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Dondequiera que miramos, podemos ver prueba de que vivimos en un mundo cuyos modales van

empeorando. La gente empuja para adelantar en las filas, fuma en ascensores atestados, pone música
alborotosa en lugares públicos, y así por el estilo… nuestra época se distingue mucho por ser una en que
expresiones como “Gracias” y “Por favor” se han hecho raras, y la cortesía y la urbanidad comunes casi
se han olvidado por completo.
¿Es sorprendente todo esto? En verdad, no. Simplemente hace recordar lo que el apóstol Pablo dijo por
inspiración acerca del comportamiento de la gente en “los últimos días” cuando ‘se presentarían tiempos
críticos, difíciles de manejar’. Entre otras cosas, Pablo predijo que la gente llegaría a ser este tipo de
persona: “Amadores de sí mismos, [...] presumidos, altivos, [...] desagradecidos, [...] sin tener cariño
natural, [...] sin autodominio”. (2 Timoteo 3:1-3.) Basta con una mirada para notar que ese
comportamiento domina hoy entre personas de toda edad, clase y nacionalidad. ¿Por qué? ¿Qué causas
contribuyen a la falta general de buenos modales?
¿Por qué decimos que Jehová y Jesús son ejemplos de buenos modales?
A pesar de su posición tan elevada, Jehová trata a los seres humanos con bondad y respeto. Por ejemplo,
al dirigirse a Abrahán y a Moisés, empleó un término hebreo que suele traducirse “por favor” (Gén. 13:14;
Éxo. 4:6). Además, está dispuesto a escucharnos (Gén. 18:23-32). Jesús también atendía a las personas
y las ayudaba con gusto. De hecho, a menudo las llamaba por su nombre (15/11, página 25).

Causas de la mala educación.


--La expresión “amadores de sí mismos” describe bien a la “generación del ‘yo primero’”, una frase que se
ha usado con referencia a los que han sido criados con énfasis en imponerse a otros, en desplegar
individualismo y en la expresión de su propia personalidad.

-Para la gente, ya los que hacen caso omiso de las normas aceptas no son personas mal educadas ni
groseras, sino distinguidas y sofisticadas, algo que merece mucha admiración. Pero recuerde que uno de
los significados de “sofisticado” es: “falto de naturalidad”. Esta palabra viene de la misma raíz griega que
el término que se vierte “artificiosamente tramados” en 2 Pedro 1:16. Ciertamente los verdaderos
cristianos hacen bien en evitar tal actitud.

Aunque vivimos en un mundo de paso agitado, y cada vez se exige más de nuestro tiempo y nuestras
energías, el permitir que esas presiones nos lleven a obrar groseramente no mejorará de ninguna manera
la situación. Al contrario, ese proceder causa mucha de la violencia irracional de que oímos —riñas,
peleas, disensiones, hasta asesinatos—, que resulta de devolver descortesía por descortesía. Todo esto
es parte del espíritu de un mundo del que los verdaderos cristianos no deben ser parte. (Juan 17:14;
Santiago 3:14-16.)

El ejemplo principal de buenos modales es el Creador y Padre de todos, Jehová Dios mismo. Es
común entre los que ocupan puestos elevados y tienen poder sobre otros el ‘hacer sentir su autoridad’ y
exigir que se cumplan sus deseos. Sin embargo, el Personaje más elevado del universo, Jehová Dios,
siempre despliega buenos modales al tratar con los que están bajo él. Al otorgar una bendición a su
amigo Abrahán, dijo: “Alza los ojos, por favor, y mira desde el lugar donde estás”. Y de nuevo: “Mira hacia
arriba, por favor, a los cielos, y cuenta las estrellas”. (Génesis 13:14; 15:5.) Al dar a Moisés una señal de
Su poder, Dios dijo: “Mete tu mano, por favor, en el pliegue superior de tu prenda de vestir”. (Éxodo 4:6.)
Muchos años después, mediante el profeta Miqueas, Jehová dijo hasta a su pueblo que tendía a
extraviarse: “Oigan, por favor, cabezas de Jacob y ustedes los comandantes de la casa de Israel. [...]
Oigan, por favor, esto, ustedes los cabezas”. (Miqueas 3:1, 9.) A este respecto, ¿hemos ‘llegado a ser
imitadores de Dios’ diciendo “Por favor” al tratar con otros? (Efesios 5:1.)
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Jesucristo, quien “está en la posición del seno para con el Padre”, es otro ejemplo sobresaliente que
merece imitarse. (Juan 1:18.) Al tratar con la gente, por un lado fue tierno y compasivo, por el otro
poderoso y firme; pero nunca fue grosero ni poco amable con nadie. En un comentario sobre el
“extraordinario don [de Jesús] de sentirse cómodo entre toda clase de personas”, el libro The Man From
Nazareth (El hombre de Nazaret) dice: “Tanto en público como en privado se asociaba de igual modo con
hombres y mujeres. Se sentía cómodo entre niñitos inocentes y, lo que es raro, cómodo también entre
concusionarios de conciencia culpable como Zaqueo. Respetuosas mujeres del hogar como María y
Marta podían hablar con él con natural franqueza, pero también las cortesanas lo buscaban como con la
seguridad de que él las comprendería y les ofrecería amistad [...] Su extraño desconocimiento de los
límites que encerraban a la gente ordinaria es una de sus cualidades más características”.
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El tratar a todos con debido respeto y consideración es la señal de la persona que en verdad tiene
buenos modales, y haríamos bien en imitar a Jesucristo en esto. Sí, la mayoría de la gente se las arregla
para mostrar respeto a ciertas personas, particularmente a las que ocupan algún puesto superior al suyo.
Pero pueden mantenerse apartados, distanciados, y ser rudos con aquellos a quienes consideren
inferiores o hasta en su mismo nivel. Parece que de algún modo eso les da un sentido de superioridad y
poder. Pero bien se ha dicho que la rudeza es el disfraz con que el débil quiere parecer fuerte. Por eso la
Biblia aconseja: “En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”. (Romanos 12:10.) Si
hacemos lo sumo por seguir ese consejo, nos acercaremos más a manifestar buenos modales al tratar
con todos, como lo hizo Jesús.
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Esta cualidad deseable, orientada hacia otros, se ejemplifica también en las enseñanzas de Jesús,
particularmente en lo que se llama la Regla Áurea: “Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los
hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos”. (Mateo 7:12.) Es
interesante que en las Analectas, uno de los Cuatro Libros de Confucio —por mucho tiempo considerados
la cumbre del comportamiento moral en Oriente—, uno de los discípulos le pregunta al maestro si habría
una sola palabra que pudiera servir como principio de comportamiento para la vida. “Quizás la palabra
‘reciprocidad’ (shu) serviría —respondió el maestro, y añadió—: No hagas a otros lo que no quisieras que
te hagan a ti.” Por contraste, podemos ver fácilmente la superioridad de la enseñanza de Jesús. Porque
solo puede haber relaciones afectuosas, agradables y amigables cuando uno toma la iniciativa de ‘hacer a
otros’ lo que es bueno.
Buenos modales en todo momento
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En cuanto a nuestra generación, Jesús predijo que “por el aumento del desafuero se enfriará el amor
de la mayor parte”. (Mateo 24:12.) Este enfriarse del amor se refleja claramente en la actitud que muchos
despliegan hoy de no interesarse en los demás y ser egocéntricos. En vez de dejar que se nos induzca a
reaccionar con la misma falta de interés en los demás, debemos tener presente el consejo de Pablo: “No
devuelvan mal por mal a nadie. Provean cosas excelentes a vista de todos los hombres. Si es posible, en
cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres”. (Romanos 12:17, 18.) Debemos
resolvernos a manifestar buenos modales en todo tiempo, prescindiendo de si se aprecia o no el esfuerzo
que hacemos. (Mateo 5:43-47.)
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Sí, los modales cristianos son la expresión externa natural de nuestro amor e interés sincero para
con otros. Tal como nuestra habla revela lo que somos en el interior, así nuestros modales muestran
cuánto nos interesamos en otros, o si no nos interesamos en ellos. (Mateo 12:34, 35.) Por lo que son, los
buenos modales deberían ser importantes en todo aspecto de nuestra vida. Deberían ser nuestro modo
de vivir. ¿Cómo aplicarlos más de lleno? ¿Cómo desarrollar a mayor grado los sanos modales cristianos?
Consideraremos eso en el artículo siguiente.

w09 15/11 págs. 24-26 Los ministros de Dios debemos tener buenos modales
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LA EXPERTA en etiqueta Sue Fox recalcó la importancia de la conducta
respetuosa con estas palabras: ―Los buenos 
modales no son algo de lo que podamos prescindir de vez en cuando. Hay
que ser amables en todo momento y en todo 
lugar. Eso siempre funcionará‖. Las personas corteses no suelen tener
problemas con los demás, y los pocos que tienen, 
los resuelven pronto. Pero lo contrario también es cierto: los malos modos
producen conflictos, rencores y amarguras.
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Los cristianos verdaderos nos caracterizamos por ser corteses. Aun así,
debemos estar alerta para no adoptar los 
malos modales que tan comunes son hoy día. En este artículo veremos
principios bíblicos que nos ayudan a rechazar las 
malas actitudes del mundo y atraen a la gente a la adoración pura. A fin  de
comprender lo que implica la cortesía, 
analicemos el ejemplo de Jehová y el de su Hijo.
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Jehová es un dechado perfecto de bondad y cortesía. A pesar de ser el
Soberano del universo, trata a los seres 
humanos con amor y respeto. Por ejemplo, al dirigirse tanto a Abrahán como
a Moisés empleó un término hebreo que 
puede traducirse con la expresión ―por favor‖ (Gén. 13:14; Éxo. 4:6). Cuando
sus siervos cometen errores, él es 
―misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en bondad
amorosa y apego a la verdad‖ (Sal. 86:15). ¡Qué 
diferente de algunas personas, que pierden los estribos cuando los demás no
cumplen sus expectativas!
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Jehová también demuestra su amabilidad por la forma en que escucha a los
seres humanos. Cuando Abrahán le 
hizo preguntas relacionadas con los habitantes de Sodoma, las fue
respondiendo pacientemente (Gén. 18:23-32). Dios 
no consideró que tomar en cuenta las preocupaciones de Abrahán fuera una
pérdida de tiempo. Él escucha las oraciones 
de sus siervos y la súplica del arrepentido  (léase Salmo 51:11, 17). ¿Verdad
que deberíamos imitarlo escuchando 
atentamente a quienes nos hablan?
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La amabilidad es una de las muchas cualidades que Jesucristo aprendió de
su Padre. Aunque su ministerio le exigía 
mucho tiempo y energías, siempre fue paciente y cortés. En todo momento
estuvo dispuesto a ayudar a los más 
desfavorecidos, como los leprosos, los ciegos y los mendigos. Aun cuando la
ocasión no fuera la más oportuna, 
no dejaba de atenderlos. Con frecuencia interrumpía lo que estaba haciendo
para socorrer a los afligidos. También 
mostró extraordinaria consideración a quienes pusieron su fe en él (Mar.
5:30-34; Luc. 18:35-41). Si seguimos su ejemplo 
siendo amables y serviciales, nuestros familiares, vecinos y otras personas lo
notarán. Además, glorificaremos a Jehová 
con nuestra conducta y seremos más felices.
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Los líderes religiosos judíos consideraban que quienes no conocían la Ley
eran ―unos malditos‖ y los trataban como 
tales (Juan 7:49). Pero Jesús fue muy diferente; él respetaba a los demás y lo
demostró llamándolos por su nombre, 
como hizo con Marta, María, Zaqueo y muchos otros (Luc. 10:41, 42; 19:5).
Es cierto que la cultura o las circunstancias 
dictan cómo hay que dirigirse a los demás, pero los siervos de Jehová
siempre se esfuerzan por tratarse con afecto. 
No permiten que las diferencias de clase les impidan mostrar a sus hermanos
y a otras personas el respeto que se 
merecen (léase Santiago 2:1-4).
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Dios y su Hijo tratan con bondad a personas de todas las naciones y razas.
Eso las dignifica, y además atrae a 
quienes tienen sed de la verdad. Claro está, lo que se considera buenos
modales difiere de un sitio a otro. Por eso, en 
vez de seguir un protocolo estricto, nos guiamos por los principios bíblicos,
los cuales nos permiten ser flexibles y tratar 
con respeto a los demás, sin importar dónde vivamos. A continuación
veremos cómo puede la cortesía hacer más 
productivo nuestro ministerio cristiano.
El saludo y la conversación
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En la vida tan acelerada que hoy día es común en muchos lugares, no es raro
que dos personas se crucen sin 
siquiera decirse ―hola‖ o ―buenos días‖. Por supuesto, no se espera que
vayamos saludando a todo el que encontremos 
en una calle concurrida. Sin embargo, hay muchas otras situaciones en que
saludar es apropiado y aconsejable. ¿Tiene 
usted la costumbre de saludar? ¿O sigue caminando sin sonreír ni decir
palabra? Aun sin quererlo, alguien podría 
adquirir este mal hábito, que en realidad demuestra falta de educación.
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Jesús preguntó: ―Si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa
extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa 
también la gente de las naciones?‖ (Mat. 5:47). Respecto a la importancia del
saludo, el asesor Donald Weiss escribió: ―A 
nadie le cae bien que los demás pasen de largo sin mirarlo siquiera.
Realmente no hay excusa que logre apaciguar a 
quienes hemos pasado por alto. La solución es sencilla: salude a los demás y
hable con ellos‖. En efecto: si tenemos 
cuidado de no tratar con frialdad o indiferencia a quienes nos rodean,
obtendremos buenos resultados.

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