Cualquier punto de vista acerca de la política de las relaciones
humanas debe basarse, fundamentalmente, en una concepción del organismo humano y de lo que lo hace “latir”, es decir, la naturaleza y la motivación de ese organismo. Durante muchos años yo he sostenido una postura más y más claramente definida en relación a estos temas. Quisiera presentar este punto de vista lo más claramente que pueda basándome en presentaciones anteriores y tomando en cuenta las implicaciones políticas de mi manera de ver la naturaleza de la motivación humana. Considero que la tendencia actualizante en el organismo humano es la motivación básica. Permítaseme empezar narrando una experiencia personal que me impresionó mucho y que me llevó a realizar una serie de observaciones que apoyan mi punto de vista. Hace algunos meses, durante un fin de semana de vacaciones, yo estaba parado sobre un montecillo mirando una de las ásperas ensenadas que pintean la costa del norte de California. En la entrada de la ensenada había varias rocas grandes que sobresalían del mar y recibían todo el impacto de las grandes olas del Pacífico, las cuales, al golpear contra ellas, estallan en montañas las de espuma antes de correr por los acantilados de la costa. Cuando a lo lejos veía a las olas estrellarse contra estas grandes rocas descubrí, con sorpresa, lo que parecían ser una pequeñas palmeras en las rocas, de no más de un metro de alto, que soportaban el golpe de las olas, A través de mis binoculares vi que eran algún tipo de plantas marinas, con un “tronco” delgadito y con un manojo de hojas en la parte de arriba. Cuando una examinaba una de estas plantas en los intervalos entre las olas, parecía claro que esta frágil planta, erecta y pesada en la parte de arriba, sería completamente aplastada y destruida al siguiente golpe de una ola. Cuando esta llegaba el tronco se doblaba casi al nivel de suelo y todas las hojas eran puestas como en línea recta por el torrente de agua: sin embargo, en cuanto pasaba la ola, la planta, tenaz y flexible, se ponía vertical de nuevo. Parecía increíble que fuera capaz de soportar este golpeteo constante hora tras hora, día y noche, semana tras semana, quizá año tras año, y que en todo ese tiempo se estuviera nutriendo , extendiendo sus dominios, reproduciéndose a si misma, en pocas palabras estuviera manteniéndose y mejorándose a si misma en este proceso que en nuestra forma de escribir llamamos crecimiento. Aquí, en esta planta marina, semejante a una palma, estaba la tenacidad por la vida, el empuje vital, hacia delante y la habilidad para sobrevivir en un ambiente increíblemente hostil, no simplemente quedándose estática, sino siendo capaz de adaptarse, desarrollarse y convertirse en ella misma. Ahora yo estoy muy conciente de que podemos “explicar” muchos aspectos de este fenómeno. Así, podemos explicar el que la planta crece encima de la roca, en lugar de crecer en un lado protegido, diciendo que es fototrópica. Hasta podemos intentar algunas explicaciones bioquímicas del fototropismo. Podemos decir que la planta crece donde lo hace porque ese lugar es un nicho ecológico que ella llena, y que si esta planta no se hubiera desarrollado para llenar este nicho, el proceso de la evolución hubiera favorecido a algún otro organismo para que poco a poco desarrollara casi las mismas características. Soy conciente de que ahora podemos empezar a explicar porqué la planta toma la forma que tiene y por qué, si es dañada por una tormenta, se reparara a si misma, de una manera consistente con la forma básica de su especie. Todo esto ocurrirá a causa de la molécula de ADN que lleva adentro – en tanto que es parte de o está interactuando con una célula viviente – que funciona como un programa que guía a una computadora y que da instrucciones a cada una de las células nuevas respecto a la forma y a la función que debe asumir de modo que la totalidad sea un organismo en funcionamiento. En un sentido fundamental, tal conocimiento no explica nada. Sin embargo, es muy valioso como una parte de la diferenciación continua de las descripciones cada vez más finas, de las cada vez más precisas imágenes de las relaciones funcionales que nuestra curiosidad demanda y que al menos nos da un respeto más profundo y una mejor comprensión de las complejidades de la vida. Pero mi razón para contar esta historia es llamar la atención hacia una característica más general. Sea que hablemos de esta planta marina, de un roble, de un gusano de tierra o de una mariposa nocturna, de un mono o de un hombre, haremos bien en reconocer que la vida es un proceso activo y no pasivo. Sea que el estímulo venga de adentro o de afuera, sea que el medio ambiente sea favorable o desfavorable, se puede confiar en que las conductas de un organismo están dadas en la dirección de mantenerse, mejorarse, y reproducirse. Esta es la naturaleza misma del proceso que llamamos vida.