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La narradora sospecha que su amiga Ana es diferente porque se pone roja de enojo y le sale humo de las orejas, y durante el recreo se esconde detrás de unos arbustos. La narradora decide espiar a Ana para descubrir por qué se comporta así. Siguiéndola a escondidas después de clases, ve algo que la deja perpleja al asomarse por una ventana de la casa amarilla de Ana: Ana tiene alas.
La narradora sospecha que su amiga Ana es diferente porque se pone roja de enojo y le sale humo de las orejas, y durante el recreo se esconde detrás de unos arbustos. La narradora decide espiar a Ana para descubrir por qué se comporta así. Siguiéndola a escondidas después de clases, ve algo que la deja perpleja al asomarse por una ventana de la casa amarilla de Ana: Ana tiene alas.
La narradora sospecha que su amiga Ana es diferente porque se pone roja de enojo y le sale humo de las orejas, y durante el recreo se esconde detrás de unos arbustos. La narradora decide espiar a Ana para descubrir por qué se comporta así. Siguiéndola a escondidas después de clases, ve algo que la deja perpleja al asomarse por una ventana de la casa amarilla de Ana: Ana tiene alas.
Últimamente me ronda la sospecha de que mi amiga Ana no es de este mundo. hay algo en ella que le hace especial, diferente. Cuando se enfada, se pone roja, roja como un jitomate, y si uno está cerca, puede ver cómo le empieza a salir de las orejas un hilo de humo blanco. Y a la hora del recreo, cuando todos comemos los refrigerios que nos mandan de casa, una fruta, un jugo o un sándwich de jamón, ella se aparta de todos y se esconde detrás de unos arbustos. Así que he decidido espiarla. A ver si descubro por qué Ana se comporta así. Llego nueva este ciclo escolar y nos tocó trabajar juntos en la misma mesa de trabajo. Habla poco. Creo que es muy tímida. Me cae bien, pero no puedo reprimir la idea de que esconde algo. A la salida de clases, la sigo, teniendo cuidado de no ser visto. Me voy escondido entre la gente. Me oculto tras los puestos de revista, o detrás de las cabinas telefónicas. Ella no voltea. Va ajena pensando en sus cosas. De vez en cuando se detienen y gira la cabeza, como he visto que hacen los perros al escuchar un silbato. Yo contengo la respiración y, tras unos segundos, continúa avanzado. Por fin, Ana llega a su casa. Es amarilla y tiene una puerta color azul. Toca tres veces. Toc, toc, toc, luego abren y ella pasa sin saludar a nadie. Yo me acerco e intento asomarme por una ventana. Y entonces, veo algo que me deja perplejo. António. Sin habla.