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II.

- Área Socio-emocional
2.1. DEFINICIÓN: Esta área incluye las experiencias afectivas y
la socialización del niño, que le permitirá sentirse querido y
seguro, capaz de relacionarse con otros de acuerdo a normas
comunes.
Para el adecuado desarrollo de esta área es primordial la
participación de los padres o cuidadores como primeros
generadores de vínculos afectivos, es importante brindarles
seguridad, cuidado, atención y amor, además de servir de referencia o ejemplo
pues aprenderán cómo comportarse frente a otros, cómo relacionarse, en
conclusión, cómo ser persona en una sociedad determinada.
Los valores de la familia, el afecto y las reglas de la sociedad le permitirán al
niño, poco a poco, dominar su propia conducta, expresar sus sentimientos y ser
una persona independiente y autónoma.

Esta área incluye las experiencias afectivas y la socialización del niño, que le
permitirá sentirse querido y seguro, capaz de relacionarse con otros de acuerdo
a normas comunes. Para el adecuado desarrollo de esta área es primordial la
participación de los padres o cuidadores como primeros generadores de
vínculos afectivos.

El desarrollo emocional del niño de 0 a 3 años revela la forma de cómo los


bebés empiezan a percibir, comprender y responde a su entorno, también
muestra que las emociones de los bebés contribuyen de forma importante a la
interacción entre los padres y el niño. El llanto, la sonrisa y otras expresiones
del bebé son señales sociales muy significativas.

2.2. Las Reacciones Emocionales


Tempranas (emociones primarias), que “están
presentes en los humanos y otros animales, incluyen
empatía, envidia y vergüenza, que aparecen por
primera vez, aproximadamente, al año y medio o a los
dos años; y orgullo, timidez y culpa, a mitad del tercer
año”.
En el desarrollo de este segundo grupo de emociones
(denominadas emociones de evaluación de conciencia propia) los niños
adquieren y son capaces de utilizar estándares sociales y reglas para evaluar
su comportamiento”.
Es importante profundizar en las siguientes emociones: llanto, sonrisa y miedo.
Características de los primeros años
La primera emoción que se puede discernir de forma fiable
es la angustia que se registra claramente en el llanto de un
bebé que tiene hambre o está incómodo por cualquier
razón. Cuando los recién nacidos de pocas horas o días
oyen un sonido fuerte, siente una pérdida repentina de
apoyo, muchas veces lloran y expresan su disgusto.
Entre los cuatro y los siete meses de edad los bebés
muestran reacciones más pronunciadas de angustia que
cada vez están más combinadas con el enfado, como
cuando se les quita algo que les gusta o se les impide
moverse.
La tristeza también se manifiesta muy pronto en la infancia,
aún más claramente en los bebés de madres deprimidas.
Otros estados de ánimo que los cuidadores también han experimentado,
es la expresión de tristeza en los bebés.
Los recién nacidos muestran sus miradas con los ojos bien abiertos por el
interés y la sorpresa cuando algo atrae su atención.
Las sonrisas también empiezan pronto: en los primeros días de vida
aparece la media sonrisa provocada por un ruido agradable o por tener el
estómago lleno. La sonrisa social (sonrisa del bebé en respuesta a una cara o
voz humana) empieza a aparecer entorno a las seis semanas de vida.
A los tres o cuatro meses, las sonrisas se hacen más amplias, los bebés
empiezan a reír en vez de hacer muecas si algo les resulta especialmente
agradable, sobre todo durante la interacción social.
Algunas de las primeras expresiones de enfado se observan cuando, al
cambiar una situación, cesa el control del bebé sobre este tipo de
acontecimientos (como cuando un hermano le quita el sonajero).

Entre los seis y los nueve meses de edad todas las emociones infantiles
básicas se diferencian y distingue más entre sí. Las emociones también
presentan una mayor variedad y selectividad debido al desarrollo de las
habilidades cognitivas del niño y a sus experiencias más variadas.
La desconfianza o miedos ante los extraños, se observa por primera vez en
torno a los seis meses de edad y normalmente se desarrolla plenamente
entre los diez y los catorce meses.
Muchos niños responden de forma positiva a los desconocidos, y algunos
mezclan reacciones desconfiada y amistosas en su comportamiento
indudablemente “juguetón”. La forma como corresponde un bebé a un extraño
depende de varios aspectos, tanto del bebé como del extraño, así como de la
situación. Un bebé puede mostrarse amistoso hacia un extraño que se
mantiene a una cierta distancia en presencia de la madre, pero puede
reaccionar con miedo si el mismo extraño de repente se le acerca cuando la
madre no está.
Una reacción relacionada con el fenómeno anterior es la ansiedad por la
separación, el miedo a que la madre u otra persona que cuida al niño le deje.
La ansiedad por la separación emerge en torno a la edad de los ocho o
nueve meses y alcanza su grado máximo alrededor de los catorce meses y
después va disminuyendo gradualmente.
Los enfados también aumentan en esta edad, además, la duración del enfado
aumenta desde una expresión pasajera del mismo en la infancia temprana
hasta una prolongada demostración a los diecinueve meses de edad.
A medida que los bebés van haciéndose mayores, sonríen y se ríen de forma
más selectiva y también con mayor rapidez.
A los doce meses de edad, la sonrisa inmediata de un bebé al ver la cara de
uno de sus padres puede cambiar rápidamente en una explosión de gritos de
alegría si la conducta del padre indica el inicia de una interacción en forma de
juego.

2.3. La emoción y la cognición


La vida emocional de un bebé durante la segunda mitad de su primer año de
vida es bastante diferente de la de sus primeros seis meses y el período ente
las edades de ocho y nueve meses parece presentar un crecimiento emocional
especial.
El crecimiento emocional está influido por la evolución de la capacidad del niño
para leer las expresiones emocionales de los demás.
En torno a los ocho meses de edad se ajustan mucho mejor los “mensajes
emocionales” que transmiten el tono, la entonación y la secuencia temporal del
lenguaje hablado, a veces llorando en respuesta a los sonidos de un regaño,
especialmente se va acompañada de una cara de enfado.
Las nuevas emociones de la niñez.
Los niños de un año de edad continúan expresando todas las emociones
básicas, como la alegría, la tristeza y el miedo, cada vez con mayor vigor,
velocidad y selectividad. Aparecen nuevas emociones, están ligadas al mundo
cambiante del niño, que ahora es una persona que se puede mover con
independencia, utiliza el lenguaje hablado y anticipar acontecimientos de forma
que no pueden hacer los bebés (hacia los dos o tres años).
La autoconsciencia.
La autoconsciencia es el sentido que tiene una persona de sí misma como
distinta de las demás, con características particulares. El sentido emergente del
“yo” y lo “mío” se convierte en el terreno abonado que permite el crecimiento de
muchas emociones autoconscientes. Desde el orgullo y la confianza hasta la
culpabilidad, la vergüenza y el rubor. La autoconsciencia permite desarrollar
una nueva consciencia de los demás, que fomenta
emociones como el desafío y los celos, así como la
empatía y los sentimientos de afecto que van más allá
del ver una cara conocida.
El desarrollo de la autoconsciencia también permite a
estos niños hacerse más autocríticos y tener respuestas
emocionales, como la culpabilidad. Con el crecimiento
de la autoconsciencia, también evoluciona el sentido
moral del niño como demuestran los enfados por alguna
injusticia, así como el sentimiento de culpa por haber
hecho algo mal.
Los niños de uno o dos años se sienten más orgullosos de sus logros, a
medida que siguen creciendo su aptitud para interpretar las expresiones
emocionales de los demás, los de dos años de edad responden de una forma
más sensible y razonable a los sentimientos de los demás.
La emergencia de la autoconsciencia es esencial para la compresión social
que tiene el niño sobre el mundo y le permite convertirse en un participante
más activo de la comunidad en la que se está criando.

Las emociones y la interacción social


La interacción social también configura el desarrollo emocional. Cuando las
madres juegan con sus bebés imitan las expresiones emocionales positivas del
bebé para argumentarlas, y cuando el bebé se muestra triste o angustiado las
madres tienden a ignorar estas expresiones como si así evitaran aumentarla, o
a veces imitan brevemente la tristeza del bebé, y luego pasan rápidamente a
una expresión más positiva para así cambiar los sentimientos del bebé.
Las influencias culturales también configuran el desarrollo emocional al
prescribir los tipos de experiencias que los padres procurarán a sus hijos. El
crecimiento emocional está configurado por los hábitos sociales que se
derivan de los valores de la cultura en la que vive la familia.

Sensibilidad
Es la capacidad para recoger e interpretar las señales que da el niño de forma
apropiada y responder a ellas de forma constructiva. Esta dimensión de la
sensibilidad también supone coherencia: los bebés van desarrollando
gradualmente expectativas que llevan a la confianza y la seguridad de un padre
que responde de una forma positiva y coherente. Otro elemento clave es la
aptitud para percibir situaciones desde el punto de vista del bebé, de forma
que, aunque los padres no pueden cumplir los deseos del bebé, pueden
entender y responder a los sentimientos del niño.
Temperamento.
Son disposiciones inherentes, como el niño de actividad, la intensidad de
reacción, la emocionalidad y la sociabilidad que subyacen y afectan a las
respuestas de cada uno, a las personas y las cosas. Cada uno tiene su propio
temperamento.
El temperamento empieza con una multitud de códigos genéticos que orientan
el desarrollo del cerebro, y está afectado por muchas experiencias prenatales,
especialmente las que se desarrollan con la nutrición y la salud de la madre.
Hay elementos constituyentes del temperamento que ya son evidentes desde
el nacimiento, y los primeros meses se establece de forma clara la
individualidad temperamental de cada persona.
Ver el siguiente enlace https://youtu.be/rUZqfslnOdc
El apego
Es la conexión emocional entre una persona y otra, animales u objetos
que produce un deseo de contacto sólido, así como sentimientos de
angustia durante la separación.
Los niños demuestran el apego a través de las conductas que “buscan
proximidad” y conductas para “mantener el contacto”.
Los padres demuestran el apego manteniendo siempre bajo control a su bebé,
incluso si la seguridad no lo existe y, respondiendo de forma afectiva y sensible
a las vocalizaciones, expresiones y gestos del niño.

1.-Un apego seguro, es aquel en el que el niño recibe


seguridad y confianza del cuidador. El cuidador actúa
como una base segura que le permite al niño aventurarse
más allá. Es una conexión entre padre o madre e hijos,
demostrada por la confianza que muestra el niño cuando está
presente uno de los dos padres, u por la angustia ante su
ausencia, que se le resuelve con la vuelta del mismo.
2.-El apego inseguro, se caracteriza por el miedo, el
enfado o la indiferencia aparente de un niño hacia su cuidador. El niño
tiene mucha menos confianza, quizás sin ganas de quedarse en brazos, o
quizás jugando sin ningún interés y sin señales de intentar mantener el
contacto. Es una conexión de padres-hijo problemática indicada por el exceso
de dependencia del niño, o por su falta de interés por el padre o la madre.
El apego queda afectado por la calidad de los cuidados de la primera infancia.
Véase los videos sobre el “Apego” https://www.youtube.com/watch?
v=olnzuMtZdA8htthttps://youtu.be/olnzuMtZdA8ps://youtu.be/olnzuMtZdA8

La exploración del entorno y las nuevas relaciones.


En el segundo año de vida, el mundo del niño se
amplía a través de la exploración del entorno del
hogar. La orientación y el apoyo de los padres siguen
siendo importantes en estos nuevos retos del
desarrollo.
A través de las interacciones entre los compañeros,
los niños amplían su comprensión social y el
repertorio de habilidades sociales. Con el crecimiento
de la autoconsciencia y la vialidad emocional en el
segundo año de edad, florecen los encuentros entre
los compañeros.
Desarrollo de la personalidad
Tanto en el desarrollo emocional como en el desarrollo del temperamento y la
personalidad existen diferencias individuales que requieren que conozcamos,
tratemos y eduquemos a cada niño de modo individual.
Las características individuales del niño que podemos considerar como
centro del desarrollo de la personalidad son: la confianza, el desarrollo de
uno mismo y la independencia.
La confianza: Después de una vida de regularidad, calor y protección en el
útero maternos, el niño debe enfrentarse a un mundo menos seguro. El niño
aprende a confiar cuando es cuidado de una forma consistente y cálida. Si el
niño no está bien alimentado y no se encuentra en un ambiente cálido, se
puede desarrollar un sentimiento de desconfianza”.
Desarrollo del conocimiento de uno mismo: los individuos poseen el sentido
de quienes son y de qué les hace diferentes a los demás. Se aferran a esta
identidad y comienzan a sentirse seguros sobre que esta identidad está siendo
cada vez más estable. Para saber si el niño se reconoce a sí mismo se pueden
utilizar espejos, de tal forma que poniendo colorete en la nariz del niño se sabe
que este se reconoce frente al espejo cuando se toca su nariz colorada y no la
del “niño del espejo”.
Independencia: el sentido del yo no sólo se desarrolla el segundo año de vida,
sino que la independencia también se convierte en un tema central en la vida
del niño. Se cree que el niño pasa por un proceso de separación y después de
individualización. La separación implica alejamiento de la madre y la
individualización implica el desarrollo del “yo”. La independencia es un aspecto
importante ya que desemboca en a autonomía que es fundamental para el
desarrollo mental y de las habilidades motoras.

2.3. Entre las características de los cuidados que afectan a la calidad de


apego se encuentran:
La sensibilidad general a las necesidades del niño.
La capacidad de respuesta a las señales específicas del niño.
Hablar e indicar a que jugar con el niño de manera que se fomente de forma
activa en su crecimiento y desarrollo.
El apego también puede estar influido por el contexto más amplio en el que
viven el bebé y la madre.
Los cambios importantes en las circunstancias familiares alteran la relación de
apego entre el bebé y su madre al variar las pautas de interacción familiar. Esto
puede dar como resultado una nueva relación que puede ser más o menos
segura que antes. Estas influencias pueden afectar al apego de diferentes
formas.
Esencialmente, las relaciones de apego se configuran a partir de la interacción
entre la madre y el bebé, dentro de un contexto social complejo.
Muchos estudios demuestran claramente que el apego seguro a la edad de un
año proporciona una previsión del desarrollo social del niño y de su
personalidad para los años venideros. Los niños de tres años que tenían un
apego seguro cuando tenían un año también tienen más probabilidades de que
se les solicite como amigos y de que se les elija como líderes.

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