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El cautiverio en Babilonia

Jeremías 20-22; 24-29; 32; 34-45; 52: Lamentaciones

(24-1) Introducción
Jeremías, abandonado en una ciudad desolada por los Invasores babilónicos,
hizo algunas preguntas acertadas… ¿Cómo fue que una ciudad que había sido
habitada por tan gran cantidad de gente, visitada por reyes y reinas de otras
naciones, ahora quedaba desolada y vacía? No había eco de voces en sus
calles. Todo lo que allí había sido de valor ahora descansaba en otras moradas,
en otros templos. ¿Cómo pudo haber sucedido? ¿Por qué los grandes hombres
—a semejanza de las grandes ciudades— no consiguen mantener su grandeza
y quedan sin llegar a su destino?
Jeremías tenía las respuestas que buscaba. Lo que él necesitaba era alguien
que realmente lo escuchara.
Este capítulo hace un repaso de las enseñanzas de Jeremías a su pueblo
cuando menciona la inminente cautividad en Babilonia. (Véase 2 Reyes 24-
25.) Pero Jeremías no solamente era un profeta que hablaba de calamIdades,
aunque así parezca en esta lección. A semejanza de Enoc (véase Moisés 7:41-
69), a Jeremías le fue permitido ver la venida del Salvador y también la
restauración de la Iglesia de Dios y su pueblo en los últimos días (véase cap.
25). Al leer Lamentaciones y los capítulos históricos de Jeremías, observe la
correlación entre la rectitud de una nación y su poder, la relación entre los
caudillos de la nación y la justicia del pueblo, y la relación entre un profeta y
los pactos de Dios con sus hijos.
Instrucciones al alumno
1. Emplee los comentarios que aparecen a continuación, pues ellos le ayudarán en la lectura y
estudio de Jeremías 20–22; 24–29; 32; 34–35; 52; y de Lamentaciones. Estos capítulos son
históricos y versan sobre la caída y el cautiverio de Judá. Los capítulos proféticos de Jeremías serán
estudiados en el siguiente capítulo de este manual.

2. Lleve a cabo las asignaciones del Resumen analítico según las instrucciones de su maestro.
(Los alumnos del Curso de estudio individual supervisado deben completar toda esta sección.)

COMENTARIOS SOBRE JEREMIAS


20-22; 24-29; 32; 34-45; 52
(24-2) Jeremías 20:1-6. Jeremías en el cepo
Jeremías 19:14-15 nos relata que el profeta se hallaba otra vez en el patio del
templo recordando a la gente las dificultades que pendían sobre la nación por
causa de la maldad de los habitantes. Cuando Pasur, que era el principal en el
templo, se enteró del incidente, hizo que Jeremías fuera azotado y puesto en el
cepo. El cepo era un instrumento de tortura mediante el cual el cuerpo era
obligado a estar en una posición antinatural, muy semejante a los cepos de
madera de la época medieval en que las diferentes partes del cuerpo —los
brazos, las piernas y la cabeza— eran sujetas en determinados lugares
mediante listones (vigas) de madera.
Lejos de acobardarse por este duro trato, Jeremías lo aprovechó como una
oportunidad más para enseñar. Pasur, en hebreo, significa "libre". Al ser
liberado el profeta, le dijo a Pasur que el Señor tenía otro nombre para él. Dijo
que Dios no lo había llamado Pasur o "libre", sino Magor-misabib, que
significa "terror por todas partes" (véase Jeremías 20:3-6).
(24-3) Jeremías 20:7-18. El peso de la palabra de Dios
La gran desesperación que el llamamiento profético acarreó sobre Jeremías se
hace patente en Jeremías 20:7-8, 14-18. El vocablo hebreo traducido en el
versículo 7 como "seducido" debe ser entendido como "persuadido". El poder
que persuadió al profeta a continuar predicando la palabra de Dios a tan alto
precio era como "un fuego ardiente metido en (mis) huesos" (vers. 9). No
podía calmarse. Los versículos 14-18 reflejan la desesperación del profeta por
el solitano ministerio que recibió. Algunos eruditos se inclinan a creer que
estos versículos originalmente antecedieron a los versículos 7-13 porque el
tono del lamento cambia en los versículos 11-13, en los que Jeremías
comienza a alabar al Señor.

(24-4) Jeremías 21; 22:1-9. ¿Hará el Señor aquello que ha


dicho?
Pasur no estaba complacido con lo que Jeremías le había dicho (véase
Jeremías 20:1-6), mas cuando el rey Sedequías mandó a Pasur a consultar al
Señor por medIO del profeta, éste obedeció. La respuesta de Jeremías tenía
tres partes: (1) La respuesta a la esperanza del rey de que el Señor interviniera
para salvar a Jerusalén de la inminente invasión de los caldeos (véase Jeremías
21:4-7) fue clara: No había esperanza. (2) Consejo en cuanto a cómo el pueblo
y la familia real podrían preservar su vida rindiéndose a los caldeos en lugar
de luchar contra ellos (véase vers. 8-10). (3) Profecía concerniente a la casa de
David (véase 21:11-14; 22:1-9), a la que Jeremías dio una alternativa: Si el rey
y su pueblo se volvían a la rectitud, el trono de David sería preservado (véase
Jeremías 22:4), pero si no, sería "casa… desierta" (vers. 5).
Galaad representaba el terreno más fértil de Israel; y el Líbano, la montaña
más elevada y los mejores arboles (vease vers. 6). Pero el Señor envió
destructores, y las mejores tierras quedaron desoladas. Se da razón con toda
claridad en el versículo 9.

(24-5) Jeremías 22:10-30. Condenación clara para los


gobernantes de Judá
"No lloréis al muerto" (Jeremías 22:10; véase también vers. 11-12) se refiere a
Josías, rey de Israel, el cual murió por causa de una herida que recibió en la
batalla de Meguido. "Llorad amargamente por el que se va"(vers. 10) se
refiere a Salum, o Joacaz, hijo de Josías y sucesor del trono, quien fue llevado
a Egipto. (Vease Temas suplementarios, sección G.)
La enseñanza principal que se halla en Jeremías 22:10-30 es que el pueblo
más bello y amado del Señor, Judá, enfrentaba una gran tragedia por causa de
la iniquidad de sus habitantes. La gente no debía la mentarse por sus reyes
difuntos. Más bien debía lamentarse por la inminente tragedia y apartarse de
sus malas sendas.
El profeta reprende a Joacim por su vida egoísta y por su injusticia para con el
pueblo (véase vers. 13-19), la que era particularmente evidente al compararlas
con las buenas obras de su difunto padre, Josías (véase vers. 15-16).
Como "sepultura de asno" (vers. 19) significaba que quedaría insepulto, a
campo abierto. Esta profecía probablemente se cumplió cuando Joacim fue
llevado cautivo durante el sitio impuesto por Nabucodonosor sobre Jerusalén
(véase Comentarios sobre 2 Reyes 24:5-7).

Los nombres Líbano y Basán (véase Jeremías 22:20) fueron empleados para


describir el viaje de Israel desde Judá hasta Babilonia. Así como el viento seco
destruye la tierra de pastoreo secando la hierba (véase versículo 22), de la
misma manera Babilonia destruiría a los pastores y caudillos de Judá.
El versículo 23 es algo mordaz. Por motivo de su altura y belleza, los cedros
del Líbano a menudo eran empleados como símbolo de orgullo. Aquí son
símbolo de los caudillos de Judá, a los que se les dice que consideren cuán
grandes serán una vez que los dolores de la guerra los acosen.

(24-6) Jeremías 22:24-30. Joaquín no retornará


Joaquín, hijo de Joacim, es llamado Conías por Jeremías. Conías fue
comparado con un anillo, el cual, aparte de ser una joya, lleva el sello o
símbolo de poder. Conías, o Joaquín, recibe el anuncio de que si él fuera el
único de valor que tuviera Dios, por causa del estado de maldad en que se
encontraba, igualmente sería entregado en manos de Nabucodonosor para no
volver jamás. (Véase vers. 25-27.)
Los Comentarios sobre Jeremías 23 se encuentran en el capítulo 25 de este
manual.

(24-7) Jeremías 24. ¿Cuál es el significado de la parábola


de los higos?
Era voluntad del Señor que Judá se sometiera a Babilonia, que recibiera su
castigo y se arrepintiera. Los que así lo hicieron fueron llevados "para bien"
(Jeremías 24:5). Sin embargo, Sedequías y otros rehusaron someterse. Adam
Clarke dijo:
"En el símbolo de los higos buenos y malos, Dios representa el estado de las
personas que ya habían sido llevadas cautivas a Babilonia con su rey,
Jeconías, comparadas con el estado de las que serían llevadas con Sedequías.
Las que ya habían sido llevadas, siendo personas escogidas, fueron
representadas por los higos buenos; las que quedaron y poco después llevaron
cautivas fueron representadas por los higos malos que para nada servían. La
condición de los primeros, aun estando en cautiverio, era mucho mejor que la
de los que ahora iban a ser puestos en manos del rey de Babilonia. Los
últimos serían tratados como dos veces rebeldes; los primeros, siendo los más
respetables de los habitantes, bien tratados; y, aun en cautiverio, se haría entre
ellos una marcada distinción, por disposición de Dios mismo. Pero el profeta
saca sus propias conclusiones…
"[El Señor dice]: Los que ya fueron llevados al cautiverio estimo como más
excelentes que los que quedan en la región. No han pecado tan
profundamente, y ahora están arrepentidos; por lo tanto, 'pondré mis ojos
sobre ellos para bien' (vers. 6); esto es, los cuidaré mediante una providencia
especial y serán restaurados a su tierra." (The Holy Bible… with a
Commentary and Critical Notes, 4:316-17; véase también Temas
suplementarios, secciones G y A.)
(24-8) Jeremías 25:16-29. ¿Quién beberá la copa de la ira de
Dios?
La explicación de la frase "la copa del vino de este furor" se encuentra en
Comentarios sobre Isaías 51:17-23. Comenzando con Jerusalén y las ciudades
de Judá, la amarga copa será bebida por Egipto, las naciones del occidente y
del oriente, y por Babilonia.
La última parte del capítulo 25 proféticamente pasa hasta la época de la futura
batalla de Armagedón. Aquí la batalla se describe para mostrar a Judá que las
naciones malvadas no escaparán de los juicios del Señor. El lenguaje de estos
pasajes muestra que lo que Jeremías vio fue la época en la que todas las
naciones se reunirán contra el pueblo del Señor y serán llevadas a juicio. El
élder Joseph Fielding Smith específicamente relacionó la controversia del
Señor con las naciones de los últimos tiempos (véase The Signs of the Times,
págs. 138-75). Y el lenguaje empleado en Jeremías 25:32-33 es semejante a
otros pasajes que hacen referencia a la batalla de Armagedón. (Véase
Comentarios sobre Ezequiel 38-39; Temas suplementarios, sección I.)
(24-9) Jeremías 26:1-9. Jerusalén como Silo
El libro de Jeremías no está en orden cronológico. Por ejemplo, Jeremías 25
habla del cuarto año del reinado de Joacim, y luego Jeremías 26:1-9 hace un
relato del primer año de su reinado.
Jeremías compara Jerusalén con Silo, que fue el primer lugar donde descansó
el tabernáculo y el lugar donde las tribus echaron suertes para sus herencias.
Silo fue parte de la herencia de Efraín, y fue el lugar a donde llevó Ana a
Samuel para servir a Elí. El Señor dice en Jeremías 26:1-9 que tal como dejó
que los filisteos profanaran el tabernáculo, así dejaría a los babilonios profanar
el templo. Y tal como Silo fue nivelado por su iniquidad, de la misma manera
sería destruida Jerusalén. (Véase Jeremías 7:12, 14.)

(24-10) Jeremías 26:14-15. "Haced de mí como mejor os


parezca"
Compare las palabras de Jeremías en los versículos 14 y 15 con los de Abinadí
en Mosíah 17:9-10. Como el de Abinadí, el mensaje de Jeremías a sus
enemigos fue: "Haced lo que queráis, mi palabra tiene validez. Si escogéis
matarme, derramaréis sangre inocente, mas esto no suprime mis palabras".

(24-11) Jeremías 26:20-24. El caso de Urías


El caso de Urías, repetido aquí durante el juicio a Jeremías, muestra la
iniquidad del rey Joacim. Cuando Urías supo que el rey quería darle muerte,
huyó a Egipto. Pero, evidentemente, Egipto no le dio asilo. Por el contrario,
aceptó el pedido de extradición, y Joacim lo mató personalmente. Esa es la
única mención que se hace de Urías, y su ministerio sugiere que
probablemente hubo muchos profetas de los que nada sabemos.
El versículo 24 implica que Jeremías, aunque absuelto, hubiera corrido igual
suerte que Urías en manos del populacho si no hubiera sido por Ahicam, quien
lo protegió.

(24-12) Jeremías 27. El yugo de la servidumbre


Aunque Jeremías 27:1 indica que es probable que la profecía sobre la
servidumbre de Judá fue dada durante el reinado de Joacim, los versículos 3 y
12 sugieren que ésta se dio durante el reinado de Sedequías.
Habían llegado a Sedequías embajadores de varios países vecinos con la
propuesta de unirse para vencer a Babilonia. Jeremías recibió del Señor el
mandato de poner sobre su cuello coyundas (ataduras) y yugos y usarlos en
público para simbolizar que era voluntad del Señor que se sometieran a sus
futuros conquistadores. El mensaje de que no trataran de cambiar los decretos
de Dios también fue dado por Jeremías. Las tierras de Judá fueron asignadas a
Babilonia hasta que aquel país maduró en iniquidad y cosechó su propia
recompensa. Una promesa bien definida, dirigida a Judá, fue dada en el
versículo 11, indicando que la sumisión era la única esperanza que tenía de
retener sus tierras.
No es de Dios todo mensaje que reclama serlo (véase vers. 15), ni todo
mensajero porta la palabra de El. Jeremías le advirtió a Sedequías que los
profetas que proclamaban que Babilonia no tomaría a Judá debían tratar de
preservar el resto de los tesoros del templo que había quedado de la primera y
segunda conquistas de Nabucodonosor. Jeremías estaba señalando que sus
promesas de cautiverio eran realistas, en tanto que las promesas de liberación
hechas por los profetas falsos hacían caso omiso de la realidad, puesto que los
babilonios ya habían demostrado que podían conquistar con impunidad a
Judá.

(24-13) Jeremías 28. La contraposición de Hananías


La intensidad del debate que se desató en Jerusalén está bien clara en el
capítulo 28. Hananías dijo que Dios había manifestado que el pueblo de Sede
quías no iría al cautiverio y que el poder de Babilonia (el yugo) había sido
quebrantado y los tesoros del templo y los cautivos serían devueltos en el
término de dos años (véase vers. 1-4).
En el versículo 6, el "Amén, así lo haga Jehová" expresado por Jeremías es
sarcástico, como diciendo que el futuro haría saber cuál de las profecías se
cumpliría. Moisés enseñó que una prueba para conocer al verdadero profeta es
ver si sus palabras se cumplen (véase Deuteronomio 18:22). Jeremías había
profetizado destrucción y cautiverio; Hananías, retorno y restauración. La
respuesta de Jeremías fue sencillamente que el profeta cuyas palabras se
cumplieran era el elegido por el Señor (véase vers. 9). Para hacer destacar sus
palabras, Hananías quitó el yugo que estaba sobre los hombros de Jeremías y
lo rompió, anunciando que Dios haría lo mismo con el yugo de Judá impuesto
por Babilonia. La respuesta del Señor fue sencilla y poderosa: El yugo de
madera se tornaría en yugo de hierro (véase vers. 13). La muerte de Hananías,
profetizada por Jeremías (véase vers. 15-17), debería haber convencido a
Sedequías y al pueblo de que Jeremías era el profeta verdadero, pero estaban
demasiado endurecidos para ver la realidad.

(24-14) Jeremías 29. Carta a los cautivos


"Así como sucedió en Jerusalén, en Babilonia también las predicciones hechas
por los profetas falsos alimentaron una viva esperanza de que el dominio de
Nabucodonosor no duraría mucho y que el retorno de los exiliados a su madre
tierra se produciría pronto. El espíritu de descontento así alimentado debe
haber ejercido una influencia dañina en la suerte de los cautivos y no pudo
dejar de frustrar el propósito que el castigo infligido por Dios quería alcanzar,
esto es, el progreso moral del pueblo. En consecuencia, Jeremías aprovechó la
oportunidad proporcionada por unos embajadores enviados del rey Sedequías
a Babel, para dirigir una carta a los exiliados exhortándolos a someterse con
humildad a la suerte que Dios les había asignado. Les aconsejó que se
prepararan para una larga estancia en Babel y buscaran el bienestar de esa
nación como condición necesaria para su propio bienestar. Les dijo que no
debían permitir que los profetas falsos los engañaran con promesas vanas de
un pronto retorno, puesto que Dios no los llevaría de vuelta para cumplir sus
promesas gloriosas sino hasta después de haber transcurrido setenta años
(vers. 4-14)." (C. F. Keil y F. Delitzsch, Commentary on the Old Testament,
8:1:408-9.)
Los Comentarios sobre Jeremías 30-31 aparecen en el capítulo 25 de este
manual.

(24-15) Jeremías 32:1-5. Jeremías es encarcelado


Desde un punto de vista político, es fácil comprender por qué los caudillos
judíos reaccionaron tan firmemente contra Jeremías. En una época de crisis
nacional, él proclamó la rendición y sumisión a Babilonia. Pero, naturalmente,
Jeremías no hablaba desde un punto de vista político; hablaba por el Señor.
Sedequías lo aisló del pueblo por haber profetizado durante el sitio sobre la
inminente cautividad y el derrocamiento del rey (véase vers. 2). Para
informarse en cuanto a la aparente contradicción de la profecía de Jeremías
con la de Ezequiel, véase Ezequiel 12:13 (véase también Commentarios sobre
2 Reyes 25:1-7).

(24-16) Jeremías 32:6-44. ¿Por qué enterró Jeremías la


evidencia de su compra?
Jeremías compró la heredad de su primo porque tenía derecho a ella como
pariente más próximo (véase Levítico 25:25; Rut 4). Entonces selló la carta de
compra en un cántaro (véase Jeremías 32:11-12) como evidencia de su fe en la
promesa de Dios de que "se comprarán casas, heredades y viñas en esta tierra"
(vers. 15). Después de la muerte del profeta, el derecho de propiedad pasaría
al pariente más cercano de Jeremías. El resto del capítulo 32 es la aseveración,
de parte del Señor a Jeremías, de que los hombres verdaderamente retornarían
de Babilonia para heredar la tierra (véase vers. 26-44).

(24-17) Jeremías 32:36-41. Restauración y pacto


sempiterno
Jeremías claramente señaló un pleno retorno de todo el pueblo del Señor y el
establecimiento de un convenio eterno con ese pueblo. Esta promesa todavía
está por cumplirse plenamente en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos. (Véase 3 Nefi 20: 29-46; 21.)
Los comentarios sobre Jeremías 33 se encuentran en el capítulo 25 de este
manual.

(24-18) Jeremías 34:1-7. La conquista de Jerusalén


Jeremías 34:1-7 trata la conquista de la ciudad por parte de Nabucodonosor y
también el cautiverio y muelle de Sedequías (véase Comentarios sobre 2
Reyes 25:1-7).

(24-19) Jeremías 34:8-22. ¿En qué forma rompió Sedequías


su pacto con el pueblo?
"Durante la primera parte del sitio de Jerusalén, los habitantes de la ciudad
dieron libertad a sus esclavos hebreos. Esto pudo haberse hecho en parte
porque la ley antigua requería que los esclavos fueran liberados según Exodo
21:1 y Deuteronomio 15:2, y en parte por la necesidad de hombres para
ayudar a defender la ciudad. En cualquier caso, esta liberación de los esclavos
fue garantizada por un pacto solemne. Entonces el avance de los egipcios
parece haber hecho que los babilonios levantaran el sitio. A pesar de su
juramento solemne y haciendo caso omiso de las demandas del amor fraternal
y de la justicia, los hombres de la ciudad procedieron a tomar por esclavos
otra vez a sus hermanos más desafortunados. Esta conducta injusta acarreó la
inmediata acusación del Señor y una condena terrible." (Sidney B.
Sperry, The Voice of Israel's Prophets, págs. 182-83.)
(24-20) Jeremías 35. El ejemplo de los recabitas
Este capítulo retrocede al tiempo del reinado de Joacim, hijo de Josías (véase
Jeremías 25). En él Jeremías expuso ante los judíos el recto ejemplo de los
recabitas, quienes, habiendo hecho un pacto de nunca beber vino, rehusaron
beberlo cuando Jeremías se lo ofreció en la casa de Dios. (Estos hombres se
habían mudado a Jerusalén y habían escapado así de los invasores babilonios.)
Jeremías recibió el mandamiento de citar el ejemplo de los recabitas al pueblo
de Judá (véase vers. 13-14). El mensaje era claro: Los recabitas observaron
fielmente sus convenios, aunque no eran el pueblo del convenio del Señor.
Los judíos eran transgresores de los mandamientos del Señor y quebrantaron
sus promesas a Dios en toda ocasión. Así sobre los judíos vendría "todo el mal
que contra ellos he hablado" (vers. 17).

(24-21) Jeremías 36:1-8. La palabra del Señor queda


registrada
"En el cuarto año del reinado de Joacim vino palabra del Señor a Jeremías,
instándolo a que hiciera escribir todos los discursos que previamente había
dado, para que Judá pudiera, si era posible, considerar las amenazas y el
retorno a las sendas del bien (vers. 1-3). De acuerdo con este mandamiento,
hizo escribir todas las palabras del Señor en un libro que escribió su ayudante,
Baruc, con instrucciones de que durante el día de ayuno se leyeran en el
templo al pueblo que viniera de todo el país a Jerusalén (vers. 4-8). Después
de esto, en el noveno mes del quinto año de Joacim, se convocó un ayuno.
Barucleyó las profecías ante el pueblo reunido en el aposento de Camarías, en
el templo. Micaías, hijo de Camarías, mencionó el asunto a los príncipes que
estaban reunidos en el palacio real; los príncipes mandaron buscar a Baruc con
el rollo, e hicieron que lo leyera delante de ellos. Pero tuvieron tanto temor
por lo que les fue leído que decidieron informar al rey en cuanto al asunto
(vers. 9-19). Por consejo de ellos, el rey hizo traer el rollo y que se le leyera
parte del mismo; pero apenas hubo oído algunas partes, cuando cortó el rollo
en pedazos y los arrojó en el fuego que ardía en la sala, al mismo tiempo que
daba orden de que Baruc y Jeremías fuesen llevados ante él; pero Dios los
escondió (vers. 20-26). Después que este rollo fue quemado, el Señor mandó
al profeta reunir todas sus palabras en otro rollo y profetizar un ignominioso
destino sobre el rey Joacim; por este motivo Jeremías una vez más dictó sus
discursos a Baruc (vers. (27-32)." (Keil y Delitzsch, Commentary, 8:2:93.)

Baruc leyó el registro de Jeremías


(24-22) Jeremías 37-39. "Recompensa" de un profeta
Cuando el rey Joacim se rebeló contra Babilonia, fue depuesto, y su tío,
Sedequías, fue puesto en su lugar. En este momento de la historia debe haber
sido evidente que las profecías de Jeremías pronto se iban a cumplir. Dos
veces había venido Nabucodonosor y dos veces había humillado a Judá sin
que nadie se lo impidiera. Pero Sedequías no fue más prudente que su
hermano, Joaquín, ni que su sobrino, Joacim. El también comenzó a buscar
formas para destruir el yugo impuesto por Babilonia. Sin prestar atención a las
repetidas advertencias de Jeremías, se rebeló, y una vez más los invasores
llegaron contra Jerusalén. (Véase Temas suplementarios, sección G.)
Fue sobre este escenario que los acontecimientos de estos capítulos tuvieron
lugar. Jerusalén estaba bajo sitio, y el consejo de Jeremías de que debían
rendirse no fue bien acogido. El profeta fue considerado traidor y subversivo.
En este momento un ejército de Faraón se dirigía hacia el norte para
enfrentarse con las fuerzas de Nabucodonosor (véase Jeremías 37:5).
Nabucodonosor temporariamente se apartó de Jerusalén para enfrentar la
amenaza del sur. Las esperanzas de los judíos renacieron, pero nuevamente
Jeremías las hizo trizas. Profetizó que el ejército egipcio retornaría a Egipto
(véase vers. 7) y que el sitio sería establecido nuevamente. Tan desvalida se
vería Judá, de acuerdo con Jeremías, que aunque todo el ejército caldeo fuera
herido en la batalla con Egipto, igual tendría éxito para destruir a Jerusalén
(véase vers. 8-10).
Cuando el sitio se levantó, Jeremías decidió regresar a la tierra de Benjamín,
probablemente para visitar su ciudad natal. Sus enemigos aprovecharon la
oportunidad para actuar en contra de él. Acusándolo de huir para unirse a los
caldeas, los caudillos judíos hicieron que Jeremías fuera arrestado, azotado y
arrojado en la prisión (véase vers. 11-15).
El carácter débil e indeciso de Sedequías se volvió a manifestar. En secreto
mandó buscar a Jeremías para preguntarle si había palabra del Señor
concerniente al destino de Jerusalén (véase vers. 16-17); sin embargo, cuando
los otros líderes demandaron la muerte del profeta por predicar la rendición
(véase Jeremías 38:1-4), Sedequías respondió débilmente: "He aquí que él está
en vuestras manos; pues el rey nada puede hacer contra vosotros" (véase vers.
5). Pero cuando los amigos de Jeremías intercedieron por su vida, Sedequías
se aplacó y lo dejó en libertad secretamente (véase vers. 7-13).
La pregunta aguda y sarcástica dirigida al rey por el profeta aparece en
Jeremías 37:19. Los profetas falsos habían prometido que los babilonios no
atacarían Jerusalén y que los que habían sido llevados cautivos volverían. En
ese momento Jeremías citó las palabras de Moisés en cuanto a cómo discernir
entre un profeta verdadero y uno falso. Ahora bien, con los babilonios
rodeando la ciudad, Jeremías preguntó dónde estaban aquellos profetas. La
palabra de Jeremías había demostrado ser la verdadera, y él se encontraba en
prisión. La palabra de los otros había sido expuesta como falsa, ¿y dónde se
encontraban ellos?
El capítulo 39 detalla la caída de Jerusalén y el trágico final de Sedequías y de
su familia. Por motivo de que Jeremías había anunciado el éxito final de
Babilonia, fue dejado libre por los caldeas y tuvo permiso de quedar en
Jerusalén como hombre libre (véase vers. 11-14).

(24-23) Jeremías 40-44. Después de la caída de Judá


"Anteriormente mencionamos el hecho de que después de la caída de
Jerusalén, Jeremías fue liberado y se le permitió permanecer en Palestina. De
hecho, primero fue llevado encadenado con todos los demás cautivos y llegó
hasta Ramá, pueblo a unos ocho kilómetros al norte de Jerusalén. Aquí el
capitán de la guardia de los babilonios le quitó las cadenas y le dio provisiones
y un presente, y lo mandó de vuelta a Gedalías, nuevo gobernador de Judá,
con instrucciones de que le permitieran vivir entre el pueblo o ir donde
quisiera (40:1-6).
"Luego del nombramiento de Gedalías como gobernador de Judá, muchos
judíos en las regiones circunvecinas recuperaron la confianza y regresaron a
su país natal. Pero uno de ellos, Ismael, el hijo de Netanías, parece haber sido
enviado por Baalis, rey de Amón, con el propósito expreso de matar a
Gedalías (40-14). El buen gobernador fue advertido de esto, pero no quiso
creer a quienes lo pusieron al tanto del complot. El resultado fue que él, los
judíos y los caldeos que estaban con él en Mizpa fueron asesinados a sangre
fría por Ismael y los otros conspiradores (41:1-3). Otros judíos encontraron la
muerte en manos de Ismael, y éste escapó a Amón antes de ser capturado
(41:4-15).
"Después de este incidente, Jeremías recibió algunos del pueblo de Judá,
quienes le pidieron que orara a Dios en bien de ellos y pidiera consejo y
asesoramiento. El profeta oró, y el Señor aconsejó a los del pueblo que se
quedaran en Judá para ser bendecidos. Se les dijo que no temieran al rey de
Babilonia, que el Señor los salvaría y los liberaría de la mano de aquel
monarca y tendría compasión de ellos. Por otra parte, si iban a Egipto para
escapar de la guerra y del hambre, se sentirían sumamente desilusionados. Se
les dijo que el hambre, la pestilencia y la espada serían su terrible destino
(42:1-22). Pero los tercos judíos rehusaron escuchar la palabra del Señor dada
a través de Jeremías y se fueron a la tierra de Egipto, llevando consigo al
desafortunado profeta y a Baruc (43:1-7).
"En Tafnes vino al profeta la palabra del Señor anunciando la destrucción de
Egipto en manos del mismo Nabucodonosor que había destruido a Jerusalén
(Jeremías 43:8-13).
"Así los judíos desobedientes que habían huido de las dificultades en Judá las
encontraron frente a ellos en Egipto. (Véase también 44:12-14.) Jeremías
continuó fustigándolos por la adoración idólatra de la 'reina de los cielos', pero
ellos rehusaron escuchar sus palabras (44:15-30)." (Sperry, Voice of Israel's
Prophets, págs. 184-85.)
(24-24) Jeremías 45. Baruc
"Este pasaje es una especie de apéndice que corresponde al capítulo 36, y
tiene mucho valor por motivo de los detalles que aporta con respecto a la vida
de Baruc. El también estuvo acosado por la desesperación como lo estuvo
Jeremías y bien pudo decir: 'Ay de mí' (vers. 3). Es posible que al escribir las
palabras de juicio pronunciadas por Jeremías, sabiendo en su corazón que las
mismas eran verdaderas y que todo sucedería tal como se decía, se haya
sentido deprimido y se haya llenado de incertidumbre con respecto a su propio
futuro. Sabía mucho de los asuntos de Jeremías: Escribió los oráculos
pronunciados por el profeta para el primer y segundo rollo en el año 605 y 604
a. C. y ciertamente continuó escribiendo los dichos del profeta posteriores a
esa fecha y lo acompañó a Egipto, donde probablemente continuó su obra
como escriba. Tal vez Baruc finalmente regresó a Judá o viajó hasta Babilonia
para reunirse con los expatriados allí, y pudo relatarles los acontecimientos en
Egipto, aunque no hay evidencia que demuestre una cosa u otra. En algunas
ocasiones compartió con Jeremías situaciones peligrosas (36:19, 26; 43:3).
Gran parte de lo que conocemos hoy día como el libro de Jeremías se remonta
directa o indirectamente a él." (J. A. Thompson, The Book of Jeremiah, The
New International Commentary on the Old Testament, pág. 683.)
(24-25) Jeremías 52. Apéndice histórico
El último capítulo de Jeremías es un resumen del material histórico
previamente comentado (véase Jeremías 39) y un registro de acontecimientos
futuros, tales como la buena situación de Joaquín en Babilonia (véase
Jeremías 52:31-34). Puesto que Jeremías no fue a Babilonia sino que fue
llevado a Egipto, se duda de que este capítulo haya sido escrito por él. Tal vez
haya sido agregado por su escriba, Baruc (véase 2 Reyes 24-25; Jeremías 39).

COMENTARIOS SOBRE
LAMENTACIONES
(24-26) Lamentaciones 1:1-11. ¿Quién escribió las
Lamentaciones y por qué?
La tradición por largo tiempo ha sostenido que el libro de las Lamentaciones
fue escrito por Jeremías, aunque algunos críticos modernos lo dudan. Keil y
Delitzsch hicieron notar, luego de un minucioso examen de los argumentos
que ponen en duda que Jeremías haya escrito el libro: "Por lo tanto, cerramos
esta investigación después de haber demostrado que la tradición que sostiene
que Lamentaciones fue escrito por Jeremías tiene buen fundamento, tanto
como cualquier otra tradición". (Commentary, 8:2:349-50.)
El autor de Lamentaciones quiso exponer la condición patética de un pueblo
despojado en manos de los babilonios. Comparó a la abandonada Jerusalén
con una mujer cuyo marido ha muerto (véase vers. 1). Todos sus "amantes"
(los dioses falsos que adoraban) la abandonaron a sus enemigos (véase vers.
2-3). Todo esto sucedió por causa de la iniquidad de Judá (véase vers. 5-8).
Aun el Señor la abandonó en la hora de su aflicción. Sus enemigos "se
burlaron de su caída" (vers. 7).

El encabezamiento del libro de Lamentaciones es, en hebreo, aychah, que se


traduce como "¡Ay!" o "¡Pobre de…!" según Keil y Delitzsch
en Commentary, 8:2:335. Era costumbre en la antigua Judá componer y
cantar endechas (lamentaciones) en memoria de amigos o parientes fallecidos.
Jeremías hizo lo mismo por su amada Jerusalén.
Las "cosas preciosas" mencionadas en los versículos 10 y 11 aluden, en parte,
a los utensilios preciosos que el enemigo sacó del templo. Los pocos que
quedaron se vendieron para aliviar el hambre y el infortunio desatados sobre
el pueblo.

(24-27) Lamentaciones 1:12-22. "Sión extendió sus manos;


no tiene quien la consuele"
Jeremías empleó imágenes vívidas para describir la gran aflicción de Judá,
comparándola con fuego en los huesos, con una red para los pies, con un yugo
puesto en el cuello, con la uva aplastada en el lagar. Cada alusión es muy bien
empleada. Al menos una de ellas, la del yugo o las ataduras alrededor del
cuello, es empleada también en Isaías 52:2. De acuerdo con la interpretación
dada en Doctrina y Convenios 113:10, las ataduras en el cuello de Israel "son
las maldiciones de Dios sobre ella, o el remanente de Israel en su estado de
esparcimiento entre los gentiles". Los setenta años de cautiverio en Babilonia
fueron como lo que se describe en estos pasajes.

Pisando la uva en el lagar


En su condición de cautiva, nadie parece consolar a Judá. Ella extendió sus
manos en súplica, pero nadie respondió (véase Lamentaciones 1:16-17). Sus
falsos "amantes" y viejos aliados la abandonaron (véase vers. 19). Sión estaba
en gran aflicción y supo entonces que su iniquidad era la causa de su
lamentable estado (véase vers. 20-22).

(24-28) Lamentaciones 2:1-10. Como resultado de su


maldad, Judá fue abandonada y castigada por el Señor
La lamentable condición de Judá, causada por sus iniquidades, se debía al
poder de Dios. En Lamentaciones 2:1-10, Dios es reconocido como aquel que
acarreó la calamidad.
"El escritor evidentemente no pudo quitar de su mente las desgarradoras
escenas. Los ancianos o cabezas de familia que compartían el gobierno fueron
impotentes ante la situación. Tanto los altos magistrados como las doncellas
fueron reducidos a un doloroso silencio (vers. 10)." (D. Guthrie y J. A.
Motyer, The New Bible Commentary: Revised, pág. 661.)
(24-29) Lamentaciones 2:11-22. "Oh hija de Sión, echa
lágrimas cual arroyo día y noche"
Jerusalén no solamente era objeto de lástima sino de burla. Pequeños niños
inocentes desfallecían en sus calles, llorando inútilmente por el sustento
(véase vers. 11-12). Los profetas a los que Judá prestó atención fueron infieles
a su tarea de advertirles contra la iniquidad. Hablaron palabras lisonjeras y así
incitaron a Judá en sus transgresiones. "Te predicaron vanas profecías y
extravíos" (vers. 14). En Jerusalén no había nada que sirviera para regocijarse.
En los versículos 18 al 22 Judá llama la atención del Señor hacia su causa
dolorosa. Las lágrimas de la ciudad eran lágrimas reales de pesar divino por
las iniquidades así como por la pérdida de lo temporal en manos de los
babilonios.

(24-30) Lamentaciones 3:1-66. ¿Hay esperanza de que Judá


retorne de su estado caído, y, si la hay, cómo puede
ocurrir?
Lamentaciones 3:1-66 contiene el lamento personal del autor por su condición
tan deplorable así como por la de su pueblo. Sus pensamientos fueron
expresados en forma poética.
"En una línea verdaderamente profética, el autor se coloca al lado de sus
compatriotas y los insta a retornar al Señor y a buscar reconciliación con El.
Ruega que examinen su vida personal a la luz de los mandamientos que han
quebrantado, y que al elevar las manos hacia Dios también eleven el corazón,
es decir, que sus oraciones en busca del perdón sean verdaderas y sinceras.
Desea que sepan también cómo se siente la persona que no puede alcanzar el
perdón, cómo se siente estar bajo el juicio de Dios, a fin de que puedan
apreciar tanto más la maravilla del perdón." (Guthrie y Motyer, New Bible
Dictionary, pág. 662.)
Aun así no sería fácil alcanzar el perdón. El resto del capítulo 3 indica que a
pesar del poco deseo de Dios de escuchar sus lamentos, el suplicante
continuará clamando para recibir alivio. Los versículos 61 al 66 contienen un
ruego de que el Señor también recompense debidamente a los enemigos de
Judá por la forma dura y malvada con que tratan a esta nación.

(24-31) Lamentaciones 4. ¿Qué grupos bien definidos son


responsables de la caída de Judá?
En Lamentaciones 4:1-22 el escritor vuelve a su primer tema y comienza otra
vez la elegía. Varios grupos fueron responsables del sufrimiento de Jerusalén.
Primero, los "hijos de Sión", que una vez fueron "preciados y estimados más
que el oro puro" (vers. 2), se habían convertido en vasos inferiores como
aquellos hechos de arcilla. Las madres de Judá, a diferencia de los monstruos
(las ballenas y otros peces grandes) del mar que alimentaban adecuadamente a
sus retoños, habían descuidado a sus hijos. La maldad reinaba en todas partes.
Los versículos 8 al 10 describen el hambre desatada durante el sitio de
Jerusalén, lo que finalmente resultó en que algunos comieran a sus propios
hijos.
(24-32) Lamentaciones 4:21-22. "Oh, hija de Edom;
descubrirá tus pecados"
Edom había buscado, en la época de la toma de Jerusalén, enriquecerse con la
tragedia de Judá (compárese con Abdías 1:10-16), y sus hechos en aquel
momento fueron amargamente reprochados por los judíos (véase Ezequiel
25:12-14; Salmo 137:7-9). Pero los judíos pudieron consolarse con la idea de
que después de su propio castigo vendría el castigo de Edom: "Hasta ti llegará
la copa" (Lamentaciones 4:21).

(24-33) Lamentaciones 5. "Acuérdate, oh Jehová, de lo que


nos ha sucedido; mira, y ve nuestro oprobio"
Lamentaciones 5:1-22 es una súplica pidiendo ayuda. Solamente el Señor era
quien tenía la llave de la liberación de Judá. La situación de Judá era muy
triste, y sus pecados eran causa de tal tristeza.
"El agua y la leña se mencionan en el versículo 4 como lo más necesario en la
vida, sin lo cual es imposible existir. Los ciudadanos tuvieron que comprar
ambas cosas porque el país, con sus aguas y bosques, estaban en poder del
enemigo. Se hace énfasis en 'nuestra agua… nuestra leña'. Lo que antes
habían tenido como propiedad privada, gratuitamente, ahora se debía
comprar." (Keil y Delitzsch, Commentary, 8:2:448.)
RESUMEN ANALITICO
(24-34) Los profetas verdaderos nunca son populares entre
los malvados
Jeremías era uno de los profetas vivientes de su tiempo. Los malos,
particularmente los líderes de Judá, despreciaron las palabras del profeta como
carentes de valor alguno. El presentó el mensaje que el Señor le dio, pero
terminó en la prisión. Finalmente fue sacado de Israel y obligado a vivir en
Egipto. El presidente Ezra Taft Benson ha dicho:
"Cuando un profeta revela la verdad, esta verdad divide a la gente. Los de
corazón honesto escuchan su palabra, pero los que no son justos no prestan
atención al profeta o se manifiestan en contra de él. Cuando el profeta
denuncia los pecados del mundo, los que son del mundo quieren cerrarle la
boca, o actúan como si el profeta no existiera, antes que arrepentirse de sus
pecados. La popularidad nunca es evidencia de la verdad. Muchos profetas
han recibido la muerte o han sido expulsados. Al acercarnos a la segunda
venida del Señor, podéis esperar que, a medida que el mundo se torne más
inicuo, el profeta será menos popular entre la gente." ("Fourteen
Fundamentals in Following the Prophets", en Speeches of the Year, 1980,
Provo: Brigham Young University Press.)
El profeta viviente es el que realmente conmociona al mundo. "Aun en la
Iglesia", dijo el élder Spencer W. Kimball, "muchos se inclinan a adorar los
sepulcros de los profetas de ayer y mentalmente apedrean a los vivientes"
("To His Servants the Prophets", Instructor, agosto de 1960, pág. 257).
¿Por qué? Porque el profeta viviente nos dice lo que tenemos necesidad de
saber y hacer, y el mundo prefiere que los profetas estén muertos o que se
ocupen de sus propios asuntos. Algunos que aspiran a llegar a autoridades en
el campo político quieren que el profeta se mantenga en silencio con respecto
a la política. Algunos que aspiran a ser autoridades en el campo de la
evolución quieren que el profeta se mantenga en silencio respecto a la
evolución. La lista sigue interminablemente.
"La forma en la que respondemos a las palabras del profeta viviente cuando
nos dice lo que tenemos que saber, pero que preferiríamos no oír, es una
prueba de nuestra fidelidad." (Benson, "Fourteen Fundamentals in Following
the Prophets".)
Los hombres que pactan con Dios están obligados a El en justicia. La antigua
Judá cortó ese vínculo cuando se rebeló contra el Señor y no quiso prestar
oídos a las palabras de Jeremías. Como resultado, la nación fue llevada en
cautiverio a Babilonia.

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