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La solución de este problema es Ja clave de la crítica del gusto y, por eso, merecedora de
toda atención.
Si el placer por el objeto fuese precedente (N.65) y sólo debiera ser reconocida, en el
juicio de gusto, la comunicabilidad universal de ése a la representación del objeto, un tal
procedimiento estaría en contradicción consigo mismo. Pues un placer de esa índole no
sería otro que el mero agrado en la sensación de los sentidos (N.66), y, por ello, sólo
podría tener, según su naturaleza, validez privada, por- que dependería inmediatamente
de la representación por medio de la cual el objeto es dado.
Es, pues, la universal aptitud de comunicación (N.67) del estado del ánimo (N.68) en la
representación dada, la que, como condición subjetiva del juicio de gusto, debe estar en el
fundamento de éste y tener como consecuencia el placer por el objeto. Mas nada puede
ser universalmente comunicado, sino al conocimiento, y la representación, en la medida
que pertenezca al conocimiento. Pues sólo en esta medida es ella objetiva, y tiene sólo
por esto un punto universal de referencia con que es forzada a concordar la fuerza
representacional (N.69) de todos. Si el fundamento de determinación del juicio acerca de
esta universal comunicabilidad de la representación ha de ser pensado como meramente
subjetivo, a saber, sin un concepto del objeto, no puede ser él, entonces, otro que el
estado del ánimo que se encuentra en la relación de las fuerzas representacionales entre
sí, en cuanto que ellas refieren una representación dada al conocimiento en general.
Las fuerzas de conocimiento que son puestas en juego por esta representación están, así,
en un libre juego, porque ningún concepto determinado las constriñe a una regla
particular de conocimiento. En esta representación, entonces, el estado del ánimo debe
ser el de un sentimiento del libre juego de las fuerzas representacionales a propósito de
(N.71) una representación dada, con vistas a un conocimiento en general. Ahora bien: a
una representación por la cual es dado un objeto, para que de ella resulte, en general un
conocimiento, pertenecen la imaginación, para la composición de lo múltiple de la
intuición, y el entendimiento, para la unidad del concepto que unifica las
representaciones. Este estado de libre juego de las facultades de conocimiento a
propósito de (N.72) una representación por medio de la cual es dado un objeto, debe
poder comunicarse universalmente; porque el conocimiento, como determinación del
objeto con la que deben concordar representaciones dadas (en cualquier sujeto que
fuere), es el único modo de representación válido para todos.
Que el poder comunicar el propio estado del ánimo, aun sólo en vista de las facultades de
conocimiento, conlleva un placer, es fácil de probar a partir de la proclividad natural del
hombre a la sociabilidad (empírica y psicológicamente). Mas no basta ello para nuestro
propósito. El placer que sentimos se lo atribuimos como necesario a cada uno en el juicio
de gusto, tal como si cuando llamamos a algo bello hubiese esto de ser considerado como
una pro- piedad del objeto que en él fuese determinada según conceptos, mientras que la
belleza no es en sí nada sin referencia al sentimiento del sujeto. Mas el examen de esta
pregunta debemos reservarlo hasta haber respondido a esta otra, [a saber,] si son posibles
juicios estéticos a priori, y cómo lo son.
Entre tanto, nos ocupamos de la pregunta menor: ¿de qué modo llegamos a ser
conscientes en el juicio de gusto de una recíproca concordancia subjetiva de las fuerzas de
conocimiento entre sí; si estéticamente, a través del mero sentido interno y la sensación,
o intelectualmente, a través de la conciencia de nuestra actividad intencional con que las
ponemos en juego?
Si la representación dada que ocasiona el juicio de gusto fuese un concepto que unificara
entendimiento o imaginación en el enjuiciamiento del objeto con vistas a un conocimiento
de éste, la conciencia de esta relación sería intelectual (como en el esquematismo objetivo
de la facultad de juzgar, de que trata la crítica) (N. 75). Pero, entonces, tampoco sería
emitido el juicio en referencia al placer y displacer, : y por- tanto no sería un juicio de
gusto. Ahora bien: el juicio de gusto determina, independientemente de conceptos, al
objeto en vista de la complacencia y del predicado de la belleza. Por lo tanto, aquella
unidad subjetiva de la relación sólo puede darse a conocer a través de la sensación. La
vivificación (N.76) de ambas facultades (de la imaginación y del entendimiento) con vistas
a una actividad indeterminada (N.77) y, sin embargo, por medio de la ocasión que brinda
la representación dada, unánime, a saber, la actividad que es pertinente para un
conocimiento en general, es la sensación cuya comunicabilidad universal postula el juicio
de gusto. Una relación objetiva puede ser ciertamente sólo pensada, pero en la medida en
que es subjetiva en cuanto a sus condiciones, también puede ser sentida en su efecto
sobre el ánimo; y en una relación en cuyo fundamento no hay ningún concepto (como
aquélla de las fuerzas representacionales con una facultad de conocimiento en general),
no es posible otra conciencia de la misma que a través de la sensación del efecto que
consiste en el juego aliviado (N.78) de ambas fuerzas del ánimo (la imaginación y el
entendimiento) vivificadas por recíproca concordancia. Una representación que, aislada y
sin comparación con otras, tiene, sin embargo, concordancia con las condiciones de la
universalidad, que constituye la ocupación del entendimiento en general, pone las
facultades de conocimiento en el proporcionado acuerdo que exigimos para todo
conocimiento y que, por ello, tenemos: también por válida para todo el que esté
destinado a juzgar por el entendimiento y los sentidos en vínculo (para todo hombre).
Nota 64
Beurteilung. Es esencial para la comprensión del problema que aquí se plantea y de su
respuesta entender que con este término se hace referencia al acto de juzgar lo bello -es
decir, al evento de la reflexión-, y no al juicio (Urteil) como expresión. V., a propósito de la
diferencia entre Urteil y Beurteilung, la nota 12 del Prefacio, y, sobre este último punto - la
expresión-, nuestra nota 74, infra.
Nota 74
74. Vale la pena confrontar la formulación precedente con una que se encuentra en Ja
Introducción (V, B XLIV), más amplia en su propósito, y quizá hasta más precisa en sus
términos. En ella, al tiempo que se anticipa el concepto de conformidad a fin que abordará
el momento analítico siguiente, se menciona una importante función expresiva del placer
que no aparece recogida arriba, y que tendría que ser asociada al tema de la precedencia
del enjuiciamiento con respecto al placer. Cf. en particular, el siguiente pasaje: «el placer
no puede expresar otra cosa que la conmensurabilidad de (el objeto) respecto de las
facultades de conocimiento que están en juego en la facultad de juzgar reflexionante, y en
tanto que lo están, en consecuencia, una conformidad a fin formal subjetiva del objeto».