Está en la página 1de 6

FICHA-LIBRO – ENDRINA Y EL SECRETO DEL PEREGRINO (Concha López Narváez)

Resumen por capítulos:

1. Voces en la niebla

Endrina, una chica de 14 años, se encuentra jugando a imaginarse luchando en batallas


épicas mientras cuida de un rebaño de vacas, junto a su perro (Juan sin cuitas). Ella se
dedica al pastoreo en los valles pirenaicos, concretamente en los montes de Cisa o de
Carlos, lugar de paso para muchos peregrinos que viajaban hacia Santiago de
Compostela.

Al atardecer, momento en el que empieza a subir la niebla y que marca la hora de


regresar a casa, escucha unas voces pidiendo ayuda. Endrina imagina que proceden de
peregrinos, aunque avanza con cautela debido a que también existen ladrones y
bandoleros por esos lugares. Al alcanzar las voces, confirma que se trata de dos
peregrinos: uno joven, alto y fuerte (Henry) y uno más pequeño y anciano (Guillaume).
El joven se encuentra herido del pie derecho y el anciano no tiene fuerzas para seguir
caminando. Este último le cuenta a Endrina que se encontraba haciendo el camino de
Santiago (ya había peregrinado antes a Roma y a Jerusalén) para resarcir sus pecados.
Endrina les insiste en que no pueden quedarse en el lugar porque es peligroso y los
anima a seguirla. Ella les mostraría el camino. Durante la travesía, escuchan unas
extrañas voces, lo que hace que Endrina proponga acelerar la marcha y buscar un
refugio.

2. Los bandoleros y el gran oso bermejo

Finalmente, Endrina y los peregrinos se ocultaron entre helechos y rocas, esperando


que la niebla les ayudase a no ser vistos y que los bandoleros se alejasen. Peso a ello,
poco a poco éstos fueron acercándose a su escondite.

Ante el cada vez más cercano peligro, Guillaume sacó una bolsa pequeña de cuero de
entre sus ropas y se la entregó a Endrina, diciéndole que huyera con ella y que, si ellos
dos morían, que se encargase de entregársela al arzobispo de Compostela. Le dijo que
lo que contenía valía más que una vida. Tras convencerse, por la gran preocupación
mostrada por Guillaume, Endrina huyó monte arriba y se refugió en lo alto de un árbol,
desde el cual visualizaba tanto a los peregrinos como a los ladrones. Éstos estaban
buscando a los primeros para robarles todas sus pertenencias, al haber escuchado que
se encontraban rezagados.

Pronto se encontraron y comenzó la pelea. Henry peleaba como podía contra los dos
ladrones, siendo apoyado en ocasiones por Guillaume. Endrina, sintiéndose impotente
y sufriendo desde la distancia, decidió intentar ayudarles tocando el cuerno de pastor,
para intentar ahuyentar a los ladrones. Pronto apareció el sonido de otro cuerno, que
resultó ser del padre (Pedro de Tabladiello) y el hermano de Endrina (Dimio), haciendo
que los ladrones huyesen definitivamente.

1
La familia decidió a acoger en su casa a los recién conocidos peregrinos y ayudarles a
recuperarse, días en los cuales Endrina y Henri se hicieron muy amigos.

3. Endrina y los cantos peregrinos

A Endrina le rondaba fuertemente una idea en la cabeza: marchar a Compostela.


Pensaba en la multitud de aventuras que le esperarían a lo largo del camino, las
personas y ciudades que conocería… Una vez tomada la decisión, les pidió permiso a
sus padres (Pedro y Oria), que se mostraron reticentes en un principio. Endrina no
dejaba de aportar razones por las que deberían permitirle realizar este viaje: su padre,
cuando era joven, viajó por muchos caminos tocando la viola; su madre, tras conocer a
su padre, abandonó a su familia y su hidalguía y marchó con él. Su hermano, Dimio, fue
el que mostró una mayor oposición. Finalmente, sus padres accedieron.

Una vez decidida su marcha, y obtenido el permiso de sus padres, Endrina les
comunicó a los dos peregrinos que marcharía con ellos a Compostela. Guillaume no
tuvo nada que objetar, aunque le dijo que no podría pagarle con nada, ya que no
tenían nada de valor. Henri se alegró mucho por la noticia y, metiéndose con ella, le
preguntó qué podría aportar ella durante el camino, a lo que respondió que sabía
hablar multitud de lenguas. Antes de partir, Endrina fue bendecida como peregrina,
mientras recibía los símbolos de su peregrinaje (el bordón y las alforjas) de manos del
abad del monasterio de San Salvador de Ibañeta.

Endrina emprendió el viaje, junto a los peregrinos, con tristeza, pensando en lo que
dejaba atrás. También sus padres quedaron apenados. Ellos, concretamente su padre,
había donado 25 sueldos al monasterio para que los santos protectores del camino
protegiesen a Endrina. Junto a ellos, iban numerosos peregrinos que entonaban unos
cánticos conocidos como el himno de Ultreia o de los peregrinos de Flandes (en latín).
Todos ellos viajaban hacia el mismo lugar: la próxima parada sería el monasterio de
Roncesvalles.

Henri y Endrina se adelantaron a Guillaume y, haciéndosele el camino a Endrina más


largo de lo esperado, decidió preguntar a un anciano pastor que se encontraron en el
camino. Éste les dijo que el monasterio estaba muy próximo y aprovechó a contarles
varias historias, entre ellas la leyenda del origen del monasterio de Roncesvalles.
Acercándose el resto de los peregrinos, Henri y Endrina tuvieron que abandonar con
pena al pastor y seguir con su camino. Llegaron al monasterio y Endrina señala que no
sucedió nada digno de destacar, salvo su encuentro con un monje de la Orden de San
Benito (fray Roderick de Chester), quien parecía llevarse muy bien con Guillaume; y su
reencuentro con Juan sin cuitas, quien reconoció a Endrina y se abalanzó sobre ella.

4. Un largo camino y un extraño suceso

Tras partir de Roncesvalles, e iniciando un camino más difícil y escarpado, Endrina hace
algunos comentarios sobre los peregrinos. Aunque éstos proceden de diferentes
lugares, su destino es el mismo y se apoyan los unos en los otros. También menciona
las diferentes motivaciones de los peregrinos para realizar el camino hacia Santiago de

2
Compostela: pedir por un ser querido, expiar una culpa y, especialmente, buscando la
salvación del alma. Se decía: “Quien llega a Compostela tiene el alma salvada”.

Al tercer día, encontrándose cerca de Pamplona, se encontraron con el séquito del


conde de L´Aube. Endrina quedó maravillada por tanta riqueza en vestidos y joyas. A
éste le seguían servidores, esclavos, capellanes, médicos, trovadores, etc. Guillaume y
Henri intentaron ocultarse y pasar desapercibidos entre el resto de los peregrinos
(también conocidos como romeros). La muchedumbre se abarrotaba y peleaba por
conseguir los primeros puestos y ver más de cerca la procesión protagonizada por el
conde. Entre tanto alboroto, Guillaume cayó al suelo y una mujer gritó para calmar el
alboroto e intentar que no pisasen al recién caído. En este momento, todas las miradas
se centraron en Guillaume y el conde se acercó y lo interrogó. El conde le dijo que sus
ojos le eran muy familiares y que creía haberlo visto en otro lugar, lo que Guillaume
negaba con la cabeza baja. Guillaume, cada vez más nervioso, no sabía qué hacer.
Henri se mantenía en la distancia totalmente pálido. Endrina no entendía la situación.
Pronto fray Roderick empezó a cantar y bailar como loco para llamar la atención,
haciendo que el conde dejase de preguntar a Guillaume y se marchase junto a su
séquito. Marchado éste, todos (Endrina, Juan sin cuitas, Henri, Guillaume y fray
Roderick) se juntaron de nuevo y prosiguieron su viaje. Endrina preguntó por la actitud
de los dos peregrinos, a lo que fray Roderick le dijo amablemente que no preguntase.
A pesar de ello, Endrina no dejó de hacerse preguntas.

Al anochecer llegaron a Pamplona. Endrina, después de tres jornadas de camino y de


dormir en suelos de humildes iglesias, quería disfrutar de lo que le ofrecía esta ciudad,
ver cosas nuevas y conocer a multitud de gente. Guillaume y fray Roderick querían
partir de nuevo a la primera luz del alba, por lo que el segundo intentó disuadir a
Endrina y distraerla contándole algunas historias, como la del Puente de la Reina.

5. ¿Adónde irá aquel romeiro?

Al día siguiente, como estaba previsto, marcharon de Pamplona. Era un día gris y
lluvioso, por lo que Endrina decidió tocar la flauta para amenizar un poco la travesía y
mejorar los ánimos. Más tarde, fray Roderick le pidió que cantase algunas canciones de
su tierra. Tras pedirle a Endrina que descansase la voz, fray Roderick decidió contar él
alguna historia para seguir amenizando el viaje, la de un buen romero que ayudaba a
quien necesitaba y se vio bendicido por el apóstol Santiago (o Saint Yago).

El fraile se cayó al alcanzar lo alto de la sierra, lugar desde el que pudo comprobar que
el séquito del conde no se encontraba cerca. Tras las palabras de tranquilidad de fray
Roderick hacia Guillaume, Endrina comprendió que huían del conde que habían visto el
día anterior, quizás porque éste quisiera robarle la bolsa que Guillaume llevaba
colgada del cuello. Tras respirar tranquilo, Guillaume permitió parar y descansar a los
viajeros.

Después de comer un poco, reanudaron la marcha. Tras caminar un poco, pronto se


toparon con cantos de peregrinos. Endrina se extrañó, ya que no tenían peregrinos ni
por delante ni por detrás, a lo que fray Roderick le dijo que existían varios caminos

3
para llegar hasta Santiago de Compostela. Varios de ellos se reunían en un único
camino, en Puente la Reina, conocido como el camino francés. Endrina también
aprendió que había otros de menor importancia que unían diferentes puntos de los
reinos de España con Galicia. A la llegada de los peregrinos procedentes de Aragón a
Puente la Reina, salieron a su encuentro posaderos, comerciantes, artesanos y
cambistas, ofreciéndoles todos ellos sus servicios. También aparecieron juglares,
quedando Endrina fascinada al ver a tantas personas diferentes.

La noche la pasaron en un hostal de peregrinos pobres, donde pudieron comer y


descansar un poco. Aquí se quedarían tres días y tres noches. Los dos primeros días
fueron tranquilos, en los que Henri y Endrina aprovecharon a escuchar numerosas
historias de peregrinos. En la tercera noche llegaron unos nuevos peregrinos al hostal y
escucharon de éstos que el rey Sancho y el conde de L´Aube llegarían al lugar en dos
días. Al escuchar esto, Guillaume quedó pálido. Decidió irse a descansar e informó al
resto que partirían al alba. Endrina, aún sin entender la situación, se entristeció. Fray
Roderick intentó animarla, diciéndole: “Estella no está lejos y también es una ciudad
hermosa y llena de bullicio”.

6. Fray Roderick de Chester

Partieron nuevamente los cuatro solos. Endrina estaba preocupada por no ir con un
mayor grupo de romeros, lo que hubiera sido más prudente. A pesar de ello, intentaba
tranquilizarse con la idea de que las órdenes militares guardaban los caminos, incluso
que los reyes cristianos imponían castigos severos a quienes osasen atacar a un
peregrino.

Guillarse y fray Roderick estaban bastante cansado, aún así no querían parar a
descansar. Endrina se ofreció a llevar las alforjas de fray Roderick, pero éste se negó, lo
que hizo a Endrina preguntarse qué misterios ocultaban en ellas. El fraile, que se dio
cuenta de lo que pasaba por la mente de la chica, le contó que llevaba algo de mucho
valor y que, al igual que Guillaume, debería llevarlo a un lugar, concretamente al
monasterio de San Millán, de donde lo había tomado prestado. Igualmente, le dice que
si a él le ocurriese algo, ellos, sus amigos, deberían de completar esta labor.
Finalmente, le confesó que aquel objeto de tan alto valor se trataba de un libro, el
Apocalipsis del Beato de Liébano, que había tomado prestado para que se hiciesen
copias de él en otros monasterios de Francia e Inglaterra.

Llegados a un río, al que llamaban Salado, Guillaume y fray Roderick recordaron y


contaron a los jóvenes una historia que venía recogida en Libro de los peregrinos que
van a Santiago, donde un peregrino narraba su peregrinaje. En ella unos malvados
navarros con cuchillos le recomendaron al peregrino beber de las aguas de este río.
Hecho esto, los caballos cayeron muertos y aprovecharon para quitarle las pieles.
Endrina y el resto de peregrinos se encontraron con cuatro individuos sospechosos y,
temerosos, decidieron aumentar el paso. Cuando estaban cercanos al puente que
cruzaba el río, fray Roderick tropezó y cayó al suelo. Los hombres sospechosos se
acercaron para ayudar y decidieron ir en busca de hierbas para el fraile. Éste, viendo su

4
muerte cerca, le encomendó al resto de peregrinos la tarea de llevar el libro al
monasterio de San Millán en su nombre, tras lo cual murió.
7. Una estrella fugaz en el cielo de abril

Habiendo enterrado al que había sido su compañero, continuaron su camino con


mucha tristeza. Pronto llegaron a Estella y en un hospital de peregrinos encontraron
refugio. Antes de irse a descansar decidieron ir a la iglesia De San Pedro para orar por
el alma de su amigo. Guillaume salió de la Iglesia muy disgustado, por no poder hacer
ninguna ofrenda, ya que no les quedaba nada de dinero. Pronto vieron una
muchedumbre y se acercaron a ver qué ocurría, donde vieron a un juglar sin mucha
gracia bailar y cantar, y al finalizar muchos individuos echaron monedas en su
sombrero. Esto le dio una idea a Endrina, que corrió a hacer lo propio. Empezó a tocar
la flauta, a bailar y a cantar, a lo que pronto se unió Henri, que comenzó a cantar
canciones de su tierra. Ganaron bastantes monedas, por lo que pudieron realizar la
ofrenda a fray Roderick y destinar parte para guardar para el resto de su viaje.

En Estella pasaron dos jornadas, en las Endrina y Henri aprovecharon para recorrer la
ciudad y charlar con numerosos artesanos y comerciantes. En estos días, Guillaume se
enteró que el conde de L´Aube se había caído del caballo y tendría que guardar diez
días de reposo.

8. Un camino de nieve

Los tres peregrinos y Juan sin cuitas partieron al alba, ahora sí en compañía de
numerosos peregrinos franceses y teutones.

9. San Millán de la Cogolla

10. Burgos

11. ¿Por qué siempre marchar?

12. León

13. La joya perdida

14. El juicio de Dios

15. Nadar toda la mar y quedar en la ribera

16. La subida al puerto del Cebrero

17. La gran culpa de don Guillaume de Gaurin

18. Compostela

19. Buscar agujas entre pajas

5
20. El duque de Lagiracq

También podría gustarte