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Capítulo 2

2. EL PENSAMIENTO ECONÓMICO Y SU MARCO HISTÓRICO


2.1. INTRODUCCIÓN
Encarar una breve revisión de la historia del pensamiento económico, sobre todo en el nivel
introductorio planteado en este texto, es siempre una tarea compleja, dada la vastedad de
interpretaciones del fenómeno económico, de las ideas prevalecientes en las distintas épocas y
también de la profundidad con que debe encararse el estudio del mismo, a los efectos de que su
revisión no sea una mera enumeración de autores y teorías que no constituya ningún tipo de aporte
a quien realice su lectura.
Dos riesgos extremos se corren en esta difícil tarea: 1) En el afán de sintetizar largos cuerpos de
teoría en brevísimos párrafos, terminar rescatando sólo una “caricatura” de cada una de las escuelas
y las épocas económicas; 2) En el intento de no olvidar nada importante, tornar el presente capítulo
tan largo e inacabable, que iguale en extensión a todo el resto del contenido del libro.
Ni uno ni lo otro resulta la solución en nuestra opinión, y es por eso que creemos que debe existir un
“justo medio” en el desarrollo de este tema, que no reduzca cada escuela a un mero enunciado de
ideas, pero que al mismo tiempo no torne este capítulo el más tedioso de este texto. De algo
estamos seguros, conocer que fue la Economía antes de nuestra época, es un elemento
imprescindible para comprender qué es y qué será esta ciencia en el futuro.
Otro aspecto a destacar es que, dado que la ciencia económica surge como una respuesta a
necesidades que presentaron las distintas sociedades en cada momento, y que muchos de sus
principales aportes teóricos surgieron como consecuencia de cambios y modificaciones que fue
presentando la vida económica, el análisis de las distintas teorías debe ser realizada en su contexto
histórico-social, a los efectos de entender en términos contextuales el porqué del surgimiento de una
determinada forma de analizar la realidad.
¿Cuándo surge el pensamiento económico?, o, mejor dicho, ¿cuándo surge la preocupación por lo
económico? Es evidente que, dado que lo económico implica satisfacer todo tipo de necesidades
humanas, entre ellas las más primarias, lo económico estuvo presente en las preocupaciones de los
primeros pensadores y estudiosos de las formas sociales, por más antiguas que éstas fueran. Sin
embargo, si hacemos la pregunta que ya introdujimos en el capítulo anterior: ¿Cuándo surge el
pensamiento económico con carácter científico, es decir con método y objeto propios de estudio?,
no encontramos la misma respuesta, ya que el mismo tiene sus primeras manifestaciones en la
segunda mitad del siglo XVIII, con la aparición de los escritos de los que podrían ser considerados los
“padres fundadores” de la ciencia económica, los denominados “clásicos”. Si bien algunos
pensadores asignan una particular trascendencia a otra escuela económica, denominada fisiocracia,
no existe una diferencia significativa en el tiempo entre los escritos de una y otra escuela.
En este capítulo se efectuará entonces un somero análisis de las principales escuelas de pensamiento
económico, lo cual no quiere decir que se revisará todo el espectro de las mismas, ya que ello
excedería el marco introductorio propuesto, sino que se centrará sobre aquellas que tengan que ver
con el esquema analítico básico de este tema. El esquema de presentación se centrará básicamente
en torno de escuelas, con mención a sus principales autores, y no sobre los autores propiamente
dichos, ya que en este nivel de introducción resulta difícil marcar diferencias claras para el recién
iniciado en esta ciencia entre autores que compartieron el marco básico del pensamiento.

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Previamente realizaremos un breve análisis histórico previo al surgimiento de las escuelas en la
ciencia económica, a fin de enmarcar la aparición de las formas de mercado como mecanismo de
resolución de los problemas económicos de las distintas sociedades. Seguiremos allí las líneas
generales trazadas por Robert Heilbroner en su conocido libro “La formación de la sociedad
económica”, y a partir de dicha base acometeremos el estudio de las distintas escuelas de la ciencia
económica.

2.2. LA HISTORIA PREVIA AL SURGIMIENTO DE LA CIENCIA ECONÓMICA


El estudio de la economía previo a la aparición del sistema de mercado como forma dominante
puede dividirse, a rasgos extremadamente gruesos, en los aspectos económicos de la antigüedad y la
economía en la Edad Media.
2.2.1. La economía en la antigüedad
¿Puede hablarse de un esquema económico común en sociedades que tuvieron un alto grado de
diversidad en materia política, cultural, artística y religiosa? Aunque a primera vista podría parecer
difícil, en realidad estas sociedades tuvieron muchos rasgos en común en lo que hace a sus aspectos
económicos. A modo de gruesa síntesis, los rasgos que caracterizaron a las mismas pueden resumirse
en los siguientes:
2.2.1.1. Eran sociedades que tenían como fundamento su producción agrícola. Si bien en la
actualidad existen sociedades que tienen como producción central la agricultura, no
conforman lo que se entiende por una sociedad agrícola. La gran diferencia entre
ambas es la cantidad de personas que puede mantener su población agrícola. Esa
capacidad en la antigüedad era muy limitada, al igual que en muchas economías
subdesarrolladas o periféricas en la actualidad. Las modernas producciones agrícolas,
al mantener altos niveles de productividad, hacen que una pequeña fracción de la
población produzca los alimentos necesarios para el conjunto de los habitantes.
¿Qué es tener un alto nivel de productividad en agricultura? Sencillamente obtener
un alto nivel de producción agrícola por persona ocupada en dichas tareas, lo que
actualmente es posible por el alto nivel de tecnología y de maquinarias allí utilizadas.
El campesino labrador de la antigüedad no realizaba innovaciones tecnológicas, en la
mayor parte de los casos fabricaba los elementos con los que producía, y su
producción no tenía como destino su venta en algún mercado, sino que debía
entregar gran parte a los dueños de la tierra y al Estado, quedando el resto para
alimento y sustento propio y de su familia. Sólo una muy pequeña fracción de esa
producción (cuando alcanzaba) se destinaba a la venta y a su intercambio por dinero.
En general daba lugar a una producción básica que utilizaba el trueque como
elemento central de intercambio, con una escasa o nula utilización del dinero.
2.2.1.2. Las ciudades no generaron un desarrollo integrado con el resto de la economía. Si
bien se reconoce la existencia de una vitalidad y efervescencia en la vida económica
de las ciudades, tales como Atenas o Roma, que en muchos casos desarrollaban
niveles de actividad que las hacían comparables con nuestras propias sociedades,
esto no debe llevarnos a la conclusión de que el funcionamiento económico
resultaba igual al actual. La diferencia estriba en dos aspectos centrales:
a) Uno de ellos es el propósito esencialmente limitado de la función mercantil de la
ciudad, dado que las mismas no eran centros donde se enviasen materias primas
para ser elaboradas y consumidas por el resto de la sociedad, tal como ocurre

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con las modernas ciudades integradas al conjunto de la economía, sino en su
mayor parte eran receptoras de bienes de lujo destinados a las clases más
elevadas de la sociedad, lo que las convertía en entidades separadas de la base
económica agrícola de esas sociedades.
b) El otro elemento central que las diferencia de las modernas ciudades es la
dependencia que tenían las mismas del trabajo de los esclavos, dado que la
esclavitud en gran escala era un pilar fundamental de casi todas las sociedades
económicas antiguas, siendo éste un rasgo común a todas las sociedades
antiguas. Si bien existían otras categorías de trabajadores no esclavos en estas
economías, sin el trabajo de los esclavos difícilmente se hubiesen sostenido las
brillantes economías urbanas de la antigüedad.
2.2.1.3. El uso del excedente y la acumulación de la riqueza. La existencia de riqueza en
cualquier sociedad implica también la existencia de un excedente, en el sentido que,
a partir de los recursos que tiene la misma, ha logrado solucionar no sólo sus
problemas básicos de subsistencia, sino que queda un margen de esfuerzo
productivo para destinar a la cobertura de otras necesidades secundarias. Esta
porción de producción es el excedente de una sociedad.
En la antigüedad, a pesar de los escasos medios con los que contaban, era notable el
excedente que se obtenía sobre la base de la masa campesina pobre y la población
esclava. Templos, pirámides, carreteras y obras de arquitectura dan la prueba de que
se podía mantener mano de obra que no estuviese directamente vinculada con las
actividades de subsistencia. Lo que diferencia la sociedad antigua de la moderna
sociedad que caracteriza el mercado, es la utilización que se hace de dicho
excedente. En la antigüedad ese excedente no se canalizaba como un auxiliar de las
actividades económicas para la acumulación de riqueza y nuevos medios de
producción, sino que beneficiaba de una u otra manera a emperadores, nobles y/o
comerciantes. En este sentido podemos afirmar que la mayor parte de la riqueza
recaía en manos de personas que no desempeñaban un rol estrictamente económico
en la sociedad. La riqueza se otorgaba como recompensa al poder o a la posición
política, religiosa o militar, pero no por el desarrollo de actividades económicas. El
hecho que estas sociedades no integraran la obtención de riqueza con la producción
de bienes, hacía que la actividad económica fuese considerada “innoble”. Como se
señaló, la riqueza, que surgía del excedente extraído del esclavo o del campesino, no
era un auxiliar natural del sistema de producción, que incrementara los medios de
producción con los que se generan bienes en la sociedad. En estas condiciones, la
riqueza tiende a conseguirse como una consecuencia del poder. En las modernas
sociedades la situación tiende a ser a la inversa, ya que el poder puede conseguirse a
partir de la riqueza.
2.2.1.4. El pensamiento económico en la antigüedad. ¿Qué opinaban sobre estos temas los
economistas de la antigüedad? La respuesta es bastante sencilla: no había
economistas en un estricto sentido de la palabra, por lo que no había verdadera
doctrina económica. En la antigüedad no existían personas que se dedicasen a
estudiar la economía como campo independiente de pensamiento. La sistematicidad
y la repetición, aparte de la simplicidad de la estructura económica, no despertaban
la curiosidad de ningún pensador. Dado que en general la acumulación de riqueza
dependía de avatares distintos que la actividad económica (guerras, matrimonio o el

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simple azar), lo cambiante de los mismos no daba mucho margen para el análisis y
por lo tanto para el surgimiento de un pensamiento independiente en materia de
economía. El problema de la distribución de los bienes y servicios siempre estuvo
presente dentro del tronco común filosófico, pero como la acumulación de riqueza
era independiente de la producción de bienes, no existían estudios sistemáticos
sobre el sistema social que generaba la riqueza y la forma en que se distribuía.
Una excepción a esta regla es Aristóteles, que enfocó su capacidad analítica a una
serie de disciplinas en el marco general de la filosofía, encontrándose la economía
entre ellas, con lo cual podemos decir que gestó el inicio de un estudio de carácter
más sistemático de la economía. De cualquier manera, Aristóteles no independizó
totalmente el pensamiento de carácter económico. Dividió a la economía en dos
partes, a una la denominó œconomía, que consiste en el arte de dirigir la casa, la
administración del patrimonio y el ahorro de los recursos, y a la otra la llamó
crematistike, y que es el uso de los recursos con fines adquisitivos, era toda actividad
cuyo móvil y finalidad no era el servicio sino la ganancia. Aristóteles, en su propuesta
de sociedad, aprobaba la economía pero rechazaba la crematística, actividad innoble
para el hombre griego.
2.2.2. La economía en la edad media
La Edad Media es ese prolongado período histórico que abarca a la totalidad de Europa, con
comienzos y finales formales en la caída del Imperio Romano de Occidente y de Oriente,
respectivamente. Es de interés la revisión de este ciclo, dado que su crisis coincidió con la aparición
de los elementos que permitirían su avance hacia la sociedad económica moderna.
En términos económicos se observa una marcada diversidad en su transcurso. La historia económica
del feudalismo medieval no se caracteriza por un estancamiento ni por un progreso uniforme, sino
por enormes e irregulares fluctuaciones seculares. Los comienzos del feudalismo coincidieron con un
período de fuerte penuria, privaciones y despoblación. Varios siglos después se logró una
considerable prosperidad, pero una serie de catástrofes ocurridas en el siglo XIV (hambre, peste y
guerras), vuelven a hacer retroceder el bienestar económico.
El hecho político y económico de mayor importancia ocurrido a comienzos de esta era, y que
enmarcó el desarrollo posterior de esta sociedad, fue el desmoronamiento de la organización política
en gran escala que representaba el Imperio Romano. La desaparición de un Estado de carácter
unificado, dio lugar a la aparición de estados y entidades políticas en pequeña escala. En estas
condiciones se tornó extremadamente costoso y de alto riesgo mantener la operatoria comercial que
había caracterizado a la sociedad antigua, por lo que la red habitual de operaciones económicas se
disgregó o cayó en desuso, de esta manera resultó imposible mantener la vigorosa vida que las
ciudades habían llevado en etapas anteriores. La adopción de formas defensivas de organización
económica, destinadas a lograr la subsistencia a través de la autosuficiencia, fueron generando una
compresión de la vida social y económica a círculos muy reducidos, que apuntaban
fundamentalmente a la autarquía tanto en lo económico como en lo social y en lo político. Piense el
lector que si en la actualidad cada Municipio moderno resultara un Estado independiente con
aduanas particulares, regulaciones especiales e impuestos ante cada traspaso de límites, el comercio
no podría desarrollarse y cada comunidad debería “cerrarse” sobre sí misma en la búsqueda de su
subsistencia.
¿Cómo eran las características de la vida social y económica en esta etapa? Existen una serie de
rasgos característicos e instituciones que la definen:

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2.2.2.1. La organización social y económica. La necesidad de la autosuficiencia, y el
desmembramiento del antiguo Estado trajo aparejado una nueva base de
organización no solo económica sino también social: el feudo o propiedad señorial.
Estos feudos eran grandes extensiones territoriales propiedad de un señor feudal, en
la cual este último no sólo era propietario de las mismas sino también protector,
juez, jefe de policía y administrador, constituyendo de esta manera más que una
unidad económica una entidad de carácter social y político. Las reglas del vasallaje
imponían la autoridad dentro del feudo, pero también establecían las jerarquías a las
que el señor feudal estaba sujeto. Se generaron unidades económicas
autosuficientes en torno de la casa del señor feudal, que en algunos casos eran
auténticas fortalezas amuralladas, a los efectos de defenderse de eventuales
ataques. Los campos circundantes, que en gran parte pertenecían al señor feudal,
eran sembrados con un sistema de “franjas” de cosecha y descanso, en las cuales
laboraban los siervos, que literalmente estaban atados a su parcela de tierra. En el
corazón mismo de la estructura económica feudal se observaba que los siervos
estaban obligados a trabajar las tierras y talleres del señor feudal, y entregarle una
porción de su cosecha, y también, en algunos casos, efectuar pequeños pagos en
dinero por impuestos o derechos. A cambio de ello, el señor feudal proporcionaba
seguridad física a los habitantes del feudo, elemento de suma importancia en una
sociedad que carecía de estado unificado que hiciera cumplir las leyes. También
proporcionaba a los súbditos cierta seguridad económica, en el sentido de paliar el
hambre con sus propias reservas o prestar animales y equipo de trabajo a los siervos,
en los momentos de necesidad. En general se puede afirmar que era una sociedad en
la cual regía un sistema de obligaciones mutuas entre los súbditos y el señor feudal,
pero en el marco de una fuerte explotación de este último hacia los primeros. Otra
de las características de esta sociedad era la escasa cantidad de transacciones que se
realizaban con dinero, dado que la mayor parte de las mismas implicaban pagos en
especies, característica propia de las unidades económicas autosuficientes como el
feudo.
2.2.2.2. La vida fuera del feudo. Juntamente con las propiedades feudales existía también
ciudades (burgos), en algunos casos descendientes del antiguo Imperio Romano.
Estas ciudades desarrollaron una serie de mercados para abastecerse, en el cual los
campesinos vendían una pequeña parte de su producción, y donde las transacciones
eran básicamente en dinero. Las leyes del feudo no se aplicaban en las ciudades o
poblados. Periódicamente se realizaban en las ciudades las denominadas “ferias”, en
las cuales se comercializaba gran cantidad de productos. Las mismas eran un
acontecimiento no sólo económico, sino también social, que ofrecían una prueba de
la falta de estabilidad de la actividad comercial, ya que las mismas se mudaban
continuamente.
Otra institución característica de esta época fueron los denominados gremios, que
agrupaban a todas aquellas personas que ejercían un oficio y no formaban parte del
feudo propiamente dicho. Existió toda una variedad de gremios1 en esta época, de
hecho para ejecutar cualquier tipo de artesanía u oficio, quien lo hiciese debía
pertenecer a un gremio. Si bien puede considerarse que estos gremios constituyeron

1
Muy lejos estaban estos “gremios” de los actuales sindicatos, ya que esencialmente eran agrupaciones de
“patrones” medievales, más que de “obreros”.

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las primitivas industrias que surgieron en esa época, debe tenerse mucho cuidado
con esta afirmación, ya que estos gremios no sólo se ocupaban de aspectos
económicos sino que, siguiendo con la tradición imperante, también intervenían en
otros aspectos de la vida de sus asociados. Su estructura era de carácter jerárquico
(maestros, jornaleros y aprendices), y si bien representaron el aspecto más
“moderno” de la sociedad medieval, sus objetivos distaron mucho de parecerse a los
de las modernas empresas, ya que su propósito no era hacer dinero sino preservar
una forma de vivir y de producir, sancionando incluso a quienes efectuaran prácticas
que en la actual forma de realizar los negocios resultan comunes. Con ellos no había
fluctuaciones libres en los precios, ni libre competencia, ni búsqueda de ganancia.
Existiendo al margen de una sociedad que realizaba escasas transacciones con
dinero, los gremios trataron de eliminar los riesgos de sus frágiles empresas. Su meta
no era el desarrollo ni la innovación sino la conservación, la estabilidad y el orden.
Como tales, los gremios estaban impregnados de la misma atmósfera medieval que
los rodeaba.
2.2.2.3. El pensamiento económico de la época. En una sociedad de las características antes
descriptas, en la cual los dueños de la tierra (terratenientes), por carencia de
mercados, no encontraban ningún incentivo para expandir la producción, al igual de
lo que ocurría en las ciudades. La búsqueda del crecimiento económico, del trabajo
en escalas cada vez mayores con productividad creciente, eran totalmente ajenas
tanto al terrateniente como para el maestro gremial o el mercader de las ferias. De
esta manera, no podía extrañar que en esta sociedad la economía fuese un aspecto
totalmente subordinado y no dominante de la vida.
En realidad, el centro de la actividad de los individuos era la búsqueda de la salvación
espiritual sobre la base del pensamiento de la Iglesia, que, como pilar de la
estabilidad en el medio de una era de desorden, constituía la máxima autoridad
tanto en economía como en casi todos los renglones del pensamiento. La actitud de
la Iglesia Católica fue una arraigada desconfianza respecto de las prácticas que
caracterizan a la sociedad económica moderna, que se tradujo en una condena al
móvil de lucro como finalidad de la actividad humana. Si bien existió entre los
principales teólogos una preocupación por el “precio justo” de una cosa, no existió
una esfera independiente de pensamiento de los aspectos económicos, que estaban
fuertemente impregnados de aspectos morales y religiosos. La condena al móvil de
lucro llegó a su máxima expresión respecto del cobro de intereses por los préstamos
en dinero, que fueron considerados una práctica parasitaria y usuraria, por lo que
resultó objeto de las máximas condenas en el ámbito eclesiástico. El pensamiento
dominante en este aspecto es la llamada “escolástica”, que tuvo expresiones de tipo
medieval y otras en las colonias, principalmente españolas. La figura dominante en
este sentido es Santo Tomás de Aquino, que recoge muchas de las opiniones de
Aristóteles. La expansión y la acumulación de riquezas y bienes como objetivos para
los individuos estaban totalmente ausentes del pensamiento económico de la
institución eclesiástica.

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2.2.3. La vida económica en la edad moderna
2.2.3.1. Los factores históricos concretos que determinaron la ruptura del sistema feudal
Los cambios en una serie de instituciones, y el progreso de otras fueron los que posibilitaron un
cambio esencial en el clima económico feudal europeo. Entre los más importantes podemos citar:
El desarrollo del comercio y la urbanización. Son quizás los elementos más importantes a la hora de
ponderar los factores de cambio de un sistema a otro. Desaparecida la red comercial que se había
tejido en la época del Imperio Romano, el tráfico de bienes pasó a estar en manos de los llamados
mercaderes ambulantes, una especie de aventureros situados en una escala muy baja en la
consideración social de la época. Sin embargo, quienes los catalogaban de advenedizos y
perturbadores del orden social imperante, tampoco estaban dispuestos a prescindir de los artículos
que ellos vendían. Hacia los siglos XIV y XV el comercio estaba lo suficientemente organizado como
para prescindir de ellos, sin lugar a dudas gracias a sus propios esfuerzos para establecer una red
estable de comercio. El establecimiento de esta red más estable de intercambio fue posible también
gracias a la expansión de las ciudades que, lentamente fueron creciendo luego del despoblamiento
inicial en la era medieval. Las leyes del feudo no se aplicaban en las ciudades, por lo que debieron
generar su propia legislación, que favoreció en muchos casos el desarrollo de las actividades
económicas. Fueron un fuerte estímulo para el crecimiento del comercio y la difusión del uso del
dinero, siendo un factor decisivo en la introducción de una atmósfera mercantil en la vida económica
europea.
Las Cruzadas. Estas expediciones, si bien originalmente tuvieron como objetivo llevar la noción del
orden feudal hacia Medio Oriente, sirvieron para poner en contacto, de modo repentino, a dos
mundos muy distintos, el feudal ya descripto y el oriental, con modos de vida fastuosos y una mayor
utilización de dinero en las transacciones, dado que estas sociedades habían avanzado en aspectos
referidos a la monetización de la vida económica. Es decir que la aventura religiosa devino, sin
quererlo, en una ampliación de las áreas de comercio conocidas hasta ese momento. Las antiguas y
arraigadas bases de la riqueza se pusieron en contacto con nuevas bases monetarias que
demostraron ser mucho más poderosas. Estas expediciones, si bien fueron hechos de carácter
circunstancial y no estructural como el desarrollo urbano y la acción de los mercaderes ambulantes,
también sirvieron para dar un fuerte empuje a la actividad comercial y una importante aceleración
de la transformación económica de Europa. En otras palabras: “Los estados establecidos por los
cruzados en el Mediterráneo Oriental comenzaron a comerciar con el mundo islámico. Los bancos
italianos prosperaron proporcionando fondos a los reyes y a los papas, y otorgando préstamos a los
piadosos viajeros. A su regreso, los Cruzados traían información sobre el esplendor oriental, así como
un nuevo gusto por los damascos, las sedas, y las especias que otorgaban un exótico encanto a
Venecia, visible aún en el palacio de los dogos y la Plaza de San Marcos”2.
La consolidación de los estados nacionales. Otro factor de carácter estructural que ayudó a la
expansión y consolidación del comercio en Europa fue la gradual amalgama de entidades políticas y
económicas fragmentadas en agrupaciones más grandes. Uno de los grandes obstáculos al comercio
justamente había sido la anarquía reinante en materia legal, monetaria y de pesos y medidas que
implicaba la existencia del orden feudal. Las estaciones de peaje existentes en cada frontera
agravaban esta situación, ya que encarecían notoriamente las mercaderías al ser transportadas de un
punto a otro. La unión de los mercados fragmentados fue tanto un proceso político como

2
Boorstin, Daniel, “Los descubridores”, Grijalbo Mondadori, Traducción Castellana 1986, Pág. 128-9.

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económico, que se produjo en general a partir de las incipientes ciudades, cuya clase burguesa3
apoyó económicamente a las nacientes monarquías a consolidar su poder por una parte, y a hacerlas
dependientes de sus aportes en dinero por otra. La unificación legal y de monedas fue un fuerte
aliciente al comercio. Pero el efecto más importante se observó en el apoyo que estos nacientes
estados nacionales brindaron a los descubrimientos y la colonización de “nuevos mundos”. Estas
exploraciones provocaron un efecto económico de importancia incalculable, ya que multiplicaron la
cantidad de bienes que se comercializaban, dieron un carácter mucho más estable al comercio y, a
partir del saqueo de las riquezas naturales del Nuevo Mundo, proveyeron los metales preciosos que
constituyeron el circulante sobre el que se produjo la explosión del crecimiento comercial en Europa
en los siglos XVI y XVII.
La reforma religiosa. Si la actitud de la Iglesia hacia las actividades económicas en el Medioevo fue
uno de sus determinantes; la reforma religiosa, que tuvo al protestante Juan Calvino como uno de
sus principales impulsores, fundamentó la visión económica de la Edad Moderna. Como contraste
con los teólogos católicos, que tendían a considerar a las actividades terrenales económicas como
inconvenientes para la salvación, los calvinistas aprobaban el esfuerzo como una especie de índice
del valor espiritual de una persona. El desempeño de un oficio pasó a ser considerado como una
dedicación a la vida de la fe. En general, el calvinismo produjo una atmósfera religiosa que, en
contraste con el catolicismo, estimuló la búsqueda de riqueza y al ambiente del mundo de los
negocios. Quizás más importante que ese estímulo a la búsqueda de la riqueza, fue la influencia que
ejerció el calvinismo sobre su empleo. En contraste con la actitud de la nobleza feudal, el calvinismo
promovió la frugalidad e hizo que el ahorro fuese considerado una virtud.
En general, el calvinismo dio alas a una nueva concepción de la vida económica. En lugar del antiguo
ideal de estabilidad social y económica en el cual cada integrante de la sociedad conocía y
conservaba su posición, inyectó respetabilidad a un ideal de lucha, de mejoramiento material y de
desarrollo económico.
La monetización de las obligaciones feudales. Un aspecto muy importante en el derrumbe definitivo
del sistema feudal lo cumplió la conversión de los antiguos pagos en especie en pagos monetarios de
tributos y arrendamientos, con los cuales se saldaban las deudas con los señores feudales. Las causas
de ello fueron múltiples, destacándose el aumento de la demanda de alimentos por parte de las
ciudades que crecían, que hizo filtrar la moneda en transacciones que hasta ese momento se habían
efectuado en especie. Por otra parte la nobleza, al cobrar en dinero podía acceder a los nuevos
bienes disponibles, por lo tanto aceptó esta situación, sin darse cuenta que el sistema feudal no era
compatible con transacciones generalizadas en dinero, las que terminaron provocando un profundo
deterioro del mismo. Pronto la nobleza quedó atrapada entre cobros de sumas monetarias fijas, alza
de precios y nuevas necesidades en las que gastar. De esta manera la nobleza rural perdió su estable
poderío económico, y dio lugar al surgimiento de la denominada nobleza empobrecida, situación de
estrechez que en muchos casos abarcó también a las nacientes monarquías. Mientras la nobleza
sufría el alza de costos y contaba con precios e ingresos estáticos, las clases mercantiles hacia las
cuales fluía naturalmente el dinero en efectivo, aumentaban continuamente su poder, cambiando las
características centrales propias del sistema de dominación feudal. Esto demuestra claramente que
el sistema feudal era incompatible con una economía en la cual las transacciones se realizaran en
términos monetarios. Existen numerosas anécdotas acerca de la creciente dependencia del resto de

3
Si bien originalmente el término “burguesía” se aplicó a los habitantes de las ciudades o burgos, en este caso, al
igual que cuando se utilice en el estudio de las doctrinas económicas, hace referencia a las clases urbanas
propietarias de los medios de producción.

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la sociedad respecto de las clases mercantiles, pero el resultado final no deja lugar a dudas acerca de
su contribución a la ruptura del orden feudal.

2.2.3.2. Los factores del sistema de producción a partir de la Edad Moderna


A través de lo expresado en forma muy sintética en los puntos anteriores, podemos observar un
fuerte proceso de transformación que literalmente revolucionó la organización económica de
Europa. Las transacciones mercantiles y el uso del dinero, que eran elementos marginales en la vida
de estas sociedades en el siglo X, pasaron a desempeñar un rol central en los siglos XVI y XVII. Pero el
cambio más profundo, y que atañe a nuestro objetivo de situar históricamente el surgimiento del
pensamiento de carácter económico, fue la aparición de una esfera económica independiente, cuya
actividad se hacía visible dentro de los moldes de la vida social circundante y al mismo tiempo era
separable de dichos moldes. Esto fue la creación de un aspecto integral de la sociedad que nunca
había existido previamente, pero que de allí en adelante iba a constituir una faceta preponderante
de la existencia humana.
De acuerdo a lo señalado anteriormente, en la Antigüedad y en los tiempos feudales no podían
separarse las acciones económicas de las personas del círculo normal de la existencia misma.
Ninguno de los personajes de esta sociedad, ni el labriego, ni el esclavo, ni el siervo, ni siquiera los
señores feudales, tenían conciencia de actuar con una finalidad económica. Sus intereses principales
eran militares, políticos o religiosos, y no estaban orientados hacia la idea del lucro, de la
acumulación o del crecimiento. Como hemos visto, el desarrollo del comercio y la monetización de la
vida económica fueron cambiando esa forma de pensar y de obrar, permitiendo la aparición del que
hemos denominado aspecto económico de la vida de las personas con carácter independiente de
otros ámbitos, lo que posibilitó la aparición de estudiosos y pensadores que trataron esta esfera de la
vida de las personas también en forma independiente, surgiendo el pensamiento económico
propiamente dicho.
El trabajo humano, por ejemplo, en esta fase histórica apareció de una manera totalmente diferente
de lo que había sido en el pasado. El mismo dejó de ser una relación social explícita en la cual una
persona (esclavo, aprendiz o siervo) trabajaba para otra (amo, maestro del gremio o señor) a cambio
de tener asegurada, por lo menos, la subsistencia. Pasó a ser sólo una cantidad de esfuerzo, una
mercancía destinada a ser vendida en el mercado al mejor precio que pudiese cotizarse, y
completamente desprovista de cualquier clase de responsabilidades recíprocas por parte del
comprador que no fuesen el pago del salario convenido. Si ese salario no alcanzaba para
proporcionar la necesaria subsistencia, no era responsabilidad de quien lo compraba. Aquí se
observa claramente la aparición del trabajo como un factor de producción en la economía moderna,
al desaparecer el vínculo de tipo personal que se establecía en las sociedades previas a la vigencia de
la economía basada en las relaciones de mercado.
Lo mismo ocurrió con la tierra, anteriormente concebida como territorio de un gran señor, fuente de
poder político, de cobros de tributos y de prestigio, comenzó a verse en su aspecto económico, como
algo que podía ser comprado, vendido o arrendado por la utilidad económica que rendía. De los
pagos en especie y los tributos que rendía anteriormente, la posesión de la tierra empezó a rendir un
tipo de pago: la renta. Esta transformación tuvo su expresión en el denominado proceso de
cercamientos, que fue particularmente intenso en Inglaterra en el siglo XVI, con una fase final a fines
del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Sintéticamente, se trató de un proceso mediante el cual la
nobleza terrateniente, en la búsqueda de mayor cantidad de dinero, comenzó a cercar los campos
que anteriormente se consideraban como tierra común y eran utilizados por los campesinos como

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tierras de pastoreo, para destinarlos a la cría de ovejas en gran escala, cuya lana tenía por ese
entonces mucha demanda y proporcionaba de esa manera mayores ingresos a sus propietarios.
Desde un punto de vista estrictamente económico, el movimiento de cercamientos constituyó un
avance, ya que convirtió en productivas a tierras anteriormente destinadas al pastoreo común,
racionalizando la forma de producir heredada del sistema feudal. Pero, por otra parte, tornó cada
vez más difícil la situación de los campesinos, ya que impidió que estos ganen lo suficiente para su
subsistencia. Lentamente al comienzo y después con creciente rapidez, el movimiento de
cercamientos fue expulsando la mayor parte de los campesinos del campo, por la carencia de medios
para la subsistencia o al ser despedidos por los terratenientes. Esto generó la aparición de los sin
tierra, una nueva clase social compelida a la búsqueda de trabajo por un salario como único medio
de subsistencia. De proletariado rural devino en proletariado urbano 4, dadas las escasas
oportunidades existentes en el campo. Esta masa sin trabajo, mantenida en condiciones
infrahumanas en las ciudades, conformó la base del trabajo sobre la que posteriormente se
desarrollará, principalmente en Inglaterra, la denominada Revolución Industrial.
Las propiedades de una persona, que en la Edad Media eran una cantidad de riqueza tangible en
metálico o joyas, también materializada en casas lujosas, castillos y armamentos, se transformaron
en la Edad Moderna en el germen del moderno factor de la producción que caracteriza al sistema
económico moderno: el capital. Con el desarrollo del comercio y el avance de la monetización, la
propiedad pasa a ser cuantificable en valores monetarios. La propiedad se convirtió en capital y no se
manifestó bajo la forma de bienes específicos, sino que se convirtió en una cantidad abstracta, cuyo
valor dependía de su capacidad de generar intereses o utilidades.
En las economías previas a la sociedad de la Edad Moderna, el trabajo, la tierra y el capital estaban
inevitablemente mezclados y confundidos en las figuras del esclavo y del siervo, del señor y del
maestro gremial, ninguno de los cuales formaba parte del proceso de producción como
personificación de una de las funciones específicas que se ofrecen por un precio. El esclavo no era un
trabajador, el maestro gremial no era un capitalista ni el señor era un terrateniente. Únicamente
cuando se ha desarrollado un sistema social en el que el trabajo se vende, la tierra se arrienda y el
capital se invierte libremente, encontramos esas categorías en la economía.
Junto con el nuevo tipo de relaciones entre las personas que se establecieron bajo un sistema de
mercado, también aparecieron las nuevas formas de organización social, que básicamente eran una
combinación de tres elementos: la búsqueda de la elevación al máximo de los ingresos de los
individuos, la competencia y la movilidad de los factores que permitiesen esa competencia. En el
próximo capítulo profundizaremos en el funcionamiento de este mecanismo económico-social que
caracteriza a las sociedades desde la Edad Moderna hasta la actualidad.
2.2.3.3. El surgimiento del capitalismo
La lenta evolución del sistema de mercado no debe ser vista solamente como la aparición de un
nuevo mecanismo de control social. Debe ser vista también como la evolución de una nueva
organización económico-social de la sociedad, una nueva estructura de leyes, de la organización
política, de las instituciones sociales y de las ideas. El sistema de mercado no podía coexistir con una
organización legal que estableciese vínculos de carácter personal en el mercado de trabajo, que
apenas reconociese la propiedad privada tal como se la conoce actualmente, ni tampoco con una
organización política en la cual la posición de privilegio o subordinación dependiese del nacimiento y
no de los propios méritos.

4
El término “proletario” se aplica en este caso a trabajadores carentes de medios de producción propios.

26
A la forma de sociedad que surgió en el seno propio del sistema feudal y que terminó sustituyéndolo
se la denominó capitalismo, y es el resultado del largo proceso de transformación que se reseñó en
los puntos anteriores. Quien se dedique a estudiar en detalle todo este proceso de cambios,
observará los cambios políticos que implicaron la pérdida de poder de la nobleza terrateniente, como
la Revolución Francesa o su erosión más gradual en Inglaterra. También observará los cambios
legales que implicaron la decadencia de las prerrogativas de la aristocracia y la aparición del derecho
contractual en las relaciones de carácter comercial. Es decir que el cambio de una sociedad a otra no
significó solamente la monetización de las relaciones comerciales o el fuerte desarrollo del comercio,
sino un cambio en todas las estructuras que impedían su avance.
Si bien los avances en ese aspecto son continuos, cuando se estudia la historia de países como
Inglaterra, Francia, Holanda y Alemania, se observa que hacia mediados del siglo XVII la gran
revolución del mercado se ha realizado sólo a medias, ya que persistía gran cantidad de regulaciones
provenientes de la época feudal, pero también se observa que el proceso subyacente de
monetización y crecimiento comercial cabe a duras penas dentro de un marco de organización social
que todavía no estaba adaptado para contenerlo.
A esta etapa previa del capitalismo propiamente dicho, y que coincide con la fuerte expansión
comercial de los siglos XVI, XVII y parte del XVIII, se la denomina mercantilismo. Esta es una etapa
que se puede catalogar de contradictoria, porque si bien aún persistían regulaciones provenientes de
la etapa anterior, también se observa un fuerte estímulo para acelerar la realización final del
capitalismo. El mercantilismo, que también llegó a conformar un cuerpo de doctrina económica (no
de teoría), dio un fuerte impulso hacia la estructuración de una fuerza económica nacional, impulsó
el comercio y también la manufactura. Sus regulaciones en algunos casos impulsaban los
emprendimientos, y en otros casos terminaban sofocándolos; los beneficios de sus políticas en
muchos casos estuvieron frenados por el mantenimiento del rígido e injusto sistema tributario
feudal. Sin embargo, más que en ningún otro período anterior, durante la era mercantilista se
plantaron deliberadamente las semillas que posibilitaron el desarrollo ulterior.
Otro elemento contradictorio respecto de las reglamentaciones mercantilistas, es que, debido en
muchos casos a la dificultad de implementación y en otros a los inconvenientes que provocaban las
mismas, de a poco fue ganando espacio la idea de la necesidad de un mercado completamente libre,
convirtiéndose poco a poco en el leit motiv del nuevo mundo capitalista.

2.2.4. La revolución industrial


Todavía no se ha descripto el mundo que observaron los economistas clásicos, que teorizaron sobre
una etapa superior de desarrollo capitalista. Esta etapa se denomina Revolución Industrial, en la cual
la producción manufacturera tomó una fuerte preponderancia respecto del resto de las actividades
económicas, situando a la misma en el centro de la escena productiva y económica.
Es importante aquí aclarar el concepto de “revolución” en Economía. Este concepto en nuestra
ciencia, no implica conmociones sociales, aunque estas seguramente existirán, como dentro del
concepto sociológico o político de “revolución”. “Revolución” en Economía es simplemente la
obtención de un fuerte aumento en la productividad por unidad de factor de la producción utilizada.
La industrial es una revolución porque implicó un fortísimo aumento de la productividad de los
trabajadores por unidad de tiempo. Compárese por ejemplo la cantidad de productos por día que
podía generar un artesano medieval realizando una prenda de vestir manualmente y un operario

27
inglés manejando un telar movido por la fuerza del vapor, y se tomará dimensión del aumento de la
productividad del factor trabajo5.
Hasta este momento prácticamente no se hicieron alusiones a la producción industrial en la
antigüedad o en la Edad Media, no porque no existiese ningún tipo de manufactura, ya que
antecedentes de las mismas se pueden encontrar en la antigua Grecia, sino porque esta forma de
producción era mucho menos importante que la agricultura o el comercio para la estructura
económica de esos tiempos.
Una de las razones para esa escasa importancia era la pequeña escala en que se producían las
manufacturas en esas épocas, que no tenían nada que ver con la noción actual de industria. Otra
razón que contribuyó a su escaso progreso estaba dada también por el mínimo interés para
desarrollar una tecnología industrial, pero ello también se debía a que estas sociedades, previas al
sistema de mercado, carecían completamente de la base económica necesaria para cualquier
fabricación industrial en gran escala. Evidentemente, en estas sociedades donde la vida económica
transcurría en forma totalmente estable y la circulación monetaria era muy pequeña, no tenía
sentido la fabricación de bienes en escala industrial para su venta.
No obstante existían algunos centros de producción altamente organizados, que se podían situar en
la fabricación de telas en algunas zonas de Francia y de Italia. Recién a mediados del siglo XV se
pueden observar algunas manifestaciones de tecnología industrial, y aún en esa época era imposible
prever que algún día la industria se convertiría en la forma dominante de la organización productiva.
En estas economías la agricultura era considerada como el fundamento de la nación misma, siendo
útil el comercio en tanto aportara metales preciosos al país, pero a la industria se la consideraba
como una actividad auxiliar de las otras, siempre que proveyera al comerciante de los artículos para
exportar o fuese un mercado secundario para la colocación de los productos de la agricultura.
¿Por qué razón la industria manufacturera llegó a una posición de preeminencia abrumadora en la
estructura económica? En ello confluyeron una serie de elementos, para los cuales el fuerte
desarrollo comercial y la era mercantil que las precedieron fueron su preparación indispensable. Para
formarnos una noción de las razones de este fuerte cambio en las formas de producir, quizá sea
necesario revisar qué ocurrió con la historia económica de Inglaterra desde mediados del siglo XVIII,
que fue donde la industria manufacturera adquirió su rol primordial en la actividad económica y
comienza a realizar una serie de fuertes transformaciones sociales.
2.2.4.1. La situación en Inglaterra a mediados del siglo XVIII
La primera pregunta que surge cuando se analiza la Revolución Industrial, es porqué tuvo lugar
originalmente en Inglaterra y no en el continente europeo. Para ello confluyeron una serie de
factores, que se transformarían en los elementos objetivos que posibilitaron ese cambio y al mismo
tiempo la aparición de una serie de empresarios que hicieron de la industria el objeto de sus desvelos
y la fuente de su enriquecimiento, que aportarían el elemento subjetivo para que este cambio fuese
posible.
Pueden señalarse varios elementos determinantes. En primer lugar, Inglaterra era una nación
relativamente rica respecto de las demás, y la acumulación de esa riqueza no había favorecido
únicamente a la nobleza terrateniente sino a un vasto estrato de clase media alta, formada por la
burguesía comercial. Como resultado de esa situación, Inglaterra disponía de un mercado de

5
La primera revolución económica acontece a la entrada del período Neolítico Prehistórico, cuando el hombre
pasa de ser recolector y cazador, a agricultor y apacentador de ganado, por lo que la productividad de alimentos
por hombre aumenta drásticamente ante el surgimiento de la actividad agropecuaria.

28
consumo en gran escala, del que carecían otros países. En segundo lugar, Inglaterra había unificado
su reino, eliminando el poder de la nobleza local dando un fuerte estímulo a la clase mercantil. El
régimen de cercamientos aportó lo suyo en este proceso, expulsando gran cantidad de campesinos
que se transformaron en la semilla del proletariado industrial de las ciudades. En tercer lugar,
Inglaterra fue un país en el cual se desarrolló un fuerte entusiasmo por la ciencia y la ingeniería, y
sobre todo, por sus aplicaciones prácticas a la producción. Esto dio lugar a un proceso de invenciones
en estos aspectos, con los que colaboró una legislación de patentes que trató de estimular y proteger
el acto mismo de inventar. La clase terrateniente también mostró una tendencia a la adopción de
innovaciones que no se observó en otros países. También contribuyó a este desarrollo el hecho
fortuito de que Inglaterra dispusiese de amplias reservas de hierro y carbón, lo cual posibilitó el
desarrollo de la industria del hierro y del acero.
Otro aspecto tan importante como los anteriores fue el aporte que hicieron los nuevos empresarios
industriales que crearon las bases sobre las que se desarrolló la Revolución Industrial. En primer
lugar cabe destacar los esfuerzos de personas como Wilkinson, Watt y Arkwright para encontrar
nuevas formas de producir las manufacturas y lograr nuevas aplicaciones a materiales y artefactos ya
conocidos como el hierro, la máquina de vapor y los telares. La conjunción de esta nueva forma de
hilar con las máquinas de vapor se convirtió en una fuerza que arrasó con todas las otras formas de
producir textiles que se conocían hasta entonces, derribando por completo el poder remanente de
los gremios que provenían de la época feudal. No debe desdeñarse en ningún caso el aporte de
comerciantes, ya sea en capital como en la experiencia para colocar los productos.
En general, ninguno de los precursores de la industria provenía de la nobleza, y en muy contados
casos contaron con algún capital monetario inicial. Es evidente que, para que esto pudiera ocurrir, se
requería de un sistema social lo bastante flexible para permitir el ascenso social de esta clase de
“aventureros” oscuros. Aquí cobra su exacta dimensión el efecto de la liberación que trajeron las
anteriores revoluciones económicas y políticas, ya que, dentro de la jerarquía medieval, estas
carreras hubiesen sido inconcebibles. En muchos casos amasaron impresionantes fortunas, sus
aspectos y actitudes podían resultar agradables o desagradables, pero en todos los casos se puede
afirmar que eran personas interesadas en la expansión, en el crecimiento y en las aplicaciones de la
inversión. Todos estaban identificados con el progreso tecnológico y ninguno desdeñaba el proceso
productivo. Estas personas pueden sin lugar a dudas identificarse como empresarios. En un sentido
económico, sin lugar a dudas se los puede calificar como revolucionarios, ya que el cambio que
introdujeron en las formas productivas fue de carácter total, demoledor e irrevocable.
2.2.4.2. Los efectos productivos y sociales.
El primer efecto que se observa de la Revolución Industrial es un espectacular aumento en la
producción de las ramas recientemente industrializadas. Durante el Siglo XVIII la importación de
algodón en bruto para la fabricación de telas aumentó más de 30 veces, lo que implicó un aumento
en la producción de telas por la industria de por lo menos ese volumen. Algo parecido ocurrió con la
producción de carbón y de hierro en el mismo período. La aceleración de la producción fue entonces
un rasgo distintivo de ese período.
Lo que sí cabe destacar es que esta denominada Revolución Industrial no actuó como palanca del
aumento de la producción en todos los sectores. Las tasas mencionadas anteriormente se lograron
sobre la base de un sector industrial muy pequeño en sus comienzos, ya que donde se instalaron en
primera instancia las nuevas formas de producir es en la industria textil y la metalúrgica. De cualquier
manera, lo que no debe perderse de vista como resultado de todo esto es la transformación de una
sociedad esencialmente agrícola y comercial en una sociedad en la cual la manufactura industrial se
convirtió en la forma dominante de la organización de la vida económica, caracterizándose por elevar

29
a la fábrica hasta el centro de la vida social y económica, como anteriormente lo habían sido el feudo
o el gremio medieval.
Si bien en términos de niveles de producción económica nadie puede dejar de evaluar positivamente
estos cambios, muy lejos de tal visión era la que se tenía en esos momentos de los mismos. Por un
lado, el cambio de la disciplina de las tareas rurales, que era de donde provenían la mayor parte de
los trabajadores, a la disciplina que imponía la fábrica, y dentro de ellas las maquinarias, hicieron que
en muchos casos los trabajadores reaccionaran en contra del maquinismo, incendiando fábricas y
destruyendo las maquinarias. El movimiento ludita fue una férrea pero infructuosa oposición al
industrialismo.
Pero más desagradable que el advenimiento de la fábrica fueron las condiciones que prevalecían
dentro de ellas y en los barrios donde habitaban los primeros trabajadores industriales. Era muy
común el trabajo de niños y las jornadas eran de doce o más horas diarias. Este tipo de jornadas, los
abusos, la suciedad y la falta de normas elementales de seguridad contribuyeron a darle al
capitalismo industrial una reputación de la que tomó mucho tiempo poder desprenderse. Las
condiciones de vida de la población que se desempeñaban como obreros fabriles también eran de
suma miseria. El hacinamiento y la falta de las más elementales comodidades eran moneda corriente
en esa época.
Sin lugar a ninguna duda, este período se caracterizó por un tremendo sufrimiento social. A pesar de
ello, existe toda una discusión acerca si realmente empeoraron las condiciones vigentes en ese
momento, y una certeza respecto de la mejoría a largo plazo que implicó este período. En primer
lugar, existen numerosos autores que sostienen que la pobreza vigente representó un deterioro del
nivel de las masas en general, dado que esa población antes del advenimiento del capitalismo
industrial eran en su mayoría los expulsados del campo por el movimiento de cercamientos, lo que la
transformó en una masa itinerante, sin trabajo, sin hogar y sin siquiera qué comer. Existen
numerosas referencias a muerte de niños de hambre en esa etapa.
También cabe señalar que muchas de las críticas a las que estuvo sujeto el capitalismo industrial en
su primera época, derivaban de sus concomitantes políticas y no de las económicas. El capitalismo
vino acompañado, aunque más tardíamente, de un cambio profundamente arraigado de las formas
políticas, surgiendo nuevas ideas de democracia, de justicia social y de los derechos del individuo,
que generaron movimientos de críticas de las cuales cualquier sistema, no sólo el capitalismo
industrial, no hubieran podido librarse. El movimiento de liberalismo político que desencadenaron la
burguesía comercial e industrial superó los estrechos límites para los cuales había sido creado y
transcendió hacia los sectores populares, dando origen a un movimiento reformista, hostil hacia el
orden dominante, y que, luego de cierto tiempo, fue obteniendo algunos logros en lo que hace a la
limitación al trabajo de niños y a la jornada laboral. De cualquier manera, para tener una idea de las
condiciones prevalecientes al comienzo del capitalismo industrial, basta como ilustración decir que
uno de los logros de ese movimiento reformista fue que, en 1842, se prohibiera el trabajo de
menores de diez años en las minas de carbón, o que, en 1847, se estableciera un límite de diez horas
diarias para el trabajo de mujeres y niños. De cualquier manera, y a pesar de la desconfianza que
suscitaron estas reformas, cabe señalar que el capitalismo inicial derivó en su sujeción a la fuerza
correctiva de la democracia. La “cuestión social” fue el problema político principal al que se enfrentó
la sociedad europea de la segunda mitad del Siglo XIX, para la que se propusieron distintos caminos
de solución que incluían en algunos casos la eliminación del propio sistema capitalista.
No caben dudas respecto al cambio a largo plazo que introdujo la Revolución Industrial, y que
consistió en una elevación de los niveles de vida de los sectores populares. A pesar de la miseria
inicial, y de que el salario cobrado por un obrero no alcanzaba para mantener a su familia ni siquiera

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en condiciones paupérrimas, por lo cual debían trabajar mujeres y niños, hacia la última parte del
siglo XIX esas condiciones ya empezaron a cambiar, permitiendo que el salario de un obrero logre la
manutención de su familia. Además se observaron progresos en lo que hace a la reducción de la
jornada laboral, que oscilaba, también en esa época, en torno de las 54 horas semanales. Todavía
estaba muy lejos de ser una sociedad rica, pero la crisis inicial tendía a ser superada.
2.2.4.3. El rol de la acumulación de capital en el desarrollo económico.
Si bien ya estaríamos en condiciones de abordar las ideas de los primeros pensadores del tema
económico, conviene realizar una abstracción acerca de cómo funciona un sistema económico
cuando apunta a incrementar los niveles de producción existentes, ya sea de los mismos bienes u
ofreciendo bienes distintos o nuevos, cosa que, si bien es vista como elemento absolutamente
natural en nuestra época, resultaba totalmente extraño en una economía como la antigua o la del
medioevo. Esta abstracción será útil para la mejor comprensión del problema económico tal cual lo
estudia Adam Smith, al que podríamos catalogar como el primer economista que enfoca a la
temática como a una ciencia.
Para introducir el problema, podemos categorizar a las economías previas a la sociedad capitalista
como economía de reproducción simple. ¿Qué significa reproducción simple? Que estas economías,
período tras período, tienden a reproducirse de la misma forma, es decir generar las mismas
cantidades de cada bien y los mismos tipos de bienes. Implica también que el excedente, término al
cual ya hicimos referencia, no se utiliza para aumentar la producción en otros períodos sino con fines
diversos del económico. En cambio, la gran diferencia de esas economías con las que la suceden,
básicamente la economía de mercado, a partir de la Revolución Industrial, es que se pueden
categorizar como de reproducción ampliada. El significado de este término es que estas economías,
en cada período, destinan una parte de su producción a la generación de nuevos bienes que
permitan aumentar la producción en los períodos siguientes.
Que un sistema económico sea definido como de reproducción simple tiene que ver básicamente, tal
como se señaló, con el uso que se le da al excedente. En puntos anteriores analizamos este concepto
y también se había concluido que las economías antigua y medieval fueron economías que
generaron excedentes, sólo que los mismos no tenían una finalidad productiva, sino que
básicamente eran destinados a mantener ejércitos, realizar obras faraónicas o mantener una nobleza
parasitaria. Al no ampliarse la capacidad productiva de la economía, ésta tendía a generar año tras
año la misma cantidad de bienes, y a distribuirlos de la misma forma, todo a tono con el inmovilismo
social prevaleciente en esas épocas.
La reproducción ampliada en la economía implica que período tras período la misma está en
condiciones de elevar la cantidad de bienes que se ofrecen en la misma. Para que esto sea posible, es
necesario que parte de la producción de cada uno de estos períodos no sea consumida sino dedicada
a ampliar la capacidad productiva de la misma. En este caso se observa que el excedente de esa
economía, o por lo menos parte del mismo, es utilizado con ese objetivo, tomando la forma de
ampliación de la cantidad de capital existente, o, definido en términos precisos, se destina a la
acumulación de capital.
El capital se refiere al stock de bienes de capital económico y son el conjunto de utensilios, máquinas
y construcciones que la sociedad genera para acelerar el proceso de producción. Con el uso de estos
bienes se hace mucho más productivo el trabajo humano, en el sentido de aumentar la producción
que puede realizar en un tiempo determinado, que no es otra cosa que la productividad. En la
actualidad un trabajador produce muchos más bienes en un tiempo determinado que en la
Antigüedad, es decir, es mucho más productivo, esencialmente porque cuenta con una dotación de

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capital mucho mayor para hacerlo. El capital también facilita la especialización del trabajo del ser
humano, en el sentido que si, dentro de un equipo de personas trabajando, cada una de ellas tiende
a ejecutar una determinada labor en la que es experto, generalmente puede producir más que si
cada uno de los miembros de ese equipo hace varios trabajos. La red de Internet, las computadoras,
los teléfonos celulares, los softwares utilitarios son simplemente algunos de los elementos que
permiten que hoy produzcamos en la misma cantidad de tiempo mucho más que ayer.
¿Cómo se forma el capital en la economía? Pues simplemente destinando recursos para la
fabricación de los utensilios, maquinarias, construcciones y otros elementos similares a los que
hicimos referencia en el punto anterior, que a su vez logren hacer más eficiente la producción en los
períodos siguientes. En una economía primitiva, diríamos que se efectúa produciendo máquinas-
herramientas que a su vez produzcan arados y herramientas para cultivar la tierra y obtener de esa
manera los alimentos. En una economía mucho más actual, implicaría construir las máquinas-
herramienta necesarias para fabricar tractores, sembradoras, camiones, etc., que aparecen como
necesarios en el proceso de producción de alimentos. Todos son bienes de capital, pero si no se
amplía la capacidad de producir aquellos que están directamente involucrados en el proceso de
producción, difícilmente logremos expandir a esta última. Esta secuencia, que parece absolutamente
natural en nuestros días, no lo era en los comienzos de la Revolución Industrial, en la que hubo que
destinar ingentes cantidades de recursos de una economía, que si bien había logrado un fuerte
desarrollo comercial, todavía tenía una base agrícola. Los países donde el cambio técnico fue más
lento o la economía agrícola estaba más atrasada, fueron los que más sufrieron o más tardaron en
lograr la expansión de sus sectores de producción de bienes de capital, ya que los recursos humanos
destinados a ello hubo que sustraerlos de una producción agrícola de subsistencia, cayendo la
producción de alimentos en primera instancia.
La formación de capital requiere entonces de un desvío en el esfuerzo dentro del propio sector
productor de bienes de capital y también un desvío del esfuerzo en el total de la economía
destinando parte de los recursos que antes se dedicaban a producir para el consumo y destinarlos a
producir bienes de capital. ¿De dónde se obtienen recursos para hacerlo? Sin duda serán recursos
que no se destinen a consumir, es decir que resultarán de la existencia de ahorro en el sistema
económico, al que nos referimos al hablar de la frugalidad calvinista. Mientras más alta sea la
cantidad de ahorro, más rápida podrá ser la formación de capital y más rápido también crecerá la
oferta de bienes en la misma, pero más sacrificio de consumo deberá soportar la sociedad. Debemos
admitir que en los comienzos de la Revolución Industrial, este “ahorro” en realidad fue soportado
por los trabajadores percibiendo muy bajos salarios, lo que permitió la acumulación inicial en este
sistema.
Examinado de esta forma muy simple el esquema de funcionamiento de la economía inglesa a
comienzos de la Revolución Industrial, estamos en condiciones de abordar los aspectos referidos al
pensamiento económico, que tiene su nacimiento en forma conjunta con la introducción del sistema
capitalista.

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