el caos. Retomemos el primer ejemplo. Si el lateral iz­
quierdo contrario y su centrocampista han dejado llegar al ex­
tremo izquierdo con el balón a los pies y este sabe cómo supe­
rar a su oponente, todo se hace mucho más fácil. El extremo
podrá centrar y entonces el punta entrará desde la banda dere­
cha en la que se había situado hasta el primer palo y dejar tras
de sí un hueco enorme para que entre el interior derecho. Me­
diante esta jugada, Johan Neeskens (Ajax y selección holande­
sa) y André Hoekstra (Feyenoord) marcaron un montón de
goles. Esto también se aplica a Sjaak Swart, que tenía un ins­
tinto especial para este tipo de jugadas y, que yo sepa, era el
único extremo izquierdo que sabía cabecear por encima de su
hombro derecho. Esto explica el increíble número de goles que
fue capaz de marcar como extremo.
Con un tipo de ataque así, hasta tres cuartas partes del equi­
po se quedan detrás del balón y por tanto encaradas a portería.
De ahí que el riesgo de un contraataque peligroso quede muy
minimizado y en cambio haya muchas opciones de emprender
un nuevo ataque al estar muchas zonas de ataque ocupadas por
nosotros.
Es obligatorio que mientras el lateral izquierdo esté arriba
atacando, nuestro portero y el resto de la defensa estén ocu­
pados buscando las posiciones de defensa adecuadas. Mientras
el ataque sigue su curso, tanto la defensa como el centro del
campo deben estar preparados para una eventual pérdida de
balón.

— 149 —
En el caso de que el portero contrario interceptara el centro
de nuestro extremo, el punta podría enseguida poner en aprie­
tos al guardameta, presionándolo. Esto incrementaría la velo­
cidad de acción del portero, obligado a sacar con prisas. En ese
mismo momento, la defensa y el centro del campo, alertado,
deberían poner las cosas muy difíciles al rival.
De ahí que consideremos al delantero centro como el primer
defensor, del mismo modo que antes el portero era el pri­
mer atacante. De nuevo, una prueba de que tanto individual­
mente como en equipo debemos ir un paso por delante de los
rivales tanto defensiva como ofensivamente.
Es una forma de juego bastante sencilla de entrenar, razón
por la cual me pregunto por qué hay tan pocos equipos que la
practiquen. Mientras tanto, el pase largo sigue siendo la norma,
y así continuamos evitando el problema del fútbol moderno
en vez de solucionarlo.

CÓRNERS

Hasta ahora hemos hablado en este capítulo del esfuerzo


ofensivo de los equipos. Es por eso que el fútbol holandés ha
sido conocido en todo el mundo. Pero he hablado de las nor­
mas de la casa, también desde un punto de vista defensivo, sin
entrar mucho en detalle.
Es lo que me dispongo a hacer ahora, empezando por las
llamadas jugadas a balón parado. ¿Q ué hacer cuando el ba­
lón está parado en un córner y somos nosotros los que ata­
camos/defendemos? ¿Q ué hacer en un saque de falta? En
todos los casos se trata de organizamos, porque, aunque el
balón de momento esté parado, ya tenemos que empezar a
buscarlo.
Me han preguntado infinidad de veces qué se puede hacer
contra un equipo peligroso en los saques de esquina. Y mi res­
puesta siempre ha sido la misma: «N o provocar ninguno.»
Se lo tomaban a broma, pero yo hablaba en serio. Pongamos

— 150 —
que en un partido provocamos ocho saques de esquina. Pues
bien, serán ocho problemas que tendremos que solucionar. Si
juegas más lejos de tu portería, concederás cuatro córners y
seguirás teniendo problemas, pero menos. Tanto como la mitad
menos.
Veamos entonces cómo podemos lograr que esos cuatro
problemas restantes nos afecten lo mínimo. Yo siempre empe­
zaba mandando am ba a quienes eran malos cabeceadores. Sue­
le haber tres de ellos, y a menudo es gente de ataque. Con estos
tres delante, el rival tiene que dejar a cuatro atrás. Contando al
hombre que saca el córner, el rival tenía a cinco efectivos que
no acarreaban peligro. Como siempre se pone a un tipo en la
frontal del área para recoger los rechaces, tenemos a cuatro
atacantes por defender en primera instancia.
De estos cuatro, normalmente dos cabecean bien, y dos,
mal. Normalmente, los buenos cabeceadores se sitúan juntos.
Le doy un poco la vuelta al problema y pongo a mis dos buenos
con sus malos, y me olvido. Esto me deja todavía con dos pro­
blemas por resolver. De mis dos cabeceadores malos, tengo a
uno que no tiene mal salto y que se puede situar junto al hom­
bro derecho del rematador. Si luego nos aseguramos de que
haya suficiente espacio en el área pequeña, el último rematador
será cosa del portero.
Para manejar mejor una situación de estas, es necesario que
el balón sea centrado bien alto. Se puede forzar un saque alto
si colocamos un defensa entre el palo y el límite del área peque­
ña (cinco metros). El balón deberá subir entonces un par de
metros más.
A modo de resumen recordaré que la acción defensiva más
importante de todas las que he descrito es situar a tres hombres
arriba. Si el equipo rival se muestra más osado y solo sitúa a
tres hombres detrás, mi portero tendrá siempre la opción, en
caso de hacerse con el balón, de lanzarlo a nuestro hombre más
rápido para que efectúe el contraataque. Con solo que les asus­
temos una vez, habremos acabado con el problema.
Si somos el equipo que lanza el córner, empecemos por el

— 151 —
lanzador. A menudo al segundo palo a un compañero, para que
se sitúe a unos veinte metros de la portería en dirección a la
línea de banda. Para alejar el peligro de una irrupción al área
desde allí, el rival suele alejar a un par de defensas de la portería,
dejando más espacio para una segunda acción. Para acabar, diré
que para mí un córner no es una única oportunidad para crear
peligro: primero el balón que colocamos para el remate, y lue­
go el rebote.

JUGADAS

Pasemos a lo que se conoce como anticipar la jugada. Ten­


go un espacio delante que en mi visión es atravesado por un
hilo rojo. Entonces, creo espacio para mí. Por eso, anticipar la
jugada es crucial. En muchas ocasiones, entran en contradic­
ción lo que deberías hacer y lo que quieres.
Un ejemplo. Aunque un extremo pueda querer el balón al
pie, a veces primero tendrá que correr en profundidad para
coger el balón y volver luego sobre sus pasos para jugarlo con
más tranquilidad.
Puede ocurrir que tengas que recibir el balón atrás para
luego poder correr en profundidad.
O en el córner, tal como hemos dicho, cuando vas a buscar
el balón para sacar a los defensores del área.
Cada posición, sobre todo arriba, tiene que tratar con si­
tuaciones de este tipo. En cada caso no se trata únicamente de
la acción en sí misma, sino también de cómo el resto del equi­
po la ve por anticipado. En otras palabras, cada acción antici­
pada no tiene por qué convertirse en una acción ejecutada. Lo
bonito del fútbol es que cualquier acción en cualquier posi­
ción está conectada de alguna manera con otras acciones en el
campo.
Recuperemos el ejemplo que acabo de dar sobre el extremo.
Para hacer una jugada con los pies, primero tiene que realizar
una acción previa corriendo en profundidad. Pero en el preci­

— 152 —
so instante en que el delantero acude a ese espacio, el espacio
para hacer la jugada del extremo se ha cerrado.
Por eso me irrita tanto que se repita por pereza que el ex­
tremo sobra, porque el problema ha venido precisamente por
otro. N o sé cuántas veces como entrenador he discutido con
periodistas incapaces de ver una jugada y sí en cambio de cri­
ticarla.
N o pueden entender que alguien juegue mal por culpa de
otro y que él no tenga culpa de un supuesto error. Mientras
que ningún otro sabría explotar las cualidades de un extremo.
Solo un gran jugador es capaz de acertar o fallar después de
considerar la dualidad entre una acción anticipada y la acción
real.
Este problema todavía se ve más durante los partidos en los
que el rival se ve de golpe reducido a diez efectivos. Esto debe­
ría ser una ventaja para nosotros, pero vemos que cada vez más
el equipo con once jugadores es el que tiene el problema. Esto
es así porque de golpe los jugadores se ven con más espacio
para jugar porque el oponente se ha recluido atrás, y no saben
qué hacer con él. Lo que se ve a menudo es que el balón se
juega en rondos y que no avanza.
La única manera de solucionar este problema es buscar el
uno contra uno en todas las zonas del campo. La mayor venta­
ja es que aumenta el ritmo de partido. Ningún jugador del equi­
po rival puede manejar el balón con tranquilidad y lo pierde con
más facilidad, cosa que genera de inmediato más espacio y más
situaciones de superioridad. En ese momento todo el equipo
tiene que estar pensando en el espacio para sacar el máximo
rendimiento de la jugada siguiente.
Si jugamos así, es obvio que el rival no se podrá permitir ni
un solo error, al contrario que nosotros, que disponemos de un
hombre más que puede operar entre los defensas y los centro-
campistas rivales. Ellos están condenados a esperar allí y a ir
moviendo el balón, mientras que la enorme presión que sopor­
ta el hervidor no ha disminuido.
Si contmuamos jugando así, anticipando la jugada, aunque

— 153 —
no obtengamos ninguna garantía de acabar ganando, sí que
sabremos que como mínimo vamos a crear alguna ocasión.

UTILIZAR LA LÓGICA

Vamos a tratar ahora las situaciones en que también sin el


balón en juego podemos incidir sobre la marcha del partido.
Ahí un poco de deberes no nos puede hacer daño.
Podemos, para empezar, ayudar a los compañeros a jugar
con su pierna buena. Parecerá una tontería, pero ¿cuántas veces
no habremos visto a un zurdo con problemas porque ha reci­
bido en la derecha?
Lo mismo vale a la hora de defender los uno contra uno. Si
por ejemplo como lateral sabes que tu rival tiene tendencia a
meterse hacia dentro, puedes situarte de manera que provoques
su intento de superarte por fuera con su pierna mala. Lo mismo
se le puede aplicar a un lateral izquierdo que sea diestro y que
por tanto también prefiera meterse hacia dentro: reducirle el
espacio hacia dentro para obligarle a seguir la jugada con la
izquierda.
Aunque parezca de una lógica aplastante, uno ve que este
tipo de detalles se descuidan incluso al más alto nivel.
También me llama la atención lo mal que pueden llegar a
cabecear los jugadores de equipos volcados al ataque. Ya lo he
apuntado en algún momento: en mis tiempos Sjaak Swart mar­
caba un número de goles inaudito para un extremo, sencilla­
mente porque sabía cabecear sobre su hombro derecho. Una
cualidad fundamental desde el mismo instante en que los cen­
tros del extremo izquierdo piden que el delantero centro se
dirija al primer palo y el extremo derecho al segundo. De ahí
que se vea a un montón de delanteros fallar ocasiones en apa­
riencia fáciles, porque no han sabido buscar técnicamente la
posición para cabecear por su lado bueno. Lo mismo ocurre
con los defensores, hasta el punto de que a veces cabecean ha­
cia su propia portería.

— 154 —
Para aprovecharse de este tipo de cosas, como futbolistas
debéis buscar los puntos débiles del oponente para aprovechar­
los.
Vuestro oponente también puede intentar lo mismo con
vosotros. Sabiéndolo, podemos también ser más listos que él y
tratar de sorprenderlo.
Cuando, hace tiempo, con el Ajax empezamos a utilizar la
presión sobre el contrario, requeríamos la participación del
lateral izquierdo en tareas ofensivas. Entonces, yo me quedaba
en la segunda línea, algo decantado a la izquierda. Los rivales
eran conscientes de que yo sabía jugar con la zurda, pero que
lo hacía peor que con la diestra. Así que era de prever que me
intentaran tapar el costado derecho para que tuviera que irme
con la zurda.
Pero esta desventaja se acabó convirtiendo en una ventaja
porque entrené adicionalmente mis centros desde la izquier­
da con el lado exterior del pie derecho. En la práctica, terna
exactamente el mismo efecto que centrando con la pierna iz­
quierda.
Lo mejor de todo fue que para lograr el golpeo con la parte
exterior del pie, debía hacerlo en plena carrera, por lo que a la
hora de centrar ganaba una fracción de segundo respecto de un
centro con la zurda. A menudo, el oponente se veía sorprendi­
do por esos centros «acelerados» gracias a los cuales nacieron
bastantes ocasiones de gol.
Vale la pena aclarar que esos centros no pretendían ser un
número de circo, sino una acción práctica. Queda claro que lo
práctico en el fútbol también suele comportar belleza.
El mejor ejemplo es por supuesto la transformación que
debe realizar el equipo cuando pierde la posesión. Sobre todo
si se trata de un equipo eminentemente ofensivo, porque en­
tonces se supone que defensivamente es menos fuerte.
La gracia es ir reduciendo los problemas. N o solo a través
de complicados procedimientos tácticos, sino más a menudo
utilizando sencillamente la lógica.

— 155 —
E j e c u c i ó n s im p l e

Espero que mi mensaje acerca de que el fútbol es sobre todo


cuestión de lógica y ejecución simple vaya calando. Por des­
gracia, es una idea que en Holanda hemos ido perdiendo. A
base de hacerlo todo cada vez más complicado, hemos ido per­
diendo la base del asunto. Porque lo más importante para un
futbolista es dominar las acciones más sencillas. Es decir, el
pase, la conducción, el parar el balón con el pecho, el juego con
las dos piernas y el golpeo con la cabeza. En resumen, las téc­
nicas básicas. Esas que todo el mundo puede entrenar.
Vayamos a buscar un balón para ir a dar unos toques. Se
trata de hacer y repetir. Quizá resulte aburrido, pero así entre­
naremos la parte más importante del fútbol. Lo mismo se pue­
de decir del control del balón. Entrenar y mantenerse en forma
puede ser aburrido, pero enseguida se hacen progresos.
Es imprescindible combinar las técnicas básicas con el jue­
go posicional. Para ello, la forma más eficiente de entrenamien­
to es el juego llamado 6 contra 4. Se juega en el espacio de, por
ejemplo, el área de penalti de un campo reglamentario. Cuatro
jugadores se sitúan «en el centro». En este pequeño espacio uno
se ve automáticamente obligado a pasar el balón rápido y a
optar por las soluciones más simples. N o daremos cuenta de
que mientras tengamos un jugador del equipo que posee el
balón dentro del área, uno en cada lado corto, dos en un lado
largo y el último en el otro lado largo.
Por eso introduje deliberadamente los torneos de 6 con­
tra 6 en los torneos de fútbol callejero de Amsterdam y Volen-
dam. También forman la base de las competiciones de fútbol
callejero de los Cruyff Courts.
¿Y por qué no 4 contra 4, 7 contra 7 o 15 contra 15? La
verdad es que no tiene más importancia, siempre que los cam­
pos sean utilizados por la gente — sobre todo niños— a mí me
da igual. Y que sean utilizados para jugar a fútbol, claro.
Pero cuando se trata de «entrenar», todas estas variantes no
funcionan, y más vale concentrarse en un 6 contra 6 . Porque

— 156 —
pese a todo, y casi sin darse cuenta, los chicos y las chicas aca­
ban siempre volviendo al reglamento del fútbol sin aditivos.
El 6 contra 6 se juega con un portero y cinco jugadores de
campo, de modo que los equipos se pueden organizar en tres
lineas. El problema es que estas lineas están tan cerca unas de
otras que uno tiene que jugar bien el balón para hacerlo llegar
a su compañero. N o suele haber nunca un último hombre,
porque la escasez de espacio obliga a verte en todo momento
en situaciones de uno contra uno.
En esta situación cada joven jugador debe aprender auto­
máticamente tanto a superar a su oponente como a dar juego a
sus compañeros. O sea que, sin que nadie se lo explique, el joven
ya se las ve con situaciones de creación de juego.
Esto también funciona así para el portero, que no solo debe
parar los balones, sino que a veces también tiene que marcar al
hombre y a veces tiene que salir con el balón controlado.
Las competiciones de fútbol callejero son ideales para
aprender conceptos para los chicos y chicas menores de doce
años. A partir de esa edad, ya se pueden aplicar muchas más
técnicas de entrenamiento. Obligado a moverte en un espacio
pequeño en situaciones de uno contra uno, el niño se da cuen­
ta de que la técnica simple es la más eficaz. Quien quiera jugar
reteniendo el balón, mejor que se olvide. Al igual que quien
quiera jugar largo. Es un juego que sirve para desaprender todo
lo malo que se ha hecho en el fútbol holandés todos estos años.
En todas las situaciones de las que he hablado en este capí­
tulo, fijaos que siempre hablo de dos o como máximo tres ju­
gadores involucrados. Dado que reglamentariamente el fútbol
se juega con once, esto revela todo cuanto implica el fútbol. Pero
ejercitarse con estos juegos carece de sentido si para empezar
no se domina la técnica básica.

— 157 —
29

El futuro de nuestro fútbol

El futuro de nuestro deporte se ve de color de rosa. Es decir,


si todo marcha como debiera.
La primera condición es que haya cooperación. Después,
la industria del fútbol, que es de lo que hablamos aquí, debería
preservar su independencia en la medida de lo posible. Esto se
aplica para los planes de seguridad, las finanzas, la formación
y, claro, el fútbol en sí. Todos estos aspectos quedarán reforza­
dos cuando los clubes arrimen el hombro y trabajen conjunta­
mente por los mismos objetivos.
Si disponemos de los derechos de imagen de los futbolistas,
o de los derechos de televisión, cuanto más trabajo en equipo
haya, mejor controlaremos nuestra propia situación. Y si esto
es bueno para los clubes, también funcionará para la selección,
e incluso para el fútbol no profesional.
Lo que quiero decir es que el fútbol modesto y el de élite no
pueden vivir ignorándose mutuamente. El uno no puede vivir
sin el otro, de ahí que una buena cooperación sea necesaria.
Si bien en el campo la rivalidad debe ser máxima, fuera de
él los clubes deben actuar unidos. Y también deben darse cuen­
ta de que el conjunto no tiene por qué imponerse sobre el par­
ticular. Al igual que ocurre dentro de un equipo, en el fútbol se
ha ido creando una jerarquía. Para el Ajax, el Feyenoord y el

— 159 —
PSV rigen normas diferentes que para el Heracles y el Roda,
por ejemplo.
Por suerte, he visto cómo en los últimos años ha crecido el
conocimiento mutuo. Pero aún podría mejorarse.
Pensemos en la situación de los futbolistas. Una buena coo­
peración entre clubes comportaría un mayor equilibrio. Yo
todavía viví la época en que ganabas 10.000 euros pero el club
podía pedir por ti 10 millones. Era ridículo, por supuesto, pero
ahora las cosas se han desmadrado en la otra dirección. Un
jugador puede negarse a alargar un contrato y, mediante la car­
ta de libertad, conseguir una increíble mejora de su estado fi­
nanciero mientras que el club no recibirá nada por él.
En muchos casos esto no tiene sentido y lo que hace es
fomentar el recelo entre los clubes. En ese caso el problema es
el jugador.
Pensando en el conjunto conseguiremos que nuestra in­
dustria funcione mejor. Esto también vale para el fútbol no
profesional, y también para otros deportes. Porque cuando
eres el mayor, tienes una gran responsabilidad en este sentido.
Puedes por ejemplo crear la atmósfera propicia para que se
formen atletas de otros deportes. Estarás trabajando desde la
base para que en nuestro caso Holanda sea una nación depor­
tivamente más fuerte. Con el tiempo, esta implicación no be­
neficia únicamente al fútbol, sino también al olimpismo y a
millones de deportistas.

E L DINERO DE LAS TELEVISIONES

La buena cooperación es esencial para la industria del fút­


bol. Esta buena cooperación se puede ver reforzada por una
buena financiación vía derechos televisivos.
Pero ¿qué hacer con ese dinero? Si nos fijamos en el pasado,
nos asombramos de la cantidad de dinero que se perdió en los
salarios de los jugadores y en los traspasos. Sí, me he caído un
par de veces de la silla. Porque no entiendo cómo intermedia-

— 160 —
ríos que no saben nada de deporte puedan cerrar contratos tan
suculentos.
Volvamos al jugador con carta de libertad. Hubo un día en
que los clubes tuvieron la idea de que no pagar a otro club por
la obtención de un jugador determinado era una ganga. Aunque
luego le duplicara o triplicara el salario, representaba que había
hecho una buena adquisición.
Es un error enorme, propiciado por gente que solo se fija
en lo que gasta, mientras que una ley no escrita dice que el
mejor jugador es también quien más debe cobrar. Si no, son
problemas para el vestuario. Es algo que un entrenador no debe
permitir. Aunque luego se quiera empezar de cero, la unidad
en el grupo ya se ha arruinado.
Y también se rompe algo dentro del club. Por culpa del
tesorero o de algún directivo que se ha creído más listo que
nadie, al entrenador se le crea un problema de difícil solución.
Luego, como el entrenador no consigue arreglar esa delicada
situación y los resultados no acompañan, es cesado.
En otras palabras, la gente que provoca la situación al final
carga las culpas sobre la víctima. Por eso, como entrenador
siempre quise tener la última palabra en los salarios que pedían
mis jugadores.
Es increíble el daño que puede hacer un traspaso libre mal
gestionado. En primer lugar se le hace mucho daño al club de
procedencia, que no puede aprovechar para nada la atención
mediatica. N o obtendrá m un céntimo de traspaso y encima
tendrá que gastarse dinero para cubrir la plaza vacante. Mien­
tras que el representante del jugador en muchos casos sí obten­
drá rédito del traspaso.
Es el mundo al revés. Si el club de destino abona unos de­
rechos de traspaso, el club de origen puede reinvertir ese dine­
ro en un tercer club. Esto crea un efecto benéfico del cual todo
el mundo saca algo positivo. De la otra manera, el dinero no
sale al circuito y como mucho va a parar a la cuenta bancaria
particular de un intermediario o un jugador.
Encima, un jugador sobrevalorado por definición no ren­

— 161 —
dirá como se espera de él. La presión dentro y fuera del vestua­
rio irá en aumento y existe poca gente que sepa gestionarla. En
otras palabras, el rendimiento baja y esto repercute en la salud
financiera del club.
Finalmente, también por culpa de este tipo de traspasos,
la nueva carta de libertad del jugador se encarece en exceso.
Los salarios de un jugador de traspaso libre siempre se acaban
filtrando en el vestuario, y ya todo el mundo quiere más.
Com o es obvio, a partir de ahí el presupuesto deportivo peli­
gra, demostrándose una vez más que lo barato acaba saliendo
caro.
Y eso que una de nuestras cualidades tradicionales como
holandeses ha sido estar alerta y aplicar la inteligencia para
aprovechar las oportunidades. Por eso creo que en un equipo
holandés debe haber como mínimo seis jugadores susceptibles
de ser titulares en la formación base. N o solo porque esto sea
bueno para la selección nacional, sino también para la salud
económica del país. Si el número de jugadores profesionales
holandeses aumenta, las oportunidades de traspasar a jugado­
res nacionales aumentarán. N o únicamente al extranjero, sino
también a equipos nacionales. El dinero se queda en Holanda
y fortalece nuestra industria.

F o r m a c ió n

¿Cóm o somos conocidos los holandeses en el mundo, fut­


bolísticamente hablando? Primero, como un país donde se
vive mucho este deporte pero sin mucha fuerza económica.
Pero, sobre todo, porque desarrollamos una reputada forma­
ción que alimenta con buenos jugadores a las grandes poten­
cias futbolísticas. Y aun así, muchos de nuestros clubes de
primer nivel no acaban de entender que hay que apostar por
la formación.
Veo a equipos que juegan con siete u ocho extranjeros.
Como no tenemos capacidad para fichar a jugadores extran­

— 162 —
jeros de primer nivel, concluyo que estos muchas veces son
segundas opciones. Pienso que un mánager que no confía en
los jugadores de su fútbol base está admitiendo su fracaso, ya
que ni siquiera ha sido capaz de dar con unos cuantos futbo­
listas de segunda fila.
Sigo la primera división holandesa con atención y, since­
ramente, creo que la mitad de los extranjeros que juegan en
nuestro fútbol son perfectamente prescindibles. N o estoy di­
ciendo, claro está, que esté en contra de los jugadores extran­
jeros, puesto que yo mismo en su día di el salto a España. Pero
el Barcelona se fijó en mí porque representaba un valor añadi­
do, del mismo modo que para el Ajax, el Feyenoord y el PSV
lo son sus adquisiciones foráneas.
Pero aquí esto ya no funciona. La llegada masiva de extran­
jeros a nuestra liga, combinada con la pobre apuesta por la
formacion, ha creado más problemas de los que tenía que so­
lucionar. Nuestra fortaleza tradicional, el juego posicional, se
ha debilitado mucho o muchísimo. Y cuando el juego posicio­
nal es flojo, tácticamente también seremos flojos.
Con la formación de jugadores extranjeros también hemos
perdido fuerza. El Ajax, el Feyenoord y el PSV solían contar
con algún holandés legendario jugando en banda. Casi siempre,
formados en la casa. Pero de estos, ya no se producen.
Además, como los clubes holandeses apuestan ahora por
un sistema de juego con un punta móvil y un ariete remata­
dor, los jugadores extranjeros tampoco han debido adaptarse
a la idiosincrasia de nuestro fútbol. Y es que en Holanda he­
mos acabado copiando el sistema inglés de juego después de
pasarnos la vida diciendo que los ingleses de táctica no tenían
ni idea.
Otra cosa que sorprende es ver jugar a los extranjeros como
laterales, cuando lo esperable sería verlos jugar en el centro del
campo. Esto se debe a la pérdida de otra de nuestras reglas de
oro, que era el jugar con tres centrocampistas. Esto ha conlle­
vado la pérdida de otra regla que decía que, con la posesión del
balón, había que ensanchar el campo y, con pérdida, reducirlo.

— 163 —
H oy vemos cómo al perder el balón los equipos se echan en­
seguida hacia atrás, ensanchando de este modo el campo. Justo
al contrario de lo que hay que hacer.
Claro que esto es también atribuible a la formación. Volve­
mos así sobre la posición del extremo, una de mis obsesiones.
Y es que formando a jugadores de este tipo matamos a dos
pájaros de un tiro. Al colocar a los mejores arriba a derecha e
izquierda, y a los menos buenos como laterales, tendremos un
ataque fuerte y a dos jugadores detrás que saben cómo mover­
se hacia delante.
¿N o es absurdo que hayamos retrocedido tanto en términos
de juego posicional y táctica que incluso la idea básica se haya
perdido?
Puestos a tener que hacerlo, yo invertiría una parte del di­
nero de la televisión en encontrar mejores entrenadores de fút­
bol base. Se trata de una figura de una importancia crucial, pero
los clubes no lo ven así. En su mentalidad, el mánager-entrena-
dor es el número uno, luego viene su asistente y al final del
escalafón encontramos a los entrenadores del fútbol base. ¡Qué
gran error de apreciación! Esto ya le ha costado a Holanda mu­
cho dinero.
De ahí que se necesite un pacto de caballeros para que en
cada plantilla haya al menos seis jugadores holandeses suscep­
tibles de titularidad. Esto obligaría a poner al día las estructuras
de fútbol base de cada club, cosa que a la larga nos ahorrará
mucho dinero. Solo de esta manera podremos volver a recupe­
rar nuestra reputación en el extranjero.

MÁS QUE FÚTBOL

Cuando hayamos avanzado en unidad de acción, en la par­


te económica y en la parte técnica, estaremos en disposición de
salir a comerciar. Podremos salir a comprar con más criterio
porque ya sabremos de qué estamos hablando. También sabre­
mos aprovechar mejor la aportación de patrocinadores como

— 164 —
la Lotería Postal Nacional o del magnate de la comunicación
John de Mol.
A través de mi fundación, he tenido la oportunidad de co­
nocer de cerca el trabajo de la Lotería Postal Nacional, como
antes de su asociada VriendenLoterij. Sé que tiene mucho co­
nocimiento sobre deporte infantil, así que tengo buenas sensa­
ciones respecto de su entrada como patrocinador de la liga
holandesa, porque podrá aportar una visión diferente sobre el
fútbol profesional.
Lo mismo pienso de John de Mol, a quien sin embargo no
conozco suficientemente bien para saber si quiere hacer algo
más que retransmitir partidos.
Pero como veo a su antiguo colaborador Joop van den Ende
involucrado en el asunto, tengo mis esperanzas. Conozco su
pasión por el teatro a través de la fundación privada que montó
para poner en contacto a la sociedad con talentos emergentes.
Se trata de iniciativas por las que siento mucha simpatía.
Ahora sé que De Mol no solo es un gran hombre de nego­
cios, sino también un gran amante del fútbol. Sería bueno que
sus programas se abrieran a cosas que van más allá de los parti­
dos. Me estoy refiriendo a las innumerables posibilidades que
tiene el fútbol holandés para mostrar lo «grande» que también
es fuera del terreno de juego.
Me explico. He estado un par de veces en Sudáfrica, y cada
vez me ha sorprendido darme cuenta de lo fuertes que siguen
siendo los lazos que unen ese país con el nuestro. N o solo por­
que la mayoría de gente sigue hablando una lengua que se pa­
rece muchísimo a la nuestra, cosa que no deja de ser curiosa,
sino, sobre todo, porque sienten simpatía por Holanda, así que
yo también la siento por Sudáfrica.
Tenemos algo así como un vínculo, que pude sentir con
fuerza a raíz de los últimos proyectos de la Fundación Cruyff
lanzados allí. Si estos proyectos acaban madurando, seguro que
habrá sitio para el fútbol. N o estoy pensando en comprar nin­
gún club, ni en dar consejos sobre este entrenador o ese otro,
ni tampoco sobre jugadores extranjeros que haya que llevar

— 165 —
allí, sino en hacer algo para que el vínculo entre el fútbol de allí
y el fútbol holandés se convierta en irrompible.
Tal cosa no se da únicamente en el extranjero, sino también
en la propia Holanda. Ahí están los campos de juego especiales
que la fundación, en colaboración con la Federación de Fútbol
Holandesa, ha instalado por toda Holanda. N o sirven solo para
el fútbol, sino también para probar otros deportes. Esto de­
muestra que hay formas muy sencillas para estimular a un gran­
dísimo número de personas que practiquen deporte, aunque
no sea fútbol.
¿Y por qué no habría de ser así? El fútbol es el deporte más
importante y, como un hermano mayor, tiene también que
pensar en los pequeños. Porque si eres capaz de actuar unita­
riamente, invertir adecuadamente el dinero y dar buena salida
al talento, estás en disposición de adoptar este papel. Y si el
patrocinador principal y los socios televisivos también están
por la labor, finalmente estaremos haciendo algo para que, más
allá del fútbol, Holanda se convierta en una gran nación de­
portiva.

PARA TERMINAR

Para terminar voy a hablar de las personas que deben ges­


tionar estas ambiciones en clubes, federaciones, etc. Porque
uno ya puede tener las mejores ideas del mundo, que si se equi­
voca al escoger a la gente de los puestos clave poco podremos
hacer.
Hay mucha gente formada trabajando en el mundo del fút­
bol, pero el problema es que a menudo o no conocen o no
sienten la esencia del deporte. Buen ejemplo de ello es la situa­
ción actual. Con algunas excepciones, todos los clubes de la
élite europea parecen generar deuda sin esfuerzo alguno. Pare­
ce mentira que con tanto dinero y tanta notoriedad no sean
capaces de dejar atrás los números rojos.
El núcleo del problema está en que, a parte de Estados Uni­

— 166 —
dos, en ningún país se invierte en formación deportiva. Por eso
me gustaría que en los Países Bajos diéramos el primer paso.
En Amsterdam ya nos hemos situado allí con el Cruyff Insti-
tute desde hace algunos años, pero la idea que le da forma está
presente en muchas zonas del planeta.
Cuanto más rápido se ponga en circulación, mejor. Sobre
todo teniendo en cuenta que no estamos hablando de planes a
diez años vista, sino de cosas que ya podrían funcionar en tres
años. Volviendo al fútbol, se trata de que se forme gente del
fútbol en todos los niveles de este deporte. A nivel directivo,
sí, pero también en márketing, merchandising y otros.
Una formación tan específica es necesaria porque los de­
portistas ya han recibido una formación, lo que pasa es que
diferente de la habitual. Un futbolista profesional, por ejemplo,
ha aprendido a encajar críticas y a pensar siempre en términos
pragmáticos. Unos conocimientos que ahora mismo entran en
colisión con el sistema educativo holandés. Aquí, el deportista
va a la escuela, pero puede impartir clases en el Cruyff Institu-
te ante otros atletas.
Lo más importante aquí es que nos enfrentamos a una si­
tuación donde se pierde una cantidad inmensa de conocimien­
to sobre el deporte, porque a los futbolistas profesionales no
se les ofrece durante su carrera la posibilidad de estudiar nada
directamente relacionado con su actividad.
Solucionar esto solo proporcionará beneficios.
Ya sea a través del Cruyff Institute, de la KN V B o de cual­
quier otra institución, los futbolistas empiezan a formarse en
fútbol. En el interés de nuestro futuro. Yo estoy seguro de que
dentro de sesenta y cinco años todavía muchos millones de
personas seguirán disfrutando de este maravilloso deporte.
Tanto como yo lo he disfrutado durante mis pasados sesenta y
cinco.

— 167 —
Mi filosofía en 14 conceptos

1. Técnica: «La base.»


2. Táctica: «Saber qué hacer.»
3. Creatividad: «La belleza del deporte.»
4. Aprender: «La práctica hacia lo perfecto.»
5. Desarrollo: «Mente fuerte en cuerpo fuerte.»
6. Responsabilidad: «Ejercicio de liderazgo.»
7. Respeto: «Saber ver lo bueno de los demás.»
8. Coaching: «Ayudarnos unos a otros como equipo.»
9. Jugar en equipo: «Juntos conseguimos más cosas que
solos.»
10. Iniciativa: «Atrévete.»
11. Personalidad: «Sé quien eres.»
12- Jugador de equipo: «Solo no se puede.»
13. Integración: «Comparte la diversión con los demás.»
14. Compromiso social: «La base para todo, también en el
deporte.»
índice

P rólogo................................................................................ 7

1. La calle.......................................................................... 9
2. El c lu b .......................................................................... 11
3. La competición............................................................ 17
4. La alegría de ju g a r....................................................... 21
5. Técnica.......................................................................... 25
6. De la formación a la práctica..................................... 29
7. Regatear y conducir.................................................... 35
8. Chutar y pasar.............................................................. 39
9. Cabecear........................................................................ 43
10 . Controlar el balón........................................................ 49
11. Juego posicional.......................................................... 55
12 . Saque de falta: parte ofensiva..................................... 61
13. Saque de falta: parte defensiva............................. .. 65
14. El saque de esquina...................................................... 69
15. El penalti...................................................................... 75
16. El portero...................................................................... 81
17. Los defensas laterales.................................................. 85
18. El defensa lib re ........................................................... 93
19. El centrocampista defensivo..................................... 99
20. El interior izquierdo.................................................... 105
21. El interior derecho ......................... ............................ 109
22. El centrocampista ofen sivo....................................... 113
23. Los extremos................................................................ ... 119
24. El delantero centro.........................................................127
25. El equipo ideal.............................................................. ...133
26. El entrenador y el director técnico........................... ...137
27. El árbitro...................................................................... ... 141
28. Así se debería jugar al fú tb ol..................................... ...145
29. El futuro de nuestro fú tb o l....................................... ...159

Mi filosofía en 14 conceptos ...............................................169


«En una época en que se trata dema­
siado frecuentemente al fútbol como
una ciencia, yo quiero demostrar que
es y seguirá siendo algo simple. Por
eso, en este libro no se reproducen ni
gráficos ni esquemas tácticos. Simple­
mente voy contando con mis propias
palabras cómo veo el fútbol y cómo
lo vivo. Al igual que se lo cuento no
solo a mis nietos, sino también a los
entrenadores de élite que quieren
intercambiar ideas conmigo. Porque
cuanta más gente lo entienda así, me­
jor se transmitirá el mensaje. Lo que
quiero transmitir es que el fútbol no
solo es un juego simple, sino que in­
cluso puede ser una manera de vivir.
Cuanta más gente lo comprenda, más
divertido será. Tanto en el campo, co­
mo fuera de él.»

Johan Cruyff
FÚTBOL
Mi filosofía

JOHAN
CRUYFF
Tienes en tus manos un acontecimiento editorial:
el primer libro, desde hace una década, en que Jo-
han Cruyff escribe sobre su visión del fútbol. Dice
Cruyff que «el fútbol es sencillo, pero el fútbol
sencillo es lo más difícil de conseguir que existe».
En este texto, claro y emocionante a la vez, el le­
gendario ex futbolista y ex entrenador expone sus
ideas con su inteligencia y curiosidad habituales, y
el lector encontrará las claves que han convertido
sus ideales en la fuente de inspiración del fútbol
moderno. Cruyff nos recuerda en todo momento
de qué lado está: del lado del fútbol bello y ofensi­
vo, del irrenunciable placer de jugar, de la dignidad
del jugador. Un libro para guardar, subrayar y no
olvidar.

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